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UNA HISTORIA DE AMOR. Y si tú no has de volver...

    "Y si tú no has de volver" 1ª PARTE "Una para el otro y otra para el uno". Esa frase la repite una y otra vez mi ...

Una Putita de Vergas maduras. 2ª parte




Mi hermano

Mi entrenador está como un cañón, un madurito soltero de las que se lleva a las nenas de calle y a mí se me antojó durante los entrenamientos de Bádminton, tanto, que terminé siendo su putita personal. Mi nombre es Carolina y desde los 15 años me atraen los hombres curtidos, pero mis perversidades han ido creciendo y ahora que he cumplido los 18 añitos, me encantan mucho más los machos que saben usar a las mujeres, los sementales con experiencia suficiente para someterte con su verga, un arma forjada en mil batallas dentro de incontables conejos hambrientos. Pero si es poco que me calienten los viejos, también me gusta un deporte raro…el bádminton. Mi padre paga a un entrenador personal, el cual juntos con dos moros me hicieron su perra a base de calentarme poco a poco…Ya pasó un mes del comienzo de aquello y los tres me usan a su antojo.

Mi joven y madurito entrenador lo hacía en su oficina pero a los dos moros les encantaba utilizarme juntos en los vestuarios. Como mi culito aún no estaba preparado para recibir sus enormes trancas, se inclinaban solo a follarme por el ano con dos dedos mientras el otro me alimenta duro de verga por el coño. La verdad es que a veces me dolía un montón pero debo confesar que la dureza también me excita mogollón, y cada vez más, por lo que esos dos me volvían loca hasta el punto de ni siquiera ser capaz de hablar fluido o pensar con claridad cuando me follaban. Tenía la curiosidad por saber cuánta leche vertían esos animales dentro de mi cuerpecito de niña impávida.

La cuenta resultaba de unos once polvos por semana… seis de los hermanos de la gran verga, tres de mi entrenador y dos que le dejaba a mi novio descargar a fin de limpiar mi conciencia… Los moros eran capaces de expulsar unos 12 cm3, mi entrenador no pasaría de los 7 cm3 y mi novio no debía de inocularme más de 3 cm3, es decir un total de unas 68 cm3 a la semana, lo que suponía al cabo de un mes de unos 400 cm3

Como se puede observar, me inseminaban casi medio litro de leche semanal, entre todos los machos que acaban dentro de mí, llenándome mi barriga por vía oral o vaginal. ¡Menos mal que existen los anticonceptivos! Sin embargo a veces tenía dudas de su eficacia ante tal avalancha de espermatozoides deseando preñarme, ante tanta potencia y la ingente cantidad no confiaba en el 100% de su eficacia. Aquel día, tras terminar mi entrenamiento, en donde por cierto lo práctico sin bragas, ni cualquier otra ropa interior por orden de mi entrenador, se acercó él…

– Muy bien, Carolina, ya te puedes ir a casa.

Rarísimo que no se me haya acercado a tocarme, o a exigir el uso de mi cuerpo.

– ¿En serio, señor Ferrer?

– Sí, ¿O quieres quedarte un ratito conmigo?

La verdad es que sí quería quedarme. Pero por un lado no quería decirle eso, no quería quedar como una puta adicta al sexo que es lo que era en realidad, no iba a admitirlo al menos no fácilmente. Ellos solo creían que yo aceptaba las ser su perra por el chantaje que me hicieron.

– Me quiero ir a mi casa, pero… Profe, la verdad es que me duele un poquito el tobillo, tal vez si da unos masajitos se me pasará.

– Ah, ¿pero otra vez ese tobillo, Carolina?

– Sí, mentí. – Me lo he aguantado toda la tarde, pero cuando los swings me salían perfectos, no quise dejar la racha.

– Mírate nena, te pareces a una profesional. Pero la próxima vez no vamos a forzar esta pierna, ¿vale? Se acuclilló y tomó mi pie. Yo gemí como una cerda cachonda, porque sé que eso les calienta mucho.

– No parece estar hinchado…

– Pero me duele mucho, por favor profe, le puse una carita de pucherito.

– Tengo un espray por aquí, déjame buscar.

La verdad es que podría pasar toda la vida buscando su maldito espray, yo ya me había anticipado y lo lancé lejos, hacia los arbustos que lindaban la cancha de bádminton cuando tuve la oportunidad. De esa manera tendríamos que ir a su oficina en búsqueda de un repuesto.

– Vaya, Carolina… no encuentro el espray.

– Seguro que en tu oficina tienes más, los he visto…, los vi en un estante una tarde, cuando me llevó para comerme el coño como recompensa por haber mejorado mis golpes.

– Joder, muchacha… la verdad es que por hoy quería evitar cualquier tentación contigo, pero no me queda otra. Vamos.

Y así fuimos. Yo estaba calentísima pero estaba disimulando muy bien, rengueando débilmente como si realmente estuviera lastimada, llevada de su brazo. Enredé mis dedos entre los de él para acariciarlo un poco pero muy extrañamente mi entrenador se portaba muy bien. No entendí por qué no quería jugar al mete saca conmigo, pero si quería guerra la tendría, lo iba a calentar hasta que me dé lo que yo anhelaba… ¡Su gran tranca venosa de marfil! Y por suerte lo conseguí, no se aguantó. Él ya estaba sentado en su silla, yo debajo del escritorio. No sé por qué razón se le ocurrió meterme allí, pero bueno, me pidió que le hiciera una mamada. A mí me calentaba en lo sublime el olor de la polla de ese madurito, la sudoración hacia mella en su aroma intensificándolo y me ponía como loca las hormonas. Poco a poco, con la costumbre de mamársela tan frecuentemente me estaba volviendo adicta a ella, sino lo había sido desde siempre. No era tan grande como la de los dos moros que le medían más de 20 cm, la de Sr. Ferrer rondaría los 17 cm con un diámetro que no lograba cerrar con facilidad con mis dedos, venosa y cabezona…

Parecía deliciosa por su color blanco intenso y rosadita que parecía un helado de crema. Cualquiera de las tres vergas era muy superior en todo a la del cornudo de mi novio. La polla del entrenador era el pedazo de carne más experto de todos ellos… Con diferencia, el que más me hacía delirar cada vez que entraba en mi conejito. Mamársela es de lo más cansado porque parece que el cabrón tiene un aguante bestial, no miento cuando digo que he estado más de veinte minutos chupándosela en los vestuarios, esperando me regalara toda su espesa y caliente leche. Mi boca y mi lengua realmente se cansaban y llegaba hasta a doler la quijada de tanto chupeteo, o mejor decir mamoneo.

Además el señor tiene la buena costumbre de agarrarme de los pelos, meterme un pollazo hasta la campanilla, y sujetarme bien fuerte para correrse directamente en mi garganta, sin darme tregua ni posibilidad de desperdiciar una mísera gota. En esos momentos de rodillas bajo la mesa lamía su tronco desde la base al capullo, me recreaba en su cabeza contorneándola con la lengua y después sorbía el glande. No le dejaba sin chupar sus huevazos e impregnarme de su olor a macho, y de nuevo subía chupeteando su tronco… y en el momento que mi lengua tocaba la puntita de su polla, jugando con ese agujerito de donde le sale la leche, y con mis manitas jugando con sus huevos y con su tranca salvajemente dura de venas hinchadas, escuché que la puerta se había abierto. Al principio me dio un poquito de corte y dejé de chupar, pero rápidamente me dio un golpecito en mi cabeza para que siguiera con lo mío. Así pues seguí lamiendo el falo mientras esa desconocida persona entraba en el lugar. Una voz de hombre mayor y muy conocida le dijo…

– Buenos días, Entrenador Ferrer. ¿Ha visto a mi hija Carolina?

– Ah, es usted su padre. Le estaba esperando, por favor siéntese. Por cierto, su hija ya se fue hace rato, creo que dijo que iba a la casa de una de sus amigas a pasar el resto de la tarde.

En ese momento toda mi calentura bajó hasta el suelo. Quise dejar de chupar verga pero el cabronazo de mi entrenador hizo presión con su mano para que mi boquita no le abandonara. Y así, impotente, seguí ensalivando y succionando débilmente, atenta a la charla.

– Ah, ya veo, se ha ido temprano. Pues nada, vine a preguntar cómo le va a mi hija.

– Pues le va de fábula, es una buena muchacha, muy aplicada y siempre da el 100%. Eso me gustó mucho, muy orgullosa aumenté la fuerza de mi lengua sobre esa polla.

– Me alegra oírlo. Yo ando muy ocupado y no puedo compartir mucho tiempo con ella, así que me alegra que esté en buenas manos.

– Me halagan sus palabras, señor. Pero solo hago mi trabajo.

