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UNA HISTORIA DE AMOR. Y si tú no has de volver...

    "Y si tú no has de volver" 1ª PARTE "Una para el otro y otra para el uno". Esa frase la repite una y otra vez mi ...

La convención

 

Después de lo que me había pasado entre los compañeros de mi anterior trabajo y mi esposa, en ese juego de intercambio de parejas que acabó como el rosario de la aurora, sabía que no estaba bien que esa noche estuviéramos en ese evento, pero no tuve opción, la empresa en donde soy comercial, presentaba un nuevo producto e iban a asistir todos los directores de las filiales del mundo por lo tanto era imposible faltar. Quizás tendría que haber puesto una excusa para que Marce no fuera conmigo, pero mi jefe insistió que todos fueran con sus parejas y, además, ella tampoco quería perderse semejante fiesta y me prometió portarse bien.

El lugar era espectacular, un imponente salón de un prestigioso hotel de la ciudad, con una decoración magnífica y dividido en alrededor de 30 mesas para diez personas cada una, una pista de baile central y un escenario en un extremo. La ubicación que nos tocó no era de lo mejor, ya que estaba en el otro extremo del escenario y detrás de una columna que hacía dificultosa la visión. Tampoco tuvimos la suerte de compartir mesa con conocidos. Nos había sido asignada junto a otros cuatro vendedores y sus respectivas parejas de sucursales del interior del país.

Como se imaginaba que ocurriría, mi esposa desde el comienzo fue objeto de miradas de parte de todos los hombres del lugar, y cuando digo de todos, es de todos, los jóvenes y los de avanzada edad se la comían con los ojos. Ese vestido largo color negro ceñido a su cintura y a sus caderas, con la espalda descubierta le quedaba de maravilla y sobre todo sus zapatos de tacones altos destacaban su hermosa culo parada que, como es su costumbre, Marce exhibía sin disimulo.

La noche comenzó con un aburrido discurso del Director General de la empresa y los aplausos habituales al terminar el mismo. Sirvieron la cena y hubo alguna conversación de algunas cosas del trabajo con los compañeros de mesa. La fiesta trascurría y nada en ella era divertido, por el contrario era bastante tediosa y nada hacía suponer que en algún momento la pasaríamos bien.

Por suerte después de terminar el primer plato pusieron música para bailar y eso hizo la cosa más alegre.

– ¿Vamos a bailar?, me pidió Marce.

La tome de la mano y nos dirigimos a la pista, la cual, que al no ser muy grande, estaba bastante concurrida. La sensualidad con la que se movía mi esposa incremento las miradas de todos los tipos que estaban a nuestro alrededor y también de los que permanecían sentados. En especial observé que en una mesa que daba a la pista había alguien que la miraba muy atentamente, mejor dicho, le miraba el culo muy atentamente…. Era un hombre mayor de aproximadamente 65 años, canoso y vestido muy elegante y con ropa muy fina, lo que denotaba que era algún ejecutivo de la empresa.

Era sorprendente verlo quieto, casi sin movimiento alguno, solo seguía con su mirada el culo que mi mujer meneaba al ritmo de la música. Presentí en ese momento lo mucho que el viejo estaba deseando ese culo y la verdad eso me gusto, por fin la noche había empezado a ponerse divertida pensé. Consideré que alguien que admira de esa forma el culo de tu esposa, había que agradecérselo y que mejor forma de hacerlo que acercándoselo para que lo contemplara en toda su expresión. Como las mesas estaban casi al borde de la pista me fue fácil. Bailando y muy lentamente para que Marce no se diera cuenta, la fui llevando para ese lado hasta dejar su hermoso trasero casi pegado a la cara del tipo. Imaginé que en esa posición el viejo iba a hacerse el distraído, para que yo no me diera cuenta de su actitud, pero no, siguió con los ojos clavados en el cuerpo de mi mujer en la misma posición que estaba y sin ningún tipo de disimulo.

La situación me había causado un principio de erección y quizás fue por eso que tuve el coraje de seguir adelante en la provocación. La acerqué a mí tomándola por el culo con las dos manos y le di un profundo beso. Ella me miro sorprendida sin sospechar nada, yo le sonreí y seguimos bailando. Observe al viejo y ahí noté que él me estaba mirando fijamente. Sentí como que me preguntaba si eso había sido para él. Le hice un gesto con la cabeza que podía interpretarse como un saludo, pero también como un asentimiento. El repitió mi gesto e inmediatamente volvió a bajar su mirada al culo de Marce…. En ese momento se encendieron las luces y paró la música. Les confieso que volver a nuestra mesa y sentarme fue un alivio, ya se me hacía difícil disimular mi erección.

 ¿Que fue eso del beso?, me preguntó

– Nada, tuve ganas de besarte, le conteste

– Fuiste muy efusivo y había mucha gente mirando, dijo

– Nadie se dio cuenta…, le respondí.

Ella no dijo nada, solo río.

Mientras comíamos el segundo plato no podía dejar de observar al viejo. Estaba sentado junto a un grupo de tres hombres y tres mujeres con edades similares a las de él. Conversaba y reía constantemente, y me sorprendió que nunca dirigió su mirada hacia nosotros. Me desilusione, me hubiese gustado que se siguiera babeando con el culo de mi mujer. La conversación entre los comensales de nuestra mesa era bastante aburrida, eso hacía que me volvieran a la cabeza la imagen de los ojos de viejo clavados en el culo de mi esposa. El episodio me excitaba y ya tenía una erección que por suerte al estar sentado podía ocultar.

Mientras tanto Marce seguía de charla con una de las integrantes de la mesa sin siquiera sospechar mis pensamientos. Nuevamente se apagaron las luces y comenzó la música.

– ¿Vamos?, me pidió Marce tomándome de una mano.

– En un rato, le conteste.

Era imposible pararme, antes tenía que bajar la tensión que había dentro de mi pantalón.

– ¿Te molesta si la saco a bailar?, me consultó un compañero de mesa.

– No, para nada, respondí.

Todos salieron a bailar y me quedé solo en la mesa como un pagafantas, por lo que aproveché para cambiarme de silla y tener una vista más amplia de la pista. Mi esposa bailaba en la misma ubicación que lo había hecho conmigo pero el viejo no estaba en su silla. Estará bailando pensé, mientras bebí un trago de vino.

– ¿Puedo sentarme?, escuche tras de mí.

– Claro, respondí. Era el.

– Yo ya no estoy para estos trotes, pero que raro que usted no baile, me dijo

– En un rato, conteste, tratando de reponerme de la sorpresa.

– Me llamo Marcos Acuña, me dijo estirando su mano.

– Jorge Prieto, mucho gusto, estreché la suya.

– ¿En qué sección de la empresa está?, preguntó.

– En ventas ¿y Ud.?

– Yo estoy en la dirección central.

– Pero no se amedrente mi amigo, aquí somos todos iguales, rio.

– Para nada, le dije mientras sonreía.

– Además yo estoy solo y Ud. con una hermosa mujer, así que son dos contra uno, rio nuevamente.

– ¿Es su novia?

– No, mi esposa.

– Realmente es muy hermosa y ella lo sabe.

Dijo, mientras me señalaba la pista, donde ella se contorneaba sensualmente al ritmo de la música.

– Y sí, reí nerviosamente.

Había ido directo al grano. Me di cuenta que se sentía seguro, sospechaba que el espectáculo de hace un rato había sido dirigido a él. La situación me incomodaba, pero a la vez me ponía muy caliente.

– Ese vestido le queda de maravillas, ¿no le parece?, me comentó.

– Si, le conteste un poco inquieto

– Le digo porque se lo pude ver bastante de cerca hace un rato mientras bailaban.

– ¿Qué cosa?, lo mire.

– El vestido, ¿qué pensaba?, rio.

– Nada, nada, respondí aún más tenso.

– ¿Le puedo hacer una pregunta sin que se moleste?

No le respondí, solo le hice un gesto afirmativo. Me sentía visiblemente nervioso.

– ¿Sabe si su esposa lleva hoy bragas…?

– ¿Como?, pregunté con cara de disgusto.

– Perdón si lo he inquietado con mi pregunta, no era mi intención, se disculpó ante mi reacción.

– Le preguntó porque estos vestidos tan ceñidos dejan ver las tiras de las bragas y estuve observando un rato largo el culo de su esposa y no observé marca alguna, prosiguió.

Lo nervioso que estaba se transformó en excitación. El viejo se había pasado, pero en vez de estar enojado, me entusiasmaba el jueguito, después de todo yo lo había empezado.

– La verdad no lo sé, le respondí

– Por ahí tiene una tanga chiquito que se le mete en el culo y no se nota, dije a propósito.

– Tal vez, dijo

Yo esperaba que la respuesta lo incomodara, pero no tuvo ninguna reacción

– Me lo averigua, me gustaría saberlo, continuo mientras me dio la mano y se retiró regresando a su mesa.

Es un viejo zorro pensé, me paso la posta a mí a ver si quería continuar con el juego. Lamente que se hubiera ido, me había excitado mucho ese dialogo. Lo seguí con la mirada, se sentó de espaldas a Marce sin mirarla y continuo con su animada charla con sus compañeros de mesa. Yo quedé nuevamente solo y más excitado que antes y sin estar seguro de querer continuar con esta diversión peligrosa…. Al rato, se cortó la música y todos volvieron a la mesa.

– ¿Que paso que no viniste?, me preguntó Marce.

– Tenía ganas de verte desde aquí, le respondí sonriendo.

Se río y me dio un beso.

– ¿Y que viste?

– Vi que no se te ven marcas de ropa interior, le susurre al oído.

– ¿Te diste cuenta?, río

– Con estos vestidos no se puede usar, me respondió con voz picara.

– ¿Nada de nada?, le pregunté.

– Nada de nada, me contestó sonriendo.

– ¿Te molesta?, continuó.

– No, para nada, dije.

– Es mucho más práctico… está todo más ventilado y mejor para uno rápido, me sonrió.

Vinieron los camareros a servir el postre por lo que se interrumpió la charla. Reconozco que estaba demasiado excitado con la situación y eso no me hizo pensar muy bien

– Voy al baño, ya vengo, dije.

Tuve que hacer un esfuerzo para caminar por la erección que tenía. Por suerte no había mucha luz, por lo que pude disimularla bien. Me dirigí directo a la mesa del viejo y al pasar junto a él me acerqué y le dije al oído…

– Usted tenía razón.

El solo me miro, yo seguí camino al baño.

Me metí en un cubículo y me bajé los pantalones, ya no aguantaba la presión que ejercían sobre mi miembro. Como mi erección era total aproveché para masturbarme un poco recordando la mirada del viejo en el culo de mi mujer.

– ¿Sr. Prieto, esta usted ahí?, escuche mientras se oía el agua de una canilla correr.

