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UNA HISTORIA DE AMOR. Y si tú no has de volver...

    "Y si tú no has de volver" 1ª PARTE "Una para el otro y otra para el uno". Esa frase la repite una y otra vez mi ...

Idolatría a una MADRE. Inicio

 



CAPITULO 1

EL DESPERTAR DE LA ADOLESCENCIA

Mi nombre es Sandro y para que puedan entender la historia que quiero compartir, he de remontar la situación para cuando tenía 17 años y me encostraba cursando los últimos años de secundaria en una prestigiosa institución docente de índole católica de la ciudad. Mi madre Sofía, tenía 38 años y mi hermana Zoe estaba por cumplir los 13 años. Me ubico en esta época ya que fue en la que más situaciones comprometedoras entre mi madre y yo.

Nuestra situación familiar era como la de muchas familias, que con el tiempo se fue convirtiendo en algo común en nuestra sociedad. Mi padre nos había abandonado cuando yo tenía 5 años y mi hermana no cumplía el año de edad, mi madre desde ese entonces se hizo cargo de nosotros con el temple y el ímpetu que solo una madre soltera podría hacerlo.

La relación que teníamos en casa era un tanto especial, ya que mi madre pasaba en el trabajo casi todo el día, donde entraba a trabajar a eso de las 9 y regresaba pasada las 5 de la tarde. Por nuestra parte mi hermana y yo nos dedicábamos en la mañana a nuestras labores estudiantiles y mientras Zoe se dedicaba a realizar sus tareas en la casa por la tarde yo me dedicaba a las mías, las cuales me encantaba compartirlas con un poco de deporte, el cual terminaba alrededor de las cinco de la tarde, por lo que aprovechamos en toparnos con mi madre en la tarde para regresar a casa juntos. Con el tiempo mi hermana al terminar el colegio se fue a vivir a parte, pero eso es otra historia.

He de decir que nunca me he considerado un adonis ni nada por el estilo, sin embargo, creo que siempre he tenido lo mío. Además, que gracias al deporte y el gimnasio acompañados por mi 1,75 de estatura, algo de atención llamaba. En cuanto al estudio, a pesar que nunca fue mi intención sobresalir, nunca tuve problemas con ello.

Sofía siempre se conservó muy bien, ya que trabajaba como auxiliar administrativa de  contabilidad en una consejería de la comunidad autónoma de Madrid, razón por la cual ella siempre vestía bien y se arreglaba lo suficiente sin intentar ser extravagante. Para mí era común verla con falda y blusa de manga larga, acompañada muchas veces por una chaqueta que, hacia juego con su falda ceñida al cuerpo, un poco más alta que sus rodillas y unas medias de nylon que hacían ver sus bien contorneadas piernas más firmes de lo que realmente eran. Me parece que cuando yo tenía unos 14 o 15 años, comencé a fijarme más en ella. He de reconocer que ella tenía una figura que desde que recuerdo siempre me atrajo, con su 1,68 de estatura.

Tenía una cintura delgada sin tener un abdomen firme, era delgado y de anchas caderas, tal vez producto de los dos hijos que tuvo. De hombros un tanto estrechos y su espalda siempre rectale daba ese toque de elegancia y altivez que la caracterizaba, acompañados por esas hermosas piernas que siempre iban sobre unos zapatos de taco medio y hacían que sus caderas se levanten y se pongan en una pose que sin ser respingada, no dejaban de ser hermosas. Sus tetas sin ser voluptuosas tenían la medida exacta para robarse una mirada de deseo, que yo sin querer había notado en más de un hombre por la calle cuando ella pasaba, y que provocaban que me ponga celoso cuando la acompañaba, con su forma de caminar que no lo hacía como modelo de pasarela, pero permitía balancear sus caderas con cada paso que ella daba siempre con elegancia y, por supuesto un culo de ensueño formado por dos nalgas diáfanas separada por un gran canal central que la dividía de manera que se elevaban armoniosamente de manera alternativa, cada vez que andaba. De una u otra manera con el tiempo se convirtió en el estándar que yo luego buscaría en una mujer.

Le encantaba y estoy seguro de eso, el sentirse observada, su forma de andar, ese balanceo, la forma de pararse, su forma de sentarse, cruzada las piernas como lo hace una secretaria, eso permitía contemplar lo perfectas de sus piernas.

Siempre llevaba su cabellera por debajo de los hombros y su cabello era lacio, aunque le gustaba hacerse los churitos, que por cierto le quedaban de maravilla, a veces suelto, a veces recogido, no se hacía peinados que salieran de lo común. Su rostro no se parecía para nada a una modelo de revista, pero tenía una mirada cautivadora que resaltaba esos ojos cafés, que con el brillo del sol en momentos se los veía más claros que de costumbre, siempre se maquillaba lo necesario, sombras sobre los ojos y un poco de maquillaje y rubor, sin caer en la exageración. Sus labios carnosamente sensuales que siempre llevaba pintados con un color labial rojo suave y provocativo, su nariz no era respingada, por el contrario, tenía la forma redondeada característica de nuestra familia, y que en ella le quedaba muy bien.

Siempre me habían molestado porque ella se veía más joven de lo que era, pero yo no daba mayor importancia a esto. En más de una ocasión y con el paso de los años y cuando yo ya estaba en la universidad, alguien que no nos conocía, hacia sugerencias pensando que éramos pareja, puesto que yo al contrario de Sofía, y porque siempre me ha gustado llevar barba, parezco mayor de lo que soy.

Y aunque desde que se separó, nunca quiso entablar una relación seria, de lo que recuerdo solo tuvo 2 o 3 pretendientes que con el tiempo no pasaron más allá de ser eso nada más, ya que me confesó alguna vez que no quería imponer en casa la presencia de un hombre que posiblemente no entendería nuestra forma de ser y provocar problemas que terminarían en tener que escoger entre nosotros o él, donde siempre ganaríamos sus hijos. Pero de un tiempo no hubo nadie que la pretendiera o sería que simplemente buscaba algo diferente, nunca le pregunté el porqué de todo esto.

A pesar de no tener un suelto estratosférico, siempre supo sacarnos adelante y darnos lo suficiente como para salir adelante, sin gozar de grandes lujos, puedo decir que jamás nos faltó un plato de comida en la mesa. Y contábamos con nuestra propia casa, que con mucho esfuerzo y sacrificios de todos logró conseguirnos. Será por efectos de la pubertad o porque simplemente desde un punto de vista completamente alejado a lo normal, talvez porque era la mujer que más cerca tenía en mi vida o quizá porque de alguna manera en muchas ocasiones me tocó hacer el papel de hombre de la casa, en algún momento comencé a dejar de ver a mi madre como mi progenitora, y empecé a verla como lo que realmente era, una hermosa mujer. Por eso la nombro como… Sofía.


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CAPITULO 2

UNA FANTASÍA QUE CON EL TIEMPO CRECÍA MIS DUDAS...

El hecho que Sofía después del trabajo llegara a casa, cansada y con ganas de sentirse cómoda, en muchas ocasiones hacía que ni bien llegase, se sacara sus zapatos y se soltara la blusa de estar ceñida dentro de la falda y dejarla suelta por fuera de ella, que, aunque sin desabotonarla, a mi parecer era la visión más cercana a lo sensual que podría imaginar. Si a eso acompaño la visión que me permitía el ver su sujetador por debajo de su blusa, que en muchas ocasiones era de color oscuro y la blusa de un color claro, muchas veces con un toque transparente, hacían de mis fantasías un verdadero deleite.

Ahora que puedo hablar de ello, con precisión puedo decir que sus caderas eran mi obsesión, me encantaba ver como a ella que le gustaba cocinar, ni bien llegaba a la casa, se colocaba su delantal para no manchar su uniforme y se lo amarraba a la altura de la cintura, luego se disponía a lavar los platos o cocinar algún platillo de los que a ella le salían tan deliciosos. El verla de espalda con su cabello a media altura, y su cuerpo, pero sobre todo esas caderas moverse al ritmo de que mecía algún platillo o simplemente lavaba los trastos, alborotaban mis más perversos deseos.

En más de una ocasión tuve que arrimarme a la pared de la cocina a restregarme, mientras contemplaba sus caderas y me imagina lo que se sentiría tocarlos, acariciarlos, me imaginaba acercarme y abrazarla por la cintura, decirle cuanto me gustaba, besarla por el cuello, sentir el olor del perfume que solía usar y muchas cosas más que solo en ese momento venían a mi mente. Nunca se dio cuenta de lo que hacía, o al menos eso he pensado siempre. ¿Será que nunca se dio cuenta de lo que hacía?, en ocasiones era tanta la calentura que me corría en ese mismo lugar y tenía que salir corriendo al baño a darme una ducha fría, en otras tantas, me quedaba inventando no sé qué tema bobo de conversación para continuar con el morbo de la situación.

En muchas ocasiones, se sentaba en el sillón y subía sus pies de costado, como si se arrodillara, y se los masajeaba ella misma, me imagino el dolor de sus pies tras estar todo el día con tacones. Era una dulzura verla masajearse los pies y ver que esa falda cómplice mía en muchas ocasiones, se subía ligeramente y me permitía ver sus piernas hasta un poco más allá de sus rodillas, hasta medio muslo, para solo imaginarme que más sorpresas se ocultaban más arriba. Y yo como bobo buscando algún pretexto para estar en una posición que me permitiera contemplar tan maravilloso espectáculo.

En más de una ocasión me pidió le masajeara los pies, cosa que yo a regañadientes lo hacía, no porque no quisiera tocarlos, sino porque no soportaba la sensación de tocarlos y disimular todo el descontrol que dentro de mí se producía, que físicamente me delataría al provocar que mi polla se ponga a más de mil, una verga que me era difícil de disimular cuando estaba erecta, por su tamaño y mi timidez. De todas maneras recuerdo haberla masajeado máximo hasta las pantorrillas y sentir esa sensación de sus piernas cubiertas por esas medias nylon color carne, sensación donde solo quien ha sentido lo delicioso que es esto, podrá entenderme y que yo nunca he podido olvidar. Ahora pienso si esa invitación a masajearlos era sin ánimo alguno de provocar en mí una serie de pensamientos insanos o eran a propósito para ver si yo daba el primer paso…. Si pudiera regresar en el tiempo, seguro buscaría masajearlos más seguido…

Sofía era muy recatada y nunca indicó más de lo recatadamente permitido, eso si, debo reconocer, sin embargo, lo que dejaba a la imaginación era perfecto. Cuando salía de la ducha siempre lo hacía envuelta en una toalla su cuerpo y otra en su cabello envuelto, cuantas veces tuve el deseo que por alguna extraña casualidad del destino esa toalla se soltara y me dejara contemplar su cuerpo que a pesar de no ser perfecto era con el pasar del tiempo obsesión de mis deseos carnales.

