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UNA HISTORIA DE AMOR. Y si tú no has de volver...

    "Y si tú no has de volver" 1ª PARTE "Una para el otro y otra para el uno". Esa frase la repite una y otra vez mi ...

Residencial Mil Palmeras 1/2

 

 

Secuencia 1. Llegada a la playa

 

Elena poseía una tienda online de cosmética ecológica que le proporcionaba buenos ingresos y una vida desahogada. Telmo, su hijo de diecinueve años, vivía con ella estudiando el segundo año de informática en la universidad y sentía que tenía que cuidar de su madre después de la separación. Elena, a sus cuarenta y dos años seguía siendo una mujer atractiva. Tenía buen tipo y su pelo castaño ondulado la favorecía notablemente. Le gustaba ponerse ropa ceñida para marcar más las bonitas curvas que mantenía su cuerpo. Un metro sesenta y cinco, que con tacones llegaba a uno setenta, hacía que muchos hombres la miraran a su paso. Su hijo era más alto, casi un metro ochenta, de complexión bastante atlética, más moreno que ella, con ojos oscuros e incisivos, y sobre todo una gran mata de pelo negro, eso y lo cariñoso que era, hacían las delicias de su madre.

Desde la separación se preocupaba más de ella y había decidido que se fueran los dos juntos de vacaciones en julio.

     ¡Ya están las maletas en el coche mamá!

     ¿Estás seguro que quieres ir conmigo de vacaciones? Preguntó Elena.

     ¡Pues claro mamá! ¡Estoy deseando disfrutar contigo en la playa!

     No sé, lo mismo te aburres

     No creo, además, donde vamos hay bastante ambiente por la noche… Lo pasaremos bien, de día y de noche. Dijo Telmo con entusiasmo.

Llegaron a una urbanización situada a pie de playa en el “Residencial Mil Palmeras” en Alicante. Eran chalets independientes con un jardín y una pequeña piscina cada uno de ellos. Por una puerta del jardín se accedía a la arena de playa, y el agua estaba a unos cien metros más.

     ¡Qué bonito que es! Y tiene una situación privilegiada. Dijo Elena al salir al jardín.

     Lo vi a través de internet y me pareció ideal Dijo el muchacho.

     ¿Qué te parece si nos damos un baño antes de que se ponga el sol?

     Vale, vale! Accedió Elena al ver el entusiasmo de su hijo.

Entraron a la casa y se pusieron a deshacer las maletas. Colgaron la ropa y Elena comenzó a mirar los bikinis que había traído.

     ¿Qué te parece, Telmo…? ¿Cuál te gusta más?

Llevaba seis bikinis, la mitad normales y la otra mitad tipo tanga. Siempre hacia lo mismo, llevaba mitad y mitad, pero no se atrevía a ponerse los tangas. Telmo los miró y cogió los que eran normales.

     ¡Olvídate de éstos! Dijo guardándolos en un cajón.

     ¡Pero estos… quizás son demasiado atrevidos!

     Para nada mamá. Te sentarán de maravilla y necesitas… airearte un poco, por decirlo de alguna manera. Dijo el sonriendo.

Cogió uno de los cuatro que quedaban, color rojo pálido.

      Este te irá muy bien con la puesta de sol

Se lo dio en la mano y un beso en la mejilla como para darle confianza. Ella se fue a una de las tres habitaciones que tenía la casa y se lo puso. Se miró al espejo de cuerpo entero que había en la puerta del armario de corredera, y a pesar de verse estupenda, se escandalizó un poco. Nunca había sido tan atrevida, aunque en el fondo le gustaba, incluso llegó a pensar que lo deseaba. Ahora la podían mirar los hombres sin el problema de llevar a su marido al lado, el cual le había amargado durante los últimos años. Y además tenía a su hijo, que era estupendo y la animaba a este tipo de cosas, como él decía, tenía que airear un poco su cuerpo. Salió de la habitación.

     ¿Qué te parece? Le dijo a Telmo girando sobre sí misma. Telmo entre abrió la boca.

     ¡Estás estupenda mamá! Le dijo con cierto asombro no fingido.

La miró con detenimiento, deleitando su vista en cada una de las sensuales curvas que se apreciaban. Un culo elevado y muy bien redondeado, al que solo tapaba una fina tira de tela, las caderas amplias sin ser exageradas, seguidas por unos muslos estilizados rellenos de carne dura y piel tersa, y adornados en su centro con el pequeño triángulo del tanga. Las tetas, apenas tapadas con la fina tela de rojo pálido, le parecieron perfectas, sobre todo por los grandes pezones que se marcaban notoriamente.

     ¿No crees que es algo descocado? Preguntó ella con sonrisa de niña tímida.

     ¡Qué va! ¡Te queda muy bien! ¡Venga, vamos al agua!

Dijo cogiéndola de la mano mientras sostenía dos grandes toallas en uno de sus hombros. Él se había puesto un bañador tipo bóxer y Elena lo miraba con satisfacción orgullosa de su hijo. Tendieron las toallas en la orilla. El sol estaba ya cerca del horizonte marino pero la temperatura era estupenda. Apenas quedaba gente, al ser una zona de chalets no había aglomeraciones, más bien bastante espacio entre los bañistas. Entraron al agua hasta la zona donde les cubría por el pecho. Telmo cogió a su madre por las manos y comenzaron a saltar las pequeñas olas que se formaban. Los dos reían y chapoteaban disfrutando de ese primer baño.

El sol iba desapareciendo por el horizonte de un color rojo ardiente y Telmo sugirió a su madre.

     Túmbate boca arriba y yo te llevo con mis manos. Así podrás disfrutar mirando la puesta de sol.

Ella accedió sin ningún problema y se tumbó mirando hacia la puesta de sol. Notó las manos de Telmo sujetando su espalda y parte de su culo, pero no le dio importancia. El la balanceaba y la elevaba cuando llegaba alguna ola, y Elena estaba disfrutando como una niña pequeña.

     ¿Te gusta? Le dijo el mientras movía las manos bajo el agua tocándola la espalda y el culo.

     ¡Sí, sí! Dijo ella con entusiasmo. – Pero no dejes que me hunda, jajaja! Rio con ganas.

Sentía una de las manos de su hijo manoseaba bajo su culo, pero siguió sin atreverse a decirle nada, se sentía bien y no quería reconocer que en el fondo le estaba gustando ese pequeño e inesperado sobo. Podía ver por el rabillo del ojo, mientras miraba la puesta de sol, como Telmo miraba sus hermosas tetas, y su mirada le inquietaba y a la vez le gustaba. Que un chico joven, aunque fuera su hijo, admirara sus tetas la reconfortaba, la hacía sentirse sexy, atractiva, incluso llegó a pensar que también deseada. Pero borró rápido esos pensamientos. “Una madre no puede pensar así de su hijo “. Se dijo así misma.

El sol se escondía poco a poco y la vista seguía siendo preciosa. Telmo soltó a su madre para cogerla por debajo de las axilas.

     ¡Ahora te subiré cuando vengan las olas! Le dijo con dulzura.

Ella sintió las dos fuertes manos bajo sus brazos y como los dedos llegaban a tocar la piel mojada de sus tetas “¡Bueno, estamos jugando!” pensó mientras se dejaba llevar. Él la levantaba con facilidad cada vez que llegaban las continuas olas y ella reía a cada impulso sintiendo como rompían suavemente contra su cuerpo. Las manos de Telmo cada vez avanzaban más y podía sentir como ya abrazaba sus tetas. “Era su hijo. ¡Qué le iba a decir! Estaba jugando con ella y los dos se divertían” Se decía a si misma intentando negar que le estaba gustando más de lo que hubiese esperado. El sol se puso por completo dejando una estampa de fondo ardiente.

     ¡Vámonos ya! Dijo Elena.

     Tenemos que secarnos y vestirnos para cenar.

Telmo volvió a coger a su madre de la mano y los dos salieron juntos del agua. Ya por la arena, Telmo dejó a su madre que fuera delante, quería verla por detrás moviendo su delicioso culo. Notaba que cada vez se sentía más atraído por ella, pero no se lo podía confesar. Su mente le decía que era demasiado fuerte decirle algo así. Meditó unos segundos en la frase que habría utilizado en sus pensamientos. “¡Qué deliciosa estás mamá!” Se dio cuenta que era una frase para salir del paso, realmente lo que sentía era deseo, pero no se atrevía ni a pronunciarlo. “¿Qué pensaría su madre si le decía que lo deseaba?” Ahora sus pensamientos iban siendo más claros al quitarles los remilgos. El movimiento del culo de Elena le pareció tremendamente sexy al verla subir los tres escalones del jardín hasta la puerta de la casa. Sacudió la cabeza e intentó dejar de mirar.

Se ducharon y se pusieron ropa veraniega para salir a cenar. Él una camiseta y unas bermudas, y ella un vestido de licra negro con algunos brillos. Le llegaba hasta la mitad de los muslos y el escote era bastante generoso.

     ¿Voy así bien? Le preguntó a Telmo.

Él la miró y volvió a sentir ese deseo que intentaba borrar de su mente.

     ¡Esplendida! Dijo intentando no pensar. – He reservado una mesa en un sitio que tiene una amplia terraza y hay una actuación durante la cena y después una banda toca para quien quiera bailar. Comentó Telmo.

     Veo que has pensado en todo, me parece estupendo, pero ya sabes que yo eso del baile suelto…

     Tranquila, tocan de todo, suelto y también lento. Es un sitio tranquilo y romántico.

Llegaron andando pues estaba cerca. La entrada era amplia, flanqueada con un par de robustas columnas a los lados. El metre les condujo por un amplio pasillo hasta llegar a un gran jardín. Bajaron varios escalones y pisaron el césped donde estaban las mesas. Se veían bastantes, y cada una de ella alumbrada por una vela en el centro, protegida dentro de una lámpara. Algunas de ellas ya estaban ocupadas por los comensales. En un lateral se veían los instrumentos donde tocarían posteriormente los músicos. Llegaron a la que les habían reservado y el metre les hizo una seña amable para que tomaran asiento. Telmo no pudo evitar mirar a una de las mesas de al lado en la que había sentada una chica de unos veinte años con una gran melena rubia bastante despampanante. Un pequeño top y una falda corta dejaban ver sus sensuales curvas, sobre todo sus tetas de un tamaño considerable. Le acompañaban una pareja, que por la edad, podrían ser sus padres. Elena se dio cuenta de cómo la miraba su hijo y sonrió discretamente.

     Es un sitio precioso. Comentó Elena.

     La verdad es que sí, lo vi en las fotos y pensé que te gustaría.

     Pues sí, me gusta mucho, aunque… ¿no crees que es demasiado romántico? Le susurró ella acercándose para que no la oyeran el resto de comensales.

     Bueno, estaré… algo romántico. Jajaja Rio desenfadadamente y añadió. – ¿No puedo ser romántico con mi madre?

Elena vio como brillaban los ojos de su hijo a la suave luz de las velas, y no sabía que contestar. No quería pensar que su hijo la estaba seduciendo, pero le parecía demasiado evidente. Bueno, estaban de vacaciones y pasándolo bien, se dejaría llevar sin darle más vueltas.

