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UNA HISTORIA DE AMOR. Y si tú no has de volver...

    "Y si tú no has de volver" 1ª PARTE "Una para el otro y otra para el uno". Esa frase la repite una y otra vez mi ...

Costa Rica





Faltaría a la verdad si dijera que nunca había soñado con tirarme a una de mis primas. El capullo de mi tío Miguel había tenido, no una sino tres preciosidades, a cada cual más buena. Pero mis fantasías se hicieron realidad con la que jamás había ocupado las frías noches que pasé en el pueblo y del modo más inesperado. Muy a mi pesar, he de reconocer que al igual que todos los chavales de mi pandilla durante años había fantaseado con María, la mayor de la estirpe. Morenaza impresionante de grandes tetas y mayor culo; no solo era de mi edad sino que era de mi pandilla y por eso fue la primera en la que me fijé nada más salir a la adolescencia. Pero nuestro parentesco y la férrea vigilancia en las poblaciones pequeñas hicieron imposible que ni siquiera pensara en hacer realidad mis sueños. Por eso me tuve que conformar con pajearme en la soledad de mi habitación mientras mi mente volaba imaginando que ella y yo éramos algo más que primos. 

A los veinte años, mi fijación cambió de objetivo y fue la segunda, Alicia la que se convirtió en parte de mis ilusiones. Morena como su hermana mayor, la naturaleza la había dotado de unos pechos todavía más enormes. Aunque le llevaba tres años, tengo que confesar que con ella tuve un par de escarceos antes de que se buscara un novio serio. Cuando digo escarceos fueron devaneos, porque no pasé de un par de besos y unos cuantos tientos a esas dos ubres que me traían loco, pero nada más. En cambio nunca y cuando digo nunca es nunca, posé mis ojos de un modo que no fuera fraterno en Alexia, la pequeña. Con una cara dulce y bonita, mi primita era una flacucha sosa y remilgada que además de nuestra diferencia de edad era la mejor amiga de mi hermanita. Salí a la capital a estudiar y ya inmerso en la vorágine de la gran ciudad, nunca más volví al pueblo de mis padres, mis visitas se fueron reduciendo poco a poco, hasta terminar por no pisar esas calles de mi infancia más que el día de Navidad. Con los años, terminé la carrera.

Me puse a trabajar en una multinacional donde ascendí como la espuma y con treinta años, me convertí en el director para Costa Rica. Ese país me enamoró y por eso cuando a los dos años de estar ahí me propusieron darme todo Centroamérica solo puse como condición no moverme de San Jose. Con el apoyo de los jefes de Nueva York, convertí esa ciudad en mi base de operaciones y en mi particular trozo de cielo que mi abultada cuenta corriente me permitió. Vivía solo en un chalet enorme al que solo accedían mis conquistas para follar… Escamado de que alguna quisiera quedarse a compartir conmigo algo más, al día siguiente las echaba con buenas palabras aduciendo trabajo. Trabajo, viajes y mujeres era mi orden de prioridades. Por muy buena que estuviera la chica en cuestión si sucedía un imprevisto, la dejaba colgada y acudía a resolver sin mirar atrás. Lo mismo ocurría si me venían con un destino apetecible, lo primero que hacía era despedir a la susodicha no fuera a intentar pegarse a la excursión. Por suerte o por desgracia, esa idílica existencia terminó un día que recibí la llamada de mi hermanita pidiéndome un favor. Por lo visto Alexia se acababa de separar de un maltratador y el tipejo le estaba haciendo la vida imposible. Huyendo de él, había dejado el pueblo pero la había seguido a Madrid y allí la había amenazado con matarla si no volvía con él…

Mi prima se va recuperando mientras comienza su brutal acoso hacia mí. A pesar de mi rechazo, esa zorrita no disminuye la presión hasta llevarme entre sus piernas. A la mañana siguiente todo empeora. Después de una noche de pesadilla, el sonido del agua corriendo en mi bañera me despertó y extrañado por que alguien estuviera usándola, me levanté a ver qué ocurría. Ni en mis peores temores me imaginé encontrarme a Alexia disfrutando de un relajante baño. Desde la puerta me quedé mirando mientras alegremente se enjabonaba. Por lógica debía haberme cabreado pero curiosamente sentí una extraña quietud al verla tan tranquila… girándome sobre mis pasos, me fui a ponerme un café con la imagen de su cuerpo desnudo todavía en mi retina. «Es preciosa», sentencié luciendo una sonrisa olvidando por un instante su intromisión en mi parcela privada. Analizando mi serena actitud al tiempo que daba sorbos a esa droga matinal, me vi en una encrucijada al advertir la satisfacción que sentía al ver a esa rubia feliz después de su histerismo durante la fiesta de la noche anterior.

 «Solo necesita tiempo, nada más», esperanzado murmuré. Estaba todavía terminado mi café cuando un ruido me hizo girar y comprobé que era mi prima la que envuelta en mi albornoz llegaba con el pelo todavía mojado a la cocina. Sentado como estaba, no pude dejar de disfrutar de la estampa que me estaba regalando y relamiendo mis labios mentalmente, me recreé en el profundo canalillo de sus tetas.

«Dios, ¡me encantaría hundir mi cara entre ellas!», pensé excitado. La recién llegada sonrió al notar el efecto que causaba sobre mí y sin darme tiempo a reaccionar, se sentó sobre mis rodillas mientras me decía…

“Aprovechando que es sábado, he pensado que me lleves a la playa”.

Tratando de zafarme, le recordé que la playa más cercana estaba a casi doscientos kilómetros pero ella no dio su brazo a torcer por esa nimiedad y jugando conmigo, me susurró… – “Pues nos quedamos a dormir allí”.

Al hacerlo, mis ojos pudieron contemplar uno de sus hermosos pezones a través de la abertura de la tela e incapaz de mascullar una palabra, me quedé mirando semejante beldad de reojo. Alexia fue consciente que mi masculinidad crecía sin control bajo sus nalgas; provocando aún más mi embarazo, se dedicó restregarla contra su trasero mientras con un descaro increíble me robaba la taza y se terminaba de un sorbo mi bebida. – “Ese era el mío,” protesté al ver que lo hacía. Mi prima riendo a carcajadas, se levantó de mis piernas y acercándose a la cafetera la rellenó mientras decía… – “No sabía que eras tan remilgado con tus cosas”.

