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UNA HISTORIA DE AMOR. Y si tú no has de volver...

    "Y si tú no has de volver" 1ª PARTE "Una para el otro y otra para el uno". Esa frase la repite una y otra vez mi ...

¡Lulú! Oui c’est moi. 7º Capítulo




La despedida. 
Al irse Luis Eduardo y quedarme sola en la casita, me invadió un sentimiento intuitivo que me hizo tomar la decisión de regresar a mi casa. Ni Arturo ni los demás todavía habían aparecido por allí, así que me vestí con la ropa seca otra vez y emprendí el camino hacia la villa. Y nada fue más acertado.

Al llegar, a lo lejos noté luz en mi casa y me pareció extraño no ver a mis hermanos por fuera jugando. Al pasar por frente de la casa de Rosa salió a mi encuentro y me dijo sonriendo…

– ¡Tienes una sorpresa! Ve directo a tu casa…

Al entrar, nada menos que mis padres habían regresado de la ciudad. Corrí a abrazarlos y después de muchos besos y la alegría de verlos otra vez, me pusieron al tanto de los últimos acontecimientos.

Ya les habían otorgado las visas de trabajo para la empresa de Lyon. Mi padre la había podido conseguir gracias a su especialización en un nuevo método de riego y fertilización que había ideado. Con la intervención de mi tío que vive allí, esto lo consideró una empresa de francesa de capital alemán, como algo muy útil y le dieron le hicieron el contrato in situ para poder ir sin problemas de estancia, gracias a la libre movilidad laboral dentro de la Unión Europea. Claro que mi padre puso como condición que quería llevar a su familia y se lo aceptaron, después de varios días de idas y venidas telefónicas y las documentaciones que exigían las embajadas.

Por eso se habían demorado. Pero ya estaba todo listo. Me dijeron que tenían hasta los pasajes y nos deberíamos preparar en apenas cinco días para irnos. Charlamos por horas y mamá empezó distribuir las maletas que había comprado para cada uno de nosotros, además de algo de ropa nueva y zapatos deportivos. Mientras hablábamos mi madre me miraba con ojos alegres y algo curiosos. Me sentí nerviosa, no sabía por qué.

– ¿Cómo te has sentido todos estos días hija mía?

– Bien.

– ¿No te han dado mucho trabajo los nenes? ¿Te han estado ayudando Rosa y Arturo?

– ¡Sí! Me lo he pasado muy bien mami. Ellos han sido muy cariñosos conmigo (y me dio una extraña sensación, porque al pensarlo sentí que lo que realmente me había encantado era haber hecho realidad un instinto, descubriendo el sexo con ellos).

Me quedó mirando y luego de una larga pausa se sonrió.

– Bueno, me alegro hija. Tengo la sensación de que has crecido. Debe de ser que al estar varios días fuera tengo esa ilusión. Y me abrazó agregando… – Ya eres una mujercita muy guapa y debes aprender a saber cuidarte. Ya hablaremos… me dijo con la ternura que cualquier madre habla a una hija.

La abracé y le sonreí con alegría. Pero pensé que a pesar de que ella me ve todavía como niña, ya yo me sentía mujer con suficiente madurez para tomar algunas decisiones en cuanto a los cambios causados por mi inevitable crecimiento. Mi padre, distraído como siempre no había reaccionado igual, pero me hacía muchos cariñitos y me hizo sentar al lado de él mientras del otro lado mis hermanos se pelaban para conquistar una posición cercana a él. Me contó que su cuñado nos estaría esperando al llegar al aeropuerto. Me dijo que nos quedaríamos con él. Que tenía una pequeña casita de madera preciosa, tipo cabaña, detrás de la casa donde vivía.

– ¿Y dónde vive él papi?

– Bien al norte, pasando Lyon, en un lugar no muy poblado parece, por lo que me ha contado. A él siempre le ha gustado eso de vivir en parajes solitarios y como le fue muy bien con su negocio, se da el placer de hacer lo que quiere… es generoso. Se ha hecho cargo de todo lo nuestro y nos da alojamiento hasta que yo pueda revolverme por mis propios medios.

