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UNA HISTORIA DE AMOR. Y si tú no has de volver...

    "Y si tú no has de volver" 1ª PARTE "Una para el otro y otra para el uno". Esa frase la repite una y otra vez mi ...

Con "V" de Vendeta. La Convivencia




EPISODIO  III. LA CONVIVENCIA se tornaba fácil, Marta descansaba junto a su piscina, ataviada con un bikini y tumbada sobre una toalla de playa recibía los rayos del astro rey. Acababa de tomar un frugal desayuno. Aquel día no le apeteció levantarse temprano. Había pasado mucho tiempo desde aquella fatal noche y la normalidad comenzaba a reinar en sus vidas…, desde entonces se dedicó a recuperar su cuerpo y alma a base de sesiones de masaje, peluquería y largas charlas con sus amigas de café. El sol acariciaba su cara y su cuerpo… ella se lo agradecía dedicándole sus mejores siestas a cualquier hora. Oyó acercarse a Benito y se alegró al verle. Unos meses atrás su sola presencia le hubiese incomodado, ahora su relación había cambiado. Hablaba más con él y pasaban juntos más tiempo a diferencia de Beatriz, que si bien nunca hubo buena relación entre ellas ahora ésta era apenas existente. 

Te has levantado muy tarde, dijo ella.

Es sábado, replicó. Además tú tampoco has madrugado demasiado. 

Yo no tengo obligaciones. 

Ni yo. 

– Tú sí, tienes que estudiar. 

¡Vamos mujer!, pero como me mandas a estudiar con el día que hace, ya estudiaré a la tarde. 

– Como quieras, tú verás. Ya eres mayorcito para saber cuánto y cuando debes hacerlo. 

Que su madre delegara en él cualquier tipo de responsabilidad era todo un hito histórico aunque solo fuera el hecho de administrar sus propios horarios de estudio. No podía defraudarla con sus notas, aun no se atrevía. No obstante prefirió recostarse en la tumbona junto a ella y leer un rato los comics que distaban mucho de ser infantiles y que otrora estuvieran prohibidos en esa casa debido a la violencia que en ellos se dibujaba.

– · –

Fermín se encontraba en su despacho escondido de Beatriz. Aunque la relación entre ellos también había mejorado desde aquella noche el concepto que tenía de ella había bajado muchos enteros. No había en ella rastro de inocencia o candidez y había perdido por el todo el respeto que antes le guardaba como progenitor. Cada vez que miraba a su hija veía a su mujer hace 20 años. Fría, calculadora, ladina pero sobre todo implacable. “nunca pierdo una batalla” oyó decir a Bea, y ese era exactamente el lema de Marta. Sin duda, Beatriz era hija de su madre. 
¿Papá? 
Horror, pensó Fermín. – Ya está otra vez aquí. 
¿Puedo pasar? Repitió la misma voz. 
No, no puedes, estoy ocupado. Muy ocupado
Metió algo en un cajón y lo cerró apresuradamente. 
Acabo de levantarme y te estaba buscando. Como me dijiste ayer que hoy hablaríamos del coche… 
– No, no te dije que hablaríamos hoy, te dije “el día de mañana” hablaremos del tema.
Eso son excusas. Pero ¿por qué no quieres comprármelo? 
Porque es muy caro, porque solo tienes 20 años, pero sobre todo, porque no me fío de ti. 
– Tengo el carnet desde los 19, replicó ella. 
Fermín intentó concentrar su mirada en el periódico que intentaba leer sin embargo la incomodidad por la presencia de la pequeña ladilla pedigüeña, lo hacía imposible. Entonces notó como Beatriz, que había rodeado la mesa, le apartaba los brazos que descansaban sobre el periódico y se sentaba en su regazo. 
Me dijiste que me lo comprarías cuando tuviera veinte, insistió. 
– No, te dije “cuando seas responsable”. Además, no me estás pidiendo cualquier coche… 
Quedamos en que el modelo lo elegiría yo… 
– De entre los que yo seleccionara, cortó Fermín. 
No estás siendo justo, respondía seria. 
Un indeseable efecto puso en alerta a Fermín que notó con horror como comenzaba a sufrir una erección. 
– ¡BASTA! Grito Fermín, enfadado por culpa de la traición de su polla. – He dicho que no y punto. 
Cortó la conversación para evitar una escena embarazosa. Empujó a Beatriz fuera de sus brazos y se levantó dispuesto a abandonar la habitación dándole la espalda y ocultando la visión de la polla dura que transportaba. Bea atajó rápidamente a su padre interponiéndose entre él y la puerta para que no abandonara ni la habitación ni la conversación topándose de frente entre ambos. 
Perdona hombre, no te enfades conmigo, ya verás como… 
La cara de ella palideció de inmediato. Pudo notar a través de la fina tela del pantalón, la erección de su padre. De un brinco se alejó de él. Mirando su entrepierna consternada. 
No me lo puedo creer, dijo ella. Fermín desolado, intentó excusarse. 
– No es lo que parece, no pienses mal. Te lo puedo explicar. Es que hace un rato… 
No hace falta que me des excusas, si está muy claro. Se te ha puesto la polla dura cuando te he puesto el culo encima. 
Su padre cerró los ojos con resignación, tomó aire y continuó la explicación pero Bea ya abandonaba la estancia sin prestarle atención.

– · –

Marta estaba junto a Benito disfrutando de su sueño, ataviada con un pañuelo en la cabeza y un florido bikini. Sus brazos y sus piernas desparramadas sobre la toalla intentando captar la mayor cantidad de sol posible. Mientras él leía plácidamente, ojeaba de cuando en cuando el cuerpo de su madre y cada vez que lo hacía posaba su mirada en el mismo sitio, el bulto de su entrepierna…, en su mullido conejo. Hubo un momento en el que ya no leía, su mirada estaba fija en la parte inferior del bikini que cubría su coño. Marta tenía la boca entre abierta y su respiración era lenta y constante. Estaba profundamente dormida. Benito se acercó más para poder contemplar de cerca aquel mullido bulto. Las últimas semanas se había convertido en una obsesión. Posó su mano sobre el bikini vigilando que ella no despertara. Lo palpó suavemente y lo acarició con un leve roce. La respiración de ella era profunda, no movía ni un músculo. Cogió con cuidado el elástico de la prenda y tiró de él hacia arriba destapando aquel aterciopelado conejito maldito. Cuando lo vio, su corazón latió desbocado, podía sentir sus golpes en las sienes. Entonces lo hizo…. Deslizó su mano bajo la prenda notando el vello bajo sus dedos. Introdujo toda la mano palpando su pubis en toda su plenitud. 
Sus piernas estaban entreabiertas por lo que pudo recorrer todo el coño de arriba abajo una y otra vez con las yemas de sus dedos recreándose en cada rincón, notando sus labios gruesos, sintiendo el suave tacto de su vello. Necesito una novia cuanto antes. Pensó Benito ¿Porque no puedo tener una? Hasta el hermano de Vero se lía con un montón de tías incluida su propia hermana que está de puta madre. Y yo aquí espiando el coño de mi madre, joder. Ese chulo bobalicón, no es justo. Recorrió el cuerpo con la mirada, llegó hasta las tetas y pensó en lo que disfrutaría lamiéndoselas a su imaginaria novia. Entonces vio los ojos abiertos de su madre que le observaba con el ceño y los labios fruncidos. Paralizado, lentamente, como si aun ella no se hubiera dado cuenta, comenzó a deslizar la mano hasta sacarla por completo del bikini y se giró con intención de irse. 
Lo…, lo siento, dijo en un susurro. No es lo que parece. 
– Menos mal, porque parecía que me estabas sobando el coño. 
Vio a su madre levantando una mano y Benito cerró los ojos a la espera del bofetón. Cuando sintió que la mano se posaba en su hombro suavemente, quedó a la espera de algo peor por lo que no abandonó su posición arrugada con la cabeza gacha. 
Mírame, dijo ella. 
Él se giró y entre abrió los ojos hasta cruzar su mirada con la de ella. 
– Benito, no me ha gustado que me metas mano. 
– Sí, ya lo sé, pero no es lo que parece. De verdad. 
Parecía un polluelo herido. 
No quiero que vuelvas a hacerlo, repitió ella. 
  No lo haré. Pero te aseguro que no intentaba lo que tú crees. 
 ¡¿Lo que creo?! Dijo ella. Cada vez que te descubro mirándome con esos ojos de salido, me acuerdo de aquella noche. Y lo que creo es que el bueno, mi hijo Benito no ha dejado de ser en realidad aquel cabronazo que me folló el culo y el coño y se corrió dentro. Ahora hasta me metes mano, a plena luz del día. Lo que creo… continuó. Es que no puedo esperar nada bueno de ti. 
– Espera, déjame explicarte.

