La casa a la que nos habíamos mudado, tenía un precio muy bajo de renta con posibilidad de compra…, lo cual nos convenía. Mi hijo comenzó a trabajar y con mi trabajo a media jornada de tardes por cuidar a la niña, nos daba para vivir bien, pero aquella casita tan bonita necesitaba muchas reparaciones. Honestamente a mí no me gustaba para nada trabajar en ciertas cosas, como el jardín que estaba impracticable, con zarzas y arbustos en estado salvaje. Había que hacer una limpieza profunda y eso daba demasiado trabajo para una mujer. Con los ahorros en nuestra cuenta y los ingresos en nómina, nos daba para adecentar la casa de arriba abajo. Tuve que cooperar con él en las tareas más asequibles a una mujer, aunque no me fascinaba la idea de ponerme a las tareas duras, pero tuve que hacerlo para que no nos viéramos tan apretados con los gastos de la casa. Mi hijo me dijo que para las más rudas fuera a un lugar donde suelen estar chicos emigrantes, que trabajan en cualquier cosa, sobre todo africanos que buscaban un empleo para subsistir… ese mismo día pensé en ir a buscar a alguien que empezara por lo básico. El jardín, que era lo más peliagudo y necesitaba la fortaleza de un hombre…estaba hecho un desastre, pero tenía potencial para quedar muy bonito con una buena mano, por lo que fue lo primero que decidí encontrar, un buen jardinero.
El lugar estaba en una parada de autobuses. Varios hombres se reunían ahí con cartelones que decían lo que hacían en un pobre español, con muchas faltas de ortografía. Yo disminuí la velocidad de mi coche y me acerqué para ver si había alguien con un letrero de jardinero. Los letreros que más se repetían era el de mecánico, fontanero y albañil o constructor. Avancé a donde estaba otro montón de gente y encontré a un muchacho joven que no portaba letrero, pero se le veía fornido y podría hacer las veces de jardinero. Era un chico de negro, muy alto y de complexión fornida… llevaba unos jeans deslavados un poco sucios. Tenía una camisa de tirantes blanca y una mochila color azul con negro, rota y desgastada también. Me bajé del coche y le pregunté por lo que sabía hacer….
– ¿Disculpa, tú puedes ayudarme con un trabajo de jardinería?
El me miró algo sorprendido y no dijo nada, debía estar acostumbrado a que
se acercasen solo hombres para solicitarle mano de obra… se quedó mirándome de
pies a cabeza.
–
¿Acaso no hablas español? – Pregunté nuevamente.
–
Perdón es que me perdí por un momento en tu belleza
mami, si hablo español, me llamo Moussa Sacuba, soy de Senegal – dijo mientras me escaneaba con la mirada.
– Bueno mucho gusto, mi nombres es Julia García, ando buscando quien me arregle el jardín.
Miraba admiraba su cuerpo
tan atlético. Él se
sonrió mostrando un dentadura blanca que contrastaba con su piel tanto que
parecía blanqueada a posta.
–
Yo soy su hombre señora, yo puedo ayudarla con ese
trabajito, claro está por una buena cantidad.
–
¿Cuánto es lo que usted cobra por su trabajo? – Pregunté con curiosidad.
–
Bueno yo cobro ocho euros la hora.
–
¿No le parece demasiado solo por arreglar un jardín?
Pregunté algo indignada por el precio, y por qué no tenía mucho dinero, la verdad estaba tratando un poco de negociar.
– Bueno siempre puede ir a un profesional, o alguien que tenga una empresa, pero esos le van a cobrar muchísimo más mamita – dijo con una sonrisa altanera en su rostro.
Pude ver de nuevo sus dientes eran blancos como la leche. La mima que albergarían sus tremendo huevazos… porque una no es de piedra, y en ese mandingo veía a algo más que un simple operario de la jardinería.
– No se preocupe, esa cantidad está bien, suba conmigo a mi coche… tengo que llevarlo a mi casa, así se podrá poner a trabajar de inmediato.
