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UNA HISTORIA DE AMOR. Y si tú no has de volver...

    "Y si tú no has de volver" 1ª PARTE "Una para el otro y otra para el uno". Esa frase la repite una y otra vez mi ...

¡Lulú! Oui c’est moi. 1º Capítulo




Correr la cortina del sexo. Me llamo Lucinda, pero todos en la villa me llaman Lulú. Nací en una villa pobre de la Alcarria. La ciudad más próxima estaba a una hora en coche. Nuestra casa era muy rústica, construida con paredes de ladrillos macizo y el resto con chapas de zinc sobre una techumbre de madera aislada con lana de roca. Saliendo por la puerta nos encontrábamos con la vista de un campo extenso, montañas al frente con inmensas pinadas y encinares… más allá los campos de maíz y cereales donde se trabajaba. Esta casa tenía una habitación donde dormían mis padres y otra donde dormía con mis tres hermanos menores. Luego había otro espacio diáfano del que formaba parte la cocina y comedor.

Los recuerdos más fuertes que me surgen desde que tengo conciencia son, esa vista que era mi reino así como jugar con mis hermanos y los niños vecinos. Yo era la única niña del lugar de esa edad, las otras dos eran apenas unas niñas de tres y cuatro años. Saltar en el pequeño riachuelo desde la rama de un árbol, era una de las aventuras más excitantes. Así pasaron mis años de niña. Ya entrada en la edad en que comienzan las curiosidades, durante la noche cuando nos acostábamos a dormir y me concentraba escuchando los sonidos de la noche… los lobos, los graznidos de aves nocturnas, y entre ellos se mezclaba el rumor de mis padres hablando en voz baja, luego los jadeos de mis padres fornicando con el chirriar cadencioso de la cama. Todos esos sonidos eran conocidos por mí desde que tenía uso de razón, por lo que me ayudaban a dormir finalmente. Pero siempre esperaba el ronco gemido de mi padre y el suspiro de mamá del momento final cuando papá se corría dentro de mi madre, siempre a pelo.

Por la inocencia y vida natural del lugar donde vivíamos, el aprendizaje era diferente al de jóvenes de la ciudad…. Lo que en otras partes consideraban promiscuidad y falta de moral, en lugares así como este, no era algo que fuera socialmente censurable. Por eso al otro día despertaba sin el mínimo interés por recordar lo que había sucedido, donde todo lo que había ocurrido era un estado natural de apareamiento de animales racionales, eso sí. No obstante el cuerpo sabe estar a la altura, por eso durante los años siguientes de mi niñez, me atraía mucho el mayor del grupo de niños llamado Julián, con el que me llevaba de maravilla pese a tener cuatro años más que yo. Él me contaba cosas que lo habían sorprendido cuando viajaba a la capital. Transcurrido el tiempo nos hicimos muy amigos y él fue quien me despertó acerca de la diferencia sexual entre machos y hembras…y el porqué de sus actos. Por esta razón desde entonces le puse más atención a los ruidos de la noche en casa. Curiosa seguí preguntando cómo sería el apareamiento de mis padres. Julián me preguntó si me había animado a mirarlos.

– No. Nunca entro en su cuarto – le comenté.

– En mi casa los veo casi siempre porque mi casa no es como la tuya. Solo está la cocina y el cuarto para dormir. Veo como mi madre se abre de piernas y papá le mete la verga.

Cada vez me interesaba más en saber todo ese mundo fascinante de las relaciones entre un hombre y su mujer. Él fue también quien me enseñó cómo llamaban los mayores a los sexos, al acto y a todo lo que rodeaba esa acción. Supe cómo acababa el hombre corriéndose dentro de la mujer, de cómo se besaban en los labios y que los sexos se llamaban verga y coño entre otros nombres. De cómo la metía el hombre en la mujer y todos los demás detalles. Y así pasó el tiempo. Pasé la etapa de la inocencia y de poca información por el lugar donde habitábamos. La situación en que se vivía en esa villa era demasiado precaria… un solo profesor para los doce niños de diferentes edades, hasta que finalmente surgió el cambio significante en mi vida…. Era febrero, invierno muy severo. Mis padres me dejaron en casa de los padres de Julián, porque ellos se debían ir a la capital para solicitar la documentación para salir de España. Luego harían compras y volverían en la camioneta.