Marta bajó la vista hacía su bikini y comprobó que parte de su vello se traslucía por un costado. Se lo colocó correctamente e intentó levantarse. 

¡Espera! Dijo Benito sujetándole un brazo. Por favor deja que te explique. 

Marta aguardó unos instantes con la mirada fija en él. 

Llevo mucho tiempo obsesionado con el sexo. Ya sé que no está bien que diga esto pero…, es que no puedo pensar en otra cosa, sobre todo desde lo de aquella noche…, con vosotras. 

Los ojos de Marta se pusieron como platos. – ¿Cómo dices? 

– No, no, cortó Benito. No, quiero decir eso, por Dios. A ver, la culpa de que os hiciera aquello fue por lo pervertido y salido que soy. Llevaba tanto tiempo deseando estar con una mujer que cuando tuve la oportunidad, la aproveché sin mirar siquiera con quien lo hacía. Solo quería follar, follar y follar, y en aquel momento me daba igual con quien. 

– Hijo, te aseguro que no te entiendo, dijo en tono serio. 

Cuando acabó todo y durante los siguientes días, no entendía como pude excitarme contigo. ¡Me había puesto cachondo con mi madre y había follado con ella!, ¡joder, que mal…! Cada vez que recordaba cómo te sobaba las tetas o el coño, me daban vergüenza a mí mismo…, pero a medida que pasa el tiempo y mi mente calenturienta comienza a cargarse más y más, las cosas empiezan a no ser tan repulsivas. Y lo que antes era negro ahora es gris y quizá mañana sea blanco. 

Su madre, que le miraba con ojos escrutadores, seguía sin comprender lo que trataba de decir.
Hasta aquel día, era virgen en todos los sentidos, pero a partir de entonces y después de probar lo que tanto deseaba ya no puedo parar de pensar en otra cosa. Bueno, quiero decir, a pensar todavía más. Lo que necesito…, titubeó Benito, pensando en lo que quería decir 
… ES MI COÑO, sentenció Marta. 
No, no, no, eso no, joder. Es lo que trato de explicar. Vale, sí que necesito un coño y necesito follar con alguna tía. Pero como la única mujer semidesnuda que veo eres tú, termino obsesionándome con tu cuerpo y acabo por meterte mano. El problema es que voy a volverme loco si no follo pronto con una tía, joder ya, ostia. 
Con tono relajado y la mirada fija en él Marta dijo. Hijo, eso le pasa a muchos y la solución es bien sencilla. Hazte una paja, o mejor hazte dos. 
– ¡Pero si no paro de hacerme pajas todo el día!, joder. Y creo que estoy peor. 
– Pues échate una novia, que por falta de polla no va a ser, solo échale cojones y tírate a una que te guste. 
– Cojonudo, así de fácil, ahora mismo salgo a la calle y me pillo una. ¡Mamá, por favor! 
– No creo que sea tan complicado... eres guapo. 
Vale, pues tráeme una. 
– No digas bobadas. Sal y búscate la vida. No importa que sea fea, si solo la quieres para follar... la pones a cuatro patas y ya.
– El problema es que me conocen en todo el mundo como “el rarito de las bragas”. Y ninguna tía quiere nada conmigo, incluidas feas, gordas, ogros y demás esperpentos. Mi fama me precede y todas me rehúyen como un apestado...
Marta se sonrojó al oírle pues era la culpable de ese rumor, aunque no pudo reprimir una sonrisa por la sorna con que se tomaba el asunto.
¿Y entonces? Preguntó ella. 
Pues entonces seguiré dándome duchas frías, practicando control mental y haciéndome pajas sin parar hasta que se me seque la médula… 
– Y metiéndome mano en el coño. 
– Que no, ya te he dicho que lo siento y que no volverá a ocurrir. 
– Si me duermo boca abajo espero no despertar con un dedo metido en el culo, o tu polla. 
Benito la miró serio y su tono sonó más grave. 
Te juro que solo quería verlo y tocarlo un poco. Nada más. 
– Está bien, te perdono, dejémoslo estar, no pasa nada. 
Marta apoyó su mano en el hombro de Benito, se levantó y se fue hacia la casa.      

– · –

BEATRIZ entró en su cuarto, iba a salir y antes quería ducharse. Se desnudó a toda prisa. Echó la ropa sucia en una la esquina de la habitación y se dirigió hacia la puerta donde tenía colgado su albornoz. Se paró en seco y no pudo evitar un grito. Su padre estaba allí, en el quicio de la puerta con la misma expresión de horror que ella. 
– Lo…, lo siento no sabía…, quería explicarte… 
Beatriz intentaba cubrir su desnudez con ambos brazos como podía. Fermín se percató de ello se quitó su camiseta y se la ofreció. Bea la atrapó por instinto y se tapó con ella. 
– Perdona…, no quise…, solo vine a hablar contigo… 
Todas las palabras que Fermín pudiese haber utilizado hubiesen sido inútiles. El pantaloncillo que vestía mostraba una erección en toda su plenitud llegando al punto de necesitar más tela para poder cubrir su polla dura por completo. 
¿Qué está pasando aquí? 
Ambos miraron hacia el pasillo de donde surgió Marta que miraba la escena con cara enojada esperando una respuesta a su pregunta. Beatriz, desnuda y con la camiseta de Fermín entre sus brazos. Este último, en completa erección en el cuarto de ella. 
– Yo…, venía…, tenía que explicar a Bea…, comenzó a balbucear Fermín. 
Terapia de choque, cortó tajante Beatriz que había abandonado su posición arrugada para adoptar otra más altiva y segura de sí misma frente a su madre. 
Sus brazos estaban en jarras sobre sus caderas, ya no ocultaba sus tetas ni su recortado pubis en una tira que alargaba su raja vaginal haciéndola muy sexy, y levantaba su barbilla en posición desafiante. Ambas mujeres se miraron fijamente durante rato. Al final Marta fue la que habló… 
Entiendo, le miró uno a uno con desprecio y se fue por donde había venido. 
Fermín quedó impresionado por la reacción de Marta que no montó un escándalo como hubiera sido lo usual. 
– ¿Por qué tu madre…? Comenzó a decir Fermín. 
Toma tu camiseta y lárgate, interrumpió Bea. 
Estiró el brazo, él la cogió sin poder apartar la mirada de sus tetas. 
Espero que te hagas una buena paja a mi costa, dijo enfadada. 
Fermín reaccionó y miró su polla dura a punto de reventar sobresaliendo por la parte superior del pantaloncillo, después vio sus ojos encolerizados intentando fulminarle. 
– Espera, esto tiene una explicación, tomó aire para continuar hablando. – Mira el caso es… La puerta se cerró de golpe en sus narices. – Puta niña engreída, puta bruja paranoica, puta viagra de los cojones, ¡joder! Murmuró frente a la puerta. Apretó los puños y se marchó de muy mal humor.

