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UNA HISTORIA DE AMOR. Y si tú no has de volver...

    "Y si tú no has de volver" 1ª PARTE "Una para el otro y otra para el uno". Esa frase la repite una y otra vez mi ...

¡Lulú! Oui c’est moi. 8º Capítulo




Finalmente emprendimos viaje. A pesar de que todavía era muy niña y me faltaba madurez, despedirme del lugar donde había nacido me dio tristeza. No solo por lo que viví desde mi infancia sino por todo lo que viví mientras estuve allí. Hasta el momento de mi despedida había sido muy feliz. Pero la agenda de mi vida no terminaba allí.

Llegar a Madrid capital como descubrir un nuevo mundo. Nunca soñé con ver tanta gente junta caminando por las calles, miles de coches, edificios y tiendas. El ruido de la ciudad fue otro impacto. En mi villa lo más fuerte que se escuchaba era el llanto de algún niño. Y cuando llegamos al aeropuerto quedé maravillada con el tamaño. Una hermosa pared inmensa de cristales, el ruido de motores rugientes y otra cantidad de gente activa caminando con maletas, el amarillo de la estructura enorme de la terminal. Ahora me enfrentaba a un nuevo mundo que no tenía ni idea de cómo sería. El idioma era distinto y seguro que la comida y las costumbres. Una nueva aventura real, aunque teníamos la garantía de que contábamos con la guía y protección de mi tío Sergio.

El recuerdo más presente de él que mantengo bien claro es que cuando venía a la villa, nos reunía a todos, inclusive la mayoría de los vecinos (que no eran muchos). Apenas recordaba cómo lucía físicamente, pero si me acordaba que era muy afectuoso con todo el que conocía, y más con mis padres y mis hermanos, pero en especial conmigo. En fotos que casi ni presté atención (como reacción negativa infantil ante su decisión de haberse ido lejos) había sido el único conocimiento extra que pude tener desde su partida.

Esa aventura continuaba con las sorpresas de muchas primeras veces en muchas cosas desconocidas, así como también era la primera vez que subía a un avión. Mis padres se sentaron dos filas más adelante, luego mis dos hermanos en la fila delante de mí y yo en otra solita. Era la última fila del avión. Cinco minutos más tarde, una muchacha muy bonita, delgada, joven, vestida muy linda con una falda verde oscura, corta, blusa de seda blanca abierta dejando ver un poco el nacimiento de sus tetas, cabello lacio bien oscuro como sus ojos, labios de muñeca bien rellenos, y traía una mochila, una cartera y un abrigo en la mano me pidió sonriente… – ¿Esta es la fila 36?

– Sí… creo que sí – dije sonrojada sin la menor idea de cuál era porque mis padres simplemente me habían indicado donde sentarme.

Puso algo en el compartimiento de arriba y se sentó.

– Me llamo Cloe. ¿Y tú? Me dijo en español con un marcado acento francés.

– Lucinda, pero me llaman Lulú, dije tímidamente.

– ¿Viajas a París o sigues camino después?

– Sigo a Lyon

– ¿Solita?

– No. Adelante están mis hermanos y mis padres.

– Oh… Ya veo. La familia completa. ¡Qué bien! Es tu primera vez en un avión. ¿Verdad?

– Sí.

– ¿Estas nerviosa? Le conteste tímidamente… – Un poco.

– Bueno, no te preocupes. Yo ya estoy acostumbrada y puedo enseñarte a como alejarte del miedo. A mí la primera vez me pasó lo mismo y el que viajaba al lado mío me enseñó a no pensar en ello.

– Bueno… – dije con duda de que fuera tan sencillo como me lo decía!

Y aunque estaba temerosa quería disfrutar todo lo nuevo que comenzaba a despertar mi curiosidad. El tiempo pasó rápido. Ya todos los pasajeros habían subido y llegó el momento de despegar. Cloe se dio cuenta que mi nerviosismo iba en aumento y poniendo su mano sobre la mía me dijo mirándome a los ojos…

– Tranquila. Vas a sentir una sensación muy relajante como que flotas en el aire. Cierra los ojos y disfrútalo. Yo estoy aquí contigo. Las dos vamos a flotar juntas en el cielo. ¿Sí?

– Sí – dije sonriéndole nerviosa.

Pero contrario a lo que había presagiado, me gustó la sensación de subida del avión. Hice lo que me dijo y lo disfruté. Me aferré a su mano y cerrando los ojos me la colocó sobre su pierna. Así pasamos casi quince minutos. Luego nos acomodamos y sin darme cuenta me vi envuelta en una conversación en la que ella me hacía sentir como que fuéramos conocidas de hace mucho tiempo.

Cloe era bien extrovertida. Hablaba con mucha facilidad de muchas cosas que me sorprendían acerca del nuevo mundo por descubrir, de cómo había cada vez más gente extrovertida y con más amplitud en cuanto a las relaciones humanas. Para mí eran temas que nunca habían escuchado, cosas que no me imaginaba que podrían existir porque de donde yo venía, no había nada de eso. Nunca nadie me había hablado de esa manera. Eran palabras directas, reales que explicaba el comportamiento humano. A veces yo le preguntaba las cosas más de una vez por no entender ese lenguaje y ella parecía darse cuenta y me lo repetía de una forma más sencilla. Me entretenía escucharla, me fascinaba.

Me hizo pensar y soñar en lo que me quedaba todavía por descubrir, a pesar de que hacía poco días creía haber descubierto el más grande significado de la vida a través de mis primeras incursiones en la sexualidad. Pero había algo intuitivo… algo que me decía que había más… mucho más cosas por vivir.

Luego durante la merienda me contó que había nacido en el norte pero se habían mudado a París con tan solo dos años. Su padre era arqueólogo y su mamá profesora de historia. Me confesó en voz baja que había tenido un novio hasta que descubrió que no era lo que ella quería y un montón de cosas más. Y llegó la pregunta que no me esperaba de que si yo había estado con algún chico. No pude responderle con total realidad. Aunque no había nadie sentado en la fila del medio de nuestro lado, mis hermanos estaban en la próxima fila y podían escuchar, por lo que tuve que bajar un poco la voz y eso le causó curiosidad a Cloe…  – Ven acércate y cuéntame me dijo en voz baja. – ¿Tuviste o no?

