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UNA HISTORIA DE AMOR. Y si tú no has de volver...

    "Y si tú no has de volver" 1ª PARTE "Una para el otro y otra para el uno". Esa frase la repite una y otra vez mi ...

¡Lulú! Oui c’est moi. 4º Capítulo





La confesión de Rosa. Mirando dormir a Lucinda después que mi marido Arturo se había ido a la cantera, me sorprendí pensando en que realmente era una belleza. La única de la villa en plena transición de niña a mujer.

Con mi marido no había secretos en la vida de cama y hace tiempo que habíamos hablado de lo atractiva que se estaba poniendo y el deseo que estaba despertando en los hombres y chicos de la villa, incluyéndolo a él…

– Rosa, tienes que enseñarle a cómo enfrentarse a los hombres del caserío, porque ya sabes que su madre no es muy comunicativa con ella.

– Sí. Voy a tener que hacer el papel de mamá si encuentro alguna ocasión – le dije esa vez, luego fue pasando el tiempo y nunca lo hice. Sus padres todavía no llegaban de la capital donde esperaban por una visa con contrato de trabajo para viajar a centro Europa.

Con Arturo sentí un flechazo en que me atravesó del corazón al coño. Fue en una feria cuando nos conocimos en la ciudad. Al juntarnos nuestra vida sexual tuvo una explosión de sensualidad muy especial. Y lo más caliente en cuanto a ello, es que como pareja nunca ocultamos los deseos aunque fuera por personas extra matrimoniales. En pleno acto nos decimos las verdades y exteriorizábamos nuestras fantasías. Hubo un momento en que hablamos de compartir el sexo con alguien más hasta que un amigo suyo vino a la casa y lo hicimos… uno de los momentos más excitantes que afianzó nuestra confianza. Fue la primera vez que sentí dos hombres dentro de mi cuerpo a la vez. Con el tiempo comencé a follar con su amigo a solas en su casa… cada vez que voy a la ciudad a hacer las compras me lo tiro y, luego Arturo me pide que le cuente con lujo de detalles lo que hicimos, mientras me hace el amor.

Sin embargo algo que es inherente a ser padres es educar a nuestros hijos. En estos parajes donde no tenemos tecnología, solo nos queda la naturaleza y lo natural, ¿Y qué hay más natural que la procreación? La sexualidad a tus hijos la puedes explicar de decenas de formas, pero solo hay una en la que los chicos se quedan con la esencia, y es en la práctica. Mi esposo y yo siempre estuvimos de acuerdo que a Julián su padre le iría explicando, que yo le reforzaría los conceptos, por eso muchas mañanas es mi hijo quien ocupa el lugar que dejó vacío su padre.

Todas estas cosas mantienen nuestra vida marital de una forma muy excitante, y por todas estas razones no me sorprendió cuando me contó que Lulú lo había calentado hasta el punto follársela mientras yo dormía quitándole la virginidad y, luego en el plantío cuando la penetró totalmente atravesándola entera. Y le pedí que me follara mientras me contaba con lujo de detalles cómo se lo hizo la nena. En eso estaba cuando entró Lucinda al cuarto anoche y nos encontró en pleno acto. Todo me arrastró a un estado de calentura tan alto que creo que anoche fue el detonador de hacerlo con ella, con alguien de mi sexo por primera vez.

