1ª PARTE
"Una
para el otro y otra para el uno".
Esa frase la repite una y otra vez mi melliza emulando el lema de los tres
mosqueros, una reseña que implicaba complicidad y lealtad mutua. Tal fue así, que
llegó a ser nuestro lema durante muchos años siendo niños. No menos cierto era,
que nuestra relación como la de todos los hermanos sufría altibajos, pero en
general y aunque aparecieran diferencias entre nosotros éramos realmente
inseparables, pocos secretos nos teníamos…dormíamos juntos en la misma habitación,
nos desnudándonos uno frente al otro al vestirnos, nos duchábamos a veces
juntos y compartíamos juegos y horas de estudios a diario, peleábamos por el
control del mando de la tele, y cuando uno faltaba un tiempo, nos echábamos de
menos.
Conforme íbamos creciendo entrando en la
adolescencia, se comienzan a marcar las diferencias. Una de esas diferencias
era el tiempo, el tiempo que es inexorable haciéndonos mayores, cumplimos años
y empieza a haber pequeños secretos entre nosotros, pequeñas diferencias…, era
de cajón siendo ella mujer y yo hombre. Empezamos a alejarnos en el instituto,
donde buscábamos vivencias diferentes y aunque nos unían muchas, cosas otras
nos separaban, yo buscaba encuentros con chicas y ella con chicos, y a
pesar de todo ello ella era realmente mi confidente y yo el suyo en los
desamores que solía tener con frecuencia, lo que la llevaba a estar al menos
una semana de depresión, y de nuevo volvía a ser un mindundi cuando se sacaba
el clavo con otro clavo.
Lidia era un sueño de niña, se veía bien culona con ese trasero respingón. Bbrillaba más por su vientre plano entre la pequeña cinturita y sus firmes muslos que por sus estudios, lo que puso locos a todos los chicos a su alrededor. Con lo inquieta y sociable que era mi hermanita, se convirtió en una golfa que no ponía reparos a un sobo. Sensual y exhibicionista, le gustaba llamar la atención, usar ropa ceñida al cuerpo y vestidos cortos…, prefería todo mini nada más llegar el buen tiempo para enseñar cachas. Lidia era la mar de social, simpática y lasciva, porque se sabía deseada a rabiar… en definitiva se había convertido en una “putita de colegio” bien aconsejada por su amiga Irene. Yo apenas tendría noticia de parte de sus andanzas, si no fuera porque discutían sus golferías frente a mí.
Lidia le ocultaba cierta información a mi madre, pero eso no quitaba que le contase algunos de sus rolletes como ella decía, y mamá le permitiese el comportamiento impúdico que de siempre había tenido mi hermana desde que era prácticamente una infante, y dado que ya debíamos de estar acostumbrados en casa, según mi madre… se refería a mi padre y a mí naturalmente, poco caso hacían a su hija otorgándole toda libertad en su impudorosa actitud. A mis quince años en plena efervescencia de la pubertad, mi situación era tortuosa o privilegiada, porque se habían acostumbrado tanto a mí, que aunque fuera un adolescente salido, mamá y Lidia no se incomodaban hablando de sus sórdidas aventuras, ni de andar ligeras de ropa en casa, semidesnudas o incluso salir del baño totalmente desnudas con solo una toalla en la cabeza… y aunque parecía estar acostumbrado después de tantos años… eso… me… afectaba.
Un cierto día en casa se dieron cuenta de que yo ya no era exactamente un niño… para nada cambiaron el talante hacia mí, solo me empezaron a hacer comentarios insinuantes y bromas sobre mi verga, erecciones y masturbaciones… para mi madre era natural mostrar el cuerpo, aludiendo a mi necesaria habituación al cuerpo femenino. Sin embargo, a mi lasciva hermanita le divertía excitarme mostrándome su ropa interior puesta sobre su cuerpo, sus tetas y en especial su trasero, de la que sabemos es su mejor parte corporal. Excepto ciertas miradas algo obscenas, junto a manoseos indiscretos en mis partes nobles, se seguían exhibiendo frente a mí como si yo fuera otra chica o de piedra… con frecuencia me recordaban mi situación privilegiada por verlas desnudas. Mamá solo me prohibía hablar de sus cuerpos con gente que no fuéramos los cuatro de la familia, y nunca una fotografía, ni siquiera en bikini… a cambio esas visiones de exhibicionismo me las regalaban a diario y por ello me alteraban cada día más. Mi cuerpo reaccionaba al punto, que a veces tenía que hacerme cuatro pajas en un solo día… y ellas lo sabían, me molestaban con ello haciéndome bromas y… les divertía verme tan salido por el poder de sus alusiones e exhibiciones, cargadas siempre de un gran contenido sexual.
***********
Ocurrió el acontecimiento que nos marcaría del resto de nuestra vida, y que a la postre sería un punto de inflexión en la relación con mi melliza. Fue unas semanas antes de finalizar el curso escolar, aquel día me quedé con los amigos a jugar al futbol y llegué a casa tarde y bastante cansado. En casa mamá andaba por la cocina preparando la cena… saludé y después de charlar un poco comentando el día llegó mi hermana, empezaron con sus conversaciones de mujeres y me sentí marginado al segundo de llegar mi hermana, así que les dije que me relajaría en la bañera… me sumergí tranquilamente en la cálida agua enjabonada.
El seguro del llavín del baño no funcionaba, estropeado de no se sabe cuándo… nos habíamos acostumbrado. Al cabo de unos diez minutos, mi hermana aparece en el aseo apresurándome porque ella también quería bañarse, le rogué que esperara su turno… después aparece mi madre en su apoyo, apresurándome también… reclamo mi derecho a tomarme mi tiempo, al igual que ellas se lo toman con creces… discutimos… discutimos más imponiendo mi derecho a tomarme mi tiempo, pero Lidia se puso difícil como de costumbre, familiarizada a manipular a los chicos, y por supuesto a mí el primero.
Sin decir más, se desnudó y se metió en la bañera como en otras ocasiones lo hemos hecho juntos. Abrió la lluvia y empezó a ducharse ante mi presencia. Mi cuerpo comenzó a reaccionar ante la presencia de aquel despampanante trasero… ya no éramos los niños de hacía unos años, ahora era imposible ser indiferente a ese cuerpo, ellas lo sabían y sonrieron morbosamente de mi “pusilanimidad”. Mamá acababa de orinar y se aseaba en el bidé, mientras murmura que me esté tranquilo y Lidia bromea con que no me hará nada. Mi madre argumenta que nos habíamos visto desnudos toda la vida para no discutir más… solo añade que si me molesta mi hermana, que me apresure y salga del baño… pero era injusto que me sacaran así, e insistí en mi derecho de tomar mi tiempo. Ambas se mostraban cómplices y unidas contra mí.
Mama salió del baño y nos dejó discutiendo. Lidia indiferente a esa situación se enjabona con sensualidad y un tanto de lascivia, de arriba abajo y de abajo arriba jugando con el agua de forma provocativa contoneándose frente a mí, dejándome ver sus exuberantes atributos… trataba de perturbarme con provocación. Sentado y ella de pie, lucía todo su cuerpo con movimientos sensuales y pasadas de sus manos por su dermis, recordándome los chicos que matarían por ver lo que yo estaba viendo en primera fila… Mientras se enjabonaba mostraba su raja asomando bajo su culito, y por momentos sus labios vaginales que ella misma se separaba, a la par que abría un poco las piernas y respingaba el culo, para que yo tuviese una visión completa de lo que me ofrecía… descapullaba su clítoris y lo frotaba pajeándose entre gemidos sediciosos. Ella se reía, simulando que “se cubría” las tetas y el coñito, consciente del efecto que provocaba en mi verga…
Para mamá yo era su hermano mellizo, simplemente la otra mitad del mismo ser… dos hijos en uno que llevó juntos en su panza, durante nueve meses, un hombre neutro y sin sexualidad para mi hermana exultante. Sin embargo para Lidia ni siquiera era eso, no me consideraba un hombre, era… solo un hermano o mejor decir una hermana defectuosa vertedero de sus penas, una sombra…un ser molesto… una verga inútil… quería que me fuera y debería irme como en otras ocasiones antes que empezará a ponerme el culo o el coño en la cara, pero a pesar de mi incomodidad, me quedé. Tal vez gracias a que la espuma cubría mi polla erecta. Ella seguía bromeando sobre mis reacciones corporales.
– ¡Qué pasa…! ¿Estás nervioso por ver cómo me ducho…?
– No…
–
¿Se te puso dura
la POLLA…?
–
No
–
¡¡MENTIROSO…!!
–
Bueno… sí…la
tengo dura porque eres una golfa.
–
¡Aja…! ¡Uy! ¿Y
qué estás pensando hacer con tu hermanita…?
–
Nada… eres mi
hermana, aunque te comportes como una puta.
–
Mentiroso… eres
un cerdo… ¿me deseas como todos los canallas que conozco…? ¡Si, verdad!,
quieres follarme como todos los otros cabrones a los que se la pongo dura.
–
No me molestes
con tus rollos…
–
¡¿Y… porque no
te vas, si te incomodo tanto?!
–
Yo llegué
primero y tengo derecho a mi tiempo de baño como vosotras.
–
Mentiroso, eres
un degenerado. Solo te quedas para verme desnuda porque sabes que no me corto
en ducharme delante de ti ¿Te gusta mi coñito, verdad? ¡Seguro que te haces unas
buenas pajas pensando en mí…!
Se lo abrió para darme a ver el interior rosado,
luego se estiró el capuchón y salió su clítoris bastante grande, duro y
dispuesto a ser comido… se me endureció más la verga si cabe.
–
No me molestes…
eres una zorra follando con todos. Te andas casi desnuda en la calle y aquí en
casa es raro el día que no te paseas en pelotas… te gusta provocar y que te
miren ¿Acaso no vales más que eso?
–
Y a ti que te
importa cómo me visto y con quien me acuesto… ¡¡Estas frustrado porque eres el
único tío que conozco que no puede follarme…!!
–
¡Solo déjame tranquilo!
Yo también me merezco un baño relajante.
–
Ok, me parece
bien. Si vas a seguir aquí espiándome, haz algo útil y ayúdame… frotándome la
espalda… tal vez sirvas para hacerme un masaje desestresante.
–
No, háztelo tú
misma.
–
No seas tonto…
¡Uy, ya comprendo! ¡Te da vergüenza que te vean la verguita! ¡Mira que eres mamoncete!
Tranquilo… estaré de espaldas y no miraré como tienes tu pichita.
–
No… te he dicho
que no… estoy harto de tu manipulaciones ¡Me voy!
Cuando me empecé a incorporar
–
No seas tonto…
ya he visto y he tenido algunas vergas de verdad… no te voy a hacer nada,
enjabona mi espalda y desestrésame… yo me encargo de mi trasero de esta manera
– Y se lo frotó con jabón ella misma – Ya que te da miedo.
–
No me molestes
más, nena.
–
¡Anda ya, hazlo…
lárgate o enjabóname! De todos modos mi culo solo se toca con mi permiso.
–
Eres una
presumida, mejor dicho una creída ¡¿Crees que puedes tener a cualquier chico a
tus pies, solo porque tienes un cuerpo impresionante y fácil de follar?!
–
¿Presumida
dices…? Nene... este trasero es único, cariño… matan por tocarlo… Claro que
tengo a quien quiero sometido a mis deseos.
Se lo acarició con lascivia metiéndose la mano por
la raja y llegando a pasar un dedo por la raja de su coñito subiendo hasta el
ano y vuelta a bajar, con gemidos sugerentes.
–
Bueno ya… ¡está
bien…! Te enjabono la espalda… y me voy…
Mientras conversábamos, ella me dio la espalda con
sus manos en la pared y yo me quise poner de pie detrás de ella, pero me
resbale. Lidia soltó que su culo me tenía demasiado nervioso, como si no lo
hubiese visto nunca y ya os digo que era el pan de cada día…le encantaba
exaltar su hermoso trasero. Como pude me puse de pie y me acomodé enjabonando
su espalda frotando en círculos. Sentir su suave piel femenina, sus sensuales curvas
y los inevitables roces y restregones, entre sus nalgas y la punta de mi polla…
me alteraron más… ver y sentir su redondeado trasero en comunión con mi verga
hizo de la erección cada vez más fuerte,
con la consiguiente excitación, crecía… aprovechando la morbosidad del momento
empujado por el deseo voraz del deseo.
Me dediqué a acariciar y disfrutar el cuerpo de mi
hermana, su espalda, su cuello, su delicada cintura, su cadera… de pronto
instintivamente una de mis manos se desliza por su costado… ella no dice nada…
empiezo a “enjabonar” y acariciar el lado de una de sus tetas… mi otra mano
rodea su cintura, y se mueve hacia su ombligo. Ella se echa hacia atrás y mi
cuerpo se pega más al suyo y entre la espuma le acaricio el vientre… mi pecho
se pega a su espalda y mi estoque erecto se acomoda entre sus nalgas… entonces,
ella de pronto vuelve su cabeza y me mira seria fijamente y sujeta con fuerza
mi mano sobre su vientre…
– ¿Qué haces?
…sorprendida de mi “abuso”, pero sin decir más…
nuestras miradas quedan fijas una en la otra… mi otra mano se adentra y la
sujeta con fuerza de una de sus tetas, su mano suelta sujeta mi mano en su
pecho… y me detiene… nuestras manos están tensas y nuestras miradas siguen
fijas, descifrando que está pasando… antes de que reaccione me armo de valor o
fue el instinto, no sé… pero sin pensar en las consecuencias, con el corazón a
mil, mi instinto forzó mi mano derecha por su vientre hacia abajo, camino de su
entrepierna, ella presiona mi mano con intención fallida de detenerme, ya no
estaba bajo su control…
–
¡Oye Martín!
¿Qué crees que estás haciendo…? ¡Detente!... soy tu hermana.
Uso mi fuerza y desciendo hasta toparme con su
chochito pelado, tallándole la rajita… su mirada perpetua en la mía… frunce el
ceño… no decimos nada… esperando que gritara y depositando mi mano enjabono su
intimidad… ella me mira… aprieta mi mano para que sienta la esponjosidad de su
vulva… y suavemente…
–
¡De… ten…te… sa…
saa… saaca… tuu manno… de… ahí… soyyy… tu… her…ma…! Por favor no me hagas esto
Martín, tu Nooo…
Insisto y “enjabono” su coño… mi otra mano avanza
hasta agarrarla de su otra teta abrazando su cuerpo bajo la ducha, a la vez que
la atraigo hacia mi cuerpo acomodando mi dura verga entre sus nalgas… el
enjabonado de su coñito empieza a surtir efecto… y ella responde al frote de su
clítoris… cerrando lentamente sus ojos mientras empieza a girar despacio su
cara hacia la pared. Suelta mi mano y apoya de nuevo las suyas en la pared y
empuja más atrás su trasero echándolo sobre mí… buscando mi dureza. Percibo
como abre levemente las piernas, lo que favorece la apertura de los labios
vaginales permitiendo entre gemidos que mis dedos se deslicen por su rajita
instintivamente, buscando la parte candente de su vagina y acariciando más
rápido el espigado clítoris…
– Er… ereees… unn… ceer...rdo
– Y tu una puta calentorra… te gusta calentarme la
polla sin medir las consecuencias…
–
¡¡mmmm…!!
–
Una zorra callejera
que te dejas follar por cualquiera, sin pensar en mis necesidades…
–
¡¡mmmmmm…!! tu…
tu no… en… tien… des…
–
¿Qué eres una
perdida? Una zorra pedida… ¡¿Cuántos te habrán follado?!
–
No… de eso no
tienes ni idea… no es… mi culpa… es… mi cuee…rpo… es… mi… cu…li…to… mmmm… si…
siiigueee… Yo no he foll…. Aaag – Le metí el dedo índice.
–
¡¡Que pérdida
estás nena…!! ¡Dejarte follar por tu hermano mellizo! ¡¡Eres insaciable!!
–
Ssi… ssssiiii… lo…
sé nene… sí… Sí, Sí… sigue… aaaaaahhhhjjjj
En ese momento, mi polla ya tenía un tamaño
considerable, por aquella época rondaría los 18 cm pero aún no demasiado gorda.
Mi hermana la presionaba y no era la postura más cómoda. Deslizo mi mano un
poco más entre sus piernas y con un leve movimiento de mi cuerpo, libero mi
polla de esa prisión entre sus nalgas, depositándola entre sus piernas… la
presión que ejerció mi erección en su entrepierna le provoca un suspiro o
gemido… y una contracción. Me voy acomodando entre caricias y ella conmigo…
(Ley de la naturaleza… polla y chochito se atraen), hasta acomodar la punta de la
verga bajo la rajita de su coñito.
Me quedo así un rato, acariciando la rajita con el
tronco de mi polla, mientras ella se apoya contra la pared… mi abrazo la sujeta
con fuerza de sus tetas y la otra empuja acomodando su vientre… y… su trasero.
Lentamente el glande se apropia de su raja y empieza a abrirse camino entre los
finos labios vaginales… pega un pequeño brinco, como puede se agarra con fuerza
de la pared del baño… acomoda su cadera… ella sabe lo que va a pasar esperando
a recibirme, yo no lo tengo tan claro… ella es una zorra hambrienta de sexo, yo
un virgen imberbe movido por el más primitivo instinto. Me dejo llevar… la
naturaleza puede más y con naturalidad su vagina se abre ante la presión de mi duro
falo, el cual lentamente empieza a entrar por el conducto vaginal de mi
melliza, mientras sigo masturbándola salvajemente. El ariete entra un poquito
más… y sale… y entra un poco más… y sale… y vuelve a entrar más… y sale… y…
mientras le sigo “enjabonando” sus tetas con una mano y el clítoris con la
otra, en pocos segundos convulsiona y explota en un furioso orgasmo clitoriano
múltiple…
–
¡¡Aaaaahhhhh…
ssssiii… sssiiggueeee… aaagggg…!!
Mientras continúo con un suave, dulce, rítmico y
excitante bombeo. Un momento después ella saca mi mano de su clítoris
suplicante…
–
Ya… espera… ya…
Sigo bombeando y ella contoneando su trasero entre
gemidos disfruta de un largo orgasmo vaginal… un momento después, de sorpresa,
nuestra madre nos reclama desde el pasillo en puerta de la cocina hacia el
baño.
–
¿Por qué tardáis
tanto…? Apresuraos.
Mientras mi hermana con los ojos cerrados sigue gimiendo
con suavidad… trato de quedarme inmóvil intentando que no se diera cuenta de
mis… nuestras acciones… pero no puedo… el vaivén de mi cadera continua, la
tensión extra de que mamá llegue y habrá al puerta, encontrándome follando a mi
melliza que tanto provoca, me excita, mientras mi hermanita sigue sumergida en
su éxtasis… se inclina hacia adelante y saca más su culito respingón para
entregarse como una perra en celo.
Esperando que mamá preguntara que pasaba… sin saber
qué responder ni poder dejar de serruchar a Lidia, que no hacía nada más que
gemir… solo estaba ahí… aferrada a la bañera y a mi verga, recibiendo el
bombeo… la manecilla gira y la puerta se empieza a abrir… cuando de pronto
suena el teléfono, y mamá nos deja con la puerta medio abierta, me distancio
levemente y la tomo de la cadera para ver el tronco de mi verga emerger por
momentos de ese fabuloso coño a través de ambas nalgas que forman el mejor trasero
del mundo… no puedo evitar fijarme en su botoncito anal… no me puedo detener…
mi pulgar se acomoda en la entrada de su ano, Lidia se estremece…
–
En…jabó…na…me…lo
bien… – Acaricio su hoyito.
–
Tu agujerito se
ve precioso y muy apretado.
– ¡A qué esperas! Enjabo…name… méteme el dedo… méteme
todo
Le hundo mi pulgar en su ano, al tiempo que ella
empieza a convulsionar un poco más rápido… mmmmmmmmm… no pude evitar follármela
con más fuerza, percibo en mi glande todas las sensaciones de su apretada
vagina, el roce de los pliegues y lo enjuto que posee el coño… y al momento mi
melliza gime… su cuerpo se arquea al tiempo que exhalo una serie de fuertes gruñidos
y ella un gemido de placer… ¡¡Aaaaajjj…. si… ssssiiiiii… SSIIII… AAAHHHH…
AAAAGGGG…!!
Entre jadeos y gemidos convulsionaba
estremeciéndose violentamente. La sujetaba de la cadera con fuerza, como si
montara una yegua salvaje, para que no se saliera la polla de mi presa… le
seguía dando, y dando… al cabo de un rato de buena jodienda, no esperaba la
reacción de mi melliza…
–
¡¡Más, más dame
más…sí, sí, sí…!!
Le seguía dando… su cuerpo reaccionó exactamente
tal y como fue diseñado tal y como pretendía en mis fantasías… no puede
controlarlo por mucho que quiera, es una zorra sedienta se sexo… se corrió de
nuevo follada por su mellizo. Con esa nueva convulsión, su vagina presionó de
tal modo que succionaba mi tallo hasta que el roce se hizo incontenible comencé
a notar la subida de leche por mi tronco viril… y sin más, se la clavé a fondo exhalando
todo el aire de mis pulmones y sin miramiento alguno me corrí dentro de ella.
Solté el chorro de leche más potente que recordaba, y un segundo y tercero
mientras metía y sacaba sin abandonar la profundidad de su coño. Me iba
corriendo y seguí dándole hasta…
–
¡Ya… está bien…
déjame! ¡¡Mamá! – Gritó
–
¿Qué pasa…? La
cena estará en cinco minutos…
Mi hermanita se salió de mí y caímos de rodillas en
la bañera… nuestros cuerpos quedaron casi flotando en el agua por un momento…
yo seguía acariciando aquel trasero y ella no decía nada ante mis iniciativas.
Ambos sabíamos que mi esperma corría camino de su útero, yo que la cantidad
eyaculada había sido voluminosa.
Un minuto después Lidia… se volvió hacia mí, me
miro de forma que pensé que me golpearía por lo que le había hecho, pero sin
decir más, se me hecho encima, me tomó de la cara y me besó con pasión,
hundiendo su lengua dentro de mi boca… empezó a acariciar mi verga que no había
dejado del todo la erección… y en tono exigente…
–
Dame más… quiero
más… ¡¡TE DIGO QUE QUIERO MÁS DE TU VERGA…!!
