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UNA HISTORIA DE AMOR. Y si tú no has de volver...

    "Y si tú no has de volver" 1ª PARTE "Una para el otro y otra para el uno". Esa frase la repite una y otra vez mi ...

Acogí a mi nuera con amor


Con cuarenta y ocho inviernos, creía que mi vida ya estaba cuesta abajo y nada me podría hacer revivir mi añorada juventud. Y cuando digo inviernos y no primaveras se debe a que después de tantos años trabajando con único propósito de crear un patrimonio con el que pasar mi vejez con mi mujer y tantos esfuerzos para criar a mi único hijo, resulta que por un cáncer de mamá me abandonó mi esposa en un abrir y cerrar de ojos, y antes que me diera cuenta mi hijo se había emancipado con su novia… me vi solo. A raíz de ese suceso, estaba hundido. Cada mañana me resultaba un suplicio el tener que levantarme de la cama y enfrentar un nuevo día sin sentido. Con dinero en mis cuentas, la casa pagada y un negocio que marchaba a las mil maravillas todo era insuficiente para mirar hacia adelante. Por mucho que mis amigos me trataban de animar diciendo que me quedaban al menos otros cuarenta años y que la vida me podía dar una nueva oportunidad, no les creía. Para mí, el futuro no existía y por eso decidí vivir peligrosamente. Asqueado de la rutina comencé a practicar actividades de riesgo, quizás deseando que un percance me llevara al otro barrio y así unirme a María y a José. Sí mi hijo conducía ebrio cuando se salió de la carretera y se precipitó por un terraplén de veinte metros sin poder contarlo ¡Dios! ¡Cómo los echaba de menos! Nada era suficientemente peligroso.




Me compré una moto de gran cilindrada, me uní a un grupo de Ala Delta donde aprendí a surcar los aires, viajé a zonas en guerra buscando que la angustia de esa gente me hiciera ver que era un afortunado rescatando a Sirios en el mar Mediterráneo cerca de Grecia y después en Libia… Desgraciadamente la adrenalina no me sirvió para encontrar un motivo por el que vivir y cada día estaba más abatido. Pero curiosamente cuando ya había tocado fondo y mi depresión era tan profunda que me había llevado a comprar una pistola en el mercado negro para acabar con mi vida, la enésima desgracia me dio un nuevo aliciente por el que luchar. Hoy me da vergüenza reconocer que estaba sondeando el quitarme de en medio cuando recibí la llamada del mejor amigo de mi hijo…

-“Fernando disculpe que le llame a estas horas pero debe saber que Jimena ha intentado suicidarse. Se ha tomado un bote de pastillas y si no llega a ser porque llamó a mi mujer para despedirse, ahora estaría muerta”.

Confieso que, aunque había estado coqueteando con esa idea, el que mi nuera  hubiese intentado acabar con su vida me pareció inconcebible, porque al contrario de mí, ella era joven y tenía un futuro por delante. Sé que era una postura ridícula el escandalizarse cuando yo estaba tonteando con lo mismo, pero aun así pregunté dónde estaba y saliendo de casa, fui a visitarla al hospital. Durante el trayecto, rememoré con dolor el día que mi chaval nos la había presentado como su novia y como esa cría nos había parecido encantadora. La ilusión de ambos con su relación confirmó tanto a mi mujer como a mí que nuestro hijo no tardaría en salir del nido. Y así fue, en menos de un año se casaron. Su matrimonio fue feliz pero corto y desde que la desgracia truncara nuestras vidas, no había vuelto a verla porque era un doloroso recordatorio de lo que había perdido. Sabiendo a lo que me enfrentaría, llegué hasta su habitación. Desde la puerta, comprobé que estaba acompañada por la novia del chico que me avisó, eso me dio los arrestos suficientes para entrar en el cuarto. Al hacerlo certifiqué la tristeza de mi nuera al ver lo delgadísima de su figura, observando las ojeras que surcaban sus anteriormente bellos ojos. «Está hecha una pena», pensé mientras me acercaba hasta su cama, Jimena al verme sonrió dulcemente pero no pudo evitar que dos lagrimones surcaran sus mejillas al decirme…

– Fernando, siento causarle otra molestia. Suficiente tiene con lo suyo para que llegue con esta tontería. 
El dolor de sus palabras me enterneció y cogiendo su mano, contesté…

– No es una tontería. Comprendo tu tristeza pero debes pasar página y seguir viviendo.

Cómo eran los mismos argumentos que tantas veces me había dicho y que no habían conseguido sacarme de mi depresión, no creí que a ella le sirvieran pero aun así no me quedó más remedio que intentarlo….

– Lo sé, suegro, lo sé. Pero no puedo. Sin su hijo mi vida no tiene sentido. 
Su dolor era el mío y no por escucharlo de unos labios ajenos, me pareció menos sangrante. «Mi nuera compartía mi pena y mi angustia». María,  su amiga, que desconocía que mi depresión era semejante a la de ella, creyó oportuno decirle…

– Lo ves Jimena. Fernando sabe que la vida siempre da segundas oportunidades y que siendo tan joven podrás encontrar el amor en otra persona.

La  buena intención del discurso de esa mujer no aminoró mi cabreo al pensar por un instante que Jimena se olvidara de mi hijo con otro. Sabía que estaba intentando animar a mi nuera y que quería que yo la apoyara pero no pude ni hacerlo y hundiéndome en un cruel mutismo, me senté en una silla mientras ella comenzaba a llorar. Durante una hora, me quedé ahí callado, observando el duelo de esa muchacha y reconcomiéndome con su dolor. “¿Por qué no he tenido el valor de Jimena?”, pensé mirando a la que hasta hacía unos meses había sido una monada y feliz criatura.

Fue el mejor amigo de mi hijo quien me sacó del círculo autodestructivo en que me había sumergido al pedirme que le acompañara a tomar un café. Sin nada mejor que hacer le acompañé hasta el bar del hospital sin saber que eso cambiaría mi vida para siempre…

– Fernando, dijo el muchacho nada más buscar acomodo en la barra. – Cómo habrás comprobado Jimena está destrozada y sin ganas de seguir viviendo. Su mundo ha desaparecido y necesita de su ayuda…

– ¿Mi ayuda? interrumpí escandalizado sin ser capaz de decirle que era yo el que necesitaba auxilio.

– Sí, contestó ese chaval que había visto crecer.  – Su ayuda. Usted es el único referente que le queda a Jimena. No tengo que recordarle qué clase de padres le tocó, ni que desde que cumplió los dieciocho huyó de su casa para no volver…

Era verdad, ¡No hacía falta! Conocía a la perfección que su padre era un alcohólico que había abusado de ella y que su madre era una hija de perra que, sabiéndolo, había mirado hacia otra parte al no querer perder su privilegiada posición. Aun así todos los vellos de mi cuerpo se erizaron al oír que seguía diciendo…

– Jimena, siempre envidió la relación que tenía con su hijo y vio en usted un ejemplo al que seguir. Por eso quiero pedirle un favor… Aunque sea por el recuerdo de José, ¡Usted debe ayudarla!

– No comprendo, respondí asustado por la responsabilidad que estaba colocando sobre mis hombros… – ¿Qué cojones quieres que haga? Mi exabrupto no hizo que el amigo de mi hijo se quedará callado y con tono monótono, me soltó…

– Fíjese. Mientras usted ha enfrentado con valentía su desgracia, su nuera se ha dejado llevar, ha perdido su trabajo, la han echado del piso que tenía alquilado y para colmo, ¡Se ha intentado suicidar! Si usted no se ocupa de ella, me temo que pronto iremos a otro entierro. 
Me sentí fatal al no saber las penurias que había estado pasando mi nuera y con sentimiento de culpa, pregunté al chaval cómo podía arrimar el hombro. 
– Mi novia y yo hemos pensado que… ¡Debería irse a vivir con usted!

En ese momento esa propuesta me pareció un sinsentido y así se lo hice saber, pero el muchacho insistió tanto que al final, creyendo que mi nuera no aceptaría esa solución, acepté… 
– Solo pongo una condición a todo esto…, Jimena debe de estar de acuerdo.

No preví que mi nuera aceptara irse a vivir conmigo, pero su situación anímica y económica era tan paupérrima que vio en mi ofrecimiento un mal menor y por eso al salir del hospital, se mudó a mi casa. Todavía recuerdo con espeluznante precisión esos primeros días en los que Jimena no hacía otra cosa que llorar tumbada en la cama. No le deseo ni a mi mayor enemigo que algún día sufra lo que sufrí yo viéndola apagarse consumida por el dolor. Era tan profunda su depresión que llamé a Manuel Vergara, un amigo psiquiatra para que me recomendara qué hacer.

– Lo primero es obligarla a levantarse, no puede estar acostada. Y lo segundo tráemela para que yo la evalúe. 
Ni que decir tiene que seguí sus instrucciones al pie de la letra, y aunque se negó en un principio tras mucho insistir conseguí que fuera a ver a ese loquero. Mi conocido después de verla, le diagnosticó una severa depresión cercana a la neurosis y después de mandarle una serie de  antidepresivos, me dio una serie de pautas que debía seguir. Pautas que básicamente era mantener una permanente supervisión y forzarla a ocupar sus horas para que no tuviera tiempo de pensar. Por eso conseguí convencerla de inscribirse en unas clases de dibujo y acudir después al gimnasio.
A partir de entonces me convertí en una especie de niñero que todas las mañanas… la despertaba, la llevaba hasta la academia y al salir del trabajo tenía que pasar por el local donde hacía aerobic. De esa forma, muy lentamente, mi nuera fue mejorando pero sin recuperar su estado anímico y físico previo al accidente donde murieron mi hijo y mi mujer. Pequeños pasos que hablaban de mejoría pero a todas luces insuficientes. Una pregunta con la que salió un día de su encierro, una sonrisa al día siguiente por un comentario…  Aun así era raro el día que la veía  en mitad del salón llorando al recordar a su marido. « Tengo que darle tiempo» repetía cada vez que retrocedía hundiéndose nuevamente en la tristeza. Otros detalles como su insistencia en que saliéramos a cenar a un restaurante o que en vez de en coche la llevara en moto, me iban confirmando su recuperación sin que yo los advirtiera a penas. Pero al cabo de dos meses, un día me llegó con una extraña petición del psiquiatra que me dejó muy confuso.

