Todos los Relatos están Inspirados en Vidas Reales...

UNA HISTORIA DE AMOR. Y si tú no has de volver...

    "Y si tú no has de volver" 1ª PARTE "Una para el otro y otra para el uno". Esa frase la repite una y otra vez mi ...

Ayudando a mi hijo


Me había divorciado unos meses atrás…, no obstante nuestras relaciones maritales ya eran nulas dos años y medio antes…, esa agónica demora del final subsistió con la esperanza de darle una nueva oportunidad al exiguo cariño labrado tras más de 25 años de matrimonio, con la intención de reavivar el fuego extinto…tuve años felices, no tantos como deseé. En el momento presente del final del contrato matrimonial, había pasado ya el tiempo suficiente como para tenerlo casi superado, dado el poco apego a mi marido por la dejadez de su parte, de no cumplir con las obligaciones de un esposo en los últimos tres años. Lo llevaba bien, aunque era aún reacia a iniciar alguna relación seria tras un fracaso tan arrasante, en un enlace por la que lo di todo. Tampoco me apetecía tener aventuras ocasionales de amigos solo para follar, de follamigos, tienen un riesgo mucho mayor que el beneficio de satisfacerte. Los hombres van a metértela y luego si te he visto no me acuerdo, en el caso de encontrar a alguno que valga la pena sin ninguna enfermedad venérea o de otro tipo, así como no comprometerse en el tiempo, porque a mi edad los buenos están bien cazados por sus mujeres y los sueltos son simplemente unos pichas bravas, puteros o vividores. Por todo ello descarté ambas opciones dado que anímicamente me sentía equilibrada, realizaba ejercicios de yoga y salía de vez en cuando con alguna amiga. Después de vuelta a casa el silencio perturbador de vivir sola.





Mi único hijo, Iván, llevaba dos años casado con una chica que nunca me gustó, y a la que no me opuse cuando mi retoño la eligió recién encontrado un puesto de trabajo bien remunerado que lo emancipó a sus 23 años, se enamoró o se encoñó de ella…, en tres meses se casaron por lo civil. ¡Ellos saben que no me gustaba Paula! Siempre pensé que la relación de mi hijo con ella no dudaría demasiado, por eso, cuando hablé con él y me dijo que pensaban dejarlo, supe que ella había conocido a alguien, y el buenazo de Iván lo iba a pasar mal. Cuando a una mujer le gustan demasiado los hombres, el matrimonio casi nunca suele paliar esa tendencia, y tarde o temprano cae en las garras del adulterio con el fin de desprenderse del abrazo agobiante de la monogamia. Por suerte Iván y yo siempre estuvimos muy unidos, y sé que mi ex marido, su padre, tuvo celos de él desde el día que vino al mundo. En realidad, era normal que los tuviera, porque nadie se podía interponer a lo que sentía por mi hijo, ni siguiera su propio progenitor por algo que quizás fuera algo más que un amor de madre…, mi hijo estaba por encima de cualquier cosa entre el universo y yo. 

Cuando aquel día me llamó para decirme que lo había dejado con Paula, me sentí ciertamente aliviada, satisfecha y feliz aunque por otro lado también apenada por él…sabía que se sentiría muy afectado durante meses… ¡Un buen coño follador como debía de ser el de Paula, no debe ser fácil de olvidar para un hombre!, pero mi hijo no ha nacido para ser un castigador, un canalla malote de los que le gustan tanto a la zorra de su pareja, sino un chico formal que sabe hacerse cargo de su familia. Aunque tenía su propia casa, le ofrecí venirse a la mía para que se sintiera más acompañado. No aceptó, pero empezó a visitarme con frecuencia e incluso nuestro contacto se intensificó, hablando por teléfono y sobre todo a través de WhatsApp.

Todo ello hizo que aumentásemos la confianza…, sobre todo a través de los mensajes que dan esa complicidad sin llegar a ser una careo de tú a tú. Le gastaba bromas relacionando que los dos estábamos ahora sin pareja, intercambiábamos memes graciosos e incluso subidos de tono con clara intención sexual visto desde el punto de vista irónico, naturalmente. A veces al principio, y luego con más frecuencia, olvidábamos que éramos madre e hijo por estos motivos, pareciéndonos más a una pareja tonteando, pelando la pava, que una madre y su hijo. Regularmente los mensajes se subían de tono, y el negro del WhatsApp o las tetas de chicas despampanantes eran intercambios cotidianos, convirtiéndose en mensajes sibilinos deseando abrirnos una vía de comunicación siempre cerrada por los tabúes, y ahora que ya era un adulto se explicitaba con mayor naturalidad entre iguales. También nos auto flagelábamos para explicar que no nos merecíamos esta situación sin pareja, esperando siempre que el otro le subiera la moral….

¡Ya verás lo afortunada que será tu próxima novia!, solo tienes que buscarla ahí afuera…

Él me respondía que no sabía lo que había perdido su padre y que si no estaba con ningún hombre era porque yo no quería…, era guapa, atractiva, simpática, una buena ama de casa y sobre todo lo que más me llamó la atención, es que yo era una mujer cariñosa y excelente amante, en el sentido que sabía amar a las personas que tenía a mi alrededor, aclaró después, ¡Me impresionó! Esto último era cierto, y tampoco nunca me faltaron oportunidades, aunque siempre fui fiel a mi esposo, ¡Nunca hubiera sabido serle infiel! A pesar de estar a punto de los 45 años, me conservaba estupendamente, y probablemente aparentase al menos de los que tenía, especialmente si me arreglaba un poco.

Desde mi divorció cambié mi look, comencé a pintarme los labios con “Red Rusian” y las uñas del mismo color rojo intenso, con una ligera sombra de ojos turquesa, así es como le gustaba verme a Iván según me dijo en la boda de una sobrina. Después de mi separación, tan sólo había tenido un par de relaciones esporádicas que me habían dejado muy insatisfecha con el coño caliente y ellos deslechados ¡Menudos eyaculadores precoces egoístas! He de mencionar que estas relaciones que eran una continuidad de las del trabajo, tal vez por eso no tenía fortaleza de supervivencia en la vida cotidiana y sentimental…, un par de palurdos…. 

Era martes, y ese día los WhatsApp se tornaron un poco más eróticos, casi explícitos en sus intenciones, pese a que yo quise pasar por alto todo ese contenido sexual intrínseco. Él se refirió en esta ocasión al tamaño de mis pechos…

– ¡Mamá tu pechos son maravillosos! Siempre me han encantado.

Decía que cuando de adolescente me los veía casi desnudos en casa o en la playa los días de vacaciones, les parecían hermosos y muy atractivos como no ha visto otros en la vida. Me recordó a Pablo, su inseparable amigo de la infancia, que en plena adolescencia fue quien llegó a decirle que yo estaba muy buena…, era la madre más llamativa de entre todas las madres de sus amigos y conocidos…. 

– Hijo. Eso fue hace mil años. Tal vez, en aquellos momentos yo estuviese buena, hoy ya soy vieja. 

– Mamá, estás mejor que nunca, te lo puedo asegurar como hombre…, solo hace falta ver que aún te pones faldas cortas para ir a trabajar. Pocas mujeres de tu edad pueden decir lo mismo, y desde luego, yo no conozca a ninguna más guapa que tú. Tus tetas son el sueño de cualquier hombre… y tu cuerpo en general es un escándalo.

Me sentía brumada y mi subconsciente respondió por mí… 

– Paula tendría que sentirse satisfecha…. ¡¿Ya sabes?! Recuerdo que era proporcionalmente mucho más grande que la de tu padre. ¡Nada común para tu edad…! 

Mi respuesta me dejó, al instante de pronunciarlo, bastante avergonzada al hacer referencia al tamaño de sus genitales, en concreto de su polla. Siempre la había tenido grande, y aunque ya hacía muchos años que no le había visto desnudo, no hacía falta imaginárselo por el paquete que marcaba con calzoncillos o en bañador…, la última vez que se la vi fue por casualidad en la ducha, por entonces rondaba los 16 años y el badajo sin erección rondaba los 15 cm, (Recuerdo que no se cortó en exhibírmela) interpolando dada mi experiencia, mi hijo debía de llegar a tener un cipote de no menos de 22 cm o más. Todo aquello, hizo que por la noche me sintiera ridícula y avergonzada, ya que esos comentarios no eran propios de mí, ni de una madre por muy falta de sexo que tuviese…, (ya iba por dos años que no me comía una polla en condiciones). 

