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UNA HISTORIA DE AMOR. Y si tú no has de volver...

    "Y si tú no has de volver" 1ª PARTE "Una para el otro y otra para el uno". Esa frase la repite una y otra vez mi ...

¡Lulú! Oui c’est moi. 11º Capítulo




Armonía familiar. Abrazada a tío Sergio me cayó la realidad del enorme cambio que había tenido mi vida. La inocente niña de una villa perdida en un lugar de la tierra, tenía ahora un mundo que por mucho tiempo fue algo que no creía poder alcanzar algún día. O sea que me sentía la niña más afortunada del planeta. Y lo que más fundamento le daba a mi felicidad era el hecho de que mis deseos se cumplían bajo mis propias decisiones, al amparo y apoyo incondicional de una de las personas más importantes de mi vida…, mi propia madre. Ella me permitía caminar por ese callejón hermoso del descubrimiento de la vida, por esa ruta de felicidad que solo me hacía sonreír, sentir cosas hermosas y bellas... gracias a ella mis experiencias se convertían en escenarios gozosos. Mi padre tampoco era ajeno a mi felicidad gracias a la relación con mi tío, pese a ser la niña de sus ojos, permitía que fuese su hembra, que tuviésemos relaciones completas acostándome en la cama de su cuñado 30 años mayor que yo, sabiendo que a su niña se la follaba todos los días a pelo y sin compasión… ¡Mis gritos orgásmicos solían ser escuchados por mis padres! Así de relajada estaba cuando me trajo a la realidad un grito desde abajo, en la cocina…

– ¡El desayuno está servido! ¡Vamos que se enfría y ya no estará tan bueno…!

Ya en la mesa estaba todo listo. Ni bien me senté y empecé a comer, caí en la cuenta del hambre que tenía… un descubrimiento nuevo, follar consumía muchas calorías y provocaba comer sin pausa, lo cual les dio risa a mi madre y a Sergio, para lo delgada y larga que era.

– Hay cosas que dan hambre mi amor… – dijo ella sonriendo y pasando la mano por mí cabello. – El ejercicio físico y mental son dos factores que nos consumen mucha energía. 

Charlamos un rato hasta que aparecieron mis hermanitos y detrás mi padre listos para ir a hacer las compras del mercado para la semana ya que iba a ser intensa para él. Mami decidió quedarse porque no estaba con ánimos de caminar por el mercado y padre se las arregla solo

– Iros solo vosotros los varones a divertirse – les dijo cariñosamente.

Papá lo tomó con mucho agrado y dándole un beso… – Me los llevo a un club con luces de colores… – guiñándole un ojo para darle a entender el tipo de club al que se refería, se rieron.

– ¡Si te los llevas a un club de esos yo te cuelgo de ya sabes dónde! Para ver mujeres desnudas no necesitas pervertirlos en el vicio.

Y siguieron las bromas de ida y vuelta por unos minutos sobre nuestra franca libertad sexual en casa con el nudismo natural que siempre teníamos. Desde que habíamos llegado el buen humor se hacía sentir constantemente en todo el ambiente.

Así fueron pasando los días, las semanas y los meses, aprendí fácilmente bastante francés y me pude incorporar a una clase normal de secundaria con refuerzo idiomático, además del de inmersión. En todo ese tiempo fui conociendo el área donde vivía, las costumbres de Sergio y el ritmo en que se moviliza la gente de aquí. También conocí a Héctor un guapísimo hombre que resultó ser el mejor amigo del tío y tres matrimonios más o menos contemporáneos. Uno de ellos tenía dos niños y una niña que jugaban con mis hermanitos cada vez que venían.
Volviendo al momento, yo estaba estudiando intensamente francés y me preparaba para vivir en Francia. Viajaba en tren a cinco estaciones de distancia que me llevaba unos 45 minutos de viaje. A mi regreso siempre que llegaba a la estación para esperar mi tren, coincidía con una pareja que a la tercera vez de vernos me preguntaron de donde era, porque no parecía francesa por mi comportamiento.