Nuestros cuerpo se acariciaban… mi verga se empezó
a erguir poniéndose mirando al techo de nuevo… entre caricias y manoseos me la
levantó en un abrir y cerrar de ojos se echó sobre ella y se la metió en la
boca… mi melliza, la diosa de la lujuria me estaba haciendo la mamada del
siglo, parecía ser una auténtica experta, no me extrañaba que tuviera tanto
éxito con sus rolletes. Sin usar sus manos empezó a lamerme la verga poco
a poco, desde la cabeza hasta la raíz del tronco, pasando su lengua y
succionando, yo disfrutaba aun con la sorpresa. Me mordisqueaba la bola de mi
cabeza… la chupaba, la metía toda a fondo de su garganta hasta que se notaba
ahogar. Sin sacarla de ahí seguía y seguía sin tener una sola arcada, hasta que
quiso respirar dejando un chupón sonoro en el glande machacándome el tronco con
su mano diestra.
Tenía una súper erección, el gusto y el nervio de
que nos pillaran me excitaba. Al igual que ella, disfrutaba de tal manera que
opté por olvidarme de todo y recrearme… Lidia veía que no me iba a correr tan
fácilmente, lo saboreo y lo trago despacio disfrutándolo de nuevo al fondo de
su galillo. Quise retirarla para sobar su coñito, pero insistió que no,
continuando en la lamida de verga, dejándola embrutecida… su lengua se sentía
extravagante en mi polla… algo que nunca he podido olvidar. Suave y con
sensuales gestos me sonrió haciendo el gesto de clavar sus dientes en la punta
del glande y dándome un beso en el mismo después…
– Gracias por la invitación a comértela… es el mejor
plato que he comido en mucho tiempo. No imaginé que tuvieras ya una polla tan
gorda y deliciosa… ¡¡ES UN PUTO CAÑÓN!!
– ¡¿No quieres que te coma el coño…?!
–
Sí, sí… así…
dame más… pero no quiero comida de coño… necesito algo más fuerte para él, y
eso es lo que tienes entre tus piernas, cabrón.
–
Pues sírvete tú
misma, nena.
–
Por supuesto…
¡Qué buena polla tienes Martín… joder que bueno estás, nene! Y lo mejor es que
sabes darme lo que necesito… ¡Me has follado muy bien para ser virgen! ¡¿A
cuántas te has cepillado ya?! A mí no me engañas.
De un tirón me sentó en el fondo dela bañera, se
posicionó sobre mí de pie, en ese momento daba la sensación de ser estar viendo
al monumento de la libertad desde mi perspectiva de inferioridad a sus pies, se
acuclilló expandiendo su coñito y con precisión suiza acomodó la verga de
manera vertiginosa metiéndose hasta la mitad en su vagina. Se apoyó en mis
hombros y luego abrazándome del cuello se clavó el segundo tramo de la tranca.
En medio de un chapoteo salvaje, me montaba como una amazona sobre su corcel.
Sus tetas se balanceaban al ritmo del agua que se agitaba y derramaba de la
bañera a modo de tsunami. El tapón del desagüé se destapó y el agua empezó a
dejarnos mientras la ducha nos terminaba de enjuagar… la montada surtió
efecto…. y rápidamente ella empezó a gemir de nuevo, hasta conseguir otro largo
orgasmo. Me veía sobrecogido por la facilidad de mi melliza al lograr sus
corridas, a razón de tres por cada una de las mías y yo creía que me corría
rápido teniendo a Lidia como una ninfómana multiorgásmica. Luego supe que ella
se pajeaba incluso más que yo… mañana, tarde y noche a diario… al menos lograba
seis orgasmos al día, algo casi impensable para mí, que con ese ritmo acabaría
con mi polla.
Terminado “el baño orgásmico” cayó desfallecida
sobre mí y un momento después sin decir más, Lidia salió casi a rastras a
cuatro patas. Mi verga seguía dura… no me había corrido aún. La mirada seguía
ese trasero contoneándose a cuatro patas sobre el piso húmedo, invitándome a no
limitarme al espacio de la bañera… salí de la misma. La alcancé cuando iba a
ponerse de pie y me acomodé detrás de ella, la tomé de las caderas al tiempo
que cerraba la puerta del baño. En el reflejo del espejo nos compusimos
desnudos tal como habíamos venido al mundo, allí teníamos las miradas cruzadas
proyectándolas en el otro.
–
Espera… nena…
Le solté una fuerte nalgada, Lidia me miró enojada…
le di otra nalgada y sin la respuesta típica de mi melliza cuando algo le
desagradaba de mí, se acomodó mirándonos en el espejo, elevó su culito para
darme un mejor acceso, y enfilando en su entrada le envié una estocada que la
penetré vaginalmente, golpeando los huevos en la vulva. No dijo nada solo nos
mirábamos reflejados en el espejo mientras bombeaba sin cesar en su apretado
coñito. Alternaba mis miradas con su cara, su espalda y como el tronco de mi
verga pistoneaba en su delicioso coñito serruchándola, ella gimió e intentó
convencerme que ya era suficiente, su cuerpo no.
–
¡¡Ya Martín… ya
es suficiente… déjame por favor…!!
Por nada del mundo iba dejar pasar esta
oportunidad… le metí de nuevo mi pulgar en su ano y empecé a follarla más duro.
Resurgió su parte puta al instante…
–
Sí, ssiii,
siiigue… sigue… SIII… SSSSSIII ¡vacíate completamente dentro de mí!
Asida de las caderas le daba pollazos en toda la
longitud de mi tranca, haciéndole notar mi glande en la boca de su coñito y al
instante siguiente en la boca de su cérvix… mis huevos rebotaban una y otra vez
en su coño, y creo que esa sensación nos gustaba a ambos. Era imposible
soportar mucho tiempo follándose a Lidia en tal postura… vista por delante y
por detrás a un mismo tiempo. Solo unos minutos follando a saco como conejos,
lograron que nos corriésemos los dos de nuevo.
Ambos quedamos rendidos en el piso… al rato se puso
de rodillas y de pie como si nada, limpio con dos dedos su coño mientras me
miraba en silencio, del que emanaba un reguero de esperma, envolvió su cabello
en una toalla y tomo su bata al momento que mamá abría la puerta y Lidia salía
del cuarto de baño…
–
¡¿Ya habéis
terminado los dos…?!
–
¡Sí…! Sí… ya
hemos terminado mamá – Respondí.
–
¡¿Pero, por qué
habéis tardado tanto?! ¡¡Y como podéis vivir con tanto desorden!! Anda Martín,
seca todo esto y no dejes todo para que lo haga tu melliza.
–
Sí, por
supuesto, es que el baño es pequeño para dos.
–
Eso lo sabemos
todos, por tal motivo tenéis que organizaros mejor ¡¡Que ya no sois unos niños
pequeños para compartir el baño de esta manera!
–
Sí mamá… supongo
que sí… pero Lidia se empeñó en ducharse en mi tiempo de baño, y ya sabes cómo es cuando se pone por
peteras.
Mientras yo limpiaba el baño, Lidia se vistió lanzándome
un beso de ganadora, junto con un giño que la hacía la chica más sexy del
mundo, ella lo sabía y tenía muy estudiada la pose…. Luego me puse el pijama y
me presenté donde mi madre y melliza, que ya estaban a la mesa junto con mi
padre, me senté con ellos a cenar. Conversamos… Lidia volvió a su actitud rutinaria…
me ignoraba cenando con “normalidad” pero me sentía empoderado, sabiendo que la
lefa que acumulaba durante varios días en mis huevos, ahora llenaba el coño de
mi hermana. Al despedirme Lidia me miró seria y se retiró. Mamá intervino
diciéndome que seguro yo le había dicho alguna grosería al verla tan molesta, y
que debíamos ser más amigables siendo hermanos y además mellizos.
Pasaron un par de días normales en los que ella en
general me ignoró, incluso más de lo habitual… pero esa noche entre las
sombras, se abrió la puerta de mi habitación y en la penumbra apareció Lidia…
entró… cerró y se dirigió junto a mi cama… me miró un momento de pie en el lado
izquierdo. Aclaramos lo sucedido en la bañera, teníamos esa necesidad de
hablarlo o se enquistaría.
– Lo siento… no pude evitarlo
– Lo sé… lo entiendo. No te preocupes… todo está
bien.
– ¿Por qué dijiste que es culpa de tu culo?
– Mi trasero enloquece a los chicos y… me esclaviza a
mí. Vosotros tenéis la necesidad por poseerlo y yo… tengo la necesidad… de
entregarlo.
Luego cruzo sus brazos, tomó su camisón y se lo
quitó, revelando su hermoso cuerpo desnudo, sus firmes tetas turgentes, su
vientre plano, su cinturita… ella se volvió para mostrarme el culito e
inmediatamente mi verga se puso firme a las órdenes del cuerpo del delito… un
cuerpo en una chica que de verdad era y es irresistible… yo solo levanté la sábana
y ella sin decir nada se metió en mi cama. Follamos durante unas dos horas, me
corrí unas tres veces y ella incontables. Acabados rendidos y exhaustos, me
quedé dormido y Lidia se marchó a su cuarto con la vagina repleta de esperma de
nuevo.
– Sabía que eras un gran semental… lo que no sabía es
que follaras tan bien.
Me largo instantes antes de darme la espalda y
desaparecer por la puerta. Los veranos son su mejor momento y por tal motivo, me
ningunea durante todas las vacaciones con sus amigos forasteros, lo cual me
encabrona sobremanera y llego a discutir con ella. El enfado es tan grande que
no volvimos a tener un encuentro más, lo cual me deja con mi natural onanismo
habitual, mientras que ella se magrea con todo hijo de vecino… ¡La odiaba!
Estaba para reventar con su pantaloncitos recortados que pretenden meterse en
la raja de su culo, le decía que no era una marioneta que pueda abandonar hasta
que ella quiera mover los hilos, que tengo sentimientos y necesidades. Intentó
calmarme con caricias sensuales y sus promesas que no pensaba cumplir. Me
endemoniaba, sabiendo cómo excitarme la muy cabrona. Llegó su amiguita Irene y
yo me largo ligero hacia casa, con un dolor de testículos del quince. Era mi
hora cumbre del día y mi hermana me puso como una moto…
***********************
…Fue un día
de comienzo de las vacaciones de primavera del 2001, mi hijo llega de la calle y entra muy rápido al baño,
supuse que tenía algún problema y subo la escalera a preguntarle si le puedo ayudar.
En casa llevamos una buena vida de amor y respeto con mucha confianza, donde
nuestros cuerpos no son un secreto para ninguno. Desde pequeños a mis hijos les
ido educando en la sexualidad con libertad, siempre han compartido todo al
nacer mellizos, pese a ser hombre y mujer, e incluso ahora en plena
adolescencia, aún comparten intimidades que llegan a ser un tabú en muchas
familias. Lo que no saben los padres es que en la pubertad, que es cuando se
están desarrollando, los progenitores deben de ser el apoyo en su vida, invadida
de tormentas de todo tipo… personalidad, incertidumbre, sexualidad. Pero este
apoyo no será fructífero si antes no se ha sembrado, y con los mellizos
tratamos de ser igualitarios en todo lo concerniente al género, en cuanto a la
naturalidad y aceptación de nuestros defectos físicos…, y que mostrar la
desnudez no es un pecado o un delito, mucho menos cuando estamos entre familia.
Sin embargo, comenzaba a sospechar que entre ellos había algo más que un amor
filial, y es que era natural sentirse atraído por el sexo contrario, cuando
ambos ya tenían necesidades de adulto.
Prosigo con la historia de aquel día tan crucial
para conocer a mi hijo. Subo las escaleras y siento la ducha abierta y como de
costumbre abro la puerta para preguntarle si necesitaba algo. Lo encuentro desnudo
haciéndose una paja… una de tantas que se hace a lo largo del día, quedo parada
disculpándome y me retiro dándole su tiempo de intimidad. Al rato baja a la
cocina y me empieza a increpar por lo que hice, le pido disculpas y trato de
convencerlo que es lo más normal lo que estaba haciendo, aparte le digo que no
era la primera vez que lo veo haciéndose una paja, y no solo a él sino también
he visto a su hermana…le apoyo diciéndole que están en la edad de conocerse, a
lo que añado que tanto él como yo u otro de la familia solemos entrar aunque
haya alguien en la ducha, se charla de cosas hasta que se terminaba. Nunca ha
importado que mi esposo se esté afeitando desnudo y su hija dándose la ducha,
por ejemplo.
Se va sin decirme nada a su cuarto, lo sigo preocupada.
Está en su cama acostado, me acerco sentándome a su lado y comienzo a acariciar
su cabello siguiendo con la chapa de madre comprensiva, eso me evoca a tiempos
de cuando era un crío enano… le hablo de la vida, de pronto el me ve inclinada,
dándome cuenta que está mirando mis tetas bajo la bata media desprendida, o al
menos parte de una teta, intento abrocharme el botón en el instante que él estira
su mano, lo miro y lo dejo. Sé que no es tan social como su hermana, que tiene
siempre chicos a su alrededor, Martín es mucho más selectivo con sus amigos,
y mucho más con sus amigas, lo que me
hace sospechar que nunca ha estado con ninguna.
Mete toda su mano dentro de mi bata, dejándole
experimentar la sensación de tocar unas tetas. Siento que mi cuerpo se tensa y
se pone como hace tanto tiempo no sentía, cierro los ojos y dejo que siga, de
pronto me está desabotonando la bata de casa y quedo con ella abierta, solo con
las bragas puestas, le tomo la mano…
– ¡¡Soy tu madre!!
Quiero hacerle entender a quien está metiendo mano.
Me mira con ojos de borrego degollado, a lo que no me puedo resistir de nunca,
él lo sabe y siempre utiliza la misma estrategia.
– ¡Déjame por favor! ¡¡Lo necesito!!
Cierro de nuevo los ojos y lo dejo, comprendo su
necesidad imperante. Me desabrocha del todo y mis tetas quedan a su disposición.
Acaricia suavemente las ubres maternas que un día le dieron de comer.
Suavemente me echa sobre la cama y comienza a besarme entera, chupa con ansias
mis tetas, se me han erizado los pezones, me lo dice y sigue chupando y
mordiéndolos. Baja sus manos a mi cintura, y engarzando el elástico, termina
por sacarme las bragas, me abre las piernas y me contempla… yo apenas si
balbuceo, me gusta que un hombre me admire desnuda, sé que es mi hijo pero eso
no me importa en absoluto, también me encanta que lo haga. No sé qué hacer, qué
decir. Verdaderamente estoy caliente por el morbo de estar tan complaciente con
mi hijo varón. Se baja de la cama. Con los ojos cerrados siento sus maniobras
despojándose de su ropa, me siento como una vestal presta al sacrificio de los
dioses. Pronto se sube sobre mí completamente desnudo. Abro mis piernas y se
acopla en la posición del misionero
Acto seguido percibo su polla dura, pienso en la
lógica falta de experiencia de mi hijo… desea aprovechar su rigidez en busca de
mi coño, donde desea meter esa buena tranca que yo alumbré hacía diecisiete años
atrás. No se me pasa por la mente que esté poniéndole los cuernos a mi esposo,
su padre. Tras el tercer intento, le ayudo con mi mano aferrándole la polla,
noto el buen tamaño de los atributos del chico… la tiene muy dura, caliente y
es de un grosor que para muchos la quisieran. La enfilo en la entrada de mi
coño elevando un poco mis caderas, y nada más notar su capullo entre mis
labios, le pido que empujé hacia dentro de mí…de un solo golpe la mete. En ese
instante, la invasión es a fondo sin miramiento, siento bastante molestias
porque la tiene grande y yo no estoy lo suficientemente lubricada… además de
los ceñida que tengo la vagina, tras varias semanas de no ser penetrada por mi
esposo… si no me lo follan con asiduidad, se me cierra con facilidad. Empieza
muy rápido, percibo su polla abriéndome de par en par y sus testículos llamando
a las puertas de mi coño con ligeros golpes.
– Tranquilo cariño, tenemos la tarde para nosotros…
¡¡No es necesario ir tan acelerado!! Podemos disfrutar los dos.
Le digo mientras le acaricio y le beso la cara y el
cuello, intentando suavizar sus embestidas de toro… aunque en verdad me follaba
como a una coneja. No debió de escuchar o su necesidad de aventar era
perentoria, porque continuaba dándome pollazos a fondo sin parar, con una y
otra insertada hasta la raíz en mi coño hambriento. Como era de esperar, en
apenas un par de minutos se me corre dentro de mi vagina…, No le reclamo que la
saque, dejo que cumpla como un semental, al tiempo que yo disfruto cuando siento
los chorros de leche que seguramente le había impedido soltar cuando le
sorprendí en el cuarto de aseo. Clava a fondo, gime y eyacula uno tras otro
chorro de lefa que acaban bien adentro de su madre. Lo abrazo fuerte y lo dejo
que se alivie soltando toda la testosterona en el coño que lo parió, cual mejor
momento para volver a ser mío.
Acaba la corrida sin sacar su polla de mi acogedora
vagina, le dejo que se relaje sobre mi cuerpo y dentro de él, lo siento agitado,
lo cual indica que le ha gustado mucho follarse a su Madre. Al minuto se quita
de encima y se coloca boca arriba sobre la cama, ahí veo su musculada polla con
cierta dureza aún. La acaricio y casi instantáneamente comienza a reaccionar.
Me acerco a su cara y le digo muy cariñosa…
– Quiero que dejes a mamá hacer ahora.
Cierra sus ojos en tanto recorro su pecho con
besos, llego a su barriga, su pubis y me meto su dura polla en la boca, en
instantes la siento crecer un poco más, es hermosa, siento los jugos y sabores
de su corrida y de mi coño… no me importa es mi sangre, le hago una buena
chupada hasta que se la noto muy dura, tanto como hacía años que no sentía una.
Le voy dejando limpia la polla y los huevos, se los chupo y los meto en mi boca
uno a uno, los lamo para continuar a lo largo del tallo
– Voy a regalarte la mejor tarde de tu vida… ¡Desde
hoy vas a ser un hombre!
Coloco mis piernas a cada lado de sus costados y
sujeto su ariete, lo enfilo a mi bocana y me clavo todo ese mástil duro hasta
hacerlo desaparecer dentro de mi raja. Cabalgo encima de él un rato, cuando empieza
a gemir me salgo cortándole la posible corrida, la vuelvo a meter dándole a
mamar de mis pezones. Me encanta verle chupar mis tetas, frotando su polla
entre mis paredes vaginales…ese dos un uno que tanto me regala su padre. Al
cabo de un rato, me posiciono a cuatro patas, y mi chico entiende en seguida
que deseo que me folle como a una perra. Cuando lo tengo tras de mí, veo que se
recrea mirándome el culo, supongo que debe ser hago sorprendente ver por
primera vez a tu madre ofreciéndote el culo…
– ¡Usa el agujero que te apetezca!
Aunque le hago entender que solo quiero que me
folle por el coño. Puesta a cuatro patas aseguro que sea mi coño quien será
perforado, paso una mano entre mis piernas asiendo su tallo energizado, y lo
guio hasta la entrada de mi raja, y allí le pido que presione, lo hace y siento
muy rápido como todo su cipote se adentra en mis entrañas hasta el mismo útero.
Ahora percibo mi vagina mucho más llena que antes y el chico comienza el mete y
saca atormentador. Nuestras carnes comienzan a sonar al contacto de mi culo con
su pelvis.
En este segundo polvo mi chico está aguantando
mucho más, estoy orgullosa de ver su progreso de aprendizaje tan rápido… unos
cinco minutos más agarrándome de las tetas, del culo y la cadera, se nota que
es primerizo al desear tocarme entera para disfrutar de cada una de las partes
de mi cuerpo a su entera disposición, sin dejar un instante de meter y sacar su
polla del conducto vaginal materno. Percibo llegarle el orgasmo, le pido que
aguante un poco más que yo también lo estoy, deseo correrme con su polla follándome,
pero él no puede controlar por más tiempo y se deslecha. Noto sus nuevos
chorros agolparse en mi fondo vaginal. Sin embargo es un buen hijo y mejor
macho… sigue dándome más y más hasta que su madre alcanza el deseado orgasmo.
Convulsiono, mi coño se contrae y expande con la polla de Martín dentro, tengo
una maravillosa corrida súper larga que me tensa todo el cuerpo y electrifica
mi cabeza golpeándome las sienes al ritmo de los latidos de mi corazón…. Estoy
muy feliz que mi chico haya tenido el detalle de aguantar para darme el placer
del mejor orgasmo en años. Para nada me ha importado que mi hijo se haya
corrido en mi útero, no valoro la posibilidad de quedar preñada de Martín, pese
a que con el polvo del siglo para él, las probabilidades eran muchas, dado que
no tomo medidas antibabys. En todo caso, está su padre para hacerse cargo de lo
que surgiera de mi panza, además parte de la culpa la tiene mi esposo, por
abandonarme tanto tiempo.
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…Solo surgieron un par de veces más con
mi madre, lo interesante fue hacerlo sin condón ¡Me encantó hacerlo las tres veces a pelo y correrme dentro de ella! Mientras mi hermana me había abandonado aquella Semana Santa. No
obstante la relación con mi madre se disipó cuando Lidia tomó un poco más de
interés por mí, lo cual hizo sospechar a mamá… nunca nos dijo nada que
estuviese fuera de contexto. Y es que el tiempo también quiso que nos
volviéramos a unir, llámale casualidad, destino, pero aquel último curso de
bachiller, cuando contábamos con 18 años, conocimos a otra pareja también de
mellizos María y Miguel. En clase coincidieron Lidia y María, con quien enseguida
congenió convirtiéndose en una de sus mejores amigas, muy parecida en casi
todos los aspectos, en gustos e incluso en lo físico, le gustaba la lectura, el
cine, la buena música rock y punk…la pintura y la danza.