Al darme la taza, palidecí al comprobar que el albornoz se la había abierto dejándome ser testigo de la pulcritud con la que llevaba rasurado su coñito.  ¡¡Sudando de deseo, supe que necesitaba hacerlo mío!! Mi rápido examen no le pasó inadvertido y sin darle mayor importancia, se cerró la bata diciendo…

– “Dúchate mientras desayuno”. El tono de su orden me resultó un pelín dominante y defendiendo mi virilidad como gato panza arriba, le solté…

“No puedo, ¡llevas puesto mi albornoz!” Muerta de risa me miró y entornando sensualmente sus ojos, lo dejó caer al suelo diciendo…

“Todo tuyo”.

Tengo que confesar que no me esperaba eso y quizás por ello tardé unos segundos en recogerlo mientras ella permanecía inmóvil, completamente desnuda, sobre el parquet de la cocina. Su exhibicionismo rayando la desfachatez provocó que mi verga saliera como un resorte de mi pijama, tiesa como un palo. Totalmente cortado, no me quedó otra que salir huyendo de ese lugar mientras escuchaba a mi espalda su sonrisa pícara.

« ¿De qué va esta tía?», abrumado pensé escaleras arriba. «Ayer se comportó como una histérica en cuanto un hombre intentó ligar con ella y hoy actúa como una zorra conmigo».

Sin llegar a comprender esa dualidad, me encerré con pestillo en el baño, no fuera a ser que le diera por invadir mi privacidad mientras me duchaba. Bajo el chorro seguí tratando de analizar su comportamiento, pero por mucho que lo intenté me resultó imposible el concentrarme; no dejaba de venir a mi mente la expresión de deseo que creí leer en su rostro al ver mi erección.

 « ¡Está loca! ¡Soy su primo!», hipócritamente le eché en cara que se sintiera atraída por mí, cuando yo albergaba los mismos sentimientos hacia ella.

Aun así, decidí que debía hablar con ella aprovechando que iba a pasar el día con ella. Con una falsa seguridad, salí de la ducha y me preparé mentalmente para ese enfrentamiento. « ¡Debe saber que no es correcto!», exclamé para mí a pesar que entre mis piernas el pene todavía no había vuelto a la normalidad y se mantenía semi erecto. Al bajar ya vestido con una bolsa de ropa, me encontré con que Alexia que había preparado una cesta con el almuerzo durante mi ausencia. Revisando su contenido, comprobé que incluso había tenido el buen gusto de escoger uno de mis vinos preferidos. «Está claro que tendré que soportar horas de sol antes de llegar al hotel», temí por la cantidad de comida que contenía al considerarla excesiva para el viaje.

Mientras acomodaba las cosas en el coche, no paré de meditar sobre qué era lo que le iba a decir. Debía ser claro pero tierno, suficiente infierno había tenido que soportar durante su matrimonio para que llegara yo y le echara la bronca. El problema era que todos mis argumentos podían volverse en mi contra, al ser obvio que ante cualquier ataque por su parte me resultaría imposible no sucumbir entre sus brazos. « ¡Debo de ser firme! ¡Ella es la víctima!», me dije justo cuando la vi salir cargando una gran maleta. Sorprendido entre risas por el volumen de su equipaje, me eché las manos a la cabeza y… Le espeté…

“¿Te vas de viaje durante seis meses?” Haciéndose la indignada, puso un puchero al contestar…

“Una dama siempre debe ir preparada cuando se va con su galán. Cualquier cosa puede surgir y debo estar bien…”.

Sus palabras me dejaron helado al catalogarme como su enamorado y queriendo dejar constancia de mi protesta, respondí mientras metía la maleta en el coche… – “¿En verdad quién nos va a acompañar? Yo solo veo a tu primo…”

Alexia sin perder un ápice de su alegría, me dio un suave beso, diciendo… – “Eres mucho más que eso, ¡eres mi caballero andante! ¡Nunca me he sentido tan segura en mi vida que al estar contigo!”

La tersura de sus labios quemó la piel de la mejilla donde Alexia depositó esa breve caricia; costándome respirar, no dije nada y me acomodé en mi asiento mientras mi prima hacía lo propio en el suyo. Las casi tres horas que tardamos en llegar a Playa de Manuel Antonio en la costa del Pacífico me resultaron un suplicio al tener que soportar el continuo coqueteo de la muchacha sin ser capaz de poner objeción de lo que llevaba preparado….

Seguía retumbando en mis oídos ese <<solo contigo me siento segura>>. No sabía que era peor, si el haber certificado que Alexia me veía como su salvador o saber que interiormente ese título tampoco me desagradaba. Lo quisiera aceptar o no, esa rubita se había hecho un hueco en mi corazón y quería asumir el roll de ser su protector de por vida. « ¡No puede ser! ¡Por bien de los dos, deberá irse cuando esté a salvo y recuperada! No soy el mejor hombre que puede conseguir…», murmuré agarrando el volante mientras pensaba que pudiera pasar años en hacerlo. Ya en el hotel pedí dos habitaciones y al hacerlo percibí un gesto de desilusión en su cara, gesto que desapareció cuando el conserje nos informó que existía una puerta de comunicación entre los cuartos que podíamos abrir si quisiéramos.

“Pensaba qué íbamos a dormir en la misma cama,” protestó con dulzura, – “pero me conformo con saber que te tengo al lado”. Tratando de quitar hierro a esa confesión, riendo le solté…

“Si supieras las patadas que doy al dormir, nunca pensarías en hacerlo”. Acercándose a mí, mesó delicadamente mis cabellos mientras me decía…

“Tú nunca me harías daño, recuerda que eres mi caballero andante”.

La sensualidad con la que lo dijo no pudo evitar que extrajera de su interior un doloroso significado. «Alexia me veía como la antítesis de su marido». Estaba casi claro que iba a por mí aunque yo fuera un precipicio.

La comparación me favorecía a todas luces, no por eso me jodía que el fantasma del maltrato se inmiscuyera entre nosotros y por ello, con voz seria, le contesté mientras llamaba al ascensor…

“No soy un cabrón cobarde que abusa de mujeres indefensas…”.

– “¡¡Cariño!!, lo sé por eso quiero hacerte feliz,” y rubricando sus palabras con hechos acercó su cara y me dio un ligero pico en mis labios.

