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UNA HISTORIA DE AMOR. Y si tú no has de volver...

    "Y si tú no has de volver" 1ª PARTE "Una para el otro y otra para el uno". Esa frase la repite una y otra vez mi ...

La viva imagen de mi Esposo. 4ª parte

 




8º Capítulo. La otra

De inmediato pienso en Alejo, y su razonamiento sobre las mujeres, y no tengo más remedio que darle la razón, nos ponen a un chico guapo delante con algo de maña, y nos dejamos llevar, mientras que los buenos hombres se tiene que conformar a esperar que alguna se fije en ellos.

¡¡Vaya parece injusto que solo nos dejemos follar por los chicos malotes, cuando en verdad nos aman los chicos buenos…!!

Solo al llegar a casa y pagar al chofer, que me dedica un “Guapa” que me duele en el alma al bajarme, recuerdo que tengo invitados. Miro el móvil y veo un par de mensajes, uno es de mi hijo avisándome de que todo está bien, y otro del joven que ha usado mi casa de picadero. Me escribió hace un rato, diciendo que ya está, que se ha acostado con Celia, que ha sido maravilloso, que le perdone pero lo han hecho en mi cuarto, y que ha querido recoger, pero la chica se quería ir a casa, y ha tenido que ir a acompañarla. No sé cómo reaccionar a esa información, si triste o feliz.

Por ahora, subo a mi casa cogiendo las llaves de emergencia de mi amiga a quien le enviado un WhatsApp y me esperaba en la puerta, el taxista ha parado un momento y hemos continuado. M doy una ducha rápida para tratar le lavar mis pecados, notando un leve escozor entre mis muslos y un regusto por la irritación producida en mi coño. Me pongo unas braguitas de abuela y un camisón cuando me voy a la cama. Está algo desordenada, no hecha un desastre pero sí agotada, ya cambiaré las sábanas por la mañana. Es al tumbarme cuando noto al instante el aroma de la potente colonia de Alejo, el del perfume de ella, y un ligero aroma a sudor y sexo. Imagino lo que habrá pasado, y de pensar en Alejo tomándola como me han poseído a mí, me revuelco en busca de su esencia, su aroma me pone delirante y me toco un poco la pepita, consigo correrme. Me quedo dormida retozando, algo abstraída, mirando la hora.

Son casi las siete de la mañana. El despertador suena puntual a las diez, gimo y me hago la remolona, con un dolor de cabeza tenue, me quedo mirando la bolsa del gimnasio en la silla de la habitación, y decido que ayer ya me moví suficiente. Apago la alarma, pongo el móvil en silencio, y me quedo abrazada a la almohada, pensando que en cierto galán muy educado, al que huele mis sábanas. Un portazo me despierta. Miro la hora y suspiro de gusto al ver que son las dos de la tarde, bostezando y desperezándome, la resaca sigue pero estoy más entera. Voy al baño y salgo al pasillo, no veo a nadie y me dirijo al cuarto de Rodrigo, como pensaba, ha dejado su mochila en el suelo y se ha tumbado a dormir vestido y todo. “Espero que hayas tenido mejor fin de semana que yo, hijo.”, le dejo descansar. Me voy a la nevera, y me hago un bocadillo con un té desintoxicador, para eliminar el alcohol de ayer. Me lo tomo a solas en la mesa de la cocina, repasando un poco todos los acontecimientos, la cena con Alejo, la charla en el sitio de los botellines, el pub, los consejos con Celia, Fran y su insistencia, la discoteca, el boy… “Aburrirme no me aburrí y me porté como una puta perra… también”

Bufo por mi actitud de niña tonta. Estoy algo magullada, y me duele todo, creo que es por bailar tanto, pero el tal Jimmy tiene más papeletas para ser el culpable. Me voy a mi cuarto y cambio las sábanas, me miro en el espejo y me tengo que quitar el camisón y ponerme una camiseta vieja, para tapar el enorme morado del chupetón que me hicieron ayer, luego cojo el móvil y me estiro en el sofá del salón. Al mirar la pantalla veo muchos mensajes de Alejo, leo por encima que todo fue bien, y que se despidió dándola un beso tierno en su portal, que han quedado hoy otra vez para salir a pasear, y que me está eternamente agradecido. Me pide que le llame en cuanto pueda, da igual la hora, pero no estoy de ánimos para saber lo maravilloso que fue acostarse con otra en mi cama, mientras a mí me camelaban como a una zorra quinceañera.

Me echo a ver alguna película mala, y al par de horas Rodrigo sale de su habitación, buscando algo de comer. Me obligo a ser su madre, y voy a prepararle algo, así charlo con él, y compartimos experiencias mientras devora lo que le hago.

¿Qué tal te ha ido?

– Bien, he estado en casa de una chica…no sé, ha sido diferente, no hemos estado haciendo nada raro, pero me lo he pasado bien. Es delicado, sabe que ahora me molesta su actitud algo chulesca con las chicas.

Me alegro, quizá así encuentres a una de las buenas.

¿Y tú, que tal te fue con estos? No atino a responder de primeras.

– Divertido, fue algo extraño, pero me lo pasé bien, salvo un pequeño incidente con Fran, que se propasó, todo fue…genial. Tampoco es que esté mintiendo.

Ya, es que es un poco idiota con un par de copas encima, ya hablaré con él.

– No creo que haga falta, ya le puse en su sitio, pero si te dice algo, dile que lamento lo ocurrido.

– ¿Y tú amigo Alejo? Sonríe con malicia.

Pues que yo sepa, se lio con una chica, y se ha acostado con ella…, el retintín me sale exagerado.

¡No jodas! Pero si es un estirado, ¿A quién?

– Pues a un chica rubia que le gustaba del grupo…Celia. Empieza a reírse.

¡Jooooder! Pero si a esa me la quiero tirar yo, es un bombón de niña, qué cabrón, ¿Cómo?

– Pues le di unos consejitos, pero creo que se basta él solo, no sé más.

– Qué mamón….

La verdad es que esperaba una reacción más negativa ante la noticia, Rodrigo parece molesto con los éxitos de los demás, pero en este caso, sonríe y parece que le gusta lo que ha pasado. Se va a su cuarto y yo regreso a mi sofá. Trasteo con el móvil, pensando en la conversación con Rodrigo, y me pica la curiosidad. Marco el número de Alejo, y espero que dé tono, cuelgo, y vuelvo a llamar, no entiendo mi nerviosismo. Me calmo, y al final le llamo de verdad.

Hola Alejo, perdona que no contestara antes, es que estaba molida.

– No pasa nada, espero que ayer, al irme de la discoteca, no sufrieras mucho.

Pienso en el falo enorme del boy. – No…nada que no aguante. ¿Para qué querías que te llamara?

– Pues lo principal, para darte las gracias, fue casi perfecto.

– ¿Casi? Cuenta, cuenta…

– ¿De verdad?

– Soy tu tutora, quiero evaluar los resultados de mi alumno. Me invento, la curiosidad me mata de repente.

Pues…fuimos a tu casa, cogidos de la mano y besándonos a cada semáforo, o al parar para comprar condones. Subimos y ya en la puerta se me echó encima, fue algo improvisado, y la metí en el primer cuarto que vi, el tuyo. Discúlpame por lo de las sábanas…

– Nada, tú sigue.

– Es que no sé, la recosté en la cama y me tumbé encima, nos besábamos, y acariciábamos, y llegó un punto en que ella se fue al baño, y cuando salió…estaba desnuda.

– Una chica directa…

– Sí, y menos mal, se me dan faltan los sujetadores y eso, así que me desnudé como un rayo, se reía de mi torpeza, pero…se… se serenó al verme desnudo poniéndome el condón. La tumbé sobre mí, boca arriba, y bueno…empezamos.

Tengo necesidad de saber con detalle lo que pasó, pero no quiero parecer una fisgona.

¿Y al acabar?

– Fue algo rápido, a mí me hubiera gustado quedarnos abrazados durmiendo, pero ella vio la hora y se preocupó por sus padres, así que nos vestimos a toda prisa y la acompañé hasta su casa. Fuimos agarrados del brazo y al llegar me despedí con un beso en la mano, pero ella me cogió de la cara y me besó con dulzura…uf, es una gran chica. Sentencia.

Eso parece, me alegro por ti, y Alejo, trátala bien, eh.

Por supuesto, si hemos quedado para tomar un helado y pasear a Thor. “Mierda, eso lo hacía conmigo.”

¿Ves cómo no era tan difícil?

– Porque me ayudaste, si no, aún está esperando que la toque el culo…, me saca una carcajada. Qué bobo eres.

– Por cierto, tengo las llaves de tu casa, ¿Cuándo me paso a devolvértelas?

– No hay prisa, cuando quieras.

– Pues el lunes entonces, que voy a comer a tu casa, si no te has arrepentido del ofrecimiento.

Ni mucho menos, estaré encantada, y así hablamos.

– Un abrazo… Laura, eres la mejor.

Anda, galán…un beso.