Casualmente ellos eran un joven matrimonio valenciano que había nacido en Gandía. Con el correr del tiempo nos hicimos amigos. No podían creer la suerte que nosotros habíamos tenido de poder salir de esa villa donde vivíamos. Claro que les expliqué que quien había provocado todo ese movimiento había sido mi propio tío que se estaba convirtiendo en mi verdadero amor, el primer hombre del que me enamoré…, con amor sin celo de posesivo.

En fin, a medida que pasaba el tiempo la vida me ofrecía más descubrimientos y un crecimiento con mayor seguridad, que me permitía disfrutar y aprender. Por supuesto me llegó la menstruación, eso conllevaba el control de las folladas hasta ahora indiscriminadas con llenada de útero con cantidades ingentes de esperma. En todo este tiempo fui desarrollando una curiosa forma de entretenerme. Me picaba la curiosidad de cómo funcionaba la sociedad europea y ya fuera en la calle, en el lugar donde vivíamos, en un restaurante o en el tren, estudiaba los gestos, las reacciones de las personas y sacaba conclusiones de cómo eran, qué buscaban en ciertos momentos y cuál sería su carácter y sus emociones. Y lo mejor de todo es que pocas veces me equivocaba.

Hasta ese momento no lo había puesto en práctica en la casa, hasta que accidentalmente un día me llamó la atención un comportamiento de mi madre que se repetía cada vez que estaba en presencia de Héctor cuando no estaba mi padre delante. Se comportaba con acciones de una chica joven, nerviosa, pendiente a cualquier deseo que él tuviera como por ejemplo alcanzarle una cerveza o tonterías de esas. Yo estaba segura de que a ella le gustaba demasiado porque nunca la había visto comportarse de esa forma, y no lo dudo porque él estaba muy apetecible… A pesar de ser menor que ella, cuando estábamos juntos el comportamiento de Héctor parecía más adulto que el de mi madre. Pero por el momento él no reaccionaba a esos “mensajes” corporales que mi madre exteriorizaba inconscientemente.
Tengo que confesar que este suceso no me hizo sentir mal para nada. Al contrario, me sentía que era el momento de obrar como ella lo había hecho conmigo. Quería ayudarla a contarme lo que le pasaba, pero esperaba que ella misma tomara la iniciativa.

Héctor y Sergio se llevaban una buena diferencia de edad de casi 17 años. Pero él fue quien ayudó a mi tío cuando emprendió su aventura en el negocio al llegar a Francia y desde ese momento se convirtieron en amigos inseparables. Por eso es que a nuestra llegada y una vez  estuvimos acomodados, fue la primera persona de su grupo que conocimos. El día que vino por primera vez a casa, charlamos muchísimo. Los niños lo agotaron con sus correrías y él se prestaba para todos esos juegos. Luego cuando los mandaron a dormir, nos acomodamos en el salón, mi padre, mi madre, tío Sergio, Héctor y yo y hablamos de muchas cosas.

Héctor siempre lucía guapísimo, vestía con muy buen gusto. Era alto, delgado de cintura y una espalda bastante ancha. Sus brazos denotaban que era de los que van a menudo al gimnasio, aunque nada exagerado. Tenía la cara bien limpia y siempre medio afeitada con barba de 3 a 5 días, nariz gruesa pero elegante, cejas abundantes y bien oscuras, ojos oscuros y vivaces y el pelo bien negro, perfectamente cortado y peinado. Sonreía constantemente y poseía un muy buen sentido del humor.

A partir de ese momento comenzó a aparecer en la casa a menudo. Se notaba que en esa amistad con mi tío no se guardaban muchos secretos. Y entre algunas de sus acciones y por la forma en que Sergio se comportaba conmigo frente a su amigo, mi insoportable instinto permitió que comprendiera que Héctor ya sabía lo que había entre nosotros. Por lo tanto, yo tampoco me sentía incómoda de poder sentarme con mi tío en sus piernas o al lado de él apoyando mi cabeza en su pecho.

