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UNA HISTORIA DE AMOR. Y si tú no has de volver...

    "Y si tú no has de volver" 1ª PARTE "Una para el otro y otra para el uno". Esa frase la repite una y otra vez mi ...

Tradición Familiar. Abuela Amelia




Todos se habían marchado de la academia, pasadas las ocho de la tarde, pero las niñas aún esperaban en mi despacho estudiando. Cuando entré mi hija salió para vigilar y coger el teléfono si sonaba mientras Anaïs y yo estábamos en mi despacho. En un principio me sentí algo cortado comenzando a ojear los libros sobre la mesa y quise leerlos, pero Anaïs posiblemente tenía muy interiorizado el momento y para nada sentía la menor vergüenza o pudor por lo que allí iba a ocurrir. Con todo el descaro posó su mano sobre mi pierna izquierda, por donde descansaba mi verga…, un miembro del que estoy orgulloso y mi mujer también por las satisfacciones que nos da a ambos. En otros tiempos de soltero eso me ha provocado problemas en mi vida.

Comencé a tener una gran erección al instante…ella la notó. Sin esperar a estar completamente erguida me abrió la bragueta y soltó el botón del pantalón. Sobó mi polla sobre el bóxer y pronto apareció la imperativa bayoneta de capullo gordo y rojizo en forma de casco alemán. Su dedo meñique tocó la enorme punta de mi nabo hinchándose. En unos segundos y ya no hubo necesidad de tentativas. Me bajó más los pantalones y metió su manita debajo del bóxer. Sus dedos se posaron sobre el glande de mi pollón y ella empezó a acariciarlo centrando sus ojos negros en él.

La besé en la boca y le introduje la lengua mientras ella aceleraba la caricia en mi verga en círculos haciendo rosca. Me estaba haciendo una buena paja sobándome el capullo. El suceso me turbó, era mi sobrinita del alma. Sin embargo para ello era la culminación de un hecho se había estado gestándose entre mi hija y ella durante semanas… las insinuaciones, las explicaciones y las largas charlas de sexo dieron como resultado aquel momento. Se levantó y me quitó los zapatos e inmediatamente los pantalones, al tiempo que yo me quitaba el polo. Recuerdo estar desnudos, ella con apenas se despojarse de su camiseta y de unos pantaloncitos tipo leggings cortos… allí quedó con un diminuto tanga.

La atraje hacia mí para besarla pegados ambos cuerpos desnudos. La tumbé sobre la mesa, y me recosté encima de su cuerpecito, muy delgadito, blanquito sin apenas vello en su pubis, pero bien delineado, como de modelo, aunque sus caderas bastante estrechas aún por la edad. Hubo juego de manos por todo nuestro cuerpo, sudábamos del calor, la emoción o la vergüenza de vernos en aquel callejón sin salida, bueno sí una sola salida. Le mamé su coñito unos cinco minutos hasta vibró y se tensó en un largo orgasmo. Lloró abiertamente y pensé que todo terminaba en ese instante, pero ella misma me tomó del brazo cuando quise abandonar la oficina…

No tito no te vayas por favor, ¡Házmelo! necesito que metas tu gran polla dentro de mí… Lo espero desde que me contó Mónica lo vuestro y lo que vio cuando os descubrió a ti y a mi tía Amelia follando. A ella le pareció tremenda, y juró que para mí también ¡Quiero que me desvirgues…lo necesito! Por favor no me dejes ahora.

Aquel secreto con contenido de confesión me volvieron una bestia, la tomé de la cintura con rabia sexual. No podía aguantar más, la polla me iba a reventar dura como el pedernal. La abrí de piernas, ella se mantuvo despatarrada en tanto sujetando mi polla repasé mi glande por su vulva abriéndole la rajita. La sobé unos instantes arriba y abajo hasta que encontré la boquita de su coño e intenté meter a pequeños golpes el orondo cabezón evitando clavarla a saco, como solía hacer a su tía Amelia…¡¡Qué coñito más rico!! Aún así se le llenaron los ojos de lágrimas por la emoción o el dolor. Gemía con los ojos vidriosos pidiendo más…, mi intención era penetrarla entera. Busqué una crema de manos que estaba cerca y se la unté en sus labios vaginales. Luego volví a introducir mi enorme verga a fin no dañar tan preciado tesoro. Es muy grande y cabezona. En un primer momento creí que no entraría, al compararla directamente sobre su pubis, con mis huevos en su raja, el estoque le llegaba hasta el ombligo… por dentro al estomago.

Ella gritó alto y sin tapujos justo en el momento que rajé su himen… sentí la estrechez de tela virginal al reventarla, sin embargo no hubo desprendimiento de sangre, a sus 18 años habría llevado demasiado uso unipersonal. Se le bañó de lágrimas el rostro. Me sentí culpable de sus lágrimas, pero ella me suplicó continuar porque todo iba muy bien. Esas palabras me dieron alas y con más ganas se la clavé una vez desflorada, que es el paso peor por cumplir. Le fui insertando todo el bate dentro de su coñito… Creo que la punta del badajo le estaba entrando hasta en el útero… ya no lloraba, solo se retorcía, mientras yo la trataba de mantener inmóvil oliéndole el pelo con furia como un animal. Cuando quiso sacar mi polla de su vagina, volví a penetrar más despacio pero sin parar con cierta compasión. Entré y salí de su chochito unas cuantas veces, cada vez más profundo hasta que ya no podía más y temí terminar en su interior. Entonces decidí darle la vuelta.

Unté crema en el capullo y le metí el pulgar en el huequito blanquecino de su ano. Ella es morenita, pero el culito lo tiene blanquecino, no sé por qué. Puse la punta de mi verga en su entrada entreabierta debido a la dilatación producida por la anchura de mi falo, el ensanche le produjo un pequeño hueco mientras le agarraba hacia atrás su cadera y culo. Empezó a entrar con dificultad, pero al final su vaginita se abrió de nuevo a mi verga como una flor de la mañana. Sus nalgas son delgaditas y apenas protegen el hoyito terso en el centro. El de su tía está ya estrellado y más que bien follado, pero el de la niña no era el momento de horadarlo, se parecía mucho al de su prima, que tampoco me había atrevido aún a taladrarlo.

Entonces le abrí las nalguitas con una mano mientras pulsaba con el pulgar su anito, a la par que dejé ir todo mi sable dentro del coño con mi visión desde arriba de su culo pequeño frente al gran torpedo insertado. Logré meter toda mi tranca en ella y estuve yendo y viniendo con furia. La niña aguantaba al borde del desmayado por el gozo que recibía… dejó de gritar y de morder la camiseta… se quedó toda floja. Mi verga estaba toda dentro de su conejito recién estrenado…la extraje y fui a por unas toallitas húmedas para limpiar y aliviar su quemazón de chocho irritado de mi sobrinita.

Aproveché el descanso para alargar mi excitación, ella se reanimó un poco, pero no se movía mucho porque decía que le había gustado tanto que estaba en la gloria. Su chochete expuesto era demasiado tentador, me puse entre sus piernas y Anaïs dio un suspiro hondo cuando por fin volvía a clavarle la enorme verga abriendo su rajita en dos… esta tercera incursión fue más fácil y menos dolorosa al estar despatarrada, a pesar que mi verga estaba más grande y roja que de costumbre. Aún no había echado mi leche que tenía reservada de tres días sin eyacular.