– · –

Marta volvió junto a Benito que seguía sentado junto a su toalla con la cabeza cabizbaja. Se sentó junto a él y colocó el bote de crema solar que acababa de traer entre los dos. 
Anda Benito, dame crema en la espalda, y de paso un masaje en los pies. Como tú sabes. 
Se tumbó boca abajo y se soltó la parte superior de su bikini dejando la amplia espalda para las manos de Benito. Ya le advirtió Bea lo de su “terapia de choque”. Fermín, siempre fue un cerdo. No podía esperar otra cosa de ellos. Cada vez se encontraba más irritada. Benito puso cara de fastidio, vertió parte de su contenido en la espalda y piernas y comenzó su tarea con esmero. Para que no se manchara el bikini tiró de él hacia abajo descubriendo parte de su trasero en el que se podía apreciar la blancura de la piel que tapaba la prenda. No tardó en notar que su madre estaba extremadamente tensa, algo muy habitual en ella. Apretaba sus puños con fuerza, lo que significaba una solo una cosa, estaba muy enfadada con él. No debió propasarse con ella antes. Después de un buen rato frotando la espalda comenzó con las piernas. Después le daré un buen masaje de pies, pensó Benito. Así recuperaría parte del terreno perdido en su nueva relación madre hijo. Masajeaba sus pantorrillas cuando se percató de algo que le cortó la respiración. Al bajar el bikini y dejar al descubierto parte del blanco culo de su madre, la tela de la parte inferior de éste se había despegado.

Observó la tersa piel del cuerpo de ella, lo que dejaba a la vista los labios vaginales, libres de vello de su madre con tono más oscuro que marcaba cuál era su diana del deseo. El mullido coñito semi oculto entre sus piernas turbó de nuevo a Benito. Que comenzó a sentir una nueva erección. Miró en todas direcciones deseando que nadie le viese en ese momento con su erección. Su madre, se mantenía bocabajo con los ojos cerrados en un intento por relajarse o cuando menos concentrarse en el masaje. Apretaba aun con fuerza los puños, síntoma de que su alteración o enojo se mantenía si es que no iba en aumento. Benito se sintió culpable por espiar de nuevo el coño de su madre pero no le quitó ojo. 
Adiós, me voy, no me esperéis a comer, gritó Beatriz mientras salía de casa alejándose. 
Benito dio un brinco cuando oyó a su hermana y rogó que ninguna se fijara en su polla erecta. Marta abrió los ojos y la vio alejarse, la observó durante el tiempo que permaneció en su campo de visión. Un rato después que hubiese desaparecido seguía con la vista fija en el mismo punto. De repente su madre hizo algo que jamás antes había hecho incluso estando sola. Se giró boca arriba sin haberse colocado la parte superior de su bikini. Cerró los ojos y dejó de apretar los puños…. Benito no daba crédito. Recorría con la vista su cuerpo arriba y abajo sin cesar obnubilado por el tamaño y forma de sus tetas. Estaba de rodillas junto a ella absorto cuando oyó decir…. 
Dame crema en el vientre, lo dijo sin abrir los ojos, en un tono cansado. Con pulso tembloroso comenzó a acariciar su vientre. Dame también por el torso, las tetas y los hombros, no quiero que me queme el sol.

Con mayor turbación posó sus manos en el torso y por los hombros. También extendió crema por los brazos que ahora caían inertes a ambos lados de su cuerpo. Llegó el momento en el que toda la parte delantera excepto dos grandes zonas circulares tenía crema. 
No tengas remilgos en darme crema en las tetas, ya las tocaste una vez. La piel ahí es más delicada que el resto y las quemaduras fastidian mucho más. 
Benito tardó en reaccionar. No era posible que le pidiera eso, y menos después de lo de esta mañana. ¿Sería algún tipo de prueba? No obstante no lo pensó mucho más y posó una mano en cada teta y extendió la crema lentamente. Acarició con delicada suavidad, más tarde las caricias fueron sustituidas por manoseos e incluso en pleno estado de excitación y atrevimiento las amasó con lujuria. Extendía de vez en cuando la crema por el resto del cuerpo llegando hasta el límite del bikini y encontró aquí la siguiente de las sorpresas. El bikini estaba desplazado hacia abajo destapando el nacimiento de su pubis. Una pequeña porción de vello escapaba por la parte superior de la tela. 
En pleno estado de excitación y con poca sangre en el cerebro para pensar coherentemente empujó disimuladamente cada costado del bikini en varios pases de su mano por los costados de su cadera. Al cabo de un rato el bikini dejaba al descubierto la mitad de su coño. Benito no aguantó más y se atrevió a dar el paso, aunque lo hizo con cautela. Su mano se desplazó desde su cadera a lo largo de su vientre hasta llegar a la cadera contraria, en su paso rozó tímidamente el inicio de su vello con el borde de la mano. Una y otra vez las pasadas de su mano bajaban más y más hasta que llegado el momento acariciaba toda la pelvis que el bikini no cubría llenando de vello recortado… aterciopelado, toda la palma de la mano. En todo ese tiempo, Marta no se había movido un ápice ni había dado señales que indicaran un cese de lo que estaba haciendo. Éste, absorto en los encantos de su madre, no paraba de recorrer su cuerpo desde las tetas hasta el pubis incesantemente.




Al final, Benito introdujo la mano dentro del bikini palpando la parte oculta de su madre tal y como había hecho tiempo antes, llenándose la mano con su coño y acariciándolo suavemente. Marta abrió los ojos mirándole fijamente con expresión serena. Benito detuvo su mano petrificado pero no la retiró. Marta volvió a cerrar los ojos y Benito, empapado de sudor frío, continuó palpando el conejito aterciopelado de ella, sin entender nada pero aprovechando lo que fuera que estuviera pasando. Lo recorría con los dedos, sentía la suavidad del vello, notaba la forma de sus labios extremadamente marcados…. Por alguna razón, su madre le permitía un exceso otrora impensable. No cumplió la promesa hecha a su madre, deslizó un dedo entre los labios, recorriéndolos por su interior desde abajo hacia arriba hasta llegar a la zona del clítoris… rodeó su capuchón una y varias veces. Repitió el recorrido hasta que decidió introducir el dedo dentro de la vagina. Comenzó a penetrar su coño lentamente. Cuando casi tenía el dedo dentro por completo Marta se incorporó como un muelle cerrando sus piernas e impidiendo con ello nuevas exploraciones a su intimidad.
Ya está, dijo Marta. No sigas. 
Pe…, perdona…, pensaba…, comenzó a decir Benito. Joder, lo siento, de verdad, creía… 
– Tranquilo… deja de pedir perdón por tus actos, interrumpió ella. No pasa nada. Está todo bien. No quiero que sigas, eso es todo
– ¿Estás enfadada? Preguntó. 
No, no lo estoy. No has hecho nada que no quisiera y me has dado un buen masaje y te lo agradezco. Pero, es que ahora tengo que irme. Quédate aquí descansando si quieres. 
Se colocó la parte superior del bikini y se subió y acomodó la parte inferior volviendo a ocultar de la vista el perfilado coño de la elegante dama, un chocho perfecto para una chica de veinte años en una señora de 42. Se levantó para irse y al hacerlo vio la enorme excitación de Benito bajo su bañador que le produjo una mueca de inercia para aprovechar la erección tan majestuosa de su hijo. Benito se dio cuenta del descubrimiento de su madre, lo que produjo una incómoda situación. Sin más comentarios Marta entró en la casa, momentos después Benito hizo lo mismo y se dirigió a su cuarto. Necesitaba hacerse una paja urgentemente.