Como los trámites tardarían unos días, se quedarían en casa de la hermana de mi madre, en el barrio de San Blas, un apartamento pequeño de solo tres habitaciones para los 6 que serían. La mamá de Julián, se llama Rosa. Era un poco llenita, joven, con cara bonita. El papá llamado Arturo, un poco mayor pero con cuerpo fuerte, de cara curtida por los años en el campo. Eran un poco más pudientes que nosotros, pero poseían una casa más pequeña allí. Mis hermanos se quedaron con otro vecino. Tomé mi camiseta de dormir y el resto de los días iría a mi casa que estaba a veinte metros a cambiarme de ropa. Cuando entré a dejar mi camiseta lista para la noche. La habitación era bien estrecha y había dos camas, las de sus padres y la de él… me hizo recordar lo que me había comentado sobre como follaban sus padres a su lado.

Ese día tras las clases, lo pasamos corriendo detrás de una pelota semi desinflada, luego jugamos a las escondidas, después armamos una casita con unas maderas, clavos y martillo hasta que nos llamaron a cenar. Estábamos algo agotados, pero tuvimos que ayudar a limpiar los platos. Terminada la tarea nos ayudaron a tender la cama junto a la única ventana de la casa, con sábanas separadas para mí y Julián. La frazada era una sola. Las camas estaban prácticamente pegadas. Una vez que me quité la ropa y me puse mi camiseta que servía de pijama, me quedé dormida casi de inmediato. No sé cuánto tiempo pasó hasta que me despertó la mano de Julián en mi cadera. Estaba bien arrimado a mí y dentro de mis sábanas. Me sorprendí porque nunca había estado así con nadie con la edad suficiente como para tener relaciones, como tampoco me había imaginado que fuera a estar en una situación así con él.

Me susurró al oído… – Míralos. Ya empezaron.

Yo estaba girada en dirección a la cama de sus padres y por la luz de la luna pude ver claramente la silueta sus cuerpos… luego más nítidamente los detalles. Se movían en silencio. Unos segundos después escuché claramente que ella le decía a su esposo… – Asiii… ahhh

Arturo miró hacia nuestra cama y entrecerré los ojos por las dudas, pero los volví a abrir y vi cuando le hacía señas a su esposa para que se silenciara. Finalmente cuando acostumbré bien mis ojos a esa claridad me di cuenta que él estaba totalmente desnudo acostado entre las piernas de Rosa. Y se movían lentamente agitando su cadera. Toda esta nueva información de imágenes me llegó en cuestión de segundos y las historias que me había contado Julián iban tomando forma de realidad. Detrás de mí él apretó mi cintura y sentí su polla contra mi culito. Me di la vuelta con cara de interrogante, él me hizo señas para que guardara silencio. Pegando su boca a mi oído… – Solo míralos y escucha… le está metiendo la verga a fondo ¡¿Oyes?!

Volví a mirar hacia esa cama y el padre de Julián besaba en la boca a su esposa mientras movía la cintura subiendo y bajando el culo. Destapados por los vaivenes y mis ojos acostumbrados a la penumbra, veía el cuerpo de Arturo empujando entre las piernas de Rosa, le metía contundentes hincadas sacándole gemidos. Estaban follando como me había dicho Julián en sus historias sobre el acto sexual. Era algo que había escuchado pero que nunca había visto en directo, despertando más la curiosidad para no perderme detalle, porque nunca llegué a imaginarme cómo sería en la realidad ser follada por un macho.

