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UNA HISTORIA DE AMOR. Y si tú no has de volver...

    "Y si tú no has de volver" 1ª PARTE "Una para el otro y otra para el uno". Esa frase la repite una y otra vez mi ...

El Jardinero

 La casa a la que nos habíamos mudado, tenía un precio muy bajo de renta con posibilidad de compra…, lo cual nos convenía. Mi hijo comenzó a trabajar y con mi trabajo a media jornada de tardes por cuidar a la niña, nos daba para vivir bien, pero aquella casita tan bonita necesitaba muchas reparaciones. Honestamente a mí no me gustaba para nada trabajar en ciertas cosas, como el jardín que estaba impracticable, con zarzas y arbustos en estado salvaje. Había que hacer una limpieza profunda y eso daba demasiado trabajo para una mujer. Con los ahorros en nuestra cuenta y los ingresos en nómina, nos daba para adecentar la casa de arriba abajo. Tuve que cooperar con él en las tareas más asequibles a una mujer, aunque no me fascinaba la idea de ponerme a las tareas duras, pero tuve que hacerlo para que no nos viéramos tan apretados con los gastos de la casa. Mi hijo me dijo que para las más rudas fuera a un lugar donde suelen estar chicos emigrantes, que trabajan en cualquier cosa, sobre todo africanos que buscaban un empleo para subsistir… ese mismo día pensé en ir a buscar a alguien que empezara por lo básico. El jardín, que era lo más peliagudo y necesitaba la fortaleza de un hombre…estaba hecho un desastre, pero tenía potencial para quedar muy bonito con una buena mano, por lo que fue lo primero que decidí encontrar, un buen jardinero.




El lugar estaba en una parada de autobuses. Varios hombres se reunían ahí con cartelones que decían lo que hacían en un pobre español, con muchas faltas de ortografía. Yo disminuí la velocidad de mi coche y me acerqué para ver si había alguien con un letrero de jardinero. Los letreros que más se repetían era el de mecánico, fontanero y albañil o constructor. Avancé a donde estaba otro montón de gente y encontré a un muchacho joven que no portaba letrero, pero se le veía fornido y podría hacer las veces de jardinero. Era un chico de negro, muy alto y de complexión fornida… llevaba unos jeans deslavados un poco sucios. Tenía una camisa de tirantes blanca y una mochila color azul con negro, rota y desgastada también. Me bajé del coche y le pregunté por lo que sabía hacer….

   –   ¿Disculpa, tú puedes ayudarme con un trabajo de jardinería?

El me miró algo sorprendido y no dijo nada, debía estar acostumbrado a que se acercasen solo hombres para solicitarle mano de obra… se quedó mirándome de pies a cabeza.

      ¿Acaso no hablas español? Pregunté nuevamente.

      Perdón es que me perdí por un momento en tu belleza mami, si hablo español, me llamo Moussa Sacuba, soy de Senegal – dijo mientras me escaneaba con la mirada.

      Bueno mucho gusto, mi nombres es Julia García, ando buscando quien me arregle el jardín.

Miraba admiraba su cuerpo tan atlético. Él se sonrió mostrando un dentadura blanca que contrastaba con su piel tanto que parecía blanqueada a posta.

      Yo soy su hombre señora, yo puedo ayudarla con ese trabajito, claro está por una buena cantidad.

      ¿Cuánto es lo que usted cobra por su trabajo? – Pregunté con curiosidad.

      Bueno yo cobro ocho euros la hora.

      ¿No le parece demasiado solo por arreglar un jardín?

Pregunté algo indignada por el precio, y por qué no tenía mucho dinero, la verdad estaba tratando un poco de negociar.

    –  Bueno siempre puede ir a un profesional, o alguien que tenga una empresa, pero esos le van a cobrar muchísimo más mamita – dijo con una sonrisa altanera en su rostro.

Pude ver de nuevo sus dientes eran blancos como la leche. La mima que albergarían sus tremendo huevazos… porque una no es de piedra, y en ese mandingo veía a algo más que un simple operario de la jardinería.

    –   No se preocupe, esa cantidad está bien, suba conmigo a mi coche… tengo que llevarlo a mi casa, así se podrá poner a trabajar de inmediato.

