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UNA HISTORIA DE AMOR. Y si tú no has de volver...

    "Y si tú no has de volver" 1ª PARTE "Una para el otro y otra para el uno". Esa frase la repite una y otra vez mi ...

La prima de riesgo



Hacía más de un año de mi divorcio con la pareja que mantenía una relación sin hijos, de diez años... todo fue fácil, concentrándose en el reparto de bienes materiales. Me quedé sin vivienda, motivo que me llevó a la inmobiliaria de Ángeles; su negoció no iba bien, con unos aparta-hoteles al 50% y la burbuja inmobiliaria por los suelos, aún así mantenía una empleada para asistir a todo el negoció como limpiadora, vendedora o representante, Fina una chica para todo. Además la separación de su esposo le había afectado mucho, por lo que su aspecto dictaba mucho de la última vez que la vi... se hallaba apagada,  triste y deprimida. Estuvimos tomando algo y charlando sobre nuestra vida y los negocios. A mí no me iba mal…, me llamo Pascual y tengo cuarenta y ocho años y desde hace diez años soy profesor de secundaria. Quedamos en ver varios pisos, ella me prepararía una ruta de visitas para aprovechar bien el tiempo. Cuando se marchó me fijé que todavía conservaba un tipo estupendo de curvas pronunciadas y contorneo sensual que alimentaron siempre mis deseos más íntimos, ese meneo de caderas nunca se pierde, era evidente que seguía hipnotizándome.

He de reconocer mi atracción por Ángeles, muchas veces me había imaginado follándola. A sus cuarenta y cuatro años conservaba esos rasgos adolescentes excitadores de bajos instintos. Tiempos atrás se interesaba de forma denodada por mi trabajo en la empresa privada, le emocionaba lo que hacía o tal vez estaba más interesada por mí, no lo sé y ahora podría ser el momento de averiguarlo. Me citó después del trabajo para ver un piso, que pronto lo despachamos esa tarde-noche; Ángeles dejó caer una invitación en casa para cenar y seguir conociéndonos; daba la sensación que se amarraba a un tronco en su naufragio. Cenamos con su hija que apenas conocí de niña y ahora es estudiante de bachiller con una año de atraso, así que le intenté convencer para que estudiara una carrera técnica y en último intento les propuse pasar un fin de semana en el Museo de las ciencias y las artes de Valencia. Yo correría con los gastos, solo tenéis que decidir habitación compartida o individual, le dije.

Aparcamos en el parking del hotel y después de instalarnos nos dirigimos a visitar el museo dando una vuelta por todos y cada uno de los rincones, asistiendo a los eventos que presentaban ambos días. Terminamos agotados pero valía la pena, la niña estaba encantada aclarando su siguiente paso en los estudios. Antes de marchar en el cine viendo la película 3D; la cogí de la mano y le dije susurrando a su oído.

– Esta escapada te ha sentado fenomenal, estás radiante…, 

Le dejé caer un beso en su mejilla. 

– Gracias a ti, no sé cómo te voy a poder agradecer. 

– Muy sencillo, solo tienes que encontrar mi casa ideal. 

Cuando llegamos a su casa la niña cogió la maleta y entró, Ángeles se despidió en la entrada con un beso más que cariñoso al que respondí cogiéndola de su cintura.

Me citó para ver algunos inmuebles…, no pensaba encontrar algo interesante, pero me apetecía volver a verla después del suceso espontáneo del beso. La visita al piso fue su escusa. Me llevó en su coche hasta un edificio de tres plantas de un color verde crema. Llevaba un vestido vaporoso de tirantes que cubría por las rodillas y ligeramente bien arreglada con sus labios carmesí; estaba arrebatadora contrastando con mi informalidad… 

– ¿Qué te parece, es precioso, verdad?, espera a verlo por dentro es de primera. – ¿De qué estamos hablando? ¿Del edificio o de ti? 

Pregunté mirando su cuerpazo, sonrió girando despacio y sensual, moviendo las caderas dirección a la puerta principal. Ella narraba las características del piso con mi mirada perdida en su boca. 

– Estás escuchando o sólo me oyes.

– Perdona se me ha ido el santo al cielo, no es fácil concentrarse cuando te habla una voz tan bonita como la tuya. 

– Te he traído porque me parecía una buena oportunidad, 

Me dijo insinuándose. Mi mano acarició su mentón,

– Una oportunidad para comprar o para vernos.

Nuestros labios contactaron como dos adolescentes impacientes para alcanzar el frenesí, abrazado a su cintura nos comimos la boca durante varios minutos, se soltó los tirantes cayendo el vestido al suelo, después y se bajó las bragas hasta que cayeron a sus tobillos, se desprendió de ellas de igual manera que yo me desprendí de mi ropa. Sin dejar de besarnos le ayudé a subir sobre la encimera, dejando medio culo al aire perfecto para penetrar su hermosa vagina de vulva voluptuosa, posicioné mi cipote a la altura de su raja hurgando con el capullo entre sus labios, la comencé a follar como un animal que ha atrapado su presa y no piensa soltarla.

Su cuerpo es hermoso, con tetas protuberantes, de culo duro, respingón y exuberante, para culminar en su coño depilado de vulva carnosa y labios envolventes que apetecían comérselos cual buffer libre. Me recosté sobre la encimera y se montó encima, ahora era ella quien me follaba y disfrutaba de su enormes seños en mi cara mientras le chupaba los pezones. Sus movimientos se sincronizaron a los míos aumentando la cadencia de las clavadas. En un estado de éxtasis me susurraba con voz ahogada… 

– ¡fóllame así no lo dejes ahora por dios, me voy a correr! 

Estaba alcanzando su orgasmo y el mío no tardaría, ella gemía de placer disparando mis ganas de eyacular. Cambió de postura y se recostó sobre la dura encimera de azulejo apoyada sobre sus codos ofreciéndome su culo, busqué con mi polla entre sus labios hasta que el glande divisó el agujero por donde debía entra…la volví a incrustar, esta vez hasta la base del cipote. Sus gemidos eran elocuentes. El chasquido que brotaba de sus nalgas contra mi cuerpo, junto con el perfume a rosas amalgamado con el aroma a hembra en celo, me expandía las fosas nasales y excitaba mi verga a cada instante más dura e incisiva. Cambié la posición de mi prima retardando mi corrida, tras cada cambio mi polla encontraba el camino sin ayuda…, comencé a realizar los mete saca más rápidos sujetándola por la cintura para soportar mis embestidas. No aguanté más y le suministré un chorro de leche espesa que llenó el coño húmedo y caliente de Ángela, tomé aliento durante varios segundos de su boca húmeda y excitada, después saqué la polla envuelta en flujo vaginal y semen. Con voz de gata en celo me dijo… 

– Termíname por favor con tu lengua, me tienes a punto. 