– · –


El día transcurrió sin más incidencias. Ya por la tarde cada uno de los integrantes de la familia, hacía como es habitual, su vida por separado. Marta descansaba en el jardín, Benito mataba sus horas estudiando, leyendo comics o trasteando con su ordenador. Beatriz, desaparecía de casa cuanto podía junto con su amiga. Por último Fermín pasaba innumerables horas en su santuario particular, su despacho, que utilizaba tanto para llevar sus negocios como para leer el periódico o descansar sobre su butaca. En esta ocasión, se encontraba absorto en sus cavilaciones familiares. No podía quitarse de la cabeza a Beatriz ni a su mujer. Esa pequeña putilla presuntuosa se había confundido con él y la bruja paranoica de su mujer hizo otro tanto sin darle el beneficio de la duda sin esperar ningún tipo de explicación. Que se jodan pensó. Y que se joda también Juanito y su puta viagra adulterada de mierda con sus putos consejos…. En medio de sus negros pensamientos se abrió la puerta del despacho y del pasillo apareció Beatriz. Llevaba una camiseta, que sin ser ajustada, le marcaba la figura y unas bragas como únicas prendas. 
¿Puedo pasar? Preguntó desde el quicio de la puerta. 
Ya estás dentro ¿qué quieres? Pregunto enfadado. 
– Hablar del coche. 
Pues yo no. Ya estoy hasta los huevos de repetirlo. 
Quiero que me lo compres, insistía. 
Ya hemos hablado de ello. Y he dicho que no. 
A lo mejor si escuchas lo que tengo que decirte… 
– A lo mejor si escucharas tú cuando yo te hablo…, corto tajante. 
Beatriz se había estado acercando, había rodeado la mesa y se encontraba junto a él. Se sentó sobre la mesa, con los pies colgando, junto al periódico que leía Fermín frente a él. 
Seguro que te interesa un trato. 
– Seguro que no. Déjame leer tranquilo y vete a corretear histérica a tu habitación.
Apoyó sus brazos sobre la mesa a cada lado del periódico e inclino la cabeza sobre él en ademán de leerlo. Beatriz levantó una pierna por encima del brazo de él posando su pie desnudo sobre el periódico. Al hacerlo, toda la parte frontal de sus bragas quedaban expuestas a la vista justo delante de la cara de su padre. No lo pudo pasar por alto. Miro con atención sus bragas, se apreciaba el nacimiento de sus finos labios vaginales…, el mullido bulto que escondían bajo sí, aquel coñito que volvía locos a más de un madurito. Se intuía claramente el perfil que marcaban sus labios adolescentes bajo aquella fina tela. Levanto la vista hasta cruzarla con la de ella. Que le miraba impasible y fría.
Podemos llegar a un trato, dijo ella. Yo quiero algo que tú tienes y tú quieres algo que yo tengo. 
¿Por qué supones que voy a querer un trato contigo? 
Por qué eres un macho que necesita una hembra joven como yo…, le atajó ella. La pregunta es… ¿cuánto vale para cada uno lo que tiene el otro? 
Fermín volvió a bajar la vista hacia sus bragas, consternado por lo que su hija le estaba proponiendo, recorriendo con la vista en toda su dimensión aquella prenda. Levantó la cabeza de nuevo hasta cruzarse con su mirada gélida.

– · –

Cuando la luz del sol comenzaba a desaparecer MARTA se encontraba sentada en el salón absorta en sus pensamientos, pensando en lo ocurrido durante la mañana, el manoseo de Benito, Fermín en erección, Beatriz desnuda y su “terapia de choque”. Pensaba también en el deterioro de su relación con Fermín. Le detestaba pero era su marido, debía intentar un acercamiento con él o la familia terminaría desintegrándose. Si habían superado lo de aquella noche podrían superar cualquier cosa. Había mucho en juego y tanto ella como él debían permanecer siempre juntos y a ser posible unidos. Se dirigió a su despacho. Llamó a la puerta y entró. Beatriz estaba dentro con su padre, al parecer se estaban despidiendo y ella se dirigía hacia la puerta. Pasó junto a ella sin decir palabra y con cara de hastío. Desapareció por el pasillo. Fermín, en pie se abrochaba la camisa y se la metía dentro del pantalón. 
– Una escena curiosa cuando menos, pensó Marta. ¿Tienes calor?, estas sudando. 
Sí, contestó él titubeando. He hecho un poco de ejercicio. 
No me digas, ¿de qué tipo? 
Flexiones. 
Ya, ya veo. ¿Y Bea te ayudaba? 
La verdad es que no, dijo con enojo. He hecho ejercicio yo solo. 
Típico de ella. Nunca hace nada. 
¿A quién me recuerda? 
A su padre, sin duda, atajó Marta. 
Tras unos segundos Fermín fue el que habló. Y bien, ¿qué querías? 
Hablar contigo, pero casi mejor lo dejamos para otro momento…
– ¿Qué tiene de malo este? 
Todo, lo tiene todo. 
– ¿Por qué? 
Porque es imposible hablar con alguien que se aleja cada vez más de su matrimonio. 
– Eso no es cierto. 
Mira Fermín, es inútil negar que entre nosotros haya una distancia insalvable que cada vez se hace más grande. 
– Cierto, ¿y de quien es la culpa? 
Ahora mismo tuya. 
– ¿Mía?, ¡vaya por dios!, siempre soy yo el culpable de todo. 
Siempre no. Yo tengo mucha culpa de lo que nos pasa. Pero ahora mismo hay cosas que ya no estoy dispuesta a tolerar.
– ¿Qué “YA” no estás dispuesta?, no digas bobadas. Tú nunca has tolerado nada. Marta le miró irritada. 
– He consentido muchas cosas en silencio. Que tú no lo sepas o no hayas querido darte cuenta no quiere decir que no lo haya hecho. 
No me digas, ¿cómo cual, si puede sab…?  Marta no le dejó terminar. 
Verónica, Amanda, la madre de… 
– Vale, ¡vale ya! No sigas por ahí. Cortó Fermín incómodo. – Tampoco tú eres un alma cándida. 
No, no lo soy y por eso había venido aquí. Para hablar, para solucionar, hacer borrón y cuenta nueva. Pero de momento prefiero dedicar un tiempo a pensar cierta serie de cosas. 
– ¿Pensar?, ¡Maquinar!, querrás decir. Marta se dio la vuelta y se dirigió hacia la puerta. 
Antes de que abandonara el despacho Fermín gritó. – Yo también he hecho la vista gorda contigo muchas veces. ¿Qué diferencia hay ahora? 
Se detuvo en el quicio de la puerta. Pues que no estoy dispuesta a añadir a tu propia hija en tu lista de deslices. 
– ¡Eres una paranoica!, ¿lo dices por lo de esta mañana? 
– Lo digo porque sus bragas cubren la lámpara de tu escritorio. 
Fermín se giró consternado en busca de la prueba del delito. Al verlas se lamentó de haberlas dejado allí. Miró a su mujer con cara de fastidio a la espera de lo que esta tuviera que decir. 
Bueno, dijo ella. Al menos ahora, no tratas de darme excusas baratas. Siempre me hizo pensar que me tomabas por tonta. Dicho esto, abandonó el despacho.

– · –

Recorrió el pasillo hasta el jardín. Necesitaba espacio abierto para respirar y pensar con claridad. Anduvo por la hierba sin rumbo fijo, se paró frente al ventanal del salón donde Benito, sentado en el sofá de espaldas a ella, estaba viendo una película. Entró sin hacer ruido, al colocarse justo detrás de él comprobó con asombro la realidad de la escena. Benito estaba viendo una película porno. Tenía una mano dentro del pijama meneándose la polla. Marta cerró los ojos con aire cansado. "¿Es que no hay nadie normal en esta casa?" Pensó. Rodeó el sofá y se sentó junto a él. Benito dio un bote al ver a su madre a su lado y se cubrió con ambas manos intentando cubrir su erección bajo el pijama. 
Ah…, mamá…, joder…, estaba viendo… 
Ya sé lo que estabas haciendo. 
– Espera, ahora cambio… el mando está…
– No hace falta, dijo cansada. 
Me da igual…pero estas películas deberías ponértelas en tu habitación, para meneártela tú solito y no a la visa de cualquiera que pase por aquí. 
Se hizo el silencio entre ellos. Marta miraba el televisor sin interés. Pasaron así un pequeño rato. Ella, seria con la mirada perdida en el televisor. Él, buscando el mando con la vista sin encontrarlo, rojo de la vergüenza. 
Tu padre es un cerdo cabrón… 
sí… ¿eh?, ¿ah, sí? 
Tu padre es un cerdo y tú hermana… una hija de puta. 
eh, sí…, sí…, eso es verdad, sí…, es una hija de puta… ¿po… por qué? 
– El cerdo de tu padre… no acabó la frase. 
Se miraban el uno al otro. La expresión de Marta era de amargura, la de Benito de desconcierto, estaba nervioso, con la frente empapada de sudor por el bochorno de la situación. Entonces se dibujó en su cara una mueca de sorpresa, se le pusieron los ojos como platos y se le cortó la respiración. Marta había puesto una mano en su entrepierna y la estaba deslizando bajo el pijama. Pudo sentir sus dedos alrededor de su polla que lo cogieron suavemente y comenzaron a acariciarlo. Al desconcierto inicial le siguió una tremenda erección. Miraba a su madre con expresión horrorizada. Ella guardaba la misma expresión inerte. Cerró los ojos un momento y cuando los abrió, tomó una decisión.
Alargó sus manos, asió las tetas de ella y comenzó a masajearlas. Ella no se inmutó. Seguía sin decir palabra con la misma expresión de amargura y la vista fija en su entrepierna, por lo que Benito, se atrevió a desabrochar su camisa lo más rápida y suavemente que pudo para acto seguido introducir sus manos bajo el sujetador. Sintió el calor y la suavidad de aquellas tetas, se regodeó en sus pezones grandes y blanditos por los cuales pudo adivinar que su madre no estaba nada excitada. Se deshizo del sujetador para poder regodearse de la vista de aquellos cántaros de miel. Los besó, lamió y chupó como un poseso hasta quedar harto de ellos. Cuando tuvo suficiente dosis, se atrevió a deslizar su mano bajo la falda a través de la cual, y sin encontrar resistencia, topó con sus bragas… con habilidad las deslizó hasta las rodillas donde una vez allí cayeron hasta los tobillos. Una patada al aire de ella terminó por disparar la prenda lejos. Su mano recorría nerviosa su coño, acariciaba su pubis, sus ingles y sus labios, que a diferencia de esa mañana, no se atrevía a invadir. Se encontraba sobreexcitado, se amontonaba la sangre en las sienes desconcertado… Marta se tumbó hacia atrás a lo largo del sofá, levantó una pierna y la desplazó hasta colocarla por detrás de la espalda de Benito quedando él de esta manera entre sus piernas y con el coño de ella totalmente expuesto. Con dos rápidos movimientos se quitó la camiseta y el pantalón del pijama, que ya llevaban rato molestándole. Completamente desnudos se echó sobre ella, que lo esperaba tumbada, y en un alarde de destreza por parte de la fémina, le asió la polla y la colocó en la entrada de su coño.

