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UNA HISTORIA DE AMOR. Y si tú no has de volver...

    "Y si tú no has de volver" 1ª PARTE "Una para el otro y otra para el uno". Esa frase la repite una y otra vez mi ...

¡Lulú! Oui C’est moi. 2º Capítulo

 



La Cabaña de Arturo. Rosa tarareaba una canción en voz baja siguiendo la música de la radio de la vecina de al lado. La misma radio que a veces escucho desde nuestra cocina ya que está apenas a tres casas de distancia de la mía.

– ¿Dormiste bien Lulú?

– Sí… dije con un poco de reserva ya que se me cruzó a una velocidad vertiginosa por la mente lo que Arturo me había hecho anoche. Pero de seguro que ella no nos había escuchado porque nunca dejó de roncar.

– Es un poco incómodo que duermas así pero es lo único que podemos ofrecerte.

– No se preocupe Rosa. Aunque esta noche prefiero ir a mi casa. Solamente para dormir.

– Bueno… no sé si eso está bien porque prometí cuidarte.

– Lo sé. Pero paso el día entero aquí con ustedes y solamente a la hora de dormir me voy a mi cama.

– Bueno… cuando regrese Arturo lo hablamos. ¿Sí?

– Sí.

Y me sirvió el desayuno que me devoré con hambre poco común para mí, a esa hora del día.

Cuando terminé… – Has crecido de golpe Lulú. Y pensar que hasta hace poco eras apenas una niña. Estás hecha una señorita hija mía, no parece haber pasado tanto tiempo.

– ¿Sí?

– Y te has puesto muy guapa. Me gusta como estas desarrollándote… tan alta, con tus tetitas respingonas y ese culito tan salido bien elevado que te hacen las piernas esbeltas de modelo.

– Gracias. Usted también es muy guapa Rosa.

– Qué bueno que me lo diga una joven como tú. Me cuido. Bastante.

Era la verdad, pensé. Es alta, debe de medir alrededor de un metro setenta. A pesar de no ser muy delgada, tiene muy bonitas las piernas que hacia arriba se ponen un poco más gruesas donde se forma un trasero ancho y bien formado. Se le nota mucho con el pantalón elástico que lleva puesto en ese momento, porque se le mete entre las nalgas y no deja nada a la imaginación. Cuando camina se le mueven deliciosamente como a mí me gustaría que me pasara y se le marcan mucho las curvas de los pomposos glúteos. Otra de sus virtudes es su pecho, formado por dos grandes tetas bien firmes y desafiantes. Anoche pude confirmarlo. Pero lo más agradable es su cara. De tez bien blanca con un pelo castaño claro, de ojos grises que te inspiran ternura. Su boca, grande y labios finos bien formados. Y para colmo tiene un carácter muy suave y es extremadamente cariñosa con todos los que la rodean. Estaba tan concentrada en mis pensamientos que había dejado de escucharla por un momento.

–…y debes mantenerte así para que los hombres se sientan atraídos y te traten como a una reina…comer bien y hacer ejercicio físico para tener el cuerpo duro.

– ¿Sí?

– Si. ¿No te has dado cuenta qué diferente te miran ahora que te ha crecido todo?

– No sé…

– Fíjate cuando camines por los alrededores. Sobre todo los mayores. Detente en observar a Arturo cuando venga…. A lo mejor no te has dado cuenta porque no le has prestado atención a eso todavía, pero te mira con esa sonrisa en la que dice lo muy feliz que te podría hacer. Eso es que le gusta tu cuerpo…y como eres tú también como mujer. ¡¡Cariño ya comienzas a estar en edad de merecer!! Por eso debes ponerte en valor haciéndote ganar por aquel hombre que más te convenga. Yo te aconsejo un hombre que sea bien macho, corpulento, sano y fornido, que te respete y te dé seguridad además cariño… alguien parecido a mi Arturo, al que gustes entregarte y confiar que un día te preñará...

– ¡¿Si?! pero Arturo es tu... Me puse colorada y Rosa me cortó ante mis balbuceos tímidos.

– No te pongas así mi amor, eso no me preocupa porque es natural… los machos por naturaleza, nunca son de una sola hembra. A ellos les domina tener varias a las que montar… solo tienes que ver a los sementales que tenemos… los cerdos, caballos, perros y gatos, siempre hay varias hembras dispuestas para un solo semental. Pues lo mismo que ocurre entre nosotras…, siempre verás a varias mujeres rondando a un buen macho.