– Suegro, Don Manuel me ha pedido que tiene que ir a verle. Me ha dicho que quiere hablar con usted. 
Que mi amigo usara a mi nuera como vehículo, me resultó cuando menos curioso y por eso aproveché un momento que me quedé solo para llamarle….

– Manolo, ¿Qué ocurre? 
Advirtió en el tono de mi pregunta mi preocupación y por eso me aseguró que no debía preocuparme pero insistió en verme. Porque lo que tenía que plantearme era largo y que prefería hacerlo en persona. Cómo comprenderéis su respuesta no me satisfizo y por eso al día siguiente cuando me presenté en su consulta, estaba francamente nervioso. Al sentarme, mi amigo decidió que de nada servía andarse con circunloquios y tras describirme los avances de mi nuera durante esas semanas, me soltó…

– Todo va bien, mucho mejor de lo que había vaticinado pero hay un problema y quiero ponerte en guardia…

¡Tú dirás! Respondí más tranquilo.

– Tu nuera ha tenido una infancia terrible y cuando ya se veía feliz con tu hijo, sufrió un revés… Lo sé, interrumpí molesto porque lo me recordara

¡Dime algo que no sepa! 
Manolo comprendió que mi propio dolor era quien había hablado y por eso sin darle mayor importancia, prosiguió diciendo…

– Gracias a tu apoyo, ha descubierto que tiene un futuro y por eso te aviso ¡No puedes fallarle! Porque de hacerlo tendría unas consecuencias que no quiero ni imaginar, la seriedad de su semblante me hizo permanecer callado. – Para Jimena eres la única persona en la que confía y de perder esa confianza, se desmoronaría. Comprendo, mascullé. – ¡Qué vas a comprender! Indignado protestó. – En estos momentos, eres su sostén, su padre, su amigo, su compañero e incluso su pareja. De sentir que la rechazas, entraría en una espiral de la que nunca podría salir.

– ¡Tú estás loco! Para mi nuera solo soy su suegro.

– Te equivocas. Aunque no lo ha exteriorizado, Jimena te tiene en un pedestal, algo parecido al el enamoramiento y temo el día que se dé cuenta, porque no sé cómo va a reaccionar.

– Me he perdido, reconocí sin llegármelo a creer pero sobre todo confundido porque yo la veía como a una hija y no albergaba otro sentimiento.

– Cuando Jimena se percate del amor que te tiene, si no conseguimos que focalice ese cariño bien, buscará en ti esos mismos sentimientos.

– ¿Me estás diciendo que intentará seducirme?

– Desgraciadamente, no. Jimena considera un hecho que tú también la amas y se considerara tu mujer antes de qué tú te des cuenta.

– No te creo, contesté riendo aunque asustado en mi interior y tratando de dar argumentos en contra, le solté de sopetón… – Coño, Manolo, ¡Si me sigue tratando de usted!

– Tu ríete. Yo ya he cumplido avisándote. 
El cabreo de mi amigo incrementó mi turbación de forma que al despedirme de él, le dije…

Gracias, tomaré en cuenta lo que me has dicho pero te aseguro que te equivocas.

– Eso espero, contestó mientras me acompañaba a la puerta.

Al salir de su consulta, os tengo que confesar que estaba acojonado porque me sentía responsable de lo que le ocurriera a esa cría. Sus negros pronósticos no tardaron en hacerse realidad. El resto del día me lo pasé en la oficina dando vueltas a la advertencia de Manuel. Por más que lo negara algo me decía que mi amigo tenía razón y por eso estuve durante horas tratando de encontrar si había sido yo el culpable de la supuesta atracción de la que hablaba, pero no hallé en mi actuación nada que hubiese alentado a mi nuera a  verme como hombre.  Más tranquilo, me auto convencí que el psiquiatra había errado con su diagnóstico y cerrando mi ordenador, decidí volver a casa. Ya en ella, Jimena me esperaba con una sonrisa y nada más verme, me dio un beso en la mejilla mientras me decía…

– He pensado que me llevaras al Pardo.

 


Esa petición no era rara en ella porque como ya os he dicho solíamos salir frecuentemente a cenar a un restaurante pero esa tarde me sonó diferente y por eso quise negarme pero ella insistió diciendo… 
– Llevo todo el día encerrada, creo que me merezco que me saques a dar una vuelta. 
Esa respuesta me puso la piel de gallina porque bien podría haber sido lo que me dijera mi difunta mujer si le apetecía algo y yo no la complacía.  

Asustado accedí… – Claro que sí preciosa, te mereces eso y mucho más… así cambio de aires yo también.

De forma que tuve que esperar media hora a que Jimena se arreglara. Me quedé de piedra al verla bajar las escaleras, enfundada en un traje de cuero totalmente ajustado a su cuerpo, pero más cuando con una alegría desbordante, se exhibió diciendo… 
– ¿Te gusta cómo me queda? He pensado que como siempre vamos en moto, me vendría bien comprarme un mono de motorista.

Aunque cualquier otro hombre hubiese babeado viendo a esa muñeca vestida así pero no fue mi caso. La perfección de sus formas dejadas al descubierto por ese tejido tan ceñido, lejos de excitarme me hizo sudar al ver en ello una muestra de lo que me habían vaticinado. «Estoy exagerando», pensé mientras encendía la Ducatí, « no tiene nada que ver». Desgraciadamente al subirse de paquete, se incrementó mi turbación al notar que se abrazaba a mí dejando que sus pechos presionaran mi espalda de un modo tal que me hizo comprender que bajo ese traje, mi nuera no llevaba sujetador.« ¡Estoy viendo moros con trinchetes!», maldije tratando de quitar hierro al asunto. « Todo es producto de mi imaginación». 
Los diez kilómetros que tuve que recorrer hasta llegar al restaurante fueron un suplicio por que a cada frenazo sentía sus pezones contra mi piel y en cada acelerón, mi nuera me abrazaba con fuerza para no caer. Una vez en el local fue peor porque Jimena insistió en que no sentáramos en la terraza lejos del aire acondicionado y debido al calor de esa noche de verano, no tardó en tener calor por lo que sin pensar en mi reacción, abrió un poco su traje dejándome vislumbrar a través de su escote que tenía unos pechos de ensueño. Durante unos instantes, no pude retirar la mirada de ese canalillo pero al advertir que mi acompañante se podía percatar de mi indiscreción llamé al camarero y le pedí una copa. “La chica es mona”, admití pero rápidamente me repuse al pensar en quien era, tras lo cual le pregunté por su día. Mi nuera ajena a mi momento de flaqueza, me contó sin darle mayor importancia que en sus clases la profesora les había pedido que dibujaran un boceto sobre sus vacaciones ideales y que ella nos había pintado a nosotros dos recorriendo Europa en moto. Os juro que al escucharla me quedé helado porque involuntariamente estaba confirmando las palabras de su psiquiatra… Será normal para ella el veros como pareja. La premura con la que se estaba cumpliendo esa profecía, me hizo palidecer y por eso me quedé callado mientras Jimena me describía el cuadro…

– Pinté la moto llena de polvo y a nuestra ropa manchada de sudor porque en mi imaginación llevábamos un mes recorriendo las carreteras sin apenas equipaje. 
Sus palabras confirmaron mis temores pero Jimena ajena a lo que me estaba atormentando, se mostraba feliz y por eso siguió narrando sin parar ese supuesto viaje, diciendo… 
– Me encantaría descubrir nuevos paisajes y conocer diferentes países contigo. No levantaríamos al amanecer y cogeríamos carretera hasta que ya cansados llegáramos a un hotel a dormir. 
El tono tan entusiasta con el que lo contaba, no me permitió intervenir y en silencio cada vez más preocupado, esperé que terminara. Desgraciadamente cuando lo hizo, me preguntó mientras agarraba mi mano entre las suyas… 
– ¿Verdad  que sería alucinante? ¡Tú y yo solos durante todo un verano! Recordando que según su doctor no podía fallarle, respondí…

Me encantaría. 
La sonrisa de alegría con la que recibió mi respuesta fue total pero justo cuando ya creía que nada podía ir peor, me soltó…

– Entonces, ¿Este verano me llevas?

«Mierda», exclamé mentalmente al darme cuenta que había caído en su juego y con sentimiento de derrota, le aseguré que lo pensaría mientras cogía una de las croquetas que nos habían puesto de aperitivo. Mi claudicación le satisfizo y zanjando de tema, llamó al camarero y pidió la cena. El resto de esa velada transcurrió con normalidad y habiendo terminado de cenar, como si fuera algo pactado ninguno sacó a colación el puñetero verano. Con un sentimiento de desolación, llegué a casa y casi sin despedirme, cerré mi habitación bajo llave temiendo que esa cría quisiera entrar en ella como si fuera ella mi mujer y yo su marido. La realidad es que eso no ocurrió y al cabo de media hora me quedé dormido. Mi sueño era intermitente y en él no paraba de sufrir el acoso de mi nuera exigiendo que la tomara como mujer. Os juro que aunque llevara sin estar con una mujer desde que muriera mi esposa para mí fue una pesadilla imaginarme a mi nuera llegando hasta mi cama desnuda y sin pedir mi opinión, que usara mi sexo para satisfacer sus deseos. En cambio ella parecía en la gloria cada vez que mi glande chocaba contra la pared de su vagina. Sus gemidos eran puñales que se clavaban en mi mente pero que ella recibía gustosa con una lujuria sin igual. Justo cuando derramé mi angustia sobre las sabanas un chillido atroz me despertó y sabiendo que provenía de su habitación sin pensar en que solo llevaba puesto el pantalón de mi pijama, corrí en su auxilio. Al llegar, me encontré a Jimena medio desnuda llorando desconsolada. Ni siquiera lo pensé, acudiendo a su lado, la abracé tratando de consolarla mientras le preguntaba qué pasaba…

– He soñado algo terrible, una pesadilla.

– No te preocupes solo es un sueño…

– Soñaba que me dejabas…, consiguió decir con su respiración entrecortada.

– Tranquila pequeña, era solo un sueño… sigo aquí.

Volví a repetirle como si a un bebé se tratara sin importarme que ella llevara únicamente puesto un picardías casi transparente que me permitía admirar la belleza de sus tetas. Mi nuera posando su melena sobre mi pecho sin dejar de llorar y con una angustia atroz en su voz, me preguntó…

– ¿Verdad que nunca me vas a echar de tu lado?

– Claro que no princesa… qué razón tendría, contesté como un autómata aunque en mi mente estaba espantado por la dependencia de esa niña.

