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UNA HISTORIA DE AMOR. Y si tú no has de volver...

    "Y si tú no has de volver" 1ª PARTE "Una para el otro y otra para el uno". Esa frase la repite una y otra vez mi ...

Solo es cuestión de tiempo...





El juego entre un hombre y una mujer, nunca es inocente. Aunque ese juego sea entre una madre y su hijo…, hasta ese punto llegaron Rosa y Daniel. Le tenía colmado se sensaciones libidinosas, sugerentes indumentaria, poses… no pudo más que abrazarla desde atrás y pegar su cuerpo contra el suyo en una mezcla de amor y lascivia, susurrándole al oído… “Un día de estos te voy a follar mamá”, de pronto despertó.

Era finales de junio, y tras unas intensas semanas de dedicación a estudiar confinado en casa, Daniel lo consiguió. Dos años le había costado al chico aprobar aquella maldita asignatura de Automática Aplicada, y cuando vio el aprobado en el tablón de la facultad, saltó de alegría. Los compañeros le felicitaron y quedaron para ir a tomar unas cervezas, no solo para celebrar el fin de curso exitoso, sino por el fin del confinamiento por el coronavirus Covid-19, el cual provocó la ausencia de clases presenciales y rebajó los estándares de evaluación…todo ayudó al esperado aprobado. Ese año pasaría limpio a 3º de carrera. Daniel llamó a Rosa, su madre, y se lo contó. Rosa casi llora de alegría. Sabía lo que había sufrido Daniel con aquella asignatura y la pandemia le ayudó

– Te espero en casa para darte un fuerte abrazo.

– Mamá, hoy llegaré un poco más tarde, voy a tomar unas birras para celebrarlo.

– Disfruta, mi amor. Al fin tendrás un verano tranquilo.

– Síiii. Mi primer verano sin pendientes para septiembre ¡No me lo puedo creer!

Colgó y se fue a divertir con los amigotes. Después de un par de cervezas, decidió volver a casa. Sentía la necesidad de compartir su alegría con su madre más que con sus compañeros, necesitaba vivirlo con quien tanto lo apoyó en las incontables tardes de estudio. Así que se despidió de su gente y se marchó a casa. Cuando llegó, no encontró a su madre en el salón. Fue a la cocina y tampoco estaba allí. Oyó un ruido en las habitaciones, y hacia esa dirección se encaminó. El ruido provenía de la habitación de sus padres. La puerta estaba entornada. Se acercó, cauteloso, e identificó el ruido. Eran gemidos, suaves gemidos, de su madre. Su mente empezó a trabajar como loca. Se imaginó qué sería, y estuvo a punto de darse la vuelta, pero la curiosidad pudo más. Con cuidado apoyó la mano en la puerta y la abrió sin hacer ruido. Lo que vio jamás lo olvidaría. Su madre, acostada sobre la cama, con las piernas abiertas, las bragas colgando de uno de los tobillos. Una mano frotando los labios de su coño, que brillaba lleno de jugos. La otra mano, pellizcando uno de sus pezones, que coronaba una enorme teta.

Miró su cara, rota por el placer. Los ojos fuertemente cerrados. El labio inferior mordido, la espalda subiendo y bajando al ritmo de los espasmos que recorrían su cuerpo. Rosa, ajena a todo, sentía como el orgasmo nacía en el interior de su ser y se abría paso, para estallar por todo su cuerpo. Su espalda se arqueó. Todos sus músculos se tensaron y por unos segundos el universo no existía. Sólo ella y el placer. Daniel miraba como hipnotizado a su madre, corriéndose delante de él. Vio como de su coño salían grandes cantidades de flujo como si de una manguera se tratase, mojando aún más los dedos que frotaban y frotaban. En el culmen del placer, Rosa no respiraba. Tampoco Daniel, cuyos ojos iban de la cara de su madre a su coño. Un coño oval moreno partido por una raja franqueada por carnosos labios vaginales. Un coño cuidado con depilación brasileña, un coño maduro compuesto de una forma muy sugestiva… un coño a la moderna queriendo ser siempre joven tal y como se sentía su dueña, de esos que para comértelos tienes que abrirlo con los dedos, apartar los carnosos labios antes de descubrir su sonrosado interior. De esos de aroma intenso, embriagador. Rosa volvió a respirar. Su cuerpo se relajó, aunque sufrió un par de espasmos más. Su cara, antes crispara, era ahora todo paz. Una leve sonrisa se dibujaba en sus labios. Sus ojos, ahora suavemente cerrados. Hasta que los abrió para descubrir a su hijo mirándola desde la puerta de su habitación. Por unos instantes creyó que soñaba. Se quedó quieta, hasta que se dio cuenta de cómo estaba. Dio un grito y se tapó con la bata posada al lado.

– ¡Ah! ¡Por dios, Daniel! 

El grito de su madre sacó a Daniel de su embobamiento. Se miraron a los ojos. Ambos con terror.

– Lo... yo... lo siento… mamá.

Cerró la puerta de golpe y corrió a su cuarto, con el corazón latiéndole en el pecho. Entró y cerró también su puerta. Había visto a su madre masturbarse. La había visto correrse delante de él. En ese momento fue consciente de que tenía la polla dura. Le dolía, aprisionada en los pantalones. Se bajó la cremallera, se sacó la dura estaca y la agarró con una mano. Bastaron dos golpes de muñeca para que se corriera a borbotones manchando el suelo del cuarto. En su mente, aquel oscuro y prohibido coño. Cuando se calmó un poco, se echó a reír. Generalmente son las madres las que pillan a sus hijos cascándose alguna paja, y no a la inversa. Mientras Daniel se sonreía en su habitación, Rosa lloraba. 

Estaba muerta de vergüenza. Notaba su cara roja, mojada por las lágrimas... Jamás podría volver a mirar a su hijo. Y jamás olvidaría su expresión cuando la miraba. Sus ojos clavados en su coño. Su boca ligeramente abierta, casi a punto de babear. Se maldijo a si misma por haber sido tan descuidada. Debería haber cerrado la puerta con llave. ¿Pero acaso no le había dicho Daniel que se iba a celebrar lo del aprobado con sus amigos? ¿Por qué había vuelto tan pronto? Se dio la vuelta, enterró su cara en la almohada y continuó llorando. Daniel limpió el suelo y se fue al salón a esperar a su madre. Después de todo, era un día feliz. Quería abrazarla y que lo felicitara por el aprobado. Pero su madre no salía de su cuarto. A los veinte minutos, no pudo más y se acercó. Toco en la cerrada puerta.

– Mamá, ¿Estás bien?

– Sí, contestó, seca.

– ¿Puedo pasar?

– No, déjame, por favor. 

Estuvo tentado de abrir, pero respetó el deseo de su madre.

– No pasa nada, mamá. Fue sólo... un accidente.

– Daniel, por favor, estoy muy avergonzada por lo de antes.

– Pero mamá. ¿Por qué te pillara haciéndote un dedito? Pero si es lo más natural del mundo, mujer.

Las palabras de su hijo, lejos de aliviarla, la avergonzaron aún más… 

– Por favor, déjame, dijo, al borde, nuevamente, del llanto.

– Está bien. Pero no puedes estar ahí encerrada para siempre. Tendrás que salir. Yo… yo sólo quería compartir contigo mi aprobado… por eso me vine antes de la fiesta. 

Se dio la vuelta y volvió al salón. A los pocos segundos oyó la puerta de su madre y luego, la vio aparecer. No lo miraba. Miraba al suelo. Daniel se levantó y se dirigió a ella. 

– Me dijiste que cuando llegara a casa me darías un fuerte abrazo. 

Rosa dio un paso hacia él y lo abrazó. Daniel notó la tensión en el cuerpo de su madre. Lo abrazó, pero como deseando no tocarlo. Daniel sí que la rodeó con sus brazos, con fuerza. 

– ¡Mamá! Que he aprobado, coño. Que he aprobado.

Era cierto. Su hijo había aprobado. Por un segundo se olvidó de lo que había pasado y lo abrazó con fuerza… 

– Felicidades, mi amor. Ya te dije que lo conseguirías.

Sus miradas se cruzaron. Ambos sonreían, hasta que rosa desvió la mirada hacia el suelo. No podía soportar mirarle a esos ojos, ojos que le había visto su parte más íntima, expuesta. Con suavidad, deshizo el abrazo.

– Soy tan feliz, mamá. Este verano me lo voy a pasar haciendo el ganso todo el día. Ya era hora, coño.

– Daniel, no hables así.

– ¿Así? ¿Cómo así?

– Diciendo esas... palabras mal sonantes.

Él se quedó un poco sorprendido. No es que hablase con muchos tacos, pero más de un 'coño' soltaba de vez en cuando y hasta ahora su madre nunca le había recriminado por ello. Entonces, comprendió.

– ¿Te refieres a... coño? ¿Es porque vi tu...?

– Daniel, por favor, jamás vuelvas a mencionar eso. Ya estoy bastante avergonzada.

– No pasa nada, mamá. De verdad.

– Sí, sí pasa. Un hijo no debería pillar a su madre haciéndose una paja, viviendo con su padre y durmiendo con este todas las noches… no es algo normal ¿no crees?

Daniel se dio cuenta de que su madre estaba a punto de llorar. Así que intentó zanjar el asunto.

– Olvidado. Por mí jamás pasó lo que pasó.

– Gracias. Voy a... preparar la comida.

Pero sí que pasó. Esa noche, en su cama, Daniel recordó todo lo que vio. Recordó las tetas de su madre, grandes y algo caídas bambolearse al ritmo de la paja que se hacía. Y sobre todo, recordó aquel oscuro coño abultado…enrome y brillante por los jugos de placer. Los gemidos ahogados. El rostro de placer en el orgasmo. Y mientras lo recordaba, su mano subía y bajaba a lo largo de su polla, hasta que entre contracciones, se corrió, llenando su pecho de largos goterones de caliente y espeso semen. Después, reposando su placer, se dio cuenta que había gozado pensando en su madre. Aunque a veces la había mirado, nunca había pensado realmente en ella como mujer, o sí, no lo tenía nada claro ya. Pero ahora, al haberla visto masturbarse, no se la quitaba de la cabeza. Aunque los dos lo intentaron, las cosas ya no fueron como antes. 

Rosa no podía mirar a la cara a su hijo. El recuerdo no se le borraba. Y Daniel no se sacaba de la cabeza aquella imagen. Su madre abierta de piernas y corriéndose. Todas sus fantasías masturbadoras, a partir de ese día, era con esa imagen. Pero eso eran sólo fantasías. No le gustaba como la relación con su madre se había resentido en los días posteriores. La notaba fría con él, distante. Intentó hablar con ella, pero siempre le decía lo mismo, que lo olvidara todo. Pero ella no olvidaba. Cada vez que intentaba mirarle a los ojos, recordaba la mirada de aquel día. Las cosas fueron a peor, hasta que un día, estando los dos solos, viendo la tele en el salón, Daniel decidió que todo tenía que acabar ya.

– Mamá, esto no puede seguir así.

– Te he dicho mil veces que no hay nada de qué hablar, Daniel,  dijo Rosa, sin mirarlo.

– Coño, mamá. Ya está bien. Sí, te vi haciéndote una paja. ¿Y qué? Todos nos hacemos pajas ¡¿O acaso piensas que yo creo que mi madre no se corre follando?!

– Daniel, por el amor de dios. Déjalo ya ¡Y no hables así de tu madre!

– No, ya me cansé. Ya no me miras, no me hablas.

– Es que... me muero de vergüenza de pensar como estabas ahí parado viéndome.

Rosa fue a levantarse, para irse a su cuarto… 

No. No te muevas, joder. Quédate quieta. Hablemos. 

El tono imperativo de su hijo la sorprendió. Se quedó quieta y se atrevió a mirarlo. Daniel se dio cuenta de lo sorprendida que se quedó su madre.

– Que te viera haciéndote... haciendo eso no cambia en nada mi opinión de ti,  mintió rebozándose... – Tal vez la culpa fuera mía por quedarme allí y no darme media vuelta.

– Son cosas que un hijo no debería ver hacer a su madre, dijo bajado la mirada.

– Pero las vi, y no hay nada que podamos hacer. Bueno, sí, hay una cosa.

– ¿Cual? Preguntó, levantando la vista.

– Que veas tú lo mismo.

– ¿QUEEE?

– Que veas cómo me hago una paja. Estaríamos empatados

– Estás loco.

Sin más, Daniel se bajó la bragueta y se sacó la polla, aún no dura del todo. Su madre se quedó mirándolo, congelada, sin palabras. No se podía creer lo que estaba pasando. La mano de Daniel empezó a subir y bajar a lo largo del grueso tronco, y en pocos segundos la polla estaba en todo su esplendor, bien dura… en un acto reflejo se extrajo también los huevos por fuera para estar más cómodo y que estos se movieran al ritmo del vaivén…, eran dos bolas compactas dentro del escroto pegado a la base del cipote como una colmena de avispas. Miraba a su madre a los ojos, pero ella los tenía clavados en la polla. Rosa se quedó petrificada al ver el pollón del hijo, “creo que no podría cerrar la mano a su alrededor ni cubrirla con ambas manos…eso no es herencia de su padre”, pensaba la garante madre.

– ¿Ves? Es sólo una paja. Una simple paja. No pasa nada.

Durante un minuto más, Daniel siguió moviendo la mano, gimiendo de placer. La manera en que su madre lo miraba lo excitaba. Se colocó mejor y disfrutó de la masturbación. Ella le miró a los ojos.

– Ya está bien... Eres... eres un...

– ¿Un qué?

– Para ya, por favor. Deja de... tocarte.

– Ummmm mamá... vi cómo te corrías. Vi como tu coño se estremecía y mojaba tus dedos con tus jugos. Vi tu cuerpo tensarse por el placer… ahora sé mucho más de ti de lo que he sabido durante estos 19 años ¡Ahora sé que eres mujer antes que madre!

– Daniel… por favor... para… para, no digas barbaridades ¡Y guárdate esa polla!