Entonces fue cuando Julián me levantó la camiseta hasta la cintura y apretó su dura verga entre mis nalgas mientras observa lo que pasaba en la cama de al lado. Todo mi conocimiento y mi forma de sentir parecieron cambiar en un instante… Sentí calor, sentí algo en mi estómago y un síntoma de placer en la parte superior de mi coñito. Además se apoderó de mí el deseo de que no se fuera a separar, e inconscientemente empujé mi culo hacia atrás haciéndole saber que no quería dejarlo ir. Otra vez la boca de Julián se pegaba a mi oído… ¡noté más calor!

– Así los veo siempre, y por eso se me pone dura la polla deseando follarla como mi padre…

No sé si entendí bien, pero me dio la impresión que a él le gustaría follarse a su madre también, y entonces se movió restregándose en mi culo de abajo hacia arriba todo el cipote endurecido. Sentí lo que fue mi primera excitación física…. Mientras todo esto pasaba, nunca pasó por mi mente si estaba bien o mal. Simplemente me dejaba llevar por el momento. Me encantaba ver a Arturo sobre su esposa al lado mío, a escasos centímetros de mí. Podía percibir un nuevo olor que excitaba. Y por la luz, cuando Arturo giraba en la cama para recostarse de espaldas, vi por primera vez la verga endurecida de un hombre. Rosa se montó encima. Mi mente volaba y mi cuerpo sentía a Julián. No quería perderme ningún detalle. Pero también me asustaba un poco. Estaba nerviosa y confusa por todo lo que acontecía.

– ¿Te sientes bien así? – me susurró bien bajito y bien pegado a mi oído nuevamente.

Le dije que si moviendo la cabeza afirmativamente.

– ¿Te gusta sentirme? – me dijo restregándome su polla entre las nalgas.

Otra vez hice el mismo gesto afirmativo… solo era una preadolescente, pero mi curiosidad y la ociosidad hacen que debido a una convivencia tan cercana, las cosas ocurran de manera más natural que en una ciudad. Eso me gustaba cada vez más. Vi a la madre quitarse el camisón e inclinarse para poner sus tetas en la boca del marido. Él se las chupaba como si fuera una papaya, le colgaban grandes y hermosas para gozarlas por su esposo y alimentar bien a su prole. Y en ese mismo instante la mano de Julián se metía por entre mi camiseta hasta llegar a mis tetitas diminutas comparadas con las de Rosa. Sus dedos se pasearon por mi pezón, que sí eran bien crecidos, hinchados como ojivas. Fue como un golpe de electricidad que se comunicó con mi sexo encendido. En tanto, al lado nuestro se aceleraban los movimientos y los jadeos habían aumentado un poco el volumen conservando el estilo de susurro y…

– ¡Ay! ¡Ahora…! ¡Dámelo! – dijo la señora moviendo las caderas con más violencia.

– ¡Toma! ¡Ummm! ¡Aaagg! – susurró el marido gimiendo después en el instante de eyacular

Siguieron ese loco movimiento gimiendo, hasta que de repente dejaron casi de moverse. Seguían besándose abrazados. Por supuesto que ya sabía lo que había pasado, pero solo podía imaginar los sentimientos de ella. Siempre fui muy intuitiva. A lo mejor lo desarrollé más porque nadie me explicaba nada y tenía que sacar conclusiones propias con las experiencias nuevas hasta que mi amigo me lo había contado…. Julián bajó la mano y me quitó las bragas. Cuando regresó a la posición que estábamos me besó el cuello y por detrás sentí su polla intentar colarse entre mis piernas. Las abrí un poco para darle paso y las cerré apretándolo. No sé cómo explicarlo, pero me gustaba demasiado.

– Me gusta hacerlo contigo… – dijo él apoyando otra vez los labios en mi oreja… me excitaba.