El aceptó y nos fuimos los dos para mi hogar. En el camino podía ver como
su mirada no dejaba de ver mi escote y mis piernas. La mirada tan penetrante de
aquel hombre parecía perforar mi ropa, y destrozarla solo con sus ojos…
imaginaba que solo lejos de su poblado, estaría muy falto de una mujer a la que
follar. Yo me sentí algo incomoda pero después de unos minutos me acostumbre a
él, me gusta demasiado que los hombres me miren y mi admiren. Su mirada era un
bastante intimidante. Alto y fuerte y con un color de piel oscuro como la
noche. Tenía muy poco cabello casi rapado y llevaba algunos tatuajes en los
brazos y el cuello. Temía que en el camino me fuera a hacer algo, pero no pasó
nada más que unas cuantas miradas atrevidas. Parecía ser un hombre de trabajo y
realmente nunca se quiso propasar conmigo. Pero tenía que entenderlo, era
hombre y los hombres nunca desaprovechan la oportunidad para deleitar su vista
de todas las maneras posibles…más si llevas semanas o meses sin meter la verga
en un coño, a ese ejemplar no le faltarían hembras a las que follar.
Cuando llegamos a la casa mi hijo que ya era mi marido, se había ido para
el trabajo. Yo abrí las puertas de la casa y le dije a aquel hombre que
entrara. Desde que estaba “casada” con Zigor, era la primera vez que me quedaba
a solas con un hombre en mi casa. Miraba admirado nuestra casa, seguro que
hacía mucho que no estaba en una parecida.
–
Pues es muy grande su casa señora, algo descuidada,
pero muy grande. Yo le dije…
–
Bueno, no es nuestra todavía, solo la estamos alquilando
con derecho a compra. Mi marido y yo nos quedaremos por mucho tiempo en ella,
por lo que queremos que quede bien en el poco tiempo que estaremos aquí
–
Sí, ya veo –dijo– Bueno, déjeme ver por dónde
voy a empezar con mi trabajo – añadió
Fuimos a la puerta trasera de la casa y salimos al jardín. Cuando el hombre lo vio se quedó parado, no esperaba una selva de maleza en una extensión tan grande de más de cien metros.
– Esto es demasiado trabajo señora, yo no voy a poder cobrarle tan poco por arreglar este desastre. Necesitaré herramientas que no tengo.
Yo no sabía qué hacer y traté de presionarlo para que lo hiciera.
–
Usted dijo que esa era su tarifa normal, ahora resulta
que me va a querer cobrar más.
–
Mire, yo no tengo muchos trabajos seguidos, y necesito
realmente trabajar señora, pero ese dinero es muy poco por mi trabajo y no
tengo que comer desde hace más de tres días… vivo mal de la caridad de la
iglesia.
La verdad, pensaba en ayudarlo cumpliendo su tarifa con nuestro dinero
ahorrado, pero se me ocurrió hacer un trato con él. Mi hijo, sé que acostaba
con algunas chicas de su trabajo y yo ya lo había descubierto varias veces pero
no dije nada. La verdad no me importaba mucho, en el fondo es mi hijo y mi
consentido, pero eso no quita que alguna vez le pague con la misma moneda. Por
mi cabeza en ese momento quise hacerlo con ese hombre, para vengarme de él un
poco, sin amor…solo sexo por tener sexo. A una por muy madre que sea y ame a su
“marido” es hembra y yo ya tengo un curriculum del cual no avergonzarme con él.
–
Te pago cinco euros más por hora si tú me ayudas a mí
con algo sencillo – dije
mientras ponía mi dedo en mi boca para chuparlo y provocarlo disimuladamente.
–
Usted dígame mami rica que es lo que debo hacer y yo
lo hago – contesto desesperado.
–
Necesito que me des lo que mi marido no puede…, una
buena follada con tu verga negra – dije mientras le mostraba mi escote abierto. – ¡Porque la tienes grande y gorda! ¡¡Me encantan las buenas pollas
de los negros como tú!!
–
La más gruesa y larga que te hayas metido en el coño,
mamita.
Él se quitó la mochila y la tiró al suelo, se acercó rápidamente hacia mí.
Yo temblaba y él me tomo fuerte de la cintura. Sin esperar mucho me besó
metiendo toda su lengua en mi boca a la fuerza. Sus besos eran muy apasionados
pero descontrolados y violentos, con la energía de quien necesita a una hembra
con desesperación…me mordía en ocasiones succionaba fuerte mis labios hasta
soltarlos cuando los estiraba mucho. Olía ocre por el sudor, eso me ponía más
cachonda. Su boca era un torbellino, junto con sus manos también. Parecía que
con sus besos quería inundar mi boca con su saliva. Yo solo me dejaba dominar
mientras él con sus manos iba ganando terreno. Las puso de inmediato en mis
tetas y las aplastó con fuerza. Mis ubres generosas llenas de leche, cambiaron de
forma entre sus manos y el las miraba maravillado.
–
Están enormes estos melones, mamita, que ricos se ven,
son naturales – dijo
bufando de calentura. – Y además huelen a
leche… estás criando ¿Verdad?
