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UNA HISTORIA DE AMOR. Y si tú no has de volver...

    "Y si tú no has de volver" 1ª PARTE "Una para el otro y otra para el uno". Esa frase la repite una y otra vez mi ...

Trabajo en un Geriátrico

Aquel día no pude evitar follarme a un viejo. El tipo estaba muy caliente conmigo desde hacía meses… era imposible resistirse después de darme la mejor chupada de coño en años. Así es como comenzó la aventura de una auxiliar de enfermería cualquiera, con un cuerpo del montón y una vida sexual satisfactoria en mi matrimonio, que trabaja en un geriátrico... una residencia de ancianos de alto standing. Estoy casada con Julio, empleado de una inmobiliaria en calidad de administrativo… es un gran hombre, un buen padre y un amante para franquear el día a estas alturas de un matrimonio que nos dura 19 años, sin embargo, tras esta historia, todo cambiaría reverdeciendo brotes nuevos de atracción sexual. Ambos tenemos una hija estudiando en Irlanda, casi completamente independiente…, por suerte queda al margen de las depravaciones que ahora hacen sus padres….




Ya pasaban de las ocho de la tarde… - ¡Cuidado que voy! Avisé a los viejitos que andaban en medio del pasillo, mientras llevaba casi corriendo a Don Joaquín hasta el baño, el anciano al que cuido en silla de ruedas. El pobre hombre estaba a punto de mearse encima. Las pastillas que toma son un diurético bastante fuerte para esa edad, y por eso debemos estar muy pendientes de ellos, en especial si son dependientes.

Trabajo como auxiliar desde hacía poco en la residencia y ahora me ha tocado el área donde está Don Joaquín y unos cuantos ancianos más… casi todos hombres con una vitalidad que no se espera en un lugar como este. Más adelante, estoy porque me asignen alguna otra zona menos cargada de testosterona, aunque de momento no tengo motivos para la queja, debo demostrar que valgo para muchas cosas más, soy nueva y que le vamos a hacer, todas debemos pasar por la sección que los toriles… así se le llama al sector sur, por la cantidad de sementales que aquí se concentran… la mayoría hombres que se comportan como toros bravos, porque aún no son tan viejos como para que no se le ponga la verga bien dura, y nos ocurre frecuentemente que los encontramos o se ponen empalmados cuando los aseamos y les ayudamos a vestir. Como profesionales dejamos pasar el asunto con bromas o desdén, pero lo cierto es que no somos de piedra y se nos pone el coño mojado, y es que algunos ostentan unas pollas dignas de ser homenajeadas con una buena mamada o una follada de coño en toda regla, este es el caso de mi paciente Don Joaquín...

Mientras estoy ayudando a levantar de la silla a Don Joaquín, este se me queda mirando con cara de tonto.

- Anda vamos Don Joaquín, le digo. Ayúdame a sentarte en el baño.

Este se baja los pantalones y los calzoncillos, se dispone a sentarse en el baño. No posee excesiva movilidad, puede desplazarse a distancias relativamente cortas, con obstáculos que sean fáciles para él. Sin pudor alguno se tira de la ropa a una, que caen a plomo a sus pies… queda desnudo de cintura para abajo…,  no pude evitar echar un vistazo a su polla. La tenía grande, yo calculé de unos 12 a 15 cm en completa relajación, todavía más me sorprendió el grosor de su tallo y sobre todo los huevones que colgaban a modo de un badajo de campana de catedral… dicen que con la edad se van haciendo cada vez más gordos. En verdad estaba bien armado el viejo para sus años. ¡¿Cuantos debería tener?! ¡¿70 y pocos?! No apostaría por unos 75, luego lo miraría en su ficha de ingreso. ¡Era una lástima que algo tan hermoso ya no se pudiera usar para dar placer a un coño!

Después de acabar de vestirle, le llevé a su habitación y le dejé junto a la mesa. Iba a traerle la comida, cuando me dio un cachete en el culo, muy suave, que yo interpreté cariñoso.

- Oye, ¿qué haces?

- Nada Luisa, solo te doy las gracias. No todas son tan amables como tú…

Pobre hombre, pensé, ahora solo le queda alegrarse la vista. Al poco rato, volví con la bandeja de la cena. Él podía comer solo, y no le agradaba estar el comedor con toda la tropa de viejos quejosos…sinceramente es un hombre educado y de buenas maneras, antiguo abogado y posterior juez de lo penal de la corte de Valencia.

- Gracias de nuevo Luisa, eres muy amable.

- De nada, Don Joaquín. Que aproveche. Ya me gustaría que todos fueran tan atentos como tú.

Antes de irme, me quedé pensando. Podría alegrarle la cena y de paso la noche pensando en mi cuerpo. Me subí la bata y le enseñé las bragas y el culo, mientras alisaba la cama y componía las cosas sobre la mesita de noche… ese día llevaba unas braguitas chiquititas que bien podrían ser un tanga si me las metía por la raja del culo.

- Gracias Luisa. Me contestó guiñándome un ojo cómplice de mi acto de benevolencia.

Me fui y a la hora volví a por la bandeja. Abrí sin avisar, y me lo encontré en sillón orejero desnudo de cintura para abajo con los pantalones y calzoncillos en los tobillos, haciéndose una soberana paja. Aquel cipote ya no era de 12 cm, era un mástil de Bergantín que sobrepasaba los 20 cm y de un grosor tan grande que su mano no lo circundaba con facilidad. El prepucio subía y bajaba al mismo ritmo que los huevos aporreaban la tela de escay del sillón, con un repiqueteo constante en la caída de los pesados cojones. Me quedé observando unos segundos antes de avisar que entraba a la habitación. Tras unos segundos observando, toqué la puerta para darle tiempo a componerse. Se terminaba de poner los pantalones….

- ¡Pero Don Joaquín! Le gruñí - ¿Qué hace hombre…?

- Nada, hija, nada... uno está aquí muy solo.

Dejó de tocarse a tiempo, y él pensó que no le pude ver con su verga en lo más alto. La verdad es que me excitó un poco verlo, una polla como esa se suele encontrar pocas veces en la vida. Salí de su habitación y traté de olvidarme de la visión y centrarme en mi trabajo... Joder ¡¿Cómo podía haberme excitado ver la polla de ese anciano?! Estoy casada, y estaba más que satisfecha con las folladas de mi esposo, la polla que gasta mi hombre no es del mismo tamaño… ¡Pero el tamaño no importa! ¿No? Y por otro lado yo tendría menos de la mitad de sus años, podría ser mi padre o mi abuelo si me apuras.

Transcurrió el resto de la jornada, y salí de trabajar. Al llegar mi esposo me había preparado el desayuno, es un hombre muy atento y bueno del que es fácil enamorarse.

- ¿Qué tal el trabajo? Me preguntó.

- Pues ya sabes. Con los abuelitos arriba y abajo toda la noche… suelen dormir poco algunos de ellos…Poco que contar.

- Y supongo que tendrás alguno que no te quite ojo de encima ¿no?

Vaya hombre, parecía adivino... ni que lo tuviera escrito en la frente.

- Un tal Don Joaquín, pero vamos, que no pasa nada, solo está para sopas el pobre…. También tiene derecho a alegrarse la vista. Total, poco puede hacer ya.

Tras cenar, a mi marido le apeteció hacer el amor. Nos metimos en la cama, y después de desnudarnos, nos besamos apasionadamente, no llegamos ni al calentamiento… yo ya  estaba tan cachonda y húmeda que no necesité ningún previo… fui a saco como una perra salida. Sin duda por culpa del viejo.

- Métemela ya, le dije. Fóllame duro con todo ¡Necesito que me llenes bien el coño!

- No tengas prisa. Ya voy.

Me la metió despacito, con cuidado, como si fuera a rompérseme el chocho. Comenzó a bombearme, lento, como me gusta que lo haga al principio, pero ese día estaba predispuesta a ser una puta. En ese momento me vino a la cabeza la cara de Don Joaquín. No podía creerlo, mi hombre es guapo y bien dotado, y sin embargo, no podía quitarme de la cabeza su cara y sobre todo el mostrenco de verga del viejo. Imaginaba que era Don Joaquín el que estaba encima de mí, empujando a las profundidades de mi útero, y no mi esposo.

Me giré para que me esposo me follara a cuatro patas. No podía seguir viendo su cara. Él se extrañó un poco al principio, pero como esa postura le gusta mucho a todos los tíos, no se quejó. También es mi favorita cuando estoy salida como una perra, puedo notar toda la verga en mis entrañas con detalle, mi marido no lo sabe con los años que estamos juntos follando, a él solo le importa satisfacerse en lo hondo del coño.

Acabamos haciéndolo así, a cuatro patas, hasta que mi hombre se corrió. Yo la verdad, disfruté como pocas veces, por el recuerdo de Don Joaquín. Notaba el polla adentrase en mi útero, y cómo el grueso tallo del viejo expandía la boca del coño arrebatándome la cordura…gemía como una puta. Mi esposo me ahondaba diciéndome lo mucho que me gustaba follarme duro… me daba golpes secos, en tanto, en mi cabeza veía el tremendo glande del viejo atorándome todo el conducto uterino. Los azotes de los huevos de mi esposo me trasladaban al inframundo del placer infiel. Comencé a tocarme la pepita, dura y salida como pocas veces la suelo tener…y me corrí desbocadamente con la polla de mi hombre bien dentro de mí. Seguido mi marido eyaculó con un fuerte golpe de cadera, clavándola a tope, mientras se dejaba secos los huevos dentro de mi útero con fuertes chorros de lefa espesa. Siempre me hace sentir muy mujer y hembra, percibir la leche de un macho dentro de mí…saber que todo ese contingente de testosterona es por mi causa, me hace feliz y me hace ser más mujer…una hembra completa.

Nos dormimos un rato juntos hasta que se tuvo que ir a trabaja y yo me quedé hasta el mediodía, que me levanté pronto para ir a trabajar.

Cuando llegué, ya tenía a Don Joaquín preparado para que lo llevara al baño. Lo acompañé a la taza y empezó a echar una larga y copiosa meada. De repente se dirige a mí, natural sin pudor alguno…

- Anda Luisa, ayer me quedé con ganas. Enséñame el culo.

- Ya te lo enseñé.

- Pero con las bragas puestas. Anda, quítatelas y déjame ver la raja de tu culo.

Joder con el abuelo, pensé. ¿Y ahora qué hago? De perdidos al río… me dije.

- No digas nada a nadie. ¿Eh? Me costaría el trabajo y eso no te conviene a ti tampoco.

- Mi boca esta sellada, cariño… ¿Qué ganaría yo con decirlo?

Me remangué la bata que cubre hasta la rodilla, y me bajé las bragas. Solo le enseñé el culo. Me lo meneé un poco para que mis nalgas se agitaran a modo de baile de salsa…lo ojos de Don Joaquín casi se salen de las órbitas, me puso feliz que el gustase mi culo.

- ¿Qué? ¿Contento, abuelo?

- No. Quiero verte el potorro también.

- ¿Estás loco? De eso nada. Confórmate con el culo.

- Y yo te vuelvo a enseñar otra vez la polla.

- ¡¡Pero si te la veo todos los días aunque no quiera!!

- Pero como está hoy, nunca la has visto.

Se levantó la bata, y la tenía tiesa como el palo mayor de un Galeón. No podía creérmelo, pese a sus años, se le había puesto dura en un momento… sin descartar que la tuviera más grande que mi esposo o cualquier chico con quien he estado en mi vida, y son unas cuantas pollas la que he probado.

- Mira… ¿Alguna vez has visto una polla tan gorda? ¡¡Anda nena, enséñame el chocho!!

¿Qué hacía, se lo enseñaba o no? Cuanto antes lo viera, antes se le pasaría y se olvidaría, pensé. Así me dejará en paz. Porque en la residencia no hay mucho en lo que entretenerse, y si tienen una obsesión, son insistentes hasta la saciedad.

Me volví a bajar las bragas y se lo enseñé.

- Es muy bonito y muy sexy… seguro que te dan lo que mereces. Anda sé buena y siéntate sobre la tapa del váter y ábretelo bien que vea si te lo han follado últimamente…

- ¡¿Pero qué dices Don Joaquín?!

Me hacía la escandalizada, pero aquel juego del viejo me estaba gustando y rompiendo toda la triste rutina diaria de mi trabajo…accedí y me senté despatarrándome, con dos dedos le abrí los labios mostrando el candente interior de mi coño. Don Joaquín se hallaba a un par de pasos de mí, demasiado cerca para verme, demasiado lejos para tocarme. En nada lo tuve sobre mí, con la gran viga empotrada a unos centímetros de mi cara.

 - Anda, ten tu recompensa.

Me arrimó la polla a la cara para que se la chupara, la verga se mantenía increíblemente firme sin la necesidad de sujetarla, y los huevos colgantes a modo de contrapeso. Me quedé pensativa y en ese instante, con las bragas por los tobillos, no sé qué me dio y se la chupé un poco. Comencé a rozar con la punta de la lengua el agujero de la uretra, contorneé el orondo glande con la lengua ensalivando por completo. Luego me decidí a comerme la gran ciruela, casi no me entró en la boca el orondo glande, lo forcé un poco más y se metió atorándome toda la boca.

Nunca había hecho algo remotamente parecido, salvo en mis sueños más húmedos. Tenía que concentrarme para guardar el equilibrio y el ritmo. El grosor  no ayudaba, el calor que manaba por mis poros menos, el fuego que ardía en mis venas me puso el corazón a mil…, me dije que podría con todo, demostrándole al viejo pollón mi experiencia de años mamando vergas desde el colegio. Era la primera vez que le “pondría los cuernos” a mi esposo, nos besábamos mientras él acariciaba todo mi cuerpo, no dejando olvidada mi entrepierna, no dejó de magrearme hasta que estuve bien lubricada.

Apreté el tallo deforme por las venas bombeando sangre y los años de su musculada verga. Por un momento pensé en la cantidad de coños en los que habría estado dentro aquella tremenda polla. La sujetaba con la palma de mi mano izquierda, de modo que cuando bajaba la piel del prepucio, mis dedos notaban el glande y los huevones alternativamente.

Él se levantó y yo sentada en la cama y él de pie, intenté nuevamente comerme ese pollón enorme. Algo que me costaba trabajo, pero esta vez mi boca parecía que no iba rajarse, insistí hasta que me llené de polla, sentía como no quedaba espacio en esa cavidad, la punta de ella topaba en mi garganta, apenas podía respirar y se me saltaban hasta las lágrimas, él no paraba de gemir y yo a duras penas podía deslizarla por mi boca. Mi lengua jugaba con la dura cabeza y el agujero de salida de sus lefas y meadas, dentro de mi boca…, como si le estuviera haciendo un masaje, apretaba la punta de la lengua contra su frenillo y absorbía con los labios, luego la posaba sobre su prepucio y volvía a absorber… sabía macho, y me estaba poniendo como una puta perra salida.

Por breves segundos, le procuraba balanceos de garganta profunda, para que notase mi campanilla y la presión de mi faringe contra su glande, como queriéndole demostrarle que era una buena mamadora de pollas. Quise mantenerle en ese estado durante un buen rato, hasta correrme yo, mi mano suelta frotaba mi coño, mi pepita y me clavaba los dedos dentro de la raja con fruición. Previendo que podría correrse la saqué, ya que si soltaba la cantidad de leche que suelen eyacular en la primera vez los machos con estos cojones tan gordos, sería capaz de ahogarme. Al poco mis labios de nuevo presionaban más de lo que el viejo pudo aguantar, casi me corro, pero Don Joaquín no pudo contenerse…

Suave, gimió agarrándome de la cabeza para que no le sacara la polla de mi boca y comenzó a eyacular, en modo caballo semental. Me fui tragando cada chorro de leche espesa y grumosa que obstruía mi galillo, cubriendo cada rincón de mi boca. Discreto se apartó para subirse los pantalones. Me quedé mirándole de rodillas.

- ¿Te ha gustado…?  Le pregunté cual colegiala frente a su maestro.

Como tartamudeando palabras ininteligibles, entendí que lo había disfrutado mucho.

- A mí me has dejado a medias… yo también quiero correrme. No hay derecho que me quede cachonda y húmeda sin mi corrida…

Sin dejar mi papel de puta, con la intención de dejarme lo mejor para el final… Recuerdo que me la volvió a dar, al punto de lamer con salvaje intensidad de nuevo su polla para hacerme terminar a mí. Con su verga lánguida dentro de mi boca, noté como le fue creciendo, aún con el sabor y aroma a semen, al tiempo que ascendía mi excitación… le comencé a comer los huevos, mi lengua lamía aquellas pesadas bolas, y mis dedos se clavaban de manera frenética dentro de mi coño… en unos minutos, emitiría un sonido de placer absoluto que vino acompañado de una corriente eléctrica recorriendo todo mi cuerpo, desde la pepita a las sienes. Me quedé traspuesta, a la vez que se oía una voz desde la oscura lejanía del pasillo.

Unos golpes tocaron la puerta del baño.

- Luisa, ¿terminas ya? tengo a Miguel que tiene que entrar…

- Sí, perdona, ya termino. Es que Don Joaquín tenía que asearlo bien. Ya salimos.

Estaba a cien. Me ha había puesto cachonda un jodido viejo y ahora no podía aguantarme de sentir ese pollón dentro de mis entrañas. ¿Qué me estaba pasando?

- Tengo que subir a Don Joaquín un momento a su habitación, le dije. Algo de su inhalador. Anda, cúbreme con los otros de mi zona.

- Claro, sin problema… ahora están todos más tranquilos y algunos ya están acostados.

Yo me decía “anda como este”  Don Joaquín sí que no tiene problema de riego en su polla. Cogimos el ascensor rápidamente y corriendo por el pasillo, llegamos a su habitación. Entramos y eché el pestillo.

- Vamos a acabar esto. No puedo aguantar más… con la paja no ha sido suficiente. Le dije.

Él seguía empalmado… aquella mole se mostraba vanidosa apuntando al techo como un misil tierra-aire. Sin dudarlo un instante, me agaché amarrándome al pilón como si en ello me fuera la vida, igual que un beduino tras una larga travesía en el desierto se abraza a la fuente de agua cristalina del oasis… agachada, le chupé demoledoramente su verga.

Me abrí la bata y me bajé el sujetador sin quitármelo. Él agarraba mi teta izquierda mientras seguía chupándosela, cada vez más profundamente de mi garganta. Estaba como poseída…loca con la gran polla del viejo, y muy excitada porque me estaba tocando la teta y acariciando el pezón duro como para rayar el acero.

- Avísame cuando vayas a correrte, le dije.

No deseaba que se corrieran en mi cara o dentro de mi boca otra vez… el viejo tenía una potencia merecedora de probar mi coño. Después de un buen rato lamiendo me avisó que se iba a correr.

- Voy a correrme Luisa… joder me vas a correr otra vez como sigas así, nena.

Me la clavé hasta el estómago…Terminé de hacérselo agitando mi cadera en un mete saca a todo lo lardo del aquel cipote. Parecía que no se iba a correr tan fácil, mi coño succionaba aquel tallo a modo de sacaleches…, me apoyé en sus rodillas dándole el culo y mis piernas juntas, dándole sentones sobre su mostrenco. Me la clava hasta los huevos haciéndole todo el trabajo al viejo, y de pronto, soltó un gruñido, justo unos diez minutos después de sentarme sobre la tranca… y finalmente se corrió ordeñándole hasta la última gota de leche. Todavía le salía a presión, le noté todo el chorro llenándome el fondo de mi vagina. Tras la eyaculación, Don Joaquín quedó sosegado, le extraje el badajo haciendo vacío en mi chocho.

Le limpié bien con la boca la polla, relamiendo el capullo con la última gota de esperma postrero que brotaba del grueso tallo… noté que estaba toda húmeda… su verga y mi coño.

- ¿Qué? ¿Te has quedado a gusto?

- Sí, mucho, hija. Eres una maravilla.

- Si preguntan algo, ¿que hemos estado haciendo?

- Cambiándome el inhalador y regulándolo.

- Así me gusta. Anda vamos abajo.

No pude quitarme de la cabeza en toda la jornada, lo que acaba de hacer… ahora llevaba el semen de Don Joaquín pugnando con el de mi marido por llegar al útero para preñarme.

Al día siguiente, el peor pensamiento acababa de asaltarme cuando volvía a estar con Don Joaquín. Quería volver a probar su polla, pero esta vez durante más tiempo y con todo el contenido de su potencia. Quería tenerla dentro de mí otra vez. Notar como expande mi vagina y como logro sacarle toda la esencia a un hombre que todas mis compañeras dan por un trasto viejo que no sirve para nada…y este abuelete aún servía para dar placer a un coño... a mi coño.

Estuve dando vueltas un rato por el salón de la residencia. Quería follarme al viejo, pero no encontraba la forma de que no nos pillaran. No se me ocurría nada. ¿Qué hacía? ¿Qué excusa pondría? ¿De verdad quería hacerlo? Nunca le fui infiel a mis novios, mucho menos a mi esposo… en verdad, solo con algún tío bueno de alguna revista masturbándome, y ahora ¡¿quería follarme a un viejo con la verga más monstruosa que nunca imaginé?!

Me di cuenta que me miraba sonriendo desde su silla de ruedas, y noté una humedad en mis bragas. Se acabó, pensé, cuanto antes acabemos mejor. Llamé a Sara, mi jefa, y le dije que tenía que llevar a Don Joaquín al gimnasio para rehabilitación de sus rodillas, que le molestaba un poco la rodilla de tenerla tanto tiempo flexionada y tenía que hacer unos estiramientos antes de meterlo en la cama.

