Todos los Relatos están Inspirados en Vidas Reales...

UNA HISTORIA DE AMOR. Y si tú no has de volver...

    "Y si tú no has de volver" 1ª PARTE "Una para el otro y otra para el uno". Esa frase la repite una y otra vez mi ...

La Iniciación con Mamá 9. Noche de Bodas

Noche de bodas




¡¡Me follé a mamá en su noche de bodas!!

La historia con mi madre y mi hermana tuvo un paréntesis de dos años, un tiempo más que suficiente para restañar los sentimientos copados de deseos incestuosos que vivimos el año de mi dieciséis cumpleaños. Mi hermana, mi madre y yo teníamos rehechas nuestras vidas al margen de aquellos actos iniciáticos impúdicos de los que ninguno estamos arrepentidos. Así que después de todo el tiempo pasado volvía a casa a la boda de mi madre…, estoy a punto de contarles ocurrió hace tres semanas y definitivamente nos convenció que las cosas no cambian en la vida de uno tan fácilmente, sobre todo si tocan al amor, el deseo y la lujuria, al grado de que hoy mismo no estoy seguro de cómo será el rumbo del resto de mi existencia. 

Tal vez a estas alturas del relato no cabe recordar que mi nombre es Nacho, mi padre murió cuando yo era muy pequeño, víctima de un accidente de trabajo durante la construcción de un puente. Era un ingeniero y por entonces trabajaba en la construcción del AVE de Madrid-Barcelona. Por aquello le otorgaron una pensión vitalicia de viudedad a mi madre…. Hoy comprendo que aquella pensión sólo representaba una porción del verdadero sueldo que recibía mi padre y, aunque resultaba de buena ayuda, no fue suficiente para los gastos de mantenimiento de la casa con mi hermana mayor y yo… 

Muchas veces reproché a mi madre que trabajara, aunque sólo lo hacía a media jornada algunas temporadas, siempre que podía. Creía que ella recibía una pensión igual al sueldo que aportaba mi padre cuando estaba con vida…, hoy entiendo que ella nunca me explicó el verdadero monto de la pensión, para que mi hermana y yo no creyéramos que la muerte de mi padre había sido en vano. Por otro lado ella se sentía mucho más útil trabajando y por fin cayó en una empresa donde a tiempo completo era respetada por su labor, y hasta imprescindible en algunas cuestiones. A mí no me gustaba que mi madre, llamada Julieta, trabajara, porque ella siempre ha sido muy hermosa y merecedora de vivir como una reina, esa actitud es injusta lo sé ahora, tal vez me fue transmitida por mi padre tras su muerte.

De niño mi actitud debió parecerle casi tierna a mi madre, quien entonces no daba el menor rastro de tener ni siquiera amistad con ningún otro hombre, craso error porque el día de nuestra iniciación, nos confesó que habían pasado tres hombres por su cama, aquello no me enfureció, pese a que cuando entré en la adolescencia me volví extremadamente insoportable. Discutía constantemente con ella, como si fuéramos una pareja disfuncional. Era tan tonto, que le reprochaba cosas que ni siquiera me constaran y que sólo fuera fruto de mi inventiva. Sin embargo mi madre nos adoraba a mi hermana Carla y a mí… así llegados a mi dieciséis cumpleaños nuestra relación mutua y con mi hermana cambió definitivamente cuando quiso educarnos en la práctica del sexo… Aquello desembocó en un frenesí de sexo entre ellas y yo que mi madre no pudo controlar más que con mi exilio a casa de la abuela Carmela. Mi madre me amaba como hombre, mi hermana también pero la matriarca debía poner un poco de raciocinio en aquel desavenir de apareamientos incestuosos que solo no llevaría a una tragedia familiar….

Ahora comprendo lo castrante que debí ser entonces, y puedo imaginarme lo feliz que debió estar mi madre cuando conocí a Aurora y me enamoré por primera vez. Sólo entonces dejé en paz a mi madre y a mi hermana, comprendí todos los sacrificios que había hecho por nosotros, inclusive renunciar al único hombre que le daba la vida, yo su propio hijo. En el transcurso de estos tres años, yo me hice a la idea de no tenerlas, mi hermana de centrarse en su carrera de enfermera, y mi madre encontró el amor maduro de Julián. Por eso, cuando mi madre nos presentó a su futuro esposo, no tuve ningún problema en felicitarlos, al igual que Carla, mi hermana. 

Mi madre se había sacrificado casi 15 años, entregada a nosotros, hasta que mi hermana estaba a punto de terminar enfermería en facultad de medicina y yo acabando el grado de ingeniería en robótica dual, en el cual  trabajaba para una fábrica de aparatos de línea blanca. Julián era muy distinto a mi padre, su manera de ser era mucho más refinada y por un momento imaginé que mi madre extrañaba a sus hijos y por eso había decidido buscar alguien más a quien cuidar, dado que nosotros habíamos comenzado a volar independientes forjando nuestro futuro en otro lugar, con otras personas y con una profesión lejos de allí, lejos de ella y de su cobijo bajo su protección amorosa. Pero, pese a su forma de ser, era justo reconocer que Julián era un médico de lo más respetable, bastante reconocido en la ciudad y un buen tipo en general. Poco puedo decir de la preparación de la boda. En ese tiempo tuve que asistir a la fábrica incluso en días de fiesta y fines de semana, cubriendo turnos extra para hacer espacio y solicitar unas vacaciones de una semana que usaría para la boda y los días posteriores.

Sólo sabía que Carla y Aurora ayudaban a mi madre en la organización cada vez que podían escaparse de sus trabajos. De modo que no fue hasta un día previo a la boda que volví a ver a mi madre…. Del evento no daré muchos detalles. Se trató de una misa y posterior celebración en un restaurante con una pequeña capilla y una amplia plataforma a la orilla del río que cruza la ciudad. A propósito de la historia, sólo cabe mencionar el ridículo que hice cuando me tocó dedicar unas palabras a los recién casados. Entre nervios y mi natural pavor al público sólo pude felicitarlos con frases entrecortadas y bastante genéricas. El discurso que había planeado con anticipación, bastante emotivo pero fundamentalmente sincero y de corazón, simplemente no pudo concretarse. En ese momento, recuerdo, posé mi mirada en la de mi madre, y pude percibir que ella comprendía las palabras que de mi boca no salían.

El resto de la noche fue pura fiesta. Los amigos de Julián no sólo eran reconocidos médicos y profesionales reputados de la sanidad, sino también unos fiesteros empedernidos. El pobre, que parecía el único de su grupo que no estaba acostumbrado a tal dispendio y bebió un poco más de lo que su tolerancia le permitía, así que  terminó cayendo al suelo y no faltó quien sugirió llamar a una ambulancia ante su deplorable estado. Sin embargo, no era otra cosa que una monumental embriaguez. 

Al final, no tuve más remedio que ayudarlo a subir a su coche y llevarlo junto con mi madre a su casa. No era lo que yo hubiera querido, puesto que Aurora, mi novia, y yo habíamos reservado una habitación en un hotel muy bonito, en el que pensábamos pasar la noche juntos. El recién casado iba recostado atrás, mientras mi madre me acompañaba como copiloto. Ella no se decepcionó, e iba con su acostumbrada sonrisa a pesar de la situación. También ella había bebido más alcohol de lo habitual pero se hallaba serena y controladora, quizás con ese punto de risa fácil que se nos pone en un puntillo cachondo, perfecto para la noche de bodas.

Yo cargaba alguna copa de más para conducir, pero no para estar en buen estado de mis capacidades cognitivas…, por lo que rogué no cruzarme con algún control de Guardia Civil de tráfico, pues daría positivo seguro. 

Conocía la casa de Julián, era bonita y grande, pero estaba a una hora del centro de la ciudad, por lo que sabía que no encontraría taxi de regreso fácilmente y no me apetecía volver en el coche, cuyos asientos traseros ensució de vómito apenas entró…. Para no escuchar los gruñidos de Julián, encendí la radio, aquello descubrimos después, fue mala idea, pues no pudimos percatarnos que el muy pillo se había filtrado entre su smoking una botellita de vodka. Debió habérsela terminado, porque cuando por fin llegamos estaba completamente inconsciente. Tuve que valerme de todas mis fuerzas para cargarlo hasta su habitación. Cuando dejé caer a Julián sobre la cama, me imaginé que el movimiento brusco lo despertaría, pero ni siquiera eso fue suficiente para que dejara de roncar. Nunca había visto a alguien tan borracho.

– No me va a dejar dormir con esos ronquidos.

– ¿No sabías que roncaba?

– Nunca roncó las veces que he dormido con él, debe ser por lo borracho que está. 

Estaba pensando cómo despedirme ya de mi madre, pues quería regresar con Aurora, pero entonces mi madre me espetó… 

Ni hablar, dormiré en el cuarto que tiene para las visitas, decidió. – Antes de que te vayas, ayúdame a colocar la cama, Julián la mete en el vestidor porque ahí hace sus ejercicios.

– No entiendo.

– Ahora lo verás.

Efectivamente, dentro de un vestidor amplio estaba una cama de metal y un colchón individual. Apenas y cabía en el mueble, por lo que costó maniobrar. Mientras la acomodaba, mi madre me explicaba que Julián hacía unos ejercicios “tipo yoga” en el piso de ese cuarto. Después, mientras yo arreglaba una pata de la cama a la que se le había zafado una pieza de plástico que la nivelaba, mi madre salió por algunas de sus cosas.

Fue en ese momento cuando un mensaje de WhatsApp llegó a mi móvil, era Aurora… “Dormiré con Carla en casa de tu madre, si tienes que quedarte con tu madre hazlo. Si vienes me avisas, no importa que me despiertes”. Estaba a punto de escribirle que me esperara, cuando en ese momento regresó mi madre con su toalla, ropa de dormir, su teléfono móvil, las sábanas y almohadas para la cama. Para entonces ya se había quitado otra capa de su vestido de novia, y ahora sólo quedaba una especie de vestido interior que, sin embargo, aún parecía un vestido de novia aunque en una versión bastante más atrevida… estaba extremadamente sexy, arrebatadora diría yo. Y ahí fue cuando cometí mi primer error de la noche, aunque en mi defensa puedo decir que fue prácticamente inconsciente.

Sencillamente, mis ojos recorrieron las formas de su cuerpo, mientras ella acomodaba y preparaba la cama en donde pasaría la noche. En ese momento, recuerdo, mis ojos se concentraban en la forma interior del vestido, pero de vez en cuando mi mirada desafiaba los límites recorriendo desde las piernas a las tetas de mi madre. Era indiscutible que, a pesar de su edad, aún guardaba una belleza natural a través de su bello rostro aniñado y su bien conservado cuerpo. El hecho de que se tratara de mi madre y dos años de exilio, no invalidaba la posibilidad de que pudiera admirar sus formas embriagadoras, esas que tanta admiración despertaron en mí y creía disueltas… iluso de mí, en ese momento renació toda la admiración convertida en el ciego deseo de antaño. Cuando observaba la oquedad formada entre sus mamas, alcé mis ojos y me encontré repentinamente con los suyos… me había atrapado admirándola. Seguramente debí ponerme rojo, pero ella sonrió maternalmente por toda respuesta. En todo caso, yo estaba un tanto disgustado por no haber superado mi atracción hacia ella.

– ¿Qué pasa? 

Su mirada reflejaba tal calidez y confianza que no supe qué decirle, era obvio que no me estaba juzgando, pero yo aún quería borrar de su mente aquel bochornoso instante. Entonces cometí mi segundo error de aquella noche.

– Sabes…, le dije. – Me dio mucha vergüenza  dar mi discurso hace un rato, frente a tanta gente…, en verdad había planeado uno muy bueno y no me salió muy bien improvisar.

Y de pronto, memoria e inspiración se unieron, y de mi boca salió todo lo que debí haber dicho durante la fiesta. Emití aquel discurso con la intención de enterrar el bochornoso momento, pero también con la sincera determinación de decirle a mi madre lo que sentía, unido a los buenos deseos que tenía para ella y su nuevo esposo…. Le hablé sobre lo mucho que la amaba, sobre los momentos difíciles pero también aquellos instantes de felicidad, le narré sobre momentos que seguro ella no recordaba, pero ante los que sonrió cuando se los mencioné. Cuando estaba a punto de terminar, ambos teníamos las lágrimas a punto de derramarse sobre nuestras mejillas. No sé de dónde saqué las fuerzas para haberle dicho aquello, pero sentí un peso menos. Ella simplemente se acercó a mí y nos dimos el abrazo más fuerte que jamás habíamos compartido que no llevase implícito sexo.

Y ahí fue cuando todo se descontroló. Podría decir que todo fuera culpa mía, pero mentiría al asumir que ella no tuvo nada que ver con lo que pasó después…, entonces como si un acuerdo inesperado se hubiera hecho realidad justo cuando nuestros cuerpos se juntaron. Mientras la abrazaba, sentí la sensación nada extraña del deseo voraz. Fue como si de pronto ese abrazo tomara una esencia distinta a la debía ser. Supongo que ella debió sentir lo mismo. Sus brazos y los míos se tensaron, aumentando la fuerza de nuestro abrazo. Ninguno hablaba…. Podía escuchar su respiración, y la mía propia. No me atrevía a separarme porque no quería que ella creyera, o supiera mejor dicho, que su cercanía me había incomodado. Así estuvimos durante segundos que parecieron minutos. 