Se movió igual que el padre lo había hecho hace un momento y sentí el ariete resbalando por entre los labios de mi coñito. Sentía la necesidad de que no parase de frotar su polla en mi chochito ¡Se sentía tan bien! Al lado los padres de él se separaron y cada uno se volteó en dirección contraria como para dormir, quedando Arturo acostado de lado con la cara hacia nosotros. Nos quedamos quietos como para no ser descubiertos que habíamos estado despiertos y que habíamos visto todo lo que había pasado. Otro susurro en mi oído…

– ¡No te muevas porque se pueden dar cuenta!

Esperamos pacientemente. El padre se acomodó quedando más cerca de nosotros. Cerró los ojos y minutos después se durmió. El hecho de aliviar la tensión sexual debía de ser muy relajante. Julián seguía detrás de mí. Me tomó la mano y la guio hasta toparme con su polla. Al tocarlo reaccioné como si me hubiera quemado. ¡Nunca había hecho algo así! Retiré la mano de inmediato pero me arrepentí porque en realidad tenía la curiosidad de seguir tocándosela. Por suerte insistió y volvió a llevarme la mano a su tranca otra vez. Su otra mano la deslizó de mis tetas hacia abajo en una acaricia que llegó hasta mi clítoris. Mi mente no podía procesar la velocidad con que se producían los hechos. Estos provocaban nuevas sensaciones y me aferré con más fuerza a esa dureza entre mis dedos. En ese momento me gustaba demasiado todo lo que había visto y lo que estaba pasando…

Julián tomó una de mis piernas y la levantó un poco, pasó su brazo por debajo y lo deslizó entre ellas. Me acariciaba el chochete con toda su mano y el deseo impulsó mis caderas inconscientemente. Me movía sin que yo tuviera control. Mi cuerpo no respondía a mi cerebro. Solté mi coño y él lo llevó a posarse sobre los labios de mi vulva otra vez. La cabeza de su maza mojada se deslizaba en un vaivén delicioso. Me doblé tanto hacia adelante para darle mejor acceso a lo que me ponía tan loquita, que quedé muy cerca de la cara de su padre quien continuaba durmiendo a tan solo treinta centímetros entre nuestras caras…notaba su aliento.

Seguíamos en posición fetal, los dos de lado cuando mis movimientos se tornaron más bruscos por la calentura y accidentalmente provocaron que la cabeza se metiera un poco dentro de mi grieta… gemí sin quererlo. Asustada abrí los ojos por si despertaba al padre. Y pasó lo que no me esperaba. Sus ojos se abrieron y no me dio tiempo para cerrar los míos. Pensé lo peor. Entonces, no sé si por mi cara de aterrorizada por la situación, me sonrió como solidarizándose para tranquilizarme. Justo en ese momento Julián sin saber lo que pasaba entre su padre y yo, la sacó un poco y volvió a empujarla y volví a gemir abriendo más grandes mis ojos sin dejar de mirar a Arturo. Me volvió a sonreír y estirando su brazo acarició mi cara unos segundos retirando la mano de inmediato como para que no lo fuera a ver su hijo, y me hizo el gesto del silencio poniendo su dedo en mis labios para que no dijera nada, lo que me hizo sentir confabulada con él y con este nuevo secreto de mirarnos cómplices. Perdida por el calor irrefrenable de esa situación, sin quererlo también le sonreí con ese deseo que sentía entre mis piernas de tener a un macho dentro de mí.