- Pero de eso ya se encarga el fisioterapeuta. Me dijo Sara.

- Sí, pero hoy no está en este turno, por eso me encargo yo… que le viene muy bien.

- Ah, pues no sabía nada.

- Pues sí, así fue… el otro día lo hicimos de improviso y durmió de un tirón.

- Anda qué bien, llévatelo entonces. Tienes una hora hasta que haya que acostarlo…

Tiempo de sobra, pensé. Cogí la silla y me llevé a Don Joaquín al gimnasio a esa hora que ya no había nadie. No era muy grande pero estaba bien. Le había dado un paracetamol que había cogido antes, aunque con esa polla no creí que la necesitara riego. Me quité la bata y me quedé en sujetador y bragas delante de él.

- ¡Qué Don Joaquín?!¿Qué hemos estado haciendo si preguntan?

- Follar como dos descosidos.

- No, tonto.

- Es broma cariño..., mi rodilla maltrecha necesita de estiramiento para aliviar el dolor antes de dormir.

Al poco estaba empalmado como un toro ¡¡Joder con el viejo… ni que tuviera 18 años!! Me agaché de nuevo y le chupé el pedazo de rabo que me estaba volviendo loca desde que lo vi tieso por primera vez. Cada vez sabía más rico y desde ese día toda polla me parecería insulsa comparada con la de Don Joaquín. Se levantó de la silla y me quitó el sujetador y empezó a comerme las tetas. Me subí sobre el potro, luego me quitó las bragas y bajó a mi chocho…le abrí bien las piernas para que tuviese un buen acceso. Me estaba dejando comer el chocho por un viejo, pero me daba igual, estaba como una perra en celo y quería que me follase ya, que fuera el macho quien me jodiera con aquella maza para partir piedras.

- Fóllame ya, Don Joaquín. Le decía. - Quiero sentir como me ensanchas el coño con esa polla.

- No tengas prisa. Dame mi tiempo. ¿Sabes cuantos años hace que no pruebo carne joven? Una hembra como tú ya no está disponible para mí fácilmente, mucho menos sin pagar. Tengo que saborearte bien.

Yo solo quería su rabo para satisfacer mi necesidad imperante, y nada de que me saboreara el coño, pero bueno, tendría que aguantarme… si me comía bien el clítoris, tal vez compensaba tanta desesperación. Unos minutos después, ya estaba a punto para follarme. En eso caí que no llevaba ningún condón encima…. ¿Pero cómo va a haber condones en una residencia de ancianos? Va, ya me daba igual, un poco más de leche entera no me iba a preñar menos. En ese momento estaba segura de que no podría dejarme preñada. Además sus soldaditos, que estaban muertos o algo así, mucho más después de dos eyaculaciones en menos de doce horas.

Don Joaquín me la metió despacio, lento, como un caballero. Sentí dentro de mí su polla muy dura para su edad, la vagina estaba húmeda a tope, y fue lo más percibir como se ensanchaba mi interior amoldándose al mostrenco del viejo. Si me hubiera metido de un solo envión, tampoco me habría hecho nada de daño, pero se notaba que era un hombre que sabía follar a una mujer con respeto, procurándole placer. A pesar de que lo que yo necesitaba en esos instantes, era un empotrador que me follase duro como a una perra.

- Uf, uf, uf, gemía él. - Luisa, que buenas estas, nena ¡Y qué fácil te entra la polla en el coño!

- Ah, ah, ah, gemía yo. - No pares cariño… ¡¿A ver si eres capaz de meterla entera hasta los huevos?! Quiero sentir tus pelotas aporreándome el coño.

La verdad es que no había perdido práctica. Seguro que lo había hecho antes con alguna otra enfermera o auxiliar. Me había mentido en lo de que hacía años que no probaba carne joven…el tipo se veía bien pertrecho, seguro de sí mismo. Su cadera se agitaba a buen ritmo, y su ancha polla dilataba la vagina como ninguna otra verga me lo hizo en toda mi puta vida. Después de follar un rato con el encima de mí, decidimos cambiar de postura. Ahora yo me puse de espaldas, de pie y me la metí desde detrás, al estilo perra sujetándole la tranca enfilé y el coño se tragó hasta la última fibra de esa tranca.

- Luisa, Luisa, Luisa, decía.

Yo no podía decir nada, solo gemía a sotto voce, pero joder, que bien me lo estaba haciendo Don Joaquín. El tío tenía mucho aguante y por lo menos estuvimos haciéndolo veinte minutos más a su ritmo, con tres o cuatro metidas a medio tronco y una quinta a tope hasta las bolas. Disfrutaba cada empellón con el corazón en la boca de pura excitación.

- Ah, ah, ah, Don Joaquín, dime la verdad. Le dije. ¿Cuándo fue la última vez que te has follando a una chica joven…?

- Agh, agh, gemía él. Hace, agh, hace, agh, dos meses, con una cuidadora venezolana que me pusieron mis hijos en casa estas vacaciones. La muy puta ya se vendía en Santa Elena de los Arenales por unos cuanto reales, pero amí me sacó más de 2000€

Como dije, me había mentido antes. Pero decidí no decírselo. Parecía que se le acababa de olvidar.

- ¿Estaba tan buena como yo? le dije riendo.

- No, agh, agh, tú estás más sabrosa… joder eres bastante más puta que Sthefanny… agh, me corro, Luisa

- Ah, ah, ah, seguía yo. Dime, yo estoy más buena… te gusto mucho más ¡¿Verdad?!

- Muy Buenaaaaaa….aaaaah, joder, me corrooo….

En ese momento sentí mi coño explotar. Una tremenda corrida inundó mi coño. Don Joaquín me sujetó de las caderas, no dejando que se escapase nada de su leche de mi interior. Una vez que se vacío las bolas, se salió de mí y no pude evitar chuparle la polla y tragarme con mucha devoción, lo que quedó de semen en el tallo que escurría.

Me había vuelto una cerda. Si mi esposo se enteraba…

- ¿Qué-…, te ha gustado el polvo que te he echado, Luisa?

- Joder, Don Joaquín, esto ha sido increíble. Pero… ¡¿Cuánta leche produce tus huevos todavía?! ¡Dios mío, te has corrido tres veces en esta últimas 12 horas y se empalma con nada…!

- Eso es porque me gustas mucho, Luisa.

- Ok, Don Joaquín… sin embargo no puede volver a pasar. Estoy casada y muy feliz con él. Le estoy poniendo los cuernos y me siento mal.

- Ojos que no ven….

- Sí, pero no está bien. Le dije mientras terminaba de vestirle y vestirme yo.

Salimos del gimnasio, yo con el coño bien a gusto relleno de semen, tanto que me estaba mojando las bragas. Él continuaba con la polla tiesa. Camino de reunirnos con el resto me llamó la curiosidad, aquello ya no era nada normal.

- ¿Cómo es que aún tienes la verga dura…?

- Hija, uno tiene sus pastillas especiales para estos casos… el paracetamol para los viejos... Me mostró el bote de viagra que guardaba en su bolsillo interior de la chaqueta.

- Estas pastillas son mi única alegría en la vida, por eso las guardo como oro en paño.

 



Una semana después, la noticia corrió entre los amigos de Don Joaquín, eran tres los que compartían partida de mus todas las tardes, me dijo que quería presentármelos, dos eran hombres, Juan y Sebastián, y una mujer, Carmen. Nos citamos en el cuarto de Don Joaquín, al entrar, vi que los tenía a todos sentados, Don Joaquín en la silla y los otros dos sobre la cama. Me relamí de gusto y pensé… ¿Con quién lo haré primero? Puse mis condiciones, de no ampliar el círculo de follamigos y que me tendrían que dar una compensación. Si mi marido se enterase, me mataría pensé. Ahora soy una pervertidora de ancianos. Pero, alguna alegría hay que darles ¿no? Y si además me llevo un beneficio, mejor que mejor.

Era mi tiempo de descanso, me divertía hablando con los abueletes. Me metí en la habitación y cerré con pestillo, me acerqué a ellos. Nos pusimos a hablar. Al rato noté como un bulto había crecido en cada una de los pantalones de los viejos y en nada ya estaban con la polla al aire… se notaban muy bien dotados los otros dos también... Juan y Sebastián. Les pregunté qué les gustaba, ambos contestaron que follar conmigo. Uno de los viejos me cogió por la espalda y se puso a sobarme las tetas. Les dije que no tan rápido. Que para follar con ellos deberíamos llegar a un acuerdo, Juan pagaba 200 € y Sebastián lo igualaba…, no me refería a eso en cuanto al acuerdo, pero tampoco rectifiqué, porque el dinero lo necesito, solo tengo que procurar que no me dejen preñada, pensé rápido. Me calentaba que tres ancianos pervertidos y bien dotados estuvieran dispuestos a pagar para follar conmigo. Los abueletes aceptaron y quedamos en que me darían un sobre con todo el monto acordado.

Se sacaron las billeteras y sumaron los 600€ pactados, este polvo lo tendría que pagar también Don Joaquín. Entonces uno metió sus manos por detrás de mi espalda y me desabrochó el sujetador. Me lo quitó y después de olerlo y pegarle una erótica lengüetada por donde rozan mis pezones, se lo pasó a sus amigos. Comenzó a chuparme la cara, la frente, los ojos, la nariz, y al llegar a la boca me obligó a abrirla y me metió la lengua hasta donde pudo. Mientras me comía la boca, noté como una mano comenzaba a masajearme las tetas, deteniéndose a jugar con los pezones que involuntariamente se estaban empezando a poner duros. Mis nalgas notaban la presión de la polla de uno de los viejos.

Mientras uno de ellos se ocupaba de mis tetas, que ahora lamía y chupaba como un loco, otro llevó una de mis manos a su polla que estaba ya sorprendentemente tiesa y lista para actuar. Me guiaba masturbándolo y oía sus gemidos. Entonces me hicieron poner de rodillas e inmediatamente me encontré con una polla dentro de mi boca... era de la Juan. Me la metía y sacaba insistentemente…, la sacaba muy lento hasta dejar dentro solo la punta para volver a meterla con un fuerte empujón. Otro viejo que me sujetaba las piernas. Noté unos dientes que tiraban de las braguitas hasta dejarme desnuda.

Entonces se puso lentamente a lamerme los muslos y las nalgas. Después de unos minutos la lengua llegó a la entrada de mi vagina, que ya estaba comenzando a humedecerse. Entonces aceleró sus lametadas, comiéndome los labios y a buscar con la lengua el clítoris. Tras unos minutos yo no podía reprimir el placer. Don Joaquín sacó la lengua y metió dos dedos haciéndolos girar dentro de mí y provocándome un orgasmo que coincidió en el tiempo con la lluvia de leche que me propinó Juan, que me estaba follando la boca, regándome con su semen la cara y las tetas. La lefa vieja sabe fuerte, y eso me encantaba.

Entonces el tercero de los viejos… Sebastián, se recostó de espalda en la cama y me pidió que me montara sobre él. Me cogió de la cintura, yo le agarré su polla poniéndola en la boca de mi coño, me la metió con fuerza, en el ya húmedo chocho por el orgasmo anterior. Entonces me empujaron hacia delante de manera que mientras el viejo Sebastián me follaba y me comía las tetas, de repente sentí un dedo haciéndose sitio en mi culo. Por un rato, los dos que no me follaban, se turnaron para meterme uno, dos y tres dedos en el culo. Al rato uno de los dos se situó de pie detrás del que seguía follándome, me agarró la cabeza, y me metió la polla de golpe en la boca. Entonces el tercero, Don Joaquín, se puso a follarme por el culo brutalmente. Necesitó tres empujones para introducir el gordo glande, pero una vez que mi chiquito se expandió para alojarlo dentro, la fue clavando cada vez más a fondo hasta que yo notara sus huevos contra mi culo.

Juan, llevaba un rato follándome por el coño…pero no aguantó más y se corrió dentro de mí. Mientras los viejos acababan de correrse en mi boca y en mi coño, el viejo semental de Don Joaquín se meneaba la polla en lo profundo de mi esfínter… aumentaba aún más de tamaño y se ponía dura, al instante que yo me corría como un zorra.

Don Joaquín, me cogió, me dio dos palmadas en las nalgas y me hizo poner a cuatro patas. Se subió sobre mi culo con todo el badajo incrustado, y de un fuerte empujón me metió su descomunal polla hasta las entrañas. Comenzó un mete saca bestial y cuando se cansó de la postura saco su polla y me hizo poner con mi coño levantando un poco más mi culo. Entonces me la clavó en el coño, donde me folló sin descanso mientras los dos amigos se masturbaban después de haberse corrido ya. Don Joaquín alternaba mi culo con mi coño, hasta que al rato el viejo se corrió dentro de mi culo…mientras yo tenía un interminable orgasmo soportando no emitir los gritos de placer.

Entonces los tres viejos me incorporaron y me ofrecieron sus pollas para que las mame. Yo fui chupándolos y masturbándolos hasta que se corrieran en mi cara y dentro de la boca uno por uno, también hubo para mis tetas.

Al terminar, me di una ducha rápida y me puse las bragas bajo la bata de trabajo, subiendo a descansar a la estancia de los empleados, que para las jornadas nocturnas tenemos unas camas con los monitores y alarmas de cada habitación. Naturalmente, con mis 600 euros, el culo roto, dos orgasmos, la boca con sabor a macho y el coño repleto de esperma casi centenario. Un completo como nunca me había ocurrido.

Una vez por semana, les vaciaba los huevos a cada uno por separado, las orgías no eran una forma discreta de satisfacerlos, de tal modo que cree un cuadro intervenciones entre el lunes y el viernes, con días alternos de follada y descanso para mí… o sea, lunes con Don Joaquín, miércoles con Juan y por último viernes el viernes con Sebastián.

El abuelo se sentó, yo lo hice a su lado y me quite el sujetador. Desde ese día supe que no puedo controlar es mi puterio, y me arrodille enfrente de él, me saqué la bata y vio mis enormes tetas, noté en sus ojos vidriosos como las saboreaba, le dije tócalas Sebastián hace mucho que no tienes un desfogue y masturbarse no basta. Eres una buena cuidadora… me contestó.

- Ya no, soy tu puta desde ahora y voy a insistir a diario si es necesario para que me veas así.

Me agarró de las tetas, sus manos eran ásperas pero tan duras que me comencé a mojar, le dije -Apriétalas Sebastián anda,- y las fue apretando más y más duro, dijo eres tan hermosa, y le besé, mientras apretaba mis tetas con fuerza. Su lengua era cada vez más salvaje, después se quitó y me quedé con la boca abierta, apretó mis pezones.

- ¡¿Te gusta mi niña?!

Con la cabeza le afirmé, y las apretó más fuerte.

- ¿Por qué provocas a los hombres, de seguro que te has follado a todos los viejos de tu barrio?

- ¡Por quien me toma! Solo lo hago con ustedes.

En eso se transformó el abuelo, me dio una cachetada, me excitó tanto. Dejó de apretar mis pezones se levantó se desabrochó el pantalón y vi como sobresalía su verga erecta del bóxer. Se explicaba tenerla tan dura y tan rápido, por la viagra que les suministraba, aun así debió estar estimulándose antes de la cita para encontrarlo tan bien preparado.

- ¡¿La querías verdad?!

Me levantó, exigiéndome que le llamase abuelito, acto seguido me puso en sus rodillas, me levanto la falda y me empezó a nalguear con fuerza, me decía sé que ya no eres virgen, eres una ramera como tu madre, una puta y me nalgueaba más fuerte, cuando ya tenía las nalgas rojas, me las acaricio…

- Perdón Luisa, pero si no obedeces te toca castigo.

- Me lo merezco abuelito…

- ¿De dónde has sacado este tanguita delicioso con el culo tan gordito…?

Hizo a un lado mi tanga y me beso el ojete, después recorrió con su boca mis muslos y me empezó a bajar las medias poco a poco, se levantó y me las quitó, chupó mi pie, solo jadeaba de placer y de repente me tomó de las piernas, las abrió me tiro hacia su vientre. Posó su cipote sobre mi vulva con los huevos pegados a mi raja, a modo de mostrar hasta donde me la clavaría cuando me entrase entera. Me quitó las bragas y las olió, luego las dejó sobre la mesilla de noche.

- ¡¿Quieres que te lo llene de leche, vedad putita?!

- Sí, si abuelito, mucha…

Abrió mis labios con su glande y me pajeó el clítoris con la dureza d su punta, buscó la entrada y metió su verga de una estocada… pegué un grito ahogado de dolor y placer, saco su verga y sin dejar de agarrarme la clavó varias veces más.

- Eres una nena muy especial. Relájate, antes de llenarte, voy a comerme tu conejito.

Se bajó y empezó a lamer mis labios, mi clítoris… mi coñito no podría estar relajado, metió poco a poco sus dedos comiéndome la pepita, cuando vio el momento oportuno poco a poco metió su verga tan gruesa y grande. Se puso encima de mí, me besaba y decía lo bueno que estaba mi coño, me penetraba más y más fuerte. Yo le azuzaba que me diera con más dureza, pero que lo tomara con calma o le daría un infarto…

- No puta, no te preocupes por mi corazón…  ¡Querías verga! Pues aguántate.

La metía más fuerte aun... me apretaba las tetas con su boca, mordía de los pezones sin dejar de balancear su cadera. Luego, me besaba metiéndome la lengua, chupaba mi cuello. Sacó su verga caliente, me dijo pruébala puta. La metió en mi boca de un jalón.

- Trágatela toda, zorra… límpiala.

Las arcadas que sentía, a él le excitaban. Joder con los viejos lo que aguantaban con la polla dura, creo que con la mamada le creció más dentro de mi boca, fue cuando me quitó… le dije que me encanta.

- Déjame chuparla por favor

Me la volví a meter sujetándome de la cabeza… me follaba la boca como un cabrón.

- ¡Ensalívala bien!

Cuando estaba de nuevo bien erecta y brillosa, me agarró, me levanto la falda, hizo a un lado mi tanga, me puso a cuatro patas, y me empezó a lamerme el coño y el ano, metía los dedos y así intercambiaba dedos y lengua.

- Ahora veras porque me dicen la bestia.

Abrió mis nalgas, escupió mi coño y me la empezó a meter poco a poco, yo gemía de puto placer. Cuando ya la tenía toda adentro empezó a cabalgarme agarrándome de mis caderas, metía y medio sacaba con fuerza su verga de mi hambriento coño, cuando la dejaba adentro se movía de atrás adelante tan poderoso que me sentía totalmente sometida aquel viejo… le movía el culo en sincronía con sus empujones, sin dejar de nalguearme. Me agarraba del cabello como a una potra salvaje. Percibía sus testículos chocando contra mi coño. Miré el reloj de la mesilla, ya se habían pasado cinco minutos de mi hora de descanso, justo cuando noté el acelerón del abuelo y tres chorros de semen me llenaron otra vez mi coño profundo. Notaba sus convulsiones, pero tras parar de hacerlo, Sebastián no sacó su verga.

Me encontraba como ida, dolorida y exhausta, no percibía bien todas las sensaciones reales que ocurrían a mi alrededor, hasta que noté todo el peso del viejo sobre mi espalda. Se desplomó aun teniendo su polla metida en mi coño expeliendo lefa. Me di la vuelta y el hombre cayó de bruces en la cama. Intenté reanimarle, le tomé el pulso en el cuello y me asusté. Aquel viejo estaba muerto, solo me quedaba una salida, vestirlo y simular una muerte natural…

 

Así llegué a casa aquel día nefasto, después de la jornada laboral y le dije a mi marido que teníamos que hablar. Me miro con cara medio de sorpresa, medio de miedo.

- Malo - dijo. - ¿Qué ocurre? ¿Quieres separarte de mí? ¿Has encontrado a otro? ¿Le ha pasado algo a Ana?

- Nada de eso. Es complicado explicarlo pero no voy a intentar.

- ¿Que es complicado?

Entonces me puse a llorar. Mi marido me abrazo y mientras me acariciaba la cabeza.

- Tranquila, respira hondo y explícamelo todo. Lo solucionaremos juntos.

- Es por mi trabajo en el geriátrico.

-¿Te van a despedir?

- De momento no.

- ¿Entonces?

- Veras, es que últimamente... me he dejado tocar por los internos.

- ¿Qué?

- Pues sí, como solo llevo la bata blanca encima de la ropa interior, desde hace un tiempo dejo que los abueletes, toquen más de lo que deberían. Es que me dan pena, tan mayores y ninguna alegría.

- ¿Qué?

- Últimamente, he empezado a masturbar a alguno de ellos.

- ¿Qué?

- Si solo vas a decir "que", mejor no digas nada y déjame acabar de contártelo todo.

- ¿Qué? Así, que eres la pajillera de la residencia. ¿Te parece bonito?

- Eso no es todo ni lo peor, ojalá fuese solo eso…

- ¿Qué?

- El problema vino con Sebastián. Me prometió 1000€ al mes si le conseguía Viagra para echarme un polvo.

Fue la manera que ideé para dorarle la píldora a mi esposo y no me tomara por una pervertidora de abuelos, o una puta, que era en verdad en lo que me había convertido.

- Eso es prostitución. Eres una puta.

- Total, que le conseguí la pastilla, y cuando estaba encima de él, follando, le dio un infarto y murió en pleno orgasmo.

