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UNA HISTORIA DE AMOR. Y si tú no has de volver...

    "Y si tú no has de volver" 1ª PARTE "Una para el otro y otra para el uno". Esa frase la repite una y otra vez mi ...

Alicia y el Abuelito

En estos capítulos hacemos una analepsis o escena retrospectiva, dado que se altera la secuencia cronológica de la historia de “La hija ardiente de un camionero”, intentando plasmar el evento donde Alicia entra de lleno en el sexo familiar, en concreto en el incesto con su abuelo paterno Sebastián. A sus 18 años ya poseía una dilatada experiencia en competencia feroz con sus amigas de grupo en conseguir el mayor número de corridas masculinas mensuales. Este flashback se inicia justo antes de acabar el matrimonio de sus padres y la separación.





Mis padres me dejaron en casa de mi abuelo. 

Pensaron en hacer un viaje de unos días de vacaciones por Europa… Roma, Viena y Berlín, a la vista de que su matrimonio se estaba desmoronando, se habían separado hacía ya un año y quisieron intentar quemar el último cartucho que les quedaba para volver a ser una familia otra vez. Mi madre no estaba muy por la labor, pero la insistencia de mi padre pensando en mi bienestar la ablandó un poco con un lujoso viaje casi irrenunciable. Yo sabía muy bien las pretensiones de papá y me alegré que luchara por mí, por estar conmigo, viéndome crecer dentro de una familia unida. 

El mismo día de partir en avión me dejaron en casa del abuelo Sebastián…con él tenía cierta confianza, gozábamos de una empatía desembocada en complicidad, por eso pronto conectábamos en cosas de cierto calado íntimo que no me atrevía a comentar con mis padres, con mi madre por ser un poco tirana conmigo y con mi padre por ser mi progenitor… ya me entiendes. Por un lado soy bastante extrovertida y no sé estar quieta ni callada, y por otro mi abuelo en sus tiempos trabajó como educador social y eso le cultivó en saber escuchar a los demás, especialmente a adolescentes. Está claro que a las mujeres se nos conquista muy rápido cuando se nos atiende y nos hacen reír… mi abuelo a sus 67 años era todo oídos para mí cuando le relataba las aventuras de mi vida, y él las salpicando de humor en el devenir de la conversación…. 


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Cuando mi hijo y su esposa me pidieron que me encargara de mi nieta Alicia, mientras viajaban por Europa, me pareció bien porque estoy encantado de estar con ella, aunque fuese un cargo… ahora que vivo solo casi prefiero estar así, de vez en cuando una cana al aire y poco más, ya uno empieza a no estar a la altura de las expectativas que las hembras exigen. Sin embargo Alicia, es una niña extrovertida con una madurez que rebasa sus 18 años, simpática y divertida que suele hacerme más compañía que estorbo. Llegó a casa con tres maletas enormes y una gran sonrisa. Vestía una camiseta rosa estampada con unos jeans azul. Lo primero que me llamó la atención fueron sus pechos, preguntándome si llevaba sostén, pronto la respuesta fue negativa, nada más bajar del coche familiar… la niña había crecido mucho desde hacía un par de años. Pese a tener unas tetas bastante desarrolladas, apenas usaba sujetador en verano...tampoco lo necesitaba. Aquellas tetas desafiaban la gravedad con marcados pezones que resaltaban a contraluz empitonados hacia el cielo. No sé bien porque me fijé en sus pechos, tal vez me relajaban con su visión, o porque a cierta edad uno vuelve a su niñez y en la infancia una buena teta es sinónimo de alimento y placer. Se instaló en su cuarto preferido, el que una vez perteneció a su padre, se duchó y pronto nos pusimos a cenar y ver la tele hasta marcharnos a dormir.

El segundo día la buscaba por casa para que viniera a comer, sería ya sobre la 14:30, no debí de gritar lo suficiente o se hallaba demasiado ensimismada en sus quehaceres… la encontré en el baño, pero me llamó poderosamente la atención su actitud, no revelé mi presencia oteando sus maniobras desde el pasillo. Se había quedado la puerta entreabierta y me quedé observando intrigado. Ella se sentó sobre el borde de la bañera, totalmente desnuda, y he de asegurar que su cuerpo se veía mucho mejor sin ropa, o tal vez fuera mi falta de relaciones sexuales desde hacía años quien la viera con otros ojos que no fueran los de su abuelo. Sus tetas eran de un tamaño superior al de un melocotón maruja, con sus pezones como botones grandes y erectos sobre una aureola hermosísima e hinchada… aproveché el momento para estudiar sus hermosos pechos desnudos ¡¡PERFECTOS!! Tenía los ojos cerrados mientras se acariciaba las tetas con una de sus manos…. Observaba que eran una obra de arte del erotismo en su forma más pura. Mis ojos viajaron hacia más abajo y noté algo extraño, mi nieta tenía algo sobresaliendo de su chocho. El objeto no era grande, lo extraño era su color azulado y pequeño zumbido que vibraba en mis oídos. Extrañado por los acontecimientos, debí de haber hecho algún ruido que la alertó, porque los ojos de mi nieta se abrieron de par en par y dejó escapar un alarido de sorpresa. Estiró su brazo derecho a través de sus mamas, y sujetó sus piernas juntas intentando taparse para que no la viera el aparado incrustado en su intimidad.

“Pero abuelo ¿Qué haces tú en el baño mirándome…?”  

Me espetó exigiéndome una explicación.

– “Te recuerdo que también es mi baño y que te permito que lo uses.

– Pero abuelo necesito mi intimidad…

– Lo sé cariño, ¿Por ese motivo has dejado la puerta entreabierta, verdad…? Bueno, Alicia te estaba buscando para ir a comer. ¡¿No me has oído cuando te llamaba…?!”. 

Me amenazó con contar a sus padres que la espiaba… 

– “Puedes decir lo que quieras cariño, pero no le gustará saber que ya usas ese juguete azul de tu madre...”. 

Esto hizo que se callara, me marché cerrando la puerta. Ella echó el cerrojo y prosiguió con sus fantasías haciéndose la paja del día. Desde el pasillo se le oía gemir y me puso cachondo la muy jodida… 

– “Para mis adentros me dije que debía controlarme, era solo una niña y además mi nieta”.

Al rato salió vestida hacia la cocina, mientras ella preparaba la mesa fui a darme una ducha fría. Dejamos lo sucedido como un incidente sin importancia, ¡para mí lo era! Es natural que una adolescente tenga las hormonas alteradas, sobre ascuas e impacientes de ser satisfechas constantemente y mi nieta ya era lo suficientemente mayor como para tener su propio consolador…pensé. Después de cenar nos sentamos a tomar el fresco en la terraza trasera frente al jardín, un lugar desde donde se ven muy bien las estrellas en un día sin nubes. El pitido de un 


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WhatsApp nos alertó, ojeé el mensaje y exclamé…“¡¡Que zorra, se está tirando a Daniel!!” No me di cuenta de lo que decía teniendo al lado a mi abuelo que se quedó sorprendido por mi lenguaje soez.

– “Cariño que pasa...”. Entonces me dijo con voz tranquila…

– “Nada abuelo unas fotos que me ha mando mi amiga para ponerme los dientes largos…”, mi abuelo más que interesado…

– “¿Las puedo ver?”

– “Bueno no sé abuelo, tal vez sean muy fuertes para un hombre de tu edad”

– “¡Hija yo ya he visto en mi vida que tú ni siquiera imaginas…!” Tal vez tuviese razón o no, accedí a enseñárselas…

– “Estas son de hoy, pero tengo otras que nos mandábamos cuando echamos un polvo con algún tío… tipo competición” Mi abuelo se escandalizó…  

– “¿Pero hija, tu amiga ya tiene sexo con chicos, si apenas habrá cumplido los 18 años?”

– “Abuelo qué te piensas, algunas de mis amigas dejaron de ser vírgenes a los quince. Sin no has tenido sexo con un chico a esa edad no estás muy bien vista, te desplazan y te hacen el vacío”.

– “¡¿Tú también has tenido sexo por lo que me cuentas?!”

– “Claro abuelo” 

Le ensené una de las mías mamando una polla. 

Sorprendido exclamó… – “¿Con tu novio, imagino?”

– “No tengo novio y nunca he tenido... abuelo eso ya no se lleva, ahora somos amigos o follamigos”

– “Es decir, que podéis acostaron con dos o más chicos a la vez según del día, y como dicten las hormonas, aquí te pillo, aquí te mato”.