El miércoles, a primera hora de la tarde, me llamó. Estaba mal, se le entrecortaba la voz de angustia, de impotencia y de rabia. Me contó que Paula había conocido a otro hombre, más bien que se estaba tirando a otro…, algo que yo ya suponía desde que la conocí, porque ya siendo novia de mi hijo, la vi manoseando con uno de los amigos de Iván en la fiesta que se montaron en la piscina de casa el verano antes de casarse. Él esperaba que la ruptura fuera temporal, tan sólo una crisis, pero las razones de su esposa significaba que la relación había terminado, mi hijo no era suficiente para una zorra que necesita un par de pollas disponibles para alternarlas según el día.

Decidió tomarse unos días de libres y venirse a mi casa para no estar solo durante toda esa semana. La casa donde vivía con su mujer era de ella, o más bien de los padres de ella, él tenía un pequeño apartamento de soltero de 28 metros cuadrados, que compramos en una subasta en plena crisis inmobiliaria por tan solo 20.000 €. Gracias a Dios la había conservado, pero ahora no era el momento de estar solo. Le dije que se viniese para mi casa, que me esperase allí y se instalara en el tiempo que yo llegase, intentaría salir lo antes posible del despacho donde trabajaba. Cuando llegué él ya había llegado, estaba en el salón sentado en el sofá. Le notaba abatido y muy triste…. 

– ¿Has comido? Le pregunté. 

– No tengo hambre. 

Le preparé un sándwich y me senté a su lado. Intenté animarle pero creo que no me escuchaba. Intentaba romper el hielo a pesar de mi timidez, lanzarle mensajes como esos días con el móvil, tomando como referencia mi experiencia con su padre. Le decía que no se preocupara, que pronto lo superaría y encontraría otra mujer mucho mejor que ella, de eso no tenía la menor de las dudas, chicas decentes las hay, solo hay que buscarlas en el lugar apropiado. Le animaba adulándole con piropos, algo que jamás había hecho en ningún momento de mi vida con él…, era extraño en mi comportamiento, pero salía de manera natural entre adultos, mi crío ya no era tal, sino un hombre hecho y derecho con responsabilidades en el trabajo y en su fallido matrimonio. 

¡Me movía con talante voluptuoso, mostrándome sensual haciendo acopio del valor que sus mensajes de WhatsApp me daban!




Procuraba no dispersar la mirada procurando encontrar sus ojos con los míos, manteniendo la mirada con el solo deseo de tenerle a mi lado. Procuraba entremezclar el papel de madre con el de mujer febril que salía por sí sola. Crucé mis piernas e hizo que mi vestido se subiera un poco más y las enseñase hasta la mitad de los muslos. Aquel día llevaba un vestido vaquero, más bien corto. No me había llegado a cambiar después del trabajo, aunque antes de sentarme a su lado, me desabroché el primer botón de mi escote como quien tiene que mostrar su mercancía sin dar a conocerla en su totalidad. Sibilinamente pretendí parecer más cercana, más comprensiva empatizando con él. Aunque Iván tenía su mirada perdida, curiosamente me miraba con pequeños flashes a mi cara y escote, pero donde se centraba era dirigiendo sus ojos a mis piernas. Sin duda, aquellas armas de mujer que tantos años hacía que no utilizaba comenzaban a dar sus frutos, porque por mucho que fuese mi hijo era HOMBRE y yo MUJER…, y el instinto es superior a las imposiciones sociales. Noté que sus ojos se dirigían a mis a mis tetas con una frecuencia mayor, el pobre disimulaba bastante mal, se notaba el interés por mi cuerpo oteando con miradas rápidas. El tamaño de una copa 110C ayuda a perder la mirada en ellas.

Presenciaba su animación mirándome las partes más susceptibles para provocar a un macho…, por lo que aquello, unido a mi carestía turbadora, me dio alas para seguir zorreando a mi hijo... ¡A mi propio hijo! Empecé a mover las piernas, a agacharme y levantarme, deseando que se fijase en mi cuerpo sin tener que disimular…, enchufar la música, conectar el ventilador de techo o acercarle más la bebida del sándwich, eran algunas de inclinaciones que hacía exponiendo mi cuerpo a su lasciva mirada, algo que sin duda conseguía llamando su atención…, aunque bajo de moral, sus ojos reaccionaban, del mismo modo que reaccionaba su propensión animal de macho, el único de la manada con derechos adquiridos sobre la hembra solicita. 

– Mi vida ya verás cómo pronto los dos encontraremos otra pareja, y una salida a nuestro desamor. 

– ¡¿Y si no es así…?! 

– Pues si no sucede…, siempre nos tendremos el uno al otro. 

Pronto se fueron haciendo más evidentes mis coqueteos, él lo debía de estar notando…, me estaba poniendo cachonda por momentos faldeando como una buscona mostrando mis encantos, acariciando su cuerpo con el menor de los motivos, a los que Iván no era indiferente. Me separé un poco más mi escote, fingiendo tener ese calor en casa pese al ventilador que refrescaba un tanto, en verdad así lo sentía, pero no por la temperatura ambiental sino por lo caliente que me empezaba a apreciar fantaseando con tener un affaire filio-materno. En realidad yo sentía un poco de sofoco y movía la parte delantera del vestido, intentando darme aire a la vez que mostraba las copas de mis pechos. Sin darme cuenta como quien no quiere la cosa, me fui acercando cada vez más a mi hijo percibiendo en su mirada la presencia del macho alfa… "¡Me gustaba que me mirase como mujer!" A mí siempre me había parecido muy guapo, de cuerpo bien formado sin ser atlético, muy refrendado por mis amigas, muchas de ellas divorciadas, que me decían la rabia que sentían porque no tuviese veinte años más, o ellas veinte menos…, y eso que no conocían el secreto que escondía entre sus piernas, si mis amigas lo supiera se morirían por probarlo. ¡Ando muy segura, que ninguna había tenido en su interior más de 20 cm de hombría dura y palpitante sazonada de venas inflamadas bombeando…!

Bueno, no sé en qué momento cambié el papel de madre a mujer, de amiga a hembra en celo, lo que sí sé es que fue una transición natural e irreflexiva. Absorta por las circunstancias, cuando me quise dar cuenta estaba pegado a Iván, hombro con hombro con mi pezón izquierdo punteando el su pecho sin ser consciente de la atracción hacia su masculinidad y mi necesidad fisiológica de estar poseía por mi hombre, pero allí estábamos con nuestros vehementes cuerpos pegados bajo la brisa del ventilador…, y era yo quien se había movido tomando la iniciativa de colmar una carencia afectiva, más carnal que anímica. Lo siguiente fue abrazarle, darle un beso en la mejilla más duradero de lo normal cerca de la comisura de sus labios, acariciarle percibiendo el aroma a macho que se desprendía de su piel, emanando testosterona por cada poro de su cuerpo varonil embriagando mí raciocinio. ¡Me puse un poco perra! Ya no había vuelta atrás en ese momento me sentí madre acogedora solapada con hembra precisada de apagar su ardor…, y con todo en uno di el último paso, que ya resultaría definitivo… 

– ¡Ya verás qué poco tardas en usar esta maravilla dentro de una mujer…! Por ahí hay cientos de zorras dispuestas a abrirse de piernas para probar esta maravillosa pieza viril. 

Solté apoyando mis dedos en su abultada entrepierna alcanzando vida propia. Se ruborizó, me sonrió sin hacer el más mínimo gesto de desagrado o de apartarse de mí. Eso me hizo electrificar mi cuerpo para continuar con el ataque subversivo a saco sobre mi amor…, me sentía tranquila y cálida, cercana a la par que febril sin saber cuál sería el resultado final, pero no podría ser malo, en todo caso nulo o favorable a ambos. El candor de mi chumino se elevaba contagiando al resto del cuerpo, ordenando al cerebro ser una PUTA.