- ¿Qué?

- Pues eso, lo vestí como pude y lo deje ahí para que lo encontrara alguna compañera.

- ¿Y?

- Pues nada, vino el forense y certifico la defunción, sin autopsia. Menos mal. Pero eso no es todo.

- ¿Ah no? ¿Qué más queda? ¿Por cierto, te pago antes?

- Pareces un macarra chulo putas... Solo te interesa el dinero. Me pago la mitad, 500 €. Pero el problema viene ahora.

- ¿Qué?

- ¿Sigues con tus qués?

- No lo puedo evitar. Si Sebastián está muerto, ¿dónde está el problema?

- El problema se llama doña Carmen.

- ¿Y esa quién es?

- Pues otra residente, muy allegada a Sebastián, comparten partida de mus todas las tardes y además reside en la habitación de enfrente…. Al parecer estaba al tanto de todo. Sebastián se lo contaba todo.

- ¿Y? - Pues que me está haciendo chantaje.

- ¿Que quiere, dinero?

- No

-¿No? ¿Y entonces que quiere?

- Dice que quiere hacer un trío antes de morirse. Que nunca lo ha hecho y que es su fantasía reprimida.

- ¿Y en que nos afecta esto?

- Pues que quiere hacerlo con nosotros, o me denuncia a la fiscalía. Por cierto, aparte de los abueletes, a ella…también la dejaba acariciarme.

- ¡Serás puta! Te va todo, y yo sin enterarme.

- No seas gilipollas. Hace semanas que ni me tocas, y una no es de piedra. Así, ¿qué le tengo que decir a Doña Carmen?

- ¿Decir? Pues que se vaya a tomar por culo, y que se lo monte con otros del geriátrico.

- A ver Mario, tu trabajo en la inmobiliaria esta pillado por los pelos, y si yo pierdo mi trabajo en el geriátrico, nos vamos a comer los mocos.

- Visto así, ¿Que propones?

- ¿A ti que te parece? Pues aceptar, al fin y al cabo, a mí ya me ha repasado por donde ha querido. Solo quedas tú.

- ¿Qué queee?

- Otra vez con tus ques.

- Es que no paras de asombrarme. Eres más puta que las gallinas, y yo sin enterarme. Además, con un vejestorio como ella, ni se me va a levantar. No creo que yo sea la solución. Buscaos un interno del geriátrico y os lo hacéis entre vosotros.

- Ya se lo he propuesto con Don Joaquín o Juan, pero quiere que lo hagamos tú, ella y yo, o no hay trato. Y sin trato, seguro que voy a la cárcel. Quiere hacerlo con jóvenes.

- ¿Y cómo sabemos que luego no te denunciara?

- Primero, porque confió en su palabra, y segundo, porque grabaremos todo lo que hagamos.

- ¿Y de qué sirve eso? De cara a la fiscalía, me refiero.

- Pues porque durante la grabación, dejaremos caer que era ella la que estaba follando con el abuelete, y no yo.

- Joder, eres más retorcida que un sacacorchos. No te conozco.

- ¿Que le digo?

- Pues que sí, pero no te prometo que este a la altura.

- De eso, nos encargaremos nosotras. Además, aunque ella tiene 67 años, solo parece que tenga 65...jajjajajja.

- Estás de un gracioso que despatarras. Ya que tienes el día de sinceridad, explícame lo que te hacen los abuelos en el geriátrico.

- ¿Te da morbo que me toquen los abuelos?

- No lo sé. Explícamelo y ya veremos si es morboso.

Lo miré a los ojos y vi cierta excitación. Me levante y fui a la nevera a buscar dos cervezas. Le di una y me abrí la otra para mí. Le di un buen trago y me dispuse a contárselo.

- Veras, todo empezó hace un par de meses con Don Joaquín. Mientras lo estaba aseando, empezó a tocar disimuladamente debajo de la bata y por encima de la falda. Siempre ha habido roces disimulados o descarados, según el interno, y nosotras los rechazamos con más o menos suavidad. Pero ese día, miré a la cara a Don Joaquín y vi por primera vez en muchas que sonreía y se le veía que estaba feliz, así que me hice la tonta y dejé que continuara. Al ver que yo no decía nada, se atrevió a más y metió la mano debajo de la falda, me acaricio un poco los muslos llegando hasta las bragas. No sé cómo sería en su juventud, pero me hizo un trabajo de artista que casi hace que me corra. Antes que eso sucediera, me fui a seguir con mi trabajo con algún otro interno, pero estaba tan caliente, que entré en el lavabo a masturbarme.

Acabamos las cervezas y entonces fue el quien se levantó a dejar las latas y traer dos más. Me fijé en que su pantalón, abultaba más de lo normal. Estábamos sin cenar todavía, así que la bebida me estaba afectando por la falta de costumbre de beber alcohol.

- Así que desde ese día, pretextando que tenía calor, empecé a llevar la bata solo con las bragas y el sujetador debajo. No sé si don Don Joaquín se lo dijo a alguien pero desde entonces, todos están más cariñosos conmigo. Yo me dejaba sobar con disimulo e incluso me corría algunas veces, por eso ahora llevo dos bragas de recambio en el bolso. Hasta que un día doña Carmen, me empezó a tocar como lo hacían ellos. La miré extrañada y cuando me iba a retirar, me cogió del brazo empujándome contra la pared. Me metió la mano en las bragas y me hizo un trabajo descomunal que me descubrió una corrida desconocida para mí como una perra e incluso gemí un poco. Esa mujer sabe bien como tocar y su dedo corazón trabajando, es para hacer un documental. Ahora me pajea casi cada día y también me ha hecho masturbarla y correrse.  A Sebastián, ha sido al único que le he dejado follarme, y ya ves el resultado.

- Que golfa te has vuelto y... ¡¿Seguro que te dejarías follar a pelo?!

- Pues, parece que no te disgusta... te has excitado con mi historia, Mira cómo se ha puesto la tienda de campaña. Cada vez te la veo más grande, cariño. Le dije señalando su bragueta.

- La verdad es que me has calentado como hacía tiempo que no lo estaba, a pesar de ser cornudo. Nunca lo hubiera dicho. Dime, ¿cuál de ellos te trabaja mejor?

- Pues Don Joaquín. Juan también es bueno pero a veces se le va la olla y hace cosas raras. Últimamente, está empeñado en meterme una jeringa de plástico por el coño y recoger mis jugos, e incluso me quiere dar dinero para que me compre unas bolas chinas y las lleve en el trabajo. Solo me faltaba eso. Sebastián era bueno con los pezones, será porque no llevaba la dentadura, jeje. Parecía un bebé mamando. Les hago una paja solo una vez por semana.

Pero quien dice una paja, dice una follada… la verdad es mejor no contarla entera en un matrimonio si lo quieres mantener.

- Si sigues así, me voy a correr yo y sin tocarme. Que cosas. ¡¿Cenamos y follamos, o te echo un polvo aquí mismo y luego cenamos?!

- ¿Quién quiere cenar primero habiendo otras opciones más apetecibles?

Después de hablar y bromear sobre los temas de amor senil, y esas cosas, nos marchamos al cuarto. Me ordenó que me sentara en su cama como bromeando se puso a mi lado simulando ser uno de mis vejetes… empezó a hablarme muy cerca, nuestras caras estaban como a 10 cm de distancia lo cual me puso muy nerviosa y al darse cuenta se rio y me empezó a besar metiéndome bien dentro la lengua… yo no hice nada por los nervios o la excitación de ver a mi esposo tan dominante, y así nos comíamos a besos sin parar, sentía que mordía y chupaba mis labios empecé a excitarme tanto, que mi mente solo pensaba en eso y nada más fue entonces que me puso encima golpeando y apretando mis nalgas. Se sentía tan rico.

Sin saber por qué me separé de él, pasmada que no sabía que decir pero él me dijo que me iba gustar lo que venía. Me tomó de las nalgas hacia él, susurro que lo haría suave, con sus manos agarrándome las tetas, tan fuertemente ya ni las sentía. Me quitó el suéter y seguidamente el sostén, se amorró a mis tetas, chupándolas y así bajo hasta mi chocho, donde me desbrochó el pantalón y junto con mis bragas, lo bajo hasta sacarlo. Ya desnuda y más atrevida, le saqué el polo y empecé a tocarle la verga aun con su short… pero no me conformé y se lo saqué ahí como  pude hasta ver su enorme verga, que durante tantos años me había excitado y solo pensaba en tenerla en mi coño.

Inesperadamente entre tanta fantasía sentí como me chupaba la vulva, siempre ha sabido comerme el coño muy rico… solté un gemido, me tapó la boca y propuso que lo llevemos a otro nivel, yo asentí con la cabeza y me tumbó en la cama sacando una cuerda. No sabía lo que iba a hacer y vi que la dividía en cuatro y así me amarró a la cama de cada mano y pie. En cualquier momento me podía soltar, pero sentirme sometida por Julio, me puso como una perra.

Se mi acercó poniéndose sobre mis tetas, posó los huevos entre ellas y la verga alcanzaba a mi boca, empecé a chupársela tanto como podía, él me follaba la boca, llenando mis papilas gustativas del sabor a testosterona o a semen. Al rato  me dijo que iba a morir penetrada… me metió el dedo a la vagina y seguidamente dos, follándomelo sin compasión, mientras continuaba con la paja cubana con mamada incluida de solo su glande nada más.

Se colocó entre mis piernas raudo, y antes de darme cuenta su verga expandía mi vagina… empezó a meterla tan fondo que no aguantaba el dolor placentero, y cada vez iba más rápido, furioso clavaba tan a fondo que su glande topaba con la pared vaginal, al tiempo que su pelotas azotaban el coño. Trataba de gemir despacio pero el placer no me dejaba, mis manos se posaron en su culo, entonces empecé a arañarle el culo y palmeárselo hasta que dejó de penetrarme tan violento. Levantó mis piernas hacia sus hombros, las clavadas si hicieron más potentes y profundas… era el paraíso, sentía como su verga entraba hasta el fondo, con la sonaba deliciosa del encuentro sexual entre nuestros sexos hambrientos.

No podía de tanto placer, grité exhortando todo mi gozo de sentir a mi hombre usándome como hacía tantos años que no hacía… y para callarme me besó. Después vi su verga pasar por entre mis tetas mientras yo trataba de chuparla se dio cuenta y me dio el gusto. Se la mamaba mientras él masajeaba mis tetas brutalmente. Fuera de mí, totalmente excitada le supliqué que me diera más… me complació, de nuevo metió su verga en mi vagina, golpeándola tan fuerte que ya no podía con tanta delicia hasta que noté como se vaciaba dentro de mi útero… creo que no hay nada más halagador para una mujer que sentir los chorros de leche de su semental, saber que se está corriendo por mí, follándote como nunca sin miramientos. Me corrí dos veces cosa que hacía años que no me ocurría con mi marido, y seguimos luego en la cama abrazados completamente derrengados. Sorpresas te da la vida.

 



Al día siguiente, hablé con doña Carmen, estábamos de acuerdo pero que no sabía cómo ni cuándo podríamos hacerlo. Me dijo que ella era interna por voluntad propia y no una reclusa, así que podía ausentarse el próximo fin de semana, desde el viernes por la tarde hasta el domingo por la noche. Joder con la tía, se quería quedar dos días en mi casa y yo tenía turno el domingo por la mañana. Mi marido, Julio, se iba a enfadar un montón, pero no nos quedaba otra. Le di la dirección y le dije que la esperábamos el viernes. Al llegar a casa me esperaba otra sorpresa. Años de rutina, y en dos meses todos estaba cambiando.

 Estaba preparando la cena, cuando apareció mi marido con una bolsa.

- Hola Beta (mi marido siempre me ha llamado por la abreviatura de mi apellido, Betancourt)

- Hola Julio.

Me dio un beso y abrió la bolsa que traía, sacando su contenido. Eran tres cajas iguales que me tenían intrigada. Me las dio y dijo:

- Una es para tu trabajo, otra para casa y la tercera es para doña Carmen. - Me quedé de piedra. Eran bolas chinas.

- ¿De verdad quieres que me ponga esto en el trabajo? ¿Quieres que vaya todo el día apretando el coño para que no se me caigan? ¿Que tenga orgasmos en cualquier momento?

- ¿Porque no? Al fin y al cabo, tú abriste la caja de Pandora. A ver hasta donde llegas.

- A ver hasta donde llegas tú, que la puta de doña Carmen, se ha auto invitado dos días aquí. De viernes hasta el domingo.

- ¿Qué?

- ¿Ya estamos otra vez con el que?

Sin decir nada más, fue a cambiarse con ropa cómoda y se encerró en el despacho con el ordenador.

Al día siguiente, cuando me tocó asear a don Juan, le enseñé las bolas chinas que me había puesto en el bolsillo de la bata, y sin ningún pudor me las introduje delante de él. Entraron sin lubricante artificial, el natural ya lo llevaba incorporado. Se quedó pasmado y pensaba que le daba algo, cuando se levantó y fue a su armario. Saco una cartera de mano y de allí me dio 300 € por los gastos. Más bien era por el espectáculo pues las bolas no costaban tanto. Naturalmente se los acepté. Me dijo que botara unas cuantas veces como si estuviera saltando a la conga y me pregunto que qué sentía. De momento, no notaba nada especial, bastante faena tenía en que no se me salieran.

Cuando acabé con él, fui a ver a doña Carmen para entregarle el regalo. Se lo di y me miro como si yo fuera de Venus.

- ¿Y esto que es?

- Bolas chinas - le dije

- ¿Qué pasa, que aquí no hacen bolas?

- No, es el nombre que se le da al artilugio, supongo que originalmente vienen de allí. Son unas bolas dentro de otras que se introducen en el coño y que estimulan la musculatura vaginal al procurar que no se salgan. Es un regalo de mi marido para ti.

- ¿Tu marido cree que tengo el coño muerto?

- Por favor, es un artilugio erótico, con el tiempo hasta produce orgasmos. Es cuestión de moverse para que vibre y produzca placer. Primero hay que intentar que no se salga, por eso estimula los músculos.

- A ver, colócamelo y probaremos.

Intente introducir las bolas, pero aquello estaba más seco que una pared de yeso al sol. Me fui al arsenal del geriátrico y tome un tubito de glicerina, se lo aplique a las bolas y entraron como si nada. Puse muy poquito, pues con el lubricante, también saldrían más fácilmente de lo normal.

- ¿Y ahora qué? - me dijo. ¿Esto lleva pilas?

- Pues no. Tendría que procurar que no se salgan y poco a poco moverse y saltar alguna vez.

- ¿Me ves en edad de ir dando saltos? 

- Pues la otra opción, cuando domine el que no se le salga, es subir y bajar escaleras. Pero tampoco ha de agobiarse, no tenga prisa.

- A mi edad siempre hay prisa. De todas formas, dale las gracias a tu marido. Mañana te cuento.

Y se fue por el pasillo. No la vi más en todo el día, no sé si salió a la calle o se encerró en su habitación. Visto el panorama, cuando salí del trabajo, me pasé por una farmacia y compre un lubricante vaginal y un bote de vaselina

Al día siguiente, viernes, como tenía fiesta me dediqué a limpiar el piso todo lo que pude, no fuera a pensar doña Carmen que yo era una guarra. Que soy una guarra pero en otro sentido, ya me lo dice mi marido y me encanta pues se pone como una moto. Así que después de quitar el polvo, fregar el suelo, cambiar toallas, sábanas y todo lo que se me ocurrió, me dediqué a hacer la comida y a mirar libros de cocina para ver qué le podía hacer a doña Carmen de cenar. Más que mi chantajista, parecía que venía mi madre o mi suegra. La verdad es que estaba ansiosa de hacer un trio y que participara mi marido, aunque tal vez me gustaría más si el trío era con dos hombres con buenas vergas negras, jajajaja. Todo era empezar. Posiblemente más adelante...

A todas estas, ya eran las dos de la tarde y aún no había comenzado la comida, ni había ido a comprar los ingredientes para la cena. Me había decidido por hacer merluza a la vasca que me sale muy bien y se hace en un pis-pas. A las tres venia Julio que ya me había avisado que se tomaría la tarde libre. Comimos cualquier cosa y cuando acabamos de recoger los platos, sonó el interfono.

- ¿Si, quién es? Pregunté yo.

- Soy Carmen. 

Mi marido y yo nos miramos sorprendidos. Solo eran las tres y media. Apreté el botón de abrir la puerta y esperamos la llegada del ascensor. De él, salió doña Carmen con una maletita con ruedas y dándome dos besos, esperó a que le presentara a mi marido.

- Julio - doña Carmen.

- De doña, nada. Aquí soy Carmen y punto. Entro la maleta y nos vamos.

- ¿Nos vamos? - pregunté.

- Si claro, tenemos que comprar algunas cosas para la cena. Mañana ya compraremos el resto.

Nos volvimos a mirar extrañados Julio y yo. Fui a ponerme una blusa, zapatos y una falda más decente para salir a la calle. Me seguía pareciendo más la visita de una tía del pueblo, que mi chantajista. Al llegar a la calle me pregunto por una marisquería de confianza y fuimos a una cercana, no sabiendo si estaría abierta a esas horas. Resulta que los viernes, no cierran al mediodía. La verdad, no vamos mucho a comprar allí. Los precios son excesivos para nuestra economía.

Una vez allí, doña Carmen quiero decir Carmen, empezó a pedir langosta, percebes, gamba salada, una caja de ostras, etc. Total, que se gastó de más de 300€ sin pestañear y todo pagado en efectivo. Naturalmente, ella le dio las bolsas a mi marido que más parecía un porteador que nuestro acompañante. El pobre iba muy callado mirando con asombro a mi chantajista.  De ahí fuimos aun bodega donde compro 3 Albariños, 3 de cava, 1 de champagne francés, y un par de licores. Mi Julio estaba asustado de tener que llevar tanto peso. Le cogí las bolsas de marisco y le toco llevar toda la botillería.

Luego en la pastelería, compró lionesas como para alimentar a un orfanato. Mientras pagaba en caja, le dije a mi marido:

- ¡Podíamos haber cogido el carro de la compra para cargar todo esto!

- A mí me lo vas a decir. No sé si podré abrir las manos cuando lleguemos a casa. Tengo los dedos agarrotados y los brazos dormidos. ¿Cuánto se ha gastado para esta noche, como dice ella?

- Pues no sé, pero fácilmente 500 €.

- Joder con la tía. Por cierto, no parece tan vieja como creía. Si me dicen que tiene 55 años, me lo creo.

Salimos de la pastelería y nos fuimos para casa. Descargamos las bolsas y Julio abría y cerraba las manos para que le volviera el riego sanguíneo a los dedos. Me di cuenta que no teníamos limones, y naturalmente envié a mi marido al súper a comprar un par de kilos.

Cuando nos quedamos solas hablamos entre mujeres…

- No me habías dicho que tu marido era tan guapo.

- Pues ahora está estropeadito. Se pasa un montón de horas sentado y no hace nada de ejercicio, le sobran unos kilos. Tenías que haberlo visto con 25 o 30 años.

- Te agradecería que me tutearas. No me siento cómoda con el usted.

- Perdón, es la costumbre. Te has gastado mucho dinero, espero que no te cause problemas.

Sonrió y me dijo…

- Tranquila, no hay problema. Además prefiero gastármelo para mi disfrute, que dejárselo a mis sobrinos. ¿Has visto alguna vez que vinieran a visitarme?

Hice memoria entornando los ojos, y negué con la cabeza.

- Pues eso. Mi marido murió hace diez años y me dejó bastante arreglada. No tuvimos hijos y cuando muera, mis tres sobrinos se llevaran lo que quede después de hacienda, lo cual me jode pero es lo que hay. Cada mes gasto 2.300 € en la residencia, a la que me fui por voluntad propia y no gasto casi nada más. No soy de modelitos de alta costura ni alardes con viajes ni joyas. Así que lo que me entra cada mes, pasa a engrosar la cuenta del banco.

- Yo gano 1.200 € haciendo más horas que un reloj.

- Ya sé que la vida no es justa, pero es la vida. ¿Si te digo lo que gano al mes, me guardaras el secreto en la residencia?

- No hace falta que me lo digas si no quieres, pero si lo haces no se lo comentare con nadie.

- Pues oscila entre 80.000 y 90.000 euros al mes depende de si los pisos están alquilados o no.

- ¿Pisos?

- Mi marido me dejo 6 edificios completos, y 24 pisos sueltos, además de acciones obligaciones y no sé cuántas más cosas que sabe mi abogado.

- ¡Joder! ¿Me lo dices de verdad o te estas tirando un pegote? No hace falta que mientas, mi marido y yo cumpliremos con nuestra parte del trato.

- Es todo cierto, si quieres comprobarlo, en el bolsillo lateral de mi maleta, llevo la cartilla bancaria de uno de mis bancos.

Tenía aun la boca abierta, cuando oímos la puerta del piso abrirse y ver entrar a mi marido con la bolsa de limones y cara de cabreo.

- Vaya cola para pagar los putos limones.

- No te enfades - dijo Carmen - mientras preparas el marisco, nos tomaremos una copita de Albariño que hay en el congelador. ¿Hace?

- Vale - dijo Julio, pero aun serio.

