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UNA HISTORIA DE AMOR. Y si tú no has de volver...

    "Y si tú no has de volver" 1ª PARTE "Una para el otro y otra para el uno". Esa frase la repite una y otra vez mi ...

Leche Materna

 


Mi “esposo” y yo pasábamos por una mala racha. Justo cuando estábamos superando el conflicto sobre su dudosa paternidad, respecto a nuestra hija, le despidieron del trabajo al implicarlo en un error de logística, sin tener nada que ver. Yo aún continuaba en la clínica dental a media jornada. Acabábamos de empezar a vivir en nuestro bonito hogar recién arreglado con mucho esfuerzo y la niña con 17 meses… aun amamantándola, unido a mi embarazo de 22 semanas. No podíamos pagar la casa con mi medio sueldo. Ante la desesperación estaba dispuesta a cualquier cosa… pero nunca pensé en la suerte de ese día. Fui al trabajo hablé con mi jefe sobre mi situación… preñada, con una bebé y con mi esposo en el paro, le pedí un aumento de horas para poder cubrir los gastos. Accedió a pagarme un 25% más sin más horas de trabajo, se lo agradecí mucho, pero sabíamos que no era suficiente. Cuando preparaba a un paciente, este me dijo haber escuchado mi problemática…y que sí yo quería, podría trasladarme con mi familia a cambio de colaborar en las tareas domésticas… él estaba viudo recientemente en una casa demasiado grande, y le vendría muy bien llenarla de alegría. Tras mucha deliberación con Orlando, vimos que era la mejor salida.

Le dijimos que nos quedaríamos por un periodo de tiempo mínimo para encontrar un trabajo y poder irnos a nuestra casa, Tomás solo nos dijo que nos quedáramos el tiempo que necesitáramos. Lo que observé, era que a pesar de ser un buen hombre, era algo pervertido. No me gustaba quedarme sola en su casa, porque le gustaba espiar y luego ponía excusas para decir que no se había dado cuenta que había alguien en la habitación. Según él, estaba acostumbrado a deambular por su casa libremente, y cuando tenía invitados lo olvidaba en ocasiones… Ahí fue donde me di cuenta que era un “viejo verde” (viejo verde se usa para un hombre mayor que le gusta seducir u hostigar a mujeres más jóvenes).

En ese tiempo, cuando me duchaba el subía por las escaleras del patio trasero que deban a una pequeña ventana del baño y me espiaba por ahí. Yo trataba de bañarme a espaldas de la ventana para que no pudiera verme, pero aun así mi trasero quedaba al aire con mi cuerpo mojado por la cálida lluvia que salía de la ducha. Incluso logré a escuchar ruidos detrás de la puerta de nuestra habitación cuando mi esposo y yo hacíamos el amor. Yo estaba segura que el escuchaba detrás de la puerta mis gemidos y se excitaba con eso. Habíamos vuelto a aquel martirio de nuevo después de todo ese tiempo, cuando dejamos a mi familia.

Después de dejar nuestro hogar llegamos a la casa de Tomás. Mi esposo entró a la casa atiborrado de maletas pesadas y yo entré a la casa con mi hija en brazos. Tomás nos estaba esperando en el porche sentado en su mecedora. Era un viejo con una elegante y atractiva calva, al estilo de Bruce Willis o Jason Stathan. Le restaban la barba gris que se rasuraba para quedar más agradable a la vista, que picaba al roce. Era delgado y fibroso… nada de la típica barriga de cervecera a esos años, pese a que le gustaba mucho tomar sus cervezas casi todos los días…, para mi sorpresa a pesar de su edad, nunca se había enfermado por eso. Su cuerpo funcionaba a la perfección y mi esposo me decía que aun salía con mujeres jóvenes… claro todo esto lo supimos después. La verdad no tenía ni idea de porque unas muchachas tan jóvenes les gustaría salir con alguien como él, si no fuera porque tuviera mucho dinero para encapricharlas. Su esposa había separado de él hace muchos años y él disfrutaba su vida de soltero.  Mi esposo bajó las maletas y yo le di a cargar el bebé. Tomás se acercó de inmediato a mí y me estrujó entre sus brazos con intensidad

      ¿Cómo estás Julia? – Preguntó Tomás mientras seguía apretando mi pecho lactante contra el suyo.

      Muy bien, muchas gracias Tomás. ¿Qué tal le ha ido?

      ¿A mí?, pues no me puedo quejar hija, me siento estupendamente, estoy hecho un chaval.

      Lee veo que estás muy bien de salud – dijo mi esposo mientras palmeaba el hombro de Tomás con una mano y con la otra sostenía a mi hija.

      Sí hijo, estoy más sano que un toro…no creo haber estado mejor en toda mi vida, pero pasar, no os quedéis aquí afuera que hace demasiado calor.

Entramos a su casa y el lugar lucía muy limpio para un hombre anciano y solo.

      Su casa luce muy bonita señor, debe de cansarse mucho limpiando todo el lugar usted solo – dije mientras admiraba el lugar tan pulcro.

      Bueno es que tengo a una muchacha que me ayuda, se llama María, pero todavía no llega, hoy va a venir un poco más tarde.

Ya me imaginaba que el viejo verde no podía hacer todo eso él solo. Pobre de la muchacha que le ayudara, estaría sufriendo todo el día los acosos y manoseos del anciano a solas con él.

Preparé algo para comer con lo poco que tenía Tomás en el refrigerador, y comimos muy tranquilamente poniéndonos al día con él…, fue una charla moderadamente amena. Después de la comida llegó María la chica que le ayudaba a Tomás con la limpieza de su casa. Era una muchacha joven, no podía pasar de más de 20 años y con una figura muy bonita. La cara de Tomás se transformó  al verla y la recibió con un beso. Pude percibir su incomodidad al instante, de acercarse a saludarla, pensé. Ella de inmediato se puso a los quehaceres del hogar y yo me senté en una mecedora de madera en el cuarto de las visitas.

Cuando tuve a mi primera hija, las tetas se me inflamaron mucho por la gran cantidad de leche que producían, aparte de grandes que las tengo. Constantemente me daban ganas de alimentarlo con tanta que leche que tenía, pero Orlando quedaba satisfecho con teta y media, y yo retenía toda esa leche acumulada en mis tetas. Cuando me duchaba solía ordeñarme yo sola para sacar aquella gran presión de mis ubres. Me senté en aquella mecedora tan cómoda y con mi hija en brazos me dispuse a darle de comer. Cuando terminé de hacerlo Tomás entró y me vio con el pecho de fuera. Yo puse en la cama a mi hija boca abajo y me guarde las mamas.

      El bebé ya ha crecido mucho – dijo mientras acariciaba su pequeña cabeza.

      Sí… ya está bastante grande – dije, bastante incómoda con la situación.

      Se ve que está muy bien alimentado, es bueno que le des pecho, eso los hace muy fuertes cuando crecen. La leche materna posee todos los nutrientes que necesita.

      Si claro –dije decididamente.

Mi hija comenzó a llorar, pero no soportaba las miradas pervertidas de Tomás sobre mi cuerpo así que ya no lo alimenté más…, mi hija lastimosamente tuvo que pagar las consecuencias. Lo arrullé un poco en el cuarto dándole palmaditas en la espalda hasta que eructó y se quedó completamente dormida. Tomás no se separó de mí ni un solo instante. Mi esposo no quiso perder tiempo y se fue a buscar trabajo ese mismo día, a pesar de que se encontraba igual de cansado que yo. Se despidió y se fue en el coche. Ahora tendría que pasar toda la tarde a solas con él.

      Estaba pensando Julia, que debes de estar muy dolorida de los pechos.

      ¿Por qué lo dice señor Tomás? – Pregunté con curiosidad.

      Bueno he notado como te los tocas aun después de amamantar a tu nena.

      Bueno si es que mis tetas producen mucha leche.

      ¡Lo sabía!, mi esposa tenía el mismo problema –dijo exaltado.

