Todos los Relatos están Inspirados en Vidas Reales...

UNA HISTORIA DE AMOR. Y si tú no has de volver...

    "Y si tú no has de volver" 1ª PARTE "Una para el otro y otra para el uno". Esa frase la repite una y otra vez mi ...

Infiel por Naturaleza




¡¡Me gusta que un buen macho me haga sentir muy puta… ese es mi estado natural actual!!

Pensé sobremanera, en aquellos que quizás no crean en el testimonio porque piensan que es falso, producto de alguna fantasía calenturienta. Y lo pienso con pena, porque estaríamos perdiendo la posibilidad de compartir una historia absolutamente real, quizás mucho más común de lo que creamos… porque lo que me ha sucedido a mí a lo largo de mi vida, les ha sucedido a muchas mujeres desde niñas. Lo que a continuación describiré  es una experiencia de vida más y todas tienen su valor añadido en el contexto consecuente.

El desencadenante de mi estado actual es debido a lo que sucedió a principios del año pasado, hace ya unos 18 meses, por entonces tenía 28 años, casada con un marido al que conocía desde hace seis años, pero en matrimonio solo cuatro. El sexo con él no era todo lo bueno que una mujer espera estando recién casada… mi ex esposo es obeso y diez años mayor que yo. Creo que me gustan así tal vez por mi experiencia de niña, con mi padrastro y el gordo cabrón del profesor de lengua en el colegio donde me iniciaron duramente en el sexo. Me gustan esos tipos, seguramente por el placer que recibí a tan tierna edad de esos hombres rechonchos y maduros bien dotados, sometiéndome el subconsciente que ha quedado marcado a fuego, por todos los esos momentos placenteros, viéndolo desde una perspectiva muy distinta a cuando te desvirgan siendo una adolescente o una mujer con más madurez. 

Cuando conocí a mi marido, no estaba tan gordo como cuando lo dejé…, me atrajo su desparpajo y su madurez. Sin saber bien que esperaba de él nos casamos sin estar enamorada, lo mío con él era sexo por el simple deseo carnal, sin embargo, al año y medio de la boda, manifiesta no sentirse cómodo teniendo relaciones conmigo… al ser delgada se auto discriminaba, piensa que más que satisfacción, me generaba una carga molesta haciéndome el amor y, aunque trataba de que no se sintiera marginado, no hubo modo de torcerle el pensamiento respecto a eso. Las veces que follamos acaba muy rápido sin satisfacerme demasiado…, como pueden imaginar nunca me he corrido con su polla dentro de mí tal como hacía con mi padrastro… ¡Hacía tiempo que no me sentía bien follando con él! Naturalmente siempre que hay que tratar de buscar posiciones que a él lo hagan sentir cómodo y a mí no me hagan mal, pero después de conseguirlo siempre acababa a cuatro patas y él follándome como una perra, está todo bien para él y no tanto para mí, pese a que me encanta asumir el rol de sumisa, él apenas duraba corriéndose sin esperarme.

Lo cierto es que, en medio de este contexto poco alentador, yo he ido mejorando mi estado físico en base a dietas y gimnasia, hasta alcanzar una línea envidiable. Les cuento, tengo unas grandes tetas desproporcionadas a mi estructura corpórea, uso una talla 105, tengo buenas caderas, piernas largas y muy buen culo. Soy secretaria de un médico y debo confesar que en los últimos tiempos he recibido todo tipo de propuestas, más aun, de aquellos hombres que conocen a mi pareja y suponen que mi intimidad sexual no es del todo feliz. Lo cierto es que nunca fui infiel hasta que pasó lo que alguna vez tenía que pasar….

Tengo una amiga, María Eugenia, que sale con un maduro de unos 45 años. Se llama Pedro y es camionero. Ella me contaba que tenían relaciones en la cabina del camión y me detalló cómo eran esos encuentros. Voy a utilizar términos vulgares porque de ese modo el testimonio se va a potenciar para aquellos que lo están leyendo. Mi amiga me dijo una vez… 

– No sabes lo bien que me folla y el pedazo de polla que tiene…

Así habla Eugenia. Lo cierto es que yo no le di importancia hasta que conocí a Pedro y era un maduro interesante… Alto, fuerte con un peinado para atrás engominado de patillas largas, y sobre todo con unos músculos bárbaros… Divino. Ella me lo presentó y yo no pude hacer otra cosa que mirarlo e imaginarme lo que Eugenia me contaba sobre él. Nos saludamos y nada más. Cuando pasábamos por su casa con el coche conduciendo mi marido, observaba los alrededores para ver si conseguía verlo y nunca tenía la suerte, aunque solo formaba parte de mi fantasía. Siendo camionero era improbable contactar visualmente en un paseo por la calle.

Me imaginaba como sería una noche de sexo con él. Lo veía muy rudo, salvaje y eso me impulsaba la libido aunque era solo un momento. Una noche fuimos a una fiesta junto a otra pareja amiga (no era Eugenia) y allí se desencadenó el nudo de esta historia. Estábamos cenando con mi marido cuando lo vi sentado en otra mesa. Era Pedro, que estaba con unos amigos. En un principio me conmovió, pero yo no podía desequilibrarme ya que mi esposo podía darse cuenta… Traté de simular que nada había visto. Al fin y al cabo era el amante de mi amiga y no mío… Fuimos a bailar y en un momento, mi marido se puso a conversar con alguien que estaba bailando detrás de él. 

Yo hablaba con mi amiga que bailaba a mi lado, cuando de pronto sentí que alguien me tomaba de la cintura. Era él, que aprovechó la distracción de mi esposo para agarrarme fuerte y apoyarme su pedazo de bulto contra mi culo que es prominente…bastante respingón. Estaba enmarcada por un pantalón de lino muy ajustado al cuerpo. Lo sentí y me corrió un escalofrió… – Hola, me dijo mojándome el lóbulo de mi oreja con los labios y solo atine a contestarle con un balbuceo… El turro me apoyo y siguió de largo sin darme más bola en toda la noche. Mi marido ni se dio cuenta, pero yo me quedé muy excitada durante el resto de la fiesta. Cuando llegaron las tres y media de la madrugada, mi esposo se fue, ya que en media hora viajaba a Jerez a presenciar la carrera de motos del campeonato del mundo e… insistió para que me quedara con la pareja amiga nuestra.

Yo no quería quedarme sola. Tenía miedo de no superar ese estado de embriaguez que me provocaba el tipo con el que me había soñado desnuda alguna vez. Eran las 4:20 cuando mis amigos me ofrecieron a llevarme a casa. Les dije que no, que estaba muy cerca (es cierto, ya que del lugar de la fiesta vivo solo a tres calles) y cuando ellos se fueron, tomé mi cartera y comencé a caminar hacia casa. A media manzana del apartamento me tocan la bocina. Yo me quedé helada. Estaba acostumbrada a que me digan cosas en la calle queriéndome levantar, pero este era él… Me invitó a subir a su SUV, no pude decirle que no…. Me dijo que hacía tiempo se había fijado en mí, que le gustaba mucho y que deseaba verme desnuda, tenerme solo para él. Yo me quedé mirándolo con impresión sorprendida y recatada, pero por dentro estaba más caliente que una cafetera hirviendo.

Nos besamos…no pude evitarlo y me llevó hasta un descampado, a la vera de un arroyo, un lugar hermoso donde habitualmente van parejas. Allí me pidió que nos fuéramos a la parte trasera, que estaríamos más cómodos tras escamotear los asientos quedando todo diáfano. Era una noche de verano, calurosa, hermosa, especial para estar al aire libre. No esperó nada para desnudarme. Se abalanzó sobre mí con muchas ganas de follarme sin previos… Yo deseaba que me arrancara la ropa y así lo hizo. Lo que más le gustó fue bajarme despacio el pantalón y tener en su cara el culo que tantas veces lo había excitado. Yo estaba en las nubes. Ni me acordaba que tenía un marido… Me mordió las tetas con ganas, puso sus enormes manos en mis nalgas y sobó mis nalgas mientras me besaba toda metiendo su lengua en mi boca… le mamé esa lengua y le metí la mía recorriendo sus dientes. Cuando se bajó la ropa interior y saco su verga, me quería morir. Eugenia no había exagerado. Si bien era descomunal, además era impresionante. Me tomó de los pelos y me llenó la boca con su pollón… 

– Trágatela toda… vas a ser mi puta, me decía. 

Yo deseaba ser una puta hembra usada, quería que me humillara. A esa altura, solo deseaba que hiciera lo que quisiera. Quería tragarme ese pedazo de tranca, que sacó de la boca para evitar una corrida prematura.

Me tiró en el piso del coche y, echó su cuerpo encima del mío… mientras me besaba, su cintura se acomodó entre mis piernas dejándole espacio entre ellas me despatarré…, sin más en dos estocadas me penetró metiendo el estoque poco a poco, iba ganando profundidad ensanchando mi vagina apretada y poco acostumbra o nada, a cipotes de tal calibre… me empezó a follar despacito… Sentía esa carne caliente dentro de mí y explotaba de placer, más aun cuando a los pocos minutos comenzó a meterla con fuerza contundente, fuertes empujones que enterraban los más de 20 cm de verga. Me mataba, yo gritaba como una loca. Nunca había sentido una polla así dentro de mí. Era hermosa… Empujaba cada vez más y parecía que mi coño se estiraba en un esfuerzo imposible para albergarlo sin sentir un poco de dolor, cuando su cabezón topaba con la pared de mi vagina. Tenía un cuerpo escultural el tipo. Yo le mordía el cuello, los hombros… Me volvía loca. Nunca me habían follado así, ni me habían dicho tantas cosas… 

– Eres la peor de las putas.