En ese tiempo, me dije a mi mismo… “Nacho, lo que creas que estés pensando no es cierto. No está pasando y no va a pasar”. Entonces sentí la cabeza de mi madre alejándose de mi hombro, ahora podía ver sus ojos. No estaba sonriendo, pero me miraba como nunca lo había hecho, mis ojos recorrieron en milésimas de segundos sus iris oscuros y refinados, su nariz respingona… una preciosidad de nariz, y sus labios enrojecidos por el “red Russian” que tanto me gusta puesto en su boca… por lo que fuera que estuviéramos sintiendo en ese momento, me hizo volver a sentir que estaba frente a la persona desconocida con la que aprendí a follar.

– Nacho…, dijo, en un murmullo apenas perceptible.

Entonces ocurrió, mis labios buscaron los suyos y los encontraron, su boca correspondió a la mía y el pacto se selló. Como si fuera una danza, en la que cada quien debe dar el siguiente paso, su lengua suave y dulce se abrió paso hasta mi boca. Nunca imaginé que volvería a besar a mi madre de aquella forma, porque aun no cumpliendo con lo pactado, el exilio creía haber hecho la suficiente mella para que algo así pudiera ocurrir. Entonces seguí yo, en aquel vals que nos hundía más y más en una fosa de arenas movedizas. Mis manos, que estaban en su espalda, se deslizaron peligrosamente hacía sus nalgas, sin hallar resistencia alguna. En vez de eso, ella respondió colocando sus manos en mi pecho. Sus ojos no perdían mi mirada, esa mirada cuando la analizo hoy en día, comprendo que, más que el deseo, lo que nos impulsaba era el miedo. Ella y yo temíamos detener aquello para tener que dar explicaciones después. Cubríamos nuestros errores con más errores, cada vez peores… “una mancha de mora con otra verde se quita”  No tardaron mis manos en apretujar sus nalgas con el ansia de cuando tenía dieciséis años y ella era mi diosa.





Amarré con firmeza esos dos pedazos de carne cálidos y grandes, con una dureza firme y una suavidad superficial en la que sentí, incluso, la piel de sus glúteos encrespándose conforme las yemas de mis dedos la recorrían. Mientras mis manos disfrutaban acariciando su culo, las suyas ya se encontraban estrujando mi endurecida verga a través de la tela de mi pantalón. En ese momento, comprendimos que ya no había marcha atrás, de nada habían servido tantos años de alejamiento forzado. Comencé a avanzar, empujándola poco a poco a la orilla de la cama…, cuando llegamos, bastó un pequeño empellón para obligarla a sentarse en el borde de la cama. Como el colchón estaba más bajo que en una cama normal, el rostro de mi madre quedó a la altura de mi ombligo. No perdió el tiempo, y comenzó a desabrochar mi camisa mientras yo, sin saber en qué ocupar mis manos, comencé a acariciar su cabello peinado con filigranas y su bello rostro… cualquier comentario hubiera arruinado todo, por lo que tuvimos que permanecer en silencio mientras mi madre descubría mi pecho, besaba mi abdomen y me retiraba la camisa antes de pasar sus manos a la hebilla de mi cinturón. 

Mientras mi madre se deshacía de mis pantalones, tomándose aún el tiempo de desatarme y retirarme los zapatos, me pregunté si acaso me mamaría la verga como bien decía en sus enseñanzas a mi hermana Carla, cuando la instruía en el arte amatorio. Irónicamente, estaba dispuesto a follármela pero la idea de verla llevándose mi falo a su boca me abromaba, dado que esa imagen de mi madre sería el desencadénate definitorio. El dilema no tardó en resolverse, vestido únicamente con mis calzoncillos, mi madre acarició el bulto que se formaba en estos. Ella besó suavemente mi verga, atrapada bajo la tela, y entonces llevó sus manos a las orillas de mis calzoncillos y los hizo descender, liberando al prisionero que se hallaba a punto de reventar…, esta salió como un resorte con tal virilidad que casi le golpea en la cara quedando apuntando furiosa al rostro de mi madre. Mi endurecido falo se levantó como una fiera, el glande apuntaba hacia el rostro de mi progenitora, quien observó detenidamente cada parte de mis ostentosos genitales…

– Te ha crecido mucho mi amor… te lo veo todo mucho más grande.

Dijo mientras sus ojos pasearon desde la punta de mi rabo, recorriendo con su mirada y las yemas de sus dedos las venas que surgían a lo largo de mi tronco. Entonces, llevó su cálida mano al frente y se apoderó de mi verga con suavidad, pero con una determinación resuelta. Masajeó brevemente mi falo, antes de apretujar mis testículos con suavidad sopesándolos y sentir las caricias de mis vellos púbicos en la palma de su mano… 

– Los tienes muy pesados, deben de estar llenos de leche como de costumbre, de mucha leche por lo duros que los tienes, determinó, y aquella revelación me provocó sentimientos encontrados.

Escuchar a mi madre después de minutos de silencio fue tan inesperado que incluso temí que Julián despertara y nos hallara en pleno incesto. Eso me hizo recordar que la puerta estaba entrecerrada, me acerqué con cuidado a esta y la cerré lentamente, cerciorándome que el seguro estuviera colocado. Cuando me di la vuelta de regreso, mi madre se acomodaba el vestido para poder quitarse sus bragas, y yo me acerqué a ella para ayudarla, desaté algunas ligaduras que impedían alzar la parte interior del vestido. El corsé lucía incomodó, pero cuando intenté desatárselo y quitárselo, mi madre me detuvo, me tomó las manos y las dirigió a su abultado coñito….

– Así déjame, susurró, con su típica dulzura de madre.

No tuve más remedio que continuar, ella se recostó sobre la cama, alzando una de sus piernas cuyo pie lo mantuvo sobre la cama. Acaricié su vulva mullida y sus labios vaginales carnosos a través de la fina tela de las bragas, donde descubrí lo humedecido que se hallaba el frente de sus bragas de encaje. Eran una prenda perfecta para una novia…, pensé que debía ser su nuevo marido quien tuviera que haberlos visto, humedecido y retirado, y no yo, su hijo. Hice a un lado esos pensamientos, tomé los costados de sus bragas y los comencé a deslizar en dirección a sus pies. Ella alzó su otra pierna, para que ambas se alinearan y le allanaran la retirada de la prenda íntima. Cuando por fin se liberó de su braguita, mi madre se recostó completamente en el colchón y abrió sus piernas como una flor, ofreciéndome su más absoluto tesoro…su coño precioso. 

Resultaba evidente lo poco que había follado en estos años. Era una vagina cerrada a primera vista, pero cuando mi mano se acercó a acariciarla, se abrió como una mariposa rosada y húmeda. Alcé la mirada para conectar con su mirada, miré a sus preciosos ojos sólo para recordar que era mi madre de quién se trataba, ella me sonrió, pero me desconcertó ver unas tímidas lágrimas inundando sus ojos…, estaba emocionada de encontrarse con su hijo pródigo, a estas alturas se daba cuenta de ello. Pensé rápido, entendí que debía hacerlo, o si no aquello se iba a convertir en un infierno que se instalaría en nuestras mentes para siempre…, debía responder como su mejor amante. Decidido a convertir su pena en placer, me acomodé sobre ella, separando cuidadosamente sus hermosas piernas, tomé mi verga con firmeza, y la acerqué a la entrada de su mojado y calenturiento coñito.

Y entonces posé mi glande en su bocana tras recorrer un par de veces sus labios de arriba abajo, frotando unos segundos su enervado clítoris endurecido bajo la capucha que descubrí con el bálano. Al llegar a la entrada de la gruta del placer la penetré poco a poco, centímetro a centímetro conquistando cada pliegue de su intimidad en cada empellón que perpetraba empujando contra ella. Deseaba que me sintiera y gozara cada envión de mi cadera. Sus manos se dirigieron a mi espalda y me abrazaron con fuerza cuando sintió mi falo entrar hasta el fondo…. 

Los segundos que estuve dentro acomodando su coño, parecieron eternos…, pude sentir la calidez y la humedad de su interior. Entonces deslicé mi tronco hacia afuera, y de nuevo volví a penetrarla haciéndole sentir un duro golpe de mis pelotas en su coño. Así continué unos segundos más, y cuando aquello tomó el ritmo adecuado gracias a la generosa dilatación de su vagina acogedora, mi boca comenzó a buscar la suya, percibiendo como su cavidad vaginal abrazada húmeda y candente, mi de falo enervado. Aunque los besos sirvieron al principio como un amortiguador de nuestros errores, pronto comenzaron a convertirse en la leña de nuestra pasión.

Sus besos pasaron de dulces y suaves a movimientos gruesos y mordidas lascivas, conforme la intensidad de mis embestidas acrecentaba hundiendo todo el cipote con firmeza hasta aporrear con ligereza mis huevos contra su coño una y otra vez sin raciocinio alguno. De esa manera, nuestros tímidos movimientos comenzaron a convertirse en un sexo cada vez más salvaje e impúdico. Así pasaron más de cinco minutos. Para entonces todo era una verdadera locura, ambos follábamos como animales en celo, sin ningún tipo de remordimiento en el apareamiento brutal. No fueron pocas las veces que nos mirábamos directamente a los ojos, pero lejos de detener todo aquello aumentábamos la intensidad de nuestros movimientos haciendo sonar nuestras carnes una contra la otra en una tormenta de lujuria. Pese a la imagen casi santificada que tenía de mi madre, no fue hasta el momento iniciático cuando pude ver a la verdadera hembra que es mi progenitora, entonces resultó ser bastante hábil en las artes del sexo…, no cabe duda que un hijo tenga mucho que aprender de su madre.

Con movimientos de su cadera, guiaba el ritmo y velocidad de mis embestidas, de tal forma que mantenía hasta cierto grado el dominio de todo el acoplamiento en su vaivén…, sin embargo, en determinado momento, la tomé de las caderas para controlar sus sacudidas, inmovilizándola mientras aceleraba repentinamente la intensidad de mis ajetreos. De esa forma, incapaz de frenar mis arremetidas, mi madre tuvo que soportar el doloroso placer que mi verga provocaba entre sus piernas.

– ¡Despacio! ¡Nacho, despacio! ¡La tienes muy grande… y muy dura! ¡Me vas a partir en dos…! La noto en mi estómago cuando me la clavas entera y ese grosor me va a matar… ¡Apiádate de tu madre, mi vida! 

Rogó, al tiempo que me miraba con unos ojos libidinosos y una boquita deformada por el placer.

– Quiero que sepas que nunca he tenido una polla tan recia en mi coño. ¡Joder cariño… desde la última vez te ha crecido mucho y ahora es la verga de un semental la que me atraviesa hasta el estómago… y es tan gruesa que me está partiendo en dos de gozo ¡Joder qué pollón más hermoso tienes mi amor…! ¡Y qué bien sabes usarlo!

No para de alabar mi envergadura genital pidiéndome compasión y pasión al mismo tiempo. Intentó detenerme en vano, así que sus manos se dirigieron a la cama, donde se conformó con apretujar las sabanas entre sus dedos a fin de soportar mis embestidas. Yo dejé sus caderas y llevé mis manos a la altura de sus tetas, donde apretujé sus ubres a través de la tela con encajes de su vestido de novia. Tenía ganas de desnudar sus masas mamarias, pero era una especie de corsé que debía desatarse por la espalda. Frustrado, alcé su espalda rodeándola con mis manos, mientras mi cuerpo descendía hasta que mi boca se unió a sus labios comiéndonos en un morreo de húmeda lascivia mientras seguía penetrándola con potentes pollazos, nuestras bocas intercambiaban besos al tiempo que nuestras lenguas exploraban y se abrazaban. Era besos por lo demás distintos, incomparables siquiera a los más intensos que haya tenido con Aurora.

Nuestros labios se despegaron y volví a enderezarme, me encantaba mirar lo que sucedía, a veces la miraba a los ojos humedecidos por el placer, y sus labios descompuestos por el goce casi despintados por el intercambio con los míos que se hallaban colmados de su “red Russian”, a veces veía su cintura tratando de guiar y controlar en vano la intensidad de mis embestidas, pero aquella entrepierna preciosa solo hacía más que proporcionarme un mejor acceso…, pero sin duda, lo más precioso era ver sus piernas abiertas, donde sus labios vaginales se expandían y contraían para dejar entrar y salir todo el grosor y longitud de la verga filial en sus 22 cm y 6 cm de diámetro expandiendo su vulva para facilitar una entra más fácil. Me daba morbo pensar que aquel coño, por donde alguna vez yo había nacido, ahora era castigado sin piedad por mi endurecida verga durante más de diez minutos sin descanso…

– ¡Dios mío…! Dijo de pronto mi madre… …abrazándome. – ¡Joder cariño, me estoy corriendo! ¡Nacho, me estoy corriendo! ¡Has conseguido que tu madre se corra con toda tu verga metida en su coño, súper rápido! ¡Ummmm! 

Aquello me calentó hasta los límites, por lo que también la abracé, mientras seguía bombeándola. 

– ¡No te detengas! ¡Nacho no te detengas por favor! ¡Fóllame con fuerza sin parar! ¡FÓLLAME BIEN DURO, CON FUERZA, MI AMOR! 