Me quedo algo entusiasmada, no sé el motivo, pero creo que Celia ha logrado que mi relación con Alejo sea más normal. Al menos eso espero, no puedo seguir haciendo el idiota por ahí, estoy cometiendo errores bobos y no me lo puedo permitir, mi vida es algo más que estar sola en casa o que un capullo me folle para dejarme tirada. Realizo varias llamadas por la tarde, a las amigas del gimnasio para que no se preocupen al no verme hoy, y a Carmen, que me dice que su marido está fuera y que ahora no podía hablar, que tenía que atender al hijo de un vecino en su bloque. Paso el resto del día haciendo la colada, y con ciertas rutinas de la casa, tratado de no pensar en Alejo y Celia paseando o jugando con el perro. A la cena, Rodrigo sale de su cuarto hablando por el teléfono, es una chica, he oído alguna de esas conversaciones, pero esta parece que le hace “tilín”, nunca le he visto hablar más de tres minutos con una, sin pedirle quedar en un futuro cercano, y lleva casi diez entre cháchara y risas. Al acabar, se vuelve sin decirme nada a su cuarto, y yo preparo unas palomitas para ver una película. Me quedo dormida en el sofá, y hasta las tres de la mañana no me despierto, me voy a mi cuarto y me quedo en la cama retozando hasta que suena la alarma.

Una nueva semana comienza, me levanto y me ducho, parezco llena de energía, he descansado mucho y me he divertido aún más, así que me pongo mi traje más elegante, y voy a trabajar tras desayunar. Todos, incluido mi jefe David, me dicen que se me ve genial en la oficina, lo achaco a que un “boy” me ha quitado las penas como se deben de quitar. Regreso a casa tarareando el canal de rock “Rock FM” que siempre llevo guardado en la memoria de la radio, y que nunca ponía ya que mi hijo lo detesta. Desde que no lo llevo y le traigo de la universidad, me siento más liberada, esa es la realidad. Llego a casa y me cambio, sigo con camisetas viejas por el chupetón en mi cuello del tal Jimmy, que parece que no desaparecerá nunca. Hago la comida y recuerdo hacer un poco más para mi invitado, que me confirma por mensaje que vendrá. Viendo el telediario esperando a que lleguen, y cuando aparecen, se repite mi mundo. Rodrigo pasa de largo con un leve gesto con la cabeza, y Alejo entra con una sonrisa enorme a saludarme al salón, con un polo negro y pantalones piratas de tela fina. Nada más verle, siento ganas de correr a sus brazos, y eso hago. Me recibe y me zarandea lleno de felicidad. Adoro lo haga.

Hola Alejo ¿Cómo estás? Digo cuando me deja en el suelo después de darme mi imperdonable beso en la mejilla.

Puf, no sé, empiezo a notar eso de mariposas en el estómago y esas cosas que dicen las canciones.

Que te has enamorado, eso pasa, se te ve genial.

– Pues anda que tú, parece que te haya tocado la lotería.

Nada, que me divertí el sábado, y estoy feliz, por ti.

– Estupendo, fue un honor sacarte por ahí, y siempre que quieras me avisas, y te llevo a comernos la noche de Madrid, sonrío sujetándole del brazo.

Eso está hecho…anda, ven a la cocina, ayúdame con la mesa y me dices que tal con Celia.

Me habla maravillas de la relación con ella, dice que quedaron ayer y tomaron unos helados junto a un parque, jugaron con Thor y se besaron un montón de veces. Llegó a subirla a su casa, y allí se dieron el lote, dice que casi se vuelven a acostar, pero con el perro por allí le daba reparos, y la acompañó a su piso. Desde entonces han estado hablando por móvil mucho tiempo. Se le ilumina la cara cada vez que dice su nombre. Pese a que estoy contenta, y alegre, charlado distendida, cada vez que veo el brillo en sus ojos al mencionar a su ligue, debo forzar un poco mi sonrisa. Es algo que achaco a unos celos primarios intransigentes, debido tal vez a que la atención que yo recibía, ha pasado a manos de una adolescente cualquiera, y me da rabia.

Soy consciente de ello mientras en algún rincón de mi mente, una voz me susurra que hice lo correcto al alejar a Alejo, y que todo está en orden y como debe ser. Luego me cuestiono que si eso es cierto, por qué no dejo de intentar auto convencerme. Comemos, y para mi regocijo, Rodrigo se va a su cuarto y Alejo se queda en el sofá conmigo. Charlamos un buen rato, sobre lo que pasó, y lo que puede pasar. También se interesa por mí, y lo que hice cuando se fue él de la discoteca. Le digo que toreé a unos cuantos buitres, cosa que no es mentira, y que uno de ellos me dejara molestias vaginales dos días después, simplemente me lo callo. Pasan un par de horas, y se acerca la hora de irse, me dice que va a sacar a Thor.

Se hace un silencio eterno hasta que me dice que le gustaría que le acompañara, pero que va a buscar a la adolescente rubia que se benefició en mi cama, para dar una vuelta. Me cuesta tragar saliva desde ese momento, y escucharle hablar de todo lo que tiene pensado hacer, decir o pensar sobre la chica, me va sumiendo en un pequeño agujero. Asiento triste, cuando se levanta para irse, finjo más tristeza a fin de no notarse la real y quede como una broma. Le acompaño a la salida y me da tal abrazo que me eleva del suelo, me come a besos dándome las gracias por lo del fin de semana, tratando de animarme, y se va. Aguanto la sonrisa falsa el tiempo justo de volver al salón, noto una espesa bola de plomo subir por mi pecho, cuando llega a mi cara, me derrumbo en el sofá, empezando a llorar.

Me odio, soy idiota e imbécil, debería estar feliz, Celia es buena para él, y a mí me evita un problema, pero siento rabia de que Alejo tenga a alguien que no sea yo. Era mi chico, mi pequeña versión mejorada de Ulises, mi galán, y lo he perdido a manos de una niña con un buen culo y poco más. Sabía que esto debía suceder, yo misma lo provoqué, lo que no esperaba era sentirme así de mal. Me recompongo, no temo que Rodrigo me haya visto, he llorado mucho desde la muerte de mi marido y nunca ha venido a reconfortarme. Hago la cena y me centro en que mi vida no es solo ese joven, tengo más cosas. O debo encontrarlas. La idea de buscar al “boy” para que me dé mi ropa íntima, y estar tres días en su cama, se me pasa por la cabeza, pero tengo mi orgullo. Podría haberme tenido siempre que quisiera si me hubiera tratado mejor, y ahora irá follándose a la primera boba que caiga a sus pies, ha perdido la oportunidad de tener a una mujer de verdad, como yo. “Pero te abriste de piernas como todas”, me dice un remanente de mi conciencia. No eres mejor que esas camareras despampanantes que solo saben servir copas y follar como locas con tipos canallas que algún día las preñaran… me siento vacía de gran parte por culpa mía, por estar esa vicisitud del “perro del hortelano”.

Cenamos y me voy a acostar directa a la cama para olvidarme de todo. El problema es que pese a cambiar las sábanas, noto la fragancia de Alejo todavía en mi cuarto, y al sentirla, mi cuerpo reacciona, rememoro aquella sala VIP, y saco el consolador para sosegarme. Me encuentro la sorpresa de que al metérmelo, no es que me haga demasiado, el muy cabrón de Jimmy me ha dejado un boquete de campeonato. Me cuesta un mundo lograr acabar en un orgasmo, pero una vez hecho, caigo rendida. El martes es exactamente lo mismo que el día anterior, solo que Alejo avisa de que no vendrá a comer, ha quedado, ¡Oh sorpresa!…con Celia. Qué asco le estoy cogiendo acaparándole. Me olvido del tema y me dedico a mis labores, trabajo sencillo, comida, limpio uno de los baños por la tarde, y la cena. Me mando algún mensaje suelto intrascendente, con el joven que me está matando de celos, no por él, porque sé cómo la estará tratando, lo bien que cuida de ella, y yo quiero eso para mí, tengo envidia, y mucha. Me quedo en el sofá un par de horas, pero estoy revuelta del estómago, el periodo sigue acudiendo a mí y me da vuelta el volver a  tener un hijo. Es una faena mayúscula si no tienes a tu amor preferido.

Entre el dolor físico y el emocional, me voy a la cama pronto, y lucho por quedarme dormida. Llegamos a la mitad de la semana laborable, y paso el día mustia y marchita. Tomo un par de pastillas para la menstruación y aguantar a duras penas mi turno de trabajo. Al regresar a casa, compro un pollo asado para no tener que cocinar. En mi día gris, la única luz es saber que vendrá Alejo, y cambio al camisón azul de satén, algo más provocativo y el tirante cubre el ya decreciente chupetón. Cuando llegan, me sorprendo al recibir un beso de Rodrigo al saludarme, y tras él, el invitado se acerca con ímpetu alegre. Pero me ve el rostro, las ojeras o el mal gesto, me da un abrazo suave, y su beso calma algo mi malestar.

Qué mala cara, Laura ¿Estás bien?

– Sí, es sólo que me duele la tripa. Me mira y sonríe. Cosas de mujeres de las que os libráis.

Es una epidemia, a las chicas de mi piso también les duele la tripa un par de días al mes, me hace reír, y una caricia suya en mi brazo me anima un poco.

Anda, vamos a comer.

