Todos los Relatos están Inspirados en Vidas Reales...

UNA HISTORIA DE AMOR. Y si tú no has de volver...

    "Y si tú no has de volver" 1ª PARTE "Una para el otro y otra para el uno". Esa frase la repite una y otra vez mi ...

La mala educación. 2ª parte



La Despedida

¡Todo el sexo imaginable lo podía encontrar en mi misma familia! 

Aún hoy me pregunto como aquella época de mi vida pudo ser verdad, como cada una de estas palabras es tan cierta como la excitación que aun recorre mis venas al escribirlas… No me importaba hasta qué punto los ojos del mundo juzgaría los seis años de actos impúdicos follando como  animales dentro de la familia.

Acaba de terminar la carrera de Navales en la complutense, y ya tenía un contrato en una Naviera de Cantabria, la sangre circulaba por mis venas como lava que arrasa la falda de un volcán en plena erupción, firme, caliente y segura, invadiendo cada parte de mi cuerpo con pasión y deseo. Aquel encuentro fue el momento de puesta de largo a la hora de introducir a sus hijos en sus perversiones…ellos tenían claro que habíamos heredado el gusto por el incesto y ya no había porque ocultarlo más en casa.

Mis manos apenas eran capaces de controlar el movimiento insensato de sus dedos, y mis ojos, esos malditos ojos que tantas veces miraron pero no vieron, se negaban a abrirse mientras mi mano machacaba mi verga con desmesurada furia. Por aquel entonces tenía 22 años, y estaba masturbándome frente al cuerpo desnudo de mi madre… abierta de piernas me mostraba su mojado coño rasurado y bien cuidado, ella se frotaba el clítoris compulsiva.

A diferencia de cómo se conquista a una mujer, con mi madre fue casi espontáneo, natural. Tras  muchas historias que había escuchado a mi padre de lo puta que era mi madre y, lo fácil que era follársela, de ahí la innumerable cantidad de hombres habían pasado por su chocho antes de encontrar los adecuados… en su familia, el sexo entre mi madre y yo no surgió partiendo de sugerentes palabras o indiscretos roces en ausencia de mi padre. Nuestra pasión, nuestro placer, surgió de un par de miradas simples, una pidiendo ser devorada y otra suplicando hacerlo… programados para el sexo en familia, lo corroboraba la cantidad de actos cometidos antes y después de ese día por todos los miembros que la componemos.

Después un beso en el que la saliva regó nuestros labios cayendo hacía el vacío de nuestra moral, más tarde una mano furtiva recorriendo la ropa sin pararse un segundo, y por último una invitación a deshacernos del último resquicio de razón que quedaba en nosotros, uniendo nuestros sexos durante toda una noche…. Desde ese preciso momento, jamás volvimos a ser madre e hijo aunque nunca nos vimos como amantes o como enamorados.

Desde entonces, mi madre era para mí un cuerpo de recreo y desahogo, y yo para ella un  hombre más al que manejar con la voluntad de su sexo. Nunca sentimos nada el uno por el otro que no fuera pasión de romper las barreras sociales y darnos al placer por el placer, no existía el cariño de madre e hijo, solo existía complicidad para colmarnos de sexo, solo deseo. Jamás conocí las razones de nuestro animal comportamiento, nunca supe qué nos llevaba a hacerlo…simplemente ocurría, lo buscábamos y enloquecíamos follándonos.

Al principio buscamos las ausencias de mi padre para entregarnos a la pasión. Cada vez que él cruzaba la puerta para marchar al trabajo, nosotros abríamos las nuestras para dar rienda suelta a nuestro placer. Si a la vuelta del instituto él no había vuelto o nos dejaba la tarde libre, la devoraba de nuevo hasta su regreso. Pero pronto aquello fue insuficiente, pronto supimos que necesitábamos más, que queríamos más, que buscaríamos más…

Y así conocimos parques, conocimos restaurantes, conocimos cines oscuros o campos de fútbol abarrotados. Conocimos el sabor del peligro, el morbo de la presencia ajena. Luego mi hermana se unía de vez en cuando, y así encontramos tríos montando verdaderas orgías…. Todo era válido si tenía sexo de por medio, todo era excitante si incluía sus piernas abiertas ante mí, su mirada de deseo en mi entrepierna, sus manos sobre mi cuerpo y las mías sobre su alma…. Pero pronto aquello fue también insuficiente…, en el sexo siempre todo se queda corto y es exiguo. Supimos que necesitábamos aún más, que queríamos aún más, que buscaríamos aún más… Y así decidimos fijar nuestra mirada en aquello que aún no habíamos experimentado al completo, aquello que por obvio habíamos olvidado en nuestra vorágine de sexo enfermizo.

La familia, nuestra familia…mi padre, mis tíos, primos, abuelos…no hizo falta hacerlo verbo, pues un par de miradas bastaron para comprender que nuestra alocada ruleta del sexo iba a girarse en mi padre, que íbamos a conseguir poseerlo, abriendo así un nuevo mundo de posibilidades. La vida que viajaba en la maleta de mi padre dejó de ser anquilosada, aburrida y envejecida el día que encontró a su mujer follando con su cuñado, mi tío Jorge hermano de mamá. Desde que comenzaron nuestros encuentros, desde que el coño de mi madre se convirtió en mi mejor opción de follar, mi padre comenzó a compartir la pasión de su mujer con la de su hija, mi hermana Georgina.

Hacía años que su cama no era una cama sino dos, hacía años que la fogosidad intrafamiliar arropaban sus sueños, que las caricias habían terminado en ser de cuatro…jamás dijeron nada a sus hijos, jamás nos hablaron una sola palabra…guardaban sus encuentros sexuales como quien los mete en la maleta donde guardaba la vida, creyendo que los hijos son ciegos, sordos y mudos… que es como vivir sin ellos.

El plan era tan sencillo como seguro durante tantas veces tras arroparnos en nuestras camas…, mi padre se sentaría en el sillón para ver la televisión, como cada noche de los últimos dos siglos. Entonces mi madre aparecería en el salón, se arrodillaría ante él y devoraría su polla con una pasión que este era incapaz de recordar. Ahí aparecería yo, por la espalda de mi madre, y ante la atenta mirada de mi padre y sin decir palabra alguna…, dando el consentimiento explícito al acto, colocaría mis manos en el culo de mi madre, y dejaría que mi cipote erecto se introdujera por coño de mamá de un solo golpe, de una sola embestida hasta el fondo, hasta las mismas pelotas.

Lo que ocurriría después era tan impredecible como arriesgado, pero sobre todo era… infinitamente excitante. Todo sucedió tal y como habíamos planeado. El sillón, la televisión, los labios de mi madre chupando el mástil de mi padre, y su culo perforado como tantas otras veces por mi polla. El mundo debió de quebrarse para mi padre, lo percibí en su mirada mientras follaba a mi madre…el sonido de sus nalgas abofeteadas por mi pelvis, el gemido ahogado de mamá con todo el mazo de su esposo en la garganta y el chasquido mojado de nuestros sexos, delatando el excelsa humedad y excitación de mi madre.

Era la mirada abdicada de un hombre que comprende que la vida le ha superado, que la razón y cordura que una vez soñó para su existencia jamás volvería. Pudo haber evitado aquel acto atroz, hubiese bastado un simple “basta” y un portazo a su espalda para no ser partícipe de tal maldición… pero cerró los ojos y suplicó más y más, cerró su corazón y abrió las puertas del sexo salvaje.

Sentí lastima por él, lastima por haberle involucrado en nuestra enfermedad, en nuestra sinrazón…y cerré los ojos mientras apreté mi polla dentro de la agradable y acogedora vagina materna durante unos diez minutos más… No me importaba hasta qué punto los ojos del mundo pudiera juzgar aquellos actos animales conseguidores del más ancestral placer, practicados en nuestra familia…simplemente los necesitábamos, eran fáciles de obtener por el ínfimo pudor entre nosotros y la ausencia de moralidad sobre el incesto. Nos apetecía y lo tomábamos sin dañar a nadie ni a nada. Las hembras se mostraban muy receptivas a  alimentándose de nuestra incesante producción testicular, complacidas de recibir a cambio los mejores orgasmos que nadie pudiera darles.

En ese momento mi sangre circulaba por mis venas como lava que arrasa la falda de un volcán en plena erupción, firme, caliente y segura, invadiendo cada parte de mi cuerpo con pasión y deseo. Mis manos apenas eran capaces de controlar el movimiento insensato de sus dedos, y mis ojos, esos malditos ojos que tantas veces miraron pero no vieron, se negaban a abrirse mientras mi endurecido falo recorría el apretado sexo de mi madre con desmesurada furia. Notaba cada pliegue de sus paredes vaginales en mi glande, follar a pelo era costumbre y requisito para percibir cada permuta de nuestros sexos a lo lardo de la fornicación.

Gruñí como un cerdo en el matadero clavando a fondo mi ariete en su útero, la hundí pensando en liberar mi esperma en el lugar donde toda mi vida se inició ¡Vaciarme dentro de mi madre era infinitamente más placentero que cualquier otra cosa en el mundo! Era volver a los orígenes del ser humano, el mismo acto que la naturaleza nos ha concedido para procrear…llegar al fin y preñar a la hembra, que en nueve meses pariría a la nueva generación. Cerraba los ojos y eyaculaba, mis piernas se aflojaban mientras se concatenaban los chorros de leche dentro de su fondo vaginal, impregnando de esperma todo el cubículo hasta el mismo cérvix. Miraba a mi padre en tanto llenaba la vagina de su esposa de semen, a él también le faltaba poco para alimentarla de lefa…la dopamina me relajaba y mi padre estallaba en la boca de mamá.