Todas las defensas que había construido a mí alrededor cayeron hechas trizas con ese beso y cogiéndola de la cintura, prolongué esa caricia forzando su boca con mi lengua. Aunque interiormente sabía que estaba mal, la pasión con la que mi prima respondió me impidió parar y metiéndola en el ascensor incrementé el ardor de mis acciones llevando mi mano hasta su culo. Tal y como había supuesto, mis yemas se encontraron con unas nalgas duras que sin duda debían parte de su firmeza al ejercicio. Alexia al sentir mi manoseo pegó su cuerpo al mío frotando sin disimulo su pubis contra mi pierna. Su ardiente respuesta azuzó mi lujuria. Si no llega a ser porque en ese momento se abrieron las puertas y entraron a ese estrecho habitáculo un matrimonio mayor, no sé si hubiese podido aguantar mis ganas de poseerla allí mismo. Ya con compañía, tuve que separarme de ella y permanecer quieto durante los cinco pisos que todavía quedaban hasta el nuestro.

Una vez fuera del ascensor la magia había desaparecido, volviendo con mayor fuerza a mi mente los remordimientos. Era extraño pero no podía dejar de pensar que era un malnacido que se estaba aprovechando de una desvalida. Al entrar a la habitación, Alexia quiso reanudar las cosas donde las habíamos dejado, pero me aparté y con tono serio le pedí que se sentara. Asombrada por mi cambio de actitud, buscó asiento en el borde del colchón mientras yo intentaba ordenar mis ideas…

“Preciosa, tenemos que hablar,” dije con tristeza, “esto no está bien”.

Desilusionada, su mirada de incomprensión me dolió en el alma…– “¿Por qué? ¿Por qué somos primos? ¡Eso a mí me da igual! Me gustas mucho… y sé que yo no te desagrado…” Respondió todavía consciente de la naturaleza de mis reparos. Decidido a hacerle comprender que después de un maltrato como el que sufrió debía de darse un tiempo antes de entablar otra relación, se lo expliqué y le dije que además de dejarnos llevar por el momento algún día ella me echaría en cara haber abusado de su estado. La muchacha escuchó en silencio mis argumentos y cuando creía que se iba a echar a llorar, alegremente se levantó de la cama y acercándose a mí me contestó…

“¡¡Ves!! Por eso te quiero tanto. ¡Eres un hombre bueno! Eres ese hombre con el que me debía haber casado y no con ese hijo puta.”

Tras lo cual me hizo una carantoña en la mejilla cambió su actitud, y canturreando se metió en el baño mientras me decía… – “Ésta es mi habitación y quiero cambiarme. Nos vemos en el hall”.

Con la cola entre las piernas y absolutamente desilusionado porque esa mujer no hubiese hecho ningún intento por convencerme, salí de su cuarto y entré en el mío. Sabiendo que había hecho lo correcto, el saber que quizás nunca tuviera otra oportunidad de estar con ella me puso de mala leche y dejando mi equipaje tirado en mitad de la habitación, me coloqué un bañador. Cabreado conmigo mismo me dirigí directamente al bar. Una vez allí, pedí una copa al camarero y con ella en la mano esperé que mi prima bajara para poder irnos a la playa. 





Media hora y dos copas más tarde, Alexia se dignó a aparecer y cuando lo hizo reconozco que no me importó la espera al verla enfundada en un impresionante bikini que magnificaba más si cabe su belleza. « ¡Está buena a rabiar!», murmuré dolido al valorar lo que me había perdido. En cambio, la susodicha parecía feliz y sin hacer ningún comentario a su tardanza, me agarró del brazo y me llevó a la playa del hotel. Ya en la arena buscó un par de tumbonas libres para acomodar nuestras cosas. Tras lo cual se tumbó en la primera y antes que pudiera aposentar mi trasero en la otra, con voz tan tierna como sensual me preguntó…

“¿Tu conciencia te permite echarme crema o tendré que pedirle a otro que lo haga?”

Debería haberle mandado a la mierda pero la mera idea que un desconocido pusiera sus manos sobre ella me produjo una desazón que me destrozó al darme cuenta que eran celos, cogí el bote y comencé a extenderle el bronceador por la espalda. Alexia, disfrutando de su victoria, se dedicó a gemir como si estuviera gozando al sentir mis dedos recorriendo su piel. Si ya estaba indignado por su desfachatez, me cabreé más cuando al darse la vuelta, me pidió que siguiera por delante. Nuevamente debía de haberme negado pero la visión de sus pechos y la posibilidad de volver a sentir en mis yemas aunque solo fueran los bordes de esas dos maravillas, me obligó a continuar.

Lo que no me esperaba fue que nada más empezar a untar la crema por su escote sus pezones se marcaran bajo la tela del bikini demostrando que la calentura de la que hacía gala era real.  Ese descubrimiento provocó que se me contagiara su excitación y olvidando mis buenos propósitos, me puse a disfrutar de su cuerpo con intenciones nada fraternales. Usando mis dedos como pinceles y su piel como mi lienzo imprimí a mis caricias de una sensualidad que no le pasó inadvertida. Dejando de gemir, se mordió los labios al notar la lentitud de mis yemas al rodear sus pezones sin tocarlos.

“Eres maravilloso” susurró en voz baja ya claramente excitada cuando un breve roce de mi palma acarició una de sus areolas. 


Dejando tirado al hombre sensato, la lujuria se apoderó de mí al oírla y sacando el Mr. Hide que escondía en mi interior, con un dedo recorrí la raja de su sexo por encima de la tela. Alexia no solo no puso ningún obstáculo a ese ataque sino que separando sus rodillas me dio a entender su disposición a que continuara. « ¿Qué coño estoy haciendo? es mi desvalida prima», me pregunté cuándo como un zombi sin voluntad metí la mano bajo su bikini y comencé a pajearla sin importarme que a pocos metros hubiese otros huéspedes del hotel. Inmerso en esa sinrazón, acaricié los pliegues de su sexo antes de apoderarme del  botón erecto que se escondía entre ellos, un clítoris espigado a mi disposición. Al hacerlo mi prima no pudo evitar que un sollozo brotara de su garganta.

“Sigue, por favor,” susurró entregada.

Sin saber a ciencia cierta, cuál era de los dos quien había empezado, usé mis dedos para torturar su clítoris, alternando clavadas de mis falanges en su mojada raja, hasta que cerrando los ojos se corrió en silencio minutos después, dejando una pequeña mancha sobre la tumbona como muestra de su orgasmo.

 Ni siquiera había asimilado lo que acababa de hacer cuando sonriendo la muchacha me soltó… – “Gracias. Nunca olvidaré el placer que me has regalado, sabiendo que lo necesitaba. Sé que no querías pero aún así, ¡lo has hecho!” Sus palabras de agradecimiento me dejaron sin respuestas ni argumentos, la deseaba tanto como ella a mí.

