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UNA HISTORIA DE AMOR. Y si tú no has de volver...

    "Y si tú no has de volver" 1ª PARTE "Una para el otro y otra para el uno". Esa frase la repite una y otra vez mi ...

¡Lulú! Oui c’est moi. 10º Capítulo




La aceptación. Lentamente abrí los ojos y por un instante perdí la noción de dónde estaba. Por unos segundos pensé que todo había sido una fantasía y estaba todavía en la aldea. Pero la visión del cuarto a medida que lo recorría con la vista y la sensación de que los músculos de mis piernas y la cintura habían trabajado extraordinariamente en una follada bestial, me devolvió la hermosa sensación que descubría la verdadera realidad vivida la noche anterior hasta caer agotada y dormir profundamente tras la segunda vez y mi tercer orgasmo.

Las sábanas revueltas que solo tapaban apenas mi cintura y nada más, la camiseta, mi ropa interior en el suelo y el muñeco que miraba hacia el piso desordenadamente sentado en la silla del dormitorio, era el sensual fiel testimonio de lo que habíamos hecho durante casi toda la noche. Pero él ya no estaba en mi cama. Probablemente estaría en el gimnasio.

No tenía ganas de levantarme todavía. Decidí hacer un repaso de lo sucedido anoche. Me dispuse revivirlo con las imágenes que habían quedado grabadas en mi mente y que de solo pensarlo causaban cosquilleo entre mis piernas otra vez. Y por esa misma sensación de cosquilleo, sorprendiéndome se me hizo presente algo que antes no me había percatado. ¡Situaciones anteriores con él tenían mucho en común con el estado pasional que vivimos la noche anterior! ¡Estas demostraciones de su parte, las habían tenido en varias ocasiones desde muy pequeña, y por la inocencia de la edad en ese momento no me daba cuenta!

Ese morbo ancestral era ese alboroto que hacía sentir en mi cuerpo y me hacía responder con impulsivas acciones. Sobre todo cuando jugaba conmigo revolcándonos en la cama o en cualquier otro lugar. Esas sensaciones que sentía en sus abrazos o cuando yo le trepaba encima. Sin darme cuenta, por retorcerme en la cama con estos pensamientos, estaba destapada y mi desnudez estaba totalmente expuesta tal como me había dejado el tío Sergio al retirarse, segregando ese flujo característico que me aparecía en cantidades inhumanas últimamente, al internarme en pensamientos sexuales.

Escuché pasos por la escalera y sonreí retorciéndome con un poco de coquetería ante la expectativa de verlo aparecer otra vez allí. Pero quien apareció en la puerta abierta de mi cuarto era mi madre.

– ¡Hola hijita…! – y recorriendo la vista por toda la habitación continuó. – ¡Vaya! Tal parece que aquí ha habido una batalla campal… ¡Espero que no haya habido bajas…!

– Hola mami – dije poniéndome nerviosa y buscando taparme las piernas solo llegué a cubrirme hasta la cintura.

– Si te has dormido así no dudo que tu tío también te haya visto así. ¡Estás muy hermosa!

Por ponerme nerviosa no se me ocurrió otra cosa que reírme tímidamente. Las costumbres en mi casa siempre fueron de una familia sin prejuicios tontos. Mis padres nunca limitaron mi forma de vida. Yo andaba por la casa en bragas e incluso desnuda desde muy niña, sin nada más que mi inocencia. Cuando nos bañábamos, después entraba a la casa desnuda y me vestía delante de mi padre, mi madre o mis tíos. Y ellos hacían lo mismo. O sea que, por costumbre no me asustaba la desnudez ni me hacía sentir comprometida. Los había visto follando, aunque fuese Julián quien me explicase de qué se trataba por la misma inocencia que me interesaba el sexo masculino, solo centrado en hombres mayores… ahora creo que es debido a que me afectaba la gran verga de mi padre, dado que las de mis hermanitos no tenía más interés que la de su uso de micionar, sin embargo papá la usaba para dar placer también.

– Sé que tú no tienes vergüenza de ello porque en casa no nos preocupa ese tema… tu padre te ha visto desnuda muchas veces e incluso te ha aseado en la palanca, te ha tocado tu coñito y tu culito y alguna vez que se le puso dura lo pagaba follándome. De eso me beneficiaba bastantes veces, pero nunca tuvo intención de desflorarte. No obstante otros hombres aunque sean familia son hombres y se calientan igual que papá al ver una mujer desnuda tan apetecible como tú, porque ya estas a la altura de cualquier mujer merecedora. Ya no eres una niñita y debes asegurarte de lo que te da deseos de hacer. Entonces no tendrán contemplaciones de hacerte suya, de perforar tu vaginita y llenarte con su esperma, el mismo que tu padre me echa en mi coño cuando se corre y, con el que me ha preñado tres veces.

– Sí mamá, lo entiendo… Pero el tío Sergio me que parece tiene las mismas costumbres que nosotros y es de nuestra familia. No creo que importe que me vea desnuda y yo le vea a él.

– Me lo imagino y supongo que debe ser así, pero cariño… ¿Tú ya sabes lo que es tener sexo?

– Sí mamá.

– ¿Y lo has tenido con alguien?

No esperaba una pregunta como esa. No me animaba a decir eso, pero era el momento de poder hablarlo con ella. Si no, ¿Con quién mejor que ella? Se dio cuenta que no me animaba.