      No me diga, ¿Qué era lo que ella hacía para liberar la presión?

      Bueno, después de alimentar a mi hija me alimentaba a mí.

      ¿Usted bebía su leche materna? –pregunté sorprendida.

      Así es, la bebía hasta dejarla seca. Lo que mi hija no se tomaba lo hacía yo.

      Pues tal vez sirva, pero a mi esposo no le gusta la leche materna.

      Tal vez yo pueda ayudarte con eso Julia –dijo con una mirada profundamente pervertida.

      No creo señor, yo no podría dejarlo hacer eso, no es correcto –dije sabiendo que él iba a proponerme algo así de sucio.

      Anda Yuli, déjame ayudarte, yo sé que estás en un sufrimiento grande.

      Váyase por favor –dije rígidamente.

Tomás se fue algo molesto y decepcionado por no haber logrado sus deseos. La presión de mis grandes tetas se hacía más grande conforme los minutos pasaban y me hacía pasar por un muy mal rato, la proposición absurda de aquel vejete ya no lo era tanto. María estaba en la lavandería en la parte de atrás de la casa tendiendo la ropa y algunas sabanas. Yo fui a tratar de ordeñarme en el baño pero la leche no salía parecía que mi pezón estaba obstruido, tal vez por algún calostro. Como una manera desesperada de remover mi dolor recurrí a Tomás. Fui a su habitación en la segunda planta de la casa y estaba leyendo un libre de Arturo Pérez Reverte, mientras se fumaba un cigarrillo.

      ¿Qué es lo que necesitas Julia? – preguntó algo molesto.

      Necesito que me ayude con mi problema señor Tomás.

Le supliqué mientras sacaba lentamente cada una de mis pesadas tetas por encima de mi holgado escote. Al principio él no podía creer que eso realmente estuviera pasando. Lo digo porque se quedó inmóvil como por un minuto.

      ¿Me va a ayudar o no Tomás? – Espeté con muchos nervios.

      El resoplo con fuerza y se levantó de su cama… – No te preocupes Yuli, ahora hacemos que se quite ese dolor tan grande que te oprime el pecho… una mujer tan bella no debe sufrir.

      ¿Qué era lo que usted hacía para ayudarle a su esposa? – Quise saber.

      Bueno primero, la masajeaba de esta forma…

Dijo mientras presionaba desde abajo mis tetas con ambas manos. Sus dedos pulgar e índice frotaban los pezones calentándolos

      ¡Uy, se siente muy bien, bastante relajante!

      Ya ves, tú déjame a mí, para eso está la familia, para cuidarnos entre nosotros.

Mi anfitrión se había convertido en parte de mi familia por arte de birlibirloque… y comenzó a darme un masaje muy terapéutico a la par que erótico. Sus delgados y descarnados dedos pasaban por encima de mis ubres hinchadas, haciéndome sentir los relieves de sus dedos con cada roce. Sus largas y esqueléticas manos se hundían entre la gran masa de mis tetas erizándome la piel con sus fuertes sensaciones viriles… ¡¡No podía evitar ser una adicta al sexo masculino!! Mordía un labio mientras él seguía frotando y acariciando mis tetas y pezones. Los apretaba y apretaba pero la leche no salía. Mi esposa también tenía calostros pero estos nada más salen chupándole fuerte, las succiones son lo más efectivo y rápido, después de suavizarlos.




No me dio siquiera oportunidad de oponerme y comenzó a chuparme los pezones, lo hacía como un recién nacido sin clavarme la dentadura. A mí se me escapó un leve gemido mientras mordía mis labios para no volverlo a hacer. Tomás se dio cuenta de inmediato y apretó mis tetazas con ambas manos mientras se pasaba de succionar salvajemente uno y luego otro, y luego otro. Yo instintivamente lo tomé de su cabeza calva y lo acerqué con fuerza a mis ubres hinchadas de leche. El seguía succionando fuerte mis pezones, que ya se encontraban erectos y por fin salieron los calostros… los mamó de una y de la otra  teta. Él los comió sin ningún problema y parecía saborearlos con placer. Mi alivio era inconmensurable, como cuando meas después de retenerte durante muchos minutos… me sentía liberada y completamente relajada, milagrosamente.

      Ahora si ya vamos a lo bueno, hay que sacar toda esa leche.

      Está bien, confío en usted – dije con una voz pequeña.

      Acuéstate en mi cama Yuli, es más cómodo para ti si estas recostada.

      Muy bien, solo por favor tenga cuidado, tengo los pechos muy sensibles.

      Tú déjalo en mis manos hijita y relájate por completo…y disfrutalo.

      De acuerdo.

Yo me recosté con mi pecho al aire por encima de mi blusa y él me puso las manos por detrás.

      Vamos a quitar esto del camino

Mientras levantaba mi blusa por encima de mis hombros dejando mi torso completamente desnudo. Mi piel estaba bronceada por el sol de Roquetas y mis tetas se encontraban más blancas por la marca del sostén y la blusa. Tomás se recostó por encima de mí en la cama y pude sentir su camisa por encima de mi torso desnudo.

      Hace mucho calor aquí, me voy a quitar esto –dijo mientras se desabrochaba los botones de su camisa a cuadros

Cuando se la quitó pude sentir su piel sudorosa por encima de la mía y sin darme tiempo a reaccionar o sentir se abalanzó sobre mis tetas. Succionaba fuerte una tras otra haciéndome gemir… esta vez ya no podía contener los gemidos. – ¡Ahhhh, mmmm! – Dejaba salir sonidos de placer mientras el liberaba aquella pesada carga de mi ser. Pronto se empezaron a disparar grandes chorros por todos lados. Yo gemía por el placer de ser liberada de tanta presión mamaria, y él bebía cada gota como si fuera la más deliciosa bebida. Chupaba mi teta con la leche cayéndole por su barbilla, embadurnando su barba de tres días. Yo estaba experimentando como la sensibilidad de mis pezones llegaban a un terreno desconocido. El viejo sabía lo que se hacía y lo ejecutaba a las mil maravillas… lamio de arriba abajo mis tetas con su alocada lengua y pude sentir como de un segundo a otro me retorcía en un frenético y salvaje orgasmo.

Giré la cabeza a la derecha con ambos ojos cerrados, mientras arqueaba mi espalda y gruñía intensamente sujetando con mis manos fuertemente la cabeza de Tomás contra mis mamas satisfechas, su boca en mis pezones mamando como un bebé hambriento, me pusieron muy cachonda. Él pudo percatarse de mi pecado y sonrió mirándome a los ojos.

      Parece que tú necesitas otro tipo de ayuda Yuli…

Bajo mi camisón mi coño estaba chorreando, y lo levantó lo suficiente para contemplar que no llevaba ropa interior… sonrió de nuevo al ver mi raja húmeda como una flor por el rocío de la mañana. Le abrí las piernas por instinto, o como favor a sus servicios en mis ubres hinchadas.

Después de succionar la leche materna de mis tetas, mi cuerpo demandaba, no, exigía sentir aún más placer. Tomás levantó mi camisón y descubrió que mi ropa interior estaba ausente. No perdió tiempo y quitó de su camino lo más que pudo, para poder tener un panorama libre de lo que era mí pelada vulva. El vello me lo había recortado un par de días antes y el olor de mi coño era sustancial debido al orgasmo. Sentí como Tomás olfateó a profundidad mi vagina extasiándose con tan erógeno olor, igual que un perro cazador tras su presa en la madriguera.

      No puedo creer lo rico que huele tu coñito…

Dijo mientras levantaba su cabeza y me miraba saboreándose pasando la lengua entre sus gruesos labios amamantadores.

      Por favor no se burle, estoy segura que debe de oler muy fuerte…

      Eso es imposible viniendo de una mujer tan hermosa… esa palabras son tonterías hijita, tienes todo el olor de una hembra en celo. ¡Como a los machos nos gusta!