Comenzaba a sentirme más hembra en celo que madre, desde hacía media hora, en realidad creo que ya no consideraba a aquel joven que estaba a mi lado como a un familiar, sino el perfecto amante que nunca tuve y siempre quise en mis horas bajas, por ello me envalentoné un poco más, creo que ya no había marcha atrás. Poco a poco me arrimé a él, riendo y bromeando, dado que el tonteo permitiría acercarme más a él sin espantarlo. Volví a besarle en la mejilla, sólo que esta vez, el primer beso vino seguido de otros muchos más pequeños y sensuales, hasta que nuestros labios se juntaron irremediablemente en un principio por las comisuras, después el labio inferior…. 

Para mi sorpresa y agrado mi retoño respondió de inmediato llevando su mano a mis botones, desabrochando el primero del vestido que llevaba, para pasar su mano por debajo de él hasta llegar a mi teta derecha…, esas tetas que tanto apreciaba desde que tuvo consciencia de la sexualidad femenina. La situación se desplomaba a su ámbito puramente carnal, animal…, mis ubres no son más que eso…, carne que envejecerá y desaparecerá el día de mi muerte, que sin ser aprovechada para nada más servirá, pues no creo en el más allá. Bien mirado mis tetas solo han servido para dos cosas…, una para amamantarle y otra para gozar con las caricias de mi hombre excitándome y excitándolo, por tanto, en mi hijo Iván se unían ambas razones ahora.

Él era ahora el sustituto de mi marido, por derecho, sin dejar de ser el bebé hecho hombre, que se alimentó de ellas ¡Nadie en el mundo posee más derecho de propiedad sobre mis tetas que él! Continuó desabrochando un segundo botón, mientras sus dedos se colaban entre mi sujetador, pellizcando directamente mi enorme pezón expandido desde su embarazo. Para esos instantes me sentía ya muy caliente, casi fuera de mí como una perra en celo necesitada de ser montada por mi macho. ¡Anhelaba estar acoplada a su formidable mostrenco…INSERTADA! Quería avanzar hacia la luz sin mirar atrás, sin mirar quien éramos, solo el destino nos indultaría de cualquier amoralidad. Procedí a desabrochar por completo mi vestido, y a quitarme el cinturón ancho que lo amarraba a modo de faja. Iván no dudo sobre su paso siguiente…, poco le importaba que fuera su madre, más bien le daba todo el morbo del mundo poder deleitarse con los beneficios de nuestra complicidad y del cuerpo materno que tanto aspiraba a poseer desde bien adolescente. Se puso de pie sobre la alfombra y también hizo lo mismo, quedando exclusivamente con el bóxer puesto y los calcetines. Cuando intentó quitárselos se lo impedí… 
– Cariño los calcetines son algo que me gusta que lleves puestos, pero esto no…, le dije dirigiéndome a sus calzoncillos. – De estos me encargo yo. 
Mi fetiche era que me follaran y follar con calcetines, tal vez porque quedaba como algo infantil o me recodaban a mis polvos adolescentes presurosos divertidos que me quitaban años de encima. Quedé mirándole al escandaloso bulto de su paquete, debía de estar empalmado ya, porque la manga se extendía casi fuera de la prenda…, así que me dirigí con mis manos a liberar su gran rabo de tan ceñida prisión.

Al bajarle el bóxer el gran cipote de mi hijo salió como un resorte, casi me da en la cara. Me sorprendió el tamaño de su polla, aun estando advertida de su descomunal envergadura…, hacía muchos años que no lo veía tan cerca, prácticamente desde que era un niño. En todos esos más de diez años mi hijo se había convertido en todo un semental, con la maquinaria perfecta…. Se lo acaricié brevemente, con cariño mirándole a la cara, quería ver cuál era su reacción a mis caricias, lo pajeé unas cuantas veces subiendo y bajando el prepucio con mi mano asiendo con firmeza el mazo tieso y duro de Iván. Su gesto era de complacencia, le gustaba lo que estaba recibiendo y sin duda esperaba mucho más, así que apliqué mi otra mano en sus gónadas, unos huevos espléndidos de un tamaño espectacular, le colgaban enormes bajo aquel mástil en bella proporción al conjunto de su hombría. 
No esperé mucho en darle lo que tal vez esperaba previo a la cópula, así casi de inmediato acerqué mi boca a su glande y comencé a lamer su cabeza liberada del prepucio. Sabía a macho, a dulce hombre joven embadurnado de líquido pre seminal del cual no dejé nada en su capullo, y tras pasar mi lengua por su frenillo con la punta de la misma y el agujero por donde saldría la leche revitalizadora de mi vida, me engullí su gordo cabezón con una rica mamada sin dejar de pajearle. Acompañé la mamada con una paja hasta la raíz de su tronco con mi mano derecha. Mi vestido estaba abierto disponiendo la visibilidad de mis gordas y caídas mamas ¡Me sentía mujer! Deseaba tener sexo con el hombre que tenía enfrente y ser satisfecha con una inmisericorde follada, mi cuerpo me lo exigía a cada segundo un poco más, aunque ese hombre hubiera sido parido por mí. Succionaba su falo con auténtico deseo lascivo, retorciendo mi lujuria sobre el gran cipote de mi hijo…, nos había atrapado a ambos en un torbellino de pasión, necesidad de amor y generosidad de ayuda mutua.




Lo percibía muy encendido, y yo quería darle todo aquello que jamás hubiera tenido con una mujer, por mucho que llevase ya un tiempo casado o que hubiese tenido varias novias con las que sé que follaba de manera asidua. Lo que una mujer experimentada y entregada como yo le podía aportar era entrega, sumisión y saber hacer feliz al macho. Así que chupaba golosa su falo erecto como si no hubiese un mañana. Por momentos me era casi imposible abarcar todo su tallo lengüeteando, chupando y succionando sin parar de mover mi boca alrededor del Tótem filiar, no solo estaba súper dura e increíblemente tiesa, sino que tenía considerables dimensiones surcada de venas hinchadas bombeando sangre al músculo, se tensaba con imperceptibles sacudidas. En esos instantes me notaba henchida de orgullo de madre y amante a la vez porque sabía que esa situación era provocada por mí, pero tampoco deseaba que tuviese un orgasmo tan pronto. ¡¡Yo también quería tener mi parte!! La pregunta estúpida que me hacía en esos momentos, era la cantidad de sangre que sus tupidas venas bombeaban para mantener erguida a tan flamante virilidad…. Una vez me había amamantado de la verga de mi hijo y antes de desperdiciar la gran oportunidad de sentirlo en mis entrañas, decidí desnudarme por completo. Él ya lo estaba, y yo aunque abierto aún conservaba el vestido. Me lo quité. Después hice lo propio con mis bragas…, intentaba ser y estar lo más sexy posible.

Me situaba dándole la espalda y de perfil para que no viera lo que le ofrecía, manteniendo la intriga del estriptis hasta el final…. Por último, me quité el sujetador, quedando desnudos mis dos enormes tetas de un kilo y medio cada una, coronado con unos pezones como ciruelas de grandes y empitonados de lo excitada que me tenía el majadero de mi retoño…. 
– ¡¡Mamá, estás buenísima!! ¡Tienes unas tetas enormes! 
– Te recuerdo que has comido de ellas… ¡Buenos chupones que me dabas! Y lo que te gustaba mamarlas. Contesté bromeando. 
– ¡Son preciosas! Entonces no supe apreciar lo hermosas que son, y aún las mantienes muy firmes pese al castigo que debió ser darme de mamar… 
– Todo lo contrario, me gustaba mucho amamantarte…, aliviabas la presión de mi leche y además me dabas mucho placer…. 
Aquello no se lo esperaba y esbozó una sonrisa de complicidad, me pasó su mano por la espalda. Era todo muy erótico, muy sensual. La fue bajando hasta acariciar mi trasero. Seguía de espaldas sin darle a ver mi tesoro más preciado…. Aunque excitada me encontraba un poco cohibida, y no terminaba de ponerme frente a Iván, que continuaba sentado en el sofá con todo el espigón de su verga erecta mirando al techo desafiante…. Por un momento me sentí como una víctima de Iván IV “El Terrible” llamado también “El empalador,” Me coloqué encima de él, dándole todavía la espalda. Me abrí de piernas… estaba muy húmeda y no tuvo problema en que su polla se clavase a la primera sin necesidad de guiarla, ni de aguantarla para que no se doblarse en el esfuerzo de entrada inicial. Mi coño es muy cerrado, tan apretado como el de una niña de doce años, sin embargo en la verga de mi crío no vi la más mínima flexión debido a su extrema rigidez, eso demostraba el gran excitación que tenía con su progenitora, me creó una duda y le pregunté

