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UNA HISTORIA DE AMOR. Y si tú no has de volver...

    "Y si tú no has de volver" 1ª PARTE "Una para el otro y otra para el uno". Esa frase la repite una y otra vez mi ...

Una familia poco Ejemplar. Inicio




Hace 50 años las familias era tradicionales… formadas por una madre, padre e hijos de ambos, sin embargo hoy en día esto es una rareza. Mi madre me tuvo muy jovencita soltera preñada de un desconocido que se la folló una noche de fiesta. Con la ayuda de mis abuelos pudo salir adelante y luchar por tener un puesto en esta sociedad marcada por el machismo…mi madre es una vencedora del sistema y como tal ejerce su profesión de especialista en calidad para obras públicas en una empresa muy importante de España “ETOSA”. 

Hace solo dos años conoció a un hombre divorciado con dos hijos, Isidro, un buen tipo que me trata cordial, no tanto sus hijos, la mayor se llama Eugenia y Carlos el pequeño come pollas. Tras casarse, “¡¡que a saber para qué le hacía falta a mi madre hacerlo a sus 36 años!!”, lo lógico era compartir con ellos temporadas de asueto en las largas vacaciones de verano. Cuando ocurrió mi primer encuentro vacacional con mis “hermanastros” o como se le quiera llamar a los hijos del esposo de mi madre, que no son hijos de mi madre. Eugenia es la mayor… su hermano Carlos es de mi edad, pero apenas nos llevamos un año y medio.

Todo llega a ser un tanto raro…, porque cuando eres un adolescente es casi tan difícil enfrentarte al sexo cómo caminar sobre las aguas, y si eres de la acera de enfrente ya es un milagro, pero Carlos era las dos cosas. Algunos chavales suelen tener bien callada su orientación sexual si no querían acabar marginados por el bullying…en esta familia había de todo…ninfómanas, homosexuales e incestuosos, entre los que me contaba yo…me llamo Fulgencio, pero todos me llaman Pencho. Mi “hermanastra” Eugenia es una chica preciosa, con tetas medianas y un buen culo redondo con un largo pelo rubio natural, una niña un poco egocéntrica y vanidosa. Esa mañana se encontraba sentada sobre una roca donde daba la sombra una enorme encina, parecía vigilar las cabras que rondaban por la ladera de aquel pueblo. Yo iba acoger un saco de piñas tras una discusión con mi madre de quien debía de hacer una u otra tarea, mientras mis “hermanastros” se tocaban las bolas, a mí me tocaba currar porque mi madre era la que imponía carácter en aquel matrimonio. Los vi en la colina sentados en la gran roca, pasé a unos diez metros de ellos. Eugenia me llamó…

– ¡Ven aquí un momento, Pencho! 

No le hice caso. Era una puñetera mandona y a mí las chicas feminazis no me iban.

– En otro momento será. 

Mi respuesta le sentó cómo un tiro, acostumbra ser obedecida por Carlos.

– ¡Vete a la mierda!

– Mejor voy a recoger las piñas que debías haber traído tú.

Era una tarde del mes de Julio y el sol apretaba. Pero a mí me apretaron las ganas de otra cosa. Me metí entre dos grandes rocas, y a la sombra, saqué la polla, ya empalmada, pues cuando se me pasaba por la cabeza hacer una paja la polla ya se me ponía dura. Esa paja iba a caer pensando en Eugenia. Meneando la polla pensé que la besaba en mi cama. Que le quitaba aquel vestido azul que llevaba puesto y que se quedaba con las tetas al aire, las imaginé grandes, duras y con gordos pezones, se las comía mientras mi mano bajaba y se metía dentro de sus bragas. Encontraba su coño mojado y le metía un dedo, ella me cogía la polla y me la meneaba. Ya la palma de mi mano estaba mojada con el líquido pre-seminal. Le quitaba las bragas y le comía el coño, ella gemía, le comía el culo y aún gemía más... Ya a punto de correrme imaginé que se la metía en el coño. Apreté la polla con mi mano derecha, la sacudí más aprisa, se me cerraron los ojos y de mi polla salió un tremendo chorro de leche, y luego otro tras otro. Me quedé grogui después de eyacular la buena dosis que eyaculo… la leche bajó por mi polla y me pringó la mano. A acabar, y cuando me iba a limpiar con el pañuelo, miré para arriba y vi las piernas largas rematadas en las bragas de Eugenia. Me había estado espiando. No se cortó un pelo la muy cabrona con todo el descaro que le caracterizaba…

Mirando hacia abajo, me dijo… – Así es como os hacéis las pajas los chavales, cómo si le estuvierais dando cera al mango de una raqueta.

Cortado y guardando la polla… – ¿Cuánto tiempo llevas ahí?

– Desde que la sacaste… Tienes una buena polla...

– A ti qué te importa… ¿Y ahora qué quieres…? ¿Me quieres hacer otra paja…?

– No, ahora vienes a jugar a las cartas conmigo. Aquí en este pueblo me aburro mucho.

Por ver si se cortaba un poco, le dije… – Te estoy viendo las bragas.

Abrió más las piernas… – Ya lo sé tontorrón... ¿Quieres que me las quite?

– ¿Y no te importa?

– No, yo a ti te vi la picha y correrte como un salido.

– Esto es una polla, verga, cipote, badajo o tranca, pero no una picha…, eso será lo que tenga tu hermanito, él si debe tener una pichita.

– Polla, picha, falo… qué más da cómo la llames, el caso es que te la vi y que vi cómo echabas la leche ¡Creo que se lo contaré a tu madre!! Sabrá que eren un pajero salido…

Me enfadé… – Cabronaza. ¿Y tú eras la que no decía tacos porque eres una niña muy educada?

– Todos tenemos dos caras, pajillero.

Poco después, al lado de la roca donde estaba antes mi “hermanastra”, sentados sobre la hierba, Eugenia, daba cartas a la brisca. Con una chulería que tiraba para atrás… 

– ¿Qué nos vamos a apostar?

Creí que le iba a dar donde le dolía… – ¿Un beso?

Me iba a sorprender… – Eso es poco. Si ganas te dejo que me chupes las tetas.

– ¿Y si pierdo?

– Le dejas a mi hermano que te chupe la polla. ¿Hay trato?

– No, si gano me dejas que te coma las tetas y el coño. Lo pensó poco para decirme. – Vale.

Aquel vale, y la sonrisa que se dibujó en sus labios me decían que algo no iba bien, seguro que había trampa. Estaba muy segura de que me iba a ganar. Media hora más tarde perdía seis a cero. Con unos aires de superioridad que me incomodaron… 

– Vete a coger el saco de piñas y vuelve aquí que mi hermano no tarda en llegar.

– ¿No me das la revancha?

– Te la doy, pero si pierdes le tienes que poner el culo a Carlitos.

Ni loco iba a jugar… – Voy a llenar el saco de piñas.

Cogiendo las piñas me comía el coco. ¿Cómo haría para coger casi siempre los ases y los treses? Solo podía haber una manera. Tenía las cartas marcadas. Al volver le iba a pedirle la baraja y mirar. Y si estaban marcadas le pondría el culo morado. Con el saco lleno de piñas volví al lado de Eugenia. Su hermano aún no había llegado… 

– Acabaste pronto la tarea… ¿Jugamos otra partida?

Iba a saber si las cartas estaban marcadas o no… – ¡Jugamos!

Eugenia me dio la baraja, barajé y fui mirando. Vi un puntito rojo en la esquina de una carta, le di la vuelta y era un as. Otra carta tenía un puntito azul, le di la vuelta y era un tres. Mire para Eugenia. La chavala se dio cuenta de que la había pillado. Nerviosa… 

– No es lo que parece Pencho…


– Sí que lo es, apuesto lo que quieras que todos los ases y los treses tienen puntitos rojos y azules. Eres una tramposa y lo voy a demostrar…

Entregó el equipo… – ¿Cómo arreglamos esto?

– Hazme una oferta.

– ¿Te gustaría que te la chupara yo también? Lo digo para que no te resulte tan violento que te la chupe un hombre.

Me puse serio… – Ni hablar ¡A mí no me la va a chupar ningún maricón! Pero tú te vas a llevar una buena tunda de palos en tu bonito culo

Se asustó… – Se te va hacer tarde… te estarán esperando con las piñas para encender el fuego.

Ya era tarde, sí pero me dio lo m ismo… la puse sobre mis rodillas. Pataleaba cómo una gata. Era igual, le levanté el vestido, le bajé las bragas y le calenté sus duras nalgas. ¡¡Plassssssss!!  ¡cabróóoóóóón!  Plasssssss, plasssssss, plasssss, ¡ayyyyyyyyy¡ Plasssssss, plasssssss, plasssssss, plassssss ¡desgraciadooooo!¡¡Plassssssss, plassssss!! ¡Déjame cabróoooooon!

– ¿A quién quería engañar tú, pardilla?

Eugenia se subió las bragas y el vestido, se sentó sobre la hierba, y llorando me dijo… 

– ¡Si fuera un hombre te daba de hostias, abusón!

– Eso te pasó por tramposa. 

Se fijó y vio el bulto en mi pantalón. Se endemonió aún más de lo que ya estaba.

– ¡Encima te empalmaste! ¡¡Te pone cachondo pegarle a una mujer, desgraciado!!

– No fue por eso, fue al ver tu culo. Tienes un culo precioso.