El chico casi se desmayó al notarlo, un pequeño mareo sacudió su cabeza que no era capaz de procesar lo que estaba a punto de ocurrir y sobre todo, por qué estaba a punto de ocurrir sin que él lo forzara. Respiraba con dificultad, le sudaba todo el cuerpo que le temblaba desde hacía rato, era una situación tan tensa como deseada en sus fantasías.... Entonces, sin pensarlo más tiempo, presionó apretando los músculos de sus nalgas… su ariete energizado comenzó a introducirse ligeramente en la vagina materna, en tanto ella abría con sus dedos los labios vaginales que envolvían el tronco del rabo hinchado de su hijo ¡Se sentía en una nube acogedora y cálida! A medida que su polla entraba por el coño de su madre, su corazón le golpeaba con más fuerza en las sienes, en la garganta, en toda su cabeza amenazando con salirse por la boca. Ella en cambio no padecía ninguno de los síntomas de su hijo que, como muñeca de goma, participaba de manera más pasiva que activa dejándose hacer por el macho encendido que se posaba sobre ella. Sus movimientos, tan lentos como escasos eran como de un autómata. No dejó de acariciar el cuerpo de su madre durante todo el tiempo que estuvo penetrándola. Besó su cuello, sus hombros y sus tetas… chupó de los pezones que le amamantaron, los lamió, chupó, y disfrutó de su vista todo lo que pudo mientras se la follaba metiendo la verga en profundidad, enterrándola en su totalidad en aquella acogedora vagina caliente y húmeda, excitándose más y más con los vaivenes que en ellos producían los envites que Marta recibía.

Benito la galopaba desbocado golpeando sus pelotas en el coño de su madre sin que ella se opusiese, en cambio gemía clavando sus uñas en la piel de su retoño animándolo a clavarla más hondo... la sensación de tener enterrada toda la verga en su cálido coño y le aporreo continuado de sus huevos le excitaban sobremanera, máxime cuando ella comenzó a gemir ante tales incursiones fálicas…, percibía el mástil duro entrar y salir una y otra vez haciendo aflorar la transpiración de Benito por el enorme calentón y el ejercicio dedicado al fornicio de su propia madre. Gozaba cual Edipo percibiendo cada pliegue de sus paredes internas en su sensible glande, lo mismo que ella notaba la expansión de su útero cuando la verga llegaba a calarse entera, sintiéndose llena de carne dura y ardiente como pocas veces le ha ocurrido en su puta vida…, le quemaba las entrañas, pero no hacía nada por demostrárselo a su amante por oprobio o simplemente por mantener el “Estatus Quo” con su hijo. El chico hincaba el falo con prestancia durante los minutos que duraba la follada…, su excitación estaba llegando al límite… 
Me voy a…correr mamá, me corro, susurraba con voz entrecortada. 
Faltaba poco para culminar su felonía y recordaba cuanto se enfadó su madre la vez que se corrió dentro de ella. 
Mamá, me… voy a… correr no voy a poder aguantarme mucho más…,  repetía esperando una respuestas positiva de su progenitora. 
Tranquilo mi niño… mamá lo está esperando, contesto. No pasa nada… puedes correrte dentro de mamá ¡Hoy me va a encantar recibir tu leche! ¡Vacíate y llena a mamá de semen!
La parsimonia en el tono de ella era evidente, un sentido de control absoluto que pretendía ser la lección de una madre a su hijo de cómo debe comportarse una hembra ante un macho brioso. Entonces llegó el orgasmo que le produjo oleadas de placer… 
jod… der. Me corro… toda mi leche… en tu coño… me corro. 
Benito instintivamente la clavó a fondo para llegar más cerca de su útero y vaciarse allí mismo donde hacía 20 años él fue engendrado. Su madre aguantaba paciente las arremetidas de su hijo, hasta que de improvisto recibió un profundo beso en mitad de la boca. Benito, en la cumbre de su orgasmo propinó un húmedo y largo beso a su madre introduciendo su lengua en busca de la de ella. Ella en un primer instante trató de zafarse de él, pero le sujetaba con fuerza la cabeza con ambas manos y por lo que no encontró la forma de esquivarlo, dándose a gozarlo de la misma manera…. Sentía su lengua recorriendo su boca cruzándose contra la de ella, a la par que percibía los chorros de lefa inundarle las profundidades de su útero, mientras él descargaba uno chorro tras otro de esperma espeso, ella se sentía más llena oyendo el chasquidos de sus jugos y la leche rezumando de su coño. Marta percibía como el chico apuntillaba en el fondo vaginal a cada esténtor, garantizando lechazos calientes, sintiéndose amordazada por un macho implacable. Le dejó claro que también podía ser una hembra complaciente y sumisa, dado que así se disfruta más del sexo, pero no podía respirar y empezó a ponerse nerviosa. Al final terminó por respirar a través de la nariz, soportando resignada la comida de boca que le realizaba su hijo, metiéndole la lengua y recorriendo cada rincón de los dientes y paladar en pugna con su lengua, en tanto el semental la inseminaba… hasta que este decidiera parar.

