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UNA HISTORIA DE AMOR. Y si tú no has de volver...

    "Y si tú no has de volver" 1ª PARTE "Una para el otro y otra para el uno". Esa frase la repite una y otra vez mi ...

Yola la exploradora

 

El primer encuentro con mi macho alfa

Era preciosa la vista desde esta altura, veía el valle como se alargaba hasta lo más profundo de la selva guineana, el infinito verde se perdía al fondo y detrás de mí, la considerable caminata de dos días con mi perro “gorilero”, me garantizaba estar donde pocos exploradores llegaban, quería estar auténticamente sola por todos esos días en que me había propuesto desconectar, uno por cada macho de la expedición, y salvarme del estrés de convivir con seis hombres que me consideraban su única vía de alivio sexual, un estrés sexual que me podría anular definitivamente. Me equipé de todo lo necesario para la semana de expedición, en una mochila y en compañía del perro del campamento que se llamaba... “gorilero”. Pau me sugirió que me lo llevase, era un perro medio salvaje y medio domesticado que defendía a sus amos muy bien, y sinceramente me tenía gran aprecio durmiendo a mi lado cada noche.

 

 

Empecé a bajar con calma pero sin dejar de disfrutar del paisaje impresionante que tenía a mi alrededor. Me faltaban como quinientos metros en bajada para llegar al final de la zona abrupta, sin vegetación, sin saber bien bien como sería el camino más abajo, ya más entrada en el bosque. Continué hasta casi el límite hasta que, en una distracción tonta, metí el pié en una grieta y me trastabillé demasiado para poder controlar mi verticalidad en una zona con tanta pendiente, de forma que di una voltereta y empecé a rodar cuesta abajo… noté un golpe en mi cabeza y perdí el conocimiento.

Cuando desperté con mi cuerpo inservible, al querer moverme y no poder hacerlo, era ya de noche. Me quedé mirando hacía el cielo y empecé a pensar que había sido mala idea salir sola sin uno o dos de los guías que estaban a nuestro servicio, pero la tentación de quedarme a solas con esos negros era demasiada, y sin duda me follarían como a una perra… necesitaba centrarme en el estudio de la sexualidad de los gorilas, no en la de los negros de la tribu Fang, de modo que solo me llevé de acompañante a mi nuestro perro “gorilero”, que desde hacía meses ya no se despegaba de mí, como queriéndome proteger de tanto semental.

Veía el cielo entre las ramas de los altos árboles del bosque, supongo había rodado hasta llegar a entrar al lecho que forman las hojas caducas año tras año y que llegan a hacer un auténtico colchón, que, sin duda amortiguó mi golpe cuando acabó la zona rocosa y caí desde una altura de unos dos metros. Bueno voy a descansar y a comprobar qué me pasaba en mi cuerpo. Pude alzar el brazo derecho y me toqué toda, desde la cabeza, el hombro derecho, noté un poco de dolor, el pecho izquierdo que al tener una talla grande, mis tetas son muy delicadas y yo muy sensible, por suerte no sentí ninguna molestia, mi cadera tampoco y ya más abajo no llegaba pero moví la pierna izquierda y pude abrirla y cerrarla, aunque lentamente. Pasé la mano por mi pubis y luego a mi lado derecho sin notar nada anormal, excepto magulladuras por los golpes al caerme. Vi mi mochila a mi lado y pronto llegó “gorilero” a mi lado, ahora me sentía más protegida que nunca, y como el tiempo era tan bueno, no me preocupó el no poder abrir mi mini tienda para dormir, por no poder moverme. Total que entre el cansancio, los golpes y la protección al rocío que me daban los árboles, me dormí como una bendita.

Me desperté clareando y muy despacio me incorporé, pero me dije que mejor esperar a levantarme y hacer la actividad normal de excursionista y solo alcancé mi mochila, para coger algo de mi despensa para desayunar. En aquel momento fue cuando oí una especie de aullido pero no pude distinguir bien lo que pudiera ser. Abrí una bolsita de galletas energéticas y con la navaja me dispuse a mondarme una manzana, echaba en falta mi leche de vaca, pero era imposible en aventuras de tantos días, hacer provisión de ella. Cuando estaba acabando observé como algunas ramas de las cañas del camino se movían y de pronto apareció “gorilero”, es un enorme perro salvaje del bosque, se quedó mirando al un Espalda Plateada, yo no supe qué hacer pues en situación normal y con movilidad, como iba armada de una buena navaja y rifle, podría zafarme e incluso hacerlo huir, pero tal como estaba me entró algo de pánico, solo me quedé mirándolo un buen rato para ver que iba a hacer aquella bestia conmigo y con el perro. Después de estarme mirando con una mirada entre fiera y curiosa, empezó a moverse a mi alrededor, olfateando ostensiblemente como intentando conocer la especie de animal que se encontró en el lugar de su zona predilecta de reposo, donde tenía comida, lecho y agua en el lago cercano de donde estábamos, que yo no veía por no estar de pie… “gorilero” le enseñaba los dientes sin atacar, se mantenía a mi lado. Volvió a moverse al revés, continuando aquella exploración olfatoria cada vez más cerca de nosotros.

Cogí a “gorilero” y lo puse a mi lado, le ordené que dejara al gorila hacer…, ya su mirada era menos fiera y su boca cerrada sin enseñar los dientes me calmaron, por lo que escondí mi arma. Así estuvo más de un cuarto de hora olfateándome y demostrado su poder… y al final se marchó. Mi perro más calmado frotaba su cuerpo con el mío para hacerme como que me moviera pero yo todavía no podía. Entonces le di un trozo de manzana, me miró con sorpresa pero la cogió y se lo zampó tras dos masticadas, le gustaba, lo que me encantó, pues no era del todo carnívoro. De pronto salió disparado, me quedé expectante y al cabo de cinco minutos regresó con una rama en su boca con frutos. A mi me enterneció aquel detalle, demostrándole que me había halagado y me comí una, lo que le debió parecer bien pues aulló festivamente. Aquello me relajó definitivamente y mis pesimistas pensamientos acerca del bicho desaparecieron de mi cabeza. Nos fuimos de la zona del espalda plateada, nos observó desde una atalaya sobre la rama de un gran árbol… sin duda nos dejó marchar.

Como hacía mucho calor con el sol apretando en aquel trópico, estábamos a 40ºC, me quité la sahariana y los pantalones y me quedé con unos shorts y camiseta sin mangas, con bragas y sin sostén como era habitual, pues no necesitaba para mi solitaria excursión. Lo guardé en mi mochila… al cabo de dos horas de caminata, me recosté en ella esperando recuperarme para seguir la marcha. El perro se puso algo excitado entonces y comenzó a oler el aire de mi alrededor, seguramente al quitarme la ropa había dejado que mi transpiración inundara sus fosas nasales tan sensibles y lo pusieron en onda, se echó al suelo y como reptando arrastró su cuerpo hacia mí con una actitud extraña…, al llegar a mis piernas sacó su lengua y me lamió mi muslo por fuera.

Su lengua estaba caliente pero se deslizaba con gran suavidad pese a estar rugosa, lo hacía lentamente, con lo que yo no me asusté y encontré una cosquilla de aquellas que en la médula, te dejan en blanco, como paralizada de gusto y él lo aprovechó, pues cuando me di cuenta por mi relajación, el perro estaba entre mis piernas y me lamía los muslos hasta donde el short dejaba, y aún más ya que su lengua era larga y llegaba a mis braguitas, que por cierto no me había cambiado en dos días. Yo, entre mi estado anímico de felicidad por estar venciendo a mi estrés, por las magulladuras y susto del gorila, se añadía el gusto que sentía con aquella caricia tan tierna para un perro casi salvaje, que me quedé traspuesta y me abandoné. Sí, me abandoné que a los pocos minutos me estaba bajando los shorts y las braguitas, todo de una vez y el perro se dio un banquete con los jugos que de mi chochito salían sin parar, hacía ya más de una semana que no había prestado atención a mis necesidades sexuales, tan normales para una mujer de 28 años, más en mí… tan salida.

Sin saber qué estaba haciendo el perro, con los ojos cerrados, me subí la camiseta por el sofoco, y al momento con gran cuidado, el perro se me comía los pezones con sus morros, y digo se me comió pues los mordisqueaba al tenerlos muy salidos cuando me caliento. Abrí la boca del gemido que me salió al notar la mamada que me hacía en mis prominentes y sensibles tetas, pasando de uno al otro. Cambió y subiendo se puso delante de mi cara para mirarme de cerca, le abrí la boca a tope, lo que aprovechó para meterme su larguísima lengua dentro y lamerme todo mi paladar y mis encías, acompañándolo con una dosis abundante de su saliva que yo, fascinada por aquel encuentro del todo imprevisto, me tragaba hacia mi estómago chupándole la lengua, como si mamara una de las muchas pollas disponibles que tenía en el campamento desde hacía más de veinte semanas.

Me di cuenta que con todo aquello me movía y podía hacerlo, por lo que me dio tranquilidad pensar que no corría peligro alguno, ya que podía escaparme cuando quisiera, pero no me escapaba. En cambio, mientras el perro me estaba dando lengua de verdad, tan solo levanté las manos y me encontré, sin pensarlo, con la verga más grande y tiesa que jamás hubiera pensado que pudiera tener un perro, la así con mis manos, aquello era un monstruo de polla por lo larga y recia..., llegaba desde mi pubis a casi mis melones y de gorda no podía cerrar la mano rodeándola. Se me erizaron todos los vellos de mi cuerpo y eso mientras el perro seguía morreándome, nunca mejor dicho. Sacó su lengua de mi boca después de haberme hecho tragar infinidad de sus babas. Se movió hacia delante, mientras no dejaba su polla. Me la puso sin quererlo, delante de mi cara con lo que mirándola me decidí a mamársela como agradecimiento a su dedicación a defenderme. Entonces aprendió a darse la vuelta despacio hasta alcanzar mi coñito por segunda vez y, he aquí, que hicimos un 69 glorioso.

Hasta aquí había sido una improvisada y excitante situación muy placentera pero, a partir de aquel momento, mi orgasmo llamó a la puerta y eso es definitivo. Me removí como no pensaba pudiera hacerlo y poniéndome recostada a la última piedra, en 45º de inclinación, iba tan caliente que le abrí los brazos y se me echó encima, con la brusquedad de un perro salvaje que solo debía de haber follado con perras de igual ralea. Su tremenda polla estaba todavía más grande que cuando la agarré con las manos, y en el salto hacia mí, coincidió en mi vulva, lo que al acercarse más a mi boca como queriendo continuar la morreada, me dejé que entrara como entra un dedo con vaselina en el ano de un bebé.

Le noté una expresión de sorpresa al encontrar que su pollón rojizo y caliente, se hallaba rodeado y oprimido por unos músculos vaginales que debía pensar lo atrapaban sin dejarlo salir. El enorme tronco llenaba mi coño, me pareció que aquel salvaje era… virgen, que era la primera hembra que se follaba, tal y como había estado actuando con tantas caricias y besuqueos, pues las mascotas que conozco cuando se aparean dan dos lamidas y ya se echan encima de la perra para follársela. Bueno pues mi perrito, tras esa excursión ya empezaba a considerarlo como mío, empezó a follarme por el instinto que llevamos en nuestros genes y seguramente porque yo le gustaba. Sentía su glande golpear el fondo de mi pared vaginal, el macho deseaba sin duda, llegar más adentro que cualquier otro macho que me había follado.

Me estuvo bombeando como diez minutos y se corrió, claro, era primerizo, pero yo no lo dejé salirse y a pesar de no haberme metido su nudo, no lo había notado y mi coño es estrecho, lo mantuve dentro de mi retenido por mis brazos y mis piernas a su alrededor y conseguí, al poco notando su polla dura como al principio, que me volviera a follar ya de una forma total, con su bola dentro de mi enrojecida vagina y comenzando a hacerme correr sin fin. Yo estaba súper caliente al igual que mi macho y le volví a dar mi lengua rozándola con la suya colgando, quería que notara que yo era su hembra, humana pero hembra, sintiendo como su larga y gorda polla me llegaba al fondo de mi vagina, donde ya no puede entrar más, donde el útero espera la venida del esperma para decidir, si esta ovulando, lo qué hacer con sus espermatozoides. Con tanta leche en mi útero, seguro que saldría de África preñada, el azar sería el encargado de decidir si mi primer hijo tendría color blanco o negro.

Estaba seca mi alma de tanto correrme, en cambio estaba húmedo mi cuerpo de tanto semen de perro, pues mi amante se desparramó dentro de mí, con chorros y chorros de su caliente leche. Nos quedamos los dos paralizados por la reacción al cósmico placer del orgasmo, que nos deja en otra galaxia por minutos hasta que sin remedio, debemos volver a la puta realidad, pero encantadora si sigues entre los brazos de tu macho, como yo estaba. Esperamos una inmensidad de tiempo abrazados, pues ninguno de los dos tenía prisa ni había riesgo de que nos encontrara alguno de nuestros conyugues, hasta que se le aflojó el nudo, salió delicada y suavemente su enorme verga de mi coño, como si me hubiera desvirgado, y se puso a lamerme tan tiernamente que me daban ganas de coger la digital para grabarlo y que aprendieran algunos a tratar el coño de una hembra recién follada.

