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UNA HISTORIA DE AMOR. Y si tú no has de volver...

    "Y si tú no has de volver" 1ª PARTE "Una para el otro y otra para el uno". Esa frase la repite una y otra vez mi ...

Historia de una escalera. 2ºB

ESCLAVAS Y SUMISAS





Alex y yo nos encontrábamos disfrutando de una tarde de sábado, mi hija encerrada estudiando como loca para los exámenes de junio. Mi marido había preparado unos cocktails Margarita, su especialidad y me leía en la tableta relatos eróticos de un blog desde el jacuzzi, mientras que descansaba en una tumbona. Los efectos del Sol dañando mis pechos desnudos, la bebida y la voz de mi esposo leyendo historias eróticas de otra gente, me puso bastante a tono. Estaba tan absorta que ni siquiera me acordé de dar la vuelta para broncear la espalda. Era la primera vez que tomaba el sol este año y tenía los pechos bastante sensibles. Llegué a pensar que se me habían quemado los pezones. Se lo comenté a Alex y contestó que un buen masaje podría ser el remedio ideal. Salió de la piscina con la polla completamente tiesa y antes de que me tocara empecé a gemir de gusto. Por suerte, el jardín de nuestra casa está bastante aislado y tenemos intimidad en casos de emergencia sexual, era la primera vez que mi esposo me follaba sobre el césped. Me lamió los dedos de los pies y me provocó escalofríos. No tardé en pedirle que me diera verga. Las pollas en ristre me han puesto siempre muy caliente. Él no la tiene muy larga, pero sí gorda similar a un pequeño puño.

Me complació colocando una pierna a la altura de mi cara, ofreciéndome una visión de su polla y del par de huevazos colganderos que tanta lefa producen. Empecé a mordisquearlos a ellos primero, los chupeteé y me los tragué absorbiéndolos…después seguí con lengüetadas en la punta y en la zona posterior del capullo con movimientos rápidos. Alex bajó la cara hacia mi coñito, tan mojado como si acabara de ducharlo con agua caliente. Al aproximarse, su vientre rozó mis pezones provocando dolor. Justo en el momento en que trataba de apartarlo, sonó el timbre de la puerta. No quería abrir, temiendo que fuera algún amigo o conocido, pero cuando insistieron por tercera vez, me puse una bata corta y fui a ver quién demonios era el corta rollos. Alex se metió de nuevo en el jacuzzi, molesto y frustrado. Cuando abrí la puerta y miré hacia abajo (a la altura de la cara del niño que esperaba encontrar), vi un par de largas y bien contorneadas piernas. Fui subiendo la mirada y comprobé que nuestra visitante era una preciosa chica de pelo rojo y ojos verdes.

– ¡Hola! Me llamo Sandra y acabo de instalarme en el vecindario. Hizo una pausa y añadió que vendía cosméticos.

La invité a pasar para que me enseñara sus productos y le pedí que nos acompañara a tomar unos cocktails en el jardín. Aceptó y me siguió. Se sentó bajo la sombrilla y después de prepararle un trago le presenté a Alex. Mientras nosotras charlábamos, mi marido sin salir del jacuzzi, bromeaba por el hecho de estar completamente desnudo. Sandra comentó que estaba acostumbrada a ver hombres en cueros, ya que tenía cuatro hermanos de todas las edades por arriba y por debajo de ella y, estuvo casada cinco años al divorcio….

Fui mirando los productos que me ofrecía y como continuamente me apartaba la tela de la bata para no lastimarme los pezones, Sandra preguntó qué pasaba. Le dije que me había quemado con el sol y, sin dudarlo, me apartó la bata y me observó directamente las tetas. Comentó que tenía una crema que remediaría mi dolor de forma instantánea. Dicho y hecho, se levantó para ir a buscarla a su coche. Alex aprovechó su ausencia para mirarme y ronronear como un gato en celo. Cuando regresó, en lugar de darme la crema se ofreció para aplicarla. Varias veces me repitió que sería un masaje medicinal. Me tumbé en la hamaca y me bajé la bata.

Comentó que tenía unas tetas muy bonitas, grades y bastante firmes para estar tan carnosas. Cuando mi marido salió del jacuzzi la tenía empalmada. Sandra no pronunció palabra y siguió extendiendo la crema sin quitar ojo del pollón de Alex. Mis pezones comenzaron a despertar extrañas sensaciones. Al principio notaba calor, luego frío y mi entrepierna respondió a los estímulos con sucesivas y rápidas vibraciones. Sandra me preguntó si deseaba que me masajeara todo el cuerpo. Acepté con timidez. Empezó trabajando mis hombros y cerré los ojos. De pronto sentí unas manos en mis pies (también muy sensibles) y al abrir los ojos observé que Alex estaba arrodillado frente a mí, con una expresión muy lujuriosa en la cara, aplicándome la crema. Me estremecí cuando ella trazó círculos con sus dedos alrededor de mis pechos, aunque evitando rozar los pezones, mientras Alex pasaba sus manos a lo largo de mis piernas, presionando con los nudillos... Entonces ocurrió algo extraño. Los pezones me quemaban, pero no de dolor, sino proporcionándome un gusto que jamás había experimentado.

Sandra vio cómo me los cogía y me apartó las manos para soplar sobre ellos. Se inclinó y puso los labios en el pezón izquierdo, mientras Alex se colocaba el derecho en la boca. Sus labios estaban duros y ansiosos, mientras que los de Sandra eran suaves y delicados. Al cabo de un rato, decidimos que había llegado el momento de entrar en la casa y tomar algo. Alex nos dio un vaso de agua con hielo a cada una, llenó una jarra y le seguimos a nuestro dormitorio. Tenemos una cama de agua tamaño gigante y una pared entera de espejo. Me tumbé inmediatamente en el centro de la cama. Alex no tardó en colocarse a mí izquierda con la polla tiesa y a punto… en ningún momento mi esposo se cubrió ante la invitada. Sandra se quedó de pie frente a nosotros y empezó a desnudarse con la pericia de una profesional. El espejo nos permitía verla por delante y por detrás.

Cuando estuvo completamente desnuda frente a nosotros, mi coño empezó a palpitar con fuerza. Sandra tenía unas tetas grandes, perfectamente levantadas. Sus pezones eran tan pálidos que había que concentrarse para ver dónde empezaban, supongo que debido a que era pelirroja. Cuando le investigué la entrepierna, comprobé que tenía el coño completamente depilado. Abrí las piernas. Lentamente trepó a la cama y dirigió su cara a mí coñito. Cuando al fin me rozó con sus labios, estaba tan acelerada que me corrí. Rodeó mí clítoris con los labios, respiró profundamente y procedió a chupetearme todas partes con la lengua y los labios recorriendo cada rincón de mi raja, mi clítoris y el agujerito de Alicia al país de las maravillas del placer. Me follaba con la boca como solo sabemos hacerlo las mujeres en un coño ajeno. Noté que se aproximaba un potente orgasmo.

Alex, que hasta aquel momento había permanecido inactivo, se sentó sobre mis tetas posando sus huevazos entre ellas y condujo su polla hacia mi boca. Yo había olvidado que me dolían los pezones y empecé a chuparle comiéndole la tranca... Por el espejo vi que Sandra colocaba la mano en su vagina y se dedicaba a frotarse arriba y abajo. En unos segundos tuve un orgasmo impresionante. Primero, el coño se me abrió como un mejillón al fuego y empezó a palpitar como de costumbre. Luego sentí unas rápidas e intensas contracciones en el estómago. Las piernas y la espalda se tensaron y la cabeza se me iba hacia uno y otro lado, convulsionaba en un orgasmo sin paragón ¡Joder que gusto!

Alex se mostraba encantado del trabajito bucal que le estaba haciendo y no cesaba de arremeter hacia mí, sujeto con las manos en la cabecera de la cama. Luego fue Sandra la que puso su coño en mi boca apartando a mi esposo y nos hicimos un 69 lésbico fabuloso…, lejos de quedar apartado Alex del encuentro, se unió incrustándole la polla a la invitada por el coño. Desde mi posición veía como el tallo de mi esposo entraba expandiendo la grieta apretada de Sandra, yo intentaba hacerme con los huevos bamboleantes que se sacudían en una follada lenta y rítmica. Aquellos testículos se pronunciaban pesados, si no recuerdo mal llevaban cuatro días sin descargar. Sandra se afanaba en darme gusto y mi esposo en follarse a saco a la Sandra, mientras yo me dividía entre las pelotas de Alex y el clítoris duro y espigado de la vecina. Estuvimos diez minutos en tal posición, el ano de mi esposo también lo servía con mi dedo pulgar a la vez que me comía las bolas. Todas esas sensaciones nos llevaron a tener orgasmos en diversos momentos a cada una, en espera que el macho acaba con inseminar a Sandra.

Y de pronto se oyó un rugido animalesco, el típico gruñido de Alex cuando tiene uno de sus mejores orgasmos… Al correrse pegó un berrido bestial. Sandra no paró de moverse hasta unos momentos después que su cuerpo se agitara al alcanzar el clímax buscando la verga de mi esposo y su voluminosa descarga seminal. Se la enchufó bien adentro y se corrió en lo profundo del coño de nuestra invitada. Unos segundos recomponiéndonos y caímos.

Estuvimos un rato descansando tumbados, sin dejar de acariciarnos y besarnos. Cuando recuperé las fuerzas, me coloqué entre las piernas de Sandra e hice algo que deseaba desde que le abrí la puerta y en el 69 mi esposo no me dejó hacer debidamente. Acerqué la boca a su limpio coñito y le metí la lengua en el interior de la vagina para iniciar un movimiento de bombeo, cada vez más rápido, saboreando el semen de mi esposo.

Mientras me encontraba concentrada en esa tarea, noté que Alex me metía las manos por detrás y las iba bajando hasta llegar a mi mojado mejillón. Eso provocó un acelerón de mi lengua y Sandra gritó de gusto. Sentí el capullo horadar la entrada de mi cueva y traté de relajarme para que pudiera hundírmelo hasta el fondo... Después de unas cuantas embestidas, metí la mano entre las piernas para alcanzar el clítoris. La sensación del coño de Sandra en mi boca y la polla de Alex llenando mi agujero era más de lo humanamente soportable y no tardé en notar los primeros pinchazos de otro increíble orgasmo. Dándome por detrás como a una perra, como le dio a Sandra anteriormente Alex me folló bien follada mirando mi culo y la cara de ángel de la invitada, que con sus ojos sombrados turquesa, labios rojos y maquillaje mascarilla estaba divina, sensual y muy atractiva. No me extrañó que se volviese a correr de manera desaforada dentro de mí, cumpliendo con una de sus fantasías sexuales más recurrentes con dos hembras salidas solo para él. Con los coños llenos de la semilla de Alex y recuperadas del segundo asalto, nos metimos en el jacuzzi con Alex durante una media hora antes que nuestra simpática vecina se marchara.


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Mi padrastro, mi amo. 

Mi nombre es Sabrina, tengo 20 años y desde hace uno mantengo relaciones sexuales con mi padrastro y mi madre, o mejor dicho follo con ellos, porque eso es lo que hacemos, follar como animales y la verdad es que nos encanta.

Durante este último año he hecho con ellos multitud de cosas depravadas y perversas y la verdad es que he disfrutado cada segundo. No me arrepiento de nada y aun me quedan muchas más cosas que hacer con ellos, aunque aquí lo que os voy a contar es como empezó todo. Y todo comenzó cuando tenía 17 años que fue cuando mi padre murió.

Mi madre y yo nos hubiésemos quedado solas y desamparadas si no hubiese sido por mi tío Alberto, el hermano de mi padre. Alberto es un hombre de negocios con gran éxito profesional y él le prometió a mi padre que cuidaría de nosotras. Y así lo hacía. Venía muy a menudo a casa, sufragaba nuestros gastos, me compraba regalos. De hecho era una presencia habitual en nuestra casa, incluso desde antes de la muerte de mi padre, lo que yo atribuía a la penosa enfermedad que acabo con él.

Algunos meses después de la muerte de mi padre me di cuenta de que Alberto no solo se preocupaba de nuestro bienestar. A menudo desayunaba en casa y vestía la misma ropa que había llevado la noche anterior lo que indicaba que había dormido en casa. Por otra parte mi madre era muy solicita con él y se comportaba de un modo extraño, lo que me llevó a pensar, acertadamente, que estaban liados.

Esto se hizo evidente cuando empezaron a pasar fuera de casa algunos fines de semana, poniendo para ello las excusas más peregrinas. Al principio todo esto no me gustó. Que mi madre sustituyese a su difunto marido con el hermano de aquel, era algo que me enfurecía, y empecé a pensar que mi madre era una zorra por hacer algo así. Algún tiempo después vi todo aquello desde otro prisma…. Si no fuese por Alberto no hubiésemos podido permitirnos seguir viviendo en aquella inmensa casa con piscina y jardín, ni yo podría seguir yendo a mi colegio privado ni disfrutando de los lujos y caprichos que tenia.

Esto me llevo a pensar que quizás mi madre lo hacía para poder seguir manteniendo nuestro nivel de vida y, para que así yo no pasase ningún tipo de privación, así que deje de tener mala opinión de mi madre. Y como ella parecía contenta y Alberto era muy amable y gentil con ella, no tarde en pensar en que quizás ellos llegarían a formalizar su relación, porque mi tío aun seguía soltero, a pesar de ser un hombre terriblemente atractivo y mi madre, entonces y ahora, es una mujer muy guapa que siempre atrae las miradas de los hombres.

Yo dejé de darle importancia a todo aquello y seguí con mi vida normalmente, hasta poco después de cumplir dieciocho años. Después de un comienzo de curso desastroso me vi en la obligación de tener que estudiar mucho más, si quería terminar el curso con buenas notas y no poner en peligro mi sueño de estudiar medicina. Fue entonces cuando empecé a quedarme levantada hasta tarde para estudiar, solo que la mayoría de las noches no podía estudiar. La causa de aquello era mi madre y también Alberto, pues cada vez que él se quedaba a pasar la noche había ración de sexo en sesiones muy ruidosas, porque mi madre gemía y gritaba como una loca. Yo por mi parte me hacia la desentendida y actuaba como si no oyese nada, pero lo cierto es que no perdía ni un solo sonido.

Aquella situación me molestaba, al principio porque no podía estudiar y después porque empecé a sentir envidia… más bien cachonda. Tenía envidia de ellos que disfrutaban tanto en la cama, mientras que yo las pocas veces que había tenido sexo con mi novio, un compañero de clase, había quedado bastante decepcionada, puesto que sin que hubiesen sido malas experiencias tampoco habían sido nada especiales.

