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UNA HISTORIA DE AMOR. Y si tú no has de volver...

    "Y si tú no has de volver" 1ª PARTE "Una para el otro y otra para el uno". Esa frase la repite una y otra vez mi ...

Días de Perros




Ya habían transcurrido dos meses de mí estancia en la casa de mi prima Davyna, y ya llevaba casi otro tanto de iniciada las clases. Si bien mantenía en mi memoria lo sucedido ese verano con Davyna, y me excitaba recordarlo, lentamente traté de dejar de lado ese pensamiento, porque lo estaba considerando como algo no muy natural que me atraía. Por suerte con el tiempo fui superándolo y considerándolo un secreto más de qué disfrutar en la vida junto con mis estudios y relaciones con amigos. Una tarde al regresar a casa después de clase, vi en la calle dos perros acoplados, me vino a la memoria Davyna con Eros, el enorme tosa japonés, sentí una extraña y súbita excitación, apenas llegué a casa corrí a mi habitación, levanté mi faldita y bajando mi malla no pude evitar de enviar mis dedos a mi ya húmeda rajita, que de manera impetuosa friccioné castigando a mi clítoris, y apreté mis pezones, sin dejar de crear una serie de fantasías, hasta lograr desencadenar una deliciosa corrida acompañada de estrepitosos gemidos. Nuevamente me invadió una carga de culpa, pero no estaba arrepentida del acometimiento, ni tampoco de esos morbosos pensamientos, ilusiones que no sabía, si sería capaz de llevarlas a cabo en algún momento. Trataba de olvidarlas, aunque a pesar de mi lucha interna, terminaba cayendo en la tentación. Me era difícil evitar mis pensamientos, que me iban excitando cada vez más, masturbándome para aplacar mi deseo y a su vez acrecentando mis fantasías en una espiral sin fin.
Una mañana me llamó por teléfono Davyna, para decirme, que en la semana sin clases del mes de octubre, estaba dispuesta a irme con con ella a la casa de campo de sus padres. Realmente no sabía que contestarle, así que le dije, que habíamos proyectado con unas compañeras del instituto ir a pasar unos días a la casa de una de ellas. No sé porque le dije esa mentira, a pesar que me tentaba estar con ella, creo que en el fondo sabía en que terminaría todo. Dos días después la llamé, para comunicarle que se había suspendido y que me encantaría ir. Debo aclarar que esperé el día de mi partida con bastante ansiedad. 
Llegó el día tan esperado, el viaje se me hacia interminable hasta que por fin arribamos a la casa. Esa noche se quedaron sus padres a dormir para regresar a la mañana siguiente a sus actividades. Apenas se fueron, nuestras cómplices miradas se cruzaron, para iniciar nuevamente el frustrado intento de aquella nocheHasta el momento no habíamos comentado nada, de lo sucedido la vez anterior, pero esa noche decidimos preparar una rica cena, y disfrutar nuestro nuevo encuentro. Interiormente ambas estábamos dispuestas a repetir, o mejor dicho a concretar para no fracasar la ocasión. Después de una buena cena con algunas copas de vino, estábamos lo suficientemente alegres como para llegar a hacer cualquier travesura. Mientras mirábamos la tele, mis ojos se cerraban, me recosté sobre el sofá, dado que el sueño me estaba venciendo. Cuando la mano de Davyna comenzó a hurgar mis pantorrillas, era tal mi sopor que dejé que lo hiciese, disfrutando de sus tiernas caricias. Me fui relajando, su mano no cesaba, de mantenerse en contacto con mi piel. Me quitó los zapatos y los calcetines para estrujar con suavidad mis pies, era delicioso sentir esos masajes, giré sobre el sofá para quedar boca abajo, abriendo un poco las piernas, la palma de su mano se deslizaba por mi entrepierna, hasta llegar casi a rozar apenas mi coñito. Mi excitación iba en un amplio aumento. Levanto mi falda hasta la cintura, para acariciar mis glúteos y efectuando una serie de leves palmadas sobre ellos, comenzó a oprimirlos, y a su vez separarlos. Sus manos se apoyaron sobre mi cintura, para luego tomar los bordes superiores de mis leggins y comenzar a desplazarlos hasta quitármelos.

Mis hormonas estaban más que alborotadas, su dedo se abría paso por la raya de entre mis nalgas, para pasar de mi ano hasta mi más que mojada vagina, ¡me estaba volviendo loca!, levantó más mi falda, hasta sacarla por la cabeza, se desprendió el sostén y lo quitó, idéntico procedimiento paso con mi blusa, para quedar totalmente desnuda. Me giró, para besar mis tetas y succionar mis pezones, que se erguían ante el juego que me estaba proporcionando mi adorable prima. Sus manos acomodaban mí cuerpo a su deseo y ocurrencia, sin ofrecerle resistencia. Me bajó del sofá, para apoyarme sobre uno de los bordes, dejando mis más íntimas aberturas expuestas a sus intenciones, sin dejar de penetrarme con sus ávidos dedos de dominadores. En ese instante una lengua áspera y cálida se deslizaba por mis íntimas partes, me sobresalté un poco, pero no tarde en comenzar a disfrutarla, realmente estaba más que alterada, con tal excitación que me dejaba hacer. Acercándose a mi oído, mientras besaba mi cuello, me dice con un susurro… 
– ¿Te gustaría que te follasen? 
No respondí de inmediato, cuando sentí que algo me montaba para iniciar una serie de empellones que casi me tira del sofá, por suerte Davyna lo retiró. Empecé a temblar por la emoción o el miedo, realmente no sabía. Mi prima me abrazó y me susurró al oído...
– Me encantaría ver cómo te penetran. 
Había una morbosidad en su voz, creo que sentía lo mismo, que la primera vez que la vi, cuando Eros la poseía hasta quedar ambos apresados. Sin decir palabra abrí mis piernas, en señal de aprobación a su propuesta, mi calentura era tal que ya no pensaba. 
– Te propongo que lo hagas con Eros, es menos impetuoso, pero tienes que adoptar la posición del misionero, así podrás controlarlo mejor.
Creo que estaba dispuesta a cualquier cosa, pero tenía esa lucha interna, por un lado el temor y por otra el pecado (cosa que mis padres me lo habían inculcado), pero a pesar de eso opté por hacerlo, ¿Quién iba a saber nada, estando solas? A pesar que en ningún momento los animales me habían hecho algo, ni les tenía miedo, había un cierto resquemor al no ser animales racionales muy bien dotados… ¡Sus vergas eran enormes! Y al estar desnuda me sentía como más desprotegida. Me propuso que me acostara boca arriba en el sofá, apoyara los pies en el suelo, abriendo bien las piernas. Así lo hice. Colocó unos almohadones bajo mi culo, a fin de tener mi coño a la altura de la verga del animal.

Le puso unas fundas en las patas para evitar que me dañaran sus garras. Después hizo acostar al perro y empezó a acariciar su panza, hasta llegar a la funda de su verga, pronto su apéndice rojo y venoso comenzó a aflorar, así siguió hasta alcanzar una mayor dimensión. Mi prima sin el menor pudor llevó su boca y empezó a chuparlo, su tamaño continuaba creciendo. Sentía un poco de aversión, pero a pesar de eso me excitaba el espectáculo, se notaba que no era la primera vez que lo hacía… mi prima y ese perro eran amantes desde hace mucho tiempo y se notaba lo bien que se compenetraban. Cuando el miembro viril de la bestia llegó a su máximo exponente, mi prima me dice que me prepare. Me sentía como la doncella ofrecida en una ceremonia pagana, a punto de ser penetrada por Eros, “El dios canino del amor”, primordial responsable de la lujuria y el sexo. Mientras mi corazón latía a mil y no dejaba de temblar como una hoja, por la tensión que me embargaba, ante lo que me acontecía, ser desvirgada por un perro de verga sorprendentemente larga y gruesa, me parecía desproporcional al tamaño del animal de tan solo 40 Kg. 
El caso es que él que sin saberlo sería el responsable de desflorar mi virginidad. Davyna lo estaba montando sobre mí, cuando dudé en lo que estaba por hacer, a pesar de que mis hormonas estaban más que revolucionada. Tenía algo de incertidumbre, cuando sentí el cálido extremo de su polla rozar mi acuosa vagina, pero mi decisión llegó demasiado tarde, pues el fabuloso rabo de Eros ya estaba introduciéndose. Sentía su pelo acariciar la desnudez de mi cuerpo, mientras su rígida verga entró sin reparos, para friccionar el interior de mi matriz de un solo golpe la metió a tope. No demoré en sentir un desgarro de la rotura del himen. Me abrió en canal partiéndome en dos… Grité y me eché a llorar como una chiquilla, no sé si por perder mi virginidad, por la tensión que tenia o el dolor que me produjo el duro pollazo de Eros. A lo que mi prima me abrazó para contenerme, su aptitud hizo que me tranquilizara para que comenzara a gozar más de esa primera penetración.





