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UNA HISTORIA DE AMOR. Y si tú no has de volver...

    "Y si tú no has de volver" 1ª PARTE "Una para el otro y otra para el uno". Esa frase la repite una y otra vez mi ...

Disfrutando el caldo de mis abuelitas




Mi nombre es Alejandro, Tengo 25 años en la actualidad y una relación un tanto especial en casa...  vivo con mi abuela, una mujer muy activa aún, que pasaba su vida entre el trabajo y su hogar... no obstante los fines de semana son de salir con sus amigas. Por mi parte, soy ingeniero en sistemas con mi propio negocio. Le dedico el tiempo justo para vivir bien y disfrutar de la vida, de tal modo que me dejo las tardes libres para realizar un poco de deporte y estar con mi abuela Rosa, que con la casi incompatibilidad de horarios, solo nos quedaba la tarde noche que aprovechábamos para contarnos los avatares del día. 

He de decir que nunca me he considerado un adonis ni nada por el estilo, sin embargo, creo que siempre he tenido lo mío. Además, gracias al deporte y el gimnasio acompañados por mi 1,75 de estatura, algo de atención llamaba. Desde hace ya algún tiempo me empezaron a llamar la atención las mujeres maduras, después se fue incrementando en algo más especial por viudas y solteras que necesitan cariño y entre todas ellas las que son mayores de 50, eran mis preferidas, la que más morbo me despertaban. En algunas empresas ahora, pero sobre todo al principio de mi profesión que realizaba instalaciones en viviendas particulares, más de una bella y joven madura y alguna abuelita de buen ver y mejor probar, también cayó. Lo bueno con estas mujeres es que te permiten follarlas a pelo y correrte dentro de ellas sin la menor precaución… disfrutas, disfrutan y no hay consecuencias más allá de gozar mutuamente sin el resquemor de cargar con la responsabilidad  por dejarlas preñadas. Todo esto tiene una razón de ser en mi subconsciente como bien apuntaba Sigmund Freud…. "Desde pequeño me ha cuidado mi abuelita Rosa... ella siempre estaba ahí cuando salía del cole, y después en el instituto. Es mi referente femenino del amor y del cuidado generoso...tal vez de algo más profundo." 

Durante la universidad no tuvimos tanto contacto pero el germen de mi atracción hacia las mujeres maduras ya estaba implantado en mi mente. Ahora ya está a punto de jubilarse, pero no ha dejado ni un solo día de trabajar en más de 40 años de vida laboral. Desde hace un año y medio vivimos solo ella y yo… mi familia falleció accidentalmente en coche cuando iban de viaje, los únicos que no íbamos en ese vehículo éramos nosotros…. La noticia nos impactó mucho, tanto que nos deprimimos durante muchos meses, pero esa depresión la superamos gracias a la compañía que nos hicimos y al esfuerzo de superación ante la adversidad. Después de los duros primeros días, mi abuela Rosa creyó conveniente y pertinente que conviviéramos porque no tenía sentido que teniéndonos tal cariño y confianza viviéramos solos cada uno en casas distintas, así que me mudé a su hogar tan solo una semana después de la tragedia. Es un piso acogedor y céntrico, lo cual me venía perfecto para mi negocio de instalador de sistemas informáticos de redes y seguridad a pequeñas y medianas empresas.

Rosa siempre se conservó muy bien, ya que trabajaba como asistente de contabilidad en una institución oficial, razón por la cual ella siempre vestía bien y se arreglaba lo suficiente sin intentar ser extravagante. Para mí era común verla con falda y blusa de manga larga, acompañada muchas veces por una chaqueta que, hacia juego con su falda ceñida al cuerpo, un poco más alta que sus rodillas y unas medias de nylon que hacían ver sus bien contorneadas piernas más firmes de lo que realmente eran. Me parece que cuando yo tenía unos trece años, ya comencé a fijarme más en ella. He de reconocer que tenía una figura, que desde que recuerdo siempre me atrajo, y de una u otra manera con el tiempo se convirtió en el estándar que yo luego buscaría en una mujer.

De cintura contorneada con un abdomen ya no tan firme y anchas caderas, tal vez producto de los hijos que tuvo. De hombros un tanto estrechos y su espalda siempre rectale daba ese toque de elegancia y altivez que la caracterizaba, acompañados por esas hermosas piernas que siempre iban sobre unos zapatos de taco medio y hacían que sus caderas se levanten y se pongan en una pose respingada muy atractiva. Sus tetas voluptuosas tenían la medida exacta para robar una mirada de deseo, que yo sin querer había notado en más de un hombre por la calle cuando ella pasaba, y que provocaban que me ponga celoso cuando la acompañaba, con su forma de caminar que no lo hacía como modelo de pasarela, permitía balancear sus caderas con cada paso que ella daba siempre con elegancia.

Le encantaba y estoy seguro de eso, el sentirse observada, su forma de andar, ese balanceo, la forma de pararse, su forma de sentarse, cruzada las piernas como lo hace una secretaria, eso permitía contemplar lo perfectas de sus piernas. Acostumbraba a llevar su cabellera lacia por debajo de los hombros, aunque le gustaba hacerse los churitos, que por cierto le quedaban de maravilla, a veces suelto, a veces recogido, no se hacía peinados que salieran de lo común. Su rostro no se parecía para nada a una modelo de revista, pero tiene una mirada cautivadora que resaltaba esos ojos cafés, que con el brillo del sol en momentos se los veía más claros que de costumbre, siempre se maquillaba lo necesario, sobras sobre los ojos y un poco de maquillaje y rubor, sin caer en la exageración. Sus labios carnosamente sensuales que siempre llevaba pintados color “Red Russian” bastante provocativo, su nariz fina y respingada era una de sus señas de identidad que más me gustaba de su rostro…le quedaba muy bien. Pese a tener más de cincuenta años cuando me empezó a atraer, nunca me pareció tenerlos porque aparentaba ser mucho más joven de lo que era…por su actitud, por su piel tersa en todo su cuerpo, por su cara de aniñada y por su voz sensual… cada vez le empecé a dar mayor importancia a todo esto. En más de una ocasión y con el paso de los años en la universidad, alguien que no nos conocía hacia sugerencias como que fuéramos pareja… ella por aparentar mucho menos de su edad y yo por parecer algo mayor de la mía.

Yo sé por las fotos de familia que mi abuela Rosa, en su juventud había sido una mujer muy bella, pero ahora el tiempo ya había hecho mella en su algunas pocas partes de su cuerpo…en otras más bien pereciera una treintañera. El cabello es pelirrojo de color natural, pero a veces se lo tiñe con mechas rubias. Su cara es la más castigada con algunas arrugas típicas de la madurez sin llegar a ser las que le corresponderían a su edad, la disimula muy bien con mascarilla de maquillaje… sin embargo esas características representadas en ella como mujer madura, me vuelven loco. ¡Estar en la cama con una hembra así me excita mucho! Tal vez demasiado por el morbo y la entrega que suele tener a verse en la última fase de disfrute de su senectud. Por mi vida ya habían pasado muchas mujeres. Tengo la suerte de ser un tipo atractivo sin lograr ser muy guapo, pero mis facciones varoniles y mi cuerpo cuidado, rubio, con músculos definidos y fuertes, buenas piernas y porque no decirlo un cipote de casi 20 cm de largo y un grosor significativo, que ha hecho disfrutar y gritar de placer a cada mujer con la que he estado… gusto de vestir con vaqueros, jeans ajustados que marcan muy bien mi dotación. 

Por otro lado soy de talante abierto y solidario con las personas que en justicia necesitan mi ayuda…en especial este tipo de mujeres mayores, ya me entiendes, sin embargo es mi persona quien necesita esa ayuda, pues en las chicas de mi edad no he encontrado todavía el nivel de correspondencia que veo en ellas. Al final de tantos años probando de diversas maneras una relación estable, he comprobado que las chicas de hoy, sobre todo las que me gustan…ninguna quiere  comprometerse, solo pasarlo bien de vez en cuando… ¡Todo ello me ha dado mucho en qué pensar! Ahora estoy soltero, con el pasado de la pérdida de mi familia superado gracias al apoyo de mi abuela y con un trabajo con el que apenas tengo tiempo para nada. Desde que me mudé a vivir con mi abuela ha sido muy atenta conmigo, se ha portado entregada como una gran ama de casa que es, una madre y una amiga encargándose de estar bien con ella sin que me falte de nada… solo a cambio de mi compañía. Me permite que comparta las tareas domésticas enseñándome su trucos de cocina…con mi abuela estoy aprendiendo a ser un hombre de provecho. A continuación relataré mi aventura con mis tres maravillosas abuelitas, que me han hecho ver el mundo de otra manera...empezando por la que tengo más cerca de mi corazón, mi abuela Rosa.


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Un día al regreso de mi trabajo, entré en la cocina con mi abuela agachada limpiando el horno, comprobé que no llevaba sostén porque vi como sus tetas colgaban balanceándose de un lado hacia otro, esa visión hizo que me excitara, respondiendo con una erección acorde a mi necesidad de meses sin mojar. Esa misma noche después de cenar mí abuela y yo conversamos un poco sobre mis relaciones y mi abuelo, el caso es que llegamos a terreno pantanoso en el tema sexual…. 

– Extraño mucho a Manuel, hijo. Tu abuelo era muy fogoso y de repente nada… se murió tan pronto como en cosa de 15 días que no me dio tiempo a despedirme de él debidamente… lo echo de menos las más de la veces por las noches al lado mío en la cama, decía esto algo apenada. 

En más de una ocasión he sorprendido a mi abuela mientras estaba sentado o de pie, que me miraba el bulto que mis ajustados pantalones vaqueros formaban con mis geniales. Nunca le di importancia pensando que ambos no tenemos los mismos gustos en el estilo de vestir, ella tan elegante siempre y yo informal, pero ese día en la cocina me pidió la ayudase... 

– Hijo me podrías hacer el favor de bajarme una olla grande que está en un estante de la cocina.

Inmediatamente acerqué la escalera, subiendo para bajar la olla grande, ella se colocó debajo de mí para sujetarla y pude observar como mi abuela prestaba gran atención a la enorme protuberancia que me suele marcar en mis pantalones la polla en estado natural, no obstante a ella casi se le salían los ojos siendo este mi aspecto cotidiano. Bajándome de la escalera no pudo aguantarse más y volvió a inquirir sobre mi vestimenta… 

– Nene, ¿no crees que llevas muy apretados esos pantalones? No puede ser bueno llevarlos tan apretados…, dijo con picardía queriendo aparentar un consejo maternal. – Lo digo porque aconsejan llevar más aireados los testículos, de lo contrario el aumento de la temperatura puede provocar una carencia de calidad en el esperma y querrás preñar a alguna hembra. Además de llevar al monstruo muy aprisionado. Creo que ya ha crecido mucho para torturarlo de esa manera  ¿No crees, hijo?

Se le escapó una leve sonrisa.  

– Es cierto eso abuela, pero no me molesta y me gusta vestir así.

Cuando se llegó la noche en mi cama pensaba sobre lo que había pasado, me excité con solo pensar que mi abuela pudiera desear probar o ver siquiera mi verga y lo preocupada que estaba por mis genitales y mi descendencia…, no sabía bien que pensar, esa conversación algo ambigua tenía tintes de ser el principio de un tema interesante. Por la mañana como era domingo, no trabajé y todavía me encontraba durmiendo, acostado en calzoncillos. Con la puerta entreabierta, noté la presencia de mi abuela mirando fijamente escaneando mi cuerpo, seguramente en especial con una fijación en mi entrepierna. Me hice el dormido cambiando de postura… ella cogió confianza al verme ronronear apaciblemente, así que al notar eso se acercó a mí con sibilina precaución de no despertarme y husmeó dentro de mis bóxer levantando la tela de una de mis patas… acercando su cabeza empezó a oler mi entrepierna, y después vi como empezaba a acercar su mano para tocarlo…, el cipote caía a ese lado izquierdo, lo rozó apenas con las yemas de los dedos. Me excitó demasiado, así que mi verga empezó a empalmarse sin poder remediarlo. 

Cuando notó alzarse el soldado se sorprendió y dejó de sobarme, pero siguió en mi habitación. Sus suaves magreos habían hecho que mi polla quedara completamente dura en cuestión de segundos. Llevada por su excitación y sabiendo que se estaba sobrepasando una línea roja, se introdujo la mano bajo las bragas masturbándose durante al menos cinco minutos fijando su atención en mi rabo tieso extendido fuera de los calzoncillos para bajar su excitación y elevar la mía. Eso confirmó mis sospechas, mi abuela deseaba tener sexo conmigo y mi buen garrote era lo que tenía más cerca para que la follase. Nunca hubiera sospechado que una mujer tan veterana tuviese aún el coño tan caliente, pero así era, la abuela Rosa se hallaba cachonda perdida. Había pasado mucho tiempo desde que mi abuelo falleció y la pobre mujer llevaba 10 años sin ser follada, aquel coño debía estar cerrado como el de una nena virgen y sus ganas estaban más cerca de una adolescente que de una jubilada. Ese despertar en su libido pudiera ser motivado por mi presencia en casa, su necesidad de compañía masculina había despertado y yo en plena facultad sexual con 22 años no iba a poner ninguna objeción si mi abuela quería follarme, yo me iba a follar bien follada...

