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UNA HISTORIA DE AMOR. Y si tú no has de volver...

    "Y si tú no has de volver" 1ª PARTE "Una para el otro y otra para el uno". Esa frase la repite una y otra vez mi ...

Madurito interesante




El desconocido que me folló

Hacía un calor infernal esa noche, me di cuenta nada más bajar del coche en el aeropuerto. Estiré las piernas entumecidas andando un poco alrededor del taxi de mi padre, ese día le turné para que pudiera descansar…. Durante el verano le ayudaba haciendo unas horas por las mañanas para que el pudiera alargar la jornada, casi siempre viajes desde ese aeropuerto al pueblo costero de al lado donde vivíamos; el trabajo me permitía ganar un dinerillo. Solo las mañanas normalmente, pero ese día mi padre tenía unas cosas que hacer e hice la noche. Abrí el maletero para coger el agua fresca de una nevera portátil, eran más de las doce sin mucho tráfico, solo una hora después podría regresar a casa….

Hola preciosa reconocería ese culo entre un millón, es espectacular. Oí la voz del baboso compañero de mi padre detrás de mí guardando cola.

– Mañana se lo cuentas a mi padre, seguro que le gustara saber lo que su amigo piensa del culo de su hija, le dije cortando así el ataque.

Saqué la botella de agua y estaba bebiendo cuando le vi llegar…, estaba hablando por teléfono y me sonrió, supe entonces que había presenciado la escenita del salido asqueroso del gordo compañero de papá, pero al momento empezó a discutir al teléfono. Media hora después era la siguiente en la parada…, por fin mi última carrera y me iba a casa. La puerta se abrió y me giré para pedir a donde iba, le reconocí al instante…

– ¿Podría llevarme aquí? Dijo enseñándome la dirección, el nombre y hasta la habitación en el hotel más lujoso de la zona… – Por supuesto, dije poniendo el coche en marcha y la calefacción a tope.

Pasó casi toda la carrera discutiendo al teléfono, por lo visto tenían que haberle alquilado un coche y al no hacerlo bien llevaba un par de horas tirado en el aeropuerto sin que nadie hubiera podido a esas horas solucionarle la papeleta…

– ¿Conoce el hotel? Espero que al menos en eso no hayan metido la pata.

– Pues no creo, es el mejor de la zona, le dije mirándole por el retrovisor.

– Menos mal que me das una buena noticia, he tenido una semana desastrosa, dijo volviendo a su móvil y dando por acabada la conversación.

Ajusté la música ambiental y seguí conduciendo rumbo a su hotel, en un momento dado dejó el móvil y apoyando la cabeza pude ver que cerraba los ojos para relajarse. Crucé el pueblo y a las afueras vi que el local de moda parecía en pleno apogeo, disminuí la marcha y pude ver los dos coches de unos amigos y el de mi novio. La imagen de José pasó por mi mente, llevábamos dos años saliendo intermitentemente ya que en invierno estudiaba en la universidad lejos de allí y apenas nos veíamos, solo en vacaciones y alguna escapada…, no lo llevábamos mal, tampoco era una relación pasional, había demasiadas lagunas entre ambos, siempre que decidía que lo mejor era dejarlo, llegaban las vacaciones y al final sucumbíamos creo más por comodidad que por otra cosa. Yo también me había decidido por cambiar de carrera y ese año comenzaría la de derecho empresarial. Mis padres discutían mucho sobre mi indecisión, con 22 años debía de marcarme un rumbo o llegaría tarde a todo… Por fin llegamos al hotel y al parar ante la entrada se incorporó y bajó, yo hice lo mismo para sacar sus maletas del maletero. Tras entregárselas volví a inclinarme para mirar el taxímetro y al decirle el precio me pagó, fui a por el cambio y entonces me dijo…

– Quédatelo
Aunque me granjeé una de esas miradas furiosas, tal vez por no haberle llevado por la ruta más rápida. 
– A todo esto necesito hacer constar un hecho…, el hombre ese tenía razón, es realmente espectacular.

Dijo con una sonrisa cogiendo su maleta y entrando en el hotel con una sonrisa. Tardé unos segundos en darme cuenta de que hablaba de mi culo, pero lejos de cabrearme sonreí satisfecha y entré al coche. Había decidido parar en el local con los colegas ya que mañana no trabajaba, al salir del recinto del hotel y coger carretera oí un sonido en el asiento de atrás y paré en el arcén para ver que era…, su móvil vibraba sobre el asiento. Di la vuelta y de regreso al hotel tras haber decidido dejarlo en recepción, pensé que con lo que lo usaba y recordando la habitación cambié de planes y decidí entregárselo en persona. Pasé por la recepción y tras saludar al chico de esta como si fuera una clienta más fui hacia el ascensor. Una vez ante su puerta no me sentía tan segura, pero me obligué a tocar con los nudillos y unos minutos después se abrió la puerta…

Vaya sorpresa, ¿A qué debo el honor de esta visita? Dijo con tono burlón, pero mirada encendida.

– Se ha olvidado esto, le enseñé el teléfono.

– Vaya, ni me había dado cuenta. Con esta visita me había hecho ilusiones pensando que se me arreglaba la semana.

– Bueno me voy, dije cohibida por sus palabras y su mirada…

– ¿Seguro que no quieres pasar chiquilla? De verdad me harías muy feliz e intentaría hacerte feliz a ti.

Dijo pasando suavemente la yema de su dedo por mi mejilla. Durante unos segundos me quedé clavada en el sitio, incapaz de reaccionar ante ese hombre, luego tras decirle un “no puedo” salí casi corriendo. Ni dije adiós al de recepción, solo me monté en el coche y me alejé de allí. Conduje más excitada de lo que había estado nunca tras la invitación de ese desconocido, necesitaba volver a mi realidad y sacar ese hombre de mi cabeza. Un hombre cuarentón peinando canas, pero con una piel que no se correspondía con su cabello. Sus facciones marcadas y barbilla varonil le hacían un ser atractivo sin ser demasiado guapo. Su mirada sin duda era penetrante de ojos oscuros, conjugaba con la voz profunda y cautivadora semejante a las voces en off de ciertos documentales de la dos. Me debía doblar la edad, una edad similar a la de mi padre, pero para nada me sentiría violenta a su lado en cualquier evento…. Paré en el aparcamiento junto al coche de mi novio, me extrañó que no estuvieran los coches de los otros, pero en el fondo contenta de poder estar a solas con él tras varios días sin un minuto íntimo con él. Entré en el sitio atestado y no le vi tras un primer recorrido, no estaba ni en las dos barras, ni alrededores y decidí buscar en los sofás que rodeaban todo el local aunque nunca estábamos allí, eran para parejas ya que apenas se distinguía a nadie por la oscuridad en la que estaban.

En la esquina más alejada y oscura pude verle al coger la copa de la mesa e inclinarse hacia adelante, dio un trago y la dejó para volver a apoyarse en el respaldo del sofá, solo entonces me di cuenta de que no estaba solo, por segunda vez esa noche me quedé plantada…, esta vez viendo como mi novio besaba a una mujer. En ese momento ella se incorporó para beber del mismo vaso que había bebido él y pude verla… era Alicia, una de las chicas del grupo con la que no tenía demasiada confianza. No sé cuánto tiempo pasó hasta que se separaron, su mirada se cruzó con la mía en ese instante. Me vio allí de pie a unos metros de donde ellos estaban, con una cara de odio, repugnancia y frustración. Salí del local aturdida, sin poderme creer aun lo que acababa de ver, me dolía más lo tonta que había sido cuando sabía que la cosa no iba bien, siguiendo en esa relación…¡Eso me jodía más que la traición! Entré furiosa en el coche dispuesta a irme a casa, miles de momentos pasaron por mi mente, a pesar de lo poco claro que tenía el desenlace de lo nuestro, nunca le había sido infiel y no sé porque recordé al hombre del hotel tras ese pensamiento. Llegué a casa, aparqué, abrí la verja y me dispuse a ir hacia lo que desde hacía unos meses era mi casa, al lado de la casa grande había un pasillo empedrado, al final de este una casita que siempre había sido garaje y almacén, pero este último invierno mis padres habían convertido en un loft coqueto y monísimo para que tuviera más intimidad. Me llamó mil veces, mandó mil mensajes excusándose, pero no quería saber nada de él, para mí esa relación estaba muerta, finiquitada, capú….

Al día siguiente siguió bombardeándome a llamadas y mensajes, pero le quité el sonido al móvil y trabajé toda la mañana por suerte sin parar. A las dos del mediodía llegué a casa, dejé las llaves y después de comer me dispuse a irme a mi cueva… – Yo ya he acabado hasta pasado mañana, le dije a mi padre recordando que al día siguiente librábamos.

 Intenté descansar durante un par de horas pero bullía por dentro de rabia, al final me puse un biquini y decidí perderme para darme un baño, quería estar sola. – Mama me voy,  le dije besándola antes de subirme a la moto. Me paré en la cafetería cerca de casa a tomar un café, necesitaba la cafeína para espabilarme. No pensé que allí estaría José y tras dos sorbos apareció a mi lado en la barra.

– Tenemos que hablar.

– No tenemos nada más que decirnos.

– Siento mucho lo sucedido, era la primera vez.

– No necesito saberlo, ya no me importa.

– Perdóname, no quiero que lo dejemos.

– Demasiado tarde, deberías haberlo pensando antes de ir besándote con otras. Ahora déjame, dije dándole un último trago a mi café.

– No quiero que te vayas así sola, escúchame al menos, intenté soltarme de su brazo

En ese movimiento al girarme vi al hombre del taxi de la noche anterior, este a un metro en la barra miraba la escena con atención. – Creo que la señorita ya te ha dejado claro lo que quiere, suéltala y no te preocupes no se va sola, yo voy con ella, dijo cogiéndome del brazo y sacándome de la cafetería.

– No necesitaba que me rescatara.

– Lo sé pero me apetecía. ¿Dónde vas?

– Voy a darme un baño.

– ¿Puedo acompañarte?

– Quiero estar sola y además no vas con los zapatos adecuados para donde voy, le dije mirando sus zapatos caros. El miró mis zapatillas tipo escalador de neopreno y dijo…

– Dame un minuto.
Cogió las llaves del contacto de la moto y desapareció. Dos minutos después regreso con una bolsa de la tienda de al lado, sabía que dentro llevaba unas zapatillas parecidas a los mías.

– Sube, le dije al ver a otro de los de la pandilla acercarse.

Él miró la moto con recelo pero subió, se agarró ligeramente a mi cintura y arranqué. Cinco minutos después cogía un desvió, sus manos me quemaban en la cintura, su proximidad me ponía en tensión y deseaba llegar para poder respirar con normalidad. Llegamos, paré y nos bajamos, él se puso las zapatillas a mi petición, mientras yo me colgaba la bolsa. Aparté unos matorrales y empezamos a descender….

– Ve detrás de mí.

– Será un placer, dijo con esa sonrisa caliente que me encendía.

– Fíjate donde pones los pies.

– Eso será más difícil, siguió de broma.

Llegamos abajo y se quedó mirando la pequeña playa salvaje en la que solo había dos grupitos de gente, el más grande ya estaba recogiendo y el otro formado por dos parejas, estaban tumbadas al sol, completamente desnudos…. 
– Vaya esto va mejorando, la compañía es buenísima, la playa espectacular y además nudista.