Sentada en la encimera le comencé a comer el coño frondoso, mi boca se perdía en sus labios; me centré en su enorme clítoris que lamía y chupaba. Al cabo de varios minutos su vagina chorreaba de flujo que bebía metiendo la lengua y restregándola por toda su raja hasta la pepita, que volvía a lamer. Dio un gemido estremeciendo todo su cuerpo y se corrió, soltando sus jugos que tragué excitando mis papilas. Tras  ganar el aliento jadeante se marchó desnuda al aseo con su ropa y en pocos minutos salió perfecta como llegó. Durante el trayecto no hablamos por temor a decir alguna inconveniencia. Pasados unos días la llamé por teléfono disculpándome por mi comportamiento impulsivo, quizás inadecuado. 

– Pueda que no sea correcto por los lazos familiares que tenemos.

– Pero es algo que surgió del deseo mutuo. Yo no estoy nada arrepentida ¿acaso tú sí lo estás? 

– No, pero sería bueno que nos viéramos, ¿te apetece salir esta noche?, de acuerdo fue su respuesta. 

Cuando fui a recogerla esa noche, Asumpta y yo hablamos de lo bien que estaba su madre. Estaba cambiada algo más delgada y cuidada estéticamente, con ganas de comerse el mundo de nuevo poniéndose guapa cada mañana, mirando al futuro de frente. Asumpta también estaba en otra órbita desde la cena y posterior viaje a Valencia, más centrada en sus estudios. Le pregunté cómo veía nuestra relación. 

– Aunque sois primos la consanguinidad no va a ser un problema, por tanto todo perfecto. 

Antes de salir Ángeles al salón, Asumpta se acercó a mi oído y me dijo…

– No tengáis prisa en volver esta noche, divertiros y no pensar en nadie más, se marchaba diciendo… 

– Voy a ayudar a mi madre a elegir bien sus armas de mujer. – ¿Cómo ves las mías? 

– Mejorables

– Necesitas ver mi fondo de armario. 

– Cuando quieras te echo una mano encantada. 

No sólo a mí me gustaba la situación, sino que Ángeles había tomado las riendas de su vida y Asumpta se había convertido en la cómplice de esta historia. Mi prima apareció resplandeciente, como en su primera salida con su chico.

– Hace tanto tiempo que no salgo que no sé donde se va ahora. 

– No te preocupes hay varios sitios interesantes. 

Cenamos y entramos en un pub de música de los 80’s, charlamos y bebimos un poco, después decidimos salir a dar un paseo por la calle, era una noche templada de primavera. Al cabo de un rato cogida de mi brazo me hizo una propuesta...

– ¿Te apetece llevarme a uno de mis apartamentos? 

Durante el trayecto le solté que la primera vez no tomamos precauciones.

–No tampoco te harán falta ahora, me dijo. 

–No te preocupes, tengo las trompas ligadas. 

Ahora comprendí lo que me quiso decir Asumpta. 

– Fue la escusa de mi divorcio, por eso ha tenido mellizos con esa joven fulana. Tengo la hija que deseé y no deseo tener más hijos. 

– A estas alturas ser padre me sería algo raro, me he planeado la vida sin ellos. 

– Con mi hija y el negocio tengo la carga justa, pero esta noche nos vamos a olvidar de todo, solo tú y yo. 

– De acuerdo nos centraremos en nuestro ocio. 

En el coche le acaricié sus muslos hasta llegar a sus bragas; abrió las piernas para dejarme acceder a su vello aterciopelado, a la raja de su coño ligeramente húmeda y a su dura pepita… la acaricié frotando mi dedo índice en sus labios.

En el apartamento se quitó el vestido y preparó unas fresas, que sirvió en viso y tanga negros. Me hizo un striptease rápido después de dejarme en calzoncillos, sin perder tiempo me bajó el bóxer agarró la polla por los huevos y me hizo una mamada sorpresa; tras varios minutos ensimismada en mi verga y huevos, no dejó ni un centímetro sin saliva; el glande lo chupaba y absorbía para golpear con lengüetazos rápidos mi frenillo. Se dio la vuelta y me tocó a mí proceder a mi comida vaginal tan deliciosa como la primera vez; empecé a meterle la lengua para mamárselo. Separó las piernas para que tuviera suficiente espacio y que mi lengua pudiera entrar y salir sin ningún problema. Embriagado con el olor de su sexo y del flujo que despedía, ella miraba y acariciaba con sus manos mi cabeza a la vez que le mamaba el clítoris, le agarraba las nalgas con un poco de fuerza para atraerlas hacia mí y ella se dejaba venir con su cintura para que mi lengua le entrara más adentro cada vez.

No podía aguantar más, le había mamado el chocho durante largo tiempo y se lo sentía muy caliente y húmedo, para rematar le di un par de mamadas más. Jugué con la verga por su entrepierna hasta llegar a su raja, le besaba los pies y las pantorrillas elevadas, mis manos se fueron a acariciar sus pechos, eran un par de pechos grandes, blancos y con sus pezones duros rosados…, alargó su mano para cogerme la verga firmemente, la apretó llamándole la atención su estado a punto de reventar, me hizo un par de movimientos como masturbándome, pero lo que en realidad quería era que se la metiera, deslizó el prepucio dejando el capullo libre para su entrada triunfal, su respiración era cada vez más agitada de jadeos entrecortados muy tímidos. Ya no podía aguantarme más, me acomodé el cipote en su conejo, por instinto ella separó las piernas hizo un movimiento hacia arriba invitando a mi polla para que entrara, era tanta la excitación, que aumentó el ritmo de mi corazón, me acerqué a besar su boca insertándole a la vez la verga en varias clavadas hasta que se perdió entera.