No solo no estaba enfadada por mi abusiva forma de actuar, sino que en su mente seguía viéndome como ese superhéroe que olvidando sus intereses se desvivía por hacerla feliz. Estuve a punto de sacarla de su error y explicarle que habían sido mis propias hormonas las que me habían espoleado a perpetrar tal felonía pero su cara de felicidad y el modo tan tierno con el que me miraba me lo impidieron.

 «Definitivamente la deseo pero, ¡soy un cerdo!», pensé avergonzado y con el peso de la culpa sobre mis hombros me fui al agua para calmarme y relajar mi verga que apuntaba a salirse del bañador…

Un puñetero mono la lía. El océano pacífico no hizo gala de su nombre y lejos de apaciguar los remordimientos que sentía al haber masturbado a mi prima los incrementó. Todas las neuronas de mi cerebro estaban de acuerdo… ¡Era un malnacido que se había aprovechado de una criatura indefensa! El que ella no lo viera así, era lo mismo. De haber sido conocido mi delito por una parte independiente, su sentencia hubiese sido inculpatoria porque como la parte equilibrada de los dos debería de haber aportado la cordura y nunca haber cedido a la influencia de mis hormonas.

Llevaba reconcomiéndome media hora en el agua cuando un chillido de terror me obligó a mirar hacia donde Alexia permanecía tomando el sol. Al hacerlo comprendí que estaba en dificultades y retornando hacia las tumbonas, corrí en su ayuda. Acababa de llegar a su lado cuando el agresor viendo mi llegada, salió corriendo y se subió a una palmera mientras mi prima intentaba taparse los pechos con sus manos…

“Se ha llevado mi bikini,” protestó airadamente al escuchar mi carcajada.

Incapaz de contener la risa, le cedí mi camisa para que se tapara mientras interiormente agradecía al mono que hubiese salido de la foresta para hurtar esa prenda. – “Tranquila ya se ha ido,” contesté todavía con una sonrisa en la cara al percibir que se estaba poniendo nerviosa al ser el objeto de las miradas de todos los presentes a esa hora en la playa y adoptando una pose seria, le pregunté qué era lo que había pasado. Muerta de vergüenza, me explicó que aprovechando mi ausencia se había desabrochado el bikini para que no le quedaran marcas y que el desgraciado animal debió de pensar que era comestible y se lo había robado, tras lo cual se abrazó a mí diciendo…

“Menos mal que has llegado. De no ser por ti, no sé que hubiese ocurrido”.

La presión que sus sueltos senos ejercieron sobre mi pecho me gustó pero no así sus palabras porque nuevamente me estaba otorgando un papel de salvador que no me correspondía en absoluto. Cansado de tanta hipocresía decidí dejar de fingir y desenmascararme, por eso la cogí de la mano y me la llevé al a un lugar apartado de la miradas que nos increparan, necesitaba hablar con ella….

Tras pedir unas cervezas al camarero al pasar por el chiringuito, le pedí que nos sentáramos lejos de todo,  y con ella frente a mí le dije… – “Mi cielo, debes comprender que no soy tu caballero andante, ni siquiera soy un caballero. El beso que te di y la paja que te hice no fueron acciones nobles, sino producto de lo cachondo que me pones. No creas que llevé a cabo esas acciones para complacerte, las hice porque lo que realmente me apetece es echarte el mayor de los polvos”.

Su rostro no expresó sorpresa alguna ante mi confesión y para colmo Alexia esperó que terminara de hablar para decirme…

“Ya lo sé…tonto” y cuando ya respiraba más tranquilo, esa adorable criatura prosiguió diciendo… – “Eso no es lo importante, sino que creyendo que lo correcto era no acostarte conmigo, has retenido tus instintos y evitaste hacerlo. Cualquier otro energúmeno no me hubiera respetado… PERO TÚ SÍ”.  

La muy ingenua había dado la vuelta a mis argumentos y con ello se había afianzado en ella la idea que yo era un ancla al que podía asir su barca sin miedo a que ninguna tempestad la echara a pique.

“Te equivocas” respondí y buscando una forma que realmente viera al cerdo que había en mí, le dije… – “¿Qué puedo hacer para convencerte que no soy un santo? Soy un hombre que ha estado con muchas mujeres y casi todas las que he abandonado. No soy un hombre de fiar….”

Entornando los ojos y bajando coquetamente su mirada, contestó… – “Hazme tuya”.

“¡Vete al carajo! ¡Hablo en serio!”

Sin dejar de mirarme fijamente, me soltó… – “Mi marido me considera una fulana. Si quieres convencerme, ¡trátame como a una puta!”

Juro que por un momento, pasó por mi mente la idea de hacerle caso y ni siquiera esperar al hotel para follármela pero en vez de agarrarla de los pelos y ponerla a cuatro patas, di un sorbo a la cerveza y con toda la tranquilidad del mundo, contesté…  “Eso es lo que te gustaría”. Soltando una carcajada, mi prima se subió a mis rodillas y sin darme tiempo a reaccionar comenzó a besarme, diciendo…

“¿Tanto se me nota? Desde niña he estado enamorada de ti y tras la última paliza, decidí que no podía esperar más y pedí a tu hermana que te convenciera para que me acogieras a tu lado”.

“¿De qué hablas?” Pregunté indignado al no gustarme el cariz que estaba tomando el asunto. Todavía riendo, pasó su lengua por mi oído antes de responder…

– “Soy una mujer bella y sé que te gusto. Tú sigues soltero… era solo cuestión de tiempo que te metieras en mi cama. Te prometo que no me importa tu pasado mujeriego, conmigo no vas a necesitar a ninguna otra mujer sin dejar de ser libre…”.

La erección que en ese momento tenía entre mis piernas confirmó la veracidad de sus palabras. ¡Alexia me traía loco y para colmo lo sabía! Increíblemente la certeza de haber sido manipulado me tranquilizó y con una serenidad que hasta mí me dejó impresionado, acariciando la rubia melena de esa arpía, contesté…

“Te propongo un trato, a todos los efectos te haré mi mujer. Vivirás conmigo, compartiremos el mismo lecho y cuidaré de ti pero….” Hice un inciso al observar en su rostro una total satisfacción  – “…pero, como me has pedido en nuestra cama, ¡te tratare como si fueras una puta!”

