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UNA HISTORIA DE AMOR. Y si tú no has de volver...

    "Y si tú no has de volver" 1ª PARTE "Una para el otro y otra para el uno". Esa frase la repite una y otra vez mi ...

Nerd

 


AITOR. Hacía ya más de ocho años que mis padres se habían separado. Yo vivía entonces con mi madre, mi padre se había largado con una puta venezolana que le comió la cabeza y la polla, y no quería saber nada de custodias ni de nada de eso. A mí me había herido un poco al principio, repercutiendo en mi ánimo, pero al poco tiempo todas las heridas se curan, y ésta no fue una excepción. La vida no era nada mala de todas formas con mi madre, el contrario, tenía lo que necesitaba y aunque sé que tenía novios, estos no le duraban lo suficiente como para llegar a conocerlos. Ella tenía por entonces 38 años… se dedicaba a ir a trabajar a la oficina por la mañana y a ocuparse de la casa algunas tardes. Solía salir con frecuencia los fines de semana, me acostumbré a pasarlos solo, porque algunas veces dormía fuera, eso significaba que se había metido en la cama con alguno, pero nunca se los trajo a casa para follar con ellos… en eso siempre me respetó.

Su trasiego de un hombre a otro, no le permitía rehacer su vida con ninguno a medio o largo plazo… se excusaba conmigo, diciéndome que bastante había tenido ya con mi padre, así que vivía sólo para su ocio y para mi comodidad. Sabía que mi madre follaba mucho, por la cantidad de condones que consumía, guardados en su mesita de noche para cuidarse, además de tomar la pastilla anticonceptiva, con lo que reforzaba las posibilidades de no quedar preñada de cualquier individuo con los que ligaba frecuentemente en los garitos.

Los dos nos llevábamos muy bien, pese a que mi personalidad social era muy diferente, se podría decir que se encasillaba dentro de esta sociedad como un Nerd, sin embargo fuera de mi obsesión por los estudios y pocas socialización, nos parecíamos mucho en carácter en las demás cosas… nos entreteníamos y divertíamos juntos no pocas veces. Cuando no estaba ennoviada, solíamos ir al cine una vez por semana y a veces pedíamos unas pizzas a casa y nos la comíamos viendo una peli alquilada, generalmente elegida por mí. Otras veces, nos íbamos a un local de fuera y nos la tomábamos por ahí…. Mi madre era realmente buena y comprensiva conmigo y yo la quería y quiero mucho. Los dos nos comprendíamos mutuamente y sabíamos lo que nos gustaba, nos apoyábamos en las dificultadas. Estábamos realmente muy unidos y compenetrados… lo pasábamos bien juntos, mejor de lo que lo pasaba con mis amigos escasos o nulos amigos… ninguno con quien tuviera amistad íntima.

Teníamos plena confianza el uno en el otro…los fines de semana, pasábamos gran parte del día, ligados, tanto que incluso a mis quince años, la mayoría de las noches dormíamos juntos, se excusaba que le daba miedo dormir sola… desde que era una niña le había pasado. De tal modo que me pedía muchas noches, compartir su ancha cama de matrimonio “size King” y ese era otro de los motivos por los que no deseaba dormir sola mi madre… demasiado espacio vacío en el lecho para una mujer tan necesitada de un hombre… se había acostumbrado a dormir acompañada y todo influía para que no la dejase sin mí.

A mí desde luego no me importaba, ya que no era tampoco un ejemplo vivo de valentía en la oscuridad, aunque lo iba superando a mis 15 años, no tanto el miedo a tener relaciones con chicas…. Dormir los días de invierno a su lado, era agradable. Hasta ese momento no había tenido novia ni nada de eso, me centraba en los estudios y en superarme cada día con nuevos retos académicos, pero notaba que cada vez me interesaban más el sexo femenino… tenía más necesidad de algo que no sabía cómo definir, entre angustia y excitación al estar cerca de la chica que me gustaba. Al ser bueno en los estudios, ellas se aprovechaban y yo me dejaba abusar porque me gustaba que tuvieran interés en mí.

Una noche de viernes, después de cenar, mi madre y yo veíamos el programa “Tu media naranja”, como de costumbre. Ella estaba tumbada en el sofá y yo en el otro extremo con sus pies sobre mí, acariciándoselos. Ella llevaba puesto un camisón blanco que se transparentaba bastante y no le llegaba ni a la rodilla, cubriendo sólo tres cuartas partes de sus muslos. No hay que explicar mucho que yo tuviera las hormonas por aquella época algo alteradas y al más mínimo estímulo me ponía erecto automáticamente y algunas veces me llegaba a asustar por si me dejaba en evidencia ante quien estuviera conmigo.

Aquella noche, como iba diciendo, mi madre tenía sus pies sobre mi regazo y yo se los acariciaba… esa era una de sus mayores debilidades y la mía. Tenía las uñas pintadas en rojo intenso aquel día, y sin darse cuenta de vez en cuando rozaba con sus pies mi entrepierna. Yo llevaba puestos sólo unos calzoncillos pequeños y ajustados de verano y mi madre había puesto sus pies varias veces sobre mi bulto. Alguna vez incluso lo apretó y lo acarició intencionadamente con sus dedos, tal vez sin ser muy consciente de ello, ya que estaba ensimismada disfrutando de lo divertido del programa.

Se me puso totalmente erecta, mi bulto se hizo obscenamente grande bajo la tela de mis calzoncillos, los casi 18 centímetros de verga rolliza era difícil de disimular, sin embargo, afortunadamente a mi madre no le dio por tocarme en ese momento. Yo aproveché, algo preocupado, para ir al baño a ver si se me bajaba. Cuando volví, me dirigí muy tenso por los nervios de no saber qué pensaría mi madre si me veía empalmado. Por dentro pensaba que me ocurría algún trastorno, como el de la otitis cuando era más pequeño… estuve con dolor de oído mucho tiempo medicándome con amoxicilina, el dolor de verga y huevos se parecía tanto que empecé a tener mis dudas de lo que me pasaba, por aprensión.

Antes de llegar al sofá (que me daba la espalda al estar la puerta del pasillo justo opuesta a él) paré un momento para reunir el valor suficiente. Respiré hondo y me dirigí hacia el sofá, tenía que consultárselo antes de que fuese algo grave sin remedio y quedarme sin polla o huevos. Me quedé justo detrás del sofá y le dije en un tono nervioso…

- Mamá…me pasa algo en mi…en mi polla…No sé qué tengo…

- ¿Qué…? ¿Qué te pasa, cariño…?

Preguntó mi madre muy alarmada sentándose sobre el sofá de un respingo.

- No lo sé…Es algo raro que me viene pasando últimamente… No sé por qué es… pero se mi hincha tanto que me duele… y los huevos también.

Respondí aún más nervioso y tenso… un tanto aprensivo por la reacción anormal de mi cuerpo. Pensaba si necesitaría algún tratamiento, como ocurrió de niño con la otitis.

- Tranquilo, cariño…Ven, acércate y déjame ver…

Le di la vuelta al sofá y me dirigí sólo con los calzoncillos puestos, hacia mi madre. Ésta estaba mirándome todo el rato algo asustada, pero al ver el bulto se relajó su rostro… me coloqué a unos treinta centímetros de ella.

- ¡Anda, bájate los calzoncillos para que te pueda ver esa hinchazón, cariño…!

Me dijo dulcemente. Yo deslicé despacio la exigua prenda hacia abajo, primero por detrás y luego poco a poco por delante. Al principio se me quedaron los calzoncillos “enganchados” en el cipote, pero finalmente salieron y mi polla surgió violentamente de detrás de la prenda quedando como un resorte vibrando. Era una verga enorme ya por entonces, luego crecería un poco más, pero ese momento no lo sabía por la imposibilidad de comparar con nadie, y menos en aquella época en donde no teníamos medios de información, hablamos de la era antes de que internet entrara de manera cotidiana en nuestro hogares, y los móviles solo mandaban SMS, a finales de los años 90. Lo que sí tenía a mis disposición eran medios de medición con los que comprobar que medía unos 18 cm, y además poseía unos 5 cm de diámetro, con el glande completamente fuera al estirarse el prepucio y quedar un tronco completamente liso de punta en forma de arpón y húmeda.

La cara de mi madre expresó claramente la sorpresa que se había llevado al ver lo bien dotado que estaba. Al principio no dijo nada, completamente alucinada, pero luego reaccionó y me preguntó…

- Bu… ¿Qué es lo que le pasa a mi nene en esta polla tan bonita…?

- Que… que se me ha puesto dura y grande sin ninguna razón… no sé por qué… hoy ha sido cuando pusiste tus pies sobre mí… - dije todavía tenso – Otras veces me levanto así, y a veces sin más cuando hay alguna chica cerca… no sé qué será lo que me pasa, espero que no sea malo, no quiero volver a tomar medicación.

Mi madre se quedó de piedra, tal vez porque había supuesto que yo me enteraría de las cosas referentes al sexo por medio de mis amigos o en el instituto, pero la verdad es que no tenía amigos de confianza, y en el instituto no nos hablaban de sexualidad. Luego dijo…

- No pasa nada por eso, cariño… Es normal que te pase eso algunas veces… Les pasa a todos los chicos y hombres… Es una reacción normal de tu cuerpo a ciertos estímulos, para lo que no hay medicación específica.

- Pero… ¿por qué…? ¿Por qué se pone tan dura y larga?

Pregunté inocentemente.

- Pero hijo, ¿no sabes nada de los motivos de tus erecciones? ¿Es que no te han enseñado eso en el cole…?

Preguntó mi madre extrañada, a sabiendas que ella debía haber sido la primera en educarme, y no dejar que llegase a esa edad sin información sexual alguna.

- No… Por lo menos yo no me he enterado… sobre esta parte del cuerpo no se da nada en clase, y mucho menos los motivos de sus reacciones.

- Creo que le dedicas demasiado tiempo a estudiar y poco a socializar… deberías tener más amigos, y sobre todo amigas… así no tendrías tal vacío de conocimiento.

- ¡¿Y tú no me lo podrías explicar?!

- Ah… Bueno, pues verás…. Sé que es un poco tarde para explicarte esto, pero en algún momento debería habértelo hecho unos años antes, así que en parte es culpa mía, y te pido que me perdones…. Mira cariño, se… se pone así cuando ves a una mujer o a una chica que te gusta o que te toca o algo así…, el caso es que estimula tus ganas de conseguir placer…, bueno… tu subconsciente estimula tu cerebro para que mande señales a tu polla, y con ello lograr que tengas esas erecciones, con el fin dejar embarazada a la mujer… ¡¿Tú sabes cómo se hacen los bebés… verdad?!

- No… Creo que el proceso empieza cuando un hombre y una mujer se dan besos o algo así…, pero lo que sigue para llegar a dejar preñada a la mujer, no.

- Bueno, algo así pero no exactamente… Verás… La polla se les pone así a los chicos para poder meterla dentro de la vagina de la mujer y dejarla embarazada… ¿entiendes? - me dijo mi madre en tono educativo. - Y no es posible introducirla hasta el lugar adecuado ahí dentro, si no es larga y sobre todo si no está bien dura.

- Y… ¿por dónde se mete la polla…?

Pregunté en tono inocentemente, aunque de eso sí tenía cierta idea.

- Pues… por… el chocho… todas mujeres, en extensión las hembras lo tenemos.

- Por la raja que tenéis las chicas ahí entre las piernas ¿No…?

- Sí… exacto, en nuestra raja hay varias cosas interesantes y una es la entrada de nuestra vagina…, por ese agujerito, por ahí, se mete la polla dura… me explicó mi madre no exenta de cierta emoción y cortedad.

- ¡Ah…Ya…! Bueno, ¿y qué pasa cuando se mete…?

- Pues ocurre lo mismo que cuando te masturbas…

- Nunca me he masturbado, mamá.

- No me digas, mi niño…estás más retrasado con respecto al sexo de lo que imaginé…está claro que necesitas con urgencia una clase magistral de sexualidad.

- Si nadie me lo explica…

- Mira cariño, hay que… hay que…. meterla y sacarla rápidamente, hasta que al cabo de unos minutos sale un chorro de líquido blanco por el agujero de tu glande, que se llama semen y es muy parecido a la leche condensada… Durante todo el proceso de meterla y sacarla dentro de la vagina y finalmente eyacular el semen, da mucho placer a los dos y por eso es por lo que se hace… Siempre para disfrutar, pero alguna vez ocurre que el semen llega en el momento adecuado al útero donde están los óvulos y lo fertiliza, quedando preñada la mujer de uno o más bebés.

- ¡Ah…Ya lo entiendo…!

- Me alegro que hayas entendido el mecanismo de la cópula, es la misma que de cualquier otro animal mamífero… Tú no te asustes porque se te ponga dura, es normal y no pasa nada…a todos los machos se os tiene que poner así para fornicar.

Me tranquilizó con sus explicaciones, no era una hinchazón de mi polla por motivos enfermizos, sino naturales…, sin embargo no los podía controlar. Me senté todavía desnudo en el sofá al lado de mi madre y ella me dio un cariñoso y tranquilizador abrazo para luego separarse y echarse hacia atrás en el sofá. Quedé sentado donde estaba y también me eché hacia atrás.

- Mamá…

- ¿Qué, cariño…?

- ¿Te importa si me quedo sin calzoncillos…?

- Claro que no, cariño…en casa puedes ir como quieras mientras estemos los dos solos. Lo mismo empezamos a explorar una nueva faceta nudista, en casa.

Respondió dulcemente mi madre.

- Gracias… me gusta ir desnudo con las pelotas al aire.

 


 

Los dos nos quedamos allí viendo la tele otro rato. Mi madre miraba de vez en cuando a mi verga erecta como un mástil de velero bergantín…, al cabo de unos minutos se iba curvando semi erecto haciendo una especie de arco en el aire. Más o menos tenía el mismo diámetro, pero estaba más flácido. Entonces se me ocurrió otra cosa. Estaba claro que mi mente adolescente no pensaba parar, ni dejarme tranquilo, mi polla actuaba a su libre albedrío.

- Mamá…

- ¿Sí, cariño…?

- ¿Me enseñas tu… tu… chocho… me gustaría ver por dónde entra la polla…?

- Pero Aitor… es que… es que eso no está bien… Dijo mi madre tensa.

- Es que quiero vértelo y también las tetas para saber cómo es una mujer…

Un largo silencio se apoderó de la situación…

- Bueno, vale…es justo. Pero no lo puedes comentar con nadie… ¿vale?

- No, claro que no…, aunque quisiera tampoco lo podría hacer, no tengo amigos de confianza como para esas intimidades… ¡Gracias, mamá…!

Mi madre se puso de pie descalza sobre la alfombra y llevó sus manos a la parte inferior de su camisón, lo fue levantando hacia arriba y se lo sacó por la cabeza. Entonces quedó allí delante de mí en sólo ropa interior. Llevaba puestas unas pequeñas bragas blancas y un exiguo sujetador que apenas podía contener sus enormes tetas.

Entonces, mi madre se acercó a mí y se dio la vuelta delante de mí.

- Anda nene, desabróchame el sujetador, cariño… me dijo dulcemente.

