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UNA HISTORIA DE AMOR. Y si tú no has de volver...

    "Y si tú no has de volver" 1ª PARTE "Una para el otro y otra para el uno". Esa frase la repite una y otra vez mi ...

¡¿Lefa en mis bragas...?!

 


La visita a la ginecóloga no fue como yo había previsto

Tenía que ser era una exploración rutinaria, pero al final me encontraba tumbada en aquella camilla con las piernas abiertas, con un montón de alumnos de ginecología mirando cómo me realizaban una citología y no era que me importase que me vieran, incluso me excitaba, lo que me molestaba era que me metieran esa especie de pinza helada en mi vagina y que me rasparan el cuello del útero… cuanto lo odiaba.

Allí estaba yo como una atracción de feria, rodeada de tres chicas y dos chicos más mi doctora haciéndome la exploración, la verdad que cuando salí lo que más me importaba como siempre era irme a casa y ducharme, pero aquel día necesitaba desayunar algo, fue entonces cuando les vi a los dos alumnos que estaban tomando café y hablando sobre las prácticas, sobre todo de la que acababan de hacer.

– Joder te diste cuenta del coño de esa tía, a esa sí que me la follaba yo.

– Pero tío si podría ser tu madre.

– Mejor, aunque mi madre no es tan joven. ¡¿Joder daba morbo no?!

– La verdad es que sí… Yo le metía el rabo bien dentro sin problemas ¡Hasta dejarla preñada!

– Ja, ja, ja que burro eres… ¡Vaya profesional que se está formando!

La verdad que no me molesto el comentario todo lo contrario, me había subido la autoestima que un jovencito de 21 años se fijara en mí… yo ya no cumplía los 35 años y la verdad que esos chicos me alegraron el día. Ahora llevo una vida muy normal, en mi juventud fui una chica bastante guapa con más pretendientes de los que yo deseara, al final me case con 22 años con el amor de mi juventud, un chico alto, guapo y que hoy es una sombra de lo que fue, Javier está medio calvo, gordo y de aquel chico atento que día sí y día también me traía flores ha pasado al “Joder Lara, déjame dormir”, “no fastidies ¿mañana es tu cumpleaños?”, ¿Lara, tú te acuerdas cuando nos casamos? si, el amor de mi vida es hoy un verdadero capullo, le quiero por costumbre, pero es un verdadero capullo que va camino de los cincuenta.

Que los años pasan factura, lo sé y muchas veces más a nosotras que a ellos, nosotras siempre con nuestras cremas, siempre intentando cuidar la dieta y a ellos les importa cuánto…! Nada ya te lo digo yo. Javier, mi marido lleva sin fijarse en mí, hace ya tanto que ni me acuerdo, no se fija si he ido a la peluquería, ni si me he comprado una lencería solo para estar con él, ya realmente casi ni hacemos el amor, supongo que tendrá alguna aventura con alguna mujer más joven que yo, solo lo supongo porque yo sí lo hago con uno muy especial y bien jovencito… el mismo que me hará una buena panza si no tomo medidas pronto,  quizás por eso, esos chicos me alegraron tanto el día que hoy ni el capullo de mi marido me lo iba a estropear, ni mi hijo Mario, el vivo sustituto de su padre en todo…capullo incluido.

El jueves pasado recibí otra llamada de la clínica, el lunes a las cuatro de la tarde me tenía que pasar otra vez, no me dijeron motivo, solo que preguntara por el doctor Canales y a las cuatro de la tarde me presenté, en recepción no sabían nada, de hecho no había consultas de ginecología por las tardes y no conocían a ningún doctor Canales, estaba extrañada y a punto de irme cuando en la puerta un chico joven con bata de doctor me llamó.

– Perdone la confusión, ha sido un error, soy el doctor Canales y si me acompaña yo le voy explicando en qué consiste la prueba ¡No se preocupe que todo va bien!

Aquel muchacho me resultaba conocido, pero no sabía de qué, era muy joven, pero la verdad que no le di importancia, en la consulta el doctor me paso a una salita para que me desvistiera y que me pusiera la bata que tenía colgada, mientras él me iba hablando de lo que íbamos a hacer, su colega la doctora Martínez, mi ginecóloga, le había pedido una segunda opinión sobre mi última visita, me comentaba que no era nada malo que estuviera tranquila, ¿tranquila?, pero como podía estar tranquila, todo era raro… siempre hay una asistente allí.

Me ayudó a subirme en la camilla y abriéndome de piernas puse los pies sobre los soportes a ambos lados de la camilla, me dijo que necesitaba poner una cortinilla delante de mí, hasta ese momento todo iba bien, extraño, pero bien, el doctor empezó la exploración, notaba como me tocaba los labios separándomelos, como rozaba con su dedo mi clítoris y como metía un poco su dedo corazón dentro de la vagina, era todo muy extraño, mi doctora nunca me había explorado así, no obstante le dejé continuar, aunque me estaba excitando tanto que notaba mi coño mojado. Tenía que reprimir algunos gemidos y apretar con fuerza los pies sobre los apoyos, aquello nunca me había pasado, era todo tan insólito, pero a pesar seguí sin decir nada y entonces caí en la cuenta.

Aquel farsante era ese chico con quien estuvo mi doctora en mi última exploración, el mismo con el que me encontré tomando café con un amigo, estaba tan enfadada que le iba a montar un escándalo allí mismo, pero recordé sus palabras sobre mí, me acordé de mi marido y del cabrón de mi hijo… uno pasaba de mí y el otro se aprovecha follándome a su antojo hasta que me preñe, pensé ¿Por qué no?, vamos a ver a donde nos lleva todo esto.

Al verme tan excitada aquel chico, empezó a meterme ahora dos dedos en mi interior, sacándolos y metiéndolos mientras me decía que parecía estar todo bien, todo muy bien y si sentía algo, ¿si sentía algo?, lo que estaba sintiendo él ya lo sabía, mis jadeos eran evidentes, quité la cortinilla de golpe y nos miramos, él seguía teniendo los dedos dentro de mi coño, el silencio se podía cortar… le veía avergonzado, pero no quería eso, no quería que parara así que acomodé mi cuerpo y cerré mis ojos…

– Por favor doctor siga usted, siga ¡No pare hasta que realice bien la exploración!

Al verme y oírme decir eso, el muchacho comprendió que yo había entendido la situación, de tal modo que muy despacio fue acercando su cabeza entre mis piernas sin parar de mirarme, sin parar de mirar cómo me recostaba. Yo jadeaba excitada con sus dedos que entraban y salían de mi vagina, noté como empezaba a mordisquear mis labios metiéndoselos enteros en su boca, lamiéndome el clítoris hasta hacerme gemir de placer, su lengua recorriendo mis labios y metiéndose en mi coño, entrando y saliendo de ella y moviéndose con rapidez de un lado a otro, profundizando dentro de mí…explorando mi ajado coño desde hacía tanto tiempo.

Se levantó y mirándome como esperando mi aprobación se empezó a quitar los pantalones, luego su bóxer dejando libre un hermoso cipote en forma de media luna, con un glande gordo y rosado, despacio se iba acercando a mí pidiéndome en silencio permiso para meterla en mi rajita…, el permiso se lo concedí en el momento que nuevamente me recosté la cabeza hacia un lado y cerrando los ojos mordisqueaba mi labio inferior lascivamente y empecé a levantarme el camisón apretando las tetas con una mano y con dos dedos abriéndome los labios vaginales para indicarle el camino de debía tomar ese pedazo de carne dura.

No tardó nada en reconocer el permiso de mi silencio e indicación… su glande empezaba abrirse camino entre mis labios, metiéndose en mi vagina. Su gran cipote entraba y salía despacio partiéndolo, arrastrando con él, el flujo que ya me empezaba a brotar. Desde el momento que la note dentro de mi vagina, mi boca se abrió y abrí los ojos mirándole, quería observar como ese muchacho me empezaba a follar. Estaba entre mis piernas y con sus manos sobre mis caderas se iba acercando cada vez más a mí, robando profundidad en cada centímetro de mi coño a su paso, deslizando su polla en mi interior, mi boca abierta sin emitir sonido alguno, su enorme verga de cerca de 25 centímetros me iba dilatando despacio, poco a poco llenándome con su polla hasta llegar al fondo cuando solté todo el aire acumulado gritando esta vez de placer. Creo que me tocó el fondo de mi coño, donde nadie estuvo antes.

Previamente a sacarla, intentaba penetrar más sin resultado, estaba tan dentro que no podía llegar más y aun quedaban unos centímetros fuera, sin embargo aquellos pequeños empujones me estaban volviéndome loca, la sentía tan dentro de mí, una polla que hacía pequeña la del cabrón de mi hijo y mucho más los 15 cm de la de mi marido… el muchacho no solo tenía un buen tamaño, sino que sabía utilizarlo sin premura. Mis gemidos empezaron a anunciar que se había puesto en marcha una vez más, metiendo y sacando su polla de mi útero, su cadera una y otra vez golpeaba mi pelvis metiendo y sacando verga e inundando la consulta del sonido de nuestros cuerpos al chocar, un sonido hueco de palmadas. Sus manos apretaban con fuerza mis caderas, más y más rápido, más y más gemidos, mis piernas apretaban los apoyos cuando este muchacho provocó lo que tanto había ansiado en las últimas horas… hacía años que un orgasmo tan deseado no atravesaba mi cuerpo de punta a punta haciéndome temblar y gritar, tampoco nunca me había follado un tranca de caballo.

El muchacho empezó a metérmela con tanta fuerza que salía despedida hacia arriba, nunca antes me la habían metido con tanta rapidez, estaba alargando mi orgasmo y tenía que taparme la boca para acallar mis gritos sus gemidos también evidentes se unían a los míos. Era el preludio de su corrida, notaba los huevos aporrearme con retruque en mi coño. Cuando se empezó a correr metiéndola más a fondo y eyacular sobre mi útero… percibí el primer gran chorro y un segundo inundándome de esperma. Tras tres o cuatro chorros largos de lefa, la extrajo y los siguientes más tibios cayeron sobre mis labios vaginales y mi vientre. Yo estaba como anestesiada de placer, cuando sin decirme nada se limpió la verga en mis muslos, se subió el bóxer y el pantalón y se marchó… como todos los canallas que me follan.

Quedé allí tumbada un rato más, disfrutando de lo que me acababa de pasar, sentía como mi vagina expulsaba parte de mi flujo que empezaba a caer por mi raja hacia el culo, luego se deslizaba el reguero por los muslos al levantarme, juntándose con el semen que recorría mis labios. Me recompuse a los pocos minutos y salí de la clínica.

En casa no podía pensar más que en aquel chico y como podría verlo de nuevo, le busqué en la clínica, esperé a que entraran a que salieran, incluso en el bar donde le oí hablar de mí por primera vez, pero en las tres ocasiones sin éxito, habían pasado dos semanas perdiendo ya toda esperanza hasta que un día le vi aparecer, el muchacho me reconoció nada más verme e intento esconderse de mí, pensó que le reclamaría algún desperfecto o que lo denunciaría…

– Hola,

– Hola yo… Yo… ¿Qué tal está usted?

– Bien ahora que te he visto

– Yo… sí… Siento de verdad lo que…

– Pues yo no lo siento. Bueno sí lo sentí pero no lo lamento ¡¿Acaso tú sí…?! – El chico estaba muy nervioso, dubitativo en sus comentarios, avergonzado. – No te preocupes, que no muerdo, bueno todavía no y te andaba buscando. – Le dije guiñándole un ojo.

– Pasa algo, no tendrá problemas con la citología… o con su familia.

– Hui hijo no, Ja, ja, ja no te preocupes ja, ja, ja. Todo va bien y en casa no saben nada.

– Solo quería saber a qué hora sales y si te gustaría tomar un café luego, para charlar…

– Ah pues… pues… no sé, ¿usted querría?

– Ja, ja, ja, a ver céntrate cariño, soy yo la que te lo pide ja, ja, ja.

– A pues, pues, pues salgo a las cinco de las prácticas y ya si usted quiere quedamos…

– Bien, pues a las cinco te espero en la cafetería de la esquina, ves que fácil.