Estaba realmente furiosa… – ¡Maricón!

– Si tú lo dices... 

No paraba de llorar. Me senté a su lado, le di un beso en la mejilla. 

– ¿Me perdonas? No pensé que te iba a doler tanto.

Me dio un empujón…. – ¡Aparta, abusón!

Lo que realmente le dolía no fueron las nalgadas, sino haberla dominado. Le di otro beso. Me gustaba besar su mejilla, las lágrimas le daban un sabor saladito. 

Le supliqué… – ¡Anda, perdóname!

Limpió las lágrimas con el dorso de su mano derecha… 

– Solo si dejas que te la chupe mi hermano.

– ¡Qué obsesión! ¿Te gusta ver cómo un chico se la chupa a otro?

– Es una fantasía que tengo.

Me eché encima de ella y le sujeté las muñecas con las manos… 

– Te voy a hacer las tres cruces.

Se revolvió debajo de mí… – ¡Déjame! ¡¡Tú sí que eres una cruz!!

La besé en la frente, en el mentón, en la comisura de los labios y después la besé en los labios. Eugenia me escupió en a boca. La volví a besar, esta vez con lengua, nada más besarla me espetó…

– ¡Me das asco! 

La besé en el mentón, en el ombligo, en los pezones de las tetas y de nuevo en la boca y con lengua. 

– ¡Esa no fue una cruz, cabrón! 

Me volvió a escupir en la boca. La volví a besar con lengua. Le solté las muñecas, la besé en el ombligo, en el coño y después las caderas. Eugenia cerró los ojos y estiró los brazos a lo largo del cuerpo… 

– ¡Que sepas que me estás forzando!

– ¿Quieres que pare?

– Sí, hombre, para que me pegues por no dejarte.

– No te voy a pegar. 

Eugenia ya tenía ganas de guerra… – Si no me amenazas no me dejo.

– ¿A qué te pellizco las tetas?

– Esa no es una amenaza.

– ¡A que te vuelvo a calentar el culo!

– Esa tampoco es una amenaza.

Ya me estaba cansando… – ¡A qué te mando a tomar por culo, Eugenia!

– Esa sí que es una amenaza.

Le bajé la cremallera del vestido. Se puso de lado y le quité el sujetador. Estaba colorada y los pelos de sus brazos se erizaron. Se puso boca arriba y cerró los ojos. Le bajé el vestido hasta la cintura. Volví a hacer las cruces. La besé en la frente, en el mentón, en la comisura de los labios, la besé en la boca y le metí la lengua dentro, Eugenia me la chupó. Luego besé su mentón, su ombligo, los pezones de sus tetas erectos y volví a besarla con lengua. Eugenia me la volvió a chupar. Después le eché las manos al vestido, Eugenia arqueó el cuerpo para facilitar que se lo quitara. Quité el vestido y las bragas de un tirón... Le besé el clítoris, el ojete, moví mi lengua hacia los lados dentro de su coño y después se la metí dentro. Eugenia levantó la pelvis excitada al extremo que gritó… 

– Me corro. 

Pensé que lo decía en broma... solo se lo estaba comiendo un par de minutos. Casi no le había tocado, pero no, no estaba bromeando, comenzó a jadear y a temblar,  supe que se estaba corriendo... De su coño salieron flujos blancos en cantidad. Al acabar de correrse se repuso todo digna… 

– Me forzaste, cerdo cabrón… abusón de niñas.

– No digas tonterías, te dejaste.

– ¡Porque me amenazaste!

Sentí la voz de su hermano Carlitos, un chaval delgadito y muy guapo…

– ¿Forzaste a mi hermana, Pencho?

Lo miré con rabia, a punto de darle dos hostias a mano llena… 

– ¡Qué cojones iba a forzar!

Carlitos miró para su hermana, para sus tetas, para su coño peludo y le preguntó 

– ¿Te dejaste?

Eugenia se enfadó con su hermano… – ¡Carlitos!

– Te dejaste, bajó la cabeza. – Habías dicho que serías solo mía.

Eugenia y su hermano eran novios, amantes o qué sé yo lo que eran, pero follar follaban. 

Le dije a mi “hermanastro”… – Me voy para casa, y tú, maricón. A ver cuando aprendes que las cosas de casa se quedan en casa, y no se van diciendo por ahí…

Eugenia no me quería que me fuera… 

– ¿Me cumples la fantasía, Pencho? Te dejé que jugaras conmigo… me has comido el coño y las tetas como me pediste.

– Ahora me dejaste. Te la cumplo, pero después me dejas que te folle por el coño a pelo... ¡Quiero correrme dentro de ti!

– Me lo pensaré.

Me puse duro… – No, me dejas o no hay trato ¡Además tengo que follarte a pelo!

Eugenia, cedió… – Vale, te dejo como tú quieras.

Carlitos, le preguntó a su hermana… – ¿Qué fantasía es esa?

– ¿No me dijiste mil veces que te morías por chuparle la polla a Pencho?

Carlitos me miró y me preguntó… – ¿Me dejas?

– El que algo quiere algo le cuesta.





Carlitos comenzó a dar saltitos y a mover las manos cómo las mueven los maricones al estar ilusionados…y si se follaba a su hermana, debía de ser bisexual. Qué suerte tienen algunos, que le pueden dar a pelo y a lana sin pudor ni remordimiento… y a además este se follaba a su propia hermana, lo tenía todo en casa y a mano. Eugenia vino a mi lado, se arrodilló, me quitó los pantalones y me sacó la polla, se la metió en la boca y al momento se me puso dura. Carlitos ya desnudo el torso, se agachó detrás de mí y me pasó la lengua por el culo. Joder con mis “hermanastros” ¡Qué vicio tenían! ¡¡Y qué peligro!! 

Poco después, Eugenia se levantó, rodeó mis brazos con los suyos y me metió un morreo que me hizo latir la polla. Sentía fenomenal los labios de Carlos en mi ojete, aún eran más tiernos que los de su hermana, y su lengua era deliciosa. No sé qué me pasó pero me dejé llevar. La lengua de Carlitos entrando y saliendo de mi culo y la de su hermana dentro de mi boca me pusieron de un cachondo subido, por eso cuando Carlitos se dio la vuelta y su hermana le bajó los pantalones ya no me puse ninguna barrera. Vi cómo le comía el culo a su hermano mientras me meneaba la polla. Luego se puso a cuatro patas con Carlitos delante mamándole la verga. Con las mismas me asió mi polla y se la llevó a su coño…, la puso en la entrada y cuando noté la boca mojada de su conejito pelado impúber… ¡Zas!, le metí la cabeza. 

Eugenia medio en cuclillas entre los dos, me tenía la polla agarrada y no la dejaba entrar más. Me sobó las pelotas con una mano y, me peló la polla con la cabeza dentro del coño. Me cogió una mano y la llevó a la polla de su hermano, se la agarré y se la masturbé, Carlitos giraba la cabeza y su hermana y yo nos comíamos la boca. Por fin soltó mi “hermanastra” la polla en todo ese trámite y, se la clavé hasta el fondo del útero… desapareció toda hasta los huevos. Ella se agachó delante de él y se la chupó dejándose joder como a una perra. Al ratito, sentí cómo Carlitos se estremecía y se corría en la boca de su hermana. Yo la agarré de las tetas arreciando las embestidas y llegó la gran eclosión… ¡Me corrí dentro del coño de Eugenia! La fui llenando de lefa, convulsionaba con temblores en las piernas, se me aflojaron del gusto que sentí en el orgasmo más feroz de mi vida. Al acabar de correrme saque la polla del apretado coño de Eugenia. En ese momento me di cuenta de que me gustaban tanto los culos cómo los coños, de maricones como de mujeres.

Le dije a Eugenia… – Esto ha estado bien, pero ahora toca follarte a ti sola.

– ¡Ya me has follado a pelo como a una perra! ¡Y te has corrido a gusto dentro como un cabrón! ¡¿Qué más quieres?!

– Y he dejado a Carlitos que disfrute de mi polla y mi culo, pero quiero algo contigo nada más.

Estaba demasiado cachonda la puta de mi “hermanastra” cómo para hacerse de rogar. Se echó boca arriba sobre la hierba y le dijo a su hermano… 

– Vigila por si viene alguien, Carlitos.

La voz de Carlitos sonó lastimera… – Yo también quiero jugar contigo, Eugenia.

– Tú y yo lo podemos hacer cuando queramos. Vigila tontorrón… esta noche hablamos. 

Carlitos, se resignó. Iba a echarme encima de Eugenia, pero me paró… 

– Desnúdate entero, quiero verte en pelotas. ¡Vamos, quiero ver funcionar ese par de huevos!

En nada estaba desnudo. Vi que a Carlitos se le volvió a poner la polla dura, pero no me preocupé, lo que tuviera que ser, sería. Me iba a hartar de tetas y de coño, pero no del modo que había imaginado. Me eché sobre Eugenia, y cuando la iba a besar me dio la vuelta y se puso ella encima. Puso su coño sobre mi polla, la aplastó contra mi cuerpo y lo frotó despacito desde la base al glande. Su coño se deslizaba hacia arriba y hacia abajo dejando mi polla empapada de jugos vaginales. Me dio un pezón a chupar, pero cuando quise mamar la teta me la quitó de delante, hizo lo mismo con la otra teta sin parar de masturbarse con mi polla. Después me puso el coño en la boca… 

– Saca la lengua

Saqué la lengua e hizo lo mismo que estuviera haciendo con la polla, acariciar lentamente con ella sus labios vaginales, su clítoris y ahora también su ojete. Así estuvo más de diez minutos. Sus gemidos hacían latir mi polla. Llegó un momento en que no pudo más… 

– Abre la boca. 