– Hace tiempo que querías follar conmigo. Aquí tienes mi verga para que no te olvides más de mí… decía en mi oído. – Sabes cuantas veces te vi con tu marido y pensaba en tenerte para mí y follarte todas las veces que quiera… 

Yo estaba enloquecida. Solo quería más y más de esa verga increíble. Quería que me tratara como la más perra. Me estaba descubriendo un costado erótico que deseaba impulsar cada vez más… Solo sabía que quería follar así con maduros bien armados de pollas tremendas, machos que me sometan como a la puta que soy…con un semental como él.

En un momento me da vuelta y mientras me muerde la espalda, me pasa la lengua por la culo y me hizo delirar de placer… Jamás me habían hecho eso. Él se sacó las ganas (mi culo lo enloqueció) y de pronto me dijo que me lo iba a romper… Yo me opuse ya que nunca se lo permití a mi marido y menos lo iba a dejar a él, que tenía una verga multiplicada por tres al lado de la de mi esposo, pero no hubo manera de contenerlo y me folló por atrás… De tal manera que dolían los ovarios… Me corría un hilo de flujo de como tenía mi coño de acuoso. Me dio por el culo abriendo el ano de una manera bestial, como nunca pensé que me la iban a hacer. Al principio me dolió, pero después me dio un inmenso placer… me vinieron aquellos recuerdos en el colegio con mi padrastro. 

Terminó corriéndose en mi culo, lo llenó de leche y yo terminé con orgasmos múltiples… Me ardía todo, esa verga había hecho estragos en mí, pero me encantó… Con el tiempo estuvimos saliendo un par de veces más a escondidas del cornudo de mi esposo y de mi amiga… Cada vez me folló mejor. Hoy soy una infiel empedernida. Me cambió la vida… El sexo me vuelve loca y lo único que me ponía rara es saber que mi gordito debía imaginarse que otros se follaban a su mujer. Cada vez que me ve desnuda me lo decía sabiendo que muchos hombres, incluso de los que dicen llamarse sus amigos me deseaban joder y, es así, ya que varios me encararon para salir. A todos les dije que no… Bueno a casi a todos. No eran el tipo de hombre que es Pedro que además de todo es reservado y eso es muy importante. Con él no me pude resistir y todo gracias a Eugenia, aunque no tiene por qué saberlo….

…Como de costumbre, salí con mis amigas en otra de esas noches malditas donde estaba de copas mientras mi marido se había ido a ver el fútbol con unos colegas. Quizás por eso, me sentía sola a pesar de estar con unas amigas. Cabreada por llevar casi un mes sin “follar”, por llamarle de alguna manera…, miré a mi alrededor, mientras soñaba inconscientemente en vengarme de mi hombre por preferir a 22 tíos corriendo detrás de una pelota y no a mí. Nunca le había sido infiel pero en ese momento pensé que no me importaría echarme en brazos de un desconocido. Justo en ese momento, decidí ir a por una cerveza y mientras me acercaba a la barra, descubrí que el único sitio libre estaba junto a un hombre alto, bastante mayor pero que curiosamente me miraba sonriendo. Os confieso que me pareció conocido pero no caía en quién era y por ello cometí la tontería de decirle hola...

– Hola preciosa, te estaba esperando.

Contestó con una voz gruesa y varonil que contra mi voluntad, me puso los pezones como escarpias.

– ¿Nos conocemos? 

Respondí alucinada mientras entre mis piernas comenzaba a arder un pequeño incendio. El tipo en cuestión, soltando una carcajada respondió dejando caer su mano entre mis muslos de manera muy atrevida y confiada… 

– Todavía no, pero si no me equivoco esta noche nos vamos a conocer profundamente.

En cualquier otro momento, le hubiese cruzado la cara con un bofetón por insinuarse de esa forma pero esa noche algo me lo impidió y más excitada de lo que nunca reconoceré a alguien contesté… 

– Estoy casada.

Esa confesión pareció no importar al desconocido y llamando al camarero, le pidió dos whiskies. Impactada por mi reacción y mientras notaba como su mano acariciaba sin reparo mi pierna, solo pude murmurar que me apetecía una cerveza.

– ¡¡Conmigo, beberás lo que yo diga!!  

Respondió usando una autoridad que me resultó atrayente. Callada y muerta de vergüenza, me quedé sentada temiendo que alguna de mis amigas se percatara del modo en que ese tipo me estaba metiendo mano. « ¡Que voy a decir!», pensaba al tiempo que se iba acrecentando la hoguera que amenazaba achicharrar mi coño. Lo peor fue notar justo cuando el empleado me ponía la copa, un dedo recorriendo la tela del coqueto tanga que me había puesto y sin ser capaz de protestar, solo atiné a beber un sorbo, quizás deseando que eso apaciguara lo que estaba sintiendo. Desgraciadamente para mí, ese sujeto sabía que ocurría en mi cuerpo y acercando su boca a mi oído, comentó…

– ¡Abre tus piernas cariño!

« ¿Qué estoy haciendo?», me pregunté en el interior de mi mente mientras obedeciendo separaba las rodillas, aun sabiendo que eso le iba a dar un mejor acceso a mi encharcado coño. Mi inesperado amante aprovechó mi entrega para introducir una yema debajo de mis bragas y sin importarle la presencia del resto de la gente, empezó a masturbarme. Un gemido me salió de dentro confirmando mi disposición a ser manoseada por ese misterioso hombre y tratando de tapar lo que ocurría debajo de la falda, puse mi bolso encima.

– Por favor, pueden vernos,  casi sollozando, murmuré.

– Me da igual,  respondió dejando entrever su carácter dominante.

No supe en ese momento que fue lo que me empujo a permanecer ahí, si las ganas de vengarte de mi marido o la calentura que ya me envolvía, lo cierto es que con la respiración entrecortada, le imploré que se diera prisa, ese tipo era atractivo, más bien poseía un magnetismo que no pude rechazar.

– Acompáñame, contestó y dejando su silla

Ante mi desconcierto, ese maduro se dirigió al baño sin mirar hacia atrás. « ¿Qué coño se creé? Me está tratando como una puta», mascullé indignada sin darme cuenta que respondiendo a su llamada, me levantaba y corría tras él. Justo cuando estaba a punto de entrar, la cordura me hizo dudar pero ya era tarde porque cogiéndome de la cintura, sentí como ese desconocido me lanzaba dentro y cerraba la puerta.

– ¿Qué haces?  Por primera vez, muerta de miedo, protesté.

Sonriendo, el maduro contestó… – ¿Qué crees que deseas…? ¡¡Voy a follarte!!

Nada más escuchar su afirmación, comprendí que era cierto el conocimiento que tenía sobre mí, sobre las hembras salidas como yo, o sobre el género femenino en general, pero nunca me esperé que sin dirigirme la palabra, ese maldito me diera la vuelta, me subiera la falda y bajándome las bragas, de un solo empellón, me penetrara.

– ¡¡Dios mío…!! ¡Déjame salir! 

Conseguí decir mientras todo mi ser temblaba de placer al sentir mi conducto vaginal atorado por el mostrenco de su cipote, que ni siquiera había visto ni tocado y para colmo, de cuyo dueño desconocía hasta el nombre. Lo que si sabía es que lo tenía enorme…largo y grueso como un tronco, además de ser un portento viril por la forma en que una y otra vez, ese tipo machacó mi coño…, con treinta años, casada y con varios novios en mi haber, comprendí que me habías encontrado con un verdadero prodigio de macho, cuando todas mis neuronas comenzaron a vibrar y olvidando que me podían oír fuera, le empecé a gritar que no parara.

– No pienso hacerlo.

Escuché que respondía mientras mi cuerpo era zarandeado con violencia y mi cara era aplastada contra los azulejos del baño. La rudeza con la que la verga de ese sujeto campeaba en el interior de mi chocho me tenía tan excitada como confundida. Nunca jamás nadie me había usado de esa forma, se podía decir que ese capullo me estaba violando y a pesar de que lo lógico hubiera sido que hubiese intentado huir, todo mi ser deseaba que no terminara ese suplicio. « ¡Qué asco me doy! ¡No me pudo creer que lo esté gozando!», sollocé en mi mente mientras mi cuerpo disfrutaba. En mitad de ese placentero tormento, notando su fastuoso falo llegar donde nadie me había escrutado la vagina…prácticamente me llegaba al estómago, mi amante afianzó su ataque cogiéndome de las tetas. Al sentir sus garras clavándose en mis voluminosas ubres, mientras su polla destrozaba mi cordura a base de fieras embestidas, me llevó a un estado de lujuria sin igual.

– Cabrón, ¡me estás volviendo loca!  Alcancé a decir totalmente entregada.

Jamás había experimentado algo igual, el placer de ser tomada en ese lugar, la humillación de haberme entregado a un tipo anónimo y la destreza con la que me estaba follando, hicieron que mi coño pidiera más… 

– Todavía no he terminado.

Contestó “mi agresor” al oír mi suplica y pellizcando duramente uno de mis pezones, me exigió que me moviera. Obedeciendo, bombeé mis caderas hacia adelante y hacia atrás siguiendo el ritmo de la dura verga que hoyaba mi coño. Mi nuevo entusiasmo le pareció poco y mostrándome su disgusto con un azote sobre una de mis nalgas, ese cerdo me obligó a incrementar mi bamboleo.

– Me vas a romper cabrón… ¡Me partes en dos! 

Chillé al sentir el orondo glande de su tranca golpeando contra la pared de mi vagina. Para entonces todo mi mundo estaba concentrado en lo que ocurría dentro de mi coño y en el violento asalto al que estaba sometido y, por eso no me importó que ese maldito estuviera castigando mi culo con duros manotazos. Es más cada uno de esos golpes incrementaron el placer que sentía y sin poder hacer nada por evitarlo…, metí una mano entre mis piernas y le agarré de los huevos, joder que par de bolas le colgaban al semental. Se la manoseé para que se corriera pronto y acabar con aquella fatiga para mi coño profundo…de pronto la percibía tan honda que debía estar alojada en mi útero. El tipo incrementó su vaivén follándome a todo trapo…me corrí como una puta, al tiempo que sin avisar experimenté como mi conducto uterino se llenaba de su semen…uno tras otro chorro de lefa fueron rellenando mi vagina sin poder impedirlo…

– No te corras adentro,  protesté sin dejar de moverme.