Julián lo volvía a intentar, pero mi himen no cedía, mi gruta más estrecha debido a esa posición, no le dejaba tampoco avanzar de manera fluida. Arturo no dejaba de mirarme ni yo a él, debía de ver mi cara de putita a la que están desvirgando. Me gustaba verlo, sentía ganas de mirarlo o más bien de sentirlo dentro de mí…eso me parecía aunque fuese su hijo quien introducía el cipote entre mis carnes. No sé por qué pero esa situación me atraía. Entonces Julián empecinado la llevó para la entrada de mi culito. Echó saliva en sus dedos y lo pasó por allí. Volvió a empujar y me dolió. Con mi boca abierta como quejándome en silencio y sin dejar de cruzarnos las miradas su padre y yo, entrecerré los ojos concentrada en lo que me quería hacer… no tenía la menor duda que su padre estaba despierto presenciándolo todo. Entonces Julián apretó con fuerza y me parece que la inexperiencia le provocó una eyaculación prematura. De su pija empezó a emanar ese líquido espeso que se desparramaba por mis nalgas y mis piernas. Me mordí los labios. Cuando terminó de chorrear, Julián se levantó y salió afuera donde estaba el baño. Yo quedé que volaba de deseos y a él no le importó dejarme sin mi orgasmo, según parecía… me dejó sin mi penetración, sin mi desvirgue y en definitiva sin mi merecido placer. Ahí comprendí que los jóvenes eran más egoístas que los maduros. Arturo le dio placer a su esposa, pero Julián no se preocupó de mis necesidades.

En conclusión… Su padre le había dado placer a su madre, pero él culminó sin dármelo a mí… Arturo me seguía mirando y yo a él. Estábamos muy cerca. Nos sonreímos otra vez y él levantó las sábanas de su lado dejándome ver su enorme dura estaca. Se la miré fijamente y subí mis ojos para encontrar los suyos que me provocaban tanta calentura. Me hizo señas para que le alcanzara mi mano. Me la guio. Se la toqué, la rodeé con mis dedos y él se empezó a mover como lo había hecho con su esposa. Era más grande que la que había acariciado hacía unos minutos de su hijo, esta era gruesa sin lograr cerrar mis dedos alrededor y muy larga. Pero al sentir el ruido de su hijo regresando se tapó y yo volví a mi posición.

Julián volvió prácticamente ignorándome y se acostó dándome la espalda. Se durmió en unos minutos con sus huevos vacíos y yo sin llenar, en ese estado de deseo máximo que poco entendía todavía. Yo no sabía cómo calmarme para poder dormir. Volví a abrir los ojos y allí estaban los de Arturo que seguían sonriéndome. Me estiró la mano y yo sin hacerme rogar, en un segundo me prendí otra vez de ese pedazo de carne que me provocaba tanto calor y deseo. Él se arrimó más y sus dedos empezaron a recorrer mi barriguita, bajando hasta acariciar mi ensopado chochete ardiente. Nos mirábamos solamente a los ojos, pero nuestras manos seguían haciendo lo suyo. Volví a sonreírle ahora con más confianza.

Me tomó de la nuca y suavemente me empujó la cabeza hacia abajo hasta que mi boca se encontró con su pedazo duro, el mismo que hacía unos minutos estuvo dentro del coño de Rosa y con su lefa le había llenado el útero. Yo no sabía qué hacer. Me hizo seña con un dedo en su boca para hacerme saber lo que quería que hiciera. Abrí la boca y él empezó a moverse metiéndola y sacándola porque apenas cabía entre mis labios. El sabor al principio era fuerte y salobre, pero a medida que seguía pasando el tiempo iba cambiando por uno más suave y delicioso ¡Fue la primera vez que chupaba una polla! Tenía un sabor que nunca había sentido.

Mi mano seguía aferrándola. Yo había perdido el control de mis sentidos por completo. Su mano guiaba mi nuca para que mantuviera el ritmo de la mamada. Jamás habría pensado que lo que me había contado Julián acerca de chuparla iba a ser tan excitante… Seguía con entusiasmo. Estaba entregada a que Arturo me calmara como fuera posible ese calor que no me abandonaba. Lentamente me la sacó de la boca y me hizo girar muy despacio para que nadie se despertara. Entonces pude ver las espaldas de Julián. Sus ronquidos junto a los de su madre nos daban la tranquilidad para continuar con el proceso de desfloración.

