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UNA HISTORIA DE AMOR. Y si tú no has de volver...

    "Y si tú no has de volver" 1ª PARTE "Una para el otro y otra para el uno". Esa frase la repite una y otra vez mi ...

Despechado

 

 

MANUEL. Los hombres somos por lo general unos idiotas confiados. Aunque seamos proclives a cepillarnos a cuantas mujeres se nos pongan a tiro, por lo contrario, somos capaces de poner nuestra mano en el fuego porque nuestras parejas jamás nos pondrían los cuernos. Da igual que sea nuestra esposa, novia o compañera, en cuanto formalizamos una unión de cualquier clase, pensamos que no se les pasa por la cabeza estar con otro que no seamos nosotros. Da igual que, por naturaleza, en cuanto conocemos a una mujer desatendida por su pareja no podemos verla como persona sino como un posible objetivo para incrementar la lista de nuestras conquistas, pero en cambio no nos preocupamos de satisfacer las necesidades afectivas de quien tenemos a nuestro lado, suponiendo su eterna fidelidad…. ¿Alguno de vosotros me puede afirmar que no es así?

 

Acaso mientras os es fácil imaginar que esa compañera de trabajo cuyo marido es un imbécil insensible puede caer en vuestros brazos, os resulta imposible la idea que la vuestra igualmente desatendida os traicione.

¿Cuántos de vosotros o de vuestros amigos se ha buscado otra y luego se sorprende de que la que habéis o han repudiado ha encontrado el cariño en otro hombre? Seguro que de no ser en carne propia, conocéis decenas de ejemplos a los que les ha ocurrido.

¡Los varones somos unos jodidos incautos que buscamos aventuras en otras camas sin cuidar la nuestra! Y el primero… YO

Acostumbrado a ligar con toda mujer que me daba entrada, no cuide a la mujer con la que vivía y con quien compartía la crianza de una niña de ocho meses. Mientras me vanagloriaba ante los amigos de mis múltiples conquistas nunca creí que Nuria fuera capaz de buscar sustituir mi ausencia con otro, mucho menos siendo madre.

¡Reconozco que fui un completo gilipollas!

Habituado a no dejar pistas de mis romances, no supe reconocer los evidentes signos de su infidelidad. Mientras al llegar a casa revisaba mi camisa y jamás pagaba con tarjeta mis juergas, no descubrí que tras las llamadas a casa donde nadie contestaba se escondía el tipo que consolaba a mi esposa.

Por eso, confieso que me sorprendió descubrir un día que era un cornudo y que tardé en asimilarlo.

Ahora que ha pasado el tiempo, dudo si Nuria lo hizo a propósito o bien fue un descuido que se dejara encendido su ordenador. Debían de ser las ocho de la noche cuando aterricé en el que consideraba mi impenetrable hogar. Como siempre dejé mi chaqueta en una percha tras lo cual la busqué. No tardé en encontrarla:

Mi mujer se estaba dando una ducha dejando su portátil encendido sobre la cama.

“¡Menudo desastre de mujer, dejando todo sin ordenar!”, pensé y sin otro pensamiento que apagárselo, me fijé en la pantalla. Tenía abierto su correo privado. Todavía en la inopia vi que le acababa de llegar un email. Al leer el encabezado, me quedé helado… TE DESEO. Sin ser capaz de controlarme, lo abrí y descubrí que tenía una aventura con un colega de su despacho. Durante minutos fui incapaz de reaccionar y seguir leyendo…

¡Mi vida y mi futuro habían caído hechos pedazos!

Sé que sonora hipócrita pero para mí, mis deslices carecían de importancia mientras el de ella lo vi como una hecatombe. Totalmente hundido por tamaña decepción salí de casa. Necesitaba una copa y compañía, por eso, quedé con Fernando, un íntimo amigo.

Ni siquiera había llegado al bar donde me había citado con él cuando Nuria me empezó a tratar de localizar. Estaba tan jodido que fui incapaz de hablar con ella y en vez de contestarle, le mandé un WhatsApp diciendo – No quiero hablar –  y recalcando el motivo de mi huida, escribí…  – He visto tu Outlook. Supe que con solo eso, mi mujer sabría que la había descubierto e incomprensiblemente, eso me tranquilizó.

Al llegar al bar, Fernando me estaba esperando. Aunque no le había contado el motivo, mi nerviosismo y mi urgencia le habían hecho comprender que era algo grave y por eso se dio prisa en acudir a mi reclamo. Nada más sentarme junto a él, me preguntó que ocurría. Casi llorando le expliqué lo que había pasado. Mi amigo se quedó callado dejándome terminar y solo cuando se percató de que me había desahogado, con voz tranquila, me contestó…

 – ¿La quieres?

 – Sí –  respondí de inmediato.

 – ¿Y estarías dispuesto a perdonarla?

 – Sinceramente, ¡No lo sé!  solté destrozado.

Fernando, llamando al camarero, pidió dos whiskies y esperó a que nos los sirvieran para decirme…

 – Mira Manuel, lo que ha hecho Nuria está mal pero es lógico. La has dejado demasiado sola y las mujeres necesitan además de dinero y cariño, sexo….

En ese momento intenté intervenir quejándome de que no era cierto pero aprovechándose de la amistad que nos unía, me calló diciendo…

 – ¡No me jodas! Este mes te has tirado más veces a Sandra que a tu esposa.

La realidad me golpeó en la cara y por eso no tuve más remedio que quedarme callado. Mi mutismo le permitió seguir diciendo:

– Si a la que quieres es a Nuria, quizás esto no sea tan malo y puedas sacarle partido…

 – ¡No te entiendo!  contesté confuso por sus palabras.

 – Pareces bobo. ¡Te ha dado una herramienta para cumplir tus fantasías!  dijo y haciendo una pausa, dio un sorbo a su copa…  – Cuando mi mujer me pilló, aprovechó mi infidelidad para sacarme todo aquello que había deseado y nunca le di.

Por primera vez, vi una salida honrosa a ese infortunio y por eso atentamente seguí escuchando mientras me decía…

 – Si Nuria también quiere mantener su matrimonio, gracias al sentimiento de culpa que debe sentir, ¡No podrá negarse a cumplir tus condiciones!

 – ¿Tú crees?

 – ¡Por supuesto! Pero para conseguirlo deberás cumplir a rajatabla algunas instrucciones básicas…  viendo que había captado mi interés, prosiguió diciendo…  – Para empezar cuando vuelva a casa no montes bronca, únicamente hazte el ofendido y quédate callado… ¡Hoy no le contestes!.

 – ¿Cómo me pides que no le exija explicaciones? ¡Tengo que hacerle saber mi enfado!

 – ¡Te equivocarías si lo haces!… Si me haces caso no solo seguirás con ella sino que la tendrás bebiendo de tu mano. Al no montarle un escándalo, no le das oportunidad de culparte de su traición y como no se podrá defender, su culpa se verá incrementada con el paso de los días hasta hacerse insoportable. Cuando se derrumbe, ¡Podrás marcarle tus condiciones!

Incomprensiblemente no solo le encontré sentido a su plan sino que incluso dejando al lado el dolor de los cuernos, comencé a verle las posibles ventajas a su resbalón. Más sosegado y mientras volvía a casa, me puse a pensar que cambios me gustaría dar a nuestra relación. Al instante, vino a mi mente determinados cambios que podía dar tanto a nuestra vida en pareja como a nuestra vida sexual. Respecto a la primera, estaba hasta los cojones de soportar a mi suegra todos los fines de semana y analizando la segunda, aunque satisfactoria no pude dejar de certificar que era demasiado tradicional.

“Nuria me racaneaba las mamadas y se negaba de plano a experimentar el sexo anal”

Tras pensarlo, decidí que eso tenía que cambiar. Si mi mujer quería mantener nuestro matrimonio debería hacer concesiones y esas dos serían las primeras.

Llego a mi casa.

Siguiendo los consejos de Fernando, en el ascensor me despeiné el pelo y aflojando mi corbata, entré a mi apartamento. Tal y como previó mi amigo, Nuria me estaba esperando en el salón, totalmente descompuesta y nada más verme se trató de explicar…

 – Estoy demasiado dolido para hablar hoy  respondí cortando sus disculpas y sin ni siquiera mirarla, fui a mi habitación y cogí mi almohada.

Nuria que se esperaba una monumental bronca, me intentó ayudar con la cama de invitados pero no lo permití…

 – La quiero hacer solo –  le dije con voz suave   vete a TU cama.

Llorando, me rogó que la escuchara pero cerrando la puerta, la dejé hablando sola en mitad del salón. Durante unos minutos, intentó que abriera pero no lo hice. Ya desesperada, comprendió que esa noche iba a ser en vano y por eso, compungida, se fue a nuestro cuarto. Ya acostado, di rienda suelta tanto a mi cabreo como a mi perversa imaginación y en la soledad de esas cuatro paredes, planeé mi venganza.

A la mañana siguiente, había dormido pocas horas pero al ver la cara con la que amaneció Nuria, comprendí que ella había descansado aún menos.

 – Buenos días  gruñí al ver que se había levantado antes y que sobre la mesa del comedor, estaba un café recién preparado.