Guardé la lengua y abrí la boca. Eugenia frotó el clítoris con dos dedos, y al correrse… 

– ¡Bebe, cariño!

Se corrió soltando una pequeña cascada de fluido más espeso que mi lefa. Sentí como una mano cogía mi polla y la mamaba. El cabrón de Carlitos se estaba aprovechando, pero estaba tan cachondo con ella encima dándome coño, que no reparé en quién me la mamaba y le llené la boca de leche. Eugenia no se enteró de lo que hizo el beneficiado de su hermano. Al acabar de correrse, puso mi polla en la entrada de su coño y metió el glande. Le entró muy apretado… 

– Ahora te voy a follar hasta que te corras otra vez.

Y ya sería la cuarta en menos de una hora. Me dio las tetas a mamar, esta vez enteras. Me harté de tetas mientras mi glande entraba y salía de su coño atravesando todo el conducto vaginal meramente lubricado. Al final ya entraba y salía el glande produciéndole un placer inmenso, lo mismo que a mí, ya que lo que me follaba era la corona.

– ¡Eres duro! Mi hermano ya se hubiese corrido. Aunque parece maricón, le encanta follarse a su hermana… me da varias folladas semanales y no aguanta ni cinco minutos en cada una. 

Cuando sentí que me iba a correr, le di la vuelta a la tortilla siendo yo quien elevaba mi cintura para clavársela… la clavé a fondo y le di caña brava. En nada, pero en nada, exclamó… 

– ¡¡Me corroooo!!

Eugenia echó sus manos a mi cuello y me comió la boca sin sacarse la polla del coño. Me había olvidado de Carlitos… el muy maricón siempre pescaba en aguas revueltas. Sentí su polla entrar en mi culo, la tenía delgada y bastante dura. Me excité tanto que me gustó dejándome joder… mi primera y última experiencia gay. La quise quitar pero no pude con ella, era como tener un pulpo encima de mí, era cómplice de todo aquello, amaba a su hermanito por encima de todo y no le iba a dejar sin su regalo, follándome en tan clara oportunidad. El “menaje a troi” me gustaba, no veía a Carlitos, solo a su hermana que al notar mi verga dura otra vez se empezó a agitar moviendo las caderas… finalmente el maricón e hijo puta de mi “hermanastro” me llenó el culo de leche y, poco después me corrí dentro de Eugenia por tercera vez, que al sentir mi esperma dentro de su coño chupó mi lengua de tal forma que parecía que me la quería arrancar. Más tranquilos conversamos sobre el polvo, me vestí, cogí mi saco de piñas y volví a casa. Por si te lo preguntas, no, Eugenia, no se quedó preñada de mí. 

Pero poco le faltó a la muy zorra, en cuanto a su relación con Carlitos no dije nada, en el fondo lo veía bien porque he de reconocer que el incesto no me parecía una aberración como nos lo hacen ver… El por qué lo veo así “El primer coño que probé fue el de mi madre…”


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¿Cómo me estrenó mi madre…? 

Fue hace casi dos años, mi madre tenía 35 años. Nunca he tenido padre, solo aún que otro novio de mi madre que nunca ejerció como tal, pero en ese momento yo creo que mi madre llevaba muchos meses sin ver una polla delante, y todo hay que decirlo, antes de ser madre es mujer, y una de esa hembras de coño caliente heredado de su madre, mi abuela Rosa. El caso es que todo empezó un día que mi abuela Rosa y ella, estaban arrancando las patatas del huerto que tenemos en la huerta vieja del río Segura. Llevaban pantalones holgados con camisetas de tiras que dejaban muy abierta la parte superior del pecho y los brazos sin nada de ropa. 

Cuando mi abuela, que es veinte años más vieja que mi madre, le ayudaba a poner la cesta de patatas en la cabeza, se veían los pelos negros de las axilas de la vieja, y no sé porque la polla se me puso dura. Mi abuela vio cómo le miraba la pelambrera y su mirada se lanzó a observar el bulto que salió en mi pantalón cargando a mi izquierda… No es por presumir, pero ya me gastaba un verga de unos casi 20 cm a esa edad…, estaba seguro fue la única herencia genética buena de mi padre. 

Después de irse mi madre, me dijo… – ¿Te pone cachondo ver los pelos de los sobacos de una mujer?  Me puse colorado cómo un tomate. – Seguro que te gustaría ver mejor, los de mi coño…

Levanté la cabeza, y casi babeando, le respondí… – ¡Sí! Sí abuela esos estarían mucho mejor.

– A vuestra edad sois monos salidos ¡Bendita juventud! Cuanto daría yo por tener tu edad cariño, porque mis ganas de follar son la mismas… en 40 años, desde que me follaron la primer a vez, no se me han quitado…. ¡¡Mira Pencho, si te lo enseño, no lo puedes ir diciendo por ahí!!

– ¡No! No, abuela ni se me ocurriría…

– Bueno, un día de estos te dejo verlos sin que se entere tu madre que me arma el belén.

– ¡Vale! ¿Y cuándo va a ser ese día? 

Me sonrió y se marchó moviendo ostentosamente el culo. Esa noche me hice dos pajas y al despertar otra más. Al día siguiente volvimos a la huerta... Era mirarle el enorme culazo a mi abuela  y comenzar a latir mi polla, la cual la ponía hacia arriba pegada al cuerpo para que no se me notara. Cuando mi madre volvió a llevar una cesta de patatas a casa, me dijo mi abuela… 

– ¿Te hiciste alguna paja pensando en el coño de tu abuela?

– Una no, me hice tres.

– ¡Umm! Buen chico. ¡¿Sabes una cosa...?! yo me hice dos, una por la noche y otra por la mañana… Anda nene, enséñame la revoltosa para hacerme un par más esta noche. 

Saqué la polla empalmada, y al verla… 

– Vaya con mi nietecito, ya no eres tan pequeño ¡Cuánto has crecido! Sabes Pencho, tienes el tamaño preciso que me recetó el médico para la quemazón de coño.

Miró si venía alguien, y como no venía, se agachó, le echó la mano a la tranca y la descapulló bajándole el prepucio… y con su lengua comenzó muy suavemente a pasarla, de un lado a otro. Solo eso. Mis huevos, y el resto de mi polla seguían sin participar el juego. Solo era eso. Su lengua, en cámara lenta, pasándola por mi cabeza, era un placer diferente para mí, al principio pensé que no llegaría más, en unos segundos después la cosa se revirtió. Nuevamente tomaba fuerza, parecía que mi verga iba a quedar descabezada, solo con ese movimiento. Era evidente, la experiencia de mi abuela mamando falos… me estaba llevando hacia el cielo. Sujetaba mis huevos con una mano y se calaba la tranca hasta la raíz y volvía a mi glande, se la metió en la boca sin esperar un segundo más. Al sentir su lengua apretando y chupando mi polla succionando duro para darle una mamada en profundidad, me dejó cao electrizándome todo el cuerpo.

Lo dejó un instante dedicándose a lamer con toda la lengua abierta hasta los huevos…, llegado a estos colgones, los lengüeteó sonoramente y los tragó uno a uno. Después de estirármelos con los labios a punto de arrancarlos, recorrió el camino de vuelta a mi capullo… y en un último esfuerzo de mi abuela mamando enérgicamente, mi verga comenzó a expulsar leche…, los primeros dos chorros briosos y después otros más leves como lava de manera muy suave, salía como si apretaras una naranja y su jugo se escurre. Mi abuela iba pasando la lengua, por la cabeza, y a medida que salía semen, ella lo tragaba golosamente, mientras no dejaba de mirarme a la cara, para ver mi reacción. Fueron segundos, que parecieron horas, hasta que solo salía agua, casi a punto de morir ¡Me corrí como un bendito en dos minutos!

Después de tragarse mi lefa… – Me debes un polvo. El viejo conejo caliente de la abuela se ha quedado con mucha hambre. 

Babeando solo me salió decir… – Sí, lo sé.... ¡Te has portado muy puta conmigo, abuela!

Lo que ninguno de los dos sabíamos era que mi madre nos había visto y escuchado desde detrás de unas zarzas. Al día siguiente era Santiago Apóstol, mi abuela fue al Carril donde se celebraba la fiesta. Mi madre y yo quedamos en casa. Mi madre es morena, alta, llevaba el pelo recogido en una trenza, era fibrosa y guapa. Había hecho bajocas para cenar, de postre dos flanes y después puso el café y el aguardiente de hierbas para ella. Cuando se levantó de la mesa, poniendo los vasos y la cafetera en el fregadero…

– Así que nunca has visto un coño, Pencho.

Casi me da algo. Pensé que mi iba a meter una bronca de las buenas, pero no iba a ser así. 

Le pregunté… – ¡¿Escuchaste lo que hablamos?!

– Y vi lo que te hizo la abuela Rosa, pero no la culpo, con el abuelo que ya no funcionaba… así que hace mucho que no ha probado a que sabe un hombre. La curiosidad que siente es muy grande, y por lo visto tú ya estás muy crecidito, me has sorprendido... ¡No te imaginaba con esa buena polla!