Madre mía que muchacho, todo lo que tenía de guapo lo tenía de cortito, aunque la verdad es que estaba muy nervioso con mi presencia allí delante de todos sus amigos. Las cinco y no aparecía, las cinco y media y estaba a punto de marcharme cuando apareció por la puerta, jadeando después de haber estado corriendo, nada más llegar se sentó y cuando iba a pedir un café le corte, diciendo que nos íbamos, puesto que se había hecho tarde. A mi gustan los hombres formales que no llegan tarde a sus citas.

– ¿Tarde para qué? – Preguntó

– Pues tarde para que me puedas follar otra vez. – Le contesté directamente y sin darle ninguna otra opción lo metí en un taxi… a los 15 minutos entrábamos en la habitación de un hotel que por supuesto pagaba mi esposo.

Prácticamente le había secuestrado para que me volviera a follar, no sé si eso es delito, pero sí lo es que me detengan, eso sí, después de que me la volviera meter y para eso faltaba poco, me había convertido en una mujer que no reconocía, no por ser una hembra deseosa de sexo, que lo he sido toda la vida, sino por me había convertido en una mujer que le encanta ponerle los cuernos a su marido picha floja, y teniendo sexo con un chico que podría ser mi hijo, de hecho uno que me tiraba lo era, y que además tienen una polla que me hace las mil delicias…. Y ahora allí en aquella habitación a medio iluminar nada más pasar y cerrar la puerta me lancé como una loba a por él, buscando su polla entre sus pantalones. Debía ser que estar en mis días fértiles rebelaba mis hormonas y las tenía revoltosas.

No dejé que se quitara nada de ropa, en medio del pasillo sin preparación, sin juego alguno le saqué la polla y se la empecé a chupar, metiéndomela hasta la garganta, aunque de vez en cuando me daba alguna que otra arcada yo seguía saboreándola, no quería ni el mínimo centímetro de su piel sin que mi boca hubiera pasado por encima, lamiéndola, se la estaba meneando fuertemente mirando su cara de sorpresa primero y de placer después cuando empezó a gemir y a correrse en mi cara lanzando parte de su semen a mi pelo y una vez que acabo, volvía a chupársela para limpiársela entera y cogiendo su semen de mi cara con los dedos para acto seguido meterlos en mi boca mientras le sonreía.

– Y ahora… fóllame, métela como tú quieras, pero la quiero ya, quiero sentir tu polla dentro de mí como el otro día en la clínica. ¡Ah, Una cosa… esta vez toda la leche la quiero en mi coño!

Según le decía esto me iba desnudando lentamente de forma lasciva, meneando con mi mano su polla para que siguiera así de grande, subiéndome en la cama, poniéndome a cuatro patas, mirándole como una gata en celo, moviendo mis nalgas de un lado a otro para que como un toro me embistiera por detrás quitándome las bragas y metiéndome esa enorme polla en mis entresijos, saboreado desde un principio su polla con mi vagina, disfrutando de cada centímetro que iba metiendo en mi interior. Mi chocho lo tenía ya empapado en mis flujos espesos, para que no tuviera ningún problema de entrar y salir de mi coño, dándome y regalándome una vez más los gemidos y gritos que estaba deseando dar como una puta en celo, que era en lo que me estaba convirtiendo… o ya me había convertido el hijo de puta de mi hijo. Lo agarré del culo y lo embutí a tope en mi raja hambrienta de rabo.

Su polla por fin empezó a penetrarme, pero no me quitó las bragas, simplemente las apartó a un lado de mi vulva… no me dejo tampoco que yo me las quitara, quería follarme así con las bragas puestas, quería que su semen las inundara cuando rezumara después de correrse dentro, y que me fuera con ellas empapadas de su leche a mi casa…que durmiera con ellas toda la noche, la idea me excitó más aún, la idea de dormir con las bragas húmedas, empapadas con su semen junto a mi marido me resultaba tremendamente excitante. En cierto modo era una venganza por no tener los cojones de preñarme él y dejarlo para que lo hiciese su hijo haciéndome su esclava sexual… esa noche dormiría con la lefa de ninguno de los dos.

Una y otra vez sacaba su polla de mi coño, empezaba a gritar como una loba apretando los dientes fuertemente, mis manos arañando sus muslos, mi cara casi empotrada contra su pecho, soportando sus duras embestidas. Los dos caímos en un éxtasis de placer cuando nos corrimos, dejándome el resto semen que albergan sus huevos, en el interior de mi vagina. Me coloqué las bragas y se fueron empapando con el rezume de esperma que destilaba mi vagina…. Fue el 1º de los cuatro orgasmos que este muchacho me provocaría esa tarde, del cual no sabía todavía su nombre. Fue una tarde de sexo salvaje de grandes corridas.

Se hacía tarde, la noche caía sobre la ciudad y los dos nos teníamos que ir a casa, no sin quedar para el día siguiente en el mismo hotel, en la misma habitación, donde le esperaría ya desnuda encima de la cama, no quería saber su nombre no me hacía falta, solo quería su polla, solo quería el placer que mi marido ya no me daba y mi hijo me despertó pensando precisamente en él, de camino a casa en el taxi, notaba la humedad de mis bragas entre mis piernas… su semen entre mis labios. Introduje mi dedo índice en mi raja y lo empapé del mejunje que ese chico desconocido me había dejado de regalo, entré en el cuarto de Mario y besé su boca, despidiéndome con un beso imponiendo mi dedo índice entre sus labios. Más tarde en la cama, me acerqué a mi marido frotándome con las bragas empapadas de la leche de mi amante sobre su cuerpo, dejándole el aroma del nuevo semental.


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Soy una mujer bastante corriente… con ese toque atractivo de cuerpo no muy esbelto pero sí tremendamente sexy, con las que todo pajillero sueña alguna vez, y no voy a juzgar tal hecho tan necesario como sugestivo que aviva todos y cada uno de los sentidos de nuestro cuerpo. Tengo el cabello rubio oscuro, piel blanca aunque me gusta broncearme, ojos verdes, mis tetas son naturales y grandes, voy al gimnasio tres veces por semana para mantenerme en forma. Soy de cadera ancha con un buen trasero y piernas tonificadas, me gusta lucir mi cuerpo usando camiseta de tirantes y sin sujetador por casa, jeans ajustados… lucir sexy pero sin llegar a lo vulgar. Los leggings también forman parte de mi atuendo habitual en conjunto con tangas, sin embargo duermo con bragas anchas de delicado algodón un tanto desgastadas por el uso para dormir cómoda, aunque no siempre uso…

Mucho antes de conocer varón yo me masturbaba con mucha frecuencia, lo cual no es nada novedoso…,  lo curioso es que conseguía alcanzar orgasmos más intensos y duraderos que cuando luego me follaron mis novietes, chicos conocidos o desconocidos e incluso con mi esposo. Me introducía dos o tres dedos y parecía un animal salvaje. Una vez alcanzado el clímax sentía que había hecho algo depravado y me sonrojaba, pero ese malestar duraba lo que tardaba en volverme las ganas de tocarme…Al poco volvía otra vez el ardor. En todas la veces, imaginaba un buen falo dispuesto a atacar mis partes internas, y entonces aplastaba mis tetas a punto de estallar… me metía por la vagina cualquier objeto de forma fálica.

Con 12 e incluso 11 años, me revolcaba suplicante entre las sábanas pidiendo a gritos un buen rabo de macho. Me gustaba mucho el sexo, me excita aún más sabiendo que me era algo prohibido por nuestra cultura judeo cristiana. Algunas veces me ponía mucho más cachonda al ponerle cara a mi falo, y unas de esa veces era la cara del joven seminarista que nos daba catequesis cada miércoles en el salón contiguo a la iglesia de San Roque…. Aun le recordaba tras más de dos décadas de aquello…era tan guapo y sexy que me embelesaba.

Ahora, estaba tumbada en la cama como Dios me trajo al mundo. La sangre se agolpaba en mis sienes. Los latidos del corazón aumentaban. Javier tardaba en venir y me empezaba a preocupar. Le podía haber pasado algo. Me puse una toalla y salí en su búsqueda. Abrí la puerta del dormitorio y me paré en seco… Escuche una gran algarabía en la habitación de Mario, se me olvidó que ese día vendría Aitana, una compañera de instituto de mi hijo. Así que acerqué mi oído a la puerta corroborando la procedencia de todo ese jaleo. Me llevé una gran sorpresa cuando oí la voz de mi hijo pidiéndole a la chica que se pusiera a cuatro patas.

Mi corazón latía. Seguro que Mario pensaba que habría salido como todas las tardes pero en aquella ocasión me quedé dormida en la siesta. Recordé que esa habitación daba a una ventana en el balcón de acceso directo desde mi cuarto, desde donde podría ver todo lo que estaba sucediendo. Sigilosamente fui hasta allí y miré por entre los huecos de la persiana. Lo que vi me electrizó. Era mi hijo efectivamente que se encontraba con su adolescente amiga.

Vi como tenía su polla  dentro de ella. Apreté mi puño con rabia y luego sentí una gran angustia. Estaba paralizada no sabía qué hacer. Me senté en una mecedora para relajarme. Estaba temblando. Entonces me volví a levantar y mire de nuevo. Presté atención en como la estaba penetrando por detrás, no sé muy bien si por el coño o por el ano. Era increíble. Eso no lo había hecho en mucho tiempo mi esposo ¡Así que mi hijo era todo un semental! Y un depravado, bueno esto en verdad se podía decir de los dos. ¡Mario siempre parecía tan modosito! Bueno tanta visita a estudiar era sospechosa. ¡No sé como no lo vi venir!

¡Qué bárbaro como se la metía! ¡Qué bestia con tan solo 16 años! Me di cuenta que sentía un calor tremendo. De cintura para abajo. Me estaba acariciando el clítoris, también me metí los dos dedos viendo a la guarra y al tonto de mi hijo follársela sin condón. La niña parecía estar sufriendo con el pollón de Mario en sus entrañas, pero yo me movía cada vez más rápido, de pie, mirando entre aquellas rendijas, con mis dedos dentro, fuera, a izquierda y derecha, y con la otra mano más rápido y más lento hasta que de pronto sin quererme dar cuenta me llegó el orgasmo. Las piernas no pudieron sujetar mi cuerpo. Caí hacia atrás sobre la tumbona y estando tirada, tuve la sensación de que me corría una y otra vez.

 Por suerte para mí, no se enteraron de nada. Ni yo le conté a mi hijo lo que había visto, ya sea por guardar su intimidad o por pura vergüenza mía, no obstante no le podía permitir que la llenase a pelo de esa manera tan continuada, ni una sola vez más… tendría una charla madre e hijo sobre los embarazos no deseados en la adolescencia y suministrarle los condones pertinentes.

Si me preguntan por qué permití a mi hijo que continuase con las “clases de ciencias” a Aitana, es porque simplemente me identificaba claramente con ella, dado que a su misma edad fue cuando comencé a tener mis primeras experiencias con hombres… cuando yo tenía más o menos 14 años…. Crecí siempre en compañía de mis hermanos y primos con los cuales compartía todo, viajes, juegos, vacaciones, estudio, en fin muchas cosas más. Por esta razón mantuve una excelente relación con María mi prima, ya que ella y yo somos de la misma edad por lo que siempre jugábamos juntos y hasta hora hemos sido muy buenas primas, por otro lado estaba Alberto, él es el hermano de María y también no la llevábamos bien porque como ya lo mencione, prácticamente crecí con ellos.

Desde muy pequeña recuerdo que con mi primo Alberto compartía todo, hasta el baño ya que para ahorrar tiempo nos bañábamos algunas veces juntos con mi prima y mi hermano mayor, porque era mucha gente la que coincidíamos en el mismo aseo, con lo cual nuestros padres lo apreciaron como algo normal, ya que lo hacíamos desde muy niños y éramos familia… lo mismo ocurría desde nuestro punto de vista.

La cosa siguió así ese verano del 2002, comenzaron a aparecer entre nosotros diferentes juegos que aun siendo normales para nuestra edad, estaban cargados de un toque sexual que me ponía a mil. La verdad es que Alberto sabía cómo ponerme cachonda a pesar de nuestra corta edad y experiencia.

Así fueron pasando los días de aquel verano que nos estaba regalando una vida de abundancia por el gran boom económico, sin que nosotros fuéramos conscientes de ello. Con mi prima María seguía igual y siempre estábamos juntas… jugábamos y charlamos sobre los chicos, salíamos a comer por ahí, entre otras cosas que hacíamos, por lo que la cercanía con Alberto seguía latente. Un fin de semana, como era costumbre en esas vacaciones, me fui a pasarlo en casa de mis primos, ya que mis padres trabajan en un hotel y no podían estar pendientes de mí.