– Más que nudista es mixta, aquí simplemente la gente va como quiere. 
Saqué la toalla y nos sentamos en ella, le miré y pensé que sus ropas caras no pegaban en ese lugar, pero él era tan camaleónico que no parecía para nada incomodo o fuera de lugar. 
– Me muero por darme un chapuzón, dije de repente acalorada.

Me levanté, me desvestí en un momento y sin perder tiempo corrí al agua. Él se quedó quieto, mirándome sin pestañear y sin ocultar que le gustaba lo que veía. Me sumergí intentando olvidar su mirada oscura de depredador, que debo reconocer me entusiasmaba… nadé unos minutos, al regresar a la zona donde hacia pie le vi entrar en el agua. Vino hacia mí y nadamos juntos un rato sin rozarnos.

– ¿Quieres un poco de té helado?

– Sí, sí, sí.

Espero a que saliera para seguirme, nos sentamos en la toalla y le pase la botella medio helada de té… – Lo siento pero no hay vasos, no esperaba compañía.

– No importa, dijo bebiendo mientras mira al horizonte dejándome mecer el pelo por la ligera brisa del mar.

La pareja que quedaba empezaba a vestirse y a recoger sus cosas, eran más de las siete de la tarde y la playa estaba desierta, un escalofrió recorrió mi columna… – ¿Te da miedo que nos quedemos solos…?

– No me das miedo si te refieres a eso. No eres de esos tipos que lo dé…

– Este lugar es realmente espectacular ¡Gracias por enseñármelo! Dijo cambiando de tema.

Ese hombre me producía mil sensaciones pero ninguna de ellas tenía nada que ver con el miedo… la lujuria, lascivia o la excitación carnal, Sí, pero el miedo nada de nada… – Aun no has visto lo mejor, ven.

En un arranque poniéndome en pie. Recogimos la toalla, la bolsa y la ropa y andamos hacia el final de la calita, volví a retirar unos arbustos y pasamos. Él se quedó parado viendo las piedras que formaban una pequeña cueva, arriba y alrededor unos pinos que escondían ese paradisiaco lugar de arena blanca hasta el mar, un pasillo de rocas enormes, que era lo que se veía desde el otro lado te llevaban mar adentro juntándose con la otra playa… – ¿Qué te parece?

– Me he quedado sin palabras y eso no me pasa a menudo.

– Vamos a bañarnos, aquí el agua está más calentita.

– Antes me has dicho que no me tenías miedo… entonces ¿Por qué te has puesto la parte de arriba del bikini?

– ¿Cómo sabes que no la llevo normalmente?

– Por el tono diferenciado de tu piel…, dijo con una sonrisa.

Era cierto, siempre hacia topless pero me había dado vergüenza. Me levanté de nuevo acalorada, me ponía que ese hombre hablara con tanta claridad sin intentar nada, solo me miraba pero en ningún momento intentaba invadir mi zona de confort. Anduve cuatro pasos hasta el agua, me giré y él seguía sentado sobre la toalla, no intentó camuflar ni esconder su mirada de deseo. Mirándole supe que no iba a saltar sobre mí, si no le demostraba que quería que saltara, si no se lo pedía con mi lenguaje corporal, mis gestos… era un hombre que leía sin palabras todo lo que acontecía a su alrededor, mi cuerpo también. Entonces decidí que quería vivir aquello, decidí que estaba cansada de pensar como seria vivir una aventura así. Seguí andando pero llevé mi mano a mi espalda, desabroché el cierre del sujetador y me lo quité lanzándolo a la arena sin girarme. Entré en el agua y solo cuando me cubrió hasta el cuello me giré y entonces le vi entrar en el agua, desnudo y semi excitado…, su erección comenzaba a ser visible a una legua…, tan cerca su dotación viril se veía descomunal, no demasiado larga en esos momentos, pero era una verga que llegaría a medir sobre los 20 cm, y sobre todo sí era excesivamente gruesa, muy superior a mi muñeca. Sin dejar de mirarme y sin intentar ocultar su erección, que me dejo hipnotizada desde el primer instante. Se paró cuando el agua le llegó a la cintura, su mirada ahora era aún más oscura, en ella había demasiadas promesas y no me pude resistir. Me acerqué lentamente contorneando las caderas por la fuerza a la que obliga el agua. Unos metros antes de llegar a su lado dijo…

– No quiero que hagas esto por despecho…

– ¡¿Tu deseabas esto ayer cuando te traje el móvil?!

– Deseaba esto desde un minuto antes de que apareciera ese imbécil del amigo de tu padre. Esa noche te vi yo primero…

– Deseé quedarme cuando me lo pediste, y aun no sabía nada de lo que descubrí después cuando regresé frustrada por no haber sido capaz de quedarme.

– ¡¡Joder niña!! Dijo rozando mis pezones duros con las yemas de los dedos. Un escalofrió recorrió mi columna y automáticamente arqueé la espalda buscando más… – Estás increíble, haces que no sea capaz de pensar en nada que no sea follarte…

Su lenguaje soez contrastaba con su postura rígida sin intentar nada más que ese simple roce de sus dedos. Jadeé más excitada de lo que recordaba haber estado nunca, por primera vez quería gritarle a un hombre que me poseyera como un salvaje, necesitaba sentirle, quería más.Me abracé a su cuello y pegué mi cuerpo al suyo, necesitaba sentir su calor. Su erección se aplastó contra mi cadera.

Bajó la cabeza y simplemente devoró mi boca, en ese momento perdí el control de mi propio cuerpo. Su beso y la necesidad me consumían lentamente inflamándome por dentro, mis pezones rozaban su pecho, sentía sus finos pelillos en mi piel y me frotaba contra su pecho correspondiendo a su apasionado beso. Jamás me habían besado con tal intensidad, también es verdad que nunca tuve la oportunidad de estar con un macho tan suculento… me embriagaba su masculinidad. Poseía una anatomía cuasi perfecta, brazos fuertes y bien formados de músculos fibrosos, un abdomen con una ligera barriguita donde hubo una marcada tableta de chocolate duro, coronado por unos pechos perfilados y contundentes. Su cintura estrecha y espalda ancha aterciopelada con un fino vello rubio. Un madurito resultón, un maduro interesante para perderse con él. Me pareció el mejor recambio a mi deshonesto novio ¡La suerte estaba conmigo! Sus manos aferraron mi culo y me empujaron hacia él, me abracé con fuerza de su cuello y rodeé con mis piernas sus caderas. Su pollón enhiesto rozaba mi chochito caliente, solo mis bragas impedían la penetración. El seguía besándome, chupando mis labios, lamiéndolos, mordiéndolos y yo quería más. Necesitaba de hombría para sentirme viva, realizada… mujer. Como pude metí la mano entre ambos y aparté la tela del bikini a un lado de mi coño, procurando que uno de mis cachetes sujetara la braguita en mi culo, para no invadir de nuevo mi rajita vaginal con la tela…

– ¿Estás segura de que es esto lo que quieres pequeña?

– No preguntes y calla… ¡¡Solo tienes que follarme!! ¡Vamos fóllame!

Le pedí febrilmente con una voz que apenas reconocía. Me agarró del culo, mordió mi labio inferior y fue clavándome en su polla con tanta lentitud que chillé de placer y desesperación. Noté su capullo en mi entrada perfectamente enfilada sin necesidad de guiarla por la extrema rigidez del semejante falo. Busqué hacer coincidir mi estrecho agujerito con el gordo capullo semejante a un casco militar alemán que tenía por glande, costando un poco abrirme las apretadas paredes. Empujé hacia abajo con decisión hasta que su punta abocardó mi coño… el resto de la verga se fue introduciendo con pequeños clavados cada vez más profundos hasta que entró por completo. Con ambas manos me subía y bajaba sobre su mástil mientras yo solo podía jadear e intentar respirar. Su polla abría mi vaginita en una expansión hasta ahora desconocida, llegando a lugares donde nadie había entrado… Ese gran cipote me llenaba completamente, me enloquecía de placer frotando todas y cada una de las terminaciones nerviosas de mi vagina… – ¡¡Que rico…!! Le gritaba. 




– Tú sí que eres rica chiquilla, dijo bajando la cabeza atrapando uno de mis pezones. Mordisqueó y chupeteó para terminar tirando ligeramente, luego el otro… – ¡Dios mío nena que caliente esta tu coñito!

Volvió a morder uno de mis pezones, clavo sus dedos en mi carne moviéndome, mientras sentía como llegaba el orgasmo hasta que me corrí como una loca. Él salió de mi interior y se colocó detrás de mí, apartó mi pelo hacia un lado y empezó a besar mi cuello mientras sus manos aferraban mis pechos y los masajeaba flojito subiendo poco a poco la intensidad para terminar sobándolos a placer, besando y mordiendo la piel de mi cuello y mis hombros. Fuimos andando sin despegarnos hacia la orilla, cuando el agua nos llegaba solo a las rodillas se separó unos centímetros solo para bajar la braga de mi bikini, me la quitó y la lanzó junto a la otra ropa. Alujados del agua, hizo que me apoyara en una gran roca, me separó las piernas y aferrado a mi cintura volvió a penetrarme desde atrás. Su estoque entró en un solo y certero golpe…El muy cabrón me ensartó hasta el fondo, pudiendo sentir el choque de sus pelotas contra mi vulva. Ambos gemimos, subí el culo para que pudiera profundizar más, lo entendió a la primera porque ahora le era más fácil entrar y salir con rapidez acariciando mis muslos, mis caderas. Después subía por mi torso hasta agarrar de nuevo mis tetas, luego bajo por mi estómago acariciando mi pubis bellamente recortado para acabar en mi conejito depilado.

Pasó sus dedos índice y corazón por toda la raja entre los labios hinchados, partidos más bien por la gruesa verga, y acarició mi clítoris con verdadera fruición hasta que unos minutos después volví a correrme con la misma intensidad que la primera vez. Volvió a separarse y me llevó a la orilla, me senté y él me tumbo, separó mis piernas, flexionó mis rodillas y se tumbó boca abajo, entonces sentí su lengua en mi chumino realizando el 69 más apasionante que jamás imaginé…, sus labios succionaron mi clítoris aun inflamado por los orgasmos y volví a retorcerme de placer con un nuevo orgasmo que me pilló por sorpresa por lo rápido que fue. Sé que soy multiorgásmica, pero no a tal extremo. El lejos de apartarse lamió hasta la última gotita expelida por mi coño. Una vez lamido y relamido toda mi entrepierna, se tumbó sobre mí, entre mis piernas abiertas y rodamos por la arena, apoyé en estas mis rodillas y busqué su rabo mantenido en lo más alto desde hacía ya veinte minutos… Un macho con mayúsculas de la que no sabía todavía cuál era su límite. Apoyé las manos en su pecho y me penetré con su mástil una vez más…, mi coño abría con toda facilidad succionándolo en demasía. Notaba con ansiedad como mi vagina se tragaba una y otra vez todo el tronco inhiesto de semejante animal, hasta embadurnar de mi flujo sus apretadas pelotas donde estaría hirviendo la leche que me invadiría el fondo de mi coño…Él miraba extasiado como mis pechos se balanceaban, apreté su polla con mi vagina, bajé y subí resbalando dejándome disfrutar cada milímetro de tan robusta tranca…

– Nena no puedo más, tienes que parar… – ¿Y si no paro…? Le pregunte juguetona. – Si no lo haces llenaré tu caliente chochito de una buena cantidad de leche espesa. 
Me relamí e incrementé mis movimientos, apreté más su polla contra mi chocho, entonces de pronto oí sus gemidos roncos acompañados de jadeos satisfechos, al tiempo que su polla palpitaba en mi interior. 
– Eres una bruja, no pares cielo, no pares, sigue nena así, sigue…dijo antes de aullar.