– Vamos al grano, Sr Ferrer… no tengo tiempo. Me gustaría inscribir a mi hijo también, que, siendo sincero, es un vago. Creo que la disciplina y el deporte le harán bien…, pronto comenzará la universidad y parece que no endereza su estilo de vida. ¡Eso sería terrible para mí!

Apreté los huevos de mi madurito amante y también mordí muy ligeramente ese enorme glande en forma de champiñón, dejándole claro que yo no quería que aceptara a mi hermano como alumno. Él se removió un poco, como queriendo escapar de mis dedos y mis dientes, pero yo lo sujetaba fuerte al cabrón. No quería que aceptara eso, sería el fin de mis tardes de clavadas uterinas con él y los moros, con mi hermanito pegado a mi lado durante todo el entrenamiento.

– Va a ser un placer tener al hermano de Carolina aquí, señor. 

Me enojé muchísimo, le di un mordisco, pero el entrenador no mostró ninguna queja.

– Muy amable de su parte entrenador, le dejo con sus asuntos.

– Adiós, señor.

Cuando cerró la puerta, salí del escritorio con mi carita evidentemente muy enojada y muy roja, que apenas podía respirar con su polla hasta mi garganta. El entrenador me tomó de la mano cuando yo amagué irme de la oficina…

– ¿Pero qué te pasa, mi niña?

– Ya veo que me vuelves a hablar como el desaprensivo de siempre.

– ¿Ves por qué no quería que te quedaras? Sabía que tu padre vendría a visitarme. Pero bueno, la verdad es que estuvo muy morboso.

– ¿Va a aceptar a mi hermanito como alumno, Señor Ferrer?

– Venga cariño, no te me enojes. Ven que te voy a dar bien duro como te gusta. Hoy probaré meterte tres dedos en el culo, seguro que ya puedes aguantar…

– Estoy muy enojada, señor Ferrer. ¡Me voy! Cuando me alejé me dijo…

– ¿Pero no te dolían los tobillos? ¡Ja, todo fue una excusa para traerme aquí!, ¿no, preciosa? Por cierto, Carolina, tú no tienes ningún tipo de autoridad. Ven para acá, apóyate en el escritorio y pon el culito en pompa.

Yo estaba nerviosa vale, pero esas palabras me hicieron mojar un poquito electrificándome por dentro. Así que me acerqué como me pidió, con la cara falsamente rabiosa, no sin antes sacar de mi bolsita el tubo de vaselina. Si me iba a follar por el culo con sus dedos al menos debería tratar de hacerlo de la manera menos dolorosa posible, que yo no estaba para aguantar que me volviera a partir en dos.

– Vale, Señor Ferrer, perdón. Pero por favor use la crema que en los últimos días me duele solo de sentarme.

– ¿Te has traído vaselina?

– Sí, vamos rapidito que no tengo tiempo para esto, Señor Ferrer. Cuanto antes terminemos, mejor.

¡Perdón padre, por ser tan mentirosa! 

Me levanté y remangué mi falda muy arriba hasta la cintura, y me sujeté del escritorio. Abrí bien mis piernas y miré a mi entrenador. Se untó la vaselina por los dedos de una mano, se levantó y se dirigió detrás de mí. Me dio una nalgada muy fuerte, pero resistí. Sabía que me daba nalgadas porque estaba haciendo algo mal. Puse mi cabeza y mis tetas en el escritorio a modo de apoyo y llevé mis manos a mi trasero, separé mis nalgas lo más que pude para que él pudiera penetrarme a gusto.

– ¿Estás segura nena?

– Sí, Señor Ferrer, puede hacerlo sin miedo.

– Muy bien. Por cierto nena. ¿Ves el televisor frente a ti?

– ¿Qué pasa con ese televisor, profe?

Un dedo empezó a entrar en mi ano. Chillé un poquito pero ya me estaba acostumbrando. Volví a mirar la TV. No podía creerlo, estaba viendo cómo los moros me estaban montando en los vestuarios. Yo estaba siendo brutalmente follada, aplastada entre esos dos enormes tíos. Chillando y revolviéndome como loca. Para qué mentir, eso me excitó un montón…

– No puedo creer que hayas vuelto a grabar, profe. Pero si esa niña apenas tiene 13 años y le están partiendo el culo entre los dos moros… Eso es denigrante ¡No puedo verlo más!

– No seas ingenua. Siempre filmamos. Algún día aprenderás a hacerlo tú también. Al final aguantarás las folladas por el culo de esos moros…

– ¡Aaauuchhh! Mffff… ¡Duele-duele-duele!…

Dos dedos ya entraban y me follaban el culo de manera violenta. Dejé de abrir mis nalgas y me sujeté de nuevo en el escritorio.

– Vas a venir con tu hermano todos los días, ¿entendido?

Empezó a estimular mi clítoris. El cabrón ya me conocía muy bien. Yo gemía como una cerda, viendo el video de esa niña empalada por el más grande de los moros, al tiempo que sentía los dedos pervertidos de él. Mis tetitas se bamboleaban sobre la mesa, de hecho un par de bolígrafos y carpetitas se cayeron al suelo por eso. 

– Vaaaale joderrrr… me da iguaaallll…

–Veremos qué tan te portas. Te tengo preparado un plan.

– ¿Plan? Ufff… ¡Aauuuchhh, jodeerrrr cabronazo duele!

Me corrí muy rápido. Con tres dedos en el culo y otros entrando en mi chochito visiblemente húmedo y enrojecido. Me quedé así, babeando y gimiendo débilmente sobre su escritorio, mirando de reojo cómo se lo montaban esos dos hermanos moros en la grabación, uno en la boca y el otro alternaba el culo con el coñito de la chiquilla… Pero la tarde era muy larga, y seguro que mi madurito amante tenía más cosas preparadas, pero me sorprendió porque me dio un azotazo en el culo y dejó de agrandarme el ano con sus dedos.

– Anda vete a casa, el próximo día ven con tu hermano…le enseñaré disciplina a base de trabajo.

A los tres días mi hermano Sebastián y yo íbamos juntos al predio. No vivimos muy lejos, pero aun así sentí que toda la caminata era incomodísima y parecía muy larga. Para colmo mi hermano no le gustaba la idea de practicar ningún deporte, mucho menos conmigo. Que si era por él se dedicaría a jugar fútbol con los muchachos del barrio en la consola.

Oye, flaca, ¿Cuánto falta para llegar?

– Solo hemos caminado diez minutos y ya te estás quejando, Sebastián.

– Vaya mierda, debería estar con mi novia en el parque o en cualquier otro lugar con mis amigos. Pero no, estoy aquí contigo.

– Mbufff, yo más que nadie deseo que estés bien lejos de aquí. Esto es una pesadilla…pero papá quiere que practiques un deporte real y por eso te ha apuntado.

– Lo has convencido tú para tenerme cerca ¿Verdad nena? Sé que en el fondo me quieres, Carolina, dijo abrazándome.

– No es verdad, replique en serio. Es cosa de papá, no mía.





Yo creo que el cabrón es adoptado o algo, si no fuera porque sus ojos y su nariz son idénticos a los míos y nacimos del mismo parto. Pero me niego a pensar que comparta sangre con un subnormal como él, que cambia de pareja cada dos por tres. Y para colmo es hincha del Barça, yo que soy seguidora del Real Madrid. Lo último que yo quería era escuchar su voz. Como dije en su momento, cada vez que lleva una chica a la casa para montarla, no puedo evitar oír sus gemidos, pues su habitación está pegada a la mía, oigo los jadeos y groserías varias que se gasta aprovechando que no están nuestros padres. Es un asqueroso básicamente, sentir cómo se las folla de esa manera tan salvaje sabiendo que me tiene cándida en el cuarto de al lado. Llegamos y se presentó a mi entrenador. Se quedaron hablando un rato y yo aproveché para cambiarme en el vestuario. Fue cuando los moros entraron en el lugar y, muy a su estilo, me arrinconaron contra la pared para meterme los dedos en el coño, y lengua en mi boca sin darme tiempo ni de respirar.

– Hola nena, ¿Cómo estás? ¿Nos extrañaste? El lunes no pudimos verte, seguro que el profe gozó todo este cuerpito para él solo.

Yo me hice la remolona forzándolos para salirme de sus manos perversas. 

– ¡Basta! No, no os extrañé, por mí como si nunca volvéis aquí, par de pervertidos.

Mentí, claro que extrañaba el contacto de esos pollones, sentir como me abría las carnes de mi chumino caliente y mojado. Era lo único en lo que podía pensar mientras mi novio y yo nos besábamos en el portal de mi casa, la imagen de la verga entrando y saliendo no me la quitaba de la cabeza. No me sé aún el nombre de esos dos hermanos pero es lo que menos me interesa de ellos, sinceramente.