Si creía que semejante burrada iba a hacerla recapacitar, me equivoqué y con la felicidad reflejada en su rostro, mi prima, esa flacucha de mi infancia respondió…

“Acepto ser tu zorra, tu amante y tu mujer…”.

Lo que no debía esperarse fue que en ese instante y ejerciendo el poder que ella voluntariamente me había otorgado, le preguntara…

“¿Conoces a alguien en esta playa?”

Todavía con una sonrisa en su boca, contestó… – “¡Sabes que no!”

Sin darle tiempo a hacerse la idea, pegando un suave pellizco a uno de sus pezones, susurré… – “Me apetece que mi nueva amante me haga una mamada”.

Por enésima vez, esa rubia me sorprendió porque con una celeridad que me dejó pasmado, se arrodilló a mis pies y con una picardía que hasta entonces desconocía que tuviera me contestó…

“Ya estabas tardando, estoy tan caliente por ser tuya que lo hubiese hecho aunque no llegaras a pedírmelo”.

Tras lo cual y obviando el entorno, me bajó el bañador sacando de su interior mi miembro viril excitadísimo, comenzó a besarlo mientras le decía… – “Cariño, no sabes las ganas que tenía de conocerte. Te juro que si nuestro dueño me deja, te haré muy feliz”.

Y demostrando que era verdad su aceptación del pacto, abrió su boca y lentamente se lo fue introduciendo mientras con sus manos me pajeaba. La parsimonia con la que devoró mi verga y la pericia que demostró al hacerlo me hicieron intuir lo mucho que iba a disfrutar con esa zorra pero sobre todo el que se refiriera a mí como su dueño fue lo que verdaderamente me calentó y queriendo ver los límites de su entrega, le ordené… – “Usa solo la boca por favor”.

No me respondió con más palabrería sino que sacando su lengua, se puso a embadurnar sensualmente toda mi extensión con su saliva. Ya bien empapado, forzó su garganta al introducirse la polla por completo en su interior y sin que yo le tuviera que decir nada se la sacó lentamente para acto seguido volvérsela a meter, repitiendo la operación tantas veces y con tal eficacia que consiguió hacerme sentir que le estaba penetrando el coño en vez de estar recibiendo una mamada.

“¡Eres buena! ¡Mamona mía!” Exclamé más que encantado con mi nueva adquisición.

“Gracias” someramente respondió antes de volvérselo a incrustar hasta el fondo.

Había aceptado ceder a sus caprichos por su belleza y aunque le suponía una cierta fogosidad, que fuera tan experta mamando fue una novedad. Cerraba su garganta para que pareciera un coño Totalmente concentrada en su labor, su cara era toda lujuria. Con los ojos cerrados, parecía estar concentrada en disfrutar de la sensación de ser usada oralmente.

“¿Te gusta mamármela?” Pregunté.

“¡¡Sí!! Me encanta su sabor a macho…”reconoció con satisfacción. Su respuesta me hizo recapacitar sobre su verdadera personalidad.

Aunque seguía siendo la víctima de un maltratador reconocí en ella una extraña vena sumisa que quizás siempre había estado presente en su vida y que por ella había buscado cobijo en alguien tan dominante y malvado como su ex. Sabiendo que mi dominio nunca iba a ser tan ruin como el de él, acariciándole la cabeza, dejé que incrementara el ritmo mientras permitía que usara una de mis piernas para masturbarse. Alexia, viendo que no me oponía, se dedicó a frotar su coño contra mi peroné mientras en ningún momento dejaba de mamármela.


No sé si fue la excitación que llevaba acumulando durante su estancia en Costa Rica o el placer que sentía al saberse mía, pero lo cierto fue que sin poderlo evitar esa rubia se corrió antes que yo lo hiciera. Sentir su flujo impregnando mi pierna, la gota que faltaba para derramar mi vaso y explotar dentro de su boca uniéndome a ella en su placer. Noté recorrer mi leche a presión por todo mi tallo buscando la salida de mi glande. El primer chorro de esperma brotó como un aldabonazo hacia su boca. Mi prima, al notar el semen chocando contra su paladar, profundizó su mamada mientras estimulaba mis necesitados testículos con los dedos para prolongar mi orgasmo. Para mi gozo, no cejó en sus maniobras hasta que consiguió ordeñar hasta la última gota de mis huevos, chorro tras chorro me fui vaciando y entonces y solo entonces, sacando mi maltrecha verga de su boca, se permitió preguntar…

“¿Está contento mi dueño con su puta?”

Aún logró sacar unos últimos hilos que cayeron fuera de su boca. Con una sonrisa de satisfacción plena, la levanté del suelo y regalándole un beso, jugueteé con mi lengua en la suya antes de contestar…

“Mucho” y dejándole claras mis intenciones, le ordené… – “Recoge nuestras cosas, ¡Volvemos al hotel!…”




El culmen en el hotel. Con una alegría desbordante fue por la cesta y ya de nuevo a mi lado, me abrazó para que fuéramos del brazo. Confieso que seguía en una nube y por ello no me percaté hasta llegar a mi habitación que esa rubia quería pedirme algo.

“¿Qué te pasa?”

Con una ternura que abolió cualquier intento de contraataque, contestó… – “Creo que te he demostrado que puedo ser tu puta pero… ¿te importaría solo por hoy hacerme el amor? ¡Lo necesito!”

Cogí al vuelo el verdadero significado de su pregunta, después de las experiencias pasadas, le urgía ser amada y no solo usada. Sabiendo que lo que realmente precisaba era una especie de catarsis donde ella tuviese la voz cantante, respondí… – “Te propongo algo mejor, te prometí que serías mi mujer pero no lo hice adecuadamente…”

Tras lo cual abrí el mini bar de la habitación y saqué una botella de champagne. Mientras mi prima se mantenía expectante, le quité el alambre que sujetaba el corcho y toscamente fabriqué un anillo.

“¡¿Qué vas a hacer?!” Preguntó descolocada. Hincando mi rodilla frente a ella.

“Sé que tendremos que esperar a tu divorcio y soportar la incomprensión de los nuestros pero ¿quieres ser mi esposa?”

“¡Sí quiero!”

Saltando sobre mí respondió y sin darme siquiera una tregua comenzó a quitarme la ropa llorando de felicidad. Poniéndose a horcajadas sobre mí, me empezó a acariciar con premura. Sus manos resbalaban por mi cuerpo como temiendo que fuera un sueño y que al despertar hubiera desaparecido.

“Tranquila, cariño. Tenemos toda una vida”.