La casa no es muy amplia por lo que a mi primo compartía el cuarto con su hermana y consecuentemente lo iba a hacer conmigo, pero sus padres acordaron que las chicas dormiríamos juntas y Alberto en una habitación trastero que se acomodó fácilmente. Las cosas entre Alberto y yo volvieron a tomar fuerza y a mí me extrañaba el comportamiento de él, ya que yo ya me había hecho a la idea de que lo que había pasado entre los dos eran simplemente juegos de niños curiosos pero igual la atracción estaba ahí, latente en mí por ese gusto por los hombres presente en mi desde muy pequeña, y más por mi primo ya que gracias a él tuve mis primeras experiencias sexuales por así llamarlas… ver, tocar y oler la primera polla de mi vida, esa fue la de mi primo, el cual estaba bien dotado. De siempre me había impresionado mucho el tamaño de su verga cuando compartíamos baño… ahora con 18 años debía tenerla inmensa, pues tenía fama dentro de toda la familia su gran badajo. El caso es que los acercamientos comenzaron de nuevo pero eran igual que antes no pasaban de simples miradas, risas, manoseadas y ya.

Pero una noche que Alberto había salido de marcha con sus amigos, tuve cierta dificultad en conciliar el sueño, veía a mi prima con sueño profundo y de pronto me asomé al oírlo llegar a altas horas de la noche, asomé la cabeza justo al paso de él por la puerta. Se me quedó mirando y me hizo una seña para que le acompañase, le dije que su hermana se hallaba dormida…. Entramos en su dormitorio, y me quedé observándole mientras veía como se quitaba todo menos los calzoncillos para dormir, mi primo es un hombre flaco, la verdad es que ahora lo veo y no me despierta nada, ya que de pecho no tiene nada y ni hablar del culo, parece una tabla, lo único que lo salva es su cara y su descomunal verga porque como ya lo mencioné esta de Infarto, es larga y gruesa y sabe a gloria. Prosigo con mi historia, después de desvestirse, se fue al baño para lavarse la boca y a mí me parecía increíble estar ahí, justo en el momento.

Al llegar del baño, Alberto me insta para que cambiáramos de lugar en la cama. No tuve ningún problema y acto seguido me dispuse a acostarme en el lado que él me pedía… después de un rato comienza a conversar conmigo…. Contaba todo lo que había hecho esa noche con sus amigos y con más confianza comenta haber estado viendo algunas pelis porno, por lo que me imaginé que venía súper caliente y con deseos de que alguien le calmara la calentura. De pronto me siento interesada y le pregunto cómo era la peli. Describe todas las escenas tal como las recordaba… yo ya no aguantaba más, estaba que me tiraba encima. En verdad no sabía a qué venía tanto interés en contarme esas cosas que suelen hacer los chicos, más que las chicas. Me contuve hasta que él no demostrara lo que verdaderamente deseaba.

Después de llevar más de 15 minutos hablando de lo mismo llegó lo esperado, mi primo Alberto me pregunta que si quería ver su verga que estaba a reventar… me hago la estrecha, y le digo que no me interesa… él insiste, queriendo calmar su calentura. Tras varios intentos accedo a lo que él responde que más bien juguemos a guerra de prendas para que la ocasión se torne más interesante. Después de varias preguntas ya los dos estábamos desnudos y pude apreciar la gran verga de mi primo complemente empalmada… le había crecido más del doble, y estaba más bella que nunca. No perdí tiempo y me lancé sobre él y lo besé apasionadamente a lo cual él aprobó placenteramente, así duramos un rato. Podía sentir en mi piel semejante monumento a la belleza, luego comencé a bajar por su pecho, abdomen, hasta encontrarme con lo que había anhelado, y no perdí tiempo en metérmelo en la boca…

Al principio con cierta dificultad por la inexperiencia, ya que era la primera vez que mamaba una polla, y más semejante verga. No tardé en convertirme en una profesional en el oficio, y sí que lo debía estar haciendo bien, porque mi primo jadeaba de placer y medio gritaba. Le dije que no podíamos hacer mucho ruido ya que todos en casa estaban dormidos. Después de un rato yo me giré ofreciéndole mi coñito. Él complacido me tomó de la cintura con sus manos y luego me comió entera la vulva. Terminamos en un 69 de exposición, yo ya estaba a punto de correrme… le manifesté que quería ser suya para siempre, que me penetrara, que mi coñito estaba deseoso se comerse esa verga y él no perdió tiempo… me colocó a cuatro patas y comenzó a lamerme mi chochito hasta ese momento virgen y después de unos segundos me introdujo uno de sus dedos, el gozo fue indescriptible pero más adelante ese dolorcito se convirtió en placer más intenso… siguió luego con dos y luego con tres y así hasta tenerme el coño bien lubricado para la estocada final. Me preparó muy bien todo antes de ubicarse de tal forma que su miembro viril apuntaba a la entrada de rajita…

Comenzó a taladrarme despacio, él sabía que no era fácil para mí ser penetrada por semejante trabuco, y después de un rato ya lo tuvo enterrado entero. Yo no podía del dolor, de mis ojos brotaban lágrimas, pero eso se fue acabando y comenzó la cabalgata de mi primo en mi coño azotándome el culo con su pelvis ¡El placer se apodero de mi cuerpo!, a duras penas me podía sostener. Hasta ahora, todavía me pregunto cómo fue posible meterme todo aquel cipote en mi estrecho coñito. No importo y yo ya estaba ahí siendo partida en dos por mi adorable primo, él prosiguió con su encargo y yo jadeaba de placer a punto explotar… creo que él también, después de unos minutos follándome, tras sentir mi cuerpo convulsionar, percibí la leche de mi primo inundar mi profunda vaginita, y como blanqueaba sus ojos de placer. Por mi parte quedé derrengada, nos abrazamos y nos besamos… prometimos que quedaría entre nosotros dos y que más adelante se repetiría.

A la mañana siguiente cuando me dispuse a levantarme veo la imagen de mi primo desnudo en su cama… y para que fuera el mejor despertar de su vida, me dispongo a mamarle la verga y hacerle una paja de exposición. Se despierta sorprendido y al verme ahí sonríe y se acomoda…, prosigo con mi labor hasta culminar su corrida, veo como su polla explota vaciando toda su lefa en mi boca y cara. Me besó en agradecimiento. Salgo al aseo y luego a la cocina, él lo hace unos minutos después para no levantar sospechas.

A llegar a la cocina, me mira con picardía y se sonríe, así pasamos varias noches. Unas semanas después Alberto se marchó con sus abuelos y nunca más volvimos a hablar del tema. Ahora está ocurriendo algo parecido con mi hijo y su amiga Aitana… y yo por medio. He tratado de hablar con Mario en muchas ocasiones, pero no he podido saber qué es lo que en verdad quiere conseguir con las chicas que se trae a casa o con las que sale, pese a que no para de hablar de sus novias, amigas y de lo bien que la pasa con ellas. Estoy un poco celosa, y eso me tiene triste al saber que no podré saborear esa verga tan rica que tiene mi hijo, esperemos que el tiempo diga lo contrario, ya veremos lo que pasará.


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Solo habían pasado diez días desde la visita en la que Aitana se dejó follar por mi hijo.  Mario se parece a su padre en su cara, pero sacó mis ojos verdes… en cuanto al resto del cuerpo pertenece a mi familia, en especial su verga, un legado tradicional del abuelo Fernando… sí también logré ver su polla en varias ocasiones, con mayor o menor fortuna.

En casa tenemos un cuarto de lavado donde está la canasta de ropa sucia…, aquel domingo me desperté a eso de las 9:30, salí de mi habitación y cuando me dirigía hacia la cocina observé que mi hijo salió de dicho cuarto, lo saludé y pude notarlo un poco alterado con intención de salir rápido y algo sudado, en ese momento no le di importancia, le di los buenos días y me fui a preparar café, después mi hijo se despidió para ir a su entrenamiento de fútbol.

Un poco menos de una hora después me dirigí a lavar la ropa pensado que mi hijo también habría dejado la suya en la mañana pero no encontré mucho, se me hizo raro, tal vez la tendría en su cuarto tirada por los rincones como de costumbre. Dediqué a un tiempo separar la ropa interior de las demás, cuando observé que mis bragas rosa que había usado ayer estaba manchada, no entendí que era, la observé pero me dio igual y la puse a lavar, el día transcurrió con normalidad.

Dos días después, era por la mañana, mi hijo se acaba de ir al instituto, terminé de desayunar y me dispuse a lavar la ropa deportiva de Mario, al día siguiente tendría clase de educación física, entro al cuarto, puse su pantalón y camisetas a lavar, cuando iba saliendo me di cuenta que mis braguitas blancas que uso para dormir, usadas hace dos días estaban arriba del resto de prendas, no era ilógico, ya que había usado más ropa después y no tenía por qué estar arriba del todo, cuando fui a revisar me di cuenta que tenía una mancha impresionante, aún estaba húmeda, cuando la abrí apareció un hilo de cremoso gel pegajoso, me quedé en shock, inmediatamente pensé "En Semen", un escalofrío recorrió todo mi cuerpo, el único hombre en la casa que puede hacer eso es mi hijo, solté la prenda y fui a la lavarme las manos ya que habían quedado pringados mis dedos, durante todo ese momento estuve pensado, mi mente comenzó hacer mil preguntas, recordé las bragas rosa manchada hace unos días, “¿Cuánto tiempo llevara haciéndolo y yo no me he dado cuenta?” Sentía el estómago lleno de lo nerviosa que estaba.

Me tranquilice un poco, fui al ordenador y busqué en internet "Mi hijo se masturba con mis bragas", ilusa pensando que encontraría foros con preguntas de madres que les había pasado lo mismo, abrí sin darme cuenta varias páginas que contenían relatos eróticos de un al Trovo Décimo con un blog repleto de este tipo de historias y otras de vídeos porno.

Comencé leyendo un relato de madre e hijo pensando que sería escrito por una madre que le sucedió lo mismo y mostraría la solución o al menos en los comentarios le pondrían consejos, pero no, aquello hablaba sobre que la madre se había excitado y había terminado follando con su propio hijo, al principio me dio repulsión, lo cerré y abrí otra página, encontré lo mismo, lo terminé de leer pero me sentí de diferente forma, comencé a sentir cosquillas en mi coño.

¿Qué me estaba pasando? Finalmente abrí una página pero esta vez era un video porno que fue la gota que derramó el vaso. Trataba sobre un hijo que entraba al cuarto de su madre, agarraba del cajón una braga y se ponía a olerla y masturbarse, después lo descubría la madre que se enojó al principio pero al ver el tamaño de la polla, se calentaba y terminaba follándoselo. Hacía años que no tenía buen sexo con Javier, y consecuencia de ello me masturbaba algunas veces con los dedos y otras con mi “satisfyer”, pero ese vídeo me hizo excitar de una manera que nunca había sentido con una peli porno. Bajé mi pijama y comencé a tocarme, estaba muy mojada, mientras lo hacía pensaba en el tamaño de la verga de mi hijo y de cómo follaba a Aitana… ¡¿Le excitaré yo tanto como esa niñata…?!

Gracias a Dios que estaba sola en casa porque comencé a gemir fuerte, muy cachonda me había puesto, mis piernas totalmente estiradas, mis dedos salían y entraban, se oía como mis jugos chapoteaban dentro, unos minutos después solté el mejor orgasmo en meses ¡¡Puff!! Quedé agotadísima, parecía que había hecho una sesión de duro ejercicio, estaba toda sudada, descansé un momento disfrutando del atolondramiento que te da una buena corrida y me dispuse a limpiar la casa. Durante la rutina doméstica reflexionaba sobre todos los acontecimientos que estaba viviendo ¡Me había masturbado pensando en mí hijo! Comencé a sentirme muy mal ¿Qué estaba haciendo? Era una depravada, era una locura lo que hice.