Me puse de pie y empecé a tocar la prenda por detrás. Mi polla se alzó de nuevo a máxima erección y mi glande relucía a causa de los fluidos eyaculatorios previos. Me costó un poco desabrochar el sostén por mi falta de experiencia notoria, pero por fin pude y mi madre lo sostuvo un momento por delante. Luego lo dejó caer, apareciendo sus tetas libres, balanceándose un poco. Seguidamente, mi madre llevó sus manos a sus braguitas pequeñas y se las fue bajando poco a poco hasta que, al pasar por sus rodillas, cayeron al suelo súbitamente.

- Me voy a dar la vuelta, Aitor… ¿Estás preparado para ver a mamá…?

- ¡Sí! Dije entusiasmado.

En ese momento se fue dando la vuelta. Al principio vi solo el perfil de sus tetas, con sus gordos y rojizos pezones coronándolas y luego se mostraron las dos. Finalmente mi madre me enseñó todo su cuerpo desnudo… mi vista bajó rápidamente hacia su entrepierna. La tenía cubierta por su escaso vello púbico bien cuidado y con los pelos muy cortos bien ordenados y diáfanos, lo suficiente como para parecer, a cierta distancia, que iba rasurada.

- ¿Qué te perece…?

Preguntó mi madre sonriendo pícaramente.

- ¡¿Eh…?! Yo… Me… me encanta… pronuncié entrecortado, sintiéndome extraño.

- Ven, cariño… Siéntate aquí en el sofá con mamá…

Los dos nos sentamos el uno junto al otro en el cómodo sofá de tres plazas. Mi enorme pollón erecto apuntaba hacia arriba con mucha fuerza, extrema dureza y realmente quedaba un tanto extraño en un cuerpo aún sin desarrollar por completo, como era el mío. Mi madre me lo miraba visiblemente sorprendida, lo veía en sus ojos. Sus hermosas tetas se balanceaban y movían con cada movimiento, pero aun así daban la sensación de ser bastante firmes, gelatinosas a la par que erguidas, rematadas con unos pezones increíbles.

- Bueno, ahora te voy a explicar un poco cómo funciona lo de hacer bebés en las panzas de las mujeres, - empezó a decirme mi madre. - Mira… ponte de rodillas delante de mí para ver mejor.

Me arrodillé en el sofá enfrente a ella. Mi madre separó sus piernas y las levantó con las rodillas flexionadas. Yo alucinaba al ver su sexo tan cerca y con su raja apretada y con un tono rojizo debido a una excitación que yo no sabía que existía en ella, al igual que la ligera hinchazón de sus labios, algo que evidentemente desconocía en esos momentos. Me encantaba su forma y el suave aroma que emanaba de él. Su piel rosa interna también me llamó la atención. Debido a esta vista, mi cipote se puso aún más duro si cabe, comenzaba a dolerme incluso más que antes de la consulta… mi glande más morado y húmedo. Mi madre empezó a explicarme un poco lo que estaba viendo.

- Bueno, cariño, mira… Dijo llevando una de sus manos a su vulva. - Esta es la raja por donde el chico debe meter su polla erecta, cuanto más dura esté, mucho más fácil es la incursión. Exactamente es por aquí… - dijo llevando dos dedos a la entrada de su vagina. - Ahí hay un agujero por donde se mete la polla, todo lo profundo que se pueda, que dependerá de lo larga que tenga la tenga el hombre, y donde se deja el semen, lo más cerca del útero para asegurar que se inseminará y fertilizará el óvulo dispuesto, engendrando al bebé. Y aquí, entre los labios, por la parte de arriba hay un órgano que se llama clítoris, del que solo se aprecia su glande bajo el capuchón. Retiró con sus dedos el capuchón y asomó fuera, una cabeza como un garbanzo. - Este órgano pequeño es el que hace que a las chicas les dé placer, mucho placer… cuando se acaricia y frota con los dedos o la lengua de alguien.

- ¡Ah…! Fue lo único que pude decir.

- Entonces, ¿lo has entendido mejor ahora? Preguntó incisiva mi madre.

- Sí, pero… Si ese órgano… el clítoris, es el que da gusto, ¿Es que te tocas para masturbarte… o eso no lo hacen las mujeres…?

- ¡Ah! Claro que lo hacemos en realidad, igual que los chicos… nos masturbamos igual y sentimos el mismo o más placer, porque nos corremos varias veces, mientras que los hombres no os corréis más de una o dos.

- ¿De verdad…? ¿Y soltáis leche como nosotros…?

Dije yo mientras me volvía a sentar al lado de mi madre y ésta volvía a poner sus piernas juntas abajo.

- Claro… pero no leche blanca, sino un líquido más parecido al agua. Casi todas o prácticamente todas lo hacen, sobre todo cuando no tienen a un hombre cerca, con la que practicar sexo… a la gran mayoría nos gusta follar con machos.

Me explicó con un lenguaje más mordaz, más adulto y pienso que directamente entendible.

- Qué suerte tenéis las chicas… Los chicos nos tenemos que aguantar mientras no tengamos novia o mujer…

Dije decepcionado.

- Oh, no… cariño… Los chicos también podéis hacerlo solos… ya te he dicho que no es malo masturbarse, al contrario es muy recomendable darse placer.

- ¿De verdad…?

Dije entusiasmado de probar esa sensación sexual que mi madre ponía como lo mejor.

- Claro… Mira, pon tu mano alrededor del tronco de la polla, con ella será parecido a cómo te abraza una vagina cuando la metes en la raja del chocho de una mujer.

Y así lo hice.

- ¿Y ahora…?

- Pues ahora mueve la mano de arriba abajo y verás cómo te gusta cada vez más. Solo que como tienes todo el prepucio estirado, debes humedecer la mano con saliva para que deslice suave sin hacerte daño.

Yo lo hice así y empecé a sentir algo que jamás había sentido antes. La sensación de frustración que tenía al tener la verga erecta y no poder hacer nada desapareció, siendo sustituida por una sensación de placer que iba en aumento. Yo seguí masturbándome por primera vez a mis quince años, mientras mi madre me miraba y eso me daba más morbo casi si lo hubiera hecho solo. Entonces, le dije en un arrebato de calentura…

- Mamá… ¿Puedes hacérmela tú…?

Mi madre se quedó un poco sorprendida al principio.

- ¿Quieres que mamá te dé gusto en la polla… que te haga la paja…?

- Sí…

- Bueno, venga… me gusta hacerle pajas a mis chicos antes de… bueno… quiero decir que es muy agradable hacerlo. ¿Ya me entiendes…?

A medias le entendía, pero para entonces mi madre ya había llegado su mano derecha a mi enorme cipote y empezó a masturbarme. Ella lo hacía de otra forma, de una forma mucho mejor acompasada de arriba abajo con ritmo. Lo hacía suavemente y de vez en cuando paraba para acariciar mis testículos sin dejar de mirarme a los ojos y mi polla de manera alterna, o para hacer círculos con un dedo sobre mi glande e impregnarlo de líquido viscoso.

- ¡¡Ahhh…!! ¡Qué gusto da, mamá…!

Escupió sobre mi glande y con la mano extendió la saliva a lo largo del cipote… empezó a deslizar su mano con más rapidez por toda la extensión del rabo, hasta que yo empecé a sentir el clímax acercarse, era como una subida de tensión que nunca había experimentado y creía explotar deseando llegar hasta el fin. Entonces, sin que mi madre retirara su mano, y sacudiendo mi cipote con toda fuerza… un enorme chorro de semen salió disparado de la cabeza de mi polla, llegó a más de medio metro de altura (sin exagerar), un chorro largo y grueso de lecha blanca, que cayó en su mayoría sobre la cara y tetas de mi madre. Al estar el arcabuz orientado hacia ella, la segunda descarga de semen cayó sobre una de sus tetas y la barriga, y la siguiente ya cayó sobre mi cuerpo… el resto se lo llevó sobre todo la mano y brazo de mi madre de mi madre, que se puso toda llena del líquido blanco translucido, que además olía muy fuerte a mí, al mismo aroma del sudor de mis huevos, aunque con un tono más salado y ácido.

- ¿Ves, cariño…? Este es el líquido blanco que te dije…el semen que tus testículos han producido para inseminar a las mujeres…, el que los machos descargáis en el interior de nuestras vaginas, y con este esperma no llenáis las panzas de bebés.

Me dijo mi madre con una voz algo ronca que me extraño un poco.

- Sí, ya veo…Pero te he manchado…Perdona, mamá…

Me disculpé por no haberlo previsto.

- Oh, no importa, cariño…Ahora me limpio. Sabía que saldría, aunque no con tanta potencia y en esa cantidad tan grande… eyaculas mogollón de leche. Con tanta lefa, no me extrañaría que preñaras a alguna chica en el primer polvo. Ja ja ja ja.

Mi madre se acercó y me dio un suave beso en la mejilla y me dijo…

- ¿Te ha gustado la paja que te ha hecho mamá…?

- ¡Sí!, mucho, muchísimo…

Le respondí sin ocultar mis sentimientos.

- Me alegro un montón… es importante disfrutar de estos momentos tan íntimos ¿Sabes…? A mí también me ha gustado y lo he gozado… aunque no tanto como tú.

- ¿De verdad…? Te he puesto perdida de leche…

- Sí…hijo…, compartir el sexo es divertido y placentero. No hay edad ni parentesco que impida que sea maravilloso tener juntos, una experiencia sexual como esta.

Respondió mi madre.

- ¿Y qué les pasa a las mujeres cuando les gusta un chico o quieren que les metan la polla…? ¿Cómo lo sabemos los hombres…?

- Esa es buena pregunta, se ve que eres muy inteligente cariño. Bueno…pues… a las mujeres se nos ponen los pezones empinados y duros, y el chocho húmedo… también más caliente e hinchados los labios vaginales. Y en mi caso, como en otras mujeres, se nos inflama la cabeza del clítoris tanto que se nos sale del capuchón.

- ¿Y te ha pasado muchas veces…?

- Sí… ja ja ja ja, muchas. Siempre que estoy con un hombre, sobre todo si me gusta mucho me pasa todo, si no me gusta tanto solo se me erectan los pezones.

- ¿Quieres que yo te toque el…clítoris para que te dé gusto a ti también…? Sugerí.

- Me encantaría hijo, sí… No puedes decir a nadie que nos hemos tocado, ¡¿eh…?!

- No, no…mamá, descuida. Todo esto es nuestro mejor secreto. ¡¡Prometido!!

Inmediatamente, puse mi mano sobre el sexo de mi madre y lo empecé a tocar por todas partes. Primero simplemente acaricié su vulva, su vello no era apreciable a la vista pero sí al tacto, pero luego toqué la raja con un dedo y fui recorriéndola en toda su longitud con él. Mi madre empezaba a suspirar. Echó la cabeza hacia atrás y empezó a tocarse los pezones y a estrujarse las tetas. Llegué a donde me había dicho que estaba el clítoris. Empecé a describir círculos alrededor de él y mi madre empezó a gemir.

- ¡Ahhhh…! Así, cariño…. así…. ¡Umm! Decía gimiendo.

Yo seguí haciéndolo, suavemente todo el tiempo acompañado de su mano sobre la mía que la guiaba mostrándome el ritmo y la presión que debía hacer. Ella se retorcía de placer en el sofá, y yo no la dejaba ni un solo instante. Dejé su clítoris y recorrí su raja de nuevo, esta vez con dos dedos. Estaba mucho más húmeda que antes, y mis dedos se deslizaban con suma facilidad entre ellos. Paré un poco y acaricié su voluptuosa vulva de labios carnosos, pasando la palma de mi mano. Era como un sueño hacer aquello…no perdí los nervios demasiado, simplemente seguí curioseando su coño, algo que jamás había visto antes, menos sentido de esa manera. Se notaba caliente y esponjosa, sedosa y húmeda.

De nuevo toqué su clítoris y describí círculos alrededor de él. Mi madre seguía gimiendo y soltando gritos ahogados mientras se estrujaba las tetas y los pezones, aún húmedos por mi semen. Unos minutos después de empezar mis caricias, mi madre se retorció violentamente y gimió atropelladamente. Había llegado al orgasmo. Llevó una de sus manos a donde estaba la mía y la puso encima acariciándomela, apretándola con firmeza, hasta que se pasó el momento álgido de la corrida.

- Gracias, cariño…le has dado mucho gusto a mamá… ¡Me has corrido muy rápido!

Dijo dándome otro beso… esta vez en los labios.

- ¿Te ha gustado de verdad…?

Le pregunté algo incrédulo, de que yo pudiera conseguir hacerla gozar como mujer.

- Sí, mi amor…lo has hecho muy bien… para ser tu primera vez te ha salido fetén. Mira como estoy, satisfecha y llena de leche ¡Hemos tenido un buen sexo, juntos!

Los dos nos quedamos el uno junto al otro un rato. Era ya casi medianoche, así que nos estaba entrando sueño… el programa continuaba hasta la una de la madrugada.

- Bueno, nene…Vámonos a la cama, necesito descansar y disfrutar de lo que me has dado… ha sido increíble y muy bonito. Espero que hayas aprendido mucho…

Dijo mi madre levantándose.

- Me he quitado muchas dudas, y… ¿Puedo dormir contigo esta noche, mamá…?

- Claro que sí…Además, sabes que me gusta dormir contigo…me das mucho sosiego y seguridad. Siento que tengo a mi héroe…con el que nunca me pasará nada malo. Solo con tenerte cerca y poder tocarte en la cama me da la tranquilidad y placidez que necesito para descansar… sé que lo que más amo está conmigo.

- ¿Y podemos dormir así? Me refiero a si podemos…si podemos dormir sin ropa…

Le dije habiendo reunido todo el valor necesario.

- ¿Por qué…?

- Pues…porque quiero…quiero poder acurrucarme desnudo y darte besos y eso como hacen las parejas que se quieren en la cama…

- Pero, Aitor… Dijo mi madre con mirada pícara –Tú y yo no somos ese tipo de pareja.

- Bueno, si no quieres, no… exclamé ante su inseguridad.

Al verme consternado, queriendo compensar su poca atención a mi educación sexual…

- Vale, sí nene…lo podemos hacer…incluso podemos jugar un rato en la cama si quieres como dos enamorados…va a ser más distraído que lo que ponen en la tele.

- ¡Gracias, mamá…! Me vendrá muy bien aprender detalles en la cama.

Dije repleto de júbilo.

Los dos nos fuimos a su habitación. Ella se detuvo un rato en el cuarto de baño para lavarse los dientes, desmaquillarse, ponerse la mascarilla de noche y asearse los bajos… todo eso tan femenino, yo solo me cepillé los dientes. Luego, vino sin ropa y con el pelo, que normalmente le llevaba en una coleta, ahora lo traía suelto. Yo estaba sentado en la cama de matrimonio con la espalda sobre el cabecero y la polla semi flácida haciendo arco.

- Bueno, ¿ya estás preparado para jugar y aprender con mami, cariño…?

Preguntó amorosamente.

- Sí, mamá…

Me madre se sentó a mi lado en la cama y se acercó a mi cara. Con sus labios me dio un beso breve en los míos, como antes…sin lengua. Luego llevó su mano a mi polla y comenzó a acariciármela y sobármela hasta que de nuevo la puso erecta en unos segundos, amasó mi huevos y con la otra dando un tratamiento pleno. Entonces paró sorprendida…

- ¡Uy! ¡Qué rápido te has empalmado! ¿Qué te parece si los dos nos acariciamos los sexos? Yo juego con tu polla y tú con el chocho y la pepita de mamá, ¿vale?