El aceptó y nos fuimos los dos para mi hogar. En el camino podía ver como su mirada no dejaba de ver mi escote y mis piernas. La mirada tan penetrante de aquel hombre parecía perforar mi ropa, y destrozarla solo con sus ojos… imaginaba que solo lejos de su poblado, estaría muy falto de una mujer a la que follar. Yo me sentí algo incomoda pero después de unos minutos me acostumbre a él, me gusta demasiado que los hombres me miren y mi admiren. Su mirada era un bastante intimidante. Alto y fuerte y con un color de piel oscuro como la noche. Tenía muy poco cabello casi rapado y llevaba algunos tatuajes en los brazos y el cuello. Temía que en el camino me fuera a hacer algo, pero no pasó nada más que unas cuantas miradas atrevidas. Parecía ser un hombre de trabajo y realmente nunca se quiso propasar conmigo. Pero tenía que entenderlo, era hombre y los hombres nunca desaprovechan la oportunidad para deleitar su vista de todas las maneras posibles…más si llevas semanas o meses sin meter la verga en un coño, a ese ejemplar no le faltarían hembras a las que follar.

Cuando llegamos a la casa mi hijo que ya era mi marido, se había ido para el trabajo. Yo abrí las puertas de la casa y le dije a aquel hombre que entrara. Desde que estaba “casada” con Zigor, era la primera vez que me quedaba a solas con un hombre en mi casa. Miraba admirado nuestra casa, seguro que hacía mucho que no estaba en una parecida.

      Pues es muy grande su casa señora, algo descuidada, pero muy grande. Yo le dije…

      Bueno, no es nuestra todavía, solo la estamos alquilando con derecho a compra. Mi marido y yo nos quedaremos por mucho tiempo en ella, por lo que queremos que quede bien en el poco tiempo que estaremos aquí

      Sí, ya veo –dijo– Bueno, déjeme ver por dónde voy a empezar con mi trabajo – añadió

Fuimos a la puerta trasera de la casa y salimos al jardín. Cuando el hombre lo vio se quedó parado, no esperaba una selva de maleza en una extensión tan grande de más de cien metros.

    –      Esto es demasiado trabajo señora, yo no voy a poder cobrarle tan poco por arreglar este desastre. Necesitaré herramientas que no tengo.

Yo no sabía qué hacer y traté de presionarlo para que lo hiciera.

      Usted dijo que esa era su tarifa normal, ahora resulta que me va a  querer cobrar más.

      Mire, yo no tengo muchos trabajos seguidos, y necesito realmente trabajar señora, pero ese dinero es muy poco por mi trabajo y no tengo que comer desde hace más de tres días… vivo mal de la caridad de la iglesia.

La verdad, pensaba en ayudarlo cumpliendo su tarifa con nuestro dinero ahorrado, pero se me ocurrió hacer un trato con él. Mi hijo, sé que acostaba con algunas chicas de su trabajo y yo ya lo había descubierto varias veces pero no dije nada. La verdad no me importaba mucho, en el fondo es mi hijo y mi consentido, pero eso no quita que alguna vez le pague con la misma moneda. Por mi cabeza en ese momento quise hacerlo con ese hombre, para vengarme de él un poco, sin amor…solo sexo por tener sexo. A una por muy madre que sea y ame a su “marido” es hembra y yo ya tengo un curriculum del cual no avergonzarme con él.

      Te pago cinco euros más por hora si tú me ayudas a mí con algo sencillo – dije mientras ponía mi dedo en mi boca para chuparlo y provocarlo disimuladamente.

      Usted dígame mami rica que es lo que debo hacer y yo lo hago – contesto desesperado.

      Necesito que me des lo que mi marido no puede…, una buena follada con tu verga negra – dije mientras le mostraba mi escote abierto. – ¡Porque la tienes grande y gorda! ¡¡Me encantan las buenas pollas de los negros como tú!!

      La más gruesa y larga que te hayas metido en el coño, mamita.

Él se quitó la mochila y la tiró al suelo, se acercó rápidamente hacia mí. Yo temblaba y él me tomo fuerte de la cintura. Sin esperar mucho me besó metiendo toda su lengua en mi boca a la fuerza. Sus besos eran muy apasionados pero descontrolados y violentos, con la energía de quien necesita a una hembra con desesperación…me mordía en ocasiones succionaba fuerte mis labios hasta soltarlos cuando los estiraba mucho. Olía ocre por el sudor, eso me ponía más cachonda. Su boca era un torbellino, junto con sus manos también. Parecía que con sus besos quería inundar mi boca con su saliva. Yo solo me dejaba dominar mientras él con sus manos iba ganando terreno. Las puso de inmediato en mis tetas y las aplastó con fuerza. Mis ubres generosas llenas de leche, cambiaron de forma entre sus manos y el las miraba maravillado.

