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UNA HISTORIA DE AMOR. Y si tú no has de volver...

    "Y si tú no has de volver" 1ª PARTE "Una para el otro y otra para el uno". Esa frase la repite una y otra vez mi ...

La viva imagen de mi Esposo. 2ª parte

 




3º Capítulo. Alejo se acerca más a mí

No hace el menor intento por responderme, acierta a quitarse los zapatos, y una chaqueta fina, antes de quedarse dormido como un tronco. Le traigo un manta y le arropo, me siento tentada de desabrocharle los pantalones y el cinturón, dormir así es malo, pero las malinterpretaciones que pueda ocasionar, son peores. Me dirijo a mi habitación, y me doy una ducha para quitarme la sensación de sudor y fluidos de encima…, me froto con vehemencia mi vagina e intento expulsar de dentro de ella lo más que pueda del esperma de mi amante ocasional, sé que no vale la pena porque me ha metido la leche bien dentro y parte de ella ya está subiendo por las trompas de Falopio, pero me alivia mentalmente. La enjuago dejándola lo más limpia que se puede quedar. Busco a tientas una prenda cómoda, pero no me quedan, así que me pongo un tanga negro de los que uso poco, y el camisón para dormir. Me cuesta hasta que pasan unos minutos, y mi hijo deja de hacer gritar a la muchacha, pienso un instante en lo que le debe de hacer, con esa sexualidad juvenil tan experta de hoy en día, o si es que Rodrigo la tiene bien grande. Es para distraerme, ya que en realidad, lo que estoy pensando es que Alejo está en mi sofá, y me maldigo. Lo de Emilio no ha servido de mucho, o al menos, no me ha borrado a ese clon joven de mi esposo de la cabeza.

Lo primero que siento es esa mirada clavada en mí, no sé cómo, pero sabes que te están observando, y me despierto tumbada boca abajo en mi cama. Me giro y veo a Alejo en mi puerta, mirándome algo cansado, parece que acaba de llegar a mi puerta a pedir algo, tal vez algún sonido me haya desvelado.

Perdóneme…pero…ya es de día, y me encuentro algo mejor, sólo quería despedirme antes de irme, agacha la cabeza enseguida.

Claro, no pasa nada…,

Es cuando al girarme me doy cuenta, el camisón se me ha subido al vientre, y el chico ha tenido un buen primer plano de mi trasero en tanga, todo el tiempo que estuviera allí. Disimulo al levantarme, colocándomelo con cuidado, y saliendo con él al pasillo.

– Le pido mil perdones por esta noche, no pretendía que esto ocurriera, es que bebí mucho, y no me supe contener. Al decirlo, me acaricia el brazo con gentileza, y su tono de voz, aunque con algo de lastima, es firme.

Todos hemos sido jóvenes, y la resaca te va a enseñar a controlarte…anda, si quieres puedes quedarte un rato en el sofá, todavía es pronto.

– Muchas gracias, pero no, ya he abusado de su hospitalidad, además tengo que ir a sacar a mi perro, que lleva toda la noche sin ver la calle el pobre, pero de verdad, no sé cómo agradecerle todo, Laura, es usted fantástica, y de sopetón me da un abrazo que me envuelve entera, y aunque me pilla algo adormecida, me alzo para recibirlo, y sentir su cuerpo. Hasta al separarse, tiene la osadía de darme un beso en la mejilla que me encandila.

Eres un encanto.

– No lo soy, me he excedido….y espero no haber ahuyentado a nadie…, ahora sí, me quedo hecha una piedra, “¿Se refiere a Emilio?, ¿Le llegó a ver?”

Me parece que Rodrigo y su amiga no han pensado mucho en ti…, improviso al paso.

– Estoy de acuerdo, una sonrisa tibia me dice que no ha colado.

Se marcha y le sigo hasta la puerta, la verdad que con algo de luz y esa ropa, una camisa a cuadros y un vaquero rojo, está para comérselo, pero sacudo la cabeza negándome esa idea, y le digo adiós con la mano. Me vuelvo a la cama, y me levanto el camisón para ver en el espejo la imagen que se ha llevado el muchacho de mí, “Sí señor, una buena forma de empezar el día”, no recordaba que me quedaran tan bien los tangas, tengo el trasero precioso y ayuda mi tono de piel….Bueno tengo la piel algo morena debido a los rayos uva del gimnasio, pero me había hecho un análisis con rayos ultravioleta y tenía una edad de piel de no más de veinte años. Me avergüenzo un poco al pensar en haberme ofrecido tan desnuda, y sigo durmiendo.

Mi despertador suena un par de horas más tarde. Son las diez de la mañana y mi sábado comienza. Me doy una buena ducha, y al vestirme, por primera vez en mucho tiempo, escojo un tanga fino y me pongo las mallas grises ajustadas del gimnasio, con un top azul ceñido y una camiseta blanca por encima. Al mirarme el trasero en el armario, me reafirmo, con esta cinturita y este trasero, voy espectacular. Voy a la cocina con mi bolsa de deporte preparada, y empiezo a desayunar. Media hora más tarde sale la joven del cuarto de mi hijo, trata de pasar desapercibida pero la llamo, y tengo una conversación de chicas, mezclada con madre preocupada. Me alegra saber que han usado protección, “Ya ha hecho más que yo” me juzgo, y que la chica es algo más avispada de las habituales, pero ha caído en las garras de Rodrigo, como muchas antes.

Me ofrezco a llevarla a algún lado mientras mi primogénito sigue durmiendo a pierna suelta. Ambas nos vamos hasta una parada de metro cercana, y nos despedimos. Voy al gimnasio con ánimos renovados, quien diría que una noche como la pasada, carga las pilas. Me paso una hora corriendo en la cinta, y luego otra en clases de aeróbic musical. Debo estar radiante, hasta el morenazo que da la clase me dedica unas miradas cuando pongo el culo en pompa, y me siento renacer a cada comentario de mis compañeras, diciendo que se me ve llena de luz, y que estoy resplandeciente. Paso media hora en la sauna, y luego otra en el pequeño spa, la mezcla de aguas y masajes me hace abrirme como una flor, y cuando me ducho, me pongo un culote negro bajo una falda blanca y un polo azul claro.

Regreso a casa justo a la hora de comer. Rodrigo se acaba de levantar, y apenas lleva un calzoncillo tipo bóxer y una camiseta de tirantes. Comemos algo que he traído de camino, trato de hablar con él de la chica o de la borrachera, pero no me hace caso, y pasamos la tarde paseando por un parque cercano. Me cuesta mucho hacerle que me acompañe, puesto que quería descansar, ya que hoy vuelve a salir. Tomamos un helado, y consigo que me hable un poco, pero se acercan las ocho de la tarde y su móvil empieza a sonar. Casi corremos a casa, y se mete en su cuarto, pone la música a todo trapo, y empieza su ritual de ducha y vestirse, hablando por teléfono, riéndose y diciendo burradas. Me espera otra noche de sábado tirada en casa, viendo la televisión, cuando suena el telefonillo. Voy a abrir, y escucho la voz de Alejo.

– Sí, vengo a buscar a Rodrigo, ¿Baja ya? miro de reojo, la música sigue a todo trapo.

Va a tardar un rato…si quieres, sube, y le esperas conmigo, otra oportunidad de jugar con él se me presenta, ya que lo de esta mañana ha sido muy fugaz.