–
Sí, tengo una nena de ocho meses, pero eso no importa.
¡¿Porque no me quitas la ropa y lo averiguas?!
Tomó con sus fuertes manos mi blusa de la parte de en medio y de un fuerte
tirón la rompió haciendo volar los botones por todos lados. Mi lencería roja
quedo ante sus ojos. Mi sostén hacía que mis tetas se juntaran mucho porque eso
le encantaba a Zirgo y solía comprármelos él en la tienda. Aquel hombre de
inmediato se agachó para sentir la piel de mi tetazas con su lengua. Los
chupaba de la parte superior desesperadamente.
–
Este sostén me lo compro mi esposo para que él lo
disfrutara, y lo estas disfrutando tu primero – dije mientras me reía un poco.
–
Bueno pues habrá que darle un buen uso mamita.
Con una mano desabrochó el sostén y me lo quitó rápidamente. De inmediato se dirigió a mis pezones para atacarlos con su boca despiadadamente. Yo tomaba su cabeza y lo acariciaba mientras me hacía gemir de placer. Sus pequeños mordiscos y desesperadas lamidas hacían crecer la corriente de mi vagina, para convertirla en un río de excitación. No quería parar de besar mis pechos, pero también deseaba darle placer caritativo, a aquel chico tan falto de sexo…solo de pensar en los llenos que tendría sus huevazos, me ponía a mil.
– Quítate ya esos sucios pantalones… ¡Quiero ver que esconden debajo!
Le espeté, mientras empezaba desesperadamente a desabrochar el botón de
aquel ultrajado pantalón. El bulto se le notaba bien hermoso ya, se apreciaba
que nacía desde su entrepierna al muslo izquierdo, donde cargaba el semental.
Yo me puse de rodillas para prepararme para comerme su verga y después de bajar
su calzón lo pude ver. La sala parecía un buen lugar para follar, así que no
nos movimos de ahí. Le ayudé a bajar por completo su bóxer y pude verlo. Joder,
apareció un cipote enorme moreno, casi brillaba su piel. Era de muy buen tamaño
pero no excesivamente grueso, mi hijo me había acostumbrado a sus 7 cm de
diámetro, pero este no pasaría mucho más allá de los 5 cm. La verdad me
sorprendió un poco. No tenía mucho vello púbico, poco pero espeso y aun así su polla
se veía muy larga.
– Traes una pistola grande – dije riendo.
– Bueno mamita es lo que hay... desde los trece la he clavado en bastantes coñitos.
Olía profundamente a ocre. Eso elevaba la excitación, junto al poco sexo
que tenía últimamente, hicieron que no me importara. Comencé a mamárselo sin
restricciones. Lo metía hasta más de la mitad de su tamaño. Había pasado mucho
tiempo desde que había tenido una verga así de larga, debía de medirles sobre
los 25 cm… había perdido práctica. Su polla se deslizaba hacia mi garganta,
porque el cabrón me forzaba con sus manos puestas en mi cabeza, dado que con
trancas tan largas me costaba bastante, ya acostumbra a las de 20 cm.
Como a todo hombre, le gustaba agarrarme de la cabeza mientras le hacía la
mamada de su vida. Yo seguí masturbándolo y mamándolo con fuerza. Cada vez me
presionaba más para ir más lejos, mientras el solo gemía y gozaba de placer. De
pronto cejaba de apretar y me daba a chupar sus cojones. Eran dos bolas de
derribo, duras y grandes. Ambas colgaban mucho desde la base de su verga, son
de ese tipo que te azotan el coño cuando te follan duro a fondo… se las comía a
tiempo que pajeaba su duro tronco negro. Chupeteaba los huevos y me los metía
en la boca para jugar con mi lengua dentro, luego el otro huevo y para acabar
los dos a un tiempo… me llenaba la boca por completo hinchando mis mofletes.
Tras una buena comida de pelotas negras, volvía a su glande, sin prepucio entre
negro y morado oscuro. Se lo mamé con decisión mirándole a los ojos, con una
mano en su tronco y la otra en los huevos. No pasaron más de diez minutos
chupándolo cuando por fin llego lo que tanto esperaba.
–
Abre la boca y di ah, mamita – dijo mientras masturbaba su gran polla y me
ponía la otra mano en mi cabeza para mantenerla cerca.
–
Dame tu leche negro, dámela ya, la quiero – dije llena de lefa africana.