     Todo lo romántico que te apetezca. Se atrevió a decir dándole un beso en la mejilla.

Llegó el camarero con lo que habían pedido y se pusieron a cenar. Al instante comenzó a sonar una música suave que les acompaño durante toda la cena. Hablaron, rieron, cuchichearon mientras comían, sintiéndose los dos muy a gusto. Telmo había aprovechado a mirar a la chica rubia de la mesa de al lado en varias ocasiones, y en alguna de ellas habían coincidido lanzándose alguna sonrisa. No habían acabado de cenar cuando vieron salir algunas parejas al centro del jardín donde había una pista que parecía de mármol finamente tallado.

Pidieron unas copas mientras veían bailar a la gente, unos sueltos, otros agarrados, la música permitía los dos estilos. Una columna alta en el centro de la pista sostenía unas luces enfocadas hacia abajo que hacían que la zona de la pista cambiará de colores. La luz era suave y la pista no se iluminaba por completo dejando entre sombras a la gente que bailaba, en el fondo era para darles algo de intimidad. Después de un par de tragos Telmo agarró la mano de su madre.

     ¡Venga, vamos a bailar!

     Nooo, ya sabes que no se me da muy bien y me da algo de vergüenza…

     A casi nadie se le da bien, no ves que lo que hace la gente es divertirse. ¡Lo de menos es bailar bien!

     ¡Valeee! Aceptó finalmente ella.

Salieron y de camino a la pista y Elena vio como los miraba la chica rubia. Se pusieron a bailar agarrados de una mano dando pasos sueltos. Al momento comenzaron a reírse de su propio baile, pero la música cambió y una canción lenta y romántica comenzó a sonar. Telmo agarró a su madre por la cintura, sin darle opciones, invitando a que ella pusiera las suyas sobre sus hombros. Comenzaron a moverse lentamente entre las sombras, las luces habían disminuido y ahora se veía menos. Las zonas de las mesas estaban más iluminadas que la pista. Elena noto como las manos de Telmo abrazaban su cintura y pegaba su pelvis a la de ella. Su hijo la tenía entre sus brazos y sus manos recorrían lentamente su espalda. Podía notar las yemas de los dedos rozar su piel a través de la fina tela de licra, y sentía como metía la pierna entre sus muslos en cada giro. No sabía si decirle algo o tan solo dejarle seguir.

     ¡Me gusta bailar contigo, mamá! El susurro de Telmo en la oreja la sacó de sus pensamientos.

     A mí también me gusta, aunque no se me dé muy bien.

Telmo entendió la respuesta como un asentimiento. Y la apretó más contra él, a la vez que una de sus manos bajaba hasta la mitad del culo y lo sobaba con suavidad. Elena comenzó a ponerse nerviosa, miró a la mesa de la chica rubia y vio que intentaba verlos entre las sombras.

     Esa chica no deja de mirarnos, dijo Elena.

     ¡Le gustará como bailamos! Contestó Telmo para salir del paso.

     Creo que sería mejor que fueras a invitarla a bailar, dijo Elena soltándose de él y tirando de su mano para ir hacia la mesa.

     ¡Bueeeno! Contestó con algo de decepción.

Elena se sentó y Telmo se acercó hasta la mesa y muy educadamente.

     Disculpen que les interrumpa, dijo mirando a los tres, después dirigió la mirada a la chica. – Me llamo Telmo. ¿Te apetece bailar?

     Yo Estela, y sí, me apetece.

Dijo con una amplia sonrisa a la vez que se levantaba. Cuando llegaron a la pista, él le puso las manos en la cintura y ella se agarró a su cuello pegándose al cuerpo con descaro.

     ¿Son tus padres? Preguntó Telmo.

     Sí, claro

     Lo digo por si se molestan porque nos peguemos demasiado.

Le susurró Telmo con una sonrisa cínica mientras sentía las grandes tetas pegadas a su pecho… los pezones erectos de la chica le punzaban agradablemente.

     Tranquilo, son bastante liberales y yo ya soy mayorcita. A veces voy con ellos de vacaciones porque son divertidos… y también pagan ellos, jejeje! Sonrió al final de la frase.

Estela era algo más baja que su madre, pero sus dimensiones eran exuberantes, unas tetas grandes y compactas que podía sentir contra su pecho y un culo grande y robusto seguido de dos potentes muslos. Notaba la piel caliente y suave de la mejilla pegada parcialmente a la suya y Telmo sintió que se excitaba levemente. El padre de la chica le hizo señas a Elena para que le atendiera.

     Ven, siéntate con nosotros mientras bailan los chicos, le dijo el con una sonrisa encantadora.

     No, da igual

     Venga, ven aquí y charlamos un rato, Insistió él.

Finalmente, Elena se levantó y se sentó con ellos.

     Me llamo Carlos, y ella es mi mujer, Amanda.

     Encantada. Yo me llamo Elena y soy la madre de Telmo. Sonrió Elena dándoles la mano.

Estela se apretaba más a cada momento y Telmo no podía evitar que su miembro comience a endurecerse. Telmo se sentía algo incómodo por la situación.

     ¿Cómo de liberales? Estela despegó su mejilla para mirarle a los ojos.

     ¡Más de lo que te puedas imaginar!

Le dijo poniendo sensualidad en cada palabra. Cuando acabó la frase dejo los gruesos labios a pocos centímetros de los de Telmo. El entendió que se los estaba ofreciendo y los beso con suavidad. Los despegó y ahora fue ella la que acercó los suyos abriendo la boca para buscar su lengua. Telmo sabía que desde la mesa era difícil distinguirlos y decidió corresponder a la boca de Estela con un beso largo y profundo. A la vez bajo sus manos para agarrar y apretar el hermoso y sensual culo de la chica. Eso provocó que ella se apretara aún más contra él.

     Me gusta como besas. Susurró ella cuando despegaron los labios.

     ¿Seguro que esto no les molesta? Insistió el.

     ¡Seguro! Repitió ella. – Además, han invitado a tu madre a que se siente con ellos y se les ve entretenidos, porque supongo… que es tu madre.

     Si, así es. Se ha separado de mi padre hace unos seis meses y he decidido pasar con ella estás primeras vacaciones.

     Es guapa. Y tiene buen tipo. Dijo Estela mirando hacia la mesa.

     ¡Pues sí! Asintió orgulloso Telmo.

     Y además, es estupenda

Estela le acariciaba el cuello mientras se mantenía pegada a él.

     Os he visto bailando y… se nota que os queréis.

Telmo se puso algo tenso al pensar si podría haber visto que le tocaba el culo a su madre, pero Estela no le dejo pensar demasiado. Volvió a besarle, pero ahora de una forma más húmeda y lasciva mientras movía la pelvis contra la de él para notar su miembro. Telmo ya clavaba los dedos en su culo sobándolo en toda su amplitud. Aquella chica sensual le estaba excitando a gran velocidad.

     Vamos a buscar un sitio con más intimidad ¿Qué te parece?

Era una pregunta tras una afirmación que dejó a Telmo algo perplejo. Finalmente reaccionó.

     He venido con mi madre y no pienso dejarla aquí colgada.

     Solo será unos minutos. Podemos decir que vamos a tomar algo al otro jardín.

     ¿Hay otro jardín?

     Sí, con música algo más movida que esta, pero solo es una excusa.

     Y dices que… ¿unos minutos? Preguntó Telmo algo incrédulo.

     Creo que hoy… con unos minutos será suficiente.

Sonrió ella con picardía a la vez que le pasaba la mano sobre el pantalón con disimulo, recorriendo todo el falo erecto del chico… lo apretó con fortaleza.

     Parece que esto ya está a punto.

Volvió a sonreír a la vez que le daba un beso rápido sobre los labios y tiraba de él agarrándole la mano.

     ¿Qué tal chicos? ¿Lo estáis pasando bien? Preguntó Carlos al verles llegar.

     Sí papá. Nos vamos un rato al otro jardín a tomar algo. Hay música más movida. Contestó Estela.

     ¡Pero no tardéis mucho! Añadió Elena.

     Tranquila mamá… Solo será una copa.

Y casi antes de acabar la frase, Estela tiro de Telmo. Le condujo por el ancho pasillo hasta salir a la calle. Algunas farolas iluminaban parcialmente y Estela le llevó a lo largo de la valla del restaurante hasta llegar al final. La luz de la luna iluminaba una zona sin construir a la que daba la valla del restaurante, siguieron la valla hasta llegar a la parte trasera. Se oía la música en la semi oscuridad en la que estaban, mezcladas con el leve rugido de las olas al romper en la orilla. Estela puso su espalda contra la valla y tiro de Telmo hacia ella hasta sentirle totalmente pegado a su cuerpo. Se abrazó a su cuello y lo beso ardientemente, la lascivia parecía manar por los poros de su piel. Telmo bajo sus manos y las metió bajo la corta falda sintiendo la dura carne del gran culo de Estela. Lo apretó con ganas mientras sentía la lengua de la muchacha lamiendo el interior de su boca. Ella no tardó en bajar una de sus manos y empezar a sobar la bragueta de los bermudas que llevaba Telmo. Él dejo de besarla para bajar con su boca hasta el cuello, lo lamió como si fuera un perro sediento, pero la chica, impaciente, le dirigió hasta sus grandes tetas. Se bajó el top con facilidad y los grandes pezones afloraron erectos y amenazantes. Telmo los palpó con sus labios, después los lamió con deseo hasta mojarlos de saliva caliente.

     ¡Chúpame los pezones!

Dijo ella impaciente mientras desabrochaba los bermudas a gran velocidad. Sacó la verga, ya muy dura y tiesa, y la palpó con sus delicadas manos.

     ¡Ufff, no está nada mal! Dijo con agradable sorpresa. – Es grande y dura como me gustan a mí.

Estaba muy excitada e impaciente, parecía quererlo todo ya.

     ¿Te gustan mis tetas?

Preguntó mientras sobaba el miembro con cierta ansiedad. Telmo asintió mientras succionaba uno de los grandes pezones, similares a ojivas de misil.

     ¡Chúpamelas más fuerte! Dijo con excitación.

Telmo le hizo caso y succionó con ganas, como si quisiera sacar leche de esas grandes tetas.

     ¡Así, asiiii! Estela parecía no poder dejar de hablar.

     Que polla más dura tienes, diossss! Como me gusta tocártela, joder! Que guarra me estás poniendo! ¡¡La de mi padre es más grande, pero la tuya no está nada mal!!

Telmo dejó de chuparle los pezones y levantó la cabeza.

     ¡¿Que has dicho?!

     Nada, nada… Es una larga historia. Ya te la contaré en otro momento

Contestó ella y se agachó con rapidez. A Telmo no le dio tiempo a pensar más, al momento se le nublo la mente sintiendo las chupadas que Estela había comenzado a dar a su polla. Los grandes labios, carnosos y sensuales, succionaban la polla con ansia, y Telmo comenzó a jadear con las manos sobre la cabeza de la chica. Fue un largo y delicioso minuto de mamada intensa, pero Estela paró de chupar antes de que se corriera. Se levantó y agarró de nuevo la polla con su mano.

     ¡Vamos, métemela! ¡¡Métemela por el coño…!!