Ese pequeño detalle me hizo saber que el plan de Fernando se estaba cumpliendo a rajatabla y a pesar de que sentándose frente de mí, mi mujer intentó establecer una comunicación, le resultó imposible. A moco tendido, me juró que había sido solo una vez y que para ella, el tal Joaquín no significaba nada. Reconozco que tuve que morderme un huevo para no saltarla al cuello y echarle en cara su comportamiento. Recordando las palabras de mi amigo, terminé tranquilamente el café y cogiendo mi mochila salí de casa.

No había llegado al coche cuando recibí el primer mensaje de mi esposa. En él, me pedía que le diera una oportunidad y que estaba arrepentida.

Decidí dar la callada por respuesta.

Para no haceros el cuento largo, antes de llegar al trabajo me había escrito tres veces, esa mañana otros cuatro y ya en la tarde cuatro más. En ellos, su nerviosismo y perplejidad iban en aumento. En el último, dándose por vencida, me informaba que si era lo que deseaba se iría de casa.

 – No es eso lo que quiero –  respondí escuetamente.

Mi móvil empezó a sonar en cuanto mandé esa respuesta pero me abstuve de contestar. Tras insistir varias veces, me mandó un mensaje diciendo…

 – ¿Qué quieres?

 – Una mujer que me quiera y me respete.

Como comprenderéis supe que había ganado en cuanto recibí su último WhatsApp

 – Te quiero y te respeto  había contestado.

Disfrutando mi victoria de antemano, le escribí…

 – Demuéstralo.

Con el papel de marido destrozado bien aprendido, nuevamente en el ascensor desordené mi peinado y poniendo cara de angustia, abrí la puerta del piso. Al no verla, me derrumbé en el sofá, sabiendo que no tardaría Nuria en aparecer. A los treinta segundos, la vi salir de nuestra habitación. Supe al momento que me había quedado corto en su claudicación porque con ganas de compensar sus cuernos, llegó vestida con un coqueto picardías.

Si en las otras ocasiones que me había recibido de tal guisa, me había lanzado sobre ella a hacerle el amor o mejor decir a follarla como un toro, en esta ocasión mi reacción fue distinta, cerrando los ojos hice como si su vestimenta no tuviera importancia. Mi mujer se quedó perpleja al ver mi reacción. Quizás en su fuero interno hubiera pensado que o bien me iba a cabrear o bien que me la follara. Lo que nunca previó fue mi inacción. Tanteando el terreno, se acercó al sofá y me empezó a hablar.

Al no contestarle, decidió que mediante besos iba a conseguir su objetivo por lo que subiéndose sobre mis rodillas, me comenzó a besar. Sin rechazar frontalmente sus caricias pero evitando el moverme para que no lo tomara como colaboración, recibí sus besos en silencio. Nuria, totalmente confundida, no cejó en su intento y más cuando sintió mi pene erecto bajo el pantalón. Sin darse cuenta que eso iba a ponerla bruta, buscó mi reacción frotando su sexo contra el mío. La dureza que mostraba y el continuo roce paulatinamente fueron incrementando su calentura hasta que ya inmersa en la lujuria, usó sus manos para sacarlo de su encierro.

Desgraciadamente cuando quiso empalarse con él, se lo prohibí diciendo…

 – Con la boca primero… quiero que me la lubriques bien antes follarte.

Sorprendida por mi petición, me miró con los ojos abiertos sin comprender pero entonces, cogiendo mi miembro entre mis manos se lo acerqué a su boca. La seriedad que vio en mi rostro, le impidió reusar a cumplir con mi capricho y echando humo por la humillación, se apoderó de mi extensión casi llorando. Tras lo cual, abrió sus labios y se lo introdujo en la boca.  Tratando de soportar su vergüenza, cerró los ojos, suponiendo que el hecho de no verme disminuiría la ignominia del momento.

 – Abre los ojos ¡Puta! Quiero que veas que es a tu marido al quien se la chupas.

Exigí mientras su lengua se apoderaba de mi sexo, vi que por sus mejillas caían dos lagrimones y sin apiadarme de ella, disfruté de la felación, con esa se podían contar con los dedos de una mano las que me había hecho en todos estos años juntos. Al observar que en contra de lo que me tenía acostumbrado, me estaba mamando con un ímpetu inusitado, forcé su cabeza con mis manos y mientras hundía mi polla en su garganta…

 – Mastúrbate con la mano, ¡Zorra! Quiero ver cómo te corres cuando te tragues mi leche… porque te la vas a beber mirándome a los ojos.

Sabiendo que no podía fallarme, sin rechistar vi como separaba los pliegues de su vulva y en silencio daba inicio a una pausada masturbación. Con sus dedos torturó su ya inhiesto clítoris con rapidez, temiendo que de no hacerlo así me enfadara. Poco a poco su calentura fue subiendo en intensidad gimiendo como una perra en celo y sin dejar de mamarme la verga, se corrió sobre la alfombra, justo cuando notaba la dureza de mi polla a punto de reventar. Berreando como en venado en celo y azuzado por el volumen de sus gritos de mi esposa, me dejé llevar y con brutales sacudidas, exploté derramando mi simiente dentro de su boca. Os juro que me sorprendió ver el modo en que devoró mi eyaculación sin dejar gota. Entonces y solo entonces…

 – ¿Te ha gustado mi putita?

 Avergonzada pero necesitada de mi polla, no solo me gritó que sí, sino que poniéndose a cuatro patas, dijo con voz entrecortada por su pasión…

 – Fóllame, ¡Lo necesito! Te lo ruego ¡¡Clávame toda tu polla en mi coño!!

Lo que nunca se imaginó ese zorrón fue que dándole un azote en su trasero, le pidiese que me mostrara su entrada trasera. Aterrorizada, me recordó que su culo era virgen pero ante mi mirada, no pudo más que separarse las nalgas. Verla separándose los glúteos con sus manos mientras me rogaba que no tomara posesión de su ano, fue demasiado para mí y como un autómata, me agaché y sacando la lengua empecé a recorrer los bordes de su esfínter mientras acariciaba su clítoris con mi mano.

Excitado hasta decir basta, al comprobar que su entrada trasera seguía intacta y que su amante no había hecho uso de ella, me dio alas y recogiendo parte del flujo que anegaba su sexo, fui untando con ese líquido viscoso su ano.

 – ¡Por favor! ¡No lo hagas!

Chilló al sentir que uno de mis dedos se abría paso en su esfínter pero en vez de retirarse, apoyó su cabeza en el sofá mientras levantaba su trasero. Su nueva posición me permitió observar que los muslos de mi mujer temblaban cada vez que introducía mi falange en su interior y ya más seguro de mí mismo, decidí dar otro paso y dándole otro azote, metí las yemas de dos dedos dentro de su orificio.

 – ¡¡Ahhhh!! –  gritó mordiéndose el labio.

Su gemido me recordó que aunque quería vengarme, no quería destrozarla y por eso volví a lubricar su esfínter, buscando que se relajase. El movimiento de caderas de mi esposa me informó involuntariamente que estaba listo. Queriendo que se repitiera en el futuro, tuve cuidado y por eso seguí dilatándolo mientras que con la otra mano, la empezaba a masturbar.

 – ¡No puede ser!

Aulló confundida al percatarse de que le estaba empezando a gustar que sus dos entradas fueran objeto de mi caricias y sin poderlo evitar se llevó las manos a sus pechos y pellizcó sus pezones, buscando incrementar aún más su excitación. Contra toda lógica, al terminar de meter los dos dedos, mi esposa se corrió como hacía años que no lo hacía. Satisfecho por sus gemidos y sin dejarla reposar, embadurné le cabezón de mi órgano con su flujo y poniéndome detrás de ella, llevé mi glande ante su entrada…

 – ¿Deseas que tu marido tome lo que es suyo? –  pregunté mientras jugueteaba con su esfínter.

Ni siquiera esperó a que terminara de hablar y echando su cuerpo hacia atrás, por primera vez en su vida, empezó a empalarse. La lentitud con la que lo hizo, me permitió sentir cada rugosidad de su ano apartándose ante el avance de mi miembro. Decidida a que no tuviera motivo que recriminarle, en silencio y con un rictus de dolor en su cara, prosiguió embutiéndose mi miembro hasta que sintió la base de mi verga chocando con su culo. Fue entonces, cuando pegando un grito me pidió que me la follara duro a tope. El deseo reflejado en su voz no solo me convenció que había conseguido mi objetivo sino que me reveló que a partir de ese día esa puta estaría a mi entera disposición. Haciendo uso de ella como si fuera una nueva posesión, fui con tranquilidad extrayendo mi sexo de su interior y cuando casi había terminado de sacarlo, el putón con el que me había casado, con un movimiento de sus caderas, se lo volvió a introducir.

A partir de ese momento, poco a poco, el ritmo con el que la daba por culo se fue acelerando, convirtiendo nuestro tranquilo trotar en un desbocado galope. Queriendo tener un punto de agarre, me cogí de sus tetas para no descabalgar a la yegua salida.

 – ¡Me encanta! –  no tuvo reparo en confesar al experimentar que estaba disfrutando.

  – ¡Serás puta! –  contesté y estimulado por su entrega, le di un fuerte azote.