Suspirando a fondo me levanté, sin acordarme de mis magulladuras, me quité mi camiseta y desnuda me fui hacia el riachuelo de quietas aguas verdes y poca corriente y me zambullí. Al sacar la cabeza busqué a mi amante y no lo vi, pero al girarme lo tenía detrás, al tirarse detrás de mí, nadando los dos por todo aquel paraíso sin huella humana.

Reemprendí la marcha con una variante... mi macho me siguió por los cinco días restantes de mi aventura de evasión, follándome cada día varias veces pues ahora al desayuno, al mediodía en cualquier río o lago y por la noche, nos amábamos hasta perder el conocimiento. Desde luego que regresé completamente curada de mis ansias aunque algo irritada mi vagina. Tal vez os preguntéis que hacía yo en la selva tropical de Guinea Ecuatorial….



La beca que me salvó la vida.

Por entonces era una estudiante de posgrado de 28 años, estaba realizando mi doctorado sobre el comportamiento sexual de los primates en su medio natural, pero me faltaban datos de campo, los cuales lo podía conseguir en África, gracias a una beca de la fundación “Sabater Pi” en colaboración con la universidad de Cataluña, que me otorgaron gracias a mis elevadas notas académicas frente a otros competidores. Pronto me iría a la Guinea Ecuatorial…

Me llamo Yolanda.

¿Os preguntareis la elección de un tema tan delicado para un doctorado? la respuesta es fácil… mi aspecto me ha acarreado muchos problemas desde jovencita, la larga melena, la cintura diminuta y las tetas enormes, las piernas largas y contorneadas, y esa carita de ángel con mirada pícara. Ese aspecto que ha hecho que la población masculino sufriera estragos físicos en mi presencia, me había hecho pensar siempre en la proximidad que tenemos los humanos con los animales, en especial los primates mas próximos a nuestra especie. Y mi ambicioso proyecto era la comprobación de sus hábitos sexuales y la proximidad que tienen sus esquemas de funcionamiento sexual con nosotros, hombres y mujeres.

Para eso la universidad me facilitó un contacto muy interesante, el campamento base de un grupo de científicos que se dedicaban a un estudio similar en un parque nacional al noroeste de la Guinea Ecuatorial. Siendo África el continente con el que siempre había soñado, agilicé todos los tramites para poder partir lo antes posible al estudio de campo por seis meses. El Parque Nacional de Monte Alén, situado en la región continental de Guinea Ecuatorial, que se destaca en la historia de la primatología española y ecuatoguineana… en pleno territorio de la etnia Fang.

Mi novio se opuso radicalmente al proyecto, intuyendo que mi voracidad en la cama no podía ser atendida por un tan largo periodo, y después de muchas discusiones y algunas lágrimas, le dije que iba a vivir mi sueño y no iba a desperdiciar la beca que me habían concedido, que iba a volver en seis meses, y que si no quería esperarme o confiar en mi se olvidase… no iba a sacrificarme por él, iba a vivir la aventura de mi vida, iba a disfrutar de mi pequeña locura de seis meses en un campamento en plena jungla africana.



Llegó el día de partir.

Las ropas de hilo de lino claras semitransparentes para el clima tropical y una maleta llena de material para mis estudios, una caja de condones tamaño XXL, regalo de una amiga en el aeropuerto alegando el reconocido tamaño de los miembros de raza negra, entre bromas, que tenía que catar lo que era realmente el sexo salvaje…, y el pasaporte en mano. Paso los controles después de un par de obscenas miradas a mi escote, sabiendo que las etnias con las que voy a convivir no se escandalizan con los pectorales femeninos sino con las piernas, normalmente cubiertas en sus mujeres, había aprovechado para coger todas mis mini camisetas de tirantes muy escotadas, podríamos llamarlas sexy, o según mi novio… ahora antiguo novio ya, indecentes, que todavía sorprendían a los guardias de seguridad del aeropuerto español. Pero que tras una mirada, me habían dejado pasar sin mas preguntas.

El viaje de avión fue relativamente rápido, enfrascada como estaba en mis mapas del parque natural donde me iba a hospedar en los próximos seis meses y releyendo el email que me habían enviado Paul y Sebastian… los científicos franceses con quien iba a compartir el campamento, cuyo tono amigable decía que esperaban ansiosos mi visita y que estarían encantados de compartir sus avances conmigo, me hacia sentirme bien y anhelar la llegada a Malabo, donde me hospedaría una noche antes de coger el rumbo al río Komo. La posdata del email recomendaba que cogiese un buen hotel en la capital del país, y que aprovechara para disfrutar de la ultima buena ducha a presión en seis meses.

Así lo hice. A la salida del aeropuerto, primer encuentro con la noche africana, primera batalla para decidir que coche coger y primer contacto con la inmensidad de niños queriendo coger mis maletas hasta el taxi para cobrar unas monedas. Exhausta y cansada, había reservado como despedida de lujo uno de los buenos hoteles de la capital. Al llegar me tiré directamente en la cama, completamente desnuda, como a mi me gusta dormir, y me levanté al día siguiente media hora antes para poder disfrutar de la famosa ducha recomendada.

Golpeando mi cuerpo desnudo con el chorro potente de agua templada empecé a acariciarme, pensé en lo que me gustaba ese momento matinal en que te tocas desnuda, en que le das los buenos días a cada parte de tu cuerpo, masajeándolo… tocándolo… aseándolo y acariciando, deteniéndome alguna que otra zona sensible, como ese día que tenía los pezones duros por el agua templada, casi fría, pero que compensaba la temperatura de mi cuerpo, todavía con dificultades ante el clima tropical y húmedo. Húmedo como todo mi cuerpo ante ese momento de abandono en la ducha, el cabello goteando por la espalda, tubo de la ducha entre las piernas prietas, chorro de agua directo a los pezones, mano libre juguetona estirando, palpando y estimulando el clítoris, y caderas moviéndose gozando con el conducto de la ducha, rozándolo primero despacio, para luego bajar el agua a presión, entrar un dedito… uno, dos, tres… mmmmm y darme unos buenos días con un orgasmo pleno del que se produce quien conoce bien su propio cuerpo. ¡Cómo me gusta una buena ducha!

En fin, satisfecha y anhelante de aventuras me vestí con ese top rojo sin sujetador, que dejaba entrever gran parte de mi pecoso escote, y me puse esa falda larga de lino blanco, con un corte detrás un poco alto, y claro, a contraluz, suficientemente transparente para entrever mi tanga blanco de mariposas. Recojo mis maletas y me dirijo de nuevo al aeropuerto, donde un vuelo interno me llevara en avioneta de hélice al campo de aterrizaje más cercano al parque, del rio Komo..., donde tendría que estar esperándome el 4x4 del equipo francés, para llevarme directamente al campamento en la jungla.

Ahora sí estoy nerviosa ¡¡Por fin voy a conocer a mis compañeros de selva!!

Espero que no sean un par de viejos chauvinistas sin conversación, solo tendré su compañía y la de los autóctonos durante seis meses, empiezo a dudar y casi a temblar, pensando en que ha sido una decisión precipitada. Que mi tesis podría haberse resuelto con un estudio de los animales en cautiverio en el zoo de Barcelona, que mi ansia de aventura podría acabar siendo muy aburrida según la desconocida compañía que me iba a encontrar. Dudaba, mirada perdida ante la extensión de tonalidad verde desde la ventanilla del avión mientras mi mente se perdía en todos esos matices cromáticos de la selva, descubriendo de vez en cuando una zona pantanosa, lugar predilecto de los elefantes según el piloto que me miraba babeando y sonriendo. Mientras mi mente vagaba por la locura de estar volando a través de la Guinea Ecuatorial en avioneta de hélice, hacia un futuro incierto a la busca de los hábitos sexuales de los gorilas y sus pautas de comportamiento. ¡Que locura! se me escapo en español, mientras el piloto me preguntaba con acento francés de colonia que había dicho, que no estuviese nerviosa, que pronto encontraríamos una área de sabana menos densa en vegetación, y que estábamos llegando a la pista de aterrizaje, tranquila me dijo aprovechando para poner una mano encima de mi pierna.

Le dejé acariciarme un poco por encima de la falda, yo estaba nerviosa y esa mano grande y oscura contrastaba con la tela blanca y ligera de mi falda… me tranquilizaba, no quería ni pensar en que estaba pilotando con una sola mano pero solo me sobo un rato, y luego me dijo que lo sentía, que necesitaba ambas para aterrizar, que cuando quisiera él estaba dispuesto a tranquilizar ese cuerpo de larga melena de león..., dijo sonriendo y viéndome temblar de miedo ante la minúscula pista de aterrizaje de tierra, donde teníamos que posarnos.

Cada vez oía mas el ruido del motor… el br br rbbbr brbrrrr de un motor viejo, y ya solo veía el trozo de sabana aplanado para el aterrizaje, temblaba, el suelo se abalanzaba sobre nosotros,

Primer contacto con tierra firme, ruido ensordecedor, velocidad disminuyendo, avance a trompicones por la pista… desaceleración, menor velocidad y pausa.

¡¡En fin!! Aterrizaje completado.

- ¡Bienvenida al parque nacional de monte Alén! me dice el piloto sonriendo.

Vemos un 4x4 que avanza por la pista, cruzo los dedos ante la expectación de conocer a mis próximos compañeros, veo a alguien bajar del coche, es muy alto, atlético, me pregunto mentalmente si lo estaré soñando? ¡Buffff! Si ese cuerpo es lo mas aproximado a la descripción que una podría hacer de la lascivia, alto, atlético, tostado por el sol, ataviado con colores claros, camisa abierta, me mira, sonrisa de dientes blanquecimos, barba de tres o cuatro días... ¡Mmmmmm!

Ese look de aventurero desaliñado que tanto nos gusta a las mujeres, una mezcla de osado vividor con chico de anuncio de cigarrillos. Nos saludamos, yo tímida, le doy la mano, él se me acerca, ¡Dios! que alto es, y me estampa dos besos en la mejilla diciéndome. Ya veo que ha tomado al pie de la letra nuestro consejo sobre la ultima ducha, hacia meses que no olía un cuerpo tan seductor.

Me sonrojo y le agradezco el comentario, mientras noto su mirada escrutando mi pequeño top, acariciando mi escote, bajando hasta el ombligo al aire, y la faldita blanca completamente pegada a mi cuerpo por el viento que hay en la pista. Me estremezco y sin querer pienso en como serán seis meses en tan sexy compañía, me devuelve la mirada a los ojos y me dice, tendremos que cambiar tu vestuario sabes, en el campamento base serás la única mujer, y tenemos la libido un poco delicada para andar viendo pasear en trapitos a una chica tan apetecible.

Me sorprende mucho el comentario por su tono jocoso y porque pensaba tener alguna chica con quien hablar en el campamento, pero me explica que no, que como científicos extranjeros están él, Paul de 33 años y Sebastian, francés también de 58, y que luego estaba la parte de los rastreadores, que eran unos cuatro hombres de la etnia Fang, reconocida por ser grandes cazadores, que dormían entre semana en el campamento ayudándolos en la localización de los gorilas y que volvían a sus familias algunos fines de semana… el ambiente era muy masculino y que sería duro para mi soportar esas bromas sexuales que eran uno de sus pasatiempos favoritos.

Continuando con la conversación nos despedimos del piloto y cogimos la ruta en 4x4 hacia el campamento, me había ayudado con las maletas un chico joven negro que no debería tener más de veinte años, que acompañaba a Paul y que me dedicó una mirada bastante peligrosa, muy sorprendido con mi larga melena bien cuidada. El comentario en Pamue, dialecto de la zona, que me tradujo sonriente Paul fue, ¿cómo podía venir de tan lejos alguien que tenía el sol del atardecer africano como color de pelo?

Empezaron las risas y el ambiente se distendió un poco, aunque mi mirada intentaba retener todos los detalles que veía por el camino, especies de árboles, animales… ruidos y la información que no dejaba de darme Paul, me sorprendió que la tensión sexual que había experimentado al ver a Paul por primera vez no disminuyese…. Y siguiese aumentando.

Aún hablando de penurias del día a día en la selva, esa ducha al aire libre que nunca podía cerrarse, esa hamaca nocturna con posibles serpientes y insectos varios, esas celebraciones nocturnas de los bailes alrededor de la hoguera… La electricidad en el ambiente no cesaba de aumentar, aunque una cosa me quedó muy clara… Lo delicada que iba a ser la convivencia en ese pequeño pedazo de jungla, con media docena de hombres hambrientos de sexo con una mujer como yo, me dijo con una mirada de lujuria.

- !Bienvenida a nuestra humilde morada! Me dice Paul con un guiño divertido…, el coche se para y empiezo a reconocer lo que será mi casa durante este tiempo.

No dejo de sonreír ya que, se trata, simplemente, ¡De un claro en la espesura de la jungla!

Nuestra casa, un hueco en la frondosa selva con un par de barracones de madera y una construcción tradicional, hecha a base de caña y barro, cubierta de hojas de palma. Paul me lo señala encantado, nuestro comedor, punto de reunión, y centro social…. Estoy maravillada.

Deben ser las tres de la tarde y no hay ningún movimiento en el campamento desierto, bajamos mis baúles del coche y Paul enfatiza la tensión sexual entre nosotros explicando que nos encontramos solos en el campamento. Me explica que Sebastian debe haber salido de reconocimiento y que los Fang deben estar por los alrededores, seguramente observando las novedades desde la protección de la espesura.

Me excita el saberme observada.