      Están enormes estos melones, mamita, que ricos se ven, son naturales  – dijo bufando de calentura. – Y además huelen a leche… estás criando ¿Verdad?

      Sí, tengo una nena de ocho meses, pero eso no importa. ¡¿Porque no me quitas la ropa y lo averiguas?!

Tomó con sus fuertes manos mi blusa de la parte de en medio y de un fuerte tirón la rompió haciendo volar los botones por todos lados. Mi lencería roja quedo ante sus ojos. Mi sostén hacía que mis tetas se juntaran mucho porque eso le encantaba a Zirgo y solía comprármelos él en la tienda. Aquel hombre de inmediato se agachó para sentir la piel de mi tetazas con su lengua. Los chupaba de la parte superior desesperadamente.

      Este sostén me lo compro mi esposo para que él lo disfrutara, y lo estas disfrutando tu primero – dije mientras me reía un poco.

      Bueno pues habrá que darle un buen uso mamita.

Con una mano desabrochó el sostén y me lo quitó rápidamente. De inmediato se dirigió a mis pezones para atacarlos con su boca despiadadamente. Yo tomaba su cabeza y lo acariciaba mientras me hacía gemir de placer. Sus pequeños mordiscos y desesperadas lamidas hacían crecer la corriente de mi vagina, para convertirla en un río de excitación. No quería parar de besar mis pechos, pero también deseaba darle placer caritativo, a aquel chico tan falto de sexo…solo de pensar en los llenos que tendría sus huevazos, me ponía a mil.

    –    Quítate ya esos sucios pantalones… ¡Quiero ver que esconden debajo!

Le espeté, mientras empezaba desesperadamente a desabrochar el botón de aquel ultrajado pantalón. El bulto se le notaba bien hermoso ya, se apreciaba que nacía desde su entrepierna al muslo izquierdo, donde cargaba el semental. Yo me puse de rodillas para prepararme para comerme su verga y después de bajar su calzón lo pude ver. La sala parecía un buen lugar para follar, así que no nos movimos de ahí. Le ayudé a bajar por completo su bóxer y pude verlo. Joder, apareció un cipote enorme moreno, casi brillaba su piel. Era de muy buen tamaño pero no excesivamente grueso, mi hijo me había acostumbrado a sus 7 cm de diámetro, pero este no pasaría mucho más allá de los 5 cm. La verdad me sorprendió un poco. No tenía mucho vello púbico, poco pero espeso y aun así su polla se veía muy larga.

    Traes una pistola grande – dije riendo.

    Bueno mamita es lo que hay... desde los trece la he clavado en bastantes coñitos.

Olía profundamente a ocre. Eso elevaba la excitación, junto al poco sexo que tenía últimamente, hicieron que no me importara. Comencé a mamárselo sin restricciones. Lo metía hasta más de la mitad de su tamaño. Había pasado mucho tiempo desde que había tenido una verga así de larga, debía de medirles sobre los 25 cm… había perdido práctica. Su polla se deslizaba hacia mi garganta, porque el cabrón me forzaba con sus manos puestas en mi cabeza, dado que con trancas tan largas me costaba bastante, ya acostumbra a las de 20 cm.




Como a todo hombre, le gustaba agarrarme de la cabeza mientras le hacía la mamada de su vida. Yo seguí masturbándolo y mamándolo con fuerza. Cada vez me presionaba más para ir más lejos, mientras el solo gemía y gozaba de placer. De pronto cejaba de apretar y me daba a chupar sus cojones. Eran dos bolas de derribo, duras y grandes. Ambas colgaban mucho desde la base de su verga, son de ese tipo que te azotan el coño cuando te follan duro a fondo… se las comía a tiempo que pajeaba su duro tronco negro. Chupeteaba los huevos y me los metía en la boca para jugar con mi lengua dentro, luego el otro huevo y para acabar los dos a un tiempo… me llenaba la boca por completo hinchando mis mofletes. Tras una buena comida de pelotas negras, volvía a su glande, sin prepucio entre negro y morado oscuro. Se lo mamé con decisión mirándole a los ojos, con una mano en su tronco y la otra en los huevos. No pasaron más de diez minutos chupándolo cuando por fin llego lo que tanto esperaba.

      Abre la boca y di ah, mamita – dijo mientras masturbaba su gran polla y  me ponía la otra mano en mi cabeza para mantenerla cerca.