Al bañarse siempre cerraba la puerta, lo cual me impedía ver más allá de lo que se debe. Ni cuando alguna vez que estaba bañándose, por alguna situación se resbaló y se cayó dentro de la ducha, y como estaba abierta pronto la pude auxiliar, rápidamente cubrirle con una toalla y ver que no esté lastimada, en ese momento para nada me importaba mirar más allá de lo permitido, solo me urgía ver que se encontrase bien.

Sus prendas interiores tampoco eran de lo más provocativas que se pueda imaginar, le encantaba sentirse bien con ellas, en sus formas más tradicionales, sin dibujos y mucho menos una tanga, tal vez porque no tenía a quien provocar o simplemente no le llamaban la atención. En cuanto a colores, predominaba el color negro, aunque por ahí se podía encontrar alguno de color rojo, crema y blanco. De todas maneras, ellos en muchas ocasiones fueron objeto de innumerables corridas de mi parte pensando en su dueña y que a la vez era dueña de mis fantasías.

Bastaba esperar con ansias el quedarme solo en casa para rebuscarlos en el cesto de la ropa usada, estos eran mis preferidos para percibir su aroma y buscar algún rastro de flujo que pudiera percibir, también procedía a buscarlos entre sus cajones, con el tiempo ya los conocía al detalle a todas ellas, y hasta tenía mis preferidas. Pero si pienso con calma, recuerdo que en muchas ocasiones, tras descargar mi lefa en ellos los volvía a poner en el cesto de la ropa usada, y me parece extraño ahora que no me haya reclamado el hecho de encontrarlos más sucios de lo normal al momento de lavarlos, ya que en esa época no poníamos siempre la lavadora cuando había poca ropa y sus bragas eran levada a mano…, ella nunca insinuó nada de los regalitos que yo dejaba en sus prenda íntimas, pese a revisar la ropa antes de lavar.

Cuando me quedaba solo en casa, me encantaba sentir el roce de las telas de la ropa de Sofía, y solo el imaginarme que ella se las ponía, era una pauta para provocar el inicio de una sesión de masturbación inolvidable. Entre ellas una de mis preferidas era un vestido de seda de dormir color rojo, que en su parte superior a modo de sujetador tenía unas tiritas delgadas, en la parte de los senos era de un material similar al de los sujetadores, el resto caía en línea recta hasta la cintura y se ensanchaba para dar forma a la parte inferior hasta una altura de 10 centímetros sobre los tobillos terminando en un encaje sutil, claro que cuando Sofía se lo ponía, resaltaba toda su figura, se marcaba su interior y en alguna ocasión pude ver como sus tetas se podían apreciar tan apetecibles

Por supuesto mi atención se centraba especialmente en sus caderas, y en el bamboleo de todo ese conjunto que parecía ser una invitación a acariciar todo su cuerpo. Cuantas veces soñé y me imaginé verla recostada con esa ropasubirme encima de ella y sentir acariciar su delicioso cuerpo solo cubierto por esa fina capa de seda. En muchas ocasiones lograba “robarle” esa prenda y dormir abrazado a ella, con cuidado de despertarme temprano y devolverla a su sitio antes que se diera cuenta, sin embargo, en una de esas tantas ocasiones me olvidé de lo que había hecho y al ir Sofía a recoger la ropa usada de mi cuarto, se encuentra con esta prenda en mi cama entre las sabanas.

Solo puedo imaginarme las cosas que pensaría al encontrar su prenda de dormir allí, no tengo idea con quien hablaría al respecto, ni la serie de preguntas que le pasarían por la mente en ese instante, mucho menos la forma en que me enfrentaría en busca de explicaciones.

Pero la cosa no se tornó como podría pensarlo, ya que, sin tardar mucho, ese mismo día me dijo que quería hablar conmigo, yo no tenía idea de que se trataba, pero en cuanto sacó su prenda y me enfrentó directamente a la verdad, diciéndome de qué se trataba eso, que si yo acaso estaba pensando el vestirme de mujer o algo por el estilo. A lo que yo no sé qué cara pondría, solo supe decirle que lo único que intentaba era sentir que por la noche estoy con “alguien” y que solo quería sentir esa sensación de estar con una mujer mientras dormía. Tal vez un poco insegura o no, por mi respuesta, la conversación no fue más allá.

¿Qué hubiese pasado si hubiera dicho la verdad, que lo que me volvía loco era verle a ella mismo puesta esa ropa y que lo único que pensaba era que para no faltarle al respeto me quedaba solo fantasear en secreto el tenerla junto a mí? ¿Qué pensaría Sofía de todo esto?, no lo sé, ni nunca los sabré. Pero la situación en casa no cambió mucho, ocurrido este episodio por descuido mío. Los días siguientes todo iba normal, e incluso alguna vez intenté irme acercando un poco más a Sofía, para ver qué pasaba.

Al encontrarnos por la tarde, al culminar nuestras respectivas actividades, de regreso a casa, buscaba un pretexto para tomarla del brazo, y sentir rozar mi brazo con sus tetas, no lo hacía muy seguido como para que sospeche, pero creo que se daba cuenta de lo que intentaba. En otra ocasión, estaba tan cansada que se durmió en su cama y yo fui a verla, y me acerqué y le llamé por su nombre y no me respondió, me quedé contemplándola por unos instantes, y no pude resistirme a robarle un beso y sentir sus labios junto a los míos, claro que en ese instante se despertó y yo como resorte me alejé y puse cara de que no hiciera nada, de pie junto a ella, inventé algún pretexto sin sentido y le dije que le escuché decir algo y vine a preguntarle que le pasaba, a estas alturas y revisando todo lo pasado, no puedo comprender como ella no podría darse cuenta que yo en mi interior comenzaba a verla como mujer y que tenía algunas actitudes fuera de lo común.

Muchas veces creí que sí se daba cuenta, ya que era una mujer muy inteligente y seguro comentó con alguien estos hechos, o será que pensaba que eran actitudes pasajeras o de la edad. De esto ya iban algunos años, y cada vez las situaciones se comprometían más. Lo que más atrevido que hice fue, el dormir sin calzoncillos, y puesto el pantalón de pijama, y al despertar en la mañana bajar a desayunar sin importarme le bulto que producía mi  erección con la que me levantaba a pasearme por la casa sí que nada. Claro, esto último fue lo más atrevido porque en cierta ocasión me “sugirió” que no debería andar por la casa así. Si hubiera sido la mitad de insolente de lo que soy ahora, seguro en ese instante le hubiese preguntado si me lo dice porque no le gusta o por todo lo contrario… aunque de seguro me hubiese dado mi buena ostia.

A pesar de eso nuestra relación era a mi modo de ver normal, con mi hermana siempre tuvo problemas y diferencias de opiniones, su error fue intentar ser su amiga en lugar de su madre. En cambio, conmigo cuando intentaba confraternizar de esa manera, no daba pie a avanzar. De todas maneras, al ser del mismo modo de pensar en muchas cosas de la vida, creo llegábamos a un acuerdo o me parecía bien lo que ella decidiese o viceversa.

Sofía siempre fue hogareña, y muy poco de salir con amigas o a dar una vuelta si no fuese con nosotros. Es una actitud que yo la mantengo hasta ahora. Le encantaba que la casa se viera siempre limpia y todo en su lugar, por lo que no era raro, ver un fin de semana que se pusiera sus leggings cortos amarillos, una camisa holgada, que en muchas ocasiones era una de las mías que ya no me ponía, y verla arreglar la casa, tal cual un torbellino que iba arreglando todo lo que estaba a su paso. En ocasiones yo me quedaba sentado en el sillón para contemplarla hacer las cosas, porque así podía observarla con toda calma, y no como ella me decía, que era por descomedido. A veces me tocaba ayudarla para evitar discusiones. Vienen a mi mente esos shorts amarillos, un tanto cortos, de tela que se ponía y me permitían contemplar esas maravillosas piernas que, a pesar de los años y del hecho que no hacía ningún ejercicio tranquilamente podrían ser la envidia de cualquier jovencita del barrio.

 




CAPITULO 3

PERDI MI OPORTUNIDAD

No sé dónde leí o escuché que según como bailas te desenvuelves en la cama. Y eso era en lo que pensaba cuando veía bailar a mi madre en alguna reunión familiar, le encantaba ocupar toda la pista y disfrutar al máximo del momento. Todavía puedo ver en mi mente las miles de ocasiones en las que mis primos me molestaban porque me quedaba como hipnotizado por el movimiento de las caderas de Sofía al bailar, mientras daba rienda suelta a mis pensamientos más oscuros.

Si bailé alguna vez con ella, la verdad no me acuerdo, como todo adolescente o la mayoría de jóvenes, nunca me gustó bailar, simplemente no me llamaba la atención. En una de esas tantas reuniones familiares, a la que no fui, estaba en casa haciendo mis tareas, cuando un poco de noche llegó un automóvil de uno de mis parientes, a dejar a Sofía, quien había tomado un poco de más, lo cual era muy raro en ella.

Venía muy alegre y risueña, en grado extremo, venía con mi hermana que por supuesto no iba ebria. Y juntos intentamos llevarla a su habitación que se encontraba en el segundo piso. Obviamente por el estado en el que estaba, no podía subir las escalera sola, razón por la cual entre los dos la subíamos como podíamos. Mientras estábamos en eso, y mi hermana le reclamaba por su estado, yo le decía que la dejara tranquila y que más bien, yo podía llevarla solo a su habitación y recostarla, ante lo cual mi hermana se opuso y dijo que ella se encargaría de eso. Obviamente eso me molestó demasiado, pues yo ya había pensado en mi mente todo el panorama.

Era obvio que, si me dejaban a solas, yo me encargaría de recostarla, de atenderla y como ya era tarde, pues de cambiarle de ropa, que mejor oportunidad que esa para poder contemplar su cuerpo desnudo y a mi entera disposición. Ya me imaginaba soltando sus zapatos, desabrochando su pantalón Jean azul y bajarlo lentamente, mientras miraba y acariciaba esas piernas que me volvían loco. Que decir el desabotonar esa blusa de color verde esmeralda, que como a ella le gustaba, tenía una sutil transparencia y hacía ver el blanco sujetador que llevaba puesta. Y qué sería soltar el sujetador para contemplar esas tetas que en algún momento me dieron de comer, esta sería la oportunidad de volverlos a tener en mi boca y con más conciencia sexual disfrutarlos como se debe.