Imagino esos hombres de vida simple y sabiduría oralmente transmitida de generación en generación, mirando a la mujer blanca, nerviosa, ojos chispeantes ante la perspectiva de pasar seis meses en ese paraíso terrenal, ¡Y tan bien acompañada!

Mi modelo de anuncio de cigarrillos (mejor descripción que puedo hacer del alto, sexy y desaliñado Paul) me cuenta el día a día en el campamento.

El barracón de madera más grande es donde guardan toda la información sobre sus estudios. Es el único barracón que consiguen cerrar bajo llave y suele ser donde guardan el aprovisionamiento y las medicinas. El otro, más pequeño es el dormitorio, el problema con los bichitos lo resuelven con unas hamacas colgadas de poste a poste cubiertas con una malla espesa de pilar en pilar, en un barracón que constituye el dormitorio de todos,

Me comenta riéndose que suelen pasear impúdicamente vestidos por ahí, y que habían reservado para mi un espacio justo al lado, dónde posar mi tienda de campaña para tener mi propio espacio y un poco de intimidad…. Me sorprende la idea de dormir sola en ese mundo tan distinto, le comento el miedo a la invasión del campamento por animales salvajes, dada su única escasa protección perimetral, de un alambre con latas vacías colgando. Me coge de la cintura aproximando su cuerpo al mío.

- No te preocupes, me responde tranquilo, seguro y sonriendo. - ¡Aquí los animales más peligrosos que enfrentaras serán a los de dos patas… los humanos! Aunque algunos de estos negros parece que tengan tres, jajajaja.

Me rio automáticamente, pero veo que su comentario tiene un fondo muy real. Son hombres, con sus deseos y necesidades, llevan mucho tiempo solos en la jungla, sin pasatiempos, y sin descargar sus impulsos sexuales con una mujer. Paul me esta observando mientras pienso, ambos sabemos que acabo de entender la necesidad sexual de los miembros del campamento. Sus ojos me miran con deseo al observar la inicial sorpresa y la chispa que aparece en mis ojos color turquesa.

- Siempre que tengas miedo en la tienda, me dice Paul acercando sus labios a mi oreja en un susurro, - Siempre que te sientes sola en la inmensidad de la jungla en el recóndito rincón de la Guinea, Me dice casi suspirando, - Solo tienes que dejar que me acerque, y conseguiré hacerte olvidar todos tus fantasmas!

Acaba la frase con un leve mordisco en mi lóbulo izquierdo. Ha visto la reacción de mi cuerpo a su simple invitación, los pezones destacan prietos junto a la tela roja del top. Mi cuerpo queda paralizado ante la anticipación de sentir ese suspiro húmedo bajando a recorrer mi cuello y mi cuerpo, pero el calor que empieza a invadirme se ve interrumpido por la entrada del chico de la pista de aterrizaje.

El cargador adolescente de mirada peligrosa, ha entrado de sopetón en el barracón dormitorio, y ha interrumpido este pequeño momento de acercamiento, ante su presencia me separo automáticamente pensando en recuperar el tono amigable y profesional de la conversación, estoy cansada e intento conversar con ese callado joven de nombre Sekane. Me apoyo en una de las hamacas y empezamos una tranquila conversación sobre las costumbres diarias en el parque de monte Alén y las costumbres tradicionales de la tribu de los Fang, La conversación se diluye en el lento tiempo africano…, noto que la conversación a cogido otro ritmo mientras la luz se cuela por entre las tablas de madera que constituyen el muro del dormitorio, la cadencia de preguntas y respuestas disminuye.

El tiempo se detiene.

Oigo voces, el campamento se ha llenado de colorido.

La reacción a mi aparición es un largo silbido.

Lo oigo a mi espalda, delante solo veo los hombres de la tribu, mi vista se queda nublada por el magnífico color ébano de sus finos y musculosos cuerpos semicubiertos, sudados por el largo camino del día, oigo risas y un cuerpo se me pega por la espalda… Excitado.

Noto mi cuerpo temblar y reaccionar, pero no se como salir de esa situación. Creo tener al atractivo Paul presionando su erecto miembro viril en mis nalgas, y con sus manos bajando por mis caderas, atrevido… Arremangando y subiendo la falda.

¡El ambiente se paraliza!

Ya solo veo las oscuras siluetas azabache desdibujadas ante el fondo verde, y siento esas grandes manos subiendo por mi ancha cadera y descubriendo mis piernas casi en el centro del campamento. Noto el aire cálido atravesar mis muslos, los suspiros calentando mi oído, el temblor de mi femenino cuerpo ante esa enormidad rozando mi trasero.

Una ráfaga de viento me envuelve el rostro en la melena, cuando siento las manos bajar la camiseta lentamente y dejar mis tetas al descubierto. Ya he dejado de ver, solo consigo percibir los sonidos de la respiración aumentando de ritmo en mi espalda, solo consigo sentir las partes de mi cuerpo responder a las caricias urgentes de la excitación de un hombre. Llevo demasiado tiempo sin tener a un macho dentro de mí y no me dejo resistir ante el intento fatuo de mi hombre de anuncio.

Leves gemidos respondiendo a ese movimiento pélvico que no deja de presionar mi falda ya subida hasta la cintura. Una Verga muy excitada separando mis firmes nalgas, mientras la mano juguetea con mis pezones, estirándolos duramente y con las yemas mojadas. Acabo de succionar sus dedos…, son enormes igual que la verga empalmada que siento tan cerca, tocándome y logrando que me humedezca toda la vagina estimulada. Estoy completamente rendida a las caricias de Paul enfrente de una media docena de hombres, o eso creo ya.

Los dedos vuelven a entrar en mi boca abierta, y entreabriendo los ojos veo el oscuro color de la piel, mientras entran tres dedos en mi boca de golpe, y ya solo consigo pensar en chupar ese pedazo de carne negra, pensando en como será de rico ser follada por un salvaje africano de tan enraizada negrez..., ser follada al aire libre en pleno claro de la jungla africana, por un pollón descomunal a pelo y sin miramientos por mi fertilidad.

Mi lengua acaricia los dedos que casi alcanzan mi garganta. Mientras me giran, mi cuerpo obedece y mi mente independiente ha dejado de pensar, se encuentra inmersa en el reino de los sentidos. Siento unos labios gruesos besar mi cuello, pasar la lengua húmeda hasta alcanzar mi blancas tetas, cuando mi mano baja irremediablemente a sentir la dureza de su inmenso cipote, es colosal… lo recorro con mi mano de inicio a fin mientras muerde suavemente uno de mis pezones, siento esa interminable verga gruesa, como un sueño.

Estoy completamente mojada y meneando la dura verga endurecida de un adolescente negro de la tribu de los Fang, pasando mis yemas por el tronco, cogiendo ritmo, acelerando el meneo y doblándome de rodillas ante semejante regalo para una hembra blanca.

¡He pasado de científica investigadora a hembra en celo con hambre de polla!

Mi lengua sale juguetona para sentir la dureza del orondo glande, para seguir lamiendo el tronco hasta acariciar los huevos con la lengua extendida…, abandona el par de cojones pesados tras ensalivarlos, dando paso a manejo de mi mano imparable sobre ambas bolas como moles de derribo. Sigo recorriendo ese miembro erecto hasta su máxima esplendor. Con la boca abierta intentando tragar lo que mis dedos acarician, sorbiendo verga, chupando y mamando ese trozo de carne duro que me tiene toda húmeda, chorreando. El sabor es potente a macho, salado y ácido demuestra que por ese glande a meado no hace mucho… no me importa, la testosterona me tiene narcotizada y la quiero toda para mí.

La boca baja para acompañar las caricias a los huevos con lengüetazos rápidos, acariciando el tronco con mi cara extasiada… de nuevo saboreando sus testículos zainos como la noche africana. Tras succionarlos uno a uno y envolverlos en mi boca cada uno de sus huevos, sigo tragando y escupiendo en la verga. Intento meter el máximo de longitud en mi pequeña boca, que solo piensa en chupar, succionar, que solo piensa en sentirse llena hasta la garganta, que solo piensa en llenar su boquita de leche de semental. Procuro mover la cabeza a la cadencia del placer de ese ejemplar de macho.

¡Cómo me gusta que me follen la boca!” Pienso.

Porque esto es lo que esta haciendo Sekane, en pleno centro del campamento, follarse la boca de la joven tetona científica recién llegada con la ropa subida y rasgada, arrodillada ante la fuerza de un hombre mucho más joven e inmensamente más fuerte y potente que la domina… soy una hembra rendida al fulgor del macho. Puro instinto sexual que la naturaleza manda… donde el macho domina y la hembra sumisa obedece a los estímulos primarios… ser inseminada por el más vigoroso de los sementales, cubierta por el mismo para parir a los mejores ejemplares.

Me excita demasiado ser la “HEMBRA”, estar allí arrodillada ante la polla de un adolescente negro, que me empuja al suelo, dispuesto a tomarme mientras noto que me sacuden. Estoy completamente mojada y pido que me folle, exijo que me follen como si de una hembra salvaje se tratase… no sé si entiende mi español, pero sé que entiende que le estoy pidiendo sentir esa verga dentro de mí…

- ¡¡LLÉNAME CON TU VERGA! Grito.

Noto una sensación extraña. Alguien me sacude los hombros y no veo a nadie. Oigo alguien pronunciar mi nombre ¡Yolanda!

- Yolanda despierta.

Abro los ojos y veo a Paul de pie al lado de la hamaca..., estoy completamente mojada y huelo a sexo de mujer. Sus ojos están completamente dilatados, Su look de aventurero arrebatador y su bragueta entreabierta. Estoy medio dormida y muy caliente. Creo que tuve un sueño erótico, le digo a mi compañero Paul avergonzada.

Me confiesa que estaba mirando como dormía.

Que estaba viendo como mi cuerpo dormido reaccionaba ante mi sueño, y empezaba a cambiar a medida que mi imaginación traicionera avanzaba. Vio mis manos acariciar mis grandes tetas y pezones excitados, vio mis piernas frotándose y presionando los músculos, mi boca succionar mis dedos y el olor de mi calentura entre mis piernas… tengo el coño que me arde supurando flujo de lo excitada que me hayo. Necesito sexo por compasión, del bueno y del duro… tengo seis hombres disponibles, pero tengo miedo que me convierta en su PUTA.

No puedo remediarlo y medio dormida pero ardiendo agarro el cuello de su fina camisa de hilo y le callo con un beso húmedo y prolongado donde le reto a acercarse, donde le recorro la boca con mi lengua pidiendo sexo. Abandonada a la calentura, luchando con mi lengua en su boca, besándolo profundamente, acercando todo su cuerpo a mí y susurrándole a la oreja que aplaste mi cuerpo con el suyo en la hamaca… que me folle, que necesito sentir una verga muy adentro para saciar esa ansia que me ha dejado el sueño. ¡Esa ansia de verga!

Se quita los pantalones, me sorprende que no lleve calzoncillos, para qué llevarlos con el calor de esas latitudes. La hamaca se balancea cuando su atlético cuerpo cae sobre el mío, estamos los dos listos para el acoplamiento, mis piernas rodean su cuerpo para aproximar ese hombre a mi cuerpo. Siento que empezamos a acompañar el balanceo de la hamaca, Paul encuentra mi conejito preparado por el sueño, húmedo y muy caliente con ganas de sentir su cavidad llena de carne, sentirla rozadas por el ancestral movimiento animal de la cópula. La coloca bien en la entrada y la mete de golpe… ¡Mmmmm! Siento sus huevos golpear mi coño, sé que la tiene toda metida dentro de mi coño hambriento.

El ritmo cadencial es rápido, nuestros cuerpos sudados luchan por marcar un ritmo frente el libre movimiento de la hamaca. Me esta dando embestidas muy hondas, duras y exigentes… ¡Joder como a mí me gusta! Sé que va a ser muy rápido, ambos estamos sobreexcitados. Llevo meses sin ser follada, a saber los meses que él está sin probar un coño, al menos blanco.

Los dos estamos al borde del abismo desde que hemos empezado, tenemos que liberar ese deseo sexual que se ha apropiado de nosotros nada mas cruzarnos en la pista de aterrizaje…. A pelo, sin condón, al natural como bien acompaña el ambiente africano… Salvaje!!

Yo ni siquiera puedo mover las caderas, solo sentir todo su peso encima de mí en esas embestidas rítmicas que me están arrancando de la realidad. Su pelvis es fuerte y las clavadas me llegan hasta lo más hondo… Su cuerpo tiembla, siento como me sacude con sus ultimas fuerzas y se tensa viril, agarro sus nalgas con ambas manos, no deseo que se salga, no creo que lo vaya a hacer… quiere llenarme de leche y lo sé, lo necesito, lo quiero todo su arsenal espermático en el mismo útero… el instinto le dice que debe eyacular todo su esperma dentro.

Mi cuerpo reacciona acompañando su descarga con un placer infinito. Estallo, mi cuerpo se abandona al éxtasis… ¡Mmmmm! Sí. Percibo sus chorros de lefa espesa recién ordeñada de su huevos de macho de anuncio… viriles y grandes. Le estoy tomando el puso en cada convulsión de su verga, sus eyaculaciones no paran y mis estertores le acompañan en una corrida memorable… Nos hemos corrido ambos con un polvo muy rápido..., ambos lo necesitábamos así. Me gira y me coloca encima de él, me dice que ni en sus sueños hubiese imaginado una visita así de productiva desde el primer día. Me incomoda ese polvo de bienvenida con el peligroso atractivo de Paul y me levanto y arreglo la ropa. Necesito alejarme y salgo del barracón apresurada. Noto el coño lleno de leche, mojado y ligeramente irritado, es un sabor que necesitaba tanto sentir, que me avergüenza pensarlo.