También lo descubrí varias veces mirándome por entre mis cortitas faldas o directamente al culo con mi mallas ajustadas, pero con falda era más divertido, de ahí que me las pusiese cuando estaba en casa, así que me tiraba en el sofá con Sergio a lo que, por la confianza que habíamos desarrollado, no me daba vergüenza fastidiarlo y le abría más las piernas en tono de broma. Era algo en que los tres participábamos.

El siempre nos decía… – “No me provoques porque yo soy como un animalito que siempre está con hambre…” y continuábamos con las bromas “sensuales” siempre que se daba la oportunidad.

Pero esa distancia que todavía nos separaba de la confianza total, una vez se acortó un poco cuando los tres veíamos una película en el sofá del salón, yo me había tendido a lo largo entre los dos. Cada uno ocupaba las puntas opuestas. Mi cabeza apoyada en Sergio y mis pies tocándole la pierna a la altura del muslo a Héctor por la falta de más espacio para estirarme. Después de un par de escenas bien atrevidas de la película donde una pareja estaba en la cama haciendo el amor, sentí sus manos acariciándome los tobillos. Luego llegó varias veces hasta mis rodillas. Tío Sergio lo había visto pero parecía no importarle. Seguía absorto en la película pero en mi mejilla me hizo sentir que le provocaba calentura la situación ya que le sentí crecer el bulto mientras eso sucedía. Por un momento miré por encima de mi cuerpo estirado y vi que el bulto de Héctor también estaba bien crecido. Sonreí internamente porque me gustaba ser responsable de esas reacciones viriles. Lo estaba disfrutando.

Después de la película, Sergio le dijo que se quedara en el cuarto de al lado nuestro y al Héctor decirme las buenas noches con su pijama puesto se me pegó a más de lo acostumbrado haciéndome sentir claramente su dureza por un par de segundos.
Fue la primera vez que hubo un acercamiento físico. Me sonrió y se fue. La primera vez que me hacía saber de su sexualidad y también fue la primera noche en que follando con Sergio mientras me tenía penetrada por delante, me acarició con un dedo la entrada de mi trasero…

– ¿Te imaginas la polla de otro hombre metiéndotela aquí mientras tú y yo follamos así…?

Lo único que hice fue gemir por lo que estábamos haciendo, sin prestarle mucha atención a lo que me había dicho. Pero luego, atando cabos me di cuenta que él había pensado en la posibilidad de Héctor como ese “segundo hombre” en medio de nuestro apareamiento y  seguro esperó una respuesta de mi parte para que sucediera. Pero no me di cuenta a tiempo y nada pasó. Por un tiempo todo siguió igual y seguíamos esas reuniones y no existieron mas acciones de ese tipo.

Preparábamos comida, a veces se abría una botella de vino tinto y una de blanco espumoso  que a mí me encantaba, tirándonos en el suelo, en el sofá o en el dormitorio a ver la copa europea que recibíamos en el cable o alguna película. Héctor no era nada tímido y no ocultaba sus reacciones cuando veíamos películas fuertes, las cuales ponían cada vez con más frecuencia, pero todo continuaba igual, sin otras provocaciones más que las de acariciarme las piernas.

Su presencia se hizo habitual. Ya tenía confianza con toda la familia. Pero había algo especial en Héctor, que empezó a llamarme la atención cuando él estaba en presencia de mi madre. Cuando no estaba mi padre ni los niños, ahora era él quien la miraba alejarse o acercarse cada vez que mi madre se levantaba de la mesa o de un sofá. Finalmente parecía haber cedido a las provocaciones disimuladas.

