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UNA HISTORIA DE AMOR. Y si tú no has de volver...

    "Y si tú no has de volver" 1ª PARTE "Una para el otro y otra para el uno". Esa frase la repite una y otra vez mi ...

Con "V" de Vendeta. La Tragedia



EPISODIO  I. LA TRAGEDIA se blandía sobre una familia de turistas volvía de unas vacaciones hacia su casa en una autocaravana. A punto de ocultarse el sol y puesto que aún faltaba mucho camino hasta su llegada al hogar deciden pasar la noche acampados en el bosque junto al que transitaban. Mientras madre e hija preparan la cena, los hombres de la casa arman sillas, mesas plegables, toldos y todos los aparejos necesarios para poder disponer de un improvisado cenador. Una vez acabada la cena y tras la charla de todas las noches sobre ningún tema en particular. Se disponen a pasar la noche en el interior del vehículo dejando todo preparado para su partida a la madrugada del día siguiente. A altas horas de la noche y una vez que el sueño hubo vencido a los cuatro miembros, el ruido producido por unos golpes irrumpen en el silencio de la noche sobresaltando a la familia al completo. Tras unos instantes de incertidumbre comienzan a oírse unas voces en el exterior, eran voces masculinas. El hombre que golpeaba la puerta se disculpó por las molestias a la vez que pedía ayuda para él y sus compañeros.

El cabeza de familia abrió la puerta para prestar ayuda en la medida de lo posible a los hombres. Contó hasta cinco individuos, tres de ellos se encontraban más alejados de la caravana, junto al bosque. Intentó buscar con la mirada el vehículo que los trajera hasta aquí pero no logró verlo. En cuanto hubo pisado la hierba, el más alto de los dos golpeó al padre en el estómago y sujetándolo por el cuello con su brazo, lo giro hacia el resto de la familia. Gritando y amenazando al resto hizo bajar a los otros tres. Allí, en paños menores fueron interrogados hasta que les dijeron donde guardaban su dinero y las cosas de valor. El cabeza de familia no dudo en confesar lo que le pedían con la esperanza de que una vez dueños del poco dinero con el que regresaban, y de las pocas cosas que pudiesen significar algo para los ojos de los atracadores acaben con la pesadilla. Nada más lejos de sus deseos, los ladrones, no hicieron sino comenzar la que sería la peor de las pesadillas para los cuatro turistas.


Uno de ellos decidió ahogar sus penas a costa de la madre y pasar un buen rato con ella, por lo que se dirigió hacia la mujer y le ordenó quitarse la poca ropa que llevaba. Horrorizada por lo que se le venía encima no fue capaz de reaccionar ni hacer gesto o movimiento alguno por lo que el hombre, tomó el camisón por el cuello con sus dos manos y con un movimiento brusco de impaciencia lo desgarró quedando los pechos de la mujer a la vista de todos por unos momentos…. La brusquedad del incidente hizo reaccionar a la mujer que intentó juntar los jirones del camisón para tapar su desnudez. Al conseguirlo recibió un bofetón como castigo. De nuevo, el hombretón, tomó el camisón con las dos manos y estiró con fuerza hacia abajo. La parte superior de la mujer quedó totalmente desnuda y esta vez no se atrevió a cubrirse. Su marido, sus hijos y los extraños observaban a la mujer en silencio. El violento hombre comenzó a acariciar sus tetas y aun así, la mujer continuó inmóvil debido al miedo a recibir otro bofetón. Mientras tanto los otros hombres empujaban al resto de la familia alejándolos de la madre. Les colocaron por separado, uno en cada lado del claro. Cada miembro de la familia era custodiado por uno de los asaltantes. Lejos unos de otros, podían verse entre sí pero no comunicarse.
El hombretón, que seguía con la mujer le ordenó que se arrodillara y ella obedeció…, cuando vio la polla de aquel hombre salir del pantalón sintió asco y rabia pero sobre todo terror. Levantó la vista de la polla hasta cruzar sus ojos con los del agresor. 
Por favor…, suplicó en un susurro ante lo que se le venía encima. 
Vamos, respondió él. No me dirás que es la primera vez que haces esto. 
– Dios mío, tenga piedad, se lo suplico. Sus ojos se inundaron de lágrimas. 
Hazlo o te juro que tú y tu familia os arrepentiréis, roncó el hombre. – Te juro que os rajo a todos
Paralizada por el miedo dirigió una mirada hacia su familia sin saber qué hacer. El hombre la agarró del pelo y le giró la cabeza colocándola frente a su miembro de nuevo.  
– Vamos, rugió el hombre. 
Aterrada posó una mano sobre la cadera del hombre y con la otra asió su miembro mirándolo con terror durante varios segundos para, al final, introducírselo en la boca. El leve roce de los labios de la mujer relajó todos los músculos y parte del mal humor de Billy el niño, el cabecilla de la banda.

Con cada vaivén de la boca sentía como aumentaba tanto su presión sanguínea como sus deseos de continuar una larga fiesta con aquella mujer. Mientras tanto, el resto de la familia permanecía atónita al espectáculo, en la parte más alejada del claro boscoso estaba el marido, atado y custodiado por dos de los delincuentes. En otro lado del claro estaba la hija mayor del matrimonio tras ella un hombre fornido no dejaba de mirarla y en el lado opuesto estaba el hijo menor. La mujer continuaba su labor hasta que el cabecilla se apartó de ella y dijo… 

– Muy bien, veo que eres una buena chica y te estás comportando como debes. Si sigues así, esto acabará pronto. 

Se limpió los labios con el dorso de su mano con la esperanza de que aquello acabase cuanto antes, aunque no se veía con fuerzas suficientes para continuar chupando la polla de aquel hombre. 

– Ahora túmbate hacia atrás. 

¿Co… como dice?

– Ya lo has oído, túmbate y abre las piernas. 

Pero… por favor… señor…, no será capaz…, soy una mujer casada y con dos hijos…, no me haga esto. 

Seguro que no querrás estar aquí toda la noche ¿verdad? Anda túmbate y te prometo que acabaremos rápido, así podrás irte cuanto antes. 

No por favor, no delante de mis hijos. Se lo suplico

EL hombretón miró a sus hijos, espero unos segundos y dijo… Dime guapa ¿Cómo te llamas? 

– M…Marta. Balbuceó. 

Marta. Muy bien Marta, no quieres follar conmigo, ¿verdad?
– No, por supuesto que no, susurro atemorizada. 
Bien, en ese caso no follaremos. ¿Te parece bien? La mujer suspiró aliviada. 
– Sí, me parece bien, gracias. 
– De acuerdo entonces, puedes vestirte si quieres. Dijo complaciente.
Yo mientras tanto iré con tu hija, quizás a ella sí le guste follar conmigo,  y añadió. O quizás no. Es igual, me la tiraré de todos modos. 
El mundo se derrumbó sobre Marta, el peor de sus temores desde que comenzó la pesadilla se le venía encima. No podía consentirlo. No con su pequeña. Apenas había superado los veinte años, por lo que para Marta aún era una prioridad absoluta su protección. 
– Está bien, está bien, de acuerdo… como usted diga, haré lo que me pida. Pero no la toque por favor. Clamó entre sollozos. – Se lo suplico. 
– Eso está mejor, que obedezcas, pero resulta que ya he cambiado de opinión. ¿Sabes? Prefiero la carne fresca. 
– Señor, no lo haga, se lo ruego. Es muy joven, le prometo que haré todo lo que me pida sin objeción. Pero no la toque a ella. 
El hombretón sonrió ampliamente, estaba contento, nunca fallaba. La bonita hija de una buena madre era el mejor método de sometimiento y el camino más fácil de conseguir todo lo que un sádico como él se propusiera. Una madre que haría todo lo que él quisiera, no se negaría a nada. 
– De acuerdo, como tú quieras, dijo complaciente el hombre. 
Se agachó sobre la mujer que ya le esperaba tumbada. Se recreó en su cuerpo, aparto los brazos de la mujer que reposaban sobre sus tetas, las observó y las acarició suavemente, acarició su vientre, sus piernas, delgadas y largas. Las separó un poco y con mucha suavidad deslizó las bragas de la mujer hacia abajo descubriendo su coño. Marta permaneció inmóvil todo el tiempo, sentía alivio por su hija pero temblaba de miedo por sí misma. Entonces sintió el aliento del hombre entre sus piernas, un instante más tarde lo que sintió fue la lengua del hombretón recorriendo los labios de su coño…. La recorrió con su lengua suavemente, despacio, entreteniéndose en cada rincón de su cuerpo. Poco a poco la lengua del hombretón ascendía hacia sus tetas, recorrió sus pezones, los besó, los lamió, los mordisqueó y más tarde continuó su camino ascendente hacia la barbilla de la mujer. Ella mantenía los labios fruncidos, apretaba la mandíbula fuertemente por la repulsión que sentía hacia aquel hombre que le horrorizaba y que intentaba besarla, no quería saborear su saliva.

Unos instantes después notó todo su vil cuerpo sobre el suyo paciente, el calor del hombretón la abrumó al mismo tiempo que percibía entre sus piernas el badajo del cabrón que la intentaba penetrar…. Sintió la penetración de aquel mástil a lo largo de su coño, no lo hizo violentamente pero la penetró por completo lo que obligo a abrir los ojos y la boca como platos por acto reflejo ahogando un quejido más de asco que de dolor. En ese instante, antes de que pudiera darse cuenta y sin poder reaccionar recibió un profundo beso de su captor que hundió su lengua en la boca de Marta, viéndose partida en dos en sus entrañas y en su ser. Casi sin poder respirar debido a que la lengua de Billy el niño no dejaba de recorrer su boca hasta la garganta, recibiendo las embestidas de su polla y con sus tetas apretadas entre las manazas de aquel hombre… Marta solo sentía ganas de llorar, humillada, vejada y violada agarraba con fuerza la hierba que les rodeaba queriendo salir de allí…. No quería estar ahí, quería volver al lugar de vacaciones, al camping. Junto a la playa, con su familia, con sus amistades de verano, a tomar el sol y dormir eternas siestas, no quería pensar en que lo que le estaba sucediendo era real.
Gime, dijo de repente el hombretón. 
– ¿Qué? 
– Ya me has oído. Gime. 
– Pero… 
– Me gusta oír cómo te corres cuando te follo. Gime y jadea bien fuerte, quiero oírte bien. 
Lo que faltaba, además de ser violada tenía que gemir de placer. Comenzó a gemir. No le costó mucho puesto que ya venía ahogando gemidos de dolor durante toda la violación. 
¡Más alto! 
– Ah, ah, ah… 
– ¡Más alto!, grita más fuerte.
– AAAH, AAAH, AAAH… 
– Di “si”, “más” 
SIIII, SIIII, SIIIII, MAAAAAS, MAAAAS, AAAh… 
– Muy bien preciosa, eso me gusta sigue así, y acabaremos enseguida. 
– AAAH, AAAH, AAAAAAAH, MAAAS, SIIIII… 
Comenzó a pensar en su familia, su marido maniatado y golpeado, su hijos, testigos de aquella horrible escena, viéndola desnuda, siendo follada a pelo por un desconocido que no paraba de sobarle y lamerle. Sufriendo con la imagen de su pobre madre abierta de piernas y zarandeada adelante y atrás, obligada a gritar como una furcia. Y la angustia de su marido por el sufrimiento de su mujer.
***************


FERMÍN ¡Maldita zorra! Pensaba su marido en la distancia. No me lo puedo creer, ¡está disfrutando con ese cerdo! Si ya se veía, en todo este tiempo no ha hecho un solo amago de resistencia, ¿Cómo es posible? ¡Pero mírala! Continuaba. Pero si está gimiendo como una perra en celo, ¡si se la oye desde aquí! Cómo es posible que se excite con el primer cerdo que le mete la polla en la boca. No le importa nada su familia. ¿Acaso no es consciente del peligro que corremos? Lo sabía, siempre lo he sabido. La muy mojigata. Conmigo se hace la estrecha y me cierra las piernas en cambio con otros bien que se desfoga. En el fondo es una puta, como todas. ¿Cómo puedo ser tan tonto y tan ciego?

– · –

– Vamos preciosa, decía Billy el niño mientras tanto.
– Abrázame. Y Marta obedecía. 
En toda la noche no me has dado ni un beso. Anda amor mío, bésame. 
Lo más que pudo hacer fue levantar la cabeza hacia la suya y juntar sus labios con los de él con la boca cerrada. Sin inmutarse giró la cabeza hacia la hija de Marta y susurró… 
Seguro que ella besa mejor que tú. 
En esta ocasión y presa del pánico agarró fuertemente la cabeza del hombre y le plantó un enorme beso en toda la boca que el hombre se encargó de rellenar con toda la lengua que pudo meter dentro. Permaneció así todo el tiempo que pudo con la esperanza de que no volviera a fijarse en la pequeña Beatriz. Aunque no fue mucho tiempo el que tuvo que aguantar pues en unos segundos el hombre eyaculaba en lo profundo de su útero, mientras profería sonoros gemidos de placer…, ella con su boca asqueada por la lengua del intruso, sentía como los chorros de lefa la atoraban la vagina percibiendo todo el cipote dentro…, le estaba dejando el útero copado de leche de aquel bestia con una polla monstruosa con la que la había abierto en dos. Una vez acabada su fiesta particular, se quedó un rato tendido sobre ella, descansando. Sus manazas quedaron sobre las tetas de la mujer, su cabeza reposando sobre su cuello.
– · –

BEATRIZ miraba atónita aquella escena pornográfica. Llegaba a entender que su madre buscara fuera del matrimonio lo que nunca obtuvo de su marido. No era ajena a la falta de amor entre sus progenitores. No dispensaba a su marido mejor trato que a los demás miembros de la familia. Sus conversaciones eran escuetas y faltas de calor, nunca reía o bromeaba con él. Cuando no le daba órdenes le daba quejas, o ambas cosas. Con una relación tan fría entre ellos no sería difícil entender que la implacable Marta pudiera tener algún romance secreto, aunque conociendo su carácter, el amante perfecto debía ser una figura de piedra o un objeto de metal. El caso de su padre era distinto, siempre fue más pasional. Beatriz sabía fehacientemente que había tenido más de un encuentro extramarital puesto que alguno de esos encuentros había sido con algunas de sus amigas. Su padre nunca perdía la ocasión de cortejarlas. La posición económica y social de su padre, era un poderoso imán para unas jovencitas veinteañeras, y su padre procuraba sacar el máximo provecho de ello. No le gustaba verle babear por sus amigas y tampoco le hacía gracia la idea de que pudiera tener una amante pero con lo duro que era la convivencia con su mujer tampoco le parecía extraño. Ahora, el concepto que tenía de ella había cambiado diametralmente. Ya no era la fría madre llena de prejuicios que no paraba de impartir rectos valores. La oía gemir bajo aquel hombre al que no dejaba de besar, no le importaba lo que pudieran pensar los demás miembros de su familia.

Beatriz había tenido varios novios a los que su madre de alguna forma siempre consiguió espantar. Cada vez que uno de ellos desaparecía el corazón de Beatriz acumulaba más resentimiento mientras no paraba en ser sermoneada para que no pensase en chicos hasta los 25, edad a la que debía acabar sus estudios ya prefijados desde la infancia por su madre. El último de ellos, Rudy, no vino a visitarla en todo el periodo vacacional, pese a la promesa de hacerlo y a los innumerables mensajes y llamadas a los que él dejó de contestar. Beatriz sabía que su madre tenía algo que ver. ¿Por qué no se aplicaba ahora todos los discursos sobre dignidad con los que tanto la machacó?, era evidente, es fácil predicar virtudes cuando no se tiene posibilidad de quebrarlas, sin embargo, lo difícil es resistir la tentación cuando el demonio esta tras la puerta y su madre acababa de demostrarlo, había dejado caer esa fachada de mujer recta y pía de un plumazo. Por fin había encontrado lo que nunca obtuvo antes: pasión, lujuria, sexo desenfrenado, y cuando estas llamaron a su puerta cedió ante ellas sin oponer resistencia. El odio de Beatriz afloraba junto a todo el rencor acumulado.