Casi no pruebo bocado, se me cierra el estómago y no hay manera. Rodrigo insiste en hablar de un tema de la universidad, y llega un momento en que su tono de voz me taladra la cabeza. Me excuso, voy a recoger mi plato para marcharme, pero Alejo me coge de la mano y me dice que no me preocupe, él se ocupa. Se lo agradezco con una mirada tierna, y me marcho al sofá, dejándome caer. Pasa un buen rato en que escucho a los dos hablar, comer, limpiar y fregar los cacharros. Me asombra que sea capaz de hacer ayudar a mi hijo, yo no lo logro desde que cumplió los catorce años.

Escucho la puerta del cuarto de Rodrigo, y creo que se han ido a seguir charlando, pero una figura emerge a mi lado. No me hago ilusiones de que sea mi pequeñín, y asumo que es el dueño de la nariz ladeada que tantos dolores de cabeza me está provocando.

¿Cómo te encuentras?

– Mal, la verdad, pero no te preocupes.

– ¿Qué puedo hacer? Sonrío generosamente con una carantoña en el brazo.

– Nada, esto se me pasa hoy, y ya mañana como nueva.

¿Le traigo una pastilla o…?

– Sí ya me la he tomado, toca lidiar con ello. En serio Alejo, gracias, pero no hace falta.

– Vale, pero si necesita lo que sea, avíseme, que ya sabemos que Rodrigo no está muy por la labor.

Debería pensar que, un chico que conozco de apenas un mes hable así de mi hijo, está mal, pero no es así.

Anda, ve con él y pasarlo bien.

– Bueno, es que en realidad me iba ya, tengo un trabajo importante y quiero recoger mi cuarto, mañana se ha ofrecido a sacar a Thor una de las chicas de mi piso, y quiero aprovechar para estar con Celia, sospecho que para volver a tener sexo con ella. Así que mañana tampoco podré pasarme a comer, lo siento, pero creo que es mejor ya que así no la molesto en estos días.

– Tú nunca eres una molestia, Alejo, y te agradezco el detalle, pásalo bien con esa afortunada chica, quiero parecer dulce, pero me sale un tono seco e hiriente.

Está bien.

Amaga irse, pero le paro. Tú no te vas sin despedirte como dios manda, me pongo en pie y sonríe ayudándome.

Notar su cuerpo y cómo me protege con sus brazos, me reconforta, es casi magia, o un efecto placebo. Me besa la mejilla diciéndome palabras de aliento, y noto sus manos frotándome los costados con una ternura muy dulce. Le dejo irse tras al menos quince segundos de abrazo en los que no se ha apartado ni un instante, ha durado lo que yo he querido, y lo que necesitaba. Se va y me recuesto más entera sobre el sofá. Algo ha hecho, no sé el qué, pero caigo frita sobre un cojín, y descanso como no he podido en varios días. Al despertarme es tarde, y debo apurar algunas tareas de casa. La cena la pido a domicilio, un poco de comida china, y a la cama, a aprovechar el bienestar que me ha dejado la visita de Alejo.

Al levantarme el jueves mi tortura se ha acabado, ya no necesito pastillas ni tampones. Me pongo una buena falda corta de traje y me voy a trabajar llena de alegría. Al salir llego a casa y me ducho, el calor de inicios del verano hoy era insoportable, y tras comer con Rodrigo, que llega algo apurado, me preparo para otra tarde endeble y sosa. El móvil me suena, y al ver nombre de Alejo, recuerdo que debería estar con Celia ahora mismo.

Hola Laura, lamento molestar.

– Nunca molestas, ¿Qué tal estás?

– Bien ¿Y tú de lo de ayer?

– Como una rosa, ya te dije que era solo el día.

– Me alegro mucho, pero debo ser sincero, necesito tu ayuda.

– Dime, Alejo, me estás asustando.

– No, mujer, pero recuerdas que te conté lo del plan con Celia, ¿No?

Gruño más que decir “Sí”.

Es que a la chica que iba a pasear a Thor le ha surgido un imprevisto y no puede, Celia viene en un rato, y parece ilusionada con…con que lo hagamos otra vez, no quiero que se chafe por el animal, pero he llamado a los pocos en los que confío y nadie puede hacerse cargo, eres mi última esperanza, no quería inquietarte sabiendo que estabas mal pero… ¿Qué hago, anulo el plan o…?

Su tono de voz es lastimero, y algo me grita que le diga que lo cancele, pero suspiro, solo es un joven pidiéndome consejo y ayuda, así que cierro los ojos, diciéndome a mí misma que así ellos fortalecen su relación.

No, tranquilo, me paso ahora y le doy un buen paseo, para que te luzcas.

– Madre mía, Laura, eres mi pequeño ángel guardián, te debo la vida.

– Me debes un buen baile la próxima vez, que en vaya jaleos me metes. ¿Me paso ya?

– En cuanto puedas, Celia está al caer.

– Voy volando.

Casi salgo en camisón a la calle, pero regreso, y me pongo encima un sujetador de encaje del mismo color que mis braguitas, un top amarillo y una falda ligera de flores rojas hasta las rodillas, zapatillas cómodas y con la coleta de pelo más simple, voy a por el coche. Si quiero llegar antes que su chica, debo ser rápida, así me evito pensar demasiado sobre esa sensación seca del paladar que tengo, una muy común cuando haces algo que no quieres hacer, pero lo haces de todas formas. Aparco como puedo, llamo al portal y Alejo me dice que suba. Lo hago veloz, y llego transpirando y agitada, pero lo que veo al entrar en su cuarto, me deja impresionada. El chico ha recogido la leonera que tenía, está todo para foto de revista, y ha preparado un camino de pétalos de rosas por el pasillo hasta su cama, con unas velas aromáticas y un poco de música sensual. El chaval se ha lucido, y si Celia no se lo come entero por el detalle, es idiota. Encima se ha puesto el pantalón y la chaqueta negros, con una camisa blanca, y está guapo a más no poder.

Ya estoy aquí ¡Vaya lujo te has pegado con ella!

– Ya, es que no sabía qué hacer, y me ha parecido bonito.

– Pues le va a encantar….pero date prisa, ¿Dónde está Thor?

– Le he tenido que meter en el baño, se estaba comiendo las rosas el muy bestia. Toma la correa y las llaves para que lo traigas en….no sé, ¿Una hora?

Me mira como si yo supiera cuánto va a tardar. Encima debo darle consejitos, me repatea el estómago.

Hombre, Alejo, ya que te has esforzado, dedícale un par, no vayas al mete saca sin más, juega un poco, preliminares, y luego os quedáis abrazados en la cama. ¡Cómo quiero ser yo! Dile lo importante que es para ti, que es muy especial, y que le das las gracias por compartir la cama contigo. Me río al ver a Alejo tomando nota mental.

Vale, pufff, estoy casi más nervioso que el otro día. Le abrazo, y le acaricio la cara.

No seas bobo, se le van a caer las bragas al suelo nada más entrar en la habitación. Soy algo brusca, quiero que se ría, y lo logro.

Muchas gracias por lo del perro, llévalo al parque y juega con él, no sé…, le suena el móvil y lo mira, es un mensaje. Joder, es ella, corre, coge a Thor y vete.

La situación se vuelve irrisoria, el animal sale empujado casi de casa sin comprender por qué Alejo no sale, y me cuesta tirar de él hasta la calle. Me cruzo con Celia, que va con un vaquero marcando su espectacular trasero, y un mini top rojo. Ni me ve, debe estar pensando toda ilusionada que va a tener un polvo rápido, y no sabe el regalo que le va a hacer, no conozco muchos que hagan cosas así por las chicas que acaban de conocer. Me centro en el potro desbocado que tengo entre manos, Thor no debe pesar menos de 40 kilos, y tira como un burro hacia lo primero que le llama la atención. Me enfado cuando casi cruza una calle por perseguir una bolsa de plástico, y le chisto firme, como recuerdo que hacía su dueño. Me quedo petrificada al ver que el animal se da la vuelta, se coloca a mi lado, y se sienta, obediente.

Alejo tiene mano para educar bestias, este perro y mi hijo son la prueba. Con más calma y recordándole quien manda, nos acercamos a un parque, y allí le suelto. Sale despedido a corretear tras otros tres perros más pequeños, y se pasa media hora dando vueltas. Trato de no pensar en que posiblemente, Alejo y Celia están ahora mismo retozando, me cruzo de piernas y brazos, hasta pongo morritos, tengo la sensación de que estoy haciendo el imbécil, no solo le ayudo a ligarse a otra, sino que encima le ayudo a tener sexo con ella. Me tengo que convencer de que es lo apropiado, pero a mí, Ulises me hacía detalles como el de las rosas, y no salíamos de la cama en toda la noche. Dudo que esa cría sea capaz de aguantar un par de horas. Dejo de compararme con ella en una hipotética carrera sexual, y voy a por Thor. Creo que no ha dejado un solo árbol sin mear, o alguien a quien no le haya olfateado, es tanta su seguridad en sí mismo, que no se preocupa o achanta por nada, ni cuando dos mastines se le encaran. Corro a cogerlo y apartarlo de la posible gresca, y me lo llevo a dar una vuelta.

