Una idea descabellada de mi hijo, me llevó a tener una relación íntima y bestial con la mascota de casa… Mi enorme perro Hércules. Tal vez creerán que estoy loca o que no tengo límites con respecto al sexo pero, hay cosas que una mujer hace por amor a alguien que van más allá de lo imaginable. Yo por mi hijo haría cualquier cosa y este capricho lo hice por amor a él. Me dejé montar por el perro guardián de nuestro cortijo, Hércules.
Todo comenzó un par de semanas antes de conocer que estaba preñada de mi tercer hijo. Mi hijo cumplía años el fin de semana y siempre nos íbamos el viernes a divertirnos y relajarnos un poco al cortijo de mi padre. Él ya no lo frecuentaba tanto, y mi hijo y yo lo estábamos usando para nuestros recreos con nuestra hija y tener mucho sexo salvaje, montar a caballo y disfrutar de la campiña andaluza. El único que trabajaba ahí era el chico que cuidaba el cortijo, un muchacho regordete llamado curro, de 22 años y que era algo solitario con falta de madurez mental, pero que le encantaban los animales y se ganaba la vida con el arrendamiento de los olivos y el cereal de invierno.
El jueves en la noche mí hijo y sus amigos se fueron a festejar a un antro y regresaron muy borrachos. Zigor, se quedó dormido solo al llegar y yo me quedé con ganas de la follada de ese día, pero sabía que tendría todo el fin de semana con él, así que pude soportarlo. Los borrachines de sus amigos se fueron por la mañana del viernes, y yo le llevé una sal de uvas para la resaca de mi niño. Él estaba desnudo acostado en su cama y yo le di una pequeña nalgada para que se levantara.
– Anda es hora de levantarse – dije.
Ese día se levantó temprano,
vi su enorme pollón colgando como un plátano tambaleante entre sus piernas y me
reí por dentro por lo gracioso que se movía. Él se rasco los testículos y me
dijo que si le hacía algo para desayunar.
– Hazme unos espaguetis con salsa
picante para la resaca.
Bajé a hacerle de comer eso
y me quise poner algo coqueta para su cumpleaños. Me quité toda la ropa y me
puse el delantal estampado de flores, solamente. Mi cuerpo apenas cabía dentro
de ese delantal y me excitaba imaginar cuál sería su reacción. Mi culo estaba
completamente expuesto y mis tetas casi salían del delantal. Terminé de cocinar
los espaguetis bien picantes. No me di cuenta hasta que estuvo muy cerca de mí.
–
Qué
bien se te ve con ese delantal, mamá. ¡Tienes un culo precioso…! Eres muy
atractiva y sensual. A todos mis amigos los tienes locos por follarte…
–
Gracias
amor. Por tus cumplidos, pero no tengo intención de acostarme con ellos.
–
¿Este
es mi regalo de cumpleaños?
–
Bueno
es solo una parte mi amor… los ojos son lo primero que se van a saciar.
–
Oye
mamá, quiero pedirte algo muy especial de cumpleaños.
–
Pídeme
lo que quieras mi amor, yo con gusto te complaceré.
–
Bueno
es algo muy sucio.
–
¿Es
una fantasía tuya, amor?
–
Algo
así.
–
Bueno,
¿Dime qué es?
–
Mira,
estuve viendo algo de porno raro en internet y hubo algo que me intrigo mucho y
quiero verte hacerlo.
–
Y
qué fue lo que viste.
–
Videos
de zoofilia.
–
¿Y
eso que es amor?
–
Sexo
con animales.
–
¿Qué….?
Yo no puedo hacer eso amor, puede ser muy peligroso y asqueroso….
–
Si
lo haces bien es seguro, además no lo harías con cualquier animal, lo harías
con Hércules nuestro perro del cortijo, está bien vacunado y muy sano.
–
Pero
mi amor me da miedo.
–
Mira
podemos ver videos en internet así ves más o menos como, y te das una idea.
–
Es
que… no sé hijo… me pides unas cosas muy raras y difíciles de complacer.
–
Mira
al rato más tarde vemos unos videos y ya me dices después.
Me metió el dedo en la
raja del coño…
–
Hace
rato que también se me antoja mamarte el coño… hace mucho que no me lo como.
Dijo mientras saboreaba su
dedo. Quedé pensando en esa proposición atrevida y loca de mi hijo a esas horas
de la mañana, por la tarde es diferente, ya ando más caliente que una estufa en
invierno. Tras el almuerzo, me mostro unos video de una mujer que tenía sexo
con perros, uno tras otro los hacía acabar dentro de ella con corridas
prolongadas y bastante copiosas. La mujer jadeaba como ellos, se notaba cuanto
le gustaba ser la perra de esos canes. Parecía que disfrutaba mucho al
aparearse con ellos, por lo que pensé que tal vez no podría ser tan malo, vi la
técnica y pensé en algunos de mis amantes, que me forzaron mucho para follarme.
Lo que si me asusto fue cuando se atoraban después de eyacular. Los perros se
quedaban pegados a ella y a veces gritaba del dolor. Cuando se aflojaban una
bola grande, salía de su vagina y el cipote del perro soltaba un gran chorro de
semen al final, más los muchos que habría soltado dentro de su vagina, pues chorreaba
mucho, a medida que se iban cerrando las paredes vaginales expelía sin parar
todo el contenido seminal canino.
