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UNA HISTORIA DE AMOR. Y si tú no has de volver...

    "Y si tú no has de volver" 1ª PARTE "Una para el otro y otra para el uno". Esa frase la repite una y otra vez mi ...

La boda de mi mejor amiga

 




La boda de mi mejor amiga. 

En ella recuperé el placer del sexo y de la compañía masculina la noche en que se casó mi mejor amiga, disfrutando de mi particular noche de bodas…. Hace dos sábados fue mi cumpleaños, y quiso la casualidad que coincidiese con el día en que mi amiga de toda la vida, Beatriz, contrajese matrimonio con Miguel, su novio desde la universidad. Un par de días antes se había cumplido el primer aniversario de mi separación. Quiso la vida que mi amiga Beatriz y yo llevásemos vidas diferentes, ya que yo dejé de estudiar al terminar COU y me casé bastante joven, a los 23 años con quien entonces era mi jefe. No fui desgraciada en el matrimonio, pero la relación fue viniéndose abajo. Cuatro años después, decidimos de mutuo acuerdo seguir caminos separados, me quedé solo con la compañía canina de mi perro Luque, un dogo argentino que compramos mi esposo y yo tras nuestro primer aniversario… lo mantenía en forma corriendo al lado mío en el paseo mañanero durante mi hora de running. Sin un hombre que llevarme a la cama, me pajeaba bastante… en una de esas ocasiones Luque me miraba a pocos centímetros de mi entrepierna. Creo que oliendo el aroma de mi coño se ponía cachondo. Su verga le crecía bastante… fue entonces cuando recordé las historias que me contaba Clarita una compañera de secundaria, ya hace una eternidad…, por entonces teníamos unos 13 años…


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…Mi amiga Clarita ha sido mi mayor inspiración para no desfallecer ante el sexo. A cierta edad todos sabemos que las hormonas empiezan a hacer estragos en los cuerpos femeninos y los embellecen, estamos muy interesadas por el sexo y todas sus vertientes, pero no nos atrevemos a hablarlo con nuestros padres, así que recurrimos a lo fácil… las amigas íntimas. Resulta por esas fechas mi mejor amiga de clase era Clarita, una chica venezolana con la hice muy buenas migas. En una ocasión me contaba lo precoz de su sexualidad…desde los 9 años ya conocía el placer de sus manos acariciando su cuerpo, encontrando su clítoris y obteniendo cierto placer que no llegaba a convertirse en delirio pero que le daba mucho gusto cuando sus dedos paseaban por los labios y encontraban el botoncito de la felicidad, me parecía muy prematuro, pero no fue algo espontáneo sino por la permisividad de su familia. Me atraía….

Su inocencia le conducía a la confianza de estar en casa en braguitas o totalmente desnuda desde muy chiquita, solía andar así ante la visión de los padres en casa desde siempre, los cuales apreciaban poco a poco los cambios del cuerpo de su hijita. Ella alguna que otra vez, notó como se le endurecía el miembro viril a su padre, en especial desde que rondó los 8 años… y ello le animaba a exponerse cada vez más mostrando las curvas que comenzaban a excitar a los hombres. Naturalmente, como su madre era Ama de Casa, siempre andaba por allí y tras un buen rato calentando al padre, este se perdía con su esposa en el dormitorio para echarle un polvazo de los que no se olvidan…, ocasión que la madre tampoco desaprovechaba abriéndose bien de piernas y dejando que su semental la follase a placer. Era obvio que era una pareja muy sexual.

Mi amiga reconocía enseguida los ruidos que salían de la habitación marital y, no perdía la ocasión para poner el oído junto a la pared que compartía con la habitación de sus progenitores, o mirar a través del quicio de la puerta, que descuidadamente dejaba el padre para que su hija escuchara y viese todo lo que ocurrían durante el folleto. De esta manera podía oír, ver y calentarse metiéndose los dedos, dándose el gusto de correrse de gusto. Al descubrir el vicio del deseo sexual con la recompensa que le daba, se animaba cada vez más a provocarlos, sabiendo las consecuencias de exponerse ante el cabeza de familia.

Le emocionaba escucharles en sus duras conversaciones muy subidas de tono…

– ¡Ooohhh! ¡Cómo me pone de cachondo la nena…! ¡Uufff! Cada vez que la veo tan suelta de ropa me dan ganas meterte la polla durante todo el día...y correrme sin parar en tu coñito.

– ¡A mí me encanta que me folles así...tan excitado! ¡Aaahhh! ¡Sigue, no pares de joderme!

– Sois las dos igual de putas… verle ese culito tan sabroso y ese coñito pelado tan apretado.

 – ¡¿Te gusta que la nena se pasee por la casa desnuda...vedad?! ¡¿Crees que no me pone ver como la miras?! De pensar que te la follarías se me moja la raja ¡Uffff! Pero para eso está el coño de tu esposa. Cuando la miras y se te pone dura, se me hace el chocho agua ¡Ohh! No pares. ¡Piensa en su coñito, pero dame toda tu leche a mí! ¡Fóllame duro corazón!

– ¡Así, la quieres hasta los huevos ¿verdad?! Seguro que a ella también le entraría igual…

– ¡A la nena ni se te ocurra romperle la virginidad! ¡¿Acaso no te basta con mi coño…?!

“¡Uhhhmmm! Ya están mis padres jodiendo ¡Uhmmm, qué rico mi dedo..! Otra vez follando como locos. Adoro ponerlos calientes... ¡Oooohhh cada vez me entran más fácilmente...!” “Cuando ellos follan, me puedo meter los dedos mientras los escucho, la verdad, me gustaría hacerlo delante de ellos... que vieran lo mojada estoy y como disfruta su hija y lo bien que se lo monta sola.”

Y así pasaban los días y los meses hasta que al padre le dio por pensar que podrían verla a través de las ventanas algún que otro vecino salido... por lo que decidió poner remedio.

– Juliana, aunque me gusta mucho echarte estos polvos por parte de la nena, ¡Uffff que dura se me pone de pensarlo! Debido a lo cachondo que me pone nuestra hija... y que sean por muchos años... ¡Ooohhh! ¡Joder, noto que me corro...! Creo que deberíamos advertirle que hay mucho sinvergüenza que podría estar observándola, mejor que se ponga algo, ¿no te parece? ¡Umm, me voy a correr enseguida Juliana, la nena me ha cargado!

  Siii, así maridito... No pares de meterme ese cipote dentro de miii..., ooohhh como me gusta... le diré que se ponga una camiseta... ooohhh siii... para que no esté tan visible, nada más que para tus ojos... ¡Que te la ponga dura y a nadie más….! ¡Vamos lléname cabrón…!

Esta era la conversación del matrimonio follando a saco, crujían los muelles y el cabezal de la cama, mientras, la hija seguía en lo suyo... con sus dedos en su clítoris, cuando de pronto oyó el rugido bronco de su padre corriéndose dentro de su madre… – ¡Umm! ¡Toma puta…!

“¡¿Una camiseta?! Ufff, que rico mi dedo hoy... bueno, mientras sea eso... me está llegando el subidón de gusto... no me dirán que me ponga nada debajo... lo haré por papá y mamá... ¡¡¡ooohhhh!!! ¡¡¡Que ricooo!!! ¡¡Me corro!! ¡Soy tu putita papá...! ¡Lléname a mí de leche!”

Y así fue que mi amiga solo se ponía una camiseta larga, de las que llegan justo por debajo de las nalgas, la cual le realzaba más su culito desnudo y respingón, desde fuera de casa no era apreciable, pero al lado de ella las formas de su cuerpo se marcaban excitando mucho más a su padre… lo ponía a mil y muy caliente. Ya con la camiseta parecía quedarse más tranquilo, pero las ganas de follar con su esposa no se le quitaban. Ambos progenitores fornicaban como buscándole un hermanito… ella observaba desde atrás, a su madre con su padre encima, ambos culos en primer plano y la verga entrado y saliendo con los huevazos de su padre golpeando el culo de su madre ¡Esa visión era demencial para mi amiga!

Clarita seguía con sus “costumbres” y estaba “cómoda” por casa con el consentimiento explícito de sus padres. En su habitación le gustaba hacer poses frente al espejo, utilizaba el camisón para observar los cambios que se estaban produciendo en su cuerpo, sus tetitas ya crecidas y los vellos despuntando... también le gustaba imaginar que era una gran actriz, probándose trajes, quitándose todo, cambiándose sombreros... y cualquier cosa que tuviera al alcance de sus manos… el puro juego del coqueteo femenino. En muchísimas ocasiones, cuando la fogosidad era algo más que excitación, jugaba a esconder o destapar sus encantos, era algo fantástico y de vez en cuando también se miraba al espejo de una manera muy sensual y más particular todavía… se observaba bien de cerca, poniendo la cama o una silla junto al espejo, abría sus labios vaginales, encontraba la profundidad que tenía, también miraba su himen sin entender la gran importancia que le daban o su utilidad.

Ahora sé que su utilidad es ninguna ya os digo, si exceptuamos el placer que causa en el macho al rompernos el precinto, simplemente le daba mucho gusto cuando pasaba los dedos junto a él, y lo acariciaba y lo empujaba hacia adentro, pero sin llegar a romperlo, le era agradable y me invitaba a que yo lo hiciese con el mío… En verdad me daba un gustito enorme desde la primera vez que lo probé, y no solo eso sino también me enseñó a hacerme deliciosas pajas que disfruté descubriendo mi clítoris y su uso particular. Sin embargo lo que más le gustaba observar era el clítoris que se ponía un poco más grande cuando comenzaba a mojársele la vagina, y sobre todo cuando lo acariciaba, a veces lentamente otras más rápidamente, hasta que alcanzaba lo que ella consideraba el orgasmo, que todavía no llegaba a serlo… pero el gusto que se daba era tremendo, algunas veces sentía que se le aflojaban las piernas y en otras ocasiones que le temblaba todo el cuerpo, había momentos de tanto placer, que teníamos que cerrar las piernas, atrapando sus dedos con los muslos y en el clítoris, con lo que el éxtasis se multiplicaba bastante.

En sus juegos frente al espejo siempre estaba acompañada por su perro “Runo” que llevaba unos cuantos años con ellos y era a la chica a quien más quería de la familia, Runo era un Tosa japonés que ya tenía cuatro años y también tenía ganas de conocer perra, por como mostraba su verga saliéndosele de su capucha de pelo. Eran tantas las ocasiones en que sucedía eso que un día le picó la curiosidad y trató de observarlo también a él más de cerca, a sabiendas de lo que podía ocurrir con su verga, tras haber observado a su padre “tirándose” a su madre o pajeándose en la ducha..., pues dicho y hecho, se acercó y lo tocó. A él le pareció gustarle, pues le salió un poco más y empezó a engrandecérsele. Se ponía nerviosos y ella hacía intentos de tranquilizarlo…

   Runo, no ladres, no sufras pequeño no te haré nada malo, tú solo déjate hacer que sólo voy a ver como ocurre eso que le pasa a papá cuando se frota la polla o está con mamá...

Así que comenzó a meneárselo sin saber bien que le estaba haciendo una paja, como cada vez se le ponía más y más grande, tenía más y más curiosidad, así que cuando dejaba de tocárselo se le hacía más pequeño y cuanto más lo acariciaba o lo meneaba, se le hacía más grande. Estuvo jugueteando con su polla unos cinco minutos, hasta que empezó a frotarlo a mucha velocidad, mientras observaba los chorritos que le salían, se le hizo totalmente grande. De pronto vio una bola enorme que le salió en la base y seguía acariciándolo, hasta que no pudo más el pobrecito y lanzó como tres o cuatro chorros de líquido parecido a la leche. Al tocarlo, ese líquido estaba caliente y por su curiosidad, lo probó y le gustó, estaba un poco ácido pero estaba bueno, ya se me estaba ocurriendo que en otra ocasión lo mismo lo echaba en un vaso para no manchar el suelo y así... bebérmelo.

Pasaron los días, y seguía con sus costumbres de calentar al padre, y este follar a su esposa empotrándola a pollazos, mientras ella se corría tocándose el coñito. También de vez en cuando volvía a hacerle una paja a Runo, parece ser que le gustó y con lo que gusta a veces se suele repetir muchas veces. Ella frecuentó a Runo encantado, ahora le recogía su semen en vaso de plástico para tal uso y tras la corrida, Clarita se lo bebía. Yo alucinaba con estas historias, veía a mi amiga muy adelantada a su edad, mucho más madura sexualmente que cualquiera de la clase….Los veranos los pasaban en una casa de campo que cuidaban en un pueblo cercano, en medio de la nada... allí estando a solas podía hacer todo lo que le apeteciera, porque eran muchos los momentos en que se quedaba a solas.., ahí sí que andaba absolutamente desnuda por toda la casa y por el jardín, ni pensar que en la piscina iba a meterse con el bikini.

Al estar sola con Runo, pensaba que las marcas le afeaban su piel bronceada y quería estar totalmente simétrica de color por todos lados, así andaba totalmente desnuda por la casa, el jardín, dentro del agua y fuera de la piscina. Sus padres allí eran más consentidores, pero sobre todo su padre que gozaba de verle el coñito enjuto pelado, con solo unos incipientes pelitos en el pubis y un culito firme muy apretado, pequeño y de cachetes diáfanos. Aún sin muchas tetas, estas afloraban como dos ojivas donde se confundían pezones y teta.

Como decía, seguía con sus costumbres, de acariciarse bien abierta de piernas bronceándose incluso sus labios vaginales por dentro, mientras sus dedos accedían hasta lo que era el himen sin llegar a rasgárselo, dándose todo el gusto que se podía sentir hasta el límite de su cuerpo. Algunas veces se quedaba dormida mientras se acariciaba con todos sus dedos dentro, sin pudor a que sus padres la viesen pajearse. En una de esas ocasiones en que dormía, Runo le empezó a lamer sus pezones, sintió ponerse bien duros, esa sensación no la conocía. Cuando su lengua paseaba por su piel se le ocurrió que podía hacer otra cosa mejor con el perro, lo tenía amaestrado y posiblemente se calentaba igual que su padre… 

  Runo, que gustito me estás dando en las tetas, mira mis pezones como se me han puesto, ¿te gustaría probar algo nuevo? A mi amiga le gustaba acariciar sus gordos huevos, eran blanditos y muy sugestivos con el pelo semejante al terciopelo y la dureza de sus bolas.

El perro parecía que entendía y se sentó a ver cuál era la opción, así que se sentó bien abierta de piernas frente a él y le animó a que metiera su lengua en donde ella era más sensible, su vagina. Runo supo realizar bien su trabajo, se acercó a oler el coñito y en nada lo tenía sacando la gran lengua rasposa lamiendo todo el tajo de mi amiga Clarita.

