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UNA HISTORIA DE AMOR. Y si tú no has de volver...

    "Y si tú no has de volver" 1ª PARTE "Una para el otro y otra para el uno". Esa frase la repite una y otra vez mi ...

Historia de una escalera. 3ºA

MI JOVEN NEGRAZO




Mi vecino de la escalera gemela del edificio compartido, un joven de 18 años me conduciría a un mundo de placeres desconocido en un fin de semana en que mis hijos y mi esposo se encontraban ausentes. Soy una mujer de 41 años, casada, con dos hijos adolescentes, uno de 14 y otro de 17 años, mi matrimonio ha sido muy feliz y quitando alguna pequeña crisis, mi esposo y yo siempre nos hemos querido y respetado en estos años de matrimonio.

Desde hace muchos años trabajo junto con mi esposo en un despacho de pan, bollería y repostería que él ya poseía cuando nos conocimos y gracias a la cual siempre nos ha ido bastante bien económicamente hablando. Mi rubio angelical de antaño no es el de ahora, los años pasan factura, aunque puedo decir que aun mantengo unos pechos más o menos firmes y un culo bonito, nunca he tenido que pasar por el quirófano pero mi trabajo me ha costado mantener una figura atractiva a mi edad y sobre todo bastantes horas de gimnasio (una mujer atractiva vende mucho mejor cualquier cosa).

Pese a ser una mujer muy activa sexualmente hablando, mi marido no se parece en nada a mí en ese aspecto, cuando nos casamos él solo había tenido otra pareja mientras que yo había tenido algunas más, nunca fue un hombre muy pasional pero se desenvolvía con soltura en la cama y eso me bastaba. Todo eso ha ido cambiando desde hace unos cinco años acá, su físico ha experimentado un fuerte bajón, mi esposo tiene 46 años… ya sea la crisis de los cuarenta o que tiene su vida resuelta con una mujer en casa, el caso es que ya no se cuida, ni me cuida. Mis apetencias hacia él han caído en picado, su pancita ha evolucionado a panzón, sin contar con su falta de ímpetu sexual… todo ello ha hecho que en los últimos años mi vida sexual haya estado apagadilla con una gran ausencia de orgasmos, tirando de mis dedos para correrme.

Jamás pensé que algo así podría llegar a ocurrirme y mucho menos que yo fuera capaz de actuar como lo hice, desde que nos casamos vivimos en la misma casa, un edificio de ocho  vecinos en el barrio de Chamartín cerca de Plaza Castilla en la calle Pedro Muguruza, nosotros vivimos en el 3º A debajo de Maite, desde hace poco divorciada de su esposo Miguel, la cual se ve que ha cambiado a mejor en los últimos meses… su cara brilla de manera especial. El caso es que una comunidad tan pequeña todos los vecinos nos conocemos desde siempre, mis vecinos han visto crecer a mis hijos y yo he visto crecer a los suyos, sobre todo a Renzo, un jovencito de 18 años que tan solo contaba con 3 años cuando él y sus padres llegaron al barrio.

Siempre nos llevamos muy bien con mis vecinos, y Renzo hacía buenas migas con mi pequeño pero no con el mayor. Al igual que mi esposo y mi hijo pequeño compartíamos muchas veces visitas de cortesía, comidas por algún evento… nos llevábamos muy, sin embargo mi hijo Eduardo a pesar de contar con una edad casi idéntica a la del vecino nunca se había llevado muy bien con él. Eduardo es más bien solitario y tiene una vida social escasa, todo lo contrario que Renzo, un joven con una estética de esas que llaman hiperactivas, que no paraba en casa quieto, su madre siempre me contaba que estaba bastante preocupada por las altas horas a las que volvía de noche y por las compañías que frecuentaba, problemas que yo no tenía con mi retoño, pues rara vez salía de casa por la noche.

Pero bueno, vamos a ir al grano, hace una semana mi esposo decidió llevar a mis hijos a Madrid para ver el partido entre el Barcelona y el Real Madrid así que aquel fin de semana iba a estar sola en casa, era la noche del viernes a eso de la una de la madrugada cuando me iba a dormir cuando escuche el timbre de la puerta, pensé en no abrir la puerta ya que no esperaba a nadie y mucho menos a aquellas horas pero volvieron a llamar insistentemente así que me puse la bata y baje a abrir la puerta. Me asomé por la mirilla, descubriendo que era mi vecina con su hijo Renzo y su esposo estaban en el rellano esperando.

Perdona que te moleste a estas horas Susana, mi hermano ha tenido un accidente de tráfico y nos han llamado por que está ingresado en el hospital, no parece muy grave pero no voy a quedarme tranquila hasta que vaya a verlo con mis propios ojos, ya sabes que mi hermano es de Asturias y tenemos que irnos ya si queremos estar allí para mañana por la mañana, quería pedirte si podías a cargo de Renzo, sé que es un favor muy grande pero a pesar de los años que tiene no me fio un pelo de él y no quiero dejarle solo en casa no vaya a liar alguna…

Todo aquello me pillo de sopetón pero conocía a mis vecinos desde hacía muchos años y nos teníamos mucha confianza, éramos casi familia, en ocasiones pensaba que me llevaba mejor con ellos que con mis hermanos. Mi vecina Marian es española, morena de pelo lacio y muy coqueta y su marido es un empresario argelino muy moreno casi negro o más bien mulato que a todos y sobre todo a todas nos cae muy bien, de gran solvencia económica se dedican a la importación de frutas y otros productos agrícolas. Así que como buenos vecinos en alguna ocasión nos habían hecho favores como aquel así que no pude negarme.

Tonterías, no te preocupes, Renzo puede quedarse aquí el tiempo que haga falta, ahora lo importante es que tu hermano este bien. Como estoy sola este fin de semana, nos haremos compañía mutua.

– Muchas gracias Susana, te lo agradezco. 

– Nada, nada, no pasa nada, venga Renzo pasa que te preparare la habitación de invitados.

Preparé para Renzo la habitación de invitados y le dejé que se fuera a dar un baño mientras yo ya me preparaba para esta vez sí, irme a la cama pero antes de llegar a mi habitación escuche a Renzo gritar…

¡SUSANA, no encuentro las toallas!

Recordé que en el baño de la habitación de invitados nunca había toallas porque era un baño que utilizaban mis hijos y nunca se preocupaban. Fui a mi baño y cogí una toalla, se la lleve a Renzo y cuando entré para dársela fue el momento de verle en pelotas ¡Me dejo pasmada! Nada más entrar y al escuchar la puerta, Renzo se dio la vuelta completamente mostrándoseme desnudo como estaba. Era un mulato hermoso, pero mucho más cuando  quedó ante mí la polla más enorme que jamás hubiera visto en mis años de vida, me quedé helada sin decir nada.

Muchas gracias Susana, muy amable…

Se acercó a mí y cogió la toalla de mi mano mientras yo seguía clavada en el sitio sin poder dejar de mirar aquel enorme falo de ébano. No debía medir menos de 16 cm en estado de letargo, ni pensar plena exaltación de ese miembro viril y tan viril.

Susana, ¡¿estás bien?!

En aquel momento caí en la cuenta de lo que estaba pasando, vi en el espejo como mi cara adquiría un color rojo y mirando al suelo… –  Lo siento mucho Renzo, no pensaba que estarías desnudo, pensé que aun no te habrías quitado la ropa.

– No pasa nada mujer…, hay confianza. Además no es la primera vez que me ves desnudo.

Me alegre de que la tensión de aquel momento hubiera desaparecido gracias a las palabras de Renzo y deseándole buenas noches. Salí del baño y me fui a mi habitación.

En efecto no era la primera vez que veía a Renzo desnudo, pero la última vez que le había visto como Dios le trajo al mundo solo tenía siete años en un camping de Torrevieja, uno de los veranos que pasamos juntos con sus padres y desde luego por lo que había visto entre las piernas de aquel muchacho, había cambiado mucho desde la última vez.

Ya en mi habitación sin echar el cerrojo de la puerta de mi dormitorio, me centré en hacer lo que siempre hacia las noches que pasaba sola en casa…, busqué en el cajón inferior de mi mesita y saque un consolador que se asemejaba a la polla de un hombre negro, como ya dije al comenzar mi relato, mi vida sexual era desde hacía años muy limitada, pobre y escasa, por lo que un día me decidí a comprarme un follamigo de plástico chino, de un tamaño siempre deseado para mi coñito, en el fondo de un estante del sex shop había descubierto en mi amigo, el que me acompañaría en mi soledad para desfogarme cuando mi esposo no estuviera en casa, o no estuviera a la altura de mis necesidades fisiológicas…

Aquella noche fue diferente, nada más sacar el consolador de la mesita me vino a la cabeza la imagen de la polla de Renzo, debía tener una longitud de casi 20 centímetros en plena extensión, por lo que había visto era algo mayor que el juguete de plástico que yo tenía entre mis manos. Desnuda  comencé a masturbarme, no pude por más que lo intenté, apartar de mi cabeza la imagen de aquella joven polla, dura e inhiesta como nunca soñé. Muy a mi pesar me abandoné a la imaginación y diciéndome a mi misma que no había nada de malo en aquellas simples "fantasías".

Acabé masturbándome con pasión pensando en que el mazo de aquel jovencito me penetraba por todos mis orificios, sin menoscabo de pensar que era un chico de la misma edad que mi hijo, podría estar fantaseando con el incesto y el morbo me agudizaba las ganas de insertarme el aparatoso falo con mayor ímpetu.