Nos tomamos la copita, otra, y perdí la cuenta. Antes de cenar, ya llevábamos un Albariño y un cava. Mientras hablábamos en la cocina, haciendo compañía a Julio, Carmen me iba acariciando la pierna, sin llegar a nada más. Mi marido miraba de reojo y no decía nada. Sacamos todo lo que había abierto, pero tenía problemas con los buñuelos de mar. No los conocíamos. Parecen patatas podridas por fuera y Carmen dijo que se abrían por la mitad, apareciendo dentro como un huevo frito que se sirve con limón. Cuando lo probamos, estaba delicioso. Cayó otro Albariño y el resto de un cava. Francamente, no podía más. Me iba a sentar mal si comía más, y por las caras de ellos, estaban como yo.

Carmen tomo el mando.

- Julio, mientras recoges todo esto, Luisa y yo vamos a ducharnos, y luego lo haces tú.

Y cogiéndome de la mano, me llevo hasta el baño dejando a mi marido con la palabra en la boca. Una vez allí, nos aseamos bajo la ducha, pero sin hacer nada especial. Nos secamos, y envueltas en las toallas, nos fuimos a la habitación. Julio ya estaba esperando para pasar a la ducha.

Entramos, y Carmen me secó la toalla y una vez acabó de secarme. Me tumbó en la cama atravesada y con los pies colgando. Se arrodillo en la alfombra y empezó a chuparme el clítoris metiendo sus dedos en mi vagina. Entre el mareo y esa lengua viperina que me estaba destrozando, me corrí como una perra gritando más de lo que hago habitualmente. Estaba acabando de correrme, cuando entro mi marido con el tarro de vaselina y el lubricante vaginal en las manos.

Carmen lo miro y pregunto… - ¿Eso qué es?

- Lubricante, Luisa me dijo que tenías problemas de sequedad.

Se quitó la toalla y cogiendo la mano a Julio, se la pasó por el coño completamente pelado…

- ¿Te parece seco este coño? Lubrico muy bien, tal vez más de la cuenta, porque la pollas finas llega un momento que ni la siento.

Él me miro y yo le comente…

- La meteorología vaginal, es un misterio. Con las bolas chinas, eso parecía el desierto de Atacama en verano. Serán las ostras o el vino. Vete a saber. De todas formas me alegro.

Miramos los dos a Carmen y vimos que estaba delgada y con la piel lisa, sin arrugas. Solo que tenía casi el doble de tetas que yo, y colgaban bastante por el peso de esas mamas. Con todo su dinero, podía haberse apuntalado un poco los pechos. También me fijé, que la toalla que tapaba a mi esposo, tenía un bulto sospechoso.

- ¿Te ha gustado ver cómo me comen el coño? - le pregunté.

- Me ha encantado, pero no he visto toda la película. Luego me la pasáis otra vez. He traído condones...

- ¿Condones? de eso nada. Aquí nos puedes follar a las dos a pelo, dijo Carmen. Hace  tiempo que ningún semental me puede a preñar… aunque se me retiró la regla basten tarde, con 65 años, ya es imposible que sus bichitos me dejen panzona…desgraciadamente, y por otra parte no creo que me vayáis a pegar ninguna enfermedad venérea… la única que me ha podido pegar son las ganas de follar.

- En mi clínica privada me hago análisis de todo cada seis meses y hace dos, no tenía nada…y solo me has tocado tú. Así que si has estado con otras, mejor lo dices ahora.

- No te preocupes cariño, que solo me has tocado tú y el cabrón de Don Joaquín… y a ese también lo has probado tú. De manera que el círculo es bastante cerrado, por lo que veo

Julio exploto.

- Estoy hasta los huevos, vamos a dejar esto y si tienes que ir a la cárcel, ya iré a visitarte… dijo mirándome. ¿Yo que pinto aquí? Soy vuestro muñeco sexual…

En eso que Carmen empezó a llorar a moco tendido, con unos lagrimones que rompían el alma.

- ¿De verdad creíais que te iba a denunciar? ¿Qué clase de persona creéis que soy? Yo nunca te haría eso. Solo quería cumplir una fantasía de hace muchos años y...

No pudo acabar la perorata, Julio se abalanzo sobre ella…, comenzó a besarla por cara y pronto llegó a la boca metiéndole la lengua hasta la campanilla y pasando los dedos por su coño. Se lo incrustó sin abandonar sus labios, follándola con los dedos metidos hasta los nudillos. Yo no sabía qué hacer, así que tomé una de sus tetas y la empecé a chupar, mirando de reojo a ver qué tal les iba. En tres minutos, Carmen se convulsionaba como una poseída, soltando chorros de líquido por la vagina, que parecía que se estaba meando. Puso las sábanas perdidas. Y el colchón. Mi esposo ya algo caliente

- Que rica te ves Carmen.

Carmen otra vez con tono coqueto

- ¿Que te gusta más, mis nalgas o mis tetas?

- Me gusta todo de ti, estás bien sabrosa para follarte sin dejarlo un segundo.




En eso Carmen se acercó a él, poniéndole el culo muy cerca, mi marido le respondió con una nalgada, y luego ella se sentó en el de espaldas, dejando sus enormes nalgas a contemplación de mi esposo. Yo hervía de excitación por lo que estaba pasando en ese momento, pero no tenía el valor para pararlos, necesitaba seguir viendo. La cámara continuaba grabando un poco más.

- ¿Alguna vez tu esposa te la ha chupado delante de otra mujer?

- No nunca lo se lo he hecho.

Y es verdad lo que decía yo nunca había tenido el valor para hacer eso con mi esposo, aunque hace unos años nos propusimos ir a un club swinger de intercambio.

- Pues estas en tu día de suerte porque te la voy a chupar, para que Luisa tome nota.

- Es toda tuya…

- Te la voy a mamar como la zorra de tu esposa jamás lo hizo. ¿Qué te parece?

Dicho y hecho, Carmen paró a mi esposo del sillón, le asió  la verga y se la empezó a chupar como una perfecta puta. Yo estaba en shock, no podía creer lo que estaba pasando, mi esposo, ¡¡MI PROPIO ESPOSO!! Con el que comparto cama, todas las noches, al que le preparo de comer, y demás cosas, se estaba follando a esta puta culona y tetona de casi 70 años, delante de mis ojos sin saberlo, lo peor de esta puta, es que yo misma la había arrastrado a mi esposo. En ese momento tenía el impulso de interponerme para que me follase a mí de una maldita vez, pero el morbo que tenía era más y me lo impedía, quedándome como convidado de piedra, y grabando como esta puta, se la chupaba a mi esposo.

Carmen hacia ruidos casi como de actriz porno, mientras se la chupaba a mi marido, y él tenía los ojos completamente blancos, del placer que esa perra le estaba dando. Con chorros de semen saliendo de su boca, mientras tragaba lo que podía

- ¿Te está gustando como te la mamo?

- Me está encantando como me la chupas, mi esposa jamás podría hacer esto que tú haces.

- Lo sé, esa perra jamás podrá, solamente yo te la puedo chupar así.

Carmen agarraba una y otra vez la verga mi esposo y se la metía hasta la garganta, la dejaba ahí unos cinco segundos y luego se la sacaba, y repetía el procedimiento, yo veía como lo hacía una y otra vez, disfrutando de la verga de mi marido, hincada frente a él con ese culo y tetas gigantes que se cargaba. Ella le estaba haciendo lo que yo jamás hice, ni siquiera yo había probado la verga de mi marido con esas ganas, yo su propia esposa, y esta perra lo estaba haciendo por mí, yo podría haber sido ella, pero no estaba ahí solamente grabando como se follaba a mi esposo, el la agarraba del pelo y le empujaba la verga directo en su boca.

- Ahora me vas a follar con esa verga que te cargas.

- Claro que lo voy a hacer, te lo voy a meter hasta los huevos por completo.

- Quiero que me la metas así... me encanta sentir los golpes de los huevos en mi coño.

Se despatarró abriéndose los labios vaginales. Mi esposo le besó mi anillo de bodas que se puso en un dedo del pie, la puso en cuatro agarrándole sus grandes nalgas, le metió la verga y se la empezó a follar. El escenario era completamente pornográfico, y esta puta no paraba de gemir, pedía a gritos a mi marido que le diera más verga, mientras le rebotaban esas gigantes tetas, y sus nalgas en mi esposo producían olas.

- ¡Ahhh ahhhh si nene!!! ahhhh ahhhh DAME MÁS!!! Ahhhh.

Mi esposo con una mano en su pie, y con la otra azotándola

- ¡Ten lo que te mereces mi amor!

- ¡¡Ay siiii!! Que rico ahhh ahhh, métemela aaahh sii hasta adentro aaaaaaahhhh!!!! ¿Tu puta esposa te folla así? ¿No verdad? ¿Tiene una culo como el mío? dime

- Creo que las dos sois igual de putas…

- Sii Jajaja, pero solamente yo te follo así. Ahora me tienes a mí, para darte las nalgas cuando quieras.

Yo seguía completamente shock, mi esposo se la estaba follando ante mis ojos, una vieja que casi me doblaba la edad, y con un cuerpo casi mejor que el mío, y dándole verga como ni siquiera a mí en mis mejores años me llegó a dar.

- Me pone caliente follarte delante de mi esposa, y tienes razón, te estoy dando verga como jamás lo había hecho, y es porque a tu edad estás bien buenorra, y no vieja y aguada como te correspondería tu edad, tienes un culo y unas tetas maravillosas, y unos pies hermosos.

- Ay qué bien que te gusten, porque no me los chupas.

Mi maridó empezó a lamerle sus pies de puta, con mi anillo de bodas en él, le lamía todo el cuerpo hasta llegar a su vagina, donde le metió la lengua entera, y ella empezó a gemir, duraron así un buen rato, y luego exclamo…

- Es mi turno otra vez de chupártela de nuevo.

Esta zorra no se cansaba, ya se la había chupado tres veces y una de ellas conmigo follándole el coño con mis dedos. De pronto se arrojó a la verga de mi marido y empezó a chupársela nuevamente, pero ahora lo hacía de una manera desesperada, casi ni respiraba por andar comiéndosela, Julio estaba ya demasiado caliente, con los ojos completamente blancos, estaba a punto de correrse.

La empujó, cayendo Carmen de espaldas sobre el colchón, y antes que pudiera reaccionar. Mi marido, con una erección de veinteañero, se colocó entre las piernas de Carmen, buscó de entre los labios el agujero de entrada, y sin miramientos la penetró de una sola estocada hasta que embutió el buen sable que se gasta. Julio se la hincada, amarrando con sus manos ese cuerpazo frente a mi marido, y su verga en la boca del coño atravesándola entera. Suerte que estaba muy bien lubricada. Yo que seguía sin saber qué hacer, tome el lugar de mi marido en su boca y nos besamos a tornillo mientras magreaba las tetazas y los pezones… que por cierto sobresalían como puntas de espárragos. Nunca había visto unos pezones tan largos ni tan sensibles, visto el desenlace. Mi esposo la clavaba con firmeza y con furor, como pocas veces lo había visto…la sacaba sin extraer el glande y de nuevo la metía a fondo de un solo envión hasta golpearle con los huevos en la boca del coño, con fuerza a reventar a la puta vieja. Se corrió tres veces antes de que acabara mi Julio, y eso que no es de los que aguantan mucho. Y con cada corrida de Carmen, la correspondiente lluvia vaginal.

- AHHH SIII, CORRETE!!! CORRETE!!! CORRETE DENTRO DE MI COÑO!! LLÉNAME CON TODA TU LECHE!!! TODO ESO QUE NO LE DAS A TU ESPOSA!!! DÁSELO A MI COÑO!!!

Se quedó desmadejada bajo mi marido que también estaba como si hubiera hecho una maratón. Observé a mi esposo en el esprín final, el chasqueo del coño de la vieja era abrumador al contacto del pubis y los cojones de Julio contra su coño, y de pronto la clavó a tope y comenzó a convulsionar, que más parecía un ataque epiléptico…  Ahí mi marido se estaba vaciando los huevos dentro de Carmen. Mi esposo se corría como un cerdo, y empezó a llenarla de semen, la mayor parte la deslechó en el fondo el útero, pero los últimos tiros cayeron encima de su coño, en su barriga y en sus tetas. Estaba completamente bañada del semen de mi marido, por fuera y por dentro. Finalmente, se tragó la última gota de lefa que le salió por el glande tras escurrir el tallo bien. Le dio un último beso a mi marido en la verga, él le dio una nalgada y se la metió de nuevo después de la limpieza que le hizo con la boca. Me impresionó, porque era la primera vez que no era dentro de mí, me excité mucho ante esa visión. Al rato se salió de encima de ella y se tumbó boca arriba a su lado.

Cuando pudo moverse, quedó durante un tiempo despatarrada sobre la cama, observé un reguero de esperma salir de su raja, mi impresionó la cantidad de leche que le había descargado. Al rato, Carmen se levantó para ir al lavabo a asearse. Oímos cómo funcionaba la ducha y aproveché para decirle a mi marido que me ayudara a cambiar las sábanas. Las quitamos, le dimos la vuelta al colchón empapado y corriendo, fui a buscar el plástico para la ropa lavada en días de lluvia y la puse bajo la sábana bajera en el colchón. Luego colocamos las sábanas limpias. Volvió Carmen tambaleándose todavía, pero limpita como un bebé. 

Entonces mi marido, acercándose al armario de la habitación…

- Tengo un regalo para vosotras. Cuando fui a compraros las bolas chinas, también me agencie esto.

Y nos dio un arnés con dildo incorporado. Nos miramos sorprendidas y sonrientes. Vaya sorpresa.

- Si no te importa, Luisa, me lo pondré yo primero. Me habéis derrengado y en un rato mi coño no aguantaría más penetraciones. ¡Joder como folla tu marido… es una máquina!

Asentí y me tumbé en la cama, espatarrándome, esperando que Carmen me follara. Ya estaba más caliente que un radiador. Mientras ella se ajustaba el arnés, Julio se arrodilló a mi lado y me puso su polla en mis labios. Una no es de piedra y empecé a degustar su corrida y los jugos de Carmen. El muy guarro no se había lavado, mejor así, porque no me importo sino al contrario. Siempre he sabido que mi Julio había follado con bastantes novias suyas, pero nunca me imaginé que le comería la verga empapada de los jugos de otra por unas de sus folladas y con restos de leche todavía.

Mientras estaba en mi labor humanitaria por un mundo más limpio, noté que colocaban el dildo en la entrada de mi vagina, y empujaban hasta el fondo. Carmen se tumbó encima de mí, cual misionero antes de ser ordenado, sus tetas rozaban las mías y me producían escalofríos. Mi esposo se fue a darse una ducha. Oíamos la lluvia caer. Nos quedamos recostadas de lado mirándonos a una distancia entre las miradas muy corta.

 

*******************************


Carmen empezó a contarme de su familia, su esposo, y demás cosas, volví a interrumpirla, directamente fui al grano y le dije si nunca había estado con otra mujer, fue tan sexi notar como el color le subió por las mejillas y en ese momento se le comenzó a entrecortar la voz, me contestó que no y me preguntó si yo sí, a lo cual le contesté sonriendo que no, siempre me han gustado los hombres, pero la verdad se veía muy sexy y desde que la había conocido no podía pasar por alto el hermoso cuerpo que tenía, en especial ese culo…

En ese momento me acerqué más a ella y le di un beso en los labios, ella reculó evitando lo que yo proponía, pero en verdad no puede dejar eso así, es que se me hacía muy deseable, volví a la carga, y le volví a robar otro beso, sus labios con los míos, aproveché su confusión y con la mano la atraje a mi lado, cerrando distancias. Carmen reaccionó tomándome con mayor ahínco, casi salté sobre su posición y me puse sobre ella, sobre sus piernas, como cabalgándola y la tomé fuerte por las muñecas para que esta vez le costara más trabajo zafarse, que rico fue eso, era como estar cazando a mi presa, entonces le pregunté si no le parecía atractiva o qué diablos le pasaba…

Ella con una voz muy amable me dijo

- Sí, tienes un cuerpo hermoso, eres joven, pero… ¿no te das cuenta? Podrías ser mi hija.

A lo que respondí jugando nuevamente con sus palabras, como ya lo había hecho en el centro geriátrico.

- Cierto, podría ser tu hija, ¿pero sabes qué? No lo soy…

No le di tiempo a reaccionar y le planté otro beso, y esta vez, ella ya resignada fue receptiva y me respondió bajando las defensas. Sus manos entonces pasaron por mi espalda y las mías fueron a su nuca a tomarla para que no se despegue, nos dimos un beso muy rico, muy caliente, muy de fantasía loca con otra mujer, nuestras lenguas jugaron entre sí, ella estaba tan caliente como yo, entonces paré el beso y solo me quedé mirándola, sin decir palabra, como que el tiempo se congeló en ese momento, naufragué en la calma de sus enormes ojos verdes, ella respiró profundamente y se recostó sobre el sillón, yo tenía el control, demasiado sexi…

Le di otro beso, muy profundo, después fui bajando por su cuello, en esos besos que me encantan, seguí más abajo, a su pecho hasta llegar a sus tetas, son enormes al lado de los suyas, y colgonas, pero bonitas, ya nada nos separó, comencé a chupar sus pezones, ahhhhh! que rico fue ver su cara de placer y yo poder hacerlo como en algún momento lo había hecho con los míos, cuando me masturbo en soledad o con mi marido. Pasé mi lengua por cada uno de ellos delicadamente y no dejaba de mirarla directamente a los ojos, pero ella no podía sostenerme la mirada del placer que estaba sintiendo…

Comenzó a jadear, cada vez más fuerte, entonces paré nuevamente… con un sostén armado, sus tetas se hacían ver más grandes aun, le pregunté si le gustaba lo que veía, ella tenía sus ojos firmes en mis tetas, le dije que me las tocara, entonces ella tomó la iniciativa, fue tan rico… más cuando se acercó y empezó a lamerme, era su turno, solo miraba como lo hacía, como me las comía, como pasaba su lengua por cada pezón, ahhhh! era tan excitante, sentirla como lo disfrutaba, sentir como me mojaba, más y cada vez más

Retomé el control del juego, me puse de pie e hice que me acompañara, paradas frente a frente se paró en puntas de pie para alcanzarme y darme un terrible y profundo beso, ella estaba entregada, ya solo gemía… Entonces empecé a bajar mis manos por su cuerpo, llegué a su culo, se veía tan grande y provocador, solté mis manos, y lentamente las deslicé por sus caderas, menuda sorpresa para mi esposo mi comportamiento con otra mujer, todo muy erótico… Le hice recular contra el sillón, le pedí que abriera sus piernas, me puse de rodillas y me acerqué lentamente, la besé poco a poco en el abdomen, bajando hasta llegar a donde comenzaba su tanga, que rico se veía…

Solo la miraba a los ojos al hacerlo, notaba como se agitaba su respiración, sintiendo como su cuerpo disfrutaba cada segundo… bajé más aún, comencé a besarla por la raja de su vulva y noté cuan húmeda estaba, tan húmeda como yo, el saber que yo era la culpable de su vagina mojada solo hizo que me calentara más de lo que ya estaba, al fin hice a cada lado los suaves y grandes labios de su chocho, y solo me encontré con el caliente interior de aquel conejo bien depilado, ahhhhhh! Dios! que rico, todo mojado y caliente…

Pasé delicadamente mi lengua por si intimidad, por su clítoris y comencé a hacerle un muy rico sexo oral, como me gusta que me lo hagan a mí, noté que mi boca se fue llenando con sus jugos, más lamía y más se mojaba, demasiado, y en todo momento no perdía el contacto visual con ella, noté que no podía con tanto placer, empezó a apretarse las tetas, ahhh! es muy rico, no la dejé llegar, subí a su boca y la besé profundamente para hacerle probar lo que yo estaba probando, para darle sus propios jugos, en un beso es bien rico, bien mojado…

Le pedí que terminara en mi boca, así, como estaba de caliente quería que se corriera en mi boca, noté esa mirada cómplice, volví a bajar entre sus piernas y esta vez metí dos de mis dedos en su coño, entraron con suma facilidad por lo mojada que estaba y eso me encantó, se veía tan hembra, tan caliente!… y moví mis dedos en su interior, cada vez más rápido, de la forma en que yo misma me masturbo, le seguí dando placer, pasando mi lengua por su clítoris, no podía resistirlo, de pronto llegaron los espasmos, los gemidos fueron gritos contenidos, tuvo un orgasmo riquísimo, no pudo controlar su cuerpo, seguí hasta verla terminar, hasta que no pudo más…

Carmen entonces tomó el control de la situación, se acercó...

– ¿Querías jugar mocosa?