El otro científico, el todavía desconocido Sebastian me alcanza y me sonríe, me saluda, me da la mano y besa ambas mejillas. Tengo la sensación que esta oliendo mi cuerpo de hembra mientras los rastreadores clavan su mirada en mí. Les saludo mientras pienso que no he podido ducharme y me siento terriblemente sucia, con el olor a sexo y el de la testosterona de un hombre que me ha poseído a su antojo por petición mía.

Los hombres solo me dedican miradas furtivas y hablan en su dialecto, sé que hablan en Pamue de una mujer, conozco esa palabra. ¿Estarán hablando de la melena larga, o del olor a hembra saciada? No lo sabré de momento, tal vez nunca. Pero tranquilos… ¡¡Tras la bienvenida, mis aventuras en la jungla no han hecho mas que empezar!!



Llevo un par de semanas en la jungla…

Después de la bienvenida de Paul, he intentado marcar el carácter profesional entre nosotros aunque mi traicionera mente me lo recuerde constantemente. Le dije que había venido a trabajar, que se olvidase de la mujer y que observase únicamente a la científica. Afortunadamente Sebastian, el otro científico francés, me ha ayudado mucho. Es un poco mas viejo que Paul, me comentó haber sobrepasado ya las 58 primaveras y tiene un estilo menos arrebatador. Desde el primer día me ha tratado como a una amiga y me ha mimado como a la niña del campamento. De vez en cuando me da demasiados mimos, y noto como su cuerpo masculino se apodera de su mente de amigo, pero sin propasarse, solo con algún que otro roce, cuando hay mas gente delante, y sabe que no puedo decirle nada! Estoy pensando cada vez mas que lo hace a posta.

Que no es distinto de Paul, que solo cambia la táctica de seducción…

En fin, no puedo cambiar mi cuerpo, ni la escueta ropa que llevo en la maleta, o sea que tendré que vivir con ellos, lidiando sus instintos, esquivando sus tentaciones y controlando mi ansia de sexo, tal vez en el próximo viaje a la capital, Malabo, compre algo más acorde.

Es muy temprano y el campamento se despierta, los pequeños ruidos que nos alcanzan desde el follaje durante la noche se esfuman… el sol se levanta inundando el claro donde vivimos y se oyen los primeros pasos. Estos días me he levantado siempre la primera por el problema de la ducha. Se trata de dos tablas de madera puestas detrás del barracón dormitorio, hay un cubo de agua al lado, y coges el agua con un pequeño recipiente mientras te lo tiras encima. Es una vista espectacular para cualquiera que pase por detrás del campamento por que las tablas de madera no dejan nada para la imaginación.

Por esto intento ser la primera, me pongo el amarillo bikini de triángulos diminuto y voy con mi toalla, miro alrededor comprobando que todavía esta todo tranquilo y me lo quito para limpiarme, ¡Pero esta mañana hay movimiento! No se de donde viene pero noto que me están mirando. Estoy harta de tanto misterio y decido provocar un poco para ver si aparece el voyeur a través de la selva. Al bajar el bikini para lavarme lo deslizo de forma muy sexy, y recorro mis tetas con el agua mientras suspiro.

La pequeña táctica a funcionado, ya que veo un movimiento entre los matorrales, me río y pregunto en mi escueto francés quien hay por ahí…, la respuesta es un ruido espantoso, peligroso. No me recuerda nada humano…

El alambre que rodea el campamento con latas de conserva colgando, buen sistema para ahuyentar elefantes según Sebastian esta sonando. Creo que algo muy grande esta intentando entrar en el campamento… Son mis primeros días y todavía tiemblo ante ruidos extraño y me dirijo corriendo y asustadísima a la cabaña tradicional del campamento para buscar protección. Estoy medio desnuda y huyo despavorida, sin pensar salgo rápido, con la toalla tapándome apenas. Al entrar rápido en la cabaña no me doy cuenta que hay alguien, intento taparme pero acabo de ver una mirada recorriendo mi cuerpo semidesnudo, se trata de un rastreador… Paul me comentó enigmático que tuviese cuidado con él, que le llamaban el hechicero. Ante semejante comentario había decidido mantenerme al margen de él y ser muy educada, una tiene sus miedos.

Y el de ser víctima del brujo de una tribu africana debe ser… brrrrr

¡Me recorre un escalofrió solo de pensarlo!

Me tapo mientras le digo que he oído muchos ruidos… ¡Creo que algo esta intentando entrar en el campamento!

Se ríe.

Esos ojos brillantes no dejan de escrutarme mientras me dice que no pasa nada…

Son las crías de dos elefantes, soñé que habían furtivos en los alrededores… y los elefantes adultos nunca intentarían entrar de día, son las dos crías de la manada del pantano. Estupefacta me coloco bien la toalla y me siento para pedir mas información… Me cuenta que hace mucho que luchan contra eso, que ellos quieren seguir con el mito de los elefantes, y que maldicen a quienes los matan antes de tiempo.

Completamente maravillada olvido mis prejuicios contra el hechicero y pregunto más, noto que me mira mucho pero lo atribuyo a mis preguntas.

Me propone algo.

¡Yo no me doy ni cuenta y le sigo!

No se si estoy hechizada o el brujo me ha convencido de seguirle con la simple promesa de alcanzar las crías para verlas en el pantano. Paso por mi tienda de campaña para ponerme unos shorts y una camiseta y le sigo, estoy tan maravillada con la oportunidad de seguirle para ver esos animales en su hábitat natural que ni recuerdo la provocación que constituyen los pantalones cortos para ello.

Salgo de la tienda y sigo a Fam, así se llama el hechicero…

Nos adentramos por la jungla y veo que nos sigue también el pequeño Sekane, estoy emocionada ante lo que me espera, y le sigo por la selva, mientras me van abriendo camino y nos arrastramos por algunos tramos con mucha vegetación. Estoy maravillada observándolo todo, y siguiendo las ordenes de permanecer callada de Fam, que camina muy rápido… Sekane que me sigue cerca, no quieren que me pase nada…. Mi melena se engancha en la espesura y el adolescente me ayuda, sé que le tengo maravillado desde que llegue, le fascinan los bucles que rodean mi cara pícara y los cientos de pecas que colorean mi cuerpo.

Estamos llegando y los insectos me atacan.

Las zonas acuáticas están llenas de mosquitos y yo parezco miel para ellos

Fam se para.

Fam se gira.

Fam me pide que espere… y alarmado… predice que va a buscar algo que voy a necesitar…

No entiendo nada y pregunto a Sekane cuando me doblo de rodillas aullando de dolor.

Alarmada miro de donde viene el pinchazo, y veo una serpiente rápida escurrirse entre mis piernas y huir… Sekane lo ha visto todo y se tira encima de mí, se abalanza contra mis piernas y pone la cabeza entre ellas. No puedo creer lo que esta pasando pero veo reflejado el miedo en sus ojos

Se ha tirado encima de mí para morder la herida de la serpiente y succionar el veneno.

Me quedo paralizada de miedo.

Sekane sorbiendo entre mis piernas.

Dolor agudo en el muslo izquierdo.

No deja de decirme que hable… Que no pierda el conocimiento… ¡Yolanda! Se atreve a pronunciar hasta mi nombre, ¡¡Yolanaaada!!

Se aleja un momento he intenta hacerme un torniquete… mientras no deja de chupar me la herida y yo ya no se si pienso todavía en el veneno, en el agudo dolor… o si mi mente no puede apartar la vista de esos labios gruesos devorando ávidamente mi piel. La mordida esta muy cerca del final de los shorts y noto que me humedezco. Esa cabeza negra de torso desnudo, inclinada en mi entrepierna lo provoca.

Veo que escupe saliva en la herida…

Me cuenta de los poderes cicatrizantes levantando la cabeza… la postura es de infarto… negrito adolescente arrodillado ante científica sexy de patitas abiertas aullando, mientras noto que me sube la temperatura por el veneno y por la visión de ese fuerte adolescente entre mis muslos. Ve el brillo entre mi ojos y se atreve a más, me convence que hay que estimular la circulación de la zona y empieza un masaje, no puedo aguantar más y cuando empieza a manosearme aprisiono su enorme mano entre mis muslos… con fuerza, manteniéndola cerca de mi piel y haciéndole notar mi temperatura.

 


 

Empiezo a mover mis caderas levemente y siento como esa mano va rozándome, va moviéndose, atreviéndose y adentrándose por mis mini pantalones hasta mi conejito húmedo.

Suspiro. Sé que mi cuerpo esta muy caliente.

No distingo entre el veneno que esta penetrando por mi cuerpo y la lengua rosada que se desliza entre mis pliegues, abro instintivamente más las piernas para sentir esa lengua más adentro y abandonarme a la calentura…. Tengo fiebre. Estoy enfervorecida por el veneno y esa lengua que me recorre bien adentro. No oigo nada pero noto una mano desgarrándome la camiseta y dejando una de mis tetas al desnuda… el pezón duro… excitado, es masajeado y estirado por el adolescente…

Cuando se incorpora y lo devora con la boca de labios carnosos. Me estremezco.

Mi cuerpo enfervorecido y mojado no soporta la visión de esos oscuros labios imparables ante mi abultada teta, el contraste de la cabeza negrada amamantada por la teta rojiza blanca, piel blanquísima salpicada por pecas pequeñas, rodeando el pezón, mordiéndome cuando cierro los ojos…. Los abro de nuevo para darme cuenta que mi mano esta jugando con algo bien duro y palpitante, oscuro, algo que no tiene nada que envidiarle a la imaginación de mi sueño de llegada.

Recorro su miembro imparable cuando lo noto encima colocándose. Un cuerpo fibroso de ébano aprisionando el mío y abriendo mis labios con la punta de su opulento glande. ¡Cómo deseo que me folle! ¡Cómo necesito sentir como se clava dentro de mí una verga de ese calibre, negra y dura como un pedernal!

Mi estado febril es muy fuerte, Sekane ha decidido mantenerme despierta excitándome, sabe que con una verga como la suya no hay mujer en el planeta que pueda dormirse, y sucumbir al veneno de nada… Soy una científica de investigación en la selva… pero no dejo de ser una hembra en celo presta a la cópula, fértil y hambrienta de sexo. Esa hembra se pone en celo ante semejante verga, es imposible contenerse ante un cáliz semejante…

Mis ojos nublados solo ven el verde de la jungla que nos rodea y noto como se adentra en mi conejito mojado, me la va entrando despacio, controlando muy bien la dilatación extrema que estoy experimentando, embistiendo cuando ve que decaigo, que empiezo a desvanecer la mete más a fondo, la nota rígida expandiéndome la vagina interna… No dejo de gemir y suspirar… ¡Mmmmmmm! Necesito aire, y necesito sentir como se corre esa bestia dentro de mi.

Él apenas grita… controla muy bien la follada, me embiste mientras no deja de observarme. Ese joven semental sabe como follar a una hembra, se mueve al ritmo que me alcanza el sueño… Me despierta del veneno con largas embestidas, y noto como el animal humano, lucha por ganar el pulso a la serpiente. Percibo en cada embate, como intenta controlarse cuando le pido que me de más duro, más adentro… ¡Cuando le pido que me inunde con su leche…!

¡¡Que me llene del sabor de África!! Que me dé más y más rápido… Estoy abandonándome a las sensaciones cuando oigo un grito. Ha llegado alguien cerca de nosotros… mi mente solo piensa en que hará el hechicero cuando me vea corrompiendo a unos de sus tiernos retoños, pero veo que lleva algo en la boca… Mastica y aparta a Sekane de un golpe…

Me deja vacía y chorreando y escupe una mezcla de plantas que ha ido mezclando con su propia saliva, el ungüento se apodera de mi herida mientras el advierte a Sekane de su buen trabajo… Ve que el adolescente la tiene todavía muy erecta y dura, me observa con el short subido, las piernas abiertas y uno de mis blanquísimas tetas al descubierto recién fornicada, el pelo desparramado sobre el suelo y la mirada perdida…

Para sujetarme la pócima de la mordedura de serpiente me gira, mi muslo cae sobre la hoja que sujeta el ungüento a mi pierna, estoy tumbada boca abajo. Noto una pequeña conversación en Pamue. Sekane me tranquiliza diciendo que el peligro ya pasó en francés. Al aproximarse a mí, se me acerca su miembro… y Fam se ríe al ver como se me abren los ojos ante tamaña verga…. estoy cayendo dormida por el veneno y el contraveneno cuando noto una mano en el trasero. Se cuela por debajo del short y acaricia mis nalgas. Intento girarme cuando veo al hechicero recorriendo mi trasero, bajando el lateral del short y deslizándolo abajo…. Él lo sabe, todavía estoy caliente y tiemblo de excitación…

No sé que me sume en este estado febril, sí el saberme en plena jungla acompañada de los dos rastreadores o la inoportuna mordida de la serpiente… ¡Sé que quiero que me follen con una verga enorme, negra y con sabor africano…! Y él sabe que ese culito en pompa esta colocado para provocarle desde la inconsciencia… pero para retarle a tomarlo…. Para follarlo.

