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UNA HISTORIA DE AMOR. Y si tú no has de volver...

    "Y si tú no has de volver" 1ª PARTE "Una para el otro y otra para el uno". Esa frase la repite una y otra vez mi ...

Daniel el travieso es mi Hijo




Nunca me he considerado gran cosa, supongo que nunca lo he sido. No soy especialmente inteligente, mis notas en el colegio siempre fueron mediocres por más que me esforzara, tampoco he sido lista, pues repasando mi experiencia vital veo claramente que mis decisiones nunca me ayudaron a dar pasos importantes. Físicamente, no soy fea, pero había muchas chicas más guapas y atractivas que yo, que me pasaron por delante muchas veces cuando los chicos se nos acercaban, eso no quitó que yo tuviera mi público cuando descubrían que las guapas no eran lo que buscaban. Hasta que apareció Berni…

Mi nombre es Ceci, me crie en un buen barrio donde me dieron una educación normal sin lujos. Sin embargo mi mala cabeza me llevó a probar a muy temprana edad las drogas, empezando con los porros cuando hacía pellas en clase, poco a poco fue a más y con ello también entró en juego el sexo. Gracias a una amiga y a mi voluntad de quitarme de aquella mugre me libré de las drogas, aún no estaba metida en las duras y eso me salvó. No obstante me libre de lo primero pero no del sexo, que se convirtió en el eje en mi vida. Morena de cuerpo provocativo sin ser escultural, mi atractivo remataba con unos ojos celestes. Los hombres se me daban a montones cumplidos los dieciséis sin saber por qué. Llegaba a veces a salir solo para follar con ellos…sexo por sexo, así era también que mis relaciones no duraban porque amaba el cambio más que la estabilidad, o tal vez era porque no encontraba el hombre de mi vida, hasta que conocí a Berni, un hombre con un trabajo que le agenciaba una gran vida que me supo conquistar tal vez por su finura, o por su fuerte personalidad.

Era un tipo recio que tenía las cosas bien claras, se marcaba claramente la virilidad en su cara, sus gestos y en sus pensamientos. Era mucho mayor que yo y contrastaba con todos los amantes de mi edad que había tenido hasta el momento. Por entonces la puta crisis económica me puso entre la espada y la pared… decidí definitivamente optar por entregarme a un solo hombre muy masculino que me diera una futuro estable, el cual a su vez tenía cierta obsesión por mi cuerpo. Mientras que Berni se mantenía a mi lado por la lujuria que le despertaba mi cuerpo… todo iba bien, sé que no podía durar toda la eternidad y para sujetarlo tendría que dar un paso más allá…, entonces me dejé preñar por quien se hubo convertido en mi primer gran amor.

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Daniel duerme a mi lado profundamente cuando me despierto. No ha sido así desde hace mucho tiempo, pero de unos unos meses acá, ha vuelto a mi cama. Me agrada, me hace compañía y me siento querida por el hombre de la casa. Ya ha cumplido los 20 años y me ha sobrepasa en envergadura por dos. Está creciendo alto y recio como su padre, el deporte le está haciendo un cuerpo físicamente increíble. Me levanto tratando de no despertarlo para preparar el desayuno y dejar la casa ordenada antes de que se marche a las prácticas en la universidad y yo al trabajo. Vuelvo a tener la blusa del camisón desabrochada. Ayer también me pasó. Supongo que los ojales se están dando de sí, y al moverme, siempre me he movido mucho durmiendo, se me han salido los dos botones superiores de los tres que tiene.

Berni fue mi primer amor ¡MI AMOR! El único hombre que he amado como una mujer puede amar a un hombre. Tenía mala fama, envidia pensaba yo, decían de él que frecuentaba malas compañías, las que él quería, que había salido con decenas de mujeres, lógico con lo guapo que era, que no las había tratado bien, porque ninguna sabía cuidarlo como él merecía. Yo solucioné el problema. Amansé a la bestia, lo colmé atendiendo todas sus necesidades hasta la misma saciedad, ofreciéndole el amor, el sexo y la comprensión que las otras no habían sabido darle. Amándolo en todas sus versiones en una entrega total y sumisa. Nunca imaginé que una mujer podía ser follada de tantas manera y tantas veces seguidas... una muñeca en sus brazos follada hasta cinco veces en una sola tarde de pasión descomunal.

Últimamente Daniel está mejor. No ha sido fácil para él, aunque siempre he procurado ayudarlo en cualquier aspecto de su vida, de su crecimiento, de su desarrollo emocional. Eso es lo que creo que debe hacer siempre una madre, desvivirse por sus hijos. Yo solamente tengo uno, así que puedo volcar todos mis esfuerzos en él. Los médicos nos avisaron pronto, que nuestro hijo podía tener algunas dificultades de aprendizaje, así lo llamaron. El parto había sido difícil pues venía de culo, y no me sometieron a cesárea como debieran haber hecho porque aquella noche parimos dieciséis mujeres en el mismo centro y solamente había dos cirujanos de guardia. Culparon a la Luna llena que incentivaba los partos, me dijo la comadrona, pues nunca habían visto nada igual, sin embargo el plenilunio no llegó hasta dos días después de parirlo. Mi bebé sufrió un principio de asfixia, al enrollársele el cordón umbilical alrededor del cuello, pero su fuerza de voluntad unido a mi esfuerzo por traerlo al mundo sano y salvo obraron el milagro. A la comadrona también le debemos gratitud eterna, pues logró girarlo a tiempo dentro de la barriga encajándolo en mi pelvis para que pudiera salir para conocer a su madre. No le quedaron secuelas físicas, algo de agradecer pues podía haber sufrido alguna atrofia muscular, nos dijeron, pero su cerebro realizó tal esfuerzo por liberarse que ahora paga las consecuencias, aunque no me parecen tan importantes. Si bien no es talentoso para adquirir conocimientos si tiene un talente innato para los deportes, y se relaciona muy bien con la gente. Es cierto que nunca será el chico más listo de la clase, yo tampoco lo fui, pero con mucho esfuerzo, el mío y el suyo, ha ido superando la secundaria y ahora está en un plan de integración de la universidad de Granada, tiene buena pinta que acabe la carrera y sea profesional deportivo el año que viene... ¡Qué orgullosa me siento!

Berni no se quedó para criarlo. Estuvo a mi lado durante el embarazo y el primer año de vida de nuestro hijo, pero dos días antes de su primer cumpleaños se fue. Para no volver. Me lo habían avisado. Me lo temía. Tal vez por eso no lloré su pérdida. No podía, pues mi hijo necesitaba verme fuerte. Durante tres años fui la mujer que hizo feliz a aquel hombre indomable ¡Un auténtico vividor follador! Sé que lo hice feliz y me siento orgullosa de ello, pues no era tarea fácil. Berni era, y estoy segura que sigue siendo, una alma libre, que nos quiere a su manera, aunque no sea la compartida por la mayoría. El primer año estuvimos muy enamorados. Él lo era todo para mí. Yo también lo era todo para él, hasta que me quedé preñada. No le hizo ninguna gracia verme panzona y me pidió que abortara pues no estaba preparado para cuidar a un niño ni entraba en sus planes formar una familia. Pero lo convencí. Le demostré que podía ser una esposa tan amorosa como iba a serlo como madre. No nos casamos, pero alquilamos un piso y comenzamos nuestra vida juntos.

Daniel ya es todo un hombre, se hace mayor… lo noté cuando ponía excusas para no ducharse conmigo como habíamos hecho todo ese tiempo atrás, lógico pues ese vello que comienza a asomarle en su rostro es la prueba inequívoca de lo que debe estar decorando el resto de su cuerpo, la testosterona está haciendo su función. Como cada mañana, se ha levantado con el cipote enhiesto y por la deformación de los calzoncillos, empalmada es de una envergadura sustancial, hace más de tres años que no le veo desnudo y de los 17 a los 20 el cambio en los genitales de los chicos es brutal. Por otro lado, sé que es habitual en los chicos la erección mañanera, por el riego sanguíneo que favorece al buen estado de los vasos capilares del músculo que conforma el tronco de la polla... llegan a tener hasta cinco erecciones por noche. 

Yo también me despierto casi cada día con ganas de orinar y cierto ardor de coño que mitigo levemente mientras echo la meada... me gusta frotarme la pepita, en tanto sale el chorro, Es mi primer placer del día. A los hombres se les concentra la vitalidad en esa musculatura cada mañana sin poder disimularlo, y ni puñetera falta que se le hace encubrir su erección con su madre. Desde pequeño me di cuenta que mi hijo había heredado los atributos de su padre. No solamente las facciones, ojos claros, cabello negro como la noche, mentón cuadrado, labios carnosos y muy rosados, espalda ancha…, un cuerpo bien formado con unas bellas y atractivas facciones…, pero también heredó el tamaño de su hombría. Su verga posee unas dimensiones muy por encima de la media de un adulto, por ello, para no avergonzarlo, comprendí que no debíamos ducharnos juntos más. Las mañanas que ha dormido en mi cama, me levanto antes que él para no ser testigo de su incómoda urgencia matinal, aunque debo decir que me gusta observar su masculinidad en todo lo alto. Su embarazo fue lo mejor que me paso en la vida, por fin algo era realmente mío, el fruto de aquel amor más mío que de él.

Berni, su padre, aunque ya contaba con 29 años cuando lo conocí, no fue mi primer hombre. Tuve novios anteriores con los que me comporté como lo que era, una adolescente mojigata e inexperta. Sin ser ninguna belleza siempre atraje a los chicos, debía de parecerles una chica muy cachonda con mucho morbo. Me desarrollé pronto, a los trece años ya tenía más tetas que algunas mujeres adultas, así que fui objeto de deseo de mis compañeros desde bien pronto. Pero yo no mostraba el mismo interés que mostraban ellos. Por un lado porque me atraían jóvenes mayores. Los de trece o catorce me parecían niños, más preocupados en tocarme las tetas o frotarse el dorso de la mano en mis nalgas que en invitarme a salir o en preocuparse por mí. Carlos tenía dos años más que yo cuando comenzamos la relación y Raúl cuatro. 

El año que fui novia del primero no pasamos de caricias por debajo de la ropa. Me encantaba que me pellizcara los pezones, pero no le dejé ir más allá. Sin duda, la rígida educación recibida en casa me frenaba, pues las dos hijas del matrimonio mayor que formaban mis padres, fuimos adiestradas en la desconfianza ante el sexo opuesto. Con Raúl sí superé varias pantallas. Estaba a punto de cumplir los 17 cuando me lo presentó mi prima. Fui prudente los primeros meses, frenando sus ansias por desvestirme e embestirme… poseerme completamente, cuando me llevaba a la ladera de Montjuic en su Opel Astra negro. En el asiento trasero del vehículo perdí la virginidad unos meses después de cumplir los 18. Fue mi regalo por su 22º cumpleaños.

No se lo conté a mi madre, pero me hubiera gustado preguntarle por qué demonizaba un acto tan placentero. Me gustaba hacer el amor con Raúl, tanto que solía ser yo la que le pedía que trajera el coche. Me sentaba a horcajadas para que pudiera besarme y sobarme las tetas a conciencia, le encantaba y se perdía con ellas, decía que tenía el mejor par de tetas de la comarca. Tras mi desflore, me volvía loca sentir su polla entrando hasta lo más profundo de mí ser. Pero la relación acabó. Me dejó por la misma razón que Carlos había hecho dos años antes, porque se aburría. 

Estuve esperando la llegada del Príncipe Azul, era tan ilusa que sabía que llegaría. Hasta que una noche de verano, en las fiestas del pueblo, cada vez más necesitada de llenar mi chochito de un rabo duro y caliente, mee dejé llevar a la playa por un desconocido que me poseyó con poca delicadeza y menos paciencia, llenando mi falta de sexo pero no calmando mi necesidad lasciva. No fue desagradable pero aquel día aprendí una cosa muy importante…, que para hacer el amor necesitas una pareja estable que no se arrebate cuando te posee porque saber que te ama. Por ello, no estuve con ningún chico durante más de un año, hasta que se me acercó Berni.

Esta tarde Daniel ha vuelto del Instituto del Deporte. No ha querido explicarme nada, ha dejado de hacerlo, pero sé que ha tenido alguna disputa con sus compañeros o con su novia. Por más que trate de apoyarle, de quitarle hierro al asunto, no puedo hacer mucho más que presentarle estrategias para evitar los conflictos. Pero no es suficiente. Necesita una figura paterna que lo guíe pues mi mentalidad y experiencia no puede ser otra cosa que femenina. ¡Cuánto odio a Berni cuando nuestro hijo necesitaría de la seguridad y aplomo de su padre! En todas las clases, en todos los cursos, en todos los institutos hay chicos o chicas que no encajan con la facilidad del resto y que acaban siendo el blanco de las burlas de sus compañeros. Por desgracia, no todos los compañeros dan valor a ese nombre y se ensañan con los más débiles. Mi hijo no es débil físicamente, pero sí va por debajo de la media intelectual. Su capacidad comprensora llega al límite para poder compartir educación con chicos corrientes, pero lo supera con mucho esfuerzo. Por allí asoman las burlas y las disputas...pienso que también envidias de su talento deportivo, tal vez por eso, algunas chicas lo consideran atractivo, su personalidad, su anatomía, su forma de ser…. Obviamente la falta de capacidad intelectual para las matemáticas es un hecho que siempre le ha acomplejado, con el que he tenido que lidiar desde su nacimiento, pero nunca me daré por vencida. 

Cenando, no he logrado que me explicara qué ha pasado, pero sí creo que he contribuido a animarlo un poco. Hemos visto la televisión juntos, hasta que el cansancio me ha vencido y me he ido a la cama. Él ha preferido acabar de ver el programa antes de acostarse, pero me ha confirmado que volverá a hacerlo en mi cama. Pasadas las horas algo me ha despertado. Daniel supongo al venir a la cama, pero en la luz del despertador veo que son más de la una y no creo que se acabe de acostar, además, parece estar profundamente dormido. Tal vez me he movido hacia su lado y nos hemos tocado, tal vez se ha movido él pues lo he sentido muy cerca. Apago la luz de nuevo, debo dormirme. ¡Maldito camisón! Otra vez se me ha abierto. Creo que Daniel me ha tocado. Esta noche no puedo asegurarlo, pero me temo que no me equivoco, no me extrañaría que desee sentir la piel de una mujer estando en la edad donde las hormonas se hallan revolucionadas.

Había oído hablar de él, de sus correrías… me refiero a Berni. Lo había visto, mirado muchas veces, pero nunca me atreví a dirigirle la palabra. Era muy guapo, atractivo más que agraciado… ese tipo de hombres que desprenden un aura especial. Sus ojos claros te atravesaban, su seguridad te imponía, pero su sonrisa te derretía. El primer día creí que yo sería otra más en su larga lista de conquistas. Después de charlar e invitarme a una copa me tenía a sus pies, así que no hacía ni una hora que me conocía cuando enfilamos agarrados el camino hacia su coche, un BMW serie 3. Me tomó en el asiento trasero, espacio al que estaba acostumbrada. Me desnudó lentamente, aferrándose a mis tetas como habían hecho mis tres amantes anteriores para tumbarme y penetrarme en la postura del misionero. Me sorprendió lo delicado que estaba siendo, así que le di permiso para continuar y fue remangando la falda del vestido hasta poder meter la mano bajo las bragas y sobar directamente la tersa piel de mi culo. Me acarició, sobó y amasó las nalgas hasta que probó a meterle mano por la raja entre las nalgas llegando a mi coño, notando que no me oponía a tal atrevimiento… tenía el chochito extremadamente muy cálido, esa vez lo tenía sin depilar al 100%, después me lo he depilado en muchas ocasiones y también se lo ha ido arreglando rasurándomelo o recortándomelo para que lo disfrutara. Me besaba el cuello y yo a él dejándome penetrar un dedo en mi raja vaginal… le sorprendió lo mojado que encontró mi agujero entre los labios vaginales, y durante un rato me folló con el dedo despacio. Comencé a gemir muy calladamente, no sabía si dar el paso adelante o dejarlo, me sentía muy excitada y rara… la polla la tenía a reventar y me la pegaba más a mí, sin escrúpulo noté la hinchazón de la verga que se extendía hasta el muslo… fue notarla dura y gruesa, entonces más me la apretaba a mi pelvis. Sin duda, le parecía el mejor coño que se podía follar aquella noche… un coñito acogedor, cariñoso, sumiso y tragón, y dentro de los días fértiles no tuve problema en dejarle que me inseminara con riesgo a preñarme.

El caso es que me dejé follar a pelo sin condón… ¡¡Joder cómo es eso de ponerla entre los labios vaginales y notarla como se clava hasta dentro en tanto dé de sí haciendo tope en los huevos!! Ya imaginas, en nada la puso en mi entrada, apartó las bragas y para adentro sin contemplaciones. La sensación era única cuando me estaba follando notando la calidez de su rabo en mi esponjosa y lubricada vagina con todo su capullo ahondándome… Noté cierta violencia en su vaivén, sobre todo en su primera embestida en donde percibí que se le puso a reventar al notar lo humedecida que ya estaba. Notaba como abría mis paredes internas frotando su sensible glande, metiendo y sacando sin cesar, su mirada apenas se cruzó con la mía un par de veces, tal vez un poco avergonzada de darme al instinto animal que llevaba dentro queriendo salir. Berni me besaba en el cuello, la cara, los ojos y hasta se atrevió a morrearme, fue cuando abrí un poco la boca para darnos la lengua por primera vez. 