- Vale, mamá… me parece un buen comienzo.

Los dos empezamos a tocarnos nuestros genitales. Yo deslizaba mis dedos por su raja, entre los labios carnosos, la cual estaba de nuevo húmeda y ella me masturbaba lentamente ensalivando su palma de la mano. Mis dedos se centraron de nuevo en su clítoris y ella empezó a gemir más fuerte ahora. Con la otra mano acariciaba sus tetas y a pellizcar los duros pezones, jugueteando con ellos. Ella seguía mientras tanto tocando cada rincón de mi verga y huevos… los sopesaba y los masajeaba con tanto candor que me excitaba mogollón… sabía cómo acariciar mis testículos, simplemente deslizando su mano de arriba abajo y estrujándolos con delicadeza. Estuvimos así un rato.

- Méteme un dedo o dos en la vagina. Con la lengua y labios chúpame la pepita.

Se abrió los labios vaginales y aparecieron la ceñida entrada a su vagina y el glande del clítoris. Me puse a meter un dedo en el orificio cerrado que se expandió fácil ciñéndose a la prolongación fálica. Al cabo de unos segundos, tímidamente la punta de mi lengua lamía el garbanzo que formaba su clítoris. Cada vez me gustaba más y me esmeré en hacerlo mejor… creo que le gustaba como se lo hacía porque ya no me dio más instrucciones hasta que mi madre llegó a un segundo orgasmo, retorciéndose chillando de placer. Yo aún no había eyaculado, y ella me soltó. Pensé que todo había acabado ahí y que iba a pasar de mí, pero me equivocaba. Mi aguante después de la paja, era mayor y eso le gustó a mamá.

Mi madre se levantó un momento y fue al cuarto de baño, pensé que lo había hecho mal, muy mal. Miré hacia donde había estado sentada y descubrí una mancha de humedad provocada por sus fluidos vaginales. Al poco, mi madre volvía del baño con un tubo de algo en la mano. La sustancia que había dentro parecía ser transparente, pero no lo vi bien. Lo dejó encima de la mesilla de noche y me dijo que volvería enseguida. Leí la etiqueta… era un gel lubricador. Mi madre volvió después de unos minutos y se sentó donde había estado antes. Me empezó a acariciar el tronco de mi cipote, de nuevo, el cual pasó otra vez de un estado de erección normal a erección dura completa con venas inflamadas.

- Aitor…

- ¿Qué mamá…?

- ¿Quieres que mamá te chupe la polla en vez de tocártela…como has hecho tú en mi clítoris? Podrás sentir casi lo mismo que si fuera mi vagina, pero sin poder preñarme… es algo que hago a todos mis amantes antes de… bueno de ya sabes.

- Eso significa que vamos… que te la voy a meter en…

- ¿…En mi vagina? Ya veremos cómo se nos da primero la mamada.

Yo me quedé pasmado. Jamás había oído que eso se hiciera, pero respondí…

- Sí, mamá… Pero, ¿no estará sucia o algo…?

- No, cariño… no lo está para tener sexo.

- Es que antes ha salido la leche por ahí, y después he meado también, pues…

Expliqué, dando a entender que no debía estar muy apetecible para chuparla.

- No me importa, cariño… A mamá le gustará el sabor de la polla de su nene con todos esos sabores ácidos y salados, recopilados en ella ¡Así está más rica!

- Vale… pues tú misma te puedes servir de mi verga…

Mi madre se puso de rodillas a mis pies y separó mis piernas metiéndose entre ellas. Poco a poco se fue agachando hasta que su cara quedó a unos diez centímetros de mi glande. Mi madre pasó su nariz olfateándolo y luego también por todo el tronco de la verga hasta llegar a los huevos… clavó su nariz en el escroto y aspiró fuerte.

- ¡Mmm!, me encanta cómo te huele la polla, nene… Ahora te la voy a chupar un rato para quedarme con todo el sabor en mi boca… te la dejaré bien limpia y verás cómo te gusta el trato que le doy a este duro y largo cipote que tienes.

Empezó por lamer con la punta de su lengua mi glande y luego recorrió la polla en toda su extensión, lamiendo aquí y allá…Luego metió todo el glande en su boca y finalmente la mitad del falo. Entonces empezó a subir y a bajar con sus labios apretados contra mi miembro, prestando especial atención a la base de mi glande que lamía con su lengua bajo la visera del capullo y en el frenillo estirado, el cual no impedía al prepucio quedar tenso.

Mi madre gemía y decía muchos “mmm” mientras me chupaba, y yo sentía cómo la punta de su lengua rodeaba mi glande por todo su contorno, su boca me daba calor y humedad que me excitaba sobremanera. Daba un placer indescriptible y yo me sentía al borde del clímax ya. Mi madre no paraba de mamar con cada vez mayor entrega, aquellas sensaciones eran inauditas en mi cuerpo. Volvía a tener el subidón de adrenalina por todo mi cuerpo, la tensión se generalizaba, y temía que fuera malo lanzar el semen en su boca…

- Mam…mamá…. creo que voy a…que voy a…me estoy corriendo ya ¡Aaaaggg!

 


 

En ese mismo momento exploté. No había podido remediarlo y me estaba corriendo en su boca sin poderle avisar con tiempo suficiente. Lo que me extrañó fue que mi madre no se detuvo, es más, gimió con más fuerza y yo la sentí chupar mi glande sellando con sus labios el capullo para poder tragar mi semen succionando con fuerza, sus carrillos se abombaban del chupetón tan fuerte…se estaba bebiendo todos y cada uno de mis chorros de leche. La eyaculación fue tan cuantiosa, que no le cupo toda en su cavidad bucal…, cayeron dos chorros de esperma por los lados de mi polla, pero mi madre se desacopló, me mostró cuanto le había vaciado en su boca y acto seguido se lo tragó, luego lamió los reguerones de lefa sobre el tronco hacia las pelotas, y los recogió con su lengua… de igual forma se los tragó saboreándolos un rato más que el contingente de los primeros chorros en su boca.

Había sido algo increíble y los dos nos quedamos el uno junto al otro en la cama tocándonos y acariciándonos. Ella me tocaba el pecho y yo a ella las tetas y los pezones. Los dos nos fuimos quedando más y más quietos hasta que el sueño nos venció y los dos nos quedamos dormidos, satisfechos de sexo tranquilo, aunque no pensaba que para mi madre no era suficiente. Había sido un día que no olvidaría fácilmente, en el que había aprendido cosas que casi no sabía que existían, y por primera vez gocé de mi sexualidad ampliamente.

**********

A la mañana siguiente, los dos nos despertamos a la misma hora. Estábamos aún medio dormidos, pero mi madre me acariciaba un brazo dulcemente con su mano. Yo a ella le hice lo mismo lentamente y me sonrió cariñosa con sus labios sexys. Luego me acarició el pecho con su mano vuelta del revés pasando sus uñas rojas por mi piel. Eso me hacía un poco de cosquillas, pero aguanté y le sonreí cariñosamente también. Mi madre se acercó a mí con su cara y me dio un pequeño beso en los labios… esta vez noté la punta de su lengua.

- Te quiero, cariño… te quiero mucho ¡Sabes que daría mi vida por ti!

Dijo con la voz más dulce y templada como que jamás he oído.

- Yo también a ti, mamá… mi vida no tendría sentido sin ti.

- Creo que es algo mutuo… estamos unidos desde el primer minuto que te concebí.

- No te arrepientes de haberme tenido y de trabajar tanto por mi culpa.

- Tú no tienes la culpa de nada… en todo caso la culpa es mía o tal vez tu padre, que nos dejó solos con lo puesto para que yo te sacara adelante sola.

- Has hecho muchos sacrificios por mí, y yo no he sido compresivo contigo.

- ¿A qué te refieres…?

- A tus ligues, siempre te los he recriminado… y ahora comprendo que necesitas un alivio… un alivio sexual que un hijo no puede darte.

- ¡Anda no digas tonterías…! Es cierto que necesito sexo, pero tú eres lo primero. Siento mucho si te has sentido desplazado, pero no era mi intención, en serio.

Me eché sobre la cama de espaldas mirando al techo feliz, ella notó en mis gestos que yo no le daba ya importancia a todo eso. Advertí como mi madre se levantaba, y me llamó la curiosidad verla caminar desnuda… era una mujer fascinante y era mi madre, era más mía que de ningún otro hombre sobre la faz de la Tierra. Desayunamos y nos fuimos de compras a un hipermercado cercano a las afuera de la ciudad. Mi madre me llevó gran parte del tiempo cogido de la mano, apretándomela fuerte y acariciándomela con el dedo gordo… me hacía sentir su hombre. Todo el tiempo me estuvo llamando “cariño mío” “Cielo” “amor” o simplemente “nene”, la palabra nene es su boca me encantaba, todas están llenas de amor. Me dijo que me llevara todo lo que quisiera con responsabilidad… todo lo que se me antojase. Me dijo que nos íbamos a aprovisionar de bastante comida porque no quería salir mucho en los próximos días, ya que el calor empezaba a ser insoportable de una ola que se avecinaba para una semana, lo menos, y que por eso quería llevarse de todo. Yo no era muy caprichoso, pero me llevé algunas cosas como antojo, sin embargo soy muy detallista con la comida equilibrada en grasas saturadas y azúcares, sobre todo.

Cuando pagamos la cuenta, mi madre dijo que se lo enviaran todo al punto de recogida en el aparcamiento, así que los dos nos fuimos al coche de nuevo, nos cargaron parte de la compra, dejando la otra para el envío a domicilio… nos dirigimos a casa. Por el camino, mi madre paró un momento en la farmacia. Me dijo que me quedara en el coche, así que allí me quedé esperando vigilando nuestros enseres. Cuando volvió traía una bolsita con algo dentro. Me la dio y vi que eran una caja de pastillas azules extrañas de la marca Pfizer y otra de aspirinas de Bayer. Visto esto, los dos seguimos nuestro camino hasta llegar a casa.

Entramos en casa y nos relajamos un poco con el aire acondicionado puesto al máximo. Mi madre fue a su habitación a cambiarse y yo me fui a la mía. Me puse sólo un bañador y me fui a ver la tele al salón. Una vez allí, me senté en uno de los sillones individuales y lo recliné un poco para estar más cómodo. Pensaba mucho en lo que había pasado la noche anterior. Había aprendido en una hora lo que no había aprendido en años con la cabeza metida en los libros y enciclopedias Salvat y Natura. ¡Sentía unas ganas terribles de volver a hacer esas cosas con mi madre! La llamada ancestral del sexo me había atrapado.

Ésta apareció pronto, solo con una bata de estar por casa puesta. Estaba descalza como de costumbre y caminaba sobre la moqueta hacia mí. Pero en el último momento se desvió y se sentó en el sofá. No estaban poniendo nada interesante en la tele, así que pronto estábamos los dos bajo el ventilador de techo dándonos una brisa agradable sobre nuestros cuerpos sin atenderla, solo de fondo a volumen muy bajo. Mi madre me miró sonriendo…

- ¿Por qué no te vienes aquí con mamá, cariño…?

Me senté a su lado y ella me rodeó los hombros y empezó a acariciarme el pecho de nuevo con sus uñas y el brazo con su mano. Yo me sentía en el paraíso sintiendo la suavidad y el amor de madre en mi cuerpo… no quería que acabara ese momento. Siguió acariciándome mientras veíamos la tele y yo le respondí cogiéndole su mano libre y acariciándosela.

- Mamá…te quiero…Te quiero mucho…

- No quiero que nunca se te acabe ese amor por mí. El mío por ti es infinito.

Ella me sonrió cariñosamente y me dijo susurrándome al oído, que también me quería de otra manera después de lo de anoche. Luego siguió tocándome, esta vez pasando la palma de su mano por mis brazos, por mi pecho y por mi barriga plana y algo musculosa.

- Nene… me dijo mi madre con tono que te quita el hipo.

- ¿Qué, mamá…?

- ¿Te gustó de verdad lo que hicimos ayer…? Preguntó algo seria.

- Pues claro que sí, mamá…Me encantó…Nunca me había sentido tan bien… le aseguré. – Me hiciste sentir cosas que nunca había imaginado poder concebir.

- ¿No lo hiciste obligado…?

- Claro que no, mamá… ¡¿Acaso todo eso se puede fingir?! – Pregunté estupefacto - Tú me dijiste lo que le pasaba a mi polla, por qué tenía dolor, me ayudaste a quitar la sensación tan rara que tenía de aprensión por si era una enfermedad…. Y lo que pasa, es que ahora siento algo distinto…algo un poco extraño… le expliqué.

- ¿Qué, amor mío…que sientes ahora…?

- Pues… es como si te quisiera mucho más de lo que te quería antes…o de una forma diferente, no sé… Quiero estar contigo todo el tiempo y acariciarte… besarte como tú lo has hecho en mis labios, rozando la lengua en los míos.

- ¡Oh, cariño…! A mí también me pasa eso…Necesito tenerte a mi lado todo el tiempo y tenerte cogido de la mano y acariciarte… mucho más que antes.

- Lo noté cuando me llevaste de la mano tan fuerte todo el tiempo en el súper… ¿Y por qué nos pasa…? Porque me encantó estar así tan agarrados.

- Pues…verás…Es porque hemos empezado a querernos como hombre y mujer, y no como madre e hijo…Son dos formas de amor distintas… me explicó mi madre pausadamente. – Es como si nos hubiéramos enamorado y nos deseáremos.

- ¿Y cómo se puede calmar esa sensación…?

- Sólo como lo estamos haciendo…Tocándonos y besándonos… estando juntos y compartiendo intimidades, cosas que solo pueden quedar como un secreto entre tú y yo, cosas que nadie entendería que hace una madre con su hijo.

- Entiendo… pero eso no llega a ser suficiente me parece…

- No lo es…es verdad…Hay que llegar hasta el final para calmar todas las ganas que nos tenemos… es algo irracional, pero tan puro como sincero.

- ¿Haciendo el amor…?

- Sí…Sólo así se cura…pero en realidad sólo se apacigua…La verdad es que el amor sexual no tiene cura…es como una necesidad continua hacia la persona a quien amas y de la que no puedes escapar… deseas más y más de ella… lo quieres todo.

- ¿Y vamos a hacerlo, mamá…? Pregunté preocupado por su respuesta.

- Sólo si tú quieres cariño…Yo no te puedo forzar a hacerlo… Yo lo deseo, sin embargo solo llegaremos hasta el final cuando tú estés preparado o lo desees.

- ¡¡Tú quieres hacerlo conmigo…!!

- Por supuesto cariño…Yo te amo…te amo y te necesito como nunca he necesitado a nadie y quiero hacer el amor contigo…No hay otra cosa en el mundo que yo quiera más que sentir tu piel y tu cuerpo junto al mío y que nos demos placer mutuamente… Pero lo que no sé es si tú me querrás tanto como para llegar a eso…. Me dijo con tono triste. – Soy tu madre y demasiado vieja para ti.

- Pero qué dices mamá… tú no eres vieja y te quiero más que a nada en el mundo… - dije, con los ojos vidriosos por la emoción. - Quiero que estés conmigo todo el tiempo y quiero tocarte y amarte todo el tiempo…No quiero que te vayas nunca más con ninguno de esos tipos con los que vas a menudo…

- Ven aquí, amor mío… Me dio un beso enorme en los labios, y me quitó las pequeñas gotas de los ojos que ya resbalaban. – Jamás ningún hombre se ha emocionado así conmigo, me llenas de amor, mi vida… Te enseñaré a amarme y no me verás más zorreando con nadie, me dijo cariñosa y maternalmente – Ahora sé que tengo a alguien que me ama y valora, joven, guapo y muy potente… y ¡¿Sabes una cosa…?!

