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UNA HISTORIA DE AMOR. Y si tú no has de volver...

    "Y si tú no has de volver" 1ª PARTE "Una para el otro y otra para el uno". Esa frase la repite una y otra vez mi ...

Camino a la Perversión




Un presente con pasado.

Todas las mujeres tenemos un pasado secreto inconfesable, que desarmarían tu vida y la de los tuyos…, la mía no era para menos. Era una superviviente de la vida, mis padres biológicos eran unos muertos de hambre que me engendraron por error, confusión o embriaguez de mi padre, un alcohólico. Mi madre era dependiente de las anfetaminas y nunca me pudieron mantener, así que me metieron en una inclusa a los cinco años. Me defendí como pude, con  las armas que la naturaleza me había dado, sin no tenía fuerza sí poseía cabeza y sobre todo un coño que se disputaban todos los chicos dentro de la orfanato. Aquello solo fue el principio, pero no deseaba continuar así en mi vida, porque ese era el camino a la perversión en un burdel de mala muerte dando el coño por dos comidas al día.

No caí en una buena familia, la perversión me perseguía y mis padres adoptivos instigaron para obtener lo que deseaba, ofreciendo mi cuerpo a cambio…  a estas alturas de mi vida, ya no sé bien si todos esos estímulos eran externos o los generaba yo, provocando las situaciones de acaso sexual continuado…no me disgustaba, pero no deseaba acabar en un club de carretera…, algo nada imposible, si tenemos en cuenta que a medida que me crecían las tetas avanzando en la adolescencia, me gustaba más y más follar…que me follaran, solo por el simple hecho del acto, sin sentimientos, amor o pasión, sin placer también. Fue cuando me di cuenta que mi destino era ser puta.

Ejercí como meretriz durante tres maravillosos años, hice de todo con todos de todas las razas y religiones en tanto me sacaba la carrera. Y con la misma fuerza que me llegó la necesidad del puterio, se desvaneció el día que conocí a mi esposo, allá por 2007. Cada año de mi vida había veraneado en Almuñécar (Granada) con mi familia, y he salido con el mismo grupo de amigos, pero ese año iba a ser diferente. Mis amigas estaban organizando una barbacoa en el chalet de una de ellas el 22 de agosto, e iban a ir todas emparejadas excepto yo (ya sabéis la importancia que le damos a eso, con esa edad), así que dije que no iba, pero me dijeron que si, que fuera porque también iban “los sevillanos” (unos chicos que conocían también, pero que yo no había visto en mi vida) que también estaban sin pareja, a lo que yo contesté… – ¿y a mí que me importan “los sevillanos”?, si ni tan siquiera los conozco!!, no, yo paso…

Era 15 de agosto, día grande en Almuñécar por ser el día de su patrona, y quedamos todos para tomar café, incluidos los famosos “sevillanos”. Yo llegue un poquito más tarde, así que ya estaban todos sentados en la mesa cuando entré, y allí estaba él, un chico desconocido, que no sé por qué despertó un sentimiento en mi, que no sé explicar. La verdad es que fui algo bruta y mientras tomábamos el sol en la playa, coincidiendo con la primera frase que le dediqué fue… – “me estás tapando el sol”… A lo que él pensó… “joder, que tía mas borde”…

Ese mismo día mientras volvíamos a casa una amiga nuestra tuvo un accidente con la moto, así que al día siguiente fuimos todos a su casa a verla, y ahí fue cuando ya no pude remediarlo y le dije a nuestro amigo en común que tenía que hablar con él, que era importante, y que era sobre Federico  “el sevillano”, y el amigo en común respondió… “ya lo sé, no hace falta que digas nada”. A partir de ahí los días que se sucedieron fueron los más maravillosos de mi vida, solo quería estar con él, solo quería hablar con él… En esa época, él ya trabajando en una gran compañía, pero cada día se quedaba hasta las tres de la mañana conmigo, no sé como lo hacía…

Y llegó el día… llegó ese 22 de agosto, ese día en el que Federico me preguntó… “¿estas segura?” y yo le dije… – “NO” ¡¿Y tú lo estás conmigo…?!  Y me besó. Después pronunció las palabras que produjeron el punto de inflexión de mi vida entre ser puta y esposa de un solo hombre…

– Si me eliges, solo tendré ojos para adorarte. Me has robado el corazón, no te lo voy a negar… Esto que siento por ti no puede ser legal, cuando te acaricio creo estar fuera de la  ley. Tú eres el único delito que deseo cometer, si por eso me condenaran, seguro que la cadena perpetua debiera tener. Me encantas, no te quiero mentir. Desde el primer día que te vi sé que eres perfecta para mí, y no te quiero compartir. ¡No te has ido y mi cuerpo ya te echa de menos!

Pasó, yo no lo impedí, ni quería impedirlo, fui egoísta, lo sé, pero lo haría 1000 veces más, por el que en menos de cinco meses sería mi marido… Era el verano después de acabar mi carrera en la facultad y en el burdel, era un amor de verano, solo eso, y mi madre siempre me cuenta, que cuando vio a Federico por primera vez, pensó… “Este chico es el hombre que necesita mi hija”, pero para mí solo era eso, un amor de verano, o eso creía…





Directora de RRHH

Ahora, a mis 34 años y 4 meses ha vuelto a suceder ese cambio en mi vida, un nuevo punto de inflexión retomando el camino a la perversión, eso sí, bajo mi control absoluto. Esto fue hace apenas unos meses, cuando sucedió algo inusual en mi rutinaria vida de fiel esposa. Lo sucedido no tiene antecedentes ni razones lógicas, tampoco tiene disculpas ni explicaciones, hoy puedo decir que me ganó el instinto animal y al final cedí definitivamente ante el pecado y la lujuria. Muy en contra de todas mis creencias o mis principios como persona respetable y como esposa intachable…, de nuevo todo fue dejado de lado y atropellado por mi conducta.

Soy Karla, estoy “casada” con Federico desde hace más de 13 años, trabajo para una cadena de tiendas de zapatos muy importante aquí en la capital del país, tengo el puesto de manager de personal, (cobro bien) la mayor parte de mi tiempo me encargo de supervisar y adiestrar al personal, también me toca entrevistar, seleccionar y contratar a los nuevos elementos y por su puesto también resuelvo problemas y apago incendios (Uds. comprenden el sentido figurado).

En mi vida personal las cosas son perfectas, tengo todo lo que necesito en cuanto a lo material y familiar, cuento con trabajo, salud, familia y mascota. Tengo una casa, un Toyota  SUV híbrido y todos los caprichos que una mujer pueda desear. Lo que no tengo es atención por parte de mi marido, ahora he llegado a sentirme despreciada, fea y poco o nada apetecible.

Durante mi niñez y juventud, tuve muchos “pretendientes”, jovencitos y no tanto que morían por acostarse conmigo, yo muy cautelosa y juiciosa los elegía bien “me di mi lugar” nunca aceptaría revolcarme con cualquier mequetrefe por nada… me gustaba demasiado el sexo como para obviarlo, pero también sabía que era mi poder sobre el mundo machista que me rodeaba allá donde fuese. Hice cosas inconfesables consciente que lo eran, del mismo modo que me aparté de ellas cuando encontré al hombre adecuado. Acepté a mi esposo, porque este a pesar de no ser tan bien parecido, era un tipo inteligente, educado y con un futuro prometedor. Todo salió bien, solo que no calculé que se aburriría de mí tan pronto… yo que había bajado cientos de braguetas de humildes pollas calientes a las de ricachones aburridos.

El nunca fue un amante muy bondadoso o generoso, más bien era un compañero sexual muy escaso y conservador, para Federico el tema sexual nunca fue un tema trascendental en la vida, durante mucho tiempo yo he tratado de incitarlo o provocarlo al amor, pero hace años que me di por vencida, la verdad es que lo sigo haciendo (cada vez menos) para que el no tenga argumentos para decir que no tenemos sexo por mi culpa.

Sé muy bien que es inútil cualquier intento seductor con mi marido, sé que él me va a tachar de ridícula o de absurda, alguna vez quise darle una sorpresa con un coordinado de lencería fina que se me veía muy bonito, el solo respondió que me veía tonta, después me acusó de tener un plan para pedirle dinero disfrazada de ramera. Han sido tantas decepciones que al final me di por vencida…. Tengo prohibido ir a trabajar con falda, medias, zapatillas altas o escote, mis pantalones no pueden ser entallados, mi vestido siempre es largo y mi calzado siempre es plano. A Fede le molesta verme muy maquillada o muy peinada, siempre que intento algo alguna coquetería el me reprende con un “¿vas a trabajar o a lucirte en una pasarela?”, me acostumbré a esos modos y me convertí en “La Señora Karla”

Hoy por la mañana Federico se levantó a toda prisa y puso a calentar la ducha, yo le pedí en tono sensual que volviera unos minutos a la cama para ver si hoy si hacemos un bebe (nunca llegamos tener hijos) contesto que no fuera ridícula, me reclamo mi falta de comprensión al ver que tenía prisa por llegar al aeropuerto, no volvió a hablar conmigo, estaba molesto y así molesto salió de la casa rumbo a su viaje rutinario.

Cuando se marchó a toda prisa y de malas yo inicie mi rutina regular de todos los días, (una hora de ejercicio en casa y después desayuno, después ducha y después “arreglo personal” para salir corriendo al almacén) esta vez me dio curiosidad por comprobar si aun me quedaba mi vestido azul, es un vestido que me compré de soltera, es un vestido de falda ¾ a la rodilla, de corte completo, sin escote pero ceñido al pecho, es muy bonito, formal y no tan aburrido como mi uniforme de todos los días. Me lo probé y me resultó que ahora se me veía mejor, con la edad y el embarnecimiento llené mejor el vestido azul, pensé en usar mi calzado plano de todos los días pero al verme en el espejo vi que no combinaba para nada, así que me asome al cajón de zapatos del recuerdo y saque un par de zapatillas lisas de tacón alto, son zapatos formales pero la verdad es que ayudan mucho con la figura de mis pantorrillas y mis piernas, una vez subida en mis zapatillas me sentí otra mujer, (no recordaba cuanto me gustaba usar ese tipo de calzado, un tiempo fui adicta a comprarme pares de zapatillas) así que ahora le di atención a mi cabello y a mi maquillaje, solo pensaba en la cara que pondría Federico si me viera irme así al trabajo, seguro me insulta, me regaña y me obliga a cambiar de ropa. (Pero hoy no se dará cuenta)

Cuando sentí estar lista , me encaminé al trabajo, noté que el vigilante del frac que a diario me abre la reja y me da los buenos días, hoy clavó su visión en mi falda, no le di importancia, después en un semáforo se detuvo junto a mí una camioneta más alta que la mía y el conductor me mandaba besos y piropos, no dejaba de mirarme el vestido, tampoco le di importancia, cuando llegue al almacén note que dos personas que nunca me saludan hoy fueron muy amables y corteses conmigo (me dio risa) después entró mi jefe a mi oficina a felicitarme por mi arreglo…, me propino por lo menos cinco piropos en menos de un minuto y se fue (también me dio risa) después de media mañana vino a mi oficina un chico en prácticas de administración, es habitual que yo reciba a los promesas laborales y los entreviste… hoy tenía tres entrevistas distintas y programadas.

En la primera el entrevistado se veía muy nervioso, de vez en cuando echaba un ojo a mis piernas y luego se ruborizaba, no se pudo concentrar en las respuestas y le di una cita para la siguiente semana (la situación me divirtió), en mi segunda entrevista el tipo era de esos señores adultos viejos con ínfulas de jóvenes conquistadores, el tipo todo el tiempo quiso llevar la conversación hacia un tema intimo o sexual, NUNCA SE LO PERMITI, me dio asco, inmediatamente lo despaché y esperé mi última entrevista del día,

Entró a mi despacho un joven de 20 años (Manu) moreno y muy delgado fibroso que rozaba el 1’80 de estatura, tímido y con una voz muy tenue, temblorosa e insegura… venía por el puesto de chofer, su ropa parecía de segunda manos y sus zapatos los de un vendedor ambulante, se notaba que el joven hizo lo que pudo para obtener el empleo. Iba limpio y pulcro, solo se notaba que no contaba con un amplio fondo de armario, yo para esas horas ya estaba empoderada y disfrutando el poner nerviosos a mis entrevistados, así que cuando  tomó asiento en la silla de los acusados, yo me levanté con el pretexto de recibirle el curriculum vitae (un papel que no sirve para nada…los archivo en la papelera) y así poder mostrarle mi exitoso vestido. Solo echó un rápido vistazo y se centró en la entrevista.

Pasamos a la etapa de preguntas y respuestas, yo estratégicamente quedé de pie frente a su silla, el podía ver a placer mis piernas y yo con alevosía me movía para ponerlo más nervioso. Manu interrumpe la sesión de preguntas para decirme de manera tímida y medrosa que por favor lo disculpe, me dice que está muy nervioso…

   Perdóneme si le ofendo… esperaba una entrevista con un señor, no con una mujer tan bella, me dice con un solo aliento. – Sus piernas son las piernas más hermosas que jamás hubiera visto en su vida y que solo puedo pensar en acariciarlas en estos momentos… si me disculpa, me tengo que marchar muy a mi pesar.

Sospecho que me sobrepase, juro que me emocionó…me siento mal por haber jugado con ese pobre chico, se veía que tenía necesidad del trabajo y por mis juegos tuvo que dejarlo pasar.

El día laboral continua y yo sigo recibiendo piropos agradables y otros asquerosos, un gerente del almacén comienza a acosarme y a proponerme cosas de maneras muy grotescas, otro de mis gerentes me propone con maneras muy elegantes y adornado con muchas palabras rimbombantes el que yo me acueste con él a cambio de una remuneración (o sea como prostituta), mas tarde un compañero de trabajo que yo consideraba muy liviano y llevadero, hoy decidió cambiar de actitud y volverse interesante y romántico. La atención me estaba hartando, comencé a creer que las palabras de mi marido eran verdad “no quiero que vayas a trabajar vestida así por tu seguridad”

Ya para terminar mi jornada (19:00 hrs) estaba harta del acoso y desesperada por irme a casa a cubrir mis piernas de tantas miradas lujuriosas, fue cuando entro otro compañero de trabajo a “charlar” conmigo, el tipo exhalaba lujuria en su tono de voz, pero la intentaba disfrazar con temas laborales y pequeños comentarios triviales, yo por educación no lo despaché, lo escuché y también lo esquivé, el ultimo de sus comentarios fue…

– ¿Qué necesita un hombre para poder atraer tu atención?

Yo respondí ya de mal modo… – ¡SINCERIDAD!

Acto seguido tomé una pila de papeles que estaba sobre mi escritorio y le dije que me disculpara pero tenía que salir ahora mismo con mi esposo (obviamente mentira). Salí a toda prisa y subí a mi “Toyota C-HR”, ya ahí conduje con dirección a casa, en el camino pensaba en la pregunta del último baboso y por absurdo que esto suene me llegó a la mente Manu… el nene que salió corriendo de mi oficina, el único sincero de todo el día. Busqué entre el altero de papeles que saque de mi despacho al azar y encontré su curriculum (hoy si iba a servir para algo) Suerte que no lo archivé, ja, ja, ja. Marqué su número, quería disculparme por la escena de la mañana y quería decirle que el puesto de chofer era suyo, tarde en comunicarme con él pero al final pudimos hablar…, se le escuchaba nervioso, pero contento, escuchó mis disculpas y el también se disculpó por salir huyendo. Me agradeció la oportunidad de trabajo y me prometió que cuando el cobrara su primera nómina me invitaría a una cerveza, yo me reí por la ocurrencia o el atrevimiento o el poco filtro de sus palabras, esto me llevó a pensar que Manu era absolutamente sincero y luego pensé en la respuesta que le di al último acosador de mi trabajo.