– · –

– ¡Dios!, eres maravillosa, susurro al oído de Marta al fin.  
– He disfrutado como nunca… me has vaciado los huevos por completo y los llevaba bien cargados, y añadió. – ¡¿Ves?! Ya se acabó, no ha sido tan largo ¿verdad? 
Ella no contestó sintiendo su vagina llena de esperma. Pasaron unos minutos en los que ambos permanecieron inmóviles. Él por el agotamiento, ella por el miedo. Al final fue el hombre quien rompió el silencio. 
Bueno, es hora de retirarme, ahora es el turno de mi compañero, dijo mientras se levantaba. – Adiós preciosa. 
– ¿Co… cómo?, ¿tu compañero?, Pero… 
Tranquila, tranquila, no tendrás que follar con él. Atajó rápidamente. Le gustan las jovencitas.
– ¿Jovencitas? ¡Su hija no!, eso era peor que soportar de nuevo otra violación. – Pero me dijiste… La voz de Marta se quebró. 
Además de ultrajada y humillada también había sido engañada. Se lo había puesto fácil a su captor, había colaborado y se había dejado follar por él para nada. Al final, se follarían a Beatriz también. 
– Te dije, continuó diciendo. – Que yo no la tocaría. Y no lo voy a hacer. Pero nunca dije nada de mi compañero. Es él quien decide con quien quiere jugar. 
– Por favor, te lo suplico por lo que más quieras. No dejes que la toque. Dile a tu compañero que haré todo lo que me pida. 
Billy el niño sonrió para sus adentros. Lo que oía sonaba a música celestial. 
– Está bien, veamos qué podemos hacer. Dijo mientras se arrodillaba frente a la mujer desnuda. Tras unos segundos en los que el hombre parecía cavilar continuó diciendo… – Dime preciosa, ¿qué es lo que más te gusta que te hagan en la cama? 
– ¿Cómo?, pues no sé… yo… no lo sé. "¿Qué quiere este cerdo?" Pensó Marta. "¿Intimar?" 
– Vamos, no seas tímida, seguro que tienes algunos vicios ocultos, anda, dímelo. Cuéntame algún secretillo. 
– Bueno…, a veces… me gusta que me susurren al oído mientras hago el amor. Dijo para deshacerse de preguntas incómodas. 
– Ya, entiendo. Si, ese es un vicio inconfesable, no hay duda. ¿Y que más te gusta? 
"¿Y a ti que te importa?" Pensó, no obstante contestó. – Que me acaricien. 
Que te acaricien, repitió el hombretón. 
– Entonces, si le pregunto a tu marido, me dirá lo mismo, ¿no? 
– Sss… sí. Acertó a contestar. "¿Dónde quería llegar?" 
– Bueno, pues esto es lo que vamos a hacer. Si las respuestas de tu marido coinciden con las tuyas te mostraras complaciente con mi amigo y harás todo lo que él te pida. ¿De acuerdo? 
– ¿Y si no coinciden? 
– Ah, en ese caso, será tu hija quien deba mostrarse complaciente. 
Dicho esto, se levantó y se giró dispuesto a irse. Marta le vio comenzar a caminar. 
Entonces grito… – Espera…, espera por favor. 
Billy el niño se detuvo en seco. 
– No, no es eso lo que más me gusta. 
– Entiendo, respondió sonriendo el ladino Billy el niño. – En ese caso, charlaremos un ratito.

– · –

FERMÍN veía a Marta hablar con aquel extraño, distinguía las caras bajo la luna llena y oía algunos murmullos pero cualquier sonido quedaba absorbido por el murmullo del río cercano. Era imposible escuchar conversación alguna o llegar a captar cualquier palabra. Un rato después Billy el niño y uno de sus compañeros, con el que se había parado a conversar brevemente a escasos metros de Fermín, se sentaron junto a él y comenzaron a hablar entre ellos como si Fermín no estuviera. 
– Dios, que tigresa. Al principio no quería nada conmigo pero cuando he empezado a darle carne en barra se ha puesto como loca. Los dos colegas reían sin cesar a carcajadas. – La muy guarra ha empezado a correrse enseguida y entonces no paraba de pedirme que le metiese el dedo en el culo, continuó diciendo. 
La cara de Fermín se volvió blanca de repente, ¿cómo?, eso solo se lo pedía a él. Como era posible que la muy zorra disfrutara tanto con aquel cerdo violador y aún más, ¿cómo era posible que llegara a pedirle tal cosa a un completo desconocido hijo de puta? No podía ser, lo que oía debía haber sido una casualidad. 
– ¿Entonces? Dijo uno de los otros compinches. – ¿Acaso quiere más? ¿Se ha quedado insatisfecha? 
– Yo diría que sí. Me ha dicho que nunca ha disfrutado tanto. Al parecer su marido es eyaculador precoz, así que siempre se queda con ganas y más caliente que un clavo ardiendo. 
Los tres amigos rieron al unísono mientras dirigían burlonas miradas al marido-bufón. La cara de Fermín estaba nidria, no podía creer lo que oía. ¡Es cierto!, se lo ha contado ella, no podían ser casualidades. La muy golfa no solo follaba alegremente con aquel cerdo en sus narices y las de sus hijos, además se mofaba de él, era increíble, nunca hubiera imaginado esto de ella, tan mojigata, tan estirada. Ahora veía lo engañados que tenía a todos. Sobre todo a él. Pero, ¿por qué tenía que contar su problema de eyaculación? ¿Acaso se estaba vengando de él? Marta era muy vengativa y Fermín sabía de lo que ella era capaz estando enfadada, pero no había motivo para esa humillación a parte de la que ya estaba sufriendo debido a su infidelidad manifiesta, a menos que… ¡Dios mío! Pensó Fermín, no puede ser. 
– Anda Saúl, ve a complacer a la dama, no vaya a enfriarse ahora que te la he calentado.

Saúl, mano derecha de Billy el niño se levantó lentamente y con la misma lentitud se dirigió a disfrutar de su botín. 
– En verdad, pensó Saúl. – Billy el niño es un grandísimo genio. 
En todos los años que él y el resto del grupo llevaban cometiendo multitud de tropelías siempre habían salido indemnes, hasta en los casos más asombrosos y lo mejor, aunque nadie del grupo sabía cómo, lo cierto es que Billy el niño era un maestro que conseguía todo lo que ellos necesitaban, que en su caso se resumía a dinero y sexo. De hecho, estaba a punto de obtener raudales de sexo con una guapa mujer en contra de su voluntad, pero que haría todo aquello que él le pidiera sin la más mínima resistencia. Solo Billy el niño podía conseguir cosas como esa. Cuando Marta vio levantarse al segundo hombre la primera impresión fue que sus pasos le llevaban junto a Beatriz, no fue así, gracias a dios. El tiempo que duro el corto paseo del hombre fue para Marta un cúmulo de sensaciones contradictorias. Alivio por su hija, incertidumbre por su marido e hijo y terror por ella. De cualquier forma, al igual que había sobrevivido a todo tipo de infortunios en esta vida, también sobreviviría a esto. Ante todo Marta era una superviviente, a lo largo de su vida había hecho cosas de las que no se sentía orgullosa, actos faltos de ética con tal de mantener su estatus de señora respetable. Y las repetiría si llegara el caso. Todo por su propio bien y el de su familia. 
– Hola cariño. 
Sentada en el suelo con las piernas juntas y las rodillas dobladas a la altura de la barbilla, tenía los brazos abrazando sus piernas. No contestó. 
– Mi amigo dice que eres muy cariñosa. 
Marta continuó en silencio con la mirada perdida. No era capaz de mirar a nadie de su familia y no tenía ganas de mirar a su nuevo violador. 
– Más vale que lo seas…. Continuó diciendo. – No querría tener que buscar caricias en otro sitio. 
Al decir esto se giró levemente hacia la posición de la hija. Marta reaccionó de inmediato. 
– Lo soy, contestó. – Haré lo que me pidas. 
Entonces le miró a los ojos, aguardó unos segundos y añadió – Pero eso tú ya lo sabes
La sonrisa de Saúl lo confirmaba. Se colocó delante de ella, disfruto de la vista, pocas veces habían conseguido mujeres tan guapas como esta. Era una mujer madura pero aún guardaba toda la belleza de su juventud. Tenía porte de mujer elegante. 
Empieza conmigo como hiciste con mi amigo Billy el niño. 
"Vaya, me ha follado un viejo forajido del lejano oeste…" Pensó Marta con toda la sorna que pudo reunir a pesar de su estado de ánimo ¿cómo se llamará éste?, ¿Pat Garrett? No se lo pensó durante mucho tiempo. Cuando se colocó de rodillas frente a él, éste ya teñía la polla fuera de los pantalones. La cogió con una mano mientras apoyaba la otra en el muslo de él y se la metió en la boca. Saúl disfrutó del roce de sus labios, tenía el aspecto de una señora refinada y le agradaba que se comportara como una puta. Nunca dejaba de pensar en la suerte que tenía de haber conocido a Billy el niño. Siempre conseguía las mujeres más increíbles y desde luego aquella lo era, como también lo era su hija, aunque según Billy el niño, ese era terreno prohibido. Cuando creyó haber disfrutado lo suficiente apartó con suavidad a Marta, se sentó junto a ella, la contempló unos instantes y se tumbó hacia atrás. 
– Súbete encima cariño, hoy no tengo ganas de hacer mucho ejercicio. 
– ¿Cómo?, ¿qué me suba a donde…? ¿No querrás…? 
No se lo podía creer, bastante tenía con dejarse follar. Ahora, para colmo tenía que ser ella quién se lo follase a él. ¿Acaso pretendía este individuo que se comportase como una puta salida? 
– Vamos cariño, sube y cabálgame.
Pues sí, eso es lo que quería. Así que se colocó a horcajadas sobre aquel hombre, tras un momento dubitativo sostuvo su miembro en la entrada de su coño, tomó aire y lentamente dejó caer su cuerpo sobre el de él hasta que su polla entro por completo de un solo envión en su ajada vagina repleta de lefa del anterior inquilino…. Colocó las manos a ambos lados de los hombros de él y comenzó a mover la pelvis rítmicamente. No sentía dolor, solamente en su orgullo, pero ya hacía rato que no quedaba mucho de eso y lo poco que quedaba estaba a punto de desaparecer
– Anda, jadea y gime para mí, cariño. Como lo has hecho antes con mi compañero. 
Justo la puntilla que faltaba en esta faena. Beatriz y Benito, los hijos de Marta, se miraban en la distancia incrédulos al oír de nuevo los orgásmicos jadeos de su madre.
– · –


BENITO, acomplejado por ella desde pequeño, siempre la había sentido gran respeto pero sobre todo la había temido. Era ella quien gobernaba en casa con mano de hierro y guante de púas, la que infringía castigos ejemplares y no dudaba en avergonzarle ante todo el mundo posible por cualquier falta que ella considerase grave, es decir, todas. De hecho, aun guardaba con especial escozor y vergüenza una de sus represalias que recibió hace menos de  un año y a la que a día de hoy su madre seguía aludiendo a la menor ocasión. Lo que Benito estaba viendo se contraponía a todo lo que con tanta dureza y severidad había recibido: rectitud, castidad, fidelidad y un largo etcétera de regias normas. Ella se las estaba saltando todas de un plumazo. Sentía odio en lo más hondo de sus entrañas…. Al otro lado del claro Fermín, cabizbajo y avergonzado por las burlas de sus dos captores estaba cada vez más y más enfadado. Lo que al principio fueron temblores de miedo ahora eran de rabia. Marta siempre lo trató cruelmente pero esto traspasaba todas las barreras imaginables, no debió contarles nada sobre él. 

– Me pidió que se la metiera por el culo, pero ya no podía más, alardeó Billy el niño ante su compañero mientras Fermín escuchaba con la cara desencajada. – Me ha dicho que eso es lo que más le gusta pero que con este no hay quien folle así. Era cierto.

Hacía mucho que Marta no quería hacerlo por detrás con él. Largo rato después de que Saúl abandonara el grupo en busca de un polvo gratuito, Billy el niño y su compañero seguían mofándose a costa de Fermín con los supuestos comentarios maliciosos de Marta. 
– Y dime, ¿cuál es tu nombre? Preguntó Billy el niño al pobre cornudo. 
– Fermín, tardó en contestar. 
Odiaba a aquellos majaderos. Pero en el fondo de su corazón, justo detrás del asco hacia ellos, les tenía envidia. Envidia por conseguir de Marta lo que él no había podido en años.  
– Fermín, te felicito, tu mujer es una autentica loba. Dijo Billy el niño socarronamente mientras le palmeaba la espalda. 
– Más bien parece ahora una autentica zorra… eso es lo que es, musitó Fermín en un comentario inaudible. Aunque no para Billy el niño que lo recibió con toda claridad. 
– Para ser sinceros, tengo que decir que al principio no quería nada conmigo pero cuando se la he enseñado se ha quedado sin palabras. Ambos compañeros reían. – Me ha dicho que nunca había visto una polla tan grande y dura como a mía. 
Eso le dolió más aún pues arrastraba cierto complejo por su tamaño, unos 13 a 14 cm no más es lo que le alargaba en plena erección… 
– Aunque le he dado de lo lindo, ella no paraba de pedirme más, fijaos en el pobre Saúl
Fermín dirigió la mirada hacia los dos amantes y lo que vio le destrozó aún más. Marta se encontraba a horcajadas sobre aquel hombre moviendo sus caderas rítmicamente, sus tetas se movían sobre la cara de su nuevo amante y este no paraba de besarlas.

Por encima del miedo hacía aquellos atracadores Fermín sentía un creciente desprecio hacia Marta, la odiaba con toda su fuerza. Había padecido su indiferencia durante todo el matrimonio y ahora además le castigaba con esto. ¡PUTA! Musitó. Tampoco esta vez Billy el niño fue ajeno a este comentario. Observaba la reacción de aquel hombre abatido. Vio como los acontecimientos de la noche le transformaban en un perro apaleado, más tarde le vio como un perro apaleado y herido, ahora era un perro apaleado, herido y sobre todo… rabioso. Y eso le hizo feliz. 
– Qué suerte tienen algunos de encontrar mujeres tan buenas como la tuya, ¿verdad? La mirada de Fermín se clavó en los ojos de Billy el niño. No contestó. – Dice que nunca agradecéis todo lo que ella hace por vosotros. 
– ¿Y qué es lo que hace por nosotros, concretamente? Preguntó Fermín incrédulo pero sin inmutar la expresión de su cara. 
– Dice que no paráis de hacer tropelías que ella se encarga de reparar. Aun así os consiente todo, es muy buena. 
– ¿Buena?, ¡que sabrás tú! No tienes ni idea de cómo es ella.
Estaba entrando en el juego de Billy el niño, el pérfido y ladino Billy el niño. Un díscolo niño bien, educado en los colegios más caros y que con el paso del tiempo se había ido tornando en un mal hombre, sin escrúpulos. Un sádico muy inteligente al que gustaba de jugar con el sufrimiento de los demás. No era la primera vez que secuestraban y abusaban de una familia al completo….

– · –

EL PROCEDIMIENTO era siempre el mismo. Elegían una familia, la estudiaban durante días y después entraban en su casa, bien con artimañas o bien con violencia aunque esta última, muy rara vez era necesaria. Después los separaban en diferentes habitaciones de la casa y amenazaban con infringir daño al resto de la familia, si no hacían lo que se les pedía. Obtenían de cada uno todo tipo de cosas… lo que quisieran sin la menor resistencia por el temor de estas a la integridad del resto. Podían pedirles cualquier cosa, nunca se negaban. En el caso de la familia de Fermín, había sido el azar quien les había llevado hasta ellos. Muchos kilómetros atrás, en la autopista, el grupo de malhechores almorzaba en la cafetería de una estación de servicio cuando vieron llegar la fastuosa caravana conducida por el snob de Fermín. De ella se apeó una discreta y elegante mujer de piernas largas y busto generoso, a su lado una preciosa chica veinteañera con no menos encantos que se adivinaban a través de su juvenil ropa veraniega. Por último, varios metros más atrás les seguía un muchacho de aires distraídos.
No se fijaron en ellos al entrar, por lo que no se apercibieron de los cinco pares de ojos que miraban embobados a ambas mujeres. La madre, altiva, no paraba de dar órdenes sin elevar su voz un ápice, lanzaba duras miradas a todo aquel que le causara el más mínimo trastorno. Era una dictadora dentro del seno familiar. Y eso agradó a Billy el niño. Al cabo de una hora ambos grupos tomaban direcciones distintas. Lástima, quizás en otro momento, pensó Billy el niño. Pero la madre de todas las casualidades hizo que seis horas después, la caravana de Fermín rebasara el coche de los cinco delincuentes que ahora estaban descansando junto a una carretera secundaria. La caravana se había perdido. Y eso también agradó a Billy el niño. Saltaron dentro de su coche y les siguieron a cierta distancia. Media hora después la caravana se introducía en una pista forestal y paraba unos metros más adelante junto a un claro. Desde allí podía oírse el fuerte sonido de un río cercano en un paisaje bucólico.