Lejos de quejarse por el insulto, gritó al sentir mi mano sobre sus nalgas y comportándose como la guarra que era, me imploró más. No tuvo que volver a decírmelo, alternando de una nalga a otra, le fui propinando sonoras cachetadas marcando el compás con el que la penetraba. Ese rudo trato la llevó al borde de un desconocido éxtasis y sin previo aviso, empezó a estremecerse al sentir los síntomas de un orgasmo brutal. Os juro que en los cinco años que llevábamos casados y ocho jodiendo, nunca la había visto así. Reconozco que fue una novedad ver a Nuria, temblando de placer mientras me imploraba que siguiera azotándola.

 – ¡No Pares!, ¡Por favor!

Aulló al sentir que el gozo que brotaba del interior de su culo. Su entrega fue el acicate que me faltaba y cogiendo sus pezones entre mis dedos, los pellizqué con dureza mientras usaba su culo como frontón. Mi esposa pegando un alarido, se corrió. Descubrí que sus pezones era la llave de su orgasmo, casi el punto G de Nuria. Decidido a no perder esa oportunidad, forcé su esfínter al máximo con fieras sablazos de mi estoque. Exhausta, Nuria me pidió que la dejara descansar pero inmerso en mi propia calentura, no le hice caso y seguí follándole su ano hasta que sentí que estaba a punto de correrme. Pegando un grito, le exigí que colaborara en mi placer. Reaccionando al instante, meneó sus caderas, convirtiendo su trasero en una sensual batidora. Mi orgasmo fue total. Cada uno de las células de mi cuerpo se estremeció de placer mientras mi polla vertía su simiente rellenando el estrecho conducto de la traidora. Los chorros de lefa se concatenaron dejando una buena muestra de mi semen en su esfínter. Al terminar de eyacular, saqué mi pene de su culo y agotado, me dejé caer sobre el sofá. Mi esposa entonces, se acurrucó a mi lado y besándome, me agradeció haberla perdonado pero sobre todo el haberla dado tanto placer y de haber descubierto que no era tan malo que a una le dieran por el culo, estaba encantada de sentir el regusto que deja esa follada.

Sus palabras me hicieron reaccionar y tirándola al suelo, le solté…

 – No te he perdonado – Tras lo cual, le dije… – Eres una puta pero quiero que seas mi puta. Si me prometes darme placer, haré como si nada hubiera ocurrido.

Arrodillada a mis pies, me pidió que le diera una nueva oportunidad jurando que nunca me arrepentiría. Satisfecho, le solté…

– Me voy a la cama. Tráeme un whisky. Quiero una copa mientras observo como me la vuelves a mamar… a partir de ahora lo vas hacer a menudo, me gusta ver cómo me comes la polla y te bebes toda mi leche. Y te daré mucho por el culo.

Nuria al oírme, se levantó a cumplir mi capricho, que no era tal en cierto modo, era la mejor salida para no engendrar y disfrutar del sexo seguro. La sonrisa que lucía en su rostro, me convenció de lo ciego que había estado durante todos esos años… ¡Mi mujer disfrutaba del sexo duro! Cabreado por no haberme dado cuenta pero esperanzado por lo que significaba, me fui hacia mi cuarto. Aunque nunca iba a saberlo, en el salón, Nuria estaba radiante mientras no podía dejar de pensar en la razón que había tenido al pedirle ayuda a Fernando.

Sin embargo lo que yo no sabía de todo el asunto, era que mi esposa insatisfecha por nuestra vida sexual, le pidió consejo sobre cómo exponerme sus extraños gustos. Después de escuchar su inclinación por ser usada como sumisa, ser dominada por un macho duro, que la follara por todos y cada uno de los agujeros disponibles para hacer gozar a  un hombre, y sabiendo mi amigo, que yo no aceptaría de buen grado el papel de dominante. Tras pensar cómo convencerme, entre los dos se inventaron esos cuernos, sabiendo que al enterarme iba a correr a pedirle ayuda… pero esto yo nunca lo supe. El complot de mi mejor amigo con mi esposa, no se iba a quedar en eso, y pronto lo comprobé, siendo ignorante de todo ello envuelto en un efecto Pigmalión bien tramado.

 

 

 

NURIA y mi mejor amigo. Desde que tuvimos a la niña nuestra vida sexual era aburrida, me decía a mí misma necesitaba más, algo distinto a un hombre que en la vida sexual era “Sota, Caballo y Rey” y no  había nada más allá que dinamizara de nuevos nuestros encuentros sexuales. Insistía día tras día en hacerlo poco y mal, así que pedí consejo a su amigo del alma, Fernando y resultó satisfactorio. No había pasado más de cinco meses cuando mi marido me empezó a proponer que hiciésemos algún otro tipo locura, como si el sexo oral y el anal ya se nos hubieran quedado insípidos en el deseo y la lujuria.

Una noche, con la niña acostada, ya desnudos en la cama y su polla creciendo despacio en mi mano, puso una película porno, esa excitación extra nos venía bien y la habíamos usado de vez en cuando. Comenzaba con una pareja en una cama, pero al minuto invitaban a otra pareja a sumarse a ellos. Según se suben al colchón, se intercambian para liarse. Su mano fue a mi coño. Él ya estaba duro como el pedernal.

- ¿Te gustaría? – me dijo.

Una de ellas, la invitada, hundía su cabeza entre las piernas de la otra.

- Me gustan los hombres, ya lo sabes – dije, bajando yo a su polla. La engullí completa sin dificultad. Gimió…. Seguí.

Para cuando levanté la cabeza y su verga se deslizó fuera de mis labios, en la pantalla  ellos intercambiaban a sus supuestas parejas. Lo monté, dándole la espalda para que ambos viésemos cómo lo hacían. Él me abrazó por detrás y me susurró preguntándome si eso ya me gustaba más. Vi sus gordas pollas follándolas, y le dije que sí. Sabía sus intenciones con ese vídeo.

- ¿Te quieres follar a otra delante de mí? – le pregunté directamente.

- Sólo si tú quieres…

Dejé de mirar, y, girándome, lo abracé. Le noté, corto dentro de mí sin llegar a llenarme como a esas zorras del video. Cerré los ojos. Recordé otros amantes que tuve antes que Manuel, algunos eran unas bestias, por eso los dejé, pero sus pollas no se me olvidaron.

- Tú también tendrías otro hombre… – me dijo.

Seguí follándolo. Lo notaba más excitado de lo normal, nervioso…miraba la escena de la pantalla, mi culo se agitaba sobre su tronco de apenas 15 centímetros, pero no para esa noche…. Sin avisar, se corrió dentro de mí… eyaculó todo su leche en el fondo de mi coño y justo en ese momento, la niña se despertó y comenzó a llorar. Fui a atenderla.

Cuando volví, desnuda y frustrada, él se había dormido dejándome con el calentón. En la pantalla se seguía pasando vídeos porno unos concatenados con otro desde el USB, lo miré, ya estaba roncando el muy cabrón…me cagué en su puta madre y cogí mi consolador. Una rubia de tetas imposibles, tatuada, chupaba una polla gigantesca, arrodillada. La imité. No con la pequeña polla de mi marido, sino con el consolador. Lo chupé. Jamás lo había hecho más que para lubricarlo. Ahora lo estaba disfrutando. Había olvidado el extraño placer de notar la boca llena con aquella polla de Lethabo, un negro que conocí una noche de jarana. Él se corrió dentro de mí, me lo metió todo en el coño y en la boca… nos hartamos a follar aquel fin de semana, ya nunca más nos vimos. En el siguiente vídeo otra rubia, también tatuada, lamía el glande de un negro guapísimo que tenía las mismas pintas que Lethabo, mientras otros se turnaban para follarla a cuatro patas. Me penetré con el consolador, a cuatro patas, viéndola. Comencé a gemir.

Mi primer orgasmo despertó a mi marido. Me metí su polla en la boca mientras seguía masturbándome. La niña se puso a llorar. Yo no iba a parar. La idea de probar cosas nuevas comenzaba a ser más atractiva. Acabé con el consolador corriéndome…

- Vale – le dije cuando volvió de hacerla dormir… tardó bastante para sosegarme.

- ¿Vale?

Me tumbé junto a él, sin sacarme el consolador. Le agarré la polla. Le lamí la oreja. Le susurré que probaríamos cosas nuevas, y que lo primero sería hacer un trío. Acepté hacer un trío con mi esposo, pero con mis condiciones… incluso ya tenía al sujeto para ello.

- Vale – me dijo. Sonreí.

- ¿Estás seguro de que quieres ver la verga de otro dentro de mí? Solo de pensarlo ya te pusiste muy celoso.

- Sí. Lo estoy… no es lo mismo que me engañes a mis espaldas a que lo hagas estando yo presente participando.

Lo noté duro como nunca. Le gustaba imaginarlo. Estaba excitado con la idea de verme follar con otro y yo de poder tener dos pollas para mí sola…

- Ahora, fóllame tú… necesito que me quites de una puta vez este calentón.

Bajó de la cama y me puso contra la pared. Joder. Me folló como hacía mucho que no lo hacía, con rabia, con fuerza… me nalgueó y estrujó mis tetas como nunca. Yo me dediqué a decirle lo que iba a hacer con dos pollas para mí. Él estaba a medio camino entre el enfado y la excitación. Me penetraba duro, sin preocuparse de mi orgasmo, pero esta vez eso me gustaba… sumisa y complacida por mi macho.