Entonces la agarró cuando se la puse frente a su cara, en nada se vio obligaba a arrodillarse sobre la alfombra a lamer desde mis huevos hasta la punta del glande. Empezó como con mordiscos y le fui diciendo cómo tenía que hacerlo. Cuando tocaba mi verga con los dientes le daba un toque en la cabeza. Aprendió rápido… Como una piruleta, le dije, y empezó a hacerme la mamada de su vida. Cuando estaba a punto de reventar, la cogí del pelo sin miramientos y le metí la cabeza de mi verga en su boca. Ella intentó tomar el rabo con las manos para evitar que entrara todo en su boca, pero al final accedió.

Rodeó con mis manos mis nalgas y la guíe para que introdujera el dedo índice derecho en mi ano, mientras empecé a mover mi verga en su boca, primero hacia los lados y luego de frente hasta que sentí claro que toqué su campanilla. La niña dio un brinquito y pareció tener una arcada, pero siguió mamándomela. Me siguió metiendo ahora dos dedos en el culo, mientras empecé a entrar y salir en su boca con todo mi cipote hasta que ya no pude más y exploté. La primera descarga se le debió haber ido hondo porque intentó zafarse y tembló como en una arcada, casi se ahoga.

 Entre sonidos guturales y gemidos apagados fue recibiendo toda mi descarga de semen, chorro a chorro creo que vacié como medio litro. Observé sus intentos de retenerlo en la boca sin tragarlo, pero era tal la cantidad expelida en su boquita que tal volumen ejercía bastante fuerza dentro de su boca siendo imposible retenerlo todo. Empezó a dar tragos aún antes de que terminara de disparar leche dentro de la boca. Se lo tragó todo y sólo le quedaron hilitos que parecían de almidón en las comisuras de los labios.

 Cuando al fin saqué mi polla y le di un beso largo, le mordí los labios con mis dientes. Tenía su carita morena de colegiala asustada llena de lágrimas, pero se abrazó desesperada a mí y me pidió que la dejara descansar en el sillón hasta que se recupera. Abrazados desnudos, nos quedamos un buen rato, para después limpiar todo darnos una ducha. Me hallaba poniéndome la ropa cuando entró ella con una toalla atada a sobre sus pechos… solo le cubría por encima de su coñito que se perfilaba precioso recién estrenado…

Gracias tío, ha estado muy bien aunque al principio me ha disgustado beberme tu leche… la esperaba dentro de mi coñito la verdad.

Me empezó a sobar la polla sobre el bóxer y la calentura surgió de nuevo. Ella me invitó a sentarme sobre la silla y me despojó de toda vestimenta. Dejó caer la toalla para ponerse sobre mis muslos, ella misma tomó el cipote por debajo del glande y sin más se lo caló en su chocho viéndola entrar en su conejito…

Tito, ahora ni sentarme voy a poder. Me has dejado toda abierta.

– Así te he hecho una mujer cariño, le dije con cierta falta de tacto.

Fue haciéndose con la situación a base de sentones cada vez más fuertes y profundos, haciendo pie en el suelo me cabalgaba a todo trapo mirándome a los ojos. No cambiamos de posición en los siguientes minutos hasta que no consiguió su regalo de iniciación. La polla se me tensó y un latigazo azuzó a mis pelotas a expulsar el resto de semen que pudiera quedar… Los chorros de leche se concatenaron llenando el útero recién estrenado de mi sobrina Anaïs.

Nos quedamos abrazados unos minutos en la misma postura con todo el badajo enterrado en aquella rajita imposible de albergar tamaña verga, pero sí, allí estaba la niña engulléndose todo el tronco de su tío político. Cuando nos desacoplamos, ya habían pasado al menos una hora de la llegada a la oficina y nos repusimos rápidamente cuando nos sorprendió el  timbre del teléfono. Se oyó la voz de Mónica diciendo que si tía preguntaba por su hija.

– Quédate aquí, tito mientras vuelvo, me imploró.

Se vistió rápido sin ropa interior, con su camiseta y el pantaloncito sin bragas, y se fue caminando un poco dificultosamente para ir a hablar con su madre. Aproveché el momento para asearme con una buena ducha. Para cuando salí las niñas ya estaban preparadas para irnos de la academia. A Anaïs la dejé en su casa en aquella bonita tarde veraniega. Esa noche no pude dormir de felicidad. La verga me ardía por las incursiones de sus dientes infantiles en la punta y la estrechez de tan hermoso coñito desflorado, pero me sentí realizado.

A la mañana del día siguiente recibí su beso afectuoso de gracias de Mónica, mucho más cerca de la comisura de lo normal…

No lo podemos dejar así, papi, ¡Quiero que me lo hagas de nuevo en cualquier momento que tengamos

A pesar de mi promesa volvimos a follar unas cuantas veces más en una aventura que de no cortarla a tiempo se prometía seria, hasta el punto que me conmovía y me angustiaba. Si nos descubren pienso que me hubiera matado mi esposa. Lo cierto es que Mónica desde entonces se le veía menos discreta e más impúdica, violentando en ocasiones a su hermano y a su madre… no me extrañaría que con los chicos que sale ahora se haya vuelto una experimentadora sexual.

Después de echar siete u ocho polvazos, las niñas perdieron interés en su viejo desvirgador y no se volvió a repetir con esa frecuencia, solo de vez en cuando lo hacemos cuando se tercia la ocasión idónea, como ayer, se coló en mi ducha matinal insinuando volver a follarla. Creo que mi hija, es ese tipo de mujeres, que cuando se calienta necesita un hombre de confianza para que se la metan… lo veo como un reflejo de su madre, pues Amelia con 18 años, necesitaba diez polvos semanales para calmar su instinto, y le parecían pocos.

Por entonces dio conmigo cuando coincidimos en el mismo grupo de bachiller, y tras el viaje de estudios a Atapuerca, descubrimos que éramos complementos sexuales perfectos. Ahora temo que mi hija no logre encontrar a su complemento y se tire por el mal camino de la insatisfacción y del desenfreno, me sentí celoso y agobiado por ella, es un problema serio que no puedo solucionar por mucho que la quiero y amo, es mi hija y sufro por ella ¿Qué hago? Me siento fuera de este mundo con esa niña tan bella, no sé cómo acabará, solo deseo lo mejor para mis hijos, en especial para Mónica.

Al poco tiempo de cumplir los 19 años, mi madre reveló estar preñada de su novio motorista, un tipo que igual de rápido llegó a nuestra vida, se esfumó a las primeras de cambio. No sabían si la había preñado el motorista o no, lo aceptaron mirando para otro lado, porque más valía la pena tragar con una reputación de putita libertina que con una familia incestuosa. Pasar por alto el incesto los integraba en una familia feliz común española, recta y creyente de clase media cercana a la iglesia que ha tenido un desliz…, con los años el abuelo pudo llegar a ser maestre principal de la cofradía del Santo Sepulcro… aún con increíbles historias de incesto. Mi madre prosiguió revelándome la tercera gran historia familiar de mi abuela Amelia junto a su hermano Diego…¡¡Sexo incestuoso, Amor y Familia!! Todo configurado en un contexto paralelo a la vida cotidiana, en perfecta armonía simbiótica con ella. En verdad como lectores acérrimos de la biblia, tan solo emulábamos el antiguo testamento, evadiendo todo peso de conciencia ¡¡Qué mejor ejemplo a seguir para una familia Católica!! ¡¿Se explica ahora la reacción de aceptación de Amelia ante el desvirgue de su hija?! Si la biblia está copada de incestos, ¿Por qué no aceptarlo?