A la mañana siguiente me levanté temprano, había conseguido volver a pensar en mi vecino como en aquel niño que había visto crecer y no como en un cipote andante. Me puse cómoda y bajé a preparar el desayuno. Renzo no tardó en levantarse y bajó a la cocina en calzoncillos, al verle me quedé un poco parada con intención de recriminarle su falta de respeto, pero pensé que visto lo visto teníamos la suficiente confianza como para verle en calzoncillos, y por qué no decirlo me agradaba la vista de un monumento de ébano con todos su músculos marcados a pesar de ser solo un crío y yo una mujer casada con un hijo de su edad, así que seguramente Renzo me vería como a su propia madre, pensé.

Cuando le acerqué el tazón de leche con chocolate para el desayuno no pude evitar echar una rápida ojeada a su paquete y para mi sorpresa pude ver como estaba algo empalmado, en aquel instante caí en la cuenta de que la ropa que me había puesto no era del todo adecuada para cuando había invitados en casa, era una camiseta que tenia hacia años y que actualmente me quedaba muy ceñida así como unos pequeños leggings bien ceñidos sin bragas, por supuesto solo un pequeño tanga que apenas me cubría el chumino.

¡¿Oye Susana, podrías decirme que te parece mi polla?!

Aquella pregunta me sorprendió tanto que se me cayó la cafetera al suelo partiéndose en mil pedazos… – ¡¿Co…como has dicho?!

– Si mujer, las tías que me follado dicen que es enorme pero son unas niñatas., Necesito saber que piensa una mujer de verdad, una que tenga edad para haber visto unas cuantas.

– Esa pregunta esta fuera de lugar, no seas grosero… Tómate el desayuno niño.

Traté de salir de aquella situación como buenamente pude pero aquel muchacho se estaba revelando un macarra de barrio, muy lejos de lo que sus padres deseaban y de la educación que mis vecinos daban, me consta que su propia madre pensaba de manera más discerniente.

– Joder, no me seas remilgada, tenemos confianza coño, además ayer vi cómo al entrar al baño te quedabas alucinada con la vista clavada en mi polla así que supongo que debió sorprenderte un poco.

– Mejora tus palabras mocoso o tendré que lavarte la boca con jabón, lo de ayer fue sin querer, yo pensaba que estabas vestido, no te creas que quería verte la picha a un niño como tú. Yo no soy ninguna de esas niñatas con las que sales y presumes así que menos bravuconadas y comete el desayuno.

Renzo no supo que responder, dejándome salir del paso lo mejor que había podido, no me había acobardado y había utilizado las mismas armas que él para responderle…, chulería y prepotencia…, además había aprovechado para ridiculizarle dejándole claro quién era allí el adulto y quien mandaba, no podía permitir que aquel chaval se creyera que podía hablarme como a uno de sus colegas o de sus chicas. El encontronazo hizo que mi brazo se lanzara directo al tazón de café que me había preparado con esmero y este cayera al suelo.

Si te crees que con esas payasadas me vas a comer lo llevas claro, yo desayuno a diario chulitos como tú. Le espetaba muy subida de tono, justo cuando estalló la cerámica en el suelo. Ahora desayuna mientras limpio este estropicio.

Dicho esto me di la vuelta y me agaché para limpiar el café y los trozos de procela del suelo de la cocina, estaba en ello cuando vi que Renzo se había levantado…Acercándose a mí, me quedé parada con la mirada fija justo frente a su paquete que me quedaba a la altura de la cara, sin saber exactamente por qué. Pasaron unos segundos de indecisión y en ese momento él se aproximó más hacia mí, puso su paquete exactamente delante de mi cara. Yo miré hacia arriba, y fue entonces cuando él terminando de aproximarse completamente me cogió decidido por la parte de atrás de la nuca y empezó a rozarme su paquete contra la cara con total descaro inquisitorial.

Al principio mi reacción instintiva fue echarme hacia atrás, pero sin saber por qué, no lo hice con demasiada fuerza ni decisión. Su presión en mi nuca se hizo más fuerte haciéndome algo de daño al tiempo que el roce y el sobe de su ya bien abultado paquete contra mi cara se hizo más violento. Notaba por momentos como la polla se le iba haciendo cada vez más enorme, en ese momento no sé qué ocurrió, debí zafarme y levantarme, darle una bofetada y ponerle la cara del revés, llamar a sus padres y decirles el sinvergüenza que tenían por hijo pero no lo hice, me invadió una sensación indescriptible de deseo que me hizo espolearme contra su masculinidad por propia iniciativa.

Fue entonces cuando él advirtiendo mi participación consentida en plena sumisión…, comenzó a bajarse los calzoncillos, al poco apareció la polla de la noche anterior, la polla más gorda, dura y bonita que jamás hayan contemplado mis ojos…, el doble que la de mi hijo mayor en longitud pero también en grosor… y unos 5 cm más larga que la de mi esposo, así como mucho más gorda y unas venas preciosas surcando el contorno del tronco…

Susanita, no te voy a comer la cabeza con ninguna payasada, más bien eres tú la que te gustaría comerte esta cabeza de polla ahora mismo, así que si lo deseas puedes abrir la boca porque yo ya me he tomado mi desayuno, y el tuyo se ha derramado por el suelo… no necesitas calentar más leche, aquí tiene la mía caliente y dispuesta para desayunar lo que más te apetece.

Aquellas groserías en vez de molestarme como hubiera sido lógico no hicieron más que calentarme aún más, mi cabeza trataba de reprimirse, de salir de aquella situación pero mi cuerpo se estaba entregando sin dudarlo al deseo que aquella verga ejercía en mí. Como es fácil imaginar la boca se me hizo agua en ese mismo instante, y yo creo que se me abrió no sé si de la sorpresa o de ganas de comerme y saborear aquél pedazo de carne morena absolutamente enorme, en un santiamén la tenía bien metida y empecé a chuparla como si me fuera la vida en ello.

Era increíblemente pétrea y suave al mismo tiempo y además, tenía un sabor espléndido dulzón a macho joven. Puedo asegurar que era el falo más sabroso que jamás me hubiera comido, a esas alturas mi chochito estaba ya completamente mojado y palpitaba de ganas de ser invadido por semejante animal. A mi edad no era una niña inocente, por mi coño han pasado casi de todo, pero sobre todo nunca una verga negra de ese calibre. Trascurrió apenas un par de minutos de mamada y mi vecinito empezaba a ponerse más excitado todavía a juzgar por sus movimientos de cadera y por lo durísimo de su rabo.

En ese estado me la sacó de golpe y me cogió de la barbilla interrumpiendo la mamada, me cogió por los brazos e hizo que me levantara, me arrancó de un tirón la vieja camiseta dejando mis enromes tetas libres ante él, me las agarro con fuerza y empezó a apretujarlas, luego, dándome la vuelta hizo que me tumbara y apoyara mis ubres y mis brazos sobre la mesa de la cocina. Me abrió de piernas y situado en cuclillas empezó a recorrer suave mi culo con su cara y sus manos, la situación me tenía muy cachonda, mis tetorras estaban aplastadas contra la mesa, el corazón me latía fuerte y deseaba que lo inevitable llegara por fin, en esto que mi vecino de ébano se incorporó y tiró con fuerza de mis pequeños pantalones hacía abajo y en el tirón se llevó con ellos las bragas. Allí estaba yo, con todo mi culazo en pompa a merced de ese crío que ya se afanaba en explorármelo…

No has sido muy buena anfitriona Susanita y por eso voy a castigarte, te voy a encular hasta que me pidas más y más, ¡¡Te voy a romper el culo por golfilla!!

Dicho esto comenzó a golpearme con fuerza mi trasero, me lo palmeaba simulando saña, sin violencia y tras mis primeras quejas, gemidos o jadeos de aprobación falseando dolor, he de reconocer que me estaba calentando y excitando cada vez más. Al mismo tiempo, él advirtiendo mis quejidos mezcla entre la excitación y el dolor de los golpes, más se animaba a machacarme con sus azotes algo más atrevidos, mientras no dejaba de meterme un dedo en el ano y otro en mi chochito totalmente encharcado desde hacía un montón de rato. De repente el chico se incorporó y en una actitud contundente se apoyó contra mí, y en ese instante percibí el calor de su polla gorda y suave apoyada contra la carne de mi culo. A la par, cogiéndose la polla me la situó justo en el agujerito de entrada de mi culito…

No por favor por ahí no… la tienes muy grande y mi ojete es demasiado pequeño, no me hizo caso y empezó a empujar. Yo empecé a gritar ante lo que se avecinaba… – ¡Déjame hijo de perra, te voy a matar, vas a ir a la cárcel desgraciado, mi esposo y mi hijo te van a dar una paliza de la que vas a acordar todos los días de tu puta vida…! Enardecido.

¡Cállate estúpida, tu esposo y tu hijo son unos mamones! Me gustaría que el friki agilipollado de tu hijito estuviera aquí para ver cómo le rompo el culo a su madre. ¡Lo mismo aprende algo! A menos lo PUTA que es su madre.

Mi vecino debió de apiadarse al ver que mi agujerito era demasiado estrecho sin haberlo dilatado previamente, hizo aún más presión como animado por quejas, pero pronto desistió y cambió de objetivo. De pronto acomodó su glande en mi entrada vaginal y empujando con una fuerza casi violenta me la metió por el coño todo el pedazo de cabezón y enormidad de su polla. Mi reacción de dolor no se hizo esperar, sentí como si me rajaran el chocho de abajo arriba en aquél preciso instante, el dolor fue sustancial dejándome el galillo en gritar para que se apartara. Sin embargo, lejos de relegarse continuó empujando, y al final sentí como todo aquél pedazo de carne se terminó de abrir camino y quedó completamente empotrada e instalada en mis entrañas, donde ningún hombre había invadido.