– “No abuelo no te enteras, solo lo hacemos con uno y cuando te cansas…, que te cansas enseguida, te enrolas con otro. ¡¡Estar con más de uno es de putas!! Como la Loren que es la más de todas. Llegó a follarse a tres tíos en la fiesta de la noche vieja pasada”.

– “Claro como ya saben lo que es, los tíos se aprovechan de ella. ¡Seguro que a la Loren esa no le disgusta!”.

– “Así es abuelo, ya lo captas”.

– “¿Con quién estás ahora tú, Alicia?”

– “Pues con un chico que tiene una moto guapa..., Efraín ¡Es quien la tiene más grande de todos con quien he estado!”

– “Así es que el tamaño para vosotras importa.”

– “Hombre abuelo pues claro, solo que yo nunca he podido probar una de más de mi palmo. Sin embargo mi amiga Paula, ¡¡que sí tiene novio formal!! Dice que le mide veinte centímetros y apenas la puede rodear en la raíz de lo gorda que es…”

– “Vaya no está  mal y ¿Cuántos años tiene el chaval?”

– “lo mismo que le mide, si cada año que cumpla le crece… a los cincuenta”. 

Nos reímos pensando cómo sería la verga del chaval a tal edad.

– ¿Y el tuyo?

– Mi chico es bastante más mayor... tiene 25, pero no llega a más de esto, dijo señalando del pulgar al dedo corazón, que son unos dieciséis centímetros...  

– “Lo del chico de tu amiga es una buena herramienta, pero yo a su edad ya calzaba algo más... sin embargo tu novio anda corto.”

– “No me digas abuelo, la chicas te rifarían para estar contigo. Estarían la mar de contentas”.

– “No creas hija, entonces no era fácil engatusar a un mujer, se hacían de rogar y hasta el matrimonio te tenían a dos velas, el tamaño no era su primacía, solo una se dejó y ya tenía yo más de veinte años, y porque era viuda desde hacía más de diez años...”

– “¿Y cuánto te mide ahora, si se pude saber?”.

– “Pues niña, no me la he medido desde la mili, y si con la edad ha crecido, seguramente más de veinte, seguro”.

Me acerqué al lado de mi abuelito y le dije al oído… 

– “Me gustaría ver si es verdad lo que dices, voy a traer una cinta métrica y lo comprobamos, ¿Qué te parece?”.

Cuando llegué con el metro posó su mano sobre mi culo por encima de mi pantalón de malla y me acarició. No me importó que lo hiciera, sé que necesitaba excitarse para conseguir una buena erección y total ya me había visto desnuda con mi consolador azul clavado entre mis piernas… 

– “Perdona hija si soy atrevido, pero necesito animarme para que puedas ver cómo se le pone la picha a tu abuelo…”, me dijo excusándose.  

– “Mira abuelo te voy a dar una mejor razón para que tu picha se ponga dura y se convierta en un buen pollón…” 

Me bajé la camiseta descubriendo mis tetas y luego los leggins a mismo tiempo que arrastraba las bragas para dejar relucir mi rajita lampiña. Me pidió que se la acariciara y así lo hice…  la polla de mi abuelo comenzó a crecer abultando bajo su pantalón, se extendía hacia su muslo como una serpiente pitón. Me arrodillé y le desabroché el pantalón pegando un tirón hacia abajo. Quedó tan solo con su calzoncillo que apenas le cubría la mitad de la salvajada de verga, la otra mitad se le salía por la pata del bóxer, con el prepucio remangado.

– “¡¡Madre mía abuelo, que polla más grande tienes, es casi tan gorda como mi brazo e igual de larga!!” 

Me quedé sorprendida ante tal fastuosidad de la naturaleza. Se la agarré y comencé a meneársela con las dos manos adquiriendo mayor dureza, hasta alcanzar la máxima consistencia que a su edad podía mantener. Fue entonces cuando tomando referencia desde los huevos, unos cojones colgandero ciclópeos todo hay que decirlo, hasta la punta de su capullo pude comprobar que le medía veinte y dos centímetros. 

“¡¡Madre de Dios, qué pollón tienes abuelo, con esto puedes reventar a pollazos a una vaca!!”

– “Mira que sois mal hablados los jóvenes de hoy, ¿Esa es la forma de hablar que os enseñan en la escuela?”

– “¡Perdona abuelo pero es un pollón... no me digas…!”

El abuelo Sebastián, con la verga tiesa ante su nietecita se empezó a despendolar, soltándose la lengua y la libido porque sin cortarse mucho a la vista de mi desfachatez para con el sexo me dijo… 

– “¿No te gustaría probar el sabor de la verga del abuelo…? Ya que estás puesta ahí tan cerca y ya has probado otras”.

No me pude resistir a las palabras de mi abuelo cuando me invitó… 

– “¡Como esta de gorda y larga nunca he probado una, abuelo!” 

Aquel badajo no solo medía una barbaridad, su grosor era superior a mi muñeca. Un trozo de carne venoso entre las que destacaba una vena superior que irrigaba de sangre el furibundo glande en forma de champiñón, este poseía un borde de ala ancha donde los labios del felatriz pueden quedar fielmente enganchados  a contra pelo en modo arpón. El resto de tronco se veía casi deforme por las venas hinchadas que lo jalonaban… casi no rodeaba la raíz con los dedos de una mano y para más INRI,  le colgaban unos testículos dignos de un equino… tan frondosos como una pelota de tenis y colganderos, tanto que estiraban 10 cm hacia el suelo desde su base, en su lampiño escroto señalado de venas azuladas…. Me quedé un poco parada mirándole a los ojos tras escudriñar tamaña mole… 

– “No tengas miedo, te aseguro que no te va a comer…”

Se habían cruzado varias líneas rojas ya, por importaba atravesar una más…estaba más caliente que una cafetera, y no veía a mi pariente como tal, sino como un candidato oportuno a quitarme la quemazón del coño. 

– “No pero yo sí que voy a hacerlo abuelito…”.

No importaba que fuera mi abuelo paterno, para mí en ese momento solo era un macho más con la mayor de las vergas conocidas por mí… el cipote más recio que nunca tuve entre mis manos y ahora lo tendría dentro de mi boca al menos. Y sin pensarlo me introduje su glande redondo, duro y morado como una ciruela madura. Se la empecé a mamar pajeando su largo tallo hasta las pelotas, lamí su par de bolas pesadas colgadas en un escroto que parecían dos brevas maduras a punto de reventar de la leche que deberían acumular. El pobre hombre hacía tiempo que no follaba y su nieta se encargaría de todo su néctar espeso cargado de testosterona, si nadie lo impedía. 




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En la turbulencia de lujuria en los que éramos arrastrados, ardí en deseos de acariciar sus pezones erectos, con una pizca de timidez movió su brazo y me dejó tocar sus hermosas tetitas. Noté que sus pezones estaban bastantes duros… 

– “¡¡Abuelo estoy muy cachonda…!!” 

Anotó a decir en una de sus liberadas de polla en su boca, después seguía saboreando el mástil principal de su abuelito.

– “Tienes unos pechos preciosos nena, son dignos de la Venus de Milo” 

Se ruborizó agradeciéndome el piropo. Le pedí que abriera las piernas y me dejara acceder al botoncito del interior de su rajita. Esta vez tardé más en conseguir su confianza y al final mi perseverancia fue premiada. Allí estaba bajo su capuchón el enervado clítoris de mi niña. Nunca me imaginé masajeando el coñito de mi nieta e introduciendo mi dedo anular a modo de polla donde estuvo el frío consolador azul. No me escandalicé, me sentí feliz y me llené de concupiscencia… 

– “¿Lo haces frecuentemente, lo de meterte cositas en el conejito?” 

Le pregunté en tanto se atiborraba de mi rabo… Su cara estaba totalmente colorada, exhaló un gemido contestándome insolentemente… Contó que lo hacía todos los días durante varios minutos hasta conseguir dos o tres orgasmos. Le sonreí alzándola de su posición en cuclillas y le sugerí que fuéramos a su habitación donde ella podría contarme mejor las cosas que hacía a solas, las que realizaba con sus amigos y amigas…, me interesaba todo ese mundo tan libertino del adolescente de hoy en día. Le saqué el dedo de su húmeda raja que usaba como mini pene artificial. Cuando pasamos por el salón me sugirió que mejor nos quedábamos allí sobre el sofá. En todo el trayecto al salón no  pude dejar de mirar cómo se movían sus nalgas cuando caminaba moviendo alternativamente cada cachete… 

– ¡¡Me puso muy cachondo admirando la perfección de sus curvas de voluptuosas!!