Era la segunda vez y nuestra compenetración respondía a viejos amantes, era una mujer hermosa, bella y experimentada, eso me excitó más y sin pensarlo mi polla ya estaba entrando en su coño partiéndoselo en dos, exageradamente mojado y caliente. Cuando empezó a entrarle ella subía la cintura para recibirla; no éramos primos hermanos sino un hombre y una mujer deseosos de follar, una pareja normal que sentía el deseo de poseerse y de entregarse el uno al otro; una pareja en plena follada gozando plenamente, sudorosos y calientes. Seguía besándola, ella atrapaba mi lengua con sus labios simulando una mamada, mientras se sacudía con mi verga adentro y mis pelotas le golpeaban el culazo. Sin inhibiciones de ninguna clase, empezó a gritar y a moverse, rozando con sus pliegues vaginales el sensible glande que le invadía su intimidad. Gemía con más fuerza, no podía creer que la mujer inaccesible en otros tiempos se estaba dejando follar con tanta entrega… 

– ¿Te gustaría ver mi culo?

– Me encantaría tener esa hermosura, le dije. 

– Échate sobre la cama.

Así lo hice y ella se colocó de espaldas entregándome la visión de su culo mientras mi polla se perdía en el interior del conejo. Apoyada con sus manos en mis piernas se tragaba mi cipote hasta las pelotas, yo le ayudaba sujetando sus nalgas y disfrutando de ellas; tras varios minutos noté su cansancio… 

– ¿Quieres que te folle el chocho por detrás

– ¿Cómo una perrita? vamos házmelo lo estoy deseando.

Se abalanzó hacia delante dejando caer sus tetazas sobre las sábanas y mirándome se abrió la nalga izquierda con su mano, dándome paso a la penetración.

Se colocó a cuatro patas y se la inserté de una sola estocada hasta el fondo…, tenía la vagina expandida e híper lubricada; la asía de la cintura notando como estaba disfrutando, acompasados nos empezamos a mover con mucha más fuerza; entre sus piernas me trincaba los huevos amasándolos con los dedos como caramelos en la boca, dentro de mi escroto. Podía sentir cuando se estremecía, gimió con más fuerza y dejó ir un grito largo y seco, había alcanzado su orgasmo; paré clavándola al fondo y ella contorneó su cintura dándose un masaje interno con mi polla dura. Había conseguido retrasar la eyaculación en dos ocasiones pero al verla así yo ya no me pude resistir; realicé varias mete sacas rápidas, asiéndola con fuerza, se me puso dura la polla y deje descargar toda mi leche dentro de su vagina, cuando sintió que estaba eyaculando, me atrajo más a ella cogido por las pelotas, las aplastó contra su vulva para que echará hasta la última gota de semen, escurriéndolos como una esponja. Nos quedamos desnudos bajo las sábanas agotados y satisfechos. 

Para nuestros encuentros siempre elegiríamos aquel apartamento, que se convirtió en nuestro nido de lujuria, después lo haríamos indistintamente en mi dúplex o en su piso. Lo que pudo provocar una reacción adversa hacia nosotros por nuestros lazos familiares se convirtió en una situación milagrosa. Asumpta recuperó a su madre y las amigas a su tertuliana de café y salidas nocturnas que la depresión les arrebató. El ejemplo de Ángela sirvió a una de las amigas a dar el salto a la soltería y afrontarla de una forma más amable, lanzándose a la búsqueda del príncipe azul de noches tórridas. Encajé rápido en su vida reestructurando la mía y creando un nuevo equilibrio que nos favoreció a todos. Asumpta pasaba muchas tardes en casa estudiando, le gustaba el ambiente de estudio y estar acompañada, de paso tenía a mano al profesor para algunas materias de carácter científico; otras veces elegía estar con alguna amiga. 

Ángela y Asumpta tenían copia de la llave de casa pudiendo entrar y salir a su antojo, no me importaba, mi casa se había convertido en su casa también. En casa es muy habitual que ponga la música ligeramente elevada, música que sólo me gusta a mí entre los que conozco, pero que ha Asumpta le está empezando a gustar; ella también trae la suya, compartimos cada vez más cosas. Es frecuente que vaya por casa ligero de ropa, sino desnudo, del aseo a la habitación o viceversa, lo que ha provocado algún desencuentro como ocurrió no hace mucho por excesiva confianza o el placer de libertad que te da estar en pelotas en casa.

Una tarde después de una ducha me hallaba en la habitación seleccionando la ropa en pelotas; la puerta se abrió y Asumpta se asomó. 

– Hola sólo quería saludarte para que supieras que estaba en casa. 

Dando normalidad a momento seguí buscando mi ropa. 

– Estás muy bien, no me extraña que una mujer quiera disfrutar de eso.

No sé por qué sólo logré decir – Seguro...¿Quieres probarlo tú?

Se acercó y la sopesó con una mano y se la enfiló a su boquita, sujetando las pelotas se engulló más de la mitad de una sola vez, me miraba buscando mi aprobación, mientras le acariciaba su cabello y disfrutaba de la humedad de su lengua. Pasados unos minutos paró y se levantó… 

– ¿Qué te ha parecido? 

– Fantástico. 

– Pues a mí me parece poco.

Me asió de la mano y me llevó a la cama, se echó sobre ella subiéndose la faldita. 

– ¿No ha sido suficiente preciosa? 

Negando con la cabeza y una sonrisa pícara me dijo… 

– Estoy muy caliente para que me dejes así, por favor, cómemelo, necesito correrme, por favor... te prometo que sólo será hasta que me corra y lo dejaremos así.

Sus súplicas surtieron efecto y le mamé el chocho impoluto encarnizándome en su clítoris, sin dejar de comerle todo el conejo abriéndole la raja con mi lengua. Su olor impregnaba mi aparato gustativo disparando mi excitación, pero me concentré en proveerla de placer para finalizar en su orgasmo. Sus caderas se contorneaban en círculos de incitación al clímax adquiriendo velocidad y fuerza hasta llegar a un gemido, casi grito, de placer, expulsando de una vez todo el aire de su pulmones para volverlos a llenar…, cerró sus piernas restringiendo mi acceso a su pepita satisfecha con una convulsión de su cuerpo de niña. Le acaricie sus pechos y nos comimos la boca; me tenía la polla sujeta bajo el glande haciéndome pequeñas pasadas a lo largo de ella.

– Tu boca sabe a mí, ¡te has bebido mi jugo!

– Está muy bueno, dulce como el almíbar, no he podido evitarlo.

– Me gustaría probar tu leche, apuesto a que está muy rica también….de esos huevos solo puede salir dulce de leche. 

– ¡Me has prometido que no pasaríamos de aquí!, ¡eres muy traviesa, mi niña!