Cuando noté que iba a correrse me aparté de él y lo empujé sobre la cama. Lo agarré. Estaba bien duro.

- ¿Te excita pensar en verme follar con otro delante de tus narices?

Me cogió con fuerza y me giró, poniéndome boca abajo. Noté su polla en la entrada de mi culo… me dejé hacer, necesitaba que mi hombre me dominara y me diera por el culo.

- Sí, hostia, sí… que te folle como a una perra.

- Y querrás que me folle a pelo, que la tenga más gorda y larga que la tuya.

Se enfervorizó tanto que me sodomizó hasta correrse en mi interior. Ya con la verga flácida, le pregunté si estaba seguro, y me dijo que sí. Que realmente le excitaba la idea.

Me masturbé con él con mi marido pegado a mi espalda, mojándose con el semen que salía de mi culo. Dos veces me corrí. Me susurraba lo que quería verme hacer. Y tres.

 

********

 

Entré con el carrito en la cafetería. Casi no había nadie. Al fondo me esperaba Fernando, nuestro celestino que resultó ser un tío inteligente y cretino. Pero un cretino que tenía lo que iba buscando. Nos dimos dos besos y le hizo carantoñas a mi hija. Nos pusimos al día durante un buen rato, hasta que me preguntó que por qué me había llamado esta vez, estaba muy intrigado porque se suponía que todo iba bien entre mi marido y yo.

- Quiero follar contigo. – espeté.

Casi vomita el café. Tras la sorpresa, se rio.

- ¿Cómo? ¿Quieres ponerle los cuernos a tu marido de verdad?

- No, él estará.

- ¿Un trío… ahora me proponéis hacer un trío con vosotros dos…?

- Sí.

Él me miró serio, y luego se volvió a reír.

- ¿Por qué yo?

- Lo sabes.

Se rio.

- Dímelo.

- Por tu polla. Es grande y sabes usarla… eres mi mejor opción.

- ¿Y si digo que no a quién te vas a follar?

- Vas a decir que sí y lo sabes. Eres un cabrón pervertido. Seguro que ya estás empalmado como aquella vez en casa de Guiller en el aseo… me echaste un polvo demencial que todavía no he olvidado…, tu polla no se olvida fácilmente.

Sonrió, y me miró, como retándome. Mi mano subió por su rodilla por debajo de la mesa. Estaba duro. Se la agarré.

- Si no tuvieses aquí a tu hijita te diría que fuésemos al baño y me la comieses, y luego te dejaría el coño bien relleno, como aquella vez.

- Aquellas veces, dirás… en el camping también me dejaste a gusto.

Lo masturbé sobre el pantalón mientras él me recordaba algunas de las cosas que habíamos hecho. El cabrón me estaba poniendo cachonda, tenía que parar aquello.

- Invitas tú – le dije, levantándome, dejándolo con su erección.

- No te vayas todavía.

- Es hora de darle de comer a la niña.

- Hazlo aquí.

Miró mis tetas rebosantes. Cogí a mi hija para colocarla en posición, y me subí la blusa. Él no quitaba ojo, sonriendo.

- Cuánto tiempo sin ver esos pezones. Espero que te pongas algo más bonito que ese sujetador cuando vaya a follarte.

Saqué mi pecho. Tuvo tiempo de sobra para ver mi pezón duro antes de que mi pequeña comenzase a mamar.

- ¿Te gustan mis tetas?

- Es agradable, aunque de culo no estás nada mal… eres una mami muy follable, no sé cómo tu marido te había dejado tan abandonada.

Discretamente coló su mano por debajo del cuerpo de la pequeña hasta mi entrepierna. El hijo de puta era hábil, y me quitó con facilidad los botones del pantalón para acceder a mi clítoris. No pude contener un gemido silencioso.

- Me encantaba masturbarte mientras te comía los pezones, pero nunca pensé que haría un trío con tu hija.

Mi bebita siguió comiendo plácidamente, la boca en mi pezón extrayéndome la leche y los dedos de Fernando en el botón del placer, dieron como resultado un plácido orgasmo.

- Dentro de diecisiete años me la pienso follar y la contaré esto.

- Gilipollas… lo mismo para entonces no se empalma.

Ya saciadas, la dejé en el carrito de nuevo, recomponiendo mi blusa,

- Ni te acerques a ella.

- Ya veremos, no te puedo prometer nada para entonces.

Al levantarme, me dio un azote. Noté mi coño empapado. Corrí a casa para terminar con mi consolador… el extra grande, el pequeño brunete lo dejé dentro del cajón… hoy tocaba el corsario negro de 22 centímetros de ventosa y realista, lo elegí así por el parecido con la de Lethabo, negro y con huevos igual de gordos para poder agarrarlo bien. Una hora después mi marido y yo coincidimos en la cocina…

- ¿Sigues queriendo hacer un trío? – le solté a mi marido al terminar la cena.

- Sí, por supuesto… vamos adelante – contestó.

- Acuesta a la peque y ven al dormitorio en cinco minutos.

Cuando llegó, me encontró con un conjunto nuevo, de liguero, y un consolador también nuevo. Le indiqué que se desnudase y sentase en la silla que había puesto frente a la cama. Ya tenía una buena erección. Coloqué el juguete en vertical, en el suelo, sujeto con su ventosa, frente a él. Puse sus brazos a la espalda y lo esposé.

- ¿Quieres verme follar? – susurré.

- Sí, lo vas hacer con ese consolador.

- Es una verga del mismo tamaño y color que la mejor que me ha follado.

- ¡¿Te has follado a un negro?!

- Lethabo, un senegalés que conocí un solo fin de semana en las tascas.

- Tuviste una vida muy disoluta y entretenida antes de conocerme.

- Bastante, aunque no tanto como la tuya… me ganas de largo. Estoy convencida que tu polla triplica los coños que se ha follado, a las vergas que se han metido en mi coño… pero ahora importa poco, estamos casados y somos tú y yo.

Me empalé en el juguete apartando las braguitas a medida que le iba contando la situación… comencé a acariciarme el clítoris sin dejar de mirarlo, diciéndole que lo ocurrido es agua pasada, y que lo que importa es vivir el presente.

- ¿Te gusta ver cómo me entra un pollón negro como este?

- Sí, te entra fácil – contestó

- Me lo he dilatado un poco antes de tú llegases a casa… sabes que lo tengo estrecho, por eso me entra tan bien tu polla.

- ¡¿Me quieres decir que la tengo pequeña?!

- No cariño, la tienes perfecta para mi coñito, por eso me quedé contigo…

Comencé el sube y baja. Tenía una erección mayúscula. Le di un lametón a su glande.

- Es tu última oportunidad, ¿estás seguro de que quieres verme follar con otro hombre? Una vez que demos el paso no habrá vuelta atrás… me follará contigo.

- Sí… cada vez estoy más convencido…

- Estupendo cariño. Buscaré a uno que la tenga así de larga y gruesa.

Me la metí en la boca mientras me follaba con el consolador. Él, con las manos esposadas, sólo podía dejarse hacer. Lo hice despacio, muy despacio. No quería que se corriese antes que yo, y tenía que ganar tiempo. Tiempo hasta que sonase el timbre. Me pilló con los labios en su pubis y su polla hasta la garganta. Me levanté. Lo vi nervioso, con los ojos saliéndose de las órbitas. “Tú lo has querido”, le dije al pasar junto a él, camino a la puerta.

Cuando entré con Fernando todavía mantenía la erección, que se le bajó completamente. No dijo nada durante unos segundos se quedó sin habla. Fernando sí. Se colocó detrás de él y se apoyó en sus hombros.

- Tu mujercita me ha llamado porque quiere una polla de verdad.

- ¡¿De todos los posibles, has tenido que elegir a mi mejor amigo?!

- Es el que mejor polla tiene de todos los conocidos de confianza… en cierto modo has sido tú quien lo ha metido en nuestro matrimonio ¿Recuerdas?

Yo volví a empalarme en el juguete y a comerlo. Lo quería erecto. Mientras, Fernando se fue desnudando sentía como me entraba el falo “made in china” hasta los ovarios. Su amigo se quedó en calzoncillos. Cogiéndome del pelo me obligó a levantarme y me besó.

- No hay nada como saborear la polla de un maridito en la boca de su mujer antes de follártela. – dijo.

Era un cretino, pero me excitaba como nadie. Llevó una mano a mi coño.

- Estás empapada – dijo antes de pasarle mis flujos por su cara. Le acercó dos dedos a los labios de mi marido. – Chupa – le ordenó.

Lo hizo. Después los introdujo en mi coño sin miramientos. Repitió la operación tres o cuatro veces más, llevándolos de mi vagina a su boca.

- Tu mujer quería a un cabrón pervertido y lo va a tener.

Me cogió del pelo y me hizo arrodillarme, clavándome de nuevo el consolador. Después me guio para comerle la polla a mi marido.

- Avisa cuando te vayas a correr, cornudo.

No aguantó ni treinta segundos antes de avisar. Fernando me hizo parar.

- Si tuvieses las manos libres te hacía quitarme los calzoncillos…estás bien así.

Se giró hacia mí.

- Demuéstrame a qué he venido, zorrita, y sobre todo muéstraselo a tu marido.

Miré por última vez a mi marido. Podía notar su excitación. Cuando le bajé la tela y liberé aquél pollón, habló.