A partir de ese instante, un pistoneo frenético comenzó a percutar mi útero. Me dejé llevar, mientras Davyna me acariciaba el cabello y besaba para tranquilizarme. Trataba de cerrar mis piernas e impedir que entrara su bola, sintiendo como el resto de su verga parecía crecer en mi cavidad. Parecía que mi cuerpo explotaba, el dolor perduraba, pero mi calentura aumentaba. Davyna observaba mi reacción y el accionar del animal, para comenzar a chupar y morder mis pezones, que creía que estallaban. No creía lo que me estaba sucediendo…, esa frenética y voluminosa penetración, no tardó en llevarme a una sucesión de orgasmos, hasta culminar casi simultáneo, con una prominente descarga de leche cálida, que excedió mi cubículo vaginal recién estrenado, haciéndome exhalar una serie de improperios como final de mi enajenación. Davyna no evitó que el can introdujese su bola, ella sabía que iba a ocurrir, y dejó al perro que disfrutara de mi coño a placer, llenándome por completo el coño. Noté una dilatación extrema, al tiempo que extrañamente un gran placer de sentirme su hembra. A medida que el can se excitaba más y más, la bola comenzó a hincharse, expandiendo mi vaginita estrecha, y al momento su polla eyaculaba infinidad de chorros candentes dentro de mi útero…. Notaba como me llenaba y su bola presionaba evitando que nos pudiéramos desacoplar, me rendí dejándole inseminarme como a su perra sumisa. Entendí ese día que el destino de una hembra es someterse al macho, sea de la naturaleza que sea, no  hace falta que sea un hombre, porque un buen perro logra hacerte sentir lo mismo más. Apestillada por el semental, en esas circunstancias solo queda esperar disfrutando como te insemina el semental acariciando su lomo. Cuando comprendí la metodología canina me relajé después de la impetuosa penetración llega la interminable cobertura de la hembra. 

Al rato se desabotonó saliendo su bola y tras ella el grueso y largo badajo…, detecté un hilo de sangre en mi entrepierna mezclado con el esperma del can, experiencia que nunca he dejado de olvidar. Davyna estaba más que excitada, después de ver mi primer contacto con Eros, se quitó su ropa y comenzó a excitar a Brutus, quien no tardo en penetrarla sin contemplación, sacándole sin remisión gemidos y gritos a mi prima que se convulsionaba ante cada empellón que le propinaba el perro. Creo que fue más violento que la vez anterior, pero me fascinaba esa escena llena de morbo pese a estar algo adormecida por el polvo de Eros, veía como la poseía con dureza haciéndola su hembra. Mi prima ni siguiera hizo el más mínimo esfuerzo por retenerlo y se la embutió hasta las pelotas…y de pronto se detuvo, ese es el instante que se infla su bola abotagando a la hembra y la comienza a cubrir de lefa llenándola.

Esa noche nos acostamos juntas y abrazadas, durmiendo plácidamente después de una inigualable sesión de zoofilia. A la mañana siguiente, decidimos hacer un paseo a un bosquecito cercano a la casa, era un hermoso paraje, y casi pegado corría un arroyo. Disfrutamos del lugar y nos divertimos mucho, corriendo con los animales. Como no teníamos bañador, decidimos bañarnos desnudas en el arroyo, aprovechando que era un día caluroso y la piscina estaba vacía. A continuación de salir del agua nos acostamos para secar y calentar nuestros cuerpos, después de un buen rato, decidimos vestirnos para comer algo y regresar a la casa. Hasta el momento no había ocurrido nada, pero al agacharme para recoger mi ropa para vestirme, Brutus se abalanzó sobre mí, aprovechando mi posición con la intención de follarme, a lo que caí al suelo con él arriba. Davyna muerta de risa me comenta… 
– Parece que está caliente contigo. 
– Creo que sí, le conteste. 
– ¿Te animarías a probarlo? Ahora que ya estás rota, será mucho más placentero follar...
Realmente no estaba preparada, y menos el medio del campo donde podría pasar alguien, pero me tentaba recibir su aparato reproductor, más grande que el de Eros, una polla exageradamente grande para un animal, unido a su fuerza me daba miedo y deseos de notar su virilidad. 
– Pues aquí no tenemos cama. 
– Ya lo sé, contesté. 
– Deberás colocarte a cuatro patas querida prima y hacer de perrita para este macho tan majo y apuesto.
En ese instante, descubrí que me estaba empezando a gustar, ser poseída por esos animales tan viriles. Sin esperar demasiado, desplazamos una manta colocándome en la posición sugerida por mi prima, apoyé mi cara sobre el suelo, levanté mi culo abriendo bien mis piernas, para dejar mis tesoros a su disposición. Llamó al perro, sentí su hocico húmedo y frío tratar de entrar en mi raja, pero enseguida percibí su lengua lamiéndola, ya estaba lo suficiente caliente que al sentir su aspereza entre mi vagina y mi ano hizo que rápidamente me corriera.

Davyna lo preparó y a cuatro patas esperé impaciente que me hiciese suya. Brutus es un Mastín napolitano de 55 kg con cinco años, hace dos mil años esta raza ya era utilizada por los romanos como gladiadores en los circos, y ahora daba diversión a unas niñas traviesas. El mostrenco apenas se apoyó en mi espalda, emprendió su traqueteo, hasta que después de varios intentos, introdujo su tronco de carne en mi raja hambrienta, con un empuje rápido y violento, chocaba su protuberancia genital contra los labios de mi vagina, que impedían su intromisión. Pero su grueso falo seguía clavándose una y otra vez como una máquina perforadora. Mi placer no se detenía, sentía como me quemaba mi sexo, completamente lleno, por esa masa de carne, llevándome a un éxtasis jamás sentido. La fricción de su polla contra las paredes de mi vulva, era cada vez intensa, me asustaba su pelota, a lo que trataba de impedir su paso, cuando intentando acomodarme para no perder el equilibrio, la secuencia de embates hizo descargar un buen chorro de semen canino en lo más íntimo de mi vagina y para asegurarse de estar bien inseminada y obtener su propósito, el can introdujo su bola atorándome el coño…Lo que una vez me pareció temeroso, cada vez me gustaba más.
En ese instante grité y maldije por haberlo permitido, pero era tarde, creo que fue un error porque sentí como un desgarro en mi interior. La totalidad de su verga estaba depositada en mi pobre y vejada vagina. Los labios parecieron cerrarse sobre el extremo de su verga impidiendo que se saliese. Al girar su pata, quedamos totalmente abotonados. El animalito ya no empuja, simplemente tenía todo su cipote enterrado en mi estrecho coñito sin saber muy bien como esa manga de 20 cm con su bola incluida podía caber, el caso era que Brutus tenía su verga sumergida por completo en mi útero con su gran pelota abotagando mi chochito y sin parar de eyacular a modo de bomba de achique. Durante más de diez minutos me estuvo inseminando llenándome mi cubículo de semen canino. Era un semental increíble con unos huevos orondos muy buenos productores de esperma. A pesar del dolor inicial yo resistía acomodándome, en tanto percibía cada chorro de lefa de Brutos, sentía una agradable presión en la entrada de mi coño muy cerca del clítoris, era una muy placentera y estimulante sensación.