Yo conocí a Miguel jugando al baloncesto y también muy parecido a mí,
le gustaba el deporte, la música, la lectura, se puede decir que somos dos
chicos muy guapos, pelo corto y ojos de color también avellanados, cuerpos bien
formados y sin un ápice de grasa, buenos pectorales y unos abdominales que
parecían tabletas de chocolate, labios carnosos y un culito de esos que las
chicas se giran a mirar. María era alta, cuerpo reloj de arena bien definida en
sus curvas, cara aniñada con pequitas en la nariz, labios carnosos, ojos color
avellana, el pelo un poco más largo que el de Lidia color rubio oscuro…, mi
hermana en aquella época lo tenía por encima de los hombros y le dio por
teñírselo de rubio claro, pero por lo demás la verdad que podrían haber pasado
por hermanas.
Yo solo conocía a Miguel y Lidia a María, el día que nos conocimos
todos, fue cuando organizamos los
chicos, una cita para ir a cenar y luego al cine, ninguno de los cuatro sabía
nada de los parentescos, tanto María como Lidia solo sabían que era como una
cita a ciegas en la que les habíamos embaucado a las dos y ni tan siquiera
sabían que iban a ver.
Al principio pensaron que era una broma preparada por nosotros,
pero cuando vimos sus caras de sorpresa, también pasamos de la sorpresa a la
extrañeza y de la extrañeza a las risas en un momento los cuatro. Ese día el
cine tuvo que esperar, ya que nos pasamos toda la cena hablando de nosotros sin
que nos diéramos cuenta de que el tiempo corría, estábamos tan sorprendidos de
nuestras vidas paralelas, misma edad, casi mismo mes y otras similitudes…. Empezamos
a salir con más asiduidad los cuatro juntos y empezaron las miradas de complicidad
entre nosotros, entre Miguel y mi hermana, del mismo modo que entre María y yo.
Los primeros juegos y los primeros cortejos, empezaron los días que simplemente
nos apetecía estar solos, salir a cenar, hacernos arrumacos y besarnos en la
oscuridad del cine.
Aprovechando que un fin de semana los padres de ellos se marchaban
de viaje, planeamos quedamos en su casa
con la idea de dormir cada uno con el hermano del otro, en parejas mixtas se
entiende, todo para calentar la noche. Nosotros nos preocupamos de poner unas
películas digamos que subida de tono, más bien porno filial simulado. A mitad
de la película Miguel abrazaba a Lidia y
sus manos acariciaban las tetas, mientras se besaban… yo hacía lo propio con
María. Miguel se levantó extendiéndole la mano para que le acompañara y se la
llevó a su habitación. Lidia miró con complicidad a María riéndose
nerviosamente le sonreía con el gesto corporal de decir… “Adiós pásalo bien…
tienes mi permiso” tirándole un beso.
Miguel, ya en su habitación la empezó a desnudar con suavidad
sustituyendo la ropa que me iba quitando por los besos que me iba dando sobre
su piel desnuda. Tumbada en la cama lo último que le separaba de él eran sus
bragas que al final cayeron al suelo también, empezó a recorrer su vulva con la
lengua, separando los labios vaginales con sus dedos y llegando hasta la vagina…
los primeros gemidos empezaron aparecer.
Sus dedos no paraban de acariciarle el clítoris y su lengua de un
lado a otro metida en el coño, saboreando el dulce néctar que la empapaba, era
la primera vez que lo iba a hacer con él y estaba realmente excitada, tan alterada
y caliente que tenía todas sus terminaciones nerviosas en modo placer, cada
caricia, cada beso era un gemido. Como ya os he dicho hasta esos momentos, mi
hermana y yo nos contábamos todo, antes y después de los hechos.
Quería que lo dejara, quería sentir su polla dentro de ella, soñaba
con ese momento en que su verga le penetrase el coño, rozando las paredes de su
interior una y otra vez, en esos momentos que no te importa nada, solo sentirle
dentro, solo sentir su retirada y nuevamente el avance cada vez más dentro de
sus entrañas, cada vez más rápido y que su tranca entre tan suave que navegue
por los fluidos vaginales, hasta que le haga gritar y temblar y volverla loca.
Se levantó para comenzar a mamarle la polla, a la vez que le ponía un preservativo.
Estaban los dos tan excitados, tan nerviosos que solo querían terminar
con los juegos y follar, Lidia se tumbó abriéndole las piernas, invitándole a
que entrara y se la follara. La sensación de placer fue tremenda cuando la
sintió dentro, con la habitación cerrada, en silencio y con una luz tenue
empezaron a amarse… empezaron los primeros empujones, las primeras
penetraciones y empezaron a oírse golpes y gemidos que rivalizaban con los
nuestros, entre María y yo. Al igual que ellos, sucumbimos al juego del amor y
empezamos a follar.
Terminaron las dos putas gritando… una en cada habitación, los respectivos
hermanos les habíamos hecho correrse como perras en celo. No fueron ni mucho
menos los últimos gritos que se oyeron aquella noche, aquello parecía una
competición entre María y Lidia, en donde tú gritas yo más, ahora tú, ahora me
toca a mí… mi macho me profundiza, el mío llega al útero. Al día siguiente los
cuchicheos entre ambas eran continuos comentando el comportamiento de cada
mellizo con la melliza del otro.
Nosotros hablamos de las chicas, mirándolas y riéndonos mientras
nos tocábamos la entrepierna. Comenzamos a planear algo más subido de tono, no
le dijimos nada para no sospecharan que ellas estarían en el ajo. Esa tarde
mientras jugábamos al parchís, las risas, los besos eran continuos y las
caricias iban en aumento… empecé a meter su mano por debajo de las bragas de
María y aunque ella me apartaba ya no podía más, la excitación iba en aumento,
para mi hermana más, ella se mordía el labio y me miraba, empezaba a besarle y
a dejarse llevar por las caricias de Miguel. Nunca había imaginado lo caliente
que podía llegar a ser Lidia y yo, tal vez era que habíamos encontrado a
nuestra media naranja sexual.
Movía mis dedos por debajo de las bragas de María, mi hermana podía
ver como metía sus dedos en la vagina de la otra melliza, y como recorría sus
labios. Miguel empezó hacer con Lidia lo mismo y yo accedió al momento, estaban
tan calientes que nos dejaron hacer al instante, lo que demostraba lo zorras
que eran y lo que después supe. Miguel sentó encima de él a mi hermana y le
empezó a desnudar allí mismo delante de todos…. María quiso levantarse e irse a
la habitación, pero la cogí y la senté encima de mí como Miguel con Lidia. Los
dos ejecutábamos el plan, que era otra cosa en mente, algo que había planeado
durante toda la mañana y que ahora empezábamos a realizar quitándoles a la vez
las camisetas y el sujetador a ambas mientras las besábamos las tetas, tan
sincronizados como si estuviéramos frente a un espejo. María miraba nerviosa a
Lidia y mi hermana a ella, se sentían algo incomodas, pero a la vez no querían
parar. Con los cuatro allí en el salón, las chicas sentadas sobre nosotros, y
los chicos desnudándolas poco a poco mientras nos besábamos.
Saqué un pañuelo negro que tenía escondido y se lo puse a María en
los ojos, acto seguido Miguel hizo lo mismo con Lidia, la oscuridad las envolvió,
le hice sentir mis manos acariciándola, mis besos recorrer su cuerpo, la
levanté y le quité el tanga con cuidado… Miguel era un reflejo de mis gestos
con mi hermana. Ambas se encontraban nerviosas y alteradas, tan excitadas que se
dejaba hacer, a pesar de saber que el hermano de cada una estaba allí presente,
viéndolas desnudas en presencia de otras personas después de tanto tiempo desde
que solo éramos una críos de apenas tres o cuatro años… y lo más morboso era
que nos veíamos dispuestos a follar delante del otro. Al igual que ellas, nos encontrábamos
nerviosos disparando nuestra adrenalina por cada poro del cuerpo… la polla me
ardía endurecida como el pedernal, también sentía su vagina hervir.
Miguel tumbo boca arriba en el suelo a Lidia, pensó que María y yo
estaríamos en el sofá hasta que notó como ponía a María por encima de ella,
notó su chochito cerca de su boca y el aliento en el coñito de Lidia…, María
empezó a lamerle la vulva, a succionar el clítoris con su boca y mi hermana tras
dudar tan solo un momento empezó a besarla y a lamerla también. Esto era lo que
nos divertía y habíamos planeado. Deseábamos excitarlas tanto que no pusieran
remilgos a nada que pudiéramos hacer.... Con dos putas como nuestras mellizas
era fácil, habían caído en nuestros planes perversos como dos tontas, aunque creo
que en esos momentos ya no les importara a ninguna de las dos nada de lo que
pudiera suceder, ni a mí.
Con los ojos vendados, dándose placer… las dos lamiéndose los
coñitos. Seguramente sus rajas esperaban la próxima acción de sus hermanos,
empecé a oír los gemidos de María y realizaba pequeños empujones de cadera…
empezaba a moverse de atrás hacia delante y a poco de esto, unas manos muy
suaves la levantaban un poco de la pelvis y una verga de buenas dimensiones empezaba
a meterse dentro de la vagina de Lidia.
Una y otra vez sentía a Miguel dentro de ella, María seguía lamiéndole
el clítoris con la polla clavada y eso le estaba volviendo loca a mi hermana. Las
dos empezaron a gritar histéricas, Lidia comenzó a sentir mis empujones sobre
María, mientras que Miguel se la metía. Los dos paramos de golpe y con suavidad
las levantamos del suelo, las sentamos en el sofá una a cada lado al filo del
sofá. Miguel abrió de piernas de María, tanto que tocaba las de Lidia también
abiertas. Nos pusimos entre sus piernas, y empezamos nuevamente a follarlas. Mi
hermana encontró en la oscuridad la mano de María y se la cogieron con fuerza.
Ver a mi hermana follando de esa manera me ponía frenético, con sus tetas yendo
de un lado a otro bailando en cada penetración.
– La siento más grande y más gorda que la noche anterior, – dijo mi
hermana – ¡Joder como palpita cuando paras de follarme Miguel…!
Decía que la notaba diferente, le llenaba más, profundizaba más,
la sensación de placer era mayor, quería besarme sin conseguirlo… de momento
solo metía y sacaba mi polla de su acogedora y apretada vagina y hasta eso era
diferente. María gritaba cada vez más alto, y entre ellas se apretaban fuerte
la mano unidas en la follada como hermanas de leche. Ambas estaban a escasos
momentos del orgasmo y cuando las piernas de Lidia empezaron a temblar, su vagina
se inundó saliendo a chorros, y de repente le quité la venda.
Cuando abrió los ojos vio que era su hermano quien se la follaba,
y además lo hacíamos a pelo… mis clavadas eran potentes hasta la raíz de mi tronco…,
cada vez con más fuerza, nos mirábamos a los ojos mientras gemíamos y
gritábamos, quería parar, pero quería seguir, quería matarme, pero quería que la
siguiera follando… me llamaba cabrón y me gritaba que le dejara de follar, y a
renglón seguido suplicaba que no parara de joderla, que la siguiera metiendo
hasta el fondo, porque le proporcionaba aquel segundo orgasmo tan delicioso.
Lidia miró a María y yo también me fijé en la pareja de mellizos, comprobó que
al igual que a ella su hermano se la estaba follando y la había quitado también
la venda… cada una con su propio.
Tenían las dos la misma expresión en la cara, de placer infinito,
de extrañeza y enfado, pero ambas deseaban más polla en sus coños, querían que sus
hermanos no pararan de follarlas hasta reventarlas a pollazos. Cogí a Lidia de las
caderas y la tumbé en el sofá, echándome encima de ella… movimientos, empujones
y penetraciones cada vez más rápidos, ahora quería meterme también su lengua, me
miraba fijamente gimiendo una y otra vez, me agarró de la cabeza y me atrajo
hacia ella besándome con pasión de manera desatada.
No paraba de penetrarla una y otra vez cuando un tercer orgasmos
volvía a estremecer su cuerpo a la vez que sentía como a mí me llegaba la leche
a mi polla… arrecié las inserciones con mayor dureza, empezaba a correrme, nos
seguimos besando y se la clavé a fondo ante el primer gran chorro de lefa.
Sentí la emoción y la sensación más fuerte que nunca había imaginado
corriéndome dentro del coño de mi melliza. Ella abrió los ojos percibiendo los
aldabonazos de leche…, clavó las uñas en mis nalgas empujándome hacia ella para
que no escapase mientras me corría, de pronto salió la zorra que lleva dentro…
– ¡Quiero que te corras dentro de mí! ¡Deseo que me llenes con tu
leche, cabronazo…!
No tenía intención de sacarla, ella se aseguró que no ocurriera de
ninguna de las maneras disfrutando de todas y cada una de mis eyaculaciones. Yo
ansiaba más que nada llenarle el vientre de esperma… uno tras otro lechazo
hasta que inundé su útero dejando secos los huevos. Cansado, más bien exhausto
acabé y cuando todo hubo terminado, le extraigo la barra de carne dura envuelta
en todos nuestros fluidos… de su vagina empezó a salir semen a borbotones y
ambos nos quedamos mirando el reguero, divertidos y emocionados…. Sonrientes
nos besamos con amor. Noté que me estaba enamorando, porque una congoja me hizo
el nudo en el estómago ¡Entonces no lo supe con toda certeza!
María y Miguel habían terminado también, Miguel también se había
corrido dentro de su hermana, las dos se miraban mientras metían un dedo en sus
vaginas recogiendo un poco de semen de su afer mellizo. Me miró, parecía que me
fuera a comer de la rabia que sentía dentro… se llevó el dedo a la boca y lo
chupo con lujuria, recreándose en mi mirada. Estaban todos como esperando mi
reacción, Lidia fue la que tomó la iniciativa, me cogió de la mano y me llamó
¡¡CABRÓN!! Me volvió a besar en los labios metiéndome la lengua dentro de mi
boca, besándome a la vez que me llamaba cabronazo…
– ¡Serás capaz de hacérmelo otra vez!! Quiero que no pares de
follarme mientras te queden ganas de joder con tu melliza ¡Te voy a dejar que
me llenes las veces que quieras…!
Miré a María y a Miguel, pidiéndoles permiso. Me la llevé a una
habitación para podérmela follar nuevamente con mayor intimidad entre ambos…, la
segunda follada fue colosal, completamente desinhibidos nos hicimos de todo. Esa
noche fue inolvidable, gritos y gemidos como la noche anterior, pero esta vez
los de Lidia ganaban a los de María que también follaba con su hermano, por
varios motivos… por el morbo de un deseo contenido que nos tensaba sexualmente
desde hacía tiempo y porque mi polla era unos centímetros más larga y algo más
recia que la de Miguel. Lo que hubo comenzado en el baño, al final del curso
anterior, se comenzaba a consolidar entre ambos.
Durante esa temporada de unos cinco meses, llegamos a follar en
multitud de ocasiones mi hermana y yo, a la vez que compartimos sexo con María
y Miguel ocasionalmente, que seguían follando como conejos igual que nosotros,
pero además yo con María y Lidia con Miguel y todos revueltos. Solo mi melliza
permitía que yo la follase a pelo, nos gustaba sentirnos. No sabíamos dónde nos
llevaría tanto desenfreno, por tan peligroso camino… por suerte mi hermana no
quedó preñada. Nos gustaba la aventura tal como éramos adolescentes, nos gustaba
follar juntos, sentir a mi melliza y ella a mí muy dentro… se dejaba hacer de
todo y cada vez me parecía una mujer más divina. Pasado el verano o algo más
dejamos de tener contacto físico con los mellizos Miguel y María, se marcharon
a la universidad de Barcelona, matriculándose en artes gráficas y mi hermana y
yo también rebajamos los encuentros. Comenzamos a tener rollos fuera de nuestra
relación y la tensión creció entre ambos, como dos hermanos normales.
**********************************
Me gusta la polla de mi mellizo, me
gusta follar contigo… dijo en una ocasión… pero ¿Cuánto tiempo había pasado ya? Un montón. De
muchos más años atrás incluso, debía ser un sentimiento del que no fui
consciente hasta que dejamos de follar…, después sí tuve perfectamente claro lo
que me estaba pasando en mí, y lo peor era que no lo podía evitar.
A mis dieciocho años me creía de vuelta de todo,
iba a empezar la universidad, tenía un físico envidiable y me follaba a todo lo
que se movía. Una vecina madura y casada de nuestra escalera se encaprichó de
mí y, desde entonces, había estado follando con ella, sobre todo, aprendiendo
las artes amatorias y del sexo que, tras ella, no tenían secretos para mí, esta
vecina se convirtió en una auténtica maestra y me fue enseñando todo lo que
sabía del tema, que no era poco. Naturalmente, siguiendo sus enseñanzas, empecé
a entrar y conseguir a todo tipo de chavalas… no paraba y, naturalmente, era
cada vez más experto en la materia. No hay nada mejor que alguien mayor te
introduzca en este mundo, como hizo mi madre.
Sin embargo, el día que vi a mi hermana montárselo
en casa con un auténtico gilipollas que, además, era un puto inútil en la cama,
tuve un ataque de celos impresionante… ¡Fue
cuando realmente me di cuenta de que estaba locamente enamorado de mi Lidia
hasta las trancas! Lo que en principio creí que era puro y simple amor
fraternal, había derivado, o me daba cuenta ahora, en un amor mucho más
profundo, de ese que se siente por una chica cuando se convierte en “la única”.
Mi hermana Lidia es mi melliza, quizás de ahí la
confusión inicial. Como todos los mellizos, lo hacíamos juntos todo, por lo
menos hasta la adolescencia. Luego, cada uno por su lado. Sin embargo, no sé el
motivo, mi cariño había cogido el camino hacia lo prohibido, lo antinatural, lo
antisocial… Y después de verla en plena follada con un imbécil, tuve clarísimo
que ella era la única a la que deseaba, no sólo para follar, eso era lo de
menos, era a la que necesitaba como pareja. Ella sabía de mis andanzas y de la
fama de mujeriego que había adquirido, pero el alma solo se comparte con una
persona en la vida, y esa era mi melliza.
Esto no me iba a ayudar en absolutamente nada…sin
embargo yo no vi en ella, su conversión a golfa. A ver cómo salía yo de esta
porque, estaba clarísimo, no iba a decirle nada, ni a insinuarme, ni a
espiarla… No se me tenía que notar absolutamente nada. Yo creo que las madres
que siempre tienen algo de brujas, sospechaba algo, pero era tan discreto que,
más allá de ligerísimas insinuaciones, jamás me habló del tema. Pero el hecho
de tener a tu amor “platónico” viviendo bajo tu mismo techo te mina mucho la
moral, aumenta la ansiedad y produce un estado de nervios continuo.
Decididamente, no podía seguir de esta forma en casa, no podía ver a mi hermana
día a día y tener que callarme… Estaba convencido de que jamás haría ninguna
burrada contra ella, la respetaría siempre, pero mi vida sería un infierno.
Encima, para joderlo más, dejé de ir con chicas a la vista de ella en tonto
intento de… No sé si de demostrarle fidelidad, una fidelidad que ella no podría
apreciar nunca.
Un sábado de primeros de octubre, sabiendo que mi
hermana estaría por ahí de marcha, regresé pronto a casa, antes de las 11 de la
noche, suponiendo que mis padres aún estarían despiertos. En efecto, al entrar
en el salón, estaban sentados viendo la tele. Echándole huevos, me hacían
falta, les dije que quería hablar con ellos de una cosa muy seria, me invitaron
a sentarme en otro sillón.
– Papá, mamá, tengo un problema enorme y necesito
que me escuchéis y luego, me entendáis y ayudéis a tomar la mejor decisión
posible. Así no puedo seguir. – Dije con voz tomada.
– ¿Qué te pasa hijo? Me estás asustando. Dinos lo
que te preocupa, no tengas miedo, te ayudaremos como mejor sepamos. – dijo mi
madre.
– Mirad, sé que es una especie de abominación, algo
incomprensible… No sé cómo decirlo sin que os enfadéis porque es algo que no
está bien visto por nadie…
– Venga Martín, sabes que siempre hemos intentado
ser comprensivos con vosotros, tan malo no puede ser. – Continuó mi padre.
– Bueno, allá va. Se trata de Lidia, es algo que ha
ido creciendo en mí sin saber cómo, un sentimiento ambiguo, pero tan real como
que ya no es soportable.
– ¿Qué es lo que pasa entre vosotros que es tan
insoportable…? ¿No os queréis acaso…?
– Pues eso es lo que pasa, que nos queremos, al
menos yo, pero de una forma especial al de un hermano.
– Nos estás diciendo que te has enamorado de Lidia
¿Verdad? – Dijo mi madre con claridad.
– Eso es, creo que me he enamorado de ella y no lo
sabía o mejor dicho lo confundía con el cariño entre hermanos, y lo sé porque
es algo que acarreo de mucho tiempo y ha ido creciendo irremediablemente, pese
a mi voluntad. Vamos que No es de ahora, llevo un tiempo así, he intentado
quitármela de la cabeza, salir con otras chicas y nada, sigo colgadísimo de ella.
Quizás no lo entendáis, sólo puedo deciros que me ha pasado y no lo puedo
controlar.
– ¡Cómo! ¿Tú estás bien? ¿De tu hermana? ¡Eso no
puede ser! ¡Va contra natura! ¡Nosotros no te hemos educado así! Esto es… ¡No
sé ni lo que es! – Gritó mi padre. Mi madre se había quedado pálida.
– Ya sabía que no lo ibais a entender. Simplemente
me ha pasado, no lo he buscado para nada. Sé que no voy a hacer nada en su
contra, pero es una tortura continua tenerla al lado y saber que nunca podré
estar con ella. Por eso os lo cuento, porque creo que me tengo que ir de casa y
lo tengo pensado…, esta situación es insostenible para mí y, ahora que lo
sabéis, también para vosotros. – Dije ya con lágrimas en los ojos.
Mis padres estuvieron un rato callados, se miraron,
hablaron entre ellos…
– Por lo menos has tenido el valor de contárnoslo y
no intentar engañarnos, eso dice mucho de ti. Pero tienes razón, aquí no puedes
seguir. Puedo entender que en los sentimientos no se mande, pero tú tienes que
saber que no podemos permitirte estar con Lidia, antes o después acabaría
pasando algo entre vosotros o contigo mismo ¿Qué tienes pensado hacer?