Buscaba sentarse siempre del lado donde ella estuviera en presencia de papá o no y, le daba conversación constantemente. Entonces le puse atención a mi madre y noté que ella reaccionaba con una constante sonrisa desde que Héctor llegaba y se ponía muy nerviosa cuando le daba un beso en la mejilla separándose rápidamente de él si estábamos todos presentes. Pero cuando estábamos solos mi madre, Sergio, Héctor y yo, no se separaba con tanto apuro del beso de bienvenida regocijándose en él, siendo más atrevido e incluso llegando a posar los labios en los de Héctor…las posibilidades de fornicio entre ellos crecían de manera cuantitativa. Otra señal que comprobaba mi teoría, era que ella venía vestida cada vez más coqueta con faldas vaporosas o ropa ceñida que marcasen sus encantos femeninos.

Ver esas reacciones es a lo que se le llaman “lenguaje corporal” y a mí me fascina poner atención a ese comportamiento con el que nadie puede ocultar el verdadero sentimiento con que se actúa ante cualquier situación. Sentí que mi teoría tenía bases fundamentadas una tarde de las tantas en las que mi padre se iba con los niños a ver baloncesto (se habían hecho fanáticos del equipo de la zona) y luego los llevaba a comer como siempre. Como en otras veces, decidimos ver la televisión en el dormitorio grande de Sergio. Yo me había tirado sentada sobre mi amante con mis piernas enrolladas sobre las de él como en posición fetal, abrazada de su cuello, ya que él se había recostado sentado contra el respaldar de la cama.

Estaba de espaldas a Héctor que también estaba contra el respaldar al lado de su amigo y después de él mi madre acostada de lado sobre la almohada con sus rodillas casi pegadas a él. Yo tenía puesto un short bien corto de paño que dejaba descubiertas las curvas de mis nalgas y una camiseta sin mangas. Mamá, se había venido con un short de paño también ajustado, aunque un poco más largo que el mío y un top de tela delgado sin sostén que dejaba notar sus todavía buenas tetas y algo de sus pezones que se ponían duros porque creo que a propósito se ubicaba donde el aire acondicionado le daba de lleno.

Esa tarde decidimos ver una película. La eligió Sergio. Luego me di cuenta que era una de las más fuertes que yo había visto hasta ese momento. El argumento era totalmente sexual. Una mujer algo frígida le es infiel a su novio cuando conoce a otro hombre que la calentaba con solo mirarla. Éste la transformaba en una máquina sexual infernal y en la primera escena a los casi cinco minutos de película, la mujer le chupa la polla debajo de una mesa en un restaurante. De allí se la lleva a un hotel donde en la escena siguiente la desnuda lentamente besándola por todas partes hasta que se la monta encima con ella prácticamente gritando gemidos de goce. Esa escena extremadamente porno duró una eternidad. Algo que calentaba a cualquiera que la viera… Ambos machos empalmados y las hembra mojadas, ambas.

En ese instante, el brazo de Sergio bajaba por mi espalda metiendo su mano por detrás de mi short. No me había puesto bragas. Empezó a acariciarme con el dedo entre las piernas y como estaba de espaldas a Héctor y mi madre, no veía si me estaban mirando, pero si lo hacían estaban viendo claramente que yo movía el  culo disfrutándolo sin pena. Levanté la cabeza y besé a Sergio en los labios con pasión metiendo lengua. Cuando nos separamos de ese beso, me miró sonriente a los ojos… 

– Mira a tu madre y a Héctor. Dijo en un susurro.

Cuando giré la cara, me encontré con que la mano de mi madre acariciaba la pierna de Héctor mirándolo fijamente a su dura pija por sobre el pantalón. Él le acariciaba el cabello y los ojos de mi madre subieron hasta encontrarse con los de Héctor. Ahora se miraban intensamente a los ojos. Se veía claramente que la calentura de ella la tenía totalmente descontrolada y abría un poco la boca para gemir en silencio. Posó la mano más atrevida y ahora palpaba toda la longitud del cipote de Héctor, este se dejaba sonriente acariciando el cabello de mamá.