¡Ja, seguro que sí! Nos ha pedido el Señor Ferrer que nos aseguremos que te quites las bragas. 

Los chicos rondaban de los 22 años a los 25…, estaban en toda su potencia sexual. Poseían unos pollones largos y bastante duros cuando se empalmaban, lo que hacía de la penetración algo fácil… y sus huevos eran bestiales.

– ¿Pero por qué debería quitármela, tontos? Voy a entrenar con mi hermano, este juego ya no puede seguir. Si queréis usarme lo haremos tras el entrenamiento cuando él se vaya.

– ¿Te tengo que recordar quién es el que manda aquí?  

Dijo el otro moro, que me aplastó contra la pared para meterme su lengua en mi boca.

– Ufff… bastaaa… 

El otro empezó a meter sus dedos bajo mi faldita para masajear vulgarmente mi chumino, la meció bajo mi malla y buscó mi puntito que poco a poco se humedecía.

Carolina, vas a entrenar sin las bragas. ¡Es una orden directa del entrenador!

– Diossss… estás loco, no haré eso… ufff…

El cabronazo me pajeó el coñito con maestría, separaba mis pequeños labios vaginales y buscaba mi clítoris. Yo me volvía loca y apenas podía hablar, pero con lágrimas en los casi cerrados ojos intenté armar una frase…

– Está bien… mffff… ufff… valeeee… lo haré, lo haré… pero déjenme en pazzzz…

– ¿Me recuerdas quién eres, mi amor?

– Basta… dios, es suficiente… soy vuestra putita, valeeee…

– ¡Eres increíble!, es darte una paja y convertirte en una perra en celo. Ahora quítate las bragas y ve a la cancha, ordenó su hermano.

No sé si existe alguien tan hijo de puta como para calentar a una chica de esa manera para dejarla luego a medias. Son un par de imbéciles calienta coños…, encima se llevaron mis bragas, oliéndolas y riendo mientras me dejaron cachonda y algo cabreada, me dispuse a prepararme. Llegué a la cancha y mi entrenador se acercó…

– Vas a jugar un set contra tu hermano, ya estará terminando de calentar.

– No tengo bragas, profe, le susurré. Y ese muchacho es mi hermano. Va a verme TODA. T-O-D-A.

– Si pierdes el set te vamos a follar los moros y yo en el vestuario, a modo de castigo. Ahora prepárate. 

– ¡¿Qué?!

Me palmeó la espalda y se sentó en el banquillo. Los dos moros le acompañaron muy sonrientes. Yo me posicioné en mi puesto. Por un lado no quería hacer movimientos bruscos para levantar mi faldita y revelarle a mi hermanito que estaba sin bragas. Yo quería perder para que ellos me follaran entre los tres, era lo que yo anhelaba… me dejaron muy calentita, pero tampoco quería que fuera muy evidente que me iba a dejar ganar.

Mi entrenador gritó – ¡Carolina, tu hermano va a sacar! ¡Apóyate sobre las puntas de los pies, da pequeños saltitos a la espera del remate!

Ya lo sé, cabrón, no es a mí a quien deberías dar clases, dije inclinándome, dando ligeros saltitos, mirando fijamente la bola en la mano de mi hermano.

– ¡Ahí va, flaca!

– La verdad es que yo esperaba mucho más de un hombre.

Ese muchacho sí que era malo, la mayoría de sus remates iban en las redes o eran fáciles de devolver. Así, en un santiamén, el set se puso 1-0 a mi favor sin mucho esfuerzo.

– ¡Sebastián, mira la bola, mira sus pies, sus manos, anticípate a sus movimientos! Gritaba el entrenador.

¡No voy a perder contra una chica, flaca!

¡Toma! ¡Qué irónico! Pues yo quería perder para ser montada por un buen par de vergas negras grandes y gordas como las de un caballo. Ese último remate me exigió más de lo normal, por lo que tuve que correr tras la bola para poder devolvérsela. Sin darme cuenta el esfuerzo hizo que se levantara mi cortita falda y revelaran mis carnes. Mi hermanito lo vio y se quedó estático, mirándome a mí y no la bola que pasó a su lado.

– ¡Sebastián, qué cojones te pasa! Gritó el entrenador. – ¡Fíjate en la bola, en la bola!

Los moros se rieron. Uno de ellos sacó mis bragas que la tenía guardada y las olió, mirándome pícaro. Yo aún estaba a tope, y la verdad es que ver a mi hermano embobado por mi culito o mi chochito, vamos en mi entrepierna me pareció cuanto menos excitante. El resto del juego me pasé exagerando los movimientos para revelar mis nalgas y el bello terciopelo que estaba encima de mis mojadísimos labios vaginales. El set ya estaba a mi favor, y me di cuenta que yo no obtendría la carne que exigía mi cuerpo. Mi hermano, con una media erección evidente, poco podía hacer para ganarme porque toda la sangre se le estaba yendo al músculo equivocado, el que no iba a usar… su cipote.

Así que le grité… – ¿¡Pero qué te pasa, Sebastián!? Sostén fuerte del mango.

– ¿¡Qué dices!? ¿De qué… qué mango hablas?

– De tu raqueta, imbécil, dije mirando su evidente erección. – Cuando llega el momento de golpear el golpe de drive, tu cuerpo debe estar de lado, perpendicular a la red. Tú eres diestro, así que la punta de tu pie derecho debería apuntar al poste de la red de mi izquierda.

– ¡Bien dicho, Carolina! Gritó uno de los moros.

– Escucha a tu hermana, Sebastián, ella sabe, dijo mi orgulloso entrenador.

Se sacudió la cabeza mientras yo trataba de bajar un poco mi faldita. Si yo quería perder, necesitaba que el cabrón se concentrara en el juego y no en mi mojado coñito. Hice de todo, dejé pasar golpes muy fáciles, le puse en bandeja de plata remates que me dejarían de contrapié. Y así, con mucho sacrificio y con una gran sonrisa en mi rostro, conseguí perder ante el peor jugador de bádminton de la historia.

¡Te vencí, Carolina! Es la derrota más sabrosa de mi vida, me dije a mí misma, mirando de reojo a mis tres amantes en el banquillo.

– Creo que por esta tarde es suficiente, Sebastián. Mi entrenador se levantó y le dio unas palmadas en el hombro. - ¿Cómo estás, hombre?

– ¡Buf!, un poco cansado, Señor Ferrer.

– Pues claro, te falta ritmo. Ve a las duchas a descansar, por hoy hemos terminado .

Luego se acercó a mí, que estaba tomando agua de una botella que los moros me pasaron. 

– Lo has hecho mal, nena. Seguro que lo has hecho adrede para que te montemos en las duchas.

– No, Señor Ferrer, es que me da mucho corte jugar contra mi hermano estando yo sin bragas. Por eso perdí.

– Pues nada, tú también puedes ir a cambiarte e irte a tu casa.

– ¿Pero qué dices profe, no habrá castigo?

– ¡Ja! Esta putita quiere polla…, perdió adrede, dijo uno de los moros.

– No quiero nada de ustedes cabrones, estoy bastante feliz de que no haya castigo, fingí una sonrisa mientras llevaba la botella a la boca.

– Te irás a tu casa y se acabó nena, me dijo dándome una fuerte nalgada que hizo que el agua se desparramara por mi cuerpo.

Y así siguieron los siguientes días de entrenamiento. Mis tres amantes no me tocaban más que un poquito antes de jugar, en los vestuarios, y me soltaban al campo toda caliente para jugar o entrenar con mi hermano. Para colmo el entrenador me pedía que ayudara al chaval a adoptar una buena posición, decirle cómo recibir los golpes y consejos varios que requerían de contacto físico de mi parte. Obviamente mi hermano se calentaba un montón porque sabía que yo lo hacía sin nada debajo de mi faldita. Más de una vez en busca de explicarle cómo agarrar su raqueta, terminé rozándole la polla morcillona hasta ponerla dura como el pedernal.

Tras una semana ya, sin recibir contacto de parte de los moros, del madurito entrenador e incluso de mi novio que hizo un viaje familiar, y así recibiendo solo leves caricias antes de empezar las clases de bádminton, yo estaba demasiado cachonda, tanto que me subía por las paredes pegando unos raquetazos propios del mismo Rafa Nadal, con el fin de soltar toda mi adrenalina. No sé si mi entrenador estaba jugando conmigo, acercándome más y más a mi hermano, calentándolo a él con mis carnes y dejándome a mí evidentemente excitada de tanto toqueteo, pero la verdad es que ese cabrón sí que conoce mañas para tenerme en tensión. No me extrañaría que su plan maestro fuera que yo terminara loca por ofrecerle mi coño a Sebastián.