Mi nombre es Amelia, solía leer con cierta frecuencia historias de incestos que surgían en la prensa, en especial en “El caso”, quizá porque he tratado de ahondar en la forma cómo nacen las experiencias de este tipo, en un intento de comprender mis propias vivencias en casa cuando encontré el panorama de ver a mi hija Mónica recién desvirgada por mi marido, su propio padre… y lo inaudito de desear incontrolablemente…a mi hermano de sangre años atrás en plena adolescencia. Parecía ser un estigma que no puedo borrar.

Diego es mi hermano mayor, crecimos en una familia tradicional, en cuyo seno se podía respirar amor. Nuestros padres forjaron un hogar estable, brindándonos un ambiente idóneo para que nuestra infancia se desarrollara a plenitud. Nada había de especial en nuestra relación de hermanos, nunca nos miramos de manera distinta  a lo normal, ni sucedió algo que pudiera marcar nuestra sexualidad, o nos indujera a tener un vínculo más profundo, al contrario, solíamos tener las típicas peleas que se dan en la mayoría de familias convencionales.

Durante la juventud casi nos ignorábamos, Diego llevaba su vida totalmente independiente de la mía, salía con cuanta chica podía y lo que menos le interesaba era mi compañía,  lo cual era totalmente correspondido de mi parte. Por aquel tiempo yo apenas había descubierto el placer en mi propio cuerpo, iniciaba con mis primeras caricias y honestamente nunca se me cruzó por la mente mi hermano como objeto de deseo, mis fantasías eran con amores platónicos  y mis conocimientos del sexo lo que asimilaba en charlas con amigas o lo que leía en alguna revista de tinte erótico que lograba conseguir, en fin como dije antes, solo éramos dos hermanos comunes y corrientes.

Pese a ello, debo reconocer mi hermano era apuesto, de piel blanca, cabello castaño claro, alto, con cuerpo atlético y un rostro armónico de rasgos muy masculinos, y aunque no me  fijaba en esos detalles, mis amigas me lo hacían notar en cuanto tenían una oportunidad, ventilando con lujo de pormenores todo lo que harían si tuvieran el acierto de llevárselo a la cama, pero a Diego le atraían las chicas maduras y a mis contemporáneas las ignoraba olímpicamente, no se diga a mí, siendo su hermana.

Nuestra historia dio un gran salto a lo imprevisible, después de que Diego culminara los estudios de bachillerato, era un chico brillante, por lo que no causó sorpresa que se graduara con excelentes calificaciones, las mismas que desbordaron el orgullo de nuestros padres, quienes decidieron premiarle cumpliendo el sueño de todo joven, tener su propia  motocicleta. Era increíble que mi hermano tuviera una moto, un sueño hecho realidad, pero lógicamente las cosas no resultaron tan beneficiosas para mí, puesto que Diego evitaba al máximo llevarme, únicamente lo hacía cuando se sentía casi obligado por la petición de mis padres y procuraba siempre que fueran paseos cortos argumentando alguna ocupación.

Para mi sorpresa, una tarde de sábado, Diego me pidió que le acompañara a un pueblo pintoresco llamado San Algarín de la Sierra que dista a una hora de casa; casi no podía creerlo, mi hermano voluntariamente me invitaba a pasear en su moto ¡Estaba loca por montar en esa máquina! Sin pérdida de tiempo y sin caber de  alegría me vestí, recuerdo como si fuera ayer que  me puse unos pantaloncitos blancos y un top verde. En el interior llevaba unas braguitas blancas de algodón y no usaba sujetador gracias a que mis pechos eran una belleza aún en flor, unas tetas de pezones rígidos y tan tiesos que desafiaban la ley de la gravedad. Me miré en el espejo, una carita inocente se reflejaba, brillaban unos dulces ojos marrones que contrastaban con la sensualidad que se podía adivinar en mis  labios gruesos. Un rostro bonito  enmarcado por un cabello ligeramente ondulado de color castaño. Piel blanca, de cuerpo menudo y proporcionado, pechos pequeños, cintura definida, con caderas amoldadas a la deliciosa forma femenina, glúteos levantados respingones y muslos fuertes, atributos que aún ahora siguen siendo mi orgullo.

Temiendo que mi hermano se impacientara, sin mayores retoques corrí a su encuentro y trepé en la motocicleta, agarrándome de su cintura. Diego amaba la velocidad, la libertad y sentirse dueño del mundo, así que no me sorprendió que inmediatamente acelerara. A mi gustaba disfrutar de la brisa, de  esa sensación de tener alas y cabalgar entre nubes, pero me asustaba su ímpetu, así que le rogué que fuera más despacio, pero mis súplicas eran vanas, pues  Diego aceleraba más causándome cierto temor y subida de adrenalina para compensarlo.

En un intento  de asegurarme para no caer, me apreté contra su cuerpo, abrazándole fuertemente…, creo que nunca lo había tenido tan cerca, al menos no que lo recordara. No sé  porqué, ni en qué momento sucedió, pero de pronto el temor había desaparecido completamente, y extraña e inesperadamente, una hermosa sensación de placer se estaba apoderando de mi cuerpo. Aún ahora no entiendo aquella repentina transición, no sé si fue la adrenalina de la velocidad, la vibración de la motocicleta, la absoluta cercanía, un lapsus hormonal o una mezcla de todo, pero mis pezones estaban altivos, endurecidos como nunca habían estado, hasta el punto de causarme un dulce dolor al clavarse en la espalda de Diego.

No podía contenerme, simplemente me dejaba arrasar por aquella sensación inigualable de goce que descubría en la proximidad con mi hermano. No había culpa ni vergüenza, simplemente me apreté más dejando que mis senos se aplastaran contra su espalda, mientras  mis brazos se aferraban a su cuerpo. Mis piernas abiertas adheridas a su cadera incrementaban mi excitación y el roce de mi pubis contra su cuerpo, me llenaba de un morbo incontrolable; estaba alterada, inquieta, y mi sexo se humedecía cada vez más… Me sentía tan feliz  al descubrir aquella nueva forma de placer, que cuando llegamos a nuestro destino y bajé de la moto me pareció despertar del más hermoso de los sueños.