     No llevo condones…

     No te hacen falta… necesito sentir tu polla palpitar, ¡¡Joder fóllame a pelo ya!! No creo que ya importe si tenemos o no condones… ¡CLÁVAMELA!

Jadeó a la vez que ponía el cipote empapado en saliva entre sus húmedos labios vaginales. Telmo la seguía como un autómata y lo único que tuvo que hacer fue empujar, en tanto ella sujetaba la verga entre los carnosos labios de su coño, y el duro capullo penetró con facilidad la vagina de la chica. Estela abrió más las piernas, que sujetaba haciendo equilibrios sobre los altos tacones, y la dura polla penetró aún más. Se había agarrado al culo desnudo de Telmo, con los bermudas medio bajados, y lo apretaba con intensidad clavándole los dedos a la vez que lo intentaba mover adelante y atrás.

     ¡Vamos! ¡Vamos cabrón….Aprieta! ¡Dame fuerte! ¡¡Joder reviéntame el coño!! ¡Qué caliente estoy! ¡Diossss, como me has puesto hijo de la gran puta! ¡Métemela bien honda hasta los huevos…La quiero toda bien adentro de mi coño!

Telmo movía sus caderas entre excitado y asombrado, decía que la había puesto caliente, pero el apenas había hecho nada. Estela acabo contagiándole su excitación y su deseo, y Telmo comenzó a embestir con más ganas. El culo de Estela se aplastaba contra la pared en cada empujón, y su boca jadeaba sonora e impulsivamente sobre su oreja.

     ¡¡Muérdeme los pezones!! Casi le gritó entre gemidos y jadeos.

Telmo, como anteriormente, no dudó en hacer lo que le pedía, además, esos duros y gordos pezones eran muy apetecibles. Comenzó a succionarlos y morderlos sin dejar de embestir con todo su cuerpo, sentía su polla penetrar profundamente entre la carne suave y jugosa de la vagina, y eso le provocaba el deseo de devorar con más fiereza los duros y gordos pezones.

     ¡Sigue, sigue! ¡Me voy a correr! ¡Diossss, no pares! Lléname el coño de leche! ¡Más fuerte! ¡Vamos cabrón, vacíate en mi útero!

     Ahhhg! Ahhhg! Ahhhg! Estela

Prácticamente rebuzno mientras se corría y la polla de Telmo reventaba en ese momento soltando un gran chorro de leche.

     Ahggg! Ahggg! Jadeó él al sentir salir los chorros calientes y espesos.

Dejó de chupar los pezones para respirar mientras ambas bocas emanaban jadeos a escasos centímetros. Los labios se acabaron juntando según se relajaban sus cuerpos. Se fundieron en un largo y profundo beso mientras los fluidos rebosaban entre los poderosos muslos de Estela. Se separaron todavía con cierta excitación y Estela sacó unos pañuelos del bolso que llevaba colgado y se limpió entre las piernas.

     ¡Uffff, vaya corrida chico! Parece que tenías mucha leche acumulada. Dijo graciosamente.

Cuando acabó de limpiarse, se colocó la ropa y le volvió a besar.

     ¡Ha estado genial! ¿Te gustaría repetir otro día? Le preguntó sin darle opción a decir su opinión.

     ¡Ufff, sí que ha estado bien! Dijo el antes de responder a la pregunta. – Me encantará repetir. Dijo después de unos segundos en los que ella esperaba ansiosa su respuesta.

     Pero… quizás en otro sitio más cómodo, y con más tiempo. Dijo finalmente.

     ¡Por supuesto! Dijo ella con la felicidad de una niña que acaba de recibir un regalo.

Comenzaron a caminar de vuelta al restaurante.

     Oye, ¿Qué has dicho sobre la polla de tu padre y la mía?

Preguntó Telmo de sopetón al acordarse de la frase que ella había soltado en plena euforia.

     Pues eso, que tu padre la tiene algo más grande, pero la tuya se pone muy mucho más dura.

     ¿Se la has visto a tu padre dura? Preguntó Telmo cada vez más asombrado. Estela sonrió con cierta malicia.

     ¡Algo más que… vérsela! Respondió con naturalidad. Telmo ya no sabía si seguir preguntando, pero la curiosidad le corría. – Puedes explicarme qué es ese… “algo más…”

     Bueno, de una forma sencilla te puedo decir, que en mi casa nos gusta disfrutar del sexo, y el parentesco no es un impedimento… Lo único que debemos hacer es disfrutar y cuidarme de no quedar panzona.

Volvió a responder con la misma naturalidad. Telmo ya no dijo nada hasta llegar a la mesa donde estaban los respectivos padres.

 


 

Secuencia 2 :) La primera noche

 

     ¿Qué tal lo habéis pasado? Preguntó Carlos antes de que se sentarán. 

     ¡Muy bien papá! El ambiente estaba muy animado

Después conversaron algo más de cosas banales y decidieron marcharse.

Anduvieron juntos parte del camino hasta llegar al chalet donde residían Estela y sus padres. Se despidieron cordialmente con sendos besos en las mejillas y Elena y Telmo continuaron. Estaban realmente cerca, tan solo dos chalets los separaban.

     ¿Lo habéis pasado bien, entonces?

Preguntó Elena a su hijo al verle algo pensativo.

     ¡Sí, sí…Muy bien! Dijo el sentándose en el sofá a la vez que encendía la tele con el mando.

     Vale, pues voy a cambiarme

     No, no. Quédate así, que estás muy guapa. Dijo Telmo. – Siéntate, te prepararé una copa. Añadió.

Elena pensó que quería contarle algo y se sentó mientras el preparaba dos copas. Volvió con los dos vasos llenos de hielo a los que les había añadido un par de dedos de whisky. Se sentó junto a su madre en el sofá y le pasó uno de los vasos.

     ¿Te ha gustado el sitio? Preguntó Telmo.

     Me ha encantado, y lo he pasado muy bien. La verdad es que esa pareja eran muy agradables y simpáticos.

     Sí, Estela también lo es. Después de las breves palabras se hizo un leve silencio.

     ¡Te he visto muy acaramelado con ella! Dijo la madre dándole un golpecito cariñoso en el vientre. Telmo sonrió y pensó en lo que iba a decir.

     Bueno, nada más comenzar a bailar se me ha pegado como una lapa, jejeje! Rio con cierta picardía.

Elena dejo que pasarán unos segundos y volví a preguntar.

     ¿Y después… que ha pasado? Telmo la miró con ojos pícaros.

     ¿Estás segura que quieres que te lo cuente?

     Sí, claro, pero solo si te apetece.

     Pues… – hizo una breve pausa para ver cómo se lo decía – hemos ido fuera del restaurante, o mejor dicho, ella me ha llevado. Nos hemos ido a la parte de atrás, que no había casas y…  la miró con ojos de pilló antes de seguir con el tema. – ¡Hemos echado un polvo bestial! Dijo finalmente.

     ¡Vaya! dijo su madre intentando mantener la compostura.

     Esto sí que ha sido llegar y besar el santo. Pudo decir finalmente.

     Pues sí. Dijo el mirando a la tele. Después volvió a mirar a su madre. – Pero lo que más me ha gustado es bailar contigo

Elena percibió el chispeo que había en los ojos de su hijo. Esa pequeña frase contenía más palabras de las que se había oído. Cada vez tenía más claro lo que él le quería transmitir, aunque su mente lo negara. Le miraba con un cariño especial, pero sus sentimientos eran contradictorios.

     Me apetece bailar contigo otra vez. Dijo Telmo de repente.

Elena le miró algo sorprendida mientras le veía coger el móvil para buscar música.   Bueno, por qué no.

Pudo articular finalmente. Al momento una música romántica comenzó a sonar. Telmo se levantó y ofreció la mano a su madre para que se levantara. La llevó al centro del salón y la agarró por la cintura con suavidad a la vez que ella le ponía las manos sobre los hombros. Sus pies comenzaron a moverse con lentitud mientras Telmo acercaba la mejilla a la de su madre. Ella la aceptó acomodando la suya a la vez que subía más sus brazos hasta poner las manos tras el cuello de Telmo.

     Me gusta mucho estar cerca de ti – Susurró él al oído de Elena. Ella no sabía que decir y al cabo de unos segundos

     A mí también me gusta estar contigo. Dijo en el mismo tono de susurro.

Era una situación algo incómoda para Elena, pero en el fondo se sentía bien. Las manos y el cuerpo de su hijo le proporcionaban un calor humano que no sentía desde hace tiempo. Las mejillas pegadas eran como la caricia de un oso de peluche cuando lo abrazas contra tu cara. Notó como movía la cabeza y sintió los cálidos labios en su cuello, eran dulces, suaves y tiernos. Su cabeza le decía que parara, que la situación se podía complicar, pero su cuerpo le pedía seguir, dejarse llevar. Los pasos eran lentos y sus cuerpos apenas se desplazaban, pero cada vez estaban más pegados. Elena podía sentir sus tetas pegadas al fornido pecho de su hijo, y como los labios iban humedeciendo su cuello. Se oía el rumor de las olas al romper acompañando la suave música, y Elena cada vez se sentía más excitada. Las manos de Telmo se movieron lentamente y Elena notó como descendían por su cintura hasta llegar al culo. No se atrevía a pararle y cerró los ojos como para intentar no ver lo que sentía. Pero las manos de Telmo no pararon y percibió como sobaba su culo por encima de la fina tela de licra. La pelvis de Telmo se pegó más a la suya, hasta sentir lo dura que ya tenía la verga. “¡Ufffff, esto se está complicando!” Se dijo así misma.

Era el primer día de vacaciones y no quería disgustarle con un rechazo, no sabía cómo pararle sin que se sintiera mal. Notó como las manos subían su vestido por la parte trasera a la vez que le acariciaba sus nalgas. Era su hijo y lo quería con locura, pero esto quizás no era lo adecuado. Su mente no paraba de pensar que hacer mientras sentía como su cuerpo se excitaba cada vez más. Pensó que el mayor problema era que le estaba gustando, que su hijo la estaba excitando, algo que no recordaba cuando fue la última vez que le pasó. Telmo volvió a mover la cabeza y se encontró con sus labios rozando los suyos. Notó como le temblaba todo el cuerpo al sentir los labios de su hijo.

     ¿Además de ser tu madre…, no crees que soy algo mayor para ti? Pudo decir antes de que la besara.

     Cuando te miro no veo tu edad, simplemente veo una mujer estupenda. ¡Te mereces toda una tarta, y en esa tarta, yo puedo ser una porción!

Siguieron moviéndose lentamente con los labios rozándose.

     ¿Puedes bajar un poco la luz?

Es lo único que pudo responder Elena. Telmo se separó a gran velocidad y encendió una lámpara de rincón, después apagó la luz del techo y volvió a rodear a Elena con sus brazos.

     ¿Así mejor? Susurró contra sus labios.

     Sí, mejor. Dijo ella volviendo a notar el miembro duro contra su pelvis. Finalmente decidió entregarse, se había cansado de luchar contra sí misma.

     ¿Estás seguro de lo que vas a hacer? Preguntó cómo último recurso.

     ¡Lo deseo con todas mis fuerzas! Contestó el con los labios casi pegados.