– ¡¿Entonces no te molesta que me mire Arturo con intención de hacerme suya...?!

– Claro que no hija, que le atraigas no me molesta, al contrario, me divierte cuando se pone así de cachondo, me guiñó un ojo y continuó diciendo. ¡Claro! Tampoco me extraña con esas piernas tan largas y ese culito respingón que estás echando. Además esa carita tan bella y preciosa de niña buena con tus labios gruesos y ojitos grandes tan vivos. Debes ser consciente que ya despiertas el deseo en todos los machos de la villa, mucho más si son tan varoniles como Arturo, e incluso jóvenes como a Julián, que aunque todavía es un niño, ya tiene deseos fuertes, te lo puedo aseverar. Se acercó a mi oído para contarme el gran secreto. Cuando el padre se marcha a la cantera, muchas veces usurpa el lugar su padre en la cama y… ya sabes lo que pasa en la cama cuando hay un hombre y una mujer ¿Verdad?

– ¡Ja, ja, ja! Me reí nerviosa sabiendo el significado de la usurpación en la cama de su madre, lo sospechaba y lo confirmó dicha confidencia.  – Rosa, voy a pasar por casa a ponerme un short y otra camiseta porque me voy al río a juntarme con los niños y de paso bañarme.

– Bueno. No más charla por esta mañana que bien enterada ya te vas. Anda. Te dejo ir porque allá está Julián cuidando de tus hermanos también y querrás estar con ellos…

– Gracias. Hasta luego.

Y salí rumbo a mi casa. En el camino Don Jacinto, el más viejo de la villa que siempre se sentaba en la puerta, me saludó como siempre mirándome de abajo hacia arriba. Me hacía gracia la cara que ponía y cómo reaccionaba energéticamente cuando me cruzaba con él. Comprobaba la teoría de Rosa de que todos los machos de la villa les apetecían mi cuerpo, eso me hacía feliz en mi recién estrenada vida sexual, dándome un margen amplio de elección en un lugar donde las posibilidades son nimias de obtener al macho ideal de apareamiento.

En casa me cambié de ropa y cuando iba a poner mis braguitas en el cesto de la ropa para lavar, me llegó ese aroma a sexo masculino que había quedado impregnado del semen rezumante. Me provocó una reacción imprevista entre las piernas y me la llevé a la nariz para sentirlo más fuerte. Me gustó demasiado e inconscientemente me toqué. Pero la imagen del momento que vino a mi mente fue la de Arturo abrazado a mis espaldas con su estoque intentando entrar un poco y saliendo. Pensé en su mano debajo de mi pierna ayudándome a mantenerla un poco abierta y su otra mano en mi tetita mientras nos chupábamos las lenguas.

No sé cómo llegué a esto, pero me estaba acariciando el clítoris mientras revivía lo sucedido con él. Sin embargo nunca recordé lo de Julián, mi subconsciente prefería al gran macho maduro para eso menesteres que te llevan a engendrar a sus hijos. El ruido de uno de mis hermanos entrando como una tromba en la casa me volvió a la realidad y me quité la mano de allí. Por supuesto que a él no le importó mi desnudez. Estábamos acostumbrados a vernos así.

– ¡Hola Lulú! Vine a buscar la pelota de plástico… me voy al río otra vez. ¿Vienes?

– Si, me estaba cambiando para ir con vosotros ¡Espérame un momento!

– ¡Date prisa, vamos apúrate! Dijo revolviendo la bolsa donde guardaba la dichosa pelota.

Me puse el short sin bragas y la camiseta. Salimos disparados por su apuro. La verdad es que nunca entendí esos arranques que les da para hacer las cosas corriendo. Lo mismo que con Julián, que me dejó ardiendo de deseos por apurado de su corrida. Me desagradaba que los hombres no tuvieran paciencia con las mujeres y no nos dediquen el tiempo suficiente.

Ni bien llegamos me metí al agua y levantándome la camiseta aproveché a pasarme jabón. Después me lavé el resto por dentro del short, el olor a semen en mi coñito debía de ser bastante notorio, aunque mi hermano pequeño no se hubiese percatado de dicho detalle, Julián sí se hubiera dado cuenta, pues no solo fue su semen el que me embadurnó, sino el de su padre quien me llenó con tal cantidad que rebosó mi vaginita recién desflorada. En ese instante terminaba el aseo vaginal cuando sentí a Julián acercándose por detrás abrazándome.

– ¡Uy, qué guapa…! Dijo pegando su cipote a mi culo.