El ligero dolor seguía y mi excitación se paralizó por momentos. No obstante, a los pocos segundos y a medida que él empezó a moverse de atrás a adelante, sentí un calor, una quemazón enorme en mi conejo hambriento, al tiempo que una sensación de cosquilleo como nunca antes había sentido. No se debe follar a hembra tan salida con años de abstinencia, con una verga tan descomunal y deliciosa como la de Renzo.

El muchacho empezó a bombearme el coño desde atrás al punto de golpearme con sus fastuosos huevos en mi culo una y otra vez, al mismo tiempo que su capullo aporreaba la pared de mi vagina en la misma entrada de mi útero. Me pareció vivir en un mundo paralelo, por unos instantes se paró todo a mi alrededor padeciendo la increíble sensación de estar siendo empalada por el cipote descomunal de un macho admirable, es como si algo extraño hubiera de repente explotado dentro de mí, empecé a sentir mucho gusto, y sobre todo, ganas de que siguiera y lo hiciera más y más rápido, pues a medida en que me follaba, aquella sensación nueva para mí iba en aumento.

Mi vecino se estaba volviendo loco prácticamente, me follaba y me follaba el coñito ajado sin compasión, sin importándole una puta mierda lo que yo pudiera estar sintiendo, el sólo parecía interesado en horadarme hasta el estómago con su ariete en ristre. La metía con dureza, me cacheteaba el culo con una mano, luego con la otra desahogándose en mi vagina. Fuera de sí estaba taladrándome mi coño maduro con su enorme nabo, al tiempo que me cogía las tetas a modo de riendas cabalgándome cual yegua en el monte.

Cuando percibió que a mí la maniobra empezaba a hacerme efecto, imprimió todavía mayor aceleración a sus vaivenes…,  en ese estado, pasados apenas dos minutos noté el orgasmo, mi gran orgasmo, el más intenso que jamás había sentido. Lo que yo sentí ese día con la polla de mi vecino empalada en mi coño no lo había sentido nunca antes en toda mi vida.

Al percatándose de mi situación, terminó de imprimir fuerza y contundencia a sus embestidas colándome incesantemente todo el badajo hasta las mismas bolas. En esos momentos percibía la virilidad implacable de su juventud follándome a las mil delicias. En un momento dado amainó su embates jadeando fuertemente como final de su ataque…, aún continuaba en sus mete saca a menor ritmo, pero sus convulsiones adornados con los gemidos de verraco daban a entender la avenida inminente.

Así fue como percibí el primer gran chorro de leche invadir mis entrañas. El cabrón la clavaba lenta y enérgicamente sin soltar la presa de mis caderas, al tiempo que iba derramando su semen en la misma entrada de mi útero. Su esperma se notaba tan caliente como lava, lechazo tras lechazo, colmando mi estrecha y apretada vagina ante tan generosa eyaculación que duró tanto como para darme tiempo a alcanzar mi éxtasis…. Nos corrimos los dos juntos a gritos y como locos, os juro que jamás en mi vida había sentido nada igual. El conejo me ardía de calor con ese ligero dolor que se te queda tras haber sido invadida por un pollón de tan exagerado.

El placer había sido inmenso y se  compensaba con creces la molestia de mi chumino por haberte tenido que dilatarse tanto. Con todo el trabuco insertado comenzó a supurar parte de la semilla de Renzo, produciendo un reguero que mojó mi entrepierna, dejando caer algunas gotas espesas del blanco néctar sobre el parqué. Finalmente me sacó la polla impregnada de mis fluidos blanquecinos de tanto frotamiento mezclado con su leche.

Sin duda alguna, su follada había sido en extremo salvaje sobre mi fondo vaginal virgen y estrecho…, no estaba preparado para recibir semejante pedazo de rabo con unas embestidas como las que aquel animal me metió. Yo me di la vuelta, me subí las bragas como pude absolutamente zombi con las piernas temblorosas e inestables, estaba mareada e ida con una sensación de cansancio total. El coño me dolía extrañamente… dolor y placer por el frotis vaginal tan demencial, me senté en la silla como pude y el crío empapado en sudor se sentó a mi lado.

Ha estado bien verdad que sí Susanita. Mis padres no vienen hasta mañana por la noche y tu esposo e hijos tampoco, así que aún te quedan algunas folladas que soportar…  ¡No te imaginas las veces que te he imaginado follándote!

No le dije nada, solo podía mirarle impasible y sumisa a la bestia parda, era un cerdo, un hijo de puta, pero aquel cabrón me había follado como nunca antes lo había hecho nadie, me había trasladado a un nuevo espacio del placer como jamás hubiese conseguido mi esposo o los diferentes amante tenidos a lo largo de mi vida. Quedé enganchada a la forma de ese manubrio y cómo lo manejaba dentro de mi necesitado coño sin compasión y en plena complicidad.

¡Sí, follamos como si se acabara el mundo para siempre! Sin saber cómo me vino, quedé loca por su oscura masculinidad. Mi gran sueño fue siempre cepillarme a un negro, me veía atravesada por un bruto de esos como los de la NBA norteamericana cuando era una adolescente, luego cuando conocí a Said, el marido de mi vecina, fue él quien me despertó esa antigua necesidad fálica… nunca pensé que acabaría siendo la puta de su hijo.

En Valdepeñas, una mujer casada no tiene muchas oportunidades de conocer a un negro que te alivie tus fantasías, esas que añoraba desde que era muy joven. Prácticamente desde que salí de la adolescencia sin disfrutar realmente de mi juventud, me quedé preñada de mi hijo Eduardo. Sin embargo ahora tenía todo un fin de semana en el que me quedé a cargo de la custodia de mi vecino, que sin ser de raza negra, poco le falta….

Pasamos la mañana haciendo la casa y él en la terraza con las tareas que le encomendé me realizara. Eran las 14:11 cuando lo llamé para comer, aun tenía un poco irritado el chocho del polvazo mañanero del muchacho…, intenté que todo fuera normal olvidando sus amenazas de follarme bien durante todo el fin de semana. Comimos y charlamos sobre sus estudios, sus ambiciones y llegamos a las relaciones sentimentales…, no le faltaban niñas a las que follarse. Estaba claro que no iba de farol, lo había visto en los jardines del barrio morrease con más de una, pero no creo que se hallara enamorado de ninguna y tampoco de la chica con la que supuestamente salía. Su conversación derivó a como se lo montaba con una o con otra…

– No es necesario que me des destalles, no los necesito, le dije disimulando estar ya a cien.  

Tras recoger y fregar los cacharros, me bañé y salí desnuda con una toalla cubriéndome hacia el dormitorio a tomar una siesta. Me paseé más de la cuenta frente a él, con la intención de provocarle y alterar sus hormonas. En el cuarto me puse unas bragas y una camiseta que no llegaba a mi pubis, cuando me acosté apenas tardó cinco minutos en abrir mi puerta, le observé detenidamente y le invité a entrar dentro…, tenía el cipote como una verga de galera hecha de acero templado.

– ¡¿Mi nene desea follarse a su mami…?! Le pregunté muy puta.


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Cinco horas después de haberme follado a mi vecina Susana la mujer reconoció que no tenía más salida que la de disfrutar de mi sexo. Me había preparado una comida deliciosa y tras arreglar la cocina, se dio la ducha para prepararlo sabiendo que saborearía su cuerpo…, se marchó a su cuarto a echarse una siesta, previo darse un paseo con tan solo la toalla puesta dándome a entender que deseaba dormirla conmigo. No oí cerrase la puerta y pensé que se le había olvidado algo… ¡Invitarme a dormir con ella! Solo tardé cinco minutos en aparecer desnudo en su habitación completamente, me había quitado la ropa en el salón.

Entré sin llamar y me la encontré completamente en pelotas yaciendo sobre la cama. Susana no desmerecía nada para su edad. Es una mujer maciza, con unos pechos voluminosos nada caídos pese a su edad, y un culo esplendido. Le sobraban algún kilo, pero su sexapil lo compensaba con creces. Me tumbé a su lado y comenzó a acariciarme la polla. Poco a poco se me fue poniendo como ella la quería. Dura como una piedra. Se puso en cuclillas y pude ver como su coño se abría entero. Empecé a acariciarlo, rozando suavemente sus labios y su clítoris y comprobé que estaba muy húmeda. Metí mis dedos en su coño lubricándolos bien al tiempo que  acariciaba su culo.

Suplicó tener que ir al baño a orinar, le acompañé intrigado por ver como se lo hacía. Me coloqué enfrente de ella en cuclillas, casi rozaba el suelo mi cipote, ella lo miró descolocada y se abrió de piernas para que viera el espectáculo…, con mi dedo pulgar en su clítoris frotándolo mostró todo su coño y de pronto se abrió soltado una larga y cálida meada. Cuando terminó seguí pajeándola atreviéndome a meter los dedos en su chocho recién meado…, pude comprobar que le cabría la mano entera. Como estaba me metí entre sus piernas y le comí todo el coño, sentí sus jugos por toda mi cara, el sabor de su meada salada y el olor a hembra en celo.

Nos volvimos a la cama y llegados al borde la puse a cuatro patas… coloqué la punta del capullo en la entrada de su coño. Le pregunté si estaba lista. Me dijo que sí. Y agarrándola de las caderas di un empujón y se la metí en varios golpes de pelvis hasta los huevos, notando como se abrían sus carnes de nuevo ante mi tranca endurecida de 22 cm. Empecé a follármela con ansia, percibiendo en mi capullo el fondo de su coño recién estrenado, porque hasta llegar yo nadie se la había metido tan adentro. Al mismo tiempo acariciaba su culo y le iba metiendo el pulgar en su anillo ceñido masajeándome la parte superior de mi verga desde su ano. Mi polla entraba y salía vertiginosa en su conejo hambriento viéndola en la perspectiva entre la raja sus nalgas cual vástago brillante por sus fluidos vaginales.