Esa noche el cabrón de mi hermano se trajo de nuevo a su novia a casa, pues nuestros padres salieron de marcha. Yo escuchaba los jadeos y movimientos de la cama detrás de mi pared. Normalmente yo me bajaría a la sala para escuchar música bien fuerte, pero como estaba tan cachonda no pude evitar meterme los dedos con una manita, mientras con la otra sostenía un vaso entre la pared y mi oído a fin de escuchar mejor a Sebastián y la putita de su novia. Media hora después él se despidió de ella en la puerta de la casa, y quiso volver a su habitación, subiendo por las escaleras. Pero aparecí para atajarle. Yo estaba tan solo con una camiseta de tiras que no me tapaba mi ombligo, y con un leggins corto y apretado. Mi mirada molesta y cruzada de brazos.

– Joder, flaca, me has asustado. ¿Qué te pasa?

– Eres un marrano, eso pasa. ¿Hasta cuándo tengo que soportar los gritos de esa puta? La traes aquí para follártela cuando sabes que estoy en el cuarto de al lado, donde se escucha todo…

– A ver vamos por partes, ¿Yo un marrano? Mira, no quería decírtelo, pero me asombra que me lo diga una chica que ENTRENA A BÁDMINTON CON EL PUTO COÑO AL AIRE. Me quedé abochornada, era la primera vez que me lo sacaba a colación.

– Me incomodan las bragas, es todo. Me rozan haciéndome yaga en la entrepierna.

– Claro que sí, Carolina, claro que sí. He visto cómo miras al entrenador Ferrer, y también a Dabir y Abdel Hakim.

– ¿Quiénes son Dabir y Abdel Hakim?

– Los dos moros, tonta. Con que así se llaman… – Se lo voy a decir a papá, Carolina.

– Vale, idiota, no se lo digas. Yo no diré nada al respecto de lo que haces con tu novia que traes cuando él no está.

– Genial, estamos en paz hermanita… Entonces solo se lo diré a tu novio, Christian.

– ¡Te mato, infeliz! ¿Qué más quieres?

– La verdad es que me pareces una putilla. Pero una puta muy bonita, estaba muy acalorada, la verdad. – De hecho creo que eres más bonita que cualquiera de las novias que he tenido.

– Te odio, cabrón, eso lo dices porque soy tu hermana.

– No, en serio Carolina. No sabes lo cachondo que me pones con tanto toqueteo en la cancha, tú lo sabes bien. Y sinceramente con mi novia no logro contentarme. Es una puta remilgada que no quiere ni chupar mi polla… solo que la joda por el coño, ni siquiera le he probado el culo.

– ¡Controla tu lenguaje, cabrón!

– Venga, Carolina, si hubiera una chica más bonita que tú, no estaría aquí proponiéndote algo indecente. No se lo diré a tu novio si accedes,  me tomó de la mano.

Si antes yo estaba roja, no sé cuál sería el color intenso de mi rostro en esos instantes…, era demasiado halagador. Él es guapo, pero es mi hermano también, y por nuestras venas corre la misma sangre y tal vez por eso el mismo deseo. Le solté la mano y le di una bofetada cruel imponiéndose el raciocinio, solo para encerrarme en mi cuarto. El resto de la noche se la pasó golpeando mi puerta y llamándome a mi móvil, pero yo me limité a no hacerle ningún caso, a ponerme un auricular enorme y escuchar mi música, volviéndome a tocar mi pequeño y mojadito botoncito espigado y duro, imaginando que mi propio mellizo me daba una merecida y balsámica follada en su habitación.






El maldito entrenador había obtenido lo que quería… ¡Yo estaba con ganas de mi hermano! Es un cabronazo es mañoso con la manipulación de los deseo de una pava adolescente, lo admito. Me hallaba con rabia y cachonda como una perra en celo, con dos deditos entrando y saliendo del estuche, a la par que con la palma frotaba el capuchón del clítoris con mucha excitación… tanta que en unos pocos minutos me corrí muy rico. Simplemente no estaba lista para dar ese paso en la vida real, el incesto sobrepasaba mi barrera mental, una línea roja infranqueable. Al día siguiente llegamos al entrenamiento pero separados. Yo no iba a hablarle más, o al menos eso quería que él pensara. En el vestuario, los dos moros le hicieron una rica paja a mi clítoris mientras el otro me chupaba las tetas y mordisqueaba mis rosaditos pezones. Y como siempre, me dejaron a mitad solo para poder entrenar cachonda y con muchas ganas.

– Chicos, estoy harta de esto… mmffff… diosssss… ¡Sois unos hijos de puta calienta coños!

– ¿Qué te pasa cachorrita? ¿Quieres que te follemos como antes?

La punta de su polla se restregaba por mi rajita. Yo gemía como una maldita perra en celo. Los muy cabrones tenían razón, cachonda perdida con el conejo ardiendo, hinchado y más mojado que una charca solo quería que me follaran duro y sin piedad.

– Cabronazos… claro que síiiii… todos los días me dejáis a medias… ufff…

– Te jodes, princesita. Ahora ve a entrenar, dijo quitando su gigantesco glande de mi mojado chumino.

– Nooo… por favorrrr… solo un ratito, no le diré nada al Señor Ferrer… ¡Me correré enseguida…!

Le tomé de la mano a uno de ellos y lo traje para lamer un poquito sus enormes dedos. Lo que daría para que me la metiera un ratito más, ¡Dios mío qué salida estaba! Le puse una carita de pucherito otra vez con la esperanza de que se apiadara de mí y me hiciera correr como una cerda…añoraba tener uno de esos pedazos musculosos en mi inflamada vagina.

¡Jajaja, serás puta! Dijo su hermano. Lo siento, ¡A entrenar, Carolina!

Y otra vez de vuelta al entrenamiento con las hormonas a rebosar de adrenalina que supuraban por todos los poros de mi piel. Al rato estaba tras mi hermanito tratando de explicarle cómo jugar, poniendo mis manos en su cintura y trayéndolo junto a mí. Ni él ni yo entendíamos por qué mi padre le pagaba al entrenador, la verdad, ¿solo para mirarnos desde el banquillo?

– Sebastián, es importante finalizar el golpe de drive con la raqueta por encima de tu hombro izquierdo, ya que eres diestro. Recoge el cuello de la raqueta con la mano izquierda. Al finalizar el golpe, deberías quedarte parado.

– Vale, Carolina. Por cierto… quiero follarte, me susurró. Hoy puede ser el día especial para los dos

– ¿Qué dices, cabrón?

Te esperaré esta noche en la cocina. A las ocho.  – ¿Pero qué dices?

– Papá volverá a salir por cuestiones de negocios. Mi novia quiere venir pero le dije que se vaya a la mierda, que encontré a la mujer de mis sueños.

Lo admito, si antes me dejaron caliente los moros, eso casi me dio un orgasmo instantáneo. También me dio mucha ternura, para qué mentir… “La mujer de mis sueños” ha dicho, ni siquiera mi novio me ha dicho algo tan bonito, nadie en la vida. Para colmo noté que mi hermano tenía la polla muy erecta bajo el short deportivo. Si mi entrenador y los moros no iban a darme carne, entonces decidí que yo lo obtendría de alguien más, y mi hermanito era el candidato ideal número uno, pero entregarme de buenas a primeras es de putas y no deseaba que Sebas pensara eso de su hermana, por muy zorra que me hubiese convertido últimamente con mi entrenador y esos dos morenazos.

– Jamás follaré contigo, pervertido, lo más cerca que vas a estar de mí fue cuando estábamos en el mismo cigoto…, le susurré. Ahora fíjate en la bola. Si entonces no me follaste, perdiste la oportunidad. 

Volvimos a casa. Un día más sin ser cubierta mis necesidades fisiológicas básicas…

Bajé a la cocina para tomar agua. Coincidentemente fui a la hora en la que me esperaría mi hermano allí ¡Vaya casualidad! El subconsciente no atiende a razones…. Y fui con una faldita muy corta y una camiseta también cortita y desgastada. Me hice de la sorprendida cuando lo vi sentado en la silla del comedor, como esperándome. Me sonreía mucho, pero yo hice como si no estuviera allí. Me dirigí al frigorífico…

– Carolina, sabía que vendrías.

– Si supiera que tú estarías realmente esperándome, no vendría a tomar agua, mentí. Abrí el frigo y me agaché mucho para coger una jarra.

– Flaca, qué culito tienes.

– Eres un pervertido asqueroso. Estás muy salido ¡Date una ducha fría! Llené y tomé mi vaso de agua.

– ¿Vas a derramarte el agua por la camiseta, verdad?

La verdad es que el desgraciado me pilló. Solo por eso decidí no derramármela. – No haré eso ni en tus sueños, tarado. Quítate esa idea loca que tienes en la cabeza.