– Sería un placer.

Le abro y espero en la puerta emocionada por su llegada. Me gusta verle subir por las escaleras, es un segundo y tampoco es tanto esfuerzo, pero al llegar le da un aire alegre que me llama mucho la atención. Según me ve, me da un abrazo tierno, y me besa la mejilla otra vez, me vuelve loca que haga eso, y le aprieto contra mí un poco para que dure más. No es el hecho en sí, es que es la tercera o cuarta vez que nos vemos, y ya me trata como a su mejor amiga.

Buenas tardes Laura, la veo genial.

– Gracias, Alejo, y tú estás bastante mejor que esta mañana…, un primer comentario para que se acuerde de mi trasero en tanga.

Ah, discúlpeme de nuevo, de verdad que no quería…, me río en su cara, y le sujeto del brazo un segundo.

Estaba bromeando, no te preocupes por nada.

Le hago pasar y me siento en el sofá. Él me sigue, pero me da tiempo a verle al completo. Va peinado perfectamente, el pelo con sus dos dedos de largo bien engominados a un lado, barba de tres días cuidada, nariz algo torcida, camisa amarilla que le queda muy justa en el pecho y los brazos, con unos vaqueros azules muy ceñidos y el cinturón de cuero marrón de ayer, junto a zapatos de vestir. Nada más sentarse a mi lado, me llega el impacto de su abundante colonia, es mucho más fuerte y potente que la de mi hijo, y hasta que la de Emilio, parece que se haya echado medio bote de perfume encima.

Bueno, ¿Y qué tal ayer? Rompo el hielo, tomando una postura algo más informal.

Puf, mejor no pregunte, Rodrigo al final se llevó a una chica, estaba muy pesado con ella, y me tuvo entretenido a sus amigas a base de copas, y al final…

– Ya he visto a la chica esta mañana, parece un cielo de niña.

– Y lo es, a Rodrigo se le antojó, y bueno…ya le conocemos, me hace sonreír al hablar de él así.

Lo dices como con pena.

Bueno, no es que quiera faltarle a su hijo, pero esa chica vale bastante más que para un polvo de una noche.

– Ojalá la llame más adelante.

No creo, ya he hablado con Rodrigo, me ha dicho que hoy vienen unas amigas de la universidad, y que una de ellas está loca por él….

– Vaya con el galán…

– ¿Sabe usted, como mujer preciosa que es, podría contestarme a una pregunta? Abro la boca algo ofendida, pero en realidad me ha gustado que lo diga de pasada.

Claro, aunque ya no soy tan preciosa…, se la dejo botando.

Claro que lo es, pero el tema es que no entiendo que las mujeres se vayan con tipos como Rodrigo, cuando hay tipos más atentos y buenos, que las tratan bien…

¿Cómo tú…? Abre la boca, pero se calla, viéndose pillado. Sonrío….  La verdad es que somos algo raras, tenemos que apreciar algo es esa persona que nos guste, y luego que nos haga sentir cosas.

– Pues su hijo tiene un don, yo no logro encandilarlas así.

– Bueno, es que las chicas que se acuestan con uno en la primera cita, no son muy de tu estilo.

¿Mi estilo? No sé cuál es.

– Pues eso, un buen chico, educado, respetuoso y un caballero, a ti te van más chicas que piensan antes que actuar, algo más traviesas y juguetonas que una que se vende al primero que pasa.

– Tal vez tenga razón, y deba fijarme en otro tipo de mujer, no sé, más adulta e interesante. Me dedica una mirada muy perspicaz, le sonrío de forma dulce, y le acaricio el muslo con ternura.

 Claro que sí, tú hazme caso, la que solo buscan a los canallas se quedan solo con las panzas.

El juego me atrae, pero Rodrigo sale de su cuarto, gritando que donde están sus pantalones favoritos. Alejo se pone en pie, y me acompaña hasta la colada, donde los tengo planchados, me los coge de las manos y se lo lleva a su cuarto. Pasan una media hora allí, antes de salir los dos, hechos unos pinceles, “Hoy me encuentro a otra saliendo de mi casa.”, me digo a mí misma.

Mamá, nos vamos.

– Pasarlo bien, pero no bebáis demasiado, que si no… Alejo me asiente con guasa.

No prometo nada…

– Un placer verla de nuevo, ahora soy yo la que se acerca y le da el abrazo, me besa en la mejilla acercando sus labios a mi comisura como por error, y con algo de sorna, le palmeo la espalda para darle ánimos.

A por ellas, tigre.

– Vamos, tío, que van a llegar pronto.

– Quizá debiera acompañarnos de fiesta, así me conseja…, le miró pensando que bromea, pero no hay atisbo de risas.

¿A dónde?, ¿A bailar a una discoteca hasta las tantas? No, Alejo, que apuro, con lo vieja que soy para esas cosas…además no voy nada arreglada y tenéis prisa, me ha dejado tan estupefacta la invitación, que me veo fuera de sitio.

Va guapa así tal cual, Laura, no se libra, vengase, me vendrá muy bien para dar celos a más de una con tenerla a mi lado, ¿Se viene conmigo a pasarlo bien?

– No seas bobo, ¿Cómo voy a ir yo hoy?

– Pues si no viene, yo no veré motivos para venir a comer aquí, se cruza de brazos, cabezota.

Casi ni me acordaba que le había invitado a comer, y ante su sonrisa, no puedo negarme.

Vale, pero hoy no, otro día, concedo ante su insistencia.

Genial, me rodea con los brazos por toda la cintura, cosa bastante fácil con sus grandes brazos y mi talla, y me alza medio metro sin dificultad…. Es la mejor, Laura, me baja unos segundos más tarde, casi me ahogo de la risa, pero me vuelve a besar la mejilla, y se va dando saltos alegres.

Este chico tiene algo que me encanta, hace media hora que se han ido y todavía estoy riéndome, pensando en su fuerza elevándome como si nada, en mis tetas rozando su cara, en sus manos cerca de mi trasero. Ahora encima un día de estos me sacará de mi apatía, llevándome a discotecas llenas de jóvenes, seguro que solo para exhibirme, y es una idea que no me desagrada para nada.

Ceno pensando en lo estúpido que puede ser verme salir por ahí con mi hijo y sus amigos. Carmen me llama, y le cuento por encima algo de lo ocurrido con Emilio, me dice que se ha marchado esta tarde, que tenía que operar a alguien, confirmándome que he sido su distracción. Charlamos un rato más, pero de vanidades, y cuando la cuelgo, me quedo traspuesta en el salón. Me despierto sobre las tres de la mañana, apago la tele y me voy a mi cuarto. Al ver mi cama me da asco, no que no esté Ulises, sino que no hay nadie, y me desnudo al son de una música triste y melancólica. Me dejo el culote y me pongo el camisón. Me quedo dormida enseguida, pero tras unas cuantas horas, escucho la puerta de la casa. Me levanto de un salto y me asomo al pasillo. Me asusto como solo puede una madre cuando veo a mi hijo ido, anadeando a duras penas colgado del brazo de su amigo.

¿Pero qué ha pasado? Digo alarmada al salir despedida y coger de la cara a Rodrigo, que apesta a acetona.

Nada…mamá, déjame…voy bien….es el puto imbécil del bar, que me ha puesto garrafón…, miro a Alejo, casi acusándole.