Porque para follar, están los lenguajes universales, los lenguajes del cuerpo… y mi cuerpo traicionero le esta retando con esa visión del short medio bajado, de las nalgas respingonas y del olor a hembra excitada…. Sekane mira, ha dejado de ser activo para admirar al maestro hechicero, este no duda en colocar su verga entre mis nalgas, no duda en recorrer la rajita sin cesar, no duda en bajar su boca a abrirme y mojarme ese agujerito cerrado de mi ano…, no duda en lubricar con los jugos de mi vagina con el vaivén del juego con el glande toda mi raja hasta el clítoris, al tiempo que va metiendo el dedo por el trasero…

No veo lo que me hace pero noto que un grueso dedo esta entrándome…. Empiezo a despertarme y el estado febril parece haber desaparecido, solo sé que estoy con el hechicero y con Sekane en medio de la jungla de camino al pantano, con una necesidad inhumana de sexo, con una necesidad feroz de sentir como sustituye sus dos dedos entrándome en el culito, por el orondo capullo de su verga negroide..., muero en deseos de sentir más cerca de la boca, la verga del tímido Sekane… por sentir como ese glande empieza a entrar, seguida una dura barra de carne oscura como mis deseos lascivos… ¡Mmmmm!

Mientras no puedo reprimir un hondo suspiro que aprovecha Sekane para llenarme la boca de un hermoso rabo con auténtico sabor a macho entre dulce y salado, ácido y agrio. Pienso que por ese capullo vierte sus largas meadas e imagino que ha estado en coños que no siempre han sido de una hembra humana.

Estoy en el suelo con el culo respingón, notando como está partiéndome en dos penetrando en mi culo…, tengo el cuerpo extremadamente sensible por la pócima, deseosa de sexo y de vergas que me arrastren las carnes dentro de mi vagina… no dejo de mamar la extensa polla del adolescente, agasajando con mi lengua juguetona el glande de Sekane. La verga del hechicero avanza sin cesar… noto como me parte en dos y como se acomoda dentro de mí… ha cambiado mi ojete por mi coño, las estocadas en mi útero se producen más profundas, sus huevos me azotan el coño…deben estar llenos de leche africana…! No estoy tomando anticonceptivos, este negro no ¡lleva puesto condón, su lefa la derramará en mi útero…, pienso en mi novio y en mi familia cuando les presente a mi hijo mulato, negro o negroide africano.

El ritmo del folleteo empieza a ser contante y firme. Estoy sometida por ambos machos de ébano, empalada y excitada. Siento como me destroza con las embestidas… empieza suave, con un vaivén… con un movimiento donde le acerco el culito cuando se aparta para sentirle más cerca… más adentro y entra partiéndome sin piedad… entrando hondo, golpeándome con sus huevos… marcando la enormidad de su verga en mi vulva hinchada, mi vagina estrecha dilatada y mi trasero sometido a sus manos gigantes que aprietan mis nalgas en cada empujón

¡Mmmmmm! ¡Aaaagghh! Empiezo a mover mi cadera al ritmo de sus entradas buscando más verga dentro de mi intimidad… el hechicero me esta partiendo mientras estira el clítoris con la mano, lo masajea y me lleva al limbo una y otra vez.

Cuando mi boca grita y se abre se aproxima el miembro viril de Sekane… me tienen completamente extasiada. El hechicero me tiene mojada y culeada en medio de la selva y pidiendo más guerra, pidiendo más embestidas, más fuertes… mientras mi cuerpo empieza irremediablemente a convulsionarse en una corrida espectacular. Estoy débil, febril y colmada de sexo… completamente mojada y llena de carne rabiosa que parece no han probado nunca la carne blanca. Percibo cada clavada en mi coño y en mi garganta, que me impide gritar de placer, estoy sintiendo como me dividen dos vergas negras y como me ponen al limite de mi sexualidad y resistencia corpórea

Y son esos cachetes en el culo junto a la ultima embestida rápida lo que me han hecho correrme como una PUTA salvaje… ahora noto la gran manguera hincharse más, endurecerse más para poder impulsar todo el ingente contenido de sus grandes huevos cargados de esperma negroide… percibo como acaba de bombear, y finamente noto la gran inundación de leche en andanadas copiosas de espesos chorros, en el fondo de mi vagina. Percibo cada eyaculación, cada convulsión del hechicero rellenándome de la esencia masculina que me hará una gran panza… parece que con tan solo su semen ya tengo la barriga abultada.

Como la saca y reparte la blancura por mi espalda, no para de emanar lefa de sus depósitos seminales. El adolescente no se queda atrás y estalla también dentro de mi boca, no lo puedo remediar, me encanta la lefa de una polla tan viril… dejo que mi boca trague la leche de Sekane. Obnubilada por la follada, estoy completamente invadida por los sentidos del placer…

¡En plena naturaleza!!

Sintiendo… Sintiendo lo que es ser un animal que libera sus instintos montada como una hembra salvaje en el lugar más primitivo del planeta. Sintiendo lo que es un hembra en celo copulando con los machos más aguerridos, los beneficiarios de mi útero, los merecedores de que su estirpe no se agote con ellos y tengan en mi cuerpo, en mi vientre la tierra fértil donde sembrar su arrogante semilla… su caudaloso semen.

Me duele todo pero me ayudan a levantarme. A unos doscientos metros encontramos el pantano…, encontramos el par de crías de elefante prometidas… jugando, deben tener dos años y alzan sus trompas refrescándose con el agua. ¡Es increíble! Me encuentro en el paraíso… Saciada y llena del néctar primigenio de nuestra especie en continuo declive…Perdida del mundo… Viendo la naturaleza en toda su plenitud… ¡Sintiendo cerca el aliento de lo salvaje!



Un descanso… 5ª expedición a la selva

Llegué al hotel y tras unas breves explicaciones fui directa a mi habitación. Estaba muerta. Tome un relajante baño y bajé para cenar. Después de la dieta de fruta durante estas dieciocho semanas desde la última vez que estuve en la capital por el mismo motivo, me apetecía comer algo mucho más contundente con carne elaborada… cayó una buena hamburguesa con queso. Subí y me acosté. No me dormía rememorando todo lo ocurrido con los franceses, los africanos y con mi perro “gorilero”. Me había gustado, pero no podía suceder de nuevo. Estaba intranquila, dando vueltas en la cama, mi cabeza decía que no repitiera el desenfreno sexual que llevaba en el campamento, pero otro lado me excitaba recodar todo lo pasado recostada en una agradable cama de un hotel de la capital, Malabo. Estaría solo unos días para volcar toda mi información en la nube y volver a mi estudio de campo a las orillas del río Komo.

Tomé la decisión de que al día siguiente de acabar mis gestiones volvería a ver los monos pero que no iba suceder nada más. Me quede dormida inmediatamente. Mi cerebro debía saber que si iban a ocurrir cosas hermosas, y se relajo, dejándome dormir y descansar.

Me dieron acceso a un ordenador en una oficina de la universidad de Malabo y tras acabar me dediqué a hacer algunas compras por la ciudad. A la mañana siguiente desayuné, cogí algo de comida y avise en recepción que me marchaba al campamento de Alén.

En el todo terreno emprendí el camino hacia el habitad de mis amantes peludos.

Cuando llegué paré el vehículo y en unas horas emprendí una expedición de unas horas al mismo sitio que la vez anterior. Me quedé pensando en lo loca que estaba. No tenía ningún sentido pero me excitaba tanto la idea. Una vez sola en medio del paraje, me desnudé completamente y dejé la ropa en un lugar seco y alto, lejos de cualquier alimaña rastrera, no me iba hacer falta para lo que pretendía.

Durante un rato deambulé entre los arboles pero no vi a ninguno de los gorilas. A ver si después de todo mi viaje iba a ser inútil. Decidir ir al claro donde habitualmente medraban y sentarme. No sé cuánto tiempo pasó pero de pronto vi un mono moverse entre los árboles. Me fijé pero no pude apreciar si era el mío u otro. Quedé expectante a ver que ocurría. La verdad era que se acercaba hacia donde yo estaba…. No era mi amante, me sentí decepcionada. Se quedó al borde del claro, de vez en cuando me miraba y emitía algún aullido, pero nada más.

Debía ser cerca del mediodía cuando oí ruido entre la espesura. Miré hacia donde sonaba y un gorila corría y daba gritos. Esta vez si era mi amante de espalda plateada. Salió corriendo de los árboles y se me vino como una exhalación encima. Me abrazó y se le veía alegre. Nuestras bocas se rozaron por lo efusivo del momento, no fue un beso pero casi. Yo le besé su peluda y enorme cara y él me correspondió con unos lametones. Con la misma rapidez que apareció, se marchó. Al rato volvió con la fruta, que me solía traer los días anteriores. La comimos juntos.

Cuando terminamos me fijé en que su verga ya estaba dura, quería su recompensa. Comencé a masturbarle, era bueno que se desfogara antes de pasar a mayores, ya que si no, no duraría mucho y con seguridad me daría muy fuerte hasta reventarme a pollazos… sus 150 kilos le daban una envergadura que me envolvía en el fragor de la cópula, con tanto entusiasmo que me mataba a pollazos si no lo relajaba antes… su verga de 30 cm, intentaba meterla entera.

Despatarrado y medio tumbado le recorría con mis manos todo el largo tallo de su recia polla, también me esmeraba en sobarle la gran bolsa que contenía su tremendo par de huevos. Aquella fiera era un solete cuando recibía mis atenciones, e incluso me atrevía a mamarle su glande… él se dejaba hacer, disfrutando y esperando lo que efectivamente en pocos minutos solía ocurrir… se corría entre rugidos. Le dejé unos minutos para recuperarse, aunque en realidad no le hacía falta, pese haberle sacado una cantidad enorme de leche…. Volví a masturbarle y cuando comprobé que la verga estaba dura me la introduje en la boca, y saboree ese sabor a semen de macho abigarrado, su aroma es mucho más fuerte que el de los humanos y me ponía muy febril. La sensación hizo que casi me corriera. La polla era parecía a la de un africano de la tribu Fang, aunque la de cualquier hombre era más pequeña. Se la comí despacio, disfrutando cada instante y supongo que él también.

Al rato se separó y me la sacó de la boca. Luego se tumbo en el suelo boca arriba. El muy…… quería que le follara como la otra vez. Era listo y aprendía rápido. A mí también me gustaba más, porque sus embates eran un tormento para mi vagina cuando se descontrolaba, y todas las veces lo hacía cuando se hallaba en el clímax de la cópula, a punto de eyacular su copiosa carga seminal dentro de mi¡í. Le complací. Me senté encima de su pollón notando como su rugosa verga arrastraba mis carnes internas vaginales, y me la fui penetrando lentamente. Comencé a subir y a bajar por aquella polla que tanto me ponía cachonda. Cabalga a buen ritmo y estaba ya dispuesta a correrme, pero regule para alargar el momento y el placer de mi coño. Miraba su cara, sus gestos de placer y mi mano comenzó a amasar sus gordos huevos… ese tacto de sus cojones peludos me excitaban sobremanera, ahí se estaba produciendo la leche que pronto tendría rellenado mi útero. ¡Ummmm!

Al rato mi mono comenzó a moverse torpemente, pretendía acompañar mis movimientos. Esto ya terminó por ponerme a tope, si ya no lo estaba. Nos corrimos casi al mismo tiempo, fue brutal sentir los largos y potentes chorros de semen gorilero, golpear contra mi cérvix, me llenaba como jamás tuve mi útero colmado de esperma… sentía sus convulsiones animalescas, su potencia febril en la dura y gorda polla hinchada que eyaculaba como una manguera de bombero. Caí hacia atrás saliendo la verga de mí. Vi vagina chorreaba mi flujo y sobre todo la gran cantidad de semen expulsada por mi mono. Al verlo, el gorila se arrimó y comenzó a lamer lo que salida de mi coño. Su lengua lamía y lamía mis labios vaginales, mi clítoris, lo que hizo que me corriera de nuevo entre gritos de placer. Estaba convencida, que los animales salvajes sabía tratar mucho mejor que los humanos, a un hembra en celo como yo.

Emprendió la marcha hasta su guarida, miró hacia atrás y espero a que yo le siguiera... al cabo de un rato y me fui detrás de él. Nos internamos en el bosque. Mis pies sufrían un poco al caminar. Me llevó a donde estaba la manada de gorilas que formaban su harén. Nos paramos y el mono fue a juntarse con el resto, yo permanecí donde estaba. Vi como elegía algunas frutas y me las trajo. Nos sentamos en el suelo y las comimos con ganas. Al rato algunos integrantes del grupo se acercaron. Me miraban con curiosidad. Mi macho estaba atento, pero como ya empezaba a ser habitual, me reconocían como la nueva hembra del macho alfa, conmigo se comportaban como monos tranquilos, no pasaba nada. Toda aquella inmersión me ayudaba mucho a conocer el comportamiento social y sexual de los gorilas del parque de Alén, mi estudio reclamaba el sacrificio de copular con el macho alfa. Algunos y algunas hembras más atrevidas incluso llegaron a tocarme. Un par de machos me ofrecieron fruta. Miré a mi macho y como no hizo nada por impedirlo, las acepté. El grupo lo componían, mi macho Alfa, tres machos jóvenes y ocho hembras en edad de criar con algunas crías.