Debía de llevar varios días sin eyacular, porque en poco más de cinco minutos no pudo contenerse, para acabar una buena lechada toda para adentro en lo más hondo de mi útero, de forma que no hubiese posibilidad que se le saliera una sola gota. El subidón de adrenalina era morrocotudo, mi corazón casi se me sale del pecho por la boca de la emoción… abrí los ojos cuando percibí el primer lechazo y el segundo que suelen ser los más copiosos. Mirándole le sonreí dando mi beneplácito a la follada con inseminación profunda en mi útero ¡Eso le tranquilizó! porque pensaba que había hecho una aberración corriéndose dentro de mí como un pervertido sin haberme pedido permiso para vaciarse <<¡Joder su primera eyaculación dentro de mi profunda vagina!>> Una vez descargado la fue sacando de mi coño, ambos nos pusimos a mirar a la expectativa como extraía toda la tranca impregnada de flujo y esperma espeso, y de lo dura que aún la tenía. La cantidad debió ser tanta que tras su capullo salió un reguero de leche que mojó mi ano y cayó en parte al asiento. Me gustó, pero fue al extraerla cuando confirmé lo que creía haber sentido. Además de guapo, Berni estaba muy bien dotado. Aún no lo sabía pero aquella espléndida barra de carne que me había llevado al orgasmo, aún tenía que hacerme muy feliz. Después me coloqué las bragas bien puestas y faena acabada… nos marchamos del lugar con toda la zona que tapaba mi coño mojada recogiendo el semen que se destilaba. No dijimos nada después en todo el camino, como si no hubiese ocurrido hasta que me dejó en la puerta de mi casa. Cuando llegó mi padre cenamos los tres… mi madre, mi padre y yo con el morbo de saber que tenía toda la leche caliente de mi amante metida en mi coño y en mis bragas empapadas, tratando a mis padres como si fuese usual.

No supe nada de Berni en dos semanas, confirmando mis sospechas. Has sido otra medalla en su amplio historial, así que preferí quedarme con la parte positiva. Me lo pasé bien. Pero la providencia estaba de mi parte. Nos reencontramos en la fiesta de una amiga común muy poco concurrida pues la chica la celebraba en su casa, estrenaba piso, y restringió mucho la lista de invitados. Debíamos ser una veintena como mucho y de las doce jóvenes allí reunidas, seis habíamos sido folladas por Berni, lo que le otorgaba su liderazgo de macho alfa. Que me eligiera a mí para repetir, por delante de las otras cinco, me llenó de orgullo. Esta vez me senté encima, le ofrecí mis pechos orgullosos para que los disfrutara alabándolos, y sentir su masculinidad en toda su envergadura. Me corrí dos veces. Pero la providencia aún no había hecho acto de presencia. Tenía forma de camioneta de reparto de prensa, se saltó un stop e impactó con cierta violencia en el lateral izquierdo del BMW, muy cerca de la puerta del conductor. Pudo haber sido peor de lo que fue, pero Berni salió herido de cierta gravedad. Clavícula rota y tres costillas fisuradas. Lo acompañé al hospital, pues yo había resultado ilesa. Allí descubrí que Berni estaba solo, no tenía familia, así que involuntariamente me convertí en ella. Aunque no lo era, me consideraron su pareja. Su mujer, pensé yo. Lo dejé en su casa, un pequeño apartamento cerca de mi barrio, prometiéndole volver para cuidarlo. Eso hice a la mañana siguiente, en que amparándome en el accidente de tráfico solicité fiesta en el trabajo. Allí empezó nuestra historia de amor.






No sé qué hacer, cómo enfocarlo con mi hijo. Mis sospechas se han hecho realidad. Ayer me acosté antes que Daniel, como otros días, pero hice lo imposible para no dormirme. Estaba inquieta, así que no me fue difícil. Cuando entró en la habitación, sigiloso para no despertarme, me hice la dormida. Entró en la cama, moviendo las sábanas con cuidado y se tumbó a mi lado. No ocurrió nada en unos minutos, por lo que me sentí aliviada. <<¡¿Cómo podía haber malpensado de mi cariñoso hijo?!>> Hasta que noté movimiento a mi izquierda. Iba a preguntarle si no podía dormirse, si necesitaba que le preparara un vaso de leche caliente, cuando noté su mano, en mi costado. Me tocó la cadera, suavemente al principio, posándola sobre ella al poco rato, supongo que confirmando mi estado de somnolencia. La mano que he agarrado miles de veces ascendió por mi vientre hasta mis tetas desnudas. Primero los acarició tímidamente recreándose en mis excelsos pezones, hasta que confirmó que estaba profundamente dormida, como suelo estar, tomándolo con seguridad con la mano abierta, sobándome. Estuve a punto de pegar un respingo ante la sorpresa, pero logré contenerme. Cuando su mano se cansó de la teta izquierda, cambió a la derecha que también recibió el mismo trato. Sus dedos se movían sobre mis mamas, las mismas que lo amamantaron durante año y medio, pellizcándome los pezones que se irguieron obscenos. La sorpresa me había paralizado, pero mi mente me pedía detenerlo, sobre todo cuando desabrochó dos botones del camisón para colar la mano. Ahora su piel tocaba mi piel. Una mano caliente de dedos ardientes me sobaron a conciencia durante mucho rato, demasiado pensé…, hasta que noté movimientos a mi izquierda, temblores, y un leve gemido, mientras la presión de su mano sobre mi ubre se intensificaba. Finalmente Daniel acabó tras correrse soltando su lefa sobre mi culo y muslo, otra parte en las sábanas… completamente relajado se durmió a los pocos segundos mientras yo era incapaz de pegar ojo embadurnada de leche.

Las primeras semanas con Berni fueron las más intensas de mi vida. Me volqué en él, en su cuidado, en su cura, en su felicidad. Tenía claro que para hacer feliz a un hombre debes satisfacerlo y Berni no era un hombre cualquiera. Era el hombre que quería convertir en mi macho, porque toda hembra lo necesita por muy feminista que sea…, así que me esforcé para demostrarle que yo podía suplir cualquier carencia, cualquier deseo, llenar su vida. Le preparaba la comida, le hacía la colada, le ayudaba a bañarse, le curaba las heridas. Y le amaba. Me presentaba en su apartamento antes de ir al trabajo, volvía cuando salía de él, dichosa, atenta. Predispuesta a entregarme a él en cuerpo y alma. 

Al tercer día hicimos el amor por primera vez. Con cuidado, le ayudé a desnudarse, me desvestí y me encajé sobre su espléndido cuerpo en mi postura favorita. Lo repetimos a diario, pues él necesitaba mucho sexo y yo mucho amor de su sexo. Pronto aprendí a amarle como a él le gustaba. Su polla fue la primera que me metí en la boca hasta donde pude. Qué rico sabía. Qué feliz me sentí la primera vez que su simiente la anegó, una cuajada de engrudo sabroso. A él le gustaba, a mí me encantaba complacerle. Hacíamos el amor en cualquier sitio que a él se le antojara. En la cocina, donde le gustaba tomarme por sorpresa desde detrás, empujándome contra el mármol, en la cama dónde podíamos retozar horas y horas, en el sofá dónde le bastaba sacarse el badajo para que yo supiera lo que su cuerpo demandaba. Me agachaba y lo chupaba hasta que se corría entre mis labios…, beberme su leche se convirtió en mi maná diario. También se lo hacía en el coche, a veces conduciendo, en una locura que a mí me encantaba tanto como a él. Oficialmente nos convertimos en pareja. Las otras chicas me miraban desafiantes, algunas decían querer prevenirme ante él, pero yo sabía que solo podía ser envidia de poseerme.

Daniel ha repetido su travesura tres noches seguidas. Así lo llamo, travesura. ¿Qué otra palabra puedo utilizar? Trato de darle una explicación y por más vueltas que le doy, es obvia. Mi hijo ya no es un niño físicamente, pero tampoco es un adulto anímicamente, es un adolescente con las hormonas alteradas y su cuerpo tiene necesidades fisiológicas a las que debe atender...de más está decir que su leve discapacidad cognitiva no le afecta a su desarrollo personal. Por otro lado yo soy mujer y a mis 38 años aún me conservo muy bien. Comprendo que pueda atraerle, pero un joven de 20 años debe fijarse en chicas de su edad, No en su Madre, la mujer que lo ha parido. No llego a entender que un macho desee entrar por el mismo lugar que nació a no ser que su subconsciente recuerde los buenos tiempos en que mamaba de mis ubres y desee revivir aquellas sensaciones…. <<Tal vez, mi error ha sido intimar demasiado con él>>. Siempre he sido muy cariñosa, me ha gustado besarlo, abrazarle, ser su amiga más que una madre imperativa. Me ha hecho mucha compañía toda la vida, también de noche en mi cama, pero nunca vi venir que los acontecimientos pudieran derivar hacia la atracción física, al punto de desear aparearse con su progenitora. ¡Debo hablarlo con él! Pues he sentido la tentación de despertarme de golpe, cuando me tocaba, pero temo ridiculizarlo, dañarlo anímicamente, y mi hijo necesita seguridad en sí mismo, esa que sus novias no le dan. Ya lo maltratan lo suficiente esas brujas engreídas que no ven en el interior de las personas.

Esta noche, además, ha dado un paso imprevisto, uno más. Cuando me estaba acariciando, había colado la mano dentro de mi ropa cuando decidí moverme para que se detuviera. Aparentemente no me he despertado. Solamente me he girado en sueños dándole la espalda, cruzando el brazo izquierdo sobre mis pechos. Daniel ha retirado la mano rápidamente. Por unos instantes he creído lograr mi objetivo, pues se ha quedado tumbado sin moverse, hasta que he notado su mano en mi culo. Lo ha acariciado con deleite, igual como hacía con mis tetas, hasta que ha decidido dar un paso más. Sus dedos se han colado por el bajo del camisón, a medio muslo, y han ascendido… han acariciado mis nalgas desnudas, pues la tela ha quedado levantada a la altura de mi cadera, también la derecha con más dificultad pues era la inferior, hasta que se han atrevido entre ellas. No he podido evitar un leve respingo cuando sus dedos han descendido por la raja que las separa y han tocado mi coño por detrás. No ha durado demasiado, escasos segundos, pero he notado claramente como sus dedos empujaban y acariciaban la rugosidad de mis labios vaginales. No sé cuán lejos hubiera llegado si no hubiera eyaculado en ese momento impregnado sus calzoncillos de lefa. ¡Tengo que detenerlo!

Fue culpa mía. No lo busqué, ni era mi intención, pero yo fui la responsable de quedarme preñada al no poner cortapisas en las eyaculaciones de tan vasto pollón. Llevábamos ocho meses de noviazgo, los mejores de mi vida. Intensos, apasionados, en los que lo compartíamos todo. Mi vida giraba en torno a mi hombre, al que esperaba en su apartamento cuando había salido con sus amigos. Al que atendía, mimaba, amaba cuando estábamos juntos. El sexo era espléndido me follaba como ninguno lo había hecho hasta ahora. Aprendí mucho a su lado. Siempre le estaré agradecida por ello. Sobre todo, aprendí a complacerle. ¡¡Berni odiaba los preservativos!! A mí tampoco me gustaban, pues notar la fricción de su piel con la mía no tiene parangón, así que pronto acudí al ginecólogo para que me recetara pastillas anticonceptivas. Después de diez meses tomándolas, tocaba el mes de descanso para que los óvulos no se deterioraran. Así que volvimos a follar como en nuestros primeros días en que mi amor eyaculaba sobre mi cuerpo, cuando no le daba tiempo de llegar a mi boca. Pero aquella noche en su coche, sentada a horcajadas sobre él, estaba sintiendo toda su virilidad clavada en mi útero, llevándome a cotas de placer altísimas, así que cuando me avisó que estaba a punto de correrse no quise detenerlo… 

—“ahora no, amor, ahora no”.

Fue el mejor orgasmo de mi vida al sincronizarnos los dos ¡Obtuve una inmensa lechada en mi coño! Los largos chorros de leche espesa atiborraron mi conducto uterino, mientras convulsionaba en un orgasmo interminable, como si la fecundación de un nuevo ser convirtiera el placer en una explosión de gozo. Cuando desalojé el falo más bello del mundo de mi vagina, supe que algo extraordinario había ocurrido, el calor sofocante y el cosquilleo en mi vientre me alertaron.

No sé si estoy haciendo lo correcto. He decidió ayudarle después de lo ocurrido, se lo he prometido. Hemos estado hablando un buen rato esta tarde. He dejado pasar unas horas, pues ayer estaba demasiado avergonzado y lo último que quiero es acomplejarlo. Creo que puedo ayudarle y que le hará bien, pues me necesita más que cuando era un niño pequeño. Nunca lo dejaré en la estacada, se lo he dicho y voy a cumplirlo. Me ha sorprendido la enorme macha de semen en los calzoncillos, tuvo que ser una corrida cuantiosa, tan copiosa como la que repartió entre mi culo, muslo y sábanas la primera vez ¡Es un gran eyaculador! Repetí la táctica disuasoria de la noche anterior, girarme. Cierto es que no logré que se detuviera, pero no se me ocurrió otra alternativa. Además, lo hice de modo instintivo. Su respuesta fue la misma que la noche precedente. Acariciarme las nalgas en vez de las tetas. Y de nuevo, se atrevió a aventurarse entre éstas, pero más atrevido si cabe. Noté sus dedos acariciar mi coñito depilado de vulva mullida por encima de las bragas, recorriéndolo, haciendo presión con el pulgar. Debí haberme movido de nuevo, para que se detuviera, pero no supe reaccionar. Él, en cambio, si se aventuró hacia nuevos territorios. Con más habilidad de la que esperaba, coló un dedo por el lateral de la prenda hasta llegar a mi chumino calenturiento y tocarlo directamente.

Su dedo se movió incómodo en una zona que ningún hombre ha tocado desde hace años. Me excité. La sorpresa, por un lado, la carencia, por otro, me vencieron. Rápidamente noté como mi vagina se humedecía, como recibía complacido la visita de la falange intrusa de mi retoño. No pude evitarlo y gemí. Ahora sí se detuvo, instantáneamente, girándose para huir tan lejos como el colchón le permitió. Estuve callada unos segundos, inquieta, hasta que oí ahogados sollozos. Mi corazón se rompió en mil pedazos, así que hice lo que harían cualquier madre, abrazarlo con fuerza para calmarlo, no pasa nada cariño, no pasa nada. Hasta que noté como se dormía entre mis brazos. Así que esta tarde, con los ánimos más atemperados, he cogido el toro por los cuernos. Esto no puede volver a repetirse he querido decirle…

—“¿Cómo se te ha ocurrido hacer algo así?”, pero su respuesta me ha desarmado….

—“Ya tengo 20 años, mis amigos tienen novia o follamiga pero yo no consigo tenerlas igual que ellos”.

—“Pero has tenido varias novias ¡¿No?!”

—“Si pero ninguna se fija en mí para tener un rollo, no me ven como ellos”, se ha quejado llorando.

Por más que he tratado de consolarlo, argumentando que habrá otras chicas, que encontrará a alguna que lo valore tal como es, que no se dejara llevar por el qué dirán o por prejuicios adolescentes, inmaduros, solamente he logrado calmarlo abrazándolo de nuevo, diciéndole lo mucho que le quiero y que siempre me tendrá a su lado….

—“Lo sé, mamá, pero yo necesito algo más que el amor de mi madre, o besuqueos de una niñata que no se deja tocar…”

Pasados los  años mis deseos sexuales volvieron con más fuerza al oír a mi hijo suplicar amor. Los años de madre me habían dejado sus huellas, recuerdo que al verme al espejo no lo podía creer, si bien aún despertaba piropos en la calle, estaba lejos de la gata que fui en mi juventud, entonces me dispuse con todas mis fuerza a volver a ser aquel objeto del deseo…, dieta, gimnasio y cremas tonificantes me dejaron mejor que nueva. Con mis 38 años mi belleza era diferente, aquella mocosa monumental había muerto para dar luz a una madura que partía la tierra. Para mi decepción los hombres que se fijaban en mí no eran nada interesantes, varias citas y una desagradable sensación de pérdida de tiempo con hombres que solo me deseaban llegar a la cama para desahogarse…, pero quien sí se mostró interesado, que no me perdía pisada en mis movimientos era mi hijo, siempre atento a darme una hojeada a mi culo y a mis tetas, no le daba importancia al principio por estar en plena efervescencia adolescente llegando a la juventud, se rasuraba la barba y un porte que solo lo da una institución, donde el deporte es su eje motor convierte a niños en hombres físicamente a pesar de no llegar a la mayoría de edad. <<Por ese u otro oscuro deseo él también me atraía>>. Las miradas se comenzaron a cruzar…, él me miraba, yo le admiraba, su torso, sus bíceps, sus piernas, y su culo duro, pero sin más solo como hombre, siendo consciente de que era mi hijo, y segura de que a él le pasaba lo mismo.