Bufó muy fuerte y gruño mientras su leche de color amarillo salía de su cipote a borbotones. Era espesa y muy caliente. Yo la recibí en mi boca y cara… pude sentir su calidez. Algunos chorros fueron a parar fuera de mi boca, pero la mayoría estaba sobre mi lengua haciéndome saborearla a la fuerza.
– Cómetela toda puta, no dejes ni una gota.
Me acerqué lo suficiente para que no cayese nada fuera de mi boca, y le
volví a mamar su glande embarrado de engrudo de espermático, le apreté la polla
para sacarle hasta la última gota y repasé con la lengua el orificio de la
uretra por donde caían los últimos grumos de rico requesón africano. Cuando lo
hice él se estremeció mucho y gimió de nuevo por la sensibilidad de su glande,
al repasarle los borbotones que expelía. Pude sentir como dejaba limpia por
completo su uretra y me bebí aquella amarilla leche.
–
Que gusto me acabas de dar mamita, hacía dos meses de
que no me daban una chupada – dijo
mientras se sentaba a recuperarse en el sillón.
–
Aun no hemos acabado, te toca a ti… – dije mientras me comía el semen que aún quedaba en
mi rostro con mis dedos.
Después de unos minutos que estuvimos sentados escuche la puerta.
–
July mi amor, ya llegué – dijo mi esposo.
–
Puta madre, vístete, es mi esposo.
Él trabajaba en el jardín, desde el gran ventanal lo podía observar desayunando
cada mañana antes de ponerme con mis tareas del hogar. Mi hijo lo había estado
supervisando durante el fin de semana, pero hoy volvíamos a estar el negrazo y
yo solos en casa, Zigor estaría unos días fuera resolviendo un imprevisto
laboral, mi hijo confiaba en mí, aunque no era tanta mi confianza en mí misma,
porque el chico era guapo, muy simpático y súper atento siempre conmigo… no voy
a negar que más de una vez en mi vida hubiera sido mi fantasía follarme a un
negro, sentir como me tocaría con sus rudas manos. Poco a poco, mi hijo adquirió
más confianza en Moussa, cuyo comportamiento en su presencia era muy respetuoso
y gentil, yo diría que tímido. Esa mañana estaba contando que había tenido un
problema con su documentación en España, y yo me ofrecí a hablar con mi jefe
que solía tener mano en la oficina de extranjería y podría ayudarle. Miré el
reloj y se había hecho tarde, se había pasado casi media hora de lo acordado, la
verdad es que parecía que no quería irse. Yo no paraba de hablar, pero parecía
que él no captaba mis señales. Señales que le lancé durante un buen rato para
que se diera cuenta de que estaría encantada de follármelo.
Le invité a entrar en casa a tomar una ducha y luego un refrigerio antes de
macharse, a regañadientes aceptó… me acompañó adentro de casa, así tendría
oportunidad de seguir zorreando con él. Salió del baño impecable, con ropa
nueva que le había comprado. Hablamos de todo un poco y me dijo que nunca había
estado con una chica española, yo le dije que yo tampoco con alguien de color,
que lo del primer día estuvo bien y fue divertido al estar a punto de pillarnos
mi marido… no me dijo nada de la gran diferencia de edad, al parecer en su
tierra se estilan mucho los matrimonio intergeneraciones. Al igual que el
primer día, con este chico veía que él no tenía intención de lanzarse y dar el
primer paso, lo tendría que hacer yo o no obtendría nada de él un día más.
Se tomó su refresco y llegó su hora, me despedí de él pegándome bien a su
cuerpo, y en vez de darle dos besos, le di un pico. Aquello le hizo despertar y
me agarró de la cintura y empezó a comerme la boca. El efecto fue inmediato,
con solo notar su lengua en mi boca, mi coño empezó a mojarse, y el camino al
cuarto lo hicimos sin separar nuestras bocas. Nada más llegar y abrir la puerta,
empecé a desabrocharme la camisa. Él me miraba con los ojos muy abiertos
mientras yo me quitaba el sujetador. Liberé mis tetas y como si fueran un imán,
puso sus manos en ellas y se agachó para chuparlas. Mamó de mis pezones y se
pusieron duros, los mordía, los pellizcaba… Mi coño estaba caliente, me notaba
a mil, ese negrazo despertó a zorra y me puse muy perra, con ganas de polla, de
unos buenos azotes, de un buen pollazo negro que me llegase a las entrañas… sus
más de 25 cm de larga verga debían de llegar hasta mi estómago.