Percibía cada convulsión seguida de chorros de leche caliente que anegaban mi fondo uterino. Los aldabonazos se concatenaban vaciando esperma espeso por chorretones largos, fácilmente identificables dentro de mi calenturiento chumino escaseado del más auténtico semen de macho ibérico…. Debió derramar al menos ocho chorros de lefa en todo ese intervalo de veinte segundos eyaculando como un venado. Su caliente semen inundó mi vagina y no paré de succionar con las paredes de mi vagina como si estuviera ordeñándolo, quería hasta la última gota. Estaba tan pendiente de él que no me di cuenta, no noté como llegaba el mío y explosionó de repente partiéndome en dos, haciendo que gritara como una loca cayendo sobre su pecho. Cuando paré, aún seguimos acoplados durante un buen rato, como cuando se aparean dos perros. Recostada sobre su pecho sentía el latido de su corazón acompasado con el mío adquiriendo la normalidad de su pulso… Unos minutos después me arrastró al agua y nos bañamos desnudos durante más de media hora, luego salimos y nos tumbamos en la toalla. Acababa de tener el mejor sexo de mi vida con un desconocido, en una playa pública…. Un polvazo de antología, del que no me preocupaba que hubiese vaciado su corpulentos testículos recargados de esperma, inseminando mi fértil útero. Aquel recargado sexo duro bien valía la pena correr el pequeño riesgo de quedarme preñada de semejante ejemplar de Semental…. Él apoyó el codo y me miró detalladamente…

– ¿Qué miras?

– Tu precioso cuerpo.

– Bueno… si tú lo dices… yo difiero de eso, podría hacer varios recortes.

– Pues yo no quitaría nada. Bebimos, reímos y charlamos hasta que el sol empezó a caer.

– Debemos abandonar el paraíso, o se complicará la cosa para subir. A regañadientes me ayudó a recoger, luego nos vestimos y empezamos a subir de nuevo. – ¿Qué te trae por aquí?

De visita a un amigo, por cierto no sé ni cómo te llamas chiquilla…

– Eso es lo que más me atrae de todo esto, no quiero saber quién eres, ni a que te dedicas, ni la vida que llevas cuando no estés aquí…ahora. Sin mentiras, sin explicaciones, sin excusas. ¿Lo entiendes?

– Sí, pero quiero más.

– Tengo cena con unas amigas, es el cumpleaños de una de ellas y no puedo faltar.

– ¿Esta noche en mi hotel a la hora que sea?

– De acuerdo.

Media hora después estaba en casa, bajo la ducha, aun sentía cosquillas entre las piernas. Había decidido ir a la cena y escaparme con una excusa en cuanto pudiera para regresar al hotel con mi nuevo amante. Antes de salir de casa cogí la bolsa del regalo de Maite y antes de irme decidí pasar por casa para despedirme….

– Hola mamá, me voy al cumpleaños de Maite no sé si dormiré en su casa, no me esperes, le dije cogiendo una patatilla del cuenco que llevaba.

Hija coge aire que vas a ahogarte…, antes de irte entra a saludar a papa. Seguro que se alegra de presentarte a su mejor amigo, que por cierto va a ser el nuevo rector de tu universidad el año que viene…

Descubriendo a mí amante. Mi euforia se esfumó de un plumazo cuando se levantó el hombre sentado en el sofá de mis padres. En ese instante sus ojos de sorpresa nada tenían que ver con el fuego que desprendían tan solo unas horas antes cuando me movía sobre él, dejando que su polla me llenara por completo mi congestionado coñito…
– Él es Ramiro, mi hija Dani. La sorpresa fue mutua porque Ramiro soltó…

– Vaya todos estos meses creí que Dani era un chico, dijo arrastrando las palabras aun incrédulo…

– Es el diminutivo de Daniela, una chica fantástica, dijo mama.

– Ya lo veo, ya…

– Papá me ha hablado mucho de usted, intenté ser lo más cordial, educada y aséptica ante el panorama

– ¡Espero que bien! Dijo sin relajar la voz.

– Bueno tengo que irme, encantada de conocerle Ramiro. Estreché su mano y recordé cuando esta había recorrido mi cuerpo.

Nosotros también salimos a cenar con Ramiro, a ver si nos vemos por ahí.

– Ha sido un auténtico placer, dijo besando mis mejillas… – No dejes que esto estropee nada de lo sucedió entre nosotros…, dijo acercando los labios a mi oído para que solo yo pudiera oírle.

Salí de allí temblando como una hoja, acababa de vivir un momento de lo más surreal al darme cuenta que había tenido el más tórrido sexo de mi existencia con el amigo de mi padre y por si eso fuera poco con el respetadísimo rector de mi universidad en dónde estudiaría el curso siguiente. Durante toda la noche le di vueltas al asunto sin atreverme a contarle a mis amigas nada, por suerte la furcia que se besaba con José no había venido y a si podía retrasar un poco el contar lo sucedido al grupito de amigas. Tras la cena fuimos a tomar unas copas a la cafetería que se convertía en local nocturno con sus mesas en la arena de la playa y sus luces de colores colgadas por doquier. No podía quitarme de la cabeza lo sucedido, mi cuerpo se encendía solo con el recuerdo, pero no podía seguir, según mis datos ese hombre además estaba casado, eran demasiadas cosas a pasar por alto. No llevábamos ni cinco minutos allí cuando les vi a los tres, mi madre se acercó seguida por los dos…

– Felicidades Maite…. – Igualmente, dijo papa desde atrás.

Se sentaron en el otro extremo, apenas podía verles, pero sentía su mirada, sabía que desde donde estaba él si podía verme. Intenté meterme en la conversación de mis amigas, pero no era capaz de concentrarme en nada. Una hora después fui al baño con Maite, al salir me encontré con una amiga y Maite volvió a la mesa. Vi a Ramiro esperando a unos metros a que me quedara sola y en cuanto me despedí se acercó…

– ¿Qué haces aquí? Van a vernos.

– Les he dicho que tengo que hacer una llamada y tus amigas creen que estas charlando con la que acaba de irse, necesito hablar contigo, dijo bajando el entarimado y llevándome a uno de los laterales les local…

– No hay nada de qué hablar, le dije intentando volver.

– Si lo hay, esperaba que pudiera ser solo un buenísimo recuerdo de mis vacaciones, pero no puedo fingir que no ha pasado solo porque eres hija de un gran amigo.

– Pues prueba con que seré alumna de la universidad donde tú vas a ser el rector y si con eso no te basta prueba con tu mujer… o tus hijos si los tienes.

– Y si probamos como esta tarde, ¿Y si intentamos ser solo tú y yo, sin pensar en lo que rellena nuestras vidas cuando no estamos aquí, ahora? Tú me lo enseñaste. 

– Pero esta tarde no eras Ramiro…

Me hizo retroceder hasta que mi espalda quedo pegada a la pared y acariciando mi mejilla me atrajo hacia él y bajó la boca para apoderarse de la mía, dos segundos después volvía a estar presa de la pasión que me consumía a su lado, solo un beso y todo mi cuerpo vibraba pidiendo más. Su boca se volvió más exigente, sus manos bajaron por el lateral de mi torso hasta llegar a mis caderas entonces tiró una sola vez pegando mi pelvis a su bulto. Siguió bajando y me agarró del culo volviendo a pegar nuestros cuerpos, subió una pierna flexionándola pegada a su cuerpo y su mano acarició mi muslo… 
– Eres tan suave nena… Eres tan divina… Eres tan preciosa, que me rompes en mil pedazos…, dijo sobre mis labios.

Volvió a bajar mi pierna y metiendo una de sus piernas presionó su muslo contra mi chocho encharcado y caliente… este ardía empapado. Apretó más y no pude evitar frotarme notando mis bragas caladas. Sus dientes daban tirones de mis labios y yo jadeaba al borde del orgasmo, tras unos minutos de rozarnos, se inclinó un poco y noté como sus dedos apartaban mi tanga en busca del calor y la humedad de mi raja…

– Cariño estás tan cachonda como yo preciosa, dijo besando y lamiendo mi cuello.

Escalofríos de placer recorrían mi cuerpo, me dolían las tetas, los pezones duros rozaban el sujetador y hasta eso me provocaba placer. Sus dedos dieron con mi clítoris y lo friccionó entre dos, yo gemía sin poder evitarlo. Escondidos en el rincón donde no podían descubrirnos, a no ser que fueran a propósito hasta allí, me soliviantó diciéndome… 
– Córrete chiquilla, deja que vea tu placer… como me gustaría follarte ahora mismo, aquí mismo.

Su boca volvió sobre la mía, separó mis labios y metió dentro su lengua cuando notó que mi cuerpo empezaba a temblar y de nuevo me corrí a su antojo…, temblaba de placer sin que pudiera controlarlo. El orgasmo se apoderó de mí y me besó hasta que el orgasmo cedió, luego sacó la mano de entre mis piernas y sin dejar de mirarme...
– Mi vida, soy el mismo de la playa… ¡¿qué más da como me llame?!¡¿Qué más da quien sea?!¡¿Ha sido distinto ahora que sabes mi nombre?!

Me besó ligeramente y se fue dejándome allí temblando como una hoja, más liada de lo que había estado jamás. Volví con mis amigas, pero unos minutos después y con una excusa me fui a casa. Antes de irme me despedí de ellos dejándoles allí, obligándome a no mirarle. Llegué a casa pero no me apetecía meterme dentro, cogí un balancín que había medio restaurado y lo puse en el pasillo de piedra que llevaba a mi casa…, la oscuridad y el limonero hacían que no se me viera desde la calle. Así fue como pude ver a mis padres llegar, acompañados de Ramiro que por lo visto había dejado algo en casa y venía a recogerlo.

– Espero aquí tranquilo, dijo este mirando hacia el pasillo, donde estaba. Entonces me vio cruzándose su mirada con la mía… sonrió, pero no se movió, al momento salió mi padre con una bolsa…

– ¿Seguro que no quieres que te lleve?

– Seguro. Quiero dar un paseo por el puerto y luego pillo un taxi. Entra en casa y aprovecha el tirón de las copas con tu señora, le dijo con una sonrisa.

Mi padre entró en casa y él le saludó desde la verja. La luz de la entrada se apagó, también la del recibidor. A los pocos segundos la verja se abrió en silencio y de la misma manera se cerró. Miré hipnotizada como se acercaba hasta donde yo estaba…, sin mediar una sola palabra con la complicidad de la noche entre los árboles y arbustos se arrodilló ante mí. Sin pedirme permiso, separó mis piernas mirándome a la cara y de esa manera fue subiendo sus manos por mis piernas, acariciando mi piel, que anhelaba sus caricias…

– Me muero por saborearte, dijo agarrando el elástico de mis braguitas.