– No... Tienes que verlo, mamá. Tienes que ver cómo me corro. Así... agggg estaremos en paz. 

Aceleró el ritmo de la paja hasta que se empezó a estremecer. 

– Ummm mamá... mamá... Rosa no contestó. 

Miraba la mano se Daniel subir y bajar a lo largo de aquella polla. No lo sabía, pero la miraba igual que él le miraba el coño aquel día. 

– Ya… ya… me corro... ahhhhh

Como a cámara lenta, Rosa vio como de la polla empezaban a saltar chorros, el primer chorro de semen describió un arco enorme, el segundo fue más grueso y cayó con una parábola de menos envergadura… caían sobre el pecho de Daniel, sobre su camiseta. Lo oía gemir. Lo veía tensarse. Fue un largo e intenso orgasmo. Cuando terminó, Daniel se quedó con una sonrisa en los labios, los ojos cerrados. Soltó la polla, que aún tenía pequeños espasmo.

Rosa la miraba, aún hipnotizada… – Ahora sí estamos en paz, mamá.

Levantó la vista y miró directamente a los ojos de su hijo. Aún no podía creerse lo que había pasado. Su propio hijo se había hecho una paja delante de ella tan alegremente como si fuera un acto heroico… “propio de un machito adolescente” interiorizó sin lograr expresárselo, y no por ganas. Ahora estaba, tumbado en el sofá, con la camiseta llena de semen, la polla aún palpitante saliendo por su bragueta y una sonrisa en la cara. Y ella, en vez de pararlo, en vez de haberse ido, se quedó allí, mirando. Hasta que al fin tuvo las fuerzas para ponerse de pie.

– Eres... eres un pervertido sin pudor ni respeto por las formas… ni por tu madre….

Daniel ni se inmutó. Se quedó mirándola, con aquella sonrisa en los labios. Miró como su madre se daba la vuelta, pero tuvo tiempo de ver como sus pezones se marcaban claramente. Lo que no vio era como su madre cerraba los ojos al darle la espalda. Como suspiraba. Como sentía un tremendo calor entre las piernas. La vio alejarse y encerrarse en su cuarto. Se miró. Y se sorprendió de haber sido capaz de hacerlo. Reconoció que le encantó que su madre lo mirara. Y sintió un escalofrío a saber que ella se había puesto cachonda. Se dijo que seguramente había ido a su cuarto a hacerse una paja, pensando en él. En su polla. Se sintió muy bien. Se quitó la manchada camiseta y la dejó en el cesto de la ropa sucia. Pero Rosa no se estaba haciendo una paja. Estaba en la cama, llorando. Había llamado pervertido a su hijo, pero era ella la que fue sorprendida masturbándose. Era ella la que se quedó mirando como su hijo se corría. Y era ella la que sentía su coño palpitar, sus pezones dolerle bajo la blusa. Era ella la que deseaba meter su mano dentro de las bragas y frotarse hasta correrse una y otra vez. No lo hizo. La culpa era más fuerte. 

Se quedó en su dormitorio hasta que llegó su marido y no tuvo más remedio que salir. Si antes no podía mirar a Daniel a la cara, ahora, menos. Daniel se dio cuenta. Su plan no había salido como él esperaba. En vez de volver a unirlos, como antes, los separó aún más. Y le enseñó otra cosa. Que su voluntad había sido más fuerte que la de ella, y eso le gustaba. Quería volver a ver en su madre esa mirada. Quería más. Y lo iba a conseguir. Mientras cenaban, la miraba. Ella intentaba disimular, hacer como que todo era normal, pero cada vez que sus miradas se cruzaban fugazmente, él le sonreía, y ella sentía un escalofrío. La dejó tranquila un par de días, sin hacer más referencias al asunto, dándole confianza. Ella seguía igual, pero ya no le importaba. En su cabeza se formaban ideas, fantasías. Un día después, estaban de nuevo solos, dio su próximo movimiento. Rosa en la cocina, y Daniel fue para allí. Se sentó en una silla y miró a su madre obrar. Ella le daba la espalda y él le miraba el amplio y tentador culazo. ¿Cómo no se había fijado antes en el culo de su madre?

– Hola mamá, ¿Cómo estás?

– Bien.

– ¿Bien? Pensé que ahora que estamos 'empatados' te sentirías mejor.

– Daniel, por favor. Déjalo ya.

– No puedo, mamá. No dejo de pensar en ti. Desde que te vi haciéndote aquella estupenda paja no me quito tu coño de la cabeza. Cuando te dejé y fui a mi cuarto me hice yo también una buena paja y me corrí enseguida.

– Daniel, no sigas. Esto no puede ser. Por el amor de Dios. Soy tu madre.

– Sí, lo sé. Pero tu coño me tiene obsesionado. Tan oscuro y carnoso, tan... salvaje de labios enormes. Si supieras las veces que me la he cascado desde entonces.

Rosa se quedó quieta. Los dedos le temblaban. ¿Qué podía hacer? ¿Cómo acabar con aquello? No había a nadie con quien hablar. Y Daniel no parecía dispuesto a dejarlo. Lentamente, se dio la vuelta, encarando a su hijo. Todo iba a terminar en ese momento. Le exigiría que la respetase. Que jamás volviera a hablarle así. Y que si no lo dejaba, hablaría con su padre. Pero cuando miró, Daniel tenía la tremenda polla en la mano que subía lentamente a los largo del duro tronco retirando pausadamente el prepucio para dejarla totalmente descapullada. Con la boca abierta, paralizada, miró la cara de Daniel. Éste sonreía sabiéndose el macho alfa ganador…, y en verdad comenzaba a tener la guerra ganada.

– ¿Qué… qué haces? ¿Estás loco?

– ¿Qué hago? Pues me hago una paja, mamá. Estoy muy cachondo. Y en vez de irme al baño a pelármela, me pone más hacerlo aquí. Me excita que me mires.

– Daniel... esto no está bien. Soy tu madre. Para.

Debería de haberse acercado a él y cruzarle la cara de un tortazo. Al menos, debería haberse ido. Pero se quedó allí, mirando como su hijo se tocaba la polla delante de ella.

– Mmmm, es sólo una pajita, mamá. Ya me hice una para ti ayer, y no pasó nada ¿No? Rosa no contestó a la desfachatez de su hijo. 

Siguió mirando la mano subir y bajar a lo largo de la polla. Sintió calor en sus mejillas, en su entrepierna. Y notó como los pezones se le endurecían quedando empitonados. 

– ¿Por qué no te haces tú también un dedito, mamá? Me encantaría volver a ver ese precioso coño tuyo.

Lo miró, abriendo los ojos. Estaba loco, eso estaba claro pensó ella… 

– ¡No, por Dios…!

– Mamá, ya lo he visto. Ya vi tus tetas. Vi tu cara de placer mientras te corrías. ¿No quieres correrte otra vez? Podríamos corrernos a la vez. ¿O es que no te pone cachonda mirarme la polla?

– No... Eres un...

– ¿Un qué? Tú eres una mentirosa. Desde que aquí veo como se te marcan los pezones. Deben de estar duritos como piedras. Seguro que ya tienes el coño mojado. ¿Tienes el coño mojado, mamá?

Lo tenía más que mojado. Lo sentía empapando las bragas. Pero no dijo nada. Se quedó mirando como Daniel aceleraba al movimiento de su mano, como entrecerraba los ojos por el placer que sentía.

– Agggg estoy casi a punto de correrme, mamá. Enséñame el coño, por favor. Es precioso, oscuro, gordo y tan exuberante… tan excitante ¡Vamos mamá no seas mala!

– Para Daniel... para ya... por... favor.

– Ummm no mamá… no...

– Esto es... horrible... para... no… me hagas esto.

Daniel dio un par de sacudidas más y llegó al punto sin retorno. El orgasmo nació y ya nada lo pararía. Se soltó la polla, que quedó mirando al techo, palpitando. Tensándose, la engañó.

– Está bien... mamá... ya... pa... ro.

Rosa pensó que Daniel había entrado en razón. Pero de repente, su polla dio un brinco sola y un largo y espeso chorro de semen salió disparado, cayendo luego sobre los pantalones. Otro espasmo y otro chorro salió disparado. Rosa no miraba la cara de intenso placer de su hijo al correrse sin tocarse. No podía apartar los ojos de aquella preciosa polla, que parecía un ser vivo. Se tensaba y escupía. Caía un poco, se volvía a tensar y volvía e lanzar más leche espesa y blanquecina. Fueron cinco o seis latigazos, cinco o seis manguerazos. Con el último espasmo, más débil, un reguero de leche bajó desde la punta de polla hasta los huevos.

– Ummmm vaya… corrida, mamá. Me he puesto perdido, otra vez, le dijo, sonriendo.

Rosa no podía articular palabra. Estaba a punto de correrse. Sabía que si se movía los más mínimo, el más mínimo roce de sus bragas, la haría correrse delante de Daniel. Así que se quedó quieta, mirando la polla que tenía aún pequeños espasmos. Cuando por fin pudo reaccionar, sin decir una palabra, se marchó a su cuarto, cerró la puerta, apoyó la espalda contra ella, cerró con fuerza los muslos y estalló, cerrando con fuerza la boca para no gritar. Se quedó sin fuerza y lentamente fue cayendo hasta quedar sentada en el suelo.






Tocaron a su puerta. Se sobresaltó… – ¿Estás bien, mamá?

– Sí. Déjame.

– ¿No te estarás haciendo una pajita, verdad? No es justo. Déjame verlo.

– DANIEL!!! Déjalo ya.

– Está bien, está bien,  dijo, alejándose.

Pero no estaba dispuesto a dejarlo. Quería más. Mucho más. Por ese día, la dejó tranquila. Se cambió de ropa y se fue a jugar un rato al ordenador. Durante la cena, Rosa estuvo a punto de hablar con su marido. Contarle todo lo que estaba pasando. ¿Pero cómo explicaría que había visto a su hijo masturbarse delante de ella dos veces y que no había hecho nada? Decidió callar. Daniel se aburriría y todo se olvidaría. Lo miró. Sus miradas se encontraron. Él le sonrió y Rosa comprendió que su hijo no se aburriría. Aun así, calló. Sus temores se confirmaron al día siguiente. En cuando su marido se fue, estaba sentada en su cama y apareció Daniel en su dormitorio. Su mirada fue fugazmente a su bragueta. Tenía la polla dura, formando un bulto en el pantalón de pijama. Él se dio cuenta donde miraba ella.

– Sí, mamá. Tengo la polla dura todas la mañanas. Pensando en ti. ¡Algo tendremos que hacer al respecto! 

Le susurró al oído a expensas de las atenciones de su padre.

– ¿Cuándo va a terminar esto, Daniel? 

Susurró con inquina al crápula de su hijo. Sin contestar, Daniel se bajó el pantalón y la polla saltó, libre, tiesa. Se la agarró y empezó una nueva paja. Estaba de pie. Se acercó a su madre y se sentó a su lado. Mirándola a los ojos, empezó a suspirar…desde el ventanal se veía como su padre se alejaba en el SUV blanco.

– Ummmm que rico, mamá. Cómo me gusta que me mires mientras me toco. ¿Y a ti? Te gusta, ¿Verdad? Te gusta mirarme mientras me toco la polla.

Rosa no dijo nada, Daniel estaba desmadrado y no sabía cómo parar toda aquella testosterona…, buen si lo sabía, por que como mujer experimentada, la testosterona solo se combate con feromonas y dejando que el macho descargue dentro de una. Sus pezones contestaron por ella, como dos pitones contra su blusa. Juntó los muslos, sintiendo como su piel se erizaba solo de pensar en sentir aquella verga recia dentro de su vagina desatendida.

– ¿Estás caliente, mamá? No lo niegues. Sé que estás cachonda. Te delatan tus pezones. Tus labios. El rubor de tus mejillas. Dímelo. Dime que estás cachonda.

– Daniel... no... No me hagas esto.

– No te hago nada. No te estoy tocando. Me toco yo solo. Aggg recordando ese precioso coñito tuyo, tan moreno, tan mojadito. Porque seguro que ahora lo tienes mojadito, ¿Verdad?

Rosa se calló, mordiéndose el labio inferior, mirando como de la punta de la polla de su hijo manaba un líquido transparente, reflejo de su gran excitación.

– Venga. Dime la verdad, mamá. ¿Estás cachonda? ¿Tienes el coño rezumando juguitos? DÍMELO, dímelo, dímelooo.

Ella no pudo más, y un apenas audible 'sí', salido de sus labios.

– ¿Qué? No te oigo. ¿Qué has dicho?

– Que sí malnacido… ¡¿Con qué derecho me haces esto?!

– Que sí ¿qué?

– Que sí estoy... cachonda joder...

– Ummm lo sabía… ¿Y el coño? ¿Cómo tienes el coño?

– Excitado. Mojado…Caliente como una perra.

– Enséñamelo mamá. Enséñame tu precioso coño.

– No… eso no.

– ¿Por qué no? Ya lo he visto. Necesito volver a verlo.

– No.

Daniel estaba cada vez más caliente. Bajaba el ritmo de la paja para no correrse aún.

– Está bien. Pero... al menos... tócate. Rosa lo miró, con los ojos abiertos. – Hazte una paja, como yo. Mira como me corro y yo miraré como tú te corres. Será fantástico compartir una corrida juntos. 

Deseaba tanto sentir placer. Pero su mente aún se resistía, luchaba. Daniel vio sus dudas, su lucha interior. Supo que solo le faltaba un empujoncito más… 

– Mamá, por favor... lo necesito. Necesito verte gozar, tu carita de placer. Hazlo ya, o me correré yo solo... Agggg... mamá... hazlo. HAZLO!

Su mano se movió sola. Se metió por debajo de su pantaloncito, por debajo de su braga, y sus dedos acariciaron su encharcado coño.

– ¡Aggggg mmm!

– Sí, sí, eso es. Así. Tócate. Mira mi polla, que está a punto de correrse ¡Disfrútala!