– No tengas vergüenza de hablarlo conmigo hija. Yo a tu edad también tuve algo y sé lo mal que se pasa cuando no puedes charlar con alguien de ello. ¡Vamos, anímate!

– Bueno… sssih… mami.

Entonces decidió meterse en la cama conmigo a charlar, pero cuando avanzaba hacia cama me di cuenta de las manchas de esperma que se veían claramente y tiré una sábana para taparla. Estaba casi segura que ella lo había visto. Pero contrario a lo que pensé que podía reaccionar, me sonrió y se acostó al lado mío. Yo me puse a mirar el techo y sentía que ella me miraba de lado en la almohada, como esperando que me decidiera a mirarla a los ojos para seguir conversando. Me aguanté lo más que pude en esa posición hasta que finalmente la miré. Lo que pasó fue insólito. Nos empezamos a reír a carcajadas.

– No llegaste a tiempo… – me dijo riéndose. – Además hueles a hombre en tu piel…

Me quedé un poco avergonzada… – No mami. ¡Perdóname!

Ja, ja, jaaa, no fuiste tan rápida. Ja, ja, jaja… Ya, ya mi amor, ya. Perdóname que no me aguante seria como debería de ser, pero me hiciste tentar y no puedo parar… – sin poder controlar la risa siguió de tal forma que me hizo continuar riendo también. Acariciándome el pelo sin dejar de reírse agregó… – No te preocupes mi cielo, conmigo puedes decir lo que quieras. Piensa que yo te quiero ayudar. Mami no quiere oponerse a tu crecimiento con moralidades hipócritas. Hacer el amor es bonito, si lo haces con quien quieres y al que deseas.

– ¿De veras? ¿No te sientes mal por mí… no está enfadada conmigo, mami?

– No mi amor, para nada. Y tampoco con el patán de tu tío… que podría haber sido un poco más cuidadoso con sus eyaculaciones. Pero lo que más importa es que haya sido natural. ¿Por qué tu… se lo… permitiste, verdad? las palabras eran dichas con pausas.

– Si mami, él no me forzó… al contrario creo que fui yo quien lo buscó y le obligué a follarme.

– ¿Te gusta estar así con él?

– Mucho. Lo más. Me gustan los hombres mayores, son amables, cariñosos y pausados.

– Uy hija cuanto sabes ya. Tu tío es un buen hombre, de los mejores que he conocido en mi vida además de tu padre y algún otro, pero es familia lo cual complica un poco las cosas para la moralidad de una sociedad que se conduce por creencias judeo cristianas… y además es bastante mayor, tanto que podría ser tu padre o incluso tu abuelo… sé que es lo mejor para iniciarte en la sexualidad por su buen saber hacer, pero… ¿no te gusta alguien de tu edad?

– No mami. No conozco a nadie a excepción de Julián.

– ¿Pero si todavía no has tenido relación con alguien de tu edad como puedes saberlo?

– Si tuve.

– ¿Me vas a decir quién o prefieres no decírmelo?

– Con Julián mami. Pero es niño un tonto e infantil… y no tuvimos “todo”. No resultó muy bien.

– Bueno. Es muy jovencito… Pero, ¿Qué quieres decir con no tuvisteis “todo”?

– Eso mami. Que no sentí así… como debe de ser… no sé como explicártelo.

– ¿Qué no te penetró?

– ¡Eso!

– ¿Entonces todavía estabas virgen cuando te folló tu tío Sergio…?

– Este… no… ya perdí la virginidad en la villa.

– ¿Acaso hubo alguien más que Julián?

– Sí.

– ¿Mayor?

– Sí

 ¿Dime quién?

Dudé antes de decir quién. No sé si debía, pero mi madre me abría la puerta dándome la confianza necesaria para que pudiera decir las cosas como eran.

– Te lo digo pero no te enojes con él, me lo dio con mucho cariño y sin forzarme, fue natural.

– No niña. Te prometo que voy a respetar tus decisiones, si es que fueron tuyas. –Arturo.

– ¡Me lo imaginé!

– ¿Por?

– Porque no has sido la única mi amor. Lo conozco muy bien y cuando te dejamos a cargo de ellos, no pensé que todavía estabas deseando algo así… pero él es muy macho y muy follador.

– ¿Por qué dices que no fui la única? ¿Conoces alguien más que se lo hizo?

– Si… – y luego de una larga pausa continuó – “A mí”.

– ¿Follaste con Arturo? Le pregunté sorprendida por haberlo dicho con todas las palabras.

– Si. Pero tu padre no lo sabe con certeza, solo tuvo sospechas y lo dejó pasar. ¿OK?

– Claro mami. No voy a decir nada a papá, pobrecito si se entera de los cuernos que le pusiste.

– Durante mucho tiempo me decía cosas y me rozaba cada vez que tenía una oportunidad. Siempre buscaba una oportunidad para hacerme sentir deseada. Y un día que Rosa se quedó en la ciudad con un amiguito que tienen allí, mientras tu padre y vosotros dormíais y yo terminaba de arreglar la cocina, Arturo entró y al ver que no había nadie alrededor me abrazó por detrás y no me aguanté. Le permití restregarse contra mí y yo lo ayudé. Estaba con ganas de que me lo hiciera y allí mismo en casa me levantó la falda y recostada contra el fogón me lo hizo por primera vez. Pero esto nadie lo sabe ¿ok? Tiene que ser nuestro secreto.