Ese día después de levantarme y desayunar salí un rato a dar una vuelta, me ayudó el paseo para pensar sobre lo que había sucedido. Al regresar, busqué a mi abuela hasta que la encontré en el lavadero, ella no se percató de mi presencia… quedé sorprendido al pillarla oliendo los calzoncillos que había usado esa noche, los restregaba contra su cara inspirando fuertemente por la nariz y sacando la lengua lamiendo, cerraba los ojos inhalando el aroma contenido en ellos, justo antes de introducirlos en la lavadora. Al darse cuenta de mi presencia me miró inmediatamente continuando como si tal cosa con su tarea de hacer la colada, y así disimulando a sabiendas que la podía haber cazado en tan ordinaria situación. 

– ¿Qué se te ofrece cariño…? 

Yo sin querer darle más importancia al asunto, solo dije… 

Nada abuela, solo quería ver si se encontraba en la casa y decirte que ya estoy aquí…, respondí.

Esa acción me puso cachondo. Cuando acabó de programar la lavadora, justo en el momento de pasar por mi lado me acerqué un poco más a su paso y nos fundimos en un abrazo bastante largo, lo hacíamos de vez en cuando sin haber un  motivo aparente, solo nuestro cariño por el otro… era una demostración de que nos teníamos para lo bueno y lo malo, solos nosotros dos ante la vorágine de la vida. La cogí de la cintura y ella me acariciaba los brazos, los hombros y finalmente la cara…sin mediar palabra nuestras bocas se acercaron y nos besamos en la boca sin lengua, pero este gesto no fue con siempre esta vez, este beso había cierto contenido pasional como el de una pareja de enamorados. 

Por unos instantes me olvidé que era mi abuela, ella solo quería darme un poco de felicidad y de paso sopesar mi atracción hacia ella, que como se pudo evidenciar fue  bastante y de manera mutua… nos arrastraba la corriente de la pasión intestina que todo ser vivo siente por el sexo y la procreación. Nuestros cuerpos pegados se friccionaban con delicadeza, nuestras bocas pegadas saboreando el aliento del otro nos embargaban de tal manera, que no pude evitar abrir un poco la boca y darle a tomar algo de mi saliva, ella largó su lengua lamiendo mis labios y de pronto las puntas de nuestras lenguas se palparon durante unos segundos maravillosos, los labios se acoplaron y nuestras lenguas jugaron atrevidas en la boca del otro. Ella cerró los ojos interiorizando el gusto de besar tan lascivamente desde su juventud, mi mano palpó su erguido y duro culo…ella midió mi erección con sus dedos, pero no nos atrevimos a llegar a más, aunque se podría haber llegado sin mucho esfuerzo…, apartó su cuerpo del mío para continuar su camino. Mi polla se izó como en una tremenda erección que ella tuvo que notar ostensiblemente… 
– Voy a preparar un arroz de verduras para hoy… ¿Te apetece verdad, cariño… o prefieres que sea a la cubana? 
Contesté un sí dudoso, sin saber muy bien de qué estábamos hablando, me quedé un tanto anonadado, creo que conteste de verduras...
 
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En unos días cumpliría 60 años, así que decidí darle el mejor regalo que pudiera tener, para su jubilación. Llegado el día la llevé a cenar a un buen restaurante de la ciudad, hablamos sobre cosas de la familia, nuestras vidas y el trabajo. Al terminar, ofrecí llevarla al cine, pero me dijo que ya se encontraba muy cansada y que solo quería ir a casa a descansar. Llegando a la casa me dio un tierno beso en la mejilla que duró más de lo normal cerca de la comisura, ella y yo hubiéramos preferido fuese en la boca como en el lavadero, pero en el último instante se arrepintió… a esas horas con la lujuria no se juega o terminas en el infierno. Me agradeció que estuviera con ella en ese día acompañándola. Ya dentro de casa, le reclamé que se quedara un poco más conmigo, accedió y puse la tele donde daban una película, así que nos sentamos en el sofá uno al lado del otro y la abracé por la cintura recostada sobre mi costado… parecíamos dos esposos enamorados. La película contenía algunas escenas sexuales, lo que nos empezó a inquietarnos a los dos, mi abuela suspiró. 
– ¿Y ese suspiro abuela?
– Nada hijo, solo extraño la compañía de tu abuelo, a veces me siento muy sola.
– Tú no estás sola, me tienes a mí, para hacerte compañía.
– No me refiero a ese tipo de soledad.
– No sé, vivimos juntos y me gustaría estar así mucho tiempo y darte todo lo que necesites. En casa me tienes a mí para que no te falte nada de lo que un hombre te pueda dar...”
Aquellas palabras avivaron sus sentidos y los míos, no sé cómo me salió, debió de ser el subconsciente de Freud, pero lo llegó a interpretar en el más amplio de los sentidos….

– Hijo no sé si entiendo lo que me quieres decir… pero si es cierto como yo lo interpreto.... Debo de confesarte de algunas carencias las llevo sin atender debidamente mucho tiempo, esas que solo un hombre es quien puede resarcirlas…. Solo si tú lo deseas, se entiende. 
Hizo una pausa para mirarme y acariciarme la cara, en eso mi abuela sigue en el tono más cálido que una mujer sensual puede hacerlo. 
– Pero claro eres mi nieto, el hijo de mi hija y no está bien pensar en esos términos…
La miré fijamente a los ojos sin contarme, de sobra me daba cuenta de su atención hacia mí, del beso lascivo del lavadero mucho más penetrante que los muchos anteriores, así que le espeté…

– Abuela, sé que las mujeres necesitáis ser atendidas como es debido por un hombre en la cama, le solté a las claras. – No porque os hacéis mayores os quedáis inactivas, mucho meno tú, porque algunas es al contrario… buscáis tener relaciones más frecuentemente incitadas por la menopausia al poder follar a pelo sin quedaros preñadas…

– Eso siempre es un incentivo cariño !!como lo sabes granuja!!

– Abuela soy tu nieto y te quiero como a una madre, pero eso no quita que me haya dado cuenta de cómo me miras últimamente… tus necesidades de mujer, de hembra se mantienen intactas y desde hace muchos años no están cubiertas, y es una pena, porque eres una mujer muy atractiva sexual e intelectualmente.

– Es que cariño no me siento tan mayor como indica mi fecha de nacimiento, me siento aún muy joven y creo que aún puedo dar mucho a un hombre…

– Estoy seguro que es así como te sientes…joven y muy activa, por eso no sé como no tienes un novio cada semana mentido en tu cama. 
– Yo necesito un hombre que me acompañe en la vida, no solo que me folle como una perra y me deje por su esposa a la mañana
– Entiendo... creo que me pasa al igual a mí. Sabes abuela, hace meses que no tengo novia oficial, salgo y algo cae de vez en cuando, pero nada que me llene… ¡Echo de menos tener en mi cama a una mujer que me dé calor todas las noches…! 
– Creo que te estás haciendo mayor y responsable.
Así que nada más decir eso, su mano izquierda se deslizó acercándose a mi entrepierna… para ese entonces comenzaba a hincharse el mostrenco que tengo por falo. Ella se dejó hacer metiendo mi mano por su culo, a la par que ella iba pasando la mano abierta por todo el cipote sobre el pantalón, y en pocos segundos la cosa estaba lista, abriendo los ojos exclamó… 
– ¡¡Madre de Dios, cariño mío… qué bien dotado estás...!! ¡¡Cómo la siento... la tienes muy dura y es bastante grande!!
No dejó de  acariciarlo sobre mis apretados pantalones, la verga se notaba en mi muslo, y mi mano ya estaba alcanzando con sus caricias el ano y la vulva de mi abuela atacándola desde atrás…sobando de una sola vez su culo y coño. Estuvimos varios minutos en tal trance, hasta que la calentura nos quitó el raciocinio del todo, ya no éramos una abuela y su nieto, sino un macho y una hembra con deseos inconfesables de aparearse como animales salvajes. Mi musculada polla no soportaba un minuto más, deseaba salir  de su prisión y partir a mi abuela en dos por el coño…


Tomándola de la mano le dije que fuéramos mejor a su cama, poco le habían importado nunca a mi abuela Rosa los tabúes o las supersticiones, su mentalidad moderna se hallaba por encima de esa orbe de imperativos sociales que no hacen  más que coartar la libertad de cada individuo, una emancipación donde se hace el bien sin molestar a los demás. Nos dejamos arrastrar por el devenir de los acontecimientos, ambos estábamos cachondos sin lugar a dudas, nadie podría sospechar de nuestras intenciones o acciones conviviendo juntos bajo el mismo techo… <<¿Qué de malo podría haber en compartir un poco más de amor entre una abuela y su nieto? Un orgasmo compartido no es más que un placer semejante a dosificar un rico helado para dos, un café o un baile pegados.>> Llegando a su cuarto la empecé a acariciar lentamente tocando sus tetas sobre la ropa que tenía puesta besando su cuello de pie ambos en medio del cuarto. Sin prisas ni pausa desabotonaba el discreto y largo vestido que llevaba, y finalmente la cremallera, quitándolo completamente. Ella se dejó hacer...

– ¡Mmm sí así tócame cariño, hace tanto que no me acariciaban de esta manera…! ¡Umm! La pobre con sus ojos suplicaba esa atención especial de un hombre. – Lo siento mi amor, pero tu abuela necesita a un hombre, uno que la ame y la haga gozar... que la posea y se derrame en su interior... Mi amor, tú eres perfecto.”

Comencé a besar y mordisquear lentamente los pezones de esas tetas ligeramente caídas pero aun llenas de masa carnosa suave y sedosa… me cantaban, se las veía y notaba hermosas. Ella solo gemía y disfrutaba poco quedaba de la abuela cariñosa y servicial con su nieto, más parecía un puta entregada y sumisa con ganas de ser follada por su macho. Después le quité sus medias y muy lentamente sus pequeñas bragas blancas que llevaba ajustadas.

– ¡¡Quítate la ropa hijo!! me dijo. – Quiero verte totalmente desnudo, también”.

Comencé a quitarme la camisa, y mi abuela gimió al ver mi abdomen, mis brazos fuertes y marcados en un estriptis solo para ella. En un arrebato de desquite me arrancó los ajustados pantalones y mis calzoncillos bóxer que apenas podía ocultar mi enorme erección con mi par de largos huevos duros colgando, llenos de leche…, en esos momentos ya notaba un cierto dolor en ellos ansiando aliviarse en tan tremenda hembra. Mi abuela al verme completamente desnudo se sorprendió y abriendo los ojos
– Pero mi vida qué es esto..., Dios mío que grande la tienes, es el doble de larga y gorda de la de tu abuelo que en paz descanse, ¡Es una polla enorme! Y lo increíble es que la tienes muy dura…! 

– Y es toda para ti abuelita...es para que la goces ordeñándola.

Diciendo esto, la apretó con mayor decisión por debajo del glande y aún le sobró tallo para la otra mano que la dedicó a manosearme las pelotas… se inclinó para poner entre sus labios mi capullo y cerrando la boca lo engulló. Mi abuela lentamente empezó a rozar la punta de mi polla con su lengua, se notaba que tenía mucha experiencia, habría mamado las veces necesarias para hacerme gozar con su boca…, mamar se lleva en el instinto y pronto estuvo a nivel de una buena puta. Sentir sus calientes labios rodeando el glande, me hicieron gemir de placer al remangar todo el prepucio y engullirse un tercio del cipote sin remilgos. Mientras me mamaba el gordo capullo con succiones contundentes, su mano firme en mi erecto falo realizaba un suave masaje masturbador. La sensación de su mano en mi polla con mi cabezón en la boca era genial, no era la primera vez que una mujer me hacía gozar así, pero lo de mi abuela era gloria bendita. La paja era suave pero a un buen ritmo, como la haría toda una experta… de vez en cunado alternaba unos masajes a los huevos, con apretones suaves que revolvían los huevos en el escroto.

– La tienes muy grande y dura mi vida… nunca imaginé que fuera así ¡Ummm que buena la tienes, nene!  
Dijo con orgullo, tal vez pensando en lo mucho que podía llegar a gozar de ella a partir de ahora.  
– ¿Te gusta cómo te la chupa la abuelita, Alex? 
– Mucho...
Tú cierra los ojos y disfruta... las hembras nos encargamos de hacer gozar a nuestros machos sementales.
– Si abuela…, contesté con un hilo de voz.

Pero la verdad es que no podía cerrar los ojos. Ver a mi señora abuela tan respetada en el barrio por todo el mundo, allí entregada a la lujuria y el placer más prohibido y morboso que existe haciéndome una mamada-paja me ponía más cachondo aún. Sus ojos no apartaban la vista de mi cipote y su mano se movía sin descanso. Pero lo mejor era ver sus tetas bamboleándose sin cesar debido al movimiento de su brazo. No puede evitar empezar a gemir levemente, aquello me estaba encantando. Doña Rosa respondió acelerando un poco el ritmo lo que hizo que aún sintiese más placer
– Me gusta mucho, abuela así no pares por favor, susurré gimiendo. 
Rosa sonreía satisfecha de ver a su nieto disfrutar tanto gracias a ella. Volvió a acelerar el ritmo agarrando fuertemente mi polla, seguramente a sabiendas de que no me faltaba mucho para eyacular. El ritmo de la paja era cada vez más rápido y yo ya empezaba a sentir la tensión en mis huevos. Después de un rato sentí todo tipo de escalofríos al ver a esa dama que parecía mi abuela pero no se comportaba como tal, sentía estar en una montaña rusa en la que por momentos parecía me iba a correr y en otros me seducía las ganas de arremeter con fiereza metiéndole toda la tranca hasta el esófago. Ante tanto desconcierto, decidí sacarla de su boca, ante una baja temporal de mi presión sobre los huevos, y cumplir con ella también… bajé lentamente sobre las tetas mordisqueando sus pezones, se le pusieron tiesos en un instante…

¡Le gustaba mi mamada de teta! Alterné una con otra lengüeteando sin cesar para acto seguido continuar camino abajo por su barriga, monte de Venus y finalmente caí entre los labios de su vagina que estaba adornada con unos vellos sobre su pubis. Le abrí el coño con dos dedos y los grandes labios internos como flamantes pétalos de flor se expandieron para ofrecerme su caliente y rosado interior. El aroma de su coño de una hembra en celo me enturbió la razón avivando mis deseos más primitivos…, con mi lengua comencé a lamer su clítoris y a meter un dedo lentamente en su vagina entre sus grandes labios vaginales oscuros…mi abuela comenzó a gemir fuertemente mientras yo con mi lengua seguía jugando con su pepita y le follaba simuladamente con dos dedos ya, en un coño muy cerrado… mucho más apretado de lo que esperaba en una mujer a la que habrían follado ciento y el padre.