Y también fue la primera vez que la miré con más atención. Sus ojos se veían como dos grandes perlas brillantes y vivaces, que se complementaban con un par de labios un tanto abultados y siempre semi abiertos que comunicaban un deseo carnal provocado por la revolución hormonal propio de su edad. Pero no era solamente su carita rodeada de un cabello lacio y castaño, sino que también me provocaba esa piel joven que al tocarla parecía seda. Tiene unas hermosas y bien paraditas tetitas coronadas por pezones largos rodeados de una areola ancha y siempre lista para ser besada. Un trasero insoportablemente redondo y llamativo y un par de piernas muy bien torneadas y fuertes que al abrirse ofrecen esa vulva pelada infantil, que despide un intenso aroma llamador, como para ser besada, ultrajada por alguien que le quitara esa furia sexual que despide. Esta muy bien formada físicamente, es muy atractiva, jovial e inconscientemente juguetona con sus atribuciones. Es muy fácil darse cuenta por qué ha pasado a ser la más deseada del caserío. Es muy fácil de darse cuenta por qué ha llevado a Arturo a la locura de querer follársela como lo había hecho. Ese deseo sexual que hay en ella, apenas es el comienzo de lo que será una vida llena de sensualidad, mi esposo es muy macho y por eso no le puedo recriminar desearla. Ella misma se dio cuenta y prestó más atención a lo llamativa que es desde que le dije como la miraban los hombres de los alrededores. Y por eso le aconsejé. Pero había mucho más por enseñarle y Arturo me lo había pedido antes de irse hoy a trabajar.


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La entrada de la luz por la ventana iluminaba el cuarto. La sábana todavía tapaba mi cuerpo y sentí movimiento al lado de la cama. Giré despacio. Arturo ya se había ido y Rosa parada se hacía un moño en su castaño y lacio pelo.

La observo más detenidamente. Su cuello es largo y sus hombros derechos y rellenitos. Sus tetas están bien firmes. Después de la curva provocada por el mismo peso de las ubres, vuelven a levantarse para terminar en pezones gruesos y firmes que apuntan hacia el frente. También me percaté de porqué se le notaba tan bien el trasero. Es la cintura. La tiene bien fina y eso exagera el nacimiento de sus caderas que las hace bien anchas. Luego las piernas comienzan un poco gruesas y se afinan bastante hasta llegar a los tobillos. La altura la ayuda mucho, porque en las mujeres bajitas todas esas curvas se exageran demasiado y las hace ver más gruesas ¡¡ En realidad Rosa es una mujer atractiva!!

– ¡Hola bella durmiente!

Con ese saludo me sacó de los pensamientos.

– Buenos días Rosa.

– Has dormido bien profundo Lulú. Es casi mediodía.

– ¿Si? No me di cuenta…

– Es que estabas bien agotada… son muchas emociones en tan poco tiempo y Arturo es un hombre que nos deja exhaustas después de tanto follarnos. Se hizo un silencio y como yo no sabía qué decir, ella siguió. – ¿Te puedo preguntar algo muy personal?

– Si… – dije tímidamente porque no sabía si iba a tocar el tema de anoche. Otra pausa, como dudando si me preguntaba o no.

– ¿Estas contenta con lo que pasó anoche?

Bajando la cabeza porque me daba un poco de vergüenza, balbuce…  Y… sí…

– ¿De verdad? ¿Te gustó?

– Si, de verdad.

– Mira Lulú, tengo que hablarte de algo. Yo nunca había pensado en algo así. Ni siquiera lo imaginaba. Todo pasó accidentalmente, sin planearlo. Yo jamás había tocado a una mujer y menos besar a alguien de mi sexo, – hizo una pausa dudando lo que iba a preguntar. – ¿Y tú?

– …nnno nunca!

– Pero te confieso que no me desagradó – otra vez como tímidamente hizo otra pregunta. – ¿A ti?

– A mí también me gustó – me estaba poniendo nerviosa porque no me animaba a confesar como me sentía verdaderamente.

En realidad es que también lo disfruté mucho. Me había sorprendido porque jamás había pensado que podía existir una relación sexual entre mujeres. Ni siquiera había escuchado comentar algo así. Mi visión, de acuerdo a lo poco que sabía del sexo y las relaciones era la simple… la de una mujer con un hombre y nada más. Y sacándome de mis pensamientos por segunda vez…

– Solo te pido que nadie debe de saberlo. Es algo que tenemos que guardarlo entre los tres.