Daniel hubiese deseado verlo. Ver los dedos acariciar aquel coño moreno. Pero ver el bulto que formaba la mano de su madre debajo del pantalón de pijama, ver como se movía, oírla gemir, y sobre todo, ver otra vez aquella expresión de placer en su cara, era casi igual. Su orgasmo se desató y todo su cuerpo se tensó.

– Mamá... me... corrooo mira como me… corroooo

Esta vez no se corrió solo. En cuanto Rosa vio el primer chorro de leche salir disparado con fuerza en dirección a ella, estalló notando el impacto calado del semen de su hijo sobre sus tetas y barriga sobre el pijama, también le impregno el escote el segundo chorro. Al unísono los dos cuerpos se tensaban gozando de aquel intenso placer que recorría sus cuerpos. El coño de la mujer se estremecía a la vez que la polla eyaculaba sobre ella…, ambos sexos soltando jugos de placer. No pareciera que le hubiese disgustado que aquel semental la rociase de esperma, todo al contrario, le excito y la enredó de morbo. Después, se quedaron lacios, sin fuerzas. Las respiraciones agitadas. Se miraron a los ojos. Daniel sonrió. Y Rosa, después de varios días, también sonrió.

– La próxima vez mejor nos desnudamos, que no hago más que manchar la ropa.

– Sí, será lo mejor, porque mira como me has dejado a mí también…me ahorrarás mucho trabajo de lavadora, añadió su madre. – Tu polla parece una manga eyaculando.

Daniel se dijo que había ganado. Ella no dijo que no habría próxima vez, que todo había sido un error. Nada. Sólo se quedó mirándole, con la mano aún dentro de las bragas.

– Voy a cambiarme y te aconsejo que tú también lo hagas,  dijo Daniel saliendo del cuarto.

Dejó la ropa manchada en la lavadora, mientras su madre se quedaba en la cama embadurnada aún. Lo oyó gritarle que se iba a dar una vuelta con los amigos y luego, la puerta principal cerrarse. La mano de Rosa continuaba en donde la había dejado. Su coño continuaba mojado. Se recostó en la cama y se masturbó otra vez, lentamente, cerrando los ojos y saboreando el semen de su hijo…rechupeteaba el dedo y hasta lo mamaba en plena ensoñación. En su mente sólo había una cosa… La polla de Daniel. Aquella preciosa polla, dura, desafiante, corriéndose en ingentes cantidades de lefa espesa. Revivía una y otra vez el momento en que Daniel había dejado de pajearse y de repente su polla empezó a correrse sola. Aquellos espasmos, como se movía, escupiendo toda aquella  ingente cantidad de leche. Se corrió, gritando, sabiéndose sola en la casa… después, le entró el remordimiento de lo que había hecho.

Era algo que se suponía que no debía pasar entre madre e hijo. A su cabeza acudieron toda clase acusaciones, de culpas. Pero también de escusas. Recordó, sin saber porqué, que Clinton se había escudado en que lo de la Lewinsky no había sido sexo. Y se dijo que lo suyo tampoco. Sólo era masturbación. No se habían tocado el uno al otro. Sólo se habían mirado. Así sería siempre. Si volvía a pasar, y sabía que volvería a pasar, sólo se mirarían. Eso no era sexo. Y pasó. A diario. En cuanto estaban solos, Daniel empezaba a tocarse. Se miraban. 

Como había dicho, ahora se quitaba la camisa que llevara y se bajaba o quitaba los pantalones. Rosa no. Ella sólo metía una mano por dentro de sus bragas y se frotaba. Aguantaba hasta que notaba como Daniel se tensaba y entonces se corría mirando como la polla escupía leche en grandes y potentes chorros, que caían sobre el pecho y los muslos del muchacho, pero de pronto vio el chorro acercase hacia ella bañándola de esperma, como a cámara lenta el ojo de su glande escupía lefa quedando la imagen del chorro en parada infinita alcanzado el orgasmo. Se quedó traspuesta sobre la cama oliendo a sexo. En los siguientes días Daniel continuó insistiendo siempre con lo mismo… “que le enseñara el coño, que se moría de ganas de volver a verlo”. Rosa se negaba. Decía que estaba bien así. Que así podían seguir haciéndolo. El chico con 19 años podía pasar por un crío de 5 con sus incansables y monótonas peticiones…sabía que tarde o temprano el muro caería a fuerza de pequeños empujones, solo era cuestión de persistencia.

– Venga mamá. Que ya te lo he visto, y tú me ves a mí la polla en todo su esplendor.

– Que no, Daniel. No insistas.

– Jooo, al menos abre bien las piernas, para que vea como te tocas por debajo de las bragas.

– Ummm, no seas pesado... y córrete ya.

– ¿Te gusta ver cómo me corro?

– Ummm, sí, me gusta ¡Como tú dijiste, soy mujer antes que madre! ¡Me gustan las pollas! Y velas eyacular me pone muy cachonda…. ¡La tuya es preciosa!

 Gracias mamá, a mí también me gusta verte correr. Pero sería mejor aún si viera ese precioso coñito tuyo soltar jugos ¡Me encantaría ver cómo te tocas el clítoris!

A los pocos segundos, los dos se corrían entre espasmos y suspiros de placer. Las negativas no hacían que Daniel dejara de insistir. A los pocos días, consiguió que su madre, al fin, abriera bien sus piernas. Ahora sólo la fina tela de las bragas impedía que pudiese ver los dedos recorrer la mojada hendidura, clavarse en el coño y mojarse con los jugos. Cuando las bragas eran de satén, se veía perfectamente la mancha de humedad.

– Ummmm mamá, hoy estás bien mojadita. Tienes las bragas mojadas. ¿Estás muy cachonda? Te has corrido como te mereces, pero aun puedes hacer mucho más por mí.

– Aggggg, sí, estoy muy cachonda nene.

Respondió, metiendo la mano por dentro de las bragas y pasándose dos dedos a la largo de la raja, hasta llegar a su clítoris.

– ¿Por qué mamá? ¿Tenías ganas de verme la polla?

– Sí, claro que sí. Es una polla preciosa…, con la curva, grosor y dureza que me gusta.

Era verdad. Pero no toda la verdad. Ese día estaba especialmente cachonda porque por la mañana su marido se la había follado antes de irse a trabajar y, como casi siempre, él se corrió antes de que ella lo hiciese… un polvo rápido antes de irse a trabajas, dejándola sobre la cama, ardiendo con más ganas de verga. Si en ese momento tras la marcha de su esposo, su hijo hubiese entrado en la habitación, no hubiera puesto impedimento a que se la follase a pelo hasta que la dejase bien satisfecha…, pero eso no ocurrió. Se levantó de su cama en busca del aseo, pero en realidad su mente esperaba una oportunidad de entrar en el cuarto de su hijo, la puerta entornada le solicitó que la empujase y así lo hizo, se encontró a Dani despatarrado, se subió en la cama como una gata y le sobó la polla sobre los calzoncillos…, el chico despertó con una sonrisa. No dudó en engarfiar el elástico del bóxer y despojarlo de la prenda, aquella polla semi inconsciente empezó a tomar vida en las manos expertas de Rosa, se la meneaba con suavidad adquiriendo cada vez mayor rigidez. 

Le abrió las piernas para situar su culo entre ellas franqueado por las rodillas de su hijo y sin más dilación se empezó a tocar el coño apartando a un lado las bragas. Frente a frente ambos sexos excitados eran tratados como se merecía…ella necesitaba una compensación, abierta de piernas, se hacía una paja mirando como su hijo se meneaba la polla. Con el coño lleno aún de la leche marital frotaba con fruición en duras pasadas sobre el clítoris, gimiendo cada vez más fuerte…, miraba a su hijo como blandía su estaca bajando y subiendo el prepucio, era demasiado y no pudo aguantar a que Daniel llegase a correrse…estalló en un fuerte orgasmo que mojó aún más las bragas. Después de la fabulosa corrida, seguía caliente. Daniel lo notó, y lo aprovechó. Consiguió que ella se tocara las tetas con la otra mano, sobre la blusa, se pellizcara los pezones. Era como aquel día en que la pilló, solo que ahora estaba vestida y en la silla de la cocina. Sin embargo, la imagen era igual de caliente. Cuando él se corrió, Rosa volvió a correrse, con él.

Se miraron, sonriendo y respirando agitadamente… – Enséñamelo.

– Eres un pesado.

– Enséñame el coño, sé que lo estás deseando tanto como yo.

Ella seguía con las piernas abiertas. Sacó la mano y apartó unos segundos las bragas blancas de algodón…cómodas y sexi a la vez, mostrándole a su hijo su encharcado coño, que rezumaba jugos. La mirada que Daniel le echó la hizo estremecer.

– Que preciosidad, mamá. Tienes un coño precioso.

– ¿Tú crees? No lo tengo tan arregladito, como las chicas de ahora ¡Me lo debería depilar! Solo me lo rasuro con cuchilla de vez en cuando.

– Ni falta que te hace. Tienes el coño más bonito que he visto.

– ¿Y has visto muchos, pillín?

– Jajaja. No tantos, no tantos. Si en verdad visto uno, vistos todos iguales de depilados o pelones, pero ninguno como el tuyo, no tan frondoso y gordo con esos labios tan grandes y carnosos que invitan a entrar para quedarse a vivir ahí dentro. Ninguno así, tan... salvajemente atractivo. Rosa volvió a taparse… – No, por favor. Déjamelo ver un poco más.

– Eres... incorregible, respondió, pero volvió a apartar las bragas.

– Joder, sigo como una moto, mamá. Me la voy a cascar otra vez.

– ¿¡Cuántas pajas te llegas a hacer al día, cariño!?

– Unas dos o tres según el día, pero he llegado a cinco con facilidad pensando en ti.

Aún estaba manchado, lleno de la corrida anterior, pero la visión del coño de su madre, tan anhelado, lo llevó a un segundo orgasmo, tan placentero, o más, que el primero. Al día siguiente, sin que él se lo pidiera, Rosa que quitó, por fin, las bragas. Y al siguiente día, los dos estaban completamente desnudos. Fue una conquista para Daniel. Pero quería más. El siguiente paso sería decisivo. Esperó unos días a que ella bajase la guardia. Se estaba metiendo dos dedos a fondo el en coño, gimiendo de placer, pellizcándose el pezón derecho, y cerraba de vez en cuando los ojos. Una de las veces que los cerró, Daniel se levantó y se acercó a ella, sin dejar de pajearse. Cuando Rosa abrió los ojos, se sobresaltó. Él estaba de pie a su lado. La polla casi a la altura de su cara, y la miraba.

– Sigue mamá. Sigue haciéndote la paja... No dejes de... ahhhh tocarte el coñito. ¡¡Quero ver como te metes los dedos en la raja!!

Ya no había pudor en mostrarse como eran, como dos adolescentes salidos compartiendo sus intimidades, corriéndose uno frente al otro igual que si fuesen dos amigos. Los dos estaban y punto de correrse. La cogió tan desprevenida, que siguió tocándose, mirando la polla que nunca había estado tan cerca. Cuando Daniel sintió los espasmos del orgasmo, se agachó un poco, acercó la polla a las tetas de su madre y empezó a correrse sobre ellas. El orgasmo de Rosa se desató al sentir en su piel la fuerza y calor del primer chorro. Siguió subiendo de intensidad mientras sus tetas y hasta la mano que pellizcaba su pezón quedaron cubiertas de semen, y continuó incluso después de que la polla dejó de lanzar más leche. El pecho de Daniel se movía al ritmo de su respiración. De la polla colgaba un hilillo de semen que caía sobre las tetas de su madre. Rosa, aún estremecida, lo miraba. Se miró las tetas, bañadas por la copiosa corrida, y lo volvió a mirar.

– Daniel… pero… ¿Qué has hecho?

– Lo de siempre, mamá. Hacerme una paja mirando como tú te haces otra.





A Rosa le llegó de inmediato el fuerte aroma del semen de su hijo. Aquel olor la embriagó. Era como un afrodisíaco que llegaba directamente a su cerebro.

– Pero... no podíamos tocarnos... no… no debíamos tocarnos

– No te he tocado, solo mi lefa como siempre. 

Se agachó, acercó la punta de la polla al pezón izquierdo y se limpió la gotita de semen que colgaba. 

– Ahora si te he tocado. 

Se apartó a tiempo de esquivar el manotazo de su madre. 

Jajajaja, mamá. No pasa nada.

– Capullo. Trae algo para limpiarme. Cada vez que te corres me pones perdida de leche. 

Fue al baño y le trajo una toalla. Se la lanzó a una distancia prudencial, divertido. 

– Eres un capullo irrespetuoso, le dijo, limpiándose. No había enfado real en su voz. – ¡Un día de estos querrás más…Entonces me follarás!

No dijo nada cuando al día siguiente, antes de empezar con su sesión diaria, Daniel apareció con una toalla y la dejó a su lado. Ni cuando él de nuevo se puso de pie a su lado. Simplemente disfrutó de la visión de la polla, los gemidos y el calor de la leche sobre sus tetas mientras se frotaba con contundente círculos el capuchón del clítoris, después deslizaba sus dedos a la raja, hasta dar con la entrada de su vagina e introducir dos dedos… FOLLÁNDOSE, después volvía a la pepita con la otra mano. Su propio orgasmo fue intenso, largo, y la dejó agotada sobre el sofá. Agotada y con las tetas cubiertas de aromático esperma cargad de testosterona. Daniel la dejó para ir al baño. Aprovechó que él no estaba para, antes de limpiarse con la toalla, acariciarse las tetas y esparcir la leche de su hijo por toda la superficie. Se llevó las manos a la cara y las olió, aspirando profundamente…no pudo resistir probar su sabor una vez más, restregó su índice por el borbotón recogiéndolo y se lo llevó a la boca como si fuese caviar. Saboreó paladeando cada micra del semen de su hijo, luego recogió más y se fue atiborrando las papilas gustativas del aroma a macho joven, sabía dulce y salado entre ácido como a jengibre. 