Los niños alrededor ni caso hacían a lo que estaba pasando. Todos estaban concentrados en jugar sin percatarse de los juegos sexuales que Julián y yo no llevábamos entre manos.

– No, le dije retirándome.

– ¿Qué pasa?

– Es que no tengo ganas que me hagas eso.

– ¡Yo no iba a hacer nada!

– Bueno, por las dudas.

– Está bien… y así como se me pegó, se fue y siguió jugando divertidamente con los demás.

A pesar de su tamaño, Julián todavía era un niño en ese sentido y con un porcentaje muy bajo de responsabilidad de acuerdo a su edad, como su madre me había hecho entender. No obstante su madurez sexual comienza a ser notoria y su madre debe practicar con él para enseñarle a comportase como un buen macho semental en un futuro no muy lejano, que con la mayoría de edad buscará emanciparse.

Si bien el rechazo a Julián en parte era por no haber sido considerado con mi placer, lo que más marcaba mi indiferencia hacia él era haber encontrado a un experimentado macho me hacía volar. La verdad es que después de lo que pasó con su padre, mis expectativas al respecto eran otras. Ya yo no quería que me volviera a tocar. Así disfrutaba sola del agua, y después de chapucear un rato, me senté en el suelo de pinocha como le llamamos a la acícula o lecho de agujas de pino secas que se desprenden del árbol, y me puse a rememorar con una atención que jamás había experimentado, en la tensión de los músculos de Arturo fornicando.

Sentí que algo había cambiado enormemente en mí. Hubo una especie de madurez en mi reacción con Julián. Necesitaba procesar las cosas con la responsabilidad que lo que haría en adelante en todas las cosas de mi vida, tenían que ser pasos muy decisivos para el logro de mi felicidad sin hacer daño a nadie y compartiendo mi bienestar con los demás…. Era como un choque eléctrico que me había transformado de una noche a la mañana. Ahora repasaba mi vida desde que recuerdo tener claras imágenes de mi niñez y la fui comparando con los procesos que me había enseñando diferentes cosas en el crecimiento.

Repasé la vida de mis padres, las de mis hermanos, las de la gente que conocía y la villa. Pero llegado un momento mis pensamientos quedaron en suspenso tratando de adivinar qué más necesitaba aprender ahora y en mis años venideros. Y me di cuenta de que uno de mis anhelos habría sido el de ir con mis padres a la ciudad. Quería conocer más de ese mundo tan distante para mi alcance, tan desconocido. También me hablaron del mar, nunca lo había visto, pero tampoco me lo imaginaba muy bien teniendo solo el río como referencia.

Absorta en mis pensamientos, el grito de mis hermanos haciendo señas para que fuera a jugar con ellos, me quitó la concentración, donde ordenaba mis pasos transcendentales futuros.

– No. No tengo ganas de jugar ahora, les dije.

Y levantándome recogí la toalla y la jabonera, me puse las zapatillas de goma y tomé camino de regreso. Pero no sé si con conciencia o no, tomé el rumbo largo, el que pasaba por la cantera donde Arturo con otros vecinos de la villa trabajan. La verdad es que no tenía ganas de ir a mi casa o a la de Rosa. Mis deseos más bien era gozar con la vista al menos de los cuerpos y aromas de hombres varoniles ¡Me hallaba sedienta de testosterona!

Un buen rato caminé hasta que divisé la columna de polvo que surgía de la cantera de arena. A lo lejos había un hombre con una máquina y otro con un sombrero de paja hablando. Cuando había avanzado bastante me di cuenta de que era Arturo. Y no sé de dónde ni porqué me puse algo nerviosa. “¿Paso o no paso?” “No, mejor me regreso” Y cuando me estaba girando para devolverme al río, sentí que Arturo me gritaba… – ¡Lulú! Me giré y le hice adiós con la mano.

– ¡Ven! ¡No te vayas! ¡Espera que quiero decirte algo!

Y girando otra vez hacia él, me detuve. “¿Qué hago?” pensé. Vi que avanzaba hacia mi…

– ¿Adónde ibas?

– A ninguna parte, solamente estaba caminando.

Y ya más cerca se quitó el sombrero… – ¡Hola! Acercándose titubeó en donde darme el beso.

– ¡Hola! Le dije avanzando y titubeando también.

Y sonriendo su beso fue a parar a la comisura de mi boca. ¡Sonreí poniéndome colorada por supuesto! Ese hombre provocaba otra vez. Y lo mejor es que me gustaba mucho su hombría.