Me había seguido al baño, era lógico, pero de todos modos me exaltó un poco.

– Si, respondí.

– Perdone que lo moleste pero quería estar seguro si entendí bien.

– ¿Me quiso decir que su esposa esta desnuda debajo del vestido?, preguntó.

– Completamente, le dije mientras me masturbaba frenéticamente.

– Ah, mire usted.

– Dígame, ¿cree que su esposa querrá conmigo?

Me corrió un frío por la espalda, me quede en silencio.

– Bailar digo

– Tendría que preguntarle a ella, dije ya muy agitado.

– ¿Usted no tendría problemas verdad?

– No, fue lo único que salió de mi boca.

– OK, después lo veo.

Recién cuando escuche que la puerta principal del baño se cerraba me relaje. Me acomodé la ropa, me lavé las manos y la cara tratando de refrescarme un poco y regrese al salón. Cuando pasé por su mesa, el viejo ni me miró.

– ¡Cuánto has tardado! Dijo Marce.

– Es que algo que comí no me cayó bien, dije como justificándome.

– Se te nota que este muy colorado, ¿quieres que nos vayamos?, me preguntó.

– No, por ahora aguanto, cualquier cosa te aviso.

Seguía que explotaba de la calentura, deseaba que esa fiesta no terminara nunca. Me encantaba este juego sin que mi esposa supiera y con la ventaja de terminarlo cuando quisiera.

Cuando comenzó nuevamente la música, todos los de nuestra mesa salieron a bailar.

– ¿Todavía te sientes mal?, preguntó ella.

– La verdad que no muy bien, pero anda a bailar si quieres.

– Si usted lo desea puede bailar conmigo, se escuchó detrás de nosotros.

– Mi nombre es Marcos, mucho gusto, prosiguió extendiéndole la mano a Marce.

– Marcela Prieto, un gusto, dijo ella.

– Con su marido ya nos conocemos, ¿no es cierto?

– Si claro y por supuesto se la presto, le dije con una sonrisa.

– ¿No te molesta amor?, preguntó ella con cara de desconcierto.

– Para nada, anda, mientras yo me repongo un poco.

Me dio un beso y se fueron, ella delante y el detrás con la mirada clavada en su culo. Nuevamente me cambié de silla para poderlos apreciar mejor a los dos, estaba seguro que Marce con lo que le gusta calentar a los tipos lo iba a volver loco al viejo…. No me equivoqué, al rato de estar bailando de frente, ella se daba la vuelta y comenzaba a menearle el culo muy alegremente, el viejo sin disimulo volvió a clavarle los ojos en su culo, dirigió la mirada hacia mí y le dijo algo al oído, Marce me miró y rio, situándose nuevamente frente a él.

 


 

Se acercaban, se decían algo, reían y seguían bailando. Ya la erección me estaba produciendo dolor, tenía que hacer algo. Como la zona de las mesas estaba a oscuras, me tapé con parte del mantel, me abrí el cierre del pantalón y saque el cipote de ese encierro. Me masturbaba despacio para que nadie notara nada. Realmente estaba deseando que pasara algo más, pero no fue así, el viejo se portó como un caballero, solo siguieron bailando y al finalizar la música la acompañó a mi mesa despidiéndose de ella y de mí con un, gracias. Pensé que todo había terminado ahí…, Nada más equivocado.

– Vi que lo pasaste bien, le dije.

– Si, Marcos es muy simpático, me respondió.

– Y además tiene un perfume muy rico, prosiguió.

– Y también lo tienes loco, dije sonriendo.

– Sí, me lo dio a entender, río

– ¿Sí?, ¿Cómo?

– En un momento me puse de espaldas y me susurró al oído que me diera la vuelta que era viejo pero no de hierro y que tú me estabas vigilando, dijo con cara picara.

– Si lo vi, y vi que te diste la vuelta enseguida.

– Te prometí que me iba a portar bien no.

– Yo cumplo mis promesas, sonrió.

– ¿Te calentó el viejo?, quise saber.

– Yo cumplo mis promesas, me repitió sonriendo y me dio un cariñoso beso.

Sus ojos lo decían todo, le había encantado calentar al viejo, se le notaba excitada. No me sorprendí, yo sabía lo mucho que le gustaba eso… novios hacíamos multitud de intercambio de parejas, pero una vez casados casi no lo hacemos, pero sé que le gusta provocarme y eso en verdad nos da la vida para mantener el fuego de nuestro matrimonio.

– Voy al toillete, ya vuelvo, me dijo.

La seguí con la mirada, al pasar al lado de viejo sacó más el culo, hubiese apostado que lo haría, y continuó camino. El viejo no pudo dejar de mirarla, clavó sus ojos en ese culo respingón hasta que se perdió tras la puerta de baño.

Luego me miró, se incorporó y se acercó.

– Le pido disculpas, me dijo.

– ¿Por qué?, le pregunté.

– Por no poder dejar de mirarle el culo a su esposa, dijo en tono pausado.

– Espero que me comprenda, a mi edad solo el saber que ese hermoso culo está desnudo debajo del vestido, me excita, continuó.

– No se tenga problema por ello, me pasa muy de seguido esto, le respondí. – Es más, me halaga que admiren a mi mujer, continúe.

– Me alegro que no le moleste.

– ¿Cree que a ella le molestará?, preguntó.

– ¿Qué cosa?

– Mostrarme ese culito.

– Ya se la mostró en la pista, le dije.

– No me entendió, le preguntó si a ella le molestará mostrarme el culito sin el vestido, dijo muy seguro.

Me corrió un sudor por la espalda, mi grado de excitación ya no me dejaba pensar bien. No le conteste, mi silencio le dio pie para seguir.

– ¿No le parece que sería excitante para usted ver como su esposa le muestra el culo desnudo a un viejo como yo?, prosiguió.

No emití palabra, solo miraba la pista, mientras él seguía hablándome discretamente.

– Se lo dejo pensar, si lo cree posible avíseme, dijo, e inicio el camino hacia su mesa.

No solo lo creía posible, sino que quería que pasara pensé, hacía mucho que mi esposa y yo no habíamos tenido una iniciativa tan sugestiva para consolidar nuestra relación. Estaba seguro que no me iba a ser difícil convencer a Marce, a ella le encanta eso de mostrase sexy ante mí para otros hombres, y hacerme excitar, para que el polvo sea más pasional y salvaje. Si no hubiera sido por la educación y compostura del viejo, posiblemente hubiese dejado pasar la ocasión, pero eso y que estaba caliente pudo más y estaba dispuesto a hacerlo.

– No sabes cuanta gente había en el baño, me dijo Marce al regresar.

– Y claro van todas juntas dije, como para disimular mis pensamientos.

– ¿Te sientes mejor?, me preguntó.

– La verdad que no, estaba pensando en decirte que nos fuéramos, respondí.

– ¿Si?, que lástima, me dijo.

– Bueno vámonos, no hay problema, continuó.

– Marcos me pidió que lo alcanzáramos hasta la casa, ¿te molesta?

– ¿Te parece?, no te veo bien.

– Nos queda de paso y es un directivo, no puedo decirle que no, comenté.

– OK, voy a buscar los abrigos al guardarropa, ya vengo.

– Yo le voy a avisar al viejo

Llegue a su mesa, él se dio la vuelta para prestarme atención.

– Ya nos vamos, ¿nos acompaña?, le pregunté nerviosamente.

– Por supuesto, me contestó con una sonrisa.

– Lo esperamos en la puerta, le dije y me retiré.

Nos ubicamos en mi coche, el viejo en la parte trasera y partimos.

– Que rico perfume tiene, fue lo primero que comentó mi mujer, mientras el aroma inundaba todo el habitáculo.

– Gracias, respondió el.

– Me alegro que le guste, continuó.

– El suyo también es muy agradable y sugestivo, dijo.

– Gracias, respondió ella con una sonrisa.

– ¿Ustedes viven lejos?

– No, aquí a unas manzanas, conteste.

– Lastima que se sienta mal, me hubiese gustado seguir charlando con una pareja tan cordial, dijo el viejo mientras me observaba a través del espejo retrovisor.

– Otro día lo invitamos a cenar, dijo Marce.

– No estoy tan mal, no es para tanto, ¿le agradaría pasar a tomar un café?

– Si a su esposa no le molesta me encantaría.

– No, por favor como me va a molestar, dijo ella mientras me miraba desconcertada.

Apuré el camino a casa mientras mis pensamientos me invadían. Estaba muy excitado y quería llegar lo antes posible. El juego que nos llevábamos mi esposa lo conocía bien, no era la primera vez que lo hacíamos… unas veces era una mujer para follármela y otras un hombre para ver cómo se follaban a mi esposa. Guardé el vehículo en la cochera y nos dirigimos los tres hacia el ascensor. Nuevamente el perfume del viejo llenó la pequeña cabina.

– Tienes que comprarte este perfume, mi amor…  es muy estimulante, me sugirió Marce.

– Es agradable, dije.

– ¿Le parece estimulante?, preguntó el.

– Mucho, respondió ella.

– ¿Y qué le estimula… qué le sugiere?, continuó el, mirándola con deseo.

– ¡Uhm! Tantas cosas, contesto ella riéndose.

El rio, yo era solo un observador de esa charla de seducción.

Lo invite a que tomara asiento en unos mullidos sillones que tenemos en el salón, yo lo hice frente a él, mientras Marce fue hacia la cocina a preparar el café prometido.

– ¿Su esposa ya sabe?, me preguntó.

– ¿Qué cosa?

– Que me trajo para que ella me muestre el culo.

– Para nada, respondí inquieto.

– ¿Cree que va a ser posible, no se me va a arrepentir no?, preguntó con tono impaciente.

– Usted vino a verle el culo a mi esposa y ella se la va a mostrar, respondí desafiante.

– Así me gusta, dijo mientras se acomodaba en el sillón.

Metió la mano en el bolsillo interior del saco y sacó una pastilla azul, la puso sobre la mesa.

– Si Ud. me lo permite, voy a tomar esta pastilla, a mi edad uno necesita una ayudita y con un culito tan apetecible cerca, uno nunca sabe cómo va a terminar el asunto, sonrió.

Entendí que hizo ese movimiento para ver como reaccionaba. Me estaba insinuando que no solo quería verla desnuda a Marce, sino que también pretendía algo más. Acepté el desafío.

– Amor, puedes traer un vaso de agua que el Sr. Marcos tiene que tomar una pastilla, le grite a Marce para que me escuchara.

El sonrío, y aunque mantuvo la compostura, se le notó una expresión de deseo que no le había visto en toda la noche…. En ese momento regresó ella con el vaso en la mano.

– Ya se está calentando, en un momento estará listo, dijo mientras le entregaba el vaso al viejo.