Subí el trasero para dejar que me las quitara apoyando mis pies en sus muslos, luego el volvió a abrirme y sentí sus labios en la cara interna de mis muslos. Me agarré a los brazos del balancín y separé más las piernas sintiendo como sus labios subían por mis muslos, mis ingles… deseaba sentirla en mi indomable coñito, pese a estar expuestos a ser pillados por cualquiera, este hecho hacía que estuviera más excitada aun. Con una mano agarré su cabeza empujándole más a mi sexo de nuevo hambriento y no se hizo de rogar lanzándose de lleno a lamer mi raja, succionar mi clítoris y volver a lamer de abajo arriba hasta que me mordí los labios y me aferré a los brazos del balancín cuando un nuevo orgasmo sacudió mi cuerpo. Tras lamer bien hasta calmar mi cuerpo se puso en pie y lejos de sentirme satisfecha era como si hubiera liberado algo en mi interior. Agarré su cinturón y lo desabroché, luego hice lo mismo con el pantalón… me costó sacar su erección. No sé si he dicho que posee un pollón de lo más gordo en su máxima extensión supera mi brazo… Disfruté unos segundos mirándola antes de bajar la cabeza para empezar a lamer el glande húmedo. El gimió flojito apoyándose en mis hombros y tragué casi hasta la mitad, saqué sus testículos y los masajeé mientras la sacaba para lamer el trozo que no podía tragar, luego volví a tragar, esta vez mas de tres cuartos y de nuevo la dejé salir para succionar el capullo. Sus muslos se tensaban y su respiración se aceleraba dejando escapar algún que otro gemido…

– Quiero… necesito follarte chiquilla, dijo poniéndome en pie, privándome de su miembro viril musculado…

– Vamos dentro, le dije yendo hacia mi casa.

Él iba detrás de mí y a mitad del camino me giró hacia la pared, me agarró de las caderas subiéndome sobre sus caderas. Mis muslos se trabaron en sus caderas, cerrando el abrazo con mis piernas alrededor de su cuerpo. Su polla erecta cual cuerno de toro bravo se hundió hasta el fondo en mi ansioso conejito babeante; no hizo falta ser guiada, como un misil teledirigido horadó me entrada dejándome emitir un gemido ahogado al verme atravesada por semejante animalada de carne atorando mi estrecha gruta.

– Hace horas que deseaba follarte así, dijo metiendo las manos bajo mi vestido, clavando sus dedos en mi pubis para apretarme hacia atrás. Arremetía una y otra vez entrando hasta el fondo haciéndome notas el golpeteo incesante de sus huevos en mi perineo. Aquel trabuco lo manejaba a las mil maravillas saliendo casi por completo y volviendo a entrar como un loco, jadeando flojito… – Van a oírnos, dije sin ninguna convicción.

Salió de mi interior y entramos en mi casa a oscuras seguimos besándonos, rozándonos, buscando más y más contacto. Abrió mis piernas, flexiono las rodillas y me folló contra la puerta. Le quería más adentro y le llevé al sofá, le empujé sobre este. Cayo de espaldas quedando su pollón mirando al techo, esa visión viril me encandilaba. Puse mis piernas a cada lado de su cuerpo hermoso dejándome caer poco a poco sobre el mástil, y de un sentón su cipote quedó enterrado dentro de mi raja hasta aplastar sus tremebundos huevazos…, una vez abierto mi chumino, cabalgué sobre su mástil de acero mientras él me quitaba el vestido y se lanzaba a morder mis pezones, yo subía y bajaba frotándome con su pubis, buscando un orgasmo. Era un semental del que deseaba cada gota se su esencia…

– Córrete dentro de mí otra vez, quiero que llenes mi coñito con tu semen caliente. Aún no le has dado lo suficiente…, le dije antes de lamer su cuello.

Mi cadera se agitaba enloquecida a un ritmo que ni una caribeña lo igualaría. Mi coño era escrutado por su rígida masculinidad con total desinhibición extrayendo espesos reguero de flujo que se hacía blanquecino ante la incesante fricción de ambos genitales. Nuestras bocas se aunaban en una escandalosa lucha comiéndonos con desesperación a la misma vez que no paraba de tragarme su verga. El ritmo aumentó con la sincronización de su cadera empujando hacia mí con delicadeza y firmeza. Estaba claro que nos deseábamos más allá de cualquier consentimiento social o de amistad. Pasaba de los diez minutos follándome al madurito interesante, cuando el semental aulló soltando toda la presión contenida en su interior…, de sus pulmones y casi al unísono de sus cojones. Lazó un chorro de semen que se estrelló en el fondo de mi vagina disparando así mi propio orgasmo, un segundo chorro junto con sus gemidos se juntó con los míos, y los sucesivos los fui acogiendo entre esténtores y convulsiones de ambos en un apareamiento demencial. Era el mejor macho que podía haber encontrado…, varonil, gentil, apasionado, cariñoso y elegante. Posada sobre su pecho acabé de cabalgar dejándome descansar unos segundos para recuperarme, luego le descabalgué unos minutos después, pudiendo sentir su semen como escurría por mis muslos mientras le miraba exhausto sentado en mi sofá. Me senté a su lado desnuda y él apostó mis piernas sobre sus muslos acariciándolas suavemente mientras el sopor se apoderaba de mí….

Tras una noche de ensueño…. No puedo adivinar cuanto tiempo se quedó conmigo esa noche, quedé rendida abrazada a su cuerpo acogedor rodeada de sus fuertes brazos varoniles inhalando su aroma masculino. A la mañana, desperté en ese mismo sitio, pero sola. La luz al contrario de mis recuerdos ahora iluminaba la estancia y levante entumecida. Eran las seis de la mañana, me di una ducha rápida y me tumbe en la cama, cansada volví a dormirme dejándome llevar por los pensamientos sobre él. Casi al medio día me despertó la voz de mi madre desde fuera y poniéndome una bata me asomé.

– Cariño es casi mediodía, ¿vas a comer en casa? Viene a comer Ramiro. – Sí, contesté al instante con ganas de volver a verle. – Voy a poner la mesa en el pasillo del jardín que es donde más sombra hay, ¿Entras el balancín? Dijo señalando el lugar donde había empezado la juerga la noche anterior.

Sonreí mientras lo entraba en casa y seguí contenta ayudando a mamá a montar la mesa. Luego entré a vestirme, eligiendo otro vestido cortito de verano y unas sandalias planas…, tras mirarme al espejo me recogí el pelo en una coleta alta y en un arranque me quité las braguitas. Una hora después llego pulcramente vestido y peinado, al mirarle recordé la noche anterior con el pelo alborotado y la ropa arrugada después de follar como descosidos. Eso volvió a excitarme…, así era el hombre con que siempre había soñado. Un caballero en la mesa y un truhan canalla en la cama, reconociendo ese estado ya como propio cada vez que le tenía cerca….

– Hola Ramiro, me alegra volver a verle.

– Lo mismo digo, dijo besando mis mejillas. – Encantadísimo brujilla, dijo de nuevo solo para mí.

Durante la comida escuché un montón de historias de mi padre y él. Ayudé a mi madre a quitar la mesa y traer los postres, mi padre acudió a una llamada al teléfono y cuando volví con el postre él estaba solo. – ¿Cómo estás pequeña?

– Algo dolorida pero genial, ¿Te fuiste muy tarde?

– Según se mire, a mí me pareció pronto, podía parecer tarde, pero era temprano, sonrió. – A las cinco de la madrugada. Podrías haberme despertado. – Entonces no habría querido irme

– ¿Qué habrías querido? Le pregunte juguetona.

– Habría querido volver a Amarte, o más bien a follarte como ahora, dijo mientras mi madre se acercaba. Tuve que apretar los muslos de la excitación por sus palabras, al saber que volvía a desearme. – Esta noche quiero invitaros a cenar, en mi hotel.

– Nunca he estado, dijo mi madre feliz.

Pasamos toda la tarde de charlas y pequeñas caricias furtivas hasta que se fue casi a las siete. Cuando salí de la ducha sonó mi móvil… 
Hola brujilla, no quería hablar esto por teléfono. Me encantaría que te quedaras esta noche conmigo, ya te contare más en persona.

– Ya sé que tu mujer viene mañana por la tarde, mi padre lo comentó.

– ¿Vas a quedarte conmigo?

– Sí, le dije y me encantó oír como soltaba el aire.

No tuve que pensármelo, ya lo había decidido tras oír a mi padre… había descubierto que era demasiado tarde para renunciar a eso, una parte de mí no se sentía bien en ese papel, pero no era capaz de negarme el placer que solo sentía con él. Por ello había decidido coger lo que se me ofreciera pensando primero en mí antes que en los demás. A las doce y media un buen rato después de cenar, en el bar del hotel me despedía fingiendo que ya venían mis amigas a buscarme, pero lejos de salir del hotel subí a la habitación sacando la tarjeta que me había pasado y entré. La habitación era una pasada, las paredes y el suelo eran de piedra, a la derecha una enorme cama, a la izquierda una tarima de madera con tres escalones de piedra daban a un jacuzzi, el frontal era todo de cristal desde cualquier punto de la habitación se podía ver la inmensidad del mar. Llené el jacuzzi, me desnudé y me metí dentro a esperarle. Las burbujas, las vistas del mar en calma, la fresquita brisa y los recuerdos de encuentros pasados junto a la promesa de una larga noche por delante excitaban mi cuerpo. Media hora después escuche la puerta abrirse y cerrarse. No me gire sabiendo que era él.

– Hola mi niña, se te ve muy a gustito, dijo sentándose en el borde del jacuzzi mirándome.

Su mirada repasó mi cuerpo sumergido, parándose en mis soberanas tetas que sobresalían ligeramente con los pezones empitonados ahora duros ante su intensa mirada, siguió hasta pararse en mis ojos. Sin apartar la mirada como si hubiera memorizado el mapa de mi cuerpo, metió su mano en el agua sin importarle mojar las mangas largas de su camisa…, esta se posó sobre mi pubis y la yema de sus dedos acarició mi monte de Venus, antes de colarse entre mis piernas que yo solita entreabrí para que sus dedos pudieran pasearse por mi rajita anhelante de sus caricias. Con dos dedos capturó mi clítoris y lo frotó sin apartar la mirada, viendo como crecía el deseo en mí, mirando como sus caricias me incendiaban una vez más. Mientras el pulgar e índice seguían frotando mi clítoris, me penetró con el corazón y el anular, rozando el perineo con el meñique de su mano grande y abierta que abarcaba toda mi vulva. Suspiré abriéndome más, dejando que el calor y las burbujas recorrieran mi piel, la sentía como electrificada.

– Es un auténtico placer masturbarte y ver el placer en tus ojos. 
Apenas movía la mano y aun así el calor, el deseo y la necesidad crecían hasta tal extremo que empecé a mover las caderas buscando más, pidiendo más… 
– Quiero que te corras mi pequeña princesa, quiero que te retuerzas como una perra en celo suplicando que te folle como un poseso, porque eso es lo que más deseo ahora mismo.

Subí las caderas, apretó y todo estalló a mí alrededor cuando el orgasmo recorrió mi cuerpo para terminar entre mis piernas. Sacó la mano y se sentó a los pies de la cama para quitarse los zapatos, le miré embelesada aun con el cosquilleo entre las piernas. Agradecida por el placer que acaba de darme me puse en pie, dejé que el agua escurriera un poco y salí del jacuzzi, me miraba sin pestañear y me arrodillé ante él….

– Deja que te desnude yo…, le dije cogiendo uno de sus pies y colocándolo en mis muslos. 
Le quité lentamente el calcetín y subí un poco el pie bajando mi cabeza para pasar la lengua plana por la planta, gimió y subí a lamer el empeine antes de volver abajo para chupetear sus dedos, por ultimo metí el dedo gordo en mi boca y succioné, disfrutando de sus suspiros. Luego hice lo mismo con el otro pie… – Ponte de pie, le pedí al acabar. Se levantó, hice lo mismo colocándome detrás de él para sacar la camisa del pantalón, y empezar a desabrocharla sin poder quitársela metí las manos para acariciar su pecho mientras pegaba mi cuerpo aun húmedo a su espalda…. – Estoy mojándote.