  Uauuuuuu, que cosa más rica... ooohhh no me aguanto, sigue... sigue... ooohhh, que me corroooo, no puedo aguantarme... ooohhhh...

En menos de un minuto de lengüetadas frotándose el clítoris por encima del capuchón para que este saliese y se encontrase con la lija de Runo…, había alcanzado el orgasmo más grande de su vida con la lengua de su fiel “amante improvisado”. En las muchas horas que pasaba junto a su perro, impaciente no aguantaba el momento en que sus padres tenían que irse a sus respectivos trabajos para despojarse de la ropa y ponerse a expensas de Runo, y así aprovecharse bien de su lengua y darle gusto a su pollón que cada vez le gustaba más. No lo he dicho, pero Runo como buen Tosa japonés poseía una verga que mi amiga no cubría con sus dos manos, ni con tres porque aún le sobraba la base de la bola. Se sentía muy estimulada por el olor a macho que emanaba de la entrepierna de su perro faldero.

Aquella rutina con el can era gustosa para ambos, sin embargo un perro en su joven madurez buscaba algo más. En una de las ocasiones en que estaba recogiendo un refresco junto a una de las tumbonas que tenían para tomar el sol, sintió un peso en su espalda...

  Runo, ¿otra vez quieres que juguemos a eso que tanto te gusta? Espérate ahí apoyado en mi espalda mientras termino de recoger la naranjada y los nachos que se me han caído.

En ese momento sintió que Runo jadeaba y comenzaba a mover sus caderas... ella no le echó mucha cuenta, pero como empujaba cada vez más fuerte, se terminó por caer hacia delante y sólo le dio tiempo a ver que tenía el cipote fuera de nuevo.

Tan inocente le dijo… – Runo, jajaja, que caliente eres, ahora mismo te hago una paja, pero déjame que recoja esto ¡Te prometo que te sacaré todo tu jugo de la verga para bebérmelo!

No le dio tiempo a finalizar la frase, de un empujón tras muchos vaivenes, acertó en donde tenía intención de acertar, el dolor fue tremendo, pues los perros no atienden a delicadezas cuando se trata de follar, tampoco saben si eres o no virgen… solo tantean con rápidas trastazos hasta que enfilan y la clavan con la intención de procrear o aliviarse los huevos.

  ¡¡¡Ayyyyy!!! Pero Runo... condenado, ¿qué has hecho? Eso me ha dolido... ufff, bájate de ahí... no.... Ya era tarde, los 20 cm de verga la tenía alojada en su vaginita. Ella al notarse trabada por la fuerza del animal prefirió que continuase… – ¡Mejor no...Sigue...Runo!

Sólo pasaron unos segundos cuando sintió que la follada que le estaba pegando el perro era lo mejor que le podía pasar, incluso tras la lamida que le había dado unos días antes en toda su vagina, ser follada por un macho no tiene comparación, y Runo era un verdadero macho. Los Tosa son una raza que lo tienen todo grande, y la verga no era una excepción.

  Oooohhh pfffff, sigue no pares... oooh esto es mucho mejor que mis dedos, que gustooo, sigue, mi amor... después te haré una paja para sacarte la leche que tienes ahí, mmmmm que rico lo que me haces... ¡Estás llegando muy hondo precioso… mucho!

Runo sabía muy bien que eso no iba a pasar puesto que la leche se la iba a depositar en lugar que debe estar el esperma. Mientras se meneaba de atrás hacia delante, había traspasado el límite del himen, que ella había soportado muy felizmente y seguía metiéndole toda la polla, hasta que llegó a donde no podía más y de un fuerte empujón ¡Zas!

  ¡¡¡Ayyyyy!!! ¿Qué has metido ahí Runo…? ¿La bola? Oooohhh que cosa más rica... me encantó perrito, pero ahora salte que me vas a partir por el coño cabronazo…

Un perro es un animal básico, desconocedor de las costumbres civilizadas… si una hembra está a tiro, la monta y se la folla. Mi amiga no tuvo más remedio que quedarse quieta tras varios intentos infructuosos de sacarse la bola que le había metido su cariñoso Runo... ya estaba a punto de llorar tras diez minutos que se le hicieron eternos, pero llenos de orgasmos sin parar junto a los incesantes chorros de leche que el perro le inseminaba en su coño recién desvirgado y... ¡¡¡Plop!!!, le sacó la bola, entonces es cuando vio el grandioso rabo que tenía su perro metido en su coñito, nunca lo vio de tamaña dimensión y por los chorros que les salían de su propia grieta, parecía haberle inseminado con dos litros de lefa. Por su mente pasaron mil pensamientos y sensaciones, la peor la de poder quedar preñada de su perro y cómo se lo explicaría a sus padres que la había preñado…


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Su perro le hizo vivir la primera experiencia de sexo a esta amiga tan particular…su mascota Runo le dio el momento inolvidable. Durante años siguió incitando a su papá, conscientes todos del beneficio que aportaba con ello al matrimonio, de ahí que su madre fuese cómplice. Mi amiga me comentaba que su padre tenía cuarenta años pero la verdad es que no los aparentaba. Es un hombre muy atractivo y posee unos fuertes y marcados músculos, piernas como robles y una altura de 1’75 m. Nunca le había dado importancia que muchas veces se recostara sobre él mientras le acariciaba el pelo, las piernas, la espalda y a veces sobre las tetas o las ingles, siempre nos parecía normal a todos…mamá nos veía y sonreía consintiendo que pasara su mano por mi culito o coñito, aún estado desnuda.

El regocijo con el que muchas veces me iba a la cama, después de aquellas maravillosas caricias, era fruto de mi excitación. En muchas ocasiones que mi papá se estaba duchando, entraba al baño con cualquier excusa… con la suerte de verle empalmado. A lo mejor se estaba masturbando o calentándose para follarse a mamá, lo curioso es que mi madre sabía que la follada con papá estaba próxima, por eso nunca cerraban las puertas, dando un ambiente muy liberal en nuestra familia… ¡Yo creía que nunca llegaría a follar con mi padre! Papá se afeitaba frente al espejo desnudo, entré de improviso y me senté en el váter con la excusa de echar una meada. Bajé las bragas y quedé desnuda de cintura para abajo, solo con mi camiseta ombliguera…comencé a echar un buen caño, al tiempo que me tocaba la pepita mirando a papá. Él no deja de echarme miradas cómplices con sonrisa, me giré hacia él y continué haciéndome una paja más ruidosa, metiéndome los dedos en la raja húmeda y frotando el clítoris con fruición.

Observé el alzamiento de mástil, entre las piernas de mi padre…se le estaba poniendo duro y grande el cipote. El olor de la espuma de afeitado penetraba en mis papilas, ese olor a macho me ponía muy perra, me excitaba sobremanera. Se rasuraba y yo me pajeaba mirándonos. A mis doce años, mi padre aún no me había penetrado, pero tampoco era virgen gracias a mi perro Runo, sin embargo con quien deseaba tener un afer era con el gran macho de casa, mi padre. “Te gusta” le pregunté susurrante, papá me contestó que era una niña muy rica mientras se echaba agua enjuagándose el jabón de la cara…, se acercó a mí y le levanté la verga para comerme sus huevos. Le chupeteaba las gordas pelotas y me pajeaba con la otra mano que no sostenía la barra de dura carne de su polla.

Ummm me corrí saboreando las bolas de papá en mi boca, al tiempo que él pellizca mis pezones. No pensaba dejarlo escapar vivo, así su verga con ambas manos, y se la empecé a mamar con desesperación… mi padre se dejó hacer. Le chupaba el glande y pajeaba el resto que no lograba introducir en mi boca, una mano la llevé para continuar magreando su escroto estimulándolo. Chupé, succioné y me atraganté hasta que conseguí ordeñar a papá Percibí un buen chorro de esperma en mi paladar, y otros dos seguidos cayeron en mi lengua ¡Me sentí orgullosa de haber logrado vaciar los testículos de ese gran macho! Tras el último chorro, mostré el contenido de su lefa en mi boca y me lo tragué todo de un solo trago, luego limpié su cabezón de restos de la leche que aún le quedó y nos fuimos a la cocina, juntos.

Lograba ponerlo cachondo, pero siempre la pagaba con mamá. Cansada de años provocándole, llegué a casa abatida de correr en bici con mis amigas, decidida a dar el paso. Al principio no reparé quien estaba en casa, pero al cabo de unos minutos vi a mi madre en la cocina preparando la comida. Me besó y dijo que mi padre no tardaría en llegar, que la comida estaría dispuesta en menos de una hora… Me fui a la ducha y al salir mi papá ya había llegado. Antes estuve observando mi cuerpo, me notaba caliente en mi interior, empecé a pensar que podía aprovechar para follármelo en la siesta cuando más caliente se ponía mi padre. Salí con mi camiseta rosa que tanto le gustaba a mi padre, por el culito respingón que me hacía… la tela es tan fina, que se metía entre mis nalgas, más ahora me que me quedaba algo corta. Mi padre también se había duchado y salió con su albornoz. Se sorprendió al verme con la camiseta rosa y comentó el tiempo que llevaba sin ponérmela.

Comimos y después nos sentamos en el sofá a ver la tele, aunque mi padre solía aprovechar para echarse una siesta. Me acurruqué en su pecho doblando mis piernas, me di cuenta que al hacerlo casi enseñaba mis nalgas y la parte de arriba se entreabrió enseñando casi al completo una de mis tetas. Como siempre, mi intención era poner caliente a mi padre. Al principio papá comenzó a acariciarme el pelo, sin dejar de fijarse en mis curvas, no dijo que me tapara claro está, al contrario, miró descaradamente por la abertura observando mis tetas duras y grandecitas, puse una de mis manos sobre su ancho pecho y con el antebrazo noté su mazo sobresaliendo de la entrepierna… notaba el calor y como poco a poco crecía.

Me hacía la tonta considerándolo natural. Le acariciaba con mis uñas entrelazando los pelos de su pecho a la vez que apretaba mi antebrazo más a su polla. Así seguimos un buen rato sin hablar nada, pero mi padre iba a explotar, de repente se levantó y me dijo que se iba a echar en la cama un rato a dormir la siesta. Le di un tierno beso en los labios, como siempre… lo había puesto cachondo y ahora pagaría su calentón con mamá, pero esa vez lo deseaba para mí. Me levanté, puse bien mi camiseta y noté que estaba mojada, mamá continuaba en la cocina. Fui a la habitación muy despacio, al llegar comprobé que la puerta estaba entornada, abrí con cuidado y al hacerlo por el espejo vi a mi padre tumbado en la cama desnudo acariciándose la verga. Su polla es enorme y gorda. Me quedé quieta sin dar ni un solo paso más. De repente mi padre me vio e indicó que entrase. Sin mediar palabra me acerqué a su cama y ante él me quité la camiseta que se desplomó sobre el suelo.

Al no llevar nunca bragas, solo fue necesario sacarme el camisón y quedar desnuda ante mi padre. No era la primera vez que veía a su hija en pelotas, pero si tan sensual. Finalmente, me acerqué y me puse a cuatro patas sobre la cama, imitando lo que veía en mi madre… fui acercándome sin dejar de mirarle a los ojos y a su polla. Al fin tenía una verga de verdad cerca de mi boca. Comencé a chuparla despacio, como se lo veía hacer a su esposa, luego me la tragaba todo lo que podía, ante mi sorpresa noté como su polla aún se ponía más grande y gorda creciendo en mi boca, era una sensación formidable. Mi padre se puso las manos en la nuca y se dejó hacer. Agarré la base de su tranca mientras no paraba de chuparla, me pareció muy rica, me estaba gustando tanto que había olvidado a mamá en la cocina dando trastazos.

Perdí la noción del tiempo y el pudor, se la mamé jugando con su tronco y sus testículos…, la sensación de notar sus bolas en mi sensible lengua, fue demencial. No eran las pelotas peludas de Runo, eran mucho más sedosas sin pelo… las lengüeteé y chupé, lamí huevo a huevos succionándolos. Hice le intento de tragármelos los dos a la vez pero me fue imposible. Tras trastear sus frondosos cojones, me animé a continuar con la tranca. Mis manos cubrían su tronco y me boca el glande, chupaba y pajeaba con la otra mano en sus bolas apretando y masajeándolas. No dejé de mamar su dura polla hasta que un ardiente chorro de leche inundó mi boca y mi cara.

Yo estaba goteando de gusto por mi rajita y papá entró en acción. Se puso de pie sobre la alfombra y a mí en el borde de la cama en la misma postura que estaba, el cabrón de mi padre no dudo en someterme a cuatro patas sobre la cama de su habitación, elevé el culo para que tuviese mejor acceso. Agarró el cipote y lo encauzó en la rajita de su niña… enseguida sentí el glande abriéndome el coño, me la fue metiendo poco a poco.

Nunca había sentido nada igual. Con cuatro empujones se fue colando prácticamente entera en mi vagina, y de ahí comenzó el mete saca sin compasión sujetándome del culo, para que mi cuerpecito no se lanzara hacia adelante en cada empellón. Todo mi cuerpo se convulsionaba de placer y de un ardor inenarrable. Grité como una zorra de verdad diciendo cosas muy guarras. Aquello hizo que mi padre perdiese el control y me folló como un loco. ¡Follábamos con ostentoso jaleo de gemidos por ambas partes! Me sentía partida en dos.

Mi madre ultimó las tareas de la cocina y dejó un bizcocho al horno, escuchó el jaleo que manteníamos, y fue para ver qué pasaba con tanta algarabía en el cuarto de matrimonio, donde tantas veces había sido follada por papá. Se acercó a la puerta y encontró a su esposo follándose a la niña de la casa a cuatro patas, en modo perra… la postura que más le gustaba a mi madre. Por supuesto la Ama de Casa no se extrañó, era cuestión de tiempo que su esposo hiciese suya a la nena, muchas veces lo comentaban en plena jodienda.

Simplemente esperó a que su marido acabase corriéndose dentro del útero de la cría, junto a ella también se encontraba mi amante Runo, cual mero espectador del sometimiento. Follamos como dos amantes, siendo partícipe mi madre también por consentimiento. Para mí todo aquello era nuevo y no quería parar, mi papá quedó agotado y yo además de sentirme mujer gané mi puesto de amante de papá. No he visto ninguna polla como la de mi padre y ningún chico me va a saciar de esa manera. Tengo muy claro que follaré con él todas las veces que él quiera… papá es como una droga desde bien niña, y ahora al notar el subidón del orgasmo cuando me hace suya y sentirme su hembra, me hace muy feliz.