Yo había esperado algo parecido a lo que mi madre y mi tío debían estar haciendo, algo que me hiciese perder el control de puro placer, pero no había sido así. Fantasear con que estarían haciendo se convirtió en algo habitual y esas fantasías junto a los gemidos y gritos provenientes de la habitación de mi madre hacían que me mojase las bragas sin necesidad de tocarme, aunque yo me masturbaba cada vez que me encontraba en aquella situación. Pasado un tiempo mis fantasías dejaron de consistir en elucubrar acerca de que estarían haciendo mi madre y Alberto, para versar acerca de que me gustaría hacer con Alberto o que me gustaría que él me hiciese. Empecé a desear que mi tío me follase como hacía con mi madre, pero sabía que eso no era posible, o por lo menos eso pensé entonces.

Terminado el curso, que pese a todo aprobé con excelentes notas, nos fuimos de vacaciones, aunque mi deseo no disminuyó un ápice. Sin embargo fue de vuelta en casa cuando se produjo el giro definitivo a la situación. El día posterior a mí 19 cumpleaños volví a casa después de hacer unas compras y vi que no había nadie en casa. Tras dejar los paquetes en mi habitación bajé al salón y enchufé el televisor y el vídeo. En la pantalla de este último un icono luminoso indicaba que había una cinta dentro. Como no sabía de que se trataba pulse el botón de reproducción y me senté en el sofá para ver de qué se trataba. Tras unos instantes de interferencias vi una imagen que me dejó clavada en el asiento.

Sobre una gran cama estaba tumbada mi madre ataviada de un modo que nunca había visto. Calzaba unos zapatos de tacón de aguja de cuero negro y vestía unas medias de rejilla sujetas por un liguero negro de encaje, unas bragas de látex rojo con una abertura central que dejaba a la vista su coño depilado y su culo, un corpiño de cuero negro que dejaba las grandes tetas de mi madre a la vista de modo parcial y por ultimo un collar de perro con tachuelas plateadas.

Podía ver que mi madre estaba muy excitada porque su cara, su respiración y su húmeda entrepierna la delataban. Ver aquello me calentó al instante y empecé a sentir un cosquilleo en la entrepierna. Me preguntaba dónde habría sido filmada aquella escena, y entonces se abrió el plano y pude ver que se trataba de la habitación de mi madre. Ahora podía ver encima de una de las mesitas de noche un surtido juego de consoladores de diversos tamaños y colores. Una voz que salía de detrás de la cámara y que era inequívocamente la de mi tío le dijo a mi madre…

– Vamos puta, muéstrame tus habilidades.

Mi madre cogió un grueso consolador de brillante color rojo y comenzó a lamerlo hasta dejarlo totalmente cubierto por su saliva. Entonces se abrió de piernas y poco a poco fue introduciéndolo en su coño. Mi madre movía el dildo dentro de sí lentamente, disfrutando cada milímetro que introducía o extraía de su vagina. A medida que movía el instrumento en sus entrañas ella gemía de placer y se estremecía, realmente pasaba un buen rato. Entonces entró en escena Alberto que debió dejar la cámara grabando sobre un trípode.

– ¡¡Esto no es suficiente, puta!! Dijo Alberto a mi madre. Yo te enseñare.

Alberto abrió al máximo las piernas de mi madre y agarró el consolador introduciéndolo con fuerza hasta el fondo, y eso que debía medir unos 25 centímetros de largo. Mi madre gritaba cada vez que el consolador era introducido hasta el fondo, pero animaba a Alberto a que siguiese. Tras unos 10 minutos de ese tratamiento Alberto paró un momento y le sacó aquel falo de plástico a mi madre de su dilatada vulva y cogió otros dos vibradores igual de largos, pero más finos.

Alberto introdujo uno de los dildos en el coño de mi madre de modo rápido y hasta llegar hasta el fondo, y después con un poco de dificultad le introdujo el otro también en el coño. Mi madre aullaba de placer al sentir la pareja de consoladores horadando al unísono su húmeda cueva, y exigía a mi tío que le metiese los consoladores más adentro y con más fuerza. Alberto así lo hacía hasta que se le ocurrió una cosa. Cogió otro consolador, este a pilas, y lo encendió. Introdujo el vibrador en el coño de mi madre junto a los otros dos dildos y luego volvió a meter y sacar los consoladores no vibrantes. Mi madre tenía el coño bien abierto y chorreaba flujos sin parar.

Yo estaba muy cachonda, me levanté la falda y me quité las bragas, masturbándome frenéticamente. Mi vagina destilaba flujos sin parar y tenía los muslos mojados, como también lo estaba el asiento del sillón de cuero donde estaba sentada, mientras que el olor de mi chocho inundaba la habitación. Yo frotaba con fuerza mi endurecido clítoris mientras que dos de mis dedos exploraban el interior de mi vulva. Estaba al borde del orgasmo cuando las imágenes en la pantalla cambiaron. Mi tío sacó los tres consoladores del coño de mi madre dejando ver unas preciosas imágenes del interior de la dilatada vagina. Luego cogió un consolador de dos extremos y lo humedeció con su saliva.

A continuación escupió en el ojete de mi madre y de un solo golpe hundió uno de los extremos del dildo en el ano de mi madre, la cual gritó ante la súbita invasión rectal que acababa de experimentar. Sin detenerse, Alberto metió el otro extremo en el coño de mi madre para después empezar a meterlo y sacarlo salvajemente. Tras unos minutos mi tío paró su frenética percusión de los orificios de mi madre y se quitó el bóxer que hasta ese momento llevaba. Al hacer eso dejó al descubierto un poderoso cipotón… ¡Joder era tan grande como el consolador rojo! Mi tío calzaba una verga de al menos 25 cm y ancha con un par de cojones enormes, auténticas fábricas de leche entera lista para inseminar. Como el que le había metido al principio a mi madre. Además lo tenía totalmente depilado.

Alberto colocó a mi madre a cuatro patas y sin sacarle el consolador de dos extremos ni del coño ni del culo comenzó a forzar con su polla la entrada del ano de mi madre. Estaba abriéndose camino en el recto de mi progenitora cuando la imagen desapareció. Miré detrás de mí y allí estaba Alberto, elegantemente vestido, con su siempre seductor semblante y el mando a distancia del vídeo en la mano.

– Perdona que te moleste, pero había olvidado esa cinta y quería recuperarla, dijo como si tal cosa. No dije mientras me levantaba y me ponía delante del vídeo para evitar que cogiese la cinta. – ¿Cómo? Preguntó él con curiosidad.

– Solo dejaré que te lleves la cinta si haces conmigo lo que haces con mi madre, respondí insolente con decisión.

– Vaya, una interesante propuesta, dijo con una sonrisa. – Anda demos una vuelta en coche y hablaremos.

Sin parar siquiera a recoger las bragas, subimos a su coche, un impresionante Mercedes GLA 200 y salimos de la casa. Estuvimos bastante tiempo circulando por las calles de Madrid cerca de la Plaza Castilla sin decir ni una palabra, hasta que él me preguntó de sopetón… – ¿Estás segura de lo que me has dicho?

– Si lo estoy, respondí. – Estoy dispuesta a todo con tal de hacerlo contigo.

– Eso me parece bien, dijo él. – Pero has de saber una cosa.

– ¿El qué?

– Mis amantes han de hacer todo lo que yo diga y cumplir todas y cada una de mis órdenes. Si no te sometes a mi disciplina no me interesa que seas mi amante. ¿Tú estás dispuesta a ser mi sumisa?

– Sí,respondí, sin dudar.

– Bien. Ya veremos si estas lista.

En ese momento el semáforo que teníamos ante nosotros cambió a rojo y nos detuvimos ocupando el carril central. Junto al coche y en el carril derecho estaba detenido un autobús, desde donde podían verme perfectamente. Alberto me dijo que me levantase la falda y yo lo hice hasta dejar al descubierto casi la totalidad de mis muslos.

– ¡¡Así no putita!! Dijo Alberto desaprobadoramente del todo.

– Me verán desde el autobús, repuse yo.

– Obedece y súbetela del todo, dijo él con voz severa.

Yo obedecí y deje al descubierto mis piernas y mi coño. Desde el autobús varios pasajeros me vieron y miraban con ojos atónitos y lujuriosos lo que sucedía. Yo estaba poniéndome a mil al sentir como aquellas personas me perforaban con su miraba y como me dominaba Alberto. Este deslizó su mano hasta mi vulva e introdujo un par de dedos en mi interior, los movió un poco dentro de mí y los sacó totalmente húmedos.

– ¿Te gusta, verdad?

– Sí, respondí con voz entrecortada. – Mucho.

– Entonces estas dispuesta a someterte.

– Sí, amo Alberto.

– Esta visto, de tal palo tal astilla, dijo él sonriente. – Tu madre es tan sumisa como tú. Sería una gran cosa teneros a las dos juntas.

– Todo lo que tú quieras amo, yo lo haré, dije yo totalmente dominada por la lujuria.

El semáforo se abrió y nos pusimos en marcha. De nuevo sin cruzar palabra nos movimos por la ciudad hasta llegar al parking subterráneo de un supermercado, que a aquellas horas estaba casi desierto. Alberto aparcó en un lugar apartado y discreto.

– Quítate la falda me ordenó mi tío, cosa que yo obedecí al momento. – Ahora baja del coche que quiero enseñarte una cosa.

Obedecí y bajé del coche. Pude notar una suave brisa que corría por mi húmeda entrepierna y mis nalgas. Mis flujos chorreaban por mis piernas y llegaban hasta mis rodillas, pues estaba caliente como nunca. Mi parcial desnudez y las órdenes de mi tío me tenían en un estado de enorme calentura. Una vez junto al maletero Alberto lo abrió y apartó la manta que cubría el gran bulto que lo ocupaba. Bajo la manta estaba mi madre desnuda y atada con una gruesa cuerda de cáñamo que rodeaba sus pechos y muslos. Tenía metidos en su coño y culo sendos consoladores a pilas que generaban un zumbido suave y estaba amordazada con un bozal que llevaba un consolador que mantenía a mi madre con la boca abierta y sin poder hablar.

– ¿Has oído a Sabrina, verdad? preguntó a mi madre, que asintió con la cabeza. – Ella es mayor de edad y está de acuerdo con ser también mi esclava, de modo que no hay problema. Ahora seréis mis esclavas las dos, ¿verdad?

– Sí respondí yo mientras mi madre asentía con la cabeza.

– Estupendo, dijo Alberto. – Ahora entra con tu madre.

Me metí yo también en el maletero junto a mi madre y Alberto cerró la puerta. Sentir el cuerpo caliente, desnudo y húmedo de mi madre, junto al zumbido de los vibradores que mi madre tenía insertados en sus orificios me producía un torrente inmenso de sensaciones y estaba deseando que me follasen. De buen grado me hubiese metido un par de dedos para masturbarme, pero Alberto me había esposado las manos a la espalda antes de dejarnos encerradas, de modo que no podía aliviar mi calentura y eso hacía que el tiempo transcurriese muy despacio para mí.

Estaba a punto de ponerme a gritar de desesperación cuando el coche por fin se detuvo y Alberto abrió el maletero. Me quitó las esposas y me ayudó a salir y luego desató a mi madre lo imprescindible para que saliese del maletero y le quitó el bozal. Mientras subíamos a la casa desde el garaje Alberto le dijo a mi madre que tenía que contarme toda la historia.

– Alberto y yo llevamos follando juntos desde dos años antes de la muerte de tu padre, comenzó a decir mi madre. – En aquella época tu padre no podía hacerme el amor por culpa de su enfermedad y como no quería que yo me sacrificase por su impotencia nos propuso a Alberto y a mí que lo hiciésemos. Tras dudar mucho yo acepté debido a la insistencia de tu padre en él lo deseaba así. Lo que yo no sabía era que tu padre tenía una gran afición al sexo extremo que hasta el momento había desahogado fuera de casa.

– El nunca trató de hacer conmigo lo que hacia fuera por miedo a que yo le rechazase, pero decidió hacer todo aquello conmigo por medio de Alberto. Así en presencia de tu padre, Alberto comenzó mi introducción en el sexo extremo y me domó. Esta es la verdad de toda la historia.

– En realidad esto no termina aquí repuso Alberto Hay que añadir que desde hace algún tiempo queríamos que te unieses a nosotros pero tu madre no sabía como planteártelo, de modo que todo este asunto ha sido para eso.

– No debíais haber esperado tanto, dije yo. – Llevo meses deseando hacerlo con vosotros.

Mi madre se acercó a mí y me besó en los labios. Yo abrí la boca y con mi lengua busqué la suya que pronto encontré. Nuestras húmedas y calientes lenguas se entrelazaron y la calidez del encuentro nos estremeció de placer. Sentía como las manos de mi madre me libraban de la blusa y el sujetador y después pasaban a acariciar mis pechos y a pellizcar mis erectos y endurecidos pezones. A la vez las fuertes manos de Alberto masajeaban mis nalgas y exploraban mi orificio anal.

– ¿Tu culo aun es virgen? preguntó él con alborozo a lo que yo asentí.

Aparcamos en el garaje de un edificio de la calle “Pedro Muguruza” en el barrio de Chamartín. Era uno de tantos pisos que poseía mi tío, en este era en donde más habitaba y tenía su por qué. Subimos a la casa y fuimos directamente a una habitación que había sido el despacho de mi tío y ahora remodelado. Al abrir Alberto la puerta mi sorpresa fue mayúscula, pues aquella habitación parecía el escenario de una fantasía, erótica por supuesto. Las paredes estaban cubiertas de espejos y del techo pendían colgaduras de seda roja y negra además de unas cadenas con grilletes, en medio de la habitación había una amplia cama y a los pies de esta una televisión de pantalla gigante conectada a un vídeo, para el que había una inmensa colección de filmes porno de todas clases.

Allí dentro también había un estante lleno de consoladores, vibradores, bolas chinas, grilletes, cuerdas, cadenas, velas y un largo etcétera de juguetes sexuales, un armario lleno e vestiduras de cuero y látex, un sillón de ginecólogo y un potro para juegos sadomasoquistas. Aquel lugar era un sueño hecho realidad y yo iba a disfrutarlo. Alberto se desnudó a toda velocidad y me hizo sentarme en el sillón de ginecólogo. Mi madre me colocó las piernas en los estribos del asiento y luego ayudó a Alberto a sujetarme las piernas, el cuerpo y los brazos con correas. Una vez inmovilizada y con las piernas bien abiertas Alberto cogió del estante dos cosas, una navaja de barbero y un bote de espuma de afeitar.

Llenó su mano de espuma y me untó todo el vello púbico con ella para después afeitarme con mucho cuidado el coño hasta que estuvo totalmente carente de vello. Me gustaba lo que me había hecho y a ellos también porque en sus caras había una notoria mirada de satisfacción. Entonces me soltaron, me pusieron el mismo modelito que llevaba mi madre en el video que había visto hace un rato y me condujeron a la cama.