Nunca me he arrepentido de quedarme preñada, ni de haber dado a luz al ser más bello del Universo, por más dificultades que haya tenido para sacarlo a delante. Si fuera creyente, lo consideraría un regalo de Dios. Berni no lo vio así. Para él era un problema, un estorbo, algo para lo que no estaba preparado. Pero no me dejó, aunque tuve miedo de que lo hiciera, sobre todo cuando el embarazo se complicó. Primero náuseas a todas horas que me dejaban tan débil que me costaba atender a mi hombre como él merecía. Pasada esta primera fase, cogí anemia por lo que me aconsejaron reposo absoluto, pues el feto crecía demasiado despacio. Pobre Berni, siempre a mi lado aunque él no deseara estar en esa tesitura. Así que ocurrió lo inevitable. Acostumbrado a tener a su mujer siempre disponible, no sólo para follarla…, buscó vías de escape para no volverse loco. No sé con cuantas mujeres se acostó durante mi embarazo, sé que se folló a bastantes pero no se lo tuve en cuenta porque todo macho necesita aliviarse y mucho más un portento como Berni. Por más dolor que sentía, aprendí a superarlo, a comprender a mi hombre, pues sabía que en cuanto yo estuviera sana de nuevo, lo recuperaría, le daría todo lo que esperaba de una mujer entregada y sumisa a sus deseos a cualquier hora.

No sé si he tomado la decisión correcta, ahora ya está hecho, ya no puedo echarme atrás. Durante dos semanas, Daniel ha parecido un alma en pena. Pobre, he tratado de animarlo de tantas maneras como he podido, pero ha sido en balde. Se siente avergonzado, a pesar de que traté de no humillarlo, ¡¡Es tan buen chico…!! Además, parece que su relación con los pocos amigos que tiene también ha empeorado. Ayer llamé a su tutor para saber cómo le iba en la prácticas finales, algo que hago habitualmente pues ha estado catalogado siempre como un alumno con necesidades especiales al que le hacen un seguimiento más cercano, y las palabras del tutor  me dejaron aún más preocupada. Ha dado un bajón, me dijo, pero ya sabes cómo es, cuesta mucho sacarle información, hacer que se sincere con los adultos. Conmigo sí puede hacerlo, pensé, aunque esta vez sea distinto. Así que aquella misma noche le pedí que volviera a dormir en mi cama, que le echaba mucho de menos... necesitaba de sus arrumacos para dormir o me moriría.

—“Me gusta tenerte a mi lado, me haces compañía y te necesito conmigo cariño...sin ti mi vida no tiene sentido”.

Le esperé despierta pues de nuevo prefirió acabar de ver un programa de la tele. Cuando apareció, me alegré, tanto que lo abracé al entrar conmigo en la cama. Tranquilo cariño, yo te ayudaré en cualquier cosa que necesites, sabes que puedes confiar en mí. Unas escuetas gracias antes de desearnos mutuamente buenas noches fue su respuesta. Pero media hora después, ninguno de los dos se había podido dormir. <<Haré lo que sea por ti, mi amor>>, me dije sin verbalizarlo, mi hijo está en ese punto donde necesita un empujón de seguridad en sí mismo, esa inseguridad que le da el saber si puede tener relaciones sexuales normales o no, en pocas palabras, ¡Daniel necesita echar un polvo de verdad con una mujer! Sé que lo que más jacta a un hombre, es follar a pelo a una hembra y llenarla. A sus 20 años necesita dejar de ser virgen, y porqué no decirlo, yo hace mucho que me subo por las paredes por recibir una buena follada, que un buen macho me empotre.

—“¿No puedes dormirte?” Pregunté.

—“No”

—“¿Estás inquieto?”

—“Un poco”. 

Me acerqué a él, abrazándolo de nuevo con fuerza, para separarme a continuación y tomar su mano… 

—“Mamá hará lo que haga falta para ayudarte, para que te sientas bien... Estoy dispuestas a todo, mi amor”.

Me abrí los tres botones del camisón y posé su mano por mi escote. No dije nada más. Lo miré fijamente a oscuras. Mejor así, pues no quería contagiarle mi vergüenza. Tardó en moverse, en actuar, pero cuando lo hizo, su mano tomó mis tetas alternativamente, sopesándolos, acariciándolos, mientras yo me mantenía pasiva, permitiéndole satisfacer sus necesidades. Notaba como gozaba pero no se masturbó, aunque esperaba que lo hiciera. Su dedo llegó a mi boca y tras un poco de indecisión se lo mamé durante un buen rato…Cuando se dio por satisfecho, retiró la mano, me dio un beso en la mejilla, yo le arrebaté uno en los labios, un beso sonoro, y le deseé buenas noches.

Berni llegó al hospital cuando Daniel ya tenía seis horas. Se excusó en el trabajo, aunque éste era esporádico y no solía ser nocturno. No le dije nada, pero olía a otra mujer. Preferí mostrarle el fruto de nuestro amor, el niño más bonito del mundo. Lo tomó en brazos y lo besó. Ese gesto fue suficiente para mí, para llenarme de gozo y olvidar los últimos meses en que apenas había sentido su calor. Antes del segundo cumpleaños Berni se largaría con una de sus follamigas, para entonces ni reparaba en mí. A través de su móvil descubrí que me engañaba con muchísimas mujeres, cosa que dejó de importarme porque después de todo no lo amaba tanto y mi cuerpo lo había ido dejado de lado…, ya con la venida de mi hijo mi vida sexual no lo necesitaba a medida que me centraba en cría a Daniel. Los primeros años me tuvieron totalmente concentrada en él, así que me olvide del resto de los problemas, pero cuando cumplió 6 años su educación se intensifico en la escuela, por lo cual pasaba muchas horas fuera de la casa, entonces empecé a codearme con una vieja enemiga llamada soledad.

Sorprendentemente, me gusta que mi hijo me acaricie. Me hace sentir viva. Ha despertado en mí sensaciones olvidadas. Al principio no estaba segura, convencida de estar permitiendo actos anti natura, pero la felicidad ha vuelto a su rostro y yo me siento amada de nuevo. Los primeros días se contentó deslizando la mano por mi escote, acariciándome las mamas que le dieron su primer alimento… A oscuras, pues era más fácil para mí. Pero ayer entraba un poco de luz de la Luna llena por la persiana mal cerrada y me pidió que me quitara el camisón… 

—“¿Puedo verlas?” 

Me lo pidió sin pudor. Sentí cierta incomodidad, pero accedí. Tumbada boca arriba, notaba las manos de mi hijo moverse por mis tetas, acariciando mis pezones, con los ojos clavados en las armas que habían conquistado a varios hombres. No puedo evitarlo… me excita que me pellizque los pezones cuando están duros y erectos. Siempre han sido mi zona más erógena. Después de cuatro años, he vuelto a sentir humedad en mi chocho ardiendo por un macho. No estoy cerca del orgasmo ni mucho menos, pero me recorre por todo el cuerpo aquel cosquilleo que casi había olvidado. Cuando está casi a punto, se levanta de la cama súbitamente, se pone entre mis piernas de rodillas, y yo instintivamente me abro...  se masturba a pocos centímetros de mi coño, hay instantes que su glande toca mis labios vaginales, creo que me la va a enchufar, sin embargo continua la paja brutal. Observo el gran mazo sometido a su mano y en menos de un minuto, eyacula una cantidad enorme de leche sobre mi vulva, pubis y barriga, le acaricio su glande impregnado de lefa y acto seguido me paso los dedos por mi raja, esparciendo la crema de mi hijo por todo el coño... observo que tengo toda la entrepierna blanqueada por el semen, y el olor a esperma que me llega es fuerte. Vuelve a recostarse en la cama aliviado. La escasa luz que iluminaba la estancia me permite ver su sonrisa de felicidad. Yo también me sentí feliz de ayudarle. Lamí mis dedos para saborear el néctar de Dani, me pareció maravilloso haber roto la primera línea roja con él.

Con Berni bastaron pocas semanas de convivencia familiar para que confirmara que nuestra relación de pareja estaba tocada de muerte. Si el embarazo había sido difícil, los primeros días de vida de Daniel fueron muy duros. Lloraba sin parar demandando pecho continuamente. Era incapaz de dormir más de dos horas seguidas y yo estaba completamente muerta. Berni estaba desquiciado. No podía dormir, así que más de una vez se levantaba en plena noche y se iba de casa. Otras noches, directamente no aparecía. Aunque el ginecólogo me lo había prohibido pues tenía la vagina completamente lastimada, recuperándose del esfuerzo realizado durante el difícil parto, me ofrecí a mi hombre una noche que yacía a mi lado. Necesitaba sentirlo dentro, sentirlo mío, pero fue un auténtico suplicio. Tuve que morderme el labio para no llorar mientras la polla que me había hecho la mujer más dichosa del planeta me rajaba internamente. Berni se dio cuenta, pero no se detuvo hasta verme partida en dos y finalmente derramarse en mi interior deslechándose con toda su potencia. Su cálida leche fue el único calmante que sintió mi irritado coño profundo. Me había precipitado, estuve dos días soportando un dolor atroz, así que tomé una decisión que solamente lograría posponer lo inevitable.








Con Daniel vuelvo a tener sentimientos encontrados. Por un lado, me siento feliz por mi hijo. Por otro, siento estar haciendo algo incorrecto. Pero esta noche he dado un paso más allá que me tiene muy preocupada pues no sé hasta dónde me puede llevar, o tal vez sí en mi deseo de volver a sentirme hembra de un buen macho. Eso será por lo que en tan solo tres días ya le espero en la cama sin camisón, aunque últimamente ya nos acostamos a la vez, sin duda es mayor su deseo por mí que por acabar de ver cualquier programa en la tele. Así que me lo quito justo antes de metemos en la cama. Ya no apagamos la luz de la lampara de la mesita de noche. Le gusta verme solo con la braguitas de algodón… y a mí me gusta ver su cara de felicidad, así que le dejo hacer relajada, sintiendo sus manos recorrer mis tetas, alabando mis atributos, pues no ceja en ello ni un minuto. Entonces, habiéndome pellizcado con deleite los pezones, pues le confesé que me encanta sentir ese dolor gozoso en zonas tan sensibles, ha deslizado la mano por mi vientre, amorosamente. Me ha entusiasmado como se recrea en mi barriga, hasta que su mano se ha detenido en el borde de mis bragas, jugando con la goma a la altura de mi pubis. Lo he detenido, pero antes de que yo pudiera decirle que eso me parecía demasiado, me ha mirado a los ojos y un por favor mamá, ha ido acompañado de una prueba de su amor hacia mí… 

—“¡Tú también te mereces disfrutar un poco!”

Me ha desarmado. Sus dedos se han colado en el interior de la prenda de algodón, se han detenido cuando ha notado lo cuidado de mi aterciopelado pubis rasurado, para seguir avanzando cuando se han cansado de acariciar mi fino vello. No he abierto las piernas. Bueno, sólo un poco. Lo justo para notar sus dedos en mis labios vaginales humedecidos, para que el índice los recorriera abrazándolo. No he podido evitar suspirar profundamente, apagando los gemidos que surgían de mi garganta. Finalmente mi cuerpo me ha pedido separar mis muslos ampliamente para que su mano se moviera libre, pero el cerebro aún estaba despierto. Lo he detenido a tiempo… 

—“¡Gracias cariño, pero ya basta por hoy!”

Ha vuelto a mis tetas... a mis pezones, y me ha abandonado cuando había cerrado los ojos sintiendo palpitar toda mi feminidad, he decidido ir poco a poco a fin no me supere esta locura del incesto, dominando con mi mente mi cuerpo por una vez en la vida, pese a la ansiedad por tener una polla dura dentro de mi coño debo gestionar bien las dosis de sexo con Daniel, de lo contrario se podría desmadrar todo y producirse el caos total. Despierta, con mi hijo dormido a mi lado, me doy cuenta de cuán necesitada estoy de un macho, me siento cachonda perdida con un ardor interno insaciable.

El sexo con Berni había sido muy placentero para ambos durante un año y medio aproximadamente. Sentía que con él había aprendido todo lo que sabía, él había sido el amante experimentado que me había enseñado. Pero había una práctica concreta que nunca había realizado con él pues me asustaba y él nunca me la había pedido. Dediqué los pocos ratos libres de que disfruté aquellos dos días en que tuve el conejo en carne viva a buscar información en internet. Cómo hacerlo, qué tener en cuenta, qué temer. Berni era mi hombre y mi labor como mujer era satisfacerlo, un hombre harto en la cama y en la mesa es tuyo para siempre. Necesitaba recuperarlo, devolverlo a mi lado, pues me creí capaz de ello. Lo intuía aunque no quería rendirme a la evidencia. La suerte estaba echada y no iba a lograrlo con facilidad. Pero hice un último esfuerzo. Debía haber pasado una semana o diez días desde nuestro doloroso encuentro amoroso cuando logré cenar con él con cierta tranquilidad. Le había dado el pecho a Daniel poco antes de hacer la cena y se había dormido, así que le pedí a mi pareja que no se fuera pues tenía una sorpresa para él. Lo llevé a la habitación acabada la cena, ojalá hubiera tenido tiempo de cocinar alguno de sus guisos favoritos, prometiéndole una noche de sexo memorable. Me desnudé, lo desnudé, y me arrodillé ante él para preparar su recio y extenso cipote. No me costó dejarlo a punto, pero cuando iba a tenderme para ofrecerme a mi hombre, tomé un frasco de lubricante que había comprado especialmente, me unté el ano y la vagina poniéndome a cuatro patas y le pedí que me lo hiciera por detrás, pues la vagina aún no está a punto. Esperaba su respuesta por lo que no me sorprendió…

—“¿Quieres que te dé por el culo, como a una puta?”

Sabía lo que pensaba de esa práctica pues me había confesado que un par de veces la había practicado en prostíbulos, según él, una “tía normal” no se prestaba a algo tan sucio. Pero también sabía que le había gustado, salvadas sus reticencias morales. Además, yo estaba dispuesta a hacer lo imposible para recuperarlo y comportarme como una puta me parecía un precio relativamente bajo. Aunque entró con cierto cuidado, fue doloroso, sobre todo en cuanto el recto se fue adaptando y Berni acelerando la percusión. Pero cuando su semen me regó, cuando llevé a mi hombre al orgasmo, me sentí completamente satisfecha. El problema vino cuando los meses siguientes, independientemente de que mi vagina ya estuviera disponible, mi ano se convirtió en el agujero preferido del desahogo de su masculinidad.

—“Te pondré un poquito más de crema en la punta de la polla”.

Oí cómo me echaba la crema en las palmas y las frotaba. Me estaba poniendo muy tensa. Intentó abrirme las nalgas y deseé sentir su lengua en mi ano, pero sabía que con la crema, la penetración sería más fácil y me quedé con las ganas de sentir una lengua en mi culo.

—“Abre un poco las piernas…”

Obedecí y separé mis rodillas. Me sentía una mujer sumisa, expectante. Mi trasero en pompa expuesto y dispuesto a recibir una rica verga que lo abriera completamente. De pronto sentí su dedo embadurnado de crema sobre el borde de mi ano, estaba tibio, así que mi culo se contrajo un poco, y debido a la impresión, lancé un quejido pero no quería parar. Empezó a embadurnar las rugosidades de mi ano, mientras yo movía el trasero al compás de las caricias. Era una sensación dulce muy agradable, y creo que empecé a mojarme.

—“Méteme el dedo hasta el fondo”
Poco a poco su dedo avanzaba hacia el centro, todavía con mimo. Tratando mi culito con mucha delicadeza, por eso mi esfínter empezó a relajarse. Él se dio cuenta y comenzó a presionar ligeramente. Por fin mi culo empezaba a ser perforado. Estaba mereciendo la pena, ya lo creo. Metió hasta la segunda falange y musité algo…

—“¿Qué…?” Preguntó él.

—“Que lo muevas en círculos…”

Así hizo y me relajé. Sentía cómo el borde de mi recto rozaba con la suave piel de su dedo. Era dulce, muy dulce. Entonces apretó más, firme aunque lentamente. Por fin enterró su dedo hasta el fondo de mi culo. ¡No podía creerlo!, nunca me lo había ni tocado para excitarme y ahora tenía metido el dedo de Berni. Lo movió más rápidamente y nuestras respiraciones se lanzaron a la carrera… 

—“¡Qué rico, qué rico!”

—“¡Mmm…!” dije.

—“¿Te gusta?”

—“Mucho… ¿Y a ti?”

—“¡Me enloqueces nada más de ver como lo meneas, mamita!… ¡Estás muy culona!” 

Noté entonces que su voz cambiaba, se excitaba muy violentamente. Acepté remisa. Ya no tenía tanta prisa, pero di por hecho que él sabía más que yo de aquello. Oí cómo se desabrochaba el pantalón y buscaba su falo de entre sus calzoncillos. Se la sacó y de inmediato escuché el sonido de su verga mientras se la meneaba. Siempre me ha repugnado ese sonido, de hecho al principio de mis relaciones tuve reticencia a tocarlas y ya no digamos mamarlas recubiertas del líquido preseminal. Aunque ahora ese sonido no me resultaba tan asqueroso. Por fortuna estaba muy excitado y tardó poco en conseguir una erección aceptable. De buenas a primeras sentí algo redondeado y duro sobre mis nalgas, era su glande. Mi culito era muy sensible y distinguí perfectamente la punta de su gran falo… Me asusté, pues no creía que eso fuera a entrarme. Berni empezó a empujar. Dolor, era algo así como cuando tomas mucho aire y no puedes soltarlo. Me sentí presionada, me dolía.

—“¡Espérate, me lastimas!” Dije asustada.