– Irme un tiempo hasta que esté seguro de que lo he
superado, es lo mejor. Sólo necesito el dinero de la matrícula del curso, del
resto ya me encargaré yo y no os diré a qué curso me he apuntado para no
poneros en un compromiso…, si Lidia pregunta, decidle simplemente que me he
marchado. Os quiero muchísimo a los dos, pero puede que no me veáis en una
buena temporada.
Me levanté y los abracé, ahora éramos los tres los
que llorábamos de emoción.
El lunes siguiente, todavía a primeros de octubre,
de madrugada, preparé mi equipaje con algunas cosas, cogí el dinero que tenía
en casa más mi cartilla de ahorros y me dispuse para la marcha. Pasé por la
habitación de Lidia, abrí su puerta y al verla, me quedé anonadado ¡Qué guapa
era! Me acerqué a su cama, me quedé mirando su cuerpo, tapado por una sábana,
durante mucho tiempo.
Las lágrimas empezaron a anegar mis ojos, la
congoja me atenazaba la garganta… Con amor y rabia a un tiempo, me incliné
sobre su cara y la besé, suavemente al principio para seguir con más
intensidad… Naturalmente despertó y, medio dormida, dio un gritito.
– ¡Martín!
¡Qué coño heces! ¿Estás tonto? – Dijo sin terminar de abrir los ojos, pero
reconociéndome y con muy mala leche.
Me quedé de piedra, me ratificó en mi decisión de
irme de esa casa, Lidia, por lo menos conmigo, tenía siempre un mal genio… no
me aguantaba ni una, lo cual hacía más insoportable la convivencia con ella.
Nos habíamos convertido en agua y aceite, últimamente.
– Aunque sea por ti, no te sientas culpable. –
Contesté.
A toda prisa salí de su cuarto y, sin tan siquiera
cerrar la puerta, me dirigí a la salida donde, procurando no hacer ruido, me
fui de mi casa con la intención de no volver jamás. Me dirigí rápidamente hacia
la estación de autobuses, ya amanecía y no tuve problemas con el metro para
llegar. Una vez allí, me quedé mirando el teleindicador con las salidas
previstas Ámsterdam, no tenía ni idea de cómo llegar y qué me encontraría allí,
sólo necesitaba llegar a la ciudad universitaria de Utrecht.
Al llegar, me costó instalarme, aparte de ciudad
nueva, no conocía a nadie. Cogí una habitación en la pensión más barata que
encontré, gracias a Dios, mis padres me habían dado el número de su cuenta
bancaria para domiciliar los pagos de la matrícula de la universidad, en la que
me aceptaron a la espera de traslado de expediente. Lo siguiente, buscar un
trabajo… Me costó más de lo esperado con mi bajo inglés, pero tras un par de
meses, lo encontré en una conocida cadena de comida rápida. Y a partir de ahí,
empezaron a pasar los años entre estudios y trabajo, sin salir apenas de la
pensión donde, la buena mujer que la regentaba, tenía a bien lavarme la ropa
por un módico precio. Avancé en inglés como idioma cotidiano del día a día en
la universidad y en la calle, y en la escuela de idiomas me matriculé en francés.
No salía casi nunca, si quería sacar buenas notas,
tenía que estudiar de lo lindo y con el trabajo, apenas me quedaba tiempo para
nada y acababa molido. A parte de la vecina mayor, mi hermana y el par de
polvos de consuelo que me permitió mi madre, nunca me había prodigado en temas
sexuales, no es que no me gustaran las chicas o no tuviera necesidades, pero a
raíz de enamorarme de Lidia, mis apetencias eran casi nulas. Alguna vez salí
con alguna chica que no quisiera compromiso por el mero hecho de desahogarme,
muy pocas veces en todos estos años y prácticamente no tenía amigos… Mi vida
transcurrió monótona hasta acabar la carrera de “Energy Science”, pasando los
veranos trabajando en Inglaterra y Francia en algún restaurante o cualquier
otro trabajo igual de “bueno” para conseguir un buen nivel de inglés y francés.
Un auténtico infierno de cuatro años.
Sin embargo, al terminar los estudios, en esta
ciudad apenas había másteres de calidad para poder optar a buenos trabajos,
había estudiado un grado en dirección y administración de empresas y mi idea
era encontrar trabajo en alguna empresa importante, para ello, el máster tenía
que ser de los mejores y esos, la mayoría, se estudiaban en Madrid, París o
Berlín y Londres. No sé qué me dio, si la añoranza o las ganas de oír español
que me decidí por mi ciudad natal sin dar señales de vida en mi casa, encontré
una habitación en un piso compartido, en un barrio alejado del mío para no
tener que ver a nadie ni por casualidad. En todo este tiempo, escribí a mis
padres bastantes veces por correo electrónico para que supieran de mí y
tuvieran conocimiento de todo lo que hacía. Jamás volví a hablar de Lidia ni
ellos comentaban nada, era tema tabú.
Consecuentemente, de mi hermana no sabía nada…, fui
sincero con ellos y les dije que no se me había pasado lo que sentía por ella,
sólo se había atemperado por la distancia. Suponía que, si volvía a encontrarme
con Lidia, volvería a pasarme lo mismo.
Gracias a que había ahorrado bastante, no por tener
un buen sueldo sino por no gastar apenas nada, aparte de la ayuda paterna para
todo lo referente a estudios, pude matricularme en uno de los mejores másteres
MBA que se impartían en la capital. Fueron quince meses muy duros en los que
sólo pude estudiar y trabajar, pasando sueño y privaciones. Siempre pensé “el
que quiere, puede”. Después de muchísimo esfuerzo, más del que pude sospechar
siquiera, acabé el máster y conseguí las prácticas (remuneradas) en una
multinacional norteamericana que todo el mundo conoce. A partir de entonces, la
vida empezó a ir mejor, encima, al acabar el año de prácticas, por mi buen
rendimiento, me ofrecieron un puesto fijo en la empresa, con un más que
considerable aumento de sueldo.
Con dicho aumento, me embarqué en la compra de un
pisito pequeño para mí solo, me sobraba dinero para salir los fines de semana,
permitirme pequeños caprichos e incluso ahorrar un poco. Sólo tenía veinticuatro
años y parecía que mi vida se encauzaba de forma definitiva, por lo menos en el
aspecto laboral, que no en el sentimental. Vivía buenos tiempos, aunque siempre
me quedaba el resquemor de no haber visto a mi familia en seis años y sólo
haber mantenido contacto por correo, pero me había acostumbrado a ser un
auténtico solitario, como dije, ni con mujeres salía, después de lo mujeriego
que fui. Tantos años de trabajo y estudio sin apenas tiempo para mí… Incluso mi
querida hermana había pasado a un difuso segundo plano. Mis sentimientos por
ella se aletargaron, dejándome una vía libre para buscar y posiblemente
encontrar el amor de mi vida.
**************************
Un buen fin de semana, más por insistencia de mis
compañeros que por ganas, quedé en salir a tomar unas cervezas por alguna de
las zonas de moda de la capital. Estábamos un grupo de chicos y chicas, todos
compañeros de la oficina y alguno con su pareja, en un bar muy frecuentado, yo
había tomado un par de cervecitas y estaba de buen humor. La verdad es que
hacía mucho tiempo que no pasaba una tarde tan entretenido cogiendo el punto
que te hace disfrutar.
De repente, alguien me tocó el hombro, llamando mi
atención.
– ¿Martín? ¿Eres tú? – me dijo aquella chica a la
que reconocí inmediatamente.
Ya no tenía los dieciocho años de como la
recordaba, tenía el pelo algo más corto, a la altura de los hombros, seguía
siendo delgada, pero con todo en su sitio, tetas medianas que se marcaban
estupendas en su camiseta, un culo de locura, redondito y respingón, bien
ceñido por su pantalón vaquero, una cara preciosa que en ese momento denotaba
asombro y unos ojazos verdes azulados que llamaban la atención de cualquiera. “¡Mierda!
¡Se jodió el invento! ¿Pues no me acababa de encontrar a mi hermana?” pensé de
inmediato. Todos los sentimientos reprimidos durante tanto tiempo afloraron y
se desbordaron como una riada y a punto estuvieron de ahogarme, dejándome
petrificado. “¡Joder! ¡Estaba más buena que entonces!”
– ¡Hostias! ¡La madre que me parió!
Solté en un medio grito, completamente alucinado,
intentando por todos los medios recuperar la compostura. Se sorprendió por mi
cara de espanto y nula alegría al verla.
– Venga Martín, deja de hacer el idiota ¡No pongas
esa cara de gilipollas! ¿Quieres? Que soy yo, Lidia, tu hermana. – Sin embargo,
no hizo amago de acercarse.
Me quedé tan parado como ella, con cara seria…
– ¡Lidia!
¡Qué ilusión! ¡Cuánto tiempo sin verte! ¿Qué tal estás?
No sé ni cómo conseguí decir algo, me había quedado
con la garganta seca. Naturalmente seguí clavado en el sitio.
– ¿Te veo
después de un montón de años y sólo me preguntas “qué tal estás”? ¡Como si nos
hubiéramos visto ayer! – Ya se estaba poniendo de mal humor.
– Bueno, sí,
claro… ¿Qué quieres que pregunte? Aunque ya veo que estás muy bien… Ha sido
toda una sorpresa verte por aquí…
Seguía igual de alucinado y mi cara no debía de
ayudar en nada. Lidia estaba adquiriendo un color que pasaba del blanco al más
encendido carmesí y volvía a mí toda la congoja de no ser correspondido por la
persona a la que amas.
– ¡Qué soy tu
hermana, imbécil! ¡Que no te hemos visto durante seis años! ¿Eres así de
gilipollas? ¿Qué coño te hice? Todavía me acuerdo del día que desapareciste,
después de besarme estando dormida, me dijiste “por ti” y jamás volvimos a
verte el pelo. No te puedes imaginar cómo lo han pasado los papás. Tampoco
pensaste en ellos ¿Verdad? ¿Y yo? ¿Nunca te has preguntado cómo estaba yo? – Se
desfogó del todo
– Siempre me
escribo con los papás, me han ido contando todo de todos estos años, pero de
ti, si quieres que sea sincero, no me han dicho mucho… – No me dejó ni continuar
– ¡ERES UN
HIJO DE LA GRAN PUTA! ¡Sin ofender a tu madre, que es una santa! No sé si
alguna vez te hice algo, no tengo ni idea de por qué te fuiste, pero ahora que
te veo, eres el tío más gilipollas que me he echado a la cara. – Seguía
gritándome toda sulfurada.
Di media vuelta para reunirme con mis compañeros,
pero habían desaparecido. Creo que, vista la bronca que se estaba montando,
prefirieron hacer “mutis por el foro”. Entonces sí que me pillé un mosqueo
considerable, pero no sabía si era conmigo mismo, con Lidia o con mis
compañeros que me habían dejado tirado. Me dio un bajón de la leche, casi me
caigo al suelo totalmente derrotado, me sujeté en una banqueta de la barra y me
volví hacia mi hermana.
Abatido, me encaré con ella con bastante mala
leche.
– Bueno,
está bien, ya me has visto y, sí, soy un hijo de puta ¿Qué quieres de mí ahora?
– Dije a media voz pero malcarado.
– ¿Que qué
quiero? Martín, hace seis años te fuiste de casa sin decir nada a nadie, sólo
te acercaste a mí para decirme que por mi culpa te marchabas ¿Qué te hice? No
me lo explico.
Cada vez estaba más cansado anímicamente, estaba
guapísima y ahora no podía apartar mis ojos de ella, los recuerdos de mi
enamoramiento volvían, muy a mi pesar, con más fuerza aún…
– No nena, no dije que fuera por tu culpa, dije era
por ti. No es lo mismo, quizás estés extrañada por todo eso… – Dije con cautela
– ¿Extrañada? Nooo, qué vaaa. Extrañada no, lo
siguiente. Seis años sin saber de ti, sin saber si te había pasado algo o te
había tragado la tierra… Y te encuentro aquí, tomando unas cervezas como si
nunca te hubieras ido. Muy normal no es, Martín, creo que, por lo menos, me
debes una explicación, a mí y a los papás. – Contestó sin tanta rabia como al
principio.
– Sí, Lidia,
quizás te la deba… Pero no puedo dártela, ahora no por lo menos – Mi hermana
volvió a sulfurarse
– ¿Cómo que
ahora no? ¿Y a qué coño hay que esperar? – Me gritó.
– A que esté
preparado y no lo estoy, ha sido una sorpresa verte, no lo esperaba para nada,
me he quedado descolocado. – Contesté fríamente.
– Que te has
quedado descolocado. Que no lo esperabas ¿Y yo? ¿Yo no cuento nada? Me he
quedado flipando en colores cuando te he visto y más cuando has reaccionado con
cara de espanto como un gilipollas. – Ya había pronunciado ese insulto más
veces de las debidas.
Totalmente desbordado, era incapaz de seguir la
conversación sin venirme abajo o ponerme a gritar cabreado. Decidí irme de allí
para no quedar en ridículo o hacer una burrada.
– Dile a los papás que me has visto y estoy bien,
si quieres. Yo me tengo que ir. – Dije a punto de ahogarme.
Di media vuelta y enfilé a toda prisa la salida del
bar sin esperar a que Lidia dijera o hiciera nada. Una vez fuera, empecé a caminar
a buen paso hasta una parada de taxis que había en la esquina. Cogí uno y me
fui a mi casa. ¡Vaya sorpresa me había llevado! ¿Quién iba a imaginar que me
encontraría a mi hermana en un bar? Me había quedado hecho polvo, no me lo
esperaba y no estaba preparado ¡Qué guapa estaba la cabrona! ¿Les diría a mis
padres que me había visto? No había tenido la decencia de llamarles en todos
estos años, sólo nos escribíamos para evitar que mi hermana supiera de mí y
ahora esto… Llegamos frente a mi edificio, pagué la carrera y entré en mi casa.
Era un edificio de apartamentos de uno o dos dormitorios, bastante moderno y
que estaba bien, yo tenía uno de dos habitaciones que, para mí, hasta sobraba.
Ni cinco minutos después sonaba el timbre de la puerta, muy extrañado fui a abrir. Casi se me caen los huevos al suelo cuando vi a mi hermana bajo el dintel ¿Cómo coño me había encontrado?
– Hola otra
vez ¿Puedo pasar? – me dijo con toda la desfachatez del mundo.
Según cruzaba la puerta fue directa al sofá del
salón y yo, mirándola con cara de bobo. Me repuse enseguida.
– ¿Cómo me
has encontrado? – Pregunté alucinado.
– He salido
rápidamente del bar, he cogido mi moto cuando he visto que te ibas en un taxi y
aquí estoy, me he colado en el portal en cuanto has pasado antes de que se
cerrara del todo la puerta, luego he mirado el buzón para encontrar el piso.
– Bueno,
ahora ya sabes donde vivo ¿Qué quieres? – Dije mientras se sentaba.
– Joder Martín,
no seas gilipollas. Te veo después de un huevo de años, te pregunto dónde has
estado o por qué te fuiste y me contestas que te he descolocado, que no me
puedes contestar. – Me soltó con bastante mala baba.
Pensé en el mal humor que solía tener conmigo, veía
que no había cambiado mucho así que, cansado de todo, intenté ser lo más
sincero posible para que desapareciera definitivamente de mi vida, si se
enteraba de todo, lo más probable es que se apartara definitivamente de mí por
propia voluntad. Si seguía viéndola, toda mi fachada se vendría abajo antes o
después y pasaría a ser un ser amargado como antes. La vida me estaba enseñando
que la verdad es mejor que esté por delante, siempre y cuando al final se va a
saber… es inútil ocultarla.
– Mira
Lidia, siéntate que te cuento y luego te vas…. Tomé aire, un vaso de agua y
proseguí… – No me preguntes cómo, ni cuándo, ni por qué, me enamoré de ti. Me
enamoré de verdad y no pude aguantar la convivencia sin decirte nada, sin que
lo acabaras notando, sin que los papás sospecharan... Estaba seguro de que, al
final, si tú o los papás os dabais cuenta, me convertiría en un apestado en mi
propia casa y acabaría tirándome al metro. Intenté ser sensato, no podía
hacerte eso a ti, ni a ellos, ni a mí mismo, no podía poneros en ese
compromiso, no me quedaba más remedio que irme. Y ahora que lo sabes, ya te
puedes marchar y reírte de mí lo que quieras, ya ni me importa…
Me había explayado, me había quitado un peso de
encima y me quedé mucho más tranquilo, solté esa carga que llevaba amargándome
durante años. Me dirigí a abrir la puerta de la casa para que Lidia se fuera,
pero no hizo el más mínimo intento de moverse. Desde el cuarto de estar, allí
de pie, me miraba con los ojos como platos y la boca abierta.
– ¿De mí?
¿Enamorado de mí? ¡Coño! ¡Coño! ¡Coño! ¡Así que era eso! – Casi gritó mi
hermana. – Nene, quien está descolocada ahora soy yo ¡Joder, estabas enamorado
de mí!
– ¡Pues sí!
¿Ya estás tranquila? Ahora ya puedes ir a descojonarte de mí por ahí, que el
imbécil de tu hermano se enamoró de ti, que no tuvo huevos de decírtelo y se
tuvo que pirar de casa para no amargarse la vida viendo cómo te acostabas con
imbéciles sin cerebro. Cierto que me fui, a pasarlo de puta pena, sin familia,
ni amigos, ni nada para intentar seguir adelante, solo para olvidarte.
Seguí con un poco de mala baba. Realmente, ni había
levantado la voz…, comenzaba a normalizar mis enfrentamientos con ella desde
una mirada adulta.
– Eres un
imbécil – Siguió ella – Esas cosas se hablan, no se deja plantada a la familia
o se da semejante disgusto por una chorrada así ¿Qué te habías enamorado? ¿Y
qué? ¿Cuánta gente se enamora y se lo guarda bien guardado sin que nadie se
entere? Pues mucha, Martín, mucha. No se hace el gilipollas y se jode a la gente
por eso, hay que ser más maduro ¿No crees?
– No sé,
Lidia, no sé si hay que ser más maduro. Es evidente que yo no lo era y no pude
soportar la situación, si no hubiéramos vivido juntos, quizás sí, pero… De
todas formas, lo he pagado bastante caro, mantenerme solo, estudiando,
trabajando hasta la extenuación, etc. no ha sido nada fácil. Vosotros os
teníais unos a otros en casa, supongo que los papás lo habrán pasado mal, pero
sabían de mí y tú, tú les tenías a ellos, tenías a tus amigas, tus follamigos o
novios, que no sé muy bien que son… No creo que para ti haya sido tan duro…
Se levantó como un resorte y sin mediar palabra me
dio una bofetada en toda la cara, mirándome con unos ojos que echaban fuego. Me
quedé helado, a pesar de que la mejilla me ardía.
– ¿A qué
coño viene esto? ¿Te he hecho algo yo a ti?
Le dije, bastante sulfurado ¡Qué guantazo me había
soltado sin esperarlo ni por lo más remoto!
– Esto viene
a que eres gilipollas, a que nos has tenido con el alma en vilo durante años.
No tengo ni idea si los papás sabían tus motivos para marcharte, pero ¿Qué no
me dijeras nada más en todo este tiempo? ¡Un auténtico hijo de puta! ¡Un cabrón
sin sentimientos! – Lidia se iba congestionando y levantando la voz cada vez
más.
Para evitar males mayores, porque llevaba demasiado
tiempo pasándolo mal, porque estaba hasta los huevos de esconderme de ella y no
saber controlar mis sentimientos, porque estaba harto y muy cansado
mentalmente, no le devolví la leche en toda la jeta, a pesar de las ganas. Necesitaba
estar solo, tenía que recapacitar sobre lo que sentía, pero, sobre todo, tenía
que perderla de vista y pedir perdón a mis padres.
Me fui hacia mi habitación, dije a Lidia que se
fuera o que se quedara en el otro cuarto que tenía, que me daba igual. Me
duché, me puse calzoncillos nuevos y me metí en la cama a interiorizar mis
penas. ¿Por qué a mí? ¿No podía tener ni un respiro? Cuando parecía que las
cosas iban mejor, tenía que aparecer ella para demostrarme que seguía tan
colgado como cuando me fui, idealizada por los años, para más coña. Peor suerte
no podía tener ¿No valían los seis años de soledad y sacrificio? ¿No me merecía
un poco de descanso? Está claro que eso de “merecer” no tiene que ver con
ningún mérito…
Tardé mucho en dormirme, ni siquiera descansé bien.
Al levantarme e ir a hacerme el desayuno en la cocina, me llevé otra sorpresa,
Lidia seguía allí, preparando un café, con una toalla rodeando su cuerpo y otra
la cabeza ¡Por Dios! ¿No se podía haber marchado durante la noche?
– Buenos
días – Dije. Más seco no pude ser. – ¿Qué coño haces todavía aquí?
– Buenos días a ti también – Contestó alegre,
dejándome pasmado. – Tienes un apartamento precioso. Venga, vístete que he
llamado a los papás y hemos quedado para estar juntos hoy. – Soltó con todo su
desparpajo.
Flipando en colores, ni me atreví a contestar ¿Para
qué? Tratándose de mis padres, Iba a hacer lo que ella dijera, sí o sí...
Ya en la casa paterna, todo fueron besos, abrazos y
alegría, ni siquiera yo me explicaba cómo no me decían nada de Lidia, quizás
para que ella no se diera cuenta de nada, así que lo dejé pasar. Tras contar mi
vida de estos años, mis logros estudiantiles y mi trabajo, mis padres me
miraban con orgullo y daban ciertas indirectas a mi hermana que me indicaban
que ella no debía de ser una estudiante muy allá. En efecto, ni siquiera había
acabado el grado que estudiaba y ahora trabajaba en una óptica vendiendo gafas.
Pero bueno, conmigo estuvieron fenomenales, luego, en un aparte en que mi
hermana fue a preparar café, me preguntaron qué tal estaba con Lidia y les dije
la verdad. Por consiguiente, lo más rápido que pudiera, iba a pedir un traslado
a otro sitio, otro país si era necesario.
– No tengas prisa Martín, ahora tienes tu propio
apartamento, y no verás a tu hermana todos los días, a nosotros nos gustaría
que te quedaras ¡Has estado fuera tanto tiempo! – Me soltó mi madre con el
apoyo total de su marido – Ten un poco de paciencia, ella parece de hielo pero
no lo es
– Bueno, ya veremos, depende de cómo me vaya
encontrando ¿Vale?