No me importa cielo, es una gozada. 
Pellizqué sus pezones antes de descender hasta el cinturón, soltarlo, dejando suelto el pantalón. Éste cayó al suelo y él se deshizo con los pies de la prenda, mientras yo le quitaba la camisa y volvía a abrazarme a él. 
Me ponen a cien notar tus pezones duros en mi espalda, dijo suspirando.

En ese momento metí la mano dentro de sus calzoncillos y agarrando su polla empecé a masturbarle lentamente, notando como se endurecía más bajo mis caricias. Unos minutos después acompañada por sus gemiditos, volví a arrodillarme ante él… 
– ¡Vamos mi macho! ¡Enséñamela! 
Le pedí con cara de golfa relamiéndome. La sacó del bóxer dejándola a unos centímetros de mi rostro… 
– Mas, enséñame más, apenas reconocía mi voz. 
Jadeó antes de descorrer la piel de su prepucio desnudando bien el fastuoso glande en forma casco militar alemán, que apareció ante mi más rosado y brillante que el resto del tronco debido a no tener frenillo… 
– Me encanta su polla señor, le dije mordiéndome el labio…

A mí me encanta usted señorita. 
Me acerqué un poco y pasé la lengua por la punta, el frotó esta contra ella y gimió apretándosela con dureza, mientras yo acariciaba sus muslos apretados, abarcando después su fibroso culo… 
Dios como me pones chiquilla. Vamos a enfriarnos un poco, tenemos toda la noche para gozar preciosa, dijo cogiéndome de la mano para llevarme al jacuzzi. 
Disfrutamos unos minutos de las burbujas y pequeñas caricias furtivas uno al lado de otro hasta que media hora después él dijo… 
Súbete nena esta tarde he echado de menos tus tetas, tu culo, tus caderas y muslos…dijo señalando sus muslos. Tu cara preciosa.
Me abrí de piernas como un Cristo en cruz, mientras él agarró su mástil en tanto yo bajaba lentamente insertándome el tremendo badajo de tal forma que me acoplé por completo hasta sentarme en sus muslos teniéndole dentro aplastando sus tremebundas pelotas duras de la cantidad de leche contenida en ellas. Ambos gemíamos cuando el agarró mis tetas, las juntó y empezó a pasar la lengua de uno a otro antes de atrapar un pezón entre sus labios para succionarlo, morderlo y golpearlo con su lengua juguetona con la punta en mis pezón erguido y duro, luego al otro le dio el mismo castigo. La sangre me hervía de lo excitada que estaba…, empecé a mover las caderas, sus manos ahora agarraron con tanta fuerza mi culo que sus dedos se clavaban en mi carne, haciendo que mi clítoris se frotaba con su pubis a llenarme de carne venosa mi coñito, sabiendo que así llegaría a mi clímax, como paso en escasos cinco minutos. Volví a vibrar con él, esta vez muy adentro de mi vagina mientras lamia aun mis tetas con una maestría que erizaba todo mi vello….

Me encanta tu culo nena, dijo acariciándome ahora más calmadamente.

– Pues fóllamelo ¡¿A que estamos esperando?!

Le dije descabalgando y poniéndome de rodillas dándole la espalda en el asiento frente a él en jacuzzi como una buena perrita obediente en celo. Miré al ver que no se movía y sonreí al ver su expresión incrédula y sus ojos abiertos como platos. Me estaba desinhibiendo completamente ante un hombre que me doblaba la edad, un hombre que podría ser mi padre por su edad y la afinidad con mi familia desde antes de nacer yo…

– Nunca lo he hecho, pero ahora quiero probar esa experiencia ¡Tienes la polla perfecta! le dije de nuevo mordiéndome el labio inferior, pensando en realidad que era el hombre perfecto…

¡¡Vas a matarme nena!! ¡¡Acabarás conmigo!!

Se puso en pie esperando que se colocase detrás de mí, pero agarrándome de la cintura me sacó del agua tumbándome en la tarina que había alrededor del jacuzzi, comenzó acariciando los cachetes de mi culo y acabó mordisqueándome suavemente, luego los separó y empezó a lamer mi rajita, llegó a mi agujerito y lo bordeó antes de penetrarlo con la lengua. Luego un dedo, otro y por ultimo percibí su pollacón… esa cabeza de turco por capullo se abrió paso en mi relajado conducto virgen. Al inconmensurable glande costó un poco…, me dolía. Poco a poco consiguió vencer la barrera dilatando mi ano lo suficiente, y agarrándome de nuevo fue bajándome, empalándome en su dura barra como el acero.

Tras unos minutos de calma empezó a entrar y salir, más bien a subirme y bajarme sobre su espigón como si fuera una muñeca de trapo y sin darme cuenta el dolor paso a ser molestia y al final la molestia me daba morbo y placer… por ultimo movía el culo como una perra en celo mientras su mano entre mis piernas me llevaban de nuevo al orgasmo, increíblemente más placentero con su polla enterrada en mis entrañas. Salió jadeando y volvió a sentarse arrastrándome de nuevo al agua, mientras mi cuerpo se relajaba del orgasmo y él lograba calmar un poco el suyo… – Siéntate fuera, le pedí.

Arrodillándome entre sus piernas empecé a besar sus muslos, inglés y los orondos testículos colganderos, metiéndomelos de uno en uno en la boca, succionando y lamiendo mientras le masturbaba. Él jadeaba cada vez más seguido, cada vez más fuerte echado hacia atrás apoyado en la pared de piedra. Separé más sus muslos y dejé sus huevos para bajar con mi lengua por el perineo y bordeé su ano, él gritó cuando metí la lengua como él había hecho conmigo, apreté la base de su polla cuando esta palpitó y volví a meter la lengua mil veces más antes de volver a sus pelotas para seguir lamiendo toda la base de la polla hasta el capullo, lo pasé y seguí por arriba lamiendo cada milímetro de piel, caliente y vibrante. Él jadeaba mirándome, enloquecido de placer. Todo aquel artefacto viril me hipnotizaba poniéndome como una perra. Succioné el glande cuando mi dedo presionó su ano, él se tensó pero volví a succionar y gimió como un loco, una vez más. El madurito estaba desbocado, era el momento de empujar con fuerza y penetrarle, él dio un alarido pero no hizo nada por evitarme. Curvé mi dedo en su interior y dejé que su polla llenara mi boca hasta mi garganta, retrocedí, volví a engullir. Él gemía sin pausa, suplicante, anhelante…Entonces retrocedí, succioné, moví mi dedito en un mete saca rapidísimo…, de pronto noté su semen en mi garganta en un primer chorro de lefa espesamente caliente… – ¡Ummm! Continué chupando su capullo pajeando el tronco con masajes en sus huevos tragando cada lechazo lanzado a mi paladar, y garganta que se estaba atorando de tal cantidad de leche… Como un surtidor llenó mi boca de su agradable esperma y me saqué su falo mientras también lo hacía  con mi dedo despacio. Mi lengua fue limpiando hasta la última gotita de su glande, mientras temblaba tras el orgasmo extasiado. Me relamí mis labios engulléndome todo su engrudo saladito y un toque ácido y ese aroma a macho copado de testosterona…

– Ha sido increíble Dani. Me hizo sonreír su complacencia… – Cierto Ramiro. 
Ambos sabíamos que daba igual quien fuéramos, lo que importaba era lo que sentíamos juntos. No podía renunciar a eso aunque en unas horas viniera su mujer… aunque en unas semanas fuera el rector de la universidad…aunque fuera el mejor amigo de mi padre… aunque cupiera la remota posibilidad que fuera mi propio padre biológico…

Una noche interminable. Volvió a tumbarse a mi lado en el jacuzzi, durante un rato nos relajamos sin hablar solo apaciguando nuestros cuerpos. Unos minutos después cogí un gel aromático de un cesto que habíamos tirado en pleno éxtasis y tras enjabonarme hice lo mismo con él que se limitaba a mirarme y sonreírme agradecido. Salí del jacuzzi y me sequé mientras el salía, luego se secó y yo fui hacia la cama, tiré la toalla al suelo y me lancé sobre la mullida cama…

– Pareces una chiquilla… eres una chiquilla. 

– Ya no te gusto, hice un puchero exagerado abrazándome las rodillas flexionadas.

– Me enloqueces criatura, dijo sentándose con cuidado en la cama.

Me lancé a su espalda e hice que se tumbara mientras le daba besitos por todo el cuerpo subida sobre él, sin buscar sexo. Él me dio un par de palmadas en el culo y seguimos jugueteando unos minutos hasta agotarnos aún más y nos dormimos. Me desperté por la mañana al sonar la alarma de mi móvil que había activado antes de que él subiera esa noche. Dormía a mi lado relajado con la sabana cubriendo su cuerpo hasta la cintura y me fui en silencio. A media mañana me llamó y activé el “manos libres”…

– Estas en manos libres pero estoy sola en el coche, le avisé como siempre hacia.

– Hola preciosa, ¿Por qué no me has despertado?

– Dormías como un bebe.

– No recuerdo una noche mejor mi niña y la última parte, o sea el dormir no fue la mejor, aunque necesaria. No sé cómo hacerlo pero necesito verte, necesito hablar contigo…

– Mi madre se ha ido esta mañana con unas amigas a ver a otra a un pueblo cercano y no vuelve hasta la noche y mi padre trabaja de las tres a las siete que para un rato. Estaré sola.

– ¿Nos vemos allí a las tres?

– No aparques cerca.

– Ok.

Llegó a las tres menos cinco, le abrí la verja y me siguió a mi casa, notaba su mirada sobre mi trasero, me había puesto un pantalón corto diminuto y una camiseta de tirantes tras la ducha rápida. Cuando cerró la puerta me lancé a su cuello y abrazándome me besó sin prisas agarrándome del culo y pegándome a él como siempre hacia. Nos obligamos a separarnos, le ofrecí un refresco y le pedí que se sentara en el sofá. 




No me mires así si has venido a hablar, le dije picara.

Cómo no voy a mirarte ese pantalón apenas tapa tu culo de bella princesita… no llevas ni sujetador, uno no es de piedra, si te viera así el taxista ese le da un infarto. Riendo le pasé un vaso con hielo y la lata y me senté a su lado. – No planeé esto, jamás he vivido nada parecido, es inapropiado lo mires por donde lo mires pero… es lo mejor que me ha sucedido, no quiero que ninguno de los dos sufra, pero ni quiero ni puedo renunciar a ti.

Si tenemos las cosas claras no tenemos por qué sufrir, te propongo que vivamos esto sin compromisos, sin promesas… ¡¿Quieres?! Le dije montándome sobre él.

Esto es coacción señorita, así no puedo pensar con claridad.

No necesitas pensar, solo siente y disfrutemos hasta donde nos llegue…, le dije besándole.

Aceptó antes de meter su lengua en mi boca, sus manos dentro de mi camiseta y su polla dentro de mi coño de una sola atacada. Tras el beso inicial que nos encendió sus manos buscaron mis tetas bajo la camiseta…, busqué su polla dentro del pantalón liberándola y apartando mi pantaloncito a un lado para clavarme de una vez en ese fastuoso falo que me enloquecía. No paramos ni cuando oímos abrirse la verja, sabiendo que era mi padre….

¡Tranquilo! ¡No va a venir! Creerá que duermo, no puede entrar. ¡Té no dejes de follarme Ladrón…!

No pensaba hacerlo créeme.