Las permanentes palpitaciones y cortos movimientos, me provocaron un delicioso orgasmo a oleadas, continuaron repitiéndose. Me había olvidado de Davyna y Eros, cuando los vi muy cerca de mí como la bombeaba sin reparo…, la estaba follando a base de bien. Nos reímos juntas de nuestro comportamiento impúdico. Mi temor fue si en ese momento alguien llegaba a vernos, sería un bochorno, pero estaba gozando tan plenamente que esa idea no me inhibía demasiado, creo que hasta me excitaba. Y de pronto una sacudida y un gran chorro de leche… sentí la descarga de Brutus, su última eyaculación. Su simiente cálida y algo ácida, mis hormonas volvieron a convulsionarse, seguida de una serie de gemidos que no podía detener. Noté que apenas había acabado, intentaba sacarla, haciéndome desplazar como consecuencia del acople, era como una ventosa. Después de algunos intentos, que parecía abrir mis labios, se produjo un sonido de descorche al quitarla, seguida de un chorro de su líquido acuoso que bañó mis piernas. Manaba mogollón de esperma a la vez que sentía un ardor placentero en el coño, con una satisfacción por lo que me había producido, realmente esa posición era mucho más placentera. 
Después de esta fabulosa follada jugamos un rato más con nuestros canes y luego regresamos a la casa con nuestros amantes. A partir de ese día se iniciaron una serie de orgías zoo-lesbias, que gradualmente se fueron incrementando, lástima que muy pronto llegó el día en que debimos regresar. Nunca más se volvieron a producir aquellos encuentros, pero la experiencia me dejó marcada.

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Pasaron los años, y aquella aventura marcó un poco mi vida sexual. Estudiaba el Grado de Marketing Comercial en la universidad. Mis padres se fueron a trabajar fuera de España quedándome al cuidando de la tía abuela de mi madre, una anciana con la que vivo y nos llevamos muy bien. Está bastante impedida y como correspondencia a su hospitalidad yo le ayudo en muchas cosas que ella no puede hacer...a cambio me ha prometido su herencia que la cuido hasta el final de su vida, es algo que me planteo pensar detenidamente. Debo decir que no soy muy atractiva, soy flaca y con poco culo, pechos normales para mi edad…, no soy muy agraciada debe ser por eso que nadie se fija en mí. Nunca he tenido novio, creo que no tengo muchos atributos como para que un muchacho de mi edad se fije en mí, de ahí se marca mi inusual calentamiento vaginal permanente. Cada noche me tengo que pajear para calmar mi coño y dormir un poco relajada, hay días que me tengo que tocar dos y tres veces… el caso es que vivimos las dos solas y la casa es relativamente grande, y como casi todas las familias aquí se acostumbra tener perros para que cuiden la casa de los ladrones, y ella no es la excepción. Tenemos un perro color negro de raza Bullmastiff, pelo corto y grande como a mí me gustan, tan atractivo como Eros, la bestia que me desvirgó y por la funda de pelo, debe ser un macho con muy buenos atributos.

Resulta que un día estábamos viendo tele en la sala con Rosario (Así se llama ella) y por supuesto el perro. Él siempre esta echado en la alfombra de la sala, esa noche todo pasaba como todas las noches, miramos tele hasta que a ella le da sueño, casi siempre se va a dormir a las diez de la noche y yo me quedo una o dos horas más, pero pasó algo que me cambiaría la vida, por que definitivamente después de esto mi vida ya jamás será la misma. Rosario mientras miraba la tele acariciaba al perro, creo que eso lo calentó y se prendió de las rodillas de ella como cuando la están montando a las perras…,  en eso ella se horrorizo y de un grito lo sacó de la sala, fue tanta su rabia y su vergüenza que se fue a dormir, yo me quedé sorprendida por lo que estaba pasando, desde ese día cada vez que veía al perro me imaginaba follándose a la abuela Rosario, con un poco de malicia por su puesto, aunque podría ser yo la follada. 
Cierto día fui con unas amigas a una fiesta de la facultad, lo estaba pasando bomba porque un compañero no se separó de mi desde que llegamos. Estaba muy ilusionada porque pensé que por fin encontraría un novio y esa noche estaba dispuesta a estregarme a él o a cualquiera que deseara tocarme, estaba tan lanzada y dispuesta que le permitiría follarme sin condón... en verdad tenía muchas ganas de probar por primera vez la verga de un hombre, no era posible que a mi edad fuera "virgen" por no haber tenido unas buenas relaciones sexuales con un macho humano.

He de confesar que No me hubiera importado que el vecino, un viejo cascarrabias de 70 años, me follara como a una perra desde atrás… tenía el coño muy caliente a diario, una desazón indeleble. Aunque virgen no soy porque desde hace mucho tiempo que se lo entregue a mi amante canino que se encargó de romperme el himen, pero como siempre llegó una chica mejor y el sinvergüenza se fue con ella sin importarle mis sentimientos. Salí de la fiesta casi llorando de rabia, decepcionada por no poder encontrar alguien que me cubra mis necesidades afectivas y carnales…, de las cuatro amigas que vinimos a estudiar aquí todas tienen novio y por supuesto han sido folladas innumerables veces, pero yo nada, solo me calmo con mi consolador y masturbándome. 
Bueno, me fui a casa, eran como las dos de la mañana, Rosario acostada desde media noche. En mi habitación me serví un vaso de leche para conciliar mejor el sueño, sin embargo mi cabeza algo estaba madurando. Sabía que el perro que se llamaba “Lobo”, estaba necesitando de una hembra y yo de un macho, sin pensarlo más fui al patio y sin hacer ruido lo metí a mi cuarto y aseguré la puerta. Era una decisión que inconscientemente fue madurando en mí, me senté en la cama y empecé a acariciarlo. Él se apegó a mí y puso su mentón sobre mis piernas, creo que tenia sueño, los nervios empezaron a apoderarse de mí, me temblaban las manos, las piernas y mi corazón parecía que se salía creí desmayar, pero seguí adelante, me bajé los leggins y me quedé en bragas con mi coño caliente y mojado. Me acerqué a Lobo y lo hice oler sin sacarle mi tanga porque tenía miedo que pensara que eso se come y me mordiera, solo le di una olfateada y nada más.

Me acaricie las tetas un buen rato y ya estaba muy caliente… después me pajeé el clítoris para estar a punto, me quité mi tanguita y muy despacio le acerqué a Lobo mi coño, me dio un fuerte suspiro y me pasó unos lengüetazos… ¡Agg! casi desmayo de placer, pero mi Lobo no quiso más. 
– ¡¡Perro tonto!! No sabes lo que te pierdes.
Lo mire un rato mientras seguía masturbándome. 
– ¡¿Qué hago ahora?! ¡¡Pero claro que tonta que soy!! 
El necesita estimulo por que los flujos y olores humanos no son los mismos que de las de su especie y para eso tuve que armarme de valor y lo hice subir a mi cama con engaños. Lo eché sobre la cama y poco a poco le fui acariciando su saco aterciopelado… casi al instante empecé a sentir que se empalmaba y empezó a asomar la puntita roja puntiaguda, húmeda y con un olor raro propio de los sementales caninos. Mientras se excitaba él quería pararse, al parecer quería escapar pero lo detenía acariciándole la cabeza, cuando se tranquilizo casi por instinto me acerqué y me metí la puntita a la boca.
– ¡Uum! esto no esta tan mal.
Era la primera vez que chupaba una polla. Como pensaba, le arremangué el capullo y pude ver a pocos centímetros la verga de mi perrito bueno. Sin pensarlo dos veces lo engullí casi toda, sentí un extraño placer al notar crecer la verga que se multiplicó por tres en largura y grosor…. Le acariciaba la cabeza de rato en rato para que no se parara y poder seguir disfrutando de ese manjar mientras estaba arrodillada a la orilla de la cama. Chupaba como una experta esa verga sentía como mi vagina quería explotar de deseo. La mamada le gustaba a mi amante, se tranquilizó dejándome hacer…, le envolvía sus grandes huevos con mi mano y con la otra su bola dirigiendo todo el trabuco a mi garganta... cada vez me engullía más de su badajo, hasta que me atreví a tragarme su pelota llegando su glande a mi esófago. Todo esto lo repetí varias veces mamando como una descosida cada vez con más ganas, sintiendo lo gorda y dura que le había puesto el cipote al animalito. No pude detenerlo más y se bajó de la cama de un salto e intentó montarme. Para más comodidad tendí un edredón al suelo mientras él me abrazaba de la cintura y meneaba la cadera queriendo clavarme su verga. Me di cuenta que con sus uñas me podría hacer daño le puse como pude unos calcetines míos, lo volví a echar para darle otra chupada, apenas se la mamé unos segundos, era imposible estaba como un loco por follarme, y yo como loca porque lo hiciera. El sabor de la polla me había puesto frenética...necesitaba sentirlo dentro de mi coño.