Mi madre y yo nos subimos al lecho y Alberto se plantó delante de nosotras con su pollón enhiesto. Las dos empezamos a lamer de arriba abajo, sin olvidar un solo milímetro de aquella barra de carne al rojo. Chupábamos su glande dejando brotar de nuestra boca chorros de saliva, introducíamos la lengua en los pliegues de su prepucio y nos metíamos en la boca sus endurecidos cojones. Todo su falo relucía gracias a nuestra saliva.

Entonces Alberto me dijo que tenía que tragármela toda, lo que a mí me parecía imposible, pero estaba dispuesta a intentarlo. Comencé a introducir aquel gran mástil en mi boca, pero cuando llevaba poco más de la mitad no pude más y me retiré de golpe. Alberto se quedó muy contrariado y le dijo a mi madre que me ayudase. Yo volví a metérmela y mi madre me fue empujando suavemente la cabeza para que me la tragase toda, pero no pude enfundármela entera y volví a retroceder. Alberto se cabreó y dijo que tenía que hacerlo de nuevo, lo que yo no quería hacer, y le dijo a mi madre que si yo no lo hacía nos castigaría a las dos. Entonces mi madre me abrió la boca metiéndome tres dedos de cada mano a ambos lados de la boca, de una forma que me recordó los aparejos que se ponen a los caballos. Una vez con la boca abierta Alberto me agarró la cabeza y poco a poco fue metiendo su cipote en mi boca.

Estaba a mitad de la introducción cuando yo ya no podía mas, quería sacarme esa polla de la boca, pero ni podía retroceder ni cerrar la boca, de modo que aquel gran nabo continuó avanzando hasta que todo él estuvo dentro y pude notar el glande en la garganta. Yo tenía arcada y apenas podía respirar pero Alberto no retrocedía ni un milímetro y tanto él como mi madre me impedían mover la cabeza. Cuando por fin Alberto empezó a retirarse y pude recuperar el aliento creí que aquello ya había terminado, pero me equivocaba porque aprovechando que mi madre me mantenía la boca abierta mi tío empezó a moverse como si fuese mi coño lo que follaba.

A cada acometida que me daba su glande llegaba a mi garganta y lo hacía con un frenético ritmo que apenas me dejaba respirar. Tras unos angustiosos minutos Alberto terminó corriéndose en las profundidades de mi boca, por lo que me tragué íntegramente su semen pero sin poder paladearlo y aunque la experiencia había sido angustiosa tengo que reconocer que me gustó. Después de que Alberto me follase la boca este no había perdido ni un ápice de dureza en su verga, que seguía dispuesta a dar guerra.

Alberto tumbó bocabajo a mi madre, haciendo que separase las piernas y después hizo que yo me tumbase sobre mi madre, pero boca arriba, con mi culo reposando sobre la espalda de mi madre y con las piernas bien abiertas también. Entonces él se colocó entre mis piernas y poco a poco introdujo su lanza en mi vagina. La costaba hacerse sitio en mi interior pues mi grieta no estaba acostumbrada a tales medidas, aunque en un par de minutos Alberto pudo entrar y salir a sus anchas de mi coño.

Entonces empezó a cabalgarme, primero con suavidad y dulzura, después apretando el ritmo y con dureza, mientras que con una mano me apretaba las tetas, me pellizcaba los pezones o me daba cachetes en los muslos. Cuando estaba a punto de llegar al orgasmo, él paró en seco y me la sacó, metiéndosela entonces a mi madre pero en el culo. A mi madre también la cabalgó con el mismo ritmo, hasta que en un momento determinado paró de nuevo y me la metió otra vez a mí.

Estuvo alternando mi coño con el culo de mi madre durante más de media hora, sin correrse ni flaquear ni un momento. Puso el dedo pulgar en mi clítoris, y su polla en mi coño. La frotó varias veces entre mis labios untándola de flujo… empezó a empujar hacia dentro. Me sujetaba las piernas para que no las cerrara, la clavada la noté en el estómago, el cabrón la tenía dura y larga con una cabeza de ariete que me atravesaba entera. Después castigaba a mi madre por el culo y buen rato gimiendo como una perra y luego a mí, así hasta que terminó lanzando una impresionante descarga seminal en mi interior. ¡Joder cómo sentían los chorros de leche estamparse contra mi pared vaginal! El semen rebosaba en mi vagina y se deslizaba por mis muslos. Mi madre se quitó de debajo de mí y empezó a lamer mi empapado coño, bebiendo directamente de mi vagina la copiosa corrida de Alberto. Los lengüetazos de mi madre hicieron que me corriese de nuevo y a la corrida de Alberto añadí una segunda descarga de flujos vaginales que mi madre tragó gustosa.

Alberto aun tenía en pie de guerra su cipote, pero ahora no parecía estar interesado en penetrarnos. Hizo que mi madre dejase de lamerme y la sentó en el sillón de ginecólogo y la ató a él. Entonces cogió una fusta y le azotó las tetas, la barriga y los muslos. El aire restallaba con cada golpe, pero mi madre tan solo gemía de placer. Cada vez estaba más caliente y aunque tenía las ubres y los muslos muy rojos no se quejaba en absoluto, al revés estaba encadenando orgasmos sin parar y podía ver como su coño rezumaba sus flujos orgásmicos, los cuales caían sobre el sillón y luego al suelo.

Entonces Alberto paró y se acercó a mí diciéndome que le metiese un dedo a mi madre en el coño. Al dudar un instante mi tío descargó un fustazo en mi trasero y yo me apresuré a cumplir su orden…. El interior de la vagina de mi madre estaba caliente y muy húmedo… me costaba mover el dedo en su interior, lo cual me extrañaba porque había visto que podía recibir en él tres consoladores a la vez. Alberto me dio un nuevo fustazo, esta vez en la espalda, y me dijo que metiese otro dedo, lo que yo hice al momento. El segundo dedo también entró sin problemas aunque luego seguía sin poder moverlos con facilidad. Alberto me dijo que metiese otro dedo y antes de que llegase a azotarme yo lo había hecho, y luego que introdujese un cuarto dedo.

Entonces entendí que mi madre estaba contrayendo a voluntad los músculos de su coño, por eso metía los dedos fácilmente pero me costaba luego moverlos dentro. En ese momento Alberto me dijo que le metiese toda la mano. Yo me giré mirándole perpleja y él me azotó los pechos, y como seguía sin obedecer también me azotó el culo. El castigo empezaba a gustarme pero decidí cumplir sus ordenes no fuese a pasar a mayores.

Hundí toda mi mano en el sexo de mi madre hasta introducirla por completo llegando hasta la muñeca. Mi madre me gritaba extasiada diciéndome que moviese la mano con fuerza y yo así lo hice, moviendo mi mano adelante y atrás con ganas. Mi tío dijo que aumentase mas el ritmo y así lo hice, moviendo mi mano tan rápido como podía hasta que empezó a dolerme el brazo y empecé a disminuir la velocidad con que mi puño follaba a mi madre. Mi tío me volvió a azotar para que aumentase el ritmo pero yo no podía más y entonces él me dijo que cambiase de mano.

Fui a sacar mi mano derecha del interior de mi madre pero mi tío me dio un nuevo fustazo, esta vez en la parte interior de los muslos y me dijo que debía hacerlo sin dejar vacía la vagina de mi madre. Yo estaba confusa porque lo que me pedía suponía que metiese la mano izquierda mientras la derecha seguía dentro. Mire a mi madre y esta asintió con una mirada de lujuria y deseo que eliminó cualquier duda.

Comencé a meter mi mano izquierda poco a poco, notando como el coño de mi madre se dilataba ante la invasión y bañaba en flujos mi otra mano. No tardé demasiado en tener las dos manos dentro y entonces lentamente comencé a retirar la mano derecha hasta sacarla totalmente húmeda de la caliente gruta de mi madre. Con la mano izquierda volví a ofrecerle el tratamiento de movimientos rápidos que ya le había dado con la derecha, hasta que también se me cansó aquel brazo. Repetí la jugada solo que esta vez fue la mano izquierda la que saqué y la derecha la que metí y de nuevo comencé a percutirle el coño de modo frenético con mi mano.

Había vuelto a meter mi mano izquierda y tenía las dos manos dentro del coño súper abierto de mi progenitora cuando decidí no sacar la mano derecha y en cambio comencé a mover las dos manos dentro de su coño, cada vez más rápidamente y con mayor fuerza, animada por los gritos de mi madre y de Alberto que había estado masturbándose desde que comencé a follar a mi madre con las manos. De repente Alberto me hizo parar y yo saqué las manos del interior de mi madre. Ella estaba agotada por los orgasmos encadenados gracias a mis maniobras y se quedó a un lado. Alberto se puso delante de mí, con su culo a la altura de mi cara y se abrió las nalgas diciendo que tenía que lamerle el culo. Yo estaba lanzada y sin pensarlo dos veces empecé a lamer su culo todo alrededor y luego pasé a profundizar con mi lengua en el interior del ano de mi tío, lubricándolo generosamente con mi saliva.

Cuando tenía el culo realmente húmedo me hizo parar y me tumbó boca abajo sobre mi madre, quedando nuestras caras frente a frente mientras que nuestras tetas se tocaban. Nos puso los brazos en cruz y nos ató la una a la otra y lo mismo hizo con nuestras piernas tras habérnoslas abierto al máximo. Luego cogió un par de consoladores de dos cabezas del estante y uno de ellos nos lo metió en nuestros coños poniéndolo a la máxima potencia de vibración y haciendo que nos corriésemos de gusto. El otro lo dejó de momento a un lado y se colocó tras de mí.

Estaba besando a mi madre en la boca, jugueteando con su lengua cuando sentí que las fuertes manos de mi tío abrían sin contemplaciones mis nalgas y un instante después su enorme cipote se abría camino, arrasando mi esfínter. Quería gritar pero mi madre me había metido la lengua casi hasta la garganta y no podía, aunque varias lágrimas brotaron de mis ojos. Alberto seguía avanzando por mi culo virgen y sin lubricar haciéndome daño, pero aunque dolía yo no quería que parase, al contrario quería que me destrozase y llegase hasta lo más profundo del cuerpo. Una vez estuvo toda dentro esperó unos minutos antes de empezar a bombearme el trasero con fuerza. Durante ese lapso de tiempo cogió el otro vibrador e hizo algo que me dejo alucinada.

Uno de los extremos lo introdujo en el ano de mi madre y el otro se lo metió él en su propio recto sin ninguna dificultad y eso que era tan gordo como su propia polla. Ahora las aberturas vaginales y anales de los tres estaban ocupadas…. Alberto me follaba el culo con fuerza y brío, lo cual al principio le costaba trabajo y a mí me dolía, pero poco después me acostumbre y mi ano se relajó, lo cual unido al flujo vaginal como una pequeña hemorragia que su penetración me había causado, lubricaba mi recto hicieron que la experiencia fuese increíblemente placentera. Esta doblemente penetrada me causaba increíbles oleadas de placer, disfrute que compartía con mi madre, a la cual seguía besando con pasión. Aquella experiencia desbordaba todas mis expectativas. La mezcla de dolor, sumisión y placer habían logrado que alcanzase unos orgasmos increíbles, por lo que ahora comprendía los gemidos y gritos de placer de mi madre que había escuchado tantas noches…. Alberto terminó de partirme el culo eyaculando en mi interior. Fue una autentica riada que desbordaba mi ano y se deslizaba por mis muslos hacia mi coño. Mi madre volvió a lamer aquel preciado néctar y luego lo compartió conmigo y Alberto, terminando así la sesión.

Un par de semanas después Alberto y mi madre se casaron y los tres nos fuimos de luna de miel. Nos fuimos de viaje a Cuba para disfrutar del sol caribeño y de la amplia oferta sexual allí existente. Y el sexo empezó nada más llegar al hotel. Mi ahora padrastro le dijo al botones, un chico de 18 años, que yo sería quien le daría la propina. Yo le dije a Alberto que no tenía dinero, pero él me respondió que eso no importaba porque la propina se la daría haciéndole una mamada al chico. Yo le dije que ni hablar y entonces me dijo, mientras me pellizcaba los pezones, que estaba siendo una mala esclava y que si seguía por ese camino tendría que castigarme con dureza. ENTONCES OBEDECÍ. Salí al pasillo donde todavía estaba esperando el botones y sin perder un minuto le abrí la bragueta al chico. Él estaba alucinado y no fue capaz de reaccionar. Yo me puse de rodillas delante que aquella preciosa polla de color ébano y me la metí entera en la boca. Mi madre y Alberto veían desde dentro de la habitación como yo chupaba al botones, masturbándose mutuamente. El chico, que resultó que era virgen, no aguantó mucho mis chupetones y se corrió en mi boca de modo monumental. Me inundó toda la garganta con un torrente de semen dulzón que me tragué entero. El chico casi se cae del placer obtenido y la consecuente eyaculación, y se marchó con una sonrisa en la boca.

Al día siguiente empezó realmente lo bueno. Contratamos a un guía llamado Héctor, un tipo negro de unos 30 años que medía casi dos metros y era realmente musculoso. Era un chico muy educado y culto que nos estuvo enseñando todos los monumentos de La Habana y sus alrededores con mucha paciencia, a pesar de las distracciones que tanto mi madre como yo le ofrecíamos, debidas a la ropa que Alberto nos obligaba a vestir.

Yo llevaba un vestido de tenista con una falda cortísima bajo la cual no llevaba ropa interior de modo que cada vez que hacia un poco de aire, subía un escalón o daba un paso acelerado enseñaba a todos los que mirasen tanto mi culo como mi coñito depilado, mientras que mi madre llevaba una blusa muy escotada y ceñida de color blanco que remarcaban de modo superlativo sus tetas y sus erectos pezones, y una falda un poco más larga que la mía, pero con mas vuelo por lo que se levantaba con gran facilidad, y que dejaba ver como el coño de mi progenitora llevaba insertado un pequeño consolador de color rojo brillante.

Fue mucha la gente que nos miraba alucinada pero nadie nos dijo nada, ni siquiera una pareja de la policía que nos encontramos por el camino y ante la cual mi madre enseño nítidamente su abierta y húmeda vulva gracias a una ráfaga de aire que le levantó la faldita. Ir vestidas así todo el día nos ponía muy cachondas simplemente por la expectación que causábamos y tras un rato apenas podía disimular que me brillaban los muslos debido a la humedad que mi coño destilaba y se deslizaba por ellos. Por todo esto es evidente que Héctor tenía que concentrarse mucho para hacer bien su trabajo de guía turístico y no quedarse pasmado viendo como nos exhibíamos.

Al despedirnos en el hotel al final de la jornada podíamos notar que Héctor estaba deseando decirnos algo después del espectáculo al que había asistido, pero no se atrevió y quedamos para el día siguiente.