Cuando estaba a punto de correrse le di la vuelta y la puse boca arriba. Levanté sus piernas con mis manos, y ella misma se metió mi polla en el coño, comenzando a frotarse el clítoris. Así seguí hasta que se corrió sacando mi mostrenco de su estuche para que desaloje un par de chorros de fluido taponados por mi cipote, dejándome mi polla pringada de sus jugos, los huevos, su culo y las sábanas blancas… aquella puta llevaba muchos orgasmos atrasados.

Levanté sus piernas un poco más y coloqué la punta de mi capullo en la entrada de su coño encharcado. Sentí como iban abriéndose otra vez sus paredes enjutas, y cuando mi polla llegó hasta el fondo empecé a joder su chumino con todas mis fuerzas deseando llenarlo entero con mi leche… solo a las muy zorras les gusta follar de esa manera a pelo ¡Deseaba más que nada que la llenase!

 Como ella aún tenía ganas de más tras su corrida, la volví a poner a cuatro patas, fui pellizcando sus pezones con mi mano izquierda mientras le metía el mazo…, al principio costo un poco metérselo, así que la elevé poniéndole el culo más respingón. En el instante que su coño volvió a dar de sí empecé a fallármela sin parar hasta conseguir correrme, aquello fue un esprín de una final de 100 metros lisos, le sacaba la verga hasta el capullo y de nuevo la enterraba hasta la raíz una y otra vez haciéndola gemir y gritar de puro placer…, y cuando me venía el electro shock arrecié el embate con fuertes clavadas hasta los huevos con menos cadencia, y ¡Zas! comencé a correrme con un primer largo y grueso chorro de leche en su fondo uterino. Jadeaba al tiempo que en la misma entrada de su cuello iba descargando chorro a chorro mi lefa comprimida en mis testículos. Solté un bufido y ella un gemido al correrse conmigo regándome todo el rabo con sus jugos.

Cuando se recuperó se metió mi polla en la boca y me la chupó dejándome tendido en la cama hasta que volvió a resucitar dentro de su garganta. Luego se acostó a mi lado con intención de dormir una larga siesta para recuperarnos. Acurrucada a mi lado se relajó prometiéndome que podría volver a fallármela siempre que quisiera, y con más sorpresas….


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No me respondió con palabras sino con obras…, se subió encima de mí, abrí mis piernas invitándolo a volver a follarme… me lo metió hasta el fondo. Como estaba caliente respondí a tope. De pronto, baje la intensidad y comencé a moverme suavemente mientras le decía al oído… – ¡¡Eres un animal, un semental de instintos básicos!! ¡Cómo había fantaseado con algo así! Me gustaría tanto poder disfrutarte mucho más allá de este fin de semana…

– De este fin de semana no te libras de salir PREÑADA…

– ¡Cariño! Lo que te dije era en serio.

Se levantó de un salto…, se sentía descolocado. Demoró en contestar. Ahogado… – ¿Te atreverías a ponerle los cuernos a tu marido las veces que yo te pida…?

Con voz muy suave le susurre,... ¡sí!,... si tu cumples mi gran sueño.

Me terminó de follar y se volvió a correr en mi coño. Se recostó de nuevo, acurrucada sobre su pecho intenté dormir. Luego le hice la cucharita y me puse a soñar despierta. Sentía entre sus piernas su enorme cipote negro, era como mi antebrazo, lo restregaba acariciándolo hasta que me quedé dormida…. A la noche llegó con un regalito. Al abrirlo me encontré con un conjunto de lencería erótica precioso.

– Es para ti, me dijo. Quiero que luzcas como la mujer más guapa que pude haberme encontrado.

Prometo que lloré, pensé mandar a la mierda todo mi mundo planeado. Hacía tanto que nadie me regalaba algo tan especial, este crío pasó a ser un hombre, mi hombre. Pienso que hay que ser todo un caballero para tan detallista con algo así, más con su escasa economía. Mi sueño se regocijaba en una fantasía superior y más fuerte. Solo un gran pollón negro sería capaz de apagar mi fuego de lo cachonda que me puso el muy cabrón, preparé mi ajuar cual novia que va al sacrificio y empecé a vestirme para la ocasión.

Busqué un conjunto nada sobrio, mostraba algo de piel y pierna. Cuando estuve lista salí al salón, mi amante ocasional, atento como siempre, me había dejado en la manilla de la puerta un clavel precioso, y una tarjetita que decía…“Ésta es nuestra noche, te quiero”. Entré de pesca y observé de reojo, mi galán sentado en el sillón que ocupa mi esposo normalmente. Allí me dirigí como si nada sin llegar a besarlo como tanto deseaba, ya habría un momento para hacer contacto carnal. Por supuesto se dio como si fuera un causal, me invitó y por supuesto acepté…, conversamos de temas muy triviales. Después de un buen rato me dijo.

 Estás dispuesta a acompañarme.

En la plaza tomé el volante de mi Seat Arona, eso le ponía mucho, busqué pronto la avenida Libertad, el corazón se me escapaba por la boca, mi sueño me mantenía en las nubes como si fuera una adolescente a punto de ser desvirgada, ¡Se estaba cumpliendo un deseo tan esperado! Y más encima multiplicado por dos, joven y mulato. Estacioné, encendí la radio y empezamos a charlar. Cual caballero en ningún momento se me insinuó nada, pero nada. Hablamos de sus cosas, de sus amigos…. Y de tocarnos nada. Decidí yo tomar la iniciativa. 

– ¿Cuánto tiempo hace que no tienes sexo?, le pregunté. 

– Más de tres meses, me contestó sin reparos. – ¿Y tú como andas con tu marido…? Vuelta a hacerme la desentendida. 

– Quien… ¿Yo? Demasiado dije finalmente.

– ¿A dónde iremos…? Me preguntó.

Sus ojos y su respiración ya no eran los mismos. Elegí “La Cascada”, podía ser cualquier otro. En la zona sur hay para todos los gustos. Estacioné frente a la cabaña más grande. Nos bajamos y antes de entrar me persigné. Soy medio atea, pero el caminar junto a ese yogurín sabiendo que aquello iba ser la bomba con un chico tan enorme, donde yo le llegaba un poco más arriba de su pecho, era como para encomendarme a algún santo por lo que me esperaba.

Me acordé de una amiga que el día de su boda decía…, “San Antoño, haz que no me duela el coño”. Estábamos pronto entrando en la cabaña, sintiendo apretado mi bajo vientre. Todas las emociones se me han venido muy de golpe. Pienso en mi esposo. ¿Cómo se sentiría él si se enterara? No sé. ¡Pero yo…! Si bien he llegado hasta aquí, y tengo que apechugar. La cabaña estaba a oscuras, nos cuesta encontrar el interruptor. De repente, la luz se enciende. Todo alfombrado, muy bonito y una cama redonda inmensa. Encuentro un interruptor que atenúa la luminosidad y lo activo.

A pedido de él tomo el teléfono y solicito una botella de Ron con Coca-Cola. Renzo me toma y me tira sobre la cama, aún no nos hemos desnudado. Logro escabullirme y le pido me permita desvestirme en el baño, me desnudo viéndome en el espejo. Mi conjunto de lencería se ve de lo más coqueto. Otra miradita, y ya estoy lista. Salgo del baño y casi me muero de la impresión.  Un hermoso moreno gigantesco tirado cuan largo es sobre la cama, con una polla grotesca erguida ¡Todo eso me volveré a meter en mis entrañas! Pensaba medio asustada. 

Me acerqué y el chico saltó de la cama sosteniéndome por un brazo. De un tirón que me dio, adiós a la lencería. Mi pensada entrada triunfal no tuvo ningún éxito. En segundos, me tenía en pelotas tirada sobre el colchón de espaldas hurgándome toda. Metió su largo dedo hasta el fondo en mi chochito…, lo movía con maestría a la vez que me estampó un beso con lengua y con sus manos amasaba mis tetas. No hubo preámbulo, lo de la noche anterior no debía de contar para él, solo los tres meses sin meterla, y yo iba a pagar el pato. 

Se arrodilló a la altura de mi cabeza y puso su largo y grueso rabo en mi cara. Quería que la chupara. Les juro que para tomarla tuve que usar las dos manos. ¡Era tremenda! No dejaba de meterme mano. Abrí la boca al máximo y solo me entró la cabeza. Esa fabulosa verga eran dos  veces más grande que la de mi marido. ¡Les juro que no miento! El chico esta cachondo perdido, pero yo me encontraba derretida con todo mi chocho mojado. Mi temperatura llegaba a mil. De pronto sentí como sus dos grandes manos me toman por las nalgas y me levantan.

Entre mis piernas entreabiertas siento que me viene el primer ataque. Sujeto el rabo con las dos manos y lo acomodo a la entrada de mi abertura entre mis labios vaginales calados de flujo. Siento la primera estocada, y aunque me abro mucho de piernas solo entra el glande y poco más. ¡Dios mío!, pienso,... éste bruto me van a partir en dos. Lo sujeto con mis manos con fuerza, intentando negar la entrada. Renzo empuja calando un poco más…. – ¡Espera, espera!, le digo. Afortunadamente me hace caso.

Le pido que se recueste sobre su espalda. Ahí me percato del tremendo bruto que voy a introducirme otra vez, no sé porque ahora soy más consciente del tremendo badajo del chaval, ¡La polla de un burro se le queda pequeña! Me monto a horcajadas sobre su asta, y empiezo a sentir como poco a poco se va deslizando en mi chumino abriéndome de par en par, hasta haberlo ingresando hasta mi vientre. Mi chochito, al igual que un cinturón, apretaba al bruto cipote de hinchadas venas de aquel semental. Ya tenía medio tronco dentro.