Una vez allí, mi nieta me miró de arriba abajo y se subió sobre la mesa del comedor. 

“¡Así que te gusta meterse objetos en tu dulce chochito…!”.

Ella se mordió su labio inferior y me dijo con voz zalamera… – Sí, pero mucho más me gustan las pollas duras y calientes… y una como la tuya tan recia, nunca he probado, abuelo ¡¿Te quieres follar a tu dulce nietecita?!”

Alicia abrió sus piernas y pude ver su coñito casi infantil. Tenía unos pocos vellos rubios transparentes como los de su larga melena, por lo que su rajita húmeda se hallaba diáfana, en donde era fácilmente visible todo su esplendor. Se llevó una mano a su pepita sin el menor recato, y se empezó a masturbar ostensiblemente mirándome a los ojos y a su coñito alternativamente a modo de invitación descarada. Su actitud garbosa me gustó, le aparté su mano y usé la mía para dar placer a su lindo conejito pelado cual si fuera de una muñeca chonchona. Dejó escapar unos cuantos jadeos al tiempo que movía sus caderas acompañando el ritmo de la paja que le hacía. 

Obviamente mi nieta disfrutaba. Paré y abrí los labios exteriores de su chocho comprobando que estaba rosado oscuro de lo caliente y mojado, preparado para la guerra. Alicia asió mis huevos con una mano y con la otra me mostró como se frotaba arriba y abajo los labios de su coño. Me instruyó en el arte de estimular el clítoris con la lengua, cosa que no realicé con mucha frecuencia… y así como cada mujer le gusta de una manera distinta…, Alicia dándome dos indicaciones fui aprendiendo rápido. Mis lengüetazos la encorvan, me enzarcé comiéndome toda la vulva como si de una tajada de sandía se tratase, mordisqueé y mamé su clítoris hasta que conseguí provocarle su primer orgasmo. El sabor de su coñito es delicioso, dulce y salado con el aroma a hembra en celo más embriagador jamás suministrado a mis papilas gustativas.

De pronto se sacudió como si se estuviera electrocutando, al principio me alarmé pero entonces me di cuenta que sus gemidos pedían más y me zambullí besando y comiéndome todo el coño de mi nieta, clavándole la lengua en su agujero vaginal en un pequeño mete saca…, al ver que le era insuficiente, finalmente le introduje mi dedo índice todo lo que pude en su estrecha gruta, sin dejar de trabajarle el clítoris con la punta de mi lengua. Sus músculos interiores apretaban y parecían absorbérmela, meneé la sin hueso dentro de su raja, a la par que sus caderas se alzaban sin control buscando mi boca, más lengua, más penetración. No paré de clavársela y la acompañé con un segundo dedo, deseaba joderla con todo hasta que conseguí que se corriera soltando un chorro de fluidos que me bañó la cara y parte me bebí gustosamente. En esos momentos tenía una excitación, que no podía esperar más.  

Mi nieta y su grupo de amigas se hallaban en un estatus Quo de madurez sexual poco habitual, las fotos de sexo explícito con penetración me desinhibía de toda responsabilidad ante ella y cualquiera de haberla arrastrado a la perversión y al morboso INCESTO…, del mismo modo que Alicia ya se hubo desprendido del respeto que una nieta debe tener a su abuelo. Con su exposición, me daba permiso para fornicar con ella en un incesto del que no dejaría de deleitarme.

Ella me podía rechazar, pero si no intentaba follármela, percibiría haber perdido la oportunidad de mi vida de complacerme con la zorra de mi nieta, de poder follarme por primera vez en mi vida a una chiquilla de menos de veinte años… probar los manjares de su tierna juventud en mí ya decadente senectud. ¡¡Esta chiquilla ofrecida a su abuelo un regalo de los dioses!! 





Saqué mis dedos fuera de su mojado coño, me coloqué entre sus piernas y friccioné el capullo tumescente de polla contra los labios de su vagina. Mi nieta cerró sus ojos y dejó su pequeña boca un poco abierta formado una O… le pajeé el clítoris unos segundos pulsando con firmeza mi bálano, el cual se deslizó hacia la boca de su vagina y la penetré con suavidad hasta que se amoldó al tronco y entonces le di con todas mis ganas. Noté lo caliente y mojado que se hallaba mi cetro dentro de su coñito, se sentía apretado pero no demasiado, ella puso sus brazos alrededor mí y comencé a follármela con pequeñas incursiones ganando centímetro a centímetro su coñito ceñido. Percibía la presión de sus paredes contra mi rabo enervado, lo succionaba y expelía a la vez…. Ninguno dijo nada, de nosotros no salió una sola palabra en el transcurso de horadar tal preciosidad… sueño o realidad no era capaz de discernir notando el calor de mi nieta, con toda mi verga arropada dentro de su vagina.

Con mi mejilla pegada a la suya, su aliento se sentía rápido en mi oreja, excitante e insólito para mí, dado que a todas las mujeres que me follaba y follé se mantenía a distancia, bien porque era la costumbre de antaño cuando estuve casado y de joven, o porque las que me follaba ahora de vez en cuando eran unas furcias. Cuando yo agitaba mis caderas, ella hacía su trabajo acompañando en perfecta sincronización de meter y sacar, consiguiendo un acople perfecto en el vaivén. Sin lugar a dudas las prácticas con sus follamigos se notaba, porque sin darnos cuenta estábamos follando a todo trapo en perfecta consonancia sin tener que explicarle como colocarse para una función fornicadora ideal. A esta altura de mi vida, había olvidado con la vejez cuan bueno era follarse a una chica joven, máxime a una casi preadolescente…. Nunca lo había hecho con una mujer tan joven, a lo sumo que logré follar fue a Juanita y por entonces tendría 28 años cuando conseguí tirármela en la furgoneta de reparto de su padre.

Su cuerpo era tan firme, sus músculos eran tan fuertes y ágiles, sus pezones eran tan duros apuntillándome contra mi pecho. Su coño  estrecho, mojado y palpitante presionaba mi gorda verga, procurando no excederme de meterle más de la mitad ¡Qué bien se enterraba tranquilamente sin producirle daño alguno! Le hacía el amor de manera lenta, cortés, y amorosa, dosificando el ritmo, al tiempo que mi sensible glande expandía la inhóspitas paredes de mi dulce nieta. Nos cambiamos de posición me senté en una silla y ella vino a clavarse de espaldas a mí. Apenas tardó unos segundos en asirme la verga y encauzarla a su ajustada rajita en su agujero dilatado. Le entró más de la mitad en la primera inserción esta vez, procurando ahondar un poco más a cada sentón, hasta que en los siguientes logró desaparecer toda en su coño, dejándome fuera solo las pelotas aplastadas contra su vulva.

 Tomó la iniciativa de la penetración, recreándome como su cuerpo entero se movía en cada embestida, se contorneaba y movía con soltura pasmosa. Pensaba en ella, a sus 18 años y con toda una vida de sexo por delante, lo generosa que estaba siendo conmigo, ¡Qué mujer más maravillosa al compartir algo tan hermoso como el acto íntimo de la procreación con su abuelo! Gradualmente aceleró la marcha, podía sentir su corazón con mi mano en su pecho izquierdo, como iba adquiriendo un mayor ritmo sus pulsaciones… mi corazón le acompañaba a la par.

Me sentía acorralado por sus piernas y la lujuria de follarme un cuerpo tan sexy sin haber llegado a la madurez total. Repentinamente, mi nieta expiró entre gritos se agitó con mayor contundencia y se estremeció corriéndose… sus músculos se contrajeron sobre mi polla insertada en su interior, en tanto se convulsionaba en la corrida más larga que jamás viví en una mujer atravesándola. Agotado de dicha silla incómoda me senté en el sofá, se volvió a montar sobre su abuelo de cara para ofrecerme sus tetas que mamé y me amamanté succionando sus pezones… continué follándomela con todo lo largo de mi tranca. Las penetraciones eran mucho más fáciles y profundas, recordar cómo se había corrido sobre mi polla y huevos… su coño se hallaba totalmente encharcado y lubricado, de ahí que mi estoque deslizara con tanta suavidad dentro de tan ajustado coñito. No tarde mucho en unirme a mi nieta en el orgasmo… suelo aguantar bastante pero los veinte y tantos minutos follándola eran suficientes para un viejo como yo…, no resistiría mucho más con mis  huevos cansados de golpear una y otra vez en su vulva lampiña decidieron expulsar mi semilla.