Me gustaba que me contara cosas que le sucedían, así como hacerme historias. Las vivo mientras voy creando imágenes en mi mente para darle forma a sus palabras. Poco a poco me venció el cansancio y después de darle un beso de agradecimiento me fui a mi cama…. Volví a la realidad. Entonces me di cuenta de que iba a despedirme de este ambiente, de mis vecinos de mis nuevas experiencias como niña a mujer. No iba a ver más o por lo menos por un largo tiempo a Arturo, Rosa, ni a Luis Eduardo. Sobre todo en este momento en que con ellos había empezado a experimentar de algo tan disfrutable…Poco a poco me fui quedando dormida. Estaba muy cansada, quizás por las tantas emociones vividas ese día.

Los dos días siguientes fueron de locura. Tuvimos que ir dos veces a la ciudad y regresábamos por la noche. Hasta que la última noche antes de irnos para el aeropuerto me fui a despedir de Rosa y Arturo.

Fue emocionante, aunque al principio no pudieron demostrármelo mucho porque me acompañaron mis padres y mis hermanos a verlos. Pero aún así, Arturo se las ingenió para poder darme una despedida como deseábamos tener. Buscó la excusa de que lo acompañara a buscar un recuerdo que me habían preparado justo en el momento que mis padres se habían despedido para regresar a la casa a terminar de cerrar las valijas. Mis hermanos salieron a la calle con Julián y yo seguí a Arturo que me guiaba al dormitorio de la mano. Rosa, imaginándose lo que su marido planeaba, salió detrás de ellos a despedirlos fuera para asegurarse de que estaríamos unos minutos tranquilos.

El regalo era una caña de azúcar en la que habían entallado el nombre de ellos junto al mío. Cuando entramos, Arturo me empujo suavemente a un lado desde donde nadie podía divisarlo apoyado por la falta de luz eléctrica y me abrazó. Me levantó en el aire pegando los labios a mi boca. Me gustó esa acción repentina y le abrí la boca completamente, mientras abrazándolo con las piernas me llevaba a recostarme contra la pared. Nos chupamos las lenguas mientras me hacía sentir su calenturienta dureza entre las piernas. Me encantaba la masculinidad que me ofrecía Arturo, un hombre cincuentón bragado en mil batallas vitales, un macho varonil y musculado, robusto y tierno a la vez. ¡Me encantaba estar sometida a su fortaleza!

– ¡Hace días que tengo ganas de follarte! 

Le contesté como boba… – ¡¿Sí?!

– Sí. Mira cómo me tienes de solo mirarte mientras estábamos en la cocina con tus padres. Tenía ganas de abrazarte y manosear tu coñito. ¿Y tú?

– Yo también tenía ganas… me gustas mucho.

Sentía su verga rozándome entre las piernas y yo ya estaba deseando que me la metiera dentro partiéndome en dos. La sacó lista, dura y deseosa fuera del pantalón. Yo ya estaba volada en fiebre. ¡Ese día estaba especialmente caliente! El coño me ardía, resultado de pensar tanto en ellos mientras daba vueltas con mis padres con los preparativos. Pensé mucho en ellos, hasta el punto de masturbarme durante la noche en silencio para no ser descubierta... de vez en cuando me metía la mano solapadamente, pero no era lo mismo que en la intimidad.

Arturo hizo a un lado mis braguitas y cuando sentí el calor de su pollón en el hueco de mi entrada vaginal, me soltó la cintura y me deslicé por completo penetrándome hasta el fondo de mi ser por pura fuerza de la gravedad. Se aferró desde abajo de mis nalgas y empezó a zarandearme de arriba a abajo con una demostración de calentura fuera de lo común. No paraba de babearme la boca y estrujarnos las lenguas empalada en tan duro y grueso tronco. En eso vi entrar a Rosa, pero ni él ni yo pudimos parar follar subida en sus caderas y él con los pantalones en los tobillos, desprovisto de calzoncillos. Ese maduro semental se había preparado para algo así….Y le dijo a Arturo su mujer…

– Yo también quiero despedirla mi amor.

– Chúpale el culito mi cielo y mis huevos de paso también.

Arturo se acostó en la cama de espaldas conmigo encima. Me tenía clavada en su maravilloso mástil que estaba durísimo y parecía no querer abandonar ni un centímetro de su presa. Sentí las manos Rosa abriéndome las nalgas y atropelladamente me metió la lengua en la entrada del culo. Con su mano libre nos acariciaba a ambos… a su marido le sobaba los huevazos y mi culo teniéndome acoplada muy juntos, completamente recostada sobre el pecho de Arturo, mientras continuábamos follando.