Les vigilaron sin ser vistos. Saúl y Leonardo, hombres de confianza de Billy el niño, oteaban entre la espesura buscando alguna construcción habitada por gente que pudieran causarles problemas así como los diferentes caminos que circundaban la zona y que pudieran servirles como vía de escape. Intentaban adivinar cuál sería el mejor modo de abordar la caravana. Sabían que esta noche habría luna llena lo que iluminaría el claro, eso podría perjudicarles. Ambos eran unos rateros que daban pequeños golpes en comercios para subsistir. La alianza con Billy el niño les proporcionó mucho más de lo que nunca hubieran imaginado. Gracias a él dejaron los atracos y las carreras delante de policías y guardas de seguridad, no volvieron a pisar un calabozo. Le admiraban y le guardaban fidelidad plena. Los otros dos integrantes del quinteto eran unos palurdos con un coeficiente intelectual infantil, al igual que los otros, tenían un respeto absoluto a Billy el niño al que obedecían sin dilación como magníficos gregarios, esa era la razón por la que seguían con él. Ambos se limitaban a mirar embobados a las dos mujeres. Por su parte Billy el niño miraba lo que todos miraban pero veía lo que nadie podía ver. Escudriñaba a cada miembro, les estudiaba. Les vio sacar los aparejos de campaña, les vio cocinar y preparar la mesa de camping, vio como cenaban juntos y les vio mantener una escueta conversación aunque la distancia y sobre todo el murmullo del río impedían captar cualquier comentario o palabra. Tampoco pudo captar risas o conversaciones animadas pero no por culpa del murmullo del río sino porque estas nunca se produjeron. Y se preguntó por qué. Vio miedo y rencor en los ojos del hijo, hastío en el gesto de la hija, indiferencia en los del marido y todo eso junto en los de la madre. En aquella familia no había calor, calor humano. Y eso, una vez más, le agradó.

– · –

– ¿Y cómo es?  
Continuó preguntando Billy el niño a Fermín. Fermín se mantuvo en silencio, detestaba a aquel hombre tanto que deseó que hubiera estado casado con ella tanto tiempo como él. Idiota, subnormal. ¿Que sabía él? Llega, se tira a su esposa y alardea de lo buena mujer y amante que es. Lanzaba furtivas miradas llenas de odio a su mujer que ahora abrazaba y besaba a ese cerdo en la boca con más pasión de la que él nunca consiguió obtener de esa Zorra. Sentía puro fuego en el cuerpo. 
Es muy maja, continuó diciendo Billy el niño. 
¡Es una hija de puta! Estalló por fin. Harto de aguantar que se lo restriegue por la cara. Billy el niño mostró sorpresa. 
– No lo creo, no es capaz de matar una mosca. 
No la conoces como yo. No sabes de lo que es capaz. 
– Eso es una opinión particular tuya. 
– No es solo mía. Marta hace imposible la vida del que le rodea. Cualquiera que la conoce bien, te diría lo mismo. 
– Bah, tonterías. ¿Qué pasa? ¿Una vez te quemó tu camisa preferida? 
– Si eso fuera lo peor. Es biliosa, vengativa y cruel. Sobre todo con su propia familia. 
La temperatura en los comentarios de Fermín iba en aumento. Fermín estaba seguro de que el espectáculo de esta noche lo hacía en venganza hacia él por lo ocurrido cierto día durante las vacaciones en la caravana, el tipo de cosas que ella nunca perdona y además se castiga con especial virulencia. Como aquella noche. 
– Todo el mundo tiene derecho a enfadarse si alguien comete una falta.
– ¿Enfadarse?, ¿una falta? Fermín estaba fuera de sí. – Una vez  pilló a nuestro hijo masturbándose en su cuarto. ¿Sabe lo que hizo? Espetó. Lo cogió por las orejas y lo bajó al salón desnudo como estaba. Lo humilló frente a todos los presentes, le azotó y le hizo repetir en voz alta lo que estaba haciendo en su cuarto. Aquel día, mi madre y mi hermana estaban de visita y fue el día más bochornoso de nuestras vidas, sobre todo para él. No creo que nunca olvide aquello en lo que le resta de vida. 
– Bueno, bueno, que un día la haya tomado con él no significa que vaya a ser así con todo el mundo, Billy el niño seguía tirando de la manta. 
Fermín sostenía la mirada de Billy el niño, furioso con aquel hombre pero más aún con su mujer…. Ella mostraba a los demás siempre una imagen de santa que no tenía nada que ver con la realidad. A este individuo lo había engatusado también. 
– Mi hija ha tenido varios novios, continuó. – Uno a uno mi mujer los ha despachado a todos. 
– Cuentitos de vieja. ¿Y qué hizo, les miró mal, no les dejó quedarse a cenar? 
– Ponía a un detective detrás de cada uno de ellos…. Y cuando encontraba algo de carroña les obligaba a desaparecer junto con un cheque para que pudieran irse bien lejos. 
– ¿Cómo lo sabes? 
– Porque yo firmaba esos cheques, sentenció con la voz serena y los dientes apretados. – El último lo firmé hace 3 semanas. 
– ¿Ah, sí? 
– Se llama Rudy, ahora hablaba sereno. Se presentó en el camping para visitar a mi hija que en ese momento estaba en la playa. Mi mujer se enfadó muchísimo al verlo. Entró en la caravana y volvió con un sobre. Se lo ofreció, contenía diversa documentación. Carroña seguramente. Después le ofreció el cheque que yo había firmado. Se fue, estoy seguro de que no volveremos a verle. 
De nuevo Fermín dirigió la mirada hacia los dos amantes. Lo que vio le destrozó aún más. Marta galopaba salvajemente a aquel hombre, parecía que estaba loca, le estaba follando a él y no guardaba un atisbo de decoro. Se encorvaba, brincaba, no paraba de mover las caderas, sus tetas botaban arriba y abajo incesantemente mientras el hombre se las sobaba obsesivamente junto con el culo. Entonces, disminuyó el ritmo de sus embestidas, se agachó, rodeó su cuello con sus brazos y le besó apasionadamente largo rato. Hubo un largo silencio. La hiel fluía desde el estómago a la garganta de Fermín que no podía aguantar más tiempo aquel bochorno.

– · –

– Así cariño, así, abrázame más fuerte, sigue besándome, demuéstrame lo mucho que quieres que siga contigo en lugar de con otra, y al decir esto, Saúl sonreía sabiendo que ambos sabían quién era esa otra. 
La cara de amargura de Marta se contraía aún más, ¿por qué no dejaba de torturarla con su hija? ¿Acaso no le había dicho ya que haría todo lo que quisiera?

– · –

– Donde vivimos, continuó Fermín. – La gente conoce su fama de conseguir todo lo que se propone… sobre todo de los hombres… hizo una pausa… – mayores. 
No en vano recordaba con amargor hechos pasados. Tras la muerte del padre de Fermín, Marta figuraba como heredera a título personal de una pequeña pero valiosa parte de su herencia. Lo cierto es que el padre de Fermín hastiado de toda su familia y sabedor del odio acérrimo entre su mujer y su nuera añadió esta cláusula a modo de venganza póstuma contra su esposa. Pero todo el mundo vio la oscura mano de Marta en aquella herencia y pensaron que entre ella y el viejo hubo algún affaire, incluido Fermín, que nunca lo pudo borrar de su maldita cabeza
– ¿A qué te refieres? Billy el niño quería saber más. 
Fermín sostuvo la mirada en los ojos de su interlocutor unos segundos y después contestó… – Pregúntaselo a ella. Dicho esto bajo la cabeza y se giró.

– · –

Marta yacía en el suelo tumbada boca arriba. Estaba agotada, nunca había tomado la iniciativa en sus lejanas noches de entre cama, siempre se limitó a abrirse de piernas y dejar que Fermín hiciera el resto montándola al estilo misionero y punto. No imaginaba lo agotador que podía resultar cabalgar a un tío. Ahora podía sentir cierta comprensión hacia él después de todo lo que le había reprochado lo mal amante que siempre fue. Tenía los ojos fijos en el firmamento, la boca abierta inhalaba bocanadas de aire, sus brazos caídos a ambos lados de su cuerpo con las palmas hacia arriba. El sudor la empapaba por completo. Estaba muy dolida en su orgullo, más aún cuando en los últimos momentos del orgasmo de su violador, éste introdujo un dedo en el ano de Marta. Sintió tanta repulsión ante aquel cuerpo extraño que se introducía a través de ella, que comenzó a brincar con más fuerza en un vano intento por expulsarlo o al menos evitar su progresión. Movió las caderas desesperadamente, se agitó todo lo que pudo pero fue inútil, no solo no lo consiguió sino que con las embestidas produjo en Saúl un mayor placer hasta que percibió la dureza de su falo hinchándose en el interior de su coño... y comenzar a expulsar leche espesa en lo profundo del útero…, notaba cada aldabonazo de lefa eyacular dentro de ella dilapidando su dignidad de mujer recta. No es la mujer la que debe follarse al hombre, sino el macho a la hembra, era su consigna respecto al sexo, y ella se había tirado aquel hijo de puta además con apariencia de haberlo hecho con pasión y lujuria. Poco importaba ya…. Se acabó, pensó ella. Podría haber sido peor, podría llover, se consoló con ironía pese a tener la vagina repleta de esperma de dos desconocidos, uno de ellos era Saúl, a su lado, guardaba su misma posición.

Tumbado boca arriba, una de sus manos reposaba en su pecho, la otra bajo la nuca. Estaba feliz. Entonces llegó Billy el niño que se sentó junto a ella, sonriente. Acarició su brazo con las yemas de sus dedos. Ella lo retiró y se cubrió las tetas con él mientras con la otra mano tapaba su coño. Billy el niño puso cara de disgusto… 
– No sé si habrás sido suficientemente complaciente con mi amigo ¿no habrás roto el trato, verdad? Los ojos de Marta comenzaron a echar fuego. ¿Qué opinas tú, Saúl? Continuó. 
– En verdad que esta mujer me ha vaciado las pelotas dejándomelas secas por mucho tiempo, contestó socarronamente. Ambos hombres estallaron a reír. – Ahí dentro de su coño tiene toda mi lefa.
Ella nunca pensó que podría estar llena del semen de un subnormal, ¡Cómo podría haber caído tan bajo...! Solo pensar que la podría preñar un imbécil, le enervaba y angustiaba a la vez.
– ¿Y qué tal se ha portado mi amigo contigo? Marta no contestó – ¿Te ha gustado follar con él? 
– En absoluto. 
– Claro, a ti te van más los maduritos, ¿no? Ese comentario la pilló por sorpresa. ¿Porque ha dicho eso?, ¿qué sabía él sobre ella? Billy el niño sonreía… – Tu marido dice que no te hace disfrutar en la cama porque a ti te va otro tipo de hombres, y al decir esto reía junto a Saúl. 
"¡Ese patán egocéntrico!" Pensó Marta "¿Porque no puede estar calladito? Siempre tiene que anteponer su ego a todo lo demás. ¿Pero no es consciente de lo que estoy pasando?, maldito bocazas." Lo que más dolió a Marta fue que Fermín también pensara igual que la gente de la calle. Después de todo lo que hago por la familia. Debería estar muy agradecido. Todo lo que tenemos es gracias a mí. Pensaba Marta. ¡Y así me lo paga! Se había dejado follar voluntariamente por el bien de su hija y el muy majadero se dedicaba a chismorrear cotilleos que la herían profundamente. 
– ¡Pues prefiero los maduritos antes que a las jovencitas! Estalló. 
Se arrepintió de haberlo dicho en el mismo instante, no quería entrar en su juego. Ya le arreglaría las cuentas a Fermín llegado el momento. Billy el niño sonrió de nuevo, le gustó oír ese comentario, esperó unos segundos y añadió. Te has portado muy bien con mi amigo así que no tocará a tu hija. Gracias a dios con lo niña que es, pensó Marta. 
– Aunque tu hijo… añadió Billy el niño frunciendo el ceño a la vez que ponía cara dubitativa. 
El semblante de Marta palideció de nuevo. Miró con expresión seria al hombretón y esperó con el corazón en un puño que iba a decir.

– Veras, comenzó Billy el niño. – A uno de mis amigos le gusta él, lleva toda la noche sin quitarle ojo. Le ha robado el corazón ¿sabes? Sonreía al decir esto último. – Dice que tu hijo tiene un culo muy bonito
Se incorporó de un respingo y quedó sentada en el suelo. No podía ser cierto lo que oía. Malditos sodomitas. 
– Por favor, señor, es muy joven, lamentaba Marta. Solo tiene 19 años. 
– Pues ya es hora de convertirle en un hombre, contestó Billy el niño. 
– Se lo suplico, no le hagan nada.
A lo mejor… continuó con aire inocente, – si alguien le ofreciera a mi amigo otra alternativa… – Pues…, pues…, Marta estaba bloqueada, no quería volver a pasar por lo mismo… 
– pues…, mi marido… 
– ¡Tu marido!, puaj que asco, 
– ¡Un culo lleno de pelos! No creo que mi amigo cambie el culito fino de tu hijo por el de tu marido
– Pues…, entonces…ya no quedaba más remedio. 
– Quizás… yo… 
– ¿Tú? Preguntó Billy el niño – ¿Te cambiarías por él? 
Marta no contestó, estaba en estado de shock ante lo que venía de nuevo. 
– Dime, preciosa, ¿cambiarías tu culo por el suyo? Pasaron unos tensos segundos… 
– Sí, musitó tras una pausa.
– Está bien, le propondré a mi amigo un cambio en el menú, comentó Billy el niño. – Pero no te aseguro nada, así que no te hagas ilusiones. 
Los vio alejarse. Permaneció en silencio. Unos segundos después hundió la cabeza entre sus brazos que mantenía apoyados en las rodillas flexionadas frente a su pecho. Podría ser peor, se consoló de nuevo. Podría llover. Se tumbó de costado de espaldas al resto del grupo mientras esperaba abatida la siguiente sesión.

– · –

Billy el niño y Saúl se sentaron junto a Bizco, uno de los palurdos gregarios que custodiaba a Benito y comenzaron a hablar entre ellos.
– Nunca pensé que pudieran existir mujeres así. Comentó Billy el niño. 
– Dímelo a mí, contestó Saúl. 
– La tía no me ha dejado montarla, se ha puesto encima a galopar como una loca, casi me rompe la polla… y no ha parado hasta sacarme toda la leche contenida en mis cojones.
Los tres reían, aunque en el caso de Bizco no tenía ni idea de porque lo hacía, era incapaz de entender cualquier broma. Es más, era incapaz de entender nada de nada, se limitaba a obedecer al pié de la letra las instrucciones de Billy el niño por incomprensibles que fueran para él, su coeficiente de imbecilidad era profundo, un ser básico y simple. 
– Es una gran mujer no hay duda. 
– Sí y por lo que me ha dicho, su hija es una buena chica. Nunca le da problemas, es una excelente hija con un comportamiento ejemplar en casa. Comentaba Billy el niño. 
Benito escuchaba la conversación en silencio. 
– Una hija modelo, estudiosa y muy digna, no como esas otras fulanillas que no hacen más que pensar en chicos. 
Billy el niño y Saúl cargaban de metralla el cañonazo que Benito estaba a punto de recibir. 
– En cambio este otro…, decía Billy el niño con cara de asco mientras señalando a Benito. – Menuda pieza está hecho. 
El pobre Benito se quedó de piedra. No esperaba de su madre ningún cumplido pero mucho menos que le desapruebe ante unos extraños. Aunque a decir verdad, no era nada nuevo. Era moneda de cambio en su día a día. Reproches, insultos, castigos y todo delante de profesores, amigos, familiares… 
– Dice que es un pajillero que no para de meneársela en su cuarto. Eso sí sorprendió a Benito. 
Se le paró el corazón, sus ojos se abrieron como platos y la cara se volvió pálida. Incrédulo miró a su madre en la distancia pero solo vio su espalda. 
– ¿No me digas?  Preguntó Saúl. 
– Sí, sí, una vez incluso lo sacó por las orejas de su cuarto para que todos se rieran de él. Pero ni aun así es capaz de escarmentar esta piltrafa. Si al menos fuera la mitad de bueno que su hermana.