      No diga esas cosas por favor, me da vergüenza con un hombre tan mayor…

      Ya sé que te gustan jovencitos como tu esposo, pero yo no soy tan mayor para follar a una buena hembra…Ninguna se ha quejado insatisfecha…. Tengo un buen aguante y además conmigo puedes estar en confianza cariño, tu solo déjate llevar porque en esta casa te voy a consentir todo y más si tú quieres.

      Está bien… por favor hágame sentir bien… ¡Comprenda mi situación!

      ¡¿La de una mujer necesitada y mal atendida…Quizás?!

      Mi esposo con su situación está muy estresado… y una tienes sus necesidades. Por otro lado está la niña reclamándome sus atención, mis tetas súper productoras que me hostigan de dolor cuando se llenan a reventar, y de aquí para allá con mi barriga llena de otro bebé… Y una es mujer antes que otra cosa, así que últimamente mi coño está reclamando a un macho que lo riegue y lo calme de tanto ardor.

      No tienes que decírmelo dos veces querida… todos tu problemas se acabaron cuando entraste por la puerta. Sí tú quieres…. Aquí tienes al hombre, macho y semental que necesitas, con total discreción en mi casa, que ahora que es la tuya también.

Volvió a meter su cabeza entre mis muslos, me abrí los labios vaginales, tirando del capuchón del clítoris para hacerlo aparecer… esta vez sus húmedos labios hicieron contacto con el endurecido glande del clítoris. Lo besó pellizcándolo con sus labios y estirándolo un poco, lo tengo tan grande que mis amantes gozan de él muchísimo. Yo me mordí los labios mientras él seguía estirando levemente mis rosados labios vaginales. Lo suficiente para sentirlo y para no lastimarme. Mordía mis labios mientras el recorría con hábil y larga lengua cada rincón de mi vagina sin penetrarla. Mi cuerpo ansiaba ser perforada por su lengua, pero él me torturaba metiendo solo la punta, solo para provocarme. Su lengua se aproximaba peligrosamente a la entrada de mi túnel de placer pero no terminaba por atravesarlo, contorneaba la bocana sin hacer la incursión que mi lujuria esperaba.

      Por favor, no sea cruel, métamela ya, señor – dije mientras le acariciaba la cabeza.

      ¡¿Yo sabía que te hacía tanta falta un hombre de verdad hijita?!

      Lo que pasa es que mi esposo no me satisface desde hace mucho tiempo, de hecho no creo que nunca me haya llegado a satisfacer por completo.

Mentí como una bellaca para animarlo, al tiempo que le pasaba mis dedos por su rostro, porque es lo que les pone a los machos, se sienten con derecho a colmar las necesidades de la hembra y te follan con más fuerza…y yo necesitaba a un semental poderoso que me atravesara con duros pollazos…, y este viejo tenía patente de corso para hacerlo.

      ¿En enserio que tu esposo no te llena? – Preguntó curioso Tomás.

      La verdad que tiene su polla normalita y no dura mucho en la cama follándome.

Le aticé un poco más para que le subiera el nivel de testosterona hasta las nubes.

      No puede ser que un chico tan joven, no haya sabido ser un verdadero hombre con su esposa, y poder satisfacer a una verdadera hembra caliente como tú

Dijo mientras volvía a bajar a mi vagina y esta vez metió su lengua dentro de mí. Yo doblé mi espalda hacia atrás provocada por el inmenso placer que me dio al ser penetrada por aquella gran y húmeda lengua. Se movía como una serpiente curiosa dentro de una nueva cueva. Buscaba a su presa y yo me desvanecía y caía presa del placer hipnótico que aquella serpiente húmeda me provocaba. Elevé mi cintura para que tuviese mejor acceso a mi coño, y noté toda la lengua encajada en mi coño. Comencé a sentir la pasión que mi cuerpo hacia emerger de lo más profundo de mi ser. Aquella indomable pasión se desbordaba por los poros de mi piel, mis tetas, mi vagina y mi ano hacia Tomás. Aquel hombre tan mayor, me estaba haciendo sentir mujer después de mucho tiempo que no lo experimentaba con mi tío siendo una adolescente. Yo quería a Orlando, pero la verdad, también me emocionaba mucho la idea de estar con otros machos como aquel. Nunca tenía la iniciativa de querer hacerme sexo oral, y cuando lo hacía era pésimo en ello. Hice las manos hacia atrás y retiré de mi cuerpo el camisón de ir por casa, lo arrojé a un lado de la cama de Tomás. Esta vez lo tenía de frente y Tomás mamaba y mamaba mi coño  con la misma devoción que hizo con mis pezones, mientras yo acariciaba dulcemente su cabeza sin dejar de morder mis labios y poner mis ojos en blanco de tanto placer recibido.

      No pare por favor, no se detenga ahora que ya casi estoy llegando

Dije mientras sacaba mi lengua y la saliva se escapaba de mi boca. El no dijo nada y siguió succionando mis labios vaginales, y sobre todo no abandonaba mi clítoris cargado de deseo. Metió su dedo salvajemente en mi ano y yo grité.

      ¡¡Dios mío que placer!!

Grité mientras encajaba las uñas en las sabanas casi a punto de desgarrarlas por completo. Tomás introdujo su dedo en lo más profundo de mi esfínter y yo sentí como mi cuerpo era transportado al cielo. Su lengua giraba endemoniadamente en mi coño al mismo tiempo mientras yo subía como un ángel al cielo experimentando el más dulce y delicioso placer.

      Ya vi que te encanta que te coman el coño hijita, si lo hubiera salido antes me como tu chochito desde el momento en que empecé a mamarte las tetas.

Dijo mientras se limpiaba los labios de los restos de su saliva y el jugo tan delicioso de mi vagina.

Yo lo sujete de nuevo de la cabeza…. – Dele rápido Tomás, quiero correrme ya.

El comenzó a penetrarme con su lengua en el coño mientras ahora metía sus dedos en mi coño hacia adentro y hacia arriba. Sus dedos eran mágicos y expertos. Los movía de una manera especial. Tocaba partes de mi interior que disfrutaban de su roce de una manera inigualable. Llevo sus dedos a la parte superior rugosa de mi conducto vaginal, y yo no podía creer el placer desplegado en esa situación. Pude sentir como mi coño se humedecía mucho más y todo mi cuerpo se estremecía… ya no pude contenerme.

      ¡Me voy a correr Tomás, no pare que me chorreo! ¡Si dejas de hacerlo te mato, cabrón!

      Échame tu juguito en mi boca chiquilla –dijo mientras sacaba su lengua diciendo “ah”.

Yo sentí como mi cuerpo se retorcía y mis labios dejaban salir mi lengua de nuevo, en una expresión de completo abandono de mi cordura. Solo reflejaba el placer tan bestial que estaba experimentando con la maestría de aquel viejo… debía de replantearme lo de follar solo con jovencitos, estos maduros sabían encontrar el punto “G” con facilidad pasmosa.

      ¡Que se joda su puta madre, tómeselo todo!

Dije mientras frotaba mi clítoris furiosamente y dejaba salir mi eyaculación en la boca de Tomás.

Abrió la boca muy grande para recibir aquel manantial de placer sellando mi coño con sus labios, y poder saborearlo llenando sus papilas gustativas de su erógeno sabor. Yo gruñía como un animal en celo, eyaculando y convulsionando todo mi cuerpo como si fuera el de una mujer exorcizándose. Completamente sin control sobre sus instintos. Mi orgasmo fluyo fuera de mi cuerpo, hasta que la última gota abandono por completo mi coño. El viejo bebió todo lo que pudo caer en su boca y bufo levantándose y limpiándose la cara, los restos de mi corrida.

      Ahora si vas a saber lo que es un macho hijita…

Dijo desabrochándose con mucho apuro su pantalón. Su ropa interior descendió y la prisión de algodón que detenía a su bestia cedió enteramente. Una bestia gorda y salvaje salió de su ropa interior. No debía de medir menos de 20 cm, pero de tan gorda parecía más corta… debía de ser tan gruesa como una lata de Coca-Cola, con una gran mata de pelo, todo el que falta en su rasurada cabeza. Lo que más me llamó la atención fue la gran vena dorsal que bombeaba presión, hinchando y endureciendo el glande.