Me sonó a desafío, volvió a besarme, con un fuerte beso lleno de pasión, me empujó sobre las almohadas con calculada violencia, haciendo que yo perdiera el equilibrio pero sin golpearme, vino sobre mí, comenzó por mis labios, luego por mi cuello, pasó por mis pechos, llegó a mi abdomen, solo la levantó hasta mi cintura y ahí se quedó frente a mi coño de pelo recortado completamente empapado y desbordado, sentía mis flujos que ya habían empezado a correr por el interior de mis piernas…

Ella solo empezó a acariciarme con sus dedos, eso era una eterna tortura, sabía que yo deseaba que ya lo hiciera, hasta que de una comenzó a pasar su lengua por la raja ahondándola dentro de mi interior bien mojado, por mi clítoris y en ese momento sin decir más me penetró con sus dedos muy ricamente, devolviendo lo mismo que yo le había dado, eso era delicioso, sentir como lo hace una mujer, y ver como esa fantasía tan marcada que tenía poco a poco se cumplía, la forma en que besaba mi intimidad y me llenaba de placer, ahhhhhh! Y ya no pude aguantar, solo terminé en su boca, mi cuerpo no aguantó y comencé a moverme en forma incontrolada, ese orgasmo fue maravilloso, llenándole la boca y toda la cara de mis jugos licuados…

Cuando terminé, ella se acostó enseñándome el culo, fingiendo que era casual, pero ambas sabíamos de provocaciones, y…. ¡Dios mío! era perfecto, increíble para una mujer de 67 años… con la marca del bronceado, remarcaba más si cabe la perfección de su figura. Me pidió entonces que le sacara algunas fotos, así como estaba, era tan bello verla así dispuesta y la idea de las fotos me excito más, tomé varias, y luego me pidió hacer lo mismo conmigo, así que hizo que me pusiera en cuatro solo para fotografiarme. Mientras ella me sacaba las fotos yo solo podía imaginar y mojarme, claro que yo no tengo ese culazo que ella se cargaba, pero era rico, muy rico…

De pronto cambió el juego, se sentó nuevamente y me arrastró sobre ella, me dejó haciendo equilibrio sobre sus piernas, culo para arriba, de esa forma que solían poner los padres a los niños para darles nalgadas por alguna travesura, entonces me dio una rico golpe con la palma de su mano en uno de mis cachetes y me dijo

– ¡Niña malcriada! ¿Mira lo que me hiciste hacer?

Sonó tan lésbico… sentí humedecerme nuevamente…

Carmen entonces empezó a recorrer mi piel con sus dedos, y se fue acercando lentamente a mi esfínter, cada vez más cerca, cada vez más sexi, me seguí mojando y empecé a gemir en deseo, porque me hacía desear, aprovechó el jugo de mi conchita para mojar sus dedos, y al fin lentamente coló un dedo y empezó a moverlo perversamente, luego probó con dos y siguió el juego, entonces me dijo

- Vi como seducías a los abueletes, seguro que si mis dedos fueran sus vergas lo estarías disfrutando mucho.

No respondí, no estaba pensando en el geriátrico con mi esposo delante, ni los recordaba en ese momento, pero cuando ella lo menciono me supo morbosa la idea, pero claro, yo no sabía si ella iba en plan de juego o de reproche, así que solo esperé su próximo paso, al tiempo que ya sus dedos entraban y salían sin problemas.

- Vamos puta, quiero que te imagines que son los viejos los que te hacen el culo, quiero que te corras pensando en que ellos te lo está haciendo... que Don Joaquín con su enorme polla te perfora como a una puta… ¡¡Vamos perra gózalo!!

Al notar sus intenciones me relajé, y me dispuse a disfrutar, pasé mi mano entre mis piernas solo para tocar mi botoncito que estaba enorme por la excitación, ella seguía con el juego de palabras y eso solo aumentaba mi calor…

– Ambas sabemos la rica verga que tiene el semental de Don Joaquín, no imaginas… como me gustaría verlo llenando de leche tu útero fértil… ¿Te imaginas preñada de él…?

- ¡¡Ahh!! ¿Por qué diablos haces eso conmigo?

- Qué putita resultas cuando te hablo de los viejos que te follas… si vieras como tienes el culito abierto, te estoy metiendo tres dedos y ni cuenta te has dado… Esos viejos pollones te lo tienen bien dilatado cada día… y Julio ni lo sabe ¿Verdad? ¡Que puta eres!

No había forma de resistirse, realmente no me había dado cuenta de que me estaba metiendo tres dedos, me corrí de golpe, mezcla de placer físico con placer mental por imaginar lo que ella proponía….

Al recobrar la cordura, estaba demasiado excitada aun, entonces le pedí que se acostara en el sillón, me subí nuevamente sobre ella y comencé a besarla otra vez en esa boca tan rica y caliente, su lengua y la mía eran una sola, puse mis tetas a la altura de su cara y ella comenzó a lamerme los pezones, me encantaba como lo hacía… ya estaba muy caliente así que cruce mis piernas con las suyas de manera que pudiera pegar mi coño con el suyo, eso era tan caliente, tan porno, tan rico, esa mujer me volvía loca, su madurez, su atención y su experiencia, tal vez la que jugó su juego siempre fue ella, no sé, pero era riquísimo… los coños húmedos hacía ventosa al besarse labios con labios.

Comencé a moverme lento al principio, las dos nos mirábamos a los ojos, eso era lo más excitante, las dos tan calientes, empecé a acelerar el movimiento, acercándome a ella, su sexo íntimo y el mío, rozando y mojándonos, una de la otra más rápido cada vez los gemidos inundaron la habitación hasta que las dos terminamos en un perfecto y compartido orgasmo mojándonos mutuamente…

Suficiente, era suficiente para ambas, nuestras prendas estaban esparcidas por doquier, Carmen tomó un cigarro de su bolso de mano, lo encendió y fue hacia uno de los ventanales, se quedó mirando por la ventana, encerrada en sus pensamientos, me sentí extraña, mis ojos recibían como una postal la imagen de una mujer solitaria, a la distancia, y esa postal nada tenía que ver con lo que acababa de ocurrir, para mi había sido cumplir una fantasía, siempre había querido compartir un juego entre mujeres…

Le pregunté mientras me acomodaba el cabello... - ¿Estás bien?

Carmen giró y vino a mi lado, como recordando que yo estaba presente, me miró fijo a los ojos y me dijo

- Voy a confiarte un secreto, un secreto que nadie sabe y confío que no saldrá de tu boca…Yo solo asentí con la mirada, y esperé expectante

Alguna vez tuve tu edad, antes de mis novios, antes de mi esposo… alguna vez estudiaba y tenía compañeras y una chica llamada Macarena fue mucho más que una compañera… compartimos más que estudios, llevamos adelante una relación oculta de pareja, imagina cincuenta años atrás lo que la sociedad opinaba de dos mujeres haciendo el amor, y como hacíamos el amor. Vivimos casi dos años de amor clandestino, oculto, prohibido… fue genial mientras duró… Eran los años 60, el amor libre, el mayo del 68, el mundo jipi con el “flower power”, en España era complicado mostrar el amor por una personal del mismo sexo, pero en ciertos lugares se podía disfrutar de esa libertad sexual.

Me corrí dos veces seguidas y me hubiera corrido 12 veces más, si ella no se hubiera quedado quieta y adormecida encima de mí. Le cogí el chupete que fumaba y le di un par de caladas…, cuando entró mi marido, miré su cipote que tampoco estaba para tirar cohetes, y girándome de lado, le devolví el cigarro a Carmen que ya estaba medio dormida en la cama, me acabé yo el cigarro y le quité el arnés para que descansara. La tapé con la sabana y me abrace a ella. Note como Julio se abrazaba a mí, tapado también con la sábana, y nos dispusimos a dormir. A todas estas, ya eran las tres de la madrugada. ¡Como vuela el tiempo!

 



Me desperté con una sensación extraña, y es que Carmen me estaba comiendo el coño mientras masturbaba a mi marido con la mano. Él ni se despertó, pero su cara era toda una oda a la felicidad. En todos los años de matrimonio, nunca se me había ocurrido hacerlo. Tomaría nota. Me corrí mordiendo la almohada para no gritar y despertar al vecino.

- ¿Quieres guerra? Pues la vas a tener.

Me ajuste el consolador hice que se tumbara boca arriba y la fui penetrando despacito, para que sufriera. Una vez ya estaba excitada y con los ojos en blanco, tomé la velocidad del conejo de Duracell y la hice correrse dos veces, con las consiguientes fuentes del Nilo en mis sabanas. Y mi marido sin enterarse.

Nos levantamos en silencio y le dejé una camiseta amplia y unas zapatillas. No había abierto ni su maleta, que estaba en el recibidor. Fuimos a la cocina a hacer café y mientras estábamos en ello, oímos como se levantaba mi marido. Entró en la cocina y me dio un piquito en los labios, luego dio otro a Carmen y sin decir palabra alguna, la giro poniéndole el pecho en la mesa de la cocina, le subió la camiseta se bajó los calzoncillos, y la penetro por atrás. Ella no dijo nada y yo menos, pues aún tenía la cafetera a punto de poner al fuego. Me miró…

- Ponte al lado de su cara, y mastúrbate delante de ella.

Dejé la cafetera como estaba, y me puse a la labor. Joder, que morbo. Ese es mi Julio. Primero se corrió Carmen, ¡¡vaya ninfómana!! Mojo mis zapatillas, el suelo de la cocina y los calzoncillos de mi marido. Al ver esto, aceleré mi dedo y me corrí también. Por fin lo hizo él dejándole el coño chorreando… fue un polvo rápido de aquí te pillo aquí te mato. Mi hombre ya venía empalmado el muy cabrón. Se sentó desnudo con la entrepierna mojada. Andando despacito, cogí la cafetera y la puse al fuego.

- A partir de ahora, cuando quieras café, tendrás que pedírmelo con un polvo mañanero. Jajaja, me reí. - Hace mucho que no te siento tan dominante…Ya sabes cómo me gustan los machos imperiosos con sus hembras y estos polvos a bocajarro.

Carmen seguía con el pecho apoyado en la mesa de la cocina.

- ¿Estás bien? - le pregunté.

Empezó a llorar como una Magdalena.

- ¿Y Ahora qué te pasa? ¿Te ha molestado Julio follándote así…? ¿Te ha hecho daño?

- ¡Es que estoy tan feliz! Jamás hubiera pensado que es tan agradable esto de los tríos, Y os estáis portando de maravilla conmigo. Os lo agradezco tanto. Estoy encantada con vosotros… nunca jamás me han follado de esta manera tan brutal y avasalladora.

- Encantado, esta mi marido, que ni me ha tocado desde que estas aquí. Ja ja. Es broma. Y no seas tonta, si no nos gustara estar contigo, no nos correríamos. Y antes de tomar el café, friega el suelo y cámbiate las zapatillas o tendremos un accidente doméstico.

Carmen se puso roja como un tomate y se fue a buscar el mocho y otras zapatillas de su maleta.

- Beta, eso que has dicho me ha dolido, - me dijo el jefe. Si tuviera 15 años menos, os pondría a las dos mirando para Cuenca varias veces, pero esto es lo que hay. Y si te soy sincero, tu socia me pone un montón. Esas tetas colgonas, esos labios mayores, menores, faciales y lo que diga la Wikipedia, además de esas corridas espectaculares, me tienen como loco. A lo mejor es porque es un coño nuevo, y la novedad engancha.

- Pues parece que a ella tampoco le has caído mal. Si veis que estorbo, me lo decís y os dejo solos.

- ¿Estás loca? Todo esto fue cosa tuya. Que me ponga es una cosa, pero tú eres más importante que todo esto, y no...

- Gracias cariño. Eres un sol. - no dejé que acabara la frase.

Me bajé al pilón de golpe y me dediqué a limpiar lo que el planeta había  ensuciado. Desafortunadamente, el planeta, no respondió. Una buena elevación montañosa, pero nada de erupción volcánica. En eso estábamos, cuando apareció Carmen con el mocho y el cubo para limpiar su corrida.

- Por mí, no paréis. Limpio esto y os sirvo el café. La leche veo que tardara un poco, dijo sonriendo.

Me puse a reír y Julio se colocó los calzoncillos, sentándose a esperar el desayuno.

- ¿Os apetecen unas lionesas? - dijo Carmen.

Después del desayuno, Carmen nos apremió a asearnos para ir de compras, de uno en uno o no saldríamos a tiempo. Le dijimos, que no hacía falta ir a comprar nada, pues teníamos de todo, y de la cena había sobrado un montón. 

- Tal vez cuatro cosillas - yo pensando en mi merluza a la vizcaína 

-  tal vez dar un paseo y tomar un vermut.

- Lo que digáis, pero yo quiero comprar varias cosas, dijo Carmen.

Mi marido, me miró, y disimuladamente fue a buscar el carro de la compra, dejándolo junto a la puerta de entrada.

- Por si las FLAIS, me dijo al pasar.

Nos duchamos individualmente, cosa que me pareció aburrida después de lo acontecido, y ya limpitos estábamos en la habitación todos buscando que ponernos. Por fin Carmen había abierto su maleta. Llevaba un traje chaqueta, 3 bragas de algodón, 1 sujetador, unas zapatillas y unos zapatos. ¿Para qué tanta maleta? pensé yo, si todo le cabía en una bolsa de Ikea y le sobraba la mitad.

Aquella habitación parecía una comuna hippie, ropa por la cama, por las sillas, por el tocador, excepto un rinconcito que le habíamos dejado a mi Julio, que en silencio, ya se había vestido con unos vaqueros y una camisa a cuadros pequeños. Le dije a Carmen, que no se pusiera el traje chaqueta, que quedaba muy serio, que escogiera alguna falda mía, y que con algún cinturón se la estrecharía. Dicho y hecho, salimos las dos como pinceles, serias pero informales, con blusa y falda ambas.

En la puerta, ya estaba Julio asido al carro de la compra que parecía que era un apéndice más. Nos miró…

- ¿Listas?

- Sí - dijimos ambas.

- Pues ahora me vais a dar las bragas que lleváis puestas.

- ¿Qué? - dijimos ambas también.

- Que me deis las bragas. Hoy vais a salir más fresquitas de lo normal. Y no es negociable. Según como vaya la mañana, me reservo el derecho de pedir los sujetadores. Y tampoco es negociable.

Ella y yo nos miramos y asentimos con cara de intriga. Pusimos las manos debajo de la falda, nos las quitamos y se las dimos. Las arrugó como si fueran un pañuelo de papel y se puso una en cada uno de los bolsillos delanteros de los vaqueros. Salimos y llamamos el ascensor. Ya en la calle, en un aparte le dije a Carmen…

- Creo que hemos creado un monstruo.

- Pues ojalá todos los monstruos fueran como él. Con estas tonterías, me tiene excitada. A ver si se me van a escurrir los líquidos por las piernas, sin nada que lo impida.

- Coño, Carmen, te estás volviendo más viciosilla que los abueletes del geriátrico. Yo también estoy un poco más lubricada de lo normal. Menos mal que no llevamos las bolas.

- ¿Tu no las llevas?

- ¡No!

- Yo tampoco, era broma. Jajaja.

Decidimos democráticamente, ir al supermercado de unos grandes almacenes, que al estar relativamente cerca, no tuvimos que coger el coche. Carmen se volvió loca otra vez comprando. Entre solomillos, bandejas de jamón 5 jotas, mi merluza (por fin) quesos y embutidos que no nos íbamos a acabar pues antes se estropearían.

- Carmen, por favor que te estás pasando. Esto no nos lo comeremos ni en un mes. Y Julio se está mosqueando con el dinero.

- ¿No le has dicho nada de mi cuenta corriente?

- Pues no, pero si sigues así, tendré que explicárselo. Por cierto, ¿tu marido era narcotraficante o algo así, para dejarte tan arreglada?

- Que va, era abogado. Trabajaba mucho con bancos y cuando veía una oportunidad, invertía en los inmuebles. Compraba los pisos que estaban con problemas a bajo precio, los alquilaba y la renta le pagaba la hipoteca, de eso hace 40 años. Así que están más que amortizados. Y cuatro de los edificios, se los dejaron a él su familia. Más o menos, es lo que me explicó.

- Vaya chollo. ¿Y lo de no tener hijos?

- Oficialmente y de cara a su familia, yo no podía tenerlos, pero creo que era él que no era muy fértil. Nunca nos hicimos las pruebas. Tampoco queríamos saberlo pues ya estábamos bien.

- ¡Eh bwanas, vamos a tomar algo antes de ir a casa, que parezco un sherpa y no me hacéis ni caso! Dijo mi marido, que iba unos pasos detrás de nosotras arrastrando el carro.

Entramos en un bar con fama de hacer muy buenas tapas. Julio estuvo repasando el local y se dirigió casi al final, donde había en la mesa de al lado, dos chicos y una chica. Nos hizo sentar de cara a ellos y él se sentó en un lateral, abarcándolo todo. Yo lo último que quería era picar algo con todo lo que llevábamos para comer, así que pedí un vermut con sifón, Carmen un Campari a palo seco y mi marido su consabida cerveza.

- Ahora, con disimulo abrid las piernas, y que haya un palmo entre las rodillas. - nos dijo Julio.

Carmen y yo nos miramos, poniéndonos rojas como tomates. Nos miró fijamente, y poco a poco, fuimos abriendo las piernas. El siguió como si nada, hablando con nosotras, cuando vimos que uno de los chicos nos miraba con los ojos muy abiertos, dando un codazo a su amigo, señalándonos con la barbilla y diciéndole algo en voz baja. Los dos cogieron sus teléfonos móviles apuntando hacia nosotras, cuando Julio nos dijo que cerráramos las piernas.

Lo hicimos al unísono, viendo la cara de decepción de los chavales.

- Si alguien os ha de poner en el Facebook, voy a ser yo. En cuanto dejen los teléfonos, volved a abrir las piernas bien separadas, que se os vea bien la mercancía.

- Estás loco - le dije - ¿Que te ocurre?

- Vosotras habéis abierto mi caja de Pandora, así que solo os queda la esperanza.

- ¿La esperanza de qué? - preguntó Carmen.

- No lo sé, el tiempo nos lo dirá.

Me fijé que la chica también se había dado cuenta y nos miraba con unos ojos como platos y sonrojada. Ellos cansados de no poder hacer la foto de su vida, se levantaron, uno hacia el lavabo (a saber lo que haría) y el otro hacia la calle a fumar un cigarrillo.

- Levántate y dile a la chica, que si quiere ver más que te siga al lavabo. Te vas para allí y si ella te sigue, le haces un dedo y me traes sus bragas de prueba. Si no te sigue, al chico que está por allí, le haces una mamada y me traes su corrida en la boca.

- ¡Julio, te has vuelto loco! ¡Son menores!

- Menores son mis huevos, son chavales que no llegan a los 20, eso sí, pero nada de menores - nunca me había hablado de esa manera - haz lo que te digo y punto.

Miré a Carmen, que tenía cara de asombro. Decidí obedecer a mi marido y que saliera el sol por Antequera. Total, entre los abuelos y los menores, la media de edad no era delito. Me acerqué a su mesa y le dije a la chica…

- Si quieres ver más, acompáñame.

Y girándome, me dirigí hacia los lavabos. Por el rabillo del ojo, vi como la chica se levantaba y me seguía. Entré en el servicio, y cuando ella entró, la cogí de una mano y la metí en el cubículo, cerrando el pestillo. Me subí la falda hasta la cintura, y le quité el vestido floreado por su cabeza. Le arranqué las bragas rompiéndolas por sus laterales y la besé con furia. Le metí un dedo en la chocho, busqué el clítoris y lo noté duro… al notarlo tan espigado empecé a masturbarla sin compasión. Le metía la lengua hasta el galillo sin parar de hacerle la paja…un minuto después, se corría en silencio.

Gemía sin parar. Y yo seguía con su coñito. En un momento repentinamente, me sentó, agarró mi cara, me besó, y tomó el control. Hizo lo mismo que yo con ella. Se puso sobre mí, y me empezó a besar. Pero mi sorpresa fue cuando ella, llegó a mi chocho y lo empezó a lamer, pero a pesar de ser virgen, lo hacía fenomenal. Era hermoso. Mi excitación fue creciendo…, estaba haciendo de mi coño un mar de flujos, cada vez me mojaba más. Me besó y directamente fue a mi coño. Sus dedos lo abrieron y se introdujeron rápidamente. Esta vez lo hizo con dos dedos, mientras lamía mi excitado clítoris. No pasó mucho tiempo para que yo tuviera un fenomenal orgasmo, la nena lo hacía muy bien, y la excitación era muchísima. Luego, sus dedos abrieron mi raja y empezaron a tocarlo y a introducirse. Pero yo todavía quería jugar más.

Volví a subir. La besé. Tras unos minutitos de besos, roces, caricias, más besos…

– Ahora me toca a mí.

Le di la vuelta, boca abajo. Y me puse sobre ella, lamía su espalda hasta que llegué a su ano. Abrí sus piernas y comencé a acariciárselo con la lengua. Luego le di la vuelta. Comencé a besarla locamente. Y con mi mano comencé a separar sus labios. La novedad y la falta de confianza, seguramente le habían producido un orgasmo suave. Comenzó a acariciar con más ritmo mi coño y ella se excitó muchísimo.

Me senté sobre la tapa del váter, y le dije que se arrodillara y me comiera el conejo, acompañándola con mis manos en sus hombros. Dócilmente, me hizo caso y empezó a lamerme los labios, se lo abrí y sin miramiento pasaba la lengua por toda la ardiente carne interna hasta llegar al clítoris, de se puso a castigármelo duramente. Pese a su inexperiencia y quizá por el morbo de la situación, me corrí también suavemente.

Bajé nuevamente, pero esta vez mis dedos fueron los encargados de todo. Primero metí uno solo, lentamente, y no entero, solo la punta, pero la nena igual se retorcía de placer. Cuando mi dedo se mojó lo suficiente, lo lleve hacia su boca y se lo hice lamer. Ella tomó mi mano y lamía mi dedo entero, lo chupaba completo. Luego ese mismo dedo le volví a introducir a su coñito. Pero esta vez con más ritmo, y lo introducía más.