Pasaron las horas y llegó mi hijo del instituto. Me costaba mirarlo a la cara, estaba nerviosa y el chico lo notó preguntándome si me ocurría algo. Solo respondí con un "No, nada", terminé de hacer mis labores y me fui a mi cuarto a ver una película, llegó la noche, aún sintiéndome extraña pero más tranquila preparé la cena, terminamos y dejé los cacharros para limpiar el próximo día… me fui a acostar. En mi cama volvió a mi mente todo lo ocurrido. "Entiendo a mi hijo, tendrá las hormonas de arriba a abajo, ¿Pero yo?"

Ya eran las 12 y no conseguía dormir, agarre mi portátil para ver Facebook pero me aburrí, puse Google me quedé mirando a la pantalla ¿Lo busco o no? Sentí mariposas en el estómago, respire profundo y escribí "https://sesiones orgásmicas.blogspot.com” Abrí unas seis pestañas y comencé a leerlos, parecía que tenía fiebre por qué me puse demasiado caliente, mi mano bajo a mi entrepierna y fue un no parar, con mi otra mano tapaba mi boca evitando que mis gemidos se escucharán, terminé de correrme, la cama estaba mojada y mis bragas aún más, en ese momento las vi y me imaginé a mi hijo echando su semen en ellas, oliéndolas, con el sabor del coño de mamá, salir de mi habitación sin hacer ruido y fui a dejarlas en el cuarto de lavado, volví con una sonrisa esperando que fuera de mañana y ver como habían quedado.

Al día siguiente, una vez que mi hijo ya no estaba fui a ver cómo estarían mis braguitas, seguro se sorprendió de los mojadas y el olor fuerte que tendría, las observé y había una gran cantidad de semen como nunca antes las había visto, las tomé y comencé a olerla, aquella combinación de mis jugos y su semen me volvió loca, sin darme cuenta comencé a lamerla, degusté aquel sabor que hace años que no probaba, me bajé mi pijama y la pasé por mi coño, me metía los dedos mientras la olía. Me decía en voz baja… “Así hijo, métemela, uff qué rico...” “¿Te encanta oler las bragas de tu madre?” “¿Te encantaría follarte a la putita de tu madre?” Volví a explotar en un maravilloso orgasmo, estuve cachonda todo el día, cuando llegó mi hijo noté como me observaba…, estaba segura que se imaginó porque mis bragas estaban tan mojadas, lo que no imaginaba era que su madre había probado los borbotones de lefa dejados en mis bragas. Durante dos semanas seguí jugando con mi hijo, al juego de la trampa y el ratón. Cada día, Mario dejaba mis bragas cada vez más y más mojadas, y a veces ni siquiera se espera al otro día… simplemente dejaba mis bragas por la tarde, le aviso que voy a salir de casa con alguna excusa y cuando vuelvo ya están llenas de lefa. Mi chico no solo tiene una polla bien desarrollada, sino que eyacula cantidades enormes de esperma.

 

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"Joder, que calor"

Pensé mientras dejaba la cama con mi marido durmiendo y me dirigía a la puerta de la cocina a buscar agua fresca con mi ropa de dormir durante el verano… camiseta blanca con mis grandes tetas libres debajo y braguitas desgastadas también blancas, muy cómodas y poco sexys, la verdad, pero a ir sin costuras que me rozase y molestasen al dormir eran mis favoritas.

Mientras avanzaba por el pasillo vi la luz del televisor y el volumen algo bajo. "¿Qué hora será? y este niño viendo la tele aún"

Cuando llegué a la entrada del salón me quedé congelada. La imagen de aquella polla enorme de un adolescente en el televisor, penetrando el coño de una mujer madura que le jadeaba al chico diciéndole… – ¡Fóllame Jordi! Y mi hijo marcándose una buena paja sin perder detalle me dejó sin saber qué hacer. Me eché un poco hacia atrás, abrigada por la esperanza de no haber sido percibida por Mario, y sin saber por qué comencé a espiarle. Lo veía allí sentado masajeándose la polla, una polla bastante grande y gruesa. Mi respiración se agitaba y mi mano recorrió mis braguitas justo por encima de la vulva de mi coñito, pasó por debajo de la tela de mi camiseta y comencé a acariciar mis tetas sin perder de vista la maniobra de mi hijo sobre tu tranca. Quedé asombrada por el tamaño y grosor de su tronco ¡Sí solo tiene 16 añitos nada más! ¿¡Cómo es posible!?

"Joder, estaba sufriendo uno de los mayores temores de una madre… encontrar a tu propio hijo haciéndose una paja… una de tantas que se suelen hacer. Pero eso a mí me estaba poniendo a mil por segundo el corazón, notaba las palpitaciones de mi corazón en la garganta, y porque no decirlo en mi chochete… el clítoris se puso duro y salido del capuchón"

Supuse que en parte se debía a la frustración sexual que tenía últimamente. Con 15 años me pareció muy excitante que un chico guapo y sexy de 25 se fijara en mí. Pero ahora con 34 y mi esposo a las puertas de los 45, su apetito sexual se había apagado un poco, cuando yo aún poseía un coño hambriento, tanto, que algunos días pensaba que me comería la pierna.

–  Lara, ¿qué haces?

Di un respingo, al oír a mi marido. Saqué mi mano de mis tetas mientras veía difusamente a mi hijo cambiar rápidamente de canal y esconder su polla mientras me giraba, y vi a mi Javier en el umbral de la puerta de nuestro dormitorio restregándose los ojos, recién levantado.

 Me he levantado a por agua, cielo. ¿Quieres que te traiga para ti…?

 Gracias, cariño. Me había levantado a eso. No te he escuchado salir de la cama.

 Es que no hay quien te despierte, duermes como una marmota, tonto.

 Bueno, aquí te espero.

Entré al salón cuando mi marido volvió a la cama y miré a mi hijo.

 ¿Y tú qué haces aquí todavía? Venga a la cama.

 Si, ya me voy a la cama...mamá.

Dijo mientras me sonreía y se daba un apretón en la polla. Mi cara empezó a arder, imaginé que al oír la voz de su padre miró a la entrada y me vio allí espiándole. Sin duda mi hijo me había cazado, y si es difícil la situación cuando pillas a tu hijo pajeándose, mucho más terrible es cuando él te pilla a ti infraganti con las bragas bajadas haciéndote un dedo mirándole a él.

–  Pues venga, buenas noches. – Le contesté mientras iba a la cocina. 

Cuando volvía con el agua, escuché la puerta del dormitorio de mi hijo cerrarse, seguramente para acabar lo empezado. Entré a mi dormitorio y le di el agua a mi marido. Me desnudé completamente al lado suyo intentando ser sexy, pero ni se coscó de mi striptease, sin tenerlo en cuenta, arrastrada por mi calentura, me subí a la cama sobre él. Se la empecé a comer hasta que se le puso lo suficientemente dura para clavármela y echamos un polvo rápido aunque no estuvo mal, pero mientras intentaba dormirme no podía dejar de pensar en la polla de mi hijo, comparándola con la de su padre “¡¡No puede ser… esta polla no llega a los 16 cm, gruesa sí, pero no tan larga como la de su hijo…!!” No es que no me satisficiese mi esposo, solo que la diferencia era sustancial. Lo cabalgué sin reparo frotando mi coño enérgicamente contra su pubis, metida la verga entera en mi coño, hasta lograr ordeñarlo… se quedó frito tras el polvo y yo con mis bragas me limpié todo el coño calándolos de flujo vaginal y algo de la leche de mi esposo… en proporción bastante más de mi esencia que de su corrida. Pensé que sería suficiente y me levanté para dejarlo en el canasto de ropa sucia…

Cuando iba dejarle mis bragas en el cesto, escuché ruidos que provenían de su cuarto, me acerqué y comencé a escuchar la voz de Mario junto al sonido típico del chasqueo de la polla húmeda de cuando se está pajeando, pegue el oído en la puerta y en voz baja se oía…

– “Dios, que puta eres mamá.” “Como me gustaría follarte todo el día, zorra.” “Como te mojas.” “Umm ¡Vaya tetas que tienes, oh así, sigue chupándola!”

En ese momento ya me estaba tocando oyendo a mi hijo tratarme como su puta, imaginándome como estaría de lubricada su polla, no duré ni un minuto y me corrí, se escuchó como un pequeño chorro cayó en el piso de parquet, se dejó de escuchar a mi hijo y rápidamente lo más sigilosa posible me fui a mi habitación, no sé qué habrá pensado mi hijo si al salir vio que el suelo mojado. A la mañana siguiente, actuó un poco raro, ¿ya sabría de mis intenciones al dejarle mis bragas mojadas? Estaba muy nerviosa, pero solo a eso me atrevía, follar con él como en los vídeos porno me parecía algo excesivo pero no descartaba que tal vez de lo cachonda que me ponía, esa situación llegase a pasar algún día, ya que se notaba que los dos lo deseábamos, pero continué  jugando ese juego.


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Me desperté temprano a la mañana siguiente. Mi marido ya se había ido a trabajar. Me puse un pantalón corto y me fui a desayunar para ponerme con mis tareas del hogar, pero antes fregué el desaguisado de mi corrida en la puerta del cuarto de Mario.

Después de una hora entre a desayunar y limpiar la cocina, fui a mi habitación a recoger la ropa de la noche anterior. Al pasar por la habitación de mi hijo, observé la puerta entreabierta, me asomé y lo vi tumbado en su cama pajeándose de nuevo… “cada vez con más descaro”, pensé. Escondí la cabeza rápidamente para que no me viera. “¿Cómo se le ocurría hacerlo sin un mínimo de pudor sabiendo que estoy en casa? Y ha dejado la puerta abierta adrede…” Recordé su sonrisa y el apretón de polla que se dio sabedor de mi espionaje. “¡¿De verdad me había visto espiándolo y quería que volviera a hacerlo?!” Todo indicaba a que sí. Un adolescente es capaz de hacer cualquier cosa por tal de satisfacer la premura de sus hormonas, poco le importa cuando y con quien, lo importante es gratificarse como sea. 

Volví a asomarme con cuidado, después de la noche anterior quería ver a mi hijo terminar, verlo correrse, ya había olvidado cómo era ver salir un gran chorro de esperma de una polla. Metí mi mano por mi pantalón y acaricié mi coñito sin braguitas que me lo impidieran. Me estaba poniendo a cien, ver la mano de mi hijo deslizarse por aquel tremendo falo totalmente duro. Mi mano jugueteaba con mi rajita y me estaba mojando mucho mientras gemía ahogadamente. Mis dedos arrastraban el flujo a mi clítoris para masajearlo, el roce de mis yemas en el espigado garbanzo me electrificaba el cuerpo. Con dos dedos lo sacaba del capuchón y se volvía a retraer sin lograr esconderse del todo, aprovechaba el espigón para frotarlo y luego volver a hundir mis dedos en el coño chorreante, en tanto miraba su polla imaginando que su mano era mi coño envolviendo aquella tranca…arriba y abajo, adentro y afuera, una y otra vez al unísono mi hijo y yo como una perra salida. Cuando de pronto oí…

 ¿Por qué no entras y me ayudas?

Me volví a esconder y me pegué a la pared con una mano cubriendo mi boca. Mi hijo me había visto por segunda vez. Seguramente habría estado pendiente desde que comenzó a pajearse. Entré en su habitación recogiendo la ropa sucia del suelo…

 Perdona, Mario. Venía a por tu ropa y no sabía que decir para no violentarte. – Dije intentando disimular, mientras él seguía con su polla a la vista. Se mantenía firme, erecta y desafiante apuntando al techo. Aquel mástil era una lástima desperdiciarlo, pero era mi hijo…

 Ya, ¿y anoche? ¿Tampoco sabías que decir?

 Entiéndelo Mario. Para una madre es algo difícil encontrar a su hijo en esta situación. Sé que tienes 16 años y que estás con las hormonas revueltas pero no deberías hacerte las pajas con la puerta abierta como si no estuviera aquí o en el salón de casa mientras tu padre y yo dormimos. Creo que deberías ser un poco más cuidadoso…

 Vale, es verdad que me gusta pajearme, y lo hago con mucha frecuencia. Y es verdad que pensé cosas raras cuando vi que me estabas espiando. Perdona mamá… tampoco supe qué hacer cuando me viste. Así que hoy quería saber si me espiabas… y veo que hacías algo más por lo que veo.

Miré hacia donde señalaba mi hijo y vi la mancha producida por mis flujos sobre mi pantaloncito gris. Al no haberme puesto ropa interior desde anoche me puse empapada de masturbarme mientras veía como mi hijo se lo hacía. Una es mujer antes que madre.