– Claro mami. ¿Hubo más veces?

Hubo un silencio total. Yo no quería hacerla sentir mal, pero como me había tenido mucha confianza para decirme algo así es que le lancé la pregunta. Quería darle la misma oportunidad que me estaba dando a mí. Por eso de la confianza y tranquilidad de poder hablarlo con alguien como ella me había dicho.

– Si hija, si. Cada vez que Rosa se quedaba en la ciudad con el amigo de ellos, un tal Javier, nos juntábamos a escondidas y me follaba hasta acabar corriéndose dentro de mí todas las veces… me gustaba que eyaculaba en mi vagina, sentir sus lechazos me daban la vida por unos días… me hacían la vida más llevadera en aquel paraje. ¿Y tú? ¿Cómo fue? ¿Cuándo?

– Hace poco. Cuando vosotros os fuisteis a la ciudad a buscar el documento empresarial.

– Oh… – se sorprendió. – ¿Y Rosa?

– La primera vez dormía, luego se unió.

– ¿Y cómo fue? ¿Te folló más de una vez…?

Y le relaté la historia tal cual sucedieron los hechos hasta que ellos llegaron de regreso de la ciudad. Inclusive le conté lo de Luis Eduardo. Me escuchó con mucha atención sin la más mínima reacción de contrariedad, eso me hizo sentir madura a mis 12 años, me madre me ayudó mucho siendo comprensiva en mis menesteres sexuales. Pronto aprendí la palabra promiscuidad, recién conocido su concepto, me di cuenta de que en la villa donde crecí, eso era algo normal de ir por casa, lo mismo que el incesto… eso lo supe hablando con Rosa sobre las relaciones sexuales que tenía con el tonto de su hijo. Por esa razón no era mal visto y había muchas relaciones libres entre familiares, la coyuntura lo permitía y exigía al tener que dormir todos juntos. De la misma forma no era inaceptable ni escandalosa la sexualidad entre vecinos. Muchos hijos no eran de quien se tenía por pareja… podrían ser de uno u otro vecino e incluso de los padres que fornicaban con sus hijas y las preñaban una o varias veces, siempre consentido por las madres. Pero también se daba el caso de madres folladas por sus hijos y preñadas por estos. La consanguinidad o la endogamia no se tenía en cuenta, porque había que procrear para tener muchas manos para trabajar en las labores de casa y del campo.

Sin embargo si venía algún forastero, se tomaban mucho cuidado y no era aceptado de esa forma hasta que no estuviera integrado en nuestra villa. Con estas costumbres arraigadas, mi madre no se escandalizaba con lo que había descubierto en mi dormitorio. Pero de todas formas me habló a modo de consejo de cómo tenía que tener cuidado de todo lo que podía entorpecer mi felicidad. En eso estábamos cuando de pronto apareció el tío por la puerta con el pantalón pijama y sin camiseta. Venía un poco sudado de hacer gimnasia.

– Oh, perdón. No sabía que estabas aquí – le dijo a mi madre mirando mi desnudez como queriendo darse vuelta para salir de la habitación.

Y mi madre se le adelantó… – No, Sergio no. No te vayas. ¡Ven! – dijo golpeando la cama con la mano por sobre mí, indicándole que se sentara de mi otro lado.

Me subí las sábanas solo hasta la cintura porque se habían enganchado enredadas en los pies de la cama. Entonces él contestó… – ¿De veras?

– Sí. Ven con nosotras que hablábamos de algo importante.

– ¡Hola preciosa! ¿Amaneciste bien? – me dijo.

– Si… – dije bajando un poco la vista porque me daba un poco de vergüenza estar desnuda con él y mi madre juntos. Aunque ella lo aprobara todavía sentía algo de incomodidad. Se recostó de mí otro lado como si fuera lo más natural del mundo y pasándome un brazo por debajo del cuello le dijo a mi madre…

– He pasado mucha soledad desde que llegué a este país. Tenía necesidad de mi familia y tener finalmente a esta niña aquí es lo mejor que me puede haber pasado recuperando mi felicidad. No digo que haya tenido amigas que se han estado por casa, pero no es lo mismo. Lulú es maravillosa en todos los sentidos, desde niña lo supe y la disfruté como a nadie.

Y mi madre, sin cambiar su humor me daba a entender que aceptaba mi desnudez ante su tío, no era nada tan espantoso estar así, al fin y al cabo somos familia íntima. Y le dijo…

– Me alegro que te sientas así. Ella me ha sorprendido con lo adulto de su comportamiento y cómo piensa sobre el sexo… está más preparada de lo que me imaginaba y me expresó que está dispuesta a ayudarte en lo que sea y estoy de acuerdo que así sea. Que la hayas hecho tuya esta noche, la primera que pasa en esa casa es un primer gran paso que indica mucho.

Me giré abrazándolo. Mis tetitas se apoyaron en su pecho y le pasé una pierna por encima dándole un “piquito” de beso tímido pero agradecido. No sé de dónde ni cómo reaccioné así, pero me sentía segura con mi madre delante por haber hablado de nuestros secretos. Entonces escondiendo mi cabeza en su tórax me animé a decir…

– ¡Es que mi tío es un queso! ¡Y yo lo adoro mami desde chiquita…!