Llegamos al parque del oeste, un bosque urbano pegado a Madrid, lleno de pendientes, caminos de tierra y césped, donde acuden jóvenes a beber alcohol y drogadictos a pincharse cuando oscurece, pero durante el día es un agradable lugar. Al ser un emplazamiento más amplio, juego con la pelota de tenis desgastada con el animal, que parece en un estado de felicidad constante. Hasta hago carreras con él, estoy en buena forma y aguanto el ritmo, ya que tiene una zancada larga y poderosa. Nos acercamos a una fuente y uso mis manos de cuenco para que beba. Su larga y áspera lengua me hace cosquillas, y me salpica de agua el top, para colmo me da con el hocico y me tira al suelo, una vez sentada, se acerca y me lame la cara para agradecérmelo. Trato de evitarlo pero es que su ímpetu me hace reír.

De regreso, me doy cuenta de que es algo tarde, está oscureciendo y esa zona de noche es un poco peligrosa. Me cruzo con grupos de adolescentes borrachos, pero mantienen las distancias en cuanto aparece Thor, su figura y planta son temibles, parece que entiende que debe protegerme y me pone en alerta de algunas sombras que yo no veo, dedicándoles un único y potente ladrido. Nadie se me acerca a menos de cinco metros, y salgo del parque. Han pasado unas tres horas, y miro el móvil. Alejo me ha mandado un menaje, dice que en un rato Celia se irá, y que puedo volver. Espero que el trayecto hasta su casa dure lo suficiente para no verla, hasta camino despacio y me detengo a comprarme un helado de nata tipo sándwich, que me encantan, pero al llegar al piso, aún está en casa. El perro salta alegre sobre Alejo al entrar en el cuarto, y parece decirle que se lo ha pasado bien conmigo, mirándome y jadeando feliz mientras corretea de uno a otro, obviando a Celia, cosa que me saca una sonrisa. Alejo, besa a su chica, que está en una nube, debe tener la misma cara que yo al salir de la zona VIP, y me dedica un saludo fugaz antes de irse de la casa. No sé si irme tras ella, pero me quedo en el pasillo trasteando con Thor, oliendo el aroma de sexo que hay en el ambiente, mientras el joven parece moverse por el cuarto. Al poco rato, sale con una camiseta y un pantalón corto.

Hola Laura, mil gracias.

– Nada, ha sido un placer, es una gozada sacar a este animal.

– Es un trozo de pan.

– Bueno, ¿Y por aquí que tal? Se le escapa una sonrisa grande.

Ha sido genial, le ha encantado lo de las rosas, y como es un poco atrevida… me gusta, compensa mi timidez en algunas cosas.

– ¿Y después?

– Me he quedado pegado como una lapa a ella, se reía y me apartaba cuando la acariciaba y la besaba por el vientre…ha sido…no sé, me gusta. El brillo en sus ojos me emociona, realmente está enamorándose de Celia.

– Pues sigue así, con estos detalles, y la tendrás a tu lado para siempre…. ¿Habéis hablado de ser novios ya? Tose y sonríe.

No, bueno…es que tampoco quiero incomodarla…va un poco por libre, a su ritmo.

– No seas tonto, pídele salir, hazlo oficial, así dejara de buscar a otro, ya tiene al mejor chico que he conocido.

Su abrazo tierno me eleva, estoy sucia y pringosa por Thor, pero me siento mejor que nunca cuando me aprieta ente sus brazos.

Laura, te quiero, eres la mejor, si me pillas con tu edad, tú no te me escapas.

– Anda, bobo, que no me hacen falta galanterías. Me río, pero me he puesto colorada como un tomate.

No ha sido lo que ha dicho, ha sido el tono, iba totalmente en serio. Me encanta ese instante previo a que me abrace, alzo mis bracitos y noto sus manos rodeándome, es algo placentero, y no puedo entender la diferencia entre que sea él u otra persona, pero lo siento diferente. Sus dedos me acarician y me doy cuenta de se traban con mi sujetador, a lo que él suelta un gemido mustio.

¿Qué pasa?  Le digo al despegarnos.

Nada…es que…el otro día se desnudó ella, pero hoy, con el tema de las carantoñas y tal…pues que la he desnudado yo…y con el sujetador…me he liado. Está rojo, parece querer pedirme ayuda con el tema, pero no le salen las palabras.

¿Tan torpe eres? Si eso sale con nada. Al decirlo solo logro que agache la cabeza avergonzado.

Es que yo no me los pongo y quito a diario, y me he quedado como un idiota intentando abrir una caja fuerte, y se ha reído un poco. Mi sonrisa no le cambia el rictus.

Eso se aprende con la experiencia, ya se te dará mejor…, mi comentario no parece convencerle… o puedes ensayar.

– Claro ¿Les pido a las mujeres que me dejen quitarle el sujetador para entrenar…?  Ironía al canto.

No, bobo, digo que te hagas con uno y lo pruebes, no sé, lo puedes poner en la almohada o un cojín… venga, yo te enseño.

– ¿Y de dónde saco uno?

– Cógeselo a tus compañeras de piso.

No, por dios, qué vergüenza, ¿Y si se enteran?

– De verdad, qué complicado lo haces todo… pues ya que estoy aquí, usamos el mío.

Quería evitar esa opción, pero el chico está tan avergonzado que parece que tenga que dárselo todo hecho.

– Va…vale, gracias, y perdóname, es que me pongo muy nervioso y no quiero meter la pata con la chica. Anda, aparta y deja que me siente en la cama, que en vaya jaleos me metes.

Quiero parecer algo molesta, pero tengo que fingirlo, pensar en él desnudándome me saca una sonrisa. Me siento al borde de la cama, de lado, dejando el bolso en el suelo. Alejo se sienta detrás, hacia mí, noto sus rodillas rozarme el trasero pero veo de refilón que se aparta y se frota nervioso las manos con el pantalón corto. Sería adorable si no estuviera haciendo yo lo mismo con la falda. Me aparto la coleta en un hombro y me llevo las manos atrás, doblándolas de forma natural.

¿Ves? Es muy sencillo. – digo cogiendo del cierre y abriéndolo con la habilidad que da la práctica. Luego lo cierro.

Joder, si es que parece fácil, pero no me sale.

– Prueba tú, es una orden, pero tarda en obedecerla un par de segundos.

Noto sus manos palpar sobre el top amarillo, y coge del cierre, pero una de las manos tira pillando de los dos lados, logra sacar una de las argollas, pero la otra queda unida. Así que vuelve a intentarlo, y no sé cómo se las apaña, que me lo ha vuelto a cerrar. Vuelve a la carga, esta vez lo coge bien, pero pese a hacer el gesto, no logra sacar ninguno, le escucho bufar, y acaba rindiéndose.

Si es que soy un patán.

– Que no, es solo repetición, otra vez.

Sus manos enormes no ayudan con algo tan delicado, noto los tirones apretándome el pecho, pero tras un momento de saturación, sale. Le felicito, pese a que parece igual de abochornado, y le insto a que lo cierre. Tarda casi el doble, y debo aguantar las ganas de gemir por la presión, no quiero agobiarle aunque me ahogue. Una vez atina a ponérmelo, le digo que lo quite otra vez, y así, hasta que tiene el gesto cogido, su habilidad y sus tiempos mejoran. No sé cómo he terminando haciendo esto, estaba enfada y cabreada, no me gusta ser el plan de emergencia para cuando Celia y él quieran echar un polvo, ya le dejé mi casa y hoy saqué al perro.

Y aquí estoy de todas formas, enseñándole a abrir sujetadores. Me digo que forma parte de mi “plan maestro” de conseguir que tenga una relación estable con otra, pero si fuera así, ahora mismo no sentiría un cosquilleo de emoción en la tripa.

Genial, Alejo, es que te preocupas por nada.

– Ya lo veo, es que…puf, son cosas que no sé manejar.

– Pues toma, sigue practicando, con la mayor naturalidad del mundo, meto la mano por mi escote y saco el sujetador blanco de encaje, para dárselo.

Laura, no puedo…es tuyo, pienso en que, con este, ya serian dos sostenes perdidos en pocos días.

Si no vas a pedírselo a ninguna otra, pues no te queda remedio, lo coge, y trato de no pensar en si nota el tibio de mis senos en él.

Vale, pues ensayaré, pero te lo devolveré.

– Así sea, escóndelo bien cuando venga Celia…

– ¿Por qué lo…? Calla advirtiendo el motivo. No ayudaría mucho encontrarte un sujetador de otra en la habitación de tu chico.

No sé qué haría sin ti.

– Pues meter la pata, que eres un desastre… pónselo a algo, y te enseño.

Tarda un momento en reaccionar cuando me doy la vuelta, no es habitual en él mirarme así las tetas, pero al fijarme, tengo los pezones marcados en el top. Me ruborizo, y le doy normalidad a la situación, poniéndome en pie rodeándolo. Cogemos la almohada, y se lo pone torpemente, luego se lo quita con algo de maña, pero se sigue trabando, y para ponerlo es más lento aún. Algo me pide a gritos que le ayude, y me pego a su espalda, cojo sus manos y le guío, pero como es tan alto tengo que pegar mis ubres a su nuca, yo lo sé, y el más, pero casi sin parecerlo, acomoda su cabeza entre mis pechos. El roce mientras le adiestro, me está matando, siento lava entre mis piernas, y tengo una sola idea en la cabeza, “¿Si me tiro encima de él y le beso, me rechazaría?” Aguanto como puedo hasta que lo hace casi mecánicamente.