 Hijo, yo...no sé qué decir...mira voy a coger tu ropa y me voy. No te molesto más, cariño.

 Pero, mamá. Tranquilízate. No pasa nada porque te pongas cachonda de ver a un hombre con una polla como esta. – Me dijo volviendo a acariciar su miembro viril impúdicamente.

Me quedé a cuadros. ¿Cómo era posible que mi hijo me hablara así y se comportara de esa forma tan cáustica conmigo? Me di cuenta de que volvía a mirar fijamente su polla y seguido le miré a los ojos y de nuevo a su gran polla, para acabar dirigiéndome a él contrariada.

 No me hables así, Mario. Déjate de tonterías. No me está gustando nada esta situación.

 Pero si no dejas de mirarla. ¿Por qué no me ayudas a terminar y después cada uno a lo suyo? ¡Joder mamá, mírala, llevo un rato y no puedo acabar! Y no paro de pensar en ti… ¡Venga mamá, hoy no tengo ninguna de tus braguitas mojadas para inspirarme…!

La cabeza me daba vueltas. Quería tener aquella polla en mi mano pero no podía hacer esto con mi hijo. Desde luego, el éxito que sabía que tenía con las chicas de su edad e incluso más niñas, le había dado mucha confianza. Sé que ya se habría tirado a unas cuantas, a la que más follaba creo que era a Aitana, que era con quien más tiempo pasaba. La chica le visitaba a casa con frecuencia para estudiar juntos y le explicase materias de 3º dado que mi hijo cursaba ya 4º de la ESO, y además Mario es bastante bueno en casi todas las materias de ciencias. No le podía negar a ninguna que se encaprichasen de mi retoño, yo a su edad hubiera hecho lo mismo entregándole mi coño sin ningún miramiento, lo sé porque lo hice con chicos más canallas y mucho menos espabilados e inteligentes ¡¡De siempre me han gustado mucho los hombres… demasiado!! Más desde que se puso en marcha mi carrera con Alberto.

Mi pequeño tiene el aspecto del típico chico malote con sonrisa que encandila, con un cuerpo muy definido y el brazo derecho un tatuaje precioso de un león que le permitimos se lo hiciera el año pasado tras aprobar todo con notables y sobresalientes.

A punto de irme sin siquiera decir nada, cuando se incorporó sentándose en el borde de la cama y me asió del brazo. Di un respingo y dejé caer la ropa sucia, tiró de mí y me sentó en la cama al lado suyo… guió mi mano hacia su polla. Cuando mi mano entró en contacto con la mole de cálida carne, noté mi coño vibrar de emoción. Estaba muy mojada de haber estado tocándome mientras lo espiaba y deseaba volver a hacerlo. ¡Menudos recuerdos de juventud! Comencé a pajear a mi hijo, primero sondeando su mirada que la mantenía firme a la mía, luego ya no apartaba la vista de su brillante cipote mientras mi mano se deslizaba por su tronco. Sentí un escalofrío cuando él se reclinó un poco y colocó su mano en mi cintura. Yo seguía sin decir nada, con un torrente de pensamientos en mi cabeza donde uno sobresalía del resto… quería ver como mi hijo eyaculaba por mi paja ¡Deseaba volver a ver un torrente de lefa salir por un glande, de su glande! Sentía un hormigueo acompañado de un leve vahído

 Joder, mamá, que bueno. Esto es genial. Nunca imaginé que supieras hacer tan bien las pajas… le estás dando la firmeza y ritmo perfectos ¡Umm! ¡¡Sigue no pares de hacerlo así…!!

Dios, que cachonda me ponía oírlo llamarme "mamá" mientras su polla recibía mis atenciones. Hacía ya tiempo que mi hijo nos llamaba por nuestros nombres y el muy cabrón empezó a llamarme mamá desde la noche anterior, tal vez para hacerme más humillante la situación, sin embargo solo conseguía que fuese mucho más morbosa.

Aceleré el ritmo de la paja sin hablar. Me estaba poniendo muy cachonda de hacer esto pero el pensamiento de que estaba mal seguía ahí. Mi mano se deslizaba por su polla rápidamente mientras mis tetas se movían sueltas por debajo de mi camiseta. Apretaba con firmeza pero sin presionar demasiado, notaba la orografía de su musculada verga, sus venas hinchadas bombeando sangre para mantener la tensión que endurecía el gran tallo cartilaginoso.

 Dios, mamá. Ya llega, no pares, no pares por lo que más quieras ¡¡No me dejes ahora…!!

Mi hijo arqueó la espalda mientras un fuerte gemido brotó de sus labios cuando mi trabajo dio sus frutos. Los chorros de semen salían disparados como un geiseres, ante mi atenta mirada, los dos primeros fueron tan gruesos, largos y potentes que cayeron en su abdomen y pierna, los tres siguientes fueron más como lava de volcán abatiéndose con menos fuerza sobre mi mano, mientras yo iba bajando el ritmo de la paja… quedaba totalmente impregnada de leche recién ordeñada. ¡Todo ese esperma había estado unos instantes antes dentro de los huevos de mi hijo! Ahora lo embebía todo con su húmedo aroma intenso. Todo el conjunto de sensaciones, me hacían notar lo mojaba que me sentía, mientras percibía el calor de su lefa en mi mano y miraba como los regueros de semen resbalaban por el tronco de su polla mientras yo los recogía con mi mano pajeándole lentamente. Miraba su polla aún dura y a sus ojos con timidez algo avergonzada.

– Joder, mamá, ha sido genial. Gracias. ¡¡Te puedo asegurar que nunca me he corrido como esta vez!! ¡Debes haber hecho un montón de pajas para tener tan buena técnica…!

– Ya veo que te ha gustado mucho… has eyaculado un montón de leche y seguramente ya te la cascaste anoche ¿Verdad? Me siento satisfecha de haberte aliviado tan severa congestión.

– Así es mamá, me lo has hecho genial, y la verdad, suelo descargar buenos lechazos y también me recupero pronto eso debe ser genético ¡¿Cómo mi padre, NO?

No le contesté, porque su padre jamás eyaculó una cantidad parecida y tampoco se recuperaba tan rápido, ni cuando éramos más jóvenes. Ni qué decir de la diferencia de tamaño. Mi hijo se incorporó para darme un beso en la mejilla y al hacerlo, la mano de su cintura subió y me cogió una teta con mucha firmeza. Me levanté como un resorte dando por acabado el encuentro tan deseado por ambos, pero que no debería volver a repetirse. Retomé la ropa sucia con la mano limpia y salí de la habitación sin decir nada.

Cuando llegué al cuartito de la lavadora, mi corazón se me iba a salir del pecho. Metí la ropa en la lavadora y la mano izquierda en mi pantalón en busca del humedecido coño… comencé a masturbarme como una loca mientras lamía y chupaba mis dedos y mano derecha con los restos de semen fresco de mi joven hijo. Me toqué con lujuria y furia a la vez… en menos de dos minutos tuve un orgasmo brutal. Cuando terminé mis piernas no paraban de temblar flojeando… me relajé, fui a mi habitación pensando que nunca más se iba a repetir, pero el sabor de su lefa en mi paladar me hacía reaccionar distinto, como deseando habérmela tomado directamente de la fuente en mi boca… ¡¡Para ello se la tendría que mamar a mi hijo!!

Mi cerebro ardía de pensamientos contrapuestos a mis deseos. “¡Soy adulta y puedo controlarlo! – Me dije – Solo es un calentón que se te pasará con un buen polvo con Javier…”

Al pasar vi que la puerta del dormitorio de mi hijo estaba cerrada, entré al mío y cerré. Me quité la ropa para llevarla a lavar y me quedé mirándome en el espejo de mi armario. Pelo largo rubio, cara aniñada de mentón cuadrado típico de mujeres bávaras, unas tetas gorditas y aún no tan caídas y un culo redondito fruto del spinning. Miré mi coñito, depilado con una tira de pelito por encima, y vi algunos remanentes de mis flujos. Me limpié con el pantalón gris y me volví a vestir. Camiseta roja y pantalón corto negro para disimular otro posible escape, por supuesto me puse unas braguitas cómodas de algodón blanco níveo con una tela gruesa absorbente en la zona de la raja vaginal.

Al volver mi marido nos sentamos los tres a comer. Yo estaba súper nerviosa por la situación, pero mi hijo actuaba como si no hubiera pasado nada sabiéndose triunfador. Yo esperaba que todo hubiera acabado, que nos quedara aquel recuerdo y siguiéramos con una relación normal entre madre e hijo. Sobre las cuatro de la tarde mi marido volvió a irse a trabajar y yo salí con él para ir al gimnasio… me pegué un buen palizón intentado dejar en blanco mi mente. Al volver, fui directa a la ducha. Con el agua templadita y el frote con mi cuerpo volví a pensar en la paja que le había hecho a mi hijo, la textura de su verga y la explosión de lefa.

No entendía que me pasaba, pero no podía evitarlo. Empecé a tocarme la pepita endurecida, mientras mi imaginación se desbocaba e imaginaba como me subía sobre él y me clavaba su gran polla hasta lo más profundo de mi coño. No paré de meterme dos dedos hasta los nudillos chasqueando en mi coño mojado…, después de un rato asustada de mi misma y salí de la ducha. Entonces lo vi. Mario, estaba delante de mi completamente desnudo y masajeando 20 cm de polla tiesa, tan dura como el metal, dibujando una curva ligeramente arqueada hacia arriba unos sesenta grados. Inmediatamente me cubrí con una toalla.

–  ¿Pero qué haces aquí?

 Quiero repetir.

 Ni hablar, sal de aquí ahora mismo. Eso no tenía que haber pasado y no volverá a pasar.

 Ajá, ¿te estabas masturbando en la ducha mientras pensabas en mi, verdad? Te he visto la silueta a través de la mampara. ¡¡Creo que mi padre no te da lo que necesitas!!

"Mierda"

 Lo que tu padre me dé o no, no es de tu incumbencia niñato. Y en cuanto a lo que has visto espiándome… Pues sí, me estaba masturbando, pero pensando en tu padre. ¡¿O es que te piensas que pajearse es solo patrimonio de los adolescentes salidos como tú?! Una madre también tiene sus necesidades apremiantes, desvergonzado. ¡¡Ahora vete de aquí!!

–  No te lo crees ni tú. Intuyo que no quieres que me vaya ¿Estabas pensando en esto, verdad? Todas sois iguales, por qué vas a ser tú diferente… eres mujer antes que madre.

Me contestó mientras movía el prepucio de su polla arriba y abajo. Tenía todo el capullo despojado de piel tras haberse remangado por el gran estirón que producía tener una verga tan larga para su edad, con solo 16 años era insólito para mí. Me quedé embobada mirando de nuevo su polla. Mi hijo aprovechó y se acercó a mí. Cogió mi mano y la acercó a su barra de carne para que continuase con el pajote insolente.

 Mario, esto no puede ser –  Le decía resistiéndome débilmente –  Soy tu madre y no...

 Cállate y agárrame la polla. –  Dijo autoritario.

 No, vete de aquí. – Le dije retirando la mano –  Tu padre ya mismo va a llegar y puede vernos… ¡Te imaginas lo que te hará si te pilla metido en el aseo con su esposa!

 Pues vas a tener que darte prisa porque yo no me voy a ir sin mi paja.

Le miré a los ojos y vi la realidad de su amenaza. Cualquiera pensaría que era una excusa muy débil para hacer lo que iba a hacer. Y así es, en el fondo yo quería volver a hacer que mi hijo se corriera mientras lo pajeaba aunque no quería admitirlo delante de él…, sucumbir antes los deseos de un crío, era demasiada humillación para una mujer madura. Permitiendo seguirle la corriente y que pareciese una afrenta, alargué la mano y volví a coger la polla de mi hijo por segunda vez aquel día. Me sujetaba la toalla con una mano mientras la otra recorría su estoque de arriba a abajo. De nuevo, me encontraba mirando fijamente aquella polla maravillosa mientras mi mano le daba placer y me preguntaba cuantas horas al día le dedicaba a darle al manubrio y en consecuencia cuanto tiempo la mantenía dura.

 Joder, mamá, que buena eres. Sigue.

