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UNA HISTORIA DE AMOR. Y si tú no has de volver...

    "Y si tú no has de volver" 1ª PARTE "Una para el otro y otra para el uno". Esa frase la repite una y otra vez mi ...

El refugio de montaña

 

Con extraños te desinhibes como nunca podría imaginar...

"Volví muy excitada a nuestro dormitorio sin haber tomado ese vaso de agua. Me metí entre las sábanas y me tumbé boca abajo, tocándome el clítoris y buscando la polla de mi marido con la boca. No me costó endurecerlo. Mientras me masturbaba, intentaba recrear lo que acababa de ver. "

A mediados de enero mi marido y yo fuimos a pasar el fin de semana en una casa rural de media montaña. Como viene siendo habitual, yo no me decidí a hacer la excursión hasta unos días antes, y como castigo me tuve que encargar yo sola de elegir el lugar y hacer la reserva con premura y sin prestar atención a los detalles. Tras dos horas en coche, al fin alcanzamos nuestro destino. El entorno era precioso, más de lo que podíamos imaginar, y encontramos una casa moderna pero con un estilo rústico muy acogedor. En cuanto llegamos, me di cuenta de dos detalles que había ignorado hasta entonces. Uno fue la previsión del tiempo, con altas posibilidades de nevadas, como así ocurrió nada más apagar el motor del coche. El otro pequeño detalle era que compartíamos la casa con otros huéspedes. Intenté disimular mi decepción cuando me di cuenta de ese inconveniente, pues la idea era pasar unos días a solas, aislados de la sociedad.

Nuestros compañeros de casa resultaron ser otra pareja de mediana edad, que también habían venido a pasar un fin de semana de descanso. Eran muy discretos y nos tranquilizó saber que tendríamos, en cierta forma, la tranquilidad que habíamos ido a buscar. Aprovechamos lo que quedaba de tarde para ver el entorno blanqueado de nuestro refugio y más tarde compartimos la cena con nuestros nuevos amigos. Nosotros nos retiramos apenas acabamos los postres, pues arrastrábamos el cansancio de haber enlazado el trabajo con el viaje a la montaña.

Nos quedamos dormidos muy pronto, pero al cabo de una hora me desperté tras un mal sueño. A oscuras, me dirigí a la cocina para tomar un vaso de agua, pero antes de llegar oí un pequeño rumor que venía del salón. Cocina y salón se comunicaban, así que me quedé quieta para intentar reconocer del origen del ruido. Soy muy urbanita, y de siempre los bichejos del campo me han dado mucho pavor, da igual su tamaño. Lo que oí entonces fueron sonidos apagados, secos, pero húmedos a la vez. Aquello no me sonaba a un animal. Sea lo que fuere, estaba en la penumbra del salón, intentando pasar desapercibido. Me acerqué en el más completo silencio y asomé la cabeza.

En la mesita de la sala había una botella vacía de vino y dos copas a medias. En el sillón descansaba nuestro nuevo amigo, con los brazos extendidos en el respaldo, mirando a su ingle. En medio de sus piernas abiertas, su mujer estaba de rodillas frente a él, con la cabeza pegada y la nariz tocando su pubis. Reconocía una felación, pero no podía componer las piezas. No veía polla alguna, sólo la cabeza pegada, inmóvil. Poco a poco fue subiendo, mostrando la verga erecta de su pareja. Me estremeció ver aparecer por su boca esa masa tan gorda, en una longitud que entonces parecía no tener fin, y sin prisas por liberarse de ella. Me pregunté qué se sentiría al meterse un cipote como ese tan dentro.

En cuanto la boca quedó libre respiró profundamente para tomar aire. Sus labios brillaban en la oscuridad, al igual que la verga. Vi aparecer la mano de la mujer desde muy abajo y se llevó los dedos a los labios para acabar chupándoselos. Miré hacia sus piernas y pude ver que no tenía los pantalones puestos, sólo llevaba el jersey térmico. Con esa misma mano mojada masturbó al hombre y volví a oír ese ruido seco y húmedo. A pesar de tener ya muy húmedo mi coño, el pudor me estaba taladrando la cabeza pero era incapaz de volver a mi dormitorio. La mujer volvió a esconder la mano entre sus muslos, y al poco volvió a abrir la boca, ahogando un suspiro, y volví a escuchar otro ruido seco y húmedo, pero esta vez mucho más atenuado. Volvió a suspirar más fuerte y sacó la lengua, que llevó al labio superior. Suspiró profundamente antes de llevarse el glande a la boca y empezó a mezclar el sonido de su boca chupando con el de los jadeos ahogados.

Me di cuenta de que mi mano estaba dentro de las bragas, tocando mi vello púbico y frotándome el clítoris, ahora sí, decidí irme. En ese momento, la boca de la mujer empezó a succionar el falo, y fue bajando en pequeños golpes hasta que los labios tocaron los ciclópeos huevazos de su pareja entre las ingles. Verla hacer eso era hipnótico y muy excitante. El glande del hombre debía estar atrapado en su garganta. Me preguntaba si le dolería a la mujer, pero cuando ésta empezó a mover la cabeza, haciendo que el extremo de la polla siempre estuviese dentro de su cuello, comprendí que no. Cuando la mujer sacaba la verga para respirar, de su boca húmeda salían jadeos e hilos de babas y semen. En cuanto tomaba el resuello, volvía a meterla hasta el fondo. Su mano, metida en la entrepierna, se movía frenética sin parar. La mía iba más lenta. En un momento dado, él llevó las manos al cogote de la mujer, acariciándola.

— ¡Ya viene! — jadeó el hombre.

Ella sacó la cabeza para poder respirar y mientras una mano seguía en su propio coño, la otra agarró la polla y empezó a moverla. En cuanto recuperó los niveles de oxígeno, introdujo buena parte del falo y empezó a succionar, esperando una eyaculación que estaba al llegar. El hombre empezó a mover las caderas y por los gemidos de ambos comprendí que su corrida ya había empezado. Ella siguió succionando y moviendo la verga un buen rato, hasta que mostró la boca llena de semen y al momento se lo tragaba todo volviendo a mostrársela vacía a su hombre. Este se acercó a ella y volviendo a cogerla de la nuca, se unió a ella en un largo beso, tras el cual, la mujer se tumbó en el suelo abriendo las piernas y él se arrodilló para terminarla en un intenso cunnilingus.

Eso no lo vi, porque volví muy excitada a nuestro dormitorio sin haber tomado ese vaso de agua. Me metí entre las sábanas y me tumbé boca abajo, tocándome el clítoris y buscando la verga de mi marido con la boca. No me costó endurecerlo. Mientras me masturbaba, intentaba recrear lo que acababa de ver. Primero me dieron arcadas, pero insistí, porque si ella podía, yo también. Mi marido ya tendría que estar despierto, pero se hacía el dormido gozando de mi mamada. En mi tocamiento, iba frenando el momento de correrme, pues estaba muy motivada por mejorar la técnica. Cada vez que el capullo tocaba mi campanilla, sentía la necesidad ancestral de alejarlo de mi boca. Al poco, y una vez superadas las ganas de vomitar, el sentir su verga recorrer libremente mi garganta me excitó más de lo que podía contener. Me sentía capaz de hacer cualquier cosa y quería probarme más. Mientras el cipote me impedía respirar, podía sentir en él pequeñas sacudidas involuntarias producidas por la excitación de mi marido. Saqué buena parte y le hice eyacular a la vez que me corría, tragándome por primera vez en mi vida todo el semen que brotaba de una eyaculación. Me dio la impresión de que nunca acababa, pero cuando el flujo disminuyó, me atreví a jugar con su densa leche en la boca. Mi marido seguía haciéndose el dormido y no interrumpió mi exploración personal.

A la mañana siguiente, fuimos los dos a dar un largo paseo por los senderos silvestres cercanos a la casa. La nieve casi se había derretido y el cielo estaba despejado. El iba delante y se iba girando mirándome con una mezcla de complicidad y deseo, pues su vista se desviaba a mi monte de Venus. He de reconocer que yo llevaba un chándal muy ajustado, uno que elegí a propósito pues aún estaba influenciada por mi arrebato nocturno. En un momento dado me adelanté y en la primera cuesta complicada que nos encontramos, sus manos acabaron en mis muslos, para ayudarme a subir. Tal y como esperaba, y deseaba, que sucediese, esas manos terminaron pasando por mis glúteos y cintura. Era sábado por la mañana, y nos cruzábamos con otros excursionistas ocasionales, así que sus caricias duraban poco. Su polla cada vez ocupaba más volumen y yo sentía la necesidad de tener sus manos siempre sobre mí.

Nos hicimos a un lado del camino y nos besamos. Sin saber cómo lo hizo, sentí cómo sus fríos dedos tocaban mis glúteos, dentro de mi pantalón. Estaba a cien y deseaba hacer el amor con él. Sacó la verga, y me hizo cogérsela, conforme le fui masturbando, más miedo me iba dando de que nos viese alguien. Aquello era superior a mí. Podía oír a los senderistas caminar cerca, aunque no llegaba a verlos. ¿Y si pasaba un guarda forestal y nos llevaba al cuartelillo? Cada vez estaba más asustada, pero también excitada. Mi marido se dio cuenta de que algo me bajaba la libido e intentó animarme, recordándome lo bien que lo pasó por la noche, lo cachondo que sería hacerlo al aire libre... no sirvió. Lo curioso es que me avergonzó más no ser capaz de seguir con la travesura que intentar hacerla. Reanudamos el camino y él intentó hacerme sentir cómoda quitando hierro al episodio. Yo estaba irritada por mi cobardía, pero pensaba que si nos hubiese pillado el guarda, igual me hubiese obligado a tener sexo con él para evitar la multa, compartiéndome con mi esposo. No le quise comentar mis fantasías para no animarlo inútilmente.