– La tienes muy dura cariño, ¡¿esta rigidez debe ser porque follarse a la madre que a uno lo parió es una experiencia única que todo hombre sueña tener….?!
– Sin duda mamá...eso debe ser, porque me excitas sobremanera
En todo caso, la sensación era rara, la primera vez que lo hacíamos y la postura elegida era sentada sobre él, sobre el sofá y dándole la espalda, no me atrevía a mirar a sus ojos siendo penetrada por mi propio hijo. En ningún momento podría haber imaginado algo así, aunque reconozco que en algún momento me excité pensando en mantener una relación íntima y carnal con mi hijo…el incesto se me pasó por la cabeza para sustituir a Paula, especialmente en los años que viví en el pleno dique seco ante el ostracismo de mi esposo. 
Cuando me senté sobre él colando todo el mástil bigardo en mi conejo hambriento, me cogió la cintura y empezó a manejarme a su antojo. Me agarraba de las tetas, los muslos, la espalda…, mientras yo me levantaba encendida, intentando y consiguiendo que su verga entrase y saliese sin emerger el glande en ningún momento dando sentones sobre sus duras pelotas. No pensaba por un instante en la relación materno-filial que mantenía con Iván, tan sólo en el placer de recibir en mis entrañas a un hombre, después de tantos años, un verdadero macho y tal vez, también en el amor. Inconsciente o no la postura de espaldas debía tener un origen de ocultación de la identidad de los roles entre una madre y su hijo, de haberlo hecho de frente hubiera podido subyugar el enlace de aquel formidable apareamiento, de esta manera ya estábamos en plena faena follando como descosidos e iba a no tener marcha atrás, solo teníamos una salida de escapada hacia adelante culminando la cópula como era debido. Podía oír el chapoteo de la penetración cuando se mezclaba con mis jugos vaginales agitado por su tranca y mi culo contra su pelvis. A tiempo lo sentía muy dentro de mí, sentía como jugaba con mis tetas, mis pezones y mi excitación hacía que yo misma, jugase con mi clítoris, buscando aún más placer, avivando aquella locura de sensaciones inéditas…. 
¡Házmelo a cuatro patas! ¡Al estilo perro! 
Le propuse a mi hijo viéndome un poco cansada de esos primeros minutos. Sobre el sofá le iba a ofrecer la postura que siempre me había gustado, en la que el macho se siente dominante de la hembra y esta sumisa a los embates del semental. Me levanté y me situé en el sofá, en la posición que le había pedido. Posé mis ubres sobre el asiento del sofá elevando mi culo al máximo para lograr que se alineara con la cota de su rabo…. No tardó en embestirme. Aún recuerdo el cosquilleo tambaleante cuando buscaba de nuevo mi coño entre los labios vaginales, en los que se recreó un poco más de la cuenta haciéndome desear su clavada con ansiedad. El muy truhan también conocía algunos secretos para provocar a la dama que en esos momentos, estaba a punto de encular por el mismo conducto que hace 25 años vio la luz. 
En nada percibí el candente y gordo capullo de mi hijo abriéndome la raja del coño, notaba el miembro de Iván aún más tenso que en la posición anterior, forzando hacia arriba con cierta presión sobre las paredes internas de mi vagina. Me cubría completamente y me agradaba estar completamente llena de su endurecida carne trémula. Sus movimientos empezaron a ser bruscos por la excitación, comenzó a sujetarme de las tetas de pezones pendolones como si de unas riendas se tratase, haciendo de mí una yegua sobre la que cabalgaba hacia el infinito y más allá…. No me sentía avergonzada de ofrecerle mis dos agujeros a la vista  disfrute de su verga… me sentía muy puta entregándome al delirio de sentirme hembra. Mi hijo enterraba sin compasión su duro estoque abofeteando mi culo con su cadera por un tiempo indeterminado que se volatizó hasta que de pronto pronunció…
– Estoy a punto de correrme. Me dijo preocupado. – ¡Me gustaría hacerlo al estilo tradicional mamá!

Yo aún no había llegado al orgasmo, por lo que pensé en la oportunidad de retrasarlo un poco dejando un rato más su polla encarcelada en mi vagina acogedora. También deseaba darle todo el placer que pudiera y hacer que este fuera el mejor polvo de su vida, por lo no me iba importar poco que se corriera dentro de mi coño lo más profundo que deseara…. 
– Por supuesto mi vida…, quiero cumplir con todas las fantasías que hayas podido tener con tu madre o cualquier otra mujer. 
Se separó ligeramente de mí sacando completamente el estoque en ristre que me tenía empalada hasta el estómago. Me levanté y me coloqué en la esquina del “chaise longue”, donde teníamos más espacio para fornicar libremente y que hiciera lo que le apeteciera con su madre. Me tumbé con las piernas bien abiertas, completamente despatarradas en ofrecimiento de sacrificio de amor carnal, embadurnado de lujuria sobresaliente… 
– Aquí me tienes. Haz conmigo lo que quieras. Hoy soy tu esclava sexual ¡¡Estoy aquí solo para hacerte feliz!! 
Dije riendo a modo de quitar hierro a la situación tan inverosímil para mí, y de paso no pensar que aquel muchacho era mi hijo al que me abría con el único motivo de colmar la zozobra sexual que mi cuerpo demandaba a raudales…, ser follada, ser cubierta e inseminada, y si cabe ser preñada por mi propio unigénito, hablaban mis hormonas. El instinto básico mandaba el mensaje unívoco comandado por mi cerebro a mi cuerpo mostrado en mis gestos hacia él… “¡Necesito colmar mis necesidades!” Mi crío no respondió. Supongo que al parar unos instantes también le dio tiempo a pensar quien era la mujer que se estaba tirando… joder con la madre de uno no era nada habitual. Ahora con las piernas totalmente abiertas, delante de él demandando el mostrenco de polla que se extendía enorme delante de su cuerpo, ese mástil también sostenía el par de cojones más sublimes que una madre a parido. Le observaba atento.

En esa posición podía verme la cara, contemplar mis tetas ligeramente abatidas a cada lado de mi costado, mi coño entreabierto pidiendo polla y mis gestos registrando lujuria…, me di cuenta ipso facto que la escena era excitante, y sin pronunciar palabra, mi físico no sólo le gustaba al semental, si no que entusiasmaba a mi hijo también. De nuevo comencé a excitarme como una perra, acumulando jugos en el interior de mi chumino ardiente. Y de pronto se me acercó para besarme en la boca con dulzura y pasión, contundente y tan húmedo que su lengua se coló por cada rincón, entre los dientes, el paladar, luchando con mi lengua de igual a igual…, no me pude contener y se la jalé mamándosela como si de su polla se tratase. 
Ambos dejamos atrás lo complejos, las líneas rojas del INCESTO más puro, para darnos al placer que la naturaleza puso a nuestra disposición en uso y disfrute, y eso, ni más ni menos era lo que pretendíamos. Sin dañar a nadie nos estábamos dando amor…, así sin pudor alguno dejaba a Iván que me manejase a su antojo acariciando todo mi cuerpo. Después de un morreo de escándalo, al menos me escandalizaría yo sin lo viese con otra chica, inició un periplo hacia mi cuello comiéndoselo a besos y chupadas, pero donde más besos, chupadas y succiones atrevidas que me hicieron gemir de locura fue cuando se posicionó sobre mis tetas. Se entretuvo mamando cada una de ellas y sorbiendo de mis pezones como si de un bebé de teta se tratase…, dolor y placer en un solo respingo me proporcionaba mi hijo en cada pezón alternativamente. Yo lo acariciaba en su cabello enredando mis dedos en su pelo.