Mis palabras consiguieron tranquilizarla y tumbándola sobre el colchón esperé a que dejara de llorar manteniendo mi brazo alrededor de su cintura. Una vez su respiración se había normalizado creí llegado el momento de volver a mi cama pero cuando me quise levantar, con voz triste, Jimena me rogó…

– No te vayas. ¡Quédate conmigo!

Su tono venció mis reticencias a quedarme con ella y accediendo me metí entre las sábanas por primera vez. En cuanto posé mi cabeza sobre la almohada, mi nuera se abrazó a mí sin importarle que al hacerlo su gran escote permitiera sentir sobre mi piel sus firmes tetas clavándome sus pezones. «Pobrecilla. Está necesitada de cariño», pensé sin albergar ninguna atracción por mi nuera pero francamente preocupado. Mis temores se incrementaron cuando medio dormida, escuché que suspiraba diciendo… – Gracias, mi amor…

Todo se complica. Esa noche apenas dormí porque me angustiaba el estado psicológico de esa niña. Con  ella abrazada a mí, me atormentaba la idea de causarle un daño irreparable si se daba cuenta que el cariño que la tenía no tenía ningún aspecto sexual y que la consideraba más una hija que una mujer. «Menudo lío. ¿Cómo explicárselo sin hacerle sufrir?», me torturaba continuamente recordando las palabras del psiquiatra. Tras horas dándole vueltas, el cansancio pudo conmigo y me quedé dormido. Solo me desperté cuando a las ocho de la mañana escuché un ruido. Al abrir los ojos me encontré a Jimena cargada con una bandeja en la que me traía el desayuno a la cama. Desperezándome, iba a levantarme cuando ella colocando una mesita sobre el colchón me lo impidió diciendo…

– He pensado que desayunemos juntos aquí. 
Aunque no me parecía apropiado, era tal la alegría de su rostro que no me vi con fuerzas de negarme y cogiendo entre mis manos la taza de café di un sorbo aceptando mientras Jimena se sentaba frente a mí…. 
– No sabes lo bien que he descansado, comentó. – Saber que te tenía a mi lado, me permitió dormir como un bebé.

En silencio observé su dicha pero también que olvidando el recato que me debía al ser yo su suegro, no se había tapado. La tela de su camisón era tan liviana que me permitió observar en su plenitud todo su cuerpo. Con un sentimiento ambiguo, recorrí su figura con mis ojos desmenuzando cada porción de su piel… y certificando que era toda una belleza pero también descubriendo que a pesar de tener unas tetas maravillosas decoradas con dos pezones grandes y rosados, nada en ella me atraía. En cambio, mi nuera al sentir la calidez de mi mirada sobre sus pechos debió de malinterpretarla porque sus dos botones se erizaron ante mis ojos mientras su dueña se ponía colorada. Rompió el silencio que se había apoderado de esa habitación diciendo…

– Termina de desayunar mientras me ducho.

Tras lo cual, se levantó de la cama y entró en el baño adosado a ese cuarto sin cerrar la puerta. « ¿Qué coño hace?», me pregunté al ver que abría la ducha. Mientras se calentaba el agua, mirándome a los ojos, dejó caer el camisón y desnuda me soltó…

– Hoy no hace falta que me lleves a la academia. Me voy a quedar en casa pintando.

Ni siquiera respondí, terminando mi café de un solo sorbo, salí huyendo hacia mi habitación mientras en mi cerebro se abría una grieta al percatarme de lo mucho que me había gustado verla en su plenitud. « ¿Qué me pasa?», murmuré angustiado al sentir que bajo el pantalón de mi pijama, mi apetito crecía sin control. « ¡Es la viuda de José! ¡Mi nuera!». Ya en el coche, rumbo a mi oficina, la imagen de Jimena sin ropa me siguió torturando cada vez más y con la vergüenza de saber que me atraía, llamé a mi amigo, su psiquiatra.

– Manolo, ¡Necesito verte! Solté en cuanto descolgó el teléfono.

Por mi tono supo la razón de mi llamada… – Vente, te abriré un hueco.

Que mi amigo no me hiciera ninguna pregunta era una mala señal y acelerando acudí desesperado hasta su consulta. Nada más entrar me estaba esperando y me hizo pasar. Ya solos en su despacho, como una ametralladora le conté lo sucedido mientras él se mantenía callado. Solo al terminar, me soltó… – Ocurrió antes de lo que pensaba.

– ¿Y qué hago? Pregunté con los nervios a flor de piel. Tomándose unos momentos para organizar sus pensamientos, contestó…

– Eso depende. Tu nuera ha mejorado mientras creaba una total dependencia de ti. Si la rechazas, se hundirá de nuevo en la depresión y si la aceptas, se aferrará a tu persona y buscará hacerte feliz. Tú decides… Si tus principios morales te impiden hacerla tu mujer, déjala hoy mismo pero asumiendo que siempre te echarás en cara su recaída. En cambio la otra opción es aceptarla en tu vida. Piensa que a Jimena lo único que le falta para considerarse totalmente tuya es que la acojas en tu cama. A efectos prácticos ¡Es tu pareja! Vive contigo, la mantienes y le das el cariño que ella necesita.

– ¡No es lo mismo! Protesté.

– A tus ojos quizás pero a los suyos, ¡Eres el hombre que la cuida y le sirve de sostén! 
La seriedad del problema me desmoronó y dejándome caer sobre el sofá, pedí su consejo. Manolo midiendo sus palabras, me soltó… 
– La mayoría de los hombres no lo dudaría. ¿Te parece tan horrible hacer feliz a una belleza sabiendo que al hacerlo te garantizas que jamás te fallará porque para ella no existirá nadie más que tú?

– Joder, ¡No puedo! Cada vez que se me acerca, pienso en mi hijo.

– Comprendo tu dilema pero me temo que te estás quedando sin tiempo. Cuanto más tiempo pase, más difícil te resultará tomar una decisión…

Como comprenderéis durante todo ese viernes no pude concentrarme en el trabajo, ¡Jimena me tenía paralizado! Por mucho que fuera atrayente saber que con un gesto cariñoso conseguiría que esa preciosidad se convirtiera en mi amante, no podía olvidar que era su suegro. Por eso al salir de mi oficina, lo que menos me apetecía era volver a casa y enfrentarme con ella. Asumiendo que no me quedaba más remedio que volver, llegué a casa. Al entrar, mi nuera no estaba en la planta baja y aprovechando su ausencia, me serví una cerveza para tomarla tranquilamente en el salón. El problema fue que al llegar a esa habitación, descubrí que la muchacha había dejado el cuadro que estaba pintado en la mitad. En él había plasmado a dos amantes haciendo el amor en una playa. Intrigado me acerqué y fue entonces cuando horrorizado, me reconocí como uno de los protagonistas y aunque no se la veía la cara a ella, no me costó identificar a mi nuera como la mujer que a la que estaba haciendo el amor. « ¡Dios! ¡Somos nosotros!» exclamé mentalmente mientras dos gotas de sudor recorrían mi frente. La confirmación que Jimena me veía como su hombre maximizó mi terror justo cuando haciendo su aparición, entró en la habitación diciendo…

– ¿Te gusta? No pude decir la verdad y ocultando el hecho que había descubierto que éramos los dos, contesté…

Es muy sensual.

Muerta de risa y mientras se acercaba a darme un beso en la mejilla, respondió… – Sé que es un poco fuerte pero desde que me desperté supe que debía de pintarlo. No queriendo profundizar en sus razones, cambié de tema y le pregunté si quería salir a cenar a algún sitio pero ella, sonriendo, dijo… – Prefiero que nos quedemos en “nuestra” casa.

Necesito contarte la ruta que he diseñado para este verano. No sé qué me causó mayor impresión; si el cuadro, que ya estuviera planeando ese viaje o en cambio que se refiriera a ese chalet como “nuestra” casa. Todos y cada una de esos detalles, reflejaban el mismo hecho… ¡Jimena daba por sentado que éramos pareja! Durante la cena, mi nuera me fue desgranando las diferentes etapas de ese verano sin ahorrarse ningún detalle, las ciudades que visitaríamos, los kilómetros a hacer en cada jornada e incluso los hoteles donde dormiríamos mientras absorto en mis pensamientos, le respondía con monosílabos cada vez que me preguntaba. En cuanto terminamos, despidiéndome de ella, hui a la soledad de mi habitación y tumbándome sobre la cama, encendí la televisión deseando que hubiera una serie que me hiciera olvidar aunque fuera momentáneamente la encrucijada en la que me hallaba. No llevaba diez minutos acostado cuando escuché entrar a Jimena en la habitación ya vestida para dormir y sin pedirme opinión ni permiso como si fuera algo habitual, se metió entre las sábanas diciendo… – ¿Qué ves?




– “Castle” 
Respondí alucinado por la naturalidad con la que mi nuera tomaba el hecho de acostarse conmigo. Ella, pegándose a mí, se puso a ver ese capítulo usando mi pecho como su almohada. Mi mente se puso a trabajar a cien por hora, intentando hallar una solución al problema. Lo de menos era sentir el calor de su cuerpo casi desnudo contra el mío, mi verdadero dilema era si sería capaz de vivir con la culpa de echarla de mi lado o en su lugar, si podría soportar la vergüenza de ceder a sus deseos. Mientras tanto, Jimena se había quedado dormida. “¡Qué bonita es la pobre!”, pensé en plan paternal al ver la placidez con la que dormía. Reconocí al mirarla que amaba ya a esa cría, pero también que me resultaría imposible verla alguna vez como mujer. « ¡Es demasiado joven!», concluí sin caer en que por primera vez, había olvidado el hecho que también era mi nuera. Cansado, apagué la tele e intenté dormir reconociendo que era agradable sentir brazo de Jimena sobre mi pecho. Deseando que al despertar todos mis problemas hubieran desaparecido, me sumergí en brazos de Morfeo. Mi descanso se tornó aún más placentero al soñar con mi esposa. En mi sueño, sentí que María recorría con sus dedos mi pecho. Como tantas veces durante nuestro matrimonio, mi mujer comenzó a darme besos por el pecho mientras usaba sus manos para desabrochar mi pijama….

– ¡Te deseo, te amo! Exclamé aún dormido creyendo que era ella, la que en ese momento se deslizaba por mi cuerpo.

– Lo sé mi amor, contestó una voz cargada de pasión que no reconocí como suya. Abriendo los ojos descubrí que era Jimena completamente desnuda, la que me estaba besando mientras su mano acercaba a mi entrepierna…

¿Qué haces? Murmuré impresionado.