– ¡¡Ahhsí, así Alex, así ahhh! Me encanta como lo haces sí, sí mi amor, mmm

Continué un buen rato comiendo el coño de mi abuela, me gusta que mis mujeres disfruten de un orgasmo previo antes de follármelas…. La comilona era demencial, ya no había parentesco, solo una mujer y un hombre dispuestos a divertirse, saciar el hambre de sexo atrasado y aliviar la tensión sexual que se había generado entre ambos. Sé que a ciertas mujeres les cuesta correrse, máxime si van teniendo una edad, pero la excitación de la abuela Rosa era esdrújula por que en menos de cinco minutos saltó una explosión de flujo… 

– ¡¡Aaaggg cariño me corro!! ¡No pares por DIOS! ¡Ummm Aaaag! 

Sin compasión me roció toda la boca, la cara y parte de mi pecho…se corrió como una zorra salida y eso me gustó mucho. Ya la tenía en su punto, excitada y bien lubricada… continuó convulsionado unos segundos más hasta que se tranquilizó con mis caricias sobre su barriga y zonas erógenas…tetas, muslos, culo y su boca…nos dimos un beso húmedo sin reserva saciando el apetito instintivo, cual dos hienas insaciables…

– Ya no recordaba la última vez que me corrí con un hombre, y tampoco sentirme tan mojada...sinceramente pensaba que jamás volvería a lubricar como una adolescente salida....  Ahora te toca a ti mi vida… ¡Vamos mi rey! Tú y tu pobre abuelita necesitan follar ¡¿Estás dispuesto a follar a tu abuela y llenarla de leche?!


Diciendo esto le abrí de piernas en respuesta, y una vez despatarrada observé como su mojado coño se entreabrió despegando sus flamantes labios vaginales esperando recibir al invasor… me subí encima de ella, haciendo que sintiera el peso de mi pelvis, tratando de ser delicado a la vez. Ella me miraba fijamente a los ojos, esperando a que la penetrara de una vez por todas. Colocó la punta de mi cipote en su vagina apartando los grandes labios que la franqueaban con los dedos de la otra mano..., rozó levemente su clítoris e impregnando mi punta hinchada con sus inundados pliegues… emitió un gemido, indicación del buen camino cerrando los ojos interiorizando todo ese gozo relegado, restregué todo le bálano entre sus labios a lo largo de la raja y llegando al punto de entrada, se la clavé con suavidad…. Comencé a meter el ariete gradualmente entre pequeños gemidos ahogados de mi abuela. Pensé que por su edad su vagina estaría laxa y poco lubricada, pero me sorprendió al sentir las paredes apretadas y húmedas enfundando mi rabo enervado como una puta… como si fuera una jovencita virgen. Esa predisposición de su coño debía de ser por los años que llevaba la pobre sin ser follada. Haciendo fuerza logré meter la mitad del mástil en su intimidad, arrancándonos a los dos un gemido… su estrechez y mi grosor no ayudaban nada. Me sentía dichoso percibiendo en mi glande, como se expandía la vagina de mi amada abuela, como lo disfrutaba y la felicidad que emanaba del rostro de la mujer más importante de mi vida.

Comencé un lento bombeo a modo de martillo pilón hacia las profundidades de su útero… 
– ¡Anda hijo entiérramela hasta los huevos, no quiero que queda nada fuera de mi coño…! ¡Vamos nene…Fóllate duro a esta vieja que necesita una buena tanda de pollazos!

Hasta que enterré toda la polla en su vagina. Mi abuela gimió al verse ensartada lanzándose sobre mí… se abrazó fuertemente a mi cuerpo atrayéndome a su coño con capitulación, pero yo dejé pasar unos segundos para que su coño se acostumbrara al recio tamaño de mi verga..., no obstante ella se veía desesperada y me suplicó que la follara duro por todos los Santos del Cielo, y sin darme tregua inició ella el movimiento de vaivén tragándose todo el badajo hasta la raíz. Saqué lentamente mi espolón de su apretada vagina y poco a poco lo inserte de nuevo… empecé a penetrarla más rápidamente elevando la frecuencia. Mi abuela gemía y cerraba sus ojos diciéndome… 
– Ahhh así, así hijito, ahhh me estás partiendo en dos, mi vida. ¡¡Fóllate a tu pobre abuela, hijo mío!! ¡Aahh, así, así la quiero toda dentro de mí! Por favor métemela hasta las pelotas, sin miedo ¡No seas cabrón y me dejes con ese gusto!
La señora Rosa era una hembra rendida al regocijo del deleite que no esperaba a esas alturas de su senectud…

– ¡Ya me había olvidado lo que se sentía al tener una verga en lo profundo de mi coño…! Y la tuya entra bien honda ¡Me encanta! 
Después de algunos minutos empecé a penetrarla más fuerte, imprimiendo velocidad en el bombeo, haciéndola gemir de placer casi rozando la locura, se desgañitaba a cada empellón haciéndola notar mis huevos en su coño una y otra vez sin impunidad, la golpeaban como dos bolas de derribo. Mi abuela empezó a retorcerse debajo de mí, se puso tiesa, susurrando a mi oído entre jadeos… 
– Sí, así Alejandrito, dale más a tu abuela, si así, ahhgg, ahhgg. ¡Me vas a correr otra vez cabrón! Me estás poniendo muy PUTA.
No tardó mucho en convulsionar doña Rosa…se corrió abundantemente con todo mi rabo enclaustrado en su chumino. Aflojé un poco dejando salir todos sus jugos en pequeños chorritos que pareciese estuviese meando sobre mi polla, a la cual regó copiosamente. 
– ¡Ahh sí nieto mío, así qué gusto me has dado! ¡¡Vamos mi rey… ahora tú!! ¡Quiero que termines corriéndote dentro de mí, dame toda tu leche, dámela toda! El conejo de tu abuela tiene mucha hambre atrasada ¡¿Lo sabes…?! Necesito que lo rellenes de lefa.

Me dio un ligero pico en los labios y se levantó, pero aquello no había acabado, se dio la vuelta y me ofreció su precioso culo. La puse a cuatro patas y con su culo respingón me abalancé sobre aquella raja de labios enormes y oscuros que salvaguardan su entrada vaginal. Con la mano me ayudó a volver a meter la polla dentro. Apoyándose con los brazos movía su culo intentando follarme y como el torero que entra a matar se la inserté de una vez hasta las pelotas. Mi pobre abuela ida de placer emitió un grito seguido de un jadeo al mismo ritmo que la embestía por detrás… fue en busca de mayor penetración chocando su culo contra mi pelvis empujando hacia mí con decisión. Aquello era increíble. Su generoso culo moviéndose delante de mi polla completamente sincronizados en un mete saca encomiable. Sus gemidos, cada vez más fuertes, me volvían loco. Yo la agarraba por las caderas e intentaba clavar mi polla con fuerza en aquella postura donde era muy fácil moverse encontrando toda la profundidad de su vagina. Decidí levantarme y reclinar a mi abuela un poco más. Rosa aceptó un poco sorprendida por la postura tan vulnerable que llegó alcanzar  donde mi verga entraba casi vertical y su coño era un frontón para mis pelotas y así, en esa postura empecé a bombear lo más fuerte que pude. 
– ¡¡¡¡Ooooohsiiiii!!!! Dame así Alex... siii, que rico....

Gemía ella desesperada mientras que yo, como poseído, la follaba sin parar empalándola desde la punta del capullo a la misma cepa de mi polla aplastando mis huevos, chocaba una y otra vez mi bálano en su pared vaginal. Como podía, la doña se agarraba a las sábanas con tal fuerza que se le blanqueaban los nudillos de sus manos.  No deseaba que aquella follada demencial se acabase, esa aventura con mi amada abuela era lo mejor que me había pasado en muchos años, sin embargo de pronto me dijo sacándome de mis elucubraciones… 
Hasta hace unos días pensaba en ti como en un niño… pero veo que eres todo un macho ¡Y no se te ocurra hacerte más pajas teniendo a tu abuela aquí…! ¡Tu abuela necesita un semental como tú! 
Me miró y se rio de lo mucho que estaba gozando la muy condenada. 
– Cuanto tiempo desperdiciando teniéndote en casa…. soy una tonta por haberme pensado que aún eras un niño. Pero me estás demostrando que ya no lo eres…. Venga dame duro ¡Fóllate con todo a tu puta abuela! Quiero que termines dentro de mí llenándome de leche el coño a rebosar…
Dicho esto me agarró los huevos entre sus piernas y yo me abalancé a darle un beso en la boca, metiéndome la lengua sin pudor, nos comimos la boca transciéndenos la lujuria. De pronto, se salió de nuevo sin soltarme la polla me guio sobre ella. Se tumbó con las piernas abiertas ofreciéndome su coño mojado y abierto. Yo me puse encima de ella en la postura del misionero, dejando el hueco entre ambos cuerpos para observarnos como entraba mi verga en su coño... Y sin esperar un segundo se la metí y empecé a follármela a todo trapo. Sabía que iba a aguantar poco tiempo más antes de correrme. Ella se sujetaba de mis brazos, mientras la empalaba embutiendo todo mi tronco en su raja.

– ¡¡Ooooohsiiiiiii... fóllame Alex, fóllame!! Hace diez años que no me follan… ¡¡Fóllame lo necesitooo... lléname y préñame!! 
Gritó desesperada sin saber lo que decía, con tal de avivar al semental a acabar con todo el arsenal de esperma en su jubilado útero. Ahora era yo el que estaba follando de puta madre con mi cachonda abuela y nunca más le faltaría verga para llevarse a su coño. Me alcé un poco con los brazos para tener mejor vista. Las pesadas tetas de mi señora abuela se movían al ritmo de mi follada, ella estaba gozando como una loca. Ya casi estaba a punto de correrme, empecé a sentir la presión del semen subiendo por mis huevos. 
– ¡Dios mío Alex…, la tienes a punto cariño!
Apuntó al notar la dureza de mi estoque y el amento de mi cadencia de vaivén…, la penetré más fuerte y entre gemidos le descargué un buen chorro de semen en la boca de su matriz. Sentí una descarga electrizante que recorrió mi cuerpo hasta la polla, llenando de esperma la madura vagina de mi abuela Rosa… el primer chorro de lefa fue demencial, pero el segundo y tercero no se quedaron cortos suministrando un grueso lechazo tras otro en el cubículo vaginal de mi adorada abuela Rosa.

– ¡¡Ahhh sí, abuelita mía, siii me corro en tu coño!! Aquí tienes, mi leche toda para ti. 
Metiendo más profundo mi verga en su interior, empecé a descargar todo el esperma que mis pelotas habían producido para depositarlo en el fondo de su acogedor útero en lo más hondo de esa caliente vagina en el mismo cérvix.

– Si así hijito, todo dentro siiiiahhhhh… ¡¡Lléname bien con toda tu leche! ¡NO TENGAS LÁSTIMA QUE ME PUEDAS PREÑAR! Gimió mi abuela.
Quedándome clavado con los huevos pegados a su coño unos segundos más, seguí follándomela lentamente hasta que vacié la última gota de semen. Sin embargo no analicé bien sus palabras… Quedamos enganchados como los perros unos largos minutos completamente derrengados… la inseminación se aseguró al 100%. La saqué de aquel acogimiento maternal y la giré acostándome a su lado. Mi abuela respiraba agitadamente con su vagina completamente llena de sus jugos y sobre todo de mi espesa y blanquecina lefa acumulada de varios días en mis cojones. Me dio un beso en la boca con un poco de lengua y me dijo… 
Muchas gracias mi amor, por hacerme sentir viva otra vez, ha sido el mejor cumpleaños en mucho tiempo ¡Me has vuelto a dar la vida con tu juventud…! No creo que lo pueda olvidar jamás.
Lo que mi abuelita no imagina era lo mucho que  yo había disfrutado follándome a tan apuesta mujer sesentera con apariencia de treintañera… sin celulitis, ni piel de naranja, ni sobrepeso alguno… una delicia de la genética. Lo único caído era su vientre tras las veces que estuvo preñada y sus tetas, el resto se mantenía firme como el de una treintañera. Allí mismo nos acoplamos uno al lado del otro y nos quedamos dormidos. En los días siguientes continuamos follando y llevando una vida cotidiana normal…, yo con mi trabajo habitual y ella ahora jubilada en casa adaptándose a la nueva vida que se le planeaba en el horizonte cercano… ¡Mi querida abuelita recibía toda la atención de su querido nieto,  al menos dos  o tres veces por semana!