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La madre era consciente que la cría pagaba el descaro de años de andar calentando al macho, mostrándole su pequeño y firme culito o ese conejito enjuto que podía hacer las mil delicias de cualquier semental. Ese día, sin haber llegado a los dieciocho, ya había llegado el máximo aguante de papá… tocaba descargar la furia varonil. Sin temor a preñarla la folló a pelo y se corrió en su útero… luego la esposa, allí dispuesta a auxiliar a ambos contendientes, se la mamó para dejarle la verga del cabeza de familia, bien limpia y lista para entrar en su propio coño, algo que ejecutó a los pocos minutos con la nena delante. De esa manera se abrió la veda para mi amiga Clarita… era fornicaba por su padre y por su can Runo casi de continuo todos los días, uno u otro, a veces los dos el mismo día, solo que sus padres no conocían el juego que se traía mi amiga con su querida mascota.

Al regresar del trabajo, buscaba cualquier pretexto para estar cerca de su padre, sobre todo los fines de semana en tenía más tiempo libre y podía compartir largas salidas por rutas en bicicleta. Para hacer deporte procuraba vestir con ropa muy sensual, para que su padre disfrutara con la exhibición, mostrándole la figura de su cuerpo. Me comentaba que no hacía falta más que ir a los centros comerciales u otro lugar donde haya gente, para que los hombres se giraran a mirarla. Notaba sus miradas llenas de morbosidad y deseo, ufana no hacía caso y continuaba caminando, pero muy dentro de ella se excitaba la sentirme deseada y pensar que si tuvieran oportunidad se la follarían con la mismas ganas que lo hacía su padre… y le dejarían su cuerpo lleno de leche por todas partes. ¡Cuando una es muy Zorra, los sementales lo detectan muy fácil! Comenzó a vestir con leggings ajustados.  

Con esa historia en la cabeza, yo también comencé a tener prácticas con Luque, me encantaba su cara agresiva de macho dominador, sabiendo que era un pedazo de pan que no agrediría a nadie aunque le incitaran. Lo criamos con amor y cariño. Pese a ser una raza tendente a la fiereza, nunca la mostró, todo lo contrario...me daba amor y sexo.


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Después de haber conocido la zoofilia con mi perro Luque, después de haber estado con algunas parejas y haber probado pollas de todos los tamaños y colores, creía que hasta ahí llegaba el sexo. De sopetón, un día en el chat conocí una chica intrigada por mis relatos de zoofilia con Luque, pensando que no podría ser cierto. Me comentaba que vivía una relación fría con su pareja y le había llamado la atención la dicha relación con mi perro, y que además no sabía masturbarse bien, y que su marido era más frío que el hielo de Alaska

Entre conversaciones por email, el tema se puso más caliente… jamás hasta ese momento  había tenido atracción por una mujer, pero me envió sus fotos personales me enseñó su coño húmedo por la webcam, muy decidida y confiada, eso me hizo excitarme… sin entenderlo estaba húmeda. Me enseñaba sus bragas y hablamos de sexo y me mojé. No estaba enferma, ni mucho menos…, sabía la diferencia de una buena verga y un coño, pero me mojé. Nos hemos hecho amigas, pero ella es de Chile. Ahí se quedó el remanente de probar un coño, ganas de conocer la experiencia con otra mujer, pero pronto logré contactar esta vez con una chica de mi Alcalá de Henares con gustos bisexuales y por probar la zoofilia. Nos conocimos en persona. Esa primera vez me dio vergüenza después de contarnos nuestras cosas, unas copas y nos besamos me temblaba el cuerpo, pero poco a poco deseaba más a Nora, mi nueva amiga.

Nos lamimos, nos besamos, sentía electricidad, en eso salió la conversación de sexo con Luque así que lo traje y él como gran conocedor de una mujer en celo, percibió las humedades de nuestras vulvas. Sin bragas ambas, nos abrimos de piernas y nos metió unas lamidas que hacia retorcernos de placer, nos tuvo dando lengüetazos al menos un cuarto de hora. Nora no quiso probar la verga de Luque, yo en cambio no lo dudé, demostrándole lo habilidosa que era con esa polla…, así que se la chupé y le mamé bien ricamente aquel venoso trozo de carne rojizo de 20 cm. Ciertamente ella no quiso mamársela, pero sí se puso cachonda viéndome como yo se lo hacía a Luque, en enseguida la invité a que se pusiera a cuatro patas como una perra en celo con ganas que la montasen, y con cuidado se lo subí encima.

Agitó la cadera violentamente varias veces y de una cuarta vez se la clavó en el coño, aún la tenía pequeña, es en el interior cuando le va creciendo a medida que nos van follando… se la bombeo con precisión mientras ella gritaba, eso significaba que Nora sentía el pollón de Luque. La pobre lloraba de sensación, me asusté un poco. Le desprendí a tiempo a Luque y mi mascota me montó a mí, a este animal lo mismo le daba una puta perra que otra, lo importante era meterla en un coño. Para aliviar el tremendo pollazo de Luque a Nora, le chupé el coñito, en tanto Luque se recreaba follándome como una bestia parda, lo tenía tremendamente mojada, caliente y dilatado. Luque acabó corriéndose dentro de mí y yo continué con la comida de coño a Nora.

Mi amiga dijo que estaba bien, pero que en ese momento se moría por que la follara un macho humano. Llamé a mi follamigo de emergencias, Samuel es un mensajero repartidor de paquetería urgente de MRW. Una buena persona simpática y siempre dispuesta a hacerte un favor, era un amor, lástima que estaba casado, sexualmente bien dotado con un bate de beisbol entre las piernas. Lo llamé diciéndole que tenía a una amiga en la cama esperándolo con una calentura del copón y el coño chorreando… el mío desprendiendo fuego… tienes 10 minutos para llegar, llegó en 5 caliente y predispuesto con media erección en ciernes. Vivía en la misma calle, un par de número más allá.

Nora se no creía que pudiera existir ese tipo de hombres, entró dispuesto a matar y mi amiga se asusto un poco casi arrepentida…Samuel se dio cuenta y antes que la nena tuviera tiempo de largarse, la agarró, la beso fuertemente los labios mientras con una mano le metía un par de dedos en su vulva. Nora se corría de gusto abriendo la boca en forma de “O” y Samuel sin mediar palabra sacó su verga y se la clavó en la boca. Como es grandota, solo entraba la mitad, decía que nunca se la habían tirado así, y se dejó hacer de todo. La giró poniéndola a cuatro patas, enfiló la verga en su coño y de lo húmedo que lo tenía fue fácil clavársela… en cada inserción ella daba un grito contaba hasta 10 se la sacaba y se la metía por el ano. De esta forma estuvo un cuarto de hora revenándole el coño y el culo, del cual era virgen, pero estaba claro que a él no le importo, igual se la clavó. Esto me puso cardiaca, tanto que le regalé mi culo a mi perrito, que se portó muy bien. Por un lado Nora era montada por Samuel sujeta del cabello a modo de riendas como una yegua y yo por Luque dándome por el culo esta vez… los dos sementales se empleaban bien follándonos como putas perras.  

A punto de correrse por segunda vez, sin que Nora pudiera hacer nada por remediarlo, Samuel también estaba a punto y se corrió en su coño el primer lechazo y el segundo, logró sacar el estoque y le dio de beber su leche con los siguientes chorros de lefa, más bien le ordenó tomársela. De esto también era la primera vez para ella, solo había mamado pollas pero no tragado su lefa porque no le gustaba, pero esta vez se lo tragó todo dominada por el gran eyaculador Samuel. Quedó tendida en el piso luego me acerqué a mi amigo para saborear su rico cipote y hacerle una buena limpieza de la leche que le quedaba escurriéndole el tallo venoso. Como era de esperar se armó de nuevo, y me clavó como a mí como me gusta. Me levantó las piernas en posición tipo cangrejo recostada de espadas, es una postura que cada vez que se cargaba, la metía a fondo. Duró 10 minutos y se volvió a correr dentro de mí coño, era demasiado para los tres, quedando rendidos de los polvos espectaculares. Lo repetimos a la media hora más calmados pero igual terminamos acelerados y repletas de semen. Tan egoístas que le dejamos secos los huevos a ambos.


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La reina de la noche de Madrid. Como venía explicando antes, soy Ana y acabo de cumplir 28 años. Mi vida ha transcurrido algo más deprisa que la de la mayoría de la gente de mi edad y entorno. Tuve una temporada algo alocada, desde que dejé de estudiar a los 18 años para dedicarme al mundo de la noche. En aquella época me creía la reina del universo, la más guapa del instituto, la que más mundo conocía, la que más salía por la noche, la que se acostaba con chicos mayores, vamos, que tenía ese tipo de tontería propio de una nena mona, inmadura y con muchos pájaros en la cabeza, tuve varios novios y a todos les puse cuernos… ¡Los amigos de mis amigos son mis amigos y me los follaba!

Un par de años después, en los que había cometido todo tipo de locuras, empecé a trabajar de camarera en uno de los bares más "pijos" de Madrid, y a los pocos meses me enrollé con el dueño, un chico un par de años mayor que yo al que su padre le había puesto al frente de tres o cuatro locales en la zona de Cuzco. Aunque parezca mentira, la relación cuajó, y acabamos casándonos. Yo me retiré de la barra y fui asentando la cabeza, dedicándome a la parte logística de la gestión del bar. Pero como decía, la cosa fue deteriorándose, hasta que hace un año nos separamos, de mutuo acuerdo y sin malos rollos. No obstante, pasé unos meses bastante floja, ya que me tuve que buscar un nuevo trabajo, y rehacer mis relaciones sociales, lo que me costó bastante sufrimiento aliviado por mi perro Luque.

Para centrarnos en lo que quería relatar, llevaba algo más de un año sin salir, sin apenas relacionarme con nadie y sin haber tenido relaciones formales con hombre alguno, alguno que otro polvo cuando me calentaba mucho, llamaba a Samuel y me apagaba el fuego…, por lo que la boda de Beatriz se convirtió para mí en un gran acontecimiento. Ya en la noche de la despedida de soltera, que celebramos un par de semanas antes de la boda, salieron a relucir mis instintos más salvajes, los que llevaban ya algunos años sin aflorar. Esa noche disfruté de la noche y de la juerga como hacía muchos años no disfrutaba, y para rematar la fiesta, la hermana pequeña de Beatriz, Eva, y yo, terminamos montándonoslo en mi apartamento con dos chicos, unos estudiantes vascos que estaban en Madrid haciendo un máster. Acabamos montando una orgía memorable. Eva es una jovencita de 24 años, guapísima y desinhibida que consiguió arrastrarme a mi pasado más turbio. No había participado en una fiesta de este tipo desde los tiempos del instituto, y disfruté como una loca del sexo más atolondrado, atrevido e irracional, pero esta es otra historia…

Así, entre la boda de Beatriz y el abandono del celibato, estaba otra vez feliz y exultante de vitalidad. La noche de la despedida de soltera, lejos de calmar mis instintos latentes, los había acentuado. Así que hablando con Beatriz, tres o cuatro días antes de la boda, me sinceré, y le dije que estaría encantada de conocer algún buen chico con el que salir, sentirme acompañada, y establecer una relación. En todo caso, la experiencia puramente sexual de la despedida había sido estupenda, pero tampoco quería volver a ser la misma Ana de antaño, aquella que cada mañana no sabía lo que había hecho la noche anterior ni con quien. Beatriz me dijo que quizás encontrase en la boda a alguien que me pudiera interesar. Me quedé con la sensación de que había pensado en alguien en concreto, pero no me quiso decir más.

El día de la boda de Beatriz quería estar espléndida, por mi amiga y por lo que pudiera pasar. Me había comprado un par de vestidos, pero finalmente opté por un equipo de blusa, falda y chal color turquesa con grandes flores estampadas que me había costado una fortuna en una boutique de Serrano. Era muy veraniego, en consonancia con el calor reinante. La blusa era muy vaporosa y holgada, con unos volantes que le daban un aire andaluz, veladamente transparente, de las que no enseñan pero permiten intuir, y muy escotada. Dejaba mis pechos bastante libres, por lo que había de prescindir del sujetador. No importaba, pues mis tetas no son excesivas y aún se mantienen erguidas, además de tener una forma redondeada muy bonita, con unos pezones pequeños, pero enhiestos, que se marcaban ligeramente a través de la tela.

La falda a juego, también con volantes me cubría hasta la rodilla, pero con una apertura lateral que me permitía mostrar la pierna izquierda casi hasta la cadera, que gracias a los UVA estaba muy bronceadita, como todo mi cuerpo. Los zapatos consistían en unas sandalias del color del vestido, muy abiertas y con un gran tacón. En la peluquería me recogieron mi larga melena rubia en un moño tocado con una flor turquesa que me daba una imagen al estilo de las guapas sevillanas en feria. Me hice depilar el pubis, dejando los pelitos muy recortados (por lo que pueda pasar, me dije). En resumen, y aunque esté mal que yo lo diga, estaba rompedora, sexy, sensual y elegante al tiempo. Me eché por encima el chal para quedar un poco más vestida y salí de casa, feliz, sonriente y con la moral por las nubes. Había quedado con Eva para ir juntas en el coche de un primo suyo, que me fue devorando con los ojos desde que aparecí (ya sabéis que las mujeres nos damos en enseguida cuenta de esas cosas).

Yo me mostré coqueta y encantadora, aunque sin pasarme, ni provocar expectativas. No era el tipo de hombre en el que yo solía fijarme, demasiado joven y demasiado descarado. Llegamos a la Iglesia media hora antes de la hora de la boda, y como suele ser habitual en estos acontecimientos, estuvimos saludando a los conocidos y charlando en la puerta de la Iglesia. Me presentaron a un grupo de amigos de Beatriz y Miguel que yo no conocía, con los que estuvimos charlando animadamente. Había en el grupo un par de chicos que parecían interesantes y que no levantaron el ojo de mí en todo el tiempo. Bueno, ya veríamos, cada cosa a su debido tiempo.

Entramos en la Iglesia cuando llegó Miguel, y estuvimos esperando a Eva unos diez minutos hasta que apareció ella, blanca y radiante, como mandan los cánones. Estaba especialmente guapa, con un vestido de corte medieval y un maquillaje y un peinado que sacaban todo el partido de su bonito rostro (Beatriz es de por sí, muy guapa, con grandes ojos verdes, gruesos labios y una carita muy atractiva y juvenil). La ceremonia transcurrió con normalidad, y a la salida se lanzaron los correspondientes kilos de arroz.