Rogó, y yo obedecí encantando, mientras sentía como mis mete y saca se facilitaban por un aumento repentino de jugos vaginales en el coño de mi madre. La pobre señora comenzó a convulsionar entre esténtores que su cuerpo no controlaba, haciendo que su coño se contrajera y expandiera masajeando con sus músculos vaginales mi verga entre sus paredes interiores…, me estaba volviendo loco del placer gestionado las arremetidas entre gemidos ahogados de mi progenitora, y así me mantuve, hasta que poco a poco fui descendiendo la velocidad conforme mi madre iba relajándose. Su boca mordía uno de mis hombros con suavidad para no gritar de gozo. Como ya la tenía perfectamente abrazada y rodeada con mis brazos, decidí incorporarme, alzándola con mi verga dentro. Ella se sorprendió un poco con ello, pues apenas se recuperaba del orgasmo hiperventilando no pesaba, y yo también me vi sorprendido por lo ligera y frágil que parecía.






En aquella posición de rodillas, se me hizo difícil seguirla bombeando, pero entonces tomó la iniciativa y me rodeó con sus piernas y comenzó a dar saltitos sobre mi verga, ayudándose de sus caderas que chocaba contra mis muslos para engullirse todo el cipote hasta la raíz aplastando mis huevos contra su coño. Aquella posición, aunque cansada, me permitía penetrarla más profundo, además de que mis manos podían apretujar con más libertad sus hermosos glúteos. Mientras ella se movía, las puntas de mis dedos rozaban la entrada de su culo, lo cual me provocó un morbo que mantuve en silencio. Sentía los pliegues estrellados que se formaban alrededor de su ojete, y me imaginé lo excelente que sería poder besar y lamer aquel ano. 

Decidido a ello, y cansado de aquella posición, la hice bajar, girarse y recostarse boca abajo sobre la cama. Una vez ahí, bastaron unas suaves nalgadas para que mi madre entendiera que debía alzar su culo. Ella lo hizo con determinación, pero lentamente, de modo que pude ver cómo poco a poco sus preciosas nalgas se alzaban y abrían, hasta aparecer su coño y su botón listos para mí. Entonces acerqué mi rostro a su culo, primero besé su espalda baja, y después llené de lengüetazos cada una de sus nalgas, pero mi objetivo final pronto se concretó…. Furtivamente, recorrí con mi lengua el canal que se formaba entre sus nalgas, hasta llegar a la entrada de su culo. Mi lengua se pegó a este como un imán, y pronto le propiné el beso negro que tanto deseaba.

– ¡No! Gritó ella, incorporándose de inmediato. 

Hizo ademán de abofetearme, pero se detuvo en el acto. Yo me asusté porque, cegado por el placer, jamás esperé aquella reacción, aunque entendí de inmediato que era merecida. Cruzamos las miradas, y pude ver en su rostro aquellas muchas ocasiones en que ella, desde que era yo un niño, me regañaba o discutía conmigo.

– ¿Por qué has hecho eso…?   

Me reclamó, pero yo permanecí en silencio. Ella sopló aire, molesta, y volvió a preguntarme… 

– ¡¿Por qué no me has avisado…?! Me has pillado por sorpresa cariño. Yo no creía que ibas…

De nuevo me quedé callado, y ella se rindió y volvió a recostarse, boca abajo, pero esta vez sin alzar su precioso culo y mirándome de reojo. Realmente me sentía regañado, y nervioso por aquella reacción, hasta pensé si debía pedirle permiso para continuar. Me sentía completamente un tonto niñito de mamá, y sabía que todo aquello había llegado a su fin. Ella debió notar mi situación pues, aunque alejó su mirada de la mía de nuevo, volvió a empinar su culo ofreciéndomelo en recompensa a su reacción. Entonces, como yo no me animaba, llevó una de sus manos a su culo, y acarició una de sus nalgas indicando que todo estaba bien, y lo deseaba como una perra en celo. Sólo de esa manera comprendí que debía continuar, aunque me quedé pensando si mi madre me estaba dando permiso u ordenándolo. Me coloqué detrás de ella, llevé mis manos a sus caderas y apunté mi verga a su coño…, entró con facilidad, y esta vez, cabreado, lo admito, por el regaño, aceleré de inmediato la intensidad de mis embestidas. Ella no tardó en intentar detenerme, pero ante cualquiera de sus intentos recibía de mí una sonora nalgada.

– ¡Nacho! ¡Ayy! ¡Nacho! ¡¿Qué haces?! ¡Aaaay! 

Decía pero…yo no me detenía. No le quedó más remedio que enterrar su cabeza entre las sabanas, soportando la intensidad de las embestidas con las que castigaba a su coño.

Pero su contrariedad no duró mucho, pronto, los movimientos de mi verga dibujaron una abierta sonrisa en su rostro. No estoy realmente seguro, pero resultaba evidente que mi madre se había corrido de nuevo. En determinado momento, se enderezó un poco con sus manos, mirándome de lado y mostrándome su sonrisa mordiendo su labio inferior de puro placer. Mi madre se veía tan guapa, era una verdadera hembra sumisa al apareamiento sin menester, pensé de pronto que ella era, ¡MI PERRA! Y seguí follándomela, mientras ella misma movía su culo para tragarse por completo mi verga.

– ¡¿Te gusta, mamá?!  Pregunté, mirándole a los ojos con lujuria – ¿Te gusta cómo te folla tu hijo...?  Añadí.

Ella me miró unos segundos, hizo más amplia su sonrisa lasciva y comenzó a mover la cabeza afirmativamente. 

– ¡Sí! Mucho mi vida, Dijo al fin. – ¡Sigue follándome! ¡Sigue dándome placer, por favor, por lo que más quieras LLÉNAME!

Sus manos apretujaban las sabanas sacando el blanco de sus nudillos, y sus nalgas y piernas estaban tensas cuando sentí los latidos de mis testículos a punto de eyacular. Pese a la sensación de placer insoportable que comenzó a recorrer mi verga, seguí moviéndome enérgicamente, machacándole el conejo inundado y caliente que salpicaba fluidos con cada mete y saca. Entonces no pude más, el orgasmo me atrapó con mi glande en las profundidades de su coño, no pude retenerlo ni un segundo más y la leche comenzó a salir a borbotones en largos y espeso chorros de lefa que acumulaba de días. Si antes las eyaculaciones eras grandes, ahora con mis 20 años eran mucho más copiosas, hasta el punto que se realizaban en dos fases. La primera la estaba efectuando en esos momento descargando una ingente cantidad de mi carga seminal chorro a chorro en el fondo vaginal de mi madre, en la misma entrada de su útero…, y una vez saciada volvía una segunda andanada tras un mete saca de un par de minutos. Una técnica que mi madre desconocía y le asombró en el momento de una segunda corrida lejos de volver a meterlo, extraje el bálano para salpicar de mi leche con fuerza sobre las nalgas, espalda, coño y la entrada del culo de mi madre. El placer me obligó a detenerme, por lo que la punta de mi verga quedó sobre el ojal del culo, chorreándole mi lefa encima, como si se tratara de un cubículo para contenerlo. Alcé la mirada, mirando a la luz de la bombilla.

– ¡Uffff! ¡¡Como follas, Nacho!!  Suspiró, con un timbre de voz que me sonó irreconocible. – ¡Qué bueno! ¡Has aprendido mucho en estos años sin mí…!

Cuando volví a mirar el culo de mi madre, me di cuenta de que había dejado un verdadero desastre, la mayor parte de mi semen había brotado sobre la entrada de su culo, y desde ahí se deslizaba lentamente entre sus nalgas, hasta su espalda, y entre sus piernas, hacía su coño…, de donde también rezumaba entre los bordes de sus labios vaginales una buena cantidad de esperma sobrante que no podía contener su coñito en el interior, mientras ahora sobre su nalga izquierda, mi polla reposaba perdiendo dureza. Me sentía un tanto desconcertado, era como una borrachera que había terminado. Cuando nos miráramos, ya no podríamos ocultarnos entre el placer del sexo, y tendríamos que vernos cara a cara, madre a hijo para seguir con nuestras vidas elegidas. 

Ella permanecía recostada, con el culo alzado pero la cara sobre el colchón, sin atreverse a girar el rostro y mirarme, supongo que interiorizando lo sucedido…. Debía estar pensando lo mismo que yo. Me sentía atolondrado del subidón de dopamina que llevaba encima, sabía que tenía que decir algo, pero no pude. Me alejé de ella, quien permaneció en la misma posición, mostrándome aquel bello espectáculo que, sin embargo, ya no podía disfrutar de la misma forma que lo hice a mis dieciochos años. Movió su cabeza, dejando su rostro de costado y uno de sus ojos se cruzó con los míos. Parecía seria, y estaba a punto de decir algo cuando un fuerte y repentino sonido se escuchó fuera. Ella se incorporó de inmediato, me miró a los ojos, asustada… 

– ¡Julián se ha despertado! 

Ambos quedamos congelados por unos segundos, hasta que escuchamos la puerta del baño abrirse y cerrarse violentamente. Eso nos dio un margen de tiempo para organizarnos. Mamá comprendió que debía salir de inmediato, y me pidió permanecer en aquella habitación… 

– ¡Necesito que te metas dentro del armario!  

Señalándome el guardarropa de donde había sacado la cama. Ella se limpió los rastros de mi leche sobre su cuerpo con su toalla, antes de volverse a poner sus bragas y acomodarse su vestido como mejor pudo.

No pude evitar sentir cierto morbo al mirar cómo la parte inferior de su cuerpo había quedado manchada con mi semen por todos lados, además de observar su coño embadurnado de esperma espeso a borbotones…, era una sensación nada anodina, al saber que si había dejado de tomar anticonceptivos para regalar a su nuevo marido un último hijo, tal vez mis millones de bichitos se estaban adelantando haciendo escalada a los ovarios de mi madre con el único fin de fecundarla. Si eso era así cabía la posibilidad que esa noche acabara preñada de su hijo…. Tomé mis cosas, y me metí al armario…, mientras yo me encerraba dentro, ella salía hacia el pasillo, rumbo al baño donde seguramente su nuevo marido vomitaba totalmente descompuesto por el exceso de alcohol. 

Escuchaba sus voces hablar entre ellos, pero no entendía qué decían, estaba completamente nervioso, ante la posibilidad de que Julián entrara y me descubriera. Entre la oscuridad, me vestí como pude, y esperé durante los 10 minutos más largos de mi vida. "¿Qué le diría si nos descubrieran? ¿Notaría, o imaginaría siquiera, él que hacía unos minutos me había follado a su esposa? ¿Creería que había escupido mi semen sobre el culo de mi propia madre?" De pronto escuché abrirse la puerta del cuarto, cerrarse de nuevo y el clic del seguro. Salí, cuando mi madre susurró mi nombre.

– ¡Tienes que irte!  

Me dijo, en voz baja, pero con una evidente consternación.

– ¿Qué te dijo?  

– Él está bien, dijo girando ligeramente los ojos. – Sólo vomitó y ya regresó a su cuarto. Aún debo bañarme, me has puesto perdida y debo oler a semen. Luego entraré a nuestro dormitorio y vigilaré que no salga por ningún motivo.

Mientras acomodaba el desastre que habíamos hecho en el cuarto multiusos, me pidió que, una vez que estuviera lejos de casa, le enviara un mensaje a su móvil avisándole. Entonces, sin despedirse ni nada, tomó sus cosas, salió del cuarto y escuché cómo abría y cerraba la del otro cuarto. Me quedé pensativo unos cinco segundos, hasta reaccionar y salir de ahí en silencio pero con prisa. Una vez que llegué a la calle principal más cercana, le envié un mensaje escribiéndole… “Ya”.

Tuve que esperar unos veinte minutos antes de que un taxi apareciera y me llevara a la casa de mis padres, donde dormí en la sala, sin despertar a mi hermana ni a mi novia. Aquella noche, soñé con mi madre, esa clase de sueños que ya había vivido antes. No tuve mucho que explicar a mi novia, y al parecer mi madre tampoco tuvo contratiempos en torno a lo ocurrido. Debo admitir que una especie de depresión se apoderó de mí durante los tres días que pasé sin verla, pues al otro día preferí no asistir a la comida de recién casados, aduciendo asuntos del trabajo. Mi madre tampoco buscó dar conmigo, suponía que aquello no sólo nunca debía haber ocurrido, sino que tenía que quedar sepultado en el olvido para siempre. Por momentos, me parecía que la única solución sensata era dejar de verla para siempre…, en el fondo, sin embargo, temía enfrentarme a la realidad. Pese a todo, sabía que ella debía sentirse mucho peor que yo mismo. Si follar con tu propia madre era difícil de digerir tras un pacto de no agresión firmado, ¿Qué debía significar para una mujer tener relaciones sexuales con su propio hijo recién casada? Sin embargo, pronto lo descubriría. Y la respuesta sí que me dejaría sorprendido…. 

****************

Ocurrió diez días después, cuando ellos regresaron del viaje de luna de miel, y Julián nos invitó por la tarde a una barbacoa. Francamente, no pude rechazar la invitación, especialmente porque fue mi madre quien me invitó. Durante una conversación telefónica breve y concisa, en la que desde luego no se tocó aquel tema, ella me dijo que sería bueno que Aurora y yo fuéramos. Estaba ya inventándole un pretexto para no ir cuando, insistente, dijo que debía hacer todo lo posible por ir.

– Yo sé que, pidiendo permiso en tu trabajo, podrás. Además es en la tarde, cuando ya no estás tan ocupado. 

Colgué tras prometerle que haría lo posible por ir. Me preguntaba si, acaso, quería verme para dejar en claro, personalmente, lo ocurrido. Tras salir del trabajo, al día siguiente, pasé por Aurora a su casa. Para entonces, ya le había confirmado que iríamos, aunque en mi cabeza sentía el deseo de faltar. Llegamos y nos recibieron Julián y mi hermana, que preparaban todo en el patio de la casa, donde se desarrollaría el convite. Habían pocos invitados aún, porque llegamos una hora antes con la intención de ayudar. Aurora y Carla se alejaron rumbo a una mesa grande, donde estaban preparando una especie de ensalada murciana y donde un amigo de Julián, revisaba frente a la parrilla las indicaciones de un saco de carbón para asar. Julián me preguntó cómo estaba, yo le dije que bien. No me sentía con ánimos de hablar a solas con él, y le pregunté por mi madre….