Ya estaba cerca de su primer orgasmo, y yo para sucumbirla más, acompañé a mi dedo con mi lengua, la cual le lamía el clítoris, mientras mi dedo se introducía entero. Su coñito estaba muy lubricado. Sus gemidos se hacían  frecuentes y fuertes, y así fue que en un momento fue como una explosión, un fuerte gemido, paré repentinamente, y ahí estaba, un pequeño hilito de sangre salía desde su rajita. Yo había desvirgado a esa cría de no más de 15 años…, lo que me lleno de gozo.

Me levanté, me baje la falda y cogiendo sus destrozadas bragas, abrí la puerta y cuando salía le dije…

 - ¿Desde cuándo te gustan las mujeres?

- No me gustan - contestó.

- Pues no lo parece. Ahora cuando vuelvas a tu mesa, te abres de piernas como nosotras y nos enseñas que no llevas nada, que mi esposo quiere verte el coño mojado.

Se ruborizó mientras se vestía. Ya en la mesa, disimuladamente le pasé a Julio la prenda que me había pedido.

- Toma el primer regalo, del segundo no estoy segura…el chocho lo tiene muy bonito.

La chica volvió a su mesa donde ya estaban sus compañeros y se abrió de piernas. Señalándole con la barbilla le dije a mi marido, que ahí tenía el segundo. Él se giró y sonrió guiñándole un ojo a la chica que estaba como un tomate pero que no las cerró. Sus amigos tal vez pensaron que estaba así al ver como mostrábamos nuestros encantos, pero si alguno era su chico no conocía bien a esa niña.

- Deberíamos irnos - dijo Carmen - creo que empiezo a mojar la falda.

Sonreímos, pagamos las consumiciones y volvimos a casa, seguidas por nuestro sherpa particular… que si para algo sirven los machos, es para los trabajos de carga y follarnos. Una vez en casa, nos vestimos cómodamente con camisetas largas nosotras, sin bragas ni sujetador, ante el aviso de Julio que no quería ropa interior puesta. El bamboleo de las tetas de Carmen al caminar, era espectacular. Mi marido la miraba excitado, y yo casi que también. Si él seguía mirándola así, seguro que le echaba otro polvazo de los buenos, pero esta vez en la mesa del comedor…ya me excitaba la idea de verlos follar.

Carmen tomó el mando de la cocina, diciendo que iba a hacer los solomillos y si queríamos salsa de mostaza o de roquefort. Nos decidimos por la mostaza. Envió a Julio al súper, pues no habíamos comprado cervezas, y vino casi no quedaba. Yo, seguía sin poder hacer mi merluza a la vizcaína. Y sin comer ni lechuga ni nada verde que es lo que suelo tomar cada día de primer plato.

Después de comer los solomillos, con su correspondiente botella y media de rioja, nos sentamos los tres en el sofá a ver algo de televisión. Julio, que estaba sentado entre las dos, se puso juguetón y nos empezó a acariciar las tetas con los brazos detrás de nosotras. Nos puso cardiacas. Ella y yo nos miramos y cogiendo al juguetón cada una de una mano, lo llevamos a la habitación. Nosotras nos sacamos la única prenda que llevábamos, cuando él nos miró y nos pidió unos minutos. A los tres o cuatro minutos volvió a aparecer con unas pinzas para la ropa, (pensaba que él no sabía ni donde estaban) que nos colocó en los pezones. ¡Joder como dolía!

- Esto duele demasiado, me las quito -dijo Carmen.

Julio la cogió de la mano y sentándose en la cama la puso sobre sus rodillas, empezando a darle azotes en el culo blanco y desnudo, diciendo que no quería que lo contradijeran. Ella solo se quejó con el primer azote. Al séptimo se corrió como una cerda, poniendo perdida una pierna de mi marido, y mi querida alfombrilla. Azorada de cara y de culo, pues los tenía rojos ambos, se puso de pie pidiendo perdón, que no sabía lo que le había pasado. Mientras Julio iba al baño a asearse, y mientras yo le pasaba a ella unas toallitas húmedas.

- No seas tonta, no tienes que pedir perdón. Que suerte tienes de tener esas corridas, -le dije para darle ánimo- y por cierto, ¿por qué nunca te has corrido así conmigo en la residencia y sí aquí en casa?

- No lo sé, solo me había pasado un par de veces y hace muchos años de adolescente.

- Estoy alucinada. No puedes disimular que te gusta todo esto.

- Me encanta, pero estas pinzas siguen doliendo una barbaridad.

- Si, pero poco a poco parece que va mejorando. Parecemos actrices porno.

Entonces recordé la previsión que teníamos de filmar a Carmen para eludir el chantaje y que se fue al traste al llegar ella tan pronto. La saqué de un cajón donde la tenía preparada y la puse en grabación enfocando la cama. Al menos serviría de recuerdo. En eso que llegó Julio y le dijo a Carmen que se pusiera el arnés. Colocó las almohadas en medio de la cama y se tumbó colocando el culo encima de ellas. Mirándome a la cara…

- Bate... - no pudo continuar.

- ¿Por qué se ha de ir? - le preguntó Carmen.

- No, disculpa. No le digo que sea un váter, es el nombre cariñoso que tiene que no es más, que la abreviatura de su apellido. Perdona que no te lo hayamos dicho. Además es con B no con V. Mi dicción no es muy buena, jeje. Vega mozas, que hoy sí que haremos un auténtico sándwich. Bate, ponte encima de mí, y tu Carmen con ayuda de la vaselina me la sodomizas a tu antojo. Tendrás el honor de estrenar ese orificio, pues a mí nunca me ha dejado, y esto se acaba hoy.

Lo miré un poco asustada, pero cualquiera le llevaba la contraria recordando la azotaina. Así que lo cabalgué esperando lo mismo en mi puerta trasera. Noté como me entraba un dedo fino, untado en vaselina paseando a su alrededor como si estuviera engrasando el molde para hacer tartas. Luego otro más grueso y finalmente el pulgar. Joder había más vaselina en mi culo que en el tarro. 

Carmen me dio un azote y apuntó el dildo a mi entrada de servicio, haciéndolo entrar poco a poco. Dolía pero también daba gustito, entrándolo hasta el final. Se quedó quieta unos segundos para que me acostumbrara y empezó el vaivén. Cada vez dolía menos y me gustaba más, me tomó de las caderas y empezó a darle fuerte al consolador y a darme azotitos. Que cosas me había perdido por tonta. Miré a la cámara y puse cara de viciosa, si es que no la llevaba ya de fábrica estas últimas semanas. Me corrí varias veces hasta que noté que mi Julio también iba follarme, y que ya no daba la talla.

Me empujó hacia atrás, se puso de rodillas y empezó a comerme el coño, cuando vio que estaba a punto de correrme, me pidió hacer un 69, nunca lo había hecho delante de nadie. Se tumbó y me guio, me senté encima de él y mientras me comía el coño yo intentaba seguir comiéndome su polla. No tardé en tener una corrida bestial, que él aceptó gustosamente no dejando nada sin lamer. Me subí encima de él y poco a poco me introduje su polla dentro de mí. Gracias a los ejercicios que había realizado los días anteriores, fue menos doloroso que con Don Joaquín, también la verga del viejo es mucho gruesa. Aun así, parecía que mi coño iba a reventar con semejante instrumento dentro. Por lo menos podía moverme mejor, subía y bajaba casi sin problemas.

Notaba como nuevamente la punta de ella tocaba mis entrañas, una sensación indescriptible, mezcla de dolor y muchísimo placer. Me fijé que pese a que entraba hasta el fondo de mi coño, aún quedaban un par de centímetros por entrar, algo ya físicamente imposible, ya que no había más cavidad dentro de mí… lo que demostraba que tengo una vagina poco profunda. En esa postura tuve el segundo orgasmo. Al correrme me di cuenta que me deslizaba por su polla con muchísima suavidad. Llevada por la excitación, no miedo de seguir, aun conociendo sus corridas extremas, no temía quedarme preñada otra vez. Él me dijo que le quedaba poco para correrse, que tendría cuidado. Cuando estoy cachonda hago muchas tonterías, por lo que al final seguimos follando, era mi marido y tenía derechos, más si se podía correr dentro de Carmen, porqué negárselo en el coño de su esposa… sería raro ¿No?

Me puso a cuatro patas, se colocó detrás de mí y me penetró con firmeza ante la mirada atenta de Carmen, me besó y me daba de mamar de sus tetazas. De pronto empezó a subir el ritmo y cuando quise darme cuenta me estaba destrozando a pollazos, se había cegado y me estaba follando muy duro…Carmen le sujetaba de los huevos estimulándoselos a base bien al semental. Me encanta que me follen duro, pero con semejante pollón no era lo más indicado. En cada embestida me sacudía un dolor eléctrico que llegaba hasta mi cabeza. Menos mal que no tardó mucho en anunciar su corrida, la clavó a fondo y noté el coño llenarse de leche tibia. Por un momento pensé en cuantos litros de lefa me habrían descargado en mi útero en los últimos dos meses, entre los abueletes y mi esposo. Me había convertido en su depósito lechero.

Desmontamos el festival, nos dirigimos juntos a la ducha, pidiendo a nuestro sherpa, que nos quitáramos las pinzas. Dado el estado tan mojado de las piernas de Carmen, deduje que se había corrido también pero silenciosamente o en mi ajetreo, no la había oído. Apagué la cámara de video. Entramos juntos los tres y mientras nos duchábamos, él se volvió a empalmar, no desaprovechemos esa erección. Levantó con sus fuertes brazos a Carmen y la penetró contra la pared de la ducha… se la folló bien duro. Fue excitante, sentir el agua sobre mi cuerpo, unos besos apasionados y mi coño lleno por su polla cuando me tocó el turno. Tuve un orgasmo que incluso escucharía la vecina. Él estaba nuevamente a punto de correrse, me pidió si podía correrse dentro de Carmen. Acepté, me puse rodillas debajo de sus pelotas a comérselas, mientras se follaba a cuatro patas a Carmen… y tras varios meneos soltó sus chorros de lefa en su coño, una cantidad sustancial que luego goteo en mi cara, comiéndole el chocho a la vieja. Por lo menos esta vez era una cosa normal, sentía como caía en mi cara mientras el agua de la ducha se la llevaba si no era capaz de meterla en mi boca.

Tras terminar la ducha, secarnos y vestirnos. Me quede allí, me senté en el sofá, encendí un cigarro. Mientras disfrutaba del humo entrar en mis pulmones, sentí como las punzadas volvían a mi interior, ya sabía que me quedarían unos días malos por el dolor. Pero el placer del sexo era más fuerte que el malestar del vientre. Compartir sexo con otra mujer y mi hombre, nunca me pareció que iba a ser tan apasionante.

Después de asearnos todos, y en pelotas por el piso -esto ya era un despiporre, sin pudor ni vergüenza- nos dirigimos a la cocina a merendar algo para rehacernos. Al pasar por el comedor, cerré la televisión que se había quedado encendida. En que estaríamos pensando.

Abrimos las ostras, pusimos el marisco que quedaba de la noche anterior y junto con una botella de cava, no dejamos ni las migas. Como si no hubiéramos comido. Al parecer la merienda nos hizo coger sed, así que ni corto ni perezoso, Julio abrió un albariño bien fresquito y nos lo sirvió en unas copitas. También cayó.

Carmen y yo, estábamos mareadas como sopas y ¿qué hay mejor para el mareo? Pues estirarse un rato en la cama, así que allí que nos fuimos. Como Julio no venía y para no quedarnos dormidas, nos dedicamos a comernos en un 69, no paramos de masturbarnos mutuamente también. Nos corrimos, y otra vez me puso las sábanas perdidas. No quise cambiarlas, así parecía más guarro el ambiente.

Como nuestro caballero de la armadura ausente, no aparecía, me levanté para ir a buscarlo, encontrándolo en la cocina con una cervecita y unas galletitas saladas, como si fuera la hora del té.

- ¿Qué haces que no vienes? Y tomando cerveza. Luego dices que no sabes por qué te estas engordando.

- Tengo que reponerme, que no soy el Nacho Vidal.

- No sabía que la cerveza era el método afrodisíaco definitivo.

- Es para pasar el tiempo.

- Hay quien hace crucigramas o sudokus.

- Necesito líquidos, que me estáis dejando seco… y no solo los cojones.

- Hace más de 24 horas que no probamos el agua. Sería un buen momento para retomar ese vicio.

Abrí la nevera, y me serví un vaso, yo no bebía a morro como mi vecino en la cocina. Nos dirigimos hacia  la habitación llevándolo de la mano como si fuera su primer día de colegio. Carmen estaba dormida boca arriba con las tetas tocando la cama, cada una a un lado de su cuerpo, y con los brazos en cruz.

- Déjala dormir un rato, así me dais más tiempo de reponerme.

Le hice caso, y sin vestirme para nada, aproveche para poner una lavadora de sábanas. Mientras tanto, Julio se volvió a la cocina no quise saber si volvería a emular a Homer Simpson con sus cervezas. Cuando acabé de poner el jabón y el suavizante, la conecté y me fui a hacer compañía a Carmen. 

 

Me acosté al lado de Carmen, con la cabeza encima de uno de los brazos que tenía en cruz, mirando hacia ella que parecía descansar muy a gusto. Le iba acariciando la teta que tenía más cercana, notando una piel suave, que me dio envidia. Por lo visto le gustaba pues ronroneaba, así que fui cogiendo confianza y pasé el brazo por encima de ella, acariciando la otra teta con esa mano y la que había dejado con la mano que tocaba el colchón. Al rato, dejé la teta más alejada y le puse la mano en el pubis, me encantaba su chocho casi sin pelo por la edad o por los cuidados que le ha dedicado… claramente parecía una depilación definitiva, empezando a acariciarla y empezando a hacerle un dedo en su clítoris. Ahora soplaba un poco más fuerte, síntoma de que le estaba gustando. Así que con suavidad le hacía movimientos circulares, alternándolos con otros arriba y abajo sin descuidar en meterlos en el charco de su conducto vaginal. Cada vez soplaba más fuerte hasta que al final se corrió estremeciéndose y sin mojar la cama. Ni se despertó y en cambio yo si me dormí. Ella pensaría que había tenido un sueño erótico.

Un dolor en los pezones, nos hizo abrir los ojos, el jodido de Julio nos estaba poniendo las pinzas otra vez. Aguantamos estoicamente no fuera a enfadarse el niño de la casa.

- ¡Venga zorritas, que son casi las 9 de la noche! Lavaos la cara que tenemos trabajo atrasado.

Y a eso nos fuimos, a lavarnos un poco y vaciar los depósitos, mientras meábamos Julio se quedó expectante, le abrí las piernas para que observara el chorro salir, con mis dedos estiré los labios abriendo el coño interior, de tal manera que el caño saliese limpio. Se excitó y nos excitamos todos creo, Carmen imitó mi actuación para nosotros. nos arreglamos con los labios rojos y un poco de tono en las mejillas. Comentamos entre nosotras que hacer de cenar, y cuando salimos para preguntarle a Julio, que qué le apetecía, vimos cómo me entregaba el arnés y me indicaba que me tumbara boca arriba encima de las almohadas que ya había colocado en el centro de la cama. Ahora le habían entrado las prisas, como si hiciera semanas que no follara.

- Esta tarde, -nos dijo él- hemos hecho un sándwich y ahora vamos a hacer un emparedado. Si nos da tiempo, ya haremos un bocadillo. Por cierto Bate, muy buena la paja que le has hecho a Carmen mientras dormía. 

Carmen me miró abriendo mucho los ojos con una expresión de sorpresa, que no de enfado.

- Es que me lo has puesto a huevo, y tu chichi parecía necesitado.

El cabroncete, había estado haciendo de mirón desde la puerta que quedaba a mi espalda. Y encima, chivato.

- Pues gracias por tus atenciones, eres un sol - me dijo ella dándome un chupetón en los labios.

- Venga, no os pongáis nostálgicas. A ver Bate, ponte el arnés y colocas el culo sobre las almohadas, y tu Carmen te ensartas en el consolador de cara a ella. Para mí, dejo la tarea más difícil de abrir rutas inexploradas, o al menos eso creo.

- Inexploradas por completo. Mi marido era muy tradicional. ¡Si me viera ahora...!

- Pues nada, manos a la obra mis ninfómanas.

- Enciende el video antes, porfa - le dije. Y así lo hizo.

Empezamos a montar la coreografía de nuestro director, me puse el arnés, me tumbé y veloz como el rayo, Carmen se metió el dildo de golpe hasta las correas. ¡Como si se lo fueran a quitar! Y vaya lubricación, pues entró como cuchillo caliente en mantequilla. Julio se tomó más tiempo, se puso lubrificación con bastante vaselina, y otro poco lo untó por el orificio de mi cabalgadora. Con poco miramiento y sin avisar, la penetró casi de un solo golpe. Le pregunté a Carmen si le dolía, diciéndome que no, pero con dos lagrimones en los ojos de la porculada que le había arrimado a la puta. Él se quedó quieto como medio minuto, y cogiéndola por las caderas, empezó a entrar y salir con suavidad con lo cual nos movíamos los tres al unísono… follada y sodomizada.

Con la mirada, le preguntaba a Carmen como le iba, respondiéndome con una sonrisa cada vez más amplia, mi esposo gozaba con el culo de la vieja. Sus tetas bamboleantes, me estaban haciendo cosquillas, así que opté por agacharla y darle unos morreos de tornillo, con lo cual las tetazas quedaban pegadas unas con otras. Se nos cayó una pinza a cada una pero no dijimos nada. Esos detalles los tenía que ver el coreógrafo, que estaba entretenido jodiendo a base bien a la invitada, pues de vez en cuando, soltaba una mano de las ancas, y le daba palmetazos en las nalgas de su yegua.

A los cinco o seis minutos de gemidos, Carmen tembló un poco, y me soltó un chorro de líquido que me mojó las piernas, el arnés y algo la barriga. En los siguientes minutos, repitió la lluvia casi dorada sobre mi persona, en cuatro ocasiones y a la quinta, tuvo una convulsión muy fuerte, esta vez sin líquidos y poniendo los ojos en blanco se desplomó sobre mí.

Le dije a Julio que se saliera, y tumbándola en un costado, le tomé el pulso.

- ¡Coño Bate, no te habrás cargado a otra interna!

- ¡Como si tu no estuvieras y lo hubiera hecho yo sola!  Tiene pulso, y parece que respira bien.

- ¿No será un infarto?

- No. Solo se ha desmayado. A veces ocurre en la residencia.

- ¿Se desmayan en medio o después de un polvo?

- Que burro eres, tienen bajones de tensión, por varios motivos.

Quitándome la pinza que me quedaba en el pezón, se la puse a Julio en el escroto, dando un salto al sentir la presión de la pinza en sus sensibles huevos.

- Trae agua fresca y toallas - le dije.

Se fue raudo y veloz mientras el cabroncete se quitaba la pinza. Volvió al momento, con una botella de agua fría de la nevera y unos paños. Los mojé con el agua y lo apliqué en su frente, dándole palmaditas suaves en sus mejillas. Abrió los ojos, que parecían los de un porrero miraban atravesándome.

- Carmen, ¿te encuentras bien? ¿Qué te ha ocurrido?

- Me encuentro en la gloria. Me habéis desmadejado por completo par de ladrones.

- Qué jodía, ¡menudo susto nos has dado!

- Lo siento, no era mi intención, pero me ha salido así. Por favor, no os enfadéis conmigo… esta experiencia anal me ha sobrepasado por completo.

- Para nada, es solo que nos preocupaste. Por cierto, tienes que estar deshidratada, pues soltaste líquidos para llenar un pantano.

- No lo sé. Solo sé que no puedo moverme.

- Tranquila, descansa un poco. Y tú estate quieto y no le toque el coño…, ve a buscar algo de beber para Carmen, le dije a mi marido.

Apareció poco después con una bandeja donde había: una copa de coñac, una Coca-Cola, un botellín de agua con gas, un vaso de leche, zumo de naranja envasado y una lata de cerveza.

- No sabía que le sentaría mejor, me dijo

Por Dios, que inútiles son los hombres. Le di a Carmen el zumo de naranja y me quedé con el botellín de agua con gas, diciéndole que retirara el resto. Tomó la bandeja y se tomó la copa de coñac… - por el susto dijo, mientras se alejaba con la polla colgando. Patético, solo le faltaba llevar calcetines para que yo pidiera el divorcio. Cogí a Carmen por los hombros y me acerqué su cabeza hasta apoyarla en mi pecho, acariciándole al cabello y acunándola. Parecía una niña, más que una mujer hecha y derecha. Me pareció entrañable y me la hubiera comido a besos. Giré la cabeza y vi la cámara de video, su luz roja indicaba que todavía estaba grabando. Menudo espectáculo. Al fondo, oí la tele y el ruido tan desagradable de un partido de futbol. ¡Hombres!

Cuando vi que ya estaba bastante recuperada, la hice levantar y nos dirigimos al baño. Nos dimos una ducha juntas pues no creía que ella pudiera sola, pero solo para que recuperase la circulación sanguínea y el color. Después de secarnos y colocarnos la consabida camiseta larga sin nada debajo, según las nuevas normas de la casa, nos dirigimos a la cocina para cenar algo y descansar. Después de hablar largo y tendido sobre lo humano y lo divino (me ha salido una rima, ya mismo me presento a un concurso de poesía) avisamos a Julio que nos íbamos a la habitación. Asintió sin mirarnos, hechizado por el partido de futbol.