Mi nuera miró satisfecha la erección de mi verga y levantando su mirada, contestó… – Hacerte el amor.

Paralizado, no supe o no pude reaccionar y por eso me la quedé mirando mientras ella profundizaba sus caricias. La lujuria que vi en los ojos de mi nuera era tan inmensa que quise detenerla diciendo… – No es el momento.

Al oírme, paró un segundo y poniendo tono de puta, susurró en voz baja… – No sabes cómo he soñado que me dejaras hacerte una mamada.

Dando por sentado que yo lo deseaba como ella, se deslizó hasta mi polla, y con una dulzura sin par, se apoderó de él y usando sus labios comenzó  a besarme el capullo. – ¡Jimena! Mi chillido de auxilio para mi nuera fue la confirmación verbal de mi deseo y sacando su lengua recorrió con ella todo mi rabo extremadamente rígido, y mientras con una mano lo agarraba fuertemente y con la otra me acariciaba con ternura los testículos, duros de la carga de leche de varios días sin descargar. Ese triple tratamiento y muy a mi pesar, consiguió su objetivo que no era otro que excitarme….

– La tienes muy hermosa, mi amor. Es una polla preciosa, perfecta…, de un tamaño idóneo para mí.

Dijo satisfecha al ver que mi miembro había alcanzado su tamaño máximo. Tras lo cual empezó a lamerlo de arriba abajo sin dejar de masturbarme lentamente. Aunque resulte difícil de creer, en ese momento me embargaban dos sentimientos contrapuestos. Por un lado, estaba totalmente excitado pero por otro, estaba destrozado por no haber conseguido evitar que esa cría cumpliera sus deseos….

– ¿Me amas? Preguntó con una sonrisa mientras me daba otro lametón.

Tardé en contestar porque no podía decirle que mi amor por ella era de otro tipo y no fue hasta que observé su ojos vidriosos, de los que surgieron un par de lágrimas de dolor cuando respondí… – Sí. Cariño como no amarte…

Mi respuesta no era cien por cien mentira y siendo tan concisa, dudé que le sirviera pero Jimena al oírla pegó un grito de alegría y abriendo su boca, comenzó a meterse alternativamente cada uno de mis huevos sin dejar de masturbarme. Para entonces mi excitación era brutal. Deseaba que mi nuera culminara su felación con mi falo hasta el fondo de su garganta, pero incapaz de exteriorizar mi deseo, la muchacha siguió jugando con mi tranca en sus manos.

– ¿Quieres sentir mi boca en tu polla? Insistió con lujuria en sus ojos.

No esperó mi respuesta y sin previo aviso, abrió sus labios y se la metió en la boca. El ritmo que imprimió a su mamada fue lento pero constante. Buscando maximizar mi locura, cuando veía que estaba muy excitado paraba durante unos instantes para acto seguido reiniciar la felación con mayor ardor. 

¡Me encanta! Reconocí derrotado mientras usando mis manos presionaba su cabeza contra mi polla.

Para mi nuera el hecho que encajara toda mi extensión en su boca fue el banderazo de salida e incrustándosela por entera hasta el fondo de su garganta, empezó a sacar y a meter mi verga sin quejarse. La precisión que demostró al hacerlo así como el calor y humedad de su boca, me hicieron temer que no tardaría en correrme con un volumen sorprendente. « ¡Esto no está bien!», pensé mientras hacía acopio de toda mi fuerza de voluntad para no derramar mi simiente. Jimena cada vez más segura de lo que estaba haciendo, aceleró la velocidad de su mamada y llevando una de sus manos a su coñito, se empezó a masturbar mientras me preguntaba excitada…

¿Te gusta cómo te la mamo? ¿¡Te lo estoy haciendo bien para ti!? Solo deseo que seas feliz conmigo...hacerte muy feliz.

– ¡Sí mi vida…! confirmé con un chillido tanto su pregunta como mi claudicación.

Mi entrega lejos de satisfacerla, la azuzó y sin dejar de acariciar su clítoris con los ojos inyectados de deseo, me soltó… – Te prometo que no tendrás queja de mí. Seré tuya cuando, donde y cuantas veces quieras… Podrás desahogar tu necesidad masculina dentro de mí al natural, a pelo… ¡Seré tu nena, tu amante y tu PUTA!

Tras lo cual, izando su cuerpo, puso mi polla cual ariete entre sus pliegues vaginales abriendo sus preciosos labios prietos, y dejándose caer se abrió como una flor en la mañana…, se empaló con ella lentamente. La nueva postura me permitió observarle de cara y descubrir tanto la dulce expresión de su rostro como sus firmes tetas sin pensar en lo que estaba haciendo, con mi lengua empecé a recorrer sus pezones…

– Siempre supe que te volverían loco mis tetas cuando la sintieras, gimió al sentirlo…, terminando de llenar su conducto con mí enervado cipote con hinchadas venas a punto de reventar bombeando sangre sin parar a mi gordo capullo. Clavó sus uñas en mi pecho y me pidió que la amara… – ¡Fóllame fuerte mi amor! Por favor ámame hasta el final bien duro ¡¡Quiero tenerte dentro de mí! ¡Siembra mi vientre con tu leche... LLÉNAME!

No tardé en sentir que mi nuera empezaba a moverse sobre mí y aunque todavía me avergüenzo, reconozco que en ese instante olvidé nuestro parentesco y disfruté  al notar su vagina húmeda, sus pliegues internos acariciando mi sensible glande con ella excitada. Sus gemidos se acuciaron mientras ella incrementaba el compás con el que usando mi verga acuchillaba su interior hasta convertirlo en vertiginoso… mis manos la sujetaban con una en su pelvis y la otra en sus tetas, ella fingía "luchar", pero realmente lo que hacía era mover su cadera dándome y recibiendo placer, mi falo entraba y salía de su vagina sin ninguna dificultad, Jimena solo me decía que "la enterrase entera", mi vientre golpeaba sus adorables nalgas en cada embate de mi falo penetrando en su vagina. Repentinamente se movía al compás de la follada haciendo círculos con su cadera y empezaba a jadear levemente gozando la envergada, poco a poco los jadeos subían de tono y sus movimientos era abiertamente complacientes. 
Cuando estuve seguro que lo estaba disfrutando le propuse cambiar de pose, sin decir nada se dejó colocar de frente a mí, continuamos parados y solo le levanté una pierna y volví a meterle la verga en su coño de una sola embestida, mis manos estaban en sus nalgas y con una le hurgaba entre ellas tratando de meterle el dedo en su culito, sus tetas pegadas a mi pecho y con mis labios buscaba su boca, mi nuera cedió ampliamente a mi intención y abriendo su boca nos besamos chupando mutuamente nuestras lenguas e intercambiando saliva. Ya entregados al placer, la llevé a la cama y me tendí boca arriba pidiéndole a Jimena que se montara en mí, así lo hizo y ella misma se metió el mástil sentándose en ella hasta tocar con sus hermosas nalgas mi vientre, como buena putona que era se movía salvajemente mientras le mamaba los pezones y le introducía mi dedo corazón en el culo metiéndolo y sacándolo al compás de sus movimientos. Pronto la lujuria se apoderó de Jimena, ya sin ningún recato me pedía que no dejara de follármela, que quisiera más verga cachonda perdida haciéndome saber lo que estaba disfrutando la fraternal follada. Momentos después sentí el rabo y bolas eran bañadas por los jugos íntimos de mi cachonda nena corriéndose en escandaloso orgasmo. Se la hundí tan a fondo que la dureza de su pared vaginal se me hacía notar en el inflamado bálano. Enterrada y sacada hasta la boca de su coño no paraba de joderla como esa niña se merecía…su aroma a hembra, su tacto dérmico y sus gemidos me avivaban como un toro bravo… – ¡Me corro! Aulló teniéndome a mí dentro.

Unos minutos más tarde de advertí la inmanencia de la corrida, sin pedírselo se levantó el culo para que la metiese lo más dentro que pudiera en su coño. Metido mi falo entre sus sensuales labios vaginales, y succionando mi verga me pedía que me "corriera" en su útero…le besaba la boca con nuestras lenguas en terna tragándonos la saliva del otro. La presión que sus músculos ejercieron en mi miembro y los jadeos que salían de su garganta fue la gota que derramaría mi vaso y sin poder aguantar más exploté sembrando su interior. Los chorros de leche se concatenaron uno tras otro con una presión olvidada desde joven, la copiosidad y los largos aldabonazo de lefa se hacían notar en la salida de mi capullo llenado su conducto uterino, mis vigorosos espermatozoides se agolpaban en él por millones. Me vacié sin miramiento a su fertilidad mientras el atolondramiento implantado por la dopamina en mi cuerpo hizo su efecto casi de inmediato… Agotada pero feliz, cayó sobre mí mientras su cuerpo sufría los últimos embates de su orgasmo. Percibiendo su húmeda y candente hendidura vaginal, unas cuantas succiones más y mi polla dejó de lanzar chorros de esperma dentro del mismo cérvix de mi pervertida nuera, mi amante y mi mujer. Su coño se tragó mi semen sin ninguna inhibición. Chorro a chorro se fue jalando todo mi esperma espeso gimiendo a cada aldabonazo…

…las siete u ocho convulsiones quedaron sometidas, quedándome unos segundos más ahí dentro mi falo hasta que éste empezó a perder la erección…, nos derrumbamos en la cama y en total silencio reposamos uno junto al otro durante varios minutos. Por fin con una cínica sonrisa me dijo que "era un cerdo que nuevamente la había violado", yo también haciendo gala de desvergüenza le decía que ella "era una puerca ramera pero que así me encantaba su cuerpo y su extremo puterío", ambos reíamos con descaro, nos abrazamos y nuevamente nos besamos compartiendo nuestros jugos íntimos que aun estaban en nuestras bocas. Fue entonces cuando sin levantar su cara de mi pecho, confesó… 
¡No sabes cómo necesitaba que me hicieras el amor! Que me follaras así y me llenaras de semen mi desesperado conejo hambriento. Las mujeres no lo decimos a las claras, pero nos satisface mogollón que nuestro macho nos llene de semen.