– ¿A qué se refiere? preguntó el, mientras tragaba la pastilla que mi esposa vio e identificó.

– Al café… ¡¿Qué creía?! Dijo riendo.

– Se nota que es usted muy masculino… viril, prosiguió ella, mientras se sentaba a mi lado.

– ¿Lo dice por lo que hablé con su marido?, preguntó mirándome.

– ¿Que habló con mi marido?, no sé, no me dijo nada…

– Ah perdón, pensé que le había contado lo que habíamos hablado en el salón… ¿No le contó Prieto?, me preguntó haciéndose el distraído.

– ¿De qué hablasteis…? Quiso saber ella extrañada.

– Solo me preguntó si tenías ropa interior y le respondí que no, conteste visiblemente acalorado.

Se notó en su rostro que eso la había conmovido, el brillo en sus ojos la delataron… en el fondo mi esposa estaba muy interesada en aquel viejo maduro, y no le iba a importar follárselo esa noche delante de su esposo. Marcos se dio cuenta por lo que aprovecho para continuar…

– Le pido por favor que no se enoje, dijo.

– Usted es una mujer hermosa y es muy excitante para mí saber que solamente la fina tela de su vestido cubre su cuerpo, y especialmente ese culo tan bello y perfecto, continuó.

Ella me miró y sonrió nerviosamente.

– A su marido le pareció excitante que usted se quitara el vestido para mí, y realmente a mí me encantaría observar su cuerpo desnudo, ¿a usted le molestaría?, le preguntó.

El rostro de ella se ruborizo, creo que por una mezcla de excitación y vergüenza, no esperaba que el viejo fuera tan directo. Por unos segundos todo quedó en silencio.

– No sé, me toma por sorpresa esa petición… yo… bueno, dijo ella.

– Mire señora Prieto, le cortó el viejo.  – No se ponga a mal conmigo o su esposo, tómelo solo como un juego, su marido lo va a disfrutar, yo lo voy a disfrutar y seguramente usted también lo disfrutará… somos adultos y no pasará nada que ninguno desee que pase.

Ella lo miro y tímidamente hizo un gesto de convencimiento y aprobación.

– Prieto, me gustaría verlo a usted quitándole el vestido a su esposa, ¿me haría el favor?

Me incorporé, le tomé de la mano y nos separamos del sillón unos metros. Me puse de frente a ella y ella de espaldas al viejo. Lamenté que Marcos no pudiera ver la cara de puta que tenía Marce en ese momento. El seguía atentamente la escena sin gesto alguno. Lentamente le bajé los tirantes del, los solté. No sé si fue por el tipo de tela o por la suavidad de la piel de mi mujer, el vestido se deslizó completamente y quedo a sus pies.

– ¿Qué le parece Marcos?, me animé a preguntar.

– Me parece que su esposa tiene un culo precioso… diría que perfecto, respondió.

– Gracias, dijo ella girando la cabeza y buscándolo con la mirada.

– Retírele el vestido pero déjele los zapatos por favor, me ordenó.

Así lo hice. Ella temblaba de la excitación, yo a esa altura solo aguardaba nuevas órdenes. El viejo seguía con su traje y corbata prolijamente ubicada, me sorprendió que ni siquiera se tocara por encima del pantalón.

– Sr. Prieto, me gustaría que me exhibiera ese culo como lo hizo mientras bailaba en la fiesta.

Marce se asombró, pero no dijo nada, su calentura ya no se le permitía. Empecé a bailar despacio, la tomé por las caderas y ella comenzó a moverse sensualmente. Muy lentamente la fui llevando hacia la posición del viejo hasta ponerle el culo a unos centímetros de su cara. Bajé mis manos a sus glúteos y repetí la escena del salón dándole un largo beso.

– Sr. Prieto ¿me permite acariciar el culito de su esposa?

Marce cerró los ojos, estaba que explotaba, yo no dije ni una palabra, solo la acerqué un poco más, hasta casi rozar su culo con la cara del viejo. Èl comprendió que tenía permiso y manoseo suavemente sus glúteos, mientras Marce paraba más el culo. Le di otro beso en sus labios, y me alejé, no quería perderme nada de la escena.

– Que hermosa piel tiene Sra. Pietro, dijo, mientras le acariciaba con delicadeza todo su cuerpo.

– Gracias, apenas se la escuchó a ella agradecerle el cumplido.

– Realmente tiene una hermosa mujer, Sr. Prieto, continuó diciendo mientras, metía su mano entre las piernas de Marce.

– Lo sé… por eso la elegí…, dije, mientras ella nos regalaba un placentero gemido.

– Esta toda mojada Sra. Prieto, dijo mirándose la mano empapada por sus jugos gelatinosos.

– Dese la vuelta por favor, le pidió.

Ella obedeció. Primero acarició sus tetas, que a esta altura tenían sus pezones muy erectos, luego bajo sus manos por su ombligo hasta llegar a su vagina, totalmente depilada. Marce estaba con sus ojos cerrados y con la respiración agitada. Yo me bajé el cierre del pantalón para aliviar la presión.

– Espero Sr. Prieto, tenga un poco de paciencia, ya va a tener tiempo de masturbarse, me sugirió.

Le hice caso, volví a cerrar el cierre. El continuó…

– Su esposa tiene una hermosa vulva… me encantan estos carnosos labios en un coñito tan estilizado, dijo, mientras hurgaba delicadamente en ella.

– Pero este coñito tiene dueño y es usted… yo soy muy respetuoso de eso, me dijo mientras retiraba los dedos de ahí.

Con Marce nos miramos con asombro, nunca nos había tocado tener una afer con alguien tan educado, todos nuestros intercambios o tríos entraban a saco enseguida follándonos a tope.

– No se sorprendan, por respeto al marido nunca le pediría la vagina a una mujer casada, solo si ellos insisten lo haría, continuó. – Distinto es el culo, siempre creí que los culos bellos pertenecen a todos los hombres, dijo mientras hacía girar nuevamente a Marce.

Eso fue muy excitante para mí… tuve que hacer un esfuerzo para no eyacular. También se notó que en mi mujer había hecho efecto, se mordió su labio inferior, y se ruborizo aún más. Él puso una mano en la espalda de ella y la empujó hacia delante. Quedo nuevamente con el culo muy empinado a centímetros de su cara.

– Y este culito  se nota muy predispuesto, ¿no Sr. Prieto?, preguntó mirándome fijamente, mientras se ensalivaba dos dedos y los introducía hasta el fondo en su hoyito.

Marce pego un gritito de placer, él dejo un momento los dedos dentro de su culo y luego continuó con movimientos lentos, metiéndolos y sacándolos. Lo habrá hecho una diez veces, suficiente para que mi esposa entre gemidos, le regalase el primer orgasmo…. Saco los dedos y le dio una palmadita.

– Tranquila Sra. Pietro, todavía falta lo mejor, le dijo con una sonrisa. – Me gusta que la señora tengo su primer orgasmo y acabé con más de dos.

Ella seguía en la misma posición y se la notaba muy agitada, un hilo de líquido transparente corría los labios vaginales, sus piernas temblorosas casi no se aguantaban.

– Sr. Prieto por favor, vaya a buscar algo para que su esposa pueda limpiarse, dijo.

Deje el salón, y fui hacia el baño a buscar papel. Fue un alivio para mí, pude sacar el miembro y masturbarme un momento, me acomodé la ropa y regresé, no quería perderme nada. Volví con un rollo de papel en la mano, ahí estaban, Marcos parado frente a ella, con una mano entre sus glúteos y dándose un fogoso beso con lengua de una forma muy apacible, sensual y cariñosa.

– Perdón Sr. Prieto, pero su esposa quiso olerme el perfume de cerca ¿No Sra. Pietro?

– Sí, apenas pudo responder ella, inmediatamente tuvo la lengua del viejo nuevamente en su boca.

Nunca había visto a Marce besar tan apasionadamente a otro que no fuese yo. Se veían las lenguas que se trenzaban y se intercalaban en las bocas. El tipo, pese a su avanzada edad se conservaba muy bien, un buen porte que sabía llevar los trajes muy elegantemente.

– Muéstrele a su marido como le gusta mi perfume, decía el, y nuevamente le metía la lengua en la boca.

– Usted es un hombre de suerte Prieto, su mujer tiene una boca deliciosa, y volvían a jugar con sus lenguas.

Estuvieron así unos minutos. La escena era súper erótica y yo ya necesitaba masturbarme y tener mi primer orgasmo…. Por suerte él se detuvo…

– Sra. Prieto necesito hablar algo a solas con su marido, me puede disculpar un momento.

Ella asintió desconcertada y se metió en el baño.

– Mire Sr. Prieto, quería agradecerle que me haya permitido admirar y tocar el hermoso cuerpo de su esposa. Miré su entrepierna y calzaba muy bien… – Entenderá que esto no puede quedar así, continuó.

Solo le asentí con la cabeza.

– Me gustaría follar a su mujer y me agradaría hacerlo en su lecho matrimonial, ¿Usted tendría alguna objeción?, me preguntó.

– No, creo que no hay mejor lugar para ello…, respondí apenas audible.

– Igual, puede confiar en mí, aunque ese coñito sea muy deseable, como le dije antes por respeto a usted solo la voy a penetrar por el culo en un principio… si me permiten más lo haré por su coño.

– Es toda suya…, en cuanto a su coñito, lo dejo a la elección de ella, le espeté.

– Se lo agradezco mucho, contestó – Otra cosa Pietro, me gustaría darle a ese culo toda la noche, ¿a usted le molestaría dormir en los sillones?, preguntó.

– No, para nada, respondí con una sonrisa nerviosa.

– Se lo agradezco nuevamente.

– Me indica donde está su dormitorio, pidió.

Lo acompañé a nuestro cuarto.

– Vaya a buscar a su esposa y tráigamela que ya me está haciendo efecto la pastilla.

Lo obedecí, fui hasta el baño. Ella se había puesto una bata y estaba tocándose frente al espejo. Se le notaba estar súper excitada.

– Hola cariño, me dijo

– Hola, ¿estás bien?, le pregunté

– Sí, respondió

– Marcos quiere que te lleve al dormitorio, me pidió permiso para follarte por el culo ahí, por toda lo noche.

– ¿Y qué le contestaste?, preguntó mientras se masturbaba más rápido.

– Le dije que este culo era todo suyo, respondí mientras metía un dedo en su agujerito. – ¿Hice mal?

 


 

Su piel se erizo y estaba seguro que no era de frío. Me dio un ardiente beso y me pidió que la llevara. Al llegar al cuarto el viejo ya estaba a medio desvestir, se había desprendido del traje y de la camisa. Nuevamente su aroma había colmado el ambiente. Comprobamos que su cuerpo tenía una ausencia de grasa y que de joven debía haber sido un deportista o algo así… su genética le mantenía bien.