Nada pude hacer por evitarlo. Mientras todo mi cuerpo era sacudido por ese cúmulo de sensaciones, ese maduro me sujetó de la cintura y me obligó a ser receptáculo de su simiente.

– ¡Por favor! Supliqué al recordar que no estaba tomando la píldora y podía quedarme preñada.

Obviando mi sufrimiento, el desconocido vació sus huevos en mi interior con decisión. Solo cuando se sintió satisfecho tras unas seis o siete eyaculaciones, sacó su verga y buscando mi completa humillación, la puso frente a mi boca y dibujando una sonrisa de victoria, me ordenó…

– Límpiamela.

Como un zombi sin voluntad, saqué mi lengua y comencé a lamer ese enorme tronco con un fervor que me dejó aún más consternada porque, no en vano, me percaté que seguía excitada y que en lo único que podía pensar era en que volver a sentir ese pollón incrustado dentro de mi chocho.
El inexpresivo sujeto advirtió el fuego que me estaba consumiendo al notar que me estaba excediendo y que en vez de estar limpiando restos impregnando su verga, lo que realmente estaba haciendo era mamársela como una PUTA. Haciéndome saber que me consideraba una guarra, se guardó la polla y cerrando su bragueta, murmuró…

– Me apetece una copa… Hace tiempo que no me vacían los huevos de esa manera.

Tras lo cual salió del baño dejándome todavía más despreciada. Vejada, ofendida, desdeñada, avergonzada… todo apelativo era poco para definir mi estado. Roja como un tomate y casi llorando, volví a la mesa donde mis amigas seguían sentadas. Afortunadamente, ninguna me había echado de menos porque la verdad no sé si hubiese podido aguantar un interrogatorio. «Soy una puta barata», pensé de mí al sentir el esperma del maduro discurriendo por mis labios vaginas empapando mis bragas de engrudo, me metí la mano y recogí un poco de lefa, chupé el dedo saboreando su hombría… « ¿Cómo es posible que lo haya permitido?». Sin respuesta que explicase mi actitud, me sorprendí buscando entre la gente al cincuentón. «Vete a casa, ¡no vayas a hacer una tontería!» mi conciencia me aconsejaba pero negándome a hacerla caso, me quedé como anclada a mi silla al ver que el desconocido estaba pagando su cuenta. Como perra sin dueño, me lo quedé mirando deseando que me hiciera una seña para que lo acompañara, aunque eso significara mi perdición. Lo más humillante de todo es reconoceros que durante el par de minutos que tardó en vaciar su copa, estaba sufriendo pensando en que me dejaría tirada. Por eso cuando, pasando por mi lado, ese cabrón me susurró al oído que le acompañara, pegué un grito de alegría y sin ponerme a pensar en que dirían mis conocidas, agarré mi bolso y le seguí.

– ¿Dónde vamos?  Pregunté al pisar la calle.

– A seguir follando,  fue su lacónica respuesta mientras me empujaba dentro de su coche.





Ni siquiera en ese momento recapacité en lo que estaba haciendo y con todas mis hormonas en ebullición, esperé callada en mi asiento mientras ese hombre me llevaba a un destino desconocido. Lo creáis o no, en mi mente solo había un pensamiento… “Estaba emocionada con su promesa que me iba a follar”. Durante todo el trayecto, el silencio se adueñó del vehículo pero eso lejos de enfriar mi calentura, la exacerbó porque sin otra cosa que hacer me puse a pensar en lo que se avecinaba  y en las sorpresas que me depararía ese maduro. Por mi imaginación y como si fuera una película, pasaron diferentes opciones en las que me dejaba usar por él. En unas, me vi cautiva, sometida y violada, mientras en otras yo llevaba la voz cantante y usando el trabuco que ese tipo tenía entre sus piernas, satisfacía hasta la última de mis fantasías. «No tardaré en saber», medité al oír que me decía que estábamos a punto de llegar. Curiosamente en ese instante, me entraron las dudas sobre cómo reaccionaría mi amante al verme desnuda y empecé a temer que no le gustara mis gordas tetas o que le repeliera observar mi coño totalmente depilado. «A lo mejor le parezco una guarra», dudé, «las mujeres de su generación suelen llevar el chocho poblado de pelos». Pero entonces ese tema pasó a un segundo plano al ver que ponía el intermitente y aparcaba al lado de un edificio que conocía a la perfección.

– ¿Qué hacemos en mi casa?  Pregunté indignada creyendo que había sido burlada por ese maduro y temiendo que actuara en connivencia con mi marido.

– También es la mía.

Respondió cerrando mi boca con sus labios mientras una de sus manos se hundía entre mis piernas. La angustia se mezcló con el morbo de saber que ese sujeto era mi vecino y actuando como hembra en celo, dejé que sus yemas torturaran mi clítoris mientras se reía diciendo…

– Siempre tuve ganas de follarme a la sensual rubia del cuarto.

La lógica me decía que saliera de allí sin mirar atrás pero lo que realmente ocurrió fue que mis pezones se me pusieron duros como piedras al oírle. Os parecerá ridículo pero saberme deseada por él, me puso como una moto y dejándome llevar, como una energúmena tanteé el bulto de su entrepierna. No me costó comprender que era mucho más grande que el de mi marido y soñando con el placer que con semejante aparato me podía dar ese maduro, quise un anticipo por lo que intenté bajar su bragueta.

– Quieta ¡puta!  Me gritó. – Aquí ¡mando yo!

Ese insulto me dejó paralizada y cachonda. El sujeto comprendió mi estado y sacándome casi a rastras de su coche, antes que me diera cuenta me encontré dentro del ascensor de mi edificio.
Una vez allí, sin importarle que alguien pudiera vernos, me ordenó que le hiciera una mamada. Mi calentura era tal que no dudé en obedecer y al ver que se cerraba la puerta, me arrodillé frente a él.

– Date prisa, no tengo toda la noche,  dijo sacando la polla de su pantalón.

Tras la sorpresa inicial, cogí su verga entre mis manos y al comprobar que era todavía más enorme de lo que me había imaginado, conseguí murmurar antes de llevar mi boca ese trabuco… 

– Es enorme.

Mis palabras le hicieron gracia y mientras seguía calibrando su tamaño, soltando una carcajada insistió en que empezara dejando caer sus pantalones al suelo del ascensor. Poseída por el morbo que me daba hacérselo en ese lugar, restregué mi cara sobre su polla y agarrándola entre mis manos, comencé a besuquearla sin apartar la mirada de sus ojos.

– Pareces una actriz porno en vez de una mujer casada.

Susurró el muy cabrón al notar que empezaba a lamer su extensión llegando a sus grandiosos cojones. Muerta de vergüenza, noté que mi coño se humedecía y no queriendo alargar el momento, no fuera a llegar otro vecino, sin dilación engullí ese maravilloso falo hasta topar con sus huevos. Confieso que para entonces me sentía una puta y eso me calentó tanto que deseé demostrarle que no se había equivocado al suponer que además de infiel era una consumada devoradora de pollas.

– ¡¿Se la mamas a todo el que te lo pide o solo al cornudo de tu marido?!

Murmuró satisfecho al comprobar que sin que me lo tuviera que pedir, le estaba comiendo los huevos. Sacando su verga de mi boquita y mientras le hacía una paja, contesté…

– Solo al cornudo de mi esposo.

Su carcajada resonó en el estrecho habitáculo mientras con sus manos me obligaba a embutir por completo su daga hasta el fondo de mi garganta. « ¡Me encanta!», alcancé a pensar cuando presionando mi cabeza hacia adelante y hacia atrás, empezó a follar mi boca cada vez más rápido.
La sensación de sentirme un coño de alquiler me hizo soñar con ser, aunque fuera por una noche, su puta sumisa y deseando que se hiciera realidad, aceleré mi mamada mientras fantaseaba con ese carnoso capullo deslizándose por mis tetas. Mi vecino pareció leer mi pensamiento porque llevando sus dedos hasta uno de mis pezones lo pellizcó.

– Uhmmm,  sollocé presa del deseo.  ¡Déjame hacerte una cubana!

El sujeto escuchó mi ruego y asumiendo que podía dar un paso más en mi conversión en puta, me levantó del suelo y girándome, usó su corbata para vendar mis ojos mientras susurraba en mi oído que esa noche me iba a hacer conocer otra clase de sexo. Su tono provocó que mi coño terminara de anegarse y sintiendo como mi flujo rezumaba de mi cueva, desbordándose por mis muslos, a ciegas dejé que me condujera fuera del ascensor. Sin saber que se proponía ese maduro, permití sumisamente que me llevara por el pasillo hasta que el ruido de unas llaves me hizo saber que estaba abriendo su casa. «Estoy loca», pensé al sentir que me cogía en sus brazos y que violentamente me depositaba sobre una cama. A pesar de ese duro trato, no dije nada cuando sentí que me ataba las muñecas al cabecero porque bastante tenía con tratar de no chillar que me follara como a una guarra. Tampoco me quejé cuando ese sujeto inmovilizó mis tobillos, dejándome con las piernas abiertas sobre el colchón. Sentirme indefensa acrecentó mi calentura y sin necesidad que me tocara, me corrí al escuchar su profunda voz decir…

– Solo una puta como tú lleva el coño tan depilado. Por eso me gustas tanto.

La vergüenza que sentí con ese imprevisto orgasmo se volvió angustia cuando sin pedirme opinión, colocó sobre mi boca una mordaza. Viéndome incapaz de quejarme pero sobre todo al ser consciente que era imposible cualquier huida, por primera vez, me arrepentí de haber aceptado su compañía. Estaba temblando de miedo cuando de pronto noté que un objeto grueso y frio se introducía en mi coño. Todavía no me había hecho a la idea de tener ese objeto dentro de mí y por ello intenté repeler otra nueva agresión, al sentir mi ojete se vio violentado por otro artefacto.