Tomamos una gaseosa en una confitería del pueblo, casi sin intercambiar palabras entre nosotros, descansamos unos veinte minutos e inmediatamente emprendimos el viaje de vuelta. El regreso fue similar, el deseo volvió a despertar sin respetar parentescos ni sangre, no racionalizaba, simplemente el instinto me obligaba a apretarme más contra él, buscando mayor contacto. Mis tetas restregadas contra la espalda de mi hermano despertaban el hambre en mi sexo, un hambre inquietante, propia de una muchacha aún inocente. Estaba tan eufórica por el efecto que su calor producía en mi vagina, que lubricaba abundantemente, sentía como mis líquidos humedecían mis bragas, y no solo eso, sino que por primera vez en mi vida, sin necesidad de tocarme yo misma, y tan solo por  las nuevas sensaciones que me producía su roce y la vibración de la moto, tuve un orgasmo, un orgasmo tan intenso, que cuando bajé de la moto, sentía mis piernas debilitadas…, sin embargo, con una rápida mirada, tuve tiempo para notar la turbación en el rostro de Diego y el bulto enorme que su polla hacía en el pantalón.

Sin decirnos una sola palabra me encerré en mi habitación cuando él se quedó a limpiar la moto en el garaje. Tendida en mi cama repetía cada sensación, no sabía si alegrarme por lo sucedido o recriminarme, ¡¡cielos!! ¡¡Era mi hermano!! Mi hermano al que nunca había mirado como hombre y que ahora sin que yo misma pudiera entender cómo, me había provocado un orgasmo. Me preguntaba que estaría pensado Diego, ¿Cómo se sentiría? el bulto en su entrepierna me hacía suponer que me sintió, que mis pequeños estremecimientos le excitaron.

Le oí entrar a su cuarto y darse una ducha previamente a tumbarse en su cama. Cómo me corroía la curiosidad de saber si allí refugiado en su cuarto se acariciaba, si su verga se empalmaba recordándome, y si su semen regaba sus manos  mientras pensaba en mí. Después de ese día, como si tuviéramos un convenio tácito, Diego me invitaba a pasear en moto por las tardes, e inevitablemente se repetía lo mismo de la primera vez…

Nunca hubo un comentario entre nosotros acerca de lo que nos sucedía en esos viajes, pero ambos sabíamos, aún sin cruzar palabra, el inmenso placer sexual que nos proporcionábamos.

Un tiempo después, cuando Diego se preparaba para ir a vivir a Córdoba debido sus estudios universitarios, un amigo tuvo un accidente en motocicleta y pasó por momentos de mucha gravedad, que hicieron incluso temer por su vida. Demás está decir que mis padres movieron cielo y tierra hasta convencerle de vender la moto y a cambio le compraron un coche, de esa forma nosotros ganamos en seguridad y nuestros padres en tranquilidad, pero de esa forma se cerró una etapa de nuestras vidas que continuaría años después.

Como dije antes, Diego se trasladó a otra ciudad, ello implicaba que nos viéramos menos, y ese deseo que nos había despertado mil inquietudes, pareció adormecerse temporalmente en nuestra piel.

Con el paso del tiempo, debido a mis estudios veterinaria,  tuve que trasladarme a Córdoba… compartiendo el apartamento con Diego. Desde los primeros días de convivencia, me di cuenta que la indiferencia que mi hermano intentaba demostrar en casa de nuestros padres, perdía fuerza, la atracción inexplicable que sentíamos pese a ser hermanos, despertaba con nuevos bríos y al estar solos, las situaciones comunes, inevitablemente se volvían en trampas, que nos conducían a una solo camino…

 Varias veces por la noche, mientras veíamos la tele, le sorprendí escudriñando mis piernas en forma disimulada y en lugar de cubrirme, fingiendo distraimiento dejaba que mi batita se deslizara hacia la parte superior de mis muslos…, no sé que pretendía con eso, ni hasta donde quería llegar, pero amaba sus ojos acariciando mi cuerpo. Me enternecía su voluntad por resistir, por apartar la vista de mis pezones cuando éstos se erguían y se evidenciaban bajo la ropa, y pese a todo su esfuerzo, más de una vez noté  su erección y los vanos intentos que hacía por disimularla.

Era un juego peligroso, pero excesivamente apasionante y que invariablemente terminaba cuando  a solas en mi cama, me acariciaba y me proporcionaba placer imaginando su cuerpo sobre el mío, sus manos adueñándose de mi carne y su sexo invadiendo mi epicentro…

El viernes en que cumplí 19 años, nos quedamos en la ciudad, ya que el sábado por la mañana ambos teníamos exámenes trimestrales…, así que después de haber ido juntos a cenar y de saludar a nuestros padres telefónicamente, nos fuimos como de costumbre a dormir. Intenté hacerlo durante media hora…no lo podía  lograr, había en mi cuerpo una inquietud más fuerte que otras noches, las ansias reprimidas estaban tomando control no solo de mi cuerpo, sino también de mis emociones y más aún de mi raciocinio…, fue entonces cuando tomé la gran decisión.




Me levanté, llamé a la puerta del dormitorio de Diego quien estudiaba recostado en su cama, le pedí que me dejara estar un rato con él, porque me sentía un poco triste. Creo que le sorprendió mi petición, pero aceptó de buen agrado, se deslizó hacia un costado y me hizo lugar. Me acosté a su lado dándole la espalda, le pedí que  se diera la vuelta hacia mí, quedando su pecho pegado a mi cuerpo; hice que pasara su brazo por sobre mí cintura y tomé su mano entre las mías, de ésta manera me sentí protegida y mimada. Cerré los ojos y comencé a soñar despierta. Tenía una mezcla insoportable temor e incertidumbre por lo que pudiera pasar y una excitación sexual tan intensa, que mi cuerpo vibraba sin que yo pudiera controlarlo.

Al notar mi temblor, Diego me oprimió más contra él y me pidió que estuviera tranquila, que dejara de estar triste, pues al parecer interpretó que yo estaba nostálgica, por ser la primera vez en mi vida que pasaba un cumpleaños fuera de la casa paterna. Estar recostada en sus brazos me dio calma y casi  sin darme cuenta me quedé dormida. Fueron tal vez, unos pocos minutos, pero desperté sintiendo el cuerpo de Diego contra el mío y la presión de su rabo erguido contra mis nalgas.

Cuando advirtió que me había despertado intentó separarse de mí, pero en un gesto audaz que aún no logro explicarme como pude realizarlo, pasé mi brazo por detrás de sus glúteos y con mi mano lo oprimí contra mi cuerpo. No pudo evitar que su verga erguida se apretara entre mis nalgas y que comenzara a palpitar y a abrirse camino entre ellas, de tal manera que parecía tener vida propia. Sumando más audacia a la audacia ya tenida, deslicé la mano suya que tenía aún atrapada entre las mías, la llevé hasta mi chochito y la oprimí contra él.

Ya no había vuelta atrás…. Permanecimos en silencio unos minutos, durante los cuales solo se escuchaban nuestras respiraciones agitadas y el latir de nuestros corazones. Con mucha suavidad guié sus dedos entre los labios de mi vulva y cuando él comenzó a acariciarme aceptando mi invitación, me levanté la camiseta de manera que su cipote, que había salido del bóxer, entrara en contacto directo con la piel de mis glúteos. Sin decir una palabra y sin cambiar la posición en la que estábamos, excepto algunos pequeños movimientos para que nuestros cuerpos se ajustaran más íntimamente el uno al otro, empezamos a tocarnos en forma suave.