Ya en la cama, Carmen se abrazó a mí y empezó a acariciarme los brazos, de ahí pasó a las tetas que procedió a chuparlas y con la mano que había quedado libre, la deslizó hasta mi chocho haciendo tirabuzones con mi pelo y luego, alcanzó el clítoris. Me estremecí un poco y ella continuó y continuó, hasta que no pude más y me corrí con unos movimientos de cadera exagerados, pero que no pude contener.

- ¿Y eso? Le pregunté.

- Para resarcirte de esta noche, que no has disfrutado nada.

- Nada nada, tampoco. No sabes lo caliente que estaba, viendo cómo te enculaban mientras yo te metía el consolador. Lástima que no me podía masturbar, por el arnés y por ti, que te lo habías metido hasta la campanilla, y tus corridas son muy excitantes. A ver si me dices como se hace.

- Lo siento, no me di cuenta. La experiencia de tenerme completamente llena por ambos, me superó y desmayé de puro placer, pocas personas lo pueden decir.

Dejamos de oír el futbol de la tele, en eso que llegó el coreógrafo de la casa, cogiéndome por la cintura y cargándome contra la suya. Estiró a Carmen hasta dejarla en el centro de la cama, colocándome a mí entre sus piernas, con la cara mirando ese coño despoblado. Me elevó la cintura y me la clavó a tope sin explicaciones, empujando mi cabeza hacia esos labios que no decían nada pero que se les entendía todo, de lo mojados que estaban. No se podía montar un escenario con menos palabras. Antes no se pudo correr, y venía cargado de testosterona para joderse a las dos perras que tenía a su entera disposición. El coño de Carmen me pareció mucho más bonito y apetecible desde esa perspectiva… había perdido su equipo y se estaba desquitando, con  ganas de matar con matar, o había ganado y lo estaba celebrando.

Mi esposo me notó prendida y empezó a bailar detrás de mí cachondeando, Carmen le dijo que aprovechara que esta cachonda como una perra en celo, bajó las manos a las nalgas y aprovechamos para besarnos y fue ahí cuando empezamos a cachondear los tres, después ella se giró  bajándose al pilón, para chupar y sobar el trozo de manguera dura de mi esposo, me quedé mirando…con un dedo instó a acércame. Ella seguía mamando en posición de perrito y yo detrás sobándole las nalgas y el chochazo húmedo a más no poder.

Después, julio me sugirió que le diese con el arnés, empecé a tallarle la polla de plástico chino… se quejaba y pedía carne humana… necesitaba que ahora se la metiese el macho de casa. Mi marido enfila, y en nada se la hunde de un jalón… la muy perra empezó a gritar de placer y mi esposo a calentarse mucho, porque veía a su mujer siendo una puta, dándole coño a la perra que estaba penetrando…Carmen podía estar soportando los pollazos y a la vez mamándome el coño. Después, ella se sentó encima de Julio dando la espalda al semental, y cuando sintió la punta de la polla entre sus labios, se la hundió hasta los huevos. Le dolió que le llegase al estómago de una sola punzada, quería zafarse pero la agarré con fuerza y con la otra mano le abría los labios, para que entrara toda y así le dimos una doble sesión… Como de costumbre se corrió a chorros la muy guarra…ese fin de semana terminaría deshidratada. No duró mucho más mi Julio, que descargó todo su arsenal de lefa en el fondo de la vagina veterana de Carmen. El muy cabrón gozaba de estar follándose a pelo a dos putas, llenándonos el útero de lefa.  

Nos pasamos casi toda la noche haciéndolo hasta quedar cansados y volver a follar de nuevo.  Comencé a lamer el clítoris… en un tiempo récord me puso la cara, el pelo y los hombros, perdidos de su eyaculación. Julio tampoco tardó mucho en correrse dentro de mi coño…y yo me quedé a medias, de lo cual ya tenía algunas experiencias, pese a todo, estaba siendo una experiencia única. Había que comprender que éramos dos hembras hechas y derechas con muchas ganas de sexo, frente a un hombre normal con Viagra.

Nadie fue a asearse, quizá nos gustaba el olor de los jugos ajenos… embadurnada toda la cara por la corrida de la vieja, y rellena como un pavo de Navidad, por la lefa de mi esposo, ya solo me faltaba haberme corrido y quedar traspuesta, sin embargo, tan solo cambiamos las sábanas para no dormir sobre mojado.

Una vez cambiadas, el rey de la casa se tumbó en el medio, pasándonos los brazos alrededor de nuestros cuellos y acercándonos a él. Me sentía orgullosa de mi semental, a pesar de sus cosas, estaba dando la talla sin decepcionarme un ápice, si no fuera porque me gustaría que aguantase un poco más mientras me folla, para sacarme un orgasmo con su verga en mi interior…aunque para eso estaba Carmen en casa.

 Al día siguiente era domingo, aun siendo festivo, a mí me tocaba trabajar. Nos dormimos enseguida, agotados y satisfechos.

 

Sonó el despertador a las 6 de la mañana, apagándolo rápidamente para que no se despertaran. Yo había amanecido de espaldas a Julio, que tal como estaba cuando nos acostamos, seguía abrazando a Carmen, que había variado un poco su posición. “¡Tenía una teta encima del pecho de mi marido!”, aguantada por un brazo que rodeaba a mi Julio. Me dio un no sé qué… no podría decir que fueran celos, pero se acercaba. No es fácil compartir a tu hombre con otra mujer, pensar que le guste más ella que a una misma puede ser duro, y había estado observando cómo se excitaba el cabrón con la vieja y los duros pollazos que le suministraba…incluso creo que las corridas en su coño eran mucho más potentes que dentro del mí. No obstante, fui yo quien metió a Carmen en nuestra cama y no mi esposo, él solo cumplía con su parte del trato… Follarnos a las dos putas que tenía a su total disposición y llenarnos cuando quisiera, donde apeteciera.

Fui a ducharme, costándome un poco sacar los pegotes de mi cabello. Luego me vestí silenciosamente en la habitación, mientras miraba esa tetaza encima de mi marido. Estás tonta, pensé… ¿Ahora vas a ponerte celosa por una teta? Miré a los huevos de mi Julio… peor me tendría que poner sabiendo que ayer les dejó secas esas bolas… Me hice un café con leche nada más, no tenía ganas de comer nada, y saliendo de casa me fui a buscar el autobús. No había nadie por la calle.

Llegue al geriátrico y me cambié en el vestuario, poniéndome la bata, dejándome solo las bragas y el sujetador como hacia últimamente. Me excitaba ir de esa guisa, le daba un nuevo aliciente a mi trabajo con los abueletes.

Y esa teta encima de mi marido. ¡¡Joder, cuando se despierte se la va a follar viva!!



No me lo quitaba de la cabeza. Así que me dispuse a trabajar para evitar seguir pensando. Empecé con doña Laura, a la que solo tuve que ayudarla a vestirse, pues ya casi estaba. Seguía don Joaquín, el que lo había empezado todo. Empecé a asearlo y él metió la mano debajo de la bata, como hacía últimamente. Me aparté de él dos pasos, me quité las bragas y me las puse en el bolsillo. Don Joaquín, siguió esta operación con los ojos como platos, metió la mano entre mis muslos, al continuar su aseo, metió la mano por debajo y me estuvo toqueteando todo lo que quiso alcanzando mi coño, lo palpó…con dos dedos apartó los labios vaginales y me los metió en el coño sin permiso, gemí al sentirlos ahondar en el conducto vaginal…. Creo que incluso me lubriqué un poco en exceso. Lo aseaba y él me follaba con los dedos, lástima que aquella polla tan recia no se le pusiera dura, porque sin pensarlo me la hubiera metido en el coño hasta dejarle secos los cojones, pero no era el momento ni tenía tiempo para ponerme a mamar el cipote para ponerlo duro. Sin la viagra no lograría gran cosa. Me recreé sus huevones.

¡¡Y esa teta encima de mi marido!!

Joder, no salía de mi mente. Acabé con don Joaquín, y me dispuse a ayudar a don Juan, que ya estaba sentado en la cama. Al acercarme, me agarró de la cintura y colocándome entre sus piernas, me abrió la cremallera de la bata de arriba a abajo, sin asombrarse de no llevar bragas, debe tener rayos X. Cuando me iba a tocar…

- Don Juan, eso no se hace.

- Solo quería comprobar si llevas las bolas chinas.

- No. Hoy no las llevo.

- Vamos a verlo.

Me metió el dedo índice en la vagina, que entró sin dificultad. Así pues, don Joaquín sí me había lubricado bastante bien. Estos viejos hacían conmigo lo que querían por el plus de 500 euros, poco me importaba dejarme meter mano, mamar sus preciadas pollas o dejarme follar a pelo… nunca se me pasaba por la cabeza, que su esperma tuviese la suficiente vitalidad para dejarme preñada. A esa edad está todo muerto ya… ¡¿No?! Son leches abundantes sin sustancia viva, como la leche sin lactosa.

 ¡¡Y esa teta encima de mi marido!!

Después de meter dos dedos, con el pulgar se dedicó a frotarme el clítoris y no sé si fue por la rugosidad de sus dedos o por tener un pulgar con la habilidad de un jugador de Play Station, o ambas, lo cierto es que con este viejo sí me corrí. Me entretuve lo suficiente con él para que lo lograse, no me iba a ir a medias con el calentón. Me cerré la bata y continué con mi trabajo, hasta que estuvo listo don Juan… me  había pasado todo el rato chupándole los dedos mientras él me pajeaba con la otra mano.

Salí al pasillo, donde estaban esperando don Joaquín y dos internos más, (algo les habría dicho)  a los que se unió don Juan. Los cuatro me seguían a todas partes y yo veía que esto se estaba saliendo de madre, así que con cara de enfado me enfrenté a la situación…

- ¡Venga, cada mochuelo a su olivo! ¡A ver si me enfado de verdad y se acaban aquí los juegos!

- Nosotros no hemos jugado -dijeron don Manuel y don Miguel, con cara de pena.

- ¡Ni jugarán si me siguen así! Casi me da un ataque de risa viendo sus caras.

Y esa teta de Doña Carmen encima de mi marido ¡¿Se la habrá vuelto a follar otra vez?!

Me fui al vestuario a recomponerme, colocándome las bragas y poniéndome un pantaloncito corto leggins debajo de la bata. Seguí ayudando con los desayunos de los más atrasados, y los quehaceres habituales. Se me hacía la mañana muy larga y más pensando en esa teta de pezón inconmensurable, cuando alrededor de la una del mediodía, vi aparecer a lo lejos por la puerta de entrada a Carmen, que entró muy rápida y se metió directamente en su habitación, cerrando la puerta. No la vi en todo el día.

Cuando llegué a casa por la tarde, Julio estaba viendo su odioso futbol. Me dio un beso sin mirarme pues por lo visto, la jugada del partido de la tele de ese momento, era más importante que yo. No le pregunté cómo le había ido con Carmen por la mañana, ni él me comentó nada… por intuición le miré el paquete como si pudiera saber cómo tenía de llenas la bolas. Ni había tendido las sábanas, ¡¡Hombres!! Ni había hecho otra lavadora ni tan siquiera había recogido la cámara de video. En su favor he de decir, que me fregó todos los platos y copas del fregadero, a mano, pues el lavavajillas estaba completamente seco. ¡¡Cosa de hombres!!

 

En los días sucesivos, solo dejaba tocarme un poco, pero eso si, por encima de las bragas y el sujetador. Solo un abuelete al día tenía el derecho de follarme…a pelo. Eran como pajarillos que obedecían a todo lo que les decía, sin quejarse ni una sola vez… lo cual aquella situación me reportaba enormes beneficios a mi cuenta corriente y a mi quehacer diario. A Carmen la veía entrar y salir, hasta que un momento que nos cruzamos, la cogí del brazo y le pregunté…

- ¿Estás enfadada conmigo? ¿Te he ofendido en algo? ¿Te ocurre algo?

- No estoy enfadada ni me has ofendido. Lo que me ocurre es que estoy triste.

Y dejándome con la palabra en la boca, se dirigió a la salida. No la vi en toda la semana, pero a la siguiente la pillé sentada en el salón, un día que por haber cambiado el turno con una compañera, que lo necesitaba…

- Hola Carmen. ¿Cómo estás?

 - Bien, gracias. ¿Y tú?

- También estoy bien, gracias. Sobre lo que me dijiste el otro día de que estabas triste...

- Y es verdad. Es como si a un ciego lo operan, puede ver un día y al siguiente vuelve a estar ciego.

- Te iba a decir, que quizás podríamos repetirlo algún fin de semana, si te parece bien, aunque antes tendría que preguntárselo a Julio, que es quien pone el mayor desgaste.

- ¿De verdad harías eso por mí?

- Tú sabes que sí. Creo que nos lo pasamos todos muy bien, aparte del susto que nos diste. Por cierto, aún nos quedan cosas de las que compraste… fuiste demasiado generosa con nosotros, con mucho menos hubiera bastado, aunque suele cutre.

- Naderías. Aún hubiera comprado más cosas, si no tuvieras un marido tal flojo, dijo riéndose. Nos tenía dispuestas a que nos follase las veces que hubiera querido…

- Cuatro o cinco polvos a cada una nos hubieran venido muy bien en cada coño…jajajaja

- Lo mismo nos faltaron más ostras, que son afrodisiacas…

- Pues ahora lo tengo a régimen, a ver si rebaja unos kilitos y se queda menos fondón…

- Sí, sí, de régimen, a saber lo que come fuera. Es como aquella que decía… Hace dos semanas que he empezado la dieta, ya he perdido 14 días.

Nos reímos y continuamos hablando un rato, hasta que me vino una idea loca a la cabeza, y la solté sin pensar.

 - Carmen, ¿te gustaría venir a vivir a nuestra casa? Que conste que se me ha ocurrido ahora y tendría que consultarlo con Julio.

Me miró boquiabierta y sin decir nada. Creí que le daba algo por la sorpresa.

- Sabes -continúe diciendo- tú no tienes familia, y nuestra hija, siempre está fuera en Irlanda, solo viene por vacaciones y tampoco creo que le vayas a caer mal… nunca ha tenido una abuela, por así decirlo, la tuve muy joven y del penalti…mis padres nunca lo encajaron bien. Y nosotros nos llevamos bien, por no decir que demasiado bien y así nos haríamos compañía. Todo supeditado a lo que diga mi marido, pero por mi parte me gustaría mucho.

Seguía con la boca abierta, pero ahora con lágrimas en los ojos.

- Es lo más bonito que me han dicho en mi vida. Ni cuando mi marido me pidió en matrimonio, me emocionó tanto como lo que has dicho, y a una vieja como yo, darle todo ese cariño es demasiado. No solo el buen sexo que hacéis, sino lo buena gente.

- De vieja nada, cuantas quisieran estar como tú.

- Por supuesto que me gustaría ir a vivir con vosotros. ¿Pero y vuestra hija? Me pareció ver que el piso tenía dos habitaciones.

- Sí, pero en verdad la oficina es otra habitación, Julio puede pasar todo eso al trastero y trabajar desde allí. Hay que hacer las cosas cuando se puede. Claro que se lo debemos explicar todo, es el hombre de la casa y sin su consentimiento nunca muevo un dedo.

- ¡¡Estás muy supeditada a tu esposo!!

- Tal vez, pero me siento segura con Julio, me cuida y me encanta ser su mujer y su hembra sumisa en el sexo…los machos como él siempre me han llevado de cabeza, siempre me ha follado muy bien, nunca he echado de menos una buena follada. En verdad no creo en que el feminismo acérrimo nos beneficie mucho a las mujeres, a fin y al cabo, los roles que nos marca la naturaleza son los que son.

- Me asombras. Porque parecemos almas gemelas… yo también creo que los hombres nos deben de proteger y abastecer en todo lo que abarca la palabra, lo anímico y sexual.

- De todas formas, dame un tiempo para ir tanteando a mi marido.

- El que necesites. Estaré esperando tu respuesta con ansiedad.

Pasaron unos días en los que iba tanteando a mi marido, si no echaba de menos el fin de semana que tuvimos, contestando él que si pero sin ser categórico, más bien contestaba como distraído. Me parecía extraño que no entrara al trapo, cuando es un tío a quien le estaba planeando pasar un buen rato con dos mujeres bien putas solo para su desfogue ¡¿A qué macho no le gustaría tener a dos hembras que le vaciasen los huevos?! A pajera abierta, a pelo sin condones… nos podía llenar a las dos sin problema.

Y entonces llegó el mazazo. Volví una tarde de trabajar, y me encontré a Julio en casa con una cara que le llegaba a los pies.

- Nos han despedido -me dijo. El jefe nos ha dicho, que el sector está muy mal y que no puede mantener a tanta gente, así que ha echado a los más antiguos con un ERE (Expediente de Regulación de Empleo). Se han quedado el jefe, su sobrino, dos administrativas jovencitas y el comercial.

- ¿Y qué haremos ahora? La hipoteca se lleva casi mi sueldo, y tu paro no dará para mucho.

- No lo sé. Espero que mi preparación de empresariales nos ayude un poco a encontrar trabajo en cualquier otro tipo de empresa.

- Eso espero también.

No me pareció oportuno comentarle que Carmen podía venir a vivir y colaborar un poco pues sería mezclar unos recuerdos agradables, con la desgracia que teníamos encima. Y como nosotros, había miles de familias con el desplome de la burbuja inmobiliaria. No pegamos ojo en toda la noche.

Al día siguiente en el trabajo, con unas ojeras como un antifaz, mantuve a raya a los residentes pues no quería poner en peligro mi trabajo. Cumplía con mis obligaciones, pero me costaba mucho sonreír. Los días sucesivos, fueron un calco de ese primer día después de la hecatombe. Los abuelos estaban nerviosos, pues no había premio para ninguno, y ahora era yo la que evitaba a Carmen, pues no estaba para jolgorios. Mientras tanto, Julio arreglaba sus papeles del paro y enviaba curriculums inútiles. Hablamos con Ana, nuestra hija y se lo explicamos. Gracias a su beca, no nos necesitaba económicamente y con su trabajo en hoteles de camarera, nunca le faltaría dinero para terminar los estudios.

A la semana siguiente, un día a media mañana, fue Carmen la que me cogió del brazo y me llevó a una esquina…

- Bate -me gustó que me llamara como mi marido

- ¿Que te ocurre? Últimamente estas siempre seria y con la cara muy desmejorada. Y don Joaquín está muy preocupado… anoche me lo tuve que follar yo, el pobre ya tenía las bolas hinchadas de no drenarle la leche...

Esta vez fui yo la que se echó a llorar, y se lo expliqué todo. Al fin me desfogué llorando, todo lo que me había guardado. Carmen me consoló un rato, haciéndome preguntas, como que cual había sido el motivo del despido, que cual era la inmobiliaria, que tal estaba de ánimos Julio, que había dicho nuestra hija y un montón de cosas más.

Después de haberlo sacado todo y encontrándome un poco mejor, me despedí de Carmen para seguir con mis obligaciones. Antes fui al lavabo a lavarme la cara y ponerme un poco de crema… parecía una residente más.

No la vi en otros tantos días y estaba molesta, pensando que ahora que nos iba mal, Carmen nos daba de lado. Pregunté en dirección y me dijeron que se había ausentado para unos días y que no había dado explicación, aunque llamaba cada día. 

Un martes al llegar a casa, encontré a Julio revolucionado moviendo cosas, abriendo carpetas y desparramando papeles encima de la mesa. Me explicó que lo habían llamado de la inmobiliaria para que se presentara el jueves a las cinco de la tarde.

- Quizá han reconsiderado mi trabajo, y me vuelven a admitir.

- ¡Ojala! Pero no te hagas ilusiones que luego es peor. Tal vez tengan problemas con algún asunto antiguo tuyo y solo quieren consultarte algo para sacarlo a delante.

- Dando ánimos eres única.

- Soy realista. Mejor que te lleves una buena sorpresa a que te lleves una decepción.

- Vale. Recogeré todo esto.

Llegó el jueves que precisamente yo libraba, y le hice para comer un arroz con bacalao que estaba para chuparse los dedos. Repitió, señal inequívoca de que esta bueno. Se fue a las cuatro como si fuera a hacer la primera comunión, con su traje planchadito, unos zapatos lustrosos y una corbata discreta pero monísima.

Esperé noticias. Y esperé, y esperé. Julio se presentó a las diez de la noche borracho como una cuba. No podía ni articular palabra. Lo ayudé a desnudarse y lo tumbé en la cama. Vomitó en mi alfombrilla, que ya había estrenado Carmen cuando la azotaron. La recogí y limpié todo lo que Julio había tomado, que no era poco. Mi marido había llegado borracho a casa dos veces, en una despedida de soltero que no era la suya, y cuando murió su hermano en un accidente de moto. Bebía sus apestosas cervezas y vino en las fiestas, pero con mesura. Estuve despierta hasta las dos de la madrugada, a ver si se despejaba y compartía alguna información. Nada de nada. Al final me quedé frita, pese a los ronquidos de mi compañero de cama.

Me desperté sobresaltada con un grito desgarrador, eran las cinco de la madrugada.

- ¡Bateeeeeeeeeeeeee! La verdad, me asusté un montón. Pensaba que le había dado un ataque. - ¡Bateeeeeee! - Esta vez fue más comedido, pero su aliento era horrible.

- ¿Qué ocurre?

- ¡Bateeeeeeeeee! 

Su aliento aún era peor. Y los vecinos a saber lo que pensarían con esos berridos. O follábamos como veinteañeros, o nos estábamos matando.