No digas tonterías… te has tomado cuatro copas seguidas por impresionar a una chica… y te ha dado el bajón. Le alza con algo de molestia por el peso, y me mira. No se preocupe, ya ha vomitado la mayor parte de lo que ha bebido, ahora solo queda acostarlo, y que se le pase la castaña, pese a ir palpablemente más sereno, también está un poco ebrio.

Por dios, que sustos me das Rodrigo…, mi tono es ese agudo que hiere, que se mete en el tímpano. Joder, mamá, que ya no soy un crío.

– Pues deja de comportarte como tal, le fulmino con una mirada seca, pero Rodrigo no está, sus ojos miran a su cuarto. Anda, mételo y ayúdame a desnudarlo antes de que se duerma.

Alejo no dice nada en lo que tardamos en desvestirlo, obedece cual cómplice de la tragedia, tratando de que no se le note a él su propia ebriedad. Rodrigo se hace una bola al instante, y le doy un beso tierno de madre, ya tendré tiempo de gritarle mañana. Le dejamos acostado y salimos del cuarto, donde Alejo se muestra mucho más entero, supongo que su corpachón le ha valido para no caer redondo como mi hijo, pero está muy afectado, se le huele el alcohol del aliento, y se tambalea, mirándome de reojo cual colegial.

¿Y tú estás bien, o también tengo que arroparte? Le digo, aún furiosa.

No…aunque no me molestaría en absoluto,aprieta los labios como queriendo haberse callado eso.

De verdad, esta juventud…, me hago la ofendida. Puedes quedarte en el sofá como ayer, hasta que estés mejor.

– Gracias… de nuevo… Rodrigo….Rodrigo no sabe la suerte que tiene de tenerla a usted de madre.

– Eso es verdad.

– Es muy maja…me trata muy bien, y yo aquí borracho como un idiota, preguntándola por chicas, con lo guapa que eres y el cuerpo de infarto que posee. Que esté sola es porque usted no desea, se ríe entre dientes, arrastra las erres y no vocaliza del todo. Decido no tomárselo en serio.

Vas tú bueno también…Anda, ve al salón, ya te llevo una sábana.

Voy a por la manta, y al volver me encuentro la camisa de Alejo en el reposabrazos, perfectamente doblada, y al propio muchacho boca arriba, con el pecho al aire, fornido y con algo de vello, pero muy poco. También observo unos calzoncillos azules tipo slip, marcando un paquete sobresaliendo por los vaqueros abiertos con la cremallera bajada. Me quedo paralizada, cuando Alejo se alza y coge de mis manos las sábanas, me da unas gracias algo eructadas, y se medio tapa.

Descansa.

– ¿Y mi besito de buenas noches? A Rodrigo se lo has dado, me río asombrada, su tono es lastimero a más no poder.

¿En serio me pides un beso de bebé?

– Era broma, no se atrevería…, me pica en el orgullo, sé lo que intenta, pero caigo igualmente.

Anda que no, ven aquí, niño de mamá…, se gira para poner la mejilla, y como perra vieja que soy, le sujeto la cara para darle un cálido beso, evitando giros de cara sorpresivos. Buenas noches.

– Ahora seguro que lo son…, me saca una carcajada. …pero podrían ser mejores.

Se lanza y me sujeta de la cintura, haciéndome caer lentamente sobre él. Parece algo erótico, pero es cómico, torpe y muy hosco.

– ¡Por dios, Alejo, suéltame!

Le digo entre risas, la sensación de sus brazos enroscándose por mi cadera, pegándome a él, me encandila, y me dejo sobar un poco, aunque tampoco es que me meta mano, pero el camisón es muy corto. Noto la fricción de mis piernas desnudas en sus vaqueros, el culote enganchándose con la hebilla de su cinturón, y mis tetas aprisionados bajo el satén, cerca de su cara.

Quédese a dormir conmigo, se lo ruego.

Mi poco peso no le cuesta nada para acomodarme en el sofá, usándome de oso de peluche.

Para hombre, déjame, soy la madre de Rodrigo, tú estás borracho, y no me apetece.

Me sorprendo no dándole un bofetón y sacándolo a patadas de mi casa, pero es que me encanta sentir esa fuerza cariñosa. Me tiene tumbada entre él y el respaldo del sofá, cara con cara, con su rostro encajado en mi pecho, se las ha apañado para usar uno de mis brazos de almohada, y rodeo su cabeza con mis bracitos diminutos en comparativa con él, con mis piernas estiradas entrelazadas con las suyas, notando algo de presión en mi cintura, aplastando uno de sus antebrazos. Podría hacerme lo que quisiera, sus manos recorren mi espalda con un rítmico sube y baja, y con tanto arrebujarse, creo que noto su paquete en mis muslos, pero en cambio no se aprovecha de mi aparente docilidad, y parece que se va a quedar dormido….

Hueles a rosas…, masculla una última vez, inhalando de mi cuello.

No me lo creo, ha caído rendido. Estoy como un peluche, no me puedo casi mover sin pasar por encima de él, y la verdad, es que no me importaría pasar así la noche, mi cama está vacía y muy fría. Hago un esfuerzo titánico por no echarnos la manta por encima y dejarme llevar en sus brazos, que es lo que deseo. Me quedo un buen rato mirándole dormir, acariciado su pelo, hasta que siento menos presión en sus manos, y me puedo zafar de su cálido encierro. Le tapo con ternura, y me llevo las manos a la cara, algo abochornada, ¡¿Pero qué demonios?! Me ha hecho sentir genial esa bobada. Me voy a mi cama con algo de pena, aunque sueño con Alejo, y sus abrazos.

Al sonar el despertador me levanto a mirar el panorama. Pese a un primer intento de ir al salón, mi instinto maternal me lleva con Rodrigo, que está tal cual le dejamos. Al entrar algo de luz al abrir, se queja como un vampiro, y al preguntar como está, se echa la sábana por encima, gruñendo. Ahora sí, voy al salón, y me borra la sonrisa no ver a Alejo, ni su ropa, ni la manta. “¿Se habrá ido a casa?” Voy a la cocina, y me lo encuentro allí sentado, desayunando, con la ropa puesta y la manta doblada en una silla. En la mesa se ve una bolsa de bollos de la panadería de abajo, y un zumo abierto

Buenos días, Laura…he traído el desayuno, espero no haberme propasado al coger sus llaves de la entrada.

– Ah…no, tranquilo, no debías haberte molestado.

– Algo me dice que sí, ayer… ¿Cómo está Rodrigo?

– Se queja de la luz, así que está vivo… ¿Y tú?

– Yo…debe pensar que soy un idiota, dos noches seguidas llegando a su casa borracho…y anoche no me acuerdo de mucho, eso casi me da pena.

Bueno, no hiciste nada malo que yo sepa.

– Menos mal, cuando me pongo así, entro en un estado meloso que…me pongo pesado.

En realidad…al acostarte en el sofá, me pediste un beso de buenas noches, al decirlo, se le abren los ojos como platos.

¡No me diga eso! Pufff, qué vergüenza…Se está poniendo rojo, y eso me dice que no es mentira, no se acuerda de eso, ni del momento “oso de peluche” conmigo. Para ser algo que hace un borracho, no es tan malo.

Mil perdones, no sé cómo decirlo ya… quizá, quizá no debería volver a subir a su casa. La cara de alarma que pongo se me debe notar rápido.

No digas estupideces, prefiero que vengas de vez en cuando, así controlas al loco de mi hijo.