Yo estaba tan fuera de mí que casi saltaba y en cada inserción, parecía que me iba a salir la polla por la boca. Me movía con fuerza desesperante hasta que sin poderme contener empecé a jadear anunciando un orgasmo inevitable. Arturo provocado por mis eróticos movimientos y sabiendo que no había mucho tiempo antes de que mis padres me llamaran, me gritó…

– ¡Toma mi leche pequeña! ¡Te voy a llenar esa apretada vaginita otra vez! Quiero te te lleves un buen recuerdo de mí... dentro de ti.

Hizo una pausa de un par de segundos y reinició la follada que me estaba dando mientras derramaba la ingente cantidad de lefa…, el primer chorro de esperma lo disparó bien al fondo de mis entrañas, tanto que me lo hizo notar caliente y espeso. Por convulsión se correspondía con un nuevo chorro de lefa y con cada bombeo empujaba más al fondo su abundante corrida

Y la sentía cada vez que se vaciaba dentro de mí. Ese calor tan peculiar del semen caliente mezclándose con mis paredes interiores me provocó un grito de placer al momento que el orgasmo explotaba desde lo más profundo de mí ser. Fue mucha la leche la que derramó dentro de mí la bestia parda de Arturo. No me soltó por un buen rato. Hasta que se calmó y me la fue sacando muy lentamente hasta que mi raja escupió parte fuera, mojándolo todo de lefa.

Pero Rosa no se quería quedar sin su cuota y ni bien me giré para salirme de esa posición, ella se acostó boca arriba y me pidió que la montara en su cara. Comenzó a chuparme el coñito, bebiéndose todo mi flujo mezclado con el reguero de semen brotando de dentro de mi vagina, ayudando a mis movimientos con las manos que aferraban mi culo. Se lo fue tragando y chupándome la raja y el clítoris… metía su lengua en mi orificio extrayendo la esencia de su marido y cuando ya no podía sacar más de la leche de Arturo y la mía, me pidió que rodara mi cuerpo para chuparnos las bocas de nuestros coño las dos a la vez. Abrió sus piernas y le besé en la vulva con mi boca abierta sacando la lengua de vez en cuando para jugar con su clítoris. Olía a puro sexo. Me embestía con su carnoso coño moviendo las caderas y yo chupaba abrazada de sus muslos. Yo no aguantaba más y otra vez un orgasmo se asomaba entre mis bajos. Rosa se dio cuenta y me dijo…

– Vamos chiquita ¡Córrete y dame la corrida tan buena! ¡Yo también te la voy a dar…!

Y las dos empezamos a gemir y sacudirnos cada una en la boca de la otra. Así estuvimos un par de minutos, cuando de pronto le salió un chorretón enorme de fluido incoloro entre gritos de placer…. Se me mojaba la boca, la nariz y hasta me corría un hilo líquido por el mentón de todo lo que le salió a ella durante el orgasmo. Al tiempo que ella me jalaba el coñito con verdadera maestría haciéndome correr también. Me templaban las piernas y se me derretía el chocho. Volví a rotar enfrentándome a su cara y sonriéndole la besé. El interior de nuestras bocas se encontraba pastoso y decidimos seguir besándonos hasta conseguir suavizarlas. Cuando entramos en calma, Arturo me vino a besar y degustar la corrida de su mujer en mis labios, en mi lengua.

No habían pasado ni tres minutos que entró Julián a decirnos que mis padres me estaban esperando, pero ya estábamos vestidos, tranquilos y sentados hablando. Así y todo, Rosa me dio un beso en los labios, Arturo también y Julián se quedó indeciso y sorprendido. No sabía qué hacer hasta que su madre le dijo…  – ¿No la vas a besar de despedida?

Entonces vino hacia mí, me tomo por la cintura y me dio un beso tímido en la boca. Regresé a casa pensando en la velocidad con sucedían estas cosas vinculadas con el crecimiento y el desarrollo sexual apresurado de mi cuerpo.

¿Qué iba a hacer para saciar tanto deseo que había dentro de mí, ahora que iba a un lugar nuevo? ¿Cuánto tiempo pasaría hasta que pudiera tener sexo otra vez? ¿Qué sucedería cuando me llegase la regla…? me comento Rosa que los ardores de coño son mayores ¿Quién me los iba a quitar en Francia? No conocía a nadie, al menos a nadie con la confianza de los hombres de la villa. Muchas preguntas comenzaron a agolparse en mi mente y empezaron a acumularse los nervios de una nueva aventura que caía en un momento que no quería dejar de vivir lo que estaba sucediendo.




 

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