Me sentí confiada. En realidad estaba necesitando hablarlo con alguien más apropiado a mi edad desde que había empezado todo. Con Rosa era distinto porque ella solo había tenido el interés de entregarme a su marido y luego poseerme sexualmente para ella misma. Por lo tanto no había amistad. Cloe sin embargo, me había contado cosas muy personales de su vida y yo con mi todavía inocencia a flor de piel, pensé en hablarlo con alguien.

– Bueno… novio no, pero algo así.

– ¿Cómo fue “algo así”? ¿Quién era, un chico, un vecino?

Nos turnábamos para hablarnos al oído.

– No fue un chico. Fue un vecino.

– ¿No fue un amiguito?

– No. El papá de mi amigo.

– Oh! ¿Un señor mayor…?

– Si.

– ¿Casado?

– Sí, bueno no en verdad, pero eran una pareja formal.

– ¿Y cómo hicieron en un lugar tan pequeño como la villa para esconderse de todos, y de la esposa…?

– Ella lo sabía

– ¿Y cómo lo supo? No entiendo.

Sentía su aliento en mi oído cuando de pronto el avión dio un pequeño sacudión. Me asusté un poco y mi mano le aferró la pierna otra vez. Puso su mano sobre la mía y me ayudaba a que me relajara acariciando su pierna suavemente.

– Es que ella también estuvo con los dos después de la primera vez.

– ¿O sea que sabía que su esposo te había follado?

– Sí.

– ¿Y esa fue tu primera vez?

– ¡Aha…!

– ¿Lo disfrutaste?

– Sí

– ¿Y a ella?

– También

– ¡…uuuy… que interesante! ¡Niña has vivido más que yo entonces!

– Ji, ji, ji. No creo.

– Pero… ¿follaste con ellos más de una vez? ¿Tuvisteis sexo los tres juntos?

– Sí.

– ¿Y con ella que hiciste?

Noté que tenía más interés de saber eso que de lo que había sucedido con Arturo. Me pedía detalles de cómo había sido y por algo que me iba naciendo como retribución a ayudarme a enfrentarme al temor de volar, me animé. Mientras avanzaba con la historia, ella guiaba mi mano en una constante caricia que ya llegaba hasta la entrepierna.

Y como los asientos eran un poco incómodos, decidimos acomodarnos mejor. A ninguna de las dos parecía molestarnos tanta aproximación. Como dos niñas haciendo una fechoría, nos tapamos con las mantas que nos había entregado la camarera de a bordo. Nos miramos y me reí tapándome la boca.

Su mano cogía a la mía lentamente sin dejar de mirarme a los ojos y al no sentir resistencia de mi parte, la guio hasta situarla totalmente entre sus piernas. Se mordió un labio y entrecerró los ojos. Sentí la tela mojada de su interior. Le sonreí nerviosa y se me acercó para hablarme bajito… – ¿Alguna vez ella te besó en los labios?

Y me saltó de inmediato la imagen de Rosa cuando me besó por primera vez. Bajé los ojos afirmando con un gesto. Y me dijo con voz suave moviéndose lentamente.

– ¿Es bonito, no crees? Me dijo tan cerca que ya sentía su aliento pegado a mis labios.

Volví a afirmar de igual forma.

– ¿Tienes ganas? Me dijo rozándolos…

Miré alrededor. Estaba bastante oscuro. La miré a los ojos y volví a afirmar con la cabeza. Fue suficiente. Sentí esos labios ardiendo en los míos. Los frotábamos de lado a lado, sin abrir la boca. Solo pasaba la lengua para mojarlos. Puso su mano en mi pierna y levantándome la falda llegó hasta mis braguitas. Una corriente me recorrió el cuerpo hasta concentrarse en el clítoris. Ya me sentía caliente y abrí un poco más las piernas para facilitar su caricia. La mano se mojó cuando la pasó por encima. Cerré los ojos y abrí la boca. Su lengua sintió la libertad que mis labios le daban y me invadió. Juntamos las lenguas. Sus dedos recorrieron el borde de mi ropa interior hasta hacerla a un lado y dos dedos me acariciaron los labios ensopados de la vulva. Subieron hasta apoderarse del clítoris y fui vencida en esa batalla entregándome completamente al delirio que me hacía sentir otra vez el maravilloso momento del sexo.

Quitó mi mano de su pierna por un momento y cuando la puse otra vez entre sus piernas toqué los labios de su vulva. Tenía la falda levantada y mi mano tocó su coñito mojado. Estaba desnuda por completo de la cintura para abajo. Me agarró dos dedos y se los metió dentro. Sentí que resbalaban y se perdían entre los labios de la vulva.

– ¡Lulú, me encanta sentir tus dedos dentro de mí!  Dijo empujando los suyos dentro de mí.

Nos pusimos frente a frente y entrelazamos las piernas. Ella restregaba mi rodilla contra su vulva y se revolvía en silencio para que nadie se diera cuenta de lo que hacíamos. Siguiendo su ejemplo hice lo mismo con su pierna. No era nada cómodo. Estábamos descargando una calentura descomunal y sorpresiva. Era algo que por lo menos a mí, me había llegado inesperadamente, sin haberlo pensado antes de sentir la piel de su pierna en mi mano. Y buscamos algo más sustancioso. Ella de espaldas al pasillo y yo de espaldas a la ventanilla del avión, juntamos las vulvas de nuestros coños en el mismo sitio donde los dos asientos se unían. Nos apretamos tanto que sentí los labios de su vulva contra la mía.

Apreté mi clítoris contra el suyo y empezamos a mover las caderas en círculos lentos, desapercibidos para los demás. Tenía ganas de besarla otra vez pero estábamos muy separadas. Si no fuera porque mi familia iba delante de mí, si hubiera estado sola con ella, me le habría subido encima para sentirla mejor. No podía creer lo que estaba sintiendo. Si bien Rosa me había hecho algo parecido, nunca pensé que volvería a pasarme.

No habían pasado ni diez minutos cuando Cloe se apretó más fuerte y empezó a convulsionar con su chocho pegado al mío. Estaba teniendo un orgasmo y me estaba provocando uno a mí. Ya no había regreso. Quería ofrecerle el mío y se lo hice saber con mis movimientos más violentos. Después de varios empujones durante mi orgasmo, relajé mi cuerpo y esperé a que ella volviera a abrir los ojos. Nos sonreímos sin dejar de mirarnos. Estábamos en éxtasis. Nos fuimos separando poco a poco sintiéndome ensopada cuando sentí el frío del aire acondicionado pasando por entre las piernas. Enderezándonos, volvimos a una posición más cómoda y me senté al lado de ella. Me sorprendió tomándome la cara con sus manos para entrelazar las lenguas en un beso espeso, lleno de sensualidad y sin importarnos ser descubiertas por algún mirón. Fue un beso húmedo que por ella supe que también le llamaban, beso francés.