Me puse como una perrita a cuatro patas y no espero un segundo. Se me encaramó tratando de meterme su tremendo ariete, con una de mis manos lo guio hasta la entrada de mi coño y sujetándolo para que no me la metiera con fuerza. Entró un buen pedazo de su poderosa verga… 

– Así mi Lobito despacito así ¡Ahhgg! 

Por fin una verga de carne en mi caliente y húmeda vagina. "¡Dios mío que sensación más buena sentía mi cuerpo al estremecer de placer!" Eran tan fuertes sus embestidas, que me la metió hasta la base de la bola que se les forma, según leí que algunas se dejan meter esa bola pero siempre tengo miedo porque a algunos se les hincha muy grande. Sentía que con la fuerza que me arremetía se quería meter, me hacía para adelante y le quitaba ritmo pero la parte que me estaba metiendo era suficiente para mi estrecha vaginita. No sé cuantos orgasmos tuve, creo que desde que me la metió todo el tiempo estuve en un solo orgasmo, que cosa más grande, que ricura…se movía desenfrenado, me pareció una follada bestial que disfrutaba más que las primeras veces hace un par de años, al igual que él, pero no podía saber. 

No recuerdo que tiempo estuve recibiendo esa tremenda verga que sentí que me empezó a arder. Paró de insertarme quedándose dentro todo el falo, con la bola que engrosó casi súbitamente, signo que comenzaba a eyacular en mi útero. Lo dejé hacer percibiendo la hinchazón en la boca de mi vagina, era voluminosa pero mi coño dilató de lo lindo para albergarla…me eché de barriga para que desenfundara su polla de mi coño, creía que si me metía la bola no hubiera podría resistir, sin embargo lo aguanté bien. Recibía sus percusiones al tiempo que soltaba incontables chorros de leche en mi interior como un elixir, me nota más hembra al percibir semen dentro de mi coño y de pronto poco a poco se fue escabullendo el bolo hasta que extrajo todo el gran cipote de mi interior. Lo tranquilice un poco, por suerte estaba cansado y lo eché en el piso, me arrodillé a su lado y empecé a mamárselo, le agarré la tremenda bola formada y cada vez que le apretaba salían chisquetes de lefa. Me acerqué con la boca abierta para probar su néctar, su semen, no les miento, lo sentía algo raro pero nada desagradable. La mitad del semen no atinaba en dentro de mi boca y la otra mitad me lo tragaba. Estuve ahí chupándoselo hasta que se le fue durmiendo…, le dejé la polla bien limpia al semental y me eché sobre la cama, él quedó lambiéndose.

Ya un poco en mis cabales, abrí la cortina cuando estaba amaneciendo lo primero que hice fue sacar a Lobo de mi habitación para que Rosario no lo pille dentro y piense algo malo. Sosegada me dirigí al baño me miré al espejo y me sentí puta, depravada y satisfecha, mientras notaba mi vagina condolida llena de semen, mezclado con mi fluido vaginal. Pasaron los días y me fui sintiendo menos culpable, pero no me quito de la cabeza volver a hacerlo… Me preguntaba hasta ese día si podía soportar que un perro de ese tamaño introduzca la bola en mi estrecho coñito. ¿Era esto posible? ¿Alguien lo habrá probado? estas preguntas me las hacía antes de ese día, pero pronto lo pude apreciar, follando con mi perrito casi todos los días. Ya no me importaba dejándome clavar sumisa a mi can, toda una máquina de inseminar. Durante meses me follaba a “Lobo”, llegando a aparearme hasta dos veces en un solo día durante más de una hora fornicando sin parar. Todo aquello pasó y dejé de cuidar a Rosario, como consecuencia también me despedí de mi semental. Pasó el tiempo y como no podía tener mascota, viví aquello como una segunda aventura de la que no me vicié a la espera de conseguir un novio de dos patas, que me quisiera y me hiciera el amor.

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Salió del trabajo, se despidió de sus compañeras y tras intentar quedar con alguien, se quedó más sola que la una. Caliente como estaba se marchó a su casa. Para ella era algo habitual, nunca fue demasiado agraciada en el amor, ni lo suficientemente atractiva para un hombre, a pesar de ser una chica muy fogosa y entregada a su macho cuando conseguía pasar el quicio de su habitación. Tenía ganas de darse un meneíto con sus dedos antes de que llegase la hora de marchar y lo primero que hizo desde la planta veinte del edificio donde trabajaba, fue sacarse las bragas en el ascensor y disfrutar de la lenta bajada del artefacto mientras se acariciaba su barbilampiño chocho, frotando con sus dedos la parte más sensible de su ser… su CLÍTORIS. En tanto subía y bajaba sus dedos, su fluido vaginal chorreó entre los dedos. Las bragas guardadas en el bolso, sus muslos pringados de sus propios fluidos y el conejo a punto de reventar, así se hallaba cuando se detuvo el ascensor y salió sin más. Apenas había nadie en el edificio y lo que acababa de hacer subió más su calentura, se repuso bien su minifalda y como si no hubiera pasado nada siguió camino a su automóvil para poner destino a casa…. 
Llegó a casa y antes que nada abrió bien sus piernas y colocó sus dedos donde bien sabía hacerlo, se acarició con relax, se detuvo donde tenía que hacerlo, alguno de sus dedos se perdieron dentro de su cuerpo, aceleró sus movimientos, de vez en cuando se detenía, alcanzaba casi el orgasmo para volver a quedarse quieta, estuvo así durante bastante tiempo hasta que el cuerpo no pudo más y obtuvo una explosión de placer. Ese fin de semana no tenía planes, se quedó a solas, sus amistades y conocidos tenían que estudiar o se habían marchado de viaje, en definitiva tenían ocupaciones varias, así que se quedó sola y aburrida. Decidió ir a la playa, a una casa que tiene para alquilar, pero como todavía no era temporada la tenía a su disponibilidad, así que aquella tarde de viernes, se marchó a disfrutar del sol y del ocio en su paradisíaco rincón. Era mayo, una noche especialmente calurosa para esa fecha… Las temperaturas están cambiando radicalmente… “¿Será verdad lo del cambio climático?” Pensaba, mientras se acomodaba desnudándose. No había nada que hacer, no tenía con quien salir, estaba sola, de noche no podía tomar el sol, desnuda como acostumbraba y como era tarde, se marchó directamente a la cama tras darse una ducha relajante.