- ¿Qué?

- Que además de todo eso, estas muy bien dotado…me alucina tu polla, el aroma que emana de ella y de tus huevos… ¡Joder nene, echas mucha leche con cada corrida! Eso me gusta mogollón…sentirme llena de la esencia de mi macho es algo que me excita tanto que me corro cuando percibo el chorro de leche en el coño.

- ¡¿Tanto te gusta que se corran dentro de ti?!

- No es solo eso… es que hace muchos años que no siento esa sensación, a nadie he permitido que se corra dentro, ni siquiera que me folle a pelo. Sí tú deseas serás el primero en más de ocho años quien lo haga.

Mi madre apoyó mi cabeza sobre su pecho y acarició mi nuca mientras me extasiaba con su olor a hembra. Me acarició el pelo delicadamente…, me fui calmando poco a poco acariciando sus tetas, como si fuera la cosa más delicada y sensible del mundo. Entonces levanté la mirada y vi que mi madre tenía también dos lágrimas cayendo por sus mejillas.

- No llores, mamá…por favor… No quiero verte triste…

- Cariño, es sólo que soy feliz porque cuanto me quieres…Yo no te voy a dejar nunca, porque quiero estar contigo todo el tiempo, para siempre. Quiero pedirte perdón por dejarte solo mientras yo… mientras no sabía lo que tenía en casa… Perdóname y quiero compensarte con creces, por todos mis devaneos y por no haberme ocupado correctamente de su educación sexual.

- Pero estoy aprendiendo muy rápido…

- Vaya que sí… no merezco un hijo tan listo. No soy ni la mitad de inteligente que tú, pero sí sé una cosa… que de ahora en adelante me ocuparé de tus necesidades al completo, tanto físicas como anímicas…, y espero ganarme tu confianza.

Creo que fue en este momento cuando más me di cuenta de lo guapa que era mi madre. Su rostro me miraba con una expresión enamorada que lo realzaba. Su flequillo castaño oscuro, sus brillantes ojos marrones, sus mejillas sonrojadas sobre un cutis blanco, sus rellenos y rojos labios, la curva que hacían éstos… sus ojos almendrados tan exóticos con los que embelesa a todos. Todo daba como resultado un rostro de una belleza como jamás he visto y creo que fue por el amor tan increíblemente profundo que sentía por ella, que me hacía verla como la persona más atractiva del mundo.

Yo acerqué mis labios a los suyos y la besé suave y lentamente en ellos. Mi madre suspiró y empezó a mordisquear mis labios con los suyos. Después, metió la lengua en mi boca… me sentí extraño ante la nueva sensación. Mi madre movió su lengua dentro de mí y lamió la mía. La imitaba aprendiendo de sus gestos, empecé a mover la mía también y las dos se entrelazaron y se lamieron mutuamente. Experimenté una sensación de auténtica satisfacción al poder dar salida a mi amor de esta forma y, poco a poco, la delicadeza y lentitud iniciales dieron paso a un beso más rápido y apasionado durante el cual los dos estuvimos abrazados y tocándonos nuestros cuerpos.

Estuvimos dándonos el beso más largo de la historia, percibiendo en mi pecho sus tetas. Sí, parecerá un poco increíble, pero así fue, y habríamos seguido de no ser por el timbre, que sonó en ese momento. Era el repartidor que traía el resto de la compra. La pusimos en la cocina…. mi madre y yo nos besamos otro poco. Propuso preparar la comida, en realidad una estrategia para alargar el deseo de obtener el mejor de los premios, así disfrutaríamos más al tener que esperar, de modo que nos sentamos en la mesa de la cocina uno enfrente del otro. Mientras comíamos estuvimos acariciándonos los pies y rozando nuestras piernas. Hablamos de lo mucho que nos queríamos, y de lo desaprovechados de nuestros momentos en la cama, con lo que yo tenía entre las piernas… eso lo comentó ella. Los dos nos mirábamos como dos adolescentes que han descubierto el amor, admirándonos mutuamente. Se veía preciosa coqueteando conmigo.

Cuando acabamos, mi madre se levantó y me cogió de la mano…

- Vámonos al sofá a hacer la digestión un poco, ¿vale?

Los dos nos fuimos al sofá y nos sentamos muy juntos, con nuestros cuerpos pegados el uno al otro bajo la agradable brisa del ventilador y un punto bajo del aire acondicionado. Mi madre me abrazó por encima del hombro como antes y me acercó más a ella. Hizo que apoyara mi cabeza sobre su hombro y me acarició el pelo durante un largo rato. También mi brazo derecho y mi pecho como lo había hecho antes.

Vimos una película durante más de una hora y, cuando empezamos a cansarnos de ésta, las caricias de mi madre empezaron a llegar cada vez más abajo hasta que llegaron al bulto de mi pantalón. Era uno de esos pantalones largos tipo bermuda, es decir, los más normales. Mi madre abarcó todo mi bulto con su mano y me lo estrujó un poco. Inmediatamente, mi verga comenzó a crecer. Había estado en semi erección casi todo el día cuando nos besábamos y tocábamos, pero ahora la estimulación era directamente sobre él y reaccionó. Mi madre se dio cuenta de ello e introdujo su mano por debajo de la tela para agarrarlo mejor. Cuando lo tuvo en su mano lo apretó y luego acarició mis testículos.

- Tienes unos huevos bastante gordos… ¿Tú crees que ya habrán fabricado suficiente leche para dársela a mamá?

- Es muy posible, no tengo demasiada experiencia en eso de los tiempos que necesitan mis huevos para fabricar más leche, apenas llevo dos días eyaculando.

- ¿Por qué no te bajas el bañador y me dejas ver tu pollón otra vez, cariño…? Es tan bonito y se ve tan duro, que estoy volviendo loca por probarlo.

Agarró ambos lados del pantalón con sus manos y me deshice de él haciendo un poco de contorsionismo sobre el sofá. Mi enorme polla quedó libre y mi madre se volvió a asombrar de su tamaño, a admirarla y decirme lisonjas a propósito de mi desarrollo sexual.

- La tienes muy grande, nene… me dijo mirándomela fijamente. – Es increíble que la tengas tan larga y gruesa a tu edad… ¿Sabes que aun te crecerá más hasta pasados los 20 años?

- Gracias, mamá… pero ese dato no lo sabía… tú crees que suficientemente grande para ti, para satisfacerte al completo como lo hacen esos tipos…

- Más que suficiente… he tenido queridos con la mitad de polla. Aunque lo importante no es solo el tamaño, sino saber usarla…

- Yo no sé…

- No sabes ahora mismo, porque aún no has follado, pero aprenderás con tu madre…, mamá te lo enseñará todo… ¡CONMIGO TE VAS A HARTA A FOLLAR! ¿Quieres que nos vayamos a la cama…? Preguntó mi madre

- Sí… Vamos a jugar un rato allí… hay más espacio para revolcarnos.

- Sí, cariño… eso es, en nuestra cama vamos gozar hasta que no podamos con nuestra alma. Quiero que disfrutes de mi cuerpo… de tu hembra.

- Voy a ser un buen macho para ti...

Mi madre me cogió la mano y me la acarició un poco. Luego se levantó y se puso frente a mí. Muy despacio fue abriendo su bata de estar por casa hasta dejarla con una raja en medio. Entonces, muy despacio fue abriéndola hasta que la dejó caer al suelo. Sus enormes y pesadas tetas balanceantes, quedaron libres. Llevaba puestas unas braguitas muy pequeñas que no se transparentaban. Eran blancas y llevaban un lazo rosa pequeño cosido en la parte de arriba. Entonces, mi madre llevó sus manos a ambos lados de éstas y las fue deslizando hacia abajo dejándome ver su despoblado sexo. Sus braguitas cayeron sobre sus pies y ella hizo un sexy movimiento de tobillos para sacárselas.

Mi madre me miraba sonriendo y me tendió un brazo diciendo…

- Vamos, cariño… te espera una lección de amor, pasión y lujuria maternal.

Me levanté del sofá con mi polla curvada formado un arco hacia el techo que emulaba a una daga árabe, la tenía a punto de explotar y ella dudó entre cogerme de la polla o de la mano, optó por la segunda y nos encaminamos lentamente hacia su dormitorio, ella con sus tetas balanceándose al aire y yo con mi cipote cimbrando como una viga empotrada tensa, completamente erecto y con todo el glande fuera de prepucio estirado. Mi madre me detuvo en el pasillo y me echó contra una de sus paredes. Yo me extrañé de su forma de actuar, pero ella se acercó inmediatamente a mí y empezó a acariciarme el pecho con sus dos manos. Luego acercó sus labios a los míos y los besó suave y lentamente mordisqueándolos de vez en cuando con los suyos. Pegó su cuerpo contra el mío y sus pezones rozaron mi piel…luego todas las tetas se aplastaron contra mi pecho. Mi verga hizo de pronto contacto con su vulva pelada y un escalofrío recorrió mi cuerpo debido al cosquilleó que me produjo, el roce se repitió y finalmente mi estaca quedó entre sus muslos.

Mi madre introdujo su lengua dentro de mi boca y nuestras lenguas se encontraron entrelazándose y lamerse con una lujuria inusitada. Jamás imaginé que mi madre fuese tan ardiente y pasional… los dos nos exploramos las bocas muy despacio acariciándonos todo el cuerpo, mis manos se perdían en sus caderas y culo, las de mi madre también atrayéndome hacia su fogoso cuerpo. Mi madre puso sus manos alrededor de mi cuello y yo alrededor de su espalda, acariciándola cariñosamente. Luego, mi madre y yo paramos de besarnos y ella me dio un beso sonoro en los labios, y dio unos pasos cortos, invitándome a seguirla hacia su dormitorio. Era preciosa hasta vista desde atrás. Su firme culo tenía una forma perfecta, aunque ella creía que era demasiado ancho y sus blancas y esbeltas piernas eran preciosas. Poseía unas anchas caderas, tan atractivas como sugerentes para el subconsciente de los machos, dado que son las propicias para engendrar en ellas a los mejores hijos, dada la facilidad para parirlos por el amplio canal del parto que poseen.

Yo la seguí de inmediato hacia su habitación y ella se dirigió hacia su lado habitual de la cama. Miré a mí alrededor mientras ella se sentaba sobre el filo de la cama y vi que había varias cajas de colores distintos cada una. Mi madre cogió una y la abrió. Luego sacó una tira de plástico blanca dividida en tres y arrancó una.

- ¿Qué son esas bolsitas, mamá…?

Pregunté mientras me acercaba a ella de rodillas por encima de la cama desde el otro lado de ésta.

- Son preservativos, cariño… ¿No los conoces…? Respondió dulcemente.

- ¡¿Preservativos…?! Sí, pero siempre he oído llamarlos condones.

- Sí, también se les llama condones…

- ¿Me lo vas a poner…?

- Pues verás, este modelo de funda es de un material muy fino.

- ¡Como el de los globos!

- Parecido al de los globos, pero estos poseen una goma muy elástica de látex extra sensible para tamaño de polla XL. Será la funda para tu polla, que te vas a poner antes de metérsela al chocho de mamá… Así, el semen se queda retenido en el condón, y el útero de tu madre no recibe el esperma que la pueda preñar.

- ¡Ah! Eso significa que me vas a dejar que meta mi polla en tu chocho…

- Sí, nene…quiero que me la metas en mi agujero vaginal. Vamos hacerlo al completo, pero no quisiera que me dejaras preñada en el primer polvo… hoy solo quiero disfrutar de la follada que me vas a dar, sin preocupaciones.

Dijo mi madre cogiéndome de la mano de nuevo y acariciándomela nuevamente.

- Espero que el condón se lo hayan puesto todos los que te han follado.

- Sí todos, no he dejado a nadie vacíe su leche en mi útero, ni siquiera que me folle a pelo. Puedes estar tranquilo…, porque también previene de las ETS.

Mi madre dejó el preservativo y la caja sobre la mesilla de noche junto a las otras cajas sin estrenar y me empujó sobre la cama. Yo caí de espaldas sobre ésta con mi polla aún erecta y con el glande violáceo humedecido. Mi madre rio como una niña y se sentó a horcajadas sobre mis muslos. Entonces recorrió mi abdomen y mi pecho con sus manos para luego echarse hacia delante y besarme de nuevo en la boca. Sus tetas se echaron hacia delante también y presionaron contra mi pecho. La verga quedó bajo su barriga, horizontalmente sobre mi abdomen.

Nos estuvimos besando durante unos minutos, recreándonos con nuestras bocas y el contacto de nuestros cuerpos desnudos y ardientes. Mi madre se puso de rodillas y me dijo que colocara la cabeza sobre la almohada. Yo lo hice así y ella se acercó a mí desde un lado y me empezó a masturbar lentamente. Luego bajó su cabeza y lamió muy despacio y minuciosamente mi glande. Luego recorrió todo mi tronco hasta abajo y finalmente se retiró con una comida de huevos muy sabrosa… se tumbó a mi lado. Entonces los dos comenzamos a magrearnos. Yo estrujaba sus tetas y ella mi polla y mis bolas, pero sin masturbarme. Luego bajé mi mano hasta su vulva y descubrí lo húmeda que estaba. Ella gimió ahogadamente cuando recorrí su raja con uno de mis dedos y luego toqué ligeramente el clítoris. Entonces se me ocurrió la idea de probar a qué sabía mi dedo y me lo llevé a la boca…, después de descubrir el sabor nuevo y estimulante de su coño, y que me hizo perder todo control de mí mismo, deseaba volver a probarlo como elixir afrodisiaco que es.

- Mamá…

- ¿Qué, cariño…?

- ¡Deseo chuparte el chocho como tú me has chupado la polla…!

- S…sí, cariño…Si tú quieres… ya lo probaste el otro día ¿Te gustó?

- Sí mucho… sabe distinto a todo y me excito mogollón.

No lo dudé ni un segundo y fui de rodillas entre sus piernas. Ella las separó todo lo que pudo y yo me fui acercando a su raja. Su aroma de mujer me llegó inmediatamente y me impulso a dar el siguiente paso. Saqué la lengua de mi boca y la pasé por el interior de sus muslos. Poco a poco fui llegando a su zona más femenina. Mi lengua pasaba por los alrededores de la abultada vulva, por el exterior de sus labios carnosos. Luego la fui acercando cada vez más a su raja y finalmente la coloqué en la entrada de su vagina, en la parte más baja de su raja. Estaba segregando sus fluidos vaginales y yo los lamí y los saboreé en mi boca antes de tragarlos. Luego recorrí despacio su raja hacia arriba, apretando fuerte entre sus labios.