Sin pensarlo le propuse a Manu que hoy mismo celebráramos su nuevo empleo, con sus pocos o nulos filtros al hablar Manu contesto que NO, me dijo que aun no tenía dinero para invitarme nada, ni ropa decente con que acompañarme a ningún lugar, me dijo que sabía que yo vestía de una manera fulgurante y que él seguía con la misma camisa percudida y el suéter ajado con el que lo vi por la mañana, que sentía un poco de vergüenza de sí mismo.

No sé si me conmovió o me dio lastima o que paso, pero insistí en celebrar, le pedí que me diera su dirección y yo mismo pasaba a recogerlo. Manu acepto, pero con la condición de ir solo a la tienda cerca a su casa para que nadie de mi nivel nos viera juntos, le daba vergüenza verse tan inferior a mi lado. Yo acepté y ahora conduje hacia otro extremo de la ciudad, quedaba lejos, ¿pero qué más da? Prefería conducir e ir a resarcir un daño que a irme a encerrar a casa y esperar la remota ocasión en que mi marido se acuerde de mí y me llame por teléfono.

Llegue a casa de Manu, el estaba afuera de su casa esperándome en la acera, inmediatamente se acerca al coche y antes de subir me dice con su voz firme ¿está segura de querer salir conmigo? (simultáneamente echó un ojo a mis piernas)

– ¡Déjate de mamadas y sube al coche cariño!

Manu estaba ruborizado y no dejaba de mirar mis piernas, apenas contestaba mis preguntas y de reojo podía ver sus ojos atentos a mis pies, quería romper el hielo, quería darle confianza, quería darle seguridad, también tuve la idea de regalarle alguna ropa que mi esposo ya no usa, pero la verdad es que las cosas no avanzaban, era tanta su incomodidad que yo también me sentía incomoda, a cualquier pregunta el contestaba con voz discordante…si, no, a veces o no sé.

Después de algunos minutos me animé y le pregunte directo… – ¿Te ofende si te regalo ropa que mi marido que ya no usa y está en perfecto estado?

Tardó en contestar, creí que si le ofendió, pero después de un silencio largo contesto “si, muchas gracias a ti y a tu esposo por su generosidad” después volvimos al silencio incomodo… minutos después Manu rompió el silencio con… “tienes un marido muy afortunado, está casado con la mujer más hermosa del mundo y si yo fuera él no me cansaría de aprovechar su hermosura cada día de mi vida”. Me encantó lo que dijo, pero no supe que contestar, otro silencio hasta que respondí lo primero que me vino a la mente “¿Cómo me aprovecharías si fueras mi esposo? El contexto inmediatamente y sin filtros, “¡¡Te follaría dos veces al día una antes del trabajo para entrar bien en el día… y una después para celebrar que vuelves a casa conmigo!! Luego te llevaría de paseo todas las tardes por mi barrio para que todos vieran lo afortunado que soy al caminar de la mano de la mujer más hermosa del mundo”.

La respuesta me fue reveladora, el niño me deseaba sinceramente mientras mi esposo me ignoraba eternamente. Otra vez sin pensar hable “¿qué te parece que si hoy te regalo todo lo que mi marido ya no usa?”  El solo dijo un simple y explícito… ¡GRACIAS!

Llegamos a mi casa. Tenía la misma sensación de cuando era una niña, esa sensación de felicidad cuando tus padres te compraron un juguete en el centro comercial y ahora llegas a tu casa a jugar con él. Me sentía emocionada. Entramos a la casa y yo con el objetivo claro de seducir a mi presa, lo llevo directo a la parte de arriba para que me ayude a bajar las bolsas de ropa sin uso de mi esposo, coloco una silla junto al armario donde se guardan cajas con todo y zapatos me subo a la silla, (sé que era más lógico pedirle a manu que se subiera él a bajar unas bolsas, pero yo lo que quería era darle un mejor espectáculo de mis piernas).

Manu estaba sentado sobre la cama poniendo mucha atención al espectáculo yo lo veía de reojo y su cara era de asombro, yo trataba de estirarme más como buscando en las profundidades del armario, pero la verdad es que solo estaba esforzándome por enseñarle más, si esa estrategia no funcionaba no había “plan B”. Fue cuando sentí la mano de manu acariciando mi tobillo y enseguida mis piernas. Haciéndome la tonta o la ingenua, le pregunte si le gustaba la textura de mis piernas, el contestó “me encanta” me dejé acariciar en la misma posición y le preguntaba cosas absurdas como ¿Por qué te gustan mis piernas? O ¿alguna vez le habías agarrado las piernas a alguien? Manu ni contestaba, el estaba concentrado en un masaje de piernas cada vez más hacia arriba y cada vez mas efusivo, yo seguía trepada en la silla dándole buen ángulo para ver la totalidad de mis piernas y lo que se esconde debajo del vestido.

La verdad es que la situación estaba muy candente, yo me sentía en las nubes con ese masaje, de pronto y sin previo aviso Manu mete con toda confianza su mano bajo mi vestido y con toda prisa baja mi ropa interior, yo le pregunto ya con voz muy cachonda y juguetona que ¿Por qué me quita mis bragas? El ahora muy seguro de sí mismo.

– No me gustan, no combinan ni con el vestido ni con los zapatos.

Para ese momento ya estaba chorreando, lo que siguió es que sumergió de maneras muy paulatinas sus dedos en mi coñito poco a poco, alternaba pequeños pellizcos, caricias y golpecitos en mi clítoris y zonas muy aledañas… no podía hacer más que gemir, después de un rato de ese manoseo, por fin me bajo de la silla y lo beso, el me corresponde al beso húmedo y apasionado pero jamás deja de apretujar mis nalgas y mi tetas (por encima del vestido) yo muy excitada y decidida bajé mis manos y desabotoné su jean, saqué de ahí una verga de tamaño XXL, el doble que solo conocía en los últimos años (la de Federico) no había como no compararla, es mas no había comparación en cuanto a tamaño y grosor, pero lo mejor de la de Manu era que jugaba con otra ventaja… ¡¡ESA VERGA SÍ ME QUERIA FOLLAR A MI!

Me hinque inmediatamente y comencé a chuparle la pinguita, me resultaba extraño meterme a la boca una polla de esa dimensión después de tantos años, me llegara hasta el fondo de la garganta produciéndome arcadas, y aún le quedaba medio tramo sin meter, hasta en eso sentía la diferencia de tamaños, yo estaba excitada y disfrutando la nueva experiencia, en ocasiones le miraba con la curiosidad del feedback de sus gestos al ver la cara de Manu (de abajo hacia arriba y sin soltar mi trabuco) y veía su cara de placer con ojos en blanco y sonidos de animal (Lo juro)

Decidí soltarlo porque me preocupó que esa mamada hiciera que Manu se corriese antes de tiempo sin tener un orgasmo propio…quise dejar algo para mí. Saqué su verga de mi boca y me incorporé, estaba por quitarme las zapatillas cuando manu me interrumpió y me pidió que me las dejara, no me dejo ni quitarme el vestido, solo me giró y me dobló. Quedé apoyando mis manos en el tocador mientras el alzaba mi falda para penetrarme con toda velocidad, ahí ya volví a percibir la diferencia de tamaño, ahí el placer fue total. Manu me folló como se le dio la gana y en varias posiciones, yo no podía pensar ni actuar, el era dueño total de mi cuerpo, lo único que yo hacía era gemir y disfrutar de los potentes pollazos que me daba el chico.

Hubo un momento donde me tocó cabalgar sobre de él, la verdad es que lo decepcioné, estaba tan perdida en mi placer que no me sincronicé en el vaivén mirando que no me atravesase hasta el útero con ese mástil…, inmediatamente lo noto y una vez más me cambio de posición, fueron muchas y muy ricas. Solo sé que ahí, hubieron por lo menos tuve dos orgasmos, de pronto con voz de excitación y lujuria Manu me pregunta…

– ¿Hoy en el trabajo, te folló alguien así de bien…?

Con pausada, intentado normalidad le digo que NO, NADIE, pero le cuento que lo intentaron varios compañeros. Esa sola frase o confesión hace que Manu aceleré sus empujones contra mi culo, el soniquete de mis carnes contra su cuerpo nos invade, hasta que noto como explota de placer dentro de mí. El muchacho tuvo un orgasmo tan poderoso que percibí como me inundo toda mi vagina  de semen.

Caímos acostados en la cama, tenía las piernas chorreadas entre mis flujos y los de Manu, estábamos muy sudados y exhaustos, Manu solo decía con voz muy agitada gracias… gracias. Graciasss. Yo me sentía muy bien, satisfecha, cansada, me estiré para quitarme las zapatillas pero manu me tomó suavemente de la mano y me pidió con voz de suplica que los dejara puestos, me dice que le encanta como me veo con ellos y que por favor le regale un minuto más de esa visión. Acepto, pide que me quite mi vestido azul, obediente lo complazco y ahí semi acostada en la cama me saco el vestido por la parte de arriba, por la mañana (cuando me vestí) nunca imagine que alguien vería mi ripa interior, así que a Manu le toco el espectáculo de un sujetado Beige (color carne) muy poco sexy. Inmediatamente Manu se incorporó y me ayudó a desabrochar mi sostén y lo retiró de mi cuerpo. Mi amante ya muy en confianza me dice que soy la mejor para elegir ropa y zapatos, pero que mi elección de ropa íntima es pésima, yo me rio y le doy un beso, me gusta su sinceridad.

Manu esta igual de exhausto que yo, pero no deja de acariciar y algunas veces de abrazar mis piernas, juguetea con mis tetas y poco a poco les da besos y lengüetazos…, presiento que viene un segundo episodio de sexo, me estoy prendiendo de nuevo. Justo en ese momento tengo una idea, le pido un segundo para ir al baño, salgo de la habitación y corro a mi vestidor, saco mi coordinado de lencería negro y me monto ahora en otro par de zapatillas más altas y más atrevidas, estas son rojas, trato de acomodarme el cabello que ya lo traía muy desalineado y cuando voy a darme un retoque de maquillaje, entra a la habitación Manu, sin más conversación manu se vuelca contra mis tetas y comienza a besarlas con locura, aprieta con fuerza cada encaje de mi lencería, lame cada milímetro de mi piel, me recuesta sobre la cama y me acaricia los zapatos, los tobillos las pantorrillas, los muslos y las nalgas, juega en mi ombligo, lame los contornos de toda mi ropa, atraviesa limites y vuelve, con una calma desesperante retira mis zapatillas y poco a poco lame mis pies, levanta tanto mis piernas que su bayoneta erecta queda a modo para volverla a meter en mi húmeda (empapada) vagina.

Oigo que en mi bolso esta vibrando mi móvil, pero para esos instantes lo último que quería era averiguar quien quería interrumpir mi dicha. Manu me está haciendo el amor de una manera deliciosa, muy distinta a la anterior, mucho más pausada y mucho más preocupado en mi placer, hay más caricias y besos, hay mas intención de observar las reacciones de cada parte de mi cuerpo ¡Estoy disfrutando a 100%! No me importa nada, entre giros y cambios de posiciones quedamos en un delicioso 69, nunca antes había conseguido esa posición con mi esposo por mucho que lo intentase… mi esposo es muy conservador. Me excita esa sensación de dar y recibir placer al mismo tiempo, todo va combinado en caricias y apretones leves y más fuertes, en ese jugueteo erótico y sexual tuve por lo menos tres nuevos orgasmos, era alucinante el correrse si tener una verga adentro… hacía tanto que no tenía tal sensación.

En algún punto volvimos a intentar la posición de amazona (yo cabalgando) ahora si pude demostrar toda mi lujuria y mis ganas de verga, me moví como una loca, veía de frente la cara de Manu volviéndose loco penetrándome muy hondo, la sensación de su verga era igual o superior que la mejor probada en mi vida (la aquellos negros con anaconda entre las piernas). Manu me nalgueaba y me apretaba las tetas, acariciaba mis piernas y acariciaba hasta mis zapatillas rojas. Durante la faena de placer Manu me preguntaba cosas muy intimas y yo a sabiendas que eso lo excita…le contestaba cosas más picantes, aunque varias de mis respuestas no fueran del todo reales. Así paso un tempo indefinido, no sé cuánto, sé que fue mucho, Manu termino en mi boca, senos y vagina varias veces, más de cuatro eyaculaciones le saqué al yogurín. Descansábamos con besos y caricias y una vez más se retomaba el festín.

En una de las pausas aproximadamente a las dos de la mañana, me levanto al baño, voy dando tumbos por la manera en que follaron hoy y cuando estoy sentada en la tasa, alcanzo a escuchar el sonido víbrate de mi teléfono, recuerdo que desde hace horas lo oí sonar, me preocupa y a toda prisa voy a buscarlo, me encuentro con 54 llamadas perdidas de mi marido ¡CINCUENTA Y CUATRO! ¿Por qué? Mi marido cuando está de viaje jamás me llama y si llega a hacerlo es porque olvido algo o quiere que haga algo. Pero llamarme 54 veces es inaudito, abro mi whatsApp y veo una lista interminable de mensajes de él, resulta que me insulta, me regaña, me agrede por puta, por fácil, por zorra, no entiendo cómo es que Federico lo sabe, pero lo que es un hecho es que lo sabe bien. Todavía no puedo leer la totalidad de mensajes cuando ya esta llamándome de nuevo, le contesto la llamada y me grita puta y bla… bla… bla… yo trato de hacerme la desentendida cuando grita que me ha estado viendo follar toda la noche. Cuelgo la llamada.

Vuelvo al vestidor y me pongo un nuevo coordinado y uso otras zapatillas, deseo con toda la fuerza del mundo que Manu quiera poseerme una última vez, vuelvo a la habitación y enciendo la luz, Manu me mira y sonríe, luego me llama hacia él, sonriente y contenta voy a su lado con toda la intención de ofrecerle mi cuerpo en su totalidad. Manu comienza a apretujarme cuando yo le comienzo a dibujar una fantasía sexual (la verdad es que la fantasía me acababa de surgir en ese momento) le pregunto al oído… – “¿Cómo me follarías si mi esposo nos estuviera observando?” el se ríe y sigue el juego.

Nunca le dije que la verdad era que Federico nos observaba, temía que se espantara, Manu lo hizo muy bien, pero yo necesitaba más leña en el fuego para que Federico se muriera de celos al verme disfrutar, ahora que sabía que mi marido estaba espiándonos y tendrá que sufrir las consecuencias, dejé que Manu me nalgueara y me tirata del cabello volviendo a mi papel de PUTA. Le chupe como loca la verga, le pedía a Manu que me dijera cosas sucias y soeces, escuchaba con insistencia el sonido víbrate de mi móvil, no iba a contestar, quería que Federico sufriera lo que Manu disfrutaba, sin más reparo, le pido a Manu que me la meta por atrás (por el ano), Manu sin dudarlo me acomodó en posición y con un escupitajo lubricó mi pequeño orificio y con mucho ahínco me penetro como a una perra.

Años sin que me dieran por el culo, nunca jamás me hubiera imaginado permitirle a alguien que de nuevo tocara mi ano, pero ¡Hoy era un día especial, estaba enojada, excitada y dispuesta a todo!

Cuando mas fuertes eran las embestidas en mi culo, tomé mi móvil y llamé por video llamada a Federico, este no tardo ni un segundo en contestar, se le veía furioso y con los ojos un tanto vidriosos, yo ¡gemía y gritaba como loca!, le dije que como no encontraba su cámara escondida, decidí marcarle para verlo a los ojos y que el disfrutara más de cerca como se follan a muy PUTA su EX ESPOSA. Federico trato de gritarme algo, yo no lo oí, yo estaba disfrutando la primera porculada de mi vida de casada. Después de algunos segundos, volví a colgar. No sé si fue el momento de venganza, la adrenalina del momento o el coraje de ser espiada… también podría ser el nerviosismo de saber que mi esposo sabe mi travesura, no sé que fue, pero el orgasmo que me provoco el sexo anal, fue el orgasmo más grande y delicioso de toda mi vida, fue un terremoto en mi interior, fue una cosa tan fuerte que prácticamente me desmaye de placer perdiendo la compostura de señora que tanto me había costado lograr en mi vida, para borrar mi pasado, ese que siempre vuelve cuando te hierve la sangre… es inevitable, si naces puta, puta eres de por vida.