– Tranquila putita, ahora los enciendo,  escuché que me decía muerto de risa.

Segundos después cumplió su amenaza y mis dos agujeros se vieron zarandeados por la intensa vibración de esos dos consoladores a pleno rendimiento. «Esto me ocurre por infiel», sollocé aterrorizada temiendo por mi vida. Reconozco que me terminé de asustar cuando escuché que salía de la habitación, dejándome sola a expensas de las dos pollas de plástico que vibraban sin parar en mi interior. «Tranquilízate, solo está jugando contigo», me repetí una y otra vez mientras se incrementaba mi nerviosismo. El sonido de esos aparatos fue mi única compañía durante largos minutos.

Contra mi voluntad, poco a poco la acción de ellos en mi coño y en mi culo me llevó a un estado de excitación tan grande como mi miedo. «Me voy a correr», comprendí al notar que mis caderas tomaban vida y se empezaban a mover siguiendo el estímulo de esa maquinaria. Tal y como preví, no tardé en sentir mi cuerpo colapsando y llorando deseé que ese maldito volviera y me follara. Justo cuando todas las neuronas de mi cerebro estaban disfrutando de un prolongado clímax, sentí que alguien volvía al cuarto. El placer que sentía junto con el pavor que me paralizaba al no saber qué era lo que iba a hacerme, me hicieron suplicar mentalmente que ese suplicio terminara. Desgraciadamente, comprendí que mi captor tenía otros planes cuando sin que yo pudiera hacer nada por evitarlo, sentí su lengua recorriendo los bordes de mis pezones. Sé que no tuvo sentido pero al experimentar esa húmeda caricia sobre mis pechos, me tranquilicé y comencé a disfrutar de ese asalto con una pasión desaforada. « ¡Qué gozada!», exclamé en silencio cuando sin dejarme de mamar, ese maldito empezó a recorrer mi cuerpo con sus manos. Aunque era consciente que era inmoral, sentí un latigazo en mi entrepierna al notar esa caricia. La forma tan sensual con la que me pellizcó mis areolas, asoló mis defensas y convencida que no podía más que dejarme llevar suspiré totalmente cachonda al sentir su lengua recorriendo los bordes de mis tetas mientras sus manos bajaban por mi espalda. 

La temperatura de mi cuerpo subía por momentos. Ese tipejo me tenía al rojo vivo y por ello creí morir al sentir que sus dedos se hacían fuerte en mi trasero. « ¡Dios!», gemí en silencio al saber que si seguía con esas caricias iba a correrme… «No quiero» pensé temiendo que mi cabeza sería incapaz de pensar con claridad, si seguía tocándome. Fue entonces cuando ese siniestro amante mordió mi oreja y bajando sus labios por mi cuello, lo recorrió lentamente. Os reconozco que me estremecí cuando mientras una de sus manos había vuelto a apoderarse de mi mama derecha y, lo acariciaba rozándolo con sus yemas, la otra comenzaba a sacar y a meter el consolador que tenía en mi coño. Mi captor comprendió que me tenía en sus manos al observar cómo mi cuerpo se movía al ritmo con el que machacaba mi coño y apiadándose de mí, me quitó la mordaza.

– Cabrón,  susurré sin quejarme, agradecida que me hubiese liberado.

El sujeto castigó mi insulto mordiéndome los labios y pellizcando mi pezón. Reconozco que incrementó mi deseo y comportándome como una cerda en celo, me corrí sobre las sabanas mientras le imploraba que me hiciera suya…  – ¡No aguanto más! Exclamé, al disentir noté una mano bajando por mi estómago mientras la otra me acariciaba las piernas. Traté de evitar que siguiera por ese camino juntando mis rodillas pero ese maldito lo evitó dando un fuerte manotazo en el interior de mis muslos.

– ¡Uhmm! 

Sollocé indefensa mientras las abría de par en par y dándole entrada, temblé de placer mientras sentía a mi vecino separando con sus yemas los pliegues de mi coño. Al escuchar mi suspiro, debió de comprender que era incapaz de negarme a cualquier ataque por su parte y por ello comenzó torturar mi clítoris mientras retiraba el consolador de mi chocho. Completamente entregada, intenté morderle como un último intento de evitar que retirara ese artefacto que estaba haciéndome disfrutar pero entonces ese cabronazo, deslizándose por mi cuerpo, me besó los bordes de mis pliegues.

– ¡¡FÓLLAME!! Grité al notar que volvía a recoger mi botón clitoriano entre sus dedos.

Haciendo caso omiso a mi petición, hundiendo su cara entre mis muslos, se dejó de prolegómenos y sacando su lengua, se puso a lamer y a morder mi indefenso coñito con una tranquilidad que me dejó pasmada. Completamente excitada, comprendí que no podría seguir aguantando mucho más. Al borde del colapso, moví mis caderas deseando que me tomara. El debió notar mi urgencia y acelerando el ritmo de su boca, me llevó desbocada hacia mi enésimo orgasmo.

– ¡¡Úsame  como a una PUTA!!  

Aullé avergonzada mientras trataba de controlar mis convulsiones agarrándome a las ataduras que mantenían presas mis muñecas contra el cabecero de la cama. A modo de respuesta, mi odioso vecino metió con suavidad dos dedos en mi coño, provocando un nuevo suspiro y sin dejarme que me acostumbrara a ese nuevo asalto comenzó a follar mi culo con el consolador que todavía mantenía en mi ojete.

– ¡Necesito que me folles! 

Conseguí gritar antes de verme nuevamente inmersa en el placer. Una dulce carcajada llegó a mis oídos. Todos los vellos de mi cuerpo se erizaron al darme cuenta que era la risa de una mujer y temblando de vergüenza comprendí que de alguna manera mi vecino me había vendido. Incrementando mi turbación, me quitó la venda de mis ojos y descubrí que la zorra que me había estado acariciando era casi una niña.

– ¡Suéltame! ¡Puta! ¡No soy lesbiana!

Sollocé mientras intentaba infructuosamente desprenderme de los grilletes que me tenían maniatada. La desconocida, con una sonrisa en sus labios, me susurró…

– Antes de saber quién era, ¡no te quejabas!

Mi desconsuelo se magnificó al saber que era cierto pero lo que realmente me dejó paralizada fue darme cuenta que en ese momento y aunque no quisiera reconocerlo, la humedad de mi entrepierna me estaba traicionando al estar todavía cachonda. Incapaz de huir, la vi incorporarse y coger un arnés de un cajón.

– ¡Hija de perra! ¡Ni se te ocurra! 

Chillé aterrorizada al ver que con estudiada lentitud, se lo colocaba en la cintura. Mis quejas no tuvieron efecto en la muchacha, la cual con un extraño brillo en sus ojos, colocó la punta de ese enorme glande en la entrada de mi cueva mientras susurraba en mi oído… 

– ¡Qué ganas tengo de follarte!

Su amenaza no tardó en hacerse realidad y con un movimiento de sus caderas, forzó mi entrada de un modo tan lento que pude sentir el paso de toda la piel de su tranca rozando mis adoloridos labios mientras me llenaba… – ¡Maldita! Aullé con la respiración entrecortada cuando ese pene de plástico chocó con la pared de mi vagina.

Ese insulto fue tomado por esa rubia como el banderazo de salida y acelerando el ritmo de sus embestidas, convirtió mi coño en un frontón. Sabiéndome expuesta y violada, sollocé humillada al saberme dominada por el placer. La mujer, asumiendo que no podía hacer nada por evitarlo, siguió apuñalando mi interior con su estoque.

– Sigue, zorra. ¡Sigue follándome! 

Grité declarando de ese modo mi claudicación al sentir que todas las células de mi cuerpo estaban a punto de colapsar.





La cría, que apenas tendría los 20 años, se rio al escuchar mi petición y actuando como jinete aventajado, montó mi cuerpo con renovada pasión mientras usaba mis tetas como cinchas de una yegua desbocada. Al sentir sus garras en mis tetas, no pude aguantar más y cual ganado al ser sacrificado por el carnicero, me corrí chillando. Mi orgasmo fue brutal, nunca en mi vida había sentido algo tan desgarrador y por ello creo que perdí el conocimiento. Y digo creo, porque de pronto me vi sin ataduras sobre las sábanas. Mi sorpresa se incrementó al descubrir que estaba sola en la habitación. Avergonzada recogí mi ropa y me vestí dándome toda la prisa que pude, temiendo que mi vecino o la puta que me acababa de violar volvieran. Al salir del cuarto, encontré en el salón al maduro tomando una copa mientras la rubia le hacía una mamada. Desgraciadamente, ese maldito me descubrió mientras intentaba escurrir el bulto.

– Putita, espero que hayas disfrutado.

Comentó sin hacer ningún intento por evitar mi huida y justo cuando salía por la puerta, escuché que me decía… 

 Mañana cuando se vaya tu marido a trabajar, ¡te quiero aquí!

– ¡¿Tú crees que podrás follártela después de la noche que te voy a dar, papá?!

No pude contestar, aluciné al saber que esa cría era su hija y, se la iba a follar como si tal cosa. Escapé casi llorando. Ya en el descansillo, traté de analizar las razones que me habían llevado a serle infiel a mi marido de ese modo, pero me fue imposible porque no en vano esa noche me había sometido a un pervertido, me había violado la zorra de su hija con la que vivía y para colmo, ¡me había gustado! Las lágrimas que en ese momento poblaban mis ojos ratificaron mi vergüenza al saber que aunque no quisiese reconocerlo al día siguiente, ¡volvería irremediablemente a entregarme a esa pareja de pervertidos! Así ocurrió en varias ocasiones, hasta que me relajé y mi esposo llego a una hora que no controlé…me pilló a cuatro patas con el vecino clavado hasta la pelotas en mi coño y, comiéndole el chocho a la hija de este…todo en medio del salón sobre el sofá donde el disfrutaba de sus partidos de futbol. Desde aquello mi vida dio un giro, fue el momento de inflexión de una relación fallida desde que nos conocimos…nos separamos y me fui a vivir a una urbanización a las afueras, me la recomendó Eugenia por ser de fácil acceso a la autovía y con precios asequibles a mi economía. Separada y sola en más de una ocasión recordaba que con mi esposo era escaso el sexo pero algo había, en otras mi mente deambulaba por el gran pollón de esos maduros que tenían presa mi lujuria desde mi niñez, donde mi padrastro me inoculó el deseo por esos cabrones viejos verdes de grandes pollas. 