– Buen colchón, dijo mientras hacía presión en el con las dos manos. – Viscolástico ¿No?

– Así es, lo elegimos porque nos envuelve y al follar no hace ningún ruido desagradable.

– Estupendo… ¡Vamos a pasar una noche estupenda!, ¿no Sra. Pietro?

Ella solo lo miró con deseo.

– Quítese la bata y los zapatos y métase en la cama por favor, continuó.

Marce obedeció de inmediato y totalmente desnuda se acostó boca abajo. Yo me ubique en una silla a un lateral de la cama. Marcos se sacó los pantalones y el bóxer, quedando completamente desnudo. Su físico en general no coincidía con su edad, estaba totalmente depilado y su miembro de considerable tamaño ya mostraba una importante erección… era mayor que mi verga, un poco más larga y sin duda de un grosor superior…, sus testículos colgaban flamantes, grandes y gordos acorde al conjunto genital y al portento varonil de aquel cuerpo, maduro pero aun con mucho potencial.

Se tendió mirando hacia ella y acaricio su espalda y su culo mientras besaba su cuello. Mi esposa se quedó asombrada del pedazo de tranca que el viejo portaba, mirando al techo como la verga de un adolescente…dura y presta a entrar en batalla en ese preciso momento…. Ella le busco la boca y volvieron a entrelazar sus lenguas.

– Ha visto Prieto, se nota que su esposa no mentía cuando dijo que le estimulaba mi perfume… Le pegó el cipote a su barriga, y ella lo abrazó con mayor presión. – Venga Sra. Prieto huélalo por aquí que suelo ponerme más cantidad, continuó diciendo mientras guiaba su cabeza hacia su torso.

Marce comenzó a besarle las tetillas y bajando lentamente hasta llegar a su barriga casi plana y le lamió el ombligo, donde metió su lengua dentro. El viejo gimió por primera vez. Yo que me masturbaba frenéticamente no aguante más y tuve mi primera corrida…. Me levante para ir a lavarme.

– ¿A dónde va?, me preguntó Marcos.

– A lavarme, le dije, mientras ella seguía jugueteando con su ombligo

– Espere… deje que lo haga su esposa con su boca, luego quiero que vea como la señora me la chupa.

Marce giro la cabeza, me miró se puso de rodillas ante mí y me empezó mamar la polla, lamiendo el glande, escurriendo el tronco y sacando los restos de leche que quedaban… me lamió la lefa de mi mano y lo dejó todo impoluto tragándose todo… luego, acto seguido se metió toda la verga del viejo dentro de su boca, regrese a mi lugar.

– Que bien la chupa Sra. Pietro, dijo mientras le tomaba la cabeza con las dos manos marcándole el ritmo.

Estuvo así unos minutos, su boca subía y bajaba por el miembro de Marcos mientras alternaba su mirada entre la de él y la mía. En un momento fue con su boca a sus huevos, era una masa descomunal entre blanda y rocosa que mi esposa manejaba con delicadeza con sus labios y lengua. Se notó que al viejo le encanto. Se tomó el miembro y empezó a masturbarse mientras Marce jugueteaba esa zona con la lengua bajo sus grandes cojones y el perineo, hasta le lamió el ano.

– Que dulce que es su esposa Sr. Pietro, dijo entre suspiros.

– Fíjese que es capaz de encontrar algo más por ahí para lamer, ¿Verdad Sra. Pietro?, continuó mientras abría y levantaba las piernas.

Ella no lo dudo, bajó su lengua hasta encontrarse con el ano del viejo, el cual lamió con placer.

– Eso es Sra. Pietro entreténgase con mi culo, que después me toca a mí hacerlo con el suyo, dijo masturbándose violentamente.

Ver la cabeza de mi esposa enterrada en el culo de Marcos fue tan caliente que tuve mi segunda paja y casi el segundo orgasmo.

– Le dije que su marido lo iba a disfrutar, dijo mientas me señalaba.

Ella alzó la cabeza, me miró con esa cara de puta que solo ella puede poner y volvió a meter la lengua en el culo del viejo.

Se notaba que la pastilla a Marcos le había hecho efecto, su verga había aumentado considerablemente su tamaño y la tenía dura como un hierro. Yo estaba exhausto, necesitaba descansar un momento así que aproveché que los dos estaban muy entretenidos y me dirigí al baño a refrescarme.

No habían pasado ni cinco minutos y comencé a oír a mi esposa jadeando con frenesí. Me apuré a regresar al dormitorio. Ahí estaba mi mujer sentada sobre Marcos con su culo insertada hasta el fondo por su verga y cabalgando a un ritmo apasionado. La escena me produjo nuevamente una erección total, me retiré el pantalón, volví a mi asiento y comencé a masturbarme enérgicamente.

– Que culo abierto tiene su esposa, dijo el viejo casi inaudible por los gritos de Marce. – Y parece que le encantan las vergas duras… ¡¿No Sra. Pietro?! Continuó mientras manoseaba sus tetas.

Ella solo gemía, buscó la boca de Marcos y le metió la lengua mientras seguía hamacándose con todo el cipote insertado hasta las mismas pelotas.

– Estoy a punto de correrme, dijo el viejo con su respiración agitada.

– ¿Me da permiso para hacerlo dentro del culo de su mujer?, me pregunto mirándome.

– Por supuesto, le conteste con voz entrecortada. – Desahóguese a gusto dentro de su culo.

Nos miramos Marce y yo durante el tiempo que el viejo, entre jadeos, le llenaba el culo de semen. Fue demasiado para nosotros que acabamos juntos…. Ella quedo tendida sobre Marcos.

– ¿Le gusto Sra. Pietro?, rompió el silencio Marcos.

– Mucho, contesto ella, mientras lo besaba con pasión y hasta creo que con amor.

– Tuvo buena vista de ahí, ¿no Sr. Pietro?, sonrió.

– ¿Qué le parece?, respondí mientras le mostraba mi semen en mi mano.

Los tres reímos. Marce se levantó, me besó y se dirigió al baño.

– Por Dios como folla su esposa, Ud. es un afortunado Sr. Pietro… hace tiempo que no duro tan poco follándome a una mujer por el culo…

– Gracias Marcos, le dije.

– ¿Usted está satisfecho ya?, me preguntó.

– Bastante, le conteste con una sonrisa.

– Váyase a descansar un rato mientras yo sigo dándole a ese culo, ¿no le molesta no?

– Para nada, lo único que le pido es que no la haga gritar mucho así puedo dormir, le conteste con un sonrisa.

– Eso no se lo puedo prometer, dijo también con una sonrisa. – Dependerá de ella y de sus ganas de disfrutar con esta verga con la que Dios me ha premiado.

En el baño se escuchó el caer del agua de la ducha.

– Escuche, está dejando su culito limpio para que pueda seguir jugando con ella, dije para excitarlo.

Dio resultado, su miembro creció inmediatamente. Yo tomé una colcha y una almohada y me retiré al sofá del salón a armarme mi cama para esa noche. Fui al otro baño a lavarme, al salir me crucé en el pasillo con Marce que salía del suyo, envuelta en una toalla y con su cabello mojado.

– Anda que el viejo te está esperando con la verga dura…

– Uf, dijo mordiéndose su labio inferior. – Este tipo aguanta de lo lindo… ¡Gracias mi amor!

– Me parece que tienes para rato, continúe.

– ¿tú no vienes con nosotros…?

– No, estoy exhausto, me voy a dormir al sofá… disfrútalo, respondí.

– Gracias, te quiero mucho mi vida… este regalo te lo pagaré con creces…, me dijo.

Me besó y volvió casi corriendo al dormitorio. Me acosté y me dormí.

Ya estaba amaneciendo. No sabía cuánto tiempo había pasado, no tenía reloj a mano así que fui a ver el de la cocina. Me había dormido cuatro horas y me sorprendió que todo estuviese en silencio, estarán dormidos imaginé. Sin hacer ruido me encamine hacia el cuarto, la puerta estaba cerrada por lo que con mucho cuidado para no despertarlos la abrí. El dormitorio estaba iluminado solo con la luz de la madrugada. Había imaginado mal, mi esposa estaba en cuatro con la cara apoyada en la almohada y tenía la cara del viejo enterrada en su culo. El espectáculo me produjo una erección de inmediato. Marcos me miró.

– Hola Prieto, ¿lo despertamos?, preguntó, y volvió a lamer sin esperar mi respuesta.

– No, respondí.

– Hola amor, me saludo ella entre suspiros.

– Hola…

Me fui a sentar a mi silla, necesitaba volver a masturbarme.

– ¿No habéis dormido…? pregunte inocentemente.

– No me dejó, respondió ella con cara de satisfacción.

– ¡¿Usted cree que es posible dormir al lado de una mujer así…?! Dijo el sonriendo.

Increíblemente él estaba con una erección importante. A ella se le notaba cansada pero contenta.

– Muéstrele a su marido como tiene el culo, prosiguió el viejo.

Ella se acercó y me mostró su hoyito totalmente dilatado, aunque el coño también se notaba con cierta baba blanquecina. Nunca lo había visto tan abierto, sin exagerar le entrarían cuatro dedos sin esfuerzo.

– Mira como me dejo el culito el Sr. Marcos, me dijo con cara de puta. – Agradécele que no me hizo doler nada, es muy atento y gentil, continuó sabiendo que sus palabras me excitarían.

– Gracias Marcos por cuidar de a mi esposa.

– Por nada, ha sido todo un placer…, respondió el enganchándose en esa charla caliente.

– Porque no se queda un rato que ahora le toca a su mujer, me sugirió.

– ¿Qué cosa?, pregunté.

– Venga Sra. Pietro, enséñele como jugamos, dijo el mientras se ponía en cuatro.

Ella me dio un beso y fue directo a poner la cara en el culo de Marcos. Lo lamía con ganas mientras se masturbaba con dos dedos en el coñito y clítoris. Él gemía y también se masturbaba. A mí ya me dolía la polla y necesitaba acabar.

– Venga que viene de nuevo la leche, dijo el viejo.

Marce se puso nuevamente en cuatro con el culo bien en pompa, Marcos se ubicó detrás y le ensarto la verga hasta el fondo… pero esta vez se la hundió en el coño. Ella pego un grito de placer. El la sacaba y la volvía a entrar en su totalidad hasta que se notó por su exclamación que una vez más le había dejado toda la leche dentro. Se dejaron caer totalmente extenuados y yo lograba mi cuarto orgasmo de la noche. Regresé a mi cama completamente agotado y me dormí… no le hice ningún comentario acerca de su gentileza de follarse a las esposa de otro por el coño… era lo esperado.