Renzo tuvo paciencia, y yo me sentía agradecida a que no me arremetiera con todo de una sola embolada y me rompiera el coño en solo envión. Esperó a que yo bajara y de ahí en adelante empezó a moverse, muy suavemente al principio. Me preguntó si me dolía. Le dije que no, que solo ardía de gusto. Dicho esto dio un salto brusco y sentí como la verga entraba casi toda. No grité porque creo debía ser valiente y aguantar lo que tanto había deseado, pero una sensación intensa dentro de mis entrañas me hice sentirme llena de golpe. Sentí que me desgarraban por dentro. Unas movidas más y la inmensa polla acabaron en el fondo donde solo ese trozo de carne dura había estado antes.

Tocó mi punto G con su glande para sacarme el gozo más tremendo desde hacía años. Solté lo que había acumulado en tres meses de celibato. Eso me alivió a pesar del ardor, acabé como los dioses. Fue un orgasmo soñado, sentí que algo virgen era desflorado en mi interior como la primera vez…, me sentí en el cielo. El chico casi inactivo pareciera que se hubiera mantenido al margen mientras su amigo entre mis piernas preparó el camino. De pronto Renzo no aguantó más de forma pasiva, y antes que yo dijera pío, y de haberme recuperado de mis convulsivas afecciones orgásmicas…, me puso de espaldas. Percibí su hermosa verga en mi boca vaginal, atorando con su grueso glande la entrada. La cosa resultó un poquito más fácil, pese a que las dimensiones las notaba de la misma forma, pero yo estaba más que lubricada…, la corrida que me produjo  su amigo había dejado el camino suavecito repleto de fluidos viscosos fruto de mi excitación.

Me atacó con furia desde atrás, yo no oponía resistencia sincronizándome con él que tan bien me movía, estaba gozando como nunca y porque no decirlo como una perra. Creo que nunca había tenido las piernas tan abiertas. Me avisó que acababa…

– ¡Vamos no pares! ¡Córrete dentro y lléname de tu virilidad!

El chico no lo dudó dos veces, apuntilló mi coño un par de veces hasta los huevos y comenzó a soltar chorros de leche que me colmaban mi fondo uterino. Sentía cada lechazo de lefa caliente cual lava de volcán quemándome. Al mismo tiempo de desovar su esperma, sus gemidos similares a los de un toro me enardecían llevándome a un estado de estupor. El semen que no era capaz de contenerse dentro de mi conejo chorreaba hacia fuera, aun estando ensartada por tan enorme trabuco. Cinco o seis convulsiones dejaron mi conducto repleto de su viril néctar en el transcurso de su eyaculación.

¡Ambos jadeábamos como si hubiéramos corrido la maratón! Cayó rotundo sobre mí en el último esténtor, quedando clavado a tope en un perfecto acoplamiento de nuestros sexos.

Al cabo de un minuto se levantó cuando acabó la inseminación, diciéndome que conmigo tenía las mejores acabadas de su vida. Descansamos unos minutos que aprovechamos para tomarnos una copa para recuperar fuerzas. Bebiendo sobre la cama no dejábamos de jugar con nuestros sexos, me fruncía mi clítoris, mi vulva, introduciéndome un dedo en lo pastoso de mi raja por su semen y mis fluidos copiosos. Yo para no ser menos acostada, jugaba con las dos bolas y su recia polla sin llegar a estar en todo lo alto. Le acariciaba los tremendos huevos y enroscaba en mis dedos sus vellos como rulos. De pronto, con tanto toqueteo, la verga le vino arriba poniéndosele de nuevo dura e inhiesta.

Me subí sobre él recostado a mi derecha y me senté sobre su ariete endurecido como el acero. Me entró a tope hasta estrellarse en sus inconmensurables testículos…, luego me recosté cara con cara saboreando su aroma a macho. ¡Qué rico!, la situación la manejaba yo. ¡Cómo nos movíamos! De pronto siento su mano recorrer mi espalda llegando a hurgar mi conejito hambriento desde mi culo a la vez que otro dedo impregnado de mi flujo se cuela por mi ano. ¡Rico!, ¡muy rico!, lo movía muy bien. No tuve ningún problema en disfrutar de la doble penetración. Era exquisita la sensación de tener ocupados los dos agujeros, y así durante un buen rato. Muchos besos, caricias y el dedo moviéndose atrás hacia dentro y hacia afuera follándome. De pronto la cosa cambió. Sentí al chaval extrayendo su barra energizada poniéndola sobre mi culo intentando introducir su verga por el ano. Puse mi mano tratando de evitarlo, pero ya era tarde, aquel buque ya había zarpado a las profundidades del mar oscuro de mí ser. Con la estimulación mi ano se había dilatado y no oponía tanta resistencia como pudiera imaginarse.

Sentía otra sensación, muy distinta a cualquier otra experimentada anteriormente vivida en mi coño, debo decir que era virgen del culo hasta que Renzo me desfloró y aquel cipote me iba a dejar el esfínter bien dilatado para ser mis primeras experiencias…. Enculada y todo, estaba gozando a full, con el sabroso estoque de ese crío dentro de mí, posiblemente lo nunca imaginado en mis sueños más afiebrados. ¡Me dio bien duro! Clavando todo su fierro sin compasión.

A cada golpe el nene zumbaba más, tratando de introducirlo más, yo solo tenía que aguantar, no había escapatoria al verme empalada a placer. No puede negar que el dolorcito me gustaba, y la causa lo ameritaba. Ambos acabamos nuevamente en un orgasmo fabuloso, distinto también como nunca, aunque salí del trance un tanto aporreada. Aporreada pero feliz. El gozo realmente había sido enorme, tras quince minutos de meter y sacar el gran falo de ébano en mi estrecho culito que terminó ajado y lleno de leche masculina. El chico resopló cuando sus convulsiones se acercaban, noté su badajo ponerse duro cuando arreció sus embestidas sometiéndome a una descomunal perforación que sonaba en cada rincón de aquella habitación.




El chapoteo de los golpes entre su pelvis y mi trasero, se unía a sus gemidos y mis gritos de locura. Percibí de pronto como se vaciaba en mi interior, dentro de mí produjo su esperma caliente una sensación de agrado confortable que intenté escurrir al máximos esos huevos que imploraban ser dejados secos. Los agarré y masajeé con ahínco como se fuera un esponja los escurrí a la vez que era colmada de rica leche de semental. Quedamos exhaustos unos segundos después cuando me desplomé sobre él…, ya estaba bien por hoy, no me sentía capaz de soportar otro ataque de aquel portentoso misil. 

Me levanté ligeramente para tomar los vasos de tubo en donde habíamos preparado nuestras copas sobre la mesilla, cogí la de él y después la mía para reponerme. Otros tragos más y el chaval quieren repetir. Le digo que por el momento, basta….Mi coño, ni mi culo creo que podría soportar una follada más… – Si te parece bien cariño podemos repetirlo mañana…. Eso lo tranquilaza y entusiasma, pero como un último favor por esa noche pide que le haga una paja de padre y señor mío. A eso no me opongo y a dos manos los hago correrse nuevamente. Mientras lo pajeo pienso que podría ser mi propio hijo, a Eduardo lo he pillado más de una vez masturbándose y, a veces se me ha ocurrido que sería mejor se lo hiciera una chica, o su propia madre para quitarle la timidez y aliviarle. Nunca me atreví a hablar de ello con él.

Entramos a bañarnos juntos en la ducha. Me enjabonó, me besó y me levantaba y tomaba del agua que corría por mi chochito. Fue delicioso. Lavé su rabo y no lo sequé porque volvía a estar tieso. Habíamos estado casi cuatro horas follando y cuando salimos ya clareaba. Conduje hasta el centro de la Valdepeñas con mucho cuidado. Sentía como un desvanecimiento producto de las folladas y por el efecto del ron. Me dolían las caderas y me ardían mis partes íntimas. Las piernas me temblaban cuando llegamos al edificio.


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Con la SEÑORA Susana los encuentros no cesaron en lo más mínimo y aun siguen, salvo en los días que alguno de sus hijos se enferma o no pueden ir al instituto, también cuando tenía alguna cita o va al mercado de compras, el resto del tiempo encontramos el momento…, Muchas veces su esposo llamó mientras estábamos copulando. Lo divertido era que su familia no supiera lo que ocurría en su casa cuando se quedaba sola. Todo ese peligro nos animaba mucho más en nuestro atrevimiento y buscar nuevas formas y lugares para dar rienda suelta a nuestra imaginación.

Un día que terminamos de follar en la ducha, mojados y sudorosos, acariciaba sus pechos con las manos desde atrás pues aún tenía mi verga metida en su vagina como nos gustaba…

– ¡Ay, pequeño ha sido de lujo, tú no me defraudas! Susurró ella sonriendo.

– Con la maestra que tengo nunca me va a faltar inspiración,  contesté con mi mejilla apoyada a la suya.

– Gracias mi niño, dijo besándome la mejilla.

Así estábamos recuperando el ritmo normal de nuestras pulsaciones. – Oye, Susa ¿sabes…? Pregunté con algo de pudor.

– ¿Qué pasa guapo? Inquirió preocupada por la turbación de mi rostro…

– Es que… me han dado ganas de mear, contesté esperando su respuesta.

– ¡Joder nene! ¡¿Y por eso te preocupas tanto?! Dijo sonriendo pero comprensiva. – Hazlo sin más.

– Gracias,  respondí agradecido mientras sacaba mi polla de su sabroso conejito estuchado.

Sin decir palabra alguna, me puse a miccionar ahí mismo en la ducha para sorpresa de la señora.

– ¿Qué haces chico…? Gritó riendo ante mi ocurrencia. – ¡Qué loco eres!

– Disculpa Susa, pero ya no aguantaba…, además según dicen es bueno para la piel.