¿Qué ropa interior llevaría puesta?, cuál de todos aquellos que en algún momento ya fueron presa de mi verga, o en una de las tantas corridas que había tenido. Me imagina contemplarla desnuda, acariciar sus partes, besar cada pare de su cuerpo, llevarme a la boca aquella pare prohibida por donde alguna vez había salido y llegar sin medida hasta las últimas consecuencias, para finalmente vestirla con esa bata de seda que en mis fantasías ya había disfrutado. Y luego, solo luego dormir abrazado a ella, mientras disfrutaba como en mis fantasías de su cuerpo cubierto por esa tela de seda, apegado al mío, y que esa seda sea lo único que nos separe. Estaba decidido, esa noche ella sería mi mujer, no pensaba en las consecuencias, no me importaban las consecuencias.

Todo eso pasó por mi mente en cuanto la vi llegar de esa manera a la casa, y se fue reforzando a medida que me daba cuenta que no podía subir las escaleras, y ella se tambaleaba, más aún cuando en un momento se abrazó de mí, me dijo que me quería muchísimo y medio perdió la conciencia. Yo ya estaba en éxtasis antes de haber empezado. Pero era momento de volver a la realidad, mi hermana se dio cuenta o simplemente quiso hacerlo sin más y se encargó de todo, yo tuve que hacerme el tonto y ofendido para quedarme en otro lado de la casa terminando mis tareas, mientras pensaba en todo lo que perdía.

Pero no importaba, pensé, total mi hermana ya se iría y podría dar rienda suelta a mis fantasías, sin embargo, a pesar de que me opuse, ella decidió quedarse a recoger unas cosas y a cuidar de Sofía. Ya no podría ni acercarme a su cuarto con el pretexto de ver como estaba, y de pronto robarle al menos un beso mientras dormía, todos mis pensamientos y deseos se fueron por tierra, ¿Cuándo tendría otra oportunidad como esta? Había perdido mi oportunidad, ¿sería lo mejor?

 




CAPITULO 4

UNOS CAMBIOS EN LA CASA

El tiempo pasaba y yo ya había terminado la secundaria, me encontraba cursando la universidad y mi hermana estaba a punto de graduarse en el instituto. Lo que nos esperaba en el futuro cercano era un sinfín de situaciones que harían que nuestro diario vivir fuera cambiando poco a poco.

A pesar de que yo ya había tenido unas cuantas novias por ahí, nunca había llevado ninguna a la casa, de hecho, Sofía hasta esos momentos no había conocido a ninguna de ellas, disfrutaba tanto de mis estudios universitarios y del hecho de terminarlos y regresar lo más pronto a mi casa, había heredado la característica hogareña de Sofía. Sofía no cambiaba su forma de ser, siempre hogareña y seria, de la casa al trabajo y viceversa.

Por otro lado, mi hermana empezaba a sentirse relegada de la relación de confianza y apoyo que teníamos Sofía y yo. Mi hermana por situaciones que no vienen al caso, terminó sus estudios y empezó ciclos formativos que en dos años le darían un puesto de trabajo en asistencia social y buscar su vida de forma independiente. Estos cambios provocaron que en casa quedáramos solo Sofía y yo, y a pesar que ella sufría porque mi hermana había salido de casa, no lo demostraba mucho, se centraba en su trabajo y en las cosas de la casa, entre ellas la de atenderme y estar pendiente de mí, como siempre.

A estas alturas mis deseos por hacerla mi mujer habían crecido a un nivel indescriptible, tanto así, que aprovechaba que salía de clases temprano y pasaba por su oficina para salir a comer juntos o simplemente para verla un momento. Ahora la tomaba del brazo más seguido que antes.

Ahora yo ya había comenzado a tener unos trabajos esporádicos y podía darme algunos lujos, entre ellos poder invitarla a comer, y aunque siempre mi carácter ha sido muy serio, idéntico al de Sofía, siempre teníamos un tema de conversación. Tenía más tiempo a solas en casa, mientras Sofía trabajaba, podía darme el gusto de rebuscar entre sus pertenencias con mayor tranquilidad. Y esto me permitió descubrir algo que jamás habría podido pensar que ella usaría, había encontrado un camisón diminuto. Por la forma del mismo y como le tenía guardado junto a otras pertenencias, podía deducir que se trataba de una prenda que debió usar cuando estaba casada con mi padre. No podía imaginar a Sofía vestida con tan diminuta prenda de vestir.

Algo que yo no podía entender, conociendo a Sofía todo este tiempo, y era muy complicado comprender como mi padre podía haberla abandonado, si era una mujer perfecta, tanto en su forma de ser como físicamente podría ser ideal para cualquier hombre.

Pasaban los días y yo agradecía que en su oficina sus uniformes siempre fueran conjuntos con faldas, pero por lo general los días viernes, era tradición en la oficina donde ella trabajaba que fueran con ropa casual. Para lo cual Sofía como cualquier otra mujer siempre buscaba vestir bien, y demostrar a sus compañeras más jóvenes que ella no tenía que envidiarles absolutamente nada.

Si se vestía de jean, estos eran forrando su cuerpo, siempre acomodados en la parte de las caderas ya que por lo anchas que eran y su diminuta cintura, de fábrica no venían así. Siempre acompañados con una blusa cosida por costurera. No siempre usaba faldas cortas en ocasiones se colocaba unas faldas largas que le llegaban a media pantorrilla, en otras ocasiones se colocaba unas faldas plisadas que daban más realce a esas caderas que de por si eran llamativas. Si usaba vestidos, estos eran diseñados por ella misma, con una forma que resaltaba sus atributos sin ser reveladores ni provocadores.

Un conjunto que me encantaba cuando se lo veía puesta, consistía en una falda negra medias de nylon, zapatos de tacón negros y una blusa roja con un cinturón delgadito que flotaba por su delgada cintura. Como me excitaba verla vestida así, de hecho en cierta ocasión hasta me molestaba que salga a la calle así, porque me daba cuenta que si a mí me provocaba esos pensamientos, como sería al resto de hombres con los que trabajaba o se cruzaba en la calle. Pero ella me decía que no me ponga celoso, parecería que apropósito lo hacía para provocarme.

Un día de esos que estaba vestida así, regresamos a la casa y nos pusimos juntos a ver la televisión en la cama, ella recostada en el medio de la cama y yo a un lado. No recuerdo bien el programa que veíamos, pero se trataba sobre familias que vivían en cuartos muy pequeños, y de familias enteras en las que prácticamente todos sus integrantes dormían en la misma cama. Lo cual dio pie a que conversáramos de la posibilidad de tener que vivir en una situación así, y de un momento a otro me pregunta…

– Qué pasaría si tuviéramos que vivir de esa manera, en una sola cama todos los días.

Definitivamente no sé lo que me pasó, y casi por instinto…  – Pues, tendríamos sexo todos los días.

Tras lo cual, en mi interior, me di cuenta que mi subconsciente me había traicionado, había dicho lo que pensaba y no lo que debía contestar.

– Pero qué te pasa, me dijo. – Te das cuenta de lo que estás diciendo, me reclamó.

– Pero yo qué culpa tengo, tú me estas preguntando y yo he dicho lo que pienso, contesté.

— Si sabes que soy tu madre, insistió, tras enfurecerse y sentarse doblando sus piernas a un costado sobre la cama, y ponerse en una posición obviamente a la defensiva.

— Pero si la culpable eres tú, le dije. – Mira tú forma de vestir, tan sensual y yo al final de cuentas soy un hombre,terminé.

— A, entonces mejor me visto de monja para evitar estas cosas, amenazó

— No por favor, si quieres nunca más te digo nada, pero no me quites la satisfacción de mirarte así. De disfrutar de tu figura y el poder apreciar tus piernas que me vuelven loco.

Un momento de silencio y una tensión que tal vez podría hasta cortarse con tijeras podía sentirse entre los dos. Yo había soltado lo que sentía, y ahora estaba dispuesto a seguir sin importarme las consecuencias, aunque debo confesar que me llenaba de terror solamente la idea que dejara de hablarme o que por ultimo me dijera que me vaya a vivir solo o algo por el estilo.

— Desde cuando piensas esas cosas, preguntó.

— Desde que tengo 14 años al menos. Me di cuenta lo hermosa que eres, dejé de verte como madre y solo puedo contemplarte como mujer, una hermosa mujer, le dije, mientras me sentaba en la cama en dirección a ella, para vernos frente a frente.

— Solamente ponte a pensar, me dijo, soy tu madre. –  lo que dices está mal, encima la diferencia de edades y nuestras creencias religiosas, me recriminó.

A estas alturas ya estaba todo descubierto, si no trabajaba bien mi siguiente respuesta podría todo terminar mal, buscaba rápidamente en mi mente las opciones para sacar la situación a mi favor.

— No creas que solo es culpa mía, le dije. – En muchas ocasiones me he dado cuenta como me miras, y para nada son los ojos de amor de una madre para con su hijo, sino son los ojos de deseo de una mujer para con un hombre, un hombre que deseas con todas tus fuerzas.

No terminaba de decir esto, cuando sentí en mi cara el golpe de su mano, que lo hacía para que me calle por lo que estaba diciendo, o porque tal vez se veía descubierta en algo que ella mismo se negaba a aceptar.

— He visto como miras mi paquete, cuando me levanto en las mañanas, tratas de disimularlo, pero no sabes hacerlo, insistí.

Era hora de jugármela todas de una vez.

— Y, para terminar, la otra noche cuando iba al baño y pasar por tu puerta, sentí que te toqueteabas en tu cama, cuando pronunciabas mi nombre mientras gemías. Tú no te diste cuenta que yo estaba parado en el umbral de tu puerta.

Todo esto me lo había inventado a último momento, solo buscaba cambiar la situación de ser el culpable a ser la víctima. Se me quedó mirándome, esa mirada defensiva se fue transformando en una mirada de culpabilidad, sin querer había acertado y ahora podía tomar las riendas del juego.

— Tú eres una mujer muy hermosa y obviamente tienes tus necesidades, se lo dije para que no se sintiera totalmente culpable. Y de hecho no me ofende que me nombres mientras tratas de auto satisfacerte, le dije.

Sofía solo me miraba y se le habían terminado sus palabras, o simplemente no sabía que decir. Aproveché el momento y puse mi mano derecha en su rostro con la mayor dulzura que pude hacerlo. Al momento vi como una lágrima salía de sus ojos y estos se llenaban de muchas más. Opté por subir mi mano izquierda y mientras tenía su rostro entre mis manos, secaba las lágrimas con mis pulgares, sentía como su cabello caía por entre mis dedos y al estar en esta posición solo opté por acercarme y darle el beso más dulce que podría darle en sus labios. Al principio no me respondió, pero en un momento que para mí fue eterno, respondió a mi beso con la misma dulzura que yo lo hacía.