– Lo sé

– ¿Y hacerlo con Arturo como te está gustando? La miré con una sonrisa nerviosa. – Dímelo. No sientas vergüenza. A mí no me hace sentir mal, al contrario, me gustó veros follando. Me encantó cuando os besabais con ganas restregándoos desnudos a mi lado. Me dieron mucho deseo. Vamos, dime… ¿Te gustó?

– Si, me gustó – y me sonreí.

– ¡Ay mi chiquita! Él sabe cómo hacerte sentir deliciosa… Es un calentón de coños tan varonil, pero muy bueno como hombre y sobre todo que suda sexualidad en todo lo que hace. Es una de las cualidades que me enloquecen de mi marido. Le gusta hacerme sentir en la gloria, deseada. Y siempre que puede, trae propuestas nuevas. Hasta ahora todas sus propuestas sexuales me han gustado. Y ésta de hacerlo contigo jamás habría pensado que podía ser una de ellas. Se sentó a mi lado y acarició mi cabello por un rato hasta que de golpe me dijo… – ¡Bien! Me voy a vestir para hacerle algo de comer a Arturo y los muchachos de la cantera, y luego voy al pueblo a comprar algunas cosas porque necesitamos provisiones para los próximos días.

– ¿Puedo ayudar?

– ¡Claro! Ven, levántate y a lo mejor luego que te pido que les lleves la comida hasta allá. ¿Te animas? Es un largo trecho, pero siendo tan joven no ten costará tanto como a mí.

Pensé que ella sabe que ir significaba que Arturo iba a querer follarme otra vez. No entendí mucho su disposición para algo que es inevitable.

Pasamos juntas cocinando por un par de horas por lo menos. En ese rato Rosa me habló de cómo había ido descubriendo su vida sexual. También había empezado muy jovencita en su ciudad natal, y fue por etapas. Manoseos y toqueteos entre primos. Un tío que la restregaba con la ropa puesta mientras la sentaba en sus rodillas. Y finalmente aprender a besar con un amigo de su familia que se quedó a dormir en su casa, fueron los detonadores que la provocaron empezar a tocarse y llegar a la masturbación. Pero nadie le había explicado nada. Todo lo había tenido que descubrir de esa forma, por si misma.

La primera vez que vio un miembro viril de hombre fue la un panadero del barrio donde vivía. La había invitado a ver como hacía el pan en el horno y aprovechó a restregarla mientras miraba cómo se quemaba la leña y se hacía carbón. A diferencia de lo que le hacía sentir su tío, la sensación de esa polla del panadero endurecida contra su culo en un lugar donde nadie los veía, le permitió disfrutarlo con más libertad. Después la llevó hasta donde guardaba los costales de harina y sacó el cipote mostrándoselo. Le resultó atractivo y deseaba tocarla. El panadero no se hizo esperar pidiéndole que se la manoseara. Con sus dos manitas suaves fue explorándola y guiada por él, le dijo que lo acariciara de arriba hacia abajo.

Su carita cerca, sus ojos exploradores, el deseo y las direcciones de ese hombre hicieron que se acercara más, que abriera la boca y le enseñó a chuparla. Al principio el sabor era muy fuerte, pero pasados unos segundos ese sabor es una de las cosas que empezó a desear con una calentura diferente, con más fuerza. Le gustaron las manos de ese hombre en su cabello guiándola. Le encantó que le dijera cosas como…

– Asiiihh…. ¡qué bien la chupas pequeña! Rosa seguía contándome como eso le provocaba poner más concentración y deseos en lo que hacía. – Eres tan guapa que me encanta follarte por esa boquita – le decía el panadero.