Cuando lo oyó regresar, cogió la toalla y se limpió. Comprendió que estaba enganchada. A su hijo, a su polla, a su esperma. Sintió un nuevo despertar en su cuerpo que no sabía explicarse…Estaba en sus manos. Por eso, cuando al día siguiente él acercó la polla a su cara y le dijo que cerrara los ojos, lo hizo. Por eso se corrió como nunca cuando Daniel estalló en su cara, y le dejó luego pasarle la polla por su rostro. Siguió masturbándose y se corrió otra vez. Abrió los ojos. Él la miraba, con deseo, con admiración, con amor. La ayudó a levantar y la llevó frente al espejo viéndose con toda la cara marcada de chorretones de semen espeso. Ambos, desnudos. Se puso detrás de ella. Notó la polla rozarle las nalgas. Se miraron a través del reflejo. Daniel recorrió la piel de sus brazos, la besó en el cuello con cariño y lascivia en un solo gesto. Rosa entornó los ojos, sintiendo un estremecimiento en todo su cuerpo. Una gota de semen cayó de su cara sobre una de sus tetas. Daniel la recogió con un dedo y lo llevó a la boca de su madre. Ella separó los labios y chupó el dedo que su hijo le ofrecía. Su boca se llenó de sabor masculino, de testosterona. Era la primera vez que lo probaba ofrecido por un hombre, su propio retoño. Mirándola fijamente a los ojos, se pegó a ella, le restregó la polla por el culo y le susurró al oído.

– Mamá. Un día de estos te voy a follar. ¿Lo sabes, verdad?

Rosa cerró los ojos. Suspiró. Cogió aire… 

– Lo sé hijo, lo sé…es nuestro destino.


***********************

Solo es una cuestión de tiempo, que mi madre dé el paso definitivo de ponerle los cuernos a su esposo…, jamás había hecho algo fuera de las normas, y ahora conmigo, su propio hijo, se liberaba día a día del encorsetamiento moral y mental de represión judeo-cristiana sufridos durante sus 42 años de vida. ¿Cuál había sido el detonante de su explosión sexual? Fácil es sospechar que el entorno genera carácter y es por ello que su comportamiento siempre obedecía a la corriente.., ella es una mujer normal casada desde hace 20 años con mi padre… nunca pensé que podría llegar a tal fin, pese a que como todo chico que comienza a descubrir el sexo, su propia madre es el primer referente. 

Así como tal ha estado presente de una manera implícita en mis pensamientos sexuales desde mi más tierna pubertad, y a lo largo de toda la adolescencia. A estas alturas reconozco que mamá está buenísima, es una hembra corpulenta de gran envergadura, esa morfología hace que su grandes tetas no desentonen con su cuerpo… son preciosas, y me vuelven loco. De la misma guisa podemos hablar de su culazo… amplio propio de una MILF madura y joven, su hermosura no contrarresta en nada la turgencia de sus carnes, casi tan respingonas como el culo de una abeja. Todo ello unido a su cintura, más bien estrecha para su envergadura, la hace ser apetecible cual madona….

Su piel morena y tersa de veinteañera le dan un brillo especial a su imagen, en especial cuando decora sus labios y uñas de color rojo “red russian”. En fin toda ella está muy bien proporcionada envolviéndola en la hermosura que mi padre no sabe o no quiere apreciar. Ciertamente es una mujer aferrada a lo tradicional, siempre ha sido ama de casa y le gusta su papel, pero su cuerpo y en concreto sus deseos sexuales no responden a tal ámbito pidiendo ser más liberal, y creo que yo puedo ser esa válvula de escape para mamá. En más de una ocasión se le ha visto la vena de liberación femenina. Haciendo memoria, mi madre de siempre se liberó del sujetador por casa desde que tengo uso de razón… a cierta edad es difícil no fijarse en el bamboleo de sus grandes masas mamarias, por muy madre tuya. Rosa  alude a la comodidad, pero algo de flirteo hay ¡¿A qué mujer no le gusta que la admiren?! Pues ese coqueteo semi intencionado, a mí me tiene frito con su cuerpazo.

Mamá nunca ha tenido reparo en mostrar por casa sus tetas bajo camisetas escuetas o vestir con escotes que hacían que girasen el cuello todos con los que nos cruzábamos por la calle. No obstante tal alarde de feminidad tiene sus límites para mamá, por su formación moral en la fe cristiana, nunca había tenido ningún otro hombre que no fuese su marido…al único que conoció fue a mi padre. Criada en lo clásico de la familia española donde se respeta al 100% la fidelidad conyugal, por más que lo deseara no se atrevió a tener un afer con otro hombre, ni interesase en buscar un amante pese a la falta de orgasmos con su marido. Ella decía sentirse bien estando así viviendo con él y conmigo. No obstante todo tiene una rebose, y mi descaro con ella fue la gota que colmó el vaso de una mujer sensual sin pretenderlo, por eso en los últimos años de instituto evité traer a mis amigos a mi casa, porque siempre que alguno venía, no paraba de mirar las dos obras de arte de mi señora madre paseaba alegremente sin tener en cuenta el mogollón de hormonas desatadas que somos a esa edad…creo que los celos también mi tensaban más de lo debido.

Pese a la estricta enseñanza de mamá, su mentalidad  es bastante más abierta de lo que mis abuelos hubieran deseado, e incluso mi padre… en muchos aspectos de la vida y en el sexual también ella muestra partidaria del amor libre, de la vida que muchas parejas viven como swinger y por supuesto de la homosexualidad en todos sus aspectos. Sin embargo la pobre está resignada al exiguo polvo de los sábados de mi padre, que más parece una obligación que cumplir con su esposa. En lo que va de año llevo contabilizados 15 polvos, os preguntaréis como lo sé…mis padres solo follan los sábados de las 23:15 a las 23:30 de manera sistemática y como las habitaciones están pegadas no puedo evitar escucharlos. Como es de imaginar, es el momento de mi mejor paja de la semana escuchando los cortos gemidos de placer de mi madre, que mi mente multiplica sumiendo el acto en una mezcla de erotismo y envidia por no poder ser yo el que esté disfrutando de ella….

Pero este verano me sentía el rey del mundo… al día siguiente de tenerla entre mis brazos probando mi leche en el aseo, entré al bañó y la pillé depilándose el coño…

– Hostia mamá perdona… estaba abierta y… bueno que no pensé que hubiese nadie.

– Joder Dani, qué susto me has dado, ¿tanto te cuesta llamar antes de entrar?

– Es que me estoy meando mamá, perdona pero no aguanto mucho más.  

Me quedé mirando la tarea que realizaba…

– Anda pasa y alíviate, no te vaya a reventar la vejiga. 

Mi mirada preguntó si se iba a quedar ahí a mi lado mientras meaba, ella me espetó… 

– ¡¿no creo que te dé vergüenza?!

– No claro que no. Vale, vale. Ya meo… ¡Joder que ganas… me meo encima! 

Me saqué la polla de sopetón, un microsegundo más y me hubiese meado en los calzoncillos al tiempo que le decía... 

– Veo que tienes plan para esta noche.

– Qué descarado eres…, yo no le he puesto nunca los cuernos a tu padre ¡Que va, que cosas tienes! Además empiezo a estar mayor para estas cosas.

– ¿Mayor? Ojalá las de mi edad estuviesen así de macizas…

Con las mismas me había sacando la polla a medio camino entre la flacidez y la erección, casi al mismo tiempo que sale un caño grueso y rotundo pegando contra la cerámica, un chorro que resonaba en el aseo de manera portentosa. Nada más comenzar a salir dilató el agujero de salida de la uretra ofreciéndome un placer inconmensurable de alivio. Esa sensación eléctrica retomaba amplitud desde mi vejiga a toda mi entrepierna… los huevos se me tensaron en la típica bola escrotal a modo de un gran panal de avispas. También empezaba a notar la reacción de mi polla poniéndose un poco dura observando la cuchilla perfilar la vulva de mamá… ya no sé si era por ver el coño de mi madre o por la depresión de la vejiga al evacuar tan tremenda cantidad acumulada.

– ¡Qué zalamero eres cuando quieres…!

– Seré un zalamero, pero eso no va a quitar que tú estés para tomar pan y moja. Si no fueses tan estrecha… tendrías al hombre que quisieras.

– ¡Daniel! Soy tu madre…un respeto ¡Ya me da tu padre lo que necesito! No soy una PUTA descocada de esas que con 40 años van buscando macho.

– Bueno, bueno… solo lo digo, pero no creo que te dé lo suficiente…

– ¡¿Eso crees?! ¡Vamos a ver qué sabrás tú de lo que me da o no tu padre…! Hizo una pausa mirando mi polla micionar… ¡¿Y si fuese como dices, qué me harías, crápula?!

– ¡¿Acaso no lo sabes?! Te echaba el polvo más grande que nunca hubieses pensado.

– ¡Daniel! ¡¿Qué formas son esas de hablarme…?!

– Perdona, pero a estas horas y con esta presión de vejiga uno no piensa bien…

– Hay que ver hijo que ganas tenías. 

Me dijo mi madre sin dejar de mirarme con la cuchilla en la mano a medio rasurar su coño… se veía tan espectacular que se mi irguió definitivamente. 

– Ya veo que tú también estás arregladito, eh, ¿tengo nuera nueva?

– Ni de coña mamá, me dejé de niñas… llevo unos meses malos, con esto de centrarme en los estudios. Desde lo de Natalia, nada de nada ¡Voy a buscar un amor de verano!

– ¿Estás dispuesto a buscar una novia este verano? ¿Y ya tiene una pretendiente?

– Una o las que se tercien, me siento como Dios después de aprobar la puta Automática

– Lo sé, has estudiado mucho para aprobar esa materia tan complicada. 

Me quedé unos segundos sacudiéndome la polla, apretaba el prepucio y dejaba gotear lo que restaba de la meada. 

– No te lo había dicho antes, pero tienes un pene impresionante… ha de ser herencia de mi familia, porque tu padre no pasa de los 15 cm… ¡¿Qué mide, 18 o 20?!

  Un pene es el de un niño, pero esta polla es de un adulto ¿No te parece?

– Qué más da si le llamo pene, polla o verga, lo que no cabe duda es lo recia que es… ¿¡Tendrás mucho éxito entre tus amigas…!? 

La miré con media sonrisa confirmando su aseveración. 

– Hijo, con lo desmadrada que estoy… ¡Si yo tuviese veinte años menos…!

– Vaya Ahora sí que no vamos entendiendo, ¿no? 

Me planté ante ella con mi bulto que marcaba mi verga endurecida hasta el muslo

– A ver, ¿Qué harías con 20 años menos?

– Te hacía un hombre de verdad, no como las niñatas que te tiras. 

Mi madre comenzaba es desatarse, y me parecía una mujer nueva, con ganas de desmelenarse comedidamente.

– ¡Mamá! No te reconozco. Comienzas a ser una desconocida para mí… tan pájara.

  ¿¡No te gusta tomar de tu propia medicina, canalla!? Ahora desfilando, que quiero seguir con lo que estaba, ¿o quieres ver algo más?

– Hombre, si me dejas, yo me quedo a ver lo que sea o a hacértelo.

– Anda, tira, sinvergüenza ¡¡Querer tocarle el coño a tu madre!!

Salí del baño cachondo perdido sin creerme del todo lo salvaje que se estaba volviendo la recatada ama de casa. Mi madre estaba tonteando conmigo…jugando con fuego, o esa era mi impresión. No, no, mi madre estaba zorreándome descaradamente, nunca me hubiera permitido llegar a su intimidad de esa manera. Fui directo a la habitación y me masturbé pensando en follarla sin parar. Después de cenar, le propuse ver una película, esa noche la pasaríamos solos, mi padre se encontraba en viaje de negocios una vez más.

– ¿Hay algo en la tele?

– Que va, no ponen nada interesante.

– ¿Te hace ver una peli en Neflix?

– Venga, por qué no… una que nos guste a los dos, nada de tiros y violencia gratuita.

– ¿Comedia quizás?

– Eso es, si es posible francesa o italiana de las últimas.

– ¿Qué te parece “El diario de Bridget Jones”?

– Inglesa bueno, Perfecto…!!

Preparamos palomitas de bolsa en el microondas, elegimos la película y nos tumbamos en el sofá. Mamá estaba apoyada sobre mí con sus braguitas y su camisón veraniego que apenas ocultaba sus tetas. Cada vez que se acomodaba se pegaba más a mí, y eso provocaba que yo estuviese más cachondo. Puse una de mis manos sobre su muslo, acariciándola durante un buen rato. En una escena de sexo, decidí ir más allá e ir desplazando poco a poco la mano hacia su culo mientras intentaba disimular mi erección.

– ¿Y esa manita?

– ¿Qué pasa?

– Que creo que la escena le está calentando al niño.

– Y lo que tengo delante ayuda… Mamá me quitó la mano de su culo.

– Mejor concéntrate en la peli, anda. Tiene una trama muy interesante.

Un rato después, volví a intentarlo disimuladamente acercando mi mano a su coño.

– Hijo, ¡¿qué te acabo de decir?!

– Perdona mamá, lo hago inconscientemente. Es la costumbre de niño, siempre me dejabas meter la mano en tus tetas.

– Venga, no pasa nada, pero relájate, cariño, ya no tienes tres años…Soy tu madre y no una de tus putitas…

Ante el segundo intento fallido, decidí dejarlo estar y seguir viendo la película. Cuando se acabó, cada uno se fue a dormir. El día siguiente fui a jugar al fútbol con mis amigos y al volver a casa me encontré a mamá llevando cubos a mi habitación.

– Hola, mamá, ¿Qué pasa?

– Pues que tenemos una gotera tremenda en tu habitación. Además, hasta el lunes no pueden venir a arreglarlas y estaremos todo el fin de semana así. Encima ha llamado tu padre para decirme que se ha complicado todo y no vendrá hasta la semana que viene. Nos tenemos que arreglar como podamos… solo él tiene algo de idea de como va todo en la casa…

– ¿Y eso, como ha ocurrido?