– Perdona que estoy todo sudado por el trabajo. ¿Tienes un ratito?

– Sí.

– ¿O prefieres volver al río con los demás chicos…?

– No. No tengo ganas. Ya fui y me aburría un poco.

– Ven que te voy a enseñar donde trabajamos si quieres.

– Bueno.

Mis pensamientos me delataban… “La verdad es que viniste porque querías encontrarlo” “No lo ocultes Lulú” “Te gusta esto” “Estás encantada de la vida al lado de un hombre tan viril”.

– Ven, me tendió la mano que le di de inmediato.

Me guio por una senda rodeada de una muralla de arena y tierra ambos lados. Estaban altas. Para poder ver algo amplio tenía que mirar hacia el cielo… pronto llegarán con camiones para llevársela a las obras dela ciudad o plantas de fabricación de hormigón.

– Esta es la planta de extracción de piedra. Por la mitad tenemos una casita hecha por nosotros para descansar cuando nos agotamos. Y allí nos quedamos algunas noches durante la extracción intensiva, porque el trabajo se multiplica a causa de nuevas construcciones. También para cuando haces guardias a la maquinaria, por el vandalismo.

– ¿Pero no es peligroso?

– No. ¿Por qué lo dices?

–…no sé, me imagino que hay culebras y arañas o cosas así.

– Por eso utilizamos botas. Pero dentro de la casa no hay. La tenemos bien limpia y es muy raro que se acerquen adonde hay actividad humana.

Bajé la vista deteniéndome y me quedé pensando porque yo solo llevaba chancletas. Me miró y se rio. Yo también, me hizo mucha gracia como nos entendimos en silencio, sin decirnos nada.

Entonces agachándose imprevistamente…  – Súbete en mi a coscoletas.

Lo miré con interrogante… – Así te protejo de cualquier animalito o insecto, sonrió.

Y me subí abrazándome del cuello. Me pasó su sombrero que coloqué en mi cabeza muy divertida porque me imaginaba lo grande que me quedaba. Mientras caminaba, sus movimientos me producían una dulce sensación porque su espalda se restregaba contra mí, abrí las piernas y lo abracé por la cintura también con ellas y mis brazos alrededor del cuello. La vulva se rozaba gentilmente con su espalda, era una sensación electrificante. El olor a sudor me enervaba las papilas gustativas, y las manos cerradas en mis piernas terminaban de cerrar el circuito que producía ese calor que aceleraba mi metabolismo sexual. Como una autómata pegué la cara a la de él como pude. Él giró la suya y me dio un besito corto en los labios, le puse morritos riéndome mimosamente.

Arturo me sonrió… – ¿Estas contenta cariño…?

– Sí, mucho… muy a gusto a caballito.

– Ahora dime la verdad… ¿Pasaste por casualidad por aquí o viniste porque querías verme?

Hubo una pausa antes de contestarle… – Vine porque quería ver donde trabajabas y a ti…

Varios pasos más adelante me volvió a preguntar… – ¿Tienes ganas de hacer lo que hicimos anoche? ¡Seguro que te gustó! Y por eso has venido por estos lares a verme.

Me demoré otra vez en responder. Todavía me daba un poco de vergüenza darle a conocer mi deseo sexual ¡Aun estaba muy excitada! Escondí mi cara contra su cuello y balbucí… –…sí…

 No tienes por qué avergonzarte, es natural hacer el amor… Y a partir de ahora a lo largo de tu vida te apetecerá hacerlo muchas veces, por eso te pregunto… ¿Tienes muchas ganas?

– Si muchas, dije rápido como con valentía.

– Yo también mi vida. Te tengo muchas ganas…he estado pensando en ti toda la mañana, y si no hay nadie en la casita a lo mejor te lo puedo volver a hacer ¡Ahora será bastante mejor!

Yo seguía pegada a su cuello y apreté un poco más mi pelvis a su espalda. Me sentía vivir una fantasía, algo como un sueño, mediante el cual tenía expectativas de que me podía hacer sentir esa misma sensación maravillosa de la noche anterior o incluso algo mejor si fuera posible. Diez pasos más adelante apareció de la nada un claro entre la vegetación y una casa.

– Aquí está, y me bajó lentamente hasta que volví a tocar el suelo.