Sergio me abrazó y mirándome me regaló una sonrisa enorme.

– ¡Madre mía! En lugar de parecer tío y sobrina, ¡parecéis un par de novios enamorados!

Y nos reímos todos a la vez.

– ¡Vaya que me gustaría que lo fuéramos! Pero aquí en este país podría ser un escándalo de que este viejo y esta niña tuvieran una relación de ese tipo… le saco casi 35 años.

– ¿Por qué? Sabes bien que nuestras costumbres no nos limitan en esto… en la villa, algunas nenas de ocho años después de hacer la comunión, esa misma noche son desvirgadas por sus padres o padrinos según se dé el caso. Con lulú no porque tampoco ha hecho la comunión.

– ¿De veras no te molestaría que mantengamos nuestras costumbres y me enrollara con Lulú?

– No. ¿No crees que ya hubiera saltado tirándome de los pelos después de entrar a este cuarto tan desordenado y darme cuenta de lo que ha pasado aquí mismo donde estoy ahora? Nada más entrar se huele a sexo, y la cama estar salpicada de chorretones de esperma. Mi tío puso cara de sorprendido. No se esperaba esas palabras de mi madre. – ¿No crees que también podría estar llorando a gritos de ver a mi hija en brazos de mi propio tío prácticamente desnuda como está ahora?

– Lo sé. Me apasiona esta niña. Y su desnudez es torturante para mí. ¡Está tan hermosa!

Y mi madre, mirándole el bulto que había crecido en su pantalón pijama… – Sí, ya me doy cuenta de cuánto te apasiona. Se te ha puesto muy dura nene.

– Y bueno… Si. Ella me pone así… Pero para mí es muy importante lo que tú pienses también Lulú. ¿Te molesta que yo te esté abrazando desnuda adelante de tu madre?

– No. Me gusta mucho –le dije mimosa sin quitarle mi cara de su pecho. Él me acariciaba la espalda.

– Lo que os dije. Parecéis dos tortolitos.

– ¿De verdad lo apruebas? Preguntó mi tío a mamá.

– Si. Me gusta que ella se sienta tan segura con su tío. Sé que tu no la vas a lastimar porque la quieres mucho y bien. Que la vas a amar por encima de tus intereses.

– ¿Ves? – me dijo levantándome el mentón y nos miramos a los ojos. Le sonreí y me dio un besito en los labios. Se lo devolví con la lengua.

– ¿Te gusta estar así con tu tío, hija? ¡Quieres ser su amante, su mujer…!

– ¡Me encanta mami! – le dije mimosa y volviendo a aplastar mi boca contra la suya iniciando una lucha de lenguas muy húmedas. Me monté sobre una de sus piernas y le di un par de fricciones con la pelvis completamente desnuda ante los ojos de mi madre. Mirando a los ojos de mi tío, pero dirigiéndome a mi madre… – Me vuelven loca los hombres maduros y seguros de sí mismos, vosotros me educasteis así. Además de mi tío estoy locamente enamorada y una verga que me parte el corazón y el coño como ninguna… girándome hacia mi madre terminé diciéndole… – Y dile a papá que la culpa es de él y tuya por aficionarme a verle en pelotas y darte verga con tanta pasión estando en la villa, mientras tú lo recibías con tanto amor y gusto.

– Bueno, entonces os dejo solos… me voy a preparar algo – dijo mi madre. – ¿Qué os preparo para desayunar?

– Para mí unos huevos revueltos y jamón. ¿Y tú quieres mi chiquita? Preguntó Sergio.

– A mí leche con cacao ¿Y tostadas…? – me animé a preguntar mirándola sonriente. Ella se adelantó un poco en la cama y se acercó a darme un beso en la boca acariciándome la espalda, después le dio otro más duradero a su tío, haciéndose ventosa en los labios.

– Mi niña se ha convertido en mujer. Y con el hombre que más confío. A ti te tengo mucha fe y sé que no la vas hacer sufrir… ¡Que sepas que en poco tiempo estará preparada para preñarla!

Suficiente. Me estaba autorizando a estar en brazos de él, de ser su amante y que me podía preñar… darle mis hijos a mi tío sería algo maravilloso. Me sentí más aliviada ante la tranquilidad con que mi madre se adaptaba a este ambiente de solidaridad y confianza conmigo y el tío Sergio. Ella veía con naturalidad mi desnudez pegada a mi tío que ya estaba excitado y con el empinado cipote duro contra mi pierna. Me dejaba sola para que me encargara de él, que me lo follase antes de desayunar, algo que las mujeres estábamos más que acostumbradas a hacer, siendo sumisas y obedientes a los hombres. Mi pelvis seguía la danza sobre esa pierna que me estaba poniendo a circular la sangre a toda velocidad, la calentura de coño era más que evidente… tenía la vulva hinchada, mojada y predispuesta.

– De lo que hemos hablado y lo que pasa aquí, tu padre no puede enterarse de nada por ahora hasta que vosotros dos estéis seguros de lo que sentís por el otro. ¿Entendido?

– Siiii… – coincidimos los dos al decirlo y nos empezamos a reír. Ella también y siguió camino.