Una vez mi madre, mi padrastro y yo estuvimos en la habitación, follamos como locos hasta que caímos rendidos. Al día siguiente repetimos el show para sorpresa de Héctor y también un tercer día.

Aquel día tenía órdenes de mis padres de averiguar si Héctor podría ser un buen compañero de cama para los tres y si sería posible que trajese a más participantes a nuestro juego, y eso hice. Al finalizar el almuerzo, al que todos los días invitábamos a nuestro guía, este se disculpó un momento y fue al servicio. Ese era el momento que los tres estábamos esperando. Un momento después de irse él, yo me levanté de la mesa y me dirigí al baño. Una vez allí me metí en el servicio de caballeros sin que nadie me viese.

Una vez dentro me agaché para ver que en los cubículos de los servicios solo estaba Héctor y no parecía estar orinando. Abrí de golpe la puerta de su retrete y me encontré a Héctor sentado en la taza masturbándose frenéticamente. Él se quedó de piedra y yo también porque resultaba que la polla de nuestro acompañante era sencillamente descomunal, nada más y nada menos que un pedazo de carne musculada jalonada de ricas venas inflamadas, la cual le medía 30 centímetros de largo y 6 de grosor…. Me quite mi escasa ropa y me lancé ávida sobre ella y empecé a chupar aquel mástil mientras Héctor se ponía en pie. Yo trataba de tragármela entera y lo hice gracias al entrenamiento que me había proporcionado mi padrastro, solo una cuarta parte, era muy ancha y extremadamente larga. Héctor estaba encantado con mi mamada y gemía mientras me pedía que siguiese chupando.

Aprovechando que Héctor estaba totalmente absorto con mi mamada deslicé mis manos hacia su atlético culo, duro y terso como nunca vi otro. Separé las nalgas de Héctor y empecé a juguetear con su ano acariciándolo con mis dedos. De golpe introduje un dedo dentro de su recto y él lo recibió sin ningún rechazo, de hecho me pidió que metiese mas. Luego deslicé la lengua a sus gónadas, colgaban enormes como un panal de abejas en un árbol fornido. Le lengüeteé las bolas, la chupeteé y me comí sus huevos uno a uno succionándolos con fiereza, una vez dentro de mi boca los lamía, mordía con delicadeza notando la textura de esos hermosos huevazos. Me trabajé a ambos lecheros, metiendo mis dedos en ano. Yo así lo hice y le metí otro dos más que comencé a mover con ganas.





Héctor me agarró la cabeza por las orejas y me comenzó a follar la boca. Su polla me llegaba a la garganta y me impedía respirar de lo gorda que era pero yo estaba en la gloria con aquel espolón en mi boca y tres dedos en el culo de piedra de nuestro guía negro. Noté que se iba a correr y entonces extraje parcialmente aquel cipote de mi boca, lo suficiente para que la visera de su glande reposase entre mis dientes y el resto sobre mi lengua… momento en el que estalló. Fue una corrida realmente de antología, aquel nabo negro derramó una cantidad ingente de un semen muy blanco y tan espeso como la miel, que yo trataba de tragar con afán, pero era tanta la cantidad que casi me ahogo tragando tanta lefa y no pude más que dejar escapar una buena cantidad que se derramo sobre mis tetas. Héctor me puso en pie y me lamió los pezones comiéndose esa parte de la corrida. Yo estaba encantada y ahora que sabía que Héctor era un tipo perverso como nosotros, podía proponerle lo que estábamos deseando.

– Por lo que veo eres un tipo muy abierto, como tu culo, dije yo. – Quizás te interese una propuesta que quiero hacerte.

– Si que lo soy. En sexo no hay nada que no esté dispuesto a hacer y probablemente que no haya hecho ya, dijo Héctor muy ufano.

– Bien porque a mis padres y a mí nos gustaría ir mañana a algún sitio apartado donde pudiésemos tomar el sol desnudos y follar todos juntos.

– ¿Hablas en serio? Preguntó el negro sorprendido.

– Totalmente, respondí. – ¿Acaso no te interesa?

– Si que me interesa, me encantaría hacerlo con vosotras.

– No te olvides de mi padre, le dije yo.

– Claro que no, repuso él. – Hacerlo con el también me gustaría.

– Genial, dije yo sumamente contenta y añadí. – ¿Podrías traer a alguien más que esté dispuesto o dispuesta a pasar un buen rato?

– Sí, respondió él tras unos instantes de meditación. – Iré con un par de personas que también son amigas del buen sexo.

– Estupendo, exclamé yo. – Estoy deseando que llegue mañana.

En ese momento la puerta del servicio empezó a abrirse y nos quedamos muy callados dentro del retrete. Mi padrastro abrió la puerta y nos encontró tal y como habíamos terminado la mamada, yo desnuda y llena de semen y Héctor con los pantalones por los tobillos y su pollón aun goteando semen.

– Vaya, vaya, dijo Alberto con una sonrisa y dirigiéndose a mí me preguntó. – ¿Habéis hablado de eso?

– Sí,  respondí. – Todo esta hablado, así que mañana lo pasaremos muy bien.

– Bien, dijo Alberto. Ahora tendríamos que irnos, pero tú Sabrina no puedes salir así, primero habrá que limpiarte un poco. Ponte de rodillas.

Yo ya sabía que era lo que iba a hacer y lo estaba deseando. Las primeras veces que me lo había hecho no me había gustado nada, pero ahora me encantaba así que no dude dos veces en arrodillarme ante Alberto. Este se abrió la bragueta y sacó su polla morcillona. Apuntó su verga a mi boca abierta y comenzó a mear introduciendo su líquido caliente y salado en ella. Yo me tragaba gran parte de ese cava humano pero era mucha la cantidad y parte de la meada se deslizaba por mi cuerpo. Héctor estaba alucinado pero pronto se recuperó, sobre todo tras las palabras de Alberto.

– Vamos Héctor desahógate tu también sobre ella… ¡Esto de que la meen le encanta!

Héctor no lo dudó y también comenzó a mearme encima. Era tal la cantidad de meada que me regaba que estaba totalmente empapada por la lluvia dorada de los dos machos. Por más que trataba de beberme la mayor parte del néctar que me ofrecían no podía tragar más que una pequeña cantidad del dorado líquido. Una vez terminaron de mearme Alberto salió y Héctor tras vestirse hizo lo mismo. Yo esperé unos minutos hasta que el calor de la tarde secó mi cuerpo. Entonces me vestí y desprendiendo un intenso aroma a meada salí fuera donde ya me esperaban mis padres y Héctor. Ellos ya habían terminado de hacer los últimos arreglos. El negro se despidió hasta el día siguiente tras lo cual volvimos al hotel.


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Aquella noche fue la primera desde nuestra llegada a la isla que no follamos, evidentemente para guardar fuerzas para el día siguiente. La mañana siguiente tan pronto nos despertamos comenzamos con el ritual que desde que empecé a follar con mis padres se había convertido en un maravillosa y placentera rutina…. En primer lugar mi madre y yo nos metimos en la ducha donde mutuamente nos enjabonamos y sobamos, para terminar sin solución de continuidad, besándonos ardorosamente mientras nos metemos la una a la otra varios dedos en nuestras grutas ávidas de sexo. Terminada nuestra ducha preparamos la bañera para que Alberto tome su baño.

Entre las dos le enjabonamos y lavamos, dándole un trato muy especial a sus zonas más sensibles, su polla y su ano, que acabábamos de limpiar con nuestras lenguas. Antes de que mi madre termine con su trabajo en la polla de mi padrastro, yo me ausento un momento para volver con un vaso donde recojo la copiosa corrida que todas las mañanas nos ofrece Alberto, por más que la noche anterior nos haya follado como una bestia, esas pocas horas su fábrica lechera ya había producido un ración contundente de lefa espesa. Una vez terminamos de ducharnos pasamos a desayunar…. El chico al que le hice la mamada el primer día nos trajo un completo desayuno con tostadas, mantequilla, mermeladas, fruta, leche, zumos, café del que dimos buena cuenta, con una pequeña adición de nuestra parte pues en lugar de usar la mermelada como mi padre, usamos la leche ordeñada de Alberto en las tostadas de mi madre y las mías.

Cuando ya estábamos saciados pasamos a la inspección diaria que Alberto nos hace. Mi madre y yo nos tumbamos sobre la cama con las piernas bien abiertas para que así Alberto comprobase que nuestros coños estaban bien depilados. Alberto nos pasó la mano sobre nuestros montes de Venus y tras un lametón sobre cada unos de nuestros chochitos nos dio el visto bueno. Entonces pasamos a la segunda parte de la inspección. Nos pusimos a cuatro patas en el suelo mientras Alberto volvía con un gran vaso de agua y una jeringa de 50 c.c. Mi padrastro llenó la jeringa y me la insertó en el culo metiéndome de golpe toda aquella cantidad de agua, la cual estaba casi hirviendo. Sentir aquel inmenso calor dentro de mi recto era una sensación a la que me estaba volviendo adicta. Después repitió la operación con mi madre. Cuando nos pusimos en pie para ir al baño a vaciar nuestros intestinos Alberto

 – Nada de ir ahora al baño o llegaremos tarde. Vestíos ya.

– Tenemos muchas ganas de ir al baño. Tenemos el esfínter lleno, dijo mi madre.

– ¿No entendéis mis órdenes, putitas? Preguntó Alberto mientras cogía su cinturón del armario. – ¿Tendré que azotaros para que obedezcáis?

– No, amo, respondimos al unísono.

Nos vestimos como lo habíamos estado haciendo desde que llegamos a la isla y tras recoger una bolsa de playa y una nevera portátil con todo lo necesario para la excursión salimos de la habitación. Con dificultades bajamos al vestíbulo donde ya nos esperaba Héctor, acompañado por otras dos personas. Apenas podíamos caminar pues a cada paso nuestros esfínteres estaban a punto de ceder, de manera que con pequeños pasos nos reunimos con nuestro guía y sus acompañantes.  Estos eran un chico y una chica. El chico, de nombre Jairo, era un tipo negro y tan musculoso como Héctor pero más bajo y más apuesto, pues mientras Héctor parecía un robot, Jairo recordaba a un adonis de ébano. Por su parte la chica era toda una sorpresa. Zenobia, que ese era su nombre, era prima de Jairo y tenía solo 18 años.

Su origen era una mezcla de razas espectacular, pues su madre era mulata y su padre un diplomático chino al que no había visto nunca y que no se había preocupado de la hija que dejó en Cuba. Sus rasgos faciales eran bellísimos con una carita de muñeca de porcelana enmarcada por una melena negra que contrastaban con su piel morena. Tenía unas pequeñas tetas que coincidían con lo habitual en las mujeres orientales y cuyo contrapunto eran los grandes y pétreos pezones que los coronaban y que se marcaban a través del jersey de manga larga que la mestiza vestía. Luego tenía dos piernas increíblemente bien torneadas rematadas por un culo propio de una mulata como su madre.

Tras las presentaciones nos dirigimos al aparcamiento donde estaba el todoterreno norteamericano que habíamos alquilado para desplazarnos por la isla y con Jairo tras el volante nos dirigimos a nuestro destino. En el coche Jairo nos explicó que él y Héctor se habían conocido en una academia militar donde los dos cursaron estudios para entrar en el ejército como oficiales, aunque Héctor terminó por abandonarla antes de finalizar sus estudios. Y desde entonces eran amigos de juergas y sexo, pues ambos habían descubierto allí que tenían un gusto muy amplio en materia sexual. En cuanto a Zenobia, el mismo Jairo nos confeso que se trataba de su prima a la que desde hacía un mes, cuando había cumplido los 18, estaba domando.

Mi padrastro interrumpió la explicación de Jairo… – ¿Tu prima esta sin estrenar?

– Su coño y su culo son vírgenes, mi hermano, dijo Jairo. – Si sabes ser generoso puedes ser el primero en montarla.

– Dalo por hecho. Os recompensare como merece una cosa así,replicó mi padrastro alborozado.

Mi madre y yo miramos a Zenobia la cual aun no había dicho una sola palabra y que asentía a lo que decía su primo.

– ¿Es dócil Zenobia? Preguntó Alberto.

– Mucho,  respondió Jairo con una sonrisa. – ¿A que si?

Zenobia, a quien iba dirigida la pregunta de Jairo volvió a asentir pero no dijo ni una palabra.

– Esta bien, perrita, dijo Jairo a su prima con voz imperativa. – Ya puedes hablar y quítate la camiseta para que vean que es lo que te gusta.

A mí me había extrañado que la chica vistiese un jersey de manga larga con el calor que hacia pero al quitárselo lo comprendí. En los brazos, alrededor de sus pequeños pechos y rodeando su barriga tenía marcas de cuerdas, debidas a haber estado fuertemente atada. Tanto a mi madre como a mí, nos dejaron alucinadas tales marcas y las dos a la vez, puesto que estábamos sentadas a los lados de la mestiza tocamos aquellas señales que tenía alrededor de las tetas. Zenobia se estremeció de placer con solo rozarla.

– Guau, son impresionantes, dijo mi madre. – Alberto me ha atado muchas veces pero nunca me ha dejado señales tan marcadas, sobre todo porque yo no aguantaría tanto castigo.

– Realmente te gusta que te castiguen y sentir el dolor, dije yo medio preguntando medio asintiendo.

– Sí, dijo Zenobia con un hilo de voz. – Me gusta mucho.

– Genial, dijo Alberto. – Me gustará comprobarlo.

En aquel momento Jairo abandonó la carretera principal y se internó por un camino de tierra. Tras diez minutos nos detuvimos frente a una verja metálica cerrada por un grueso candado. De la alambrada colgaba un cartel que decía… “Prohibido el Paso. Zona Militar”

Alberto, mi madre y yo estábamos perplejos. Jairo nos vio la cara y sonriendo de manera relajante nos dijo…  No os preocupéis. Esta es una zona de maniobras que lleva años sin ser usada y donde nunca viene nadie. En ella hay una playa que es a donde vamos.

Jairo se bajó del coche y abrió el candado con una llave, franqueando así el paso, para cerrarlo de nuevo una vez dentro. Una vez de nuevo en marcha nos dijo que había cogido la llave del cuartel donde estaba destinado, el cual no estaba muy lejos de aquel campo de maniobras. La playa era estupenda, con fina arena blanca, rodeada por una abundante vegetación y lo que era mejor totalmente solitaria. Nada más bajar del coche los seis nos desnudamos y mi madre y yo pedimos permiso a Alberto para descargar nuestros esfínteres, pues ya no podíamos más.

– De acuerdo, accedió Alberto. – Pero hacedlo aquí delante de nosotros.

– Sí queremos verlo, dijeron entusiasmados Héctor, Jairo y Zenobia.