Era un descampado. Una torre alta de hierro con un tanque grande de agua y al lado la casita hecha de adobe con techo de madera cubierto de teja blanca de cañón. Abrió la puerta y me sorprendí por la limpieza del piso gris de cemento brillante. A la izquierda al lado de una ventana, un fogón de leña con dos hornillos y una chimenea, una encimera de cemento lustrado, llave de agua para lavar platos, una mesa de madera maciza y dos bancos largos a los lados. A la derecha, tres camas en “U”. Dos mesitas con lámparas de camping gas. Una de las camas era más grande de que las pegadas a la cocina.

– ¡Qué bonita casita! fue mi expresión sincera.

– ¿Te gusta? Tú puedes venir cuando quieras. Serás la única mujer que permitimos aquí porque soy quien decide qué hacer en esta casa… prácticamente la he construido yo, la hice con mis manos y un poco ayuda de los muchachos. Tenemos un pacto de que todo lo que ocurre aquí no sale de aquí, ni nuestras esposas, hijos deben saber lo que pasa… nadie. Y como te conozco desde que naciste y como sé muy bien que tú eres una persona leal que sabe guardar un secreto, me puedo permitir mostrarte nuestro secreto.

– Pero… ¿nadie más que vosotros conocen la casa?

– Sí. Por varias razones. La mantenemos bonita y acogedora porque no hay niños y no se junta mucha gente dentro durante el invierno. Preferimos que esto se mantenga así.

– Yo no lo diré a nadie, te lo prometo.

– Lo sé. De otra forma no te lo habría revelado, avanzó hasta pegarse a mí y con sus manos en mi cara me atrajo, avancé con el mismo deseo y nos besamos por un buen rato. Le abracé la cintura y me puse en puntillas de pie hasta alcanzar ese grosor entre las piernas, que deseaba desde que salí del río. Arturo bajó las manos hasta mis nalgas y me ayudó a apretarme más y restregarlo circularmente. Esa sensación catapultó mi lengua y los labios con deseo y un gemido interno que descubría el aumento de mi calentura. Me portaba como una putita salida.

– Tócamela y acaríciala, me pidió separándose un poco.

Bajé la mano sin dejar de mirarlo a los ojos haciendo caso a lo que me pidió y se la toqué pasando la palma y los dedos por sobre el pantalón. Ya estaba dura en todo grosor y largura. Me subió la calentura recorriendo todo mi cuerpo como una llamarada incontrolable.

– Mira cómo me pones chiquita…, cerró los ojos pegando los labios a los míos otra vez.

“Y yo… igual” pensé. Entre las piernas prácticamente me hallaba mojaba toda desde hacía rato por la cabalgadura y ahora al tocar su virilidad empecinada. Es impresionante cómo me segrega el coñito, ¡algo que hasta anoche nunca me había pasado! Ahora es continuo.

De pronto se separó de mí… – Me voy a dar una ducha, ya vengo.

Se quitó la ropa que dejó doblada sobre una cesta. Quedó completamente desnudo ante mis ojos. Me encantó ver su cuerpo así. Tenía la verga durísima, apuntando hacia arriba con el glande despejado de prepucio, lo cual dejaba ver una cabeza de polla oronda y brillante con una pronunciada raja del agujero de salida, por donde obtuve mi dosis de semen anoche.

El calor entre mis piernas subía de temperatura…

Salió y subiéndome a la cama me arrodillé frente la ventana para seguir viéndolo. Se paró al lado de una tubería y tirando de una cuerda bajaba un chorro de agua de la torre. Me miró sonriendo y con un jabón se lavó la cabeza y el cuerpo. Su polla se veía impresionante a modo de viga empotrada en su fornido cuerpo, no parecía tan grande comparada con su imponente cuerpo, pero en realidad se asemejaba a mi brazo, e incluso más recia en la base.

Me fascinaba verlo. Me gustaba mucho ese hombre. Sentía que le quería y lo deseaba con todas mis fuerzas en ese momento. Tanto que, cuando volví a la realidad, me estaba acariciando el clítoris sin tener conciencia de ello. Él se lavó la polla mirándome, se recreaba recorriendo todo el tallo. Me hizo señas para que fuera. No me hice esperar ni un segundo y salí despavorida a su encuentro. Me esperó con el gran rabo en su mano y cuando estuve a su lado me beso en la boca y me dijo… – ¡¡Chúpamela!! Esta polla es solo para ti.

Me arrodillé emocionada ante la exclusividad de semejante ejemplar, y con mi mano aferrada al pedazo de carne me la metí en la boca glotona. – Hahhh… fue todo lo que sentí de él, como aprobando que le gustaba mi comida de verga. No tenía experiencia, y lo debía hacer mal usando mis dientes en su sensible glande, lo cual demostraba lo condescendiente que era conmigo. Recordé las palabras de Rosa…, que encontrar a un hombre de su talla y talante era esencial en la vida de una mujer.