Elena abrió levemente los suyo y Telmo no dudó en penetrar con su lengua. El besó comenzó suave y tierno, y poco a poco se fue haciendo largo, profundo y lascivo. Elena se abrazó más a su cuello mientras sentía como le apretaba el culo. Notaba como se iba excitando más, después de abandonar el rechazo de su propia mente. Llevaba dos años sin que la tocará un hombre y sentía que su cuerpo se lo pedía, y que mejor hombre que su propio hijo. Estaba yendo despacio, con dulzura y a la vez podía sentir su deseo, su pasión, y eso la excitaba más, y a la vez le provocaba más deseo. Telmo fue bajando con su boca por el cuello, después por el generoso escote, a la vez que con una mano tiraba del vestido hasta descubrir una de sus hermosas tetas. El pequeño sujetador apenas la cubría, y el duro y erecto pezón salió por encima de la tela. La lengua de Telmo lo lamió con dulzura y sus labios lo succionaron con delicadeza hasta sacar unos gemidos de la boca de Elena.

Ella fue bajando su mano con timidez hasta encontrar la bragueta abultada de Telmo. Percibió un escalofrío al sentir el miembro erecto a través de la tela, fue una sensación extraña, a la vez que excitante, era su hijo, pero no podía parar. Telmo bajó el otro tirante del vestido y en la luz tenue del salón contempló las dos maravillosas tetas de su madre. Alguna vez las había visto, a hurtadillas por el filo de la puerta de su habitación cuando se cambiaba de ropa, pero ahora las tenía frente a sus ojos, unos ojos que brillaban con ráfagas de lujuria… tan cerca que su olor le embriagaba, su calor y tacto eran sensaciones infinitas. Sus pasos se hacían cada vez más lentos en la penumbra del centro del salón. La música, la luz de la luna penetrando a través de la doble puerta del jardín, el rumor de las olas y los cálidos gemidos, envolvían la estancia de una forma especial.

Elena se atrevió a desabrochar los bermudas de Telmo, que lentamente fue resbalando por sus piernas hasta caer al suelo. Con movimientos lentos y suaves de sus pies se deshizo de él, quedándose con los bóxer y la camiseta. Telmo lamía y succionaba los dos duros y erectos pezones provocando continuos gemidos a su madre. Ella sentía ascender el calor en todo su cuerpo desde el coño a sus sienes, el corazón bombeando la estremecía, y a cada segundo que pasaba disfrutaba más de ese momento. Metió la mano entre los bóxer y abrazó con sus finos dedos el duro cipote de Telmo. Se mordió el labio inferior al sentirlo en su mano…, no reprimiendo las ganas de apretarlo. Telmo fue tirando del vestido hacia abajo hasta dejarla con el torso desnudo. Lo acarició, lo sobo y disfruto de cada roce de sus dedos. Tiró más del vestido hasta traspasar las caderas y lentamente la fina tela fue escurriéndose por las piernas hasta caer al suelo. Elena también se deshizo de él levantando levemente sus pies con movimientos suaves. Las manos de Telmo comenzaron a subir y bajar por todo el cuerpo semidesnudo de su madre, tocando sus tetas, sus muslos, su culo, haciendo que aumentará una poderosa excitación con cada roce de sus dedos. Había pasado del rechazo a la aceptación, y ahora de su mente había desaparecido la nube que la turbaba. Telmo pasó las manos por la espalda y le desabrochó el pequeño sujetador, ella extendió parcialmente los brazos y Telmo lo calcó a través de ellos lentamente, con la mirada clavada en las hermosas tetas que le alimentaron.

     ¡Qué cuerpo más delicioso tienes, mamá! Nadie diría que tienes un hijo de mi edad, ni que la tuya fuese la que es.

Dijo Telmo separándose un poco sin poder evitar que cierta lujuria flotara en sus palabras. Elena se ruborizó pero Telmo no pudo verlo dado la escasa luz. “¡¡Esto no está bien!!”. Se repitió en su cabeza, pero en el fondo no le apetecía parar, tampoco provocaría nada, tan solo le dejaría hacer. Telmo puso las dos manos sobre las dos hermosas tetas sin dejar de admirarlas, las tocó con suavidad, las sobó con delicadeza, pasando las yemas de los dedos por los ya duros pezones mientras ella con los ojos cerrados solo interiorizaba las sensaciones de sus manos. Después volvió a mirar todo el cuerpo desnudo de su madre. En sus ojos parecía como si viviera un sueño, un sueño deseado desde hace tiempo, y quería ir despacio, paso a paso, disfrutando de cada segundo. Cogió una mano de su madre y la levantó invitándola a que se fuera girando lentamente. Ella abrió los ojos y vio el deseo en los de su hijo, le complació, y fue girando despacio mientras el disfrutaba de la maravillosa visión del cuerpo desnudo, tan solo cubierto por el pequeño tanga. Cuando quedó de espaldas a él, Telmo se acercó de nuevo pegándose al cuerpo de Elena. Pasó las manos bajo sus brazos hasta alcanzar el vientre, lo acarició mientras le besaba el cuello dejando un rastro húmedo por donde pasaba su lengua. “¡¡Esto no está bien!!”. Volvió a repetirse Elena en su cerebro.

     ¿No te gustan las chicas jóvenes, como Estela? Intentó de nuevo persuadir a su hijo.

     No es igual, mamá. Dijo con cierto fervor.

     Lo que siento por ti no es comparable con lo que pueda sentir por una chica de mi edad.

Telmo reflexionó unos segundos antes de continuar.

     A ti te conozco de toda la vida, y te adoro como madre, pero… llevo deseándote desde hace tiempo, y es un deseo especial, que me invade cada día. Cada minuto que pasó contigo ese deseo es más ferviente, y a la vez un castigo el no poder tocarte, acariciarte, sentir tu piel, tus labios, el calor de tu cuerpo.

Elena sintió como sus piernas temblaban levemente, las relaciones con su exmarido habían sido buenas al principio, pero no recordaba que ni en los mejores momentos le dijera algo así. Antes de conocer a su marido había tonteando con algún chico, pero sin llegar al sexo. Después conoció a su marido, se casaron y vivieron dos años en un idilio antes de que naciera Telmo. En esos dos años el sexo fue bueno, y probaron casi de todo, aunque cuando se fue enfriando, Elena sentía que no había sido lo suficientemente bueno. Ahora, su hijo la estaba tocando y besando y parecía sentir algo que no había sentido antes. Notó como dura verga de Telmo se apretaba contra su culo mientras la acariciaba y la besaba, y podía sentir en su aliento ese deseo que le había expresado.

     ¡Vamos a la habitación! Dijo ella negando parte de sus pensamientos.

Se tumbó sobre la cama mientras Telmo se deshacía de los bóxer quedando completamente desnudo. Había encendido la pequeña luz de la mesilla de noche y pudo contemplar su cuerpo joven y atlético, además del miembro duro y erecto que sobresalía notablemente… sus testículos eran espectaculares, colgando como dos grandes brevas maduras. Ella mantenía su tanga puesto, cuando Telmo se recostó a su lado y comenzó a acariciarla, después siguieron los besos, besos que fueron pasando del deseo a la lujuria. Elena notaba como la mía y soba su cuerpo, lamidas calientes y húmedas que iban embadurnando su piel de saliva. Busco con la mano la polla que rozaba uno de sus muslos y volvió a sentirla entre sus dedos. Decidió colaborar, y que no solo el fuera el que lo hiciera todo. Sus largos y finos dedos comenzaron a subir y bajar la fina piel que cubría la dura y venosa carne, y tras remangar el prepucio, la verga pareció endurecerse aún más.

Telmo había lamido chupado y succionado los pezones erectos, sacando algún gemido de su boca, y ahora bajaba con la lengua por su vientre en busca del pequeño triángulo de tela que tapaba el centro de sus muslos. Notó como la lengua de su hijo lamía la tela hasta que la sintió empapada, pero no solo de saliva, parte era flujo caliente del interior de su vagina que ya le ardía como el fuego volcánico saliendo de su interior, y que había salido entre los labios de su coño como la lava. Telmo tiró del tanga hacia abajo hasta sacárselo por los pies y Elena se sintió desnuda de cuerpo y también de mente. Se había depilado, pero tan solo para que el bello no se viera fuera de la tela, el resto era una final alfombrilla de vello corto que decoraba el pubis, quedando unos excitantes y carnosos labios vaginales pelados, dejando ver a las claras todo su coño. Adornaba la parte alta del pubis y ahora se sintió algo abochornada pensando si no le gustaría a su hijo. No tuvo mucho tiempo, pues a los pocos segundos, Telmo había metido la cara entre sus muslos y su lengua lamía los calientes labios genitales. La mente de Elena cada vez luchaba menos, esa lengua, esas lamidas de perro sediento, le parecieron maravillosas haciendo que su boca emitiera gemidos de placer.

     Ahhh! Ahhh! Ahhh!

Ya ni recordaba la última vez que su marido le había comido el coño, y esto le estaba pareciendo maravilloso. No pudo reprimirse, y una de sus manos agarró el pelo de Telmo tirando relativamente fuerte de él cuando sintió como succionaba el clítoris, un no menos hermoso y enorme clítoris completamente erecto y duro.

     Ahhhg! Ahhhg, Ahhhg!

Ahora los gemidos fueron más fuertes y su coño se empapó de flujo denso y caliente. La lengua de Telmo lo lamió hasta que dejó de gemir y de inmediato repto por el cuerpo de su madre hasta sentir su miembro pegado al mojado coño. Era un momento que había esperado hace tiempo, y ahora lo quería disfrutar. Condujo la dura polla con una mano hasta sentir como el inhiesto falo se enfilaba en la raja de su madre, y el capullo se insertaba entre los ardientes labios, la soltó y apretó con suavidad a la vez que cerraba los ojos para disfrutar más de la lenta penetración. – Ahhhh! El gemido de Elena fue largo al sentir como la dura polla la atravesaba abriéndose paso por su angosta vagina, mientras notaba el aliento a escasos centímetros de su boca. “¡¡Diosss, es la polla de mi hijo la que tengo dentro!!“, pensó de una forma fugaz intentando entender ese momento. Los dos abrieron los ojos y se miraron, comunicándose con la mirada el deseo y el placer.

     ¡Qué ganas tenía, mamá!

     ¡Calla! Dijo ella entre gemidos.

     ¡Dime qué te gusta, por favor! Dijo el entre súplica y deseo.

Elena no podía negar que le estuviera encantando, pero no quería descubrir a su hijo el deseo que le estaba provocando sentirse atravesada después de dos años en el dique seco… aquella verga en su interior, era gloria y placer absolutos.

     ¡Claro que me gusta hijo!

Contestó intentando no descubrir la espiral de lujuria en la que estaba entrando…elevó un poco más la cintura para que entrase más hondo dentro su calenturienta vagina. Telmo comenzaba a mover sus caderas lentamente y su polla entraba y salía completa en cada movimiento. La excitación de Elena ya era constante, se había agarrado a la espalda de Telmo como para no dejarle escapar…, sus manos se deslizaban hasta el culo, que podía notar su tensión al clavarla hasta los huevos.

     ¿Te gusta? Preguntó Telmo de nuevo con ojos chispeantes y la lujuria dibujada en su rostro.