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Dos pisos por debajo del de mi abuela, un matrimonio formado por el señor Tomás de unos 70 años, acompañado de su esposa, Margarita, una mujer de 62 años de edad, muy amiga de mi abuela. Un sábado temprano don Tomás había pedido a mi abuela mi ayuda para ordenar su cuartito trastero de la azotea. Era casi media mañana cuando llegué, e inmediatamente Don Tomás me condujo al lugar que él deseaba ordenar. Era un cuarto que hacía las veces de lavandería y trastero, y al cual se subía por la empinada escalinata pegada a la pared, un obra no diseñada en primera instancia en aquel edificio, pero que los diez vecinos adaptaron con el fin de aprovechar la terraza. Amablemente me pidió que ayudara a su esposa a sacar algunas cajas a la terraza para hacer espacio. Dijo con voz apenada… 

– Lamentablemente ya no estoy para esos trotes y no puedo hacer fuerza... he pedido la potencia de mi juventud

En verdad a Don Tomás le costó una fatiga llegar al trastero, padecía una severa enfermedad provocada por un derrame cerebral, que ahora lo obligaba a apoyarse en un bastón para poder caminar. Era un hombre alto y de buen porte, pese a su avanzada edad se mantenía clarividente reconociendo sus carestías dignamente, muy amable y servicial, a quien debíamos más de un favor pensando en mi abuela tras enviudar, entonces era un hombre fuerte y enérgico. Margarita, por su parte, era la esposa de Don Tomás… mujer rellenita y alta también para su generación, de piel y cabello moreno tal vez teñido, tenía unos hermosos ojos y una personalidad encantadora, aparentaba ser más joven que su edad. De 1.65 metros de estatura, tenía hermosas caderas y un culo prominente casi perfecto. Pero lo más notorio, era ese par de grandes y bien formadas tetas que ella gustaba de exhibir a través de generosos escotes. Habían tenido dos hijos que vivían lejos y apenas iban por vacaciones.

El cuartito estaba ocupado con varias cajas y otros paquetes y tenía en un extremo una cama cubierta con una vieja colcha de color verde, que había acumulado bastante polvo con el tiempo. También había un armario, una cómoda pequeña y un tocador con su respectivo espejo. La cama estaba ocupada por varios artículos de cristal y cuando Margarita se inclinó a recogerlos, me dio un espectáculo con el imponente panorama de la generosa porción de sus nada despreciables ubres, que podía apreciarse a través del pronunciado escote. Obviamente, ella no tenía puesto sujetador y las tetas de la mujer pendían despojadas de su sostén se me mostraban en toda su plenitud y esplendor. No pude evitar el sentir deseo al apreciar los atributos de la dama, y me recriminé ese instinto animal que todos guardamos en el interior de nuestro ser, y que nos hacen aflorar pensamientos lascivos propios del semental que llevamos en los genes. Comencé a bajar al patio algunas de las cajas que estaban cerca de la entrada y cuando subí nuevamente, la vi acomodándose una de las tetas en el interior de su vestido. Por mi cabeza se cruzaron nuevamente unas locas ideas, haciéndome ilusiones de convertirme en el receptor de los favores de aquélla mujer. Un nuevo sentimiento de culpa me invadió y traté de convencerme de que debía comportarme, limitándome a cumplir con el favor que me habían pedido.

– Alejandro, quiero pedirte un favor. 
– Si, dígame, Margarita… 
– Por favor, puedes subirte a esa silla y bajarme la caja grande que está sobre el armario.
– Con todo gusto.
Me subí a la silla e involuntariamente volví a mirar hacia abajo. Pude apreciar, de nuevo el esplendoroso panorama de sus tetazas a través del escote y me quedé mirándola embobado. Ella me sonrió y se tocó suavemente un pecho con toda la mano llena, en un gesto claro de invitación, subiendo y bajándola sopesándola. "Un tanto turbado imaginándomela despatarrada siendo follada por mi polla, volví a mi tarea". Le pasé la caja y ella me dijo que la bajaría al patio. Al acercarse al primer escalón, ella inesperadamente tropezó y cayó de bruces al suelo, donde comenzaban las escaleras. Mi reacción fue inmediata y la sostuve agarrándola con firmeza, para evitar que cayera. No fue mi intención, pero en aquel momento la agarré de las tetas y sintiendo aquellas mamas se abrió una ventana al deseo en mi cuerpo, al tiempo que le preguntaba sobre su estado. 
– ¿Está bien Margarita? ¿No se ha hecho daño?”


–No, no. Estoy bien…, solo un poco asustada. 
– ¿Se ha lastimado? Déjeme ayudarla. 
– Gracias hijo, estoy bien ¡Ayúdame a levantarme!
Le brindé apoyo para que ella se incorporara, poniendo su culo encima de mi pubis provocándome una erección que no tuvo que pasar inadvertido para ella por el tiempo que pasó en esa acción. Por causa de aquella caída y mi forma de agarrarla, las tetas se les habían salido del vestido y yo no podía quitar mis manos de encima de aquella carne tersa y cálida. Con pezones rosa oscuro que se ponía firmes ante mi tacto e invitaba a mamarlos, la mujer caminó unos pasos y se dio vuelta, al tiempo que trataba de acomodar su escote, permitiendo por un instante que la teta se mostrara ante mí flamante y vertiginosa... 
– Parece que te estoy dando un espectáculo. ¡Qué vergüenza!

– No se preocupe… siempre es agradecido ver una belleza como esas tetas que usted tiene tan hermosas… ¡No son para avergonzase, precisamente!
Respondí sin poder quitar mis ojos de sus ubres. Con el pretexto de ayudarla a llegar con seguridad al camastro que tenía allí mismo, pasé mi brazo izquierdo por debajo del de Margarita, de tal manera que con la mano alcanzaba el costado de su teta izquierda en forma disimulada mientras que ella, como quien no quiere la cosa, movió fugazmente su mano derecha, rozando el bulto en mis pantalones, incluso se apoyó sobre mi endurecida verga prisionera de mis pantalones ajustados regocijándose un poco más de lo necesario. La dejé sentada en la cama y volví a trepar a la silla, para seguir bajando cajas de la parte superior del armario. Ella, ya recuperada, se acercó a mí y con voz suave, me dijo, al tiempo que me ponía una mano sobre mi pierna izquierda…
– Ten cuidado, Alejandro”. No vayas a caerte. 
– No se preocupe Margarita”, respondí. 
Comenzó a decirme lo mucho que apreciaba mi ayuda y lo mucho que le hacía falta un hombre en casa, dado que don Tomás no podía hacer casi nada, "y mucho menos satisfacerla para atenuar sus sinsabores cotidianos de mujer...." Hizo énfasis en estas últimas palabras. Hablaba y asía mi pierna, al tiempo que mi bulto notorio quedaba en frente directo de su cara y si bien era una mujer mayor no era ciega, tenía muy claro lo excitado de aquel chico joven. Me imaginaba a la pobre señora satisfaciéndose a sí misma en la ducha, por no poder meterse una buena polla entre sus piernas. De improvisto, puso su mano directa y descaradamente sobre mi polla, haciéndome dar un respingo. Para entonces, la calentura ya hacía presa de los dos. Ambos nos conducíamos a una inminente fornicación si nada lo paraba, disimulada en parte, evidentemente deseada y porque no decirlo, premeditada por parte de ella, sin duda. Con una sola mirada nos lo dijimos todo, el deseo de la señora era ya inaguantable y el mío no lo podía contener. Sin más dilación me bajó el cierre de mis pantalones metiendo la mano, me sacó la verga, la que comenzó a mamar sin esperar nada… remangó el prepucio liberando el glande y se lo jaló de una desapareciendo entre sus labios. Casi me caigo de la silla ante aquella sensación. 
Deseé abalanzarme sobre ella y follármela allí mismo…, sin embargo la maestría de Margarita era más que evidente. Me comía la polla con avidez tragando más de 15 cm de verga de la que poseo, y apretando las pelotas. Fue adquiriendo rapidez a medida que yo le acompañaba follando su boca. Impulsado por la lujuria de Margarita, la sujeté de la cabeza dándole de mamar con mayor energía, lamía el tallo ensalivándolo completamente hasta llegar a mis pelotas que lengüeteaba juguetona con cada huevo, los chupaba y se los tragaba uno a uno para después subir con toda la extensión de su lengua de nuevo a mi glande y volver a mamar como loca…. No tardé más de cinco minutos cuando descargué mi leche en la garganta de la madura vecina tan necesitada de una dura polla.... Sin ningún reparo se bebió hasta la última gota y me limpió debidamente el glande, de la misma manera que yo me hubiese comido un helado derritiéndose.
– ¡¡Se nota que le gustan las pollas!!
Le solté viéndome en confianza con la vecina madura.
– ¡¡Ni te lo imaginas!! Antes de casarme me he comido unas cuantas, la que más, a mi esposo durante cuarenta años, e incluso ahora que está impotente, pero como puedes imaginar, no le saco ni una gota de leche, sin embargo de tu polla me he atiborrado... ¡Creo que te he ordeñado bastante bien!
– Muy bien señora, me ha dejado los  huevos secos. 
De pronto, se escuchó la voz de Don Tomás mientras me subía los pantalones, para que viera unas fotos antiguas que tenía en la mano y que él había encontrado en una de las cajas que habíamos bajado. Eso me sobresaltó, pero el grado de erección ya no se notaba apenas… 
Creo que es hora de irme, antes de que don Tomás pueda pensar mal, le dije. – Además, mi abuela ya debe tener lista la comida”. 
Ella me miró y me dijo en voz baja…  – Ven después de comer. Tomás siempre toma una siesta de no menos de dos horas… se va levantando a eso de las seis de la tarde. Te  voy a dejar la puerta sin cerrar, no toques el timbre, sólo empuja y entra directo al cuarto de mi hija en el fondo del pasillo, te voy a estar esperando.
Me lo dijo apretando mi culo sobre el pantalón. Sin saber qué responder, me limité a sonreírle y salí…, aquella señora no era viuda, ni soltera pero estaba muy necesitada y solidariamente no me pude negar a aliviar su necesidad fisiológica teniendo en cuenta que a sus 62 años no era tan vieja como para dejarla abandonada de su ración de sexo, y me había despertado mucho morbo follármela...lo haría a pelo, sin duda. 
La puerta estaba sin llave, tal como me había anunciado. Entré sin decir palabra y fui hasta el cuarto del fondo pasando por el de matrimonio donde oí roncar a Don Tomás. Ella no estaba allí, pero noté la cama aseada con sábanas y colcha limpias. Oí unos pasos acercándose hasta que en la puerta vi a Margarita con una bata floreada y fresca, recién duchada oliendo a un delicioso perfume. Me sonrió… 
– Ahora sí, tenemos toda la siesta para nosotros. 
Deseosa de actuar rápido, la mujer se recostó en la cama de espaldas y desenlazó su bata, liberando completamente sus hermosas tetas, que quedaron mostrándose ante mí como dos enormes campanas cuyos pezones de aureola enorme cubrían casi todo el orbe de su superficie esférica, con un pezón erguido semejante a la falange de un dedo meñique. Paralelamente elevó una rodilla y con ese movimiento descubrió las bragas blancas que permitía mostrar el precioso coño marcado y la parte baja del par de sus deliciosas nalgas, una maniobra descarada de la excitada fémina.  
– ¿Qué me dices, Alejandro?  

Yo no sabía que responder, sólo atinaba a deleitarme con el cuadro de exhibicionismo que se me brindaba con sus largas piernas balanceándose frente a mí. Acto seguido el cuerpo de la señora se giró en 180 grados para mostrar la otra mitad, como tratando de convencer al cliente de que la mercancía vale el monto que se pide, el coste de la sexualidad juvenil. 
– ¿Qué te parece… estoy lo suficientemente apetecible para un macho joven como tú? Me he afeitado todo el coño para que no lo diferencies de esos chochitos veinteañeros que te follas… insistió.
– Es usted muy hermosa.
Atiné a decir con cierta torpeza, respondí embobado en aquel tremendo coño veterano depilado que mostraba sus pliegues descaradamente sin pudor alguno, era diferente al de mi abuela Rosa, pero igual de apetecible follárselo sin compasión alguna. No dejaba de contemplar toda la sexualidad de la señora, quien no se perdía un solo detalle del efecto que en mí causaba, qué lástima que su marido fuera un escombro para una dama tan vital y necesitada de un rabo que la satisficiera diariamente. 
– ¡Vamos Alejandrito, no debemos perder el tiempo! sentenció sin más – ¡Y por favor tutéame hijo! Creo que ya hemos tenido la suficiente intimidad con la mamada que te hecho esta mañana, y ahora me vas follar... como un macho debe hacerlo a su hembra.

Comprendí que ella no quería perder el tiempo, pudiendo ser aprovechado para joder, regalándole el pedazo de nabo que guardaba en mi aprisionado pantalón. La mujer se incorporó en la cama y aprovechó para aferrase a mi duro mástil que ya no resistía el enclaustramiento. Con las tetas colgando, dimensionó el aparato… 
– Mira lo que tenemos aquí... ¡Unos buenos 18 o 20 centímetros ¿Verdad?! 
– Más o menos... en verdad tengo 22 cm y 6 de grosor.
Respondí orgulloso 
– ¡Uyyy...Alejandro! ¡Qué bárbaro!
– No digas eso, es normal nada más. 
– ¡Tan joven, tan bien dotado y tan modesto! Hijo esta verga que te gastas no es tan normal... para mí es un buen pollón... y he visto algunas, menos de las que me hubiera gustados pero suficientes para saber que esto es un buen mostrenco.