Parece que intuyó que Sergio y yo la mirábamos y por un instante las dos nos encontramos cruzando nuestras miradas. Le sonreí aprobando lo que sucedía en medio de un gemido y entrecerrando los ojos porque el dedo de Sergio se había colado entre los labios de mi vagina entrando suavemente por la humedad que me invadía. Volví a besarlo. Ahora las lenguas, la saliva y los labios se restregaban con más frenesí, el beso era sonoro para la otra pareja. Era un momento muy intenso. Los gemidos que salían del televisor eran de una mujer en celo teniendo un orgasmo inacabable siendo penetrada con furia. Mi mano bajó hasta encontrar el elástico del short de Sergio y atrapé lo que tanto deseaba, no llevaba calzoncillos y facilitó la tarea. Sin prestar atención a lo que sucedía a mi lado lo empecé a masturbar mientras nos besábamos, la verga de mi tío creció a su punto de dureza óptimo…me encantaba ver aquel falo sin prepucio de cabeza hinchada y sobresaliente como una seta.

Se sumaban dos dedos dentro de mi coñito y cada tanto los llevaba hacia atrás mojándome con mis propios jugos la entrada de mi trasero. Mi tío giró junto conmigo mientras me bajaba el short por completo. Quedé pegada al lado de Héctor y al mirar hacia abajo vi a mi madre chupándole la verga ayudándose con las dos manos en el tronco. Él tenía los ojos cerrados. Sergio bajó hasta ubicarse entre mis piernas y me penetró con la lengua con sus manos apartando las rodillas lo más que podía. Por esta nueva posición, mi pierna derecha descansaba en la de su amigo que al sentirla giró su cabeza mirándome tan cerca que me provocó más calentura y sin ofrecer más resistencia nos besamos en la boca con una intensidad poco común. ¡Por fin sentía esos labios a los que tantas ganas de tenía! Los dos nos movíamos de la cintura para abajo por la sensación que nos hacían sentir y en cada estocada nuestras bocas se chupaban comiéndose al tiempo que mi tío se jalaba mi coñito y mi madre le comía la verga a Héctor con devoción, llegando a profundidades que no imaginaba mi madre pudiera tener y, volvían a aplastarse para darle entrada a las lenguas.

Pasados unos minutos sentí que Sergio abandonaba mi ensopada vulva y Héctor me rogaba… – Súbete en mi boca Lulú que tengo muchas ganas de comerte tu coñito.

Sin hacerme esperar miré a Sergio que se había parado de la cama y me hacía un gesto afirmativo dándome su aprobación para que cumpliera con lo que su amigo me pedía. Abrí las piernas a cada lado de su cara y tomándolo del cabello le dirigí la boca a mi chochito hinchado de calentura, y fui apretándolo mientras mis caderas empezaban a subir y bajar con un ritmo que comunicaba mi calentura total.

Un gemido de mi madre me recordó que estaba también allí y me di vuelta encontrándome con otra sorpresa. Seguía con la gran polla de Héctor en la boca ayudada ahora con solo una mano mientras la otra se la había pasado por debajo del culo de Héctor para empujarla bien adentro de su garganta. Pero por detrás del trasero de mi madre, su propio hermano de sangre Sergio, le abría las nalgas con las manos mientras se la follaba por el mismo coño a un ritmo continuado. A cada embestida ella gemía y se tragaba más profundamente la verga de nuestro amigo… a cuatro patas taponada por dos machos, por dos pollas una cada lado de su cuerpo, del modo más puto que se pueden imaginar. Los gemidos y el olor a sexo invadieron el dormitorio. Yo me aferraba con fuerza apretando el clítoris contra la nariz de Héctor cuando me vino el primer orgasmo rogándole que no parara.

Mi madre en ese momento le empezó a gritar a mi tío… – ¡Métemela por el culo!