      Dame tu leche negro, dámela ya, la quiero – dije llena de lefa africana.

Bufó muy fuerte y gruño mientras su leche de color amarillo salía de su cipote a borbotones. Era espesa y muy caliente. Yo la recibí en mi boca y cara… pude sentir su calidez. Algunos chorros fueron a parar fuera de mi boca, pero la mayoría estaba sobre mi lengua haciéndome saborearla a la fuerza.

      –      Cómetela toda puta, no dejes ni una gota.

Me acerqué lo suficiente para que no cayese nada fuera de mi boca, y le volví a mamar su glande embarrado de engrudo de espermático, le apreté la polla para sacarle hasta la última gota y repasé con la lengua el orificio de la uretra por donde caían los últimos grumos de rico requesón africano. Cuando lo hice él se estremeció mucho y gimió de nuevo por la sensibilidad de su glande, al repasarle los borbotones que expelía. Pude sentir como dejaba limpia por completo su uretra y me bebí aquella amarilla leche.

      Que gusto me acabas de dar mamita, hacía dos meses de que no me daban una chupada – dijo mientras se sentaba a recuperarse en el sillón.

      Aun no hemos acabado, te toca a ti… – dije mientras me comía el semen que aún quedaba en mi rostro con mis dedos.

Después de unos minutos que estuvimos sentados escuche la puerta.

      July mi amor, ya llegué – dijo mi esposo.

      Puta madre, vístete, es mi esposo.

Él trabajaba en el jardín, desde el gran ventanal lo podía observar desayunando cada mañana antes de ponerme con mis tareas del hogar. Mi hijo lo había estado supervisando durante el fin de semana, pero hoy volvíamos a estar el negrazo y yo solos en casa, Zigor estaría unos días fuera resolviendo un imprevisto laboral, mi hijo confiaba en mí, aunque no era tanta mi confianza en mí misma, porque el chico era guapo, muy simpático y súper atento siempre conmigo… no voy a negar que más de una vez en mi vida hubiera sido mi fantasía follarme a un negro, sentir como me tocaría con sus rudas manos. Poco a poco, mi hijo adquirió más confianza en Moussa, cuyo comportamiento en su presencia era muy respetuoso y gentil, yo diría que tímido. Esa mañana estaba contando que había tenido un problema con su documentación en España, y yo me ofrecí a hablar con mi jefe que solía tener mano en la oficina de extranjería y podría ayudarle. Miré el reloj y se había hecho tarde, se había pasado casi media hora de lo acordado, la verdad es que parecía que no quería irse. Yo no paraba de hablar, pero parecía que él no captaba mis señales. Señales que le lancé durante un buen rato para que se diera cuenta de que estaría encantada de follármelo.

Le invité a entrar en casa a tomar una ducha y luego un refrigerio antes de macharse, a regañadientes aceptó… me acompañó adentro de casa, así tendría oportunidad de seguir zorreando con él. Salió del baño impecable, con ropa nueva que le había comprado. Hablamos de todo un poco y me dijo que nunca había estado con una chica española, yo le dije que yo tampoco con alguien de color, que lo del primer día estuvo bien y fue divertido al estar a punto de pillarnos mi marido… no me dijo nada de la gran diferencia de edad, al parecer en su tierra se estilan mucho los matrimonio intergeneraciones. Al igual que el primer día, con este chico veía que él no tenía intención de lanzarse y dar el primer paso, lo tendría que hacer yo o no obtendría nada de él un día más.

Se tomó su refresco y llegó su hora, me despedí de él pegándome bien a su cuerpo, y en vez de darle dos besos, le di un pico. Aquello le hizo despertar y me agarró de la cintura y empezó a comerme la boca. El efecto fue inmediato, con solo notar su lengua en mi boca, mi coño empezó a mojarse, y el camino al cuarto lo hicimos sin separar nuestras bocas. Nada más llegar y abrir la puerta, empecé a desabrocharme la camisa. Él me miraba con los ojos muy abiertos mientras yo me quitaba el sujetador. Liberé mis tetas y como si fueran un imán, puso sus manos en ellas y se agachó para chuparlas. Mamó de mis pezones y se pusieron duros, los mordía, los pellizcaba… Mi coño estaba caliente, me notaba a mil, ese negrazo despertó a zorra y me puse muy perra, con ganas de polla, de unos buenos azotes, de un buen pollazo negro que me llegase a las entrañas… sus más de 25 cm de larga verga debían de llegar hasta mi estómago.