—“Tranquila, siempre es así al principio”, decía Berni entre jadeos. “Ya te acostumbrarás…”

Lo di por bueno dando debido a mi ignorancia, pero me dolía. Sus palabras clamaban a experiencia de haber follado unos cuantos culos. Hundí mi cara en la almohada, con lo que quedé más empinada y mordí el sabor seco, mientras, sentía cómo su reata entraba poco a poco en mi recto. Me la metió hasta la mitad y se quedó quieto, esperando a que yo me acostumbrara a su grosor… Me acordé de la primera vez que follé con un chico del pueblo en su coche… creí morir hasta que me la encajó toda. Esta vez era igual pero la presión era mayor. Le pedí un respiro y aceptó. Los músculos de mi ano estaban tensos y necesitaban relajarse, él pareció darse cuenta y aplicó más crema, se lo agradecí desde lo más profundo de mi alma pues sentía que su lanza me quemaba, y de veras que fue un respiro para mi culito que ardía. Después empezó a sacarla y meterla hasta donde la mitad y aquel vaivén… me parecieron de lo más delicioso. ¡Al fin me estaba culeando, me sodomizaba, o como se dice de toda la vida… me estaba dando por culo y me gustaba!… 

Comencé a jadear y a retorcerme a cada empellón de verga y sintiendo que lo peor había pasado, seguimos follando unos cinco minutos. Sentí que la verga de Berni crecía dentro de mi culito, ¡Iba a disparar su leche dentro de mi ano! Entonces pasó lo inevitable, mi hombre tomó aire, se afianzó a mis ancas y empujó su fierro dentro de mis entrañas, muy, muy adentro, tanto que tocó mi vagina con sus testículos. Eso me dolió mucho, muchísimo y ahogué un grito y empecé a chillar, pero Berni no cejaba. El problema era que yo no era capaz de decir nada, sólo lloraba y él seguía arponeando mi culo, sin escuchar mis lamentos ¡Joder… la tenía muy grande! Me había abierto por completo el culo, pero aún así me dolía. Me agarré con ambas manos al cabezal y las cerré con fuerza, mientras mis piernas temblaban al sentir los zarandeos de mi macho metiendo todo el cipote hasta los huevos. Estaba confundida, pues sentía dolor y terror, me sentía violada pero no era verdad, simplemente mi amante estaba siendo demasiado efusivo… de pronto se detuvo, ¡Se estaba corriendo…! ¡Uf! Sentí los aldabonazos de lefa en mi esfínter, aquello me elevaba al séptimo cielo, porque no solo me hacía mujer llenándome, sino que habían estrenado el culo con la mejor de las vergas que nunca había conocido. La sacó despacio, muy lentamente, y entonces me oyó llorar.

—“¿Estás bien…?” Dijo con voz de preocupación sincera.

—“Creo que sí… Sólo que has ido muy deprisa y ahora me duele”

Con las lágrimas corriendo por mis mejillas me dejó descansar sobre la cama mientras él se subía los pantalones y se marchaba como si tal cosa. Me ardía el culo y me sentí una PUTA mareada, su puta. Oí la puerta de entrada a la casa cerrarse y no le vi en varias horas. En casa de aquí para allá no paraba de darle vueltas. Mientras caminaba sentía cómo mi ano se retorcía, me costaba caminar a buen ritmo, tenía un gran escozor y me dolía. Entonces me dije a mí misma. Es cierto, es real. <<¡Me ha dado por el culo, me la ha metido por detrás y he satisfecho mi fantasía y me siento súper bien!>> Sabía que no volvería nunca a ser la misma. Más tranquila en la cocina me tomé una taza de café caliente y me metí en la bañera. Seguía dolorida, escocida, el agua me molestaba el esfínter, pues lo tenía irritado…, pero aproveché para enjabonarlo a conciencia y luego me puse cremita. Después de secarme. Como estaba segura de que esa noche me rozaría al dormir cogí una compresa y la puse entre mis nalgas cubriendo mi desvirgado trasero. Era bastante agradable, sentir entre mi culo esa frescura y así pude dormir esa noche. Las dudas me corroían… « ¿Habré hecho bien?… ¿Soy una puta?… » Pese a todo había gozado mientras Berni me sodomizaba. Y luego pensé «Aún tengo la capacidad de retener a mi hombre… » O eso creía en por entonces… No fue la última que me dio por el culo, aquello comenzó a ser tan habitual que me follaba tantas veces por el coño como por el ano.

Hoy he tenido un orgasmo. Cuatro años y pico después he vuelto a sentir mi coñito palpitar, mis caderas temblar, mi garganta jadear. Ha sido muy placentero, eso no puedo negarlo, me hacía mucha falta, pero también ha sido peligroso. Llevo días planteándome masturbarme. Nunca lo he hecho con un consolador. Cuando Berni me penetraba analmente aprendí a estimular mi clítoris para mitigar la molestia que me producía con lo que acabé logrando pequeños orgasmos. Pero solamente me he tocado en esas ocasiones. Y ya han pasado trece años. En los nuevos juegos con Daniel, sé que no debo pero, cada día le permito un poco más, me tienen cada vez más predispuesta, más excitada. Ayer, sin ir más lejos, si el hombre que se sentó a mi lado en el autobús hubiera dado algún paso más y me hubiera invitado a acompañarle a tomar una copa, seguramente me hubiera poseído… estoy muy salida. Pero solamente me dio un poco de conversación sin más expectativas. Así de necesitada estoy, así de excitada me tiene mi hijo. Por ello, le permito que me acaricie también el coño, tímidamente los primeros días, deteniéndolo cuando estoy a punto de perder la compostura. ¡Como si no la hubiera perdido ya! Pero ayer cruzamos el límite... sin pudor se ha hecho una paja, corriéndose sobre mi coño, y hoy hemos vuelto a las andadas porque el chico de natural está muy salido y su madre más.

Sólo un poco más, sólo un poco más me he dicho, hasta que ya no ha habido marcha atrás…. Sus dedos me frotaban con intensidad sobre el capuchón del clítoris, después se deslizaban a mi raja y se clavaban en mi conducto metiéndome dos dedos hasta los nudillos follándomelo con prestancia y vuelta a mi clítoris. Mi cadera buscaba su mano, mi gozo y el ímpetu de sus dedos hasta que…Un orgasmo intenso como hacía mucho tiempo que no sentía me ha recorrido de la cabeza a los pies teniendo mi coñito como epicentro sísmico soltado chorros de fluido en un increíble squirt. Los dedos de Daniel han operado el milagro, pero lo peor no ha sido que mi propio hijo me llevara al clímax…Estaba tan absorta en mi propio placer que no me he dado cuenta de lo que acontecía a mi alrededor, hasta que he notado los grandes chorretones de lefa de mi niño quemándome la piel. Con la mano libre se estaba masturbando entre mis piernas, hasta que ha eyaculado sobre mi pubis, abdomen y pecho, sazonando mis labios vaginales con los últimos y lánguidos chorros de esperma <<¡Qué bien me he sentido de nuevo al sentir como se limpiaba el glande en la raja de su madre!>> Es la segunda vez que mi hijo se la pela delante de mí, rociando su semen por todo mi cuerpo, con una cantidad ingente de leche espesa. Una barbaridad...Daniel es sin duda un gran semental. Me he tenido que dar una ducha para librarme de todos los chorreones que me ha cubierto desde mi coño hasta el cuello ¡Es una bestia parda eyaculando!

Gastar mi última bala no me sirvió para retener a Berni. Antes de que le salieran los primeros dientes a Daniel, sabía que nuestra relación estaba próxima a acabar. Aún aguantó a mi lado algunos meses, supongo que porque realmente ya no estaba a mi lado. Hacíamos el amor una o dos veces por semana, entendiendo hacer el amor por ponerme a cuatro patas y penetrarme como a una puta, según su visión de la sexualidad. A veces lograba llegar al orgasmo, otras ni lo intentaba. El sexo más tradicional, el placentero para ambos, lo reservaba para sus salidas nocturnas que habían llegado a prolongarse más allá de una noche. Por eso, cuando no volvió a casa dos días antes del segundo aniversario de nuestro hijo no le di más importancia. Cuando lo llamé, servido el pastel de cumpleaños y un pequeño grupo de amigos esperando, y no me respondió, supe que se había acabado. Reapareció tres meses después. Lo pillé en casa recogiendo sus pertenencias. Volvía del trabajo, no estaba de humor ni me quedaba energía para exigirle explicaciones. Solamente esperé que acabara para despedirme de él esperando que él lo hiciera de su hijo. Lo besó paternal y le deseó suerte en el futuro, la necesitarás, poco después de despedirse de mí pegándome el último polvo de nuestra vida… accedí a ser su perra dejándome follar, cual último cartucho de nuestra relación.

Definitivamente he perdido la cabeza. Gozamos pajeándonos mutuamente madre e hijo frente a frente, ya no parece que tengamos el más mínimo pudor de enfrentarnos a nuestros deseos carnales. Me pone como una perra ver cómo mete sus dedos en mi entrepierna y me castiga el clítoris hasta sacarme un buen orgasmo, teniendo agarrada su polla entre mis dedos con todo el glande remangado al aire, bajando y subiendo el prepucio envueltos en chasquidos lujuriosos de su verga y de mi chumino encharcado. Nos rompemos de placer. Le he enseñado como sacarme un buen squirt presionando en la zona superior interna de mi vagina, a la vez que está aprendiendo a aguantar mis masajes fálicos con sobos testiculares alternos antes de la gran eyaculación. 

<<¿Qué explicación puede darse de una mujer que permite que su hijo le masturbe? ¡¡Y Qué se masturbe en mi presencia cubriéndome toda de su ingente cantidad de esperma!!>> 

Pero no es solamente eso. También yo he comenzado a corresponderle. Dice el refrán que a la tercera va la vencida. En mi caso ha sido a la cuarta. Cuatro días consecutivos llegando al orgasmo gracias al buen hacer de los dedos de mi hijo me han empujado a corresponderle. Hoy no le he permitido masturbarse ante mí, eyacular sobre mi cuerpo. Hoy le he ordenado tumbarse boca arriba…

—“Espera, déjame a mí”.

He tomado su polla XXL con la mano derecha, qué placer recuperar la sensación de sujetar la hombría de un hombre, lo he acariciado de arriba abajo, de abajo arriba liberando alternativamente su enorme capullo, y lo he masturbado. Lo he hecho muy despacio, alargando el momento, con la lentitud suficiente para retrasar el final, para multiplicar su explosión enseñándole a soportar largo rato sin escupir su hirviente leche. Daniel, no solamente posee una polla grande y robusta, también su eyaculación es potente, viril concebida desde su rollizos huevos. Sin duda, es hijo de su padre. Mi mano agasajaba el tronco mientras la otra estimulaba con suaves masajes los huevos de mi niño, dejando la cabeza libre para saborearla con mis labios, solo quise meterme su glande y poco más para mamársela de manera rápida. ¡Menuda sensación! Volver a paladear el sabor a testosterona de una polla dando vida en mi coño. Observaba su cara de placer cruzándonos las miradas cómplices del acto más estimulante e íntimo que jamás tuvimos mi retoño y yo desde que le amamantaba, ahora era ya quien mamaba de él. En mi boca notaba como aumentaba su grosor y largura ¡Bendita juventud! Con qué rapidez tenía para mí una verga corpulenta, rígida y dura. Me entretenía en su capullo y mis manos cubrían el resto del tronco y pelotas colgantes.

El pobre chico comenzó a convulsionarse moviendo su cintura con el fin de aumentar el ritmo de la felación materna, ya pasaba de los diez o doce minutos en tal situación cuando ¡Estaba a punto de reventar! Le oprimí las gónadas queriéndoselas escurrir y apreté mis labios alrededor de su gordo cabezón, succionando sin el menor recato a sabiendas que la descarga sería abundante. Un rugido de su boca sonó justo en el instante que recibí el primer chorro de leche en mi garganta, le siguieron otros gemidos con sus largos lechazos, atorando mi boca, motivo que me hizo sacar su glande y succionar solo el agujero de salida de tan preciado néctar. Aún salían borbotones de lefa de su polla cuando la abandoné para intentar tragar el volumen de lefa vaciada en mi cavidad bucal, se sentía cremosa con sabor dulzón debido a la alimentación rica en fruta de un deportista como Daniel. Finalmente pasé la lengua por su capullo adornado del último engrudo que le escurrí apretando el tronco hacia el glande, del que también me alimenté dejándole la polla completamente limpia…. ¡Ocho años que no mamaba de una verga! Abrí la boca mostrándole su lefa y luego me la tragué en un acto de amor por mi hijo.







Desde la partida del que había sido mi hombre, no estuve con ningún otro durante seis años. No lo necesitaba. No me apetecía comprometerme con ningún desgraciado que me dejara tirada de nuevo. Berni había colmado el vaso y parecía haberme dejado saciada para una eternidad. Mi vida giraba en torno a mi hijo, a su educación, a velar por sus progresos, a convertirlo en un joven de provecho. Las dificultades añadidas a su caso específico consumían las pocas energías que me quedaban, así que no me preocupaba por nada más. Convencida por Merche, una compañera de trabajo que también se había separado, comenzamos a salir, a alternar como lo llamaba ella, pero me sentía como pez fuera del agua y no coseché gran cosa más allá de sonoros fracasos. Pronto dejamos de salir juntas pues ella se encamaba con el primero que la invitaba a una copa y yo no estaba por la labor. Ella intentaba convencerme que Fernando era demasiado hombre para mí y nunca se fijaría en una administrativa común como yo… Aun así, deseaba acabar en la habitación de un hotel con mi nuevo encargado de sección que siempre me trató muy bien y esperaba me hiciese el mejor cunnilingus de mi vida. Después de eso le dejaría que me follara como quisiera... un camino hacia la aceptación, el amor propio y el sexo con sentido.

Era un hombre sexy de cuerpo atlético, ojos profundos y una gran sonrisa. Que estuviera casado, era solo un detalle sin mucha importancia. Aunque no todo es perfecto… tiene una pequeña cicatriz en su cara que lo hace aún más misterioso y peligroso. Debo confesar que de un tiempo para acá trabajo completamente excitada. He llegado al punto en que llevo más de un mes masturbándome en el baño a la hora del almuerzo de lo mal que me deja cada vez que está cerca de mí. Escuchar su voz profunda de barítono, me aviva sobremanera, al punto que con una dura mirada y una orden me mojo como una perra. Después de meses observarlo y de estar pendiente de cada cosa que le gusta y no, he descubierto la mejor manera de jugar con él, sea que lo sepa o que no. Así que ando en una campaña activa que he llamado “seduciendo al pavo”. En mi trabajo soy casi perfecta… ordenada, organizada, cumplida y hasta me adelanto a sus deseos. Pero al ver que eso no funciona para que se fijara en mí, he cambiado de estrategia. Así que ahora soy un poquito desordenada, no hago las tareas a tiempo procurando hablar cerca de él de temas calientes con Meche.

Él solamente me observa mueve su cabeza y me ordena algo que definitivamente tengo que hacer en su oficina, de esa manera me puede “controlar” mejor, porque como dice, ese “novio” está sacando lo peor de mí. Si él supiera… Además, he cambiado mi forma de vestir, sigo vistiendo “recatada”, pero mucho más sexy y provocativa, ya sea en el escote, el peinado o el maquillaje y sé que lo nota, pero es un hombre difícil. Sin embargo soy optimista y he sentido que hoy las cosas van a cambiar. Me ha dicho que debo quedarme en la tarde pues hay un trabajo que no he terminado. Claro que ya lo hice, simplemente le he dado largas, con la esperanza de llegar a esto. Estar a solas con él cuando no hay nadie cerca para interrumpirnos
Estoy expectante y el momento está llegando, estoy excitada, nerviosa pero lista… Me he puesto, a diferencia de todos los viernes que me pongo pantalón, una falda más corta de lo normal y unos grandes “TACONES FÓLLAME”, nada prácticos pero que tienen un gran mensaje. Así como un escote pronunciado que muestra mi ropa interior sexy y que he tenido escondida todo el día… Me llama al teléfono y me dice que es hora de reunirnos a realizar el trabajo. Me pongo brillo labial, me quito la chaqueta y entro a su oficina. Él está parado mirando por la ventana sumido en sus pensamientos. Cuando entro cierro la puerta tras de mí y empiezo a caminar. Él da la vuelta tras sentir los zapatos y se queda mirándome fijamente las piernas y mi escote. Camino hacia él. No hacia la silla donde debería sentarme. Me sigue mirando fijamente, con una mirada penetrante, muy cerca de él y le digo susurrante mirándole a los ojos… 
—“¿Qué deseas que haga por ti?”. 
Nunca lo llamo jefe ni tampoco le tuteo. Él vuelve a mirarme, ahora evalúa completamente mi cuerpo, por poco y me dice que le dé una vuelta. Tras su larga y dura exploración, que me tiene muy excitada dice

—“Limpia el escritorio y pon todo en la mesa del lado”

Vaya, no esperaba eso, disimulo mi decepción con un sonrisa y un paso firme hacia su escritorio. Hago lo que me pide. Él se queda al lado de la ventana observando como paso todo. Faltaba solamente una pila de documentos cuando me toma desde atrás fuertemente y me fija contra la mesa, acomodando su polla en mi trasero. La siento bastante dura, y me dice susurrando en mi oído…

—“¿Estás segura que esto es lo que quieres, pequeña?”

Diosss quiero gritar “siiiii, joder siiiii” pero meneo mi culo para sentirlo mejor y giro mi cara para mirarlo… 
—“definitivamente sí”. 
Él me besa el cuello.

—“Cómo, dónde, cuándo y lo que yo quiera. Esa es la condición”.