Me miro y observó la erección de mi verga en su mano, giró sobre sí misma para enfrentarse a mi polla que tragó hasta la mitad, chupaba y pajeaba a la vez la parte del cipote que no entraba en su boca. Tras varios minutos me coloqué frente a ella sobre la cama y le abrí las piernas, se quitó la falda soltándola de la cintura y le aparté las braguitas para incrustarle la verga con pequeñas penetraciones en calado provocando sus gemidos a medida que le profundizaba su estrecha vagina. Cuando estuvo bien expandida aumenté el ritmo de la follada. Me ayudaba elevando la pelvis, sorprendiéndome lo bien que controlaba para tener diecisiete años. Cuando sintió la eminente corrida se cambió de posición retrasándola… 

– ¿Quieres ser mi perrita? 

– Me gustaría más ser tu conejita...

Levantó su culo quedando el chocho a mi disposición. Aquel coño caliente y húmedo de dulce fragancia era un manjar para mi cipote. Guie mi cabeza de turco a su raja y de inmediato se encajó en el agujero que volví a penetrar con tantas ganas que mis huevos chocaban en su vulva y sus nalgas contra mí, generando un chasquido enloquecedor en cada embestida. La así del culo con fuerza para calarla sin compasión, mi polla salía y entraba en toda su longitud impregnada de su flujo vaginal. Nunca había tenido ante mí una mujercita tan estimulante de formas tan virginales. 

Su olor dulce a hembra transpiraba por cada uno de sus poros. Le besaba desde el cuello hasta su culo atravesando su espalda. Más tarde le agarré con ambas manos sus duras y firmes tetas, parecían hechas a mi medida, para seguir follándomela con energía; disfrutaba con gemidos más parecidos a ronroneos de gata, contorneándose a mi ritmo, éramos un solo cuerpo. Se sacó la polla de su vagina y con su mano en mi pecho me invitó a que me acostara en la cama, se montó encima clavándose el cipote hasta los cojones de una sola vez, abierta como un Cristo subía y baja con una secuencia atlética, no soporté más y expelí un bufido soltando toda la presión y vaciando mi esperma en su coño caliente y húmedo con tres latigazos. Se bajó rauda y me terminó de expeler la leche que quedaba pajeándome y chupando el glande, derramándose por su boquita de niña mala…

– Quería probar tu leche calentita, me dijo mirándome, al menos ese era el motivo de follarme.

Se aseo la vagina y la boca y nos sentamos en la mesa de estudio.

– Mi madre no debería enterarse de lo que ha pasado, ¿confío que no se lo dirás, verdad?

Su mirada de ovejita degollada me enterneció y me pronuncié diciéndole… 

– Tu madre no se merece conocer este episodio porque no se ha producido ni se va a volver a producir, negó con la cabeza, ¿sabe que no eres virgen? 

– lo sospecha, mi ex me dejó por una chica mayor, la muy imbécil se dejo preñar. 

– Seguro que no te dejó porque lo hicieras mal. 

– Los videos de internet son muy ilustrativos… entonces ¿te ha gustado? 

– Mucho, lo haces perfecto, eres un encanto

– ¡Si quieres podemos seguir haciendo prácticas juntos!

Una tarde sorprendí a Ángela con flores, boquiabierta… 

– ¿A qué se debe esto? 

– A un impulso ¿te gustan? 

– Son preciosas y mucho más si has pensado en mí. 

Me senté en el sofá donde ella trabajaba en el ordenador portátil.

– Eres muy cariñoso con nosotras. 

– Por cierto ¿Dónde está Asumpta? no le he visto en todo el día.

– Están de exámenes y se va a quedar con su amiga cristina hasta mañana, así que estamos solos y te mereces toda mi atención.

Enardecí y multipliqué las atenciones a su cuerpo manejando la situación y conseguir que la excitación invadiera su intimidad, me miró con cara pícara. Se desprendió de su blusa y desabrochando el sostén, liberó dos soberbias tetas ofreciéndome la magnificencia de sus pezones enormes bamboleantes, las mostraba con un rostro de mirada congestionada por las ganas de ser penetrada…. Me lancé sobre las juveniles y grandes tetas, con dedicación y maña, las lamía, chupaba y acariciaba de un lado al otro. Sobaba con la palma, los empitonados pezones que parecían reventar, recreándome en la suavidad y dulzura de esos cántaros de miel.

Me desnudó liberándome de toda la ropa ansiosa por volver a sentir la dureza de mi mástil…, mi boca continuaba agasajando sus pechos. Desesperada se montó encima abriéndose de piernas con su vagina en mi boca, mientras se dedicaba a mamar la dureza de mi cipote en un sesenta y nueve. Una de sus manos dedicó toda su atención al tronco, recorriéndolo y palpándolo, una y otra vez, sintiendo toda su potente  y gruesa longitud, deteniéndose especialmente en el suave y duro glande que respondía a sus mimos. Su otra mano sostenía los huevos amasándolos con delicadeza. Prendido de las juveniles ubres, las apretaba queriéndola ordeñar, mamando el jugo vaginal, como un bebé hambriento que quiere su alimento.

Su culo es un fastuoso entretenimiento, un par de grupas poderosas, hechas para el deseo, sin querer soltar su presa, una de mis manos empezó a acariciar sus nalgas mientras me comía su vulva y bebía su jugo delicioso; el clítoris no se quedó sin su castigo. Se montó encima de mi polla a la vez que le apretaba las caderas y le sobaba las nalgas, mientras ella se sacaba y metía la verga de espaldas a mí, cerrando los ojos y mordiéndose los labios, quería más y más. Poco a poco fue sintiendo la hombría de mi verga, acomodarse en su vagina apretada, empujando hacia abajo hasta pegar su vulva en mi escroto oprimido. Sintiendo la dura verga entre sus piernas, Ángeles empezó un meneo constante, acariciando sus pechos, labios vaginales y clítoris; se sentía frenética. Toda la longitud del cipote portentoso estaba mojado con él sudor y los jugos que exhalaba su ardiente conejo. 

Orgullosa, sintió como la apretaba sobre mí y acompasaba sus meneos. De manera instintiva buscaba acomodo y para su deleite le ayudé levantándola del culo, quedó de esa forma acuclillada moviéndose de delante hacia atrás…, conseguía que el glande le recorriera el interior de su vagina con su labios vaginales entreabiertos estremeciéndose cada vez que rozaban mis huevos su congestionada pepita.