No podía creer lo que oía, se había quedado atónito, tenía los ojos llenos de lágrimas, el aire no le llegaba a los pulmones, ¿nunca se libraría de tal vejación? A donde quiera que vaya su madre siempre se lo contaba a todo el mundo. Intentaba no hacer nada que la enfadase, apenas abría la boca en casa para que su madre no lo reprimiese tanto, pero era inútil siempre sería un hijo de segunda fila. Para más INRI la guarra de su hermana, esa zorra sin corazón, esa fulana que traía a sus amigotes a casa cuando sus padres no estaban, que les sisaba dinero a escondidas para hacer novillos y que cometía innumerables tropelías, esa mala pécora a la que le faltaba tiempo para chivarse y quejarse de Benito por cualquier bobada, esa furcia siempre fue su ojito derecho. No era justo. 
– Oye, tú, instó Billy el niño a Benito. – ¿Por qué no puedes comportarte como tu hermana? ¿eh? 
– Eso, continuó Saúl. – Aprende de ella, esa chica sí que es una buena hija, no como tú. 
– Yo no tengo que aprender de esa, respondió airadamente. 
– ¿Cómo qué no?, para empezar ella no piensa continuamente en sexo como tú. Dijo Billy el niño. 
– ¿No?, pues bien que trae sus novios a casa. Dijo muy enfadado. 
– Mentira, serán compañeros de clase para estudiar. 
– No son para estudiar 
– ¿Y tú qué sabes?, si no les has visto, niñato. ¿Siempre te inventas las cosas? 
– Sí que les he visto. Les he visto follar juntos. En su cuarto. Y a veces en el de mis padres. Su último novio tiene un tatuaje en la ingle y el anterior tenía pecas por toda la espalda. Pregúntaselo si quieres. Explotó. 
Pasaron unos segundos antes de que Billy el niño volviera a hablar.
– ¿Espías a tu hermana? 
Preguntó mirando fijamente a los ojos de Benito. Éste se quedó petrificado, había hablado demasiado y ahora no sabía que decir. 
– No, dijo al fin. 
– ¿No?, ¿y cómo sabes que se lo montan en la habitación de tus padres? Benito titubeó. 
– Pues… pues… porque les oigo desde mi habitación. 
– ¿Y lo del tatuaje? Preguntó inquisitivo Billy el niño. Bajó la mirada y se arrugó como una bola de papel. No contestó.

– · –

Billy el niño apareció junto con un hombretón de mirada huidiza y aspecto de borrego integral junto a Marta. 
– Hola preciosa, ¿has descansado? Aún estaba hecha un ovillo. No se movió. – Mira que si estas cansada…, comenzó a decir. 
Entonces Marta comenzó a voltearse lentamente quedando tumbada boca arriba. Abrió un poco las piernas, cerró los ojos, respiró hondo y dijo… 
– Hazme lo que quieras. 
– Pues así difícilmente, recuerda que lo que a mi amigo le gusta es tu culo. 
Marta abrió los ojos de golpe, el corazón comenzó a palpitar más y más fuerte. 
– ¿Cómo?, ¿quiere darme por el culo? Pero… 
– Además, primero quiere que se la chupes un ratito. Ya sabes, para iros conociendo y eso. 
¡Puto bastardo! pensó. Joder con los imbéciles estos… no me lo puedo creer. Lentamente, con aire cansado, Marta se colocó de rodillas frente al hombretón sus ojos estaban llenos de lágrimas y aún le escocía el comentario de Fermín. 
– Por cierto, tu hijo nos ha contado que hace un año le sacaste de su cuarto cogido por las orejas y lo bajaste al salón en pelotas. 
¿A qué venía eso? Pensó Marta. ¿Qué tiene que ver eso ahora? El estúpido de su hijo siempre hablaba más de la cuenta o decía lo que no debía. 
– Dice que te mereces que mi amigo, te dé bien por el culo por lo de aquel día.

La cara de Marta era un poema. Los ojos abiertos casi tanto como su boca, su tez pálida de angustia comenzó a volverse roja de ira, su cuello comenzó a tensarse, las venas de su frente comenzaron a inflarse, sus pulmones se llenaban de aire que expulsaba estentóreamente. Apretaba los puños con tanta fuerza que los nudillos se le quedaban blancos y las uñas se clavaban en la palma de su mano. No, intentó tranquilizarse. No podía ser cierto, eso no lo hubiera dicho Benito en un millón de años. No se hubiera atrevido. 
– Nos ha dicho que para una vez que se menea la polla en su cuarto no es necesario que su abuela y su tía tengan que verlo. Y que espera que sufras la mitad que él. 
Pues sí, pensó Marta atónita ¡sí que lo ha dicho! Ese pequeño judas. Encima que me ofrezco por él para que me sodomice este cerdo con cara de subnormal. Así me lo paga. ¡Maldito cabronazo! ¿Pero qué pasa en esta familia? Marta temblaba de ira, hubiera matado a tortazos la impertinencia de este mequetrefe. 
– Es un buen chaval, un inocentón. No se merece que le hagan eso por una paja. 
– ¿Buen chaval?, ¡un buen chaval no se masturba oliendo las bragas de alguien de su propia familia! Gritó. 
Estaba desbocada. Nadie osó jamás dentro de su seno familiar obrar tal ofensa contra ella. Esto no quedaría sin castigo. Le ajustaría las cuentas a ese mequetrefe en su momento. Decenas de campanillas sonaban en la cabeza de Billy el niño, al parecer el chico no solo espiaba a su hermana, también olía sus bragas. 
– Eso no es tan malo. Después de todo, solo era una paja. 
– ¡Pues en ese caso, que le dé por el culo a él! 
– No preciosa, el cambio ya está hecho, no vale echarse atrás. 
– ¿Y si me niego? En ese caso,… tu hija… 
– AAAAh, ¡basta! Lloraba Marta. – Está bien.

– · –

FERMÍN miraba como Marta le chupaba la verga al hombre con cara de subnormal, un ser con un coeficiente intelectual no superior al de una lombriz, cuando Billy el niño se sentó a su lado. Sus dos captores comenzaron a hablar entre sí, al igual que antes bromeaban a su costa pero él no les oía, tenía la vista fija en Marta. Si lo de esta noche lo hacía como venganza, ya había sido suficiente. 
– Tu mujer me ha dado un recado para ti, comenzó a decir Billy el niño. Fermín lo miró desconcertado pero no dijo nada. – Dice que este polvo te lo dedica por los viejos tiempos. 
Entonces Fermín vio como Marta se giraba y se ponía a cuatro patas como una perra, después apoyó los codos en el suelo y colocó el culo en pompa completamente ofrecida cual perra sin la menor resistencia…. ¡¡El subnormal la iba a follar por el culo!! La posición que muchos años atrás ambos practicaban esporádicamente. Era un mensaje, se estaba vengando. 
– Nos ha contado muchas cosas de vosotros. Hablaba lentamente, sin apartar la mirada de la de Fermín. – Sé lo de tu afición con… las jovencitas, tanteó Billy el niño. 
– ¿Co… cómo? Acertó a balbucear Fermín. 
O sea que estaba en lo cierto, se vengaba de él por lo ocurrido en el camping. Las represalias de Marta siempre eran desmesuradas pero esto iba demasiado lejos. Maldita bruja paranoica. 
– Bueno, en realidad nos ha contado lo tuyo con una en especial, y al decir esto sonrió ampliamente. 
Acababa de echar la caña a la espera de lo que pudiera pescar. Fermín se puso colorado. Se vengaba y se mofaba de él frente a aquellos sinvergüenzas. 
– ¡Yo no espiaba a mi hija! Gritó. – Fue una casualidad que se estuviera cambiando cuando entré en la caravana. Nunca quise verla desnuda. 
Cientos de campañillas repicaban de nuevo en la cabeza de Billy el niño, aun así, no se inmutó. 
– No es eso lo que ella dice, seguía metiendo el dedo en la llaga. 
– Porque está loca. Es una paranoica, levantaba la voz y gesticulaba sin parar. – Piensa que todo el mundo quiere tirarse a nuestra hija, incluido su marido y su hijo. 
– Yo también lo pensaría si le pillara oliendo sus bragas mientras se la meneaEso dejó a Fermín fuera de juego. Él no le había dado ese detalle. Billy el niño volvió a lanzar la caña.– Y por lo que dice tu mujer, a tu hija no le desagrada lo más mínimo que le ronde ningún tipo de barón, hizo una pausa y añadió. – Aunque ese barón sea su propio hermano… o su padre. Y volvió a esperar unos segundos antes de añadir… – O eso fue lo que tu hija le confesó. 
¿Qué decía este hombre? ¿Qué su hija había confesado qué? Imposible. Entre Beatriz y Marta no existían confesiones de ningún tipo. Fermín le miró con desconcierto en silencio. Por la cara de Fermín, Billy el niño se dio cuenta de que había errado el tiro. No siguió indagando… de momento.

– · –

BEATRIZ vio como el cabecilla del grupo se acercaba antes de sentarse a su lado. 
– Tienes una familia un poco extraña, dijo Billy el niño. 

– No lo sabes tú bien, pensó Beatriz. 

– Jamás hemos conocido una mujer como tu madre. Añadió. 

– Ni yo tampoco, pensó emn voz alta. – La muy falsa. 

– Tu padre es un tipo estupendo. Beatriz detestaba a su padre aunque comparado con su madre… todo podía ser. 

Déjame en paz, contestó iracunda. 

– ¿Estás enfadada? Preguntó Billy el niño con aires de inocentón. 

– Quiero irme a mi casa. 

– Entiendo, no soportas ver a tu madre ¿no? 

– Para empezar, contestó malhumorada. 

– Entiendo. Te pone celosa ¿verdad? ¿Qué decía este subnormal? Encima se cachondeaba el muy cretino. – Vete a la mierda, tú y tus amigos, y añadió. – Y os la lleváis a ella también. 

Billy el niño empezó a cargar de metralla de nuevo el cañón que iba a disparar. – Sí, ya veo que te pone celosa. No soportas que disfrute con nosotros. Beatriz no quiso entrar al trapo. Detestaba a aquel palurdo. ¿Qué quería conseguir el muy imbécil? – Como tampoco soportas que tu madre se haya follado a todos tus novios.

Se puso en alerta máxima. Miró al hombre a los ojos. ¿Qué estaba tramando? ¿Qué sabía ese hombre? 

– No tengo novio, dijo al fin. 

– Ya lo sé, tu madre me lo ha dicho. Pero no hace mucho tenías uno. ¿Rudy, verdad? 

El corazón le dio un vuelco. ¿Qué le había contado su madre a este imbécil?, es más, ¿por qué le había contado nada  tan íntimo?

– Dime. ¿Estás celosa de tu madre? Volvió a preguntar Billy el niño. 

– Por supuesto que no, ahora le temblaba la voz de rabia. 

– ¿Aunque se haya follado a tus novios? 

– Jamás se follaría a ninguno. Ni en un millón de años. Y entonces Billy el niño apretó el gatillo, el cañonazo fue directo al corazón. 

– ¿Ves? Eso pensaba yo. Sabía que era mentira y que tu madre solo alardeaba, y añadió. – Como lo del tatuaje en la ingle. 

– Ta… ¿tatuaje?, ¿qué tatuaje?, ¿de qué estás hablando?, ¿quién…, qué te ha contado de Rudy?

No se lo podía creer, ese hombre no podía saber lo de Rudy ni lo de su tatuaje, más aún, nadie podía saber de ese tatuaje. Al menos nadie que no lo hubiera visto… ¿¡DESNUDO!? La cabeza le daba vueltas, la sangre no le llegaba al cerebro, el estómago se encogía, las manos temblaban y un sudor frío empezó a recorrer su frente pálida. No daba crédito a lo que acababa de oír. Estaba tocada, justo en plena línea de flotación. ¿Sería posible que su madre…? No, jamás, es imposible. Billy el niño fingió sorpresa y siguió soltando metralla. 
– Oh, dios, ¿así que era verdad lo que decía? Y añadió – ¿Y es cierto que a otro de tus novios quería arrancarle las pecas de la espalda a arañazos? 
– ¡¡¡Pablo!!!! Musitó Beatriz con los ojos como platos.
Lentamente la expresión de la muchacha comenzó a transformarse. La frente pálida se arrugó, la sangre brotó por las venas de su cuello, sus manos se apretaron como garras, sus dientes apretados tras los labios contraídos, sus ojos inyectados en sangre miraban a su madre, que ahora hundía su cabeza en el suelo mientras aquel hombre le cogía de las caderas para ayudarse en sus arremetidas contra su culo. El subnormal poseía unos instintos animales intactos, incluso más acrecentados que otros más inteligentes que él, por ello la follaba sin raciocinio hundiéndole toda la polla hasta los huevos, una y otra vez reventándole el culo a la señora, Marta aguantaba como podía las arremetidas, aunque no le era posible evitar una grito al sentir los pollazos con la fuerza que le ultrajaban el culo al notarse completamente empalada…. De un plumazo comprendió porqué la abandonaban todos sus novios. Ella, su madre. Ella era la culpable. Tantos sermones, tantos consejos de vieja alcahueta sobre cualquier amigo o novio. La muy zorra los quería para sí. Se los había follado a todos. La odió con todas sus fuerzas. ¡Maldita bruja! Comenzó a derrumbarse. 
– No merezco esto, musitó con lágrimas en los ojos.

– Tú follas con su marido y ella folla con tus novios. Ojo por ojo, eso es lo que dice. 
– ¿Su marido?,… ¿mi padre?, pero… ¿¿¡¡ESTA LOCA!!?? Gritó.
– ¿Crees que está loca? Preguntó Billy el niño.  – A mí me parece que no. 
– ¿Qué mi padre y yo…? aajj, no pudo terminar la frase del asco que sintió. 
– ¿Entonces?, ¿no hay nada entre vosotros? 
– Por supuesto que no. Es mi padre, ¡por dios! Bramaba desbocada. 
– Vamos, vamos, que ya sé que a tu padre le van jovencitas. Ya me ha contado tu madre
– ¿Jovencitas?, eso será por mis amigas, no por mí, so cerdo, vociferaba Beatriz cada vez más enfadada. 
Billy el niño guardó silencio, miraba a Beatriz fijamente a los ojos. Ésta le devolvía la mirada, fría y enfadada. Hasta ahora el plan había ido sobre ruedas. Ahora Billy el niño, el muy ladino, comenzó a tejer la segunda parte. 
Te voy a contar una cosa preciosa, comenzó a decir. Beatriz escuchaba con aire distraído. Sus pensamientos estaban en otro sitio. Giró la vista que volvió a posar sobre su madre a la que intentaba fulminar con la mirada. – El hombre que está detrás de ti lleva toda la noche esperando el momento para jugar contigo ¿sabes? Comenzó a decir Billy el niño. Arde en deseos de follarte el coño. 
Quedó paralizada, el corazón dejo de bombear, se giró lentamente y vio la mirada fija del hombre que tenía tras de sí. Llevaba temiendo toda la noche que alguno de ellos se propasara e intentar violarla y comenzó a temblar. Sabía lo que Billy el niño iba a decir. No podría soportarlo. 
– Por favor, señor, dijo lentamente con voz ahogada. – Se lo ruego, no deje que lo haga, miraba fijamente a Billy el niño con los ojos encharcados en lágrimas.