Era una escena dantesca, delirante y extremadamente excitante. Nunca había estado en algo así pero me encantaba ver a mi madre en pleno acto sexual descontrolado… había visto a mi madre ser folladas muchas veces por su esposo, mi padre, pero esta situación era totalmente diferente en conceptos y actitudes. Las veces que la había visto follar con mi padre había sido algo muy formal y tranquilo, un mero acto de fornicación para procrear o darse el gusto de quitarse el picor de coño. Esta vez era totalmente diferente. Parecía una mujer sin límites en su lenguaje ni en sus movidas, tenía necesidad y ansiedad de verga.

Para ese momento mi madre ya había abandonado la tranca de Héctor y él tomándome de la cintura me dirigió hacia el redondo glande de su verga que apuntaba hacia el techo. Me depositó soltándome y la dura, caliente y brillante cabeza la sentí abrir los mojados labios de mi vulva provocando que todo mi ser se concentrara en ese punto. Mi coño se adueñaba de mi mente y se convertía en el centro de todos mis movimientos, de mi esencia, de mis deseos más íntimos. Era el centro de mando absoluto.

Con las manos en su pecho tomaba el control de penetrármela a mi gusto con mi tiempo. Bajé un poco la cintura y la cabeza de ese mazo se coló en un golpe seco y me detuve otra vez. Moví imperceptiblemente la cintura, luego saqué la bayoneta rígida un poco y volví a incrustármela, pero solo hasta allí… hasta que la cabeza quedaba envuelta y la piel de su tronco cambiaba de claro a oscuro. Repetí esto varias veces y cada vez mis conexiones nerviosas emitían descargas que me recorrían el cuerpo como si estuviera de orgasmo en orgasmo en cada movimiento. ¡¡Héctor me quería agarrar de la cintura para meterla toda de un empellón!! Pero yo no se lo permitía… no era la nena inocente de la villa, ahora controlaba mis folladas, sobre mi cuerpecito mandaba yo y mis orgasmos.

Otra vez movía mi cintura en círculo y dejé entrar un poco más de esa dura carne que me abría más los labios de la vulva. Todos los machos que me tiraba eran enormes al lado de una niña delgada a medio desarrollar, yo era como un cervatillo frente a un macho cabrío semental que ocupaba más del doble de mi volumen…, me gustaba sentirme arropada por ese volumen de masculinidad, metiéndome toda la hombría que les caracteriza en mi  estrecha y novedosa hendidura vaginal.

La verga de Héctor estaba tan dura que si se zafaba de mi grieta, se pegaría violentamente a su propia barriga, y esa dureza me rozaba toda la parte superior del interior de mi vagina tocándome un punto muy especial que me provocaba más calentura. Ahora volvía a sacarla y empujaba con mi cintura otra vez y otro pedazo de dureza me llegaba más adentro. Poco a poco le fui dando el permiso de entrar dentro de mí hasta que el clítoris tocó su pelvis y mi culo rozaba sus testículos. Cuando llegué a ese punto me quedé pegada con fuerza y movía los músculos internos para masturbarlo con las paredes vaginales mientras la cintura apenas se revolvía de lado a lado. Fue la primera vez que Héctor me dijo algo…

– ¡…Joder Lulú! ¡Qué forma de follar más buena tienes! ¡Nunca ninguna mujer me hizo sentir lo que me estás haciendo ahora…!

Entonces escuché a mi tío diciéndole a mi madre…

– ¡Mira como se follan a tu hija! ¡La tiene tan metida que cuando le suelte la leche la va a dejar preñada! Héctor, ponla de frente para que podamos verla… Que su madre vea la ancha verga que se está metiendo en su coñito su hija. ¡Joder esa verga le abulta el vientre a Lulú!

– Pues si me la preñáis, entonces sí se le va a abultar la panza. Ella sabía de mi regla.