 

      Ven hijita, dale un besito a mi compadre….  

Por compadre refiriéndose a su polla. Me acerqué a él lentamente mirándolo fijamente a los ojos y recorriendo la cama como una gata hambrienta de macho. Él se masturbó un poco haciendo endurecer aún más su polla, que para ser vieja no había necesitado de ninguna pastillita azul para llenar de sangre la gran cantidad de fibras cavernosas que tendría. Él estaba sentado en la cama y yo lo empujé para que se recostara.

      Le voy a dar una mamada cubana que la va a seguir disfrutando hasta que se muera.

Dije mientras tomaba su duro y grueso miembro sin poder cerrar completamente mi mano alrededor del tallo. Me excité solo de verlo, pero al tocarlo aquello me sugestionó hasta la pepita.

      ¡Déjame ver que tal lo haces nena! Con tus grandes tetas y mi verga, estoy deseoso.

      No se vaya a correr rápido, cuando le doy mamadas a mi esposo no dura ni dos minutos.

      Tu marido es poco hombre para ti, estas frente a un macho chiquilla. Tú dale con todo que yo te aguanto bien firme.

      ¡Conste que se lo advertí, eh!

      Tú no te detengas por nada… luego a ver cuánta polla te entra en la boquita que tienes.

Me acerqué a su ingle y mis tetas las dejé caer sobre su pollón erecto. El peso de ellos lo sintió y suaves como algodones acariciaron su mástil, haciéndolo retorcerse un poco. Sus huevos también eran enormes, eran dos grande bolas colgando de un escroto gigante… a los viejos les crece desmesuradamente los cojones y eso me gustaba… son suaves y duros a la vez.

      No se vaya a correr así de rápido señor –dije mientras me sonreía un poco.

      Eso no fue nada hijita.

Aprisione con mis grandes ubres su gran verga, y la hice desaparecer por completo. Mis enormes tetas apenas y dejaban salir su polla por encima de mi línea de escote. Su pollón era muy gordo y le daba presión con mis tetas. Podía sentir él pulso de su tranca bombeando al horondo glande,  mientras yo apretaba mis glándulas mamarias haciéndolas subir y bajar despacio. A propósito veía sus reacciones al hacerlo. Tomás solo cerraba con fuerza sus ojos tratando se distraer la mente, pensando en otras cosas para poder soportar aquel dulce martirio que mis tetas le daban, ya calmadas por su boca de tan severa hinchazón láctea. Dejé caer un gran chorro de saliva en medio de mi escote y baño su pollón por completo cayendo primero en todo su glande. Después de haberlo liberado un poco para que la saliva recorriera todo el tronco, volví a atraparlo entre la suave prisión de mis gigantescas y voluminosas tetas. Volví a subir y bajar con ellos apasionadamente. Segundo a segundo incrementaba mi ritmo mientras el rechinaba sus dientes y apretaba las sábanas como si fuera a desgarrarlas.

Me agaché un poco y comencé a chuparle la cabeza del cipote al tiempo que subía y bajaba repetidamente mis tetas. La leche salía de mis pezones como dos pequeñas fuentes, la usaba como un dulce lubricante para su endurecido falo. Mi lengua esta vez, era la que se portaba traviesa recorriendo su glande salvajemente. Podía saborear su sabor acre y el dulzor del pre eyaculación que desesperadamente salía de la uretra anunciando la próxima venida de su cálida y espesa leche. De esas pesadas pelotas, debía de salir una gran cantidad de lefa, pensé.

      ¡Ya no puedo aguantar más hijita, me voy a correr! No pares PUTA…. – Dijo cerrando los ojos fuertes y dejando escapar gemidos pequeños.

      No han pasado ni cinco minutos, pensé que un viejo podía durar mucho más que mi esposo. – Dije burlándome un poco de él.

      Estoy un poco desentrenado… ¡¡Yo soy mucho más hombre que… él!! – Dijo mientras se le escapaba su leche involuntariamente bañando mis pechos por completo.

      ¡Puta perra de mierda! –gritó mientras su semen se derrochaba sobre mis tetas y cara.

      Vaya que se corrió Tomás, no aguantó mucho que digamos –dije mientras me reía pícaramente – Aunque hay que reconocer que sus huevos iban bien cargados…

      ¡¡Dios mío, Julia, que buena cubana me hiciste chiquilla, nunca había sentido algo así!!

      Bueno los hombres que me han disfrutado a parte de mi esposo, gozan muchísimo.

      ¿Cuántos hombres han disfrutado de tus bondades…? – Preguntó curioso. – Pensaba que eras más decente.

      ¡¿No entiendo por qué se molesta usted?! Está teniendo sexo conmigo sabiendo que estoy casada, con una niña y con otro de camino…. ¡¿Quién es aquí el pervertido?!

      Una cosa es que yo me folle a la hembra a quien le doy mi casa, y otra muy distinta que te entregues a otros como una puta. A parte de que los machos tenemos derecho de cubrir a las hembras que acogemos, y tú deberías saber que esto es en pago a mi generosidad.

Dijo mientras me abofeteaba de manera fuerte y humillante. Yo caí en la cama y él se masturbó un poco, me sentí más excitada que humillada, me gustaba el trato dominante de aquel macho.

      Te voy a enseñar a respetar a tu marido y a ser complaciente con tu hospitalario protector,   puta de mierda. A la hembras como tú sé cómo hay que tratarlas… mi esposa fue la mejor zorra sumisa que he tenido… la eduqué a base de pollazos, como haré contigo.

Dijo mientras ponía su polla erecta de nuevo. La furia y molestia podían verse reflejados en su rostro… ese tipo tenía la testosterona por las nubes y no se podía hacer nada por contenerla, a excepción de dejarte dominar sumisamente.

      No voy a dejar que una mujer tan hermosa, se comporte como una ramera asquerosa.

Tomás masturbaba su polla mientras bufaba de ira y de pasión. Se mezclaban en su ser como un coctel preparado por un barman. Con violencia y agitación se movían dentro de él. No dejaba de ver mi cuerpo y rechinar sus dientes deseando poder clavarlos en mis tetas…, que sudados parecían dos melones bañados en agua.

      Voy a enseñarte a respetar a tu marido cabrona, ya nunca te vas a acostar con nadie que no sea de tu familia, hija de tu puta.

      Usted está haciendo lo mismo, está traicionando a mi esposo de la misma manera.

      Todos saben que es deber de una huésped, servir a su anfitrión en todos aspectos, y mantenerlo satisfecho en la cama es uno de ellos.

      Eso no es verdad, tal cosa no existe – dije molesta. – Usted se ofreció generoso sin ningún tipo de condiciones de compartir la cama

      ¡¿Acaso no conoces el derecho de pernada…?! “…Todo señor tiene derecho sobre sus súbditas” Por eso Tú vas a hacer lo que yo te ordene cabrona, te callas la boca y obedeces. Y no grites, porque te va a escuchar la muchacha que me viene a ayudar, y vas a arruinar lo que tengo con esa putita – dijo furioso.

      ¡¿No puedo creer que se esté aprovechando de esa muchacha también….?!

      Ella lo disfruta, además le doy dinero para que pueda ayudar a su madre con sus tratamientos médicos. En la vida todo servicio se paga de alguna manera…es un intercambio, este puede ser en dinero o en especie, y ella prefiere el dinero a cobrarme en especie…pero nunca es suficiente, por eso hace trabajos extra en casa… ¡No te imaginas el gusto que da correrme dentro de su coño cada vez que me la follo!

Dejó de hablar y me dio otra bofetada. Yo traté de levantarme para irme de la habitación pero me agarró del cabello, casi haciéndome tropezar y caer.