Me temblaban las piernas y mi clítoris no dejaban de palpitar mucho, sentía ganas de llorar sin mezclar emociones, solo eran sentimientos físicos, créanme ese orgasmo fue lo más fuerte que he sentido en todo mi existir, no es comparable con nada.

Después Manu se metió bañar, en cuanto salió le di una despedida a base de besos en su glande hinchado y boca. Le pedí un taxi para devolverlo a su casa, lo envié de vuelta con bolsas de ropa en desuso y el placer de haber hecho feliz a una mujer. Una vez que Manu estaba en el taxi, volví a toda prisa a mi alcoba (sabia que ahí era donde me espiaban) y telefoneé a Federico, este me contesto con un tono de voz enojado y amenazante…, y yo con la sonrisa de quien acaba de tener el mejor orgasmo de su vida. Federico comenzó a gritarme que me fuera despidiendo de mis lujos y mis cosas, me amenazo con dejarme en la calle y con exhibirme con todos mis conocidos y familiares, yo solo sonreía, eso lo sacaba de sus casillas más y más. Una vez que se cansó de insultarme (solo por diversión) comencé a masturbarme, el estaba al teléfono, pero también estaba viéndome con una cámara oculta, quería (necesitaba que Federico explotara en rabia) cuando alcancé a correrme en un leve orgasmo colgué el teléfono y dormí.

Al siguiente día no me pude levantar a trabajar (informé que estaba enferma) obviamente me creyeron porque no soy de las que faltan muy seguido. Después del desayuno volví a telefonear a Federico, fui rápida y concisa, mis palabras fueron muy breves…

– Tienes tres días para sacar tus pertenecías de mi casa, de no ser así todas tus cosas se las voy a regalar a alguien…, espiarme es un delito grave y amenazarme uno mucho peor, tengo pruebas policiales de tu acoso e invasión a mi privacidad, tengo por escrito tus amenazas y tus insultos, y también tengo pruebas del hijo que tienes con tu ex secretaria y la hija con la joven putita que tienes en Cartagena, puedo hacerme pasar por tonta, pero cuando me rebasan… entonces conocen quien soy.

Desde ese día las cosas fueron mejores en mi vida, tengo libertad y lo mejor… tengo sexo cada vez que se me antoja, me basta un vestido ¾ a la rodilla y unas zapatillas altas rojas. No tenía intención de volver a las andadas de adolescencia, ahora mi coño me pertenecía y no necesitaba cobrar para follar… mi nómina me daba para mis lujos y mucho más. Creo que han podido intuir que hasta el día de mi compromiso con Federico, mi vida transcurría por el sendero más oscuro de la vida, ese camino que me llevó a la Perversión. Os contaré como fue mi vida de lenocinio para la más pura supervivencia. Mi cuaderno de bitácora, lo conservo con un solo fin, no volver a caer en los mismos errores del pasado, he aquí una muestra…




QUIERO SER PUTA. Cuaderno de notas de una adolescente

Es lo que mi conciencia me dictaba continuamente ante cada caída en la lujuria… nací el 11 de Abril de 1986, el momento de mayor aproximación del cometa Halley. No sé si eso tiene algo que ver en mi vida, pero ciertamente me identifico con él, brillante y fugaz. Por entonces escribía un diario, o más bien un cuaderno de bitácora que explicaba mis condiciones anímicas e incluso físicas de un trastorno fisiológico incontrolable… La situación en mí se ha vuelto descontrolada, es porque quiero ser puta. Me encantan las pollas, chuparlas, follar por el coño y por el culo, y que se corran sobre y dentro de mí, especialmente en la boca. Como voy a narrar a continuación, llevo follado desde bastantes estos años atrás, pero no es suficiente para mí. Necesito sentirme un objeto sexual, un trozo de carne al servicio de los hombres, que me follen y que hagan conmigo toda clase de guarradas usándome como su vertedero le pasiones y esperma. No me fue suficiente con darme en las orgías de mis padres, necesito dar un paso más y follar a cambio de dinero, me excita de tal forma que no quiero otra cosa en esta vida. Quiero prostituirme ¡Lo deseo! ¡Lo necesito!

Fue una suerte encontrar unos padres adoptivos tan pervertidos…, hacerme partícipe de sus vidas y ver que hay alguien más que se siente como yo, que no soy la única con esta especie de depravación que me nace desde lo más profundo de mi ser. No sé si quiero seguir estudiando, o encontrar un trabajo “normal”, no quiero casarme o tener hijos. No quiero malgastar mi vida así. Quiero ser puta. Chupar grandes pollas y follar todos los días con desconocidos. Que me llenen de semen a diario, hacer la calle. Prostituirme en un burdel o en una esquina. Me da igual, quiero que los hombres me deseen como para pagar dinero por pasar un rato conmigo. Solo así me sentiré realizada y completa.

No sabría explicar cómo y cuándo nació este impulso en mi interior. Creo que nací así, tal vez mis padres me abrieron la puerta a ese mundo o los mellizos, pero yo siempre sentí curiosidad por el sexo y los genitales masculinos. Recuerdo espiar a los chicos mayores en la inclusa para ver sus pollas cuando orinaban. Sentía la necesidad de tocarlas, aunque no lo hice hasta años después con 9 o 10 años, no me atrevía a dar el paso, mi coñito era demasiado estrecho y temía que me hiciesen daño. Recuerdo que hablaban de chicas entre ellos, de las tetas de no sé qué compañera de clase o del culo de determinada actriz o cantante. Deseaba provocar ese deseo en los chicos más que nada…ocupar sus mentes con mi tentador cuerpo. Me encantaba imaginar que mis compañeros hablaban de mí como los chicos de la inclusa hablaban de esas otras chicas.

Dicen que se hacían pajas pensando en ellas. Ni siquiera sabía lo que era una paja a los 9 años. Lo descubrí meses más tarde, cuando sorprendí a uno de ellos masturbándose en su habitación mientras veía una revista. Encontré esa revista después y lo que vi en ella me dejó tan perpleja como obsesionada. Fueron las primeras imágenes pornográficas que presencié en mi vida. Había mujeres preciosas con cuerpos voluptuosos haciendo cosas inimaginables para mí en ese momento. Chupaban pollas enormes, se las metían por el coño y por el culo, las aprisionaban entre sus tetas y recibían en su boca la leche de aquellos enormes cipotes. Sus rostros no eran de dolor o de vergüenza por hacer algo prohibido o sucio, sino todo lo contrario. Parecían orgullosas y felices de meterse aquellos trozos de carne de macho en todos sus agujeros. Instantáneamente quise hacer todo aquello. Imitar a aquellas diosas esculturales que disfrutaban tanto con esos rabos en su interior partiéndola en dos era mi objetivo.

No pude contenerme y me escabullí en la cocina en busca de algo que se pareciese a una polla. Quizás así perdí la virginidad, recuerdo que lo primero fue una zanahoria, la elegí por su diámetro y la forma tronco cónica, idónea para una penetración escalonada. No tuve tanta suerte como Carolina, que lo hizo follando con varios compañeros del colegio y de la mano de su propia hermana Carlota, que le aconsejaba y le ayudaba a sentirte como una fulana desde el primer día. Yo tuve que hacerlo sola. Aquel día fue una zanahoria, que chupé y me metí por el coño y por el culo, imaginando que se trataba de una de aquellas enormes pollas de la revista. Durante meses, a diario, repetí aquello con calabacines, con pepinos y hasta con el mango de una raqueta de ping– pong que conseguí meterme en el coño hasta la paleta.

No quiero aburrir entrando en detalles de cómo y cuándo pasé de los calabacines y las zanahorias a las pollas de verdad. Baste decirte que fue con los mellizos, cuatro años mayores que yo… Desde que chupé sus pollas, enloquecí absolutamente y ya no pude parar. Con solo 10 años aprendí que en aquel lugar desamparado, una niña necesita estar protegida por hombres abigarrados…, la mejor salida era ser suya, de esa forma me aseguraban que nadie más me tocaría y, solo ellos me iban a follar la boca. Les tenía viciados con mis calenturas… Me metía en sus camas de madrugada para hacerles una mamada por turnos en el cuarto de baño una vez dado el toque de queda en el recinto, vigilando para que no ser sorprendidos por nuestros tutores.

No había día en que no me diesen su lefa… y cada vez hacíamos cosas más guarras, inspirados en las pocas revistas porno que nos caían en nuestras manos. Temía que se vaciasen dentro de mi coñito, aún no me podían preñar, aun así solo les permití que me follasen el culo y la boca, ganas tenía de tragarme las vergas por el coño pero no me atrevía. Practicábamos dobles penetraciones follarme la boca y el culo, o con mamadas dobles. Mi garganta se había acostumbrado a los objetos con que me masturbaba, cada vez más gordos y contundentes, de forma que desde el primer día en que me dieron a mamar sus vergas, no sentí ningún dolor ni tuve que esforzarme en albergar sus pollas adolescentes en mi galillo. Solo sentía placer y excitación. Era genial cuando jugaba con sus pollas, meneándolas y chupándolas, estudiando cada pequeño detalle, cada pliegue de su piel, o cada reacción de sus pollas ante cada estímulo. Las restregaba contra mi cara y contra mis pezones erectos, las besaba y lamía, las succionaba entre mis labios y las acariciaba y meneaba sobándolas con los labios de mi coño o culo sin follármelos.

Aprendí a embadurnarlas de saliva para que luego se deslizasen mejor por mi garganta…. Siempre estaba disponible para ellos y experimentaban conmigo todo aquello que veían en las páginas porno de esas revistas. Probábamos cualquier cosa, tratando de imitar a los actores y actrices que las protagonizaban. Cuanto más guarro, más me excitaba y más me apetecía intentarlo. Me encantaba cuando uno de ellos me sujetaba la cabeza mientras el otro me follaba la boca, metiéndome la polla hasta el esófago, casi lograban meterla en el estómago. Las primeras veces, me faltaba el aire y me atragantaba…, pero enseguida aprendí a acompasar la respiración para no ahogarme con una polla incrustada en la boca hasta los huevos. Además, cuando no follaba con los mellizos siempre estaba practicando con cualquier objeto que se pareciese a una polla. Con diez años me vino la regla, entonces se corrían en mi cara o en mi culo, nunca les dejé que me desvirgasen para evitar que me dejasen preñada. A veces lo hacían sobre mis bragas… yo lamía su lefa y me la tragaba ¡Me encantaba el sabor a macho! La textura gelatinosa y sobre todo saber que era la esencia de un hombre.

Hasta una vez me la echaron en los ojos, porque lo habíamos visto en una escena. Escuece un poco, pero es excitante. Otras veces, usábamos condón las pocas veces que lo conseguían… entonces sí se corrían dentro de mi culo, pidiéndome luego que me tragase la lefa del interior de los condones. Cuando lo hacían sobre mi cara, corría ante el espejo para ver lo guapa que estaba con su lefa resbalándome por las mejillas y por la barbilla. Fueron meses excitantes, imaginando cada día en clase lo que esos hermanos me harían al llegar después de las clases. Una de aquellas tardes, follando como locos y experimentando cosas nuevas, fue cuando uno me llamó puta por primera vez. Recuerdo que me estaba dando por el culo, a cuatro patas, mientras se la chupaba al otro hermano, y se excitó tanto que comenzó a decirme “¡puta, sólo vales para follar!”.

Lejos de disgustarme, de parecerme un insulto o de ofenderme, me encantó. Me sentí especial al pensar que sólo valía para follar. No quería valer para nada más. Follar era lo único que quería hacer en la vida y si eso significaba ser una puta, pues es lo que sería…. De pronto, términos que siempre me habían dicho que eran prohibidos o feos, se transformaron en atractivos. Palabras como follar, polla, coño, mamada, ramera, golfa o puta. Palabrotas, que nos tenían prohibidas los tutores a todos los internos desde pequeños. Sin embargo, con 10 años me sonaban tan bien, que me las susurraba en la soledad de mi habitación mientras me metía alguna hortaliza por el coño y les pedía a mis hermanos que las usasen conmigo cuando follábamos… estábamos tan unidos que los llegué a considerar mis hermanos.

Quería escucharlas a todas horas. Puta. ¡Joder, qué despectiva me había sonado siempre! y ahora sentía que me definía mejor que ninguna otra palabra. Cada vez me trataban de forma más ruda y directa. Follábamos sin apenas preliminares, sin tocarnos ni besarnos. Íbamos al grano desde el principio. ¡Pollas fuera… y a mamar y a follar por el culo! Me encantaba ser su juguete sexual al que podían usar a su antojo cuando quisiesen sin preguntarme si me apetecía o no porque ya sabían que siempre quería follar, comerles la polla o que se corriesen en mi culo o en mi boca. A veces, sabedores de que no podía estar ni un solo día de mi vida sin calzarme sus rabos en cualquiera de mis agujeros, se negaban a complacerme sólo para que les rogase que me follaran.

“¡Suplica, zorra!”,me decían los cabrones. – “Pide que te follemos”. Y así lo hacía, desnuda y de rodillas…

“¡¡Por favor, folladme!! ¡¡Necesito vuestras pollas dentro de mí!! ¡Necesito vuestra leche caliente en mis agujeros!”.

Me encantaba suplicar por mi dosis diaria de polla y de lefa. No me parecía una humillación, ni mucho menos…, sino una manera de constatar que era una puta adicta a sus pollas. Aquello duró unos cuatro meses. Cuando acabó el curso del 1996/97, les mandaron a otro lugar para chicos mayores de 15 años… se me acabó el chollo. Me había acostumbrado a follar a diario siempre que me apetecía. Fue duro. Pasé semanas masturbándome a todas horas, pensando en las pollas de mis mellizos, en el placer que me habían dado durante aquellos años y en lo bien que me había sentido siendo su puta. Me quedé con parte de su materia pornográfico y masturbándome cada vez con objetos más grandes que dilatasen más y más mis agujeros. Así fue cómo llegué a relatos de putas… los leí y releí una y otra vez, sintiendo que había alguien como yo, que se sentía una puta de los pies a la cabeza y que sólo quería una cosa en la vida ¡¡FOLLAR!!

Traté de emular aquellos relatos de cómo ser la puta del colegio… a los pocos meses de marcharse los mellizos me adoptó una pareja. En mi caso continuaba con la calentura ahora en el instituto. De cierto modo, lo conseguí. Pero ni mucho menos en la forma y manera que se narra en los relatos. No contaba con la colaboración de mis nuevos padres y, obviamente, no podía traerme a casa a tíos para follar con ellos. Tampoco podía vestirme como una guarra, como sí te permitía tu madre hacer a ti. Nada de minifaldas, pantalones ajustados, escotes o tacones. Sólo el aburrido uniforme reglamentario. Me contentaba vistiéndome con las ropas más ajustadas y descaradas que tenía en mi armario para fantasear con ello en mi habitación, mirándome al espejo e imaginándome en un burdel o en una rotonda captando clientes. Mamaba alguna que otra polla de vez en cuando. Pero nada de orgías a diario, de dobles penetraciones o de tíos haciendo cola para meterse en los baños del instituto conmigo para llenarme la boca de lefa. No me faltaban pretendientes, es cierto. Pero para meterme mano, darnos unos morreos o, como mucho, hacerles alguna paja.

Insuficiente para una viciosa como yo. Sólo me sentía feliz cuando mis hermanos venían de visita algún fin de semana que le permitían mis nuevos padres quedarse en casa, recuperando nuestras sesiones de sexo a tope. Tampoco encontré a una amiga especial con quien compartir todo esto que me estaba pasando. No hubo ninguna “Carlota” en mi vida. Durante un tiempo me resigné a vivir así, liándome con algún chico de vez en cuando, haciendo alguna mamada y echando algún polvo. Aun así, era mucho más de lo que cualquiera de mis compañeras de clase hacía. Me despreciaban porque sabían que era “facilona” y que me liaba con cualquiera. En cambio, para mí eso distaba mucho de lo que deseaba, máxime después de haber follado a diario con mis hermanos y de leer en los relatos, el éxito con el que algunas se habían prostituido en sus colegios. Había temporadas en que me sentía culpable por ser así, por estar pensando todo el día en follar y en chupar pollas. Encontré el término “ninfómana” en Internet, tratando de entender por qué era así, por qué mi mente me impedía pensar en otra cosa que no fuese el sexo.