Bajó la cremallera de mi faldita cota tipo vaquera, y se arrodilló delante
de mí para bajarla. Le di la mano y lo llevé hasta la cama del dormitorio. Allí
ya estaba en bragas y él aún vestido, eso tenía que remediarlo. Le quité la
camiseta y mordí su pecho y abdomen. Bajé su pantalón y pude ver lo que se
notaba como una gran polla. Esta vez creo que era yo la de la cara de sorpresa,
me cogió de la mano y la puso sobre su verga de caballo. Se notaba grande,
gorda, dura. La masajeé un poco y bajé su ropa interior. Era la polla más
grande que había visto nunca, que maravilla, se me hacia la boca agua solo de
verla. No puedo negar que de siempre me han gustado las pollas gordas, esta no
era tanto como la de mi Zirgo, pero era una delicia.
Le pajeé un poco y le tumbé en la cama, quería chupársela ya. La agarré
entre mis manos y me la metí en la boca, pasé mi lengua por la punta de su
polla para mojarla y empecé a mamar su glande… me llenaba la boca, la saliva se
producía a raudales y caía por los lados, pero cuanto más chupaba, más perra me
ponía. Chuparle la polla era como adictivo, mamaba y mamaba mientras tocaba sus
huevazos con un masaje entre apretones… sentía la dureza de sus bolas dentro
del escroto, y aquel pollón duro como una piedra en mi boca. Mi coño pedía a
gritos un poco de atención y Moussa pareció adivinarlo.
Se puso entre mis piernas y tengo que decir que ha sido la mejor comida de
coño que me han hecho en toda mi vida. Abrió mis piernas y empezó a tocarme los
muslos, tiró de mí para que mi coño quedase aún más expuesto y de esa manera
quedé con las piernas muy abiertas delante de su cara…. Empezó a lamer
despacio, pasando su lengua de abajo a arriba entre los labios carnosos de mi
coño, varias pasadas con la lengua muy despacio hicieron que gimiera muy fuerte
cuando rozaba el clítoris. Me abrió el coño con una mano y empezó a chupar, a
succionar y entonces metió un dedo, sin aviso, hasta el fondo, varias veces
dentro y fuera y empezó a moverlo dentro de mi coño, follándomelo con dos dedos.
Volvió a comerme el coño con los dedos dentro y mi clítoris se encontró con su
lengua. Me comía el coño y me follaba, cuando metió el tercero dedo no pude
aguantar más y me corrí mientras él mamaba de mi coño como intentando beberse
mi corrida. Subió hacia mí sin sacar sus dedos del conducto vaginal. La comida
de boca se le daba muy bien, sabia a mí, a mi corrida y aquello me puso más
caliente aún. Se acercó a mi oído mientras seguía haciéndome el dedo y me dijo…
–
No sabía que fueras tan zorra. ¡¡Me encantan las PUTAS
blancas que desean verga negra! Ya he preñado a varias negras, pero tú serás mi
primera panzona blanquita.
– ¡¿Te gusta que sea tu zorra?!, le dije yo. – Está
claro que no piensas follarme con condón, hijo de puta… ¡Estás dispuesto a
meterme toda tu leche en mi útero ¿Verdad?!
–
¡¡Así es puta…Te voy hacer un negrito precioso!!
¡Tengo los huevos bien llenos mami…!
Se tumbó y yo me puse encima de él, abrí mi coño con la mano y con la otra
me enfilé su badajo para que entrara bien, aquella polla negra copó la entrada
de mi coño y me fui sentando sobre el mástil… me llenaba poco a poco. Cuando me
la metí entera me puse recta y empecé a cabalgar, me lo follaba con ritmo,
moviendo bien mi culo, notando como poco a poco mis caderas iban más rápido. No
paraba de gemir y sabía que si no paraba mi coño estallaría de nuevo. Cogí sus
manos y las puse sobre mis tetas, pellizcaba mis pezones mientras yo seguía
follándomelo fuerte, clavándome la lanza hasta el puño. Tiraba de ellos y sentí
esa mezcla de dolor y placer que tanto me gusta. La percibía cerca de mi
estómago por dentro de mi conducto vaginal…. No pude aguantar más y mientras él
agarraba fuerte mis tetas me corrí.
Me eché sobre su pecho, pero duró poco. Al instante me puso a cuatro patas.
Se puso detrás de mí, abrió mis piernas y empezó a rozar su polla con mi coño
desde atrás. La metía despacio, poco a poco, otra vez notaba mi coño lleno de
su rica polla negra como el carbón. Cuando la tuvo dentro entera, se quedó
quieto y me dio un azote, gemí, me volvió a azotar más fuerte, volví a gemir y
noté como me agarraba del pelo y tiraba de mi cabeza hacia atrás.