     Siii! Ahhh! Siii! Ahhh! Afirmaba ella entre jadeos. Telmo seguía disfrutando de cada penetración suave y lenta. – ¡Vamos cariño! ¡Vamosss! ¡Más deprisa!

Se atrevió a pedirle ella moviendo sus caderas completamente desinhibida. Elena sentía una fuerte excitación y quería más, quería llegar a ese punto de placer que apenas recordaba. Telmo aumentó algo el ritmo.

     ¡Diosss, como me has puesto hijo! ¡Sigue! Sigue follándome cabronazo Ahhhg!!

Elena estaba clavando las uñas en la espalda de Telmo y prácticamente rugía corriéndose como una fuente. Le comenzaron a temblar sus piernas contagiando al resto de cuerpo. Su mente se nublaba cargada de un placer intenso, mientras Telmo sonreía placenteramente a la vez que jadeaba sin parar su ritmo. La satisfacción de su madre la hacía suya y no quería parar, quería seguir viéndola así, jadeante, excitada y disfrutando de una manera como nunca la había visto antes. Las penetraciones cada vez eran más fuertes y profundas… se alargaron durante varios minutos más, él aguantaba tras el polvo rápido con la chica. Los gemidos y jadeos de Elena aumentaron de nuevo… sus movimientos buscando la profundidad de la verga de su hijo eran una sincronía perfecta entre ambos.

     ¡Diossss, otra vez! ¡Sigue! ¡Sigue! ¡Vas a hacer que me corra otra vez, joder!

Gritaba de nuevo Elena sin parar de mover sus caderas. Telmo notaba como su polla estaba a punto de estallar y sus embestidas ya eran sonoras en el coño encharcado…brutales.

      Masss! Masss! No pares! Vamos!Ahhhg! Ahhhg! Si paras ahora te mato…!!

Los gemidos y jadeos de ambos llenaron la habitación mientras se corrían al unísono. La polla de Telmo soltaba leche sin parar y en breves segundos el coño de Elena se desbordaba como una presa cuando se rompe. Sus cuerpos pegados se empaparon de fluidos densos y calientes, y la cabeza de Telmo cayó sobre el hombro de Elena completamente atolondrado del subidón de dopamina al correrse dentro de su madre. Poco a poco el ritmo de las respiraciones se fue relajando, mientras Elena acariciaba la cabeza de su hijo sintiéndose tremendamente complacida y feliz.

     ¡Me has dado un inmenso placer, hijo!

Susurró Elena contra la cabeza de su hijo apoyada en su hombro, pero él no la pudo oír, se había quedado profundamente shockeado. Cayó a su lado boca arriba con la verga aún dura y cubierta de flujo y semen. Se miró el coño y observó un pequeño reguero de leche escurrir hasta sus nalgas… ¡hacía tantos años que nadie se corría en su vagina!, se sintió emocionada de ver el esperma brotar de la raja entre sus cálidos y enormes labios vaginales, y lo más morboso es que pensó… “¡Esta leche es de mi hijo!”. No cayó en la cuenta que tampoco había tomado precauciones para que no la dejara preñada, ligeramente se le pasó por la cabeza, pero ante el ardor febril del momento y las pocas posibilidades de que le hagan una panza, optó por dejarse follar a pelo.

 

 


Secuencia 3:) Por la mañana en la playa

 

Cuando Telmo se despertó ya no estaba su madre en la cama. Recordó lo ocurrido y su cara se iluminó con una gran sonrisa, había logrado su sueño. Se levantó y se puso los bóxer, salió al salón, muy iluminado por los rayos del sol de la mañana que penetraban implacables por el ventanal del jardín. Mientras acostumbraba sus ojos a ese vendaval de luz, apareció su madre con una bandeja con cafés y bollos, procedente de la cocina. Una bata corta veraniega cubría su cuerpo y una sonrisa esplendida moldeaba su cara.

– Buenos días dormilón.

– Buenos días mamá. ¡Qué buena pinta tiene el desayuno!

– Gracias – Agregó Telmo dándole un beso corto sobre los labios.

– Gracias a ti, hijo

Contestó ella con una sonrisa de complicidad. Se sentaron a desayunar y Telmo quiso hablar de lo ocurrido durante la noche.

– ¿Te gusto lo de anoche?

Ella dio un sorbo al café y le miró a los ojos. Quería quitarse la timidez y decírselo abiertamente, mirándole a la cara. – Si hijo, me gustó mucho.

– A mí también – Dijo el – Me alegro que te gustará y disfrutaras.

Ella veía los ojos de su hijo pidiendo que le dijera más. Dio otro sorbo al café.

– Me hiciste disfrutar como hacía mucho tiempo que no disfrutaba… y has despertado en mi cuerpo algo que llevaba escondido hace tiempo.

Añadió Elena con palabras lentas y penetrantes. La sonrisa de Telmo se hizo más amplia.

– Haré todo lo que esté en mi mano para que te lo pases bien y disfrutes durante estas vacaciones. Es una promesa que me he hecho a mí mismo.

Seguían mirándose a los ojos intentando adivinar cada uno los pensamientos del otro y el deseo casi se podía respirar. Elena se acercó a su hijo y le dio un beso tierno en los labios. Los despegó para mirarle a los ojos y sentir el deseo con que la miraba, y seguidamente le dio otro beso, pero ahora fue largo y lascivo mientras sentía las manos de Telmo sobándola.

– ¿Que haremos hoy? Preguntó ella para saber las intenciones de su hijo.

– Bueno, hemos venido a la playa, así que… nos bajaremos y tomaremos el sol por ser el primer día. Dijo Telmo de una forma alegre.

– De acuerdo…. Iré a ponerme el bikini

– ¿Cuál te vas a poner? Preguntó Telmo. Ella sonrió.

– ¡Elígelo tú!

Telmo se acordó de uno rojo que le había llamado la atención.

– Creo que el rojo te quedará estupendo. Recojo la mesa mientras te lo pones.

Telmo llevo la bandeja a la cocina y fregó las tazas. Cuando volvió al salón, Elena ya estaba en el con el bikini puesto. – ¡Ummm! ¡Qué bien te queda mamá! Dijo abriendo los ojos. Elena se giró sobre sí misma para que la vista fuera completa y Telmo sintió como el deseo volvía a ocupar su mente. Se acercó hasta ella y sin darle opción, la besó en la boca, primero un beso corto que acabó convirtiéndose en uno largo lleno de calor y humedad. Él le había rodeado por la cintura y ella no dudó en rodearle el cuello con sus brazos. Al cabo de unos segundos, Elena noto como el bóxer se abultaba contra su pelvis y despegó los labios suavemente.

– ¡Para, para! No querrás salir a la playa así… de empalmado. Le dijo sonriendo.

– Contigo a mi lado, no me importa salir de cualquier manera. Dijo Telmo atravesándola con la mirada.

Elena se acordó de lo dulce y cálido que había sido con ella la noche anterior y la sensibilidad que había tenido para hacerla disfrutar. Pensó que ahora le tocaba a ella hacer que él disfrutara.

– Ven, siéntate. Le dijo poniéndole una silla, y antes de que lo hiciera le bajó el bañador.

Telmo se quedó sorprendido, pero no dijo nada cuando su madre tiró del bóxer y se quedó con la polla erguida mirando al techo. Vio cómo su madre se quitaba el sujetador del bikini mirándole con ojos lascivos y sonrisa pícara. Después se inclinó agarrándose las tetas y con ellas envolvió su polla. Telmo dio un respingo al sentir esa deliciosa carne abrazar su tranca. Elena sacó la lengua y comenzó a lamer el capullo mientras masajeaba la polla con sus tetas. Después de un buen rato de lamidas y masaje, abrió la boca y engulló el hinchado glande, lo succionó con suavidad varias veces, y avanzó con los labios pegados al tronco venoso hasta llegar a los huevos, se los metió en la boca uno a uno como caramelos, luego fueron los dos testículos a la vez los que se engulló, a todo ello sin dejar de pajearle la verga a su hijo. Los jadeos de Telmo se hicieron rápidamente sonoros y Elena dio varias chupadas aumentando el ritmo, había vuelto a mamarle la polla con masajes contundente en las dura pelotas. Este parafernalia se repitió durante varios minutos, hasta el momento en que sintió un chorretón de lefa espesa llenando su boca, seguido de otro y otro más… La señora se los tragó un poco, mientras podía, pero una parte se desbordó entre sus comisuras cayendo por la barbilla. Se acabó sacando la polla de la boca con una leve tos.

– ¡Lo siento cielo! No lo esperaba tan pronto… he perdido práctica.

– Pero qué dices mamá ¡Ha sido genial!

Elena sonrió mientras se limpiaba la cara del líquido denso.

– ¡La próxima vez será mejor! Dijo Elena – ¡Tienes una leche muy rica!

– Me alegro… Ahora si podemos ir a la playa… Jajaja Rio finalmente.

– Voy a ponerme otro bañador. Dijo Telmo eufórico.

Salieron atravesando el jardín y cruzaron la estrecha calle que separaba los chalets de la arena de la playa. Había poca gente y pudieron elegir una zona al lado del agua. Tendieron las toallas y se tumbaron sobre ellas. El cielo se veía de un azul intenso y el sol ya comenzaba a calentar.

– ¿Me das crema solar?

– ¡Por supuesto, mamá!

Elena se tumbó boca abajo y Telmo vertió un chorro sobre el centro de su espalda y comenzó a repartirla lentamente por toda la piel. Elena cerró los ojos y disfrutó de la frescura de la crema y del sobo de las manos de su hijo. Ahora notaba cómo se estimulaba su cuerpo al mínimo contacto. Telmo vertió algo más sobre las piernas y volvió a repartirla lentamente con sus dos manos. Elena sentía como presionaba con suavidad sus muslos, y como llegaba con los dedos por la zona interior de ellos, después pasó al culo, tan solo cubierto con la fina tira de tela del tanga, que más que cubrirlo, se insertan entre los dos glúteos. Notó como la mano de su hijo se deleitaba pasando de una nalga a la otra. Le apretaba el culo y volvía a sobarlo bajando lentamente por los muslos. Elena pensaba lo que había cambiado su mente desde el día anterior, por la noche, en el restaurante, intentaba parar a su hijo y ahora el sobo que le estaba dando, no solamente le gustaba, sino más bien lo deseaba llegando a sentir una agradable excitación.

– ¡Hola! Dijo una voz femenina.

Los dos volvieron la cabeza a la vez, era Estela que se acercaba caminando por la orilla con una toalla en la mano. La chica rubia de la noche anterior llevaba un pequeño tanga naranja y las dos grandes tetas al aire, una visión que perturbó ligeramente la mente de Telmo.

– ¿Qué tal Estela? Preguntó Telmo.

– ¡Bien! La verdad es que me he venido paseando a ver si te veía.

– Pues aquí estoy, con mi madre. Acabamos de llegar y andábamos con la crema solar.

– ¿Quieres tumbarte con nosotros? Le ofreció Elena.

– Hace calor y había pensado darme un baño ¿Me acompañas?

Dijo ella mirando a Telmo. Él, a la vez, miró a su madre.

– Anda, ve con ella al agua y divertiros un rato. Dijo Elena ante la mirada de su hijo.