Una hora después comenzaba el convite, que iba a tener lugar en una finca a las afueras de Madrid cerca del aeropuerto de Barajas llamado “El Rancho”, así que Eva, su primo y yo nos montamos en el coche y salimos hacia allí por la autovía de Zaragoza. Cuando llegamos, ya estaba allí buena parte de los invitados, y se había comenzado a servir el cocktails en unos bonitos jardines a la entrada del salón. Me serví un vino, que se acompañó con jamón y toda suerte de canapés. Me junté con el grupo de Eva y sus primos, y nos colocamos de pie, en torno a una mesa alta para dejar las copas y las raciones. En frente de mí estaban los amigos de Beatriz y Miguel, incluidos los dos chicos que no me levantaban ojo de encima. Una de las veces que levanté la mirada, cacé a uno de ellos mirándome, que lejos de avergonzarse, me levantó su copa a modo de brindis. Divertida, y por qué no decirlo, halagada, levanté mi copa hacia él y le obsequié con una sonrisa, al tiempo que le guiñaba un ojo, seductora y tremenda me sentía la “Reina de Saba”.

Nacho, que así se llama él, se dio por aludido, ya que cuando me separé de mi grupo para ir a rellenar mi copa, me encontré con que se había puesto tras de mí en la cola que se había formado en la barra. Establecimos una conversación trivial, que me permitió fijarme mejor en él (él también aprovechó para fijarse mejor en algunas partes de mí, aunque hay que reconocer que lo hizo con gracia y disimulo). Tendría más o menos mi edad, y no era especialmente guapo, pero había algo en su rostro y en sus ojos que lo hacían muy atractivo. Tenía una mirada de esas que tanto nos gustan a las mujeres, profunda, penetrante y atrayente, de la que te vas detrás casi sin querer. Físicamente me pareció aceptable, un poco más alto que yo, delgado y fuerte, pero sin llegar a "musculitos". En general estaba bien con un cuerpo fibroso. Pedí otro vino y me retiré, no sin que antes quisiera brindar conmigo "a salud de los novios" ni conseguir que me comprometiese a bailar una pieza con él tras la boda.

Quiso la casualidad, o quizás no lo fue, que me hubiesen colocado en una de las mesas del grupo de amigos, y aunque Nacho estaba en otra mesa, al ser todos de la misma panda, el trasiego entre mesas era intenso, de tal manera que al final de la cena, y estando todos algo chispados con el vino, acabé tomando el café sentada frente a él. No me hizo mucho caso explícito, ya que estaba de bromitas con sus amigos, pero no era casual que se hubiese sentado cerca de mí. Durante el café estuvimos bromeando, charlando y riendo en grupo, pero no dejé pasar la ocasión de sacar mis armas de seducción, así que me mostré coqueta, risueña y divertida con todos, pero especialmente con él. Inconscientemente o no, ya había decidido que Nacho sería mi pareja por esa noche, y no estaba dispuesta a dejarle escapar. Cuando nos sirvieron el cava, y tras los brindis típicos, hice que de manera "casual" mi pierna rozase la suya. Nacho se giró hacia mí, y entre risas le guiñé un ojo y le saqué la punta de la lengua, mientras le pedía perdón.

Al rato nos comunicaron que el baile y la barra libre iban a comenzar en una carpa que estaba montada en el jardín. Cuando salí, la barra estaba llena, así que me quedé en segundo plano esperando a poder pedir. Nacho otro amigo estaban pidiendo copas para su pandilla. Me vieron, y se acercaron a preguntarme qué quería. Pedí un gin tonic, que me trajeron enseguida. Les acompañé y estuvimos manteniendo una animada charla, hasta que salieron los novios a abrir el baile con el clásico vals. Bailaron los novios, los padrinos, y paulatinamente se fue llenando la barra. Para entonces, ya casi habíamos terminado las copas, así que Nacho me quitó la mía, la dejó por ahí, y cogiéndome de la mano me sacó a la pista. La fiesta fue estupenda, la temperatura muy agradable y la compañía magnífica, así que pase toda la velada bailando, riendo, charlando y bebiendo con Nacho y con sus amigos. Poco a poco los invitados fueron desapareciendo, hasta que sólo quedamos la gente joven. La fiesta se iba acabando….

A pesar de haber sacado todas mis armas seductoras, no había logrado que Nacho diese el primer paso. Se le veía deseando, pero era de esos tímidos a los que hay que dar un empujón. En cuanto empezaron a sonar las canciones lentas, cogí a Nacho de la mano y le saqué a la pista. Le eché las manos al cuello, y él se aferró a mi cintura. Poco a poco nuestros cuerpos se fueron pegando, y aunque Nacho parecía un poco cohibido, no le permití alejarse de mí. Terminé apoyando la cara contra su hombro y pegando la cadera a su cuerpo, y mis tetas de pezones duros de sentirme sometida a los brazos de un macho, a su torso. Mis pezones se fueron endureciendo cada vez más, percibía que me llegaba doler y él ya más animado, no sólo sostenía sus manos en mi cintura, sino que iba acariciándome, lenta y suavemente la espalda. Su estoque crecía contra mi vientre, y por la presión pensé que debía alcanzar un tamaño envidiable. El momento era el idóneo, así que me animé a besar suavemente su cuello con la mala intención de elevarle más la moral que se preveía entre sus piernas, mientras seguíamos fundidos en el abrazo, prácticamente sin movernos ya al compás de la música, que fue decayendo lentamente hasta apagarse del todo.

Al terminar la canción, y sin decir nada, Nacho me cogió de la mano y me sacó de la pista, llevándome a un rincón apartado y oscuro del jardín. Me cogió de la cintura, y atrayéndome hacia él, me fue propinando besos en la frente, en los ojos y en la cara, hasta acabar mordisqueándome la comisura de los labios. Abrí la boca y me fundí con él en un beso apasionado. Nacho besaba muy bien, con una mezcla de calidez y lujuria que me estaba excitando muchísimo. Nuestras lenguas se juntaron acompañando aquel tierno abrazo, y se dedicaron a juguetear y enlazarse entre ellas dentro de nuestras bocas hasta casi quedarnos sin respiración. Nuestros cuerpos se iban fusionándose cada vez más, y mi excitación creciente mis reacciones tomasen vida propia. Sus manos acariciaban mi espalda y las mías se aferraban a sus duras posaderas. Conocía perfectamente las reacciones de mi cuerpo, los poros de mi piel se iban saturando de sudor, mi pulso se aceleraba, los pezones se me endurecían hasta casi doler y mi coño se iba humedeciendo y comenzando a hincharse la vulva palpitando con vida propia, al tiempo que el clítoris se espigaba brotando de mi coño.

Estiré mi cuello para susurrarle al oído un sensual y cariñoso… – ¡Te deseo! Muuuuchooo

Bajé mi mano a lo largo de su pecho para ir a buscar su arma letal, que acaricié a conciencia por encima del pantalón, desde los huevos hasta la punta. La verga de Nacho era de un tamaño magnífico, y pensando en el momento en que pudiese sentirla abriéndose hueco dentro de mí, mi chocho que ya empezaba a palpitar con vida propia acusó el golpe de mi imaginación y comenzó a manar flujo del interior. Tomé su glande entre mis dedos, pellizcándolo con suavidad, lo que sabía que a los hombres les gusta sobremanera. Mientras tanto, la mano derecha de Nacho bajó por mi espalda hasta llegar al culo, donde se detuvo un momento para amasarme la nalga, antes de deslizar su dedo medio abajo por la hendidura que formaban mis dos redondos cachetes y presionar mi coñito por encima del vestido, lo que me arrancó el primero de los muchos gemidos que habría de emitir aquella noche. Mi vagina reaccionó enseguida ante las expertas caricias de Nacho, convirtiéndose en un torrente de flujo. Excitando

A pesar de la presencia de mis bragas, o tal vez precisamente gracias a ellas, el contacto con mi clítoris era suave, sensual y voluptuoso, en lugar del zafio y áspero trato de otras ocasiones. Me estaba masturbando con todas las de la ley. La mano libre de Nacho se coló por mi amplio escote, para acariciarme la teta desde dentro, posando primero la palma de la mano sobre mi mama y aplicando después una suave caricia circular sobre el pezón erecto, que consiguió, si cabe más, aumentar mi excitación. Siempre he tenido una gran sensibilidad en las tetas…, unas caricias adecuadas, unos besos oportunos, una lengua deslizándose sobre sus curvas y unos dientes aprisionándome los pezones y consiguen volverme loca de gozo... Sus dedos dibujaron la curva de mi mama, antes de aprisionar el pezón. Su otra mano, entretanto, seguía con su movimiento masturbador por encima de las bragas.

Ya no pude más, y venciendo mí cabeza hacia atrás para que Nacho me comiera el cuello, me abandoné a merced de la emoción, hasta que una avalancha de sensaciones conocidas se abatió sobre mí hasta arrancarme un delicioso orgasmo. Aunque yo soy de las de mucho gritar en tales ocasiones, las circunstancias me obligaron a reprimirme, aunque no puede evitar el lanzar un gemido ahogado en el momento en que me corrí por primera vez en manos de Nacho. Me eché sobre él, colgándome de su cuello, y apoyando la cabeza sobre su hombro, mientras recuperaba poco a poco la respiración. Nacho me abrazaba con gentileza. Una vez recuperada, me quedé mirándole, y le fui propinando, agradecida, un montón de besitos por toda su cara. Me dedicó una sonrisa, y con un movimiento de cabeza me preguntó que si nos íbamos. Le asentí y me pasé por el servicio, donde me arreglé un poco el traje y me adecenté como pude, antes de ir a despedirnos de los novios. Cuando le dije a Beatriz que me iba, me guiñó un ojo, y me preguntó que si me iba con Nacho. Se lo afirme, y me dedicó una sonrisa… "suerte", me dijo. Le di dos besos, me despedí de Miguel, y nos fuimos Nacho y yo agarrados de la mano. No vi a Eva, aunque también noté la falta de otra gente, y no pude menos que pensar que posiblemente Eva también tendría su particular "noche de bodas" aquel día.

Nos dirigimos a su coche, no sin antes haber parado al menos tres o cuatro veces a besarnos con frenesí y a restregar nuestros cuerpos con deseo. Una vez en el coche, me acerqué a Nacho, y mientras plantaba la mano sobre su paquete, le susurré al oído…

– Me he quitado un estorbo, cariño.

Saqué mis braguitas del bolso y las agité mientras le sonreía con picardía. Nacho no respondió, se limitó a echarse sobre mí, y en un movimiento perfectamente sincronizado me metió la lengua en la boca y la mano entre las piernas. Abrí la boca para recibir su lengua y separé las piernas permitiendo un mejor acceso a mi coño ardiente, que de nuevo respondía por sí mismo, humedeciéndose y engordando por su cuenta. Uno de sus dedos comenzó a explorarme, recorriendo mis labios vaginales de arriba a abajo, hasta conseguir introducirse dentro de mí. Una nueva oleada de placer me recorrió desde la punta de mis pies a mi cabeza, al tiempo que mi cabeza se abandonaba hacia atrás y mi cuerpo se concentraba únicamente en la obtención del placer que me subía de abajo a arriba.

Nacho sacó entonces su dedo de mí para ir desabrochando los botones de mi blusa y dejar mis tetas a su merced. Tenía las tetas inflamadas por la excitación, la piel de gallina y los pezones nuevamente enhiestos. Sus manos se dedicaron a amasar mis tetas, mientras sus labios colmaban de besos mi cuello y hombros antes de descender por mi piel y trasladar los besos al mis mamas, otorgando un homenaje especial a mis pezones, en torno a los que aplicó con codicia su boca, provocándome un gusto extraordinario.




No me pude contener, y casi involuntariamente fui deslizando una mano entre mis piernas y en busca del viejo y conocido placer de la masturbación, mientras que Nacho se daba un atracón a costa de mis redondas tetas y duros pezones. Me introduje un dedo, y después un segundo se coló en mi interior. Cogiendo a Nacho por la nuca, lo apreté contra mis tetas a punto de estallar, y aumenté la velocidad de mi masturbación, al tiempo que doblaba la espalda y apretaba el culo para intensificar las sensaciones de mi segundo orgasmo, que me recorrió como una corriente eléctrica, que me hizo chillar y gemir sin pudor en medio del éxtasis que me invadía. Estaba feliz. Aún no habíamos salido del aparcamiento y ya había conseguido correrme dos veces.

– ¡¿Vas a pensar que estoy desesperada?! Le dije. – O que soy una ninfómana.

– Nada de eso, mi niña, me respondió. – Sólo veo a una hermosa mujer disfrutando de sí misma y de la situación.

Era un auténtico caballero, y le pedí que me llevase a su casa. En la media hora que duró el camino, no cesé de besarle, de decirle obscenidades al oído y de sobarle el paquete a discreción por fuera y por dentro de los pantalones. Nacho vivía en un precioso ático del centro de Madrid, con una enorme terraza con vistas sobre el Palacio Real. Lo tenía decorado con gusto exquisito, y el salón estaba presidido por un inmenso sofá de diseño moderno. Me contó que el piso lo había heredado de su abuelo, y que vivía solo en él desde hacía un par de años.

Mientras subíamos en el ascensor no dejamos de besarnos y de meternos mano. A esas alturas yo ya estaba medio desnuda, sin bragas, mi blusa medio desabrochada apenas tapaba ya mis tetas, y llevaba las sandalias en la mano. Por su parte, Nacho aún estaba vestido de boda, con el traje bien colocado y la corbata aún en su sitio. Al entrar en el piso, nos dirigimos al salón, donde Nacho se quitó la chaqueta, se sirvió una copa (yo no quería), y se sentó en el sofá. Se dio una palmada en la pierna, invitándome a sentarme sobre él. Me senté a horcajadas sobre él, remangándome la falda, de tal modo que mi trasero quedaba directamente apoyado sobre sus piernas, al tiempo que mi coño arregladito quedó acomodado sobre su ariete. Comencé a besarle de nuevo, mientras le quitaba la corbata y le iba desabrochando la camisa. Él me sacó la blusa, dejándome desnuda de cintura hacia arriba, y yo me incorporé ligeramente para ponerle las tetas a la altura de su cara. Me quité la flor que me recogía el pelo, quedando suelta mi melena.

Nacho se concentró de nuevo en mis tetas, barriendo en canalillo con su nariz, antes de comenzar a propinarme besos en mis excitadas mamas. Me agarró las tetas con ambas manos, y estrujándolas ligeramente, se dedicó a chuparme y mordisquearme los pezones con verdadera dedicación. Me estaba poniendo otra vez a mil por hora, y en lo que él se deleitaba con mis tetas, yo comencé a mover mis caderas en vaivén, de tal modo que iba frotando mi húmeda rajita contra el bulto de la tela de sus pantalones. Mi respiración se iba entrecortando, en lo que mi calentura aumentaba por el ardiente contacto de nuestros sexos.