Por suerte casi todo el avión dormía ya plácidamente. Y cuando nos calmamos, también las dos caímos en el sopor de un sueño que me permitió dormir por lo menos media hora. Me despertó la mano de Cloe acariciándome. Y acercándose a mí oído me dijo… “¡Lulú! Oui c’est moi”, me quedé mirándole sin entender… es una frase de un anuncio para perfume que significa “¡Lulú! Sí soy yo”, mi nombre también tiene un perfume francés, me dijo. Había muchas cosas que nos unía. Luego me dijo que estábamos a punto de aterrizar en París. Ni bien terminó de decirlo me metió la lengua en la oreja. Miré adelante, mis hermanos todavía dormían y volteando la cara me animé a besarla en los labios intercambiando saliva con las lenguas. Me metió la mano por la blusa y me acarició las tetas.

– Me gustas Lulú. Me encantó hacerte el amor…

Sus caricias me encantaban

– No quiero perder contacto contigo. Quiero poder pasar todo un día juntas, me dijo dándome otro beso. – ¿y a ti?

– Sihh… le contesté casi gimiendo. Aquello era amor a la francesa o algo parecido.

– Sería bonito que algún día pudieras venir a mi apartamento en París. Te voy a dejar mi número por si vas a la capital. Eres deliciosa inocente niña. Me encantas…

Todavía la oscuridad nos ayudaba. Fui al baño. Me lavé un poco, me sequé y regresé a mi asiento y Cloe se abalanzó a mi oído para decirme lo que había disfrutado. Ese fue nuestro tema por un buen rato hasta que aterrizamos. Cloe escribió en un papel su número de teléfono y la dirección. Cuando el avión aparcó en la terminal, mi papi y mi madre se levantaron y vinieron hacia mi asiento de camino al baño.

– ¡Hola! – le dije sonriendo. – Os presento a Cloe.

Los cuatro nos pusimos a charlar y les comenté que habíamos conversado mucho en el trayecto y planeábamos hablarnos por teléfono para mantenernos comunicadas. Cuando aterrizamos fuimos todos juntos hasta salir y en la calle nos despedimos. Cuando ella me dio un beso en la mejilla me dijo en susurro…

– Me dejaste enamorada de tu sexualidad. No dejes de llamarme por favor.

– ¡Claro que te voy a llamar!

En eso llegaba mi tío Sergio y todo se convirtió en un festejo. Nos abrazó a todos alegremente. Cuando me vio, me abrazó y me separó de golpe para decirme que ya me había convertido en una mujercita hermosa. Y volvió a dedicarme un abrazo más prolongado. Me gustaba haberlo reencontrado. Es el más guapo de toda la familia.





¡Lulú! Oui c’est moi. 9º Capítulo




Nueva vida, nuevas emociones con mi tío. Una vez que dejamos el aeropuerto, tío Sergio nos dijo que había preparado la cabañita de atrás de la suya para nosotros. Que nos relajáramos porque el viaje era un poco largo.

En la forma de su cuerpo y en como vestía se notaba que tomaba mucho cuidado personal a sus casi cincuenta años de edad. Me dijo que hacía ejercicios todas las mañanas en el garaje de la casa donde tenía toda clase de máquinas y que si me interesaba que me iba a enseñar a usarlas. A pesar de su cabello con mechones blanquecinos se veía muy bien. La cara bien cuidada, afeitado, nariz casi en punta, ojos castaños bien claritos y vivaces, labios bien formados aunque no exagerados y sus brazos y tórax con formas musculosas que se notaban más cuando usaba mangas cortas. Lo mismo sus piernas y su trasero. Pero no era exageradamente musculoso, apenas lo necesario para verse bien. En realidad, un hombre que yo consideré siempre guapo. Todavía soltero, aunque tenía una follamiga que lo visitaba de vez en cuando, más bien cuando él se lo proponía porque no le gusta que le invadan su privacidad, según me dijo.

Cogimos un taxi hasta la estación de tren rápido y en cosa de dos horas y media, cogimos su coche del parking. Condujo veinte minutos hasta que llegamos a su casa. Tras pasar un pueblo hermoso, dio la vuelta hacia una colina y diez minutos más tarde torció hacia la izquierda para entrar en un camino de piedrillas. Subió por casi cinco minutos hasta que divisamos algunas cabañas bien distantes unas de otras. Estacionó.

Los niños salieron corriendo del monovolumen para investigar los alrededores de lo que sería nuestro nuevo hogar por un buen tiempo. Mis padres cargaron las primeras maletas y cuando se encaminaron hacia la casa, mi tío me dijo…

– ¡Qué grande estas! – Y abrazándome, le correspondí de inmediato con un abrazo de mi parte poniéndome en puntas de pie y rodeándole el cuello con mis manos, me encantaba sentir a mi tío y en general a hombres como él, fornidos y hechos te toman haciéndote sentir segura en sus brazos. Siguió diciéndome… – Estás muy guapa sobrina, revisando mi culito.

– Gracias tío… – dije un poco avergonzada.

Y me dio un beso en la comisura de la boca metiéndose en buena parte de mis labios. Pensé que siendo una niña me estaba dedicando un momento muy especial, pero ahora presentí que estaba reaccionando distinto al encontrarme más crecida, pues su mano se posó en una de mis nalgas. Nos miramos por un segundo y le sonreí nerviosa sin saber qué hacer. Sin soltarme cuando sentimos que mis padres venían a buscar más equipaje al vehículo les comentó…

– ¡Tal como me lo imaginaba! La niña que ya no es tan niña se ha convertido en una mujercita.

– Te lo dije cuando hablamos por teléfono y parece que no me creíste – dijo mi madre a su hermano. – Es una nena muy desarrolla física y mentalmente ¡Será una gran “mujer”!

– En esta edad es cuando te das cuenta lo rápido que crecen… – dijo mi padre.

– ¡Vamos a descargar el resto de maletas y festejemos la llegada! Animó mi tío.