Está arriba, me dijo que quería hablar contigo, vamos, te acompaño.  

Subimos al piso de arriba, al dormitorio de ambos, donde mi madre estaba recostada boca abajo en medio de una amplia cama de sábanas blancas. Ella vestía un pantalón vaquero blanco y una cómoda blusa amarilla. Miraba el televisor, el cual apagó en cuanto nos vio entrar a ambos. Sonrió ampliamente en dirección a su marido en agradecimiento, y luego me saludó a mí.

– Me siento un poco desganada. 

Su sonrisa me pareció tremendamente falsa. Yo no me atreví a sonreír.

– Pero esperemos que la carne de la barbacoa la animé, expuso Julián, con su actitud positiva de siempre.

Fue difícil conversar con ambos, yo no podía evitar intercambiar miradas con mi madre cada vez que Julián decía algo, o cuando soltaba alguna carcajada, riéndose de sus propios chistes. Era como si supiéramos que él era víctima de ambos, un cornudo sin saberlo, pero a la vez feliz ignorante de lo que ocurría. A veces, ella me sonreía, y yo me preguntaba si era su forma de controlar la culpa o acaso no le importaba lo que aquello representara para su marido, pues una vez me dijo que yo sería siempre su hombre pasase lo que pasase en su vida. De pronto, apareció Carla, mi hermana, diciendo que había afuera un hombre en una camioneta preguntando por Julián.

– ¡Es la carne! Dijo él de inmediato.

Carla nos miró escrutándonos…, leyó en nuestras miradas la situación y el deseo que emanaba entre nosotros, aun con la ganas de quedarse y participar en lo que fuese aquello, desapareció con Julián  que comenzó a dirigirse a la puerta…. Yo hice ademán de seguirlos, pero la voz de mi madre nos detuvo.

– Quiero hablar contigo, Nacho. 

Julián la miró y luego a mí, sonriente, completamente inocente de lo que realmente ocurría… mi hermana con su mirada me dijo… ¡No te la follarás hoy en su casa y recién casada!  Bueno, os dejo, expresó el bueno de Julián y salió del cuarto, cerrando la puerta tras de sí cuando Carla cruzó el dintel. Permanecimos en silencio durante al menos cinco segundos que se sintieron eternos, antes de que ella dijera… 

– ¿Cómo estás mi amor…?  Yo la miré y respondí de inmediato…

Bien mamá, en el trabajo todo está bien.

Aclarado aquello, se dispuso a resolver el problema de inmediato

– Siento mucho que te arrastrara a lo ocurrido aquella noche. Fue mi culpa y mi debilidad por ti la que te sedujo para volver a nuestro amor prohibido. 

Yo le iba a responder que no dijera aquello, que asumía toda la responsabilidad, pero finalmente preferí ser sensato…

No mamá, ya soy suficientemente adulto para tomar mis decisiones… Ambos tuvimos la culpa si alguien la tuvo. 

Ella apretó los labios, moviendo la cara afirmativamente, al tiempo que acomodaba su cabeza, sosteniéndola con su mano.

– Eso es cierto, ambos somos adultos y no nos detuvimos.

– El alcohol tuvo mucho que ver,  justifiqué.

– Dudo que lo nuestros sea sólo por el alcohol… nuestros cuerpos no ardieron en deseos solo por el descontrol que da la enajenación transitoria que da la bebida espirituosa. Tú yo nos deseamos, y tenemos que asumirlo.

Permanecimos en silencio durante otro momento. Ella se incorporó, sentándose en flor de loto. Movió los ojos, como preparándose para decir algo difícil pero que ya parecía tener resuelto. 

– El objetivo de nuestro pacto era que lo sucedido debía ser olvidarlo y que no se volviera a repetir… pero, no voy a mentirte, de cierta forma te extraño y te he extrañado todos estos años. Te echo en falta como una mujer echa de menos a un hombre dentro de ella. Julián es muy bueno conmigo, casi ideal, pero es solo el sustituto del verdadero hombre a quien pertenezco.

Me dijo aquello mirándome directamente a los ojos, estudiando mi reacción, yo moví la cabeza negativamente, pude haber aprovechado esa declaración para tomar el papel de verdugo y asignarle toda la responsabilidad. Pero comprendí que, si había que sincerarse, era eso lo que debía hacer.

Entonces le dije la verdad… – Yo también, yo también te extraño de esa manera, y creo que por eso será difícil para ambos. Giré el cuerpo noventa grados, pero mirándole.  Creo que es mejor que me vaya.

– Quédate un poco más.





Y se puso de pie en el acto. Bajé la vista, vi cómo sus hermosos y desnudos pies tocaron el suelo, y avanzaron hacía mi. Cuando ya la tenía en frente, alcé la vista y me encontré con sus ojos. Ella no soportó mantener su mirada y me abrazó, ocultando su cabeza en mi pecho. Yo no la abrace, sabía que abrazarla sería perder otra batalla contra el deseo. Después, como si su nerviosismo hubiera cesado, alejó su rostro del mío, se paró de puntas para besarme la mejilla, y se alejó de mí, dirigiéndose al baño de su habitación.

– Me cambiaré rápido, espérame, quiero que bajemos juntos, dijo, cruzando la puerta sin cerrarla.

Yo tomé asiento en la orilla de la cama, vi hacia el baño y, como la puerta quedó abierta, pude ver cómo hacía descender unas bragas color blancas, con unos encajes de adorno. Después, con la misma despreocupación, se quitó la blusa. Sacó una bolsita, donde guardaba sus maquillajes, y se concentró en pintarse el rostro, cubierta sólo con su ropa interior. Me pregunté si hacía eso siempre o quería que yo la viera extremadamente sexy. De vez en cuando, lanzaba furtivas miradas hacía mi, a través del espejo, pero enseguida continuaba maquillándose, como si mi presencia no significara algo por qué preocuparse. En cierto momento, vi cómo se acomodaba las bragas, y pude ver el bulto de una compresa femenina en el área de su coño. Aquello tenía dos significados…, uno era que tenía la regla y otro que su coñito emanaba tal cantidad de flujo que debía retenerlos de algún modo…, me recordó que mi madre era joven, o al menos era muy joven cuando yo nací. No estaba seguro si cumplía 42 o 43 años, no estaba seguro, y no quería preguntárselo por lo indiscreta de la pregunta.

Mientras la miraba, mi mente y cuerpo comenzaron a reaccionar. Me fascinaba más ver su cintura desnuda y la forma en que sus nalgas se tragaban la tela de sus braguitas. Me llamaba más la atención sus delicados brazos que la redondez de sus tetas bajo el sostén, vistas a través del espejo. Era mi madre, pero también una mujer hermosa, apetecible y llena de sexapil. No podía dejar de verla, y mi verga no podía tampoco dejar de endurecerse bajo mis pantalones. Entonces me puse de pie. Me acerqué a la puerta de la habitación, lento pero seguro… coloqué el seguro. Después, como un asesino en serie de película de los hermanos Cohen, me dirigí silencioso y decidido hacia la entrada del baño, donde mamá se encontraba. Mis manos desabrochaban despreocupadamente la hebilla de mi cinturón. Antes de cruzar la puerta, ella me vio a través del espejo, pues se estaba delineando las cejas.

Noté cómo vio lo que mis manos hacían, así que giró noventa grados, recargando sus nalgas en la esquina del lavabo…. Su rostro cambió, comprendí que estaba lista para recibirme y que toda la parafernalia de seducción había hecho efecto. Cuando llegué ante ella, me abrazó de inmediato y yo rodeé su cintura con mis manos. Nuestros labios se unieron como imanes, y pronto sentí su lengua adentrándose en mi boca. Sentí que mi madre era la mujer más tentadora de la faz de la Tierra, fogosa e enigmática. Mis manos bajaron, y se apoderaron de sus nalgas…, eran preciosas, mis palmas se estaban volviendo adictos a la sensación de tocar su culo terso e inmenso. Deslicé mis dedos debajo de la tela de sus bragas, inspeccioné curioso la sensación de tocar su salva-slip íntimo. Ella no reaccionó ante ello, entregada completamente a mis besos. Aquello debió haber durado unos veinte segundos. Cuando nos separamos, su mirada se volvió ansiosa.

– Hoy no podremos,  me dijo por fin. – Yo no puedo hoy mi vida... quiero tenerte pero es muy arriesgado.  

Le dije que lo entendía, pero de todos modos mis dedos siguieron buscando la forma de acceder a su coño… 

– Siento que no podamos follar, de verdad.

Reiteró, moviendo su cintura para alejar su culito de mis manos. Yo insistí, estaba dispuesto a follarla como fuera y hacerla mía una vez más… quería que ella supiera eso sobre todas las cosas. La abracé con más fuerza, pero ella se resistió y se liberó de mis brazos. Pareció evaluar la situación, y entonces se arrodilló ante mí. Abajo, sus manos se dirigieron directo a mi entrepierna, me bajó el cierre e hizo descender mis pantalones.

Besó  de inmediato mi verga palpitante a través de la tela de mis calzoncillos, justo como en la noche anterior, y pronto los deslizó hacia abajo, con cierta dificultad por la tremenda erección que sostenía mi badajo. Cuando mi cimbel apareció como resorte a centímetros de su rostro, rígido totalmente, ella lo tomó del troncó y lo apuntó a su boca, en donde mi glande desapareció acto seguido en cero coma. Pude sentir su lengua rodeando la punta de mi verga, el calor húmedo de su lengua lamiendo el frenillo. Mi madre la chupaba como si fuera un caramelo de mil sabores. Mis manos acariciaron su cabeza, sus cabellos, mientras ella iba avanzando poco a poco, metiéndose mi falo cada vez más dentro de su cavidad bucal. Estuvo así casi un minuto notando mi mente volar. De pronto se detuvo, sacó mi polla y se quejó, tocándose las rodillas.

– ¿Qué ha pasado?

– Nada.

Dijo ella…, comprendí entonces su incomodidad…Vamos allí,  señalándole un tapete de baño frente al lavabo. Ella comprendió, y se dirigió gateando hasta allá. Yo la alcancé, dando pasitos, pues aún tenía mis pantalones y bóxer enrollados en mis talones. Nos acomodamos ahí, y enseguida volvió a tragarse mi verga, sin ni siquiera utilizar sus manos. Así lo hizo durante varios segundos, como si estuviese mostrándome sus habilidades en el sexo oral. Yo estaba sencillamente fascinado, buscando constantemente su mirada, pues me excitaba que nuestras miradas, de madre e hijo, se cruzaran y unieran en aquellos instantes. Ella me miraba como una criatura salvaje a punto de ser dominada, rindiéndose más y más cada vez que mi tronco recorría su garganta, su garganta profunda era fascinante. En aquella zona, también podía verme a mí de frente y a ella de espaldas ante el espejo. Me miré a mi mismo a los ojos, a través del espejo, mientras ella movía su cabecita, mamándomela sin parar. 

A mí me encantaba observar la expresión de mi propio rostro a través del reflejo, mientras mi madre iba adelante y hacia atrás contra mi rabo. En mi imaginación, deseaba congelar aquella imagen para siempre. Me vi a mi mismo con cierto orgullo, me sentía el amo del mundo, el hombre más afortunado. Entonces, sin dejar de mover su cabeza, mamando mi verga ininterrumpidamente, sus manos desabrocharon mis zapatos. Haciéndolos a un lado, junto con mis calcetines. Sacó el sable de su boca un instante, para terminar de quitarme los pantalones y hacerlos a un lado también. Apenas quedé desnudo completamente de la parte inferior, ella volvió a su tarea mamadora. Con el tiempo, mis manos intervinieron obligándola a permanecer con mi tronco enervado dentro, generándole arcadas… ella se entregaba deseando volver a engullir el rabo de su hijo ahora más largo.

Otra veces, dirigía su cabeza por debajo de mi verga sin dejar de lamer y generando un reguero de saliva, al tiempo que restregaba el rostro contra mis bolas colganderas. Pero a la larga, mi insistencia se volvió innecesaria. Ella variaba sus movimientos, y chupaba mis huevos y se atragantaba con mi verga de forma autónoma. Atrapadas en su sostén, sus tetas rebotaban graciosamente, al ritmo de su mamada. A mí me encantaba verle su rostro deformándose por aquellos actos auto-humillantes, humedeciéndose con mis fluidos al tiempo que su maquillaje se corría por los lagrimones y la copiosa saliva generada en la gran mamada que le estaba ofreciendo a su hijo. Así permaneció durante un tiempo. De vez en cuando utilizaba sus manos, para masajearme el tronco cercándolo fuertemente con sus dedos, queriendo averiguar la dureza de mi cetro energizado a punto de reventar. Yo la dejaba ser, pues ella misma exploraba la forma de complacerme, ya no solo sobre mi falo, sino también sobándome los huevos con masajes contundentes que le llevaba a tragárselos uno a uno como caramelos, y succionándolos a límites de arrancármelos de un tirón. Minutos después, la sensación de éxtasis me invadió. Era el aviso de que estaba a punto de correrme. Saqué mi verga de su boca.

– Quédate ahí, le dije, mientras con mi mano comenzaba a masturbarme.