Era superior a mí sentir un ardor en mi interior que me empujaba a cometer cualquier locura con tal de conseguir follar y chupar pollas, a pesar de que nunca me saciaba con ello. Lo trataban como una enfermedad o disfunción. ¿Eso es lo que era? ¿Una enferma? Y… ¿cómo solucionarlo? ¿Contándoselo a mis padres para que me llevasen a un especialista? ¿Qué les podría decir? “Papá, mamá… tengo un problema… me encanta follar y chupar pollas. No pienso en otra cosa”. ¿Esa era la manera de solucionar lo que me estaba pasando? Recién adoptada y puta, seguro que perdería a esta buena familia. Pero, la pregunta más importante era… ¿quería solucionarlo o lo que quería era lanzarme a la vorágine de tener sexo a todas horas con cualquiera? Por eso habían semanas, incluso meses, en que me sentía tan mal conmigo misma que trataba de no pensar en ello, de ser una chica más del montón, centrarme en los estudios, no mirar las revistas porno para masturbarme como una posesa y no pensar en mi misma de rodillas rodeada de tíos con la polla fuera para mi disfrute. Contenerme no era fácil y, a pesar de intentarlo con todas mis fuerzas, lo cierto es que muchas noches no podía dormir sin hacerme una paja con cualquier objeto que tuviera a mano… Con el tiempo, poco a poco, fui dejando de lado la idea de una vida pura, virtuosa y alejada del sexo. Lo que me nacía dentro era tan fuerte que no podía contenerse. Así que volví a quedar con algunos compañeros del instituto y, en realidad, con cualquier que mostrase interés por mí.

Una vez que asumí que la idea de la contención no era posible, me dejé llevar. El primer año en mi nueva casa, sólo me follaron por el culo treinta y dos veces, con sus correspondientes mamadas. Las contaba. Incluso apunté cada encuentro sexual en una libreta. Pero sólo 32 polvos… ¡en todo un año! Cuando algunas echaban treinta y dos polvos en una semana, según contaban en sus blog. Lo que peor llevaba era lo de la lefa. Necesitaba que se corrieran dentro de mí, especialmente en la boca. De cierto modo podía sustituir las pollas a la hora de follarme, pajeándome con todo tipo de objetos para, al menos, paliar mis necesidades de polla. Pero la lefa no podía sustituirla. De esos 32 encuentros sexuales en todo un curso, apenas la mitad se corrieron en mi boca. No soy tonta y puedo entender que cualquier chica que cuente que con esa edad folló 32 veces y se tragó la lefa de 13 tíos, pueda parecer de una precocidad espeluznante, pero para mí eso no es nada. Necesitaba follar 32 veces al día, no al año. Así pasé los tres primeros años de Instituto ya con mis nuevos padres, ellos no imaginaban lo guarra que era fuera de casa, allí dentro solo me ponía sexi sin ser escandalosa.

Mi último año en el instituto mis números mejoraron algo, fue justo cuando perdí la virginidad con mi padre adoptivo… a mis 15 años y recién estrenado el siglo y el milenio, pensé que ya le tocaba a mi coño recibir polla. Siempre tuve temor de quedar preñada y no poder mantener a mi bebé, tener que darlo en adopción…no deseaba que pasara por todo ese trance que pasé yo, por eso me resistí a que me la metiesen por el coño en esos 5 años desde que empecé con los mellizos a tener relaciones sexuales.

Con mis padres fue diferente, ya me sentía segura, y de quedar preñada, ellos se harían cargo de mi panza…y quien mejor para estrenar tu vientre que tu “propio padre” ¡¿No creéis que es muy pervertido y morboso?! Pues así pienso yo. Entonces se inició una carrera sexual sin parangón con las orgías de mis padres, una pareja de swinger con otros matrimonios. Todo aquello me metió más el vicio en mi cuerpo, de ahí que también follara por mi cuenta…empecé a tirarme con regularidad a un profesor particular de inglés que mis padres me pusieron ante mis decrecientes notas escolares. Además, mi fama de puta era ya de sobra conocida en todo el instituto, y eso me permitió quedar con más chicos que el año anterior. Por otra parte, ya pasaba a alguna discoteca los fines de semana, incluso en horario nocturno, lo que me permitían chupar alguna polla más en los baños o echar un polvo en algún rincón oscuro. A cambio, me invitaban a copas y me daban pases gratis para otras discotecas.

Mis padres me dejaban salir solo un día del fin de semana, así que intentaba aprovecharlo a tope y liarme con al menos un par de tíos por noche, con los que solía repetía en otras ocasiones. Hasta una vez conseguí hacer un trío con un par de tíos algo más mayores que me piropearon a la salida de una discoteca. Acabé a cuatro patas en un parking, chupándosela a uno mientras el otro me daba por detrás, turnándose en mis agujeros un par de veces hasta que se corrieron los dos en mi boca. “Fue la primera vez que realmente me sentí bien follada”, con excepción de las escasas visitas de mis hermanos y las orgía en casa con mis padres. Pero claro, es que me habían mal acostumbrado durante años, follándome los dos a la vez y regándome la boca con su semen varias veces al día. A partir de mediados de ese último curso en el instituto, es cuando realmente pude empezar a sentirme más puta.  La normativa interna  permitía no llevar uniforme, de forma que ya podía vestir de forma más “alegre”, lo que me facilitó enseñar todo mi arsenal, ya plenamente desarrollado. Eso captó la atención de los chicos desde el primer día.

A mí me interesaban, especialmente alumnos repetidores, que ya tenían 18 años y, en muchos casos, disponían de coche…, lo que allanaba mucho la labor de echar un polvo en cualquier momento. Comencé a entrar en el horario nocturno de algunas discotecas y mi reputación como “chica fácil” corrió como la pólvora. Todos sabían ya que si querían una mamada o echar un polvo, sólo tenían que acercarse a mí. Empecé a liarme con adultos, y no con niñatos, como hasta entonces. Y aunque el “toque de queda” impuesto por mis padres era a las doce de la noche, me daba tiempo para aprovechar bien esa hora y media en que, desde las 10:30, comenzaba el horario nocturno. Era frecuente que saliese varias veces por noche a follar en el parking o en los asientos traseros de algún coche.

Me encantaba captar la atención de algún chico bailando provocativamente, seduciéndolo con la mirada y con mis movimientos y, un cuarto de hora después, estar a cuatro patas ente dos coches del parking con su polla dentro de mí, follando como una perra en celo. En esa época fue la primera vez que cobré dinero por follar. Me sentí genial cuando el tipo al que me follé en su modesto Opel Astra, me soltó mil pesetas después de correrse en mi boca… si no hay transacción económica no se es una verdadera puta. Cuando me bajé de aquel coche con un billete azul en la mano sentí que por fin estaba haciendo aquello para lo que había nacido. Me sentí única, importante, afortunada. Y supe que había cruzado una línea que no tenía retorno. Que follar era genial, pero por dinero era lo mejor del mundo. Por fin me sentí como una puta.

Me emocioné tanto que me fui a casa acariciando mi billete verde de mil. Mis primeras perras”, no me las gasté y las tengo como reliquia de mis inicios…. Aquella noche me repetía una y otra vez tumbada en la cama contemplando el billete “Ya soy una puta”.  Estaba tan orgullosa que apenas si dormí aquella noche. Volví a releer algunos relatos, sintiéndome más cerca de ser una puta que nunca. Pasó por mi cabeza la idea de hacer caja con todos los tíos con los que solía quedar. Sin embargo, la cosa no fue tan sencilla porque siempre que le pedía pasta a un tío por chupársela o por follar con él, me ponía alguna excusa y, como me gusta tanto follar, terminaba haciéndolo gratis.

En el fondo, cuando todos saben que te mueres por chupar sus pollas, por follar y por acabar con la boca llena de leche caliente, nadie pagará por algo que saben qué harás de cualquiera de las maneras. Además, y al margen de algún chico nuevo con el que podía tener un encuentro sexual en alguna de esas noches de discoteca, lo cierto es que habitualmente lo hacía con un reducido número de tíos. Unos 10 en el instituto y unos 20, o 25 como mucho, en las discotecas. Ya me conocían, sabían lo guarra que era y acudían a mí para pasar un buen rato, a sabiendas que yo siempre estaba disponible. Y como estaba tan encantada o más que ellos con aquella situación, al final terminaba follando gratis. Es lo que tiene ser una adicta a las pollas y a la lefa.

Sin embargo, pese a sentirme ya como una puta, lo cierto es que no experimenté de verdad esa sensación hasta hace un par de meses. Fue este pasado mes de Septiembre. Mi último año de instituto fue un desastre en cuanto a notas se refiere y hasta los exámenes de Septiembre no he sabido si podía hacer la Selectividad para comenzar en la Universidad. Mis padres se enfadaron mucho conmigo y me tuvieron todo el verano encerrada en casa, castigada sin salir, con profesores online para las asignaturas que había suspendido. Creo que ha sido el peor verano de mi vida. ¡Qué aburrimiento! Y lo peor, ¡qué tortura! Dos meses sin follar y sin meterme un rabo en la boca. Me he hecho más pajas que nunca en mi vida.

Al final, comprendí que lo mejor era satisfacer a mis padres e intentar aprobar, por más aburrido que me resultase…, pero era la forma de que mis padres se relajasen, me levantasen el castigo y poder salir por ahí a buscar pollas. Finalmente, y aunque conseguí aprobar varias asignaturas en Septiembre, suspendí dos. Mis padres podían conseguir que me admitiesen en una Universidad privada, pero acordaron que era mejor que este año estudiase en una academia, que aprobase las dos asignaturas, reforzando el resto de contenidos para, en Junio, poder hacer la Selectividad con ciertas posibilidades de éxito. Por mi fecha de nacimiento, siempre he sido la más pequeña de mi clase, al estructurarse los cursos por año natural. De hecho, aun repitiendo un curso, entraría en la Universidad con 18, ya que no los cumplo hasta Diciembre…, circunstancia que a mis padres les relajó bastante, ya que siempre consideraron, de cierto modo, que el sistema educativo me favorecía y que iba un curso por delante. Aunque, en realidad, no fuese así. El caso es que me vino genial porque la academia era por la tarde, de cinco a nueve, lo que me permitía pasarme toda la tarde fuera de casa.

Cuaderno de notas de una puta…. En este par de meses que llevo apuntada, creo que no habré ido ni media docena de veces. Ya os imaginareis, lo que he estado haciendo todas esas tardes, ¿verdad? Los fines de semana, una vez levantado el castigo veraniego, seguía yendo a las mismas discotecas del curso anterior, con idéntica dinámica en cuanto a mamadas y polvos con cualquiera que se me acercase. A finales de Septiembre, por alguna razón que no recuerdo bien, no me dejaron pasar en el horario nocturno de una de las discotecas que frecuentaba los sábados. Había estado en el horario de tarde, donde me había comido un par de rabos en los baños…, y tenía la esperanza de que en el horario de noche, que empezaba a las 10:30, algún tío de más edad me sacara a su coche para poder abrirme de piernas y sentir una polla en mis entrañas.

Era raro que uno de esos sábados no follase un par de veces como mínimo. Pero esa noche, no sé muy bien por qué (algo de un cambio de dueño o de encargado o no sé qué), echaron a todo el mundo del local y, para volver a pasar en el horario nocturno, pedían el carné exigiendo tener más de 18 años. Apenas me quedaban unos meses para la mayoría de edad y, además, los de seguridad me conocían de sobra, incluso había follado con alguno en un par de ocasiones. Pero esa noche, no me dejaron pasar. Decían que se jugaban el trabajo si pasaban menores en ese horario.

Así que, después de suplicar a los “puertas” que me dejaran pasar, insinuándome para devolverles el favor cuando ellos quisieran, y ante su negativa, me tuve que volver a casa. Llevaba un par de semanas, tras el levantamiento del castigo veraniego, desquitándome de tanta abstinencia. Estaba más salida que nunca. Desenfrenada. Y no podía creerme que me tuviera que volver a casa, en pleno sábado por la noche, sin echar ni un solo polvo. Iba muy enfadada, mandando mensajes de WhatsApp a todos los tíos que conocía por si aún era posible aprovechar lo que me quedaba del sábado antes del “toque de queda”. Recuerdo perfectamente que llevaba unas botas blancas de caña alta, hasta la rodilla, una minifalda muy corta de color negro y una cazadora vaquera sobre una camiseta de tirantes. Volvía caminando, con la mirada fija en el teléfono móvil, dispuesta a ir a donde fuese necesario para echar un polvo antes de regresar a casa. De pronto, escuché la voz de un hombre, que había bajado la ventanilla de su coche aparcado junto a la acera. 

“¿Cuánto?”, me dijo mirándome de arriba abajo.

Al ver que se trataba de un tipo de más de sesenta años, calvo, con gafas de pasta y lleno de arrugas, lo miré con desdén, casi ofendida por su pregunta. Pero, de pronto, un escalofrío recorrió mi cuerpo. ¿No era eso precisamente lo que hacía una verdadera puta? Sin pensarlo mucho más le solté… 

“20 € por chupar y 50 por follar”, le dije con voz segura… 

A pesar de ser la primera vez que me veía en aquella situación. 

“Sube”

Me respondió de inmediato, el tipo no lo sabía pero en fuero interno me alegraba doblemente por follar como puta y por haber subido la tarifa.

Cuando nos acomodados sobre los asientos traseros, le chupaba la polla, tomé conciencia verdaderamente de mi condición de puta. Aquello ya no era follar con chicos de mi edad o algo mayores, o enrollarme con compañeros del instituto. Todas las veces que había follado en aquellos años, lo había hecho con chicos de no más de 20 o 21 años, con la única excepción de aquel profe de inglés del curso anterior, aunque no superaba la treintena. Todos eran chicos jóvenes, más o menos atractivos, aseados y, por decirlo de alguna manera, de confianza al conocerlos del instituto o “de vista” de las discos a las que iba.


Aquello era distinto. Era un cliente de verdad. No lo había visto nunca y posiblemente no lo vería nunca más. No me resultaba atractivo. Su polla era pequeña. Tenía una protuberante y peluda barriga. Noté sus manos arrugadas y sudorosas en mis tetas, buscando mis pezones bajo la camiseta, mientras me besaba en el cuello. Su aliento apestaba a alcohol…, pero no de un cubata, sino de coñac o aguardiente. Olía a viejo. Gordinflón, sudoroso, peludo y apestoso. Hasta me costó un rato que se empalmase por más que le lamía el capullo y se la meneaba. Estaba acostumbrada a encontrarme las pollas ya bien duras cuando les bajaba los pantalones, después de cuatro restregones conmigo. Supe al instante que si quería ser puta tendrían que follar con tipos así. Sonará aberrante, enfermizo o degenerado. Pero fue el mejor polvo de mi vida hasta ese momento. Creía que follar con mis hermanos era insuperable, que jamás podría experimentar tanto placer y excitación como con las guarradas que había hecho con ellos. Pero no. Aquel polvo fue lo mejor que he hecho en mi puta vida. Disfruté como nunca antes con la excitación de aquel viejo verde  asqueroso, con su aliento entrecortado y maloliente entre mis tetas.

El cabrón putero empujaba su pequeña polla dentro de mi coño, follábamos a pelo y me gustaba gimiendo de placer por estar en mi interior. Aquello sí era ser una auténtica puta. Se daba todo lo que había leído en los relatos… el precio, el cliente desconocido y falto de atractivo, el esfuerzo por complacerlo porque su placer me complacía a mí, la sensación de prohibido al hacerlo en un coche aparcado en una oscura callejuela… ¡Diosssss! ¡Qué sensación más increíble! Supe al instante que quería repetir aquello todos los días de mi vida.