Poco a poco el resto de integrantes de la manada se acercaron, las crías jugueteaban y corrían ente nosotros, sobre todo con su padre, el macho alfa. Al cabo de un rato los monos se dedicaron a sus cosas, parecía que habían perdido el interés por mí. Entonces mi macho se puso a mi lado. De su espesa cabellera asomaba la polla semi dura. Me la acerco a la boca. Estaba claro lo que deseaba y pensé que quería afirmar que aquella rara hembra blanca y sin pelo en el cuerpo, era suya. Además hacía cosas raras con el sexo.

Introduje el pollón en mi boca y comencé a lamer y succionar su exquisita verga enorme. Me excité rápidamente al sentir como iba creciendo dentro de mi boca gracias a mis atenciones mamarias… se le iba poniendo cada vez más dura. Otras veces anteriores ya la tenía bien erecta cuando se la comía porque venía excitado o de haberse follado a alguna de las otras hembras gorilas, cuando lo hacía degustaba un sabor fuerte, fruto de su testosterona y de los fluidos vaginales de las gorilas que se acababa de follar.

El macho inicio una mezcla de gritos, aullidos y gemidos. Esto llamó la intención de todo el grupo. Los más atrevidos se acercaron mucho, como a un metro de nosotros. Decidí dejar la voz cantante al mono, que hiciera lo que quisiera delante de los miembros de su familia… de su harén, tenía que demostrar que era el macho alfa y yo su hembra preferida.

Al cabo de un tiempo de mamada, me la saco de la boca y me puso a cuatro patas. Si quería follar así, así sería. Inmediatamente me montó. El tamaño era desproporcionado, yo no era ni la mitad de grande que él, y su verga una viga empotrada que salía de su entrepierna, erecta, grande y gorda… Pegó varios embistes y del cuatro intento acertó con su capullo en mi raja… Mi vagina se llenó de polla, emití un grito de placer y dolor. Comenzó a penetrarme más despacio que en otras ocasiones, como saboreando la estrechez de mi conducto uterino.

Pensé en la situación. Follada por un gorila enorme de espalda plateada, con una manada de monos mirándome como era fornicada, en puro plan exhibicionista. Uffff cómo me puse. Me dije... “Abandónate y goza, este macho no te dejará de follar hasta que se le agoten los huevos.” Y eso hice, porque si no lo hace el macho alfa, lo intentará cualquier otro de los gorilas jóvenes siempre dispuestos a comerse las sobras del macho alfa, y aunque los otros son de menor tamaño, no dejan de ser bestias peludas de más de cien kilos de gran verga.

Acompañaba su ritmo de penetración. Nos acoplábamos casi a la perfección, a los pocos minutos su ritmo se aceleraba con fuertes pollazos que me hacían sentir los huevos golpeándome en mi coño, unos segundos más de sentir su capullo atravesándome hasta el estómago, con los 30 cm de verga clavada a fondo, inundaba mi coño con su semen espeso… me corrí como una posesa al notar de nuevo los vigorosos chorros de esperma gorilero. Me derrumbé y caí sobre la hierba. Los gritos de placer retumbaron en la selva.

Acto seguido comenzó a lamer mi coño. Su áspera lengua me encelaba, provocaba sensaciones nuevas y oleadas de placer. Perdí la cuenta de los orgasmos encadenados. Descansamos un buen rato, incluso dormí una pequeña siesta al amparo de la manada. Algunos se había alejado pero estaban a la vista. La tarde estaba terminando aunque aun había buena luz. Tumbada en el suelo mí macho me tenía cogida por la cintura. Sentía que era suya y que él lo anunciaba, se sentía orgulloso de poseerme ante su clan, y yo de sentirme protegida por tan espectacular ejemplar de macho espalda plateada.

Se acercó un macho joven con fruta, que dejó junto a mí… mi macho alfa y el joven pretendiente, comenzaron a gritarse mientras movían los brazos. Pareció que se calmaban cuando el intruso se marchó, sin duda deseaba agasajarme para montarme. Al poco volvió con más fruta que dejó en el mismo sitio y se repitió la escena de gritos y aspavientos. Y de nuevo se marchó con una bofetada que mi macho le dio. El joven salió huyendo.

El rato otro retornó con más fruta que dejó en el mismo lugar, era una hembra en celo. Mi macho cogió una y comenzó a comérsela. La gorila joven hizo lo mismo… me ofreció una pieza. La cogí y los tres dimos cuenta de la comida. Cuando terminó mi macho hizo que se pusiera a cuatro patas la joven gorila. Se la iba follar delante de mí. Mi vagina comenzó a humedecerse rápidamente al ver como la montaba y la poseía brutalmente, se la clavaba como si deseara matarla a pollazos… me miraba y rugía, con esa gorila era más feroz la follada que conmigo. En los gestos de la gorila, pareciera que la jodía en cada clavada hasta que acabó llenádola.

Pasaba sus manos por mis nalgas y luego me toco las tetas, realmente las tenía excitadas y los pezones muy duros. Estando en esto, sentí esas otras manos en mis nalgas, sabía quien era, giré la cabeza para comprobarlo. Mi macho no hizo nada por expulsarle, era su hijo favorito. Fueron girándose y tenía una mano de cada nalga de mi culo, las mías en mi tetas.

Mi nuevo macho volvió a mis tetas, me gustaba la forma brusca en que lo hacía. El macho alfa se follaba raudo a la gorila desde detrás, mientras el joven trató de penetrarme, no atinaba… por unos instantes me sentí prostituida, una puta, pagada con fruta, tenía hasta gracia pero me excité sobremanera. Todo aquello era nuevo y muy valioso para mi estudio de campo. Le agarré la verga y me la introduje, ante el temor a que se corriera entre mis muslos. Llevaba un ritmo frenético, no tardaría mucho en correrse. Intenté frenarle el ímpetu de su juventud.

Lo conseguí en parte, los dos monos aullaban mientras eyaculaban dentro de sus respectivas hembras. Mi chulo, mi macho alfa se puso frente a mi cara y me ofreció su dura polla recién extraída del coño inseminado de la joven gorila. Comencé a chupársela para dejársela bien limpia, aun tenía semen expulsando a borbotones y toda la verga impregnada de los fluidos de la gorila, me lo comía todo, desde sus gordos huevos hasta el glande, lo lamía y tragaba sin contención ni mesura. Mientras estaba en esta tarea, la gorila joven recién inseminada me dio en la mano una fruta. Giré la cabeza y vi como otro mono estaba trayendo bastante cantidad de fruta. Supe de inmediato lo que pretendía.

Los otros dos monos seguían a lo suyo. El que me estaba penetrando no la sacó después de eyacular una buena ración de leche, aun la tenía muy dura y me lo demostró aumentando la velocidad de sus acometidas… al poco se corrió otra vez en mi útero bajo la supervisión del macho alfa… yo poco después tocándome. El joven se salió de mi coño, pero yo regulaba la mamada que le hacía a mi macho alfa, le agarraba de sus enormes y peludos cojones, lamía una y otras vez todo el largo y recio cipote…se notaba tranquilo y satisfecho de mi trabajo oral.

Oí un concierto de chillidos, aullidos y yo que sé más. Cuando se hizo el silencio unas manos me agarraron de las caderas, era otro macho tratando de penetrarme, pero como en las veces anteriores, este también necesitó de mi ayuda para meterla. En menos de cinco minutos de corrió en mi interior. Yo continuaba a cuatro patas mamando la gran pola del macho alfa…. Para abreviar diré que otros dos gorilas pasaron por mi coño en el tiempo que le mamaba la polla a mi Gran Macho… y que perdí la cuenta de los orgasmos. Mi macho no se corrió en mi boca, por que no le deje, aunque se enfadaba cuando aflojaba en mis lametones, se conformaba rápidamente.

Cuando el último de los monos se retiro llego el turno de mi “protector” mi macho alfa de espalda plateada. Se tumbó en el suelo, boca arriba con su verga apuntando hacia el cielo. Me senté encima y comencé a cabalgarle. A cada embestida sentía como descargas eléctricas que me recorrían el cuerpo. Poco después me sentí cansada, estaba rota, pero con unos deseos locos de sentir el semen de mi macho llenarme. Cada vez me costaba más moverme e hice varias paradas, en donde me clavaba entera y sus peludos huevos me acariciaban el clítoris inflamado…. Al final me descabalgue y me tumbé en el suelo. El macho alfa no entendía nada, me hacía gestos, me daba pequeños manotazos incitándome, pero no podía moverme agotada de tantos polvos, de tantos orgasmos de tantas folladas… pero continuaba súper caliente.

Hice que se tumbara encima de mí, su envergadura me daba pánico, pero necesitaba tenerlo dentro de mí. Guie su pollón hacia mi coño y con mis manos le movía las caderas o eso intentaba. Empezó el baile ancestral de la cópula, haciendo el clásico “misionero”. Se dio cuenta de lo que quería. Le costaba trabajo moverse tras haberse follado a más de cinco hembras esa mañana, pero se esforzó y nos corrimos como dos posesos.

Luego comimos algo de fruta y nos quedamos dormidos. Y así fueron todos los días que me adentraba en la espesura del bosque gorilero. En las semana siguientes, creo que todos los machos pasaron por mi vagina varias veces, llenándome de su espesa lefa, incluso por el culo, y digo que creo por que alguno no sabía distinguirlo, aunque antes de probar a los jóvenes, mi amo, mi Macho alfa era quien me poseía abriendo camino en mi coño, ensanchándolo para los demás. Lo increíble era que una masa animalesca como mi Espalda Plateada, llegara a ser delicado en la folladas… ya no solo conmigo, sino también con las hembras más jóvenes.

Ni que decir que una idea me estaba rondando por la cabeza, y era la de trasladarme a vivir allí y convivir permanentemente dentro de la manada de gorilas. Tendría mucho sexo a diario y alimento garantizado, además nunca me dejarían preñada… eso a la larga no sé si sería bueno.


Un encuentro fortuito.

De nuevo en el campamento, me empecé a olvidar de mis ganas de ir a vivir con los gorilas, mis incursiones en solitario eran suficientemente provechosas y al fin y al cabo soy humana y necesito estar con mi congéneres. Es día, algunos nos habíamos ido a unas cascadas en el alto del río Komo, en aquel paraje pronto me quedé sola para tomar un baño en una bella quebrada. Al volver el único 4x4 que quedó no arrancaba, tal vez lo dejaron por eso y se olvidaron de mí, pensé que me tocaría volver a pie durante una hora al menos por medio de la selva. Uno de los guías apareció de la nada… era nuevo y como los demás un negrazo enorme.

- No creo que encienda, si sigues dándole dañarás el arranque. Lo miré y me sentí muy atraída por él. No lo había visto por el campamento, los guías cambiaban de vez en cuando, eran contratados y despedidos algunos de ellos, por diferentes razones.

- Te vi desnuda en la quebrada, nunca antes vi una mujer tan bella, parecías irreal, una diosa… Si pudiera hacerte el amor sería el hombre más feliz de la Tierra. ¿Quieres bañarte conmigo?, conozco un lugar muy bello.

Es casi de noche.

- No hay casi luz.

- No la necesitamos, y me extendió la mano.

Me estremecí. Nunca había sentido atracción por un hombre de color hasta que llegué a la Guinea, ya había follado con varios del campamento y ya no era una novedad, pero este me tenía muy excitada y no sabía por qué.

Caminamos unos minutos y llegamos a una laguna con una cascada al final. Apenas se veía, pues ya estaba muy oscuro y solo se veían las estrellas. El hombre empezó a desnudarme y no me resistí. Miraba como se desvestía, pero casi no podía verlo, entonces me tomó por la cintura y me atrajo hacia él y me besó larga, apasionada, y deliciosamente. Me abracé a su cuello y sus manos empezaron a explorarme. Guié las mías hacia su duro cipote, y descubrí que tenía una verga enorme como tantos que campaban por aquella región, aunque debo reconocer que eran mucho más grandes y gruesas a la de mi novio…, eso excitaba más aún.

Entonces él me levantó y me abracé con mis piernas a su cadera, y él puso su glande en la entrada de mi vagina…, solo con la caída de mi peso, empecé a penetrarme sin dejar de besarle. Tuve la sensación que mi vagina estaba completamente estirada, y aquella polla ya había llegado mucho más adentro que el de ningún hombre hasta ese momento. Al metérmela toda, me sentí llena, completa, suya, poseída, el empezó a moverse… enseguida sentí un orgasmo súper intenso, que se repitió dos veces más antes que acabara dentro de mi útero con unos largos y copiosos chorros de lefa africana… de los preñan y te hacen bebés mulatos imposible de negar quien te ha follado.

Yo perdía la cabeza de placer y deseo con aquellos negroides, y no reprimí mis gemidos de placer. Al sentir su verga eyacular, me abracé con fuerza contra él y le dije que lo amaba y quería ser suya. Temblaba de placer y deseo. Poco después cabalgaba sobre él sobre una loca sin habérmela sacado siquiera. La selva oscura con sus ruidos, el ruido de la cascada, el cielo estrellado con millones de luminarias, me hicieron sentir como la verdadera hembra que era. Esa noche descubrí que las eyaculaciones de los negros, eran mucho más abundantes y ricas que la de los varones blancos…, que su virilidad era mucho mayor, que un negro era más potente y capaz de satisfacer a una mujer, que un blanco.