—“No hay problema, puedes hacerme lo que quieras, cuándo quieras, cómo quieras, dónde quieras” 
Le respondo sin aliento. Bien, no necesitó más invitación. Me presionó más fuerte en la mesa, sube mis manos arriba de mi cabeza, me abre mis piernas, sube mi falda y empieza a tocarme el culo. Dios mío, estaba tan excitada y él era tan firme y fuerte con sus caricias. 
Me dice al oído… —“Voy a darte unas nalgadas porque has sido una chica mala estas semanas, pero no creas que con esto pagarás tu rebeldía, te castigaré durante algunos días más” 

Sin más preámbulo me dio una palmada en el culo desnudo, solo cubierto por una pequeña braguita negra. Era la primera vez que hacía algo así y dolía, pero Dios era tan excitante al mismo tiempo estar así restringida por él y tan expuesta mientras me daba nalgadas. No sé en qué momento empecé a gemir y a restregarme con el escritorio pero necesitaba mi liberación. Me dio la vuelta, abrió mi blusa, me subió en el escritorio y empezó a besar mis tetas mientras sacaba mis bragas y empezaba a acariciar mi coñito anhelante, con unos dedos talentosos. Estaba tan caliente, no podía decir o hacer nada, salvo sentir como me poseía con su dedos y su boca que lentamente fue bajando hasta llegar a mi vagina y si sus dedos eran talentosos, no quiero presumir de lo que su boca hizo, pero puedo decirles que entre sus dedos, su lengua y sus labios llegué dos veces y fue sencillamente alucinante. 
Estaba saciada, pero aún quería más, así que cuando él se separó un poquito del escritorio y me dijo que le quitara el pantalón, lo hice rápidamente y no tuve tiempo de más. Desabroché su cinturón, el botón se resistió más de lo debido y la cremallera del zíper se abrió cayendo su pantalón…, tiré de los calzoncillos slip y me encontré con una verga estándar en longitud, pero desproporcionadamente gruesa en su parte central. Me levantó en sus brazos pego mi espalda a la ventana guiando su ariete hasta que enfiló en mi bocana y me penetró sin más preámbulo. Fue una posesión en toda regla, un bombeo que se intensificaba a cada paso y era maravilloso volver a sentir a un hombre dentro de mí. Mientras sus manos agarraban mi culo para tenerme firmemente confinada yo me aferraba a él con piernas y brazos, estaba completamente deseosa que no acabara nunca de follarme…

Creo que llegué a enterrarle las puntillas de los tacones en su culo, pues no me los había quitado. Intenté agarrar su cuello pero una de sus manos levanto mis dos manos encima de mi cabeza para restringirme mientras seguía bombeando dentro de mí haciéndome sentir sus bolas aporreando mi culo una y otra vez. Si los anteriores orgasmos fueron increíbles, este fue aún mejor, pese a no ser el mejor sexo de mi vida, al menos hasta el día siguiente… Durante diez minutos me sometió a buenos pollazos sin mirar por mi fertilidad, arreciaba con tal despotismo que por momentos pensaba que me deseaba matar a clavadas. Percibía los ensanchamientos de su polla en cada inserción, sus labios y dientes en mis pezones y su olor a testosterona mezclada con aroma a “Massimo Dutti” con mis piernas rodeándolo y él culeando hasta que noté como se corría vaciándose dentro de mi útero. Lo dejé estar, no le di importancia pues yo también deseaba tener su esencia masculina en mi vagina. 
Esto de andar seduciendo al jefe fue genial, pero no duró mucho… en unas semanas no supimos más de su presencia en aquella sucursal. Y de nuevo me hallaba en el dique seco. Un año después, aprovechando la semana de campamento de verano de Daniel, me vi tres veces con un cliente de mi empresa. No era gran cosa en la cama, demasiado egoísta, de los que te exigen que se la chupes pero ellos no te lo hacen a ti… solo me sirvió de calmante unos días en que lo necesitaba. El marido de una amiga Merche en el cumpleaños de su hijo, me consoló tras la fiesta cuando me acompañó a casa… un polvo rápido en el asiento del acompañante, menudo cabrón engañando a mi mejor amiga... estaba vez le puse condón a aquella polla fornicadora. Todo aquel batiburrillo de amantes, polvos mal echados y amoríos frustrados se compensaban en casa cuando llegaba la noche y mi hijo me hacía sentir una mujer deseada realmente, por eso decidí olvidarme de tanto menesteroso y centrarme en el AMOR en potencia de mi hijo.
Tres meses después de comenzar mi aventura con Daniel, nuestra relación ha cambiado como la vuelta de un calcetín. No sé dónde nos lleva, aunque lo presiento y sé que está mal porque la sociedad en que vivimos lo denigra, no puedo evitar desearlo con todas mis fuerzas. Ya no esperamos a la noche para amarnos. Sí, ya lo llamo así pues es como lo siento. Cualquier momento es bueno para abrazarnos, acariciarnos, sentirnos. Quiero a mi hijo con locura. Haría por él lo que hiciera falta, cualquier cosa que fuera menester con tal de hacerlo feliz o de sacarlo de un apuro, pero esto, esta extraña historia de amor, es lo mejor que me ha pasado nunca. Daniel es feliz, sé que lo estoy haciendo feliz. También he reforzado su autoestima mermando sus complejos, haciéndole valer como macho ante una mujer madura. 

—“¡Cariño, nunca le cuentes nada de esto a nadie, nos separarían!”

—“Lo sé mamá, lo que yo tengo no lo tiene ninguno de los chulillos que pueblan el instituto deportivo...sé lo afortunado que soy de tenerte y lo peligroso que se sepa lo nuestro

—“Creo que no te digo lo suficiente que sólo tú hijo mío, solo tú eres un hombre de verdad, el único que se folla a una hembra de verdad… el mejor que sabe complacer a su madre.

Estoy en la cocina y me abraza desde detrás. No puede evitarlo, sus manos automáticamente toman mis tetas. En casa, de nunca llevo sujetador. Es una de las primeras prendas que me quito para estar cómoda y de paso facilitarle la tarea o más bien, facilitárnosla a ambos. De mis grandes pezones a mi coño hay un trecho muy corto. De éste a su fastuosa verga, el espacio es más corto aún. Pero necesito más, cada vez más, así que he optado por instruirle. Soy su maestra. Necesito un hombre que me posea, que me penetre en folladas interminables, que me llene el coño de carne trémula y finalmente sentirme colmada de esperma, la verdadera esencia de la vida. Daniel y su miembro viril son perfectamente capaces de ello, pero no me atrevo a dar el paso definitivo. <<¡Es mi hijo...carne de mi carne! Qué más dará llegados a este punto>>, pienso, pero no tengo el valor para ello. Como sucedáneo, aunque a menudo más placentero, le pedí que me lo hiciera con la boca, me encantan los cunnilingus. Tener a un hombre comiéndome el coño, mordisqueando mis labios vaginales y el clítoris me subyugan sobremanera. Sorprendentemente nunca pone objeción alguna a mis peticiones, me coge en brazos y me eleva sobre la encimera apartando algunos cacharros, me abro de piernas mientras él aparta mis braguitas a un lado del ostentoso coño que luzco, lo tengo lubricado con los labios brillantes. La lengua del chico pronto comienza a recorrer el interior de mis labios frondosos… ¡Buf! ¡Qué bien hace el cunnilingus! Se bebe mi coño sorbiendo mis jugos sin el menor recato y de pronto percibo su lengua golpetear mi endurecido clítoris buscándolo bajo el capuchón que yo misma repliego para que salga erecto para disfrute de su boca.

Este niño es casi un experto, solamente ha necesitado tres días para ser tan bueno como aquel francés que me derritió. Continúa enfrascado en mi botón y al rato baja follándome con su lengua mi conducto vaginal llenado su boca de mi coño. ¡Dios mío que gusto me está dando! Sube y baja rozando mi ano con su lengua que lame sin aversión alguna… esa sensación sí que es nueva, a nadie se le pasó lamer mi ano y darme un beso negro, sin embargo a mi retoño le embarga. A este niño le magnetiza darme placer oral como a mí… Me abro los labios con mis dedos a lo que responde de inmediato a comerse mi coño como si fuera una raja de melón, hasta que se embelesa en mi pepitilla para darme el empujón definitivo al alcance de mi orgasmo. No sé el tiempo que lleva enfrascado en mi chocho, pero no aguanto más y convulsiono exaltada y frenética con un ritmo cardiaco elevado al sentirme poseída por un hombre otra vez. Mi cabeza copada de dopamina da vueltas, pero en un par de minutos besando a mi retoño me recupero del atontamiento…. 

Una vez calmada le bajé la cremallera y además de ser una buena madre, soy una mujer agradecida, así que también suplí mi mano por mi boca y le regalé su merecida felación. Me sentí oxidada, pues más de un lustro es mucho tiempo sin deglutir la rica y dura carne masculina, pero no me costó llevarlo en volandas al Paraíso. Su inexperiencia le llevó a eyacular en mi boca una riada de esperma espeso…, 

—“No me importa cariño que me llenes la boca de leche, pero te agradecía que me avises para la próxima... una de estas veces me voy a atragantar de tanta leche que me das”. 

Es como su padre, tampoco avisaba, pero es más potente que él. El hecho de correrse en mi boca bien me importaba poco, su leche es un regalo para mi paladar.






Hoy sábado ya se la he mamado dos veces, la primera en la cocina cuando íbamos a desayunar, me he tomado su leche y después un café con tostadas. La segunda después de comer a modo de postre cuando se suponía que íbamos a ver una película en el sofá. Ahora comienzo la tercera, poco a poco su aguante es mayor. Primero succiono el glande, rodeándolo completamente con los labios, para bajar a continuación hasta cubrir la mitad del tronco. No me cabe mucha más.. no tiene el tamaño normal de un chico de veinte años. Subo, me la quito de la boca pero no dejo de lamerla descendiendo hasta sus testículos que también devoro… los lamo, chupo y succiono uno a uno tragándomelos como caramelos. Una vez maltratadas sus bolas, subo de nuevo siguiendo con la punta de la lengua el conducto que disparará su leche a base de aldabonazos, hasta llegar a su glande de nuevo que engullo hambrienta. Se la mamo con persuasión, ya me he vuelto adicta a mamársela y sobre todo a beberme su rico semen. Tras un buen rato mamando su glande y sobando su tronco y pelotas con mis manos, vuelvo a la comida de huevos… de esta manera mi chico soporta empalmado más de quince minutos hasta que le llega la eyaculación más débil del día, obvio por ser la tercera, pero es suficiente para llenarme la boca. Me tumbo en la cama boca arriba abierta de piernas, sin necesidad de quitarme las bragas pues ya no me las he vuelto a poner cuando me las ha quitado esta mañana y le ofrezco mi flor para que me extraiga todo el polen. Ahí está mi chocho con los labios abiertos como pétalos de rosa, calientes e inflamados.


Supongo que la condición humana nos empuja a aparearnos, como guinda a nuestra necesidad de vivir en sociedad. Después de Berni, me creí incapaz de volver a amar a un hombre. Es cierto que nunca amé a ninguno con la intensidad y la entrega con la que lo hice con él, exceptuando a Daniel claro, pero sí llegué a entablar algo parecido a una relación de pareja con un buen hombre llamado Marcos. Después del cliente de mi empresa, estuve un par de años sin catar varón hasta que tuve un rollo de una noche con un hombre quince años mayor que yo que aprovechó la ocasión. Salí de caza, hambrienta hasta la desesperación pues lo había pospuesto demasiado, y el primer tío que me entró se llevó el premio. En los asientos posteriores de un Volkswagen golf recordé viejos tiempos. Fue rápido pero suficiente para tenerme satisfecha otra temporada. Marcos apareció al poco tiempo. Un joven soltero que se mudó a mi escalera y con el que pronto hice buenas migas. Era muy buen tío, de lo más honesto y altruista que he conocido nunca, que puso toda la carne en el asador para que lo nuestro funcionara. Pero no llegamos juntos al año. Daniel y él eran incompatibles, más por culpa de mi hijo, celoso de que su madre tuviera que repartir sus atenciones entre él y otra persona. 

Después de él, solamente dos hombres más, curiosamente la misma semana. El primero, guapo, agradable y atento. Me invitó a cenar, paseamos por la orilla de la playa, me llevó a tomar la última copa a su apartamento, y allí cuidó de que yo me corriera antes que él. El último hombre que ha estado entre mis piernas fue un soldado norteamericano que me quitó las ganas de aventuras esporádicas. Era latino, hijo de puertorriqueños negros, ambos tuvimos claro a lo que íbamos desde el primer momento pues su acorazado solamente paraba una noche en el puerto de Barcelona. Lo que más me sorprendió fue que su polla era tan normal que no llegaba a ser la de Berni…en su beneficio puedo afirmar que era un amante potente…, eyaculó tres veces en menos de dos horas. Pero para ello, me hacía chupársela constantemente. Me penetraba unos minutos y me ponía de nuevo de rodillas. Aunque aún no me explico cómo lo aguanté tanto rato, pues yo no llegué a correrme en toda la noche. De esto ya han pasado años…

Candente como una estufa, estábamos próximos al verano en plena primavera, cuando las ganas de tener sexo me tenían a mil, sin hombre alguno que me satisficiera totalmente desentendida de mis necesidades básicas. Entonces empecé a ver que mi entrenador del gimnasio que frecuentaba, me miraba demasiado, para que contar que era todo un semental así que sin pensarlo demasiado decidí caer en la tentación. Tras una sesión le di conversación que terminó en un café en el bar, y así quedamos en encontrarnos al día siguiente con motivos más allá de su trabajo y de la tonificación de mi cuerpo. Al otro día me vestí bien sexy…nerviosa me apresure a subir al coche, habíamos quedado de encontrarnos en el mismo bar y a la misma hora del día anterior…

¡Para mí desilusión mi amante jamás llegó! Con este tema mi vida sexual estaba terminada, nunca más tendría un hombre en mi vida. En este trance fue cuando Daniel también sufrió un desengaño amoroso justo cuando se aproximaban las vacaciones. Quería ir a una colonia donde estaría su chica, pero tras la ruptura no quiso ir. El verano llego, Daniel se apuntó a un taller de verano cercano a casa como instructor y vigilante de la piscina, y juntos pasamos a soportar aquel verano en reclusión impuesta por nuestra necesidad económica y de nuestros trabajos. La verdad lo pasábamos muy bien a la vez que disfrutábamos nuestros cuerpos al menos con la mirada y masturbándonos mutuamente sin llegar al coito…, nos comíamos los sexos, nos corríamos sin recato alguno y nos regocijándonos en nuestra desnudez sin retraimiento por toda la casa. 

Por dentro me decía una y otra vez como desearía que no fuese mi hijo ¡Como deseaba meterme ese pedazo de pollón en mi conejo hambriento!, pero una barrera mental me impedía dar el sorpasso final, porque él era el único con quien podía tener relaciones sin compartir los abusos de todas esas parejas que me pude encontrar en busca sexo por sexo usándome como puta…, además teníamos nuestros momentos a solas sin ninguna sospecha externa, pero aunque mi necesidad de ser follada por una buena tranca era tremenda, mi integridad como madre era más imponente y con esa mentalidad nunca llegaría a ser atravesada y partida en dos por la verga de mi hijo. 

Un día Daniel vino un tanto azaroso al tiempo que oí un coche chirriar, al verme corrió a mis brazos. A solas le pregunte qué había pasado, a lo que no quiso responderme, por lo cual insistí…

—“¡¿Si no confías en mí, entonces en quien, o acaso no soy tu mejor amiga como siempre me los dices?! No me hables como a tu madre sino como a una amiga”. 

Se lo pensó largamente pero mi insistencia y mi diplomacia lo ablandaron…

—“Está bien Mamá te contaré… El hermano de Lorenzo junto con su amigotes me llevaron a un puticlub para que tuviese relaciones con una puta, pero cuando estuve allí no pude y salí corriendo. Por lo visto ya la habían pagado y cuando se enteraron me amenazaron llamándome marica, me hicieron prometer que le devolvería el dinero de la puta mientras me traían a casa…

—“¿Y a cuanto asciende el servicio?

—“ ¡Les debo 60 € mamá!”

—“Que locos de mierda, ¿Por qué ir a un lugar así para una cosa de esas?”

—“Porque yo se lo pedí”.

—“¿Cómo que se lo pediste? ¿Entonces por qué saliste corriendo?”

—“Se lo pedí porque no tengo novia, y necesito tener sexo de verdad. ¡Estoy cansado de hacerme pajas! Ya sea contigo o sin ti… si hubiese ido a la colonia, lo estaría pasando a mil en ese tema. Charlando con Lorenzo me presentó a su hermano y sus amigos se ofrecieron llevarme a las putas, pero cuando estuve allí me di cuenta que no es lo mismo”.

—“¿Que no es lo mismo?”

—“Hacerlo con alguien de confianza que hacerlo con una desconocida...no me apetecía, sabía que no se me iba a poner dura con la puta”.

—“Pero hijo tú y yo nos consolamos…pensaba que eras feliz con lo que hacemos…te corres con mucha leche, y eso significa que te excita hacerlo conmigo y sobre mí, sobre mi coño... Me haces muy feliz verte desahogar tus ganas llenándome de lefa”.

—“Sí, pero no es suficiente ¡Necesito follar! ¡¿No lo entiendes…?!”

Aquella conversación me dejó meditabunda, el chico tenía razón… no solo él necesitaba tener un coito completo con una mujer, yo necesitaba tener una follada en toda regla con un buen macho… que digo una, dos cada día y Daniel tenía todo el potencial suficiente para lograrlo ¡¿Qué estaba haciendo con mi hijo?!