Me hallaba alterada en todos los sentidos, mi joven amante me daba más de lo que nunca busqué en un hombre…, esa euforia comandaba mis manos para sujetarlo y que no se marchara nunca de darme tanto placer, el único macho que me había dado multiplacer... en mi coño, en mi clítoris, en mis tetas y en mi boca casi todo a un tiempo. Yo no podía parar de gemir, y mientras él me mamaba las tetas queriendo extraerme la leche que no tenía, comencé de nuevo a tocarme compulsivamente sobre el capuchón acariciando mi clítoris y metiéndome los dedos. Aquella posición me originaba algo distinto y era poder ver a mi hijo mientras me amaba inmerso en la pura lascivia. Sé que mis tetas eran su devoción, así que le permití que hiciera con ellas lo que más deseara y el tiempo pertinente para su dicha, que era también la mía. 
No sé el tiempo que le dedicó mi hijo a mis gordas moles mamarias, me las chupó a gusto, las sobó a placer como si de una masa de pan de pueblo fuera a hacer con ellas, succionó hasta el dolor mis pezones mordiendo los duros espigones que me puso el muy cabronazo comiéndose enteras la ubres…, y cuando decidió cambiar se deslizó hacia mi pubis. Allí le esperó mi gordo coño, maldiciendo no haber pensado en rasurarlo o depilarlo para mi hombre… me gustaba tenerlo así por higiene y para no molestarme con el roce de los vellos cuando me pajeaba frenéticamente, así que le dedicaba media hora a su rasurado y posterior depilación, en ese trasiego siempre terminaba haciéndome un buen pajote para quitarme la calentura que nunca se iba, pero NO lo tenía tan pulcro como hubiera deseado, al no pensar que tendría visita tan inesperada.





Mi chico arribó al lugar de donde salió y se enfrentó a mi clítoris con su atrevida lengua, descubrió el capuchón encontrando el botón del placer de su madre, me daba duro con su punta y sus labios se hacían con él chupando hasta llevarme a la locura del placer de los dioses. Nunca me hubiera imaginado a Iván con tal maestría en el coño de su progenitora, tan desvergonzado y atrevido como nunca lo fue el capullo de su padre…, a mi hijo no solo no le importaba comerse el coño de mamá, sino que disfrutaba comiéndoselo. Desde mi punto de vista, observaba como se zampaba el chocho de su madre como si de una raja de sandía se tratase, succionaba y lamía bebiéndose los jugos maternos cual néctar libado por un incesante abejorro. El sonido de los sorbos y la comida de coño metiendo su lengua en mi conducto follándoselo, me tenía perpleja y avasallada por la delectación del sexo más dominante de mí ser que jamás había tenido…, cuando de pronto comencé a sentir los escalofríos de mi clímax… 
– ¡No pares ahora por Dios! ¡Por favor mi vida más rápido, más fuerte! ¡Umm! Me corro cariño me corro, ¡No me dejes ahora por el amor de Diosss! ¡No imaginas lo que esperaba esto! 
Las convulsiones hicieron contraerme varias veces en espasmos concatenados durante los segundos de correrme y soltar un poco de mis fluidos por mí apretada raja…, y esto solo era el aperitivo. Tras unos segundos de calma le solicité la intervención directa de su rutilante gran falo empalador… 
– ¡Fóllame mi amor! No me desesperes más… ¡Lléname de leche!

Sin haberme repuesto del todo enfiló su glande en mi raja encontrado el agujero de entrada a mi conducto vaginal… y nada más poner el glande en la bocana empujó con inercia descomunal y… ¡¡Zas!! Me la incrustó entera hasta los mismos huevos de un solo envión, los cuales noté golpear en mi perineo y ano a la vez. Gemí desconsolada al percibir como me partía en dos el muy cabrón, y cuando más me brindaba abriéndome de piernas para que mi hijo tuviese mejor acceso a su madre, más me invadía, y más rápido me realizaba el mete saca acuchillándome la raja bien partida, por donde acabaría eyaculando toda su semilla. Lo curioso era su postura generosa para conmigo como en posición de hacer flexiones sobre mí, lo que me permitía libertad de movimientos para agitar mis caderas al compás de sus arremetidas metiéndome su verga sincronizados, y a la vez contemplar mi cuerpo contener sus duros pollazos. 
Fuertes eran los empujones de mi solicito amante que en su salida me dejaba ver mi conejo aterciopelado, atravesado por la verga de mi Iván abriéndose paso entre él, y cerrándose en un anillo alrededor de su tronco succionándolo. Me excitaba escandalosamente, con mis labios acariciando el tronco de su enérgico falo, que lo embadurnaban de jugos blanquecinos de las incesantes sacudidas adentro y afuera. La aventura duraba más de veinte minutos en las diversas posturas, sorprendida por el aguante de mi crío manteniendo en alto la erección más dura que nunca imaginé. Sabía por su lenguaje corporal la cercanía de su orgasmo, mi muchacho estaba a punto de caramelo. "Sus testículos comenzaban a reunir a millones de soldaditos, prestos para su lanzamiento a la invasión de mi útero" los iba a catapultar con contundentes chorros de lefa hacia el fondo de mi vientre. Como mujer, pero sobre todo como hembra veterana en estas lides, sabía lo que quería y entré su miembro viril atorándome el conducto uterino con mis manos sujetándome de sus fuertes brazos…, mis gritos empezaron a llenar el salón…agarraba su culo trayéndolo hacia mí. Me pellizcó los pezones, algo que sin duda era lo que más me había gustado siempre del sexo…no sé cómo pudo adivinarlo mi copulador. También las embestidas de mi hijo estaban siendo rítmicas y profundas, a quien cada vez sentía más dentro, más rápido y mucho más energizado, con su glande en el mismo cuello del útero y sus pelotas aporreándome la entrada vaginal queriendo entrar también. Todas esas sensaciones y el sentirme amada por un macho como mi hijo, me hicieron tener uno de los orgasmos más notorios de mi vida, con la polla de mi primogénito en lo hondo de mi vientre…. 
– ¡Hijo, hijo mío, así, así! No pares de follarme… ¡¡Me haces muy feliz llenándome de ti! ¡¡Te quiero Iván, te quiero con locura mi amor!
– Yo también mamá... ¡¡Eres increíble!! Nunca imaginé que llegaría a poder follarte de esta manera... ¡Joder que bien follas!
 – ¡Tú si follas increíble..! ¡¡¡Desde hoy te amo como madre, como mujer, como… como tu puta!!! ¡¡FÓLLAME, LLÉNAME Y PRÉÑAME!
Grité perdiendo el control, mientras él no cejaba de empujar buscando su gran corrida dentro de mí, en el mismo lugar que fue engendrado. Quedé relativamente relajada tras el segundo orgasmo de la tarde, pero con las piernas abiertas, sumisa al macho que me perforaba con su tremenda tranca. Miraba a Iván que casi desencajado de placer intentaba culminar el apareamiento de nuestros genitales, en un acoplamiento perfecto hechos para estar encajados de por vida… 
– ¡Hijo, córrete dentro de mí! No te preocupes por nada y descarga tu leche en el coño de mamá tranquilamente ¡LLÉNAME DE TU SEMEN RICO, POR FAVOR...! 
Dije sabiendo que a pesar de mi edad aún podía quedarme preñada, no tomaba anticonceptivos y el esperma de mi chico sin duda era tan vigoroso como los geniales del que procede… 
– Gracias mamá, lo deseo tanto, lo necesito tanto que de no hacerlo dentro me dejarías a medias… 
– Pues venga lléname de lefa bien caliente y fértil... ¡¡Tu madre necesita una gran dosis de proteínas colmadas de testosterona!! 
– ¡Mamá te quiero! Con ella nunca lo hacía así, me obligaba a ponerme condón, aunque fuese en el último minuto. ¡Nunca me corrí dentro de su vagina...jamás su coño probó mi leche! 
Comentó mientras se daba cuenta que en aquel momento no debía pronunciar el nombre de otra mujer y mucho menos el de esa zorra caprichosa, de ahí que lo obviara… 
– No sabes como me alegro que fuese así.... Conmigo no vas a necesitar nunca condones…, mi vida, vas a poder follarte a una hembra como un macho debe hacerlo…¡A pelo y llenando el útero de leche espesa! ¡Vamos, vacíate tus huevos…los quiero secos! 
No quise fingir no darme cuenta de su comentario, así que lo limé volviendo a mi favor lo escuchado. No quería que el nombre de ninguna mujer apareciese en aquel momento, pero también era consciente que mi hijo siguiera atontado con la que sería pronto su ex esposa. Fue casi al momento de acabar mi comentario, cuando bruscamente clavó su rabo en lo profundo de mi vagina y me apuntilló con dos, tres y hasta cuatro metidas convulsivas antes de soltar el primer gran chorro de leche, que fue a impactar justo en mi pared vaginal llenándola de un delicioso y espeso semen. Percibía entre gemidos el calorcito tibio de su lefa inundando la misma entrada del cuello uterino, luego sentí el derrame de un segundo y tercer chorretón de esperma cargado de su tropa de “Ivanecitos” locos por conquistar mis trompas de Falopio para ¡¡PREÑARME!! 
El chico gemía entrecortado como un verraco sumido en una hiperventilación que reseca la boca, lo besé para compensar su sed y él me respondió manteniéndome empalada hasta las mismas pelotas desovando todo el engrudo fabricado en sus gónadas en exclusiva para su madre. Como les ocurre a los perros, mi chaval se dejó la polla sumergida en mi conejo unos segundos eternos que me supieron a gloria, quedando abotonados con nuestros genitales acoplados. Se recostó sobre mí sin llegar posar su peso en mi cuerpo, en esa posición notaba su ritmo cardiaco desacelerando, su sudoración copiosa de una piel ardiente de tan exquisito ejercicio mezclándose con la mía, y sobre todo el aroma a macho que expelía todo su cuerpo atiborrado de testosterona, me embriagaba sobremanera…. 
A pesar de haber tenido una buena ración de sexo me sentía excitada, por lo que deslicé mi mano entre ambos cuerpos a la altura de nuestro acoplamiento genital y rebañé un poco del esperma rezumante con el dedo y lo llevé a mi boca para saborearlo como una puta lujuriosa…. Me sentía feliz y muy satisfecha del polvazo recibido, pero aun no valoraba las consecuencias que podría tener el haber mantenido una relación sexual completa con Iván y la cantidad de esperma que me inyectó. Me levanté haciéndolo lo más natural que supe pese a lo especial de la situación, me duché tocándome un poco pensando que en esos momentos tenía toda la vagina llena del semen de mi propio hijo, un pequeño reguero salió de entre mis labios vaginales, quedando una especie de borbotón considerable que solo representaba un porción muy pequeña de todo el contenido depositado dentro. Aseada y más tranquila me puse a realizar las tareas de la casa intentado olvidarme de mi despropósito. Iván salió de casa…, me daba igual lo que hiciese y con quien fuese, mientras no lo hiciese con su mujer.