Después de aquello, sigo follando con todo el que se me ha puesto por delante, pero no dejaban de ser los mismos chicos de las discotecas en busca de una mamada o un polvo fácil el sábado por la noche. Como he estado haciendo pellas en la academia, he frecuentado algunos pubs donde he ligado casi todas las tardes con alguno, incluso con varios, consiguiendo aplacar de cierto modo mis ansias de sexo. Sí, lo sigo haciendo porque me encantan las pollas y follar… pero ya nunca ha sido lo mismo. Han pasado algo más de dos meses desde aquel día y no he vuelto a sentir esa mezcla de excitación y vicio, que sólo con recordar hace que se me moje el coño. Comprendí la diferencia entre lo que me había ocurrido con el tío aquel del Opel Astra que me dio mil pesetea y la experiencia con el viejo putero. Al primero me lo iba a follar sí o sí, porque me apetecía y quería su polla dentro de cualquiera de mis agujeros…, al viejo no me lo hubiera follado gratis, pero por dinero sí. Y ese era el componente que más sucia y degenerada me hacía sentir. Lo primero era ser una guarra, una ninfómana viciosa…, lo segundo era ser una puta con todas las letras. Y no había color entre una cosa y la otra.

No he contado algo importante… no necesitaba el dinero. Mis padres tenían buenos trabajos. Mi madre es catedrática de Universidad y mi padre es arquitecto. Tenemos dinero, una buena casa en una zona residencial de Madrid, vacaciones caras y colegios de pago. Eso es lo mejor de todo, que no quiero ser puta porque necesite dinero “fácil”, porque sea pobre, no tenga otra manera de ganarme la vida o porque sea la forma de pagarme otras adicciones. Quiero ser puta porque no concibo mi vida de otra manera, porque me excita esa idea de mí misma haciendo la calle, captando clientes en un burdel o follando con muchos tíos en una despedida de soltero ¡Juro que me mojo de la emoción! No estoy exagerando. Te lo juro por mi vida. Se me moja el coño sólo con pensar en mi misma haciendo la calle. Con la idea de poder sentirme como una auténtica puta. Una puta de verdad, con clientes de verdad. No con meras fantasías, como hasta ahora, de un futuro inmediato. No puedo contentarme con mamar rabos en los baños de una discoteca. No es suficiente.

Quiero sentirme como me sentí con ese viejo en los asientos traseros de su coche. Quiero cobrar dinero por chupar pollas y follar con desconocidos. Me da igual el precio, el sitio o cómo sean esos clientes mientras estén dispuestos a pagar dinero por meter sus pollas en alguno de mis agujeros. Quiero sentir eso. Lo necesito. No pienso en otra cosa. No deseo otra cosa en la vida. Follar a todas horas. Con cualquiera. En la habitación de un hotel, en un burdel o en el asiento de un camión. Me da igual. Pero necesito sentirme así. Vivirlo de verdad sin fantasear que algún día sucederá. Quiero que ocurra. Necesito ser puta… ¡¡ya!!

Podría ir a la Universidad. No soy tonta, pese a no haber entrado este año. Acabaría aprobando y mis padres me colocarían en alguna Universidad de pago, en una doble licenciatura Derecho, Economía o algo parecido. Es lo que quieren para mí y, como te he contado, el dinero no sería un problema. Pero me parece una pérdida tiempo. ¿Malgastar la vida encerrada en una habitación entre libros que no me interesan para acabar trabajando en una oficina o en la sucursal de un banco? ¡Ni en broma! No puedo hacerme eso. Lo tengo decidido.

El año nuevo me traerá la mayoría de edad y una nueva forma de vida. No sé qué va a ser de mí a partir de ese día, pero sí sé lo que no será. No seguiré en la academia para contentar a mis padres, perdiendo el tiempo en cosas que no me interesan. Y no iré a la Universidad. Seguro que los decepcionaré, y que tratarán de evitar por todos los medios lo que quiero hacer, pero no puedo negarme a mí misma la oportunidad de hacer lo que verdaderamente deseo y lo que tengo la absoluta certeza que he nacido para ser. Sí, ya he contado que he follado con muchos compañeros, vecinos y conocidos de las discotecas. Pero nada comparable con lo de sentir ser una puta en manos de un desconocido.

En cuanto pasen estas Navidades, me iré de casa. Aún no sé bien adónde ni cómo lo haré. Tengo algo de dinero ahorrado y una tarjeta de crédito que me dieron mis padres hace algún tiempo, pero no me durará mucho. Temo que cometa alguna locura como calzarme unas plataformas y ponerme en cualquier rotonda a parar coches. Me emociona y me excita esa idea, aunque en realidad no deja de ser una fantasía. No sabría dónde ponerme ni cómo comportarme ante los contratiempos y las adversidades que seguro irán surgiendo. Sé que haciéndolo me jugaría la vida. Soy consciente de los peligros… mafias, secuestros, drogas… Pero lo haré, si no me queda otra alternativa para poder cumplir mis sueños. Estoy dispuesta a lo que sea para experimentar esa sensación de vivir de mi cuerpo, de levantarme por la mañana con la incógnita de ver qué me depara cada día, cuántos clientes captaré, cuántas pollas me follarán y cuánto dinero seré capaz de recaudar. Que sean mis agujeros los que me den de comer a diario. Que sea mi talento como puta el que marque si una mamada mía vale 5 € o 50€, si tengo que abrirme de piernas en una pensión de mala muerte o en un hotel de cinco estrellas…, si puedo comprarme ropa de marca o si tengo que vestirme con cuatro harapos de segunda mano. Pero siempre sabiendo que hago aquello para lo que siento que he nacido.

Me buscaré un chulo, si es necesario. Alguien que me proteja de los peligros inherentes a la prostitución, de la misma manera que busqué a mis mellizos en la inclusa. De los clientes violentos que no pagan, de policías corruptos, de mafias de trata de blancas. Alguien que me permita ser lo que quiero, aún a costa de saber que probablemente folle y mame pollas por mucho menos dinero del que realmente creo que valgo, que a buen seguro me follará cuando le plazca, que si no recaudo lo que espera de mí, me dará una buena tunda de hostias, o que acabaré pillando alguna enfermedad venérea por la falta de higiene o preñada de cualquier desconocido por follar sin condón para recaudar 100 € más. Pero merecerá la pena sin con ello consigo vivir de mis agujeros y sentirme una auténtica puta.

No sé si soy una enferma, una obsesa o una degenerada…, pero tengo muy claro lo que quiero en la vida… ¡pollas y semen a todas horas! No quiero hacer otra cosa que follar, chupar rabos y tragar lefa. Necesito sentirme usada y hacer cosas que la mayoría de las mujeres consideraría aberrantes. Y necesito sentirlo constantemente, a todas horas. Hacerlo con desconocidos a cambio de dinero. Con cualquiera que pague el precio que ponga a mi cuerpo. Sólo así puedo ser feliz y sentirme plena y realizada como mujer y hembra para lo que la naturaleza nos ha hecho de esta manera.

Los días continuaban pasando, y de nuevo me vino la luz… yo estaba muy bien con mis padres, se habían implicado en mi formación como nadie lo hizo, en darme un futuro abierto a mis posibilidades e incluso dándome a ver que la sexualidad tiene muchos puntos de vista y que era digno de gozar. Yo me encontraba en una encrucijada, No podía decepcionadles y No había porqué hacerlo… Durante esos meses de verano relajado en la playa de Torrevieja. La solución estaba clara desde ya, ser puta y tener estudios no tenía por qué contraponerse. Cumpliría el sueño de ellos sin renunciar a mi calentamiento de coño diario, e incluso alguna asignatura la aprobaría por mis saber hacer mamadas o follar. Así llegado septiembre me matriculé en arquitectura con tan solo 17 años, increíble pero cierto… la más joven y puta de la Facultad de Arquitectura de la Universidad Calos III. Me hice muy popular entre el género masculino, pero no dejé de lado a mis mayores, esos maduros con grandes pollones eran los que más me atraían y, en especial mi padre adoptivo.




Perversión hecha oficio.

Quería sentirme sucia, quería sentirme guarra. Estar allí, en el burdel, sentada en la cama, esperando a mi primer cliente, ejerciendo por primera vez, no fue una decisión, fue el acto natural, tan natural como despertarse o respirar, tras leer aquel artículo sobre las estudiantes que ejercen la prostitución para costear sus estudios. Nunca reconocerán que son putas ni a sí mismas, aunque lo sean. Yo lo busco, quiero sentirme puta, no por el cuerpo. Si un hombre me mete el dedo en la boca no pasa nada, si introduce la polla ya me transforma en puta ¡Qué estupidez!

La puerta de mi estancia se abrió con tanta brusquedad, y con tanta falta de delicadeza, como yo quería que abriera las puertas donde él había venido a buscar placer. Me deslicé al borde de la cama, como me habían indicado, y abrí las piernas para incitarlo, para atraerlo, para nada, porque ya no levantó la vista de mi rajita hasta que me penetró, y empezó un jadeo rápido y sin fuerza. Cerré los ojos, dejé caer la cabeza hacia atrás y me abandoné, esperando lo que había venido a buscar… descargar su testosterona en mi intimidad, y además  encontré la rabia por deshacerse de su esperma en mi vientre tras unos vaivenes.

A su salida me senté enfrente del espejo. Las puertas de Venus se habían redondeado. Miraba sin pensar, deleitándome en el color sonrosado de la piel, cuando el esperma empezó a asomar. Descolgué el espejo y me senté encima de él. Nunca lo había hecho, nunca había visto mi vulva con tanto detalle ni tan cerca… ¡Qué placer se dan los hombres! Les encanta llenarnos aliviando sus testículos, lo mejor es que cada día les vuelven las ganas. La crema goteaba como si fuera miel, aunque no tan viscosa. La primera gota cayó sobre el cristal. Pasé un dedo sobre ella y noté su textura al juntar los dedos. Me acerqué el dedo a la boca, no por el sabor, ya lo conocía, sino por la morbosidad. Relamí el dedo, y se fueron contrayendo los labios, la boca, los hombros, todo el cuerpo hasta las piernas. Un espasmo de la vagina, más intenso que un orgasmo, expulsó mucha más crema. Su visión me resultó más bonita que mi vulva. Puse la mano extendida sobre ella, la removí sobre el espejo, abrí la bata y esparcí la crema sobre mis tetas. Qué sensación tan intensa sobre mis pezones, la vagina se me contrae de puro placer.

Estaba preparada para obtener de mi segundo proveedor lo que quería, el primero vino muy cargado, su eyaculación fue similar a la de un equino semental. Me senté en el borde de la cama, con las piernas sobre el suelo para que no pudiera ver mi rajita. Cuando entró le miré a la cara. Según se acercaba yo llevaba mis manos desde el borde de la cama hasta mis pechos. Cuando estuvo suficientemente cerca abrí la bata de golpe y él se lanzó a magrearme las tetas. Sus pulgares recorrieron los pezones para estrujármelos. Le gustaba apretar y a mí me gustaba ver que él no tenía ningún control. Deseaba que mordiera mi pezón, que lo lamiese, un deseo intenso que nada tenía que ver con mi cuerpo.

− ¡Cómeme las tetas! fue una expresión de deseo y necesidad, nacida al tiempo que empujaba mi teta contra su boca.

No sé si lo que hacía era comer un helado o mamar, porque tan pronto chupaba el pezón con el ansia de un bebé hambriento como lamía mi teta como si fuera un cucurucho.

− ¡No dejes a mi otra teta huérfana!

Fueron las palabras que acompañaron mi giro para ofrecerle mi otra teta. Otro biberón para el niño, otro helado, ambos preparados con la crema que había esparcido sobre mis pechos. Lo empujé hacia atrás.

− ¡¿Eso es todo lo que sabes hacer? ¿A eso has venido?!

− ¡Yo te voy a enseñar a qué he venido! ¡Puta!

El tipo calzaba muy bien, no lleva a los 20 cm, pero tenía una verga muy cabezona, apuntó rápido a mi coño, y sin preámbulos la insertó de un solo envión. Desde que me penetró sus movimientos fueron rápidos, violentos, desde la puerta de Venus hasta la más recóndita de sus habitaciones. Su lenguaje soez… ¡puta! ¡puta! ¡toma puta! ¡puta! ¡puta!Casi era como un disco rayado, pero era la canción más bonita que hubiera escuchado nunca. Contraje mis muslos, mi vientre, y puse mi vagina tan dura como pude… quería sentir el gordo glande de su verga recorrer toda mi intimidad como la cabeza de una broca perforadora.

Desde que su punta abría mis labios, y corría por todo el corredor, hasta que dejaba avalanchas de nieve al final de la pista de esquí. Y la canción sonando… ¡puta! ¡puta! ¡puta! No me importó que se deshiciera, su verga seguía dura y con ella las carreras por mi corredor y su monótona canción. Por fin sentía la inmundicia del hombre en lo más íntimo de mi intimidad, me sentía una inmensa puta, me sentía guarra, sentía satisfacción, sentía placer; pero no el placer del sexo, sino el placer que se siente cuanto se daña al objeto odiado. No estoy diciendo que odie a mi vagina, eso sería como odiar a un dedo, sólo quiero que sepas como me sentía porque era un placer inmenso, pero no era felicidad.

No iba a desperdiciar nada de aquella crema que sus orondos cojones habían producido para inseminarme a mí en exclusiva. A su marcha, me senté sobre el espejo y coloqué la tacita donde había saboreado mi primer café de puta. Igual que las máquinas expreso de los cafés, así era yo, y mi vulva sirviendo crema a borbotones en la tacita. Puff, puff, resuena en mi cabeza y dos borbotones de crema en la tacita, puff, puff y otro borbotón… ahora era una tacita con dos tipos de crema, como en mi vientre. Ya casi no cae. Deslizo mis dedos entreabiertos sobre mi vulva, repito muy suavemente, rozando mi ingle, una vez más aún más suave, casi me hago cosquillas, la cabeza se me va para atrás y los dedos juegan con mis labios. Están empapados de crema. Mi dedo corazón hace un círculo muy grande, de arriba abajo, de abajo a arriba, cada vez con más fuerza, al subir rozo mi clítoris, se me contrae la vagina…

Dicen que todo es una creación de la mente. En vez de mi vida esto podría ser un relato. En ese caso ¿Qué mente sería la más sucia? ¿La de la autora o la del lector? ¿Qué sentiste cuando leíste “La puta del barrio” “Mi querido cornudo”? ¿Qué buscabas encontrar tras esas frases? Si cierras el libro, entonces cierro mi coño… – ¿Qué dices?

− ¡Qué me comas el chocho, cabrón!

Mi tercer cliente en la habitación y yo murmurando pensamientos impenetrables. Me gusta el lenguaje soez en mis oídos, pero oírlo que salga de mi boca, es como perder el morbo que ha entrado por mis oídos.

− ¿Sabes hacerlo? ¡Vamos!

Me sitúo en el borde de la cama y él se arrodilla a mis pies. Le echo las piernas tras su cabeza, afianza sus manos sobre mis muslos a la altura de la ingle y pega un chupetazo de abajo a arriba… chupetea las dos cremas. Sí, sí sabe comerlo. Tras llegar arriba, titila muy rápidamente la punta de su lengua sobre mi clítoris, nota que me estoy subiendo y me deja con la ganas, se va a recorrer los labios. Se parece a los juegos que acabo de hacer con mis dedos, pero su lengua es más húmeda y su presión mucho más agradable.

− ¡No te olvides del agujerito!

Vaya lengua, debe poderse tocar la punta de la nariz con ella. Parece que le pago yo en vez de lo contrario. Mete la lengua, la deja metida, presiona, la saca y la mete rápidamente como una verga pequeña, dulce y juguetona. Un espasmo vaginal. Dos. Ya es temblor en la tripa. Ya me había dejado a punto de caramelo cuando se pasó a mis labios. ¡Dios, qué espasmos! Y el placer sexual no iguala la satisfacción de lo que siento ahora. Hay algo mucho mejor que sentirme puta… que yo y todo el mundo sea pervertido.