…Daniel era mi solución. Los días pasaron y esa necesidad imperiosa de follar de mi hijo se me clavó en la cabeza… me moría por hablarlo con él, pero el hecho solo de pensar en el incesto me cohibía sobremanera, y que mi hijo pensara que soy una puta más. Por ello tracé un plan, poniendo una buena ropa provocativa, tomando las posturas más eróticas frente a Daniel intentaría seducirlo sutilmente, y así fue mi hijo se mostró súper motivado con ello, hasta llegado el momento estando ambos en el sofá del salón lo encaré…

—“¿Cómo estas hijo con tu tema sexual?”

—“¿Cómo decirte, tú eres mi madre? Sabes tanto de ello como yo”

—“Siempre queda algo que contar…Vamos Daniel, soy tu mejor amiga… ¡¿Hoy no me ves diferente?!”

—“Pues… no…no como siempre creo. Llevas tan poca ropa como estos últimos días…”

—“No me lo creo cariño, hoy bien que estas disfrutando mirando mis tetas y mi culo. Seguro que unas buenas pajas te haces en mi honor cuando no te veo”. 

Se puso muy ruborizado pero no se marchó avergonzado, eso era una buena señal… continué sonsacando un poco más buscando mi fin… 

“Además si pudiste contarme el problema que le expusiste a tus amigos, Porqué no contarme a mí más detalles sobre el mismo...es habitual que los chicos o estrenéis con profesionales” 

Aquellas palabras dieron en la diana porque se relajó y se acercó a mí diciendo…

—“Bien, tomándote como amiga tal vez como me dijiste la última vez te contaré que estoy peor. Cuando tenía novia me pajeaba constantemente con la esperanza de que algún día pudiera mojar, pero ahora lo hago pensando en ti o contigo otras veces… pero me parece que llegar a más contigo es muy difícil”.

—“¡¿Tú crees…?! Me parece hijo, que tú lo llevas mejor que yo… porque a mí nadie me ha tocado en años hasta que tú lo has hecho, y tampoco sé cuanto voy a aguantar más”.

—“¡¿Me dices que con tus ligues no te va bien…?!”

—“Efectivamente cariño, y cuando vamos a conocernos mejor resulta un insulso, un guarro o es un machista empedernido, nadie con quien gozar de un buen polvo…”

—“Eso es grave mamá, estás en una edad aún de merecer lo mejor… y si llevas varios años estarás que trinas ¡¿No?!”

—“Ya ves hijo ¡¿No se me nota?! Una no es de piedra… y tampoco me quedo satisfecha al 100% con nuestras pajas.

—“Yo tampoco...

—“Si estamos de acuerdo creo que podríamos dar un paso más adelante y romper la siguiente barrera…” 

Nos quedamos mirándonos sin pronunciar palabra unos segundos… 

—““Dime hijo, ¿Qué piensas del Incesto? De que un hijo se folle a su madre o un padre a su hija... también ocurre mucho entre hermanos”

—“Siempre he oído que es una degeneración…”.

—“Pero tú no piensas que lo sea cuando me miras como me miras…y hacemos los que hacemos ¡¿No?!

—“Nunca he pensado que hiciéramos nada malo ni pervertido, solo que nos relacionamos de otra manera, de una especial...

—“Así es, al fin y al cabo nos amamos mucho, nos necesitamos y tenemos sexo juntos en vez de hacerlo cada uno por su lado en su cuarto a solas, que es más aburrido, y aunque eso ya es incesto en cierto modo, hay mucho amor de por medio”

Habíamos entrado en una dinámica de mutua confidencialidad mostrándonos abiertos en un tema tan tabú para muchas relaciones filio maternales…me alegró haber podido romper el hielo de esta conversación tan deseada por mi parte, necesitaba aclarar mis ideas con Daniel y saber que pensaba realmente de nuestros encuentros masturbadores compulsivos. Entonces vi que los pantalones de Daniel revelaba una erección que por estar a mi lado no podía ocultar.

—“Nuestro sexo es diferente mamá, lo vero como un juego, y los manoseos un entrenamiento... en cambio lo otro no”.

—“Sabemos que es un juego divertido que bien te gusta como a mí, pero masturbarnos mutuamente es algo más que un simple juego erótico, se pude decir que es un previo al coito… sino mira cómo se te ha puesto la verga solo de pensarlo”, se puso colorado, a lo que insistí… Mira Daniel, tenemos dos meses hasta que comiences las clases, pasándolos en casa las tardes aburridas, a no ser que tú no quieras que sea así.

—“¿Y qué has pensado?”

—“Bueno tenemos dos opciones… una es continuar como estamos u otra romper definitivamente la línea roja entre tú y yo. Sé que te gusto como mujer, es evidente por tus erecciones y nuestros tocamientos, pero también sé que es mucho más de cómo les gusto a los hombres… Tú eres un hombre especial.”

—“¿Te refieres a que somos madre e hijo…?”

—“Eso es cariño ¡¿Pero sabes qué?! Tú también me gustas, y es más desde hace unos meses has despertado en mí un renacer de mi juventud… ¡Has revivido el DESEO en mí! Para mí eres la única salvación a mi vida sexual anodina, si no es contigo es con nadie. Sé que lo que te digo es una locura pero así son las cosas”.

Entonces Daniel ni lerdo ni perezoso me quiso dar un beso, lo paré diciéndole… 

—“No cariño para… que están las gacetas asomadas a las ventanas, vamos dentro de casa... allí me puedes hacer lo que desees”.

Bajamos la persianas a medias y corrimos las cortinas del salón lejos de las miradas ajenas nos abrazamos y nos besamos, Daniel me metió la manos y un dedo apartó el tanga... empezó a jugar con mi vagina al tiempo que me daba un masaje descomunal de lengua, hasta que casi me hizo terminar, después me puse en cuclillas y bajándole los pantalones de deporte, saqué a la luz su gran cipote totalmente inhiesto. No era para menos… viendo el gran falo de Daniel comprendía porque se mostraba tan arrogante con sus novias, su verga es descomunal, con un grosor  asombroso, y por demás de cabezona, la tenía todo el glande mojado con liquido preseminal… se lo limpie con la lengua primero, para después intentar metérmelo en la boca, era realmente delicioso percibir el tamaño de aquello entre la lengua y el paladar, así que me limité a comerle la cabeza, y masajearlo con la dos manos a los minutos mi hijo me tomo de la coronilla.

—“Por favor Mamá cómetela a toda, no dejes nada”. 

Pero como hacerlo era muy grande, y por más que intenté, cuando me llego a la garganta di una arcada, no obstante él estaba muy salido. Te deseo”exclamó en el momento que me deslizaba por su cuerpo…

—“Lo sé, mi amor”

Contesté una voz cargada de pasión que no reconocí como mía. Se quedó mirando mientras yo profundizaba mis caricias. La lujuria que vería en mis ojos fue lo suficiente como para dejarme hacer, y así sumiso a mis deseos poniendo tono de puta, susurré en voz baja… 

—“No sabes cuantas veces imagino haciéndote una mamada”. 

Dando por sentado que yo lo deseaba como él. Me encajé su polla y con una dulzura sin par, me apoderé de ella usando mis labios sintiéndola crecer dentro de mi boca, endureciéndose y atravesándome hasta el galillo…, comencé a besarle el capullo para respirar, a lamerlo rodeándolo con mi lengua y probando con mis dientes el saliente del contorno de su glande, notaba como se le iba inflamando dentro de mi boca… cada vez más larga, más gorda y mucho más dura.

—“¡Mamá! ¡Ummm! ¡Mamá que gusto…!

Su chillido de auxilio para mí fue la confirmación verbal de su deseo y sacando mi lengua recorrí con ella toda su verga venosa y rígida, mientras con una mano lo agarraba fuertemente y con la otra le acariciaba con ternura los testículos. Ese triple tratamiento y muy a mi pesar, consiguió su objetivo que no era otro que excitarme…

—“La tienes hermosa, mi amor”.

Satisfecha al ver que su miembro viril había alcanzado su tamaño máximo. Tras lo cual empecé a lamerlo de arriba abajo sin dejar de masturbarlo lentamente, atendiendo a sus huevos también. Aunque resulte difícil de creer, en ese momento me embargaban dos sentimientos contrapuestos. Por un lado, estaba totalmente excitada, pero por otro, estaba destrozada por no haber conseguido evitar que mi crío cumpliera sus deseos…

—“¿Me amas?” 

Pregunté con una sonrisa mientras le daba otro lametón. Tardó en contestar porque no podía decirme que su amor por mí hasta ahora había sido de otro tipo y no fue hasta que sentí que de sus ojos se vidriaban replicando un rotundo y sincero. Al oírle pegué un grito de alegría y abriendo la boca, comencé a meterme alternativamente cada uno de sus huevos sin dejar de masturbarle. Últimamente me había especializado en comerle la polla a mi hijo… me había conformado en ¡Una gran come pollas! Aunque ya lo era de antaño, solo que ahora además era una pervertida incestuosa. Para entonces su excitación era brutal. Deseaba culminar la su felación con su verga hasta el fondo de mi garganta pero incapaz de materializar mi deseo seguí jugando con su falo con mis manos…

—“¿Quieres sentirla en mi boca?” 

Insistí con lujuria sin esperar respuesta y sin previo aviso, abrí mis labios y me la metí hasta el esófago. El ritmo que imprimí a mi mamada fue lento pero constante. Buscando maximizar su gozo, cuando veía que estaba muy excitado paraba durante unos instantes para acto seguido reiniciar la felación con mayor ardor… “¡Me encanta!” Reconoció derrotado mientras usando sus manos presionaba mi cabeza contra mi cipote. Para mí el hecho que encajara toda su extensión en mi boca fue el banderazo de salida, e incrustándomela por entera hasta el fondo de mi garganta, empecé a sacar y a meter su verga sin quejarme. La precisión que demostraba al hacerlo así como el calor y humedad en aquella barra de dura carne, me hicieron temer que no tardaría en correrse. Noté al chico hacer acopio de toda su fuerza de voluntad para no derramar su simiente demasiado pronto. Sin embargo me sentía cada vez más segura de lo que estaba haciendo. Aceleré la velocidad de mi mamada y llevando una de mis manos a mi coño, me empecé a masturbar mientras le preguntaba excitada…

—“¿Te gusta cómo te la está mamando mamá?”

“Sí”

Confirmó con un chillido tanto su pregunta como su claudicación. Su entrega lejos de satisfacerme, me azuzó y sin dejar de acariciar mi clítoris con los ojos inyectados de deseo, le solté… 

—“Te prometo que a partir de hoy no tendrás queja. Seré tuya cuando, donde y cuantas veces quieras”.

—“Sé que no es lo más normal esto que hacemos, y será nuestro secreto, pero realmente a pesar que la tienes tan grande, más de los que una mujer puede tragarse, mi necesidad podría quedar calmada si tú deseas seguir…, no obstante si tú te sientes arrepentido lo dejamos aquí… no quiero presionarte. Si por el contrario decides seguir con esta locura, te espero en mi habitación cuando te recuperes ¡Mamá te estará esperando para jugar en nuestra cama!”.

Me fui a mi alcoba con la mirada feliz y la seguridad que vendría a por lo suyo. Su madre lo estaría esperando anhelante porque realmente deseaba aquello y sobre todo lo necesitaba, mi coño estaba ardiendo de tener una polla tan majestuosa como la de mi hijo. A los cinco minutos entró sin necesidad de golpear la puerta para pedir permiso, aquella habitación ya era suya también. Para la ocasión vestí de una bata con un culote de encaje transparente sin sujetador. Al abrir la puerta, estaba allí un hombre con su cuerpazo y no mi niño con sus 16 añitos… desnudo sin pudor con su pija a mil mirando al techo de lo dura y empalmada que la tenía…, entró diciendo…

—“¡Mama te deseo y quiero ser tu amante para siempre, me vuelves loco y tú no tienes culpa alguna de mi deseo! ¡Solo tengo esperanzas de estar contigo!”

—“Anda entra cariño… mamá te está esperando demasiado tiempo para que la haga feliz… Conmigo nunca necesitas disculparte”

No alcanzó a entrar cuando la puerta la cerré de un golpe al tiempo que nuestras bocas se fundieron en un beso apasionado. Sus manos descolgaron mi poca ropa dejando caer mi bata, y mi hijo sin dejar de abrazarme contra su cuerpo se concentró en mi exuberante culo que tanto ojos le había puesto, así fue que noté como exprimiéndomelo miraba por el espejo, el manoseo que me daba me gritaba la lujuria que me tenía reprimida y que como un tiro de escopeta salía raudamente, yo feliz… 

—“Las pajas que me he hecho con esta imagen y ahora lo voy hacer realidad”.

—“Por supuesto mi amor… Ahora puedes tomarme soy tuya, Daniel, no me mires como a tu madre, mírame como a una amante que nunca te va a abandonar…¡Quiero que me uses como siempre has imaginado en tus mejores fantasías!”

Me empujo delicadamente hasta que me depositó sobre la cama, entonces de un maniobra precisa se puso entre mis piernas y empezó comerme la vulva de mi vagina sobre las bragas, para luego correrlas y hacerlo sin nada mediante. El chico sabía bien lo que hacía cuando encontró el clítoris de su madre con su lengua y se dedicó a intercalar movimientos suaves con otros más fuertes variando, matizando su maestría que consistía en meterse toda mi vulva en su boca para succionar con fuerzas mientras la lengua taladraba el canal por donde nació, alternándolo con lengüetazos en el clítoris bajo el capuchón… me lamía la pepita dura y descarnada con tal fuerza que me electrificaba todo el cuerpo. La situación había hecho llegar al máximo de la calentura y cuando estaba por venirme en un orgasmo total, Daniel se esmeró en que llegase con un gemido ensordecedor. 
Antes de recuperarme, mi hijo se acopló sobre mí, asiendo su estoque rígido logrando mi brutal orgasmo frotando su duro capullo contra mi enardecido clítoris blanquecino de tan erecto que se hallaba. La sensibilidad de ese momento me hizo explotar en una nueva versión de masturbación fálica clitoriana. Quedé con los ojos en blanco por unos segundos del gustazo que me atolondró dejándome casi inconsciente del subidón orgásmico. Un poco recuperada, cruzamos nuestras miradas y mis ojos le suplicaron que arremetiese con todo su cipote dentro de mi coño sin miramiento alguno… Encontró la bocana de mi chumino calenturiento, y de una estocada intento penetrarme sin éxito la primera vez, no era la falta de lubricación sino la falta de uso por los años, lo que la mantenía tan cerrada, unido a que soy de vagina estrecha. Un segundo intento su glande dilató mi coño… Entonces todo lo que sería dolor, mi hijo lo revirtió en gozo al clavármela sin lástima. No hizo otra cosa que levantar mi cadera poniéndose mis piernas en sus hombros, y allí se pechó los kilos de mi cuerpo…. 
De esta forma a la verga se lo pusimos fácil…no le quedaba otra que entrar sí o sí, la sensación fue única de dolor placentero, pero la perversión de mi hijo que ya era mi amante, pudo más y la excitación fue total, mi coño generosamente lubricado empezó a gozar de semejante mástil. Quien me iba a decir a mí hace unos meses que me iba a entregar en cuerpo y alma al vicio sexual más intenso y placentero que jamás haya experimentado. Y que encima, para colmo, la persona con la que me iba a enrollar era, ni más ni menos, que mi propio hijo. Siempre me había parecido un chico atractivo con un encanto arrebatador, pero ni en mis sueños más eróticos y húmedos había llegado a imaginarme entre sus brazos y gozando del sexo en toda su expresión. Aún ahora, cuando lo cuento me pongo cachonda y necesito masturbarme para calmar mi sed de deseo y pasión.





Sin duda, aquel polvo se estaba convirtiendo en uno de los mejores de toda mi vida. De repente, empezó a hacerme un masaje en los hombros al tiempo que me arremetía fuerte y rotundo con su falo hasta bien dentro de mi coño. Podía sentir sus manos fuertes y poderosas ejerciendo presión sobre mi cuello y excitándome por momentos hasta hacerme perder la cabeza. No me reconocía a mí misma ante tal reacción, pero decidí dejarme llevar y aprovechar aquel momento al máximo. Cuando menos me lo esperaba, mi hijo acercó su rostro hasta el mío y me plantó un beso con lengua en toda la boca que consiguió excitarme de la cabeza a los pies. A partir de ahí, me lancé al ataque elevando mi cadera, enrollándolo con mis brazos rodeando su espalda y mis piernas alrededor de su cadera, empujándolo y ejercitando una perfecta sincronía de apareamiento con mi hijo. Su instinto de macho, procuraba follarme divinamente.