 


 

Aquella noche volvimos a cenar juntos los cuatro. Cada vez que veía a la mujer, no podía evitar mirar sus labios. Y con el hombre tenía que hacer un esfuerzo titánico para no mirarle el paquete, ese macho poseía una verga descomunal, hecha a la medida de sus esposa. Estábamos todos muy animados y vaciamos una botella y media de vino antes de llegar a los postres. La mujer, que estaba en éxtasis saboreando unas fresas, las endulzó con leche condensada, con la mala fortuna de que se manchó la barbilla. Ella estaba ensimismada con el postre y no se dio cuenta, pero aquel denso hilo blanco atrapó la mirada del resto de nosotros. Mi marido me miró, enrojecido por el deseo y la culpa, y le hice ver que comprendía la sensualidad de la escena. El otro hombre le indicó a su mujer que se había manchado y esta sacó la lengua, creyendo que con eso bastaba. Naturalmente, aquello aumentó nuestro deseo, pues su húmedo músculo apareció enorme, ágil. No me explicaba cómo podía caber en su boca. Su esposo le hizo saber que aún tenía dulce más abajo y ella acabó pasando el dedo y éste a la boca, en un gesto totalmente inocente inducido por su apetito. Aquello fue el gran final de esa pequeña exhibición lasciva improvisada. La mujer nos miró abriendo mucho los ojos, y temí que fuera consciente de nuestra perversa visión.

— ¡Es increíble lo buenas que están, y eso que todavía no es tiempo de fresas! —dijo para mi alivio.

La conversación derivó hacia los sentidos, en especial sobre cómo el olfato puede hacerse incluso más protagonista que el gusto. También mencionamos las texturas y las sensaciones tan subjetivas que generan. Entonces iniciamos un juego y me tocó ser la protagonista. Me vendaron los ojos y tenía que adivinar qué comida me daban a probar, para ello tapamos también mi nariz para que no pudiese tener la ayuda del olfato. A ciegas, abrí la boca. Seguí las indicaciones que me daba la mujer, a saber, que sacara la lengua y tantease con ella el alimento, que lo chupase ligeramente, que lo mordiese y, finalmente, que lo tragase. El primer trozo era de una mandarina, y aunque lo adiviné muy pronto, seguí el juego hasta el final. Sabía que ellos miraban mi boca abierta y dócil, a la espera de la pulpa de un trozo de fruta. Era consciente de que miraban cómo mi lengua tocaba la jugosa y dulce carne. El tercer alimento era duro y áspero, pero su forma me fue familiar. Esta vez la mujer pasó el trozo por mis labios, de un lado a otro, haciéndome cosquillas. Me hizo sacar la lengua y colocó el objeto en el extremo y lo movió hasta mis labios, repitiendo el movimiento hasta hacerme sentir cosquillas nuevamente. Finalmente lo introdujo a medias en mi boca y me hizo chuparlo. Era una fresa. Comprendí que me había hecho chuparla como si fuera un la cabeza de una verga y me puse muy colorada. No obstante, a pesar de haber identificado la fruta, oculté mi descubrimiento para ver hasta dónde llegaría el juego. Volvió a repetir el movimiento de la fresa en mis labios, pero esta vez puse la boca más receptiva. Estaba segura que los demás estaban tan cachondos como yo en ese momento. Para la siguiente prueba me hizo sacar la lengua todo lo posible, y me hizo pasarla por medio de una pulpa muy carnosa, blanda y suave. Sólo pude averiguar que era una fruta muy dulce.

— ¡Bueno! Creo eso ha sido toda una experiencia extrasensorial —dijo nuestro compañero de refugio montañés, dando por terminado el juego. Nos reímos todos mientras mi marido me quitaba la venda.

Mientras apuraba mi copa de vino, ellos empezaron a recoger. Vi sobre la mesa las frutas que me habían ido dando y comprobé que lo último había sido un higo abierto. Higo que la mujer me había hecho lamer como si fuera una vulva. Eso explicaba el silencio sepulcral que reinaba mientras lo hacía. También vi que junto a él había un plátano a medio pelar, preparado para el juego, y comprendí que el hombre interrumpió la sesión a propósito. Sin embargo, la mujer y mi marido habrían continuado, llevando el falo frutal a mis labios, mi lengua, y posiblemente lo habrían hecho desaparecer en mi boca. Sorprendentemente para mí, no me molestó. En cierta manera le debía una a mi marido por haberlo encendido esa la mañana en nuestro paseo sin haber llegado a nada después, y sabía que esto lo compensaba en cierta manera. Mientras despejábamos la mesa, la mujer cogió unas cerezas que también habían entrado en el juego y, sosteniéndolas por el pedúnculo, las mojó en licor y las lamió en alto como preludio a su ingesta final. Ni a mi marido ni a mí se nos pasó por alto la destreza exhibida en el uso de la lengua jugando con las dos bolitas.

Nos sentamos junto a la chimenea para tomar unas copas. Su luz cálida y el ambiente distendido hizo que la sensualidad de la cena continuase entre nosotros. Estábamos muy a gusto, relajados, y una melodía destacó entre las canciones que se oían de fondo. Habíamos bailado muchas veces al son de aquellos acordes y, sin pensarlo mucho, me levanté e hice que mi marido me siguiese para que me cogiese de la cintura para empezar a bailar muy juntos. La otra pareja se unió a nosotros y seguimos así canción tras canción. Nuestro amigo me pidió para bailar e hicimos un cambio de parejas.

Observar a mi marido agarrado a aquella mujer fue excitándome poco a poco. Cuando me di cuenta, yo también estaba muy pegada al hombre y pude notar su erección creciente. Estaba muy excitada, y pensaba en aquella mujer lamiendo el escroto de mi marido igual que había hecho con las cerezas bañadas en licor. Pensé en mí chupando el pollón del hombre tal y como había hecho la noche anterior con el de mi marido. Pero a la vez sabía que mi propia inseguridad y mi enfermizo pudor me impedirían llegar a más, a pesar de estar convencida que los otros tres sí serían capaces de dar ese paso. Desanimada, me fui enfriando poco a poco, hasta que se me ocurrió una idea.

Le dije al hombre que me vendase los ojos, como en la cena. Sin embargo fue mi marido quien se puso atrás y me los tapó con el mismo pañuelo de antes. Cuando retiró las manos, las llevó rozando por mi espalda hasta la cintura, erizándome completamente. Seguí bailando con el hombre. Podía ser mi percepción, pero algo había cambiado en la forma de cogerme la cintura, como si sus manos se hubiesen hecho más grandes o me agarrasen mejor. Me pegué más a él, respirando profundamente y rezando para no meter la pata y salir huyendo de la estancia.

Oí un pequeño chasquido y supe que la otra pareja se estaba besando. Me agarré más al hombre, muerta de miedo y de excitación. Mi pareja de baile fue muy inteligente y no cedió a su más que evidente excitación, pues cualquier paso en falso me hubiese hecho reaccionar rompiendo la magia del momento. No obstante, sus manos cubrían mi espalda y mi cintura, en una libertad de movimiento que sólo había conocido en las manos de mi marido. Los chasquidos de los besos ajenos se hacían más húmedos en mi conciencia, y se les unió pequeños suspiros y cierto roce extra de ropa. El hombre se separó y hubo un cambio de pareja.

La mujer se pegó a mí y me agarró de la cintura, cerca de las costillas. Yo no podía dejar de sonreír, muy nerviosa. Esas manos, más pequeñas que las otras, me daban menos calor, pero no se separaron de mí en ningún momento, y fueron muy precisas en su movimiento. Nos pegamos completamente mientras nos mecíamos y su mejilla rozó a la mía, con su boca muy cerca al lóbulo de mi oreja. Pasó los brazos por mi nuca pero unas manos empezaron a desabotonar su camisa, apartándola ligeramente de mí. Podía notar esos otros nudillos moverse, rozando mis tetas, mientras iban bajando poco a poco. Los dedos de la mujer acariciando mi nuca y su aliento a unos centímetros de mi boca me hizo ver que, al fin, yo ya había cruzado el umbral. Separó los brazos el tiempo justo para quitarse la camisa, volviendo a mi cuello en unos suaves zarandeos que identifiqué con la pérdida equilibrio al desprenderse de los pantalones. Cuando terminó, se acercó a mi boca y me besó. A pesar de no poder verla, no me sorprendió el contacto. Acaricié su cuerpo, completamente desnudo salvo por el sujetador, que aún seguía en su sitio. Su tacto y sentir su lengua dentro de mi boca me hizo gemir.

Me empezaron a tocar desde atrás. Recorrían mi cuerpo con masculina brusquedad, a cuatro manos. A diferencia de la mujer, que había acudido a la velada en vaqueros y camisa, yo llevaba un atuendo más sport, con unas mallas y una camiseta de lycra, de tal manera que los hombres me tocaban como si ya estuviese desnuda. Me quitaron la camiseta y el sujetador prácticamente a la vez. Y mientras unas manos me agarraron las tetas, intentando abarcarlas, las otras me quitaron los pantaloncitos y las braguitas. Hice que la mujer se acercara otra vez, y su calor en mi torso me animó a besarla nuevamente.

Seguía sin ver nada, pero tenía una boca a cada lado de mi cuello besándome, otra compartiendo su lengua con la mía, y una infinidad de manos recorriendo mi piel. Dedos fuertes de distintos cuerpos apretaron mis tetas, y los dientes de la mujer soltaron mis labios para morderme los pezones. Yo gemía cada vez más fuerte y eché las manos hacia atrás, buscando las vergas que me estaban rozando, encontrándolas completamente erectas. Empecé a masturbarlas y la mujer dejó de chupar mis pezones, yendo directa a mi coño, así que separé los muslos para abrir ligeramente mis piernas. Mientras la lengua de ella recorría mis pliegues con sus manos sujetas en la parte posterior de mis muslos, me di cuenta de que las pollas que estaba tocando eran similares en tamaño, pero una destacaba sobre la otra... estaba mojada. Comprendí que la habían chupado muy recientemente, pero la mujer llevaba mucho tiempo conmigo... descarté la idea de que lo hicieran entre ellos, a mi marido no le iban esas cosas ¿o sí? Me convencí de que seguramente era semen o una enorme cantidad de líquido preseminal. Pero... tenía un falo en cada mano y una lengua de mujer recorría mi vulva. Y estaba disfrutando como nunca. Me dio igual que se hubiesen hecho un oral entre ellos, yo lo hubiese hecho y en ese momento me lo estaban haciendo. Comprendí que había eliminado otra capa de moral de salón que no aportaba nada a mi vida.