Mis padres tomaron dos maletas más y yo intenté tomar una pero estaba un poco pesada y complicada de sacar. Mi tío se puso detrás diciéndome… – Déjame pequeña que te ayude.

Pasó los brazos por sobre mis hombros agarrando las manillas de la maleta, recostándose un poco en mi trasero. Su pelvis acomodada bien en medio con su bulto acomodado y algo crecido, a lo mejor por el resultado del abrazo. Yo no supe cómo reaccionar. Ni me moví un centímetro y mis ojos se abrieron como pantallas. Me sentí nerviosa, muy nerviosa porque no quería reaccionar molestándole y menos tenía idea de cómo reaccionar ante su inminente erección. Nos quedamos así por lo menos diez segundos trasteando, sin movernos ni decir una palabra ninguno de los dos. Y de repente reaccionó dándome un beso en la nuca.

– ¡Estas muy hermosa Lulú! ¡Te mereces los mejor que te pueda pasar!

Levantando la maleta y separándose algo nervioso emprendió camino a la entrada de la casa. Me quedé confundida en esa posición sin moverme por unos segundos más. Pensaba a toda velocidad. Sé que algo hizo un clic en mi cuerpo y otra vez esa corriente sexual me recorrió de pies a cabeza… sentí deseos al sentirme invadida por un macho tan varonil como él en ese lugar…de haber estado solos, le hubiera comido la polla y entregado al fornicio sin compasión. Sabía que él lo había hecho premeditadamente, no había dudas. Estaba algo confusa. No había sido una casualidad. Pero… era mi tío y no podía procesarlo con tranquilidad natural… follar con mis vecinos de la villa era una cosa, pero con la misma familia rompía las reglas.

Tomé el bolso que quedaba y entré. Era la cabaña pequeña que estaba ubicada detrás de la de mi tío. Era toda de madera. Por fuera y por dentro. Un lugar hermoso. En mi vida habría soñado que iba a vivir en algo así. El techo del salón algo alto con travesaños gruesos rectos. Una mesa con seis sillas en el centro. Hogar de leña a la pared que separaba la habitación que sería de mis padres y una habitación más para los niños y para mí. Pero tenía solo dos camitas y había un catre desarmado recostado en una pared. Obviamente alguien tenía que dormir allí. Pero no importaba, todavía parecía preciosa y de mayor calidad que nuestra casa de la villa.

Al salir fuera nuevamente, me encontré con un panorama jamás visto. Rodeada de árboles, una colina en lenta bajada hasta un lago. Silencio tal que me permitía escuchar el ruido de las hojas provocado por el viento. Algún pájaro cantando a lo lejos. Volví a la casa y ya Sergio había cruzado a la suya para prepararnos algo de comer.

– ¿Y, que tal? ¿Te gusta tu nueva casa Lulú? – mi madre sonreía.

– ¡Me fascina! ¡Me encanta este lugar!

– Tu tío es una gran persona. Está dispuesto a ayudarnos en todo como ves. Tenemos que ser responsables y cuidarlo a él también. Sobre todo tú, ya ves que te tiene un cariño muy especial.

Pensé en lo que me decía, pero no lo veía tan sencillo como mi madre. Él me había hecho sentir algo más que eso… pero todavía le daba crédito a la ley de la duda.

– Sí – dijo mi padre. Y cuidar que tus hermanos no rompan nada cuando nosotros no estamos.

– ¿Cómo que no van a estar?

– Es que a partir del martes ya tenemos trabajo. Tu madre trabajará en una almacén de embalaje… se va dedicar de los empaquetados de los productos que vende la empresa y de los envíos mientras yo voy a la agropecuaria a desarrollar mi sistema de riego. Pero no te preocupes porque a veces los va a llevar a la guardería en oficina de envíos dentro de la empresa, estarán con una tutora que les enseña hasta que puedan empezar la escuela.

– ¡¿Sí?! ¡Qué bueno!  Por eso hija, tenemos que retribuir tanta bondad por parte de Sergio… él nos ha encontrado este trabajo y nos da una vivienda mucho mejor de la que teníamos.

– ¿Y yo cuándo puedo empezar a estudiar? En eso está trabajando Sergio. Creo que la semana entrante tiene una entrevista para ver cómo puedes empezar. Pero según él, antes quiere ponerte a estudiar francés para que no tengas trabas en el entendimiento y puedas superar la educación con más rapidez.

– ¡Me encantaría poder aprender el francés mami! ¡Qué bueno! Me ha parecido siempre tan elegante pronunciar el francés.

La verdad es que me alegraba inmensamente. Era como que se me había abierto una gran ventana a la posibilidad de poder ser mejor en mi vida. Y pensé que en verdad, a pesar de lo que había sucedido, también había en tío Sergio mucho de entrega por ser familia, ya que de lo contrario ¿Quién mas iba a darnos una posibilidad así? Eso solo se ofrece cuando hay un buen corazón de por medio. Además éramos su familia.

Tenía que hacer crecer mi sentido de responsabilidad. La vida para mí ya no era un juego, tenía que crecer en cuanto a esto pero también tenía que procesar lo que sospechaba que podía ser algo más que amor de familia, pues las señales que me envía mi tío eran de algo más que de amor filial, en sus intenciones habías bastante carga sexual. Por otro lado mis padres, en especial mi madre me incitaba a ser cariñosa con su hermano, un paso hacia delante de lo normal. Lo que había presagiado en este viaje se estaba comenzando a cumplir de inmediato. Un nuevo descubrimiento que sería la seguidilla de muchos más.

Entre las cosas que nos había preparado tío Sergio, estaba un refrigerador lleno de quesos, carnes, jamón, verduras y frutas. También panes, agua en botellas, sodas y en los baños todo lo necesario para el cabello y el aseo del cuerpo. ¡Ni qué decir de las toallas! Suaves como jamás había visto.

Me di la ducha más disfrutable de toda mi vida. El agua salía de un grifo con fuerza, tibia y duraba mucho, a diferencia de cuando en mi casa de la villa apenas me echaba el agua de un balde que calentábamos en la cocina. Algo tan simple me hacía tan feliz en este momento. Luego me puse una de las nuevas ropas que me había comprado mi madre. Un enterito azul claro con tirantes cruzados en la espalda y bordados en blanco. Tan holgado en las piernas que casi parecía una falda aunque en realidad era como un pantalón corto.