Ya habían sido puestas las cartas sobre la mesa, y sin más recato, la señora procedió a bajar el cierre que ocultaba el pedazo de carne que enrojecía a causa de la sangre que recorría el miembro con una velocidad espantosa, lo liberó y con la mano comenzó un encantador masaje que me transportaba hacia las extremidades del placer. 
– ¡Vaya, vaya… mi Alex cuanto has crecido! 
La verga parecía haber sido invadida por una enredadera que la abarcaba en toda su longitud con ambas manos, tal era la impresión que le daban las hinchadas venas del mástil que no se cortaba en gemir pasando sus dedos por las venas hinchadas. Apretó mis glúteos y la erguida verga fue a clavarse a la boca abierta de Margarita, una boca perfecta para hacer las mejores mamadas del mundo. Sin ningún recelo comenzó a prodigarle unas lamidas electrizantes, el glande aparecía y desaparecía en su boca y cada vez que salía adquiría un color más oscuro, casi amoratado. La excitación estaba al máximo de su potencia, me dejé caer de espaldas en la cama, llevándome con conmigo a ella, sobre mí. Se abrió de piernas y mi cipote en plena erección mirando hacia su culo se enfiló al enorme coño entreabierto de la señora. Ella levantó ligeramente la cadera abriendo las piernas provocando de forma impresionante que el musculado falo fuera a introducirse directamente al humedecido agujero de la abuela... me sorprendió lo mojada que estaba, siempre pensando que la viejas tenían el coño reseco y me encuentro con mi abuela y Margarita mojadas como putas.
Era tanta la humedad de la vagina que la capacidad de la verga reemplazó una cantidad equivalente de jugos y por supuesto, entró surfeando en un mar de placer. Instintivamente empujé con mis nalgas para ahondar más en la profundidad del coño de Margarita, que me recibía con gemidos ahogados a fin de no hacer ruido sospechoso, restregándome sus tetas de oscuros  pezones en mi boca. Mi instinto animal salió a flote y colocándome de costado detrás de ella en la cama, tomé de las piernas a la hembra y la alcé a la altura de mi vientre para perforar con todas mis fuerzas a esa mujer que me brindaba su intimidad, la sensación fue lo mejor del momento. La fémina sentía que sus entrañas eran invadidas por el mástil y no quería que el intruso se le escapara, por lo que apretó las piernas para aprisionar al macho que la estaba follando, al tiempo que contrajo su vagina brindándome el mejor de los masajes en mi polla, un placer indescriptible.

Decidí incorporarme en la cama y paralelamente aprisionaba las nalgas de la mujer, lo que hice con tal vehemencia que parecía que la hembra se partiría en dos, literalmente la estaba descuartizando. Con los ojos cerrados y alzando la vista hacia el techo, atraje las nalgas de la mujer y el bálano alcanzaba lo más recóndito de la intimidad femenina… mi glande orondo e inflamado para reventar le llegaba a la boca de la  matriz cuando le llenaba de polla hasta la barriga. Le tapaba la boca para que sus gemidos no se escucharan más allá de esas cuatro paredes, en tanto la apestillaba con todo el bajado  una y otra vez enterrándole todo el cipote hasta los mismo huevos sin miramiento alguno ¡Aquella puta vieja iba a gozar del mejor polvo de toda su vida! Sentía como su cabeza apenas rozaba la cama y con las manos trataba de dar estabilidad a su cuerpo, sintiendo como la penetración le daba un gozo de proporciones inimaginables, un poco de dolor mezclado con un cosquilleo placentero de sentir una polla donde nunca estuvo otra desvirgándole el mismo útero. El polvo se transformó en un coito enloquecedor que le anunciaba un cercano acto de clausura, la leche dentro de mis huevos se calentaba al compás de las embestidas empezándome a hervir en mi escroto… era ya como un geiser a punto de explotar.

La puse a cuatro patas sobre la cama, y como una perrita obediente se colocó a merced del semental que la estaba follando, elevó su culo y enfilando con todo el estoque rígido y sin ayuda alguna, encontró la bocana del coño entreabierto de un solo envión… no lo dudé un segundo con el culo a mi disposición. La clavé por aquella raja hambrienta, volviendo de nuevo a una follada frenética. El chapoteo que se escuchaba con cardíaco ritmo al golpear sin cesar mi pelvis con su culo, aumentaba la sensación de placer. Los cuerpos se tensaban y las piernas temblaban, la fuerza con que yo apretaba las nalgas de la mujer, hizo que el tronco de la hembra se incorporara arqueándose al sentir toda la rigidez de la tranca en el mismo estómago… 
– ¡No pares cabrón! Métemela entera que no te quede nada fuera de mi coño ¡Clávamela hasta las pelotas!  
La ayudé con una mano en la espalda, al momento que mis manos abrazaban su cintura y nuestras bocas se fundían en un húmedo beso. Deslicé mis manos a las enormes tetas colgantes que se balanceaban alocadas, donde sus pezones describían trayectorias arbitras de una lado a otro, la apreté  comprimiendo su volumen, al mismo tiempo que nos comíamos la boca con la lengua avivadas luchando en un pugna implacable por comérnoslas mutuamente a la vez. Todo eso ocurría a la par que se producía la inevitable descarga de semen, con la polla abriendo sus entrañas y los huevos aplastados sobre su vulva. La clavé a fondo tras varias acometidas rápidas y un primer chorro de abundante leche espesa, y después varios más con convulsiones, terminaron por vaciarme toda la lefa de mi escroto. Una corriente eléctrica recorría ambos cuerpos y el efecto me obligó a estirar las piernas y ella a caer en cuclillas sobre mí mientras convulsionaba eyaculando en lo más íntimo de su útero…

– ¡Lástima que no sea fértil ya, porque de la lechada que me has metido me hubieras dejado PREÑADA! Tener un hijo tuyo que fuese como tú de guapo, listo y fuerte  hubiera sido una bendición para mí.
La hembra me confesaba a la vez que  caía sentada en mis piernas sin soltar al prisionero mástil, completamente envainado en su estuche. Las fuerzas nos abandonaron a ambos y pesadamente cayó desplomada. Ambos jadeantes, las respiraciones delataban un acalorado ajetreo mientras la tarde seguía su curso, el tiempo había avanzado inexorablemente y en cualquier momento se despertaría don Tomás. ¡Qué momento, qué follada más impresionante, qué descansadas se quedaron mis pelotas! Pero pensé en el pobre Tomás, sintiéndome culpable de haber traicionado a mi amable vecino, aun sabiendo que había valido la pena y que su amada esposa le había puesto los cuernos bien colocados, solo porque su esposa lo necesitaba. Solo quise ayudarla con un tímido beneficio en mi favor, aquello no iba a cambiar la convivencia entre vecinos, solo era cuestión de asumirlo como cuando una vecina te invita a tomar café o té a su casa. Me vestí rápido y abandoné la habitación donde se había cometido la fechoría, ya eran cerca de las 17:20 de la tarde…no habíamos recreado de lo lindo sin notar pasar el tiempo…hasta nos había dado tiempo a echar un segundo polvo que la terminó de llenar.


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Un pequeño viaje de negocios, me hace regresar a mí a ciudad natal. Las mismas pequeñas calles, la misma alameda donde mi madre nos llevaba a caminar con mi hermano en otoño. Cuantos recuerdos. Ya había terminado mi día laboral, y tenía que permanecer un día más. Sin saber qué hacer, comencé a recorrer la pequeña ciudad y nada mejor que ir a visitar la que había sido mi hogar en la niñez. No me costó mucho dar con la casa donde 15 años antes había aprendido rodar en bicicleta. La misma plazoleta, la pequeña fuete de entonces era ahora un macetero gigante, lleno de plantas y flores. Me quede admirando mi casa, la que parecía deshabitada. Me acerqué a ella y veo, con sorpresa a la abuela de un amigo de la infancia que aún vivía en ese lugar. Abuelita Tita recordé que le llamaba mi amigo. La señora me quedó mirando unos segundos, y me dijo que las personas que habitaban ahí, llegaban más tarde… trabajaban en el campo todo el día. Me acerqué a su puerta me presenté. En un principio, ella quedó muy extrañada que un hombre joven trajeado informal con chaqueta, polo y vaquero ajustado la llamara por el apodo con la que la llamaban sus nietos. Cuando le mencioné que había sido su vecino, me saludó muy amablemente y pronto me recordó y a mi familia. Muy amablemente abrió la puerta de su casa e invitándome a pasar. A pesar que habían transcurrido tantos años desde nuestra partida, se acordaba muy bien de mi madre, que la había visto embarazada, según ella, había sido muy joven cuando me tubo y que ella misma incluso hasta me había cambiado pañales en alguna oportunidad. Recordamos cuando yo jugaba con su nieto, que ya tampoco vivía en la ciudad, recordaba que le hacíamos tiras las plantas, cuando con su nieto jugábamos a los soldados escarbando la tierra y 
dejándole todo sucio.

La señora vivía sola…, su marido militar, había fallecido hace unos dos años y vivía de la pensión que el gobierno le entregaba. Fue una conversación muy agradable y amena de media hora. El sol se estaba colocando cerca de las cinco de la tarde, era una primavera con temperaturas suaves. Le dije que la dejaría para que hiciera sus cosas y ella no me dejo ir, sin que antes la acompañara a tomar té. Como no tenía nada que hacer, me quedé con ella a acompañarla. Desde que me saludo, mis ojos se fijaron inmediatamente en las tremendas tetas de la veterana. Es cierto que por un lado estuvo mi afán de recordar viejos tiempos de infancia, pero al cabo del rato que conversábamos, me imaginaba estando solo, en una ciudad donde nadie me conocía ya y una semana fuera de casa sin haber descargado dentro de una mujer. Esa madura mujer rondaría los 65 años con unas tetas impresionantes, podría ser mi solución para todo. Era del tipo de mujeres que me gustaban en la edad perfecta, se encontraba sola y aún no era tan vieja como para haber olvidado que su coño necesitaba un repaso de polla dura de vez en cuando… ¡Una buena cepillada! Por un instante me recriminé al pensar todo eso sobre la señora Catalina, la mente de un hombre tan caliente como yo solo pensaba en follar… pero es que además de paso  me ahorraba el hospedaje si me quedaba en su cama…

Usando mi gran simpatía y labia que me precede, le caí muy en gracia a la veterana, tocando diversos temas como de su perro regalón, las características de esa raza, de las muchas plantas que ella tenía, de su nieto, mi amigo y de la interminables tardes jugando en aquel patio después de salir de la escuela, siempre dando miradas picarescas a sus tetas que colgaban bajo una gran bata de casa de una sola pieza, de tela algo fina por el uso. Haciéndome el humilde, siempre en el afán de recordar viejos tiempos, le hice que me mostrara el patio de su casa, donde jugaba con su nieto. La veterana me llevó muy contenta a mostrarme otra gran variedad de plantas, a veces tomándose de mí brazo a la vez que intencionadamente rozaba conmigo sus tetas. Nos tomamos el té y la conversación no tenía fin, la pobre mujer sin compañía vio un filón en mi interesante presencia. Cerca de las nueve de la noche, le dije que le agradecía mucho que me recibiera en su casa, pero que lamentablemente, aunque no lo quería, debía marcharme a buscar un hotel donde pasar la noche.

Ella también le dio pena que tuviese que hacerlo, ya que había disfrutado mucho de mi visita y mientras le preguntaba dónde podía alojarme, tratando de llevar la conversación para que ella me ofreciera su casa, como suele hacer la gente de estas pequeñas ciudades, fuimos caminando hasta la puerta. En tono simpático, le dije que había sido muy agradable la visita a su casa…
– Me han revivido muchos buenos e impagables recuerdos. No sé cómo agradecerle su hospitalidad… me tengo que ir en busca de un hotel.
La mujer me dijo si quería probar un ponche que hacía ella y viendo la oportunidad para continuar con mi estrategia se lo acepte encantado… nos lo tomamos en el jardín. En la puerta que daba al patio interior de su casa, sentado en un escaño del jardín la vieja trajo dos vasos que bebimos admirando las estrellas, hablando de mi trabajo y comentando lo calurosa que estaba la noche. Alabando su ponche. Cuando no me quedaba casi nada en el vaso, ella muy amablemente me dijo si me servía otro. Le dije bromeando si me quería emborrachar para abusar de mí, lo que le causó mucha risa y volvió con otro vaso. Nuevamente toque el tema del hotel y al fin, salió la pregunta que hace rato esperaba…
– ¿Sabes…? Tengo un cuarto arreglado que ocupa mi hijo cuando viene de visita… viene muy poco pero siempre lo tengo listo. Si quieres te puedes quedar

– ¡Como se le ocurre! , no quiero molestarla, ya bastante gentil ha sido para seguir incomodándola. 
No es ninguna molestia. 
Pero como me voy a quedar aquí, soy un completo desconocido. 
Pero como dices eso, si eres el hijo de la Carmencita. Es como alojar a mi nieto. 
De verdad no quiero causarle ninguna incomodidad. 
No niño, como se te ocurre, ninguna 
¿De verdad no le incomoda? 
No, para nada, aparte que es tarde para que andes por ahí buscando donde quedarte. ¿De verdad? Lo mismo no encuentras nada y qué harás… 
Serví dos vasos y nos sentamos nuevamente en su jardín, admirando la noche. Fumando me dijo que eso era un vicio que debía dejarme, su marido murió joven por un cáncer de pulmón por fumar tanto…. Le dije que sí, pero solo lo hacía muy de vez en cuando, este no era el vicio más grande que tenía…

– Aparte de este tengo algún otro mucho más difícil de quitar….
Lo dije sin pensar, me salió espontáneamente como si de una amiga íntima o mi propia abuela fuera Catalina. Ella sin perder el tiempo preguntó cuál. Me quedé parado en un callejón sin salida, pero para qué no decirlo, todo me estaba saliendo a huevo… 
– ¡Me encantan las  mujeres mayores!! Tenéis muchas cosas que las jóvenes debemos aprender de vosotras…. 
Ella se rio. 
– Por ejemplo esa risa espontánea, lo buena anfitriona que está siendo conmigo y lo buena conversadora que eres Catalina…