Aquel macho eyaculó cinco veces esa noche y madrugada, en mi vagina profunda, mi boca, y también en mi ano, que por cierto reestrenó… yo tuve no sé cuantos orgasmos. Desperté tarde, agotada, y adolorida. Él me llevó un desayuno de fruta a su cama rústica hecha de madera y paja, eso me recordó que el comportamiento de los gorilas y del ser humano, al menos los negros… era iguales genéticamente…, nuestro cerebro ancestral lo compartimos con nuestros hermanos los gorilas, no cabía duda… eran más datos para mi estudio de campo. Luego me llevó para bañarme. Al ver el tamaño de su virilidad masculina, sentí que no podía ser real, que mi cuerpo no podía haber alojado aquella bella e inmensa masa de carne dura y trémula. Él me enjabonaba cuidadosamente, pasaron dos grandes gorilas jóvenes, nos vieron, se quedaron mirando un rato y siguieron, y yo me sentí avergonzada, pero protegida.



Mi última aventura en Guinea Ecuatorial.

Era la mañana del sexto día de nuestra expedición en el curso alto del río Komo, quizás fuese la última aventura que tendría en África, habían pasado más de 22 semanas desde que llegué y ya se cumplía el plazo de regreso en unos días… tenía datos suficiente para acabar mi tesis y otras dos más. Aquella mañana habíamos salido solo seis del campamento base del parque Alén, y pensábamos filmar a mis gorilas de las cumbres del río Komo. Ya teníamos mucha información de esa zona, me despedí en cierta forma de mi familia adoptiva, sobre todo de mi Macho Alfa, todos mis compañeros se asombraban de la facilidad con que me aceptaban dentro del grupo, como me interrelacionada, en especial con el Espalda Plateada. Nos marchamos con las ganas de haberme despedido de mi macho con una soberana follada, pero no era posible con mis compañeros allí. Mientras los del equipo estaban empezando a organizar las muestras y recoger el equipo, en un arrebato de no querer desprenderme de aquella aventura, decidí que era última oportunidad de explorar una nueva zona que siempre se me quedó en el tintero, para obtener nuevos datos. Arreglé un poco mi pelo, me puse las botas y el sombrero y salí de la tienda.

- Chicos me voy a explorar la zona norte. Estaré de vuelta en unas cinco o seis horas

- De acuerdo Yolanda, nosotros acabamos de organizar un poco todo esto – me contestó el Sebastian, que ejercía de jefe de la expedición - Y nos iremos al campamento.

La zona que iba explorar no era del todo desconocida para mí. Sabía que no había ningún peligro especial pero a pesar de todo tomé el rifle porque en la selva nunca se está completamente seguro.

Había caminado algo más de dos horas y ya estaba muy cerca de mi destino cuando me pareció oír un leve crujido. En la selva se oyen muchos ruidos pero yo me puse alerta, abriendo bien los ojos y empuñando el rifle por si aparecía algún animal. Todo fue muy rápido porque sin darme cuenta de nada recibí un fuerte golpe en la cabeza que me hizo caer de bruces y perder la noción del tiempo. No creo que tardara mucho en volver a recobrar la consciencia y el abrir los ojos quedé aterrorizada. Estaba tumbada boca arriba y delante de mí, había tres fornidos negros pintarrajeados y ataviados con taparrabos, dos de los cuales me apuntaban con sus amenazadoras lanzas. Ladeé un poco la vista y vi mi rifle, pero desgraciadamente había caído a más de dos metros y estaba totalmente fuera de mi alcance. Hablaron algo entre ellos en un dialecto desconocido para mí que no era Pamue.

Dos de ellos me agarraron fuertemente de los brazos y me levantaron del suelo. El otro salvaje se acercó a mi lentamente, me agarró los tirantes de la camiseta y la arrancó de un brutal tirón dejándome el sujetador a la vista. Yo lancé un grito involuntario al atisbar las intenciones de ese animal. Aunque forcejeé tanto como pude lanzando patadas al aire y grité pidiendo socorro esa bestia me arrancó el sujetador de un tirón quedando mis generosas tetas blancas al aire. No quedando satisfecho, y a pesar de todos mis esfuerzos, me bajó los vaqueros hasta las rodillas quedando en braguitas y con las piernas casi totalmente inmovilizadas. Entendí que estaba completamente a merced de ellos y supliqué para mis adentros que ya tuvieran suficiente y me dejaran. El salvaje que me había arrancado la ropa sacó un pedazo de cuerda de su cintura, con la que me ató los tobillos no sin antes acabar de quitarme los vaqueros. Ya tenia los pies atados y con otra cuerda me ataron las dos muñecas juntas por delante de mí.

Ahora ya estaba indefensa del todo. Con mis brazos intentaba cubrirme las tetazas que tengo, imposible con mis manos pero lo hacía como podía mientras observaba que traían una gruesa barra de madera de unos dos metros. Me tumbaron con la espalda contra el suelo con las manos por encima de la cabeza y pasaron la barra por debajo de las ataduras de tobillos y muñecas. Dos de los salvajes izaron la barra por cada uno de los extremos con lo que quedé literalmente colgada de ella como una vulgar presa que hubieran cazado. Quizá era eso, yo simplemente era una presa a quien iban a transportar. Iniciamos la marcha y en cada paso que daban mi cuerpo se bamboleaba y mis generosas tetas iban irremediablemente de un lado para otro. Por mi mente pasó la idea que aun había tenido suerte de conservar mis braguitas.

Ilusa de mi. Al cabo de un par de minutos de emprender la marcha se acercó de nuevo el que parecía el jefe que me agarró las bragas por atrás y de un violento tirón me las arrancó, soltando yo un gemido, parte de dolor y parte de humillación. Quizá más lo segundo. Mi culo estaba ahora totalmente expuesto y de la forma que estaba colgada probablemente por detrás estaría enseñando aun algo más de mi preciada anatomía.

Seguimos el camino, que a mí me pareció eterno cuando por fin llegamos a un poblado. No había mucha gente pero tanto hombres, mujeres como niños salieron con grandes vítores para ver lo que traían los cazadores. Todos me observaban con un marcado interés en sus ojos y yo no pude más que ruborizarme.

En mi posición no podía apreciar donde me trasladaban pero cuando por fin se pararon me pareció que habíamos llegado al pie de un gran tótem de madera muy decorado en lo que sería probablemente la plaza central del poblado. Suavemente mis porteadores me depositaron en el suelo, quitando a continuación la barra de la que me tenían izada. Después me tomaron de los brazos y me levantaron, llevándome casi a rastras hasta el tótem. Yo ya no me resistía, sabía que es estas condiciones todo era inútil. De la parte superior del tótem pendían dos cuerdas con las que me ataron ambas muñecas, después de liberarlas de mis anteriores ligaduras, también me desataron los tobillos pero para atarlos individualmente a la parte baja del poste.

Así me quedé durante un tiempo ante las miradas inquisitivas de la gente que deambulaba por ahí. Yo intentaba mantener las piernas lo más juntas posible con la esperanza que el poco vello que solía dejarme en forma de triángulo en el monte de Venus tapara aquello que había aun poco más abajo.

Al cabo de un rato se acercaron otra vez los dos fornidos porteadores y el que parecía el jefe de los cazadores. Los dos salvajes se inclinaron y empezaron a desatar mi tobillo derecho. Por un momento pensé en que había llegado mi liberación, pero pronto me di cuenta de mi error, cuando una vez desatado levantaron mi pierna hasta la altura aproximadamente de mi cintura y la volvieron a atar con otra cuerda que pendía de la parte superior del tótem y que no había visto con anterioridad. Así la pierna me quedaba colgando y mi desesperación y humillación iba en aumento. Pero eso aun fue a peor cuando vi que hacían lo propio con mi pierna izquierda quedando totalmente suspendida con las piernas levantadas y abiertas. No pude reprimir un sollozo. En estas condiciones mi sexo estaba completamente expuesto y sin nada que yo pudiera hacer al respecto estando despatarrada… en esa posición cualquiera me podía follar sin que yo lo impidiese, y lo harían delante de todo el poblado, niños incluidos.

La situación todavía empeoró cuando, supongo que en respuesta a una orden del jefe, los dos esbirros tensaron las cuerdas que sostenían mis piernas de forma que estas se vieron izadas hasta una altura ligeramente superior, obligando a mi espalda a encorvarse hacia adelante y con ello, mi culo se levantó hasta la altura sus pollas estando ellos de pie, de esa forma quedaba totalmente a merced de las miradas de mis captores…. Miré desesperada un poco hacia abajo y vi mi pobre sexo, semiabierto y claramente expuesto para esos animales. No sé si se podía estar más humillada. La vergüenza era tal que no quería abrir los ojos pero aun así pude atisbar al jefe que se acercaba con una vasija de barro en la mano, cogió con la mano parte de su contenido y sin más, noté que mi expuesta vulva era masajeada con lo que era una especie de pasta o grasa espesa amarillenta… me embadurnó los labios internos y parte de mi conducto. Al momento noté un cierto picor y a pesar de mis protestas y mi inútil intento de debatirme, siguió con el masaje hasta que aparentemente se dio por satisfecho. Después los tres esbirros salvajes se alejaron de ahí, dejándome colgada en esa incómoda y humillante postura.

Creo que estaba perdiendo la noción del tiempo. No podía comprender porqué me estaba pasando todo aquello y me imaginé que estaba inmersa en una espantosa pesadilla. Desperté al recordar a mis compañeros de expedición que aún estarían esperando mi retorno. Una vez volví a la cruel realidad me di cuenta de una extraña sensación en mis partes. Notaba un cierto calor en toda mi zona vulvar. Al mirar la zona aprecié que estaba un poco enrojecida. El tiempo pasaba y esa sensación aumentaba. Además notaba mi pulso acelerándose sin saber el porqué. Volví a mirar allí abajo y noté claramente el enrojecimiento de la zona y aprecié que mis labios estaban un poco hinchados. ¿Qué me estaba pasando? ¿Era debido a aquel potingue que me habían aplicado? De eso estaba completamente segura. Debía de tratarse de algo irritante.

Así que yo seguía colgada mostrando mis partes impúdicamente y preocupada por la reacción que estaba sufriendo mi sexo. El corazón seguía palpitando con fuerza en mi pecho cuando volví a bajar la mirada. Mi sorpresa fue mayúscula al ver que mis labios no solamente estaban todavía más hinchados, sino que se habían abierto considerablemente dejando ver la entrada de mi vagina. En la parte superior, justo por debajo de mi triangulito de bello sobresalía mi clítoris, que antes siempre había permanecido oculto por su capucha. Era espantoso. ¿Pero que me estaba pasando? Es como si estuviera en un grado de excitación como nunca había experimentado antes en mis 28 años de vida.

Pero poco tardé en darme cuenta que todo aquello iba a más de forma descontrolada. Estaba notando que un hilillo de humedad descendía de mi vagina a mi ano. También notaba una tirantez inusual. Miré mis tetas y vi que mis pezones estaban extremadamente erectos tanto que empezaban a dolerme. Volví la mirada hacia mi entrepierna y con cierto horror vi a mi prominente clítoris, que, del tamaño de una pequeña cereza, se alzaba ya sin protección alguna. Mis labios totalmente rojos, hinchados y abiertos dejaban la entrada de mi vagina totalmente al aire…. Todavía estaba intentando asimilar toda aquella situación cuando un salvaje con un tocado de plumas se me acercó. Detrás venía un gran séquito de hombres y mujeres que se fueron situando para ver de cerca el espectáculo. Y ese espectáculo por supuesto era yo.

Colgada como estaba, con el culo elevado y mi coño ofrecido, no pude hacer nada para evitar que la cabeza del hombre emplumado se colocara entre mis piernas. El primer lametazo en mis labios me provocó como una descarga eléctrica que aceleró aún más si cabe mi desbocado pulso. El segundo fue directamente a mi inflamado clítoris que expuesto de esa manera era un blanco realmente fácil. La descarga me recorrió todo el cuerpo, desde los pelos de mi cabeza a los dedos pequeños de los pies…, era indescriptible como aquel salvaje me dejó limpio el coño de todo aquel potingue, sin embargo sus efectos seguían actuando en mí. Mi cuerpo estaba totalmente descontrolado y ardía de excitación. Me notaba muy húmeda y el corazón parecía que quería saltar de mi pecho. Supongo que en estas circunstancias mi vagina se hallaba completamente abierta porque al hombre no le costó nada introducir su lengua hasta bastante dentro, lo que me provocó una gran sacudida, preludio de un orgasmo bestial. Gemí como una loca mientras chorros de líquido salían de mi sexo de forma descontrolada.

Quedé exhausta por el indescriptible orgasmo, pero el hombre no quería terminar ahí la actuación. Noté que sus labios rodeaban mi exacerbado clítoris y lo succionó sin piedad. El cosquilleo inicial dio rápidamente paso a un enorme placer y al poco rato a la explosión de un segundo orgasmo de igual o mayor intensidad que el primero. Una vez más, chorros de líquido salían de mis abiertas partes como nunca me había sucedido. Estaba totalmente empapada y derrotada pero mi excitación continuaba. Miré a un lado y observé a unos niños divirtiéndose con mi tortura sexual, les pareciera que todo aquello era completamente normal… habitual.

El hombre emplumado se apartó para dejar que otro ocupara su lugar.

Este, que parecía más joven, se plantó delante de mi coño… se quitó el taparrabos dejando ver una enorme polla que calculo que tendría unos 25 cm. Entonces pensé que irremediablemente sería follada por aquel negrazo, aunque algo de mi cuerpo, en el fondo, estaba deseando que sucediera…. Pensaba que hace seis meses, estaría segura que ese miembro viril descomunal no podría entrar en mi pequeña vagina, pero al llegar a África me di cuenta de mi error. 