Mis palabras consiguieron su propósito y su urgencia se fue transformando poco a poco en una danza de apareamiento. Era el día de su boda y ella quería tomar posesión de su hombre. Sus pechos, su vientre, sus piernas fueron las herramientas que usó para contagiarme su pasión como paso previo a hacerme suyo. Pude sentir cómo sus senos se restregaban contra mí, y cómo su cuerpo por entero se pegaba al mío mientras sus pantorrillas evitaban que me moviera. En ese momento, creí que era una forma de decirme que necesitaba que yo la tocara pero cuando con mi mano rocé sus muslos, ella me la retiró diciendo…

“Déjame a mí hacerlo”

Tras lo cual, separó mis brazos obligando a que adoptara la postura de un Cristo crucificado al cual en vez de muerte, le esperaba placer. No tuvo que decirme lo que buscaba. Además de hacerme el amor, después de las humillaciones y degradaciones que había soportado en su matrimonio, necesitaba tal y como había supuesto ser ella quien hiciera y deshiciera a su antojo…

Ser la que dosificara el deseo entre ambos reforzaría nuestra unión liberándolas de sus demonios. Quedándome quieto, me dejé amar. La boca de Alexia se apoderó de mis labios y haciéndolos suyos, los mordisqueó y su lengua jugó con la mía mientras sus manos se entretejían con mis cabellos. Sabiendo que no era mi turno, me agarré a los barrotes de la cama, dispuesto a disfrutar por completo de ella. Abandonó mi boca deslizándose sobre mi cuerpo. Sus besos recorrieron mi cuello, mis hombros, concentrándose en mi pecho. Mis pezones recibieron sus caricias como ofrenda mientras ella se reía al sentir la presión de mi cipote sobre su estómago.

“Mi maridín está bruto” murmuró dichosa.

No contenta con esa victoria siguió bajando por mi ombligo hacia su meta final. Ésta la recibió ya necesitada de sus labios. No tardé en sentir que una cálida humedad la envolvía. No pude dejar de mirarla cuando la rozó con la punta de su lengua. Hipnotizado, observé cómo su boca se abría haciendo desaparecer dentro de ella toda mi extensión. Sus movimientos lentos se fueron acelerando poco a poco con mi respiración entrecortada delatando mi deseo. La sonrisa de su rostro y el brillo de sus ojos era la muestra que para entonces era una leona que había excitado a su macho. Con su espíritu depredador ya a flor de piel, necesitaba sentir mi total entrega y acercando su cara a la mía, me susurró…

“¡Dime qué me deseas! ¡Qué necesitas! ¡Eres mío!”

“Soy totalmente tuyo, ¡tómame!” Imploré fuera de mí.

No era una frase obligada por las circunstancias. Mi prima me había conquistado, subyugado. Era mi reina y yo su leal súbdito, y ahora lo sabía. Tomando posesión de su reino, separó sus piernas y cogiendo mi tranca, se lo introdujo lentamente dentro de su cueva mientras yo sentía el roce de cada pliegue de sus labios como una dulce tortura.

“FÓLLAME YA”

Chillé pero Alexia no cambió su ritmo hasta que se sintió completa al sentir mi glande chocando contra la pared de su vagina. Entonces y solo entonces, me ofreció sus pechos como recompensa, diciendo… – “Chúpamelos”.

Como si fuera su esclavo obedeciendo, mi lengua recorrió el borde de sus aureolas antes de apresar entre mis dientes el botón de sus pezones. Fue la señal que esperaron sus caderas para empezar a moverse mientras en plan goloso querían disfrutar del prisionero que encerrado entre sus piernas suspiraba por su libertad. Subiendo y bajando su cuerpo sobre mi verga se dedicó a empalarse mientras se iba contagiando de mi excitación haciendo cada vez más profundas las embestidas. El sudor que recubría su piel me avisó del placer que en momentos iba a asolar su cuerpo y desobedeciendo sus órdenes, llevé mis manos en un intento de acelerar sus movimientos mientras ella me montaba ya totalmente desbocada.

“¡Me encanta!” La oí gritar.

Yo mismo estaba a punto de correrme pero esa era su noche y no debía fallarle, por eso me concentré en evitarlo. Como el hombre con el que pasaría el resto de su vida, quise que saborear y disfrutara en esos instantes del placer y el amor que tanto tiempo había tenido vedados y prohibidos por la locura irracional de su ex marido. Los dedos de mi prima se aferraron a mí cuando sin poder aguantar más explotó entre mis piernas y un río de lava ardiente envolvió mi sexo.

“¡Me corro!”

Aulló presa de felicidad mientras sentía que mi polla se endurecía presta a la descarga de mi simiente en su interior, dos  y tres sentones más y mi verga comenzó a soltar leche de nuevo, ahora en el fondo de su vagina haciendo que nuestros flujos se mezclaran mientras nuestros cuerpos se fundían en uno solo. La segunda batida de semen tuvo que ser también copiosa porque me estuve convulsionando dentro de ella durante casi medio minuto, lo mismo que ella hacía sobre mí. Disfrutó de un largo y placentero orgasmo que le hizo olvidar tanto sufrimiento mientras buscaba que mi semen llenara su fértil vientre. Llegado este momento sabía que me amaba, pero no se había percatado de cuanto me necesitaba. Relajada y sin moverse se abrazó a mi pecho pensando en que más que hacerla el amor, la había desvirgado porque jamás en su vida pensó que se podía disfrutar tanto sin saber que a mí me ocurría lo mismo. Mi prima me evidenció que todas mis pasadas amantes solo eran un preludio a ella. Durante largo rato, se dejó mimar manteniendo la misma posición, mis caricias erizan su piel sudada y ardiente…

 Levantando la mirada y con una sonrisa de oreja a oreja, me confesó… – “Por primera vez me he sentido amada y por eso quiero darte algo que he guardado hasta hoy día…. Mi culito nunca ha sido usado y quiero que sepas que disfrutaré como una perra cuando cumplas tu promesa y me trates como una puta”.

Soltando una carcajada, al escuchar de sus labios tamaña sugerencia, contesté… – “Cariño, tú siempre serás MI PRIMA, MI AMANTE Y MI PUTA PERO ANTE TODO MI ESPOSA”. Dormimos como dos ángeles cautivados por la felicidad plena de habernos entregado sin perjuicios.