 


 

A ciegas, con una verga en cada mano, giré la cabeza y busqué una boca, que me besó con ardor. Luego la volví al otro lado y otra boca me recibió con la misma pasión mientras la otra me chupaba el cuello. Me puse de rodillas, me llevé brevemente ambas vergas a la boca, y me di la vuelta hacia la mujer, tumbándola y junté mis labios a su vulva. Olía a sexo y estaba muy mojado. Era mi primera vez, y lo lamí de la misma forma en que me gusta que me lo hagan cuando me hacen un oral. En esa postura, dando la espalda a los hombres, me quité al fin la venda. La mujer mantenía el sujetador, pero las tetas estaban fuera de el, apretados… le estuve pellizcando los pezones hasta que pude oír sus gemidos. Mi marido quiso darme el relevo, pero no le dejé, pues quería que ella se corriese en mi boca. Se quedó de rodillas junto a mí, viéndome saborear a otra mujer. La lengua del hombre entró entonces en mi vagina. Cogí la mano de mi marido, le lamí un dedo, que introduje en la raja de la mujer. En cuanto pudo sentir lo mojada que estaba, lo saqué para volverlo a lamer y lo llevé hacia atrás. Comprendiendo lo que quería de él, la falange llegó a mi ano y empujó, apretando hasta que introdujo la punta. Luego lo mojó en mi coño, peleando con la lengua que me estaba penetrando, y volvió a introducirlo por mi puerta trasera. La lengua y el dedo me hicieron gemir mucho, y eso fue demasiado para la mujer, que empezó a correrse, al fin, mientras mis dedos dentro de ella y mi lengua en su clítoris intentaban no salir despedidos de su sexo.

Con el dedo siempre metido en mi ano, mi marido introdujo la polla en mi vagina, sin darle tiempo al hombre de apartarse. Tras hacerme gemir en varias embestidas, lo sacó para abrirse paso en mi culo. La fue metiendo lentamente hasta llegar al fondo, para retroceder lentamente, hasta sentir la corona de su capullo en el ano y volver con más celeridad hasta el fondo. Mis gemidos cada vez eran mayores.

— ¡Fóllame fuerte, cabrón! — Dije. Me sentía muy bien con la pareja y me salió natural ser tan efusiva, a pesar de que no suelo usar ese lenguaje con mi marido.

La mujer se incorporó y se acercó a mí con los ojos encendidos, besándome muy apasionada, salivando en exceso, demasiado, y la recibí con el mismo ardor. Mi marido tampoco se esperaba oírme decir eso y lo noté más vigoroso. El hombre intentó volver a lamerme el coño encharcado, pero el movimiento de mi marido era muy potente, así que elevé más el culo, con mi cara tocando el suelo y mis tetas calentando la fría losa. Pude sentir la lengua en mi chocho humectante y ardiente, pero no fue posible mantenerla ahí mucho tiempo. La mujer me habló al oído.

— Me ha puesto muy cachonda oírte, me gustaría escucharte más, pidiendo que te follen y eso...

— ¡Ah, ah, ah! — Era lo único que podía decir con esa verga metida atrás dándome de pollazos.

— ¿Te gustaría? Lo de hablar guarro... que pidas polla.

— ¡Me gusta tener tu polla en mi culo! ¡Ah, ah, ah! ¡No la saques, cariño! — Cuatro manos me agarraron las nalgas mientras mi marido me sodomizaba.

— ¡Qué puta eres! — me susurró la mujer. — ¿Te puedo hablar así?

— ¡Ah, ah, ah! ¡Dame duro por el coño...! — Fue lo que alcancé a decir.

La mujer me lamió la cara agarrándome una teta

— Vas a ser una buena puta ahora.

— Sí, una puta perra salida —repetí entre gemidos.

Las cuatro manos seguían en mi trasero y miré atrás. Mi marido movía frenético las caderas, y el hombre estaba detrás de él. Debía tener su polla dentro de mi hombre, o quizás estaba frotándolo entre sus testículos. Esa noche no había límites para nadie. Me saqué la verga que tanto placer me estaba dando.

— ¡Quiero la otra polla, en mi coño!

Mientras mis deseos se hacían verbo y penetración, puse a la mujer a cuatro frente a mí y lamí su ano. También fue la primera vez que hacía lo que algunas veces mi esposo me había hecho a mí.

— ¡Sí, cómeme el culo, puta!

El sabor amargo y seco inundando mi boca, mi consagración de puta en celo, y esa verga desconocida fornicando mi coño con mi esposo en el agujerito que había usado tan pocas veces, me hizo correrme. Empecé a manosearme la vulva al inicio del orgasmo y ya no paré de tocarme mientras tuve ese falo dentro. Esta vez tenía sólo dos manos en mis caderas y aparté mi lengua, metiendo un dedo en el ano de la mujer esta se apartó un poco. Miré desde abajo, y entre mis tetas pude ver las grandes pelotas del hombre golpeándome en mi coño en cada pollazo, miré hacia el mujer y bajo su culo se había puesto mi marido, el cual estaba penetrando a la mujer  mientras este me penetraba a mí hasta el fondo en mi ajada coño. Volví a llevar mi lengua al coño de la mujer con la polla de mi esposo taladrándola, muy excitada al formar parte de ese tren sexual.

— Me voy a correr —dijo el hombre en una especie de ruego o permiso por eyacularme.

La mujer me miró, para saber qué quería hacer y le hice un gesto de aprobación.

— ¡Córrete dentro de útero de esta puta! ¡Vamos préñala… está deseando que la hagas una buena panza! ¡Mírala, está caliente como una perra en celo! —dijo ella.

— ¡Córrete dentro de mi coño, cabrón, no me dejes así sin tu leche...! —dije.

— ¡Córrete dentro del coño de mi mujer! ¡Vacíale los huevos!—dijo mi marido.

— Síiii, en mi coño tragón de puta...

Con mi marido habíamos intentado hablarnos así, pero me había sentido muy ridícula. Pero esa noche fue distinto. Pude ver la excitación de la mujer, que aumentaba por momentos, buscando mi cara con su clítoris, mientras mi esposo le metía frenético la polla en la vagina. El hombre empezó a eyacular y jamás pensé que se pudiera sentir ese chorro caliente inundando el cérvix, era la primera vez que percibía un chorro de leche en mi fondo vaginal, eso significaba que era mucha leche y unos chorros muy potentes. Mientras se vaciaba completamente, me erguí un tanto y metí un dedo en el ano de su mujer. En cuanto terminó, cogí la mano de mi marido para que cambiase un ano por otro. Yo misma introduje su verga hasta el fondo, mientras lo besaba ansiosa.

Con tanto estímulo, mi marido estaba aguantando mucho e intenté apartarme para descansar y dejar que terminara dentro del culo de la mujer, pero me sujetó del brazo y me hizo ponerme junto a ella, en la misma posición, a cuatro patas las dos. Ahora tenía su cara junto a la mía, gimiendo, mirándome a duras penas. Me pegué a ella y nos besamos, intentando con mis mordiscos que su cabeza no se moviese al ritmo de mi marido. Este cesó su arremetida y procedió a introducir su verga nuevamente en mi coño.

— Dame tu polla, cariño. ¡Me vuelve loca el sabor que tiene a macho!

Mientras yo era ahora la que estaba siendo arrastrada por su movimiento, pensé en lo poco que habíamos hecho el anal hasta entonces, mi esposo cambia de manera alternativa de mi culo a mi coño sin cesar, y en cómo aquellas vergas ahora entraban tan fácilmente en mi puerta trasera y coño con la misma facilidad. Comprendí que eyacularía muy pronto, y en mi ardor conseguí meterme dos dedos en la vagina, pero con ellos dentro me la clavó de un solo envió, y tras varias embestidas acabó con unos buenos chorros de lefa desnsa dentro de mí útero, el segundo gran polvo de la noche.

Mi marido se fue al baño y a la vuelta se puso a charlar con el hombre, desnudos y con una copa por delante. Mientras, la mujer me besó dulcemente y estuvo lamiéndome con mucha minuciosidad aquellas partes que habían sido cubiertas por nuestros hombres.

— Lámeme bien el culo, mi culo de perra— pude oír sus dedos frotar su sexo frenéticamente y sentir la lengua traspasar mi ano desde mi raja, recogiendo la leche que se desbordaba de ambos sementales. Toda esa leche es para ti — cada vez que yo abría la boca, aumentaba la intensidad de nuestra excitación. Esta delicia me estaba gustando mucho y me prometí no perderla.

Cuando acabó, nos tocó a nosotras hacer un breve descanso, pero yo me había quedado con más ganas de gozar otra vez con una buena polla dura en la vagina. El hombre estaba sentado en un sillón, así que me acerqué y de rodillas ante él le hice una felación, buscando la erección. La verga blanda no reaccionó hasta que su mujer no empezó a masturbar a mi marido, que sí respondió con más celeridad. Ella lo hacía magistralmente mientras dirigía el falo hacia nosotros, con la verga en una mano y la otra cubriendo los testículos, donde sus dedos realizaban un masaje al escroto, moviéndole los huevos suavemente.

En cuanto la que yo tenía en la boca se hizo sólida, me subí encima. La sujeté con la mano, puse la punta a la entrada de mi vagina y me dejé caer hasta que mi vulva aplastó sus orondos cojones. Empecé a moverme golpeándome el clítoris contra sus duros huevos. Mis pechos rozaban su cara, los pezones tocando a cada vez las mejillas. Sentí cómo lubricaba cada vez más e intenté que mi pubis rozase lo máximo en el suyo. La mano de mi marido me tocó la cadera y me paré girándome. Se situó detrás de mí con una pierna entre las nuestras y la otra subida en el sillón. Su verga se abrió paso en mi ano tan fácilmente como había ocurrido minutos atrás. Podía sentir cómo las pollas convergían en mi interior y cuando mi marido empezó a moverse, pude sentirme muy apretada entre los falos, en una competición para ver cuál me hacía gozar más.

Me abrían entre los dos como si fuesen autómatas poseídos de lujuria. A veces se producían interrupciones porque alguna de las vergas acababa saliéndose. Yo no dejaba de gemir como una perra en celo. Así era cómo me sentía, como una perra, una perra que goza. Le había dicho a mi marido tantas veces que no quería tener sexo en situaciones extravagantes, cuando en realidad era el miedo y la vergüenza los que me habían impedido disfrutar del momento, que oír mis propios gemidos en voz alta expandían mi excitación.