– No lo sé, imagino que la cañería del aseo común, se ha debido de romper o algo así y mira se ha empapado todo el colchón.

– Bueno, tranquila cerramos a ver si se corta

Milagrosamente la gotera dejó de soltar agua. 

– Ya está resuelto de momento, pero mi cama está perdida, tendré que dormir en el salón, ¿no?

– ¿En el sofá? Te dejarás la espalda, de eso nada, tú te vienes a mi habitación. Se me iluminaron los ojos.

– ¿A tu habitación entonces…?

– Sí, claro ¡Qué remedio! No te voy a dejar que te rompas la espalda teniendo la cama de matrimonio a medio ocupar.

– ¿En serio mamá, en tu cama…?

– Pues claro, hay sitio de sobra para los dos… tiene más de metro y medio de ancho.

– Vale, guay. Por mí no hay ningún problema. 

Se me acababa de presentar la oportunidad que llevaba años esperando. Lo único que me echaba para atrás era la negativa de ayer, pero había que intentarlo, en otras ocasiones estuvo a punto de caramelo.

– Mamá, hoy no prepares la cena. Me encargo yo.

– Pero bueno, ¿y eso?

– Habrá que celebrar mi aprobado que aún no lo hemos hecho, y también que vas a tener nuevo compañero de cama.

– Venga, acepto. Solo espero que no seas de los que hacen ruidos raros.

– Hombre, yo creo que en ruidos tú ganas.

– ¿Eh, que quieres decir con eso…?

– ¡Pues anda que no montas escándalo cuando te folla papá!

– Oye descarado, como que me habrás oído muchas veces.

– Me basta con tener un solo oído para saber que te lo pasas muy bien.

– Pues mira que llevo tiempo sin pasármelo bien con tu padre…. El muy jodido acaba antes de que me llegue a enterar que está dentro de mí…así me deja a medidas cada vez ¡Para que luego digas que estoy tan buena!

– Será porque no quieres probar otras cosas…, a ver quien se resistiría a darte un buen meneo con ese culazo, qué decir de tus tetas….

– Oye, que sigues hablando de tu madre, bonito. Y habla bien de estas tetas, que te dieron de comer durante 18 meses, tragón ¡Que te gustaba más chupar mis pezones que a un tonto un lápiz!

– Coño, no es mi culpa que pongas cachondo a todo el mundo… hasta a mis amigos con novia. Como habrás comprobado ya no los traigo a casa ¡Se vuelven locos contigo!

– Ah, ¿sí? ¿Quién?

– Todos, mamá, todos. ¿No has visto como te miran las tetas? Si hasta alguno me ha dicho que te diga de hacer un trío con nosotros.

– Vaya banda de degenerados viciosos sois en vuestra generación. En mis tiempos se respetaba más a las madres…yo creo que os falta disciplina. Una buena temporada en la mili os pondría en vuestro sitio…, tanto porno en internet y juegos online que os sacan de la realidad.

– Yo creo que para generación depravada la vuelta de maduritas buenorras, consumidoras de falos de goma, que no dudáis en comeros un yogurín a poco que se ponga a tiro.

– Sabes que no es mi caso… mira que al final voy a tenerte miedo hoy en la cama.

– Bueno, si te dejas no puedo decirte que no, soy un hijo obediente a sus padres.

– Anda, calla, que después de más de dos semanas sin hacerlo estoy que me subo por las paredes a la mínima. Voy a darme una ducha fría.

– Mejor que sea con agua calentita, así no se te baja el punto.

– ¡Como puedes ser tan morboso! Tú lo que quieres es ver a tu madre cachonda, truhán…, ligerita de ropa para hacerte una buena paja de esas de las tuyas.

– Y si es sin ropa, mejor que mejor… me sale más leche.

– Mira como sabe el niño… Venga semental, a ver como preparas esa cena.

– A ello voy, ya verás la delicia que te voy a hacer.






Cada vez creía que era más probable que mamá acabase esa noche cumpliendo mi fantasía desde que descubrí el sexo. Me puse a preparar la cena mientras ella se duchaba y se cambiaba. Vino con un vestido que para nada parecía que fuese para estar cenando tranquilamente con su hijo.

– Pero bueno, ¿vas a cenar conmigo o con un ministro?

– ¿Te gusta?

– ¡Estás tremenda! Más bien pareces una escort.

– Anda mira el chico lo que sabe…esto se está poniendo muy caliente ¡¿Como esas hamburguesas que se te van a quemar?!

– Todo controlado, no te preocupes. ¿Vinito para acompañar?

– Por supuesto, pero lo elijo yo.

– Todo tuyo.

Preparé los últimos detalles y empezamos a cenar. La botella estaba casi acabada y el ambiente se ponía cada vez más divertido…. Hijo mío, mírame un poquito a los ojos cuando te hablo…se te salen de las órbitas entre mis tetas.

– Perdona mamá, es que me distraigo…

  ¡Ya, mirándome las tetas!

– Sí, la verdad ese escote no me ayuda a centrarme en la belleza de la conversación.

– Es broma, hombre, parece mentira que no me conozcas ya. Pero también te digo que no son para tanto, y con lo que me las has visto ya…no entiendo cómo te pueden llamar tanto la atención…son demasiado grandes, caídas por su peso y no me hacen un escote bonito… Tu padre ya ni me las soba cuando me folla.

– Pues no me canso de verlas…son hermosa, atractivas, suculentas y muy llamativas.

– Vamos, si habrás estado con chicas que me dan mil vueltas, yo ya estoy en decadencia…hasta estoy pensando en quitarme alguna talla.

– ¡Ni se te ocurra! Nunca he estado con una que tenga esas tetas, un poco caídas sí, pero eso es natural por el gran peso que tienen…sería imposible tener esas masas firmes sin nada de silicona. Las tuyas son naturales y vivas, de ahí su gran belleza.

– ¡Pues como serán las de tu generación… para gustarte tanto las mías tan fofas!

– Tú pones el listón altísimo, así no se puede competir.

– Anda, anda. ¿Saco unos chupitos de whisky?

– Venga, pero vamos al sofá y los sirves allí con el toque que tú sabes.

– Eso está hecho. 

Seguimos bebiendo en el sofá y los dos estábamos un poco achispados con el punto cogido... 

– Oye, y con las chicas, ¿qué?

– Nada, últimamente estoy muy quemado. Si surge algo, bueno, pero…

– Haces bien, para qué te vas a comer la cabeza, las mujeres no somos buena gente. Yo si tuviera tu edad decidiría mi vida de otra manera… ¡Creo que follaría mucho más!

– Claro que sí… ¿Y qué más cosas cambiarías?

– No me casaría tan joven, pero no me gustaría renunciar a tenerte a ti. Tú siempre has sido mi tabla de salvación cuando entraba en depresión… Soy una mujer sin oficio, ama de casa y nada más ¡Solo sé cuidar de ti y de tu padre!

– Has sacrificado mucho por esta familia y te mereces todo nuestro amor… bueno y que te hagan el amor ¿Dime cuanto amor te da mi padre?

– ¿¡A mí tu padre!? Nada solo el polvo de los sábado y ya vamos camino de 20 días sin probarlo. Y claro, fuera a estas edades el que no está casado va a por las de treinta, y el resto son desesperados… no estoy por la labor de romper mi matrimonio por una tontería de echar una cana al aire. Además que pensarías tú de tu madre, mínimo de puta o zorra en adelante.

– No pensaría nada de eso, pero tendrías a quién tu quisieras y si no lo tienes es porque no buscas por los lugares adecuados ¡Anda que no hay tíos de mi edad que matarían por estar contigo! Quitarte el gusto y ya está sin compromisos.

– Ya, claro, buen intento para animarme. ¡No quiero líos con jovencitos! A saber…

– Te lo digo en serio, mamá. Eres una tía cojonuda, lista, con conversación, y además estás más buena que cualquier tía que veas en una discoteca… Si papá no te folla bien, es natural que pienses en buscar otra cosa que lo complemente ¡Yo lo veo así!

– Frena un momento, que yo no estoy pensando en ponerle los cuernos a tu padre… ¿Sin embargo, a ti no te importaría que tu madre anduviese por ahí de picos pardos con chicos de tu edad…?

– Pues sinceramente No. Estás muy bien y papá no está a la altura ¡Tener sexo es solo eso….sexo! Joder mamá tienes un coño, úsalo como quieras porque es tuyo.

– Que no Dani, que yo no estoy para eso ¡Me conformaré con mis pajas, las nuestras!

– Ya te digo yo mamá que Tú estás para echarte 42 polvos seguidos… uno por año.

– ¡Dani! ¡Qué descarado eres conmigo últimamente! Se te olvida que soy tu madre.

– En serio mamá, eres guapísima y mil veces mejor que las que tienen veinte años menos que tú, hazme caso.

– Eres un cielo Dani, pero me costaría mucho follar con otro que no fuese tu padre, más estando casada aún con él…sería muy fuerte verme con un tipo encima metiéndome su polla en el coño, o donde le apeteciese. 

Mamá me dio un abrazo muy cariñoso y sentí sus tetas pegadas a mí como nunca…

– Cariño, Mira qué tarde es y nos hemos ventilado lo que quedaba de la botella de Tyrconnell ¡Creo que habría que recoger esto!

– ¿Ahora? ¿Con lo templados que vamos? Mejor mañana.

– Bueno, tienes razón, vamos a la cama directamente. Dejamos todo como estaba y fuimos directos a la habitación. – Sabes, te parecerá una tontería, pero esta conversación me has hecho perder 20 años… va resultar que eres un buen vendedor de humo, todo un marrullero.

– ¿Cómo lo he conseguido que no me he enterado…?

– Con todo lo que me has dicho, lo de que estoy buena y eso, no sabes lo que me sube la autoestima que me diga eso un chico tan joven, aunque sea mi hijo. Llevaba mucho sin sentirme así de admirada. Yo de jovencita llamaba mucho la atención, ya tenía mucho pecho y me gustaba que se fijaran en mí… tú me has vuelto a esa edad.

– Es que es verdad, mamá, a ver quién puede contradecirme de cada palabra sobre ti.

– Gracias, Dani, mi amor.

– De nada, mamá. Cualquiera que tenga ojos te lo diría. Joder, si es que mira que cuerpazo…no te sobra ni te falta una pizca de hermosura.

– ¿Te gusto como mujer…?

– Me encantas en todos los aspectos, mamá.

 Lo mismo te apetece ver a tu mami picante… ¿Quieres que te haga un striptease?

– ¿De verdad me harías uno…?

– Es la primera vez que vamos a dormir juntos como quien dice y me siento muy sexy hoy. Claro, que llevo desde los 20 sin hacer uno y no sé cómo me saldrá. La última vez lo hice con la canción de Joe Coquer “You can leave your hat on” ¿Sabes cuál es? Cuando se contornea Kim Basinger en “9 semanas y media” delante de Richard Gare.

– Me encantaría verte mover esa cadera... Yo te canturreo la canción. 

Mamá empezó a desnudarse y yo me puse a mil tarareando la canción. Mi polla estaba como nunca había estado, se salía por encima del pijama. Y de pronto se soltó la blusa apareciendo las ubres que me amantaron… 

– Dios, mamá. Estás buenísima, joder. Vaya tetazas que tienes.

– ¿Quieres tocarlas?

– ¡¿En serio?! Me encantaría, pero dicen que a las chicas de striptease no se tocan.

– Claro que puedes, yo no soy una chica común y estoy segura que nunca has tocado unas tetas así, ¿no? Pues esta es tu oportunidad única ¡No pienses quien soy!

– Que va…. Hace tiempo que he perdido la identidad de la mujer que tengo ante mis ojos, aunque me excita mucho más sabiendo quien eres

Se subió encima completamente desnuda y me puso las manos en sus tetas. Empecé a manosearlas y a juguetear con ellas. Era la mejor sensación de mi vida… carnosas, suaves, enormes y los pezones duros.

– ¿De verdad, prefieres saber que soy tu madre…? ¡Eres un pervertido! Te la pone dura que tu madre te deje tocarle las tetas, eh… ¡Seguro que estás pensando en FOLLARME!

– Mamá, no sabes el dolor de huevos que tengo, lo dura que la tengo y lo que deseo estar dentro de ti… ¡Efectivamente…Necesito follarte!

– ¡Joder Dani, qué cabrón eres! Con lo que me has calentado esta noche y este punto que me ha dado el whisky ¡Yo también quiero que me folles!

Después del rápido estriptis se recostó en la cama, y yo empecé a jugar con el coño de mamá, mezclando lametones con los dedos. La humedad me decía que cada vez estaba más cachonda… 

  ¿Te gusta?

– Me encanta, Dani. Tienes una polla preciosa… ¡Y la siento muy dura! Siempre me han gustado las pollas descapulladas duras como la tuya, tienes una curvatura perfecta para penetrar, la cabeza puntiaguda debe perforar suave abriendo los coños…y para acabar el grosor de tu tronco ¡Joder cariño, es muy guapa!

– ¡¡Quiero metértela YA!!

– Hazlo, a qué esperas. Nada te lo impide. Alguien tiene que estrenar mi rasurado de coño, y quien mejor que un macho con una buena verga. No te prives de meterla entera ¡Seguro que me llega al estómago de lo larga y dura que la tienes! ¡Estoy deseando sentirla!

– ¿Tienes condones?

– En casa no hay condones de tu tamaño, pero con tu madre tampoco los necesitas ¡Tenemos confianza! Hoy no me podrás preñar y tampoco tengo ninguno ¿Tú sí?

– No, no… yo no tengo ninguno, siempre follo con condón con las zorras de mis novias, pero en casa no tengo ninguno…

– Entonces como ya te he dicho nene, que con tu madre no te hace falta la gomita… ¡Házmelo a pelo! ¡Quiero sentir tu hombría al natural dentro de mi coño! Mira toca para que veas cómo lo tengo de mojado ¡Está preparado para que lo perfores y lo abras con ese pollón…!

– ¿Estás segura, mamá? ¿Y me dejarás que me corra dentro?