Después de ver juntos
aquellos videos me animé a probar bajo la supervisión de Zigor, así que le dije
a mi hijo que ese mismo fin de semana intentaría hacerlo con Hércules. Al
llegar al cortijo el viernes por la noche estaba muy nerviosa. El chico que
cuidaba el cortijo nos ayudó con las maletas y lo saludé.
–
¿Cómo
estas Curro? ¿Todo bien por cortijo…?
–
Muy
bien gracias, señora.
–
¿Cómo
está tu familia hijo?
–
Muy
bien señora gracias.
–
¡Qué
bien! La familia es lo más importante. – Dije con una sonrisa
acariciando su rostro.
–
Déjeme
llevarme para adentro las maletas. – Se prestó amablemente.
–
Está
bien, como quieras… ¡Me encantan los hombres gentiles con las damas!
Cuando se fue Hércules
vino corriendo a saludar a mi hijo. El perro lo quiere mucho y siempre lo
reconoce cada vez que vamos al cortijo. Hércules es un gran danés y es muy
grande. Tiene un color gris claro y unos ojos café claro. Es muy cariñoso y no
esta castrado por eso la idea de mi hijo. El chico nos ayudó a desempaquetar y
pronto regreso a su casa. El cortijo esa noche estaba completamente solo. Solo
nos encontrábamos mi hijo Hércules y yo. Mi hijo trajo a Hércules con una
correa al cuarto principal donde nos quedábamos y trajo mantequilla. En el
fondo deseaba tener esa experiencia, algunas veces lo pensé, pero solo me
atreví con mi poni.
–
¿Para
qué es eso? Pregunté.
–
Bueno
he leído que si lo untas en tu vulva, el perro lo lame y le toma el gusto así
que cada vez que vea tu coño lo va a lamer creyendo que tiene mantequilla.
Yo me recosté en la cama y
mi hijo le dio un poco de mantequilla a Hércules. El la devoró de sus dedos y
le dio un poco más. Al parecer Hércules disfrutaba mucho el sabor. Después de
darle un poco más llegó el momento definitivo para mí. Me acomodé bien en la
cama y lo llamé conmigo, – ¡Ven Hércules,
ven chiquito! –dije-. Él se acercó y comenzó a olfatearme y lamerme la cara
muy cariñosamente. Tomé el frasco de las manos de mi hijo y con mucho miedo y
el corazón palpitándome con fuerza puse un poco en mi coño, con mis dedos
untándola suavemente. Hércules la olía de inmediato… le puse mi mano para que
la lamiera. El con su lengua enorme, áspera y húmeda me lamio toda la mano
dejándola babosa. Pronto olfateo la que había en mi vagina y comenzó a lamérmela.
Sentí de inmediato su lengua áspera y húmeda, me despejé el capuchón y de
inmediato noté sus lengüetazos en mi clítoris, mis labios mayores y menores,
sentía como mi chocho era invadido por aquella humedad de su lengua enorme.
No podía hacer nada más
que sucumbir a aquel dulce y cálido placer. En unos segundos se había
convertido en el donador de sexo oral más experto del mundo y yo estaba cerca
del éxtasis pleno. Mi hijo me tomó de las tetas, comenzó a lamerlas con
apretones y chupetones en mis espigados pezones, mientras Hércules no paraba de
comer la mantequilla en mi vagina. Yo estaba a mil por hora y gemí fuerte… un
orgasmo intenso me electrificó la piel dejando salir un gran chorro de mi
interior. – ¡¡Dios mío!! – Grite. Mi
hijo me besó cerrando mi boca con sus labios. Mi coño seguía convulsionando. Hércules
se asustó un poco y se hizo para atrás un momento al verse rociado de mis
fluidos, no obstante, de nuevo se recuperó y volvió a lamer. Mi vagina ya
estaba lista para él y yo aún tenía un temor inigualable, no sabía qué hacer.
Estaba a punto de ser montada por una bestia de más de 50 kg con una fuerza
descontrolada.
–
Ponte a cuatro patas, como si fueras su perra, mamá.
–
Pero…
¿ya está listo el animal…?
–
Él
ya está listo, mamá… su instinto es infalible, solo míralo como anda ya su
verga.
–
Está
muy grande amor me va a hacer daño. ¡¡Con la potencia que tiene y su bola!!
–
Aguantas
muy bien mi pollón, la de él no es más grande… yo lo sujeto y estará bien.
El perro tenía colgando su
verga rojiza y muy lubricada. Era un miembro enorme tal vez de unos 20 cm, acorde
a su tamaño. El perro era imponente. Estaba en celo y el olor a hembra en celo,
que mi estado natural, le había puesto así de duro y presto a la fornicación.
Había hecho varios intentos por montarme pero su pollón no se encajaba. El
perro estaba desesperado por penetrarme y mi hijo no sabía cómo ayudarle.