Era una niña cuando perdí mi virginidad vaginal, oral y anal…su pollas no debían de ser mayores a la media y no demasiado gruesa, pero ya imaginan que para una nena de tan corta edad todo es grande, inmenso y arrebatador… de ahí que ahora solo busque a maduros con vergas enormes que me calen hasta el vientre, cuyo grosor me haga sentir estrecha y que para acabar me llenen de una cantidad incontenible de esperma. Naturalmente que para ello suelen tener unos cojones fastuosos, productores de todo el contingente seminal que tanto me agrada recibir… ¡¡Yo le llamo mis “BURROS”, por sus tremendas pollas y sus vastas eyaculaciones!!


***************************

Hoy es un precioso día de primavera, estoy tumbada en la cama de mi nueva casa dentro de una urbanización donde la mayoría de los vecinos tienen su segunda vivienda para el retiro tras la jubilación…es un día como tantos viví en el colegio de “Nuestra Señora del Perpetuo Socorro”. La temperatura es idónea para follar, pero sin una verga que me sacie me regocijo en mis pensamientos metiéndome la mano bajo las bragas, encontré mi clítoris muy duro, muy salido… lo masajeo rememorando aquel último día…La joven Samanta venía atravesando los vacíos pasillos de su colegio religioso, abrazando con fuerza contra su pecho, un oso de peluche. Mientras recorría, la leve brisa hacía levantar más su mínima falda y revelaba a los pasillos, sus dorados muslos y largas piernas. La colegiala Samanta, de lisos pelos negros y ojos azules que contrastaban con su pequeño cuerpo brillante y que vivía con su padrastro, porque a sus padres, los perdió en un accidente de tráfico. Y si las desdichas que mencioné no les son suficientes, su padrastro no es sino el director en aquel lugar. Y como casi todos los días, Samanta, iba a su oficina, solo que este era el día especial de extraescolares.

– Ven, le llamó el hombre cuando ésta entró.

Cabizbaja se acercó, posó su osito de peluche en una esquina del lugar donde tenía una perspectiva perfecta de cada espacio del despacho, no tenía vida, pero para ella era como su protector…se sentía más segura si siempre tenía contacto visual con su compañero de peluche. Miró a su osito y empezó a desabotonarse su ajustada camisa de colegiala como de costumbre. No era ni por asomo la primera vez que ella lo hacía, y que por costumbre, ya no le veía el lado malo de ser abusada por él. Quedó entonces a la vista, el blanco top de algodón blanco que daba cierto escote, pero al retirarlas éstas, demostraron que sus tetitas aún eran pocos insinuantes, como correspondía a su edad.

– ¿Y tú falda más corta?

– Aún no la lavé.

– Cuando terminemos, enviaré ésta falda de mojigata que tienes, a un sastre. Quince centímetros sobre las rodillas son pocos. No me convencen las miradas de tus compañeros, seguro puedes excitarlos más.

– Sí, susurró cabizbaja con el rostro enrojecido tremendamente.

– Tus bragas… ordenó.

Llevó sus manos bajo la faldita, y retiró su ropa interior, intentó lanzarla a una esquina pero el hombre la atajó a tiempo… 

– ¿Y esto? – Observó con los ojos serios la ropa. – ¿Ya te mojas tan rápido? Cada día eres más putita… 

Un segundo hombre entraba, bastante pasado de peso y edad, era uno de los profesores de lengua de aquel lugar.

– Mmm… ¡¿Qué tal estas Preciosidad?! Masculló al verla. 

En su entrepierna empezó a crecer rápidamente su excitación. Fue a tocarla de arriba abajo mientras la pobre Samanta, mordía sus labios y cerraba con fuerza los ojos. 

– Me encanta esta muchacha, dócil, pequeña y fogosa. Este rostro de virgen de los consuelos, dijo tocándole con su mano su pequeño mentón. – Este trasero de adolescente, y su voz de niña. Mmm… Samanta estaba bastante desarrollada para su edad.

– Ponte sobre el escritorio, ordenó el padrastro.

Samanta se apartó del magreo de las manos, y tan sólo con su falda, y medias recogidas hasta los tobillos, se recostó en el escritorio con su cuerpo boca abajo, exponiendo a éstos dos pervertidos, sus dos accesos. Uno subió la falda por su torso, y empezó a untar una crema con un dedo, en su acceso anal. Samanta gemía y arañaba la mesa, no era su primera vez, pero siempre dolía aquello pese a que sus pollas no eran nada grandes para ser unos viejos verdes… para ellos sus gritos de niña, cuando ellos la penetraban sodomizándola, parecían excitarlos más. Ya iban dos dedos que bombeaban su esfínter, la lubricación estaba siendo eficaz. Cuando hubo llegado a tres dedos y la pobre Samanta retorciéndose, uno de los dos reposó su glande en la entrada. La sujetó de su pequeña cadera, y lentamente, como si de su primera vez se tratase, empezaba a introducirla. Al ver a Samanta retorciéndose, ordenó a su amigo…

– Bamboléala por la boquita, así no grita como la última vez.

– ¡No gritaré! 

Rogó la joven, ¡Cuánto odiaba lamer aquel gordo venoso y asqueroso mástil! ¡Cuánto odiaba el viscoso líquido que depositaba en su dulce boca! Tanto así odiaba aquello que prometió no gritar durante la sodomización. Gran parte de la hombría de su padrastro estaba en su recto, los bombeos eran extremadamente delicados, pero la joven Samanta ya se la veía increíblemente retorcida. Y fue cuando no dio abasto al éxtasis, que chilló ensordecedoramente. No tardó venir el obeso, para enterrar su pérfido cipote en su boca…. – ¡Mmm…!

– Te dijo que no gritaras. Y será mejor que ablandes tus glúteos, ya sabes lo que te podría pasar si no lo ablandas. ¡Y empieza a lamer pequeña zorrilla!

Por su parte, el padrastro aumentaba los bombeos mientras mandaba una mano en el capullo carmesí de la joven, restregándole sus dedos en la pequeña raja mientras la penetraba el trasero.

– Es increíble como esta muchacha, se moja tan rápido, ¿te gusta verdad?

– ¿A cuántos chicos se las chupaste esta semana en el baño? Preguntó el profesor.

– Mmm… sie… siete…, dijo a raudas debido al gigantesco sexo que la repletaba su boca.

– ¿¡Siete?! Rio fuertemente el padrastro. – ¿No era cinco la “ración” semanal? Vaya que te adelantas al proceso de puta. Veremos cuándo te preparamos algunas jovencitas.

Pobre Samanta, aún no sabía cómo aquellos hombres lograron arrancar aquella vena sumisa de su ingenua persona, el gusto por el sexo duro y dominante de machos sin escrúpulos como su padrastro y el profesor de lengua ¡Pero cuánto me gustaba todo esto! Se decía Samanta. Aquel que trabajaba en su boca, largó toda su pegajosa esencia dentro de ella, pero ni aun así cesó sus violentos bombeos allí, y fue tal el caso, que el semen se le escurría de sus rojizos labios mientras seguía taladrándola hasta su garganta. El viscoso líquido fluía hasta su mentón y caían al escritorio haciendo hilos blanquecinos. Pero tuvo que retirarse de la boca, pues perdía fuerzas su venosa hombría.

– ¿¡Ya te has corrido tan rápido Manuel!? Preguntó el padrastro. – Supongo que aún tienes ganas de probar su mojado coñito… Está bien apretadito, te lo digo por experiencia, decía adquiriendo mayor velocidad en el trasero.

Samanta se enrojecía, empuñaba sus manos y mordía más sus labios con todo el semen regándose y secándose en su rostro…ese sabor del esperma le gustaba demasiado como para decírselo a esos cabrones que la follaban sin compasión, sin pedirle permiso y sin delicadeza. La pobre había pasado de jugar a las muñecas a ser el juguete de esos mal nacidos abusadores. No dolía tanto aquella sodomización pasado el primer trance de la inserción, dilatación y bombeo inicial… tantas veces la vejaron por el culo que empezaba a verle el gusto de tener una polla alojada en su ano. Pero se odiaba a sí misma porque aquello le gustaba inmoderada e iba a buscarlo cada semana como un ritual. 

El obeso profesor de lengua, empezaba a sobársela para adquirir de nuevo el vigor necesario en su verga desalineada… se dirigió hacia ella y, tras manosearle las tetitas y el culo la verga adquirió la rigidez necesaria para darle el segundo asalto a esa niña tan receptiva. En unos pocos minutos su padrastro incrementó el vaivén dentro de su culo y finalmente estalló llenándole el esfínter de candente lefa. Una vez aliviado su padrastro, el profe de lengua se dispuso a ocupar su posición apartando levemente al hombre que la sodomizaba, reposó su hombría entre los humedecidos labios vaginales para gozar del gordezuelo coñito infantil de la niña, y se la enterró bruscamente hasta su cuello uterino. Le hizo notar sus grandes huevos en el culo…Gritó como nunca, chilló como la niña que era, sus pelos se restregaban por su cristalino rostro, empezaba a sudar, a convulsionarse, arqueaba su espalda mientras la penetraba notando abiertos ambos accesos. Ahora sentía el glande de aquel cabrón rozarse en su interior a lo largo del conducto de su estrecha vaginita. Con el regusto de su ano recién follado, todo ello la tenía en un punto de nirvana insospechado mientras aullaba y se estremecía sobre el escritorio.