– Vale. ¡Pues vamos!

Le dijo a Estela que prácticamente tiro la toalla sobre la arena y le agarró de la mano. Los dos corrieron hasta la orilla y después saltaron las olas hasta zambullirse. Nadaron un poco y se quedaron en la zona que les cubría por el cuello. Estela se acercó hasta el muchacho y le puso las manos sobre los hombros a la vez que pegaba su cuerpo al de él. Telmo sintió como las grandes tetas se aplastaban contra su pecho y las piernas de Estela le rodeaban bajo el agua. Giraron y saltaron al son de las olas hasta que Estela pego sus labios a los de Telmo. Fue un beso rápido seguido de varios más hasta que los labios se quedaron pegados durante más tiempo y las lenguas se enroscaron lascivamente. Ella se había abrazado al cuello de Telmo cómo una boa constrictor, y su boca parecía devorarlo. Telmo sujetaba su gran culo, apretándolo con ganas, y al momento sintió como el miembro se le había endurecido. Ella también lo notó y se apretó más contra él. Cuando separaron sus labios ella sugirió.

– Podemos ir a la zona donde están mis padres y tomar algo en mi casa.

– Bueno, es que no quiero dejar a mi madre sola.

– ¡Que se venga! Mis padres estarán encantados. Me dijeron que habían congeniado en el restaurante.

– Vale, se lo diré a ver qué le parece. Pero deja que nade un poco, no quiero salir con el bañador abultado. Sonrió Telmo mirándose hacia abajo.

– ¿Qué tal… os habéis divertido? Preguntó Elena al verles llegar.

– Si, hemos pensado en ir a donde están sus padres, pero solo si te apetece venir. A Elena también les había caído bien y aceptó.

– Vale, pues vamos para allá. Dijo cogiendo el bolso de playa y la toalla.

– Hola, ¿qué tal? Dijo Carlos al verles llegar.

– Bien! Bien! contestaron los tres.

Me he traído a Telmo y a su madre.

– Me parece fenomenal. Contestó Carlos mirando a Elena con ojos escrutadores.

– Tumbaros por aquí. Agregó Carlos.

– Nosotros vamos a tomar algo a casa. Dijo Estela con rapidez.

– ¡Estoy seca!

– ¡Me parece bien! Aceptó su padre.

Elena puso la toalla sobre la arena a un metro de Carlos mientras los chicos salían hacia el chalet que estaba enfrente.

– Está fenomenal este sitio. Dijo Elena para entablar conversación.

– Pus sí. Contestó Amanda desde el otro lado de Carlos.

– Nosotros es la tercera vez que venimos.

– En nuestro caso es la primera.

– Y hay sitios estupendos para cenar, como el de ayer. Añadió Carlos.

Telmo y Estela llegaron al chalet con rapidez.

– ¿Quieres una coca?

– ¡Vale! Estela sacó dos del frigorífico y las sirvió en sendos vasos. Después de dar un trago, la dejo sobre la mesa y se agarró de nuevo al cuello de Telmo. Le besó hundiendo la lengua en su boca con deseo y lascivia mientras el volvía a agarrar al hermoso culo y apretarlo con deseo. Cuando despegaron los labios.

– ¡Qué ganas tenía de estar contigo de nuevo! Dijo ella con sonrisa pícara.

Bajó una mano y tocó el miembro, duro de nuevo, por encima del mojado bañador.

– ¡Ummm! ¡Qué rico se te ha puesto otra vez!

Dijo Estela, y acto seguido metió la mano por dentro del bañador. Sintió la carne dura envuelta él una piel tersa y suave, lo abrazó con sus dedos mientras besaba de nuevo a Telmo. Después tiró suavemente de él hasta llegar al sofá donde se sentó. Bajó el bañador hasta dejarlo a mitad de los muslos y la dura polla con los huevos colgando hicieron chispear sus ojos.

– ¡Qué ganas tenía de verla a la luz del día!

Dijo Estela pasándose la lengua por sus propios labios. No tardó en sacarla de su boca y comenzar a lamer el hinchado glande. Telmo sintió esa carne húmeda sobre su capullo y bajo sus manos hasta las grandes tetas. Las comenzó a sobar disfrutando del tamaño, nunca había tenido unas tetas tan grandes entre sus manos y le pareció una sensación deliciosa sobarlas por segunda vez. Al momento, Estela abría sus labios y succionaba el capullo con deseo. Telmo podía oír los sonidos de las potentes succiones a la vez que veía los labios rodeando su polla. Después de varias succiones, avanzó con los labios rodeando el duro tronco hasta sentir como chocaba en su garganta. Chupo varias veces provocando el choque en cada penetración hasta que hizo que el capullo la atravesará para meter la polla completamente en su sensual boca.

– ¡Diosss, que bien la chupas! Ahhh! Joder!Ahhh!

Telmo jadeaba a la vez que alababa las chupadas que le estaba dando. Ella continuó metiéndola varias veces por completo y la sacó de su boca. Se recostó sobre el sofá y abrió sus carnosos muslos. Telmo los miró comparándolos con los de su madre, era un poco más baja, pero sus muslos eran más amplios y poderosos creando una mayor sensualidad en su cuerpo.

– ¡Te toca!

Dijo retirándose la poca tela del tanga que tapaba sus labios genitales. Telmo los había tocado la noche anterior, pero ahora podía verlos, y realmente le parecieron gruesos y sensuales. Se arrodilló ante ella y hundió la cabeza entre los amplios muslos, su lengua actuó con rapidez lamiendo el centro como un perro sediento. Bajaba y subía la lengua entre la abultada carne hasta que encontró el clítoris. “¡Está chica lo tiene todo grande!” pensó mientras lo tintineaba con la punta de la lengua. Noto como Estela encogía levemente las piernas al sentir los toques y no tardó en comenzar a gemir.

– Síii, síii! Diossss, qué gustazo!Ahhh, Ahhh! Sus palabras fueron acompañadas por las manos que apretaron la cabeza de Telmo contra sus piernas.

– Sí, asiii! No pares! Chúpalo! Chúpalo! Le pedía con ansiedad.

– Ahhh, Ahhh! Venga! Sigue!Diosss! Me voy a correr en tu boca!Ahhhg! Más fuerte! Muérdelo! Joder, que bien lo haces!Ahggg! Ahggg! Ahggg!

Lo siguiente fueron prácticamente rugidos cuando Telmo sintió cómo una catarata de fluido caliente empapaba el coño hasta llegar a su boca. Estela movía la cabeza de Telmo entre sus muslos para sentir como le mojaba toda la cara. Cuando dejó de rugir todavía le temblaban las piernas, Telmo retiro la cara de entre los muslos y vio una tremenda sonrisa de satisfacción en la cara de Estela.

– Joder tío, que corrida, Ufff! Que guarra me has puesto, diosss!! Respiró jadeante.

– ¡Ahora te toca a ti disfrutar! ¡Quiero esa dura polla muy dentro de mi coño!

Dijo sobándola cuando Telmo se incorporó. – ¿Te gusta mi culo? Preguntó sin dejar de sobarle la polla.

– ¡Tienes un buen culo! Eso no se puede negar. Dijo el con sonrisa maliciosa.

 Estela se dio la vuelta y se puso de rodillas en el sofá mostrándoselo. Telmo lo miro sin dejar de sentir la excitación que mantenía su cuerpo. Vio como Estela pasaba su propia mano por él y después se daba un azote. La carne dura y tersa vibró al compás del sonido del azote, mientras Telmo miraba como la fina tira de tela del tanga lo atravesaba por su centro haciéndolo más atractivo.

– ¿No te apetece darle unos azotes? Dijo Estela volviendo a darse otro azote ella misma. Telmo mantenía la mirada sobre él, sintiendo esa apetencia que ella le estaba provocando.

– ¡He sido una niña mala y me merezco unos azotes! Volvió a decir intentando provocarle más con la cabeza girada mirándole con una sonrisa envuelta de lujuria. Retiró su mano para invitarle a que comenzara. Telmo le dio una palmada. ¡Zasss! Y sintió como la carne vibraba.

– Eso ha sido una caricia… ¡Dale más fuerte! Telmo levantó de nuevo la mano y ¡Zassssss!

– ¡Auhh! Gimió levemente Estela. – ¡Eso está mejor! Me gusta sentir esos grandes dedos. Como te he dicho, me he portado mal y me merezco una buena zurra. Dijo acabando con una sonrisa algo diabólica.

¡Zasss! – Ahhh! Síii! Así! Sigue, sigue!Zasss, Zasss, Zasss! Tres chasquidos retumbaron en el salón a la vez que el gran culo se enrojecía.

– ¡Ufff! Eso ha estado mucho mejor. No sabes lo guarra que me ponen los azotes… ¡Vamos, métemela ya! ¡Estoy deseosa!

Dijo inclinándose más mientras se agarrada al respaldo del sofá. Telmo estaba desconcertado a la vez que excitado, esa chica parecía un director de orquesta y el tan solo hacía sonar los instrumentos al son que ella marcaba. Vio los gruesos labios genitales bajo el culo y no dudó en agarrar su polla y pegarla contra ellos. Apretó su mandíbula mientras empujaba el capullo, y sintió como se abrían con generosidad, la corrida que acababa de tener los había dejado bien mojados. La polla entró profundamente y los huevos chocaron contra los carnosos labios. Telmo se agarró al hermoso culo y comenzó a bombear con un rítmico vaivén mientras miraba como la carne se expandía a cada embestida. Estaba muy excitado y la potencia de las embestidas aumentó, Estela no tardó en comenzar a jadear. Telmo notó que lo ardiente y fogosa que era esa chica le estaba gustando más de lo que esperaba. Su forma de actuar, su lenguaje, su ansia, notaba que ese cóctel le excitaba poderosamente. Estela no tardó en mostrar su euforia de nuevo.

– Vamos, dame fuerte! Aghgh! Quiero esa polla bien dentro! Aghgh! Joder, como me estás poniendo otra vez pedazo de CABRÓN! Aghgh!

La ansiosa muchacha parecía no poder parar, jadeaba, gemía, hablaba y hasta rugía.

– ¡Mira mi culo! Sé que te gusta, ¡cerdo! Aghgh! Diosss! ¡Qué pollazos me das, joder! Aghgh! ¡¿Te gustaría fallármelo, verdad?! Rugió ella para provocarle más.

     ¡Sigue, sigue! ¡Me voy a correr otra vez, diosss! ¡Qué polla más dura que tienes! Ahhh! ¡¡Dura y grande que me abre un buen boquete!

Las manos de Telmo apretaban el culo y lo abrían, y las palabras de Estela habían sacado el animal que llevaba dentro. Los pensamientos corrían a más velocidad que las acciones y sus pollazos se arrebataban.

– ¡Te gusta así, zorra! Le gritó descontrolado sin pensar con detenimiento en las palabras.

– Síii, síii! ¡Me encanta cabrón! ¡Qué perra me has puesto, diosss!

Contestó Estela mientras sonreía entre gemidos al oír el lenguaje de Telmo, parecía que ya se empezaban a entender. Eso es lo que le gustaba, sacar el animal que llevamos dentro los hombres. Telmo seguía dándole tremendos pollazos y metió la punta del dedo en agujero oscuro que se abría en el centro del extenso culo.