Después de varios intentos el ardiente ariete del can, perforó mi raja entre
los labios vaginales y sin compasión resbalo dentro de mi útero… y yo grité… – ¡¡¡NO!!! – El perro comenzó un frenético vaivén
dentro de mí y yo no sabía cómo pararlo. Estaba fuera de sí y lo hacía a toda
velocidad y con mucha brutalidad, con una cadencia de mete saca descomunal. Yo
gritaba sin parar para que mi hijo lo detuviera, pero el solo se masturbaba ante
mi cara mientras me veía siendo follada por el gran danés.
Unos segundos después,
Zigor me metió su polla en la boca para que se mamase, ahora estaba siendo
follada por el coño y la boca a un solo tiempo. Yo había comenzado a gozarlo. La
furia del perro, su saliva en mi nuca cayendo, su fuerza de macho enloquecido
en pleno apareamiento, y el sabor de la verga de mi hijo, me hacían estar en
otra dimensión. Gozaba de la experiencia, sol pensaba que eso era lo que tenía
que hacer… percibía el grosor del cipote de Hércules en lo profundo de mis
entrañas. Lo bueno de las folladas caninas, es que no son prolongadas, solo
intensas y duras durante un par de minutos. En un momento a otro llegó al
éxtasis y se recostó en mi espalda con su cabeza apoyada en ella. Su leche
salía a chorretazos dentro de mi vagina, rellenándola… no dejaba de salir
inundándome por completo. Zigor no paraba de follarme la boca hasta que se
corrió dentro, dejándome todo el engrudo, una excelente eyaculación que solo me
quedaba que tragar, al mismo tiempo que sentía como se había inflado una bola
gigante dentro de mí, expandía mi coño como nunca lo tuve de dilatado. El perro
se volteó y paso una encima por encima de mi culo. Después quiso caminar y
alejarse de mí, le grité de dolor. Mi hijo lo detuvo y lo mantuvo hasta que
termino de eyacular todo el contenido seminal de sus testículos, que eran
bastante grandes. Tardó 15 minutos en desinflarse, tiempo que me mantuve a
cuatro patas siendo rellenada por las decenas de chorros de leche que eyaculó.
–
Lo
hiciste muy bien mamá… Hércules te ha hecho su perra favorita ¡Podrás hacer con
él lo que desees! Los machos obedecemos a las hembras cuando estamos en celo.
–
Muchas
gracias hijo pero me duele mucho el coño, me ha dado muy fuerte y profundo. No
sé si vale la pena tal sacrificio para que te haga caso solo mientras está en
celo…
–
Está
bien mamá, ahora creo que es mejor que no utilices tu vagina durante un tiempo
hasta que se recupere. La próxima vez te lo hará por tu culo… ahí no podrá
meter su bola
Hércules estaba exhausto
al igual que yo y lamí su pollón hinchado y rojizo que le colgaba
goteando aquella leche tan liquida que emanaba de su uretra. Tal vez lo hacía
en un intento de calmar un poco la sensibilidad que experimentaba después de un
acto sexual tan frenético. Caminaba con dificultad y mi hijo quería aun así, que
me penetrara en el ano. Traté de disuadirlo un poco por miedo al dolor que
ocasionaría ser abotonada por el ano, pero él no quería cambiar de opinión.
Estaba decidido a verme mientras gritaba como antes.
–
Mi
amor tienes que escucharme, eso me va a hacer mucho daño.
–
No
va a pasar nada mamá, es solo cuestión de que tu ano se acostumbre.
–
Me
va a doler mucho mi amor.
–
Mira
si quieres yo te lo dilato y te lo lubrico, así cuando se expanda, hago que él
te penetre… seguro que te va a ser menos doloroso.
–
Pues
sí pero cuando se haga la bola adentro que, me va a desgarrar hijo, no quiero.
–
¿Eres
mi mujer o no?
–
Tú
sabes que si soy tuya. Que puedes hacer conmigo lo que desees… pero este perro
me va a matar a pollazos, es muy fogoso y tiene una verga muy grande y dura.
–
Bueno
con eso puedes y más. Tú solo haz lo que digo y disfruta de la follada.
Accedí a su petición y me
puse de rodillas en el suelo. Él se hinco detrás de mí y metió un dedo, luego
fueron dos con vaselina lengua en mi ano. Una sensación de cosquilleo invadió
mi cuerpo y el dulcemente acariciaba mi trasero, tocando cada centímetro de él
lo cual me encendía por dentro. Sus dedos penetraban mi ano como un tentáculo
húmedo e hiperactivo que recorría cada rincón. Después de algunos minutos
preparando mi culito, metió tres dedos en mí haciéndolo dilatar poco a poco
hasta que metió un dildo grande que teníamos ahí. Yo jadeaba mientras el metía
y sacaba aquel dildo con fuerza y rudeza. Él sabía cómo hacerme gozar así que
no podía esconder que lo disfrutaba debido al correr de mis jugos vaginales. El
piso estaba lleno de mi elixir tan preciado para él.
–
Parece
que ya estas lista mami.
–
No
mi amor, aun no, sigue por favor cielo… sigue un poco más.
–
Yo
creo que ya es hora. Tienes el culo perfecto para que te lo abra Hércules.
Mi hijo tomo al perro y le
puso sus dedos en el hocico después de meterlos en mi vagina e impregnarlos de
mis jugos gelatinosos. Hércules al oler sus dedos, se puso excitado de nuevo
como un toro. Su verga empezó a reaccionar de nuevo poniéndose erecta y grande presta
para el acoplamiento del apareamiento con su perra… YO. Mi hijo lo acercó a mí
guiándolo.