Mi madre gemía cada vez más mientras yo deslizaba mi boca por su vulva. Por fin, llegué a su clítoris y empecé a mover la lengua en forma circular alrededor de él. Mi madre jadeaba y gemía cada vez más fuerte y puso sus piernas sobre mi espalda, apretándome más contra ella. Yo lamía su clítoris más y más fuerte y ella jadeaba casi chillando. De pronto, se retorció agarrando las sábanas con sus manos fuertemente y gritando “aaahhhhhhh”. Había llegado al orgasmo, pero yo no me detuve, me encantaba el sabor de su sexo y no iba a parar. Bajé mi lengua por su raja de nuevo y descubrí lo mojada que estaba de nuevo. Sus jugos vaginales no paraban de rezumar… me los tragué sin más dilación. Describí círculos alrededor de la entrada a su agujero del amor y chupé la parte interior con golpes de lengua, sacándola de mi boca como si tratara de beber en un sitio al que no se alcanzase con los labios, similar a un gato o perro bebiendo de su fuente de agua.

- Sigue, cariño…sigue así…Por favor… no pares…

Suplicaba mi madre jadeando enloquecida. Continué golpeteando esa zona un rato y luego lamí rápido y de una vez toda la longitud de su raja, degustando el maravilloso sabor a mujer, a hembra en celo que era mi madre en esos momentos. Después continué describiendo círculos alrededor de su clítoris, jugueteando con él de todas las formas posibles, incluyendo los golpes de lengua. Las piernas de mi madre me apretaron más fuerte contra ella mientras alcanzaba un segundo clímax. Volvió a gritar jadeando y a retorcerse como loca sobre la cama, agarrando la parte posterior de mi cuello con sus manos y levantando sus piernas en el aire. Entonces paré y me tumbé de nuevo junto a ella.

Mi madre aún trataba de recuperar el aliento del orgasmo y esténtores tan compulsivos, pero volvió a besarme suavemente en los labios y acarició mi cuerpo una vez más. Acarició mi pelo y mis mejillas y rozó mis piernas y pies con los suyos. Era tan suave y dulce…Luego se subió encima de mí a horcajadas sobre mis muslos con mi falo haciendo contacto con la parte inferior de su barriga. Estaba de nuevo erecto y a mi madre parecía entusiasmarle m erección perpetua. Me sonreía mientras pasaba sus manos por mi pecho y abdomen apretando un poco. Se movía de detrás hacia delante y sus tetas se balanceaban de la misma forma enfrente de mí… no eran la tetas más perfectas, pero si las más sugerentes.

- ¿Quieres que lo hagamos ya, cariño…? Preguntó tiernamente.

- Sí, mamá… necesito follar contigo.

- Lo sé mi amor… tienes los mismos deseos que mamá de gozar del coito.

Mi madre alcanzó con su brazo el condón que había dejado sobre la mesilla de noche y se lo llevó a la boca para sacarlo del plástico. Cuando hizo un pequeño corte en éste, desgarró totalmente el plástico con sus manos y sacó el trozo de goma amarillo lima limón. Yo nunca había visto uno de verdad, pero confiaba en mi madre, sabía los sabría poner correctamente en mi cipote. Muy despacio lo colocó sobre mi glande y fue deslizándolo hacia abajo por todo el tronco de mi rabo endurecido. Cuando llegó casi abajo, mi madre me dijo que ya estaba… vi una especie de apéndice que sobresalía del preservativo por la parte de arriba. Mi madre me dijo que era el depósito que llenaría con mi leche… aunque le parecía muy reducido para la cantidad que soltaba, no pregunté más, solo me dejé llevar por ella.

 


 

Mi madre se puso de rodillas con sus piernas a los lados de mis muslos por fuera. Se acercó más a mí hasta que sus labios vaginales colgones estaban justo encima de mi glande cubierto de látex. Poco a poco se fue bajando hasta que el capullo tocó la entrada a su vagina. Entonces se dejó caer poco a poco y mi mástil comenzó a entrar dentro de mi madre. Era una sensación nueva y extraña, sentirse dentro de otra persona. Su agujero daba la impresión de estar húmedo y muy resbaladizo, ya que la polla entró con suma facilidad hasta que llegó al fondo. Había tocado su cérvix y eso me dijo que dolía un poco. En ese momento comenzó a subir y a bajar despacio sobre mi obelisco.

Yo no podía aguantar durante mucho tiempo aquel placer intenso y mi madre se veía completamente satisfecha al tener su conducto vaginal tan lleno como lo tenía de carne trémula. Le costaba cierto trabajo poder “saltar” encima de mí, porque la longitud de mi polla era tal, que unos cinco centímetros debían permanecer fuera para no producirle daños en el cérvix. Yo veía la argolla del condón desde donde estaba, y veía mi polla hundirse y volver a surgir por la raja expandida de su vulva. Mi madre gemía y jadeaba cada vez más fuerte, llena de placer al tener una verga de tal calibre que tocaba cada una de sus terminaciones nerviosas haciéndola delirar.

Cada vez saltaba con más fuerza y sus tetas subían y bajaban botando sobre su pecho delante de mí como dos campanas tocando a arrebato. Ella se inclinó hacia mí y apoyó sus manos sobre mi pecho mientras sus caderas subían y bajaban introduciéndose mi enorme falo hasta hacer tope en su fondo vaginal placentero. Agarré sus tetas, que se balanceaban delante de mí muy cerca. Las estrujé y pellizqué sus pezones erectos. Ella casi chilló ante mi estimulación y llevó una de sus manos al clítoris, empezando a acariciárselo con fruición. Luego se irguió de nuevo y yo solté sus tetas. Continuó acariciándose la vulva mientras su vagina era penetrada cada vez más rápido, y un poco más profundo… mi polla comenzaba a explorar lugares indómitos en las profundidades de su coño.

La escena tenía que haber parecido rocambolesca a los ojos de quien nos viera… yo, un chico con cuerpo espigado, con una mujer madura y rellenita saltando sobre mi cipote que me sobresalía del cuerpo como un cohete espacial, y con sus grandes tetas balanceándose de aquí para allá y su cabeza hacia atrás mientras gemía de placer. Habría sido verdaderamente excitante poder vernos desde todos los ángulos mientras lo hacíamos, pero por desgracia no contábamos con tantos adelantos y tuvimos bastante con nuestras propias sensaciones y un solo punto de vista.

Mi madre llegó al orgasmo, como siempre a los pocos minutos de comenzar el coito…, echó la cabeza aún más hacia atrás mientras gemía enloquecida y se estrujaba las tetas aun saltando sobre mí entre convulsiones que me hacía sentir en mi polla, contrayendo y relajando con presión mi dura polla en su interior. Entonces, yo reaccioné y empecé a mover mi pelvis hacia arriba hundiéndome más deprisa en ella mientras le duraba el clímax. Mi orgasmo no tardó en aparecer y sin más contemplaciones se apoderó de todo mi cuerpo alborotándome de cabeza a los huevos, llenando de esperma el preservativo, soltaba chorro a chorro quedándose contenido en la goma de látex. Mi madre seguía saltando, incluso con más fuerza y empezó a hacerme daño cuando yo acabé de correrme, continuaba duro el tronco, mis venas continuaban bombeando sangre al orondo glande… mamá seguía botando sobre mí con fuertes sentones. Cuando ella se dio cuenta, se levantó rápidamente…., mi verga había llenado el condón de arriba abajo de esperma, el depósito no fue ni la mitad de receptivo que debía haber sido para la eyaculación, la lefa llegaba casi hasta debajo de la argolla que obturaba la salida fuera de mi polla.

Entonces mi madre me lo quitó cuidadosamente y lo echó al suelo. Luego se acercó a mí y se tumbó a mi lado. Me cogió por detrás del cuello y me acercó a sus labios. Los dos nos besamos apasionadamente durante un largo rato. Ella me acarició el pelo y la cara y me dijo que había sido maravilloso y que me quería sobre todas las cosas del mundo, más que a su propia vida. Le pregunté si lo repetiríamos alguna otra vez… y me respondió que sí pero todas las siguientes veces serían sin condón porque quería sentirme al natural, y si la lograba preñar no importaba porque lo hacíamos desde el amor, y sería un bebé querido.

 

MARINA. Desde entonces mi hijo es mi amante… Sé que está mal… pero es hermoso sentir todo ese cipote erguido dentro de mi cuerpo… y cuando me llena de leche… más hermoso aún. Notar su amor, su deseo e incluso el respeto por mí como mujer, me hacía pensar que había perdido el tiempo con tanto cafre que no me valoraban como mi hijo Aitor. Unos meses antes que ocurriera esto, una amiga compañera del club de baile al que pertenezco, “Tribu Urbana” me contó en una oportunidad que había tenido sexo con su hijo y me horroricé… Era una mujer divorciada como yo, pero diez años mayor, entrada en carnes que se movía muy bien pero que no confiaba en acostarse con posibles ligues.

– ¿Pero cómo pudiste hacer eso…cómo has llegado a ese extremo, tan mal estás?

Recuerdo le pregunté en el colmo de la incredulidad…

Carmen me contestó que estaba cansada de andar de garito en garito encontrado nada más que escombros de hombre por los que no valía ni dar un duro, hasta que un día se encontró con un taco de revistas pornográficas, escondidas debajo del colchón de la cama de su hijo. Me comentó que hablando de ello con su hijo, llegaron a la conclusión que ambos necesitaban lo mismo, pese a sus 25 años de diferencia…. A ella con 45 años necesitaba que le dieran sexo con amor y cariño, y su hijo tenía todo el sexo a raudales y todo el cariño que una madre desea recibir de su retoño… probó, funcionó y desde entonces, follaban como conejos. Pasaron más de tres meses desde que estuvo con nosotras por última vez en el club social, me interesé por ella y fui a su casa, hablamos un rato y me dejó de nuevo perpleja… estaba preñada de cinco meses de un bebé que le había hecho su hijo.

Hoy me encuentro en una situación similar y me hago la misma pregunta… ¿Cómo pudo ocurrirme? ¿Por qué extraña razón me conmoví al ver a mi hijo desnudo?, lo había visto otras veces pero tras la confesión de Carmen, lo miraba de manera diferente. Me recreé en su enorme y hermoso falo que me movió a tal hecho, imagino que por la falta de sexo en buenas condiciones o por tantas cosas… Me agradaba acostarme con él en mi cama, sentía su olor e imaginaba que me poseía, pero a sus quince años y su inmadurez me retraían de cometer tal desfachatez… Me decía a mí misma… “¿estás loca?, hay muchos hombres que darían cualquier cosa por follarte todos los días” Sin embargo ninguno me llenaba de dicha, como cuando recibía las caricias en los pies de mi hijo, las cuales me elevaban a un limbo que sobrepasaba mi raciocinio, y sin darme cuenta, esos mismos pies acariciaban su paquete sobre los calzoncillos en aquellas situaciones tan íntimas sobre el sofá.

En más de una ocasión noté como se endurecía por mis caricias plantales… me decía a misma «Mejor tropezar con los pies que con la lengua» Como decía Zenón de Citio. Mi pobre hijo no decía nada e intentaba disimular… se le veía incómodo y dejaba de castigarle su monumento a la hombría. Sin embargo todo se precipitó este verano…

Soy una madre joven, apenas le llevo a mi niño 19 años… eso lleva casi siempre a la confusión porque aparento tener menos edad de la que tengo y el uno poco más de la que tiene… casi parecemos novios. Nos llevamos a las mil maravillas y nos comprendemos solo con mirarnos, eso nos da mayor alegría y diversión cuando salimos juntos… de una manera inconsciente, hacemos ver a los demás que somos pareja haciéndonos carantoñas, abrazándonos y bromeando a cada momento…, tenemos una forma de ser que hace que congeniemos. A raíz de esa compenetración sucedió lo que pasó.

Regresábamos de disfrutar la noche en terrazas y un concierto de verano en uno de los parques del malecón, de los que ofrece el ayuntamiento para amenizar las noches de verano tan largas y calurosas de quienes no se largan de la ciudad… Serían de las tres a las cuatro de la mañana, tras pasar una magnifica y divertida velada con Aitor, no fuimos a casa rendidos, al menos yo por la hora de baile con él en el concierto de un grupo que tanto me gustaba de jovencita “La Unión”, me trajo muchos recuerdos y los reviví con mi hijo…ahora era mi novio, mi amante y mi esposo en los lugares donde nadie nos controlaba, de igual manera que en los años ochenta lo viví con mis novietes de antaño y con su padre, en el momento álgido de la movida.

Al llegar a casa, necesito hacer dos cosas, tomarme un vaso de leche caliente y una ducha para meterme en la cama y relajarme en una noche de sueño profundo

- ¿Quieres que te prepare tu vasito de leche, cariño? Voy hacerme el mío.

Mi hijo me lo agradeció y me marché a la cocina, mientras preparaba la leche él se fue a la habitación. Al abrir el armario de mis valerianas, observé la caja y mi malévola mente extrajo una pastilla y la machaqué una de las pastillas azules de Pfizer, mezclándola en su leche. Lo encontré tumbado y nos la bebimos sentado en el borde la cama, naturalmente él con su pastilla disuelta y yo con la mía de valeriana, lógicamente. Cuando volví al cuarto de nuevo, tras dejar los vasos vacíos, con la intención de darme la ducha antes de acostarme y sin proponérnoslo nos cruzamos en el mismo lugar… en el baño… él con una toalla en la cintura y yo con una bata de toalla… los dos con intenciones de bañarnos antes de acostarnos juntos, y naturalmente, por qué no decirlo de hacer nuestras necesidades fisiológicas para aliviarnos como cada noche hace todo el mundo.

– Pasa tú mamá… yo espero…

– No Aitor, entra tú que has llegado primero…

– No mami… las damas primero…

– No seas tonto…

– Venga… yo echo una meada y te dejo el baño… me dijo para acabar el tema.

– Bueno… Está bien…

Se giró sobre sus talones y quitándose el toallón encaró su polla hacia el inodoro, sin darse cuenta que desde donde me hallaba podía ver perfectamente lo que hacía…

“No puede ser… cómo me excita esa polla” pensé al ver las dimensiones de la “manguera” aun relajada… “es enorme” “Que pedazo de verga que tiene mi nene y es toda mía”

Ensimismada en mis pensamientos y “tildada” mi vista en esa impresionante verga no me di cuenta que ya no orinaba, y tampoco de que el muchacho me estaba mirando… Absorta contemplaba ese enorme y grueso falo… pocas veces había visto algo semejante, mucho menos lo esperas en un chico de su edad sin haberse desarrollado físicamente al completo. Y sin controlarlo, mi coñito empezó a mojarse. Una extraña picazón se apoderó de mi sexo…, necesitaba masturbarme con urgencia y quitarme esa calentura que me estaba invadiendo.

Sin meditar lo que hacía me dirigí a la ducha en tanto me quitaba la bata toalla. El muchacho quedó tan tildado como yo. Primero me miró las tetas al pasar a su lado y luego su vista se perdió en mi culo… caliente como estaba en lo único que pensé era en echarme agua, y así lo hice. Al ver mi cuerpo desnudo él tuvo la misma reacción, su verga se puso rígida, dura como un fierro y adquirió una dimensión impresionante. Su calentura le voló los sesos y sin pensar se metió en la bañera a remojarse.

Dos personas en un espacio tan reducido a la corta o a la larga tienen contacto físico. Y eso llegó enseguida con su empalmada de verga que cubría casi los 20 cm. fuera de su cuerpo.

– ¿Quieres que te jabone la espalda?

Su voz sonó entrecortada falta de resolución, dudosa… anhelante…

– ¡Por supuesto, lo necesito!