Mi mano acariciaba su virilidad y le fui guiando entre mis nalgas para que su glande quedara apoyado sobre mi orificio anal. Sus dedos daban a los labios de mi vulva y a mi clítoris tanto placer, que no podía evitar que de mi garganta salieran gemidos descontrolados. Su otra mano acariciaba y oprimía mis pezones y su boca lamía y mordía mi nuca. Comenzamos a movernos en forma rítmica y acompasada con su polla en la raja de mi culo siendo pajeada por mis nalgas. El frotamiento entre su miembro y la zona de mi entrada anal era facilitado por la lubricación proporcionada por su líquido pre seminal y mis propios jugos.

Nuestros movimientos se hicieron desenfrenados, el placer era tan intenso que ninguno de los dos pudo resistirse e intentar alargarlo. Respingué mi culo a fin de dar mejor acceso hacia mi conejito que sin duda pedía ser alimentado, Diego lo entendió debidamente porque en nada su capullo se encontraba enfilado en mi entrada vaginal. Comenzó a empujar consiguiendo retraer su prepucio con mis labios vaginales de tan apretado que tenía mi coñito. Con pequeños empellones fue clavando su dura virilidad dentro de mí. Percibía más de la mitad de su tallo incrustado en un mete y saca cadencioso paulatinamente acelerado.

Estaba siendo desvirgada aunque mi himen lo rompí hace tiempo masturbándome con un pepino, eso nos daba la ventaja de evitar el desagradable sangrado. Diego agitaba su cadera magistralmente sacando y metiendo toda la verga ayudado por mis sentones hacia él buscando mayor profundidad. Sus pelotas compactadas formaban una gran bola dura rebotando en mi chocho en cada búsqueda de mi fondo uterino. Sus jadeos cerca de mi cuello se mezclaban con mis gemidos creciendo en volumen a medida que él iba follándome con más intensidad apretando mis tetas con sus fuertes manos. De vez en cuando me besaba el cuello y la mejilla sin querer llegar a mi boca, para bajar a mis pezones que chupaba cual si fueran un helado. No puedo recordar el tiempo que nos hallábamos acoplados, pero el intenso mete saca y el acelerado jadeo de su boca era un claro indicador de la inminente corrida.

De pronto paró clavando toda la polla en mi coño, justo cuando percibí los chorros de leche que se precipitaban en mi matriz…uno tras otro fueron inundando de cálido y húmedo esperma mi conducto vaginal por primera vez en mi vida. Aquella sensación de sentirme hembra, además de mujer ocasionó mi propio orgasmo también; casi al unísono ambos llegamos al clímax. Mi orgasmo fue de una intensidad tal, que no pude evitar que se me escapara un grito, que incluso a mi me desconcertó. Pareció que este grito fuera el detonante para que Diego descargara una mayor cantidad de semen con su eyaculación.

Jamás voy a poder describir la sensación de felicidad que me invadió en ese momento. Aún hoy, cuando lo recuerdo, no puedo evitar un estremecimiento. Nos quedamos inmóviles largo rato acoplados, como no queriendo desincrustar su polla de mi acogedor interior. Más tarde, cuando ya nuestros cuerpos se habían serenado, me levanté, me lavé  para irme a mi cama. Escuché como Diego hacía lo mismo y volvía a su lecho. Mientras sucedía todo esto que  acabo de contar, como era nuestra costumbre no intercambiamos una sola palabra. Ya en mi cama, tarde muchísimo en dormirme, pues a la felicidad que me proporcionaba lo que había sucedido con Diego, se contraponía el temor que sentía por lo que iba a pasar a la mañana siguiente, cuando tuviéramos que enfrentarnos cara a cara. Introduje un dedo en mi vagina y extraje un poco de mis jugos mezclados con su leche, me los llevé a la boca saboreando con intensidad mi primer polvo… me sentía orgullosa y feliz de estar llena de su semen.

El despertar, si bien fue intempestivo, no fue traumático en absoluto. Ambos nos quedamos dormidos más de la cuenta. Diego fue el primero en despertarse, me gritó desde su dormitorio que me vistiera rápido pues llegábamos tarde a los exámenes. En un par de minutos estábamos listos. Bajamos y corrimos tomados de la mano las cinco manzanas nos separaban de la facultad. Llegamos con lo justo para realizar las pruebas, que por cierto más tarde nos enteramos que las aprobamos satisfactoriamente. Ese día entre los parciales y luego viajar al pueblo con nuestros padres que nos vinieron a buscar para festejar mi cumpleaños, no tuvimos un minuto a solas para comentar lo sucedido en la noche anterior, solo logramos intercambiar alguna que otra mirada.

El domingo por la noche regresamos a Córdoba. Durante el viaje hablamos de cosas triviales, tal como suelen hacerlo  los hermanos y no hubo ninguna mención de lo sucedido entre los dos. Cuando llegamos al apartamento comimos algo en forma rápida y luego tal como era nuestra costumbre desde niños, tomamos un baño  antes de ir a dormir. Primero se duchó Diego y se encaminó a su dormitorio vestido únicamente con un bóxer. Cuando pasó frente a mí, dirigí una mirada  al bulto que se le formaba en su entrepierna; me sonrojé  cuando nuestras miradas se cruzaron, y el por su parte  me sonrió con sus ojos sin decir palabra. Entré en la ducha temblando de pies a cabeza.

Mis pezones estaban tan endurecidos que sentía una extraña mezcla de placer y dolor cuando los rozaba con mis dedos mientras me enjabonaba. Estaba tan excitada que  tuve que hacer un gran esfuerzo para no tocarme mientras la tibieza del agua me acariciaba. Vencí la tentación, me sequé  y salí de la ducha  cubierta tan solo con una batita de dormir. Me dispuse a apagar las luces y sin poder evitarlo, me detuve frente al dormitorio de Diego, que por el ruido me di cuenta que aún tenía encendido el televisor. Coloqué la mano en la manilla y en un nuevo arranque de osadía, abrí su puerta. Al verme no se mostró sorprendido, solo me miró fijamente, como si quisiera transmitirme todos sus deseos. Le  pregunte si podía pasar. No respondió, pero se deslizó en la cama haciéndome lugar e invitándome con sus ojos a que me acostara a su lado. En toda la noche no hubo más palabras, únicamente  caricias.

Al reflejo de la luz del televisor repetimos lo que ya habíamos hecho anteriormente, pero esta vez con mucha más confianza y sin ningún tipo de temor a ser rechazados. En la misma posición que la vez anterior nuestros cuerpos, que ya se conocían, se entregaron al placer.

A las caricias, roces y pequeños mordiscos en el cuello y hombros que me proporcionaba Diego, se sumaba la maravillosa sensación de sentir el glande de su polla intentando infructuosamente penetrar mi ano. Su líquido pre seminal hacía que la presión que ejercía su miembro sobre el mismo, se transformara en una sensación tan suave y maravillosa que me hacía desear con todas mis ansias que se produjera la penetración, que por otra parte consideraba casi imposible ya que el tamaño de su verga no era de manera alguna compatible con la pequeñez de mi orificio. Incluso pensaba que los cuatro centímetros de grosor, junto a los más de dieciocho de longitud me parecía una polla excesiva para mi estrecha y pequeña vagina imposible de albergar tamaña masculinidad, sin embargo ocurrió tal vez por mi disponibilidad a ser penetrada, mi vagina se dilató con mayor facilidad.