Llegó el amanecer, había descansado como hacía tiempo que no lo hacía, por lo que se despertó temprano. Ahora qué hago yo a las siete de la mañana y con los ojos abiertos como un búho. Totalmente despejada se le ocurrió que podría ir a hacer running por la playa, a esas horas no molestaría a nadie y menos por donde ella solía correr. Se puso su excitante y delgado bikini, se colocó los cascos para ir escuchando música y comenzó una carrera casi hasta el fin del mundo, por la orilla de la playa. A pesar de la hora que era ya se empezaba a acumularse el público, el agua debía estar helada pues nadie se bañaba y ella comenzó su carrera hacia ese lugar donde pensaba que a nadie molestaría y evitaría también molestas miradas y comentarios extraños. Su constante running le estaba desentumeciendo los músculos y las articulaciones, la música le estaba dando vida y el continuo correr le maravillaba, cuando más lejos iba, menos gente observaba, eso sí, la gente con la que se cruzaba cada vez tenía menos prendas de vestir en su cuerpo, unas enseñaban sus tetas, algunas otras sus tetas y sus pezones erectos, había quien sacaba pecho a su lado como intentando comprometer. También se encontraban las que mostraban su vagina rasurada al aire, alguna de las cuales abrían sus piernas para mostrar dicho encanto a la corredora. También se cruzó con algún que otro ejemplar masculino que acababa de despelotarse, otros que tenían el miembro totalmente erecto, y algún que otro que a su paso, mostraba como se masturbaba, incitándola a cosas que ella no tenía en mente, aunque en algún momento sintió como se le endurecían los pezones. 
Llegó un momento en que vio al lejos un perro pastor alemán, parecía abandonado, perdido, desorientado. A ella como le gustaban los perros, le hizo una señal que quiso que fuera un saludo momentáneo, pero el animal se percató y comenzó a correr en paralelo al lado suyo, tomó el mismo ritmo y la velocidad constante de ella. Después se arrepintió y por mucho que quiso que se alejara, intentándolo en varias ocasiones, no consiguió que se separara de su lado y tuvo que aguantarlo durante todo el trayecto hasta que tuvo que tomar aire y se detuvo a descansar. Se tumbó todo lo larga de su envergadura en la arena fina y semi mojada de la orilla, abrió sus piernas y brazos, hizo unas cuantas veces el ángel y se quedó quieta. El perro no descansaba, la rodeaba, le daba vueltas, le saltaba por encima, le olía todo, ella dejó al descubierto sus tetas que con el paso una fresca brisa que se levantó se le pusieron duros sus pezones que apuntaban al cielo. El perro, curioso por naturaleza, se percató y muy astuto él, fue a probar aquello que tan atractivo le pareció.

Empezó a lamer, ella disfrutaba con las caricias rasposas de su lengua…, de siempre le gustaban los perros, no en vano había follado con más perros que con humanos…solo había tenidos dos novios que la follaron y a las pocas semanas la dejaron. Con 24 años no se sentía tan desgraciada como unos años atrás con acné, timidez y nada que ofrecer excepto su calentura de hembra muy entregada al folleteo. No siempre le fue suficiente, menos a esos dos pavos que se la follaron simulando ser su novio. El caso es que ahora se sentía más segura de sí misma y disfrutaba de su soledad como nunca, y de las amigas que tanto le costó encontrar…. La brisa le acariciaba todo el cuerpo acompañado del canino lamiendo desordenadamente toda su hechura, sobre todo por las zonas abultadas, como los pechos y la cara, de vez en cuando bajaba hasta las rodillas puesto que las tenía flexionadas. 
Hubo un momento en que hizo una pausa, no le lamía, eso la estaba poniendo un poco nerviosa, ya parecía como si lo necesitara, pero le vino bien unos segundos de relax para acercar sus manos a su vagina y acariciarse lentamente, pensando que alguien le acompañaba en ese caliente momento. Acarició por arriba, abrió los labios, acarició los mismos, entremetía un par de dedos que sacaba chorreando, de vez en cuando aumentaba la velocidad, sentía que se corría y se detenía, paseaba sus dedos por toda la vagina, por fuera y por dentro, alcanzaba con sus dedos su ano que también era penetrado, sólo por la yema de sus dedos, también sentía placer por ese sitio. Le encantaba ser utilizada por todos los agujeros que poseía. Uno de sus novios prefería darle por el culo a follarla como Dios manda. No tardó mucho en sentir una brisa en su pelada almeja, pensó que de nuevo se levantaba un poco de viento, pero sólo iba dirigido a su vagina, sentía fluir los aires por sus labios abiertos, su clítoris también lo sentía, se incorporó un poco porque no sentía más vientos que en su pubis y fue cuando averiguó que era el perro el que resoplaba sobre su coño.

Instantáneamente cerró sus piernas, no se podía creer lo que le estaba ocurriendo…había excitado al animal, lo cual le traía viejos recuerdos de las veces que fue follada por sus amantes caninos. Solo le entró un poco de pánico por el lugar donde estaba y lo desconocido que era para ella aquella bestia, aunque también sabía que muchas mujeres practicaban con sus animales de compañía cuando estaban demasiado solas, bueno, también sabía de alguna que no estaba tan sola y también lo hacía, las macotas se calientan rápido y las tienen a mano en casa...en un par de minutos tienen a su perro caliente para darle la follada rápida que precisan sin explicaciones ni compasiones. Muchas amas de casa los utilizan de consolador, mucho más excitante que el frío trozo de plástico sin vida, dándote además el cariño justo necesario en esos instantes. 
Ese rápido pensamiento le hizo volver la vista a un lado, al otro, comprobar que de verdad estaba sola del todo, acompañada de su nuevo amigo y volvió a abrir sus piernas, pero esta vez, no abrió solo sus piernas, sino también sus sonrosados labios, parecía una pequeña mariposa a punto de iniciar un vuelo interminable pero lo que realmente empezó fue una sucesión de suspiros y jadeos que no se le acabarían nunca. Lo curioso y sorprendente fue que el perro sabía aprovechar muy bien su lengua, la pasaba en toda su longitud, le hacía sentir su largo músculo desde el final hasta el principio paseando por sus ya chorreando labios vaginales, no se detenía para nada, su estómago no paraba de subir y bajar con sus desesperados y agradecidos suspiros, no podía más, sentía que se acercaba un orgasmo imposible de conseguir en días. No pudo evitar mover sus caderas hacia arriba y hacia abajo, siguiéndole el perro con su lengua constantemente, y al mismo tiempo también observó que el canino movía sus cuartos traseros, dejando entrever una  tranca picuda. 
En principio eso también le causó impacto, ver que el perro estaba preparado para follársela. Moviéndose como loca observando el cipote del canino totalmente fuera de su funda, una verga rojiza y extensa como a ella le gustan. Al final consiguió sentir lo que se siente en casos como esos, un orgasmo fenomenal y cerró sus piernas poniendo un dedo en el centro de su vagina y sintiendo como sus labios se abrían y cerraban soltando hasta la última gota de fluido. El perro, que sabía que su cometido había sido conseguido acercó sus patas traseras a su otra mano y siguió enseñando un poco más de su verga mientras descansaba, ella arrimó su mano libre para acariciarle y se llevó una gran sorpresa cuando asomó otro trozo más del polla que empezaba a descubrir. Se relajó y se quedó adormilada de puro gusto y placer.
Pasaron unos minutos, se espabiló, vio que el perro dormía con su cabeza apoyada en su estómago, a su cabeza se le vinieron pensamientos extraños, pensando en cómo agradecer a tan macho animal… chuparle la polla o simplemente hacerle una paja, no sabía que le gustaría al pobre animal, por lo que no se atrevía a ponerlos en marcha. De tanto pensar se comenzó a calentar ella solita, en nada comenzaba a introducir sus dedos en su propia vagina comenzó a hacerle una paja al durmiente animal. Y mira por donde empezó a asomar de nuevo la polla del perro, eso le hizo subir la temperatura al máximo y sus dedos acariciaban sus labios, su clítoris, se buscaba el punto G, en fin, se puso caliente a más no poder. 
El perro se incorporó y se puso a dar vueltas alrededor de ella… lo poquito que le salía de su funda al perro, fue por la razón que hizo que se incorporara sobre sus rodillas y sus manos, no se lo pensó dos veces y se puso en posición de cuatro patas como una perra, pensando que ya que estaba allí, lo iba a aprovechar todo al cien por cien. El animal seguía dando vueltas, y ella, como parecía que no la veía, se puso a intentar posicionarse por donde él estaba ofreciéndose como una perra en celo. Llegó un momento en que intentó montarla pero solo rozaba con la punta por encima de su culo, no atinaba al agujero del ano, ni a la raja del coño, ella se empezaba a desesperar. Decidió recostarse sobre la espalda y que se la follara en la posición del misionero, no era la más adecuada para un perro, no obstante había que probarlo. Se abrió de piernas colocándose en la posición y altura correcta, y ella tuvo que darle la solución, como era atlética levantó un poco su cuerpo sobre sus pies dejando al aire el culo, acercando la vagina a la altura de la polla prominente del animal y en uno de sus fugaces movimientos, ¡¡¡ZAS!!! La empitonó bien. Le metió todo el trozo que tenía hasta ese momento fuera, que ya era considerable y del empujón emitió un grito al sentir al animal como la clavaba sin compasión, como si a una perra se tratara. El semental consiguió mantener el equilibrio en tanto atravesaba a la chica.