La luz que entraba por la ventana me despertó, por el sol imagine que sería mediodía. Se escuchaban ruidos en la cocina así que me incorporé y fui hasta allí.

– Hola dormilón, dijo Marce mientras me daba un fogoso beso.

Estaba sola, preparando café y unas tostadas. Vestía una camiseta blanca larga que le llegaba a mitad del culo y un tanga negro apenas visible y estaba descalza. Mire el reloj y eran las 13:25.

– Hola, todo bien, dije.

– ¿Dónde está el viejo?, pregunté.

– Esta duchándose, respondió.

– Te ves cansada.

– Como quieres que me vea, no sé cómo lo hizo hace pero Marcos no paró en toda la noche de follarme por todos los lados… y lo siento mi amor, pero también le dejé entrar por el coño y un par de tragas de lefa he tenido… me ha dejado unos cuantos regalitos en mi útero, el culo y la barriga… espero que no te importe. Me hizo una carantoña

– ¡¿Y a ti que no te gustado…?! Dije sonriendo.

– Me encantó ese semental, hace tiempo que no me follaban así, sonrió también. – Es un portento de macho… creo que me ha echado ocho polvos en toda la noche… ¡Claro que no me ha dejado dormir ni un minuto… por eso tengo esta cara de muerta!

– Como les va a la hermosa pareja, se escuchó detrás de nosotros.

El viejo estaba vestido con una bata mía y tenía su cabello mojado.

– Espero no le moleste que haya tomado una bata… necesitaba estar cómodo.

– Por favor, faltaba más, respondí.

– Buen día Sra. Pietro, ¿como está?, le preguntó y besó delicadamente sus labios.

– Bien, muy bien, dijo ella riendo. – Bastante rellena ¿No…? Su risa se agudizó. – Siéntense que ya está el desayuno listo, continuó. – Debe estar famélico con tanto ejercicio nocturno.

Nos acomodamos en la mesa de la cocina y ella sirvió las tazas de café y las tostadas.

– Bastante… ¿Ha sido una bonita noche la que hemos pasado no Sr. Prieto?

– Muy agradable imagino, respondí.

– Menos mal que nos retiramos de esa aburrida fiesta, continué.

– Que vitalidad que tiene Marcos para su edad… no le imagino con 20 años menos, dijo ella.

– Estoy entrenado, rio.

– Con unos amigos de mi edad y alguno más joven, hacemos mucho deporte, sobre todo bicicleta de montaña y montañismo en general. Además acostumbramos a entretenernos con nuestras parejas en intercambios muy sugestivos… eso nos mantiene jóvenes, rio.

– Ya me di cuenta, dije riendo.

– ¿Usted lo disfrutó no, Sra. Prieto?

– Mucho, respondió mirándolo pícaramente.

– Tendríamos que repetirlo con mi actual novia, ¿no Prieto?

– Cuando quiera, respondí

– Me gustaría invitarlos a mi casa de campo a pasar el fin de semana entrante, ¿Les agrada la idea?

– Claro dijo ella, nos encantaría.

– Anote la dirección, le pidió.

Marce busco en los cajones de la cocina una agenda y un lápiz y se apoyó en la encimera para tomar nota. Por su posición su camiseta se alzó un poco dejando ver casi todo su hermoso culo cubierto apenas por la diminuta tanga.

– Que vista maravillosa nos está dando Sra. Pietro, dijo el clavándoles los ojos.

Ella lo miro y rio, mientras elevaba el culo un poco más.

– Mire como me pone su esposa, me mostró abriéndose la bata.

Estaba casi con una erección completa.

– Ya vuelvo Prieto, me dijo mientras se sacaba la bata.

La apoyo por detrás y comenzó a besarle el cuello, ella respondió refregándole el culo por su verga. Yo me masturbaba nuevamente.

– ¿Le mostramos a su marido como le gusta mi lefa…? susurro a su oído.

Ella se dio vuelta, se puso de rodillas y metió todo el miembro del viejo en su boca. Se lo chupaba como solo ella sabe hacerlo. A Marcos se le notaba en la cara que no iba a aguantar mucho…al cabo de unos cinco minutos que se ensimismo en todo su tronco, glande y huevos, le hizo eyacular…

– Ahí viene, dijo entre jadeos.

Marce no paro, solo siguió entrándola y sacándola a un ritmo frenético, hasta que le lleno la boca de semen. Vino hacia donde estaba yo, me miro con pasión, me mostró el contingente seminal que le llenaba la boca, y ante mis ojos se lo trago todo. Yo aproveché y le acabé en la cara y boca… abrió bien grande para cazar cada disparo de mi polla.

Nos lavamos, nos cambiamos y nos fuimos a despedir de Marcos a la puerta de entrada del edificio.

– Los espero el sábado, nos dijo. – ¡Ah! Pero no estaré solo… no es justo que Marce esté sola… nos acompañará mi novia… desgraciadamente no pudo venir a esta convención…  está tan rica como esta señora aquí presente, seguro que al Sr. Prieto le va a agradar… podrán hacer con ella cuanto quieran, solemos tener muy buenos amigos con los que compartir momentos de intercambio.

La saludó con la con un par de besos en la mano a Marce y ella no se pudo resistir a comerle al final la boca… para largarse estrechó la mía, se acercó y me dijo al oído…

– Vengan de sport, pero eso sí, tráigala sin bragas… a mi novia la tendré predispuesta para usted, le hará mucha ilusión conoceros. Nos lo pasaremos muy bien durante todo el fin de semana.

Lo que no comentó Marcos es que con ellos vivía también su hija, y eso hacía que las cosas no fueran tal y como esperé…

Los sábados por la noche mi padre y su novia solían invitar a parejas casadas, muy amigas de ellos, para pasarlo en mi casa. Esa noche en particular yo y mi chico íbamos a salir a una discoteca, y cuando bajé por las escaleras para esperarlo en mi sala, vi a mi padre en una ronda de tragos con unos nuevos amigos. No tardaron en saludarme amistosamente.

¡Hola Rocío!

— ¡Qué linda hija tienes, Marcos!

— ¿Vas a salir con tu novio, princesa? Estos son los señores Prieto… Marce y Jorge…

— Buenas noches señor y señora Prieto… Y sí, voy a salir, me están esperando afuera.

No saludé adrede ni a mi padre ni a su novia, Angélica. Yo estaba enojada con él, y desde luego estaba demasiado celosa de aquella mujer. Desde que ella ha entrado en su vida he tenido que suspender las “noches de lluvia”, es decir, tengo la costumbre de dormir abrazada a mi padre cuando en la noche hay tormentas, debido a una tierna costumbre que arrastré desde nena, pero ahora mi lugar en la cama era ocupado todas las noches por esa mujer.

Angélica siempre ha intentado amistarse conmigo y probablemente en otra situación me hubiera caído bien, si fuera mi maestra, una jefa o yo qué sé, pero no como una madrastra porque sinceramente sentía que en mi familia estábamos muy bien apañados y no necesitábamos de nadie.

 


 

Angélica y mi padre parecieron decepcionarse nuevamente de mi actitud, pero no dijeron nada y sinceramente a mí no me importaron esos gestos de decepción. Ella sacudió ligeramente su larga cabellera azabache y simuló una sonrisa para seguir hablando con mi Padre, sirviéndose del vino.

— ¿Tu novio está afuera, Rocío? ¿No va a pasar? Preguntó con tono de burla — ¡Parece que alguien tiene vergüenza de saludar al suegro!

Yo me reí y salí pitando porque si me quedaba un segundo más se me iba a desdibujar la sonrisa, en serio no la soportaba…. En el coche saludé a mi chico con un largo beso y partimos rumbo a la discoteca, pero a mitad de camino le dije que me olvidé de mi cartera y que allí también estaba mi móvil, por lo que tuvo que maniobrar el vehículo para volver, murmurando algo así como “¿Ahora quieres tu cartera? Como si fueras a pagar algo, nena”. Se cabreó un poco, calculando en voz alta cuánto dinero ya se había gastado por mí desde que estuvimos juntos, pero para tranquilizarlo le dije que me olvidé de mi cartera porque las enamoradas no solemos estar muy concentradas.

Cuando entré en mi casa todo estaba muy silencioso, salvo la música “jazz” que sonaba en mi sala. Era raro porque pensaba que los amigos de mi padre iban a estar hablando alto, carcajeándose y demás. Cuando pasé por la sala se me cayó el alma al suelo, porque mi padre estaba solo con la señora Prieto, ambos muy juntitos, con copas de vino en la mano y hablando en voz baja, muy coquetos. Luego noté que el señor Prieto se estaba morreándose contra la pared con… ¡la novia de mi Padre! Salí mareada de la casa y volví al coche con mi chico. Le dije simplemente que mi padre y su novia con sus amigos, estaban borrachos e insoportables, así que nos fuimos de fiesta sin mi cartera. Pero yo estaba hecha un fantasma, totalmente ida. En la discoteca me era imposible bailar y solo tenía la imagen mental de mi Padre con la señora Prieto, y esa puta desgraciada de Angélica besándose con el marido de esta… que no era mi Padre. O sea, ¡que para colmo la chica no le respetaba ni en mi casa! ¡Y lo más probable es que mi padre haya caído en una especie de juegos pervertidos por su culpa!

Toda la semana siguiente fue un auténtico martirio. En casa no quería ni sentarme en esos sofás, a saber qué más habían hecho allí. Si antes mi actitud con mi Padre y su novia era fría, ahora la cosa había empeorado porque no quería ni mirarlos ni estar cerca. Y en la facultad no sabía a quién recurrir, tenía muchísima vergüenza de decirle a alguien que mi Padre y su novia hacían intercambios de parejas con sus amigos en mi casa. Mis amigas me notaban como ausente, incapaz de seguir sus conversaciones o prestar atención en clase, y mi chico me reclamaba que yo “estaba pero no estaba” cuando nos juntábamos en el campus.

En la privacidad de mi habitación me puse a averiguar en internet, para ver si podría encontrar algo que me permitiera entender la situación. Comencé con palabras como “Novia idiota”, hasta “Padre imbécil”, pero luego me puse a la labor y, poniendo palabras claves como “parejas”, “cambios”, “sexo”, terminé descubriendo un blog de intercambio de parejas que explicaba que a veces las personas sentían la necesidad de cambiar su rutina sexual, intercambiando esposas y maridos en una noche de sexo libre y sin consecuencias…. No lo podía creer, “¿Qué necesidad tienen de hacer eso?”, pensé confundida. Porque a mí me desesperaba solo de pensar en “compartir” a mi novio con otras chicas, y por más que leyera las justificaciones que encontraba en internet, que “romper las tradiciones”, que “experimentar nuevas sensaciones”, nada me convencía.