Billy el niño sonrió levemente, levantó la barbilla y se echó hacia atrás. 
– ¿Sabes? Tengo cierta intriga sobre algo, comenzó a decir. – Así que te propongo un trato. Beatriz esperó expectante la proposición del hombre. – Me doy cuenta de que no quieres follar con ninguno de nosotros como tu madre. Tú te lo pierdes porque disfrutarías tanto como ella. Beatriz giró la cara hacia su madre, hizo una mueca de asco y la volvió rápidamente. – No obstante, te doy la oportunidad para que no tengas que hacerlo. Pasaron varios y eternos segundos antes de que continuara hablando. Quería que ella tuviera tiempo de asimilar todo cuanto iba a decirle. – Vas a elegir a cualquiera de los hombres que estamos aquí, el que tú quieras, y al decirlo hizo un ademán con el brazo señalando todo el claro. – El que tú elijas se colocará frente a ti. Billy el niño aún esperó unos segundos. – Se la chuparás unos…  5 minutos. Beatriz puso cara de asombro, después bajó la mirada al suelo y contrajo una mueca de asco. Cuando volvió a mirar a su interlocutor éste continuó hablando. – Si en ese tiempo no se le pone dura, te dejaremos en paz. No tendrás que abrirle tus piernas a nadie. Te doy mi palabra. Beatriz mantenía contraída la cara de asco. Cerdos asquerosos. – Eso es absurdo, espetó. – Sois una pandilla de pervertidos, cualquiera de vosotros se va a empalmar antes de que me meta la polla en la boca. ¿Qué tipo de trato es ese? Billy el niño río, miro fijamente los ojos de ella y continuó hablando. – Quizás haya alguien a quien no se le ponga dura. 
No entendía a donde quería ir a parar aquel anormal pervertido, pero tampoco quería hacerlo. No estaba dispuesta a hacer tal cosa. No quería seguir escuchándolo y quiso cortar aquella conversación. 
– Pues yo no lo creo. Lo que único intentas es que os lo ponga fácil. ¿Quién de vosotros, cerdos obsesos pervertidos no se excitaría? 
– ¡¡Tu padre mismo podría ser!! Cuando lo oyó casi se cae de culo de no ser porque ya estaba sentada. – ¿¡QUÉ…!? ¿Pero qué te pasa a ti?, ¿estás loco? No pienso chupársela a mi padre
– Pues entonces elige a cualquier otro… retó Billy el niño. 
Estaba temblando de miedo, no podía pensar, miraba a todos aquellos hombres uno tras otro. Sabía que era una encerrona y no había donde elegir. 
– ¿Qué pasará si al que elija se le pone dura?  Preguntó dubitativa. 
– Te tumbarás y serás complaciente con él. 
– ¿¡Me tomas por tonta o qué!? Y añadió. 
– Tú lo que quieres es que os haga una mamada a uno de vosotros y después me deje follar voluntariamente. ¡Ni lo sueñes! 
– Eso en el peor de los casos, contestó Billy el niño pausadamente. – Piénsalo bien. El hombre que está de tras de ti te va a follar tu coño de todos modos, tanto si te dejas como si no. Yo te estoy dando una oportunidad… y continuó diciendo. – Si como tú dices no hay nada carnal entre tu padre y tú, con una simple caricia bucal evitarás que nadie te baje las bragas. Al fin y al cabo, una polla es una polla, sea de quien sea. 
Las opciones de Beatriz no eran muy halagüeñas. Tenía todas las opciones de ser violada voluntaria o involuntariamente e intentar evitarlo practicando una mamada a su propio padre era más humillante y asqueroso aún. Fue mirando uno a uno a todos los hombres de aquel claro. 
– ¿Cómo sé que cumplirás tu palabra? Dijo al fin. 
– No lo sabes, tendrás que fiarte de mí. Al decirlo miraba a Beatriz fijamente con aire solemne. Después añadió. – De todas formas ¿qué es lo peor que puedes perder?

– · –

De nuevo Fermín vio sentarse a Billy el niño a su lado, acababa de verle hablar con su hija y tenía una extraña expresión en su cara. Billy el niño estuvo observándole durante largo rato antes de comenzar a hablar. 
– Me has engañado, dijo al fin. Le miro extrañado. 
– ¿Engañado, yo a ti?, ¿en qué? 
– Entre tu hija y tú hay algo más que una relación… dudó unos segundos antes de añadir… – familiar. 
– ¿A qué te refieres? Fermín no sabía de qué hablaba aquel idiota. Peor aún, no sabía que le había contado Beatriz. 
– Entre vosotros mantenéis una relación, digamos… carnal.
– ¿Carnal?, que quieres decir con…entonces lo entendió. – ¿¡Pero de que estás hablando!?  Bramó furioso – ¡Es mi hija! cerdo. 
– Sé lo de vuestro jueguecito, atajó rápidamente. 
– ¿De qué juego hablas? Preguntó totalmente perdido. 
– Sí, sí, el que mantienen ella y sus amigas contigo. 
Fermín cayó se súbito. Pensó en las relaciones que mantuvo con alguna de las amigas de su hija. Siempre pensó que ella nunca se enteró o al menos que nunca lo aprobaría, notaba su desprecio cuando intentaba acercarse a ellas. ¿Sería posible que Beatriz hubiese permitido tales relaciones e incluso que las hubiera facilitado? ¿Su hija hacía de celestina para él con sus amigas? 
Verás, comenzó a decir Billy el niño. – Parece que a tu hija no le hace mucha gracia que su madre disfrute con nosotros. 
– No me digas, interrumpió irónicamente Fermín todavía enfadado…. 
– Dice que ella también quiere disfrutar tanto como su madre. Dice que quiere… vengarse. Darle donde más le duele. Por eso quiere follar con alguien
– Ya, ¿contigo, verdad? Volvió a decir irónicamente. 
– No, cortó Billy el niño. – Desea hacerlo contigo. 
– ¿Co…conmigo? Balbuceó perplejo. 
– ¿¡Pero es que se ha vuelto loco todo el mundo!?

Más calmado intentó pensar con claridad. Ese hombre tramaba algo y no se saldría con la suya. – Crees que miento ¿Verdad? 
– Sé que mientes, espetó furioso. – No haces más que decir bobadas. Eres un pervertido. 
– En ese caso no te importará comprobarlo, sentenció Billy el niño. 
– Por supuesto que no.
Contestó dispuesto a limpiar la imagen que este individuo tenía de él y esclarecer el embrollo que se estaba montando en buena parte por culpa de su mujer. Billy el niño sonrió ampliamente para sus adentros. La trama estaba tejida, solo faltaba esperar el resultado final…. 
– Tu hija ha insistido en que os deje juntos para que podáis follar a la vista de su madre. Y eso será lo que hagamos. Vas a ir junto a mí y te colocaras frente a tu hija. Si todo lo que he dicho es mentira… no pasará nada, pero si llevo razón… tu hija… te chupará la polla para que se te ponga dura y folléis después. 
– ¡Qué bobada es esa! Verás como no pasará nada, repuso Fermín convencido. 
– Pero os advierto una cosa a los dos, ahora Billy el niño hablaba furioso. – Si todo lo que me ha contado tu hija es mentira y lo único quería ella es que estuvieras cerca para darte o decirte algo que yo no deba saber os rajo el vientre a los dos. ¡Eso era! pensó Fermín, ¿Tendría Beatriz un plan o quizás habría robado algún arma a aquellos intrusos y quería que su padre estuviera cerca? – Te voy a decir lo mismo que a ella, amenazó. – Follareis lo que os dé la gana, pero no quiero que habléis ni una palabra. Como os vea pasaros algo o hablar entre vosotros os rajo. ¿Está claro? 
– Cristalino, contestó. – ¡Ni una palabra! Repitió.

– · –

Cuando vio acercarse a los dos hombres el corazón de Beatriz comenzó a latir con más fuerza. Estaba nerviosa, le sudaban las manos. Entonces su padre se paró ante ella con una mirada extraña que no supo descifrar. Billy el niño se separó hacia un lado mientras la miraba fijamente. Se incorporó colocándose de rodillas frente a su padre. Lo que pasó a continuación dejó a Fermín atónito, completamente inmóvil ante lo que sucedía. ¡Como podía ser tan zorra su propia hija! Tras una pausa, Beatriz alzó sus manos colocándolas a ambos lados de la cadera de su padre, lentamente deslizo el pantaloncillo que utilizaba para dormir dejándolo caer hasta los tobillos. Lo primero que Beatriz vio asomar fue el vello de su pubis recortado, seguidamente comenzó a aparecer la polla que caía en estado laxo, delante de los testículos en una visión horrorosa. Con gran esfuerzo de voluntad alzó de nuevo una de sus manos, o más bien con el índice y el pulgar,  asió con ella la polla elevándola ligeramente, lo que hacía que ésta, apuntara directamente hacia su cara que se encontraba a menos de un palmo. Sintió una arcada. El glande y parte de la polla quedaba fuera de la mano. Aunque pudo determinar que su padre no tenía un gran aparato a ella se le antojó más grande de lo que esperaba con unos diez centímetro en ese estado de flacidez. Su respiración era agitada, notaba el sudor en su frente. No podía dejar de mirar lo que tenía en su mano, al fin se armó de valor, cerró los ojos, abrió ligeramente los labios y se inclinó hacia adelante. Posó sus labios justo tras el glande, después recorrió el resto de la polla hasta el final hundiéndola hasta los huevos…, sintió el suave roce del vello púbico acariciar sus labios y sus mejillas lo que hizo que se retirara hacia atrás como un muelle. De nuevo recorrió con sus labios la polla de su padre intentando esta vez  no llegar hasta el final. Lo peor ya está hecho, pensó. Solo tengo que aguantar así unos minutos y todo habrá acabado.

– · –

BENITO no daba crédito a sus ojos. Todo el mundo se había vuelto loco. A un lado su madre disfrutaba con las prácticas sodomitas de un extraño con cara y mentalidad subnormal, al otro su padre tenía la polla en la boca de su hermana y ambos se daban un homenaje sexual. Se dio cuenta que durante toda su vida había estado viviendo en un mundo paralelo. Había vivido engañado por una dictadora puta, un patán pervertido y una hermana pérfida y desviada. 
– Tienes una familia un poco extraña. Benito buscó desconcertado el origen de ese comentario, tras él apareció el cabecilla de la banda. Lo cierto es que tenía razón. – Nunca había conocido un padre y una hija que mantuviera una relación de ese tipo. A decir verdad Benito tampoco. No dejaba de mirar la dantesca escena. – ¿Desde cuándo follan juntos? Preguntó Billy el niño. 
– No,… no lo sé señor, contestó Benito absorto en su hermana. 
– ¿No lo sabes?, tu madre dice que fue antes de que te pillara aquel día meneándotela. El recuerdo hizo reaccionar a Benito avergonzado que agachó la cabeza. 
– Eso fue… hace tres años… más o menos, contestó dubitativo. 
– Entiendo, contesto Billy el niño. 
– Menudo cabreo se agarró ¿eh? No contestó, pero el solo recuerdo le revolvió el estómago. – Yo también me enfadaría si supiera que mi marido se tira a mi hija y además mi hijo le huele sus bragas porque también se la quiere montar. 
Benito dio un respingo, se puso tenso y abrió los ojos como platos. La cara se volvía a poner colorada de vergüenza. ¿Cuántas cosas le habría contado su madre?, ¿Cuánto sabría aquel hombre? 
– ¿Le ha dicho mi madre…? Se atrevió a preguntar. 
– Si, le cortó. – Me lo ha contado todo, mintió. – Parece que tu madre os odia, en especial a ti. 
– ¿Eso… eso ha dicho? Intentaba hablar pero la congoja le podía. 
– ¿Por qué crees que tu madre folla con nosotros sin que nadie la obligue? Se está vengando. Podía ver la cara de crédulo del pobre Benito. De tu padre, de tu hermana y sobre todo de ti. Por eso esos dos…, dijo señalando a Beatriz y su padre. –Hacen lo mismo. 
Aquel hombre acababa de constatar lo que Benito ya sabía. Su madre le odiaba a él más que a nadie de la familia, incluida su suegra con la que no se hablaba más que con insultos y sus sinónimos. 
– Al principio pensaba que tu madre era una buena mujer, sin embargo, después de conoceros me he dado cuenta lo engañado que me había tenido tu madre. Ahora veo que tú eres el más perjudicado de tu familia. No ha parado de mofarse de ti y de decir lo inútil que eras
La sangre comenzó a fluir de nuevo por las venas de Benito. Aquel hombre tenía razón, él siempre había llevado todos los palos en casa siendo el eterno culpable. Una falta leve era una gran ofensa pero cualquier logro una nimiedad. El rencor que guardaba dentro desde hacía mucho le estaba carcomiendo, empezó a convertirse en odio supremo hacia su madre. Su guarra hermana y su padre se vengaban de ella dándole donde más dolía. Pero, ¿Cómo podría vengarse él?

Beatriz seguía con su labor bajo la atenta mirada de Leonardo, uno de los hombres de confianza de Billy el niño cuando de repente se produjo la desgracia. Empezó a notar que la polla de su padre adquiría mayor tamaño dentro de su boca. Su primera reacción fue parar, pero las amenazas que había recibido si lo hacía se lo impidieron. No obstante aminoró el ritmo lo que pudo. ¿Cómo podía su padre excitarse así? ¿Acaso no era consciente de la gravedad de la situación? Aun así, su polla adquirió más y más volumen, paulatinamente iba ocupando más espacio en su boca. No sabía qué hacer para evitar lo inevitable. No podía permitir que su captor se diera cuenta de la erección de su padre así que introdujo mayor cantidad de polla en su boca lo cual no hizo sino empeorar la situación. Llegó un momento en el que dado el volumen que adquirió ya no cabía aun cuando se la introdujo al máximo al punto de hacerla vomitar. Ya no había remedio, la suerte estaba echada, estaba perdida. 
Fermín no daba crédito, ¡ese pervertido tenía razón!, Beatriz no había hecho el mínimo amago para comunicarse con él. Había ido directamente hacia su pantaloncillo y ahora estaba chupándole la polla sin parar con gran suavidad. Lo peor era que viejos fantasmas acudían a la mente de Fermín que veía desde su privilegiada posición el amplio escote de la camisa de Beatriz, desde donde se podía apreciar toda su anatomía superior…. Recordaba haber visto aquellas tetas unas semanas antes. Aunque fueron solo unos instantes, en aquel momento quedó turbado por las tetas de su hija. Siempre intentó borrar de su mente los deseos más básicos que sentía por su cuerpo. Sin embargo, ahora volvían de nuevo, veía sus tetas balanceándose, sin poder quitar la mirada de ellas. El continuo y suave roce de sus labios hacía el resto. Notó un calambrazo en la entrepierna que le recorrió toda la espalda. Notó como se elevaba la temperatura de su cuerpo. Se sintió como un perro viejo que encuentra un trozo de carne fresca que no es suya, cerró los ojos y quiso pensar en otra cosa, sabía que eso no estaba bien. Sin embargo si ella lo deseaba ya era mayorcita para decidir. ¿Quién era él para juzgar? Entonces Beatriz dejó de lamerle el cipote, se echó hacia atrás y quedó tumbada sobre la hierba con las piernas extendidas mirándole fijamente.




En completa erección, con su polla dura como una roca, Fermín mantenía innumerables dudas y prejuicios. Pero al final su instinto de animal se impuso sobre su cordura. Se arrodilló frente a ella, separó ligeramente sus piernas y contempló su cuerpo. Posó las manos sobre sus rodillas y fue acariciando sus piernas hasta llegar a la cadera donde se entretuvo antes de continuar su viaje ascendente bajo la camisa hasta llegar a las tetas, con las que se llenó las palmas de sus manos. Los apretó y manoseó, rozó sus pezones con los dedos y los sostuvo entre ellos. Después volvió a deslizar las manos hasta las caderas. Comenzó a soltar los botones de su camisa uno a uno, cuando hubo soltado todos la abrió y contempló las ubres. Eran imponentes. Entonces dirigió la mirada a sus bragas a través de las cuales se adivinaba la premura de la raja de su coño depilado. Posó su mano sobre ellas y palpó su mullido bulto. Después deslizó sus bragas hasta los tobillos, y las sacó. Fermín, totalmente excitado, estaba absorto en lo que veía, el deseo de aquel cuerpo era más fuerte que la más poderosa de las razones o la cordura. Arrodillado entre sus piernas, acercó su cara al pubis y acarició sus mejillas con él. Apreció los finos labios apretados de su coño y los besó, cada vez con mayor deseo hasta que su lengua los recorrió de arriba abajo una y otra vez. Después comenzó a subir hacia sus tetas que también besó, lamió y chupó. No podía más, equilibrando su cuerpo sobre el de su hija colocó la polla extremadamente dura en el coño de Beatriz, buscó a través de su raja la entrada a su coño y empujo suavemente. Poco a poco la fue insertando hasta quedar por completo dentro de ella, solo eran 16 cm pero la aprensión de sentir la polla de su padre era como si le introdujeran un  misil por el coño. Comenzó a mover su cadera una y otra vez mientras sus manos nerviosas recorrían todo su cuerpo desde las tetas a su culo. Se la estaba follando sin pensar muy bien lo que estaba haciendo, se le gustaba realmente a su hija o si tal incesto tendría consecuencia postreras.

– · –

MARTA descansaba de costado, acurrucada en estado fetal, de espaldas al resto del grupo, tras ella, su violador permanecía en pie mirándola. Mantenía los ojos cerrados, sabía que su tortura no había acabado aún, uno a uno debería dejarse follar por todos. El subnormal se había vaciado dentro de su esfínter con una corrida cuantiosa y sonora, se había comportado como un verraco deslechándose dentro de su cerda…, ahora tenía la lefa de tres de los cinco asaltantes, dos en su coño y otro en su culo, sin olvidar que su boca poseía el sabor de las tres pollas que la habían ultrajado…. Sintió unos pasos que la rodeaban y se colocaban frente a ella. Entonces oyó la voz de Billy el niño. Había puesto una rodilla en el suelo frente a ella y se inclinaba para hablarle.