Mis manos guiaban las suyas sobre mis pechos y mi sexo, sus dedos trabajaban incansablemente procurándome las sensaciones más excitantes que había tenido hasta entonces. Así, consumidos ambos por el deseo, llegamos a la culminación del acto de forma similar a la primera ocasión. Me volví a entregar completamente aplacando los ardores de tantos años de adolescencia inerte esperando al hombre adecuado. Esta vez era de tal magnitud la excitación, que nuestros cuerpos tardarían mucho en serenarse. Me abrí de piernas recostada sobre mi espalda y mi hermano no dudó en posicionarse sobre mí apoyado sobre sus codos a fin de no ejercer demasiada presión sobre mi cuerpecito.

Colgada se su cuello lo atraje a mi boca, esta vez sí que nos besamos con apasionado delirio. Mientras nuestras bocas se fundían con las lenguas luchando por ser las que más placer dieran al otro, nuestros pechos se apretujan clavando mis pezones en su firme y fibroso cuerpo proporcionándome escalofríos en forma de corrientes eléctricas. Prácticamente no hizo falta la intervención de nuestras manos en la guía de su portentosa verga a la hora de encontrar la entrada del recreo. Punzó el duro espigón acertando a la segunda y una vez albergado su glande entre mis labios, mi coño succionó aquella gran polla sin el menor problema. Me hallaba excesivamente lubricada para que su gorda virilidad tuviera complicaciones de inmersión, por tal motivo no dudó en calarla entera una y otra vez aplastándome contra el colchón.

Al rato me posicionó de medio lado con una pierna levantada y a modo de tijera me folló con clavadas tan profundas que de mi garganta solo salían gritos de gozo. En esa posición me sujetaba del culo deslizando uno de sus dedos en mi orificio anal, procurándome una doble penetración más que sugestiva. Mis tetas se bamboleaban arriba y abajo a cada empujón, intentando sujetármelas mi hermano me agarró una de ellas consiguiendo un apoyo idóneo para clavarme con mayor intensidad. Me estaba matando de gusto dejándome llevar sin atender a que hoy también le dejaría vaciarse dentro de mí. No lo podía evitar, me gusta mucho más que a él ser inseminada.

En un gesto de gran habilidad me giró a cuatro patas medio recostada… Diego adquirió una posición de entrada casi vertical perforándome mi maltrecho conejito. Sujeta por el culo con sus dos manos me atraía hacia él a la mismo tiempo que empujaba hacia dentro golpeando sus huevos contra mi vulva en un arrebato de pasión que se aceleró hasta llegar empezar a soltar chorros de leche espesa dentro de mí. Su esperma se agolpaba en la entrada de mi matriz copándolo por completo. Con toda la vagina inundada sacó su verga haciendo un chasquido de vacio al salir su gordo capullo…. Más tarde repetimos la ceremonia de la noche de mi cumpleaños y cada uno durmió en su cama hasta el día siguiente.

A la mañana, cuando desperté, Diego ya se había ido a la Facultad, yo tenía el día libre y aproveché para quedarme en la cama repasando todo lo sucedido entre nosotros. Rememorar lo vivido con él, hacia que en mi cuerpo renaciera cada una de las sensaciones placenteras y deseara revivirlas en ese mismo instante. Luché contra mis deseos de satisfacerme en solitario y me concentré en tratar de imaginar cómo continuaría la hermosa relación que estábamos viviendo.

Sabía que era y debería ser siempre un secreto celosamente guardado, pues la sociedad y sus convenciones nunca aceptarían una relación sexual entre dos hermanos, sin dejar de lado, el inmenso dolor que causaríamos a nuestros padres si llegaran a saberlo. Un incesto nunca está bien visto por nadie… Agravaba a todo lo expuesto, el hecho de que no habíamos intercambiado una sola palabra  al respecto, pues en todo momento había sido el instinto puramente sexual lo que guiara nuestra acción. En fin…, pensaba, y cuanto más lo hacía más me desesperaba nuestra situación, no solo por lo complicada que era, sino también porque muy dentro de mí intuía, que ya no me sería posible vivir sin las caricias de Diego.

Lloré de angustia hasta quedarme nuevamente dormida. Cuando volví a despertar y mientras me vestía para encontrarme con Diego en el comedor de la Facultad, medité en que no podíamos seguir huyendo, ni ignorando lo acontecido, así que decidí afrontar la situación.

Cuando lo vi, mi hermano tenía una amplia sonrisa en sus labios. Antes  de que pudiera intentar hablar con él,  me dijo que iríamos a almorzar en otro lugar porque era muy necesario que tuviéramos una conversación lejos de la posibilidad de ser interrumpidos por algún compañero de estudios. Me sobresalté un poco, pero su sonrisa y la dulzura de su mirada me tranquilizaron y tomados de la mano nos alejamos del lugar.

Almorzamos juntos, luego fuimos a tres lugares diferentes donde tomamos café, y culminamos con una cena. No esperaba que la charla pudiera ser tan extensa, tan amena y tan libre de prejuicios. Nos contamos todo lo que sentíamos y lo que habíamos vivido en esa etapa de tanta confusión emocional.

Diego confesó… – Lili, te deseo desde hace tanto, en realidad son años los que llevo soñando contigo, he luchado por apartarte de mi mente, por mantenerme alejado de ti, porque pese a la fuerte atracción, no podía dejar de pensar que eras tan solo mi hermanita a la que de ninguna forma quería lastimar…

Yo lo miraba con dulzura mientras escuchaba en silencio y  él con los ojos clavados en los míos continuaba…

Me di cuenta que a ti te pasaba lo mismo, aquella tarde que viajamos a San Algarín de la Sierra en motocicleta, allí noté tu excitación, desde ahí los paseos que dábamos fueron un placer y un sufrimiento inmenso, puesto que sentir tus pechos erguidos contra mi espalda y tu cuerpo buscando más cercanía, me enloquecía y por otro lado al ser tu hermano mayor, sentía que me estaba aprovechando de ti, pues no era capaz de controlar la situación. No sabes cómo luché por alejarme de ti, y cuando  me fui a vivir a Córdoba, creí que al fin lo había logrado. Luego cuando tuviste que mudarte conmigo, todo se derrumbó, pasaba tantas noches sin conciliar el sueño, sabiendo que estabas a pocos metros de mi dormitorio; llegó a tal punto mi obsesión que cuando hacía el amor con alguna chica, pensaba en ti, en tu cuerpo, en tus caricias; otras tantas veces me bastaba con pensarte para terminar masturbándome como un enfermo….

Compartió conmigo todo lo sucedido en esos años, incluyendo sus experiencias sexuales, no queríamos ningún secreto entre los dos pero sus escarceos me sobraban….Por mi parte le detallé todas y cada una de las sensaciones y sentimientos que me provocaba su presencia, mi afición por auto complacerme pensando en él, mi descontrol por tenerlo cerca y queriendo ser totalmente honesta, le conté que tuve un escarceo lésbico, con una compañera de estudios, pero que pese a mi edad, era virgen hasta la primera vez, el día de mi cumpleaños. Él se sorprendió de que aún no hubiera tenido una relación completa,  pero no hizo comentario alguno ante mi falta de sangrado por no llegar a romper mi Himen, solo pasó su brazo por mis hombros y me oprimió contra su pecho.