La tarde del sábado sin Georgina se presentaba aburrida, papá y mamá en casa, en la calle un calor casi insoportable. Con el ventilador de techo acariciando nuestros cuerpos con su aliviadora brisa, estaba masturbándome frente al cuerpo desnudo de mi madre… junto a mi padre. Nuestra mujer, nuestro cuerpo de desahogo sexual, también se masturbaba frente a nosotros, lanzándonos miradas enloquecidas de pasión y lujuria. Tenía todo el coño empapado de frotar y meterse los dedos afanosamente mirándonos a los ojos. Tan solo decidíamos qué hacer a continuación, como continuar.

Mi padre se masturbaba el gran cipote que porta, pero mi madre y yo pensábamos, dábamos vueltas a lo que deseábamos hacer con ese hombre al que habíamos robado un trozo de su propiedad e incluso voluntad. Abandoné el sillón en el que estaba y me dirigí hacia mi madre, tras mirarla a los ojos entregué mis dos dedos a sus labios. Deseaba que lo humedeciera, tal y como lo hizo aquella tarde en el cine, y como hice entonces se lo introduciría lentamente entre sus piernas.

Mi madre dejó que su lengua, la misma que durante tantas veces había recorrido mi cuerpo, mi polla y mi culo, mojará los dedos como si de mi tranca se tratase, y mientras mirábamos la expresión de mi padre. Se posicionó a cuatro patas como si de una perra se tratase, ipso facto yo tras su culo enfilé mi glande en la boca de su coño, el cual ella abría con dos dedos facilitando la entra del cabezón entre sus dos ala de mariposa… comencé a metérselo lentamente, pero sin descanso. Me gusta que mamá sienta como voy llegando al fondo centímetro a centímetro. Entró fácil por lo bien lubricada que suele estar y, una vez dentro comencé a moverlo en círculos mientras uno de mis dedos penetraba en su culo.

Quince minutos, veinte o media hora, tal vez más, no sé cuanto duró aquello, pero si se que duró más que ninguna otra vez porque mi padre deseó follársela también, y entablamos una furiosa competición que consistía en follar a mi madre, a su esposa hasta eyacular dentro de ella y que el semen saliese de su raja…, competición que culminó cuando mi madre decidió ofrecernos su coño y su culo para colaborar en darnos placer en lugar de competir como vulgares animales. Siempre había hembra para los dos, e incluso tres.

Alternamos coño y culo, alternamos boca, tetas y vientre…la cocina, el salón, el cuarto de baño en una ducha a tres… y entonces el deseo de algo más, el deseo de llevar nuestra lujuria aún más lejos. Mi madre me miró, y comenzó a introducir rápidamente varios de sus dedos en mi culo, tal y como solía hacer cada día para excitar la próstata y eyacular más y más rápido buscándome el punto “G” masculino. Después hizo lo propio con mi padre, y por último lo hizo a ambos a la vez.

Me percaté entonces de que nadie había dicho nada aún, de que ni una sola palabra había abandonado nuestros labios, y de que tampoco fue necesario para que mi padre ordenara follarme a mi madre por el coño, mientras él se la follaba por el culo. Obedecí, lo hice porque ansiaba demostrar a ese hombre la magnitud del error que acababa de cometer. Me lo follé, me lo follé sin piedad, no permití que se librara de mí, pese que nos corrimos varias veces, siempre en su coño, siempre a pelo, mientras mi padre seguía a sus espaldas jodiéndola por el culo. Y algo más, como siempre algo más.

Un vaso, dos pollas, semen, y los labios de mi madre bebiendo de él, dejándolo caer junto a su saliva en mi boca y en la de mi padre. Espeso, líquido, daba igual, era simplemente semen, y todos bebimos de él…todos compartimos el cáliz del santo grial bebiendo de él. La noche terminó y el día dio paso a un nuevo sol.

Amanecimos desnudos, exhaustos, follados…y sin decir ni una sola palabra, y mientras el mundo aún se creía feliz y coherente, una certeza golpeó mi mente tal y como lo hizo la primera vez que poseí a mi madre. Pronto, muy pronto, aquello sería insuficiente… Georgina, Valeria, mi tío Jorge y su esposa…mi primo Fernando, todos conjurados en un “Hieros Gamos” familiar, exclusivo para nosotros ocho.


************************


El Abuelo

Me decidí a conocer en persona mi abuelo materno Jorge, a mis 20 años. Para mamá solo había sido un padre biológico pero no sentimental. Ante su asombro reconoció mi derecho y habiéndome comunicado con él, quedamos que me esperaba en la terminal de ómnibus de la localidad donde vivía. Con mis 20 años pelo castaño recortado en la nuca, remarcando mi ancha cadera de prominente culo pero no mis discretas y racionales tetas que hacen de mi un cuerpo donde mujeres ven una posible rival y los hombres un blanco de piropos bastantes atrevidos. Estaba acostumbra a los machos envalentonados a esa edad. Cabe recordar que desde los 13 años que me desvirgaron y antes, han pasado unos cuantos cabrones por mi coño…todo me ha dejando su lefa dentro de mí, pero mira por donde, sería mi abuelo en sus últimos momentos de vida, quien me llenara la panza…. Lo vi desde la ventanilla y deseé fuera ese señor calvo, estiloso y bronceado con cara angulosa y viril de buen porte para tener 67 años. Lo era, me abrazó con ternura.

Después de una riña con mi madre sobre mi futuro y de cuando iba a enfrentarme a una vida independiente, me largué de casa unos días, cuando volví tenía las maletas en el pasillo y un número de teléfono que me salvaría la vida. Por medio del cual encontré la solución a mi vida y el placer en donde menos lo esperaba. Como ya sabéis me llamo Georgina, tengo veinte años y un futuro incierto, un módulo en “Técnico de Actividades Comerciales” que de momento no me sirve para mucho y una criatura que se encargan mis padres de mantenerlo y educarlo. Desde hace más de diez años no había vuelto a ver a mi abuelo materno, siempre me pareció un viejo gruñón de pelo gris. Largada de casa, no me quedó más opción que irme a vivir a casa del abuelito Jorge.

Por lo poco que me contaban sus hijos, es un tipo muy independiente, jamás pide ayuda para nada, pero la semana pasada sufrió una caída y se lastimó un brazo y una pierna. Así que llamó a mamá y esta me largó a mí en su ayuda, de esta forma matan dos pájaros de un tiro… si, adivinaron. Yo me presté a cuidarlo.

La parte más bochornosa para ambos fue cuando tuve que bañarlo, por así decirlo. Y él se negaba como un niño a que lo viera desnudo. Así que solo lo acomodaba en una silla especial y el hacía lo suyo, luego salía mal vestido y lo llevaba directo a la cama. Pero su terquedad le duró solo un par de semanas y al querer vestirse resbaló. Escuche un golpe seco y un gritó ahogado. Así que fui corriendo al baño y me encontré con el abuelo tirado en el piso y desnudo.

– ¡Sal de aquí! ¡Yo puedo solo! Gritó en cuanto me vio entrar.

– Tranquilo abuelo, te voy a ayudar. Tranquilo.

Cuando lo pude levantar y sentar en su silla pude notar que tenía una erección tremenda, creo que mi abuelo se estaba masturbando, y por eso quería privacidad. Tiene la verga más ancha que jamás haya visto…tremendamente Gruesa. Pero lo más impresionante es que a su edad todavía se le empalme. Para su edad aún se mantiene en forma, no como papá que está descuidado. Lo lleve a su habitación sin decir una palabra y podía notar su vergüenza. Así que al día siguiente ni siquiera me dejo ayudarle a empujar su silla. Se la arregló para hacerlo solo. Pero, yo no podía sacarme de la cabeza aquella visión. Y además. ¿Se masturbaba pensando en quién? ¿EN MI?

Acostada en mi cama repasando la imagen de aquella descomunal verga, por instinto mi mano fue bajo mi braguitas y sentí la humedad en mis dedos. Jugué un poco hasta que reaccioné. ¡Me estaba masturbando pensando en mi abuelo de casi setenta años! Así que al día siguiente entre de sorpresa al baño y en efecto, con el brazo que aún le funcionaba se sobaba la verga. Tenía los ojos cerrados y cuando me vio, pegó un brinco que por poco y se desnuca.

– ¡¿PERO QUE MIERDA?!

– Tranquilo abuelo… solo quería ver que estuvieras bien…

– ¡ESTOY BIEN SALTE DE AQUÍ YA Y DÉJAME SOLO!

– ¿No estás ya muy mayor para andarte masturbando…?  Pregunté mientras lo acomodaba en su silla.

– NO ME ESTABA…! MIRA NIÑA… YA MEJOR DÉJAME SOLO! Parecía que los ojos se le salían del enojo.

– ¡Si quieres… te puedo ayudar abuelito! Solté sin pensar y el reaccionó como yo esperaba.

– ¡YA TE DIJE QUE TE SALGAS DE AQUÍ! ¡NO ME JODES NENA…!

– Ok, como quieras abuelo ya me voy… sigue con lo suyo. Yo solo era por ayudar.

Durante la cena estuvo mirándome nervioso. Como niño escondiendo la travesura. Y yo me mantuve sería, pero sin quitarle la vista de encima ni un momento. Luego, espere a que su durmiera, así que fui hasta la habitación de mi abuelo y entre a gatas. Sin encender la luz me acerqué a su cama y busqué bajo las sábanas hasta encontrar su verga que, por el momento estaba flácida. En cuanto sintió que mis manos se apoderaban de su miembro viril despertó de un respingo.

– ¡¿PERO QUÉ…!?

– Ssshh, le puse un dedo en los labios y con la cabeza le indiqué si gritaba despertaría a los vecinos. El no dejaba de negar con la cabeza. Pero, su verga pensaba diferente. Poco a poco fue bombeando sangre creciendo entre mis manos. Le daba besos desde la punta hasta sus bolas. Por alguna razón, al sentir los pelos que le cubrían las gónadas, me excitaba más.

– ¡Niña ya basta! Decía una y otra vez en voz baja.

– Tranquilo abuelo… yo me encargo. Tú tranquilo y disfruta, para esto ha venido tu nieta.