Hola preciosa, comenzó a decir. – Espero que “Bizco” te haya tratado bien. 

Vaya, pensó Marta. Así es como se llama el hombre con cara de mongolito. Lo cierto es que Bizco, por orden expresa de Billy el niño, no había utilizado la más mínima violencia con ella e intentó ser lo más cuidadoso que sus rudos modales de permitieron. Si bien es cierto que la docilidad de Marta la hicieron totalmente innecesaria. 

– Uno de mis amigos tiene muchas ganas de pasar un buen rato contigo

– Ya, me lo imaginaba, dijo Marta tranquilamente sin abrir los ojos ni mover un solo músculo. Lo que pasa, continuó Billy el niño. – Es que es un amigo muy especial. 

A Marta no le gustó aquel comentario, eso suponía que tendría que hacer algo peor que la sodomía y se preguntó que sería. Entonces abrió los ojos y preguntó… 

– ¿Cómo de especial es tu amigo? 

– Bueno, pues, es muy sensible… comenzó a decir. 

– ¿Y eso que quiere decir? 

– Pues que debes ser especialmente cariñosa con él. ¿Acaso no lo he sido hasta ahora? 

– Por eso mismo, no quiero que tu actitud cambie hacia mi amigo especial. Porque si lo haces…. Billy el niño puso el semblante muy serio y su voz sonó más grave. – Te juro que te rajaré el vientre.

MARTA se asustó. Por supuesto que les iba a dejar su cuerpo a disposición, ya lo había hecho hasta ahora. ¿A qué venía aquella amenaza? Estaba temblando de miedo y muy contrariada. 

– ¿Dónde está tu amigo especial? 

Preguntó levantando la cabeza e intentando adivinar quién de los dos que restaban sería el próximo. Entonces Billy el niño se puso en pie y se apartó a un lado. Tras él, marta pudo distinguir una figura semidesnuda que no supo distinguir al principio. Se incorporó para mejorar su visión y entonces dio un brinco. Permaneció sentada con las piernas juntas delante de su cuerpo que ahora intentaba tapar como podía. 

– ¿Qué significa esto? ¿Por qué le habéis traído aquí? 

– Él es mi… “amigo especial” respondió con sorna. 

Los otros cuatro delincuentes sonreían e intercambiaban miradas entre sí. Al parecer ellos sabían algo que desconocía. Volvió a mirar de nuevo y vio como Benito daba unos pasos hacía ella. Esta vez se fijó en algo que antes no había percibido. En el rostro de Benito no había miedo pese a que ella estaba aterrada ante lo que presentía. Una nube negra comenzó a cubrir el rostro de Marta. ¿Por qué estaba allí? No podía ser lo que estaba pensando. Se volvió hacia Billy el niño y pregunto…

– ¿Qué es esto?, ¿acaso pretendéis que folle con mi propio hijo? Preguntó incrédula y fuera de sí.
No, tú no debes follarte a nadie, contestó Billy el niño.Limítate a comportarte como hasta ahora, como una buena chica. 
¿Iban a obligar a su hijo a follársela? Era bastante improbable que consiguieran tal cosa. Volvió a girar la vista hacia Benito y entonces vio algo que la asustó aún más. El bulto de su entrepierna, el chico estaba excitado. Más aún, en su cara parecía asomar una sonrisa maliciosa…. Ahora sí, estaba aterrada de verdad viendo la erección de su hijo. ¿Acaso este pequeño judas disfrutaba viendo a su madre ultrajada? ¿Querría acaso su hijo aprovechar la humillación de su madre para disfrute propio? Después de lo que había hecho por él. Se había dejado dar por el culo y así se lo paga. Maldito enano traidor. El terror que sentía se fue convirtiendo en furia y odio ciego hacia Benito, apretaba sus dientes con fuerza, sus ojos incendiados miraban a Benito al que trataba de fulminar…. Benito no se amilanó y avanzó unos pasos más hasta colocarse de pie frente a su madre que aún permanecía sentada con los brazos cubriendo sus tetas. Permaneció mirándola desde arriba, con el mismo aire de superioridad con que ella le había mirado siempre. Fue entonces cuando Marta se dio cuenta de que las tornas habían cambiado con él, ya no tenía ninguna autoridad sobre su hijo. 
– Vamos, amenazó Billy el niño. – Empieza con él como los demás, gritó. 
Marta giró su cabeza en busca de su marido pero los hombres le tapaban la visión de todo el claro. ¿Qué pensará Fermín al verla follando con su propio hijo… en un fornicio incestuoso? Pensó.

MARTA se arrodilló y al hacerlo descubrió las tetas y el coño ante Benito que disfrutó con la vista. Era la primera vez que veía a su madre completamente desnuda. Vio su aterciopelado y oscuro coño cuidadosamente recortado, así como las areolas que rodeaban sus pezones colocadas como dianas en sus grandes tetas. La cara de Marta estaba a centímetros del calzoncillo de Benito. No podía apartar la vista de la  temible erección abultando el bóxer, no quería pensar en lo que iba a hacer y el hecho de saber que lo hacía por salvar su vida no la consolaba. Benito deslizó el calzoncillo por sus piernas dejando sus partes visibles a todos, un buen pedazo de mostrenco… aquello demostraba que no era hijo de su padre. Marta vio la polla dura frente a su cara, era más grande que la de su marido, mucho más de lo que imaginaba pudiera tener ese judas traidor…, en plena erección la debía de medir más de  un palmo, similar a la de su antiguo jefe en aquella cutre clínica dental donde trabajó de higienista. Su respiración era agitada y el corazón latía rápidamente. Las lágrimas asomaron en sus ojos. 
– Dios mío , ¿cómo he llegado a esto? Se dijo Marta. Levantó la mirada hacia Benito y le suplicó. – ¡¡Hijo mío, no me hagas pasar por esto por favor…!! 
Las órdenes tajantes de Marta hacia Benito se habían convertido en súplicas. Benito la miraba fijamente con el rostro impertérrito. Llevaba tanto odio dentro que sentía un inmenso placer al sentir la humillación y el dolor de su madre pero sobre todo de sentir el poder sobre ella. El cambio de tornas era delicioso. 
– Ya le has oído, dijo Benito lentamente. – Empieza conmigo “como los demás”. 
Hizo hincapié en esto último. Sabedor de que siempre fue el último de la fila. No había salida para ella. Ninguna elección. Tomo aire, cogió la polla de su hijo con una mano durante largos segundos de agonía, la miró durante un rato y después alagó la lengua y con la punta lamió la punta de su capullo, tras dos lamidas más se metió en la boca el gordo glande en forma de seta lentamente. Mamaba cerrando los ojos, vio como a su madre aquello le gustaba de verdad, se hallaba estupefacto y envalentonado con ganas de llegar al final

– · –

BEATRIZ seguía tumbada en la hierba con las piernas abiertas que Fermín sostenía por debajo de las rodillas, mientras la follaba continuamente clavándosela hasta las pelotas… una y otra vez la clavaba hasta el fondo. Tenía los ojos cerrados, no podía mirar a su padre arrodillado embistiéndola sin cesar, haciéndole sentir los huevos aporrear su coño una y otra vez…, no se podía explicar como la podía tener tan dura follándose a su propia hija el muy hijo de puta. Al final los abrió y se obligó a mirarle, lo hizo fijamente mientras colocaba las manos en las caderas de él para intentar frenar los envites que éste le daba en un arrebato de cordura. Quería que acabase pronto, no porque la hiciese daño sino por la repulsión que sentía al verse invadida por el falo paterno que aumentaba el ritmo y los duros embates cada vez más y más hasta hacerse insoportable.

– · –

Más doloroso que chupársela a Benito, era sentir las manos de su hijo en su nuca sin cesar de empujar hacía sí. Odiaba a muerte a aquel pequeño judas, traidor, pervertido con complejo de Edipo. Ya le ajustaría las cuentas. Como se atrevía a obligarla a hacer tal cosa, a ella, a su madre. Benito disfrutaba viéndola humillarse ante él. Años de sufrimiento bajo su mando le habían cargado de odio. Sorprendido al ver su cuerpo maduro pero muy bonito, sus tetas, que ya no se molestaba en ocultar, se balanceaban adelante y atrás. Empujaba su cabeza con fuerza para aumentar dicho balanceo. Cuando creyó haber disfrutado lo suficiente empujó suavemente a su madre de los hombros, lo que fue recibido con alivio que veía acabar su tortura…, No se podía tragar todo el tronco del crío, pues le producía arcadas cuando rebasaba el galillo e iniciaba la entrada en su garganta del glande…. 
– ¡Túmbate! Ordenó Benito. 
¿Qué? Preguntó atónita. – ¿Te vas a follar a tu propia madre? 
Aún tardó en contestar unos momentos hasta que al fin dijo… – No, solamente te voy a dar amor, y continuó diciendo. – Todo el amor que recibí de ti durante toda la vida, te lo voy a entregar esta noche. No se lo podía creer… la iba a follar su propio hijo. 
El pánico la dominaba, miraba las caras de sus captores incrédula, miró la cara de Billy el niño esperando oír una contraorden que evitara aquel descalabro. Pero esta no llegaba, más aún, lo único que su captor dijo fue… 
– ¡Obedece de una vez! Terminó por obedecer como un autómata.

Se tumbó lentamente y cerró los ojos… ¡Qué desastre! ¿Podría ser peor? Pensó. Podría llover, trató de consolarse. Sintió las manos de Benito posarse en sus tetas y agarrarlas con fuerza, las amasó, las sobó, notó como toqueteaba sus pezones y por último sintió su lengua recorriéndolos…su labios succionado los pezones con lascivia. Después sintió sus manos entre sus piernas, acariciaba su coño, su culo y sus muslos…, entonces notó el calor de los superdotados genitales de Benito posarse en su pubis. Benito se frotaba contra su madre suavemente, rozaba la polla, que si bien era enorme, no menos lo eran sus huevos, ahora posados sobre los labios de su coño. Billy el niño y Saúl compartían miradas de complicidad entre ellos. Disfrutaban con todo aquello, Saúl, absorto en la escena que tenía frente a sí, susurró al oído de su compañero absorto… 
– Dios, se la va a meter. Se la va a meter a su propia madre. Se la va a follar. 
Ambos disfrutaban con lo que ocurría entre madre e hijo. Benito torpemente la enfiló en el ajado coño de su madre, lo tenía entreabierto y mojado después de las folladas recibidas esa noche, enfiló en su bocana y al empujar, notó que entró con suma facilidad... comenzó a penetrarla lentamente, poco a poco hasta que tuvo toda la polla dentro del coño de su madre…, eso no le fue difícil pese al volumen de la verga de su hijo, se hallaba bastante dilatada por entonces, con una lubricación excesiva para su gusto. Marta abrió los ojos y vio la luna llena que iluminaba todo el claro, vio las estrellas que adornaban el cielo pero no vio ninguna nube que hubiera podido amenazar lluvia. Cerró los ojos sumisa… 
– No, esto ya no podía ser peor. 
Sacaba y metía la polla muy despacio regocijándose en la penetración, poco a poco fue aumentando su ritmo gozando de la textura de las paredes internas del coño de su madre, aunque había leído mucha teoría al respecto nunca había estado con una mujer y constató lo valiosa que resultaba una clase práctica. Cada vez sentía mayor deseo, mayor necesidad de una mujer. Recorrió todo su cuerpo, ahora era suyo y podía hacer lo que quisiera y él quería más. Era la tercera polla que entraba en su coño en menos de dos horas y ese falo era distinto en todo…, El cipote era más grande, el tipo tenía mucha más necesidad, más odio y fortaleza viril que los demás y para coronar el despropósito, eran los genitales de su propio hijo convertido en energúmeno fornicador.

– · –

FERMÍN estaba desbocado, fuera de sí arremetía una y otra vez haciendo bailar las tetas y las piernas de Beatriz sobre la que ahora yacía. Lamía sus pezones con ardor, sus manos apretaban sus glúteos de adolescente sin raciocinio la penetraba con firmeza y vigor. Estaba a punto de correrse, se notaba muy excitado. Beatriz en cambio cada vez estaba más asustada, su padre se comportaba como un animal follándola salvajemente con penetraciones profundas... notaba los golpes de los huevos una y otra vez. Sabía que el momento final estaba cerca, pues los bramidos de su padre se hacían cada vez más sonoros, la tensión de su cuerpo y la dureza en aumento de su polla entre sus paredes vaginales. Entonces notó la mano de su padre acariciando su culo cada vez más abajo. Cuando sintió penetrar un dedo a través de su ano se asustó aún más, eso no le gustaba en absoluto y sintió pavor, comenzó a moverse con el fin de parar su progresión. No funcionaba y presa del pánico comenzó a brincar para frenar aquello, movió sus caderas todo lo que pudo. Empujaba desesperadamente las caderas de su padre cuando recibió un beso que tapó toda su boca y notó como metía su lengua hasta la garganta. 
Él pensaba que aquello le había gustado sobremanera poniéndolo cardiaco, al punto de subirle toda la adrenalina…. La clavó a fondo justo en el instante que Fermín eyaculaba chorros de esperma espeso, disparados ferozmente en busca del conducto uterino, rellenado el fondo vaginal de su hija…, la espesa lefa salió por completo en cinco o seis chorretones a base de varias clavadas profundas. Se sentía desahogado ¡Cuánto había deseado aquello! ¡Un deseo hecho realidad! Alargó su cuello para besar a Beatriz, tan fría, dura y bonita como su madre. Fue un beso largo y húmedo. Cuando separó sus labios la vio escupir en el suelo. No le dio importancia. Su mente se concentraba en follar más y más aquel coño, en amasar y chupar aquellas tetas y en hacer disfrutar con su dedo a aquel culo que ahora brincaba de placer como otrora lo hiciese el de su mujer.

BENITO sujetaba por los tobillos a su madre levantando y abriendo sus piernas todo lo que sus brazos le permitían, mientras de rodillas, embestía con todo el deseo animal de venganza que llevaba dentro, metiendo y sacando la polla sin cesar a todo lo largo del tronco. La enterraba hasta los huevos y la volvía a sacar sin salir su cabeza. Marta con sus piernas en una posición deshonrosa y sus brazos intentando cubrir sus tetas, resistía delante de aquellos hombres la humillación de su hijo. Aunque no le hacía daño, ninguno de los secuestradores con los que había estado antes había sido tan violento. El mete saca cesó y de nuevo Marta aprovechó para juntar sus piernas, aunque por poco tiempo. 
– ¡Date la vuelta! Dijo Benito. 
– ¿Cómo dices? Preguntó atónita – ¿Acaso me quieres montar como una yegua? Vociferó furiosa. 
Benito no contestó. No hacía falta. Ella iba a obedecer como así fue. Con gran lentitud se colocó a cuatro patas con la mirada fija en el suelo. Que le diera por el culo el pervertido de Benito le revolvía las tripas. Sin duda para ella ésta, era la mayor de todas las humillaciones sufridas durante la noche…. Primero sintió un dedo entrar y salir de ella, después notó el glande contra su ano empujando hacia adentro hasta conseguirlo. Entonces comenzó de nuevo la follada. Intentaba relajarse con el vaivén. Las manos de su hijo atraparon de nuevo sus tetas que volvían a balancearse en el aire. Pellizcaba sus pezones con las yemas de sus dedos. Unos momentos después Marta levantó la cabeza, abrió los ojos y entonces lo vio. En la parte opuesta del claro, perfectamente visible a través de los hombres que ahora ya no tapaban su visión. Descubrió a su marido y a su hija follando juntos. Pestañeó varias veces para estar segura de lo que veía. No daba crédito. Era imposible. Ese patán de Fermín, ¡se la está follando! Pensó. ¡A su hija! 
– ¡Malditos cabronazos! Estalló. – ¡Todos sois unos cerdos! 
Billy el niño se dio cuenta del descubrimiento de Marta y sonrió. Ahora estaba plenamente feliz viendo como el hijo se follaba a la madre y el padre a su hija. Había esperado aquello toda la noche. No era un violador cualquiera en busca de sexo gratuito con mujeres bonitas o jóvenes. No era ese el objetivo final de su juego particular, el sexo era accesorio, formaba parte del botín que conseguía para sus amigos. Lo que realmente buscaba era la humillación total de cada uno. Ver florecer sus más bajos instintos. Destapar sus hipócritas máscaras de familias bien avenidas. Descubrir sus secretos más sucios y rebajar su condición de hombres a la de animales depredadores y antropófagos. Seres sucios, más sucios incluso que él o sus socios.