 Ahora le hago darle la vuelta y hacerlo como si la abraza, para quitárselo y ponérselo. Es un gran chico, aprende con facilidad, y en menos de media hora le veo preparado, y me alejo sentándome a su lado, con las piernas dobladas sobre su cama, y apoyando la espalda contra la pared. Le miro embelesada, y sé que si fuera Jimmy, o cualquier otro macho, se daría cuenta de que estoy a punto de desnudarme y dejar que me haga todo lo que desee, pero él no. Está concentrado en su tarea, sin entender que la sonrisa que le dedico cada vez que me mira, pidiendo evaluación, no es de complicidad, si no para esconder el fuego que hay tras la fachada. No voy a poder seguir mucho tiempo más así.

Ya está bien, creo que ya le has pillado el truco.

Sí, eso creo. Muchas gracias, Laura, eres un sol, no sé cómo agradecértelo.

Ya que se te da tan bien, podrías devolverme mi sujetador…, le digo cuando le veo trasteando con él en sus manos.

Ah, sí, toma perdona, su forma tan inocente de dármelo, sin jugar ni bromear, tan diferente al “boy” de la discoteca, me hace ver la distancia entre un hombre y un crío. Alejo es muy educado e inteligente, pero no es un macho hecho y derecho.

¿Quieres ponérmelo? Digo algo incrédula antes de decirlo.

No, creo que ya me he quedado con todo, me salgo para que te lo pongas tú. Ni tan siquiera me da tiempo a decirle que no hace falta que saliera para ponérmelo yo.

Ha sido como un baño de agua fría, toda la excitación del momento se ha desvanecido, y ahora la sensación que me ha dado, es que está tan embelesado de Celia, que no se ha dado cuenta del juego al que quería arrastrarlo, cuando antes hubiera entrado al trapo sin problemas.

 “Joder le he perdido, ya no me ve con ojos de amante, ahora soy su amiga y nada más.”

Pese a que es lo que quería, no puedo evitar desilusionarme, y sentirme mal por ello. Me pongo el sostén, algo confundida, y cojo mi bolso para salir disparada de allí. Me cruzo con Alejo, que me abraza, la calidez con lo que hace no me facilita nada marcharme, quiero volver a sentirme viva, y solo lo logro estando con él, pero mi mente racional me lleva en otra dirección y tras recibir mi beso, le suelto y me voy a casa. No puedo reprimirme, y al regresar en el coche, debo aparcar y echarme a llorar aporreando el volante. Siento odio, envidia, celos y ahora una rabia incontrolada al entender que es culpa mía. Sólo tendría que haber seguido jugando, y Alejo sería mío, pero tuve que ir de madura y seguir las normas. Ahora otra chica tiene lo que yo quiero, deseo, merezco y para colmo, es gracias a mí intervención directa.

Me sereno para regresar a mi piso, me doy una ducha templada poniéndome un camisón, y quedándome plantada con el sujetador entre las manos. Ceno con Rodrigo, que parece muy emocionado con la chica nueva, hasta habla de traerla a casa un día para que la conozca. Tras comer algo, me voy al sofá, y reprimo las ganas de hablar con Alejo, sé que si le escribo un mensaje contestará, pero ahora mismo estoy dolida, y él no parece darse cuenta. Claro ¿Cómo podría? le puse la cara colorada por ganar al juego que empecé yo con él, y ahora le consigo chica…ni se imagina cuanto deseo que la mande a la mierda, que no me haga caso de lo que dije, que venga a mi puerta y me diga que me quiere, y que me funda en su pecho en un abrazo que termine en un beso de película.

Me voy a la cama deshecha emocionalmente, y vuelvo a llorar, pensando en que debería haberle besado, estaba en su cama, medio tumbada, sin sujetador, no hubiera sido nada difícil, pero no lo hice, y ahora pago las consecuencias de la responsabilidad. Esa palabra parece ser como aviso de carretera por mis pensamientos, cada vez que dejo ir mi imaginación hacia donde yo quiero, salta un aviso “Responsabilidad”, y tras varios kilómetros en mi mente, me asalta una duda, es apenas una idea insignificante, pero está ahí, imborrable. ¿Qué responsabilidades tengo? Mi hijo está educado, y Alejo es tan mayor de edad, como yo libre de estar con quien yo quiera. La nube de razonamientos me deja exhausta, y me quedo dormida con restos se sal de mis lagrimas en los ojos.


9º Capítulo. Asalto final, hasta consumar con Alejo.

Me siento vacía de amor al encontrarme a mí misma tras la resaca de la semana anterior. Después de tantos años en el dique seco me estaba despendolando en una sinrazón que no me llevaba más que a una sustitución de mi dildo por un contundente falo de carne, pero en el fondo igual de insensibles ante mis sentimientos de mujer. Aplacar mis ardores los podía hacer cualquiera, como bien me lo estaba demostrando a mí misma, sin embargo mi gozo de sentirme amada y deseada a la vez sin que el macho me abandonara cual trapo usado, nadie lo estaba cubriendo…, solo Alejo se postulaba como único candidato y lo que había hecho era de celestina para con otra, alejándolo momentáneamente o definitivamente de mi lado, quién sabe. A mi mente me vienen recuerdos agradables de cuando un hombre me atendía en todas mis necesidades, tirada sobre la cama comparecen las evocaciones de mi marido…


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El ardor de un chirlazo estampado en mi trasero me hizo incorporar de golpe y girarme furibunda…

¡¡Demonios!! ¡Mira lo que ocasionas! Dije señalando el desinfectante que usaba para limpiar la cocina y que por la sorpresa terminó derramado por el piso…

Lo siento cariño, pero verte así en esa posición, con esos pantalones tan cortos, con los cachetes al aire, difícilmente uno se resiste a azotarte… lástima que deba ir a trabajar porque sino… ¡¿Si no qué…?! Respondí algo melosa, acercándome hasta permitir que mis tetas lo rocen de forma provocativa, mientras deslizaba mi mano hacia su  bragueta.

¡Mmm mujer…no juegues así…que me enviarás inquieto a lidiar con los presupuestos!

– Presupuestos…otra excusa  para desaparecer el sábado ¿no?

– Sabes que no son escusas,dijo mientras me acariciaba el culo  pero…¡Esta noche arreglo cuentas contigo guapa!

– Eso espero…eso espero…porque si no…

– ¿Si no qué…?

– Buscaré la forma de resolver esas cuentas pendientes sin tu ayuda…, respondí juguetona.

Le brotó una carcajada de seguridad en que nunca le pondría los cuernos, lo sabía él y lo sabía yo…. – Me encantan tus amenazas espero esta noche encontrarte así de lanzada, por cierto si durante mi ausencia haces algo indebido me lo cuentas ¡¡eh!!

Entendí perfectamente a lo que se refería, mi esposo había hecho varios intentos por  inducirme al exhibicionismo y quien sabe que otras prácticas alborotaban sus fantasías, a sus 35 años a más de llenarle de canas las sienes, lo estaban volviendo morboso dando un nuevo giro a nuestra vida sexual. La verdad es que el tema del exhibicionismo no me atraía del todo, pero tampoco me incomodaba, quizá tan solo era cuestión de una oportunidad y lo más importante…


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DECISIÓN,  decisión ésa es la parte que me faltaba cuando estaba casada y ahora me sobraba a raudales, y es que últimamente por mí la madurez me estaba volviendo más apasionada y atrevida. Aquella tarde del miércoles después de la fiesta Alejo se encontraba con Rodrigo en su cuarto estudiando o lo que vinieran a hacer. Me traía de cabeza, echaba de menos sus abrazos, sus besos exclusivos que no deseaba compartir con Celia. Completamente arrepentida de haber sido la inductora de emparejamiento, ahora me sentía una loba herida en época de celo con ansias de recuperar mi territorio.

Debería ponerme de nuevo esos pantaloncitos que tanto excitaban a mi difunto esposo porque se me ve un culo precioso, necesitaba acércame a la habitación de mi hijo donde estudia con su amigo para provocarle y no dejarle concentrarse…. De pronto me viene el bajón pensando en la dulce Celia, todos ellos no pasan de veinte años y yo camino de cuarentena, esos pensamientos me hacen atrancar, pero pronto me recupero ¿Y se puede saber que tienen que ver tus 37 años en todo esto? Pues ¡Obvio! Que los chiquillos no se fijan en mujeres viejas, bueno viejas suena exagerado, digamos más bien que no se fijan en mujeres tan maduras, sin embargo Alejo es diferente, más maduro y sin duda soy una de sus grandes fantasías…

En verdad no tengo ni idea de todas las fantasías que pueden tener los chicos a los veinte con mujeres maduras, así que pensándolo bien, quizá debería salir a buscarle y dejarme de estar encerrada en mí misma, la vida solo se vive una vez y él está por mí…Mientras continuaba con la limpieza, no se me quitaba la sonrisa, comenzar el día con los buenos recuerdos de mi esposo, hace que amanezca de buen humor, regalándome a diestra y siniestra halagos, y aún más con una buena oferta de sexo esperándome en la habitación de Rodrigo, todo ello era suficiente motivo de alegría para al menos una semana, aunque tuviera que pasar el resto de mi día libre limpiando.