El hombre sugirió que fuésemos al sofá. Allí se tumbó mi marido y yo me subí encima, recibiendo la otra detrás. Esta vez el único que se movía era el hombre. Mi marido me confesó más tarde que podía sentir la otra verga a través de mí, y que los testículos chocaban con los suyos a cada vez. Yo me hubiese quedado en esa postura toda la noche, y besé a mi marido mientras aquel falo ajeno me estaba haciendo llegar a un lento orgasmo.

La mujer se acercó y se subió a la cara de mi hombre, dejándose lamer mientras me acariciaba la nuca. Yo tenía la cabeza entre sus pechos, rozando sus pezones con mis labios sin llegar la chupárselos. Me subió la cabeza y nos besamos. De forma clara, y tras lamer un par de dedos, se llevó la mano atrás, seguramente para preparar el ano. Me sacó del sofá, ocupando mi lugar, y dejé a los tres gozarse solos, mientras yo me masturbaba acercándome lo que podía para ver cómo la mujer era penetrada por los dos hombres. Cuando mi esposo la llenó de leche por fin, su esposo la pagó conmigo me puso sobre el sofá abriéndome de piernas y la clavó hasta el fondo… en apenas unas cuantas cuchilladas el hombre la enterró hasta los huevos en un rugido atronador, mientras se deslechaba como verraco semental, volviéndome a llenar de su esperma. Ambas hembras volvimos a tener nuestros coño repletos de leche.

En los descansos tomábamos más alcohol, mezclando vino y ginebra, y creo que algún reconstituyente en forma de pastilla, la azul la tomaron ellos, nosotras una pequeñas amarillas. Lo que ocurrió el resto de la noche se me hace muy confuso, y recuerdo episodios a modo de flashes. Sé que la mujer se metió el cuello de la botella de Rioja en la vagina, entrándola y sacándola moviéndola como si fuese un destornillador, y luego me dio a beber de ella, haciendo que el vino saliese a borbotones de mi boca, mojándome entera para que después se me echasen encima para envolverme en lametones. Las bocas succionaban mis tetas y mi ingle era totalmente comida, pero el vino hizo que mi percepción táctil se atenuara, obligándolos a ser más voraces en sus atenciones. Varios dedos entraron en mis orificios, puede que parte de la botella.

Recuerdo verme subida sobre el hombre, moviéndome y haciendo que su gorda verga se deslizara en coño una y otra vez… no recuerdo las veces que les hicimos eyacular dentro de nuestros úteros. Mientras gemía y me tiraba de los pezones, pensaba que a esa altura de la noche nos iba a costar corrernos a los dos. Entonces vino la mujer y puso su mano entre mi coño y el vientre de su hombre, haciendo que me rozase en sus nudillos a cada movimiento. Mientras, se puso a chupar los pezones de su pareja mientras miraba mi sudado cuerpo moverse, con la otra mano metida en su entrepierna. Mi marido se acercó. Creía que iba a penetrar a la mujer, que estaba en cuatro patas con el culo abierto totalmente disponible, pero, dando un rodeo, metió la verga en la boca de la mujer. Este se la agarró por la base y los testículos, iniciando una apasionada felación y haciendo que la polla que me taladraba a mí se hiciese más grande al ver como su mujer era poseía por mi esposo.

La mujer abandonó el pecho de su marido y compartimos entre besos la verga de mi marido. Finalmente, con los testículos en la boca de la mujer y el falo en mi boca, mi marido miró al techo, en éxtasis. La mujer sacó los huevos y besó a su marido, y luego yo fui al encuentro de la boca de ella compartiendo el poco semen que pude recibir, haciendo que éste eyaculara en mí. Seguí moviéndome hasta que la verga dejó tener la consistencia suficiente como para seguir, después de haberla ordeñado por enésima vez... caí rendida en la cama, quedándome dormida ya hasta bien entrada la mañana.

 


 

Tras el desayuno, nos intercambiamos los teléfonos y nos despedimos. Ellos se fueron los primeros y mi marido y yo nos quedamos a solas. Nos reímos y nos besamos. Hicimos el amor vestidos como estábamos, con la ropa arañando nuestra piel. Después, y por una vez, terminé mi maleta antes que él y lo esperé en el salón. Me había sentado en el mismo sitio donde vi al hombre la madrugada del viernes. Abrí mis piernas y pensé en qué veía él con su pareja en medio de ellas, chupándole la polla. Miré hacia delante y vi el mueble con su puerta de cristal. Tal y como nos indicaron, ya habíamos cerrado ya las persianas de la casa y estaba todo a oscuras. Vi el reflejo del pasillo en la puerta del mueble, y vi que una débil luz lo mantenía en una apagada penumbra. Vi la silueta de mi marido pasar por el mismo sitio en el que yo había estado mirando a la pareja y comprendí que el hombre no miraba a su mujer cuando eyaculó en su boca esa noche. Me levanté haciendo sentar a mi marido en el sillón y le advertí que saldríamos un poco más tarde. Me puse de rodillas y me recogí el pelo.

Nunca pensé en todo ese  tiempo de orgías desenfrenadas, en mis días fértiles, ni que ofrecería mi coño a un hombre que no fuese mi esposo. Ambos sementales eyacularon fervientemente dentro de mi útero, ambos podrían ser los culpables de haber quedado preñada ese fin de semana, ambos me hicieron gozar como una perra… ambos se convirtieron en mis amantes y en los amantes de Adelita.

El carnet

 

El primer examen


Había cumplido los dieciocho años y quería sacarme el permiso de conducir a toda costa. Ya había dado diez clases, y según mi profesor eran pocas y no estaba preparada para el examen. No obstante, yo le insistí pues ardía en deseos de tener un coche propio para ese verano.

   No sé Candela, pero no te veo preparada todavía.

   Que sí, Sergio… Estoy segura de que lo supero.

   Si suspendes vas a tener que esperar tres meses para volverte a presentar.

   ¡Pero no puedo esperar más! Se acercan las vacaciones y necesito el permiso ya.

   Tú misma, pero no creo que lo superes.

Mi amiga Gloria, un año mayor que yo, ya lo tenía y me había comentado que se puso ropa provocativa para el examen y le tocó un tío que se pasó todo el examen mirándola las tetas y no tuvo problemas para aprobar. Yo había decidido hacer lo mismo, me pondría la ropa más sexi que tuviera y arreando, seguro que lo lograba. El único problema es que me examinara una tía, entonces iría jodida. Le supliqué a Sergio que me colase en el grupo del examinador Valtierra.

Finalmente, Sergio, mi profe, aceptó presentarme al examen con el tal Valtierra y me fui a casa súper contenta.

Llego el día del acontecimiento y me levanté nerviosa. Después de darme una ducha me puse a buscar ropa en el armario. Al final me decidí por una falda ultra corta que cuando me sentaba prácticamente se me veían las bragas, y en la parte de arriba una camisa ajustada semitransparente que dejaba entrever mis grandes tetas con dos botones sin abrochar para dejar un buen escote. Pensé que los tres botones que me había abrochado podrían estallar en cualquier momento. Por supuesto sin sujetador, vamos, que los pezones se me marcaban como setas.

Llegué a la autoescuela y ya estaba Sergio esperando. Se quedó mirándome y sonrió con sorna.

   Veo que vienes dispuesta a todo con el examinador Valtierra.

   Supongo que algo ayudará. Sonreí haciendo un gesto insinuante sujetándome un lado de la falda.

Sergio era un tío de cuarenta años bien agraciado físicamente, bastante bien, pero nunca se me había insinuado, siempre había sido muy correcto en el trato…, en verdad es de los maduritos que tienen un polvazo. Pero lo que me interesaba en esos momentos era aprobar para tener mi carnet y en eso Sergio tenía mucha experiencia en el sector… parecía haber lidiado en muchas batallas, creo que había pocas cosas que le podían sorprender, y me lo habían recomendado explícitamente.

   He hecho todo lo que he podido para que estés en el grupo de Valtierra, por espero que no te toque una tía de examinadora.

   ¿No se puede cambiar o renunciar…? Le pregunté con cierta picardía

   Anda, sube al coche y empieza a rezar para que venga el correcto.

Me dijo finalmente con la misma sonrisa burlona.

Durante el trayecto a la zona de exámenes fuimos hablando, pero noté unas cuantas miradas a mis piernas. Tengo que decir que estoy bastante bien, y cuando me pongo ropa como la que llevaba ese día los tíos se solían girar para mirarme…es raro que cuando voy de caza no me lleve la presa.

Sergio no iba a ser menos, pero me sorprendió su comentario.

   ¡Sabes que se te ven las bragas!

   ¡Bueno, esa era la intención! Le contesté con desparpajo.

Volvió su cabeza al frente con la misma sonrisa cínica que parecía llevar siempre dibujada en los labios y siguió conduciendo hasta llegar a la zona de exámenes. Había varios coches delante, pero iba rápido. Cuando nos tocó el turno, Sergio se bajó del coche y yo me coloqué en el asiento del conductor. Al momento apareció un tío de unos cincuenta años y se subió al asiento del acompañante. Lo primero que hizo fue mirar mis piernas. “Buena señal” Pensé sonriendo por dentro. Mi segundo pensamiento fue algo más negativo. “Joder, es un poco mayor el cabrón”, el tercer pensamiento volvió a ser positivo. “Es bastante guapo para su edad, y no tiene panza le gachón”, el partido lo ganaba dos a uno el positivismo.

El tío era delgado y vestía con traje y corbata, algo que parecía ser habitual en los examinadores.

   Buenos días señorita… Casares. Me dijo con seriedad mirando los papeles para ver mi apellido. – Puede usted comenzar

Arranqué el coche y a los cinco minutos ya había cometido un par de infracciones y había estado a punto de atropellar a una señora en un paso de peatones. Por el rabillo del ojo le veía mirándome de reojo a mi regazo para ver las bragas rojas que se veían asomar entre mis muslos.

   Tendrá que hacerlo mejor si quiere aprobar. Dijo con suma seriedad, pero mirándome descaradamente las tetas.

Decidí emplear mi plan estrella dado que si seguía así no iba a probar ni de coña.