- ¡¡Joder, no lo recordaba tan grande y tan bien hecha!!

- ¿Te gusta más que la mía…? me acabas de decir que es perfecta.

- Cariño, la tuya es perfecta para el día a día, pero hoy es un día especial, y para los días especiales se necesita una verga distintiva XXL como la de tu amigo.

Agarré la base. La gorda base que mis dedos no lograban circundar…apenas la abarcaba con mi pequeño puño. Miré a mi marido al acercarme la punta a la boca. Agarré con una segunda mano parte del resto del inmenso tronco de esa verga, y rodeé con mi boca lo pude del orondo cabezón de piel clara, frente al resto más oscura… un trozo de carne muy destacable con el prepucio estirado, dejando el glande despejado.

Comencé a generar saliva porque sabía lo que venía después y lo iba a necesitar. Era un ritual para nosotros, y todavía lo recordaba después de tantos años. Me quitó una de las manos, y mis labios llegaron hasta el puño de mi mano que rodeaba la base. Tomé aire y relajé el cuello. Me hizo quitar la otra mano y su polla comenzó a invadir el fondo de mi boca y tras ella, mi garganta. Lo hizo más delicadamente que antaño. Las dos primeras veces. Después me folló la boca con ganas, con violencia. Haciendo que le comiese por completo. Mi marido nunca ha sido un reto. El amigo íntimo de mi esposo, sí. En todo momento seguí mirando a mi marido a los ojos tragándome aquel pollón.

Me di cuenta de que mi mano se había ido con vida propia a mi clítoris mientras me lo hacía. No me bastaba con el consolador, deseaba más…. Me corrí casi al instante, delante de mi marido, con la polla de su amigo en mi garganta, con un consolador del mismo tamaño casi, en el suelo y mis manos en mi clítoris, me corrí como una zorra rastrera.

Delante de mi marido, Fernando me cogió de la cabeza y me folló la boca a saco, los sonidos de ahogamiento eran infructuosos porque él seguía dándome la follada del siglo… y de pronto se empezó a correr, soltó un gemido seco y eyaculó en mi boca un primer y segundo chorro de lefa espesa, sacó su polla de mi garganta y pajeándose, siguió corriéndose sobre mi cara y mis labios, mientras yo todavía gemía por mi orgasmo.

Delante de nuestro celestino, y con mi boca y cara cubierta de su semen espeso, mi marido, sin poder tocarse, atado en una silla, eyaculó sobre su pecho y barriga. Él me miró con la cara llena de soberbia, pero se agachó para besarme. Lo hizo despacio, pero con pasión. Largo y húmedo, mezclando nuestra saliva y su semen. No necesitaba preguntarme si me había gustado… el orgasmo y la cara pintada de leche, reflejaban una actitud de puterio demencial para ambos sementales.

Se levantó. “He traído una cosa”, dijo acercándose a la televisión. Puso un pincho USB, la encendió y se tumbó en la cama. No podía creerlo, lo había guardado todo lo que grabó con su cámara lexicón digital. “Tu mujer era bien guarra en la Universidad antes de conocerte e incluso después… lo pasamos muy bien en mi piso y las tascas”.

Me hizo tumbarme, con la cabeza en su regazo, de forma que pudiese tener a mi alcance su cipote para poder lamerlo de nuevo mientras mi marido, Fernando y yo veíamos el vídeo en el que, diez años atrás, le comía la polla en el sofá en su piso de estudiantes… en el mismo que conocí a mi esposo un tiempo después.

- Los de la pandilla se la cascaban cuando les pasaba los vídeos que grababa, pero sobre todo les gustaban los de Nuria. Le creí.

- Esos nunca lo vi

- Era tu novia y no era cuestión de joder nuestra amistad por unos polvos.

Miré a mi marido. Su polla flácida descansaba sobre su muslo. Su pubis estaba lleno de semen, que resbalaba hacia la silla. Nuestros ojos se miraron. Lamí. No apartó la mirada. Agarré la verga de Fernando y me la introduje en la boca.

- Un día bromeamos con follarte entre todos, seguro que te habría gustado.

Comencé a chupar. Ambas pollas comenzaron a ponerse duras. En la pantalla del televisor de pantalla Qled de 65”, ya me estaba follando sobre el sofá a cuatro patas. Sus manos fueron a mi coño y me sentí rejuvenecer.

- Vamos, dijo, levantándome rudamente por el pelo para ponerme a cuatro patas mirando a mi marido. Colocó su verga sobre mi espalda. Noté sus huevos rozándome el culo, se lo elevé poniéndolo más respingón y accesible para que entrase el buque en mi rajita hambrienta… el consolador extra XXL me había dilatado lo suficiente.

- ¡¡Pídemelo!! – dijo.

- ¡¡Fóllame ya, cabrón!! Méteme ese pedazo de PIJA que tiene entre las piernas – contesté, necesitada de él.

- Tú no, él.

Lo miré con ojos suplicantes. Su polla estaba comenzando a endurecerse de nuevo. Serio, abrió la boca.

- Fóllatela ya… a ver cómo te la follabas a esta zorra…

- ¿A quién… de qué Zorra me estás hablando…?

- De mi mujer… De esta ZORRA. ¡¡Fóllate ya a mi esposa, Hijo de la Gran Puta!

Gemí, al notar su gordo glande separando mis labios de nuevo y su verga tensando mi piel tras tantos años, gemí, mirando a mi marido. La introdujo despacio, saboreando cada centímetro de mi coño…la metía tres y la sacaba un centímetro, y así llegó hasta el fondo, ese lugar inhóspito, donde mi marido nunca llegó y jamás llegaría a llenar. Llevé mi mano hasta su base. Me encantaba esto, rozar mi clítoris con mi antebrazo mientras con mis dedos rodeaba la parte de polla que todavía quedaba fuera de mí en los primeros envites, deslizar luego los dedos hasta sus pesados cojones y amasarlos, jugar con las bolas en mi mano cuando todavía no había podido metérmela entera del todo. Paró allí, llenándome por completo… su cabezón golpeaba mi pared vaginal taponando la cérvix.

- ¡¡FÓLLATELA BIEN DURO!! Esta puta necesita que le den una buena follada.

La sacó casi por completo ya la volvió a meter despacio.

- ¡¡Fóllatela!! ¡¿Qué coño estás haciendo?! ¡Acaso no sabes follártela…!

Repitió. Dios. Mi clítoris iba a estallar viendo cómo se machacaba mi esposo la verga y las ganas que tenía de verme jodida por Fernando.

- ¡Fóllatela de una puta vez…! Quiero ver como os lo montáis – gritó.

Rio muy sonoro. Cogió mis caderas. Una. Dos. Cien veces me insertó el cipote hasta que los huevos me abofeteaban el coño sin censar. Me folló como si quisiese quemarme el coño, como si deseara entrar su glande en mi útero… o empalarme. A Fernando lo veía excitado empalándome a full, deseaba como en los viejos tiempos, atravesarme con su polla, y que saliese por mi boca… que lo viera en directo y en vio mi marido, su mejor amigo de confianza. Dios. Cómo folla este hombre. Aún mejor que antes.

Grité. Grité y me corrí mil veces, y lo hice tan alto que nuestra bebita comenzó a llorar. Mierda. Tuve que detenerme. Desaté a mi marido. Lo besé. Le dije que no pensaba parar ahora, pero que la nena era prioritario a su placer, no al mío. Cuando volvió yo lo montaba y me masturbaba frotando mi clítoris en su pubis cuando no eran mis dedos los que se dedicaban a masajear el glande salido y duro que tenía. Lo miré. Desnudo, sudado, con nuestra hija en brazos mientras me follaba a mi exnovio y amigo de mi esposo, que se rio por la escena.

Cuando seas mayor te voy a follar como a tu madre, y lo grabaré para enseñárselo. Le crucé la cara con mi mano empapada, el hostión se escuchó en toda la finca. Él siguió riendo y yo follándomelo.

- Me toca – dijo mi marido ya sin la niña, la dejó en la habitación en su canasto.

Se puso de pie en la cama y me la introdujo en la boca. Lo atraje hacia mí. Se lo merecía. Cuánto tiempo sin verte comer la polla de otro – dijo Fernando. Le volví a cruzar la cara con otro jetazo de campeonato, y volvió a reír. Me volví a correr con un pezón en su boca. Fernando me atrajo hacia él para besarme. Mi marido se colocó a mi espalda. Su polla en mi ano, le facilité agachándome un poco más, iba a tener dos pollas dentro de mi otra vez. “Gracias”, le susurré a Fernando mientras me compartía con mi marido.

Noté sus pollas moviéndose dentro de mí y estallé. Hice que la niña se despertase de nuevo, pero les dije que siguieran. Mi marido me levantó un poco para poderse agarrar a mis tetas mientras me sodomizaba como a una perra. Su amigo apenas podía moverse bajo nuestro peso, pero su polla abría mi coño como pocos lo han logrado. Llevó su pulgar a mi clítoris y me corrí de nuevo en 0’0.