–
Ponte
de rodillas como una perra a cuatro patas… ha llegado el momento que te monte y
te vuelva hacer suya.
Lo obedecí siendo siempre
sumisa a él, y me preparé para el doloroso encuentro. Hércules comenzó lamiendo
mi ano y vagina al mismo tiempo con su gran lengua húmeda y áspera. No se
enfocó mucho tiempo en mi ano y me montó. No podía atinar a mi ano así que le
tomé con mi mano su resbaladizo pene y lo dirigí al agujero. De forma bestial y
violenta entro de un solo golpe que me hizo ver las estrellas, noté como
desgarró mi ojal, y comenzó a bombearme como el animal que era. Yo grite – ¡Dios mío! – Mi culo se sentía
infernalmente caliente y el perro no tenía ni un poco de misericordia conmigo
adentrándose hasta la misma bola. Brutalmente me violaba sin perdón y jadeaba
intensamente satisfaciendo su poder de macho sobre la hembra.
Su saliva chorreaba en mi
espalda y no paraba de follarme fuertemente a toda velocidad. Sentía el golpeo
de su polla en lo más profundo de mi esfínter, y el dolor era indescriptible
pero aun así podía soportarlo, cada vez mejor. Los perros no tienen mucho
autocontrol con respecto a sus orgasmos. Ellos los liberan cuando se sienten
bien y no les importa nada lo que padezca la hembra, la cual sumisa tiene que
soportar el dominio viril…. Mi ano estaba en llamas y el perro se movía a toda
velocidad sacudiéndose a su entero placer y desborde de testosterona. Sentí que
reducía su fuerza y justo cuando la iba a sacar de mi interior, porque había
comenzado a sentir su erección. El desgraciado comenzó a eyacular. Yo grité de
nuevo – ¡Nooo! – Mientras hacia mi
cabeza hacia atrás y mi perro recostaba su cabeza en mi espalda lleno de
placer, aliviando sus grandes huevos dentro de su perra.
Su semen estaba inundando
mi recto hasta llenarlo por completo y mi cabeza daba vueltas por la excitación
y el dolor placentero que se obtiene al ser enculada de esa manera tan viril. Notaba
el cuerpo de mi perro totalmente caliente sobre mi espalda, su polla seguía
descargando la gran cantidad de leche que se guardaba en sus testículos, no
dejaba de eyacular chorros y más chorros de esperma licuado. Una parte de mí,
la parte racional estaba asqueada por lo que había hecho, pero la parte bestial
e instintiva, la parte de hembra ancestral que había en mí, se sentía
satisfecha por haber sido la acogedora de las atenciones de tal semental… me
sentía dominada por un macho que hacia lo que le placía con mi cuerpo. Al grado
de dejarlo eyacular lo que quisiera en mi interior siendo una bestia, como si
deseara ser preñada por el perro.
Pensaba que no entraría su
bola, pero no fue así, la tenía dentro de mi culo y se hizo más grande cada vez
hasta no poder sacarlo. Mi perro se volteo y se puso de espaldas contra mí. Hércules
hacia un esfuerzo por soltarse pero comenzó a gruñir porque su cipote se
hallaba atrapado en mi ano y se lastimó, yo grité de nuevo de dolor también al
abrirme el culo como nadie antes lo hizo. Mi hijo lo sostuvo con fuerza, y Hércules
siguió eyaculando en mis intestinos, rellenándolos. Mi hijo me besó, metiendo
su lengua en el interior de mi boca apasionadamente… era su forma de decirme
que me amaba, aun siendo la puta del perro.
–
¡Gracias
por hacer realidad mi fantasía mamá!, es el mejor regalo que he recibido en
toda mi vida.
–
Eso
es para que no dudes que te amo mi amor –respondí – Soy capaz de ser la perra que tu desees, y
la hembra de ambos machos…
–
No
te preocupes mamá, yo me encargaré de cuidarte, lo sujetaré para que no se
despegué hasta que pueda salir de ti sin lastimarte.
Pasaron más de diez
minutos y aún seguía muy atorado. Yo me sentía muy adolorida pero la sensación
cálida que producía su semen en mis intestinos, era muy estimulante, tanto que
había comenzado a chorrear de nuevo mi vagina. Mi hijo comenzó a masturbarme
mientras sostenía con una mano al perro, que se hallaba más calmado sin dejar
de correrse dentro de mí. Yo no pude resistir mucho y chorree en un par de
minutos mientras mi perro salió disparado, produciendo un dolorcito bestial en
mi ano, por la fuerza de sacar aquel mostrenco de culo, abriéndomelo por
completo. El dolor y el placer se mezclaron de nuevo y mi ano se sentía como si
nunca se fuera a cerrar. Caí rendida al piso. El semen brotaba a
borbotones del agujero dilatado, y con mi orgasmo, caí también al piso
mezclándose en un gran charco debajo de mí. Me quede respirando con mucha
dificultad y mi hijo se masturbo echándome su semen por toda mi cara… abolida y
adormecida oliendo a esperma sobre el suelo como una perra bien follada, quedé
por unos minutos. Me sentía como la más baja de las mujeres pero la excitación
que había sentido al ser dominada por una bestia no se compara con nada.