Se notaba llena de polla chupándole la lengua y percibiendo los aldabonazos de leche que iba eyaculando el hinchado bálano de su hijo. Se encontraba embriagada por el olor a macho que inhalaba por su fosas nasales llegando a sus papilas gustativas, un sabor a macho joven que le recordaba a sus años felices libres de responsabilidades. En flashes aparecían en su cabeza el primer polvo con Alain, aquel verano del 86 cuando apenas tenía 13 años y le susurraba en francés… Je t'aime mon amour. Tu es belle, la plus belle fille du monde ”. Cuando lo hizo, se dejó caer extenuado sobre su cuerpo colocando su cabeza en el cuello de ella. 
Me he corrido como nunca mamá, decía. He eyaculado todo mi semen… lo siento. No he podido parar mamá… Benito respiraba agitadamente empapado de sudor. Me he corrido dentro de ti mamá… lo siento. 
– Tranquilo Benito, ya te he dicho que no pasa nada. Todo está bien, a veces a una mujer le gusta que la colmen de hombría. 
– ¡Pero mi lefa la he vaciado en el fondo de tu coño…! 
– ¡Ya te he dicho que no pasa nada! Quédate tranquilo. 
– Podría dejarte preñada. ¡He sido un irresponsable! 
– Hijo mío podrías preñarme si fuera más joven, pero no lo has hecho porque a mi edad no soy tan fácil de preñar…. 
– Pero mamá te vaciado una cantidad enorme de leche. 
– Lo he notado Benito…eres un gran semental, y lo sigo notando ¡Mira como escurre tu leche en mi coño!, pero con mucha más me llenasteis el coño aquella noche y no conseguisteis preñarme… 
Pasaron un buen rato en aquella posición. Al final ella rompió el silencio. 
Anda Beni, vístete y vete a tu cuarto. 
¿Estás enfadada? 
– No. 
– Tú no te has corrido. 
– No, no lo he hecho. 
– Te he hecho daño. 
– ¿Qué dices bobo? ¡No! 
¿Y porque quieres que me vaya? 
– Porque ahora quiero estar un rato a solas. 
– ¿Me odias? 
Marta cogió a su hijo con suavidad por la cabeza y le miró a los ojos. 
Benito, no me has hecho daño, no te odio y no has hecho nada que yo no quisiera. ¿Está claro? Benito asintió indeciso. – Me quedé aquí porque me gusta tu compañía, necesitaba… aliviarme. Y ahora me gustaría estar sola un rato antes de irme a dormir. Anda, coge tu ropa y vete tranquilo. 
Benito obedeció y abandonó la habitación mientras Marta se sentaba en el sofá, se abrochaba la camisa y se bajaba la falda. Cerró los ojos y apoyó su cara en las palmas de las manos preguntándose porque lo había hecho. No disfrutó con ello en apariencia, y tampoco se sentía mejor. ¿Lo hizo por Fermín o por Bea?, ¿tal vez fue por Benito?, ¿o solamente le apeteció en ese momento llevada por su calenturón? Lo cierto es que volvía a tener su vagina llena de semen… una muy apreciable cantidad tras semanas sin probarlo. No lo iba a reconocer, pero tras lo ocurrido en el bosque, a Marta le atraía la idea de ser follada por un macho como su hijo…joven, potente y tan bien dotado como para llenarla de carne dura y llegar hasta su útero. Volvió a sentir los genitales de su hijo y en esta ocasión le avivaban de forma que no quiso reconocer su mala conciencia. En el fondo no era por venganza a su esposo por tirarse a la nena, necesitaba sentirse una mujer atractiva, y sin duda lo era para su hijo en grado sumo…, lo sabía por sus erecciones casi espontáneas y la dureza de su verga en todo momento del acto impúdico, incluso después de haber desahogado sus testículos de la pesada carga de esperma en el fondo de su vagina. ¡Era un chico con un potencial sexual increíble! Y ella no lo iba a dejar perder. Entre su esposo y su hijo no había color en esos momentos.

– · –

MARTA cavilaba por lo que acababa de hacer, seguía con la cara entre sus manos cuando sintió que alguien se sentaba a su lado. Un calambrazo le recorrió el estómago. 
¿Qué haces aquí? Preguntó Marta. 
Fermín se tomó su tiempo en contestarle a su mujer. 
– Después de irte de mi despacho me quedé pensando en nuestra breve conversación. Así que salí a buscarte. He recorrido toda la casa hasta llegar al jardín. Desde allí he visto luz que salía desde el salón. Me he acercado y te he visto viendo la tele. Buena peli por cierto. Seguían dando la misma película porno. Pero eso era lo que menos le preocupaba en ese momento. 
¿Cuánto tiempo llevas en el jardín? 
– ¿Qué preguntas son esas?, ¡qué más da! 
Pues…, no sabía bien que contestar. 
¿Te da vergüenza que te pille viendo una peli porno? 
Yo no estaba…, en fin, dejémoslo estar, dijo con resignación. ¿Qué querías? 
– Hablar. Solo quería hablar y continuar con la conversación que dejamos a medias. 
Mira Fermín, comenzó a decir Marta. Si aquel no fue un buen momento para tener una conversación te advierto que este es peor aún. 
Fermín tomó aire con lentitud y comenzó a hablar sin importarle la petición de su mujer. 
– Cada vez que hablo contigo consigues que me sienta fatal. Y no es que te falte razón. 
¡Porque no me falta! 
Ya, pero tú también tienes tus deslices y yo no te los restriego por la cara para que pases el resto de la semana como un perro apaleado. 
He visto cosas que… 
– Y otras te la imaginas, cortó tajante. 
¿Y qué tengo que imaginar de ti y Bea? 
– ¿Qué debo imaginar yo de ti y de Benito? 
¿Lo dices porque ahora estoy más tiempo con él? Preguntó a la defensiva. 
Lo digo porque acabo de verle salir, tu sujetador está detrás del sofá y tus bragas colgando del sillón. 
Se quedó helada, con los ojos y la boca abierta sin saber que decir. Cerró los ojos y hundió su cara en sus manos desolada. 
¿Ves?, así me he sentido yo durante todo el matrimonio. Y digo yo… puesto que ninguno de nosotros dos es perfecto, ¿no sería mejor cada uno no le restregara los errores del otro? Yo lo llevo haciendo desde que nos casamos. Marta apenas le oía. 
Se había caído del pedestal al que ella sola se había subido. Y lo tenía merecido. 
Me voy a dormir. Dijo entonces Fermín. – Que pases buenas noches… si puedes. 
El matrimonio dormía junto, pero la cama era tan ancha que tras el incidente se había vuelto aún más, ya no se tocaban y mucho menos follar, ahora cada uno hacía la guerra sexual por su cuenta pagando con los hijos.
– · –