Mi marido anunció que estaba a punto de terminar en una corrida que no recordaba. Se salió. Me hizo tumbarme para acabar sobre mi cara, le abrí la boca y alguna parte de sus largos y cremosos chorros de lefa cayeron en mi lengua, dentro de la boca, el resto me tapizaron la cara y el cabello que quedó chorreado. Mi ex novio sonrió y me penetró de nuevo elevando mi cadera, su posición casi vertical me profundizaba hasta el mismo útero, joder me volvía a correr de la sensación… percibía cada empalamiento y golpe de badajo que sus pelotas ejercían en mi coño. Para cuando mi marido volvió para darle biberón a la niña, yo también chupaba en busca de la leche que no me había metido en el coño tras correrse el cabronazo de Fernando… lo estábamos haciendo a pelo.

- ¡¡Trágate lo que me queda en los huevos!

Se la chupaba y escurría. Vi la mirada perdida de mi niña mientras él se vaciaba en mi garganta, y la pequeña chupaba la tetina que mi esposo empalmado, le daba. Se vistió, cogió mis bragas, se las guardó en el bolso, me besó, dio una palmada en la espalda a mi marido, me besó y se fue. En la pantalla del televisor, Fernando me follaba a cuatro patas mientras otro de sus amigos de entonces, disfrutaba de mi boca.

- Llámale cuando quieras. Pero si yo no estoy, grábalo. Dijo antes de desaparecer.

Mi marido me besó. Olíamos a sudor y semen. Ambos me habían llenado la boca, el culo y por supuesto la vagina de toda la leche que contenían sus robustos huevazos.

- ¿Te ha gustado? – le pregunté haciéndome la inocente.

Llevó mi mano a su polla. Después se sentó y me hizo que se la comiese mientras él veía el vídeo… cuando se cansó, y en el video Fernando se había corrido en mi coño, otro había tomado el relevo, me senté sobre su polla de espaldas a él, para ver la escena donde yo era la protagonista… en unos minutos de cabalgata se corrió en mi coño sin dejarme sacarla…. Ahora tenía un mejunje del copón dentro del útero, con la mezcla de ambas leches macerándose pretendiendo trepar por las trompas de Falopio y preñarme, sin embargo me faltaba un toque final…. Me tumbé. Me masturbé para él. Una, dos, tres veces. A Manuel ya no se puso dura tras las tres corridas y yo acabé derrengada.

Los tres nos quedamos tumbado y dormidos en la cama de matrimonio, con la niña en medio de ambos, compartiendo lo mejor que hemos tenido juntos, ¿o no?

 

 


 

MANUEL y la mejor amiga de Nuria.  Dentro de muchas cosas que realizábamos, comenzamos a ver algo de porno para follar teniendo dicha sugestión, cada vez que utilizábamos este recurso cambiábamos de modalidad, en cierta ocasión apareció uno de mujeres en intimidad. Mi esposa me preguntó si me gustaba ver eso y temeroso le dije que sí, que era una forma más de sexualidad, aunque el gays no me atraía nada, me gustan las mujeres y punto. La noté un poco pensativa por unos minutos y seguimos hasta terminar. Un día de sexo más.

La historia se volvió a repetir y cada vez subía más de intensidad ese tema, en una ocasión me pregunto de manera directa si me gustaría un trio con una mujer. Mi respuesta fue obviamente que sí, pero de alguna algo temeroso, seguía sin creer lo que mi esposa me preguntaba. Continuamos con el tema y le pregunté si ella había tenido alguna relación lésbica y su respuesta fue que sí, pero muy breve en la universidad. Me lo imaginé porque esa época fue bastante loca para Nuria…. Me contó que en una fiesta de segundo curso, jugando a la botella le tocó besar a una mujer que era bisexual y que el beso fue intenso, hubo un poco de toqueteos por encima de la ropa. De ahí no pasó esa vez, sin embargo coincidieron unas semanas más tarde y ahí sí que se masturbaron mutuamente y se frotaron los coños hasta que se corrieron… en la tercera y última vez utilizaron dildos… durmieron juntas esa noche, luego no hubo más con ella ni con nadie.

En ese momento sentí como mi polla se empezó a poner más dura al imaginar a mi esposa con otra mujer, ella lo notó y empezó a chupármela mientras volteaba y me preguntaba si le gustaría verla con otra mujer para equilibrar el anterior trío con Fernando, su mejor amigo.

- Creo que te lo debo…

¡Ufff que excitante escuchar a mi esposa preguntándome esas cosas! La puse a cuatro patas y se lo metí tan duro y rápido como pude hasta que momentos antes de terminar la hinqué y termine en la boca de su útero con toda mi carga seminal. La escena se repitió un par de ocasiones más, hasta que llegó el momento en que ambos hablamos y acordamos experimentar un trío HMH. ¡AL FIN! A pesar de no estar en un momento íntimo mi verga se endureció como nunca, sabía que tarde o temprano esa fantasía también iba a cumplirse…. La vida sexual anodina con mi esposa estaba cambiando a pasos agigantados, y me gustaba. Dejé que eligiera a ella con buen criterio para excitarme, de lo contrario, sabíamos que ese trío no tendría éxito.

De la misma manera que buscó a Fernando para su satisfacción, estuvo buscando opciones para llegar a la conclusión de que fuera su mejor amiga desde la secundaria… amiga íntima por amigo íntimo, en total equilibrio. Nuria y su amiga se tenían mucha confianza y en ocasiones se frecuentaban para hablar, imagino de cómo les iba en la vida y el matrimonio, los hijos y como follaban con sus respectivos. Ella estaba también casada, con hijos de seis y dos años, pero con muchos problemas en su matrimonio que solían zanjar con un nuevo hijo.

Decidió no preguntarle de manera directa, únicamente comenzar a juntarse más seguido para romper el hielo poco a poco. Ellas se vieron en varias ocasiones para ir a desayunar o tomar el café de sobre mesa, cenar o pasar la tarde juntas… se dieron cuenta que tenían mucho más cosas en común de lo que imaginaban, pese a que mi esposa llevase casada, seis años menos. En un no tenía el valor de preguntarle o insinuarle algo por miedo a que la fuera a juzgar… pero la antigua amistad se volvió a trenzar entre ellas…. En una ocasión, ¡BENDITA ocasión!, ella llamó a mi esposa como a eso de las 8 de la mañana, para comentarle que había discutido con su esposo muy fuerte, que si se podían ver para desayunar juntas. Mi esposa me guiño el ojo y me tocó la verga por encima del pantalón y respondió...

- Sí chula por supuesto, pero tengo flojera de salir. Vente para casa, mi esposo nos va a preparar un rico desayuno de chocolate con porras… luego se quedará al cuidado de la nena, y aquí podemos poner música y hablar sin problema…

Quedaron de verse a las nueve y media tras dejar a los crío en el colegio, y así fue, mi esposa se metió a bañar, y se puso unos leggins casi trasparentes que si se agachaba se podía ver su tanga sin ningún problema, y yo cómodo con una camiseta y bermudas.

Eran casi las 9:40 cuando llego su amiga, afortunadamente le gustaron los churros con chocolate que preparé…, le agradó cuando me vio manos a la obra en la cocina, mi esposa le comentó que me tenía de cocinillas, pero que pronto se marchaba a mi oficina a trabajar, a no ser que quisiera que me quedara con ellas. Le preguntó si tenía problema que estuviera presente en sus temas, y ella contestó que de ninguna manera, que tal vez una opinión masculina le vendría bien.

Comenzamos el desayuno y escuchar los apuros de esta chica, comenzó a llorar y levente comenzó Nuria a meter cosas sexuales… le comentábamos que les hacía falta intimidad, que exploraran cosas diferentes y que no estaba mal, tener sexo con adolescentes, hoy están muy adelantados en el asunto sexual, o sí, con más de dieciséis años, para que no hubiese problema legal, naturalmente. El tema cambió…, tomado todo el chocolate con porras que teníamos sobre la mesa, encendí un porro que fui rulándolo. Ya más entrados con los efectos del chocolate moruno, la fiesta iba camino de empezar de verdad.

De todos nos reíamos y disfrutábamos, comenzamos a poner música chillout y acabamos con reguetón. Mi esposa se paró a bailar y cogió a su amiga. Poco a poco fue subiendo el volumen hasta que ya estaban perreando. Mi esposa se volteó y comenzó a pegarse mucho a ella, su tanga se notaba y se veía sexy. En ese momento mi tiró de la mano.

- Ven a bailar con nosotras amor, no seas aburrido, mientras gritaron papi chulo… nos dimos un fondo".

De inmediato mi esposa se volteó y empezó a bailarme como una verdadera regetonera de esos videos descarados, mi verga casi explotaba mientras la agarraba de las nalgas. Su amiga no sabía qué hacer. La invitamos y poco a poco toda esa tensión se convirtió en algo excitante. Le pedí a mi esposa que le bailara a su amiga y de inmediato aceptó, ella un poco asustada solo seguía con todo esto, le moví sus manos para que agarrase el culo a mi esposa. ¡Dios qué bueno!, yo quería quitarle la ropa a ambas en ese momento estaba súper excitado. Nuria, entre el baile y obviamente para excitarme, de vez en cuando pasaba su mano por mi paquete, me tenía a full. Más atrevida, también me acercaba la mano para que le tocase las nalgas a su amiga Sara, más animada cada vez con los efectos del porro, sacándome el culo…provocándome entre risas.  