Desgraciadamente, sí lo sabía pero también que al acceder a ello, unía su destino al mío de por vida. Aunque Jimena tenía todo lo que me resultaba enloquecedor, no podía olvidar que era la viuda de mi hijo. Estaba todavía pensando en ello cuando abrazándome escuche que me decía… – A dormir, ¡Tu mujercita necesita descansar! Agradecí sus palabras y mientras el enanito que todos tenemos dentro me echaba en cara el haber disfrutado, mi nuera se quedó dormida desnuda entre mis brazos…

El primer día del resto de mi vida. Al ser sábado, esa mañana mi despertador no sonó y sobre las nueve, me desperté con Jimena abrazada a mí. Recordando lo ocurrido y como mi nuera se había entregado a mí, no pude menos que arrepentirme de ello. Sabía que no había marcha atrás porque una vez había accedido, mi rechazo sería todavía más doloroso. « ¡Cómo no lo vi venir!», me reclamé en silencio. « ¡Podía haberlo evitado!». Maldiciendo mi poca voluntad, con cuidado aparté el brazo de mi nuera y sin despertarla, fui al baño con la esperanza que una ducha sirviera para borrar o aminorar en algo mi sentimiento de culpa. Ya bajo el chorro, mi mente se puso a divagar sobre aspectos más prácticos. Dando por sentado que estaba unido sin remedio a Jimena, ¿Debería hacerlo público o por el contrario mantenerlo en silencio? Había aspectos positivos y negativos en ambas opciones pero tras pensarlo bien, comprendí que esa cría necesitaba estabilidad y que para obtenerla, debían de saberlo la gente de nuestro entorno. « ¡Qué vergüenza!», exclamé al pensar que debería plantarme ante la familia y demás amigos para contarles que la viuda de mi hijo era mi mujer. Estaba todavía reconcomiéndome entre prejuicios sociales, al oír que con un grito desgarrador la cría preguntaba por mí…

– Tranquila estoy en el baño, respondí mientras me preguntaba que le pasaba a esa loca. 
No había trascurrido más que un par de segundos cuando vi a Jimena entrando por la puerta con su cara desencajada. Al verme, preguntó llorando…

¿Por qué no me has despertado?

– Me dio pena, quise que descansaras, respondí. 
Esa mentira la tranquilizó pero aún con su voz cargada de tristeza, me confesó…

Al abrir los ojos y ver que no estabas, me temí que te hubieses arrepentido de hacerme tu mujer y me hubieses dejado. 
La tremenda angustia de su rostro me obligó a, forzando una sonrisa, contestar…

– ¿¡Como puedes pensar eso!? ¡Nunca te dejaré!

Al escuchar mi respuesta, la expresión triste de su cara mutó en alegría y mientras abría la puerta de la ducha, me dijo sonriendo… – Te amo y quiero hacerte feliz. Que nunca tengas motivos de arrepentirte de haberme tomado como tu mujer…

La picardía que lucía en sus ojos me hizo comprender sus intenciones y si me quedaba alguna duda, desapareció cuando se empezó a acariciar las tetas y a pellizcarse los pezones mientras me retaba. Incapaz de retirar mi mirada, intenté complacerla diciendo… – ¡Eres preciosa! 
Totalmente feliz al descubrir en mi cara la fascinación que sentía por su juvenil cuerpo, se cogió ambas ubres con sus manos y mostrándomelos como si fueran un trofeo, me soltó… 
– Dime amor, ¿Te gustan mis tetas? 
Creo que fue entonces cuando cayó mi careta y reconocí que esa mujer me gustaba y que no era tan mala la idea de pasar mi vida con ella. 
Por eso, contesté sin pensar… – Mucho, me encantan, princesa. 
Entonces comportándose como una niña traviesa, dando una vuelta completa sobre el plato de la ducha, se  mostró antes de preguntar… 
– ¿Y qué parte de mí te gusta más? 
Admití tras valorar rápidamente toda su anatomía… – El culo,

Para entonces y asumiendo que esa muchacha sería parte de mi vida, me sorprendió percatarme que estaba excitado y que entre mis piernas mi verga se hallaba bien erecta y dura. Jimena al comprobar que su exhibición había incrementado mi calentura, se rio y me abrazó. La suavidad de su piel desnuda fue suficiente para que mi miembro alcanzara de golpe toda su extensión…

– ¡Mi amorcito se ha puesto bruto! ¡Me encanta! Apuntó al notar la presión que ejercía contra su pubis.

En plan defensivo, contesté soltando una burrada que nunca había dicho a ninguna mujer… – ¡Y eso te gusta! ¿Verdad? ¡Putita mía!

Mi insulto aunque la sorprendió en un principio, consiguió azuzarla y creyendo que era parte de un juego, dotando a su voz de un tono burlesco, me retó diciendo… 
– ¡No tienes dinero para pagarme! Por eso te lo haré todo sin cobrarte nada, excepto que me des placer… ¡Me encanta ser tu PUTA!




Mi respuesta fue atraerla hacía mí y agachando mi cabeza, apoderarme de uno de sus pezones con mis dientes mientras le decía… – ¿Tú crees? No me parece un mal precio que abonaré sin clemencia…

Satisfecha porque mamara de su teta sin pedirle permiso, aun jugando se quejó… – ¡Para! ¡No has pagado mi precio! Ya lanzado le pregunté qué quería, mientras masajeaba su otra teta. – ¡Prométeme que haremos ese viaje!

– Hecho.
Respondí a la par que la mano que me quedaba libre iba bajando por su cuerpo. Cada día me apetecía más hacerlo, volver a ser un joven aventurero con una compañera singular…  Jimena soltando una carcajada me dejó claro que había ganado esa nueva batalla y sorprendiéndome nuevamente  se arrodilló frente a mí y cogió mi verga entre sus manos.  
– Ahora me toca a mí pagar el precio de amarte.

Y sin dejar de sonreír, me obligó a separar las piernas. De pie en mitad de la ducha, observé que la chiquilla se ponía a lamer mi extensión antes de metérselo lentamente en la boca, presionando con sus labios cada centímetro de mi miembro mientras lo hacía.

– ¡Me saldrás carísima! Grité emocionado por su maestría ya que Jimena me estaba demostrando ser una autentica devoradora de pollas.

Con una sensualidad total, se engulló toda mi extensión y no cejó hasta sumergirla hasta el fondo de su garganta, para nada más terminar, empezar a sacarla y a meterla con gran parsimonia. Viendo que la pasión ya me tenía dominado, se sacó la polla y con tono pícaro, preguntó… – ¿Te gusta cómo te la mama tu putita?

Gemí mientras me apoyaba con las manos en la ducha. Satisfecha por mí respuesta sin palabras, se volvió a embutir toda mi extensión y esta vez, no se cortó, dotando a su cabeza de una velocidad inusitada, buscó mi placer como si su vida dependiera de ello. ¡Dios! Exclamé al sentir el tratamiento que daba a mi falo con su boca… 
– ¡Vas a conseguir que me corra en tu garganta, mi niña!

Al oírlo, buscó su recompensa con mayor ahínco pero fue cuando mi verga explotó en su interior cuando su mamada se volvió frenética. Mi cuerpo se electrificó y con una sacudida de mi cuerpo solté el primer chorro de leche entre convulsiones, le acompañaron otros seguidos de igual volumen los dos siguientes. Las convulsiones de mi polla no pararon de regalar mi semen a su boquita, una boca que cerraba herméticamente sobre mi capullo haciendo una presión precisa con sus labios a la par que succionaba recolectando mi esperma espeso de un sabor que en nada le desagradaba por el gesto de su cara y sus ojos mirándome con atención directamente a mis ojos. Durante medio minuto fue recogiendo con su lengua todo el semen, lo fue devorando al ritmo en que lo derramaba sobre su boca. Fue tal su obsesión por su premio que no paró en lamer y estrujar mi satisfecho falo hasta que comprendió que lo había ordeñado por completo, hasta el último borbotón.

Entonces, mirándome a la cara, me dijo… – ¡Nunca me cansaré de tu sabor! Tienes una leche golosa.

Esa promesa me confirmó que con mi nuera mi vida estaría al menos bien cubierta desde el punto de vista sexual y por eso la levanté para besarla pero al ver sus tetas mojadas no pude evitar hundir mi cara en ellos. Jimena al sentir mi lengua recorriendo sus pezones, empezó a gemir mientras trataba con sus manos reavivar mi alicaído miembro. Una vez mi tranca había recuperado su dureza, mi nuera hizo algo que me dejó sin habla, dándose la vuelta, separó sus nalgas y con un extraño brillo en sus ojos, me confesó…

– Llevo toda la noche sabiendo que debo ser completamente tuya y nunca lo seré hasta que hayas usado mi culito ¡Dame un buena por culada con ese bello pollón!
La seriedad con la que lo comentó me obligó a bajar la mirada y fue entonces cuando descubrí que o mucho me equivocaba o nadie había horadado esa entrada. Intrigado le pregunté si era virgen. 
– Nadie lo ha usado por eso quiero entregártelo a ti. ¡Llénamelo con tu gruesa polla! No pares de follarlo hasta que me lo llenes.

Saber que sería el primero, me hizo caer de rodillas ante tanta belleza y tímidamente usé mi lengua para ir acariciando los bordes de su ano. Jimena al experimentar esa húmeda caricia, gimió de placer  y llevándose una mano a su coño, empezó a masturbarse sin dejar de suspirar. Su entrega me dio alas y ya necesitado de disfrutar de su trasero, forcé ese agujero con mi lengua y empecé a follarla mientras mi nuera no paraba de gozar… – ¡Te amo! Chilló descompuesta al experimentar la nueva sensación.

Azuzado por sus gritos, usé una de mis yemas para relajar su ojete. La forma en que berreó al sentirlo me hizo comprender que le gustaba y metiendo lo hasta el fondo, comencé a sacarlo mientras Jimena se derretía por que la follaran… – ¡Tómame! Aulló apoyando su cabeza sobre los azulejos de la pared. Su grito me hizo olvidar toda precaución y cogiendo mi rabo en la mano, me puse a juguetear con mi glande en esa entrada trasera mientras le preguntaba…

– ¿Estás segura? ¡Te va a doler! Sin dudar, me respondió que sí. 

La enfilé enfrentando mi glande a su botón… su seguridad permitió que con lentitud forzara por vez primera su culo con mi ariete nuevamente rigidizado. La muchacha absorbió centímetro a centímetro mi verga sin quejarse y solo cuando sintió que había rellenado con ella su conducto, se permitió quejarse… 
– ¡Me duele! ¡Pero sigue! ¡Necesito dártelo! ¡Quiero sentirte en mi culo!