Al día siguiente Marta estaba sentada en la tumbona del jardín junto a Benito. El día había amanecido espléndido y decidió descansar bajo el sol mañanero lo que no pudo durante la noche. 
¡Qué madrugador! Le dijo Marta a Benito cuando le vio llegar y sentarse a su lado. Te has levantado, has hecho tu cama, has recogido tu cuarto, has estudiado durante dos horas y ahora… ¡hala!, a tomar el sol. ¡Muy bien hecho hijo! 
– Eh…, bueno…, el… la cama… 
– Era broma. Ya sé que acabas de levantarte y aun no has abierto un libro, dijo con sorna. 
Bueno sí… pero a la tarde… 
– A la tarde volverás a tomar el sol junto a mí. No te engañes. 
Intentaba mantener una conversación informal como si no hubiera sucedido nada entre ellos esa noche. Al cabo de un rato apareció Bea, pasó por detrás de ellos y se sentó en el lado opuesto de la piscina. 
La hija de puta. 
– ¿Qué? Preguntó Marta. 
Digo que ahí está “la hija de puta” repitió Benito. 
Así la llamaste anoche… la “hija de puta” de tu hermana y el “cerdo de tu padre”, o sea el mío. 
– Ah, respondió azorada. 
Sí, no me acordaba. ¿Qué te pasó con ella? 
Nada. Contestó incómoda. 
Vale, luego se lo preguntaré al “cerdo de tu padre”, o sea al mío. 
– ¡Ni se te ocurra! 
– Tranquila, era broma, dijo con el mismo tono burlón que utilizó ella antes. 
Ojo por ojo ¿eh? Sorprendida por esa nueva faceta humorística de Benito sonrió aliviada. 
¿Me lo contarás algún día? Preguntó Benito. 
Es posible… 
– Bien… que no lo haga nunca. 
– Joder…, que tía moñas eres. ¿No te fías de mí?, sangre de tu sangre, dijo melodramático. 
Marta rio su comentario. Le agradaba cada vez más su compañía y hoy especialmente. Algo había cambiado en su actitud. Siguieron conversando un rato. En varias ocasiones Marta no pudo contener una carcajada o una sonrisa producida por sus comentarios. 
Me alegro de que te rías de mí, decía Benito simuladamente ofendido. 
No me rio de ti, me río contigo, que es diferente, contestaba Marta alegre. Bueno sí, me río de ti. De lo payaso que eres, rectificó jocosa. 
Gracias maja. Me lo tomaré como un cumplido. 
– Que tonto eres. 
– Y a mucha honra.
Nunca había visto reír a su madre de esa manera y menos con él. Estaba contento, le gustaba charlar y pasar el rato a su lado. 
Me alegra verte reír. Pensaba que estabas enfadada conmigo. Se puso seria.
¿Por qué iba a estarlo? 
– Por lo que pasó ayer. 
– ¿Por lo de ayer?  
Estaba tensa, por fin se enfrentaba a la conversación que trataba de evitar… 
¿Por qué iba a estarlo? 
– Estabas seria, me dijiste que me fuera… 
– Ya te expliqué el motivo. Quería estar sola. Necesitaba pensar. 
– ¿En qué?, ¿en lo que te había hecho? 
Tú no me hiciste nada que yo no quisiera. Fui yo quien provocó lo de anoche... eres un macho dispuesto y me gusta...  ¿Por qué iba a estar enfadada contigo entonces? Quería que me follaras, necesitaba que me follaras y me gustó que me follaras…
– ¿De veras…? No lo sé. Estabas fría y sería. Antes de salir vi como hundías la cara entre tus manos. Ibas a echarte a llorar. Tal vez por algo que hice durante… o por haberme aguantado y haber hecho la marcha atrás… ¡Te inseminé por completo! 
Ya te he dicho que quería estar sola. Ya te dije que tu semen no fructificará  ¡Olvídate que me hallas preñado! 
– Eso de que quisieras estar sola es lo que no entiendo. 
– Mira… lo que pasó… lo que yo misma provoqué… no supe porque lo hice. Y por eso necesitaba estar a solas, para pensar. Todavía ahora sigo preguntándome el motivo. 
Entonces está muy claro. Por la “hija de puta” y el “cerdo”. ¿Qué te pasó con ellos? 
– Nada. Ya te lo he dicho. 
– Vale, no me lo quieres contar. No pasa nada, es tu secreto. 
– Por ahora sí. Cuando me aclare yo misma, entonces te contaré todo lo que quieras saber. Al cabo de unos momentos Marta dijo. 
No he podido conciliar el sueño en toda la noche. 
– Ni yo tampoco. ¿Cómo acabó la peli? ¡¿Se casaron al final…?! No pudo reprimir una carcajada al oírle. 
¿Acaso eso te importa? Rio 
¿Pero es que esas películas tienen argumento? 
– Bueno, de vez en cuando hablan. 
Marta volvía a estar contenta una vez que desapareció la tensión de la conversación. Se levantó de la tumbona y se colocó el pareo. 
Me apetece picar algo ¿Quieres que te traiga algo de la cocina? 
– Una Coca-Cola fresca señorita.
Abandonó el lugar, pasó junto a la tumbona vacía de Bea y entró en la casa. Recorrió el pasillo despacio y al pasar junto a la puerta del despacho de Fermín se detuvo. Se giró mirando hacía el jardín donde se veía la tumbona vacía de Bea. Entonces apoyó su mano en el pomo de la puerta y lo giró con suavidad. Abrió la puerta por completo y allí dentro pudo encontrarla. Ambas mujeres se encontraron cara a cara, mirándose con expresión dura y fría, ninguna de las dos habló. Se limitaron a contemplarse en silencio con una expresión de desdén hacia la otra. Beatriz estaba frente a ella, de pie tras el escritorio con la piernas ligeramente abiertas y las manos y codos apoyados en sobre el escritorio. La parte superior de su bikini colgaba del cuello permitiendo que sus tetas desnudas pendularan arriba y abajo debido a los embates que recibía de su padre follándola desde atrás. 



Fermín, con la cara y el cuerpo empapados en sudor, sujetaba a Beatriz por las caderas, las cuales solo soltaba para asir alguna de sus tetas y amasarla durante algunos segundos. Su pijama descansaba sobre sus tobillos, junto a los cuales reposaba la parte inferior del bikini de la hija. Marta, asida al pomo de la puerta miraba impasible la escena, cuyos protagonistas no trataron de ocultar o justificar continuando con el mete saca brioso sin aminorar un ápice el ritmo…. Fermín acalorado arreciaba con fulgor a punto de alcanzar el orgasmo, aceleró su cadencia, tensando al máximo los músculos de su cuerpo y gimiendo ostentosamente mientras comenzaba a eyacular dentro de su hija. Beatriz por su parte, recibía impertérrita las penetraciones de su padre, que parecía llegar a los últimos estadios del orgasmo esperando paciente que terminara aquella situación humillante, de cómo era inseminada a la vista de su madre sin la menor compasión por parte de su padre. Se sentía emparedada por la ira que sus padres se tenían, cuando ella pensaba que era la conseguidora de sus objetivos para con su padre…. Cuando sintió como su padre introducía un dedo por el ano, tensó el cuerpo y una arcada recorrió su estómago.

Estuvo a punto de dar un brinco y abofetearlo pero se contuvo. No quería a dar el gusto a su madre de verlo. Mantuvo las manos sobre el escritorio ahora más empinada y tensa, apretó los dientes y recibió con disimulado desagrado el semen que su padre eyaculaba dentro de su coño, mientras notaba como su dedo entraba hasta lo más hondo para salir de nuevo hacia fuera una y otra vez. Su padre se había tomado la molestia de lubricarlo con abundante saliva aun así, no podía evitar contraer continuamente su culo por acto reflejo cada vez que notaba el dedo resbaladizo a través del orificio. Las andanadas de leche atoraban su cuello uterino, ese semen que un día le dio la existencia y ahora la colmaba en lo más íntimo de sus entrañas. 

Marta miraba con expresión gélida desde el quicio de la puerta como su esposo se desahogaba dentro de su hija como tantas veces lo hizo dentro de ella misma, sintió una mezcla de rabia e impotencia, al tiempo que debía mantener su estatus de dignidad dentro del clan familiar…. Una vez acabado el acto, Fermín se desplomó sobre su sillón totalmente extenuado. Beatriz, en silencio, se subía el bikini y se ataba la parte superior de la prenda. Se alisó el pelo y se dio la vuelta colocándose frente a su padre. Éste la miro unos segundos con cara de fastidio, abrir un cajón y sacar unos billetes que ella le arrebato de inmediato. Sin un gesto en su cara abandonó el habitáculo. Cuando llegó a la altura de su madre se detuvo unos instantes frente a ella con la misma mirada fría. 

Me voy a casa de Vero. Como queriendo decir “hago lo que me da la gana” 

No te olvides que esta tarde vienen tus abuelos, respondió Marta en un tono que decía “me importa un comino”. 

Cuando desapareció por el pasillo, Marta se acercó a su marido que descansaba sobre su sillón completamente extenuado y con los calzoncillos aún en los tobillos. Se colocó frente a él, cruzó los brazos lentamente y apoyó su trasero en el escritorio justo donde antes Beatriz apoyaba sus manos. El cajón aún estaba abierto y Marta ojeó en él. Después volvió la mirada hacia Fermín y se fijó con sorpresa en su polla aun dura. 

No sé qué es más patético. Que te tires a tu hija o que tomes viagra para hacerlo.