– · –

MARTA lloraba desconsolada a lágrima viva sin poder parar de mirarlos. Veía a Beatriz brincar de placer, retorciéndose en medio del orgasmo, movía su cintura al compás de su padre mientras le abrazaba las caderas que atraía hacia sí. ¿Cómo podían follar juntos con lo que estaba sufriendo? Sobre todo por ella. Había renunciado a su dignidad, se había humillado al máximo por aquella pequeña fulana y se lo pagaba de esa manera. Y su hijo penetrándola por el culo, cuando ella ya lo había dado al subnormal para evitar que le hicieran daño al traidor. Como había podido estar tan ciega. Todo el esfuerzo por apartar los moscones que rondaban a su hija no habían servido de nada, tenía el enemigo en casa, su propio marido y su propio hijo. "No eran las amigas de Beatriz a las que Fermín intentaba camelar y que tan celosa le ponía, pensaba. Era a ella, a esa pequeña zorra." Que panorama,  pensó. Mi marido follando con mi hija mientras mi hijo me la mete por el culo. Estaba hundida, volvió a levantar la vista al cielo en busca de alguna nube pero no la encontró. 
– Ahora sí que ya nada puede ir peor. 

– · –

FERMÍN descansaba sobre el pecho de Beatriz con los ojos cerrados, estaba agotado. Respiraba agitadamente mientras oía los latidos del corazón de ella. Beatriz tampoco se movía, odiaba a su padre. Siempre le detestó por babear por sus amigas pero esto traspasaba los límites imaginables. Nunca imaginó que también se excitara con ella y mucho menos que fuera capaz de follarla…violarla. Cuando la sangre fluyó de nuevo por el cerebro de Fermín, empezó a pensar en algo que antes pasó por alto. ¿Por qué escupió Beatriz con cara de asco cuando la besó? Con la mente más fría comenzaba a pensar con más claridad. Un negro presentimiento invadió el corazón de Fermín. Levantó la cabeza y vio a Beatriz que le miraba con odio. ¿Es que no deseaba que pasara esto?, ¿por qué me la chupó entonces?, ¿habrían amenazado a mi hija…? 
 Dios mío, exclamó  – ¿Qué he hecho? 
– Follar, dijo cortante Beatriz. – Se llama follar. Y tú me has jodido... te acabas de follar a tu propia hija ¡Joder, me has llenado de leche el coño, cabrón!
Era el mismo tono que utilizaba su mujer. Vio en sus ojos la misma mirada perversa de ella. Se quedó petrificado. Sin palabras, estaba hundido con la cara roja de vergüenza. Entonces vio a Beatriz bajar la vista, Fermín siguió su mirada hasta posarla sobre su mano que aún asía uno de sus tetas. El pezón asomaba entre sus dedos. Con toda lentitud comenzó a deslizar su mano hacia un costado y la apoyó en el suelo, junto al hombro de Beatriz dejando su teta libre. Después volvieron a mirarse a los ojos. Los de ella llenos de odio, los de él, de vergüenza y arrepentimiento. 
– Y ahora, prosiguió ella. – Podrías sacarme el dedo del culo, su cara era inexpresiva. Un escalofrío le recorrió la espalda. 
La vergüenza que sentía aumentó aún más. Lentamente, como si no quisiera que ella se diera cuenta fue deslizándolo hacia fuera. Cuando lo hubo hecho, apartó la mano y la apoyó en el suelo. Tenía ambas manos a cada lado de los hombros de Beatriz que seguía apoyándose en sus caderas. Vio como cerraba los ojos a la vez que emitía un suspiro de alivio. Sin duda, meterle un dedo en el culo, resultaba muy desagradable para ella. Volvió a abrir los ojos y a mirarle fijamente. Guardó silencio durante unos momentos antes de hablar. Con cara de asco y tono sereno dijo fríamente… 
– Y ahora, si ya has acabado de disfrutar de mi cuerpo, entrecerró un poco los ojos para expresar mayor odio hacia él. – Del cuerpo de tu hija. ¿Podrías sacar la polla de mí coño y quitarte de encima? 
Fermín se había convertido en un ratón, no sólo era vergüenza lo que sentía. Había perdido por completo su posición dominante sobre Beatriz en el seno familiar donde ella hacía lo que su padre ordenaba. Él, el cabeza de familia, había demostrado ser un pobre desgraciado babeando los vientos de cualquier colegiala incluida su propia hija. Ahora estaba a su merced, igual que lo estaba bajo la de su mujer de la que siempre fue un títere. Tensó sus brazos para levantar su cuerpo y cuando se incorporó ambos miraron sus genitales acoplados, unidos impúdicamente. Beatriz con las piernas abiertas empujó a su padre por las caderas que aún tenía asidas. Su polla aún en casi erección fue deslizándose hasta que estuvo fuera de ella por completo, quedando pendulando sobre el de ella. Él quedó de rodillas, ella se apartó, se tapó con la camisa y permaneció sentada mirándole con desprecio, en silencio. Sobraban las palabras viendo rezumar la leche de su padre por la raja. Un fuerte grito proveniente del otro lado del claro cruzó todo el bosque y llamó su atención.

– · –

MARTA se encontraba tumbada boca arriba otra vez, con Benito sobre su pecho. La follaba sin parar mientras sobaba y lamía sus pezones. Nada podía ser peor. Toda la noche había sido un completo desastre. Se dejó follar dos veces para preservar a su hija que terminó follando con su propio padre, permitió que la diesen por el culo para proteger a su hijo pero éste, acabó por follársela tanto por el coño como por el culo. Nada puede ir peor, pensó. Se equivocó.  El ritmo de Benito aumentaba y sus jadeos comenzaron a ser más sonoros, eso solo significaba una cosa, la situación podía empeorar mucho más con una tercera descarga de leche en su coño. No podía concebir que su hijo eyaculara dentro del chumino desmadejado. Sería lo más pervertido, sucio y antinatural que hubiese soportado nunca. Tenía que evitarlo a toda costa ya.  
– Hijo, por favor, su voz era temblorosa. – No te corras dentro de tu madre. Benito no respondió ni hizo amago de haber entendido. – Benito, hijo mío, no te corras dentro de mi coño… por favor. 
Esta vez, había más miedo en ella. Aun así la actitud de Benito fue la misma. Marta completamente nerviosa, sentía los embates cada vez más fuertes y con mayor rapidez sin ver intención alguna que saliese de su cuerpo…, estaba a punto de perder los nervios. 
– Benito, te lo ruego, no te corras en la vagina de tu madre. Métela por detrás, vamos, métela en el culo y córrete ahí. Por favor… te lo pido por favor, ¡Benito! 
Por otro lado que más daba un lugar u otro, si ya tenía mogollón de esperma acumulado de otros dos tipos desconocidos, así pensaba Benito que arreciaba sus incursiones sin compasión en el coño de su madre. Los cuatro hombres que rodeaban a la pareja babeaban de placer con el espectáculo. Aun no podían creer lo que estaban a punto de ver. El morbo de ver a un muchacho follar y correrse dentro de su propia madre, de disfrutar con su cuerpo, de sus tetas, que sobaba como un poseso. Un muchacho cuya introversión se había convertido ahora en el más cruel sadismo. Se miraban unos a otros intercambiando sonrisas maliciosas. Benito tenía los ojos cerrados y comenzó a fruncir el ceño. Su cara se contraía, sus músculos se tensaban y el ritmo de su cadera en la penetración era cada vez mayor. Marta comenzó a gritar. 
– No…, no lo hagas. Métela por el culo, méteme la polla por el culo, es un agujero más apretado y te gustará mucho más…, estaba fuera de sí, seguía gritando. – Córrete por detrás, en el culo, córrete en el culo. 
Pero ya era tarde, Benito comenzó a disfrutar su primer orgasmo con una mujer, sintiendo un aldabonazo en su cabeza que dio el pistoletazo de salida de su semen que comenzaba a fluir a raudales dentro de ella, él era feliz por perder su virginidad, por correrse dentro del coño de una mujer aunque este fuese el de su propia madre, pese a que ese concepto no lo tenía muy claro Benito, esta era una forma como otra de vengarse. Y Marta lo notó hincharse dentro de su vagina, de ponerse muy duro percibiendo cada lechazo en lo más hondo de su útero. Empujaba a Benito, le gritaba, chilló histérica con toda su fuerza. 
– ¡METE LA POLLA EN EL CULO…! CORRETE EN MI CULO, JODEEEERR! ¡¡POR QUE ERES TAN CABRÓN!! 
El chico se deslechaba a gusto, y esa tarea le llevó casi medio minuto hasta que se aplacaron sus esténtores de placer orgásmico…, nunca pensó que podría ser tan bueno correrse dentro de un coño. Esto es un signo inequívoco por lo que la especie nunca se extinguirá, a los hombres nos gusta demasiado y hasta necesitamos inseminar a las mujeres

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PADRE E HIJA no daban crédito a lo que acababan de oír. Era la voz Marta y sobre ella estaba… ¡Benito!, la estaba montando y ella gritaba de placer con él. Beatriz miró con asombro la dantesca escena, después devolvió la mirada a su padre que mostraba la misma cara de incredulidad. Ambos pensaron lo mismo. ¡Todo el mundo se ha vuelto loco! Para Beatriz era el peor día de su vida, engañada por sus novios con su madre, violada por su padre y ahora, su hermano y su madre follando juntos. Los odiaba, los odiaba a todos, odiaba al obseso de su hermano, al pervertido de su padre pero sobre todo, por encima de todas las cosas, odiaba a la fulana de su madre. Maldita traidora, falsa. Fermín se sintió más hundido que antes, había mostrado una faceta de sí que siempre mantuvo oculta incluso para él. Era un ser vil y pervertido, se había follado a su propia hija. Era un pelele, un títere de Marta, hasta su hijo se follaba a su mujer, de la que siempre dudó su fidelidad…de la paternidad de sus hijos inclusive. Cerró los ojos y agachó la cabeza.

– · –

MARTA miraba el cielo fijamente con los ojos enrojecidos por las lágrimas, tenía los brazos caídos a ambos lados del cuerpo, las piernas completamente abiertas con las rodillas ligeramente flexionadas. Entre ellas estaba Benito, descansaba en el pecho de su madre. Su respiración aún era agitada, con los ojos cerrados acariciaba sin cesar una de sus tetas. Los hombres en corro, miraban absortos y en silencio como mudos espectadores de una función hasta que ella rompió el silencio… 
– ¿Te vas a quitar de encima imbécil, o piensas quedarte a dormir toda la noche? 
Marta iba recomponiéndose, el fuego en los ojos sustituía a sus lágrimas, la sangre fluía de nuevo por sus venas, su cara perdía la expresión de desolación para sustituirla por la de odio supremo. Había sufrido la mayor de las afrentas y el mundo se lo pagaría. Juraba por Dios que rodarían cabezas. Y esas cabezas tenían nombres y apellidos. Benito jugueteó con el pezón unos segundos más. Después se incorporó y lentamente sacó la polla del coño para sentarse en el suelo seguidamente. Cuando lo hubo hecho, Marta cerró las piernas sin prisa y se giró a un costado quedando tumbada en posición fetal. Desde su posición, podía contemplar todavía el coño de su madre que asomaba entre sus nalgas. Disfrutó con la vista de aquellos labios cubiertos de fino y suave vello con un hilo espeso de esperma rezumando entre los labios vaginales, su propia lefa o quizás las de los otros individuos que también se beneficiaron del mismo coño que le vio nacer.

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BEATRIZ notó que una manaza le cogía el brazo y tiraba de ella. Era Leonardo, a una señal de Billy el niño debía llevar a la muchacha con él. 
– Déjame en paz, gritó furiosa. 
Fermín hizo ademán de ayudarla y también le gritó, pero para su sorpresa Beatriz le contesto en el mismo tono enfadado. 
– ¿Qué pasa?, ¿acaso estás celoso?, sé defenderme solita. Le dio en plena línea de flotación. Fermín volvió a agachar la cabeza. – Suéltame, sé caminar solita, espetó a su captor, pero entonces recibió un tirón de pelo cuando intentaba recuperar las bragas que aún estaban junto a su padre. Esta vez Fermín no se movió. 
– No cariño, se quedan aquí, además… no te van a hacer falta,  dijo su captor. 
La furia que llevaba dentro se disipó al instante. Se temió lo peor, miró a su padre con cara de pánico y dijo… – Papá… 
Tampoco esta vez se movió, no era capaz. Ahora estaba sola, tenía miedo y no tenía ni a su padre para defenderla. Beatriz se alejó sin dejar de mirar a su padre cabizbajo. Le vio derrotado, abatido. Por primera vez en mucho tiempo y aun después de lo que había hecho sintió lástima por él. Cuando llegó junto al grupo, un empujón la colocó entre su hermano y su madre que acababa de incorporarse al verla, permaneciendo sentada con las piernas dobladas frente a su pecho. El grupo de hombres la miraba en silencio, estaban a la expectativa. Su hermano, sentado a unos pasos de distancia también se fijaba en ella con su mirada de pervertido que tanto odiaba. Su madre en cambio, mostraba una expresión extraña.  
Billy el niño habló escuetamente… – ¡Quítate la camisa! 
Su tono era serio, pero amenazante. Logró aumentar el miedo de Beatriz. Con dedos temblorosos comenzó a soltar cada uno de los botones de su camisa. Cuando hubo soltado todos la deslizó por sus hombros dejándola caer al suelo. Las caras de todos los hombres se iluminaron. Su madre sonrió. Eso la aterró más aún.

Benito se puso en pie al recibir una señal de Billy el niño y se acercó a Beatriz. Ésta no dijo nada, se limitó a mirarle a los ojos. 
– Arrodíllate, susurró Benito. 
Los ojos se le pusieron como platos, creía que iba a abusar de ella alguno de aquellos hombres pero no el idiota de su hermano. 
– Ni lo sueñes niñato, repuso enfadada. 
Sabía que su hermano no le quitaba ojo cuando estaban juntos, sentía como la desnudaba con la mirada, en ocasiones le había descubierto espiándola y ella aprovechaba cualquier ocasión para chivarse a su madre para que lo reprimiera severamente. Fue ella quien delató a Benito cuando se masturbaba en su cuarto con unas bragas que ella misma le había dado. Ahora se tomaría venganza y además obtendría lo que nunca antes pudo conseguir. Pero Beatriz no estaba dispuesta a obedecer a ese bobalicón, mucho menos a ofrecerle sexo gratuito. Pero entonces escuchó en su nuca la voz de Billy el niño que se había acercado por detrás. Solo fue un susurro pero todo el cuerpo de Beatriz tembló de miedo con la amenaza recibida. De nuevo miraba a su hermano a los ojos, ya no era un bobalicón pervertido, sino un peligroso violador como aquellos otros y le temió tanto o más que a ellos. Las tornas cambiaban de nuevo entre los dos hermanos. Al arrodillarse, su cara quedó frente a la polla de su hermano, la tenía dura todavía ¡Bendita juventud! Y era más grande que la de su padre, bastante más grande… 
– No puedo hacerlo, dijo al fin. Apretó los ojos, bajó la cabeza y volvió a insistir. – No voy a hacerlo, Billy el niño replicó. 
– Si no se la chupas a él se lo chuparas a ella. 