Estábamos realmente felices, descubrirnos era maravilloso, tanto que deseábamos que durara por siempre…, coincidimos en que nuestra pasión de ninguna forma oscurecía el amor fraternal que nos profesábamos, y nos prometimos que jamás dejaríamos de querernos como hermanos. Era muy entrada la noche cuando llegamos a nuestro apartamento. Nos acostamos de lado, pero esta vez cara a cara, por primera vez nos miramos a los ojos conscientes de lo que sentíamos,  por primera vez nos besamos en la boca abiertamente y por primera vez contemplamos nuestros cuerpos completamente desnudos y nos acariciamos mientras veíamos la expresión de nuestros rostros.

Nuevamente las caricias elevaron la temperatura de nuestros cuerpos y empezamos a amarnos, pero extrañamente ninguno intentó consumar el acto sexual de manera tradicional, sino que instintivamente volvimos a  la  posición que habíamos adoptado las veces anteriores para llegar al orgasmo.

Algo en nuestro subconsciente nos inclinó a hacerlo de esa manera, no nos preguntamos los motivos, ni nos interesaba hacerlo, dado que el placer que experimentábamos amándonos a nuestro modo nos dejaba plenamente satisfechos y de esa forma continuamos. Los más de cuarenta días siguientes, fueron dedicados por nosotros casi exclusivamente a amarnos, sin miedos, sin temores y sin remordimientos. A mediados del mes de julio comenzaban las vacaciones de verano y tendríamos que abandonar la ciudad para volver a nuestro pueblo.

Habíamos decidido que cuando estuviéramos allí, en la casa de nuestros padres, no mantendríamos ningún tipo de contacto que no fuera el que habitualmente tienen los hermanos, ya que de ninguna manera nos íbamos a arriesgar a ser descubiertos,  por eso, aprovechábamos todas y cada una de las horas que nos quedaban hasta el momento de dejar temporalmente nuestro nido de amor.

Vivíamos continuamente excitados, solo acercarnos hacía que nuestros cuerpo se estremecieran, y buscaran las caricias que nos hacia vibrar de placer. Recorrimos toda la gama de posibilidades en lo que a besos, caricias y tocamientos se refiere. Nuestras bocas aprendieron los secretos del sexo oral, nuestras manos viajantes locas  se apoderaron de cada rincón y sus dedos, sus maravillosos dedos penetraron mi cuerpo haciéndome casi desfallecer de gozo. Nos dábamos placer en la cama, en la cocina, en el salón, sobre la mesa, bajo la ducha. Todos los rincones del apartamento nos eran perfectos para amarnos.

No puedo recordar exactamente qué día fue, pero seguramente eran los primeros días de julio, cuando se produjo lo que yo pensaba que era imposible que sucediera, pero supongo que inconscientemente deseaba con toda mi alma. En una de las tanta sesiones de sexo que manteníamos por esos días y cuando todo hacía suponer que la misma finalizaría como sucedía habitualmente, el falo de Diego que jugaba entre mis nalgas para deleite de ambos, comenzó a penetrar la entrada de mi ano por primera vez. Era tanta la excitación que tenía, que no sentí dolor alguno, solo la maravillosa sensación de ser invadida. La voluptuosidad provocada por el miembro viril de mi hermano que se abría paso en mi cuerpo, me procuraba un gozo tan inmenso, que no pude evitar estallar casi instantáneamente en un tremendo orgasmo.

Mi cuerpo comenzó  estremecerse  sin que yo pudiera controlarlo…, el placer que sentíamos era tanto, que continuamos adelante, se deslizaba suave, de forma que no me lastimaba,  y no nos detuvimos hasta culminar con una penetración completa, que nos proporcionó la más gloriosa de las satisfacciones sexuales logradas hasta ese momento. Después que en la embestida final el cálido semen de Diego inundara mis entrañas y provocara un nuevo éxtasis en mí, nos quedamos por un buen rato abrazados disfrutando de lo vivido y sabiendo que ya nunca podríamos prescindir de ese placer…. Nuestra hermosa relación se mantuvo en forma continua y exclusiva hasta la finalización de las clases en la Facultad, en el mes de diciembre de aquel maravilloso año de 1972, (el mismo año en que las iniciamos). En esa fecha volvimos a casa de nuestros padres a pasar nuestras vacaciones.

Esa temporada de descanso fue para nosotros  un verdadero tormento, dado que el estar continuamente juntos nos hacía arder de deseos, pero nos habíamos comprometido a no mantener ninguna intimidad mientras estuviéramos en la casa de nuestros padres, pues nos atemorizaba mucho, ser descubiertos.

Al inicio de clases del año siguiente, volví sola al apartamento de Córdoba, ya que Diego había culminado sus estudios y empezó a trabajar con mis padres en el estudio jurídico que ellos tenían en la pequeña ciudad de al lado de nuestro pueblo, así que seguimos con nuestra secreta relación de forma más esporádica, aprovechando alguna escapada que Diego hacia a la ciudad cada vez que podía, la cual disfrutábamos hasta quedar físicamente agotados.

Aunque éramos cuidadosos, estábamos conscientes de que existía un riesgo, así que nos pusimos de acuerdo y de vez en cuando comenzábamos alguna amistad con el sexo opuesto, exhibiéndonos ante nuestros amigos y nuestros padres, a fin de poder alejar cualquier sospecha que alguien pudiera tener sobre nuestra relación. Siempre fueron relaciones sin importancia, pero me ponía la mar de celosa…, pero sé que a él le comían las entrañas verme con cualquier chico, hasta que el destino puso en el camino de mi hermano a una mujer especial.

En el fondo mi hermano y  yo sabíamos que nuestra relación era imposible, jamás podría salir a la luz, así que cuando Diego se sintió enamorado de aquella muchacha, fue honesto y me lo confesó. Aunque pueda parecer raro, a mi no me molestó en exceso… se trataba de una chica muy adecuada a mi hermano, con la que desde un inicio hicimos buena amistad, y con quien me une un cariño muy grande hasta la actualidad. Diego y yo hablamos durante horas sobre lo nuestro y muchas veces decidimos, de común acuerdo terminar, sabíamos que era un amor prohibido, con limitaciones y que tarde o temprano deberíamos alejarnos, pero siempre terminábamos buscándonos y sucumbiendo a la tentación. En el año 1974 inesperadamente y sin que nada lo hiciera prever, murieron mis padres, primero falleció papá víctima de un infarto, y casi a los seis meses murió mi madre de una afección hepática.