Y girándome quedé dándole la espalda a Héctor. Mi madre estaba doblada a los pies de la cama con la cara hacia donde yo estaba. Por detrás Sergio la tenía empotrada follándosela como a una perra a cuatro patas…siempre sospeché que los hermanos jodían como conejos, solo era cuestión de observar el lenguaje corporal entre ellos, que mi tío desplegase todo su interés en que viviésemos cerca de su casa… y no era solo para tenerme a mí a cambio de todo, sino para continuar fornicando con su hermana también ¿Desde cuándo follaban juntos? No lo sé, pero lo averiguaría por simple curiosidad.

De manera ágil, quedé expuesta a mis parientes, con mi raja vaginal abierta por esa hermosa verga enorme que me estaba volviendo loca frente a los ojos de ellos dos a lo que mi madre…

– Mi chiquita… ya no eres tan niña ni tan inocente… me encanta verte follar pero ¡Te la tiene toda tan adentro! ¡¿Como es capaz tu cuerpecito de tragártela entera hasta los huevos?! ¿Te gusta su polla cariño? Dime ¿Te gusta cómo nos follan estos cabrones sementales…?

– ¡Siiih…mami! – dije casi en un suspiro. – ¡Me encantan la pollas duras y grandes! ¡Me pone cachonda ver como tu hermano te está follando como a una perra a cuatro patas! ¡Ummm!

Héctor, con las manos en mi cintura me empezó a empujar duro aumentando la velocidad de sus estocadas, haciendo subir y bajar sus huevos que rebotaban en mi coñito…

– ¡Qué ganas tenía de follarme a estas dos putas! Sergio, deja a la madre con ganas que después me la quiero follar  a ella también. ¡Con la nena voy a terminar enseguida!

– No te preocupes, a mi hermana no es tan fácil llenarle el coño… lo tiene muy tragón.

Y sentí una estocada más fuerte y por unos segundos se quedó pegado a mí con fuerza aguantando la respiración mientras la polla palpitaba haciéndome sentir el calor de esa leche que escupía dentro de mis entrañas.

Mi madre le decía a mi tío… – ¡Así hermanito, fóllame duro… así como solo tú me lo sabes hacer! ¡Bien dentro de mi coño hasta las mismas pelotas…! ¡Vamos nene vuelve a preñarme!

En aquellos momentos no analizaba todo lo que sucedía a mí alrededor, las palabras de mi madre tampoco, pero se quedaron ahí grabadas a fuego sintiendo el pulsar de la polla de Héctor que eyaculaba como una bestia parda, tanto que rezumaba semen por nuestro acoplamiento genital, su lefa y mi flujo resbalaba por su tallo calando sus duras pelotas en el proceso de vaciado… un par de huevazos que amasaba incitándolos a darme todo su néctar.

– ¡Te encanta que te la metan por el coño! ¡…Te gusta disfrutar de mi verga desde jóvenes!

– ¡¡Siiihhh!! ¡Llénamelo ya cabronazo! ¡A que esperas para hacerme otra buena panza…!

– ¡Toma! ¡Toma! – repetía mi tío a cada vez que lanzaba un chorro de leche dentro de ella…

Uno, dos, cuatro y hasta seis lechazos viendo sus impulsos clavándosela dentro de mamá. Veía en su rostro el placer del morbo de follarse a su propia hermana frente a la hija de esta que a su vez era su amante…, esa niña fornicada con su mejor amigo, el cual a su vez me estaba llenado de esperma espeso a base de bien. Y se quedó acostado encima de mi madre. Por mi parte volví a girar quedando de lado a Héctor porque tenía ganas de volver a besarlo. Y Sergio volvió a dar órdenes a mi madre…

– Cómete la leche de Héctor que le ha dejado dentro del coñito a Lulú.