– Sí hijo, tú piénsalo – Sentenciaron.
Estuve una temporada en Madrid, iba a casa de mis
padres a comer casi todos los fines de semana, pero Lidia… Lidia aparecía una
tarde sí y otra también en mi casa, todas las veces con un chico diferente por
semana, naturalmente para follar. Había convertido mi piso en su picadero, y…
¡Eso ya sí que no! ¿Es que esta tía no se enteraba de lo que le había dicho? Visto
el panorama, tardé menos y nada en pedir el traslado, si podía ser, a la
central en EEUU, gracias a mi buen currículum lo conseguí en menos de quince días
¡Lo único que me faltaba! ¡Tener a mi hermana follando en mi casa y en mis
morros! O esta tía no se había enterado bien de lo que había, o era una hija de
puta de cuidado…. Lo segundo era más probable. Naturalmente se lo comenté a mis
padres, les dije que, por ellos, estaba dispuesto a aguantar ver a Lidia de vez
en cuando, pero esto…
Gracias a Dios lo entendieron, aunque sé que no les
hizo ninguna gracia. Estuve viviendo dos años en Sacramento, California, al
cabo de los cuales regresé a mi casa y a mi puesto trabajo en la misma compañía,
por suerte, con un aumento de sueldo que me venía muy bien.
2ª PARTE
Al regresar de nuevo, nada más llegar del
aeropuerto a mi piso, a media tarde y con el Jet Lag a cuestas, me encontré a
mi “amadísima” Lidia en el salón, viendo la tele en ropa interior. Se levantó a
saludar muy nerviosa mientras yo, totalmente asombrado, le preguntaba qué
puñetas estaba haciendo allí y de esa guisa…. En ese momento apareció un fulano
que salía del baño, con una de mis toallas enrollada en la cintura.
– Oye tía ¿Este tío quién es? – Soltó aquel imbécil por su boquita de chulo
playa con mucho recochineo. – ¡No me
estarás poniendo los cuernos!
– Espera tío, es mi hermano, acaba de llegar de
Estados Unidos y… – No le dio tiempo a
soltar más.
– ¡Vaya! Tu
hermano. Bueno, pues ya le has visto, ahora que se pire de tu casa y nosotros
seguimos a lo nuestro. ¡Venga tío! ¡Ahueca! – Soltó en plan borde.
Me puse de todos los colores en un santiamén.
– Oye Lidia, este gilipollas, que supongo será tu follamigo
¿Quién se cree que es? ¡¿Y ahora esta es tu casa?! ¿Desde cuándo pagas tú las
facturas…? ¡Joder qué sorpresa la mía contigo! – Y dirigiéndome al chulo – Tú,
imbécil, la casa es mía, no de ella y la toalla que usas también, así que coge
tus cosas y sal de aquí echando leches. – Le dije muy cabreado, dirigiéndome a ambos.
El tío se rio y no tuvo mejor idea que venir a por
mí a encararse muy seguro de sí mismo.
– Te vas a enterar, gilipollas. A ver quién se va
echando leches… – Avanzando hacia mí, en
plan gallito.
De la primera ostia en mitad del plexo, le dejé parado
en seco, la segunda en la nuez, le dejó sin poder ni respirar. Con la tercera,
simplemente le rompí la nariz de un puntapié a medida que caía al suelo. Lidia
era incapaz de decir nada viéndome como nunca me vio, y yo con toda la calma,
le saqué a la puñetera calle en pelotas, no le dejé ni la toalla y tiré su ropa
por la ventana para que diese un buen rodeo en pelotas. Fue entonces cuando mi
hermana me empezó a gritar y llamar de todo menos guapo, a ponerme de vuelta y
media, a…
La cogí del brazo sacándola a la puta calle con su follamigo,
que seguía en el descansillo de la escalera, todo desnudito y con la cara
partida chorreando sangre a borbotones.
– ¡Ni os volváis a acercar a esta casa en la vida!
¡Y dame las llaves ya! – Dije gritando.
– Las tengo en mi pantalón. – Me contestó
acojonada. La había dejado como estaba, en ropa interior. Cogí las llaves y
tuve la decencia de tirarle la ropa al descansillo, no por la ventana como al
otro gilipollas.
***************
Por lo que luego me enteré, durante aquellos dos
años pasados fuera, esta había sido prácticamente la residencia de Lidia, junto
con el chulo que tenía. Yo flipaba con ella. Vacié todas sus cosas llevándolas
a casa de nuestros padres, por ellos me enteré de que había tenido una bronca
de espanto con su noviete que, al ver que no tenía casa y le había engañado, la
dejó plantada ¡Se lo merecía por imbécil! Si me llega a pedir el piso a mí, se
lo hubiera dejado. Lo malo fue la mentira y encima, que el idiota ese me
intentara pegar ¡Lo que me faltaba! A partir de entonces, volví a comer,
algunos fines de semana, con mis padres, procurando que mi hermana no estuviera
presente jamás, hasta que uno de esos días, apareció a mediodía por la casa
paterna a pedirme perdón.
– ¿Ahora perdón? – No pude menos que preguntar,
aunque sabía de sobra de qué iba el asunto.
– Por haber ocupado tu casa sin decirte nada y,
sobre todo, sin decírselo a mi ex novio que ha resultado ser un impresentable
de cuidado. De verdad, espero que me perdones.
Me miraba compungida. Realmente me esperaba esa
petición de perdón, así podría volver a mi casa a usarla de picadero, cosa que
no pensaba permitir. Lo que sí me extrañó fue que cortara con su novio sólo por
la casa.
– Bueno Lidia, tampoco pasa nada porque usaras mi
casa. Lo que me jodió fue que no me lo dijeras, que no me la pidieras
directamente y, para colmo, que tu novio intentara echarme de ella a golpes. Me
pareció un cretino. Pero tú puedes ir cuando quieras, eso sí, con pareja va a
ser que no. Si quieres follar lo haces donde puedas menos en mi casa… no pienso
volver a encontrarme otro numerito parecido, porque le corto las pelotas con
las tijeras del pollo.
– Gracias Martín, no sabes cuánto te lo agradezco,
de verdad. – Me contestó afligida
Pasaron unos cuantos días hasta que Lidia, un
sábado por la tarde, vino a mi casa, curiosamente sin compañía.
– ¿Cómo es que vienes sola? – Le pregunté
extrañado.
– Nada, venía a hacerte una visita… ya ves que sola
como te prometí. Quiero pasar un rato contigo, si no te importa. – Contestó con
desparpajo.
Me quedé a cuadros.
– No, no me importa, pero nunca has venido a
hacerme visitas, siempre has venido a echar algún polvo con alguno de tus
rollos, que yo sepa. – Ni siquiera se lo
dije de mosqueo.
– Ya, ya lo sé… he recapacitado sobre nuestra
relación y ahora quiero centrarme en volver a ser una familia contigo, olvidándome
de todos esos canallas, y pensado que era más fácil venir aquí que andar en un
coche o buscando algún hotel o algo así.
– Supongo. Pero qué quieres que te diga, después de
lo que te conté, de porqué me fui, me parecía muy fuerte lo que hacías, era
restregarme por los morros lo que nunca iba a tener. No te enfades, pero me
pareciste una auténtica hija de puta con todo eso, así que, me tuve que volver
a marchar. Ahora, si quieres venir con tus rolletes, o novios, o lo que sea, te
dejaré si me pides permiso previamente con anticipo. No pienso volver a pasar
por lo mismo otra vez. – Le contesté serio.
– No creo que haga falta… ¡¿Sabes por qué hacía
todo eso?! – Me contestó igual de seria.
– Ya me los dicho, por falta de sitio. – Dije lo
evidente.
– Sí y no. Para ser sincera, era más por pasártelo
por los morros que otra cosa. Quería ver qué hacías, a ver si te lanzabas de
una vez por mí.
– ¿Lanzarme?
¿Lanzarme a qué? No me vaciles Lidia – Me empezaba a mosquear un poco.
No sé qué pretendía con eso de lanzarme, si se
refería a ella, entonces sí que flipaba ¿Cómo pretendía que lo hiciera estando
con otro tío? No me iba a liar a golpes, digo yo. Y tampoco me había dado la
más mínima prueba de que pretendiera algo diferente, total, no me enteraba de
nada e iba ser verdad que era un gilipollas esférico.
– Pues lanzarte a por mí – Siguió – Esperaba que te
decidieras a hacer algo al ver cómo utilizaba este piso estando tú. Ya sé que
fui un poco golfa, pero no pensé en otro método.
– Vamos a ver, Lidia, que yo me entere ¿Estás
diciéndome que te portabas como un putón verbenero intentando darme celos? –
¡Toma Jeroma, pastillas de goma!
– Sí, Martín, es lo que pretendía. ¡¡También te
quiero!! ¿Sabes? Pero yo he sido capaz de guardármelo para mí sin que se
enterara nadie, siempre has sido mi amor platónico, ese que sabes que nunca vas
a conseguir, por eso me dio tanta rabia enterarme de que también me querías y
no supiste aguantarlo, de que no tuvieras valor para decírmelo, de que por eso
te fueras y me dejaras, me pareciste un cobarde, un cobarde que me abandonó,
joder.
Con los ojos como platos, la mandíbula colgando y
un principio de taquicardia, me quedé mirando a Lidia sin poder creerme lo que
había dicho ¿Qué también me quería “de esa forma”? ¿Qué lo había aguantado? ¡La
Madre de Dios!
– Pues que quieres que te diga, quizás tú no eras
tan “platónica” para mí, o fui más cobarde, como dices. La cuestión es que,
conforme fuimos creciendo, yo me sentía peor estando a tu lado, cuando te
enrollabas con otros tíos, cuando lo poco que hablabas conmigo era siempre de
mala leche, para mí, la situación se hizo insoportable, entiende eso por lo
menos. Ya te dije que estar tantos años fuera, estudiando y trabajando, sin apenas
amigos y, mucho menos, amigas, estar prácticamente solo, tampoco es que haya
sido muy agradable. – Dije con sinceridad.
– Supongo que no, pero te repito que yo me sentí
abandonada y no supe por qué. Sólo el día que te fuiste y me dijiste que era
por mí… Pensé que para ti, yo era un cero a la izquierda o algo peor, la verdad
es que ni se me ocurrió que ese “por ti” fuera porque me querías… Y cuando te
vi en aquel bar al cabo de seis años… No sabía ni qué decir, sólo me di cuenta
de la rabia que me dio al encontrarte tan tranquilo… No sé, Martín, a partir de
entonces, de que me contaras que te habías ido por estar enamorado y no haberme
dicho nada, de estar tantos años sola… Sólo quise hacértelo pagar, que vieses
con cuántos tíos me enrollaba delante de tu cara, que te murieras de envidia.
Lo que no supuse es que te volvieras a ir ¡Te quiero! ¿Sabes? Y en estos dos
años que has estado fuera, me di cuenta de que ya no eras ese “amor platónico”,
ahora “sabía” que te quería de verdad, como hermano pero sobre todo como hombre
y… Y no se me ocurrió otra forma de sacarte de mi cabeza que estando con otros,
como una auténtica imbécil. Sólo quiero pedirte perdón, al final he sido tan
cobarde como tú, además de convertirme en una golfa….
Sus lágrimas empezaron a rodar por sus mejillas. Con
el corazón a punto de salírseme por la boca me acerqué a ella sin estar seguro
de nada, me arrodillé entre sus piernas y le acaricié la cara llena de esas
lágrimas que habían empezado a caer. Tímidamente me incorporé un poco y le di
un suave beso en los labios…
– No llores, anda, tampoco es el fin del mundo.
Sólo hay un par de cosas que aclarar y ya está, serénate y lo hablamos – Le
dije con cariño
– ¿Qué quieres aclarar? ¿Qué nos queremos? ¿Qué
nuestro amor es imposible? ¡Eso ya lo sé! ¡No hace falta que me lo repitas o me
lo hagas ver! – Me contestó entre hipos.
– No Lidia, mi querida hermana, lo que tenemos que
decidir es si vamos a estar juntos o no, si vamos a ser pareja, si vamos a
tener hijos… A todo eso me refiero ¿Me quieres lo suficiente para dar ese paso?
– Tenía el corazón en un puño esperando su decisión.
– Sí, Martín, te quiero todo eso y más, pero están
los papás, no querría darles ese disgusto… Quiero estar contigo y me hagas
tuya… ¡¡joder!! Quiero que me folles y me preñes ¡Quiero tener a tus hijos! A
todos los que quieras tener, yo te los daré… solo tendrás que preñarme las
veces que desees.¡¡Te prometo por mi vida que te seré fiel todo el resto del
tiempo que estés conmigo!
– Eso está muy bien, seremos pareja y tendremos una
buena prole y en cuanto a ello, no te preocupes, son nuestros padres y nos
quieren, además, saben desde el principio que yo estoy enamorado de ti y jamás
se han enfadado conmigo. Si les vamos a dar el gusto o disgusto, lo haremos
juntos, estoy seguro que más pronto o más tarde, lo entenderán o lo asumirán
¡Qué remedio les queda! – Dije seguro de mí mismo.
Entonces Lidia, aun llorando, me aupó sobre ella
para darme uno de los mejores, si no el mejor, beso de mi vida. De los suaves
picos en los labios, fuimos pasando a pequeños mordiscos en ellos, a tenues
pases de lengua por los dientes, a ir subiendo en intensidad en una auténtica
batalla de bocas. Las manos también entraron en acción, acariciaba a Lidia el
pecho por encima de la ropa, la espalda hasta sus nalgas… Ella se perdía en la
mía hasta amasarme el culo. Le quité la camiseta y me quedé mirando la
perfección de sus pechos atrapados en el sujetador, que tardó menos y nada en
seguir el camino de la anterior prenda.
Me dediqué a agasajar esas montañas divinas de
areolas rosadas y pezones pequeños, eran de la medida justa de mi mano, eran
divinas, Esos pequeños pezones dejaron de ser tan pequeños, erizándose en poco
tiempo, las propias areolas se inflamaban poco a poco, mientras, Lidia no
permanecía ociosa, mi camiseta salió volando entre sus manos y mis pezones
fueron chupados y mordidos por ella.
Tras un rato, no sé si mucho o no, mis manos fueron
a sus piernas, acariciando sus prietos muslos, subiendo su falda hasta dejar al
descubierto su femenina ropa interior. A la vez que ella desabrochaba la
cremallera, le ayudé con sus braguitas, acabando ambas prendas en el suelo al
pie del sofá. Antes de que ella pudiera quitarme los pantalones como pretendía,
metí raudo mi cabeza entre esas columnas de alabastro, aspirando su aroma de
mujer, besando la cara interna de sus muslos acercándome a su tesoro… En mi
vida había sentido tanto cariño, tanta excitación, mi polla era una dura barra
atrapada dolorosamente en mis pantalones.
Besé sus labios externos con delicadeza, con mis
dedos abrí el cofre del tesoro apareciendo ante mí unos labios rosados que
protegían la entrada, más rosada aun y el capuchón de su clítoris que, poco a
poco, se hacía más visible. Recorrí con la lengua toda su cueva, recreándome
también en su estrecho esfínter y el perineo. Lidia daba suaves gemidos
intercalados con los jadeos de su agitada respiración.
Introduje la lengua, todo lo que pude, en su
interior, intentaba llegar lo más profundo posible, hacía círculos rápidos en
la entrada de su vagina excitando las glándulas secretoras de sus propios
flujos. Sacando la lengua introduje un dedo, seguido de un segundo superpuesto
al anterior. Rondaba el cuello de la matriz, excitaba sus paredes internas… Cuando
noté su punto G, lo froté de delante a atrás y de derecha a izquierda a la vez
que aplicaba mis labios a su clítoris palpitante… En pocos segundos levantó las
caderas del sofá, me apretó la cabeza entre sus piernas y, al iniciar una
succión continua, sin llegar a ser dolorosa sobre su botón de placer, se corrió
en uno de los orgasmos más maravillosos que nunca hubiera contemplado. Tardó
unos minutos en relajarse, realmente había sido devastador, aproveché para
desnudarme del todo, subirme encima de ella y dedicarme a darle suaves besos en
toda la cara, especialmente en sus labios. Las manos de ella también estaban
muy activas, acariciando mi verga a punto de reventar, de modo que ella bajó la
cremallera de mi pantalón y la sacó… su cara fue de impresión total.
– Vaya nene, menuda tranca te gastas… ¡Como te ha
crecido desde que nos bañábamos juntos! Es impresionante lo larga y recia que
es… ¡Y estos huevones son tremendos, joder!
Por primera vez, mi melliza tomaba mi verga con su
mano estando erecta, la masajeaba y acariciaba mis testículos que tanto le
alteraban, de pronto noté que dejó de besarme, se inclinó sobre mi regazo
sabiendo cuáles eran sus intenciones. En ese instante sentí como sus labios
besaban mi verga humedeciéndola a medida que era lamida desde mis huevos hasta
la hinchada y palpitante cabeza. Después sentí llenarla de un calor húmedo
envuelta en una sensación de piel muy suave que la envolvía…, era mi hermana
con su boca abierta tragándose toda la erección que podía. Al principio
lentamente subía y bajaba la cabeza a medida que mi polla entraba y salía de lo
más profundo de su suave boca, unos instantes después se detuvo y se incorporó
de la cansina posición.
Para evitar que siguiera cansándose, me posicioné
justo enfrente de ella con mi verga apuntándole directo a la cara. Primero la
ubico con sus manos y una vez la tomó con su mano derecha, empezó a masturbarme
mientras con la mano izquierda acariciaba mis colgantes bolas, las amasaba y me
miraba sonriente deseando que lo que hacía era de mi agrado.
– Son tremendamente grandes y suaves estas pelotas.
¡Me encantan! ¡¿Te hago daño?! – Me decía apretujándolas un poco más.
– No, en absoluto ¡Vas muy bien! Tienes un buen tacto
para tocar los huevos…
– No iba con segundas, pero ella rio y yo me complací
con esa sonrisa divina.
– Son muy duras y a la vez tienen una textura muy
suave
De pronto de nuevo noté ese calorcito húmedo lamiendo
el escroto, lengüeteaba cada huevo y luego lo succionaba tangándoselo…, luego
era tratado el gemelo y más tarde los dos. No sé cómo le cupieron las pelotas a
la vez, pero se las zampó. Notaba la sensación de opresión que me endurecía más
la polla, la misma sensación de terciopelo rodeando mi verga, sí, mi hermana me
la estaba mamando de nuevo y así mientras succionaba la cabeza y la acariciaba
con la puntita de su lengua, con sus manos me masturbaba y seguía acariciando
mis pelotas ensalivadas. De nuevo se introducía mi polla en su boca, sus
movimientos se hicieron cada vez más fuertes a medida que sentía que su
deliciosa boca y sus manos, con ese trabajo de chupar, meter, sacar, masajear
iban teniendo efecto en mí, hasta que ya no pude más y solté un chorro de mi
leche directo al fondo de la boca. Solo aguanté un par de minutos, tantos años
de abstinencia y siendo la mujer que
amaba, todo fue uno. Apretó sus labios sellando mi glande mientras eyaculaba un
segundo, tercero y hasta cinco chorros de esperma espeso directo de mis huevos
condolidos.
– No te la he querido soltar para que no mancharas el
sofá…
Me dijo tras mostrarme la cantidad de leche que
llenaba su boca, jugó con la lengua entre el vertido blanco que cubría su
cavidad. Cerró la boca y se lo tragó mirándome satisfecha. Después de tal el
hecho, se esmeró para que mi polla quedara bien limpia, dedicándole un rato a lamerla
por todos lados…. Su sonrisa era preciosa, me miraba casi con adoración, jamás
sentí tanto amor como en ese momento. Miró hacia abajo, cogió mi tallo de carne
endurecido y tras recostarse la acompañé poniéndome sobre ella… lo situó en la
entrada de su tesoro, con toda la suavidad. Alojé mi capullo dentro, teniendo
la sensación más gloriosa que jamás tuvo mi polla dentro de un coño… golpe a
golpe, en pequeños vaivenes, la penetré, por lo menos hasta que mi polla llegó
al fondo de su interior.
– ¡Madre mía nene! ¡¡La has clavado entera…Noto el
ensanche de coño por dentro!! ¡Joder, Martín que bien me estás follando! Esto
es maravilloso… ¡Cuánto tiempo nos hemos hecho perder!
Follamos o, mejor dicho, hicimos el amor durante
mucho tiempo. Su vagina arropaba mi polla como un guante, era capaz de
“tragársela” toda sin dejar casi nada fuera. Contando con que mi herramienta es
a tener en cuenta. Me pareció una pasada, pocas veces lo conseguía… la mayoría
de las vaginas no eran capaces de mantener dentro poco más de la mitad sin
romperle el coño, a Lidia le entraba de miedo hasta la raíz, lo cual permitía
que mis pelotas aporrearan su coño en cada inserción profunda a su útero…. Lidia
gemía y jadeaba, yo amasaba sus tetas y pellizcaba sus pezones, sin parar mis
caderas en ningún momento. Fuimos cambiando de postura, cuando se corrió por
primera vez con mi polla dentro, me tumbó en el sofá empalándose ella sola. Se
mantenía erguida con sus tetas botando, se tumbaba sobre mí para besarme el
cuello, los pezones… De vez en cuando los labios…
Tuvo otro orgasmo tremendo y yo, increíblemente,
seguía con capacidad de aguantar lo que me echara. Se puso a cuatro patas y se
la introduje por detrás, acariciando sus nalgas, sus tetas, su clítoris
inflamado. En muy poco tiempo volvió a tener otro orgasmo tremendo, sus jadeos
pasaron a ser auténticos gemidos de placer… Yo seguía pertinaz como consecuencia
de mi primera corrida, el aguante era superior a lo que acostumbraba. Ella se
corría… Creo que empezó a encadenar orgasmos de forma seguida, no paraba, hubo
un momento en que se dejó caer sobre la cama dando una especie de alarido
interminable.
– ¡Martín! ¡Por Dioooos! ¡Para! ¡Paraaaaa! ¡No puedo
máaaaaasssss!