– ¿De verdad no le molesta?

– Ni mucho menos…dame unos de esos bollos, que estoy famélica.

Me paso un rato desayunando sentada frente a él, contándome lo que recordaba de esa noche. Conoció a una chica, quiso hablar con ella, pero Rodrigo se la pidió, luego él bebió mucho no consiguiendo nada, hasta levantarse en el sofá. Yo le cuento, “sin detalles”, lo que ocurrió en casa, y luego mira la hora asustado.

Es tarde, tengo que ir a casa, mi pobre perro…

– Si me das unos minutos, me ducho y te llevo a casa, antes de ir al gimnasio.

– No, Laura, eso sería demasiado…

– Que no es molestia, Alejo, recoge un poco el desayuno, si me haces el favor, y yo voy al baño, asiente gentil.

Me pego una ducha fugaz, y tiento a la suerte con otro tanga, de hilo diminuto, unos leggins negros y un top blanco. Al salir, Alejo aparta la mirada ruborizado, me gusta que pueda generarle esa sensación. Bajamos al coche y me indica su casa, algo lejos. Al llegar se baja, y como he aparcado bien, me bajo con él, la verdad es que quiero el abrazo y el beso en la mejilla, a los que me está acostumbrando.

Es usted mi ángel particular.

Bobo, anda, sube a casa, y ya nos veremos.

Por descontado, me debe una noche de bailes…

– Y tú una comida en mi casa.

El juego con este chico no parece acabar. Paso los brazos ansiosa por encima de sus hombros, cogiendo de su nuca, y Alejo me rodea con los suyos por la cintura, esta vez el abrazo es más largo, y me alza un poco, lo justo para ponerme de puntillas. Su beso es tan lento como el resto de la despedida, y hasta nuestras narices se rozan al separarse. Al verle alejarse, me permito mirarle el culo, esos vaqueros le hacen una maravilla de trasero. Algo sofocada, voy al gimnasio, y descargo adrenalina un buen rato. Permito a algún joven en la zona de la maquinas que me coma con los ojos, sobre todo cuando me agacho y expongo mi trasero, me siento generosa. Al volver a casa como sola, y Rodrigo tarda un par de horas en volver en sí. Come mientras le recrimino su actitud, a estas alturas me hace poco caso, y si tengo suerte, solo asiente fingiendo comprenderme, si no la tengo, termina gritándome. Se va a su cuarto y se encierra, yo me doy una buena ducha refrescante y me quedo con unas braguitas limpias rojas y el camisón azul de satén. Paso gran parte de la tarde limpiando o haciendo cosas de casa, me aseguro de pasar la aspiradora bien fuerte cerca del cuarto de Rodrigo, y le escucho quejarse, el dolor de cabeza le debe estar matando. Sonrío por ello. Cenamos juntos, y tras una película que me gusta, me voy a la cama. Es casi la primera noche que según me acuesto, caigo rendida, y no es cansancio físico, es emocional. He vivido mucho en poco tiempo, al menos, mucho más de lo que estoy acostumbrada.

 



4º Capítulo. Fulgor de adolescencia

Me levanto el lunes renacida. Me siento plena y llena de vida, lo noto, no es algo que me pase a menudo. Me doy una ducha larga, y me visto para ir a trabajar, me pongo un traje de falda de tubo, muy formal, la diferencia es que rescato varios tangas del fondo del armario, y me pongo uno de ellos. Llevo al fantasma de Rodrigo a la universidad, hoy aprenderá poco, va con gafas de sol y la resaca aún le dura, aparte de que será duro, con todos comentando su borrachera del sábado. “Espero que así aprendas”, le digo, pero no me dirige la palabra, seguro que le duele hasta al hablar. Al dejarle, voy a mi trabajo, y nada más entrar me espera unas cuantas horas de tarea atrasada de mi compañera. Normalmente lo haría sin rechistar, pero hoy le dedico un minuto de reproches para que mejore, y no me deje todos los problemas a mí. Acabo mis labores un rato antes de mi turno, y me quedo charlando con el director de la sucursal, David, un hombre de mi edad, alto y al que le sobran algunos kilos, pero con una planta de emprendedor confiado, con trajes caros a medida, moreno, guapo y de gestos firmes, que siempre me gustó. Se dice que pese a tener a una mujer preciosa en casa, algunas de la oficina han caído a sus pies en convenciones o retiros empresariales. Quiere que mañana le ayude con una reunión importante, me lo pide a menudo, tiene a becarios mejor preparados que yo, pero una mujer preciosa distrae a quien tenga delante, y él sabe aprovecharlo. No me molesto en llamar, y voy directamente a recoger a mi hijo a la universidad. Al llegar, le veo arrastrarse, y saludar de pasada a sus amigos, donde Alejo le sigue con la mirada hasta que me ve, y saluda con la mano de forma amable. Le devuelvo el saludo con una sonrisa, pero estoy triste, hoy no parece venir con nosotros. Nos vamos a casa, y mientras él se va a su cuarto, yo me cambio y preparo la comida. No me extraña comer sola, Rodrigo debe de estar durmiendo, pero dejo su plato en la mesa, ya saldrá cuando tenga hambre.

Creo que el día va a ser rutinario, de vuelta a mi triste y anodina vida, tampoco me viene mal, puedo pensar tranquila y tomar control de las cosas. No me equivoco, mi hijo sale a comer, se encierra de nuevo, y sólo la llamada de Carmen a última hora de la tarde me hace salir de casa a tomar algo fresco con ella en una terraza. Me pongo un vestido suave amarillo, y casi ni me arreglo, como siempre va ella, y esta vez tampoco fallo, al llegar a la cita la veo sin maquillar y un vestido largo negro. Charlo con ella sobre lo pasado con Emilio, casi ni le recordaba. Se disculpa, y ya me quiere presentar a otro hombre que conoció en Valencia en las vacaciones, un mulato llamado Joel, que se ha mudado a vivir a Madrid, pero visto el resultado del último intento, rechazo educadamente su oferta, “No sabes lo que te pierdes”, me dice, pero estoy segura de que no será muy distinto a lo habitual, un cerdo que no quiere de mí nada, salvo follarme.

Hablamos de tonterías, y me vuelvo a casa para la cena. Logro que mi hijo salga de su habitación y hablo con él un poco, parece más manso que otras veces. Cuando se va a su cuarto, me quedo en el sofá, y me resigno a pasar una noche más sola. Me pongo el camisón y de nuevo a dormir, me cuesta un poco, tengo muchas cosas en la cabeza, pero al final, caigo rendida. Por la mañana me noto menos llena de alegría que ayer, pero me ducho y me pongo un tanga que apenas es visible, me deleito con mi figura en el espejo, y me busco el traje de oficina, el que le gusta a mi jefe que lleve a las reuniones. Es blanco nuclear, debo llevar mi sujetador más pequeño y apenas un top fino debajo, con la chaqueta cerrada a duras penas para hacerme un escote de infarto, así como una minifalda a medio muslo. Lo corono todo con zapatos de tacón a juego y con unas medias de tono caramelo.