– Para, para adulador… no recuerdo que nadie mi hiciese tantos halagos en tan poco tiempo... Hacía siglos que no recibía un solo de ellos. 
Pero hasta ahí no notaba nada de parte de ella, ni luces de poder avanzar. La charla continua, a veces, sentado a su lado, le ponía la mano en la pierna, pero ella lo tomaba de lo más normal. Me paré a servirle otro trago que no quería tomarse, pero luego de insistirle, logré que lo hiciera y después un tercer vaso. El alcohol hizo el efecto esperado y las risas de ella fueron cada vez más en aumento. Me dijo que nos entráramos y al tratar de pararse notó su estado alegre. Muerta de la risa, se tomó de mi brazo quejándose que se le habían pasado la mano con el ponche, y que estaba con ese punto que la hacía flotar. Aprovechándome de la situación, la tome de la cintura y la recosté. Tomada de mi brazo, para afirmarse, de tanta risa le habían dado ganas de ir al baño. Con tono galán y picaresco, yo la llevaría y la acompañaría para que no se fuera a caer. Ella riéndose… 
– Eres muy picaron. Espetó.
Continuando con mis alabanzas, le dije que era su compañía lo que me ponía así, abrazándola más fuerte. Dejé a la abuela en el baño, la esperé en la puerta oyendo el chorro caer con fortaleza, tuve un poco de flaqueza tocándome la tremenda verga que se me había puesto. Salió del aseo y nos fuimos agarrados de la cintura y afirmándose a mi brazo más de lo necesario, hasta que llegamos al jardín y allí se echó sobre su cómodo sillón… se dejó caer literalmente. Yo con mucha confianza en mí mismo seguí molestándola… 
– Esta noche lo estamos pasando de miedo los dos.
Ella se reía a cada ocurrencia que le soltaba, pensando que eran bromas, hasta que me dijo que si seguía así, se la terminaría creyendo. En tono de broma peo con firmeza en mis palabras… 
– ¡Catalina es usted una mujer muy hermosa, y le estoy diciendo la verdad… desde que la vi, he notado algo especial que tiene como loco en ti...

Ella se reía… – ¡Uy nene, qué cosas más bonitas me dices!
Me estaba pasando con mi mano sobre sus tetas, sin embargo no hacía amago en molestarse por el hecho que lo hiciese, cuando sintió mi mano apretar una de sus tetas, contrariamente a lo que yo pensaba, en vez de quejarse o rechazarme, la veterana fue aplacando su risa y dejó que la tocara gozando de mis caricias. Alabando el tamaño y hermosura de sus ubres, continué apretándoselas, besándoselas suavemente sobre la bata raída, sintiendo que la risa se había acabado por completo y en cambio pequeños suspiros saliendo de su boca. Suavemente sin asustarla continué mi trabajo, tomándola de su cintura apegándola a mí. Estuve un buen rato en esto, mientras la abuela no podía creer lo que estaba sucediendo. Se dejó llevar por su suerte, respirando fuertemente del disfrute que tal vez hacía años por el que era correspondida. Sin dilación fui desabrochando uno a uno los botones de su bata para llegar más allá, todo pausado, relajado y sin estridencias. Al fin la tuve con sus tetas al aire, con un sostén gigante que trataba de contener esas tremendas masas de carne que me pensaba hartar de ellas sin miramientos. Con mis dos manos, logré al fin liberar una de sus hermosas tetas, la que de inmediato fue succionada por mi boca, sacando un…. 
– ¡¡OH mi niño, qué bueno!! ¡Hace tanto que me comen las tetas!
Como un bebé continué chupando esos hinchados y enormes pezones, acordes al tamaño de sus tetas, haciendo que se endurecieran y cambiaran notablemente de tamaño. La abuelita Tita echada en el sillón del porche, entregada completamente con sus tetas al aire y sus piernas abiertas, se dejaba tocar por ese joven casi desconocido, que comenzaba a introducir una de sus manos bajo la bata de casa, acariciando su pierna y llevándola hacia su intimidad. Mi mano fue avanzando hasta topar con sus bragas, acariciándola suavemente, sintiendo a través de la tela, una frondosa vagina, que con mis dedeos se poniendo poco a poco húmeda. La abuela recibió con un fuerte gemido el contacto de mi mano en tamaña vulva, y en una reacción sincopada juntó las piernas dejando atrapada mi mano. Levando mi otra mano en auxilio, logré que la veterana separara las piernas, metió la mano bajo las bragas y en nada conseguí a través de su vello púbico encontrar el capuchón donde alojaba el tremendo clítoris enervado… y comencé a masturbarla suavemente, viendo como con sus ojos cerrados y su cabeza echada hacia atrás recibía con placer mis caricias hurgando bajo los pliegues que cubrían su pepita, sintiendo a su vez como mis dedos se mojaban al contacto.


La abuela no hacía nada, solo se dejaba tocar. Le tomé una de sus manos y la coloqué sobre mi pantalón. Fuertemente comenzó a rozarme mi nabo, yo no había liberado todavía mi verga de su prisión, colocando nuevamente la mano de mi compañera sobre esta, la cual al sentirla exclamó algo en un quejido que no alcance a comprender. Su mano apenas me apretaba, pero me masturbaba lentamente sobre el pantalón. Estuvimos un buen rato masturbándonos. Le dije que nos pusiésemos sobre la alfombra… le ayudé a levantarse para tenderla suavemente, la luz se estaba yendo y nos daba mayor intimidad. Parado detrás de ella, comencé a tocarle las tetas por detrás, mientras ella echaba su gran culo hacia atrás  buscándome a tiempo que se dejaba acariciar las ubres y besar el cuello. Olía a hembra veterana avivando mis instintos a punto de hacerme doler los huevos de ganas de follarla. Le termine por desabrochar el resto de botones de la bata, que cayó hasta sus pies. 
Con sus tetas al aire, le terminé de sacar el sostén dejándole de pie, casi completamente desnuda, con solo las bragas que tapaba su desnudo cuerpo. La señora Catalina, Tita para los íntimos, estaba excitada, pero temerosa. Hace muchos años que alguien no la veía desnuda y menos aún un joven, sin embargo seguía todas las instrucciones dejándose guiar. Me quité toda la ropa, quedando solo en slips, haciéndola que se sentara en la alfombra, acerqué mi polla a su cara pidiéndome que me los bajara. Lentamente tomó mi prenda de vestir metiendo sus dedos en el elástico, y en un segundo para decidirse, me los baja saliendo de este mi cipote, duro y venoso, quedando a escasos centímetros de su cara. Comenzó a masturbarme muy lentamente, mirando cada detalle de mi verga, acariciándola de arriba abajo muy suavemente… 
– ¡Es una buena pieza la que tienes cariño! ¡Menudo pollón te gastas! Me vas a reventar si me metes todo este rabo en el coño…. 
Ella ya estaba convencida de lo que iba a pasar esa noche… para empezar se la metió en su boca, comenzó a restregarla con su lengua siempre masturbándome lentamente con sus ojos cerrados y respirando por la nariz al mismo compás de engullirse una y otra vez todo el cipote a media calada. Era muy excitante ver a la veterana mamarme la verga, iba muy lenta pero no quería forzarla a nada, por el momento.

La saqué de su húmeda lascivia y le tomé las tetas… metí la verga entre ellas, apretándoselas fuertemente. Era increíble el tamaño de las mamas de esta mujer. Después ella misma se las tomaba una en cada mano y me aprisionaba la verga contra ellas, escupí en su canalillo para facilitar el deslizamiento y continué con la cubana un par de minutos más, después la tendí y le saqué su última prenda de vestir. Con los ojos cerrados, se dejó desvestir mostrando su cuerpo desnudo a la mirada de un hombre después de tanto tiempo. Me abalancé sobre ella y me puse a chupar desesperadamente sus grandes tetas, a mamar y succionar sus pezones como un bebé famélico, metiendo mi cabeza entre ellas, chupando esos oscuros y grandes pezones con fuerza, metiéndolos por completo a mi boca, causándole grandes placeres a la veterana, mientras mi verga rozaba la vulva de su abultada vagina que comenzaba a manar fluidos lubricante natural. 
El caldo de esta abuela era tan rico como el de todas las que me estaba follado últimamente… La tetas de la abuelita Tita me tenían tan loco como la de mi abuela Rosa. Las apretaba con fuerza, se las chupaba fuertemente hasta que me puse sobre ella, sin apoyar todo el peso de mi cuerpo, para nuevamente meter mi daga árabe, curvada y tiesa a más no pode entre estas fabulosas masas de carne, y comenzar a moverme masturbándome con ellas. Tita con los ojos cerrados no ponía ninguna objeción a mis deseos, tendida de espaldas sumisa a mis embates con este joven sobre ella…respiraba agitadamente con su boca abierta. Comencé a mamar nuevamente sus ubres de madona para esta vez continuar hacia abajo. Ella trataba de impedir que bajara, pero no fue capaz de detenerme. Cerró sus piernas para evitar que mi cabeza se metiera entre ellas, pero sus esfuerzos fueron infructuosos, ya que con solo un poco de fuerza, logré que sus piernas se separaran dejando ante mis ojos un coño de labios abultados, coronada por vello suave y mojado.

Mi lengua no tardó mucho en meterse en esa húmeda cavidad… se dejó llevar, aunque no muy convencida. A ratos trataba de sacarme de ahí, pero mi lengua no paraba de incrustar esa parte de su cuerpo, haciendo que esta se mojara cada vez más. Ya estaba lista para ser penetrada. Me volví a poner sobre ella, y esta vez con mis manos acariciando su gran culo, fui acomodando mi verga hasta que sentí la humedad de su vagina en la punta, iba por buen camino, pues la dama se despatarró un poco más dejándome mejor acceso. Así que ejerciendo un poco de presión mí verga entró en su cuerpo causándole algo de dolor placentero, quizás por los muchos años que no usaban su coño para tales menesteres, había provocado que se cerrara como el de una adolescente…, pero al cabo de unos pocos intentos, siempre con suavidad para no causarle daño, de repente sus paredes vaginales se abren por completo acomodándose fácilmente a mi badajo con sus grandes labios vaginales arropando el tallo al entrar en tan mojada cavidad… poco a poco voy hundiéndola hasta que llego al  fondo de su cueva inundada.

Comencé a follarla lentamente viendo su rostro, aceptando mi cipote dentro de su cuerpo. Solo con sus piernas abiertas y sus grandes teta caídas hacia los lados por el gran peso de esas masas mamarias, la veterana se dejaba follar sin poner nada de su parte… sumisa y receptora, tal como le habían educado, como una hembra sumisa al semental que la debía de preñar… y todo ello sin participar en el coito. Sus brazos a los lados y feliz dejaba que toda mi polla en su largura entrara una y otra vez haciendo tope en los mis mismos huevos sin remisión. Sabía que lo notaba, pues en cada intromisión a fondo salía de su boca un gemido, entre tanto le preguntaba si lo disfrutaba y solo me decía que sí, moviendo la cabeza concentrada en lo que estaba percibiendo dentro de su coño. Me puse de espaldas y la tomé para que se pusiera sobre mí. Siempre con sus ojos cerrados, la veterana siguió mis instrucciones acomodándose sobre mi polla, lentamente comenzó a bajar. Al parecer de esta forma le entró más aún, ya que se quejó de un pequeño dolor, pero valientemente aguantó hasta que su vieja vagina se acomodó perfectamente al tamaño de mi cipote. En esta posición, sus grandes tetas chocaban contra mi cara en cada embestida que yo le daba, mientras mis manos le agarraban el culo, apretándoselo y moviéndola a mi ritmo. Ella me miraba con su boca abierta gemía suavemente de placer. Nuestros movimientos no eran bruscos, siempre suaves pero a un ritmo constante follándomela a pico y pala. Sus labios vaginales sobrados de pliegues envolvían mi polla como si de una medusa se tratase.

De lejos eran las tetas más grandes que había tocado en mi vida y no paré ni un segundo en chupárselas y mamar de ellas clavando me verga con determinación en su útero. Pero la abuelita no aguantó mucho rato en esa posición, acusando un leve dolor en sus caderas, por lo que cambiando de posición la coloqué de boca a cuatro patas… me quedé unos segundos admirando el tamaño de su culo. Mis manos lo tocaban descaradamente, separándole las grandes nalgas mientras ella escondía su rostro en el cojín del sillón que bajé para acomodar sus riñones y elevar el culo en la atacada frontal, la almohadilla era mordida por la señora al sentir tan invadida su privacidad. Nuevamente mi boca llegó a lugares donde a ella la escandalizaban, pero no le quedó más remedio que aceptar mis caricias bucales. Esto fue mucho ya para un cuerpo con tan poco recorrido…, sintiendo mi lengua entrar y salir de su zona genital, sus quejidos aumentaron considerablemente y sin poder aguantar más, su orgasmo llegó largo y tendido, gimiendo y contrayendo su pelvis, casi haciéndola llorar. Yo aún sin acabar, me monté sobre ella y la penetré en esta posición de un solo envión sin compasión, logrando que su placer no acabara. Ya su cuerpo no daba más de recibir placer y me pidió que no me detuviera, parecía un poco más activa jodiendo conmigo.