Ahora fue mi voz la que sonaba quebrada… Los dos tratábamos de disimular la calentura que nos habíamos agarrado al ver al vernos desnudos. Él fue a tomar el jabón y sin desearlo su cipote erguido a full, hizo contacto con mis nalgas…

– ¡Ummm! ¡¡Vaya pedazo de viga de acero que te sale de tu cuerpo!!

Exclamé deseosa cuando ese roce me produjo un chispazo en el glúteo.

– ¡¡Ohhh!! Nunca la había visto de esa manera… Exclamó a mi picantes palabras.

Su mano no había llegado a tomar el jabón por lo que reiteró el movimiento…

– Hummm… ahhh…

Exclamé cuando su verga resbalando por la nalga, ingresó en la raja del culo. El sorprendido por el hecho soltó el jabón, el cual cayó a mis pies. Sin medir las consecuencias en forma automática incliné mi cuerpo estirando mi brazo y mi mano para recogerlo del piso de la bañera. Su verga no abandonó la raja del culo, y al inclinarme mi coñito fue en busca de la cabeza de su polla… Todo ocurrió en centésimas de segundo… El enorme glande se apoyó en la entrada de mi chocho, y el impulso que mi cuerpo llevado para inclinarse, hizo el resto… Como un misil balístico atravesó la puerta del coño y se fue para dentro.

– ¡¡Ahhh… ahhh…!!

Bramé al sentir la entrada…

– ¡¡Ummm!

Dijo él e “involuntariamente” empujó su pelvis hacia delante…

– Ahhh… me… entró… ahhh… uuuhhh… que… grande… que es…

Más de la mitad de la pija se fue para adentro…

- uhhh… siii… métemela toda… hasta los mismos huevos

Exclamé sin poderme contener mis ganas sometidas a prueba de toda la noche excitada… Y él lo hizo. Un empujón y todo ese enorme pedazo de carne se enterró en mi cuerpo sacudiéndome y provocándome un shock. Tembló todo mi cuerpo, mi chocho se abrió desmesuradamente y absorbió ese falo gigantesco en su totalidad. Mis rodillas se aflojaron y me tuve que sostener en la pared de azulejo beige. El cabronazo de Aitor, caliente como la caldera de una locomotora, comenzó a mover todo ese vástago grueso y largo en mi interior, lo hacía girar, lo sacaba hasta el glande y lo enterraba de nuevo de un solo envión, del que sacaba un grito de mi estómago. Ante ese pavoroso ir y venir de su grueso glande frotando el interior de mi argolla, no pude sustraerme ni por un minuto del placer que me estaba brindando mi hijo de esa manera tan espontánea… y aun le debía haber hecho el efecto de la Viagra. Todo ese sucumbir fálico de mis deseos más íntimos, se reflejó prontamente en los mini orgasmos que me sacudieron ininterrumpidamente…

– Ahhh…me voooyyy a correr… uhhh… siii… me corrooo no pares nene, no paress.

El redoblaba el esfuerzo y minutos más tarde…

– Uhhhyyy joder, otra vez me corro de nuevo…ahhh… Umm síiiii.

Nuevamente su polla tomaba ritmo, su glande entraba y salía, la boca de mi coño chocho se abría y cerraba a su paso… y yo temblando, totalmente entregada, empecé a decirle que si a todo lo que me preguntaba…

– ¿Te gusta cómo te estoy follando? ¿Viste que hermosa polla se está comiendo tu coño? ¿Me vas a dejar que te chupe el chocho? ¿Estas hermosas tetas son para mí, con mías? ¡¿Disfrutas más conmigo que todos esos cabrones desgraciados…?!

 


 

Y yo decía Si… Si… Gozando como estaba ni escuchaba lo que preguntaba… Por eso no preste atención cuando dijo…

– Me dejas que te rompa el coño…

– ¡¡Sí…Sí…rómpemelo todo…acaso no lo estabas haciendo ya!!

Contesté. Estaba agotada… respiraba agitadamente… apenas podía sostenerme parada, mis piernas se flojeaban de tantos orgasmos y presión que le imprimía a mi coño. Sacó la pija de mi chocho y la dirigió al clítoris, lo refregó y justo antes de llegarme otro orgasmo, la volvió a poner en entrada de la vagina… Cuando lo sentí apretarse contra mi hambriento agujero… un sudor frío recorrió mi espina dorsal… y una explosión de estrellas multicolores estallo en mi cerebro cuando el glande me lo partió sin ninguna misericordia… solo me falta notar la gran estaca clavaba en mis entrañas para soltar el más fuerte de los orgasmos de esa sesión… Las piernas se me aflojaron. El me sostuvo durante unos instantes y al notar que mi peso era mucho, giró medio cuerpo y me colocó inclinada a cuatro patas, senado él en el borde del poyete del pie de ducha. Mi coño abotonado a su verga que la enterraba hasta la raíz, lo siguió en el movimiento haciendo sentadillas sobre su estaca, empalándome como un espeto por el coño. Pero cuando terminó de sentarse mi cuerpo aún estaba en el aire. Motivo por el cual siguió su camino hasta lograr el apoyo, resultado que la verga se enterró hasta los huevos en mi chocho, frenó su entrada cuando mis nalgas hicieron contacto con sus muslos.

Ya no sabía ni como me llamaba. El terrible pedazo me había destrozado el útero y hundido profundamente en mis entrañas. Estaba empalada a esa estaca y no podía moverme de tan dentro que la sentía. Entonces me comenzó a mover hacia arriba y me dejaba caer a lo largo del mástil el cual se enterraba resbalando por todo el interior de mi pobre chocho.

Tanto va el cántaro a la fuente… que tras diez minutos matándome a pollazos, por fin eyaculó. Recibí la ola de semen caliente en el mismo cérvix, como si fuera el maná de los israelitas en el desierto del Sinaí. Me desabotoné 15 o 20 minutos después… aún me temblaba el cuerpo. Mi hijo y esposo, me ayudó a llegar a la cama e hizo que me recostara, caí cuan larga soy. Él tomó mis piernas, las abrió y las puso al hombro… yo estúpidamente lo dejaba hacer. Mi mente no funcionaba a la velocidad requerida tras más de diez orgasmo sobre mi cabeza, y él se aprovechó de esa circunstancia con la potencia que le llegaba de la píldora mágica azul. Con mis piernas en sus hombros mi coño quedó entregado a su merced. No dudó ni un instante.

Me enterró la polla hasta el fondo, una vez más, en un lugar más cómodo todo hay que decirlo. A partir de ese momento, no solo él gozó del sexo, sino todo mi ser al completo…me hizo lo que quiso y cuanto quiso. Me llenó de leche la vagina y el culo… y el tercer polvo en la cama me lo hizo tragar ¡¿Cuánta lefa no producían sus huevos?! Tras tomarme todo su semen se recostó a mi lado y ambos nos quedamos profundamente dormidos, dos horas después de haber llegado a casa. Cuando me desperté el aún permanecía dormido…. Tropezando y arrastrando los pies llegué al baño y me di una profunda remojada para espabilarme. Tras la ducha, con el cuerpo zombi, me dirigí a la cocina donde calenté café. Estaba físicamente hecha polvo, nunca mejor dicho. Nadie me había echado cuatro polvazos en dos horas sin parar de perforar mi chocho… lo tenía irritado. Mi Aitor era una máquina de follar y creo que había despertado a la bestia agazapada en su interior.

Había follado mucho con mi hijo… y lo que era peor… ¡¡lo gocé y deseaba más!! El solo pensar en las dimensiones de esa verga y lo potente que es pudiéndome echar dos polvos sin sacarla, ya me ponía cachonda… En medio de ese instante él apareció en la puerta de la cocina… Miré su entrepierna y gemí, rogué…

- Aitor… ¿cómo estás?

- Un poco cansado, anoche tuvimos una movida espectacular…

- Ni que lo digas, ¿Sabes una cosa…? Ningún hombre me había hecho gozar como tú en toda mi vida… eres un macho muy potente que tiene una joya entre sus piernas. ¡Aun no me puedo creer que te haya desvirgado tu mamá a los 15!

- Quien mejor que tú… solo que me gustas tanto que gustaría no parar de follar contigo, pero tengo la polla que me arde.

- ¡Uy pobrecito! La debes tener tan irritada como yo el coño… pero mamá tiene un gran remedio para eso y te va a aliviar todo ese ardor ¡Anda, déjame chupar ese hermoso pedazo de polla que tienes…!

No se hizo rogar más… se acercó y me dejó que lo chupara a mi antojo, agasajándola y mimándola. La tenía roja, pero pronto se puso dura y extensa. Ese día ya no follamos, y durante la semana apenas echamos tres polvos antes de conciliar el sueño, sin embargo el fin de semana se presentaba más prometedor, pero antes debíamos acudir a una fiesta familiar….

 

LA FIESTA FAMILIAR. Llegamos ni niño y yo de una fiesta familiar, casi ya no tomo nada de alcohol pero en esta ocasión me deje llevar por el ambiente y la insistencia de mis hermanos y una copa cayó. No me daba para no poder conducir y acabada la fiesta y después de una larga charla vespertina nos marchamos a casa, teníamos dos horas de carretera. Casada y una vez en la habitación de matrimonio que mi hijo y yo compartimos, me senté en la cama con solo las bragas por prenda, le pedí me sobara un poco la espalda pretextando tenerla tensionada, se hincó en la cama tras de mí, dándome un delicioso masajeo, empezando por los hombros, omóplatos, en algunas ocasiones avanzo las manos entre mis axilas llegando al borde de las tetas. Me encantaba el atrevimiento y lo dejaba seguir siempre. Poco después jugaba con ambas manos en mis tetas directamente. Por un instante pensé en detenerlo, pero era tan agradable el masaje ahí, que no pude evitarlo. De repente me pellizcó los pezones de tal forma que me estremecí hasta los huesos, en ese momento terminé por perder la cabeza, olvidando que no era mi hijo.

Alargué una mano hacia atrás agarrando el grueso y caliente bulto en su bóxer…, él más seguro de sí mismo, aprovechó y fue bajando una mano por el vientre hasta el elástico de las bragas. Metiendo la mano por dentro, instintivamente separé las piernas para dejarlo llegar a mi vulva rasurada de labios carnosos… dejando escapar una serie de gemidos de placer al sentir sus dedos frotar y hurgar en mi coño, hasta que no pude resistir más…, me saque las bragas y me acomode a cuatro pata como una perra en la cama, un momento después sentí la cabeza de su gran cipote rebuscar la entrada en mi chocho, y nada más encontrarla, me la ensartó de un empujón arrancándome un fuerte gemido, entre dolor, sorpresa y placer.

No tenía un hombre dentro, desde que hacía meses y descubrir la libido de mi hijo me ha dado otra perspectiva del amor y de mi vida, en ese instante no esperaba tal embestida, aunque me moría por tenerla dentro, Aitor se había convertido oficiosamente en mi esposo con todos los derechos… y su avance en el conocimiento del sexo era demoledor… mi hijo había pasado de la inopia sexual a la destreza magistral de lograr ser el mejor semental que me folló en toda mi puta vida… y allí estaba detrás de mí, tomándome por las caderas en un mete y saca demencial que primero se tomó con calma, aumentando poco a poco la velocidad y fuerza de los embates… mi mano se deslizó hasta el clítoris implementado el placer que me daba mi hijo en la follada. Me oía jadear y gemir como loca con cada ensartada, y así tras unos largos minutos me empecé a correr. Las convulsiones me dejaban tirada sin fuerzas, él se encargaba de sujetarme manteniendo el ritmo de las penetraciones a todo galope… Acabada mi corrida me dejé caer sobre el colchón, mis tetas posadas y mi cabeza apoyada en mi cara a la vez… de repente embistió con furor y de una me la dejo clavada hasta el fondo…, de su voz ronca salió un gruñido y dentro de mi vagina el siempre extraño pero agradable calorcillo en el fondo de mi vientre me hizo saber que el muchacho se estaba corriendo en el mismo cérvix.

Por un momento me sentí decepcionada, pero comprendí que era un adolescente con poca experiencia, mas no tarde en darme cuenta que el chico seguía dentro de mí, tan grande y duro como al principio, le tomó unos segundos reanudar la faena con más vigor, ensartándomela a veces con tal fuerza que parecía quererme partir en dos, arrancándome gritos de tanto placer, de pronto una oleada de sensaciones me inundo la mente, y luego poco a poco me fui relajando deliciosamente como si flotara en un sueño. Entre tanto mi hijo continúo bombeando unos minutos más antes de vaciar por segunda vez, su tibio semen en lo más profundo de mi vientre sin sacarla del estuche, mientras yo disfrutaba del tercer y más intenso orgasmo de esa noche….

No recuerdo en qué momento mi hijo y yo perdimos el contacto, ni cuando me quede profundamente dormida. Pero desperté apenas amaneciendo. Por un instante pensé había tenido un delicioso pero prohibido sueño, pero al vernos tan cerca y desnudos, y la pegajosa humedad entre mis muslos, me golpeo dolorosamente la realidad… me levanté a echar mi primera meada mañanera y darme un baño, como si así borrara el pecado original de fornicar con él.

Esa semana mi hijo y yo tan unidos y afectuosos como siempre, solo cruzábamos unas pocas palabras los primeros días de la semana en una tensa calma. Como era costumbre mi trabajo me absorbía muchas horas del día, y sus estudios eran su vicio, solo superado a follarse a su madre. Llegaba del trabajo y lo pillaba en sus tareas, tan embebecido que casi tenía que arrastrar a la cena, para que terminara y se relajara un poco conmigo. No obstante llegado el sábado mi niño no lo soportaba más al igual que yo, y ya listos a dormir ese viernes, al apagar la luz, soltó suplicándome lo perdonara por no haberme atendido casi nada en toda la semana. Lo abracé amorosa, diciéndole que no era su culpa, sino las circunstancias de mi trabajo y sus estudios, los que nos mantenían en alejados casi todo el día, solo debíamos conocernos mejor en esa nueva situación de pareja.

Se quedó más tranquilo, y luego de una larga pausa, le pregunté si pensaba que era guapa, sonrió y respondió que muy guapa y súper atractiva. Me confesó además que desde antes de nuestro primer encuentro, cada vez que podía se fijaba en mis tetas y culo, que le gustaban mucho, suspiro y apenas musitando como para que no lo escuchara, preguntó si podía tocarme, sin pensar, le respondí que era toda suya. Por debajo del camisón metió la mano para agarrarme una teta, acariciándolo ligeramente y luego me pellizcó el pezón. Pensó que me había lastimado, sonreí y respondí que no, y sin querer agregué que me gustaba mucho que hiciera eso cuando folláramos, se dibujó una sonrisa de pícaro

- Follar contigo mamá, ha sido lo mejor que le ha pasado a mi vida.

Ni siquiera todos los premios o las matrículas de honor que recibió desde primaria hasta ese mismo año, se igualaban a lo que gozaba conmigo. Entre sus caricias en mis tetas, la charla tan cerca de nuestras bocas y el recuerdo, me fui calentando cada vez más, de pronto el chico me pellizcó un pezón de tal forma que me llevó a un estado de excitación que me hizo perder la cordura. Terminé de quitarme el camisón, dejando al descubierto ambas tetas…, mi niño entonces aprovechó para comenzar a mamar una de ellas, mientras su mano continuaba jugando con la otra. Entre tanto mi mano busco y encontró su cipote duro y caliente bajo el pantalón, recorriéndolo una y otra vez a todo lo largo. Poco después mi niño, sin dejar de chupar la teta al completo, jugueteando con la lengua en el pezón, dándole a veces ligeros mordiscos, llevo una mano bajo mis bragas, separé la piernas un poco dándole libertad, para masajear el clítoris metiendo de vez en vez los dedos en la raja húmeda y caliente, volviéndome loca de placer, finalmente no pude contenerme más…, le pedí que me quitase las bragas, sin demora engarzó sus dedos en el elástico y la sacó.