Ella obedeció, como una feliz esclava, metió sus manos entre sus piernas arrodilladas, y cerró los ojos a la espera, con una ligera sonrisa dibujada en su rostro. Aquella actitud sumisa, pese a todo, me tomó por sorpresa, y yo bombeé mi tronco unos segundos, apuntando directo a su rostro. Entonces, mis testículos se contrajeron…. El primer chorro de semen cayó en su parpado izquierdo, con tal fuerza que una línea de leche cruzó hacia arriba su frente hasta manchar un poco su cabello. El resto cedió a la gravedad y comenzó a descender sobre su ojo, desde donde más tarde llegaría a su mejilla izquierda. Aquella primera carga la hizo impulsarse un poco hacía atrás, por la sorpresa. Sin embargo, de forma disciplinada, volvió a colocarse en su sitio, justo a tiempo para que un segundo aldabonazo de leche golpeara su frente baja, cerca de su ojo derecho. Una mancha lineal manchó parte de su frente y de su cabello, pero la mayor parte se deslizó y quedó en la cuenca que formaba su ojo. Mamá estaba inmóvil, sin importarle mis gemidos de placer ante una de las mejores eyaculaciones que había tenido, era copiosa y tan abundante como la que descargué en el fondo de su coño la noche de bodas. Mi verga ya no arrojaba más leche, pero su rostro impregnado con mis lechazos me excitó tanto que me acerqué y embarré en sus mejillas los restos de semen que quedaban en la punta de mi verga. Entonces retrocedí y disfruté del panorama que ofrecía su cara llena de lefa. Tenía ante mí a la mujer más zorra y más cachonda del mundo, y era mi madre.

– Eres mi puta, pensé, en voz alta.

– Sí hijo, hace tiempo que me considero tu PUTA. Me has hecho adicta a tus pollazos, a tu forma de someterme, a tus folladas interminables y al disfrute de tus genitales que me llenan de carne y de la mayor cantidad de esperma que nunca nadie ha sido capaz de darme. 

– ¿Soy mejor que tu maridito? 

– Eres el macho que abrigaba encontrar algún día en todos esos individuos que he probado…, pero ahora entiendo que no tienes paragón… que no hay ningún hombre como tú, ni como amante, ni como hijo y sobre todo como semental... Con mi marido no te puedes comparar... él me Status y tú me das Amor.

Tragué saliva, imaginando que aquello había cruzado los limites. Sin embargo, ella sonrió tenuemente, moviendo su cabeza afirmativamente de forma sumisa mientras acaba de hacer la declaración más abierta de amor y lujuria de toda su vida. No quise decir que tú fueras puta sino que… Sí, dijo entonces cortándome de sopetón.

– Lo soy para ti.

– Dilo!!

Le pedí porque me sonaba distinto en su boca dominado por un sentimiento de poder.

– SOY TU PUTA…soy tu… ¡Tu madre! Añadió, costándole pronunciar aquella última palabra. – Pero también tu mejor válvula de escape… y me gusta porque tú eres la mía.

La sangre se me subió a la cabeza al escuchar aquello. Le ordené con un movimiento de manos que se colocara de pie. Ella obedeció, como una geisha a mi disposición. Le hice girar, para que mirara a través del espejo, su cara mancillada con mi esperma espeso. Ella no pareció muy complacida con lo que vio, y una sensación de humillación comenzó a distorsionar su rostro. Yo la rodeé, colocándome detrás de ella, con mi verga aún chorreante pegándose sobre su culo, y manchando de fluidos sus bragas.  Acerqué mi rostro por el costado izquierdo de su cabeza, besé su mejilla…. No me importó mancharme los labios ligeramente con mi propio semen. Ella intentó sonreír, pero no pudo. Lejos de romperme el corazón, aquello inspiró aún más mi perversión, me hallaba fuera de mí…

– ¡Vas a ser mi puta hoy, mañana y siempre!  Le advertí. – No te pienso abandonar a tu suerte con tu esposo…, porque él nunca te dará lo que yo con el amor y la pasión que te lo doy.

Ella movió su cabeza afirmativamente, mientras sus ojos entrecerrados intentaban retener las lágrimas que se acumulaban bajo sus parpados. Se llevó sus dedos a la cara consiguiendo arrastrar la leche con ellos y llevárselos a la boca, chorretón a chorretón se los iba zampando como quien se come el merengue de una tarta que ha quedado pegada a su rostro. Aquello me hizo estallar, no de ira u enojo, sino de esa sensación de poder sobre ella al ver su lascivia impertinente…. La idea de que podía hacer con ella lo que quisiera me invadió. La tomé con una mano de la nuca, y empujé su cabeza hacia adelante, hasta que su rostro impactó contra el espejo, manchándolo de semen.

Mi verga estaba ganando volumen de nuevo, y decidí que no iba a desperdiciar aquella oportunidad de someter bajo el yudo de mi masculinidad a la mujer que más espacio había ocupado en mis deseos carnales. Ella se quejó, con un gritito, pero yo la mantuve así sin problemas, pues de todas formas no se resistía. Con mi otra mano, comencé a tirar de sus bragas hacia abajo, ella trató de impedirlo, diciéndome repetidas veces que no podía, pero finalmente sus braguitas terminaron a la altura de sus rodillas. Mi falo, cada vez más erecto, ya se deslizaba entre los muslos de mi madre…

– ¡No quiero que te marches! Rogaba, pero manteniendo la voz baja.

– Pero ¡Por favor! ¡Otro día, sin problema otro día! ¡Nacho, fóllame otro día por Dios te lo pido!

Pero no la escuchaba, estaba cegado por el deseo de demostrarle hasta que punto era capaz de llegar…. Mi mano buscó desesperado entre los productos de belleza que había sobre el tocador, hasta que tomé una crema lubricante… 

– ¡No! Dijo entonces, comprendiendo que le daría por el culo. – ¡No, ya te había dicho que no!

– ¡Cállate mamá! O será todo peor, le dije.

Trató de evitarlo como pudo, especialmente al principio, pero poco a poco fui ganando. Sus esfuerzos iban menguando conforme yo avanzaba en mi cometido. Se resistía al principio, pero no pudo evitar que mi dedo índice penetrara en su culo. Mas lejos de lo que ella pensó, no hice lo que pensaba y cuando era mi verga la que apuntaba a su culo, ella sólo hacía ya peticiones inútiles.

– ¡No me folles por el culo mi amor! ¡Por favor, Nacho hoy no! Prefiero que lo hagas dentro de  mi coño...

Dijo, aunque aquello sólo me motivaba más para hacerlo. En el último momento me arrepentí al oírla sollozar y cambié el rumbo de inserción y coloqué la punta de mi verga entre los pliegues de sus labios vaginales, esos carnosos labios que rodean la entrada de su coño acogedor… un pequeño empujón me permitió marcar el camino adecuado, logrando meterle todo mi glande en primera instancia. Ella comenzó a gemir tratando de que convertir sus sollozos en placer sin que se elevaran mucho de volumen. Cuando bajó el volumen de sus gemidos, decidí empujar más y más hacia el fondo….

– ¡Aaaaaayyyy! Gritó, recargando su rostro sobre el espejo.

– Por favor cariño más despacio… ¡Duele, duele un poco Nachooo! Sé gentil con tu madre o me vas a destrozar el coño.

Pero yo continué, paré un segundo solamente, cuando mi tronco iba a mitad de camino. Sentí una especie de curva o zona más estrecha dentro la vagina de mi madre, y eché un vistazo hacia abajo, donde mi pintoresca verga desaparecía por el conejo hambriento y encharcado de mamá. Entonces reanudé la marcha y con un poco más de esfuerzo, logré clavar mi verga completa hasta los mismos huevos. Sonreí, satisfecho de haberle roto de nuevo el límite vaginal de mi madre donde nadie hasta esos días había logrado desvirgar, le había ampliado al menos unos cinco o seis centímetro más de lo que ya suponía una vagina profunda y tragona. Cabe indicar que una vagina normal profundiza unos 12 centímetros y hasta 17 forzándola, mi madre se embutía en esos momentos 22 largos y recios centímetros de verga endurecida. 

Me mantuve unos segundos ahí, busqué su mirada en el espejo, pero no fue necesario. Ella había girado su rostro, donde mi esperma ya se estaba secando, dejándole unas manchas blancas y húmedas. Parecía examinarme, tratando de comprender quién era yo. Aquello me puso incomodo, así que me dispuse a follármela como solo una hembra como ella se merece. Saqué lentamente mi verga hasta la mitad, y después volví a metérsela hasta el fondo. Aquello la hacía gemir de gozo, por lo que no había en sus movimientos la menor intención de detener aquello. Poco a poco, logré acelerar los mete y saca… en un par de minutos el ritmo fue manteniéndose, y ya me era más fácil mover mi cipote por su estrecha cavidad para una polla de 6 cm de ancha.

Sin duda era una sensación mucho mejor que cualquier otra. Note que sus gritos de dolor se habían transformado en placer, e incluso comenzó a susurrar de vez en cuando… 

– “¡Sí, sí!”. 

– ¿Te gusta? 

Le pregunté. Ella buscó mis ojos a través del espejo.

– Se siente bien,  dijo cuando los halló.

– ¡Quiero dejarte claro que yo seré tu hombre toda la vida! Le dije.  No importa con quien te cases, con quien te acueste tu único macho es tu hijo.

– No tenías que hacerlo mi amor…, dijo sumisa mientras su rostro se enrojecía. – Yo soy tuya. Soy solo tuya Nacho, toda tuya de por vida. Me puedes tener cuando quieras...

Tuvo que dejar de hablar porque yo intensifiqué la velocidad de mis movimientos, el vaivén de mi cadera perforaba su coño a un ritmo frenético, como si ese fuera el último día de nuestras vidas. Durante un instante, curioso, saqué mi verga de su coñito para ver su chochete dilatado. Poco a poco, aquel agujero iba perdiendo tamaño conforme sus labios y paredes vaginales se reacomodaban hasta transformarse de nuevo en el apretado conejito que conocí la primera noche que follamos hacía unos años. Puse un poco de saliva sobre la entrada de su coño, y volví a penetrarla de nuevo, pero esta vez la incrusté de una sola atacada en su coño…. obvié follármela definitivamente por el culo, llenarle el culo de leche a mi madre tendría que aplazarse para otra ocasión, comprendí.

– ¡Ayyy qué rico me folla mi niño… mi macho!  Suspiró, mientras volvía a metérsela hasta el fondo.

– Quisiera tenerla ahí toda la vida. El lugar de donde salió...

Le dije, ella sonrió y movió su cabeza afirmativamente. Cerró sus ojos de placer cuando volví a metérsela y sacársela de nuevo. Seguí embistiéndola unos segundos más, pero comprendí que no iba a eyacular pronto y que la tardanza podía generar sospechas. Así que hice el amago de sacarla, deslicé lentamente mi tronco hacía afuera, disfrutando los últimos instantes de la calidez de su coño abrigador.

– ¡Aaaauffff! 

Expresó, cuando mi verga salió más de la mitad de su vagina… 

– No por favor termínate por Dios ¡Sigue follándome hasta el final! ¡Tú puedes, cariño tú sí puedes echarle a mamá dos polvos…! ¡Eres el mejor semental que conozco!

Continué jodiéndola por el coño todo trapo…. Mi madre reaccionó inmediatamente tensando sus músculos vaginales. Las venas de mi polla resaltaban por debajo de la piel, creí que se iban a reventar. Pero no dejé que eso me detuviera, así que incrementé la presión sobre su obstinado conducto en el fondo, forzándolo a hundirse un poco, hasta que eventualmente, cedió. Milímetro tras milímetro, su flor formada por los pétalos de sus labios vaginales lamían mi glande, su gruta se dilató lentamente alrededor de mi cabeza con forma de hongo, lo que casi provoca que liberara mi ardiente leche en ese momento. Ella gimió conforme la gran cabeza de mi verga se abría paso lentamente en su apretado útero. Cuando finalmente atravesé su límite en lugar inhóspito, el cuerpo de mamá se puso rígido. Me detuve por un segundo para que se acostumbrara a mi tamaño y poder saborear la tibia sensación alrededor de mi venoso miembro. Al fin estaba dentro de su dulce vagina profunda. Cuando sentí que podía continuar, inserté un poco más mi erección en la calidez de su apretado canal.

Mamá jadeaba y apretaba fuertemente mi miembro. Me detuve una vez más, ya que su estrecho útero se negaba a ceder. Yo, gruñía tras el esfuerzo que ocupaba hacer para clavar mi polla hasta la base. Cuando sentí mis caderas topar con su suave y maternal culo, solté un gran gemido de placer. La estrechez de su apretada boca del coño alrededor de la base de mi verga me tenía respirando sin control. Nuevamente estuve a punto de derramar mi néctar, pero gracias a una tremenda fuerza de voluntad, evité que esto sucediera. Miré hacia abajo pasmado, por como el ajustado chocho de mamá había tragado completamente mi tieso miembro. Con mis manos tomándola por cada una de sus suculentas y redondas nalgas, deslicé hacia fuera mi verga hasta la cabeza. Enseguida, empujé de nuevo hacia dentro mientras gemía debido a la deliciosa presión ejercida alrededor de mi gordo pollón. Repetí el proceso cogiéndola con estocadas largas, intentando tomar ritmo. Los músculos de su coño se contraían y relajaban alrededor de mi estirado prepucio como si su única misión fuera ordeñar la leche de mis pesadas bolas.