Quité las sabanas para poder ver ese pollón senil. Y sí, jamás tuve entre mis manos una verga tan recia.

– ¡Dios mío! ¡Dios mío!

Solo repetía esas palabras una y otra vez, mientras yo lo masturbaba y se retorcía emitiendo unos gemidos horrorosos. Se la chupe despacio, dándome el tiempo de saborear cada parte de su verga, a ratos solo le lengüeteaba la punta, le contorneaba el glande con la lengua y jugaba con el orificio de eyaculación.

– ¡¿Ya te vas a correr perverso…?! Pregunté cuando dejo de rezar y apretó los ojos.

Pero no alcanzó a responder y un chorro de semen escurrió por mis manos. El siguiente borbotón me lo comí succionando el resto hasta que acabó de expeler leche. Le di un beso en la frente y le di las buenas noches. Salí de ahí y me fui a lavar las manos. Creo que me voy a ir al infierno. Pero qué buena verga tiene mi abuelito.

Al día siguiente, ni siquiera me acompañó a desayunar, le tuve que lleva la comida a su cuarto. Incluso pasado el mediodía, seguía en su habitación. Pero, a mí, castaña de veinte años, con los ojos marrón oscuros y los pechos pequeños pero firmes y un culo redondo y duro. Ningún chico o profesor se me negaba. Menos un vejete. Así que puse manos a la obra y entré a su habitación.

– ¡Hola abuelo! ¿Todo bien?

– Niña, eso de anoche no puede volver a pasar. ¡Eres mi nieta joder…! Dijo muy compungido… de verdad pensé que se soltaría a llorar.

– ¿Está mal que quiera ayudar a mi abuelito? Pregunté mimosa mordiendo el labio y me balanceaba con movimientos infantiles.

– Es que no está bien, no puede ser. ¡Entiendes!

– Ok, entiendo que no quieras repetir sucesos de antaño con alguien de la familia, pero debes saber, que estoy aquí porque tus hijos no han querido cuidarte y yo sí ¡Porque te quiero!

– Hija, te agradezco tu esfuerzo… comprende que tener relaciones sexuales con tu abuelo es un paso largo que no tiene vuelta atrás…

La verdad es que toda mi vida me he comportado como una malcriada y apenas pude, he tenidos sexo con hombres y mujeres de todas las edades, menos con los de la tercera edad. Así que el regaño de un viejo, solo me calentaba más. Fui a mi cuarto y me puse unos shorts de cuando estaba en secundaria. Obvio, me quedaban tan chicos que mis nalgas se salían por todos lados y me quité el sostén. Así mis tetas se podían notarse bajo mi camiseta, aunque sea un poco.

– Ok abuelo, hora de limpiar tu habitación. Le dije mientras me agachaba para que viera mi culo. El culo de su joven nieta.

– ¡¿PERO QUE HACES NENA VESTIDA ASÍ…?!Dijo gritando sin dejar de mirarme curioso.

– Solo estoy limpiando.

Quiso empujarme, pero se olvidó que tenía el brazo roto y enseguida grito del dolor

– ¡PUUUUTA MADREEEE!

– ¡Abuelo por favor… eso te pasa por payaso! ¡Si nada más estoy limpiando!

– No nena, no.

Continúe con la limpieza y me agachaba de manera exagerada. Mientras mi abuelo en silencio. Poco a poco me recorría con la mirada. En cuanto nuestras miradas se cruzaban, mi abuelo disimulaba estar leyendo. Pero el bulto en su pantalón de pijama era imposible de ocultar.

– NO ¿QUÉ NO? Pregunté y pego un grito descomunal.

– ¡PUTA MADRE! ¡PUEDES PARAR DE UNA BUENA VEZ!

Me acerqué y me puse de rodillas frente a él, pegue mi cara hasta que pude sentir en mi cara su verga. Baje su pijama hasta que ese gran cipote quedó frente a mí.

– Muy jodidamente enojado no estás. ¡Mira nada más como tienes la polla! ¡Joder abuelo que pareces un adolescente… quejica y empalmado todo el rato!

– ¡Suéltame de una buena vez!

Pero no lo solté, y en comencé a jalarme su verga, luego paré sin sacármela… el cabrón movía la pelvis follándome, estaba disfrutando el viejo. Aunque seguía con los ojos cerrados.

– Abre los ojos abuelo ¿No quieres verme… no quieres ver a tu nieta mamándotela?

Lo único que salió de sus labios fue "perdóname dios mío". Pero no opuso resistencia y mi boca se tragó su verga otra vez. O lo que alcanzaba a entrar. Enserio está enorme. Mi lengua recorría de principio a fin esa tranca. Desde abajo hasta arriba y juro por Dios que intentaba tragármela toda. De pronto, sentí como mi abuelito, con su mano sana, me tomaba el cabello y lo ponía a un costado para ver como la boca de su nieta se llenaba de verga. Y empujaba mi cabeza hasta el fondo, sentía que me ahogaba, pero no quería parar. Me empujaba con fuerza y apenas y podía respirar. Y aunque trataba de sacar su verga de mi boca para aspirar un poco de aire. Ahora era él quien me lo impedía. Incluso me quitaba las manos. Para que su verga entrará sin obstáculos hasta mi garganta. Estaba extasiada y no podía ni quería parar.

El dolor de rodillas empezaban a mella, pero en un momento mi abuelo me agarró del pelo y su semen golpeó en mi boca. Me ahogaba y la extraje viendo como aún eyaculaba largos y potentes chorros de lefa que caían en mi frente, mis ojos. Tenía la boca y cara llena de semen. El abuelo temblaba mientras las últimas gotas mojaban mis labios y me escurrían por la barbilla.

– ¿Te gustó? Le pregunté a mi abuelito. Todavía con su semen en los labios.

– Hija, hace más de veinte años que no me daban una mamada. Pero por favor. Que sea la última vez. Te lo suplico… con tanta excitación me vas a matar. Entonces no sabía que el pobre padecía del corazón tras sufrir unos años atrás un infarto que superó positivamente.

– Ya veremos, depende de cómo te portes en adelante. Le di un beso en la frente y salí de ahí con una sensación de culpa y placer.

Entonces mi abuelo comenzó a tener cierta confianza en casa, me tocaba el culo o las tetas con o sin motivación. Sin importar que me apeteciera o no, que siempre me apetece ¡A que mujer no le gusta que la sobe un macho! Durante una semana me alejé. Apenas y le dirigía la palabra y los cuidados eran los justos. Por supuesto tampoco lo masturbe y dejaba que se las arreglará solo en el baño. La consecuencia de todo ese castigo… Mi abuelo estaba de mal humor y cambio mi nombre de "niña" a "maldita perra". Podía sentirse el odio en el aire. Una semana exacta y le levanté el castigo. Además, ya extrañaba al viejo.

– Hola abuelo. Saludé mientras entraba a su habitación. Mi short me apretaba aún más.

– ¡No, no! ¡Ya no! ¡NO! Repetía mientras intentaba salir de la cama.

– Sí, sí, sí abuelito.

– Sal de aquí… creo que hoy le voy a contar a tus padres la clase de perra que tiene por hija.

– Cuéntale lo que quieras, le dije y me senté en su pierna buena. Mi abuelo insistía en alejarse, pero su amigo ahí abajo estaba más que despierto…ambos los sabíamos. Sudaba y suplicaba. Pero no me importó. Mis manos tocaban su verga, sentí como un escalofrío recorría su piel… – Abuelo desde los 13 años follo con mi hermano Leo y con mis primos, que son tus nietos también, Fernando y Valeria… pero lo más curioso es que tu hijo Jorge y mi padre me follaron más de diez veces en 24 horas en un viaje que hicimos a la costa…, todo esto lo saben sus esposas, o sea, tu hija y mi tía… con quienes he tenido orgías salvajes. Se recostó y cerró los ojos vencido por la evidencia… – Le puedes contar lo quieras, porque ellos saben lo que estamos haciendo…simplemente porque saben cómo soy.

Luego se incorporó y me dijo muy serio… – Está bien. Pero esta es la última vez. Prométemelo.

Me hallaba encima de mi abuelo, sentía en mi culo y coñito su recia estaca endurecida…, poniéndole morritos solté… – Prometido. Moví mi short a un lado de mi vulva y le amarré la tranca enfilándomela a la boca de mi coño. Sentí su verga entrar, muy lentamente en mí. Sí, la gran verga de aquel viejo que me compraba helados cuando era niña.

– ¡NO NIÑA QUE HACES!

Quiso quitarme de encima, pero solo logró que su verga entrara un poco más en mí, sentía que me partía en dos y ni siquiera había entrado la mitad.

– ¡AHHHAAAAG!

Nunca pensé sentir tanto placer con un viejo chochón…seguía resbalando por aquella verga.

– ¡Vaya con mi nieta…! ¡Joder….Esto está mal!

Su cadera comenzaba a moverse. Yo quería cabalgarle, pero no podía sacármelo. Solo pude mover la cadera y sentir como se movía dentro de mí el pedazo de carne deformada por las venas infladas bombeando sangre para mantener bien endurecida la verga.

– ¿Seguro que quieres que sea la última vez? ¡¿Dime hijo de puta….Acaso no te gusta follarte un chochete adolescente?! ¡Nunca te verás en otra en lo que te queda de vida!

Le pregunté mientras apoyaba mis pies en sus rodillas. Ahora yo cerraba los ojos y apretaba los dientes. Solo así pude subir y bajar un poco, el ardor me hacía gritar, pero no podía parar. Continuaba cabalgándolo sin parar, no me importaba que le estallase el corazón follándome, sería al primero que la pasma dándole placer. Su gorda verga me llenaba, obstruía todo mi conducto vaginal como lo hacía mi padre, el único comparable en grosor. Los sentones eran infatigables aplastando su gran bolsa escrotal al enterrar todo el falo hasta la raíz. Le enseñaba mi raja, me masturbaba el clítoris obligándoles a que mirase a la puta de su nieta…, él acompañaba con sus arremetidas sincronizadas con mis vaivenes, hasta que de pronto…

– ¡Aaagg! ¡Ummm! ¡Aaaggg! ¡Toma nena, toma mi leche cabrona!