Yo no podía parar y sin el menor miramiento aceleré la follada, la follé como una perra hasta que me dio un subidón de adrenalina desde mi cabeza a mi polla y le descargué un primer chorro de lefa espesa en lo más profundo de aquella generosa vagina acogedora... resultó al final un coño tragón. Con el segundo y tercer Chorretazo de esperma recién ordeñado de mis huevos y así hasta los seis o siete aldabonazos que me dejé descargar en su misma cérvix…, me quedé agotado con la piernas temblando del formidable orgasmo que la señora me concedió. Allí sobre ella esperé a normalizar el ritmo de mi corazón terminando de verter toda la leche y dejarla acumula en su fondo uterino. No le quedó más remedio que recibirla en su intimidad…, la saqué al término de unos minutos, y me la meneé soltando un par de chorros sobre su coño de vello húmedo y ahora inseminado por completo de mi engrudo, pronto comenzó a rezumar esperma espeso de su coño entre las alas de sus pliegues vaginales.

Acostándome a su lado, quedó unos minutos recuperando el aire. Se acostó a mi lado, sonriente, dichosa y satisfecha. Con su rostro apegado a mi pecho y su mano lentamente acariciando mi falo en actitud de agradecimiento por tan formidable coito, pero esas caricias también trataba de poner mi polla de nuevo en su dureza óptima. Su cabeza bajó hasta mi mástil dándole un tímido beso en la punta del glande, separándose inmediatamente. Un segundo y un tercer beso fueron a parar en el mismo lugar y ya con el cuarto sentí como mi verga encontraba en su boca un húmedo refugio. Su boca comenzó a chupar lentamente mi verga, no muy convencida aún de lo que estaba haciendo, hasta que tras de un rato ya se acostumbró a la idea y comenzó a gozar sintiendo ese duro rabo dentro de su boca. Sentía su lengua recorrer mi polla de principio a fin, rozarlo con sus mejilla, para luego volver a introducirlo en su boca, sintiendo a cada rato su lengua. La mamada al principio muy mala, poco a poco fue tornándose en una chupada espectacular, donde siguiendo mis instrucciones, me apretaba las bolas sin dejar de chuparla. Por más que disfrutaba y me concentraba en acabar, eran muy suaves los movimientos de su boca, por lo que le pedí que me prestara sus hermosas tetas.

Colocándose de lado acomodamos mi verga en su boca, follando a modo de coño con la cabeza de mi veterana amante en mi estómago… estaba disparado y con una excitación fuera de lo común, así que en unos cinco minutos comencé a eyacular abundantemente, gimiendo fuertemente para motivarla. Ella recibió mi descarga apretándose más contra mí. Mi polla desapareció llegando a rozar los huevos con sus labios…y  le vacié lo que me había quedado en los huevos tragándose de nuevo el semen, se relamió 
– ¡Nunca había probado la leche de un hombre! Gracias por regalármela. Con ninguno de los hombres que he estado, he hecho sexo oral, a ninguno le gustaba... en cambio a ti he visto que te encanta, no solo recibirlo sino dármelo. ¡¡Has sido el primer hombre que se ha comido mi coño!!
Me dijo rendido por el placer recostado sobre mi espalda, mientras la Sra. Tita, continuaba acariciándome con ternura mi cipote, ya blando y completamente mojado, jugando con la gotita de engrudo sobre el glande. Dormimos juntos en la misma cama…

A la mañana siguiente, me preparó un buen desayuno, la observaba moverse de un lado a otro pensando morbosamente que dentro de su coño aun llevaría buena parte de mi esperma… nos comportamos como dos amigos o más bien como una abuela preparado un tentempié para pasar el día sin sospechas que la noche anterior la había llenado de lefa a rebosar.  Nunca más volví a ver a la Sra. Tita, aunque volví unos meses después no pude pasar a saludarla. Dos años pasaron cuando llegué a su portal…, me comunicaron que ya no vivía allí, se marchó con su hijo. Tal vez aquella ocasión fue la última vez que disfrutó del sexo y la primera que consiguió que un hombre le comiera el coño... me encantó correrme dentro de su útero y de su boca, también había sido la primera y última vez saboreando el semen de un macho. Me excitó tanto que en tan solo una hora fueron tres veces las que me vacié dentro de la señora. No pude dejar de pensar durante varios días en sus enormes tetas y su vagina tragona  follándomela, reviviendo cada instante y el momento de correrme n el fondo de sus entrañas, haciéndola feliz en su senectud.

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Aquella tarde mi abuela pensaba salir a bailar con las amigas, le gusta  mucho bailar en lugares donde hay personas de su edad obviamente, especialmente cuando salía con su amiga Margarita. Le gusta arreglarse y estar bien vestida y demás. En su viudedad ha tenido varios pretendientes…, para su edad como ya saben, tiene bastante buen cuerpo, es alta, algunas arrugas, características de su edad, delgada y de pechos más bien pequeños comparados con Catalina o Margarita, pero con un culo perfecto y respingón digno de una treintañera…firme y sin signos de la edad que tiene. Yo nunca había visto a mi abuela de otra forma que no fuera mi abuela, una mujer sin vagina…tampoco había fantaseado, ¡era mi abuela!, pero desde que nos declaramos hacía unos meses las cosas cambiaron entre nosotros… yo era su macho y ella mi sumisa hembra impúdica, había descubierto a otra mujer.

Se había creado un vínculo indeleble mucho más fuerte que entre dos simples amantes… mi abuela se dejaba follar por su nieto como si fuera su esposo… consentida, obediente, dócil, resignada, apacible…SUMISA, a la vez que me amaba como si fuera el único hombre sobre la faz de la Tierra. Al llegar a su casa fui directamente al lugar donde dormía los primeros día de vivir allí, una salita-comedor de la casa, tiene una cama muy cómoda, con unos almohadones que lo convierten en una especie de sillón, una televisión, todo perfecto para pasar una noche, en fin, llegué, deje mi maletín de trabajo y me senté a charlar con mi abuela, mientras mirábamos la tele ya entrada la noche, me avisa que se va a ir a bailar y que volvería tarde. 
– ¡No hay ningún problema, vete tranquila! 
Dicho esto se va a cambiar a su habitación, ahora compartida conmigo, una vez lista y esperando porque la vinieran a buscar, suena el teléfono. Era una de sus amigas, quien le comunica que hoy no saldrían debido a unos problemas de salud de Don Tomás…, mi abuela se molestó un poco, porque no pensaba salir sola, así que canceló el taxi, fue a su habitación y se puso el camisón para dormir.

Cuando vuelve me dice… – Anda Alejandro pide una pizza, que no me apetece cocinar nada. 
Cuando nos llega nos la comemos en la cocina y nos pusimos juntos a ver una película, algo habitual, ya al mismo tiempo charlábamos un poco. En medio de la charla noto que le duele la espalda, así que le digo… 
– ¿Abuela quieres que te haga un buen masaje a tu espalada? Sabes que tengo unas manos increíbles para ello. 
Sin pensarlo mucho me responde que sí, muy agradecida. 
– De hecho yo soy muy bueno haciendo masajes en verdad, insisto. 
Así que comencé a masajear su espalda, mientras ella estaba sentada mirando la película, de repente, en una mirada sin querer, noto que debajo del camisón mi abuela llevaba un sostén pequeño, podía ver sus grandes y estirados pezones casi completamente. No le di importancia, después de todo es mi abuela, y ya habíamos intimado y nuestros cuerpos no era ningún secreto, no iba a tener vergüenza por ello…, pero mi instinto nunca fallaba y comencé a tener una erección, era increíble, porque ver a mi abuela me provocaba y mi cuerpo respondía. En fin mi abuela no lo notaba, ya que tenía un jean puesto y además estaba detrás de ella.

Luego de esto me salió algo de adentro, que lo dije sin pensar, casi como si fuera mi cuerpo el que hablaba, le dije… 
– ¿Quieres que te haga unos masajes con crema? 
A lo que ella respondió sin tapujos… 
– Sí mi amor, me vendría muy bien, pero no quiero ser una molestia”. 
Pero insisto en masajearla como buen nieto. Fue a su habitación y tomó una de sus cremas y regresó al sofá de la salita, para continuar con los masajes. Ya con su espalda con crema, me facilitó mucho los masajes, tras un rato de masajearla y aún con una inexplicable erección, aparece en la tele la reposición de “El último tango en París”, mi abuela está disfrutando mucho los masajes y yo ocupado haciéndolos, así que ninguno cambio. Mi abuela gemía del placer que le daban mis masajes…, el clásico gemido de gusto de cuando nos acarician. En fin de repente se nos da por charlar y sale el tema de la película que estaban pasando, sin ninguna inhibición nos pusimos a hablar de las escenas sexuales que se mostraban, a tono gracioso obviamente por lo dela mantequilla. Le bajé un poco el camisón, para poder abarcar más su espalda, no tuvo ningún problema, lo bajé solo un poco dejando sus hombros descubiertos.

De repente la conversación se empezó a ir para otros lados…, nos sentíamos muy cachondos y mi abuela hábil en tales menesteres no dejó que aguantase mucho más con su contusión de espalda bastante aliviada, en un momento se da la vuelta y me baja el pantalón para sacarme la polla dándome ella a mí el masaje y una pregunta, con un poco de doble sentido, pero que no le di mucha importancia…
– Mi amor… ¿tu abuela te atiende bien? porque así debe ser, te mereces que te trate bien. 
Yo respondí con una risa seguido de…
– Me atiende muy bien y estoy muy satisfecho.
A lo que mi abuela respondió con una sonrisa pícara. El siguiente tema de conversación fueron sus pretendientes, algo de lo que nunca habíamos hablado, me contó muchas cosas y concluyó diciendo que nadie le había atendido como yo y que estaba muy sola hasta que entré en su casa, al mismo tiempo seguíamos con nuestros masajes… yo con sus tetas y ella pajeándome deliciosamente. Para este momento yo ya estaba bastante sumergido, sin darme cuenta, en el éxtasis del incesto y el morbo y me salió de decirle…
– Pero abuela, ¿me vas a decir que nadie te folló como es debido hasta ahora? Eres una mujer muy sexi y atractiva para cualquier hombre de cualquier edad.


A lo que contesta…– No mi amor, hacía mucho que nadie me follaba. Salí con algunos hombres, de mi edad como es natural, pero no estaban en forma. Llegué a pensar que mis tiempos de sexo habían pasado para mí. 

Con algo de comprensión le dije… – Abuela, me gusta que te sientas bien y sabes que haría lo que fuera por ti, con tal de que estés más contenta y feliz.

Ella responde, – ¡Pero mi vida, que bueno eres conmigo, yo tan mayor y tú tan joven, fuerte y varonil! Ninguna abuela puede estar más feliz que yo con un nieto como tú…. 

Ya sumergidos en la calidez de nuestro encuentro, uno de los dos o tres semanales, y sin marcha atrás le dije 

– Abuela, déjame que te haga sentir bien esta  noche también. 

Comencé a deslizar mis manos hacia sus tetas sin llegar a apretarlas, acariciando y pasando la crema para terminar de embadurnarla. De un impulso irreflexivo metí mi mano en su camisón y comencé a masajear fuertemente sus tetas y sus pezones, los cuales estaban bastante duros.

Mi abuela gemía del placer, y en un momento de lucidez, me detuve…

– Abuela, ¿te lo estoy haciendo bien? 

A lo que ella respondió, – Sigue amor, me encanta, ¡no te detengas! 

Seguí acariciando sus tetas. De pronto se me da por ponerme de costado y detrás de ella. Con una erección ya notable, mi abuela que estaba con los ojos cerrados disfrutando de todo, los abre. En su mirada pude notar el deseo y la desesperación de verse follada por el semental de su nieto. A lo que solo se le puede responder con una acción…, me terminé de bajar el pantalón y luego el bóxer, evidenciando mi polla que estaba más que dura y grande. La reacción de mi abuela fue de satisfacción y dejo salir un suspiro de placer diciendo… 

– Mi amor, como la tienes de empalmada, no me explico cómo te puede caber tanta polla en esos pantalones tan estrechos. 

A lo que yo respondí…Pues del mismo modo que entra en tu coño…a base de expandirlos... igual que hago con tu coño ¿la quieres abuela? ¡Es toda tuya! 

Ella sin inmutarse y de un solo movimiento la introdujo completamente en su boca, era increíble, comenzó a mamarla como toda una experta…

Le estaba cogiendo el punto a mamar pollas como una puta, en mi vida me habían hecho una mamada de tal magnitud como las que conseguía Doña Rosa. La metía y la saca con gran velocidad, al mismo tiempo que masajeaba mis testículos era una sensación inexplicable. Mi abuelita había aprendido en estas semanas lo que nunca hizo en los treinta años de casada con mi abuelo. Mi tierna y adorable abuela se convertía ante su nieto en una consumada felatriz, tan buena como una puta experimentada, donde mi verga era algo natural dentro de su boca o de su coño. Me la estuvo mamando un rato hasta que me corrí… se zampó el buen chorro de esperma espeso que guardaba desde hacía un par de días para ella, por lo que fue muy abundante. No le dejó una sola gota a mi cipote y al terminar la saco de su boca relamiendo la punta dejándomela impoluta, me enseñó todo el engrudo que jugaba con su lengua dentro de la boca y de un trago se lo engulló directo al estómago. Mi verga aún estaba bien erecta, ella sabía que aquello solo era el aperitivo, su nieto es capaz de correrse dos y tres veces en una sola hora, así que la tenía como si no hubiese acabado….