Hice dos o tres acometidas más y logré correrme en
su interior, fue apoteósico, en mi vida me había corrido igual, creí que se me
iba el alma y la vida por la polla. Notaba como el glande se inflaba en el
instante de eyacular y el primer chorro de lefa, al poco el segundo y tercer
lechazo. Me iba vaciando como un cántaro en la orza de vientre enorme ¡Acabé
exhausto! Me tumbé junto a ella
acariciándole suavemente los brazos, la espalda llena de sudor, la cara… Le daba
suaves besos en los labios mientras intentábamos recuperar el resuello, había
sido un polvo de época, para mí, el mejor de mi vida con diferencia o al menos
que yo recordara. Ni siquiera nos levantamos, estuvimos lo que quedaba de tarde
y parte de la noche haciendo el amor, descansando juntos, acariciándonos y
besándonos hasta que nos quedamos dormidos.
************
El domingo por la mañana llamé a mis padres para
decirles que Lidia y yo iríamos a comer con ellos, que queríamos hablar de algo
importante. A pesar de sus preguntas, no consiguieron sacarme nada, me remití a
cuando estuviéramos todos reunidos en familia. Lidia me miraba con espanto,
ahora pensaba que los problemas, mejor enfrentarse a ellos de cara.
Al estar juntos en la mesa, durante la comida, les
solté la bomba.
– Papá, mamá… – Empecé muy serio. – Después de tantos años
fuera de casa, ya sabéis por qué, Lidia ha descubierto, mejor dicho, ha
reconocido que tiene los mismos sentimientos que yo. Estuvimos hablando ayer
por la tarde mucho tiempo…, hemos llegado a la conclusión de que, si nos
queremos tanto, igual que os queréis vosotros, sin haberlo buscado nunca, debemos
vivir juntos como pareja y por tanto lo vamos a hacer. Ya sé que aquí, en
Madrid, será muy difícil, por la familia, las amistades y todo eso. Pero no
vamos a cambiar de opinión.
Dije con toda la seguridad de la que fui capaz. Curiosamente,
nuestros padres nos miraron con cariño y comprensión, era evidente que se lo
veían venir desde hacía mucho tiempo.
– Nos lo imaginábamos Martín, sólo era cuestión de
tiempo que Lidia se decidiera. Ya sabíamos que estaba tan enamorada de ti como
tú de ella, lo notamos en cuanto te fuiste y no digamos la segunda vez. No
quisimos decirte nada porque era cuestión de ella. Y para serte sincero, a tu
padre y a mí, no nos hacía excesiva ilusión alentar a nuestros hijos a hacerse
pareja, a formar un matrimonio o lo que pudiera ser entre vosotros. – Me
contestó mi madre.
– Por nuestra parte, hace tiempo que nos hicimos a la
idea de que esto podía pasar, así que no nos pilla de nuevas. No diremos que
nos entusiasme la idea, pero, lo más importante es vuestra felicidad y, si esta
pasa porque estéis juntos… Pues eso, que tenéis nuestra bendición… no se le
puede poner puertas al campo. – Continuó mi padre.
Si me pinchan en ese momento, no sangro ni gota, me
habían dejado helado y, por la cara, Lidia estaba igual que yo. Nos abrazamos
todos, lloramos, nos reímos… Siempre supe que tenía unos padres comprensivos,
pero tanto… El mismo lunes volví a pedir traslado a la Central en USA y, por
suerte, me lo dieron. Un mes después volaba con Lidia hacia nuestra tierra
prometida, allí nadie sabía que éramos hermanos, de hecho, a ella ni la
conocían. Teníamos los mismos apellidos, como si Lidia se los hubiera cambiado,
lo que en Norteamérica es normal al casarse, y así, con veintisiete años, nos
establecimos, estando Lidia ya preñada de un mes ¡Joder qué puntería!
***********************************
Pasados
unos años, difícilmente podíamos
comentar lo felices que éramos, teníamos tres hijos, americanitos todos ellos,
la mayor de ocho años, el mediano de tres y la pequeña de meses, vivíamos
totalmente integrados, Lidia daba clases de español en la “high school” local,
yo ya tenía un puesto de responsabilidad con un sueldo más que respetable y nuestros
padres, nos visitaban una vez al año pagado por nosotros.
Ahora, con más responsabilidad, tenía que viajar a
diferentes sucursales del país, bastante a menudo, para supervisarlas.
Normalmente, estaba buena parte de la semana fuera, y aunque echaba mucho de
menos a mi hermana e hijos, éramos capaces de soportarlo perfectamente. Sólo
teníamos treinta y cuatro años, todo iba como la seda. Sin embargo, en una
ocasión por circunstancias adversas tuve que volver antes de lo previsto…
llegué a casa un jueves a mediodía, había terminado mi viaje de inspección
antes de lo normal y deseaba volver a ver a los míos. Sabía que los niños aun
estarían en el colegio o la guardería, al igual que Lidia, tardarían todavía un
rato en llegar. Entré tranquilamente, dirigiéndome a mi habitación para dejar
la maleta y ponerme cómodo. Al acercarme a la puerta entornada, comencé a oír
murmullo de una conversación que me era familiar. Al plántame junto a la puerta
me quedé helado, pasmado, traspuesto… Mi queridísima hermana, mi Lidia, el amor
de mi vida, estaba en la cama con otro, siendo empalada, moviendo suavemente
sus caderas debajo de un fulano que no conocía y soltando de todo por esa
boquita.
– Dame más fuerte, cabrón, métemela hasta el fondo,
rómpeme la matriz… Ahhh, joder… Sigue, no pares, sigueeee… ¡Se ve que te gusta
follarte a una latina caliente…!
– Joder, que golfas sois la latinas… saltándote las clases
y follando como una puta ¿Qué va a pensar tu marido? Jajajaja. Imagínate que te
viera así. – Le soltó el menda que la penetraba.
– ¡¡Deja a mi marido en paz!! No se imagina nada de
esto. Ahhhh, sigue y olvídate de él ¡Es un buenazo! Viaja demasiado y no me da
lo que necesitooooo. Jodeeeerrr. ¡Me corroooo! ¡No pares ahora cabrón! ¡¡Dame
fuerte…No pares o te mato HIJO DE LA GRAN PUTA¡¡
El tipo se afanaba a clavarla toda hasta la raíz…
mis sentimientos eran de contradictorios entre excitado y malhumorado con ganas
de matar a cabrón que se follaba a mi mujer. Sin embargo Lidia siempre ha sido
mi debilidad, y verla gozar me impedía tomar cualquier represaría contra
aquella afrenta en mi propia cama. Continuaba escuchándola a grito pelado.
– Lléname, lléname el coño de leche, a ver si de este
polvo eres capaz de preñarme ¡¿No te gustaría hacerme un bebito latino?! Porque
esta panza se la vuelvo a encasquetar al CORNUDOOOO.
Noté cómo el fulano se corría en el interior de
Lidia dando los últimos empujones. La clava y eyaculaba soltado su esperma y un
bufido animalesco henchido de furia. Me quedé aún más paralizado de lo que
estaba ¿Qué era eso de volver a encasquetárselo al cornudo?
– Uffff ¡Qué corrida! Jajajaja. ¿Tu marido ha pasado
de viajero a cornudo? ¡Qué puta eres encargando otro hijo a su espaldas! – Dijo
el fulano con voz jadeante, apartándose a un lado.
– Déjate de coñas Tom. Aunque reconozco que es la
verdad… viaja demasiado y es un cornudo. Pese a todo le quiero muchísimo… ¿Te
queda claro? – Le soltó Lidia con algo de mosqueo – Es un hombre mucho mejor
que tú y yo lo mires por donde lo mires ¡él nunca me pondría los cuernos como
se los pongo yo… o tú a tú esposa!
– A la mía ya la tengo acostumbrada, no se marcha de
casa ni con agua caliente, así que hago lo que quiero con quien quiero y lo
sabe, pero a ti… ¿Y no te da cosa engañarle así?
– ¡Bah ya no! Aunque sé que me quiere con locura y yo
a él, necesito más de lo que me da, con tanto viaje, me tiene bastante
desatendida. Así que mientras no se entere, todos contentos. Él vive feliz y yo
también, no hay que hacer una tragedia de esto… ¡Solo follamos sin amor…!
Se me estaba viniendo el mundo encima. Mi hermana,
la que yo creía totalmente enamorada de mí, con lo que habíamos tenido que
pasar para estar juntos… No me entraba en la cabeza que fuese tan descortés
conmigo… ¡Esto me superaba por momentos!
– ¿No has pensado en que se pueda enterar? ¿Qué
harías si pasara? – Siguió preguntando.
– La verdad es que no lo he pensado, no sé qué haría.
Le quiero un montón, más de lo que puedas pensar por cosas que no te voy a
decir y ni vienen a cuento. Si se entera… ¡Buff! Sería tremendo, no lo quiero
ni imaginar. Una cosa es ponerle los cuernos, pero sólo es sexo y otra
separarme de él, no sé si podría… Pero bueno, prefiero no pensar en ello,
aunque que sería bastante duro, como te he dicho, le quiero mucho y lo
necesito… mis hijos lo necesitan.
– ¡Pues quién lo diría! Le has puesto más cuernos que
a una manada de ciervos. Casi me da pena, apenas le conozco, pero siempre me ha
perecido un buen tío… Claro que, si puedo follar contigo que le den… Reconozco
que eres la hostia en la cama… te mueves como ninguna. – Se rio con ganas. –
Por cierto ¿desde cuándo le engañas…?
– Desde hace un tiempo, casi después de empezar con
sus viajes. Si lo pienso ahora, no sé ni por qué lo hice, estaba algo
necesitada y creo que me sedujo el riesgo, me ponía súper cachonda. – Dijo con
toda la cara. – Antes de que naciera la pequeña, empecé a quedarme sola muchas
veces casi toda la semana. Me encanta follar y que me follen, pero sin él mi
mente divagó con la posibilidad de tener mis follamigos… después de que un tipo
me entrara en un parking y me follara allí mismo ya no lo pude dejar. Los
vicios son difíciles de extirpar…
– Y vaya si tienes vicio, eres la mejor follando… ¡¿Y
todos tus hijos son suyos…?! Dijo el tipo con cierto interés informativo.
– Ni yo sé si la pequeña es hija suya, ni lo sabrá…
los otros sí lo son. En fin, no quiero hablar de esto, mi marido es mío y ya
está, yo… Pues eso, yo soy de otra forma, necesito algo más de sexo que él.
¡Soy latina y las latinas tenemos el coño caliente todo el día…! Ja ja ja.
– Entonces… ¿No sabes de quién es la niña pequeña? –
Preguntó curioso.
– No lo tengo claro, en esa época me acosté con
varios, entre ellos Martín por supuesto que me daba un polvo a la semana mínimo,
claro…, pero por las fechas, puede ser cualquiera de los varios que me tiré…
dos o tres además de a mi marido. – Dijo con toda la cara.
– ¿Has pensado alguna vez si tu marido te engañara?
Con tanto viaje…
Siguió con la misma curiosidad el tipejo, daba la
sensación de que a pesar de conocerse, era la primera vez que se acostaban,
porque no era normal tanta charla si no eral primer polvo.
– Si me engaña, le mato ¡Mi marido es mío y sólo mío!
¡Le veo con otra y se la corto! ¡Luego le mato! – Soltó Lidia con auténtico
cabreo – Pero antes me llevo a la PUTA por delante.
– ¡Qué hija de puta eres! ¿Tú te acuestas con todo lo
que se mueve y él te tiene que guardar fidelidad? Un poco cabrona ¿No? – Le
dijo el tío con recochineo.
– No me toques los ovarios ¿Quieres? Soy así y no hay
más que hablar. Al que le guste, bien, al que no, que se joda. Es mi vida y
hago con ella lo que me sale del coño ¿Vale? Y a mi marido, ni tocarlo…
Parecía cada vez más enfadada con este tema. Yo,
cada vez estaba peor viendo la caradura que tenía mi hermana. Desde luego, no
pensaba dejarlo así.
Había grabado con el móvil todo lo que había visto,
me retiré con cuidado de la puerta, llevándome la maleta. Salí de casa en
silencio por donde entré, me metí en el coche y conduje sin rumbo fijo durante
un rato. Al final, me fui a mi oficina, a mi despacho. Aproveché para cerrar
las dietas del viaje y para descargarme el vídeo en el ordenador. Ni sé las
veces que lo pasé, una y otra vez, no me entraba en la cabeza lo que había
descubierto… ¡¿Qué había pasado con mi hermana?! ¿Acaso no era feliz conmigo?
Sí pero necesitaba más polla.
Copié ese vídeo en un pendrive, edité alguno de los
fotogramas, aquellos en que mejor se veía la follada de mi “¿mujer?” Ya ni la
podía llamar así, desgraciadamente, hermana sería toda la vida. Mandé a la impresora
los que mejor se veían y no dejaban lugar a dudas… los guardé en el maletín de
mi portátil. No sé por qué lo hice, no pensaba enseñarlos a nadie… Después de
pensar un rato, a la única conclusión que llegué es que tenía que separarme de
Lidia, no podía seguir con ella después de lo que había visto y oído, seguía
sin entrarme en la cabeza todo esto, de verdad que me superaba, decía que me
quería, pero me engañaba con cualquiera que le pusiera una polla enfrente.
Llevábamos varios años en este país, habíamos tenido hijos, iba a decir tres,
pero míos sólo dos seguro, por lo que había dicho mi hermana.
Ya lo había hecho más veces, cada vez que había
tenido un problema con ella. Me moví en Recursos Humanos viendo las
posibilidades de traslado para alguien de mi nivel… Realmente pocas, pero había
una que me venía como anillo al dedo. Se necesitaba un supervisor para las
fábricas que teníamos en Tailandia y, a pesar de no saber el idioma ni nada
sobre ese país, presenté mi candidatura. Esa noche dormí en un hotel de una
población cercana y, a la hora prevista, como cada vez que viajaba, me presenté
en mi casa. Ya estaban los niños y mi hermana esperándome, me recibieron con
alegría y a mí se me escapaban las lágrimas al abrazarles, al acercarse Lidia,
tuve que hacer de tripas corazón para poder siquiera sonreír ¡Estaba guapísima!
Su alegría por verme parecía sincera… Pero yo sabía lo que sabía, era un putón
que me llevaba engañando desde hacía tiempo.
No dije absolutamente nada de mi posible traslado,
todos los días que pasé en casa fueron una tortura, no podía hacer el amor con
Lidia, se me llevaban los demonios e incluso, el estar delante de ella se me
hacía tremendamente difícil sin que se notara nada. Aun así, mi hermana me
preguntó un par de veces si me ocurría algo… ella me notaba raro. En cierto
modo pensaba en su cinismo. Le decía que no… que solo estaba estresado por mi
trabajo. Ver a mis hijos, me producía un nudo en el estómago y la garganta,
también con la pequeña a pesar de no saber si era mía. Se parecía más que
ninguna a su madre, pero a mí, no sé.
No tardaron mucho en la empresa en darme el
traslado, apenas una semana, no había muchos que quisieran ir voluntariamente
al extranjero por un periodo de tres años mínimo. Sólo comuniqué que iría solo,
mi familia se quedaba allí. Extrañados, no me dijeron nada en contra. Ese
domingo hice la maleta como siempre que me iba de viaje, lo que nadie sabía es
que llevaba otra mucho más grande que tenía escondida en el maletero del coche.
El día de mi marcha, aduciendo que tenía tiempo por salir el avión más tarde,
me despedí de los niños y, con mucho esfuerzo, de Lidia, cuando se fueron al
colegio y guardería. Al quedarme solo, metí una copia del vídeo de la
infidelidad de mi hermana que había grabado, en un sobre, junto con una carta
en la que intenté explicar mi decisión. Verdaderamente no era una manera
valiente de enfrentarme a la situación, creo que siempre he sido un cobarde
frente a mi melliza y así me ha ido en la vida…, todo hubiera sido más fácil
hablándolo directamente.
Mi muy querida Lidia:
Cuando leas estas líneas estaré lejos, bastante más
lejos de lo habitual. La verdad es que me está costando mucho escribir esto y,
aunque quizás no lo merezcas, quiero darte una explicación. Tal vez te parezca
una actitud cobarde, pero quizás sea un cobarde en verdad…
Recuerda cómo me fui de casa por estar enamorado de
ti, cómo me pasé seis años fuera, estudiando y trabajando como un cabrón para
tener un porvenir e intentar olvidarte. Luego nos reencontramos y… Te
comportaste como una zorra, según tú para darme celos. Me tuve que volver a
marchar debido a esa actitud, siempre te dije que eso no me ponía celoso, sólo
me cabreaba porque me parecías una hija de puta, más cuando sabías lo que
sentía por ti.
A mi regreso, me cuentas que tú también me quieres
y, enfrentándonos a todos y a todo, nos vinimos aquí para intentar ser felices
tú y yo, como un auténtico matrimonio. Por fin creí que lo éramos, teníamos
buenos trabajos, una casa preciosa y unos hijos estupendos ¿Nos faltaba algo?
Yo creo que no, he sido feliz contigo, tanto que no creo que se pueda ser más,
pero…
Te has encargado de joderlo, joderlo, pero bien. Si
todo lo tuyo fue verdad o mentira, ahora no llego a descifrarlo, me ha quedado
claro que me tienes cariño, pero ningún respeto. Después de ver por mí mismo lo
que te dejo en el pendrive, sólo pienso que has sido una zorra con todas las
letras, que por mucho que digas, te importo un pimiento como hombre y, después
de todo lo que he pasado para poder estar juntos, se me ha caído el mundo
encima, no soy capaz de superarlo. Por eso, me voy, pero me voy para siempre.
Lo siento por los niños, no me atrevo a decir nuestros hijos porque, por lo
menos uno, según tú, ni sabes si lo es. Los echaré de menos como no te haces
idea, pero sé que sabrás contarles cualquier milonga y embaucarles, tal y como
has estado haciendo conmigo.
Desgraciadamente, no puedo soportar esto y no
pienso enfrentarte, como te he dicho, ya me fui más veces por ti, una más no creo
que importe. También creo que te sentirás liberada, visto lo visto, ya que
viajo demasiado y no te he dado lo que, según tú, necesitabas; es mejor que
desaparezca de tu vida antes de hacer una burrada. No entenderé por qué, si me
considerabas así, no hablaste conmigo y me pediste más ¡Me moría por dártelo!
Pero veía que tú no solías estar por la labor, tanto dolor de cabeza me tenía
que haber hecho sospechar, pero ¿Cómo dudar de tu propia hermana? ¿No podías
haber cortado esto antes de empezar? ¿No podías haber evitado hacerme tanto
daño? Nunca te obligué a nada, ni siquiera a quererme, eso salió de ti. Si
nunca fui bastante para lo que necesitabas ¿Por qué te viniste conmigo? No creo
que lo llegue a entender jamás.
En fin, Lidia, hasta nunca, no sé si alguna vez
superaré tu traición, sólo lo intentaré.
No sé si decir “con cariño”, no creo que deje, a
pesar de todo, de quererte. Hasta nunca o hasta que los dioses crucen nuestros
caminos.
Tu hermano, Martín
Dejé el sobre encima de la mesilla de su lado de
nuestra habitación, salí de casa, dejé mi coche en el garaje y me fui al
aeropuerto en un taxi que había llamado. Tenía el corazón roto, destrozado,
seguía sin entrarme en la cabeza cómo Lidia se había comportado así, se
escapaba a mi entendimiento. Casi ni recuerdo el vuelo y la llegada a Bangkok,
base de nuestra oficina en Tailandia, me establecí en un chalecito que la
empresa me había alquilado, tenía servicio y, lo más importante, un traductor. Poco
a poco, me fui haciendo a mi nueva vida, a nuevas costumbres que me costó
llegar a entender, pero tenía que aceptar.
Poquito tiempo después recibí un correo de Recursos
Humanos de la central, donde había estado trabajando, diciéndome que mi esposa
había preguntado por mí, parecía alterada, pero no habían querido decirle nada
concreto por si teníamos alguna diputa doméstica, no querían perjudicarme. Les
contesté que, en efecto, teníamos problemas debido al viaje y que, a no ser que
hubiera alguna reclamación judicial, no quería que supiera exactamente dónde estaba
destinado ahora. Lo malo de esto es que, la mayoría de nuestros amigos eran de
la empresa y, finalmente, acabó descubriendo que estaba aquí.
Me escribió muchos correos electrónicos una vez
averiguó mi dirección de email, los fui almacenando en una carpeta personal sin
llegar a leer ninguno. Según llegaban a la bandeja de entrada, inmediatamente
iban a parar a esta carpeta especial. También me escribió mi hija mayor a la
que leí con emoción, me decía que me echaban de menos, preguntaba cuándo iba a volver…
Así durante año y medio largo. Después, poco a poco se hizo el silencio, hasta
que nadie de casa me escribía, me encontraba como cuando me fui la primera vez
de mi casa y, como entonces, escribía a mis padres sin mencionar a mi hermana
para nada, nunca quise contarles su infidelidad, no sabía cómo podían
reaccionar.
Pasados los tres primeros años, tuve opción a
prorrogarlo otro más que, por supuesto, acepté. Así que, finalmente, estuve
cuatro largos años solo, en un país diferente… me propuse a partir del segundo
año aprender Thai y únicamente al final, era capaz de hablar y entenderlo lo
suficiente como para desenvolverme con facilidad por el país. Si dura fue mi
primera marcha, esta fue mucho peor. Tampoco tuve ninguna aventura, ninguna
amante, como si fuera célibe. Era tanto mi dolor que no tuve ni ganas ni
necesidad.
Acabado mi trabajo, felicitado por los gerifaltes
de la central, me vi camino a casa tras un vuelo largo y pesado. No aparecí por
la que había compartido con mi hermana, ni siquiera sabía si seguía allí o se
había trasladado a otro sitio, tampoco sabía de mis hijos. En fin, sólo que
seguía pasando la mayor parte de mi nómina a nuestra cuenta conjunta, no iba a
desatenderles, por lo demás, nada.