Rosa dijo que eso la hacía poner más atención a las reacciones de esa carne que le estaba pareciendo deliciosa. Dijo que pudo notar el movimiento de la piel que desnudaba la cabeza de esa polla en su boca… como el prepucio se deslizaba descapullando aquel falo. Y finalmente me narró cómo conoció lo que era la leche del hombre con detalles…

Sentí como las venas se tensaban entre mis dedos. No tenía idea de lo que iba a suceder, pero mi instinto y los gemidos de ese hombre me decían que mi trabajo estaba tan bien que no debía detenerlo. Mi saliva se la había ensopado mientras entraba y salía de la cueva que hacía su boca. El panadero aumentaba la velocidad y se detenía de repente y volvía a sentir más dura esa polla en mi mano y en mi boca hasta que salió un chorro y me gritó en un gemido…

– ¡¡Chúpala, sigue chupándomela y trágate lo que te estoy dando mi niña!!

Y sentí en mi lengua esa leche espesa y caliente que le salía por el agujero del grande hasta llenarme por completo la boca. Y ni bien trataba de tragármela, esa verga soltaba otra vez más leche. No me daba tiempo a tragármelo todo y parte se salió entre la comisura de mis labios yendo a parar a mi vestido. Cuatro veces más soltó esa leche a chorros hasta que se calmó todo y lentamente me la sacó de la boca. Finalmente pude tragar. No tenía sabor malo, diferente que  me daba mucho placer porque era lo que yo le había provocado, lo que yo le había logrado sacar de sus testículos a modo de logro. ¡¡Tragármela era mi trofeo!!

Me quedé con las manos rodeándola y mirando todo lo que seguía a continuación. Una gota volvía a aparecer e instintivamente tragué lo que todavía me quedaba en la lengua y me acerqué a chuparle la punta aun muy hinchada y reluciente. Y así fue que vi y disfruté una verga de un hombre por primera vez, un macho maduro que sabía tratar a las nenas curiosas como nosotras.

Rosa, siguiendo con sus experiencias me dijo que le gustó tanto que se hizo costumbre y por lo menos una vez a la semana se acercaba a la panadería, él ya sabía que se la quería chupar. Tragarse la eyaculación también se convirtió en rutina. Pero nunca la había sentido dentro de su cuerpo hasta que un muchacho del grupo de amiguitos de su villa, jugando a las escondidas, se ocultaron juntos detrás de unos matorrales. Mientras ella vigilaba semi agachada para no ser descubiertos, él la empezó a restregar aferrado a su cintura. Ella no dijo nada. Se quedó en la misma posición y él le bajó los pantalones y las bragas.

De pronto, sintió la polla dura del chico que la quería penetrar y como no podía metérsela toda, escupió en la punta del cipote y la penetró por el coño. Me dijo que fue una primera vez dolorosa y que el chico acabó tan rápido que no pudo disfrutarlo. Definitivamente había sido un comienzo un poco violento y apurado para Rosa. Se quedó con la lefa en su chocho, pero sin disfrutarlo. A partir de ese momento su vida sexual se convirtió en algo muy usual, muy activa. Y me contó que cuando conoció a Arturo fue que realmente encontró a alguien como ella. Se escaparon juntos a vivir en la villa y desde entonces gozan al máximo las locuras y fantasías que se proponen. Entre ellos no hay celos ni complicaciones. No están casados, por eso les une el amor que se tienen, la confianza del uno en el otro y por supuesto el hijo que tienen en común. Cuando terminamos de cocinar habíamos pasado casi una hora charlando. Su historia me había provocado algo y estaba humedecida entre las piernas. Entonces me dijo:

– Lulú, tengo ganas de recostarme un poco porque me levanté a las cuatro y media de la mañana a preparar la mochila de Arturo. ¿Me acompañas?

– Bueno. Me recosté a su lado. Las dos mirando hacia el techo.

– ¿Nunca habías jugado a esto con los muchachos?

– No.

– ¿Y te has masturbado alguna vez?

– Si, hace poco.

– ¿Cómo llegaste a eso, alguien te había hablado de eso?

– No. Es que siempre escucho cuando mis papis lo hacen y eso me hizo dar ganas una vez, pero fue accidental, me toqué la vulva y de pronto sentí más gusto cuanto me acariciaba el clítoris.