      ¿A dónde crees que vas hijita? Tú me vas a satisfacer hasta que me canse… y ya te digo que tras la primer corrida, tengo mucho aguante ¡Mi nabo no está aún satisfecho del todo!

Se acercaba tanto a mí que podía sentir su aliento en mi mejilla. Se aproximó lo suficiente para lamer mi rostro asquerosamente y yo me quedé inmóvil, sometida al macho alfa de esa casa.

      Sabes delicioso, el sabor de tu sudor es increíblemente dulce.

      Ya déjeme ir por favor.




Me volvió a tomar del cabello y me arrojó de nuevo a la cama. Esta vez yo caí boca abajo y él se me echó encima rápidamente sin darme oportunidad siquiera de poder levantarme. Empujó mi cabeza hacia la colcha encima del colchón, elevó con sus brazos mi culo y finalmente quedé a cuatro patas sobre la cama… se posiciono detrás de mi trasero, acomodándose de manera conveniente para poder clavarme hasta el último centímetro de su gruesa verga. Podía sentir su polla frotando en la raja de entre ambos glúteos. Su escupitajo dejó muy húmedo mi culo. El bufaba dejando salir en cada respiración la lujuria contenida en su caliente masculinidad. Por fin pude sentir como me tomaba. – Mmmm – gimió Tomás mientras la cabeza de su glande hacia una entrada triunfal por mi coño. Yo gruñí por la molestia, y él con cada empujón que daba, golpeaba mi trasero haciéndolo sonar fuerte, y abría mi conducto uterino cada vez más. Notaba la paredes de mi vagina ceder ante el inmenso tronco de diámetro bestial, llenaba mi coño como nadie hasta entonces…pensé por un momento que me reventaría el útero, semejante a estar pariendo.

      ¡De Puta madre Yuli, estás bien apretada! ¡Cómo se ve que tu marido no te da verga muy seguida!

      Él no, pero muchos otros me han dado mucho mejor que usted. Su polla es una miseria en comparación con los hombres con los que me he acostado – dije de manera retadora.

Me tomó del cabello y tiró hacia atrás brutalmente. Yo grité de dolor. Ambos sabíamos que era mentira, porque hay pocos que puedan tener una verga de tal diámetro

      ¡¿Te crees muy lista hija de tu puta?! Esta vez te vas a enterar de quien es tu puto dueño, hija de la gran puta… te voy a reventar el coño a pollazos y lo mismo te hago parir.

Empujó de manera violenta su polla entrando de lleno en mi vagina más profunda. Yo me agarré  las sábanas y también las mordí para no darle la satisfacción de un grito de dolor. La verdad fue muy difícil porque no me había lubricado bien y la metió a la fuerza cuando yo trataba de cerrar mi coño apretando el esfínter, para que no fuera más lejos. La sacaba casi al punto de dejar mi coño y luego la volvía a meter por completo hasta notar sus grandes huevazos golpearme duro.

      ¡¿Viejo…?! ¿Soy ahora un viejo?, pero bien que te estás comiendo mi polla por el coño  como una PUTA. Jamás has tenido la boca de tu coño tan abierta… te la voy a dejar tan ancha, que cuando paras a tu hijo, no tendrá que hacer ningún esfuerzo para dilatar.

Yo me tomaba de las sábanas con fuerza y el viejo solo seguía su mete y saca sin parar. No se cansaba y no eyaculaba tampoco. La fuerza de sus embestidas me llenaba hasta el cérvix. Nunca había tenido el conducto vaginal tan atorado con una verga frotando todos y cada uno de los terminales nerviosos de cada pliegue de mis paredes, aun así no podía darle el gusto de soltar un gemido de placer. Aunque mis ojos ya comenzaban a llenarse de lágrimas y mi vagina había empezado a dejar salir fluidos de placer. Yo solo rogaba porque el viejo no se diera cuenta.

      ¡Uy, qué es esto perra!, ya estas mojada, pensé que un viejo como yo te daba asco…, pero veo que te está gustando que te dé, lo que te hace falta ¡¡RAMERA!!

Me espetó sin parar de follarme duro… Los huevos me azotaban el clítoris que desprendía una descarga eléctrica en todo mi cuerpo en cada empellón, sus manos me agarraban de las tetas como si fueran las riendas de una yegua desbocada, de tal manera que de mis pezones brotaba leche por sus duros apretones. Era curioso que yo soltara leche por mis tetas, en tanto el macho semental me llenaba de la suya por el coño…, era el proceso de llenado y vaciado de la hembra.

      Usted nunca me va a satisfacer porque no es lo suficientemente hombre para una mujer como yo, como tampoco lo es mi esposo… ¿por qué cree que follo con otros machos?

Dije  mientras mi cuerpo y mi cabeza se movían violentamente  por sus embestidas. Él tomó con ambas manos mis largos cabellos y los tiró con fuerza hacia atrás. Yo grité de nuevo y las lágrimas brotaron de mis ojos. Placer y dolor, sumisión y dominio… todo me excitaba demasiado.

      Así, llora cabrona, así me gusta, que lloren de puro placer cuando me las follo duro.

No podía creer lo que me estaba pasando. Sentía como mi coño se sentía más lubricado por la gran follada de Tomás. Yo había comenzado a excitarme demasiado y ya no podía ocultar mis gemidos. Salían involuntariamente y Tomás se daba cuenta. Reía descontroladamente mientras seguía llenado de verga el conducto vaginal, de una manera brutal. Mi cabeza estaba arqueada hacia atrás y mis ojos estaban mirando hacia adentro de mi cráneo. Mi lengua salía de mi boca y el placer invadía por completo mi cuerpo. El sudor de ambos, se combinaba en aquella cama…, provocando extraños sonidos al chocar nuestras carnes, la una con la otra.

      Ya no más por favor, ya déjeme ¡Me va hacer abortar a mi hijo…!

Supliqué mientras él seguía destrozando mi coño de una manera bestial. Jadeaba y gemía como un animal en celo, sin raciocinio alguno… lo único que podía hacer contra eso era abandonarme. Mi cuerpo ya reaccionaba por puro instinto básico. Solo quería que me dominara como una hembra dominada por un macho en lo salvaje de la jungla.

      No te preocupes chiquilla, ya me voy a correr de un momento a otro.

Dijo mientras se sujetaba con fuerza de mis caderas embistiéndome de manera furiosa una y otra vez haciendo aplaudir a mi trasero. Su clavadas eran incisivas, duras y a fondo. Acuchillaba mi coño deseando matar al hijo que engendraba en mi vientre. Sentí miedo y gozo a un tiempo.

      ¡Córrase de una vez, pero hágalo fuera! No quiero que se corra dentro de mi útero, sáquelo ya – dije de manera autoritaria. – ¡¡No deseo tener su lefa en mi vagina!!

      Tú no me vas a decir que hacer cabrona. La leche de mis huevos va directa a tu útero.

      Sáquelo ya, viejo cabrón.

El viejo me sujetó fuerte de las caderas y dejo salir su vieja semilla en mi vagina, la clavó bien adentro y allí se despojó de su esperma grumoso. Todo se fundió y mezclo dentro de mí. El sudor, el flujo vaginal, y el semen blanquecino que salía de su polla con fuerza como si fuera la eyaculación de un adolescente, sin contar con la fuerza de un gran semental por sus embestidas. Percibí chorro a chorro con potencia, hasta que terminó de vaciar sus testículos y cayó pesadamente rendido sobre mi espalda.

      Bájese de encima de mí, cabrón… – dije muy molesta.

El hizo caso omiso y me abrazó de manera egoísta masajeando mis tetas, a las cuales les hizo brotar unos chorritos de leche.

      No te preocupes hijita, yo aún puedo seguir, después de todo aun me falta llenar tu culo de putita – dijo mientras se acercaba a lamer mi oído de manera pervertido.