Sellando nuestro amor. La mañana del domingo nos despertó con sus rayos de sol entre las cortinas de raso. La luminosidad de sus cabellos dorados cayeron en mi pecho cuando se sacó las bragas colocado un pie sobre la cama y bajándoselas de forma evocadora, poniendo el culo en pompa. Me hubiera levantado a por ella, pero la tenía pajeándome hábilmente. Se agachó y se puso a gatear sobre la cama, escalando mi cuerpo, dándole un buen lametón a mi polla cuando pasó su cara por allí,  hasta llegar a mi altura. Me besó con todo su pelo cayendo por un lado de su cabeza, y frotando su cuerpo contra mí y mi tranca.

“No hay nada como la primera vez ¿recuerdas?” Era una indicación clara de cómo debía comportarme.

“La segunda será mejor”

Le subí la apuesta, rió, me besó de nuevo y se puso a horcajadas encima de mí, con una pierna a cada lado. Sus tetas eran muy llamativas, cuasi perfectas. No tenía nada de celulitis en su trasero, medio tumbada a mi lado sin perder detalle, se tocaba su parte intima totalmente rasurada, a la par que me acariciaba el pecho. No dejaba de pajearme dura y firme como un roble. La asió por el tronco levantando la cadera con experiencia, abrió su coño con la otra mano, y se la metió poco a poco en su interior. Ya estaba acostumbrada así que no hubo alteraciones importantes, bajo sin parar lentamente hasta que la mitad de mi cipote desapareció en su interior.

“Uummmmmmmm,” volvió a subir un poco y continuo la bajada, esta vez  ¾ de polla dentro, repitió movimiento hasta que casi estaba totalmente empalada.

Se paró en esa posición unos segundos… – “Ohhhhhhh siiiiiiiiiiiiii” puso sus brazos en mi vientre, apretando con fuerza, yo estaba en la gloria. – “Joder cariño vaya animalada de polla, menos mal que ya me tienes el coño acostumbrado”.

Inicio un leve movimiento circular de cadera, sin subir ni bajar, solo moviéndose con casi toda mi polla dentro, fue aumentando el ritmo y cuando ya se vio preparada, puso las mano en el colchón e hizo fuerza, subía con rapidez y bajaba con calma, un par de veces así y aumento el ritmo de nuevo, subía y bajaba a gran velocidad.

“¡¡Dios mío, ya empieza, Dios cuando me gusta. Me partes en dos, Dios!! 

El ritmo de los golpes de cadera de Alexia llego a un punto de velocidad  que me llevo al cielo, cuando noté que empezaba a descender, lance mis manos a su trasero y lo apretaba y separaba como sabía que le hacía correrse. Yo también movía mi cadera y cogiendo fuerza con los pies nuestras pelvis empezaron a ir en direcciones contrarias y opuestas, provocando el sonido de mis huevos en su coño, del que brotaban fluidos. Mi masaje en sus glúteos surtió efecto y mi prima cayó sobre mí para besarme de forma animal.

Ella se paró, ya casi no se movía pero yo estaba en pleno desenfreno, bombeaba su abertura totalmente empapada mientras separa sus nalgas, la respiración se le entrecortaba, y cuando la noté vibrar aumenté la velocidad. Alexia solo gemía con jadeos entrecortados recibiendo como una leona.

“¡¡Dios mío me corro!!”

Exploto de forma obvia, corriéndose abundantemente sobre mi polla, y moviendo la cadera de forma descontrolada, como queriendo sacarse mi  miembro de dentro, pero sin lograrlo. Cayó mi pelvis a la cama, agotado pero con una erección de caballo. Mi diosa se acaba de correr aún ensartada frotándose de forma obscena sobre mis huevos. No aguantaba más, me incorporé para ponerla a cuatro patas, pasé una pierna por encima de su culo y mi estoque se clavó por si solo en su raja empapada y abierta de par en par. Pasé mi brazo bajó su cadera y  planté su coño a merced su semental, y he de confesar que lo tenía ardiente y muy húmedo.

“¡¡Fóllamelo por favor!” grito desesperada.

Ni lo pensé, empecé a insertarla hasta las pelotas en un chasquido de mi pelvis con su culo, unido al rebote de mis pelotas en su vulva y clítoris totalmente hinchado. No pasaron más de cinco minutos cuando mi leche salió desbocada hacia su útero inundando su conducto de paredes que estrujaban mi gorda verga satisfecha.

Una vida conyugal. Habíamos pasado el día cual un matrimonio bien avenido cuando nos sentamos a tomar un té sobre el sofá a eso de las cinco de la tarde. Jamás había sentido tanto placer, tanta excitación y lujuria como en ese momento, además del enorme placer físico que evidentemente me proporcionaba, estaba la sensación deliciosa de estar haciendo algo prohibido, algo de lo que no podía presumir libremente… sentado en el sofá, acomodaba sus largos, lacios y teñidos de rubio muy claro cabellos detrás de su oído para poder ver bien su rostro, ese rostro tan amado y tan bonito….

 Una apariencia tan dócil, tan obediente que siempre ha tenido su carita. Nos mirábamos a los ojos aún sin poder creer ambos lo que estábamos haciendo, pues jamás nunca lo pensamos ni menos lo planeamos, todo había surgido natural y espontáneo. Veía su manita de dedos largos acabados en uñas tan largas bien barnizadas que sujetaban mi carne, rodeando firmemente desde la base del tronco y apretando delicadamente… Cabeceaba arriba y abajo metiendo mí verga a su boca regalándome las mamadas más deliciosas del mundo, que rico sus carnosos labios bien formaditos cubrían mi gruesa carne caliente, que salía empapada de su saliva. El sonido que hacia al sorber, chupar y succionar con tantas ganas, aunado a sus quejidos y gemidos eran música celestial para mí. Le acariciaba la carita entre amoroso y excitado a la vez, sin poder creer que pudiera tocarla como la mujer que es, la hermosa y deliciosa hembra que en realidad es ella… Alexia es la única fémina a la que verdaderamente he amado con el corazón desde que era una cría y por tal motivo siempre hemos estado muy unidos.

Siempre cuidé de ella, lo que le marcó un amor hacia mí indeleble. Por razones del destino ambos nos encontramos solos, sin hijos reconocidos razones más que suficientes que han decidido el hecho de vivir juntos para paliar la soledad y el mal de amor. Hasta el momento todo había sido normal entre nosotros como familia…, salíamos al cine, a cenar… andábamos juntos a todos lados y quizá eso detonó en lo que sucedió. Estábamos en la sala hablando de no tener una pareja, la abracé diciéndole que yo siempre cuidaría de ella, que no necesitaba una mujer, una esposa pues ella me cuidaba y atendía mejor que cualquiera… ella dijo lo mismo de mí.