En una de las tantas idas y venidas me detuve unos segundos frente al espejo que colgaba en el recibidor…, recordándome mis frustraciones recientes y las palabras de mi marido sobre mis pantalones. Pude confirmar que en verdad los pantaloncitos todavía me quedaban a la medida, no cabe duda que los dos kilitos de más me sentaban muy bien. Por delante se reflejaba un vientre casi plano,  una cintura bonita que la hubiese querido un tanto más estrecha, y un par de muslos fuertes de gimnasio, que quizá eran lo más atractivo que tenía. Vestía una blusa blanca de tirantes que me permitía llevar las tetas desnudas,  librándome del tormento de andar en casa con sujetador… ciertamente son dos mamas de volumen, pero aun desafiantes a la gravedad. El cabello lo tenía recogido en una coleta que me daba aspecto juvenil, pese a que unas cuantas líneas de expresión me traicionaban. Además era dueña de un rostro agradable y un airecito seductor con el que enfrentaba a creces la madurez, una madurez que últimamente me estaba llenando de muchas inquietudes. El timbre del teléfono  interrumpió mi auto examen y al levantar el auricular escuché la voz juvenil de una chica…

Hola ¿Es casa de Rodrigo?, soy Almudena, ¿Podría hablar con él?

– Ok, espera un segundo voy para su cuarto…, está con su amigo Alejo y espero no incordiarles…

La puerta de la habitación estaba  abierta, así que me acerqué al escritorio donde mi hijo y su amigo trabajaban…. – Tu amiga – le dije entregándole el teléfono. Mientras mi hijo se desahogaba con su nueva novia en plan desconocido en tono meloso, yo apenas le escuchaba, extrañamente mi cerebro se entretenía en buscar la mínima intención de una mirada indebida por parte de Alejo…, era como si me sofocara una repentina necesidad  de sentirme atractiva para él en competencia a Celia, necesitaba ser de nuevo su centro de atención.

Intencionalmente coloqué los codos en el escritorio como si pretendiera curiosear lo que hacían en la portátil, eso fue suficiente para atraer las miradas a mi escote…, la posición en la que me encontraba dejaba a la vista buena parte de mis exuberantes tetas, y el paisaje se volvía más llamativo puesto que no llevaba sujetador y unos bonitos pezones se levantaban airosos bajo la fina tela. Al permanecer semi  inclinada,  mi cuerpo tomaba la forma precisa para una buena follada…, espalda recta, trasero levantado respingón, incluso el escritorio tenía la altura perfecta para dar rienda suelta a la imaginación. No sé qué pensaba ahora de mí Alejo, pero me encantaba la insistencia con la que me miraba. Disfrutaba de un verdadero momento de gloria, pero la voz de mi hijo me hizo dejar mi sutil coqueteo…

Gracias mami.

Joder con la novia de Rodrigo me lo tenía dócil y desconocido, si no era por mi escarmiento del otro día, el caso es que había cambiado su actitud respecto a su madre. Me erguí recogiendo el aparato y dándome la vuelta me puse camino del salón…, seguro que su mirada estaba clavada mirando mi culo, solo un marica no lo haría. Me jactaba henchida de orgullo o simplemente quería que comprobara que era una  mujer deseable para cualquiera, incluyendo a esos adolescentes casi adultos… ¿Y si así fuera, que es lo que ganaba con eso? Pues nada más y nada menos que tenerme a mí y a los chicos más cachondos, y si la suerte acompaña cumplir alguna de mis fantasías.

En esos escasos dos minutos me había repasado discretamente mirándome de reojo el culo y babeó con mis pezones queriendo reventar la blusa. De hecho no solo miró mis tetas, también mis muslos, y no le importó que me diera cuenta, bueno al menos no lo disimuló apropiadamente ante mis disquisiciones, pues humildemente creo que esta noche podría ser parte de sus fantasías. No me iba a conformar con cumplir sus fantasías, necesitaba que él cumpliera las mías así un rato más tarde inventé un pretexto para que me ayudasen en algo, y conociendo la caballerosidad de Alejo, seguro que sería el primero en ofrecerse voluntario.

Mirándome al espejo me hice un nudo en la camisetilla, dejando que se vea ese ombliguito precioso que conduce a mi delicioso coño que se me dibuja ansioso por albergar el rabo del hombre más encantador que he tratado en los últimos cinco años dentro de mi entorno cercano, ese en el que quisiera entrara raudo ahora mismo dándome una buena follada aliviando mi desazón…. Las insinuaciones de mi subconsciente empezaban a hacer efecto en mi cuerpo y animada por mis frustrados encuentros sexuales, y por mis propias ganas sin colmar de sentirme deseada, me hice un nudillo en la blusa dejando desnuda mi cintura y parte de mis caderas…, una nueva mujer se despertaba, una ávida hembra en busca de la experiencia definitiva. Caminé con paso oscilante al cuarto donde se hallaban los chicos, y sin vacilación me situé frente a ellos…

¡Chicos…! ¿Alguno me ayuda un momentico?

Casi no acababa de terminar la frase, cuando precisamente Alejo, cerró el libro y se incorporó automáticamente… – ¡Yop! Después de todo hasta los genios merecemos un descanso, señaló mostrando una sonrisa traviesa.

Rodrigo le tildó de ocioso y movió la cabeza burlonamente mientras él le propinaba un codazo al salir. No sé si su sonrisa se debía al hecho de  abandonar  unos minutos sus tareas  de investigación o a la oportunidad de ir tras de mí alegrándose la vista… Caminé delante de él, sintiendo que seguía mis movimientos, le escuché carraspear un par de veces, miré de reojo muy sensualmente descubriendo sus inquietos ojos sobre mis caderas. Me sentía más hermosa que nunca, quizá porque a cierta edad las miradas adolescentes tienen un efecto especial que a las mujeres maduras nos rejuvenece. Atravesamos el recibidor, subí las escaleras que conducen a la planta alta, y no se me ocurrió otra cosa que encaminarme a la bodega. No sabía que inventar, así que le pedí a Alejo que me ayudara a revisar unos cestos que estaban ubicados en los estantes, y aprovechando el espacio reducido, disimuladamente restregué mis tetas contra su espalda.

Quería notar su reacción, confirmar si en verdad yo podía inquietarlo hasta el punto de generarle una erección en esas circunstancias, ya no era un juego,  era una cuestión de orgullo de mujer. A mi contacto él se quedó quieto, rígido, creo que su falta de experiencia lo tenía transpirando. Me acerqué aún más, crucé mi brazo por encima de su hombro y dejé que sintiera mis ubres de generoso tamaño…, las aplasté contra él los suficientes segundos para que mi cercanía acelerara su respiración y seguramente su levantamiento de bandera…. Le eché un vistazo, parecía nervioso, un nerviosismo tierno que bajaba mis defensas pensando en la pobre Celia, pero ahora era la guerra y no pensaba dejar prisioneros…, o ella o yo. Pese a nuestros abrazos y mil encuentros,  no me había percatado del hermoso tono azabache de su cabello era el mismo que el de sus ojos, el mismo que me hicieron sucumbir en mi marido, unos ojos que ahora me miraban con una inusitada insistencia….

¡Anda, mejor ayúdame a trepar en la escalerilla, quiero ver que contienen esas cajas!

Le dije dando unas palmaditas sobre su espalda. La escalera domestica contaba con unos pocos peldaños, sin embargo tenía la suficiente altura para que sus ojos se agasajaran con mis carnes, intencionalmente separé un poco mis muslos dejando que su mirada penetre entre mis ingles, era consciente que al ser una prenda muy corta, restaba trabajo a su imaginación. Al pretender subir otro escalón el vibrado del teléfono que traía en mi bolsillo me sobresaltó haciendo que perdiera un poco el equilibrio…

¡¡Hey!! ¡Alejo sujétame! Sus manos sudorosas se posaron sobre mis muslos ayudándome a ubicar el escalón… ¿Supongo que no querrás que caiga sobre ti? ¿O sí? le dije camuflando una doble intención.

Él tan solo sonrió, sus ojos brillaron mientras me ayudaba a bajar, dejando en mi piel la suavidad de un roce que pudo ser una caricia…No puedo negarlo, me emocionó la firmeza de sus manos en mi cadera, la delicadeza de su roce, la ligera fricción casi sobre mis glúteos…. Nos quedamos unos segundos en silencio, unos segundos que se hicieron eternos…, el impresionado por una mujer entregada, yo atemorizada por el candor de un chico debatiéndose entre ponerle los cuernos a su recién conquistada novia o la de cumplir uno de sus sueños más anhelados…, entregándome definitivamente a la versión joven de mi desaparecido amado esposo. El teléfono volvió a sonar, en la pantalla apareció el nombre de Carmen, así que preferí salir y responder en mi habitación, no sin antes plantarle la mirada de loba…

Gracias Alejo, me avisas cuando termines…“cuando termines de hacerte la paja…,”esto último lo dije para mis adentros y me encaminé a mi habitación con cara de haber ganado el primer asalto.