Hércules
me sodomizó ese fin de semana un par de veces, y
me folló el coño otras tantas, las mismas que mi hijo por el coño y en la
garganta… la valoración general fue satisfactoria en todos los sentidos. Lo
peor fue la noticia que nos dio Curro… no se podía ocupar más del perro y lo
mejor era que lo llevásemos a una perrera y le buscasen otro hogar, pero
pensándolo bien decidí que en nuestra nueva casa, había anchura suficiente para
un animal tan grande… el jardín después del arreglo de Moussa, había quedado
enorme. Nos lo llevamos a casa. Lo tendríamos como animal de compañía, aunque
mi hijo y yo sabíamos que era algo más.
Una tarde de soledad
se convirtió en la ocasión perfecta para retomar un romance perdido con mi
enorme perro tan cariñoso y amoroso conmigo. Estaba en la temporada en la que
todos me dejaban sola en casa y tenía que quedarme aburrida a morir… mi hijo convertido en esposo, mi
padre y hasta madre. El único que me estaba acompañando era mi perro Hércules,
con el que cuando estábamos a solas calmaba mi sed de pasión sexual. Era un muy
buen amante cuando necesitaba de él, nunca me defraudaba… se empalmaba rápido y
me follaba duro, siempre caliente para mí como un Telepizza, llamas y en
minutos la tienes caliente lista para comer.
Un
viernes por la noche estuvimos solos él viendo películas. Yo sentada en el
sillón y el acurrucado a un lado mío. Pronto me di cuenta de que él también
tenía sus necesidades. Se paró del sillón y comenzó a olfatearme la entre
pierna como loco. Su polla estaba de fuera… rojiza y brillante, diciéndome
exactamente qué era lo que necesitaba. Yo también me sentía muy sola, por lo
que decidí darle placer con mi boca. Se quedó parado en medio de la sala, sobre
la alfombra… me acerque a él. Para no mancharme con su abundante y acuoso semen
me quité toda la ropa. Desabroché mi blusa amarilla que llevaba ese día con un
escote grande que dejaba ver mi sostén negro y mi perro comenzó a lamer mis
tetas… él ya sabía que me gustaba y lo hacía de inmediato, tan solo ver mis
ubres fuera. Ya lo tenía bien entrenado.
Lo
calmé un poco para poder quitarme la ropa y seguí haciéndolo. Me levanté del
suelo ya que mi perro me había tirado al piso cuando se abalanzo sobre mí para
chupar mi enorme busto. Me desabroché la falda blanca que llevaba y me la quite
despacio para no caerme. Mi tanga negro quedo a la vista de mi enorme perro que
de inmediato se acercó a olfatear mi vagina desesperadamente. El lado salvaje
de mi mascota lo dominaba por completo cuando me veía desnuda, porque ya sabía
que era lo que venía después. Muy sensualmente, como si estuviera haciendo un
show privado para él, me comencé a bajar mi tanga, despacio y de una manera muy
provocativa. – ¡Quieto! –grité, para
que no se moviera de su lugar al ver mi chocho desnudo. Obedeció como un buen
chico y se quedó sentada justo en frente de mí. Después me quité mi sujetador
desabrochándolo por la espalda y mis tetas cayeron por la gravedad fuera de él.
Mi perro esperaba ansioso frente a mí como cuando estoy a punto de servir su
gran plato de croquetas. Yo me quedé mirando para ver cuál era su reacción sin
hacer nada.
Después
de no moverme ni un centímetro por un rato, comenzó a jadear. Quería que le
dejara montarme. Yo me senté a su lado totalmente desnuda y algo sudada. Ese
día estábamos a más de 35ºC y la casa parecía un horno. El perro comenzó a
brincar sobre mí como loco y le volví a ordenar que se mantuviera quieto. Su
gran polla colorada y con una forma puntiaguda esperaba por mis dulces y suaves
labios. Se movía arriba y abajo esperando ser lamida por mí. Yo le dije
– ¡Quieto
mi amor, mami te va a dar la chupada que tanto quieres mi cielo!
EL
se quedó inmóvil jadeando desesperadamente y dejando salir toda su saliva que
caía en la alfombra de la sala. Yo me agaché por debajo del arco de sus largas
piernas y lamí sus testículos pelados, me gustan como son de esponjosos y duros
a la vez, lo hice tomándolo de su pata
para que no se moviera. Le chupaba los huevos y me los metía en la boca con
lujuria, eso parece que le calmó un poco, aun así podía escucharse fuerte su
respiración jadeante y sonora por toda la habitación. Estaba muy agitado y
excitado, yo solo lo estaba estimulando un poco más. Su verga ya había
comenzado a soltar bastante lubricación… bebía cada gota de ella. Tenía un
sabor fuerte pero aun así era un manjar para mí. Llegó un momento en el que ya
no tuve que sostener su pata. Hércules estaba disfrutando tanto del sexo oral
que le daba que no quería moverse ni un centímetro lejos de mi lengua. Yo lamia
con locura su pollón, diciéndole…
– Te
gusta así papi, te gusta cómo te come mami la verga.