El dolor insoportable nos unió en un principio y después la pasión descontrolada reclamó nuevamente la entrega vehemente  de nuestros cuerpos. Como pude me sobrepuse a la tragedia familiar y terminé mi carrera en Veterinaria, mientras Diego se hacía cargo del Estudio que era de nuestros padres. Cuando me licencié,  trasladamos el estudio a la ciudad y ya como socios nos pusimos a trabajar muy duramente hasta lograr un renombre en la profesión. En ese período, por decisión de ambos, nuestras relaciones eran más espaciadas y solo cedíamos al deseo cuando definitivamente no lo podíamos evitar.
Diego se casó  en 1976 y de común acuerdo resolvimos interrumpir nuestra relación para siempre, pero tiempo después cuando su esposa estaba embarazada, mi hermano y yo asistíamos a un congreso en la ciudad de Barcelona y rompimos nuevamente nuestra promesa. A partir de allí ya no intentamos desistir del sexo, y cada vez que se presentaba una oportunidad nos amábamos apasionadamente. Nuestros encuentros continuaron a través de los años de forma discontinua, pero con la misma intensidad que al inicio, quizá  nunca hemos estado enamorados, pero si tengo en claro que nos amamos como hermanos y que nos deseamos físicamente en forma ardiente, tal como se desean los amantes.
Durante el último congreso al que asistimos juntos en Sevilla, tuvimos la maravillosa oportunidad de estar solos durante tres días. Nos olvidamos del mundo, no existía para nosotros más realidad que nuestros cuerpos amándose con desenfreno. La inocencia de las primeras veces, dio paso a una madurez sexual que nos ha prodigado de un placer insuperable. Recostados sobre aquella cama de hotel, Diego me besó desde la nuca hasta los pies, se paseó por mi espalda, recorriendo mi cintura y mis caderas. Sus manos apretaron mis pechos, arrancándome gemidos acumulados, mientras su boca marchaba hacia el sur en busca de la miel escondida entre ms ingles. Lamió mis labios, succionó cada pliegue y cada abertura de mi cuerpo…, bebió mis fluidos y su lengua se convirtió en el sabio instrumento que penetraba implacablemente mi cuerpo.



Sentada sobre su rostro, literalmente alcancé las estrellas; los movimientos de su lengua en mi botón  y los de sus dedos penetrándome, me hicieron dar pequeños brincos que ocasionaron que mis líquidos mancharan sus mejillas  mientras me corría desaforadamente. Envuelta entre sábanas, recobré el aliento, tan solo para que nuevas caricias en mis pechos alebrestaran mis ganas. Diego besaba con desesperación mis senos y tiraba de mis pezones, sin importarle que en medio de mi agitación yo  jaloneara con fuerza de sus cabellos. Nada nos detenía, chupábamos nuestra piel como si el sabor salino de nuestras transpiraciones fuera la gloria, o como si el olor a sexo fuera el mejor perfume; aroma a ganas, a excitación, a lujuria. Nuestros muslos se abrían y acomodaban en múltiples posiciones, compartiendo movimientos maliciosos que  buscaban nuestra fusión, pero no había prisas, sobraba tiempo para agradecernos comiéndonos la boca, y amar con la lengua cada espacio de la piel.

A la menor oportunidad recorrí sus muslos internos, el sendero desde sus testículos hacia su hermoso miembro, e introduciéndolo repetidas veces en mi boca, logré que su pelvis se desenfrenara y golpeara profundo en mi garganta. De rodillas frente a él, exploré sus redondos e hinchados huevos con mi boca, volví a su sexo una y otra vez, subiendo y bajando, lamiendo y chupando, hasta que el inexorable momento de su llegada, me dejó saborear su desfogue. Jamás sentí rechazo a su esperma, espesa y tibia dejaba que su sabor explotara en mis papilas con un regusto que duraba horas en mi boca; podría decirse que me había aficionado a beber de su leche… Saciados  a besos, sucios de caricias, nos fundimos en un abrazo  intentando que nuestros cuerpos se serenasen, pero el implacable vicio de nuestra sangre  clamaba por más…

Nos restregamos, nada es comparable a ese placer ni al que nos proporciona el jugueteo de su miembro entre mis glúteos, nos hemos amado tantas veces así, que mi cuerpo parece entender cómo moverse, cómo abrirse, cómo acoplarse íntimamente para que la presión de su sexo al hundirse en mi esfínter, me proporcione los maravillosos espasmos que me hacen gemir. Agitó las caderas en mi orificio, introduciendo con suavidad su glande, ejecutó lentos movimientos que acompañados de caricias en mi vulva, me hacían abrir permitiendo más profundidad. Lejos de aquietarme hábilmente crucé mis muslos sobre sus hombros, levantando mis caderas de forma que él pudiera regular la intensidad de sus embestidas. Mis ojos apretados y mis dedos engarfiados en sus brazos le indicaban que era cuestión de segundos mi llegada, empujó con más furia ocasionándome infinidad de estremecimientos deliciosos y  casi a la vez, Diego  alcanzó su orgasmo inundando mis entrañas con su deseado semen…

Fueron momentos inolvidables, como cada encuentro que tenemos. Debo confesar que al principio de esta historia, me preocupaba mucho el futuro, pero realmente las cosas tomaron su curso por si solas y tanto Diego como yo, dejamos que los hechos fluyesen naturalmente y disfrutamos el día a día aun siendo conscientes de lo atípico de nuestra situación.

Sé que esta historia es algo inverosímil, también sé que hay personas que podrían juzgarnos, pero solo quien ha vivido y sentido en carne propia una experiencia similar, podría entender la lucha interna y los sentimientos encontrados, que se experimentan en una relación que por ser prohibida nos lastima, pero que sin embargo nos ha llenado de tanta felicidad.
Han pasado casi cincuenta años desde nuestra primera vez, y aún seguimos encadenados uno al otro, presos por un amor fraternal y por un deseo sexual irrefrenable, que supongo no terminará mientras tengamos vida…Sé que nuevamente volveré a disfrutar de sus labios buscando mi boca, de sus manos recorriendo mis paisajes femeninos, de su boca plasmando sensaciones en mis montañas, en mis valles, en mis ensenadas. Sé que mis pezones continuaran levantándose ante sus miradas, y su piel se erizará a mi contacto y una y otra vez sus manos se apoderaran de mis senos, y las mías de su sexo. Su boca descenderá infinitas veces a mi vulva, y mi lengua disfrutará nuevamente de su licor masculino y ambos buscaremos el momento mágico en que estallemos en orgasmos desenfrenados… Es probable que nuevos párrafos se añadan a la historia de mi vida en la senectud, nuevas ilusiones lleguen a colmar mi corazón, lo que no tengo claro, es si serán lo suficientemente impetuosas, como para hacerme olvidar las amadas caricias de Diego… no lo sé, solo el tiempo lo dirá. De lo que si estoy totalmente segura, es que siempre nos amaremos fraternalmente, siempre seremos los mejores hermanos,  aunque tras la dulzura de nuestras miradas….escondamos un secreto.

Recién estrenada la democracia en España, también me estrené como madre, mi esposo, Jorge me enredó y me hizo a mi primer hijo, o mejor decir hija, mi niña Mónica. Nunca nos casamos porque por entonces no lo podíamos hacer si no era por la iglesia, y no existía aún el divorcio. Cuando fue legal el divorcio, no era bien visto y preferimos continuar la vida tal y  como la iniciamos…pronto a los dos años me preñó de mi segundo hijo, el hombre que mayor alegrías me ha dado en mi vida junto con mi hermano Diego.




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