– ¿Te gusta esto, zorra? ¿Lo quieres más al fondo? ¿¡Así!?

Su vaginita no daba más de sí, sentía el glande golpear en la pared vaginal, y el viejo gordo meterla con duros pollazos a lo más íntimo de su matriz sin acabar. Continuó jodiéndola unos diez minutos más, sobándola desde el cuello a su clítoris, piernas y metiendo los dedos en la boca…, ella los chupaba mamándoselos. En el sillón del escritorio del director, su padrastro miraba como se follaban a su hijastra, se blandía su polla pajeándose obsesionado con la niña. Casualidad o no, esos dos viejos verdes se sincronizaron y les llegó el clímax prácticamente a la vez… su padrastro se la metió en la boca vaciando los últimos chorros de leche de sus huevos y a la vez sintió en su vientre ser llenada nuevamente. Depositaron todo el pastoso y tibio líquido en lengua y en fondo del abultado coñito, casi dentro de su útero. Los dos se apartaron y la vieron retorcerse mientras el semen se escurría de entre sus piernas hasta los muslos. Su faldita estaba remangada hasta su panza, y junto a sus medias, daba una imagen excitante la pobre Samanta. Ella miró a su osito, permanecía allí mirándole… protegiéndola.

– Tómale unas fotografías.

– Está bien. Por cierto, ¿Cuándo la enviaremos a tatuarse el trasero?

– Mmm… tal vez la semana que viene. De momento coge esa bolsa con tu nueva ropa…

– Y toma chiquilla, para que compres unas golosinas, y lanzó al suelo un billete de 1.000 pesetas.

La muchacha se sentía como el ser más bajo del mundo recogiendo su dinero, más aún al ver las ropas… una faldita blanca y un top rosado. Odiaba ese atuendo, pero a la vez le excitaba que ambos vejetes la llevasen a clubes privados en chalets a las afueras, donde no la reconocían, tomada de los brazos de aquellos dos hombres que no eran sino sus amos. Bailar con ellos mientras todos en el lugar la miraban, restregar su pequeño cuerpo al de ellos mientras la comían con la vista, dejarse manosear bajo su faldita mientras todos mascullaban sobre ella. Todo aquello le gustaba a extremos insospechados, pero se odiaba a sí misma por esos gustos. Tan mal la tenía su padrastro que era la mejor forma de dominarla y, lejos de oponerse, su frágil personalidad le hacía enrojecerse y excitarse al escucharla cómo la degradaban.

– Siéntate sobre el escritorio,  ordenó el profesor con una cámara en manos. – Y abre las piernas.

Empezó a hacer fotos a raudas, ella se abría su ajado capullo carmesí con leves vellos en el pubis y, con semen escurriéndose entre los hinchados labios vaginales…, harían de esas fotos adquirir valores monetarios atmosféricos para vendérselas a quién sabe qué pervertido en esos lugares de lenocinio donde la llevaban de exhibición. Tras minutos en que le ordenaban posar, abrir sus piernas y mostrar sus intimidades para tomarle las imágenes, le invitaron a que abandonara el despacho del director y continuara con sus clases matutinas.

– Mejor vuelve en dos días nena, que mi esposa vendrá a visitarme.

– Y tu madrastra también, que si se entera…  rio socarronamente. Con lo beata que es no lo entendería, ni falta que le hace… esto es cosa de nosotros nada más ¿Verdad…?

Ella asintió, los viejos salieron de la oficina de dirección, y Samanta se repuso lentamente, se volvió a vestir sus mínimas ropas de colegiala, la braguitas quedaron empapadas con la leche que destilaban sus agujeros mancillados, y buscó su oso de peluche. Tomó un abre cartas del lapicero sobre la mesa del escritorio, y empezó a degollar el osito con su cara sonriente, no le importaba limpiarse el rostro del líquido allí impregnado, tenía unas ganas tremendas de destrozar su peluche. Una vez despedazado, Samanta retiró del mismo una cámara minúscula comprada en la tienda del espía… dos horas de grabación le prometieron, era suficiente para contener el vídeo de toda la escena grabada…, un vídeo, con el que nuestra joven colegiala, demandaría a esos dos hijos de puta que le robaron la inocencia ¡Al parecer no era tan ingenua…! Todo aquel asunto llegó a los juzgados y Samanta ya no fue acogida por ninguna otra familia, sin embargo su libido no hacía más que crecer con los años… Obtuvo su título de Administración de empresas el mismo año que tras las prácticas ingresó como secretaria de un joven médico estomatólogo de clínica privada.


*****************************


…A estas alturas aún no me he presentado formalmente, mi nombre es Samanta, tengo 30 años. Después de la aventura con mis desconocidos vecinos donde mi esposo nos pilló en pleno trance lujurioso, me mudé a una zona residencial porque donde vivíamos no era un lugar muy seguro pasadas las diez de la noche… ni dentro de mis posibilidades con mi sueldo, así que busqué un nuevo lugar para vivir e inmediatamente me trasladé. Me llamó mucho la atención que el nuevo lugar donde vivía era muy tranquilo, y esto se debía a que la mayoría de mis vecinos y vecinas eran parejas casadas que tenían más o menos de 50 a 60 años de edad, jubilados la mayoría de ellos y sin hijos a su cargo, de hecho prácticamente toda la calle donde vivía estaba llena de señores maduros y casados, yo era prácticamente los única vecina joven que vivía ahí.

Recuerdo que desde el día en que llegué todos esos señores casados de los que les había contado, no dejaban de mirarme ni por un segundo, esto me calentaba bastante y no era de extrañar que me miraran así, ya que tengo un cuerpo muy atractivo, soy de piel blanca, pelo negro, ojos de color verde, tengo un rostro bonito, tetas grandes, unas nalgas enormes, y piernas sexis. Como les había mencionado las esposas de todos mis vecinos, eran señoras ya algo viejas, ninguna de ellas tenía cuerpo atractivo, de hecho la mayoría de estas señoras eran morenas y gorditas, y esto hacia que me yo me viera todavía más atractiva a los ojos de sus esposos. Todos estos señores me miraban con mucho morbo y deseo, y para ser sincera esto me excitaba demasiado. Así que empecé a usar ropa provocativa, para ganar más miradas y piropos de ellos. 

Comencé a usar mini faldas, mallas demasiado ajustadas, tacones altos, blusas escotadas o semitransparentes, mini shorts, y otras prendas provocativas. Mi plan tuvo éxito, ya que cuando salía vestida así, empezaba toda una ola de piropos de estos señores, cosas como… "que rica te ves preciosa", "quisiera comerme esas nalgas", "que ricas tetas", "que piernas" "que culo tan rico" entre otros, obviamente me lo decían sin que sus esposas les vieran. Algunos eran más tímidos y simplemente se quedaban babeando, y otros al contrarió cuando pasaban caminando al lado mío me daban una nalgada o un agarrón, esto me calentaba como no tienen idea, yo simplemente les contestaba con una sonrisa.

Entonces fue cuando descubrí mi fetiche de follar con hombres maduros y en especial si ellos estaban casados… aquel hijo de puta de mi padre, me había inoculado la adicción de los hombres maduros o viejos poseedores de experiencia y, de una buena dotación viril desde muy pequeña. Jamás follé con chicos de mi edad, ya que me excitaba mucho sentir pollones con grandes con fastuosos escrotos albergando huevazos ostentosos productores de ingentes cantidades de esperma. Gracias a mi cuerpo y por el lugar donde vivía ahora, tenía a mi disposición a decenas de maduros y viejos que seguro estarían dispuestos a darme verga cuando yo quisiera. Sus esposas empezaron a notar lo que sucedía y, como sus esposos se me quedaban mirando al pasar frente a ellos, incluso algunas de ellas los llegaron a oír cuando me decían todo tipo de obscenidades, por lo que empezaron a ir todas éstas señoras reclamarme un tanto enojadas, diciéndome que era una puta, una zorra, y muchas cosas más y que me vestía así para provocarlos. Yo no les hacía caso y la mayoría de las veces les cerraba la puerta en la cara, ellas querían que dejara de vestirme de esa manera, pero lejos de conseguirlo lo único que provocaban era que lo siguiera haciendo, y con más ganas, de hecho después de eso, empecé a vestirme todavía más provocativa que antes y a sus esposos les encantaba.

Como les había comentado, yo estaba tentada por follar con alguno de todos esos señores casados, pero no me decidía por quien, quería follármelos a todos. Y por azares del destino, unas semanas después de instalarme, estando en casa realizando las tareas domésticas, tocaron a la puerta uno de mis vecinos junto con su esposa. Lo primero que pensé fue que su esposa de seguro venía a reclamarme por vestir provocativa, o porque su esposo me miraba o algo por el estilo, pero vaya… estaba equivocada. Cuando abrí la puerta ambos me saludaron, aunque su esposa lo hizo de una manera cortante y grosera, claramente estaba molesta por algo… les invité a pasar, y me preguntaron si podían hablar conmigo de algo, les dije que claro que lo que quisieran. En ese momento tenía mucha curiosidad de saber que querían hablar conmigo, ya que su esposa no me dirigía la palabra… sin embargo no me caía mal su señora. No obstante al señor le contestaba los piropos que me decía cuando me veía, así que la verdad no tenía idea de que es lo que querían, pero de todas las cosas que pensé que pudieron haberme dicho, jamás me imaginé lo que me dijeron.