Noté un tirón en la toalla y aflojé mi presión sobre ella. Mi hijo dejó caer la toalla al suelo mientras veía a su madre completamente desnuda haciéndole una soberana paja.

 Estás buenísima, mamá. Tienes un cuerpazo de escándalo ¡¿No me explico como mi padre no te aprovecha mucho más?! ¡Te estaría usando todos los días a cada instante, Joder!

Yo estaba completamente sonrojada y muda con el leguaje soez de mi hijo, sin embargo me agradó que un chico joven me halagara de esa manera, pero jamás pensé que fuera a recibir cumplidos de mi hijo mientras estaba desnuda frente a él. De pronto, subió su mano y me agarró una de mis tetas. Comenzó a presionar y a soltar mientras yo miraba lo que hacía sin dejar de masturbarlo. Estaba pensando en decirle que me dejara en paz, que yo lo pajearía hasta que se corriera sobre mí, pero que no me tocara de esa manera cuando soltó mis tetas y su boca descendió para atrapar el pezón descaradamente duro y erecto, imposible de evitar y ocultar. Joder, una ráfaga de electricidad recorrió mi cuerpo, mi coñito empezó a mojarse y mi mano aceleró el ritmo de la paja. Mi otra mano agarró sus huevos por primera vez. Su tacto era delicado y voluminoso…un escroto pelado y muy bien provisto de un par de grandes testículos. Mientras pasaba su lengua por mi teta, empezó a jugar con su mano sobre mi coñito… Le apreté de sopetón los huevos al notar sus dedos en mi raja.

"Esto no puede ser"

 No hijo, para. Déjame que te haga la paja, pero no hagas eso. – Le decía sin convicción entre jadeos – Solo quiero que tú te alivies ¡No me toques así el coño, eso no hijo…!

–  Calla, mamá. Quiero sentir el calor de tu coño en mi mano. Quiero que te corras conmigo.

Y metió dos dedos en la profundidad de mi raja. Desde luego se notaba que tenía experiencia a pesar de su juventud. Sus dedos rozaban las paredes de mi vagina de una manera experta. Notaba como mis fluidos resbalaban por mis muslos mientras volvía a dirigir mi mirada hacia su gran cipote. Me entusiasmaba el gran capullo en forma de casco alemán de mi niño. Era orondo y con una gran ala que se asemejaba a una visera. A la vez observaba el orificio de su uretra abriéndose y cerrándose en cada subida y bajada de mi mano, como un pez boqueando… el mismo orificio por donde esperaba la salida de una gruesa y copiosa eyaculación, un surtidor de leche ordeñada por mi mano, causada por su excitación perversa.

Cuando volvió a chupar mi pezón, no pude aguantar más y eché la cabeza atrás mientras soltaba un gran gemido de placer. Abrí los ojos y nos vi en el espejo del baño. Su cabeza cubriendo mis tetas, mi mano en su nuca para que no parara de mamar mi pezón necesitado. Más abajo mi mano recorriendo su tremenda polla y detrás de ella su mano invadiendo mi coñito. La imagen para mí era terrible a la vez que tremendamente excitante. Comencé a mover mis caderas al ritmo de la paja que le estaba dando, metiendo más sus dedos en mi coño, mientras mi piel se erizaba con los mordisquitos juguetones que daba en mi pezón.

–  Dios mío, Mario. Voy a correrme. Sigue, mi amor ¡No pares o te mato! – dije sin poder seguir callada o por si se le ocurría castigarme sin mi premio orgásmico.

 Yo también voy a correrme, mamá. – Dijo soltando mi pezón y levantando su cabeza para mirarme a los ojos. – Dame más duro… más rápido ¡Joder mamá sácame la leche de mis huevos otra vez! ¡Aaaggg! Sí así puta, así se hace una paja…

Pronto, noté el primer impacto de lefa caliente impactar contra mi barriga, seguidos de varios más. Yo seguía pajeando aquella polla maravillosa con rapidez mientras mis piernas empezaban a temblar y grité a la vez que me corría con los dedos de mi hijo dentro de mi coño y sus ojos fijos en los míos. Él comenzó a meter sus dedos y sacarlos con fuerza intensificando mi orgasmo mientras yo notaba como su semen seguía derramándose sobre mi y se deslizaba en un gran reguero por mi barriga camino de mi coño.

Cuando terminamos, solté su polla y me quedé allí de pie sin hacer ni decir nada presa de la culpabilidad. Mi hijo sacó sus dedos y me dio un beso muy tierno en los labios.

 Muchas gracias, mamá. Eres la mejor.

Me dio otro apretón en una de mis tetas, salió del baño y cerró la puerta. Yo volví a meterme en la ducha para limpiarme y volví a excitarme al restregar su semen por mi coño, impregnándolo por completo, y hasta me los metí en la raja remozando los labios internos tras recoger un chorretón espeso de mi vientre, antes de darme con el agua. Volví a masturbarme con la lubricación de su lefa… una paja corta y rápida pero placentera, y salí para preparar la cena muy satisfecha y cada vez menos culpable.

 

****************************



 

"Parecía que todo había terminado por fin..."

Los días siguientes trascurrieron con normalidad. Mi hijo parecía que se había dado por satisfecho con las dos pajas que le hice y yo estaba conforme... al principio. Al día siguiente mi hijo me hablaba como si nada hubiera pasado. Yo, por la vergüenza y algo de culpabilidad, no quería sacar el tema ni pedirle nada, aunque deseaba volver a pajearle y que volviera a meterme los dedos. No obstante, la rutina de mis bragas usas llenas de leche continuaba…

Comencé a dejar de usar sujetador en casa y a llevar siempre braguitas o pantaloncitos leggings muy cortos y apretados para marcar mis labios vaginales, pero mi hijo no hacía ninguna referencia a ello, ni tan siquiera me miraba dos veces. Pasaba muy a menudo por su habitación para ver si lo descubría masturbándose pero siempre estaba su puerta abierta y él jugando a la consola o con el móvil, si no era estudiando. Me duchaba con la puerta abierta para intentar repetir la escena de la última paja pero al final tenía que acabar aliviándome sola.

Después de dos días me di por vencida. Estaba muy triste, mi autoestima se había elevado por las atenciones y los cumplidos de un chico tan joven y ahora estaba por los suelos, había sido tan estúpida como para dejarme usar por mi hijo en un día de calentón. Ya ni siquiera intentaba provocar a mi marido, necesitaba el morbo de la gran polla de mi hijo. Finalmente comprendí que aquella aventura había acabado y comencé a tratar a mi hijo con indiferencia.

Mi marido es transportista y normalmente tiene rutas por Málaga o las ciudades cercanas, pocas veces fuera de Andalucía. Aquel día tenía un trabajo nada menos que hasta Barcelona. Son unos trabajos que le tienen fuera de casa dos o tres, pero se pagan muy bien, por lo que los acepta aunque no le gustan mucho. Cuando se marchó, limpié un poco la casa y le dije a Mario que iba a salir con unas amigas y que volvería sobre la una del mediodía. Me miró como quien ve a alguien desagradable, me había puesto un vestidito veraniego azul con flores blancas con un precioso escote y la falda cortita, y apenas levantó la vista del móvil para decirme un "vale, Lara".

Salí de casa furiosa con mi hijo y con los ojos cargados de lágrimas. Me fui donde había quedado con mis amigas y les hablé de mi frustración sexual con mi hijo pero haciéndoles ver que era con mi marido con quien estaba mal. Un poco más tarde de la una volví a casa. Iba directa hacia mi cuarto para cambiarme de ropa y preparar la comida. Al entrar al salón me quedé impactada.

 ¿¡Pero qué coño es esto!?

La jovencita Aitana, desnuda de cintura para arriba levantó la cabeza para mirarme dejando salir la polla de mi hijo de su boca, dejando tras de sí un fino hilo de saliva. La niña se tapó unas deliciosas tetas pequeñitas mientras mi hijo cogía su polla y comenzaba a pajearse.

 Perdón, Lara. Mario me dijo que volverías esta noche...

El muy cerdo casi parecía inocente. La chica se ponía una camiseta corta y salió corriendo al lado mío mientras murmuraba un "lo siento, señora". Cuando se cerró la puerta de casa, mi hijo empezó a desternillarse de la risa.

 No tiene gracia, Mario. Soy tu madre y no tengo por qué ver estas cosas. ¡Deja de reírte ahora mismo y dime en qué estabas pensando!

"Me tenías aquí, gilipollas. ¿Para qué necesitabas a esa putita de tetas pequeñas? Lo has estropeado todo" Pensé y lo hubiese gritado si fuese por vergüenza. De repente, mi hijo paró de reírse y muy serio se dirigió a mí mirándome a los ojos, desafiante…

 Pues no, no tiene gracia. – Dijo mientras se levantaba totalmente desnudo y empalmado y se aproximaba a mí. – Me has jodido la mamada y ahora vas a terminarla tú, mamá.

Le solté un bofetón cuando lo tuve delante. Después de ignorarme durante días me exigía con todo el morro una mamada sólo porque estaba cachondo, como si yo fuera su puta particular, pero que se había creído este niñato…. Furiosa se lo quise hacer entender…

 ¿Pero qué coño te has cre...?

La bofetada de vuelta me pilló completamente desprevenida, me puse la mano en el lado del rostro donde la recibí y miré a mi hijo con estupor. Nunca jamás pensaría que hiciese eso a su propia madre, naturalmente que nada de lo que ocurría últimamente era normal.

 ¿Ahora te vas a hacer la estrecha, mamá? ¿Crees que no he visto como me buscabas por la casa? ¿Cómo te paseabas delante de mi medio desnuda? Tengo 16 años, pero sé muy bien cuando una hembra está buscando que le den rabo.

Agarró mi vestido por los tirantes y de un tirón lo bajó hasta mi cintura dejando mis tetas a la vista delante de él. Cogió mis dos pezones con sus dedos mientras yo gemía con cara de incredulidad. Los apretó y masajeó con rudeza poniéndolos tiesos ¡Dolor y placer a un tiempo!

 ¿Crees que iba a conformarme solo con tus bragas mojadas o un par de pajas? Mi polla tiene un precio, mamá y vas a empezar a pagarlo con la mamada que no le has dejado hacer a esa putita. Y cuida que me guste, porque la putita de Aitana también paga con su coño….

Me agarró del brazo y me sentó en el sofá donde estaba con la chica. Me sentó en el y colocó su polla frente a mi cara. La ira y el miedo que sentía desde hace rato por ser agredida por mi propio hijo cambió al morbo de volver a ser usada a su antojo. La visión de su enorme polla frente a mi estaba haciendo que empezara a mojarme. Eliminando de mi mente cualquier pensamiento racional sobre lo que estaba pasando para dejarme llevar por mi propio deseo sexual, alargué la mano, cogí la polla de mi hijo y empecé lamer su glande, lo lubricaba con mi saliva contorneando toda la cabeza con la lengua, antes de introducírmela en la boca.

El primer contacto del cipote de mi hijo con mi lengua fue brutal. Mi coño se empapó mientras saboreaba aquella polla imperiosa. Comencé a mover mi cabeza mientras deslizaba mi mano en su tronco hacia sus huevos, con una mano pajeaba el tronco y con la otra le masajeaba los cojones mamando el gordo capullo. Lo miré mientras se lo hacía, cerraba los ojos y de repente, mi hijo sacó aquel delicioso manjar de mi boca.

 Joder, que buena eres mamando pollas, mamá. Hay que presionarte un poco pero finalmente siempre saco tu lado de puta arrojada. ¡¡Pajeas y mamas de vicio!!

 Cállate, no me hables, no te voy a perdonar esto que me estás haciendo, cabronazo. ¡Una madre jamás debería comerle la polla a su hijo!

 Jajaja, me encanta cuando te pones digna, mamá. – Respondió mientras me cogía la cara haciéndola girar y golpeándome con su enorme rabo tres veces en la cara con fuerza. – Pon tus manos atrás y abre bien la boca… no quiero que me hagas daño con los dientes.

Crucé mis manos en mi espalda sabiendo que pretendía follarme la boca como en esa pelis porno que tenía en su ordenador. Aquella humillación me había anulado por completo. Cuando abrí la boca, la polla de mi hijo fue entrando lentamente. Cuando llegó hasta mi garganta aún faltaba un buen trozo y me producía arcadas. Mi hijo paró y de repente comenzó a meter y sacar su polla de mi boca con violencia, dándome una follada oral brutal. Alargué mis manos y le empujé en las piernas mientras echaba la cabeza atrás para liberarme.