Noté el subidón de adrenalina, seguido de la lefa que recorrió el falo a toda velocidad siendo expulsada como un geiser en  un primer chorro incontenible de leche, seguido de otros dos largos y grueso chorros para ser depositada en su joven matriz más directos al cérvix de mi niña. Mi nieta se percató de la evidente  eyaculación, de cómo se me endureció la polla y de los aldabonazos de lefa en su fondo uterino… 

– “¡¡Así abuelo, dame tu leche, la quiero toda en mi coño… no te cortes en vaciar tus huevos dentro de mí!! ¡Así abuelito PRÉÑAME! ¿¡No te gustaría preñar a tu nieta…!?”

Me asusté al oír que deseaba que la preñase...

– No te preocupes por eso abuelo... tomo mis precauciones, pero sentirme llena de ti, ¡Vamos fóllame y lléname de leche!

Continué avanzando en ella como venía haciendo hasta ahora, mientras me convulsionaba en chorros de esperma acumulada durante meses. Paré y tras unos segundos de recuperar el aliento se desincrustó de mi verga echando de menos su acogida. Sobre el sofá me quedé mirando el hoyito que se cerraba poco a poco, el mismo que mi falo había dilatado al follármelo…, su vagina bostezaba llena de semen como una boca pequeña que se había comido mi néctar recién descargado. Sin pensar lo lamí y me introduje en la boca parte de mi leche mezclado con sus jugos, para posteriormente acercarme a su boca y compartirlo con ella que sin asco se tragó “ipso facto”. Me coloqué cómodamente sobre el sofá con mi nieta… la retuve tiernamente en mis brazos. Ella puso su cabeza en mi hombro y jugó con los pelos de mi pecho. Mantuvimos el silencio un buen rato, entonces ella me pregunto… 

– “¿Te das cuenta, a partir de ahora las cosas van a cambiar entre nosotros abuelo?”.

En cierta manera así era, lo admití… – “No sé si podré dormir sabiendo que estás en casa durmiendo sola…”.

– “Entonces me gustaría dormir en tu cama de ahora en adelante, los días que estemos solos los dos”.  

– “Me parece una gran idea cariño”.

Desde la muerte de mi esposa, hace diez años algunas mujeres pasaron por mi cama o las fui a buscar al club de alterne del kilómetro 5 de la nacional 301, pero ninguna es tan hermosa y excitante como mi nieta. El cambio se hizo de inmediato, abandonó su habitación y vino a la mía esa misma noche. Lo primero que hizo mi nieta fue ponérmela dura con una paja mientras me besaba con lascivia, fue al grano. Me machacaba el tronco desde el duro capullo a las pelotas que se movía arriba y abajo, acompañando la manita de Alicia deslizándose sobre mi badajo. Pensaba en mamarle el conejito pero se me adelantó ella sobre mi polla. Que un hombre de mi edad, tuviera una hermosa quinceañera mamándole la polla, no es algo corriente, especialmente si es su propia nieta que está para comérsela de arriba abajo. Solo repasarlo me ponía más a tono, tan exaltado que no distinguía la realidad de la fantasía. Nunca se me había puesto tiesa tan rápidamente sin la ayuda de la viagra, pero mi nieta lo conseguía. 

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Estábamos ambos desnudos, yo sobre mi dorso y ella de costado a la altura de mi pecho… bajó su cara a mi tranca en plena forma. Comenzó a besarla por todas partes, pero mayormente sobre la cabeza gorda en forma de champiñón, con su mano izquierda bajó el prepucio y lamió el cipote del abuelo. Se recreaba a lo largo del tronco, lamió mis pelotas, el glande… me ensalivaba como una verdadera experta…, no podía creer que a su edad se emplease con tanta maestría a la hora de realizar una felación, sin duda había hecho muchas como esa, ¡Pero la muy puta, nunca había mamado una polla tan gorda como la mía! Chuparla era un paso previo al resto del acto indecente, impúdico y perverso de una nieta y su abuelito. Saboreaba cada centímetro en su lengua, sin olvidar comerse los huevos uno a uno metiéndoselos en la boca y succionándolos casi al extremo de arrancármelos de cuajo. Parecía tener una cantidad infinita de saliva, usó sus labios y lengua para darme un placer que no imaginaba que existiera. Gradualmente, tomó más y más polla en su boca, como queriendo alcanzar un récord mayor a cada metida.

De pronto paró y me dijo… – “abuelo cuando tenga tu tranca sumergida en mi boca me echas una foto. Quiero mandársela a mis amigas, ¡No veas la envidia que les dará cuando vean el pollón que me estoy comiendo…!”


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Mi abuelo nunca imaginó que el ángel de su nieta fuera tan PUTA. Mi cabeza sacudía arriba y abajo ondeando mi cabello en el aire y de vez en cuando mi abuelito tiraba una foto con mi móvil. La mamaba divinamente, alcanzando a metérmela hasta la garganta. Mi abuelo se lo estaba pasando fenomenal, de vez en cuando lo miraba encontrándolo con los ojos cerrados, y su boca abierta mientras gemía con el placer extremo del momento… ¡A este viejo le estaba dando la vida  quitándole años de senectud! Todavía no conseguía escurrirle las pelotas y sacarle los largos y espesos chorros de esperma que me tenía preparado, pero la serie de fotos seguro que estaban muy bien. Le dejé de chupar el cipote con la mandíbula cansada y cambié de estrategia cabalgándole, sabía que no se negaría con lo que le gusta follarme el coño. Me puse sobre sus muslos y apoyada en su pecho con mis brazos me la incrusté en mi conejo hambriento de rabo. Me clavaba su enorme falo, aquel tremendo mástil era solo para mí. Comencé a aumentar mis zambullidas, notando el cipote de mi abuelo en mi útero y como se alteraba pidiéndome más ritmo, su corrida no tardaría en llegar después de la gran mamada y viéndome como su verga aparecía y desaparecía desde detrás de la raja de mi culo…

En cuclillas me empalaba una y otra vez la gran estaca del abuelito que me llegaba hasta el estómago cuando la hundía por completo en mi coño tragón. Mi mano no paraba de frotar el clítoris espigado que se escondía bajo mi capucha, así que mi cuerpo se electrizó en una sacudida categórica… Joder teniendo su miembro viril en mi chocho no sé cuánto tiempo metido en lo profundo de mi útero con en innumerables hincadas y mis frotaciones no pude más que soltar toda mi contenida excitación en un orgasmo brutal. Convulsioné corriéndome sobre su falo, le llené toda su entrepierna de mis fluidos y de nuevo me la clavé a fondo con determinación y lujuria feroz. Me arqueé dejando que el macho me follara de abajo arriba…, su cadera se agitaba cual si fuera un jovenzuelo, veía en su rostro el esfuerzo por llegar hasta que su intensa agitación me alertó y como una gacela me bajé al pilón… deseaba beberme su leche.

Estuve mamando su pollón unos dos minutos, el tiempo parecía no tener significando. Después de aquel maravilloso largo rato entrando en mi boca, me vino la recompensa de un largo chorro de semen descargado sobre mi lengua, mi paladar y dientes cubriendo toda mi boca de esperma espeso recién ordeñado de sus orondas pelotas. A algunas mujeres no les gusta el sabor de la leche de una buena polla, sin embargo a mí me encanta, lo deseaba y amaba con locura. Levanté la cabeza hasta que solo quedaba en mi boca su glande hinchado y lo succioné con ganas de escurrirlo. En un instante el cipote de mi abuelo soltó un nuevo chorro de lefa que soporté hasta la última gota. La presión lo impulsó a mi paladar atorándolo. Me compuse y tras zampármelo le mamé algunos centímetros más de polla dejándosela bien limpia. Parecía sazonar mis papilas del gusto como si fuera un helado de yogur cremoso un poco salado. Sonreí suavemente de manera coqueta, pensando que no me permitían beber alcohol y por el contrario mi abuelo me permitía tragarme su leche espesa o llenarme la vagina con él.