Nos pusimos en cuclillas y liberamos el líquido contenido en nuestros rectos, descansando por fin. Todos estuvieron encantados por el escatológico espectáculo y después nos metimos en el mar para limpiarnos. Una vez fuera me fije en Jairo y Zenobia…. Él era en efecto casi tan musculoso como Héctor pero no tenía una polla tan larga aunque tenía una longitud respetable de unos 19 centímetros, pero lo que le faltaba de longitud lo suplía en grosor, pues como mínimo el diámetro de aquella verga era de 8 centímetros. Zenobia por su parte tenía el coño depilado y las marcas de cuerdas se extendían alrededor de su culo y sus muslos.

En aquel momento lo que hicimos fue embadurnarnos de crema bronceadora y tumbarnos a tomar el sol un rato. Yo no tardé en quedarme dormida arrullada por el sonido de los pájaros y envuelta en el cálido sol tropical y la suave brisa que soplaba desde el mar. Hora y media después me desperté al escuchar unos gemidos de placer. Me levanté un poco y vi a Zenobia arrodillada en el suelo. Una gruesa cuerda estaba enrollada alrededor de su cuerpo, presionando sus muslos, culo y pechos. La chica tenía el cuerpo arqueado hacia atrás y sus brazos estirados en la misma dirección, de manera que sus manos estaban junto a sus pies. Una observación más detallada me reveló que las muñecas de la chica estaban atadas a sus tobillos.

Jairo tumbó a Zenobia sobre su vientre y ató una cuerda a las ligaduras que inmovilizaban los brazos y piernas de su prima. Hizo pasar la cuerda por una gruesa rama del árbol bajo el que estaban y después empezó a tirar de la cuerda. Pronto la mulata estuvo suspendida en el aire con todo el peso de su cuerpo descansando sobre sus tobillos y muñecas. Esto unido a la incómoda postura tenía necesariamente que dolerle, pero sin embargo Zenobia gemía de placer. Jairo ató fuertemente la cuerda al árbol y entonces se colocó frente a su prima. La había elevado lo suficiente como para que la boca de Zenobia quedase frente a su polla. Él le acercó su verga y ella se la tragó sin dudar.

La boquita de la chica estaba repleta con aquel descomunal pedazo de carne musculada pero se empleaba a fondo logrando arrancar exclamaciones de placer a su primo. Sin embargo Zenobia no lograba tragarse más de la mitad de la verga de Jairo y entonces este comenzó a balancear a su prima, cada vez con más fuerza. Zenobia permaneció todo el tiempo con la boca abierta de manera que cuando en su trayectoria se aproximaba a Jairo de golpe se introducía la polla de este en su boca, para inmediatamente después abandonarla.

Así logró Jairo que su prima tuviese toda su verga dentro de la boca, pero tan solo durante breves instantes, lo cual no parecía satisfacerle. Por eso en uno de los movimientos pendulares y cuando Zenobia tenía toda la polla dentro Jairo frenó repentinamente el balanceo. Zenobia se quedó con todo aquel nabo dentro de su boca, tocando casi sus amígdalas y cortándole la respiración. La joven empezó a mostrar resistencia y trataba de sacarse aquel intruso de la boca pero no podía. Al cabo de tres minutos dejó de resistirse y entonces Jairo le saco el miembro de la boca. Zenobia tomó aire y Jairo volvió a la carga metiéndosela de nuevo hasta los cojones. Esta vez Zenobia se sometió y no se revolvió tratando de sacarse la polla de la boca, pero ya era tarde pues su primera reacción no había gustado a Jairo.

– Has hecho mal, putita, dijo Jairo con tono desaprobador. – Sabes que no tolero las desobediencias de modo que tendré que castigarte.

En aquel momento me fije en el sitio donde estaban mis padres y Héctor. Los tres estaban sobre una manta y se lo estaban pasando muy bien. La escena era espectacular pues resultaba que Héctor le estaba chupando la polla a mi padrastro, quien a su vez no dejaba de lamer el coño a mi madre, mientras que esta se tragaba el mástil de Héctor. Los tres estaban muy ocupados en su faena y no se dieron cuenta de que yo los miraba entusiasmada, pues ahora lo que quería era verlos en acción. Mientras les espiaba me estaba metiendo cuantos dedos podía en el coño y me masturbaba frenéticamente. Estaba tan absorta en mi masturbación que no me di cuenta de que Jairo se había acercado sigilosamente hasta donde yo estaba hasta que fue tarde. El cubano me agarró fuertemente por el pelo y dio un tirón, arrastrándome por la arena.

– Mira esta putita, grito Jairo.  Solo quiere divertirse ella. Eres muy egoísta.

– Creo que deberías castigarla,  dijo mi padrastro dejando de lamer a mi madre un instante

– Que no olvide que debe compartir su placer.

– Así lo haré, replicó el cubano.

Antes de que pudiese decir nada me encontré fuertemente atada al tronco de un árbol con las piernas totalmente abiertas. Las cuerdas rodeaban mis muslos, mis nalgas, separaban los labios de mi coño y oprimían mi vientre, mis pechos y mi cuello. Además Jairo me vendó los ojos de manera que no veía nada en absoluto. Trate de moverme tal y como estaba pero al mínimo movimiento las cuerdas se tensaban apretando todo mi cuerpo y dificultándome la respiración.

– Estate quieta, chica, dijo sarcásticamente Jairo. – Si te revuelves se tensaran más las cuerdas.

Yo hice caso a lo que me dijo y permanecí totalmente quieta. Podía oír a mis padres y a Héctor jadeando y también que alguien que evidentemente era Jairo estaba abriendo la nevera portátil y buscaba algo en su interior. Yo me preguntaba qué demonios podía ser lo que estaría buscando y pronto logre mi respuesta. De repente note como algo increíblemente frío era presionado con fuerza sobre mi clítoris. Lo imprevisto de aquella acción me hizo dar un respingo que tensó con fuerza mis ligaduras y me hizo proferir un pequeño grito de dolor. Estaba presionando un cubito de hielo en mi vagina y la sensación era de un frío increíble, hasta el punto que era doloroso.

Tras unos segundos, cuando ya tenía el clítoris insensibilizado por el frío con un fuerte pellizco me desentumeció aquella zona. Entonces comenzó a aplicarme el cubito de hielo de igual modo en otras zonas de mi cuerpo, como mi culo, bajo mis pechos, en el cuello y mi reacción seguía siendo la misma pues nunca sabia donde me pondría el cubito y la sorpresa hacia que diese un espasmo por más que tratase de controlarme. La sensación de opresión y el frío y el dolor de los pellizcos comenzaban a gustarme y notaba que se escapaban mis flujos piernas abajo. Entonces me puso el cubito en un pezón, eso fue muy doloroso y del respingo que di casi me rompo algo por la presión de las cuerdas. Tras ponerme el cubito sin embargo no me dio un pellizco en el pezón aunque noté una sensación extraña, cosa que luego hizo con el otro pezón.

Después de casi 10 minutos jugando con el hielo y mi piel Jairo se cansó de ese castigo y me quitó la venda. Entonces vi lo que había hecho en mis pezones. Los había atravesado con una aguja hipodérmica. Estaba alucinada no me dolía nada ni había notado el pinchazo, aun más ni siquiera sangraba. Yo que quería ponerme unos pendientes en los pezones y no me había atrevido porque creía que sería muy doloroso no salía de mi asombro. Realmente Jairo sabía muy bien lo que hacía.

Entre tanto mis padres y Héctor habían cambiado de postura y ahora habían preparado un delicioso sándwich. Mi madre era empalada por el coño por Alberto que metía su polla hasta el fondo del útero de mi madre con fuerza, mientras que Héctor follaba el culo de mi madre. Aquel mástil de ébano entraba y salía a voluntad del dilatado ojete de mi progenitora la cual no hacía más que gemir de placer. Los dos machos la estaban follando a fondo como el manantial de flujos que brotaba del coño de mi madre indicaba. Además Héctor le apretaba los pezones con fuerza hasta ponerlos rojos como la sangre, lo que a mi madre le encanta. La doble follada que estaba recibiendo mi madre además era de las duras porque de vez en cuando Héctor retiraba su polla del culo de mi madre y se la clavaba en el coño junto con la de mi padrastro momento en el que mi madre gemía y gritaba de placer totalmente ajena al resto del mundo.

Jairo me desató del árbol pero una vez suelta me ató las manos entre si y también ató mis pies dejándome la posibilidad de avanzar solo a saltitos. De ese modo me llevó junto a Zenobia. La descolgó del árbol y la ató igual que a mí. Cogió una barra metálica que había traído y nos ató las manos a cada uno de sus extremos y luego en el centro de la barra ató la cuerda de donde había estado suspendida su prima. Luego tiró de la cuerda elevando la barra y nuestras manos con ella hasta que tuvimos que ponernos de puntillas. Tras dejarnos en tan precaria posición cogió la mochila que había traído y comenzó a buscar algo en ella. Sacó varias pinzas de la ropa y una serie de cadenas finas. Le colocó a Zenobia pinzas en los pezones, en los labios vaginales y en el clítoris, mientras que a mí solo me colocó las pinzas en los labios vaginales y el clítoris.

Tan pronto me puso la primera pinza pude notar que no se trataba de pinzas normales. Estas apretaban muchísimo más y no se soltaban por más que tirasen de ellas. Luego enganchó las cadenas a las pinzas y a las agujas de mis pezones haciendo que los extremos de las cadenas estuviesen sujetos a las dos quedando unidas de ese modo. Entonces nos vendó los ojos…. Después de unos segundos de espera de repente sentí que algo fino y flexible golpeaba mis nalgas. No fue una sensación muy dolorosa sino de intenso y molesto picor que me hizo perder el equilibrio. Al tambalearme tensé las cadenas que me unían a Zenobia y esta gritó de dolor al tirar de sus pezones, labios vaginales y clítoris las pinzas. A su vez ella también perdió el equilibrio tirando de mí y haciéndome gritar de dolor.

– Ahora debéis tener en cuenta a vuestra compañera en el castigo porque no solo vuestras acciones os pueden causar dolor sino también las de ella, dijo Jairo con voz seria.

El cubano siguió azotándonos y poco a poco comenzamos a resistir los azotes sin tambalearnos y sin tirar de nuestra compañera. Aquel torrente de sensaciones mezcladas, el dolor y el entumecimiento de mis pezones y labios vaginales, la molestia de los azotes, el suspense acerca de donde sería el siguiente azote y el morbo y la calentura de la situación estaba haciendo que disfrutase aquello y que tuviese los muslos y el coño como si me hubiesen vertido un cubo de agua en aquella zona.

Al cabo de cinco minutos de suplicio aguantábamos inmóviles los azotes y entonces Jairo paró. El cubano y mi padrastro nos soltaron y quitaron las vendas mientras que mi madre seguía aun con la polla de Héctor en el culo, aunque este se la sacó rápidamente en cuanto estuve libre. Mi padre agarró a Zenobia por el pelo y la llevo hasta donde estaba aparcado el todoterreno. La ató sobre el capó caliente dejándola con el culo en pompa. Zenobia se revolvía porque el capó estaba bastante caliente tras llevar mucho tiempo parado al sol, pero mi padre le dio un par de azotes con la vara de madera que Jairo había estado usando con nosotras en el coño e inmediatamente se estuvo quieta aguantando.

Mi padre se colocó detrás de ella y tras escupir en la punta de su polla la apoyó en el ojete de Zenobia. Con fuerza fue introduciendo su polla en el ojete virgen de Zenobia, esta gritaba de dolor aunque cuando mi padre paraba un momento en su primera introducción ella gritaba diciéndola que la reventase y que le rompiese el culo, insultándole para que siguiese abriendo su recto. Tras haberle metido 10 de sus 25 centímetros de polla, mi padre se la terminó de clavar de una sola vez. Zenobia aulló de dolor y placer al sentir como su ano se abría en dos ante el avance arrollador del cipote de mi padre.

Sin darle tregua ninguna comenzó a moverse dentro y fuera cada vez con más fuerza, mientras que la mulata gemía de placer con el culo reventado. Mientras tanto yo me estaba ocupando del pollón de Héctor con todo esmero. Primero lo ensalivé de arriba abajo y me lo trague hasta los cojones con la aprobación del semental. Una vez estuvo bien húmedo y al ver como disfrutaba Zenobia mientras le abrían el culo yo quise también recordar cómo fue mi primera vez por el culo, de lo cual solo hacía un mes escaso. Me puse a cuatro patas en el suelo y me abrí las nalgas. Héctor comenzó a lamerme el culo, metiéndome la lengua bien adentro, pero eso no era lo que quería.

– Para, para, le dije entrecortadamente a Héctor. – Lo que quiero es que me revientes el culo, que me rompas el esfínter.

– Como quieras la putita, me dijo Héctor.

Puso su pollón en la abertura de mi ano y comenzó a empujar. Sentí como me abría para dejar paso a aquel majestuoso carajo. Pero era muy grande y aquella presión me estaba arrasando por dentro. Dolía mucho y yo estaba llorando y no dejaba de gritar, pero de pronto noté que Héctor paraba y trataba de sacar la polla.

– ¡Qué coño haces, negro! Grité yo cabreada – ¡No la saques y termina de rompérmelo!

Y así lo hizo, de un solo golpe terminó de metérmela. Yo notaba el capullo en el estomago y que mi culo estaba sangrando, pero era feliz. Empecé a moverme yo misma para sentir aquella cosa en mi interior en toda su grandiosidad y pronto Héctor comenzó a cabalgarme sin piedad. Tenía el culo realmente abierto y cuando Héctor sacaba su polla y dejaba mi abierto y rojo ojete al descubierto notaba como la brisa del mar entraba por mi ano. Tanto Zenobia como yo estábamos recibiendo una follada anal que nos había destrozado el esfínter pero estábamos disfrutando de modo increíble y nuestros gemidos de placer eran atronadores. Realmente hubiésemos deseado habernos quedado así empaladas para siempre.

A la vez mi madre estaba recibiendo un tratamiento especial por parte de Jairo. Este había atado a mi progenitora de modo que estaba totalmente abierta, con sus piernas pegando con sus tetas y tumbada en el suelo.

Esta postura permitía un total acceso de Jairo a los agujeros de mi madre. Primero colocó las pinzas en el coño de mi madre de manera que llenó sus labios vaginales y su clítoris de pinzas. Mi madre estaba alucinando con semejante castigo y no dejaba de insultar a Jairo para que este siguiese castigándola. Después de llenar de pinzas su coño Jairo cogió dos pinzas y las colocó en los pezones de mi madre y a estas unió unas cadenas de manera que así podía tirar de sus pezones a voluntad. Entonces comenzó a introducir su tronco de carne en el recto de mi madre. Esta aullaba de placer a medida que notaba como aquel grueso falo se abría camino en su interior, a la vez que Jairo tiraba de las cadenas estirando sus pezones como si fuesen de goma. Una vez la tuvo toda dentro Jairo comenzó a follar a mi madre como si estuviese cabalgándola y tiraba de las cadenas como si fuesen las riendas de la yegua que montaba. Mi madre no dejaba de gemir y de repente un chorro de flujos salió disparado de su coño para ir a parar al vientre de Jairo.