Resulta ser que ellos estaban ahí porque el señor que tenía unos 55 años, y su esposa unos pocos menos, querían cumplir una fantasía que tenían, bueno en realidad era una fantasía del señor, pero por lo que pude entender convenció a su esposa para poder cumplirla, pude notar a simple vista que su esposa estaba enojada por la idea, pero de alguna manera su esposo la convenció. Y se estarán preguntando ¿Cuál fantasía era esa?, bueno, pues resulta que el señor quería follar conmigo, mientras su esposa nos veía, en cuanto me dijo eso no pude evitar ponerme caliente y me excité bastante, simplemente no lo podía creer que mi pasado volviese una y otra vez. Verdaderamente desde hace tiempo quería follar con uno de mis vecinos maduros, y este además de estar casado poseía una muy buena planta, y por fin se cumplía ese deseo que tenía. El señor me lo dijo de una manera algo tímida, ya que obviamente no sabía cómo iba a reaccionar yo ante tal petición, yo intenté guardar la calma y responder tranquila, aunque por dentro estaba que hervía de la calentura. Le respondí que por mí no había problema, y que cuando estuvieran disponibles podríamos hacerlo, cuando su esposa escuchó mi respuesta, estalló en ira…

– ¡¡Maldita perra!! No puedo creer que hayas dicho que si, como eres capaz de follar con un hombre casado, eres una puta folla viejos…

El señor la intentó calmar, pero ella aunque lo ocultaba se notaba que estaba realmente molesta. El señor me dijo que podía ir al día siguiente a la casa de ellos, que estarían disponibles, le dije que estaba bien, y que ahí los vería. Finamente el señor se despidió de mí y me dio las gracias por acceder a su petición, su esposa no dejaba de verme con rabia ni siquiera se despidió, pero finalmente ambos salieron de mi casa. Yo estaba excitada como nunca antes lo había estado, me iba a follar a uno de mis viejos vecinos, y era el esposo de esa vieja que me empezó a caer peor, estaba demasiado ansiosa porque me follara y ver cuanta leche me podía dar. Empecé a buscar el atuendo más sexy que tenía, para calentarlo a él y que su esposa se enojara aún más de lo que ya estaba…, era una lencería negra muy provocativa que me resaltaba muy bien mis tetas y nalgas, y unos tacones negros y altos.

Al día siguiente fui a su casa con mi lencería debajo de mi ropa, me abrió la puerta el señor y me invito a pasar, me dijo que subiera las escaleras hacia su cuarto, y ahí estaba ella, su esposa lista para ver como su esposo me daba verga, ella es una señora algo demacrada por el tiempo y largas exposiciones al sol en la playa, de piel morena pero seca y flácida, ya que los excesos de juventud se pagan a la vejez. Su esposo es también moreno, y esta algo rellenito pero no tanto para ser obeso…en el punto de cómo me gustan a mí que me follen…maduros y fortachones. Sinceramente no sé cómo lo hizo para convencer a su esposa de hacer eso, supongo que con dinero, joyas o algún viaje al extranjero…, en realidad no me importaba mucho, yo solo quería la verga de su marido

Me personé en la habitación de matrimonio, ni siquiera me dirigió la palabra, solamente estaba sentada observándome enojada en una silla al lado de la cama, donde ella dormía con su esposo, y donde yo me lo iba a tirar. En eso entró su esposo a la habitación y me dijo que no me preocupara por su esposa, que ella no iba a interferir en nada, me dijo que si quería incluso podía dirigirme a ella durante el acto…, por supuesto que lo iba hacer porque me encanta provocar a los voyeurs, pero no de una manera muy agradable, así que me dio una nalgada, y me dijo…

  Bueno ahora sí, desvístete perra, para darte verga.

Eso me excitó bastante y vi como de inmediato su esposa se puso roja del coraje, pero sin decir nada, solo me miraba con ojos delirantes, yo le contesté igual a su esposo para calentarlo y para que esta vieja se enojara más.

– Claro que sí papi… no imaginas cuanto quiero que metas toda la verga en mi coño.

La esposa susurrando… – ¡¡Maldita puta!

Yo sonreí a su esposa y me empecé a quitar la ropa que tenía encima, quedándome en pura lencería y tacones enfrente de su esposo. Él ya estaba con la verga afuera y jalándosela mientras me decía…

 Que buena estás nena, no puedo creer que te la vaya meter por ese coño tan rico que te cargas.

– Pues hazte a la idea… porque Sí me la vas a meter toda, y me vas a dar de tu leche, enfrente de tu puta esposa. ¡Quiero salir de aquí bien cargada de lefa espesa!

Su esposa enojada… – Maldita puta vas a ver... me las vas a pagar.

– ¡Hey! ¡Hey! Recuerda que no puedes interferir Maruja, ya habíamos hablado de eso.

Le dijo a su esposa, ella le dio un fuerte golpe a la cama con el puño, y se quedó en silencio. Me gustó mucho que le regañara, para después follarme… me gustaba hacerla enojar dominando la situación, excitando a su esposo y diciéndole de cosas como…

– ¡Ups! Lo siento querida jajajaja, ya oíste a tu marido, me lo voy a follar en tu cama y no puedes hacer nada para evitarlo ¡Hoy va a gozar como no recuerda! Y toda su leche me la llevaré conmigo

Le decía mirándole a los ojos a esa vieja, mientras mi mano derecha sopesaba los grandes cojones que el marido portaba…grandes y llenos para mí. Después de decir esto, agarré la cara de su esposo con ambas manos y lo traje a la cama, mientras me sentaba en ella, él me empezó a lamer las nalgas y mi vagina hinchada, haciéndome a un lado las bragas que tenía puestas. Se colocó de rodillas con cada pierna a un lado de mi cuerpo haciendo un 69 inusual, él arriba y yo debajo…empecé a mamarle la verga que ya la tenía algo chorreada, se la empecé a mamar como nunca lo había hecho, mientras miraba a su esposa directamente a los ojos…

Y le decía mientras le agarraba la verga… – Que rica esta la polla de tu esposo, lástima que solo yo puedo probarla. 

Le decía mientras le saboreaba muy bien la verga de su marido, ella no respondía ya que su esposo se lo tenía prohibido, solamente me miraba furiosa. 

– ¡Umm! Que buenos cojones tiene, deben de estar bien llenos de leche. ¡Deben ser una productora lechera! jajaja

Su esposo me respondía… – Que ricas nalgas tienes, desde que te vi me dieron ganas de chupártelas. 

Me excitaba mucho que me dijera estas cosas mientras su esposa estaba ahí sentada viéndolo todo. Tras un rato comiéndonos, paré a su esposo en el piso mientras me hincaba frente a él y al lado de ella.

 Quiero que mires muy bien como se le voy chupar a tu marido una y otra vez su musculada polla ¡Joder este macho es todo un portento! pensaba – Fíjate bien como se la chupo, que ni tú se la has probado de esta manera… Vas a ver cómo me tira los chorretones de leche en mi cara.

Su esposo… – ¡Qué puta eres preciosa, ya me has excitado como un burro!

Esas palabras me gustaron… “Como un burro”. Me acerqué un poco, para que primero notara mi aliento sobre esa magnífica polla. Mirándole a los ojos, le di un lametón en el capullo. Vi que eso le gustaba. No me aguanté más y me la metí entera en la boca. Me agarró de la cabeza y me empezó a meter la verga sin compasión…, yo me la tragaba con gusto, la metía hasta la garganta, de verdad estaba disfrutándolo mientras le chupaba la tranca enorme a ese rollizo maduro… no debía de bajar de los 22 cm y 6 de gruesa…una buena herramienta para no dejar de gozarla.

– ¡Chupármela! ¡Chúpamela más perra! Como solo tú sabes

– ¡Sí papi lo que tú me digas! Sígueme dando de tu rica verga por favor.

Noté como estaba de dilatada, de dura, de deliciosa. Poco a poco me la he ido sacando de la boca, arrastrando mis labios por el pedazo de mástil que tenía ante mis ojos. Mi lengua se ha entretenido en su glande, rojo e hinchado como pocos he visto. He vuelto a bajar la cabeza, esta vez apretando más con mis labios, hasta que su capullo ha tocado mi campanilla. Una vez ahí, he sacado un poco la lengua y he empezado a lamerle un poco los huevos. Maniobra difícil con una polla tan grande, pero muy satisfactoria, a juzgar por la reacción. Con un golpe de cadera me la ha metido aún más si cabe, haciéndome sentir una arcada. Ha seguido moviendo la cadera, arremetiendo una y otra vez con la polla en mi boca, y cuando ya no he podido respirar, me la he sacado de la boca. No he cerrado los labios. Me encanta ver como la saliva va desde mi boca hasta la punta, como va chorreando hacia los huevos… Le he hecho abrirse todo lo que pudiera de piernas.

Lo tenía frente a mí, con su polla alzada, los huevos colgando y su culo pidiendo atención. Le he ido lamiendo los huevos hasta llegar a su culo. He empezado a lamerlo, a pasear mi lengua en cada rincón, mientras mi mano movía rítmicamente su polla, que a estas alturas ya estaba durísima, faltaba muy poco para que se corriera. He vuelto a subir, lamiendo de nuevo sus huevos, y he recorrido con la lengua su polla. Al llegar al capullo, me la he vuelto a meter hasta el fondo, la he sacado un poco y la he agarrado con la mano. He comenzado a mover la mano y la cabeza a la vez, deslizando mi mano y los labios al mismo ritmo. He empezado a apretar un poco más fuerte, tanto con la mano como con la boca, y a acelerar el ritmo. Sus gemidos de placer eran excitantes. Cuando he empezado a notar como sus piernas temblaban, ante el inminente orgasmo, me he sacado la polla de la boca, y he continuado con la mano… me he apoyado el capullo en la punta de mi lengua, que he sacado, pidiéndole con la mirada que se corriera ahí, sobre mi lengua, mientras yo se la meneaba con la mano… Le decía a pausas mientras me daba de comer de aquella carne dura, después de mamársela durante un buen rato me dijo que se iba a correr, yo abrí bien la boca y le dije a su esposa…

– Ahora quiero que te fijes como tu esposo descarga su semen en mi boca y en mi cara. 

No ha tardado mucho en correrse después que se lo haya pedido la segunda vez que le he dicho… 

– ¡Vamos, lléname la boca, córrete en mi lengua cabrón! ha estallado.