No sé cuánto duró el beso, pero fue el beso más delicioso que podría uno imaginar, si en mis sueños y fantasías la había besado, no se acercaba en nada o lo que estaba viviendo ese instante. No era un beso con lengua ni uno de película, era solo eso un beso, un beso con la mujer que amaba y deseaba tanto. Al final tuvo un ligero sabor a lo salado de sus lágrimas, pero a pesar de eso para mí fue maravilloso, y estoy seguro que para ella también.

Luego intuitivamente separamos nuestros labios y nuestras frentes se quedaron pegadas, rozábamos nuestras narices mientras separábamos nuestras bocas y un pequeño hilo de saliva colgaba de mis labios a los suyos, dejé mi mano izquierda sobre su rostro para impedir se aleje más. Mi mano derecha fue por más y se la puse en sus piernas, donde al sentir el roce con su piel de seda, provocó que como un resorte mi miembro se pusiera en su máxima expresión, obviamente al estar vestido mi pantalón impedía que se lo apreciara en su máximo esplendor.

Lentamente y como siempre había soñado, mi mano derecha fue subiendo por el contorno de sus piernas, subió por su muslo izquierdo por encima de su falda, pasó por sus caderas y se situó en su cintura. Mientras que con mi mano izquierda acercaba su boca a la mía, a la vez que le decía en voz baja…

— Esto es algo que he soñado desde hace mucho tiempo. Le daba un beso con más confianza y terminaba diciendo ningún sueño se comparaba en nada a lo que sentía en ese momento. Pude sentir como su cuerpo sufrió un ligero estremecimiento.

De parte de Sofía, mientras se separaba sin ser brusca, solo pude escuchar:

— Esto está mal, está mal, repetía. Mientras me empujaba, se bajaba de la cama y se dirigía a su habitación

Se encerró en su cuarto por el resto del día y no salió para nada, absolutamente para nada. Inclusive más de noche cuando le pregunté si quería comer algo, solo supo contestarme “no”, sin siquiera abrir la puerta. Todo estaba hecho, ¿Me había equivocado? Lo único seguro, era que, desde ahora las cosas no serían como antes.

 




CAPITULO 5

AFRONTANDO LAS CONSECUENCIAS

Había pasado varios días de lo ocurrido en mi cama junto a Sofía, y su actitud conmigo no había mejorado mucho, sin embargo, por lo menos me dirigía la palabra y conversaba conmigo lo estrictamente necesario. Para satisfacción mía y gracias a que en la oficina era obligación llevar uniforme, podía seguir contemplando su hermosa figura y apreciar esas piernas que ya había acariciado días antes.

Sin embargo, en la casa, cuando llegaba del trabajo, Sofía trataba de ser lo menos provocativa posible, se colocaba ropa holgada y cubría sus piernas en todo caso con una manta mientras descansaba en la sala o estaba sobre su cama.

Por mi parte evitaba estar en la misma habitación para no molestarla, como extrañaba verla cocinar o limpiar la casa. Era una situación compleja para mí, la mujer que tanto amaba y había besado, me rechazaba y se portaba indiferente conmigo. Personalmente había optado por no pasar por su oficina para no sufrir un desplante en público, que lo único que haría sería joderme más. Empezaba a arrepentirme de lo que había hecho.

A tanto llegó mi arrepentimiento que me había propuesto ir tras las clases por su oficina, invitarla a almorzar y pedirle disculpas por lo sucedido. Estaba dispuesto a apagar mis deseos para con ella, con tal que la relación entre los dos fuera la misma de antes. De camino a su oficina, por coincidencia pasé por una floristería y se me ocurrió comprarle una rosa, solo una rosa, sin adornos, ni nada llamativa, solo era una rosa roja. Me dirigí a su oficina y para mi sorpresa, ella no estaba en su escritorio. Una compañera supo decirme que estaba en una reunión y que seguramente irían de largo con la misma, de hecho, me dijo que en vano me quedaría esperándola.

Opté por hacer caso de la sugerencia y me dispuse a salir, cuando su compañera de trabajo me preguntó… — Y, ¿esa rosa es para Sofía?

— Sí, les respondí, pero como no está, me la llevo

— Sabes, sería bonito dejársela sobre el escritorio, y si quieres con una nota, sugirió

No me pareció mala idea, sin embargo, que podría decirle en la nota que no fuera comprometedor a cualquier persona que la leyera, pero a la vez debía decir lo necesario para que ella entienda lo que quiero decirle. Me quedé un rato pensando.

— Listo, dije. Deposité la tarjeta sobre el escritorio y colocaba la rosa sobre ella.

Me despedí de la compañera de Sofía y me dirigí a la casa, a la más amarga espera hasta que llegó Sofía a la casa y poder aclarar las cosas. Iba pensando en la tarjeta y el mensaje que le dejé.  “Perdóname. TQM”

¿Sería suficiente lo escrito? o ¿tal vez sería muy infantil o cursi?, iba pensando. Aparentemente la reunión se fue a  más largo de lo común, pues ya iban a dar las 8 de la noche y Sofía no regresaba. Empezaba a pensar que lo de la rosa era la peor equivocación que había cometido tras lo de besarla. Sin embargo, no tardó mucho más en llegar a la casa, su actitud era la misma de los últimos días. Sin embargo, en cuanto cruzó la puerta y me vio sentado en la sala.

— Gracias por la rosa, disculpa que no pude atenderte en la oficina, pero tuvimos una reunión que como debes darte cuenta se alargó más de lo normal.

Fantástico, pensé, en un momento me había dicho más palabras que los últimos días juntos.

— Discúlpame…, y estaba a punto de decir más cosas, cuando me interrumpió.

— Dejemos las cosas así, debe quedarte claro que lo que piensas no es lo correcto y entre otras muchas cosas, sería mal visto por la sociedad, nuestros parientes, nuestros principios católicos. Espero no se vuelva a repetir, terminó.

Asentí en silencio. Sin esperármelo se acercó a mí, me dio un abrazo, un beso en la frente y recogiendo sus cosas, se dirigió a su cuarto. Me quedé sentado y pensando en la sala, tratando de asimilar lo que había pasado los últimos días y sobre todo tratando de entender lo que acababa de pasar hace unos momentos.

Si bien Sofía, había dicho lo que pensaba decirle, el momento que se acercó a mí para darme el abrazo, sentí el aroma de su perfume hipnotizante, el roce de su cabello enredarse sutilmente con mi barba, pude sentir sus firmes tetas apretarse contra mí, mientras me daba su abrazo y para culminar, finalmente sentir el roce de esos labios que ya habían sido míos nuevamente rozar mi piel, aunque sea mi frente, era algo que no podía entender.

Tampoco podía entender como esa mujer que se alejaba de mí, que me daba la espalda, mientras caminaba hacia las escaleras, para subir al segundo piso a su habitación, mostrándome el bamboleo de su trasero en su caminar, que por alguna extraña razón lo vi más delicioso que antes, el partido de su falda en la parte posterior, me permitía ver algo de sus muslos, esas piernas que había acariciado no hace mucho, su cabello que se enredó en mi barba de cinco días, hoy y entre mis dedos aquel día, su figura…. su figura que de algún modo puede apreciarla más sexualmente atractiva. Todo ello había provocado que tenga una erección que solo podía predecir que esta situación no había terminado.

 




CAPÍTULO 6

UNA NUEVA OPORTUNIDAD O SOLO UNA IDEA MIA

Tras todo lo ocurrido, yo solo intentaba disimular la atracción que sentía por Sofía y la forma como la miraba, lo cual no era fácil. Sin embargo esto me ayudó a que nuestra relación fuera de a poco regresando a la jovialidad y confianza de antes.

Si bien es cierto ya empezaba a tener mis propios ingresos económicos, no eran tantos como hubiese querido, pero me permitieron hacer algo que se me ocurrió luego de haber comprobado que a Sofía, al igual que a toda mujer, le encantaba recibir atenciones, las cuales en este instante consistían en encontrar una rosa roja todos los lunes sobre su escritorio. Así una rosa roja sola sin tarjetas, sin indicios, pero que ella supiera que era yo quien se la dejaba, al principio no sabía si esto le gustaba del todo, pero a la segunda semana de empezar esta rutina, me di cuenta que inclusive había comprado un pequeño florero para adornar su escritorio y poder colocar la rosa que ella periódicamente encontraba, esto me dio esperanzas de mejora en la relación y una satisfacción al comprobar que empezaba a gustarle el pequeño detalle que le dejaba.

Aunque no volvimos a topar el tema de lo sucedido el otro día, yo sé que le daba vueltas por la cabeza, era algo que definitivamente no podría dejar pasar por alto, sin embargo, no se me ocurría como poder sacar a flote nuevamente la conversación, por temor a una nueva represalia. Así que opté por ir cambiando de a poco mi actitud hacia ella, ahora me daba tiempo para arreglar la casa cuando ella no estaba, y así cuando ella llegaba cansada del trabajo se sorprendía de lo limpia que estaba la casa, o de que ya existan platos para lavar, lo cual permitía que se disponga a descansar, y no encontrar más tareas que realizar en casa, como era de costumbre.

Pero al estar en años superiores en la universidad, con el poco tiempo que me dejaban mis obligaciones y los trabajos particulares que empezaba a realizar, había ocasiones en las que no podía ayudar mucho en casa, pero me di cuenta que Sofía llegaba y al encontrarse con algo por hacer, a diferencia de antes y con una actitud de ayuda, más no de responsabilidad, se ponía a hacerlas…, de hecho en más de una ocasión la escuché tararear una canción o hasta incluso cantar en voz baja alguna de ellas.

Esta nueva rutina me daba oportunidad para que tuviéramos nuevas conversaciones o que muchas ocasiones juntos hiciéramos algunas actividades de la casa, por ejemplo si ella lavaba la vajilla yo los secaba, opinábamos juntos sobre la comida a preparar, yo movía los muebles y ella pasaba el limpiador, y cosas por el estilo. Será que me estaba obsesionando más con Sofía, pero sentía que de a poco en cierto modo había mejorado nuestra relación, sentía que ahora era como de una pareja que vivía junta, era diferente.

Sentía como Sofía me contaba de a poco las cosas que le pasaban en la oficina, su relación con sus compañeros de trabajo, las actividades que realizaba. ¿Será que antes lo hacía, pero yo no le prestaba atención? Ahora ya conocía como se llamaban sus compañeros, lo importante y estresante de su trabajo, quien le caía mal, y cosas así. Yo me sorprendía de cómo había cambiado nuestra relación, estaba conociendo a una nueva Sofía, descubría nuevas cosas en ella, ahora entendía un poco más sus gustos, que cosas le atraía, que le molestaba o que le alegraba.