Ya estaba camino al salón cuando sonó un timbre en la pared y escuché la voz de mi tío que nos hablaba por un intercomunicador dentro de la casa. Contesté en voz alta y quedé impresionada con este descubrimiento tecnológico.

– ¿Hola? – dije como jugando.

– ¡¿Lulú?!

– Sí. ¿Tío?

– En cuanto terminen de desempaquetar el equipaje, venir para acá.

– ¿Dónde estás que no te veo?

– En casa. Esto es un comunicador para hablar de una casa a la otra.

– ¡Ah…! dije para no pasar como una idiota. – Ahora les aviso. Yo ya terminé de acomodar mi ropa, aunque parte la dejé en la maleta por falta de espacio.

– Bien. Tu no desempaques más, no te preocupes que parte de tus cosas las vas a traer aquí. ¿Y tus hermanos?

– Siguen fuera correteando.

– Si quieres vente.

A avisé a mis padres y salí. Me había dejado la puerta abierta. Al entrar quedé de una pieza. El salón era grande y despejado. Un techo altísimo con travesaños de madera que se juntaban en una cúpula, rodeado de ventanas que iban del piso hasta el segundo nivel. Un escalón hacia abajo y un sofá de cuero en forma de “u”. Una pantalla de tv que me pareció enorme. Había música divertida sonando por todos lados. Más adelante estaba la cocina que también era grandísima (o por lo menos para mí que estaba acostumbrada a vivir en un lugar tan pequeño) con el comedor integrado. Arriba del salón en el segundo nivel, una baranda que iba de lado a lado por donde se ingresaba a dos dormitorios. Abajo del salón había otro nivel que alcancé ver desde la escalera, con un billar y otras dos habitaciones y un garaje. Estaba muy impresionada. No había visto algo así en mi vida de campesina por supuesto. Cuando estuve con mi tío…

– ¡Qué preciosa es tu casa!

– ¿Te gusta? ¿Y la que le di a tus padres te gusta también?

– Sí.

– Me alegro. ¿Quieres ayudarme?

– ¡Claro! ¿Qué hago?

– Pon aceitunas de ese frasco en este bote.

Y comenzamos la tarea de organizar para llevarlo a una mesita central en el salón. En la cocina había platillos con papas crocantes, humus, salmón, maní salado, castañas, enrollados de jamón con queso crema y algunas legumbres al escabeche. En el horno terminando de cocinarse una carne con patatas. Había abundancia para todos nosotros. Después de poner los platillos en el salón, me paré al lado de él para ver si necesitaba algo más y al darse cuenta giró y me volvió a abrazar igual que la primera vez mirándome a los ojos.

– La verdad es que estas tan hecha un encanto Lulú. La vida sana del campo te viene bien.

– ¿Sí? La verdad es que nunca lo pensé… tampoco he podido vivir en la ciudad

– No te hace falta. Verdaderamente has crecido tanto que ya dejaste de ser la niña que dejé de ver hace un tiempo – me dijo separándose y mirándome a los ojos. – Estoy impresionado.

Sentí un poco de presión en la cintura cuando bajó sus manos. Me manejó con facilidad porque evidentemente no puse ningún reparo en resistirme, ya que para mi abrazarlo era algo normal, aunque ahora ponía más expectativa en ello. Pero quedé más aliviada o desconcertada digamos, cuando se liberó inmediatamente de mí, contrario a lo que pensaba otra vez y volvió a la tarea de dejar todo listo. ¿Estaría confundiendo el cariño de mi tío por tener yo misma pensamientos tan sensuales o más bien sexuales? ¿Tal vez por mi gusto por los maduros?

Por fin llegaron mis padres y mis hermanos. Todo transcurrió como una fiesta privada de familia. Y cuando llegaron los postres tío Sergio se paró y golpeando una copa con una cuchara dijo… – Tengo una sorpresa para alguien, como cantando con alegría. – ¡Seguidme!

Y bajamos la escalera para ver al piso de abajo ya que todavía no habíamos visitado la casa por completo. Descubrimos el billar con tapete rojo y todo el resto en madera lustrada y trabajada. Cuando nos tuvo a todos, abrió una puerta y una habitación totalmente decorada con una cama inmensa, alta, hermosa con un tul que caía en forma de campana desde el techo y una muñeca de trapo grande sentada en una silla. Al costado una cómoda adornada con varias cajitas como para guardar relojes, pulseras o cosas así. A la derecha un armario empotrado de pared a pared abierto y lleno de perchas vacías. Del otro lado una ventana con cortinas blancas y corazones pequeñitos rosados. Y un baño con una bañera grandísima que luego me enseñó, tenía chorros de agua para masajes. No teníamos idea cuál era la sorpresa todavía hasta que habló otra vez.

– Desde hace muchos años me prometí que si me iba bien, trataría de darle opciones a los más necesitados de mi familia. Por eso os ofrecí la cabaña y busqué el mejor trabajo para mi hermana y su esposo. Los niños tienen sus camitas y un dormitorio completo con juguetes. Vosotros, prosiguió dirigiéndose a mis padres, tenéis la casa que todavía no podían alcanzar pero que ahora con los nuevos trabajos podrán mantener hasta que quieran independizarse. Y por último, mi niña más querida de la familia no iba a dejarla dormir con sus hermanos en un colchón en el piso, ¡por supuesto!

Y destapando una manta que estaba tapando la pared sobre la cabecera de la cama, apareció mi nombre en letras de madera pintadas de un blanco hueso.

– Por eso mandé hacer esta habitación exclusivamente para ti Lulú. Por lo mucho que significaste cuando de chiquita fuiste mi compañía por muchas veces cuando me sentía frustrado. Claro que tú no lo sabías porque nunca te lo mencioné. Y en tu inocencia no te diste cuenta que al despedirme y darte la espalda se me escaparon las lágrimas porque no sabía si iba a volver a verlos otra vez hasta quién sabe cuándo… o quizás nunca. Claro que esto es si tus padres están de acuerdo.

– ¡Por supuesto Sergio! Para nosotros es un alegrón poder ofrecerle la oportunidad de tener un lugar tan bonito y solo para ella. Nosotros jamás nos lo hubiéramos podido permitir.