Contesté dando mi explicación que al tener la verga tiesa el chorro salió recto hacia ella…

– ¡Ay, ya me has mojado!

Dijo girándose por completo al sentir que mi grueso chorro candente alcanzando su pierna izquierda.

– ¡Uy, perdona! No quería mojarte, dije disculpando mi acción.

– ¡Cómo te pasas! Pero la verdad que se siente muy calientito, dijo riendo y mirando como terminaba de orinar.

– ¿No me digas que te ha gustado? Pregunté ante sus extrañas palabras.

Pues, la verdad un poquito sí…, se partía de risa la putona…. – Es la primera vez que me pasa, o sea antes si me he orinado sin querer a mí misma pero nadie me ha meado antes…, dijo explicando sin perder la risa de su cara.

– ¿Y tú?

– Pues he meado muchas veces en la ducha y algunas sobre mí mismo y la verdad no me desagrada…, dije esperando su respuesta.

– ¡Ay, mi niño loco, tienes unas ocurrencias! respondió quedando meditabunda.

– Supongo que tienes cierta curiosidad… ¿no? Pregunté tanteando hasta donde llegaría.

– ¡Hummmm! vaya pequeño me haces pensar en unas cosas, contestó con un tono de voz que escondía algo. – ¡Ay, no sé la verdad!

– Vamos de verdad, anímate Susa, por favor, susurré poniendo cara de niño triste.

– Ay, contigo no se puede, eres tan guapo…, dijo abrazándome.

– Pero como lo hacemos si ya has meado.

– Bueno, voy a tomar más agua y volvemos a follar…, dije explicando. – Y ya supongo que me darán ganas de mear después.

– Ya veremos, entonces, dijo abriendo el grifo de la ducha.

El agua cayó fría para poder beberla, los dos metimos nuestras caras debajo de ese chorro bebiendo lo más que podíamos. Una vez que nos saciamos de líquido cerré el grifo. Nuestras caricias se concentraron en los puntos más sensibles que ya eran de nuestro conocimiento absoluto. Mis dedos se deslizaban traviesos por su agujerito jugando con su vulva mullida rasurada de vellos, ella me masturbaba lento pero seguro, logrando que mi verga alcanzara su tamaño descomunal. Después de un rato nuestros ojos se encontraron, su vientre plano se veía golpeado por mi polla que buscaba con ansias la vagina de mi vecina.

Su cabeza se fue perdiendo entre mis piernas y de rodillas Susana me daba una de esas mamadas que sólo ella sabía hacerlas. – ¡Qué suerte la de su esposo! Muchas gracias por compartirla conmigo vecino.

Con una mano sostenía sus cabellos húmedos mientras la señora atragantada de su pedazo de verga favorito, que aunque no pudiera caberle entero en la boca eso no la desanimaba en sus intentos, y yo no me quejaba en lo absoluto. Tanto mi tronco como mis huevos eran degustados por los labios y la lengua experta de mi vecina, que a ratos me lanzaba miradas lujuriosas y contemplativas ante mis reacciones de satisfacción. Ella se levantó y nuestras lenguas se encontraron, jugando golosamente en un intercambio de salivas memorable. Mi balano se encontraba metido entre las piernas de la dama y frotándose contra sus labios vaginales, húmedos y deseosos. Uno de mis brazos agarró su pierna levantándola y sosteniéndola por debajo de la rodilla, mientras ella dirigía mi verga hacia la entrada de la gloria. Así, de costado y parados, fui dejando que mi tranca invadiera su caliente interior, ella sonreía al sentirme completamente en sus entrañas. Con un beso iniciamos la copulación….

– Así, mi niño, ¡qué fuerza tienes! ¡Qué polla más dura y enorme me estás metiendo so cabrón!

Gimió cerrando los ojos y disfrutando desbocada del placer. Yo no dejaba de follarla mientras nos besábamos, y sus fluidos iban forrando mi verga dejándola propicia para arremeter con furia. Nuestros ojos se buscaban desesperados, y mutuamente nos hacíamos saber que yo la deseaba tanto como ella a mí. Nuestros pensamientos sólo estaban enfocados en el momento, en la señora Susana y yo. No puedo negar que mi resistencia fuera del sumo agrado de mi vecina y que yo diera todo de mí para satisfacerla al máximo.

Los minutos corrían indiferentes para nosotros o para nuestra lujuria desbocada, mis caderas marcaban un rítmico entrar y salir de su deliciosa vagina. A esa hora en la que muchos de mis amigos estaban estudiando o en qué sabe dónde, yo seguía infatigable en mis clases particulares de sexo con mi vecina. Sus gemidos se escuchaban mucho más violentos y todo por la lógica acústica que tienen los baños. Mis bufidos se hicieron más roncos en clara señal de mi inevitable corrida. Al borde del espasmo, le retiré mi verga a Susa y ella como maestra absoluta se arrodilló ante mí. Al mismo tiempo que se tragaba el glande duro y rojo de mi falo.

Continué follándola haciendo de su boca el nuevo coño ciñendo sus labios en mi tranca y apretando mis pelotas al tiempo que cabeza adquiría un vaivén frenético sincronizado con mis mete saca hasta que finalmente me extrajo una eyaculación abundante. La lechada fue a parar a su garganta chorro tras chorro totalmente descontrolado, sólo dejaba vaciar mis huevos por completo agarrado a los cabellos de la señora que no dejaba escapar ninguna gota de su néctar seminal amasando mi huevos al tiempo que succionaba el capullo con decisión…

– Susa, tienes unos labios que son la gloria,  susurré dejando que ella me succionara hasta el último gramo de engrudo….

– Gracias mi pequeño, ya sabes que esta boquita es toda tuya. Además tienes una leche riquísima, dijo coqueta y pasando un lengüetazo en todo mi glande.

Al terminar de degustar su bebida láctea, la señora se levantó y me besó en la boca, introduciendo su lengua hasta mi garganta, golosísima en su máxima expresión.

– ¡Vaya vecinita más cachonda me ha tocado! ¡Nunca imaginé lo puta que podrías ser!

Seguimos reposando de mi vaciada de huevos aunque estuviéramos de pie y abrazados pero esperábamos ansiosos por probar la nueva locura que nos traería esa mágica lluvia dorada. Y entre susurros y caricias, llegaron las urgencias por vaciar nuestras vejigas que de un momento a otro parecían querer explotar….

– Oye, mi niño, ya estoy lista pero ¿Quién empieza? Preguntó la señora dubitativa.

– Pues, si quieres empieza tú, contesté entusiasmado por lo que venía.

– O sea yo te orino primero, ¿cierto? Inquirió inocente. – Así es Susa, dije arrodillándome en el frío piso de mayólicas de la ducha.

– Cuando quieras.

Desde abajo podía ver la voluptuosa vulva rajada de mi señora vecina, que con calma y dándole un aire solemne la situación, subió una pierna sobre mi hombro derecho y yo quedé expedito a recibir la lluvia de su interior. Con una sonrisa dibujada en su cara de mujer traviesa, Susa fue dejando fluir con libertad absoluta su meada. Se abrió la gruta y salió un chorro de caliente sobre mi mejilla, quien recibió el primer chorro, seguido después de mi pecho y el resto de mi cuerpo…, salpicando desde la cara para luego seguir con mis hombros, mi pecho y finalmente en mi polla también fue regada con el calor de su cuerpo transmitido a su líquido.

Ella soltaba carcajadas acompañadas de distintas palabras llenas de asombro pero que yo sabía muy bien que le empezaba a gustar. Una vez que me surtió con la última gota, me quedé mirándola desde abajo donde me encontraba arrodillado, sin mediar palabra o esperar me dijera algo, me acerqué a su coño y lamí como nunca antes entre sus labios vaginales, saboreando el sabor salado de su coño chorreante aún para sorpresa de la señora Susana. Pero que como sospechaba, la puso a andar como una locomotora sexual, fue como un choque eléctrico a sus instintos básicos de hembra excitada, que su macho disfrutaba todo lo que proviniera de ella…. Ha estado delicioso, dije pasando las manos por mi cuerpo mojado….

– Ay, mi niño, sinceramente que me has dejado volando con este espectáculo.

– Pero, ¿te ha gustado de veras? Pregunté sabiendo de antemano su respuesta mientras me ponía de pie.

– Muchísimo, ha sido de las locuras más increíbles de mi vida, respondió dejando que nuestras bocas se volvieran a encontrar.

Jugamos deliciosamente con nuestras salivas, la lujuria no tenía nombre para describir esa escena pero el día aún no terminaba….

– Bueno Susa, ahora te toca a ti, dije casi ordenando.

– Sí, mi niño, ya deseo probar en carne propia esta divertida locura.

Ahora era mi vecina quien se arrodillaba ante mí, esperando la descarga que iba a miccionar.

– Prepárate que ahí va, dije alertándola.

Mi vejiga inició una bestial descarga a presión, que fue a dar de lleno en la frente de Susana, ella sólo atinó a cerrar los ojos, sorprendida por la fuerza de mi catarata interior. Yo guiaba el chorro de mi meada hacia sus pechos, su estómago mientras ella se lo restregaba loca de contento por el cuerpo. Y me movía rodeándola para alcanzar todas las direcciones que aún faltaban mojar, así logré duchar con mi manguera, su espalda y sus nalgas.

Ver a mi vecinita, una mujer casada con hijos, desenvolverse de tal manera y con tal desparpajo de pervertida sexual en esta situación…. Esta zorra me hacía pensar que las mujeres en general por el simple hecho de ser madres no les quitaban su deseo, sino que el matrimonio sólo adormilaba sus sentidos sexuales. Me puso su coño enfrentado al mi verga y le rematé calando regando todo su chocho de mi micción al tiempo que se lo masajeaba dándose un pajote con mi lubricación especial. Al terminar de miccionar, el alboroto era bárbaro, la señora estaba empapada de pies a cabeza, pero la sonrisa dibujada en su rostro era indicio que la experiencia había sido de su agrado….