Ella gemía y apretaba las sabanas mientras, yo, su hijo pequeño, me complacía con su hermoso cuerpo. Era algo fuera de este mundo. Tras un par de estocadas mas, saqué mi verga completamente de su húmedo hoyo, lo que generó un fuerte ruido similar a un sorbido debido al sello hermético que su apretado canal generaba alrededor de mi cetro. Con mis manos, separé lo mas que pude sus labios tan solo para ver su boquete dilatado gracias al grosor de mi miembro. No sabía si quería seguir follándomela o comerla una vez más. Pero mi verga decidió por mí, así que lo inserté de nuevo. Su encharcado conejo me recibió con mayor facilidad esta vez en sus tibias profundidades ya que no había alcanzado a cerrarse por completo. Ahora, mantenía un ritmo tranquilo pero firme, fuera y dentro de su larga y profunda vagina, con el objetivo de alcanzar mi orgasmo. 

Había llegado al punto en donde necesitaba liberar el esperma de mis tensos testículos. Giré hacia mi verga deslizándose en su tibio conducto maternal, cuando caí en cuenta en verdad estaba follándome deliciosa y sumisamente a mi buenísima madre. La mujer de mis fantasías. ¡Dios! Fue entonces cuando recordé que tenía que plasmar aquel momento en la eternidad.

Y como un viejo refrán dice, “hombre prevenido vale por dos”. Recordé que tenía mi móvil dentro del bolsillo de mis pantalones. Así que solo ocupe inclinarme un poco hasta el piso para tomar el pantalón y coger la cámara del móvil. Sin detener mis estocadas, encendí el aparato y lo centré de tal manera que pudiera capturar mi rígido miembro mientras se deslizaba en su glorioso coño de mamá. Capturé la foto, y planeaba tomar otra cuando la mirada de mamá por encima, esa con su cara tensa de placer fue la mejor. Así que, guardé la fotografía, apague la cámara y seguí con mi labor. Había conseguido unas buenas fotos para el recuerdo. Momentos después de guardar el móvil, me incliné hacia delante para tomar un puñado su cabello y jalar su cabeza hacia atrás mientras ella gemía gracias al ritmo que habíamos logrado. La fricción de su angosto agujero había hecho que mi verga se viera irritada, como sobreexpuesta al sol. Mientras mi madre gemía y seguía tensando y destensando sobre mi verga. Comencé a sentir mi clímax otra vez en camino hacia mi uretra. Supe que no me faltaba mucho. Solté su cabello y la tomé fuertemente de sus hermosas nalgas. Aceleré mis estocadas y empecé a perder control.

¡Ahh!, mamá, no puedo parar. 

Comencé a clavarla como en estado de frenesí. 

– Ohh, ¡ya casi termino! 

Balbuceé apretando mi mandíbula de placer. Sentí mis pelotas ponerse rígidas hechas una bola agolpadas junto a la raíz de mi falo. 

Prepárate mamá… ahí viene, ahí viene una buena andanada de leche.

Con una estocada final, sumergí mi miembro hasta el fondo de sus entrañas, lancé mi cabeza hacia atrás y rugí mientras espesos chorros de mi hirviente crema bañaban las paredes profundas del ardiente coño de mi madre… 

Oh mamáaaa. ¡Ahhrrgg! ¡Uh, uh! ¡Siiii! 

El sentir los primeros chorros de mi explosión provocó su orgasmo también.

– ¡Ay no! ¡Nooo! Me voy a correrrr. ¡Me cooorrro! ¡Ahhhh! 

Gritó, mientras yo continuaba bombeando descarga tras descarga de mis jugos en sus entrañas ella iba percibiendo los chorros de lefa que se atoraban en su mismo útero. 

– ¡¡No pares por Dios mi amor, no pares de follarte a mamá ahora!! 

Mi tibia leche bañaba las paredes de su pared vaginal cuando se contrajo violentamente conforme otra oleada de su orgasmo se apoderaba de ella. Comenzó a convulsionar con mi polla dura y rígida aun eyaculando mi lefa en su fondo uterino. 

– ¡Ay Dios! ¡Nooo! ¿Por qué me estoy corriendo… ahh! ¡Me corro nene! ¡Me corro! ¡Aaaahhh!

Sus gritos perforaban deliciosamente mis oídos, mientras me intoxicaba con la vista de su jugoso culo que no paraba de contraerse y tirar en todas direcciones. Acaricié tiernamente sus gordas, redondeadas y firmes nalgas hasta que lentamente salió de su éxtasis. Agotado, me colapsé en su espalda que estaba empapada en su rico sudor, inhalando y exhalando violentamente, mientras amasaba sus voluptuosas ubres que colgaban dentro de su blusa holgada. Mi largo rabo enervado perdió su erección eventualmente y se deslizó fuera de su ardiente canal. Ella se dejó caer en la cama respirando con dificultad y giré hacia un lado para bajarme de ella. Observé a mi hermosa madre tendida en la cama con su esponjado trasero apuntado hacia arriba.

Mi semen escurría de su dilatado boquete vaginal hacia las sabanas entre sus labios carnosos. Tras un par de segundos, giré a mi madre bocarriba, que todavía jadeaba, y empecé a manosear sus gordas tetas llenas de lefa, la cual empapaba su blusa también debido a la avariciosa presión que mis manos ejercían en sus mamas. Me incliné hacia adelante y tiré su blusa hacia abajo para descubrir su suculento pezón café. Cuando el borde presionó sus pezones justo al hacerlos visibles, un chisguete de leche baño mi cara, lo que me provocó llevar uno de sus brillosos pezones a mi boca, y febrilmente amamantarme de sus deliciosas tetas. Trataba de meter a mi boca la mayor cantidad de carne posible. Alterné mi turno en cada teta, codiciosamente chupando ambos pezones, mientras los vaciaba de su tibia leche. 





No sé porque mi madre producía leche en sus tetas aun no estando criando, especialmente cuando se encontraba muy excitada. Siendo casi imposible de evitar, mi verga empezó a llenarse de sangre una vez más, yo gruñía de placer mientras me alimentaba de sus ubres de vaca lechera. Empecé a restregar mi polla contra su carnoso muslo, y fue justo ahí cuando mamá colocó su mano derecha debajo de su teta justo enfrente de mi barbilla y tiró para liberar su gordo pezón de mis ávidas fauces. El inflamado pezón de mi madre salió repentinamente de mi boca, causando un sonido similar al de un biberón retirado de la boca de un bebe violentamente mientras el todavía succiona. Mientras mamá sostenía su pecho entre su mano, la leche que ya venía en camino hacia mi boca, bañó mi cara una vez más. Al salir de mí trance pude escuchar a mi madre decir…

– Suficiente Nacho…, se ha hecho muy tarde y nos tenemos que unir a la barbacoa. Voy a tener que dar muchas explicaciones.

Mientras observaba muy de cerca el duro pezón de mamá todavía goteando, me di cuenta que mi estancia en el cielo había terminado. Me colapsé en la cama ya que después del desaire de mi madre…. El cansancio de nuestro segundo, y tal vez último encuentro empezó a hacer efecto. Libre de mis garras, ella se puso de pie para dirigirse al baño. Pude ver su abusado canal todavía escurriendo un poco de mi semen por su bien formado muslo, conforme caminaba. Entonces me alejé, dándole la espalda y dirigiéndome a recoger mi ropa. Me limpié la verga con papel de baño húmedo y un poco de jabón líquido… Cuando quedé listo, me dirigí a la entrada del baño.

– Te veré abajo mamá.

Ella limpiaba su cuerpo con sus manos bajo la ducha, me miró y movió la cabeza afirmativamente. 

– Sí, me dijo, con esfuerzo. 

Cuando iba a mitad de camino sobre su cuarto, la escuché estallar, llorando. Me vestí, echándole un vistazo a mi madre de vez en cuando. Me uní a la fiesta como si nada hubiese ocurrido. Abajo esperaba Julián, quien de inmediato me ofreció un plato con una cecina recién salida de la parrilla.

 Llegas a tiempo Nacho, me dijo, sonriente, siempre intentado ganarse mi confianza. – Acaban de salir las primeras.  

Yo acepté el plato, y le regalé una sonrisa condescendiente a la que, sin embargo, no prestó atención. Comenzaba a desagradarme, de cierta forma, pues no podía creer que permitiera que yo, en su propia casa fornicara con mi madre llenándola de lefa el rostro e inseminando el coño de su esposa. "¿Se imaginaba lo que acaba de ocurrir entre mi madre y yo en su propia habitación de matrimonio? ¿Tenía idea de la manera en que me la follé la noche de su boda?"  No, la respuesta era no, y seguramente no lo sospecharía jamás. “Yo soy el hombre que necesita mamá”, pensé.

– ¡Ahí viene la feliz esposa! Gritó mi hermana.  

Yo giré la vista hasta la entrada trasera de mi casa. Unos minutos más tarde, después de haberse dado un baño, apareció vestida y lista para la marcha de esa tarde en el jardín de su casa… para entonces, ella ya limpia el semen restante de su rostro y entrepierna evitaba mi mirada. Estaba avergonzada y se o se sentía humillada… pero no me importó. Iba con un vestido azul corto y pegado, pero elegante, llegaba mi hermosa madre. Julián la recibió, tomándole de la mano y trayéndola hacía nosotros, como si fuera su chambelán. Pero ella miraba a su alrededor, buscando con la cabeza suavemente… de pronto encontró lo que deseaba, mi mirada cómplice de amor eterno. Yo le sonreí, ella también.

Nadie más notó nuestra conexión. “Es mi madre” pensé, completamente seguro. “Y también mi amante fiel”.  Y así ha sido hasta entonces.

******************




Fuimos de vacaciones a Punta Cana toda la familia. Lo mejor fue que mi hermana se quedó conmigo compartimos habitación y algo más. La Luna de miel la pospusieron para la Semana Santa a Punta Cana junto a Carla y la pareja de recién casados. Mi novia no estuvo disponible por su compromiso en la cofradía de Jesús Nazareno… y todo cuadró, pues llevaba varios años sin unas vacaciones reales y mi padrastro maneja lo suficiente como para tal dispendio…no pensaba renunciar por Alejandra. Cuando llegamos al hotel, nos repartimos las habitaciones de tal modo que mi hermana se quedó conmigo y el matrimonio en otra, no era la primera vez que compartía habitación con mi hermana. Al llegar a la hora de dormir, Carla se puso unos pantalones cortos y una playera ajustada con un ligero escote, tal indumentaria le hacía que se le vieran sus pechos redondos marcados en la tela. Sentí algo bastante extraño, algo así como una especie de escalofrío por hacer algo morbosamente incorrecto, yo estaba comprometido con otra persona, y nuestro deseo mutuo se suponía enterrado tras el destierro con mi abuela. Por su puesto, ella no se había dado cuenta que constantemente la miraba cada vez con más frecuencia, y de un modo nada distinto a antes de nuestra separación. 


Cada vez más, sentía una agitación intensa al ver sus pechos desnudos y casi al instante, las miradas se tornaban a sus nalgas y su sexo abultado y tan bien formado. Ella de pronto se inclinó un poco para buscar sus cremas que llevaba en su equipaje, por lo que no pude evitar admirar sus tetas buscando encontrar sus pezones. Pero lo único que veía era un par de peras redondas, claras, grandes e infinitamente apetecibles. Estuvimos toda la noche charlando amigablemente dado que en la tele no echaban nada interesante, tras un par de horas poniéndonos al día, nos dispusimos a dormir. Al rato Carla dijo.


– Tengo frío. Me levanté y abrí los armarios de la habitación.


– No hay más mantas joder…, vamos a tener que compartir la única que han dejado en la habitación.  


– No importa mejor, así compartimos nuestro calor…. 


Se levantó echó su manta sobre mi cama y se metió dentro conmigo. 


– ¿Te importa?, así no pasaremos frío.


No hay problema,  le respondí.


Ella acurrucada de lado y yo mirando para arriba para no pensar en sus pechos, era mi hermana después de todo, mi hermana mayor con la que me estrené y tenía un compromiso de no agresión. 


– ¿Me abrazas?  


Giré y me puse con ella en posición cucharita, con un brazo la abrazaba y el otro lo metí bajo almohada. Ella puso su mano sobre la mía acariciándola, yo le olía el pelo y me embriagaba de su aroma, comencé a acariciar su barriga y ella comenzó a moverse pegando su cuerpo al mío, su culo empezó a refregarse sobre mi polla que no pudo con la tentación de ponerse dura. Saqué la otra mano de debajo de la almohada y comencé a acariciar su rostro y su cuello, ella comenzó a besar mi dedos, esta situación me estaba excitando y comencé a besarle en la nuca, ella emitía sonido de placer mientras que una de mis manos se había metido debajo de su camiseta… estaba acariciando suavemente sus tetas. Comencé a besar sus hombros a lo que ella empezó a darse la vuelta quedándose frente por frente de mí, entonces la besé en la boca por un breve instante… sus ojos me inquirieron “¿Qué haces?” y su voz.


 Estoy no puede acabar bien ¡¿Qué crees que estamos haciendo nene?! Me susurró.


– Besarte, solo besarte, le respondí.


Sin dejar tiempo a responder le planté otro beso en la boca. Ella recibió el beso, y empezó a besarme acariciando mi rostro con su mano, yo puse mis manos en su trasero mientras que nos besamos una y otra vez. La temperatura en la habitación subió de repente y ella se puso encima de mí, seguimos besándonos, juntando nuestros labios el uno con el otro, era lo que deseábamos… volver al incesto pero nos deseábamos tanto que nos dejamos llevar por los instintos, eso era todo.