Fermín cerró el cajón de un empujón. – Tú también te cepillas a tu hijo. No me des clases de moral. 
Pero yo no le pago por ello, respondió con escozor. 
– Pues yo sí. 
Y lo de la viagra… ¿qué pasa, que ya no…? 
– No, no es por eso. 
Ya. 
– Que no lo es, ¡cojones! Ya empiezas otra vez. Marta miraba a su marido con desdén. Fermín tomo aire. No le debía explicaciones a su mujer, sin embargo… – El caso es que Juanito… 
¿¡Juanito!? Acabáramos. Qué raro que ese no ande por medio. 
– Que no, joder. No pienses cosas raras. Déjame acabar. Me dijo, continuó. – Que con viagra las eyaculaciones eran más duraderas. Las iba a utilizar para mis pajas, como que tú y yo ya no… 
No sé cómo sigues haciéndole caso a ese imbécil. ¿Y qué?, ¿te da resultado? 
Quise hacer una prueba el otro día pero…  desde luego no elegí el mejor momento. Así que las utilizo con ella, pero con esta cabrona de niñata que no para de meterme prisa no hay forma de concentrarse ni de correrse tranquilo. 
Espero que valga lo que le pagas. Se ha llevado un buen fajo. 
– Pues no, no lo vale. Es como follar contigo. Parece que estoy follando un trapo. 
Miró con asqueo hacia la puerta por la que había salido Bea. 
– Solo se mueve si tiene algo en el culo, joder. No hace más que soplarme el dinero. Continuó. 
Echarle dos seguidos sería una forma de abaratar costes. Ja, ja, ja… te sale el polvo a mitad de precio. 
– A eso se le llama economía de mercado, ¡sí señor! Marta no sabía si reír o llorar por lo patético del cerdo de su marido. – Me las he visto putas para acabar uno solo. Y además ahora… a esperar a que baje esto. Miró a Marta con ojos de perro herido y ella adivino sus intenciones. – ¿A lo mejor…? 
Ni hablar, cortó Marta. Te haces una paja
Dicho esto se dio media vuelta y se marchó. 
O le dices a ella que te la haga, gritó desde la puerta antes de cerrarla de un portazo. 
El pobre Fermín ya no estaba para tantos trotes, le gustaba follar pero su presteza física a los 55 años no le daba para más sin no se ponía en forma en una de esa le acabaría petando la patata.

– · –

BENITO sintió el frío de una lata fresca en su pecho. Su madre había traído algo para picar y beber. 
¡Pero si esto es cerveza! Exclamó. 
¿No te gusta? 
– Si…, bueno… no sé, tú nunca me dejas… 
– Pues ahora sí te dejo…ya eres mayorcito. Ábrela y bebe conmigo. ¡Salud! 
– ¡Pero si tú tampoco bebes! 
– Pues ahora sí. ¡Qué pesadito el niño! 
Abrió la lata, brindó con su madre y ambos bebieron largos tragos. 
Ahora sería buen momento para fumar algo de eso que guardas en la caja del armario,  dijo Marta. 
Un repentino acceso de tos provocó que la cerveza saliera disparada por su nariz y su boca. 
tjo, tjo… ¿eh?…, tjo, tjo, tjo,  ¿qué has…? 
– Vamos hombre. ¿Crees que no lo sabía? 
– ¿Pero… y porque nunca…? 
– Porque así tenía la oportunidad de sisarte alguno de vez en cuando. Y si te llego a descubrir… adiós a mi proveedor habitual. 
– ¿Qu…que?, ¿que tú…? Me sisabas… porros. ¿Eras tú? T… tú… pero si tú no… 
– Joder Benito, deja de tartamudear que no te entiendo. 
Dijo volviendo a dar otro trago. Calló de súbito, tomó aire y, con ojos como platos y la boca abierta miró fijamente a su madre, esa gran desconocida. Entonces, sin previo aviso, se levantó como un muelle, corrió dentro de la casa como un rayo, subió las escaleras de dos en dos hasta que se dio cuenta que podía hacerlo de tres en tres, llegó a su cuarto, abrió el armario, saco una caja de cartón, vació su contenido hasta sacar del fondo una caja plana de metal, volvió sobre sus pasos, descendió por la escalera cual eslalon gigante, salió al jardín derrapando al llegar donde estaba su madre y se tiró en la tumbona con la caja en su regazo. 
Ya… decía jadeando…, – estoy…, aquí… 
Ahora fue su madre la que le miró con asombro. Había comenzado a dar un trago a su cerveza cuando Benito salía disparado rumbo a su cuarto… todavía no lo había terminado cuando ya llegaba con una caja que reconoció nada más verla.
Como seas así para todo…
– Aquí la tengo, interrumpió ofreciendo un canuto con una sonrisa de oreja a oreja. 
Unos minutos después ambos reían como dos idiotas fumados y en estado de semi embriaguez buena parte de la mañana. Parecían dos amigos en una mañana de resaca. Pasado un buen tiempo el silencio se hizo entre ellos. 
¿Te ha gustado? 
– ¿El porro?, si ha estado bien, dijo Benito. 
No tonto… el polvo que echamos ayer
Benito miró la cara de su madre. Seria, como siempre, pero sin ese brillo de odio crónico con el que había convivido toda su vida. 
¡¡Ha sido lo mejor que me ha pasado en toda mi vida!! Y añadió. 
¿Por qué lo hiciste mamá…? 
– No lo sé... ¡¿Porque me gusta que me follen?! 
– ¿Qué han hecho papá y Bea? No contestó al instante…. 
– ¡¡FOLLAR!! Dijo al fin. Lo que han hecho es follar. 
– ¿Papá? ¿Con Bea? p… pero eso…, no puede ser. Si son… 
– ¿Qué son?, interrumpió de súbito Marta. ¿Padre e hija? ¿Como tú y yo? 
– Pero Bea detesta a papá. 
– Pero no a su dinero. 
– ¿Bea… con papa… por dinero? ¿Se prostituye con papá por dinero?
– Tú los has dicho. Se prostituye… la muy puta. 
– ¡No me lo puedo creer! 
– Y además no le sale barata. 
– Joder, joder, joder. ¿Entonces?…, ¿por eso lo hiciste conmigo?…, por venganza. Pensaba que te gustaba hacerlo conmigo… Marta se dio la vuelta sin contestar. 
No lo sé. 
– O… a lo mejor… como dices simplemente te apetecía follar, como con mi padre ya no lo haces, poseo mejor herramientas que él y estoy siempre dispuesto a… ¡¿Ya no te caigo tan mal…?!  
– No. Eso no, pero si me empiezas a caer mucho mejor. Ayer quería tu compañía, no follar contigo. Aguanté durante el tiempo que me estuviste follando porque sabía que te gustaba, nada más…. Supongo que quería que disfrutaras, al fin y al cabo eres un hijo al que debo educar, pero…. Ayer como hoy soy una mujer…, y sé lo que un hombre quiere. ¡Sabía que eras feliz conmigo debajo! Estabas que no cabías en ti de gozo y no parabas de gemir, de empujar con fuerza enterrándome toda la polla hasta hacerme sentir tus huevos en la boca de mi coño. Estabas en plenitud trasladándome a otra época más feliz para mí…. Por eso dejé que te corrieras dentro, para que disfrutaras llenándome el coño de leche. 
Su hijo se quedó estupefacto por la narración de su confesión tan íntima, no imaginaba que él le recordase algo bueno, ella prosiguió unos instantes después diciendo…. 
Aunque, cuando acabó todo, me sentí como una desgraciada que no sabe ni lo que hace ni lo que quiere. 
– O sea que follaste conmigo… por compasión. 
– No lo llamaría así… cariño u obligación de madre. Lo que sí sé es que me siento culpable de tu obsesión con el sexo. Y añadió. Siento lo de anoche, no volverá a suceder. 
– ¿Qué sientes el qué?, que me dejaras follarte. ¿Pero qué dices? 
– ¿No te molesta que te hubiera dejado follar por compasión? 
– En absoluto. Ojalá más tías hagan lo mismo, joder, mi sueño hecho realidad…, hace mucho tiempo que perdí mi dignidad en esta casa. 
El semblante de Marta cambió adoptando un gesto desenfadado. 
Desde luego, ¡que simples sois los hombres! 
– Simples, como el mecanismo de un sonajero. Sonrió Benito. 
Después de eso, ambos se mantuvieron en silencio. 
¿Me enseñas las tetas? 
– Benito, por favor, no seas impertinente, respondió con mal genio. 
Olvida lo de ayer, no se volverá a repetir. Pasó y punto. 
Antes de acabar el día, Marta tomaría el sol en topless sabiendo que lo de follar con su hijo no acabaría, le gustaba casi tanto como a Benito…, pensaba complacida que le enseñaría a aguantar más, a adoptar otras posturas más excitantes para ambos, y a darle placer a la mujer reprimiendo el propio. Se veía demasiado altiva para ir buscando por los garitos hombres con quien follar, cuando lo tenía todo en casa en la más plena confianza. Tener sexo con Benito, se podría decir que era lo más cercano a tener un nuevo esposo... ella era una clásica y a esas altura de su vida no iba cambiar, tan chapada a la antigua que prefería follar a pelo, a sentir la fría sensación de un profiláctico.

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