El leve contacto de mi vulva contra su cipote a través de la tela de sus pantalones fue aumentando las exigencias de mi chocho, llevándome casi al borde del clímax. En todo caso, no quería correrme todavía, así que cuando mi coño comenzaba a palpitar anunciando el inminente orgasmo, paré de moverme, y me bajé del sofá, quedando arrodillada frente a Nacho. Ahora le tocaba a él gozar, y me dispuse a sacar lo mejor de mi repertorio en su honor. Le saqué la camisa, y le fui cubriendo el torso de besos, desde el cuello hacia abajo, deteniéndome en sus pezones, que chupé con gula mientras le quitaba el cinturón y le desabrochaba los botones del pantalón. Le quité los zapatos y los calcetines, y coloqué sus pies sobre mis tetas para que sintiera en sus plantas la dureza de mis pezones erguidos.

Después le obligué a levantar un poco el culo para poder sacarle los pantalones, con lo que me encontré ante una enorme verga que luchaba por escaparse de los calzoncillos tipo short ajustado que llevaba. Sé cuánto les gusta a los hombres disfrutar del espectáculo visual de un buen trabajo oral sobre ellos, así que me propuse dejarle observar desde su privilegiada posición la exhibición que pensaba ofrecer. Antes de comenzar con el juego, me puse de pie, me calcé las sandalias y de espaldas a él, a modo de striptease me abrí la cremallera de la falda, y me la fui sacando poco a poco. Primero levantándola para mostrarle el espectáculo de mi bronceado y firme trasero, enseñando en cada alzada de falda un poquito más de carne, hasta que finalmente la dejé caer a mis pies, ofreciéndome en toda mi desnudez. Me agaché, agarrándome con una mano a mi pantorrilla y con la otra sujetándome los pechos, de tal modo que mi culo en pompa quedó expuesto ante Nacho, que sin poder resistirse, extendió la mano para acariciarme el coño.

No se lo permití, y dándome la vuelta de nuevo, me arrodillé frente a él, comencé acariciando sus piernas, lenta y suavemente, desde los tobillos hacia las pantorrillas, y desde estas al interior de los muslos. Nacho apenas podía aguantar más, y sus muslos temblaban ya de puro gozo, pero aún habría de sufrir un poco más... Me incorporé, y le fui pasando las tetas por la cara…, Nacho intentó cogérmelas con las manos, pero no se lo consentí, fui bajando lentamente acariciando su torso con mis pezones, hasta llegar a su sexo para volver a subir hasta su cara, y nuevamente hacia abajo, a lo largo de su pecho hasta su vientre y su sexo, y continuar mi sugerente caricia a lo largo de sus piernas hasta llegar a sus pies.

Me arrodillé nuevamente ante él, y me dediqué a masajear sus testículos y polla a través de la tela de los calzoncillos. Agarrándole los huevos, le fui proporcionando primero suaves besitos, y después mordisquitos en la punta de su verga sin quitarle aún los calzones. Mis manos fueron acariciando la parte interior de sus muslos hasta conseguir deslizarse por debajo del short, para agarrar, ya sin tela de por medio, su anhelante rabo. Le saqué los calzoncillos… se presentó a ante mí una verga de párate y no te menees. El chico era delgado y fibroso, sin apenas grasa en su musculatura, pero nunca imaginas que de entre sus piernas pueda albergar una talla de ese tamaño y calibre.

Aquella polla rondaba los 25 cm y con un grosor desproporcional de unos 7 cm, con un escroto que se descolgaba enorme sosteniendo un par de ciclópeas bolas sazonadas de venas azules. Nunca había visto un mamporro de semejantes características… se podría decir de Nacho, que era un trípode. Me lancé a gozar de esa maravilla de virilidad y hombría sin par, y otra vez agarrada a sus testículos, saqué la lengua y le fui haciendo un barrido, con mi lengua y mi nariz desde la base hasta la punta. Tras el segundo recorrido, le propiné un besito en la punta, lo que le hizo estremecer. Su glande despejado de prepucio se presentaba liso y brillante, un cabezón precioso en forma de casco militar alemán. Saqué la lengua y levanté la mirada para asegurarme que Nacho estaba disfrutando de la jugada. Le comencé a dar pequeños lametazos en el glande, que tenía la piel tan tersa y brillante que parecía que iba a estallar. Agarrándole los huevos con una mano, continué un rato dándole besitos y lametones a lo largo de toda la polla mientras mi otra mano le acariciaba el pecho y él me acariciaba el pelo.

Continué con mis besitos en el glande, mientras le sonreía pícaramente y saqué mi lengua para chupar con mayores ganas. Finalmente, bordeé con mis labios la punta de aquel nabo, y comencé a subirlos y bajarlos lenta y suavemente. Desde adolescente, siempre se me había dado bien esta práctica, y saqué a relucir todas mis habilidades de puta felatriz… me encanta desde niña el sabor de la polla y mucho más la lefa eyaculada por mis méritos. Fui bajando un poquito más en cada chupada, introduciéndome en la boca un poco más de su miembro, al principio sólo la punta, luego el glande, y poco a poco un poquito más, hasta que llegó el momento de tragármela entera. Su punta golpeaba contra mi paladar en cada acometida, e incluso llegué a mantenerla más de la mitad en mi boca durante largos segundos en los que mi lengua seguía jugando con ella dentro de mí. A medida que se la mamaba, Nacho iba perdiendo el control, de manera que apenas tenía que moverme yo, ya que él mismo se encargaba de meterme el rabo a golpes de cadera follándome la boca.

Sus movimientos fueron haciéndose más convulsos y sus gemidos más incontrolados. Cuando percibí que estaba al borde del clímax, me saqué la polla de la garganta, se la agarré con la mano, y la apreté con fuerza, apliqué mis labios sobre su glande hermetizándolos y los deslicé hacia abajo, haciéndolos resbalar en torno a su carne un poco más dura y más inflamado su cabezón. La polla de Nacho se tensó en un último y agónico latigazo, y comenzó a lanzar chorros de semen en medio de sus aullidos de placer. Parte del liquido se proyectó sobre mi cara y pelo, pero la gran mayoría no lo dejé escapar de mi boca y se fue directamente a mi cavidad bucal. Su torrente fue largo y generoso. El primer lechazo lo sentí golpear contra mi galillo, luego un segundo, me la saqué porque casi me ahogaba de del volumen de leche expelido, necesitaba respirar, sin embargo el orificio de su glande frente a mi cara soltó un potente tercer chorro que me cruzó la cara llegando hasta mi desaliñado cabello. Los otros de manera menos intensa hasta llegar a los borbotones, me los volvía a mamar sin dejar de pajear su tronco a modo de escurrirle bien los huevos.

Al terminar de manar la cremosa sustancia, Nacho se quedó traspuesto intentando recobrar la respiración…, había sido muy excitante para los dos, pero su orgasmo fue tan intenso como los míos…quedamos empatados. El chico me miraba con los ojos desencajados de placer. Le mostré su corrida blanquecina sobre mi lengua y me lo tragué mirándole a los ojos, ese gesto siempre me ha gustado hacérselo a los sementales que me han hecho gozar, con ello les demuestro lo sumisa y entregada que estoy por ellos. Me relamí los restos más cercanos a mi boca, y me limpié los restos de la cara y el pelo con los dedos y me los chupé muy sensual, acabado con la ingente eyaculación que me roció por completo.

Me tumbé sobre él y nos fundimos en un fuerte y cariñoso abrazo mientras no dejábamos de besarnos y acariciarnos. Me confesó que había sido la mejor mamada que jamás había recibido. Nacho se tumbó a lo largo del sofá, y yo encima de él. Coloqué su pollón menguante entre mis piernas, en estrecho contacto con mi coñito, y en esa deliciosa posición nos mantuvimos abrazados, besándonos y disfrutando del estrecho contacto entre nuestros cuerpos hasta que me quedé adormilada, en un duermevela solo interrumpido por el calor de nuestros besos y el pequeño vaivén de su polla encerrada entre mis muslos.

El reloj que presidía el salón me indicó que habíamos dormitado cerca de media hora, cuando me desperté, recostada sobre Nacho, que aún mantenía un considerable grosor con su miembro enterrado entre mis piernas. Estábamos empapados en sudor. Entreabrí un ojo, y después el otro. Nacho aún dormía plácidamente. No hay como un buen orgasmo para dormir como un bebé, el suyo y los míos fueron intensos. Me desligué de él, lo que provocó que Nacho se despertase. Se frotó los ojos con los dedos, me miró dedicándome una sonrisa, y alargó su mano tomando la mía para obligarme a sentarme junto a él. Me senté a su lado, y agarrándole de la nuca, acerqué mis labios a los suyos para fundirnos en un largo, pasional y romántico beso. A pesar de todo, aún no había sido perforada, lo que mi chochete estaba anhelando fervientemente.

En una hábil maniobra, Nacho me tiró del sofá, obligándome a arrodillarme frente a él, de tal modo que mi trasero se quedó abierto, suspendido en el aire y ofreciendo toda su redondez al inminente ataque de mi oponente. Mi cabeza descansaba sobre un cojín, y mis tetas colgaban en el aire. Nacho se situó a mi espalda, y su mano derecha, tras propinarme un pequeño palmetazo en la nalga de manera dominante, me puso muy perra. Fue recorriendo toda mi espalda, desde la nuca hasta mi trasero a lo largo de toda mi columna vertebral. Un dedo fue recorriendo la hendidura entre mis nalgas, estimulando mi orificio más pequeño, y bajando hasta mis labios vaginales que, agradecidos, reaccionaron ante la inminente embestida. Me presentaba sumisa y consentidora con mi gran semental, mi macho absoluto.

Según mi lubricación se iba haciendo más fluida, sus caricias se tornaron más intensas, hasta que me introdujo un dedo, luego un segundo, y creo que incluso un tercero, que entraban y salían de mi grieta vaginal. Sus expertas caricias no tardaron en hacer mella sobre mí, y mi sexo iba ensanchándose por momentos mientras que mis sentidos se iban desplazando hacia los territorios del orgasmo y mi culito subía y bajaba al ritmo de sus acometidas. Cuando mis gemidos comenzaron a tornarse en alaridos por la proximidad del orgasmo, Nacho me abandonó, dejándome a punto de correrme.

– ¡¡No pares ahora, cabronazo, sigue, o métemela de una vez!! Le dije fuera de mí.

Era Nacho ahora el que quería verme sufrir un poquito más, ya no era el chico tímido que sospechaba en la fiesta, se había convertido en experto seductor dominante, rozando el tipo de Sexo QuickTime. A los hombres les encanta ver cómo una mujer pierde toda su dignidad ante ellos en momentos así, y Nacho estaba disfrutando de lo lindo al verme tan desesperadamente, sometida a sus caprichos…, me ofrecí sumisa y tan puta como ninguna.

Arrodillándose justo a mi espalda, se agarró la verga por la base del orondo cabezón, apoyó la punta sobre mi húmeda caverna, y fue deslizándola hacia abajo hasta alojarla entre mis muslos, para luego subir hasta mi palpitante coñito, y de ahí hasta el ano, para volver a bajar hasta mi coño. Recorrió este camino varias veces, hasta detenerse en la raja de mi vagina. Dedicó algunos minutos a pasear ligeramente su glande arriba y abajo entre mis labios, prolongando mi ansia. Su glande se coló varias veces dentro de mi chocho anhelante, aunque volvía a sacarlo casi inmediatamente, mientras mi vulva se abría y cerraba desesperada por ser penetrada. Frotaba con fruición su capullo contra mi clítoris, dejándome en el precipicio del orgasmo… ¡¡Joder, tan tímido que parecía el cabrón y cómo me tiene!!

– ¿Qué quieres que te haga, preciosa? Preguntó mientras pasaba la polla por mis labios externos apretándolo contra el espigado clítoris que me iba reventar.

Comprobé que el cabronazo no era tan inocente y tímido como había parecido durante la fiesta, y me sonreí al pensar en ello henchida de orgullo por haberlo elegido entre aquella recua de sementales, a cual más dispuesto a someter a una puta como yo.

– Quiero que me folles ya de una puta vez, quiero que me penetres esa hermosa verga y que me deshagas de placer, que me partas de gusto jodiéndome a saco. ¡Quiero comprobar si tu polla me entra entera en mi útero! ¿Vas a querer verificarlo, cabrón? Estaba tan caliente que mi coño silbaba como una locomotora.

Me había puesto a mil el muy cabrón, sabiendo esperar el momento perfecto para follarme. Nacho, satisfecho, me cogió de las caderas, me elevó un poco el culo, introdujo la punta dentro de mí y comenzó a apretar muuuuy despacio, hundiendo su polla centímetro a centímetro y abriéndose hueco en mi interior expandiéndome el coño deliciosamente. Empecé a sentir un gusto extraordinario. A pesar de que estaba totalmente mojada, el tamaño de su polla hacía que mi coño ejerciese cierta resistencia a la penetración, pero las paredes de mi vagina interna pronto se adaptaron al tamaño de su verga. A veces yo tensaba los músculos de mi coño para aprisionar su polla, lo que suele proporcionar gran gozo a los hombres, y Nacho no era una excepción, a juzgar por los gemidos que emitía. Yo jugaba con su ariete extremadamente duro por entonces, y él se recreaba envileciendo mi febril calentura a extremos nunca recordados. Se lo tomaba con calma, nunca me habían invadido tan lentamente, pero he de decir que estaba disfrutando de ello como una loca…este chico sabía follarse a una puta como yo…sabía utilizar bien su cipote. Me iba estremeciendo a cada centímetro que me iba perforando, mi placer iba creciendo, mis suspiros se hacían más profundos, mis tetas se iban hinchando más, mis pezones haciéndose más duros y mi coño iba recibiendo aquel manjar delicioso con mayor deleite.

Sentía cómo se iba alojando en mi interior y cómo mi coñito se adaptaba relamiendo su largura, envolviéndola con ternura… su grosor e hinchadas venas estimulaban cada terminación nerviosa de mi vagina, me sentía extraña siendo invadida en lugares que jamás nadie visitó. Finalmente entró entera dentro de mí, lo supe porque percibí sus grandes huevos chocar en mi coño. Nunca había sentido tanto placer por todo lo extenso de mi cuerpo. Verdaderamente, Nacho sabía dar gusto a una mujer haciéndola su puta.