Las tres parejas estuvimos así como un cuarto de hora momento en el cual los chicos ya no podían aguantar más sus ganas de correrse. Mi padre le sacó la polla del culo a Zenobia, ella no dudó y se la metió en la boca hasta tragársela por completo. Lamió y lamió hasta que por fin logró su recompensa. Un torrente de semen salió disparado de la polla de Alberto y fue directo a la garganta de Zenobia que casi se ahoga por la cantidad de la corrida y que solo en parte tragó, mientras que el resto fue a parar a su cuello y tetas. Mi padrastro cogió y lamió luego su propia corrida para terminar pasándola a la boca de Zenobia con su lengua.

En cuanto a mí, Héctor se corrió en mi culo, dejándolo hecho un manantial de semen porque cuando se retiro era tal la cantidad de semen que había volcado en mi ano que brotaba de él sin ningún esfuerzo como lava. Héctor se puso a lamer mi culo y disfrutó en solitario de su propia corrida sin querer compartir nada conmigo.

Jairo por su parte desató a mi madre, tiempo en el cual se le pasó la urgencia de correrse. Entonces puso primero sus huevazos delante de la boca de mi madre para que se lo lamiese, y mi madre ávidamente así lo hizo. Cuando estuvieron bien húmedos sus huevos, Jairo agarró a mi madre por las orejas y comenzó a follarle la boca con brío mientras que mi madre comenzó a meterle dedos por el culo al cubano buscando el punto “G” estimulándolo para una gran avenida de lefa. Me quede de piedra cuando vi que la mano entera de mi madre se perdía entre las pétreas nalgas del negro. Jairo aguantó siendo follado por el puño de mi madre y follando a su vez su boca un par de minutos, para terminar lanzando una copiosa corrida que mi madre se tragó en su totalidad.

Las chicas estábamos un tanto exhaustas y se notaba en nuestra cara el agotamiento que sentíamos pero los chicos enseguida estuvieron listos para continuar. Eran de ese tipo de sementales inagotables de corridas perpetuas. Mi padre cogió de nuevo a Zenobia por el pelo y la tumbó en la arena.

Estaba claro que quería terminar de desvirgarla y aun le faltaba catar su coño. Hizo que se abriese bien de piernas y apuntando su verga al cerrado coño de la mestiza se la clavó de un golpe. Zenobia gritó de dolor y placer ante la súbita entrada del majestuoso falo de mi padrastro, pero pronto exigía a este que la follase con más fuerza en su coño generosamente bien lubricado. Mi madre y yo comenzamos a acariciarnos viendo el espectáculo. Pronto estábamos besándonos con pasión y masajeando nuestros cuerpos.

 

Mientras tanto Jairo y Héctor también se divertían por su cuenta. Héctor estaba lamiendo el culo de Jairo a fondo y cuando su polla estuvo totalmente preparada se la metió sin compasión a Jairo. Este estaba como loco con aquella polla en el culo. Gemía y gritaba de placer exigiendo que le follase más deprisa. Héctor obedecía frenéticamente las exigencias de su compañero de juegos y le enculaba salvajemente, lo cual arrancaba mas gemidos de placer a Jairo. Tras la corrida anterior los chicos no estaban tan frescos y aguantaron más antes de volver a correrse.

Mi padrastro bombea con eficiencia el coño de la mulata llenándola de carne trémula, a la chica se le abultaba el vientre plano cada vez que Alberto le enterraba los 25 cm de ancha verga. No se detuvo por los gritos, gemidos o lloros que emitía la joven mientras aquel maduro le profanaba el útero de aquella manera tan bestial…tras veinte minutos follándola a todo lo que su mazo daba, siendo aporreada por el glande en su interior y las bolas en su coño y culo, mi padrastro lo hizo en el coño de Zenobia con un rugido atronador y, luego le limpió la vagina cuidadosamente no dejando ni un rastro de esperma, recogiéndolo todo con su lengua y luego compartiéndolo con Zenobia.

Por su parte, Héctor vino hasta mí y me puso su polla delante de la boca. Yo dude un instante pero me la tragué entera chupándola hasta que me proporciono una ración de semen que yo ansiaba, mientras que Jairo se dobló por la mitad levantando sus piernas hasta que tocaron su pecho y entonces mientras se metía el puño en el culo se corrió en su propia boca, bebiéndose todo su semen sin compartir nada.

Tras este último embate necesitábamos descansar los seis y como ya era la hora de comer a eso nos dedicamos. Tras saciar nuestra hambre nos tumbamos a reposar la comida y como recompensa por haber sido unas buenas sumisas los chicos nos dieron un masaje con aceites perfumados que nos hicieron olvidar los castigos que antes nos habían infligido. Gracias a los masajes nos quedamos dormidas y pudimos descansar para la sesión de sexo de la tarde.

Esta la iniciaron los chicos por su cuenta y debido al escándalo que estaban formando nos despertaron. Al abrir los ojos nos encontramos con un espectáculo estupendo. Alberto estaba recibiendo en su culo la polla desproporcionada de Jairo y a la vez le chupaba la verga a Héctor. Los tres se lo estaban pasando de vicio, pues gemían y resoplaban de modo ensordecedor demostrando que aquello les gustaba y mucho. Las chicas nos pusimos a masturbarnos al ver aquel espectáculo. Zenobia y yo nos besamos apasionadamente viendo como su primo follaba a mi padre con verdadera pasión. Pronto comenzamos a meternos mutuamente dedos en la vagina.

Era estupendo introducir mis dedos en aquel chochito recién desvirgado, tan húmedo y acogedor. Las sensaciones que recorrían mi cuerpo me tenían a mil por hora y dispuesta a cualquier cosa. Por su parte Zenobia introducía sus dedos moviéndolos en mi interior lo cual me arrancaba suspiros de placer. Aprovechando mi capacidad para dilatar mi coño Zenobia introdujo todos los dedos de su mano izquierda y una vez dentro presionó hasta que todo el puño entró. Aquello no me dolió nada y de hecho tener toda aquella mano dentro de mi cálida vulva me hizo gritar de placer. Zenobia movía su mano con lentitud haciéndome disfrutar cada milímetro que metía o sacaba de mi interior. Yo estaba en la gloria, pues nunca había tenido una sensación como aquella. Después sin sacarme la mano Zenobia se puso a lamerme el clítoris lo cual fue ya el golpe definitivo.

Me corrí como nunca había hecho y cuando Zenobia sacó su mano, mientras seguía chupándome un chorro de flujo salió disparado de mi vagina aterrizando en su cara. Zenobia se relamió y siguió con su afanosa lamida hasta que yo de puro placer termine orinándome. Zenobia no se apartó y siguió lamiendo mientras bebía parte de mi meada y el resto resbalaba por su cuerpo.

Mi madre entre tanto no se quedó quieta. Cogió el bote de aceite de masaje y con el líquido lubricó tanto su culo como su coño. Después sacó una botella de agua de un litro que habíamos traído y unto con el óleo y entonces hizo algo alucinante. Poco a poco comenzó a introducirla en su vagina. Muy lentamente se iba metiendo aquel trozo de plástico en su interior lanzando fuertes gemidos con cada movimiento. Era realmente increíble verlo pues la botella era más gruesa que mis dos puños juntos. Cuando llego a la mitad de su longitud comenzó a moverla como si fuese un gran consolador aunque con pequeños movimientos los cuales hacían que se estremeciese de placer.

Luego tan lentamente como se la había metido se la sacó y pasó a usarla en su abertura anal. Aquí le costó más trabajo pero tras un rato llego a insertársela en el culo hasta el mismo punto donde había llegado por el coño. Tan bestiales penetraciones la llevaron a alcanzar unos orgasmos demenciales y sus piernas y la toalla sobre la que estaba colocada estaban tan mojadas como si le hubiesen echado varios cubos de agua. A la vista de aquella visión que ofrecíamos a los chicos Jairo terminó rápidamente de encular a mi padrastro y se dirigió hacia nosotras mientras que Alberto pasaba a ocuparse del culo de Héctor.

Jairo nos puso a Zenobia y a mí a cuatro patas una al lado de la otra, e hizo que mi madre se colocase tras nosotras pero sin sacarse la botella. Entonces comenzó a follarnos el culo a las dos mientras mi madre se lo lamía a él. Era bestial tener aquella polla gordísima en el culo, su grosor hacía que las paredes de mi recto se dilatasen al máximo y me hacía sentir una mezcla de placer y dolor difícilmente descriptible. Los embates de aquel pollón me ponían en cuestión de segundos al borde del orgasmo pero en ese momento Jairo abandonaba mi culo y se la metía a su prima. En aquellos momento en que mi ojete abierto reclamaba que volviesen a ocuparlo mi madre metía en mi interior su lengua, abandonando el ano de Jairo por algunos momentos y me humedecía el recto preparándolo para la próxima entrada del buen falo de Jairo.

Alberto a su vez estaba cabalgando a Héctor con las mismas ganas con que nos follaba a nosotras y el negro gemía y suspiraba de placer como una golfa. Después de un rato cambiaron de postura y mi padre se sentó en el suelo y luego Héctor se empaló en su polla dándole la espalda. Alberto entonces comenzó a sobarle la polla mientras le petaba el culo hasta que logro que Héctor lanzase una andanada de semen que se perdió en la arena. Luego fue mi padre quien se empaló con la polla de Héctor en esta misma postura pero en este caso no fue necesario que Héctor masturbase a mi padrastro pues este se corrió tan solo de la follada anal que estaba recibiendo. Tras las dos corridas de Héctor y mi padre la fiesta tocaba a su fin.

Poco después Jairo se corrió en la boca de mi madre con gran intensidad y esta compartió algo este néctar con nosotras. Entonces todos nos bañamos en el mar y una vez relajados tras el baño y todo lo que habíamos follado, recogimos y volvimos al hotel. Los cinco días siguientes nos los pasamos en el hotel follando con Héctor, Jairo y Zenobia de manera que poco más vimos de Cuba, pero realmente mereció la pena.

Este había sido el mejor viaje que había hecho nunca y cuando volví a casa pensé que difícilmente podría igualar las aventuras que había vivido, pero nada más lejos de lo que pasó pues una vez de vuelta en casa comenzó lo bueno.


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Una vez de nuevo en casa la vida volvió a la normalidad, si así puede llamarse a follar con tu madre y tu padrastro todos los días. Era genial que los tres viviésemos juntos y tuviésemos una relación y una actitud tan libre.

Estábamos habitualmente desnudos en casa, cuando nos apetecía nos metíamos mano o follábamos sin tener que andar con excusas o explicaciones, o si no nos masturbábamos donde nos placiese sin temor a que nos viesen. La casa estaba plagada de consoladores y artículos pornográficos que usábamos con pasión. En suma nuestra existencia era una orgía sin fin.

Llevábamos un mes de desenfreno cuando tuvimos que interrumpir nuestra estupenda vida familiar. En aquellas fechas vino a nuestra ciudad mi primo Tora. Este es el hijo del hermano mayor de mi madre y de su mujer japonesa, a la cual conoció en la multinacional en la que trabaja. Yo había visto a Tora muy pocas veces pues él y su familia vivían en Japón desde que tenía dos años y habían venido muy pocas veces a España. El chaval venia a España a estudiar el idioma y su padre quería que viviese con nosotros hasta que encontrase alojamiento, pero mi madre por esas cosas de los lazos de familia le ofreció hospedaje por todo el tiempo que fuese a estar en la ciudad.

Cuando le recogimos en el aeropuerto nos encontramos con un producto curioso de la mezcla de razas. Tora, que tenía entonces 19 años, mide 1,90 metros y tiene los ojos grises, características que había heredado de mi tío, mientras que de su madre había recibido una tez muy suave, un pelo negro como el carbón que llevaba recogido en una coleta y unas facciones muy femeninas. Al verlo yo pensé que si vistiese como una chica nadie pensaría jamás que era un hombre. Así pues la llegada de mi primo nos fastidió la diversión.

Evidentemente dejamos de ir desnudos por la casa y de follar en cualquier lado y recogimos todos los vibradores, juguetes sexuales, revistas y películas porno que teníamos en la casa. La llegada de esta visita en definitiva me había jodido la diversión y por más simpático y sociable que era a mí me caía fatal. Pronto decidí que la situación tenía que cambiar pues ahora apenas follábamos los tres. Yo quería volver a tener una vida como la que tenía antes de la llegada de mi primo y me pareció que lo mejor sería tratar de incluirle en nuestros juegos, porque la posibilidad de que se buscase otro lugar donde vivir era muy remota, aunque esta solución tampoco me parecía que fuese fácil.

Pasó algún tiempo mientras yo trataba de madurar un plan de acción cuando, como sucede a menudo, el azar me mostró el camino que debía seguir. Un sábado en el cual mis padres habían ido a cenar con unos clientes de Alberto y tanto Tora como yo habíamos salido cada uno por nuestra cuenta, yo volví a casa antes de lo normal. Mi coche me había estado dando problemas y antes de quedarme por ahí tirada decidí volver a casa en lugar de continuar de marcha. Al llegar a casa me extrañó ver que había luz en la habitación de Tora, pues cuando salía los sábados solía volver muy tarde y más me sorprendió encontrar aparcado en nuestro garaje un coche que no era nuestro.

Pensé que Tora había venido con una amiga a darse un revolcón y mi vena voyeur me indujo a no hacer ruido para tratar de espiar a la pareja mientras estaban en acción. Sigilosamente subí a mi habitación que estaba al lado de la de mi primo y salí al balcón. Este era compartido por las dos habitaciones de modo que sin dificultad ninguna me puse frente a la puerta exterior de la habitación de Tora. Las cortinas estaban parcialmente corridas lo cual en lugar de entorpecerme la labor fue una ayuda porque mientras que por la rendija que quedaba abierta podía ver perfectamente la habitación, la cortina me ocultaba de posibles miradas de mi primo o su acompañante.

La escena dentro de la habitación era de impresión. Allí dentro había un tipo de unos treinta años, rubio con ojos verdes y que a todas luces era alemán o sueco y una chica con rasgos orientales. Me tomó un momento darme cuenta de que la chica era Tora. Estaba perfectamente maquillado, lo cual unido a sus rasgos faciales femeninos y a su total carencia de barba me indujeron a pensar en un principio que se trataba de una chica. Mi primo llevaba su melena suelta cayéndole sobre los hombros y vestía una minifalda negra, un top del mismo color, medias hasta los muslos y un liguero a juego y por ultimo un tanga rojo todo lo cual era mío.