Follamos como posesos mientras mi padre a unos metros se comía una fruta y descansaba un rato como hacia siempre solo que algo más tarde. Lamió mi coñito con devoción regalándome dos orgasmos seguidos y terminé de rodillas ante él lamiendo su polla y masturbándole. Su aguante me dejaba alucinada, llevábamos cerca de veinte minutos fornicando como animales y su rigidez, sus ganas y el ritmo no bajó un ápice en todo el tiempo que yo alcancé dos orgasmos con su boca y su verga. Tras la comilona de cipote me subí a cabalgarle cual amazona, tragándome su rabo de una sola vez como si un cuchillo entrara en la mantequilla. Ese semental ya había adaptado mi coñito a su pavoroso falo. Su polla aparecía y desaparecía de entre mi raja calenturienta a un ritmo bestial ayudada por sus fuertes brazos que me implementaban con sus manos desde el culo. Aún aguanto unos ocho minutos cuando percibí su descarga espermática en el canal uterino que lo iba acogiendo a cada chorreón. Se volvió a correr de nuevo en mi fondo vaginal haciéndome más suya, más mujer, más completa y por supuesto más llena. Su corrida copiosa rezumaba entre mis labios vaginales, me pasé un dedo recorriendo el semen desbordado para saborearlo y no dejar nada fuera de mi cuerpo.

…Habían pasado dos días desde la última vez que le vi pensaba mientras volvía a casa del trabajo… 
– Dani ha llamado Ramiro, nos ha invitado a cenar algo en el paseo, tu padre se escapara un poco antes. Me ha dicho que porque ya que tu padre trabaja no íbamos tú y yo a pasar la tarde con ellos a la piscina del hotel y así conocíamos a su mujer. ¿Te apetece?

Comí deprisa y fui a cambiarme, elegí el mismo bikini que llevaba la primera tarde en la playa desierta, luego me puse una túnica cortita y transparente y metí en la bolsa el vestido largo para la cena, recogí a mi madre y nos fuimos hacia el hotel. Nos esperaba en la puerta y tras saludarnos nos llevó a la zona de la piscina, allí en una mesa cerca del chiringuito estaba su mujer, nos la presento. Sinceramente no estaba nada mal, debía tener cuarenta y pocos como mamá, pero parecía mayor por su porte seco y estirado, llevaba un vestido recto, sin forma, por debajo de las rodillas que decía a gritos que era de los caros, sandalias de medio tacón, pelo perfectamente arreglado de peluquería y uñas perfectas con manicura francesa. Su cara ya había sufrido un estiramiento y las tetas un tanto de silicona…

Nos saludó fría pero cordialmente. – ¿Queréis tomar algo? Tu marido me ha prometido pasarse un momento a tomarse un refresco.

– Yo un zumo de piña, dijo mi madre preguntándole algo a su mujer sobre su estupendo pelo.

– Prefiero darme un chapuzón en esa increíble piscina, ¿no viene nadie? Dije.

– Prefiero no mojarme, dijo la mujer señalando su pelo como si yo estuviera loca.

– Yo también me quedo, dijo mi madre cordial.

– Yo si voy a bañarme…dijo desnudándose. – En la otra parte cubre más. Se tiró de cabeza mientras yo me sentaba en el borde, estábamos en la otra parte del chiringuito… – Te he echado de menos preciosa, estas divina con ese bikini, como la primera vez que lo vi.

– Yo también te he echado de menos, mira como no miento, le dije separando los muslos, para que viera la humedad en mi braguita.

– Eres una golfilla, ven al agua, necesito tocarte. 
Me tiré al agua y cuando salí me apoyé en la pared a su lado, alrededor de la piscina si te pegabas bien a la pared había una especie de escalón donde se hacía pie. Aunque no podíamos verlas si oía a mi madre parlanchina y a la otra contestándole, hablaban de ropa, mi madre había trabajado en unos grandes almacenes y se la ganó en dos minutos.

– Tienen tema para rato, comprar es lo único que la satisface, junto con su grupito de amigas despluma maridos, dijo acariciando la curva de mi culo bajo el agua.

– ¿Siempre ha sido tan fría?

– Al principio no, pero a medida que mi sueldo crecía lo hacia su frialdad, ahora apenas nos queda eso en común ¿Eso? Mi sueldo, dijo con una sonrisa amarga.

– Lo siento.

– No lo sientas hace años que me acostumbre, casi vivimos vidas paralelas, cuando no estamos en público.

Qué coño eso me lo ponía más fácil, hacía que me sintiera menos mal que deseando al marido de una pobre mujer. Sin tapujos metí la mano dentro de su bañador y su erección ya era palpable y considerable. Empecé a meneársela bajo el agua distraídamente mientras él seguía acariciando mi culo.

– Las señoritas no hacen esas cosas…

– Yo no soy una señorita cualquiera, ¿quieres que saque la mano?

– No, quiero que sigas meneándome la polla…, golfilla. 
Me di la vuelta para disimular y así entre ambos cubrir los dos flancos, yo meneaba su polla distraídamente y él se colaba bajo mis bragas. Gemí cuando sus dedos me penetraron desde atrás y menee las caderas siguiendo el ritmo de estos. 
– Me encantaría tenerte desnuda como aquel día en la playa y poder darme un buen festín. ¿Te gusta?

– Sí, quiero más, haga que me corra aquí y ahora señor perverso.

– Será un placer pequeña princesa, levantaba mis pies del escalón a cada arremetida. 
Tres dedos entraban y salían de mi coño encharcado mientras de nuevo el pulgar frotaba mi clítoris y vaya si lo logró, casi me caigo al fondo con el orgasmo. 
– No puedo correrme aquí y pringarlo todo nena, dijo sacando mi mano de su bañador compungido.

Tras nadar un poquito más le dije que tenía frío y salimos de la piscina, pedimos un refresco para mí y un café para él. Entonces llegó mi padre y le presentó a su mujer, mientras yo trazaba un plan. 
– El baño esta abajo ¿verdad? 
Pregunté sabiéndolo mirando por el rabillo del ojo a su esposa… Asintió y agarrando la toalla fui hacia las escaleras que llevaban a los baños justo debajo de la terraza del chiringuito donde estábamos. Le llamé al móvil y contestó al segundo toque… 
– Levántate y disimulando habla de algo de trabajo, señala el móvil, excúsate y anda hacia el otro extremo de las escaleras que dan al baño.

– Perdonad es urgente ahora vuelvo, dijo como le había pedido.

– Quédate a la vista unos segundos luego ve alejándote, baja la cuesta, esta da también a los baños. Junto a los baños había una puerta del cuartito de los trastos, al verle me metí dentro y el detrás de mí…, cerramos.

– Nena esto es una auténtica locura

– ¿Y no te pone?

– Compruébalo tú misma golfilla, dijo llevando mi mano a su duro mástil.

Mientras oíamos la charla de mis padres y su mujer justo sobre nosotros sacó mis tetas del sujetador y se lanzó a morderlas como un poseso… – ¡¡Fóllame, necesito que me la metas ya!! Supliqué flojito.

Me dio la vuelta, hizo que apoyara las manos en la pared, tiró de mi cuerpo hacia atrás para que tuviera que inclinarme y mientras con una mano corría mis bragas  a un lado de mi coño, con la otra sacaba su duro falo, lo llevó entre mis piernas y de una sola embestida me penetró hasta el fondo en tres o cuatro sacudidas haciendo sitió en mi congestionado chochito cachondo. Casi doy un grito de placer al tenerle de nuevo dentro. Alguien bajó la escalera y se metió en los baños mientras seguía arremetiendo una y otra vez perforando mi coñito. Arriba mi padre contaba hazañas y su mujer y mi madre preguntaban sin sospechar que nosotros estábamos follando como conejos, sin importarnos nada que no fuera satisfacer el deseo que nos consumía. 

– ¿Te pone oírles tanto como a mí?

– Sí bruja, me excita muchísimo follarte en cualquier momento, de cualquier manera, pero tener tanta constancia de lo prohibido del hecho me pone aún más cachondo, contestó sincero.

– A mí me está pasando lo mismo. Su mano buscó de nuevo el botón de mi coño, yo subí el culo y sus dedos encontraron mi clítoris duro bajo el capuchón.

Sus arremetidas eran firmes desde la punta del capullo sin dejarlo salir hasta sus pelotas que me las hacía sentir, a la vez mordía mi hombro justo en el momento que se vacío en mi interior mientras yo me unía a él con un orgasmo delicioso al percibir su leche caliente en el fondo de mi coñito nuevamente. En esos días mi hambriento conejito estaba zampándose una cantidad de leche de semental mayor que juntando todos los polvos de los últimos dos años. La hundió hasta el fondo y allí con pequeños mete saca fue evacuando sus cojones en la misma cérvix…percibía cada aldabonazo de su tremenda eyaculación. Chorro a chorro de lefa se fue acumulando en el fondo profundo de mi coño, y parte se derramaba fuera por mis labios aunque tuviese todo el pedazo de carne dura metida…la presión de tan ingente cantidad de leche era demasiada. Más calmados, me desacoplé del apasionado apareamiento, subí la primera y me lancé al agua, nadé hasta la parte donde podían verme y esperé a que miraran para salir.

No sabía que estabas nadando, dijo mi madre pasándome la toalla.

– Me falta uno, dije para disimular. Esta por ahí hablando como siempre por el teléfono de trabajo.

En la cena se sentó a mi lado y su rodilla rozó la mía toda la noche, anhelaba besarle, tocarle, que me acariciara y me besara… – Necesito verte mi niña, me dijo dos días después al teléfono.

– Hoy no salgo hasta la una de la madrugada he cambiado el turno. Podría escaparme a esa hora, fingir algo y salir a dar un paseo, ¿Te apetece? A la una y diez llegué a la parte de atrás con mi moto.

– Donde podemos ir, necesito al menos besarte.

– Sube.
Me alejé del hotel feliz sintiendo sus manos en mi cintura, en ese momento era solo para mí. Al alejarnos sus manos dejaron mi cintura y fueron subiendo hacia mis pechos, acarició estos con suavidad, luego metió las manos por debajo de mi camiseta y sacó mis pechos por encima del sujetador. Aminoré disfrutando de sus caricias, notando como ahora sus dedos pellizcaban mis pezones ya duros. Casi me paso el desvió que conocía de otras veces. Me quejé cuando soltó mis pechos, aunque sonreí al notar que empezaba a desabrochar los botones de mi camisa. Cuando acabó abrió esta y me la quitó poniéndola entre ambos.

Luego me quitó el sujetador y dejó mi torso desnudo. Aunque muy despacio me costaba concentrarme en el camino y la moto. 
– ¡Qué tetas tienes nenita!, dijo apretándolas.

Me interné en el pinar y paré la moto, nada más bajarnos me abrazó y empezó a besarme, cada vez más apasionadamente, hasta devorarnos mutuamente, mientras me contaba que al día siguiente tenían que irse. Sus manos desabrochaban mi pantalón y las mías el suyo, ambos necesitábamos fundirnos. Un minuto después estaba completamente desnuda y él llevaba la camisa abierta y los pantalones también. Sus dedos hurgaban entre los pliegues de mi mojado sexo buscando mi clítoris…

– A tu lado me siento el hombre de las cavernas, dijo penetrándome con sus dedos sin dejar de besarme. 
Al borde del orgasmo conseguí separarme y abriendo el asiento de la moto saqué un gran pañuelo de esos que también son toalla.

– Sígueme, le pedí mientras se subía el pantalón sin abrochárselo.