Pude sentir como su semen me inundaba por dentro. Cerraba los ojos y convulsionaba en cada eyaculación… parecía no poder parar y empujando su verga los más que podía. Mis ojos se pusieron en blanco y por primera vez en mi vida supe que es un orgasmo al percibir la lefa de un semental llenándome el coño. Cuando por fin bajó el nivel orgásmico y, mi abuelito pudo respirar, consiguió decir sus únicas palabras fueron claras y precisas jadeantes…

¡ERES LA PUTA PERRA MÁS BUENA QUE ME HE FOLLADO EN MI VIDA!




Soy una puta. No tenía ni puta idea ese viejo cabrón de lo puta que era. Salí y me di un baño. Pensé en castigarlo otra semana. Pero, a los dos días le quitaron el yeso de la pierna y aunque lento, pudo caminar. Esa misma noche y en cuanto creyó estar durmiendo, entró a mi habitación. Al despertar, su verga ya estaba entrando en mi boca. Inconfundible. Un badajo bien duro entraba y salía con brutalidad de mis labios. Aunque quise sacármelo por la sorpresa, ya me tenía bien sujeta y no pude más que recibir una y otra vez las embestidas asfixiantes del gran cabrón que resultó mi abuelito, me folló hasta que mi boca se llenó de semen. Luego me colocó a cuatro patas y su verga ahora con una fuerza descomunal entro por completo en mí. Mordí la almohada para ahogar el grito de dolor y solo logré excitarlo más, me jalo del pelo y mis nalgas chocaban contra él.

Mi abuelo sacó su verga de mi coñito  y la colocó sobre culo…me dejé hacer, era su hembra y un macho debe cumplir con ella. Apretaba mis sábanas, mordía lo que podía y ni así lograba apagar mis gemidos. Mi abuelo me agarró  del cuello y tapo con su mano mi boca. Era un hombre distinto, totalmente desconocido para mí. Escuchamos que una puerta se abrió y nos quedamos inmóviles unos segundos, eran los vecinos a los que escuchábamos de igual manera nos podían oír a nosotros. Me quedé inmóvil, mientras mi abuelo prosiguió, él seguía metiendo y sacando su verga de mi culo. Hasta que finalmente derramó su leche en mis intestinos y parte también mojó las nalgas. Sin más se levantó y me besó en los labios.

– Eres muy escandalosa, nos van a descubrir, me dijo y salió de mi habitación. – Ahora ya sabes a qué has venido a esta casa y con quien estás tratando, PUTA.

Mi madre sabía con quien me mandaba a vivir, quería que yo viviese su propio horror de adolescente cuando su padre, mi abuelo Jorge la follaba día sí y día también, lo raro fue que no saliese preñada. Aquel hombre aun se mantenía en forma, pero no era más que la sombra del fornicador que fue, a falta que la abuela le diera lo suyo, se sació con su hija… por lo visto era un semental insaciable, siempre la tenía como una piedra. Aquella noche me alegré, porque tenía a ese hombre donde quería… ¡Pendiente de mi coño! Me tapé bajo las sábanas. Cerró mi puerta y solo pude escuchar cuando se echó en su cama.

Al día siguiente mi abuelo era el mismo de siempre, mi padre me llamó al móvil y charlamos un rato mientras desayunaba con él… mi madre no me dirigía la palabra sabiendo que iba ganando la batalla. Mi abuelo se disculpó por la invasión nocturna, le quité importancia diciéndole que era normal viviendo bajo el mismo techo…yo siendo una mujer y él un hombre.

Aquello dio pie a preguntarle... – ¿Qué pasó con mamá, para que te odie tanto, abuelo?

Me contó eran unos desagradecidos después de haberles dado una buena vida y sendas carreras a los dos, ninguno se ha dignado a venir a casa tras quedar viudo, ellos se lo pierden, aquí en Navarra lo que marca el testamento es lo que se cumple.

– Pero me han contado que tú abusabas de ella…

– ¿Quién te ha contado eso…?

– Mamá y mi tío no ha dicho que no ocurriera…

– Los dos son unos cerdos. Y jamás los quiero volver a ver. Lo que realmente ocurrió, es que ellos fornicaron durante años, un día me enteré y solo quise tomar la parte del pastel que me correspondía…comprende que por entonces tu abuela tenía la menopausia y ya no le apetecía follar, y yo necesitaba aliviarme… ¡Soy un hombre joder! Y tu madre ya era bien puta a los 16…En el pueblo hablaban de ella ¡No imaginas cuantos novios tuvo en aquella época!

– No te preocupes por mí, lo entiendo. Sé que los hombres sois así por naturaleza, necesitáis poseernos con frecuencia y si no, os entra un fuerte dolor de testículos, y eso no es humano. Tú solo tomaste lo que te correspondía y mamá debió de ser más compresiva contigo y dejarte entrar dentro de ella con la asiduidad que un macho requiere.

– ¡Echaba de menos a una mujer comprensiva con mi instinto! Gracias cariño.

Dijo sin perder la dignidad ni la masculinidad. Después descubriría por qué, tomándome de los brazos y mirándome de arriba abajo sentenció…

– ¡Tendré que pelear con miles de pretendientes! ¡Eres más hermosa de lo que imaginaba!

Se lo agradecí y subimos por la finca hablando de todo sin hablar nada de mamá tal como lo pactamos. El abuelo poseía una buena casa con piscina lista para usar, dado que era verano y por la mañana refrescaba, aprovechamos para hacer un pequeño tour por la misma, comiendo algo frugal a media mañana y luego el almuerzo para luego dormir la siesta.

Pasaron los días y todo fue entre descubrimiento y normalidad. En más de una vez oportunidad, lo cacé observando mi cuerpo, pero tal situación la vi con orgullo. Un día recién levantaba por la mañana, cuando el entraba con un paquete que llevo a su cuarto mientras decía que se inauguraba una feria internacional por la tarde y quería que fuéramos a verla. Una vez allí se nos hizo de noche y después de unos pocos pero fuertes tragos me sentí mareada y alegre. En un par de oportunidades me abrazó a la altura de la cadera acariciando mi cintura mientras me indicaba los stands explicándome las costumbres de tal o cual país que él había visitado…, por ultimo me tomó de la mano llevándome firme como todo mujer espera de su hombre, como no, terminé aceptando esa situación como natural, pero ni aun saliendo del tumulto me soltó.

Llegamos a la casa, estaba extenuada y cuando iba a mi dormitorio… – ¡Espera que quiero darte algo!

Volvió con el paquete de la mañana y al abrirlo encontré un vestido de finísima seda con mi color favorito. Era realmente espectacular, de fiesta, una sobriedad tremenda y sin más con la alegría del licor y el valor del regalo me desvestí frente al espejo de donde estábamos. Observé reflejado en el espejo a mi abuelo mirando mi culo, el cual solo lo conocía con el bikini puesto de las fotos que le enviaba cada año. Ahora era cubierto solo por un hilo del tanga, cerré los ojos al levantar los brazos y mis tetas casi perfectas se vieron muy sensuales.
Me vestí y giré el cuerpo para que su falda corta pero suelta volara dejando a su vista mi tanga.

Alan Proust creo que escribió "dale un vestido a una mujer y cambiará su forma" Lo rodeé por el cuello y sin pudor de nada le di un par de picos o más.

– ¡Para cariño, que me voy a olvidar que eres mi nieta!

Lo miré fijo, de mi boca susurrando al oído… – ¡¿En serio te olvidarías que soy tu nieta?!

El bajo la vista… – Hija, estoy en las puertas de la muerte y tengo en mis brazos la mujer más hermosa que haya podida abrazar junto a tu madre a tu edad… ¿No has visto la película "una vez en la vida"?

Sí la había visto en Neflix, y sé a qué se refería aquel hombre a las puertas de la muerte. No pude más y busqué su boca para meter mi lengua, besaba bien casi como lo que buscaba, lengua carnosa muy húmeda y me costaba seguirle el paso. Me excitó de sobremanera y desnudándome fuimos a la cama. Era todo pasión, no me acariciaba con fuertes manoseos y no me besaba me chupaba la lengua mamándomela…se amarraba a mí a modo de salvavidas en un naufragio, y yo a él cual cetro de máximo poder faraónico.

Le solté su camisa, descubriendo la pose de lo que fue un hombre musculado, su vello blanco cubrían sus hermosos pectorales aún firmes, su barriga un poco prominente, pero nada desagradable. Se notaba que de joven había sido un dandi, me recordaba mucho al viril cuerpo de su hijo, mi tío Jorge. Solté la hebilla del cinturón y los pantalones se desplomaron a suelo, lo senté en la cama y acabé desnudándolo entero menos los calzoncillos. Después le hice un bailecito tipo estriptis con solo el tanga encubridor de un poco de mi escultural cuerpo.

Me arrodillé entre sus piernas y tiré con dificultad de su calzoncillo bóxer, dejando a la vista una arrogante verga carnosa, venosa y gruesa de vista espectacular. El soldado está dormido pero yo lo despierto con técnicas ya antes empleadas… reconoce mi gesto al instante, comienza a levantarse obediente lo comienzo acariciar lento para así darle el tiempo de despertar. Siento como quiere girar su rostro a la izquierda pero apoyo más mi mano para que no lo hagas y sigas pendiente de mi felación. Veo su mano izquierda, buscarme a tientas y esa es mi señal para ponerme en lo mío.