***********



Al día siguiente me levanté confusa. Estaba avivada por lo que había sucedido tras años en el dique seco sin ser perforada por una verga dura de carne palpitante, pero también me sentía responsable como madre. Apenas había dormido, escuché como Iván abrió la puerta… pasarían las 7:30 de la madrugada. Pensé que tal vez viniese a dormir a mi cama, pero no fue así. Oí expectante como cerraba la puerta del baño y después la de su habitación. Me sentí un poco decepcionada y también frustrada por no haber sabido hacerlo tan bien como hubiera deseado atrayendo a mi hombre a mi cama. Pensé que tal vez habría estado con Paula, y me puse mala de pensarlo siquiera. Los celos me corroían por dentro como ácido… 
– ¡¿Cómo podía sentir celos de que mi hijo hubiera estado con quien aún era su esposa?! 
Hablé con él por teléfono desde la oficina. Me confirmó que había visto a su mujer. Apreté los labios al escucharlo. Estaba molesta, como si me hubieran metido un cuchillo en el estómago, la misma sensación de la caída en una cama elástica… 
– ¡¿Te has acostado con ella?! 
Pregunté esperando una respuesta negativa. 
– ¡¡Mamá!! ¿A qué viene esa pregunta? 
Iván llevaba parte de razón, echar un polvo o hacer el amor a veces no significa nada para un hombre, pero para un mujer posee un significado mucho más transcendental. En todo caso en esos momentos puede que no tuviese todo el sentido que le preguntase aquellas cosas. Quedaba a la altura de una novia celosa y al fin y al cabo, yo sólo era mucho más que una fulana, era su propia progenitora, una madre que la noche anterior había hecho el amor con su hijo, como quien toma un té relajante o comparte fumar un porro animado con un Gin Tónic…, pero al fin y al cabo una madre, que siempre se había mantenido al margen de las decisiones de su hijo, aunque supiera que se estaba equivocando, tal y como sucedió cuando decidió casarse con aquella mujer inconveniente.

Al llegar a casa vi que Paula estaba allí. Me sorprendió ya que lo normal es que hubieran ido a hablar a su casa en lugar de hacerlo en la mía. Paula me saludó fríamente como de costumbre…, nunca nos caímos demasiado bien, y ahora yo no la tragaba cerca de mí, más sabiendo que su marido había realizado una de las cosas más íntimas que a una mujer le pueden hacer… ¡Depositar su semilla en las entrañas de mi vientre! Ella supondría que Iván me habría contado su ruptura y que yo la habría criticado. Todo aquello era cierto, pero de lo más importante no sabría nada, la discreción de mi hijo va por delante de su persona, por eso jamás podría saber lo que su marido y yo habíamos vivido la noche anterior. Les dije que me marchaba a comprar al supermercado. Las reglas de cortesía me obligarían a invitar a Paula a cenar, aunque deseaba que cuando volviese, ella ya no estuviese en la casa. Cuando regresé no escuché ruidos. Temí que se hubieran ido los dos, pero Iván seguía allí de mejor humor que cuando lo dejé con ella, sin estar cabizbajo, pero aún un tanto hundido, desubicado sin saber qué camino tomar, cosa que yo tenía más que clara visto desde mi perspectiva externa nada objetiva, dicho de paso. Me cambié de ropa y me puse una bata azul, de raso, que solía utilizar para estar en casa. Me acerqué a él y le pedí que me contase como se encontraba…, quería sonsacarle la conversación que había tenido con su mujer. Paula había iniciado una nueva relación y no sabía aún que pasos dar.
Había querido responderle a todas las preguntas que la noche anterior no se atrevió a hacerme. Efectivamente Paula había conocido a otro hombre en una sala de fiestas de la noche. Aun dudaba sobre la decisión que iba a tomar, y prefería estar sola hasta que aclarase sus ideas…
– Está con otro, mamá, está con otro. Me contó como si no hubiese otra cosa en la vida. – No comprendes mamá, ¡Se está follando a otro! Y yo en vez de mandarla a la mierda, sigo aquí, deseando que eso termine y vuelva conmigo. ¿Soy patético, verdad? 
– No hijo. Simplemente crees estar enamorado. ¡Anímate! Si no volvéis piensa que hay muchas mujeres haciendo cola para hacerte feliz. Me miró entre sorprendido y expectante. – Hijo eres un hombre de provecho, trabajador, cariñoso, formal y responsable, y ella una fulana sin oficio ni beneficio que anda buscando por los garitos a alguien que la ponga a cuatro patas. Omite las responsabilidades, por eso nunca ha querido que la dejaras preñada...
– ¡¿Tú crees mamá?! 
– No es lo que yo crea sino, lo que ella nos ha demostrado… no te merece porque nunca te mereció, y aunque vuelva contigo, te pondrá los cuernos una y otra vez...lo lleva en el instinto y eso no se puede cambiar por mucha voluntad que se ponga en ello.
Era evidente que seguía deseando a mi hijo como hombre, su semilla implantada en mi vagina la tarde anterior, más parecía un vacuna de amor que una inseminación. Me senté a su lado, en tanto le escuchaba procuraba mostrarme lo más sensual posible, tierna y cercana sin dejar mi rol de madre compresiva y aleccionadora. Acariciaba su pierna y su brazo, estremeciéndome de tal manera que se me ponía la carne de gallina. Le susurraba al oído de forma sensual aspirando su olor lleno de hombría, ese arma contundente de macho y semental que una no podía olvidar tan fácilmente…me recordaba al momento de estar follándome sobre mí. Mis hormonas se revolucionaban por momentos, costándome un mogollón controlarlas, sobre todo, cada vez me iba acercando más…