Con cada espasmo, con cada contracción, se está comiendo toda la nata que había en mi vagina, y además lo hace con su lengua metida en ella. A veces he soñado que una manera de sentirme una zorra sería sentar mi vulva sobre la cara de un hombre y que metiera su lengua todo el día en mi vagina, o mejor aún, una fila de hombres y pasar de uno a otro cada media hora, un día entero ¿Se podrá hacer aquí en el burdel?

− ¡Siiiií, sí lo sabes hacer!

Nadie me había arrancado tanto placer, y sobre todo tanto flujo, eres realmente bueno. Si el saber dar placer se mide con el chorro que me has sacado entonces eres el mejor del mundo.

− ¡Sí! ¡He notado que te hecho correrte de lo lindo! ¡Tu chocho rebosaba de jugo!

Estoy arriba. Muy arriba. Basta que me rocen con las uñas o me mordisqueen los pezones para volverme una salvaje perra en celo. Este es el tercero y mi meta de puterio el primer día es recibir a ocho. Este todavía no me ha penetrado, pero como me hinque su verga me voy a derramar en un espasmo tras otro.

− ¡Ven, que te voy a demostrar que yo también lo sé hacer!

Me tumbo bocabajo en la cama, los codos apoyados en el borde. Cuando acerca su falo a mi cara, el capullo lo tiene descubierto por la erección, completamente descapullado. Coloco el índice y el pulgar sobre su glande y lo acaricio suavemente, descubriéndolo y tapándolo. Tras unos movimientos lo presiono suavemente, desplazando ligeramente los dedos de lado a lado, le miro a los ojos e introduzco su falo en mi boca. Sólo quiero que se descreme en mi boca, pero quiero mucha, mucha crema, y me la va a dar. No me han dicho que mire a los ojos, pero yo quiero hacerlo. En realidad no le miro a los ojos, le miro a las pupilas, quiero ver a través de él, quiero ver su ser. ¿Por qué me ha dado placer? ¿Quiere sentir la misma excitación que yo? Con mi lengua, presiono su capullo contra el paladar, como sorbiéndolo, haciendo cada vez más presión, y súbitamente lo pulo con movimientos circulares.

Lo saco. De nuevo atrapo el capullo con mis dos dedos, lo acaricio muy rápidamente sin apartarme de él y aumentando la presión poco a poco. La punta se le pone lechosa. Está contrayendo su tripa, no quiere irse, pero ya no tiene marcha atrás. Lo meto en la boca y realmente lo mamo con fuerte succiones… No tarda en llegar la leche. Es muy fácil notar la llegada del lechero porque llama contrayendo la verga y endureciéndose el cipote. Yo estoy atenta a su llegada, cada vez que lo hace lo acompaño con un intenso sorbo. Este lechero parece haber traído a la vaca, da muchísima leche. Y yo trago y trago, es casi como la satisfacción de sentir la lujuria en lo más íntimo de mi inconsciencia.

Uno, dos, tres, cuatro. El lechero ya no llama como la primera vez. Hago que mi lengua juegue con el lechero cada vez que viene, pero ya no me trago la leche, la reservo. El lechero ha dejado de correr aunque se mantiene en pie. No lo dejo salir. Sigo mirándole a los ojos mientras mi lengua acaricia muy suavemente su capullo, tan suave como la lengua sobre la piel de la persona amada, como los labios que se besan por primera vez y te hacen conocer el cielo. Pasan los minutos y el tipo ha pasado de ser un atleta a un cincuentón gordo y fofo.

Lo agarro por la base y aparto mi boca muy lentamente, sin dejar de mirarle a los ojos, con un besito de despedida en la puntita. Sonrío y se va. La primera vez que recibí en la boca salí corriendo a la taza del wáter para escupirla con asco, ahora me quedo quieta para depositarla con satisfacción en la tacita. La primera vez me sentí usada y me lavé la boca con dentífrico y luego me aclaré la boca con enjuague bucal, sentía que todo el mundo podía oler mi boca, ahora no me siento lo suficientemente sucia y no quiero que mi lengua deje de recorrer mi boca, saldría a la cola del cine a echar mi aliento a todo el mundo.

Del color que hoy no me gusta mañana pintaré mi casa. Y tú ¿de qué color pintarás? ¿Qué pintura usarás? ¿Pintarás tus pechos con el esperma de tu amante para que se lo coma tu marido? ¿No mete su verga en la raja de cualquier puta y luego deposita esa lefa en lo más íntimo de ti? Te pareció sucio cuando lo hice, pero ahora lo ves normal… del color que hoy no me gusta mañana pintaré mi casa. El primer beso te llevó al cielo ¿por qué te fuiste de él?

Sigo muy excitada, no pensé que me fueran a encender, ni que la excitación mental me generaría tanta libido. En este estado no puedo permitir que me penetren o me desharé en un orgasmo tras otro. Quería que mi vagina recibiese ocho vergas mi primer día y tengo que rechazar a la próxima.

A mi cuarto proveedor lo espero de pie y cuando entra le sonrío. Le paso las manos por el cuello, y le susurro que “follarse una puta es muy frío”. Siento que estoy perdiendo mi tesoro con mi lenguaje soez. “Es mejor que sea tu amante”, continuo. Beso sus labios suavemente, lo repito, luego recorro sus labios con la puntita de mi lengua, entonces él me abraza con fuerzas y mete su lengua en mi boca. Me estremezco de placer. Él debe pensar que me gusta, yo sé que está saboreando la crema del último lechero, es el placer de saber el mundo lascivo. Recorro mi boca con mi lengua, buscando toda la leche posible y después la meto en su boca. Las lenguas juegan, una vez en esta cueva luego en la otra, llevando los cántaros de leche de una a otra. Realmente los cuerpos se entrelazan con pasión, pero las pasiones son distintas, la suya desaparecerá dentro de un rato, la mía es como cabalgar en el viento, como cabalgar a lomos de un dragón. Retiro la cara y le bajo la mano hasta mi vulva. Cojo su dedo corazón y le hago sentir la humedad de mi vulva. Presiono una y otra vez mi mano para que su dedo se empape, para que se engaste en el aro de Venus.

¡Besas muy bien los labios! ¡Seguro que también sabes besar estos! le digo, al tiempo que presiono su mano contra mi vulva. Lo desplazo hasta la cama y lo dejo caer. Lentamente separo una pierna de la bata y luego la otra, las junto y las mantengo así, para que imagine lo que esconden y el placer que le espera. La imaginación es más potente que la realidad. Su ensoñación de cómo es mi coño es mucho más poderoso que mi vulva envolviéndolo. Está hipnotizado, está bailando con sus propios pensamientos, como todo el mundo. Agarro los bordes de la bata, la arremango por encima de mis caderas, me doy media vuelta, me pongo a cuatro patas y entreabro las piernas. Su sueño hecho realidad. El chocho de Venus en todo su esplendor… húmedo, cálido, excitado, y con unos sugerentes labios entreabiertos.

Se quiere incorporar, pero antes de que lo haga lo empujo, me encaramo sobre él, le miro, me levanto a horcajadas sobre él, me subo la bata y me arrodillo colocando mi vulva sobre su boca. Dobla el cuello para chupar con ganas entre mis labios vaginales. Entrelazo mis manos debajo de su cuello para acercarlo a mi vulva. ¡Más! ¡Más!, grito, ¡más, más, más! Me abandono como hace un rato con la cabeza hacia atrás. Es un placer inmenso, está relamiendo el otro par de cremas que brotan de mi vientre. Ha saboreado mi trío de cremas rezumantes de mi atiborrado útero. Suelto su cuello.

− ¡Ahora voy a hacer que te corras disfrutando de mi chocho de puta! Le grito. Casi que me gusta decirlo. Suelto sus pantalones y los deslizo.

− ¡Como tú te has desnudado un poquito yo tengo que hacerlo otro poquito!

Saco mi teta derecha y se la acerco a la boca. Cuando lo va a morder me aparto. Le echo mano a los calzoncillos. Está a reventar. Engancho un dedo en cada lado de los calzoncillos y los deslizo un poco. Lamo la cabecita que asoma. Deslizo otro poco y otro lamido, otro poco y otro lamido, otro poco y otro lamido hasta que la verga queda al descubierto. La recorro con mi lengua desde la base hasta la punta y luego le arrebato los calzoncillos.

– ¡Tú ya estás desnudo, ahora me toca a mí!

Saco mi otra teta de la bata para que la vea, sólo para que la vea, para que se emborrache aún más de deseo. Recojo mi bata para que mi culo quede totalmente al aire y mi intimidad se refleje en el espejo donde él pueda verla.

− ¡¿Te he dicho que ibas a disfrutar de mi chocho de puta?!

Creo que eso si puedo decirlo, si soy puta tengo chocho de puta, decirlo, pero no pensarlo. Yo soy puta pero mi vulva es íntima, no es chocho, es mi intimidad, es sólo un juego. Aprisiono y presiono su capullo. Está húmedo, muy húmedo.

− ¡¿Sabes?! ¡Me gusta ver como os corréis los hombres! ¡Es muy erótico sentiros! ¡Pero lo que realmente es erótico es recoger vuestro néctar  en una copa y beberlo!

Se está deshaciendo en su propia fantasía. Balanceo el culo y le hago una seña para que vea mi coñito bailando en el espejo. Alargo la mano para coger una copa de champán. No hace falta acariciarlo mucho, se deshace rápidamente, está deseando ver como bebo su crema. Recojo la crema que sale según lo acaricio. Me gustaría estar en el centro de la plaza, donde todo el mundo pudiera verme, pudiera ver mi chocho de puta al aire, pudiera ver mis tetas, pudiera ver mi cara de satisfacción mientras mantengo una verga que estoy haciendo correrse, y sobre todo pudiera ver como acerco esa copa a la boca y me la bebo mientras les miro a los ojos.

Le miro a los ojos mientras bebo. Se está relamiendo. Aparto la copa. Me siento en la cama con las piernas abiertas frente a él, muy abiertas, meto mi dedo corazón muy hondo en mi vagina y le doy vueltas. Lo saco, y lo meto en la copa mientras doy vueltas.

− ¡Es puro almíbar! ¡Te encantará lo dulce que está! Acerco la copa a sus labios y la bebe.

− ¡Hasta la última gotita o mamá te pegará!

− ¡Sí, mama! Dice.

Lo miro henchida de satisfacción. Es como si en la plaza todos hubieran bebido las cremas descargadas en mi vagina. Me siento la puta del pueblo, la puta en cuyo chocho todos los hombres del pueblo descargan sus testículos atiborrados de lefa colmada de testosterona. Mi vagina es la reina y todos los falos le rinden pleitesía.

Vierto la crema de la tacita en la copa y añado café. ¡Café con crema! ¿Has bebido café con crema en casa de los amigos? El hermano de un amigo ponía comida de gatos como aperitivo a sus amigos. Los hombres no saben ser sutiles como las mujeres. Una vez, en un piso compartido, puse una pizquita de harina en mi leche cuando sospeché que mi compañera de piso, celiaca, se la bebía. De qué sirve que coman comida de gatos si no se enteran. Es como si te meten una polla en la boca mientras estás dormida. Si estás dormida no pasa nada, si estás despierta te están violando (he dicho dormida como podría haber dicho dormido) o si estás dormido y te graban, cuando lo veas sufrirás un trauma. ¿Ha cambiado el hecho o sólo la percepción del hecho?

¿Por qué se agita tu mente? Si las mujeres podemos tener pollas en la boca, los hombres también. Si yo puedo ser puta, tú maricón. No me has respondido. – ¿Qué sentiste cuando leíste “La puta del barrio” “Mi querido cornudo”? ¿Qué buscabas encontrar tras esas frases?
¿Pintas la casa con colores que no quieres que conozcan los demás? ¿Por qué la mente se mete en estos diálogos? Yo sólo quiero sentirme una zorra usada, inmensamente usada por   hombres pervertidos. Más vale que tome una ducha fría o alcanzaré la claridad antes que la lujuria. No puedo dejar que me penetren con esta excitación.

Vaya, que inoportuno, el quinto mirándome justo cuando me siento para mear y todavía no he tomado la ducha. La ducha justo aquí, seguro que está fresca como aquella noche de luna llena en la playa. Mi primer baño desnuda. El agua me abrazaba. Acariciaba mi espalda, apretaba mis senos, y cuando abría las piernas besaba mi intimidad.

− ¡No te muevas, corta el chorro, no sueltes ni una gota! Me ordena.

No empiezo a mear. Espero a ver qué pasa. No es este el tipo de morbo que busco. Al fin y al cabo, mi vulva, como todas, se moja de orina al mear. Se está desnudando, por completo. Con el tipo que tiene más vale que vaya al gimnasio. Se acerca con la verga en la mano, masturbándose, se queda muy cerca de mí, para que lo vea. Me resulta curioso este exhibicionismo de los hombres. Les debe venir de bebes cuando agarran su pija y lo estiran.

− ¡Abre la boca! Le obedezco. Me introduce la verga y empiezo a chupar.

− ¡Ya puedes empezar a mear!

Me resulta difícil concentrarme en chupar y mear, pero salen las primeras gotas y después les sigue el chorro. El sonido de las primeras gotas golpeando el agua le han puesto la verga tiesa, y el sonido del chorro la ha puesto a reventar. Me gusta este fetichismo. Me viene otra vez la plaza. Me gustaría llegar allí con un vestido largo, levantar la falta hasta mi cintura y quitarme las bragas a la vista de todos. Ponerme en cuclillas, recoger mi vestido de forma que mis nalgas se vean completamente, abrir las piernas y mostrar mi vulva meando. Entonces los hombres, en fila, uno tras otro, meten su verga rígida en mi boca, sin que yo pare de mear.
Con las últimas gotas saca la verga y me levanta. Me pone contra el espejo largo del baño.

– Un momento, le digo. – Tengo mucho calor. Voy a pedir unos hielos.

La cubitera no tarda en llegar. Pongo unos cubitos en el café con cremas, doy un sorbo y se lo ofrezco. Se bebe media copa de golpe. Cojo un cubito de hielo y lo paso primero por un pezón y luego por el otro. Se ponen tersos, duros, de punta. Hago una espiral sobre mi teta desde el pezón hasta la base, luego sobre la otra teta y bajo poco a poco hasta las puertas de Venus. Le gusta, no deja de mirarme. Recorro varias veces mi rajita con el hielo. Se cierra como las flores con el rocío de la noche. Estira las manos, le digo. Pongo un cubito en cada una. Cojo uno para mí y me voy al cuarto de baño. Me pongo frente al espejo, abro la bata por completo, levanto las manos y las apoyo al tiempo que abro las piernas, y mi raja se abre en dos alas de mariposa que forman mis labios vaginales.

− ¡Vamos, méteme tu polla!

− ¡¿Y qué hago con los cubitos?!

− ¡Magrea mis tetas!

Tan pronto como me hinca la verga, aprisiona mis tetas con el hielo en medio. Con su primer envite comienzo a frotar el cubito en la parte superior de mi rajita, donde no toque su estoque. Es la noche de luna, la noche en la playa… el hielo aprieta mis pezones y besa mi intimidad. Puedo ver mi cuerpo completo de puta reflejado en el espejo. Puedo mirarme a los ojos. No quiero que nadie lo vea. Es sólo para mi gozo.