Meto al soldado hasta atrás de mi boca para lubricarlo y así acariciarlo mejor, con unas cuentas felaciones completas la polla ya está en acto de servicio para ser acariciado como debe ser, rápido y con buenos movimientos de muñeca. Ya despertó por completo, la respiración de mi abuelo comienza a ser acelerada en mi mano izquierda me lo hace saber…,  no pone ninguna resistencia, deja que haga lo que quiera con su cuerpo a mitad de la tarde.

Descanso mi cabeza en su pelvis, me llevo al soldado conmigo, tengo su glande metido en mi boca chupándolo con ganas mientras acaricio el grueso tronco con una mano y la otra en sus memorables huevos colgantes, enormes, soberbios y desbordantes. Mi saliva tiene a la polla del abuelo  mojadita por completo, mis caricias lo hacen vibrar cada vez más ¡¡Me siento tan bien con la cabezota en mi boca!! Realmente me gusta su color rojizo. Sus ruidos de placer acompañan a los míos. Sé que desea mirar como juego con su tranca en mi boca, pero prefiero que te lo imagine.

Sus gemidos son el sonido más delicioso que alguna vez haya escuchado, y cuando puedo se lo hago saber. Levanto nuevamente la cabeza, y comienzo la felación como tal…, su cadera se mueve ahora deseosa por ayudar, así que la bayoneta llega una y otra vez a lo más hondo de mi galillo. Los dos comenzamos a transpirar por tal momento. Su cadera y mi boca encuentran un ritmo realmente gratificante síncrono. El coro de sus gemidos, me excita como nada en este mundo. Elevo su extendida bolsa escrotal y le chupo desde el culo, pasando por el perineo y rematando en los huevos…, de ahí paso a chuparle las tetillas mientras él me devolvía las atenciones acariciando mis tetas. Me entretengo un rato con su solado hecho mástil. Interrumpo mis succiones al hinchado glande, para darle atención a tus testículos duros y descolgados dentro de tan inmensa bolsa escrotal…bien agarrotados, sigo bobeando al pollón energizado, sus venas inflamadas deforman el tronco como en el mejor de los consoladores, con mi mano derecha. Me centro en tus huevos, beso cada uno por igual, les hago saber que los quiero al igual que a su duro cipote.

Su voz ronca me saca de mi ensoñación. Voy a correrme dices… – No pares nena, no me dejes así ¡Necesito correrme YA!

Guio al cabezón dentro de mi boca, atrapándolo con mis labios en un cierre hermético alrededor de toda la amplia visera del prepucio. Succiono con animación sosteniendo los pesados cojones que albergan tan rico contingente seminal, apenas alcanzo a meterlo chupándolo unas cuantas veces, cuando descargas tu esencia en mi garganta a chorros, me tomo hasta la última gota de tu orgasmo. Los tres primeros aldabonazos se sienten largos y gruesos, los siguientes van decayendo para lograr la última convulsión…. Limpio al soldado tras la batalla y le doy un besito en el agujerito por donde ha eyaculado tan rico manjar.

Con un gesto infantil, le muestro su descarga antes cerrar la boca y tragármelo todo…vuelvo a descansar mi cabeza en su cuerpo pero ahora en tu abdomen, se encuentra con una pequeña capa de sudor. Quito mi mano de su rostro. Toma eso como la señal para moverse. Sus manos se posan por debajo de mis axilas y me alza. Nuestros ojos conectan, le encuentro relajado y saciado. Sin más me besa, giran nuestros cuerpos ahora yo estoy debajo y él arriba. Nos besamos y jugamos con nuestras manos y bocas un largo rato… – Te pareces tanto a tu madre, creo que sois dos gotas de agua…idénticas en todo.

Solo cuando me penetró cerró los ojos, me detuve en su rostro, mamá tenía sus facciones y ahí supe que estaba en brazos del padre de ella, que le pertenecía a mi abuelo más que yo y esto me calentó más, jugueteamos lengua con lengua salivándonos dentro de las bocas alimentándonos de la del otro. Su sabor incrementaba mi desazón electrificando mi clítoris. Percibía como hincaba su estoque a fondo con pequeños gruñidos, soltaba el aire y volvía a tomar impuso extrayendo buena parte del cipote de mi vagina… ¡Umm! De nuevo abría mis carnes haciéndome sentir su hombría. Solo había hecho falta cinco minutos para que el semental estuviese de nuevo en acción. Sus prolongadas bolas me aporraban el culo al tiempo que su grueso glande atoraba mi vagina…percibía su olor a macho, a hombre a mi abuelo. El olor fuerte a semental me ponía muy fuera de mí, mi gustaba gustar a hombres varoniles, y sin duda mi abuelo lo era con creces.

Ahora empujaba con mayor desazón, expandía la boca del coño aún más al enterrar su verga hasta la rolliza raíz, lo notaba, sabía que pronto culminaría…. Se estremeció cuando acabó metiéndome todo el rabo entero. Comenzó a eyacular salvajemente ente gruñidos forzados, intentando expeler todo el semen acumulado por días o semanas en sus testículos. Nada más soltar el último esténtor, la extrajo y yo le parí su ingente cantidad de semen, elevé las caderas para que lo viera caer en mis labios vaginales, era su trofeo y mi placer.

– ¡Serás el momento soñado! Repitió mientras se recostaba a mi lado.

Al otro día cuando desperté lo escuche en la cocina, me puse su camisa y aparecí en la puerta de la misma, cuando me miró baje la vista. El me pidió me acercara y habláramos. Aunque no estuve de acuerdo me sentó en sus muslos

– ¡¿Cual es el límite del amor?!

– El mismo de la pasión.

– Hoy no eres mi nieta, por que anoche dejaste de serlo cuando te amé como un loco. ¡Créeme estás más guapa que nunca!

Lo mire y me besó haciendo un recorrido por mi cuello hasta que buscamos nuestras lenguas, unos segundos después me quitó la camiseta e hizo apoyar las manos en la mesa mientras apenas salivaba mi culo para penetrarlo en seco y hacerme gemir entre el placer y el dolor.
Se me corrió en mi boca y, mientras le limpiaba la polla con mis labios lo mire de reojo… tenía los ojos cerrados con un gesto en su rostro de puro placer. Entonces sí supe que ya éramos macho y hembra, sin dejar de ser abuelo y nieta.

Fuera de casa éramos abuelo y nieta del portón para adentro macho y hembra, le encantaba sacarme las bragas enrollándooslas como símbolo de lo lujurioso y a mí su mirada libidinosa y de macho que se sirve de su hembra cuando quiere.

Una tarde salíamos a la playa cuando aparecí con un bikini erótico, solo tenía un pequeño tapa vulvas y el resto era hilo, con un sujetado que apenas tapaban mis pezones…, apuntó cambiarlo y me negué. El fin de la discusión fue quedarnos en la piscina de la casa, el desnudo y yo con mi bikini. Con todo aquello vendría una forma de sexo desconocida para mí. En la zona de piscina, me hizo chupar mucha polla y huevos pero cuando sentía que subía la leche me la sacaba de la boca para descansar entre mis tetas y allí alojada hacerla dormir. Varias veces tenía que reiniciar la mamada y cuando observó que ya estaba cansada se apiado descargando un semen caliente y abundante dentro de mi coño. Me abrió de piernas y despojó la poca tela de mi coñito para insertar su trabuco en mi interior con la fortaleza que Dios le ha dado a ese cuerno curvado que tiene por verga. La metía a fondo y en varias clavadas, notaba como me llenaba a límites que me asombraban. No sé cuánto tiempo chupe esa polla pero si el aliento que me quedó… horas después aún seguía. Le encantaba el juego de la excitación, a su edad eso era muy importante, no como los jóvenes adolescentes que se corren antes de que una esté caliente para disfrutarlo.

En otra ocasión en pleno verano se puso a cuatro patas mostrándome con su culo después de retozar en el agua de la piscina durante casi una hora, para que se lo lamiera sintiendo su ojete y los peludos cojones colgantes que me cubrían la cara. El gemía y me agradecía de placer repitiendo cada tanto aquello de ser yo la mujer soñada.

Al otro día viví otra experiencia que tal vez los hombres la entiendan…, estaba limpiando la cocina y lo sentí entrar…, le pregunté sin mirarlo si quería algo y al no obtener respuesta me di la vuelta para mirarlo. El muy cabrón se estaba pajeando sentado en la silla… – Sigue  limpiando amor, sigue por favor, ponte de espaldas, continué con mi faena. Sonreí pensando en esa locura de tenerme a disposición para masturbarse. Yo le incitaba moviendo mi culo de aquí para allá, me remangué la camiseta larga, lo único que llevaba puesto, con la excusa del calor veraniego. Mostraba mi culo expedito y mi coño impúber completamente depilado.

Se acercó por detrás, y le dejé hacer lo que todo macho ha de cumplir con una hembra… permitirle que me tirarse la leche en el coño. La clavó de sopetón, y en unos segundos de folleteo ya lo tenía eyaculando dentro de mi vagina afable y receptiva. Me tapó a besos agradeciéndome por lo hecho.

Una tarde con dos amigos suyo salimos en un yate de relativo porte hasta que en un momento Carlos que lo manejaba a orillas de unos matorrales lo puso marcha atrás mientras Rubén con una especie de remo corrió unas ramas y entramos a un pequeño afluente quedando escondidos por las ramas. A unos trescientos metros de marcha llegamos a un claro muy limpio que se ve lo usaban frecuentemente. Rubén bajó primero y mi abuelo me alzó para depositarme en los brazos de él.

Sacaron una colcha mullida y la desparramaron… nada más ver aquello supe a lo que venía. Pensé que se iban a servir de a uno pero los tres se quitaron los shorts y quedaron con las pollas al aire turnando sus lenguas en mi boca…, no era mi primera vez con más de uno y aquello lo podía manejar, pero era abueletes y no deseaba matar a ninguno del corazón.