Naturalmente,
él solo jadeaba más fuerte y seguía totalmente inmóvil. Estuve mamándoselo más
de cinco minutos cuando por fin todos mis esfuerzos fueron recompensados. Una
descarga gigantesca de semen atiborró mi boca y otros chorros más iban mojando
mi cara y parte de mis tetas, creando una imagen muy erótica y sensual. Yo
trataba de beber cada uno de los chorros que salían de su brillante miembro
pero era muy difícil. No paraban de salir, parecía como si fueran
interminables, con pequeñas eyecciones a ritmo compasado.
Después
de estar un rato eyaculando y moviendo sus caderas instintivamente mi perro se
calmó y su polla se quedó del mismo tamaño, como si pidiera más y más. Comenzó
a lamerse la enorme polla por lo sensible que estaba. Me acosté encima de la
alfombra. Él se fue a un rincón a lamerse un poco más, pero yo estaba muy
excitada y también quería algo de atención.
– Ven
chico, ven con mami, ven a besar a mami – dije mientras me palpaba ruidosamente la vagina con la palma de la
mano.
Él
sabía que esa era la señal para venir a probar los jugos de mi vagina. Comenzó
con su húmeda y áspera lengua a lamer enteramente cada rincón de mi coño, le
abría los labios para que cada uno de sus lengüetazos fuese una delicia mayor para
mi chumino. No dejaba de hacerlo y yo le acariciaba su velluda cabeza, alentándolo a
que no se detuviera, que no cesara de aquel frenético y salvaje ataque de su
lengua. Mis caderas se movían por si solas y se meneaban al compás
de sacudidas de lengua. Mis pezones estaban duros y muy erectos. Mi cuerpo
sudado se estremecía fervientemente sin control alguno, de poco servía el
ventilador de techo, el can no cejaba de comerme el coño y yo de disfrutarlo
como una perra en celo.
– ¡Joder,
me corro, me corro! –dije,
mientras arqueaba mi espalda y dejaba salir grandes u húmedos chorros de mi
vagina.
Mi
perro emocionado lamía todo como cuando le pones la manguera en la boca y no
dejan de lamer. Su lengua en mi clítoris súper duro y tan sensible me hacía
temblar como un terremoto. Mis ojos estaban en blanco y mi respiración estaba
muy agitada. El perro se quedó olfateando mi coño… yo casi me desmayaba por el
placer de mi orgasmo. Se acercó a mi cara para lamerla. Saque mi lengua para
recibir sus besos. Me lamía con mucho cariño el rostro y yo lo besaba con el
mismo amor. Mi perro me daba un buen sexo oral, tanto o mejor que mi hijo. Mi
cuerpo aún no se recuperaba por aquel gran orgasmo y mi perro ya quería
tomarme. Yo apenas me levanté un poco, cuando él trato de montarme con la
espalda, sintiendo su gran polla resbalosa rosando mi nuca.
– Cálmate
chico – dije mientras lo
trataba de tranquilizar.
Le
tomé la polla de nuevo y lo masturbe. Al tocarlo pude sentir lo mojada y resbaladiza
que estaba su verga. Le di un beso en su cabecita peluda y otro más prolongado
en su hocico y me puse de espaldas a él en cuatro patas.
– Móntate
en mami, mi amor – dije
mientras me golpeaba las nalgas para llamar su atención.
De
inmediato al verme sumisa, subió sus dos patas encima de mí y se acercó para follarme
con su gran verga. Como era usual comenzó a frotarla sin atinar en la boca de
mi coño. Lo hacía en varias direcciones para tratar de encontrar mi húmedo
agujero hasta que por fin dio en el blanco con la ayuda de mi mano, que dirigió
el misil directo a la entrada.
– ¡Ahí
es… así, Hércules, dámelo rudo, cabrón!
–grité.
Mi
perro comenzó a follarme con su furia imparable y a una velocidad tremenda. Mi
cuerpo se movía descontrolado por completo por la fuerza de sus embestidas. Yo
babeaba de excitación. Tenía la lengua de fuera y mi saliva chorreaba por no
poder mantenerla cerrada. Su gran polla tan resbaladiza estimulaba mi sensible
vagina hasta niveles de lujuria que ningún hombre podía alcanzar. Podía sentir
todo el amor de mi perro en cada uno de las acometidas de su mostrenco falo.
Podía sentir su cálida piel en mi espalda, su pelaje rozándola y acariciándola.
Su saliva que caía encima de mi cabello y su aliento cálido sobre él,
oyendo el jadeo de la macho fornicándose a su hembra. Mi perro me cogía con
violencia sin parar de follarme duro y profundo. Por más de cinco minutos
estuvo dándome severamente.
Yo
gritaba de placer y me sujetaba fuerte de la alfombra de la sala. Después de
eso una corriente eléctrica me recorrió desde la cabeza hasta los dedos de los
pies. Un explosivo orgasmo acompañado de gritos y gruñidos míos se desató
furiosamente. Mi perro llego al clímax justo después de sentir mi gran orgasmo
y un río de su semen se desbordo dentro de mí. Sentí como la gran bola de su
polla hacia un nudo en mi vagina y nos quedamos unidos por nuestra pasión y
dulce cariño entre nosotros. Mi perro recostó su cabeza en mi espalda,
totalmente agotada y respirando cansadamente. Yo dejé caer mi torso al suelo y
mi perro se quedó encima de mí, exhausto eyaculando montones de chorritos
seminales abotagando mi coño con su bola.