Cuando su polla estaba ya mullida en mi boca, la lamí bajando a su huevazos para agradecerle su trabajo…lo lamí y chupé ensalivándolos por completo. Curiosamente se retorcían dentro de su escroto, los aporreaba con la punta de la lengua jugando con ellos y luego lo besé como quien besa a su amor. Repté hacia arriba como una tigresa y quedé en lo alto de mi abuelo, todo un macho satisfecho. En su mirada se notaba que su nieta lo había conquistado definitivamente y ahora me coloqué victoriosa sobre mi verraco compartiendo su olor a semental que me embadurnaba mi cuerpecito de niña mala. Sus manos me acariciaban la espalda, el culo y las caderas clavando mis pezones empitonados en su pecho varonil. Cuando ya lo percibí algo recuperado le solicité que me devolviera el favor de semejante felación. Me abrí de piernas sobre su cara y me comió el coño.




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Mi nieta inagotable quería su momento de placer… se había posicionado con su conejito en mi cara y traté de hacer tan buen trabajo con ella como había hecho sobre mí. Usé mi lengua y labios de la mejor manera, mamando las dobleces de su conejito, cada labio lo ensalivaba. Lamí su rajita y usé mi lengua y labios para chupar su clítoris lengüeteando con la punta. Se notaba como un guisante rígido que quise mamar, pero solo alcanzaba a lamer presionándole con suaves golpecitos. Le abrí los labios interiores y lamí adentro del coñito de mi nieta, empujé mi lengua tan lejos en su intimidad profunda como podía conseguirlo. Rocé, mastiqué, lamí, mamé e hice que tuviera un orgasmo nuevamente tras más de ocho minutos saboreando tan delicioso majar. Ella parecía encantada de lo que el abuelo podía hacer con su cara enterrada entre sus piernas impregnado de jugos adolescentes. Descansamos desnudos más de una hora acariciándonos…, ese día había sido rotundo, sacando fuerzas de flaqueza para complacer la lujuria endiablada de mi nieta Alicia. No me quedaban fuerzas, sin embargo mi verga se mantenía hinchada por una dilatación venosa tan seguida que llegaba a dolerme. Ella se levantó a mear, oí su chorrito caer en el váter…me imaginé como sería de hermoso el caño salido de su coñito. Cuando volvió de la cocina trajo media pizza que nos comimos sobre la cama viendo la tele.

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El alimento reforzó nuestro organismo. Al terminar de comer me quedé acurrucada a su cuerpo, dejando que me acariciara la espalda, la cadera y el culo mientras le sobaba su pecho, su polla flácida y los tremendos testículos carnosos de tan agradable sensación…blanditos y escurridizos dentro de su saco escrotal enorme. En la bebida le había metido la pastilla de viagra encontrada por casualidad entre los medicamentos, y así viendo la peli esperaba que hiciera su efecto en mi abuelo ayudado por mis manoseos, y mis chupadas de falo que me enturbiaban la mente de ganas por recibir otra vez aquella estaca endurecida, dentro de mi insaciable conejito. La película dejaba de ser interesante a medida que el tamaño del mástil se alzaba elegante y majestuoso entre sus piernas… Me miró con la verga en todo su esplendor y con la mirada me preguntó si yo también quería y asentí. 

Entonces me besó golosamente metiendo su lengua dentro de mi boca, le mamé la lengua, retocé lascivamente sobre su cuerpo comiéndonos las bocas. Él seguía con su mano en mi chocho atacando por detrás, desde mi culo y su otra mano sobaba mis tetas, mis pezones eran pellizcados con sutiliza concluyente. Entonces, un dedo curioso empezó a introducirse en mi ano. Otros dedos andaban ya entrando y saliendo de mi vagina, me tenía amordazada… pero yo le tenía amarrada de su polla enorme e increíblemente dura. Me tumbé sobre él en la cama e hicimos un 69 previo ¡Fue delicioso!  Aún sabía a su rica leche. Una vez le hube ensalivado el cipote, lo saqué de la boca, él no paraba de comerme el chocho encarnizándose en mi pepitilla logrando un miserable orgasmo a traición ¡El muy cabrón me había cogido el punto!

Mi abuelo y yo estábamos totalmente excitados otra vez… mamaba su cipote energizado sin parar hasta el galillo. Me estimulaba sentir esa cantidad de carne dura en mi garganta y sus abultados testículos rozando mi nariz… Cuando deje de convulsionar y me abuelito se tragó todo mi fluido orgásmico, me puso en posición sobre él a cuatro patas y me despatarró procurando que mi coño estuviera bien abierto con accesibilidad completa para su ariete. El cabrón, esta vez no ponderó su fuerza, haciéndose notar la diferencia de tamaño entre su verga y mi chochito. Me hincó todo el estoque como a una puta, penetrándome de un solo golpe hasta los huevos en mi ceñida raja… la lubricación y la dilatación previa ayudó a tragarme semejante ejemplar duro como el cuerno de un toro.

Emití un alarido de dolor clavándole mis uñas en sus brazos, mas aguanté a sabiendas del gustazo de sentir de nuevo su trabuco bombeándome ¡Tan gruesa, plena de venas estimulante, dura como nunca y suave como la seda! Perforó mis entrañas al tiempo que se estremecía entre los pliegues de mis paredes íntimas. Estuve unos segundos quieta, sintiendo mi estrecha cueva acomodarse al torpedo alojado en la profundidad de mi útero. De reojo vi nuestros cuerpos acoplados en el espejo del armario fornicando como animales en un apareamiento salvaje ¡¡Dos amantes follando nos miraban, y eso nos excitó sobremanera!! Empecé a moverme despacio, mi abuelo me indicó cómo hacerlo para sentir más placer ayudándome con sus manazas en mi trasero. Notaba cómo iba expandiéndome con su falo dentro de mí. Luego, fuimos aumentando la velocidad de la cabalgada… yo no hacía más que gritar…

“Sí… dame más, abuelito… aaaggghhh. Así…métemelo hasta el fondo… como hace tu hijo en mis sueños…. Sí… inúndame con tu leche, quiero otra vez la leche de mi hombre… sigue… más rápido…”.

“¡Con que fantaseas con tu padre...! Pues mira como has llegado al abuelo! Continuaba follándome a todo trapo. – Así, mi pequeña... lo haces de maravilla… dale a abuelo tu rico chochito… sí… así…”

Besaba mis tetas succionando y mordiendo mis pezones… alternaba con mi boca comiéndonos por pura lascivia intercambiado todo tipo de flujos, su lengua me calaba hasta el paladar buscando la lucha con la mía… se la mamaba a la par que me follaba con mayor intensidad mi ajado coñito. Mis fuertes piernas impulsaban mi cuerpo, para dejarme caer en enérgicos sentones sobre sus pelotas de acero, empalándome con su inagotable miembro viril. Tras más de veinte minutos tragándome su falo, la habitación olía a sexo que se podía cortar con un cuchillo. Buscábamos la mejor postura, que nuestros cuerpos se hallasen acoplados y relajados, así cambiábamos cada pocos minutos… de lado dándome desde atrás, a cuatro patas como una perra en celo respingando el culo, sobre él de frente o de espaldas y finamente recostada sobre el colchón en el tradicional misionero con mi abuelito arrodillado enfrente de mí  con mis piernas despatarrada sujetas por las pantorrillas y su pollón partiéndome en dos clavado hasta los mismos cojones una y otra vez. Mi abuelo no aguantó más follándome a todo trapo, lo noté endurecerse y avivar sus clavadas hasta que consiguió explotar en un grueso un chorro de leche que no debió de ser mucha por la tanda de sexo que llevábamos,  pero el placer que me transfirió sí.

Percibí el primer gran chorro de lefa, en tanto el resto se iba descargando someramente aliviando al semental de mi pobre abuelito… lo había dejado seco, agotado y exhausto como tal vez no recordaba.  Se derrumbó sobre mí sin fuerzas para nada, nos volteamos quedando sobre su fornido cuerpo… me sentía tan segura en sus brazos, que estuvimos un buen rato sin movernos fuertemente abrazados, intentando recuperar nuestra respiración y disfrutando de nuestro sabor, aroma, calor y sobre todo nuestro amor. Durante el tiempo que estuvimos follando y luego recuperando el resuello, mi abuelo no dejó de hurgar con uno de sus dedos mi ano… podemos decir que me dio por el culo y el coño a la vez. Nos habíamos acostumbrado a follar a pelo, sin pensar en más, recogiendo hasta la última gota de semen en mi vagina y boca de momento… no hallábamos totalmente despreocuparnos de los resultados de tantas inseminaciones. Estaba segura que el esperma de un hombre de su edad apenas tenía capacidad para preñarme, convencida por lo que leí en internet de la baja movilidad de los bichitos, así que me dejaba follar a diario, despreocupada que sus espermatozoides pudieran fecundarme.