El sábado de noche me encargué de poner una cámara digital tras un florero de la sala, en modo filmación, antes de que los invitados llegaran. Luego me fui a cambiar de ropas para volver a salir con mi chico. Más tarde pasé por la sala, les saludé alegremente al matrimonio Prieto, ignorando vilmente a mi Padre y a su novia, esperando que no pillaran la cámara escondida.

En la discoteca me era imposible concentrarme aún con mi novio tratando de sacarme alguna conversación. Me tomaba de la mano para bailar pero sinceramente solo tenía en mi cabeza a esos cabrones haciendo guarrerías en mi casa, ¡en mi ausencia! ¡Si mi sala pudiera hablar, seguro que hasta lloraría confesándome las depravaciones! Mi chico me llevó a una mesa para preguntarme cuál era mi problema, que desde hacía rato estaba rara, a lo que le respondí que me perdonara porque creía que estaba en mi periodo, que me estaba durando más de lo usual. Eso hizo que él tragara saliva con cara asustada…, me empezó a tratar con más cuidado si cabe, vaya chico más lelo, sinceramente. Volví a las tres de la madrugada y desde luego fui directamente a la sala para buscar mi cámara. Eso sí, ante de entrar allí atajé la respiración porque me daba un asco tremendo respirar en ese lugar infestado de sexo. Ya en mi habitación, conecté el aparato a mi portátil para ver qué habían hecho esos pervertidos en mi casa.

El vídeo comenzó normal. Es decir, se sentaron, se sirvieron bebidas, hablaban de fútbol y las señoras hablaban entre ellas. Luego me vi a mí misma, pasando por la sala y saludándoles. Bebieron un rato más hasta que la novia de mi Padre se levantó del sofá con unas tiras trapo en mano. Los señores tomaron de su mano una tira cada uno. El señor Prieto se  quedó con la novia de mi Padre, mi Padre con la señora Prieto. Estaba más que confirmado… se habían montado un pequeño club de intercambio en mi casa, tal como sospechaba desde que lo leí en internet.

Se besaban con fuerza, se tocaban descaradamente, el señor Prieto no tardó en desabotonarse la camisa. Sentí rabia, desazón, decepción, impotencia. “Pobre sofá, y pensar las tardes que me acostaba para estudiar allí”. “Dios santo, esos vasos y copas… a partir de ahora compraré vasitos desechables y me las apañaré”. No sabía si parar el video y ponerme a llorar, o seguir viendo para ver qué otra parte de mi pobre sala estaba sufriendo (más que nada para no volver a tocar lo que ellos tocaban).

Don Prieto ya se había desabotonado su camisa y la Anastasia lo llenaba de besos y lamidas. Era un hombre que estaba llegando a los cuarenta pero tenía un cuerpazo para mojar pan, la novia de mi padre sonreía pícaramente y lo tumbó en el sofá para trepar sobre él. “Normal, yo también lo haría si tuviera a ese musculitos a mi merced”, pensé riéndome de mí misma… la novia de mi Padre, digamos la más agraciada físicamente de las tres mujeres, se lo pasaba de lujo arrinconando a don Jorge contra la pared, mientras que mi Padre y doña Marce se acariciaban descaradamente al otro extremo del sofá.

Era increíble lo que había filmado, casi hasta podía sentir la atmósfera que emanaba aquello, por un breve instante me sentí como si estuviera también en la sala, besando el pecho de don Jorge o de mi padre, que también está guapísimo para su edad, aunque no tan agraciado físicamente como el joven maduro del señor Prieto. Sin darme cuenta me pasé toda la madrugada viendo una y otra vez las escenas, que duraban algo así como cuarenta minutos, hasta que terminaban saliendo de la sala, a saber dónde continuarían sus andanzas.

Si bien al principio estaba asqueada y casi rompí en llanto, aquello que filmé me estaba obsesionando poco a poco porque no entendía para qué diantres harían algo así.

La siguiente semana me encontraba más fantasmal si cabe. Solo podía pensar en la maldita sesión de intercambios que hacían en mi sala. De hecho el martes convertí el vídeo en otro formato para que pudiera verlo en mi móvil las veces que quisiera, ya sea en clases, sin que nadie me pillara obviamente, con auriculares, o incluso en la biblioteca, ocultando mi móvil tras mi libro de márquetin.

Para el miércoles ya prácticamente había memorizado lo que hacían en el video, hasta incluso cuando estaba con mi chico y acariciaba su pecho, imaginaba que era el pecho musculoso de don Jorge. Cuando me besaba con él, cerraba mis ojos y me imaginaba besándolo e incluso me pasaba la imagen de mi padre, que pese a ser un hombre de mucha edad se notaba que su pareja de turno gozaba…, no pensaba que eso era incesto, pero es que mi padre siempre me ha puesto y si alguna vez lo hubiese intentado le hubiera dejado que me follase complacida… veía como la señora Prieto se abalanzaba a por él, porque seguramente era el más experto de todos.

El jueves, en mi búsqueda de entender una razón “para qué jugarán a compartir”, me pasé toda la tarde estudiando sobre el sofá donde las dos parejas, mi padre incluido, se habían acariciado y besado a conciencia. No se olía nada raro, salvo un reconocible perfume Emporio Armani para hombres, pero más allá de eso tampoco había pruebas de las fechorías por más que me fijara en cada recoveco del sofá. Luego me dirigí a la cocina para ver y oler las copas y vasos, pero pese a que realmente no encontraba nada interesante, me sentía muy excitada estar en presencia de todo aquello que había rodeado su noche de intercambios.

El viernes terminé aceptando mi naturaleza de obsesionada y viciosa, masturbándome en el baño de mi facultad, con mi móvil sobre mi regazo, reproduciendo por quincuagésima ocasión aquella sesión mientras dos deditos se hacían lugar en mi encharcado agujerito y otra mano me apretaba mis pezones, que para los que no lo sepan aún, los llevo anillados con piercings de barras. Fue la estimulación más excitante que había hecho en mi vida, tenía unas ganas tremendas de estar allí en la sala y compartir a mi chico con alguna señora mayor, para que luego él me viera irme a mi habitación tomada de la mano de un hombre maduro. Luego, al final de la noche, nos volveríamos a encontrar para dormir juntos y contarnos con lujo de detalles cómo nos fue con nuestras parejas ocasionales.

El sábado, literalmente hablando, estaba hecha un hervidero y solo podía pensar en algo… “Tengo que estar allí de alguna manera, por Dios, tiene que ser la cosa más excitante”.

Así que me encerré en mi habitación cuando eran las nueve de la noche, con un short blanco de algodón y una blusita cómoda. Llamé a mi chico y le dije que estaba sintiéndome mal, que me disculpara porque no iba a salir. Luego llamé a mi Padre y le dije que no estaba en la casa, con mi amiga Andrea, que no me esperara y que me perdonara por no pedirle permiso a tiempo. En ese momento me puse súper nerviosa porque tal vez mi Padre me diría… “Pásame con tu amiga, que quiero hablar con ella”, ya que es un hombre muy celoso con su hija, pero por suerte parece que estaba emocionado por comenzar ya su reunión (normal, yo también) porque me creyó a las primeras de cambio…. Desde mi habitación, que está en el segundo piso, no podía escuchar más que tímidos sonidos de sus conversaciones. De hecho me puse de cuatro patas y pegué el oído al suelo con la esperanza de escucharlos mejor, pero no hubo caso, porque habían puesto otra vez la música jazz.

Pasaron diez minutos hasta me armé de valor y salí de mi habitación. Bajé por las escaleras, descalza obviamente para no hacer ruido, y me detuve a mitad de camino porque desde ese ángulo podía ver más o menos la sala sin temor a ser pillada. Así que me quedé allí, en cuclillas, escuchándolos hablar de temas normales, con una curiosidad tremenda. En el momento que la novia de mi Padre pareció carraspear, todos mis sentidos se pusieron en alerta. Seguro estaba por terminar el previo y pronto las nuevas parejas iban a morrearse y tocarse en mi sala. Y yo por fin me sentía parte de ese ambiente, casi hasta podía respirar el olor sexo que emanaba de allí. No dudé en acariciarme tímidamente por sobre mi short la vulva llegando a presionar sobre mi clítoris, oyéndolos jadear y gemir, lanzando risitas de vez en cuando, seguramente disfrutando a tope del musculitos de don Jorge. Una pareja salió de la sala y subí velozmente porque me podrían pillar. Tomé rumbo a mi habitación, para esconderme. Pensé decepcionada que seguramente ya iban a irse a otro lado, que era una pena que no pudiese tener mi orgasmo oyéndolos tener sexo, que tal vez debería ir a la sala y masturbarme sobre el sofá para cuando la casa estuviera vacía.

Repentinamente alguien quiso abrir mi puerta, pero estaba asegurada. Me alarmé cuando escuché a un hombre gritar… “Oye, Marcos, ¡la habitación de tu hija está bajo llave!”. La novia de mi Padre gritó luego… “¡Mi amor!, ¿podemos usar la habitación de tu hijo entonces?”.

Yo no lo podía creer. ¡Usaban nuestras habitaciones tal si fueran habitaciones de hotel! Rabia, desazón, asco. ¡Mi cama! ¡Mi sillón! ¡Dios, a saber qué más! ¡Ya no podía mirar ni a mi osito de peluche, Lenny, con los mismos ojos, Dios mío! ¡Quería llorar pero a la vez estaba tan caliente imaginando que el musculitos de don Jorge o que el apetecible de mi padre estuvieron en mi habitación, solo con eso por fin tuve mi ansiado orgasmo ¡y sin siquiera tocarme!

 


 

“¡Esperen, tengo una copia de su llave, aquí está!”. Dijo mi Padre. ¡Vaya cabrón! Eso sí que no lo sabía, tenía una copia de la llave de mi habitación, sinceramente en ese momento no sabía si enojarme por aquella lesión grave a mi privacidad o agradecerle mentalmente por permitir que esos pervertidos entraran y tuvieran sexo en mi cuarto. Apagué las luces, me escondí en mi ropero y dejé ligeramente una apertura para poder ver mi cama. La habitación solo estaba iluminada por la tímida luz azulada de la luna que entraba por la ventana, haciéndolo todo tan surrealista, casi como una película erótica. Oí la puerta abrirse, y pronto, entre risas y besos audibles, la cerraron.

La mujer era la novia de mi Padre, justo se dirigió hacia mi cama para desnudarse, sonriéndole al macho de esa noche. Puso una manta sobre mi cama, imagino para no mancharla. Cuando estuvo en mi campo de visión, noté que efectivamente su pareja era el señor Prieto naturalmente, el madurito musculoso. La muy puta se acostó sobre mi cama, lanzando a Lenny, mi osito, al suelo. Pero don Jorge lo recogió y lo puso sobre mi mesita de noche. “No trates así a las cosas de Rocío, Angélica”, le dijo subiéndose a mi cama.