Yo había notado que a veces faltaba ropa de mi habitación, pero como tengo mucha y lo que faltaba siempre aparecía en el biombo de la ropa sucia pensaba que la había puesto yo allí y luego lo había olvidado.

Tora y el nórdico estaban besándose con pasión y mi primo recibía la lengua del otro chico hasta la garganta, intercambiando gran cantidad de saliva. Después de un rato de besuqueo Tora hizo que el tipo se levantara y comenzó a desnudarle. A medida que iba quedándose desnudo Tora besaba y acariciaba los pectorales, la espalda, las piernas los pies y el culo de su pareja. Tora no paraba ni un momento en su besuqueo y manoseo de la musculosa anatomía del vikingo. Esta disfrutaba mucho del tratamiento que mi primo le estaba dispensando con la lengua y más aun cuando mi primo se metió su polla en la boca. De rodillas ante el germano Tora se fue tragando la verga del tipo hasta que la tuvo toda dentro. Sin ningún esfuerzo se tragó los 17 centímetros del rubio para luego pasar a lamerle dulcemente la verga como si fuese un helado o una piruleta.

El tipo gemía de placer gracias a la mamada que le estaba propinando mi primo el cual alternaba las lamidas con introducciones de aquel espolón hasta que le llegaba a la garganta. Yo estaba ardiendo de deseo y comencé a masturbarme con ganas. Me metí varios dedos en el coño mientras que a la vez tiraba lentamente de las bolas chinas que siempre llevo metidas cuando salgo de casa, disfrutando de las sensaciones que me proporcionaba la fricción de las bolas en mi esfínter, todo lo cual me hacia estremecerme de placer.

Cuando volví a mirar el nórdico había tumbado a mi primo sobre su cama y le estaba desnudando encima de ella. Lentamente le fue quitando toda mi ropa y lamiendo su suave cuerpo, pues Tora tiene una característica habitual en los orientales como es la falta de vello corporal. Cuando fue despojado del tanga pude ver la polla de mi primo, un músculo de unos 16 centímetros de largo y 4 de grosor que estaba totalmente brillante gracias a sus fluidos preseminales. El vikingo se lo chupó hasta que estuvo totalmente erecto, entonces le dio la vuelta y le separó las nalgas. El tipo aquel enterró su cara entre sus nalgas y le lamió a fondo el ojete. Mi primo gemía de placer como una perra en celo y le reclamaba que le empalase ya.

El hombre siguió lamiendo el ano a mi primo hasta que lo llevó al orgasmo y este pedía histérico que lo enculasen, en ese momento de un solo golpe le metió toda la polla en el ano. Tora lanzó un alarido mezcla de placer y dolor que me sorprendió. El germano no se dejó impresionar y comenzó a encular a mi primo con fuerza, arrancándole jadeos de placer. Aunque Tora estaba siendo cabalgado con fuerza no se quejaba en absoluto, muy al contrario exigía que le sodomizasen con más fuerza, exigencias que su compañero trataba de cumplir. Después de un rato el nórdico dio la vuelta a mi primo como si se tratase de un pelele, tras habérsela sacado.

Hizo que levantase sus extremidades inferiores y que se doblase hasta que sus piernas descasaron sobre su pecho, quedando con el culo totalmente abierto y su erecta polla apuntando hacia su propia cara. En tal posición el germano volvió a hundirle la polla en el culo hasta que sus cojones golpearon con las nalgas del oriental. La nueva postura en que era sodomizado encantó a Tora que ahora gritaba sin parar de placer.

Yo seguía masturbándome frenéticamente y en mi afán por llegar al orgasmo me metí mi puño por completo en la vagina. Era la primera vez que lo hacía y la sensación fue increíble, tras mover mi mano un poco en mi interior logré un orgasmo que me hizo caer al suelo pues las piernas no me sostenían de la intensidad de mi corrida.

Mientras tanto en la habitación la fiesta tocaba a su fin. Sin necesidad de tocarse la polla en absoluto Tora llegó al orgasmo y recibió en su boca su propia corrida, una buena cantidad de cremosa y espesa leche de nabo, y luego el vikingo desenterró su falo del culo de mi primo con ánimo de correrse pero primero hizo que Tora le limpiase la polla de los rastros que la enculada que acababa de proporcionarle le había dejado en el pene. Mi primo se tragó aquel nabo con avidez y pronto recibió una descarga seminal que le rebosó por los labios y cayó en su pecho. El vikingo se dirigió hasta donde había dejado su ropa y sacó su cartera. De esta extrajo un montón de billetes, los enrolló y se los metió parcialmente en el culo a mi primo.

– Te los has ganado, me has dado un buen servicio, dijo el nórdico.

– Gracias, respondió mi primo mientras se los sacaba. – ¿Te gustaría que nos duchásemos antes de que te vayas?

– Claro, dijo el germano acompañando a mi primo en dirección al baño.

En ese momento yo aproveché para volver al garaje y sacar el coche para que así no se diese cuenta de que yo había estado allí. Media hora después el germano salió de allí en su coche acompañado por mi primo que seguía vistiendo mis ropas. Después de lo visto esa noche estaba claro que había una forma de incluir a Tora en nuestro secreto. El día siguiente aprovechando que Tora salió al cine lo comente con mis padres después de que nos pegásemos un buen revolcón.

– Me gustaría que todo volviese a ser como antes de que llegase Tora, dije yo mientras relamía los restos de semen que tenia en las mejillas.

– Ya y a mí, dijo Alberto. – Pero ya me dirás como con tu primo por aquí.

– Solo tendríamos que incorporarlo a nuestro círculo de sexo familiar, señale yo.

– Me parecería bien, terció mi madre. – El problema es cómo.

– He descubierto algo muy interesante acerca de él y que seguro nos permitirá incluirlo en nuestros juegos.

– ¿El qué? Preguntaron al unísono mis padres.

Yo les conté lo que había sucedido la noche anterior con todo lujo de detalles mientras que mi madre comenzaba a masturbar a mi padrastro mientras tanto.

– Muy interesante, dijo Alberto mientras disfrutaba de la paja que le hacia mi madre.

– No creo que a mi hermano Jaime le gustase saber que su hijo se trasviste y prostituye, añadió mi madre justo antes de meterse la polla de Alberto en la boca y recibir en ella toda su corrida.

– Bueno, pues después de esto creo que está claro que podríamos unir a nosotros a Tora, sentencié yo.

– Estoy de acuerdo, dijo mi padrastro mientras mi madre asentía con la cabeza con la boca llena de semen.

– Dejadlo en mis manos y yo lo preparare todo, aseguré yo. – Tan solo necesito que el sábado por la noche salgáis igual que ayer por la noche.

– Dalo por hecho, finalizo la conversación mi padre.

Durante aquella semana tuve bastantes cosas que hacer para prepararlo todo. Lo primero fue registrar de arriba abajo la habitación de mi primo. Encontré numerosas revistas porno y de todas las temáticas, no solo de porno gay sino también de porno heterosexual de temática bizarre, ya sabéis con fistfucking, lluvia dorada, enemas, coprofilia, y sobre todo revistas de transexuales en las que follaban tanto con chicos como con chicas y una buena colección de consoladores, aunque no tanto como la de mis padres y yo. Esto me dio la idea de que mi primo no rechazaría follar con una chica por más que fuese un travestí.

Luego conseguí que un amigo cuyo padre tiene una tienda de artículos de imagen y sonido me dejase algunos equipos, en concreto un par de cámaras con mini trípodes motorizados, un par de monitores y los cables necesarios para conectar los equipos entre sí y controlar a distancia las cámaras. Una vez con el equipo en mi poder el viernes instalé una de las cámaras en la rejilla del aire acondicionado de su habitación tras colocarla de modo que no interfiriese con la grabación y preparé los monitores y todo el cableado.

El sábado por la noche yo fingí que salía con mis amigas y en cuanto él salió de la casa yo volví a entrar y preparé la otra cámara en el balcón de su habitación, para así asegurarme que podía grabar todos los detalles. Ahora solo era cuestión de esperar. Después de un par de horas un coche se detuvo ante la verja de nuestra casa. Furtivamente me asomé y vi que tras aparcar en nuestro garaje de él bajaban un chico y una chica españoles, con mi primo que vestía ropas mías y tenía que reconocer que le sentaban muy bien. Sin preámbulos ningunos se dirigieron a la habitación de Tora. Este puso música y preparó unas bebidas para los tres. Mientras se bebían los combinados también se fumaron un par de cigarros de marihuana que terminaron de desinhibirles. Cuando terminaron con todo se desnudaron rápidamente y dieron comienzo al espectáculo.

Yo estaba viendo todo a través de los monitores que había instalado en el antiguo despacho de mi padre, puesto que allí no podía entrar mi primo, pues como ya sabéis la puerta de esa habitación estaba siempre cerrada con llave debido a su utilización en aquellos momentos. Me tumbé desnuda encima de la cama y cogí el vibrador mas gordo que allí había y el cual nunca había usado. Comencé a lamerlo de arriba abajo como si fuese una polla de verdad. Después de unos momentos y como sabía mucho a goma me lo restregué bien por mis labios vaginales humedeciéndolo con mis fluidos y entonces volví a lamerlo disfrutando así de mis propios jugos.

Entre tanto la chica y Tora no paraban de chupar la polla al chico el cual estaba como loco con esa doble mamada. La chica y mi primo estaban lamiendo hasta el último milímetro de aquella polla y lo hacían con una deliberada lentitud, disfrutando de toda ella y tratando de alargar lo más posible el placer del chico. Tras un rato de felación a dúo la chica se desplazó hacia el trasero de su novio y comenzó a lamerle el culo. Primero se deleitó con las nalgas y luego pasó a ocuparse del ojete, perforándolo con su lengua y explorándolo hasta que ya su lengua no daba más de sí. A la vez mi primo seguía con su labor bucal tragándose ahora aquella verga hasta la base, llevando al chico hasta el borde del orgasmo para en el último momento sacársela evitando la eyaculación para volver a comenzar.

Tanta estimulación tenía al chico al borde del delirio, necesitaba un desahogo y entonces agarró a mi primo la cabeza con fuerza y comenzó a moverse como si le estuviese follando la boca, incrementando por otra parte le penetración de la lengua de su novia en su recto, para terminar corriéndose sobre la cara de mi primo. La eyaculación fue espectacular. Numerosas descargas de semen cruzaron el aire para aterrizar en la faz de mi primo que en pocos momentos tenía la cara llena de semen. La chica pasó entonces a lamer la cara de mi primo, quien a su vez se relamía el semen depositado en su cara.

Una vez estuvo la cara de Tora limpia de semen la chica se fundió en un intenso beso con lengua con su novio compartiendo así la esencia  masculina del tipo. En aquel momento mi primo pasó a ocupar el lugar de la chica dedicándose a lamer el ano del chico hasta que este recupero su erección, entonces se puso a cuatro patas sobre la cama incitando al chico para que le penetrase. La novia del tipo abrió al máximo las nalgas de Tora y tras escupir en su ojete y lamer un poco la punta del nabo de su novio, este apoyó su carajo en la abertura del ano de Tora.

De un hábil golpe la metió hasta el fondo arrancando a mi primo un suspiro de placer y luego comenzó a bombear rítmicamente dentro del ano del travestí. Tora estaba disfrutando de las penetraciones profundas de chaval en su recto, y del ritmo machacón que había impuesto a su penetración. Por su parte la chica no se quedó parada sino que una vez vio que la follada de su novio estaba perfectamente encarrilada cogió y se metió bajo Tora y colocó unas almohadas debajo de ella hasta que estuvo a la altura idónea para coger la polla de Tora e introducirla en su depilada vagina.

Sin dudar se la metió y así quedaron los tres unidos, recibiendo la chica los envites de su novio a través de mi primo. Los tres estuvieron así un buen rato hasta que Tora que aun no se había corrido, eyaculó en la vagina de la chica. Fue una copiosa venida pues después de sacarle la verga el semen rebosaba del depilado coño y se vertía por los muslos de la joven. Esta se movió hasta colocar su coño frente a la cara de mi primo y este sin ningún reparo lamió y tragó su propia corrida. Tora se sacó la polla del joven del culo, se dirigió a su armario y comenzó a buscar algo en su interior hasta que sacó un consolador con arnés. Se lo colocó a la chica y entonces volvió a ponerse a cuatro patas sobre la cama.

Ahora fue el chico quien separó las nalgas de mi primo y la chica quien comenzó a montarlo con un vibrador de unos nueve centímetros de diámetro. La chica era más salvaje en su penetración y se movía como una máquina de perforar, mientras que su novio comenzó a lamerle el culo. Cuando estuvo bastante húmedo el chico inclinó un poco a su novia hacia delante y se la clavó en el culo. La chica gritó de placer y comenzó a suplicar a su novio que le reventase el culo. Este así lo hizo e impuso a su sodomización un ritmo increíble.

Los empellones del chico eran también disfrutados por mi primo que notaba como aquel grueso dildo entraba hasta lo más profundo de su recto. El chico aguantó bastante pero el esfuerzo empezaba a ser importante y terminó por correrse dentro del ano de su chica. Yo por mi parte estaba masturbándome como loca con aquel gordísimo vibrador clavado en mi vagina y otro más delgado perforando mi culo. Me estaba haciendo una de las mejores pajas de mi vida y a la vista de todo aquello no me cabía la menor duda de que Tora estaría dispuesto a unirse a nuestros juegos.

Una vez descansado el recto de la chica, su novio cogió un montón de dinero, mucho más de lo que el tipo de la semana pasada le había pagado y se lo dio a mi primo. Después de esta última escena no me quedaba ninguna duda de que mi primo estaría dispuesto a hacer cualquier cosa por el incentivo adecuado y yo estaba segura de que el contenido de aquella cinta y la posibilidad de que llegase a poder de sus padres sería motivación suficiente para que Tora aceptase ser nuestro nuevo juguete.

Un par de días después y justo cuando estaba dejando mi ropa en el cuarto de la lavadora me dirigí a él… – ¿Qué haces con mi ropa? Le pregunté apareciendo de repente justo cuando estaba dejándola en el cesto de la ropa sucia.

– Yo, eh,….. balbució sin ser capaz de responder.

– Aunque tengo otra pregunta mejor, dije yo sin dejarle reponerse de su sorpresa. – ¿Con todo el dinero que consigues por qué no compras tu propia ropa?

– ¿A qué te refieres? Preguntó perplejo.

– A esto,  dije yo mientras una memoria USB donde había grabado su trabajo.