– Pero mi vida, eres insaciable, ¡¡me encantas!! Nunca imaginé que existiera un macho con tal capacidad de follar y de eyacular tan ingente cantidad de lefa… 
Nos besamos notando el regusto de mi propio semen, y cuando nos desacoplamos… 
– Abusa lo que quieras de tu nieto, ¡¿La quieres sentir dentro de ti YA?! 
A lo que en tono de máxima excitación me responde…
– Si mi amor, por favor, haz lo que debas hacer con tu pobre abuelita ¡Este conejo tiene mucha hambre de nabo! 
Hice que se parase, y le quité el camisón. Para mi sorpresa, solo llevaba el sujetador y un tanga… muy puta para alguien de su edad, pero ya me tenía acostumbrado. No me resistí y le desnudé las tetas y le bajé el tanga, me agaché y comencé a mamarla, ella se retorcía de placer y gemía a los gritos, mientras yo lamía su clítoris encontrado bajo sus pliegues oscuros ¡Está delicioso! Y muy duro para alguien de su edad, era algo muy rico lo grande que se le pone a la vieja. Fue entonces que me senté, ella se subió encima de mí poniendo una pierna cada lado de los muslos abriéndose como un Cristo, me asió el cipote con destreza encauzándoselo a su bocana… y de un solo golpe se la metió toda en el coño, abriéndose sin miramiento la raja. Es una sensación exquisita, su vagina es perfecta para ser follada, caliente y lubricada, ¡BUENÍSIMA!

Con sus labios enormes posados alrededor de mi tallo y de repente me dice… 
– ¡¡Métemela hasta el fondo, hazme tuya cariño una vez más!! Tu abuela no sabe cómo agradecerte tanto placer y cariño que le das ¡¡Dame fuerte y llena mi viejo coño de polla dura y de leche!! ¡Qué zozobra¡
A sotto voce "¡Ojalá de una de estas me dejes bien PREÑADA!"
Esta mujer follando era una abuela completamente diferente a la que yo conocía, pero sin más no pensaba en ella como mi pariente en esas circunstancias, sino como mi esposa, mi amante o mi follamiga…, lo que nunca pensé era que a sus 60 años pudiese ser fértil. Convencido de que las compresas que utilizaba eran para las pequeñas pérdidas, no sospeché del secreto oculto de mi abuela. La empecé a follar como si fuera un degenerado vicioso, se la metía toda hasta dentro y la escuchaba gritar como una adolescente a cada envión. Sus gritos y gemidos me alertan de su inminente llegada al clímax, así que comencé a hacerlo lo más rápido posible haciéndola terminar en un orgasmo.
– ¡¡Sí así es como se hace, vamos cariño clávame bien dentro tu polla…!! ¡¡Vamos córrete dentro de la abuela!! 
Acabó convulsionando… extraje el cipote y tras de él un chorro de flujo al mismo tiempo. No sé cuál era el  motivo cuando me follaba a mi querida abuelita Rosa, pero mi verga se mantenía increíblemente en un estado de dureza permanente… y con ella excitaba su punto “G” como nadie lo había conseguido en su vida, tal vez porque me la ponía tan erecta como si fuera una adolescente salido con las ganas de follar de un mandril… mi abuela tendría que soportar unas cuantas otra embestidas más, fruto de mi morbo por joder con ella. Y de sopetón invita con tono de puta..
– ¡Se te apetece Alejandro, puedes fóllame el culo! ¡¡Pero dámela toda, la abuela necesita tu verga dentro otra vez más…!!

Yo ya metido en plena vorágine incestuosa plagada de morbo, le metí un beso de lengua que sabía a lujuria, le agarré su hermoso y terso culo mientras ella se agachó girada dándome el culo a cuatro patas. Se la metí en el ano con su culo respingado como a mí me gusta, en tanto la tomaba de las caderas y sobre su culo casi en vertical… ahí la empecé a follarla con todo, al mismo tiempo… 
– Si mi vida ¡¡Mas adentro!! ¡¡Soy tuya, dame por el culo!! ¡¡No quiero sentirme como una puta vieja!! 
Diciendo esto solo lograba que me calentara más. Estaba enviciado con ese culo terso y grande que para nada parecía de una anciana. Se la estaba dando como nunca, mientras ella gemía como loca. De entre todo era de lo más bueno ver sus tetazas moverse al ritmo de mis embestidas en esa pose de 90 grados recibiendo toda mi polla. Era increíble sentir nuestros cuerpos con los chapoteos de las zonas púbicas, mis clavadas iban a un ritmo de dos por segundo haciendo caer un hilo de fluido de su coño. Con tanto ejercicio me ahorraba muchas horas de gimnasio, un ejercicio placentero y en casa…me aliviaban los huevos colmados de leche y testosterona y me ponía en forma el corazón…, percibía el roce de sus pliegues internos enervar mi glande hinchado que horadaba sin clemencia el maduro culo de mi amada abuela Rosa. El chapoteo de nuestro cuerpo, las imparables ganas de llenar a esa fémina complaciente y los veinte minutos jodiendo sin parar hacían mella en la dama… 
– ¡Hijo qué aguante tienes! ¡¿No piensas correrte esta noche en el coño de tu abuela…?! 
Entonces le dije que eso lo reservaba para su coño, y cambié por enésima vez del culo al coño… la agarré de los hombros tirando hacia mí enterrándole la verga, hasta hacer desaparecer la tranca por completo. Tanto ejercicio me llevaron a estar a punto de acabar, mi ritmo se acrecentó y ella me cogió de los huevos por entre sus piernas… unos segundos después le atiborré la vagina de lefa con mi primer y mejor chorro de leche, después se concatenaron os siguientes decayendo en profusión hasta tener mis seis o siete esténtores eyaculando para mi abuelita… le descargué otra buena ración de semen, ella gemía y suplicaba entre tanto me vaciaba…. 
– Córrete bien adentro, quiero que me llenes la vagina con tu leche, ¡Estás haciendo muy feliz a tu abuela!  ¡Cuánto tiempo sin sentir la sensación de regarme el coño de leche de macho!

En esta follada aguanté mucho más obviamente, porque ya no tenía la urgencia de las primeras veces, lo disfrutaba mucho más manteniendo la intensidad en un periodo más prolongado, para culminar con la impagable la sensación de derramar un montón de esperma en mismo fondo de su cérvix casi en la barriga de mi abuela de lo profundo que le solía meter el cipote. Ella soltó un gemido de placer al sentir mi lefa calentita brotar en su raja con todo el bálano insertado en sus entrañas, salpicando lefa por toda su entrepierna. Luego de esto tras unos segundos de descanso en su hondura tras el desove, retire mi cipote. Era increíble, mi rabo siguiera muy erecto con ganas de más, a mi abuela esto le encantaba… 
– Mmmm machote, ¡¡Nada te detiene!! 
Ahí se agachó y empezó a mamarme de nuevo, esta vez fue mucho más deleitable que la primera, me hizo correrme una última vez. A penas salió algo de leche de mis escurridos huevos, pero lo poco se lo tragó todo, mientras le sobaba las tetas. Al final la sacó de su boca al mismo tiempo que yo le acariciaba su cabeza a modo de agradecimiento. Ahora sí que mi verga ya no tenía apetencias y mis testículos ni una gota de semen, me lo había sacado todo. Se puso en pie y se me acercó para darme un beso en la boca, acaricio mi polla… 
– Gracias mi vida por regalarme tanto amor…, hace años que no gozaba tanto, hacía tantos años que ya se había olvidado lo que se sentía al tener un orgasmo. ¡¡Espero que te hayas quedado templado!! De lo contrario siempre tendrás a tu abuela para saciar tu viril masculinidad…. ¡Me encanta que viertas tu hombría dentro de mí!  
Y nos fuimos a dormir como tantos otros días después de un duro día de trabajo y una follada criminal de casi una hora jodiendo, donde yo acababa con los huevos secos y ella con el chumino a rebosar de leche de su nieto.
**********************

Al día siguiente era domingo y no trabajó en todo día mi nieto… nos despertamos uno al lado del otro como si nada hubiese pasado, porque follar y compartir la cama era ya lo cotidiano entre nosotros… preparé el desayuno y charlamos amistosamente muy contentos. Sus manos se deslizaron hacia mis nalgas posando una en cada atrayéndome hacia él sobre el taburete de la mesa isla del centro de la cocina… yo tomé mi tanga y me lo quité hasta que este cayó al suelo, con ayuda de mis pies la hice a un lado, seguimos acariciándonos y me cogió en brazos llevándome en volandas a nuestro sofá del salón… me recostó y al quedar totalmente desnudo miré su verga de color oscuro, su glande remangado del prepucio, un poco curvada, larga y del mejor grosor posible. Se recostó sobre mí… y nuevamente nos entregamos en besos cargados de morbo incestuoso y lujuria incontenible, abrazados nos acariciamos sin pudor alguno. Tomó mis tetas y las chupó como un bebé…el nene mamaba queriendo sacarme la leche de mis secas y viejas ubres… ¡No deseaba que dejase de hacerlo nunca! Sus manos acariciaba mi culo al mismo tiempo sentía su verga en mi estómago… la busqué notando sus hinchadas venas, ese tacto en las yemas de mis dedos me electrificaba el cuerpo como ningún hombre logró hacerlo. Aproveché para ponerme de rodillas al lado de mi macho y la metí en mi boca. Lo escuché gemir, seguí chupando mientras él estaba gozando de la mamada de su abuela. Sus gemidos se hicieron más intensos, sentí su mano buscar mis enormes labios vaginales escudriñando hasta encontrar mi clítoris entre ellos.

Recorrió mi raja frotando enérgicamente la pepita erecta, dura y ansiosa de recibir el placer de mi nieto, la cual estaba mojada… era habitual ya. Me tomó  de la cintura y me puso sobre de él, su lengua buscó con desesperación mi vagina y sus manos abrieron un poco mis labios vaginales viendo como hundía la lengua joven el chumino de aquella vieja. Yo seguí mamando su verga… 

– ¡¿Te gusta el coño de la abuela?! Anoche se lo llenaste bien de leche… aún lo siento lleno... eyaculas como un burro en me gusta.

– Sí mucho, pero también me gusta que me comas el rabo… 

Al escuchar mi voz se giró y se plantó frente a mi culo, abriendo las nalgas con ayuda de sus manos. Metió su dedo en mi ano, después dos… estos abrían mi culo tratando de dilatarlo un poco más. Me puso en posición como una perrita y me dio su verga a mamar, cuando estaba en la mayor excitación, se colocó detrás de mí y me la metió entre mis nalgas, la notaba dura y firme. 

– Anoche te llené el conejo, esta mañana no se va a quedar sin su premio este culito…

Primero fue doloroso, pero ya teniendo el glande dentro se quedó quieto por un instante, cuando mi anillo se adaptó a su verga inicio un rítmico mete saca, quizá por lo apretado de mi culo solo duró unos minutos hasta que se tragó todo el cipote hasta las pelotas. Cada vez la follada era más fácil, él escupía en su tronco lubricando el mete saca… solo duró diez minutos por lo apretado de mi esfínter cuando soltó la leche en mi interior inundado mi intestino…, percibí cada aldabonazo de blanca lefa, cálida y joven llenándome de vida en cada polvo. El amor que me daba Alex era impagable con nada que no fuera amor y entrega a su persona, un hombre que en poco más de diez horas te llena la vagina, la boca y estómago, para finalmente inundar de semen tu culo es digno del mayor de los tributos.






Hoy en día no ya puedo evitar el deseo de tener sexo anal, es uno de mis mayores placeres con Alex, una vez a la semana por lo menos. Después de varios meses de follar con mi nieto, lo veo feliz alegre incluso parece haber regresado unos años atrás y yo estoy contenta de poder complacerlo como mujer, creo que seguiré siendo su mujer hasta que él lo quiera… follamos, nos amamos con tanta asiduidad que parecemos un par de recién casados, aunque a veces también tenemos nuestra discusiones. Lo que sí es cierto, es el cambio que han notado mis amigas de timba… me han comentado que vivir con mi nieto me ha devuelto la alegría, me ha transferido su juventud porque me ven siempre muy feliz y de buen humor. No saben cómo me transfiere esa alegría y juventud, ¡Si supieran que lo hace vía vaginal inyectándome su virilidad…! ¡¿Qué pensarían de mí?! 

Nunca voy a olvidar el día en que la tierna y dulce abuela, la hizo convertir su nieto en toda una hembra experta y servicial como ninguna otra mujer. Me excita dejarme follar por tan viril macho, permitiéndole que abra el hermoso coño maduro de su amada abuela Rosa. Porque no pierde la ocasión de follarme cuando se le sube la testosterona, sabiendo que tiene en casa a una mujer dispuesta para su macho que recibe como un regalo cada polvo que su nieto le da, mientras él disfruta conmigo descargando en casa toda su tensión sexual en una vagina de total confianza, a pelo y pudiendo vaciar su fértil leche sin miedo a dejarme preñada o eso era lo que pensaba yo. 

Ciertamente era un caso raro a mis 60 años,  aún no me había venido la menopausia y menstruaba manera muy irregular, pero era una mujer preñable. Nunca se me ocurrió decirle nada a Alex porque pensé que jamás ocurriría, mis ovarios no podían tener capacidad para engendrar, sin embargo mi nieto me llenaba con tales cantidades de esperma y tan frecuentemente que ocurrió. Sería por Navidad cuando tuvimos la cena más especial de Noche Vieja, no salimos a festejar porque deseaba festejarlo en casa con Alex…entonces le solté la bomba del año, la de que iba a ser padre y que yo sería la madre de su hijo… "¡Cariño, el hecho de que nunca me hubiera follado un macho tan potente... y que tus huevos producen un esperma tan vigoroso, unido a lo bien armado que estás, capaz de descargar todo tu arsenal de esperma en la misma boca del mi útero... has conseguido PREÑAR a la vieja de tu ABUELA…!"

Le di la alegría de su vida y me pagó con la mejor de sus folladas.

2 comentarios:

  1. Juraría que este ya estaba en el blog con otro nombre :/

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    1. No hay ninguno repetido, solo que este año estoy ordenando los relatos y añadiendo otros que irán apareciendo poco a poco

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