Empujándome de la cintura me hizo deslizar a su cama, con un colchón separado del de su esposa y el del hijo, mientras me abría las sábanas para que me metiera. Los dos estábamos desnudos de la cintura para abajo. Me hizo poner de espaldas a él y sentí el calor de su pollón restregándose en mi culo. La sentía enorme, diferente a Julián, venosa y muy gruesa. Sus manos hábilmente me acariciaban toda libremente. Lentamente fue abriéndome las piernas. Puso su orondo glande entre los labios de mi vulva más acuosa ahora. Y me dejé llevar… Nuestros cuerpos eran muy desmedidos, al sentirme como una perrita chihuahua montada por un gran dogo danés… en consecuencia, los sexos se hallaban en la misma discordancia.

Él se movía lentamente. Mi vulva mojaba toda la piel de su prepucio. Poco a poco también yo empecé a moverme. Con lentitud. Uno de sus dedos acariciaba mi clítoris y me hacía reaccionar sin control otra vez, empujándome más contra su cuerpo. La otra mano estaba en mis pezones. Me dio la vuelta dejándome de cara y me besó en la boca. Su lengua me abrió los labios y se coló hasta encontrarse con la mía. Mi primer beso de contenido puramente sexual. Eso me encantó también y relajándome imitaba con mi lengua los mismos movimientos que él hacía embadurnándome de su sabor varonil que tanto imaginé como sería.

En ese momento la cabeza de su verga resbaló en la grieta de mi vulva entrando sorpresivamente y me quedé tiesa. Más por la sorpresa que por el dolorcito que se apreciaba al dilatar la boca de mi coñito enjuto… la primera polla que me follaría y sería un pollón maduro. Sus labios continuaban pegados a los míos. No parábamos de besarnos con lengua, la metía en mi boquita y yo le imitaba refregándonos como locos… estaba en las nubes… mis primeros besos. Con una especie de incertidumbre decidí disfrutarlo sin quejarme. Su boca no soltaba la mía y él también se quedó quieto con apenas metido el glande en ese par de minutos. Mi coñito volvió a relajarse y yo definitivamente quería seguir sintiendo eso nuevo que me estaba haciendo volar de calor. Entonces él volvió a moverse despacio hacia afuera y hacia adentro.

Solamente la cabeza desprendida de prepucio entraba y salía. Arturo tenía el mazo enorme, tan grande como mi bracito, por alguna razón estaba circuncidado, lo que producía al estar empalmada un cipote con dos tonos de piel…, rosada desde la punta a un cuarto de la longitud, y más oscura el resto junto con el gran escroto que albergaba los ciclópeos huevos de un gran macho semental... pero eso lo averigüé días después. Allí el conjunto se asemejaba a los genitales de un caballo semental que teníamos en casa. Ya me estaba acostumbrando a recibir a ese intruso. Ya no había temor al dolor y me moví al mismo tiempo que él. Hablándome con su boca pegada a mis labios, me dijo con voz de deseo en un susurro…

– Me encanta tu coñito Lulú…– y me la sacaba un poquito.

– La tienes rica…– y la volvía a meter.

– Y estas bien apretada – y continuaba ese ritmo de sacar y meter.

Respondí con un lengüetazo dentro de su boca, con lascivia demostrando lo puta que era.

– ¿Te gusta tenerla así?

Otro lengüetazo con mordisco en sus labios…desesperada deseaba ser tomada por el macho.

– ¿Me gustaría follar contigo todas estas noches… quieres?

Sacudí mi cabeza afirmativamente sin dejar de besarlo y comerla la lengua a chupadas. Me gustaba muchísimo lo que me estaba haciendo saboreando el dulzor de su testosterona.