Ni bien desapareció por la puerta, mi tío Sergio y yo nos enredamos en un beso extremadamente sensual. Su mano fue a parar a uno de mis tetas que hacía rato estaba delatando mi estado de calenturienta por el crecimiento y dureza de los pezones al sentir a Sergio tan cerca. Mis gruesos y largos pezones querían ser atendidos. La polla de Sergio se asomó por entre el hueco de la bragueta del pijama y se la rodee con mi mano sin dejar de besarlo. Me tiré encima de él a lo largo con las piernas abiertas y guie ese pedazo de carne endurecida que tanto deseaba en ese momento hasta la entrada de mi conejito. La cabeza me penetró quedando rodeada por los inflamados labios de mi vulva. Así con su verga apenas se adentro, empezamos a jugar moviendo las caderas. Me excitaba tenerla así.

– ¿Te la meto mi amor? – dijo poniendo su manos en mis nalgas para aferrarse a ellas en el momento de penetrarme hasta el fondo.

– Siiihhh… dije gimiendo. – ¡Clávemela a fondo… hasta los mismos huevos quiero sentir!

Y cuando me preparaba para empujar mi vientre y hacerlo realidad, sentí a mi madre otra vez entrar al dormitorio y quedé congelada sin saber qué hacer. La cama estaba frente a la puerta. Seguro que me estaba viendo penetrada por esa gruesa verga con mis piernas bien abiertas a horcajadas sobre su tío, dándole a sus ojos un amplio panorama de lo que sucedía. Entonces di vuelta mi cara por sobre mi hombro y me quedé mirándola mordiéndome el labio inferior con cara de inocente como pidiendo disculpas con mi expresión. Pero solo dijo…

– ¡Vosotros no perdéis el tiempo! A ver tortolitos… podéis hacer una pausa tal que así como estáis para decirme si queréis que os haga café solamente o con leche.

– Con leche – dijo mi tío sin soltarme las nalgas.

– Ya veo… necesitarás reponerla claro – dijo mi madre con sarcasmo y volvió a irse mientras nos decía en alta voz… “¡Os doy veinte minutos…! Así que apuraros…”

Tío Sergio y yo nos miramos y como si fuera algo natural no esperó a que mi madre se fuera. Me la empujó hasta hacerla desaparecer dentro de mí.

– Lulú… ¡que caliente estas mi niña! Y tu madre me ha puesto más excitado pillándonos…

La sacó y girándome se subió sobre mí metiéndomela otra vez de una sola estocada. Miré por encima de su hombro y me percaté que en la puerta abierta, mi madre y yo nos sonreímos pero no por mucho porque abrí la boca para gemir cuando me la empujaba otra vez con fuerza y perdí la atención totalmente concentrándome en lo que Sergio me hacía sentir clavándome su espolón hasta el mismo útero. Estaba empalada por el miembro de mi tío que me llenaba estirándome toda la vagina para poder estar dentro de mí… me mataba a pollazos divinos. Todo parecía una escena surrealista. Pero no lo era, la niña ya era una mujer y la madre disfrutaba viendo como era montada por su querido y amado tío. Mi madre desde su posición debía ver el tallo del gran cipote de Sergio que nacía en su culo y continuaba con un gordo y extenso tronco que me perforaba hasta los mismos testículos, que yo misma percibía.

Entonces él me arrancó otro fuerte gemido que no pude disimular y comencé a mover las caderas buscando más placer acompasando sus vaivenes con los míos.

– Qué rica tienes el coñito mi amor – me decía, – Todavía la tienes tan apretada que me vas a sacar la leche muy pronto.

– ¡…aha…! No está tan apretada, es que tienes una verga muy ancha tío y mis paredes se estiran cuanto pueden, pero no dan tanto de sí – decía yo con desesperación para que se siguiera moviendo porque me estaba a punto de venir un orgasmo

Peleamos con los movimientos de caderas y pegando con violencia un sexo contra el otro. Sentía sus testículos pegando en mis nalgas como dos bolas de derribo intentado tirarme.

– ¡Mi chiquita, te voy a dar la leche ya!

– ¡¡¡Siiii…. yo también!!!

Habíamos durado poco haciendo el amor. ¡Ya no podíamos esperar más! Y grité con un gemido insoportablemente ronco desde lo más profundo de mi garganta a la vez que sentía los azotes de su verga muy adentro mío derramando esperma sin parar. ¡El calor mojado de su semen por dentro me hacía feliz! Era mi premio siendo apetecible para mi hombre. Y sin dejar de moverse fue bajando la frecuencia de sus empellones vaciando sus cojones. Yo me calmé, pero el ruidito acuoso que causaban nuestros sexos friccionándonos ensopados era delicioso de escucharlo. El olor a sexo, ahora más fuerte, cerraba el final de una follada que no esperaba, de una calentura que no había sido planeada. Entonces recordé a mi madre y miré. Pero ya no estaba. Se había perdido las corridas en su máximo éxtasis.

En esas mismas semanas me llegó la menstruación. Lo que recuerdo es que mamá ya me había sentado previamente a hablar del tema y cómo era el asunto de las relaciones sexuales, a su modo, con sus palabras, lo hizo. Ahora siento que su explicación, sólo se limitó a lo biológico y genital. Mi madre hizo lo que pudo con las herramientas que contaba. Me contó que a ella le bajó a los 14 años y como no estaba informada pensó que se iba a morir.