Había descubierto lo hermosa de su sonrisa, la cual poco a poco la veía más frecuentemente aparecer en su rostro, incluso alguna risita pícara de vez en cuando. Esa imagen de madre se iba desvaneciendo, para dar paso a una compañera de casa jovial. Tanto habían mejorado nuestras conversaciones, que un día de esos me salió con alguna frase con doble sentido, de esas que comúnmente usamos en nuestros grupos de amigos de confianza, ante la cual me sonrojé y no supe que contestar.

— Pero ¿qué te pasa?, me dijo, no me digas que nunca has hablado de esto con tus amigos, terminó

— Claro, pero se me hizo un poco raro que salga de ti, le dije

Está bien, no lo vuelvo a hacer, exclamó con un tono de seriedad.

— Espera, le corté, no digo que no me guste conversar así contigo, solo que me sorprendió, sigamos en lo que nos quedamos

— Ok,concluyó sin más

Así que de pronto y sin darnos cuenta, ya habíamos entrado en una etapa de compañerismo y complicidad únicos. No sabía en qué momento, había dejado de ver a Sofía como un objeto sexual con el cual satisfacer mis necesidades, sino por el contrario tomar en cuenta que era un ser humano con sentimientos, problemas, sueños y vicisitudes, que tranquilamente podía conversar con ella de temas tan banales como el clima hasta de los problemas de la universidad y de mi vida diaria.

Algo empezaba a cambiar en mi interior, y a pesar que su figura me enloquecía, ya no era un deseo sexual el que dominaba mis pensamientos, era un deseo de compartir con esa mujer cada instante, sentir su compañía, empezaba a desear tenerla entre mis brazos y solo eso, estar sentados abrazados viendo pasar el tiempo, estaba enamorándome de Sofía, lo que sentía antes era solo deseo carnal de poseerla, ahora todo era más profundo y sentimental. Si sentía que antes la amaba, estaba equivocado, empezaba a comprender lo que es amar verdaderamente a una mujer.

Ahora le preguntaba de sus actividades y de cómo le había ido con el informe que debía entregar en la oficina, y ella sorprendida en principio porque se daba cuenta que prestaba atención a sus conversaciones y que me interesaba lo que le pasaba, luego me contaba con lujo de detalles las cosas, usando sus términos contables y de trabajo que en inicio no entendía, pero luego se fueron haciendo tan comunes para mi escucharlos. De la misma manera ella empezaba a entender los términos de la carrera que yo estaba siguiendo y a veces me sorprendía preguntando que tal me fue en un proyecto o cosas así.

En una de las tantas conversaciones que se iban dando con el tiempo, supo preguntarme sobre mi gusto en mujeres, de una forma sutil, que casi no me daba cuenta que lo hacía, hasta mucho después que yo analizaba todo. De esa forma yo inconscientemente le describía lo que más me atraía del físico de una mujer, como me gustaba que se vista, la forma de llevar su cabello, pero en sí, lo único que hacía era describirla a ella.

De la misma manera en algún momento me preguntó si había estado con una mujer, ante lo cual le comenté mis deseos de mantenerme virgen hasta encontrar la mujer adecuada que se merezca estar conmigo para compartir lo dulce y delicioso de una primera vez, lo cual le parecía muy acertado en una mujer, pero las mujeres preferían a hombres con experiencia, y terminó aconsejándome el hecho que algún día eso se dará, que no apresure las cosas sin dejarlas olvidarlas perdiendo oportunidades. Entre otras tantas cosas, yo le preguntaba también por sus gustos, el cómo se había conocido con mi padre, y como él había logrado conquistarla. Las cosas se pusieron tensas cuando le recordé los motivos por los cuales ellos se separaron, pero que ella insistía fue la mejor decisión que pudo haber tomado.

Para destensar la situación, empecé a preguntarle el por qué tras el divorcio no se había casado nuevamente, o al menos tener un novio fijo o algo por el estilo. Ante lo que sin titubear me contestó que ninguno llenaba sus expectativas y que la mayoría lo único que intentaba era apresurar llevarla a la cama, tratarla como un objeto sexual nada más.

Ahora comprendía todo. Era como si me hubiesen quitado una venda de los ojos, y por fin podía ver las cosas con claridad. Pero claro, yo había hecho lo mismo con ella. Y solo pude echarlo a perder todo al decirle lo mucho que me atraía su cuerpo y que solo pensaba en hacerla mía. Pero que estúpido fui. Me comporté como un cerdo con ella, de la misma manera como muchos otros lo habían sido antes, solo había logrado levantar sus defensas en contra mía, de la misma forma como lo hizo con el resto de hombres en el mundo. Debe estar odiándome, pensé.

Estoy seguro que si hubiera sido alguien diferente, hubiese cortado cualquier contacto conmigo de por vida, pero la ventaja, o desventaja por ahora, era que seguía siendo su hijo y que vivíamos juntos. Desde ahora empezaba una nueva obsesión para mí, no consistía en el hecho de llevarla a la cama, ni tampoco de enamorarla como a una quinceañera. Una mujer de su experiencia no caería fácilmente ante el juego de demostrarme cariñoso y por debajo tener las sola intención de poseerla.

Todo se centraría en demostrarle que yo era diferente a todos quienes había conocido, que podría rectificar mis errores, que podría adorarla y ponerla en un pedestal para que sea el centro de mi vida. Que me interesaba como persona, que lo único que quería sería que fuésemos felices el uno con el otro, y si esto no era posible buscaría su sola felicidad, que no solo buscaría mi satisfacción carnal, sino su desarrollo personal. Que podría hacerla sentir mujer, sin tocarle un solo cabello o centímetro de su cuerpo. Pero, ¿Cómo lograr todo esto…? El destino estaba de mi parte, pronto nos llegaría una invitación a la boda de unos primos, esta sería la oportunidad perfecta para empezar a demostrarle todo lo que pensaba hacer y sentía.

 




CAPITULO 7

LA BODA DE MIS PRIMOS

Mi primo se casaba. Él era más joven que yo. Nos llevábamos bien. Me sorprendió el paso que estaba dispuesto a dar, pero de cierta manera podía entenderlo, desde el punto de vista de compartir todo el tiempo y para el resto de su vida con la mujer que amaba, ya que yo últimamente empezaba a sentir lo mismo por Sofía.

La invitación era para dentro de un mes, así que teníamos el tiempo justo para prepararnos para el evento, bueno, por mi parte me pondría uno de los trajes que tengo por ahí y uso solo en ocasiones especiales, total a los hombres nos da igual con la ropa que vayamos, así que por mi parte y  en un momento ya todo estaba listo. El problema era Sofía, como toda mujer, empezó a volar sus pensamientos de cómo ir al evento, empezó a decir que esto es un problema, que como iría vestida, que si el vestido ya se lo vieron en otra ocasión, que donde conseguirá uno bonito, y el millón de cosas que dicen las mujeres en momentos como este. Hablaba como un loro que le habían dado cuerda, y yo solo la observaba mientras en mi pensamiento casi sin escuchar lo que decía, veía como movía sus labios y me quedaba hipnotizado por sus movimientos…. me imagina besarlos…. morderlos… Hasta que reaccioné cuando me dijo…

— ¿Entonces qué?, ¿me vas acompañar o no a buscar un vestido para la fiesta?

En ese instante reaccioné e intuitivamente le contesté que por supuesto, que me dijera cuando para coordinar mis cosas y listo. Quedamos para ir al día siguiente al salir de su trabajo, la pasaría viendo como otras tantas veces. El resto del día pasó sin mayores novedades. Al otro día, mientras llegaba la hora de salida de su oficina, yo la esperaba fuera del trabajo, con unas ansias locas de verla, tal y como un adolescente lo hace a la salida del colegio en espera de su novia.

Por mi mente solo repasaba la figura de Sofía y esperaba poder distinguirla a la salida del edificio donde ella trabaja, identificándola por su caminar que ya conocía muy bien. A la vez pensaba verla probándose vestidos y pidiéndome mi opinión, y hasta deseaba verla cambiarse frente a mí, pero….  espera un momento, me dije… Cuidado en caer en lo que trataba de evitar, el hacerla sentir como un objeto sexual otra vez. Así que mejor me puse a pensar en la forma de poder guiarla en escoger un vestido que le sentara bien y resaltara sus atributos.

Por fin pude verla salir, con paso apurado y sensual, por la celeridad con la venía, su falda empezaba a subírsele un poco más de lo normal, su modelo de por sí, es un poco más alto de la rodilla, pero ahora podía verle un poco más de sus muslos. El bamboleo de sus tetas por su paso apurado, mientras llevaba su cartera en su hombro y la sujetaba con su mano, en la otra llevaba su chaqueta, se notaba venía agitada. Daba unos pasos un poco más largos de lo normal, hasta donde lo estrecha de su falda se lo permitía, lo que al ver sus contorneadas caderas acercarse a mí, empezar a dar rienda suelta a mi imaginación.

El sonido de sus tacones al chocar contra el suelo se confundía con los latidos de mi corazón que subían en aumento descontrolado. Yo trataba de disimular el verla y desnudarla con la mirada, me hacía el desentendido  y hasta me hice el sorprendido, como que no la había visto acercarse. — Hola, me dijo, mientras me daba un beso en la mejilla y me regalaba una sonrisa, de esas que te derriten las piernas

Yo podía sentir su pulso acelerado por lo apurada que venía, su respirar agitado que solo lograba excitarme más de lo que ya estaba, ese pecho que subía y bajaba mientras trataba de recuperar el aliento, esa blusa que por casualidad se había desabotonado un poco y me permitía ver el filo de encaje del sujetador blanco que llevaba puesta, pude ver una pequeña gota de sudor resbalar de su frente por un costado de su cara… ¡Despierta! — Hola, le contesté procurando regalarle la mejor de mis sonrisas, mientras secaba esa gota de sudor haciendo una mueca de asco, para disimular la excitación que me producía tocarla y sentir su piel con mis dedos….

— Disculpa el retraso, me dijo mientras se arreglaba un poco la falda, se dio cuenta que se le había subido un poco más de lo normal, lo hacía con un movimiento sensual de cadera… – Pero ya sabes que en la oficina todo quieren para última hora…, y empezó a darme una serie de explicaciones… vamos como si yo las necesitara… la espera valía lo que estaba disfrutando

— Tranquila, es temprano todavía, vamos a ver tu vestido, le dije, mientras le tomaba del brazo como antes y volvía a sentir sus tetas rozar mi brazo, y tomaba su chaqueta para dársela llevando, a la vez que notaba que su respiración se iba controlando.