Amaneció un día radiante abrazado a mi nieta, uno de eso días dignos de aprovechar para salir de casa, con una temperatura ideal para pasear por la mañana, y así hicimos. Por las calles de la ciudad entramos en algunas tiendas y se compró a mi cuenta, ropa y complementos que le hicieron ilusión. Sus padres no tardarían en llegar en un par de días y apenas habíamos visto nada juntos fuera de casa. Por un lado deseaba recobrar mi vida cotidiana, porque su ritmo era agotador día tras día fornicando como animales, no obstante por otro lado sabía que la echaría de menos, quedándome solo con el recuerdo de cada uno de nuestros orgasmos. Regalos inesperados del cielo. Tras un día intenso de sexo, solíamos tener uno de descanso y el día anterior no paramos de follar en todo el día…, mis huevos necesitaban un descanso mayor si cabe, de ahí el día de tiendas por los grandes almacenes del centro comercial. La invité a comer en un restaurante de cocina creativa a precio asequible y luego nos marchamos a casa después de más de seis horas corriendo la ciudad cargados de cosas para ella, y algunas que me regaló con mi tarjeta de crédito, como no.  

Empezó a usar faldas y pantalones piratas sin nada abajo, dejó de usar también las bragas para que cuando nos cruzáramos en la cocina o en algún lugar de la casa pudiera meterle mano en su conejito hambriento a modo de juego morboso. Le metía los dedos sacándolos todos llenos de sus jugos, dándomelos a chupar y oler. Si teníamos un ratito de tiempo, se agachaba ofreciéndome todo su coño… no tardaba mucho en sacar mi rabo extra recio bien duro de mis pantalones…. De esas situaciones prefería usar bermudas sin los calzoncillos bóxer de siempre, para que fuese más fácil arremeterla apoyándomela en cualquier rincón de la casa. Se la acomodaba en la entrada de su hermosa rajita juguetona y de una se la metía toda completa. Estaba hecho todo un adolescente… me mantenía con la polla casi todo el día tiesa como un palo y ella aprovechaba cualquier situación o momento para pajeármela o chupármela por puro vicio.

Cuando por fin entramos en casa agotados, nos sentimos en el paraíso. Los dos solos, sin gente a nuestro alrededor, de nuevo mi macho y yo. Me di una ducha relajante y creyendo que el abuelo estaba en su habitación, salí desnuda a decirle algo, lo encontré en el salón. Comentándole lo que había ido a decir, me  asió de un abrazo acompañado de un beso húmedo. El tronco de mi abuelo iniciaba su alzada poniéndose totalmente tieso al verme desnuda, mientras nos besábamos percibí su mano acariciar mis nalgas y mi rajita, al tiempo que me decía…  

– “¡Qué rica estás, chiquilla! ¡Cuánto te voy a echar de menos!”.

Sus dedos salieron de mi vagina, me puso en posición de la perrita y en menos de nada, me clavó su estaca por detrás. Grité de dolor, ¡Mi coño no se acostumbrada a sus folladas salvajes!, ¡pero me gustaban tanto que el dolor era puro placer! Una de sus manos empezó a acariciarme mi clítoris, le fui quitando los pantalones que se desplomaron rotundos al suelo, se los quitó a la par que sus zapatos… finalmente de un tirón desalojé sus calzoncillos liberando el arma de follada masiva que posee mi abuelo Sebas entre sus piernas. Me hice adicta a aquella tercera pata rígida y flamante. Lo empujé al sofá quedando sentado con todo el mástil soberbio, y sin compasión alguna de un bravo golpe acabó por clavarme hasta el fondo dejándome caer en su hermosa estaca. Notaba su cabeza de ariete dura en mi barriga y sus pelotas chocar contra mi vulva. Al cabo de un rato mi hombre y yo separamos las bocas, nos miramos sin decir nada y entonces me senté sobre sus muslos. Aquella polla enorme,  tan  grande como la de papá… de tal palo tal astilla, me volvía loca, ansiaba obtener todo el placer que pudiera extraer de ella, incluida su leche sin lugar a dudas. Ese siempre es el premio de una dama que es follada por tan gentil macho, aunque con mi abuelito me comportaba más como una zorra.

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Me monté a mi nieta sobre el espolón, entrando en su conejo con toda facilidad, deslizándose suavemente. Me la follé como tantas veces habíamos hecho estos días, cabalgando sobre mi cipote endurecido por tan tremenda hembra. Ella se posicionó de espaldas y yo conduje la verga dura como un clavo de nuevo a la entrada de su coño. Subía y baja su culo viendo cómo se abría y cerraba la raja de sus nalgas succionando mi nabo con su apretado chocho adolescente, no por ello menos tragón. Ahora estaba lista para recibir toda la  polla del abuelo….

Comencé a restregar mi verga en pie de guerra en su diminuta rajita, así lo hice desde su clítoris hasta su culito ella se estremecía de placer, gemía y suspiraba le dije… 

– “Toma aire cariño, porque te va doler un poco” le solté una estocada fuerte y rápida…

Ella solo dijo… – “MMMMMMGGGGHHH”, y se le empezaron a rodar unas lágrimas… – “Abuelo eres muy malo conmigo pero me gusta”,

A lo que le conteste… – “Aguanta un poco” 

No me dio tiempo, la extrajo y se dio la vuelta. Se sobaba el clítoris frente a mí mirándome a los ojos y con la otra mano me pajeaba el badajo lubricado con sus jugos vaginales. El placer por esas caricias hizo que se le olvidara el dolor, me acerqué a su rostro para besar sus lágrimas. Alicia se volvió a montar y al sentir que mi cipote en su entrada, esta vez sí se lo caló entero comenzando el mete saca. Por instinto empezó a contraer sus músculos pélvicos, lo que me proporcionaba un gran placer extra. No quería lastimarla, pero al sentir como su vaginita se acomodaba fácilmente a mi mostrenco de carne de cañón, empezó a metérsela un poco más fuerte. Ella solo gemía y suspiraba mientras yo sentía cómo su conejito lampiño succionaba mi verga con las contracciones que mi nieta ejercitaba con sus músculos. Observó mi cara de placer y me preguntó…

– “¿Te gusta abuelito como te folla tu nieta preferida?

No contesté, el goce me tenía abotagado. Con cada embestida que le daba oía un… – “oh, ah, así abuelo”. Así estuvimos como unos diez minutos hasta que ella empezó a estremecerse nuevamente. Percibí mojar mi verga con un tibio jugo que empapaba mi falo y mis huevos. Volví a notar los muslos de mi nieta presionarme, eran firmes y musculosos. Apresaba mis caderas impulsoras, eso me recordaba que me estaba follando a una mujer joven, sedienta de sexo sin clemencia. Tal pensamiento alimentó la lujuria en mi corazón impulsándome a joderla con más ímpetu. Mi nieta se volvió a correr y después de su orgasmo continué  follándomela como un león, su corrida ayudaba a que mi gran polla pudiera entrar más profundamente en su coño, empalándola como un semental monta a su yegua. 

Entonces alcancé mi límite… noté el estremecimiento en todo mi cuerpo como una descarga que recorría desde mi cabeza a los testículos, los cuales se vencieron desalojando su néctar. Avancé más profundo con mi polla en el coño de mi nieta apretando mis huevos contra su esponjosa vulva y simplemente dejé a la naturaleza que tomara su curso, llenando de semen las entrañas de la puta de mi nieta… la polla se hinchó y escupió toda la leche en su oprimida vagina justo en el mismo cérvix, sino en el mismo útero. Mi niña me había ordeñado otra vez sin precaución alguna, sin permiso dejándome hecho una piltrafa. Mientras descargaba en su interior notaba como sus músculos contraídos apretaban mi falo, me lo mamaba con sus contracciones vaginales. Casualidad o no fue la primera vez que obtuvimos un orgasmo mutuo, algo que desde luego era de una gran belleza y complicidad. Durante un rato nos estuvimos besando como dos enamorados, mientras mi torpedo seguía sumergido en los mares del sur, deslizándose dentro y fuera de su vagina lentamente en cortos tramos manteniéndola dura. Cuando habíamos terminado de follar, me la coloqué sobre mí, enviándole el mensaje de que yo era el varón dominante, que había atendido exitosamente a la hembra. Mi nieta me  dejó disfrutar de la victoria pasando uno de los días más divertidos de todos, pese a que solo follamos esa vez, por suerte para mis agotados cojones… completamente exasperados de producir leche sin parar como nunca antes lo hicieron.