Tomé el agua rápidamente y me acerqué a un florero. Esa tarde había escondido una cámara allí, apuntando a la mesa de la cocina. Mi hermano ni enterado del tema… apreté el botón REC.

– Venga, Carolina, estoy que me muero por ti, me tomó de la mano.

Yo no pude disimular mi rostro colorado de pura excitación, mi cuerpo se corrompía por tener su verga dentro de mi coñito ardiente, con varios días sin recibir mi ración de polla… ¡Tenía mi cabeza llena de sexo! Con la calentura a tope terminó por destruirme. Y mirándolo con ternura le pregunté…

– ¿Realmente quieres hacerlo? Somos hermanos, imbécil. Nunca en mi vida dije una grosería con tanto cariño. Y seguro que me quieres follar a pelo, correrte dentro de mí hasta dejarte los huevos secos.

– Mi corazón no me engaña. Lo que siento es verdadero amor por ti, flaca.

– “Flaca” dices…, me acerqué a él y puse mi mano en su mejilla para acariciarlo. Jamás en la vida me rebajaré a follar contigo, pero de hacerlo… ¿serías tierno conmigo, Sebastián?

– ¿Tierno, yo? No, no sé ser tierno cuando follo a alguien que deseo y lo sabes bien. Acaso no me escuchas tras la pared cuando follo con mi novia. Digo, a mi ex. 

Me salió una media sonrisa de complacencia, él prosiguió… 

– ¡Te haré chillar como perra en celo, Carolina! Porque sé que es eso lo que te gusta como a todas las que os considero buenas hembras. 

Me puso a tope eso. Lo abracé y lo besé.

Fue tan eléctrico el choque. Eléctrica la sensación en mi boca recibiendo las caricias su lengua, recibiendo sus manos en mi culo, esas poderosas manos que me apretaron las nalgas. Se levantó de la silla y hábilmente, con sus fuertes brazos, me cargó. Me iba a llevar a su habitación pero yo le puse una mano en su pecho para gemirle…

– Sebas… no, no, no… quiero hacerlo aquí, en la mesa.

– ¿Qué? Será más cómodo en una cama.

– Aquí o en ningún otro lugar, es que me parece más morboso aquí.

Evidentemente quería que la cámara nos filmara, y jamás en la vida a mí se me ocurriría llevarlo a mi habitación, que es sagrado para mí. Y en su habitación ni en sueños, que no pienso acostarme donde esa putita de su ex gozaba como perra. Yo me consideraba mucho más especial que cualquier puta a la que follase mi hermano… Seré su PUTA especial y única.

Qué rara eres, Carolina. Pero en serio esa carita de vicio que tienes me vuelve loco, así que por ti iría hasta el fin del mundo.

El chumino estaba chorreando, la verdad, entendí por qué tenía tantas novias, sabía cómo hablar a una zorra salida y hacerla sentir una princesa única. Me sentó sobre la mesa, quitó los platos rápidamente, me subió la faldita, remangándola en mi vientre. Posteriormente me quitó la camiseta mientras yo gemía como una cerda a cada contacto. Libre de ropas los dos, le abracé con mis piernas haciendo un lazo a su espalda por mis tobillos y atraje su pelvis contra la mía, sintiendo su polla creciente contra mi chochito. La noté rígida, dura y venosa la buena verga musculosa de Sebas, que debía de rondar los casi 20 cm con un grosor perfecto, tanto que se puede decir que es un precioso falo. Siempre me gusto su forma armoniosa y proporcionada con un glande más gordo que su rabo surcado de sinuosas e hinchadas venas, con una superior muy grueso y reventona, de donde parten otras culebreando de esta, rodeando todo el mástil…, sin olvidarme del par de testículos crepitantes dentro del gran escroto colgandero… un par de pelotas imposible de contenerlas en una sola de mis manos. Su viga se hallaba erecta con una ligera curvatura a mi derecha casi inapreciable…, no obstante, apuntaba al techo como una daga árabe por la curva tan pronunciada, hacía de ella una arma dotada de hermosura para la fornicación.

Me tumbó contra la mesa y se inclinó para chupar mis pezones. Yo gemía un poco, trataba de atajarme porque quería que pareciera que yo le estaba haciendo un favor, que apenas iba a disfrutar con él. Pero por más que lo intentara, mi hermano me conocía mejor que yo misma, sus manos me apretaron fuerte de la cintura ¡Me encanta eso! y puso la punta de su polla entre mis hinchadísimos y mojados labios sin necesidad de guiarla de lo erguida que la tenía. Dejó de chupar mis tetas y me habló…

– Carolina, quiero que me ruegues que te folle.

– Ufff… En la p-u-t-a vida, Sebastián.

Su polla ahí se sentía riquísima, caliente y palpitante a la espera de entrar. Si fuera por mí ya me la hubiera metido hasta el fondo, ¡Ya estaba soportado bastante sin follar! Me hervía la sangre de tener un macho así…

– No te la voy a meter hasta que me lo ruegues, flaca.

Con sus dedos empezó a jugar con mi clítoris, despejó mis labios elevando el capuchón de mi botoncito ¡Mi punto débil! volví a entrecerrar mis ojos y a babear como una perra sin siquiera ser capaz de pronunciar palabra alguna. Parecía que hablaba en un idioma extranjero, o que estuviera poseída… 

Diosss… mmfffff… sigue soñando… cabrón… ufff…

Volvió a chupar mis tetas succionándome los pezones, en los cuales se mostraba claramente mi excitación por mucho que mi boca lo negase. Joder, yo quería que me metiera la lengua hasta el fondo de la boca, y luego su polla hasta  el estómago, pero se ve que había que explicárselo con carteles y señales de humo o algo así. Mi cuerpo entero me pedía carne dura de macho, más carne de la que nunca hubiese tragado mi cuerpo. Llevaba diez días a palo seco, abasteciéndome con mi dedo y necesitaba una verga venosa bien dura que me elevara al cielo del placer, que me jodiera fuerte y duro.

– Carolina, si no quieres pues me voy a ver la tele, ¡Hoy hay partido de copa Barça-Atlético!

– Vaaaale…. Joddderrrr… métemela, Sebas… por favoooor…, Ya estaba cansada de que siempre me dejen a medias. ¡Vamos fóllate a tu hermanita de una vez puta, Cabrón…!

– ¿Mande, chica? No entendí una mierda. Repítelo más lento.

El desgraciado no dejaba de masturbarme, de restregar su polla por mis labios que ya estaban hinchadísimos y de torturar mi clítoris con su capullo endurecido…, cuando ese glande debía estar dentro de mi coño por derecho Ya. Sin quererlo yo empujaba mi cadera contra la suya para comerme con mi conejo hambriento ese pedazo de tranca que se gastaba.

– Que me la metasssss… que me la metassss de una puta vezzzz que no aguanto mássss… uffff…. Si sigues así me voy a correr antes de que me la claves, hijo de puta…

– ¿Eres mi nena, vas a ser mi putita de ahora en adelante…?

– Síiiii, seré toda tuya mamón… ¡Solo encájamela bien hondo dentro de mi coño…! ¡Que no quede nada fuera… nada más que los huevos!

Fue un poco doloroso porque, al plegar su polla en la raja, presionó con mucha fuerza. No fue nada delicado con el coñito de su hermana…. Grité un poco fuerte aliviando su embestida. Rápidamente atraje su cuerpo para que se recostara sobre mí, le arañé su espalda. Para no seguir gritando le mordí en el hombro, y aguantó como un auténtico macho mientras su enorme verga se abría paso en mi calenturiento y húmedo interior abriéndome las paredes acuosas… ¡Percibía otra vez aplacada, el caliente rabo endurecido y venoso de un semental! Los dos jadeábamos mirándonos mientras su cadera describía un suculento ir y venir que me ponía como loca. Quería decirle que lo amaba, seguro que él también, pero algo en los dos nos lo impedía. De todos modos yo estaba más que contenta, tras casi semana y media de quedarme cachonda, por fin podía desquitarme con un fabuloso rabo duro de semental.

No sé si fue plan del entrenador, pero ya no importaba. Sebastián conocía los trucos para ponerme como una perra en celo. Su polla describía ligeros círculos dentro de mí, antes de avanzar hasta el fondo. Esas órbitas ayudaban a expandir mis paredes vaginales mejorando la penetración sin hacerme daño. Lo retiraba un poquito y volvía a dibujar formas circulares, lo hacía con tanto cariño que se me saltaban las lágrimas por el amor con que me follábamos. 