Mientras caminábamos por la calle cogidos del brazo, y ella alegremente me contaba cómo debería ser el vestido que quería comprar, sentía que éramos como dos adolescentes que van por la calle disfrutando de su charla y no les importa nada de lo que pase alrededor suyo. Yo me sentía en el cielo al caminar con ella de esa manera, y sobre todo al compartir un momento tan especial como este.

Por fin entramos en un local de ropa de mujer, donde ni bien entrar podía apreciar que existían muchos vestidos de todos los tipos, colores, calidades y precios.

— Bueno, no te me aburras mientras busco algo que me guste, debes saber que soy muy indecisa y puedo demorarme una eternidad, me dijo.

Ok, le dije, mientras hacía una cara de “que más me toca”, aunque por dentro moría de ansias de verla desfilar frente a mis ojos con cada vestido que se probara. Y fueron varios vestidos los que se fue probando uno a uno, y ninguno me parecía el correcto para ella. Todos tenían en común que eran muy largos o que eran demasiado holgados y no se podía apreciar su figura. También me di cuenta que todos tenían un aire como de señora mayor, lo cual para nada me gustaba, prácticamente era como si quisiera ocultar lo que tenía y dárselas de mujer adulta recatada.

— Y no tiene vestidos más alegres y juveniles, le sugerí a la dependienta de la tienda, mientras Sofía estaba en el vestidor.

— Ya se lo busco, me dijo la dependienta.

Le sugerí uno de los modelos que había visto puesto a un maniquí en la ventana. Mientas veo salir a Sofía, quien por último se había probado un traje formal, de pantalón que aunque elegante, no despertaba lo más mínimo de aprobación de mi parte.

— Creo que ninguna me queda bien del todo, dijo Sofía torciendo su boca como esas niñas chiquitas que no consiguen lo que desean. – Me tocará ver alguno de los que tengo en casa, sugirió a regañadientes.

— Pruébese ese último por favor, le dijo la dependienta, quien había hecho caso a mi sugerencia.

Sofía miró el vestido y con una cara como de asombro, luego se quedó mirando a la dependienta como preguntándole la razón de eso, quien le dijo…

— Su novio sugiere que usted se pruebe uno de estos, mientras me señalaba.

Yo me sonrojé como jamás lo había hecho en mi vida, no porque me dijera que yo se lo había sugerido, puesto que para eso me llevó con ella, fue por lo que dijo la dependienta, “su novio” … palabras que se quedaron retumbando en mi cabeza…

Sofía hizo un ademán, como de sorpresa y aprobación, mientras se dirigía al vestidor. La espera fue más larga que las veces anteriores, no salía… hasta que se abrió la puerta del vestidor… Como describir la visión que tenía frente a mis ojos, juro que en ese momento no existía nadie más en el mundo, solo Sofía y yo, la veía acercarse caminando, mientras yo no podía disimular el estar con la boca abierta y atónito por lo que veía. Ella de una manera cómplice dio una vuelta sobre sí misma, de una manera tan lenta que me daba tiempo a contemplarla toda.

Mi mirada recorría cada parte de su cuerpo y era perfecta, desde sus pies subía mi mirada como acariciando su figura quedándome por un momento en sus caderas y su cintura, subir por su vientre y pasar por sus senos, detenerme nuevamente en su cuello, hasta llegar a ver su rostro que ahora presentaba un poco de rubor por la situación.

El vestido que tenía puesta era de un color rosa en dos tonos, la falda un poco más clara que la parte superior. Todo el conjunto era una sola pieza, su falda de una seda que solo al verla se notaba lo delicada que era, se acomodaba a su cintura y formaba sus caderas y muslos a la perfección, mientras caía por un poco más debajo de la rodilla, donde sutilmente se abría en una especie de vuelos que le daban un toque delicioso al caminar.

La parte superior estaba compuesta de una especie de tul con tiras un tanto anchas sobre sus hombros y en forma circular sobre sus pechos, ocultándolos y dejando ver una pequeña línea de la unión de los mismos, el corte del mismo era como hecho a la medida de Sofía, sus tetas entraban a la perfección sin verlos apretados ni tampoco sueltos, parecería que le tomaron las medidas para fabricarlo, con un tono rosa un poco más oscuro que el de la falda, se entallaba en su cintura y caía sobre la falda con un borde sutilmente irregular de acuerdo a las formas del tul.

Sofía estaba de pie frente a mí, con sus piernas casi entre cruzadas, su mano izquierda en su cintura, y la derecha suelta a su costado, tenía el cabello recogido, y yo jamás la había visto así, tan hermosa.

— Es perfecto, logré soltar con mucho esfuerzo

— ¿Te parece? No es muyyy, no sé cómo decirlo, ¿tal vez juvenil para mí?

— ¡¡Para nada!!repliqué. – te queda perfecto, si es como si te lo hubieran hecho a medida.

La dependienta que de pronto reapareció junto a nosotros, pues en los últimos momentos prácticamente había desaparecido de mi vista…

— ¡¡Le queda precioso!! si yo tuviera su figura no dudaría en usarlo. Felicite el gusto de su novio, el vestido que él sugirió resalta sus atributos y seguro quiere lucirla así y ser la envidia de todos.

Sofía sonrió se ruborizó más, bajó su cabeza solo un poco, de una forma pícara me lanzó una mirada como de aprobación.

— Ok, me lo llevo

Yo no supe decir absolutamente nada más… todavía no podía bajar de la nube en la que me había subido contemplarla así. Pero, ¿Qué pensaba Sofía del comentario de que éramos “novios”?, y de que yo quería lucirla y ser la envidia de todos. Algo me decía que a ella esto no le molestaba, sino por el contario empezaba a tomar en cuenta la posibilidad de que entre nosotros existiera algo más.

 




CAPÍTULO 8

EL DÍA DE LA BODA

Tras la maravillosa experiencia el día que salimos a comprar su vestido, nunca le insinúe nada en absoluto referente al comentario de que éramos novios, sin embargo era algo que me daba vueltas y vueltas por la cabeza. Me gustaba.

Llegó el esperado día de la boda de mis primos, y como era viernes en la noche habíamos quedado en que yo iría a casa directamente, mientras ella al salir del trabajo pasaría por el salón de belleza. Entonces yo le esperaría listo para que ella llegue a cambiarse y salir al evento. Sin embargo en la universidad la elaboración de unas prácticas se demoraron más de lo esperado, y salí mucho más tarde de lo esperado, al llegar a casa, Sofía todavía no llegaba y la hora del evento se acercaba, llegaríamos atrasados, pensé.

Preparé mi ropa y entré en la ducha, no bien empecé con mi rutina sentí que Sofía llegaba a la casa. Ya no pude verla como estaba, me arrepentí, debí haber esperado un momento más. Aprovechando que me iba a bañar, me dispuse a hacer una paja pensando en ella, con la imagen que tenía en mente de aquel día que salimos a comprar su vestido, recordaba su figura, sus caderas….

— ¡Ya llegué, me voy a cambiar!, me gritó. – No tardo nada, dijo finalmente.

Yo terminé explotando justo al escuchar su voz, una de las mayores corridas que he tenido, luego acabé de ducharme y me cambié de ropa, los hombres a diferencia de las mujeres, no nos demoramos casi nada en vestirnos, así que estuve en la sala esperando a que Sofía salga lista para irnos por un largo rato.

Estaba sumido en mis pensamientos, y satisfecho tras lo ocurrido en el baño, mientras escuchaba que Sofía corría  de un cuarto al otro, hasta que por fin la escuché caminar hacia las escaleras, era justo lo que esperaba, pronto la vería, me dispuse ir cerca de las escaleras para ayudarle a bajar los últimos escalones.

Aunque unos días atrás ya la había visto con ese vestido, jamás pude imaginarme la belleza de mujer que bajaba por las escaleras, sujetando su mano izquierda por el pasamano, y en la derecha una cartera de mano que hacía juego con el color del vestido. Su cabello estaba suelto y llevaba un corte escalonado que le quedaba de maravilla, se lo había pintado de un color café no muy oscuro.

A pesar que ella sabía arreglarse muy bien, se nota cuando a una mujer la maquilla una profesional, sus cejas depiladas, sombras sobre los ojos, perfectamente delineados. Sus labios llevaban un color rosado similar al de su falda, y estaban perfectamente dibujados, provocaba morderlos. Tenía un sutil rubor sobre sus mejillas y no podía distinguir ninguna de sus pecas. Llevaba unos aretes no muy grandes o llamativos, más bien sutiles, que se balanceaban a cada paso que daba.

Sobre sus hombros llevaba una especie de brillo, me imagino era alguna especie de crema o algo así. Sus tetas se los veía más firmes que de costumbre, debe haber llevado puesta unos sujetadores de copa, los cuales le daban una forma más redonda y firme de lo que yo había notado ella los tenía.

El vestido se formaba de una manera perfecta en su vientre, y dibujaba a la perfección su cintura, para entallar sus amplias caderas y cubrir sus muslos, tapando sus hermosas piernas hasta un poco más debajo de la rodilla, donde esos vuelos finales se movían con un ritmo embriagador. Llevaba puesta unas medias de nylon color brandi, un poco más oscuras de las que solía usar a diario. Y terminaba el conjunto con unos preciosos zapatos de plataforma, de esos que están de moda, pero no eran exageradamente altos.

En definitiva era un sueño a la vista, decir que estaba hermosa es decir poco. En cuanto pude la tomé de la mano, la ayudé a bajar los últimos escalones, mientras le daba una mirada completa por todos lados, pude advertir que algo estaba diferente en ella, algo tenía que la hacía ver más hermosa que de costumbre.

— ¿Qué tal me veo?, me preguntó

— Estás hermosa, divina, perfecta... cualquier adjetivo que busque no podrían describir como te ves, pude decir con una voz que me parecía que me faltaba la respiración.

— Son tus ojos cariño, me dijo. – Dime con sinceridad como estoy

Ante esa pregunta, y escuchar la palabra “cariño”, que no la había escuchado decirme hace mucho tiempo, quizá es que era un niño, lo único que se venía a mi mente era calmar mis ganas de tomarla por la cintura, abrazarla y pegarla junto a mi cuerpo, decirle lo hermosa que se veía y besar esos labios carnosamente provocadores. Como explicarle que luchaba en mi interior por no arrancarle ese vestido, levantarla en brazos y llevarla a la alfombra de la sala para hacerla mía. Dentro de mí tenía una excitación como jamás la había sentido, mi miembro empezaba a crecer y crecer hasta donde lo ajustado de mis pantalones se lo permitía, y eso que no hace mucho me había descargado en su nombre.