Unos pasos más allá había un merendero, de esos con mesas y bancos de madera, para comer bajo los pinos. Estiré el pañuelo sobre la mesa y pronto me ayudó a sentarme sobre esta, luego volvió a bajarse el pantalón y su polla saltó como un resorte, la agarró y tras pasearla por mi encharcado coñito abriendo mis labios vaginales buscando la entrada que por sí sola encontró su abultado glande…., me penetró despacio…
– ¡¡Estas tan caliente, pequeña…!! Gimió entrando hasta el fondo.

Antes de sacar su polla de mi coño me había corrido dos veces, luego me giró y sentándose en el banco subió mis pies para que lanzarse a lamer mi conejito consiguiendo así un orgasmo más. 
– Odio que te vayas, le dije mientras él acariciaba mis muslos con delicadeza.

– Y yo irme, tengo que encontrar la manera de…, gimió cuando bajé de la mesa para empalarme en su duro miembro que él mismo masajeaba al mismo ritmo que acariciaba mis muslos.

Agarrada al respaldo del banco le follé hasta que su respiración, gemidos y resoplidos me indicaban que estaba al límite… – ¡Haz que me corra y bajaré a lamer tu polla hasta que llenes mi boquita de semen! Le dije al oído enloquecida.

– ¡Qué PUTA puedes llegar a ser cariño…! Dijo agarrándome el culo.

Sentía su polla bien adentro y sus manos en mi culo…, todo el diámetro de su falo de venas hinchadas acariciaban las terminaciones nerviosas de mi paredes vaginales poniéndome frenética de gozo, mi vagina apretaba el grueso rabo de ese animal hecho para hecho para el apareamiento, lo succionaban con mi chocho rabioso, me frotaba contra su pubis sabiendo que así conseguiría mi nuevo orgasmo, mi clítoris se friccionaba contra sus pelillos, pubis y pronto volví a vibrar. Solté un gemido que me dejó sin respiración, para volver a respirar entrecortada, diciendo… 
– Lo prometido es deuda, le dije descabalgando.

Tiré de la toalla y me arrodillé sobre esta para empezar a lamerle, los huevos, el culo, la polla… el gimió, suspiraba y jadeaba cada vez más, entonces me estiré y agarré su falo para colocarlo entre mis tetas y con estas lo apreté, me agarré ambas tetas desde fuera hacia el canalillo y empecé a meneárselas bajando la cabeza para lamer la punta cuando salía entre ellas. 
– ¡Dios nena esto es una gozada! 
Chupé, sorbí y meneé apretándola bien hasta que tras un aullido profundo su leche saltó a mi boca, mi cara y mis ubres lechosas. Los largos y copiosos lechazos de esperma espeso me cubrían la cara convirtiéndola en un sembrado de su simiente… 
– Eres increíble mi niña, dijo mientras yo limpiaba hasta la última gota con mi lengua. 
Nos quedamos un rato más, luego decidimos que ya era hora de volver cada uno a su nido…

Había pasado más de un mes desde esa noche y no habíamos podido volver a vernos, solo habíamos hablado por teléfono durante minutos. Le echaba de menos mientras planeábamos cuando podríamos vernos de nuevo. Pasé por casa de mis padres a comer ya que de nuevo había cambiado el turno con mi padre, se iban esa misma tarde aprovechando que al día siguiente librábamos a ver a mi tía que veraneaba en otro pueblo al otro lado de la ciudad, no volvían hasta el día siguiente por la noche con lo que me quedaba sola un día y medio. Mi madre ultimaba las últimas cosas cuando entre en la cocina…

– Nena tu padre tiene que decirte algo… 
Fui hacia el salón esperando las instrucciones de mi padre que como siempre que se iban me daba como si aún fuera una niña.

Pero no era eso. – Dani mañana por la tarde a última hora ¿Podrías estar por casa?

– Claro, ¿por? Pregunté. 

– ¿Recuerdas a Ramiro? dijo sin imaginarse lo mucho que le recordaba. – Hemos seguido en contacto y habíamos hablado de la posibilidad de que pudiera escaparse y venirse unos días, como no esta vez le ofrecí quedarse en casa y aceptó, aun no tenía día y hace solo unas horas me ha llamado para decirme que si nos va mal que venga mañana, no te preocupes va a venir a última hora, casi como nosotros pero por si acaso me quedo más tranquilo si sé que tu estarás por aquí.

– Claro papá, balbuceé emocionada. 
Se fueron y yo me fui a trabajar, pasé toda la tarde fantaseando con verle al día siguiente por fin y se me hizo cortísima. Ya había dejado al último cliente, llamado a mi padre para confirmar que habían llegado bien y que ya me iba para casa cuando sonó mi móvil, era él.

– Hola, ¿Ya te has enterado no?

– ¿Por qué no me lo dijiste?

– Quería que fuera una sorpresa, por eso esperé al último día…

– Que ganas tengo de verte, que rabia que vengas al mismo tiempo que ellos, apenas tendremos tiempo para estar a solas.

– Cuéntame ¿Qué te apetecería hacer si estuviera ahí ahora en vez de mañana?

– ¡Uf! Ni te imaginas la de cosas que me apetecen ahora mismo.

– ¿Dónde estás?

– En el aeropuerto, me voy para casa, o sea que si me pones caliente tendré que arreglármelas sin ti.

– No quiero que hagas nada sin mí, pequeña bruja.

– ¿Prefieres que espere a mañana?

No, prefiero que me recojas en llegadas, te espero en cinco minutos en la puerta. Me quedé unos minutos sin palabras procesando lo que acababa de decirme luego simplemente le dije 
– “voy” y colgué. 
Dos minutos después se subía a mi coche tras tirar la maleta detrás.
– Cuando tu padre me dijo que se iban esta tarde, pero que mañana noche llegarían sobre las nueve, llamé al aeropuerto.

– ¿Cambiaste el vuelo? Pregunté como una tonta.

No pude saqué uno nuevo.

Quería parar, quería besarle, pero quería estar con él a solas más que nada. No paré hasta aparcar el taxi. Durante el trayecto decidimos dejar sus cosas en la habitación de casa de mis padres salvo una muda y sin tocarnos fuimos hacia mi casa… 
– Necesito una ducha, pero antes necesito besarte, dijo el cerrando la puerta y viniendo hacia mí con mirada amenazadora.

Nos besamos hambrientos mientras nos desnudábamos, mis manos le ayudaban con su ropa y al momento las suyas me ayudaban a mí con la mía. Sin dejar de besarnos y tocarnos fuimos hacia el baño y nos metimos en mi ducha, agradecí que papá la hiciera enorme de casi medio baño. Eché gel en sus manos antes de echar en las mías y así nos enjabonamos mutuamente, enjaboné su pelo, sus brazos, su torso y terminé en su sexo, el enjabonó también mis brazos y mi torso, entreteniéndose más en mis tetas, mientras yo ya no enjabonaba sino que le masturbaba lentamente, dejó mis tetas para bajar hasta mi sexo, separé las piernas para que me tocara donde le necesitaba ya. Sus dedos repasaron mi rajita y mi clítoris antes de penetrarme. Ambos jadeábamos besándonos como posesos. Tras demasiado tiempo y al borde de la locura sin parar, nos movimos bajo el grifo para que el agua aclarara el gel que tras tanto froté había llenado nuestros cuerpos de espuma. Aun bajo el agua subió mi pie a un pequeño banco que había en la parte corta de la ducha del mismo material que esta, donde yo ponía los geles y champús y pegándose bien me la metió de un solo golpe. Casi se me dobla la pierna de apoyo, pero él apoyando las manos en la baldosa detrás de mí arremetió una y otra vez haciéndome gritar de placer en cada acometida, no me llenaba del todo pero por fin le tenía dentro….

– Dios nena como te he echado de menos, cuanto he soñado con ese estrecho coñito de niña traviesa…

Tras unos minutos ambos necesitábamos mayor acoplé y dándome la vuelta me dobló hacia adelante y volvió a penetrarme desde atrás, aferrado a mis caderas entró hasta el fondo, aulló y salió solo para volver a entrar. Como pude tiré todos los botes al suelo de la ducha dejando libre el banquito y le pedí que se sentara. Me puse de espaldas a él que agarraba su mástil duro y bajé hasta sentarme totalmente ensartada. Eché la cabeza hacia atrás y él busco mi boca con la suya, mientras sus manos masajeaban mis tetas y yo movía las caderas cada vez con más brusquedad.

– Nena llevo mucho tiempo sin ti… me estas…no voy a poder aguantarte…, decía entre jadeos.

Me abrió bien sobre el cerrando sus piernas y empezó a frotar mi clítoris… – Voy a correrme, hazlo conmigo Ramiro.

– Me encanta oír mi nombre en tus labios cuando estas excitada mi vida. ¡¿De Veras?!

– ¡¡Córrete Ramiro cielo mío!! ¡Llena mi coñito de ese semen tan viril…!

– Si mi niña, así córrete Dani ¡Córrete conmigo mi niña!

Chillé mi orgasmo a sabiendas que nadie me oía…, exorcizando todo mi ardor acumulado, como si Ramiro abriese las compuertas de la lujuria. La cabeza tornó a un atolondramiento gozoso por el fuerte chute de dopamina que recorría mi torrente sanguíneo, y en mitad de la neblina noté un potente chorro de leche espesa, caliente, cuantiosa y fértil dentro de mi vagina que acentuó y elevó mi orgasmo, luego entre sus gemidos noté un segundo chorro, y otros más vaciando sus frondosos y productivos testículos de toro bravo. Por momentos pensaba que con tanta lefa me podría privar de desayunar y no me faltaría calcio para mis huesos… Durante medio minutos se quedó dentro de mi coñito dándome el gusto de disfrutar de sus besos, sus  caricias, el olor a macho desprendido de su piel… me encontraba en el séptimo cielo donde nadie fue capaz de llevarme. Cuando me puse en pie aun con la respiración aun un poco acelerada, su esperma escurrió por mis muslos. Él respirando con dificultad por el tremendo esfuerzo, exhausto pero con fuerzas siguió, el camino de este por mis muslos y mis piernas con gesto de lascivia incontenible…, satisfecho físicamente pero no anímicamente. Nos aclaramos y desnudos fuimos al sofá donde descansamos abrazados unos minutos antes de pedir unas pizzas. Me puse una bata para salir a por ellas a la verja y al volver con las manos ocupadas en la comida rápida, me quitó la bata.

– Verte completamente desnuda es un placer extraordinario del que no me quiero privar…




Cenamos esa pizza con vino entre caricias fugaces, luego vimos la tele hasta adormecernos extasiados de los abrazos del otro. Desperté con una agradable sensación. Al abrir los ojos lo primero que vi fue el enorme reloj del salón que marcaba las cinco de la madrugada, bajé la vista intuyendo lo que era, sabiendo que era su lengua la que me proporcionaba esa agradable sensación. Estaba tumbada en el sofá mientras él de rodillas lamia mi pubis completamente depilado con esmero para él… 
– Que agradable despertar, le dije acariciando su pelo. 

– ¡Qué rica estas nena! ¡Creo que moría comiéndote!, dijo al notar que abría las piernas para que siguiera lamiendo mi abejeado chochito.

Así lo hizo, su lengua lamia hasta donde podía pero sin llegar donde quería… 
– ¡Vamos a la cama! Le sugerí.