Pasaron
quince minutos con el conducto vaginal atorado por la gran hinchazón de su
bola, hasta que mi buen perro terminó de
eyacular y su polla sin llegar a desinflarse por completo, se puso a salir de
mi coño. Cuando por fin salió sentía dolor y placer muy grandes. Inmediatamente grité y mi perro preocupado
por mí, vino a lamer mi vagina probando su semen. Yo estaba completamente
satisfecha y feliz. Cuando pude recuperarme de aquella experiencia tan erótica
me bañé y me limpie muy bien. A la mañana siguiente me visitó en casa, mi amiga
Ana. Me contó que saldría de vacaciones unos días, y que no tenía con quien
dejar a su perro Rocco, un labrador hermoso.
– No te preocupes,
yo te lo cuido…
Mi
prima Ana era una chavala muy arriesgada en todo. Le gustaba divertirse mucho y
experimentar cosas nuevas… nunca se negaba a una oportunidad para probar con cosas
diferentes. Cuando éramos unas crías, me gustaba mucho quedarme en su casa por
que podíamos divertirnos haciendo lo que quisiéramos. Mis tíos nunca estaban,
se tiraban todo el día trabajado como mulas, y por la noche salían a divertirse
con sus amigos hasta terminar borrachos muchas veces. Confiaban en mi prima porque
ella era muy responsable con sus tareas, pero cuando sus padres no estaban
presentes ella se alocaba por completo. Con ella fue con la que experimenté mi
primera cerveza y mi primer trago de alcohol fuerte. Un whisky que mi tío
guardaba en su alacena. Pasábamos momentos muy felices juntas. Incluso algunas
veces me dio consejos acerca de chicos… ella es un par de años mayor que yo, y
ya follaba desde los 13 años. Cuando yo comencé a follar, ella salía con varios
chicos a la vez, los manejaba como si los tuviera de una correa en su mano.
Cada uno hacia lo que ella quería y era algo increíble de ver. Por eso siempre
me gustó mi prima, porque iba por delante de mis deseos un par de pasos.
Me
gustaba ir a su casa los fines de semana que mi tío llevaba a mi tía a casa de
sus padres a otra ciudad…, y nos dejaban a solas. Nos poníamos a beber, veíamos
películas incluso a veces nos contábamos las relaciones sexuales que ambas
teníamos. Como ya estábamos en secundaria, a veces competíamos por ver quien
se acostaba con más chicos en el mes. Éramos algo fáciles por así decirlo pero
eso era lo divertido…, las dos sabíamos cómo hacerlo sin quedar preñadas por el
método Ogino, y nos divertíamos de lo lindo.
Un
fin de semana, de esos de los que me iba a quedar con ella, paso lo de siempre.
Mis tíos se marcharon a Almería, a casa de sus padres y nosotras nos quedamos
solas. Mi prima quería emborracharse y yo también así que fuimos al
refrigerador y a la alacena por algo de vodka y cervezas. Siempre había muchas
cervezas en el refrigerador, porque mi tío era un aficionado ferviente al zumo
de cebada. Los gustos de mi prima eran un poco más refinados, pero cuando no
había más, pues se conformaba con eso. Llevamos algunas cervezas a su cuarto.
Era grandísimo y muy bonito. Mi tío era arquitecto y tenía una casa enorme y
muy hermosa. Tenía hasta su propia sala de cine y una piscina muy grande. En
ocasiones solíamos servirnos copas de vino y nos relajábamos en la piscina en
nuestros trajes de baño. Nos pusimos juntas a ver la televisión y a hablar toda
la noche. Alcanzamos el nivel de borrinas, y poco después ya estábamos muy
ebrias, tanto que ya no podíamos ni hablar bien. Mi prima era algo suelta de lo
boca cuando bebía y comenzó a contarme algunos secretos suyos que nunca le
había dicho a nadie. Empezó por contarme cosas que estaba haciendo actualmente
con su novio.
–
Oye
Yuly, no te imaginas lo que hice con mi novio ayer por la noche.
–
¿Qué
fue lo que hiciste con él?
–
Lo
deje que me lo metiera por detrás, al principio me dolió mucho, pero después de
varias veces se empezó a sentir muy rico que me diera por el culo.
–
No
puedo creer que le hayas dado las nalgas Ana, estas bien loca… ojala yo pudiera
ser tan atrevida como tú.
–
Pues
si puedes serlo, tú no pienses las cosas prima… ese es tu problema piensas
demasiado todas las cosas. Arrójate al precipicio con los ojos cerrados.
–
Te
prometo que eso es lo que voy a hacer de ahora en adelante.
–
Sabes,
hay otro secreto que tengo más grande que aún no te he contado aún. Nunca se lo
he dicho a nadie, supongo que es porque creo que es algo muy fuerte y
pervertido, pero en nadie confió más que en ti para contarlo.
–
Tú
sabes que mis labios están sellados prima, yo jamás contaría algo que tú me digas.