Bajó la cremallera de mi faldita cota tipo vaquera, y se arrodilló delante de mí para bajarla. Le di la mano y lo llevé hasta la cama del dormitorio. Allí ya estaba en bragas y él aún vestido, eso tenía que remediarlo. Le quité la camiseta y mordí su pecho y abdomen. Bajé su pantalón y pude ver lo que se notaba como una gran polla. Esta vez creo que era yo la de la cara de sorpresa, me cogió de la mano y la puso sobre su verga de caballo. Se notaba grande, gorda, dura. La masajeé un poco y bajé su ropa interior. Era la polla más grande que había visto nunca, que maravilla, se me hacia la boca agua solo de verla. No puedo negar que de siempre me han gustado las pollas gordas, esta no era tanto como la de mi Zirgo, pero era una delicia.

Le pajeé un poco y le tumbé en la cama, quería chupársela ya. La agarré entre mis manos y me la metí en la boca, pasé mi lengua por la punta de su polla para mojarla y empecé a mamar su glande… me llenaba la boca, la saliva se producía a raudales y caía por los lados, pero cuanto más chupaba, más perra me ponía. Chuparle la polla era como adictivo, mamaba y mamaba mientras tocaba sus huevazos con un masaje entre apretones… sentía la dureza de sus bolas dentro del escroto, y aquel pollón duro como una piedra en mi boca. Mi coño pedía a gritos un poco de atención y Moussa pareció adivinarlo.

Se puso entre mis piernas y tengo que decir que ha sido la mejor comida de coño que me han hecho en toda mi vida. Abrió mis piernas y empezó a tocarme los muslos, tiró de mí para que mi coño quedase aún más expuesto y de esa manera quedé con las piernas muy abiertas delante de su cara…. Empezó a lamer despacio, pasando su lengua de abajo a arriba entre los labios carnosos de mi coño, varias pasadas con la lengua muy despacio hicieron que gimiera muy fuerte cuando rozaba el clítoris. Me abrió el coño con una mano y empezó a chupar, a succionar y entonces metió un dedo, sin aviso, hasta el fondo, varias veces dentro y fuera y empezó a moverlo dentro de mi coño, follándomelo con dos dedos. Volvió a comerme el coño con los dedos dentro y mi clítoris se encontró con su lengua. Me comía el coño y me follaba, cuando metió el tercero dedo no pude aguantar más y me corrí mientras él mamaba de mi coño como intentando beberse mi corrida. Subió hacia mí sin sacar sus dedos del conducto vaginal. La comida de boca se le daba muy bien, sabia a mí, a mi corrida y aquello me puso más caliente aún. Se acercó a mi oído mientras seguía haciéndome el dedo y me dijo…

      No sabía que fueras tan zorra. ¡¡Me encantan las PUTAS blancas que desean verga negra! Ya he preñado a varias negras, pero tú serás mi primera panzona blanquita.

      ¡¿Te gusta que sea tu zorra?!, le dije yo. – Está claro que no piensas follarme con condón, hijo de puta… ¡Estás dispuesto a meterme toda tu leche en mi útero ¿Verdad?!

      ¡¡Así es puta…Te voy hacer un negrito precioso!! ¡Tengo los huevos bien llenos mami…!

Se tumbó y yo me puse encima de él, abrí mi coño con la mano y con la otra me enfilé su badajo para que entrara bien, aquella polla negra copó la entrada de mi coño y me fui sentando sobre el mástil… me llenaba poco a poco. Cuando me la metí entera me puse recta y empecé a cabalgar, me lo follaba con ritmo, moviendo bien mi culo, notando como poco a poco mis caderas iban más rápido. No paraba de gemir y sabía que si no paraba mi coño estallaría de nuevo. Cogí sus manos y las puse sobre mis tetas, pellizcaba mis pezones mientras yo seguía follándomelo fuerte, clavándome la lanza hasta el puño. Tiraba de ellos y sentí esa mezcla de dolor y placer que tanto me gusta. La percibía cerca de mi estómago por dentro de mi conducto vaginal…. No pude aguantar más y mientras él agarraba fuerte mis tetas me corrí.

Me eché sobre su pecho, pero duró poco. Al instante me puso a cuatro patas. Se puso detrás de mí, abrió mis piernas y empezó a rozar su polla con mi coño desde atrás. La metía despacio, poco a poco, otra vez notaba mi coño lleno de su rica polla negra como el carbón. Cuando la tuvo dentro entera, se quedó quieto y me dio un azote, gemí, me volvió a azotar más fuerte, volví a gemir y noté como me agarraba del pelo y tiraba de mi cabeza hacia atrás.