Quedé con la boca abierta como una tonta. Miré alrededor otra vez y empecé a girar sin querer perderme un detalle. Y sin darme cuenta las lágrimas empezaron a aflorar y rodar por mis mejillas. Mis manos a los costados de la boca. ¡No podía salir de ese trance de sorpresa! Mis padres se abrazaron y mis hermanos empezaron a saltar contentísimos. Cuando desperté de ese insomnio involuntario, salté al cuello de mi tío gritándole…

– ¡¡Tío Sergio!! ¡Gracias tíiio! ¡Te adoro! ¡Es el mejor regalo que he recibido en toda mi vida!

Y por la fuerza de mi salto, los dos caímos sobre la cama mientras todos se reían de alegría por mi reacción tardía. Yo montada a horcajadas en su pecho, le daba besos por toda la cara mientras él trataba de defenderse, entre los que varias veces lo besé en los labios pero ni me di cuenta cuántas veces lo hice. Los chiquillos nos cayeron encima y las risas llenaron el cuarto de alegría. Me levanté y fui a abrazar a mis padres. Cuando todo llegó a la calma y los chiquillos se fueron a hacer rodar las bolas del billar con la mano, mi tío se unió a ellos para enseñarles cómo tenían que meterlas en los huecos.

Yo sentada en la cama seguía mirando alrededor “mi cuarto”. Mis padres se sentaron uno de cada lado acariciándome… – ¿Te das cuenta cuánto te quiere tu tío?

Afirmé con la cabeza sonriendo como nunca lo había hecho.

– Ni nosotros sabíamos de esto.

– Por eso hija, tienes que ser buena, cuidar la casa y ayudar lo más que puedas en agradecimiento por todo lo que nos ha dado… ser obediente con él y quererle mucho.

– Sí papá. Sí mamá. Prometo que voy a ayudar y voy a estudiar mucho para ser como él también. Le seré obediente y complaciente en todo lo que pida para que todos seamos felices.

Me abrazaron. Luego nos fuimos a conocer el resto de la casa. La habitación de mi tío era un sueño también. Con un ventanal enorme y un balcón que miraba hacia el lago. A lo mejor para los demás era normal, pero para mí la cama era inmensa. Claro que nunca había visto una así. Alfombras a los lados sobre el piso de madera y cortinas pesadas. Una cómoda y un armario grande lleno de ropas y zapatos.

Cayendo la noche, mis padres estaban muy cansados y los niños se habían quedado dormidos. Los llevamos a la casa y mi madre, mi tío y yo mudamos mi ropa de lugar. Habíamos dejado toda la ropa arriba de la cama para empezar a colgarla.

– Mariela – le dijo mi tío a mi madre. – Anda a descansar que entre los dos colgamos la ropa. Tú estás bien cansada.

– Bueno, sí. Gracias por lo que haces Sergio. Le dio un beso, me dio un beso a mí y se fue para la casita.

Fui al baño y me puse la camiseta de pijama encima de mis braguitas de algodón cómodas para dormir y unas zapatillas para empezar la tarea mientras mi tío fue a ponerse su pijama. Yo estaba tirada en la cama todavía sorprendida y feliz mirando alrededor cuando entró mi tío. Se me quedó mirando en silencio y luego como haciéndose el distraído… – ¡Manos a la obra!

Entre los dos colgamos la ropa rapidísimo. Después pusimos algunas cosas en la cómoda y me ayudó hasta con mi ropa interior que consistía solo de bragas de varios estilos. Luego nos tiramos en la cama. Uno de cada lado y nos encontramos en el medio. Pasó el brazo por detrás de mi cuello y yo me abracé a él.

– ¿Y por qué no tienes sostenes? Preguntó.

– Es que no usaba en la villa.

– Pero te han crecido bastante las tetitas, ¿no?

– Un poco.

– ¿Un poco? Vamos… mira como se te notan bien grandecitas, Lulú.

– Bueno, no es para tanto – dije riéndome.

– Sí que es. Te han crecido muy bonitas, aunque son tan firmes y desafiantes que no le afecta todavía la fuerza de la gravedad… no como a tu madre – dijo mirándome a los pechos. Me reí levantando el pecho para que se me notaran más, en forma de juego. Él no dejó de mirarlos.

– Cierto, a mamá le cuelgan grandes y pesadas… pero también las tiene bonitas.

– Por supuesto. Bueno, a dormir, hasta mañana – se despedía amagando a levantarse.

– Gracias tío – lo abracé girando y subiéndome encima lo besé en medio de su boca como me había hecho él al llegar, pero con más intención.

– ¿Estas contenta?

– ¡Sí! Esto es más de lo que esperaba ver – le dije enderezándome abriendo las piernas y quedando sentada encima de su pelvis apoyando mis manos en su pecho.

La camiseta había subido y mis bragas blancas quedaron al descubierto. Me tomó de la cintura con suavidad como para querer salir de esa situación, pero no me moví.

– ¿De verdad me quieres tanto tío? – le dije toreándolo con una risa nerviosa sabedora de lo que los machos quieren de una nena putita como yo, recodando las palabras de Rosa.

– Mucho mi amor – amagaba a levantarse.

Para que no continuara con la intención de levantarse, me agaché para darle un besito y le dije gracias. Y volví a hacerlo varias veces como jugando y diciéndole gracias a cada poquito de boca que le daba. Pero en cada movimiento había algo diferente, más notorio. Sentía claramente como se le ponía más dura la verga, era el arma infalible de la mujer. Yo estaba absolutamente consciente de lo que estaba haciendo zorreándole traviesa. Al principio tenía muchas ganas de apretarlo, sentirlo, abrazarlo demostrándole el cariño que le tenía, pero la situación del momento fue convirtiendo ese sentimiento en algo muy sensual, más sexual. Y tomé la determinación de recostar mi cabeza en su pecho abrazada a su cuello. Sentir su fortaleza viril, su olor a macho que impregnaba mis papilas gustativas ¡Me embriagaba!

Se quedó muy quieto, quizás confuso. Pero seguro que lo que me había hecho sentir al bajar las maletas, era lo que en su mente tenía para provocar esa acción. Sus manos recorrieron mi espalda hasta apoderarse de mis nalgas y otra vez la quietud.