   Es que estoy un poco nerviosa y hay mucho tráfico por aquí ¿Podríamos ir a un sitio más tranquilo? Le dije con cara de niña buena tocándome entre las tetas de una manera insinuante.

Creo que vi un atisbo de sonrisa perversa en su cara cuando me dijo.

   ¡De acuerdo! Gire a la derecha y a dos kilómetros otra vez a la derecha. Es un polígono poco concurrido.

   Muchas gracias. Sonreí ampliamente tocando levemente su pierna a modo de agradecimiento, creo que nos estábamos entendiendo.

Hice lo que me dijo y vi al llegar que no se veía a nadie por la calle y apenas había cuatro o cinco coches aparcados a gran distancia. Me pareció un sitio perfecto para mis planes.

   ¿Podemos parar un momento? Necesito relajarme antes de continuar.

Dije mirando descaradamente a su entrepierna que ya la tenía algo abultado.

   Claro que sí, señorita. Haga lo que usted crea conveniente para mejorar el examen.

Contestó el muy cabrón tocándose el bulto del pantalón. La seriedad de su cara comenzaba a desdibujarse para convertirse en una mueca parecida a una sonrisa. Aparqué detrás de una nave que parecía estar cerrada y abrí mis piernas ostensiblemente dejando ver mi tanga rojo al completo. Pensé que sería un buen estímulo para comenzar. Él ya me miraba con descaro sin dejar de tocarse el pantalón.

   ¡Muchas gracias! Le dije tocándole descaradamente la pierna a la vez que, haciendo un esfuerzo, le miraba a la cara intentando mostrar algo de lascivia en la mía.

   Tómese el tiempo que necesite…. No hay ninguna prisa.

La frase, aunque muy educada, lo dejaba muy claro, el tío estaba deseando que siguiera. Llegados a ese punto no quería venirme abajo y pensé que lo mejor sería ir directa al grano.

   ¡¿Sabe una cosa?! Tengo trucos que me relajan bastante. Le dije llegando con mi mano hasta su regazo.

   No tengo inconveniente en que los emplee. Contestó apartando su mano para dejar paso a la mía.

Toqué el prominente bulto que crecía bajo su pantalón y sin dudarlo bajé la cremallera metiendo la mano dentro. Envolví con mis dedos la carne y “¡Joder que pedazo de polla tiene el delgaducho!” fue la expresión que llenó mi cabeza. La saqué fuera del pantalón y pude comprobar visualmente lo que había tocado, realmente era una polla enorme para ese cuerpo, algo que produjo cierta excitación en mi mente. No os engañéis, el sexo me gusta, aunque es mejor cuando una puede elegir. En un alarde de pericia también le extraje los huevos, enormes como una pelota de tenis.

   ¡Ufff, a mi estás cosas me relajan! Le dije subiendo y bajando lentamente el prepucio que envolvía el duro tronco venoso duro como una roca.

   ¿A usted que le relaja?

Él tampoco se cortó.

   A mi… tocar… también me relaja.

   Pues toque lo que le apetezca… Será bueno que nos relajemos los dos.

Le dije intentando que ese momento no se alargara. Apenas acabar la frase vi cómo una de sus manos se acercaba hasta mis tetas y comenzaba a sobármelas por encima de la camisa. Parecía que el plan estaba saliendo bien, le haría una paja mientras le dejaba sobarme y ya tendría el permiso de conducir en el bolsillo. Comencé a pajearle el pedazo de polla que manaba de su regazo mientras él desabrochaba mi camisa dejándome las tetas al aire. Pude ver chispear sus ojos saltones al verlas y sus largas manos comenzaron a apretármelas a la vez que sus dedos toqueteaban los pezones que, sin yo pretenderlo, se pusieron como piedras de inmediato. Se me había echado casi encima y oí su voz profunda muy cerca de mi oído.

   ¡Lleva unas bonitas bragas! Parecen de una tela muy suave.

 

 

La insinuación estaba clara, el muy mamón quería meterme mano en el coño, y llegados a ese punto ya no había marcha atrás. Con su misma educación le contesté.

   Puede comprobarlo, si quiere.

Por el rabillo del ojo pude ver su cara de salido al oír mi respuesta, y a los pocos segundos sus dedos pasaban sobre el triángulo del tanga presionando contra mis labios genitales que se marcaban ostensiblemente. Casi no me dejaba pajearle pues ya andaba afanado con sus dos manos sobre mi cuerpo.

   Una tela muy suave, y seguro que lo que tapa aún está más.

El tema se me iba complicado, estaba claro que no le valía con tocar tela, quería tocar la carne, pero el problema era que no sabía hasta donde quería llegar. A pesar de su edad de más de cincuenta años, su polla no estaba nada mal, y sus caricias comenzaron a ponerme calentita…una no siempre tiene ante sí una verga que puede cubrir con las dos manos y aún le quedaba el capullo libre.

   Puede tocar el interior, para comprobarlo.

Le dije abriendo más las piernas. Yo ya solo miraba su polla que me parecía impresionante. Sus dedos retiraron la escasa tela y sentí como introducía la punta de uno de ellos. Mi cuerpo reaccionó sintiendo como me subía una oleada de calor y volví a pajearle como pude.

   Tranquila señorita, ya le he dicho que no hay ninguna prisa.

Repitió para cortar el ritmo de mi mano, el muy cabrón quería que eso se alargara. Metió más profundamente su dedo índice en mi coño a la vez que frotaba el clítoris con el pulgar y a los pocos segundos me había puesto más caliente que una estufa de leña. Dejé que manoseara el interior de mi vagina pues ese tipo sabía cómo masturbar a una mujer. Parecía que le gustaba excitarme y metió dos dedos sin dejar de frotarme el clítoris con el pulgar hasta arrancar varios gemidos de mi boca y una oleada de flujo mojó sus dedos abundantemente.

   ¡Tendrá que emplearse algo más para mejorar la nota del examen!

Ahora le miré de nuevo a la cara algo sorprendida, parecía que la paja no era suficiente. Miró a mis labios y susurró de nuevo.

   Tiene una boca preciosa, y seguro que sabe usarla de maravilla.

Esta vez me dejó claro lo que quería y me quedé mirándole con cara de gilipollas. Miré la polla estirada que parecía tener vida propia palpitando entre mis dedos, y dudé unos instantes sin saber qué hacer…era educado y aseado, olía muy bien…el sacrificio bien valía la pena por obtener el carnet, pollas en peores condiciones ya me había comido y gratis, en los aseos de la disco o en los aparcamientos cutres.

   ¿Quiere que se la chupe? Le dije casi con cara de idiota.

   Creo que mejoraría el examen una mamada. Contestó el muy cabrón.

Si me negaba, seguro que me suspendería y si aceptaba me tendría que tragar esa estaca. “Bueno, esto se me da bien”. Pensé para animarme a mí misma. La verdad es que ya estaba bastante caliente y esa polla era lo mejor de todo su cuerpo. Me giré en el asiento para posicionarme y la corta falda casi se me sube a la cintura dejando mi culo al aire. Acerqué la boca hasta el brillante capullo y comencé a lamerlo como si fuera un helado.

   ¡Tiene una buena polla! Le dije de manera inconsciente.

   ¡¿Podrás tragártela entera?!

   ¡Es demasiado grande! No solo es larga, sino muy gorda…

   ¡Yo te ayudaré! Otras lo han conseguido. Dijo con una mueca perversa.

Al momento noté su mano bajando por mi espalda hasta llegar al culo que lo había dejado casi en pompa. No quería que aquello durara mucho y me metí el capullo en la boca. Comencé a chuparlo como si fuera un helado de chocolate de los que me gustan y cuál fue mi sorpresa al sentir su dedo mojado de mis flujos penetrar tímidamente en mi esfínter y a la vez con la otra mano sobaba mis tetas desnudas. Me quedé parada de repente al no esperármelo. Él también se paró.

   Si algo no le parece correcto, me lo dice. Dijo de su forma asquerosamente educada.

   ¡No, no! ¡Todo es correcto! Dije sacándome el capullo de la boca para seguidamente volver a introducírmela.

Comencé a chupar con ganas metiéndome media polla en la boca haciendo que parte de su capullo penetrara en mi garganta, era imposible tragármela entera, pero si le di un buen masaje en los huevos en compensación.

   ¡Vamos zorrita, que lo estás haciendo muy bien!

Notaba como horadaba mi culo con su dedo, algo que siempre me ponía cachonda, y yo cada vez chupaba con más ganas. Sé cómo chupar una polla pero esa estaca dura y consistente se me resistía en el galillo. Noté su otra mano en mi cabeza, empujándola para que tragara más.

   ¡Vamos putita, que tú puedes!

Sentí su dedo entero en mi culo y su polla atravesar mi garganta polla y me dieron un par de arcadas que pude aguantar y fue efectivo pues al momento noté los efectos de esa penetración. Cuando el tipo comenzó a mover sus caderas, ya supe que estaba a punto de correrse, añadido a sus alterados jadeos, pero antes de hacerlo fue capaz de decirme.

   ¡Procure que no se me manche el pantalón! Y soltó un chorretón de leche en mi boca.

Le había entendido perfectamente, y comencé a tragar todo lo que soltaba. Un segundo lechazo inundó la boca de lefa espesa y otro más, hasta seis o siente.

   ¡Así, zorra! ¡Así, tragárselo todo! Me dijo con su puta educación.

Ese cabrón parecía tener las reservas de un mes, pero fui capaz de engullir cada borbotón que derramó en mi boca. Nunca había visto tanta leche en una corrida.

Cuando saqué la polla se la había dejado como si se la hubieran pulido, seca y brillante. Su cara ya no era la misma, y aunque mantenía cierta seriedad, sus labios dibujaban una leve sonrisa de satisfacción. Nos colocamos la ropa y conduje de nuevo hasta el punto de inicio intentando no atropellar a nadie y allí estaba Sergio esperando. Nos bajamos del coche, yo tirando de la falda para que no se me vieran las bragas, y después de marcar varias casillas de los papeles que llevaba comentó.

   Ha empezado mal, aunque posteriormente lo ha ido mejorando, pero ha cometido dos infracciones que no he podido pasar por alto.