Estoy para comerme, me hago un elegante peinado con caída a un lado, y un maquillaje centrado en mis ojos y mis labios… Hasta Rodrigo me suelta un piropo al verme en el desayuno, y le llevo a la universidad notando su lasciva mirada en mis piernas, le pasa a veces cuando voy tan arreglada, pero no le doy importancia, son las hormonas. Le dejo y me voy al trabajo, nada más llegar algunos me silban, y el chico de la recepción de abajo, muy barriobajero, me suelta una grosería que paso por alto, ya que llego tarde. Me dedico a preparar la reunión, y adelantar algunos mails, pero estoy atenta, y a un gesto desde la puerta de mi director, David, cojo la carpeta con todos los documentos, y respiro profundo para entrar en el papel. Antes de pasar a la sala, me explica el orden de los archivos, y me mira de reojo el escote, no suele hacerlo, así que hoy debo de ir increíble.

Al entrar, veo a tres hombres trajeados y con pinta de ingleses, saludan en su idioma, y no tardan en querer presentarse a mí. Les dedico sonrisas amables y alguna frase suelta que me sé, pero al final se sientan frente a mi jefe, y otro de sus socios. Yo me acomodo detrás, cerca de la pared, y a un lado, para que me puedan ver bien. Tomo postura de pie, exhibiendo las piernas notando sus ojos pegados a mí, y comienzan a discutir. Me van pidiendo papeles, los tengo ordenados, y pese a no saber muy bien de qué va todo, cumplo mi parte. Entre tanto, me atuso el pelo, cambio de postura, me quito un pelo travieso de la chaqueta, cosas que una va aprendiendo para distraer a los varones.

Al acabar la reunión, y ver los apretones de manos, espero que haya funcionado, no soy la parte más vital de la empresa, pero me gusta pensar que me necesitan. Los ingleses se me acercan y me hablan, no les entiendo la mayoría de las cosas, me vale con reír y estrechar manos. David me felicita al salir, pero no cree que el contrato se firme, y me dice que sin ellos, tendrán que echar a alguno de la oficina para reducir gastos, cosa que me pone muy triste. Me agradece el esfuerzo, y me da un abrazo, pero a mí me sienta de pena, me recuerda los abrazos de Alejo, a estar en el sofá con él, y me vuelvo a mi escritorio algo asqueada. Termina mi turno y mi hijo me llama, toca ir a recogerle, preveo otro día idéntico al de ayer, no estoy de ánimos, pero no me queda otra.

Al salir del trabajo un clavo el saliente de una mesa que se me engancha y me rompe la media por la rodilla. Voy a la universidad maldiciendo por cómo se me ha torcido la mañana, encima llego de mal humor, un idiota se me ha cruzado en una rotonda y casi me choco con él. Me estoy agobiando, y la idea de que Rodrigo me suelte alguna de sus contestaciones me desalienta. Llego, aparco, y le veo charlando con un grupo de chicas, “Poco le ha durado el escarmiento”, me digo. Algo me pide gritar, o romper lo que pille a mano, y antes de hacerlo, salgo del coche saturada, a ver cuándo demonios viene mi hijo para poder ir a casa, paseándome aguantando las miradas e insinuaciones de algún joven salido, no me acordaba de cómo voy vestida. Noto una mano en mi hombro y me preparo para explotar contra el imbécil que se ha atrevido a tocarme, pero me encuentro a Alejo ante mí, que se queda perplejo ante mi rostro enfurecido.

– Uy, qué mala cara… ¿Estás bien, Laura?

Relincho como una yegua. Nada, que hay días que es mejor no levantarse, gracias por preguntar, Alejo.

– A mí me lo va a decir, me pasé ayer toda la tarde en el veterinario, mi perro se ha comido parte de un trabajo, y como es tan manía la excusa, no me dejan volver a presentarlo.

Pobre, ¿Y el animal está bien?

– Sí, lo ha echado todo, además, el trabajo ya era una mierda antes de que se lo zampara…, me arranca una carcajada enorme, y sé que ha sido un bromilla para animarme, pero no puedo dejar de reírme.

De verdad, que cosas tienes…, a un gesto de tocarle el brazo, su atrevimiento le lleva a darme mi abrazo y mi beso en la mejilla, y hoy me rindo ante él, dejo que me apriete contra su pecho cuanto quiera, lo necesito, y creo que lo sabe.

Al menos ha merecido la pena para sacarle una sonrisa.

– Muchas gracias, eres un cielo. No quiero alejarme de él al sentirme cómoda entre sus brazos.

Rodrigo ya viene, no deje que la desanime de nuevo ¿Vale?

Me vuelve a besar la mejilla, y le miro entusiasmada.

Haré lo que pueda, por fin me suelta.

Tío, me voy ya, ¿Te vienes a casa a comer? Casi respondo yo por él con un “Sí”.

No, tengo que estudiar para mejorar la nota gracias a mi chucho, pero mañana tengo libre para comer…, me lo dice mirándome a mí.

Pues vente a casa, me lo debes del otro día. Alejo sonríe cómplice.

Claro tío, y así echamos la tarde en casa, que estoy hasta la polla de estudiar.

Le miro pensando que lo único que no hace encerrado en su cuarto, es estudiar.

Así sea pues, ¿Llevo algo o…?

– Nada, ya me ocupo yo de todo. Paso mi mano por su antebrazo, y hasta que no noto sus dedos soltar los míos no me giro para meterme en el coche. Sabiendo que me mira, hago un escorzo para mostrarle mi trasero.

Mañana nos vemos, tío.

– Vale, y lo mismo le digo Laura, muchas gracias.

– Nada Alejo, un beso.

Arranco el coche, y de golpe todos mis males se han desvanecido. Me cambio al llegar a mi casa, pensando en lo impactante que debía de estar para Alejo, y pese a ello, ha jugado bien sus cartas. Mi camisón parece oler aún a su aroma del sábado cuando me lo pongo. Como con Rodrigo y le pregunto por los gustos de Alejo en la comida, pero no me dice nada concreto, y se va a su cuarto. Yo me echo en el sofá y me quedo dormida, pensando en que hace no mucho estaba allí mismo, rodeada por sus fuertes brazos, y al despertarme, noto la humedad entre mis muslos. “Ya estamos otra vez”. Me doy una ducha de agua fría, y me pongo un short corto elástico y una camiseta vieja, tengo las dos prendas que he llevado esos días en casa lavándose, pienso que lo llevaré puesto durante la comida mañana con él.

El camisón amarillo ya estará listo, pero no quiero ir como voy siempre, de andar por casa medio desnuda, y tampoco quiero ir muy recatada. La diversión con Alejo me da horas de rompecabezas como estos. A la cena Rodrigo me dice que con una ensalada bastará, y que deje de preguntar. Le digo que solo quiero ser buena anfitriona, una mentira a medias, quiero que Alejo se sienta cómodo. Me quedo en el sofá un buen rato, y algo tarde, me voy a la cama.

No puedo dejar de darle vueltas a la cabeza sobre ese joven, ya no es que tenga cierto parecido a mi difunto marido Ulises, es que su forma de ser es muy similar. Alejo es más atrevido, sin duda, pero tiene esos detalles bobos, los abrazos o traer el desayuno el domingo, que adoro de él. Tenía que pasar, y saco el consolador de la mesilla, al tirar del short noto como se despega de mi pubis, estoy mojada y no tardo en empezar a masturbarme frenéticamente. Mis dedos frotan el clítoris a un ritmo alto, y paso el consolador por toda mi entrada vaginal, deseando que alguien me penetre, y pienso en el instante en que Alejo estaba rodeándome con sus manos en el sofá, y me imagino que le besé, que me comía la boca y me abría de piernas encima de él, que me lamía los pezones y me acaba introduciendo su dura verga de una estocada firme.