…Hasta que al final, acerqué mis labios a los suyos y nos fundimos en un profundo besode pareja, un beso húmedo, lascivo y cargado de sexo explícito. No hay que decir que su testosterona formaba una argamasa con mis feromonas en nuestras bocas. Nuestras lenguas se lamían y luchaban encarnizadamente deseando más del otro en cada gesto, ubicando eficientemente nuestras bocas ardorosas, tan mojadas como mi coñito…Noté que estaba sobreexcitado, y sobre todo al aceptar mi beso, sabía que iba a volver a tener una sesión de buen sexo con mi hijo otra vez. Me senté con las piernas cruzadas en cuerpo sobre la cama, corrí un poco mi escote y llevé sus manos a mis tetas agarrándolas con fuerza. Comencé a descontrolarme respirando de manera agitada, mientras mis pezones volvían a erizarse. 
Iván sin duda, sabía cómo tocar a una mujer, y lo demostraba con su madre impúdicamente. Posiblemente su esperanza de tener una pareja normal le llevara a pensar en Paula, pero con quién especulaba con el acto de procrear era en su madre, por tanto no dudé en que mi mano se acercara a su pantalón, pero la apartó cariñosamente con un gesto suave para proceder a quitárselos. Sin duda, estaba muy animado con una nueva sesión de pollazos que su progenitora le permitiría dar sin la menor contención, sin condones de por medio o coitos interruptus…, le dejaría vaciarse de nuevo en el fondo mi coño otra vez ¡Lo necesitaba!
La rigidez de su masculinidad viril así lo demostraba, ya se hallaba completamente tiesa en casi todo su esplendor. Nerviosos ambos, estábamos impacientes por desvestirnos, signo que la anterior vez fue muy exitosa por él…. En cuanto mi crío quedó desnudo de cintura para abajo, mi boca se dirigió a su grueso mazo, le dediqué una buena lamida a su glande, y en nada comencé a succionarlo de manera incontrolada, desesperada no me importaba que lo notase en mi actitud de puta salida. Me sentía con ganas exasperadas de sexo, y volver a sentirme la hembra de un macho del calibre de Iván…, y saber que a mi hijo le volvía loco follar con su madre, hacía que aquello me contagiase enloqueciéndome. No me importaba si mi muchacho me veía como el recipiente donde desahogar su frustración marital, por mí raja o era su tabla de salvación en el naufragio de su matrimonio, fuese como fuese mi hijo era hombre y me tenía totalmente empapada. Sentía la humedad en mis bragas. 
Paré y me volví a situar sobre la cama, de rodillas, pero manteniéndolas separadas. Me abrí totalmente la bata e invité a Iván a que lo comprobase, introduciendo su mano por debajo de mi prenda más íntima. Me volvía loca de gozo sentir sus dedos huesudos tan varoniles, horadar el chocho que ya solo le pertenecía por derecho congénito. Comenzó a jugar con mi clítoris, un buen espigón duro como no recuerdo estuviera nunca en ese estado con ningún otro hombre…, me gustaba y me gustaba verme tan atractiva para mi semental como si fuese una yegua joven a la que fueran a desflorar. Con mis tetazas sobresaliendo sobre mi bata totalmente desataba y abierta a la nueva experiencia, no pude resistir más y me lancé a por Iván. Tomé su verga y comencé también a masturbarle, como él estaba haciendo conmigo, bajándole todo el prepucio liberando el gordo capullo rosado con un agujero uretral enorme, mucho más grande de lo visto por mí en mi vida…, “El motivo por el que la naturaleza nos dota de algo es porque es necesario”, y por tanto un conducto grande implica la necesidad de facilitar la salida de la ingente cantidad de leche que los testículos de mi niño eyaculan en cada corrida.
Mi cabeza se giraba, moviéndola de un lado a otro, mientras que mi boca pronunciaba susurros de placer, a la par que mi mano diestra pajeaba el resto del tronco libre que no me engullía…, en un momento de lujuria me introducía el falo completo hasta la raíz haciendo que su cabeza llegase a la boca del esófago, unos segundos en las profundidades y de nuevo lo sacaba embadurnado de saliva gelatinosa, en el proceso sus loadas pelotas me aporreaban la barbilla. Una vez que recuperaba mi respiración, le acariciaba todo el tremendo rabo ensalivado y los huevos con suaves masajes de arriba abajo disfrutando de la poderosa hombría de mí chico. Volvía al ataque empezando a mamársela jugando con su frenillo y el agujero de su uretra con la punta de la lengua y de nuevo me lo tragaba chupándome ese helado caliente unos minutos más sin abusar, pues mi coño también necesitaba su ración de polla…. 
Había llegado el momento. Quería desnudarme. Él casi lo estaba. Procedí a quitarme la bata de forma sexy, intentado siempre que mis mamas sobresaliesen. Me alisé el pelo, quedando desnuda de cintura para arriba. Sólo quería parecer tan atractiva como apetecible a Iván, por ello únicamente llevaba puestas las bragas que me había encajado minutos antes, después de ducharme. Me tumbé sobre la cama y de inmediato, mi hijo procedió a quitármelas…, me hubiera gustado que me comiera el coño sobre mis braguitas, eran las más bonitas que tenía pero no se fijó en ella como otros tantos…, por ahora no pediría mucho más, en adelante aprenderíamos los gustos y fantasía del otro. Puedo parecer una zorra al contar esto, pero sólo deseaba hacer el amor con mi hijo... que me llevase al Nirvana del placer a través de nuestros cuerpos.

Aquella aventura solo pretendía fortalecer su ego y de paso el mío…, por eso, cuando abrí mis piernas, y él se situó entre ellas, me sentía incitada como Afrodita siendo poseía por su hijo Eneas, y sobre todo me mostraba muy atractiva, pavoneándome ante el macho copulador, engendrador e inseminador de su madre. Su cipote nervado entró a la primera dentro de mí como de costumbre por mi lubricación y su erección extrema. Estaba muy húmeda y él tremendamente duro. Comencé a mover mi cadera, pidiendo más, a la vez que él me tocaba, acariciaba mis ubres y continuaba follándome. Con el mete y saca armonioso enterraba solo los primeros dos tercios de su verga, y cada cinco clavadas propinaba una de regalo hasta la misma raíz, haciéndome gemir al notar sus huevos contra mi coño. 
– Mamá. Estoy a punto de correrme ¡No voy a durar mucho más! 
Dijo con la voz entrecortada por la excitación evidente jodiendo a toda máquina… 
– Espera mi amor, no llegues aún... me hace feliz que te excite tanto tu madre, pero me gustaría disfrutarte más dentro de mí. Voy a darme la vuelta y me follas desde atrás. 
Me giré y me situé de rodillas ofreciéndole todo mi culo en pompa con la raja del coño entreabierta mojada y calenturienta, necesitada de unos buenos pollazos con regada de leche. Al girarme lo besé y nos enzarzamos en un prolongado morreo lascivo... En realidad sólo pretendía retrasar un poco la eyaculación de Iván y alargar mi placer con un orgasmo que no me llegaba. Le saqué la lengua de la boca, y apoyé mis manos sobre el colchón, me coloqué a cuatro patas como una vulgar perra en celo… ese estilo era el reflejo de cómo me sentía… ¡Como una perra perversa!  De nuevo se introdujo dentro de mí, y de nuevo volví a gemir como una loca al percibir todo el badajo electrificándome en el coño, al roce de su bálano en cada uno de los terminales nerviosos de los pliegues de las paredes interiores de mi conejo ardiente….