En la empresa me recibieron estupendamente, nuevo
despacho, nuevo puesto… Laboralmente no me podía quejar de nada. Me instalé
provisionalmente en un hotelito pequeño de la misma localidad. No me atreví a
preguntar a ningún conocido por la situación de mi familia ni nadie comentó
nada. Sólo me acercaba, con un coche nuevo, el anterior lo había dejado allí,
pasando por la calle, dando vueltas a la manzana, intentando ver algo… Así varios
días, en uno de ellos… ¡Joder! Había niños en el jardín trasero, jugaban, eran
una niña de unos cinco años y un niño de unos ocho… Me paré enfrente de la
calle observando, salió otra niña de unos 12 años… De pronto la vi
asomándose por la puerta del jardín. Lidia pegó un grito llamando a sus hijos
¡Dios mío! Seguía preciosa, por lo menos a esa distancia… Ya habíamos cumplido
treinta y ocho años en la flor de la vida, la flor para ella, para mí las
espinas.
Por una vez, decidí dejar de escaparme, de
trasladarme cada vez que algo me iba mal o yo no era capaz de soportar…
Necesitaba ver a los críos y, aunque me pesara, verla a ella… nunca más
volvería a ser un cobarde que huye de sus responsabilidades. Con un nudo en el
estómago, di la vuelta a la manzana, me bajé del coche, crucé la calle, pasé al
jardín delantero y llamé al timbre de la entrada. Una preciosa niña de 12 años
me abrió la puerta ¿Tendría yo el mismo aspecto de cuatro años atrás? ¿Me
reconocería? Los mayores cambiamos mucho, pero esa niña bien podría ser Laura,
mi hija mayor… Me había dejado una ligera barba y ya pintaba canas prematuras.
– Hola – me dijo la cría mirándome con curiosidad,
como evaluándome. – Me parece que le conozco pero no sé bien quién es usted…
¿Qué quiere?
– Hola preciosa – Dije – ¿Está tu mamá?
– Mamáaaa, hay un señor en la puerta pregunta por ti.
– Gritó hacia el interior de la casa.
De fondo, oí la voz de mi hermana
– Pregúntale qué quiere, estoy preparando la cena – Le
respondió a gritos
– Dile que tu papá está aquí y quiere verla ¿Vale? –
Me acojoné un poco al decirlo.
– Dice que mi pa…. ¿Papá? ¿Eres tú? ¡PAPÁ! – Me
saltó al cuello llenándome la cara de besos – Papá, papá, has vuelto, has
venido… Papá ¡Cuánto te quiero! Creía que tú no nos querías, que te habías
marchado para siempre…
Seguía comiéndome a besos toda la cara. De pronto
apareció
– Laura ¿Se puede saber que pas…? ¡Martín! ¡¿Madre mía,
eres tú?! – Cayó al suelo de rodillas y estalló en lágrimas tapándose la cara
con las manos. – Martín, Martín… ¡¡Ya estás… Al fin has venido!! – Seguía
llorando a moco tendido.
No sabía si apiadarme, si ponerme de mala leche…
Vaya recibimiento de mi hermana ¿Se habría casado? ¿Estaría con alguien? ¿Que
qué hago aquí? Después de lo que vi aquel día, follando a destajo, tenerla
delante de mí me producía un dolor inmenso… la quería como hermana, sin embargo
mi subconsciente la despreciaba como mujer… simplemente me venía a la cabeza,
una y otra vez la palabra PUTA.
– ¿Tienes otro papá?
Le pregunté a mi hija para hacerme una idea de a
qué enfrentarme. Aparecieron también mis otros hijos que, viendo cómo me
trataba su hermana, llamándome papá, enseguida supieron quién era, comiéndome a
besos igual que ella.
– Noooo – Contestó la mayor – mamá no sale casi nunca y sólo vienen a veces sus
amigas a casa… No tenemos más papá que tú. Y no queremos a otro papá. ¿Te vas a
quedar, verdad? No queremos que te vayas otra vez, mamá llora mucho cuando
habla de ti…
Me alegré interiormente, por lo menos, mis hijos
seguían siendo míos, no los tenía que compartir. Con respecto a mi hermana…
Aparte de dolor, no sé qué sentía, tenía claro que la quería, pero su traición
tampoco se me iba de la cabeza. Ella seguía arrodillada en el suelo llorando,
apenas se atrevía a mirarme a la cara, no sabía qué hacer. Dejé a los niños en
el suelo, con sentimientos encontrados me acerqué a ella, me quedé de pie
delante, mirándola fijamente…
– Hola Lidia – Dije simplemente, con voz neutra, sin
demostrar emoción.
– Pasa, estoy preparando la cena para todos… ¡Vamos
Laura pon un más cubierto para papá! – Le dijo a la mayor que se encargaba de
preparar la mesa – Hoy cenaremos con papá de nuevo.
La cena estaba rica, no siempre tuvo mano para la
cocina, pero había aprendido mucho en los últimos años. La conversación con los
pequeños era animada, preguntaban y preguntaban, yo miraba a Lidia que estuvo
callada todo el tiempo, también miraba a la pequeña. En fondo la amaba como a
los otros, sin estar seguro que fuese engendrada por mí, tenía mis apellidos y
ella no tenía culpa alguna de los desmanes de su madre.
Mandó a los niños a jugar fueran mientras sus
padres hablaban, a solas en el salón…
– Martín, Martín… Gracias por haber venido. No sé qué
decirte… Ahora, al verte, sólo te puedo pedir perdón, una y otra vez, perdón…
Soy una imbécil, siempre lo he sido, ni siquiera sé por qué te hice eso, por
qué tanto daño, tanto dolor… – Me decía
llorando a lágrima viva – No lo merezco, pero yo te lo pido, siempre has sido
lo más importante para mí. Cuando vi el vídeo, cuando me di cuenta de lo que
habías visto, mi vida se acabó, más cuando supe que te habías ido… presentí que
te habías ido para siempre. Cuando te perdí, fue cuando de verdad fui
consciente de lo que te amaba, más que a mí misma, más que a nada…
– ¡Pues quién lo diría! – Contesté con enfado – Lo
que hiciste, lo que oí, no fueron palabras de amor. Verte follar con otro,
enterarme de que llevabas tiempo haciéndolo con cualquiera, de que quizás la
pequeña no fuera mía… ¿A eso llamas amor? ¿Fidelidad? ¡Joder Lidia! ¿Cómo
quieres que me enfrente a eso? Yo sí te demostré un amor a prueba de todo y de
todos, aguanté tus tonterías con un montón de tíos en mi propia casa… Te dije en
su momento que fuiste una hija de puta, sabiendo lo que sabías que sentía por
ti y tú portándote como una golfa ¡Me tuve que ir otra vez, Lidia! ¡Me tuve que
ir! ¿Y qué me encontré al volver? Más de lo mismo. Luego tu cambio, tu
declaración de amor… Te quería tanto que, todo lo anterior me dio igual, hablé
con los papás para que lo aceptaran… Aquí era por fin feliz contigo ¿Y tú?
Evidentemente no, dejaste muy claro que te faltaba algo que yo no te daba ¿Qué
dijiste? Ah, sí, que viajaba demasiado… Que te gustaba el riesgo… Que no te
daba lo que necesitabas… ¿Ha cambiado algo de eso? Es lo que me pregunto aunque
ya me da igual cómo puedes comprender si para ti no fui suficiente antes, ahora
creo que tampoco.
Lidia lloraba con más fuerza y a mí se me caía el
alma el verla así ¿Por qué no podía odiarla? Me había amargado la vida, aunque…
¿Era yo también culpable? ¿La había desatendido? … ¡No! ¡Decididamente no! En
cuanto estuvimos juntos, me desvivía por ella, lo era todo para mí y, si hay
algo que nunca he entendido, es la infidelidad por unos polvos, por una polla
más que le quitase el ardor de coño… como ella dijo el sexo por sexo. Si te
enamoras de otro, vale, qué le vas a hacer, quiere decir que para tu pareja,
hay alguien mejor que tú…, pero follar por follar para satisfacer una necesidad
fisiológica, sin condón corriendo el riesgo de contraer cualquier ETS y además
quedar preñada, para más desprecio por quien se debe hacer cargo de lo que
engendre su vientre… eso no tenía más que un nombre…ser PUTA.
A esas alturas de mi vida, me había pasado media
sin una mujer sólo por ella, incluso durante mi estancia en Tailandia fui
totalmente fiel, con lo fácil que era tener una puta por dos dólares en
cualquier calle de Bangkok. Pues nunca llegué a tener la necesidad de solicitar
tal servicio. ¿La podía perdonar? No lo sabía, el recuerdo de sus infidelidades
era muy doloroso, si sólo hubiera sido una vez, quizás, pero me había engañado
durante bastante tiempo… ¡Dios! Con un total desprecio por mí.
– Mira Lidia, no sé ni por qué he venido a casa,
necesitaba ver a los niños ¿Pero a ti? Me duele mirarte, me duele quererte…
¿Cómo te podría perdonar? ¿Cuánto tiempo de engaños, Lidia? Ni siquiera sé
cuánto tiempo, mínimo un año… Eso no se olvida, ni siquiera cuatro años fuera
me han hecho olvidar nada, al contrario, creo que se ha enraizado el mal
recuerdo. No te odio, no te desprecio, ya sabes por qué, siempre estarás unida
a mí por un vínculo indisoluble. Pero perdonar… Creo que me pides demasiado.
Según hablaba, intentaba aclarar sentimientos, me
sentía mejor conmigo mismo, tal vez si lo hubiera hecho siempre así, mi vida no
hubiera sido un huida permanente hacia ningún sitio.
– Martín, te juro que, desde que te fuiste, desde que
vi el vídeo que me dejaste, desde que leí tu carta, jamás he vuelto a estar con
nadie, ningún hombre ha estado conmigo ¡¡NUNCA!! No quiero ni imaginar lo que
sentiste, por mucho que me quiera poner en tu lugar no soy capaz de hacerme una
idea de lo que supuso para ti. Durante estos años he intentado imaginarte con
otras, te he imaginado casándote, con otros hijos, otra familia… Casi me muero
de pena, de dolor, de celos… Pero yo sólo lo imaginaba, no lo vi como tú. He
estado a punto de hacer una locura por desesperación, sólo los niños lo han
evitado, no podía hacerles eso.
Calló durante un momento, mirándome a los ojos como
quien se enfrenta al vacío de un puente antes de lanzarse… sabes que sujeto a
la cuerda no morirás pero nunca sabes lo que va a ocurrir, esa incertidumbre
que hace correr la adrenalina por todo el cuerpo y de pronto…
– Quiero decirte otra cosa, aunque quizás a estas
alturas ya no importe… nuestra hija pequeña… NO es tuya, lo comprobé. Lo siento
mi amor… ¡LO SIENTO TANTO MI AMOR! Me equivoqué al creer que podía hacerlo con otro,
sin entender que eras tú el único hombre con derecho a preñar mi vientre. Ya sé
que esto no arregla nada, nada de lo que te he dicho soluciona lo que hice, ni
lo justifica. Sólo sé que te quiero, que te amo más que a nada…
En ningún momento había dejado de llorar y no me
afectó la verdad asumida hacía tiempo.
– Lo que no acierto a entender es el por qué ¿Por qué
lo hiciste? Si tanto dices que me quieres ¿por qué? – Los críos jugaban a
gritos en el jardín – Ahora que no están los niños, puedes hablar sin
problemas. – Le animé.
– ¿La verdad? – Dijo Lidia – En el fondo es lo que
dije, el riesgo, lo prohibido… la aventura de algo diferente en la vida, aunque
entre nosotros esto suene a coña. Te quería tanto, éramos tan felices que me
dio miedo ¡Somos hermanos! …Sí, por lo que sea. Sí te gustase otra, te podrías
casar con ella, conmigo no, aunque aquí todo el mundo crea que somos
matrimonio.
– ¿Y por miedo a ser hermanos te acostaste con otros?
¿Durante tanto tiempo? ¡Venga ya, Lidia! No me tomes por idiota – Respondí con
mosqueo.
Lidia arreció en el llanto, no sé ni cómo tenía
tanta lágrima.
– Pues es cierto, Martín, era como si no tuviera
derecho a ser feliz contigo, aunque nadie supiera nada de quiénes éramos… El
acostarme con otros acallaba mi conciencia, consideraba lo nuestro como una infidelidad
más, una infidelidad a nuestros padres, a la sociedad, no sé explicártelo
mejor. Me sentía como una zorra por acostarme contigo, así me demostraba que,
siendo más zorra aún, lo nuestro no era tan malo.
– ¿Te das cuenta de lo que dices? No tiene ni pies ni
cabeza ¿Te sentías culpable por ser feliz conmigo? ¿Por eso el acostarte con
cualquiera? ¿Para acallar tú conciencia? Si es así, tienes un serio problema de
conciencia ¿Qué quieres que haga yo? ¿Qué quieres de mí…?
Sus explicaciones me desbordaban, me parecían de lo
más absurdo, no podía ser eso.
– No lo sé cariño, no lo sé…solo quiero que estés
conmigo, con los niños…con nosotros.
– Lidia, lo que me estás contando me parece una
estupidez, ni de casualidad me trago eso. Siempre has sido un poco golfa, te
acostabas con un montón de tíos cuando vivías en Madrid, al venir aquí conmigo,
creo que te empezó a faltar algo, te faltaba el andar de tío en tío y, en
cuanto pudiste, volviste a las andadas. Eso es lo que creo. – Le dije serio.
– Martín, de verdad, no te miento… Puede que algo de
razón tengas, que siempre me ha gustado ir con muchos tíos… Pero en este caso,
no era eso, y no era que no te quisiera, sólo que fui una gilipollas. Siento no
ser tan inteligente como tú… en el vientre de mamá tú te llevaste la sensatez y
yo la arrogancia que me llevó al puterio.
– No digas tonterías.
– Lo ves, cariño, esa soy yo la descerebrada. Pero te
juro que lo que más siento es el daño que te he hecho a ti y a nuestros hijos,
eso no me lo perdonaré nunca. Te quiero, te quiero con toda mi alma y, si me lo
permites, si te quedas con nosotros, te lo demostraré día a día hasta que me
muera. Me ha hecho falta perderte tres veces, para darme cuenta de la realidad
de mis sentimientos y problemas de conciencia… Ahora me parecen tan absurdos…
Si no quieres saber nada más de mí, lo entenderé, me moriré de pena, pero lo
entenderé. Lo que no me podrás quitar nunca es el ser tu hermana melliza, eso
conlleva ser una hermana que te quiere a morir de por vida, te quiere como
hermana y te ama como mujer y hembra. Aunque ahora te resulte muy difícil de
creer.
Ya no sabía ni de donde le salían tantas lágrimas,
en ningún momento había dejado de llorar.
– Sé que es muy duro volver a casa ahora que sabes
que la pequeña no la engendramos juntos, pero es y será siempre hija tuya. Un
hijo no es un polvo, es un ser humano al que amas, cuidas y le proyectas hacia
el futuro con lo mejor que tienes, y en eso eres el mejor del mundo también
¡Tienes tantas cosas buenas dentro de ti! Paula no tiene culpa, ella solo sabe
que tú eres su padre y solo te querrá a ti como tal. Por eso te pido, no, te
suplico una sola cosa… ¡Quédate con nosotros y te demostraré cuanto te ama tu
MUJER!
La levanté del suelo y me senté con ella en un sofá
del cuarto de estar, la acurruqué contra mí, muchos sentimientos encontrados
hacían que mi mente fuera un caos… Intentó besarme y aparté la boca haciéndole
la cobra, lloró más aún…
– Déjame pensar en todo esto, Lidia, todo ha sido muy
fuerte, tengo un torbellino en la cabeza que no me deja pensar con claridad…
Sabes que te quiero, siempre te he querido, pero tu traición… Pesa mucho,
Lidia, pesa y duele mucho. Probablemente nunca sepa por qué lo hiciste, por
mucho que me cuentes…, lo que sí sé es que cuando mire a Paula sabré de tu
traición, con lo cual puedes comprender que será imborrable queramos o no.
– Sí, mi amor lo sé. Te dejo que pienses, te dejo que
hagas lo que quieras… Pero no me dejes por favor. Otra vez sería demasiado para
mí. Llevo cuatro años sin un hombre en mi cama, ni mujer, no pienses mal. Te lo
diré mil veces si hace falta, cuando te fuiste, fui consciente de lo que sentía
y siento por ti, eres lo único que me importa, sin ti, no tengo nada, estoy
vacía, llevo sin nada cuatro años y así seguiré si te vas ¡Solo me sostengo de los
niños! ¡¡De tus HIJOS!!
Seguí acurrucándola y consolándola, realmente no me
apetecía hacerlo, pero era lo que el cuerpo me pedía ¡Cuántos años echándola de
menos! ¡Cuántos, amargado por ella! ¡Cuánto dolor sufrido!
– Si supieras lo que me hiciste, Lidia, no tendrías
valor ni para hablarme. Que follases con otro no era la traición, sino el
desprecio de hacerlo y sentirlo de manera lasciva e hiriente.
– Lo sé, Martín, lo sé. Sé lo que te hice, me lo has
demostrado yéndote estos cuatro años, sé que tengo mucha cara, pero es por
amor, por el amor que, durante este tiempo, sé que siento por ti. También te
amaba antes, pero cuando te fuiste a Tailandia, ya no hubo nadie más. Nunca he follado
con otro…. Cuando me acostaba con otros, era sexo, placer físico… ¡me he dado
cuenta de lo poco que importa eso si no se ama! Sin amor, sin tu amor, el sexo
ese era vacío, entonces no me di cuenta de que era porque tú estabas a mi lado.
Aunque follara con otros, al final estabas tú para darme todo el amor del
mundo… Al faltar, todo dejó de tener sentido… el amor llena lo que nunca logra
llenar el sexo, ahora lo sé. – Dijo entre sollozos.
– Y si me quedo en casa ¿Cómo sé que no volverías a
las andadas? ¿Cómo sé que me serías fiel, a tomarme por el pito del sereno… a
ningunearme y reírte de mí otra vez?
– ¡¡Es imposible!! Porque te quiero con locura, más
que a mí misma y… porque me daré asco si estoy con otro hombre. Si me dejas te
demostraré día a día ese amor. Porque todo lo que hice fue por estúpida, por no
entender lo que suponía nuestro amor, lo que hiciste por mí y tu compromiso con
los niños, por tener miedo a ser tan feliz contigo.
– Ya no me das confianza Lidia, comienzo a ser perro
viejo nada inocente.
– He tenido cuatro años para reflexionar y darme
cuenta de todo esto, te juro que jamás volveré a dudar. Además, están nuestros
hijos, hijos nacidos del amor. Ellos se merecen una padre como tú, no se lo
niegues a ellos…
– No todos imagino…. ¡¿Con la pequeña también
sentiste amor?!
– ¡Sabes que NO! Me duele muchísimo que la pequeña me
la engendrase otro hombre, con ninguno tuve el menor sentimiento y con el progenitor
de ella tampoco. Pero todos son hijos míos, me debo a ellos y me debo a ti, a
las personas que amo. Aunque te pida perdón, sé que no me lo merezco, sólo te
pido una oportunidad, la última de demostrarte que puedo llegar a ser digna de
ti. Sólo te pido eso y que acojas a Paula como verdadera hija tuya, eso sería
lo que más feliz me haría en la vida y lo que más orgullosa me haría sentir de
ti, de mi hermano, de mi hombre, de mi esposo… de mi AMOR. ¡¿NO COMPRENDES QUE
SIN TI NO SOY NADA…?!
El que estaba a punto de llorar era yo, tenía un
nudo en la garganta tremendo, mi corazón me decía que la diera esa oportunidad,
la cabeza… Eso era otra cosa, superar lo que vi… Tenía que hacer el esfuerzo,
tres criaturas dependían de la decisión que tomara y ellos no eran culpables de
las malas determinaciones del pasado de su madre y padre.
– Recuerdas la primera vez que lo hicimos ¿Qué
tendríamos…. 15 años? Sí, porque fue el verano del 2000. Entonces aunque no lo
sabías o creías lo contrario ¡¡Me desvirgaste!! ¡¡Tú fuiste el primero!!
Tonteaba con muchos, pero ninguno me follo hasta hacerlo tú, solo alguna paja y
mamada, nada más es lo que hacía con mis rolletes.
– Pero no recuerdo que sangraras…
– El himen no sangró porque ya me lo había roto con
mis juguetes fálicos. ¡Te juro que Tu polla fue la primera y la única en mucho
tiempo que me llenó con su leche! Después durante muchos años, solo follaba con
condón, menos contigo.
– Bueno me dejas sin palabras como siempre, aunque de
todas formas ha pasado mucho tiempo como para recriminarte nada de entonces.
– Siempre he sabido que mi corazón y mi cuerpo han
estado desasociados, y no como tú…toda la vida te conozco igual de coherente.
Quiero que tengas bien seguro que mi corazón en todo momento de mi existencia
ha sido solo tuyo. Jamás nadie me enamoró porque en mi ser no ha habido cabida
para otro hombre que no seas…. TÚ.
– Si tu corazón ha sido en exclusiva para mí,
ciertamente no se ha correspondido con todo el daño que me has hecho.
– ¡No te puedes imaginar cuanto lo siento mi amor…!
– No te preocupes Lidia… De acuerdo, nos daremos la
oportunidad que me pides, sobre todo por nuestros hijos, pero sabe Dios que me
va a costar muchísimo más de lo que puedas creer.
Mi hermana se revolvió en mi regazo, levantó la
cara y me besó con una pasión desconocida para mí, me dejé llevar, tenía tantas
ganas de ella que casi dolía, junto con bastante reparo, su traición…Se levantó
con una sonrisa en la boca y los ojos anegados, tiró de mí dirigiéndose a
¿nuestra? habitación, cerramos la puerta para tener intimidad… No tardó nada en
desnudarme, en acariciarme el pecho, la espalda, finalmente la polla… Mi
erección era imponente y mi deseo por ella, feroz. Ella sonrió satisfecha al
ver la alegría de mi verga endurecida. Tampoco tardé mucho en tenerla desnuda
ante mí, su cuerpo aún joven seguía siendo un canto a la lujuria, era preciosa
y perfecta… Sus pechos no estaban nada caídos, tal vez un poco, quizás más grandes
tras tres lactancias… Para mí, más bonitos si cabe. El culo, la cintura más
ancha, las piernas… Desde mi punto de vista, todo perfecto. Nos tumbamos en la
cama devorándonos los labios, jugando con las lenguas… Me besó la cara, el
cuello, el pecho, los pezones… Estaba desatada, toda ella pasión, deseo, amor…
Poco a poco, a pesar de mis reticencias iniciales, me iba encendiendo con un
fuego que me abrasaba, que me hacía desearla como siempre, como jamás había
deseado a ninguna otra mujer… Y cuatro años de celibato se notaban en ambos…
¡¡Sentía la misma emoción que la primera vez!!