Yo que había salido contenta y sonriente del coche, aunque con la boca con sabor a semen, sentí como comenzaba a enfurecerme.

   No puedo aprobarle el examen, aunque ha estado muy cerca de pasarlo.

Intenté no gritarle que era un pedazo de cabrón, y retorcerle la polla, pero sabía que no me convenía.

   ¡Pero no puedo esperar tres meses para volver a examinarme!

   No tendrá que hacerlo señorita. Creo que con un par de clases lo podrá superar. Le he marcado que puede presentarse de nuevo la semana que viene.

Ese cabrón quería que le hiciera otra mamada antes de aprobarme, parecía que quería que me tragara toda su estaca. Eso es lo que pensé nada más oírle. Me apetecía soltarle varios improperios, pero no me dio opción, a los pocos segundos había desaparecido metiéndose en otro coche.

   ¡Veo que no te han servido de mucho tus artimañas! Comentó Sergio con su sonrisa cínica.

   Mejor déjalo, no quiero pagar mi cabreo contigo.

   Bueno, podrás dar un par de clases más antes del siguiente examen. Al final tendrás que agradecerle que te haya dado una prueba de gracia sin esperar tanto tiempo. Dijo finalmente

 

El segundo examen

 


 

A la semana siguiente seguía cabreada, pero esta vez pensaba conseguirlo. Volví a colocarme ropa de batalla, una falda negra algo menos corta, pero con una cremallera lateral muy sexy, y una camisa blanca súper ajustada, parecida a la de la vez anterior, vamos, que mis tetas deseaban estallarla.

Llegamos a la fila donde esperaban los examinadores después de que Sergio me hiciera varios comentarios con su sonrisa cínica. No le hice ni puto caso pues yo estaba decidida a seguir mi plan. Cuando llegó mi turno estaba buscando con la vista al tipo de la vez anterior como me había prometido Sergio, pero apareció otro tío algo más bajo cercano a los sesenta años, relativamente calvo pero con sonrisa agradable… la calvicie creo que le favorecía como a Bruce Willis. Si me lo tenía que tirar no me disgustaba en absoluto.

   ¡Buenos días señorita Casares!

   ¡Buenos días! Contesté con cara de desconcierto y el pareció darse cuenta.

   Tengo aquí las reseñas de su examinador anterior. Pensaba examinarla de nuevo él mismo, pero no ha podido venir. No obstante, me ha hablado de usted y me ha dicho que tan solo necesitaba pasar un par de pruebas para superar el examen pues la vez anterior se había quedado muy cerca.

Por el rabillo del ojo vi a Sergio intentando no reírse. Me relajé un poco pensando en que el nuevo examinador ya conocía la historia y no tendría que empezar de nuevo, tan solo tendría que preguntarle qué era lo que le gustaba, ¿una paja? ¿Quizás una mamada?, lo que me pidiera. Me dejaría follar el culo si fuese necesario. Montamos en el coche y, como la vez anterior, al cabo de cinco minutos ya había cometido varias infracciones. Empezaba a pensar que era algo negada para el tema de la conducción y ya solo quedaba volver a mí estrategia.

   Es que me pongo nerviosa por estas calles.

   ¡Vaya al polígono que ya conoce! Me contestó sin dudarlo.

Estaba claro que el cabrón anterior le había contado todos los detalles. Esta vez busqué un sitio que parecía desierto, detrás de una nave que tenía aspecto de abandonada. Sin que me dijera nada, aparqué el coche y resoplando comenté.

   ¡Necesito relajarme un poco!

   ¡Yo también! – me contestó – Sabe que ha cometido varias infracciones

   Sí, lo sé – dije mirando su cara regordeta – pero espero mejorar el examen. Continúe con cara de niña buena poniéndole las tetas más cerca de su cara.

   Estoy seguro que sabe cómo mejorarlo.

Su voz era más agradable, y su cara más sonriente que la del tipo anterior, pero también había dejado claro lo que quería. Directamente me desabroché un botón más de la camisa argumentando que hacía calor y él, sin cortarse, sobó la bragueta de su pantalón. Estaba igual de salido, pero daba más gusto tener sexo con él.

   Pues sí, aquí dentro hace calor. ¡¿A lo mejor prefiere salir fuera?!

Su frase me desconcertó. “Que quiere este ahora?” Pensé mientras salíamos del coche. La verdad es que no se veía a ni dios por la calle, pero me fui hasta el otro lado del coche por donde él había salido y nos quedamos entre el coche y la pared. El tipo, algo más alto que yo, me miró casi babeante, su cara regordeta con claros signos de lascivia parecía un cuadro surrealista. Directamente me desabroché los dos botones que faltaban de la camisa y mis tetas saltaron fuera de la presión de la tela que las contenía con los dos grandes pezones apuntando a su cara. Sus manos se abalanzaron como garfios y sentí como me las apretaba una contra otra mirándolas con sus pequeños ojos escrutadores.

   ¡Tienen que saber muy bien!

   ¡Compruébelo! Le dije acercándome más.

Los pezones rozaron sus labios y se puso a chupármelos como si fuera una aspiradora mientras yo miraba para ver si aparecía alguien. Eso acababa de empezar y no sabía cómo podía terminar.

   ¿Le importa darse la vuelta? ¡Me gustaría admirarla por detrás!

“Este no quiere una mamada, me quiere follar“. Pensé mientras me giraba.

No tardé en sentir sus gruesas manos subiendo por los muslos hasta mi culo. Tiré de la cremallera hacia arriba para facilitarle la labor y pude sentir como clavaba los dedos en la carne de mis redondos glúteos.

   ¡Tiene un culo precioso! – le oí decir – Si se inclina un poco lo admiraré mucho mejor.

“¡Joder, otro salido educado!“ Pensé con algo de desaliento.

No le había visto la polla, pero seguro que ya se le habría puesto como el martillo de un herrero. Me incliné sobre el capó, y sentí como se frotaba contra mi culo. Al instante sus dedos comenzaron a toquetear entre mis bragas negras y uno de ellos penetró en mi vagina. Perdí mi vista en el horizonte intentando desinhibirme de la situación, pero al rato sentí que me estaba excitando. Ya metía dos dedos y me pajeaba mejor de lo que había esperado. Noté como el interior de mi vagina comenzaba a mojarse produciéndome una agradable sensación, y sin darme tiempo a regocijarme con ese estímulo, la dureza de su glande apretó contra mis labios vaginales.

Solo me dio tiempo a esbozar un leve gemido, antes de que su polla penetrara completamente en mi vagina arrastrando la carne de su interior. Ahora el gemido que di fue más sonoro al notar cómo su polla, que debía de tener una gran anchura, me había llenado por completo. Abrí más las piernas instintivamente y sentí cómo se vaciaba mi vagina y se volvía a llenar al instante. A la tercera penetración la polla del hombre maduro ya entraba como la seda, y comenzó a bombear como si fuera a sacar agua de un pozo. Podía sentir sus huevos chocar contra mis muslos. Su fuerza era mayor de lo que parecía al mirar su cuerpo, y me sentía empotrada contra el coche como si fuera a dejar un gravado de mi cuerpo sobre él.

   ¿Te gusta zorrita?

   ¡Claro que me gusta! ¡Dele fuerte!

Le contesté sintiendo chasquear sus huevos contra mi vulva. A esa velocidad esperaba que durara poco, pero aquello se fue prolongando sin que cesara en sus embestidas. No quería, pero no pude evitar excitarme y jadeante sentí como se mojaba mi vagina copiosamente.

   ¡Ya veo que te gusta, putita! ¡Qué culo, dios mío! Le oí gritar sintiendo como lo abría con sus manos.

Comenzó a horadarlo con su verga, provocándome más excitación que cuando usaba mi coño. El cabroncete me había puesto más caliente que el fuego de una fragua y le permitiría cualquier cosa. Comencé a pensar que era un tío joven y guapo metiéndome una buena polla por el culo…disfruté unos minutos sintiendo esa gorda polla penetrándome, me imaginaba el culo abierto como un bebedero de patos, y los problemas que tendría durante días para sentarme correctamente. Me incliné algo más para que la follada fuese más delicada… mis piernas comenzaron a temblar hasta correrme como una perra. En ese momento sentí varios chorretones de leche invadiendo mi culo y el líquido blanco acabó chorreando por mi ano hasta los muslos. Sentí el vacío que dejó su polla al salir mientras se aplicaban mis temblores, y la cantidad de leche era solo comparable a la del primer examinador, con dos vergas de tamaño similar… incluso yo diría que con cierto parecido físico. 

Después de limpiarme, mientras veía su sonrisa de lujuria satisfecha, nos montamos en el coche y volvimos al punto de origen. Salí sonriendo mientras pensaba que ya tenía el permiso en mi bolsillo hasta que le oí hablar con Sergio.

   La verdad es que ha estado a punto de conseguirlo, pero una de las infracciones ha sido muy grave y no puedo pasársela.

“¡Menudo pedazo de cabrón!“ Pensé casi en alto.

Sergio, que vio mi cara, intervino al instante para que no saltara como una fiera sobre el hombre regordete.

   ¡Puede presentarse la próxima semana! Dijo con rapidez.

   ¡Sí, por supuesto! Creo que con un par de clases pasará sin problemas.

La historia se repetía, y de la furia pase al abatimiento.

   Tranquila, ya lo has intentado a tu forma, ahora lo haremos a la mía!

Me dijo Sergio intentando no partirse de la risa.

 

El examen final

 


 

Dimos un par de clases más y el último día antes del examen Sergio me miró sonriente antes de bajar del coche.

   Habías pensado que con sexo podrías manipular a los hombres, y creo que se han aprovechado de ti.

   Pues sí, tengo que reconocer que he sido una gilipollas y me han engañado.

   Bueno, veo que no te ha importado ofrecer tu cuerpo a dos hombres para conseguir tus propósitos, pero… ¿Te importaría ofrecérselo a una mujer?

Le miré con verdadera intriga sin saber por dónde iba.

   ¿Qué me estás diciendo?

   Conozco a una tía que está en el comité de exámenes, una mujer que podría conseguirte el permiso.

   Joder, ¿y no lo podías haber dicho antes?

   No sabía hasta donde estarías dispuesta a llegar.

   ¡Pues a todo por tener el permiso!