El ímpetu lujurioso que nos invadía nos hizo retozar como verdaderos animales en celo, frotando nuestros cuerpos follando con unas ganas locas. Se notó que no podíamos esperar ni un segundo para empezar a follar a saco y apaciguar así el tremendo deseo que invadía nuestros cuerpos. Puede que aquello no fuera nada normal en absoluto, pero no podíamos frenar las ganas de joder como conejos, que sentíamos en aquel momento. Por lapsos de tiempo cortos ralentizaba y de nuevo la clavaba a fondo empujando con desazón impetuosa de llegar hasta el estómago de su madre con su ariete. Abría mis piernas con un rápido movimiento de manossu cadena jugaba magistralmente metiendo su polla grande y dura hasta el fondo de mi coño caliente. Yo creía morirme de placer cada vez que me penetraba y me empotraba contra la cama de matrimonio. Me dejé hacer en todo instante, mostrándome abierta y receptiva a vivir aquella experiencia sexual al máximo. Nuestros cuerpos sudorosos se rozaban constantemente, uniéndonos en una espiral de vicio y perversión sin afín. Nos daba igual que alguien nos pillara en plena faena a través de las cortinas de nuestra habitación, porque sólo por el morbo de la situación en sí, ya valía la pena. 
El chico agarraba mis tetas mientras me empalaba sin fin dejándome notar su dureza entre mis apretadas paredes vaginales, las cuales las comprimía con mis músculos vaginales para percibir más fuerte en mi ajado conejo hambriento de su dura verga… el gran falo atorándome de carne me elevaba al nirvana. La sensación era notable y así me tuvo haciéndome sentir sus grandes pelotas golpeando en mi perineo una y otra vez. Percibía su glande que horadaba mi conducto uterino, llegaba hasta mi vientre de lo hermosa y profunda que la metía. Mis gritos no se dejaron esperar cuando aquel tormento de placer me sucumbía en arreones insondables. Se me estaba secando la boca de la hiperventilación, por lo que busqué alivio en sus labios, su lengua, su saliva me libraron de la resequedad sin dejar de empujar como un jabato. La fortaleza que imprimía mi hijo, me hacía pensar que su deseo por mí era mucho mayor que el esperado diciéndome que no podía más…

—“Tengo mucha leche para ti mamá. La he guardado en mis huevos varios días para vaciarme dentro de ti… ¡Llenarte con mi esperma es mi sueño, mamá!”

—“¡Sí hijo, lléname! Mamá está muy receptiva y quiere toda tu leche en su coño… ¡Quiero tragármela toda!”

Sorprendentemente la sacó sin llegar a eyacular y eso dio una tregua a nuestra fogosidad, la así de la base y se la meneaba observando cómo sus ojos se blanquearon al tiempo que llevaba la cara hacia el techo. Me posicioné a cuatro patas y sin mediar palabra colocó su cuerpo detrás de mí enfilándome con aquel torpedo en mi coñito entreabierto, mojado y deseoso de recibir su ración de carne trémula. El pobre chaval estaba a punto de prodigar otra corrida salvaje veinte minutos después de la primera, ¡Bendita juventud! Con las tetas colganderas afianzándose en mis caderas se penetró hundiéndome la polla hasta la base aplastando sus cojones en mi coño, aquel falo había ensanchado lo suficiente para no dañarme en tal atoramiento de mi coño. Llena de carne dura presta al combate arremetía sin compasión haciendo deslizar todo el tallo a lo largo de mi ajado conducto vaginal, tocando cada una de las terminaciones nerviosas con su hinchado cipote que me mataba de gusto. 
Así me tuvo sometida a la placentera tortura de su rabo a cuatro patas como una perra en celo, hasta que no aguantó un segundo más tras haberme sacado otro orgasmo confundido con las demás sensaciones, y se comenzó a vaciar llenándome el vientre de esperma tibio recién ordeñado de sus orondos testículos.... Que le agarrase de los huevos con mi mano entre mis piernas, y se los masajeara estimulándolos mientras me follaba, debió de ser el detonante porque tras varios días sin relaciones se terminó de una forma que nunca en mi vida había visto a alguien derramar tanto esperma. De repente, noté tu lefa caliente inundándome por completo. Me hizo notar el primer lechazo prevenida por el endurecimiento de su glande y sus evidentes jadeos más pronunciados… después siguieron cinco o seis más, aún y así, siguió follándome al mismo ritmo batiendo su semen dentro de mi receptáculo vaginal, hasta que yo también llegué a uno de los mejores orgasmos. Me corrí como  nunca antes lo había hecho. Los chorros de esperma espesa llegaron a mi más profundo conducto uterino, notaba cada aldabonazo de lefa espesa inundar mi fondo vaginal, era increíble la verga de aquel muchachito, pero no menos notable la cantidad de semen que lanzaba por su gordo, duro y brillante glande. 
Toda aquella lechada terminó dentro de mi profunda vagina, en el mismo cérvix, tal vez porque deseaba que me dejara preñada o porque me vencí sumisa a sus deseos… él prefería follarme a pelo y correrse dentro de mí, algo que nunca podía ni debía hacer con las chicas que salía. Exhaustos, nos tumbamos sobre las sábanas blancas empapadas de sudor, flujo vaginal y semen, mucho semen que escurría de mi raja imposible de retener dentro. De manera tímida nos prometimos mantener el secreto de nuestro amor, de contar a nadie lo que acababa de ocurrir en aquella habitación. En cualquier caso, estaba claro que aquella no iba a ser la última vez que tuviéramos un encuentro sexual de aquel tipo, se había abierto la veda y no pararíamos de follar día tras día durante los aburridos días de verano caluroso. Nos enderezamos fuimos a refrescarnos a la ducha.
Sabía que por más que intentara darle gusto aunque sea tragándome su leche por la boca o coño, tragar una cantidad tan considerable cuando acaba de eyacular, es imposible, era raro que no hubiera semen escurriendo por mis comisuras labiales o a borbotones por la raja de mi coño, sino tenía embadurnadas las tetas, la barriga y la vulva con gruesos chorretones de esperma.
Un adolescente salido con las ganas de Daniel, iba a ser muy difícil de contentar ¡Es un macho que quiere coño a diario!

Una pareja formal. En la cena todo estuvo normal, la conversación se tornaba sobre cualquier cosa menos para lo que parecía un acto cotidiano, follar juntos, sin embargo siempre se escapaba alguna mirada cómplice mostrando felicidad, le dije a Daniel en medio de la cena…
—“He leído que para sacarse el estrés no hay nada mejor como jugar a la Play, ¿Tu Daniel tienes unos buenos juegos, verdad?”

—“Si Mamá, pero debes tener cuidado porque produce adicción, después estarás todo el día y toda la noche jugando con ella”.

—“Eso me han dicho, pero en fin como no tengo vicio alguno ¿Qué mal puede ser que agarre ese? Si no tienes problema jugaré contigo si me enseñas”.

—“No hay problema mamá, te enseñaré lo mejores trucos. Son juegos para dos o más, no es divertido jugar solo”.
En realidad ambos sabíamos que solo era una la excusa para estar juntos más tiempo compartiendo cosas que nos gustaban, entre otras follar desesperadamente. La cocina era mi fuerte y donde yo le enseñaba a él, todo ello ocasionaba compartir tanto tiempo, que siempre había un momento para aparearnos como animales salvajes. Mi hijo era todo un amante, un semental consumado, me hacía lo que quería cumpliendo todas mis fantasías y yo las suya, era así que su madre se ponía lencería, se disfrazaba de enfermera, de colegiala para él… me hice de varios disfraces para adoptar diferentes roles para nuestros juegos. Por mi parte para satisfacerlo, en mis ratos libres y practicando con una plátano Ecuatoriano gigante logré engullirme todo el pedazo de rabo de mi hijo, el día que lo logre, sus ojos se quedaron como platos, logrando en una eyaculación sin igual de la que no deje escapar ni una gota para su completa felicidad

Inconscientemente no me estaba preocupando follar a pelo y que acabara su semen dentro de mi útero. El tema paso por el sexo anal, apenas empezamos con nuestro amorío, enseguida intentó darme por el culo, pero le fue imposible, primero porque mi ano no resistía semejante cabeza, y otra por el dolor que me podía producir, por eso le dije que me diera tiempo que si él me hacía feliz yo le haría feliz, y vaya si me hacía una mujer feliz. Empecé a decirle que era mi esposo, mi mejor amante y que no quería que se fuera porque no quería dormir sola. Necesitaba un cuerpo aunque solo fuera para hacerme compañía. Otras muchas veces me quedaba en la habitación de Daniel jugando, pero había días que quería dormir en mi cuarto, por ende si él no tenía objeción le pedía a Daniel que durmiera conmigo. En ningún momento puso la menor traba, le encantaba dormirse a mi lado después de haberme follado bien, como a mí.  El mismo viernes estando con Daniel en el desayuno…

—“Cuando terminemos de desayunar quiero jugarte una partida  en la Play”.

—“De acuerdo una partida y me marcho a hacer unas compras”. 
Terminada la partida me maché advirtiéndole… 
“Ya sabes en mi ausencia nada de nada… lo quiero todo para mamá. Además esta noche dormirás conmigo en mi habitación y para ello te tengo una sorpresa, así que durante el día ni una sola paja, quiero que disfrutes al máximo conmigo y te necesito cargado a tope… 
Te puedes ir tranquila, esto es solo para ti mamá.
Se bajó los pantalones y me mostró los huevos sopesándolos con una mano. Me recorrió un chispazo eléctrico por todo el cuerpo.
¡No te imaginas como me gusta dejártelos secos y que me llenes!”.

Cuando cenamos a las diez estaba con mi bata cuando sonó la puerta. Daniel entró, y no dejé que me tocara, lo hice sentar en la cama para luego alejarme, entonces deje caer mi bata para dejarme ver con conjunto de lencería blanca, Daniel inmediatamente agarrándose la verga se quiso parar a lo que lo detuve…

—“Espera esto es la entrada, quiero verte bien duro para que tengas tu premio”. Demás está decir que le hice todas las poses me agachaba acariciando mis piernas, le mostré mi vulva de frente y de espaldas, me abrí los cachetes del culo para que se concentrara en mi ano, y cuando me pidió que parara que no daba más entonces se levantó, y poniéndome en cuatro patas sobre la cama, le dije…

—“Hijo quiero que me encules con esa verga maravillosa”.

Al tiempo que pensé si el tratamiento que había hecho con la banana serviría como lo hizo con mi garganta. Daniel ante la visión de su madre en lencería erótica, poniéndole el ano en bandeja y pidiéndole que le diera por el culo, se quedó inmóvil hasta un chorro de baba se le cayó…

—“¡Daniel espabila cariño! En la mesilla hay un gel lubricante, úsalo...mamá te quiere dar el culo para que lo desvirgues”.

Tomó el gel, pero antes se agachó y me devoró el coño desde atrás, me lo chupaba, me lo lamía y mordisqueaba, por mi parte con una mano en el clítoris me daba mayor estimulación. Estando en aquel trance sentí la lengua lamer mi botoncito anal produciéndome un escalofrío de gozo… solo mi hijo se ha atrevido a lamer mi ano y ¡Cuánto me gustaba lo que hacía! Me vicié y siempre se lo pedía, una lamida del ano me ponía tono A los pocos segundos percibí la gorda cabeza de Daniel intentando entrar en el mismo, y de repente como si hubiese dado una bocanada sentí como mi culo se comía el gran capullo del chico…, la sensación era de dolor y placer. El muchacho sabía muy bien lo que hacía, en vez de apretar más, se detuvo, así mi ano se acostumbró a si dimensión, para luego sacarla volverla a lubricar, repitió la acción unos centímetros más adentro, hasta que a los minutos ya mi culo se había tragado por completo aquella aparatosa verga, y el placer me empezó a invadir. Daniel consciente de esto me empezó a embestir con más fuerza, hasta que en un momento tomándome por los hombros me hizo sentir los testículos en mi mullida vulva, para luego sacarla toda menos el glande y volver a empezar, estaba a tope dándome por el culo a más no poder, cuando empecé a notar que temblaba. Entonces tomándome por la cintura y a un ritmo un poco más veloz, me dijo…

—“¡Pídeme mamá que te joda por el culo todos los días! Lo tienes de puta madre…”

—“Sí cariño… Dame por el culo hijo, jódeme con todo ¡Quiero sentir tu pelotas golpeándome…!”.

Con una mano lo agarré de su culo y lo empujé para que me fondeara el culo deseado por tantos hombres y que ahora era exclusivo de mi único hijo, mi único macho, el único semental que dejaría me inseminara de ahora en adelante. Daniel estaba fuera de sí, le miraba la cara en la forma que podía porque el pródigo embate de semejante pedazo de polla en plena virilidad, no me daba mucha libertad de movimiento. Estaba desencajado dándome fuertes sacudidas, si bien sus movimiento pélvicos eran seguros, profundos, contundentes y constantes, sus expresiones faciales se desdibujaban, su ojos se blanqueaban, para luego mirar como volviendo en sí y así perderse de nuevo. Me agarraba del culo firmemente para que no tuviera posibilidad alguna de escapar de sus arremetidas, en cada una me sacaba todo el aire de los pulmones, y ya en esos momentos presentía que no me podría sentar cómodamente en varios días… tenía una previa experiencia con su padre.

Por Dios, cuando decidí darle este gusto a mi hijo no pensé que lo pudiese disfrutar tanto, ni tampoco que me diera por el culo de esa forma tan bestial, sin compasión como si fuera una vulgar PUTA... ¡No es el tratamiento que se le da a una madre…! Me fue imposible pensar que me usaría como a una PUTA, pero así era, me sentía como la perra de mi hijo, su zorra y PUTA a una sola vez. El ritmo de la follada anal se volvió frenético, tuve que morder la almohada, mi esfínter estaba al límite del aguante, sus manos pasaban del culo a los hombros para hincarme con mayor fortaleza, y de ahí a mis tetas que utilizaba como unas riendas pellizcándome los pezones, sabiendo que tanto me gustaba… <<me trataba a placer empalándome una y otra vez notando sus cojones golpear sin cesar mi culo>>
El tiempo se difuminaba en el espacio de aquella habitación, no éramos conscientes de cuantos minutos andaba follando mi ajando culo, cuando escuche… “¡AHHHHH!” Y los chorros de esperma caliente me invadieron el colon dándome un placer extraño pero único, mucho más gozoso que cuando su padre se vaciaba sin contemplaciones. Mi hijo no me había desvirgado el ojete pero después de tanto tiempo es como si lo hubiera hecho, y yo estaba encantada de habérselo entregado. La cara de Daniel no volvía en sí en tanto se hallaba eyaculando dentro de mí su rica lefa. Acabado la extrajo y se tumbó rendido, exhausto cual soldado tras la batalla, y así pasaron un par de minutos recuperándome, me tumbé a su lado besándole me confesó que estaba agotado, que era el mejor polvo imaginado en toda su vida…

—“¡Deseo que no sea el último! Me has follado divinamente, mi amor. Siento que no hallamos llegado a esto antes, porque tú y yo lo necesitábamos tanto que nos nos dimos cuenta de la verdad”.
—“¿Cuál es esa verdad, mamá?
—“Que nos amamos por encima del bien y del mal, y el sexo va a formar parte de nuestro amor... ¡Ambos somos muy sexuales, dos personas que necesitamos follar mucho!
—“No te dejaré de follar nunca...me gustas más que nadie”.
—“Eso espero, porque a partir de ahora eres el único hombres de mi vida, el único a quien le permitiré entrar en mi cuerpo y en mi corazón ¡Siempre me has tenidos enamorada!”. 
Le dije susurrona en su oído como si alguien pudiera escucharnos. Desde entonces los días de vacaciones que quedaron y después a la vuelta al trabajo, los fines de semana sobre todo, la casa se convirtió en una total orgía sin que nadie nunca pueda sospechar absolutamente nada de las perversiones entre una madre y su hijo. Durante los días laborales estoy bastante agotada por el trabajo en la línea de despiece de una industria cárnica, y él por el ritmo en su trabajo como monitor deportivo, sin embargo no quita que un polvo caiga antes de dormir haciéndonos solo bien a los dos. Ni que decir que mi coño lo tengo constantemente lubricado y cubierta mi imperante necesidad sexual que comenzaba a desbordarme. Por otro lado la mejoría de Daniel en sus relaciones sociales y laborales ha sido notable, se ha olvidado de la chica que le llevaba por el camino del desamor y frustración contante, para centrarse en su madre... ¡Me siento orgullosa de mi HOMBRE!

Nunca lo había hecho. Nunca lo habíamos hecho. ¡Hay tantas cosas nuevas en mi vida! Daniel y yo nos hemos ido de fin de semana largo por cuatro días, como premio a su trayectoria… Juntos, aparentemente como madre e hijo, pero realmente como dos amantes furtivos. <<SERÍA NUESTRA LUNA DE MIEL>> No deseaba conducir, así que hemos tomado el tren hasta nuestro destino, un pequeño hotel de costa que aún no ha colgado los precios de verano. Estamos en mayo. Dos noches con sus cuatro días para descansar y disfrutar. Iremos a la playa, comeremos y cenaremos por ahí, barato pues no podemos permitirnos grandes dispendios y, sobre todo, nos amaremos. Si soy la primera mujer de Daniel, se merece tener su primera escapada romántica, aunque yo quiero ser la única. Al llegar al hotel elegimos una cama de matrimonio para dormir juntos. Nos duchamos y nos preparamos para salir a dar una vuelta buscando un local idóneo para cenar. 

Mi hijo ha querido jugar antes de salir, pero lo he retenido hasta la noche, quiero que sea especial nuestra noche de bodas, aunque él está deseoso de darme verga, yo deseo que sea mi "Príncipe Azul". Después de cenar paseamos por una feria y nos montamos en los autochoques. Juntos, envestimos a todo aquel que se atreve con nosotros. Me defiende como se espera que un hombre defienda a su mujer, pero se comporta como un crío en los juegos. La vuelta al hotel es agradable… Siento un intenso cosquilleo que recorre las piernas hasta el estómago cuando lo tomo de la cintura, hemos tomado una calle casi solitaria para desinhibirnos y besarnos como dos amantes furtivos. Es poco más alto que yo. Hacemos muy buena pareja pese a la diferencia de edad. A esas horas de la noche nos confundimos como dos novios enamorados.