Y sentí las manos de ella abriéndome y con su boca me empezó a chupar intentando beber todo lo que pudiera sacar. Como una autómata la agarré del cabello y la apreté contra mí restregándola mientras no dejaba de besar a Héctor. Su lengua escudriñaba lo más adentro que podía, yo gestionaba los músculos vaginales impulsando hacia afuera el vertido seminal, en tanto ella apretaba los labios de la vulva, para que saliera más y poco a poco se la fue bebiendo y tragando directamente de mi fuente. Juntaba sus labios bucales a los míos vaginales, chupaba y me los besaba…. Siguió por unos minutos más hasta que me arrancó otro orgasmo y por fin comenzaba a calmarme. Mi madre me había mamado el conejo igual que lo había hecho Rosa en la villa. Me sentía en las nubes con todos estos adultos agasajándome. El sexo comenzaba a convertirse en un vicio para mí. Al rato todo estaba en silencio. Descansamos no por mucho tiempo… Héctor hizo presa a mi madre y Sergio a mí, follándonos a saco sin compasión alguna, hasta que no volvieron a llenar como PUTAS.

La frecuencia de nuestras folladas emparejadas con los machos disponibles… papá, mi tío Sergio y eventualmente Héctor, se hicieron frecuentes, del mismo modo que la práctica de tríos, y cuartetos familiares. Ambas hembras rebosando sexualidad, y nuestros sementales virilidad, hombría y testosterona. En el instituto se aprendía mucho, pero las tareas extraescolares de las tardes de lujuria eran mucho más ilustrativas y placenteras. Éramos felices como nunca habíamos sido anteriormente, nos deleitábamos en lujos impensables en la vida de la villa y nuestro futuro se planeaba de un color más luminoso que en la Alcarria. Todo esto no llevaba a un estado de relajación y disfrute total de los placeres de la vida sin restricciones. Paseábamos desnudos desde los peques a los mayores, nos sobábamos en tal estado y nada parecía que fuese antinatural. Era un gusto ver la inocencia de la pequeña Gloria riendo con las caricias de Sergio o papá, tentando su vaginita con los dedos o boca ¡Disfrutaba con risas contagiosas! Mamá y Yo también hacíamos feliz a Arnaldo comiéndole los huevones que tenía en proporción a su cuerpecito.

Por otro lado estaba la diversión de los mayores…. Los coños, anos y bocas de mamá y mía eran el refugio de la ingente cantidad de esperma de los hombres, nos encantaba ser inseminadas y bañadas de semen…, con ello creíamos desempeñar la misión de toda hembra aliviando la congestión de nuestros sementales, estábamos convencidas y así cumplíamos gustosas, sumisas y ofrecidas en tiempo y forma a los deseos varoniles. Pero dentro de esas tareas encomendadas a las hembras, está la de ser preñadas y por ello engendrar a sus vástagos. Ciertamente seguíamos el método Ogino, pero mamá se lo saltó para volver a quedarse preñada. Tras parir a tres hijos, el último hacía 5 años, veía el momento de traer otro hijo más al mundo, nos hallábamos en un momento bueno para aumentar la familia, por eso sin ni siguiera proponerlo a la familia. Como siempre, simplemente se dejó follar e inseminar por cualquiera de los tres sementales. Con más de seis folladas semanales iba a ser complicado no acertar en alguna ocasión, como así fue. Mamá se dejó preñar, en tanto yo continuaba con mi control menstrual dentro del calendario Ogino que ella me controlaba.




Debió de ser eso que dicen de la simpatía femenina en la ovulación, que se trasladaba también a la fecundación, porque si mi madre fue preñada por uno de los sementales, a mí también me debió preñar alguno de ellos. Mi madre comenzaba la decimo sexta semana de preñez y yo decimo quinta. A mis 19 años sería la nena más jovencita en ser madre del instituto francés donde estudio, y antes de que cumpla los 35 tendré a mi hijo en edad de merecer, pero eso será otra historia si en mi panza hay gestando un varón. No sabemos de quien estamos preñadas, pero los querremos y educaremos del modo tradicional familiar, sin tabúes ni pudores.

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