   De acuerdo. Hablaré con ella, pero como dices, espero que estés dispuesta a todo.

   ¡No lo dudes!

Le dije finalmente, aunque nunca había mantenido relaciones con otra mujer, pero por obtener el permiso, ya me daba igual cualquier cosa.

Sergio hizo una llamada en ese momento y comenzó a hablar con una mujer.

   ¡Hola Ana! Mira, tengo un problema que a lo mejor tú puedes resolver.

Le oí decir mientras aumentaba mi intriga.

   Sí, sí. Yo te la presento, habláis y ves lo que puedes hacer.

Volvió a hablar Sergio, aunque yo no podía oír lo que decía ella y eso me estaba desesperando.

   ¿Tienes esta noche libre? Me pregunto de repente.

   Sí, bueno, tengo que ir a casa, pero a partir de las nueve estoy libre.

   Vale, entonces quedamos a las 9:30 pm en la esquina Durán.

   ¿Sabes dónde está la heladería Durán?

Me preguntó después de colgar.

   Sí, me pilla cerca de casa…. Creo que puedo ir andando.

   Yo estaré en la puerta, esperándote. Pasamos, te presento a Ana, me tomo un helado con vosotras y después ya es cosa tuya lo que acuerdes con ella. Ana tiene un puesto elevado en el comité de exámenes. Por ella pasan todas las fichas de los examinadores y algunos son de su confianza. Creo que es la persona indicada para que te concedan el permiso.

   ¡Gracias Sergio! No sé cómo podría agradecértelo. Le dije entusiasmada.

   ¡Bueno, cuando te den el permiso ya hablamos! Con su sonrisa cínica.

A la hora indicada estaba Sergio en la puerta esperándome. Me había puesto un vestido granate hasta la rodilla con una raja lateral que dejaba ver hasta la parte alta de mi muslo al andar. Los tirantes dejaban mi espalda al aire y el escote era realmente generoso, siempre me gustaba resaltar mis grandes tetas.

Entramos y la tal Ana estaba tomándose algo en la barra. Era una mujer de más de cincuenta, pero mantenía un tipo bastante estupendo. También llevaba vestido hasta la rodilla con una raja trasera y un escote algo menos generoso que el mío. Su melena, de rubio teñido, la hacía parecer más joven, pero por las disimuladas patas de gallo de sus ojos, debía estar sobre los cincuenta muy bien cuidados.

Después de las presentaciones, Ana me miró de arriba abajo descaradamente.

   Me ha comentado Sergio que te has presentado dos veces y te han suspendido.

   Así es, señora. Le dije intentando transmitir respeto.

Ella hizo una mueca a modo de sonrisa marcada por sus labios pintados de rojo intenso.

   Ya he visto tu expediente y creo que has tenido mala suerte con los examinadores que te han tocado.

   ¡No lo sabe usted bien! Contesté recordando a los dos cabrones.

   También me ha dicho – dijo mirándole fugazmente – Que lo quieres ya, y que estás dispuesta a cualquier cosa por obtenerlo.

Ya había reflexionado sobre ese hecho y no dudé en la respuesta.

   ¡Lo que sea necesario!

En ese momento Sergio dio un último sorbo a su sorbete de limón y se despidió aludiendo que había quedado con alguien. Nosotras seguimos hablando brevemente y a los pocos minutos me sugirió que podíamos ir a su casa para hablar más tranquilamente del tema. Acepté de inmediato sabiendo lo que podría pasar, pero a estas alturas ya me había preparado mentalmente para esa situación.

Subimos a su casa, que era un ático a dos manzanas de la heladería y nada más cerrar la puerta se acercó hasta mí. Medía algo menos que yo, pero levantó la cabeza para dejar su boca a la altura de la mía.

   ¡Creo que sabes a qué hemos venido!

Sabía que mi tratamiento cortes, situándola por encima de mí, le había gustado y continúe con él.

   ¡A lo que usted desee, señora! Le dije casi metiéndole las palabras entre su boca entreabierta.

Aprovechó mi provocación para besarme, un beso desgarrado lleno de un fuego intenso que desprendían sus labios. Me dejé llevar dejando que su lengua recorriera mi boca mientras me agarraba para restregar sus tetas contra las mías. Tampoco las tenía mal, aunque algo más pequeñas, en eso era difícil superarme. Cuando separó sus labios me sonrió mirándome a los ojos.

   ¡Creo que lo pasaremos bien! ¿Puedes ayudarme con la cremallera? Dijo dándome la espalda.

Le bajé la cremallera y ella retiró los tirantes de sus hombros dejando que el vestido escurriera por su cuerpo hasta caer al suelo. Se quedó quieta, con su cuerpo esbelto presidiendo el centro del salón. Parecía esperar algo, y entendí que quería que la acariciara. Puse mis manos en sus hombros y los acaricié despacio a la vez que rozaba mis tetas contra su espalda. Se giró y bajó la cremallera lateral de mi vestido, yo misma corrí los tirantes para que resbalara como había ocurrido con el suyo. Tiro ligeramente de mi sujetador hacia abajo haciendo que los pezones saltarán fuera de la tela que los aprisionaba. Acercó la boca y me los chupó como ningún tío lo había hecho antes. Su lengua era larga y carnosa y la enroscaba en cada uno de ellos como si fuera una serpiente. Empecé a pensar que me había perdido cosas interesantes. Sentí como sus dedos acariciaban mi cuerpo casi desnudo bajando por el vientre hasta llegar al tanga granate que me había puesto a juego con el vestido. Retiró la tela e introdujo la punta de un dedo entre mis labios genitales, lo hizo con suavidad, diría que con una delicadeza exquisita, algo que además de gustarme, me produjo una excitación especial.

Las suaves penetraciones hicieron que mi vagina mojara su dedo. Lo sacó, lo olió y lo chupó como chupas un helado de chocolate en un caluroso día de verano. La verdad es que ver cómo lo hacía me excitó de una forma incomprensible.

   ¡Huele y sabe muy bien! Me susurró con un brillo diabólico en sus ojos.

Puso su mano en mi vientre y me empujó con suavidad hasta que mi culo se pegó contra la mesa alta que había en el salón. Me desabrochó el sujetador con lentitud y me lo quitó dejándome tan solo con las bragas. Sus manos se metieron entre mis muslos y los abrió con delicadeza, volvió a pasar la mano por las bragas y mirándome a los ojos susurró.

   ¡Me gusta sentirte mojada! Es un encanto saber que eres tan puta como yo… ¡¿Te vas a correr muy rápido, putita?!

No me dio tiempo ni a reflexionar la respuesta, en un instante ya se había agachado y su lengua lamía la humedad de la tela.

   ¡Cómo me gusta este sabor a sexo!

Y retiro la tela para dar un gran lengüetazo a todo mi coño. Joder, que lengua tenía la muy zorra, era como una serpiente astuta y voraz. Cuando me quise dar cuenta ya me penetraba con ella como si fuera una polla que se enroscaba. Sentí la punta tintinear en mi clítoris, después lo lamió y lo sirvió cerrando sus labios. Fue una sensación que me hizo vibrar y me sujeté con las dos manos a la mesa. Abrí más las piernas dejando más espacio a su boca, aunque lo que me apetecía es apretarle la cabeza contra mi coño. No pude controlar mis jadeos que se hicieron bastante sonoros y aumentó el ritmo de sus succiones hasta provocarme un fuerte orgasmo, vamos que me corrí en su puta boca como una cerda, algo que pareció encantarla. Cuando se despegó de mi coño y se incorporó, pude ver el dibujo de la lujuria en su cara que estaba empapada de flujo y saliva. La restregó contra mis tetas a la vez que volvía a ponerme los pezones como piedras. Después me los pellizcó tirando de ellos produciéndome un leve dolor.

Se fue hasta uno de los sofás que había en el salón y se sentó espatarrada mostrándome sus pequeñas bragas negras adornadas con ligeros encajes. Se quitó el sujetador a juego y sus redondas tetas afloraron con dos puntiagudos pezones en el centro de grandes areolas, algo más oscuras que su piel.

   ¡Ponte eso! Me dijo señalando un liguero y unas medias que había sobre una de las dos mesas pequeñas que bordeaban el sofá.

Me puse las medias y el liguero sintiéndome algo extraña por ser una prenda que nunca había usado. Ella me miraba paciente mientras acariciaba con sus dedos el centro de sus piernas. Volví a ponerme los zapatos de alto tacón y me acerqué hasta ella. Creo que sabía lo que quería, pero espere a que me lo pidiera.

   ¡Tienes una boca preciosa, cielo! Espero que sepas usarla. Me dijo acariciándose los pezones.

Me acerqué y alargué las manos para tocar sus tetas. Nunca había tocado las tetas de otra mujer de esa manera, y la curiosidad aportó decisión en mi cerebro. Las presioné con suavidad sintiendo su carne semidura con el tacto de mis dedos, rocé los pezones con las yemas sintiendo como se endurecían. Ella alargó la mano hasta mi mejilla y después de acariciarla me atrajo hasta su boca. No puse oposición, tan solo abrí los labios y sentí como su lengua penetraba ágil como una serpiente mientras sus labios devoraban los míos. Su mano sujetaba mi nuca como para no dejarme escapar y dirigió mi boca hasta sus tetas. Comencé a lamerle y a chuparle los pezones hasta notar como su cuerpo se excitaba. En ese momento oí su voz algo agitada.

   Dentro de un momento sentirás a alguien detrás de ti, pero no te inquietes, es de la familia…y parte del acuerdo entre nosotras.

Me quedé parada, casi en un estado de estupefacción, eso sí que no me lo esperaba.

   ¡Sigue, sigue, no pares! Me apremió.

   Tú me darás placer, y él a la vez te lo dará a ti… ¡¡Pero no mires hacia atrás, no quiero que le veas o no habrá acuerdo!! Me dijo con naturalidad, pero con firmeza.

Ahora ya sabía para quien era la visión del liguero. Por culpa del puto permiso ya se la había chupado a un tío y otro me había follado el culo, ahora lo haría un tercero y ni siquiera le vería la cara. Como cosa positiva puedo decir que la experiencia sexual con Ana me estaba gustando y que de momento no iba a salir preñada.