Se introdujo mi rabo en la boca, apenas hasta la
mitad, no entraba más. Hizo un pequeño mete y saca con ella, me lamió el glande.
La lengua traviesa de Lidia salió a recorrer mi tallo
nervado. Y lo hizo rápidamente, casi sin yo darme cuenta recorrió el prepucio
desde la punta hasta la base, dejando su saliva como huella. Rodeó hábilmente
mi verga con su lengua y volvió a recorrerla hasta la punta por el sentido
opuesto. Estaba maravillado por la habilidad de su lengua, al igual que ella lo
estaba de sentir mi carne varonil… Sin más demora, Lidia abrió su tierna
boquita y engulló el glande. Algo que había visto en mis ensoñaciones durante tanto
tiempo, y durante mis masturbaciones, ahora era realidad. La fina boca de mi
melliza, sí era capaz de introducirse el grosor de mi polla, aunque por poco
margen, pues en los labios se le notaba que no podía abrirla mucho más.
Lentamente, para mi asombro, Lidia empujó con la mano asida en mi culo, para
irse metiendo el ariete hasta su garganta, centímetro a centímetro…
Mi polla estaba cada vez más adentro de ella, de
esos labios, pasando esos dientes y sintiendo su lengua, la cual jugaba conmigo
desde su interior, impregnando de saliva fluida mi verga. Llegó un momento que
ya, con un buen trozo de sexo masculino en su garganta, no daba para más, pero
no la forcé. La dejé hacer, porque sabía muy bien lo que hacía. Su cabeza
empezó a moverse hacia adelante y atrás, a rozar con fuerza mis carnes, y su
lengua se volvía enloquecida en su cavidad bucal, humedeciendo todo el cipote
energizado. Agarrada a mí con fuerza, mi hermana tomó coraje y empezó a mover
su cabeza a lo largo de la extensión de mi polla, frotándola a placer mientras
hacía lo mismo con su mano en la base de mi polla y huevos
– ¡Joder Lidia…me elevas al cielo, me haces sentir
un placer que había olvidado!
La desatada ama de casa, dejó de comer polla para
chuparla, se la sacó de la boca, acompañada de una cantidad considerable de
saliva, y dejó que su lengua me recorriese el tallo hasta el glande con
fruición, con deseo… Sus ojos verdes azulados me miraban con el mismo deseo, su
mano agitaba con fuerza mi polla.
– ¡¡Joder, Lidia… creo que no aguantaré mucho más…!!
Tras varios lametones que me pusieron a cien y me
transmitían cientos de sensaciones, se volvió a engullir la carne entre sus
labios, ahora más adentro, ahora con más fuerza. Como una bruja, hizo que mis
testículos hirviesen casi al momento. Sentir esa sensación ahora, con el amor
de mi vida haciéndome el mejor sexo oral en siglos… Sentir el calor que emana
de mi entrepierna, el semen produciéndose y queriendo salir, mientras ella como
loca, sigue metiendo y sacando mi falo de su garganta… Los ojos de Lidia ya no
tienen nada de compostura ni de familiar, sólo de hembra en celo que reclama su
premio. Se mueve sin parar, chupa, absorbe, engulle, frota mis estirados huevos
y los aprieta con delicadeza.
No puedo más, hiervo, siento que me descontrolo,
ella es la culpable. Y se lo digo, mientras no para de elevar la velocidad…
– ¡Nena! ¡Me corro, Nenaaa!
Hace un gesto como si lo hubiese entendido, pero no
cesa, sigue comiendo polla como si le fuese la vida en ello. Y creo que sabe
cómo funciona, comprende y asiente… Pues yo siento ya como el semen busca la
salida y no puedo frenarlo. Es cuando Lidia vuelve a besar el glande con sus
labios porque sabe que llega el húmedo final… mama la bola de mi capullo y con
sus labios hermetiza alrededor con sus carnosos labios.
Exploto de locura, un placer, siento como viene y
pasa delante de mí una corrida bestial, el caudal caliente que sale de mi
polla… Y mi melliza lo está esperando, con el glande dentro de su boca, siente
como el primer chorro sale disparado dentro de su boca y sus ojos se derriten
al sentir la miel… Hay más y ella puede con todo, no es la primera vez ¡Sabe la
cantidad de esperma que logro eyacular! Sigue frotando la cabeza de mi ariete
con su lengua y paladar, ansiosa por más y llega todo de golpe, un torrente de
semen hirviendo que se desliza por su boca… Le quema, arden sus paredes… El
semen es abundante e inunda a su cavidad, la lengua es derrotada y el esperma
viscoso comienza a caer por su garganta.
Chorro tras chorro los ha ido acumulando en su
boca, los quiere todos sin desperdicio… estimula mis gónadas y pajea la base de
la verga extrayendo toda la lefa… lo siente caer por su lengua, siente que le
desborda, pero ni así se da por vencida. Esa hembra quiere toda mi leche… En el
intento por no perder nada, un poco de semen espeso se desliza por la comisura
de sus turgentes labios… Yo he acabado, aún mi polla tiesa pertenece a la sed
de mi hermana. Chupetea el orificio de salida mirándome a los ojos. Abre la
boca y puedo ver mi manantial de semen en su paladar, recorriendo sus dientes y
cómo su lengua está empapada de blanco. Y está radiante, me sonríe… muestra la
ingente nevada contenida, y con un simple gesto, cierra la boca y se lo traga…
Lidia traga con paciencia el mar de semen viscoso que la inundaba hace unos
segundos. La vuelve a abrir y relame los restos de las comisuras de sus labios,
llena de deseo. Abriéndome la boca quiere demostrar ser una hembra sumisa a su
macho. Con dos dedos recoge el semen que se resbala por su barbilla. Y lo
vuelve a llevar a su garganta, todo queda ahora en su estómago, es todo para
ella. Luego recorre con su lengua toda mi extensión, quiere hasta la última gota,
succiona el capullo a la vez que estruja escurriendo lo último de queda en mi
tallo de mi polla… aún lo lame… Le gusta su sabor salado y un tanto ácido.
Se comió todo el semen acumulado que se descargó en
el interior de su garganta, en ningún momento se la sacó, me dejó para el
arrastre, llevaba demasiado tiempo sin tener un orgasmo en condiciones, sin un
orgasmo con una mujer, con mi mujer… Sobreponiéndome, la tumbé boca arriba en
la cama, la besé, mordisqueé y lamí de la cabeza a los pies para llegar, al
cabo de un ratito, al centro de su placer. Tuve que serenarme un poco, iba
aceleradísimo… Besé el interior de sus muslos, me fui acercando a la entrada de
su vagina, mi lengua se deleitó lamiendo su estrecho esfínter durante un minuto,
Lidia suspiraba con placer, fui dando suaves mordiscos a su perineo, lamí y
mordí sus labios externos…
Con delicadeza lamí su vulva, horadé su entrada
haciendo círculos con mi lengua. Dos dedos de mi mano entraron en su interior,
con suavidad, delicadeza… Froté con ellos sus paredes vaginales, esponjosas,
acogedoras… En pocos minutos su punto G se notaba en la parte superior, no
sabía si me iba a salir bien, si recordaría cómo hacerlo… Froté con algo de
intensidad dicho punto, de delante a atrás, a la vez, sujeté con los labios su
nódulo de placer, con mucha saliva para evitar irritárselo, mientras ella con
dos dedos estiraba el capuchón para que saliese un poco más el duro y espigado
clítoris… Una vez noté cómo gemía más alto, cómo levantaba el culo de la cama,
apliqué una suave succión al clítoris, tocándolo a la vez con la lengua y
siguiendo con la danza de dedos en su interior. Ambos nos centramos en su
placer únicamente…deseaba que tuviese el mejor orgasmo de toda su vida.
A los pocos minutos, Lidia logró un orgasmo escandaloso,
bestial, increíble, todas las terminaciones nerviosas de su pequeño botón del
gozo, fueron estimuladas a la vez, tanto por mi lengua, en su parte externa,
como por mis dedos en la parte interna que forma ese punto G. Besándola con
cariño la cara, el cuello, las orejas, fui dejando que se relajara de ese
tremendo estallido de placer. Me incorporé encima, miré su cara, sus ojos en
los que descubrí su cariño, su amor… Me miraba arrebolada, entregada y sumisa a
su hombre.
Aproveché para ponerme entre sus piernas sobre mí
en la postura del Kama Sutra llamado el trapecio, frente a frente alzó su mano
asiendo mi tranca. Enfilo la punta en su raja, encajando mi glande en la
entrada de su feminidad. Se fue dejando ir en su interior hasta llegar al
cuello de la matriz empalándola con el duro estoque de su mellizo. Hacíamos el
amor mientras Lidia me confesaba cuando me amaba, cuanto me había amado y
cuanto le quedaba por amarme… y lo torpe
que estuvo, no evitando tanto sufrimiento y dolor. Se dejaba caer, apretando un
poco más contra mi pubis, haciéndose algo de daño. Sólo hizo un gesto de sumisión
pese a la molestia, sin embargo, no se quejó. Mi miraba con una sonrisa
abierta.
– Eres el único que llega hasta ahí… hasta mi útero.
– Me dijo – No sé cómo fui tan gilipollas de permitir que otros entraran dentro
de mí sabiendo que eras el único que tenía derecho a ello. Perdóname Martín,
perdona por dar a otros lo que sólo es tuyo, nunca debí hacerlo, no tendré vida
suficiente para arrepentirme, para compensarte, para darte todo lo que te
quiero dar…
– Te quiero, Lidia, a pesar de todo, te quiero, jamás
podré dejar de hacerlo. Y, por favor, no me vuelvas a hablar de otros, no lo
quiero oír, no quiero saber qué sentías con ellos… Sólo quiero que me quieras,
aunque sea una pequeña parte de lo que te quiero a ti.
– Te querré igual o más que tú a mí, te lo demostraré
todos los días del resto de mi vida, nunca habrá nadie que no seas tú, ahora,
toda mi vida y mi amor te pertenecen en exclusiva y, si no te fías de mí,
puedes hacer lo que quieras, ¡¡CON QUIEN QUIERAS!! Jamás, jamás oirás una
queja, un reproche si llegas tarde tras follarte a otra… Sólo espero que llegue
un día en que pueda restañar todo el daño que te hice, el dolor que te causé,
en ser digna de ti.
Le arreciaba con golpes duros y poco a poco,
nuestra danza de caderas se fue incrementando, hundiéndose la polla hasta los
huevos haciendo imposible cualquier diálogo, solo suspiros del placer que
sentíamos llenaban la habitación. En no mucho tiempo Lidia se movía debajo de mí
como una posesa, daba pequeños quejidos mezclados con jadeos… Se corrió otra
vez como una burra, llegué a pensar cuál de los dos estaba más necesitado. Sin
decirle nada, cambió de postura, se puso a cuatro patas ofreciéndome todo. No
sabía muy bien qué hacer, nunca había practicado sexo anal, no sabía si es lo que
quería… Embadurnando el dedo pulgar con saliva y su propio flujo, los
introduje, con mucha delicadeza y suavidad por su ano, a la vez que mi verga se
dejó ir en el interior de su coño a hacer tope con mis huevos en su vulva, sin
apretar. Lidia jadeó mucho más fuerte, empezó a mover el culo divino
acompañando a mis dedos que, poco a poco lo iban dilatando.
– Con cuidado Martín, jamás lo he hecho… ¡Nadie ha
entrado en mi culo…!
Saqué con cuidado los dedos, si era virgen por esa
entrada, no pensaba que le resultara agradable a estas alturas, no quería
aprovecharme, más con mi inexperiencia… Volvió la cabeza, me miró con más
cariño aún, me agaché y nos comimos la boca…
– Martín, por favor, sigue en mi culo con cuidado,
pero sigue te lo ruego. Deseo darte lo que te pertenece y nunca he querido dar
a nadie, deseo ser tuya por completo, necesito que lo hagas, que lo hagas por
nosotros, por mí… ¡Necesito que me des por el culo! Y me desvirgues como a una
perra.
– Nunca he hecho esto con nadie, Lidia, no tengo
experiencia y tampoco lo necesito para sentirte mía, siempre has sido mi único
amor y poquitas veces he estado con otra mujer desde que me enamoré de ti,
nunca después de ti.
– Por eso lo necesito, mi amor, mi queridísimo Martín,
mi único hermano. Yo sí lo necesito, es un principio de expiación, sentirme
tuya en todos los sentidos, por favor, no me lo niegues. Te quiero tanto… Te he
echado tanto de menos… Me arrepiento tanto del daño que te hice… En serio Martín,
lo necesito… ¡NECESITO QUE ME
FOLLES EL CULO Y TE CORRAS DENTRO!
Bueno, en fin, como no podía ser de otra manera,
claudiqué. ¿Quién tendría a quién si lo hacía? No me sentía utilizado, pero iba
a hacer algo que me daba bastante reparo por las condiciones que se daban.
Antes de ponerme en faena, fui al baño de nuestra habitación, como esperaba
había un bote de aceite corporal que rápidamente cogí. Volví junto a mi
hermana, antes de hacer nada le introduje mi polla en el coño con toda
suavidad, Lidia gimió de placer… Embadurné su entrada con el aceite, volví a
introducirle dos dedos y durante mucho tiempo, echando aceite con frecuencia,
intenté dilatarle el esfínter todo lo que pude.
– Prueba con este consolador, es mucho más fino que
tu polla, nos servirá para dilatarlo.
Le follaba el coño y le dilataba el culo con el
dildo, todo despacito, con suavidad, con amor… Con la otra mano, también llenos
los dedos de aceite, frotaba su pequeño botón, también su tripa, sus tetas, sus
pezones… Mi hermana daba grititos de placer, cada vez más fuertes, más
seguidos… Antes de introducirle un tercer dedo como quería, se volvió a correr
como una burra, a punto estuvo de caer de panza en la cama, apenas se sostenía…
– Martín, hazlo ya, por favor, no aguanto más, me
estás matando a orgasmos…
Metí ese pene inerte con el aceite, entró con mayor
suavidad, Lidia se volvió a correr, ahora parecía que encadenaba corrida tras corrida.
Antes de que desfalleciera por completo, me unté bien la polla, la apoyé en su
entrada y, poco a poco, con la mayor delicadeza y suavidad que pude, centímetro
a centímetro, entré en su interior.
Vi cómo lidia apretaba los dientes durante el
proceso, pero ninguna queja salió de sus labios, tampoco dejé de machacar su
clítoris, de meterle un par de dedos en su vagina frotando sus paredes, de
intentar que la experiencia fuera lo mejor posible. A pesar de ir aguantando mi
entrada sin decir nada se estremecía por el roce de mis dedos, esto me permitió
avanzar hasta el fondo, hasta que mis huevos se estamparon contra su perineo,
son colgones y de un tamaño considerable, luego se los hacía notar con nitidez.
Se lo hice saber y ella me confirmó que los sentía duro y potentes azotándole
el culo… que era lo más hermoso que le podía pasar. Mi hermana, al sentirse
totalmente empalada y yo permanecer quieto, soltó un larguísimo gemido de
placer. Permanecimos parados más de un minuto, el tiempo que Lidia tardó en
empezar a moverse a la vez que lubricaba más su entrada y mi tranca.
Poco después me pedía que me moviera, que la enculara,
que disfrutara de ella como ella disfrutaba de mí, que la usara sin piedad y me
saciara hasta dejarla muerta… Con el culo lleno, la vagina llena de con el
consolador que ella misma se metía, y clítoris atendidos por mis dedos, empezó
a dejar de suspirar y gritar para dar auténticos berridos de placer, creo que
entró en un estado de cuasi inconsciencia y yo estaba también en otro mundo,
notaba cada contracción de su esfínter, cada contracción de su vagina, cada
convulsión cuasi orgásmica que no abandonaba mi melliza en todo el tiempo…
Ya ni sé el tiempo que estuvimos así, todo el que
tardé en correrme y, creedme, que estuve un buen rato dale que te pego
disfrutando de su apretado anillo… me llegó su subidón que me rompió las sienes
y acto seguido largué el primer chorro de lefa, fue apoteósico y luego el
segundo, la extraje del culo y se la inserté en el coño. Un segundo después descargué
el tercer lechazo. La clavaba a fondo y me corría en su útero. Lidia me
ordeñaba como ninguna otra mujer supo jamás. Cuando dejé mi simiente en el
interior de su coño, no quería hacerlo todo en su culo repartiendo mi corrida
entre ambos agujeros, no me preguntéis por qué, se me fue media vida por la
polla, me apoyé en su espalda haciendo que cayera desmadejada sobre la cama,
casi desmayada. Intentaba recuperar el resuello como podía, estaba muerto.
Con dificultad, sacando mi rabo de su interior, me
tumbé en la cama a su lado, acariciando la espalda sudada de Lidia mientras
ella tardó aún un poco en volver en sí. Tanto o más muerta que yo, nos miramos
a los ojos durante mucho tiempo, en silencio… Me acarició la cara, me besó
suavemente los labios, beso que devolví con la misma suavidad.
– Después de esto – Dijo – me siento aún más imbécil, nadie ha sido capaz
de darme lo que me has dado ahora, tanto amor, tanto placer a un tiempo… Me haces
sentir más mujer que nadie, me he sentido tuya, tu hembra. Te he sentido mío y
eso hace que lo que hice, me haga ser la peor persona del mundo, porque te lo
hice a ti, a lo que más quiero. No me debes perdonar porque no merezco tu
perdón, pero… ¿Me dejarás seguir a tu lado? Por favor, Martín, déjame amarte
sólo a ti, te juro que lo necesito, tu cariño fue mi sustento en su día, lo de
hoy ha sido todavía más. Jamás llegué a imaginar sentir tanto, querer tanto. Y
el gesto de amor de querer vaciar tu esperma en mi vagina y en mi culo a la vez,
ha sido inconmensurable ¡Como podré pagarte tanto amor por mí!
Simplemente la volví a besar, me sentía tan cercano
a ella como ella decía sentirse ahora a mí, pero… ¡No! No me iba a dejar llevar
por el dolor, la rabia, los celos… Había sentido su amor, su entrega y no por
lo del culo, eso era lo de menos. Quería darle la oportunidad que me pedía, me
moría por ello y, para eso, debía dejar todos los fantasmas atrás, aunque se me
derritiera el cerebro. La pequeña era un encanto, era de los tres hijos, quien
más se parecía a su madre y no ser de otra raza o muy dispar a Lidia, crean o
no, aliviaba bastante….
*************
Después de ducharnos, volvernos a amar bajo el agua
y vestirnos, bajamos a la cocina a ver qué hacían los niños, los habíamos
dejado solos sin vigilancia. Menos mal que Laura, la mayor, controló a los
otros dos sin problemas, cuando aparecimos nos miraban sonrientes, tenían a sus
papás en casa y se les veía contentos y felices. Volvía a ser feliz.
Extrañamente la pequeña Paula era quien más necesitaba de mis abrazos, besos y
presencia, y yo se los daba sin medida, todos y cada uno de los días.
A pesar de que Lidia se portó y cumplió lo que
dijo, yo tardé un poco más en conseguir que las cosas fueran como antes, creo
que no se me notaba, pero por dentro llevaba una auténtica procesión. El amor
que me demostró desde entonces, más el amor de mis hijos, lograron que, poco a
poco superara la traición de mi melliza, de mi amor único… de Lidia. Aunque
nunca la olvidé del todo, sí la perdoné de corazón… a ello también ayudó su
nueva preñez. Después de tanto tiempo, ella no utilizaba anticonceptivo alguno
y a mí, como casi siempre ni se me ocurrió usar condón con mi melliza… nunca lo
había hecho sabiendo el amor que nos profesamos desde la más tierna infancia.
Ya sabíamos que otra niña venía en camino, serían tres niñas y un niño… ¡TODOS
HIJOS MÍOS! Siempre tuve la duda de si iba a sentir algo diferente por Paula, pero
no, los quiero a todos por igual y medida.
La verdad, mereció la pena todo lo que pasamos para
llegar hasta aquí, nos fortaleció en nuestro amor y dudo que haya alguna pareja
que se quiera tanto como nosotros. Nuestros padres vinieron a ayudarnos para el
alumbramiento de la pequeña, adoraban a sus nietos, nos querían con locura a
nosotros y una madre siempre necesita de la suya a la hora del parto, parece
ley de vida. Nunca saldría de nosotros la procedencia genética de Paula, mis
padres jamás lo sabrían y a día de hoy dudo que mi hermana sepa a ciencia
cierta de quién es genéticamente la pequeña.
Nuestros padre sí se enteraron de todos los motivos
de mi última marcha, solo lo justo, fue ella quien se lo contó ante mi
oposición… deseaba redimirse y hacerme ver que era solo mía en cuerpo,
pensamiento y alma, si es esta realmente existe. Naturalmente, Lidia se llevó
una histórica bronca de nuestra madre… por golfa e inconsciente, pero es su
hija y la quieren muchísimo, tanto como queremos nosotros a nuestros hijos.
Después de volver de Tailandia, tuve un ascenso y
más sueldo, pero, lo más importante, muchos menos viajes y una mejor y
saludable conciliación familiar. A pesar de lo que me demuestra mi mujer día a
día, no hay que tentar al diablo, aunque dudo que volviera a hacer algo parecido.
Y más cuando, sin darnos ni cuenta, mi pobre hermana melliza se había quedado
preñada la misma semana de mi vuelta y ahora anda de casi 30 semanas. Nos ha
costado toda una vida, pero ahora sí somos verdaderamente felices. Pese a su
consentimiento de permitirme follar con otras mujeres, es de imaginar por quien
ha leído este relato, que nunca lo hice ¡JAMAS ENGAÑARÍA A MI ESPOSA, A MI
MUJER, A MI AMOR…A MI MELLIZA DEL ALMA! La única mujer de mis desvelos que me
robó el corazón hace tanto tiempo que me cuesta recordarlo, cuando fue el
momento de doblar mi corazón.
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