Con el delicioso movimiento de su polla que me llenaba totalmente la entrada, sus caricias y el beso interminable, se agolpó una enorme cantidad de deseo en mi clítoris y no podía dejar de moverme cada vez más rápido. ¡Esos pocos centímetros que apenas me entraba y salía me volvía loca de placer! Ahora él se encontraba sobre mí sin posar su gran peso, solo su pelvis empujaba a mi cuerpecito…cada vez notaba más verga dentro, mis paredes apretujaban su tallo, no por saber cómo succionar con mi coño, sino por la estrechez del mismo a mis doce añitos. No obstante el flujo que expelía facilitaba la incursión del recio invasor. Su glande chocaba una y otra vez con el himen hasta que Arturo decidió desgarrarlo con un contundente empellón que me hizo estallar en un grito ahogado por su boca. Soporté la rotura de mi virginidad con un fuerte chispazo en mis sienes. Una vez que pasó el sopor mi hombre continuó follándome y adentrándose un poco más cada vez. Su verga era tan grande que lógicamente no cupo entera, su cabezón se estrellaba una y otra vez contra mi pared vaginal. De este modo me incrustaba dos tercios de rabo, lo que suponía un palmo de mi mano y en esa cota me daba sus metidas y sacadas, las cuales aumentaban de cadencia con mi ayuda agitando la cadera.

El tiempo se evaporó, no puedo decir cuánto tiempo necesité para que se corriese, yo ya había sufrido dos orgasmos camino del tercero. Mis jadeos en su oreja eran tan rítmicos a los que yo oía de Arturo. Notaba sus vellos rozar mis tetas, acariciar mis pezones excitados…me dolían de duros que estaban.

Comenzó a mover su cadera con más ímpetu, susurrándome al oído lo que había estado esperando toda la noche desde que comenzaron los actos impúdicos en esa habitación…

– ¡Estoy a punto de correrme y te voy a echar toda mi leche dentro…! ¡Tómala Lulú! ¡Umm! ¡Oh, qué apretado los tienes cariño! ¡¡Te lo voy a llenar a tope!!

Igual se lo había dicho a su esposa. La clavó a fondo y sentí el primer chorro de esperma espeso y caliente que se colaba dentro de mi coñito como el relleno de chocolate de un cono de helado. Percibir el líquido tibio, me provocó tanta emoción y tanto calor que no pude más y exploté con un… – ¡¡Aaaahhhh….!!Incontenible volviéndome a correr. Y volvió a besarme con la lengua entrando en mi boca y un segundo chorro, empujando más la polla a modo de pistón invadiéndome las entrañas. La incrustó tan fuerte que me arrancó un dolor desgarrador entre las piernas, pero no pudo penetrarme más a fondo porque retraje la cadera evitándolo. Fueron al menos cinco o seis chorros de lefa y finalmente nos relajamos y volví a arrimarle el culo. Me besó otra vez girando mi cuerpo hacia él. Me hizo tocarlo otra vez y seguía besándome mientras me acariciaba la cara. Mis dedos se mezclaban con semen pegajoso.

– Pruébalo – me dijo.

Bajé mi cabeza hasta su vientre y se la chupé. Sentí ese olor que me había encantado más de cerca y el sabor de lo poco que había quedado entre mi mano y su polla. ¡Me gustó demasiado! Esa iba a ser mi perdición con los hombres… con ellos disfrutaba todo. Todo era nuevo y delicioso. Entonces me pidió que me enderezara y enfrentamos los ojos otra vez.

Me atrajo con las manos en mis nalgas hacia él y abrí las piernas soltando la verga cuando la volví a sentir en mi coñito. Quedamos abrazados así por un tiempo sin dejar de besarnos, me veía muy pequeña para un semental tan enorme. Yo no podía concentrar mis pensamientos. El dolor era aliviado lentamente por sus caricias mientras disfrutaba su boca y su lengua. Lo abracé y moví la cintura para sentirlo mejor. Ya su tranca no estaba tan dura. Me sonrió y yo a él. Con sus labios apoyados en los míos me susurró… – ¿Te gustó pequeña…?