Entonces, y sin previo aviso, Nacho extrajo su falo de una vez y casi por completo, se detuvo un momento con sólo el glande apoyado en mi agujero, y de un solo golpe, seco y duro, me la metió con un único y violento golpe de cadera, hasta hacer chocar los huevos contra mis nalgas con dureza y su glande en el mismo estómago me lo hizo apreciar. Mi cuerpo, ante el duro e inesperado asalto, se tensó violentamente. Perdí el sentido, mis ojos se desorbitaron, mi mirada se nubló, mordí la almohada en la que estaba apoyada, y en medio de un agudo chillido, mis muslos temblaron, mis piernas se hicieron infinitas, una fuerte corriente sacudió todo mi cuerpo, y me corrí en medio de un feroz estremecimiento que no recuerdo haber sentido antes jamás. Toda la estimulación previa había conseguido llevarme a un estado tal de excitación que me corrí como nunca me había corrido, arrancándome el más fuerte orgasmo con una sola acometida.

Fue un orgasmo salvaje, profundo y estremecedor que agitó hasta la última célula de mi cuerpo. Todo mi cuerpo se vio convulso en una serie de sacudidas que se enlazaban entre sí regalándome una sucesión tal de riadas de placer que acabaron con todas mis fuerzas, al tiempo que notaba cómo el líquido que emanaba de mi coño se vertía a chorros, deslizándose abajo por el interior de mis muslos. Me estuve corriendo durante largos minutos que me hicieron sentir tan exultante como jamás me había sentido.

Aún no habían terminado los últimos estertores de mi orgasmo, cuando Nacho, que había tenido que sujetar mis caderas para evitar que yo me cayese, aferrado a mi cintura comenzó a moverse fuera y dentro de mí, ensartando y extrayendo de mí la bayoneta que tanto placer me había arrancado, y que poco antes había sido el juguete con el que había rellenado mi boca. Con mis piernas recuperándose de la flojera del orgasmo brutal durante unos minutos, sus acometidas fueron lentas, profundas y seguras, pero poco a poco fue aumentando el ritmo de sus empellones. Mi vagina recibió agradecida el gozoso ajetreo, y antes de que hubiese terminado de acallarse el brutal orgasmo anterior, mi coño ya estaba reaccionando de nuevo electrificándome el clítoris. Hasta ese día no imaginaba que pudiese ser multi orgásmica, con orgasmos solapados inclusive…o tal vez era uno continuo de diversa intensidad en todo el proceso. Lo cierto era que gozaba como una perra siendo follada.

Fui acoplando los movimientos de mi cadera al ritmo que Nacho me imprimía desde atrás, moviendo el culo adelante y atrás a medida que él bombeaba, de manera que la punta de su polla conseguía rozar en cada ataque profundo, el cuello del útero, provocándome una arrebatadora sensación. Dentro de mi vagina las sensaciones eran iban diluyéndose desde el dolor que provocaba la profundidad de la penetración hasta convertirse en un placer continuo casi indescriptible. Los embates de Nacho se fueron haciendo más violentos a medida que nuestros gemidos se iban solapando. Sus manos iban y venían desde mi vientre hasta las tetas, que se bamboleaban fuertemente dentro de sus manos en cada embestida, para luego ir bajando a lo largo de mi vientre en busca del clítoris, tan erguido como el resto de mi cuerpo. Todo en mi cuerpo estaba excitado…coño, clítoris, pezones, piel y cerebro.

Finalmente, los empellones se fueron haciendo más agónicos, anunciando el clímax de Nacho. Una fuerte acometida en la que me perforó hasta el fondo me hizo estremecer y chillar, lo que provocó una convulsión de la polla de Nacho contra las paredes de mi vagina profunda. Apreté con fuerza mi culo contra su pelvis, y comenzó a mover las caderas en círculos firmemente apretado contra él. Nacho lanzó un ronco rugido, y una riada de espeso esperma bañó mi interior. El calor del semen provocó la contracción de todos mis músculos, y aprisionando su polla en mi interior con todas las fuerzas que me quedaban, me inundó el placer de otro fenomenal orgasmo, adornado de complacientes gemidos por mi parte y profundos gruñidos por la suya, en medio de un fantástico orgasmo simultáneo.

Noté cómo su verga pulsaba espasmódicamente dentro de mí, al tiempo que iban brotando riadas del cremoso manjar de sus huevazos…, percibía cada unos de sus potentes chorros de lefa que no me podrían hacer más feliz recibirlos, acumulándose en mi útero. Cuando los últimos vertidos de Nacho terminaban de invadirme, se derrumbó sobre mí. Hundió su cara en mi nuca, besándome cubrió mis tetas sudadas con sus manos huesudas y fuertes. Yo era feliz. Mantuve aprisionada en mi interior su verga hasta que se quedó reducida a un látigo de algo más de 15 cm que ya nada tenía nada que ver con su esplendor anterior. Nacho salió de mí, se puso en pie, y me ayudó a levantarme, ya que mis piernas apenas lograban sostenerme. Me eché a su cuello, y nos besamos dulcemente.

Él me tomó por el trasero, y me subí a él, colgando mis brazos de su cuello y mis piernas abrazadas a su cintura. De esta guisa, me trasladó hasta su habitación, para posarme cariñosamente sobre la cama. Derruida, me acurruqué, y acostada de lado, y con Nacho pegado a mi espalda… deslicé mi mano a mi raja entreabierta por su mazo y noté el derrame de leche que se producía al ir volviendo mi vagina a un estado normal, las paredes presionaban al líquido, no teniendo este más que una salida. Recogí un poco de su esencia varonil y la probé, la esparcí un poco por mi nariz, consiguiendo que en cada aspiración oliese a su esperma… me quedé dormida saboreando su lefa que llegaba hasta la pituitaria.

Con las primeras luces del día, que atravesaban ya la ventana, me desperté un par de horas después. El sol ya entraba con fuerza, y la claridad y el calor me hicieron despertar. Nacho continuaba dormido, a mi lado, tendido boca abajo y con la cara girada hacia mí. Me deleité unos minutos observando su escarpado cuerpo musculado natural sin llegar ser hinchado, fibroso y delgado sí. De espaldas estaba como un queso. Estaba empapado en sudor, pues hacía calor. Tenía una espalda ancha, y bien musculada, sin rayar en lo excesivo como digo. El culo era redondo y prieto y brillaba por efecto del sudor y la luz derramándose sobre él. Su cuerpo estaba bien bronceado, y sus brazos, doblados bajo la almohada eran armoniosos y fuertes… huesudos. Sus manos, grandes y masculinas estaban diseñadas para acariciar a las mujeres.

Las piernas, ligeramente abiertas eran como las de una escultura griega, largas, fuertes y fibrosas, moldeadas por el deporte. No pude menos de acariciarle, desde su cuello, bajando por su espalda, hasta acariciar sus pequeños y duros glúteos…, continuar bajando por el interior de sus muslos hasta las pantorrillas. Se movió cuando mis dedos acariciaron la hendidura de su culo, pero no se despertó. Deseé tumbarme sobre él, sentir el calor de su cuerpo y pegar mi pubis a su trasero, pero no quise despertarle. Me levanté y bajé la persiana, dejando unas rendijas para poder tener algo de claridad. Fui hasta el baño, equipado con una espectacular bañera redonda, en la que podrían entrar, calculé, al menos tres personas bien holgadas. Me pregunté cuántas veces se habría usado para tareas no necesariamente relacionadas con la higiene.

Me di un baño de espuma, con agua tibia y abundante jabón. Enjaboné con dedicación cada rincón de mi anatomía. Desde hacía varios años, cuando mi matrimonio había empezado a decaer, no había hecho gran caso de mi cuerpo. Incluso llegué a pensar que la indiferencia que mi marido me mostraba, se debía a que había perdido la hermosura de mi adolescencia y juventud. Tumbada en la bañera, pensaba que había estado muy equivocada. Mis formas se habían redondeado algo con los años, pero en realidad lo habían hecho para mejorar.

Mantenía un culito respingó y apretado, tan del gusto de los hombres. Mis piernas eran largas y eso subía mi culo a la posición ideal de las proporciones de Vitrubio, su piel se había suavizado con la edad y tenían una forma envidiable. Mis tetas eran un poquito más grandes que antes, pero aún se mantenían redondas, henchidas y erguidas hacia el cielo. Mis pezones se alzaban desafiantes y tensos ante la excitación, y mi vientre, si bien un poquito más hinchado que antaño, seguía sin presentar los antiestéticos michelines o la pancita de treintañera. Mi cuello era largo y esbelto, de piel fina, y mi rostro, más maduro y menos aniñado estaba en el equilibrio justo entre la belleza infantil y las arrugas de madurez y con el cutis más terso. Mis labios, gruesos, y colorados aún sin pintar, fueron diseñados para el beso y el placer, sobre húmedos o con Gloss.

En realidad estaba ante mi plenitud física, y con 28 años recién cumplidos mi belleza era mayor que nunca, y mi equilibrio mental era superior al que nunca había tenido. Tenía todas las premisas para ser feliz, y no tenía por qué pensar que no habría de ser así. Me levanté, vacié la bañera, y me di una ducha rápida. Me lavé el pelo, y volví a la habitación. Aún húmeda de la ducha, y por qué no decirlo, por la excitación de encontrarme tan radiante, me eché a la cama de nuevo. Una corriente de brisa me puso la piel de gallina, hinchó mis ubres y enderezó mis pezones. Nacho aún dormía plácidamente. No tardé en quedarme plácidamente dormida yo también, tras cruzar un poco más las gruesas cortinas y darle mayor penumbra a la habitación… encendí el ventilador de techo y eso me dio la vida.

Me desperté muy suavemente, descansada y feliz. Estaba tumbada sobre un costado, acurrucada en posición fetal, con las piernas flexionadas dándole la espalda a Nacho. Él notó que me estaba despertando, y se apretó contra mi espalda. Fue cubriendo de suaves besos mi cara y mi cuello, mientras yo aún dormitaba. Apretó su pelvis a mi culito, dejando que su vergazo fuese engordando aprisionado entre mis muslos. Fue acariciándome el vientre y los pechos, mientras yo me encontraba aún semiinconsciente. Permanecimos así durante bastantes minutos, hasta que me giré para quedarme frente a él. Aún medio dormidos nos estuvimos besando y acariciando durante largo rato. Enlazamos nuestras piernas, me tumbé sobre él y logré abrir mis piernas. Su polla erecta se enfilaba contra mi coño, bajé mi raja en su búsqueda y con un juego de cadera eficiente nos acoplamos.

Comencé introducirme el badajo con mayor premura que él lo hizo la noche anterior, la vagina dilatada ayudó bastante a cabalgarlo. Apoyé las manos en su pecho, e inicié una subida y abaja sobre su mástil, mientras sus manos se dedicaban a mis amasar mis tetas. Me arqueé hacia atrás y fui aumentando el ritmo al tiempo que crecía el placer que recorría mi cuerpo. Fue un polvo suave y amoroso, casi conyugal. Al cabo de un rato, me dejé caer sobre él, y sin desligar su cipote de mi coño, nos giramos hasta que Nacho quedó encima de mí haciéndome el misionero. Me así al cabecero de la cama, y abrazando sus caderas con mis piernas, me dejé hacer sumisa y entregada a placer más feroz de toda mi vida.

Nacho me agarró fuertemente las muñecas, varonil comenzó a empujar, lenta, pero decididamente con contundentes clavadas profundas. Podía ver a lo largo de nuestros cuerpos, mis tetas hinchadas, los pezones largos y duros, y mi vientre temblando a cada embestida de su polla, notaba como se abultaba al percibir su glande en mi útero, al tiempo que veía aparecer y desaparecer el recio tronco en mi grieta ardiente, rojiza y húmeda. Abultaba mi barriga y la extraía hasta algo menos que la mitad, para volver a enterrarse en mi interior más allá de los pelillos de mi pubis en el que afloraba el pequeño bulto del glande.

La penetración era cada vez más húmeda y fluida, y me fui abandonando las sensaciones que desde mi coño iban recorriendo todo mi cuerpo. La cadencia de la penetración, con la verga de Nacho entrando y saliendo de mí, se iba haciendo más rápida y vigorosa. El creciente placer empezaba a arrancar de mi garganta gemidos cada vez más fuertes, al tiempo que mi cabeza perdía el sentido de la realidad, mi boca entreabierta emitía agudos aullidos y mi conejo recibía con creciente placer el gozoso ataque al que me sometía la polla de Nacho. Finalmente, el placer desbordó mis sentidos, y mi espalda se flexionó en una curva casi imposible, elevando mis tetas hacia el cielo, mis piernas apretaron el culo de Nacho hacia mí, y mis uñas se clavaron en su espalda, dando paso a un sonoro, delicioso y prolongado orgasmo, digno de una mañana de domingo. Percibía los embates del macho insertando con mayor rigor su mazo dentro de mi acuosa vagina.

Todo aquello ocurría unos pocos segundos antes de que Nacho, en medio de un ronco bramido, se vertiese dentro de mí, bañando mi vagina con su crema caliente. No sabría como describir el gozo de notar mi orgasmo enervando cada parte sensible de mi cuerpo, con el de percibir los aldabonazos de semen de un semental tan potente como masculino. Llenarme de su semilla me elevaba a ser la hembra más preciada del mundo, me enloquecía sentirlo pulsar en cada eyaculación, notar su ritmo cardiaco por doble en mi pecho y en mi coño. En medio de la asombrosa culminación, Nacho se desplomó sobre mí y hundió su cara en mi cuello, al tiempo que yo aún gozaba de los últimos espasmos del soberbio clímax que acababa de experimentar. Tras un rato de abrazos, caricias, besos, risitas, mimos y carantoñas…, me levanté para darme una ducha, dejando a Nacho tumbado, exhausto y luciendo en su cara una tonta sonrisa, y un brillo especial en los ojos que daba cuenta de su deleite, y del regalo que nos veníamos rindiendo desde la noche anterior.

Por mi parte, me metí en la ducha y dejé correr el agua tibia sobre mi piel. Tenía los ojos cerrados, y estaba disfrutando de la cálida ducha y del agua jabonosa deslizándose por todo mi cuerpo, desde el cuello a la curva de mis tetas, y desde el vientre hacia abajo por mis piernas, y por mi espalda hasta las nalgas. Me encontraba en una especie de trance cuando se abrió la cabina de la ducha, y Nacho se introdujo en ella. Nos besamos, nos abrazamos nos acariciamos y nos enjabonamos mutuamente, nos hicimos arrumacos, y bajo la lluvia de agua volvimos a hacer el amor apoyada contra los azulejos elevando mi culo, con nuestra piel resbaladiza a causa del jabón.