— Ay, papi, si tú supieras cómo me trata la hija de Marcos. No me saluda, no se come lo que cocino, me ignora vilmente… ¡Trato de ser amorosa con ella y no me deja entrar en su vida!

— Tienes que comprenderla, desde pequeña que está sin madre y seguramente se siente muy confundida cuando te ve al lado de su Padre.

La verdad es que el señor Prieto se estaba ganando puntazos conmigo. Por respetar a mi peluche, por su compresión sobre mi situación… y sus músculos, vaya adonis, madre mía, cómo relucían bajo la luz de la luna, cómo se tensaban sus brazos y piernas para tomar a su presa. Pero vamos, ya con lo del peluche se ganó mi corazón.

— Sí, yo sé que Rocío es complicada, yo también perdí a mi madre cuando era niña y sé cómo es la situación... vivir sin la presencia de una madre, te deja huérfana de muchas cosas, y un padre por mucho que te ame, no las suple, solo las compensa un pco.

— Pues deberías decírselo, Angélica, que ustedes dos hayan pasado por lo mismo es vital. Es un nexo que te puede unir a Rocío.

Eso sí que no me lo esperaba. Angélica también había vivido lo que yo. Ni mis amigas, ni mi chico me comprendían cuando me ponía melancólica, a veces me sentía sola y me deprimiría, había días que no quería hablar con nadie. Me encerraba dentro de mí misma durante las peores horas, y posiblemente Angélica habría atravesado lo mismo que yo si lo que había dicho era verdad. En ese instante sentí pena por ella, me maldije por haber sido tan grosera con esa mujer, sentía que fui una arpía conmigo misma.

— Tienes razón, mañana mismo se lo diré a Rocío, espero en serio que podamos ser amigas. Deséame suerte.

— Te lo desearé cuando terminemos con lo que quisiste comenzar, picarona.

Los sonidos de jadeos y gemidos ahogados empezaron a llenar mi habitación. Uf, fue verlos en acción para que dejara mi sentimiento de culpabilidad a un costado. No dudé en volver a meterme los deditos, pero ahora por debajo del short, observándolos con inusitada curiosidad, viéndolos revolcarse. Me mordía los labios para no gemir del placer, me sacudía la mano muy fuerte porque estaba a punto de tener mi segundo orgasmo.

Lamentablemente tuvieron que detenerse porque la novia de mi Padre se apartó del señor Prieto.

— ¡Espera, papi, hoy cuando limpié la habitación de Rocío vi que tiene un traje de colegiala de cuando estudiaba en su colegio religioso!

— ¡Qué bien, Angélica! ¡Ahora sigamos!

— ¡No, no! ¿Quieres que me lo ponga para ti?

Mi corazón aceleró con fuerza. Si don Jorge accedía, vendrían a mi ropero para abrirlo y buscar mi ropa de colegiala. “Dígale que no, señor, dígale que no”, rezaba yo, con mi mano aún bajo mi short de algodón, metiéndome dedos.

— ¡No me ponen las colegialas, Angélica! ¡Me pones tú!

— ¡Qué dulzura eres, cariño! ¡Pero a mí me excitaría un montón vestirme con ese trajecito!

— ¡Dios! Ya da igual, sé que no vas a detenerte hasta conseguir lo que quieres, Angélica. Ve y póntelo.

Creí que me iba a desmayar cuando la vi levantarse y tomar rumbo a mi ropero. Me temblaba cada articulación y de hecho empecé a lagrimear pensando en la reprimenda que iba a recibir de parte de toda esa gente. Empecé a buscar excusas, pero era imposible pensar con claridad debido a mi estado nervioso.

— ¿¡Rocío, qué haces aquí, por el amor de Dios!?

Cuando levanté la mirada vi a Angélica tapándose la boca, retrocediendo hasta mi cama. El señor Prieto dio un salto brutal, como si hubiera visto un fantasma, y se tapó sus partes con mi osito Lenny. El incómodo silencio duró varios segundos, pero el señor fue el primero en hablarme…

— ¿Rocío, estabas… espiando?

— ¡Perdón! Grité.

Pero inmediatamente Angélica se acercó y me puso su dedo índice entre mis labios para decirme que guardara silencio.

— Rocío, tu Padre te va a matar si te descubre.

— Lo séeee… no se lo digas, Angélica.

— ¿Oíste mi conversación de reciente con el señor Prieto, no es así?

No le respondí. Le miré a los ojos y la abracé, pidiéndole perdón una y otra vez por haber sido tan bruja y desgraciada con ella. Le dije que sí, que yo extrañaba a mi mamá y que por eso a ella la veía como a una usurpadora en la casa, que no quería que ocupara su lugar. Ella pareció enternecerse de mí, pues me acarició la espalda y el cabello, consolándome, diciéndome que me entendía, que no me preocupara por nada.

— ¿Desde cuándo sabes este secretito nuestro, preciosa?

— Desde hace dos semanas… susurré coloradísima.

— Bueno, parece que sabes perfectamente lo que estabas haciendo, se mofó don Jorgeo, que aún se cubría con Lenny.

— Mira, Rocío, cuando yo era muy joven tuve muchas experiencias sexuales, en parte para compensar ese agujerito en el estómago que sentía a veces. Pero no tienes idea de cuánto deseaba tener a alguien que me guiara, una amiga que me comprendiera.

Yo estaba cortada por la situación, no me salían las palabras más que las básicas, pero debo admitir que lo que ella dijo era algo similar a lo que me había sucedido desde que descubrí el sexo. Era un mundo nuevo y excitante, sí, y a veces deseaba una especie de mujer adulta para consultar y hablar  cosas que no podría consultarlas ni con mi Padre ni con mis amigas.

— No voy a reemplazar a tu mamá, Rocío. Pero sí deseo ser, para ti, esa amiga que yo no tuve, para apoyarte y guiarte en terrenos embarrados como el sexo, no sea que tengas experiencias desagradables como yo las tuve.

— Niña, dijo el señor Prieto, — Entiendo que estés asustada y hasta extrañada de cómo te habla Angélica, la verdad es que somos gente muy liberal, si quieres irte de aquí te ayudaremos para que tu Padre no te pille. Pero algo me dice que estabas espiándonos porque te gusta esto, ¿no es así?

Nuevamente yo solo miraba al suelo mientras me abrazaba a Angélica. Ella me acariciaba y seguía hablándome en tono dulce. Sí, tenían razón. Estaba allí porque me causaba una curiosidad tremenda y claro, me calentaba sobremanera lo que hacían, hasta había fantaseado ser parte de esa actividad.

— Rocío… ¿Quieres que nos vayamos de tu habitación? Te lo prometo, nadie sabrá de esto, ¿verdad, papi?

— Promesa, niña, este secreto lo llevaré hasta la tumba.

Tomé las manos de Angélica y con mi mirada quedó todo dicho. Tenía mucha vergüenza de decirlo, pero como ella me comprendía, confíe que sabría mi respuesta. Es decir, era evidente por qué estaba allí, si aquello me repugnara probablemente habría dicho algo para pararlo hace dos semanas.

— Papi, sonrió Angélica. — Creo que voy a sentarme en el sillón para descansar. ¿Quieres tomar de la mano a Rocío y llevarla a su cama?

— Ehm… Rocío, dijo don Jorge con bastante inseguridad. — ¿Me puedes repetir cuántos años tienes?

— Tengo diez… dieciocho, casi, señor Prieto.

— ¿Eso es legal, no? Es que con las revisiones de las leyes uno ya no sabe…

— No le hagas caso, Rocío, será el tonto del barrio pero lo compensa en la cama.

El hombre puso a Lenny sobre mi mesita de luz nuevamente y se acercó a mí para extenderme la mano. Era surrealista todo, el azul de la luna, el estar ante imponente hombre que había sido foco de mis fantasías, en compañía además de la novia de mi Padre, cuya imagen que tenía de ella había cambiado radicalmente. Me sentía en total confianza.

Cuando le tomé de la mano, él tiró ligeramente para que me pegara a su cuerpo, pero en un acto reflejo me aparté…, el hombre era gigantesco, altísimo, todo un monumento como había dicho, y en parte me asustaba decepcionarlo ya que ni soy muy experta en la cama ni tampoco es que sea una modelo precisamente.

— ¿Qué te pasa, Rocío, estás nerviosa? No tienes por qué, iré despacio… no te asustes.

— Ay, papi, hasta una jovencita como Rocío se queda tontita con tu cuerpo.

— ¿Es verdad, Rocío? ¿Te gusta lo que ves?

Me acarició la cabellera, ese hombre era tonto o se lo hacía, pero no me importaba porque en serio tenía el cuerpo más cuidado y fibroso que había tocado en mi vida, vamos que podría aplastar a mi novio y a sus amigos con un solo dedo. Le toqué el pecho firme por fin, me pegué a él, memorizando cada segundo, sintiendo su polla durísima y palpitante contra mi vientre… era una polla grande, no tanto como la de mi padre, pero una buena daga curvada con anchura en su base como para expandir un coño y dejarlo satisfecho. Tras llenar su cuello con mis besos, le acaricié la oreja y le susurré…

— Tiene usted un cuerpo precioso, don Prieto.

— Gracias, Rocío. Y tú también tienes uno muy apetitoso, de muchas curvas como a mí me gustan. ¿Te quitarías tu ropa para que te pueda ver mejor?

Se sentó en el borde de mi cama…, empezó a menearse su enorme polla conforme yo me quitaba la blusa y luego el short blanco, lentamente y con cierta inseguridad. Miraba embobada el prepucio como subía y bajaba hipnotizándome al ver y no ver el orondo glande con lo que se remataba su tranca. Angélica se levantó y me ayudó al ver que me temblaban las manos de la excitación. Me quedé en braguitas, completamente embobada por él y su enorme tranca. Visiblemente sorprendido.

— ¿Tienes piercings en tus pezones? Eso sí que no me lo esperaba. Parece que la hija de Marcos tiene varios secretos.

— ¡No me digas! Exclamó Angélica, abrazándome por detrás. — Yo sé que Rocío tiene uno en la lengua, lo vi un par de veces, no sabía que había más.

— ¿Es verdad? Déjame verte la lengua, preciosa.

Le mostré la puntita, donde relucía la barrita de titanio con dos esferas en sus extremos. Ahora el embobado era él y no yo, y eso me hizo reír por lo irónico de la situación, pues yo era prácticamente una niña, era imposible que yo le pusiera tonto a un hombre tan mayor y seguro que con mucha experiencia. Angélica, siempre detrás, me acarició la oreja y me susurró…  “Arrodíllate ante él, tienes que mostrarle respeto y adoración”. “No tengas miedo, yo te acompañaré”. Ladeé mi cara para verle, yo no he tenido experiencias con mujeres, pero en ese momento sentía la imperiosa necesidad de besarla, cosa que para mi felicidad aceptó gustosa, solo labios, nada muy guarro, salvo el final, porque me lamió mis labios de abajo para arriba. “Vamos, no le hagas esperar a tu hombre”.