– Sí, me animé a decirle con palabras. Y su lengua no me dejó hablar más. Nos trenzamos en otro beso interminable que duró varios minutos. Mis brazos abrazaban su cuello. No quería separarme de eso tan deseado. Así me quedé acurrucada con él por mucho rato, lo sentía como un padre y un amante a la vez, protegida y segura entre sus brazos. Cuando me estaba casi durmiendo… – Bueno Lulú. Vuelve a tu lado de la cama y duerme preciosa.

Sin dejar de abrazarlo me animé a darle un beso más y un minuto después me pasé al lado de Julián otra vez. No sé cuánto tiempo pasé pensando en todo lo que había pasado. Me puse la camiseta y sin bragas me levanté para ir al baño. Rosa seguía roncando…pensé si su hijo habría fornicado con ella alguna vez. Llegué a la conclusión que con tantas oportunidades tras la marcha de su padre, tendría que haber ocurrido… debía ser tan natural como lo acontecido con Arturo y yo esa noche, al fin y al cabo el placer sexual es una parte más de nosotros.

Cuando me agaché a orinar, salió un poco de su leche, ese hombre me había llenado por primera vez y me recordó que ese fue el momento más alto de calentura que había alcanzado el macho… justo en el instante de eyacular, de inseminar a la hembra y fertilizarla con su semilla. Y también el mío, al notar los chorros de leche expelidos en mi interior… descubrí que después de eso me había calmado, pero durante la fornicación tuve varias subidas de calor, contracciones vaginales y estentóreas… varios orgasmos. Más tarde me enteraría que esos habían sido mis primeros orgasmos. Al entrar, Arturo se había dormido nuevamente. Y no sé cuándo logré alcanzar el sueño sobrexcitada por el gran acontecimiento de ser desflorada.

A la mañana,  desperté y ya no había nadie en ninguna de las camas. Yo estaba sola, pero en la cocina sentía actividad. Era la madre de Julián preparando comida. Me quedé pensando un rato recordando la noche y me provocó una deliciosa cosquilla. El padre entró a buscar su chaqueta y al verme despierta se acercó a mí, se sentó en la cama… – ¿Estás bien pequeña?

– Sí –le contesté un poco avergonzada.

– ¿Todavía piensas que te gustó lo que hicimos anoche?

Afirmé con la cabeza.

– ¿Te gustaría follar esta noche otra vez? A partir de ahora será mucho mejor, lo tienes más abierto y será más fácil metértela… y sin himen… Otra vez afirmé. ¡Disfrutará mucho más!

Se inclinó un poco más y me besó en la boca con esa deliciosa lengua que me provocó otro cosquilleo. Metió su mano separando las sábanas y me acarició entre las piernas sin dejar de besarme. Me levantó la camiseta y bajando con sus labios me chupó los pezones mientras dos dedos me acariciaban los labios mojados de mi coñito ¡Guau! ¡Qué rico se sentía! Aquel hombre sabía lo que una deseaba… ¡Ya quería hacerlo de nuevo!

Y se separó lentamente… – Esta noche te follo mi amor, ahora me tengo que ir al trabajo. Te tengo muchas ganas de llenarte la pancita otra vez… Y tú, ¿me tienes ganas también?

– Siihh… dije con el calor subiéndome… mientras su dedo seguía acariciándome el clítoris.

– ¡¡Cuando todos se duerman mi pequeña, te despierto y te lleno de amor!!

Gesticulé afirmativamente con mi cabeza. Me volvió a besar. Lo besé. Y se levantó para irse. Dejé pasar unos minutos para calmarme la agitación y la calentura reflejada en mi cara. Rosa seguía cocinando. Me levanté. Me dolía para caminar. Parecía que no podía cerrar totalmente las piernas. Traté de disimular y aparecí en la cocina sentándome en un banco lo más rápido que pude para que no se diera cuenta. Yo sabía que no podía despertar sospechas porque si no, no iba a poder volver a hacerlo. Y pasé el resto del día pensando en la noche…





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