Cuando creyó que ya me había cabalgado bastante, se sacó la polla y se tumbó boca arriba, provocando la nueva penetración. Coloqué su anhelante raja sobre la punta del cipote, dedicándose a rozarla con hambre, su chocho totalmente remojado quería comerse la verga y poco a poco los carnosos labios vaginales empezaron a envolver con suavidad y calentura la cabeza de turco. Cerrando los ojos me apretó del culo susurrando… 

– ¡¡Fóllame fuerte, ábreme el coño con tu polla, ahora te toca correrte a ti, hazme sentir tu dura verga!! 

Las palabras y el dulce recibimiento de mi glande por la húmeda cavidad del cuerpo que tenía entre mis brazos, me excitaron sin pensar en nada más que calmar los ardores con la imagen de sus tetas oscilando como flanes a cada empujón. Su instinto de hembra le llevaba a levantar sus caderas con el fin que mi verga llegara hasta el fondo chasqueando mis huevos en su culo. Era admirable como una vagina madura se capaz de tragase semejante nabo sin pestañear. La dama gritaba a cada embestida del espolón; la esperada penetración, la enloqueció, se sentía plena, invadida, desgarrada, por la gruesa tranca que se abría paso entre sus carnes. 

– Aguanta cariño ya falta poco, le decía. 

Ella gemía y gritaba entrecortada con alguna lágrima que empezaba a invadirla. Miraba la entrada y salida de la polla ensartada en su coño, excitada abrió más las piernas buscando más placer. Aceleré la invasión introduciéndome de golpe y completamente hasta los huevos; ella acariciaba su pepita sintiendo su vagina plenamente llena de polla… 

– Que grande la tienes Dios mío, córrete dentro mi vida, soy toda tuya. 

La sensación era sorprendentemente, diferente a todo lo que hasta entonces había sentido por mí… 

– la satisfacción de ser amada en una follada con tanta dedicación a su persona suponía mucho más para ella que los orgasmos que le producía. 

Totalmente entregada al placer, seguía incitándome a dar más duras las estocadas, entusiasmado no sólo chupaba los portentosos senos sino que empecé a mordisquearlos… mientras sentía que mi verga arropada por la húmeda y caliente cavidad empezaba a alcanzar la cima de su ataque, la carga se preparaba enorme. Ángela intuyó lo que iba a pasar y apresuro más sus movimientos, instintivamente contrajo sus músculos vaginales para sostener y dar más placer al cipote que la acometía. Exclamó desesperadamente su apetencia de macho… 

– ¡No seas malo y descárgame ya tu leche, quiero sentir el chorro espeso dentro de mi coño!, por favor hazme feliz y llénamelo.

Entregados sin reserva a las mutuas ansias de obtener la satisfacción, apresuraba la copula, besándola, apretándola, mordiéndola, acariciándola con deleite, olvidándome de ningún cuidado. Hambrientos del cuerpo del otro acrecentado sin descanso, se concentró en entregarse a los increíbles efectos que el vaivén de la verga producía y yo sintiendo la húmeda estrechez que congestionaba y daba placer a mi miembro. Mis piernas empezaron a temblar de placer a la vez que jadeando solté mi esperma con un bufido, la tibieza de los chorros que recibía su vagina se tornaban agradables al roce con sus entrañas. Le mantuve la polla llenando su coño durante los minutos que nos besábamos como locos de gusto y gimiendo sin control. Mi verga finalmente bajó su dureza y la saqué del abrigo de su vagina. Me recosté sobre el sofá y ella se echó encima aplastando sus pechos contra el mío; mis manos acariciaban su espalda hasta llegar a su trasero. 

– Me has follado como nunca me lo habían hecho.

– A mí también me ha parecido el mejor de mi vida.

Sabíamos que eran unas mentiras piadosas y calientes, a pesar de haber sido todo un polvazo. Nos quedamos durante una hora charlando desnudos en el salón hasta que decidimos ducharnos juntos. Pasaron los días y nuestra relación se consolidaba cada vez más como amantes sin compartir vivienda.

Por otro lado mi reciprocidad con Asumpta se fijo en una relación follamigo. Compró una equipación parecida a la mía para salir a pasear con las bicis…, nos distraíamos mucho con piques en pequeñas carreras. Hacíamos ejercicio, tomábamos aire libre y compartíamos unos momentos divertidos. En un lugar apartado a la sombra descansamos antes de volver a casa. 

– El mallot te sienta fenomenal, te hace un culo precioso. 

– Me gusta que te fijes en mí.

Se colgó de mi cuello abrazándolo y me dio un beso sin lengua con su boca de piñón, siguió diciendo… 

– Muchas veces me pongo guapa solo para ti. 

– Eres un encanto de mujer. 

Sentada sobre mis muslos charlamos un buen rato, no la dejaba escapar me extasiaba su olor a hembra que emanaba de su sudorosa piel. Cogimos las bicis y tomamos el camino de regreso a casa. Algo cansada y muy sudada, no estaba acostumbrada a ese tipo de ejercicio, se metió la primera a la ducha. Se quitó el mallot revelando su tanga minúsculo, nos miramos por la puerta entreabierta; entré y le ayudé a desvestirla y después ella a mí. Nos frotamos con gel todo el cuerpo. Notaba sus pechos puntiagudos cuando sus brazos me rodeaban por la espalda, me besaba y acariciaba, después se dedicó a asearme la verga bajando el prepucio. Finalmente le froté con gel todo su cuerpo con mis manos, esmerándome en su zona íntima; nos enjuagamos la espuma con agua tibia y nos secamos. 

Solíamos jugar con nuestra sexualidad constantemente, algunas de la veces acababa mamándole la vagina para obtener su orgasmo, otras veces se quedaba en un tocamiento o flirteo. Mi calentón siempre lo acababa pagando su madre, el motivo era que me gustaba correrme dentro de la vagina de la mujer que follaba, y el riesgo de preñar a Asumpta era grande. Se marchó desnuda contorneándose sabiendo que la seguía con la mirada. Se vistió con una camiseta azul a rayas y un faldita rosa. Al pasar por el aseo donde se retocaba, me llamó la atención su culo respingón al pintase los labios. Me miró por el espejo, y lo dijimos todo. Fuimos a la habitación que tiene asignada encasa tomando ella la iniciativa.