– Y, ¿qué tal? Pregunté dubitativo.

– ¡Te pasaste! Tienes una vejiga tan grande como tus cojones de enormes. Lo que sueltas siempre las hechas en cantidades industriales ¡Qué pervertidos de mierda somos Joder! Gritó admirada y desatada.

Ella se levantó de un salto y me abrazo, besándome con pasión desbordada….

Definitivamente algo había hecho corto circuito en su razón, se mostraba distinta, en su mirada se mostraba un fuego que deseaba ser apagado o terminaría por consumirla por completo. De pronto se bajó al pilón y me hizo una limpieza de polla soberbia…

– Esta polla está mucho más rica sazonada con tu meada…

¿Qué podría decir al respecto? Sinceramente que agradecer el día que nos mudamos a este vecindario, siendo aún joven, sin imaginar lo que el futuro me tenía reservado con este zorrón desorejado. Me la mamó a conciencia dejándola impoluta saboreando con su cara y cuerpo entero bañado de mi agüita amarilla…, tampoco la culpo, a mí me gustó comer su coño salado por su micción…. Aquel encuentro acabó como casi todos, follando como conejos hasta que llegó la tarde y se acabó el fin de semana. Volvieron mis hijos con su padre y Renzo volvió a su casa… cada uno durmiendo en su cama soñando con el otro.


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Mi esposo me esperaba despierto, no había dormido una sola pestañada y solo me preguntó cómo nos fue…. Le respondí que muy bien. Esa noche era la despedida de casada de una de mis amigas. Mi esposo es muy respetuoso de la intimidad ajena, incluso la mía. Pero yo sí le conté. Le conté todo. Le conté cómo se había cumplido el sueño de Mari Carmen…, le conté que había gozado con un negrazo que le pagamos…. También le dije que para sentirse feliz hay que estar muy enamorado y yo lo estoy de él y no tenía intención de divorciarme…, todavía. Le conté que mis amigas me habían invitado para reunirnos el día siguiente a tomar café. Pero no fui, esa tarde la reservé para él y le di todo. Todo mi cuerpo es para él mi morito, claro. Ahora soy una mujer realizada y feliz. Amo a mi esposo y él también me ama y la aventura del vecino no la pienso dejar enfriar, el chico es un sueño que se ha convertido en realidad…, tengo mis necesidades fisiológicas cubiertas y mi corazón con mis hijos y marido como recién planchado, solo es cuestión de tejer con cuidado.


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Relájate un momento y piensa que estoy detrás de ti. Sientes una sensación de escalofrío por la energía que emana mi cuerpo. Es lo que me decía al iniciar una de las grabaciones que nos hicimos follando, es otro paso más a mi perversión con ese muchacho que me quitaba el sentido, a veces veía la cara de mi hijo mayor Eduardo cuando Renzo encima de mí me atravesaba como una anchoa…. Así me iba relatando mientras follábamos en vivo y en directo visionando una de las últimas folladas clandestinas donde le ponía los cuernos a mi esposo.

Te giras hacia mí y me miras fijamente como tratando de leer mi mente. Y yo te desnudo simplemente con la mirada. Se escucha una música suave y romántica que invade el lugar donde estamos. Es tu melodía preferida. Te ciñes a mí con un abrazo y nos empezamos a besar profundamente y largamente. Bailamos por un momento y mis manos empiezan a desvestirte lentamente. Tú me quitas la camiseta y nuestras pieles se pegan una con la otra. Una vez que ya estas sin nada tomamos una copa de vino y lentamente exploramos más nuestros cuerpos…. Mis manos caminan por tu espalda y en tus piernas, por tu cuello, por tus glúteos. Nos vamos a la ducha y nos bañamos juntos, aseo tu vagina y tu trasero con mucha delicadeza haciendo electrificar tu cuerpo con mis dedos en tu ano y clítoris. Al terminar el baño nos vamos al cuarto y te doy un masaje para relajar los músculos de tu cuello. Te giro con la espalda a mi pecho. Mis manos te acarician. Descubro el fuego que llevas dentro. Mis dedos acariciarán todo tu cuerpo.

Preparo una porción de aceite aromatizante para que tu cuerpo sea más receptivo a mis caricias. Froto suavemente tu cuerpo, desde arriba hasta la punta de tus dedos. Luego, mis besos y caricias inundan tu cuello, tu espalda, tus senos, tu ombligo, tus piernas, tus pantorrillas, tus tobillos y los dedos de tus pies, lamiéndolos uno por uno. Te volteas boca arriba, para partir desde la punta del pie hacia arriba, masajeando las rodillas, las piernas, llego a tu torso y extiendo mis manos y brazos para recorrer en círculo tus pechos cuyos pezones están bien erguidos.

Tomo una pluma, y cerrando tus ojos te dejas llevar por la sensación. La pluma recorre por toda tu columna vertebral, tus piernas y en medio de tus glúteos, esto provoca que levantes tu trasero y rozo con delicadeza tus dos orificios. Después acomodo tu cabeza en una almohada. Coloco tres almohadas sobre tus riñones y culo para ver ampliamente tus partes íntimas. Masajeo el abdomen, los muslos y los pechos. Lubrico el montículo de tu vagina, el monte de Venus que más locuras me hace hacer…, con una pequeña cantidad de aceite o lubricante. Lo masajeo de forma suave y los hinchados labios externos de tu vagina.

Con suma delicadeza, tomo el labio exterior con el pulgar y el índice, casi sin presionar, con mucha suavidad y recorro todo el largo de los dos labios vaginales, en forma ascendente y descendente. También masajeo tu clítoris haciéndolo sacar de su capuchón, blanco casi translúcido…. Introduzco medio dedo dentro en la vagina. Con mucha delicadeza, sobo suavemente su interior. Aumento la velocidad pero no enloquecidamente. Mi dedo meñique explora el cerrado orificio del ano bien ceñido, respondes positivamente por lo que lo lubrico con mi lengua subiendo y bajando hasta tu vagina impregnándolo de saliva….

Es aquí donde tienes tu primer orgasmo, con varias descargas. Bebo tus jugos más tarde alcanzas un segundo orgasmo. Después de las convulsiones orgásmicas, te pido que te pongas a cuatro patas, para que mi dedo pulgar entre en tu ano y los otros cuatro en tu vagina. De nuevo, mi lengua trabaja para dilatar tu culito. Mientras, mi otra mano toca tus tetas tiernamente.

 Mi lengua y dedos laboran en tu vagina y en tu clítoris teniendo así tu tercer orgasmo. En este tipo de encuentros, no puedo dejar de pensar bendiciendo mi fortuna de disponer de tan buena condición sexual, disfrutando plenamente de ti. Me levanto de la cama, voy al baño para darme una ducha refrescarme y despejar mi mente excitada y mi cuerpo caliente.

Regreso a la habitación, totalmente desnudo. Despiertas y puedo ver mi verga inhiesta en una deseada erección. Como ya conocía mi perversión no se sorprendió cuando no fui a follarte directamente. Sujeta mis huevos en la mano izquierda y la verga en la derecha. La aprieta poco a poco hacia abajo en dirección a la base del tallo y se dispone a mamar. Recorre su lengua sobre sus labios para tenerlos listos y húmedos. Ahora abre su boca ligeramente para atormentar y excitarme. Respira en mí, soplándome con su aliento caliente, asegurándose de que su lengua esta goteante de humedad, comienza en la base del tallo de mi pollón y lo lame hacia arriba lentamente. Gira su cabeza de lado y simula morderme suavemente colocando tus dientes en mi carne henchida.

Su mano izquierda está tocando mis huevos, quizás arañándolos ligeramente con sus uñas. Busca debajo y detrás de las pelotas para encontrar esa área tan sensible justo entre el ano y los testículos, el perineo, o incluso meter un dedo en mi agujero muy suavemente, ya que el músculo que causa la erección comienza ahí atrás, esto producirá una reacción en mi verga casi instantánea…. Continua con los balanceos hacia arriba con su lengua, desde la base del mástil al borde del capullo, no se detiene, continúa su larga y húmeda lamida sobre la punta de mi verga, insistiendo en el agujero del centro por donde eyacularé una buena ración de leche sin duda. Estruja el tallo y mira como brota líquido pre-seminal.

Muestra lo mucho que le gustan mis líquidos. Empiezo a gemir y mete tanta verga como pueda caber dentro de su boca. La chupa y prueba todos sus movimientos variados hasta que sepa que no puedo soportar más y voy a derramarme. Mis gemidos son ostensibles, ella arrecia sus chupadas con fuertes succiones hasta que recibe mis disparos de leche a borbotones en su garganta. Es asombroso cuanta leche sale en tan solo cinco chorros concatenados. La saborea cuidadosamente en sus papilas. Se toma su tiempo para exprimirme y después se va a asear. Yo quedo exhausto. Pero ella no ha quedado completamente satisfecha. Me levanto en dirección a ella…

– ¡¡Fóllame chico! Yo estaba excitadísimo.

Ella agarra mí verga entre sus manos y la dirige hacia su vagina y su culo jugueteando entre los dos agujeros. Logro encararla en uno de los dos, la muevo suavemente, rozándome con el capullo los labios de entrada, notando como estaban húmedos. Ella excitadísima, dando suspiros de placer, muriéndome de ganas. Yo no pude aguantar más, mi verga se puso dura, larga y la metí lentamente dentro de su coño teniéndola a ella tan ardiente que empezó a tener otro orgasmo…. La sensación fue buenísima, aún no me había dado tiempo a recuperarme y ya estaba otra vez sintiendo placer, la miraba a través del espejo, y parecía excitarse más, mis manos se fueron a su pecho, y mientras mantenía mi verga dentro de ella, alcanzo a acariciar sus mamas y sus erguidos pezones, rozándolos, pellizcándolos suavemente.