Sentía la polla dentro de la hembra posicionada con el culo algo levantado para recibir a esa máquina de follar. El perro empezó a menearse como loco, ya lo había impacientado y empezó a moverse como es debido, bombeando a un ritmo frenético. Ella disfrutaba de esa follada inesperada y sentía como dentro de sí misma crecía la verga del canino. Estaba loca de contenta, por haber sentido tanto placer y por sentirlo ahora y por darle placer a su inesperado amante. En menos de un minuto y tras haber sentido algo grueso entrar de sopetón en su interior, la famosa bola, se separó el perro de su desesperada perra, continuó moviéndose como loco y mostró la longitud de lo que había tenido dentro a la chica. Por un momento suspiró por no haberse quedado abotagada, pero por otro, seguía cachonda…tenía ganas de redescubrir el semen perruno olvidado… volvió a posicionarse. El morbo la arrastraba a seguir siendo follada por el can, de esa forma, nuevamente el perro volvió a su misión. Su cipote se había vuelto a enfundar, pero como ya conocía su tarea, pronto se subió a su perra amada, se posicionó correctamente y en menos de diez segundos la verga alcanzó la longitud adecuada y la había incrustado en el acogedor coñito dela damisela, puesto que la vagina de la joven estaba todavía mojada de la última vez y tenía “las puertas abiertas” para quien quisiera entrar. Esta vez no duró tan poco como antes, el perro se meneaba bien empujando con fortaleza electrificante, había aprendido pronto, muy pronto, ella disfrutaba como una perra. Su lengua le salía como si estuviera seca, sedienta, esta vez el grosor se hizo el doble, tras tenerlo todo metido, no se podía imaginar lo que en esta ocasión estaba invadiendo su vagina. El perro la estaba follando a toda velocidad y sin tiempo para reaccionar le descargó el primer chorro de leche blanca y espesa como nunca la vio en ningún otro animal, más parecida a la de un macho humano que de un canino…

A continuación entró una bola el doble de lo que había visto en otros, esta vez, tardó más de diez minutos en separarse de su semental. Cuando ya por fin no había modo de moverse, con la bola incrustada en el interior de esa vagina distinta, el perro no pudo más que darse media vuelta y ponerse culo con culo contra la mujer, a la que se le abrían y cerraban los labios vaginales, de las sensaciones que sentía al notarse invadida. La chica había obtenido varios orgasmos en la misma follada, pero esos minutos fueron interminables, sintiendo como fluía en su interior lo que el perro ansiaba descargar dentro de ella..., eyaculaba a grandes chorros continuos su preciado néctar de semen espeso, lo cual le sorprendió. La corrida se hacía inacabable eyaculando cantidades ingentes de esperma, que expulsaba a chorritos con un intervalo muy pequeño de tiempo. 
Una vez acabada la corrida canina salió de su interior. Estaban disfrutando los dos como locos, se sintió llena, muy llena tras esos minutos de eyaculaciones perpetuas… salió la bola ejerciendo presión en la boca de su coño hasta que se oyó un ¡¡Plof!! de descorchado de una botella de espumoso. El perro consiguió separar su cuerpo de la hembra recién follada…, se dio media vuelta y empezó a pasar la lengua por donde antes tuvo clavada su polla. Lamía los fluidos que salía del coño de la joven, eso le hacía sentir latir sus labios nuevamente, que se le abrían y cerraban, sentía como se vaciaba y como conseguía un nuevo orgasmo con esa limpieza vaginal que le estaba dando gratuitamente el perro. Ella en compensación le mamó la polla obteniendo unos chorritos de leche extra. Tras finalizar, se tumbó en la arena y volvió a quedarse dormida, el perro se acomodó en su espalda y cual si fuera un trofeo la guardó para que nadie la molestara. Tras descansar un rato, se volvió a poner lo poco que llevaba de traje de baño y caminando y disfrutando de las vistas, mientras se acariciaba su barriga, regresó a su casa… el perro la seguía, parecía que por fin había encontrado una dueña de su altura. Ese perro pastor alemán cruzado con dogo era de una envergadura considerable y lo mejor era su dotación fálica que supera a la media humana no diferencia, lo que verdaderamente me trajo “Sami” apócope de Salami, por la similitud de su polla al producto.

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Tengo veinticinco años, casada y un hijo de un añitoPor fin, gracias a mi perro conocí a un hombre que se fijara en mí, mi marido, un amante de los animales como yo. En el término amante a Pedro no le especifiqué hasta que punto de amor llegaba con ellos. Si bien soy de estatura normal y algo delgada con el embarazo he cogido algo de peso, un aumento considerablemente. Todo tiene un comienzo y un por qué, he tenido una experiencia en el transcurso de mi embarazo que tiene rasgos muy especiales. La gran parte de mi vida fui una chica algo decorosa, mi esposo fue con el tercer hombre que tuve relaciones, con los dos anteriores fue algo pasajero y egoísta por su parte, tan fugaz que ni me acuerdo de ello…, posiblemente por haberse dado las cosas en el momento inoportuno o por alguna otra razón, o por la poca experiencia en ambas partes. El hecho es que no fue algo demasiado agradable, creo que no merece ni ser contado. 
A los 24 años me casé, prácticamente muy poco experimentada, mi esposo diez años mayor, me llevó a descubrir una serie de cosas habituales en una pareja, de alguna manera el fue mi maestro en lo referente al sexo. Por mi lado comencé a curiosear en internet en las páginas referentes al sexo, con las cuales fui descubriendo otras cosas a las cuales me sorprendieron profundamente. A los pocos meses de casarnos quedé embarazada, una gran alegría para ambos, comenzar con los preparativos, el cuarto, la ropita del futuro bebe… Pero Sami, nuestro perro, actuaba de una manera extraña, parecía detectar que algo nuevo había en la familia, diría que estaba celoso. Rondaba demasiado, ya cedió compartiéndome con Pedro y ahora se avecinaba otra persona, lo veía inquieto, esa era la sensación que me producía. A partir de ese momento traté de darle mayor atención, lo sacaba a pasear, lo acariciaba, lo bañaba, si bien eran tareas de mi esposo, supuse que darle esas cosas para no sentirse relegado, y a su vez era una compañía hasta la llegada de mi esposo. Una tarde realizaba los ejercicios habituales para embarazadas, sentada en la alfombra en posición de buda.

Solo tenía puesto mi joggings, y una camiseta muy corta que asomaban mis pechos que iban adquiriendo un interesante volumen. Muy cerca Sami, lo cual, sin dejar de continuar mis practicas, le acaricié la cabeza, supongo que en agradecimiento lamio mi cara y hasta lo hizo con mi panza, que lo sentí como un halago o una demostración de cariño, pero a su vez me produjo un estremecimiento al que no le di demasiada importancia. Como hacia la mayoría de los días, coloqué la correa a mi perro para sacarlo un rato a pasear, al llegar a la plaza, había un par de perros apareándose, Sami forcejeo para acercarse, evidentemente por el acto en sí, o por el olor que captaría de la perra en celo, me era imposible contenerlo, después de unos gritos y tensándole la correa, lo pude contener. En ese instante tuve una fugaz fantasía, bastante morbosa.
Desde siempre ver a dos animales acoplados me produce como una excitación extraña por la que me dejaría ser follada allí mismo. Con sumo esfuerzo salimos del lugar hasta que llegamos a casa. Durante el camino, no niego que se me pasó por la mente tener sexo con Sami, ya que desde que estoy casada apenas le he permitido follarme en unas pocas ocasiones, pero ahora con la panza preñada me daba reparo hacerlo. Durante un par de días, Sami estaba bastante alterado, gruñía sin llegar a ladrar parado frente a la puerta indicaba que quería salir, a pesar de su insistencia, hice caso omiso a sus solicitudes, pero traté de calmarlo como a los chicos, o distraerlo con algo, así que pensé que si lo bañaba, aplacaría su estado alterado, a pesar de mi panza de veinte semanas, preparé los elementos para su aseo. Una vez en la ducha comencé a mojarlo y enjabonarlo, eso pareció calmarlo, así que le hablaba mientras lo lavaba. Mientras lavaba su pecho, tendí mi mano cerca de su bulto viril, tenté en acariciárselo.