Por la mañana, cuando desayunábamos juntos después de una noche sin sexo las miradas eran cómplices de nuestra íntima relación. Quise volver a mi rutina de antaño de leer novelas de la sonrisa vertical, tal vez conseguiría ideas que me hicieran parecer un macho más atractivo para mi nieta. Me metí en el aseo a leer y aquella lectura desembocó en una erección cojonuda… de pronto en medio de la lectura tan excitante, mi nieta golpea la puerta para poder entrar. Le urgían las ganas de mear, dejé de leer con el cipote tieso, por supuesto y puse la novela encima del armario ropero, para no salir con ella en la mano. Me acomodé el estoque erecto en mi bóxer, subí mis pantalones y salí del baño con una erección notoria, que se notaba sobre el pantalón. Ella se dio cuenta porque me miró el bulto, se sonrió y me lanzó una mirada cómplice. Yo me fui a la cocina a tomar agua y regresé al baño cuando terminó ella, para buscar la novela. Para mi sorpresa no logré encontrarla, me acerqué a su habitación, con la puerta cerrada escuché unos gemidos. Me imaginé que se estaba masturbando leyendo los relatos, no quise molestarla en su momento íntimo y me marché.

De ahí en adelante comencé un juego de seducción para con ella. Me mostraba liviano de ropa y dejé más a la vista el resto de libros de la sonrisa vertical para que ella los encontrara y los leyera. Noté que ella también empezó a mostrar más de su cuerpo, solía andar en ropa interior por casa; con la excusa de buscar algo en el congelador, se agachó mostrando todo su culito y lo movía mirándome de reojo para excitarme. Atraído como abeja a la miel me acerqué al frigo con la excusa de buscar agua o algo que estuviera bien al fondo para aprovechar apoyar sin ningún disimulo, mi avivado rabo duro en su culo, de esa manera notaría bien cómo me ponía la niña. Ella agachada a 90 grados masajeaba su culo contra mi polla y daba pequeños suspiros. Se dio vuelta y me dejó sus labios a centímetros muy escasos de los míos, frotando su mano en mi bulto, dejándome a nada de darme un beso. El juego solo pretendía animar el libido, y hacer descansar a mis huevos que no paraban de producir leche para ella. Por la noche, cuando nos sentábamos en la sala a ver cine. Ella sentada delante de mí disponía sus piernas bien abiertas para dejarme a la vista su tanguita y parte de sus labios vaginales. Es más, yo notaba que se metía la tela del tanga entre la raja de su conejo para que quedasen casi descubiertos por completo su hermosa vulva. Disimuladamente se metía la mano por debajo de la camiseta XXL y muy silenciosamente se masturbaba. Se levantó del sillón y acomodándose a mi lado…

–“Abuelo quiero que me sigas tú.” 

Apretaba sus piernas y soltaba la presión mientras le frotaba su raja y pulsaba en el clítoris. Mis dedos entraban y salían de su coño embadurnados de jugos. Abierta de pierna me zambullí entre sus labios vaginales y le comí el coño durante el tiempo suficiente para que se corriera, ese también era mi placer. Seguramente mi cría deseaba probar mi leche pero no se la ofrecí, necesitaba recuperarme, comenzaba a tener dolor de huevos por aquella niña insaciable… le rogué que me permitiera descansar, ella muy compresiva no intentó nada en toda la noche. Amaneció una mañana fresca, salimos a correr con las bicis y a la vuelta nos enfrascamos en la cocina a preparar la comida, y algún postre especial para nosotros que no nos salí bonito, pero sí bastante rico…. Esa tarde después de una comilona me acosté a dormir la siesta, descuidadamente dejé la puerta un poco entreabierta, completamente desnudo tirado en mi cama boca arriba por el calor y el dolorcillo de testículos un poco aminorado. 

Adormilado me hallaba cuando ella se asomó por la puerta, miró un rato hasta que se decidió a entrar, se acercó hasta la cama muy lentamente y me agarró el badajo un poco desplomado aún. Me dejé hacer y mi polla enseguida se me puso dura como una piedra ante los manoseos implacables de la niña. Ella al ver que yo no me movía empezó a manoseármela y acariciármela, y hasta se daba el gusto de darle un beso en la punta y comerse el capullo… Se fue excitando y se despojó de toda su ropa. Se colocó frente a mí y empezó a masturbarse frenéticamente. Yo estaba con mi cipote duro y erecto como un mástil de velero, mientras me la masajeaba, de pronto se puso a cuatro patas con su culo apuntando a mi polla y se empezó a meter un dedito por su ano. Gemía y se retorcía de placer… fue cuando me decidí….

Ella se dio la vuelta, me miró y dijo… – “Por fin abuelo te has decidido. Te estoy esperando, quiero que me hagas tuya otra vez. Deseo que me folles, que me desvirgues el culo y que me hagas tu mujer, tu amante, tu puta… Como en tus novelas que dejas a mi alcance para que me excite.”

Yo le dije… – “quédate así como estas amor no te muevas”

Y así en cuatro patas como estaba me arrodille detrás de ella y empecé a besarle y chuparle todo su culo y su conejito desde atrás. Mientras mis dedos masajeaban su clítoris, ella gemía y se retorcía de placer… 

– “Así abuelito que rico”.

Desnudos nos hicimos un 69 al tiempo que le masajeaba sus tetas y daba pequeños pellizcos a sus pezones. Al mismo tiempo me comía su coñito delicioso, acariciándolo, lamiéndolo y tragándome todo sus jugos… en enzarcé el clítoris y al cabo de unos minutos se empezó a convulsionar trabajando todas sus zonas erógenas. Se dejó caer en la cama por unos segundos y me dijo… 

– “Abuelo ha sido el mejor orgasmo en días, quiero devolverte el favor”.

Se sentó en la cama y agarro mi verga con su mano por debajo del glande y empezó a chupármela con destreza, en unos instantes mamaba de una forma descomunal, lo hacía con pasión y lujuria. Se la sacaba de su boca solo para decirme que rica y grande era mi pollón y que le encantaba tenerla en su boca mientras me miraba a los ojos. Eran mamadas inolvidables. Se la saqué de su boquita, la acosté sobre la cama y la comencé a besar su boca mientras mi falo se apoyaba sobre su monte de Venus… sobre un coño súper mojado. Le froté su clítoris y labios  de su hermosa vagina con mi duro capullo como tanto le gustaba la niña, y después fui bajando con mi boca por su cuello, mordí y chupé el lóbulo de su oreja mientras mis manos masajeaban sus inhiestas tetas…. Los huevos me volvieron a doler, pero esta vez no iba a dejar a mi nieta sin su polvo.

Después continúe bajando a sus pezones, con mi boca comencé a chuparlos con avidez sin dejar de frotar mi bálano sobre su entrepierna depilada, entre su raja abriéndola, y en su pepita endurecida haciéndola disfrutar a fondo. Ella jadeaba entre gemidos saliendo de su chocho una buena cantidad de jugos que lubricaban a la espera del invasor recio y enervado de su abuelo. Mojaba mis dedos en ellos, y se los daba a probar para excitarla más todavía se cabe y cuando vi que ya estaba lista hice que apoyara sus piernas en mis hombros. Se lo chupé un rato para probar y oler el coño de mi nieta. Acomodé mi cuerpo y la punta de mi estoque en la entrada de su conejito hambriento, ella me miraba con adoración y suplicándome me pidió que se la metiera, que la follara, que la convierta en toda una mujer, que quería tener toda la verga de su abuelo dentro de ella. Así que empecé muy despacito a meter primero el gordo glande y después centímetro a centímetro el tronco deforme de venas inflamadas. Ella arqueaba su espalda para que le entrase más y más. Sentí chocar mis huevos en su vulva, mi cipote había llegado casi a la entrada de su matriz. 