      Voy a follarte duro puta, – me dijo. ¡Verás la cantidad de lefa que me vas a sacar de mis huevos negros… hoy los tengo más llenos que el primer día!

Empezó a moverse fuerte, esa polla me taladraba el coño como una máquina percutora. La metía duro una y otra vez hasta la raíz, notaba sus grandes pelotas golpearme el coño sin cesar, su mano me azotaba el culo, con la otra tiraba de mi pelo y yo gemía como una verdadera puta perra salida. Me encanta que me peguen mientras me follan y él lo estaba haciendo de maravilla. Cada vez los azotes más fuertes, me notaba el culo ardiendo, el coño chorreando gracias a la follada que me estaba metiendo y cuando estaba a punto de volver a correrme paró, me puso boca arriba y abrió mis piernas. Volvió a metérmela de un solo golpe con su mano en mi garganta rodeando con los dedos mi cuello. Me tenía sometida a sus contundentes pollazos… follaba con un ritmo frenético y apretaba mi cuello. Yo gemía con la boca abierta intentando respirar y empezó a besarme, metiendo su lengua dentro de mi boca… su saliva caliente llegaba directamente a mi garganta y cada vez que le mamaba su lengua, mi coño palpitaba… Moussa tenía todo grande, la lengua también era enorme, me llenaba la boca.

El ritmo subía y él gemía y abría mucho los ojos como intentando asimilar lo que estaba pasando. Me follaba fuerte y yo sabía que él estaba a punto de correrse. Le dije no que parase, quería toda esa corrida en mi coño, pese a que también necesitaba ese sabor a leche que tanto me pone. Se elevó poniéndome con el coño más a su disposición, me taladraba haciendo flexiones con el cipote casi vertical. Le agarró de la cabeza y me cuelgo de su cuello. La metió tan dentro de mi vagina que la sentía en la mi boca del útero… empezó a follármela a modo de martillo pilón…, no tardó mucho en correrse sin sacarla. Su mano en mi garganta me ahogaba llenándome el coño de esperma amarillento bien espeso, casi grumoso… con esa gran polla atorándome y toda la corrida en mi vagina, la pobre intentaba tragar como podía, pero parte de lefada se derramaba por los bordes del mis labios vaginales camino del culo. La sacó con un sonido de vacío, igual que si sacaran un corcho de su botella. Me repuse sentada para llegar a mamársela, deseaba que los últimos borbotones de leche fueran para mi boca, y me esmeré en dejársela bien limpia, lamí toda su punta, saboreé bien lo que quedaba en mi boca, me encanta el sabor a polla, el semen es una delicia desde que tengo uso de razón…, creo que ese es el motivo de ser tan promiscua, tan puta y tan ninfómana, por qué no decirlo. Tengo que decir que me dejó destrozada, estaba muy cansada, con el coño dolorido pero esta sólo fue la primera de bastantes con él, hasta que acabó todo el trabajo duro de reforma en la casa. Ese semental africano me folló a pelo siempre, con la excusa de que su religión impedía follar con condón. Con lo salida que estaba, no le puse pegas a algo que ya había hecho tantas veces.

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Me follé a aquel majestuoso negro zumbón por última vez. Más e diez veces me llenó en esas tres semanas que le contraté. Le llamo negro zumbón porque me zumbaba de puta madre el coño… Era incansable el muy jodido… Luego supe que era famoso entre sus conocidos del barrio e incluso fuera de él…, para ser musulmán, era muy consentido con las cristianas. Una mujer tan blanquita como yo y con dinero, llamaba mucho la atención a todos esos negrazos con necesidades, emigrantes sin papeles y sin trabajo fijo. Yo podría haber estado con decenas de amantes de color del ébano…, pero solo lo quería a él… Desde que nos conocimos creo que nuestros ojos coquetearon sanamente sin malicia. Confesó que solo tenía 20 años y que no se atrevía tocarme aunque lo deseó desde el primer momento que me dirigí a él. Me confesaría que se sintió atraído hacia mí desde el primer minuto…, al igual que recíprocamente yo me sentí atraída hacia él, por eso lo elegí para hacerme el trabajo de casa. En mi interior sabía que en algún momento, nuestros sexos se unirían en placer íntimo de calidad inigualable…, vamos…, que me lo follaría o como se dice por allí…, me lo comería.