Ese contacto fue suficiente para aparecer una punta roja en su extremo, realmente no era la primera vez que lo había notado, sin embargo consideré que no estaba actuando bien, pero por otro lado supuse que estaría necesitado después de tantas semanas sin follarme, así que finalicé el lavado y lo sequé. Durante un lapso de casi un mes, no sucedieron cosas de mayor interés, continuando con mi rutina habitual. Mi estado de preñez me producía gula, comía bastante, pero fundamentalmente me encantaba el helado y generalmente de chocolate. Una tarde mientras hacía mis ejercicios, me dio ansiedad de comer helado, me levanté y fui al frigorífico a buscarlo, me coloqué en posición de buda, y cuchara en mano comencé a consumirlo, como estaba algo líquido, para evitar de manchar mi camiseta, me la quité, quedando mis tetas desnudas. Al poco rato de comer tenía parte del helado en mi panza y en mis tetas, sentía una satisfacción no tener que cuidarme de manchar mi prenda. Al que no tuve en cuenta fue a Sami, que es muy adicto al helado, antes de terminar estaba a mi lado, que rápidamente al notar en mi panza restos del mismo, comenzó a lamerme, me causo gracia, pero a su vez placer, lo dejé y hasta derramé mas sobre mi abdomen. Su lengua recorría la redondez de mi barriga, me producía un cosquilleo excitante, lo poco que quedaba lo puse sobre mis pezones, que no tardó en lamerlos, mis pelos se erizaron, me acosté sobre la alfombra, para disfrutar esos lengüetazos, tan sensuales. 
Metí mi mano entre el joggings, para tocarme y tocarme mientras su lamida era cada vez más seductiva, continúe tendida hasta lograr una precipitada convulsión. Quedé algo sorprendida por lo que había ocasionado, pero todo se fue desencadenando de una manera inconsciente, dejándome llevar por mis impulsos, prometiéndome evitar esas cosas en el futuro. Reconozco que mi estado de futura mamá me ponía más sensible y hasta mis hormonas parecían alterar mi estado voluptuoso, pero a pesar de eso, no paso por mi mente hacer alguna cosa extraña con mi cachorro, y dejarle hacer en mi coño como hacía antes. Creo que las cosas se fueron desenvolviendo de una manera gradual. Días después me había terminado de bañar, como era mi costumbre me fui colocando crema en el cuerpo, mientras untaba mis piernas, recordé el día del helado, mis pensamientos me llevaron a repetirlo.

"¡¿Que tenía de malo solo eran lamidas?!" Pensé, había sido algo placentero, me coloqué las bragas y llamé a Sami, que obedientemente llegó a mi lado. Les ofrecí las piernas y parecía agradarle el sabor a frutillas de la crema. Me tendí sobre la cama y su lengua comenzó a hurgar entre los dedos del pie. Sus lamidas ásperas y rápidas sensibilizaban todo mi cuerpo como si de un centro de masaje se tratase ¡Me encantaba ser lamida por mi can!, ese contacto en mi piel me llevaba a un estado de éxtasis, me giré y deje que su lengua se contactara con la planta de mis pies, uno de mis puntos más sensibles, que me trasladaban rápidamente a un estado de exaltación. El perro se montó sobre la cama, para continuar lamiendo por mis piernas, las separé un poco continuando con su trabajo, al rozar mi entrepierna, me alteré de sobremanera, llevé mi mano dentro de mi braga, para tocar mi raja muy húmeda, como consecuencia de la impactante lengua en contacto con mi perceptiva piel. 
Me bajé algo mis bragas, y su lengua friccionaba entre mis cachetes, al pasar por mi ano, un orgasmo se hizo dueña de mí. Mis ubres se alteraron, sintiendo una sensación de exaltación en todo mi cuerpo, saqué al perro automáticamente, aunque aún mantenía ese arrebato, mis pezones estaban bastante rígidos, al igual que lo sucedido en aquella oportunidad. Me mantuve un rato inmóvil, y sin pensarlo demasiado, me unté de más de crema mis tetas e invité a Sami a degustarlas. Inmediatamente volvió a subirse a la cama, me tumbé sobre ella y su lengua friccionaba mis pezones con bastante voracidad, a medida que iba consumido la crema, recorría mi cuerpo en los lugares que aun perduraban, cuello, brazos, y sobre todo por mi panza. No sé si por los nervios, la tensión, el estado de exaltación en que me había puesto, pero terminé mojándome como una perra, nunca mejor dicho. Me bajé mis bragas, y apenas quedó en descubierto mi coño, Sami de una manera vertiginosa y terminante, se dirigió a mi cavidad a lamer ese crisol de líquidos expedidos.

¡Cerré mis piernas instintivamente!, pero su hocico trataba de introducirlo en esa zona, de manera desvergonzada… calenturienta con ganas de volver a sentir la tranca de mi perrito, las separé lentamente, hasta sentir su lengua deglutir mis flujos, sin pensar demasiado eleve mi culo, y entregué mi vagina a su acelerada lengua. Sus lamidas eran insaciables y veloces, la aspereza de su lengua perturbaba todos mis sentidos, mi clítoris se alteraba al paso de cada lengüetazo, mis manos apretaban mis tetas prominentes de premamá, hasta oprimir mis empinados pezones con mis dedos, no tardé en correrme. Al sentirme bastante aplacada me abochorné por lo que había hecho, aunque no dejé de gozar ampliamente, de ese sexo oral canino. No quise continuar, pensaba que me estaba extralimitando, era una mujer casada y además engendrando un hijo. Si bien me contenía, en el fondo lo deseaba se comenzó a crear una especie de dependencia mutua, lo buscaba y jugueteaba con él, era una travesura que poco a poco fue adquiriendo un contexto bastante sexual, no por mi parte sino que lo apreciaba por mi mascota. 
Sami necesitaba desahogarse dentro de un hembra, yo temía de su fortaleza penetrando profundo su largo cipote, temiendo produjese daño a mi preñez. Sin embargo verlo tan entregado y yo tan cachonda, limó en parte el temor y comenzó a producirme una especie de motivación, su manera de olfatearme y su lengua que intentaba pasar por mi piel, ayudó a que me fuese destensando… sentía el deseo de entregarme a mi perro. Ya estaba superando casi la vigésima semana, mi esposo había tenido que viajar sola esa noche, llamé a una amiga pero no podía acompañarme, no era miedosa pero no me agradaba la soledad de la noche. Me fui a la habitación me quité la ropa y me coloqué una bata sobre mi ropa interior, regresé a la sala, sin decidir qué hacer, opté por ver la televisión, nada me conformaba, Sami dormitaba en un rincón de la sala. Me acerqué, para hacer algo, lo agarré me tiré sobre él, jugueteé hasta que en un momento quedé bajo el perro, toqué su bulto viril y empezó a asomar su verga roja.