Siento la incursión cariñosa, como es él. Me vuelvo loca metiendo el consolador en mí, tratando de pellizcarme los pezones por encima de la camiseta, y exploto en un orgasmo tan fuerte, que se me escapan alaridos de placer. Ni si quiera Emilio logró ponerme así. Respiro agitada, y cuando me voy al baño a asearme, me doy cuenta de que no he pensado en Ulises en ningún momento, lo que me hace sentir mal un rato, antes de dormirme. Me despierto tan ilusionada como una cría en Navidad, me doy una buena ducha, y me pongo un traje bastante normalito, hasta uso unas braguitas nada sensuales. Voy a trabajar con una sensación parecida a la de estar en la última hora de clase antes de las vacaciones. Una llamada de Rodrigo diciendo que no hace falta que vaya a buscarle, me deja sin aliento, temiendo que se anule el plan, pero me tranquiliza oírle decir que “irán a comer a casa”, por su cuenta. Cuando da la hora, salgo disparada, no sé de cuánto tiempo dispongo. Corro a casa, y me pego otra buena ducha, con cremas y aceites que dejan mi piel brillante y apetitosa. Luego me quedo ante el armario, con una toalla anuda alrededor del cuerpo, mirando mi viejo camisón amarillo colgado de una percha, pero algo me pide a gritos un cambio.

Me pongo un tanga granate sensual de encaje, y un sujetador a juego, guardados en una caja y usados una única vez, en el aniversario de los ocho años de casados con Ulises, hasta el sostén me queda pequeño de copa, pero me hace un busto espectacular. Rebusco una camisa ceñida blanca y de tela reflectante, y hasta encuentro unos vaqueros de la tala 38, de la época de antes de casarme. Lucho muchos minutos con ellos, tirada en la cama tratando de ponérmelos, y con un esfuerzo final, metiendo tripa, cierran. Al ponerme en pie casi no puedo respirar, pero me giro ante el espejo, y me veo increíble, no me sentía tan sexy desde…la verdad es que ni me acuerdo. La camisa me queda algo justa en el pecho, haciendo que enseñe el ombligo y los riñones, con los senos sobresaliendo al no poder cerrar el botón del escote, dejando a la vista mis pechos apretados, y si me descuido al moverme, el aro del Wonderbra.

A su vez, despeja la vista para los vaqueros, son minúsculos pero me quedan de escándalo levantándome el trasero, me aprietan las piernas, los muslos están aprisionados y el tiro queda tan bajo que la cintura está casi a la altura de la goma de la prenda íntima. Hasta me doy una palmadita en el culo, y me acaricio los glúteos, notando la tensión de la tela sobre mi piel. “Un gesto brusco y estallan”. De colofón, me busco unos taconazos altos azules del trabajo, me maquillo ligeramente para destacar mis ojazos, me peino con unas horquillas sujetando el flequillo, despejando la zona frontal y dejando caer mi pelo por la espalda hasta mi cadera. Hago una ensalada bastante suculenta, y me lamento ya que no voy a comer mucha, si lo hago, reviento el botón del vaquero. Hasta pruebo a sentarme y levantarme de una silla, para encontrar la forma de no quedar ridícula al casi no poder moverme.

Se acerca la hora y me veo en el reflejo de la televisión apagada, “Mírate, pareces una guarra”, me digo, frotando nerviosa los anillos en mi dedo. Pero en cuanto escucho la puerta, me pongo en pie, apoyo una mano en mi “cinturita”, y trato de parecer sexy. La realidad es que estoy ilusionada. Al ver pasar a Rodrigo sin mirarme, me calmo, a lo mejor ha venido solo, pero escucho la puerta cerrarse y postureo otra vez. ¡Le veo aparecer!, entra por el pasillo al salón, y se queda petrificado, mirándome, quiere disimular, pero le he dejado pasmado.

– Ho…hola, Alejo, trago saliva al recordar su parecido a mi esposo, y me repito que es sólo un juego, tomando algo el control…

Hola, señora…Laura…disculpa, agacha la cabeza algo confuso, pero se alegra al ver que me acerco, y busco el protocolario abrazo con beso.

Mi mano se mueve sola hasta uno de sus hombros, pese a que con los tacones ya no me saca tanta diferencia de altura, debo elevarme sobre él para que mis labios se posen con cuidado sobre su cara. Instintivamente él se agacha, y su mano amaga sujetarme del costado, pero enseguida la retira.

Hoy sí te quedas a comer, ¿Verdad?

Trato de que no se me noten las ganas de escucharle un “Sí”, cuando me retiro un palmo de su cuerpo, y me lo como con los ojos. Va con unos pantalones negros de vestir y una camisa, blanca a cuadros rojos, por fuera, remangada y muy varonil.

Hoy sí, y será un honor.

– Perfecto, si quieres ve con Rodrigo mientras voy preparando la mesa.

Le froto un costado, estoy tan feliz que no sé el motivo. No tengo la menor duda al darme la vuelta y caminar, sus ojos están clavados en mi trasero, es imposible que estén mirando otra cosa, el bamboleo bajo vaqueros apretados debe ser hipnótico, ya que muevo la cadera obscenamente. Si esto fuera tenis acabaría de ganarle un punto con un ACE. Una vez en la cocina respiro un poco, y me giro para coger la bebida de la nevera, al cerrarla me encuentro a Alejo de frente, y del susto se me cae la botella del agua, pero de un ágil gesto logra atraparla antes de que caiga. Me tapo el pecho con una mano del sobresalto, y como no estoy acostumbrada con esos tacones, de un paso atrás que doy, me inclino hasta casi caerme. Noto su brazo rodearme la cintura, pegándome a él, tanto que mi nariz roza su mentón, y me sujeto de sus antebrazos. “¡Mira que eres torpe!”.

¡Por dios, que sustos que me das!

– Perdone… es que no quería que encima de invitarme a comer, pusiera usted la mesa sola.

Ah…bueno, pues te lo agradezco mucho.

– ¿Puedo soltarla ya? ¿O se me va a caer otra vez?

La entonación es tan dulce que me hace sonreír, y me doy cuenta de que me tiene a su merced, pero pide soltarme.

Deja que me asegure, digo jugando un poco, me agarro de su cuello y uso su cuerpo de contrapeso para posar bien los pies. ¡Ya! Su mano no se separa al soltarme, sino que recorre mi cintura, y me coge otra botella de la mano, para ir a la mesa y colocar ambas.

Me quedo mirando extrañada, debe creerme muy torpe, pero juraría que tontea conmigo. La idea de ser traviesa con él me había parecido divertida, pero es que ahora me está gustando su forma de reaccionar. Terminamos de poner la mesa, sin dejar de notar sus miradas a mi cuerpo, y yo devolviéndole sonrisas dulces, admirando su semejanza a Ulises, pero si me veo obligada a decirlo, Alejo parece más guapo, marcando brazos y un culo de primera. Mi hijo aparece cuando ya hemos acabado, preguntado dónde estaba Alejo, pero se sienta a comer antes que nosotros. Su amigo le recrimina, y me encanta verle hacerlo, así que le manda a por unas pinzas de la ensalada que se nos han olvidado, cuando ya iba yo a por ellas, sujetándome del brazo con cariño. “¿De dónde has salido?”, le preguntó con la mirada, y paso una hora riéndome con él. Al acabar de comer, mi invitado se pone a recoger, y obliga a Rodrigo a ayudarle, mientras se niega a que yo les ayude. Digo que no con la cabeza, y mientras ellos colocan las cosas, yo me pongo a fregar platos y cacharros.