Debería deshacer el abrazo cuando enfilamos la calle del hotel, más céntrica y concurrida, pero <<¿Qué tiene de malo que una madre y su hijo se abracen?>> Voy colgada de él literalmente, cogida de la mano con los brazos entrecruzados y nuestros dedos también...protegida de mi hombre. En el ascensor me apetece besarlo, nunca lo he hecho en los labios fuera de casa, pero no me atrevo en las zonas comunes del hotel. Parece que Daniel me ha leído el pensamiento. Se me acerca y me abraza. No quiero… decido soltarme. La puerta puede abrirse en cualquiera de las cuatro plantas del hotel y podemos tener un problema. Es al cerrar la puerta de la habitación que lo tomo del cuello y acerco mis labios a los suyos. Será cómico que sepa masturbar a una mujer o realice los mejores cunnilingus de la ciudad y que en cambio no sepa besar con lengua como es debido. Otra tarea en la debo instruirle. Nos desnudamos de pie, lentamente. Sus labios recorren mi cuello, mis tetas, deteniéndose en mis pezones que sorbe como a mí me gusta, bajan por mi vientre ya no tan plano e cuando era una adolescente y su padre me enamoró, se enmarañan en mi monte de Venus que hace semanas que llevo perfectamente arreglado hasta llegar al objetivo…

—“Bebe mi niño, bebe, bébete a tu madre”.

Levanto la pierna para facilitarle la labor, apoyándola en su hombro fornido, pero no me permito llegar al orgasmo. Aún no, cariño. Lo tumbo en la cama boca arriba. Ahora soy yo la parte activa del juego, así que lo voy desnudando pieza a pieza, lentamente, sensualmente. Ya no es aquel crío que se corría a los pocos segundos de notar mis labios alrededor de su glande. Ha ganado experiencia. Ya es todo un hombre. Chupo, lamo, lo preparo pues hoy será el primer día de la segunda parte de la vida de mi hijo…

—“¡Pero no te corras! ¡Eh! Te quiero entero para mi coño…”

Podría permitírselo, pues su empuje juvenil le dota de una velocidad de recuperación encomiable, quiero que el acto sea completo. Cuando considero que es el momento, me siento a horcajadas sobre él tomando con la mano su inhiesto mazo semejante a un buque para dirigirlo a puerto. Me mira excitado, feliz y anhelante. En su juvenil inocencia no ha previsto lo que le venía encima y lo puta que su madre puede llega a ser. Mi experiencia con tantos hombres me ha dotado de una gran naturalidad para lo que otras realizan con torpeza. Respira profundamente sin dejar de mirarme a los ojos, luego se le escapa un flash a como estoy acomodando su glande entre mis labios vaginales…

—“Te quiero, te quiero con toda mi alma”

Le confieso justo cuando mi cuerpo baja para acoplarse con mi amor. <<¡Dios, siento la polla de su padre!>> Por tamaño, por forma, por grosor, por temperatura. POR AMOR. Sé que puede pasar, sé que va a pasar, pero aun así asumo el riesgo. La primera vez en esta aventura quiero sentirla completamente, desnuda como en su primera vez… quiero que me sienta nítidamente, inmaculado. Nunca hemos follado con condón, siempre a pelo, al natural sintiéndonos cada pliegue de nuestros genitales. Comienzo el vaivén, lento, suave para que nuestros sexos se conozcan perfectamente, se compenetren, se acoplen y mi vagina se vaya expandiendo sin rudeza. Voy ahondando un centímetro más a cada sentón, notando su fabulosa verga abrirme por dentro…me parte y me llena de carne endurecida electrificando mi vientre, mi clítoris mi ser entero. Le amaso los huevos ¡¡Me sublima el tacto de sus pelotas!!

—“¿Te gusta amor?” “Sí”

Jadea forzado diciéndomelo todo. Quiero a mi hijo, lo amo por encima del sexo que tanto necesita mi cuerpo, mi ánimo lo necesita mucho más. Así lo siento, así se lo digo mientras su virilidad me llena completamente la vagina a fondo. Subo hasta rozar su glande en mis labios y vuelvo a caer metiéndome todo el rabo hasta las pelotas una y otra vez en sentones que produce un chapoteo de nuestros cuerpos y sexos mojados inconmensurablemente sensual. Me abalanzo sobre su pecho alcanzo su boca, su lengua angosta comienza a lidiar con la mía dentro de un acoplamiento perfecto. Mis caderas no han dejado de moverse y ahora noto como su pelvis responde sincronizada con el mete saca…, se escucha lo mojado de mi coño mezclados con mis gemidos y sus jadeos, lo veo a punto de reventar soltándome todo el cargamento de esperma bien nutrido de potenciales “Danielitos Traviesos” que me desean tanto preñar, como me ama mi hijo. 





A los pocos minutos de haber iniciado la tremenda cabalgada me siento la mujer mejor follada del mundo al percibir la avenida de leche acercándose. Noto el endurecimiento de su masculinidad entre las paredes de mi coño apretado, lo siento convulsionarse y soltar todo el aire de los pulmones provocando la gran evasión de lefa de sus gónadas, en una riada de leche que llena mi vagina de millones de espermatozoides…. Siento los aldabonazos de esperma inundar mi más profunda intimidad, el lugar donde solo su padre me sembró y ahora es ese fruto el que pone su semen en el mismo lugar… Por momentos pienso que las pastillas dejen de ser eficaces con la ingente cantidad de lefa.

—“Sí, córrete mi niño, córrete dentro de mamá mi amor ¡Este es el hogar de tu leche...el coño que te dio la vida!”

Suspiro sin dejar de moverme sensualmente mientras se termina de derramar colmando mi vagina de esperma maravilloso. Su primera vez en nuestra luna de miel, su bautizo en la fornicación vaginal. Cuando un macho llena el coño de una mujer por primera, es justo que descargue todo su engrudo en el conducto de la vida, sin embargo a Daniel se lo he permitido siempre… Su miembro viril no pierde fuerza en ningún momento aunque los espasmos se hayan apagado ¡Divina juventud! Lo aprovecho. Ahora soy yo la que necesita llegar a la meta buscando mi orgasmo, mi clímax, mi éxtasis. Aumento el ritmo, me pellizco los pezones y le obligo a que lo haga él con su boca… 

—“¡Cómeme las tetas mi amor, chúpamelas!” 

Le suplico sin sacarla de mi interior. En pocos minutos, el HIJO heredero del trono toma posesión de su hembra…, mi Daniel me transporta a veinte años años atrás cuando el rey Berni me hacía tocar el Cielo. El nuevo semental de mi vida, me vuelve a follar sin haberla extraído tras su copiosa y monumental corrida, me está dando de nuevo con todo ¡Mi hijo se ha proclamado un fornicador nato! No se le ha bajado la dureza y aún lo veo con ansias de volver a inseminarme…. Es fiel sustituto de su padre aguantando a toda máquina hasta que logro mi más preciado desparrame, corriéndome con la verga de mi retoño horadando mi conejo hambriento. Notaba mis tetas que iban a reventar clavando los pezones en el pecho de mi hijo. He de decir que mi pezones erectos son como mi dedo meñique de grande y se mostraba evidente mi excitación, oscuros, enormes como rosetones y espigados como brotes de esparrago. Él seguía perforando con su verga dentro de mi vientre a la vez que me apretaba contra él cogida de las caderas. No podía aguantar ese baile ancestral de cópula animal, <<¡Cómo deseaba ser follada por mi muchacho, por mi hijo, el joven semental de mi vida!>> 

Sin poderlo evitar mis manos se deslizaron, le cogí por las nalgas haciéndome sentir más su potente tronco endurecido, embobada en su mirada tierna y lasciva a un tiempo. No cabía la menor duda de lo que deseábamos ambos, no deseaba que acabara nunca y tenerlo dentro de mí por tiempo indefinido, quizás como refuerzo de nuestro amor o por experimentar algo completamente nuevo o simplemente no era más que consecuencia del fluir de la naturaleza humana…, simple y natural atracción animal. Sus manos se metieron por debajo hasta agarrarme las nalgas, mi culo apretado y macizo dejó de ser mío para pertenecer al semental de mi hijo. 

Con los ojos cerrados arrimé mi mejilla a la suya, le deseaba. Sus dedos me atenazaban y yo movía las caderas como una zorra caliente necesitada de sentir su polla presionarme bien dentro de mi vientre… tiesa, dura como un tronco de roble no me dejaba fantásticos pollazos. Llevé mis dedos recorriendo todo su terso cuerpo sudado que arremetía sin compasión a punto de reventar. Hacía tanto tiempo que no gozaba tanto de un hombre empalmado que no recordaba el trabajo de hacerlo, máxime cuando el cipote del susodicho macho es de un tamaño poco común. Deslicé mi mano por todo ese pedazo de carne hasta llegar a sus gónadas, <<¡Menudos testículos se gasta también el chaval!>> Pensé de inmediato, no es de extrañar que sean una increíble fábrica lechera. Apenas los podía envolver con una mano todos ellos…, los sopesé como calculando la cantidad de leche que albergaban todavía. Por un momento quería sentir toda su lefa dentro de mí, necesitaba ser follada por mi hijo por toda la noche, necesitaba ser amada por aquel monumento a la potencia sexual simplificada en su inmenso falo.

Le di un beso en la boca clavándole la lengua hasta el galillo, con lujuria y pura lascivia ante su mirada atenta. Él gozaba del espectáculo que le daba su madre… era de locos, no parábamos de transferirnos todos los fluidos de nuestros cuerpos…saliva, sudor, semen y fluido vaginal. No daba crédito a lo que estaba ocurriendo tumbado con mi coño abierto para que lo llenase mi macho totalmente abalanzado sobre su madre despatarrada. En alarde gimnástico, a modo de flexiones sobre mí, su rígido espolón se embutió de una en mi coño... me poseía clavándome su fantástico espigón hasta hacerlo desaparecer en mi raja, por momento recatada, no podría mirarle a los ojos mientras me penetraba…, quizás por eso un poco después me coloqué de espaldas a él como una perra caliente en celo, me abrí de piernas ofreciéndole mi raja del culo abierta, mi ano y la raja entreabierta de mi chumino mojado y chorreando de lefa e hirviendo de fiebre…. Al parecer era menos vergonzosa que me viera en dicha posición, mostrándole mi más guardada intimidad en firme desventaja ante el macho. 

De frente es donde podría dominar sus miradas, sus embestidas, su fortaleza y porque no decirlo su cariño hacia mí mientras me amaba horadando mi coño. En esa postura le dejaba el terreno libre para que pudiera reventarme a pollazos si así lo deseara. Sumisa le noté desde atrás follándome a su libre albedrío, sentí la cabeza enorme de su polla entre mis labios vaginales deseosos de que entrase entre ellos, y lo hizo aquel enorme cabezón encendido. 

¡Se clavó en la vagina caliente, mojada y desesperada que su madre le ofrecía!  Empecé a menear mis caderas como una perra en celo, a sentir como entraba una y otra vez llenándome cada vez más la vagina a cada empellón, haciéndome gozar como nunca lo habían hecho en los últimos diez años por lo menos. Me cogía de las caderas con gran fortaleza, y la clavaba una y otra vez haciendo que mis tetas bailaran a su son, duras, con los pezones erectos y balanceándose a su ritmo como si fueran de gelatina. Mis gemidos de perra se hicieron ostensibles pese a querer evitar ser oída, me avergonzaba que mi hijo me pudiera escuchar como disfrutaba su madre, pero tras unas clavadas hasta el fondo donde noté el golpeteo de sus huevos, me hizo gritar y sus jadeos se unieron a los míos desinhibiéndonos por completo. El chasquido de mi culo contra su cadera, mis gemidos y sus jadeos envolvía la estancia de los sonidos de la lujuria, aquel coito no podría terminar más que con su semilla en mi útero de nuevo. 

El ritmo se tornaba brusco, rápido y demencial. No esperaba menos de un adolescente con tal ímpetu, en donde acoplados por nuestros sexos como dos perros en celo, fornicábamos en plena locura de lujuria cual dos desconocidos... y lo mejor es que sabía como follarme, suave de inicio y un final duro, algo que yo nunca le enseñé ni le dije. No verle la cara me ayudaba a no sentirme culpable y disfrutar mucho más de mi semental. Mis tetas se posaban sobre las sábanas rozando los pezones a cada ida y venida. Apoyada en mis codos casi mordiendo la almohada resistía los embates del grueso y largo cipote de mi hijo entregado a la causa espoleando con todo su cuerpo. Por un momento bajó el vaivén haciéndome notar su glande duro y gordo entre mis apretadas paredes vaginales. Mis músculos vaginales actuaban a la par succionándolo hasta que noté un cálido y cremoso chorro de leche que brotaba potente como la lava ardiendo, llenándome la vagina del esperma espeso de mi hijo. Yo no me corrí, pero el chico debió de correrse como pocas veces lo había hecho, pues no paraba de soltar lechazos a cada convulsión entre esténtores y gemidos que no podía evitar el pobre muchacho.

Me había clavado todo el rabo hasta las mismas pelotas, y en esa posición con un leve mete saca vaciaba todo su semen contenido en sus ciclópeos huevos. El muy cabronazo gemía como un verraco al tiempo que desahogaba toda su contenida virilidad, toda su semilla fértil en lo más profundo del coño de su madre en escandalosamente largos chorros de leche haciéndomelos notar compulsivamente. Caí boca abajo sobre la cama con todo su contenido espermático chorreando por mi raja al no poder contener tanta leche en su interior…, en ese el último empellón que me arrimó con generosa energía caí derrumbaba sobre el colchón a medida que iba extrayendo su verga de mi interior. Al acabar de salir su gordo capullo, brotó su espeso semen en un grueso borbotón deslizándose entre los labios hasta mancharlas sábanas. 

Rendida y colmada de su masculinidad, mi cuerpo ardía completamente acalorada, excitada y plena de satisfacción. Le invité a mamársela limpiándosela, en tanto se recuperaba de tan anhelada batalla… Por fin mi cabeza paró de desear contener la esencia de su virilidad dentro de mi coñito calenturiento por ese día. La lógica no me estaba permitida en mi raciocinio, dada la ausencia de anticonceptivos en tal acto de lujuria. Sí, había dejado de tomarlos para descansar en los días menos fértiles supuestamente. Mirándolo bien en perspectiva solo podemos decir que fue un acto animal, salvaje y puramente cavernícola de satisfacción carnal con un hálito de amor, al menos de mi parte, pues amaba a Daniel…Como hijo, como amante y como hombre dotado de una masculinidad que toda mujer debe saborear una vez en la vida. Recuerdo lo que repetía siempre mi amiga Meche… 

<<A una mujer no la completan hasta que una buena tranca no te metan>> Efectivamente mi querido niño era el poseedor de la tranca que me ha completado, digno heredero de su padre que tanto amé.

Por fin quedo completamente saciada con un segundo orgasmo sin que mi chico haya logrado el suyo...me ha follado durante horas en cuerpo y alma. Su resiliencia me está dejando pasmada, miro el reloj y ha pasado casi hora y cuarto follándome en todas las posturas que nos gusta para gozar de pleno. Ahora me encuentro tumbada mirándole como me perfora, le acaricio el cuerpo, su brazos, su pecho y su cara, mientas Daniel va a volver a eyacular en las profundidades del útero materno…, acelera y de pronto la mete audaz hasta el útero, percibo como se corre por sus gestos, faciales, por sus convulsas palpitaciones en la polla rígida atorándome el coño y por las potentes eyaculaciones que me rellenan mi cavidad más íntima. Se queda unos segundos dentro asegurando la total descarga y finalmente extrae el badajo cayendo rotundo a mi lado. 

Prefiero ponerme encima pero en la postura del misionero y a cuatro patas, me ha parecido que he sido bien ser follada y a él le ha venido mejor hacerlo así. Una segunda follada cabalgándolo, lo ha dejado rendido y exhausto, a mí me van a doler hasta los párpados de tanto ejercicio. Lo he dejado descansar, cual soldado después de la batalla donde se queda profundamente dormido unos minutos más tarde. <<¡¡Es un buen amante, fiel reflejo de su padre!!>> También con él haré lo imposible para mantenerlo a mi lado. Se parece tanto a su progenitor que las tres veces que ha eyaculado en mi interior, he sentido algo extraordinario en el corazón, notar inundada la matriz… ¡¡Lo mismo que cuando Berni me preñó!! En unas semanas saldremos de dudas, sabremos si su viril esperma ha logrado bendecirme con la preñez de mi vientre, su vientre, su hijo… nuestro primer retoño nacido del NUEVO AMOR. Cada día estoy más entusiasmada con la idea de quedarme preñada de mi Daniel ¡Me haría la mujer más feliz del mundo!






Los días siguientes se perpetúan de la misma forma… amanecemos follando antes del desayuno y volvemos a follar en la siesta, para acabar con una buena clavada a pelo antes de quedarnos dormidos hasta el día siguiente. Pasaron solo tres semanas de la vuelta de nuestra “Luna de Miel” y me siento extraña…vómitos y náuseas. El test de embarazo confirma mi malestar ¡MI HIJO ME HA PREÑADO! No espero mucho en decírselo a su vuelta de su trabajo en el Instituto del Deporte… será el padre más joven de entre todos sus amigos. Será nuestro secreto pero él ya será mío por siempre, porque en mi vientre tengo su fruto, y lo lógico es que no sea el último si nos hemos formalizado como pareja de hecho. Como esposa de mi chico... ¡Estoy predispuesta a que me preñe otra vez! Me encantaría tener la parejita de niña y niño de Dani. Me gusta que me folle y ame a un tiempo… y a él estar con su MADRE. En casa, es la naturaleza es quien dicta las normas de convivencia, por eso no hay reparo de darnos amor y sexo, en cualquier momento y lugar.

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