Al sentir que su crecido bulto convulsionó un par de veces en medio de mis piernas sobre mi esponjosa vulva, apreté inconscientemente. Sus manos se crisparon y me apretaron más contra él. Cerrando los ojos yo me levante un poco arqueando la espalda sin dejar de rodearle el cuello con mis brazos recorrí lentamente todo lo largo de su dureza con mi pelvis… era un badajo de mucho cuidado que deseaba descubrir. Abrí los ojos y nos miramos y así sin dejar de mirarnos, volvía recorrer el mismo tramo hacia abajo. Otra convulsión y volví a hacerlo dos, tres y a la cuarta vez me lancé a darle otra comida de boca en los labios quedándome pegada en su boca por un tiempo.

Seguimos rozándonos las bocas delicadamente mientras sus manos me hicieron mover la cintura. Y en el mismo momento que abrimos las bocas lancé y gemido que fue el punto de partida de una batalla de lenguas mojadísimas y hambrientas. Ya no había marcha atrás. Estaba declarada una guerra de sensualidad impresionante como no había sentido en mis veces anteriores por simple hecho del morbo de ser mi familia. Desaparecían nuestros tímidos acercamientos para convertirse en una meta deliciosa que nos podía llevar a gozar de una noche inesperada, sin planeamientos. Me levantó la camiseta y mis tetas fueron a parar a su boca turnándose en cada uno de mis pezones erectos. Me estaba poniendo loquita de deseos. ¡¡Estaba deseando que sacara ese pollón de su short pijama y me la metiera bien adentro!!

Como adivinando mis pensamientos me giró y sacándome las bragas, me montó en su boca y me penetró con la lengua. Como por la posición me había quedado mirando a sus pies, me agaché lentamente hasta llegar al short que le bajé hasta descubrir esa dura verga que saltó hacia mi cara. No le di ni dos segundos de libertad porque la tomé presa entre los labios sin poder meterla toda y empecé a darle una chupada en la cabeza brillantemente roja, apoyada por mi mano que no llegaba a cerrarse por completo alrededor del tronco de su miembro viril, desde bien abajo del nacimiento, justo al borde de donde colgaban sus hermosos huevos. La llené de saliva varias veces para ver si podía chupársela más adentro como me habían enseñado y mientras me dedicaba a hacerlo, le moví la cintura para cogerlo en la cara con mi coñito ensopada rozándome el clítoris con su nariz y su lengua en cada estocada.

– No Lulú, no. Creo que no deberíamos hacer esto – me dijo.

Pero no paró de moverse ni dejar de comerme el coñito mientras me abrazaba el trasero con sus manos presionando lo más que podía. Los labios de mi vulva estaban completamente abiertos y casi alojaban toda su boca dentro de mí. Estaba a punto. Pocos movimientos más y empecé a sentir la necesidad de un orgasmo que no podía parar nadie ya. Ataqué su boca con movimientos más violentos en círculos y empecé a humedecerle hasta las mejillas, debajo y encima de los labios llegando a meterme la nariz para rozarme con fuerza durante mi corrida insoportablemente deliciosa. Solté mis chorritos de flujo convulsionando en un tiempo record.

Mi mano seguía masturbándolo mientras había dejado de mamársela para poder gemir en ese momento tan desesperante hasta que me calmé un poco y volví a metérmela en la boca.

– ¡Joder Lulú! ¡Qué rico que tienes el coñito…! ¡Y qué puta eres! Me tenías así desde que te me arrimaste esta tarde en el aeropuerto y cuando te me subiste hace un momento encima delante de tus padres. Me sentía tan atraído que tenía miedo que esto fuera a pasar.

–…uuuhh… tío – le dije quitándome su polla de la boca y sin dejar de mirársela con deseos.

– Ven  aquí pequeña ¡Tu tío te va a follar como pocas veces te lo han hecho! Me dijo.

Y girando otra vez me enfrenté a su cara abriendo las piernas para sentirlo justo allí donde más deseaba. Nuestros desnudos sexos se encontraban por primera vez. Y se gustaban porque se acoplaron de inmediato. Sentí la cabeza en medio de los labios de mi vulva subiendo hasta toparse con el clítoris. Y otro gemido se me escapó mirándolo ahora a los ojos con cara de deseo inocente. Yo misma me restregaba su badajo abriéndome los labios vaginales con su orondo cabezón… la vena dorsal la tenía súper hinchada bombeado sangre a tan vasta verga.

– ¿Estás segura de que quieres esto de mí?

– ¡Mmhm…! – dije moviendo mi cabeza afirmativamente. – Los viejos de pollas grandes me vuelven loca! ¡Tú me vuelves del revés tío con ese pollón tan ancho y largo!

Me agarró de los cachetes de la cara con las dos manos y me guió hasta su boca entrelazándonos en otra guerra de besos seudo violentos provocados por una calentura insoportable por parte de mi tío. Y empujé apenas un poco con mi conejito y por lo resbaloso que estaba, no hubo nada que impidiera que la cabeza me entrara pero me estiró demasiado los labios. Los sentí tensos. Su polla la percibía bien gorda. Mi tío dio un sacudión y gimió…

– ¡Huh…! Me había metido una cuarta parte de una sola estocada. Su ariete se sentía duro y gordo expandiendo mi estrecha grieta de paredes cenceñas.

Y parando de besarnos nos quedamos mirándonos a los ojos con cara de deseo insoportable otra vez. Así estuvimos por un momento como suspendidos en el tiempo, como disfrutando de esta primer penetración que me estaba haciendo volverme loca. Pero mi impaciente calentura decidió por mí y mi cadera empujó un poco más incrustándome unos centímetros más. Y esa verga gorda, durísima y venosa entró un buen pedazo más, arrancándome un quejido de deseo y miedo a que me fuera a doler. Sin embargo dilaté mucho hasta sentirme cómoda y no dejábamos de mirarnos con cara degenerada por la situación, frente a frente sentada sobre sus muslos despatarrada y metiéndome su mástil. Ambos veíamos la operación de empalamiento…su ancha y dura verga incrustándose en mi rajita expansiva tragándoselo todo.

– ¡¡Qué rica que tienes la vaginita Lulú!! – me dijo al mismo instante que sus manos en mi culo empujaron hasta metérmela toda de un solo envión hasta hacerme notar los testículos en mí.

– ¡Ahhhh…! ¡Ummm! Me arrancó otro gemido más fuerte ahora abriendo la boca. Ese puyazo me había taladrado hasta el estómago… aun no me explicaba como mi útero podía albergar tan largas pollas y tan recias para tener un cuerpo de niña no del todo desarrollado.