Yo la besaba y ella me besaba y mis manos acariciaban su trasero, para luego subir por su cintura y poco a poco subir su camiseta al ritmo de los besos, lentamente, sin prisa teníamos toda la noche. Cuando ya no podía subir más la camiseta ella se incorporó y se la quitó lentamente dejándome ver en vivo y en directo su torso desnudo, luego se agachó para seguir comiéndome los labios con lujuria húmeda… dirigí mi cabeza a sus tetas para mamarlos, eran hermosos y grandes como me los de mamá. Sus pezones rosados por su tierna edad a diferencia de los de mamá color café, sabían a la colonia dulce que es la favorita de mi hermana. Ella quería besar mi boca y me quitó sus pezones de mi boca para besarme una y otra vez. Si yo estaba deseoso de ella, ella lo estaba de mí como una perra en celo. Comencé a acariciar su culo terso y redondo levantando su pantaloncito ajustado, poco a poco lo bajaba mientras que ella me comía la lengua y me la mamaba cual si fuera mi polla. Sentí en mi pecho sus pezones erguidos punteándome y moviéndose al ritmo de su cuerpo al igual que notaba su ritmo cardíaco acelerado al igual que el mío.


– Quítatelo todo, le ordené al oído susurrando sensualmente….


Ella se quitó de encima para desprenderse de su pantaloncito, yo me quedé tumbado quitándome mi pantalón de pijama y quedándome sólo en calzoncillos. Luego ella se volvió  poner encima de mí, y comencé a besarla y acariciar sus piernas llegando a su suave trasero, besarla en el cuello y luego me devoraba sus tetas, sus pezones inhiestos. Ella se inclinó sobre la cama quedando yo encima dentro de sus piernas abiertas. Le besé en la boca un par de veces con lujuria y ferocidad arrancándole un suspiro, luego bajé por a sus tetas otra vez lamiendo y estrujándolas, sus enormes y hermosas ubres idóneas para criar uno, dos o tres bebés. No dejaba ningún trozo de piel de esas mamas sin lamer o chupar.


Bésame pipo.


Me dijo llamándome por el nombre cariñoso por el cual me llamaban ella y mamá, especialmente cuando estábamos en la intimidad de la familia.


Volví a besarla, su lengua era deliciosa y sus labios acogedores…, mientras la besaba ella acariciaba mi espalda con sus suaves y delgadas manos. Al rato volví a dejar su boca para besarla en el cuello, su clavícula y bajar hasta sus tetas…, de ahí me enfrasqué en sus pezones succionando y mamando hambriento de Carla, en esas tetas dibujaba círculos con la punta de mi lengua completamente excitada, impregnándola de saliva. Escuchaba a mi hermana respirar fuerte mientras acariciaba mi cabellera y notaba su corazón latir más fuerte, le gustaba lo que le estaba haciendo su hermano y a su hermano le gusta hacerle eso. Volvía  besarla en la boca y sus labios me recibieron como la primera vez, deseosos de comernos. Estuve largo rato disfrutando de la hospitalidad de sus labios y luego volvía a bajar la cabeza para volver a chupar esos pechos.


– Me encanta lo que me haces, pipo. 


Me decía susurrando en mi oído mientras le comía el pecho derecho.


– Me estas poniendo malísima.


Seguía susurrando mientras le besaba en el pecho izquierdo.


– ¡Déjame que te quite los calzoncillos! Terminó diciéndome. 


Dejé de besar sus pechos y me coloqué a su lado en la cama quitándome el bóxer y dejando mi polla a la vista de ella. Mi hermana se puso encima de mí y comenzó a besarme rozando su coñito prieto contra mi polla. Siguió besándome bajando por mi cuerpo, lamiendo mis pezones, mi ombligo y llegando a mi polla la cual cogió con una mano y mirándome con sus ojitos de niña buena me dijo….


– Esto te va a gustar.


Comenzó a meterse mi polla en su boca. Primero la lamía pero luego se la introducía, yo le agarré el pelo para que no le estorbara, luego ella se cogió una cola. Mi hermanita mayor sabía comerse muy bien mi polla, y era más que eso, se las comía como una verdadera profesional me estaba haciendo gozar con la mamada a punto que ya no recordaba. Al rato de estar comiéndome el rabo y acariciando mis huevos no podía aguantar más y le espeté… 


– ¡¡Quiero follarte bomboncito!! A lo que ella me respondió…


– ¡Quiero que me folles con tu recia polla! ¡Quiero que la metas hasta los huevos…! ¡Quiero que te corras a gusto dentro de mí!


Sus palabras me atravesaron la cabeza como una bala. La puse boca arriba abriendo sus piernas con delicadeza a la par que ella elevaba su culo para tener un mejor acceso, pronto mi cipote se enfilo en aquella bocana de la lujuria y acercando mi glande a sus labios vaginales fui empujando hasta que introduje mi polla en su coñito más allá del capullo. Aquella flor se abrió ciñéndose a mi badajo en una envoltura perfecta, mientras su rajita se expandía y excitaba comencé a besarla en la boca otra vez recibiendo su respuesta con la introducción de su lengua en disputa con la mía al tiempo que sacudía su cadera jalándose mi verga buscando mis huevos una y otra vez sincronizada con mis acometidas. Mi polla poco a poco entraba en su cueva y ya casi podía sentir mis huevos chocar contra la piel de su vulva inflamada. Nuestros gemidos eran más fuertes y el ritmo de mi polla dentro de su conejito hambriento era cada vez más fuerte, el chochito tanto tiempo añorado de hermanita estaba siendo ajado por mi polla y a los dos nos gustaba como la partía en dos en lo más íntimo de su útero, expandiendo las paredes prietas sin más remedio que acceder a ello. Yo la besaba en el cuello mientras ella con los ojos medio entonando disfrutaba de mi polla en su coño masajeando con mi tranca cada una de las terminaciones nerviosas que la llevaban al éxtasis….


– Pipo déjame arriba, me suplicó mi hermanita.


Me tumbé en la cama y ella se puso sobre mi polla, asió la verga por debajo del glande y buscó su entrada entre sus labios vaginales, hizo una sentada para ensamblarla y quedó embutida en su coño. Poco a poco comenzó a cabalgarme como una auténtica amazona moviendo su cintura encontrando más tramo de cipote dentro de su estuche. Coloqué mis manos de primeras en su cintura, para después ella las trasladó a sus tetas. Quería que sintiera la piel tersa de sus mamas y la fiereza desafiante de sus pezones, pero además una vez sus mamas bajo mis manos pude sentir su ritmo cardíaco que parecía que le iba a dar algo de la excitación que estaba teniendo al follar de nuevo con su amado y tan deseado hermano. Le acaricie las tetas ensimismado en ellas  dejando deslizarlas por su cuerpo a su trasero, sintiendo lo duro que lo tenía. Humedecí uno de mis dedos y comencé a escarbar en su ano. 


Pipo no seas malo, por ahí no.


Medio ida por la excitación de mi polla horadando en su coño. Yo con una mano le abrí las nalgas y con un dedo comencé nuevamente a escarbar dentro de su culo. 


– Pipo no seas malo, ummmmm,  seguía diciendo ella pero no quitaba la mano.


Conseguí meterle un dedo en el ano a lo que ella dio un grito de placer, al estar siendo penetrada por dos agujeros, entonces no repuso más objeciones pidiéndome que continuara de esa manera… ella clavaba en mi polla mientras que yo le incrustaba mi dedo corazón en su ano, gritaba de placer de la doble penetración y al poco tiempo tuvo un gran orgasmo, no sé si el primero pero sí sé que fue uno muy fuerte.


– ¡¡Métemela por atrás!!


Se puso a cuatro patas sobre la cama y cogerme la polla para enfilarla en su coño fue solo un gesto… la humedecí con saliva en una acto reflejo y comencé a hundirla en su rosado coño crepitante y ceñido. Al principio constaba que entrase en esa nueva posición, pero una vez superado el escollo entró hasta el fondo suavemente, luego aumenté el ritmo paulatinamente, ella lo único que hacía era gritar de placer una y otra vez, puse mis manos en su cadera y culo para darle más fuerte a su coñito… gemía, jadeaba y gritaba más fuerte y con mayor vehemencia, cosa que hizo que me pusiera más cachondo. Al rato de estar dándole desde atrás…


– ¡¡Cariño me voy a correr!!  Excitado del todo a punto de correrme.


– ¡Espera Pipo! Quiero verte como te corres…


Sacándose la polla y dándose la vuelta, la volvió a tomar con su mano introduciéndosela en el coño por delante… retorné a mis bombeos amorrándome a su boca en un beso infinito mientras me deshacía en una inmensa corrida. La clavé a fondo soltando el primer gran chorro de leche en la boca de su útero realizando pequeños vaivenes que facilitaban la expedición de mi esperma chorro a chorro sin cesar mientras nos comíamos la boca sin cesar. Esos besos mientras eyaculas son los más excitantes que se pueden tener y Carla lo sabía, por ello me hacía ese regalo cada vez que la inseminaba…su boca, sus manos acariciándome la piel y masajeando mis huevos, su olor a hembra emanando de cada poro y la cerrada vagina succionando cada parte de mi verga hizo que me corriera como no recordaba. 






Su chocho no deseaba desperdiciar ninguna gota de semen de la polla de su hermano, pero tanta carne y la ingente cantidad de lefa fue imposible contener en tan estrecho conducto, sin embargo se lo tragó casi todo algo que me pareció impresionante… me gustó que mi hermanita fuera tan salvajemente bella y entregada. Una vez acabada la faena nos besamos, nos tumbamos, nos tapamos, nos abrazados, y por último nos dormimos. 


Un día Carla planeó  ir a comprar ropa, no sé para qué porque tenía ropa suficiente para pasar las vacaciones… entramos a varias tiendas y no se decidía a comprar algo, yo me estaba aburriendo de ir de una tienda a otra, de repente entramos a una donde había vendedora bastante buena, de hecho traía unos leggins que se le ajustaban muy bien, me la quede viendo y mi hermana me dijo…


– ¡Se te van a salir los ojos! A lo que yo le respondí.


– Es que se le ven muy bien los leggins a ella.


Mi hermana me miró… pues porque no me los has visto a mí, se puso a buscar varios modelos, mientras yo seguí mirando a esa chica…, en una pasada de mi hermana, me da un empujón diciéndome… 


– ¡Ya vale no, te pasas un mogollón! ¡¿Acaso no te gusta ver a tu hermanita…?!


En mi mente que ya estaba más que loca, pasó un pensamiento hacia ella y le comenté… 


– Pues si quieres que ya no la mire… ponte los que vas a comprar y muéstrame como te queda… 


Ella sonrió pícaramente y se metió al vestidor. Pasó unos minutos y ella salió con el primer leggins puesto… 


– ¿Cómo se me ve este modelo?


Me quede con la boca abierta, Carla estaba más que buena con esas mallas que embutían su esbelto cuerpo, tanta debió de ser mi sorpresa que con la cara de asombro que puse ella se echó a reír… 


– ¡Ya ves que tenía razón! ¡La mirabas a ella porque no me habías visto a mí! 


Ella se puso varios modelos de leggins y después unos bikinis que me dejaban con a boca abierta a cual más excitante que el anterior. Ella salía para que se los viera, yo estaba encantado de verle como le quedaban y sin darme cuenta se me puso la polla dura con aquel pase de modelos… 


¡¡Nacho no creo que sea para tanto!


Me dijo entre susurros señalando con su mirada mi entrepierna, haciendo referencia que lo tenía tiesa como un garrote. Me percaté sintiendo un poco de vergüenza de no tener control sobre mi excitación al verla, pese a que la noche anterior habíamos follado como cosacos, pero su sexapil no me deja nunca indiferente…, me di la vuelta y le dije que escogiera ya, porque nos íbamos al hotel. Me pase la tarde en la playa observándola a ella y a mi madre conversando con Julián y ya llegada casi la noche nos marchamos a cenar. Nos duchamos y mi madre pasó por nuestro cuarto para ver su bajábamos al restaurante…, le dijimos que sí, yo me adelanté dejando a Carla que acabase. Al llegar al restaurante me llevé una sorpresa, Carla solo llevaba una camiseta larga, blanca y se le transparentaba el bikini recién comprado que llevaba puesto, por cierto de florecitas. De inmediato se me endureció el cipote otra vez, menos mal que ya estaba sentado para disimular mi erección, mientras se sentaba observé el tremendo culo, de repente mi mirada se perdió y ella me dio un codazo diciéndome al oído….


– ¡HEY no me mires tanto! Yo le dije que no podía remediarlo.


– ¡Que no estuviera tan buena y así evitaría que mis ojos se fueran a su culo!


Después de la cena, me despedí diciendo que estaba cansado del día de compras y de nadar en el mar, les dije que me iba a mi habitación a descansar. Carla me comentó que prefería pasear como la pareja de recién casados por el malecón. Yo me pondría una película mientras mi hermana regresaba del paseo nocturno. Carla tocó la puerta de mi cuarto, justo cuando acababa de terminar de masturbarme, le dije que pasara, seguía solo con la playera blanca, me dijo que si estaba a tiempo de ver la película conmigo. Mientras seleccionaba una que nos gustase a los dos, ella entró en el aseo a arreglarse diciéndome que la fuera poniendo. Una vez sobre la cama ambos se dio vuelta, entonces noté que ya no traía el bikini de florecitas, traía unas braguitas de encaje, lo que me puso a mil, espere a que se me bajara la tremenda erección…, transcurrió la película y pasó una escena de sexo, mi polla se empezó a levantar pero ella hizo como si no existiese tal momento abrupto sobre mi bóxer. Nuevamente apareció una escena de sexo y esta vez se cobijó abrazada a mí queriendo recoger el calor que desprendía mi cuerpo.