Tora no salía de su sorpresa, pero al ver la grabación no le tomó más de una décima de segundo saber a que tenía que estar refiriéndome y se acercó a mí con ánimo de arrebatarme la grabación.

– No te esfuerces, le dije yo a la vista de su movimiento. – Tengo copias más que suficientes para enviar a toda la familia.

Tora se frenó en seco con gesto abatido, y sabiendo que yo querría algo a cambio de mí silencio.

– ¿Que quieres? Preguntó con un tono de voz temeroso.

– Responde a mi pregunta, dije yo autoritariamente.

– Para pagarme la operación, respondió secamente.

¿Quieres cambiarte de sexo? Inquirí yo con curiosidad.

– No, solo me gustaría ponerme unas grandes tetas, no quiero perder mi polla, confesó Tora.

– Vaya, muy interesante, repliqué yo.

Guardé silencio unos instantes con ánimo de que Tora tuviese tiempo de darse cuenta de que estaba en mis manos y entonces continué…

– He visto lo que escondes en tu habitación y sé que te gusta el sexo duro y extravagante.

– Yo ando buscando alguien así y tú encajas perfectamente en lo que busco. A partir de ahora se acabó eso de trabajar por ahí. Tu misión será satisfacerme y si no estás de acuerdo una copia de esta cinta llegara a tus padres. No creo que estén de acuerdo con este trabajo, ni tampoco con lo que quieres hacer con el dinero.

Tora dudó unos instantes pero la alternativa que se abría ante él era demasiado dura de modo que aceptó.

– Sabia decisión, le dije yo. – Y ahora arréglate que vamos a salir y tenemos poco tiempo antes de que debamos ir a clase.

Aquella mañana y antes de empezar con la rutina universitaria, hice que Tora se hiciese unos análisis para comprobar que no tenía ninguna enfermedad venérea, pues con el trabajo que había elegido era fácil que pillase alguna y no quería contagiarme yo. Una vez segura de que estaba limpio podría utilizarlo para mis fines. Al día siguiente y con unos análisis perfectos me fui con Tora de compras. A mi primo le gustaba vestir como una mujer y eso me excitaba pero no me hacia la menor gracia que cogiese mi ropa, así que nos fuimos a comprar ropa para él. Fuimos a unos grandes almacenes donde compramos bastante ropa para él, sobre todo muchas minifaldas y ropas ajustadas. Evidentemente y para no llamar la atención Tora vestía ropa de mujer. Después fuimos a una tienda de ropa interior para continuar equipando a mi primo. Era casi la hora de cerrar cuando llegamos.

– Vamos a cerrar, dijo la dueña de la tienda que estaba de espaldas a la puerta cuando entramos. – Sería mejor que viniesen después de comer.

– Venga ya, Ana, le dije a la dueña. – Sabes que yo siempre busco un trato especial.

Al reconocerme la dueña de la tienda vino hacia mí y me dio un beso en cada mejilla mientras sin preocuparse por el hecho de que estaba acompañada me abrazó y me cogió el culo. Ana, una mujer de cincuenta años muy atractiva y con tetamen descomunal, me conocía desde que mi madre se casó con Alberto y era una de las escasas personas que sabía lo nuestro. Ella conocía a mi madre y a mi padrastro desde hacía varios años y había mantenido relaciones con ellos numerosas veces. De hecho, mi madre se lo montaba con ella cada vez que iba a comprar allí ropa interior y desde su boda me había hecho participe de su especial relación con la dueña de la tienda. A mí también me gustaba ir allí comprar ropa interior en parte porque tiene prenda muy especiales, como a nosotros nos gusta, y en parte porque follar con ella es estupendo.

– Me alegro de verte, Sabrina, me dijo sonriente mientras miraba a mi primo, para a continuación preguntarme. – ¿Quien es esta amiga tuya tan guapa?

– Oh, una persona muy especial que necesita una buena cantidad de ropa interior de esa que tú sabes, respondí yo.

– Entonces acompañadme a la trastienda que allí podréis elegir con total libertad mientras yo cierro.

Pasamos a la trastienda y allí tenía una habitación donde tenía dispuesta una gran cantidad de ropa interior de la que normalmente solo se ve en los catálogos de artículos eróticos o pornográficos. Entre mi primo y yo elegimos varios modelos para él y comenzó a probarse uno. Se puso un tanga negro de encaje con un corsé a juego rematando el conjunto unas medias de rejilla negras y un liguero rojo. Estaba estupendo y visto de espaldas parecía totalmente una chica, porque de frente su erección y su escasez de busto le delataban. Justo en ese momento entró Ana que se quedó deleitándose con la vista trasera de mi primo.

– Te queda perfecto, amor, dijo Ana.

– Bueno ahí un pequeño problema que no se si podrás solucionar, dije yo.

– ¿Cual, amor? Preguntó la cincuentona.

Hice que mi primo se diese la vuelta aunque este no parecía muy a gusto con la idea de que alguien viese en esa situación que era un chico, aunque no se negó porque sabía que estaba a mi merced.

– Este es el problema, dije yo a Ana. – Con un bulto así no queda bien el tanga.

Ana se quedó de piedra cuando vio que lo que ella creía ser una chica oriental tenía una polla de un respetable tamaño totalmente erecta bajo el tanga.

– Eso lo soluciono yo en un momento, dijo Ana mientras se abalanzaba sobre aquel cipote duro como una roca.

Mi primo se dejó hacer mientras que yo desnude a Ana sin que esta dejase de chupar un solo momento. Pronto la madura estuvo en ropa interior y pude ver que como acostumbraba tenía clavado en el culo un grueso consolador a pilas que vibraba silenciosamente en el recto de la mujer. Ana chupaba con ganas buscando que mi primo se corriese rápidamente y justo cuando estaba a punto de lograrlo me pidió que le acercase un vaso que estaba encima de una mesa. Yo  así lo hice y una vez tuvo el vaso Ana terminó de ordeñar a mi primo haciendo que toda la corrida se depositase en el recipiente.

Después se lo dio a mi primo y este sin necesidad de ninguna petición apuró todo el contenido de la vasija sin dudar y con cara de disfrutar del trago. Yo me quite la falda y abrí la entrepierna de mis braguitas de encaje colocando mi coño ante la cara de Ana. Esta se lanzó a devorar mi clítoris, haciendo uso de todos sus conocimientos en las artes lésbicas, mientras que Tora se puso a hacer lo propio con el coño de Ana. La madura me lamía el coño con total maestría recorriendo con su lengua mi clítoris, pasando a sorber mis labios vaginales para luego centrarse en el interior de mi vagina, recorrido que realizó varias veces sin olvidarse de visitar mi ano y jugar con el cordón de las bolas chinas allí alojadas, a lo largo de su exploración de mi sexo. Tora hizo lo mismo con Ana, aunque dedicaba mucho tiempo a jugar con los aros que perforaban los labios vaginales y el clítoris de Ana. Tanto sexo oral me proporcionó varios orgasmos que humedecieron la cara de la cincuentona la cual bebía mis flujos con total delectación. Ana por su parte también estaba disfrutando de las lamidas de Tora como delataba los chorros de flujo, iguales a geiseres, que lanzaba su coño cada vez que llegaba al culmen del placer.

Una vez satisfechas sus ansias lamedoras hice que Ana se empalase sobre la polla de Tora y así los dos follaron para mí. Yo por mi parte me senté en una silla para ver el espectáculo que los dos me proporcionaban mientras ensanchaba mi culo con el consolador que hasta hace un momento Ana tenía en el suyo, tras meter mis bolas chinas en el recto de Tora. Mientras introducía más y más falo de látex en mi interior Tora le follaba el coño a Ana, aunque esta pronto se la sacó del coño y se la enfundó en el ano. A continuación se introdujo el puño en el coño y así doblemente abierta Ana gemía de placer mientras yo empapaba la silla con mis corridas,

La fiesta terminó cuando llegó Victoria, la hija de Ana, una chica de 23 años bastante gorda pero atractiva aun con todo, lo que suele llamar una gordibuena. Tan viciosa como la madre y también conocedora de mi situación llegó justo a tiempo para ser la receptora de la corrida de Tora la cual dijo le serviría como alimento ahora que había decidido comenzar una dieta.

De la tienda salimos con una gran colección de ropa interior para mi primo, pero las compras no habían terminado. Tras comer fuimos a una zapatería donde tenía con el dueño una relación tan buena como con Ana. Al llegar allí, Óscar se deshacía en atenciones para con nosotras y nos invitó a pasar a una habitación reservada donde nos atendería él personalmente. Yo le dije que todo el calzado era para mi amiga y que sería con ella con quien debería ser especialmente solicito. Mientras Óscar buscaba los zapatos le dije a Tora que debería hacer todo lo que Óscar quisiese y sin dudar ni un minuto.

Cuando Óscar volvió yo me senté en una esquina de la habitación esperando a ver el espectáculo. Óscar descalzó a mi primo y comenzó a acariciarle los pies. Mi primo se bajó las medias que vestía y Óscar terminó de quitárselas para pasar a continuación a lamerle los pies. Óscar se dedicó, como buen fetichista de los pies, a lamerlos cuidadosamente y a acariciarlos. Óscar chupaba cada dedo con delicadeza cubriéndolo con su saliva lo cual encantaba a Tora quien no dejaba de suspirar de placer. Tras dedicarse un buen rato a dicha labor, Óscar comenzó a ascender por las piernas cubriéndolas con su saliva caliente hasta que llego a su falda. Cuidadosamente la levantó y siguió con su labor hasta que llegó a la entrepierna de Tora. Sin dudar llegó hasta el tanga que mi primo llevaba y lo apartó para encontrarse ante la verga de mi primo que después de la aventura de antes de la comida no estaba muy en forma.

Óscar no dudó un momento y se lo metió en la boca lamiéndolo y chupándolo con mucho cuidado hasta que estuvo de nuevo erecto. Logrado esto Óscar se bajo los pantalones y plantó su verga ante la boca de Tora. Este se lanzó desesperado a chupar aquella venosa polla y lo hacía con suma maestría pues Óscar no paraba de gemir ni un minuto ante las lamidas de mi primo. Tora se tragaba aquel nabo completo sin dejar ni un poco a la vista. Óscar agarró la cabeza a Tora para que siguiese chupando, lo que yo sabía que anunciaba una corrida inminente pues a Óscar solo le gusta correrse en la boca y que su compañera se trague su néctar. En efecto al cabo de pocos instantes Óscar se corrió de modo industrial en la boca de mi primo. Luego mi primo limpio primorosamente la polla del zapatero con su lengua y los dos recompuso su indumentaria. Tras esto elegimos varios pares de zapatos y volvimos a casa.

Al bajar del coche le dije a Tora que olvidase las compras y se desnudase. Tora dejó sus ropas en el garaje y yo cogí unas cuerdas y un antifaz que llevaba escondidos en el coche y sin perder un momento lo até y le coloqué el antifaz de modo que no viene nada. Después le coloqué sendos tapones en los oídos de manera que no pudiese oír nada. De tal guisa y dando pasos muy cortos lo llevé hasta el cuarto del placer. Allí esperaban ansiosos mi madre y mi padrastro. Una vez en la habitación até a Tora en el potro dejando expuesto y bien alzado su culo y con las piernas bien abiertas. En tal posición cogí unas pinzas y unas pesas y se las coloque en los testículos. Tora se quejó muy levemente, pero aceptó mi maniobra. Después cogí una fusta y comencé a azotarle con fuerza el culo y la espalda. Tora se debatía ante mis azotes y hacia que las pesas se balanceasen aumentando así la cantidad de sensaciones dolorosas que recibía, pero el condenado no gemía de dolor sino que jadeaba de placer.

Después de un rato me cansé de azotar a mi primo, este tenía todo el culo rojo al igual que la espalda y la cara interior de los muslos y si seguía azotándole podía terminar haciéndole alguna herida y eso no me gustaba. Di paso a que mi padre pudiese disfrutar de mi primo. Alberto dejó de masturbar a mi madre y se acercó a Tora. Cogió una vela encendida y un grueso vibrador. En primer lugar le enchufo el dildo a mi primo en el culo y luego fue dejando caer la cera caliente sobre el cuerpo de mi primo. Los chorros de cera se fueron acumulando en las nalgas, al espalda, el cuello e incluso los testículos de mi primo, haciendo que este gimotease de placer y dolor, hasta que justo antes de que la vela se consumiese, mi padrastro extrajo el consolador del ano de Tora y vertió en su interior una buena cantidad de cera que se deslizó por su recto como si de semen hirviente se tratase.

Mi primo se corrió en ese mismo momento lanzando una cantidad sorprendente de semen. A la vez mi madre y yo nos masturbábamos mutuamente con suma suavidad y cuidado prolongando al máximo el placer mutuo. Mi padre por su parte y una vez consumida la vela pasó a montar a mi primo. Le metió su pollón hasta los cojones y mi primo gritó de placer animándome a que le enculase más fuerte, sin darse cuenta de que no era yo quien lo estaba sodomizando. En medio de la bestial enculada que estaba recibiendo yo dejé a mi madre y me puse frente a mi primo. De un tirón le quite la venda y se encontró con que yo estaba frente a él. Muy sorprendido giró la cabeza para ver quién era su sodomizandor  y se encontró con que era Alberto. Tora miró también a su alrededor y vio a mi madre desnuda y masturbándose a la vista del espectáculo. No le costó mucho darse cuenta de lo que allí pasaba.

– Así que los tres folláis entre vosotros, aseveró mi primo.

– Sí, y tu llegada nos estropeó el asunto, dije yo. – Todo esto ha sido para ver si podrías ser nuestro compañero de sexo.

– Si eso era lo que queríais solo teníais que pedirlo,dijo Tora.

– No era tan fácil, pues no sabíamos que eras una verdadera putita,dijo mi madre.

– Eso ya no importa, terció mi padrastro. – Lo que importa es que ahora tenemos a alguien más de la familia dentro de nuestro grupo, y cuantos más seamos más disfrutaremos.

Yo volví con mi madre para continuar masturbándonos, mientras que mi padre siguió enculando a Tora hasta que su corrida se hizo inminente. Entonces le metió la polla en la boca y allí libero su semen, que mi primo tragó gustoso. Por nuestra parte mi madre y yo terminamos corriéndonos la una en la boca de la otra disfrutando así de una buena cantidad de flujo.

Así terminó la primera sesión de sexo que tuvimos los cuatro, pero evidentemente no fue la única. Tora estaba encantado por la relación tan especial que había en mi casa y cuando le llegó la hora de volver a su país convenció a sus padres de que se quedaría a estudiar una carrera aquí, viviendo con nosotros, sobre todo después de que Alberto le pagase la operación que convirtió a Tora en casi una chica. Ahora que éramos cuatro la diversión se había incrementado, y pronto habría nuevos aumentos en la cantidad de diversión.




 


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