Pascual me agarro por la cintura y me elevó en el aire, sin esfuerzo aparente, hasta sentarme sobre el sofá-cama, mi corazón latía con tal violencia, que pensé que me iba a dar un infarto. Estaba inquieta, expectante. Entonces Pascual tomó la iniciativa, bajó la faldita y levanto mi camiseta por encima de mis pechos. Al quedar mis pechos libres de la presión ejercida por la prenda, percibí como los pezones se erizaban debido al roce con la tela. Las grandes manos de Pascual no tardaron en agarrarlas desde mi espalda. Comenzamos a besarnos al tiempo que me magreaba las tetas como si estuviese amasando pan. 

Era una delicia sentir aquellas manos que las abarcaban por completo. Pero lo que realmente me volvía loca era pensar que pronto lo tendría dentro de mí y me resarciría de los días de abstinencia forzosa. No me lo pensé dos veces y bajé mis manos impacientes hasta su bragueta. Todo mi cuerpo temblaba y no era capaz de desabrochar el botón que me impedían llegar a la verga que tanto ansiaba. «Concéntrate, Asumpta ―me dije―, lo has hecho cientos de veces y nunca te ha supuesto mayor problema». El botón de su pantalón vaquero tenía un ojal muy estrecho, pensé como mi vaginita para el tamaño del bergantín que cargaba mi amante, me sentía algo ridícula.






Aquellas palabras de aliento, que me dediqué a mí misma, surtieron el efecto deseado y mis manos recobraron su maestría habitual. En ese momento logré agarrar el miembro viril de Pascual y lo saqué de su prisión. «Esto está mejor», me dije, ilusionada por lo que prometía ser algo digno de una tarde memorable. 

– ¡Joder, Pascual! ¡Menuda tranca tienes ya!

Exclamé, al tener su verga entre mis manos. No era la primera vez, pero siempre me sorprendía… 

– ¿Prefieres por delante o por detrás princesa? 

Sus palabras no tardaron en encontrar respuesta por mi parte. 

– Por delante. Prefiero por delante, por favor, no seas malo conmigo.

Le susurré, mirándole fijamente a los ojos al tiempo que con las manos conseguía una erección máxima; sin apartar la mirada de los ojos de mí semental, tiró de mí hasta que mi culo quedó en el borde del sofá-cama. Levanté las piernas sin pensarlo, las abrí cuanto pude… 

– ¡Por fin ha llegado mi momento! 

Al ver como Pascual situaba su gordo glande en la entrada de mi vagina. Espero que tantos días en dique seco pasen a ser una simple anécdota. 

– Empuja, cariño, le supliqué. 

– No te cortes un pelo, porque estoy tan mojada que entrará sin problemas. 

Sin apartar mis ojos de los suyos, fue penetrándome con delicadeza hasta que la verga quedó enterrada por completo en mi interior. Un grito furtivo escapó de mis labios y acto seguido una súplica.

– ¡Fóllame, cariño! No dejes de hacerlo hasta que te hartes. Hace tantos días que no tengo sexo contigo que quiero resarcirme. 

– Te voy a colmar como deseas, princesa; mira lo que tengo.

Comenzó a entrar y salir de mi coño con tal violencia y habilidad, que no fui capaz de recordar cuánto tiempo hacía que no me follaba de ese modo. Completamente abandonada a mi suerte, me abracé al cuello del semental que me penetraba y mis pechos quedaron aplastados contra el suyo. Rodeando su cintura con las piernas, apoyé la cabeza sobre su hombro y gemí, una y otra vez, al tiempo que miraba como movía su culo a través del espejo del armario. Aquella escena me motivó tanto, que no pude reprimirme.

¡Dios mío cariño que gusto! 

Dije con la voz quebrada, mientras el interior del coño se encharcaba con mis propios fluidos y mi cuerpo quedaba sin fuerzas… 

¡Hazme gritar como una gata en celo, métemela a fondo, quiero sentir tus pelotas! 

Pascual frenó su ritmo trepidante para deleitarme con una serie de envestidas, fuertes y profundas, que terminaron por conseguir lo que yo le había reclamado: hacerme chillar como si me estuviese arrebatando la vida con cada una de ellas. Yo no terminaba de creer que estuviese sucediendo y quería más, ¡mucho más! Una vez que el orgasmo había llegado a su fin, Pascual retomó el ritmo frenético que había impuesto hasta el momento de correrme. Fue entonces cuando me puse de pie girándome para posicionarme como una perrita dejando el trasero bien accesible para mi amante. Por un momento pensé que descansara mientras buscaba una postura cómoda y sugerente. Fui consciente de lo equivocada que estaba cuando me cogió con firmeza de la cintura y la verga la dirigió hacia la entrada de mi raja entreabierta umbral de mi estrecha vagina.

Al principio me dolerá un poco, pero…, una vez esté dentro, puedes acelerar todo lo que quieras, dije; entonces ya sin problema alguno. 

No perdí detalle desde el momento en que me penetró su robusta cabeza. Ese fue el único instante de dolor el resto fue, como suele decirse, meter y follar. Me embestía con fuerza chocando sus huevos en mi vulva y al cabo de varias clavadas un nuevo orgasmo me recorrió todo el cuerpo. Me sentí plenamente saciada y ya no me importó nada más, mis ambiciones se habían visto satisfechas. Tan solo me quedaba esperar a que Pascual se corriera y disfrutar del placer que pudiese proporcionarme hasta conseguirlo. Me puse encima y le cabalgué de espaldas a él abierta como si fuera un Cristo crucificado; completamente franca y clavada por su enorme pollón, me sentía una hembra consumada, noté que pasados unos minutos me cansaba, por lo que me atreví a decirle… 

– No tardes demasiado cariño, estoy deseando tener tu leche sobre mí, échamelo encima del coño si quieres. 

Me cogió de los muslos y con la fuerza de sus brazos me manejaba como una muñeca de trapo, observaba como su polla era tragada hasta sus duras pelotas, mientras me dejaba llevar, masajeaba sus huevos y mi clítoris alternativamente. Cansado de soportar con mi peso me desincrustó el cipote y me posicionó mirándolo, le puse las tetas para que me las comiera y comenzó a mamarme los pezones erectos. En esa posición mis caderas trabajaban mejor el mete saca 

– Quiero que me folles como si te fuese la vida en ello. Quiero que me hagas gritar hasta que se me salten las lágrimas. 