Mis piernas y brazos colgaron rendidos, ya no podía controlarlos, mi boquita ya no decía nada entendible, solo mascullaba y gemía como una puta cerda empalada. De vez en cuando me besaba y chupaba mis labios mojándolos de la resequedad por hiperventilación de tanta excitación. Mis ojos ya no veían nada al estar vidriosos…, era todo blanco. Me sentía en el cielo percibiendo el cipote percutor abriéndome las carnes tan deliciosamente. Ni mi entrenador ni los moros sabían follar como él, me estaba ensartando magistralmente retrasando la corrida y abasteciendo de placer a mi conejito, el cual se engullía la tranca a todo lo largo de ella, haciendo presión con mis músculos vaginales para succionársela mejor, y que mi macho supiera lo que era una buena hembra folladora.

¡Mi hermano me respetaba haciéndome gozar! Me sentía muy orgullosa de él, porque si algo bueno tenía la puta de su ex novia, era que le había dado la oportunidad de practicar bastante hasta alcanzar una inmejorable técnica de follar, de la cual ahora disfrutaba yo, y todo eso unido a ser una gran folladora de pollas gordas se confabulaban en algo irrepetible… ¡Dos jóvenes adolescentes con experiencia estrenándonos en el sexo total! Follábamos a pelo, y seguro que me llenaría de su leche, le dejaría hacerlo porque yo lo deseaba más que él. De pronto a lo lejos escuché mi móvil, me devolvió al mundo real, seguramente era mi novio que me llamaba tras el regresó de su viaje familiar. Pero me importaba una mierda gozando con Sebas. Así como mi hermano rompió con su novia para estar conmigo, yo no tendría problemas en cortar con él. Sebastián miró mi móvil  sonriéndose, luego me besó con mucha fuerza, lamió mis labios tan necesitados por la resequedad de tanta fogosidad hiperventilando con mis continuos jadeos ante tan buena follada, luego mi sonrojada mejilla ¡Era tan tierno conmigo, sin dejar de ser contundente con mi coño!

Me besaba y lamía todo el cuerpo, sin dejar de empujar rotundo contra mí coño, enterrándomela entera a cada empellón haciéndome ver la estrellas por inserción. Mis brazos los rodeaban por la espalda y mis piernas cruzadas en sus glúteos firmes, que notaba apretarse al meterla profundamente. Al rato nos dimos la vuelta quedando encima de él, me abrí bien las piernas para encajar entre las suyas y embutirme su falo hasta las mismas pelotas…. Fue cuando empezamos a follar más duro, más rápido. Mi cintura se volvió suelta subiendo y bajando, a la vez que se contorneaba alrededor del rígido mástil, y él sincronizaba la inserciones elevando su culo haciendo más rápidos y profundos los enviones de su bálano a mi útero. Seguramente quería que me volviera más loca hasta el punto de olvidarme del móvil. Y así fue, me rendí ante su hermoso y venoso falo que se encharcaba de mis jugos blanquecinos por las incesantes sacudidas de su polla en mi chochito. Sujeta de mi cadera y yo apoyada en su pecho o en sus hombros intentando mantener el equilibrio me perforaba sin raciocinio. Me recostaba sobre él y me levantaba produciendo fuertes sentones con clavadas profundas…, mis gemidos casi gritos se entremezclaban con la sintonía del chapoteo al chocar nuestros cuerpos creando un ambiente de cautiva lujuria.

Cambiamos al sofá, me posicioné reclinada sobre los cojines, sin dejar de estrujar a dos manos y morder la colcha que cubría el sofá. De repente los dedos se salieron de mis entrañas y pude notar la presión que ejercía mi animado hermano, con la punta de su polla contra mi esfínter – ¡Aaaay! Chillé al comprobar cómo se abría camino castigando el anillo de mi ano. Abrí unos ojos como platos provocados por el dolor que experimentaba. Nada de todo lo sufrido anteriormente con los moros tenía algo que ver con mi angustia actual. No tuvo ningún tipo de compasión ni de miramiento, excepto que escupió en mi ano para lubricar el encajamiento. La estaba insertando poco a poco hasta el fondo a pequeños calados. No es que lo hiciese particularmente deprisa, pero tampoco se detuvo a pesar de mis gritos, como si no le importase el dolor y el sufrimiento de su querida hermanita.

Traté de impedirlo en una ineficaz huida de mi cuerpo hacia delante y terminé cayendo boca bajo sobre la cubierta. Mi hermano empujaba con fuerza a la vez que ambos cuerpos caían rendidos en la lucha sobre el sofá. Me tenía inmovilizada por el peso de su cuerpo sobre el mío, y porque hábilmente retuvo mis manos por encima de mi cabeza, dificultando que tratase de moverme y agitarme con la intención de que su polla saliese de mi interior. Hubo unos segundos de forcejeo entre ambos que no hicieron más que aumentar mi gozo y un poco de dolor que se iba diluyendo, hasta que humillada a sus pretensiones dejé de resistirme. No parecía el amante del inicio, pero que me follen duro me gustaba de menos a más era la fórmula perfecta para tenerme rendida a cualquier pretensión del macho que me fornicaba…

– ¡Joder cari, ten cuidado por favor, me duelo mucho…! 

Expliqué al tiempo que dejaba de hacer fuerza y trataba de concentrarme en superar el sufrimiento. – ¡Sssschhhht! Chistó mi hermano, dándome a entender que me relajara al tiempo que comenzaba a culearme lentamente…

– Aprovecha porque te juro que esta es la última vez que lo hacemos…, le dije totalmente resignada a aguantar el desvirgue de mi culito como si de una penitencia se tratase.

– ¡Ssschhht! Chistó de nuevo Sebas tratando de transmitirme una absurda tranquilidad que no me llegaba. Dejó de sujetarme las manos para retirar a un lado el pelo que cubría mi rostro. El muy egoísta quería regocijarse contemplando mis muecas y gestos de dolor y gozo….

– ¡Vamos cabrón, termina de una maldita vez! ¡¿Cuándo piensas correrte?! Yo ya me he ido un par de veces… Dije malhumorada y gozosa de tener a un macho que aguantase tanto, incitándolo a que se moviese más aprisa. – ¡Pero vamos ya… no te cortes y jódeme fuerte!, esta vez me hizo caso agarrándole de los pesados cojones. Mis caricias sobre sus huevos hicieron que se moviese rápido. – ¡Ah, ah, ah,ah,….!

Gritaba sin poder evitarlo con cada culeada a la que era sometida liberando el dolor que experimentaba. Me apreciaba plena al sentirme desvirgada por el último reducto de mi cuerpo, por el hombre que nunca pensé fuera el artífice de tal hecho. Por suerte pude notar en mi maltrecho ano las primeras contracciones de la polla de mi macho tras más de veinte minutos follando como condenados…

– ¡¡Eso es cabrón, córrete, córrete en el culo caliente de tu hermanita!!

Le espetaba entre quejido y quejido provocándolo para que terminase cuanto antes con mi dulce agonía. Aceleró el ritmo de su respiración evidenciando que estaba a punto de correrse… – Así, eso es mi amor, si así…¡¡Córrete dentro de mi culito!! ¡LLÉNAMELO DE LECHE! Le animaba tratando de distraer mi mente…

¡¡Oooh, ooohhsiiih!! Ahora va nena, ¡Joder me voy a correr yaaaa! ¡Tomaaa, Toma más lefa!

Apagó mi mente con su voz al tiempo que notaba como un lechazo espeso y caliente inundaba mis entrañas mientras su polla palpitaba dilatando mi esfínter en cada espasmo. No fueron más de cuatro o cinco chorros de leche los que vaciaron sus pelotas, cuando noté que la sacaba y en el mismo acto me la metían por el coño… Soliviantada sin fuerzas para negarme, la encajó con presteza para follarme el coño. Sin tiempo de recuperación, porque no la necesitó… su dura verga estaba follándome de nuevo con intención de correrse otra vez… ¡No me lo podría creer…! Dos polvos seguidos sin tregua alguna…, Por cuánto tiempo me había perdido a un semental así tonteando con uno y con otro teniendo al mejor en casa.

– Llevaba diez días sin follar Sebas… ¡No te imaginas lo que daba por chuparle aunque sea un dedo a un tipo! ¡Tú me conoces… nunca fui descarada, pero puedes apostar que estaba y estoy súper caliente como una perra en celo!, agregué mientras se me escapaba un suspiro.

Atraje hacia mí a Sebas un tanto confundida por mis propias palabras, puse más firmeza en los brazos moviéndole el culo, hasta que subí el coño a la altura perfecta para enfilarme con el mejor acceso a mi raja…y él me terminó de enloquecer cuando corrigió…

– ¡No sé si eras descarada con tus novios, pero mogollón de veces he visto cambiarte  delante de mí! Yo creo que lo hacías para provocarme ¡Pero mira cómo estás ahora, hecha una puta entregada para matarte a pollazos!, y detonó una carcajada nerviosa. Apenas me coloqué de nuevo, liberé a propósito mis tetas de la camiseta para que me las devorase con la mirada…   ¡Joder, mira qué tetas tienes nena! ¡Te la mamaría hasta sacarte la leche ya!