— Simplemente estas hermosa, le dije

Mientras me acercaba a ella y notaba que estaba más alta de lo normal, gracias a esas plataformas que llevaba puesta, podía ver su mirada casi a la altura de mis ojos, esos ojos café que tenía y ahora me parecían de una tonalidad miel muy hermosos, pero también podía sentir sus senos mucho más cerca de mí, tan firmes y redondos que daba ganas de tocarlos para comprobar que eran verdaderos.

— Pero te hace falta algo, le dije mientras llevaba mi mano al bolsillo de mi pantalón, sin dejar de verla a los ojos.

Saqué del bolsillo una cadena muy fina, que llevaba un dije con la letra S, de Sofía. No era nada caro pero cuando la vi, me pareció que en su cuello se vería preciosa.

— Esto es para ti, le dije, mientras hacía ademán de que se diera vuelta para poder colocárselo en el cuello.

Sofía se dio vuelta, se puso de espaldas a mí, mientras recogía su cabello y ponía a disposición su cuello, como si de una invitación a besarlo se tratara. Me acerqué un poco a su cuerpo para pasar el collar por sobre su cabeza y proceder a abrocharlo, podía percibir el aroma de su perfume, a la vez que me daba cuenta que su trasero más respingado de lo normal, gracias a los tacones que llevaba, estaba a la altura de mi miembro, el cual luchaba con mis pantalones por abrirse camino hasta ella.

Mientras abrochaba el collar no podía dejar de mirar su redondo trasero, tan cerca de mí y sin poder tocarlo, el cual notaba también diferente, más natural, más… un momento… busqué la línea de los interiores que Sofía solía usar y que se marcaban en las faldas que usaba, y no los encontré… lleva puesta un… si es un tanga!!, mis ojos querían salirse de orbita. Yo jamás le había visto una tanga entre sus prendas íntimas, ¿porque se puso un tanga?, ¿lo hizo por mí? Al terminar de abrochar el collar, Sofía se dio vuelta y mientras lo acariciaba…

— ¡Es precioso! ¡No debiste molestarte! ¡Cuánto debió costarte!

— No es nada, es solo un detalle que quería tener contigo, le dije.

Sofía sin dudarlo se acercó a mí, yo sentía desmayarme, y me dio un beso en la mejilla, que para mi duró una eternidad. Luego con su mano limpiaba dulcemente la marca que me había dejado su labial, lo hizo de una forma tan sensual, que yo sentía que me correría nuevamente. Terminó como acariciando mi mejilla, mientras sus dedos tocaban mi barba de una semana que llevaba, sentí como que le gustaba sentir esa sensación rasposa de mi barba entre sus dedos.

— Te ves muy sexy con barba de varios días… hoy me vas a hacer suegra, corazón.

Salimos a coger el taxi para ir al evento, y la llevaba del brazo, con orgullo para que todos me vieran con ella del brazo. Le abrí la puerta y le ayudé a subir al taxi, yo me subí al lado suyo, no podía disimular de vez en cuando observar sus piernas cubiertas por esa tela de seda que por estar sentada, me permitía ver desde sus perfectas rodillas hacia abajo cubiertas por esas medias de nylon que tanto me gustaban, que ganas de poner mi mano sobre sus rodillas y sentirlas. El taxista nos llevó pronto al lugar de la boda.

Ya en la iglesia, llegamos un poco atrasados y nos sentamos casi al final, mientras transcurrían los eventos de la misma, veía que a Sofía se le formaban unas lágrimas en los ojos, a lo que yo opté por tomarla de la mano, ella se dejó. Al tomar su mano, pude percatarme lo suaves y pequeñas que eran, llevaba unas uñas largas pintadas a tono con su vestido, y también un anillo en uno de sus dedos. Me atreví un poco y entrelacé mis dedos con los suyos, mientras colocaba nuestras manos juntas sobre su regazo, no sé si me excitaba más el tenerla de la mano o el sentir sus piernas cubiertas por la tela de seda de su falda con mi mano.

La ceremonia se demoró un poco, pero al terminar todos salimos a felicitar a los novios en el portal de la iglesia, allí nos topamos con el resto de familiares, a muchos de ellos no los había visto en años.

— Hola Sofía, ¡pero qué guapa estás!, le decían mis tías

— Te noto más joven y alegre, hace tiempo no te veía así, comentó alguien más

— ¡Tienes un brillo único en tus ojos! Escuche también

De la misma manera recibía muchos elogios su vestido, y ella solo trataba de desviar la conversa hacia otros asuntos, parecía que le incomodaba un poco esta situación.

— ¿Y quién es este hombre guapo que te acompaña?, escuché que alguien le preguntaba. Era alguna de sus primas que también había sido invitada.

— Ven te presento, es mi hijo Sandro, ¿lo recuerdas?, dijo Sofía.

— ¿Sandro? ¿En serio eres tú? ¡No puedo creer lo mucho que ha cambiado! Sofía anda con cuidado y te lo roban, capaz y hoy mismo terminas de suegra de alguna de las invitadas.

— Sí eso mismo le he dicho yo antes de salir.

Sin embargo este último comentario molestó visiblemente a Sofía, pero luego cambiaron de tema en la conversación, por suerte ya era hora de dirigirnos al lugar de la recepción que no quedaba muy lejos de donde estábamos, decidimos ir caminando, como muchos otros invitados, pero ya era un poco tarde y empezaba a hacer frío, así que opté por darle mi chaqueta para que se cubra, hasta llegar a nuestro destino.

Ya en el lugar de la recepción, nos acomodamos en una mesa con otros invitados desconocidos para nosotros, es lo mejor pensaba, así podría pasar a solas con ella sin que nadie nos moleste.

Ya empezada la fiesta, en varias ocasiones varios hombres, algunos parientes y otros no, se acercaban a pedirle salir a bailar, pero Sofía se negaba, algunos ni se acercaban, seguramente por la mala cara que yo les hacía. De todas maneras aprovechábamos la noche para conversar sobre diversos temas, nada en especial. La estábamos pasando muy bien, criticábamos a los invitados, su forma de vestir, su comportamiento y muchas cosas más.

Yo no soy de los que me gusta bailar, pero por ella estaría dispuesto a sacrificarme, me venía a la mente las veces que la había visto bailar y me moría de ansias por verla mover su cuerpo al ritmo de la música.

— ¿Bailamos?, le pregunté, mientras le extendía la mano para ayudarla a ponerse de pie.

— Claro encantada, me contestó, mientras tomaba mi mano y nos dirigimos a la pista de baile. Nunca solté su mano hasta llegar a nuestro lugar.

La música que pusieron fue muy variada, algunos momentos de música movida, otros un poco más lenta, pero igual bailamos hasta no poder más. Ella sabía cómo moverse al ritmo de la música, sabía cómo mover cada parte de su cuerpo, yo hacía lo posible por seguirle el paso.  En ningún momento sobrepasamos los limites, ni tampoco lo bailamos de forma provocativa o dándole un toque sexual, simplemente disfrutábamos el momento.

De rato en rato pasaban familiares ofreciéndonos algo de tomar, yo personalmente no tomo, pero a Sofía le chantajeaban los familiares con  los que no se había visto en mucho tiempo, el resultado era el esperado, ya la veía muy mareada y más alegre de lo normal. El resto de la noche, la cuidaba en lo que podía para evitar que siga tomando, pero todos sabemos cómo son esas fiestas familiares. Ya llegaban las 2 de la mañana y muchos de los invitados se retiraban a sus casas, le sugerí a Sofía que ya era hora de hacer lo mismo, ella sin molestarse aceptó mi sugerencia.

Salimos a tomar un taxi, pero creo que el frío de la noche hizo que ella se sintiera más mareada. Llevaba puesta mi chaqueta al igual que cuando llegamos. Pronto llegó un taxi vacío, al cual nos subimos, ella se reclinó hacia mí y puso su cabeza en mi hombro, yo la tenía del brazo para que no se cayera.

— ¿A dónde los llevo?, preguntó el taxista

En ese momento, dejé volar mis fantasías y en ella le pedía al taxista nos llevase al hotel más cercano, donde yo podría estar con Sofía y cumplir con mi deseo de poseer a esa hermosa mujer que me acompañaba, o mejor pensaba decirle que nos lleve a casa y allí poder retomar la escena donde años antes en una situación similar no pude aprovechar.

— Vamos a casa, le dije al taxista, mientras le dirigía por las calles.

En cuanto llegamos a la casa, y ayudé a Sofía bajarse del taxi, lo hizo con dificultad, entramos a la casa y en varias ocasiones, casi se me resbala y estuvo a punto de caer. Para evitarlo, tuve que abrazarla de la cintura y sujetarla mejor, que bien se sentía esa cintura en mis manos, sentir su cuerpo apegado al mío, mi evitación viva en aumento.

Si caminar estaba complicado, ¿Cómo subiríamos las escaleras?, la única solución sería tomarla en mis brazos y llevarla marcada, pensé. Le quité mi chaqueta, y le indiqué lo que haría y pase mi mano izquierda por su espalda mientras mi brazo derecho la tomaba por detrás de sus rodillas, le pedía me abrace del cuello para poder cargarla bien, ella obedeció sin decir nada.

Sentir llevar su cuerpo de esa manera era muy excitante, mi antebrazo derecho sentía el peso y roce de sus piernas, se encontraba en una posición como sentada, mi mano la agarraba bien para que no se cayera. Su cadera colgaba a la altura de mi cintura. Mientras con mi brazo izquierdo rodeaba su espalda y bajaba hasta  su cintura, para terminar sujetando sus caderas, la pegaba fuertemente hacia mí. Sofía recostaba su cabeza sobre mi hombro izquierdo mientras rodeaba con sus brazos mi cuello. No me importaba su peso, solo disfrutaba el instante de rodear con mis brazos su cuerpo y sentir sus formas, a la vez que su cabello a la altura de rostro me permitía apreciar su dulce aroma de mujer.

Subir las escaleras de una en una fue una odisea, no por su peso ni lo incomoda de la situación, sino porque para ese momento mi más que evidente erección no me permitía mover bien. Llegamos con dificultad al segundo piso, Sofía en ese momento levantó un poco su cabeza, como para darse cuenta donde estaba, me miró y yo hice lo mismo.