–
Voy a follarte duro puta, – me dijo. – ¡Verás
la cantidad de lefa que me vas a sacar de mis huevos negros… hoy los tengo más
llenos que el primer día!
Empezó a moverse fuerte, esa polla me taladraba el coño como una máquina
percutora. La metía duro una y otra vez hasta la raíz, notaba sus grandes
pelotas golpearme el coño sin cesar, su mano me azotaba el culo, con la otra tiraba
de mi pelo y yo gemía como una verdadera puta perra salida. Me encanta que me
peguen mientras me follan y él lo estaba haciendo de maravilla. Cada vez los azotes
más fuertes, me notaba el culo ardiendo, el coño chorreando gracias a la
follada que me estaba metiendo y cuando estaba a punto de volver a correrme
paró, me puso boca arriba y abrió mis piernas. Volvió a metérmela de un solo
golpe con su mano en mi garganta rodeando con los dedos mi cuello. Me tenía
sometida a sus contundentes pollazos… follaba con un ritmo frenético y apretaba
mi cuello. Yo gemía con la boca abierta intentando respirar y empezó a besarme,
metiendo su lengua dentro de mi boca… su saliva caliente llegaba directamente a
mi garganta y cada vez que le mamaba su lengua, mi coño palpitaba… Moussa tenía
todo grande, la lengua también era enorme, me llenaba la boca.
El ritmo subía y él gemía y abría mucho los ojos como intentando asimilar
lo que estaba pasando. Me follaba fuerte y yo sabía que él estaba a punto de
correrse. Le dije no que parase, quería toda esa corrida en mi coño, pese a que
también necesitaba ese sabor a leche que tanto me pone. Se elevó poniéndome con
el coño más a su disposición, me taladraba haciendo flexiones con el cipote
casi vertical. Le agarró de la cabeza y me cuelgo de su cuello. La metió tan
dentro de mi vagina que la sentía en la mi boca del útero… empezó a follármela
a modo de martillo pilón…, no tardó mucho en correrse sin sacarla. Su mano en
mi garganta me ahogaba llenándome el coño de esperma amarillento bien espeso,
casi grumoso… con esa gran polla atorándome y toda la corrida en mi vagina, la
pobre intentaba tragar como podía, pero parte de lefada se derramaba por los
bordes del mis labios vaginales camino del culo. La sacó con un sonido de
vacío, igual que si sacaran un corcho de su botella. Me repuse sentada para
llegar a mamársela, deseaba que los últimos borbotones de leche fueran para mi
boca, y me esmeré en dejársela bien limpia, lamí toda su punta, saboreé bien lo
que quedaba en mi boca, me encanta el sabor a polla, el semen es una delicia
desde que tengo uso de razón…, creo que ese es el motivo de ser tan promiscua,
tan puta y tan ninfómana, por qué no decirlo. Tengo que decir que me dejó
destrozada, estaba muy cansada, con el coño dolorido pero esta sólo fue la
primera de bastantes con él, hasta que acabó todo el trabajo duro de reforma en
la casa. Ese semental africano me folló a pelo siempre, con la excusa de que su
religión impedía follar con condón. Con lo salida que estaba, no le puse pegas
a algo que ya había hecho tantas veces.
***********
Me follé a aquel majestuoso negro zumbón por última
vez. Más e diez veces me llenó en esas tres
semanas que le contraté. Le llamo negro zumbón porque me zumbaba de puta madre
el coño… Era incansable el muy jodido… Luego supe que era famoso entre sus
conocidos del barrio e incluso fuera de él…, para ser musulmán, era muy
consentido con las cristianas. Una mujer tan blanquita como yo y con dinero,
llamaba mucho la atención a todos esos negrazos con necesidades, emigrantes sin
papeles y sin trabajo fijo. Yo podría haber estado con decenas de amantes de
color del ébano…, pero solo lo quería a él… Desde que nos conocimos creo que nuestros
ojos coquetearon sanamente sin malicia. Confesó que solo tenía 20 años y que no
se atrevía tocarme aunque lo deseó desde el primer momento que me dirigí a él. Me
confesaría que se sintió atraído hacia mí desde el primer minuto…, al igual que
recíprocamente yo me sentí atraída hacia él, por eso lo elegí para hacerme el
trabajo de casa. En mi interior sabía que en algún momento, nuestros sexos se
unirían en placer íntimo de calidad inigualable…, vamos…, que me lo follaría o
como se dice por allí…, me lo comería.