Luego me dio la vuelta, conmigo apoyada en la pared, con mis piernas abrazadas a su cintura, y mis manos aferradas a sus hombros. Nacho sostenía mi peso agarrado a mis nalgas mientras me penetraba y nuestras lenguas se enredaban ansiosamente. Fue un coito breve, casi violento, pero no por ello menos placentero. No tardé en sentir un nuevo orgasmo, que vino precedido de grandes suspiros y gemidos por mi parte. Tras el polvo nos dimos una ducha rápida y nos vestimos… estaba seguro que sus frondosos cojones se quedaron secos, con cuatro eyaculaciones en menos de diez horas. Nacho se puso ropa de sport, y me llevó a casa a cambiarme, ya que yo no tenía más ropa que la que me había puesto para la boda. Me vestí rápidamente y nos fuimos a comer a mi restaurante favorito.

Aunque ya era tarde, nos dieron de comer, ya que yo conocía a maître. Después fuimos al cine, y a última hora de la tarde regresamos a casa de Nacho, donde la nueva voluptuosidad recientemente encontrada nos llevó a hacer el amor una vez más.

En estas dos últimas semanas me he visto con Nacho casi todos los días, y hemos follado innumerables veces y en muchos lugares diferentes, en el coche, en la piscina, en la bañera, y desde los servicios de una discoteca a una pradera perdida en medio del Monte del Pardo. No sabía el tiempo que se mantendría la relación en el futuro ni a dónde nos conduciría. Sólo sabía que me sentía feliz cada vez que le veía y sentía, que se me hacía el tiempo eterno hasta la próxima cita, que me encantaba vestirme sexy y provocativa para él, y que me volvía loca en la cama. Incluso estamos planeando un viaje a Málaga este verano.


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Viaje… de placer. 

Paso una hora al menos todas las noches leyendo relatos eróticos cuando Nacho no está en casa, la verdad es que me excita bastante leer historias de encuentros sexuales, llegando a masturbarme hasta que me corro como una loca leyéndolas o disfrutando de estupendas sesiones de sexo con el delicioso miembro de mi novio. Tal vez por mi afición a la lectura la verdad es que soy muy fantasiosa en la cama, cosa que a Nacho, le encanta, y lo pasamos estupendamente imaginando situaciones diversas que hacen que a pesar de llevar juntos muy poco no tenga cabida en nuestra relación. Somos muy abiertos de mente y hemos practicado un par de veces intercambio de parejas en estos meses desde la boda, ese tipo de relaciones son delicadas, porque no todos los hombres entienden que nosotras tenemos el mismo status de igual en dicha relación, es por eso que cuando regresamos hace una semana del viaje de París con unos amigos del Club Swinger donde los conocimos, tuvimos un pequeño desentendimiento por el intercambio de parejas que tuvimos en el hotel. Era nuestra primera vez que nos enfadábamos en las nueve semanas que llevábamos juntos, por la simple torpeza de dejarme follar a pelo, y debo decir que el chico me llenó a base de bien…, pero esa es otra cuestión incontrolable de mis instintos. Me encanta que me llenen de lefa, si es abundante y espesa mejor… no obstante el riesgo de quedar preñada de ese tipo le disgustó a Nacho, y en eso lleva parte de razón.

Creo que como todas las parejas del mundo tenemos nuestros altibajos, pero no llegó a ser tan grave como para dañar nuestra relación, aunque últimamente habíamos atravesado un bache bastante grande debido a que a mi novio lo despidieron con un ERTE de su puesto de “manager proyect”, que resultó ser un despido por reajuste de personal. Con su currículo no tardaría mucho en encontrar otro buen trabajo en Madrid. Había que apretarse el cinturón y por eso salíamos menos al cine o a cenar como a ambos nos gustaba hacer. La verdad es que durante ese tiempo Nacho siguió buscándose la vida hasta que finalmente, le ofrecieron un puesto en la empresa ETOSA, con un sueldo bastante decente de 3.250 €. Parecía que las cosas mejoraban, y por eso decidimos darnos el capricho de unas más que merecidas vacaciones en La Marina (en Alicante, sureste de España, para quien no sepan dónde ubicar esa localidad). No es que nos permitiésemos lujos, pero quizá fueron los mejores 15 días de nuestra relación. Pasábamos el día del apartamento a la playa y viceversa… por la noche salíamos a tomar una copa y a bailar, y por supuesto follamos mucho.

También descubrimos un par de locales de ambiente liberal donde conocimos a gente con nuestras mismas ideas y disfrutamos de deliciosas veladas de sexo… descubrí mi lado salvaje follándome a dos tipos que sabían manejar su polla, también mi lado más lésbico sin dejar a Nacho de lado… él se la follaba a cuatro patas, mientras la chica me comía el coño. Ver a mi novio tras de esa puta, la misma que me comía la pepita me ponía a mil, tanto que durante la follada me corrí dos veces antes que Nacho la llenase de lefa. Su cara al correrse era un poema, apretando el gesto en el momento de clavarla y eyacular dentro de la chica jadeando y yo como una zorra gimiendo. Sí es cierto, yo a él si le permitía que las llenase, si se quedaban preñadas era su problema… Al final yo me quedaba con el semental y ellas con la panza. No solíamos dejar muchas pistas, por si había consecuencias en sus vientres.

Desgraciadamente todo lo bueno se termina, y llegó el momento de regresar a Madrid y retomar nuestra vida en la ciudad. El día que dejamos el apartamento decidí bajar a la piscina un ratito para darme un baño antes de emprender el viaje de vuelta mientras Nacho se encargaba de devolver las llaves y de ultimar todo. Para ir más cómoda en el coche decidí dejarme el bikini, cubierta únicamente con una camiseta que dejaba ver mi culito cubierto con la braguita y un escote que dejaba ver el sujetador del bikini con algunos movimientos de mi cuerpo. Así emprendimos el viaje de regreso después de dar una última vuelta para no hacer el viaje con todo el calor de la tarde. Lo malo fue que nos cogió en plena operación retorno, por lo que decidimos hacer un viaje más pausado para no sufrir las aglomeraciones de acceso a Madrid.

Dejamos que se nos echara la noche encima y nos paramos en el “área de servicio 175” a cenar antes de coger la A3 que nos lleva hasta la M50. Cuando entramos vimos que había varias personas en el interior, pero me llamó la atención un hombre negro que estaba en la barra…. Era muy alto, con un cierto parecido a Denzel Washington (actor que me encanta) aunque más musculado, con unos brazos y un pecho bastante fornidos, lo que hizo que me pareciese hasta guapo. No pude evitar imaginar qué tamaño tendría su cipote, esos tipos la suelen tener enorme… pensar en ello hizo que empezase a notar cierta humedad en mi coñito, hasta que me di cuenta de que él también me miraba recorriendo mi cuerpo con sus ojos hasta que sonrió, contestándole yo con el mismo gesto, entre provocativo y educado.

Por puro azar había un hueco en la barra justo a su lado, y allí nos pusimos mientras pedíamos. Mientras esperábamos a que nos atendiese la camarera, Nacho me dijo que iba al servicio, dejándome sola en la barra al lado de aquel hombretón. Podía notar cómo me seguía fijándose en mí, lo que hizo que me pusiese un poquito nerviosa, sobre todo cuando noté como su mano acariciaba mi nalga casi desnuda, rozando con su dedo el borde de la braguita. No me opuse a aquel gesto, e inconscientemente incluso eché un poco más hacia atrás mi culo para seguir notando su mano.

Eso terminó cuando Nacho volvió, aunque lo que no paró fue el estado de excitación que me produjo el morbo de la lujuria africana. Aquel hombre me había puesto terriblemente caliente y necesitaba sexo, o más bien ser follada con urgencia, que mi novio me follase como él sabe hacerlo para arrancarme un orgasmo tras otro. Cuando volvimos al coche me lancé a besarle como una loca, le fue creciendo, pasaba mi mano por encima del bulto de su pantalón. Abrí la cremallera y saqué su polla, metiéndomela en la boca y comiéndosela con verdadero frenesí. Le oí preguntarme qué era lo me había puesto cachonda, a lo que le contesté que ver tantos machos en el bar, sacándomela un instante de mi boca, diciéndome con placer que le encantaba que fuese tan zorra. Mientras se la chupaba, sus manos no se habían estado quietas, despojándome de la camiseta y del bikini. Lamía su glande, se lo chupaba y lamía el tronco haciendo un reguero de saliva hasta sus bolas y de vuelta. Él iba dejándome desnuda, hasta que dejé de mamar y me subí sobre él para meterme su polla en mi coñito. Aquella polla de mi novio durante las mini vacaciones se había corrido dentro de al menos cinco zorras, pero eso me daba igual, solo deseaba que fuese feliz conmigo… si esas putas se quedaban preñadas era cosa de ellas, aquel trozo de carne dura era mío.

Le cabalgaba con verdadera lujuria, sintiendo como sus manos acariciaban mis tetas y las apretaban pellizcando mis pezones. Lo que hizo que me corriese como una posesa encontrándome con su badajo incrustado en mi vientre…, un poco más recuperada, elevé la cabeza, y allí fue cuando me di cuenta que el negro nos observaba a escasos metros entre los arbustos. Sin perderse detalle de nuestro polvo se frotó la entrepierna sonriéndome. Debíamos ofrecerle un espectáculo digno de la mejor película porno. Cuando notó que se iba a correr, me elevó un poco para sacármela, entendí lo que quería y me puse a chupársela otra vez mirándole a los ojos con cara de viciosa hasta que se corrió echando leche a borbotones que intenté tragarme, aunque una parte cayó sobre mis tetas y mi cara, dada la potencia de su eyaculación. Cuando terminamos Nacho se quedó un poco adormilado en su asiento, así que decidí darle un poco de tiempo para que se recuperase y reanudar el viaje. Aproveché para ir al baño a asearme un poco, las corridas de Nacho son abundantes y tenía que lavarme la cara. Me puse nuevamente el bikini y la camiseta y salí del coche buscando el aseo. Al doblar una esquina de la gasolinera mi sorpresa fue mayúscula cuando me encontré de bruces con el negro.

Nos quedamos mirándonos un instante que se me hizo eterno, paralizada esperaba que el negrazo diese el primer paso… sin palabras adelantó su cabeza y me besó, me dejé hacer caliente como una locomotora aún, después del polvo con Nacho que me dejó a medias, sin correrse dentro de mí. Necesitaba sentirme hembra y para eso requiero que alojen su esperma dentro de mi coño los machos que me follan, el negro debió de notar el sabor de la lefa de mi novio en mi boca. Pude notar sus labios en los míos, su lengua jugando con la mía en mi boca, y me abracé a él correspondiendo a sus besos con más pasión aún, notando su polla contra mi barriga a través de su pantalón. Me ponía cada vez más perdidamente cachonda y me abracé a él como un koala a un árbol, notando como sus brazos me levantaban del suelo. Me siento tremendamente atraído por hombres con fortalezas titánicas, y aquel africano era una mole que me doblaba en envergadura y deseaba que me hiciese suya, o más bien hacerme con su gran barra de carne negra.

Sin dejar de besarnos me llevó hasta su furgoneta, acondicionada en su parte trasera con un colchón hinchable que hacía las veces de cama, por lo que me imaginé que debía realizar viajes largos a menudo. Era una estancia agradable y limpia a modo de caravana improvisada. Me quitó la camiseta y me dejó en el colchón, empezando a recorrer mi cuerpo con sus labios. Apartó las copas de mi sujetador, besando y lamiendo mis pezones que estaban duros como piedras. Mientras sus labios los atrapaban sus manos desataban las lazadas de mi braguita, quitándomelas y dejándome prácticamente desnuda. Sus dedos empezaron a rozar mi coñito mojado acariciando mi clítoris. Mis gemidos de placer debían oírse en kilómetros alrededor, pero lo mejor fue cuando el lugar de sus dedos lo ocuparon sus labios y su lengua. Aquel hombre sabía cómo comerse un coñito, y así me arrancó mi primer orgasmo corriéndome en su boca como una fuente. Sin dejar de sentir los últimos espasmos de mi orgasmo empecé a desabrocharle su pantalón para disfrutar yo también de su polla. Cuando bajé su pantalón me quedé con la boca abierta al ver el gran tamaño.

Había visto muchas pollas en mi vida, pero ninguna tan grande y gorda como aquella… una largura que superaba a la de Nacho en al menos cinco centímetros y un grosor que no era capaz de circundar con mis dedos alrededor de su tallo. Empecé a lamerla mientras le masturbaba con una mano y le amasaba los grandiosos cojones algo más grandes que una pelota de tenis. Empecé a metérmela en la boca para chupársela, aunque sólo pude meterme la parte del glande debido a su tamaño ciclópeo, si abría un poco más la boca me dije a mi misma, y rasgando las comisuras logré más polla en mi interior. La notaba en mi garganta, mientras mis manos acariciaban sus frondosos huevos, llenos de semen que quería sentir y contener en mi interior…eran dos bolas pesadas en un escroto muy arrugado.

Me hizo parar y tumbarme en el colchón, bien abierta de piernas, y rozó su glande mientras yo le gritaba que por favor me follase, que quería sentir toda su polla, aunque me hizo sufrir un poco con el roce del orondo glande hinchado en mi raja y clítoris espigado como nunca… todo ello antes de empezar a metérmela. Estaba tan mojada que entró sin dificultad, sintiéndome plenamente llena. Empezó a moverse cada vez más deprisa, pudiendo oír el chapoteo de mis flujos. Notaba como expandía la vagina a cada empellón, me tocaba una y otra vez mi punto “G”, hasta que volví a correrme aullando de placer. Era brutal lo que me dilató el coño ese cabrón, observaba la boca de mi chocho extremadamente abierta, dando cabida al gran mazo negro de venas hinchadas que jalonaban la superficie perimetral del rabo que me partía en dos. El africano empujaba sin desaliento queriendo meterla toda, sin embargo mi fondo vaginal no daba más de sí, los 22 cm de Nacho los lograba a duras penas con dolor en mi útero si me sacudía fuertes pollazos… este buque me atoraba hasta el estómago y sabía que tendría dolor de ovarios una semana, pero valía pena por una vez.