 


 

Después de chuparle los pezones hasta ponérselos como las astas de un toro, su mano fue guiando mi cabeza por su vientre hasta llegar al centro de sus muslos. Comencé a pasar la lengua por la tela de las bragas, que ya estaban algo mojadas, y pude sentir el sabor de su flujo. Dejó escurrir su cuerpo sobre el sofá hasta que la mitad de su culo quedó fuera. Me hizo un ademán para que le quitara las bragas y tiré de ellas hasta descubrir su coño adornado con una pequeña mata de vello en la parte alta, era un coño precioso, abultado y carnoso. Pasó dos de sus dedos sobre los rollizos labios vaginales con suma lentitud, haciendo que se abrieran hasta mostrarme su imponente clítoris.

   ¡Vamos guapa! Aquí tienes el juguete. A ver qué tal manejas esa lengua en mi coño y el clítoris… ¡¡Mira como lo tengo de espigado!!

Aquella zorra me trataba como si fuera su hija y pensé que era el momento clave. Nunca había chupado un coño, pero si esa “mamá zorra”, por llamarla de una forma cariñosa, quería una buena mamada, yo estaba dispuesta a sorberle hasta los higadillos. Comencé a pasar la lengua repetidamente por el clítoris hasta que sentí como se tensaban sus muslos, presioné con mis labios sobre él y lo succioné como si fuera el sorbete de limón de Sergio. A los pocos instantes un pequeño torrente de flujo empapó mis labios… la muy zorra se corrió con tan poco ¡Estaba muy salida!

   ¡Así, asiii! Gimió acariciando mi cabeza. ¡Ahora méteme bien la lengua!

El sabor me pareció agradable y abrí la boca y profundicé con la lengua en su vagina mojada. Era un sabor especial que no había sentido antes y lo degusté con mis manos aferradas a sus glúteos. “Joder, que me está gustando poner a esta zorra caliente!”. Pensé mientras no paraba de mamar sus jugos.

Estaba inclinada sobre su regazo con el culo en pompa cuando sentí una carne húmeda y cálida ente mis muslos. Di un respingo porque no le había oído llegar, pero mamá zorra tenía mi cabeza sujeta y la apretaba contra su coño. A los pocos segundos ya sabía que era una lengua la que estaba lamiendo mi coño, y no lo hacía nada mal. Supuse que era del familiar que me había hablado y abrí más mis piernas para sentir su cara pegada a mi coño. Después de meterme la lengua y ponerme más guarra de lo que estaba, pasó a mi culo y sentí como lo empapaba de saliva para después meterme toda la lengua en el esfínter. Yo ya estaba que me salía, y chupaba el coño de Ana con más ganas.

Noté como salía la lengua de mi raja y en apenas dos segundos una polla comenzaba sustituirla penetrando en mi coño. La verdad es que estaba tan excitada que realmente me apetecía una buena polla en ese momento, pero la que entraba en mi vagina parecía descomunal…, no sé si era casualidad, pero los tres machos que me estaban tirando, poseían pollas que nunca había probado o visto en mi vida.

Me la llenó por completo y sentí un gran vacío cuando la sacó. Volvió a penetrar  arrastrando mis carnes en una explosiva expansión de las paredes internas de mi vagina, y la volvió a sacar haciendo que perdiera el ritmo de la mamada que le estaba haciendo a mamá zorra. No obstante, ella no cesaba de apretarme la cabeza contra su coño, y yo jalándomela con glotonería. Comencé a sentir el placer de la penetración, esa buena polla estaba haciendo las delicias de mi coño y no tardé en empezar a jadear entre los jugos de Ana. Ella restregó mi boca contra su coño, le mordí el clítoris con los labios y se lo lengüeteé sin compasión hasta que se volvió a correr empapando mi cara por completo. Después me agarró la cara con las dos manos para mirarme a los ojos cuando estaba a punto de correrme. Parecía que disfrutaba viendo mi cara desencajada y ni boca jadeante.

Los pollazos ya eran tremendos haciendo que todo mi cuerpo se contrajera y se volviera a expandir. Ana acercó su cara a la mía para sentir mis jadeos contra sus labios cuando todo mi cuerpo tembló y una bocanada de flujo inundó mi coño.

   ¡¡Te está gustando ehh, pequeña zorra!!

Me dijo casi metiéndome las palabras en la boca. Asentí levemente con la cabeza mirándonos fijamente a los ojos, a las dos parecía salirnos fuego de ellos.

No habían acabado mis temblores cuando noté como la misma polla que había salido de mi coño, ahora presionaba contra mi culo. Abrí más la boca ante la sorpresa.

   ¡Ya has aprobado, nena! ¡Pero quiero ponerte una buena nota!

Susurró Ana contras mis labios para después empezar a comerme la boca.

La dura y extensa polla fue penetrando hasta sentir como llenaba completamente mi culo. Noté como lo abría casi desgarrando la carne del interior. Intenté gemir, pero la boca de Ana no me dejaba hacerlo. La dura polla salió y volvió a entrar hasta el fondo sintiendo como unos huevos chocaban contra mis nalgas. Ana, sin dejar de comerme la boca, agarró mis grandes tetas y las estrujó casi de una forma sádica. Yo me había apoyado con las manos en sus muslos y le clavaba mis dedos a cada penetración que sentía. Mi culo se fue abriendo y las penetraciones se hicieron más potentes. Ana alargó una mano y la llevó hasta mi coño metiéndome dos de sus dedos. Comenzó a masturbarme como si fuera una posesa mientras sentía como la polla reventaba mi culo. No le parecieron suficientes dos y probó con un tercero. En ese momento mi coño y mi culo estaban totalmente llenos. La muy hija de puta parecía querer meterme la mano entera. Fueron largos minutos de embestidas mientras mamá zorra me masturbaba como si la hubieran poseído. Me mordió los labios y yo a ella cuando me corrí de nuevo, pero la polla que horadaba mi culo parecía no acabar. Arañé sus muslos cuando me vino la segunda… al acabar de convulsionar, el macho que me atoraba el culo, volvió a cambiar de agujero y la insertó en el coño de un solo golpe hasta el fondo vaginal. De nuevo sus pelotas me azotaban como el badajo de una campana repicando. Me sujetaba de la cara la señora y el caballero del culo arreciando más rápidamente sus pollazos, y de pronto sentí unos fuertes jadeos del hombre que había tras de mí jodiendo el coño, y su polla me llenaba el coño de leche.

Noté los potentes tres primero lechazos y las convulsiones de todas la eyaculaciones que me estaba descargando, como tomándole el pulso de su corazón a través de su polla endurecida dentro de mi útero. Cuando acabó de inseminarme, la extrajo con un sonido de vacío aguachado, y seguido a ello, percibí como la leche chorreaba por mis muslos. Mis piernas temblaban estrepitosamente mientras intentaba tomar aire con la boca totalmente abierta. Acabé cayendo de rodillas entre las piernas de Ana mientras ella me miraba con cara de perversión.

   ¡Te has ganado el permiso con una nota alta! Mañana te lo entregará Sergio en mano en la autoescuela… te lo has ganado por triplicado.

Al día siguiente quedé con Sergio, y con su sonrisa cínica me entregó el permiso.

   ¿Qué tal te fue anoche? Ya veo que te han concedido el permiso. Me dijo mientras tomábamos un café sentados en una terraza.

   ¡Bueno, creo que me lo gané con creces! Ana me dijo que por triplicado… tres exámenes nada corrientes ¡¿No?!

   ¡Supongo que sí! Ana es bastante exigente y me ha comentado que lo sacaste con nota.

   Le hice una buena comida de coño, y para ser la primera que hago en mi vida, creo que le gustó bastante… ¡Soy buena comiendo!

   ¿Y a ti, te gustó?

   No me importaría probarlo de nuevo, jajaja! ¡¡Pero me gustó más la polla que sentí por detrás! He tenido tres pollas últimamente, y puedo decir que han sido tres pollones que no se ven a menudo, así que tengo la satisfacción de haber gozado de buen sexo y tener el carnet.

Me quedé mirándole para ver la cara que ponía, y noté una sonrisa diferente. La verdad es que Sergio nunca se me había insinuado y era algo que me extrañaba.

   Oye Sergio, en todo este tiempo de clases, nunca te has insinuado y es algo que me tiene algo intrigada… porque yo te gusto un poco ¿No?

   Si imparto clases de conducir, tengo que ser profesional. No puedo ir tirando los tejos a todas las alumnas. ¡Imagínate!

   Bueno, tengo que reconocer que al final he conseguido el permiso gracias a ti, y quizás eso se merezca un premio…

   Bueno, creo que ya me has dado el premio.

   ¿Cómo que te lo he dado? No me he enterado bien entonces…

   Yo creo que sí, pero no lo saber aún. – Ahora se rio más abiertamente acabando con una mueca perversa. – Ana es mi tía, el primer examinador es su marido y el segundo es mi tío, el hermano de Ana. Y la polla que te follo ayer era la mía…

Me dijo con una sonrisa totalmente perversa.

El muy cabrón parecía haberlo organizado todo para que me follara toda la familia y yo ni me había enterado.

   ¡Eres un cabrón! ¡Tú lo has organizado todo para que todos me follen!

   Perdona, pero la idea de examinarte mostrando tus encantos para que te aprobaran ha sido tuya. Tu decidiste que hacer en los dos primeros exámenes, aunque intenté quitarte la idea. En el último examen, conociendo ya tu comportamiento, tan solo te ofrecí aprobar siguiendo tu estilo, y tú aceptaste entusiasmada. Creo que no me puedes reprochar nada.

 

Me quedé pasmada mientras él pagaba los cafés y dándome un beso en la mejilla se marchó dejándome mirando al infinito con cara de tonta. Tenía mi carnet de conducir en la mano…. No me lo podía creer con el tiempo que lleva tras de él, y de ayer a hoy lo obtuve con una follada sensacional, tanto que aún me duelen los ovarios de lo duro que “Sergio” me folló… aún tengo su leche en mi coño subiendo por las trompas “No creo que me deje preñada, pero no estoy muy segura”, medidas antibaby no tomo, lo cual disparan las posibilidades… en unos días me haré la prueba, es cuando puedo estar más segura de la efectividad del test... 

 

¡¡Nos te parece que alguno de esos CABRONES me dejó bien PREÑADA!!

 

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