– Sí, mi amor, que otra cosa se puede esperar de un buen semental…. La primera vez es muy importante que sea así ¡¡Quiero notar cómo me llenas de leche!! Agarrándome los huevos mirando a mis ojos… – ¡Aquí debes tener ya los bichitos muy revoltosos y ansiosos por salir disparados a llenar un buen coño!

Yo le obedecía sin contradecirle en nada, aquella situación insólita me gustaba demasiado, quería hacérselo suavemente. Mamá, al ver mis intenciones con dos intentos fallidos, deslizó su mano ayudándome a poner la polla a la entrada a la raja, la cual ya estaba lubricada al máximo por el afrodisíaco del alcohol mezclado con la abstinencia. Una vez puso mi glande a cobijo de sus labios vaginales, empecé a empujar suavemente encontrando la bocana de su vagina con suma facilidad. Mecía mi cadera ahondando cada vez un poco más y más dentro del maravilloso coño materno. Ella gemía aumentando sus jadeos, en un momento dado me encontré con su cara pegada a la mía y, mamá excitada diciéndome al oído que la rajara en dos de una puta vez, me lo soltó un tanto molesta porque entraba muy pausadamente. 

Abrazada a mi espalda, cuando yo sacaba quedando solo la punta de mi polla dentro, ella con todas sus fuerzas empujaba violentamente su coño contra mi mástil… el cual entraba como un tren en un túnel. Ella dio un grito cuando le entraron los más de 20 cm de una sola vez. Yo sentía que mi cipote se me despedazaba dado que ella era muy estrecha más allá de donde mi padre era capaz de penetrarla. Mamá, como enloquecida, trataba de empujar más dentro aplastando mis pelotas contra su coño, yo me sometía. Hicimos algunos mete y saca que hicieron que se pusiera todavía más caliente y después empezó a empujar contra mi polla elevando su culo sobre el colchón a un ritmo frenético. Me recordaba a la vez que la sorprendí con su consolador, solo que ahora el consolador era su propio hijo, la polla de su primogénito. Jamás ninguna me había follado tan bien dominado las caderas de esa manera, y jamás lo había disfrutado tanto, estaba en una nube.

– Ostia, como se puede mover tan bien siendo una cuarentona…

– Ni se te ocurra volverme a llamar cuarentona… ¿Tú crees que esta es forma  y ganas de follar es de una cuarentona…? ¡Eh! ¿Dime cabronazo…?

– No mamá, ni mucho menos… te mueves como una gacela. Le agarraba de su culazo con una mano en cada nalga, unas nalgas diáfanas y perfectamente separada por un gran canal que partía su culo.

– ¿Te gusta, Dani…te gusta cómo te folla tu madre…? ¿Te gusta el culo de tu madre o es el coño… qué te gusta más?

– No sé mamá todo lo tuyo me sublima. Sí mamá me encanta tu coño, tu culo y tus tetazas… ¡¡Joder me como follas Puta Zorra!!

– Eso es ¡Aaaggg ummm! ¡Dime como te gusta tener a la Puta de tu madre…!

Milagrosamente el efecto del afrodisíaco sexual de alcohol abstinencia acabaron en lujuria, se hizo sentir en mí poco a poco y comencé a hundirle mi tranca con más ganas en un terrible mete y saca. Mamá lloraba de placer gimiendo a cada pollazo. A ratos me decía que se la sacara y a ratos que la partiera en dos. Yo siendo empujado por mamá empecé a meter más y más mi verga en su gruta del placer… pronto sentí que estaba en el útero de mi madre… Ella lloraba como loca porque la partiera y que me amaba, que yo era de ella. Le empecé a mamar sus tetas con gula, eso puso a la hembra en celo peor, más excitada empujando sus nalgas con alevosía y furia, quería que se la enterrara toda y la despedazara. Como pude, logré entorpecer los impulsos de mamá o me reventaría a mí sus fuertes empellones, que provocaba que su coño se expandiera y brotara el clítoris espigado de su capucha rozándose con mi pubis en cada incursión profunda, a la par que mis pelotas azotaban el ano de mi madre. Yo al ver cómo actuaba mamá me enloquecí… deseaba follarme a mi madre a todo trapo sin compasión y sin hacer prisioneros…, la batidas se incrementaron y en tan gran agitación se produjo la salida del ariete, cogiéndome la verga con una mano le metí de un solo golpe los 20 cm, ella gritó como poseída por el demonio tirando la cabeza hacia atrás casi al  desmayo. 

Le di tiempo a que su coño se acostumbrara a aquel tren que entraba en su coñito precioso, despedazándola toda por dentro. Cuando vi que se había calmado seguí taladrando pero poco a poco, luego empecé un ágil mete y saca sincronizado con el meneo de su culo. Ella paró de follarme… se dejó hacer mientras yo me jodía, sentía como mi huevos iban y venían en cada empellón golpeaban el ano de mi mamá. Como desesperada tomó las riendas de nuevo…, mamá me empujaba de nuevo para que la rompiera… Era una escena increíble, nunca creí que una mujer como ella se fuera a comportar tan puta.


– ¡Joder nene, qué polla tienes, joder! ¡Aaaggg! ¡Me ha entrado hasta el útero! Ahí no ha estado nadie nada más que tú, eres un maldito cabrón ¡Que gusto me estás dando! ¡Fóllame duro, maldito hijo de puta! ¡FÓLLAME con tu gorda polla!

– Me flipa, mamá. Eres muy zorra cuando estás tan salida.

– ¿Sí? ¡¿Eso crees que soy cabrón?! ¡Vamos, qué más sabes decirle a tu madre!

– Me encanta que seas tan puta… Nadie disfruta de un rabo como tú, pienso reventarte a pollazos ¡Te voy a llenar de tanta leche que te va a salir por la boca!

– ¡¿Eso le dices a tus putitas cuando te las follas…?! ¡¡Joder, qué cachonda me pones!

– Y tú, mamá…me tienes al límite. Voy a correrme.

– Córrete dentro de mí, cielo. No me la juegues ¡Quiero que me llenes la vagina de lefa! Necesito sentir a hombría de un macho otra vez eyaculando en lo profundo de mi coño.

Quería prolongar todo aquello, así que la extraje de la acogedora vagina materna ante la indignación de mi madre, la masturbé por unos minutos. Hasta que le saqué mis dedos y los coloqué en su boca. Me los limpió con una buena perra. Y lentamente fui con mi boca, a su centro de pasión. El aroma era penetrante. Pero sin pensarlo, comencé a lamer su vagina y a comérmela como si fuera una tajada de melón. Mi lengua la estaba violando con toda la boca impregnada de sus fluidos…no dejaba de gemir encarnizado en su enorme clítoris erecto y dos dedos metidos en su coño follándomelo. Mi boca no paraba de trabajar la pepita hasta la llegada del orgasmo fastuoso ¡Sentí todos sus jugos en mi boca! Siento como convulsiona, latigazos que no me convencen de apartar mi boca de su coño. Unos segundos después, casi rogándome me dice que la folle, que la penetre con mi gorda polla bien a fondo. Sin pensarlo, me pongo sobre ella, y tomo mi mostrenco solo rozando intencionalmente sobre su vagina, hasta que ella misma me lo agarra al verme jugar con su clítoris y mi glande, y se lo mete brutalmente a la desesperada. Sentí que estaba en las nubes. Ese calor vaginal en mi polla era increíble, el tacto de su piel, el sonido de sus jadeos y el golpeteo de los cuerpos.

Comenzó un movimiento majestuoso, era una reina follando en la cama de matrimonio. Yo la acompañaba. Me rodeó con sus piernas, y brazos. Yo seguía con mis movimientos, hechizado por la pasión de esa hembra en celo…, siento que abraza mi cuerpo muy fuerte al llegar a un hermoso orgasmo en menos que pude pensar qué le hacía. Esa corrida de mamá me provoca que acelere mis movimientos de penetración, ya son con locura… se siento el golpe de nuestra piel, y nuestros jugos…duros, contundentes, profundos y sabrosos percibiendo cada detalle de su vagina en la sensibilidad de mi glande. Me abraza otra vez con mucha fuerza, y yo percibo que estoy a punto de estallar… y con fuertes movimientos noto la subida de mi néctar desde los huevos y la hinchazón de mi verga con mayor dureza dentro de ella, gozo de esas clavadas como nunca soñé… Dios mío… ¡Qué locura!

Tras tanto bombeo logré meterle los 20 cm cuando ya no daba más, para correrme dentro de su útero en un larguísimo orgasmo que llenaba y rellenaba el coño profundo de mi madre con mi mejor leche. Los chorros se concatenaron uno tras otro. Ella mientras tanto lloraba al sentirse atacada por dos lados… mi polla en su cuerpo por el coño y el amor por el sentir de su corazón por su amado hijo recibiendo mi pasión. ¡¡Eché una corrida en el coño de mi madre como nunca lo había hecho dentro de ninguna otra mujer!! Cumplí mi fantasía sexual favorita. Caigo rendido sobre su cuerpo desnudo, me acaricia, me relaja.

Me miro a los ojos sonrientes y felices de mamá… 

– Ha sido muy hermoso mi amor.

Antes que yo diga algo, me tapa la boca con sus dedos tiernamente. Me pide que no salga, que me quede para sentir el palpitar de mi cipote latiendo dentro de ella. Yo podía creer lo que había pasado, realmente un sueño hecho realidad, nunca lo imaginé así…fue mucho más que estupendo. Nos habíamos olvidado de todo, y de todos en esos minutos. No queriendo incomodarla con mi peso, me acomodo al costado de ella. Desde el otro lado se tapa con la sabana. No dijimos más, tan sólo nos besamos con complicidad… 

– No me arrepiento, eres muy hermosa y te quiero sobre todas las mujeres.

Volvió a besarme en un beso que nos llevó al infinito… 

– Calla tonto, ¿Acaso crees que no sé cuanto amor le has puesto a este polvo? Esas cosas las percibe solo una mujer y madre.

Mamá apenas vio que mi poste continuaba totalmente erguido tras correrme dentro de su coño, se tiró como loca a mamármela… era una escena impresionante e increíble. Me dio tanto morbo por el salido de esa señora tan estrecha hace unos días, que le paré la mamada con mis manos en su cabeza y, sin contemplaciones de un solo estacazo le clavé más de media verga en su galillo, follándome su boca. Lo que oímos fue un grito ahogado que retumbó por toda la casa. Yo no le hacía caso cogida de la coronilla, me impulsaba cada vez más adentro de ella, vengándome de lo que me había hecho sufrir en todos estos años deseándola y jugando conmigo. Me la puso otra vez bien dura, si es que se bajó alguna vez.

– Ahora me toca a mí, Dani… quiero correrme con tu polla dentro.

– Si es lo que quieres vamos, te volveré a follar. Quiero oírte gritar como una puta ¡No imaginas lo pone de cachondo!

Se la volví a meter en el coño a cuatro patas, me la follaba como a una perra viendo como mi falo se perdía una y otra vez entre los dos montículos de su culo respingón, aún se notaba apretada pero la verga se deslizaba con mayor facilidad por su copiosa fluencia de juegos y mi abundante corrida. La sujetaba del culo, después mis manos se deslizaban por su cadera a su espalda hasta llegar a su cuello… mis manos la amarraba de los hombros para clavarla con mayor energía. En esos momentos mi polla se ensartaba desde el glande hasta la raíz golpeando mis huevos contra su coño, a una velocidad cada vez más vertiginosa y menos prosaica. ¡Ummm! Percibí la humedad en mis pelotas de un chorro de líquido que las regaba… Mamá se corrió taladrando su coño, eso me enervó elevando mis ganas al punto que al poco tiempo me volvía a correr dentro de ella. Después de correrse encharcando todas las sábanas, mamá se agachó en busca de mi polla otra vez.

Se puso a jalarse todo el tronco endurecido… 

– ¿Te gusta como la chupa tu madre?

– Joder, es la mejor mamada que me han hecho en la vida. Me voy a volver a correr.

– A mi me encanta el sabor a macho, aunque esté mezclado con mi corrida. 

Ella lamía y succionaba mi capullo apretando el tallo hasta escurrirlo…, con su lengua recogía cada borbotón que brotaba del orificio que lamía con la punta de la lengua. 

– ¿Quieres correrte en mi boca?  ¡Seguro que puedes tener otra corrida ya!

– Claro que sí puedo… me tienes a mil.

Sus gestos me sorprendieron, y su tacto aún más. Mamá, aquella ama de casa frugal, se desveló al momento para mí como una mujer totalmente distinta, y esa mujer ya liberada paulatinamente de su temor a mostrarse sexualmente activa, liberó también su lengua… fina, deliciosa, esa lengua me tocó a la altura del perineo lengüeteado mi huevos mientras subía hacia el postre, dejando un camino de saliva fría… Los ojos cerrados de Rosa disfrutaban el camino, y se abrieron justo cuando tuvo el gigantesco falo cruzando toda la extensión de su cara, chupándola con su boca golosa.

– Qué grosor… ensimismada. – Me encantan estas venas hinchadas.

Las besó y pasó una mano entre mis testículos, acariciándolos con sus finos dedos, incluso clavó sus largas uñas naturales, pero sin querer hacerme el menor daño… Las yemas de sus dedos acariciaron mis cojones de una forma respetuosa, como sopesándolos. Y mientras, su otra mano, sin poder resistirlo, tomó la base de mi polla, justo en el contacto con la pelvis, casi me hacía cosquillas. Ahora que mamá había empuñado correctamente el arma de su deseo, dejó que sus labios besaran la punta del glande y se puso a sorber. Pero aún debería hacer más para obtener el preciado líquido… La lengua traviesa de la ama de casa fiel salió a recorrer mi falo. Y lo hizo rápidamente, casi sin yo darme cuenta recorrió el prepucio desde la punta hasta la base, dejando su saliva como huella. Rodeó hábilmente mi estoque con su lengua y volvió a recorrerla hasta la punta por el sentido opuesto. Estaba maravillado por la habilidad de su lengua, la lujuria contenida al igual que ella lo estaba de sentir mi carne varonil… ¡Nadie se imagina a una señora como mi madre comportándose tan puta!