– Pensé que me ibas a reñir, por fijarme en la abuela…

– No, hijo no, a tu edad, yo hubiese hecho lo mismo, hubiese dejado que me la comieran. ¡Qué rico se sentía! A mí la verdad que me lo comieron siendo bien niña… con 13 años ya tenía una cola de salidos para gozarme el chocho… pero solo les dejaba que me lo comieran, luego…

No sé como me salió de pronto, que me ofrecí para comerle el coño… 

– Si me enseñas... yo podría.  

Se giró, me miró con su cara de los lunes por la mañana… 

– ¡Cómo se te ocurre decir eso! ¡Joder Pencho soy tu Madre!

Me disculpé… – Lo siento, pensé que hablábamos en confianza…

– ¡No mientas! No lo sientes pequeño cabroncete. Sé que te gustaría comernos el coños a las dos...

– Es que... No me dejó acabar de hablar… – Es que tu abuela te puso salido cómo un perro.

– Pues sí ¡No te vayas a pensar que tengo a las tías esperándome para mamármela!

– No es de extrañar. No le hacen a uno una mamada todos los días ¿Verdad? 

Se puso un mandil para lavar los platos. Y Sin mirarme, me preguntó… 

– ¿Me estás mirando el culo? ¡Y no mientas!

– Sí, mamá, te estoy mirando el culo ¿Qué otra cosa puedo hacer? Te lo miro muchas veces y me lo imagino desnudo.

– Pues dejar de hacerlo, se giró con una mirada incisiva… ¿Vas a follar con la abuela…? Seguro que ella estaría encantada que la llenaras.

– Si me deja, sí. Si tanto le hace falta. Yo necesito aprender con alguien que sepa follar.




– ¡Qué cabrón eres! Todos los hombres sois iguales. Me miró con desdén… – Te dejará. Sé que tiene ganas de macho y tú ya tienes una verga para ser usada a placer. Si pudieras la preñarías, ¡¿porque te apetece follarla sin condón?!

Me acerqué a ella, la cogí por la cintura, le arrimé cebolleta… 

– Enséñeme a follar tú, para echarle un buen polvo a la abuela Rosa y no se avergüence de su nieto. 

Se dio la vuelta y me metió una hostia a mano llena en toda la cara con la mano abierta que me dejó la cara del revés.

– ¡No se te ocurra volver a hablarme así! Acaso piensas que tu madre es una PUTA.

– En absoluto mamá. Lo siento, es que estás tan guapa...

Casi se le escapa una sonrisa cuando dijo… – Sí que la sentiste, sí.

– Sentí, sentí. 


**************************

Mi madre se había puesto su ropa sexy de salir de fiesta, era una falda de tablas de color marrón que le daba por debajo de las rodillas, una blusa blanca y unos zapatos de charol con tacón de aguja.

– Cómo no te he reñido por lo de tu abuela, has pensado que me  he puesto  guapa para ti. ¿A qué sí? 

En la radio sonaban los panchos, "Quiéreme mucho". 

– ¡Pareces un mandril copulador!

Quise quitarle hierro a la cosa… 

– Mira, tu canción favorita. ¿Bailamos?

– Con ese empalme que tienes ¡Ni loca!... Aunque hace siglos que no bailo. No, mejor, no. 

Sabía que se estaba rifando otra hostia y llevaba casi todas las papeletas, pero al dar la vuelta y ponerse a lavar de nuevo, le desaté el mandil… 

– ¡No te dije que no quería bailar, Pencho!

– Anímate, mujer. Es domingo, hace un día estupendo y es tu canción… ¿Qué más quieres?

Se secó las manos, el mandil se lo quitó, y dejándolo en el respaldo de una silla… 

– Vamos a bailar, pero que corra el aire entre nosotros. No quiero terminar follada por mi Hijo… 

Empezamos a bailar separados. Poco a poco me fui acercando, mis manos de sus caderas pasaron a su cuello y las suyas de mi cintura a mi culo. La canción pedía estar más juntos de lo que ella exigía. Claudicó, sentí sus tetas apretadas contra mi pecho. Me apreté contra ella y le froté la polla en el vientre. La besé o al menos hice el intento… apartó la boca haciéndome la cobra… 

– Júrame que lo que hagamos no se lo vas a decir a nadie. 

Aquello sonó a resignación vaginal. 

– Somos madre e hijo y así seguirá…

– Te lo juro, ¿¡Qué voy a decir, para que nos puedan hacer daño…!?

Sus labios se juntaron con los míos, se apartó y me miró fijamente, luego volvió a besarme con los labios más abiertos, yo respondí de igual manera. Mi madre se desató. Su boca me besó con lujuria. Mordía mis labios en cada beso cómo si quisiera comerme…introducía su lengua dentro en pugna con la mía. Aprendía por imitación. Con nuestras bocas acopladas, los cuerpos pegados y yo con una erección de caballo, acabó la canción. Al acabar la canción mi madre se hallaba cachonda como una perra en celo… 

– Arrodíllate delante de mí si quieres aprender. 

Me arrodillé. Se quitó la presilla y la cremallera lateral de la falda y dejó caer la falda al piso. No llevaba bragas y tenía las piernas depiladas y el coño afeitado como para recibir visita. Solo llevaba unas medias negras sujetas con unas ligas negras y rojas. Vi mi primer coño en vivo. Tenía una vulva tremendamente hinchada… me pareció inmensa. De su raja pingaba una especie de moco. 

Me preguntó… – ¿Te gusta mi coño?

– Si. 

Mi mente solo alcanzaba a los monosílabos.  

– Dale un beso a mis labios. 

Le di un beso a sus labios vaginales, y me salieron los labios llenos de babas. 

– Con lengua, como te acabo de besar yo la boca. 

Le di el beso con lengua y encontré el coño encharcada de flujo espeso, gelatinoso. Mi madre me cogió la cabeza, me la apretó contra su coño… 

– Lame el coño de tu madre ¡Venga, no era lo que querías! 

Lamí. Mi polla sufría un ataque de nervios. Latía una cosa mala, mala, no, lo siguiente. Mi madre mientras yo lamía su coño se quitó la blusa y el sostén. Al rato me señalaba con un dedo el clítoris… 

– Lame y chupa aquí.

Desvestida tenía al descubierto un cuerpazo más impresionante. Como imaginé siempre, un cuerpo bien trabajado, tetas firmes, abdomen plano, una vagina totalmente depilada. Me cogió de la mano y nos fuimos a su cuarto. Se acostó sobre la cama, y me esperó a que me desnudase. Me puse entre sus piernas. Su coño no paraba de rezumar flujo, producto de sus dedos que iban haciendo su trabajo. Ella misma se remangó el capuchón y apareció un glande del tamaño de la falange de un dedo meñique. Rozaba con sus dedos el clítoris, y yo empecé con mi lengua a chupar y tragar sus jugos. Mi madre se retorcía de placer y me pedía que no parase. Bajé la lengua hasta su culo, hermoso y abierto. 

Mi lengua entraba un par de centímetros en su ano, eso hizo que se dilate y, mojado permitía que pudiera meter algún dedo también. Volví a su coño, ya con un dedo embutido en su culo. Chupaba la pepita enorme y dura, mientras la miraba a la cara. Mi lengua recorría todos sus pliegues, llegando a lo más profundo. Quité mi mano de su culo, para poder abrir los gajos que forma los frondosos labios vaginales, y hundí mi boca en su conejo hambriento, que era un mar anegado. Su aroma, y su humedad golpearon mi cara. Fue demasiado para ella tras meses en el dique seco. Era su perro fiel. Lamí y chupé donde me había mandado, y en un plis plas, se apoyó la espalda sobre el colchón elevando su culo de la cama, se sujetó con las dos manos las tetas presionando con los dedos los pezones. Yo no dejaba de chupar y lamer el coño de mi madre como un caníbal famélico… en pocos segundos más comenzó a estremecerse…

– No pares ahora cabrón, sigue comiéndome el coño ¡Si paras te mato! ¡Come, cómemelo!

Explotó como un geiser, y soltó un chorro de fluido desde lo recóndito de su coño, con tal presión que me impresionó que de un coño pudiera salir un líquido así si no era una meada. Era una corrida de campeonato, nunca imaginé que las mujeres se corrieran como los tíos, eyaculando… ¡Quedé anonadado! Mientras seguía masturbándola, seguían saliendo sus chorros que me hizo tragar sujetándome la cabeza contra su coño. Como si hubiera metido los dedos en un enchufe. Se corrió como una loba, y cómo una loba jadeó mientras se corría… Ya con menor intensidad aflojó su mano, hasta que la final quedo exhausta, y me pidió que deje de hacerlo. 

Al acabar de correrse vi que de su coño había salido tal cantidad de jugos que dejara perdidos el interior de sus muslos, sus ligas y sus medias. Me acosté a su lado, estaba con la mandíbula casi luxada, la boca llena de su corrida obligado a tragármela, no sabía mal, pero era extraño. Y ella agitada por la intensa corrida ordenó que le trajese una taza de vino tinto…, con verla se la mandó de una sentada. Luego me desnudó lentamente. Abriendo los botones de la camisa me fue besando el pecho. Bajando mi pantalón y calzoncillos… me besaba y lamía el vientre y el ombligo. A tenerme desnudo cogió mi polla y la metió entre sus piernas, las apretó.