Sus simples conversaciones amistosas hacían mojarme al imaginarlo dentro de
mí…, o simplemente imaginar acariciándolo con mis manos blanquísimas por su enorme
cuerpo de color oscuro y deseable…, me ponía calentísima cuando nos dirigíamos
a casa a mostrarle su trabajo. El destino nos unió laboralmente y todo hacía
augurar un encuentro íntimo era cuestión de tiempo…, aunque ninguno de los dos
declarábamos abiertamente nuestro deseo. Sus ojos de deseo educado me tenían
confundida…, pero ni una sola mueca que me violentara.
La verdad es que mi inicio con la mamada…, se tornó enseguida en sí quiero
más de su verga, se tornó en deseo expreso de mi sexo que avanzaba en su
humedad. Esa mañana terminaría el jardín y lo celebraríamos con una buena
follada, y reparar posteriormente nuestro profundo ejercicio con buena comida y
bebida. Mi enorme negro estaba de pie
sin reaccionar…, sumido en una inacción que le tenía rígido, paralizado y sin
reflejos. Lo abracé a placer, acaricié sus enormes y fuertes brazos. Empecé a
soltarle botones de su camisa blanca. Su tórax negro, brillante sin vello
alguno era un enorme lienzo para plasmar mis caricias, reaccionó tímidamente
besando mi boca… aquel beso de saliva espesa le fue devuelto con pasión. Mi
coño chorreaba ya flujo entre mis labios vaginales.
Sentados en la cama, abrazados y besándonos todo empezaba a fluir. Mi salud
había tenido un altibajo en el pasado reciente y el temía hacerme daño con su
fortaleza física, dada mi escasa altura y delicado cuerpo femenino. Aquella
tremenda delicadeza de no querer hacerme daño me hizo arrastrar mucha más
intensa humedad en mi cueva deseosa… Soy a veces muy romántica. Nos empezamos a
desnudar despacio, aún tenía mi vestido puesto cuando sus enormes manos me
acariciaban mis piernas enteras despacio…, desde las pantorrillas a los
muslos…, haciendo subir sinuosamente mi vestido. Nuestras bocas volvieron a
unirse. Me besaba todo en mi…, boca, cuello, lóbulos. Me tumbó armoniosamente
en la cama y quiso pasar sus dedos negros por encima de mi braguita húmeda… Mi chocho
retumbaba de placer y rezumaba humedad, sentía el calor y el dolor de
clítoris…tenía el coño bastante hinchado.
Ya desposeída de mi parte superior…, sus manos atisbaron a empezar a
tocarme mis henchidas tetas con pezones endurecidos. Mis manos
irremediablemente querían ir hacia su enorme cipote…, el elástico duro de su
bóxer empezaba a revelarse pero la final lo vencí. Llegué finalmente a aquel
tremendo pollón aún flácido…, de unos 18 centímetros de largo sin llegar a
estar en erección… Jamás había visto una polla así de larga…, ya os digo que mi
hijo la tiene más corta pero con al menos siete u ocho centímetros de diámetro,
él apenas llegaría a los 6 cm que no es poco, lo que con su largura, le dotaba
de un arma de destrucción vaginal implacable. Terminé de quitarle el bóxer
mientras aquella enorme negra morcilla se balanceaba delante de mi cara. Lo hice
recostar y comencé a tomar una gloriosa barra de chocolate…, cual helado
caliente chupaba y chupaba, robusteciéndosela, como si mi saliva fuese el agua
necesaria para endurecer el hormigón armado del que esté hecha su verga… Aquella
butifarra oscura crecía mientras mi boca y mi lengua la devoraban.
Di cuenta también de sus enormes testículos tan grandes como una pelota de
tenis provocativa…, dándoles besos itinerantes entre lamida y lamida de aquel
soberbio glande luminoso y brillante que iba rezumando también líquidos
preseminales. Aquel enorme negro empezaba a disfrutar de veras a tenor de
aquellos profundos suspiros y gemidos. Cogía mis manos con sus enormes manos, y
las guiaba en aquel recorrido arriba y abajo a través de aquel enorme mástil oscuro
cada vez más duro y grande. Sus ojos cerrados no ocultaba el placer de aquellos
momentos especiales para él y para mí…, pues mi cueva rebosaba humedad que iba
traspasando a mis braguitas de algodón, totalmente húmedas en buena parte de su
superficie… Por fin le dije que quería sentirlo…, que me acaríciese entera.
Necesitaba sentir aquella boca caliente por todo mi cuerpo, necesitaba
sentir el roce de aquella piel de ébano rozando mi piel contrastada con la mía.