Respondía a Carmen me proponía quedar para hablar de mi futuro sentimental, desconecté casi de inmediato, ya no me interesaba cualquiera que fuera la propuesta de mi amiga. Mi cabeza se trasladó a ese chico manipulado por mi rastrera manera de someterlo a mis deseos queriendo satisfacer las fantasías de mi ego, empecé a exagerar lo sucedido montándome mi propia película de cómo me hubiera gustado todo hubiera sucedido, a la par que el sonido del auricular vomitaba una parafernalia interminable…

“Entré muy segura meneándome toda, me senté en el sillón que está frente al escritorio cruzando las piernas, luego las separé ligeramente permitiendo que vea la cara interna de mis muslos, cuando mi hijo no miraba, pasé mis manos por mis tetas como si me acomodara la blusa, mis pezones se levantaron atrayendo sus miradas. Alejo miró disimuladamente, y después perdió su mirada en el ordenador abochornado… se le cayó el libro que revisaba.

Al bajar la vista y solo pude notar como su pantalón se abultaba, creo que eso los ponen muy cachondos a todos. Pedí que alguien me ayudara, Alejo  se ofreció por su caballerosidad y lo llevé a la bodega, tú sabes que el espacio es reducido así que le rocé con mis senos. Se puso pálido, su bragueta se abultó y se  atrevió a pasarse la mano por ahí  sin importarle que yo lo pudiera ver, ¡¡Imagínate!! Que chiquillo este, ahora mismo está en la bodega y me queda la duda de si se está haciendo una paja.”

Finalmente quedamos en vernos a las cinco del día siguiente a tomar un café. Ya no tenía la indecisión de antes, ésta vez no lo hacía por complacer a mi ego si no porque Alejo me importaba verdaderamente. En un principio quería ver si el chico había necesitado un desahogo exprés por mi culpa. Sigilosa me acerqué a la puerta de la bodega, una pequeña abertura me permitía observarlo, estaba con las piernas  separadas y arrinconado contra la pared. Sus manos cubrían su mástil erguido mientras se la meneaba con tanta intensidad…, ya parecía no necesitar más que unos cuantos movimientos para correrse, de rato en rato giraba hacia la puerta temiendo que yo entrara.

Todo sucedía justo como lo había imaginado, me sentí perversa. Sus ojos inyectados de ganas, sus músculos apretados, su cuerpo desesperado por el desenlace, pero lo que nunca imaginé, es que en ese cuerpo espigado y debajo de ese jean descolorido se escondiera tamaño armamento…. Era una verga preciosa, digo verga, porque a esa no se la puede llamar de otra manera, hermosa, con un tono rojizo en el glande, hinchada, grande, muy lejos de los 16 cm de mi marido… pero sí más cerca de la del “boys”, debía mediar sobre los 20 cm y unos 5 cm de grosor… ¡¿Cómo demonios un muchacho de 19 años podía albergar algo así?!

Verla allí en todo su esplendor me calentó, por un instante hubiera querido darle refugio en mi boca, en mi coño o donde fuera. Sus gemidos se oían a través de la bodega jalándosela, apretando sus bolas, respirando profundo…, pero me tuve que conformar con ver como en cuestión de segundos se desinflaba desparramando el contenido entre sus manos… “¡¡Lástima!! Que desperdicio, con lo cara que está la buena leche entera”, me dije, mientras retiraba la mano que ya escondía en mi sexo.

Volví con urgencia a mi habitación, me sentía húmeda, con un cosquilleo entre los muslos que no me dejaba racionalizar…, repetí una y otra vez la imagen de su polla levantada, levantada por mí. Me tendí en la cama, estaba ansiosa de placer, espero un momento al oír un ruido fuera…, seguro que es Alejo, pues le dije que me avisara cuando terminase. Dejé abierta a cuchillo la puerta, ¡Seguro que es Alejo! Después de todo debe pasar por mi habitación para regresar al cuarto de Rodrigo. La calentura en mi cuerpo era más que evidente, y la sola idea de que el chico me espiara masturbándome me estaba volviendo literalmente loca. Me quité la blusa dejando al aire la redondez de mis tetas, coronadas con un par de hermosos botones. Mis manos jugaban en mi vulva, recorrían mis muslos al tiempo que narraba exactamente lo que hacía con mis dedos.

Me deshice del tanguita, abrí las piernas sin importarme mostrarle la humedad de mi chumino, una humedad cubriendo toda mi vulva y que empezaba a resbalar un hilito por mis ingles. Me abrí aún más, separé mis labios como una verdadera guarra, mostrando todo lo que tengo. Un par de minutos más y Alejo no resistió, empujó ligeramente la puerta, y mientras yo no paraba de sobar mi clítoris y decir barbaridades como una zorra, el creyendo que no lo veía empezó a acariciarse la bragueta ¡¡Que zorra me estaba volviendo en los últimos tiempos!! Gozaba calentando a Alejo, el morbo me estaba ofuscando y sin medir las consecuencias, en medio de susurros vocalizando narrándoselo a mi difunto marido como si ahí mismo estuviese…, continúe con la paja pensando en voz alta dedicándoselo a Ulises en el cuerpo de Alejo…, en ambos y en su pollón sobre todo…

¡Ahhh sigue…sigue… quiero sentirla toda…!

– Eso es lo que hago, clavártela… clavártela bien duro…

– Humm, así….dame más fuerte….que me pone tan caliente Alejo….

¡¡Mmm que puta está hecha!!!…el cabrón seguro que se muere de ganas…. ¿te gusta? ¡¿Te gusta calentar a dos hombres mi amor?!

– Ouuuch…sí me provoca, me excita…, quiero correrme….Se la estoy abrazando con mis dedos. ¡Me excita que me espíe! Me siento una zorra…

– Sí, sí que te gusta y a él porque la tiene bien dura.

– Así cariño no paro de meneársela, creo que le gusta como juego con mis dedos en su tronco duro y juvenil. Ahora está mirando cómo me los chupo…

– ¡Ufffff! ¡¡Acariciatu clítoris fuerte, duro, no pares…!!

– ¡Estoy a punto, quiero correrme mi amor!

– ¡¿Vas a dejar al pobrecito con ganas…?!

– Me excita mucho más dejarlo con ganas todo el día…ufff ya no me aguanto… Sí, sí…ya casi ya casi….

En ese mismo momento escuché un leve gemido de Alejo, recordé su carita dulce, su preciosa verga y sin poder controlar mí lujuria cambie a los planes originales. Nunca me perdonaría dejar pasar la oportunidad de atraer a mí de nuevo a mi admirador, a mi “Renacido esposo”. Me incorporé sensualmente, y girando hacia la puerta, hice un ademán invitando a Alejo a que entrara….Con paso decidido se acercó a la cama, se inclinó y tímidamente empezó a tocar mis muslos, pero tomándolo con fuerza, le obligué a zambullirse en mi coño mojado. Su lengua se movía entre mis labios, la agitaba rodeando mi clítoris chupándolo, lamiéndolo, desplazándose en mi entrada… lo hacía algo suave para mis encarnizadas ganas de cubrir mi sexo, pero era suficiente para que mis gemidos siguieran calentando a mi amante…

¡Mete tu lengua, métela hasta fondo…! 

Ahora era nuestro momento tanto tiempo deseado, tenía a Alejo en medio de mis muslos, haciéndome sentir…. Sin resistir la avalancha de sensaciones, emití un gemido largo y potente como si fuera una prolongación de mis jadeos. Poco a poco mi respiración iba tranquilizándose, mientras Alejo se masturbaba con desesperación, así como una de mis tareas pendientes, agarraba el falo del muchacho, Alejo me miraba suplicando que le tocara más y más fuerte…, le acaricie el rostro, me incliné, paseé mi lengua desde la base hasta el vértice perforado del falo.

Tensó su cuerpo ansiando más, abrí mi boca sobre su glande y poco a poco me la fui introduciendo, despacio, sin prisas, dejando que sienta la húmeda calidez de mi boca. Procuraba metérmela lo más que podía sin atragantarme, y a medida que sus gemidos se hacían más profundos aceleraba los movimientos, cuatro o cinco bajadas, y me la empujó con fuerza como si quisiera atorarse con ella, en pocos segundos sus gestos me amenazaban con una explosiva corrida y queriendo que la disfrute, continué allí chupando hasta que explotase en mi boca.

Poseía el sabor de su masculinidad, el aroma intenso al esperma recién destilado en la paja de la bodega, me gustaba su sabor deleitándome las papilas gustativas y enervando mi adrenalina a cotas sublimes. Su sabor era dulce y abigarrado sin dejar de ser el del más puro macho. El pobre no tenía pinta de soportar por mucho más tiempo mi lisonjera mamada afianzándome con mis labios el glande y casi la mitad de su rabo, grueso y duro largo en extremo. Así fue como nuestras miradas se cruzaban viendo en su cara una sonrisa de eterna satisfacción, de aduladora complacencia al tener a su hembra favorita entre sus piernas haciendo la felación de su vida.

Sentía su capullo golpearme la campanilla una y otra vez con sus precisos gestos de pelvis. En compensación amarraba las gónadas con la mano izquierda, masajeando y apretando alternativamente deleitándome de sus gloriosos testículos grandes y pesados, sin vello tan agradables de tocar…, sí, eran suaves sin el menor resquicio de vello, unos huevos de venas azuladas bien marcadas que envolvían sus dos bolas, su belleza me animaba a intercambiar mi glotonería en su gran falo con lametones en tan bellos testículos, los lamía y chupaba, me los metía en la boca y tiraba de ellos simulando arrancárselo de cuajo. Rebotaban como una honda tras soltarlos ensalivado se mi boca, luego el otro huevo con el mismo tratamiento.