Sin sacármela me hizo ponerme a cuatro patas como una perra en celo, continuando con la follada que me estaba dando, hasta que noté sus dedos en mi culito. No era virgen, pero pensar en aquella inmensidad dentro de mí culo me hizo estremecerme… me daba unos buenos pollazos, su glande golpeaba mi pared vaginal sin llegar a enterrar toda la verga. Pasé una mano por entre mis piernas y le atrapé los huevos tirando de ellos para mí… el negro no se quejó de los apretones testiculares. Pude notar cómo salía de mi coñito y rozaba mi hoyito trasero con su polla mojada de mis flujos… aquello pinta en bastos. Apretó un poco y me metió su glande. Me dolió un poco, pero debió darse cuenta porque la sacó un poco para volver a intentarlo. Poco a poco iba entrando, dejándola para que me acostumbrase. Cuando ya por fin me relajé lo suficiente volvió a moverse, con su mano acariciando mi coñito a la vez. Me estaba volviendo loca de placer y llegué a pensar que me iba a acordar de aquella polla mucho tiempo cada vez que me sentara. Así me arrancó otro orgasmo aunque no dejó de moverse hasta que noté que se iba a correr él también por el movimiento más acelerado de su cadera.

La volvió a extraer de mi culo y la enchufó en mi coño, así lo hizo un par de veces retrasando su corrida. Por último la insertó de un solo envión hasta hacer cota en mi fondo vaginal y tras unas cuantas sacudidas de cadera, sonó un rugido animalesco al correrse dentro de mi coño… la corrida era brutal. Mirándole a los ojos con cara de viciosa, veía el gesto de fuerza que realizaba eyaculando sus cuantiosos chorros de esperma africano. El cabrón expelía leche a modo de manguera… percibía un surtidor de esperma que mi coño intentaba tragarse como podía, pero parte se expulsaba bajo la presión de tanta carne y semen en un lugar tan estrecho. Tras el primer y segundo chorro y a la vista que siempre le ocurría, el negrazo la extrajo dejando poco más del glande metido, y de esta manera fue soltando el resto de caños seminales que me inundaron el útero.

Pretendiendo inseminarme bien, en tanto realizaba la descarga, la clavaba empujando su semilla al fondo de mi vagina. Bien llena de semen, hice ademán de limpiarme un poco la raja, pero me lo impidió diciéndome con una sonrisa que si era una zorra debía parecerlo. Dejé la leche escurrir formándose un borbotón de lava desplomarse, la recogí con mis dedos y me los chupé probando el néctar de su masculinidad. Durante un rato no dejó de manar lefa de mi coño, yo le ayudaba a salir con mis prensados vaginales, ese tiempo lo aproveché para darle un par de caladas a un cigarro de marihuana que se hizo mientras hablábamos un poco… No suelo fumar pero a un petardo no se le dice que NO. Por fin supe su nombre contándome un poco de su vida y sus viajes como representante de vinos de España para África del Sur, hasta que le dije que debía volver con Nacho.

Cuando intenté ponerme el bikini me lo quitó, diciéndome que se lo guardaba de recuerdo, que solo me pusiese la camiseta y me fuera con mi novio. Antes de bajarme me hizo un par de fotos desnuda con su móvil, yo le abrí mi raja atiborra de semen… la inmortalizó con dos o tres fotos. Me dijo que le gustaría que volviésemos a vernos alguna vez, así que intercambiamos nuestros números de teléfono y correos electrónicos. Volví a besarle antes de volver con Nacho al coche, recorriendo semi desnuda la explanada del aparcamiento y contoneando mis caderas para que pudiese ver bien mi culito moviéndose, le levanté la camiseta y le hice un calvo. Cuando llegué me di cuenta que Nacho estaba dormido aún, con mi presencia lo desperté… me miraba con sonrisa de atontado cornudo… solo se le ocurrió preguntarme si había disfrutado con su mamada, a lo que le contesté que mucho. Lo que No sabía era cuánto había gozado con aquel africano, no solo con la mamada. Sonrió ufano al escuchar mi respuesta sobre su hombría y, me besó antes de continuar el viaje.

Durante el camino me dijo que era una excelente mamadora de vergas, y sin pensarlo dos veces, en medio de la autovía volví a mamársela hasta que se corrió en mi boca, llenándomela con su leche otra vez. Me habían follado dos veces aquella tarde casi noche, me habían roto mi culito y me habían llenado dos veces mi boca de leche, calmando a medias mi calentura. El resto del viaje lo hice completamente desnuda… a Nacho le gusta verme así por casa. Tuve la precaución de poner una toalla entre mi culo y el asiento para no ensuciarlo. Con la camiseta, mi novio no lo podía ver, pero mi grieta expelía semen de aquel negrazo y no desea que se diera cuenta Nacho que lo expelido no era flujo, sino borbotones de lefa. De vez en cuando secaba el conejo rezumante con pañuelos de papel.

Durante el trayecto, no solo le mamé la verga a mi novio, sino que también me masturbé mirándole a los ojos, invitándolo a disfrutar de mis orgasmos, eso lo calentó bastante, porque nada más llegar a casa…, simplemente me puse en posición de perra en la cama a cuatro patas para que me volviese a follar como a una perra en celo, cosa que hizo en mi coñito y finalmente en mi culo hasta que se derramó en el interior de mi esfínter, quedándome dormida plácidamente después del tercer polvo de aquella noche. Como es natural, no le dije nada de mi aventura con el negro, el único que ese día me regó el útero de rica leche africana, negroide o simplemente negra…llevaba un par de días sin tomarme la pastilla anticonceptiva, pero no le di más importancia por no estar en mis días fértiles.

Desde nuestro regreso retomamos nuestros quehaceres diarios, pronto recibí un par de mensajes del que ya considero mi negro. En próximas fechas al viaje pasó por Madrid y ya estaba deseando que llegue ese día para volver a disfrutarlo, aunque esta vez esperaba que Nacho participase, al final solo nos vimos mi negro y yo en un hostal del barrio de San Blas. Desde que conocí a Imanu me enamoré él. A la hora de follar, creo que es muy diferente a los blancos. He salido con varios hombres, y como este me ha tocado, no lo ha hecho ninguno, y cuando hacemos el amor, tengo sensaciones muy diferentes a las que tengo con Nacho y otros anteriormente, aparte de que su verga es bastante más ancha y larga, llegando a lugares que no alcanzaban los otros... ¡Y qué deciros sobre su piel, sobre el cuerpo que tienen! Amo a mi novio pero necesito a Imanu. Cuando ellos no están y busco compañía, solo salgo con hombres negros por ser más fibrosos, potentes y dotados de un una verga más grande…, si no les mide más de 20 cm ya no entran en mi coño, que es a lo que está acostumbrada. Los negros también tienen menos vello y tantas razones como que son mucho más sexuales, con ese estilo primitivo que les hace más atractivos. Yo al menos he descartado a los blancos, menos a mi amado Nacho.


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¡Cómo supe que estaba preñada! 

Creo que fueron demasiadas veces de ir a la fuente, que el chollo se acabó… No tenía pensado tener hijos, así que os podéis imaginar la sorpresa que me llevé cuando descubrí que estaba preñada de 24 semanas. Habíamos vuelto de un festival cervecero en Múnich cuando decidí coger cita en el médico de cabecera porque no me encontraba muy bien. Me sentía un poco hinchada del vientre, no me refiero a tener tripa de embarazada, sino a que de verdad me sentía hinchada pese a tener una talla 36 y pese a que mi tripa solo se veía un poco abultada, como si me acabara de dar un atracón. Había tenido más tripa en otras ocasiones después de un buffet de Pizza Hut, pero aun así me preocupé.

No suelo ver al mismo médico de cabecera siempre, ya que prefiero reservar el primer hueco libre con quien esté disponible. Me tocó decirle a un médico de sustituciones que tenía problemas en el vientre. Como podría corroborar cualquier mujer sexualmente activa, dile a un médico que te has roto un dedo y 9 de cada 10 veces te preguntará si es posible que estés embarazada. Este médico, en cambio, estudió mis informes, vio que tomaba la píldora, me realizó un examen abdominal completo y llegó a la conclusión de que tenía una obstrucción en el sistema digestivo. Me recetó un laxante comercial y me dijo que fuera al hospital si en 24 horas no se había solucionado el problema.

A la mañana siguiente, cuando Nacho se fue a trabajar, me fijé que tenía la camiseta mojada, como si me estuvieran goteando los pezones. Pensando que era broma. Era mucho más probable que hubiera metido sin querer y sin darme cuenta los pezones en la taza de café con leche. En cuanto cerré la puerta de casa, hice una búsqueda en Google… o estaba embarazada o tenía un tumor canceroso que requería atención inmediata. Corrí a la farmacia y compré dos test de embarazo, volví corriendo a casa y utilicé ambos. Dos positivos. Mierda. Le envié un WhatsApp a Nacho y volvió a casa para tranquilizarme, que no era misión sencilla, la verdad. Volví al médico esa misma tarde y solicité que me hiciera pruebas. En efecto, estaba preñada y según la ecografía, de 24 semanas.

Me sentí fatal porque había bebido alcohol estando preñada sin saberlo y, evidentemente, dejé de hacerlo en cuanto lo descubrí. El alcohol añadía otro factor de riesgo a mi preñez (y a la gente le encantaba recordarme como me pasé de cervezas en Alemania), así que también añadía presión a una situación ya bastante estresante de por sí. Estaba aterrorizada, y aunque en ningún momento me había planteado tener un hijo con mi ex marido, mi novio Nacho o con mi amante Imanu el negrazo, imagino que es igual de intimidante para las mujeres que siempre han querido tener uno. No tenía ni idea de adónde acudir o con quién hablar. Pese a todo, tuve suerte. El equipo médico me fue dando consejos todos los días hasta que confirmaron que era un niño. No pusieron ni una sola cara rara con mis preguntas, que probablemente eran ridículas, e hicieron que me sintiera como una princesa durante los primeros días. Cuando me confirmaron que estaba bien preñada, alguien me dijo que no me preocupara por el parto. Aunque yo no supiera qué hacer, mi cuerpo sí que lo sabría y lo haría por mí.

Me resultó un consejo muy útil y confiaba en que, con todo ese equipo médico y con buenas matronas, todo saldría bien…. Las siguientes semanas pasaron volando y yo ni siquiera tuve tiempo de asustarme ni de darle demasiadas vueltas, algo que acabó siendo positivo. Mi pareja y yo organizamos todo lo que pudimos para estar listos para la llegada del bebé, por esos meses Imanu no apareció por Madrid y le fui narrando lo ocurría por email… Nos comunicábamos mucho para darnos confianza y ponernos de acuerdo en qué clase de padres queríamos ser, porque yo aún no tenía claro de quien era mi hijo, en aquellas circunstancias de mi vida, lo mismo salía blanco o tostado pasado de horno. No me quedaba tiempo para asistir a clases de preparación para la maternidad.

No solo descubrí muy tarde que estaba preñada, sino que también se me adelantó el parto. Me acababa de acomodar bajo las sábanas una noche cuando noté que había mojado la ropa de cama. Solo estaba de 35 semanas, así que di por hecho que simplemente se estaban empezando a comprimir las cosas ahí dentro, para desgracia de mi vejiga. Sin embargo, cuando me senté en la taza del váter, no pude dejar de mear  como  una burra.

“Ya había llamado la atención al enterarme tan tarde de mi embarazo y no quería que nadie pensara que no era capaz de soportarlo.”

Ahora sé que fue muy mala idea, pero esperé 20 minutos antes de llamar al hospital. Ya sabéis, para estar segura de que estaba de parto antes de que me ingresaran. Durante el breve tiempo que fui consciente de que estaba preñada, tuve claro que no quería tener una tripa descomunal ni quería ir al médico por cada pequeña molestia que sufriera. Por suerte, las matronas tuvieron muy buen ojo y confirmaron que, de algún modo había logrado ignorar las señales de parto y que ya había dilatado.

Estuve 12 horas de parto en total, pasé por tres matronas, me pusieron la epidural rodeada de estudiantes de medicina, me indujeron el parto, dormí, desayuné y no dejé de hablar con asesores, anestesistas y estudiantes. Claro que dolió. Vomité, lloré y no dejé de empujar en ningún momento porque no tenía ni idea de lo que querían decirme con “empuja cuando sientas que es necesario”. Incluso estando hasta arriba de medicamentos, notaba el dolor ardiente y la constante necesidad de ir al baño (algo irónico, teniendo en cuenta el primer diagnóstico erróneo que había recibido de mi preñez). Me aliviaba pensar que mi cuerpo sabría qué hacer aunque yo no tuviera ni idea.




Di a luz en un parto natural a Daren ignorando el hecho de que me habían administrado todos los medicamentos posibles, ya entrada la noche, de ahí el nombre de mi bebé. Pesó 3 kilos y 850 gramos. Era un niño sano y feliz y enseguida soltó alto y claro el lloro que esperaba oír. Dar a luz fue la experiencia más importante y de poder en mi vida y sigo considerando un logro haberlo conseguido. No fue tan terrible como esperaba, al fin y al cabo, a todo el mundo le gusta contar lo terrible que fue su historia, y aunque nació un poco antes de lo esperado, fue un éxito rotundo. Imagino que por el nombre habéis adivinado el color de mi hijo, si no ya os lo digo yo… es un mulato de ojos azules como los míos. Estaba claro que a Nacho había que darle alguna explicación, y allí mismo en el hospital le conté la historia con Imanu desde que me lo follé en el “Área de servicio 175”. Pensé que ahí se acabaría todo pero Nacho continúa conmigo y también se ha unido a nuestro círculo familiar de manera abierta mi negrazo, quedándose en casa cuando está de visita por España. Nacho y yo deseamos aumentar la familia, pero esta vez quiero que salga de sus huevos el espermatozoide que me fecunde y poder tener una parejita “black and White”.

Tener sexo cuando estamos preñadas, piensan algunos hombres que es un tabú. Disfrutar y usar a las mujeres en este estado tan particular ya os digo que es lo mejor del mundo del placer. Nosotras solemos disfrutar de los placeres de ese buen sexo debido a que durante la preñez la vagina está más sensible y más lubricada. De este modo, es más probable que las relaciones sean mucho más placenteras para el macho, y para nosotras las preñadas no te digo cuanto más se eleva ese gozo. Otra razón es, que como gestante estamos más desinhibidas, porque nos olvidamos de los métodos anticonceptivos, en cuyo caso el sexo es más relajado y espontáneo... puede ser incluso más duro en ciertas posturas y no hay razón alguna para que el semental se desfogue dejando todo su arsenal de esperma, formado por hordas de espermatozoides deseando preñarnos otra vez. Algunas poses sugeridas y preferidas para mí son a cuatro patas como una buena perra que soy, o variantes del misionero, la cucharita… sin embargo la que más me estimula el clítoris estando panzona, es subida sobre el mástil para poder controlar la penetración y el ritmo de la follada.  Estos son ahora mis gustos, ¿Cuáles son los tuyos…?






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