Su esposo se empezó a correr ante mi cara, lo noté caer en mi lengua, en mi mentón, llenarme la boca que con esa leche caliente que tanto me gusta, dos chorretones me cruzaron la cara, hasta el pelo. Luego… me lo he tragado todo lamiéndole la verga un poco más, para terminar de sacar todo.

– ¡Oh sí! ¡Vamos puta trágatela toda! 

He seguido lamiendo hasta que se le ha aflojado en mi boca. Cuando se ha recuperado un poco de la corrida, me ha mirado y ha dicho le encantado… que le había hecho la mamada de su vida. Me llenó prácticamente toda la cara de lefa espesa y, embadurnada le dije a su esposa… 

– Grábate bien esta imagen en tu memoria… toda la leche de tu esposo en mi cara ¡Que no se te olvide!

Ante sus ojos desorbitados saboreaba todo semen de su marido. Se tumbó en la cama conmigo a su lado, invitó a su esposa que nos acompañase…, a regañadientes se acostó a su lado, teniéndonos una a cada lado, el macho alfa y sus dos hembras. Yo le besaba todo el cuerpo, se lo acariciaba mientras que su esposa tímidamente apenas se atrevía… le metí mano a sus huevos, se los sobé y encarándome con el cipote, se lo volví a chupar con lascivia ante la atenta mirada de la esposa. En pocos minutos aquella joya…vieja y madura, deforme por las venas inflamadas que lo jalonaban se empezó a hinchar, a tomar dureza. Su esposa no daba crédito al fulgurante renacimiento del gran pollón de Fernando, su esposo…. 

– ¡Sabía que esta polla aún no ha dado todo de sí esta tarde!, dije mirando a los ojos de Maruja, la esposa cornuda y consentida.

Luego él me acomodó y me puso a cuatro patas en la cama, me iba a follar como a una perra… yo quedé acomodada de tal manera que podía ver a su esposa, mientras él me follaba bien duro por el culo o el coño, esa era su elección. Yo gemía de más para hacer enojar más a Maruja, y que le diera más coraje ver a su esposo follando a una mujer más joven y atractiva que ella, una hembra con el vientre aún fértil… que se diera cuenta del placer que me daba su esposo y también del que yo le daba al gran macho. Se colocó tras de mí, enfiló el cipote haciéndome sentir el orondo glande entre mis labios vaginales, subió y bajó recorriendo la raja hasta que acomodó el ariete en la entrada empujándolo de un solo envión, me lo hizo notar en mis entrañas… 

– ¡Ah, Ah, Ah! Sí, sí dame más, dame bien duro hasta el fondo. ¡Joder cabrón, métemela hasta adentro! 

Le decía mientras miraba a su esposa sonriendo, en tanto su esposo me daba verga.

Mis tetas se balancean a cada empellón, pronto las asió cual riendas de yegua desbocada tirando de ellas y empujando su polla al interior de mi útero. Notaba su glande en la pared de mi vagina, recordé los pollazos de mi padrastro, era la misma sensación, solo que Fernando tenía más huevos y, también me golpeaban en el coño en cada enterramiento salvaje y profundo. Luego cambiamos de posición al cabo de diez minutos sometida a la follada perruna. Se tumbó sobre el colchón cerca de su esposa, y yo me subí encima, agarré el mástil metiéndolo en el coño y, empecé a darle unos sentones sabrosos deslizando todo el tallo en mi conducto vaginal…entraba rauda y salía impregnada de mis espesos fluidos. Mis labios a modo de rasquetas recogían el sobrante a la entrada del cipote y de nuevo otra clavaba fondeando mi matriz lo embebía. 

Duramos así casi un cuarto hora en dicha posición calando sus pelotas con un charco en las sábanas bajo ellas, de tanto fluido vaginal destilado en mi coño ¡Joder como aguantaba el hijo de puta del viejo! Y mejor es que se le mantenía rígida como una estaca. La clavaba hasta la base aplastando su gran bola escrotal con mi culo…la sensación de tenerlo metido hasta el útero y su almohadilla formada por sus huevos en mi cerrado ano, me electrizaban. Cambiamos de posición al rato, luego de lado quedando yo frente a Maruja, de esa forma ella veía como me clavaba la verga su esposo hasta las bolas agitándolas con desaire… y por último se subió frente a mí en el misionero. Se apartaba para ver como la hincaba, pero no me era del todo fácil tenía que elevarme y su pequeña panza tampoco ayudaba, sin embargo su esposa desde atrás podía ver como los grandes huevos de Fernando topaban una y otra vez con mi culo, al tiempo que todo el tronco me empalaba duro. El macho arreció sus ataques, después de más de media hora follándome avisó que se iba a volver a correr, lo sujeté de la nuca para besarlo poniendo morritos de puta y agarrándole de los huevos para escurrírselo bien hasta dejarlos secos, nos comíamos las lenguas notando su verga atorándome la vagina despiadadamente llegaba donde pocos han conseguido explorar…

– Vamos lléname cabrón, que vea tu esposa lo buen macho que eres INSEMINÁNDOME el coño.

Maruja le recriminó… – ¡No te vayas a correr dentro, Fernando! ¡¡Vas a preñar a esa PUTA!

Su esposo hizo caso omiso de las rogativas de Maruja, me mataba a pollazos hasta que la clavó a tope y con un sonoro rugido se corría dentro de mi coño…, percibía cada chorro de leche como cera candente, me abrasa lo más profundo de mi vagina, un segundo chorro confirmó su intención de llenarme sin hacer amago de extraerla a petición de su esposa. La clavaba a pequeñas inserciones dentro y fuera manteniendo solo sus testículos fuera de mi raja, convulsionando otras tantas veces hasta lograr unos siete aldabonazos. En esos momentos percibí algo diferente a tantas eyaculaciones, nada físico, pues en eso era lo mismo, sino algo anímico, profundo que me unía al hombre que me estaba inseminando. Acariciaba su cuerpo velludo en sorna con agradecimiento. 

Ya despachado, extrajo el cipote y tras de él comenzó a rezumar su esperma. Yo estaba con la boca bien abierta hiperventilando de la excitación, Fernando le instó a su esposa que quería recoger la lefa de mi coño en una galleta para que luego me la comiera…, al parecer ya lo tenían planeado. Así sostuvo la galleta con sus dedos mientras mi coño se empezaba a correr con la leche del maduro semental, ella misma fue recopilando la lefa que escurría como lava entre mis labios vaginales. Cuando mi chocho soltó la leche sobrante que no cupo en mi útero, la  galleta se puso aguada de tanta lefa contenida, la superficie se encontraba completamente llena de semen ¡IMPRESIONANTE para ser una segunda eyaculación!, aquel verraco producía ingentes cantidades de semen, pero sin un lugar a dudas lo dejé vacío. Una vez recolectado todo me la entregó de muy mala gana… no me importó lo único que figuraba en ese momento era tragarme la corrida de su esposo recién manada de mi coño ante la mirada atenta de ella… con una sonrisa burlona a Maruja le atravesé con un…

– "buen provecho"

Tragué la galleta inseminada de un solo bocado mirándola a los ojos muriéndome de regusto por su sabor, ¡¡Fue por mucho la mejor galleta que he probado!!

Ya por último su esposa se levantó de la cama y, sin decir una sola palabra se bajó a la sala, su esposo me dio una nalgada, y se despidió de mí, tanto él como yo habíamos cumplido nuestra fantasía. Obviamente no fue la única vez que follamos, lo volvimos a hacer en días posteriores, algunas veces sin su esposa presente. Pronto se corrió la voz, y otros maduros se pusieron en cola para follarme… elegí a los mejores dotados, haciéndoles desnudar y empalmar delante de mí..., lo que mejor reaccionaron a mi paja y superaban los 18 cm de verga los cité en diferentes días, a los demás los deseché. Esto es vida…me encanta joder con mis vecinos viejos y casados, parece ser que no cabe duda que tengo un fetiche con mis maduros envergados. Cada día tras mi vuelta del trabajo, sobre las cuatro de la tarde me relajaba con una ducha de agua de rosas, elegía la ropa sexi que llevaría para recibir al maduro de turno y esperar hasta las cinco de la tarde, la hora acordada. 





Curiosamente todos se ponían su condón, menos Fernando. En verdad me gustaba esa solidaridad para no preñarme, sin embargo mi querido vecino, el más pollón de todos no tenía intención de ponerse una goma cuando me jodía, aludiendo que era muy complicado encontrar de su tamaño…era ingeniosa su excusa. Para él me cuidaba dejándole correrse dentro de mí, era mi favorito y yo su consentida, que le vamos a hacer, todas tenemos nuestras debilidades, y la mía era mi amado amante Fernando. Ese comportamiento tan promiscuo con todos y relajado con mi maduro semental pronto me llevaría a cumplir con lo que mi subconsciente pedía a gritos y yo no escuchaba… la llamada de la naturaleza. Mis hormonas clamaban ser madre y mi gran macho alfa de espalda plateada consiguió el objetivo que tanto temía ocurriese su esposa Maruja… por fin tras varios meses en aquella urbanización follando sin palancón, pudieron lograr el objetivo con la nueva vecina y el mío propio… ¡QUEDAR PREÑADA! 

Varios eran los que me follaban pero solo uno era el digno progenitor de mi primer hijo, sí el primogénito, porque algo me decía que esos vejestorios salidos no pararían de visitarme, aunque solo a uno le dejaría PREÑARME otra vez… os preguntaréis por qué. Fernando es un hombre guapo a sus 55 años, fuerte y musculado sin ser un adonis. Sus ojos azules indican una rubia juventud, Si a todo eso le sumamos la tremenda buena dotación viril no hay mucho más que dudar. Sin embargo hay más… su inteligencia, su cultura y una gran fortuna generada en su profesión de arquitecto civil que aún ejerce. Con dos hijos de Maruja el mío sería el tercero en la terna por la herencia… ¡Follar es delicioso pero también hay que mirar por el futuro de tus hijos!

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Entradas más populares de la semana