 “¡Recuperar la sabiduría que se pasaba de generación a generación es otra de las herramientas que nos empoderan a las mujeres!

En la distancia y teniendo versiones distintas sobre menstruar, este ha sido cargado de creencias religiosas y culturales con una connotación que roza o supera la maldición. Estudiando la historia, muchas civilizaciones han presentado a la mujer como un ser condenado al padecimiento “parirás con dolor…” y nos creímos que vivir el placer del sexo con gozo, era pecado y motivo de culpa. No obstante, yo no lo viví desde mi interpretación en casa. Es tan relevante saber que ser feminista es abrirnos camino entre el patriarcado que nos encadenó reprimiendo el disfrute. Todavía hay que aclarar que no es estar en contra de los hombres, es defender la libertad de sentir, pensar, decir y hacer lo que cada una quiera como mujer…. Poder follarnos a cualquier hombre de la misma manera que ellos se han follado a lo largo de la historia a cualquier hembra disponible, de ahí todo lo que respecta la libertad sexual de la mujer es denigrante… puta, zorra, mujer fácil… y no hablemos del amor entre familiares, eso todavía en un tabú mayor, pero… ¡Gracias a mis padres está más que superado en casa!

El caso es que yo ya estaba integrada en un instituto de la periferia de Lyon cuando me llegó la menstruación… ¿Cómo viví mi ciclo? Para mis congéneres femeninas, la vivencia de la “la menstruación” por todo lo anterior relatado es algo feo y asqueroso, por la gestión del sangrado. Doloroso, pues entre los 12 y 15 años la sangre bajaba por 7 días aproximadamente y tenía muchos cólicos, te dobla en la cama de quejas. Amenazante, al no poder hacer nada cuando “venía”. Secreto, sólo las madres saben sobre tu sangrado. Tabú, “de eso” no se hablaba. Negativo, dado que emocionalmente es intolerante, les nacía decir muchas groserías y en contra de este don de la naturaleza.

Luego pasan los años, me comenta mamá, y empiezas a hacer un trabajo formándote como terapeuta menstrual y te das cuenta que lo has vivido como una “enfermedad o dolor” porque inconscientemente continuaba el legado familiar, cultural y social repitiendo frases como… estoy indispuesta”, “me vino la regla”,  “Cariño que viene una vez al mes”.

En ese momento, no había internet para googlear, ni redes sociales donde hoy tenemos el gusto de acceder para conocer hermosos trabajos que hacen muchísimas mujeres por todo el mundo. Acompañar a las niñas en ésta transición es un trabajo delicado que requiere la suavidad de una mujer. Ahora mi madre me dice a viva voz… ¡¡Nuestro sangrado es sagrado!! Gracia a mamá la menstruación hoy para mí es un momento esperado, alterno entre fertilidad e infertilidad manifiesta. Un tiempo de siembra de intenciones y entrega al gozo de ser hembra. Un acto consciente, porque sigo las mismas cosas a otro ritmo, respetando mi cuerpo y haciendo una lectura del mismo. Positivo en todo sentido nuestro ciclo es un don de la naturaleza, un regalo a las mujeres cuando toman conocimiento, contacto y activación del poder de su útero procreador, somos poderosas en tanto el semental desee sembrarnos, y somos poderosas sembradas. Aun panzonas albergamos atractivo para ser fornicadas, luego parimos a sus vástagos y los alimentamos haciéndolos nuestros bajo el amparo maternal

Pensando en esto, así como yo me reconcilié con mi menstruación en un acto de consciencia, con el formato de Ritual de Paso «Celebración a la mujer» incluyo el tránsito por las diferentes etapas del ciclo de vida de la mujer, celebrar la menarquía es uno de ellos, por eso en casa era un motivo de júbilo que mi vientre entrase en el estado de fertilidad. A esas alturas todos los adultos y yo teníamos los roles familiares consolidados, pero como ya he dicho somos una familia al uso…manteníamos las costumbres ancestrales que practicábamos en la villa.

Al ser una mujer propicia para quedar preñada, todos los machos de la familia y amigos de confianza alcanzaban el derecho de uso y disfrute de la novicia. Ahora era mi turno, lo mismo que ocurrió con mamá y se repetirá con mi hermanita de 5 años cuando llegue el momento. Las parejas estaban claras… mamá y papá, mi tío Sergio y yo. En mis tíos transcendía como algo natural el hecho de mostrarnos desnudos o demostrar el amor sexual sin tapujos o pudor, intercambiar parejas y demostrar cariño a los pequeños con caricias y besos con carga lasciva.    

Era una tarde calurosa de verano. Mi madre había decidido acostarse en mi cama pues esa parte de la casa que compartía con mi tío era la más fresca de toda la casa, y dejándome a mí la única oportunidad de acostarme en su cama, sola. Mi padre llegaría a deshoras por cuestiones de trabajo aquel sábado donde en la fábrica se complicaron las cosas. A pesar de ser verano, mi padre seguía trabajando al igual que mi madre en horario laboral normal, salvo que mi padre hacía turnos de guardia y si había problemas lo llamaban, como fue el caso esa mañana sobre las 8… Mi padre volvió a esos de las 17 horas… mi tío andaba por el jardín después de haberse follado a su hermana en la habitación, nuestro nido de amor. Aprovechó la ausencia de mi padre y lo cachonda que está mi madre después de comer en plena siesta… comer, follar y dormir, son el orden de los eventos que más gusta a mamá en fin de semana.