Cada vez que me ensarta amasa mis masas mamarias con maestría. Me encanta que las sobe con pasión, me encanta sentirme deseada. Los hielos revolotean descontrolados. Me recuerda a comer brownie con helado de vainilla. Caliente y frío. Contraste de sabores, contraste de sensaciones. Fría mi rajita por fuera, caliente por dentro…el tipo arrecia con fiereza, le gusta lo que hace, es de los que ven en follarse a una mujer el culmen de su masculinidad. No tiene la polla muy larga, normal pero con un grosor que me llena la boca del coño. Se atenaza a mis tetas, su cadera se agita con mayor énfasis…está en las últimas. Mi pepita fría y por fin eyacula notando la crema que acaba de darme caliente, como un Brownie.
Me siento mientras se viste. Cierro las piernas y retraigo la vagina, como para contener la orina. No quiero perder ni una gota de crema, me ha dado muy poca, pero su polla ha servido a satisfacer un poco mi lascivia íntima y eso es lo que importa. Tras salir me sitúo frente al espejo largo del cuarto de baño. Abro las piernas y coloco la copa en mi entrepierna. Miro al infinito, sin fijarme en nada, y así puedo verlo todo. Apenas caen dos gotitas de nada, pero la puta que veo y siento es inmensa. Ni siquiera la destrucción del objeto odiado genera una satisfacción tan grande.

Hay mucho jaleo es el salón de espera con barra de bar. Me acerco a curiosear. Es un equipo de futbol que ha venido a desfogarse tras ganar la liga de su barrio. Me arrimo a ellos.
Os hago un trato, si entráis ocho, uno tras otro, a echarme un polvo y sólo eso, entonces el próximo servicio especial, sea cuál sea, os lo cobraré como servicio normal… pero con tres condiciones.

1º Será sin preservativo, me gusta sentir las pollas a pelo y como se vacían dentro de mí.

2º Entrareis vendados, para que vuestro orgasmo sea más intenso y soltéis más lefa.

3º Con la polla ya preparada, bien dura para entrar a matar.

Me quito la bata y me pongo mi vestido de calle. No quiero estar atada al burdel, quiero que mi vida de puta sea mi vida normal. Llama el primero, lo cojo de la mano y lo meto. Froto su falo con ganas, quiero que entre en mí como un toro y no se pare hasta deslecharse. Me coloco en el borde de la cama, recostada sobre los codos y con las piernas en alto. Lo llamo. Cuando se acerca pongo mis piernas sobre sus hombros y dirijo su falo hasta mi vulva, su glande enfila la entrada de mi raja y entonces empujo… penetra hasta el fondo. Unos balanceos rítmicos cada vez más fuertes y largos, hasta que nota que está a punto de deshacerse, entonces se queda cerca del fondo metida hasta la raíz… y empieza a eyacular  con fuerza, tres, cuatro contracciones y se acabó.

– Quédate quieto, le digo.

Meto mi dedo en la copa de las cremas, y luego en su boca. – Un regalo, digo. Lo echo hacia atrás. Me incorporo, bajo mi vestido hasta las rodillas para cubrir mi vulva. Lo saco vendado. Allí están el resto de los amigos esperando.

El segundo ya está preparado. Esperad un momento, digo. Vuelvo a cerrar, levanto mi vestido y coloco la copa justo debajo de mi vulva para recoger crema. Tarda un poquito en salir, era joven y me ha dado una carga seminal grande como deseaba. Llamo al segundo y así hasta el séptimo. Todo igual, sólo que veo entrar un buen falo erectos tras otro distinto, una y otra vez. Desde luego que he sentido que tenía chocho de puta y que lo más íntimo de mi intimidad está mancillado como nunca lo estuvo antes. El tercero me ha producido un orgasmo que ha continuado con los siguientes. ¿Sabes qué es que te penetren en menos de un minuto después de que te hayan provocado un orgasmo? ¿Sabes lo qué es, cuando además ves que te lo produce una verga diferente cada vez? En mi postura no he podido ver como se precipitaban en Venus, sólo veía la parte alta de mi rajita totalmente abierta, a la que he echado mano con el cuarto para acariciar mi clítoris, pero no lo he encontrado. La sensación de ser puta ha sido inmensa.

Me he sentido la reina de las putas, el centro del universo. Con cada verga he procurado recoger menos crema porque mi vagina parece la salsera de la mahonesa y habría llenado la copa. Mi vagina está tan colmada que la crema se desparrama sobre el suelo cuando me preparo en el borde de la cama para recibir. Mejor que hayan entrado vendados, quizá no habrían querido hincar su polla en mi chocho chorreante de leche cremosa de otros tantos anteriores. Yo gozando de tener mi vagina colmada, saturada, y ellos despreciándola. Todos los hombres tienen la fantasía de penetrar a muchas mujeres, pero basta que se corran en una para no poder seguir. Sólo las putas podemos colmar esta fantasía de recibir a cuantos queramos, sin peligro del orgasmo, porque cada penetración trae un orgasmo más fuerte. El octavo introduce su falo hasta el fondo y lo deja allí, presionando el fondo de mi chocho.

− ¡Me dejas que me quite la venda o sigo así!

− ¡Estoy acostumbrada a tener un tampón durante días! ¡Te vas a aburrir bastante antes!

− ¡Pero los tampones no saben hacer esto! me replica.

Y tensa repetidamente su verga en mi vagina, sin mover el cuerpo. Me salta un orgasmo en el acto. Se me contrae la vagina, se me contrae mi intimidad, me tiembla todo el cuerpo. Querría decirle que no se quite la venda para que repita. Querría que no se acabara, pero se quita la venda. Se retira y entra de golpe hasta las raíces, para seguir con tres golpes muy fuertes casi desde el fondo. No puedo aguantar, pienso que me voy a desmayar. Saca su falo casi fuera y entonces entra y sale muy rápidamente a las puertas de Venus, casi sin meterse.., luego sigue un topetazo contra el fondo y no deja de golpearlo. El tipo la tiene muy larga y un duro capullo como ariete, es fortísimo, me estoy desmayando. – ¡Para, para! le grito, ya no sé si es placer o dolor, todo se mezcla…, pero él también ha perdido, está eyaculando con fuerza en el fondo de mi vagina, una, dos, tres, cuatro, cinco contracciones, con cada contracción mi vagina responde con un espasmo. Por fin paran sus contracciones pero no las mías. Lo echo hacia atrás.

− ¡Tienes los ojos más bonitos que he visto nunca, no podía hacerte el amor sin mirarlos!

– ¡Toma, bebe, es café con crema! Es muy bueno para reponerse después del subidón. Bebe con ganas, pero no necesito decirle que no se lo tome todo.

− ¡Ponte la venda y sal!

− ¡¿Te volveré a ver, verdad?!

− ¡Si pagas, como todos!

Soy yo quien mira a sus ojos. Mis ojos, mi intimidad, mi vagina, todos quieren lo mismo, todos quieren deshacerse en mis entrañas, amasar mis tetas. Todos querrían tener una puta como yo, sólo para ellos, pero entonces no sería puta. Ser una sucia zorra, ser puta, es muy íntimo.
Ensimismada, me he quedado sobre la cama. Los espasmos, aunque pequeños, siguen y la crema se está desperdiciando. Me incorporo, pongo una mano sobre la pared y con la otra coloco la copa en mi raja destilando leche. Lleno casi hasta la mitad sólo con la crema. Me siento sobre el espejo. Las puertas de Venus están perfectamente redondas, totalmente abiertas. La crema brota. Busco el clítoris por curiosidad, que ha quedado oculto en los labios mofletudos de Venus. Cuando lo toco, un espasmo expulsa un chorro de crema, parece que eyaculo yo. Es precioso. Vuelvo a tocar mi clítoris, otro espasmo y otra eyaculación. Con la cuarta ya sólo escurre. Froto las dos manos contra el espejo, las empapo de crema y las restriego contra mis piernas. Me quito el vestido y lo hago sobre todo el cuerpo. Ningunas manos me habían acariciado tan dulcemente. Luego acerco mi cara al espejo y lo lamo.
Me tiendo sobre la cama, con la mente en blanco y me duermo.

Me despierto dos horas más tarde. Venus sigue con sus puertas redondas y abiertas y yo con la sensación de ser la reina de las putas. Ha seguido brotando crema a tenor de la mancha en la cama y en la parte baja de mi rajita. Más vale que tome una ducha fría. La crema se ha absorbido, así que poco quitará el agua. Me peino y me pongo mi vestido de calle. Siento flotar mi cuerpo y el universo gira a mí alrededor. Los orgasmos han sido tantos y tan fuertes que se me habían olvidado hasta mis ganas de sentirme lujuriosa.

Pido un sándwich de pollo. ¿Te gusta el pollo? Una de mis amigas come pollo casi todos los días, pero algunos días come otra cosa para comprobar que le sigue gustando el pollo. Va con su marido a la discoteca, allí flirtea y se va con otro para ser su puta. Su marido está contento de tener una mujer que sigue gustando a los hombres y mi amiga comprueba que le sigue gustando el pollo de todos los días. ¿Cuántas veces has dejado de comer pollo? ¡Dilo!, ¡no te voy a oír! Sí, tú también eres como las estudiantes, como yo, aunque nunca te lo reconozcas a ti misma. No te enfades, lee más arriba, dejas de comer pollo “para ser su puta” ¿tu consciente no quería reconocer lo que está claramente escrito? ¿Cuántas vergas has conseguido en la misma noche? ¿A eso lo llamas fantasía? Mi amiga, la come pollo, dice que los hombres no pueden imaginar lo que ella imagina que hace con ellos. Sabrá ella lo qué imaginamos las demás, ni lo qué hacemos.

Llamo a mi novio para cenar. Llega tarde, como casi siempre. Su trabajo es más importante que yo, pero mi intimidad, bueno, la de cualquier mujer, le vuelve loco, y hoy le va a volver loco de verdad. Espero a que pidamos y le digo que no llevo braguitas. Va a tener que esperar no sólo a que cenemos sino a que preparen la cena. Se pone derecho de golpe, parece un pavo como el primer día, y se muestra cariñoso. Ya casi había olvidado lo que era que se mostrara cariñoso conmigo.

– Tengo ganas de ser tuya, le digo. – Me encanta que te deshagas dentro de mí.

Como a mis clientes, le permito que deje su más valiosa propiedad, aquello que lo identifica como ser único, en lo más íntimo de mi intimidad. ¿Qué imagina que va a hacer? Seguro que le encantaría fornicar con una puta como yo, pero claro, entonces no querría casarse conmigo, y sin embargo, dentro de un rato, va a estar fornicando con esa puta. Puede que me case con él o no, pero nunca voy a dejar de ser una puta, y él nunca va a gozar de las fantasías que doy a otros hombres… meterme su duro falo en la vagina con la fuerza que entra el cuerno de un toro bravo, a veces el dedo y la lengua, que se la mame, y poco más.

Cuando nos sirven come a trompicones, tiene mucha prisa. Le cojo el dedo, lo acerco a mi boca y lo paso por mis labios. Le susurro… – ¡Acuérdate de lo que no llevo! Como especialmente despacio todos los platos. No he podido jugar con los clientes a que esperasen mi chocho de puta tanto como esta noche. Cuando vamos hacia el coche quiere meterme la mano bajo la falda, pero le doy un manotazo. Lo echo hacia atrás y levanto la falda para que vea mi coño enrojecido de los múltiples pollazos que lleva recibidos…. En total ha recibido once vergas hoy y está realmente regordete y bien caliente. Me empuja contra la pared, quiere penetrarme allí.

– ¡No seas burro!, le digo. – ¡No soy, ni quiero comportarme como una puta! ¡Mejor que cojamos un taxi!

Abro la puerta de mi apartamento y me voy directamente a la cama. Me tiendo en ella, me levanto el vestido y entreabro las piernas. No mucho, sino vería la luna llena en medio de Venus.

– ¡No des la luz, me gusta la intimidad contigo! Se me escapa, pero es tu hombre que no lee entre líneas y eso me da ventaja de vivir mi vida loca de puta.

Con esa excitación va a eyacular antes de desnudarse… – ¡Date prisa, te quiero dentro de mí, no puedo esperar!

En cuanto me penetra cierro las piernas con fuerza y lo abrazo con presteza por la cintura para que no pueda moverse igual que la viuda negra.

− ¡Suéltame!

− ¡No!

− ¡Déjame!

− ¡Qué no!

No ha durado ni dos minutos clavándome su estoque, apenas he sentido mucho, su fulgor no me ha hecho feliz, tal vez ya venía un poco resabiada…Noto como empieza a correrse en el fondo de mi vagina, un momento después empiezan las contracciones, pero no lo suelto. Ha descargado en mi intimidad sin que tuviera oportunidad de placer. Ahora son doce los que se mezclan en mi útero, doce leches diferentes hacen que la diversidad en mi intimidad sea la fragua de la humanidad.

− ¡¿Por qué no me has dejado moverme?!

− ¡Te quiero!, le digo. – ¡Me encanta sentir tu polla dentro de mí, quédate así!

¿Cuántas veces ha traído su esperma a mi intimidad? ¿Cuántas descargas traídas desde otras putas? Descargas sin que yo haya sentido la excitación directamente y sin que yo haya experimentado mi intimidad. Es hora de que su polla se reboce en las once descargas que ha recibido mi chocho de puta. La vagina puede recibir continuamente en modo automático hasta que sus cipotes quedan flácidos, y ya no sirven. Le dejo que se retire. Nosotras podemos recibir de frente, de espaldas, de lado, de rodillas, sentadas, con las pierna en alto,… las posturas del juego del amor son posturas para gozar de nuestra intimidad, de nuestra vagina. Ellos sólo pueden penetrar dando el frente, por el contrario son los que tiene astil de dar.

− ¡No he llegado a correrme… anda no seas malo y acaríciame dulcemente con tu lengua!

− ¡Pero si acabo de correrme dentro de tu chochito! ¡No me voy a comer eso!

− ¡¿Por qué no? ¿No me lo como yo cuando te corres en mi boca?!

− ¡Pero es distinto!

− ¡Ya claro, las mujeres podemos tragarnos la espesa lefa que soltáis, como putas! ¡Sabes que me da mucho asco y además me hace sentir como una puta, me hace sentir muy mal!

− ¡Espera, méteme un chupa chups, como me dijiste que te gustaría hacerlo!

− ¡Guao! ¡Me habías dicho que eso era de putas y que no querías hacerlo!

− ¡He hablado con mis amigas y casi todas lo hacen, pero en grupo lo niegan, así que no es de putas, es normal!

¿Sabe la gente cuál es el origen de la palabra moral? La moral es costumbre. Hace medio siglo ni las guarras se bañaban mostrando las tetas. Como me habría gustado vivir en aquella época, donde el cuerpo desnudo era sucio. Como me habría gustado desnudarme con la persiana subida para que me viesen los hombres.




El chupa chups, lo meto en mi boca y lo chupo con fuerza, luego lo introduzco en mi vagina. Arriba y abajo unas cuantas veces y lo vuelvo a chupar. Otra vez dentro de mi vagina, pero esta vez cojo su mano para que acompañe a la mía, lo saco y a mi boca, repito la operación pero esta vez entra en su boca. Le dejo el “chupa chups”, no hace más que meterlo y chuparlo, meterlo y chuparlo. Total, doce descargas ¿Notará el sabor del caramelo? ¿Has jugado a ello con tu pareja?

En mi última visita, el ginecólogo me comentó que habían extirpado la matriz de una chica, porque su novio jugaba a meterle chapas como si fuera una máquina tragaperras. Una chapa quedó y produjo una infección. Tardaron mucho en ir al médico, la intimidad perdida. Bueno, el “chupa chups” no se va a quedar dentro.

− ¡Estoy muy cansada Federico, mi amor! ¡Te veré mañana!

− ¡Bueno!

Si no me abraza cuando mi intimidad le da placer, mucho menos hoy que no se la ha dado. ¡La chapa! ¡La chapa! Cojo la jeringa y me voy al plato de ducha. La jeringa es gorda, realmente gorda, tiene que llenar mi vagina. Coloco la boquilla contra la entrada de mi vagina y presiono el émbolo. No la retiro para que el líquido no salga y limpie. Repito la operación tres veces, hasta que el líquido sale limpio. El desecho de tantos cojones que he dejado secos los llevo muy dentro de mi vagina, esta inmundicia no queda en el dedo o en la polla… ¿Consideras bazofia el líquido que lleva la vida? ¿El líquido que te dio la vida? Mi mugre no está ahí, tu mugre no está ahí. Si piensas así se rompe el tabú y con ello la fantasía. Una mente que se ve a sí misma no es atrapada por las ilusiones que genera.