Empecé a chupar todo lo que me daban mientras recibía manoseos y lenguas por todos lados…, no había tiempo para el asco podía chupar las bolas de Carlos y recibir la lengua de Rubén en mi boca o el culo de este para que después me besara mi abuelo. Al cabo de unos minutos, me tendieron sobre la colcha y mi abuelo se agazapó sobre mí al estilo misionero y me penetró durante diez minutos. Después me dio la vuelta abriendo mis nalgas diciendo a sus compañeros… – ¡Ahí lo tienes Rubén! Mi grito de dolor por ser una doble penetración quedó ahogado por la polla de Carlos en mi boca.

Todo fue desenfreno y comentarios, tetas de mármol, cola de porcelana y boca de volcán escuché decirles. Me gusta tomarme la leche de quién me folla, pero esta vez casi vomito, no terminaba de descargar el semen de uno en mi garganta, cuando llegaba otro torrente de leche, pero resistí.

Carlos trajo unas botellas de agua y enjuague mi boca para después tener que lavarle las vergas. Era una diosa agradeciendo a sus ángeles o una esclava a sus dioses. Volví al refugio de mi macho, mi abuelo, ahí me explicó que ese había sido el momento soñado que siempre quisieron, que uno cometiera incesto para ofrecer la hembra de su sangre para el placer de los otros, un cornudo consciente.

Un día después de cumplir con su fantasía senil, vinieron por la noche Carlos y Rubén a congraciase conmigo. Me trajeron un par de zapatos “Manolos”, bolso de súper lujo “Luois vuitton, con una gargantilla de oro con pendientes a juego. Me hice un desfile con mi vestido y al final me desnude frente a ellos pidiéndoles que fueran libres de follarme cuanto les apeteciese.

Carlos me llevó al dormitorio, a él le apasionaban los besos de lenguas y el toqueteo, obvio que me comió el culo cola y la leche fue directa a la boca. Rubén me puso a cuatro patas y puso el cipote apuntando bien a mi culo… ¡Nunca me follé algo tan hermoso! Decía, la sacaba y ponía una y otra vez y también se hizo tomar el semen… Mi abuelo les había puesto por condición que el coño solo era para él, el único con derecho a pernada y a preñarme, claro. Me bañé y al salir solo estábamos mi abuelo y yo.

Me preparé para pedirle que me meara en la boca, pero él me abrazó y besó con ternura y volvió a cerrar los ojos cuando me penetró y nos pasamos la lengua uno en la cara del otro pero con sensualidad y supe que lo estaba disfrutando con locura porque era como amar un espejo de mi madre en distintos tiempos. Lloré sin sentido y él bebió mis lágrimas. Deseé algo loco que por genética o experiencia fluía en las venas de la familia como Marca de la casa.

– Sí amor, yo también he empezado a enamorarme de ti. Te parecerá loco para un viejo como yo… pero mi último deseo en esta vida sería poder PREÑARTE, y completar el círculo soñado entre tu madre, tú y yo ¡Ojalá consiguiera hacer una panza para ser un hombre feliz!

Sorprendida por lo que escuchaba espeté emocionada… – ¡Sí abuelo…Quiero un hijo tuyo!

Me hinque inmediatamente y comencé a chuparle la gran verga, me resultaba muy extraño meterme a la boca una polla que me llegara hasta el fondo de la garganta y aún sobrase haciéndome tener arcadas y un fuerte dolor de comisuras por gran anchura de su tallo… hasta en eso sentía la diferencia de tamaños. Yo estaba excitada y disfrutando la nueva experiencia, en ocasiones me giraba para la cara del abuelo (de abajo hacia arriba y sin soltar su cetro) Veía su cara de placer con ojos en blanco y sonidos de animal (Lo juro)

Decidí soltarlo porque me preocupo que esa mamada hiciera que el viejo tuviese un tabardillo en el corazón y terminara muerto de una mamada y yo sin tener un orgasmo…, egoístamente  quise dejar algo para mí. Saque su tranca de mi boca y me incorpore, estaba por quitarme las zapatillas cuando el abuelo me interrumpió y me pidió que me las dejara, solo me giro y me dobló…, me abrí de piernas todo lo que pude, dando acceso total al miembro viril que engendró a mi madre y fecundó en ella a mi hermano, para que saliera y entrara en todo mí ser su leche de macho degenerado. No había vuelta atrás porque ya éramos marido y mujer más allá de ser abuelo y nieta. Quedé apoyando mis manos en el tocador mientras el alzaba mi falda para penetrarme con toda velocidad, ahí ya no sentí la diferencia de tamaño con las vergas de la familia, ahí el placer fue total. El abuelo Jorge me cogió como se le dio la gana y en varias posiciones, yo no podía pensar ni actuar, el era dueño total de mi cuerpo, lo único que yo hacía era gemir y disfrutar.

Hubo un momento donde me toco cabalgar sobre de él, la verdad es que lo decepcioné, estaba tan perdida en mi placer que no me sincronice en el vaivén, inmediatamente lo notó y una vez más me cambio de posición, fueron muchas y muy ricas, yo se que ahí por lo menos tuve dos orgasmos, de pronto con voz de excitación y lujuria el abuelo pregunta… si deseaba que me llenase, le supliqué que SÍ, que era suya en uso exclusivo. Esa sola frase o confesión hace que mi abuelo explote de placer dentro de mí. Tuvo un orgasmo tan poderoso que yo sentí cada chorro inundándome mi coñito de semen. Nos quedamos exhaustos recibiendo las caricias y el calor del otro… me adormilé y terminé en manos de Morfeo.

Desperté en la oscuridad de la cabaña del jardín, donde quedé dormida tras unos tragos con el abuelo. La humedad y el calor del duro verano no me dejaban conciliar el sueño, miro a mi lado y estoy sola, sola con el recuerdo del amante que ahora no está y desearía que estuviera en mi lecho para calmar el ardor que recorre mi cuerpo, con ese otro calor más placentero de la sexualidad, pero no sé dónde encontrarlo.

Una ilusión se presenta ante mis ojos, me levanto y salgo al fragante jardín…Oigo sonidos. Como si alguien nadara en la piscina. Esto me intriga mucho y vestida únicamente con mis braguitas casi transparentes, me acerco hasta la piscina. El abuelo está nadando está nadando desnudo en la oscuridad de la noche iluminada por la luna creciente, decido acompañarlo para refrescar mi piel hirviendo, sin quitarme las bragas me zambullo. No alcanzo el fondo de la piscina, porque unos fuertes brazos masculinos me atrapan y una boca ansiosa y ávida se pega a la mía.

Ingrávidos en el agua, nos besamos recorriendo con las manos todo nuestros cuerpo, mis manos se dirigen con deseo al vientre del hombre lo rodean hasta su espalda perlada y me encuentro con ambas manos en sus nalgas…lo atraigo hacia mí. Mis dedos siguen su periplo con el fin de abarcar con afán sus testículos y tomar su polla, mi joven abuelo me sorprende cada día… sostengo la verga por completo en mi mano, que ya está en plena erección. Pero algo me estremece, es un ruido que proviene del jardín del vecino, parece que alguien en dicha casa tampoco puede dormir y ha tenido la misma idea de refrescarse a la luz de la luna.

Este pensamiento me enardece aún más y la lleva a desnudarse con ansia, se lamen los labios y se acarician bajo el agua con extrema pasión…Me excita la idea del peligro que implican mis actos en sitio público, en el que en cualquier momento podemos ser descubiertos por miradas indiscretas y tiemblo al pensar que a cada instante una potente luz pueda acabar con la cómplice oscuridad de la noche que protege nuestra sensualidad desbordada, desvelando el erótico y fuerte abrazo al que estamos entregados.

Pero no puedo detener los impulsos de mis sentidos desatados por el instinto sexual y me pego al cuerpo de mi abuelo, estrechándolo fuertemente con mis piernas, el recibe mi mensaje y me conduce nadando hacia el borde de la piscina. En la zona baja donde podemos hacer pie pero nos cubre el agua hasta el pecho, él sujeta del culo subida a sus caderas. Se inclina, me toma por la cintura firmemente y me atrae más hacia él, sobre su curvada bayoneta presta al ataque, hasta sentarme encima ella. Guiando su ariete para que mi vagina se encargue de envolver en un cierre hermético total a su tremendo cipote venoso. Me sostiene por las nalgas y yo, con una de mis manos libres excito mi clítoris, siguiendo el ritmo convulso del coito. El sonido del chapoteo del agua nos indica la cadencia de su cintura empujando a mis entrañas la verga perfecta para mi coño…logra entrar una y otra vez toda entera hasta la raíz, me gusta por el gran placer que produce la expansión del grueso cilindro en mi boca vaginal, con los estiramientos y contracciones de mi clítoris ¡ME SOBREEXCITAN! Nos comemos las bocas, compartimos las salivas chupándonos las lenguas con lascivia percibiendo cada inserción del cuerno duro de mi amado abuelo, mi amante, mi esposo y  macho semental. Las sensaciones son múltiples… sus manos, su cuerpo varonil dándome potentes pollazos, la flotabilidad del agua facilitando la postura despatarrada que facilita como ninguna otra postura la penetración profunda y la certeza que voy a quedar preñada de mi abuelo, es todo un acicate para elevarme a las nubes y dejarme llevar al limbo de los placeres terrenales conectados con los celestiales ¡Tengo su aroma en mis papilas gustativas!

Mi hombre acelera, y sin más que un ¡Uuummm! Estalla en un orgasmo feroz, mientras lo beso con pasión en la boca y siento en mi interior los ardientes espasmos del semen del semental que me volverá a hacer madre. Noto como me preña, sus chorros de lefa golpeando contra mi fondo vaginal impregnándolo todo de rico esperma, copado de soldaditos conquistadores hacia mi útero. Ese cosquilleo en mi vientre me hace feliz y me llena de dicha. Sin saber que me esperaba cuando llegué a casa de mi abuelo, suponiendo los peores augurios, me encontré a un hombre con el que puedo vivir toda la vida en plena de placidez. Aun me daba un poco más, notaba sus últimos esténtores eyaculando dentro de mí…este macho estaba dispuesto a dejarse secos los huevos para llenarme a full. Me sentía segura en sus brazos, acoplados por nuestras bocas y los genitales a una, enlazada a él con brazos y piernas en medio de la noche, solo existíamos él y yo, el mundo había desaparecido por completo despreocupados, percibiendo cómo me llenaba el vientre de vida.