Se pegó a mí, el roce de su pierna con la mía, terminaron de ponerme más loco, mi polla estaba más que erecta a punto de reventar… ya no podía disimular, se me ocurrió apagar las luces para que no se notara tanto. En eso, sentí la mano de Carla acariciando mi pierna, mientras ella veía la tele como si no pasara nada, las escenas de la película fueron subiendo de tono y noté que su respiración se agitaba cada vez más, sus manos ya estaban cerca de mi verga. Mañosamente me giré un poco para que la punta de mi cipote llegase fácilmente a sus dedos…, ella cuando sintió la punta de mi capullo hizo una pausa con su mano, nos giramos de frente sin decir alguna palabra. Al poco tiempo, volvió con sus caricias y esta vez acariciaba ya la punta de mi badajo, al tiempo que yo le acariciaba su cabello. Pase mis dedos por su oreja, cuando realice ese movimiento, mi hermana apretó mi polla con fuerzas, giró su cara buscando la mía…


¡Joder Nacho bésame! ¡Estoy muy cachonda!


Comenzamos a besarnos como locos, mientras ella no soltaba el cetro que bien se tenía ganado… lo sostenía fuertemente como si me lo quisiera arrancar de las sacudidas que le daba, casi estrangulándolo de la presión del cerco de sus dedos alrededor de mi duro bálano. Luego le subí la camiseta  y me di cuenta de que no llevaba sostén, por lo que le empecé a besar los pezones como un desesperado comiendo tal dulzura…, ella se retorcía de placer notando mis lamidas y mis comidas de teta. Luego le agarré las manos, empecé a besarla por todo el cuerpo, del pezón me pasé su panza, a su entrepierna, a sus rodillas, notaba como tenia la vagina llena de fluidos preparándose para el asalto final con toda la artillería de mi ariete y sus correligionarios par de huevos siempre prestos a inundar el su coño en el remate de la batalla como muestra del placer gozado.  Sus bragas estaban más que mojadas, más bien chorreando de sus fluidos copiosos…, pase mi lengua sobre la fina tela húmeda de su vagina, le hice a un lado sus braguitas y lamí su vagina directamente. 


Llena de fluidos tome un poco con mi lengua y la lleve a su boca, para que los dos los compartiéramos…, le excitó tanto que nos comimos a besos. Nos besábamos con mis dedos dentro de sus bragas acariciando su pequeño y excitante clítoris…, lo mantuve frotando un buen rato hasta que de repente tuvo un gran orgasmo, no paraba de moverse, de convulsionar poniendo sus ojos en blanco entre jadeos incontenibles. Fue un orgasmo largo y fuerte que produjo un leve chorrito de fluido emanado de entre sus labios, un néctar que no desperdicié en tomar lo que pude.


Cuando volvió en sí, me besó y ella empezó a chuparme la polla muy suave, lo llenaba de saliva, hacía movimientos muy ricos, me lamía los huevos, ella me confesó que se sentía como cuando ella era virgen, aquellas vacaciones eran un regalo del matrimonio pero que ella insistió en venir para amarme una vez más…, quería que yo la hiciese sentir como cuando la desvirgué…estaba muy caliente. Le baje las bragas muy suavemente y le comí el coñito calado tantos fluidos emanados… le chupaba el clítoris, metía mi lengua en los labios mayores y menores, de repente subía con sus fluidos en mi boca para besar la de ella y cuando me dijo que estaba por correrse nuevamente, coloqué la punta de mi verga en su bocana buscándola entre sus labios vaginales y se la metí poco a poco iba conquistando un poco más de su estrecha gruta, abriéndome paso entre la ceñidas paredes de su coño, sin pretender hacerle daño con lo recio de mi cipote.


A poco tiempo de haber comenzado mis vaivenes entrando y saliendo de su coño anegado, y con lo excitada que se hallaba le vino el segundo orgasmo que le brotó a los dos minutos de estar follándola. Como acto reflejo se la enterré entera hasta los huevos, pero ya no le dolió mucho, ella me decía que la había notado en el estómago pero que no me saliera, que continuase hasta que me corriera dentro de ella…


– ¡Quiero sentir tu leche!


Le di unas cuantas embestidas al tiempo que ella elevaba su cintura buscando profundidad en la incursiones, contorneaba su culo alrededor de mi falo haciendo que cada milímetro del endurecido estoque rozara con cada pliegue de sus paredes internas excitando la euforia de sus terminaciones nerviosas. Nuestras bocas se acoplaban engarzando las lenguas de pura lujuria, sus manos palpaban cada centímetro de mi piel que lograban alcanzar enervando mi excitación a extremos del abatimiento mental. No era capaz de pensar, solo de gozar de cada estocada partiendo su coño en dos al borde de aplastar mis pelotas contra su vulva de puro arrebato una y otra vez sin cesar viendo como sus tetas se bamboleaban arriba y abajo hipnotizando mis deseos que era azuzados al abismo del orgasmo sin poder ponerle freno ni contención… me corrí a chorros dentro de su vagina, en el fondo de su coño, dejando uno tras otro, los cinco o seis chorros de lefa espesa atorando la entrada del cuello uterino de mi hermana. No tuve la consideración de preguntarle si podía o no correrme dentro de ella, si tomaba o no precauciones anticonceptivas, solo fui un egoísta dejándome vaciar los testículos atorado de esperma en el fondo de mi amada Carla.


No quise romper el deleite de amarla follándomela, de besar su dulce boca al tiempo que eyaculaba en su intimidad, por no romper la magia del momento más excitante que un hombre puede tener con una mujer sin tener en cuenta la fertilidad de la hembra. Quizás fecundarla sería una forma más de seguir amando a Carla, incluso en la distancia…. Nos quedamos dormidos hasta que escuchamos los ruidos en la puerta, era mi madre que se preparaban para una visita a las ruinas mayas. Nos arreglamos como pudimos medio dormidos, nos dimos un beso y salimos con la pareja de recién casados a esa visita guiada que no llevaría todo el penúltimo día de vacaciones.


FIN











Post data. Ya en España solo unas semanas después recibí la llamada de mi madre diciéndome lo mucho que me echaba de menos, cuanto me amaba y que no dejaba de desearme. Que yo debía de ser tan fuerte como ella en la voluntad de mantener las formas con nuestras respectivas parejas, sobre todo ahora que ella estaba preñada por tercera vez ¡¡Esperaba mi primer hijo!! Ese secreto solo podía quedar entre los dos, un hijo que llevaría los apellidos de su esposo, pero lo genes de su retoño. Me emocionó saberlo y esa misma tarde me acerqué a su trabajo a tomar un café con ella y abrazarla entregándome por entero a mi madre, cosa que hicimos de vuelta a casa en un hotel de paso. La señora me tenía en pleno éxtasis, me incorporé para echarme sobre ella al tiempo que me decía…

– ¿Qué me vas a hacer? al oído le dije con decisión.

– Te voy follar. Quizá esperaba alguna oposición de mi cachonda madre, pero su respuesta fue contundente….

– Sí, fóllame bien rico.

Sin más palabras, llevé mi verga a su mojada rajita que sin mayores problemas empezó a ser devorada por su exquisita y tibia vulva acompañada de los sensuales jadeos de mi cachonda madre…. En segundos toda de verga estaba dentro su vagina, mi vientre chocaba contra su pelvis, lentamente inicié el vaivén metiendo y sacando polla del coñito de mamá a tiempo que le fui imprimiendo más velocidad ante el placer que ella demostraba moviendo su cadera al compás de las embestidas de mi verga…

– ¡¡Qué bien me follas!! ¡Métemela toda, hazme correrme con ella dentro!

Repetía sin ocultar la lujuria que le poseía, mientras me besaba el cuello buscando con sus labios mi boca…. Yo sentía que la eyaculación estaba por venir, así que le propuse un cambio de pose para darme un respiro y prolongar el bien conocido placer del incesto. La puse en pie, empinada y con las piernas separadas, apoyada con las manos en la cama y yo me puse tras ella. Mi propia madre dirigió mi cimbel a su hendidura vaginal, incrustándola en su juvenil coñito con la premura que le imponía la tremenda cachondez en que se encontraba. Nuevamente mi vientre rebotaba en sus nalgas en cada una de las incontables acometidas de mi verga en su cálido y húmedo conejo. En tanto una de mis manos frotaba sus redondas y la otra su endurecido clítoris, mientras era alentado por las frases cachondas que mamá profería para manifestar lo bueno que estaba sintiendo al ser follada por su propio hijo.

– Me estoy corriendo… Que sabroso me follas… Sígueme follándome…. Métemela toda, toda, toda... Me corro, me corro, sigue follándome…. Disfruta de mi cuerpo, el cuerpo de tu madre… ¡Qué rico me follas…! ¡Nadie me ha follado tan bien como tú hijo!

Me decía casi a gritos mi cachonda mami mientras gozaba el prolongado orgasmo que estaba teniendo. Su jugo íntimo bañaba, no solo mi cipote sino también mis huevos, y le escurría por la entrepierna hasta las rodillas. Estuve tentado a intentar metérsela por su culito divino, el que podía ver a cada embate de mi verga en su vagina, pero ya la eyaculación era inminente y más aun con la serie de frases cachondas que mamá expresaba, no podía aguantar más tiempo, solo pude alertarle que estaba por correrme ¡YA! y sin sacarla la metí a las profundidades comenzando a derramarme en su sabroso coño en el fondo uterino de la dama. Salieron disparados los primeros chorros de esperma contra la entrada del cuello del útero de mi madre, ella se dio cuenta de los lechazos y me atenazó para que no saliera de ella y me derramara con los siguientes chorretazo de lefa espesa hasta quedar rendido y seco. Cuando ya había acabado me posé sobre ella calmando mi excitación con todo el rabo enterrado en su intimidad…, pasó un minuto antes de extraer el badajo…, entonces con media vuelta en extrema rapidez se metió mi falo en su boca donde terminé de venirme depositando el resto de mi leche en una segunda corrida, la cual mi madre saboreó y tragó con agrado… no fue tan cuantiosa, pero el remanente siempre era mayor que cualquiera de su actual esposo.

La "fechoría" estaba consumada, me había follada otra vez a mi madre que tanto me ama y a quien tanto amo y deseo. Ya no nos daba temor ni remordimiento de conciencia, ya no me sentía el ser más sucio e inmoral del mundo, sino el más feliz y pleno en un sentimiento nada pasajero, unos cuantos minutos más tarde ya la estaba deseando de nuevo y ella a mí. Culminamos esa noche con un nuevo manoseo y la promesa de volverlo a hacer al día siguiente en cuanto tuviéramos la mínima oportunidad y la propuesta de follármela hasta el límite del parto… llegado el momento para su angelical culito.

A partir de ese inolvidable día me he estado jodiendo a mamá y a mi hermana casi diariamente y en ocasiones más de una vez en un solo día. Algunos días paso por ella a la salida del trabajo e iniciamos el cachondeo desde el automóvil para culminar follándomela en casa de ella o mi apartamento que comparto con mi hermana. Por las noches cuando Julián no está, me quedo con mamá, y como si fuese religión le doy verga por la boca, vagina y ahora también por su divino culito. A mi hermana sigo el mismo ritual el resto de noches que compartimos juntos y no está con uno de sus novios o yo con mi novia de turno. Nos queremos más allá de las diferentes relaciones sentimentales, y disfrutamos del sexo puro y ancestral independientemente de que los novios que ha tenido desde que iniciamos nuestra "pecaminosa" relación también se la han estado follando…, pero follar conmigo es constante y espero que subsista por toda nuestra vida. 

Ni decir tiene que desde la noticia de la preñez de mamá, mi hermana me reclama con mayor interés dejándome correr por completo dentro de su coño todas la veces que me parece bien sin ningún reproche por su parte, más bien agradecida de que lo haga. No me lo expresaba pero su lenguaje corporal indicaba que aquella completa sumisión, contenía una segunda intención como bien resultó en el quinto mes de embarazo de nuestra madre… ¡CARLA ESTABA PREÑADA! Posiblemente cupiese la duda entre los millones de bichitos de sus novios o los de mis cojones, pero resulta haber dejado a su último amante un mes y medio antes de anunciarnos la buena nueva, así que ante mi madre, los tres sabíamos que mi hermana se hallaba preñada de mí, pero para los demás su novio se desentendió dejándola tirada con el vientre fecundado.




Con los años me di cuenta que las diferentes mujeres con las que me relacionaba, nada tenían que ver con mi hermana Carla o mi madre, ninguna les llegaba a la mitad de lo que ellas me daba, hasta que comprendí que mi vida sin mi madre y mi hermana era imposible. Nuestra relación incestuosa se enquistó al margen de los rumores que pudiera haber sobre la paternidad del segundo bebé de Carla. Aun preñada de cuatro meses, y con la pequeña Samia de un año y medio, decidimos marcharnos a la ciudad donde trabajaba, a unos 50 Km de casa de mamá. Allí nos hicimos pareja de hecho esperando nuestro segundo hijo y llegaría incluso un tercero al cabo de los años.

1 comentario:

  1. Muy interesante fantasía te mantiene muy pendiente de lo que va a suceder en el siguiente paso como se desenvuelve los relatos

    ResponderEliminar

Entradas más populares de la semana