– Aghgh! Diosss, síii, síii! Eso sí me gusta! Gritó de nuevo Estela. Telmo también rugió al sentir como su polla explotaba dentro del mojado coño. La leche comenzó a manar como un grifo al abrirlo. Los jadeos, rugidos y gritos se confundieron, los dos al unísono se corrían haciendo que el mojado coño se desbordara abundantemente. Los muslos de Estela comenzaron a chorrear mientras todo su cuerpo temblaba con estertores discontinuos. Telmo soltó el culo de la muchacha y busco asiento. Sus piernas también le temblaban y sus pensamientos se llenaron de satisfacción mientras se repetía “¡¡Que polvo tan brutal!!”. Estela se incorporó y limpio sus chorreantes muslos con la toalla de la playa. Ya era la segunda vez que le llenaba el coño de fértil esperma, a la muchacha.

 

  

Secuencia 4 :) Como empezó en casa

 

Los dos muchachos se quedaron sentados en el sofá mientras recuperaban el aliento. Telmo repasaba en su mente cada momento del polvo brutal que habían echado y se acordó de la comparación que había hecho Estela el día anterior. Había dicho que la polla de su padre era algo más grande y eso significaba que se la había visto dura y de cerca. También había dicho algo sobre la libertad de sexo en su casa. La curiosidad le estaba corroyendo.

– ¡Ufffff, chico, ha sido brutal! La frase de Estela le saco de sus pensamientos

– Síii, realmente genial. Añadió el.

– Me dijiste que me contarías eso de… que la polla de tu padre era algo más grande. Le insinuó Telmo.

– Bueno, es una larga historia, pero te lo resumiré… Cuando tenía dieciocho años me atrevía a que ver como follaban mis padres por primera vez, ya lo había oído multitud de veces, pero esa noche necesitaba verlos follando. Estaban en su habitación y no habían llegado a cerrar la puerta del todo. Les oí jadear al cruzar el pasillo y me asomé por la pequeña rendija que habían dejado y vi como mi madre le estaba chupando la polla. En ese momento sentí como un calambrazo que recorrió mi cuerpo y dejé de mirar, pero la curiosidad fue más fuerte y volví a asomarme. Fueron largos minutos los que pasé asomada por la rendija, y en ese momento supe que era algo que realmente me gustaba. Después, mi padre le comió el coño a mi madre, que vi cómo se mordía la mano para no gritar y deseé sentir lo mismo.

Continuaron follando, cambiando de posturas, unas veces se ponía mi padre arriba, otras era mi madre la que se movía sobre él, y la que más me impactó fue cuando ella se puso de rodillas y él tras ella. Me pareció brutal ver cómo se movía todo su cuerpo a cada pollazo que le daba. Ella retorcía las sábanas arrebuñadas con sus manos y parecía morder la almohada. Bueno, que no quiero extenderme, en días posteriores volví a verles y sentía como cada vez me apetecía más. Pensé que en vez de asomarme por la rendija, podría verle a través de una webcam, y me las apañé para instalar una en uno de los adornos que tenían en la habitación. A partir de entonces, fueron muchas veces las que les vi desde el ordenador, encerrada en mi habitación, y día tras día se fue despertando un mayor deseo dentro de mi cuerpo. Al cabo de un año, cuando ya había cumplido los dieciocho, en la piscina del chalet donde vivimos, nos estábamos bañando él y yo, y mientras jugábamos, toque su miembro bajo el agua a través del bañador. Fueron varios roces a los que padre no les dio importancia, hasta que una de las veces sintió como mi mano se lo agarraba claramente.

– ¿Qué haces? Me dijo sonriendo.

– ¡Nada! Conteste devolviéndole la sonrisa.

– ¡Me acabas de coger el pene! Dijo el utilizando el lenguaje que le pareció menos brusco.

– Sí, y ¿qué? Le dije yo sin dejar de sonreír.

– No creo que sea adecuado. Contestó sin querer darle demasiada transcendencia.

– Bueno, me apetecía tocarlo, y lo he hecho. Contesté con resolución.

Por entonces mi cuerpo ya estaba bien formado y había notado como miraba mis tetas en alguna ocasión estando en bikini. No continuamos hablando del tema y dejamos pasar aquel momento. Durante el año siguiente yo ya había conocido a algunos chicos y había tenido relaciones sexuales con alguno de ellos aunque no se parecieron a lo que veía con frecuencia en la habitación de mis padres, esa forma de follar y el tiempo que lo mantenían no podía conseguirlo con ninguno de los chicos con los que había mantenido sexo. Pasado un tiempo, un día que mi madre no estaba en casa, le propuse darnos un baño en la piscina y con la excusa de jugar con una pelota volví a tocarle varias veces con disimulo, realmente lo del disimulo era algo tonto, pues el notaba mi mano claramente.

Noté que en ese momento, él me miraba de otra manera, ya no me veía como una niña. Durante el juego fui progresando en mis intentos de acercamiento, me agarraba a su cuello por detrás rodeándole con las piernas, a la vez que le aplastaba la tetas contra su espalda, y poco a poco fui consiguiendo más contacto hasta llegar a abrazarme por delante haciéndole sentir de nuevo mis tetas contra su pecho y mi coño pegado contra su vientre.

– ¡Me vas a ahogar!

Es lo único que se atrevió a decir mientras sujetaba mi culo para que no me escurriera. Creí que era el momento de decirle algo más.

– ¡Me gusta mucho abrazarte así tan pegados, papá! Le susurré afirmando mi mejilla contra la suya. Ya habíamos hablado sobre el sexo en alguna ocasión, pero en plan de padres a hijos y como forma de aprendizaje, y quiso saber algo más en ese momento.

– ¿Qué tal te va con los chicos? Preguntó mientras nos manteníamos abrazados.

– Bien, pero son demasiado jóvenes e inexpertos.

– Es normal con esta edad, ya iréis aprendiendo.

Dijo dando por hecho del tema que estábamos hablando. Yo no quería que todo quedara ahí, y continúe profundizando.

– ¡Os he visto a mamá y a ti en la cama, y no tiene nada que ver con las relaciones que yo he tenido! Noté que le sorprendió mi comentario.

– ¡¿Cómo que nos has visto?!

– Sí, varias veces

– ¿Y cómo? Preguntó con la misma sorpresa. No quise decirle lo de la cámara – Por la rendija de la puerta que a veces no se cierra del todo! Comenté acordándome de las primeras veces.

     ¡Vaya, tendremos que cerrar mejor! Dijo el sonriendo.

     ¡No por favor! Le dije con cara de niña apenada.

     ¡Me encanta veros follar! Le solté de pleno.

Se quedó algo parado sin saber que decir y aproveché para besarle en el cuello. Pude notar como se ponía algo nervioso mientras yo disfrutaba de ese momento. No sé si fueron mis besos por su cuello, pero poco a poco se fue relajando mientras se movía en el agua con mi cuerpo encaramado al suyo. Lentamente me fui dejando escurrir hasta notar su polla erguida pegada al centro de mis muslos. Fueron unos largos y deliciosos segundos sintiendo la dureza de su verga mientras frotaba mi coño contra esa arma endurecida. Mis labios, después de recorrer su cuello, lo hicieron con su cara mientras él no decidía que pasó tomar.

      ¡Salgamos del agua! Dijo finalmente.

Nos secamos medianamente con las toallas y nos tendimos en el césped sobre ellas. Él se quedó boca arriba con las manos cruzadas bajo su cabeza. Yo me recosté de lado, con el codo apoyado en la toalla, sujetándole la cabeza con la mano. No esperé mucho y comencé a acariciar su pecho, algo mojado mientras me fijaba en su bañador, que se mantenía relativamente abultado.

     A sí que… te gusta vernos follar… eres una niña muy traviesa ¿Sabes?

Preguntó sintiendo mis dedos deambular por su pecho. La pregunta me sonó esperanzadora, para mí forma de verlo, era bueno hablar del tema.

     Me encanta veros y oíros, y sentir como lo disfrutáis…le das mucho placer a mamá y eso se nota luego en la convivencia en casa.

Dije con entusiasmo. Bajé con mi mano hasta su bañador y le toqué la polla por encima de la tela. El cerró los ojos sin saber qué hacer, yo presentía sus dudas, no sabía si pararme o dejarme seguir, y eso hacía que el morbo aumentara. Toqué la tela mojada con la mano y después la metí bajo ella. Tenía la polla ya dura y muy tiesa, y me excité al sentirla tan rígida entre mis dedos, era algo que llevaba tiempo deseando…percibí la textura rugosa del tronco surcado de venas y una musculatura deforme de la superficie. Entonces recordé la primera vez que vi a mi madre chupándosela, como subía y bajaba la cabeza con la boca abierta hasta casi hacerla desaparecer dentro de ella. Yo notaba lo caliente que me ponía con solo pensarlo, y ahora tenía esa dura polla en mi mano. Cada vez estaba más excita y ansiosa y sentía ganas de probarla. Bajé la tela del bañador lo suficiente para que su gran cipote saliera fuera. Erguido y tieso, destacaba como el mástil de un velero. Mi mano comenzó a subir y bajar la fina piel del prepucio que la envolvía, mientras mis ojos disfrutaban mirándolo a los ojos como gozaba. Comencé a besar su pecho mientras mantenía los suaves movimientos con la mano, y fui bajando con la boca, lamiendo su vientre hasta llegar a ese mástil duro y tieso.

     ¿Estás segura de lo que vas a hacer?

Me preguntó cómo último recurso. Sé que él lo deseaba, pero todavía luchaba dentro de su mente.

     Hace mucho tiempo que lo sé, papá…

Mi lengua lo rodeó como si fuera un helado que se derrite, y al momento noté como se mojaba levemente con el pre flujo que provoca la excitación. Abrí los labios y succioné su capullo mojado a la vez que lo lamía con la lengua. Continúe dándole chupadas, hasta meterme media polla en la boca, y comencé a oír sus jadeos. Me puse contenta, eso significaba que lo estaba haciendo bien.

Telmo la miraba muy atento mientras Estela relataba cada detalle. Había momentos que le recordaban a él mismo, deseando a su madre y eso le hizo sentirse mejor. En ese momento sonó el móvil de Estela.

– ¡Hola papá! Dijo ella al cogerlo. Escuchó unos segundos

– ¿Ah, sí? ¡Qué bien! Otros segundos de espera.

– Sí, sí ¡Perfecto! Yo se lo pregunto.

– ¿Qué pasa? Dijo Telmo.

– Es mi padre. Que os invitan a comer… A tu madre le parece bien, pero quiere saber lo que opinas tú. ¿Qué me dices, aceptas la invitación?

– Sí, claro, aunque no me lo esperaba.

– Que le parece bien. Dijo Estela a través del teléfono sin darle más opciones a Telmo.

– Vale, vale. ¡Sí, aquí estaremos! Dijo tras volver a escuchar a su padre.

– Que te ha dicho? Preguntó Telmo.

– Que vendrán en una hora.

– ¡Perfecto! Sigue contándome. Dijo Telmo ansioso sobándose la polla que se le había endurecido de nuevo. Estela volvió a sentarse a su lado y prosiguió.