Sus simples conversaciones amistosas hacían mojarme al imaginarlo dentro de mí…, o simplemente imaginar acariciándolo con mis manos blanquísimas por su enorme cuerpo de color oscuro y deseable…, me ponía calentísima cuando nos dirigíamos a casa a mostrarle su trabajo. El destino nos unió laboralmente y todo hacía augurar un encuentro íntimo era cuestión de tiempo…, aunque ninguno de los dos declarábamos abiertamente nuestro deseo. Sus ojos de deseo educado me tenían confundida…, pero ni una sola mueca que me violentara.

La verdad es que mi inicio con la mamada…, se tornó enseguida en sí quiero más de su verga, se tornó en deseo expreso de mi sexo que avanzaba en su humedad. Esa mañana terminaría el jardín y lo celebraríamos con una buena follada, y reparar posteriormente nuestro profundo ejercicio con buena comida y bebida.  Mi enorme negro estaba de pie sin reaccionar…, sumido en una inacción que le tenía rígido, paralizado y sin reflejos. Lo abracé a placer, acaricié sus enormes y fuertes brazos. Empecé a soltarle botones de su camisa blanca. Su tórax negro, brillante sin vello alguno era un enorme lienzo para plasmar mis caricias, reaccionó tímidamente besando mi boca… aquel beso de saliva espesa le fue devuelto con pasión. Mi coño chorreaba ya flujo entre mis labios vaginales.

Sentados en la cama, abrazados y besándonos todo empezaba a fluir. Mi salud había tenido un altibajo en el pasado reciente y el temía hacerme daño con su fortaleza física, dada mi escasa altura y delicado cuerpo femenino. Aquella tremenda delicadeza de no querer hacerme daño me hizo arrastrar mucha más intensa humedad en mi cueva deseosa… Soy a veces muy romántica. Nos empezamos a desnudar despacio, aún tenía mi vestido puesto cuando sus enormes manos me acariciaban mis piernas enteras despacio…, desde las pantorrillas a los muslos…, haciendo subir sinuosamente mi vestido. Nuestras bocas volvieron a unirse. Me besaba todo en mi…, boca, cuello, lóbulos. Me tumbó armoniosamente en la cama y quiso pasar sus dedos negros por encima de mi braguita húmeda… Mi chocho retumbaba de placer y rezumaba humedad, sentía el calor y el dolor de clítoris…tenía el coño bastante hinchado.

Ya desposeída de mi parte superior…, sus manos atisbaron a empezar a tocarme mis henchidas tetas con pezones endurecidos. Mis manos irremediablemente querían ir hacia su enorme cipote…, el elástico duro de su bóxer empezaba a revelarse pero la final lo vencí. Llegué finalmente a aquel tremendo pollón aún flácido…, de unos 18 centímetros de largo sin llegar a estar en erección… Jamás había visto una polla así de larga…, ya os digo que mi hijo la tiene más corta pero con al menos siete u ocho centímetros de diámetro, él apenas llegaría a los 6 cm que no es poco, lo que con su largura, le dotaba de un arma de destrucción vaginal implacable. Terminé de quitarle el bóxer mientras aquella enorme negra morcilla se balanceaba delante de mi cara. Lo hice recostar y comencé a tomar una gloriosa barra de chocolate…, cual helado caliente chupaba y chupaba, robusteciéndosela, como si mi saliva fuese el agua necesaria para endurecer el hormigón armado del que esté hecha su verga… Aquella butifarra oscura crecía mientras mi boca y mi lengua la devoraban.

Di cuenta también de sus enormes testículos tan grandes como una pelota de tenis provocativa…, dándoles besos itinerantes entre lamida y lamida de aquel soberbio glande luminoso y brillante que iba rezumando también líquidos preseminales. Aquel enorme negro empezaba a disfrutar de veras a tenor de aquellos profundos suspiros y gemidos. Cogía mis manos con sus enormes manos, y las guiaba en aquel recorrido arriba y abajo a través de aquel enorme mástil oscuro cada vez más duro y grande. Sus ojos cerrados no ocultaba el placer de aquellos momentos especiales para él y para mí…, pues mi cueva rebosaba humedad que iba traspasando a mis braguitas de algodón, totalmente húmedas en buena parte de su superficie… Por fin le dije que quería sentirlo…, que me acaríciese entera.