Como todos ya sabéis, mi habitación no era sólo mía, sino que Sergio la compartía conmigo tras hacerme oficialmente su amante, parte del trato no escrito entre mis padres y mi tío tenían para lograr esa nueva mejor vida que disfrutábamos lejos de la miseria en la villa de la Alcarria.

Aquella tarde estaba siendo más calurosa de lo normal, y entre sudores y suspiros había acabado durmiendo desnuda. No sabía cuánto tiempo me había tirado dando vueltas, pero por fin me dormí. Me desperté al notar movimientos a mi espalda y como alguien se posaba sobre el colchón a mi lado, en principio pensé que Sergio se había quedado con ganas tras el fornicio con su hermana, pero pronto descubrí la verdad. Mi padre había llegado sigiloso entre la penumbra de la habitación, se había desnudado y me susurró…

– ¡¡Cariño necesito follarte!! He tenido un día muy duro y quiero relajarme… anoche tu madre no me dio bola y me quedé con las ganas. ¡Comienzo a tener un dolor insoportable de huevos!

Yo abrí los ojos como platos al escuchar el balbuceo de mi cachondo padre a mis espaldas. De pronto, empezó a recorrer mi espalda y mis nalgas con los dedos, y no sé cómo pero deseaba que no parase. Sus caricias eran el complemento perfecto al ventilador de techo que me refrigeraba, ¡¡me sentía feliz al ser tan deseada en casa!! Estuve tentada a girarme muerta de la culpa por estar disfrutando de ese recorrido áspero de sus manos o por lo menos de intentar hacerme la dormida, pero cuando su mano viajó a mi coñito jugando con mis labios vaginales y clítoris, no pude evitar un suspiro de placer, respingando mi culito en un mejor acceso.

Sentí su polla latiendo con fuerza contra mis nalgas, y pronto empezó a restregarse con fuerza contra ellas. Yo consciente me pegué más a esa dura vara que estaba proporcionándome placer…débiles gemidos salían de mi boca. Tenía a papá desnudo sobre su cama de matrimonio, seguramente esperaba encontrar a su esposa, pero que fuera yo tampoco le disgustó nada… cuando se dio cuenta de que era su hija y no su mujer, no paró de seducirme, más bien al contrario. Los vaivenes de sus dedos se hicieron bruscos horadando mi vagina y eso aumentó mi placer. Empezó a susurrar mi nombre mientras me masturbaba, y con su mano libre ahogaba mis gemidos metiendo dos dedos en mi boca para que se los mamara.

Me sentía desatada chupándole los dedos, del mismo modo mamo una verga. Me regocijaba la paja que me daba y en la chupada sensual, liberando mi parte más sucia y perra que de mí se había desatado en los últimos meses. Ardía en deseos, cachonda por pensar que mi padre me iba a follar, con mi madre y mi tío en por casa. De pronto me abrió de piernas de una manera brutal, haciendo que llevase mis rodillas hasta mi pecho y dejándole mi coño como una ofrenda a un dios pagano. Nos cruzamos las mirada por primera vez, le sonrío y el a mí con la respiración agitada y el cipote tenso. Se agachó y comenzó a pasar la lengua extendida desde mi ano al clítoris, haciéndome una refriega en toda regla… se cebó en mi pepita un buen rato.

Yo no lo pude resistir mucho más, me venía un orgasmo delicado que me electrificaba todo el cuerpo, me empezó a follar con la lengua mintiéndola con dureza al ponerla rígida, metiendo y sacando a un ritmo endemoniado. No decíamos nada, todo nuestro lenguaje era corporal aprendido por generaciones y generaciones de seres conscientes que la procreación es cosa de dos, que no importa quiénes son esos dos porque un coño es un coño y una polla es solo eso… una polla, y ambos están ahí para realizar su función natural. Su boca era demoledora comiéndome el conejo, la vulva la tenía hinchada y el clítoris me estalla en dolor de lo duro que estaba. Su boca sopaba todo, me follaba sin pudor hasta que me corrí en su cara. Convulsionaba soltado mis fluidos contra su boca. Se los bebía afanándose en tragar todo lo que podía… Acabé en una templanza divida un minuto después, rendida a sus pies.

Sin mucha más dilación, mi padre colocó la enorme cabeza de su gran falo en mi entrada y se hundió de una sola y profunda estocada, con rabia, con ganas, sabiendo que el coñito de su hija ya está acostumbrado y bien lubricado para esas estocadas con su gruesa y dura bayoneta. Tenía lágrimas en los ojos por el placer, y cuando empezó con su bestial invasión tenía que morderme el labio para no gritar. ¡Mi padre me estaba dando unos de los mejores orgasmos de mi corta vida sexual! Sentía como me ahondaba la verga, el golpeteo de sus cojones de donde un día salí me llenaban de morbo. Mi pobre padre se afanaba más y más poniendo toda la carne en el asador, y nunca mejor dicho… toda su polla la tenía en mi abrasador coño, hasta los mismos huevos. El ritmo se fue incrementado, el gesto de su rostro cambiaba a al consabido esfuerzo… y ¡Zas! La metió a tope emitiendo un rugido viril al tiempo que eyaculaba dentro del útero de su hija. No tomamos precauciones y ya tenía la regla, solo que no era un momento fértil, de acuerdo al Calendario Ogino de mamá. Sentía pulsar la tranca de mi padre eyaculándome internamente. Que fuera habitual, no dejaba de ser morboso.