No dejo que saque mi verga de su enjuto conejo. Yo la empujaba dándole piquetes profundos desde el glande a los huevos aporreándola con ellos hasta que logro tener un nuevo orgasmo. Mi verga está crecida, como antes. Ella me pide aprovechando que la tenía en plena extensión súper dura…, que probara a meterla por de atrás. Saco mí verga de su estuche, ella me la limpia con su boca con total desparpajo y confianza. Acomodo sus piernas sobre mis hombros y mi mostrenco de mazo a la altura de su ano lo ajusto y mi capullo lentamente lo penetro, primero una cuarta, una mitad tres cuartas y la empujo hasta dentro enterrándola toda en pocos segundos…, las lamidas anteriores, el aceite ya habían surgido su efecto.

Me muevo al ritmo que ella me dice. Me pide que la empuje duro. Así estamos por un buen tiempo. Le pido que cambiemos de posición y se acomoda a cuatro patas con las nalgas hacia arriba, sentándome sobre la cama para poder cabalgarme. Mi verga entra con mucha facilidad en su culo, y ahora sí, le doy lo más duro que puedo, lo que dan mis fuerzas…. Entre gritos me pide mi leche, y reviento sintiendo chorros ardientes dentro de su trasero. Ella alcanza así otro orgasmo a la par que el mío y quedamos los dos cansados, exhaustos. Logro sacar mi verga y nos asemos a conciencia. Luego nos acostamos y nos acomodamos en un 69 hasta que nos quedamos dormidos bien satisfechos por un par de horas que ella mi exige que recoja mientras me despide.


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Todas las mañanas veía pasar a Renzo por la puerta del despacho del pan, luego esperaba unos cinco o diez minutos bajo la marquesina de la parada del bus, hasta que lo recogía para ir al instituto, el mismo al que acude mi hijo. Los primeros días me temblaban las piernas nada más verlo, luego me fui acostumbrando a tenerlo en la cama y tratarlo como siempre… amigo de mis hijos, cliente e hijo de mis queridos amigos de enfrente. Ya pasaban cerca de seis meses en los que Rezo y yo nos desinhibíamos follando sin parar…Finalmente, así me enteré de lo que nunca pensé que iba a ocurrir. Yo me cuidaba y tampoco tenía edad ni pensamientos, pero…

Un día en julio estaba en el obrador del despacho de pan y siento que me pincha algo en el costado, una especie de bola dura. Esa semana fui con mi vecina y con mis hijos al Parque del acuático y me subí a casi todos los juegos. Cuando salí del agua tras baja el gran tubo de la cascada no podía respirar, le digo a mi amiga que tenía una pelota dura al costado de la panza y ella me pregunta si no estaré embarazada. Le digo que no, como va a ser si tomo mis pastillas religiosamente.  Mi amiga me cuenta que cuando quedó embarazada Renzo sentía un bulto en el costado y que se hacía caca. A mí me pasaba exactamente lo mismo, le dije ‘chau’ y me fui, desaparecí.

“Fui con mi esposo a un hospital y le cuento a la médica que para mí estoy embarazada y que hace cinco meses que no me viene… me dice que si estuviera embarazada se me notaría. Me mira la panza y me dice que no, la toca y confirma que lo que tenía era una hinchazón de amenorrea. ‘Embarazada, no’, sentencia.” Mi marido me dice que si me lo decía ella, que era la médica, entonces era así.

La crisis después de la noticia. Me empecé a preguntar ¿y ahora qué hago? ¿Cómo me puedo enterar tan tarde? Pensaba en todo lo que había hecho con Renzo… pensaba que con mi esposo no follábamos con frecuencia, apenas estábamos conviviendo como matrimonio, no sabía si iba a ser madre preñada por un adolescente…, no entendía nada y me preocupaba mucho cómo estaba mi familia. Estuve llorando toda la tarde, fue un fin de semana de crisis, una angustia gigante.

Me fui a una clínica privada para que me terminen de confirmar. Una médica me empieza a hacer la ecografía y me dice ‘yo aquí no veo nada’. Pensé que ya me estaban cargando o que era un embarazo ectópico. Después de un rato de decirme que no veía nada, me toca en ese costado donde yo sentía la molestia rara y hace ‘puc’, y me salta una panza de golpe, en el medio, chiquitita. Me confirmó que ahí estaba, que tenía 20 semanas de embarazo y que era una nena, me tiró todo junto.

Cuando le cuento a mi marido que estoy preñada empezamos a afrontar todo lo que se venía, a hacer todos los estudios que no habíamos hecho, la preocupación de saber cómo estaba el bebé, que para nosotros en ese momento era una nena. Estuvimos todo un mes hablándole a Vera hasta que en el escáner fetal salió que era definitivamente una niña.

 “Yo pensaba que era una bestia, no entendía cómo podía ser que con tanta comunicación conmigo misma y con mi cuerpo no me diera cuenta… y a la vez también entendí que una no se tiene que echar tantas culpas, que por algo pasan las cosas”

Estábamos yendo a hacer el análisis de sangre y nos cruzamos con el jefe de enfermería que me mira… “Usted está embarazada”. Se me llenaron los ojos de brillo vidrioso.

Me hacen el análisis de sangre, me quedo un montón para esperarlo pero me tuve que volver para atender el negocio, así que dejo a mi amiga vecina ahí para que me cuente cómo salió. A la hora me cae un WhatsApp con el papelito que decía… “guardia del hospital San José de la Vega… POSITIVO”. Se me cayó la cara, me largué a llorar, era casi imposible pero ocurrió.

Los prejuicios y las críticas a mi persona no dejaron de existir, más siendo una persona de cara al público. Los médicos en general no me juzgaron porque se me notaba que me preocupaba de mi falta de menstruación… yo sabía fechas, tenía todo anotado, todos los estudios, los de sangre daban perfectos, durante esos cinco meses hubo un derrape.

Quien me hizo sentir mal fue la médica que realizaba la ecografía. Ella me cuestionó por qué no me enteré antes… “Estos casos son comunes, me han venido pibas con 38 semanas, ya por parir, me vienen con que no se dan cuenta, ¡¡Analfabetas!!”

Yo tenía ganas de matarla porque hay mujeres que son descuidadas, pero también hay personas que no tienen recursos y que no saben, es una realidad en la que vivimos. Hay adolescentes que lo tienen que esconder porque no están acompañadas o porque se lo niegan. Yo nunca hubiese esperado que me pasara esto.

Una clienta conocida de mucho tiempo y muy moralista… – “Qué inconsciencia, estuviste haciendo de todo… bebiendo, haciendo deporte y seguramente copulando… pobre bebé, anda a saber cómo está… a saber si está completo. Es muy arriesgado lo que estás haciendo, querer llevar a término un embarazo de esta manera, tienes que tener cuidado”

Sin embargo, todo el tiempo los médicos me decían que mis estudios eran impecables, les llamaba la atención mi prolijidad en todo.

Tenía un montón de cosas estudiadas de libro y de vida porque como siempre quise ser madre, siempre me preparé para mis dos hijos y este vino sin preparación alguna. Los BICHITOS  de Renzo hay que reconocer que son muy pertinaces y lograron preñarme sin miramientos.





Al poco tiempo, empecé a pensar que no estaba tan mal, aunque haberme enterado tarde haya sido un bajón. Hay gente que siempre busca criticarte o verle lo negativo, pero al final todo fue impecable… el crecimiento que tuvo el bebé en la panza fue perfecto, no le faltó nada, nació en 20 minutos de cuatro empujones, el parto ideal sin apenas dolor, ni epidural. El trabajo de parto fue impecable, yo fui a la puericultora para amamantar a mi morenito, me ocupé de todo lo que me tenía que ocupar excelentemente. Y así nació, se prendió a la teta, cada vez que los médicos me ven me dicen que tengo un bebé feliz, que es el mejor signo.

La criatura se ríe, es sociable y ahí es cuando pienso que a pesar de la historia que tuve, tan mala no fue. Fui a yoga, caminé todos los días, tomé agua, me preparé hasta para estar tranquila a la hora de parir, que es tan importante como el resto. Ver cómo salió todo es pensar ¡¡Qué buena revancha!! Mi esposo no deseaba traer más hijos al mundo, pues ahí tiene al tercero para que lo mantenga y además le saldrá tostado con una buena dotación.

“Estas historias no son tan comunes pero pueden pasar, por más prolija, por más ordenada que seas, a veces la vida te da un zapatazo. No puedes controlarlo todo y eso fue lo que yo sentí conmigo, que yo controlaba todo, siempre hacía todo bien, siempre me organizaba, tomaba mis pastillas y follaba cuando menos riesgos había… pero nada fue tan eficaz que la verga de Renzo”





2 comentarios:

  1. sin dudas este relato me gusto mucho, ya que tiene algo que me gusta que los anteriores de esta saga no cumplen y es que se crucen los vecinos (el moreno con la madura) y que hayan utilizado mas el apartamento que una ubicacion distinta, es decir en los otros se sentia mas una excusa ya que mencionaban el sitio, hacian una o dos cosas y automaticamente cambiaban de locacion olvidandose del titulo de cada relato; pero puede ser impresion mia, aun asi disfrute de esta saga...
    p/d: espero que tenga muchos pisos este edificio jeje

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  2. Fantástico de principio a fin, la historia es buena pero la narrativa es genial. Me gustado mucho de verdad,cada detalle narrativo y descripción hace que la imaginación vuele y llegue al clímax con el final.
    Tremenda saga, gracias por compartirla.

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