Entonces ocurrió lo que nunca podría haberme imaginado, me dio un beso en la boca, un beso largo y delicioso, podía sentir la pasión que le ponía a sus labios, mientras con sus brazos se acercaba más a mí, nuestras narices de rozaban dulcemente y en eso, se detuvo y me dijo “te quiero tanto”, luego resbaló su cabeza en mi hombro para recostarse como antes.

¿Pero qué estaba pasando? ¿Era una clara invitación a pasarla juntos esa noche? ¿Esta es mi oportunidad?

Pasado un momento de perderme en mis pensamientos me dirigí a su habitación, procuraba no toparla contra los objetos que había al paso, por suerte la puerta abierta me permitió entrar en ella sin problema, con mi codo y a modo de contorsionista logré encender la luz, ahí estaba su cama, la depositaria allí de la manera más suave posible. Con cuidado  la recosté sobre la cama, le retiré sus zapatos y acaricié sus pies por un instante, y me quedé contemplándola, mientras saboreaba los restos del labial que había dejado en mi boca, ¡pero qué bien que se veía con ese vestido!

Me entretuve observando lo perfectas de sus piernas, esa cadera que me enloquecía y recordé entonces que llevaba puesta una tanga, esa cintura que tuve entre mis manos hace unos instantes, esas tetas tan redondas y seductoras, su cuello que llevaba la cadena que le había regalado, y su cara hermosa en todo su esplendor, de vez en cuando hacía una especie de pucheros con sus labios y a pesar que se encontraba dormida, parecía que se me estaba insinuando.

Sentía que mi verga que tanto la deseaba, nuevamente se manifestaba creciendo a más no poder, al ver a mi disposición tan suculento banquete. Pero, di un suspiro, y la tapé con el edredón ligero y la sábana, me quedé mirándola otra vez, y me fui a mi habitación.

— ¿Pero qué estás haciendo?,  Me gritaba yo mismo en mi interior.

Como no aprovechar tremenda oportunidad, me cuestionaba. ¿Te das cuenta que esta podría ser la única ocasión en la que podrías poseer a esta mujer? Me recriminaba a mí mismo. Total y con lo ebria que estaba, no recordaría nada al otro día. Tranquilamente podría desvestirla y vestirla nuevamente. Pero esa no era la forma en que quería que sucedieran las cosas, ahora no, tal vez hace un tiempo atrás no lo hubiese dudado, pero ahora todo era diferente. ¿Qué me estaba pasando?

Me di cuenta que ahora amaba a esta mujer, no como un hijo a su madre, sino como un hombre a una mujer, que sería incapaz de hacerle daño y aprovecharme de ella en esta situación. Mientras pensaba en todo esto, me quedé dormido, con el sabor de su boca en la mía y el sonido de esa frase “te quiero tanto” repitiéndose en mi mente, mañana sería otro día.

 




CAPÍTULO 9

MEJORANDO NUESTRA RELACIÓN

A pesar que la noche anterior yo no había tomado ni una gota de licor, me sentía exhausto y fui el último en levantarme. Me di cuenta de ello, porque cuando abrí mis ojos, eran las 11 de la mañana y lo primero que puede escuchar era una música romántica, si no me equivoco “Te voy a amar hasta morir” de Carla Morrison, que venía del primer piso, y la voz de Sofía cantando muchas partes de ella a todo pulmón

Déjame tomarte de la mano

Déjame mirarte a los ojos    

Déjame a través de mi mirada

Déjame quedarme aquí

Déjame besarte ahí

Donde guardas tus secretos,

Los más oscuros y los más bellos.

Te regalo mis piernas, recuesta tu cabeza en ellas...”

Wow, en mi vida jamás recuerdo haberla escuchado cantar algo, y no lo hacía tan mal, a parte que esa letra, ¿qué está pasando?, lo del beso de anoche no fue un sueño, fue una realidad, pensaba.

Pensé que estaría Sofía haciendo abajo, y me imaginé que de pronto estaría arreglando la sala, entonces de seguro se pondría sus shorts amarillos, esos cortitos, que me permitirían verle sus piernas de forma completa. Este fue mi incentivo para levantarme lo más rápido que pude, me puse la primera ropa que encontré y bajé, buscándola.

Me había equivocado, no estaba vestida como me la imaginaba, y tampoco estaba arreglando la casa, estaba vestida de manera formal, como si fuera a trabajar a la oficina, ¡¡pero era sábado!!, llevaba unas medias de nylon negras, zapatos de tacón, una falda gris, con un partido a medio muslo, una blusa negra formal con unos pequeños vuelos por el cuello, era de manga larga, podía apreciar un sujetador de color negro, ya que la blusa tenía un toque transparente, estaba muy bien arreglada, llevaba hecha una cola y un gracioso mechón de cabello le caía por un costado de su rostro, ni parecía que hace unas horas atrás estaba que no podía levantarse. Llevaba puestos unas gafas, que aunque con un toque moderno, se le bajaban hasta media nariz, y la hacían ver más atractiva. Estaba completamente divina.

Se encontraba sentada de lado en la silla de la mesa, cruzada sus piernas, de una forma tan sensual, la pierna que tenía por encima se balanceaba coquetamente al ritmo de la música, tenía unas hojas sobre la mesa y escribía algo en la computadora portátil, de la cual salía la música que acababa de escuchar.

— Hola, ¿qué haces?, le pregunté.

— Hola cariño, me dijo, disculpa si te he despertado.

Era la segunda vez en poco tiempo que me decía “cariño”, me empezaba a gustar.

— Sabes, me llamaron de la oficina, y tenemos una reunión de trabajo urgente a medio día, estoy preparando una información que necesitan.

— Pero, es sábado, le dije.

— Si, pero de esta reunión depende un negocio que la empresa necesita hacer, para lo que es urgente revisar estos balances que me pidieron.

Y yo que me había levantado con la ilusión de estar con ella, y conversar de lo pasado la noche anterior, para saber si estaba dispuesta a aceptarme como un pretendiente y dejar de verme con su hijo, y se diera cuenta que yo era un hombre que estaba completamente enamorado de ella. Pues el beso y el “te quiero tanto” de anoche me daban fuerzas para hacerlo. Por otro lado la canción que escuchaba y su forma de cantar, me daban alas para no equivocarme en el paso que pretendía dar. Decirle que estaría dispuesto a luchar por ella, y que aunque me demore años, la conquistaría si me diera la más mínima esperanza para hacerlo.

— La reunión es a las 12, y no sé a qué hora nos desocupemos, pero por lo bajo estaremos terminando pasadas las 4 de la tarde, no te preocupes por mí, ya arreglaron en llevarnos a comer a todos quienes iremos a trabajar, así que te tocará almorzar solo por hoy, me decía, mientras cerraba su portátil y guardaba sus cosas.

— Está bien, le dije, yo solo quería…. Y no me decidí a decirle que quería conversar con ella…

Me interrumpió lo que quería decirle, cuando exclamó…  — ¡¡Son más de las 11!! Me atraso a llegar, y esperan esta información, es de vital urgencia.

Cogió sus cosas, una chaqueta que estaba en el sillón, buscó sus llaves y se dispuso a salir. Y yo parado como una estatua, viéndola hacer todo.

— Pórtate bien, me dijo, mientras con su mano acariciaba mi rostro, se paraba un poco de puntillas para alcanzarme, ya que aunque con tacones, yo era más alto que ella, y me estampaba una beso en la mejilla, el cual ahora no se preocupó en limpiar, sino por lo contrario me daba la impresión que quería dejar una huella que sea difícil de sacar.

El despecho que me había invadido minutos antes, se había desvanecido, y ahora me invadía una serie de dudas y emociones que serían difíciles de explicar por el momento. No pude salir de mi pose de estatua, mientras giraba sobre mis pies para verla salir por la puerta de la casa, toda ella apresurada, moviendo sus caderas provocativamente y esa falda, nuevamente cómplice de mis fantasías, que gracias a su falda partida, me permitía ver parte de su muslo en su rápido caminar.

Ella salió y cerró la puerta, no sé cuánto tiempo me quedé como un bobo mirando la puerta, hasta que volví en mí, todavía no podía asimilar lo que estaba pasando. Entré a desayunar, a arreglarme, a comprar algo de comer y hacer mis tareas, fue en lo que me ocupé mientras estaba solo en la casa. Me parecía que el tiempo no pasaba, pues casi había terminado todas mis obligaciones y no eran siquiera las 3 de la tarde, y Sofía me había dicho que saldría pasadas las 4, que feo que es esperar que pase el tiempo.

Me dispuse a arreglar algunas cosas en la casa, y el tiempo no pasaba, entonces me puse a pensar en la forma como quería enfrentar a Sofía y llevarla a una conversación sin ánimos de parecer un desesperado, mucho menos un maníaco sexual. Así que como todavía tenía tiempo, decidí preparar el terreno para una “cita” sorpresa en la casa, a lo que llegara Sofía de su trabajo.

Compre rosas y la acomodé en un bonito jarrón en la sala, limpié todo lo que estaba a la vista y no debía estar ahí. Busqué una selección de música romántica de la que me di cuenta le gustaba, la dejé lista en el equipo de sonido. Acomodé la mesa a modo de un lujoso restaurante, busqué en internet fotografías para basarme y armé algo lo más parecido a una de ellas. Hasta puse un par de velas rojas que encontré en un cajón.

Salí a comprar una botella de vino, y como no sabía de cual le gustaba, cogí el primero que me llamó la atención, un par de copas de vidrio casi se me olvidan llevar, ya que en la casa no sabía si teníamos de esas copas, nunca se me había ofrecido. Pasé por un restaurante de comida italiana y pedí unas raciones para llevar, consistía en espagueti con carne y una salsa de tomate, me habían dicho que era deliciosa.

Me vestí de una forma semi formal, pantalón de casimir, una camisa, sin corbata, más bien la llevaba semi abierta, las mangas dobladas, lustré mis zapatos, y me rebajé la barba para dejarla como si fuera de unos 3 días, así me gustaba llevarla. Y pasé mucho tiempo buscando mi colonia para oler rico para ella.

Dieron las 4 de la tarde, y yo empecé a desesperarme, se acercaba el momento que vería entrar a Sofía por esa puerta y no sabía cuál sería su reacción, una parte de mí decía que estaba bien lo que hacía, pero otra me atormentaba buscando posibles situaciones en las que todo saldría mal. Tenía lista la comida en el horno eléctrico para calentarla en cuanto la sintiera llegar. Pero ya iban a ser las 5 y no llegaba. Esperaré un poco más, me dije, pero ahora si el tiempo parecía volar. Ya iban a ser las 6 de la tarde, cuando escuché que se detuvo un coche fuera de la casa, miré por la ventana y era un taxi, del cual se bajaba Sofía, había llegado.





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