– Dame un poco más… estoy a punto de correrme ¡No pares por favor! ¡Fóllame fuerte papi!

Mi padre consecuente con mis deseos, aprovechó su dureza para continuar follándome en busca de mi orgasmo… unos segundo más forzando mi clítoris lo logró. Dos orgasmos a uno. Sin embargo, en nuestra nube de placer, no nos dimos cuenta que desde la puerta entreabierta nos estaba espiando mi tío. Cuando mi padre lo descubrió mientras yo me corría con fuerza, hizo algo que todavía me sorprende, invitarle a pasar para, según dijo, disfrutar del coño de su hija. Mi tío se acercó con su polla en la mano, húmeda y dura. Se había estado masturbando mientras veía como follaba con mi padre… Y ahora, era su turno. Mi padre se salió de mí de golpe, dejándome con su semen en mi interior y unas ganas tremendas de que mi fornido tío, que tenía la polla todavía más grande que mi padre, me follara.

– Sin miedo, Sergio – dijo papá mientras se acariciaba a sí mismo y sonreía. – Tu putita ya está bien húmeda y muy lubricada. ¡Lo mejor de esta puta es que quiere más leche, mucha más!

Sentirme la puta de esos dos morlacos me estremeció, porque una nena de 13 años es difícil que disponga de dos sementales como disfrutamos en casa, y ambos me deseaban o simplemente anhelaban perpetuar sus genes dentro de mi panza… “tanto monta, monta tanto”, el caso es que me los follaba a los dos. Sergio se acercó a mí, con su cuerpo de macho fornido  muy cachondo, me puso de espaldas a él a cuatro patas, elevó mi culo enfilando su glande en mi entrada entreabierta y de golpe como había hecho papá, se hundió en mi coño. Tuve que morder la almohada para no gritar al sentir toda la barrena perforándome de una sola vez… la tranca de Sergio me dolió por la postura de perra. Me hizo sentir su verga hasta el estómago, y su grosor y longitud no ayudaron a que me doliese menos. Le agarré de los huevos al cabrón.

Sin embargo, las lágrimas que tenía en los ojos y la baba que salía de mi boca demostraban que estaba disfrutándolo como una perra. Mi tío llegaba todavía más adentro con cada estocada que mi padre, y yo me quedaba sin aire por los orgasmos a los que me arrastraba. Gracias a su excelente forma física y haber vaciado la primera descarga en el coño de mi madre, estuvo follándome durante largo rato ante la visión de mi propio padre, el cual se sentó a disfrutar del show que le daban su cuñado jodiéndose a su hija. De vez en cuando miraba a mi padre, veía como se masturbaba sonriendo cómplice con el otro macho que me follaba, hasta que por fin se corrió en mi interior, mezclando ambas corridas en la coctelera de mi útero.

Yo jadeaba contra la cama, sintiendo como el semen de mi padre y mi tío se fundían en mi interior… Me sentí llena como nunca. Pero no todo acabó ahí. Pronto, mi padre se acostó en la cama y me obligó a sentarme sobre él, dándole la espalda. Al parecer, el follar con mi tío delante de él le había vuelto a subir la erección… Y yo no pensaba desaprovecharla.

Sudorosa, me puse como me ordenó y empecé a gemir cuando llevó el semen de mi tío (que salía lentamente de mi coño), hasta mi ano y me penetró con un dedo. Sentí la tensa invasión y me arquee. Llevaba mucho tiempo sin tener sexo anal, y la polla de mi padre comenzaba a tener la rigidez idónea para horadar mi ano. Empezó a dilatarme con paciencia, y entre la saliva de su boca y la presión de sus dedos acabó dejando que hasta tres de sus gordos dedos entrasen. Mientras tanto, mi tío se había vuelto a poner cachondo con papá me abriéndome el  ano. De pronto una perversa idea se me pasó por la cabeza, agarré la tranca de papá y la enchufé en mi culito, hundiéndome la polla de mi padre en mis entrañas. Fui metiéndola a pequeños empellones hasta tenerla bien acoplada más de la mitad, entonces me recosté y llamé a mi tío para que me follara por delante.

Él jadeo cachondo perdido y, cogiendo mis piernas me despatarró. Sin necesidad de guiar su duro falo, me la hundió de nuevo en mi coño, y ahí empezó todo en esa doble penetración. Como un sándwich donde yo era la hamburguesa, esos dos enormes machos me perforado como a una vulgar puta de carretea. Sentía las pollas de los hombres de mi vida entrando y saliendo de mí. Me sentía como una perra en celo pero me encantaba notar los jadeos de mi padre en mi oreja mientras me magreaba las tetas, y besar a mi tío mientras ambos se corrían en mi, fue la mejor sensación que tuve en mucho tiempo… Y por supuesto, al día siguiente lo volvimos a hacer con la colaboración de mi madre. Entonces fue ella la que fue empalada por ambos agujeros a la vez.  

 

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