Mi hijo al verme hizo lo mismo con sus calzoncillos, para luego acomodarse sobre mí, entre mis piernas, que separé tanto como pude. Me lo fue metiendo despacio, - ¿te gusta así?, me preguntó, suspirando asentí, entonces inicio el mete y saca, desesperantemente lento… le clavé la uñas en sus nalgas tirándole para dentro de mí, pidiéndole más y más fuerte la follada, a la par que movía mis caderas de arriba abajo tratando forzar más profundo las ensartadas. Pronto comprendió mi ansiedad, clavándome el falo con más poderío, comencé a gemir y jadear como loca. Subiendo y bajando frenética la pelvis siguiéndolo para lograr estocadas más rigurosas y profundas. Hasta que finalmente me llevo al clímax, todos mis músculos se tensaron, mi vagina se contraía en espasmos apretado el ariete, como si quisiera ordeñarlo… mi chico no dejó de bombear, hasta que unos segundos más tarde me fui relajando en un delicioso sopor. Mi niño aun continuo bombeando el duro badajo con pujanza unos interminables minutos que me sabía a gloria, antes de dejármela clavada hasta la misma raíz…, dejándome sentir su leche tibia en lo profundo del vientre. Ya no me dolían sus enterramientos completos de verga, creo que me desplazó más al fondo la cérvix… acostumbrada la vagina a pollas más cortas, ahora se acomodó a la de mi esposo.

 

LA GRADUACIÓN. Era el fin de curso y ese jueves era la graduación de los alumnos de secundaria. A Aitor le otorgaron varios premios, el primer premio del concurso de literatura con su relato corto “amanecer”, otro junto a su compañera Lorena de las olimpiadas de matemáticas y el de matrícula de honor a toda una etapa de sobresaliente en los cuatro cursos. No hay que decir que era el rey de la graduación y su madre la más orgullosa de todas las madres. Lo que no me esperaba era lo que iba a suceder en la fiesta de después…, mi hijo que había sido un Nerd, se había venido arriba y su personalidad ni se asemejaba a la de dos meses atrás antes de empezar a follar con su madre…. No se imaginan los celos tan terribles que sentí cuando mi niño bailaba con las chicas. Inconscientemente fijaba la vista en el pantalón tratando de ver si alguna de ellas lo estimulaba. Cuando caí en la cuenta de esta obsesión, me cambié de lugar para no mirarlo y me puse a hablar con otras personas mientras bebía algunos refrescos que me sabía raros, tratando de olvidarme de mi niño.

Ya para terminar la fiesta por fin se apareció el chico. De regreso a casa, iba muy seria con él. No pude evitar estar celosa y enojada de ver que era el centro de todas las atenciones de esas niñas y ni siquiera me sacó a bailar. Total que ya en casa, me encaminé a la habitación con mi nene tras de mí. Me detuve en la puerta un momento y me estiré bostezando cansada. Aitor aprovechó para abrazarme por la cintura, muy amoroso, preguntando por qué estaba enojada.

- ¡Por andar con las niñas te has olvidado de mí! Le dije sin pensármelo mucho.

Me abrazó más fuerte y me acusó con razón de estar celosa, fue entonces que sentí el bulto de su pantalón en mi espalda baja. Casi de inmediato sentí endurecerse los pezones y acalorase el chocho. Alegué que no estar celosa al tiempo que sin pensarlo me paré sobre la punta de los pies para poder sentirlo en mis nalgas, subió las manos apoderándose de mis tetes. Fue tan delicioso el apretoncito que les dio que no tuve fuerza para quitárselas de ahí. Solo le dije suspirando….

- Eres un aprovechado caradura… ¿Se te puso dura con alguna de esas niñas…?

- Es imposible que eso ocurriera, solo me pone mi madre.

- ¡Qué mal mientes! Pero me gusta que me lo digas. Seguro que te la puso dura la rubita de vestido azul tan ceñido… estuvo todo el tiempo detrás de ti y no me digas que no tiene un buen polvo, porque entonces no tienes ojos en la cara.

- Ciertamente, Lorena está muy buena… pero me no atraen las chicas busconas e interesadas que solo saben utilizar a los hombres.

- Eres muy listo, no sé cómo puedes ser hijo mío… con lo tonta que soy.

Pase mi mano hacia atrás agarrándole el bulto.

- No me gusta que digas eso, me duele mucho… eres la mejor mujer del mundo, me has sacado para adelante con tu esfuerzo y me amas tanto como yo.

- No mi vida… ¡Tu madre te ama mucho más…! Daría su propia vida por la tuya.

Fue entonces que mi niño me soltó, pero para bajar el cierre del vestido, deslizando los tirantes por mis hombros desnudando las tetas, y volver a masajearlos a su antojo, excitándome cada vez más… le dio semejante pellizco en los pezones, que aunque me dolió un poco me calentó de tal manera, que ya sin ninguna conciencia, di unos pasos hasta la cama acomodándome a cuatro patas, dándole el culo a mi semental…, él por su parte, con toda calma, me subió el vestido hasta la espalda, bajando el tanga casi a las rodillas. Ansiosa le pedía no me hiciera esperar más.

- ¡Por Dios, dámelo de una vez! ¡Hazme tuya, corazón… fóllate a tu madre!

- ¿No quieres que me ponga un condón?

- A ti no te hace falta que uses condones con tu madre, nunca más… Quiero sentir tu verga dura rozar mi vagina, notar el calor que emana de tu glande y la leche que eyaculas, en el fondo de mi coño…. Hoy más que nunca eres el Rey de esta casa y puedes usar a tu hembra a tu antojo y preñarla de una vez…

Por fin tomándome por las caderas, la encauzó a la raja tras darle unas pasadas desde el ano a la entrada y continuando hasta el clítoris… allí me la restregó duro para volver a la bocana de mi colector del placer… me la metió deliciosamente lento y continuo hasta la raíz, haciéndome percibir cada centímetro de su largo tallo venoso. Se quedó unos segundos, amoldando mi vagina a su grosor, para luego iniciar el mete y saca… miré la hora que cambiaba a las 11:00 en el reloj digital de la mesita de noche. ¡Umm… joder con el chiquillo cuanto había aprendido en unos meses de folleteo! Lo estaba gozando mucho, pero sentía que quería algo más. Así que me quité la polla del interior, indicándole se acostara de espalda. Le fui desabrochando botón por botón la camisa. Besando cada segmento de piel que se iba descubriendo, luego terminé por sacarle el pantalón con todo y los calzoncillos.

La emoción en mi sexo, fue como ver la primera vez su virilidad en ese estado. Me pareció tan grande y gorda, que pensé que con razón me hubo dolido la primera vez. La agarré con ambas manos una seguida de la otra como midiéndosela, quedando aun parte del tronco y la cabeza fuera del puño. Jugué con el pedazo de carne un par de minutos, antes de llevarla a mamarla con gran deseo, comiéndomela hasta donde me era posible, casi a punto de tener arcadas. Y luego sacarlo de la boca con los labios aprisionándolo, luego comencé a recorrerlo con la punta de la lengua a todo lo largo terminando por jugar un poco con la cabezota, mi niño no dejaba de suspirar y gemir, y eso me excitaba tanto.

Llegó el momento en que me pidió que parara o se vaciaría, pensé en sentir su leche en mi boca, y eso me causo rebeldía por sentirla en mi vientre, así que me detuve de inmediato. Y sin perder tiempo, lo monté ensartándome yo misma al completo el mástil, para empezar a mover la pelvis de arriba, abajo y de adelante, atrás, cabalgándolo como si fuera en una amazona sobre mi caballo semental a todo galope, de modo que el falo de venas hinchadas, recorría cada esquina de mi vagina, cada pliegue de mis paredes vaginales haciéndome gozar lo inimaginable, solo que no aguanté mucho así… como siempre. Mi excitación con Aitor siempre era rotunda y veloz, casi inevitable, llegando el orgasmo entre gemidos y suspiros entrecortados, el pulso acelerado y convulsiones estentóreas que me rompían el espinazo de lo violentas que solían ser… mi coño se cerraba y expandía al mismo ritmo aprisionando su tallo. Esto provocaba a mi macho, tanto que al mismo tiempo, pude sentir los espasmos del su verga mientras se corría con chorros potentes que me los hacía sentir en las paredes de mi coño, en los más profundo de mi gruta de amor. Notar mi orgasmo a la vez que sus latigazos de leche me estimulaban a términos inéditos en mi vida.

Agotada me deje caer a un lado de mi niño, quedándome profundamente adormecida con la cara hacia la ventana y la mesita de noche… miré el reloj digital, marcaba las 11:25…

*********

No sé qué hora sería, pero me desperté al sentir una caricia en la nalga, acostada de lado, con mi hijo detrás, somnolienta pase una mano hacia atrás. Tomándolo por la cadera lo arrastré hacia mí, sintiendo inmediatamente su virilidad entre las nalgas. Di un suspiro en señal de aceptación y un momento después ya era poseída en la postura de “cucharita”, se movía lento sacando y metiéndolo despacio, así entre sueños sin acabar de despertar del todo, lo estaba gozando de una forma tan especial. Sublime diría yo, no se puede decir que lo alcancé con un orgasmo mañanero demencial, pero sí uno muy placentero, que junto a la sensación de la leche calientita llenándome la matriz fue asombrosa la follada de buenos días. Me volví a quedar plácidamente dormida un poco más, rellena de rico esperma fértil.

Los rayos de sol me deslumbraron cuando desperté. Mi niño no estaba a mi lado, me sentí sola, iba a buscarlo cando entré a nuestro dormitorio aun desnudo. Así entre rayos solares y la penumbra, fue como ver a un dios griego, le extendí los brazos y de una batida estaba sobre mí. Me dio un beso en la boca, que por un momento me sorprendió lo bien que me lo hizo, pero que inmediatamente correspondí, abriendo un poco los labios, su lengua entró en mi boca jugando con la mía, entre tanto una de sus manos masajeaba mis tetas ansiosas de ser masajeadas por manos viriles y masculinas. La experiencia fue candente, instintivamente separé las piernas. Buscando con la mano el ariete, lo encontré en su máximo esplendor al cabo de unas pocas pasadas.

Mi hijo se arrodilló entre mis piernas, se acopló a mi entrepierna sin dejar de sujetar y pajear su cipote, fui guiándolo dentro de mí. Iniciando el mete y saca. En parte con los movimientos de sus caderas, seguido los vaivenes de mi pelvis. En un principio lento. Aumentado rápidamente los empujones martillándome con fuerza en golpes secos, en los que notaba sus huevos azotarme el culo una y otra vez. Entre apasionados besos y salvaje masaje en mis mamas perdí la cabeza. Como una demente, empecé a repetir una y otra vez así, más y más…, entonces mi niño se hincó entre mis piernas, me tomo por los tobillos poniéndolos sobre los hombros y en esa postura se puso a follarme hundiendo todo el vástago hasta las misma pelotas que rebotaban en mi coño y culo sin parar… Ya no iba despacio, enseguida había aumentado la rapidez y la potencia de deliciosa ensartada.

Minutos después me soltó los tobillos para tomarme de las caderas tirándome hacia él, con quedando con las nalgas sobre sus muslos, apoyando los pies en la cama, para continuar con los duros embates, arrancándome una serie de quejido, gemidos y suspiros como una loca en cada ensartada. Llevándome al clímax tan intenso. Se contrajeron cada uno de mis músculos. Sobre todo los vaginales que se apretaban con poderío al invasor, como para no dejarlo ir nunca, pero mi chico aún no estaba listo, continuo con el bombeo a toda máquina, mis gemidos eran agónicos estremeciendo con una corrida tan pronunciada que no me iba a morir allí mismo de placer… un minuto jodiéndome a todo tren produjo su resultado, pudiendo sentir la deliciosa tibieza del semen en lo profundo de mi vientre. Una nueva y placentera llenada de lefa colmada de espermatozoides, locos por preñarme.

Más tarde mientras me bañaba, razoné sobre esta relación prohibida y loca con mi hijo, buscándole una solución, pero me convencí de que de nada servía resistirme, nunca había gozado tanto en mi vida, y no tendría fuerza de voluntad para resistirme si ni niño me deseaba, porque yo lo deseaba aún más. También me sentía un poco diferente esa mañana… la leche me produjo una ligera náusea, lo atribuí a la increíble noche pasada, pero mientras me enjabonaba. Instintivamente empecé a sobarme el vientre, entonces el presentimiento que paso por mi mente me hizo estremecer… llevábamos cinco semanas follando a pelo, me tomaba la pastilla anticonceptiva, aunque debo reconocer que algún día se me pasó, pero no suele pasar nada tener una fallo… o sí.

Al día siguiente una prueba de embarazo confirmo mi más profundo temor, apareció rosa… me volvía a hacer otros dos y todos tenían el mismo defecto de volverse rosa.

 

 

PREÑADA Y CALIENTE. Pensé que con el embarazo, se me aplacarían las hormonas, pero sucedió al contrario, las primeras 24 semanas me mantenía con ganas, esperando con ansia el momento de encontrarme con mi hijo y llevarlo a la cama, aunque mi chico en ocasiones se resistía por temor a lastimar a su hermanito, como le decía, nunca pensó en el bebé como su hijo. Ya para la semana 28, la calentura fue pasando, además que con lo abultado del vientre resultaba incomodo casi en cualquier postura…. Hasta la semana 35 continuamos follando a cuatro patas, la mayoría de las veces, luego ya no me penetró más, mi panzona era enorme, pensaba que iba a parir un rinoceronte… la primera noche que ya no durmió conmigo, juramos volver a tener una relación normal de madre e hijo y nunca más hacer el amor otra vez.

Mi retoño nació sin problemas a mediados de febrero, llenado por completo mi vida los primeros meses, después, me empecé a sentir inquieta y problemas para conciliar el sueño, para principios de mayo. Mi mal humor era constante y con frecuencia lo desquitaba con mi hijo mayor, hasta que una noche, llegando a casa del trabajo, exploté al ver que aún no limpiaba la cocina y su hermano seguía despierto, le grité y dije no sé cuántas groserías, me metí a bañar para calmarme un poco, cuando Salí del baño, ya la cocina estaba limpia y ordenada, y el niño dormidito en su cuna al lado de mi cama, ¡Me sentí tan miserable…!

Para empezar el chico me ayudaba con la casa y cuidando a su hermanito mucho más de lo que pudiera ser obligación para un muchacho de su edad, fui a su cuarto con la intensión de disculparme, encontré la puerta cerrada, pensando tal vez dormía, sin ruido, la abrí un poco para asomarme, la luz estaba apagada, tenía a un lado su ordenador portátil, cuya iluminación alumbraba el cuarto, lo vi con el bóxer a media cadera, con una mano en la computadora y la otra sobándose la polla… haciéndose una paja. Me quedé como hipnotizada, con la mirada fija en el pedazo de carne, reviviendo aquellos momentos en que tanto placer me hizo sentir, los pezones se me endurecieron hasta casi dolerme, la tela del camisón me molestaba en los pezones, y abajo, la vulva palpitar al ritmo del corazón, mojándose en sus jugos. Volví a cerrar la puerta, sentía que se me salía el corazón y faltaba el aire, iba a regresar a mi cuarto a reponerme, pero antes de pensarlo ya había tocado a su puerta, desde dentro, apurado contestó que esperase un momento.