Él no dijo nada. Seguramente mis labios habían pronunciado lo que todo hombre querría escuchar de una mujer en una situación como aquella. Tenía carta blanca para disponer de mí a su antojo. Enfiló su verga en mi rajita y la primera embestida fue un poco dolorosa haciéndome gritar como una loca. Pero no podía quejarme, él tan solo hacía lo que le pedía el cuerpo y contaba con el consentimiento que yo le había otorgado alegremente. Al penetrarme a pelo, el placer experimentado era más intenso que con condón, por eso me gustaba Pascual; su grueso cipote y sus venas hinchadas me llevan al éxtasis del placer.


¿Cómo pude aguantar aquella situación durante casi veinte minutos más?¡No lo sé! ¡Es todo un misterio! Pero el caso es que lo hice complacida, a pesar de las lágrimas que emanaron de mis ojos tras el duro castigo a que fui sometida por mi bestia del amor, que hizo conmigo lo que quiso. Tras todo ese tiempo, treinta y cinco minutos en total, llegó su momento, noté cómo salía su verga de mi interior; su puso de pie ante mí y le facilité una felación; rápidamente percibí como vaciaba sus huevos de leche tibia y espesa, llenando mi boca; le seguí pajeando su tranca y conseguir un poco más, duchando mi cara de su abundante eyaculación, durante la cual no aparté la mirada de su rostro que denotaba satisfacción y placer. Esa tarde fuimos testigos y protagonistas de cómo dimos rienda suelta a nuestros instintos más primitivos; los cuales no me importa manifestar ante él, porque lo amo y lo deseo. Follar a pelo es la mejor forma de entregarte a tu amante si tienes la total confianza en él, tanta como yo tengo en Pascual, él nunca me eyaculará donde yo no desee.

Desde aquellos días mi madre y yo nos hicimos amigas inseparables, era extraño pero me hacía sentirme bien; tanto era así que planeamos las vacaciones al mar donde tanto me gustaba a mí y lo hicimos junto a Pascual. Durante el día íbamos a la playa o nos quedábamos en mi casa, tomando el sol en la terraza y bañándonos en la zona rocosa que había a escasos metros de ella. Estábamos encantados de conocernos; tanto fue así, que mi madre, al ver que yo no tenía reparos en pasearme casi desnuda delante de él, con un top escaso que tapaba lo justo o menos y una braguita biquini tanga perfilando la vagina. No tardó más de dos días en tomar la suficiente confianza como para imitarme. En otro contexto todo ello sería una provocación, pero en la playa y con el calor sofocante, un desnudo no suponía más que aliviar las inclemencias del sol de nuestros cuerpos sudorosos…. Una noche de sábado regresamos a las cuatro de la madrugada un poco contentas la dos y Pascual un poco menos. 

El estado de nuestros cuerpos era más que lamentable y nos fuimos a dormir a casa. Al ser de matrimonio la cama de mamá, era suficientemente grande como para que las dos pudiéramos dormir cómodamente. Si a eso le añadimos que la noche era un poco calurosa y abundante la cantidad de alcohol que habíamos ingerido; ambos factores fueron determinantes para que la temperatura de nuestros cuerpos aumentase hasta tal punto que sudábamos como pollos en un asador. Una cosa llevó a la otra y terminamos durmiendo tal y como vinimos al mundo.

Por la mañana me desperté y noté que mi madre no estaba a mi lado, en la cama. Por un momento pensé que se había ido a la otra cama; me dispuse a buscarla. Eran las once de la mañana, pensé que posiblemente estaría en la cocina tomando café o cualquier otra cosa. Allí no la encontré, pasé por la habitación de Pascual y lo vi completamente desnudo…, tenía la verga colgando y a pesar de haberla visto infinidad de veces desde que follamos, me pareció descomunal y pensé que era la más grande que mis ojos habían contemplado jamás. Fue entonces cuando escuché un ruido sospechoso que procedía del aseo. Me dirigí hacia allí y al entrar pude ver la cabeza de mi madre sobresalir por encima de la cristalera. Me metí a ducharme con ella nos frotamos y nos aseamos entre caricias y juegos. Mi madre metió la mano en mi entrepierna y comenzó a frotarme la vagina y a masturbarme el clítoris me dejé hacer porque no me desagradaba en absoluto. Tomé la misma iniciativa y le comí el coño a mi madre, nunca había probado los jugos de una mujer y estaba teniendo una relación lésbica con mi progenitora. Al cabo de un buen rato consiguió su orgasmo… 

Cariño ¡aayy mee corro yaa! Retorciéndome de placer. 

Lamí todos sus jugos con gusto sin decir nada. Me quede callada unos minutos mientras ella recobraba el aliento, solo me miraba con ternura y después me preguntó… 

– ¿Te ha gustado mi amor? 

– Claro que sí mamá, ha sido diferente.

Ante tanto gemido se despertó Pascual y se acercó medio dormido, a ver lo que pasaba sin darse cuenta que él estaba completamente desnudo. Nos encontró desnudas dándonos placer, lo que seguramente lo terminó de despertar; mi madre y yo estábamos muy excitadas, muy necesitadas de un macho que nos complaciera y allí estaba nuestro amante totalmente desnudo. Resultó una situación que de espontánea resultó muy natural. 

Quedé muda ante la escena que mis ojos contemplaban. Mi madre ni tonta ni perezosa se acercó a él y lo unió a nuestra fiesta mañanera; se bajó al pilón y le comenzó hacer una mamada sin cortarse un pelo, le agarró de los huevazos y se comenzó a tragar mucha más cantidad de la que yo podía engullirme. Después me dejó que la siguiese yo, nos sentíamos muy zorras haciendo algo que practicamos por separado con nuestro macho personal.

Con desesperación, mientras observaba mi progenitora como me mamaba aquella hermosa tranca, me metía la mano entre las piernas, masturbándome. ¡Vaya con Pascual! pensé tras comprobar que medía bastante más de un palmo de su mano. Mi madre pensaría que era una pena que algo tan generoso no pudiera ser disfrutado por ninguna mujer y en vez de desperdiciar el tiempo en hipocresías, decidió impartir la justicia de Salomón, compartir al hombre de nuestra vida; mi madre ya sabría que follábamos, sino aquella escena no tendría mucho sentido. Como era de esperar, aquello consiguió que el falo alcanzase el mayor tamaño posible. Pude darme cuenta que ella lo escupía en el glande antes de engullirlo de nuevo, tal vez por eso se lo calaba tan profundo.