– ¿Pero qué coño haces, Mario?–  Dije mientras escupía saliva a la vez que tomaba aire.

La segunda bofetada restalló contra mi ya dolorido rostro. Empecé a lagrimear mientras sentí como mi hijo me cogía del pelo y presionaba su cipote sobre mis labios cerrados.

 Abre la boca de una puta vez. – Ordenó mi hijo mientras veía como levantaba la mano amenazándome con darme otra hostia. – ¡¡Necesito correrme en la boca de una ZORRA…!!

Abrí la boca y dejé que mi hijo me la follara a placer. Las lágrimas corrían por mi cara y se mezclaban en mi barbilla con la saliva que escapaba de mi boca. Agradecía que el cabrón sacara la polla cuando casi no podía respirar, aspiraba aire en esos momentos que me permitía, mientras chorros de saliva caían sobre mis tetas. En una de estas paradas, observé  mis tetas llenas de saliva mezclada con el líquido pre seminal de mi hijo… de nuevo la indignación y rabia de sentirme usada como una furcia, volvió a cambiar a excitación y placer. Esa vez fui yo quien levantó la cabeza y empecé a clavarme su polla en mi garganta sin usar mis manos, las cuales la puse en su tenso culo, tirándole hacia mí.

 ¡¡Oooh joder, mamá, siii!! Sigue mamando así, eso es ¡Usa tu boca como si fuera un coño!

Tras seguir chocando su polla contra mi garganta y sus huevazos en mi barbilla, Mario se separó de mí unos centímetros. A tan solo 10 cm de mi cara su pollón se mostraba más grande si cabe…comenzó a pajearse frente a mí con un ritmo frenético, me fijaba en su rostro y el agujerito del glande por donde sería disparada una andanada de lefa espesa.

 ¡Vamos nene…Córrete para mamá! ¡Córrete sobre en mi cara! ¡Umm…Llénala de leche…!

Le sujeté de los huevos deseando que mi estimulación sugestionara aún más sus gónadas y me premiara con la mejor rociada de esperma de su vida. Abrí bien los ojos y la boca justo a tiempo y empecé a recibir la primera corrida facial de mi vida. Vi como se abrió su salida uretral impulsando los chorros de semen, los notaba impactar con fuerza al principio y como se derramaban del glande de mi hijo. Era un espectáculo ver los caños manar cubriéndome de cálido aroma a semental, mientras éste pasaba su polla por mi cara para que sus últimos lefazos, ya con menos fuerza, me bañaran el rostro.

 Joder, mamá, ha sido brutal. Muchas gracias.

Entreabrí el ojo izquierdo que fue cruzado por un manguerazo, entre aquella maraña de lefa caliente que me cubría la cara, mientras escuchaba como se iba del salón a su habitación. Pasé mi mano por mi ojo y mi cara para retirar la corrida pegajosa de mi hijo y chupar mis dedos impregnados de su néctar. Lloraba, lloraba por haber sido abusada de esa manera por mi propio hijo y también lloraba de culpabilidad por haberlo permitido. Me fui a mi habitación con lágrimas en los ojos y el sabor de su esperma en mi paladar. Cogí unas toallitas y me limpié la cara, pero no conseguí limpiarlo todo… Aún olía y sabía a semen.

Me dejé caer en la cama desconsolada mientras pensaba en lo que había pasado. Pronto dejé de llorar y estaba con la parte de mi vestido arremangada y mis dedos dentro de mi coño haciéndome una paja genial. Poco después me corrí mientras tiraba de mis pezones, me levanté, me desnudé, abrí la puerta de mi habitación por si mi hijo quería venir a verme y me dormí desnuda para él. Pasaron los minutos y nadie llegó, me relajé y quedé adormilada….

Me desperté al sentir una mano acariciando mi coñito. Cuando abrí los ojos y vi la cara de mi hijo, me sonrió y comenzó a meter y a sacar sus dedos de mi raja muy despacio, lo hacía con cariño, buscando mi satisfacción. Sin decirnos ni una palabra, agachó su cabeza para chupar y lamer mis tetas y pezones, mientras yo movía las caderas para disfrutar de sus dedos.

"Joder, fóllame de una vez, hijo de puta ¡¡Esto no va a acabar hasta que te folles a tu madre!!"

Pero yo no podía ser la que pidiera aquello. Quería que mi hijo me jodiera el coño igual que la boca. Había dejado la puerta abierta y dormido desnuda para que lo hiciera pero mientras me masturbaba sabía que así no me sabría igual. Mi hijo aceleró sus dedos follándome más fuerte mi coñito mientras me devoraba las tetas. Yo gemía sin parar mientras le acariciaba la cabeza hasta que empecé a gritar y a correrme como una buena perra. Solté un par de chorros de flujo que empaparon las sábanas y la mano de Mario, sacó sus dedos de mi coño y los acercó a mi boca. Le miré a los ojos y separé mis labios para degustar mis fluidos.

 Parece que ya vas entendiendo como funcionan las cosas, mamá. Ahora hazme una paja, que he quedado con los colegas y quiero ir descargado.

Sacó sus dedos de mi boca y se tumbó a mi lado después de quitarse los bóxers, sacando a relucir su enorme polla. Cada vez parecía más atractiva…dura, estilizada, curvada y grande. Me quedé mirándolo a la cara. ¿A dónde habíamos llevado? ¿Cómo me había dejado llevar hasta el punto de dormir desnuda esperando que mi hijo me follara? ¡Me había convertido en la puta de un adolescente! Y me gustaba serlo… ¡¿O Es que quizás nos ha hecho la naturaleza de esta forma?! Creo que la hembra debe cumplir el propósito encomendado y el macho hacerlo cumplir sin importar edad o condición…una es hembra antes de ser nada.

 Vamos, que tengo prisa.

Me senté a su lado y agarré su tan conocida polla. Comencé a pajearlo mientras mi hijo me sobaba las tetas. De nuevo las ganas de llorar. De nuevo siendo usada como una puta sin ningún tipo de sentimiento. Para él sólo era unas manos, un coño, unas tetas y una boca con las que aliviarse. Y de nuevo la tristeza dio paso al morbo de darle placer a mi hijo, al ansia por hacer que se corriera en mi mano y el placer de notar mi coño humedecerse por la humillación y el morbo de romper la reglas establecidas dentro de una familia.

 Eso es, mamá, sí joder, así de hace una PAJA. – Gemía y aceleré el ritmo – ¡Vamos puta!

El pellizco duro que sufrí en uno de mis pezones me hizo gemir sin apartar la vista de la polla enardecida de mi propio hijo. Me moví y me coloqué a cuatro patas entre sus piernas con mi cabeza a la altura de su polla. No podía disfrutar de esa manera de sus caricias en mi cuerpo, solo deseaba ver desde esa posición como aquel cipote expulsaba la lefa que yo estaba trabajando. Metí mi mano libre entre mis muslos y comencé a acariciar mi coñito chorreante.

 Me corro, mamá, me corro ¡No pares de moverla o te mato…!

Vi fascinada como el primer chorro de semen salía disparado cayendo sobre su abdomen mientras enterraba mis dedos en lo más profundo de mi coño. Moví su polla hacia mí y conseguí que el segundo entrase en parte en mi boca y sobre mi rostro sin dejar de pajearlo. Los siguientes chorros menos potentes fueron cayendo sobre sus huevos y mi mano masturbadora. Me tragué el chorro que entró en mi paladar y con la lengua recogí lo que se había derramado desde sus huevos a la cabeza venérea. Le aseé toda su polla y huevos…

 Bufff, joder mamá, eres una puta experta. A ninguna tía se le ocurría chupármela así…

Se liberó de mi boca, se levantó y salió de mi habitación después de darme un azote en las nalgas mientras yo seguía con mi mano en mi coño a cuatro patas, sin haber llegado al orgasmo que tanto necesitaba en esos momentos. Mario no tuvo piedad con su madre, la indiferencia de mi hijo hacia mí ya me resultaba sumamente morbosa y erótica. Estaba dispuesta a ser usada por él hasta que mi marido volviera a casa. Froté mi clítoris con vehemencia, metía mis dedos con furia y finalmente terminé de correrme con mis dedos mientras lamía mi mano llena de semen.

Me puse en tensión cuando escuché la puerta de casa varias horas después. Ya había anochecido y me encontraba viendo la televisión. Después de pajearme mientras saboreaba el semen de mi hijo había pasado la tarde leyendo en la cama. Ahora estaba en el sofá del salón relajada, con una camiseta roja y unas braguitas negras.

Sin decir nada, mi hijo entró al salón y comenzó a desnudarse delante de mí. Me senté frente a él mientras lo observaba. Cuando estuvo completamente desnudo comenzó a manosear su polla y sus huevos mientras me miraba fijamente a los ojos. Se acercó un poco a mí y me dio un apretón en mi teta derecha por encima de la camiseta. Me cogió del pelo por detrás de la cabeza mientras con la otra mano se levantó la polla pegándola a su abdomen y comenzó a restregar sus pelotas por mi cara. Le miraba a los ojos mientras el intenso olor de sus huevos sudados me penetraba en la nariz colmando mis papilas gustativas. Abrí la boca y saqué la lengua para que mi hijo posara sus grandes bolas en ella.

Comencé a mover la lengua por aquellos ricos huevos. Se los chupé uno a uno, los succionaba tragándomelos y luego me atreví a zamparme los dos juntos…, apenas me cabían. Jugué un rato succionando, tirando de ellos y lengüeteándolos lascivamente, hasta que tiró de mi pelo haciéndome mirar hacia arriba sacando sus huevos de mi boca.

 ¿Qué te parece que tu hijo te esté convirtiendo en una puta viciosa?

Sin darme tiempo a réplica, se escupió en la cabeza de su polla y me metió su deliciosa tranca en la boca. Estaba más humillada que nunca, mi hijo me había llamado puta, viciosa y se había escupido en la polla que yo tragaba eufórica de placer. Mi coño comenzó a mojarse mientras mi garganta era maltratada por aquel rabo descomunal, las lágrimas empezaron a aflorar pero no había nada de tristeza en mí está vez. Toda yo era puro deseo y lujuria, ganas de sentir a un macho apoderarse de mi cuerpo y de todo mi ser ¡Sin duda era completamente suya! Más suya que de nadie había sido en toda mi vida.

Cuando mi hijo sacó su polla de mi boca, una gran cantidad de saliva cayó resbalando por mi barbilla sobre mi camiseta, y los ojos lagrimosos por el atoramiento de verga en mi garganta.

 Levántate, mamá. Y ahora desnúdate. Quiero verte en pelotas…Me gusta lo bien que cuidas tu coñito, y eso que papá lo usa poco ¡¿Acaso se lo estás dando a otro cabrón…?!

No contesté a su provocación, mi hijo puso sus manos en sus costados mientras yo le obedecía. Me quedé desnuda delante de él mientras me miraba todo el cuerpo de arriba abajo, escudriñando cada centímetro de mi cuerpo. De pronto, me cogió de la nuca y me besó introduciendo su lengua en mi boca. Su lengua buscaba el sabor de su polla por todos los rincones de mi cavidad bucal… dientes, paladar y lengua. Dejó de comerme la boca y me dio la vuelta, poniéndome de rodillas sobre el sofá con mi culo ofreciéndose hacia él y mis manos apoyadas en el respaldo. Escuché como escupía en la hendedura de mis nalgas y pasaba sus dedos mojados en su saliva, hasta llegar a mi raja vaginal. Di un respingo al notar el contacto y cerré los ojos evitando pensar en lo mal que estaba, en lo que iba a pasar a ojos de la sociedad. Poco importaba cuando se han cruzado las líneas rojas de lo sensato en una relación madre e hijo… éramos dos animales salvajes que solo se reconocían por el placer sexual que se daban mutuamente, y yo necesitaba más, mucho más derrame libidinoso. 