Intentando no incrementar su dolor, esperé a que se acostumbrara a esa invasión mientras acariciándole las tetas la consolaba. Fue mi propia nuera quien en silencio movió sus caderas, dejando que el estoque invasor que tenía incrustado se deslizara lentamente por su interior. La presión que ejercía su esfínter se fue diluyendo a medida que su dolor desaparecía y era sustituido por el placer. Al advertirlo y notar que todo su cuerpo estaba disfrutando, Jimena me pidió que la siguiera empalando mientras su mano masturbaba con rapidez su ya hinchado clítoris. Producto de todas esas sensaciones, la muchacha sintió que su cabeza estaba a punto de estallar y en voz en grito me informó que se corría. Su berrido fue el detonante de mi propio orgasmo y afianzándome con las manos en sus mamás de pezones duros, dejé que mi polla regara con mi simiente sus intestinos. Exhausto, me dejé caer sobre la ducha y entonces, Jimena sentándose sobre mí, me besó tiernamente mientras me decía…

– ¡Contigo todo es maravilloso!

– Pero si solo soy un viejo…, y susurrando en mi oído, prosiguió diciendo.

– Ni se te ocurra volver a decir eso…, me pareces el semental más potente que he conocido. Y Besándome prosiguió diciendo…. – Para esta noche quiero que pienses que te apetece que tu mujercita te haga.

Su descaro y la promesa que eso encerraba, me hizo reconocer que con ella mi vida iba a dar un cambio y solo deseé que fuera para bien. «Como dice Manolo… ¡Cualquier hombre desearía tener una mujer como Jimena!» Pensé tratando de convencerme de que tenía que aceptar esa nueva realidad. En ese instante, la que ya consideraba mi pareja, me volvió a demostrar su disposición para hacerme feliz, diciendo…

– Vuelve a la cama mientras te preparo algo fuerte con el que puedas afrontar el esfuerzo.

– ¿Qué esfuerzo? pregunté. Muerta de risa, contestó…

– No creerás que esté satisfecha con este polvazo. Llevo tanto tiempo sin que me hicieran el amor con mi coñito seco, ¡Qué me ha sabido a poco! …No pienso desaprovechar a un macho brioso dispuesto a darme tanto placer… ¡Yo me encargaré de mantener duro y bien rígido tu pollón!

Desde mi habitación percibí el clásico olor que surge de la mariguana al quemarse, de inicio pensé que sería cualquier otro olor y que por efecto de los tragos se me confundía con el de la yerba, sin embargo siguiendo el agradable aroma éste me llevó a la puerta de los aposentos de la pequeña Jimena, pegué la nariz en la ranura donde empareja la puerta y efectivamente de ahí provenía el olor a "mota". Aun cuando estaba seguro de donde procedía el olor, no podía creer que mi joven nuera fumara mariguana, aunque de pronto recordé que yo la probé por primera vez incluso más joven a la ella tenía en ese momento. Impresionado por saber que ella fumase  sin más pretendí reprenderla…

– ¿Qué estás preparando…huele a mariguana? ¿Desde cuándo la fumas?

La agolpé a preguntas sin esperar a que me contestara a la primera. Jimena no me contestaba ya que aún no salía de la sorpresa, instintivamente mientras la llenaba de preguntas mi vista recorría su cuerpo de pies a cabeza, casi desnuda sobre unas sandalias destalonadas de tacones altos, un camisón transparente, corto que le llegaba a la mitad de los muslos y bajo él se notaban con claridad su figura imponente. Nunca hasta hablar con mi amigo Manuel no había reparado en su cuerpo excelentemente bien formado, sus blancos muslos carnosos muy bien torneados como el resto de sus piernas, sus tetas sin sostén se perfilaban de una muy buen tamaño y permanecían erguidos, firmes y redondeados. Se volvió caminando hacia la puerta para cerrarla dejándome ver su trasero, era de lo más inquietante con sus nalgas frondosas, fuertes y turgentes, la verdad mi Jimena estaba lo que se llama "bien buena". Tras cerrar la puerta se viró hacia mí, con los brazos en los costados de su cuerpo, sacando el pecho y parando aun más sus sabrosas nalguitas, ya me sentía excitado de verla en ropa de cama, y aun en contra de mi voluntad la verga se me empezaba a poner dura otra vez.

Entre suplicante y retadora Jimena me dijo… – Por favor no le digas a nadie, su carita reflejaba angustia y su porte desafío.

– ¿No pensaba que fumases marihuana? Le solté convencido de lo buena chica que es.

Avanzó unos pasos hacia mí sin descuidar la provocativa pose de su juncal cuerpo, sin dejarme contestar agregó muy sensual… – ¿Quieres un poco de "mota" o un poco de mí? 
Mientras pasaba sus manos por los costados de su cuerpo, su carita pasó de retadora a coqueta. Tarde un poco en reaccionar y una vez que pasó la sorpresa de su invitante propuesta y lo excitado que inexplicablemente me había puesto le contesté contundente.

– Un poco de ambas, dije con descaro esperando que se retractara o alguna otra reacción distinta a su ofrecimiento inicial.

Jimena avanzó hasta juntar su juvenil cuerpo al mío y tomando el cigarrillo de mariguana a medio consumir lo puso en mis labios procediendo a encenderlo, aspiré el humo de la yerba. Ella pegaba su vientre en mi muslo y con uno de sus brazos rodeaba mi cintura, acercando su rostro al mío, en tanto yo le pasé también el brazo por su breve cintura. Sin darme cuenta en qué momento empecé a acariciarle la espalda y la cadera baja, muy cerca de sus hermosas nalgas, le di una última fumada al cigarrillo y lo acerqué a la boca de ella para que hiciera lo mismo y enseguida lo apagué.

Mi nuera echó el humo de su boca directamente a la mía juntando sus labios con los míos en un inesperado beso. Me di cuenta que mi mano pasaba por las nalgas de mi nuera, acariciándolas hasta que ella me dijo… – Que bien me sabes tocar… Sigue, me gusta mucho sentir tu mano en mi culo,

Su sensual voz que denotaba la excitación que le producían mis caricias, tan enorme como la que yo sentía al tocar las sabrosas nalgas de Jimena y mi falo estaba en su máxima erección. Nuevamente juntó sus labios con los míos en un lascivo beso lujurioso, mi otra mano ya estaba en sus turgentes tetas masajeándolos, con la restante le subí el camisón metiéndola por debajo para tocar directamente sus ricos y sólidos glúteos, Jimena solo jadeaba presa de la cachondez del momento, una vez más me sorprendió su descaro llevando su manecita a  mi erecta verga

– Que grande la tienes, decía mientras la acariciaba en toda su extensión con la palma de su mano. – ¿Me quieres ver desnuda…? Quítame el camisón, decía suplicante.

Obediente le despojé del breve camisón, quedé de nuevo impactado con la belleza de sus hermosas tetas, bastante crecidas y enseguida las colmé de caricias e inclinado mi cabeza las besaba ante el agrado de mi cachonda hermanita.

- Que rico me las chupas... Sigue me encanta como lo haces,  me decía. – Dios mío que grande y sabroso lo tienes… Bájame las bragas.
Decía con palabras impregnadas de lujuria, sin agregar nada le bajé lo más que pude el minúsculo tanga, ante mí quedó su almohadilladla vulva, abultada y apenas cubierta por escasos y finos vellitos negros que le daban un toque de mágico erotismo, que de inmediato procedí a colmar de caricias buscando con la punta de mis dedos su joven hendidura vaginal para frotar su clítoris.

- Que sabroso me lo haces Papi… Sigue que estoy muy cachonda, moviendo su cadera para mayor disfrute de su encantador cuerpecito.

Se alejó unos pasos de mí quitándose por completo las minúsculas braguitas para quedar en su espléndida desnudez, solo en las sandalias de altos tacones, en tanto yo me despojaba de la ropa sin reflexionar en lo que sucedería, ella posaba en diferentes ángulos y actitudes voluptuosas.

 ¿Te gusto en pelotas…?

– Me encantas, le decía mientras me despojaba de la ropa.

– ¿También te gusta mi culito…? 
Preguntaba dándome la espalda y sacando la cadera para realzar su hermoso trasero e inclinándose se separaba las nalgas con ambas manos. 
– Con él que serías capaz de hacerme. Musitaba provocativa.

Terminé dedicándome a admirar la exquisita desnudez de Jimena mientras me frotaba la verga, ella cachonda exhibía conmigo cada una de sus encantadoras partes íntimas, hasta que decidida avanzó hacia mí y a unos centímetros volvió a empinarse mostrándome su adorable culito. No pude contenerme e hincándome frente a sus deliciosas nalgas le besaba el culo tratando de meter mi lengua en él.

– Así, bésame el ano… Cómeme el culo a besos, ¡Vas a hacer que me corra! Dios mío que rico, que bien lo siento... Méteme tu lengua en mi culo, decía con voz agitada por la excitación.

Mientras mi lengua no cesaba de lamer el culo de Jimena, con mi dedo pulgar le bombeaba la vagina bañando mi mano con sus jugos íntimos y con el dedo medio frotaba su clítoris, ante los jadeos y gemidos que mi nena emitía demostrándome el placer que estaba experimentando. Trastornado por el cannabis alcohol, así como la extrema excitación que Jimena me provoca sin medir las consecuencias, y decidido a consumar el apareamiento con la cachonda damisela, la tomé en vilo entre mis brazos depositándola sobre la cama dispuesto a follármela otra vez. La posicioné en la orilla del colchón parándome frente a ella y entre sus piernas para proceder a la penetración, pero Jimena me detuvo momentáneamente diciéndome…

– Déjame ponerte bien duro ese pedazo con mi boca.

Lo tomó con sus manos y lo llevó a su boca plantándole sonoros besos en la cabeza para luego meterlo entre sus labios para mamarlo con sorprendente pericia. Me chupaba delicioso y solo sacaba mi verga de su boca para lamer el tronco y besarme los huevos, en tanto yo le acariciaba las tetas con ambas manos.

- Que sabroso sabe tu verga Fernando, te la quiero mamar todos los días… Pero ahora quiero que me la metas toda en mi coño y en mi culito… Fóllame Fernando, fóllame mucho, me decía entre chupada y chupada.