- Vas a hacer dos cosas antes que nada. Bueno, tres. Primero te cepillas los dientes y la boca te das con enjuague bucal a muerte, segundo te duchas y tercero te vuelves a cepillar los dientes y la boca. Te esperaré en la cocina con café.

- ¡Lo tenemossssss!

- ¡Por Dios Julio, hazme caso alguna vez!

Se levantó hacia el baño, mientras yo me dirigía a la cocina para hacer un café bien cargado. Veinte minutos más tarde, apareció lo que parecía mi Julio, si no fuera por esos ojos inyectados en sangre como los de un vampiro. No sabía si era producto de la cogorza, o que estaba tonto y no había cerrado los ojos con el jabón. O tal vez ambas.

- Tómate el café y empieza a desembuchar, que vaya noche que me has dado.

Se hacía el interesante, adoptando posturitas mientras se tomaba el buen bol de café que le puse.

- ¿Qué es lo que tenemos?

Seguía haciéndose el interesante, así que le tiré el trapo de cocina a la cara.

- O me explicas lo que hay, o me vuelvo a la cama.

- Tranquila mi amor. Ordeno las ideas y te cuento.

Se acabó el café y se sirvió otro.

- Verás, me fui a la oficina con tiempo suficiente, y cuando llegué ya estaban todos. Había dos individuos con unos trajes italianos, que nos hacía parecer como pordioseros al resto. Yo no entendía que hacía allí, cuando el trajeado mayor como si fuera el dueño, nos indicó que nos sentáramos. Estábamos don Jaime, el dueño de la inmobiliaria, su sobrino, que tampoco yo sabía qué hacía él allí, los trajeados y yo.

- Señores -dijo el trajeado mayor- buenas tardes a todos. Me llamo Carlos Bernal y represento a Menkure, S.A. Como todos ustedes sabrán, esta sociedad, ha absorbido a esta empresa (yo no tenía ni pajolera idea) nominada,  Inmobiliaria Manchón S.A. Así que a partir de ahora van a suceder algunos cambios. Para empezar, y después de un estudio minucioso del mercado, y revisando las aptitudes de la dirección y la de los empleados de esta empresa, he recomendado personalmente y recibiendo el beneplácito de Menkure, S.A…

1º - Que se nombre director general y plenipotenciario, a don Julio Ibáñez Cuesta, con efecto inmediato, en cuanto firme el contrato.

Me cayeron las gafas que aguantaba en una mano al suelo, y se me rompió un cristal.

Don Jaime, replicó… - Me prometieron que yo dirigiría la nueva empresa y…

- Nosotros, nunca prometemos nada. Siempre dejamos las cosas claras en los papeles, y si usted a su edad todavía no sabe que las transacciones legales son aquellas que quedan refrendadas en los contratos, más a mi favor para recomendar, que usted no siga al frente de esta empresa. Se le ofrecieron 180.000 € por su empresa, que usted aceptó y deducidas las deudas, tasas e impuestos, calculo que le quedarán alrededor de unos 75.000 € para usted y sus socios. También le he de decir, que hubiéramos pagado hasta 450.000 € de lo cual se deduce también, que es usted un mal negociador. Sigo…

2º Se nombra subdirector, a mi colega aquí presente, don Fernando García licenciado en derecho. El cargo, será temporal, hasta que decidamos a su sucesor.

3º Las actividades de esta empresa, de compra venta de inmuebles, pasará a ser de… Inmobiliaria, compra venta y administración de fincas.

4º Menkure S.A. aporta a esta empresa, la administración de 6 fincas completas, con un total de 56 viviendas, más 24 viviendas dispersas, más 10 locales comerciales, 4 fincas rústicas con un total de 1.408 hectáreas de terreno y 1 finca agrícola de viñedo con bodega en pleno funcionamiento, con capacidad de casi medio millón de botellas al año.

5º Con mi recomendación, posiblemente algunos de nuestros clientes del bufete, depositarán también su confianza en esta empresa y...

- El abogado siguió hasta un total de 22 puntos, -dijo Julio- así que firmé el contrato y lo primero que hice, fue echar de la empresa a don Jaime y a su sobrino. No les dejé llevarse ni un bolígrafo. Luego llamé a los compañeros que habían quedado en paro conmigo, y les dije que estaban readmitidos. Al fin y al cabo, son buenos vendedores. Vinieron a la empresa, lo estuvimos celebrando y creo que nos pasamos un poco.

Yo no decía nada, pero sabía quién había detrás de todo esto. Julio seguía hablando pero yo no lo escuchaba, hasta que al final hablé…

- Te voy a dar dos noticias por mi parte. La primera es que Carmen vendrá este fin de semana y como tú bien dices, no es negociable. Y la segunda, es que ella próximamente vendrá a vivir con nosotros, que tampoco es negociable. Y me admites una tercera… a partir de ahora va a tener a dos putas a tus disposición, pero con todo el derecho de dejarte de lado para cuando nosotras queramos follar solas.

- A la primera, hace tiempo que la esperaba. A la segunda, ya estáis tardando… en cuanto a la tercera, espero que me dejéis al menos mirar.

- Por eso no hay problema… he incluso te podrás hacer un buen pajote a nuestra salud.

Me abracé a él dándole un morreo, con sabor a café y mezclado con el aroma de menta de la pasta de dientes. Estaba ansiosa por hablar con Carmen y me fui al trabajo una hora antes. Entré en su habitación y la desperté abrazándola, dándole un susto de muerte.

- Gracias por todo Carmen.

- ¿De qué estás hablando?

- Quizá debería llamarte "Señora Menkure"

- No sé de qué me hablas… loca.

- A mí no me engañas como al tonto de mi marido, -le dije pellizcándole una teta- y también le he dicho que vendrías este fin de semana, así que haz tu maletita y te esperamos esta tarde. También le he dicho, que próximamente vendrás a vivir con nosotros y está ansioso. ¿Tan bien os lo pasasteis cuando me fui a trabajar? Solo recuerdo que le tenías puesta una teta sobre su pecho, ambos desnudos sobre la cama.

Se puso roja.

- ¿Julio no te ha dicho nada?

- Nada de nada y tampoco se lo he preguntado. Imagino que te folló como te mereces.

- Voy a hacer la maleta, estoy ansiosa, -eran las siete de la mañana- no sea...

- Me parece que exageras. Tienes toda la mañana para hacerla. Tan solo te pido que cuando vengas a vivir a casa, no se lo menciones a nadie de la residencia, o creerán que les robo a los internos y me despedirán.

- No lo haré, tranquila.

Le di un piquito y le dije que iba al vestuario a cambiarme. Que siguiera durmiendo, aunque sabía que no lo haría.

 

Empecé la jornada y alrededor de media mañana, me llamaron de dirección, dándome un vuelco el corazón. Fui al despacho y la directora me pidió que me sentara.

- Luisa, no te creas que nos chupamos el dedo, y que no sabemos lo que haces con los internos, -empezó- y co...

- Ya no lo hago, no se preocupe. Me puse roja.

- No me interrumpas y déjame acabar. Como sabrás, hace dos meses teníamos ocho habitaciones desocupadas y ahora está el geriátrico al completo y con una lista de espera de 17 personas, todos varones. El boca a boca funciona muy bien. Así que hemos decidido prestar ese servicio extra a los residentes, dando por sentado que la dirección no sabe nada. Con tal motivo, se te aumentará el sueldo mensual en 500 € para que sigas haciendo, lo que no haces, lo que cobres por tu parte es cosa tuya… seguro que todo te vendrá bien, pues me he enterado que tu marido está en paro.

No quise sacarla de su error, así que continué escuchando.

- Para ello, hemos preguntado discretamente a alguna de tus compañeras, y de momento Mercedes ha aceptado, previo aumento del estipendio, claro. Necesitaría que la instruyeras un poco al principio. Dime, ¿estás de acuerdo?

- Por supuesto. ¿A qué hora empieza la instrucción?

- Ahora mismo. Mercedes te está esperando en la sala. Buenos días Luisa.

Cuando hacía el amago de levantarme…

- ¡Ah, Luisa! No sé si lo haces con condón o te dejar follar a pelo, de todas maneras te daremos un plus de 50 € al mes en concepto de dietas para profilácticos, como comprenderás no nos interesa a nadie que os vayáis quedando preñadas de los abueletes… por lo de las bajas por maternidad, principalmente… ya me entiendes.

Salí del despacho, y vi a mi compañera al fondo sentada en una silla de la sala.

- Ven conmigo.  

Y fuimos a nuestro vestuario. Cerré la puerta con el pestillo y le dije que se desnudara. Se quedó en bragas y sostén. Sus 37 años la trataban bastante bien.

- Desnúdate del todo y mastúrbate.

- Eso no.

- Entonces vamos con la directora a decirle que has cambiado de opinión y que la instrucción ha acabado.

- No me dijo nada de esto.

- Si no te puedes masturbar delante de mí, ¿cómo vas a dejar los internos se propasen e intenten hacerlo?  ¿Quieres que te lo haga yo, como si fuera un abuelete? Tienes que aprender a disfrutar del sexo espontáneo… meterte mano será lo más normal.

Se quedó quieta, como si pensara algo, así que le quité el sujetador y las bragas, sin que opusiera ninguna resistencia. Me puse detrás de ella, con un brazo le rodeé las tetas y con la otra mano, comencé a acariciarle su entrepierna. No me duró ni tres minutos, se corrió y las piernas se le aflojaron. Si no la llego a tener sujeta, se cae al suelo. Estaba roja de la corrida y de vergüenza.

- Yo nunca había estado con otra mujer. -Dijo-

- ¿Te crees que aquí solo acarician los hombres? -No le dije, que a mí solo me había acariciado doña Carmen, y que me hizo descubrir otro mundo. - Ahora sin lavarte, te pones las bragas y la bata, que vamos a hacer un recorrido.

Y así lo hizo. Fuimos a ver a don Juan pues me pareció el más lanzadito y le dijimos que, si quería que le diéramos el masaje en las piernas que tanto necesitaba, que fuese a su habitación. Él no entendía de que iba, pero allí que se fue. Se sentó en la cama y le dije a Mercedes, que antes que las piernas, le hiciera un masaje en los hombros, pues lo veía muy tenso. Ella se colocó entre las piernas de don Juan y procedió a hacerlo.

- ¡Vaya vista que tiene! ¿Eh? -Y le bajé la cremallera de la bata, 5 centímetros.

El abuelo, viendo por donde iban los tiros…

- Lamentablemente, mi vista ya no es muy buena. 

Así de un golpe le bajó la cremallera hasta abajo, saliendo a respirar las dos tetas de un considerable tamaño y mostrando las bragas con una mancha en el centro. Si don Juan tenía el olfato, medianamente bien, se estaría dando un atracón de efluvios, que llegaban hasta mí. Merche estaba como una perra. Él intentó bajarle las bragas, y aparté a Mercedes de golpe, diciéndole al oído…

- No dejes que te hagan lo que quieran, a menos que estés de acuerdo. Tienes que dominar la situación, de lo contrario van a follarte cada diez minutos, o al menos intentarlo. Que no llegue, porque están salidos todo el día, con el sintrom les mejora el riego sanguíneo,  y la polla se les pone dura como una piedra. Se trata de calentarlos y que coman en tu mano… de tenerlos excitados todo el tiempo que deseemos.

- De acuerdo, no sabía.

- Sigue cabreándolo, que ahora vuelvo. Salgo un momento.

Me fui a ver a Carmen. Estaba ultimando la maleta metiendo en ella cosas inútiles, entre ellas un secador de pelo, como si en casa no tuviéramos. Con una camiseta larga, iba a tener bastante. Le expliqué lo que me habían dicho en dirección y que estaba instruyendo a Mercedes y le pregunté si le podía dar un tratamiento completo a mi compañera para espabilarla, y que ella intentara reservarse para la noche, si podía.

Volví a la habitación de don Juan a recoger a Mercedes, y la llevé a la habitación de Carmen, una vez que le sacó la leche al viejo… su primera paja con mamada incluida.

- Doña Carmen, hoy el masaje se lo hará mi compañera, que estoy muy liada con los nuevos internos.

- Como gustes. Espero que sea tan buena como tú.

- Por descontado. Hasta luego pues.

Abriendo y cerrando la puerta de la habitación, entré en la del baño que estaba al lado, dejando una obertura para seguir lo que sucedía.

- Bueno Mercedes, ya puedes quitarte la bata, no sea que la manches de aceite.

- No puedo quitármela por...

La bofetada que le soltó Carmen, me dolió hasta a mí.

- ¿Desde cuándo la puta de la residencia no puede? ¡Que te la quites ya!

Mi compañera obedeció, con lágrimas en los ojos, mostrando las bragas cada vez más mojadas.

- ¿Cómo puedes ir por aquí con esta falta de higiene?

Y sentándose en la cama y cogiéndola de la muñeca, la tumbó sobre sus rodillas, como le había hecho mi Julio. La empezó a azotar y entre sollozos, Mercedes se corrió. ¡Coño! -pensé- Al final tendré que probarlo. Parece mano de santo.  

  - Quítate las bragas, me las das y túmbate en la cama. Te colocas esto, lo conectas y mientras tanto, te acaricias el clítoris.

Poco a poco mirando hacia los lados, Mercedes lo hizo. Le había dado un consolador a pilas de un tamaño considerable. El aparato se movía con unos giros laterales muy grandes, que le estaría dejando la entrada muy abierta.

Se le acercó Carmen…

- ¿Quieres que te ayude? ¿Qué te toque las tetas? ¿Quieres que te masturbe yo?

- Mastúrbame tú por favor.

Y le hizo un trabajo, de dos orejas y rabo.

Mercedes, se puso la bata sin nada debajo y salió a buscarme.

Le di las gracias a Carmen y salí de su habitación y fui a hacerme la encontradiza.

Por fin ella me vio y me preguntó…

- Oye Luisa, ¿Cada día es así?

- Más o menos, ten en cuenta que Carmen tiene bastante experiencia y es dominadora, otras son más sumisas… y luego están los toros bravos que siempre tiene ganas de clavarte el cuerno.

 




Ocurrió unas semanas después de comenzar mi nueva disciplina dentro del geriátrico, los que recibían estos nuevos servicios, se hallaban en la zona VIP en el ala norte del edificio. Uno de los clientes del servicio tántrico era un hombre bastante caballeroso entrado sobre los 75 años, que vestía elegantemente, pero muy poco atractivo. Pasaba  bastante tiempo leyendo prensa o algún libro y solía  observarme disimuladamente.  Un día que llegué  cargada con algunas bolsas de compra, se ofreció a ayudarme a llevarlas. Le agradecí el detalle pero le dije que no era necesario, él insistió y me vi obligada a permitir que me acompañara. Le agradecí su ayuda despidiéndose con un beso en la mano, me pareció un detalle sorprendente que me hizo sentir una dama de alta alcurnia.   

En los días sucesivos todo seguía en su rutina, solo que me saludaba más cordial e incluso cruzaba alguna conversación conmigo si la proximidad lo permitía.  Un día se acercó y pidió permiso para sentarse en mi mesa. Hacía tiempo quería hablar contigo, dijo.  Me habló que desde el primer día se sintió atraído y estaba obsesionado con poseerme, disfrutar de mis atributos, gozarme una noche entera, follarme sin parar, recorrer cada centímetro de mi piel…el precio lo pondría yo, a cambio sería su puta particular y exclusiva.  No podía dejar de pensar en ello y estaba dispuesto a lo que fuera. Era consciente que por su edad, hace unos meses no hubiera tenido ningún atractivo para mí, su aspecto no me daba nada de morbo, pero ahora veía la sexualidad de otra manera, consciente que el sexo es negocio… me ofreció dinero por follar solo con él.  Que pensara una cifra para satisfacer sus deseos.  

Me levanté haciéndome la ofendida, porque mis servicios y de mis compañeras, era una asistencia a los ancianos desahuciados sexualmente, y no un servicio de PUTA. Me retuvo agarrándome del brazo, te conviene sentarte, dijo.  Su tono amenazante me paralizó, explicó que sabía todos los tejemanejes que la institución hacía con los viejos, que éramos cuatro “cuidadoras” las que cubríamos las necesidades de quien podía pagar y que si no le hacía caso, lo llevaría a los periódicos. Todo sería un escándalo y si no cerraban el geriátrico, si me despedirían fijo, junto con mis compañeras. También averiguó que cuando estudiaba en mi juventud, realicé algunas actividades con una agencia de eventos y publicidad y ocasionalmente acompañaba a empresarios y ejecutivos a cenas y viajes.  "Tengo información de que trabajaste de escort y eso a lo mejor lo desconoce tu marido. Solo te pido una noche conmigo y se queda entre nosotros. Me avisas cuando lo tengas decidido".  Es lo que me dijo. Me fui  con el miedo de que este pervertido arruinara mi vida.

Di algunas vueltas  a cómo salir de esa situación y acabé por rendirme a sus pretensiones. No podía arriesgarme a perder mi buen empleo y tal vez definitivamente a mi marido, si conocía aquella faceta de mi vida, la única que le había ocultado, me jugaba mi matrimonio y la forma de vida cómoda y lujosa que por fin teníamos.  Le llamé aceptando su propuesta. Le dejaría abusar de mí por 1000 euros y luego me dejaría en paz.  Estuvo de acuerdo y quedamos en que pasaría con él la primera noche que mi marido estuviera fuera por algún viaje de negocios.

Cuando se produjo esta circunstancia, a la hora convenida llegué a su apartamento en la zona VIP,  donde me esperaba con una mesa lujosamente montada y llena de apetitosos manjares.  También sobre la mesa una pequeña caja conteniendo un regalo.  

- Es para ti, ábrelo a ver si te gusta.

Era un precio collar de perlas naturales y una pulsera de pandora.

- Es lo único que vas a llevar puesto para la cena.

Una vez desnuda, solo ataviada con el lujoso collar, nos dispusimos a degustar la cena, él también desnudo, solo con una pajarita en el cuello, me contemplaba embelesado y ensalzaba mis encantos adelantando sus intenciones para conmigo.  Abrió una botella de Mohet Chandón, escanció dos copas y brindó por la mujer más bella.  Tomé un sorbo y me pidió derramara el líquido sobre mis tetas, así lo hice y él las lamía y mamaba. Se arrodilló  entre mis piernas haciéndome derramar el champagne sobre mi cuerpo que escurría deslizándose hasta mi coño rasurado, donde lo bebía a lametazos. Me metió en el coño trufas congelada que derretidas por la temperatura de mi vagina, la  lamía con sabor a chocolate. Había ya esnifado alguna raya de coca que me ofreció y no acepté.  También puso en mi coño algo de polvo, decía que así estaría con deseo sexual toda la noche.

Su polla aún seguía morcillona y me pidió se la mamara para ponerla en forma. Después de una buena estimulación se puso tiesa y dura como un palo y así la mantuvo toda la noche por los efectos de la viagra y la coca.  Me hizo apoyarme con las tetas en la mesa y mi culo en pompa y con su cinturón me azotó las nalgas hasta ponerlas rojas y doloridas. Se abrió de piernas sobre mi culo y me montó. Me folló sin compasión hasta que eyaculó un gran chorro de semen en el interior de la vagina, daba la sensación que su verga estaba dura por los efectos de la viagra pero sin sensibilidad, solo era un miembro duro por los efectos de la química y su disfrute era poseer a la hembra sin ningún placer físico, solo el hecho de cubrirla  como un animal.

Se mostraba excitadísimo y agresivo.  Obedecía a todos sus deseos por miedo.  Me llevó a la cama y durante horas probó todas las variantes del Kamasutra follándome en todas  las posturas posibles.  Intentaba abstraerme pero la estimulación constante  del mete y saca de aquella polla  mecánica,  permanentemente dura, me ocasionaba orgasmos seguidos que no podía evitar. Perdí la cuenta de las corridas que sufrí a lo largo de la noche.  Estaba muerta y me dormía a intervalos, pero no tardaba en despertar  con su miembro dentro machacando mi coño, incluso parte de la noche, lo poco que dormí, fue con su verga dentro. Perdí la cuenta de las veces que me corrí y de las que él lo hizo dentro de mi coño… por supuesto follamos a pelo como condición.

Al amanecer desperté dolorida y con dolor de cabeza.  El tipo estaba dormido pero con su miembro enorme sin erección.  Me levanté sin hacer ruido y salí de aquel apartamento… Aquella situación se volvió a repetir, le empecé a tomar el gusto de tener mucho dinero en mi bolsillo, solo para darle el gusto a un viejo millonario, encaprichado de mí, cosas que tiene la vida y hay que aprovecharlas.

Había olvidado ya el desagradable episodio del primer encuentro y los siguientes eran de lo más generoso y amable, eso no quitaba que me diera con todo bien duro. Al cabo de un mes una llamada de mi doctora de cabecera me sobresaltó, me comunicó que había que hacerme otro análisis, porque la hormona beta-hCG estaba por encima de 5,0 mlU/mL… estaba muy alta y eso era signo de un posible embarazo. Genaro cada semana exigía su noche de sexo, y en su generosidad me ofrecía regalos valiosos y una suma de dinero nada despreciable. Tras la noticia de poder estar preñada del viejo, no supe qué contestar, ni qué hacer… volvió a follarme, y le dejaría hacerlo hasta que la panza fuese prominente como para tener sexo. Aún preñada me siguió follando, con mucha más frecuencia, no sabía cuánto le pone cachondo a los hombres hacerlo con una preñada.

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