Mi hermano ya estaba que se salía y yo no me controlé más. Me levanté para ponerle las tetas en la cara y su lengua me prendió fuego de inmediato, saboreando el contorno de mis pezones, estirándolos en sus labios haciéndome gemir. Yo le azuzaba dándome unas nalgadas fuertes con su duro culo, notando aún más el endureciendo cipote que me partía el coño en dos. Cuando se sacó el musculoso falo, supe que todo podía suceder y así estaba ocurriendo dejándome follar por el coño y reventar el culo desvirgándomelo. Clavó la verga de un golpe seco en mi hinchado conejo hambriento, al tiempo que lamía mi oreja, diciendo…  





– ¡Así que andabas falta de polla y no querías follar conmigo! ¡Mira al final le has dado tu culo a tu hermano mellizo y ahora el coño…! Estamos predestinados a estar acoplados desde siempre.

Me susurraba sin parar de amasarme las tetas, dejó mi camiseta por la cintura, se trabó de mis tetas grandes y me las chupó mientras me oía gemir, tanteaba de vez en cuando mi pared vaginal con su orondo capullo con un golpe electrizante enterrándomela entera. Me comía la boca a chupones, y pelaba la verga con fiereza entre mis oprimidas paredes vaginales aporreándome con sus pelotas contra mi coño. Deseaba tener el sabor de su polla en mi boca, un antojo de puta salida…

– ¡Dame tu polla, quiero chupártela…!

La extrajo y me la puso entre mis tetas, después se la agarré con cierta violencia y me la metí en la boca para calmar mi sed, emputecida por el sabor de mi propio juguito que la impregnaba, combinado con el olor de sus pelotas y las cachetadas que me ofrendaba en mis mejillas.

– ¡Pégame cabrón, dale fuerte a mi cara! ¡Te voy a mamar la verga hasta sacarte la leche, hijo de puta!  

Le grité mientras se pajeaba haciéndose una cubana con mis tetas junto a mi cara y me pegaba con su musculosa dureza en la boca apenas se la abría para engullirme su glande y chupetear la cabezona, su orificio y lengüetear alrededor de la resaltada visera que perfila del gran capullo. De repente me senté en la mesa abriéndome mis piernas le susurré…

– ¡Chúpamelo hijo de puta!  Y después sigue follándome como quieras.

Me hizo caso… Me volvió loca cuando su nariz rozó la diminuta forma de mis vellos púbicos y su lengua se escurrió por entre la costura de mi raja entre ambos labios encharcados, para revolver mi vagina empapada fregando su nariz junto a mi clítoris extasiado. Me olía el ambiente a sexo enfermando de calentura mi crepitosa juventud. Elevaba las piernas sobre sus hombros dejándolas ahí reposar…, mi cuerpo pedía tocarme los pezones pellizcándomelos con furor cuando noto una punzaba mi culo con un dedo.

– ¡Guaaau, no sabes lo que me excita el sabor y aroma de tu coño, putita!, dijo acomplejándome un poco

Pero nada quería más que seguir gozando de su lengua en mi sexo hasta acabar corriéndome en su cara. Pero de pronto me zamarreó, me arrodilló en el suelo y mientras me sujetaba del pelo, me follaba la boca con un salvajismo que hasta me hacía imaginar lo que mi entrenador y esos moros hicieron conmigo y tanto deseaba volver a repetir, ahora era mi hermano el dominador de mis deseos y yo encantada y sumisa a sus empaques de verga en mi garganta. Incluso se lo dije en cuanto su desenfreno me dio una tregua, lo mucho que me gustaba ser follada por mi boca.

– ¡Chupa puta, mámela así! ¡Dale una buena mamada a la polla de tu hermano, mámala toda!

Me gritaba mientras mi boca se inundaba con mi baba y sus jugos, hasta que un chorro de esperma me hizo toser y delirar de tanta cantidad. No paraba de deslecharse  en mi boquita, y me exigía que me la tragase toda. Con todo el engrudo en mi lengua, se lo enseñé abriendo bien grande la boca, y como una puta me engullí su lefa. Mientras me relamía, él volvió a chuparme las tetas, entretanto yo se la manoseaba para que recobrase aquella erección formidable que siempre esperé anidar en mi coñito. Eran dos corridas seguidas sin tregua, mucho para un macho cualquiera pero no para un semental como mi hermano, aunque se le puso dura solo cuando regresó a saborear mi flor. Esa lengua era una espátula gigante en un plato de dulce de néctar o de crema frutal rezumante de mi coño…su manto de saliva lubricaba mi chocho expectante a la perfección musculada de su verga.

– ¡Te voy a follar por el coño… tengo muchas ganas de ti! Después de follarte te vas a poner las bragas, así mi leche te las empapará cuando te chorree la raja y el culo. ¡Cuando venga papá te encontrará toda llena de leche de tu hermano! 

Dijo con sus dientes mordiéndome uno de mis pezones.

Me hizo poner a cuatro patas con los pies en el suelo y los codos en la mesa, me dio unos pollazos en la boca de mi conejo y, después, mientras me pegaba unos cachetazos en mi culo…, la enterró cada vez más en la vagina. Fue único sentir la dureza flamante del rabo de mi hermano dentro de mí. Me fascinaba que me follase por tercera vez y más sin sacarme la verga de mi cuerpo… que me pegue en el culo unos fuertes azotes por ser tan zorra, que me clave hasta el estómago sin compasión y me trate de puta.

– ¡Así nena es como se folla a una puta como tú! ¿Te gusta la polla no? ¿Quieres más…? ¡Con toda esta follada te voy a volver a enlechar! ¡Lo mismo de esta sales bien preñada! Decía exultante.

Después de un infinito mete y saque me acostó boca abajo sobre la mesa, me olió y escupió el coño, me pajeó un poquito el clítoris sobre el capuchón de manera enérgica, me hizo oler su bóxer, y apenas oyó de mi voz quebrada…

– ¡FÓLLAME CABRÓN!  Dame bien por el coño y llénamelo de leche ¡Joder vamos nene…PRÉÑAME! Aun te queda leche para eso.

Se me montó con la fiereza de un león, y colocó la cabezona colorada de pura irritación, tras casi 40 minutos fornicado como animales salvajes, en la entrada de mi conducto a la gloria…, pero no me la clavaba del todo para hacerme desearlo. 

– ¡Dale Sebas, métela de una vez, rómpeme el coño cabrón…!

Le ordené con lágrimas en los ojos sudorosa de tan ávidas prácticas deportivas… y al fin me obedeció.

No paró de moverse tirándome del pelo y retorciendo mis pezones a modo de riendas de una yegua desbocada, a la par que con su gran tranca musculosa perforaba a plenitud mi conejo inflamado, colando uno de sus dedos en mi argolla y haciendo el sofá que se nutría de mis flujos, nuestro sudor y su leche plagada de un olor fuerte a testosterona. Acabé corriéndome por tercera vez con ese pedazo en mi coño. No paraba de clavar a fondo, mientras mis caricias en su pecho me reconfortaban en mis anhelos de sentirlo cada vez más dentro de mi vientre… él jadeaba enérgico sobre mí, hasta que soltó un tremendo huracán como un verraco  en celo, a las puertas de estar eyaculando todo el resto de semen. A ver tan entregado a Sebas me enterneció las entrañas, lo tendría todo dentro de mi coño profundo, ahora más abierto tras la dilatada follada sin fin.

-  ¡Me estoy corriendo  Carolina! ¡Mmff! 

El sofá parecía que iba a romperse de tanto tambalearse de los fuertes empujones que le concedía a mi cuerpecito.

– Hazlo dentro, por favor, mmm… ufff… ¡No tengas problema en llenármelo…!

– Eres una chica formidable, en serio, te has preparado bien para disfrutar de lo lindo, ¿no? ¡¡Mmfff…!!

– Lo hice a coincidencia, pensé en salir con mi novio, cabronazo… ¡Uuuff…! A él también le dejo follarme a pelo y correrse dentro de mí ¡Es como mejor se folla! 

Mentí descaradamente porque con mi novio siempre le pongo condón, no así con mi entrenador y los moros.