Le llevé a los pies de la cama, me empujó sobre esta y abriéndome bien se tumbó entre mis muslos para seguir. Completamente despatarrada, ahora si llegando a cualquier rincón de mi sexo. Yo apoyada en los codos miraba como me lamía, me comía vorazmente, poniéndome cada vez más caliente. Me encantaba sentir la humedad de su saliva junto con la mía propia, mientras su lengua recorría toda la rajita sin parar, iba desde el clítoris succionando este hasta mi culito metiendo la lengua dentro de mi vagina follándome con su lengua astuta. Así hizo que me corriera una vez más, lengüeteado el espigado clítoris al que le daba la ración justa de fuerza, y placer lamiendo, succionando. Me gustaba mucho como sabía contornear su lengua alrededor de mi pepitilla para baja por toda mi raja como si se estuviera comiendo una rodaja de melón. A pesar de su maestría, estaba demasiado cachonda como para que ese orgasmo aplacara mi hambre. Necesitaba sentir su gruesa polla de venas hinchadas partiéndome en dos, hasta que sus pelotas reventasen de nuevo en mi intimidad.

Cambiamos de sitio y le tumbé en la cama, abrí bien sus piernas y empecé lamiendo sus huevos en una estimulación que Ramiro nunca despreciaba, lengüeteando sus bolas y metiéndomelas en la boca una a una, para terminar mamando su polla enfebrecida. Cuando estuvo de nuevo duro como el acero, me puse de espaldas, de rodillas entre sus piernas, me coloqué hacia atrás pasando mis piernas bajo sus muslos, apoyé las manos quedando así agazapada entre sus piernas y subí el culo buscando su polla con mi mano para enfrentarla contra la entrada anhelante de  mi coño. Él la empujó hacia abajo, tiré un poco más hacia atrás y me la clavé; la primera incursión se hace difícil por ser un poco estrecha y poseer una capullo exageradamente gordo. Él tenía las piernas muy separadas, flexionó las rodillas y apoyando los pies subía el culo para golpearnos cada vez que yo bajaba, follándonos así con dureza. Aquel pollón entraba y salía de mi raja deslizándose eficaz como un pistón, a la vez que sus testículos se agitaban arriba y abajo trastornados al mismo ritmo de la follada. Un minuto después noté su dedo húmedo en mi culo, presionó y fue penetrándome mientras yo seguía. Demasiado excitada para sentir dolor, solo una molestia cuando empezó a entrar y salir de mi culo, pero pronto dejé de notar molestia y acompasó el mete y saca de su dedo con la penetración de su polla….

– Deja que te folle el culo princesa, pidió entre jadeos.

No le contesté subí el culo liberando su polla de mi acogedor coñito, y él la apoyó en mi agujerito… empujó con dos dedos hasta colocar bien el glande, yo echada hacia adelante rehuía un poco, pero él agarrándome de la cintura fue clavándome en su fastuoso falo palpitante hasta el fondo, agazapada hacia adelante aun, empecé a acariciar sus huevos, de los que me sentía orgullosa de haberlos dejado secos en más de una ocasión ya. Él jadeaba como un poseso dejando que fuera yo la que moviera el culo, con un movimiento de cadera digna de una lambada. Poco a poco al dilatarme empecé a moverme más y al final subía y bajaba el culo sobre su polla con total soltura, de igual modo que si fuera mi coño…

– Si mi nena que estrecho culito tienes, que rico, que placer…, gemía.

Animada por su placer mojé uno de mis dedos en los jugos de mi coño y busqué su ano, presioné y se puso rígido pero no se movió, relajó el esfínter y dejó que mi dedo entrara hasta el final, lo curvé como había leído y hecho la primera vez. Seguí meneando el culo empalándome sus tronco inhiesto, a la vez que lo hacía con mi dedo hasta, que tras un aullido se corrió en mis entrañas. Cerré los ojos interiorizando el momento en que percibía su leche rellenarme mi esfínter…,ya podía decir que su semen me había llenado todos los lugares posibles… podía decir que habían dado por el culo, y me gustó mucho. Cuando sus convulsiones se apagaron, dejando de palpitar dentro de mi ano el descomunal cipote de Ramiro, salí y me tumbé a su lado. Él respiraba con dificultad mirándome agradecido. Agarrando mi pierna la pasó sobre la suya y estiró la mano para empezar a masturbarme, los dos estábamos tumbados y con las cabezas giradas mirándonos tan cerca que nuestros alientos se confundían… 
– Quiero que te corras mi niña, quiero ver tu orgasmo, sentir tu placer, devolverte parte del que tú me das. 
Dos minutos después yo presionaba su mano con mis muslos mientras me corría de nuevo.

Al día siguiente pasamos la mañana en la playa, luego comimos por ahí y terminamos de nuevo en casa… empezamos a sobarnos ante la tele y terminamos follando en la cama otra vez. Saldamos aquel encuentro agotados pero ambos sabíamos que teníamos que aprovechar el poco tiempo que teníamos, dada la incertidumbre que nos depararía el futuro por cercano que fuera. A las ocho tomábamos un refresco en el jardín esperando a mis padres, duchados y formales para salir a cenar. Al día siguiente me fui a currar y ellos pasaron la mañana por ahí. Al mediodía Ramiro se había empeñado en llevarnos a comer y pase a recogerlos por el centro. Papa ya condujo a la vuelta y nos dejó en casa. Me quedé con mamá y Ramiro en casa riendo tras la petición de ella misma.

– Mamá ¿Qué te da miedo, lo que quiera hacerte el o lo que quieras hacerle tú?

– Hija que cosas tienes, es amigo de tu padre…,

– Como si eso le impidiera tener sexo. 
Y vaya si tenía sexo, grande, hermoso y sabía bien cómo usarlo, podía dar fe de ello, suspiré cachonda de nuevo. A media tarde vinieron un par de amigas de mamá, mientras él descansaba. 
– Mama me voy a la playa un rato, volveré para cenar.

– Vale nena, dijo tranquila sabiendo que sus amigas se iban tarde. Me desnudé completamente, me tumbé lasciva al sol dejando que este calentara mi cuerpo, nunca hacia nudismo pero hoy me apetecía…

– Hola nena, saludó cuando abrí los ojos al notar una sombra… – Sabía que estarías aquí.

– Y yo sabía que vendría señor Rivas, ¿Ese es tu apellido no? Voy a tener que practicar para cuando nos encontremos en el pasillo de la uní...

Esa tarde tuvimos de nuevo sexo salvaje, era imposible reprimirse ante semejante ejemplar de tamaña verga. Como de costumbre terminó corriéndose dentro de mí coño, algo que yo podría evitar pero no quería. En unas semanas comenzaba el curso y antes de llegar a Navidad le anuncié en la habitación de un lujoso hotel de la costa mirando al mar que estaba Preñada de él. No me permitió que dejara el curso ayudándome en las materias que más flojas llevaba. Por supuesto que se hizo cargo de mí, de mi embarazo, de mi hijo en todo momento. No solo era todo un semental follando hasta lograr preñarme, sino que después fue el hombre más caballeroso, haciéndose cargo de su responsabilidad en mi abultado vientre y del futuro fruto que daría a luz… Aquel día paseaba por los pasillos de la Universidad panzona de 25 semanas, crucé por los soportales hasta llegar al despacho del rector… recuerdo que cuando llegué por primera vez me impresionó lo ordenado que tenía todo y súper cuidado. Me invitó a pasar y a ponerme cómoda en su despacho de trabajo con escritorio y demás cosas, era una oficina grande. Pasaron los días y ya se me hizo familiar el lugar, él me dejaba ir por su despacho sin miedo. Un día él se ausentó y me puse a curiosear sus cosas, vi que tenía unas revistas desordenadas, en un cajón medio abierto, cuando abrí, lo que vi me dejó atónita, tenía revistas de porno, empecé a ojearlas sin darme cuenta de su llegada…me vio observando sus revistas, me asusté y le pedí perdón por ser tan curiosa, ya que había visto un cajón medio abierto y me puse a curiosear. Él me dijo que me tranquilizara… 
– ¿Te has asustado más porque te he pillado cotilleándome?  

– Bueno el gusto de cada uno es su gusto y hay que respetarlo.

Insistiendo… – ¡No pareces incomoda, y parece que te gusta lo que ves! Cogió la revista y me la devolvió.

Al día siguiente llegué, y para mi sorpresa no estaba tan arreglado como solía estar, solo estaba con una camiseta sin mangas un pantalón corto, demasiado desenfado para un rector, me invitó a sentarme en el sofá para hablar… 
– Hoy vamos a hacer algo mejor, Y puso la película porno de un maduro con una jovencita preñada. – Ponte cómoda, estas en confianza

Según avanzaba la película yo me ponía muy excitada y él lo sabía, me dijo que me pusiera más cómoda, o sea en bragas. Yo así lo hice, se sacó su polla dura del pantalón corto… No tardé mucho en agarrársela, y se la empecé a menear suavemente… A él le gustaba bastante, así que me atreví a dar el siguiente paso, me acerqué con mi boca a su glande y le di un bocadito seguido de unos lametones… me dijo que continuara, que no tuviera miedo allí nadie pasaría sin su permiso…, así que sin pensármelo dos veces empecé a meterme su polla no muy gruesa en la boca, y la chupaba con mucho gusto, cada vez más, notaba como su polla estaba caliente y su pulso se aceleraba cada vez más, soltaba unos gemidos tímidos, la polla se le puso tremenda enseguida, él me quitó el bóxer que llevaba solo y me empezó a acariciar las nalgas, daba palmadas y me decía… 
- ¡Qué culito tan rico tienes hija mía.

Yo no le respondía porque estaba muy viciada chupándole el rabo, ahí estaba él con la polla durísima sobre su cama, su pecho peludo me incorporé a la cama con él, él me agarro de la cintura y me dio un beso en la boca bastante intenso me puso en su colchón de rodilla como una perra, y con su boca empezó a besarme el culo, poco a poco, hasta llegar a mi ano, donde sentí su lengua moviéndose por el alrededor, también sentía como escupía sobre él, para luego meter el dedo índice, poco a poco hasta el fondo, varias veces lo movió dentro, mientras se escupía en su propia verga… después de jugar con su dedo en mi ano pasó a introducir poco a poco su polla…. No me dolió estaba acostumbrada ya, me introdujo todo su polla desde arriba y comenzó a botar sobre mí, estuvo así un buen rato hasta que me pidió que pusiera el culo hacia arriba, yo lo hice, como alguien muy obediente, la penetración así fue más intensa, y él me daba palmadas en las nalgas… Estaba en el cielo, mi rector me follaba sin piedad, después me dijo que llevara yo el ritmo un poco mientras él descansaba, así que se tumbó boca arriba y yo me senté, empecé a cabalgar arriba, abajo, arriba, abajo, me movía bien como yo sabía pese a mi panzona, él encantado decidió dar la vuelta a la situación y me puso apoyado en el respaldo del sofá con las dos manos y el culo hacia arriba, me follo un buen rato más en esa posición hasta que finalmente acabó dentro de mí. Noté esa leche caliente en mi esfínter, chorreando la sacó de mi ano y me la puso en la boca, para que terminase de limpiar… Acabamos muy sudados, estuvimos un buen rato desnudos, hasta que me dijo que me fuese a duchar… Yo fui pero él me acompañó me puso contra la pared y me volvió a follar, mientras me susurraba… 
– Llevaba mucho deseando hacerte esto, y ahora no quiero parar
Yo gritaba de placer me encantaba que me dominara… Acabo corriéndose otra vez en mi culo. Terminamos, nos aseamos bien, él me besó otra vez en el baño. Nos vestimos, me marché a clase y él mejor vestido que al recibimiento, se marchó a presidir una junta urgente.  Continuamos así casi todos los días hasta el día de parir a su hija el 15 de mayo de 2019.


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