Sin más demora, Rosa abrió su tierna boquita y engulló el glande. Algo que había visto en mis ensoñaciones durante las noches de autosatisfacción, y durante mis masturbaciones, ahora era realidad. La fina boca de mamá sí era capaz de introducirse el grosor de mi polla, aunque por poco margen, pues en los labios de ella se notaba que no podía abrirla mucho más. Lentamente, para mi asombro, empujó con la mano para irse metiendo el cipote dentro de su boca, de su garganta, centímetro a centímetro. Mi polla estaba cada vez más adentro de su garganta queriendo ganar todo el tramo hasta la raíz, de esos labios, pasando esos dientes y sintiendo su lengua, la cual jugaba conmigo desde su interior, impregnando de saliva fluida mi verga. Llegó un momento que ya, con un buen trozo de sexo masculino en su garganta, mi madre no daba para más, pero no la forcé. La dejé hacer, porque sabía muy bien lo que hacía. Esta vez no la follaría como un mandril, dejaría que ella también disfrutara de mamármela, un acuerdo tácito entre ambos se logró en esos instantes.

La cabeza de ella se empezó a mover hacia atrás, a rozar con fuerza mis carnes, y su lengua se volvía enloquecida en su cavidad bucal, humedeciendo mi sexo. Agarrada a mí con fuerza, Rosa tomó coraje y empezó a mover su cabeza a lo largo de la extensión de mi polla, frotándola a placer mientras hacía lo mismo con su mano en la base de mi miembro.

– ¡Ohh! Mamá… Me elevas al cielo, me haces sentir un placer ardiente, me haces correrme muy rápido.

La desatada señora de la casa dejó de comer polla para chuparla, se la sacó de la boca, acompañada de una cantidad considerable de saliva, y dejó que su lengua me recorriese la tranca con fruición, con deseo… Sus ojos me miraban con el mismo deseo, su mano agitaba con fuerza mi polla.

 – Joder mamá, no aguantaré mucho más…

Tras varios lametones que me pusieron a cien y me transmitían cientos de sensaciones, la madre cariñosa volvió a engullir la carne de su carne entre sus labios, ahora más adentro, ahora con más fuerza. Como una bruja hizo que mis testículos hirviesen casi al momento. Sentir esa sensación ahora, con mi propia madre haciéndome el mejor sexo oral de mi vida… era para no olvidar en la vida. Sentir el calor que emana de mi entrepierna, el semen produciéndose de nuevo por tercera vez…y queriendo salir, mientras la felatriz, como loca, sigue metiendo y sacando mi falo de su garganta. Retira su boca y sujeta la polla contra mi barriga produciendo un reguero de saliva desde mi capullo a los huevos…entonces comienza a lamerlos embadurnándolos con su húmeda lengua haciendo círculos, luego se mete uno en la boca absorbiéndolo, lo chupa y tira de él con intención de arrancármelo con sus labios. Un escalofrío de placer me recorre todo el cuerpo…, lo suelta a modo de elástico y se enzarza con el otro, dándole el mismo tratamiento. Luego en un alarde devorador, se los mete los dos. Noto como juega con ellos su lengua y me arrebata el sentido. Enloquece con ellos mirándome a los ojos de mamá ya no tienen nada de compostura ni de madre afectuosa, sólo de hembra en celo que reclama su premio. Se mueve sin parar, chupa, absorbe, engulle, frota castigando el poste de su hijo, de su macho. No puedo más, hiervo, siento que me descontrolo… ella es la culpable. Y se lo digo, mientras ella no para de elevar la velocidad mamadora… 

– ¡Mamá joder! ¡Me corro, mamá…!

Hace un gesto como si lo hubiese entendido, pero no cesa, sigue comiendo polla como si le fuese la vida en ello. Y creo que sabe cómo funciona, la comprende y la siente… igual que noto la leche en busca de la salida y no puedo frenarlo. La hembra en celo, en ese momento vuelve a besar el glande con sus labios porque sabe que llega el húmedo final. Me masturba con firmeza sellando mi glande con sus dulces labios amorosos y exploto de locura, un placer, siento como viene y pasa delante de mí una corrida bestial, el caudal caliente que sale de mi polla… Y mamá lo está esperando, con el glande dentro de su boca, siente como el primer chorro sale disparado al paladar y lengua…sus ojos se derriten al sentir la miel. Hay más, pero ella puede con todo. 

Mi madre sigue frotando, ansiosa por escurrir mis testículos y con la segunda andanada llega todo de golpe, un torrente de semen hirviendo que se desliza por su boca… Le quema, arden sus paredes… El semen es abundante e inunda a su cavidad, la lengua es derrotada y el esperma viscoso cae por su garganta. Ella lo percibe caer por su garganta, siente que le desborda, pero ni así se da por vencida. Esa hembra quiere toda mi leche… En el intento por no perder nada, un poco de semen espeso se desliza por la comisura de sus turgentes labios… Yo he acabado, aún mi polla tiesa pertenece a la sedienta madona de mi progenitora. Ella recorre con su lengua toda mi extensión, quiere hasta la última gota, extrae el miembro de su boca pero aún lo lame… Le gusta su calor. Me lo ha devuelto y me mira a los ojos. Abre la boca y puedo ver mi manantial de semen posado en su lengua y decorando su paladar pese a ser la segunda eyaculación de esa tarde, es copiosa. Me exalta ver mi esperma recorriendo sus dientes y cómo su lengua está empapada de blanco. 

Mamá está radiante con su boca llena de mi semen. Me sonríe satisfecha… Cierra la boca y se lo traga… mamá se traga con paciencia el mar de semen viscoso que inundaba su boca hace unos segundos. La vuelve a abrir y relame los restos de las comisuras de sus labios, llena de deseo. Con dos dedos recoge el engrudo que se resbala por su barbilla. Y lo vuelve a llevar a su garganta, todo queda ahora para mi señora Madre en su estómago y en su coño. Se levanta y se coloca a mi altura. Se sigue chupando esos dedos recubiertos de semen.

– Estupendo… me dice mamá, con una sonrisa.

Se marcha hacia el aseo desnuda sin más demora. Y desde la puerta me lanza otra sonrisa, la cual hoy recuerdo llena a rebosar por mi semen… – Está riquísima. Se rechupetea un dedo.

– ¿Te lo has tragado toda?

– Toda todita, ni una gota te ha quedado sin estar dentro de mí ¡Creo que te he dejado seco por hoy!

– Joder, ha sido la mejor noche de mi vida.

– Sabes Dani, llevaba sin sentirme así muchísimo, mi rey. Te quiero. Gracias por darme la vida con esto.

– Yo sí que te quiero, mamá. Y las gracias debería dártelas yo a ti.

– Una madre también debería estar para estas cosas, los hijos crecéis y tenéis vuestras necesidades… son cosas que no tenemos en cuenta todas las madres. Descansa, mi amor, te has portado como un campeón. Nunca imaginé ver como lograba hacer correr a un macho tan seguido ¡Estos huevos producen mucha lefa! Y tú eres muy potente.

– Y tú te has portado increíble, como una hembra campeona… follas asombrosamente, mamá. No tardes, me quiero dormir abrazado a ti.

– Me aseo un poco, que me has dejado perdida de leche, y te acompaño en la cama.

Nos quedamos rendidos completamente satisfechos… yo todavía no me creía lo que acababa de pasar, no me creía que estuviera compartiendo la cama con total normalidad con mi madre, la mujer con la que llevaba soñando desde que tenía uso de razón, me había hecho de todo en la cama de matrimonio, donde tantas veces se la folló mi padre, ahora había sido yo el sustituto. Esa noche cambió para siempre nuestra relación y nuestra vida, me costaba conciliar el sueño, pero no quería parecer un mono salido… me la hubiera follado otra vez. Al día siguiente amanecimos pegados, y yo con una erección de caballo, a partir de ese encuentro, mamá gustaba de estar siempre cerca de mí y tocarlo para «cerciorarse», decía ella, de que era una erección dedicada a ella. Cuando teníamos ocasión, y manera constante me lo tocaba y me masturbaba sin llegar a hacer que me corriese. 

Hasta que un poco más tarde, volvía de nuevo a masturbarme muy feliz y contenta…ella también se tocaba…, ese juego sin penetración nos cautivaba mucho. Mi polla a duras penas cabía en su mano, la y acariciaba con las dos cuando desatendía su clítoris. A veces subía y bajaba a ritmo de desesperado. Con sus duras pajas notaba cosquillas y calambres que me recorrían el cuerpo y me llegaban hasta la cabeza de mi polla y volvían a bajar. Veía a mi madre agachada con una camiseta corta desvelando sus bragas. Con el movimiento de la masturbación que me hacía, se abría el gran escote de la camiseta usada, casi raída pero tan cómoda para ella que no la deseaba desechar, mucho mejor para mí porque dejaba ver sus grandes tetas morenas con grandes pezones en forma de cachito de luna todos espigados por la excitación que tenía.

Bajo sus escuetas bragas semi transparentes, se podía divisar su raja pelona abultada con grandes labios carnosos marrones oscuro. A los pocos minutos le avisé a mamá que ya me corría y la reacción de ella fue introducir mi glande en su boca, pero dado su enorme tamaño apenas pudo meter una parte. La explosión fue como destapar geiser o una manguera de bombero. Trató de tragar todo el semen que pudo, pero el río era tanto que le corría mi leche por su cara, pelo, tetas. Tras el tercer aldabonazo, no pudo más y succionó el glande sin dejar de pajar mi tronco que aún escupía lefa…Le manché toda su camiseta y al verla manchada se la quitó quedando desnuda con sus grandes tetas pesadas por la fuerza de la gravedad, toda una hermosura… me enseñó toda la carga que aúna acumulaba en su boca, jugando con ella. Ante mi mirada atente cerró la boca y se lo tragó. Era tal el grado de fiebre de mi madre que tomó mi mano y me arrastró hacia ella solicitándome a gritos que la hiciera suya otra vez, que le metiera el monstruo que tenía entre mis piernas en su vagina y que la despedazara porque ya no soportaba ni un segundo más de no tener mi verga en su interior… 

– hace mucho que no tengo una polla de verdad a tan a mi alcance.

Ella se acostó y abrió las piernas al máximo para que la penetrara totalmente despatarrada. Yo, ante la visión de su hermosa vagina pretendí hincarme y chupársela, pero ella no me lo permitió, me dijo que no perdiera tiempo, me requería dentro de su coño. Yo cogí mi gigantesco falo y apunté con cuidado a su vulva y le introduje de un solo golpe una parte más allá de mi glande.

Mi madre soltó un grito sensual… – Aaggg Umm, luego pidió que la rajara de un solo envío hasta el útero… 

– ¡¡Métela entera, no me seas maricón!! Para esto ya tengo a tu padre, pedía desbocada. – ¡Empótrame hasta que no quede nada de polla fuera de mi coño!

Yo emocionado por sus gritos exigentes, hice mi cadera hacia atrás y de un certero golpe le metí la polla entera abriéndole la raja de su vulva. Nuevamente gritos desgarradores salieron de su boca lasciva... 

– ¡Ummm!

Yo me paré un poco dado que su túnel era tan estrecho para mi ariete que me estaba empezando a doler tras no haberse recuperado de la vez anterior…follar a mi madre no era solo echar un polvo, siempre exigía una sesión continua de dos o tres seguidos. Dejé que se acostumbrara a su grosor y longitud, tras unos segundos comiéndonos las bocas, las lenguas en pugna una contra otra, mi cadera hacía de las suyas entre las piernas de mi madre… la sacaba hacia atrás y tensado el culo con impulso la hundía hasta los cojones una y otra vez. Tres o cuatro metidas a media caña y otro firme a fondo enterrando todo el cipote, hasta que ya no podía entrar dado que topaba con una especie de pared, entonces notar la pared de su vagina, ahí también percibía una dureza que golpeaba el glande cortocircuitando mi cuerpo. Ella, enloquecida, gritaba y se revolcaba, debía de ser por lo mismo ¡Me emocionaba pensar que era su punto “G”! Cruzó sus piernas sobre mi cintura y ella misma hacía movimientos coitales hundiéndose cada vez más y más mi tranca. Pero yo en mi euforia y viendo la gran cantidad de polla que ya era capaz de tragar su vagina, sacaba la mitad retomando impulso, lo hacía con furia. Ella gestionaba sus músculos vaginales, los cerraba de tal modo que mi verga pasaba por un túnel súper estrecho.


Era como ingresar en otra cavidad. Mi madre lloró, grito y bufó clamando entre jadeos como la había partido en dos y que estaba en lo más intimo de su ser. Se retorcía como una serpiente contorneado su coño alrededor de mi verga… lloraba a lágrima viva emocionada de placer y de sentirse viva después de mucho tiempo, sin dejar de decirme que le metiera más verga. No paraba de pronunciar como una retahíla…

«Hijo de puta cabrón - hijo de puta cabrón» «Me partes toda hijo» y «Soy tuya… mátame a pollazos» «vamos lléname bien» 

Yo viendo el daño que podía causar, cesé mis acometidas tan duras y esperé que ella se rehiciera. Cuando ya la vi más tranquila le pregunté si estaba bien y entre jadeos me dijo que sí, que siguiera sin miedo metiéndosela… 

– Parece que la siento en el estómago como no he notado otra verga.