Seguí hasta hacerla desenfundar totalmente, quedé impactada por su tamaño…, me quité la bata hasta quedarme solo en mi ropa íntima, mis bragas apenas cubrían mi coño hinchado como consecuencia de mi preñado, y mis tetas afloraban de mi sostén que ya iba quedando chico. Su verga me estaba excitando, con un poco de lujuria la toque con la punta de mi lengua, Sami quedó estático disfrutando de lo que le había proporcionado, aparentemente en espera de más, pensé que ambos disfrutábamos, poco a poco me fui posesionando, hasta acercar mis labios a su punta y succionarla. Comencé a mamársela con osadía durante unos minutos y entonces soltó un corto chorrito de líquido seminal humedeció mis labios. En ese preciso momento sonó el teléfono, me sobresalté al escucharlo, corrí a atenderlo, era mi esposo que quería tener noticias nuestras, Sami se acercó a mi lado mientras conversaba, me daba la sensación que estaba a la espera que finalizase la tarea de mamársela como era debido y estaba acostumbrado…, se pegaba a mí gimiendo para continuar con lo que le estaba haciendo, cuando terminó la llamada me pareció que estaba mal lo que había hecho, así que opté por colocarme la bata y darlo por acabado.
Mis pensamientos continuaban detenidos en la mamada que le había hecho al perro, y realmente me excitaba ese trabajo fálico, me había especializado en felaciones caninas, pero traté de no caer nuevamente en eso. Sami se acercó para olfatear nuevamente entre mis piernas, traté de evitarlo pero la tentación fue mayor, decidí dejarlo, realmente me atraía la idea de volver a dejarle que me follase. Me abrí la bata, y mis piernas, su lengua se hacía sentir a través de mi prenda, la desplace un poco para disfrutarla directamente, me fue llevando a un estado bastante excitante. Me saqué la bata, y desprendí mi sostén, mis tetas cayeron como consecuencia de su volumen, bajé un poco mis bragas, hasta que decidí quitármelas. Me tiré en el sillón bien abierta, mientras su lengua disfrutaba de mi vagina impregnando toda la vulva de su saliva y de sus lametones…,

Cada lengüetazo me aumentaba mi excitación, que hacía llegar a desearlo. Me tendí sobre la alfombra, para estar más cómoda, la lengua friccionaba toda mi raja, pero cada vez que lijaba mi clítoris erizaba todo mi cuerpo, mis labios vaginales parecían hincharse, por ese acoso. Me giré para disfrutar esa lamida, elevando mí culo, para tener un goce más pleno, ese constante roce de su lengua en mis dos cavidades, me habían envuelto en un estado de enajenación, había perdido el contacto con lo que me rodeaba. En un momento dado, con cierta rudeza se montó sobre mí, aprisionándome con sus patas y bombeándome con la intención de introducir su vigoroso cipote en mi mojada vagina. En ese instante reaccioné ante lo que sucedería, quise detenerlo, pero la manera imperiosa en que trataba de penetrarme, hizo sentirme dominada por esa bestia, que inconscientemente o no, me fui entregando de una manera dócil, sumisa y perra. 
Me excitaba ese tipo de relación en que un animal se hiciera dueño de mí, apareándose como si fuese su hembra, y en realidad en ese instante sentí esa impresión. Apenas aprecié la punta de su verga rozar las paredes de mi vagina levanté más mi culo, y en un instante la había introducido en mi vulva partiéndomela de manera enérgica y tenaz me aprisionó con sus patas. Poseída por Sami, notaba como su verga entraba y salía de mi coño de una manera muy rápida e intensa, comenzó a cabalgarme con toda su energía frenética… llegaron los lejanos recuerdos de mi primera vez con Eros. Cada vez que insertaba su aparatosa verga en mi coño, parecía chocar contra la cavidad de mi útero. Inconscientemente me fui entregando a su voraz apetito sexual, me encantaba sentirme ultrajada y poseída por una bestia, sin raciocinio no dejaba de excitarme esa situación tan obscena y morbosa. Trataba de proteger mi criatura, aunque no dejaba de gozar de esa manera violenta con que me estaba fornicando mi mascota. Me sentí en un estado salvaje me consideraba totalmente complacida, ese macho bestial aplacaba su ansia sexual en mi cuerpo como no lo haría en una perra.
Yo apaciguada en la medida que la excitación se apoderaba de mis instintos, me fui entregado de manera sumisa y hasta sometida al domino de mi macho semental…, se lo entregaba todo sin condicionamientos. Percibía como su verga, crecía dentro de mi vagina expandiendo mis paredes internas, y sus patas se incrustaban en mi piel, ante cada impulsivo empellón que efectuaba. Le agarré de los grandes huevos colganderos y con ello parecía introducir más su polla en mi cavidad vaginal. La sensación suave de los testículos me excitaba, sabiendo que de esas pelotas saldría la lefa que me inundaría en poco tiempo, que su esencia masculina sería mía muy pronto, mientras mis tetas las vapuleaban al unísono de esas impactantes sacudidas en duros empujones viriles. 
Gritaba y gemía ante ese despiadado acoso, ya no recordaba haber sido penetrada con esa intensidad y devoción por Sami ni por otro canino…, me encantaba esa manera tan arrebatada de ser apareada, de poseerme al percibir su verga frotando las paredes de mi vagina y ser dominada por un macho. Mientras tanto percibía el violento e instintivo de entrar y salir de su aparato reproductor gozándolo, me sentí poseída y hasta subyugada por el deseo de perpetuar la especia de ese animal. Su verga debía de haber adquirido su mayor tamaño, cuando sentí un atascamiento en la entrada de mi matriz, e inmediatamente su semen fue vertido en la entrada del útero... Fue un orgasmo imponente, el atascamiento duro unos escasos minutos…sentía en mi interior como palpitaba su miembro eyaculando chorros y chorros de esperma para preñarme…, su único objetivo final era desahogarse y procrear, aún sin saber que nunca lograría preñarme. En un espejo pude observar nuestro apareamiento, me pareció algo morboso, al verme a cuatro patas, con mi panza bien preñada, mis tetas colgando, y al perro jadeando con su cuerpo apoyado sobre el mío con aire de dominio. En un rudo y rápido esfuerzo, desarraigó su verga de mi interior, fue algo doloroso porque lo hizo de golpe desabotonándome muy rápido…un reguero de esperma le siguió al desacople genital.

De inmediato relamió un poco mi vagina y se fue a un rincón a lamer su cipote aún erecto. Yo me recosté percibiendo verter su leche de mi matriz. Por un momento, me sentí ridícula, como abandonada y hasta usada, a pesar de haberlo permitido que me inseminara ahora que ya tenía a mi esposo que se encargaba de ello muy bien. Mi cabeza daba vueltas, me consideraba muy mala ama y esposa, sudorosa, sucia por dentro y por fuera. No comprendía bien como había llegado a ese punto de haber permitido ser apareada por mi mascota estando preñada, pero comprendí que había caído en la trampa del placer, sin apenas darme cuenta, por una parte sentía remordimientos, pero por otra recordaba el gusto que había soportado y había merecido la pena. 

Con todas mis mascotas he practicado sexo, todas han sido elegidas machos con tal intención final, y siempre es una experiencia que no puedo olvidar, me gusta y lo gozo con ellos, y aunque me digo que nunca más volveré a repetirlo, lo cierto es que me excita tanto y es tan cómodo follar con mis perros que no lo abandonaré nunca mientras viva y me apetezca ser follada, usada, dominada e inseminada por una bestia fornicadora...unos auténticos sementales. 





Después de tener a mi hijo, noté como Sami seguía reclamando su espacio sexual en casa, sabiendo cómo controlar a mi macho canino le daba su tranquilizante semanal una o dos veces, más estando sola en casa la mayor parte del tiempo, con mi marido en horas y horas de trabajo encadenadas. Mi perro suplía lo que Pedro no me daba. Así pasamos varios años hasta que el pobre perdió interés por mí, por su edad o por aburrimiento marital…, no tardé en adoptar a otro tras probar a varios de la perrera. Siempre los pedía de una raza que albergara una buena polla, finalmente me quedé con un Labrador Retriever, que durante años hizo mis delicias follándome casi a diario. Que más le podía pedir a la vida ese chucho tras sacarlo de la perrera donde se hallaba enclaustrado…tenía un hogar donde lo cuidaban, lo amaban y acariciaban, le daban de comer, lo paseaban y era uno más de la familia…para colmo se erigió como el macho alfa de la casa follándose a la dueña a su antojo. Bien alimentado y mejor follado, mi hogar era su paraíso para ese CAN, del cual nunca se querría marchar… su fidelidad demostraba lo bien acoplado que se encontraba con nosotros, en especial con la dueña del coño que tanto le gustaba follarse deseando PREÑARME. Toda esa fogosidad la desparramaba con mi esposo cuando se encontraba en casa… él sí que podía preñarme y lo consiguió otra vez.

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