Me recosté…, y me terminó de desnudar despacio…, muy despacio. Me acaricio…
toda en mí. Me besó tierna y apasionadamente. Me sentía única cuando no pude
dejar de pedirle que me probase, quería sentir su boca en mi sexo ardiente y
deseoso con demasiada hambre.
Se acopló en la posición idónea y sin ninguna prisa…, lamio, comió, beso y
metió dentro de mí…, alternativamente lengua, dedos o incluso su nariz. Mi
cuerpo no aguanta más y tuve quizás el orgasmo más clamoroso de mi vida…, al
fin y al cabo lo llevaba esperando casi toda una vida. Para agradecerme aquel
soberbio orgasmo que le di en su preciosa caja de dientes hermosos…, subió a
besarme con la boca impregnada de todo aquel humedal viscoso y ligeramente
salado…, aunque absolutamente delicioso. Saboreé la esencia de su boca junto a mis
aromas íntimos…, no desconocidos para mí, ya que me gusta lamer mis dedos
cuando me masturbo casi todas las noches. Necesitaba aquel kilogramo de carne
dura y gruesa dentro de mí…se la pedí. Ya no se sentía tan respetuoso y educado
como la primera vez, cuando temía hacerme daño al incrustar tan
desproporcionada polla en mi aparentemente pequeña cueva en comparación, perdió
todo temor al ver cómo me incrusté su cipote casi de un sentón hasta los mismo
huevos sin inmutarme… reconozco que tantas folladas me hicieron un coño
profundo.
Aún así, pausadamente cogió su herramienta y la preparó en mi puerta húmeda
y ardiente. Aquel enorme glande viscoso me rozaba y me preparaba para explotar
nuevamente dada la tensión sexual que tenía. Me advirtió que si me hacía daño
que se lo dijese que pararía de inmediato, ya era una rutina ese cumplido para
que le dijese que me follase duro hasta lo más adentro que pudiese…. Presionó y
clavó suavemente su enorme glande después de moverlo a ambos lados de mi vagina
e impregnase mucho más de aquellas lubricaciones naturales.
Mientras lentamente aquel enorme bate de béisbol entraba por mi boca
vaginal, me besaba cariñosamente. Mi coño deseoso acomodaba dentro sin dolor
alguno, a aquel enorme huésped desproporcionado para lo que yo acostumbraba por
entonces. Recuerdo nítidamente el período
de gozo único con el primer y único negro de mi vida. Cuando terminó de
acoplarse, empezó tímidamente a iniciar el cortejo sexual íntimo…, yo ya me
corría nuevamente como una perra caliente. Él aguantaba un poco más…, hasta que
con mi tercer orgasmo…, no pudo remediar que una ingente cantidad de néctar
blanco empezase a llenar enteramente mi receptáculo vagina…, llegando a salir parte
de su semen oloroso a testosterona africana, caliente y sabroso por las orillas
de mis labios vaginales… Claro que lo probé varias veces… pues sin poder dar
abasto tragando esperma, mucho hubo de derramarse entre las sábanas de aquella
cama que recibiría durante el resto de la jornada otras dos inundaciones
jugosas de néctar blanco del interior de aquella desproporcionada animalada de
polla de color de la noche sin luna… Recuerdo aquella cita sexual como única,
última sin saber a ciencia cierta.
Éramos dos amantes pasionales que nos deseábamos y nos dimos enteramente en
esos 20 días, el uno al otro sin parangón, no obstante aquel último día fue
especial, porque me dolían los ovarios de los duros pollazos que me embistió en
el gran polvo final. Aún recuerdo el olor acre de su piel…, el sabor de su
leche ácida con cierto punto salado. Ahora las ensaladas con un toque de
vinagre y sal me rememoran a mi negro zumbón, e inconscientemente se hace el
coño agua… ¡¡Me atravesó tan duro, que creo que quiso dejarme el recuerdo
imborrable!!
De vuelta a la normalidad, solo deseaba a mi hijo, mi esposo y mi macho…, lo amo y quiero más que a ninguno he amado, y no solo físicamente como a Moussa que me llenó de semen africano hasta las trancas… he de apuntar que Zigor es generoso en sus eyaculaciones, pero el negrazo era un semental equino expeliendo chorros y chorros de lefa como un surtidor. Estoy segura que con una de sus corridas, le llegaba para preñar a diez hembras lo menos, si fuese donante de semen, sin embargo solo me lo daba a mí y por lo tanto solo podría preñarme a mí, como así ocurrió. Ya tenía una niña morena de mi hijo y ahora tendría a un niño mulato.
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