Me senté en la orilla de la cama a su lado, acariciándole la cabellera, le pedí que me disculpara por mi mal humor y los constantes regaños, luego seguimos hablando de otras cosas, casi sin darme cuenta, empecé a acariciarle el pecho, por más que intenté, no podía quitarme de la cabeza mi falta de sexo y la sobra de mi hijo mayor. Puso una mano en mi muslo apretándolo ligeramente, que la sentí como tuviera una conexión directa a mi vulva encendiéndola, trate de ignorar esa sensación y continuar con nuestra charla, cuando me percaté de que mi mano ahora estaba empuñando su virilidad, dura y caliente, me quedé muda, mirándolo fijamente a los ojos, sumamente excitada, si saber cómo reaccionar.

Entonces sorpresivamente, avanzó la mano por mi muslo hasta el final, haciendo de lado el puente de las bragas, metió dos dedos en la lúbrica cueva, al sentirlo, arqueé la espalda soltando un gemido de placer, aferrándome al ariete. Antes de reponerme de la impresión, me tomó por la cintura, pasándome sobre él al tiempo que giró, de tal forma que quedó sobre mí, desesperado, se puso a chuparme las tetas mientras dos dedos frotaban deliciosamente el clítoris, jadeando de placer, con voz entrecortada…, le recordé la promesa que teníamos, su voz me pareció angustiada al responder que me deseaba mucho, que ya no aguantaba las ganas de tenerme de nuevo…

Si aún me quedaba algo de cordura, oírlo así me derrumbo por completo… debía ser consecuente, era el padre de mi pequeño, lo había hecho mi esposo y por no sabía qué idea lo eche de mi cama cuando vino su hijo a este mundo, lo abrace fuerte pidiéndole perdón por ser una mala esposa y peor madre él…

- ¡Por favor cariño, fóllame! ¡Hazme feliz… seamos de nuevo una pareja feliz!

Se soltó de mis brazos, como temiendo me arrepintiera, de un tirón me sacó las bragas, se bajó un poco más el bóxer, yo se lo acabé de quitar, y acomodándose sobre mí, que lo recibí abierta de piernas…, dejé escapar un sonoro gemido al sentirme penetrada hasta lo más profundo de mi coño hambriento de carne. Lo abrece con todas mis fuerzas clavando mis uñas en su piel molesta conmigo misma de ser no saber valorar a mi amor, a mi vida… al único hombre que nunca me dejaría sola. Noté su daga apuñalándome las entrañas que tanto le echaban de menos, al tiempo que le clave los talones en sus muslos, subiendo mi pelvis con presteza y ensartándome lo más posible el duro cipote que posee mi hijo. De ahí siguió el mete y saca frenético volviéndome loca a pollazos, tanto me hacía gozar que no logre controlar mis jadeos y gemidos de loca a cada embestida de mi macho, pidiéndole siempre más y más, llevándome al clímax de una intensidad inusitada. ¡Cómo había podido apartar a mi hombre y semental durante cinco meses por miedo su amor! Con el primer orgasmo, me hizo estremecer en espasmos, desde la vagina y el clítoris, hasta el último musculo de mi ser… mis sienes estallaban de las pulsaciones de mi corazón alborozado.

Durante el largo orgasmo, mi macho continuaba follándome a un ritmo aminorado, que compensaba con una comida de boca deliciosa y de mis tetas, que siendo tan pesadas y deformes llenas de leche, a mi esposo le encantaban. Mi niño grande también tenía derecho a su lactancia y le di de mamar cuanto quiso…me ordeñaba las tetas a la vez que suministraba embestidas ricas, tanto que pronto me llenaría con la misma cantidad de leche que me extraía de mis pezones. Su cadera se agitaba con mayor prestancia, su respiración se agitó con gemidos broncos cada vez más rápido me penetraba, sabía que iba al esprín para llegar a su meta. Mis dedos se hundieron en sus nalgas atrayéndolo más dentro de mi vientre, lo deseaba todo dentro, en lo más profundo de mi intimidad…mi subconsciente pretendía que ese semental me volviese a preñar, mi consciente no se lo impedía. Los golpes de sus huevos en mi coño se notaban ricos y excitantes, al igual que el roce de su glande recorriendo toda la extensión del conducto del placer, hasta la misma cérvix…el bombeo aumentó, los empujes me hundían contra el colchón y de pronto…. Soltó un berrido animalesco a la par que percibí el gran chorro de leche inundar mi útero. Mi hijo se estaba corriendo de nuevo en mi vientre. Otro largo y espeso aldabonazo de lefa acompañado de un gruñido tras otro que se acompasaba con cada eyaculación copiosa.

Quedé rellena de esperma y saciada de lo que mi cuerpo necesitaba, mi hombre. Como era de esperar, la leche se derramó fuera de mi chocho a raudales, nunca cupo ni la mitad de su semen en mi vagina, el mogollón que debía tener acumulado en sus gordos cojones, mucho menos. Los días siguientes, me comporté como si nada hubiera pasado, el hizo lo mismo, pero constantemente pensaba en que no podría resistir mucho sin tenerlo otra vez.

Poco después lo traicioné… creía que era lo mejor para mi familia y comencé a salir con un hombre algo mayor que yo que conocí en el trabajo, tratando de no caer de nuevo en el incesto que me arrastraba mi debilidad. Cuando finalmente acepté a ir a una hotel con ese tipo, fue todo un desastre, sus besos me parecían insípidos, sus caricias frías y desesperante, y cuándo me penetró, no sé si por el condón, dada mi costumbre de follar a pelo con Aitor, o por su falta de tacto, pero más que placer, resultó incomodo tenerlo dentro de mí, cuando terminó en escasos cinco, incluso se molestó tachándome de frígida… en ese tiempo mi hijo ya me había sacado dos orgasmos, ese tipo ni me puso los pezones duros. Me vestí sin decir media palabra, cuando me sujetaba los zapatos, observé que en el condón apenas había llenado una quinta parte del depósito… mi hijo los rebasaba y llenaría tres.

Tiempo después lo intente de nuevo, ahora con un alguien de unos 25 años, al principio fue tierno, pero ya en la cama, se volvió un salvaje, con besos más que apasionados, brutos y sin control que me ahogaban, apretándome las tetas hasta lastimarme, clavándome el cipote con todas sus fuerzas, que al ser corto entraba rápido y a fondo golpeándome el clítoris con su pubis de malas formas, solo para complacerse el mismo. No sabía que estaba haciendo volviendo a las andadas con tipos inservibles, que para colmo la tenían más corta y de menor grosor que la de mi muchacho. Afortunadamente se corrió rápido también, en tan solo un par de minutos, dejándome terriblemente decepcionada sin un orgasmo.

Pasó casi un mes desde mi última desventura, era viernes y me acosté agotada después de un arduo día de trabajo, sin embargo, me sentía inquieta y no podía dormir, así que fui a la cocina por un vaso de leche tibia, la estaba calentando cuando oí detrás de mí la voz de mi hijo preguntarme si me pasaba algo, poniendo las manos sobre mis hombros, fue como si me tocaran unas brasas ardientes, transmitiendo su ardor por todo mi cuerpo, luego apenas rozando la piel, recorrió despacio los brazos, para finalmente abrazarme tierno por la cintura, intensificando aún más el fuego para explotar en lo profundo del vientre, giré sobre los talones, lo abracé con fuerza besándole el pecho, diciéndole que lo necesitaba…

- Perdóname por no cumplir mi palabra de abandonar esa vida de ir en busca de lo que tengo en casa. Me he portado como una zorra.

- No tienes que disculparte, eres libre y siempre lo has sido… yo jamás haré nada que te impida ser feliz, yo estaré esperándote en casa cuidado de nuestro bebé.

- Hijo no me digas eso, ahora me siento como una puta rastrera pidiéndote amor.

- Necesitas amor y tu esposo te dará todo el que te haga falta y más… el bebé ya está dormido y tenemos mucho tiempo hasta que le toque la próxima toma de biberón. Deja que tu hombre te haga volver a casa.

- Si quiero volver a dedicarme al hombre que más añoro dentro de mí, al hombre de mi vida… a mi macho, a mi esposo y el único dueño de mis deseos.

En tanto le decía eso, lo encamine al sillón para sentarlo. Frente a él me deje caer de rodillas al piso, tomé el badajo que aún se no se llegaba a estirar del todo y jugando unos segundos  con antes de metérmelo en la boca, lo sobé de arriba abajo y masajeé sus testículos grandes y pesados a un mismo tiempo con la otra mano. Me la metí en la boca, tanto como me fue posible sintiendo como engordaba dentro… se endurecía por segundos, recorriéndolo y aprisionado con los labios hasta el duro cabezón lamiéndola con la lengua plana, repitiendo lo mismo una y otra vez… chupaba y lamía el glande, su orificio de la uretra y el frenillo estirado casi invisible, luego caracoleaba mi lengua dejando un reguero de saliva besando y mordiendo cada trozo de su largo tronco venoso, hasta llegar a sus huevos. Los movía con mis dedos dentro del escroto y luego los absorbía uno a unos lamiéndolos dentro de mi boca, donde la lengua se encargaba de golpearlos con leves y sentidas lamidas… después le daba el mismo tratamiento al otro durante un rato. Volvía por el camino recorrido de vuelta a su glande, lo chupaba y pajeaba el resto del tronco… la otra mano sostenía sus huevos elevados para tocarlos con los labios en cada tragada de verga profunda. Así una y otra vez durante casi diez minutos mientras mi hijo no dejaba de suspirar, pero no se quedó quieto, metiendo las manos en el escote de mi camisón…, se dedicó a masajearme las tetas a su antojo, pellizcándome los pezones de vez en cuando de esa forma que me hacía temblar hasta los huesos.

Llegó el momento en que no pude aguantar más, la vagina me dolía de tanto deseo, empapada en sus jugos, me monté sobre él, empalándome yo misma, pidiéndole que me follara, no se hizo esperar, tomándome por las caderas, inicio el delicioso bombeo, clavándome hasta el fondo, guiando los movimientos de mi pelvis en sincronía con sus embates. Poco a poco, fui agarrando mi propio ritmo, cabalgándolo de arriba, abajo, atrás y adelante como si galopara a toda velocidad sobre un “pura sangre”. El muchacho dejó mis caderas para jugar con las tetas, expresando lo mucho que le gustaban. Me saque el camisón por la cabeza, ofreciéndoselos desnudos e hinchados de leche materna

- ¡¡Ahora son todas tuyas!!

Se los apropio, masajeándolos chupándolos y mordisqueando los pezones a su antojo, mamando la leche de mi bebé… su propio hijo, de tal manera que entre esto y su tremendo cipote restregándose contra cada pliegue vaginal de mis paredes internas, provocaba tal cantidad se sensaciones que no podía dejar de gemir, jadear y suspirar. Mis gemidos eran tremendos de deseo contenido… cada vez más ruidosa cual puta entregada a su macho, a la vez que se incrementaban la intensidad de placeres. Mi hombre arremetía con dureza, ya no contemplaba a su madre desde hacía mucho tiempo, era su hembra…de la se apropiaba con todo derecho. Sus pollazos denotaban las ganas de Aitor por dejarme satisfecha de verga, pero no solo de eso me iba a dejar, sino que sus almacenes seminales me iban a abastecer del contingente lechoso que mi útero necesitaba con urgencia. Las arremetidas se tornaron ágiles y bellacas, con fuertes pollazos en los que notaba sus huevos azotarme el coño inmisericorde. Mis gemidos a cada clavada profunda en las que sentía su glande perforarme el vientre una y otra vez, aumentaban nuestra excitación, hasta que finalmente al sentir su tibio semen vaciándose en lo profundo de mi vientre, me llevó a estallar en un orgasmo tan intenso que tuve que morder a mi chico en el hombro para no gritarlo. Percibía hincharse y endurecerse su verga en mi interior presta a soltar todo su contingente seminal. Todo mi cuerpo se convulsionó como un terremoto grado 10 en la escala de Richter, estremeciéndome completa como gelatina, donde todas mis fuerzas se desvanecieron sobre mi potente y varonil hijo que me estaba dando su perdón y demostrando su amor con unos gruesos y severos chorros de leche espesa que golpeaban el cérvix rellenándolo… y ni que decir que como sentía las paredes vaginales entre espasmos, aferrarse al miembro viril de mi macho como para ordeñarle hasta la última gota de lefa que no dejaba de eyacular. Imaginaba los miles de millones de “aitorcitos” trepando por mi trompa de Falopio a la conquista de mi útero fértil y desprotegido al conquistador.

Agotados, nos quedamos inmóviles, no sé por cuanto tiempo abrazados, sin perder el contacto de nuestros cuerpos tenues, cálidos y sudorosos… felices como pocas parejas lo estaban en esos momentos en toda la faz de la Tierra. Fue curioso sentir su virilidad perdiendo poco a poco el poderío, dejándose reposar después de la increíble faena. Una vez que me repuse un poco, le di un besito en la boca, tras otro en la nariz, la mejilla y la oreja en un salpicón de amores a mi dueño y señor, susurrándole al oído…

- ¡Es inútil luchar contra el deseo y amor infinitos!

Solo el sabría cuando y como lo quería, solo él podía convertir el quebranto más grande que se puede cometer, en el mayor paraíso repleto de placidez.

- No volvemos a utilizar condones…

- ¡¿Acaso eso importa?! Tú tienes todos los derechos sobre tu mujer, y yo deseo volver a tener la panza llena de mi hombre.

- Me has dado un hermanito maravilloso… tenemos que ir a por la parejita.

- Ojalá… quiero parir a tu niña, me harías muy, muy feliz.

Entonces me dijo que tenía temor de no volverme a preñar si continuaba teniendo relaciones extramaritales y seguía tomando la pastilla, lo tranquilice al confesarle que con los dos tipos que estuve lo hicieron con condón y toda su poca lefa se quedó fuera de mi vagina.

- Cuando nació tu hermanito me prometí que no volvería a pasar, pero lo nuestro es mucho más fuerte que una simple relación madre e hijo.

 


 

Tuve mis dudas de ponerme un diu, tal vez, porque muy en el fondo, sabía que no podría resistirme al placer que me hacía sentir, sin embargo opté por dejar abierta la posibilidad de aumentar la familia… y eso es lo que quiero con mi esposo, mi hijo mayor. Me miro sonriendo pícaro, diciéndome…

- Te amo como ama sin condiciones un hijo a su madre, pero cuando nos estregábamos al sexo, eres la mujer más maravillosa, convirtiéndome en el hombre más feliz del mundo, en tu macho, y no podría vivir sin eso.

En ese momento sentí en la vagina a su hombría retomar su tamaño, dureza y fortaleza, despertando de nuevo la llama en mi vientre, lo mire excitada pidiéndole me follara otra vez, y así lo hizo sin sacarla, estaba bombeando de nuevo para drenar por completo sus par de huevos fructíferos, y llenar de vida el vientre de su propia madre una vez más.

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