La música se detuvo y el baile terminó… mi erección era muy evidente. Mi esposa se dirigió directamente a mí sin ninguna vergüenza para que Sara se pusiera en situación…

- ¡¿Amor, que te ha pasado?! Ya me doy cuenta… te ha gustado el baile.

Me decía mirándome el paquete. Su amiga se sonrojo y de reojo me miro también soltando una risa picara. Decidimos comenzar a jugar para subir el nivel, el famoso juego de Verdad o Reto. De inmediato mi esposa inicio el juego y le preguntó a su amiga, verdad o reto. Ella un poco tímida dijo que Verdad.

La pregunta de mi esposa fue…

- ¿has estado con una mujer?

Su amiga se sonrojó y solo respondió…

- No, pero no me cierro a nada… tal vez me haga falta un cambio como ese.

Su cara cambio por competo mientras se reía de nuevo.

Mi turno llego y le pregunte a mi esposa, ella eligió Reto. De inmediato vi que era mi oportunidad, así que de nuevo con una carpa enorme en mis bermudas holgados que evidenciaba tener la verga bien dura a la vista de ellas, le dije a mi esposa.

- Pues vas a darle un beso a tu amiga para comprobar qué tal besa. Solté una risa y dije… - Por mí no hay problema, sabemos que solo es juego.

De inmediato mi esposa se paró le hizo a un lado el cabello, la tomo del cuello y comenzó a besarla suave. Al principio ella estaba muy tímida pero a los pocos segundo ya estaban súper prendidas las dos besándose como si no estuviera yo ahí. Se empezaron a meter lengua, Nuria primero, luego Sara la emuló. Me acerqué a ellas, la mano de mi esposa se perdía en las tetas de su amiga lentamente, mientras le tocaba las nalgas de mi esposa…, en ese momento Sara paró el beso y solo preguntó….

- ¿Que está pasando, de verdad no hay problema? No quiero generar molestias entre vosotros… ¡Solo he venido a pedir consejo sobre mi problemática!

Mi esposa se rio, y le respondió…

- No seas tonta, Sara. ¡¿Tú crees que con la erección de Manuel puede que estés generando algún problema?! A él no, al contrario, y a mí menos… estamos súper bien los tres contigo… ¿Verdad cariño? Fíjate si estoy bien que desearía masturbarme justo aquí y ahora, para que vierais los dos como me lo hago.

La agarró del cuello y empezó a besarla de nuevo, poco a poco comenzaron a sacarse la ropa. Mi verga ya no aguantaba, estaba tan excitado como nunca en la vida al ver a mi esposa con otra mujer. Le hice a un lado el cabello a mi esposa y comencé a besar su cuello mientas ellas se tocaban y besaban. Mi esposa se paró y me dijo - "¡Vas amor!" precipitó a su amiga hacia mí y nos empezamos a besar.

De inmediato lo quite la poca ropa que le quedó a Sara, mientras mi esposa me la quitaba a mí, bajé poco a poco hasta llegar a besar sus tetas y al mismo tiempo le tocaba su vagina que ya estaba súper húmeda. Tomé la cabeza de mi esposa y la empujé hasta que metió mi verga en su boca y comenzó a chupar como jamás en la vida. Me quito la mano y al mismo tiempo le metía los dedos a su amiga que gemía de placer mientras se tocaba sus pezones… se retorcía de placer. No desea explotar antes de tiempo y paré.

Las llevé al cuarto, las guie a la cama, tomé una silla y les pedí que siguieran mientras yo observaba. Jamás en la vida la había tenido tan dura. Mi esposa se acostó y abrió las piernas, ella por un momento lo pensó, luego tomó sus pantorrillas y poco a poco los besos por sus piernas fueron recorriendo desde las pantorrillas hasta las ingles, y terminar en su vagina para lamérsela tan rica y excitante que ni pude aguantar…solo me masturbe viendo algo tan excitante como eso.

Mi esposa me miraba con ojos de puta y me invito a acercarme.

Yo vi a su amiga a cuatro patas, completamente dispuesta y entregada al fornicio, mientras se la chupaba a su amiga, tenía un espectacular culo con unas bragas de encaje que casi me lleva al infarto. Le abrí sus nalgas y comencé a chuparle el ano mientras mis dedos entraban y salían muy mojados de la raja caliente y encharcada de su vagina. Mi esposa me pidió que me acostara para que me la chuparan las dos juntas y así fue, eran unas verdaderas putas peleando por mi verga y pasando mis fluidos por sus bocas mientras se besaban.

Sentí que iba a terminar así que pare de nuevo las acosté y comencé a tocarlas a ambas hasta que terminaron… ellas no paraban de besarse y gemir. De las corridas de ambas, la cama termino súper mojada. Yo ya no aguantaba, puse a mi esposa al estilo perra y le se la metí en el coño de un solo envión… le di muy duro mientras le hacía una trenza en el cabello, tirando de ella hasta que explote como nunca en tan solo cinco minutos de cabalgada salvaje y criminal. Cuando Sara me vio agitado, gimiendo y tirando duro a un ritmo descolocado, se me amorró a los labios dándome un beso francés increíble… percibí su lengua en le galillo, sus manos abriéndole las nalgas a Nuria para ver como mi cipote entraba y salía a todo pistón entre sus cachetes y de pronto la clavé a fondo con un alarido animalesco y me corrí en lo profundo del coño de mi esposa. Fui soltando un chorro tras otro, rellenando el fondo uterino de Nuria, ella gemía al sentir mis chorros golpear su vagina… hasta que dejó de salir leche del grifo.

Al sacarla, detrás de mi glande salió leche de su raja escurriendo, al ver esto su amiga, le chupó la raja a mi esposa… después me la chupaban a mí para limpiar todo el semen.

Sin embargo mis ganas no se agotaron, era mucho tiempo sin follar y había acabado demasiado rápido, me recuperé en unos minutos, en tanto ellas me acariciaba y se tocaban entre ellas, se besaban y me morreaban… nada había acabado aún. Me fui a la ducha a refrescarme…

- Manuel, le he comentado a Sara de que esta era tu fantasía y está dispuesta a hacértela realidad al completo

Dio la risa, porque sabía que Nuria al final nunca dejaría que hiciera algo así, y menos con su mejor amiga. Sara se abrió de piernas y Nuria le expandió los labios vaginales con dos dedos. Acto seguido Sara se empezó a frotar el clítoris…. Me puse más de mil por hora.

- Este coñito está esperando lo suyo, cariño… es nuestro deber atender como es debido a nuestra invitada ¿no crees?

- ¿te gusta lo que tengo para ti?

- ¡¡Estás más buena que el pan en salsa!!!

- Sara, ¿Por qué no lo ayudas con su ropa de baño? Parece que vuelve a tener un bulto ahí metido.

Me lanzó una mirada de complicidad y picardía que nunca olvidaré en los ojos de Nuria. Sara me bajó el bóxer que me puse por pudor, me sacó la verga y la tomó en sus manos, estaba al palo del mástil como nunca, las venas hinchadas casi deformaban el tronco. Yo estaba que ardía de solo pensar que me reventaría a pollazos, a la mejor amiga de Nuria y enfrente a ella.

- ¡Esta polla es más grande que la de Alfonso!

Dijo antes de empezar a chuparme la verga. Que bien lo hacía. A mí me encanta que me la chupen, pero Nuria no es de chupármela muy seguido…, a parte que hasta lo de la reconciliación, no hacía con mucho gusto. Pero ahí estaba Sara engullendo mi falo como a mí me gusta. Ahora, Nuria se había sentado a un lado con la mano en su coñito recién en lechado. El verla tan excitada masturbándose por primera vez ante mí de manera descarada, en combinación con aquella mamada tan buena y el saber lo que vendría luego, me mandaron al cielo. Avisé a Sara que estaba a punto de correrme.

- ¡¡Córrete primero en mi boca!

Dijo con cara de perra en celo, y se volvió a enchufar mi verga hasta la garganta, y en el momento de eyacular, selló mi glande con sus labios para poder dar espacio a la leche… me corrí en chorros enormes…, hacía tiempo no llegaba de esa forma soltar tanta lefa tan seguida en dos corridas. Al igual que hizo Nuria, Sara se bebió toda mi leche y me dejo el cipote limpio y reluciente. Se paró y se dirigió a donde estaba Nuria sentada y le dio un beso en la boca pasándole lo que le quedaba de semen en la boca.

Yo no lo podía creer, mi Nuria estaba besando con lengua a su mejor amiga, pasándose la leche recién ordeñada de mis huevos. Mi esposa se tragó la lefa con saliva que su amiga le dejó en la boca. Me acerqué, las tome del brazo a ambas y las besé… nos vamos a los tres a la vez… en el cuarto principal de mi casa seguía el show. Nuria se paró como un rayo al igual que Sara, mi esposa me hizo un 69, en tanto Sara me besaba con el coño y culo de Nuria por testigo.

- Cómele el coño a tu mujer, mientras ella te la pone dura para mí… porque ahora quiero probar esa verga dentro de mí… y no te dejaré hasta que te corras dentro de mi útero. ¡A ver si consigues preñarnos a las dos esta mañana!