Nunca haría algo para lastimarte.
–
Hace
un par de días que mis padres estaban en el trabajo, y yo estaba muy sola… me
tomé unos tragos y puse muy borracha para olvidarme de mi soledad. Ese día hice
algo impensable.
–
¿Pero,
que fue lo que hiciste prima… tan grave es?
–
Pues
estando así con el puntillo de la borrachera, dejé que Rocco me chupara el coño
–
¡¿Qué,
Rocco tu perro… joder prima qué fuerte?!
–
Sí,
ya sé que es algo pervertido, pero el perro estaba muy ansioso y no paraba de
olisquearme el coñito. Tenía mi periodo en ese momento y parecía que a él lo
volvía loco y lo dejé que me lo lamiera a placer.
–
No
lo puedo creer, Ana. ¿No te lastimo mordiéndote o algo?
–
Para
nada prima, lo hacía de una manera muy tierna, como cuando lame mi cara y me da
besitos.
–
¿Cómo
te sentiste, te gustó?
–
Eso
es lo que me pone más mal, me sentí tan bien que hasta me corrí con los
lametones de su lengua. Fue el orgasmo más terrible que he tenido. Ni siquiera
con mi novio he disfrutado tanto.
–
Pero
es tu perro prima, no puedes hacer eso con un animal.
–
¿Crees
que no lo sé? por eso me siento tan culpable tonta. Me siento fatal porque lo
disfrute y mucho… como ningunos de mis novietes.
–
No
puedo creerlo, ¿tan bien se siente?
–
No
sabes lo delicioso que lo hace con su lengua rasposa, te eleva al séptimo cielo.
Su
perro era un labrador muy bonito. Con su pelo blanco y era bastante enorme.
Cuando se paraba nos rebasaba. Mi prima y yo ya estábamos muy tomadas, y se le
ocurrió algo muy loco.
–
¿No
te gustaría probarlo Yuly? – preguntó. Yo no sabía que
responderle. – Anímate tonta, yo no le
voy a decir a nadie. No creo que tu vayas a hacerlo ¿o sí?
–
No,
claro que no –respondí.
–
Pues entonces hazlo, créeme nunca has sentido
nada igual. Son fogosos y cariñosos… y lo mejor es que nunca te defraudan.
La
verdad, comenzaba a tener algo de curiosidad por cómo se sentiría, pero no
estaba muy segura de hacerlo. Al fin y al cabo es un animal irracional.
–
Mira, para que te animes yo lo hago primero.., vas
a ver cómo me hace correrme y a lo mejor entonces te animas.
Yo
me quedé sorprendida porque mi prima se quitó los leggins y no llevaba bragas.
Pude ver su coño pelado… se quedó desnuda por completo. Llamo a Rocco y el
perro vino de inmediato. Ansioso y muy juguetón le lamía la cara y se la
llenaba toda de saliva perruna. Después se sentó en la alfombra de su cuarto y
abrió las piernas para su perro.
–
¡Ven Rocco, ven mi amor! – Le dijo mientras se tocaba la vagina
golpeándola levemente, a modo de chapoteo… eso me pareció una llamada clave
para el perro.
Rocco
de inmediato se acercó a su dueña y comenzó a lamerle la vagina como si fuera
un bol de agua. Desesperadamente le chupaba la raja, rápidamente con su gruesa y
gran lengua la pasaba hasta por el rincón más oculto de su ingle. Ella
acariciaba su cabeza tiernamente dándole pequeñas caricias mientras el perro le
daba el más salvaje sexo oral que he visto en toda mi vida. Ella gemía como una
puta barata mientras yo me preguntaba… <<
¿eso se siente tan bien?>>. Ella se convulsionaba por todo su cuerpo
y no podía parar de gemir como una perra en celo. Sus ojos se volteaban y sus
manos mantenían la atención de su mascota en su vagina sujetándolo con fuerza.
–
Sigue precioso, sigue mi amor, haz correrse a
la nena – dijo antes de apretar
los dientes y cerrar los ojos echándose para atrás. – No pares mi perrito que me corro…
Su
cuerpo se convulsionaba sin control. Ella ya no tenía más dominio sobre su
cuerpo. Temblaba cada vez que el perro decidía lamerla más profundamente hasta
que no pudo soportarlo más. Un grito tremendo salió de su garganta y un gran
chorro mojo la cara de su perrito. Seguía gimiendo y temblando mientras su
vagina involuntariamente seguía arrojando chorros de su orgasmo hacia el suelo
de su habitación. No podía creer lo que estaba viendo. Un perro acababa de
sacarle un orgasmo terrible a mi prima Ana ante mis ojos. Ella como pudo
recupero su aliento después de varios minutos y se sentó diciendo…
–
Te toca a ti prima. ¡Vas a gozar como una
perra!
Yo
me quité los pantalones y las bragas. Quedé en pelotas como mi prima ante Rocco…
tragué saliva y el perro vino hacia mí. Fue apasionante el desvirgue animal,
desde entonces supe que me encantaba hacerlo con ellos, me hice asidua de la zoofilia…
con perros y caballos nada más.
Estos son los relatos que mas me gustan cuando son cortos y bien redactados .
ResponderEliminarFelisitaciones un aplauso