Elisa era mi abuela, siempre me han dicho que soy idéntica a ella y creo que por eso fui la consentida de mi abuelo, él la quería bastante y siempre decía que no sabía que iba a hacer si algún día lo dejaba. Lamentablemente ella murió hace más de un año, dejando a mi abuelo muy triste y deprimido… ese era otro de los motivos por el me fui a vivir con él por eso. Decía que conmigo se sentía mejor

Una ocasión hablando con ella, comentó que mi abuelo fue el único en su vida y de lo muy bien dotado que él estaba y de como la hacía feliz a pesar de su edad madura, pero tras cumplir los 53 años le vino la menopausia y dejó de apetecerle follar, el grosor de la verga del abuelo le producía irritación y daño al penetrarla por la falta de lubricación y comprendió que buscase otro coño en donde desahogar su testosterona. De esto ya han pasado ocho años, y la verdad desde ese día me entró un poco de curiosidad y también un poco de morbo, porque aunque ya había tenido relaciones con Leo y mi primo Fernando, sentía que no me satisfacían completamente, es más, a veces tenía que terminar masturbándome. Claro que me excitaba estar con ellos y sentía bien siendo follada por ello, pero siempre en el acto esperaba sentir más, eso que solo los maduros pacientes saben dar a las mujeres.

Ahora que vivo con él sin mi abuela, hablamos mucho de sus anécdotas, me enseñaba el álbum de sus fotos, me cantaba las canciones y leía los poemas que le escribió a mi abuela, pero como quiera lo notaba triste y a veces hasta veía que le salían lagrimas de lo triste que estaba, yo lo veía y trataba de ser fuerte pero me daba sentimiento así que lo abrazaba.

– Me haces feliz por estar aquí a mi lado, empezó a acariciarme el pelo… – Eres tan parecida a tu abuela y a tu madre, tan bonita, tan suave.

Me abrazó de una forma diferente a como se hace a una nieta, que suele ser más cariñosa, entre los dos se había disipado el parentesco familiar, éramos hombre y mujer. Acercó su cara a la mía y me dio un tierno beso en los labios, yo le conteste de igual forma y así estuvimos como dos minutos, se separo de mi, nos miramos, tomo mi mano y le dio un beso y reímos felices. Nunca pensaba que hacíamos nada malo, al contrario, me sentía bien porque hacía mucho tiempo que no veía a mi abuelo feliz y riendo, además, a mí también me gustaba la situación y me decía a mi misma «es amor… no tiene nada de malo».

Compuso una canción con mi nombre y un poema, así que me dijo que me acostara en su cama, acostado junto a mí y comenzó a recitarlos… me gustaron, se me acercó más y de nuevo me besó con pasión. Mi abuelo me besaba muy bien, así que me dejo hacer, pega su cuerpo al mío y aunque traíamos la ropa puesta, podía sentir su verga erecta en mi pierna. Poco a poco fue subiendo mi falda hasta llegar a mis bragas tirándolas hacia abajo, yo tampoco me quedé manca y desbroché su pantalón y juntos a los calzoncillos se los quité de una. En pelotas seguimos besándonos poniéndose encima de mí, coloco la punta de su glande en medio de mis piernas, y yo me abrí un poco para que no batallara en la incursión, así que comenzó a deslizarlo suavemente a las profundidades de mi coño, empezando un vaivén lento y muy rico. Podía sentir su glande salir por detrás de mí y su tronco rozar mi clítoris ¡Dios que sabroso sentía aquel badajo grueso!

Como estábamos los dos de lado, me fue acercando hacia él, entendí lo que quería, así que primero le subí mi pierna y después lo monte completamente, me tomo de la cintura e hizo que recorriera su polla a todo lo largo varias veces, yo ya estaba bien caliente, tenía ansias de sentirlo dentro de mí… tomé la iniciativa.

Subí mi falda lo mas que pude y tome el mazo por la mitad, me lo acomodé en mi entrada y empecé a hacer presión para que entrara. Poco a poco lo fue haciendo, sentía como su glande iba abriendo mi interior, me detuve un momento donde sentí que algunos chicos de mi edad  llegaban con toda la polla dentro… miré hacia abajo con satisfacción al ver que faltaba que me entrara poco menos que la mitad.

De nuevo empecé a moverme de arriba abajo haciendo cada vez más presión, era fácil que me entrase toda, y así fue…, poco a poco fue entrando hasta que sentí como algo topó dentro de mí y al mismo tiempo sentí mi clítoris pegar en el pubis de mi abuelo, miré hacia abajo de nuevo… siempre me sorprendía albergar todo su enorme tranca gruesa, haciendo de la boca de mi coño igual de amplia que la del túnel de un tren ¡Cuando pariese a su hijo me sería muy fácil, no necesitaría epidural para dar a luz!

Sin quitar la mirada de abajo empecé a levantarme para sacarla casi toda y volvérmela a meter y así varias veces, no puedo explicarles lo que sentía como fascinada, excitada, llena de morbo, sentía un gran placer al percibir como por mi vagina entraba y salía ese gran mostrenco de carne dura y venosa, y el ver como coño respondía con los jugos que escurrían y hacían que brillara. Me tenía encantada mi abuelo lo noto.

– ¿Qué te pasa nena?

– Nada, es que aún no me explico que pueda caber toda,  le dije sonriendo.

– Ya ves, tienes el mismo don de tu abuela y tu madre… un coño tragón y profundo.

Tiró hacia él para besarme de nuevo, yo por mi parte seguí moviéndome cada vez más y más rápido, hasta tener un orgasmo superlativo. Me detuve un momento sin sacarme su tranca y volví seguir despacio, lento. Comenzó a besar y chupar mis pezones elevándome la temperatura, me tomó de nuevo de la cintura con su mano extendida, alcanzando a tocar mis glúteos

– así no amor… así.

Empezó a moverme de una forma extraña, no de arriba abajo, si no de adelante para atrás y cada que regresaba arqueaba mi cintura hacia adelante, eso hizo en mi, encontrar algo que hacía mucho andaba buscando y que jamás había sentido… mi punto “G”, y que hermoso se siente cada vez que lo tocaba…, sentía como pequeños choques eléctricos recorriendo mi cuerpo. Mi abuelo me movía rápido hasta volver sentir otro orgasmo pero muy diferente a los que había tenido… un orgasmo largo y convulsivo que me hizo temblar de placer. Caí exhausta sobre mi abuelo sacándome su pollón, pero en ese momento mi abuelo me puso boca arriba en la cama y se colocó encima de mí.

– ¡¡Ahora me toca a mi amor!!

Y me volvió a meter su mazo, aunque un poco cansada todavía quería más, empezamos a besarnos, acariciándonos con desesperación, de repente sentí como mi abuelo bajó su mano a mis glúteos metiendo unos de sus dedos en mi ano comenzando a follarlo, lo movía al mismo ritmo que metía su daga árabe… todo esto me estaba volviendo loca de placer durante unos minutos que fueron segundos y…de repente empiezo a notar a mi abuelo correrse dentro de mí a chorros y  más chorros de espeso semen caliente en lo más hondo de mis entrañas, que hicieron excitarme como una puta a más no poder con un orgasmo insaciable, corriéndome junto con mi abuelo.

El abuelo Jorge se salió de mi vientre tras descargar sus pesados testículos en su querida nieta…se recostó a mi lado. Yo estaba súper cansada, nunca en mi vida había tenido una follada tan intensa en los físico como en lo anímico como esa vez.  Por mi cabeza pasaban tantas cosas… él como mi abuela tenía razón, de cómo sin pensar cumplí mi fantasía y la de mi abuelo, el saber cuál era mi medida idónea de verga para mi coñito y descubrir que era justo la que mi abuelo tenía, el ser la esposa de un hombre tan viril, varonil y vigoroso… la triple “V”, el saber que disfrutaba de la verga que estuvo dentro de mi abuela preñándola por dos veces, dentro de mi madre preñándola de Leo y ahora dentro de mí preñándome de mi próximo hijo que nacerá en cuatro meses… y sobre todo que hasta la muerte sería la mujer de mi abuelo. Era consciente que estaba mal lo que habíamos hecho, pero no me importaba, a esas alturas de su vida, mi abuelo era feliz y yo igual…, además pensaba que a lo mejor mi abuela se sentía igual allí arriba donde estuviese, al ver tan feliz a su compañero de viaje.

En eso sonó mi teléfono móvil, era mi madre, no sabía nada de mi preñez ni pensaba contarlo hasta que no fuese evidente o necesario. Después de seis meses sin hablarnos, nos reconciliamos. Nuestros secretos eran los mismos, nuestros amores también, nuestras ansias y lujurias paralelas…nos unían tantas cosas que era imposible estar enfrentadas. Preguntó como estaba, mi abuelo y yo nos miramos y sonreímos… me hallaba cansadísima con las piernas flojas, notaba que se me escurría el semen de mi amante, así que me quité la falda, empapada en sudor y fluido vaginal. Fui rápido al baño y me di una ducha rápida y me enjuagué el chochete, cuando salí mi abuelo estaba sentado en la cama un poco serio y noté que se agarraba el brazo izquierdo.

– ¡¿Qué tienes abuelo, estás cansado mi amor?! ¡¿Te pasa algo?!

– ¡¿Te gustó como te folló el abuelo…?!

Contesto y reímos los dos al ver que no era nada, me senté a su lado dándole un abrazo y juntamos las manos.

– Me ha encantado, como siempre abuelo ¡Te amo!

Le di un beso en los labios pero note que hizo un gesto de dolor y le pregunté de nuevo.