Ese día me dejó en paz con la promesa de romperme el culo, pero no lo hizo hasta pasado unos días en los que me dejó recuperar mi ensanchamiento vaginal. Por temor fui al ginecólogo por si había sufrido daños en el feto, naturalmente a costa de Tomás y por suerte todo estaba yendo perfecto…me acompañó el viejo. En verdad se portaba con amor en todo momento, y demasiado respetuoso para como me follaba, solo que con el sexo era una animal en celo, dominante… todo un macho alfa. Valorando los pros y los contras, era evidente que ganaban los pros… tenía sexo del bueno, el bebé se desarrollaba bien en la panza, mi esposo encontró trabajo y con Tomás no nos faltaba de nada con un mínimo sacrificio… soportar las excitantes folladas de su gorda verga.

 

******************************

 

La cosas estaban cambiando de carácter, para Tomás, los nuevos amigos que había acogido en su casa se estaban convirtiendo en algo mucho más especiales de lo que pensó en un primer momento. Se estaba enterneciendo con Julia y con la barriga que le iba creciendo, pero como todo macho alfa necesitaba follarse a todas las hembras, y quería que ella se rindiera a él en recompensa… – ¿Cómo me quieres? – Ahí, lo había dicho. A través de sus labios temblorosos y con una voz que apenas era la suya, finalmente había dicho las palabras que él quería que dijera.

Cómo me quieres. Una invitación, una sumisión. Y sin embargo, una declaración al mismo tiempo.

Dime cómo me quieres… y si tienes suerte, puedes tenerlo. Eso es lo que él había querido de ella, este increíble hombre. Esta nueva amante que tan rápidamente, tan fácilmente, desterró a todos los fantasmas de su pasado, había ahuyentado a todos los demonios que acechaban en su alma. Este hombre, que ahora quería que ella se deleitara con su máximo poder…, el poder de someterse a su lujuria, al agudo e intrusivo deseo que brillaba en sus ojos cuando la miraba.

Justo como lo estaba haciendo ahora. Solo que ahora, el calor en sus ojos era casi salvaje, el conjunto severo de su mandíbula resuelto. Como si sus palabras hubieran desbloqueado un poco de lujuria oculta que él solo había insinuado antes. Estaba de pie, gloriosamente desnudo, a un lado de la cama, mirando su cuerpo en pelotas mientras yacía, flexible, abierta, esperando que él decidiera qué hacer con ella… preñada e insatisfecha por su esposo, lujuriosa  y nacida para el sexo como ninguna otra mujer, había conocido aquel semental oportunamente. Su polla surgió de sus palabras más gruesas y más duras de lo que ella había visto, casi palpitando de necesidad. La anticipación se estremeció a través de ella, enfriando su piel desnuda pero calentando los pliegues húmedos de su sexo. Él no dijo nada, solo hacía tensar el gordo cipote haciéndolo cabecear.

Más bien, él habló solo con sus ojos y su gran rabo, mientras lentamente se acercaba a ella, su mano fuerte gentilmente se arrastró a lo largo de su mandíbula y bajó entre el valle de sus tetas embadurnadas de leche materna. Luego su caricia se convirtió en una orden, un agarre sutil de su cintura, y con un movimiento fluido y fácil, la guio sobre su estómago, con el pelo derramado en su rostro, un pequeño grito de sorpresa y deleite escapando de sus labios. Su boca contra la parte posterior de su cuello estaba caliente y sensual, besando su espina dorsal en un lento sendero tortuoso. Sus hombros, su espalda… besos lentos, con la boca abierta y abrasadores que encendieron sus sentidos dondequiera que cayeran. Como si la piel bajo sus labios vagabundos fuera el más decadente de los gustos. Sus pezones se endurecieron contra la manta debajo de ella y se retorció, tratando en vano de saciar el deseo húmedo que surgió entre sus piernas. Aun así, no dijo nada. Pero sus manos comenzaron a vagar a lo largo de ella, curvándose suavemente sobre su culo, apretando su carne en un agarre tan posesivo, tan firme e inflexible. Ella era suya. Cada lamida, cada beso, cada agarre de su carne lo decía, y él la tomaría, como quisiera.

Y como si no estuviera hecha de nada, nada más que aire y luz y un deseo embriagador que corría por sus venas, la colocó con manos seguras, la colocó a lo ancho a través de la cama y tiró de sus rodillas hasta el borde de la cama, sus terneros cayendo sin apoyo. Y con manos seguras él también la puso de rodillas, inclinando sus caderas hacia arriba y separando sus piernas. Una pizca de miedo la atravesó. Se sentía tan expuesta, tan vulnerable, cuando el aire fresco susurró sobre su coño e hizo que el calor líquido de su excitación se sintiera aún más caliente. Ella cerró los ojos y respiró temblorosamente cuando lo sintió caer de rodillas detrás de ella.

Sus manos vagaron sobre su culo, amasando provocativamente mientras besaba su piel, y luego ella sintió el sedoso rastro de su boca en la parte posterior de sus muslos. La lujuria se espesaba a través de su coño, haciendo que su clítoris hinchándose, temblara de necesidad. Él se demoró, la besó perezosamente, lánguidamente, lamiendo sus muslos con movimientos burlones de su lengua hasta que ella pensó que podría volverse loca. Enterró la cara en la manta y gimió, desesperada por no darse por vencida y rogarle que le comiera el coño… que la lamiera. Ya se había ofrecido a él, y se sometería, por mucho que le doliera el coño por la sensación de su verga.

Y luego, de repente, sus dedos se clavaron en la carne de sus muslos y se inclinó hacia delante para saborearla con un largo y erótico golpe de lengua. El placer se disparó a través de ella, tan feroz y agudo que levantó la cabeza y gritó. Su aliento se quedó sin aliento cuando él profundizó, mientras su lengua comenzaba a girar y dar vueltas, mientras sentía su aliento caliente contra su clítoris y su boca voraz comenzó a devastarla.

Él la lamió sensualmente su lengua contra su abertura mientras sus manos se aferraban a la parte posterior de sus muslos, facilitándola más para la boca. Él la lamió con largos, deliciosos y tortuosos movimientos de su lengua, provocando el calor húmedo de sus pliegues y sumergiéndose en su abertura para golpearla. Su lengua se deslizó dentro de ella, retirándose y penetrando una y otra vez en un ritmo sensual, follándola lentamente, invadiéndola en un acto tan íntimo, tan carnal, que sintió un calor líquido aún mayor para cubrir la lengua del proveedor de tan exquisitas lamidas. Gimió de aprobación mientras él la saboreaba, y hundió su lengua aún más profundamente en el coño, buscando más de su deseo húmedo y sedoso. – Cabrón…– susurró Julia, un sonido más que una palabra, una respiración más que un sonido.

El placer la recorría ahora en oleadas, reclamando cada parte de ella. Ella sintió que sus músculos internos se apretaban alrededor de su lengua, mientras él la follaba con un ritmo cada vez más urgente, mientras sus dedos se hundían en su carne y sus propios gemidos de placer se hacían más fuertes. Su lengua se deslizó fuera de ella para deslizarse a lo largo de sus pliegues carnosos de su vulva de nuevo, lamiéndola con una deliciosa lentitud que casi la empuja hacia el borde.

Él chupó sus labios, festejando, bromeando, mordiendo con suaves pellizcos que dispararon chispas de dolor a través de ella. Y luego, justo cuando ella pensó que podría venir de su exploración hambrienta de ella, él se hundió, se acercó más a ella, y su lengua se estiró para provocar su dolorido placer en su clítoris. Ella se sobresaltó cuando su lengua la alcanzó, el placer la desgarró mientras él agitaba la hinchada protuberancia.

Su rostro estaba presionado cerca de ella y ella podía sentir su aliento contra los pliegues que él había estado prodigando, pero era su lengua, su lengua fuerte, aterciopelada, voraz que enviaba ondas de choque de exquisita agonía a través de ella. Ella gritó, un gemido agudo flotando en el aire y llenando la habitación, su clítoris temblando impotente bajo su lengua. Agarró sus caderas, curvando sus brazos alrededor de ellos para que sus manos descansaran en su trasero, incluso cuando la inclinó hacia arriba, mejor para deslizar su lengua sobre su clítoris.