Sin tiempo que perder nuestro semental se recostó en el suelo y me madre abrió las piernas y se la metió sin miramientos. La penetraba ese pedazo de torpedo y yo la besaba y masturbaba. Nuestro amante estaba siendo usado por ninfómanas pervertidas, debió de pensar el pobre Pascual. Mi madre se había colocado a horcajadas, postura que le permitió follarlo salvajemente durante un buen rato. Cuando se vio algo cansada se recostó ella en el suelo y Pascual le enfiló su enorme polla en la entrada de la vagina de mi progenitora, previa mamada que le di. Necesitaba un poco de polla yo también, mi madre se estaba llevando lo mejor de aquel macho. No consiguió correrse dentro de mi madre. Era todo un espectáculo ver como abría en dos el coño que me vio nacer, con aquel cipote que entraba y salía con tanta facilidad. Pasaron al menos diez minutos follándose a mamá y fue mi momento de gloria se volvió a recostar el hombre sobre el suelo y lo monté. Me pidió que me diese la vuelta para sodomizarme con la misma violencia que había exhibido hasta ese momento. 





Yo estaba feliz porque tenía la certeza de que mi madre nos estaba viendo con buenos ojos…, no es nada normal que una madre comparta a su hombre con su hija y además formen un trío. Podía presentir su erección en la raja de mis nalgas; animada por ese pensamiento, me coloqué a cuatro patas con intención de proporcionar un espectáculo que no pudiesen olvidar fácilmente y demostrar que la niña no era tan niña sino toda una hembra. Para conseguir mi propósito, dije a Pascual mirándole a los ojos… 

 Quiero que me folles como si te fuese la vida en ello. Quiero que me hagas gritar hasta que se me salten las lágrimas. Es más, quiero que hagas conmigo lo que quieras. No importa lo que sea si con ello consigues que me sienta toda una mujer. 

Él no dijo nada. Seguramente mis labios habían pronunciado lo que todo hombre querría escuchar en una situación como aquella. Tenía carta blanca para disponer de mí a su antojo con el consentimiento materno; no estaba dispuesto a desperdiciar semejante regalo. La primera embestida fue tan brusca y dolorosa, que estuve a punto acordarme de toda su familia en lugar de gritar como una loca. Pero no podía quejarme, él tan solo hacía lo que le pedía el cuerpo y contaba con el consentimiento que yo le había otorgado alegremente. 

Me penetraba sin preservativo y debido a ello el placer experimentado es más intenso. A las putas nos encanta a pelo.

No me importó lo más mínimo, porque esa circunstancia suponía un aliciente extra para motivar aun más mi ego, sabiendo que mi madre era partícipe de la tremenda follada que me estaba realizando alguien al que ambos queríamos y deseábamos, como persona y como semental. Lo pude aguatar misteriosamente, ese primer envite, pero el caso es que lo hice complacida, a pesar de las lágrimas que manaron de mis ojos tras el duro castigo a que fui sometida por aquella bestia con un cipote de caballo, hizo conmigo lo que quiso…  

Eres un auténtico animal, una bestia follando... le dijo mi madre. – Pero te pido que no te corras dentro, le dijo cuando presintió que ya no podía aguantarse más. – Quiero que lo hagas sobre sus las nalgas y el coño. 

Me puse a cuatro patas para retrasar su eyaculación y poder disfrutar un poco más de él. Me folló como una perra. 

– Mamá tengo el diu se puede correr dentro de mi vagina tranquilamente, que disfrute como lo hemos disfrutado nosotras... es nuestro macho y es justo que nos llene.

Pude ver el gran miembro erecto de mi amante justo en el momento que iba a darme placer... Me acerqué a él con el culo hasta llegar a esa gruesa tranca musculada, y comenzó a meterla con ganas; como podía en mi estrecha vagina, ¡Pascual gemía como loco! Entre jadeos me decía... 

– ¡Qué apretadito lo tienes, pero no te pienso hacer daño…

No le conteste nada solo sonreí y seguí con mi posición entregándome de culo con mi coño entreabierto, una flor de primavera para que lo follara a placer. Me folló unos cuantos minutos hasta que comencé a sentir como aumentaba sus gemidos, sabía que estaba por acabar, así que me la clavaba más rápido y él encantado... Aumentó el ritmo de las penetraciones y con un par de bufidos expelió su esperma en el fondo de mi intimidad… 

 ¡Toma toda mi leche cariño! 

Y mientras terminaba de decir eso me llenó la vagina con su tibia y rica leche, me la llenó entera por supuesto. Mi madre quedó un poco asombrada de la compenetración que Pascual y yo teníamos en semejante situación, nos conocíamos bastante bien, sabía lo que le gustaba y se lo daba sin remilgos. Me encantaba follar con tan tremendo macho haciendo lo que le esperaba de mí.

Por eso como premio le recompensó mi madre con una buena mamada, que terminó de limpiar aquella verga que tanto placer nos había proporcionado; ella también lo conocía. Lógicamente, y durante la doble sesión, nuestros gritos y jadeos debieron oírse fuera de la casa. Trataba de imaginar lo que pasaba por la mente de mamá y me moría por saberlo. Tuvo que echarle cojones suficientes para tratar el asunto tal y como yo esperaba. Tan solo era cuestión de esperar a estar más calmados y hablar sobre el asunto. Finalmente después de afrontar la situación, mi madre creyó conveniente que todo siguiera como estaba… 

– Sé que de vez en cuando tenéis relaciones y Pascual hasta ahora nos ha compensado a ambas sin problemas, si nos comprometemos a ser fieles a esta relación en un círculo cerrado no hay porque cambiar nada. 

– Yo estoy de acuerdo, no tengo intención de tener relaciones sexuales fuera de nuestro círculo.

Así lo dije y Pascual también estuvo de acuerdo en el pacto de fidelidad en familia, seríamos una familia atípica pero bien avenida. Él como hombre se sentía pleno en su vida sexual con dos amantes, envidia de cualquiera sobre la tierra. Dos mujeres hermosas, bellas y apasionadas. Una joven y otra madura, dos generaciones que cubren las expectativas, capaces de darte lo mejor de ellas exigiendo su recompensa de satisfacción como mujeres libres, sabedoras que tanto el macho como la hembra se necesitan en igual medida y exigen la misma complacencia sexual por naturaleza.






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