Me dijo Sara, a lo cual nos pusimos volando a comerle el coño y el ojete a Nuria. Ni bien llegué a correr a Nuria, Sara me comía la cara y los labios, yo pasaba de los labios vaginales de mi esposa a los labiales de Sara, en tanto Nuria tenía mi verga dura en su boca. Sara se había abierto de piernas y por fin podía ver ese coñito a tan solo un palmo de mi cara, el chochito con el que había soñado unas cuantas veces desde que la vi entrar por la puerta de mi casa…, también estaba rasurada y súper mojada.

Nuria dejó lugar a Sara, y me puso su coño sobre mi cara, la hundí entre sus piernas y le arranque un gemido al primer contacto con sus labios.

- ¡Chúpamelo bien, sí… cómeme el coño de una vez!

Gritaba Sara, Yo no la deje esperando y empecé a chupar aquella vaginita tan sabrosa y más cerrada de lo que uno se puede imaginar de una mujer que ha parido varias veces. Nuria ya me había puesto la verga nuevamente bien dura, y se movió de tal manera que le puso todo su coño en la cara de Sara, de pie frente a ella, yo comiéndole el coño a nuestra invitada… una comida en cadena.

Casi reviento ahí mismo, mi coñito rico estaba siendo chupeteado por una mujer y yo lo podría ver todo en primer plano mientras le comía el coño a su mejor amiga.

- ¡Joder que bien me comes el coño…! ¡Métemela, fóllame de una puta vez! Pedía Sara.

Nuria le indicó a su amiga que se pusiera encima de mi mástil, se movió, Nuria me cogió la verga y la dirigió a la raja de Sara que esperaba en cuclillas sentarse encima de mí. Se detuvo en la entrada y le dio un par de lamidas al chocho ensalivándole y  para probar una vez más aquel manjar…. Luego se la hundí a Sara en sus entrañas, hasta que la tuvo clavada hasta los huevos. Estaba apretadita para estar parida, pero súper mojada…

Gritaba tanto o quizá más que cuando se lo hago a mi mujer. Nuria regreso a sentarse en la cara de Sara mientras yo estaba en un mete saca a toda máquina.

- ¡Joder qué huevazos tienes Manuel… me están aporreando el coño!, decía Sara. – ¡Esto con los de Alfonso no me pasa y me excita mogollón!!

Nuria y Sara gemían como perras en celo. Tras varios minutos clavándome aquella vagina tragona, Nuria se me puso a comerme los huevos, los sujetaba y se los tragaba. Yo me amarraba a las tetas de Sara, que campaneaban como loca de arriba abajo…apreté los pezones de ambas y la invitada gritó. La follada era demencial, pero la chica se agotaba. Paramos y cambiamos de tercio, se puso a cuatro patas.

- Vamos campeón, dijo Nuria, - Fóllate bien a esta perra, que se vaya rellenita de leche de casa. No queremos que tenga queja de no haber sido bien atendida.

La entrada al coño por detrás fue esplendorosa, entró de una hasta la raíz. Ella tiraba para atrás buscando más fuerza y profundidad, se agitaba buscando el orgasmo que encontró, convulsionó apretándome la polla con su coño.

- ¡¡Aaagg, ssíiiiii! ¡Umm, ummm, ummm!

- Así se folla a una zorra… mira lo que has conseguido, cabronazo, espetaba Nuria… - La has hecho correr con tu polla dentro del útero… ¡Vamos, acaba con ella y deja a esta puta que se vaya bien preñada a casa, con su marido e hijos!

La sujeté del culo y presioné con mayor fortaleza, las incursiones se hicieron frenéticas y les avise a las chicas que estaba por llegar al final…

- ¡¡Llénala de tu leche mi amor, llena ese útero falto de lefa…!! ¡¡Fecúndale con tu esperma, los ovarios de ella!! ¡¡Hazle otro hijo a esta PUTA!! Gritó mi mujer.

De solo escuchar eso empecé a soltar semen como un animal, Sara no dejaba de gemir de placer y Nuria se había bajado al coño de Sara chupando todo lo que chorreaba de aquella cueva…flujo vaginal y leche recién ordeñada. Lamía con lujuria y me miraba con unos ojos de picardía y morbosidad. Ahí tenia a mi esposa lamiéndole toda mi leche en le coño de su mejor amiga, no lo podía creer. Cuando dejó de chorrearle la raja, Nuria se paró y empezó a besar a Sara.

Las dos empezaron a tocarse y besarse por todo el cuerpo.

Yo me dirigí a aquellas tetas que tanta excitación me causaban y me acosté a su lado chupando a cada una en turno. Sara le propuso a Nuria hacer un 69 a lo que mi esposa no dudó y se puso rápidamente encima de ella.

Empezaron a gemir y gritar y yo ya estaba a mil nuevamente, pero no sé si podría continuar. Deje que mi esposa gozara de la lengua de Sara y luego me puse detrás de ella y enfile mi verga en la raja de mi mujer, otra vez.

Sara me dio unas chupadas y luego la inserto en la vagina de mi Nuria. Durante cinco años había gozado de aquella vagina, pero no tanto como aquella mañana… la sentía más mía que nunca, cada metida me excitaba como nunca antes. Seguí metiendo como un loco y Nuria dejó de comerle el coño a Sara, para empezar a gritar y gemir como nunca. Se balanceaba atrás y delante sin parar follándose con mi verga en su coño…

- ¡¡Lléname de tu leche amor mío, quiero que me tires como nunca antes!! ¡¡Lléname toda la raja de lefa… quiero que me vuelvas a preñar!! ¡Vamos a salir las dos bien preñadas de ti esta mañana!!

- Tu marido es un auténtico semental… me encanta, ojalá tuviese uno la mitad de bueno en casa…

- Lo que no encuentres en Alfonso, lo puedes encontrar en esta casa. ¡Te presto a mi esposo cuando quieras! Él estará siempre encantado de follarte.

Nuria ya se había corrido unas cuantas veces a lo largo de la sesión de sexo…, creo que la energía que nos había dado el chocolate con porras y el porrito de después, se nos estaba consumiendo a marchas forzadas, menudo ejercicio. De pronto me propuso algo que yo había tratado de lograr desde que éramos novios…

- ¡Métemela en el culo mi amor, quiero que jodas y me sodomices a tope! dijo con voz de artista porno.

Yo no dude ni un segundo. Sara me ayudó a colocar a mi esposa en cuatro sobre la cama, y empezó a chuparle la raja mientras yo me dedicaba a perforarle el ano. Le metí un dedo con cuidado, y tras varios minutos sentí que estaba lista. Nuria gemía con desesperación. Cogí mi verga en la mano y la coloqué en la entrada de aquel ceñido agujero, Sara se había movido y estaba con las piernas abiertas frente a la cara de mi esposa. Empecé a meterla en su culo y Nuria se quedó inmóvil, gritaba de dolor placentero. Me pidió que parara, y una vez se amoldó el esfínter al cipote, se empezó a mover poco a poco. En sincronía mi cadera ayudaba al mete y saca. En algunos minutos ya estábamos en un ajetreo total, metía y sacaba como un animal, percibía como mis bolas chocaban contra la raja de mi mujer. Nuria gritaba y gemía como nunca. Su cuerpo con esténtores avisaba que se corría nuevamente, y yo al notar las palpitaciones en su vagina, no pasó mucho para soltar un chorro de leche dentro del culo de mi esposa.

Ella estaba convulsionando como nunca antes. Saque la verga de aquel agujero de lujuria y Sara hundió su cara entre las piernas de Nuria para devolverle el favor anterior.

Nos quedamos tirados entrelazados en la cama descansando aquella sesión de sexo a tope. Sara y Nuria se fueron a traer algo de tomar del frigorífico. Yo estaba que las piernas ya no me respondían, tras casi dos horas de folleteo sin cesar. Cuando se alejaban no podía creer que había metido verga en tan esculturales figuras… ambas tenían mi lefa en todos los agujeros, menos en el culo de Sara, ese sería para otro momento. Regresaron con una botella de vino espumoso rosado. Se pusieron a descansar luego de aquel show tan placentero tras brindar en la cama los tres.

Nuria nos propuso ir a la ducha a asearnos un poco. Terminamos sudados y exhaustos después de dos horas y media de perversión, nos recostamos desnudos… media hora después, ella dijo que se tenía que ir a recoger a la pequeña al colegio. Se enjuago el cuerpo en la ducha y se fue.

 


 

Hoy en día tenemos un grupo de dobles parejas con Sara y Fernando, también se conocieron o más bien los dimos a conocer para abrir el círculo sexual… Se entendieron muy bien desde el primer momento, y así de vez cuando nos juntamos para tener sexo desenfrenado, hacemos juegos de rol, sumisión, a veces yo solo me entretengo viéndolas a ellas teniendo sexo con dildos inclusive, en otras es mi esposa quien es la voyeur tirándome a Sara que cada día se entrega con menos pudor y más ganas. También se da que nosotros nos quedamos viendo el show de la nueva pareja de Sara y Fernando jodiendo en nuestro sofá o cama… todo se da y se nos da bien.

Desde aquella puesta de cuernos de Nuria, he tenido las mejores experiencias sexuales de mi vida con mi esposa y su amiga Sara. Sinceramente cada día más enamorados y nuestro sexo sigue mejorando más y más, incluso ahora que ambas están preñadas…, así es, no era para menos sin no dejamos de fornicar a pelo y llenándolas de leche, lo que no sabemos es quién ha dejado preñada a cada una de las hembras puesta en juego.

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