 


 

De una sola embestida, me introdujo toda la polla hasta el fondo. Mi dilatación debía ser enorme para que me entrara aquel falo fastuoso. Aunque noté que su punta me llegaba al fondo del útero, también noté que sus ciclópeos testículos golpeaban mi periné, por lo que deduje que estaba toda la verga de ese animal dentro de coño… nunca sospeché que podía llegar a entrar semejante trabuco a la primera, de un solo envión. Al entrar ya noté un primer escalofrío pero al empezar a moverse dentro de mí, ya no podía hacer más que convulsionar y gritar. Mis flujos seguían lubricando la zona hasta que ya no pude más y exploté de nuevo. Supongo que mi espasmo ayudó a que el negro salvaje se vaciara completamente dentro de mi vagina, hecho que alargó mi orgasmo al notar sus potentes chorros de lefa africana inundar mi intimidad. Mi cuerpo quedó temblando. Al sacar toda la verga de mi vagina, pareció que había abierto una botella de cava agitada a presión, puesto que de ella brotó abundante líquido mezclado con semen que se escurrió por mi culo.

Ahora quien se acercó fue una mujer de tetas colgonas. Yo seguía temblando y con el corazón en la garganta cuando empezó a lamerme el sexo, de forma lenta pero muy hábil. Pasaba lentamente por mis labios, seguía rodeando la entrada de mi vagina y daba débiles pero certeros roces en el clítoris, se bebía toda la leche que se derramaba de mi raja y se la tragaba. Yo volvía a estar al borde del clímax pero parecía que ella se daba cuenta y entonces frenaba para reemprender la tarea unos segundos después. Eso era horroroso. Tenía una necesidad enorme de correrme y ella no lo consentía. Estaba totalmente desesperada creo que pidiendo piedad en voz alta cuando noté que un dedo se deslizaba dentro de mi ano. Primero fue un tanto desagradable, pero rápidamente mi culo se adaptó y aumentó más aun si cabe mi placer. Después del primero, un segundo dedo fue a hacer compañía al primero al mismo tiempo que notaba que otros dos entraban en mi vagina.

Yo no podía más, pero la salvaje seguía notando mi estado y no dejaba que llegara al clímax aunque estaba realmente cerca. Noté que después de los dos dedos entraba en mi vagina un tercero, después un cuarto y finalmente un quinto. ¡Tenía toda su mano dentro de mi vagina y dos dedos en el culo! Empezó a mover sabiamente todos esos dedos al tiempo que me lamía violentamente el clítoris. Noté que el corazón se me salía por la boca cuando por fin me invadió un terremoto. Sí, fue un orgasmo pero de una intensidad tal que sobrepasaba cualquier cosa que pudiera describirse con palabras. Grité, grité, arqueé el cuerpo y volví a caer sin fuerzas a merced de mis ligaduras. Hubiera podido pensar que después de tres orgasmos estaría ya bastante seca y nada más lejos de la realidad. Una potente cascada de líquido inundó la cara de la mujer que se separó de mí, aparentemente complacida.

Me dejaron descansar solo un breve tiempo y finalmente me desataron. Aunque era perfectamente consciente de lo que había pasado seguía excitada. Mis pezones estaban a punto de estallar y mi raja vaginal seguía rezumando líquido. Deseaba, más bien necesitaba, más sexo con alguno de aquellos negros salvajes que portaban sus grandes pollones a la vista.

Yo estaba desatada, de rodillas en el suelo cuando se acercaron dos negrazos jóvenes, con sus pollas apuntando hacia mí. No lo dudé ni un segundo, comencé a chuparlas y lamerlas con gran fruición como si de ello me fuera la vida. No me di casi cuenta que sin dejar mi trabajo, había bajado mi mano derecha hacia mi coño, perfilando mi raja con casi toda la mano. En cuclillas como estaba con mi inspección dactilar noté que mis labios seguían separados con mi vagina totalmente abierta. Subí un poco y noté mi clítoris que creo que ahora era todavía mayor. Su mero roce me hizo estremecer y empecé a masajearlo suavemente mientras chupaba esas dos imponentes vergas. Uno de los salvajes no tardó mucho en correrse, lanzando toda su leche en mi garganta… me hizo atragantar. La extraje al no soportar mi boca tanta leche, continuaba eyaculando y me roció la cara, mientras me tragaba lo que había descargado en mi galillo,… a punto de ahogarme con su lefa espesa. Eso me permitió centrarme más en el otro y en mí misma. Ya estaba otra vez a tope. En esto que sin previo aviso me puso a cuatro patas de pie, y me la metió en el coño sujetándome de los brazos que tenía como atados a mi espalda con sus manos..., lo agradecí enormemente porque lo tenía sugestionado, caliente y chorreando con deseos de que me lo follaran…, lo hizo sin compasión de ningún tipo, el salvaje negrazo, acabó inundándome el fondo de mi vagina con su leche. Ríos de esperma africana corrían por mi útero sin darle mayor importancia a mi fertilidad. El morbo era tal que una vez se retiró un poco y con un par de toqueteos fuertes más, volví a gritar presa de un nuevo orgasmo.

Casi no me había recuperado cuando ahora la que tenía enfrente era una chica bastante joven, de unos 19 o 20 años que me mostraba su peluda vulva. Yo totalmente fuera de mí, me lancé a degustar ese manjar. Le lamí a conciencia los labios y el clítoris como nunca había hecho antes a una mujer. Ella separó las piernas para facilitarme el trabajo mientras yo seguía dándome placer en mi enorme botón que no paraba de arrancarme gemidos. Aunque no tenía experiencia con el sexo femenino logré hacer que se corriera bastante rápido. Yo entonces me concentré en mí misma, ante la mirada de todos los presentes. Mi introduje dos dedos para acariciar mi punto G y cuando noté que ya me acercaba al destino, cogí entre mis dedos esa gran cereza que formaba mi glande clitoriano, para estimularla casi como una picha, arrancándome un nuevo orgasmo con chillido incluido.

Estaba medio tumbada cuando noté que me ponían a cuatro patas y me endiñaban otro rabo negro, recio y largo como el de un burro. Yo, aunque cansada, seguía excitadísima. Cada vez que me penetraba mis grandes tetas iban dando saltos proporcionándome a la vez dolor y placer. Al cabo de un momento, cuando yo ya estaba a punto, me quitó la polla de la vagina y noté que pugnaba por introducírmela en el ano. No había permitido que nadie hiciera esto hasta el momento de llegar a África, pero claro, no estaba en situación de oponerme en esos momento tampoco. No sé si fue por la excitación o por lo mojada que estaba, que la penetración no fue muy difícil, se apreció que la dureza de esa verga ayudó a la incrustación. Solo una molestia inicial pero cuando el cabezón había entrado, el resto me penetró con facilidad. Al comenzar a moverse el dolor dio paso a un placer indescriptible… me estuvo follando el culo durante unos minutos interminables, hasta que justamente sentir el arrebato final sujeta de las caderas y clavándose todo aquel cipote hasta los huevos, una y otra vez, todo se paró al notar que mi culo se llenaba de la caliente leche de ese negrazo..., me explotó un nuevo orgasmo que fue considerablemente largo, ya que inconscientemente mi mano había pellizcado mi cereza en el instante preciso.

Aunque sea difícil de comprender estaba exhausta, pero terriblemente excitada, así que me tumbé sobre la mesa de piedra, con las piernas bien abiertas esperando ser penetrada de nuevo por otro animal salvaje de polla descomunal. Y así fue, otro negro acudió a la invitación y me cabalgó sin piedad hasta que exploté una vez más, aullando de placer al notar su corrida en mi interior, esos tipos tenían buenas vergas, grandes huevazos y mucha leche contenida en ellos. Una vez retirado éste y sin cambiar de posición, otra polla taladró mi raja hambrienta de sexo. Notaba sus embestidas a la vez que su bello púbico rozaba mi inflamado clítoris, estimulándome mucho más. Además con ambas manos me apretujó mis tetas enrojecidas, y finalmente, cuando decidió apretar mis desorbitados pezones aullé de nuevo al llegar al clímax. Aun recibí unas cuantas embestidas más hasta que me llenó el coño por dentro y por fuera, incluso un chorro alcanzó la cara con su potente y abundante corrida… todo mi cuerpo estaba sazonado de una cantidad enorme de chorros de semen, de acumularlos todos los lechazos que había recibido mi cuerpo, seguro que llenaría un brik de litro con tanta leche.

Allí estaba, tendida, cubierta de semen de todos esos sementales negros, y flujos de mi excitada vagina, con el coño y vulva hinchados y enrojecidos pero pidiendo aun más verga. Estaba como una perra en celo pidiendo que me follaran una y otra vez. Mientras alguien más se decidió volví a toquetear mi gran cereza y no tardé en volver a correrme. Había perdido ya la cuenta de cuantos orgasmos había tenido y la verdad no me importaba en absoluto cuanta leche de macho africano llevaba en mi cuerpo… piel, boca y estómago, culo y sobre todo coño.

La traca final estaba por llegar. Un salvaje me izó por los hombros mientas otros dos me separaban las piernas. Así, me bajaron lentamente sobre otro que estaba tendido sobre la mesa de piedra, a modo de ofrecimiento, sin poder evitar que me empalaran por el agujero trasero. Fue doloroso al principio pero placentero pocos momentos después. Empecé a cabalgar esa polla pero me detuvieron inclinándome la espalda hacia atrás para dejar la raja de mi coño disponible. Otro salvaje me penetró rudamente por el agujero del conducto uterino a su completa disposición. Casi emití un grito pero eso no fue posible porque alguien había embutido una polla en mi boca llegando hasta la garganta. Me estaban follando por todos mis agujeros, mientras alguien aprovechaba la ocasión para estrujarme las tetas y estirarme los pezones. No tardé mucho en tener otro orgasmo bestial, pero esos salvajes siguieron follándome despiadadamente, lo que me provocó varios orgasmos seguidos. El ultimo coincidió con una descarga de leche en mi boca, el sabor de esa lefa me estaba gustando demasiado, y poco después y casi al unísono mi ano y útero recibían el mismo tratamiento de llenado seminal. Mi cuerpo era un sembrado de esperma que todos en ese poblado, probaron.

Me desempalaron y me dejaron allí tendida, no del todo satisfecha. Creo que salté de un brinco y me dirigí hacia la primera polla que vi, con intención de chuparla, pero me detuvieron dos negrazos forzudos, que me llevaron a rastras hacia el tótem donde volvieron a atarme de pies y manos. Presa de mi calentura, les maldije severamente hasta ponerme a llorar. Necesitaba más, pero ellos pensaban que ya era suficiente. Recordé el tamaño de mi clítoris y moví las piernas todo lo que me permitían las ataduras para rozarlo, pero aunque estuve a punto no conseguí llegar al final.

Ahí estaba, atada, excitada y llorando desconsoladamente.

Creo que presa del cansancio acabé adormilándome. Al cabo de un tiempo que no sabría concretar desperté de mi atontamiento. Estaban desatada dentro de una cabaña, me dieron de beber agua de un cuenco y arrojaron a mis pies algunas vestiduras… continuaba llena de los chorretones de esperma reseco por toda mi piel, con mi coño y culo condolido. Dos salvajes me indicaron que les siguiese. Recogí las prendas y así lo hice. Comprendí que me estaban acompañando al lugar donde me capturaron y así podría saber el camino de vuelta. Recordé a mis compañeros de expedición que seguro me estarían buscando. Una vez en el punto donde me capturaron los negros, se adentraron de nuevo en el bosque dejándome allí, completamente sola. Vi el rifle y lo recogí del suelo pensando la poca utilidad que había tenido. Me sentía extraña. La excitación había pasado pero al levantar mis vestiduras pude comprobar que el efecto sobre mis genitales aún todavía permanecía parcialmente. Ahora buscaría a mis compañeros. Evidentemente no les podré contar la historia tal y como sucedió. Mi deseo era llegar pronto a la civilización para poder investigar qué tribu podía ser aquella y de paso, quizá en otra ocasión poder volver para probar de nuevo esa pócima milagrosa. Sin embargo nunca más contacté con aquella tribu… me marché a España la cabo de unos diez días.

Ahora estoy de unas 30 semanas de embarazo y soy la mujer más feliz del planeta… el azar me dirá si el bebé saldrá negro o blanco, lo seguro es que nunca sabré quien me dejó preñada..., apuesto que fue uno de tantos negros que me llenaron en aquella tribu desconocida… es lo más probable, sin descartar que en ese intervalo de tiempo, antes y después follé con un par de guías de la etnia Fang y con Sebastian. Mirándolo bien, mi coño fue el lugar común de tantos machos y hembras humanas, así como de otras especies.

 


Mi novio quiere volver conmigo, pero yo no… mi concepción de las relaciones sexuales había dado un giro de 180º, un único hombre y blanco ya no me satisfacía, era como si mi cuerpo me reclamase estar panzona de negrazos y de sus vástagos, reconvertidos en mulat@s en mi útero.

Mi tesis fue todo un éxito que me ha valido un premio nacional y con ello un contrato en el centro de investigación de primates de Barcelona en colaboración con la fundación “Jane Goodall” de estados unidos. Creo que pronto viajaré de nuevo a África con mi niña…, vuelvo a tener el regusto de la aventura salvaje. No puedo negar que me excita volver a África… ¡Es muy sugestivo, ser la única hembra entre tanto semental interracial…!

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