Me tomó fuerte de la cadera y su cara se puso muy rara. Jadeó muy fuerte y sus ojos parecían querer ponerse en blanco. Me la metió hasta el fondo después de un esprín con un meta saca a todo ritmo de los que llaman a arrebato a toda la leche alojada en sus huevos, y en menos de veinte segundos de fuertes penetraciones a tope con sus bolas aporreando mi coñito, sentí de nuevo su esperma caliente…, ahora dentro de mi chochito a base de largos chorros de lefa que escupía el gran capullo hinchado. Estuvo dándome tímidamente unos segundos más, en lo más profundo que podía sumergir su polla en mi útero, hasta que se retiró de mí una vez acabó de vaciar toda su semilla. Yo estaba muerta y muy cansada, pero feliz. Tirada sobre los cojines del sofá con mi culito y coñito rezumando semen y jugos propios… escapándose vulgarmente de mis abiertos orificios. Desde allí le pregunté débilmente…

– Oye, Sebas… ¿Ha sido mejor que con tu novia?

– No, para nada. Con ella siempre fue mejor.

– Eres un hijo de puta.

– Si me la chupas, vaya… entonces sí serás mejor que mi novia, Carolina.

– Ya te dije que ella es una remilgada. No voy a chuparte nada, idiota, sigue soñando. Extírpate las costillas y chúpatela tú mismo.

– Lo que tú digas flaca.

Se sentó en el sillón colindante y abrió sus piernas. Puso sus manos tras su nuca  con una sonrisa en la boca….

– No me llames flaca, Sebastián, ya no más.

– ¿Y cómo quieres que te llame, Carolina? Cuando estés panzona y bien preñada, entonces dejaré de llamarte flaca y follar tu coño, deberás utilizar tu boca… Seguro que eres torpe chupando pollas.

En otra cosa no pero retarme a mamar una buena polla era una  provocación que no me podía resistir…. Me levanté. El cabrón iba a ver lo que era una buena mamada, sí señor. Le iba a demostrar a este pardillo cómo se hacía una buena felación. Por otro lado tenía que apurarme, si realmente quería ver a mi novio esa noche porque hacía días que no estaba con él. Vale, pensé en cortar mi relación solo por la calentura, pero Christian es demasiado importante para mí, necesito su calor, su compresión y ternura porque los demás solo me dan sexo duro, que ciertamente lo necesito complementándome. Sin embargo, seguro que también querría algo de mí esa noche, pero yo estaba un poco adolorida porque mi hermano fue un poco bruto dándome por el culo para desvirgarlo, por el coño también lo dejó bien aviado. Y eso añadido a que al día siguiente teníamos más clases de bádminton, no habría descanso. Me arrodillé y agarré su enorme falo como si de una raqueta se tratase…

– Si quieres puedes llamarme “putita”. Esta noche soy tu puta, cabrón. No voy a parar hasta que te vacíe los huevos y dejártelos bien secos… ¡¡A ver quién es mejor.... la ñoña de tu novia o la cachonda zorra de tu hermana…!!

Se la mamé con devoción, y al muy cabrón se le volvió a poner dura como el pedernal, eso debía ser que su novia no le daba lo que yo, o le ponía mucho que su hermanita se entregase tan fácil al fornicio sin contemplaciones. Me puse las bragas cumpliendo con su mandato, tal vez verme como una zorra sumisa y como quedaron mis bragas mojabas apenas su leche comenzó a fluir de mis agujeros.

– Qué grosor… ¿Cómo es posible que se ponga tan dura aún…?  Dije ensimismada.

Pasé una mano entre sus testículos, acariciándolos con sus finos dedos, incluso clavé mis uñas postizas en ellos, pero sin querer hacerle el menor daño… Las yemas de mis dedos acariciaron sus cojones de una forma respetuosa, como sopesándolos. Y mientras, mi otra mano, sin poder resistirlo, tomó la base de la polla, justo en el contacto con la pelvis… ahora había empuñado correctamente el arma de mi deseo. Dejé que mis labios besaran la punta del glande y me puse a sorber. Pero aún debería hacer más para obtener el preciado líquido… mi lengua traviesa salió a recorrer su tronco. Y lo hizo rápidamente, casi sin darle tregua recorrí el prepucio desde la punta hasta la base, dejando su saliva como huella. Rodeé hábilmente su venoso miembro viril con mi lengua y volví a recorrerla hasta la punta por el sentido opuesto. Estaba maravillado por la habilidad de mi lengua, lo veía en su semblante, al igual que yo de sentir esa carne varonil…

Sin más demora abrí mi golosa boquita y engullí el glande. Algo que había visto en mis ensoñaciones durante mis masturbaciones, ahora era realidad. Mi fina boca sí era capaz de introducirse el grosor de su polla,  quizás no tanto la de los moros, aunque por poco margen. Lentamente, para mi asombro empujó con la mano en mi cabeza para irse metiendo el miembro dentro de mi boca, de mi garganta, centímetro a centímetro… Esa hermosa y bella verga estaba cada vez más adentro. Procuraba agasajarla con mis labios, pasando el roce de mis dientes y lengua por su sensible glande, con el cual jugaba en el interior impregnándolo de saliva fluida. Llegó un momento que ya, con un buen trozo de mástil masculino atoraba mi garganta, no daba para más, pero con ganas la forcé. Mientras que mi hermano me dejaba hacer, porque sabía muy bien lo que hacía. Tomé coraje y empecé a mover la cabeza a lo largo de la extensión de su polla, frotándola a placer mientras hacía lo mismo con la mano en la base de su mástil

– Oh Carolina, me elevas al cielo, me haces sentir un placer ardiente. Me vas a correr muy rápido.

La desatada melliza dejó de comer polla para chuparla, me la saqué de la boca, acompañada de una cantidad considerable de saliva para recorrer su hombría con fruición, con deseo… Sus ojos verdes me miraban con el mismo deseo, mi mano agitaba con fuerza la verga dura…

– ¡Oh, nena, no aguantaré mucho más…

Tras varios lametones que le pusieron a cien, me transmitían cientos de sensaciones en mi cuerpo y en el suyo, volví a engullir la carne dura entre mis labios, ahora más adentro, ahora con más fuerza. Como una bruja deseaba que sus testículos hirviesen teniendo la mejor sensación del mejor sexo oral de su vida… Sentir el calor que emana de su entrepierna, el semen produciéndose y queriendo salir, mientras mamaba como loca metiendo y sacando su falo de mi garganta… Los ojos de Sebas sin nada de compostura ni de hermano, sólo éramos un macho y una hembra en celo que reclama su premio. Me muevo sin parar, chupando, absorbiendo, engullendo. Sebastián no puede más… siento que se descontrola, y yo soy la culpable. Mientras no paro de elevar la velocidad…

– ¡Carolina! ¡Me corro, nena!

Le hago un gesto de entendido, pero no ceso de comerle la verga como si me fuese la vida en ello. Y creo que sabe cómo funciona, lo comprende y lo siente… Pues siento el semen busca de la salida sin poder frenarlo. En ese momento vuelvo a besar el glande con mis labios a sabiendas que llega el húmedo final. Explota la locura. Siento como viene y pasa a mi boca una corrida bestial, el caudal caliente que sale de su polla… Lo estoy esperando, con el glande dentro de mi boca. Percibo el primer chorro disparado dentro de mi garganta con los ojos cerrados notando como me derrito al sentir la miel… Hay más, pero puedo con todo. Continúo frotando ansiosa por más y llega todo de golpe, un torrente de semen hirviendo que se desliza por mi boca… El semen es abundante pese a ser la tercera corrida… e inunda a su cavidad, la lengua es derrotada y el esperma viscoso cae por mi garganta.

Tengo toda su leche en mi interior… En el intento por no perder nada, un poco de semen licuado se desliza por la comisura y lo recojo con la lengua y mis dedos. Ya he acabado con él definitivamente, haciendo a su tieso badajo pertenecer a mi sed. Recorro con mi lengua toda su extensión, deseo hasta la última gota, extraigo el miembro de mi hermano de mi boca pero aún lo lamo… Me gusta su calor. Abro la boca y puede ver su último manantial de semen en mi paladar, recorriendo mis dientes y cómo mi lengua está empapada de blanco. Estoy radiante, me sonríe… Cierro la boca y me lo trago… lo hago con paciencia el mar de semen viscoso que inundaba mi boca hace unos segundos. La vuelvo a abrir y relamo los restos de las comisuras de mis labios, llena de deseo. Con dos dedos recojo el semen que se resbala por mi barbilla. Y lo vuelvo a llevar a lugar… mi garganta, todo queda ahora en su estómago, es todo para mí. Me levanto y me coloca a su altura. Sigo chupando mis dedos recubiertos de semen.

– Estupendo…, le digo con una sonrisa.

Desde entonces follamos algunas veces más cuando nos encontrábamos solo en casa, algunas con condón para evitarnos problemas aunque tomaba mis pastillas y las más de las veces follábamos pelo ¡Al fin mi hermano me hizo su putita!

CONTINÚA...

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