Beatriz miró instintivamente a su madre con el rostro lleno de miedo. Marta observaba la escena satisfecha de que Beatriz, la pequeña zorra traidora, sufriera en sus carnes lo mismo que ella. Al oír la voz de Billy el niño se puso tensa y en su cara se dibujó una mueca de preocupación. No contaba con ser parte activa de aquello. Madre e hija se miraban a los ojos. La imagen de su hija lamiéndole el coño produjo una arcada en el estómago de Marta. Para sorpresa de todos, Marta comenzó a separar las rodillas hasta que todo su coño quedó expuesto a todos los presentes. Beatriz abrió la boca y los ojos como platos. Casi vomitó. Marta solo lo hizo como método intimidatorio, sabía cuál sería la decisión de Beatriz después de eso. Así fue, Beatriz se giró volviendo a mirar la polla de Benito fijamente, y tras varios segundos la cogió con la mano para, acto seguido, metérsela en la boca. Le pareció una verga enorme, ninguno de sus novios la llegaba a tener tan grande… los huevos le iban a la zaga bien colgones, eran dos orondos cojones de toro dignos de un buen macho. 
Los cinco captores sonrieron para sus adentros, menudo espectáculo…. Lo cierto es que Benito además de frustrado onanista era un voyeur profesional. Tímido y retraído pasaba sus horas en casa con la nariz entre libros, tebeos y, cuando se daba el caso espionaje filial. Detestaba a su hermana pero sus hormonas no lo hacían. La evolución física de Beatriz no había pasado inadvertida para Benito, que focalizaba en ella todo su reprimido deseo sexual. Benito con los ojos en blanco recordaba cuanto había deseado ese momento, tanto tiempo haciendo guardia frente al baño para poder ver una teta o una nalga. Tanto tiempo intentando cazarla in fraganti en alguna situación indecorosa. Por fin obtenía lo que nunca llegó a imaginar. Los labios de ella le recorrían adelante y atrás produciendo oleadas de placer. También se producía un balanceo en sus tetas que no tardó en atrapar, llenando sus manos con ellas. Sintió el calor y el tacto de sus pezones. Hizo que le mirara desde abajo, el lugar donde siempre la quiso tener y disfrutó con ello. Se sentía poderoso, ni ella ni su madre tenían influencia sobre él ahora. Podía hacer lo que quisiera. Y siempre quiso ser un macho alfa. 
– ¡¡Túmbate!! Lo dijo muy despacio cargado de rencor. 
– ¿Qué vas a hacer? Preguntó en un susurro. 
– Voy a agradecerte, que aquel día me regalaras aquellas bragas con tanta amabilidad. 
– Por favor, te lo suplico, perdóname, y añadió. – Lo siento, no quería que pasara todo aquello. 
– Sí que querías. Todos me visteis en el salón, incluso la tía y la abuela. Tú estabas sonriente y satisfecha. Me tendiste una trampa.
Ahora ya no tenía el tono sereno de antes. Su voz se hacía más áspera y sus ojos se ardían de cólera.  
– Me dijiste que eran de tu amiga, que tuviste que robárselas del vestuario. Pero me diste unas tuyas. ¡Me diste tus bragas! 
– Perdóname, te lo compensaré. Te lo prometo. 
– Ya lo creo que lo harás. ¡¡Túmbate de una vez!! 
Su madre oyó la conversación con una mueca de desconcierto en su rostro. Desnuda, con todos aquellos hombres mirándola, con su madre disfrutando de su sufrimiento Beatriz se encontraba más sola que nunca, estaba llorando. Ahora ya tumbada sobre la hierba, tapaba sus tetas con las manos mientras mantenía las piernas juntas y flexionadas. Benito, sin ningún esfuerzo las abrió ampliamente. Disfrutó con la vista de su amplio pubis completamente depilado, un chochito listo para disfrutar por tantos novios que habían pasado por ahí…, lo acarició, sabía que su padre también había  estado allí tan solo hacía unos momentos… ahora le tocaba a él estar dentro de su hermana. De nuevo Billy el niño y sus secuaces intercambiaron miradas maliciosas. 
– A su hermana, se va a follar a su hermana, susurró de nuevo Saúl. – Es increíble este chico. 
Acercó su polla al coño de ella, separó sus brazos para contemplar sus tetas, miró a su madre, la gran protectora de su hermana que tanto sufrimiento le había dado, enfiló su glande orondo y reluciente…más tenso que nunca, en la boca del coñito de Beatriz, se abrieron sus labios y allí encontró la entrada. Con un golpe de cintura empujó para dentro y comenzó a penetrarla. Comenzó a follarla lentamente, embestía a su hermana tal y como antes se había follado a su madre. Se agazapó sobre Beatriz y besó su cuerpo, su cuello e incluso sus labios que ella no se atrevió a privarle. Gozó todo lo que pudo con ella. Billy el niño estaba pletórico. No era la primera vez que conseguían relaciones familiares de aquel tipo. Ese era su pasatiempo favorito. Lo más irónico de todo es que jamás nadie denunció un solo caso de abuso puesto que la vergüenza siempre era más fuerte que el afán de justicia. ¡¿Quién se expondría a confesar como se había acostado con un familiar tan cercano?! Nadie quería tal deshonra. Incluso en ocasiones asaltaban la misma casa disfrutando de nuevo una y otra vez con las mismas personas.

– · –

BEATRIZ no se movió durante el tiempo que Benito disfrutó follándola metiendo y sacando su ariete del apretado coñito de su hermana resabiada. Ni la más mínima resistencia, ni una sola protesta, ni el más leve gesto de desaprobación o asco que pudiera causarle un desaire. Padeció inerte los excesos de su hermano que la hundía con contundencia, sentía el badajo entrar en sus entrañas con mayor claridad que el de su padre, por tener una polla de mayor diámetro, longitud y hasta de mayor dureza. Al igual que ocurriera minutos antes con Marta, Benito follaba el coño de Beatriz con ansia, sin embargo y aunque detestaba a su hermana, a ella no la follaba con odio sino con deseo, el deseo acumulado durante largos años. Amaba su cuerpo con lujuria y quería obtener de él todo su candor, así que pese a haberse corrido dentro de su madre, la excitación extrema de follarse a su hermana lo llevaría al precipicio del orgasmo mucho antes de lo esperado por él. Su ritmo se fue incrementando poco a poco, era más frenético incrustando todo el cipote hasta los mismos huevos una y otra vez en una cadencia demencial hasta que llego el momento del orgasmo tan solo cinco minutos después de penetrarla. Sus músculos se tensaron, sus manos apretaron las tetas de ella y todo el semen que aun guardaba, lo eyaculó dentro del coño de su hermana que lo recibió paciente y resignada, consciente que se mezclaba con el abominable esperma de su padre…, ambas lechadas incestuosas copaban su útero, y ambos la habían follado sin contemplaciones ni misivas. ¡¡A pelo hasta vaciar sus gónadas!! Benito descansó sobre ella con los ojos cerrados y la respiración cansada, una vez consumado el acto vengativo. Solo entonces pudo oírla decir algo, solo fue un susurro casi inaudible que no llegó a comprender. 
– ¡Lo siento Beni…!
Pasaron unos minutos en los que nadie se movió, el falo enterrado en el coñito de su hermana inseminándola a conciencia y los secuestradores disfrutaban de aquello. El morbo de ver a los dos hermanos acoplados satisfacía los deseos de todos ellos, sobre todo de uno, Billy el niño. El silencio dominaba la noche, no se escuchaba ni un respiro. Nadie se movía. 
– ¡Vámonos! Dijo de repente el cabecilla. 
Los cinco hombres desaparecieron por el camino forestal, tres de ellos con sus testículos vacíos de esperma, los otros dos aun cargados, les esperaban las putas de club de carretera. Se perdieron en la oscuridad sin decir palabra, sin discursos, como si no hubiera pasado nada. Alegres de haber conseguido todo cuanto desearon. Habían disfrutado de buen sexo con las mujeres, les habían robado su dinero, su intimidad pero sobre todo su condición de seres humanos racionales. Eso les hacía sentirse mejores que ellos, más poderosos. El claro del bosque volvió a quedar en silencio. Permanecieron inmóviles, incrédulos al ver desaparecer a aquellos pervertidos por arte de magia. Con ellos se fue también el terror que sentían. Poco a poco cada uno volvía a recuperar su estatus dentro del seno familiar. 
– ¡Levántate! ¡Vamos cabrón sácame ya la polla del coño! Dijo al fin Beatriz a su hermano. 
Benito vio desaparecer aquellos hombres y con ellos también desaparecía su poder sobre aquellas mujeres. De nuevo cambiaban las tornas y de nuevo volvía a tener su estatus de ratón. Se separó de su hermana rápidamente, nervioso vio desenterrar su falo impregnado de jugos vaginales y semen… y del coño de Beatriz manaba un gran reguero de semen. Ésta se incorporó despacio sin dirigir la mirada a su hermano. Cuando Marta fue consciente de su libertad comenzó a hablar, y lo hizo a gritos… 
– ¡Malditos cerdos hijos de puta! Bramó. 
– Tú… pequeño judas, tú… maldito violador en serie ¿¡Cómo has podido follarte a tu propia madre!?
Cabizbajo, Benito aguantaba la bronca como había hecho siempre, en silencio. 
– Cerdo hijo de puta… ¡Me has dado por el culo, cabronazo!, ¡Te has corrido dentro de mí! 
Los gritos eran audibles desde muy lejos. Incluso Billy el niño, en su paseo hacia su coche, podía oírlos. Y eso, una vez más, le agradó. Ahora estaba de pie con los puños apretados, su cara roja de ira y el pelo enmarañado lleno de hierbajos le daba un aire de bruja malvada. Vociferaba como una loca, insultando a todos y cada uno…. 
– Y tú, ¡puta!, como has podido follar con tu propio padre, fulana traidora. 
– De la misma manera que tú follas con mis novios, respondió airada. 
– ¿¡Qué…, de que hablas!? ¿Con esos delincuentes drogadictos?, ¿estás loca? Gritaba. 
– No te hagas la tonta, bien te jactabas antes mientras follabas con tus amiguitos, contestó. 
– ¿Follaba…? Quedó paralizada al oírlo. – ¡ME ESTABAN VIOLANDOOO! Estalló. – Me he tenido que dejar montar por una banda de anormales por vosotros… 
Motas de saliva salían disparadas de su boca cuando gritaba mientras las venas de su cuello amenazaban con reventar. 
– Nunca he visto a nadie gemir de placer mientras la violan, espetó. – ¡Porque me obligaron a hacerlo! Contestó fuera de sí. 
– Me amenazaron con violarte a ti si no lo hacía, sus ojos querían salirse de las cuencas. Esto dejó fuera de juego a Beatriz por un momento. 
– Y… lo del tatuaje… de Rudy… ¿cómo lo sabían? Titubeo insegura. 
– ¿De qué tatuaje me hablas? Yo no he hablado con nadie de ningún tatuaje, contestó a voz en grito. 
– Él sabía que Rudy tenía un tatuaje en la ingle porque tú se lo contaste. Si no has sido tú ¿quién se lo ha dicho? Prosiguió Beatriz. 
Al oírlo Benito, soltó un gemido de angustia, quiso que se lo tragase la tierra. Ambas mujeres lo miraron durante un buen rato en silencio, atónitas. Súbitamente comenzaron a entender muchas cosas. Cosas sobre Billy el niño y sus maniobras. Los gemidos, el tatuaje, la curiosidad por Fermín…. Las dos miraban a Benito con intriga. Cuando éste les devolvió la mirada de culpabilidad, el odio se apoderó de Marta que comenzó a caminar hacia él. Beatriz cayó de rodillas al suelo abatida, el descubrimiento cayó como una losa sobre su cabeza. Las maquinaciones de aquel hombre la habían llevado a chuparle la polla a su padre, dejarse follar por él y por su hermano. Marta se colocó en pie frente a Benito que permanecía sentado, casi sobre él, con las piernas abiertas y los brazos en jarras. Al levantar la mirada pudo ver el húmedo coño de su madre, que ya no se molestaba en ocultar, más arriba su tetas se balanceaban con cada grito y entre ellos su cara roja de ira con sus ojos inyectados en sangre. Ya no era una visión agradable para él. 
– Pequeño bastardo, ¿que más les has contado? Marta vociferaba de nuevo. – ¿Cómo sabían lo que se dice de mí? 
Al decirlo se agachaba más y más lo que hacía pendular sus tetas sobre la cabeza de Benito mantenía el silencio. A lo largo de los años descubrió que era mejor callar, pues cada vez que abría la boca no hacía sino empeorar la situación… 
– ¡Habla de una puñetera vez pequeño cabrón! Me he dejado dar por el culo por ti. Y tú vas y me follas puto Edipo pervertido.
Entonces agarró con fuerza la cabeza de Benito con las dos manos y empujó la cara contra su coño aún empapada por culpa de los hombres que habían pasado por allí, incluido él…. 
– ¡¿Te gusta cabrón?! ¿Te gusta maldito niñato? ¿Sabes lo que me has hecho? Gritaba llorando mientras le restregaba la cara por su pubis dejándole la cara impregnada de semen y fluidos vaginales. – ¿Sabes lo que has hecho a tu propia madre?, ¡habla de una vez! 
– ¿Co…cómo?, ¡pero si yo no sé qué se dice de ti! Se atrevió a contestar como pudo. – Además, tú eres la que les ha hablado de mí ¿cómo sabían que me pillaste aquel día en mi cuarto haciéndome una paja?
Preguntó armado de valor. Ahora eran madre e hijo los que se miraban incrédulos. La voz de Fermín rompió el silencio. 
– ¡Vayámonos de aquí cuanto antes! Dijo. Giró la cabeza hacia su marido y preguntó… – ¿Cómo lo sabía? Lo repitió en un tono sereno e inquisitorio aun con la cabeza de Benito entre sus manos. 
– Se lo dije yo, su voz sonó tranquila. – Pero,… ¿por qué? Masculló Marta incrédula. 
– Porque tú les contaste mi problema de eyaculación, porque tú les dijiste que me gustaban las jovencitas, porque tú les contaste cuánto te gustaba que te metiese un dedo por el culo cuando lo follábamos. Porque te oí gemir de placer mientras galopabas sobre uno de ellos
– Me obligaron, lo juro. Dijo en voz baja y aun llorando. 
– Te manipularon, como a todos, rebatió Fermín. – Sacaron lo peor de cada uno de nosotros, y cuando dijo esto miró a Beatriz. 
Marta miró de nuevo a su hijo. Estaba destrozada hecha un mar de lágrimas por todo lo ocurrido, pero más aún por haber sido una muñeca con el que aquellos hombres se divirtieron. Se sentó a horcajadas frente a Benito, entre sus piernas, con sus manos aun a ambos lados de su cabeza. Le miró fijamente durante unos segundos y le preguntó… 
– He pasado la peor noche de mi vida, ¿por qué me has hecho esto?, ¿tanto me odias? 
– No más que tú a mí, respondió cabizbajo. 
– Yo no te odio, eres mi hijo, ¿qué te hace pensarlo? 
– Por el trato que siempre me has dado, por lo cruel que eres cuando fallo en algo, por la humillación de aquel día hace un año. ¿Por qué te enfadaste de aquella manera tan irracional? Marta lloró con más fuerza. 
Tardó un rato en responder… – Porque aquellas bragas no eran de tu hermana, contestó. – Eran mías.
Benito quedó petrificado con los ojos como platos. Miró a Beatriz que le miraba a su vez, con ojos llorosos. 
– ¿Me diste las bragas de mama? Preguntó 
– ¿Me hacía pajas oliendo sus bragas? 
– Lo siento, dijo Beatriz. 
– No lo sabía, creía que eran de su amiga…  dijo a su madre. – No sabía… 
– Lo sé, interrumpió Marta. – ¿Pero… por qué me has hecho creer que eran de ella todo este tiempo? 
– Beatriz me dijo que te había visto entrar a tu cuarto con una de sus bragas. Cuando yo entré, te vi desnudo sobre tu cama con la polla en la mano y sus bragas tapándote la cara. No lo pensé más, me puse furiosísima. Te castigué y humillé por la rabia de saber que eras un pervertido al que se le ponía dura con su hermana. Hasta después de aquello no me di cuenta que aquellas bragas eran mías, pero preferí no destapar el error por vergüenza. Prefería que tu abuela no supiera que era yo la que te la ponía dura. 
Abrazó a Benito y le rodeó con sus piernas mientras apretaba la cabeza de él contra su cuello. Beatriz, en pie, miraba en silencio la escena cuando la voz de su padre sonó tras ella. 
– Beatriz, comenzó a decir. Ella volvió la cabeza y le miró con ojos tristes. – Nunca podré reparar mi error, sé que te he hecho mucho daño, lo siento. 
Sin embargo, algo se había roto entre ellos, para Beatriz, ella ya no era su hija ni su protegida. Varios minutos más tarde recogieron parte de los enseres desperdigados junto a la caravana y se marcharon de aquel lugar al que no volverían nunca ni del que hablarían a nadie. Solo ellos sabrían lo que pasó aquella noche. En la distancia, Billy el niño pudo ver las luces de un vehículo atravesar el bosque y desaparecer. Tenía en su bolsillo documentación de Fermín en la que se leían claramente sus datos, junto a su dirección. Y eso, una vez más, agradó a Billy el niño.

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