Ante la amenaza de eyacular en su boca, me retiré sacando la verga de entre los labios de Jimena, inclinándome la tomé por los tobillos levantándole las piernas para que su vulva quedara plena ante mí mostrando una raja esplendorosa, separé sus piernas colocándolas en mis hombros y me agaché enfilando mi tiesa verga a sus tiernos labios vaginales que se abrían incitantes, ante el nuevo inquilino de la cueva de la nena ya no tan desconocido visitante. Al contacto de mi glande con sus labios vaginales Jimena suplicaba su ración de rabo.

– ¡Fóllame Fernando, métemela toda…Disfruta de mi cuerpo! ¡Quiero sentir tu gorda polla dentro de mí dándome placer!



Sin esperar más empujé levemente viendo como la cabezona punta de mi falo se perdía dentro de la vulva de mi cachonda nuera, que no cesaba de jadear y pedirme que la penetrara toda, por fin la totalidad de mi verga estaba dentro de la vagina de la pequeña Jimena y el vaivén de mi maza se agudizo en el chochito de ella. Pasaron varios minutos, eran incontables las veces que mi verga entraba y salía del coño de Jimena, quien no paraba de alentarme con frases intemperantes para seguir follándola con más y más brío. Sus jadeos se incrementaron y su cuerpo se tensó súbitamente.

– Me estoy "corriendo" cariño… Que rico… Me estás dando mucho gusto en el coño… Sigue follándome y no pares, repetía sin cesar durante el orgasmo que estaba experimentando, sentí claramente como mi verga era bañada con sus flujos vaginales dentro de su sexo.

- Ahora Fóllame por el culo… Quiero sentir tu ricura dentro de mi culito... Encúlame Fernando.

No podía desaprovechar la magnífica oportunidad que Jimena me ofrecía de disfrutar de su apretado culito divino, así que le saqué la verga de su vagina apuntándole ahora al culo.

– Como a una perra Fernando, fóllame como a una perra… Méteme la verga por el culo, decía levantando la voz por momentos ante mi suplica de que bajara la voz por el temor de poder ser descubiertos por mis padres.

Jimena se puso en la pose clásica a cuatro patas separando sus nalgas con las manos para facilitarme la penetración anal, tenía la verga empapada de sus fluidos vaginales, lo que la hacía suficientemente lubricada, pero aun así quise escupir su culo para una introducción más eficaz, haciendo contacto con su diminuto ano mi verga presionaba su orificio forzándolo a dilatarse para dar paso a mi cipote…, Jimena se quejaba y sin dar marcha atrás me decía.

- Mételo, mételo todo... Destrózame el culo pero fóllame cabrón…Lo quiero todo dentro de mi culito ¡Dame tu gruesa ricura en mi culo! 
Entre sus jadeos y frases de aliento mi verga empezó a penetrar en su apretado conducto ayudado por los movimientos de cadera que mi nuera hacía, poco a poco mi verga penetraba más en su hermoso culito que se expandía increíblemente al grosor de mi falo.

– Ya casi lo tengo todo dentro, sigue metiéndolo… Folla mi culo papi, repetía sin cesar. Efectivamente más de tres cuartos de mi verga estaba dentro de su hermoso culito. – Sigue hasta que solo queden fuera tus duros huevazos, me decía sin dejar de menear sus poderosas nalgas

El vaivén de mi verga en su culo pronto se generalizó, mi verga salía por completo de su culo que se expandía de forma increíble pudiendo ver la obscuridad de sus entrañas y antes de que se cerrara volvía a clavar mi verga en él de un solo golpe quedando, como ella lo pedía, solo mis pelotas fuera. Pasaron varios minutos de incomparable deleite para los dos, Jimena no dejaba de proferir frases calientes que me excitaban más aun, mi nena tuvo dos orgasmos seguidos lo que me hacía pensar que pronto dominaría lo que se conoce como "mujer multi-orgásmica", que pueden estar corriéndose continuamente durante un periodo de tiempo indeterminado.

– Jimena, cariño me voy a "correr" ya siento la eyaculación, le alerté.

– Córrete en mi boca… ¡Quiero tragar tu leche! Por favor sácame la verga de mi culito y métela en mi boca, quiero comerme toda la lefa de tus pelotas, decía suplicante mi cachonda hermanita poseída totalmente por la lujuria.

No podía aguantar más la eyaculación así que atendiendo a la petición de Jimena saqué la verga de su divino culito, ella se giró presurosa y la metió en su boca, apenas me habría dado unas cuantas chupadas cuando de mi verga brotaban los chorros de esperma dentro de la sensual boquita de mi cachonda putita que los tragaba embelesada saboreando como si fuera un suculento postre, hasta extraerme la última gota de leche. Creí que esa sería una aventura sexual única, pero no contaba con la extrema cachondez de Jimena que todos los días acudía a la que se convirtió en nuestra habitación apoderándose de todo lo que fue de mi esposa. Llegaba tras una ducha refrescante completamente desnuda para meterse en mi cama suplicándome que me la follara, así he podido disfrutar de su juvenil cuerpecito desde hace ya cerca de nueve meses del intenso placer que nos proporcionamos mutuamente, como nunca logré antes, en mis cuarenta y ocho años de edad. Lo curioso de estos últimos meses, es que la nena buscaba un hijo mío y finalmente lo consiguió ¿¡Me importó!? No…

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… Una mañana salí de compras, esa noche sería algo especial entre Fernando y yo, ya que a partir de esa noche intentaría con mi hombre me hiciese el bebé que su hijo me negó con su aplazamiento y posterior muerte. Era mi segunda oportunidad, la que jamás imaginé que ocurriría. Les cuento… acostumbrada al transporte público con José, su padre no me lo permitía…decía que su princesa era digna de ir en coche con conductor siempre. A la salida de los grandes almacenes me recogió en su SUV, un vehículo que me encantaba y deseaba conducir. Menuda sorpresa cuando me dejó las lleves para llevarle a casa, lo cual acepté ilusionada por conducir aquel tremendo tanque. 
Durante el trayecto hablamos de todas las trivialidades sociales. Al llegar a casa se ofreció a llevar las bolsas de la compra lo cual agradecí, dejó todo en nuestro dormitorio y yo tras volver le di un beso. Fernando lo tomó por sorpresa, durante un momento nos quedamos estáticos y al reaccionar el me volvió a besar pero ya con toda la intención de subir el nivel de lujuria… se convirtió en una enganche grandioso a grado tal, que cuando reaccioné ya estábamos en la sala desnudos y yo todo mi coñito húmedo. Subida sobre sus caderas y colgada de su cuello con mis brazos, podía sentir como su polla se abría paso por mi coño completamente empapado, así que entraba con gran facilidad, una vez clavada a fondo en mis entrañas, comencé a cabalgarlo dándome de sentones. Su ariete entraba y salía una y otra vez, excitándome más y más, hasta sentir un fuerte orgasmo… – Aaaahhhh… aaaaahhh…, como hacía tiempo no tenía, mucho menos en esa postura de “El trapecio”…, era algo completamente alucinante, no tenía control sobre mí, estaba perdida en tanto éxtasis. Cambiamos de posición y me recostó de espaldas sobre el sofá para meterme el cipote por detrás, mientras tiraba de mi cabello haciéndome sentir la tensión, al mismo tiempo excitación sin igual, me estuvo taladrando el coño amortiguando sus embates en mi culo una y otra y otra vez, sentía sus embestidas que me daba con fuerza…insertaba la verga sin compasión, como si fuera un sable que me abría el coño hasta el mismo útero. En ese momento sentí otro fuerte esténtor… me estaba corriendo por segunda ocasión.

– Aaaaahhhh… Me había corrido por segunda ocasión cuando de pronto siento que él aceleraba sus embestidas y me estiraba con fuerza del cabello…, fue cuando supe que se iba a correr. – No pares… no pares… la quiero toda…

– Te la daré toda la lefa de este viejo… te la voy a arrojar toda bien dentro del mismo útero…

– Sí… sí…, Estaba en mis días fértiles, él no lo sabía pero yo sí necesitaba que ese hombre me preñase para hacerlo mío, tanto o más como él me hacía suya. – Arrójame todo dentro… quiero tu leche dentro de mí…

– ¿¡Te voy a preñar… te voy a dejar bien preñada nena…!? No lo entendí como una pregunta así que…

Le dije eufórica… – Si amor… préñame… planta tu semilla en mi… quiero llevar a tu hijo en mi vientre…

Introducía su gran mostrenco con trabajo en mi vagina. Pese a estar suficientemente lubricada, sentí como si me desgarraba internamente….Era impresionante la barraque me estaba deglutiendo por la vagina. Tras un rato donde le pedí que no se moviera, comencé a no sentir tanto dolor y sí señales de goce, por lo cual le indiqué que avanzara hasta llenarme moviéndose poco a poco, quería que se metiese para sentir sus hinchados huevos. No tengo palabras para describir el goce que sentí, El roce de su balano en mi vagina era perfecto. Jamás había tenido semejante goce y mentalmente le agradecía a mi marido por semejante regalo aunque no estuviera presente para verme disfrutar con su padre. Lo más hermoso se iba dando en mi coño. 
La polla monstruosa seguía follándome dándome un orgasmo tras otro. En un momento, empezó a dar muestra de estar al borde del clímax, cosa que hizo dentro de mí con fiereza emitiendo un rugido ronco. Cuando creí que todo el goce había concluido para mí, este hombre sin sacarla tras haberse corrido, volvió a revivir y siguió en otro polvo. Yo no cabía del gozo, ¡Otro sin sacar, que delicia…! Jamás me echaron dos polvazos sin sacarla de mi coño. Pero este preámbulo no lo terminaba…, yo quería que nunca llegara a su fin, ya que era enorme mi placer. Duró en su consecución más de 20 minutos, que para mí fue estar en el cielo, estaba agotada de tantos orgasmos que tuve, pero quería más. Llegó la segunda corrida casi sin estertores y se quedó un rato más dentro de mí. Yo no quería que la sacara, estaba feliz de haber tenido ese nivel de sexo pese a hallarme exhausta con mi coño…continuaba apuntillando y eyaculando.