Me beso con dulzura sintiendo cómo temblaba entre sus brazos… 

– Siéntate en una silla. 

Me senté, y sin limpiar su coño ni sus muslos, se sentó sobre mi polla. Entró muy apretada. Eran tantas las ganas que tenía que cuando la polla llegó al fondo, mi madre, a pesar de que yo no hacía nada para que se corriera, mirándome a los ojos y rodeando mi cuello con sus brazos con los ojos vidriosos me espetó… 

– Me voy a correr otra vez, Pencho ¡¿Sabes cuánto tiempo llevo sin probar una polla?!

Me emocioné… – ¡Córrete para mí, mamá, quiero ver cómo te corres con mi polla dentro de ti!

Subía y baja recorriendo todo mi cipote en su conducto…llegaba a la punta y sin llegar a salir, se dejaba caer para hacer el camino de vuelta a mis pelotas. Notaba como sus labios húmedos se posaban en mis huevos, se contorneaba y volvía subir… así una y otra vez regocijándose en su placer mirándonos a los ojos… era esplendido estar allí sentado con todo mi mástil empalmado, viendo como mi madre, abierta de piernas hacía sentadillas empalándose en mi verga más dura que nunca. Poco después, no pasaron más de cinco minutos me decía irreflexiva arreciando los vaivenes sobre mi mástil… 

– ¡Me corro para ti, Pencho, me corro para ti! 

Vi cómo se le fruncía el ceño, cómo las pupilas se le perdían bajo los párpados, sentí cómo temblaba su boca, sus tetas... Sentí cómo su coño descargaba sobre mi polla en duros sentones, todo esto mientras me daba un tierno beso que se volvió lujurioso comiéndome la lengua, los labios, metiéndome su lengua en la misma campanilla…

 – Joder Pencho, me corro, me corro. ¡No pares por Dios Santo! 

No paraba de subir y bajar, su culo era una licuadora follándome a todo trapo…, el sonido de su coño encharcado se percibía con claridad ¡Menuda puta estaba hecha mi madre! Uno no es de piedra y no lo pude soportar, al correrse sus paredes vaginales presionaban mi tallo con mayor rigor… me empecé a correr dentro del coño de mi madre. Solté todo el aire de golpe y le hundí la polla hasta los huevos descargando todo mi contingente seminal…, ella presionaba y aflojaba, notaba palpitando su ano en contacto con mis dedos. Notaba como los chorros de leche salían disparado el cubículo uterino que me engendró ¡Era demasiado! Al acabar de correrme, con mi polla dentro de su coño aún…

– ¿Me dejas que te la meta en el culo, mamá? 

Mis ganas no se habían aflojado. Me miró muy sería y me respondió… 

– Por el culo dan los maricones ¿Eres maricón, Pencho?

– No, pero me gustaría meterla en tu culo.

Le cogí las nalgas y comencé a follarla de nuevo. Ella cogió una teta, me la puso en la boca… 

– A mí por el culo solo me han dado las bragas.

– Te podría hacer en el culo lo que me enseñaste a hacer con tu coño. 

Empuje fuerte hacia arriba varias veces…. Ella comenzó a mover el culo alrededor del cetro frotando mi glande contra los pliegues internos de su vagina, se notaba lo buena folladora que era mi madre ¡Joder que puta!

– En el culo no tengo pepita.

– Pero tienes perineo.

– ¡Qué tonto eres hijo! No es lo mismo. 

Paré de follarla. 

 No pares ¡Ni se te ocurra dejarme a medias! 

Le volví a dar. Mi madre movió el culo de delante hacia atrás y de atrás hacia delante.

– ¿Me vas a dejar?

– Eres igual de cabrón del mi primer novio, te pierden los culos.

– ¿Tan cabrón era?

– Sí, me molía a palos.

– ¿Por qué?

– El muy Hijo de Puta, veía cuernos donde no los había.

– ¡¿Era celoso?!

 Era un desgraciado. Está bien donde está.

– ¿Y dónde está?

– Lo mató una máquina excavadora al precipitarse por un terraplén en una de mis obras…

Su culo comenzó a moverse de adelante hacia atrás y de atrás hacia delante a mil por hora. No tardé en decirle… 

– Me voy a correr, mamá. ¡Joder mamá, follas como una puta!

– Ya somos dos, Pencho. ¡Y cuida tu lenguaje pequeño cabrón…Soy tu madre!

Mi madre se corría con una facilidad asombrosa…ninfómana o puta, no sé lo que era pero sí sé que era multi-orgásmica. Nada más percibir mi leche dentro de su coño se sacudió cómo si volviera a meter los dedos en el enchufe y volvió a desbordar sobre mi polla mientras me comía la boca. Cuando acabó y se levantó, de su coño colgaban cantidad de flujos espesos, mezcla de su corrida y la mía. Me puso el coño en la boca… 

– Lame el coño de tu madre, si quieres tu recompensa.

Me miraba entre asustada, avergonzada y deseosa. No sabía muy bien lo que esperaba, estaba muy cachonda, pero yo seguía siendo su hijo. Se quedó frente a mi totalmente desnuda.

– Yo ya he recibido mi dosis de placer… ahora te toca a ti.

La empujé un poco hacía atrás sus hombros, haciendo que se tumbara boca arriba sobre la cama dejándose el coño en el borde. Separé sus piernas, y sin mediar palabra hundí mi cabeza entre ellas. Estaba caliente y húmeda. Le di un par de lametones a los labios exteriores de su coño, y ya pude oír unos leves jadeos. Entonces, con los dedos, abrí sus labios vaginales, y comencé a lamer su clítoris, aún me sorprendía lo grande que es. Los leves jadeos se convirtieron en leves gemidos, y de leves, según mi lengua aumentaba de intensidad, pasaron a ser intensos. Se la volví a lamer y en menos de dos minutos se volvió a correr. Lo curioso fue que esta vez no desbordó, fue una corrida húmeda pero no echó jugos. Su coño chorreaba como una fuente, se lo comí con devoción y mi polla estaba otra vez dura como una roca. Así que me puse de  rodillas entre sus piernas, con mi mano izquierda acaricié suavemente sus tetas, mientras que con la cadera guiaba mi polla dentro de su coño. Estaba caliente y húmedo. Apenas hizo falta esfuerzo para poder meter toda la polla en él.





– Para, para, por favor… ¿me vas a volver follar?

– ¿Ahora…? Contesté.  – Ni lo sueñes mamá. Si no querías esto, haberlo pensado antes. 

Quiso revolverse, pero me tumbé sobre ella, sujetándola con mis brazos. Apenas podía moverse, mientras la seguía penetrando. Acerqué mi boca a su oído y le susurré…

– Relájate y disfruta de tu hijo. Quiero oír cómo te corres otra vez… ¡¿Jamás pensé que tenía una madre tan PUTA?!

Noté como la resistencia de su cuerpo menguaba, también le gusta que la dominasen. Estaba sobre ella, y comencé a follarla con más intensidad. Penetraciones rápidas y profundas. Y su respiración se aceleró. Veía como su cara reflejaba el placer. Se mordía los labios mientras emitía gemidos profundos. Sentí como su vagina se cerraba un poco sobre mi tranca, como se iba tensando, preludio de un cercano orgasmo, así que mantuve la intensidad mientas acariciaba sus tetas, me las comía y succionaba sus pezones. Mi mano saltaba de uno a otro, a veces con suavidad, otras más bruscamente, y así fue, que cuando tenía el pezón derecho entre mis dedos, recibiendo un suave pellizco, comenzó a jadear cada vez más fuerte, para luego correrse casi entre gritos….Tuvo un orgasmo largo. Señal que había disfrutado…yo también estaba a punto, así que pese a su orgasmo, seguí follándola más duramente, apenas un par de minutos, que me bastaron para volver a correrme copiosamente en lo profundo de su coño tragón. En tanto eyaculaba me quedé tumbado sobre ella inseminándola bien y mirándola a los ojos… 

– ¿No estuvo tan mal, verdad? Pregunté

– No lo sé, contestó. – Mal está todo… no creo que sea correcto que te folles a tu madre, menos así como un energúmeno salido.

– No creo que haya sido para tanto.

–  ¡Joder Pencho, no has parado de llenarme el coño de leche!

– No pienses en eso, piensa en el placer. Solo en el placer que estás recibiendo.

Luego se fue a la cocina, la seguí cuando me llamó con un dedo. Fui tras su culo que se contorneaba ostentosamente. Cogió en la alacena un trozo de manteca. Arrimada con la espalda a la mesa, lo restregó en sus areolas marrones y en los gordos pezones de sus grandes tetas, y después me dijo con voz sensual… 

– Ven,  fui a su lado. – Abre la boca y echa la lengua fuera. La eché.  Aprieta con la lengua el pezón, apreté. Ahora chupa la teta, chupé. Agarra las tetas con las manos y magrea, se las magreé. Magreando haz con el pezón izquierdo lo que hiciste con el derecho, y después una y la otra, una y la otra.... Así es cómo se comen unas tetas ¡MÁMAMELAS! 

Me di un atracón con aquellas tetas grandes y mullidas, mi instinto recordaba lo feliz que me hicieron de bebé. Después se dio la vuelta, abrió las piernas, se untó la raja del culo con la manteca, se apoyó con las manos en la mesa diciéndome… 

– ¿No decías que me ibas a comer el culo cómo si fuera el coño? 