Empecé a moverme a un ritmo moderado en el mete y saca pero siempre metiendo a profundidad. Mi tranca es tan gruesa en la base, que se veía cómo sus labios vaginales se abrían ante el intruso al mismo tiempo que el glande se enterraba en las profundidades de mi madre… en las mismas tropas de Falopio. Cuando lograba meter un centímetro a centímetro, los gemidos de mamá eran conmovedores profiriéndome que no la sacara por el amor de Dios… De repente, veo que los ojos de mamá se entornan y se ponen blancos, echa su cabeza hacia atrás y luego la deja caer de lado. Solo oí un resoplido y cayó como inconsciente… mi madre se corría una y otra vez, sus piernas ya no la sostenían por mismas, dejándome esa tarea a mí, sentía algo caliente que abrazaba mi tronco y salía a presión pese al acople de nuestros sexos, los chorrillos mojaba mi barriga. Eran sus jugos corriéndose como una cosaca. Le saqué la polla para que eyaculara a placer y me estuve quieto e intranquilo, sobándole las tetas hasta que volvió en sí. El charco de sus eyaculaciones era extenso, además de rociarme todo mis muslos, convulsionaba y eyaculaba como una fuente a chorros sincopados.

Tenía una cara de felicidad increíble y me pidió que siguiéramos para hacer que yo me corriera dentro de su raja otra vez más. Esta vez hice las cosas más pausadamente, pero lo hacía en salidas largas y en entradas profundas hasta que sentí que nuevamente mamá se dejaba caer como desmayaba interiorizando cada centímetro de mi polla. Al rato, al recobrar la conciencia, mi polla seguía metida en su vagina y totalmente endurecida. Era tal su desmán que me confesó no haber sentido nunca una polla tan dura… Mamá estaba enloquecida, la besaba y la chupaba… nos comíamos las bocas diciéndome que yo era suyo y de nadie más, que nunca me compartiría con nadie. Me hizo jurarle que yo sería su amante por siempre y que solo con su consentimiento ella me traería a alguna amiga para follármela… pero que no sería necesario, porque ella sería suficiente hembra para mí. Comprendimos que esa relación ya no era un juego, no era broma…hablábamos en serio y juró que eso nunca se daría. No le prometí nada, solo arrecié con ahínco hasta que me enervó todo el cuerpo, ella lo notó de inmediato, me sujetó de ambas nalgas con sus manos y me atrajo más dentro de su coño.

– ¡Vacíate en el útero de tu madre! Ahora este es el lugar de toda tu leche.

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Rosa es una mujer convencida de su sexualidad, madre y esposa complaciente que tras el nuevo descubrimiento con su hijo, desea proseguir con la exploración sexual de la sumisión de la mano de su amante, el primer y único que ha tendido, con quien llegará mucho más lejos y con quien, a la vez, comprobará si el incesto y el amor de madre son realmente compatibles... mi madre es una joven madura ataviada de viejos ropajes de los que se quiere liberar… siempre se ha visto atractiva pero no tan liberada como para disfrutar siendo sexualmente sometida por un macho joven al que le dobla la edad. Sabe como yo que su vida ha dado un giro al conocer el lado oculto de su sexualidad compartiéndola conmigo. Me dice después de hacer el amor o follar, porque hacer el amor es solo para procrear, que soy su hombre ideal… guapo, inteligente, culto, con sentido del humor... y muy dominante en la cama. 

Ciertamente ambos nos complementamos a la perfección… ella nunca ha tenido un amante, y todo lo que hacemos le parece innovador e imaginativo. Yo jamás había conocido a una mujer tan dispuesta a dejarse llevar en busca del placer. Como cualquier otra pareja de enamorados, siempre encontramos el momento de disfrutarnos sin dejar pistas de las que puedan sospechar los demás…follamos a pelo y al vivir juntos de puertas adentro nos podemos comportar depravados follando como conejos. Pero, ¿es posible mantener una relación de convivencia afectuosa e igualitaria si ella es tu madre y yo su hijo de cara a la galería, el mismo hombre que en la intimidad goza siendo su Amo y Señor? Sin embargo nuestra historia es honesta y sin prejuicios, basado en una experiencia real, de una mujer que vive su sexualidad con absoluta y total libertad con un macho que se personifica en su propio hijo. Nuestra historia se puede calificar de atrevida y sensual planteando las distintas y variadas formas que puede tomar el verbo amar.

Mi madre aquella mañana del 8 de Agosto, tomábamos un desayuno relajado tras haber follado durante más de una hora, mi padre atendía a sus negocios mientras desatendía a su esposa, poco le importaba a mi madre… ahora tenía lo que siempre pretendió desde niña…ser una esposa mantenida por un hombre con un buen capital y un amante, fuese el mismo esposo u otro, que la complaciera en la cama…

– Hijo soy de ese tipo de mujeres que reivindican la igualdad entre una mujer y un hombre…soy feminista sí…, eso no quita que me guste también practicar el tipo de sexo que me das tú, porque no voy a negar que me sublima serte sumisa como una Puta. La naturaleza nos ha diseñado así…yo tengo un coño y tú la verga perfecta que debe entrar en ella para darme placer y “PREÑARME”.

No hay ni que decir que nos hemos convertido en amantes al margen del conocimiento de mi padre, mi polla la tiene enloquecida, cada mañana cuando papá se marcha y antes de irme a la universidad, se me amorra como un vampiro a beber su leche directo de mi glande. En más de una ocasión se trae la taza del café y en vez de ponerle leche corriente usa mi leche y se toma su cafecito enloquecida de placer de saber que la leche de su hijo le está llegando a su estómago. Por ahora nuestro sexo es solamente oral y vaginal, la etapa anal está en proceso, dado que vivimos en un edificio de apartamentos y mamá es muy ruidosa en sus expresiones sexuales. Llegado el otoño, decidimos alquilar una casa en el campo retirada de toda comunicación donde ella pueda desahogar sin miedo su lujuria y gritar lo que se le antoje… eso le pareció raro a mi padre, pero aceptó de buen grado porque él también siempre quiso tener una parcela de campo y todo cuadró, tanto le gustó que la compró.

Una parcela con casa, jardín y piscina en medio del campo era ideal para los fines de semana desbocados sin mi padre, dado que la situación se había puesto tan tensa con los mis vecinos que miraban a mamá como si fuera una delincuente, y menos mal que creían que el generador de sus gritos era mi padre y no yo. Eso nos impulsó a irnos al campo con frecuencia, mi padre también se animó, al punto que remodelamos la vivienda, el jardín lleno de maleza y pusimos la piscina a funcionar. Aquel lugar apartado era completamente autónomo en electricidad, agua o residuos, lo que nos daba plena libertad. Allí nuestras relaciones sexuales llegan a extremos increíbles. Lo hacíamos unas 3 o 4 veces al día los fines de días que nos quedamos solos en el campo… también andamos desnudos por casa con el buen tiempo. Cuando le meto mi cipote erecto entre sus piernas, le llega a salir un pedazo más allá de donde terminan sus hermosas nalgas y ella echa la mano para atrás y me acaricia el glande con dos dedos…lo estira y pellizca. Eso me llena de pasión e ipso facto la tiro al suelo, le abro las piernas a lo salvaje y la hundo inmisericorde… en esos momentos se diluye todo su feminismo y se apodera de ella la hembra procreadora sedienta de macho.

Se ha acostumbrado a este sometimiento, ya no le molesta tanto como al principio que se la hunda a lo salvaje. Siempre que hago eso siento que mi polla se me parte en dos…es tan excitante abrir las carnes del coño de mi madre, que todo es superior a mi voluntad de respetarla como mujer, sobre todo cuando ella pide seguir con el juego de rol de macho dominante y hembra sumisa. La volvía a clavar con pasión solo que esta vez de manera más comedida, pero no por eso dejando de meterle sus buenos 20 cm en la deliciosa y calientita raja. Ella llora, grita, chilla de placer… el solo hecho de tenérsela metida era suficiente para que me regara una y otra vez. 

Mi madre conmigo descubrió su capacidad de ser multi orgásmica, como aquel Sábado tarde 7 de septiembre de 2020,mientras ella me regaba en el enésimo orgasmo, decidí tocar su ano y meterle varios dedos para ver si ya estaba lista para rajarle el culo de una vez por todas… para sorpresa mía su culo me aceptó dos dedos sin problemas, producto de la excitación que tenía. Tras sacársela de su vagina, la puse a cuatro patas y seguía metiéndole los dedos en su culo. Era tal su placer que casi ni cuenta se daba de mis dedos perforando el esfínter. Le puse mi mano en sus nalgas y presioné sobre ella para que pusiera su pecho más contra la cama y levantara más su culo. Una vez que lo logré, le saqué los dedos de un solo golpe, me puse de pie en la cama y, medio en cuclillas la metí el glande de un solo sopetón en su culo desde arriba, abrazando su culo con mis muslos. 

Ella bramó como loca, gritaba que se la sacara sin huir del acosos… sin más de sopetón le enterré la mitad de mi verga. El grosor la mataba, me quedé quieto un ratito mientras su culo aceptaba la cilindrada y cuando dejó de llorar empecé a meterla más con fuerza. Sentí que llegó a un tope al haber metido hasta los huevos en su culo. Ella blasfemaba que yo era un hijo de puta maldito, que le estaba partiendo el culo, que nunca más volvería a padecer de estreñimiento, en fin, una serie de estupideces que decía producto del dolor, del placer y las ganas de ser desvirgada por fin por la puesta trasera. No le hice caso para nada y comencé a bombearla como si fuera un endemoniado, eso sí, con cuidado de no despedazarle del todo su lindo culo.

Al rato de estar así, ella se corrió de nuevo, decía que era inconcebible pero que sentía un orgasmo en el culo… 

– ¡Vamos cabrón, reviéntale el culo a tu madre!

No sabía que si lo hacía terminaría en el hospital con ella…y lo peor serían las explicaciones a mi padre. No pude aguantar mucho notando la estrechez de su ano, notaba que ya me corría, le cogía los hombros y los usaba como soporte para impulsarme más dentro de ella. Eso fue demasiado, pegó un grito endemoniado al tener toda la barra de carne dura empotrada en su culo …, yo enloquecido, no le di importancia, la sujeté bien del cuello puesta a cuatro patas… ella lloraba de gusto y de dolor como tantas veces lo habíamos disfrutado. Tras diez minutos bombeando en tan enjuto agujero, no pude más corriéndome dentro de su culo. Nos dimos un buen baño con agua tibia para recuperamos un poco y aún en esa condición ella me pedía que le diera mi leche en su boca, estaba nuevamente con fiebre sexual, mi madre era peor que una ninfómana en aquel lupanar del incesto. 

Una vez aseados, se bajó al pilón allí mismo en el aseo, como pudo se metió una parte de mi tranca en su boca y lo mamaba como loca. Yo veía su boca toda distendida y pensaba que no debía de ser muy agradable sentir la boca tan estirada como ella la tenía, pero en su fiebre por obtener mi leche eso no le importaba. Mamó y mamó como desesperada por un buen rato, para que lograra darle mi leche. Cuando se la di, le tiré un chorro de lefa gigantesco por su boca, su cara, sus tetas…ella bebía y bebía como loca. Quería que la volviera a rajar su vagina, pero cuando intenté metérsela estaba tan resentida que tuvo que llegamos a la conclusión de que no era posible y que debía descansar. Nos volvimos a duchar de nuevo, cenamos y nos acostamos abrazados como dos amantes apasionados. Mamá y yo dormíamos desnudos bajo las sábanas de aquella casa de campo apartada del mundanal ruido…, tras los cuatro polvos de ese día, su raja necesitaba un tiempo de recuperación, no obstante la veía ansiosa por volver a poder follar.

Cuando le preguntaba que cómo seguía su coño me decía que mañana estaría ya a punto para mis embates y que su culo también estaría repuesto, listo para la guerra… 

– Quiero que mañana antes de irnos me des verga por ambos agujeros.

Para la noche quería lefa pero yo le dije que mejor la guardaba para la guerra de mañana, pero a cambio antes de dormir, le di la gran sorpresa al meterle una mamada salvaje a su raja y a su culo, sacándole un orgasmo brutal… Ella suplicaba que se la metiera y la rajara toda, pero me logré sostener para el domingo 8 de septiembre. 





Esos días eran brutales con mamá y yo a solas... cocinando y follando como conejos, se daban poco porque mi padre rara vez se marchaba de trabajo todo un fin de semana, pero una vez al mes ocurría y entonces se desencadenaba una tormenta perfecta “La ciclo génesis explosiva”. Nunca usábamos condón en todo el verano de amor y sexo que tuvimos…eso finamente tuvo sus consecuencias, marcando el resto de nuestra existencia…Así como un regalo de Papa Noel, mi madre anunció en la cena de Navidad que estaba preñada, miró a su marido que no daba crédito y después nos cruzamos las miradas…

 – ¡¿Enhorabuena mamá, no sabía que teníais planeado traerme un hermanito?!

– Ni yo tampoco hijo, dijo mi padre. – Ni yo tampoco…

– Pues ya veis, para primavera tendremos uno más en la familia. Y no es solo culpa mía, cariño, algo habrás hecho tú también…,soltó dirigiéndose a mi padre.

La noche sorpresiva continuó con mi padre mucho más colaborativo, a partir de ese momento no dejó que mi madre hiciese nada que él pudiera realizar, aquella situación ayudo a que entre canapés y sidra mi madre se acercara a mí susurrándome al oído muy sensualmente…

 – ¡Toca mi pancita! Debes estar muy orgulloso de haberle hecho un panza a tu madre… ¡Sabía que este par de huevos que tienes no me iban a fallar! Aquel fin de semana loco percibía tus bichitos revolotear dentro de mí, desde entonces supe que me habías PREÑADO ¡Eres un gran semental hijo mío! Un gran macho que me ha hecho muy feliz.

Mamá saldría de cuentas en la semana del 15 mayo de 2021, un día en el que ocurrieron dos cosas importantes… una que comencé a salir con Sofía oficialmente, la chica de quien me enamoré perdidamente en la biblioteca del instituto cuando ambos fuimos a solicitar el mismo libro… “El guardián entre el centeno” de Jerry David Salinger…, la otra gran noticia fue la llegada al mundo de mi hermanita Sabina, que según como se mire es mi hermana y a la vez mi hija, pero esto no lo sabrá nadie, más que mi madre, porque ni yo. Las fechas coincidían pero no era nada cierto que yo fuese el culpable, solo me fiaba de la palabra de mi madre.

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