Me tomó del cabello guiando los movimientos de mi cabeza en un ir y venir. Imagino que ver a una niña tan pequeña mamándole la verga enorme que tiene, le debía excitar y dar morbo.

– Chúpamela así… despacio… deja que tu saliva me la moje bien… asiiiihh…

Mi mano aferrada ponía el límite de lo que entraba entre mis labios para no ahogarme. ¡Otra vez ese sabor que me ponía más caliente! ¡Me estaba encantando chupar! Me gustaba tener la polla de un macho en la boca y saber lo que le provocaba.

– ¿Quieres probar mi leche?

Y mirándolo desde allí abajo asentí con mi cabeza.

– Disponte porque aquí viene… trata de tragar un poco y el resto guárdalo en tu boca para besarnos con eso después ¿Sí?

– Mhmmm…. asentí.

Guiada por sus manos apoyadas a los lados de mi cara… una, dos, tres, cuatro estocadas y se contrajo haciendo una pausa, mantuvo su aliento por un instante, la dureza de esa polla también se detuvo por un segundo y las venas crecieron entre mis dedos y mis labios, exactamente en el momento que sentí la invasión de un chorro de esa leche viscosa… mucha más cantidad de lo que esperaba recibir… Tragué eso en el mismo instante que otro chorro se coló entre mis labios entrecerrados y un poco salió por la comisura de la boca. Volví a abrir y otro chorro menos caudaloso lo depositó en mi lengua. Tenía la boca llena de lefa. Tragué otro poco mientras más seguía saliendo de la cabeza y yo se la seguía chupando. Instintivamente mi mano lo pajeaba por el tronco mientras mis labios se mantenían rodeando la cabeza y manteniendo como podía ese líquido como él me lo había pedido. La otra mano la mantenía casi inmóvil sopesando sus cargados cojones que tanto esperma suministraban a mi boca.

Cuando sus contracciones se detuvieron, sus manos me elevaron la cara haciéndome parar y abrió la boca para besarme. Las lenguas se mezclaron junto con su leche. Eso me pareció tan sensual que apreté mi pelvis contra su verga y me restregué con fuerzas en puntillas de pie otra vez. Estuvimos así hasta que nuestras bocas quedaron limpias por completo.

Nos separamos un poco y me quitó la camiseta. Mis tetitas se apoyaron en su pecho y sus manos bajaron para quitarme el short. Mi ropa quedó colgada de un travesaño de la torre y nos abrazamos. Piel con piel… hasta que de pronto tiró de la cuerda y un chorro de agua nos mojó por completo a los dos.

Grité de susto y él se rió a carcajadas manteniéndonos abrazados.

– ¡Ja, ja, ja! ¿Te gustó?

– ¡¡¡Siiii!!! ¡…malo! ¡Me asusté! Volví a gritar y a reír divertida y feliz a la vez.

Me levantó y lo abracé con las piernas en la cintura. Aguántate me dijo y caminó hacia la casa. Cerró la puerta y me depositó en el suelo. Agarró dos toallas y nos secamos. Se acostó en la cama y me pidió que hiciera lo mismo.

Me abracé a él de lado y con su brazo por debajo de mi cuello me atrajo a esa boca que me provocaba otra vez. Nos besamos con ternura al principio pero rápidamente esos besos pasaban a la etapa de calentura lujuriosa y lasciva. Me puso de espaldas y él giró de lado. Bajó la boca poco a poco hasta atrapar un pezón chupándolo con suavidad. Mis sentidos se agudizaron. Bajó la mano hasta mi entrepierna y acarició lentamente los labios de mi vulva que empezaban a mojarse nuevamente.

– Este coñito tuyo me vuelve loco, me dijo mirándome fijo a los ojos.

Me retorcí un poco buscando el mayor placer y lo volví a besar con más fuerza. Sus dedos se avivaron e intentaban entrar un poco para luego recorrer el camino hasta el clítoris. Me animé a bajar mi mano y agarrarle el pedazo de virilidad sin que me lo pidiera. La sentía crecer en mi mano. Lo pajeaba despacio.

– ¿Este coñito tiene ganas de que mi polla se meta dentro? Me preguntó moviendo sus dedos que me hacían sentir en una nube de placer.

– ¡Siiihhh…! ¡Por favor fóllame otra vez y otra vez más hasta que no puedas más…! Fue lo único que pude decir antes de volver a invadirle la boca con mi lengua.