Le abrí las nalgas con las dos manos y lamí repetidas veces. Mi madre hizo lo que no hiciera hasta ese momento, volverse loca…. 

– ¡Fóllalo con tu lengua, maricón! 

Le follé el ojete una media docena de veces. No me dejó follárselo más. Se dio la vuelta, me untó la polla de mantequilla, volvió a la posición en que estaba… 

– Ahora a ver lo eres capaz de hacer con esa polla… ¡Revienta mi culo!

Posicioné el glande en su ojal, empujé y con poco se dilató el agujero…Se la clavé. Entró apretada pero dando placer desde el segundo uno. La agarré por las tetas y le di con saña, a romper, a reventar... Le di duro, duro. Mi madre comenzó a chillar como una cerda en el matadero. Con una mano le agarré la coleta y tiré hacia atrás y con la otra le tape la boca metiéndole los dedos. A la velocidad y fuerza que le daba no iba a aguantar mucho mi madre con lo cachonda que estaba. Le metía mano a su coño, le frotaba el clítoris, después fue ella quien tomó el relevo y se pajeaba con premura… mis dedos se dedicaron a follarle el coño en una doble penetración. Con todo aquello fue imposible soportar por mucho tiempo… me corrí dentro de su culo... 

Las piernas de mi madre comenzaron a temblar y supe lo que era, se estaba corriendo también. Sentí como algo salpicaba en el piso, su corrida era tan intensa como las otras…un mogollón de líquido salió de su coño envolviendo a mi semen grumoso. Cerró los ojos y suspiró. Poniéndome en pie, tiré de sus manos la ayudándole a incorporarse. Y dejé que fuera al baño. Eso sí, después de la ducha, me esperaba en el sofá. No quería estar unos cuantos días sin hablarme, así que prefirió coger el toro por los cuernos y abordar el tema en caliente. Quedó claro su calentura y los ritmos clitorianos que debíamos manejar… con qué frecuencia los tenía y el tramo horario ideal para alcanzar los mejores orgasmos. Mis preferencias no importaban mucho, dado que yo estaba dispuesto a follármela a cualquier hora del día y las veces que fueran necesarias. Desde entonces estoy follando a mi madre a escondidas de mi abuela y ahora de su esposo… un viejo cuarentón, que si no fuera por su hija, no los aguantaría.

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Son las 7:15 de la mañana. Martes 18 de febrero de 2020. Es el cumpleaños de Isidro, es un hombre maduro de 45 años, aún de buen ver, estaba soñado que follaba a una jovencita, aparentemente desconocida en la fiesta sorpresa que hace unos días había convocado una comisión de “eventos clandestinos” de su empresa…, en esta ocasión en los bajos del restaurante Juanito cerca de la Roda. Despertó sudado y empalmado. A su lado, dándole la espalda, dormía Eva, su esposa con quien estuvo esa noche de diversión desbordada, una joven madura con un buen polvo. A sus 38 años se había casado por primera vez, inexplicablemente para todos de su familia y parte de la nueva… aún vivían en la “Luna de Miel” Le levantó el camisón, le bajó un poco las bragas, le acercó la polla al culo y comenzó a frotarla pensando en la chavala con la que había follado en sueños y se parecía bastante a quien había acompañado a David el administrador general.

Eva despertó… – A buenas horas te acuerdas.

Le mintió… – Soñé contigo. Estábamos follando y desperté con ganas.

Eva, le dijo, con retranca… – Conmigo, sí. Pero bueno, nunca es tarde cuando la picha es buena.

– ¿No era la dicha?

– ¿Quieres follarme… o sigues con esas nenas de la fiesta, con las que perdías los ojos?

– Sí, prefiero follarte a ti.

– Pues cierra la boca y fóllame cabrón ¡Hazme un buen trabajo que tengo prisa!

Se quitó las bragas de un tirón y se puso boca arriba, se notaba que era una hembra de coño caliente ¡¡Le encantaba follar!! Por eso se casó de segundas nupcias con Isidro, dos divorciados que se conocieron el Tinder… desde la primera noche supieron que eran tal para cual. Isidro la montó y se la metió con suma facilidad, aquella mujer se calentaba muy rápido. Estaba mojada, era cómo si ella también hubiera tenido un sueño húmedo. Follaron, sin besos ni caricias, fue uno de esos polvos rápidos, sin palabras, con la luz apagada, en los que el perfume que los envolvió fue el de sus sudores corporales y en el que cada uno buscó lo suyo sin pensar en dar placer al otro, y en el que al final acabaron obteniendo los dos lo que buscaban, correrse.

Ella es una zorra en la cama comenzó a besarle el cuerpo de los pies a la cabeza, gemía como perra en brama. Cuando ya la tenía bien caliente se montó sobre ella metiendo la verga en esa hembra jugosa, tan caliente estaba ella, que se le derretía haciéndose agua. Pronto fue ella la que tomó la iniciativa, se sentó sobre él enfilándose la verga en su anhelante coño como una verdadera puta saber hacerlo. Subía y bajaba en posición de la rana mostrándole a su esposo esas tetas enormes rebotando con cada ensartada que le daba… La mujer estaba buena, sus hermosuras eran de lo más suculentas, pero le faltaba fondo físico. A los pocos minutos y al estar tan caliente se puso a cuatro patas para que se la follasen como a una perra, Desde atrás Isidro podía meterle la verga con más intensidad, a lo cual ella gritaba que le diera sin piedad, que se la clavara más duro. Los gritos debía de oírse en toda la casa a esas horas dela mañana. Su Hija Eugenia moría de rabia de escuchar el goce de esa puta con la que su padre se había casado.

Él no cejaba de ahondar en el coño de su esposa, así la tuvo un buen rato hasta hacerla correrse un par de veces en esa posición… fue la que más me gustó ya que al ver su pelo enredado en su cara y sus nalgas empinadas le llenaba de lujuria a él. Sobre todo porque la zorra se había corrido y él NO. Eva, tras recuperarse de la última contorsión orgásmica le espetó que le iba hacer lo que ni a mi ex marido le hubo hecho…. Empezó a mamarme la verga lo cual no creía que no se la mamara a su ex marido. Ella contestó que sí se la mamó a su ex marido muchas veces, lo que no había hecho es hacerlo correrse con la boca y tragarse la leche, pese a que a él le encantaba que le mandara la verga y que siempre que follaban le daba una buena mamada. Vaya que si le creía, porque esa puta mamadora lo hacía de vicio, sí que sabía tragar verga… 

Se la metía hasta el fondo y con la lengua sentía como la envolvía con masajes vibrantes de esa lengua sujetándole los aparatosos huevos de su esposo. Se la metía y se la sacaba con gran sensualidad de repente se la ponía entre las tetas y la lengüeteaba hasta que llegó un momento que ya no pudo más. Se aferró de su verga succionando fuertemente con su boca, para exprimir toda la leche empezaba a eyacular. Sus labios sellaban el glande de tal forma que no dejaba salir una sola gota de esperma, no dejó que se desperdiciará anda. Siguió mamando hasta dejar la polla de su esposo limpieza lista para seguir metiéndosela, pero después de esa súper mamada ya no pudo más. Sin duda su nueva esposa sí que sabía follar, “En la calle una dama, pero una perra en la cama” Al acabar, Eva, encendió la luz, miró el despertador, y le dijo…

– Aún me da tiempo a echar otro.

– O dos.

– O tres, ya puestos...

Eva se fue al baño a mear y volvió a la cama desnuda y con la cara y la boca lavada. Isidro, que se había tomado una pastilla azul mientras ella se aseaba, fue a hacer lo mismo que hiciera ella. Al volver, Eva, estaba boca abajo sobre la cama. Isidro sabía lo que quería. Quería su lengua entre las nalgas. Se las abrió con las dos manos. Eva levantó el culo e Isidro le lamió el perineo y el ojete estrellado. La mujer echaba el culo hacia atrás para que la lengua de su marido entrara en su ojete. Isidro le puso la punta en la entrada y Eva le folló la lengua con él.

Al rato le dijo… – Métemela en el culo.

Isidro aún no tenía la polla dura, se la frotó en el coño y en la raja del culo. Al ver que aún no estaba tiesa, Eva, se dio la vuelta, la cogió en la mano y la metió en la boca. No le gustaba meterla blanda para ponerla dura, pero ya estaba cachonda y era lo que tocaba si quería que se la metiera en el culo. Mamó cómo solo ella sabía, de maravilla… Al tenerla dura se puso a cuatro patas sobre la cama. Tenía un culo mediano y aún duro. El ojete le latió cuando la cabeza de la polla la rozó antes de entrar… 

– Cómeme el culo un poquito más antes de meterla.