No me extraña que en un descuido, mi “adorado” pequeñín desaparezca a su cuarto, según mi experiencia, una buena siesta le espera. Creo que Alejo se ha ido con él, cuando noto su mano en mi espalda, cerca de la nuca. Me giro y le veo colocando los últimos cubiertos a mi lado, y sin que le diga nada, coge un paño y me rodea, secando los platos que voy limpiado. Todo ocurre en silencio, y el dialogo es de miradas, diciéndole que no hace falta, él que sí, yo agradeciéndoselo, y él me da un toquecito con el hombro que significa “No hay de qué.”

Eres muy amable, no sé qué habrás visto en mi hijo para ser su amigo, no podéis ser más distintos…, se me suelta la lengua, pero le hace gracia.

– ¿Si se lo digo no se ríe?

– Bueno, tú dímelo, y ya veremos…además deja de tratarme de usted.  “¿Ya estás jugando otra vez?”

Pues por las chicas, su hijo conoce muchas.

– Ahhh ¿Y te gusta alguna en particular?

– Había una amiga de Rodrigo que sí, pero desde hace poco, una en particular me está volviendo loco.

¿Sí? ¿La conozco, es amiga de Rodrigo?

– Diría que familia directa…, me mira dándose cuenta de que no he caído, estoy tan embobada que tardo en reírme.

Anda, no seas tonto…, le digo sin creérmelo.

Discúlpeme la grosería. El chico se ha puesto algo rojo, pero ha tenido los huevos de decírmelo, y no quiero que se moleste.

– No pasa nada…son bromas, le doy una salida digna, y se me queda mirando a los ojos, estudiándome, le noto leerme la mente. Aspira profundo y se llena de valor.

No Laura, no es una broma…, me quedo sorprendida, no es que no esperaba algo así, pero sí que me lo dijera tan abiertamente.

Pero si hay mil jóvenes por ahí, que estarían locas de estar contigo. Ahora la que busca la salida digna soy yo.

Ninguna es tan guapa como tú, Laura, y muy pocas estarían tan sexys con esos vaqueros.

Alejo está rojo, creo que ni él se veía capaz de decirlo, pero lo ha soltado, y le tengo delante, a medio metro.

Va…vaya…muchas gracias…lo primero que he…cogido del armario…., miento, y muy mal.

Pues no quiero verla el día que decida arreglase para salir conmigo a bailar, me va a dar un infarto. Su broma relaja el ambiente un poco.

Pues quizá algún día, si sigues viniendo…, estoy muy confusa, no sé si quiero parar el juego, o llevarlo hasta el final.

Será un honor…

– ¿Me permite una apreciación? Asiento con la cabeza, asustada.

Le veo que se acerca hacia mí, amago un paso hacia atrás cuando le tengo encima, me pega a su pecho y agacha la cabeza, quiero oponer alguna resistencia, y mi mano va a su pecho, aun así hace fuerza, y me dobla, hasta cogerme por la espalda, su mano abarca casi toda mi columna, y se pega tanto que mis tetas se aplastan contra él. Su cara está tan cerca que me dan ganas de pegarle una bofetada, pero lo que hago es cerrar los ojos y esperar su beso. Lo que hace es pegar su mejilla a la mía, y extender su mano libre hasta cerrar el grifo, susurrándome con voz suave.

– Más vale no malgastarla.

Se aleja un poco, y abro los ojos, sonriendo, viéndome pillada, ya que estaba dispuesta a que me besara. Alejo lo sabe, se lo leo en sus ojos, si hubiera querido podría haber juntado nuestros labios, me tenía, de hecho aún me tiene, pero me da un beso tierno en la mejilla. Mientras me sujeta con ambas manos en la cadera, me pone recta, y antes de irse, me roza la barbilla con el dedo índice de la mano.

Me voy a ver a Rodrigo, estás demasiado guapa como para seguir a tu lado, sin hacer alguna tontería.

– Vale…yo…si…mejor.

Le veo alejarse y me tapo la cara, avergonzada, abrumada y abochornada. Pretendía divertirme, nada más, tontear un poco con ese joven, sentirme bien, y ahora he perdido en mi propio juego. Ese crío los tiene bien puestos, y me ha desarmado, como sólo mi marido fue capaz. Agradezco que al volver a mirar, Alejo ya no está. Me observo las manos temblando y respiro profundamente un buen rato, dándole vueltas a los anillos en mi dedo. Limpio compulsiva la mesa y me dedico a distraerme en el salón con la televisión, pero ni las tertulias absurdas, sobre si a tal famosa le molesta la prensa rosa, alejan mi mente de ese instante fugaz en que deseé que me besara, que me dejé avasallar por la situación.

Trato de analizar el motivo por el que ha llegado el punto en que me rindiera a sus brazos, y la conclusión que saco es que estoy muy sola, ¿Qué otro motivo puede haber para ceder ante las bobadas de un adolescente? Ni tan siquiera su parecido a Ulises, o que sea tan educado y atrevido, me da permiso para comportarme así. Al par la media hora escucho a alguien acercarse, intento aparentar dignidad, sin prestar mucha atención, pero sé que es él. Alejo se pone junto a mí, y con un gesto pide permiso para sentarse, muevo la cabeza afirmativamente, sin darle importancia. Se acomoda en el sofá, y permanece quieto, mirándome de soslayo.

¿Cómo va la tarde?

– Tranquila, sin novedades. ¿Y vosotros?

– Nada, hablando de la universidad, y viendo alguna película, pero estoy harto de estar encerrado, y Rodrigo no quiere salir a tomar algo. ¿Tienes pensado salir?

– No, ¿Por qué lo dices?

– Bueno, como vas tan guapa, pensaba que ibas a salir…no creía que te hubieras arreglado tanto para mí. Dice con una cierta sorna, me fuerzo a sonreírle, ya que la broma ha dado en el clavo, y no debo delatarme.

No es por ti, bobo, es que…es que había quedado, pero se han anulado los planes..., me invento sobre la marcha.

Pues es una lástima desaprovechar tan buena tarde, ¿Y si salimos a tomar algo nosotros?

Me doy cuenta de que le he puesto en bandeja la invitación, no tengo motivos para negarme, y busco uno.

No sé, Rodrigo nunca quiere salir conmigo entre semana.

Rodrigo no, digo nosotros, tú y yo. Le miro queriendo no fingir mi sorpresa.

Sería algo raro, Alejo, no es que nos conozcamos mucho, y eres el amigo de mi hijo…

– Pues así nos conocemos. Se pone en pie y extiende la mano ante mí. No me digas que no, por favor, dame el gusto de lucirte por la calle a mi lado, nunca tengo la oportunidad de dar envidia con una mujer como tú del brazo.