Nos arrodillamos juntas entre sus piernas, el señor murmuraba algo así como “No me lo creo, no me lo creo”, mientras Angélica agarraba su polla. Me la acercó y me pidió que chupara el glande, que usara mi piercing para hacerlo delirar porque ninguna de las otras señoras que solían venir en los intercambios, tenía algo así. No dudé, estaba súper caliente. Me encargué de humedecerle la cabeza y ella se encargaba de lamer el tronco. De vez en cuando Angélica me tomaba de la quijada y me pedía que me apartara, porque ella también quería chupar el cabezón venéreo, pero a veces le costaba quitarme de en medio porque yo me estaba volviendo toda una viciosa.

Pero cuando no me quedaba otra que cederle el glande, me encargaba de chuparle esos enormes huevos, seguro que estaban cargadísimos y que tenían ganas de vaciarse dentro del coño de una de nosotras, y vaya que yo quería hacerlo, siempre lo había hecho en mis fantasías y ahora que por fin estaba con ese adonis no iba a tirarme para atrás. “Vamos, ya va siendo hora. Súbete a tu cama, Rocío”, volvió a susurrarme.

Me puse de cuatro patas sobre la cama, pero Angélica me dijo que esa posición no me convenía porque la tranca del señor me iba a lastimar… me llegaría muy profundo hasta el útero, así que me pidió que me acostara y que dejara que él estuviera encima de mí en la posición del misionero, que de esa manera don Jorge iba a controlar mejor sus enviones para que yo disfrutara. Cuando ese adonis estuvo sobre mí casi me desmayé del gusto, como había dicho era un hombre enorme y yo en cambio una pequeña niña de casi la mitad de envergara, vamos que me podía lastimar si se resbalaba o algo así. Angélica, desde atrás, acomodó su tranca entre las carnecitas que formaban los labios vaginales…, le dije al señor que por favor no fuera duro, porque me había prometido que iba a hacerlo despacio, cosa que él se encargó de confirmármelo mientras su glande se abría paso entre mis labios vaginales tupidos… estaba muy ceñida y eso se notaba.

— ¡Ughmm! ¡Despacio, don Prieto, despacio, por favor!

— Tranquila, Rocío, seguro que Angélica me corta las pelotas si te lastimo.

— ¡Tal cual! Confirmó desde su posición.

— Perdóneme, señor Prieto, es que tiene usted una verga demasiado grande… y yo soy muy estrecha.

— No pidas perdón. Parece que tienes una vaginita muy apretada… eso me gusta, pero como te prometí iré despacio.

Don Jorge empujaba, firme pero gentilmente, siempre atento a mi rostro para ver cómo me lo tomaba. “Si mi novio se entera…”, pensaba yo conforme mis carnes vaginales se abrían paso inexorablemente ante tamaña tranca…una auténtica cabeza de ariete. Ya sabía por qué las señoras estaban locas por él, vaya maestro. Decidí atenazarlo con mis brazos y piernas, lo atraje hacia mí para que nos besáramos, y luego de que su lengua abandonara mi boca, le susurré que dejara de ser tan cortés, que me la metiera duro como a la novia de mi padre, yo no quería ser menos, pero él se rio y me dijo que ni en broma me iba a hacer eso porque yo le generaba ternura y no quería lastimarme… deseaba follarme con cariño y amor.

Imagino que para que yo no me enojara, me dijo que le gustaba cómo se sentía dentro de mí, que era muy estrecho, aunque la presión se compensaba con lo calentito, húmedo y placentero que era mi coñito. Que era especial para él porque le hacía recordar a cuando le hacía el amor a su ahora esposa cuando eran jóvenes, esposa que por cierto estaba con mi Padre en la sala follando como conejos… era increíble como mi padre follaba a sus hembras a todo trapo. Me dio un beso en la nariz e hizo que mi frustración se fuera, pero en serio quería que me follara duro aunque claro, hoy día lo pienso y seguro que me iba a arrepentir con el dolor de vagina y útero que me hubiese producido.

Lamentablemente me corrí muy fuerte cuando su polla aún estaba entrando, con tan solo poco más de la mitad del camino recorrido. Unos espasmos vaginales terribles y mi carita arrugada de placer lo anunciaron, cosa que hizo reír tanto al hombre como a Angélica, porque les parecía adorable, pero a mí me daba muchísima vergüenza, no duré ni dos minutos con el señor y ya estaba retorciéndome del gusto con un orgasmo que no recordaba haber tenido nunca.

— Papi, dijo Angélica — Va siendo hora.

— ¡Uf, noooo, don Jorge! ¿A dónde va?  

Entonces sí que me frustré. Se estaba saliendo de mi vagina…sentí un gran vacío físico y anímico. En ese momento pensé que era mi culpa por haberme corrido tan rápido, así que le tomé en un abrazo de su cintura para que no se saliese, y le rogué que me dejara darle un orgasmo, que se corriese en mi coño, que me diera su leche… era lo mínimo que podía hacer, que si no me lo permitía iba a llorar y sobre todo, acomplejarme un montón.

— Pues si me lo pones así, Rocío, no te voy a decir que no. Me encantaría que me dieras un orgasmo con ese piercing en tu lengua.

Se acostó a mi lado y no dudé en besar primero sus labios, luego pasando por el pecho hasta por fin llegar a su enorme falo jalonado de hinchadas venas que había estado dentro de mí. Le pasé la lengua por el glande terso y duro, le hice sentir el pedacito de titanio que tengo incrustado allí, succioné fuerte para sacar el líquido preseminal de su uretra, esperando que me derramara pronto su leche…. En tanto, Angélica, que desde hacía rato estaba mirándonos desde mi sillón, me habló.

— Rocío, el próximo sábado nos volveremos a encontrar con el resto del grupo. Pero planeamos ir a un club especial donde yo antes trabajaba. ¿Quieres ir también?

— Síiii, dije para luego seguir mamando la verga del señor. Por la pinta estaba a punto de llenarme.

— Obviamente no te podemos llevar con nosotros porque te va a pillar tu Padre, pero puedo hablar con el encargado del club para que te haga pasar como una de las “camareras especiales” y así puedas participar con todo el grupo. El ambiente es muy oscuro, además con una peluca y máscara veneciana tu Padre no te podrá pillar.

— Mbuf, me apunto, Angélica.

— Rocío, ¿y crees que podremos convencer a tu novio?  A mí me parece guapito…

En ese momento me imaginé la situación, vestida como camarera y siendo tomada por el brazo de don Jorge, o incluso el señor Soriano que no está nada mal… aunque no descarto sentirme poseía por mi propio padre, eso sí que es morboso, mientras mi chico iba en compañía de una señora madura, por qué no, la novia de mi Padre incluso, entre el humo y las luces de neón de un club, cada uno por su lado para pasar una noche inolvidable…. Estaba tan caliente que mientras el señor se corría en mi boca copiosamente, percibía los chorros de lefa espesa amontonarse en mi boca. Con toda esa leche llenando mi cavidad bucal me imaginé en brazos de mi Padre, lo siento si esto es fuerte para algunos lectores, pero cuando una ola de placer me recorre el cuerpo puedo ser muy guarra, y eso era lo sentía en esos momentos, sabiendo la cantidad de esperma que eyacula mi propio padre…. No me gusta tragar la leche de mi chico, sinceramente creo que es asqueroso, cada vez que lo hace terminó escupiéndolo y recriminándole, pero una cuando está tan caliente no se lo piensa mucho… me quedé con la lengua y dientes pegajosos, era una cantidad considerablemente grande como para preñar a veinte putas, con una textura gelatinosa de lo espesa que estaba, pero me encantó haberlo tragado… fue directa a mi estómago, toda.

Luego de que le limpiara la polla con mi lengua, ambos se hicieron con sus ropas. El señor Prieto me metió lengua por largo rato a modo de despedida, amén de acariciarme la vagina de manera magistral. Pero Angélica carraspeó para que me soltara. Como no le hizo caso, ella le dio un fuerte zurrón en el culo que soñó contundente… se notaba que se tenían mucha confianza, follar juntos es lo que tiene, que socializa, te hace cómplice del otro y hasta llegas a enamorarte, creo.

— Ahora don Jorge y yo nos iremos a su casa para pasar el rato hasta el amanecer, Rocío. Nos vemos.

— Angélica, quiero irme con ustedes.

— ¡Ja,ja,ja! Rocío, tu Padre está en la sala haciendo jodiendo con la mujer de don Jorge, te va a pillar.

— Niña, interrumpió el señor Prieto — Espero que te haya gustado.

— Síii, don Jorge, me encantó aunque hubiera preferido que me llenase el coñito con su lefa, en vez del estómago… ¡Ya quiero que llegue el próximo sábado! Ojalá me toque usted de nuevo.

— Yo también lo espero, preciosa. Y siento haber usado a tu osito para cubrirme.

— Uf… Angélica, puedo escapar por la ventana para encontrarnos afuera.

— ¡Rocío, contrólate! Se rio Angélica — ¡Déjame un poco a mí también!

Se fueron de mi habitación. Cerca de quince minutos después, los coches estacionados en mi casa, el de mi Padre incluido, ya se habían ido, seguramente para continuar su noche en ese club que me mencionó. Estaba sola en mi hogar, y aunque no lo creía, me sentía demasiado excitada aún. Tomé el osito de peluche que aún olía al sexo de don Jorge, bajé rápidamente por las escaleras.

 



Ellos hacían esos juegos sexuales simplemente para escapar de la rutina, y ya los entendía perfectamente, porque vaya escape. Creo que también me convertí esa noche en una “chica liberal”, como ellos decían. O al menos comprendí mejor esa psiquis especial que antes me causaba asco. Pensé además que de ahora en adelante, cada vez que viera a Angélica, vería la consejera y amiga que tanto había deseado en mis horas bajas, y no a una usurpadora como antaño.

Entré en la sala, encendí la radio que ponía música jazz. Me acosté en el sofá, completamente sudada y jadeando entrecortadamente. El cuero del asiento olía fuerte a testosterona y a ese perfume Armani que usaba mi Padre. Me dormí abrazada a mi querido Lenny, metiéndome los dedos en mi enrojecida vaginita soñando las guarrerías que haría en mi nueva vida…se me plantó en mi mente la imagen de mi Padre desnudo, con su verga apuntándome directamente a mi coño… así me corrí divinamente.

 


 

 

 

 

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