Continúe chupando y chupando, la polla de mi padre me estaba gustando más que ninguna otra de las que había probado. Recordaba como mi madre se la metía prácticamente entera y yo quería hacerlo igual. No sé cómo lo hice, pero al cabo de varias mamadas profundas, sentí como el capullo penetraba en parte de mi garganta. Me dio alguna arcada, pero estaba tan entusiasmada que continúe. No tarde en conseguir que penetrara entera y recordé que la mayoría de los chicos con los que había estado ya se habrían corrido al poco de empezar, pero veía que mi padre aguantaba estoicamente, mantenía su polla dura y sin correrse, y eso me estimuló más a seguir.

Puso su mano en mi culo, acariciándolo, y apretándolo con timidez. Parecía que todavía no estaba convencido de mis deseos. Recordé una de las posturas en las que les había visto a través de la cámara y me propuse ponerla en juego para vencer su reticencia. Crucé una de mis piernas por encima de su cuerpo hasta arrodillarme sobre su alto pecho, ahora tenía mi coño a escasos centímetros de su boca. Sabía que lo estaba mirando, un primer plano de mis gruesos labios vaginales marcando la tela de las bragas mojadas de mi bikini, y pude sentir su aliento sobre ellos mientras seguía chupando su dura polla. Al momento noté como retiraba la tela a un lado de mi coño con sus dedos, y su ávida lengua comenzaba a lamer. Era una lengua deliciosa y carnosa. Sus manos abrían mi culo y su húmeda lengua lamía los labios de mi coño. Los mojaba abundantemente con saliva, los abrió y sentí como su experta lengua lamía mi clítoris, que se me había puesto como un garbanzo de duro, hasta hacer que me temblaran hasta los dedos de los pies. Mi cuerpo tembló más al sentir como me succionaba el duro garbanzo y no tardé ni un minuto en correrme como nunca antes lo había hecho….

Continúe chupándole la polla, la noté palpitar y su cadera se afianzaba en sincronía con mis clavadas, una mamada deliciosa que ambos nos dábamos, se acrecentó la invasión a un ritmo acelerado hasta que soltó un chorro de leche caliente que llenó mi boca. No quería decepcionarle y comencé a tragar todo lo que salía con un segundo y tercer chorro de lefa muy espesa, hasta que mi boca se desbordó y empezó a salir entre la comisura de mis labios. Cuando saque la polla de la boca, me trague todo el semen de mi padre, rebañando lo que se perfilaba por la barbilla, sin dejar escapar una sola gota de su esencia masculina. Vi a mi padre con su cara empapada de mis fluidos, y una gran sonrisa de satisfacción, supe que lo había hecho bien. Él también me había dado un gran placer, y los dos estábamos contentos. Eso fue el comienzo de una relación intensa.

Al principio solo nos comíamos el uno al otro, mi padre era reticente a follarme aunque yo se lo pedía cada vez que teníamos un encuentro. Yo seguía viendo cómo follaba con mi madre, ella es más baja que yo, y su cuerpo también es más menudo, aunque muy bien conformado. Sus tetas y su culo son más pequeños que los míos, y a pesar de ello tenía celos, pues en mi egoísmo, quería que mi padre me deseara más que a ella. Yo veía a mi padre, follándosela por el coño y por el culo, y como disfrutaba haciéndolo, y me recomía por dentro que no lo hiciera conmigo.

Un día, mientras ellos estaban follando, entré en su habitación. Mi madre tumbada de costado con una pierna levantada y mi padre estaba de rodillas tras ella sujetándole la pierna con una mano mientras se la follaba a la vez que sobaba su clítoris con la otra mano. Ella tenía la boca abierta, y jadeaba como una perra salida. Me miró, pues su posición estaba frente a la puerta, pero no hizo nada, ni dijo nada, tan solo continuo jadeando hasta correrse. Mi padre también me había visto, pero tampoco dijo nada, ni paro hasta que su polla explotó soltando toda la leche dentro del coño de mi madre. Me acerqué hasta ellos mientras todavía jadeaban con la respiración agitada. Mi madre intentó sonreír, aunque casi ni podía.

– ¿Te gusta vernos, verdad? Me dijo mirándome.

Yo asentí con la cabeza. Me extrañó la calma con la que se había tomado mi entrada en la habitación, pensaba que eso la enfadaría, o la perturbaría, pero estaba muy calmada.

– ¡Tu padre me ha contado lo vuestro, y lo entiendo! Sus palabras me desconcertaron aún más.

– Ven, acércate cariño…. Estas cosas a veces pasan, y lo mejor es hablarlas. Somos una familia y nada ni nadie nos va a separar,  mucho menos el amor o el deseo natural que todos sentimos por el sexo, sería hipócrita pensar que una hija no tiene deseos sexuales por un hombre, y que ese hombre sea de la familia puede ser hasta normal, teniendo en cuenta que es el referente que tenemos más a mano.

Mi cara debía de ser un poema por la forma de sonreír que tenían los dos mirándome. Estaba ya en el borde de la cama, mirándoles algo atónita, pues me esperaba cualquier reacción menos esa.

– ¡Ven cielo! Túmbate con nosotros. Dijo mi madre cogiéndome de la mano.

Yo había entrado en bragas y camisón y me subí a su cama entre los dos, que estaban completamente desnudos y húmedos. Mi padre estaba boca arriba y mi madre se giró hacia mí, en ello se abrió un poco las piernas y me mostró como le rezumaba el coño de semen, se pasó un dedo recogiendo un poco de leche…

– Esto es lo que tu padre me da… siempre lo hacemos a pelo, que es como mejor se siente. Papá es un gran semental, y pienso que es su deber ayudarte…. Le he dicho a tu padre que puede complacer tus deseos. Creo que te puede enseñar a disfrutar más y mejor que cualquier otro hombre.

Yo no paraba de alucinar, mi madre no solo aceptaba esa situación, sino que la alentaba. Después me besó y sentí la dulzura de sus labios y su cariño incondicional. Después se apartó un poco en la habitación para darnos cierta intimidad. Mi asombro me provocó cierta parálisis, pero la excitación de verlos follar todavía se mantenía en mi cuerpo. Me volví hacia mi padre, y vi que su cara había cambiado, ahora su mirada era lasciva y su sonrisa desprendía signos de lujuria. Mis padres se miraron con signo de complicidad, eso me animó a llegar hasta mi progenitor sin decir nada, froté mis tetas contra su pecho, me deslicé por su barriga hasta llegar al pilón… y comencé a chuparle la polla hasta que se le puso dura, pero eso ya lo había hecho otras veces, y en ese momento lo que deseaba era que me follara por primera vez. Me puso boca arriba y sobó mis grandes tetas con deseo, en ese momento supe que perdería mi virginidad, que era un momento de mi vida muy especial.

     ¡¿Sabes que eres preciosa, hija?! Eres una mujer muy atractiva que vas a gustar a muchos hombres…

     Ahora solo quiero gustarte a ti papá, ¡¿Sabes que me vas a desvirgar, verdad?!

     Entonces es un motivo doble de regocijo para los dos… o sea, los tres.

Me dijo como estímulo, y comenzó a chuparme los pezones hasta sacar varios gemidos de mi boca. Después tiró de mis bragas hasta sacarme las por los pies y con sus dedos toqueteo mi coño hasta sentirlo húmedo, después se postró sobre mí y noté como se posicionaba entre mis muslos, enfiló su polla en mi raja, y sentí como su hinchado capullo penetraba entre los labios de mi coño, y al notar el cálido ardor de su glande, todo mi cuerpo vibró. Continuó empujando, y lentamente su polla fue penetrando más y más, expandiendo mi vagina. Yo había abierto bien mis piernas y sentí esa penetración, lenta y profunda que tanto había deseado. Noté que se sintió un poco extrañado al no percibir la rotura del himen, entonces le expliqué que ya me había metido objetos fálicos para satisfacerme. Me sonrió sin dejar de follarme…. Mi padre se movía con delicadeza, pero todo mi cuerpo no paraba de temblar y al momento sentí como mi coño ardía.

Jadee como una perra salida, apretando con mis manos su culo y me corrí en apenas un par de minutos empapando su polla y sus huevos con el denso líquido que parecía no dejar de manar de mi vagina. El siguió empujado, algo más deprisa mientras yo no paraba de gemir y clavarle las uñas, miré por un momento a mi madre que se hallaba sentada en el gran sillón de mi padre, con las piernas abiertas tocándose el coño con fruición. Al verlos follar se excitó como una perra, eso me alegró sobremanera…los tres en una confabulación familiar perfecta. No sé cuánto tiempo pasó, pero me volví correr sin que cesara la excitación que se mantenía en mi cuerpo. Mi padre me la clavaba rápido en media polla o más, y luego la hundía un par de veces hasta que sus huevos me azotaban el coño. Me agarró de los tobillos y subió mis piernas haciendo que todo mi cuerpo se curvara. En ese momento sentí como su enorme polla penetraba más profundamente, me elevó con sus manos sosteniéndome de las nalgas, a la vez que siento como la punta de uno de sus dedos horadaba mi culo. Recuerdo que di un gran gritó y mi cuerpo convulsionó varias veces mientras me corría de nuevo, haciendo sobresaltar a mi madre que se metía los dedos en su vagina de manera frenética.

Percibía la hinchazón de la verga de mi padre horadar mi vagina más profunda, el roce su glande entre mis paredes vaginales era demoledor…su olor, su aroma a macho que supuraba por toda su piel me hacía sentir en el paraíso de la lujuria. En esos momentos su verga entraba fácil hasta la raíz, con empujones gráciles que me sacaban gemidos desde los profundo de mi garganta, en tanto yo le ayudaba a entrar mejor con sentones sobre su pelvis. Nos mirábamos a los ojos, cuando su gesto se tornó más animalesca, fue en el instante que su polla estalló soltando varias sacudidas de leche, haciendo que mi corrida fuera más larga e intensa. Soltó mis piernas que bajaron por ambos lados de su cuerpo y su boca quedó jadeante a escasos centímetros de la mía sin llegar a besarme… me abalancé y le comí la boca metiéndole la lengua con lascivia. Poco me importaba que estuviese mi madre delante, al fin y al cabo me acaba de inseminar su esposo ante sus ojos.  El temblor en mi cuerpo seguía cuando se retiró de encima, y permanecimos dos largos minutos recuperando la respiración uno pegado al otro. Cuando me recuperé, quise ponerme sobre él para besarle y comenzar de nuevo, pero me paró con su mano.

– ¡Por hoy ya está bien, cielo! Me dijo con una sonrisa tierna y cariñosa. Me besó en la mejilla y – ¡Date una ducha y vete a tu cuarto! Luego hablaremos en familia sobre todo esto… ¿De acuerdo cariño? Me ordenó con dulzura.

Me sentí contenta, feliz, pero a la vez algo frustrada, yo hubiera querido seguir toda la noche, pero me marché en silencio…, antes de salir m madre me dio un beso en la boca, me acarició la mejilla y me dio las gracias, hasta ahora no he sabido muy bien por qué me las dio. Me di una ligera ducha, luego recuerdo tumbarme en mi cama para recordar cada minuto de ese momento infinidad de veces, y no puede evitar masturbarme como una posesa hasta dormirme

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