Es tan hábil, tan firme, y a la vez tan correcto, que ni me doy cuenta y estoy de pie caminado detrás de él hasta la puerta de la calle. Me genera una sonrisa tenue su formalidad, me atrae, y pese a ello, estoy tensa, quiero zanjar esto cuanto antes, y si ha de ser poniéndole la cara colorada, así será. Atino a meter mi móvil, la cartera y las llaves en un pequeño bolso. Avisamos a Rodrigo de que vamos a tomar algo, pero ni se molesta en salir a despedirse de su amigo, es Alejo el que va a su cuarto y le dice que ya se verán mañana. Regresa a mi lado, y me coloca la mano en los riñones para acompañarme hasta el rellano y cerrar la puerta con cuidado. Me abre el ascensor dejándome pasar, y luego entra él, no es que sea muy grande pero podría ponerse algo más lejos de mí.

Salimos a la calle y me ofrece su brazo derecho, cual fuera un caballero inglés, paso mi mano izquierda por su antebrazo, y lo aprisiona con su costado, mientras andamos un rato. Me es extrañamente placentero hacer esto sin que sea Rodrigo mi acompañante, y charlamos animadamente de la universidad o de mi trabajo. Aparento cierta seriedad, en algún momento voy a darle una charla muy seria, y no debo darle esperanza alguna, pero me es inevitable, aunque no lo quiera, estoy cómoda junto a él. Hasta tal punto me gusta la sensación, que se me olvida que voy embutida en unos vaqueros que me hacen una figura de cine, con una camiseta tan ajustada que me tira de la espalda, y las miradas de algún salido no me importan. Tampoco la idea fugaz de lo que opinen mis vecinos si me ven colgada de un joven apuesto como él, me altera, ya que siendo objetiva, Alejo aparenta algo más de edad debido a su estilo y la barba de varios días, y yo puedo pasar por una de veinticinco sin desentonar pese a mis casi 37 tacos. De hecho, cumple su palabra y me expone ante todos, como diciendo “Sí, es mía, jodeos.”

Le guío hasta un bar con una terraza grande, en una avenida cercana no muy lejos de casa, los tacones empiezan a hacerme mella y me duelen los pies. Pido una caña con limón y él un botellín de cerveza, nos los traen con una aceitunas verdes de tapa, y seguimos charlando de nuestras vidas sentados al atardecer de Madrid. Coches pasando, gente hablado, ruidos de ciudad grande que vive y se mezcla con un cielo azul despejado y edificios de cuatro o cinco plantas, llenos de balcones y trastos en ellos. La verdad es que no tiene mucha importancia lo que se dialoga, aunque me dice que su familia es de fuera y le han mandado a estudiar aquí solo, vive en un piso de estudiantes con su perro, que no conoce a nadie aquí, y que Rodrigo le parecía idiota, pero que con él hace amigos, conoce a chicas y vive la noche de una gran urbe.

Le escucho, pero lo que ocurre es que he de recordarme cada cierto tiempo debo cortar de raíz el juego, no seguir en él. Tras una hora, y un par más de cañas y botellines, me armo de valor y empiezo…. – Alejo, debo decirte algo, pero espero que no te sientas mal.

La sonrisa que no se le borraba desde que salimos de casa, se desvanece.

Dime, Laura, no me asustes.

– Verás, es que…bueno, que eres un encanto de joven, y me gusta pasar el tiempo contigo, pero creo que se están confundiendo ciertas cosas, y quiero dejar claro algunos puntos.

– Tú dirás. Sus ojos de cachorrito me lo ponen más difícil.

Es sobre lo que ha pasado en la cocina, y antes tal vez…mira, he pasado una época muy mala y tal vez he jugado con tus sentimientos, y no es justo. Debemos ser más distantes.

– No lo entiendo, creía que te caía bien.

– Claro que sí, pero una cosa es eso, y otra andar haciendo tonterías, como lo del grifo de hoy. No puedes hacer esas cosas, soy la madre de Rodrigo y tú un adolescente, está mal.

– Discúlpeme si me he propasado lo más mínimo, y la he hecho sentir incómoda.

– Nada de eso, has sido un perfecto caballero, es…es al contrario, me has hecho sentir cosas raras, y me gusta, pero tenemos que poner unos límites.

– ¿Limites a qué? No hemos hecho nada malo, y aunque pasara algo, tampoco sería el fin del mundo. Toma la iniciativa, no me lo va a poner fácil.

Y no va a pasar nada, ese es el problema, podemos ser amigos, pero nada más. Me da una lástima terrible la cara que pone, está dolido, pero se rehace.

De verdad, no entiendo lo malo que hay en mí…debo tener un aura que espanta.

– No tienes nada malo, pero tienes diecinueve años, y yo muchos más, ni yo estoy para jueguecitos a mi edad, ni tú para perder el tiempo con viejas como yo. Sal con Rodrigo, diviértete, eres joven y buen chico.

Ya, pero es que me han educado así, y no puedo ir tirándome a la primera que se me presente, y no creo que me aporte nada ser un canalla. Yo necesito algo de complicidad, y ninguna que conozca parece gustarle mi forma de ser, todas van con el guaperas de turno que las pone a tono bebiendo y acaban follando con quien se olvidará de ellas justo tras correrse en su coño, abandonándolas como perras…que es lo que son, no hace falta que nombre a Rodrigo.

– Es la edad, y tal vez que eres demasiado bueno, las chicas se darán cuenta, y terminarás enamorando a alguna afortunada.

– Supongo…, no está ni remotamente convencido de que conseguirá a la mujer que él pretende, y una fugaz mirada me dice que a quien quería enamorar, es a mí. Creo…creo que es hora de que la acompañe a casa, y me vaya, tengo…tengo muchas cosas en las que pensar.

No me deja pagar la cuenta por nada del mundo, y me sigue como un perrito al que han reñido, un par de pasos por detrás, sin ofrecerme su brazo. Temo haberle hecho daño, pero estoy segura de que era lo que se debía de hacer. O eso me repito. Al llegar a casa, me dedica un abrazo tibio, y nada cariñoso, no me da el beso en la mejilla, y pese a una carantoña con las manos con la que trato de animarle, o hacerle reír, me doy cuenta de que no es un niño al que consolar, es un hombre herido, que me esquiva la mirada.

Buenas noches, espero que duerma bien, es importante para despertar activo.

Se gira, caminando con paso rápido, no me da tiempo a decirle adiós. Me subo a casa con la mano en la frente, tengo la cabeza congestionada y me siento mal, pero no es algo físico, temo haberle destrozado el corazón, y me pregunto si me he pasado, o si no debí decir nada, me lo estaba pasando tan bien. Entro en casa y ni ceno, debido a las tapas de la terraza, y porque no me apetece. Me voy a mi cuarto tras comprobar que Rodrigo sigue en su habitación. El bufido de alivio al desabrochar el vaquero y quitarme los zapatos es glorioso, y me cuesta un buen rato sacar las perneras del pantalón. “Para un par de horas no está mal, pero un rato más y me asfixio.” Pienso que necesito algo de ropa nueva, más juvenil y menos apretada, pero me cuestiono los motivos. Ahora se acabó el juego, ya no tengo a quien impresionar.

Me doy una lenta ducha de agua caliente, de esas en las que estás tanto rato pensando, que se te arrugan las yemas de los dedos. Vuelvo a mis braguitas cómodas y mi camisón amarillo, para echarme a dormir. Pero no logro conciliar el sueño, doy vueltas a la cama un buen rato pensando en sus palabras de la necesidad de descansar… me voy a la cocina un par de veces a beber agua. Lo achaco al calor de la noche, pero sé que es la culpa lo que me mantiene en vela. Retozo en la cama hasta que caigo del sopor.


 

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