Y así mismo me lancé en la suya para chuparle la lengua con desespero y esperando volver a dilatarme un poco más para alojarla mejor. Me metió la lengua dentro de mi boca y así nos fuimos intercambiando la saliva espesa con los labios chupando cuando nos permitíamos separarlos un poco.

Le acaricié el cabello apoyándome en sus hombros después, mientras mi cintura comenzaba a moverse hacia arriba y abajo repetidamente con una letanía insoportable que nos daba más calentura. Sentía eso duro revolviéndose en las paredes interiores de mi vagina con total claridad al salir un poco y al entrar totalmente cada vez encrespando cada terminación nerviosa de mi vagina interna, con descargas eléctricas que me sacudían de la cabeza al clítoris.

Tener la verga de un hombre dentro de mi coño siempre ha sido algo demasiado gozado por todo mi cuerpo y mi mente, un inmenso descubrimiento… porque siento absolutamente sus movimientos ya se vaya de lado o de frente. Siento cuando cambia de dirección en mi interior y vuelve a acomodarse en mi cérvix al llegarme al fondo. Siento como se eleva mi temperatura en ese mismo lugar y siento los flujos drenando mi lujuria embebiendo el recio tronco de mi semental, de mi macho, de mi hombre. Mi tío era ahora solo mío y su esencia sería para mí.

Me encantaba escuchar el ruido mojado que provocaban nuestros sexos en cada movimiento. Me fascinaba el olor que se iba sintiendo cada vez más fuerte mientras nos apareábamos. Y no veía nada a los lados porque me concentraba totalmente en ese cuerpo que tenía debajo o cuando me giró para montarme. Mi mano siente la necesidad de sopesar el almacén de semen que tenía mi tío, bajo a sus testículos y lo agarro…son colosales para mano, los manoseo percibiendo cada huevo moverse dentro del escroto en un mar de esperma. Se me eriza la piel.

Me abrió las piernas poniéndomelas encima de sus hombros y me dijo… – ¿Cómo los tengo?

– Parecen muy llenos… son muy grandes y debes tener una gran cantidad de leche…

– ¡Así es! Ahora te voy a llenar toda mi divina niña… ¿Quieres? – me dijo con cara morbosa.

– ¡¡Sí tío si!! ¡¡Lo que quieras!! ¡Me gusta mucho que me llenes de lefa… de tu lefa, tío!

Puso su peso sobre mí hasta que mis rodillas quedaron a los lados de mi cara y sentí que me llegaba hasta el final de la vagina y más allá de tan metida que la tenía. Notaba sus pelotas.

Con sus manos a los lados se apoyaba para embestirme con estocadas cada vez más rápidas, más profundas, balanceando su cadera y apretando el culo en plena tensión varonil me dijo…

– ¿Quieres que te de mi leche dentro de tu coño? ¿Quieres que te llene el útero de esperma?

– ¡Siii! –le grité sin parar de movernos. – ¡¡Lo quiero todo dentro de mí… todo por favor!!

– Pero… ¿estás segura que podemos? – dijo parando un momento de moverse.

Y le grité… – ¡No tío no! ¡No te pares ahora… Sigue moviéndote dentro de mí! ¡Fóllame fuerte y córrete en lo más hondo de mi coño! ¡Dame toda tu leche tío… toda esa lefa es para mí…!

Pasé mis piernas por detrás de sus nalgas y lo embestí yo misma con mi pelvis con repetidas veces cada vez más violentas. ¡Me estaba viniendo otro orgasmo delicioso! Y ese instante que me corría convulsionando como una verdadera puta me gritó…

– ¡Tómala nena, tómala! ¡Aquí tienes mi leche! ¡No puedo parar! Ahhhhh….!

Y por dentro sentí ese húmedo calor divino del esperma espeso invadiéndome las entrañas de mi chochito adolescente, alargando mi orgasmo más de lo normal mientras su boca me chupaba ahora las tetas. Una, dos, tres, cuatro y cinco embestidas de su pollón fueron vaciando la leche allí mismo donde se sentía acomodada por las presiones que le hacía con mis músculos internos reaccionando a sus venas hinchadas muy dentro de mí. Me daba pollazos rápidos y contundente adentrando su leche al fondo de mi profunda vagina.

Lo tenía abrazado con mis brazos y mis piernas. Me tomó la cara y subió sus labios para besarnos ahora con calma, con otro tipo de deseo, con agradecimiento de parte de los dos por habernos dado tanto placer, de ser cómplices de algo tan hermoso como es el sexo, el que se da y regala con gusto, el mismo que está hecho para procrear convirtiendo a una hembra en mujer completa. Era lo único que me faltaba, solo era cuestión de tiempo que me llegase la menstruación y entonces sí que la virilidad de su esperma me preñarían a placer.

– ¡Qué manera más sensual de follar que tienes Lulú…!

Le sonreí y después de girarnos hasta quedar yo otra vez encima de él… – Te adoro tío.

– ¿Te gusto que te follara…?

– Sí tío, me gustó que me follaras de duro. Me la hiciste sentir mucho y me diste tu esencia.

– Te gusta mucho la verga me parece.

– Creo que Sí… desde que lo probé por primera vez – dije sonriendo un poco de avergonzada.

– ¿Cuántos te la han metido?

– Dos.

– ¿Quiénes fueron?

– Arturo y Luis Eduardo.

– Vaya con la niña… los buscaste bien mayores ¿Te gozaron juntos?

– No. Cada uno por separado… ellos no saben que me folló el otro.

– Pero ¿te lo hicieron a la fuerza? ¡¿Te violaron?! Porque solo tienes 18 añitos ¿No?

– Sí solo tengo 18, pero ninguno de los dos me violó, me lo hicieron con mucho gusto y cariño.

– A ver, cuéntame.

Su pollón seguía dentro de mí. No hacíamos nada por despegarnos. Me gustaba que habláramos así. Me daba más confianza. Y comencé mi narración de todo. Él me escuchaba y me acariciaba. Me ayudaba con preguntas para que continuara y poco a poco fui contándole todo como había sucedido. A los pocos minutos de estar hablándole, sentí que su verga se iba poniendo dura otra vez dentro de mí. Y sin terminar de contarle lo que me pasó en el avión, me plantó un beso tan caliente en la boca que me hizo olvidar que le estaba hablando. Se había calentado otra vez con mi historia y me comenzó a follar otra vez. ¡¡No esperé nada para moverme encima de él!!




 

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