Isidro lamió desde el coño mojado hasta el ojete, le mordió las nalgas, lamió y le folló el ojete… Le metió la polla en el coño hasta el fondo. Entraba resbalando entre las paredes de la vagina como se resbala el vientre de un caracol sobre una verdura. Le agarró las tetas y, magreándolas la metió y la sacó unas cuantas veces, luego la sacó muy lentamente, y lentamente la cabeza de la polla acarició el perineo, la entrada del ojete y acto seguido se fue metiendo despacito dentro del culo. Entró apretada, como siempre, y sin arrancar un solo gemido de la garganta de Eva. A la mujer le gustaba que le follaran el culo despacito al empezar y rápido con dureza al final, para sentir las pelotas de su esposo chocar contra su coño… Y así la folló hasta que se corrió, recorría las manos de su mujer por la espalda, le sujetaba del culo y la hincaba con ímpetu. Luego sus manos se disparaban a los hombros de ella para ahondar más en las entrañas, se la notaba en el estómago de lo profundo que la clavaba…eso la ponía al límite, logrando lo mejores orgasmos anales que nunca había alcanzado Eva. En estos momentos hacían que su cuerpo se sacudiera con fuerza, y esa mañana no fue menos… Tembló ella, tembló la cama y si la casa fuese de madera también hubiera temblado. Al acabar se dio la vuelta, se sentó encima de él, cogió su pequeña teta izquierda con su mano derecha, se la puso en los labios… 

– ¡Joder cabrón qué bien me follas! Toma mi teta y Hártate.

Le pasó la lengua por el pezón y por la areola y después mamó su extenso pezón erecto. Eva apretaba la teta mientras Isidro se la comía. Poco más tarde le dio la teta derecha y se la comió cómo hiciera con la otra. Después le puso su coño pelado de muñeca en la boca… 

– Déjame hacer a mí.

Isidro, sacó la lengua y dejó que ella hiciera… Eva metió la lengua dentro del coño, dentro del ojete, frotó su clítoris con ella, frotó un labio, los dos… Tiempo después, cuando Eva sintió que se iba a correr… 

– ¿Quieres que te la dé?

Isidro, con la cara embadurnada de babas, le respondió…  – Sí, dámela.

Eva le cogió la cara con las dos manos y, temblando de nuevo, descargó en su boca una corrida con jugos que eran espesos, casi gelatinosos con cierto sabor agridulce y salado. A él le encantaba beberse las corridas de su esposa, lo mismo que ella se tragaba la lefa de él como si fuera leche condensada.

Después de correrse volvió a mirar el reloj… 

– ¡Qué tarde es! Me tengo que ir a trabajar. 

Se levantó y lo dejó empalmado y con unas ganas tremendas de correrse.

– ¿Y yo?

– No tengo tiempo. Hazte una paja. ¿No hay por ahí alguna que te gustaría follar?

– ¡Hay tantas putas dispuestas…!

– Pues mira, tienes donde escoger.

– Lo dices cómo si no te importara.

– Mientras no te la folles de verdad…

– ¿Es qué tú…?

Ya le habló desde el baño… – Las mujeres también tenemos sueños calientes.

– No me refería eso.

– Ya lo sé. Mejor lo dejamos ahí.

Sin decir casi nada se lo había dicho todo. Tendría que volver a pensar en la chavala con la que soñara y hacer una paja, pero para eso tenía que dejar que se fuese Eva. Cuando la mujer se fue de casa, cerró los ojos, pero ya no vio a la chavala con la que había soñado, a su mente vino la imagen de Eugenia, su propia hija… eso no podía ser pensaba él, no sabía hasta esa mañana que la deseaba con locura. La vio desnuda. Se acercó hasta la puerta de su cuarto, abrió un poco la puerta y observo sus ojos claros. Su boca de labios carnosos. Sus tetas grandes y esponjosas, con sus areolas y sus grandes pezones.

Su coñito enjuto y almohadillado, cual estuche de joyero antiguo. Se imaginó un clítoris, gordo, grande y fuera del capuchón similar al de Eva… Cogió la polla y empezó a menearla con acompañamiento rítmico. La piel del prepucio comenzó a subir y a bajar tapando y descubriendo el glande. Sus huevos estaban llenos de leche. Podía correrse así, pero le sabía a poco. No pudo evitarlo, tenía que ser su esposa la que acabara con esa condolencia de escroto. Se metió en el aseo y se sentó en el váter, ahora meaba sentado por orden de ella, a fin de no salpicar tanto. Mientras se aliviaba para ver si le baja el empalme, la llamó por el teléfono del WhatsApp. Continuaba erecta.

– ¿Qué quieres, cariño? 

Su voz sonaba cansada. Cómo si hubiera estado follando toda la noche.

– ¿Cómo te imaginas como me has dejado esta mañana, bonita?

– Lo siento, pero debes reconocer que fuiste tú quien empezó y se ha hecho tarde. Aún me falta media hora para llegar y debería estar allí.

– Me tienes a pan y agua. Siguió acariciando la polla. – Te has corrido tres veces antes de irte a trabajar, pero yo sigo empalmado, princesa.

Se alteró. – ¡No me llames princesa! Estoy conduciendo y no te puedo atender…

– Antes te gustaba que te lo llamara.

– ¡Antes! ¿Qué parte de…, estoy conduciendo no entendiste?

– Vale, vale. No te subas a la parra. ¿A qué no sabes que tengo en la mano?

– Claro que lo sé, la polla, eso es lo que tienes en la mano.

– Es que te echo de menos y…

– ¡No digas tonterías! A ti no se te pasó el efecto de la viagra y lo que quieres es hacer una paja y que yo me toque contigo.

– No te niego que eso era lo que quería ¡¡Me lo debes!! Pero ahora lo veo altamente improbable, por la voz que tienes se ve que tu marido te da duro. ¿A qué hora te quedaste dormida?

– A las dos de la madrugada. Y me acabo de despertar. ¡¿Que voz quieres que tenga?!

– Nena ¡Tu marido es un semental!

– Lo sé, pero no me quedé dormida a esa hora por eso, lo sabes bien. Antes de que me lo preguntes, que sé que me lo vas a preguntar, de polvos y orgasmos voy sobrada cariño, no tengo queja de ti.

– De recién casada es normal que folles cómo una loca. ¿Por dónde vas ya?

– Saliendo de la provincia, en nada llego a Hellín.

– ¿Qué llevas puesto?

– El vestido azul que me has visto…

– Déjame adivinarlo. El sostén crema y bragas de encaje a juego.

– No sigas que me calientas, no es el momento.





Isidro comenzó a hablar despacio y con voz melosa… Voy, claro que voy a ponerte cachonda. Te quitaba las braguitas, te daba la vuelta, te ponía el culo en pompa y besaba, lamía y mordía tus nalgas, lamía tu ojete, suave, suave, muy suave, de abajo arriba, le daba unos besitos negros, te nalgueaba, sin fuerza, cachetitos dulces, te follaba el ojete con la punta de mi lengua para engrasarlo bien, luego te metía el dedo corazón mientras besaba y lamía tus nalgas, después dos deditos, más tarde tres, y después mancharía mi polla al clavártela hasta el fondo. Cómo sé que así no te corres, te daría la vuelta y acariciaría tu clítoris con ella, lo acariciaría lentamente, de abajo arriba, hacia los lados, alrededor, y después te pasaría la polla entre los labios y te metería la punta dentro de la vagina… Luego mojada con tus jugos y manchada de tu culo, te la daría a chupar… Más tarde te besaría con lengua, para acto seguido quitarte el vestido azul y, pasarte la cabeza de mi polla por tus areolas marrones y tus gordos pezones… Te la clavaría hasta las trancas en el coño y te follaría sin piedad, para luego hacer lo que más te gusta, correrme dentro y después comerte el coño hasta que te vinieras en mi boca.

Paró de hablar un momento. Eva seguía sin hablar pero oyó su respiración y algo así como un ligero roce. 

– Me voy a correr dentro de tu coño, cielo.

Volvió a oír la voz de Eva… – No te corras aún, cabrón.

Isidro tenía que visualizarla… – ¿Qué llevas puesto ahora, preciosa?

– Nada. 

Le seguía el juego que tantas veces realizaban cuando estaba distantes. 

– Dime. ¿Cómo follaste a esa nena en tus sueños…?

Isidro se montó una película. – Me desperté sobre las siete de la mañana con su coño en mi boca. A estar la luz apagada no se veía nada, pero el olor de su coño es inconfundible. La cogí por la cintura y le metí la lengua dentro. Al follarle el coño con la lengua comenzó a jadear cómo una perra y a llamarme de todo menos bonito.

– ¿Qué te llamó?

– ¿Te estás tocando?

– Sí, hace rato, cuenta. ¿Qué te llamó?

– Cerdo, cabrón, asqueroso, hijo de puta, semental… hijo de mil padres cuando me ponía el ojete para que se lo follara con la lengua…, ya te dije, de todo menos bonito.

– ¿Y tú que le llamabas a ella?

– Nada, tenía la boca llena. Si no le llamaría tortillera.

– ¡¿Tortillera?!

– Sí, tortillera, bollera…

– Ya, ya. ¿Pero por qué le llamarías así?

– Por que soñó con otra mujer, y por eso desperté con su coño en la boca.

– ¡Qué fuerte! Y encima te lo contó.

– Sí, si supieras cómo tenía el coño cuando desperté con él en la boca…

– ¿Cómo lo tenía?

– Empapado de jugo, tan empapado que goteaba. ¿Sigues tocándote?

– Síííí. ¿A qué te sabía?

– A vicio, a puta… a hembra.

– Enciende la cámara. 

Isidro encendió la cámara y vio cómo Eva se chupaba la teta izquierda, y después oyó cómo le decía… 

– Estoy muy cachonda.

Vio dos dedos entrar y salir de su coño. 

– ¿Te quieres volver a  meter aquí, perro? 