– ¿Cómo lo haces?

– …nno sé cómo explicarlo… me toco.

– ¿Quieres que te enseñe?

– ..bueno, bien…

Rosa se quitó la ropa de la cintura para abajo hasta quedar desnuda. Me miró a los ojos con esa mirada de madre educadora… – Quítatela tu también.

Poco a poco me fui despojando de mi pantaloncillo de franela y el interior y volví a mi posición como esperando sus instrucciones…. – Mírame.

Volteando mi cara la miré a los ojos.

– Tiene que haber un motivo, una imaginación o algo que te provoque calentarte.

Y girando su cara, mientras con la mano se tocaba entre las piernas se abalanzó sobre mi boca y me besó pacientemente. Sacó la lengua con paciencia y con la punta acarició mis labios mojándolos con su saliva. Un shock eléctrico de mi sistema nervioso me hizo sentir una reacción entre las piernas y su mano cambió de posición mintiéndose entre mis piernas. Sentí que su lengua penetraba mi boca y se enredaba con la mía, a la vez que dos de sus dedos atrapaban el clítoris y me hacía sacudir el cuerpo completamente.

– Así tienes que acariciártelo. Ya estás caliente… ya te estás mojando Lulú ¡¡Eres bien calentona tu también…! A las chicas tan ardientes como nosotras nos llaman putas… ¿Te molesta?

– …haahhh…. Nooo, no me importa – fue todo lo que pude emitir con la voz desde mi garganta.

– Piensa en la gran polla de mi esposo Arturo cuando te acariciaba con la cabeza, ahí mismo.

Otra vez esa sensación me guiaba por un camino lleno de calores y el sistema nervioso se conectaba enloquecidamente por todo mi cuerpo.

– Tócame así con tu mano. Haz lo mismo que yo te hago – me decía Rosa.

Puse mi mano entre sus piernas cubriendo toda su vulva. La recorrí a lo largo del pliegue hasta toparme con su clítoris. Mis dedos se cerraron suavemente en ese lugar resbaladizo y terriblemente sensible para nosotras y los empecé a mover a la vez que un impulso de más calentura me hacía convulsionar. Estaba llegando a ese punto tan delicioso…

– Tócate tu misma – me ordenó sacando su mano de mi entrepierna y la suplanté de inmediato porque la necesidad me lo imponía.

– ¡huhhh…!

– Masajea el clítoris con dos dedos, así como yo lo hago. Y sin hacerme esperar ponía en práctica de inmediato lo que me enseñaba porque todo me hacía disfrutar enormemente de ese momento. Y Rosa empezó a exteriorizar sus pensamientos diciéndome lo que su mente le hacía imaginar para llegar a excitarse. – Así… así me gusta. ¡Me encanta que los hombres me restrieguen la dureza de su tranca aquí mismo! Ven Lulú bésame el coño como anoche…

Ahora sí que sentía el deseo de chupárselo. Mientras descendía el olor a sexo comenzaba a invadir mis sensaciones haciéndolas más agudas. Al tener su vulva frente a mis ojos tan cerca, acerqué mi boca y pasé la lengua por esa intensa humedad. La recorrí lentamente hasta llegar al clítoris. Lo chupé jugando con mi lengua. Luego descendí un poco y le metí la punta de mi lengua dentro. ¡Qué delicioso sabía eso! ¡Cuánto más crecía mi deseo al hacerlo!

– Ven – me dijo Rosa. – Déjame chuparte tu delicioso coñito también.

Y me hizo montarla de tal forma que cada una tenía la vulva de la otra en su boca formando un 69. Al contacto de su boca mi humedad se liberó con más fuerza. Los labios de Rosa, su nariz y el mentón se los había mojado. Liberó la lengua dentro de mí de sin dejar que su labio superior abandonara el clítoris. La imité porque pensé que si a mí me provocaba esa intensidad, a ella le iba a pasar lo mismo. Y así fue. Nos movíamos con insolencia. Deseaba chuparle más jugos pero ya no me llegaban con igual intensidad hasta que de repente un gemido acompañado por una presión mayor de su vulva contra mi boca ¡Me dio la pauta que ella estaba por darme más!