Levanté un poco mi culito cuando noté el cipote de mi hijo rozar mi húmeda raja. Solté un gran suspiro cuando sentí como su tremendo falo iba invadiendo el maternal coñito…percibía abrirse la vagina centímetro a centímetro por la dureza pertinaz de su verga indomable. Lo hizo muy bien, sin arrebatos que permitiesen amoldar mis paredes a su grueso tronco venéreo. Cuando llegó al fondo, mi hijo la dejó ahí y cogió mis tetas con sus manos acercando su boca a mi cuello, lo besó y lamió levantando mi cabello, hizo un reguero de saliva acercándose más y más a mi oído. Chupó mi oreja y mordisqueó el lóbulo…

 Voy a follarte, mamá. Voy a follarte como la gran puta que eres para mí. Pero vas a tener que suplicármelo. Quiero que me pidas meterte la verga hasta el útero que me engendró…

No hacía falta que me obligase, yo misma tenía iniciativa de sobra para que me follara como a una perra salida… mis ganas de macho eran tan intensas que solo razonaba con el clítoris.

 ¡¡Fóllame, hijo!! ¡Fóllate a la puta de tu madre! – Le dije cuando noté como pellizcaba con fuerza mis pezones – Entiérrame la polla hasta no quedar nada fuera del coño y no la saques sin rellenarme el útero de tu leche – ¡Fóllame, cabrón! ¡Fóllate a la puta de tu madre!

 Grítalo, puta. Grítalo bien alto o saco mi polla y me corro en tu cara sin joderte.

"Joder, son las once de la noche, puede que haya vecinos despiertos...pero quiero que me folle" lo volvía repetir mucho más claro y alto.

– ¡¡FÓLLAME HIJO DE PUTA…!! Seguro que me deseas preñar... ¡¿Verdad?! Dime...¡¿QUIERES PREÑAR A TU MADRE, CABRÓN!! No cortes porque este es el momento de hacerlo.


Apenas terminé de gritar, mi hijo soltó mis tetas separándose de mí y me agarró de las caderas. Comenzó a follarme de una manera brutal. Embestía con una fuerza que nunca había sentido en mi coño. Oía sus huevos chocar contra mi coño una y otra vez, mientras yo gemía sin parar escandalosamente. Sentía su polla en mis entrañas, en el mismo estómago de lo honda y dura que la tenía el desgraciado.

 Joder, sí, eso es Mario, sí. Así se folla a la Puta Perra de tu Madre…

 Te gusta, ¿verdad, puta? Seguro que papá nunca te ha follado así

– Ni ninguno que me haya follado. ¡Eres el mejor macho que me ha follado en la vida…!

Jamás en mi vida me habían follado así, era totalmente cierto, ninguno se atrevió a usarme con tanto descaro haciendo de mí una soberana PUTA. Mi hijo empezó a azotarme con fuerza el culo con cada embestida. De mi boca salían quejidos mezclados con los gemidos mientras le pedía a Mario que no parara de follarme duro, que me la metiese con más fuerza y me revenase el coño a pollazos… ese crío la tenía tan dura que sus inserciones me dolían.

 Me voy a correr, Mario. Mamá se va a correr, joder ¡No me lo impidas por Dios te lo pido…!

Solté un grito prolongado mientras los huevos de mi hijo no paraban de chocar contra mi clítoris. Bajé la cabeza extasiada y vi mis tetas botando sin parar. Mi hijo seguía embistiéndome con furia, se pegó a mí como un perro follándose a su perra, y me sujetó de los pezones estirándolos. Cada vez menos me sentía menos culpable. Solo deseaba correrme, sentir el gozo del mejor orgasmo de mi vida, sentirme mujer y hembra en brazos de un auténtico macho semental… nos diferenciaban 18 años solamente, en lo demás estábamos a la par de vicio y lujuria.

 Córrete de nuevo, puta. No voy a parar hasta que lo hagas y me lo hagas sentir en mi polla.

Nunca en mi vida me había corrido tan rápido dos veces seguidas. Comencé a temblar, mis brazos me fallaron y me dejé caer en el sofá quedando mi culo levantado para él… apenas unas más embestidas que perforaban la entrada de mi cérvix, se endureció previa a correrse.

 Joder, Mario, que bueno hijo eres conmigo. Joder. Joder. Joder…

Mi hijo me dio un par de pollazos en mi ya dolorido coño y noté como mi raja se iba llenando de leche caliente mientras el semental bufaba eyaculando. Entonces tuve un orgasmo que realmente me hizo sentir fuera de mí. Empezó como un ladito ahí abajo, luego mi cabeza iba a mil por hora, mi cuerpo empezó a sacudirse incontrolablemente. Fue como una erupción volcánica... Pero en la vagina. Luego colapsé junto a él, no me podía mover ni hablar. Él ya se había vaciado los huevos en mi coño cuando reaccioné, sacó su polla y noté como varios chorros caían sobre mi espalda. Luego me dio unos pollazos en las nalgas y se alejó de mí.

 Venga mamá, levanta. Tienes que bañarme antes de ir a dormir.

Le miré sonriendo desde mi posición a cuatro patas mientras tocaba con mis manos el semen que iba saliendo de mi coñito. Me chupé los dedos, me levanté y le cogí de la mano para guiarlo al baño y lavarlo. Mientras frotaba con mis manos el cuerpo juvenil de mi hijo, sonreí mientras recordaba que al día siguiente seguiríamos solos.

Una mañana dos meses después de la citología, tenía hora para una visita rutinaria con
mi ginecóloga. Hacía poco tiempo que había cambiado de mi anterior ginecóloga por ésta, más joven, porque una buena amiga me la había recomendado con buen motivo, ya que era mejor el trato, más agradable y discreto. Siempre he preferido ginecólogas a ginecólogos por una simple cuestión de sentirme cómoda. Tiene una voz suave y susurrante que te da confianza y siempre gasta una amable sonrisa en la cara, lo que hace que te relajes en su presencia, una mujer que da la apariencia de que podría ser una excelente amiga.

Ese día estaba sola, no daba consulta con los estudiantes universitarios, me hubiera gustado ver de nuevo a mi semental, pero la ilusión se desmoronó cuando solo estaba ella para recibirme. Como las otras dos veces me saludó sonriente y tras decirle que sólo era una
visita por unas leves molestias en el útero, me dijo que me desvistiera en una pequeña salita contigua y me pusiera una de las batitas blancas reservadas para las "clientes".  Le pregunté si hacía falta que me quitara las medias sexys para el encuentro que no ocurrió, para lo cual se las enseñé subiéndome la falda hasta que pudiera ella ver las medias, me miró durante largos segundos y sin quitar sus ojos de mi muslo…

– No hará falta Lara – me llamó por mi nombre, algo que era habitual en ella
para dar confianza en las consultas.

Mientras me desvestía con la puerta del cuartito abierta, ya que me da igual que otra mujer me vea desnuda, me dijo que mis medias eran muy bonitas, que quería comprarse unas parecidas. Le comenté dónde las había comprado yo y su precio y empezamos a hablar de lencería. Salí ya ataviada sólo con la batita y las medias color verde oscuro que hacía juego con el resto de mi lencería, que ya no llevaba puesta, claro. La doctora me volvió a mirar de arriba a abajo terminado ese repaso visual a todo mi cuerpo con una sonrisa mirándome a los ojos, yo le contesté con otra sonrisa aunque no pude evitar ruborizarme y acabar desviando
la mirada. Es algo que me pasa a menudo cuando noto que una mujer se fija en mí, pero sólo si a esa mujer la considero atractiva y digna de ocupar mis pensamientos cuando fantaseo con mi chico, como en este caso ocurría.

Me tumbé en la camilla levanté mis piernas y las separé adecuadamente, me sentía turbada, porque cuando me excito se me nota enseguida y no quería que ella se diera cuenta de que esa mirada felina que me había echado había provocado cierto calor dentro de mí que me hacía pensar en otras cosas para intentar rebajarlo. Ella se acercó a un cajón para sacar unos guantes de plástico, mientras me comentaba que adoraba ponerse lencería sexy pero que a la consulta no la llevaba porque tampoco le era cómodo, yo le comenté que no solía ponerme tan sexy…

– ¿Ah, estás de estreno?, pues si todo es del mismo color es precioso el conjunto

Aquel comentario me sonó a un intento de su parte de que hubiera complicidad entre ambas. Solía hablar mientras te exploraba, pero el comentario siguiente ya me pareció peligrosamente excitante…

– Seguro que estás preciosa con ello y que tu esposo no podrá resistirse.

No supe que decir, metiéndome una mano por dentro de mis medias me preguntó si la cara interior del final de mis medias era adherente como suelen serlo algunas de estas medias, le contesté que sí, y ella comentó que eran preciosas y que me quedaban muy sexys. Luego me preguntó si me importaba que usara un líquido especial para la exploración, algo inocuo pero que facilitaba la introducción en mi vagina, a mi me pareció inusual pero le dije que sí. Cogió
un tubito de una sustancia indeterminada para mí y empezó a extenderlo con una lentitud exagerada por toda la zona externa de mi sexo, yo no entendía porque tenía que lubricar los labios de mi vagina y sobre todo no entendía porque lo hacía con aquella deliciosa suavidad, levanté la cabeza para fijarme bien y usaba ambas manos, parecía deleitarse y sus ojos iban de mi coñito a mis piernas, mis muslos, las medias. Iba acariciándome en círculos cada vez más amplios.






“Tranquila Lara – pensaba yo – controla la respiración y no pasará nada.” Soy muy sensible, como toda mujer, si me tocan sabiamente esa zona, y me daba miedo excitarme y gemir, algo que no se evitar si disfruto, y su forma de tocarme era mejor y más sensual de lo que ningún hombre había hecho nunca conmigo. Noté como me había embadurnado enterita, y un calor interior que hacía que empezara a sentirme mojada por mis propios flujos y no sólo por aquella sustancia, además sentía como mi clítoris se endurecía, igual que mis pezones, y la vergüenza que me invadía al pensar que ella pudiera darse cuenta hacía más excitante y morbosa la situación. Me mordí mi labio inferior.

– ¿Estás bien Lara? ¿Ocurre algo? – Me ruboricé como una colegiala.

– No, estoy bien – fue lo único que supe decir presa de la excitación y la timidez.

– Quizás te molesta el guante de goma, ay muchas mujeres a las que les pasa y prefieren que lo haga con las manos desnudas. ¿Qué prefieres? – me preguntó, y claro yo no supe decirle.

Se quitó un guante, dejando la otra mano con el guante, y me acarició toda mi zona genital primero con la mano desnuda y luego con la mano enfundada, mirándome con un puntito de picardía o eso me pareció a mí. Al acariciarme había posado sin disimulo pero con suavidad cada una de las palmas de sus manos y las había movido en un amplio y lento círculo haciendo que mis labios vaginales se desplazaran con su manita y dos yemas de sus dedos
atraparon ambas veces mi clítoris ya descaradamente erecto lo que hizo que yo no pudiera impedir abrir mi boca para inspirar una bocanada de aire, algo que ella se percibió de sobra.

– ¿Todo bien? – Volvió a preguntar.

Esos pensamientos de estar a su disposición, lejos de tranquilizarme avivaron mi libido y noté que mi coño empezaba a lubricar mucho más de lo que es normal en una visita.

– Bueno me quito los guantes mejor. ¿De acuerdo? – Prosiguió ella con naturalidad – Quizás seas alérgica al látex y no lo sepas, ya me ha pasado, así que por precaución, lo haremos al natural, ¿Te parece?

Dije que sí con la cabeza y me recosté del todo esperando que la excitante situación no terminara por sí misma. Todavía quedaba lo peor (¿peor o mejor?) que la exploración vaginal, sentirla dentro de mí, recordaba a su alumno jugado a ser mi ginecólogo usando sus dedos de igual manera para excitarme. Cuando toda la exploración acabó, hablamos sobre la analítica de y finalmente me resolvió el enigma de mi malestar… ¡ESTABA PREÑADA! Lo curioso es que ella pensaba que de mi esposo, pero yo ya no lo tenía tan claro… esa semana de fecundación me han follado y corrido dentro de mi vagina tres sementales diferentes… mi esposo, mi hijo y el desconocido estudiante de ginecología que me dio las folladas más copiosas que recuerdo. No tenía intención de averiguar los genes del embrión que crecía en mi útero, porque tendría los apellidos de mi esposo, quien se encargaría de mantenerlo durante toda su vida. En verdad me fui ilusionada y malévola a casa, pensando en la bomba que dejaría caer a mi familia diciéndoles... ¡ESTOY PREÑADA DE 8 SEMANAS!




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