Nos pajeábamos uno al otro. Nos retorcíamos, nos besábamos nos apretábamos como podíamos hasta que él giró con sus rodillas entre mis piernas separándomelas lo más que pudo y mirándome a los ojos me preguntó… – ¿Estas lista?

– Sí

– Recuerda que te va a doler un poco. Pero será la última vez que te duela cuando una verga te penetre… hoy voy a hacer que tu vagina se dilate bien para albergar grandes cipotes. Asentí.

Y fue entonces cuando por fin el calor de la cabeza de su polla se apoyó en los labios de mi ensopada vulva. ¡Desde anoche soñada con que se repitiera esto!

Mirándonos fijos a los ojos con deseo mutuo, su pelvis se apoyó con un poco de fuerza y la sentí penetrar los labios de mi coñito, que se abrían satisfactoriamente a esa aventura. Percibí el estiramiento que me provocaba y una chispa de dolor al tensarse contra mi virginidad. ¡Esa cabeza se me alojaba casi toda adentro!

A pesar de ello, sentía placer porque tenía la expectativa de saber qué sería sentirlo todo dentro de mi vientre. Bajó su cara para besarnos y una mano en mi nalga ayudó al momento que su pelvis provocaba que esa pija entrara con más fuerza. Sentí un tirón seguido de un poco de dolor, pero la mano en mi nalga frenó mi reflejo por separarme y todo el tronco de su estoque se coló en mis entrañas…

– ¡Aaaahhhyhh…! Fue mi grito ahogado por nuestros labios que seguían apretados. Nos quedamos muy quietos. Nos seguíamos besando con locura, algo que me sirvió para distraer un poco la atención a ese dolor que al final no fue tan exagerado como lo había pensado…

– ¡Mi chiquita… que rica estas así…! Me encanta que me hayas dejado clavarte toda la polla. Ya no vas a tener más problemas para sentir las vergas que tú quieras ahí… me dijo moviendo apenas la cintura. Pollas tan grandes como la mía hay muy pocas y será difícil que las encuentres, así que mi tranca va a agrandarte el coñito para siempre.

Ese movimiento me provocó un suspiro entre doloroso y de placer total. Sentía la vaginita totalmente estirada. ¡¡Esa tranca me ponía lejos de cualquier razonamiento normal!!

Me acariciaba y me llenaba de besos mientras me decía cosas que me derretían.

– ¡Estas demasiado buena! ¡Tu cuerpo provoca que la verga de cualquier hombre tenga ganas de estar aquí donde yo tengo la mía! No puedo aguantar el deseo cuando te veo pasar y me imagino que lo mismo provocas a los demás… ¡Tienes unas piernas de ensueño y un culo tan divino que me lo quisiera follar también!

Entonces me sonreí y me anime a decirle… – ¿De veras pasa eso? Dije pensando en el viejo que me miraba al pasar y en todos los demás hombres maduros de la villa, casados o no.

– Sí. ¿Acaso no te has dado cuenta?

– A veces. Pero no sabía… no me dejó terminar... – Ahora lo verás más claro… y pasamos como diez minutos hablando de como yo provocaba deseos de fornicar a más de uno en la villa. Nos movíamos de vez en cuando, pero era divino tener su carne dura incrustada en mi coño. No voy a decir que el dolor se me había pasado del todo, pero el placer tapaba cualquier molestia y le moví la vagina agitando mi cadera. Mi coñito envolvía fuertemente todo el tallo de mi macho, dándole a entender lo que quería. Jugaba con mis paredes vaginales. Apoyó sus brazos a los lados de mi cuerpo y movió la pelvis lentamente hacia afuera y de inmediato su pija volvió a penetrarme. En el próximo movimiento le ayudé haciendo lo mismo y aumentamos la libertad de movimientos hasta que nos empezamos a follar cada vez con más concentración y locura. Nos besábamos. Abrí las piernas con más confianza y lo abracé con ellas a full.

– ¿Tenías muchas ganas de que te follara hoy?

– ¡Muchas ganas! ¡¡Aaahh…!!

Estuvimos así por un tiempo que no puedo calcular porque perdí la noción del tiempo. Todos mis sentidos se concentraban en ese lugar donde el placer nos ponía fuera de razón. Sentía la tensión de las paredes de mi vulva provocada por el grosor de su dura polla.

– ¡La tienes tan apretadita que es peligroso!

– ¿Peligroso?