Su espalda se balanceó cuando se ajustó a la posición, sus caderas se inclinaron hacia arriba incluso cuando su barriga rozó la parte superior de la colcha, y cuando el placer la invadió comenzó a mover sus caderas, casi involuntariamente, girándolas lentamente, apretándolas contra su cuerpo. Su lengua como su aliento llegaba en pantalones desgarrados de pura necesidad primitiva. Él la lamió lentamente, deliciosamente, girando la protuberancia alrededor de su lengua mientras su respiración se aceleraba y él gimió ante la sensación. Fue enterrado en ella, su boca trabajaba con avidez mientras ella se movía contra él, gimiendo y gritando con cada nueva área que su lengua exploraba.





El placer era casi imposible de soportar. Agarrado por detrás, sus fuertes brazos inclinaron su sexo hacia él, su boca devorando su calor húmedo y torturándola en un torrente de lujuria sin mente. Y el giro lento y constante de sus caderas contra su boca la hizo casi sin hueso con éxtasis, disfrutando de cada lamida, cada succión, cada agonizante remolino contra su clítoris exquisitamente sensible. Dejó que sus dedos llegaran más abajo, alrededor de su muslo, las puntas de sus dedos jugando con su abertura mientras su lengua bailaba sobre su protuberancia hinchada. Y luego él estuvo dentro de ella, sus dedos se sumergieron en ella.

Ella podía sentir su humedad sedosa cubriendo sus dedos cuando él se lanzó y se retiró, bromeó y torturó. Su coño se agarró a sus dedos, agarrando, apretando mientras la follaba con deliberada lentitud, mientras él rozaba su punto g y se hundía más profundamente en su apretada funda. Luego la encontró con su mano izquierda, y metió un dedo en sus pliegues para empaparla en su excitación. Se arrastraba ligeramente hasta la pequeña y apretada abertura de su parte trasera y comenzó a acariciarla suavemente. Se enfrentó a él con la nueva sensación, el placer desconocido y de alguna manera prohibido de ser tocado tan íntimamente. Nuevas olas de placer la inundaron, e hicieron que su coño se apretara alrededor de los dedos que pulsaban dentro y fuera de ella. Ella sintió más que escuchó su propio gemido de placer cuando él le acarició el culo y le cogió el coño, y lamió lánguidamente, torturando su clítoris espasmódico. Ella gimió y se apoyó contra él en un éxtasis sin aliento, incapaz de evitar que sus caderas dieran vueltas más profundamente, empujando hacia atrás entre sus dedos, esforzándose para encontrar cada toque.

      "Oh Dios mío… esto es imposible… No pares Tomás."

Gritó ella, mientras su boca comenzaba a trabajar febrilmente, su lengua se movía sobre ella mientras su propia respiración se aceleraba ante la forma en que su cuerpo le respondía. Sus dedos se adentraron más en sus dos aberturas y la cogió con un ritmo suave pero en constante aumento. Todos sus músculos, músculos que ni siquiera sabía que tenía, se apoderaron de él cuando él entró en ella con deliciosa intensidad, pulsando dentro de ella, estirándola, follándola con ternura. Y cuando él le chupó el clítoris con la boca, e introdujo ambos dedos profundamente en ella, ella se corrió gritando, en un gemido primigenio, cuando el placer la atravesó, casi destrozándola. Apretó el edredón a su lado y hundió la cara en una almohada, montando la intensa ola de orgasmo que la atravesó e hizo que sus caderas se movieran.

Él la siguió, sin quitarle la boca ni las manos, solo cabalgó con ella a donde lo llevaban sus caderas. Cuando finalmente se estremeció y dejó escapar un último grito de liberación sin aliento, sintió que él se retiraba de ella, dejando su carne temblando y retorciéndose, su cuerpo débil y, de alguna manera, desesperada por más. Ella lo sintió levantarse, todavía detrás de ella, y pasar sus manos apreciativamente sobre la hinchazón de su culo y sus caderas. Agarró sus caderas y guió el cabezón de su polla, a la entrada de su coño empapado con un largo y delicioso golpe. Echó la cabeza hacia atrás y gimió, su coño se separó de su polla, cediendo a ella, abriéndose a su orden.

La sensación de ser tomada así era tan nueva y tan extraña, pero tan maravillosamente primitiva, y ella se empujó contra él con avidez, tomando tanto de su enorme verga como ella podía acomodar. Él gimió mientras la llenaba poco a poco expandiendo el conducto que le llevaba al ancestral placer de llenar a la hembra. Al cabo de unos minutos percutando la experimentada vagina de Julia, logró hacer desaparecer todo el tallo, enterrándose completamente en ella, hasta que ella pudo sentir el peso sólido y pesado de su cuerpo presionando contra su culo. Era tan profundo, que la llenaba por completo, la poseía y reclamaba su cuerpo como si le perteneciera, porque en este momento, se encontraba sin aliento, en el espacio atemporal… lo hacía vivir en un mundo paralelo de placer que con nadie había experimentado.

Y luego él se retiró, y ella sintió que su vagina protestaba con un agarre firme y apretado. Se deslizó suavemente y luego volvió a entrar en ella, y la sensación de ello la encendió de nuevo. Agarró sus caderas y gimió…, ella pudo ver que su cabeza también estaba echada hacia atrás en éxtasis, sus ojos cerrados, su mente un tumulto de enajenación y lujuria. Como si lo guiara solo ese embeleso por gozar de lo más puro. Comenzó a empujar, cayendo en un ritmo profundo y contundente. Su polla gruesa y rígida estiraba la boca de su coño cada vez que entraba a fondo.

Ella gimió con cada golpe, sintiendo el poder de sus caderas mientras golpeaban contra ella, imaginando los fuertes músculos de los muslos flexionándose y esforzándose para empujar su polla dentro de ella cada vez más adentro y más fuerte. Se estrelló contra ella, sus respiraciones cortas coincidieron con su ritmo, sus gemidos de placer se dispararon cuando las palabras sin sentido se derramaron de sus labios. Sus manos le amasaron el culo posesivamente mientras la empujaba, manteniéndola inmóvil para su exigente polla. Su ritmo era rápido y frenético, invadiendo su coño sin descanso, hasta que él se desaceleró un poco y ella sintió que su mano derecha comenzaba a moverse.

Se inclinó hacia delante y le acarició los labios con un dedo, suavemente, casi con reverencia, y luego se deslizó suavemente dentro de su boca. Ella chupó su lengua con una necesidad casi instintiva, cerrando los ojos contra la sensación cruda de ello, chupándola ferozmente como si fuera su polla. Una invasión tan íntima, tan dominante y sin embargo tan suave, y ella comenzó a chupar al mismo ritmo de la gran polla la follaba, gimiendo descaradamente, saboreando cada parte de él que podía. Y luego él, sin llegar al retiro de su boca, llevó su dedo al lugar oportuno y necesario…, acarició en su abertura trasera en un lento y profundo remolino, y casi llegó. Ella gritó, sin prestar atención al sonido desesperado y suplicante que resonaba en la habitación. Él masajeó la carne rosada apretada con su dedo, y la jodió aún más fuerte, entrando en ella con respiraciones jadeantes y gemidos guturales.

      ¡Qué hermoso culo tan dulce!

Gimió, deslizando su dedo más profundo en ella, imitando los empujes de su polla en su coño fundido.

      ¡Qué bien sabes follarme, cabrón!

Pronunció en una oleada de placer intenso alimentado a través de él. Su dedo pulsó dentro del culo de ella, invadiéndola en ese lugar desconocido, prohibido, follándola mientras su polla golpeaba contra la vulva y los huevos se quedaban fuera, despojados del placer de entrar en la cueva de los placeres… solo les quedaba golpear, para que le dejaran entrar, aporrearle el clítoris duro y erecto de la acogedora hembra, en rebeldía pura.