Nos miramos a los ojos comprendiendo que entre nosotros podía haber un verdadero amor de pareja. No dijimos nada, solo sujeté su barbilla y acerque mi boca a la suya besándola como nunca antes lo había hecho. Alexia me correspondió apasionada y amorosa  a mis besos. Rodeo mi cuello con sus brazos como una amante enamorada y nos entregamos al deleite de saborear nuestras bocas, nuestros labios demostrando sin remilgos cuanto nos amábamos, las caricias sobre nuestros cuerpos no se hicieron esperar. Alexia sonrojada permitió que desabrochara su blusa, sacando sus ricas y deliciosas enormes tetas de su prisión. Me prestó a que las besara, las apretara ansioso mientras hundiendo mi rostro entre ellas lamiera y mordiera suavemente sus gruesos pezones obscuros y duros, gemía y se quejaba dulcemente dejando que su primo chupara goloso sus pezones y mamas…. Es mi parte de mi familia y eso aumentó mi lujuria y deseo. Sin esperar un momento me saque la verga bien tiesa y dura del pantalón. Con voz emocionada le dije que quería que me la mamara, mi prima me miró obediente asintiendo y sin pudor alguno se inclinó sobre mi cipote regalándome la mejor mamada de mi vida….

Pasados unos minutos la cogí en brazos y nos fuimos a nuestra cama. Ya desnudos con que placer nos revolcábamos besando y acariciando cada centímetro de nuestra piel…alta, robusta sin ser gorda descubrí lo deliciosa y sabrosa que estaba la cría de mis sueños. Sus tetas enormes son hermosas, de vientre liso sin estrías ni celulitis es una diosa excitante y suculenta de amplias caderas, y culo macizo formado por dos nalgas que son una locura del placer… dulces, no me cansaba de besarlas, de morderlas ansioso… mi prima no solo tenía afeitado el coño sino depilado, suave  y terso.

Su cuerpo en sí me causaba el mayor de los deleites, en especial cuando lamía el monte de Venus. Alexia no cabía en sí de placer, abriendo las piernas me dejó ver su rica raja de labios carnosos y gruesos que pedían a gritos una buena mamada y una escandalosa follada…. Nunca disfruté tanto de mamar un coño como ahora lo hacía con el mi prima… la decente y seria hembra madura. Se retorcía y ella misma con sus deditos de uñas largas, separaba sus labios para que mi lengua le entrara más libremente. Su clítoris lo lamí y chupé hasta hacerla gritar y retorcerse de placer…. Con su voz dulce me decía que jamás había imaginado que fuera tan bueno que su primito la comiera de esa manera. No usábamos condones; no los tenía a mano, ni ella me hubiera permitido usarlos… somos amantes y como tales es más hermoso hacerlo así al natural. Fui subiendo por su espléndido cuerpo, besando y lamiendo su piel.

Alexia al sentirme arriba de ella abría las hermosas y largas piernas perfectamente torneadas recibiéndome entre ellas, nos miramos a los ojos sabiendo lo que estaba ocurriendo, deseando que ocurriera. Mi prima me miraba no solo dispuesta, sino entregada como mujer a mí. Sentí sus labios vaginales húmedos y calientes al rozarla con la cabeza hinchada dispuesta a modo de ariete. La abracé por debajo de su espalda atrayéndola más hacia mí, y empujé despacio, lentamente besándola en la boca mirándola a los ojos azules como el mar más profundo. Me abrazaba con fuerza mientras la iba penetrando poco a poco… la sentía perfectamente y eso era algo maravilloso. Al ir entrando en su vagina, esta me apretaba ciñéndose a mi verga. Verla abriendo la boca quejándose de placer, sentir como me abrazaba fuertemente contra su cuerpo…, como meneaba las caderas debajo de mí hasta que mi verga la atravesó entera.




Agradecí tener mis más de 20 cm de gruesa polla para deleite de mí querida amante. Bufando y retorciéndose decía que jamás, que nunca había sentido ni conocido una verga tan gruesa y tan larga. No estaba acostumbrada a tanta carne dentro de su coño y que podía sentir como la abría por dentro en dos….  Su cuello, sus hombros, su misma carita besé, lamí, mordí, mientras la bombeaba primero despacio, con ternura y suavidad, pero poco a poco más duro, más fuerte y rápido haciendo que Alexia empujara al recibir las ricas metidas de verga que le daba golpeándole con mis huevos en su entrada.

Mi falo se deslizaba en simple consonancia a su lubricación, cada vez mas húmeda, ¡Qué mojada sentía su vulva!, el roce de mis vellos contra su pubis bien rasurado solo aumentaba su placer. Nunca abandoné sus tetas que las mamaba ansioso, las chupaba y mordía diciéndole la hermosura de sus pechos. En verdad era la primera mujer con tales atributos que me follaba…. La acomode como quise a mi antojo. No dejaba de ver su rostro emocionado y su cuerpo cada vez más delicioso. Sin dejar ni un solo momento de metérsela con verdaderas ganas, la hice correrse antes que yo, bufando y gimiendo como una descosida me decía que no estaba acostumbrada a tenerla dentro tanto tiempo.

Ya pasaba de los veinte minutos torturando su coño a base de pollazos. Sonrojada me decía que su esposo de toda la vida nunca había sido muy resistente… Solo pensar en el cabrón de sus ex me hacía aguantar más para darle a mi querida mujer lo que nunca tuvo con un hombre…. Cuando mi Alexia gritando se corría por segunda vez, no resistí un minuto más y la acompañé en el enorme placer que me invadía soltando mi abundante y espeso semen… lo hice lo más adentro de ella que me animó a dejarle mi leche en copiosos chorros dentro de ella. Su vagina no reparó en comerse mi esperma, que gustoso le daba de manera  deliciosa y hambrienta…. Fue una luna de miel inesperada, follando todo el fin de semana desesperados y ansiosos, disfrutando lo que jamás pensé sucedería entre nosotros, pero ella sí….

Con la lejanía que da estar al otro lado del charco, mi prima y yo consolidamos nuestra relación de dos amantes esposos, fructificando en el hijo del que quedó preñada tras meses de follar sin límites. Mi semilla quedaba día tras día depositada en su útero buscando su preñez, pues inconscientemente sabíamos que eso nos uniría para siempre. ¡¡NOS AMÁBAMOS CON DELIRIO Y PASIÓN!!



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