– ¡Si! Porque eso me va hacer acabar antes de disfrutarte lo que quiero… ¡No quiero correrme tan pronto! Estar dentro de ti es lo mejor que me ha pasado en años.

– ¡Mmmhhhmmm….me encanta! ¡Así! Grité con confianza y sin poder pensar en lo que decía.

– ¿Así? Dijo empujándola con más violencia.

– ¡¡Si!! ¡¡Asiiiii!! Gritaba totalmente fuera de control. Y él también.

– ¡¡¡Te voy a llenar de leche esa vaginita tan apretada, mi cielo!!! ¿Quieres?

– ¡Siii! ¡Quiero!

Nos follábamos con insolencia hasta que sentí que me decía… “¡Aquí viene!” “¡Toma!” y el calor de la leche invadiendo mis entrañas, haciéndome explotar en una dimensión totalmente desconocida para mí. Percibía sus chorros de esperma golpear contra mis paredes vaginales. Sentir la emoción de notar la esencia de un hombre dentro de ti es algo que no se puede describir, te hace ser más mujer, más hembra y una amante completa recepcionando cada aldabonazo…. Nos separábamos y nos volvíamos a juntar, pausaba la polla bien adentro y sentía el impulso de otra descarga. Así sucesivamente unas cuantas veces hasta que bajamos la tensión y nos fuimos quedando tranquilos a la total quietud. Me rellenó de semen como a un pavo en Navidad, completamente llena del líquido de la vida.

Su mano acarició mi cabello mientras nos mirábamos a los ojos. Todavía estaba dentro de mí, pero ya la tensión en las paredes de la vulva había aflojado un poco, su bayoneta también era más flexible, gruesa y larga con menos tensión.

– ¡Me pones tan loco! ¡Te tengo tantas ganas mi cielo!

Me sonreí sonoramente antes de decir acariciándole la cara con una mano:

– Yo también… mi amor ¡Me gusta mucho, tanto que he rechazado a Julián por no parecerme suficientemente hombre! ¡Yo necesito a un macho maduro! ¡Te necesito a ti mi papi…!

 ¡Entonces te gustó follar conmigo!

– Si, me gustó mucho ¡Lo vine a buscar porque sabía que lo tenías para mí!

– Ahora te vas a dar cuenta a cuántas vergas pones así… ¿Te gusta mucho la polla de los hombres, verdad? 

– Sihh… por lo menos la tuya me encanta. 

–  Eres una nena muy madura para tener solo 12 añitos… y sin la regla aún…

– ¡ Siento no ser ya toda una mujer! ¡¡Cuando lo sea... quiero que me preñes!! ¿Querrás?

– Por supuesto mi vida… pero para entonces probarás otras pollas, me imagino.

– No sé. La tuya me encanta… me gustas mucho como eres, por eso me gustaría que mis hijos fueran tan buenos como tú. ¡Por ese motivo quiero que seas tú quien me preñe primero! Quiero que sean tan fuertes y grandes como tú si son varones.

Y nos quedamos fundidos así por una hora por lo menos. Acariciándonos, besándonos…

– Bueno, es hora de que vayas regresando. Antes de que llegue el atardecer y se peligroso.

Al levantarme me sentí algo tenso entre las piernas y caminé un poco divertido. Él se rio al verme despatarrada y me dijo que era normal, que así me iba a sentir por un rato por lo menos, por la gran diferencia de tamaños entre su gorda verga y mi pequeño coñito. Me la había clavado hasta el útero, por momentos noté su glande invadiendo mi estómago de lo profundo que me daba la follada. Me vestí y salimos. Me llevó hasta el camino fuera de la la cantera y del bosque de pinos que la contiene, y emprendí el regreso a casa llena de pensamientos pero con una sonrisa en mi corazón y en mis labios por lo sucedido. Me fascinaba este momento de mi vida descubriendo la sexualidad de esa manera tan placentera, sin abuso ni mal uso de mí por su parte. Me respetaba y me amaba. En un momento dado me sentí mal al pensar que abusaba de la confianza de Rosa, pero sus palabras no fueron para tener ese sentimiento de culpa, así que se me pasó rápido.





3 comentarios:

  1. Delicioso espero q tengas muchas partes

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  2. Excitante y exquisito relato, espero que las próximas entregas sean de igual o más excitantes!! recrearse con el despertar sexual de Lulú y saber de sus experiencias sexuales tiene q ser algo muy erótico y excitante!!

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  3. Leer y masturbarme todo a la vez, gracias

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