No se corrió con la misma gran fuerza que la primera corrida, pero en suma hubo arrojando abundantes chorros de leche, no creí que fuera posible tal cantidad de esperma en un hombre…para un caballo dicen que es normal 150 cm3, Fernando anduvo cerca…, supongo que tanta excitación al pedirle que me preñara ocasiono eso, fueron muchos chorros de leche directo en mi desprotegido coño. Yo grité de excitación y placer, estaba siendo preñada en la sala de casa por un el padre de mi marido… ahora mi nuevo esposo. Era increíblemente excitante. Caímos rendidos, descansamos uno junto al otro sobre el sofá de la sala mientras nos acariciábamos. 
Después de casi media hora de reparo, se levantó y se fue. Y efectivamente de esa ocasión terminé preñada, a los pocos días una prueba de embarazo lo comprobó, lo que no había conseguido con José por marcharse antes de los previsto, esperando el momento adecuado…, era obvio, no me quedaría sin ser madre gracias a mi suegro, al fin y al cabo los genes son casi los mismos, o mejores porque Fernando siempre me pareció todo un macho semental por su forma de follar y por el mostrenco que le cuelga de entre las piernas, sobre todo su grosor expansor de mi coño. Bueno esta fue mi noche loca donde mi hombre me preñó, no como pensé que sería ni de quien esperaba cuando me casé con su hijo, pero sí que lo disfruté como lo hubiera hecho con él. Para asegurar la inseminación y garantizar mi preñez, volvimos a follar al día siguiente…natural, sin protección.

Sería la hora culmen de la siesta cuando me besó, definitivamente el beso más delicado que tuve en mi vida. Ahora sus dos manos estaban en mi cintura. Disfruté ese beso profundamente, nuestras lenguas empezaron a mezclarse, pensé que era mejor ponerle un ron, puse música suave…, no terminó su copa cuando me pidió bailar, acepté agradecida por todas las atenciones que había tenido conmigo hasta ahora… al acabar la canción, volví a la realidad, y le dije mirando hacia cualquier lado menos sus ojos… 
– Esto no debía haber pasado… y de pronto se acercó rápidamente a mí y nos entrelazamos en otro beso, esta vez fue más apasionado, nos comíamos las bocas, yo ya no ponía resistencia, “¡Me gustaba tener un hombre dándome tanto!”, me decía dentro de mí. Sin perder un segundo me pidió… – Déjate llevar por la canción. 
Seguimos bailando y excitada… podía sentir el delicioso aroma de su perfume en mis papilas, su respiración en mi oído, nuestros cuerpos en dulce armonía deslizándose delicadamente muy juntos, de pronto nuestras mejillas estaban pegadas, su mano ya no estaba en mi cintura sino en mi culo. Creo que todo se hallaba bajo control. Él me dijo en un susurro… – ¡Que delicioso sabes mi amor! No supe responderle. 
Pude sentir su labio en mi mejilla y al ritmo de la canción sentí que sus labios empezaron a acercarse a mi boca. Poco a poco se fue deshaciendo de mi vestido, y yo de su ropa…sin darnos cuenta estábamos desnudos bailando…, me preguntó…. – ¡¿Dime quien es tu macho?! 
Le dije… – ¡Tú eres mi macho! ¡Ah! 
Me volvió a meter la punta en la postura del trapecio. Poco a poco me la fue clavando, hasta que pude sentir sus dos testículos en mis nalgas, me ensartó como todo un buen semental debe enhebrar el coño de una hembra… – ¡Ay, no ya nooooo ahh ahh!Luego se quedó quieto…

– ¿Te gusta?

– No me gusta, me encanta. No la saques, me duele un poco pero me haces disfruar.

Aun así poco a poco se empezó a mover, y el dolor poco a poco se fue transformando en la sensación más rara que alguna vez haya sentido, me estaba gustando el calor que sentía por dentro, estaba quemándome deliciosamente. Yo era consciente que ya era su puta sometida a sus dominios… el pecado ya estaba hecho, así que me subida sobre esa deliciosa verga, y poco a poco me la fui introduciendo empalándome con ella…

– ¡Ahh! Es muy grandeee. Empecé a moverme como loca mientras mí me chupaba la punta de los pezones.

Me sentía mojada, y demasiado excitada, continuaba en mis días más fértiles de mi periodo…, y me follaba a pelo, sin condón… que felicidad dentro de mí y me empecé a mover más rápido ya con la confianza que me llenaría mi coño a tiempo de preñarme si no lo había hecho ya. Luego me llevó contra la pared de la cocina, me siguió besando entre la espada y la pared…, luego me giró contra los azulejos e incrustó sus labios en mi cuello por detrás. No puede ser, una chica viuda respetable como yo, totalmente entregada a su macho, no ponía resistencia a sus caricias, yo seguía contra la pared y sumisa a aquella bestia sexual… el detrás besándome el cuello y con una mano en mi vagina y la otra en un pezón, sintiendo el bulto por mis nalgas. De pronto pasó lo que temía que pasaría, el calor de su cuerpo se pegó al mío. Podía sentir el grueso falo entre mis nalgas. 
Luego se acomodó abriéndome la piernas… percibí su glande en la entrada mi coño, y en esa posición… ¡Zas! La clavó de un golpe, dejé escapar un pequeño gritito, la volvió a sacar entera y poco a poco fue introduciéndose de forma lenta pero constante… colocó una mano en mi bien formada cintura y la otra en mis tetas. Una vez bien dentro, empezó a moverse. Era evidente que la polla del padre era más gruesa que la del hijo, notaba como me abría toda por dentro. Sentía que me volvía a desvirgar. Me mordía los labios para no gritar pero fue inútil, mis gemidos empezaron a salir de mi boca, y a medida que aumentaba la fuerza de las arremetidas, mis gemidos empezaron a transformarse en pequeños gritos imposibles de contener. Me moría de gozo de sentir una verga tan grande y rígida atorándome todo mi conejito.

Estaba totalmente encorvada, arqueada contra la pared, gritando cada vez más fuerte. Por el movimiento casi hago caer una cuchara, así que mi excitación me volvió a iluminar… 
– ¡Vamos a nuestro dormitorio! 
Salimos de la cocina, subimos por la escalera y lo llevé al cuarto. La cama donde dormía mi esposo con su sagrada mujer todas las noches antes del accidente, ahora era invadida por mí. Fernando se sentó en el filo de la cama y me dijo que me subiera sobre él. Así lo hice, pero antes pude comprobar una vez más el tremendo tamaño de aquel rabo, era simplemente hermoso, aun en la penumbra se advertía de mayor longitud que la de su hijo y mucho más gruesa, con razón me hacía delirar. Luego me puso a cuatro patas en la cama y me la metió esta vez de forma salvaje. Era ferozmente penetrada por mi suegro y esposo en nuestro propio lecho. Aún no sabía cómo habíamos llegado a eso, pero igual seguía gritando de excitación. Él se empezó a mover más rápido cada vez, era demasiado, yo gritaba como loca con tremenda estaca empalándome a cuatro patas. El me cogía la cintura mientras me taladraba y me decía lo mucho que esperó por ese momento… 
– ¡Ay, ay! Sigue papi, sigue.




De pronto una nueva ola de orgasmos vino a mí como un tsunami increíble, no había tenido nunca esa sensación hasta que fui follada por Fernando, jamás pensé que podría ser multi orgásmica, y con él lo descubrí. El siguió metiéndomela, sacudida por esas incontenibles convulsiones que electrizaban mi cuerpo. Luego me dio la vuelta y puso mis piernas en sus hombros, y me la metió de golpe hasta el fondo de mi útero…  el mete saca fue tremendo, parecía que se iba a romper la cama por los movimientos y las ventanas se iban a quebrar por mis gritos…, ya no me importaba que se enteraran los vecino, sí mi esposo se placía dentro de mí ¡Que bestia de hombre por Dios! Continuó en su incursiones sin parar, perdí la noción del tiempo en tal apareamiento…solo sé que arreciaron su batidas en mi conejo hambriento…

– Vamos mi amor dámelo todo en mi coño ¡Lléname! ¡Embarázame! ¡Necesito que tus cojones me hagan una panza!

– No te voy a embarazar… a mi princesa la voy a PREÑAR bien preñada... ¡¡Serás la panzona más bella del planeta!

Los dos empezamos a movernos más rápido que nunca empujando hacía él y mi macho contra mí, sincronizados. Pegó un par de pollazos duros hasta el fondo percibiendo sus huevos golpearme el coño, y de pronto empezó a correrse dentro de mí otra vez en menos de 24 horas…, me llenó toda la vagina de esperma espeso y fértil. Al sentir su calor me empecé a correr por tercera vez en la noche, sentía chorros rápidos y muy profundos, calientes como lava…. 
Yo le increpaba… – ¡Preñaaameee papaiiiito! Vacía tus huevos en mi útero.
Deseaba avivarlo agarrando sus gordas pelotas con una mano, masajeándolo…estimulando a mi semental. Me calló con un beso metiendo su lengua en mi boca en tanto seguían los chorros de semen siendo eyaculados por su tremenda verga dentro de mi matriz…, ahora SÍ me sentía fecundaba sin lugar a dudas. Nunca había recibido tanta cantidad de semen en mi coño ¡Qué follada tan fantástica!

Nos quedamos abrazados y extenuados, y poco a poco volvió la conciencia en mí tras la “muerte dulce” del orgasmo, ¿Y ahora qué sigue? Fernando, mi esposo se separó desencajando su cipote de mí abierta raja y tras su glande, un reguero de semen salió de mi vagina por no poder conservarlo en el interior, debido a la ingente cantidad de lefa. Escurría conservando su calor… me susurró que ya estaba preñada de él, me dio un beso fuerte y se marchó a la ducha. Yo me quedé sola sobre la cama, con los “Fernanditos” trepando por mi trompa de Falopio camino del tan deseado bebé. En efecto quedé preñada de ese macho e incomparable semental. Lo supimos a los pocos días ¡Nos alegró a ambos! Solo nos quedaba dar la noticia a los familiares y conocidos, pero eso poco importaba…yo ya era su esposa por derecho. 
Todo fue bien, detractores siempre encuentras y amigos también que te acompañan en tu nuevo proyecto de vida. Gracias a un hombre maravilloso superé una pérdida que creí no rebasaría, ahora sé que no hay bien que por mal no venga.  Ahora con casi 28 semanas de embarazo, me encanta pasearme panzona de la mano de mi hombre ¡Me ha prometido que no será la última panza que me haga! Esas palabras me han hecho mucho más feliz, pues no encuentro ninguna mejor otra razón en la vida, que no sea follar y procrear con un semental como Fernando. Básicamente somos animales y la naturaleza nos ha diseñado a cada uno para cumplir esa función. Me sentía la mujer más feliz del mundo… henchida en cuerpo y alma por mi hombre, enamorada y complacida. No dudaba en someterme diariamente sus deseos impúdicos, preñada o no, a los que era arrastrada… ¡FOLLAR y ENGENDRAR hijos!




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