Y gritó… – ¡Cómeme el coño con ganas! ¡Asiiiii! – y se restregó en círculos a veces, luego de arriba hacia abajo y me apretó la cabeza con sus piernas en el mismo momento que a mí me empezaba a pasar lo mismo. Me restregué contra su boca pegándole la pelvis con fuerza, sin control y escuché sus gritos…

– ¡Así Lulú, así dámelo todo en la boca!

Y seguimos esa lujuria sin freno, con sus manos aferrando mis nalgas para que no me separara ni un centímetro. Sentí una serie de deseos de empujar más, dos, tres y cuatro veces antes de levantar mi cuerpo para quedar sentada en su cara, con mis ojos cerrados y todo mi ser concentrado en ese lugar. Me sacudí otra vez. Movía solo mi cintura de atrás a adelante repetidamente resbalando mi vulva en esa boca deliciosa que me había hecho perder el control y su lengua hacía lo suyo a cada pasada. Sentí que liberaba todo en su cara mientras gritaba mis gemidos… – Hahh….! uuufff… assiiii…. uhy….

Era un sentimiento de entrega total, una descarga emocional cargada de deseos y descontrolada, sin límites. ¡Me fascinaba Rosa en ese momento! Y quedé sentada en su boca quieta, esperando una calma que me dejaba extasiada flotando en una nube de sensualidad.

– ¡Qué caliente estas Lucinda!

– Siiihh…

– ¿Te gustó asi?

– Me encantó Rosa. Me gustó mucho esto… – mantenía los ojos cerrados. Abrirlos no me daba tanta valentía para decir lo que estaba sintiendo.

– A mí también me encantó como me lo comiste. Me hiciste correrme muy intensamente. ¡Es difícil que un hombre me haga sentir como me lo hiciste sentir tú! Eres natural, sexualmente natural. ¡Muuy caliente!

Y me fui relajando hasta recostarme a su lado. Me besó. Teníamos las bocas húmedas de jugos orgásmicos. Nos quedamos así en la cama por media hora por lo menos. Se me fue el tiempo sin darme cuenta. Al rato me dice…

– Bien, vamos a levantarnos porque tengo que preparar la vianda para llevársela a Arturo y los muchachos. ¿De verdad me harías el favor de acarreársela mientras yo voy a la ciudad a comprar víveres? – me dijo guiñándome un ojo confabulándose conmigo.

– Bueno… tengo ganas de ver a Arturo, seguro que él también se alegra de verme.

– De eso estoy segura. Tengo que decirte que a lo mejor no llego esta noche… tal vez le dé una sorpresa a alguien en la ciudad, pero te dejo todo listo en la casa… si regresas lo tendrás todo perfecto… – me dijo con picardía. Eso aseguraba que se quedaría la noche con el amigo de ellos.

– Le sonreí… – ¿Te quedas con él?

– Si. Y Arturo lo sabe, no te preocupes es un pacto no escrito que tengo con mi esposo. Y sabe también que a lo mejor tú les llevarás la comida, fue mi idea. Pero no tienes que ir si no quieres.

– Bueno… no va a haber nadie en la casa. Sí, voy. ¿Y Julián?

– Él se queda con tus hermanos hoy también. Se lo están pasando bomba. Mi hijo en el fondo es todavía un niño pese a sus 18 años… Un niño bien armado ¿Verdad?

Me ruboricé y me di media vuelta para vestirme. Nos vestimos y fuimos a preparar la mochila para la comida. Todavía mi mente no procesaba el porqué de mi entusiasmo por ir. No iba a ser una noche muy privada que digamos. En fin…




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