– “Te voy hacer disfrutar como te mereces ¿estás lista amor?”

– “Sí, claro que sí abuelo. Mira si estoy lista que tengo el coño empapado preparado para que tu pollón se deslice suave hasta el fondo.”

Empujé notando sus paredes de expandirse al paso de mi tranca, mi nieta una vez más se rompía de gusto. Ella dio un pequeño grito de dolor, me quedé quieto por unos segundos para que se recuperara, le pregunté que si le seguía doliendo.

– “Ya no abuelo, por favor la quiero toda dentro de mí, quiero sentir chocar tus huevos en mi coño y que se descarguen de leche en mi interior”

Así lo hice, se la metí toda y empecé primero despacito, muy despacito, y fui aumentando mi ritmo al ver que ella me arañaba la espalda con sus uñas, suplicaba

– “Así abuelito que bien me follas, dame más duro que me corro de nuevo ahora sé porque las mujeres gritan tanto cuando le hacen el amor con una polla tan gorda. ¡Qué placer más intenso sentir toda ese gran rabo dentro de mí!, ahyyy síiii que bien, me corro, abuelo me corro.” 

La niña se quedó semi inconsciente del subidón de adrenalina. El placer de ser follada nuevamente. Ella se corrió otra vez en el mismo polvo, como soy un hombre mayor, tengo mucha resistencia sin correrme.

– “Amor mío quiero que me des tu culo te prometo que si te duele te la saco mi vida, pero lo voy a hacer muy despacito y con mucho lubricante”.

Así que la hice poner sobre mí en cuatro patas como tanto le gustaba y le chupé bien sus tetas…  usé mi lengua sobre sus pezones como si se tratara de una polla golpeándolos con la punta, mientras con mis dedos le masajeaba su clítoris sin dejar de perforar y acariciar su hermoso culo provocando la dilatación oportuna. Después unté mis dedos con en su jugo íntimo y le embadurné el culo. Empecé a meter primero un dedo después dos… y cuando mis dos dedos entraban fácilmente, le puse a mi capullo embadurnado de sus jugos y le abrí bien las nalgas. Con el capullo en su agujerito le metí el glande forzadamente… pero entró con mucha facilidad de los esperado dada su dilatación. 

Le pregunté si le dolía y me dijo que un poco, pero seguí poquito a poco, metiendo centímetro a centímetro toda mi polla hasta que mis huevos chocaron con sus nalgas. Me quedé unos minutos así, con toda dentro llenando ese rico culito de adolescente salida, hasta que ella solita empezó con el vaivén del meter y sacar enloquecido. Primero despacio, y después ya se enterraba todo el tallo hasta la raíz, ¡Joder con la niña se tragaba la verga completa por su culo con toda facilidad!  Así que el movimiento empezó a ser más rápido y frenético, no hice caso de sus gritos y seguí dándole por el culo a aquella zorrilla. Le extraía todo el estoque de su ano recreándome en lo dilatado que tenía… y vertiginoso sin miramientos, le calaba de nuevo el cipote hasta las pelotas ensalivando el tronco.

Ella volvió a convulsionar y gritar como una perra en celo, mientras se corría de gusto empalada por su abuelito. Me pedía a gritos que le llenase el culo de leche. Aquellas súplicas me eran casi imposible de obviar… aumenté mi ritmo culeándole a extremos del agotamiento, el dolor y la inmisericordia con ese cultito recién estrenado… hasta no soportarlo más y descargar todo mi semen dentro de su esfínter. El atolondramiento por las eyaculaciones me venció lanzando mis aldabonazos donde antes no hubo esperma antes… debí lanzar cinco seis lechazos cuando la niña sacó mi cipote de su estrecho botón chorreando de esperma, para acto seguido bajarse al pilón y chupar el cetro del abuelo hasta dejarlo reluciente. 

Nos dimos un beso en la boca y nos metimos a la ducha juntos, la ducha duró más de diez minutos entre juegos, tocamientos y felaciones. La cogí apoyada contra la pared de la ducha y le comí el coño con verdadera dedicación y lujuria, pensaba que me daría un infarto con tanto sexo sin control. Después la hice sentar en el bidet, unté toda su vagina con crema de afeitar y se la dejé rasurada sin un solo vello, como el coño lampiño de una muñeca. Después para que se le pasase el ardor me dedique a chupárselo, logrando que acabase otra vez más en mi boca, tirado en la cama boca arriba y ella arrodillada sobre mi cara, dándome a comer de su rica fruta mientras los flujos de su chocho me mojaban. 





Nos vestimos, y nos fuimos  a buscar un restaurante para comer ese día, pasear disfrutando de los pequeños placeres de la vida  que nos estábamos perdiendo enviciados en el fornicio que no llevaría al infierno, si no era a la gloria…. En nuestro paseo nos cogíamos de la mano por el parque sintiendo que además de ser mi amante era mi nieta predilecta. Ya habían pasado seis días sin salir de casa jodiendo sin parar excepto uno de ellos por puro agotamiento genital. A la vuelta de nuestro largo paseo, la noche anterior a su marcha tras una ronda agradable de sexo, estuvimos hablando de cómo quedaría nuestra relación. En el transcurso de la conversación me enteré que si bien su folla-amigo era el único con el que follaba actualmente, su propio padre era un tótem con el que fantaseaba haciéndose innumerables pajas. Seguro que no tardaría en follarse a la putilla de su hija, mi dulce y cariñosa nieta. Lo que oí me dejó encrespado, pero ella rápidamente me indicó que yo no tenía derecho a indignarme…

–“Eres mi abuelo y los abuelos no se follan a las nietas…” dijo con toda la razón del mundo…

Mi comportamiento no fue ejemplar, me dejé llevar por el torbellino de la lujuria personalizado en mi dulce nieta. Por eso sólo me quedaba agradecerle los días inolvidables de sexo apremiante en los últimos años de mi vida. Cuando mi hijo y su esposa volvieron de Europa, me despedí de mi nieta con un beso y abrazo emocionados, que duró más de lo esperado. A mi hijo y su esposa no los veía demasiado contentos, el viaje no les funcionó demasiado bien, corroborándose en un divorcio definitivo meses después. En aquel instante del abrazo nadie pensaba que en su vientre se podría estar engendrando la vida depositada por la semilla imborrable de su amado abuelo, menos yo la putita de mi nieta.

Sé que cualquier chico con quien salía Alicia, tomaría el turno de la apreciada posición entre sus piernas, pero solo Yo la habría preñado por primera vez con toda seguridad. El tiempo me dio la razón, pues de casa se marchó bien preñada. No sé como encajaría en la familia que un viejo de casi 70 años como yo, hubiera preñado a una niña de 18 años, sin embargo de lo que sí estaba totalmente seguro era que en el futuro follaría divinamente, mejor incluso de cómo lo hizo conmigo...y su padre se beneficiaría de ello, como así fue en un principio. Pasaron los años y nunca se acordó de su abuelo, quiso despegar aquel pasado y encajar los pedazos de su loca adolescencia con más incesto... solo sé que mi hijo y mi nieta viven juntos y que a sus 20 años está de nuevo preñada de un segundo hijo que le ha hecho su padre. 

A mí ya me queda muy poco de vida, nadie se acuerda de mí… pero aquellos días de lujuria y pasión que me regaló Alicia, están grabados a fuego en mi memoria y muy agradeciendo, deseando no se disipen cada día que pasa. Tras dejarme, ella continúo follando con su padre y su novio... este primero fue quien la preñó, porque ciertamente el chico la follaba poco o casi nada, así en casa follaban a saco a diario sin que el chico se enterase del vicio incestuoso, para finalmente cargar con la paternidad. Ese polvo mensual fue suficiente para que el muchacho de familia de bien, fuese cabeza de turco. Decidió parir a su segundo hijo y la víctima propiciatoria fue Efraín…, el último follamigo con quien tuvo relaciones sexuales. Hubo un momento antes de dejarme, que la putilla de mi nieta se follaba a la vez, a su padre, a su amigo y a mí. Su habilidad supo gestionar la complicidad con sus machos frente a su madre y la familia política, para quedarse sólo con su chico con el que se casaría antes de dar a luz, cargando con dos hijos que nunca fueron del pobre inocente. Aquella maniobra de engaño me hizo compadecer al chaval y me presté voluntario a darle una paga mensual hasta la mayoría de edad del niño que sabía era mío. 


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