Necesitaba sentir aquella boca caliente por todo mi cuerpo, necesitaba sentir el roce de aquella piel de ébano rozando mi piel contrastada con la mía. Me recosté…, y me terminó de desnudar despacio…, muy despacio. Me acaricio… toda en mí. Me besó tierna y apasionadamente. Me sentía única cuando no pude dejar de pedirle que me probase, quería sentir su boca en mi sexo ardiente y deseoso con demasiada hambre.

Se acopló en la posición idónea y sin ninguna prisa…, lamio, comió, beso y metió dentro de mí…, alternativamente lengua, dedos o incluso su nariz. Mi cuerpo no aguanta más y tuve quizás el orgasmo más clamoroso de mi vida…, al fin y al cabo lo llevaba esperando casi toda una vida. Para agradecerme aquel soberbio orgasmo que le di en su preciosa caja de dientes hermosos…, subió a besarme con la boca impregnada de todo aquel humedal viscoso y ligeramente salado…, aunque absolutamente delicioso. Saboreé la esencia de su boca junto a mis aromas íntimos…, no desconocidos para mí, ya que me gusta lamer mis dedos cuando me masturbo casi todas las noches. Necesitaba aquel kilogramo de carne dura y gruesa dentro de mí…se la pedí. Ya no se sentía tan respetuoso y educado como la primera vez, cuando temía hacerme daño al incrustar tan desproporcionada polla en mi aparentemente pequeña cueva en comparación, perdió todo temor al ver cómo me incrusté su cipote casi de un sentón hasta los mismo huevos sin inmutarme… reconozco que tantas folladas me hicieron un coño profundo.

Aún así, pausadamente cogió su herramienta y la preparó en mi puerta húmeda y ardiente. Aquel enorme glande viscoso me rozaba y me preparaba para explotar nuevamente dada la tensión sexual que tenía. Me advirtió que si me hacía daño que se lo dijese que pararía de inmediato, ya era una rutina ese cumplido para que le dijese que me follase duro hasta lo más adentro que pudiese…. Presionó y clavó suavemente su enorme glande después de moverlo a ambos lados de mi vagina e impregnase mucho más de aquellas lubricaciones naturales.

Mientras lentamente aquel enorme bate de béisbol entraba por mi boca vaginal, me besaba cariñosamente. Mi coño deseoso acomodaba dentro sin dolor alguno, a aquel enorme huésped desproporcionado para lo que yo acostumbraba por entonces. Recuerdo nítidamente el  período de gozo único con el primer y único negro de mi vida. Cuando terminó de acoplarse, empezó tímidamente a iniciar el cortejo sexual íntimo…, yo ya me corría nuevamente como una perra caliente. Él aguantaba un poco más…, hasta que con mi tercer orgasmo…, no pudo remediar que una ingente cantidad de néctar blanco empezase a llenar enteramente mi receptáculo vagina…, llegando a salir parte de su semen oloroso a testosterona africana, caliente y sabroso por las orillas de mis labios vaginales… Claro que lo probé varias veces… pues sin poder dar abasto tragando esperma, mucho hubo de derramarse entre las sábanas de aquella cama que recibiría durante el resto de la jornada otras dos inundaciones jugosas de néctar blanco del interior de aquella desproporcionada animalada de polla de color de la noche sin luna… Recuerdo aquella cita sexual como única, última sin saber a ciencia cierta.

Éramos dos amantes pasionales que nos deseábamos y nos dimos enteramente en esos 20 días, el uno al otro sin parangón, no obstante aquel último día fue especial, porque me dolían los ovarios de los duros pollazos que me embistió en el gran polvo final. Aún recuerdo el olor acre de su piel…, el sabor de su leche ácida con cierto punto salado. Ahora las ensaladas con un toque de vinagre y sal me rememoran a mi negro zumbón, e inconscientemente se hace el coño agua… ¡¡Me atravesó tan duro, que creo que quiso dejarme el recuerdo imborrable!!




De vuelta a la normalidad, solo deseaba a mi hijo, mi esposo y mi macho…, lo amo y quiero más que a ninguno he amado, y no solo físicamente como a Moussa que me llenó de semen africano hasta las trancas… he de apuntar que Zigor es generoso en sus eyaculaciones, pero el negrazo era un semental equino expeliendo chorros y chorros de lefa como un surtidor. Estoy segura que con una de sus corridas, le llegaba para preñar a diez hembras lo menos, si fuese donante de semen, sin embargo solo me lo daba a mí y por lo tanto solo podría preñarme a mí, como así ocurrió. Ya tenía una niña morena de mi hijo y ahora tendría a un niño mulato.

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