Tal era mi ánimo que los introducía enteros en mi boca jugando con la lengua en dulces lamidas dentro de mi cavidad, los alternaba y de nuevo me engullía su cipote hasta el punto que permitía disfrutar de él sin ahogarme. No duró mucho por más que intenté prolongar su corrida…, percibí el primer aldabonazo seguidos de otros mientras el chico gruñía y bufaba como un toro. Me fui tragando el engrudo de Alejo cuando pude sacármela tras el último chorro de leche que se vació en mi boca, junté todo el esperma que aún era bastante para ser la segunda corrida y me lo zampé tan ricamente. Luego pasé mi lengua por su punta, por el agujerito de salida para limpiarlo con mis labios… finalmente nos dirigimos a la ducha sin pronunciar una sola palabra.

Mientras el agua caía sobre mi desnudez, el empezó a quitarse la ropa por completo. Entró a la ducha y se  tumbó contra la pared, parecía conformarse con tan solo ver la espuma que se deslizaba acariciando mi cuerpo, no había palabras, no las necesitábamos. Miró mis tetas, abrió sus manos sobre ellas rozándolas apenas, su índice caminaba sobre mi aureola circundándola, jugueteando en mis pezones que al instante se volvieron duros.

Deslizó su mano por mi cintura, bajo hacia mi pelvis, e inexplicablemente se detuvo en la cicatriz causada por el nacimiento de Rodrigo. Me avergoncé, la herida estaba allí, recordándome que mi hijo tenía la misma edad, gritándome que seguro habría para Alejo decenas de chiquillas con la piel tersa, sobre todo pensé en la dulce Celia…, sin embargo con la dulzura que yo hubiera esperado de un hombre experimentado, se arrodilló a besar mi cicatriz como si fuera algo deseable, ¡Una Astarté venerable! La acariciaba con su lengua, la mordía y la chupaba como si le produjera placer en reverencia a mi fecundidad.

Bajé la vista a su falo…, lo tenía totalmente rígido, duro y venoso, posiblemente no se había bajado en todo el tiempo ¡Bendita juventud! Nuestros labios se buscaron y nuestras lenguas se encontraron por primera vez, ya no había dulzura en nuestros ojos, había deseo, lujuria, ganas y hambre de sexo. Dirigí mis manos hacia su cipote, ¡En verdad era impresionante! Siempre había pensado que un tamaño normalito desde el primer día que soñé follar con él, para mí era más que suficiente una verga estándar como la de mi fallecido esposo, e conformaba con tal dimensión al igual que la gran mayoría de las mujeres… una polla follable de diario, pero sostener en mis manos aquella tranca que sobrepasaba los 20 cm con un grosor de 5, me hizo tragar saliva con tan solo verla, no era la Jimmy sino mucho mejor…me daría placer sin dañarme

No tardó en llenarme de caricias, en palpar mi cuerpo y apretarlo, sus besos viajaban por mis rincones haciéndome olvidar hasta de mi nombre. Era ese olor diferente, esa piel joven, y esas manos que sin necesidad de tanta experiencia me estaba llevando a la gloria. No, no solo era eso, también la candidez de su sonrisa y la cálida inocencia de sus ojos, lo que me estaba haciendo abrir los muslos con desesperación. Por un instante me pregunté si hacia bien dejándome llevar…sí, sí, estaba bien, claro que estaba bien, ¡¡deliciosamente bien!! ¡Al diablo con la conciencia!

Estaba sentado en la bañera, sosteniéndola con sus manos, me ubiqué sobre el ariete introduciéndolo despacio, mis carnes se abrieron permitiéndole entrar, suave, pausadamente, hasta llegar al fondo. Se sentía tan ajustado que lastimaba un poco mis pliegues y sin poder evitar solté un fuerte gemido, cuando aquel espadón se hundió totalmente en mi cuerpo. Me quedé unos segundos quieta disfrutando de sentirme tan llena, luego empecé a subir y a bajar galopando con precisión…, cadenciosamente – ¡Aaahhh! –Me estaba corriendo tan solo con unos cuantos embates. Me empujó contra la pared y se colocó tras de mí, – ¡¡ouuuuuchh!!–Volvió a ingresar, esta vez con saña, con furia, golpeaba como un animalito salvaje…¡¡Qué furia!! ¡Qué poderío!¡Qué hombre!

Unos cuantos movimientos más de cadera y nuevamente subí al cielo y bajé infierno o a la eternidad, no importa el lugar al que  me llevó,  solo sé que desde lo más profundo de mi ser, otro orgasmo intenso me doblegó, me robó el aire, me quitó la respiración y me dejó con  las piernas temblando. Aun mi cuerpo se contraía cuando sus movimientos se aceleraron, su momento llegaba, y echando mi cuerpo hacia atrás me dejé amar con brusquedad, con dureza. No demoró más que escasos segundos, apretó la pelvis contra mí y soltó toda su miel en mis profundidades. Percibí su leche cremosa conquistar mi útero, ¡Madre mía!

Sus convulsiones agitaban mi coño, mis paredes vaginales que apretujaban su verga endurecida explotando en potentes chorros de lefa espesa una tras otra. Aquel chaval poseía un arsenal de esperma contenida en sus ciclópeos testículos…y vaya cojones se gastaba mi querido Alejo. Se fue vaciando clavando su tranca a fondo, pegando sus genitales a los míos en un perfecto acoplamiento hechos a medida uno para el otro. Mantuvo la posición cerca de un minuto tras el indomable apareamiento de incontenida necesidad, hasta que decidió salir de mi quebrado conejito bien alimentado del semen largamente deseado. Agradecida estampé mis labios en los suyos, Alejo besó mis hombros y me acarició el rostro mientras me abrazaba tiernamente…

  ¡¡Cielo siempre sabes lo que necesito!! Me has dado la vida, ¡me has hecho florecer mi amor!

Así era sabía exactamente lo que necesitaba antes y después de follar. Nos vestimos, y con el mayor de los cuidados nos dispusimos a bajar.

– Si nos pregunta Rodrigo porque nos hemos demorado, les dices que me ayudaste a hacer unos arreglos en la bodega…. ¡Ah! Quita esa cara de felicidad, que nadie te va a creer lo que le digas…

– Tranquila, yo me encargo de todo, ya ves que no soy un niño.

Antes de que saliera de mi habitación algo atemorizada por las consecuencias, le detuve…

Alejo, no quiero que olvides lo que ha pasado, pero no es prudente darlo a conocer…, mucho menos a mi hijo ¡¿Me entiendes?! Lo que ha ocurrido era lo que tenía que ocurrir y ambos deseábamos tanto ¡Jamás me arrepentiré de haber hecho amor contigo! Te necesitaba, lo necesitaba como el agua, e imagino que tú también por la pasión que le has puesto al polvazo.

 – Sí es cierto lo deseaba más que nada en el mundo y Laura, tranquila soy un muchacho, no un tonto, nadie lo va a saber… ¡Jamás olvidaré el día en que se cumplió mi mejor sueño!

– Quieres decir que…

– Que pese a salir con Celia, nunca perdí la esperanza de lograr lo que llevo meses añorando con contigo.

– ¿Lo dices en serio? No pensé que… bueno después de hacer el amor con tu chica aún estuvieras interesado en mí…

– Claro que sí y te demostraré cuan en serio lo digo.

Tomó mi mano y la estiró hacia su bragueta, haciendo que abriera los ojos sorprendida, la tenía dura, durísima otra vez…No pude menos que decir… ¡¡Juventud divino tesoro!!

Ambos reímos mientras me volvió a besar…. Desde ese día nos convertimos en amantes furtivos, en cómplices de un amor que superaba lo meramente carnal. La conexión con su ser se establecía casi sin decir un palabra…, su presencia, una mirada, un solo gesto sincronizaba mi pensamiento con el suyo. Alejo era divino, no podía renunciar a él. Su parecido a mí anhelado Ulises me retornaba una y otra vez a mi mejor tiempo donde gozaba de plena felicidad, solo que ahora se sumaba experiencia y la sabiduría a mis “37 años”, unos años que tanto mi hijo como él me retrotraían a los 25 por lo menos… sin arrugas faciales, o corporales significativas, unas tetas firmes y elevadas, unido a un culo respingón en todo su sitio me lo hacía creer… todo ello implementaba mi regocijo en la ardiente pasión de cada encuentro sexual. A mi amor le permitiría horadar mi cuerpo las veces que su fortaleza le asintiera, y vaciarse dentro de mí a su antojo, era suya sin lugar a dudas, sin paliativos… sumisa a sus encantos, a su masculinidad y a su intachable potencia juvenil concentrada en la virilidad del precioso falo cabezón ye huevón, a su honestidad conmigo, a su veneración por mi cuerpo y manera de ser, pensar y actuar. Eso no impedía que mantuviésemos la compostura, los roles de madre de su amigo y de novio de su chica facilitando de esta manera una cotidianeidad de nuestra vidas…


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