Mis gemidos empezaron a ser tan fuertes que tal vez me oyeran los vecinos, pero me estaba haciendo sentir cosas que jamás había sentido con su padre, ni con ningún otro hombre, los pollazos eran irrefrenables llegándome hasta lo más hondo de mi apurado chumino…, tanto años sin albergar a un hombre en mi interior, era la consecuencia de mi desenfreno. Mis brazos dejaron de aguantarme y mi cuerpo cayó sobre las sábanas amortiguado por mis tetas. Mis manos se retorcían y mi boca permanecía jadeante, soportando estoicamente los empujones que sonaban a gloria en aquella habitación de la lujuria, al chocar su pelvis con mi culo en cada envión hasta la misma base de su grueso falo. Iván agarró mi pelo e hizo que mi cabeza se levantase. Instintivamente volví a situar las manos sobre las sábanas y me incorporé ligeramente. Entonces me di cuenta que lo que pretendía en ese momento eran tocar mis pesadas y enormes tetas…, le dejé sobármelas, lo deseaba con todas mi ganas, pues mis pezones se hallaban empitonados de la borrachera de gozo al ser follada por tan majestuoso semental. 
Completamente repleta hasta el mismo vientre de carne dura, vi que había llegado el momento, por lo que volví a situarme como antes. Tumbada, mirando hacia arriba, quería sentir la hombría de mi macho cara a cara, que mi amante hijo también viera reflejado en mi rostro la sensación de placer de recibir su leche enteramente, en el cubículo donde un día de hace 24 años fue engendrado para mi felicidad. Levantó mis piernas despatarrada, y sin necesidad de guiar su tranca tiesa ligeramente elevada al techo enfiló su capullo a mi coño regulando la altura de mi raja con su cuerpo al posicionar mis tobillos sobre sus hombros dejado todo mi sexo a su entera disposición…, lo mismo me hubiese dado por el culo que follado por el coño, como así hizo... De nuevo se introdujo entre mis piernas sumergiendo el rabo apurándolo hasta las  mismas trancas. 
– Hijo métemela entera ¡Que no te quede nada fuera de mi coño! 
En esa posición las caladas llegaban a la base de la verga, una y otra vez con un aporreamiento de pelotas impúdico en mi culo. Salvaje, duro y muy macho me follaba sin contemplaciones. Mi mano encontró su vástago perforándome mi ajado chochete…, le agarré fuerte de los huevos colgantes y después me dediqué a auto complacerme el clítoris, estaba tan excitada que no podía parar de frotarlo con fruición. Mis manos pasaban de un pezón a otro y el clítoris a la misma vez…, en cuestión de segundos me estremecí con un orgasmo espectacular que cubrió me mente de dopamina atolondrándome al instante. 
Comencé a gritar, a sabiendas que era el final del acto por el incremento del ritmo de mi chico, me apuñalaba el coño con brío, cual toro bravo dejándose la vida en la follada más dura y placentera de mi vida. Sus movimientos me demostraban que él también estaba a punto de eyacular, de abrir las compuertas de sus orondos cojones para soltar la cremosa leche que albergaban e inundar íntegramente mi hambriento conejo…. Me observaba en el espejo del armario. Creo que nunca me había visto así, con mis piernas totalmente separadas, con un hombre encima, aunque éste fuera mi hijo con el que siempre tuve un comportamiento ejemplar como madre y mujer decente…, ahora me hallaba mostrándole mi cuerpo desnudo sin ningún pudor de revelar mi lujuria indecorosa, los pequeños pliegues de mi barriga que revelaban mi edad…su musculatura tersa y brillante la suya. Madre e hijo unidos por el nuevo cordón umbilical que componían su verga y mi conducto vaginal.

En esos instantes, solo éramos un macho y una hembra, cuyo coñito tragón se zampaba su tremenda polla en un polvo incestuoso amoral que hacía que aún me provocase más… 
– ¡¡Me voy a correr, mamá!! Ya me corro.
Su expresión me hizo volver a la realidad. Yo ya había tenido mi orgasmo unos segundos antes y tan sólo acerté a decirle… 
– ¡Hijo mío, llega dentro de mí! ¡Hazme una mujer feliz llenándome de leche... de mucha leche! 
Cerró los ojos, con el gesto del esfuerzo propio de la eyaculación y abriendo la boca emitió un sonido ronco de animal satisfaciendo su hombría, calando su miembro viril a la boca del cuello de mi útero y sin demora expulsó un chorro de semen que llenó mi coño interior a la altura de mi ombligo. Volver a percibir otra vez la tibieza de su candente esperma, reavivó mis emociones de amor por Iván que antes de quitarse de encima de mí y se situarse a mi lado dejó vaciar sus testículos en otros cuatro o cinco chorros de lefa espesa cada vez menos copiosa a medida que relajaba su tenso cuerpo. Percibía cada lechazo en el latir de su polla tirante, abrigada por mis acuosas paredes vaginales, mi sensibilidad vaginal apreciaba cada pulsación en cada chorro de esperma inseminándome ¡Mi hijo me hacía suya marcándome a fuego! Igual que una res ya era de su propiedad y uso. Me sentía plena y radiante de volver a estar llena de mi hombre, de su masculinidad y de su esperma fecundo. Le acariciaba sintiéndome solo suya, su novia, su amante, mientras sus genitales realizaban el trabajo que la naturaleza le tiene previsto para engendrar, y hacer perdurar la genética de mi hijo dentro de su madre…

***************
Iván despertó a las 7:30 AM para ir al trabajo tras cuatro días de “Descanso”…, sin hacer aspavientos se bajó de nuestra cama y me dejó dormir una media hora más. Los días de asueto pedidos en su trabajo se acabaron y comenzó una rutina en convivencia con su madre en casa. Día a día nos hacíamos a la idea de la nueva situación familiar…, mi trato no resultaba tan maternal y su affaire para conmigo resultaba más cercano al de un esposo que al hijo de toda la vida. Dejaba que me tocase, me besase en el cuello cuando llegaba del trabajo, metiese mano bajo mi bata sacándome una carcajada y una reprimenda simulada. 
Me gustaba gustarle a mi hombre, me agradaba que cada día se olvidara un poco más de su esposa, la cual había pedido el divorcio e Iván se lo había concedido... en cuestión de unos meses sería libre. En su caso sería exprés, ayudando anímicamente mucho a mi hijo, al no tener que arrastrar un pleito sórdido y largo, en un par de meses el amor de mi vida, mi único y verdadero amor se encontraba libre como yo, su madre en algunos aspectos, y desde ya su amante esposa. Así es como me consideraba de pleno y me sentía muy feliz de tener marido. 
En el trabajo notó el cambio de actitud mi amiga más íntima, el resto me veían como la chica extrovertida de siempre…. Y un 14 de marzo nos encontramos en el buzón la resolución definitiva del juzgado de familia, corroborando el divorcio de Iván, el mismo día que marché a casa a media mañana por encontrarme con un pequeño malestar. La angustia, y el cansancio, con la hipersensibilidad olfativa a los productos de limpieza, me indicaron que no era una desazón común.

No dando crédito a mis mayores presentimientos, esa misma tarde me hice acopio de un “test de embarazo” y los resultados fueron los esperados…, definitivamente estaba PREÑADA. Mi hijo y yo misma habíamos predispuesto todo para que ocurriese mi preñez, y en poco más de 20 o 25 semanas, mi panza se empezaría a notar para dar a luz al primer hijo de mi hijo que saldría de mi vientre a finales de Noviembre. Si pudiera elegir, naturalmente desearía una niña, pero en mis circunstancias, que sea un bebé sano es lo máximo a lo que aspiro…
La alegría de mi hijo, aunque contenida se veía enorme, quizás más preocupado por la madre en un embarazo a los 45 años, que cómo afrontar la decisión de tenerlo frente a la familia y la sociedad. Esto no le debió de preocupar mucho, porque esa misma noche me reventó a pollazos una vez más, para celebrar su soltería y mi próxima maternidad… su primeriza paternidad. ¡Ya no cabía dudas de quien era mi esposo! Las semanas se sumaban y el control de mi estado era seguido muy de cerca por todo un equipo de médicos de clínica privada y nosotros, pero no dejamos de follar en todo ese periplo hasta el parto. 



Nació una mañana soleada de frío gélido. Lo más curioso es que no nos resistimos a continuar y volver a intentarlo, pensábamos que no ocurriría otra vez, pero ocurrió… no dieron las campanadas de ese fin de año sin estar preñada. Mi querido y amado esposo me volvió a preñar, tan calculado que se tomaría los días de paternidad justo acabadas las vacaciones de agosto. En unos meses estaba de nuevo con otra panza con un intervalo de tiempo mínimo… ¡En menos de 12 meses mi hombre me dejó preñada dos veces! Una tercera ya sería imposible con la obstrucción irreversible de las trompas de Falopio. La anécdota es que mi primer bebé mamó durante año y medio y se solapó con el amamantamiento de los mellizos del segundo parto, era curioso tener a ambos chupando cada uno de una teta, mientras que a la mayor le empecé a destetar. Comida había para dos e incluso para su padre…mi hijo mayor, que en alguna ocasión también succionaba su ración de leche materna. Me sentía feliz tener pendientes de mí a mis cuatro hijos, en especial el que era mi esposo. No lo he dicho pero el primer parto fue mi niña Sofía, y los mellizos un niño llamado Lucas y una niña que llamamos Nazaret... todos muy hermosos y muy sanos…Espero en el futuro, nuestros hijos estén tan bien dotados como sus padres.





No hay comentarios:

Publicar un comentario

Entradas más populares de la semana