Eva había parado en una estación de servicio, apartado de los demás vehículos aparcados. No cambiara por casarse.

A los 38 años la sangre hierve con facilidad, y ella era de sangre caliente… 

– ¿Cómo quieres que te folle Puta?

Acarició con un dedo el gran clítoris semejante a la falange de su meñique y, después abrió el coño con dos… 

– ¡A toda mecha, cabrón! ¡¡Rómpeme el conejo!!

Se volvió a meter los dedos dentro del coño y lo folló con celeridad. Isidro se moría por meter en aquel coño mojado y frotó su polla contra la pantalla del celular donde se veía el gran coño tragón que hacía solo unos minutos se lo había follado y necesitaba volver a hacerlo…

– Te estoy follando otra vez, cabrona. 

Limpio la pantalla y vio cómo se magreaba las tetas. Sintió cómo gemía.

– ¡Quiero que metas tu polla entre mis tetas! ¡También la quiero en mi boca! 

La cámara mostró su rostro. 

– ¡Quiero chupar tus cojones! ¡Quiero tragar tu leche!

Eva estaba de un cachondo subido… 

– Te la daré donde quieras, perra.

Se dio la vuelta y le mostró su culo, redondito, gordito, con su ojete estriado semejante a una estrella brillando. 

– ¡Ummmmm! Se veía delicioso… Acarició el clítoris con dos dedos de su mano derecha… – ¿Te gusta, cabrón? ¡Vamos Hijo de Puta! Quiero ver que lo sabes hacer.

– ¡Me gusta mucho PUTA! Y te lo voy a romper.

– ¡¡Quiero sentir tu lengua dentro de mi culo otra vez!!

– ¡Lo que vas a sentir es mi polla! ¡¡Te lo voy a romper zorra!

– ¡Rómpeme el culo cerdo, rómpemelo como tú sabes!

Vio de nuevo los dos dedos entrando y saliendo de su coño. Sintió cómo los dedos chapoteaban en sus jugos, parte era semen. Le encantaba sentir aquel ruido, al que esta vez acompañó con gemidos y diciendo… 

– "Qué rico, que rico, que ricooo…" 

A punto de correrse, sacó los dedos del coño, los llevó a la boca y los chupó. Isidro sintió que se iba a correr.

– Saben a ti… me encanta el regusto que deja tu leche en mi lengua. Eva completamente salida de sí le preguntó… 

– ¿Quieres que me corra para ti otra vez, cabrón?

– Sí, zorra. Con un polvo nunca tienes bastante.

– ¿Qué quieres ver cuando me corra? ¿Quieres ver mi coño soltando jugos?

– No, quiero ver tu cara de puta.

Se dio a vuelta de nuevo… – ¡La verás, pervertido Hijo de la Gran Puta!

Sintió de nuevo el chapoteo que hacían sus dedos dentro del coño. Sintió sus dulces gemidos de orgasmo descontrolado. Vio cómo mordía el labio inferior, cómo sus ojos se fueron cerrando, cómo se le cerraron de golpe, y oyó cómo dijo… 

– ¡Ummm! ¡Me corro!





Eva se corrió jadeando cómo una perra, aunque a Isidro le pareció ver a una princesa gozando. Un flash iluminó su cerebro. El sonido venía del aseo, y cuando llegó abrió la puerta justo en el momento que su padre estaba por terminar, se miraron a los ojos, no se podía creer lo que sus ojos veían… la polla de su padre en ristre siendo machacada con delirante alborozo, sus huevos tremendos reposando sobre la tapa del váter, dos bolas másicas dentro de una bolsa escrotal tan grande como un odre de vino. Él no estaba dispuesto a ceder, le había costado mucho llegar hasta ese punto para que nadie, ni nada le sesgara el placer de correrse, miraba a su hija inmóvil cruzando la mirada con él… no se marchaba, pero tampoco acaba de entrar o saber que buscaba allí. 

De pronto comenzó a eyacular salvajemente, nota como de su polla comenzó a brotar leche dibujando parábolas como de una fuente…. El primer chorro de lefa estalló contra el móvil queriéndose correr en su boca abierta, los segundos reventaron en los azulejos distantes casi un metro. Eugenia, su hija ensimismada no daba crédito a la cantidad de semen que le salía de esa inconmensurable polla y de los abultados huevos de su padre. Al acabar de correrse, su hija aún se encontraba en el aseo, ahora dentro con la puerta cerrada tras de ella… 

– Te echaba de menos, princesa. 

Le dijo a su esposa cerrando la conexión. Eva apagó el teléfono continuando con su camino al trabajo.

– Pensaba que era yo tu princesa papá… y no la puta de tu esposa.

– Eugenia, no deberías haber entrado, no deberías estar aquí, ni haber visto lo que has visto

Él continuaba desnudo con la verga tiesa mirando al techo, esa viagra no dejaba de hacer su efecto pernicioso sobre el ariete paternal.

– Sabes que soy una transgresora, papá.

– Demuéstralo haciendo cosas diferentes a las que haces… y respetando mi intimidad. 

Su padre se levantó y salió camino a la habitación de matrimonio, pero justo al pasar al lado de ella…

– ¡¿Me estás retando?!

– ¿Tú que crees?

– ¡Vas a tener suerte, viejo cabrón! 

Eugenia, había entrado con una pequeña bata y zapatillas, le siguió unos pasos entrando con él en la de Isidro, abrió la bata, la dejó caer al suelo, y desnuda, le preguntó… 

– ¿Princesa o transgresora? Tú elige, las dos cosas puedo ser.

– Depende hija… ¿Qué buscas?

Caminando hacia la cama… 

– Busco sentirme viva, papá. Que te fijes en mí y esa puta de tu mujer me lo impide. Llevo dos meses sin que me calientes el culo con la zapatilla, sin chupar unos cojones… les echó mano a los huevazos de su padre. – Sin tragarme la leche de una corrida, sin comerme la boca de un tío, se inclinó a su lado. – Sin sentir una polla entre mis tetas, sin sentir ni una lengua, ni un dedo, ni una polla dentro de mi coño. Sin que me mamen el coño hasta correrme cómo una puta. Llevo dos meses muerta, papá.



Isidro no creía lo que estaba escuchando de su pequeña, volvió a ver aquel cuerpazo, con tetazas de sensuales areolas, gordos pezones y un coñito enjuto de labios gordezuelos que quitaban el hipo… aquella ricura.

– Hija no puede ser, haría todo por ti, lo que desees, princesa transgresora…, pero lo que me estás pidiendo es imposible.


Eugenia, lo primero que hizo fue cogerle las pelotas y saborearlas con ganas atrasadas…, se inclinó vertiginosamente sobre la entrepierna de su padre, y antes que esté pudiera decir nada la tenía allí lamiendo, chupando y mamando…limpiándoles los restos de semen del orondo cabezón aún duro. Después le dio pequeños mordisquitos a la polla, la meneó, jugó con su lengua golpeando con la punta al par de pelotas… Cuando vio no podía resistirse más, subió encima de él, y metió la polla en el coño. Isidro estaba tumefacto, como su verga… con su cuerpo rígido sin saber qué estaba pasando con aquella niña irreconocible. En segundos, su hija cabalgaba como una amazona sobre el ariete de su padre, que conservaba una erección involuntaria gracias a la viagra. Se dejaba llevar por la chiquilla, que a sus 20 años no parecía inexperta ni tan chiquilla… le entraba todo el cipote hasta la raíz, los 18 cm de 5 cm de grosor eran carne trémula hurgando en las entrañas de su hija. 





La nena estaba súper apretada, nada comparable al coño cedido de sus esposas, tan apretado que no duraría mucho sin correrse. La cría sucumbió en apenas dos minutos, se arqueo posándose sobre el pecho de su padre, lo besó jadeante haciéndole sentir como se corría su hija por culpa de él. El olor a hembra joven le embriagaba, notando su bayoneta calada hasta los huevos en un coñito tan cenceño como tragón. No pudo aguantarse un segundo más, ni tampoco avisó a la nena, solo la cogió de las caderas la elevó, ella comprendió que deseaba ver cómo le partía la raja, eso excita mucho a los machos…su padre no sería menos y, poniéndose en cuclillas al salto de la rana, Eugenia receptó cada batida de pollazos que su progenitor le arreaba con contundencia. Este emitió un rugido concluyente mientras le llenaba  de leche. Había sido una follada rápida de corrida exuberante. Al acabar los no menos de cinco lefazos, extrajo el gran badajo de sus entrañas y le puso el coño en la boca a su padre… se lo comió. Le daba tanto morbo que Isidro le follase el culo con el dedo corazón y que se tragase su propia corrida mientras le comía el coño, que en nada, se aferró con las manos a la barra del toallero y corriéndose, exclamó…

– ¡Quéeééé puuuuuuuuta soooooooy! 

Isidro se hartó de tragar jugos… La polla seguía sin bajarse. Su hija, con las piernas aun temblando, las bragas y el camisón, y le dijo a su padre… 

– ¡¡Le acabamos de poner los cuernos a tu mujer y eso me encanta…!! Ahora podrás comparar quien de las dos es más PUTA… y te pude hacer más feliz ¡mi coñito es solo tuyo, Papá!




1 comentario:

  1. Sabes Pencho, tienes el tamaño preciso que me recetó el médico para la quemazón de coño. son por frases como esta que adoro leer tus relatos... gracias por tanto!

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