Julia era diferente a todo lo que ella había imaginado, y las sensaciones la recorrieron como fuego, calentando su sangre, haciéndola sentirse completamente poseída por él mejor amante que soñó tener amándola. Sus músculos se apretaron alrededor de él, alrededor de su dedo, alrededor de la rolliza verga de Tomás, agarrándolo y sin querer dejarlo ir. Cuando su dedo se deslizó fuera de ella y volvió a masajear su entrada, ella se estremeció, asombrada de lo mucho que extrañaba la sensación que acababa de comenzar a disfrutar. Pero pronto la agarró por las caderas con ambas manos, y la sostuvo mientras la conducía más y más rápido, y ella supo, sin saber cómo, que mientras él intentaba volverla loca con su exploración, había logrado conducirse a cerca de la locura. Se inclinó hacia delante y agarró su cabello, tirando de su cabeza hacia atrás ligeramente mientras la golpeaba con su pelvis, insertando el duro garrote que la naturaleza le había otorgado para hacer gozar a todas cuantas hembras se cruzasen en su vida.

Ella jadeó y tragó, permitiéndole que tirara de ella, temblando con la fuerza de sus empujes. Con la cabeza inclinada hacia arriba, se sumergió y besó su garganta y el pulso palpitante que encontró allí, y le pasó la lengua por el cuello hasta la oreja. Cuando su lengua bailaba a lo largo del lóbulo de su oreja, ella se estremeció y cuando él la metió dentro de su oreja, sollozó. Él le lamió el cuello, respirando con dificultad entre los empujes rítmicos de su polla mientras conducía hacia ella…. Juró con un placer explosivo mientras la follaba, y ella echó su culo hacia atrás para encontrarse con cada uno de sus empujes, para llevarlo más profundo. Ella balanceó su espalda tan lejos como pudo para que él pudiera hundirse más, más profundo, más duro. Y él hizo lo que ella le demandaba… Gruñó con aire entrecortado, tirando de su cabello y agarrando su cadera mientras la follaba salvajemente, la expansión de la vagina y la gran lubricación, hacían que la fornicación fuese delirante…

      ¡¡Dime que eres mía!! – Le espoleo a la señora.

Sus palabras se dirigieron a su clítoris, a su coño salvaje, y ella sintió que el orgasmo aumentaba dentro de ella. No quería nada más que obedecerle, convulsionar su polla dentro de ella, retorcerse y gemir mientras la sujetaba por el pelo y la cadera… mientras le daba la gran follada. Él la miró y en silencio le exigió que no apartara la mirada y ella sabía que él quería ver su orgasmo en sus ojos, para ver el placer caer sobre ella. Jadeó y gimió mientras empujaba y se sacudía, y sus ojos se iluminaron con una especie de dolor de placer que ella nunca había visto antes. Él también estaba cerca, ella podía decir que ese viejo no era para nada lo que había imaginado. Ahora solo necesitaba su liberación, su rendición, y él detonaría.

      ¡¡Eres mi dueña, Julia…!! Quiero que ser el próximo en llenarte la panza con un hijo.

Ella susurró….  – Este coño es tuyo.

Él soltó un grito gutural y se inclinó hacia delante, soltándola mientras sostenía sus brazos rígidamente a cada lado de ella. La cogió con un ritmo salvaje y animal, golpeando contra su culo, empujándola hacia abajo, hacia la cama con cada empuje poderoso. Como ella, se acercaba al borde, trepaba…, sus gemidos se convirtieron en agudos y desesperados gritos…

      ¡Córrete dentro! ¡Lléname por favor… Dios mío la quiero toda dentro de mí coño!

Gruñó la hembra sometida a los placeres inconmensurables que el viejo le propinaba. Su voz casi rompiéndose…

      Ahora lo voy hacer.  Noto como pasa la leche por toda mi polla… ¡Vamos puta… córrete por mí antes de que te bombee para llenarte de semen!

Y ante el desesperado gemido en su orden, ella lo hizo. Ella se rompió a su alrededor, explotando en un orgasmo convulsivo, su coño ordeñando su polla mientras gritaba clemencia. Él gritó y la inundó, rebotando y empujando mientras su coño lo drenaba. La clavaba duro a fondo en cada convulsión, soltando chorro a chorro, la lefa espesa recién ordeñada de los suntuosos cojones del semental. Ambos rezumados por el sudor, se retorcieron juntos, sus voces resonaban juntas por la habitación, sus gritos y gemidos se mezclaban cuando ella lo ordeñaba, lo drenaba, chupaba cada gota de semen de su polla palpitante mientras se vaciaba completamente en ella.

Finalmente, su ritmo se ralentizó y cayó contra ella, todavía pulsando dentro de ella, luchando por recuperar el aliento cuando la última gota de su semilla se derramó impotente de su glande. Cada oleada de su polla se encontró con un agarre apretado por su coño, que también parecía indefenso, desesperado por reclamar cada gota del elixir de la vida, poseerlo tan completamente como ella había sido propiedad de ella. Los cofres de sus pechos se agitaban, las respiraciones entrecortadas escapaban de sus labios, su piel estaba húmeda y alimentada de la transpiración del otro, yacían allí por un momento, todavía unidos, aún perdidos en la euforia del abrazo eterno.

Por fin, se apartó de ella, se retiró de ella a regañadientes y se acomodó a su lado, tomándola en sus brazos y encajándola cuidadosamente en la curva de su cuerpo. Ella se hundió en él con gratitud, acurrucada contra su polla gastada y la comodidad de su fuerte pecho. Ella tembló ligeramente, y él la atrajo hacia sí, besándola suavemente por el cuello hasta la oreja.

      ¿Estás bien?  

Susurró, con voz soñolienta y baja, lo suficientemente seductor incluso ahora para agitar un pequeño aleteo de deseo dentro de ella.

      Más que bien… estoy en la gloria. Me elevas al paraíso cada vez que me follas, Tomás.

Ella sonrió, mordiéndose el labio y cerrando los ojos mientras las olas de paz dormida la envolvían. Entonces un pensamiento hizo que sus ojos se abrieran.

      Entonces fue… ¿obtuviste lo que querías?

      .

Murmuró, el sueño amenazaba con alcanzarla… la dura batalla se prolongó demasiado, y estaba agotada…exhausta. La enorme panza no ayudaba a sosegar el cansancio…aunque era una mujer fuerte y joven, las tareas del hogar, las folladas maratonianas que recibía casi a diario de Tomás y arrastrar un panzón de ese calibre, era demasiado. Él se frotó contra su cuello y presionó sus labios contra su piel, durmió abrazada a ese hombre como acostumbraba hacerlo con su “marido”. Orlando seguía siendo su dios terrenal, pero no podía pasar sin los semi dioses que le otorgan la calidad de vida sexual que ella necesitaba.






Ya pasaba de las 38 semanas de embarazo y pronto descubriría que era un mulato quien engendraba en su vientre… su hijo era de ascendencia africana, de aquellos negros que los españoles llevaron a las plantaciones de plátanos en el Caribe, así que transcendería más allá de la sorpresa del momento del parto…. Su esposo desapareció, sin embargo su anfitrión se hizo cargo de ella con los dos hijos. Sin descendencia aún, no se quedaría con las ganas de hacer un heredero en la panza de Julia… Con el tiempo, ella se estaba enamorando del viejo, ya no lo veía como un pervertido sino como un hombre cariñoso y generoso, alguien especial, su única y mejor salvación. ¡No había tenido sexo con amor más sugestivo que con Tomás! Solo había una pega… debían de cumplir con un protocolo de dilatación previa, para que la maza del viejo pudiera quedar alojada en el interior de su vagina. Cumpliendo como hembra, todo su patrimonio, algún día pasaría a ser de su propiedad y de sus hijos…el divorcio ayudo a despejar ese camino.


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