– ¿Qué tienes? ¿Te duele algo?

– La falta de costumbre hija…, desde que estás en casa he follado más que en los últimos 20 años… ya me estaba oxidando, y se rio. – Apeteces tanto que no puedo parar…

– Anda abuelo, recuéstate que te preparo algo.

– No nena, solo dame una naproxeno, con eso se me quita no te preocupes.

Pensé que a lo mejor era cierto así que le di la pastilla, le dije que ya me iba a hacer la compra, lo tomé de las manos y me despedí dándole otro beso en los labios que duró más de lo habitual en las despedidas que teníamos.

– ¡Te amo! Luego nos vemos, ahora descansa un rato… ¡Has hecho un gran esfuerzo!

– Mi amor me has hecho muy feliz gracias viniéndote a vivir a casa.

Mi barriguita comenzaba a ser prominente, no se notaba mucho pero debido a mi delgadez se podía intuir con facilidad. Estuve tres horas en la compra, del supermercado a las tiendas de ropa y de ahí al chalet del abuelo, en ese periodo de tiempo mi madre se acercó a verme, la conversación telefónica no fue suficiente después de tantos meses sin hablarnos. Ella estaba en el chalet, el coche lo vi aparado en la explanada de la entrada, me alegró saber que estaba para darle la buena nueva de mi nueva preñez…, eran la 13:20, vi que tenía los ojos rojizos de haber llorado, pregunté qué ocurría.

Cuando mi abuelo supo que volvería ser padre, que su nieta era su esposa, cambió el testamento dejándome el chalet y el 40 % de la fortuna que había acumulado a lo largo de su vida, el otro 60 % fue a parar a sus tres hijos en proporciones variadas. Con un millón de euros y la gran casa, no me faltaría de nada si sabía administrarme. No quiero recordar ese momento de verlo en su cama con el gesto todavía feliz de haberme usado, no me resigno, no quiero creer lo que pasó, no sé por qué la vida es así, por qué se lleva a los mejores en el mejor momento. El forense diagnosticó muerte por infarto, ciertamente me culpo porque follamos como conejos, él se vino arriba, le gustaba tanto empujar fuerte dentro de mí, que la presión arterial no pudo con su emoción… no puse atención a su ritmo cardiaco. Un hombre tan enérgico, estaba convencida que podía ser brioso conmigo sin sospechar que pudiera suceder. Solo sé que lo último que hizo fue lo que más feliz le hacía… follarme, dejando su semilla en mi interior todas las veces que deseó ¡Adiós abuelito te amo… gracias por darme un hijo que crece día a día dentro de mi vientre!




Tras la muerte del abuelo

Lejos de hundirnos, aquello nos ayudó a estar más unidos… mi hermano tenía un excelente trabajo en Cantabria, mis primos aprobaron la oposición a guardia en la ciudad de Leganés y yo vivía con mis padres y mi hijo en el chalet, pero pronto seríamos seis con mis tíos… en nada siete con Jorgito. Y para aunar a ambas familias, mamá invitó a su hermano y cuñada a pasar los últimos coletazos de calor en el chalet disfrutando de la piscina.

Un poco de sexo en familia en la piscina no hace mal pensó mi madre. La noche caía, mientras Ricardo preparaba los canapés para los invitados. En total, hoy éramos cuatro porque la nena con su preñado y el dolor de la muerte del abuelo no quiso participar, mejor, así cuidaba de la nena. En fin seríamos los cuatro de siempre… mi hermano Jorge, mi cuñada, mi esposo y yo. Tampoco queríamos meter a mucha gente en casa.

– Cariño, ¿tardaran mucho en llegar? Preguntó Ricardo, excitado.

– No creo… Quizás unos minutos. Hace ya rato que les avisé.

Pude ver como su polla empezaba a crecer en los pantalones. Estaba híper excitado.

– Parece que vas a por todas, campeón, le dije, con una sonrisa.

– Ya sabes, que cuando me pongo…

En ese momento, el timbre sonó, dejando a medias a mi marido. Esperaba que fuese lo único que dejaba a medias.

– Hola, chicos. Pasad.

Lara y Jorge mi hermano, eran tan o más liberales que nosotros. Él suelen ir al “Club de la mala educación”, pero Ricardo aún no se ha atrevido ni a clubes de intercambio… hacía ya un par de años que ellos eran asiduos a esas actividades. Pese a todo, nuestra amistad como parejas que practican el poliamor completamente afianzada.

– Hola, pareja.

Ricardo les saludó afectuosamente, mientras yo iba a colocar los cubiertos en la mesa, que era lo único que faltaba. Al sentarnos, la camaradería entre los cuatro, era palpable. Y, con el vino, comenzamos a soltarnos un poco más.

– Pues no veáis como está Aurora en esta nueva vida, en especial en la cama,dijo Ricardo, ya un poco perjudicado. – Un auténtico portento.

– Vaya, que interesante… Lara me miró de reojo. – ¿Y tú, Ricardo? ¿Estás igual?

– Bueno… Me defiendo como siempre… ya me conoces. Este chalet con piscina no me ha cambiado tanto como a Aurora

– Lo es. Dije. No seas modesto. ¡Es un auténtico animal Lara!

Me miró divertido, mientras esbozaba una sonrisa.

– Hace una noche estupenda hoy… ¿Qué os parece si vamos a la piscina? Propuse.

– No trajimos ropa de baño, se excusó Lara.

– No os preocupéis por eso, desde cuando ha sido un problema desnudarnos…

Al decir esa frase, me levanté, y me dirigí a la piscina, esperando que el resto de la comitiva me siguiese. No me equivoqué. Cuando hubimos salido, me giré, y, mirándoles de reojo, comencé a desvestirme, lentamente. Hasta que dejé mi cuerpo a merced de los seis ojos que me observaban. La luz de la luna, nos arrullaba con su luz.

– Guau, nena. Tienes un cuerpo espectacular, dijo Lara.

– ¿Tú crees? Pregunté con un mohín.

– Ya te digo.

Se acercó, y, sin cortarse un pelo, comenzó a tocarme las tetas turgentes. Los pezones se endurecieron con el tacto de sus dedos. Miré de reojo a los dos hombres, que no nos quitaban la vista de encima. Finalmente, cerré los ojos, y me dejé hacer.

– ¿Puedo? Escuché que preguntaba Jorge. Supuse que a mi marido.

Cuándo sentí la respiración de él sobre la nuca, su mujer me recorría los muslos con los dedos. Sentí que las piernas me flojeaban. Abrí los ojos, y, pude ver que mi hermano y Lara, se apartaban de mí, y, besándose, comenzaron a desnudarse. Me uní a Ricardo, y les observamos en silencio…, Lara agarró la dura polla de Jorge, y se la llevó a la boca sin más preámbulos. Mi coño, comenzó a palpitar. Miré de reojo a mi marido. Se había bajado el bañador, y se frotaba la polla con una mano.

– Déjame a mí.

Me agaché, y comencé a masturbarlo lentamente, mientras no quitábamos ojo a nuestros parientes. Lara continuaba chupándole la boca a Jorge, mientras mis manos recorrían la gruesa polla de mi marido.

– No puedo más, escuché. – Necesito que me follen, mirando a mi esposo. ¡Vamos Fóllame!

Lara nos miró, como pidiendo permiso. Ricardo se acercó a ellos al ver mi asentimiento, colocó a mi marido en el suelo, agarró su polla y la encauzó a su coño. En nada comenzó a cabalgarlo lentamente.

– Joder. Me encanta.

No pude evitar llevar mi boca a la polla de mi hermano a la boca. No quitaba ojo a lo que hacía nuestros esposos. Y eso, me excitó en exceso.

– ¡¡Dios mío, cariño!! ¡Qué pedazo de polla tienes! Gimió Lara.

– Para de mamármela, nena, me suplicó Jorge. – No quiero correrme aún.

Me detuve. Pero lo que vi no me lo esperaba en absoluto. Mi hermano se dirigió a Lara, y, le introdujo la polla en la boca. Mis ojos se abrieron como platos al ver a esa zorra follarse a los dos a la vez… mi cuñada estaba muy, pero que muy salida.

– Sé que te gusta, cariño.

Y tenía razón. Me coloqué a su lado, y comencé a masturbarme como una perra en celo, al ver como mi cuñada se follaba a mi marido, y le comía la polla al suyo.

– Seguid. No paréis cabrones ¡Darme verga sin parar!

Los gemidos de Lara, continuaban inundando el jardín, mientras, mi mano, no dejaba de acariciar mi mojado clítoris. Iba a correrme.

– Dadme vuestra leche. Que parece que a Aurora no le disgusta.

Y no, en absoluto. Mi mano comenzó a moverse más rápido en mi coño depilado, mientras veía como follaban delante de mí, sin ningún pudor.

– Bañadme con vuestra leche, dijo Lara.

Su esposo fue el primero en vaciar los testículos en la boca de Lara, y seguido fue mi esposo el que abotonó el coño de la puta de mi cuñada y se vació los cojones a placer dentro de su útero. Los hombres le dieron la lefa a esa guarra, dejándome sin la esencia varonil de esos dos sementales. Solo ver como se lo montaban me produjo tal excitación que yo también buscaba correrme, esto sucedió mientras mi hermano bañó también la cara de su esposa llenándola de semen. Mis dedos viajaron más hondo de mi coño, y, con un espasmo, me corrí, llenando la noche con mis jadeos. Acabamos la noche entre mojitos y una nueva sesión de sexo, donde la protagonista fui yo… fui la encargada de dejarse bien secos a los dos. Pasada la media noche, se vistieron. En la puerta, nos despedimos hasta el día de la mudanza. Viviríamos los cuatro con Fede, Georgina y sus bebés, en familia. Después de 25 años, mi hermano y yo volveríamos a convivir en la misma casa familiar. ¡El sexo estaba garantizado, con Ricardo, Jorge y Federico!


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Entradas más populares de la semana