Me pongo las braguitas rosas de algodón y el camisón largo blanco con “Hello Kitty” de niña buena. Me acurruco como cuando mi madre venía a darme el besito de buenas noches… soy una niña buena. No dejes que pájaros heridos vuelen en tus sueños.

El día amanece a las 14:30 hoy, es un buen día para volver a ejercer de meretriz haciendo felices a los hombres que pagan por ello. Me llaman del burdel, me preguntan si mi culito es virgen, es lo que quiere un cliente. ¿Por qué esa manía con la virginidad? ¿Con ser los primeros? Quizá quieran ser los primeros en mancillar la intimidad y después qué… seguimos teniendo la misma necesidad y el acto es igual de impuro o morboso.

Me han mandado que pase antes por una boutique. Me dan un vestido liso ceñido, azul oscuro, viste por encima de las rodillas y las mangas por encima de los codos. Está rematado con un cuello tipo bebé, blanco y redondo. El color blanco también remata las mangas. Debo lucirlo con tacones, bolso de mano y el pelo liso con raya en el centro. ¿Voy a ser la niña mala aparentando ser buena, o la niña buena a la que le van a enseñar a ser mala? Cuando llego al burdel me dicen que me espera en la habitación de los espejos. Allí todo está dispuesto para que veas tu cuerpo desde todas las direcciones, hasta el suelo es un espejo. Se puede entrar desde todas las habitaciones de las putas, para que los clientes con dinero lo aflojen sin impedimentos…. Cuando entro tiene un juguete en la mano, una especie de cono con bolitas cada vez más grandes.

– ¡Quítate las braguitas!, me dice.

Subo poco a poco mi vestido, arremangándolo con los dedos, alargando la espera de lo que busca. Sé lo que está esperando ver y ya no me ve a mí, sólo ve su fantasía. Cada vez me fascina más este control sobre los hombres. Creen que se adueñan de nuestra intimidad y es nuestra intimidad quien se adueña de ellos. Meto las manos por los laterales de las braguitas y me las bajo despacio sin dejar de mirarle a los ojos.

– ¡Ponte de rodillas! Obedezco.

– ¡Ponte sobre los codos! Vuelvo a obedecer.

¿Quién controla a quién? ¿El perro da la manita para que le demos un premio o le damos el premio para que de la manita? Se coloca detrás de mí y me levanta el vestido sobre la espalda. En esta habitación tú eres muchos tus, porque te ves de un lado, del otro, de frente, tu espalda, tu culo, tu rajita. Esta habitación es tu vida porque tú eres la única persona que ve tus muchos yoes. Puedes ver tus yoes más íntimos.

Con una especie de dispensador pone una gelatina transparente sobre el juguete y sobre mi ano. Acerca la primera bolita a mi ano y empuja suavemente, empuja y cede, empuja y cede, entra la primera bolita como un supositorio. El mismo juego con la segunda bolita. Ya está dentro. Tira del juguete, sale la segunda bolita, entra la segunda bolita, sale la segunda bolita, entra la segunda bolita, entra la tercera bolita. Repite el mismo juego con la segunda y tercera bolitas. Empieza a hacerlo muy rápido, como si quisiera masturbar mi ano. Mi esfínter se ha relajado, al principio estaba tensa. Nota la relajación, empuja con el índice y lo mete hasta el fondo. Entonces acerca sus labios a Venus y recorre su puerta con la lengua. Baja su cremallera y desabotona el pantalón, cae al suelo…el tipo se planta desnudo de cintura abajo.

No espera a calentarme, simplemente va a lo suyo y penetra a Venus. ¿Cuándo tenga la verga a punto la meterá en mi ano? Me relajo, esperando a que Venus y la diosa griega sean amadas, pero me da dos empellones y saca la verga.

– ¡Ponte las braguitas! ¡Nos vamos!

Estoy confusa. Ha sido como abrir la botella, catar el vino y apartarlo para regodearse en el placer que llegará después. Hasta ahora, yo hechizaba a mis clientes con mi rajita, manteniéndola presente. Él se seduce con lo que va a ser, con lo que ha catado y desea, pero que se ha forzado a dejar a un lado. Se cautiva con artes de mujer. Su coche es clásico, como su forma de vestir, como el modelo de mujer que su fantasía quiere poseer… ¿Qué es más morboso? ¿La fantasía o la puta que recibe con indiferencia? ¿Quién es más puta, la puta del burdel que te abre la entrepierna un rato o la esposa que te abre la entrepierna toda la vida?

Comemos en una terraza soleada, frente al mar. El azul plata me relaja. El juguete es un poco molesto, pero quizá sea lo más cerca que esté de tener la lengua de un hombre metida todo el día en mi intimidad. Hay muchas corbatas y muchas camisas blancas. Todo es forma, y sólo hay un fondo… todos venimos del mismo sitio. Todos han jugado a ser guarros aunque les encanten las apariencias, se escandalicen,… El saberme penetrada mi ano me encanta ¿Qué pensaría mi novio? ¿Mis amigos? ¿Mis padres? ¿Cuáles son sus fantasías más lascivas?

Estamos asentados en la soledad, sólo nosotros conocemos nuestros pensamientos, la relación con los demás es por medio del lenguaje. Y no hablamos durante la comida, ni le conozco, ni me conoce. Yo pienso y él piensa, él juzga y yo juzgo. ¿Desde dónde juzgamos? Desde nuestro condicionamiento. ¿Juzgas inmorales, indecentes, pervertidos mis actos? ¿Por qué? En otra cultura el juicio sería distinto. Sólo quiero sentirme puta, inmensamente puta ¿por qué?

Volvemos a la habitación de los espejos. Me pide que espere en mi habitación hasta que se desnude. Luego me hace entrar.

– ¡Quítate las braguitas!, me dice, mientras acaricia su pendulante falo.

¿Exhibicionismo varonil o protección? El cipote es externo, la vagina interna, siempre está protegida, ellos lo tienen que proteger con la mano. Nuestra vagina no se ve, no está sometida a juicio, su polla siempre está a la vista, siempre sometida a juicio.

– ¡Quítate el vestido!

Ya entiendo, quiere encontrar mi intimidad tan pronto me quite el vestido, no quiere que quede cubierta por las braguitas.

– ¡Arrodíllate!

Mete su verga en mi boca. ¡Qué sabor! ¡Qué placer! ¡La verga en la boca y mi culo penetrado por un juguete de puta guarra! Coge suavemente mi cara con ambas manos y retira la verga.

– ¡Ponte sobre los codos! Obedezco.

Estoy deseando que la diosa griega conozca el amor. Que inunde su palacio de la esencia de la vida, la que nos hacen panzonas, la que preña nuestros vientres de bastardos. Se coloca detrás de mí. Miro de frente, veo mi cara de puta. Miro para abajo, se reflejan mis tetas de puta. Miro a un lado, veo mi inmenso chocho de puta. Mire a donde mire mi cuerpo de puta se refleja y se repite, pero por mucho que se repita no podrá ser tan grande como la excitación que siento.

Empieza a tirar suavemente del juguete. No había prestado atención a su color. Es azul oscuro. He llevado a juego el vestido, el bolso, los zapatos y el juguete que me convertirá en una inmensa puta. Hay color, pero no hay sentimiento. ¿Qué sienten los hombres cuando fornican? ¿Sienten algo? No me refiero al placer sexual. Son muy primarios, muy inmediatos, descargar su fardel seminal y una vez aliviados adiós. No saben nada de la intimidad, de cómo tratarla, de cómo volverla loca.

Ha salido la bola más grande. Sigue tirando, lo saca dulcemente, trata mi intimidad con respeto. Mi ano muestra un círculo perfecto, casi de una pequeña ciruela, pero más sonrosado. Acerca el dispensador a la diosa griega y lo presiona dos veces; la ha cubierto como de gelatina. Mete su índice y lo remueve. Me han metido el dedo hasta el fondo del culo, me siento inmensamente puta y todavía falta el falo. Dispensa sobre su capullo y a continuación lo acerca al anillo griego. Coge el mazo con la mano y lo empuja hasta colocarlo un poco dentro. Me coge por las caderas, y empieza un vaivén muy suave y muy corto… sólo sale y entra el capullo, con un golpe repentino lo hinca hasta el fondo.

Aprendo que mi intimidad es mayor que mi vagina. Las mujeres siempre pensamos cómo será la primera vez, con quién, dónde, cómo, pero el ano es como si no existiera. Claro que hablamos de que la chuparemos y de otras cosas, pero del ano nunca. No imaginas que vayan a meter alguna vez una verga dura por tu ano. Bastante duele al defecar con lo estreñidas que somos, como para imaginarte con una polla entrando y saliendo repetidamente por un agujerito tan pequeño. Ser penetrada por el ano es muy personal. Es tan especial como el día que tu vagina recibe por primera vez estrenándote a la vida sexual. Pero hay dos diferencias muy importantes….

Cuando recibe tu ano, tu vagina ya está harta de recibir vergas, se ha convertido en rutina, no tienen respeto por tu intimidad y tú sabes que tu vagina y tú sois tan especiales como el primer día. Y lo segundo es que el amor griego es sexo de puta, no está unido a la mujer, todo el mundo tiene un culo, los hombres también. El sexo con la vagina puede ser de puta, pero puede ser de amor, de madre, y sobre todo es de mujer. Mi primera regla me trae al mundo de las mujeres, usar el ano es algo que hacemos todos desde el primer día. Es curioso, tengo que limpiar menos veces mi vulva que mi ano, ambos dan placer, y casi siempre nos sentimos sucias con la regla. ¿Por qué? ¿Por qué si dono sangre es limpia y pura y si sale de mi intimidad más personal es sucia?

Que el amor griego es amor de puta lo notas en cuanto el capullo toca el ano para deslizarse dentro de ti. Sabes que allí no hay amor, nunca lo habrá, es sólo sexo, pero tu sexo no está en esa unión ¿te das cuenta de ello? Es sólo el placer del hombre el que está en juego. Te sabes puta. Sabes que les puedes quitar los hombres a tus amigas sin que tu intimidad de mujer sea tocada, es un poder inmenso. Y aún así, la primera vez que recibe tu ano te sientes tan femenina y tan frágil como la primera vez que recibe tu vagina una verga. No sabes, no importa quién te penetra, porque penetrándote desde atrás, arrodillada, estás totalmente indefensa. Te coge por la cadera y te atrae a su cuerpo una y otra vez para que el falo te clave bien dentro…, en cada golpe notas que tu vulva está allí debajo indefensa, sabes que es amor prohibido, sabes que eso las mujeres siempre lo han rechazado, porque si cualquier ano puede dar placer entonces nuestra feminidad pierde su poder de control masculino… cualquier hombre también podría servir para saciar la lujuria de otro hombre, sea de la condición sexual que sea, al fin y al cabo un ano se percibe igual independiente de su dueño.

Eso es lo que estoy sintiendo. Cada vez que me echa hacia adelante veo salir un pedazo de su inmenso falo, y cada vez que me trae hacia él, introduce ese émbolo que roza con fuerza el contorno del anillo enjuto. Me encanta que me dé con fuerza, quiero que se deshaga dentro de mi culo, quiero que la diosa griega quede cubierta con crema de puta, me quiero sentir una perra bien inseminada de hombría. Vuelve la confusión a mi mente y además a mi cuerpo. Ha salido del templo griego y se ha metido en el romano. ¿Es Venus quien se va a bañar en crema? Recibo con igual fuerza, pero no empotra como en mi ano, allí me raía, me forzaba, notaba como mi ano se dilataba para albergar al duro vástago viril. ¿Cuál es el juego? ¿Busca el aro perfecto en mi ano? ¿El cerco sobre el que presionar para que su arma se cargue a la máxima tensión y después descargar toda su crema en el fondo de Venus?

Me empuja y saca su falo… – ¡Vamos, ponte de rodillas! ¡Abre la boca! Le hago caso. Mete su tranca en ella.

– ¡Come! ¡Vamos! ¡Come, come, come! Me apremia cada vez más rápido.

Chupo con ganas, y con el primer amago de eyaculación lo saca de mi boca.

– ¡Vamos, levántate las tetas con las manos!

Coloco una mano debajo de cada teta y las levanto empitonándolas. Está justo delante de mis tetas, su mano frota vigorosa su badajo. Una contracción, y la primera crema caen sobre mis tetas, sigue el segundo chorro de lefa y el tercero, mientras no deja de frotarse acercándolo a una de mis ubres para que la crema le caiga justo encima de pezón. Me siento especialmente guarra. La crema resbala caliente sobre mi teta hasta mi mano. La llevo a la boca, como siempre, para sentirme PUTA. Me miro en el espejo con el esperma espeso cubriéndome y yo chupándome la mano. Ya no descarga más leche. Me mete el falo en la boca para que termine de apurarlo.

Mientras lo hago, recuerdo que mi novio me había pedido hacer lo mismo sobre mis tetas, pero me negué. Ser puta es algo íntimo y por tanto secreto, no es algo que se pueda hacer con tu novio. No podría acostarme con mi ginecólogo, ha visto mi intimidad con todo detalle, la ha mancillado con sus pinzas y la ha visto como un pedazo de carne para analizar. He chupado hasta que su salvaje falo se ha aflojado. Le miro. Por primera vez le hablo.

– Ayer no vinieron clientes, estaba especialmente caliente y tuve que acariciarme varias veces. Me humedecía metiendo los dedos en mi café. ¿Quieres probarlo? Le miento, quiero ver hasta dónde llega este putero cabrón.

Mientras le hablo balanceo suavemente su polla por la base para que se ponga tiesa. Va ganando forma y le doy un chupetón.

– Es un regalo al hombre que me ha quitado la virginidad, le digo. – Te mamaré el cipote como nadie lo ha hecho hasta ahora y, cuando estés a punto podrás beber un sorbo, sólo uno, es el café de mis juegos. Yo tengo mis juegos como tú los tuyos.

– De acuerdo, pero ponte el vestido. Sólo quiero ver tu cara con mi polla en tu boca.

Me visto y pasamos a mi habitación. Mi mano recorre su el tronco de su buen falo, juego con su capullo, se va erigiendo, le acerco la copa, meto su glande en mi boca y chupo como nunca lo he hecho. ¡Tiene que manar! Tras su primera descarga da un sorbo. Yo no trago. Sigo, pero le dura poco, no ha tenido tiempo de recuperarse. Pasa a la habitación de los espejos para vestirse, yo coloco mis labios como si fuera dar un besito dulce y dejo caer mi tesoro en la copa.

Unos minutos después busco mi juguete griego. Lo presiono dulcemente contra mi pecho, cubriéndolo con las palmas de las manos. Nunca me había sentido tan poseída, tan zorra, tan perra y guarra, tan inmensamente puta. Ni tan siquiera ayer, cuando mi intimidad fue repetidamente asaltada por una verga tras otra. Ha hecho el amor a mi Venus, a mi Afrodita y a la Melosa diosa de mi boca, y ha terminado bañando mis tetas con la crema que se embadurna a las putas. Y todo ello sin que haya podido sentir ningún placer sexual, todo el placer ha sido suyo, ha gozado de los tres anillos del amor sin que yo haya gozado de ninguno. Eso es ser puta, dar todo tu cuerpo para controlar y tú no sentir absolutamente nada, no entregar nada de tu cuerpo y hacerte con el cuerpo que penetra el tuyo de todas las formas imaginables. Es un poder total.

Noto que Afrodita reclama su juguete. Se lo devuelvo…. Me marcho sin ponerme las braguitas y sin cambiarme el vestido. Se trasparentan algunas manchas de la crema de puta que han cubierto mis tetas. Eso es lo que quiero. Me mezclo entre la gente, me sé sucia, me sé puta, pero es mi secreto, un dinero fácil con lo que haces, en donde yo debería ser quien pagase por gozar de la condición de ser puta de burdel y la más buena estudiante para mis padres…



 


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